Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo. Бернабе Кобо. История Нового Света.

Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo.
Бернабе Кобо. История Нового Света.

Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo

PUBLICADA POR PRIMERA VEZ
CON NOTAS Y OTRAS ILUSTRACIONES POR
D. MARCOS JIMENEZ DE LA ESPADA

SEVILLA
1883

HiSTORIA 5

CAPiTULO XII
De los temples y adoratorios del Perui describese en particular el temple principal de la ciudad del Cuzco.
DICHO habemos ya c6mo e todos los lugares sagra- dos diputados para oraci6n y sacrificios, llamaban los indios peruanos Giutcas, asf como A los dioses € idolos que ,en ellos adoraban. Destos habla tanta multitud y di- versidad, que no es posible escribirlos todos; porque, fuera de los adoratorios comunes y generales de cada naci6n y provincia, habia en cada pueblo otros muchos menores; y sin estos, cada parcialidad y familia tenia los suyos parti- culares. Mas, porque los adoratorios generales de los pue- blos principales y cabeceras de provincias, dado que no eran tantos en nieimero como los que habfa en el Cuzco, estaban dispuestos por la misma orden y con las mismas vocaciones (lo cual se averigu6 despues por los espaftoles, y verified en mis de cien pueblos, algunos dellos muy dis- tantes), pondre aqui todos los de la dicha ciudad, y de lo que servia cada uno, los ofrecimientos que les hacfan y el efecto para que se sacriiicaban; y estos serdn no mds de los generales, porque lo que cada uno tenia en particular de idolos y adoratorios, ya he dicho que no tenia niimero. Ni tampoco hare menci6n de mis que de los que eran pro- pios de la ciudad del Cuzco; porque sin ellos habia en aquella ciudad, por ser el santuario universal de todo el reino, otras muchas Guacas extranjeras, que eran las prin- •; cipales de todas las provincias que obedecian al Inca; las ; cuales hacia €\ traer al Cuzco, teniendo por cierto que na-

/ die se le podia rebelar sin que fuese castigado severamente de su dios; porque estando los de todos sus vasallos en su < poder, ellos lo habfan de ayudar y defender. Estos dioses eran muchos, los cuales estaban de por sf en poder de los de la familia y aylh del Rey que conquist6 la provincia de cada uno, que los tenian en guarda y receblan los sacri- iicios que les trafan sus naturales. Estas Guacase pues, ex- tranjeras no se ponen en esta relaci6n, sino las propias del Cuzco, porque, conocidas estas, se podra sacar lo que habfa en otras partes, pues todas, d imitacion del Cuzco, guarda- ban un mismo orden. AUende destas Guacas naturales de la dicha ciudad, describire otras dos 6 tres del reino, que eran templos muy suntuosos, ricos, y como santuarios de general devoci6n, d donde de todas las partes del Perd iban en romerfa, al modo que los cristianos suelen visitar el Santo Sepulcro de nuestro Redentor, el templo de los Ap6stoIes San Pedro y San Pablo, y el celebre santuario de Santiago de Galicia. Estos templos y adoratorios, asf del Cuzco como de las otras partes del reino, estaban unos en poblado y otros por los campos, sierras y montaftas agrias; unos en los ca- minos, y otros apartados dellos; en los sembrados y tierras de labor, y en punas y desiertos y donde quiera, en tanto niimero, que apenas caminamos una Jornada por cualquiera parte, que no topemos rastros y ruinas de muchos. No to- dos los adoratorios eran templos y casas de morada; por- que los que eran cerros, quebradas, peftas, fuentes y otras cosas i este tono, no tenian casa ni edificio, sino cuando mucho un du/iio 6 choza, en que moraban los ministros y guardas de las dichas Guacas. Pero todos tenian bastantes rentas y servicio, y especialmente los templos de mayor suntuosidad y devoci6n, era incomparable la riqueza que tenian de oro y plata; porque todos los vasos y piezas del servicio dellos eran destos metales, con todo el aderezo y adorno para celebrar sus fiestas. Era tambien muy grande el niemero de sacerdotes y ministros que residian en ellos continuamente, los cuales se sustentaban de las rentas de los mismos templos. Para dedicar de nuevo cualquiera tem- pk) d6stos, hadan grandes fiestas y ceremonias, despuds de las cuales era la Ultima aspeijarlo con un hisopo de ramos verdes y sangre de los corderos que aquel dia solemne- mente sacrificaban. £1 templo mas rico, suntuoso y principal que habia en este reino era el de la ciudad del Cuzco, el cual era tenido por cabeza y metnSpoli de su falsa religidn y por el santua- no de mds veneraddn que tenian estos indios, y como tal era frecuentado de todas las gentas del imperio de los In- cas, que por devocidn venian a €1 en romeda. Llamabase Cancancka, que quiere decir ccasa de oro» (i), por la in- comparable riqueza de este metal, el que habIa enterrado por sus capillas y en las paredes, techo y altares. Era dedi- cado al Sol, puesto caso que tambien estaban colocadas en e1 las estatuas del Viracocha, del Trueno, de la Luna y otros idolos principales; porque era tenido como el Pante des- caosar, eubiendo el dicho cerro; y desde aquel tiempo y por su mandado fue tenido por adoratorio. El tercer Crque deste camino se deda CoUana: tenia diez Guacai, y la primera sc llamaba Nina, que era un braacro hedio de una piedra donde se encendla el fuego para los sacrifidos, y no podlan tomarlo de otra parte; cstaba junto al tcmplo del Sol, y teniascle grande venera- dbn y hadanselc sacrifidos solemnes. La segunda Guaca se deda Canchapacha: era una fuente que estaba en la calle de Diego Maldonado (i), a la cual hadan sacrilido por ciertas historias que los indios cuentan. ( t ) Apodtdo il ritff, par sa macha riqucM. Era natanJ de Salamuct. 1 3 La teroera Guaca era otra iliente llamada Ticicocha, que estaba dentro de la casa que fue del dicho Diego Mal- donado. Fu6 esta fuente de la Coya 6 Rdna Mama OcUo, en la 6ual se hadan muy grandes y ordinarios sacrificioSt especialmente cuando querian pedir algo a la dicha Mama OcUo, que fue la mujer mds venerada que bubo eotre estos indios. La cuarta Guaca se deda Candorcancka, y {u6 la casa en que vivid Inca-Yupanqui. La quinta Guaca era otra casa dicha Pomacorco, y no dan otra raz6n de sacrificar en ella mis que haber sido de Guaytuudpac, La sexta Guaca se llamaba Molloguanca: era cierta piedra que estaba enmedio de un llano que llaman CalU- piquio, la cual mandd poner alU y tenerla por adoratorio Inca- YupanquL La setima Guaca era la casa que fue del Rey Tupa Jnca, llamada CaUspieuioguaci, en que se ofredan sacrifidos al dicho Tupalnca. • La octava Guaca era una fuente que se deda Ca&spih quio, que estaba abajo de la dicha casa de Tupa Inca, y se iban a lavar en ella todos los que se hadan orejones en la fiesta dd Raymi. Traiase desta fuente el agua para el Inca con muchos cintaros, hechos para s61o esto, y eran doncee Uas las que la traian. La novena Guaca se llamaba Cugiguaman: era una pie* dra i manera de Halc6n, que dijo /ifetf-Kieee/fei/i habersele apareddo en una cantera, y mand6 que se pusiese en este Ceque y se le hiciesen sacrificios. La decima Guaca deste Ceque era una fontezuela dicha Quinaapkquio, que sefial6 por adoratorio Inca-Yupanqui: ofredansele sacrifidos por la salud del Inca. Al cuarto Ceque Uamaban Payao: tenia ocho Guacase de las cuales la primera se deda Araytampu; era una piedra grande con otras cuatro pequeAas, que estabe junto i la casa que fu< de Benito de la Pefla, y eran de los Puru- La segunda Guaca se llamaba P6iiui: estaba ea un llano pequeAo junto A la casa de Diego Maldonado. Fue adoratorio muy solemne, porque era tenido por causa del sueflo; ofredinle todo geero de sacrifidos, y acudian d e1 por dos demandas: la una i rogar por los que no podian dormir, y la otra que no muriesen dunniendo. La tercera Guaca se llamaba Curioclta: era una casa de Curi Ocllo, mujer que fui de Amaro Topa Inca, la cual estaba en Colcapata; y adorabas tambien una (iiente que estaba junto d ella. La cuarta Guaca se llamaba Colcapata, y era la casa de Paullu ftua, donde estaba una piedra por idolo, que ado- raba el ayllo de Andasaya; y el origen que tuvo fu£ haberla mandado adorar Packacutic Inca, porque dijo que cierto Seftor se habla convertido en la dicha piedra. La quinta Guaca se decfa Guamancancha, la cual estaba cabc la fortaleza en un cerrillo deste nombre. Era un cer- cado dentro del cual habla dos buhios pequeSos diputados para ayunar cuando se haclan orejones. La sexta Guaca era una piedra grande Uamada CoUn- concho, que estaba en la fortaleza, la cual afirman que, tra- yedola para aquel edificio, se les cay6 tres veces y inat6 algunos indios; y los hechiccros, en preguntas que le hicie- ron, dijeron haber rcspondido, que, si porfiaban en que- rella poner en el edificio, todos habrlan mal fin, allende de que no serlan parte para ello; y desde aquel tiempo fu£ tenida por Guaca general, k la cual ofredan por las fuerzas del Inca. La setima Guaca se deda Ckackacomacaja: eran ciertos arboles puestos d mano, junto a los cuales estaba una pie- dra d quien hadan sacriticio porque el Inca no tuvicse ira. La octava'y liltima Guaca deste Ctque era un cerro alto llamado Ckuquipalta, que estd junto a la fortaleza, en 1 5 el cual estaban puestas tres piedras en representaci6n del Packayachachic, Intiillapa y Punchau; y en este cerro se hada sacrificio universal de niftos y niflas y figuras peque- f&as de lo mismo hechas de oro; y quemdbase ropa y car- neros, porque era 6ste tenido por adoratorio muy solemne. El quinto Ceqiie deste mismo camino y rumbo de Chin- chaysuyu se deda Cayao: contenia diez Guacas: la primera, Uamada Cusicancha, era el lugar donde naci6 Inca-Yupan- quit frontero del templo de Coricancka; y por esta razdn ofredan alU los del ay/lo Inacapanaca, La segunda Guaca era un templo Uamado Pucamarca, que estaba en las casas que fueron del licenciado de la Ga- ma (i); en el cual estaba un idolo del Trueno, dicho Cku- cuylla. La tercera Guaca se deda Cuscacalla: estaba en la calle que sale d la plaza yendo por esta raya 6 Ceque, y era buena cantidad de piedras, que todas dedan ser de los Pkruraucas. La cuarta Guaca era la plaza prindpal, Uamada Aucay- pata, que al presente tambien lo es. En ella se hada el sacrifido universal para el Sol y las demds Guacas, y se repartian y llevaban d las otras partes del reino, y era lugar muy venerado. La quinta Guaca era un buhio llamado Coracora, en que dormia Inca-Yupanqui, que es donde ahora estin las casas de Cabildo. Mand6 el dicho Inca adorar aquel lugar y quemar en e1 ropas y carneros, y asi se hacfa. La sexta Guaca se llamaba Sabacurinca: era un asiento bien labrado, donde se sentaban los Incas; el cual fu6 muy venerado, y se le hadan solemnes sacrificios; y por respecto deste asiento se adoraba toda la fortaleza, que debiera de estar dentro 6 junto d ella. La s6tima Guaca se llamaba Chacaguanacauri; la cual (i) Antonio de la Gama. l6 HiSTORU es un cerrillo que esti camino de Yucaji, i. donde iban los ' mancebos que se armaban orejones por cterta paja que lie* vaban en las ianzas. La octava Guaca era una sepultura pequefla, llamad* GnatHaMgHackama, de un hermano de Guaynaeeac, la cual estaba de la otra parte de la fortaleza. Hideroola adoratorio por baber muerto pequeflo d hennano del Inca, dictendo que por la veiieraci6a que le daban, no moridan mi* de aquella edad. La novena Guaca era un ceiro que esti camioo del Valle de Yucay, llamado Cinea, en que habfa una piedra que adoraban los indios de Ayamarca, teniendo por opinion que procedlaa ddla. La deima Guaca era unpeuio 6 manantial Hamadff Corcffrpuquiu, en el cual se ofreclan niftos y todo lo demis. El sexto Ceque se decla CoUana, como el tercero, y tenia once Guacas: la primera se decfa Caniongt, y era una piedra de los Purwaucas, que estaba en una ventana junto al templo del SoL La segunda Guaca se llamaba Pucatnarca: era una casa 6 templo diputado para los sacrifidos del PachayaehAclue, en el cual se sacrificaban ninos y todo lo demis. La tercera Guaca se decia fi'an, que quicre dedr cami- no: estaba en la plaza donde se tomaba el camino para Chitukaysuyu; hactase en ella sacrificio universal por los caminantes y por que aquel camino estuviese siempre eoteni y no se derrumbase y cayese. La cuarta Guaca tenia ptH nombre Guayra, y estaba en la puerta de Cajaua: en ella se hacian sacrificios al vieQto para que no hiciese daflo; y estaba hecho un hoyo en qiw se enterraban los sacrificios. La quinta Guaca era el Palacio de Guaynac&pac llamado Cajana, dentro del cual habfa una laguna nombrada Tied- cocha, que era adoratorio prindpal y adonde se baclan gran- des sacrifidos. I e La sexta Guaca era una fuente Ilamada Capipachan, que estaba en Capi, en la cual se sella baftar el Inca; ha- danse en ella sacrificios, y rogaban que el agua no le lie- vase la fuerza ni le hiciese dafto. La s6tima Guaca se deda Capiy que significa ralz: era una raiz muy grande de Quinua, la cual decian los hechi- ceros que era la rafz de donde procedia el Cuzco, y que mediante aqueUa se conservaba. Hacianle sacrificios por la conservaci6n de la dicha ciudad. La octava se llamaba Quisco: estaba encima del cerro de Capi, donde se hacia sacrificio universal por la misma razon que a la raiz sobredicha. La novena Guaca era un cerro llamado Quiangalla, que esti en el camino de Yucay, donde estaban dos mojones 6 pilares que tenfan por seflales que, Uegando alH el Sol, era el principio de Verano. La d6:ima era una fontezuela que se deda Guargua Ilia- piquiu, y estd junto d este cerro, en que echaban el polvo que sobraba de los sacrificios de las Guacas deste Cequc, La undedma y postrera Guaca se deda Illacamarca: estaba en una fortaleza que habia edificada en una pefta, camino de Yucay, y en ella se acababan las Guacas deste Cefue. El setimo Ctgue se deda Callao, y era del ayllo de Ca- pacayllo: tenia las ocho Guacas que se siguen: la primera se llamaba Omanaman, y era una piedra larga que decian ser de los Pururducas, la cual estaba a la puerta de la casa que fiie de Figueroa (i). Hadasele sacrificio universal por la sa- lud del Inca. (i) Jaan de Figueroa, vecino del Cuzco de los mis principales. Fu6 may axnigo de los Pizarros hasta qae Gonzalo se alz6 contra el virey Blasco Ntifiez. ElstuYO cod Gasca en Xaxahuaaa y fu6 de los primeros en participar de los 135.000 pesos de encomieodas que Hit distribuy6 despute de la derrota de Pizarro por el repartimiento fechado en Haaina-rfmac d 14 de Agosto de 1548. ToMO IV % l8 HlSTORIA La segunda Guaca eras dos bukios pequcfios, llamados Saiuiuancha el uno, y el otro Hurinsanca, donde tenfao can- tidad de Leoacs, Tigres, Culebras y de todas las malas sa- baadijas que podlaa haber. En estos bukios metian i los prisioneros que traian de la guerra, y cl que morla aquella noche, comlaole las dicbas fieras, y i el que qucdaba vivo, sacibaBlo. Y esto tenfan por seDal de que tenia buen cora- z6o y prop6stto de servir al loca. La tercera Guaca se deda Marcatamfu: eran unas pie- dras redondas que estaban en Canitenga, donde ahora es la parroquia de Santa Ana, las cuales seAal6 por adoratorio principal Inca-Yupanqui. Ofredansele niOos por la salud y conscrvacion del Inca. La cuarta se llamaba Toxanamaro: eran dnco piedras redondas que Viracocha-Inca mand6 poner en el cerro dc Toxan, que esta encima de Carmenga. La ofrenda que Ic daban era solamente de conchas partidas. Rogibase i. esta Guaca por la victoria del Inca. A la quinta Guaca deste Ceque Uamaban UrcosUa ama- ro: eran muchas piedras juntas puestas en un cerrillo que esta endma de Carmenga; hadansele sacrifidos p Sajri-Tapac en CDtODCM iDUchacho de Irece A catorce alloa, j depeadieodo de capitanei J Intoiea el resultado defioitivo del deocIo, fracasA par nu nTalidades j encoDtradas amtncioDes. Cieia de Lefio, il cipftnlo VI de U segnnda parte de n CVAawv, qne inu, eoKio et wbido, del lellorfo de los lacas, ins bechoa j gobcmaciilB, dice: poi cKribirla igod mia verdad, TJoe al Ciuco(i55o)...., donde bice jnotar 1 Cafo-Tiipac, que ei fI que h>; vivo de los desceodientes de Hnai-
na-Ciplc y i otros de los orejones, que sod los que eatrellos le lienan
por teAt Dobles, j con los mejores inltrpretes 7 lengoai qne se hallaron, tcf prepuitf estos SeDorcs Incii qut gente era 7 de qii« nacion, etc.*
Fldrec Ocdrii nomlKa en sua GentalBgiai i. nD Jaao Cajo, qne llaow {ran Inga, hennaDo de Pedro, oiro gran Inga, padre de una Angelina cod qoien inro que ver, 7 nna hija adernds, el licendado Jnan Baatista Monion, natnnl de Madrid, Oidor de Lima dot veces (de 1e6 1 i 67). AOade qne Jmu Cayo innrid en Santa Fe dt Bogoli. eEs fate otro Cayo, 6 el mismo con el Donbre eqaivocado? Me inclino A lo pdmero.

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que estaban en el cerro de Quisco, Era Guaca principal y tenia cierto origen largo, que los indios cuentan. Ofredanle de todas las cosas, y tambien nifios.
La decinoa se Uamaba Macaycalla: es un llano entre dos cerros, donde se pierde de vista lo que esta destotra parte y se descubre la otra de adelante, y por sola esta raz6n lo adoraban.
El tercero Ceque se llamaba Cayao, y tenia diez Gua- cas. La primera era una puente dicha Guartipancu (?), que pasaba del templo del Sol d una plaza que llamaban de Feces (i): sacrificabanle por muchas razones que ellos da- ban, y en especial por pasar por ellos los sacrificios que se ofredan en la coronacion del Rey.
La segunda Guaca era una pared que estaba junto i la chdcara de Bachicao (2), que tenia una barriga hacia afue- ra, cuyo origen decian haber sido que, pasando por alii el Inca, habia salido i hacerle reverencia; y desde entonces la adoraban ofrendandole conchas de colores.
La tercera era una fuente llamada Ayacho, que esta en la niisma chdcara, Ofrecianle conchas de todos colores no muy molidas.
La cuarta se decia Chuquimarca: era un templo del Sol en el cerro de ATantocaiia, en el cual decian que bajaba a dormir el Sol muchas veces; por lo cual, allende de los demas, le ofrecian nifios.
La quinta Guaca se decia Mantocallaspa: era una fuen- te de buen agua, que esta en el cerro sobredicho, donde los indios se baflaban.
La sexta se decia Mantocalla, que era un cerro en gran veneracion, en el cual, al tiempo de desgranar el maiz, ha- cian ciertos sacrificios; y para ellos ponian en el dicho ce-
(i) Por teoer eo ella sus casas Francisco Feces, vecioo faodador del Cazco.
(2) Hernaodo Bachicao, oatoral de SanlUcar de Barraraeda, qae se Uxo famoso sirrteDdo k Goualo Pizarro.
TOMO IV 4

26 rro muchos haces de lefia labrada vestidos conio hombres y mujeres y gran cantidad de mazorcas de mais hechas de palo; y despues de grandes borracheras, quemaban mu- chos carneros con la lefia dJcha, y mataban algunos nifios.
La setima Guaca se llamaba Caripitquiu: era una fuen- te que esti en la falda del cerro dicho. Ofrecfanle conchas.
La octava se dccfa Yuncaypampa: era un llano que esta . en el camino de los Andes y tiene una fontezuela.
La novena Guaca se nombraba Yuncaycalla: es una co- mo puerta donde se ve el llano de Chita y se pierde la vista del Cuzco: allf habfa puestas guardas para que nin- guno llevase cosa hurtada. Sacrilicabase por los mercade- res cada vez que pasaban, y rogaban que les sucediese bien en el viaje; y era ct?ca el sacrificio ordinario.
La teltima Guaca deste Ceque era una fuente dicha Ur- cotttilpo, que esti en el llano grande de Chita: ofreclanle solos carneros.
EI cuarto Ceque deste dicho camino se dec(a CoUana: era del ayllo y famitia de Aucailli panaca y tenia siete Guacas. La primera se llamaba Cariurco, y era un cerro que esta cerca de Manlocalla, encima del cual habfa cier- tas picdras que eran veneradas y les ofrcclan ropa y car- neros manchados.
La segunda Guaca se llamaba Chuquiquirao pitquiu: era una fuente que nace en una quebrada en la falda del cerro sobredlcho; el sacrificio era de carneros y ropas.
La tercera Guaca se deda Callachaca: eran ciertas pic- dras puestas sobre el dicho cerro.
La cuarta era una cantera que esti alU junto, Ilamada Viracocka: en ella habia una piedra que parecla persona, la cual refieren que, cortando de allf piedra para una casa del Inca, salio asf y mando el Inca que fucse Guaca.
La quinta se llamaba Aucompiiquiu: era una fuente que esta cerca de la quebrada de Yancacalla.
La sexta Guaca se decla Illansayba: era cierto cerro

2e

encima del cual habfa unas piedras a que sacrificaban por la salud de los que entraban en la provincia de los Andes,
La postrera Guaca deste Ceque era una piedra Ilamada Maychagtianacauriy hecha a manera del cerro dc Huana- cauri, que se mando poner en cste camino de Antisuyu y le ofredan de todo.
El quinto Ceque tenia por nombre Payane en que ha- bla diez Guacas, La primera era una piedra Ilamada Usno, que estaba en la plaza de Hurinaucaypata: era esta la pri- mera Guaca a quien ofrecfan los que se hacfan orejones.
La segunda Guaca era el manantial llamado Cachipu- quiu, que estd en las Salinas, de que se hace mucha y muy fina sal. Ofrecianle de todo, excepto niAos.
La tercera se decfa Sauaraura: era una piedra redonda que estaba en el pueblo de Yaconora, y era adoratorio muy antiguo.
La cuarta era una fuente dicha Pachayaconora, que es- taba en el dicho pueblo de Yaconora: ofrecianle solo con- chas, unas enteras y otras partidas.
La quinta Guaca se decia Oyaraypdquiu: era una fonte- zuela que estd algo mds arriba. Ofrecianle conchas de to- dos colores, conforme i los tiempos.
La sexta era otra fuente Ilamada Arosayapiiquiu, que esta en Callachaca: ofrecianle s61o conchas.
La setima se decia Aquarsayua: era Guaca de gran ve- neraci6n, y tenian por opinion que cualquiera cosa que le ofrecian la recibian todas las Guacas,
La octava era un manantial llamado Susumarca, que esti en Callachaca, y le ofrecian lo ordinario.
La novena se decia Rondoya [Runtuyan]: eran tres pie- dras que estaban en el cerro asi llamado; pilisolas alii el Inca Pachacutic y mando las adorasen.
La decima y ultima Guaca deste Ceque era otra piedra Ilamada Pomavrco, que estaba puesta por fin y termino de las Guacas deste Ceque.

28 El sexto Cfque sc llamaba Cayao, y en e1 hab(a siete Guacas. La primera se deda Auriauca: era como un por- tal 6 ramada que estaba junto al templo del Sol, doade se ponla cl Inca y tos SeAores.
La segunda Guaca era una piedra corva llamada Como- vilca, que estaba cabe Callachaca: ofrecfanle solas conchas.
La tercera se llamaba Chuquicancfia: es un ccrro muy conocido, ei cual tuvieron que era casa del Sol. Haclan en el mismo solemne sacriticio para alegrar al Sol.
La cuarta era una piedra pequefla dicha Sanofutrvn fSa- huaiirai?], la cual estaba sobre un cerrillo. Ofredante por la salud del Principe que hab(a de hcredar cl reino; y cuando lo hacian orejdn ofreclan a esta Guaca un solemne sacritido.
La quinta se decfa Viracockapitguiu: era una fuente que esti en un llano camino de Ckita.
La sexta era una casa dicha Pomamana, la cual es- taba en el dicho llano. En ella se guardaba el cuerpo de la mujer de Inca-Vupanqui, y ofreclanse niflos con todo lo demjs.
La setima sc deda Curavacaj’a: es un altozano, camino de CAita, donde se pierde de vista la ciudad, y estaba se- Oalado por fin y mojon de las Guacas deste Cfque. Tenian alll un Ledn muerto y contaban su origen, que es laie.
En el setimo Ceque, Uamado Yacanora, habfa otras sie- te Guacas. La primera se decia Ayllipampa: era un llano donde esta la ch&cara que fue de Mesa (i). Declan que era la diosa Tierra llamada Pachamama, y ofredanle ropa dee mujer pequefta.
La segunda Guaca era una fontezuela junto i esta chd- cara, llamada Guamanlanta: olrecfase en ella lo ordinario.
La tercera era otra fuente nombrada Pacaypiiquiu, que esti un poco mas abajo de la sobredicha. Ofredanle con- chas molidas.
(i) AloDio de Mesa, de loi primeroa coDquistudom del Pertf.

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La cuarta era una plaza grande llamada Cokapampae donde se hizo la parroquia de los Mdrtires, al cabo de la cual estaba una piedra que era idolo principal a quien se ofredan niflos con lo demas.
La quinta Guaca se deda Cuillorpuquiu: era un manan- tial pequeAo que esta mas abajo. Ofredanle solo conchas.
La sexta se Uamaba Unugualpa: eta era una piedra que estaba en Chuquicancha, la cual cuentan que sacando piedra la hallaron como en figura humana; y desde alii por cosa notable la adoraron.
La setima y iiltima era una fuente llamada Cucacache, i donde se hacen unas salinas pequeftas.
El octavo Ceqiu se deda Ayartnaca, el cual tenia once Guacas, La primera era un manantial dicho Sacasayllapu- quiu, que esti junto al molino de Pedro Alonso (i). Ofre- danle solo conchas.
La segunda Guaca era otro manantial llamado Pirqui’ fkqmue que esti en una quebrada mas abajo. Ofredanle corderillos pequefios hechos de plata.
La tercera se llamaba Cuipanamaro: eran unas piedras junto a este manantial, y eran tenidas por Guaca principal. Ofredanle ropa pequefia y corderillos hechos de conchas.
La cuarta era un manantial dicho Avacospuquiu. Ofre- danle s61o conchas.
La quinta se decfa Sauaraura: eran tres piedras que estaban en el pueblo de Larapa.
La sexta se llamaba Urcopiiquiu, y era una piedra es- quinada que estaba i un rinc6n del dicho pueblo. Tenianla por Guaca de autoridad, y ofredanle ropa de mujer pe- quefla y pedazuelos de oro.
La setima era una fuente dicha Pilcopiiquiu, que estaba cerca del pueblo de Corcora, Ofrccfansele conchas y ropa de mujer pequefta.

(i) Vedno fondador del Cazco.

30 HlSTORlA
La octava se llamaba Cuipan: eran sds [nedras que esUban juntas en el cerro asl Ilamado. Ofredan i. esta Gua- ca solo coochas coloradas, per la salud del Rey.
La nona era un manantial que Ilamaban Chora, el cual estaba cabe Andamarca. Ofredanle conchas molidas y pe- dazuelos pequeflos de oro.
La decima se deda Picas: era una pedrezuela pequeAa que estaba en un cerro encima de Larapa, A la cual tenlan por abogada del granizo. Ofreclanle demis de lo ordiaario pedazuelos de oro pequeRos y redondos.
La undedma y illtima Guaca deste Ctque se llamaba Pilcourco: era otra piedra d quien hadan gran venerad6ii, la cual estaba en un cerro grandc cerca de Larapa. Cuao- do habla Inca nuevo le sacrificaban demas de lo ordinario una muchacha de doce aflos abajo.
EI postrero Ceque deste camino de Antisuyu se deda Cayao: era del aylio y parcialidad de Can y tenia las dnco Guacas siguientes. La primera se decfa Lampafiiquiu: era una fuente que estaba en fjndawarca. Sacrificabanle con- chas de dos colores, amarillas y coloradas.
La segunda Guaca era otra fuente llamada Suramapu- quiu, que estaba en una quebrada en Acoyapuncu. Ofre- danle no mas que conchas.
La tercera se deda Corcorpitguiu: era otro manantial que estd en la putta encima de la Angostura.
La cuarta Guaca eran unas piedras llamadas Chunt- cana, que estaban endma de un cerro, me abajo.
La quinta y illtima deste Ceque y camino se deda Ata- guanacauri: eran ciertas piedras puestas junto i un cerro; era adoratorio antiguo, y ofredasele lo ordinario.

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CAPiTULO XV Ve ios Cequesy Guacas delcantino de Collasuyu.
HABIA en este lerccro camino nueve Ceques, y en ellos ochenta y cinco adoratorios 6 Guacas, El pri- mer Ceque se decfa Cayao y tenfa cuenta con eI la familia de Aquiniaylla, y comprendfa nueve Guacas. La primera se nombraba Pururauca. Estaba donde fue despues la casa de Manso Serra (i). esta era una ventana que salia i la calle y en ella estaba una piedra de Ios Pururaucas, Ofrecianle lo ordinario, excepto nif&os.
La segunda se deda MudcapUquiu. Era una fontezuela que sale debajo de las casas que fueron de Anton Ruiz (2). Ofredanle s61o conchas.
La tercera Guaca se decfa Churucana. Es un cerro pe- quefto y redondo que estd junto a San Lazaro, encima del cual estaban tres piedras tenidas por fdolos. Ofredaseles lo ordinario y tambien niftos, para efecto que el Sol no per- diese sus fuerzas.
La cuarta era un llano dicho Caribamba, que estd en el pueblo de Cacra, Sacrificabansele de ordinario nifios.
La quinta se deda Micayapiiquiu. Es una fuente que esti en la ladera del cerro de Guanacauri.
La sexta se llamaba Alpitan. Eran ciertas piedras que estaban en una quebrada donde se pierde la vista de Gua- nacauri, Cuentan que fueron hombres hijos de aquel cerro, y que en derta desgracia que les acaeci6, se tornaron pie- dras.

(i) So Yerdadero nombre era Mancio Sierra de Legafzamo. (2) ADtonio Ruiz de Gnerara.

32 La sema, Guamansari. era una piedra grande que csta- ba encima dc un cerro junto a ia Angostura. A esta Guaca sacrificaban todas las Emilias per las fucrzas del laca, y ofrecianle ropa pequefia, oro y plata.
La octava, Guayra, es una quebrada de la Angostura, adonde contaban que sc metfa cl viento. Hadanle sacrili- cio cuando soplaban recios vicatos.
La oona y liltima deste Ceque sk deda Mayu. Es no do que corre por la Angostura. Sacrificabanle en dertos tieinp>s del afio en agradecimiento porque vcnia por la du- dad del Cuzco.
El segundo Ceque deste camtno sc Ilaroaba Pajan. £s- taba i cargo del ayllu de Haguaynt y tenia odio Giuuas, La primera era un llano dJcho Limapampa, donde se hizo la chdcara de Diego Gil: hadan aquf la fiesta cuando cogian el maiz para que durase y no se pudriesc.
La segunda Guaca se deda Raquiancalla. Es un ccni- Ho que esta en aquella chdcara, en el cual estaban mucboa fdolos de todos cuatro suyus. Hadase aqul una ctiebrc fies- ta que duraba diez dfas, y ofredase lo ordinario.
La tercera se llamaba Sausero. Es una chdcara de los descendientes de PauUu-Inca. a la cual, en tiempo de sem- brar, iba el mismo Rey y araba un poco. Lo que sc ctefa della era para sacrificios del Sol. El dfa que el laca iba a esto, era solemne fiesta de todos los Seflores del Cuzco. Hadan i este llano graodes sacrifidos, cspedalmente de plata, oro y ninos.
La cuaita era una ckdcara que se deda OmataUspacka, que dcspue fue dc Francisco Moreno. Adoraban i una fuente que esta en medio ddla.
La quinta era un llano dicho Oscolio, que fue de Garci- laso. Ofrecianle io ordinario.
La sexta se nombraba Tiiino Urco. Eran tres piedias que estaban en un rinc6n del pueblo de Cacra.
La setima era un manantial por nombre Palpancfepk-

DEL NUEVO MUXDO 33

fKKK, que esta en un oerro joirto i Cacra, y solo le ofredan oondias may molidas.
La ocUva y postrera Gmaca deste Ceeme se deda CeIU- cmUtu Es una qnebrada donde estaba on padr6n junto al camino. para los ofredmientos.
El teroero Cefme tene par nombre Coilama, y en el ha- lite nuevc Gmacas. La pHmeia se llamaba Tameucamciuu Eia parte de la casa de Manso Sierra, en que habia tres piedras adoradas por kiolos.
La segunda Guaca era una piedra Uamada Patmpasona, que estaba junto a la sobredicha casa. Ofinedanle s6io con- dias molidas.
La teroeia era una fuente nombrada Pirpayopachay que esta en la ckdcara de Diego Maldonado, en la cual se lava- ban los Incas dertos dias.
La cuarta se llamaba Guampaia. Era una ckdcara mas abie donde estaba un pareddn que dedan habia hedio aiU el Sol. Sacrificabanle nifios y todo lo demis.
La quinta se nombraba Anaypamfia, Era una chicara de la Ccya-Mama-OcUo.
La sexta se deda Surigmaylia, Era una fiiente que nada en un llano as< Uamado. Ofredanle condias molidas. La setima, Sinopampa [Sanopampa?], eran tres piedras redondas que estaban en un llano en medio del pueblo de Sana, Sacrificibanle nifios. La octava, Sancpuquiue era cierta fuente que estaba en una quebrada del dicho pueblo. Ofredanle carneros y con- chas. La novena y liltima Guaca deste Ceque era un cerro llamado Llulpacturo, que esta frontero de la Angostura; el cual estaba diputado para ofrecer en e1 al Ticciviracocha, Sacrificibase aqui mds cantidad de niftos que en otras par- tes. Asi mismo le ofredan nifios hechos de oro y plata y ropa pequefia; y era sacrificio ordinario de los Incas. El cuarto Ceque deste dicho camino se deda Cayao, y ToMo IV S 34 era del ayllu de Apumayta, y tenia diez Guacas. A la pri- mera llamaban Pomapacka. Era una fuente donde se baAa- ban los Incas, con una casa junto d ella en que se recogfan en saliendo del bafio. Estaba donde fueron despues tas ca- sasede Sotelo (i). La segunda Guaea se llatnaba Tanearay. Era una se- puitura que estaba en la ch&cara de Diego Maldonado, don- de tenian crefdo que se juntaban en cierto tiempo todoslos muertos. La tercera era una fuente dicha Quispiqtnlla, que esti en la dicha Heredad de Diego Maldonado. La cuarta era un cerro, por nombre Cuipan, que esti destotra parte de GuanacauH; encinia del cual estaban cin- CO piedras, tenidas por Guacas. Sacrilicdbantes todas las cosas, especialmente niflos. La quinta se decla Allavillay. Lsta era una sepultura donde se enterraban los ScHores del ayliu deste nombre. La sexta se llamaba del mismo nombre que la de ani- ba. Eran ciertas piedras juntas puestas en un cerro que esti enfrente de Cacra. La setima se deda Raraoquiraii. Es un cerro grande que adoraban por su grandeza y por ser scflalado. La octava, Guancarcaya, es una qtiebrada conic puerta que esti junto al cerro de arriba. Estaba dcdicada al Sol, y ofrecfanle niflos en ciertas fiestas que allf hacfan. La novcna Guaea es un cerro grande llamado Sinayba, que esti destotro cabo de Quispicanche. La decima y iJltima sc decia Sumeurco. Es un cerro que tenian puesto por llmite de las Guacas dcste Ceque. Esti junto a el de arriba, y ofreclanle conchas. El quinto Ceque se llamaba Payan, y tenfa diez Gua- cas. A la primera nombraban Catonge. Era una piedra que (i) CrislAbal SoUlo, nmigo eoiusbsta de Almagro el moio, ; ni de lo* jeles de m partido. 3 5 estaba cabe la casa de Juan Soria. Adorabanla como a Gua- ca principal, y ofredanle de todo, particularmente iiguras de hombres y mujeres pequeAas de oro y plata. La seenda era una fuente llamada MembiUapkquiUy de donde bebian los del pueblo de MembiUa. Ofredanle solo conchas partidas. La tercera se deda Quintiamaro, Eran dertas piedras redondas que estaban en el pueblo de Quijalla. La cuarta se deda Cicacalla. Eran dos piedras que es- taban en el mismo pueblo de arriba. Ofredanle conchas pe- queftas y ropa quemada. La quinta Guaca se nombraba Ancasamaro, Eran dnco piedras que estaban en el mismo pueblo. La sexta, Tocacaray, era un cerro que esti frontero de Quijalla, Habia en e1 tres piedras veneradas: sacriiicibanle nifios. La setima era una fuente dicha Mascaguaylla, que esti en el camino de Guanacauri. La octava se llamaba Intipampa. Era un llano junto d Cacra, en medio del cual estaban tres piedras. Era adora- torio principal, en que se sacrificaban nifios. La novena era otro llano dicho Rondao, que esta junto al camino Real de Collasuyu frontero de Cacra, La decima y ieltima era un cerro pequefio llamado Omo- taurcoy que esta enfrente de Quispicanche en la puna 6 pa- ramo. Encima del estaban tres piedras d las cuales ofrecian sacrificios. Al sexto ceque llamaban Collana, y habfa en e1 diez Guacas, La primera era un bukio dicho Tampucancha, que estaba en el sitio de la casa de Manso Sierra, el cual fue morada de MancoCdpac Inca. Ofrecianle Jo ordinario, ex- cepto niAos. La segunda Guaca se llamaba Mamacolca. Eran cier- tas piedras que estaban en el pueblo de Membilla, La tercera era una casa dicha Acoyguaci, que estaba en \ 36 Membilla, en la cual se guardaba cl cuerpo del Inca Cim- ckiroca. La cuarta sc deda Quirarcoma. Era una piedra grande, con cuatro pequcRas, que estaban en el llano de QiticaUa. La quhita se llamaba VtraaKhacaiuha. Eran cinco pie- draa que estaban en el pueblo de Qutjalla. La sexta se decfa Cuipan, y eran tres piedras puestas en e) Itano de Qukalla. La setima se llamaba Huanacauri, la cual era de los mas principales adoratorios de todo el retno, el mis anti- guo que tenlan los Incas despues de la ventana de Paca- ritampu y donde mis sacrificios se hicieron. esta es un cerro que dista del Cuzco como dos leguas y media por este camino en que vamos de Collasuyu, eo el cual dicen que uno de los faermanos del primer Inca se voIvi6 piedra, por razones que ellos dan, y lenian guardada la dicha piedra, la cual era mediana, sin figura y algo ahusada. Estuvo en- cima del dicho cerro hasta la venida de los espaAoles, y hadanlc muchas fiestas. Mas luego que Ilegaron los espa- (lolcs, aunque sacaron deste adoratorio mucha suma de oro y plata, no repararon en el fdolo, per ser, como he dicho, una piedra tosca; con que tuvicron lugar los indios de es- conderla, hasta que, vuclto de Chile Faullu Inca, le hJzo casa junto i la suya; y desdc entonces se hizo allf la fiesta del Raymi, hasta que los cristianos la descubrieron y saca- ron de su poder. Halldse con ella cantidad de a en una quebrada en la &lda del cerro dc arriba.
La duodMma era otra (iiente dicha Chieapiquiu, que sale cerca de la de arriba.
La dMma terda se deda fncaroca. Era una cueva que estaba mds adelantc de las fucntes sobredichas, y era ado- ratorio principal. Ofredanle niflos.
La d6nina cuarU era cierta piedra tiamada PuHiigtuH’

DEL XUEVO ML”XD0 4 1

cme que estaba cndma de an ccrro deste noaibrc oerca del cciTO de Amagmarqiu.
La p os U a a Gmmca se 6cdsk QtagmmM, Eran tres pie- dras que estaban en iin poctezodo caminode Pemtacamckme
El scguodo Ceqtu dcslc dicho Ganuno de Cmmiisujru era del Myll0 de Qmisco, Llamase Cayac y tenia cnatro Gmmcms. La piimeta era iin llano grande dicho Cotocarie que des- pot bukckSaurm de Ahamirano(i).
La segnnda se deda PiUachmri, Era una qoelMiKia ca- mino de Tamboy en que habia una piedra mediana y larga tenida en veneraddn.
La tercera, Payllallauto, era derta cueva en la coal tee nian crddo que se entr6 una Seilora deste nombre, madre de tin gran Sefior por nombre Afmatrimaya, la coal nunca vais parecid.
La cnarta se deda Ravaraja. Es un cerro pequefk> don* de los mdios acababan de corrcr la fiesta del Raywri; y aquf se daba derto castigoi losque nohabfam oorrido bien.
El tercero Cree se nombraba Payane y tenia otras cua- tro Gnacas, La primera era una fiiente Uamada Ckufmrna- terOj de donde beben los indios de Cayocache.
La segunda se deda Caquiasavaraura, Es un cerro firm- tero de Cayacache, endma del cual estaban dnco piedras tenidas por fdolos.
La tercera, Cayascasguamafij era una ptedra larga que estaba en el pueblo de Cayascas.
La cuarta, Chucuracaypiiquiuj es una quebrada que esti camino de Tambo, donde se pierde de vista d valle del Cucco.
Al cuarto Ceque llamaban Collana, y tenia cinco Qua- cos. La primera se decia Pururauca, Era una piedra de aquellas en que dedan haberse convertido los Pururamcas, la cual estaba en un poyo junto al templo del Sol.

(i) Aotonio Altamirano, rectoo fnndador del Cuco. ToMO IV

42 La segunda sc decfa AmarocH. Eran tres piedras que estaban en un poblczucio Ilamado Aytacari.
Ie tercera, Cayaopitquiu, era una fuente que estaba fron- tera de Cayaocache, en la ladera del rio.
La cuarta, ChuntcatM, era cierta piedra grande que estaba en ua cerro junto i el de Anagvarqur; ofrecfanle aidos.
La qutnta se llaoiaba Cuipancalla. Es una quebrada que esta camino de Tambo, donde cchaban lo que sobraba de las ofrendas deste Ceque.
El quinto Ceque se dccia Cnyao. Estaba 4 cargo del aylh de Ckimapanaca, y tenfa otras tantas Guacas como el pasado. A la primera nonibraban Caritampucdtuha. Ele una plazuela que estd ahora dentro del convento de Santo Domingo, la cual tenfan por opinion que era el primer lugar donde se asent6 Manco C&pac en el sitio del Cuzco, cuando S3li6 de Tampu. Ofrecfanse niftos con todo lo demis.
La segunda Guaca se deda Tmcalla. Eran diez pie- dras de los Purur&ucas, que estaban en Cayocache.
La tercera, Cayallacta, eran ciertas piedras que esta- ban en un cerro cabe Choco, pueblo que fue de Hernando Pizarro.
La cuarta, ChumpUquiu, es una fuente que esti encima del dicho pueblo de Ckoco.
La quinta se decfa CumpuguanacAuri. Es un cerro en derccho de Clwco, encima del cual habla diez piedras que tenlan crefdo habla enviado allf el cerro de Guanac&uri.
El sexto Ceque deste mismo camino se llamaba Peean, y tenia cinco Giiacas. La primera tenia por nombre Apian. Era una piedra de los Pururducas que estaba en el sitio que hoy tiene Santo Domingo.
La segunda Guaca se deda Guaman. Era una piedra que estaba en Cayocache.
La tercera, Ocropacka, eran unas piedras de los Punt- r&ucas que estaban en Cayocache.

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La cuarta, Pachapuquiu, era una fuente que esta hacia Pomapampa,
La quinta se deda Intirpucancha. Era un buAio, que estaba enmedio del pueblo de Chaco y habia sido del pri- mer Sefior del.
El setimo Ceque se Uamaba Coyana, y tenia otras cinco Guacas. La primera era una casa pequefia dicha InHcan- cha, en que tuvieron por opinion que habitaron las henna- nas del primer Inca que con e1 salieron de la ventana de Pacaritampu. Sacrificabanle niftos.
La segunda Guaca se Uamaba Rocramuca, Era una pie< dra grande que estaba junto al templo del Sol. La tercera, Carvincacancha, era una casa pequefia que estaba en Cayocache, que habfa sido de un gran Seftor. La cuarta, Sutitnarca, eta es un cerro de donde dicen que salio un indio, y que, sin tener hijos, se volvi6 d meter en 61. La quinta, Cotacotabamba, era un llano entre Choco y Cachana, a donde se hacia una fiesta en ciertos dias dd afto, en la cual se apedreaban. El octavo Ceque se Uamaba la mitad, Callao, y la otra mitad, CoUana, y todo (\ tenia quince Guacas, A la pri- mera nombraban Tanancuricota, Era una piedra en que dedan que se habia convertido una mujer que vino con los Pururducas. La segunda era una sepultura de un Sefior principal, llamada Cutimanco; sacrificabanle nifios. La tercera se decia Cavas. Era otra sepultura que es- taba en Cackona. La cuarta se Uamaba EconconpUquiu. Era una fuente que esti en Cachona. La quinta, Chinchaypiiquiu, era otra fuente que esta en una ladera de \epuna. La sexta, Mascataurco, es un cerro donde se pierde la vista del Cuzco por este Ceque. 44 HlSTOKIA La seima, Cachkalla, C9 una qucbrada entre dos cc- rros ■! modo de puerta; no le ofreclan otra cosa que la coca que cchaban de la boca los que pasaban. La octava, Quiacasamaro, cran ciertas piedras que es- taban eacima de un cerro mis alia de Cayocacke. La novena, Managtiaflutuaguaci, era una casa de una de las coyas 6 retnas, que estaba en el sitio que ahora tiene el convento de la Merced. La dema, Cicui, era una sepultura que estaba en la ladera de Cackona. La undeima, Cumfii, es un cerro grande que esti ca- mino de Cackoaa, sobre el cual habla diez piedras tenidas por Idolos. La duodema, Pachachiri, es una fuente que esU en la /una de Cackona. La decima tercia, Pitopkquiu, es otra fontezuela que estaba junto d la sobredtcha. La dema cuarta, Cavadcallaf era una como puerta en- tre dos cerros, que este hacia Guacackaca. La dltima Guaca deste Ceque se decia Lluquirivi. Es un cerro grande junto a la quebrada de arriba. El noveno Ceque tenia por nombre Callao, y abrazaba tres Gvacas. La primera se decia Colquemackacuay (sucna culebra de plata). Es una fuente de buen agua muy cono- cida, que este en la falda del cerro de Pttquin, junto i, la ciudad del Cuzco. La seunda se llamaba Mtcayurco. Es un cerro grande que esti endma de Puquin. La tercera, Chaquira, es un cerro que esti cerca dd camtno de Aka, encima del cual habfa diez piedras teni- das por Idolos. Al deimo Ceque llamaban Payan, y tenia cuatro Gua- cas. La primera era una fuente dicha PilcopHquiu, que esta en la giierta de Santo Domingo. La segunda se decia Puquincamha. Era una casa del DEL XCC¥0 MUXDO 45 Sol que cstaba cnrinM cie Cajocaclu. Sacridcabanic ni6-os. La tercera tenia por nooibre Camcka, Esta era la cerca de la casa cie arriba, doode taxnbien ofrcaan. La coarta, Virmcockamxo, es on cerro que esta endma de Pmqmim. El undedmo Ctqtu se Haniaba CoUamae 7 en el haUa cuatio Gmacas, La piimaa em una fiiente dkfaa MaSara- pachoy qoe esta camino cie Cayccmcke. La seunda se Haniaba Cmchigunjla. Es uo pequete liano c|ae esti mis abfie de la didia foente. La tercera, ntq m im fm q m im y es ana faente qoe esti en la bdera dd cerro de AfKif. La coarta, TatmpmurcOy es oCro cerro qoe esti a un lado dd e Puquin. El ducxKchDo Ceque se Damaba Cajiwe y tenia tres Guacas, A la primera pusieron Cuntatrpaia. Era un asiento en que descansaba el Inca cuando iba a la fiesta del Ray mi. La segunda se deda Quika, Era una sepultura antiqul- sima cie un Sefior que se llamaba asi. La tercera, UipiquiHscachoe era otra sepultura que es- taba detrasde Chaco. El dedmo terdo Ceque se nombraba Cayao, y tenia cuatro Guaeas. La primera era un fikquiu 6 fuente llanoada La sqenda se deda CcUapkquiu, Era otra fuente que esti en una quebrada qoe baja de Ckilquichaca. La tercxra, CkifuhincaUa, es un cerro grande donde rstaban dos mojones, i los cuales, cuando Uegaba el Sol, era tiempo de sembrar. La cuarta, Pomaguaci, es un cerrillo al cabo deste Ce- que, que estaba por fin y tennino de las Guacas del. El lUtinio Ceque deste camino de Cuntisuyu se deda CoUana, y tenia cuatro Guacas. La primera era una piedra no muy grande, llamada Oznuro, que estaba en la clidcara de los Gualparocas. 4& La segunda Guaca destc Ceque se dcda Olcuropitquiu. Era una fuentc ccrca de Picka, hcredad de la Compaflfa de Jcsi5s. La tercera se Uaoiaba Ravaypampa. Era un terrado donde sc aposenlaba el Inca, el cual estaba en la falda del ccrro de ChinchituaUa. La cuarta, Pantattaya, ea un ccrro grandc partido por medio, que divide los caminos de Ckincka y Cendesuyo 6 Cuntisuyo. Las cuatro Guacas sigfuientes pertenecen i diversoa Ce- ques, las cuales no se pusieron por cl orden que las demas, cuando se hizo la avcriguaci6n. La primera se deda Ma- macocka. Es una lagunilla pcqueAa mis arriba dc la for- taleza. La segunda es una fuente dicha Tocoripkquitt, de donde sale un arroyo que pasa por la ciudad (i). La tercera se llamaba Ckinckaeuay. Es un cerro que esta frontero de la fortaleza. Ie cuarta y ieltima dc todas se decfa Quiquijana. Es otro cerro que esti detrds del de arriba. Estas eran las Guacas y adoratorios generates que ba- bfa en el Cuzco y sus alrededores dentro de cuatro teguas, que con cl templo de Coricancha y las cuatro postreras que no van pucstas en los Ceques, vienen i. ser trescientas y trcinta y tres, distribuldas por cuarenta Ceques; & las cua- les, afiadiendo los pilares d mojones que seAalaban los me- ses, vienen i cumplir el niilmero de trescientas y cincuenta, antes nuts que menos; sin las cuales habfa otras muchas particulares adoradas no de todos, sino de aquellos A quJe- nes pertenecian; como las de las provincias sujetas at Inca, que eran adoratorios s6\o de sus naturalcs, y los cuerpos miiertos de cada linaje, A los cuales reverenciaban solos sus descendientes. Las unas y las otras tenlan sus guardas y (l) El llHiH-xnsyr 47 ministros, que i sus tiempos ofrecfan los sacrificios que es- taban establecidos; y de todas tenfan estos indios sus his- torias y fibulas de c6mo y por qu6 causas fueron instituf- das, que sacrificios se le hacfan, con qu6 ritos y ceremo- nias, d que tiempos y para qu6 efectos; que si de todo se hubiera de hacer historia particular, fuera gran prolijidad y cansancio; antes estuve en punto de dejar de referir, aun con la brevedad que van, las Guacas contenidas en estos capftulos; y lo hubiera hecho, si no juzgara por necesa- rio el contarlas, para dar mejor d entender la condici6n tan £icil desta gente, y c6mo, aprovechandose el Demonio de su facilidad, la vino i poner en una tan dura servidumbre de tantos y tan desatinados errores como se habfan apode- rado de ella. CAPfTULO XVII Del famoso templo de Pachacanta. DESPUJeS del soberbio templo del Sol tenia el segundo lugar en grandeza, devocion, autoridad y riqueza el de Pachacama; al cual, como a santuario universal, venian en peregrinaci6n las gentes de todo el imperio de los Incas y ofrecian en e1 sus votos. Estaba este celebre templo en un valle madtimo, ameno y fiertil, que dista cuatro leguas desta ciudad de Los Reyes; en el cual durante el reinado de los Incas hubo una grandiosa poblaci6n, que era cabeza de provincia. Pegado a ella estaba este edificio, desviado de la mar, que le cae d el Poniente, quinientos pasos, y del rfa> que riega el dicho valle trescientos, d la parte del Norte de junto i una pequefla laguna, que parece haberse anti- guamente comunicado con la mar. Su sitio es un cerrilio pequefio que seflorea todo el valle, por ser muy llano, el

48 cual parece artificial y hecho i oiano para fundamento desta fabrica; cuya forma es en cuadro, algo mis larga que an’ cha. Compboese de seis cuerpos unos sobre otros ea di» ininuci6n, todos macizos, hechos de adobes y tJerra, y ca- dma dellos cstaba labrado el tcmplo y muchos aposcntos: por manera que este gran terraplen solo parccc habcr edc hecho, por grandeza, para cimiento del temple.
Aunque al presentc no queda en pic desta obra mil que las ruinas y algunas paredes del dicho templo y apo sentos, todavJa por ellas y por los seis cuerpos del terra pleno que estin enteros, aunque desportillados por partem y con algunos socavones que en cllos ban hecho espaAole: buscando tesoros, pude muy bien yo, viendcdo y conside raodolo atentamente, sacar la traza y grandeza de todo el edificio con la medida y dtsposicion de todas sus partes, que es desta manera.
El primer cuerpo tiene de largo de esquina a esquina seiscientos pies, y de ancho quinientos y diez y seis; poi manera que viene A tener de ruedo en los cuatro lienzof dos mil y doscientos y treinta y dos pies. De alto no sc levanta mas de un estado sobre el cerrillo 6 mceoteen que esta fundado, porque parece haber sido hecho este pn’mei cuerpo per bajo de todo el edificio, para igualar y poner i nive) el plan del. Sobre este primer cuerpo sc forma uu releje y terrado de cuarenta pies de ancho, que es como una gran calle que ciAc y rodea et segundo cuerpo que nace del primero, tanto menor que e1 cuanto es lo que sc embebe el edilicio en el dicho releje; y asl tiene de frentc el segundo cuerpo quinientos veinte pies de largo, cuatro cientos y treinta y seis de ancho, y de alto veinticuatio. Entre la pared deste segundo cuerpo y la del tercero m hace otro releje 6 descanso de treinta y dos pies de axt cho, que es una calle 6 terrado llano como el primero que rodea en torno el tercero cuerpo, el cual sale del segundo, y tiene doce pics de alto. Fdrmase cncima del otro releje

DEL Xrrv-Q ilL”>T)0 49

de ¥cuztc y sexs pies de ancho. EI c uarto cuerpo bene de aito qoinoe pics, y en so retnate se embebe ei cdiSdo vetate J cotro. Ei qamto cocrpo solo parecc estnbo del uMmov y 2e DO se levanta sobrc d coarto mis que cioco pies, y d aocho de su releje es de diez. El sexto y liltimo cuerpo deste gnui tcrrapleno tiene de alto sobre el qumto doce pics. De soertc que la altura que hay desde el sueio hasta la azoCea d plaza que se forma sobre el tkltmio cuerpo, viee oe a ser cie seteota y cuatro pies; y es tan capaz esta plaza« qoetieiie de largo trcscieotos y tretcta y seis pies y de ancfao dosdeotos y dncuenta. A los lados deila estaban dos aceras de edifidos, que boy se ven arruinados con at goDOS pedbwm de paredes que permanecen en pie con la misma ahnra y labor que tenian.
Cada Iienzo 6 acera destos edifidos estaba arrimado a los bdos cie la dicfaa plaza 6 patio; de manera que d largo deOos venfei prceoogaodo d anchor della, quedando a las espaldas del dicho edifido una calle de diez y sets pies de aodiOp que era el espado que habia entre la pared pos- tieia dd dicho edifido y la del uhimo cuerpo dd terra- pkno. Por la parte de la mar quedaba un espado entre d testero del dicho edifido y el bordo del ultimo cuerpo de los madzos, de dncuenta y seis pies, y por la parte de tie- rra otro de trdnta. De forma que cada Iienzo de los dichos edifidos tenia- de largo ciento y sesenta pies y de ancho setenta y dnco. Estaban d uno enfrente dd otro en igual distancia y proporddn, y no mas ni menos apartado el uno que el otro de la orilla del terrapleno por las espaldas y lados. Entre la una y otra acera quedaba la plaza 6 patio de ciento y sesenta pies de ancho, y por los otros dos la- dos estaba descubierta y escombrada todo el ancho dd i!kl- timo cuerpo, que era, como queda dicho, de doscientos y dncuenta pies. Por los cuales lados la baAaba el viento fiasco y marea que d todos tiempos corre en esta costa, y desde
alii se gozaba de una muy extendida y hermosa vista; por- ToMO IV 7

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que por la una parte alcanzaba muchas Icguas dc mar }’ por las otras se descubria todo cl valle, el cual en todos los tiempos del afto esti verde y deleitoso. Subian los indios d este gran patio i ofrecer los sacrificios y celebrar sus fies- tas, baiies y borracheras.
Estos dos lienzos de edificios que se levantaban sobre el ililtimo cuerpo de los macizos, tenfan veinte y cuatro pies de alto, las parcdes eran de adobes, como las otras de los seis cuerpos de terraplenados, con gran ventanaje al rede- dor, al talle que las otras fabricas suntuosas de los indios peruanos, que no es mds que el hueco dc una ventana del grucso de la pared, tapada con un tabique por la parte de adentro, y por defuera parece alacena 6 nicho. Detas, pues, tenia un orden en torno cada acera de los dichos edificios, y entre una y otra no habia mas espacio que el anchor de cada una. Habia en estos edificios muchas piezas, aposen- tos y retretes, que eran como capillas en que estaban los idolos y vivian los sacerdotes y ministros. Asi las paredes destos aposentos como las de los terraplenos y del demis edificio que abrazaba esta maquina, estaban enlucidas de tierra y pintura de varios colores, con muchas labores cu- riosas i su modo, si bien al nuestro toscas, y diversas figu- ras de animales mal formadas, como todo lo que estos in- dios pintaron.
F*uera del edificio dicho, que estaba sobre la plaza del terrapleno, habia otros muchos aposentos al rededor de los cuerpos macizos de la fabrica; especialmente en el segundo, tercero y cuarto cuerpo; parte dellos estaban metidos y em- bebidos en los mismos cuerpos macizos y parte arrimados a ellos en los relejes que habia, que por ser tan anchos y capaces, habia espacio bastante para ello. Pero donde ha- bia mas edificado era en la fi-ontera que miraba i la mar desde el cuarto cuerpo hasta el postrero, la cual parece ser la fi-ente 6 delantera de toda la fabrica. Porque, primera- mente, corria una plaza angosta como callej6n por todo el

DEL Xl-EYO MlXDO e1

largo del edifido, llenas las paredes de ainbos lados por It parte de dentro de huecos de puertas al mode que queda dicho arriba eran las ventanas; delante desta plaza estaba UD corredor 6 galeria de doce pies de ancho, cuya pared tambito tenia un orden de huecos de puertas que paredan alacenas, con una danza de pilares delante labrados de adobes toscamente. El techo desta plaza y galeria era un terrado bianco que ven(a a igualar con el suelo del patio, de modo que, andando por el dicho patio 6 plaza, no se echaba de ver esta obra hasta que, pisando su cubierta, se conocia estar debajo hueco, diferenciandose del resto de la dicha plaza, cuyo suelo era solido y niacizo. El cuerpo terra- plenado que estaba inmediatamente mas abajo de la ga- leria dicha, tenia tambien un orden de huecos de ventanas; porque esta obra era la mayor hermosura y omato que estos indios ponian en la frontera y fiichada de sus edifi- dos, como ponemos nosotros columnas, cornijas y otras raras molduras y labores. Eran todos estos aposentos vi- vienda de los sacerdotes, ministros y guardas del templo; y las Matnaconas tenian casa aparte junto a eI. Algo mis desviado se ven unas ruinas de muchas y muy grandes ca- sasy las cuales dicen que eran hospederia para los muchos peregrinos que frecuentaban este santuario.
Aunque se ven por los lienzos y paredes exteriores des- te gran templo muchas puertas llenas de varias pinturas, para subir i e1 no habfa mas de una sola, con una iarga escalera de piedra tosca y sin mezcla, con las gradas tan bajas, que aunque era bien Iarga se subia sin trabajo. Caia esta puerta d la banda de tierra, que es al Oriente, y la escalera iba dando diez 6 doce vueltas con sus descansos y puertas muy pintadas i cada vuelta. Respecto de estar al presente desbaratada la mayor parte delta, no se puede contar puntualmente el nilmero de escalones que tenia; en sola una vuelta della, que esti entera, conte yo veinte; por donde me parece que en proporcidn, atenta la altura del

$2 HlSTORlA
edificio, debiera de tener toda ella de ciento y cincuenta para arriba.
No era este gran templo obra de los Reyes Incas, sino mucbo mis antiguo, conio los indios cuentan y se echa de ver en la forma y calidad de su labrica, que es may difc- rente dc ias otras de los Incas, que casi todas eran de pie- dra labrada, y si eta lo fuera, pudiera competir con los mis soberbios ediRcios del mundo, Llamase Packacama, nombre del (dole 6 dios lalso a quien era dedicado, que quiere decJr Hacedor del Mundo: el cual era labrado de palo con una figura fiera y espantable, y con todo eso muy vcaerado; porque hablaba por &. el Demonio y daba sus respuestas y oriculos i los sacerdotcs, con que tralan em- baucados al simple pueblo, haciendole entender que tenia poder sobre todas las cosas. Cuando los ministros y hechi- ceros le ofrecfan sacriticio delante dc la niultkud del pue- blo y Uegaban a consultarlo, iban las espaldas vueltas al dicho fdolo, con los ojos bajos, Ilenos de turbaci6n y tem- blor, y haciendo muchas humillaciones, se ponfan k esperar el oriculo en una postura indeccnte y fea. Sacrificibanle cantidad de animates, plata, oro y de las demis cosas pare- ctdas que tenfan, y tambien alguna sangre humana.
Como los Incas compellan a todas las naciones que sujetaban i. recebir sus dioses, ritos y cultos de su falsa religtdn, al tlempo que ganaron el valle de Pachacama, viendo la grandeza, antigiiedad y veneracidn deste tem- plo y la devocitin que las provincias comarcanas le tenfan, considerando que oo facilmente lo podrfan quitar, por ser extraordinaria la autoridad que con todos tenia, cuentan que trataron con los caciques y Seftores naturales del dicho valle y con los sacerdotes de su dios 6 demonio, que se quedase este templo con la majestad y servicto que se te- nia, con tal que se hicicse en el otra pieza 6 capilla y en ella se pusiese y fuese adorada la estatua del Sol. Lo cual se puso por obra como los Incas lo mandaron; y entonces

DEL NUEVO MUNIHe 53

se edifioo tambidn el monasterio de las Afamttconas, que cstaba junto al templo. No le pes6 al Dcmonio deste con- derto, antes afirman que de alU adelante mostraba gran oootento en sus respuestas, porque no perdi6 eii esto sus ganancias; porque con lo uno y con lo otro t\ era aervido destos desventurados, y quedaban sus dnimas presas en au poder. Creeks mucho mas desde aquel tiempo la autoridad deste templo, por la gran estima en que lo tuvieron lot Incas, los cuales lo ilustraron y acrecentaron con tanto adoe no y riqueza, que vino d ser el mas celcbrado y vcncrado de todo su imperio despues del de Caricancha del Cuzco. La suma de oro y plata que en e1 se habia rcco(;iiio, era increible; porque allende de que estaban las parcdcs y te- chos de la capilla del idolo Pachacama cubicrtas do cha- pas destos metales, toda la vajilla y vasos del scrvicio del templo eran de lo mismo; y sin esto habia muchas fieuras de animales por las paredes labradas destos ricos inctalcs, que eran ofrendas y votos del pueblo cicgo: y por l()s tc- rrados altos y bajos de todo cl cdificio cstaba cntcrnula gran suma de oro y plata.
El primer capitan espailol que entro en cstc templo iwt Hernando Pizarro, el cual sac6 d<6n y autoridad cerca destos indios peruanos, el cual (dado caso que tratamos del como si fuera solo uno) compreben- dfa dos magnfticos templos, puestos en dos islas distintas de la laguna de Chucuito; y por estar ambas cerca del pue- blo de Copacavana, le damos el nombre sobredicho. La una destas islas se decfa Titicaca, y la otra Coati; aquella era dedicada al Sol y esta i la Luna. Entrambas, con la costa de la tierra firme que les corresponde, que es ter- mino de Copacavana, caen en la provincia de Omasuya, diocesis de Chuquiabo. Esta el dicho pueblo de Copaca- vana en un promontorio que hace la tierra firme hasta el estrecho de Tiquina, una legua el promontorio adentro, y es la entrada a e1 por el pueblo de Yunguyo, donde las dos

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playas que ciften esta punta de tierra la estrechan tanto, que viene i ser un istmo de una milla de ancho poco mis 6 menos. Esti asentado en la ribera de dos ensenadas apa- dbles d la vista que hace la laguna, entre dos altos y em- pinados cerros; en el uno de los cuales se ve hoy el lugar del suplicio donde castigaba el Inca i los rebeldes. Dista deste dicho pueblo de Copacavana la isla de Titicaca, con- sagrada al Sol, una legua; la cual era poblada antiguamente de indios Collase y de la misma naci6n eran los naturales de Copacavana, La isla de Coaid, dedicada a la Luna, esti de la de Titicaca hacia la parte del Oriente legua y media; es mis pequefia que la otra y del mismo temple, pero sin agua mis que la de la laguna que la cifie; por lo cual, antes que se consagrase i la Luna, estaba yerma y despoblada de hombres y animates.
El adoratorio del Sol que estaba en la isla de Titicaca, era una grande y firme pefta, cuya veneraci6n y motivo porque la consagraron al Sol, tiene por principio y fundae mento una novela bien ridicula, y es, que los antiguos afir- man, que habiendo carecido de luz celestial muchos dias en esta provincia, y estando todos los moradores della ad- mirados, confusos y amedrentados de tan obscuras y largas tinieUas, los que habitaban la isla sobredicha de Titicaca vieroa una maflana salir al Sol de aquella pefta con extraor- dinario resplaodor, por lo cual creyeron ser aquel peflasco la casa y morada verdadera del Sol 6 la mis acepta cosa i sa gusto de cuantas en el mundo habia; y asl sc lo dedi- caroo y edificaron alii un templo suntuoso para en aquellot tiempos* auoque no lo fiie tanto como despue que los Incas b eDgraodcderoo i ilustraron.
Otnw r€6cren esta £ibula diferentemente y dtcen, que h raxte de baberse dedicado al Sol esta pefta, ftie porque ddnjo della estuvo escondido y guardado el Sol todo el tiempo que duraron las aguas del Diluvio, el cual pasado, sali6 de alU y comeiiz6 i alumbrar al Mundo por aquel lu-

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gar, siendo aquella peAa la primcra cosa que gozo de su his. Como quiera que haya sido el principio y origen deste stotuario, e1 tenia may grande antigiiedad y siempre fue muy venerado de las gentes del Cellao, antes que &er8n mjetadas por ]os Reyes Incas.
Pero despues que ellos se enseAorearon destas provin- das del contomo de la laguna y de sus islas, y tomaroD i, su cargo el acrecentamJento deste adoratorio, crccio mis 9u devoci6ii en los que antes la tenfan, y se extendi6 i to> . das las provincias del reioo. Ee camino por donde vino i noticia del Inca y ser tan celebrado, fui fete: como los In- cas se habfan hecho scflores de toda la tierra, creciendo cada dia mas en autoridad y poder, en tanto extremo ha- bfan ya introducido en los indtos esplritu de respeto y te- mor, que los que antes dcfendfan sus tierras y haciendas comarcanas, las habfan tan de voluntad rendido i, estos sus Reyes, que juzgaban por aleve y traidor al que les ocul- tase cosa alguna que de importancJa 6 gusto Ics pudiese ser; y ccHno esta isia (at parecer desta gente), por el gran santuario que tenia, fuese digna de toda reputaci<3n y es- tima, uno de los viejos que desde su puericia scrvfa en el ministerio del, movJdo del celo que con el nuevo mando de los Incas no descaeciese la vencracidn de su adoratorio, sino que se acrecentase y fuese mis ennobtccido y estima- do, y tambjen queriendo por este medio grangear la gracia del Inca Tupacyupanqui, decimo rey desta tierra, que i la saziin gobernaba, se puso en camino para la ciudad del Cuzco, corte donde los Reyes residfan, y presentandose ante e1 con las ceremonias y sumisiones que suelen usar, le dio cuenta larga del origen y veneract6n deste santua- rio, de que el Inca hasta entonces no habla tenido notida; y dict excavBcioiKs prodacidos por el igu& lluv

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era guardado ese santuario por una sierpe 6 culebra gran- de; y pudo ser haberles hecho el Demonio ese engafto para cebarlos mas en el que les hacfa en lo principal; mas, lo que yo entiendo, es que el decir que ccrcaba toda la isla una culebra entendieron, y se debe entender, por el agua de la laguna que ciAe la isla, la cual en los dias claros reto- cada con los rayos del Sol, hace que en la playa las olas parezcan culebras pintadas de varios y diversos colores.
Los sacerdotes y ministros deste adoratorio y del de Coatd tenfan muy grande comunicacion, y habia muchas y muy frecuentes misiones de la una isla d la otra con gran- des retornos, fingiendo los ministros del un santuario y del otro que la mujer del Sol, asf como lo pudiera d su pare- cer hacer la Luna, le enviaba sus recaudos; los cuales el Sol le retornaba con caricias de tierna afici6n y reclproco amor; y en esto gastaban mucho tiempo, ocupando en su ministerio gran cantidad de balsas, que iban y tornaban de una isla d otra; y para representar esto al vivo, se compo- n(a en el un adoratorio el ministro mayor, que represen- taba la persona del Sol, y en el otro una india, que hacfa el personaje de la Luna. Brindabanse el uno al otro, y la que representaba a la Luna acariciaba al que figuraba al Sol, pidiendole con caricias se les mostrase cada dfa claro y apacible y que nunca ocultase sus rayos, para que ferti- lizasen los sembrados hasta el tiempo en que fuesen nece- sarias las lluvias. Demas desto, le pcdfa que conservase en vida, salud y reposo al Inca y a los demas que con tanta fe y devocion se ocupaban en su servicio y culto; y el que en nombre del Sol se fingia, respondia con regaladas pala- bras, suficientes i satisfacer; y en este devaneo y locura gastaban los miserables el tiempo de su ciega y ociosa vi- da, y todo paraba en beber, que era su mayor fclicidad. Tambien los sacerdotes del templo de Titicaca respetaban d la principal de las Mamaconas que habia en su isla, como i mujer del Sol; d la cual, vestida y ataviada con la riqueza

64 y gala que les era posible, la sacaban en piiblico, y ponien- dola en medio de la multitiid, le ofrecfan presentes y do- nes, como i esposa de su dios.
Los sacrificios que en este adoratorio se Uaclao eran muy frecuentes y costosos, derramando tanta saogre de inocentes y ofreciendo tan grandes tesoros, que pone ad- miraci6n; y era tanta la puntualidad que se tenia en esto y en que las personas que se ofrecfan no tuviesen fcaldad DJ mancha en todo sii cuerpo, como se echari de vcr por este case. Habiendo traldo a esta isla una muchacha de catorce aflos para cl sacrificio, la excluy6 el mintstro como i, vfctima indjgna de su dios, porque, hacicndo diligente escrutinio, le hall6 un pequeHo lunar debajo de uno de los pechos. Vivla esta mujer cuando los espafioles entraron en la tieira, y andando el tiempo trabd amistad con uno de- llos, d quien did cuenta del trance riguroso en que se ha- bla visto, lo que alli le habfa valido, y del gran tesoro que antiguamente se ofrecfa en este templo. No lo dijo i sordo, ni tampoco se oculto esto & los indios que aqui vivfan; por- que, estando un dia en gran fiesta y regocijo, cuentan que oycron unas tristes voces, y de ahl a un rato se metid por entre ellos un ciervo d todo correr, de lo cual los agorero» pronosticaron la noticia que los espafioles tenlan de su san- tuario y tesoros que en el habia y la breve venida que ha- blan de hacer d e1, como en efecto paso; y se dieron tan buena maRa en escondcrlos, que nunca han parecido. Pre- sdmese que los trasladaron i otras islas; aunque otros di- cen que los ministros que i la sazdn aqul eataban, 6 loa enterraron 6 echaron en la laguna, porque no los gozasen los espafioles. La fama que yo of estando en esta provin> cia el ano de mil y seiscientos y drez y siete, es que hay gran riqueza en la isla de Could; a la cual fueron entonces ciertos espafioles en un barco y no pudieron hallar cosa.

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CAPnXXO XLX

Del teme y gJi/Uias di Tiseemmme

AUNQUE d tempio de Timemmmmtm fue Gikeeji y ado- ratofio imivefsal, cod todo eso, mo ie hkicroQ tanta veocracioo los indios oomo a los tres rcferidos; cetimalMuilo prindpalfDcote por la grandcza y antigiiedad de sus ediA- cios, que eran los mas suotuosos y para ver que habta en todo esle reino. Su sitio es en un llano frlo del segundo grado de Sierra, cuya longitud corre muchas leguas, si bien de ancho tendra no mas de una y media, porque lo cercan por los lados dos pequenas sierras. En esta sabana y llano esia asentado el pueblo de Tiaguanacoe a la orilla de un pequeAo do, que cuatro leuas adelante desagua en la la- guna de Ckucutto, en el camino real que viene dc la ciu* dad del Cuzco a la de Ckuquiabo, nueve leguas antes de llegar a ella. Los naturales son Pacages de nacion, porque cae en los terminos de la provincia deste nombre. La anti- gualla y ruinas destos soberbios edificios estin como dos- cientos pasos del pueblo al Mediodia, en el cual y dcbajo de un mismo nombre parece haberse comprehendido anti« guamente los dichos edificios. El nombre que tuvo este pueblo antes que fuese sefLoreado dc los Incas, era Taypi’ cola, tornado de la lengua aymard, que es la materna de stts naturales, y quiere decir «la piedra de enmedio»; porque teoian por opini6n los indios del Collao, que este pueblo estaba enmedio del Mundo, y que del salieron despues del Diluvio los que lo tornaron a poblar. Llametee Tiagannaco, por la razdn que ahora dire: cuentan sus moradoret , que hallindose aqui el Inca, le lleg6 un correo del Cuzco coo
ToMO IV 9

66 HlSTORlA.
extraordinaria brevedad, al cual (sabida por el Inca la br«- vedad con que habia corrido la posta), en Uegando, le dijo: Tiay,guattacu, queen su lengua quierc decir tsientate y descansa, guanaco.* Dioie nombre dc Guanaco, que cs un animal dcsta ticrra muy ligero, por la brevedad con que habia Ilegado, y ese nombre se le qued6 al pueblo desde entonces, el cual pronunciamos nosotros mudadas algunas letras.
Lo que del rastro y ruinas, que todavia duran; destos editicios he podido sacar, las veces que los he visto y con- $tderado, acerca de su grandeza, forma y traza, es desta manera. Lo principal de la fibrica se llama Pumafiuncu, que es tanto como ipuerta de ledn>: es un terrapleno 6 mogote hecho a mano, de altura de dos estados, fundado sobre grandes y bJen labradas piedras, que tienen forma de las losas que nosotros ponemos sobre las sepulturas. Esti el terrapleno puesto en cuadro, con los cuatro lienzos iguales, que cada uno tiene cien pasos dc esquina i es- quina; remetase en dos andenes de grandes losas, muy pare- jas y lianas; entrc el primero y segundo anden hay un espa- cto como una grande grada de seis pies de ancho, y eso tiene menos el segundo cuerpo que el primero. La haz 6 frente deste edificio es el lienzo que mira al Oriente y i otras grandes ruinas que luego dir6. Dcste Henzo delantero sale la obra con la misma altura y paredes de piedra, vein- ticuatro pies dc ancho y sesenta de largo, formando & los lados dos ingulos; y este pedazo que sobresale del cuadro parece habcr sido alguna gran picza 6 sala puesta en medio dc la frente del edilicio. Algo mas adentro de aquella parte que estd sobresaliente, se ve entero el suelo enlosado de una muy capaz y suntuosa pieza, que debtd ser el tempio 6 la parte principal ddl. Tiene de largo este enlosado ctento y cincuenta y cuatro pies, y de ancho cuarenta y seis; las losas son todas de extraRa grandeza; yo las med(, y tiene la mayor treinta y dos pies de largo, diez y seis de ancho

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y de grueso 6 canto seis; las otras son algo menores, unas de a trcinta pies y otras de i menos, pero todas de rara grandeza; estan tan lisas y lianas como una tabla bien ace- pillada, y con muchas labores y molduras por los lados. No hay al presente paredes levantadas sobre este enlo- sado; pero de las muchas piedras bien labradas que hay cafdas al redondel, en que se ven pedazos de puertas y ventanas, se colige haber estado cercado de paredes muy curiosas. Solamente esta en pie sobre la losa mayor una parte que mira al Oriente cavada en una gran piedra muy labrada, la cual piedra tiene de alto nueve pies y otros tantos de ancho, y el hueco de la puerta es de siete pies de largo, y el ancho en proporci6n. Cerca desta puerta esta tambien en pie una ventana que mira al Sur, toda de una sola piedra muy labrada.
Por la frente deste edificio se descubren los cimientos de una cerca de piedra labrada, que, naciendo de las esqui- nas deste lienzo delantero, ocupa otro tanto espacio cua- drado como tiene el terrapleno y cimiento de toda la fi- brica. Dentro desta cerca, como treinta pies de la frontera del edificio, hacia la esquina del Sur, se ven los cimientos de dos piezas pequeAas cuadradas que se levantan del suelo tres pies, de piedras sillares muy polidas, las cuales tienen talle de ser estanques 6 baftos 6 cimientos de algunas to- rres 6 sepulturas. Por medio del edificio terraplenado, a nivel del suelo de fuera del, atraviesa un acueducto de ca- ftos y tajeas de piedra de maravillosa labor: es una ace- quia de poco mas de dos palmos de ancho, y otro tanto de alto, de piedras cuadradas bien labradas y ajustadas, que no les hace falta la mezcla; la piedra de encima tiene UD encaje sobre las paredes de la dicha acequia, que sobre- sale de sus hordes un dedo, y eso entra en el hueco della. A la parte oriental deste edificio, como cuatrocientos pasos, se ven unas ruinas de otro no menos grande y suntuoso; no se puede averiguar si era distinto del primero 6 ambos

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eran uno, y su febrica se continiia por alguna parte, de que ya no queda rastro; i lo menos los indioa lo llaman con distinto nombre, que es Acafiana.
Este es un terrapleno de cuatro 6 dnco estados en alto, que parece collado, (undado sobre grandcs cimientos dc piedra; su forma es cuadrada y ticne d trcchos como tra- veses 6 cubos de fortaleza; ctncuenta pics al Oriente del ha quedado en pie una portada grande de solas tres pie- dras bien labradas, i cada lado )a suya, y otra encima de ambas. No ha quedado desta fibrica mas obra sobre la tierra que el terrapleno y algunas piedras labradas que salen de los cimientos, por dondc sc mucstra su forma y planta. Cerca deste terrapleno esti otro tambien cuadrado; divide- los una calle de cincuenta pies de ancho, y asf parece ser ambos una misma obra. Las paredes deste liltimo edifido cran admirables, dado que ya esti por tierra. De un pe- dazo de muralla que todavla se conserve en pie por la buena diligencia y cuidado de un cura que hubo en 7m- guanaco, llamado Pedro del CasUlio, que murid de mucha cdad el aflo de mil y seiscieotos y veinte (hombre curioso y que tenia bien considcrada la grandeza y aotiguedad de los edificios, por los muchos afios que fu6 cura del dicho pueblo), se pucde sacar su labor y traza. Es pues esta mu- ralla de piedras cuadradas sin mezcia y tan ajustadas unas con otras, como ajustan dos maderos acepillados. Las pie- dras son de mediana grandeza y puestas a trechos otras muy grandes a modo de rafas; de suerte, que como en nues- tros edificios de tapias 6 adobes se suclen entreoieter ralas de ladrillos dc alto i bajo, asf csta pared y muralla tiene a trcchos, en lugar de rafas, unas piedras i manera dc colum- nas cuadradas de tan excesiva grandeza, que sube cada una del cimiento hasta lo alto y remate de la pared, que es de tres i> cuatro estados, y no se sabe lo que dellas entra en la tierra en que estan hiocadas. Por los rastros que desta muralla se descubren, se echa de ver que era una gran

DEL NUE\’0 MUNDO 69

cerca que, saiiendo deste edifido ultimo, conia hacia d Oriente y ocupaba on grandc cspacio. Aqui se hallan rase tros de oira accquia de piedra como la primcfa, y 6sta pareoe vcnir de la Sierra que esli enfrente y distaute una

Dos cDsas hailo yo en eslos edificios dignas de que no at pasen de oorrida y sio pooderallas: la pcimera, la graa- dcza admirabie de bs piedras y qae aias se laoeafera ei priaior de ia otea
isasy Uafia&p qoc ao Lo puedes aer inas.
careodo lie letras uos oidicA, ao podexnos
de SOS ccsas* y asc ea las mas vaoios a
y por coafjctttrase cotno aos acaece en esta, al querer
d prinopio deeca astzgriaiiae que iicmores aicie’
cifmnrw y aiama tieoipo oa pasado per eilos.

(‘)

70 HlSTORIA
Lo cicrto es que no hay memoria desto entre )03 indios, porque todos confiesan ser obra tan antigua, que no la al- canza su noticia. En lo que conforman es en que muchos siglos antes que los Incas comcnzascn i gobcrnar, cstaban ya edificados; antes es fama entre los mismos indios, que los Incas hicieron las graodes fibricas del Cuzco y de las otras partes de su reino por la fonna y modelo dete. De su grande antigiiedad tuvieron origen algunas fibulas que se introdujcron entre eltos, afirmando unos que oyeron a sus antepasados haber remanecido en uaa noche hecha esta obra; otros que las piedras grandes que aqul vcmos fueron trafdas per el aire al sonido de una trompeta que tocaba un hombrc, y otros sueftos y desvarios semejantes. Varias son las opiniones que yo he oldo i hombres de bucn jui- cio, y no falta entre ellos quien sienta ser obra esta de an- tes del Diluvio, y que debi6 ser alguna gran ciudad edi6- cada por gigantes. No mc atrevo yo A dar parecer resuel- tamentc en cosa tan dudosa; pero, si conjeturas valcn, saco por las que aqui hallo (y no son tan Itvianas que no tengan harto peso), que es obia de notable antigiiedad: y sea la primera, la que las mismas piedras del edificio mucstran, que no pueden dejar de haber pasado largos tienipos, pucs han bastado las lluvias i gastarlas y consumirlas en gran parte; porque por donde va el rastro de la muralla sobre- dicha, se ven hincadas en tierra de aquellas piedras gran- des que Servian de rafas; y con haber sido todas de la gran- deza que he dicho y labradas de cuatro esquinas, algunas dellas estan tan disminufdas y gastadas, que no tienen de alto mas de un estado, y otras menos; y cso que dellas queda fucra de tierra, esti casi sin rastro de haber sido la- bradas, porque parecen toscas y puntiagudas; y se echa de ver claraniente que las lluvias las han desRgurado y consu- mido, porque por la parte aJta estin mucho mas gastadas, y hacia el cimiento se descubre la labor y forma que tuvie- ron; y no puede ser menos sino que han pasado por cUas

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muchisimos sigios, que de otra manera no hubieran podido las aguas hacerles tanta mella.
El segundo argumento que yo hallo de su antigiiedad atkn me hace mas (iierza, y es, la multitud de piedras labra- das que hay debajo de la primera; porque es asi, que ultra de las que se ven sobre la superficie, asi de las que se han caido de los edificios como otras muy grandes que estin apartadas dellos, pone admiracion ver las que se sacan de debajo de la tierra y el modo como se hallan; porque es- taodo como esta el suelo de todo aquel campo, llano, pa- rejo y cubierto de yerba, sin seftal alguna de barrancas ni demirobaderos, en cualquiera parte que caven la tierra por mas de media legua en tomo de las ruinas sobredichas, a uno y ii dos estados de hondo se halla el suelo lleno destas piedras labradas, y entre ellas muy grandes y hermosas losas, que parece estar enterrada aqui alguna gran ciudad. Despue que pase yo la primera vez el afto de mil y seis- dentos y diez por estos edificios, desenterraron una piedra labrada tan grande, que mostrandomela otra vez que tome i pasar por aquI, la medi yo mismo y tenia veinte pies de largo y quince de ancho, tan polida y lisa como la que mis;*y tratando y confinendo yo este punto con el cura de Tiaguanaco de quien arriba hice menci6n, me certifico, que hadendo cavar en el patio de su casa para hacer un estanque por adorno y ostentacion para redbir al primer obispo que venia a Chuquiabo, a poco trecho que ahon- daron, hallaron algunas destas piedras labradas; y mis me oont6, que estando a su cargo la fabrica de la igiesia de aquel pueblo, que se iba edificando, roando al artifice hacer dos bultos de piedra de San Pedro y San Pablo, que hoy estin colocados sobre la puerta principal de la Igiesia; y como se quisiese excusar el maestro con que no habia pie- dras de que labrarlos, le dijo el dicho cura que no era ex- cusa aquella, habiendo tantas piedras labradas de todos ta- maftos doode quiera que cavasen, y que para prueba desto

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hiciese luego cavar en aquel mismo lugar donde acaso e hallaban cuando estabati hablando desto; lo cuai »e ttizo asf, y antes de ahondar mucho, hallaron piedras dc bas- tante grandcza, de que se hicteron Jos Santos dichos. Tam- bi6n es cosa rara el habersc ballado en estos edificios tao grandes Idolos de piedra, cuya estatura conocidamcnte es de gigantes.
La causa principal de tener los indios la veneract6n que tenfan i este adoratorio, debi6 ser su grandc antiguedad. Adorabanio los naturales dosde tiempo inmemonal antes que fuesen conquistados de los Reyes del Cuzco, y lo mismo hicieron los dichos Reyes despues que fueron Seflores desta provincia, que tuvieron por tiempo celebre el sobredicho editicio de Pumafuncu, y lo ilustraron y enriquecieroo, acre- centando su ornato y el niSmero de ministros y sacrificios; y edificaron junto i i\ palacios Reales en que dicen nacio Manco-Cdpac, hijo de Guayna-Cipac, cuyas ruinas se ven hoy; y era edificio muy grande y de mucbas piezas y apar- tamientos.
Por la fama que corre en este reino de haber gran ri- queza enterrada en los edificios, se ban movido algunoa cspaAoles a cavar en ellos, buscandola, y hanse ballado en diferentes tiempos muchas piezas de ora y plata, si bien no tanto como se presume que hay. Y i la verdad, esta codicia de haber los tesoros que la fama publica estar aquf escondidos, ha sido quien mes ha desbaratado y airuinado esta fabrica; si bien la han deshecho tambie para apro- vecharse de las piedras; porque deltas se ha edificado la iglesia de Tiaguanaco, y los vecinos de la dudad de Cku- quiabo han llevado muchas para labrar sua casas, y hasta los indios del dicho pueblo de Tiaguanaco hacen sus sepul- turas de muy hndas losas que sacan destas ruinas; y yo tengo por sin duda que si estuvieran cerca de alguna de las ciudades principales deste reino, hubieran sido de muy grande ntilidad y no hubieran ya dejado sobre la tierra ni

DEL NUEVO MUXDO 73

ana sola piednu Mas, por cstar, oomo estin, en un (varamo lc|os de ks poblacioncs de espafiolcs, hay todavia tantas que no las acabaran en muchos afios.
No me paredo pasar en stiencio una oosa muy notable que acontecio en estos edificios, y fu6 asi: El primer enco- mendero del pueblo de Tiaguanaco fue un vedno de Cku- quiabo Uamado el capitan Juan de Veargas (i); el cual, ha- biendo sido enviado a ElspaAa en tiempo de las guerras dviles de esta tierra por ocasion dellas, hallandose muy congojado en la Corte porque sus negodos no llevaban ca- mino de tener tan buen despadio como 61 quisiera, estando un dia en el patio de palado, se 11ee a el un hombre no coooddo y le dijo, que por qu6 estaba triste siendo Seiior del pueblo mas rico del Mundo, que era TiagmaneccT y diole una memoria de la dssposiddn destos edifidos y en qu6 parte dellos y cdmo hailaria la riqueia que le decia. Vuetto i este reino el dicho capitan despues de conduidos los negodos porque habia ido a EspaAa, hizo cavar en el didio edificio oonforme i la relad6n que le habia dado aquel bombre d demonio en figura humana (que tal se pensd haber sido), y por las muestras y seflales que descu- bria, fofk hallando la memoria que traia muy puntual y ver> dadera en todo.
Sac6 al prindpio muchas tinajas Uenas de ropas muy finas de cumbi, tian€is y cantaros de plata, cantidad de cha- para y bermelkki; desentenxS un esqueleto o armazon de un coerpo humano de grandeza de gigante, y prosiguiendo en so descubrimiento muy contento, por ir topando todas hs seflales que traia por memoria, un dia hallo una cabeza humana muy grande de oro, cuyo rostro era muy seme- jante i los (dolos de piedra sobredidios. Codidoso con csto de hallar mayor riqueza, no cabia de placer; mas, du- rdle poco, porque la noche siguiente le atajo los pasos la

(t) Tfo 6el cfonista Garcilaso faicm de Im Vega.
ToMO IV 10

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74 muerte, que Ic sobrevino, habiendose acostado bueno y sin achaque alguno. Caso que atemoriz6 mucho y quit<5 ta co- dicia i los que la tenlan de proseguir cavando en demanda de los tesoros que se presumen esUr enterrados en los di- chos edificios.

CAPlTULO XX Vg/ Umph de Apurima.
EN la libera del rio de Apurima habfa un templo muy pintado, que era adoratorio celebre. Dentro del es- taba hjncado un palo del grosor de un hombre, muy ensan- grentado de los sacrilicios que le hadan. Tenia ceAido un cinto de ora del anchor de una mano, con dos pechos de mujer, dc oro macizo, y eslaba este palo 6 fdolo vestido en hibtto de mujer con veatiduras de oro muy delicadas, y con muchos topos 6 allileres grandes de los que usaban las indias. A los lados deste Idolo habia otros pequeRos de una parte y otra, que tomaban el ancho del aposento; los cuales tambien estaban baflados en sangre y vestidos con hibito de mujeres.
Por el (dolo mayor, que se deda Apurimac, solia ha- blar el Demonic i los indios. Era guarda deste Idolo y tem- plo una ScAora que se deda Sarpay, del linaje de los In- cas, la cual se despefliS desde una muralla 6 muy alta laja, que se baja para llegar al rlo, al cual se arrojd desde lo alto, tapdndose la cara y llamando d su dios Apuritna; lo cual hizo de pena dc que viniesc, como vino, & poder de espadoles. Era tan ordtnario cl habiar el Demonio en este Idolo a los indios, que cuando Manco-C&pac estaba alzado, hizo que le hablase delante de un espatlol que tenia preso, llamado Francisco Martin, el cual afirm6 despues haber

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okio la voz del Demonio, que respondia a lo que Manco- Inca le preguntaba; y que A mismo Inca le dijo d e1: t Mira como me habla mi Dios.»
Otros muchos templos famosos habia en todo el reino, pero estos que he referido eran tenidos por los mayores santuarios.

CAPiTULO XXI De los sacrificios que Iiacian a sus dioses.
DE lo que arriba dijimos contando las Guacas del Cuzco y las ofrendas que les ofredan, se habrd entendido algo de la materia deste capitulo; por lo cual y porque ade- lante he de escnbir por extenso los sacrificios ordinarios y extraordinarios que por el discurso del afio estos iodios hadan en la celebraci6ii de sus fiestas, solo contar6 aqui hs oosas que 3. Dibasics bics de comer v bebcr antes de quitaries la vida. y a ]o? chicuhos que no tenian edad para comer, les daban 5125 madres el pecho. di- dendoque no Degascn a» hambre ni dcscontentos a donde estaba el Hacedor. A los de mae-or edad oomunmente pro- curaban emborracfaarkK primero. I>aban con todos dos 6 tres vuehas al rededor del ido3o, y sacrificabanlos ahogan- dolos con un lazo 6 degoHandolos: y a otros sacaban los corazones vivos, y asi con eDos palpitando, los ofrcdan al dies i qtiien se enderezaba el sacrificio.
Con la sangre destos y de los que degollaban, untaban d rostro de los idolos y de los cuerpos embalsamados de los Sefiores y Reyes, cuando a eHos se ofiredan, haciendo- les una raya de la una orep a la otra por medio de la na- riz. Otras veces daban con la misma sangre a los idolos por todo el cuerpo, y tambien solian derramarla en tierra, por ceremonia.
tiltimamente, los enterraban con oro y plata y otras oosas y con particulares superstidones. No se podia hacer d hoyo con cobrc ni con otro metal, sine con unos palos may agudos y hadendo juntamente dertos \isajes y cere- monias.
Deste gdnero de sacrificios habia tambi6n unos ordi- narios y otros extraordinarios: los extraordinarios solo se hadan para cosas de grande importanda, como en tiempo de peste, hambre, guerra y otras calamidades grandes, si bien los mas comunes solian ser por neodos que importa- ban al Inca, como cuando tomaba la corona y cetro del reino, en la cual solemnidad se solian matar doscientos ni- ftos; cuando iba en persona a la guerra; cuando enfermaba, para alcanzar la salud, y en otras semejantes. Cuando al- gdn indio estaba enfermo y en peligro, ora fuese noble ora plebeyo, si el agorero 6 hechicero le decia que de cierto habia de morir de aquella enfermedad, sacrificaba su pro-

So HlSTORlA
pio hijo at Viracocka 6 al Sol, pidiendole recibiesc la vida del en cambio de la suya, y contento con aquella muerte del hijo, no quitase la vida al padre.
Despues del sacrificio de los hombres tenia el segundo lugar en valor y estima el de animales mansos y domfeti- cos, que eran de los que s61o sacrificaban, y no de los bra- vos y montescs, dando por razon, que no se habfa de ofre- cer sacrificio sino de aqucilos animales que criaban y no de los otros que sc nadan y criaban ellos; porque aquello que se daba por la salud y negocios de los hombres, habia de ser adquirido y habido con algiea trabajo suyo (ra2; y lo demds, que era en mucha cantidad, comian los sacerdotes y demds personae de 8u servicio, que era mucha gente. Sin estos sacrificios cuotidianos, le hadan otros generates i dertos tiempoA, ple[arias y ayunos. Particularmente le ofredan cada mes fl ftuyOi cuando Uegaba i> las seflales 6 pilares que seftala- baa los meses. Los provechos que resultaban desto, dedan que eran dos, el uno agradecelle el cuidado que tenia de ahimbrar la tierra y ayudarle e criar los mantenimientos de los hombres, y el otro darle fuerza para que siempre lo bidese; y asi lo rogaban al Viracocha; y al mismo Sol, cuando le ofreclan el sacrificio, le dedan que siempre fuese mozo y que saliese cada dia alumbrando y resplandeciendo. Al Trueno sacrificaban Carneros pintados, para que no fal- tase d agua; y a otros dioses con otras diferencias.
El modo que tenian en matar cualquier animal chico 6 grande, en especial Carneros, era, que despues de haber dado con ellos algunas vueltas al rededor del idolo, los to- maba el sacerdote encima del brazo derecho, y volviendo lofi ojofi para el dios i quien dirigfa el sacrificio, se lo ofre- da con dertas palabras acomodadas al propdsito, las cua- les acabadas, degollaba la victima.

Tojio IV 1 1

CAPfTULO XXII De las demds cosas que ofrecian en los sacrificios.
EL sacrilicio de los Cuies tuvieron tambie por muy acepto. Destos animalcjos se aprovechaban muy ordi- nariamente para vcr el suceso de las cosas futuras, abrie- dolos y mirando en ellos ctertas seftales, y para otros mu- chos efectos que son largos de contar. De lo mismo Ser- vian tambie los Cameros eri negocios de mAs importancia.
Poco usaban el sacrificar aves, y s61o en una suerte de sacrilicio hallo que usasen dellas, y era cuando querlan ir i la guerra y en otras dos 6 tres ocasJones. Para esto caza- ban muchos pdjaros del campo, y juntos, badan un gran fueTQ de cierta lefia espinosa y los echaban en £1, andando al rededor los roinistros del sacrificio con ciertas piedras redondas y esquinadas en las manos, en que cstaban pin- tados sapos, culebras, tigres y leones, diciendo en su len- gua: tHayamos vitoria, y pierdanse las fuerzas de las Qua- cas de nuestros contrarios.* Tras csto sacaban cicrtos Car- neros negros que tenian en prisi6n y sin comer algunos dlas antes, y los mataban, diciendo que asl como estaban desmayados los corazones de aquellos animales, asl des- mayasen sus enemlgos; y si acaso en estos Cameros halla- ban que cierta came que esta detres del coraz6n no estaba gastada despues de baberlos tenido ayunos en aquella pri- 3i6n, lo tenian por mala sefial, y traian ciertos perros ne- gros, los cuales mataban y echaban en un llano, cuya came haclan que comiese cierto geero de gente con particula- res ccremonias y su{>crsticioncs.
Tambien hadan este mismo sacrificio para que el Inca no fuese ofendido con ponzofla, y cuando lo habfan de ha-

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cer, no coraian desde la maftana hasta la noche al salir de la estrella 6 lucero, y entonces se hartaban; y tuvieron 6ste por el sacrificio mas importante y eficaz para contra las fuerzas de los dioses de sus enemigos.
Item, ofrendaban d sus dioses de sus comidas y bebi- das, teniendo entendido que las comian ellos donde quiera que estaban; las cuales comidas llevaban i los cerros, y allf las quemaban y derramaban la Chicha; y los que tenian cuidado de los cuerpos muertos de los Seftores, no dejaban ningiln dia de darles de comer de la misma suerte que cuando eran vivos, quemando los manjares y derramando las bebidas. Porque tenian crefdo, que donde el alma es- taba recebia aquello y lo comia; y generalmente la forma de sacrificar las comidas era quemarlas y derramar en tie- rra la Chicha; pero la que el Inca brindaba y ofrecia al Sol en las fiestas solemnes, la echaban en un vaso grande de oro, que tenia delante de si la estatua del Sol, y de alii la tomaba el sacerdote y la echaba en aquella piedra aforrada de oro por de dentro que ponian para esto en la plaza. Cuando quemaban la comida del Sol, se levantaba un in- dio, y en alta voz avisaba al pueblo; d cuya voz, cuantos indios habia en la plaza y fuera della, se asentaban y se estaban quedos sin hablar ni toser hasta que se consumia el sacrificio, que no tardaba mucho, por ser el fuego grande y la lefia muy seca.
Demas desto sacrificaban algunas harinas hechas de ciertas legumbres, como a la Mar, que le echaban en ofrenda harina de Maiz bianco y almagre, con otras cosas. De las dichas harinas con otras mixturas hacian cierta masa 6 con- fecci6n, que sacrificaban. Entre otras hacian una de harina de Maiz, sebo y lana, que ofrecian quemandola; y tambien el sebo por si acostumbraban quemar en sacrificio, y era muy usado. Entre los sacrificios de las plantas, legumbres y frutos de la tierra ninguno llegaba en estimacion & el que se hada de Coca, la cual ofrecian de muchas maneras:

84 HlbTORIA
Unas veces la quemaban entcra, y otras, despufe de ha- berla mascado y chupado su zumo. Sacrificaban a la Tie- na derramando en ella Coca, Ckicka y otras cosas, y ha- danlc ordjnarios sacrificioB a1 tiempo de araria, sembraria y de c(er sus frutos, con muchos bailes y borracheras. Al pasar por las Apachitai y algenas otras Gnacas, les soUan echar por oirenda Coca mascada, plumas de varios colores, y cuando no sc hallaban con otra cosa, les arrojaban el calzado viejo, un trapo 6 una piedra; y destas piedras asf ofrcddas vemos hoy muchos roontones en los caminos. Ha- dan esta ofrenda cuando iban camino, porque las dichas Gttacas los dejasen pasar y les diesen fueneas; y asf dedan que las cobraban con esto; y cuando otra cosa no tenfan, les daban otra ofrenda tan ridlcula como las referidas, y era, que, arrancindose las pestafias 6 cejas, las ofredan.
Otrosl ofrendahan muy de ordinario plata y oro, unas veccs en pedacillos de difercntcs formas y tamaflos, y otras figuradas destos metales imigencs pcqucfias y grandcs de hombres y animales; y la manera como hadan el sacrilido desto, era enterrdndolos en las Cttacas y lugares consagra- dos i los dioses en cuya honra los sacrificaban, 6 ponien- dolos por las paredcs de sus tcmplos, al modo que nos- otros ofreccmos los votos en nuestros santuarios y lugares de devod6n.
No era menos comdn y cstimada que la que mis de las referidas, la ofrenda de ropa fina, pues apenas habia sacriikHo principal en que no entrase. Hadanla para este efecto con algunas ceremonJas y de diferentes maneras. Par- te eran vestidos de var6n, y parte de mujer; unos grandes y otros pequcAos. Vestfan desta ropa A los (dolos y cuer- pos muertos de los SeHores con vestiduras dobladas, de suerte que sin la que tenia puesta cada Idolo, le ponfan otra vestidura doblada junto A &. Pero era mucho mayor sin comparaci6n la cantidad que quemaban; en lo cual tam- bien habla diversidad, porque unas veces la quemaban

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sola y de por sf, y otras hechos de lefta labrada bultos de hombres y mujeres, d los cuales, vestidos desta ropa, daban fueo, y asf los quemaban. Usaban asf mismo estos indios sacrificar conchas de la Mar, especialmente cuando ofre- dan a las fuentes, diciendo que era sacrificio muy apro- p6sito, por ser la& fuentes hijas de la Mar, que es madre de las aguas; y conforme ten’fan el color, las ofredan para dHerentes intentos, unas veces enteras, otras muy molidas, otras solamente quebrantadas y partidas, y tambien, for- madas de sus polvos y masa, algunas figuras.
Ofrecfeui estos sacrificios i las dichas fuentes en aca- bando de sembrar, para que no se secasen aquel afto, sino que corriesen abundantemente y regasen sus sembrados, oomo lo habCan hecho los otros afios. Ofrecfeui tambien en SOS sacrificios madera labrada y olorosa, chaquira, y en soma, de cuantas cosas la Tierra produce. Y no se ha de entender que los sacrifidos de cada una destas cosas eran simples y de solas las de un genero, que no eran de esa suerte, sino que en cast todos entraban de todas estas co- sas; de modo, que los sacrifidos de sangre humana iban aoompaflados de Cameros, ropas, oro, plata y de las otras oosas, y por el mismo tenor los demas.
El fuego para los sacrifidos que se hadan en el Cuzco, se enceodfa en un brasero de ptedra que estaba junto al templo del Sol, y no se podia tomar de otra parte; el cual 00 se encendia y cebaba con cualquiera lefia, sino de cierto gfnero dcDa, olorosa y muy labrada y muy pintada.

capItulo xxui
Dt los aetos exteriores con que odoraBan y AaeiaM reverencia d sus diosese y algunas de las orae cumes que decian mientras les ofrecian los sacri- fieios.
COMO era tan cutdadosa y sollcita esta gente eo el culto y veneracidn de sus dJoses, mostraban su devo- d6n y afccto por todos los caminos y maneras poebles; y asi, deoids del reconocioiiento que les haclan en ofirecerles contlnuamente sacrifidos, era muy grande la reverenda y sumisidD con que los respyetaban. Sus actos de adorad6n exterior y comdn modo de reverendarlos era este: vuelto el rostro para ellos 6 para sus templos y Guacas, indina- ban la cabeza y cucrpo con una buniillad<5n profunda, y extendiendo los brazos para adclante, igualmente distante el uno del otro desde el principjo hasta el cabo, con las manos abiertas y levantadas en alto un poco mis que la cabeza, y las palmas hacia fuera, haclan con los labios derto sonido como quien besa, y Uegando tras esto las manos i la boca, las bcsaban por la parte de dentro, hacia las extre- midades de los dcdos. Hacfan esta seAal de adwacuSn k todos sus dioses y Guacas, salvo que cuando oraban al Vi’ racocha, al Sol, y al Tnieno, se ponfan una como mano- pla en las manos; y con esta postura les ofrecian sus dones y sacrificiosy pedfan lo que habian menester. Con la misma forma de reverencia respetaban y hadan acatamiento a sus Reyes y Scfiorcs, y nunca tuvieron uso de haccr venera- cion hincados de rodillas, como nosotros.
Verdad es que tambien tenfan algunos modos de vene- rar y saludar d particulares Guacas que no eran comunes

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i todas, ni para todos tiempos, como cuando iban camino, que soUan al pasar los dos beber dellos un trago de agua por via de salutacion, y lo mismo hacian con las fuentes, pidiendo a aquellos que los dejasen pasar en salvo y no los llevasen con su raudal, y i, estas que no los dafiasen. Asl mismo era por via de salutaci6n el sacrificio ligero que en el capitulo precedente queda dicho que ofredan & las Apa- chitas, cuando por ellas pasaban, i. las sepulturas y a otros adoratorios, arrojdndoles Coca mascada, Mais y otras cosas, pidiedoles los dejasen pasar en paz, les quitasen el can- sancio del caroino y diesen fuerzas para acabarlo. Cuando bebfan, asperjaban con los dedos la Chicha del vaso que tenian para beber hacia el Sol 6 hacia la Tierra 6 hacia el Fuego, pidiendoles paz, vida y contento. Tambien era acto de religi6n la forma que tenfan de jurar, que era tocar la tierra con la mano y mirar al Sol, como que ponian por testigo de su verdad d estos dos dioses, Sol y Tierra, que eran de los principales que ellos adoraban.
En sus necesidades y tribulaciones tenfan recurso a la penitencia y oraci6n; hacfan largas vigilias en sus Guacas, velando de noche; oraban asi mental como vocalmente; no tenian oradones vocales determinadas para todos; por lo cual eran diferentes las palabras con que oraba cada uno. Lo ordinario era encomendarles sus negocios y pedirles que tuviesen buen suceso: como cuando habian de hacer algiin largo camino, 6 enfermaban, y ni mds ni menos en todos sus trabajos; en los cuales, no s61o se encomendaban ellos d las Guacas, sino que tambien pedian i, los sacerdo- tes hidesen oraci6n por ellos, y lo mismo d sus mujeres, parientes y amigos.
Para el tiempo de ofrecer los sacrificios, tenfan los sa- cerdotes muchas oraciones seflaladas, que redtaban; las cua- les eran diferentes, conforme al dios i, quien sacrificaban, la ofrenda que le hacfan y el intento i que iba enderezado el sacrificio. Estas oraciones compuso el Inca PachaciUic,

88 y Bunque careda esta gcnte de letras, las conservaba por tradicion aprendiendolas los hijos de los padres. Alguoas dcllas me parecio poner aquf, para que se vea el estilo y devoci6n que mostraban en ellas. Cuando sacrificaban al Viraeocka por la salud y bien comdn del pueblo, dedan la oracien siguiente: t]Ob Hacedor que eatds en loa fines ■del Mundo, sin igual, que diste set y valor i los hombres, >y diciendo sea ete hombre, y d las mujercs, sea eta mU’ ijer, los hiciste, formaste y diste ser; guarda, pues, y am- >para i estos que criaste y diste ser, para que vivan sanos >y salvos, en paz y sin peligrol eAd6nde estis? jHabitas por ■ventura en lo alto del Cielo 6 en lo bajo de la Tierra 6 eo vlas nubea y tempestades? 6yeme, respdndeme y concede imi petici6n, dindonos perpetua vida y teniendonos de tu vmano, y recibe ahora aquesta ofrenda doquiera que estU- >viere3, |oh Hacedorl*
AI mismo dios y para el mismo intento decfan tambie esta oraci<3n: ([Oh Hacedor dichoslsimo, venturoslsimo, Ha> icedor que has misericordia y te apiadas de los hotnbresi >Cata aqui a tus hombres, criaturas tuyas, pobres, mal* laventurados, a quiencs tii hiciste y diste ser; apiidate de- tllos, y concedeles que vtvan sanos y salvos con sus hijos >y decendtcntes; gufalos por camino de salud y no los dc- >jes entender ni pensar en cosas malas y dafiosas; vivan ■largo tiempo y no mueran en su juventud; coman y be’ >ban en paz.>
Cuando sacriticaban al Sol por la conservactdo y acre> centamiento del Rey, decfan asf: (|Oh Sol, padre mfo, que >dijistc: jAaya Cueco! y por tu voluntad fue fiindado y se iconserva en tanta grandeza! sean estos tus hijos Iob Incas tvencedores y despojadores de todas las gentes. A tf te •adoramos y ofrecemos este sacrificio, porque nos conce<>das lo que te suplicamoi; prosperalos y hazlos dichosfst- >mo3 y no permitas sean vencidos de gente alguna, sino ■que siempre scan vencedores, pues para esto los hiciste.*

O JlLeCi- *5

CAPtTLXO XXIV
Di la ophtiom qms teniam cuerca dc loi pecados; como los camftsaboMe y pemiUiuias y ayuncs que hacian.
COSA cs que pooe graa admiracioo vcr que hubie-tc JBtrodackio ci Demonio en esto» iodkvs el uso dc U confesion vocal tao uocveruLaeesite, que viniee i &er una de las ccreoionias mas bien recebidae dello:» y que con mis devodoo cjerdtaban. Conffsaban entenunente cuanto en- tcadian ser pecado; si bien andaban muy errados en el jui-
Tosto IV 12

92 HiSTOMA
d6o que hacfa el hechicero le pareda haber faltado el peni- teate i la entereza y claridad debida, alll luego lo cmsti- gaba, dindole con una piedra cicrto ndmero de golpes en las espaldas, y hacfale se tornase i confcsar hasu que d dicho confesor le parecfa que It coiitesi6n era buena; y he- cho esto, le daba la penitencia conforme d la gnivedad de los pccados; y algunas vece* eran estas penitenctas bien isperas, especial mente si era hombre pobre el que hada tl pecado y no tenia qui dar al confesor.
A todos despues de la coafesidn se les mandaba se fue- sen a lavar A algdn rfo, como queda dicho que lo bacfaa los de la casta de los Incas; porque estos lavatoriot ersn generales asf para los que dedan sua pecados al Scd, coino para los que se confesaban en la forma ordinaria; y sobre los lavatorios imponfan otras penitencias, que can todas te resumfan en algunos dias de ayuno i su usanza. Cuando el confesor juzgaba ser el penitente muy gnm pecador, coal era tenido i el que se le morfan aus hijos, le agravaba la penitencia en esta forma; que buscaban una persona que hubicse naddo contrahecha y sefialada de naturaleza, y feta iba con el penitente al rlo i donde habla de hacer d lavatoHo acostumbrado, y en acabindose de lavar con la ceremonia arriba dicha, le azotaba con hortigaa aquella per- sona monstniosa; y para s6lo esto habia de ordinario en el Cuzco dertos indioe pequeflos y qiiebrados por la mitad del cuerpo, con unas corcovas muy grandes, que habtan naddo desta manera. Finalmente, habla puestas en eate rito y ceremonias otras muchas drdenes y reglaa, todas bien de burla.
Asf para cumplir la penrtenda impuesta ea la confe- si6n, como cuando por devocie 6 para impetrar de sua dieses alguna cosa que deseaban se querian afligtr y dane i obras penales y de aspereza, no tenfan mis rigurosa pent- tenda que el ayuno, el cual era muy diferente del nuestro; porque no consistfa en abstenerse por tiempo sefialado de

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todo manjar, 6 en comer menos veces de las acostumbra- das ni en menos cantidad, sino solamente en abstenerse por todo el tiempo que ayunaban de sal y AjU que eran sus espedas y mds regaladas salsas; y como se abstuvie- sen destas cosas, aunque en lo demds largasen la rienda cuanto quistesen, no entendian que quebrantaban su ayuno. Verdad es que tambien i veces y en ciertas ocasiones gra- ves afiadfan el abstenerse por algunos dfas de comer carne, beber Chicha y de Uegar a sus mujeres, lo cual tenian por rigor exquisito; pero el ayuno comi!in y ordinario era el so- bredicbo, que no pedia mis rigurosa abstinencia que de sal y Aji,

CAPiTULO XXV
De la fiesta llamada Capac-Raymi, que hacian los Incas el primer mes del aHo,
TENtAN los Incas dos maneras de fiestas y solemnida- des, unas ordinarias y otras extraordinarias; las pri- meras estaban estatuidas en ciertos tiempos del afto, cada mes la suya, por su orden, para diversos efectos y con par- ticulares ritos y sacrificios; y las segundas no tenian tiempo determinado, porque solo se hacian por causas ocurrentes: como cuando faltaban las aguas, cuando se comenzaba al- guna guerra de importancia, en la coronacidn del Rey, y en otras ocasiones semejantes.
La fiesta mas solemne de las ordinarias se llamaba Cd- paC’RaynUy que quiere decir c Fiesta rica 6 prindpal*; y era entre ellos como la Pascua entre nosotros. Celebrabanla el primer mes del ado, Uamado Raymi, y en ella se dedi- caban los muchachos Incas y armaban caballeros; los cua- les eran deudos y descendientes por linea recta de los Re-

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yes Incas, hasta el PHncipe que habia de suceder en la co- rona y sus hermanos, si los tenia; y no se daba esta insig- nia de nobleza a otros. Donde principalmente y con mas concurso y aparato se hada esta fiesta y ceremonia, era en la ciudad del Cuzco; porque el ni!imero de los que se armaban caballeros era grande. Hadanla tambi£n al niismo tiempo todos los gobernadores de la sangre Real que esta- ban en el gobierno de las provincias, cada uno donde se hallaba, armando caballeros d sus hijos y demis mancebos nobles de su generaci6n. Recebian este grado y orden de caballeros los muchachos de edad de doce i. quince aftos, y las ceremonias sustanciales con que se les daba, eran hora- darles las orejas y ponerles las Guaras y pafietes que usa- ban por zaraguelles 6 calzones. Empezabanse d bacer mu- cho antes grandes prevenciones de vestidos, galas y lo de- mas necesario para tan solemne fiesta. Ante todas cosas ccgian un buen niimero de doncellas nobles desde doce hasta trece 6 catorce aftos, que, vestidas ricamente, sirvie- sen en ella; las cuales, algunos dfas antes, se estaban en el cerro de Chacaguanacauri hilando el hilo para los rapace- jos de las Guaras que se habian de poner los muchachos que se armaban orejones 6 caballeros; y ellos tambien iban al dicho cerro por cierta paja que habfan de Uevar en los bordones; y la que sobraba de la que traian, repartfan sus parientes entre si; y todo el tiempo que las dichas don- cellas gastaban en esta ocupacion en aquel cerro, estaba puesta en e1 la Guaca 6 idolo de Guanacauri, Lo demas que para esta solemnidad era menester prevenian los pa- dres y parientes de los mancebos, como era el sacrificio que habian de ofrecer, los dones que les habian de presen- tar, la Chicha para los bailes y regocijos, y los vestidos £ insignias con que habian de salir, que eran desta suerte: por calzado unas Ojotas hechas de cierta paja muy del- gada y de color de oro, llamada Coya; las camisetas eran cortas, de lana leonada fina, con rapacejos negros, largos

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palmo y medio, de lana tambidn, que parecia seda; mantas blancas de dos palmos de ancho y largas hasta las espini- Has; estas ataban al cuello con un ftudo, y de alii salfa un cordon grueso de lana con una borla colorada al cabo; Llautos negros en las cabezas, y unas hondas en las manos, de Cabuya y nervios de Carneros; porque decian, que sus antepasados, cuando salieron de la cueva de Pacaritampu, las traian de aquella manera. Tambien sus padres y parien- tes salfan de particular traje y librea, con mantas leonadas y plumajes negros.
Llegado el primer dia del mes, se juntaban todos los principales Incas en el templo del Sol, y alli concertaban ia fiesta y todo lo que se habfa de hacer en ella. Manda- ban salir fiiera de la ciudad todos los forasteros, y ninguno entraba en ella hasta el fin de la fiesta. Seftalabaseles, asl d los que salian como d los que venfan a la Corte, cierto Itigar en la entrada del camino que estaba diputado para estp, y en cada uno de aquestos lugares estaba la gente de «tquel Suyu para donde iba el dicho camino. Allf se iban jvntando y recogiendo los tributos y hacienda de la Reli- g;i6n, que en esta sazon traian de todas las provincias del s~eino, esperando los que las traian hasta que los ministros c]el Rey y de las Guacas los iban a recebir. Este mismo eia trafa cada uno de los nobles los jnuchachos que tenia para hacer orejones, y presentabanlos en el templo del Sol en cuya plaza se ponian las estatuas del Viracocha, Sol Luna y Trueno en unos escaAos bajos adornados con mu < :has plumas, los cuales afirman algunos que eran de oro Sacaban asf mismo a la dicha plaza todos los cuerpos em l>alsamados de los Seftores muertos los que los tenian i cargo; y esto de poner en publico los dichos idolos y cuer- pos embalsamados hacian todos los dias solemnes asi dcste como de los otros meses. El fin para que sacaban estos cuerpos muertos, era para beber con ellos sus descendien- tes como si estuvieran vivos; y en esta ocasion particular-

(j6 FIlsTOKIA

mente, para que los que se armaban caballeros les pidiesen que los hiciesen tan valientes y venturosos como ellos ha- bian sido.
Hecho estOf salia el Inca de su casa muy acompaftado, y Uegando adonde las estatuas estaban, se asentaba junto d la del Sol y cerca dd los grandcs Seftores y caballeros que se hallaban en la Corte, puestos en rueda y muy cerra- dos. Luego trafan con gran solemnidad cien Cameros gran- des escogidos entre todos los que se habian recogido aquel aflo, que fuesen sanos y sin lesion alguna y tuviesen la lana larga y las colas nauy empinadas y derechas. Levantibase a este tiempo el sacerdote principal del Sol» y haciendo reverencia primero al Viracocha y luego a las demas esta- tuas, hacia dar con los Cameros cuatro vueltas al rededor dellas, y tras esto, los ofrecfa de parte del Sol al Viraoh cka, y ofrecidos, los entregaba a treinta indios que estaban diputados para esto, y cada dia sacrificaban tres; de ma- nera que al cabo del mes se venian a consunur todos, sacri- ficando algunos dias i, cuatro; y hadase el sacrificio desta manera: encendfan una gran hoguera de lefta de Quinoa, muy limpia y labrada, y partido el Carnero en cuatro cuar- tos, sin perderse nada de la sangre ni de otra cosa, lo echa- ban en el fuego y esperaban a que se quemase muy bien; los huesos que quedaban por quemar los mollan muy bien y tomaba cada uno un poco de aquel polvo y lo soplaba diciendo ciertas palabras, y lo que sobraba lo Uevaban k un b$ihio, que estaba en el barrio de Poutachupa, donde estaba el dep6sito desto muchos aflos guardado con gran veneracion; y al tiempo que se quemaba el dicho Carnero, echaban en el fuego Maiz bianco, Aji molido y Coca,
EI segundo dia del mes traian seis Carneros muy vie- jos, que Uamaban Aporucos, a los cuales Uevaban de cabes- tros seis indios cargados con Maiz y Coca, cada uno el suyo, diciendo que era comida para ellos; y traianlos cua- tro dias con cicrta solemnidad, y al quinto salian a la plaza

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todos los que se habfan de armar caballeros, acompaftados
cle sus padres y parientes; y hecha reverencia a los idolos
y al Inca, que ya estaban puestos en sus lugares por el or-
s trabajos pasados y aparejarse para los venideros. A me- diado el mes, tornaban d la plaza con sus padres y parien- tes como la primera vez, y puestos en la presencia del In- ca, les daba el sacerdote del Sol ciertas vestiduras: canii- seta bandeada de Colorado y bianco y manta blanca con cordon azul y borla colorada, y los parientes las Ojotas di- chas de la paja llamada Coya, Tambicn daba el sacerdote del Sol otro vestido Colorado y bianco a cada una de las doncellas seflaladas para servir en esta fiesta; y toda esta ropa que se daba d los unos y a los otros era de la que se hacla de tributo para la Religi6n, y por eso la repartia el sacerdote en nombre del Sol. Vestidos desta librea los man- cebos, tornaban en las manos unos bordones de palma 11a- mados Yauri, que en lo alto tenian unas cuchillas de cobre, y algunos de oro, a manera de hacha, de los cuales colga- ba una poca de lana, las Gnaracas 6 hondas y la paja que arriba dijimos; y tenicndolos derechos como pica, hacfan adoracion d las Guacas y el acatamicnto acostumbrado al Inca, y se partian con sus parcialidades y deudos al cerro de Anaguarqufy que estd cerca del de Guanaaturi,
En este acompaAamiento iban las doncellas que habian recebido los vestidos, cargadas de unos cantarillos peque- ftos de Chic/ia, para dar de beber a la gente del, y las in- signias Reales sobredichas del Sunturpducar y Carnero ves- tido, con otros seis Apomcos como los de arriba, y hacfan con ellos lo mismo, y otros scis corderos pequei\os que sa- crificaban como en Guanacauri, La razon por que iban a este cerro y adoratorio, era, porque se habfan de probar en correr, y hacian aquf esta ceremonia, porque contaban que esta Guaca quedo tan ligera desde el tiempo del Di- luvio, que corrfa tanto como volara un Halcon. Llegados a la dicha Guaca, los muchachos ofrecfan un poco de lana y los sacerdotes hacian las mismas ceremonias y sacrificios que en el primer cerro. Tornaban los a azotar con las hondas los viejos sus parientes, diciendoles que no fuesen perezo-

lOO SOS en el servicio del Inca, avisandoles que serian castiga- – dos por ello, y trayeiidoles i la memorja la causa por que se hacfa aquella solemnidad y las victorias que habfan ha- btdo los Incas mediante el esfuerzo de rus padres. Lo cual acabado, se asentaba toda la gente y hacfan el Taqwi lla- mado Guari; y mientras se hacfa, estaban en pie los caba- Ileros noveles con sus bordones en las manos, que eran las armas que les daban.
Despuds del dicho Taqui, se levantaban todas las don- cellar y bajaban corriendo hasta el pie del cerro, y allf es- peraban con sus cdntaros de Chiclia a los mancebos, para darles de beber; i. los cuales cmpezaban a llamar &. voces, dicicndo: *Vcnid presto, valientes mancebos, que aqui os ‘estamos esperando*; y luego ellos se ponlan en muchas hi> leras, unos en pos de otros, y detreis de cada hilera de los dichos mo2os otra de hombres mayores, que servfan de de apadrinarlos, cada uno de los cuales tenia cuenta con el caballero i. quien habla de ayudar, si se cansase. Delante de todas las hileras se ponia un indio vestido galanatnente, y daba una voz, i. la cual partfan de carrera todos con gran furia, y algunos soHan lastimarse pesadamente. Llega- dos abajo, daban las doncellas de beber primero i los pa- drinos y despues a los ahijados.
Iban tainbidn al cerro de Sabaraura, y qiieniaban otros seis corderos y enterraban otros tantos, y allende desto, cada uno ofrecfa lo que llevaba. Tornabanlos a azotar como las otras veces, y de alH volvtan al Cuzco, y entrando en la plaza, iban haciendo su humillacion a las Guaceis y al In- ca, y sentandose las parcialidades de Hanancusco y Hurin- cusco, cada una aparte, quedandose en pie los cabalteros niozos por espacio de un rato, volvlan k hacer el dicho baile y cantar Guaii, y tornaban i azotarlos por la forma dicha. Ya que era hora de recogerse, se iba el Inca d su palacio acompafiado de la gente cortesana, y los caballeros mancebos, con el oiismo acompaftamiento que antes, se par-

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tian para cl cerro dc Yavird, que esta en derecho de Gxr- menga, donde ofrecian el sacrificio que en los otros y re- cebian las Guaras, que eran sus zaragiielles 6 pafletes, los cuales no se podian poner hasta aquel tiempo y con aque- llas ceremonias. Ponfanles tambien ciertas celadas en las cabezas, y de parte del Inca les daban unas orejeras de oro, que se ataban d las orejas, diademas de pluma y patenas de plata y de oro, que se colgaban del cuello; lo cual aca- bado, badan otra vez el baile dicho y azotaban a los man- cebos; con que daban la vuelta para el Cuzco, y entrando en la plaza, hadan la reverencia acostumbrada a las Guacas, Despue de todas las ceremonias dichas, iban estos ca- balleros a bafiarse a una fuente llamada Calispiiquiu, que esti detris de la fortaleza, casl una milla de la ciudad, y vueltos i la plaza, les ofredan dones sus parientes, comen- zando el tk> mis principal, que daba a su sobrino una ro- dela, una honda y una maza con que pelease en la guerra; y tras €\ le iban ofreciendo los demas parientes; con que siempre ven(a i quedar remediado.y rico el que se armaba oabaliero. Dibale cada uno de los que ofredan un azote, y le hacia una breve platica, aconsejandole que fuese valiente V- leal al Inca y tuviese gran cuenta con el culto y vene- xeackSa de las Guacas.
Cuando se armaba caballero el Principe que habia de suceder en el reioo, le hacian grandes y ricas ofrendas todos los Caciques prindpales que se hallaban presentes de toda la tierra. Rematabase la solemnidad de este dla con cierto sacrifido que hadan a las Guacas, A los i!iltimos dias del mes, sacaban i los dichos nuevos caballeros i las ckdcaras y les horadaban las orejas, que era la postrera ceremonia que con ellos hadan en armallos caballeros.
For fin y remate deste mes y fiesta, se juntaba todo el pueblo en la plaza i un regodjo y baile que llamaban Au- cayo. Hacian para e1 gran cantidad de boUos de harina de Mais amasada con sangre de los Cameros que aquel dia

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sacrificaban en cierta forma y con particular solemnidad, y maodaban entrar en la ciudad i. la gente forastera que es- taba detenida de todas las provincJas del Pene. Puestos, pues, en sus lugares por su orden los ministros destos sa- crificios, que eran del Ayllu y linaje de Tarpuntay, daban d cada uno de los presentes un bocado dc aquellos bollos, diciendoles que comicsen aquel manjar que les daba el Sol para contentallos, y que no dijesen que no tenia cucnta con ellos, como con los dcmis que habian hecho aquella fiesta.
Sacaban estos bollos en unos platos grandes de plata y oro de la vajilia del Sol, que estaban dedicados para esto, y todos los recebian agradecicndolo mucho al Sol cod pa- labras y ademancs. En habidndolos coroido, les decfan los sacerdotes: lEsto que os han dado es manjar del Sol, y ha dc cstar en vuestros cuerpos por testigo, si en algun tiempo dijicrcdes mai del 6 del Inca, para manifestarlo y que seals castigados por ello>; y ellos prometfan que no lo harian en su vida, y que debajo desta condici6n recebian aquella co- mida. Gastaban en estos bailes algunos dlas, bebiendo siem- pre sin descansar.
Hacfan el son con cuatro atambores grandes del Sol, y cada atambor tocaban cuatro indios principalcs vestidos dc muy particular librea, con camlsetas coloradas tiasta los pies con rapacejos blancos y colurados; eiiciina se ponian Unas pieles de Iconcs desollados enteros y las cabezas va- cfas, en las cuales les tenlan puestas unas patenas, zarcillos en las orejas, y en lugar de sus dientes naturales, otros del mismo tamalto y forma, con aljorcas en las manos, lo cual todo era dc oro. Ponfanselas de manera que la cabeza y cucllo del Leon les subrepujaban sobre sus cabezas, y el cuerpo les caia en las espaldas; y estos, para empezar el batle, sacrilicaban dos corderos, entregandolos i cuatro vie- jos deputados para esto, que los ofrecfan con mil cere-

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tian para el cerro dc Yavird, que esta en derecho de Car- menga, donde ofredan el sacrificio que en los otros y re- cebian las Guaras, que eran sus zaragiielles 6 pafietes, los cuales no se podian poner hasta aquel tiempo y con aque- lias ceremonias. Ponfanles tambien ciertas celadas en las cabezas, y de parte del Inca les daban unas orejeras de oro, que se ataban d las orejas, diademas de pluma y patenas de plata y de oro, que se colgaban del cuello; lo cual aca- bado, hadan otra vez el baile dicho y azotaban a los man- cebos; con que daban la vuelta para el Cuzco, y entrando en la plaza, hadan la reverencia acostumbrada a las Guacas,
Despue de todas las ceremonias dichas, iban estos ca- balleros a bafiarse a una fuente llamada Calispiiquiu, que esti detris de la fortaleza, casi una milla de la ciudad, y vueltos d la plaza, les ofrecfan dones sus parientes, comen- zando el tfo mis principal, que daba a su sobrino una ro- dela, una honda y una maza con que pelease en la guerra; y tras €\ le iban ofreciendo los demas parientes; con que siempre ven(a A quedar remediado y rico el que se armaba caballero. Dibale cada uno de los que ofredan un azote, y le hada una breve platica, aconsejandole que fuese valiente y leal ai Inca y tuviese gran cuenta con el culto y vene- raci6n de las Guacas.
Cuando se armaba caballero el Principe que habfa de suceder en el reino, le hadan grandes y ricas ofrendas todos los Caciques principales que se hallaban presentes de toda la tierra. Rematabase la solemnidad de este dia con cierto sacrifido que hadan a las Guacas, A los i!iltinios dias del mes, sacaban i los dichos nuevos caballeros d las ckdcaras y les horadaban las orejas, que era la postrera ceremonia que con ellos hadan en armallos caballeros.
For fin y remate deste mes y fiesta, se juntaba todo el pueblo en la plaza d un regocijo y baile que llamaban Au- cayo, Hadan para e1 gran cantidad de bollos de harina de Maiz amasada con sangre de los Carneros que aquel dia

CAPItULO XXVI
De las fiestas y sacrifieios que hacian en elsegundo mes, Uamado Camay.
EL primer dfa deste mes salla el Inca a la plaza, y pues- tas en ella las Guacas de la manera sobredicha, se asentaba el Inca junto a la del Sol, y tralan otro;> cien Car- neros, salvo que estos cran pardos de un color claro, y blancos de las rodillas para abajo, con la cabeza blanca, si se hallaban. Tralan eslos del ganado del Sol todos cuatro Suyus, cada uno su parte, y eran ofrecidos tambren de parte del Sol, como en el mes pasado, y hacianse las mismas ceremonias en sac rifi carl os. Pontanse los que estaban dipu- tados para esto junto a la estatua del Sol, y los ofreclan en su nombre al Viracocka, diciendo: tos en paradas mudios de los Indies de los pueblos por donde pasa el no, alumbrando con hadios de paja, para que aqueila nodie no se quedase por las orillas algo del sacrifido, y llegados a Tamioy ie defaban ir didendo: « Agua, tu eres parte para Uevar cstas cenizas basta la mar al Viracochae a quien las envia nuestra republica; y asi, rogamos al aire que te a>’ude, porque nosotros no podemos pasar de aqui. > Y rogabanle qne diese parte de aqueila ofirenda al Inca-Yupanquie como a inventor de aqueila ceremonia, y porque d les dejo dicho cuando murio que por alii se la enviasen, y que los sacri> fidos que hubiesen de hacer, fuesen en la forma sobredi- da; porque e1 dejaba mandado al Agua que se los llevase a donde estuviese. Los que habian acompafiado las dichas cdiizas, se quedaban en Tambo dos dfas descansando y bebiendo, despues de los cuales se volvfan al Cuzco. Y con esto se concluian los sacrifidos del segundo mes.

CAPfTULO XXVII
De las fiestas y sacrifidos de los cuatro
meses siguientes,
AL tercero mes llamaban Hatun-P&cuy, en que es la fuerza de las aguas. El primer dia se hacia el mismo sacrifido de los cien Carneros y por la misma orden en

108 que en el primero, salvo que estos eran de color castafio. Jtimtibanse todo este mes en el campo at tiempo que que- rian barbcchar Us ckicaras, y ofredan al Sol veinte Cuies grandes con veinte cargas de lefia; y despue de quemado el sacrificJo, le rogaban que les ayudase a labrar mis cam- pos, para que diesen bucn fruto. Hallabanse presentes las Mamaconas del Sol, e las cuales daban cicrta comida; y esto hecho, que era con solemntdad, entendlan en sus la- bran zas.
El quinto mes ten{a por nombre Ariguiquiz. En el pri- mer dla del se hada el mismo sacrificio de den Cameros pintados de diversos colores, que los indios Daman Mora- moras. Sacaban este meg aquel camero bianco que habfan Ilevado en la fiesta del Raymi, y ponfanio en la plaza, y con e1 dos Yanaconas que lo tenfan e caie y estaba alll todo el mes. Dibanlc Ckicha cada dia, y el mismo Camero la derramaba con los pies, y dcsta suerte la (dredan en su nombre con quince Cameros que alll quemaban, por que granase el Maiz; y llamaban d este sacrificio Nafia. Junto con el dicho Carnero tenfan en la plaza un bulto muy vene- rado, que se deda Sundorpauca; y al cabo se quemaba gran suma dc Cuies, Aji y otras cosas, con lo cual se daba fin ■i la fiesta.
El sexto mes, que respondfa d Mayo, ae Itamaba Ha- tunCttsqui: quemabanse otros cicn Cameros dc todos colo- res, por la misma ordcn y solemnidad. En este mes ctelan y encerraban el Mah con cierta fiesta llamada Ajnttoray, la cual celebraban trayendo desde las ckicaras y heredades hasta sus casas el Mais, bailando con ciertos cantares, en que rogaban durase mucho tiempo y no se acabaae hasta otra cosecha. Venfan juntos en este baile hasta las casas que fueron de Diego de los Rlos, con dos muchachos de- lante coo unas figuras de pluma en las manos y un carnero de aquellos blancos de la fiesta del Raymi, que se deda Napa. Sacrificaban al Sol gran suma de Cameros, de los

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cuales algunos se quemaban y otros se repartfan entre toda la gente de la Ciudad, y comfan su carne cruda con Maiz tostado, y no quedaba ninguno, chico ni grande, que no comiese. Un dfa deste mes se repartfan treinta Carneros para todas las Gitacase y se quemaba en cada una un poco, como les cabia confornie i su calidad, dando a las grandes mucho y a las chicas poco, lo cual estaba ya tasado y co- nocido.
A los quince dias deste mes sacaban en procesi6n con gran solemnidad cinco Aparucos, y los mataban y repar- tfan y comian su carne cruda, cada uno una poca. Despue desto las mismas estatuas del Sol sacrificaban seis corde- ros, cada uno con diferentes ceremonias; los cuales en noro- bre del Sol ofrecia el principal sacerdote por respeto del Maiz del aAo venidero. Los que se habfan armado caba« Ueros salian i cierta chdcara llamada Sausero, que estd ca« niino de San Sebastidn, a traer el Mais que en ella se habia cogido. Acarreibanlo en unos costales pequeflos con un cantar Uamado Arazd. El primer dia lo traian solos los di- chos caballeros noveles galanamente vestidos, y los demis dias acudfa d lo mismo toda la gente del Cuzco. Poco des- pue iban a la misma chdcara con sus arados todos los Se- ftores y principales y gran suma de gente con ellos, y la araban; lo cual acabado, volvfan a la plaza mayor con gran regocijo, vestidos de las camisetas que habfan ganado en la guerra. Llegados a ella, soltaban cuatro Carneros ena- nos, y arremetfan tras ellos todos los mancebos; y el que alcanzaba alguno, era tenido en mucho, y aquel lo repartia por gran honra entre los otros, y venfan i cortar ddl con sus cuchillos, y era de mucha estima i, el que le alcanzaba parte; porque ete era el sacrificio que se hada por las victorias.
Hadanse tambien este mes ciertas ceremonias a la Ma* masara, que era una Guaca universal que cada uno tenia en 8U casa, y hadanlas en esta forma: que cada uno to-

I lO maba de su chdcara cierta parte de Maia rais seHalado eo poca cantidad, y con ciertas ceremonias lo pools en ana trox pequefla llamada Pirua, envuelto eo las mia ricas man* tas que tenia, y alif lo velaba tres noches; y despue que habfan tapado la dicha trox, la adoraban y tenlan en graa veneraci6n, didendo ser madre del MaU de su chAcara y gran parte para que cada aHo se diese y conservase. Ha- danle cada aHo por este tiempo un sacriticio particular, en el cual preguntaban )os hechiceros i la dicha Pirua, si te- nia fuerza para el aflo siguiente; y si a los hechiceros se ies antojaba decir que no y que esa era la fcspuesta que daba ]a trox, llevaban aquel Mais i quemar i sus ck6caras con ciertos ritos, y hadan otra Pirua con particulares ceremo- nias, didendo que la renovaban por que no peredese la semilla del Mais; y si respondla que tenia fuerta para du- rar mes tiempo, la dejaban hasta otro ado. Esta Guaca era universal deste modo: que aunque dado caso que la habla en todas las casas, cada uno hacia veneracidn a sola la suya, sin tener cuenta con la del vecino. Llamjlbanla Ma- masara, que quicre decir Madre del Mais.

CAFiTULO XXVIII
De las fiestas y sacrifieios que hacian «n los meses setimo, octavo y noveno.
EL setimo mes respondla a JunJo y llamdbase Away-Cus- qui. Hn e1 se hacfa la fiesta prindpal del Sol, que sc de- da Inti-Raymi. E! primer dfa se ofrecian cien Carneros par- dos del ganado del Sol en la forma que arriba se ha hecho rclaci6n. Hadan esta fiesta y sacrilicio en el cerro de Man- turtalia, al cual rba el Inca y asistla hasta que se acababa, bebiendo y holgandose. Haclanla solo los Incas de sangre

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Real, y no entraban en ellas ni sus propias niujeres, sino que se quedaban fuera en un patio. Dabanles de beber las Mamaconas niujeres del Sol, y todos los vasos en que co- mian y bebfan eran de oro. Ofrecfanse a las estatuas sobre- dichas de parte de los Incas treinta Carneros: diez d la del Viracocha, otros diez a la del Sol y otros diez a la del Trueno; y treinta piezas de ropa de Cumbi muy pintada. Otrosf hacfan en aquel mismo cerro gran cantidad de esta- tuas de leAa de Quishuar, labrada, y vestidas de ropas ricas; estas estaban alii desdc el principio de la fiesta, al fin de la cual les ponfan fuego y las quemaban. Llevdbanse al dicho cerro seis Apomcos, que se quemaban con lo de- mds. Despues de conclufda toda la cantidad de sacrificios, para empezar el baile llamado Cayo, que se hacia en esta fiesta cuatro veces al dfa, se dividfan todos los indios, y la roitad quedaban allf bailando y bebiendo; y de la otra mi- tad parte iban a Chuquicancha, y parte d Paucarcancha; en los cualea cerros repartian otros seis Aporucos, y eran sacrificados con la misma solemnidad.
En esta fiesta enviaba el Sol por sus estatuas con los que tenian cuidado dellas dos corderos pequeAos, el uno de plata y el otro de oro, a Paucarcanchae y otros dos he- chos de conchas a Pikocancha, y otros dos al cerro de Man- turcalla, y todos se enterraban en estos cerros despues de haberlos ofrecido. En acabando de hacer el dicho baile del Cayo, enviaban las estatuas del Sol dos carneros grandes hechos de cierta confeccion, y dos corderos, a este cerro de Manturcalla; llevabanlos con grande acompaAamiento puestos en unas andas y en hombros de SeAores principa- les ricamente vestidos; iban delante las insignias Reales del SuHturpaucar, y un Carnero bianco vestido de una camiseta colorada, y con zarcillos de oro. Llegados al dicho cerro, los ofiredan al Viracocha y quemaban con muchas cere- mooias.
G>nclu(do lo sobredicho, se acababa esta fiesta que ha-

1 12 dan al Sol cada aflo por estc tiempo, y lueo se reoeela todo el carbdn yhuesos quemados de las oircndas, y los echaban en un llano junto al dicho ccrro, donde no podia entrar nadie mis que aquellos que los llevaban. Volvia toda la gente i la plaza de la ciudad acompaAando al Inca, y derramando por todo el camino mucha Coca, flores y plu- mas de todos colores. Venlan todos embijados coo derto betiin que hadan de condias molidas, y los Sefiores y caba- lleros con unas patenillas de oro puestas en la barba, y can- tando basta llegar i la ilicha plaza, adonde beUan lo que restaba del dia, y i )a nodie se iba el Inca i su casa, y todos se recoglan i las suyas, con que sc daba fin i esta fiesta del Inti-Raymi.
Al octavo mes llamaban Ckakuakmarquit. En ti se que- maban cien Caroeros pardos como los del mes precedeate, sin k» cuales Ilevaban el primer dfa & quemar otros dos i la Gitaca de Tocori, el uno donde etnpezaba, y el otro donde acababa de regarse el valle, por la conservaci6n de aquella agua. Inslituyo este sacrificio Inca-Roca, de quien cuentan los indios esta fibula: que saliendo antes muy poca agua por aquel manantia), despue de haber este Inca becho ciertos sacHfidos, mcti6 el brazo por e1 y fue causa que Riwiase tanta como ahora aiana; lo cual tenfan por tan ave- riguado, que los de su parcialidad y linaje pretedieroo por esta rainin regar solos ellos con aquel agua; y en Uempo de los Incas salieron con ello; y despue que los espafioles sefiorcan la ticrra, lo intentaron por la misma razon; pero fiieron desengaQados, y el agua se reparti< lEnfermedades, desastres y desdichas, salid fuera desta tierraU; y repltiendo todos i voces 4|Vaya el mal fuera!*, se daban unos i otros jugando con los ha- chos de paja encendidos. Luegu se extendia por todo cl pueblo esta voceria, y salfan todos, grandes y pequeftos, i las puertas de sus casas dando las mismas voces: cjVayael mal fueral iQui fiesta esta tan deseada por nosotrosi lOh Haccdor, dejanos Ucgar i otro aHo para que veamos otra fiesta como esta!> Y mien- tras * gritaban desta suerte, sacudian sus manias y ropas, como que con esto echaban el mal de sus casas.
Estaba tambien desde antes que pareciese la Luna nue- va bucn niimero dc indios armados a usanza de gucrra, con lanzas en las manos, en la plaza de Coricancha, y en la plaza mayor estaban de la misma forma, a punto de gue- . rra, cuatrocientos, divididos en cuatro tropas alrededor dc cierta pila que alll habfa, en que derramaban las bcbidas que ofrecfan en sacrificJo. Eran estas tropas de diferentes

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linajes de los naturafes del Cuzco, y estaban los de cada uno vueltos los rostros hacia la parte a que habfan de co- rrer, que era i las cuatro del Mundo, al Oriente, Poniente, Septentri6n y Mediodia, a las cuales caian las cuatro partes del reino peruano; y al punto que salfa la Luna, comenza- ban las voces primero los que estaban en el templo del Sol, y d£L salian los sacerdotes dandolas i la plaza del dicho templo, y la gente armada las recebia ddlos; y al momento partian de carrera dando las mismas voces, cjVaya el mal fuera!», hasta la plaza mayor; y en oyendolas alU los sobre- dichos cuatrocientos armados, daban a correr, cada cuadrilla hacia la parte que le tocaba, repitiendo las mismas voces, y corrian sin parar un buen trecho. Estaban en los caminos muchas cuadrillas en paradas, unas esperando d los prime- ros, y otras a los segundos, recibiendo unos de otros las mismas voces sucesivamente y llevandolas adelante hasta el lugar donde paraban. Los ciento que desde la plaza co- rrian al Mediodia para las provincias de Collastiyu, no ce- saban de correr hasta la Angostura, y alii daban la voz a otros que estaban a punto; y a estos segundos, habiendo corrido el trecho que les estaba seAalado, sucedian los ter- ceros; y por este orden iban corriendo y repitiendo las mismas voces, hasta que los postreros llegaban al rio de Quiquijana, nueve leguas de la ciudad, que era el termino donde paraban los que iban por esta parte; y llegados al dicho rio, se bafiaban en €\ y lavaban sus armas. Lo mis- mo y por la propia forma hacian los que corrian por los otros tres caminos, que los postreros se baflaban en los rios que tenian por termino de su carrera. Los que iban d la parte de Chinchaysuyu, en el rio de Apurima; los de AniisuyUf en el de Yucay, y los de Cuntisuyu, en el rio de Cusipampa. La razon por que se baftaban en estos rios, era por ser caudalosos €\t & entrar a la Mar, para que lle- vasen alii las enfermedades, que con estas ceremonias te- nian creido las desterraban de la tierra. Y a este mismo

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tiempo se hacia lavatorio general en toda la dudad, yeodo los moradores della a las fuentes y rios a bafiarsce cada uno en su Ceque, dideodo que deata sueitc salian las eofer- dades dellos.
Acabado esto, beUao laieo y despue se iban a sus ca- sas, donde tenlan para entonccs una mazemorra de Mais mal molido, que llamaban Sanca, y con elia caliente se ua- taban los rostros, los umbrales de las puertas y los lugares donde guardaban las comidas y vestidos, diciendo que do entrasen las enfermcdades en aquella casa. Llevaban tarn- bien deste Sanco i las fuentes, y echindolo dcntro deltas, les dedan que no estuvJesen enfermas. Tras esto conuan y beblan los mejores manjares y mas regaladas Chukas que podlan hacer, con mucho regocijo y contento; porque, pva este dla, cada cual, por pobre que fuese, tenia buscado de comer y beber lo mejor que podia; porque tenlan per ce- ni6n, que los que en este dia no se holgaban y comlan y be- blan esplendidamente, habian de estar todo el aflo en ma- la ventura y trabajos. No refllan en este tiempo unos con otros, nt se dedan palabras de enojo, ni se pedlan Us deu- das, por tener creldo, que quien en este dla tuviese enojo 6 pendenda, tendrfa lo mismo todo el aAo.
Item ofredan a sus Idolos las comidas mejores y mis bien aderezadas que alcanzaban, las cuales receblan sus sa- cerdotes y las quemaban en sacrificio. Asimismo sacaban los cuerpos de los SeAores muertos los que de su Iioaje los tenfan a cargo, y los lavaban en los baflos que soUait ellos usar cuando eran vivos; y vueltos a sus casas, los un- taban con el dicho Sanco y les ponian delante las comi- das que cuando vivlan con mas gusto sollan comer; y las personas que cuidaban de los dicbos muertos, las que- maban.
Dcspues desto, sacaban a la plaza mayor las eatatuu de sus dioses y cuei’ix>s embalsamados ricamente vestidosi’ y asf el Inca como los sacerdotes, cabaileros y gente ordi-

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nana saUan con las mejores galas que ten/an, y sentados por su orden, entendian en s61o comer y beber y holgarse. Hadan un baile particular desta fiesta, y los que entraban en d venlan vestidos de unas camisetas coloradas largas hasta Io6 pies, y unas diademas de pluma en las cabezas, tafiendo unos caftutos pequeAos y grandes puestos i modo de caftones de 6rgano (i). Daban este dia gracias a sus ido- lo8 que los habian dejado llegar d aquella fiesta, y pedfanles Ics otorgasen llegar a otro aflo. Brindaba el Inca d los (do- les derramando en su honra mucha Chtc/ia, y los sacerdo- tcs se brindaban unos a otros; con que se acababa el dIa y volvian a sus lugares las estatuas y cuerpos muertos.
Otro dla salfan conio el pasado d la misma plaza; man- daban entrar en la ciudad i. los que habian echado della; tiaian mucho ganado de los cuatro Suyus del reino, que fuese sano, limpio, sin mancha ni fealdad alguna y lanudo, que nunca hubiese sido trasquilado, y todo era de las es- tmdas de la religi6n. Luego el sacerdote del Sol apartaba treinta cameros, y quemabalos juntamente con treinta ha- ces de lefla de Quishuar, vestidos de ropa rica. Acabado cste sacrifido, sacaban las Mamaconas del Sol en unos pla- t08 grandes de oro gran cantidad de bollos de Maiz ama- sados con sangre de cierto sacrificio de Carneros blancos, y daban un bocado a cada uno de los forasteros, para que tambien gozasen y tuviesen parte en los sacrificios, como en la fiesta del Ray mi, y para el mismo efecto, en seflal de confederaci6n con el Inca, amonestandoles que no di- jesen mal del ni del Sol, porque, habiendo comido aquel manjar, no podia ser ocultado su pecado. Enviaban tambien destos bollos a las Guacas forasteras de todo el reino: y para llevarlos, estaban en esta sazon en el Cuzco indios de todas partes, que los recebfan. Decianles que aquello les en- viaba el Sol en seftal de que querfa que todos lo venerasen

(l) LUunados untara.

Il8 HlSTORlA
y honrascn. Asimismo enviaban su parte i los Caciqius de las provinctas, por especial favor.
For 6n desta fiesta sacrificaban cuatro Cameros, y los sacerdotes les sacaban los bofcs, y a soplos los hinchean, y estando hinchados, vian en ciertas seaales que en ellos habfa (segdn su imaginadon), si en aquel aRo habfan de aer pr que se babia de ofrecer en los sacrifidos, coovieiie i saben cantidad de dosdentos niAos desde cuatro basta diez alios de edad; gran suma de plala y oro labrado en vasos y e;uras de Cameros y de oCros animales; mucha ropa de Cmmti n>oy bien obrada, graode y pequefia; can- tidad de ooocfaas de la Mar de todas mskoeats; planias de colorcs. y basta mii Cameros de todos cdores, que los re- oogjan fbera de la plaza. Junto todo esto y ordenada la fiesta y coiercgados los que en eila se habian de hallar, se levanlaba el sacerdote 6 ministro mayor 6ce sacrifido ves- tidode ciertas vcstiduras a proposcto de la 6esta, y con mu- cfaas oefcmonias tomabaen los brazos un niilode aqueilos pcqn ea oSfc y relando los demas todos juntos con d resto de Ion ocrifidos vueho al Viracccha: cSefior, esto te ofre- por que nos tengas en qnietud y nos ajoides en guerras y oaotxnts a nucstro Sedor d Inca en gnndcxa y estado, y que vaya siempre en aumento, y le des mocfao saber, para que nos gobieme con aderto.* Lo m i H PO bada coo cada geoero de sacrifido, dando dertas vnehas en tonio de las estatuas con la insenia de cada cosa que en cada parte y lugar se habfa de sacrificar, que aunque era en cxccsiva cantidad cl dicho sacrificio y los lugares donde se habla de ofrecer cast sin ndmero, jamds habfa yerro de cuenta ni trocaban el un lugar por el otro. Repar- tfanse de manera que ninguna Guaca ni adoratorio, por pe- queHo que fuese, qucdasc sin sacrificio; porque ya estaba diputado y acordado lo que se habfa de ofrecer en cada Guaca.
La causa por que todas alcanzaban parte deste sacrifi- cio, era porque tenfan por aguero, que si & alguna Guaca le faltase ofrenda, se enojarfa con el Inca y tomaria vcn- ganza del, castigdndole por este descuido. Tenlasc tanto cuidado y puntualldad en esto, que si it algunos cerros que eran adoratorios no podfan llegar d ofrecer el sacrificio, por su mucha aspereza 6 por estar cubiertos dc nieve, sublan los ministros hasta donde se podia llegar, y desde allf, con hondas arrojaban cl sacrificio a la cumbre dellos.
Repartido, pues, el sacrificio por e! orden dicho y sefta- lado lo que a cada Guaca le cabla, comenzaban i. ofrecerlo primero en cl Cuzco a las estatuas que tenian presentes. El primer sacrificio era cl del Vtracocka, cuyos saccrdotes lo recebfan y ofredan, rogiindole tuviese por bien de dar

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al Inca salud y larga vida, y que no le llevase en su moce- dad; !e concediese vitona de sus enemigos, y hijos que le sucediesen y conservasen el linaje Real, y que mientras este goberaase, todas las naciones de su imperio estuviesen en paz, se multiplicasen y tuviesen abundancias de mante- nimientos. Acabada esta oraci6n, ahogaban d los niftos y I08 enterraban con el oro y plata en un cerro Ilamado Chu- qmcancka, que esti media legua de la ciudad, encima de San Sebastian, y los Carneros, ropa y demas cosas que- maban. Despues desto, los sacerdotes del Sol, del Trueno y de los otros grandes dioses, por la misma orden recebfan k> que i sus Guacas tocaba y lo ofrecian con las mismas ceremonias que los primeros y pidiendo en sus oraciones k) mismo para el Inca y para el bien de su reino; y aca- bado de hacer el sacrificio a los dichos dioses, los sacerdo- tes de las deoicLs Guacas del Cuzco recebfan lo que habian de ofipecerles y partfan con ello; y comenzando por Gua- futatauri, como adoratorio principal, iban ofreciendo en los demis lo que se les habia repartido.
Conclufdo con los sacrificios de todas las Guacas del Cuzco, mandaba el Inca a los sacerdotes extranjeros lle- vasen d ofrecer d las de sus tierras lo que se les habia se- fialado en la reparticion hecha, y ellos salfan al punto d po- oello por obra, caminando por este orden: el ganado solo iba por el camino Real, y el golpe de la gente que llevaba los otros sacrificios, por fuera de camino en cuadrillas algo apartadas y puestas en ala con los sacrificios por delante; iban derechos hacia el lugar que caminaban sin torcer d nmguna parte, atravesando montes y quebradas, hasta He- gar cada uno d su tierra. Los niflos que podian andar, iban por su pie, y a los muy pequefios llevaban a cuestas con el oro y demds cosas. De cuando en cuando alzaban gran voceria, empezando uno que para este efecto estaba sefia- lado, siguiendole todos al mismo tono. En estas voces pe- dian al Viracocha la salud y prosperidad del Inca. Era te-

128 nido en tanta veneraci6n este sacrificio que se llevaba del Cuzco, que si cuando iba caminando por los dcspoblados 6 otros lugares, topaban gente, no osaban loa que asf to- paban el dicho sacriticio alzar los ojos A mirallo, eno que se postraban en tierra hasta que pasase; y cuaado entraban por lo3 pueblos, no saJian los vecinos de sus casas, estaodo en gran revercncia y humildad en ellas, hasta que los que llevaban este sacrificio pasaban adclante. Entregibanlo en las cabeceras de las provincias i los que cuidabao de la Gkaca principal de cada una; los cuales tambien tenian cuenta y razon de los adoratorios que habfa eo su distrito y de los sacriticios que para todas etlas habfan de quedar en cada provincia. Mas, porque algunas veces acrecenta- ban 6 acortaban estos sacriticios, a>nforme i la voluotad del Inca, cada vez sacaban del Cuzco la razdn de lo que en cada parte y lugar se habfa de hacer. Y el orden como en las provincias se ofrecla este sacrificto, era, que primcro se celebraba una fiesta al ofrecerlo en la Guaca principal de cada partido por los de aquel lugar, i imitaci6a de la del Cuzco, y luego se ofreda i todas las Guacas y adora- torios de la dicha provincia lo que les pertenecfa, seplB como del Cuzco iba rcpartido.
Otras muchas fiestas generales usaban estos indios, ea que hacfan sacriticios notables; muchas deltas eran instituf- das para sus guerras y para cuando entraban en la cwtc con los prisioneros que habfan cautivado eo ellas, y otros efectos; sin las particulares que tenia cada provincia, segda sus costumbres; de las cuales no se hace relaci6n, por no ser muy diferentes de las que aquf quedan referidas y por- que por etas se puede sacar cuiles serian las otras.

DEL NUE VO MUNDO 1 29

CAPItULO XXXIII De los sacerdotesy oficios que tenian.
DEBAJO del nombre de sacerdotes se han de entender todos los hombres que estaban dedicados al culto de sus falsos dioses y entendian en ofrecerles sacrificios y ha* cer cuantas supersticiones entre eilos se usaban; y como etas eran muchas, asi tambien lo eran las suertes que ha- bia de sacerdotes. Porque, primeramente, unos entendian en la guarda y ministerio de las Guacas y en ofrecerles I06 sacrificios estatuidos por su rito, asi ordinarios como cxtraordinarios, y 6stos eran sustentados de las rentas de la Religi6n. Aunque, no contentandose con su estipendio, tcoian trazas como sacar cuanto pudiesen del comiHn, y en ordeo i esto fingian mil desvarios, diciendo que las Guacas se les quejaban de noche entre suefios del descuido que con ellas se tenia, y que por esa causa les enviaban los tra- brajos que padedan. Con lo cual, el ignorante pueblo se movia i multiplicar los sacrificios y ofrendas, en que los dicbos sacerdotes eran bien interesados. Habia entre ellos su orden y grados de ministros mayores y menores; tenian particulares vestiduras, que se ponian para sacrificar; insti- tuianse unos por elecci6n y nombramiento del Inca 6 sus gobemadores, otros por sucesion de ciertos ayllus y linajes, para servicio y ministerio de diferentes dioses, y otros por ofirecimiento de sus padres. Caciques, 6 mayores; y esto, no acaso, sino por varios sucesos y ocasiones.
Los sacerdotes del Sol eran del ayllu y familia de Tar- puniay, y por eso los llamaban Tarpuntaes, y no podian serlo de otro linaje; y el sacerdote supremo deUos, como si dijeramos su obispo, era el que presidia en el templo del
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I30 Sol, que estaba en la ciudad del Cuzco, el cual era la dig- tiidad supreina entre ellos y el superior y prelado de los dcmis sacerdotes, asl del Sol como dc los otros dioses. Lla- mibase Villac-umu, que significa el cadivmo 6 el hechicero que dice»; al cual los espafloles, corrompiendo el vocablo, nombran VtVaoma. fiste residfa siempre en el Cuzco en el tempio llamado Coricancha, Los diputados para cste oficio se elegfan desta mancra: si nac(a en el campo algtin vanSn en tiempo dc tempestad y tnienos, tenlan cuenta con &, y despues que era ya viejo, le mandaban que entendtese en esto. Llamabanlo desdc que nacfa cHijo del Trueno>, y teii{an crefdo que el sacrificio hecho por mano deste era mis acepto i sus Guacas que de otro ninguno. Item, los que nacfan de mujeres que afirmaban haber concebido y parido del Trucno, y los que nadan dos 6 tres juntos de un vientre, y finalmente, aquellos en quienes la Naturaleza ponfa mas de to comdn, diciendo que acaso y sin misterio los scfialaba, todos estos eran consagrados por sacerdotes cuando viejos; porque todos 6 los mds que tenlan este oii- cio, lo eran y no se admitfan i, 4\ sino cuando llegaban d edad que no podfan ejercitar otros trabajos. Su ndmero era excesivo, porque no habfa adoratorio grande 6 peque- flo, ora fuese arroyo, ora fuente, ccrro 6 cualquiera lugar de vcneracidn, que no tuviese seAalados sus ministros y guafdas, que allcnde de ocuparse en tos sacriflcios que per- teneclan i, cada Gttaca, atendfan i. conservar la mcmoria dellas, esto es, qu4 oficio y advocacion tenfa cada una, cl efecto para que se le sacrificaba y las cosas con que se ha- bla de hacer el sacrificio, poniendo en esto todo su estudio y cuidado; y criaban consigo i los que habfan de quedar en su lugar, instruyendolos con diligencia en estas cosas. Tambien habfa otros muchos que trataban en echar suertes, k los cuales llamamos sortflegos, y todo genero de hechiceros, adivinos y agoreros, entre los cuales andaba el oficio de confesores y de curar supersticiosamente. Muchaa

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veces se confundian estos oficios cod el primer linaje de sacerdotes, usdndolos todos juntos uDas mismas personas, y otras andaban divididos, atendiendo cada uno al suyo; si bien lo mis comi!in era lo primero, que los sacerdotes eran juntamente confesores, meicos y hechiceros. Por lo cual, aunque dividimos estos oficios tratando de cada uno eo su capitulo, no se ha de entender que los oficiales dellos eran siempre distintos.

CAPfTULO XXXIV De los sortilegos,
CON nombre de hechiceros comprchendemos i toda suerte de gente que usa de supersticiones y artes ili- dtos para obrar cosas extrafias y que exceden la facultad humana, las cuales alcanzan por invocaci6n y ayuda del Demonio» en cuyo pacto explicito 6 implfcito estriba todo 8u poder y ciencia. Los tedlogos suelen dividir esta supersti- ci6n diabdlica en cuatro especies: d la primera llaman arte migica, y es cuando por elia se pretende algi!in efecto DCS que publicaban ser efectos de suerte y facultad; ai bien algunos deltos se entendlan con el Demonio. En este ca- pftulo tnitare sdlo de los sortflegos que adivinaban por suer- tes, sin tener pacto ni comunicacion con e1, y en los doa siguientes de los medicos y hechiceros que usaban de aites diabolicas.
El oficio de sortflegos tuvieron estos indios no sdio por licito y permitido, mas tambien por \M\ y necesario en la repOblica. Ejercitabanlo asf hombres como mujeres, aunque mes comilnmente hombres, y no habia pueblo en que no se hallase cantidad dellos; y en la ciudad del Cuzco tuvie- roa siempre los Incas oficiales seflalados deste oficio, los cuales de ordinario eran de la provincia de Condeatyo, des- pue que de alii sali6 uno llamado Galina, que tuvieron por muy cminente en el oficio. Todos cuantos entendfan en esto eran gcnte indttl, pobrc y de baja suerte, como tos demis hechiceros, a los cuales elegfa el Caciqut de cada pueblo, despue que les faltaban las fuerzas para trabajar, prccedtendo i esta eleccion diversas ceremonias y ritos, que les mandaban hacer los dichos Caciques; y aplicaban i este ministerio esta suerte de gente, porque dado caso que to- dos estos indios en general se pretendlan aprovechar de las suertes y hcchicerias, y el uso dellas era comtin y tan eecuentado que ninguna cosa de importancia ponlan por Qbra que la averiguacidn del suceso no la remiticsen i los hechiceros y sortflegos, con todo eso, lo tuvieron siempre per oticio bajo y de poca estimacten, y asi andaba en per- sonas desta condicion y necesitadas; de lo cual daban elloi algunas razones que satisfaccn poco, pero s61o una me pfr rece que concluye conforme a sus costumbres y ginero de gobernacion, y es, que la pretension general destos Incas

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fue siempre que ninguno de sus vasallos holgase, sino que todos entendiesen en alpeo en la repi!iblica; y presupuesto que tuvieron por averiguado ser necesario este oficio de hechiceros, mandaron que le usasen aquellos que segun sus aAos y necesidad no pudiesen entender en otros.
Asimismo se ha de presuponer que ninguna hechiceria, sueite ni otra obra de las que estaban i cargo de los de este ofido, se podia empezar sin algQn sacrificio de mucha 6de poca importancia» segien la pretensi6n de la persona y causa por que se hacfa; y dcstos sacrificios, consumida la parte que les pareda que bastaba, comian y se sustentaban bs que entendlan en ello. Porque decian, que pues les fal- taban las fiierzas para trabajar, que era justo que tuviesen oficio con que sin ellas se pudiesen mantener, que era otra de las razones que daban del principio que estd presupues- tado; y aun afiadlan otra que parece que trae alguna apa- riencia, y es, que doliendose el Vtracocha de la necesidad y hambre de los viejos y personas necesitadas, tendda por bien que sus suertes saliesen ciertas, para que, mediante esto, todos acudiesen d ellos y con su oficio se remediase 8Q necesidad. El fiindaaiento principal de todas estas razo- nes era, A mi ver, la poca 6 ninguna caridad que tenian UQos con otros, no tratando ni acorddndose de socorrer las oecesidades de sus pnSjimos pobres, viejos € impedidos.
Siendo, pues, como era permitido usar este oficio asi hombres como mujeres, y tan aparejado para la sustenta- Gidn humana, y ninguno el remedio que por otra via los pobres tenian despues que les faltaban las fuerzas para el trabajo, no hay que espantamos fuesen muchos los que le usaban, que eran tantos, que cuenta el Licenciado Polo On- degardo en su Relacion (1), que por la averiguaci6n que por orden suya hicieron los alcaldes indios en la ciudad del Cuzco, fueron traldos i, su presencia de solos los moradores

(i) No es DinpiDft de las dos que se codoccd.

134 HlSTOWA
de aquella ciudad cuatrocientos y setcnta y dnco hombres y mujeres que no tcniao otro oficio, cada uno con loa ins- trumentos que usaba. Aunque i todos era pennitido ecbar suertes per su causa propia, s61o5 los nombrados por los Caciques como oficiales piiblicos y que vivian desta ocd- paci6ii, las echaban por causas de otros; y en esto habla lo que en todo lo demes, que unos saltan mis diestros que otros en las pUticas y fingimientos, afiadiendo y hacieado mis de lo ordinario, con que ganaban mis que otros, -por acudir i ellos mis gcnte.
Usaban cstc o6cio con difcrcntcs generos de instru- mentos y artifictos, y lo mis comdn era con Mats, con Frl- soles y con unas pedrezuelas neras y dc otros colores di- ferentes; las cuales los hechiceros y sus sucesores guards- ban con gran cuidado, cuando moria cl que le usaba; y cuando ellos venlan i ser viejos, con cllas mismas lo ejee citaban.
La forma como decfan que hubieron estas pfedras es largo de contar; porque unos afirmaban que i ellos 6 i sus antepasados las di6 el Trueno; otros que alguna Guaca; otros que de noche entre sueRos vino algdn difunto y se las tnijo; y algunas mujeres hacfan entender, que estando en el campo en tiempo tempestuoso, se hicieron prefladas del Trueno, y al cabo de los nuevc meses las parieron con grandes dotores, y que en sueftos Ics fue dicho que serlan ciertas las suertes que con ellas se tiiciesen; y desta mancia haclan entender otros mil disparates. Y asl, con la Dccesi- dad de los unos y con la fclicidad de los otros y diligencia del Demonio, se vinieron i introducir cosas tan daOosas y dificultosas de desarraigar, cuanto ha mostrado la expe- riencia.
Lo segundo, usaban para estas suertes dc unas araAas grandes que tenlan en ollas muy bien tapadas, y alU les dabao cicrto genero de comida con que las sustentaban; y cuando venfa alguno a saber dellos el succso de lo que

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qucria hacer, habiendo precedido algdn sacrificio, destapa- ban la olla, y si la arafta tenia algien pie encogido, era se- fial de que el suceso seria oialo, y si los tenia todos exten- didos y descubiertos, de que seria bueno. Deste genero de hechiceria usaban mis ordinariamente los de las provincias de Ckinckaysuyu, donde eran muy veneradas las araftas (i). En otras partes tenian para este efecto culebras y en otras otros generos de animales.
Lo tercero, tenian otra manera de suertes y averigua- ci6n de lo porvenir; y era mascando Coca y echando su zumo con la saliva en la palma de la mano, extendiendo los dos dedos mayores, y si caia por ambos igualmente, dedan seria bueno el suceso, y si por el uno solo, seria ma- le; y antes de esta prueba hacian sacrificio y adoraci6n al Sol.
Lo cuarto, solian matar aves, Carneros 6 corderos, y soplando por cierta vena de los bofes, decian que hallaban en ellos sefiales por donde adivinaban lo que habia de su- ceder. Otras veces, para este mismo iin, quemaban sebo de Carneros y Coca; y en cierto humor que salia y otras sef&ales que se vian al tiempo de quemarse, decian que co- nodan lo que habia de suceder i el que los alquilaba.
Echaban estas suertes por cuantas cosas querian poner por obra» como sembrar, coger, encerrar el pan, ir camino, hacer casa, casarse 6 dejar la mujer que teniane abrir las orejas con la solemnidad que se hacfa, ir a la guerra, y en todos los demis negocios; de modo que ninguna cosa em- pezaban sin dos prevenciones: la primera echar suerte, y la segunda, hacer algi!in sacrificio, 6 al trocado; y el que echaba las suertes tambien hacia primero acatamiento d las Guacas y i alguna particular de su pueblo 6 parcialidad 6 suya, y ofredale algtin sacrificio; y no solamente usaban

(1) LlamAbaDse estos hechxocroi paccharfau, pitcchacdtice d pachd- tiu, por el Dombre de las araftas, paccka.

136 HlSTOBIA
estas suertes para saber si seria bueno 6 malo el suceso de las cosas que quertan hacer de cualquier ooodicido que fiie- sen, pero aun tambien para saber cudles sacrificios sciian mis agradablcs al Viracocka 6 al Sol 6 i cualquiera otto de sus dioses a quien querian pedir algo, oonfonne i U calidad de la cosa que se pretendla, presupuesto lo dicho. que ninguna comenzaban sin suertes ni las echaban sin al- gtin sacrificio. Y era cosa de risa ver la facilidad que en estos indios habla en el creJito que daban & estas oifierias; pues pregun tan doles si dejaban de scrabrar alguna vez por que la suerte dijese que no lo hiciesen, rcspooden que sieoi’ pre la suerte dijo que sembrasen; y con todo eso, nuaca las dejaron de echar, may contcntos y satis£echos que ks declan la verdad.

CAPITULO XXXV
De los hechiceros medicos y las supersticiones que usaban en curar.
MUCHOS eran los indios, asl hombres como ntujeres, que curaban enfermedades; y dado caso que alguaos sabfan algo y tenfan conocimiento de yerbas salutlferas, con que i. veces sanaban, con todo eso, todos en general cura- ban con palabras y accjones supcrsticiosas, y ninguna cura haclan a que no precedicse sacrificio y suertes. Llamilbanse estos medicos Camasca 6 Soncoyoc; los cuales, presuntados quien les di6 d ensefld el oficio que usat>an, los mels dabaa por principal causa y respuesta haberlo soAado, diciendo que cstando durmicndo se les apareci<5 alguna persona, que, doliendose dc su necesidad, les dijo que les daba facultad para curar de aquellas enfermedades que curaban; y siem- prc que cinpczaban la cura, sacriticaban algo a aquella

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persona que afirmaban haberseles aparecido entre suefios y ensefiadoles el oiodo de curar y los instrumentos con que io babian de hacer. Otros habfa que curaban quebrados y desconcertados, los cuales tenian gran cuenta y cuidado, en tanto que duraba la cura, de sacrificar en el lugar donde se quebnS 6 desconcert6 el enfermo.
El modo como se dedicaban a este oficio muchos, era ee: que cualquiera que tuvo quebrado brazo 6 pierna 6 otra parte del cuerpo y sano en menos tiempo del que pa- reda era necesario, quedaba por maestro entre eilos de cu- rar seroejante mal, y fingian grandes cosas, mediante las cuales babian venido a conseguir la salud, y sueflos en que les dieron el poder para curar; y no pocos, fingiendo las tales enfermedades, certificaban haber sanado muy presto, y teniendolo el pueblo por milagro, acudian i ellos mds enfermos.
Tambien habia mujeres parteras, de las cuales unas de- dan que entre sueftos se les habia dado aquel oficio, y otras se dedicaban i €i cuando, siendo pobres, paHan dos de un parto; en el cual se hadan muchas ceremonias, ayunos y sacrifidos. &tas entendian en curar las prefladas, sobdn- doles el vtentre para enderezar la criatura; y aun tenfan grandes artificios para matalla en el cuerpo de la madre, cuando se lo pagaban.
Muchos destos medicos 6 hechiceros eran diestros en hacer confecciones de yerbas y cosas pK>nzoflosas con que mataban d quienes querfan; y tenian yerbas que hadan en este caso diferentes operaciones; porque unas mataban en mis y otras en menos tiempo, conforme la mezclaban y oonfieccionaban; y no hay duda sino que con estos hechi- 10s moria gran ndmero de indios.
Era tanto el miedo que los desventurados tenian a los que conodan que lo sabian hacer, que el iHltimo remedio que tenian, aunque fuesen Caciques y principales, era con- tribuilles con dddivas y contentarlos en cuanto podian. Con
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1 38 HiSTORI A

estas yerbas y bocados que solian dar etos, se iban se- cando los enhechizados hasta morir.
Los instrumentos y materiales que de ordinario ten&ui para sus hechicerias, eran muelas, dientes, cabellos, ufias, conchas de diferentes maneras y colores, figuras de antma- les hechas de diferentes cosas, sapos vivos y inuertos» ca- bezas de varios animates, animalejos pequefios secos, arafkas vivas de las grandes y peludas, guardadas en oUas tapadas con barro; gran diversidad de raices, oUas y otras vasijas Ilenas de confecciones de yerbas y otras cosas de untos; y cuando declaraban y particularizaban el efecto que hada cada cosa destas, contaban infinitos disparates y desatinos. Y dado caso que todos estos indios lo creian come ellos lo dedan, es cierto que no todas hacian la operaci6n que ellos afirmaban, sino que se daban a tener cosas extraordi- narias, para espantar a los que las vian y que mediante este miedo les contribuyesen y diesen cada uno de lo que tenia.
En sintiendose los indios enfermos, se hadan Uevar i estos hechiceros 6 los llamaban d sus casas; los cuales, ante todas cosas, ofrecian sacrifidos y echaban suertes; y en tanto grado creian que los sacrificios y superstidones suyas aprovechasen para cobrar salud y que acertaban en todo, que si ellos por sus embustes y suertes conclufan que uno habia de morir determinadamente, y 61 se via apretado del mal, no dudaba de matar su propio hijo, aunque no tuviese otro, con lo cual tenfan por opini6n que alcanzaban salud; y asi le ofrecian con palabras que significaban 6sto, diden- do, que pues ya estaba determinada su muerte y no se podia excusar, que en su lugar ofrecian su hijo en sacri- ficio. Comi!inmente creian los mds destos indios, en enfer- mando de cualquier achaque que fuese, que les habian dado hechizos 6 bocados, y asi iban a los maestros desta arte para que les deshiciesen el daflo que sospechaban les ha- bian hecho; y en lo que estos hechiceros les daban para sanar, solian recebir el niismo detrimento que temian, por-

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que solian roorir muchos desto. Las supersticiones y visa- jes que hadan para venir a hacer este dafto, eran muchas: hadan creer al simple vulgo que d ellos solos se habia re- servado aquel oficto, y que no lo podia hacer otro uinguno acertadamente, contando las formas y maneras que tuvo el Demonio para enseflarsele y los trabajos que les hizo pasar para aprenderlo. Este gcenero de hechicedas, en or- den i curar desta manera, era tenido por necesario, aunque el matar con hechizos era tenido por delito gravisimo.
Los otros meicos que no usaban destas confecciones ponzoftosas, tenian varios modos de curar. Primero hadan cierta harina de Mais bianco y negro y de otros colores y de conchas de la Mar de cuantos colores podian haber, y poniendola en la mano del enfermo, le mandaban que la soplase en sacrificio d las GuacaSy diciendo ciertas palabras; y asimismo les hadan soplar un poco de Coca al Sol, ofre- dedosela y pidiendole salud y lo mismo i otros dioses; y tomando en la mano un poquito de oro y plata de poco valor, lo ofrecia el mismo enfermo al Viracocha, derramdn- dolo. Despu6s desto, mandaba el hechicero al enfermo que diese de comer d sus difuntos, poniendo las comidas sobre sus sepulturas, si estaba en parte donde se podia hacer, y derramdndoles la Chicha, y sino, en la parte de su casa que le paredese, haciendole entender, que porque padedan hambre sus difuntos, le habian echado maldiciones, por donde habia enfermado.
Cuando el enfermo podia ir por su pie d alguna junta de rfos, le hadan ir alld y le lavaban el cuerpo con agua y hari’ na de Maiz bianco, diciendo que alii dejaba la enfermedad; y si no estaba para poder andar, se hacia este lavatorio en casa del enfermo. Tambien solian curar sobando y chu- pando el vientre del enfermo y otras partes de su cuerpo; untdndolos con sebo 6 con la carne y grosura del Cuy 6 de Sapo, y haciendoles semejantes unturas con otras in- mundicias 6 con yerbas. Hadanles en creyente a los enfer-

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mos, que chupdndoles la parte de su cuerpo que les dolla, les sacaban sangre 6 gusanos 6 pedrezuelas, y mostriban- selas, afirmando que por allf salia la enfermedad; y es que ellos traian estas cosas consigo y se las ponlan en la boca al tiempo del chupar, y ensefkindoselas despue al enfermo y i sus parientes, dedan que ya habla salido el mal y que sanaHa sin duda; con lo cual hadan otros mil embustes. Para las enfermedades muy graves que con las medi- cinas y curas comunes no sanaban, hadan los hediiceros meter al enfermo en un aposento secreto, que primero pre* paraban desta manera: limpiibanlo muy bien, y para pu- rificallo, tomaban en las manos Mais negro y trafanio re- fregando con e1 las paredes y suelo, soplando a todas partes mientras esto hacfan, y luego quemaban el Maiz en el mis- mo aposento, y tomando luego Afaiz bianco, hadan lo mis- mo, y despues asperjaban todo el aposento con agua re- vuelta con harina de Maiz, y de esta suerte lo purificaban. Limpio, pues, y purificado asf, echaban al enfermo de es- paldas en medio dd, estando presente el Inca, si era su mujer 6 hijo el enfermo, y luego, por ilusiones y embustes del Demonio, era el enfermo arrebatado de un pesado sue- fio y dxtasis, y los hechiceros hacian aparencia de que lo abrian por medio del cuerpo con unas navajas de piedras cristalinas, y que le sacaban del vientre culebras, sapos y otras bascosidades, quemando en el fuego que alii tenlan todo lo que le sacaban; y decfan que desta suerte limpia- ban lo interior del enfermo, haciendo en esto muchas su- persticiones. La paga que daban a estos meicos era en comida, ropa, oro, plata y otras cosas.

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CAPfTULO XXXVI De las adivinos, y conio invocaban al Demoftto.
TENf AN estos indios muy grande conocimiento del De- monio, al cual llamaban Zopaye y conodan bien ser espfritu malvado y engaflador de los hombres; pero habfa e1 cobrado tanta autoridad y poder sobre ellos, que lo obe- dedan y servfan con gran respeto; si bien es verdad que mas lo reverenciaban por temor de que no les hiciese mal, que porque creyesen que en e1 hubiese deidad.
Aunque como degos y engaftados deste cruel tirano, entendian, que no embargante que habfa un Criador de to- das las cosas, tambien e1 tenia mano en todo.
A tiempos estaban mal con €1 algunos y lo aborrecfan, por ver sus enredos y maidades y que nunca trataba y de- da verdad. Mas como por sus pecados (permitiendolo Dios) los tenia tan sujetos i su voluntad, no dejaban de estar degos en las prisiones de sus engaftos. Tenia donde quiera cantidad de si!ibditos y ministros, los cuales, para serlo, se le ofredan y dedicaban de diversas maneras: unas veces dejando crecer el cabello hasta la dntura, otras trasquilin- dolo de cierto modo, y con otras ceremonias y supersticio- nes; y en sefial del vasallaje que le rendian, solian traer consigo su iigura hecha de un hueso hueco y encima un bulto de cera negra. El nombre destos discipulos del De- monio era [/mu, a los cuales el pueblo tenia por adivinos y acudian i preguntarles por las cosas perdidas y hurtadas, por los sucesos por venir y lo que pasaba en partes remo- tas y distantes; y ellos consultaban sobre esto al Demo- nio, con quien hablaban y tenian sus coloquios en lugares obscuros, y e1 les respondia con voces roncas y temerosas.

142 que i veces o(an tos demis sin entenderlas ni ver qute era el que hablaba; y es cierto que sobre las cosas hurtadas y perdidas hadan estos adivinos averiguadones cxtraordi- narias y con cllas atinabao muchas veces, declarando adon- de estaban; y otras dcdan lo sucedido en lugarcs oiuy apar- tados antes que la nueva vmiesc ni pudicse venir por cureo natural.
Verdad cs, que en las respuestas que daban acerca de los sucesos futuros, nicDtlao de ordinario, y no por cso se desacreditaban, alegando que habla mudado de parecer d Demonio, al cual sollan invocar de muchas maneras: uoas veces baciendo ciertas rayas y cercos en el suelo, bablaodo palabras i prop6stto; otras se entraban en un aposento, y cerrado por dentro, usaban dc ciertas uaturas y se embo- rrachaban hasta perder el sentido, y despue, i cabo de un dla, dedan lo que les preguntaban. Para cstas consultas y pliticas con el Demonio hadan mil ceremonias y sacrifi- dos, y la principal era cmborracharse, echando en la Cki- cka el zumo de una yerba llamada Vika, En diversas par- tes del reino habia Idolos famosos tenidos por oraculos ge- nerales, en quienes el Demonio hablaba y daba respuestas, como eran, la Guaca de Guanacauri en los terminos de la ciudad del Cuzco, la de Pachacama, cuatro leguas desta ciudad dc los Reyes, y otras muchas; por cuyos ordculos tnventaron estos Indlos muchas superstidones y hechlce- rlas, Otras veces respondla c1 Demonio d sus ministros des- de una picdra 6 desde otra cosa tenida por ellos en vene- raci6n; y no pocas se les apareda visiblcmcnte en varias y espantosas figuras, como de serptentes y de otros ani- mates fieros, y hablaba con ellos.
La invocation del Demonio que hadan estos arjolos con mis solemnidad, era por el Fuego, i quien reverenda- ban y adoraban por muy principal Guaca, la cual hadan en esta forma: tomando dos brascros de plata, cobre 6 ba- rro, de hecliura de alquitara grande sin pico, con muchos

DEL Nl-EVO Ml’NDO I43

aeii}eTX>5 alredeckM- y otro mayor en )a parte alta, por don- de saUa la llama del fueeo, y puesitos uno cnfrente do otro, Beoos de rajas de lefta untadas con sebo, los encendian y sopbban 000 udos caflones del tamafto y fonna que de ar- cabaz, los cuales, de la mitad para arriba eran de cobre, y b otra mitad de plata. Alrededor destos horaillos ponian mucbos vasos de oro, plata, madeta y barro, con diverea*! manjares y bebidas, y luego el ministro principal con los demas, mascando Cot’a, ya cantando, ya llorando, con pa- labras que para este efecto sabCan, comenzaban a invocar las cUiimas de aquellas personas de quicnes quedan saber algo, convidandolas que viniesen al banqucte que les lia- dan en presencia del sagrado Fuego, del Sol y de la Madrc Tierra Pachamama. Encendido bien el fuego de los brase- ros, comenzaban d salir sus llamas por los respiraderos, y entonces venfa el Demonio, y sin ser visto, les hablaba, diciendo que era el anima de aquella persona por quicn ellos preguntaban, ora estuviese muerta 6 viva, ora en lu- gar cercano 6 remoto; y lo primero que hucfa, era dar muestras de haber aceptado el banquete, y luego iba res- pondiendo a cuantas preguntas le hacfan.
Finalmente, para confirmacion de cuanto habfa dicho, le forzaban con conjuros y encantos a que se metiese en uno de los dichos hornillos por el agujero que ellos le seftalaban de los de la redonda, y mandindole que por la llama que por €L salia repitiese y se ratificase en cuanto habia dicho; y desta suerte respondla por la llama i todo cuanto se le pre- gootaba; y si les parecia a los adivinos que babia que divpu- tar y oonferir en sus respuestas, hadan que otros e%pirftus 6 demonios entrasen en el otro brasero, y por los agujefye dfl, que les seftalaban, replicasen al primero; y al cabo, paia ooofirmaddn de que se habia tratado verdad, apro- base d fuego lo dicbo coo respondcr la Qama nuiyor q ‘e salia por d agujero de la parte superior. Usabao devte ‘ee’ aero de acfivinar sotaoiente en negociof muy gni«« y de

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importaDcia, cotao cuando haUa sospecha de que algiuia provincia se queria rebetar o tramaba alguna traidon coobm d Inca y no se podia averigiiar coa testigas, tormentos ni por otro camino, y en casos semejantes. No se bada esta iovocacioa dJabblica sin grandes saanGcios de niftos, oto, plata, corderos blancos sin maofe alguna y de las otras oosas prcciosas que soUan sacridcar a sus Guacas; los ni- fios entcnaban vivos, y to demas qucmaban. HalUbase al- gunas veces el Inca en cstos sacrificios, aparieocias t Qif siones del Oemonio, habiendo prccedido dos 6 tres dias de ayuno sin gustar ylji, sal ni came. Lx>s adivinos deste geero se llamaban Yacarta, y eran comdnnKnte naturales del pueblo de Guaro, diocesis del Cuzco. Eran muy temi- dos as! del Inca como de los demis, y donde quiera que el Inca iba los llevaba consigo.
Habfa otra suerte de hechiceros, permitidos por tos In- cas en cierta oianera; porque, puesto caso que no eiao de los que tcnian por necesarios en la repieblica, pero no se tenia cuenta con castigallos. Estos eran de condicidn de bnijos, que tomando la forma que querian (segiln ellos afir- maban) iban por el aire en breve ttempo mucho camino y vlan cuanto alia pasaba; y vueltos al lugar de doade par- tieron, lo contaban.
Taoibien acudfan a estos hechiceros por remedio para aicaozar alguna mujer 6 aficionarla, y para que no Ics de- jase la manceba; y las mujeres sollan acudir A los dicbos por lo mismo; y para estc efecto les daban alguna parte de su ropa y cabellos 6 del c6Riplice, y i veces de su misma sangre; con las cuales cosas hacfan ellos sus hechicerlas.
Item, solfan estos embaidores traer consigo y dar i otros para que los trajesen cierta maaera de bechtzos 6 n6> minas del Demonio, que llamaban Huacanqui, para efecto de alcanzar mujeres y aficionarlas, 6 ellas i los varones, 6 ponerlos en la ropa 6 cama de la persona que pretendtan atraer, 6 en olra parte donde les pareda que podria bacer

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efeclo, y otros hechizos semejantes hechos de 3rerbas 6 de otras cosas. Eran estos Huacanquis ciertas figuras obradas de plumas de pdjaros 6 de otras cosas diferentes; y i. este modo eran sin cuento los embustes, hechizos y supersti- ciones que usaba esta gente engaftada del Demonio.

CAPtTULO XXXVII
De los ruogimientos 6 manasierios de doncellas con- sagradas al vano culto de sus dieses.
NO s61o era muy grande el nUmero de hombres dedi- cados al culto y ministerio de su falsa religidn, como habemos visto, sino tambien el de mujeres, que desde niflas las consagraban i los Idolos y vivian en perfecta clausura y castidad, como entre nosotros las monjas. En cada pue- blo prindpal y cabeza de provincia en que habla templo dedicado al Sol, tenlan edificado junto a e1 un monasterio 6 casa de recogimiento, que llamaban Acllagnaci, que quie- re decir cCasa de escogidas», donde vivian cantidad de vir- gines llamadas Mamacanas, que quiere decir las cSefioras Madres>, cuyo ndmero era mayor 6 menor, segiin la gran- deza y autoridad del templo i quien Servian, y en algunos Begaban i doscientas. Encerribanse en estos monasterios desde oifias de diez i doce afios, no por devocion suya 01 de sus padres, sino por la voluntad del Inca y rito de su rd]gi6o; y estas eran de las que se recogian de tributo por todo el reino, y se tenia consfderacidn d que destas niflas se aplicasen d esta profesi6n las mis nobles, y hermosas. Vivian tambito en compafiia destas Mamaconas dentro de lot dichos recogimientos todas las demis niflas del tri- buto, hasta que lleaban i edad en que el Inca disponia
ToMO IV 19

146 dellas. Llamibanse estas nifias se;lares AcUas, que es lo mismo que esccedas, porque lo eran de todo el impeiio de los Incas, como arriba queda dicho, las cuales aprcndiaii aqui asf las cosas tocantes a su religion, ritos y ctxtxoamA della, como los ministerios propios de mujeres y rios a la vida humana, que lo uao y lo otro les las Mamaconas.
Tenia cargo de cada monasterio el mismo gobemadoi 6 comisario, nombrado Apupanaca, que recogia el tributa de nifias, el cual cuidaba de la guarda, administraddo y sustento del dicho monasterio. De las niAas que se criaban en estos recogimientos se rehada y enteraba el mimero dc las Mamaconas que morfan. Entendfan estas virgenes eo el servicio de sus dioses, pero no de todos, sino de los mis principales, como eran el Viracacha, el Sol, Trueno y algu- nos otros; y era requisito necesario para ser admitidas d este estado y profesion, que fuesen virgenes y conservaseo la virginidad toda la vida; porque la que se hallaba habei delinquido contra su honestidad, lo pagaba con penadc muerte, la cual le daban enterrindola viva 6 de otro modo no menos cruel, y por la misma pena pasaba el c6mplicc de cualquier estado y condici6n que fuese, excepto el Inca, del cual afirman que algunas veces excedla en esto y tenia entrada con algunas; pero ellas se quedaban en su clausura y estado, sirviendo a los idolos a quienes estaban dedica- das, y con la misma guarda que antes, sin sacarlas de su recogimiento. Mas lo que las guardas y porteros en tal caso hadan en prueba de su gran vigilancia, era que en- tendido que el Inca habia entrado alguna noche, otro dia, estando €\ en la plaza del Sol, donde asistia al sacrifick ordinario de cada dia, se llegaba i €\ por las espaldas unc de los guardas, que siempre eran muy viejos, y sentdndosc junto a e1, le trababa de la manta y le decia muy quedo: cinca, esta noche entraste en la casa del Sol, y tuviste que ver con una de sus mujeres»; y el Inca asi quedo respon-

DEL NUKVO MUNDO 1 47

dia: ; y hecho cste sacrifido, daban de los mismos manjares a los sacerdotes del Sol y demis ministros del templo y gente que estaba en guarda del di- cho monasterio, y ellas tambien comlan.
La clausura que guardaban no era tan estrecba que no salicsen fuera muchas veces, porque no s6lo saUan al tem< plo, sino tambien i. otras partes; si bicn esto era solaownte para hallarse prcsentes en los sacrifidos que al Sol hadaa donde quiera que fuesc; y fuera desta ocasidn, para niuguna otra les era permitido salir de su recogimiento, y si salfan para los tales sacrificios, era porque tenfan gran parte en ellos como esposas del Sol i, quien los dichos sacrificios se hacfan. Por esta razon tenfan cargo de ejercer en ellos algunos ministerios, como era sacar en piiblico el Idolo de la Luna, que solas ellas podian sacarlo, y llevar la CMicha que en los sacrificios se gastaba, para los cuales ya ellas la tenfan pre- venida, y dar de beber a los sacerdotes del Sol, y otras cosas semejantes; de manera que nunca se cdebraba fiesta propia del Sol, en que no asistiesen algunas destas Mama- 149 capItulo xxxvm De los agueros y abusiones que estos indios Unian. LAS abusiones y agueros destos indios eran tantos, que no ficilmente se puede hacer memoria de todos; con- tentanne h€ con referir en este capitulo los mds ordinarios y generates. Comdnmente, cuando vfan Culebras, 6 solas 6 trabadas, Serpientes, Viboras, Lagartijas, Arafias Sapos, Gusanos grandes, Mariposas, Zorras y otras cosas seme- jantes, creian que era mal agiiero y que habfa de venir mal ppr ello i, quien los via, particularmente si topaban algunas destas cosas en su casa; y a las Culebras, despues de ha- berlas muerto y orinado en ellas, las pisaban con el pie izquierdo, para que con esto no viniese el mal agiiero; y hadan otras ceremonias por este mismo fin, Cuando ofan cantar Lechuzas, Buhos 6 otras aves extrafias, 6 aullar Pe- rros, lo tenian por mal agiiero y presagio de su muerte 6 de la de sus hijos 6 vecinos, y particularmente de la de aquel en cuya casa 6 lugar cantaban 6 aullaban; y solian ofrecerles Coca y otras cosas, pidiendoles que dafiasen y matasen i, sus enemigos y no i ellos. ttem, cuando ofan cantar al Ruisefior 6 al Sirguero, lo teofan por pronostico de que habfan de refiir con algunos. De los eclipses del Sol y de la Luna sacaban agiieros, diciendo que pronosticaban infortunios y calamidades. Tarn- bien tenfan por mal agiiero y que era para morir 6 para algun otro dafio grave, cuando vian el Arco del cielo, y i veces por buen pronostico. Reverenciabanlo mucho y no lo osaban mirar, 6 ya que lo miraban, no lo osaban apun- tar con el dedo, entendiendo que se moririan; y a aquella parte donde les parecia que caia el pie del arco, la tenian 150 pOT lugar horrendo y tcmeroso, entendiendo que habla alii alguna Cuaca 6 otra cosa digna de temor y reverenda. Cuando parecia algiin cometa, graaizaba 6 nevaba 6 habia teiDpcstad grande, daban gritos, esperando que asj tcndrian remedio; y hadan cntonces algunos sacrifidos y otras su- perstidones. Otrosf, cuando corria alguna esbrella, era grandlsima la grita que hadan, y se entristedan como en lo9 edipses y cometas. Cuando temblaba ia Tierra, derramaban agua en ella, didendo que las Guacas tenlan sed y queiian beber, y hadan otras ceremonias. Cuando Ics temblaban los perpadra dc los ojos 6 los labios 6 otra parte dd cucrpo, zumbaban los oldos 6 tro- pezaban con los pies, decfao que habJan de haber 6 oir ae bueno 6 malo: bueno, si fue el ojo, oldo 6 pie deredio, y malo, si fue el izquierdo. Los indios de Los Llanos usaban, estando enrcrmos, poner sus vestidos en los caminos, para que llevasen los caminantes su enfcmicdad 6 los aires puriiicascD sus ropas; y tambien habfa esta costumbrc en algunas parte de la Sie- rra; y comiJnmente acostumbraban cmbadumarse el cucr- po con Mais 6 con otras cosas, 6 embadurnar i otros para sanar de sus enfermedades. Con el Llimpi, que es el metal del Azogue, solfan hacer diversas supersticiones, untindose con e1 y con otros colo> res de tierra en ticmpo dc sus fiestas, 6 para otros lines malos, aAadiendo ceremonias y supersticiones. Solfan ba- Qarse para ser limpios de sus pecados, y escupir en la yerba llamada HUho, cuando los confesaban d los hechiceros, que- mar la ropa con que los cometieron, creycndo que cl fuego los consumla y ellos quedarfan limpios sin culpas y libres de pena.
Cuando el fuego saltaba y arrojaba ccntellas, echaban en e1 Mais, Chicka 6 otra cosa para aplacarlo, haciendole veneraci6n. Para que viniese ma! 6 muriese el que aborre-

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dan, vestfan con su ropa y vestidos alguna estatua que ha- dan en nombre de aquella persona, y la nialdecfan colgsin- dola de alto y escupiendola; y asimismo hadan cstatuas pequeAas de cera 6 de barro 6 de masa, y las ponfan en el fuego, para que alM se derritiese la cera, 6 se endureciesc el barro y masa 6 hiciese otros efectos que cllos prctcndian, creyendo que por este modo quedaban vengados y hacian nial i BUS enemigos. Solian las mujercs qucbrar huh Vapos 6 alfileres con que prenden las vestiduras, entcndicndo (juc por esto el var6n no tendda fuerza para juntarse con cllaii, 6 la que tenia se le quitarfa luego. Tcnian por abusion que las mujeres prefladas 6 que estaban con cl rncs panascn por los sembrados.
Finalmente, observaban mucho los sucftos y pcdfan i los hechiceros y adivinos se los declarascn 6 interprctaen, flando entero creito a lo que etos Ics dccian. Ksto cs lo prindpai que tenian estos indios peruanos de idolatr/as, dio- ses, ceremonias, ritos y superstidoncs, dejado aparte lo que como gente bestial, inmunda y sujeta al Demonio, tenia de torpezas y cosas obscenas que mezclaban con sus ritos, que no fucroD en esta parte de mejor condicie que Ua gentiles dd Mundo Viejo, pues tenian por guia y maestro de %u% ccgaededts e ignoranda al mismo que I04 otros. Veto no he quendo pooer en esta relacuSn y tratado dc su iaisa Ree hgeoa cxxoL que pudiese ofendtr las orejas ca%ta» del criv tiano lector; y asi, dc prop6sito, he dejado lae %ucteidaAt% que tenian por Religioo y con que acompaAaban muchas de 90s iddatrias y soperstidones.

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LIBRO DfiOMOCUARTO
‘ee las costumbres de los indios peruanos.

CAPfTULO PRIMERO De la lengua quichua, que es la general del Peru.

[OY principio i, este libro de las costumbres de los indios peruanos por su lenguaje, como cosa tan pr6xinia y conjunta al hombre, para de los USDS mis intrinsecos y cercanos desta gente, ir descendiendo i loft mis extdnsecos y apartados. Las lenguas que se ha- blaban en este imperio de los Incas eran muchas; porquc cada provincia y nacion tenia la suya, y unas se extendian mis que otras. La de los indios de Trujillo corria muchas kguas por la costa de la mar, y asf algunas otras eran co- munes i diversas provindas; pero solas dos eran tenidas por generates, que son la quichua y la aytnard; desta se- gunda usaban las naciones del Collao y corria mis de ciento y dncuenta leguas de tierra; y de la quichua todos los va- sallos del Inca y ios mismos aymaraes; por lo cual la 11a- mamos absolutamente general; la cual era propia de los naturales del Cuzco, que la tenian por matema y obligaban los Reyes locas i recebirla i cuantas gentes conquistaban y metian debajo de su dominio, sin quitarles las propias y naturales que hablaban antes; y por esta raz6a, tratando
TOMO IV 20

154 de la lengua deste reino, hablo solamente de la quUhua, como general y comiJn i todos los naturales y moradores deI; i la cual damos este nombre, tornado de la naci6D de indjos que la tenian propia y de donde se deriv<5 i los de- mis, que SOD los quichuas; como a la castcUana le llama- ron asi, por ser la matema que hablamos los castellanos.
Es esta lengua quichua muy ficil de aprender y de ha- blar, yede dulce y suave pronunciacitSn, y en que se expli- can con gran sentimiento los afectos del alma. Algunas voces pronuncian los indios guturalmente, en que no fidl- mente entran los que la aprenden con industria y trabajo; mas los que la mamaron, las forman y pronuncian con la facilidad y gracia que los mismos indios. Careclan estos qukhuas en su pronunciacidn dcstas letras: B, D, F, G, X, Z; la R pronunciaban no ispcra, sino suavemente, como en este nombre, Caridad: y asf, los indios que no son ladinos ni criados cntre espafioles, cuando usurpan nuestras voces, ponen P en lugar de 8 y lo que nosotros decimos con D pronuncian elloa con T, y por este tenor acomodan naes- tros vocablos i su modo de hablar, supliendo las letras que les faltan con las que mis similitud tlenen con ellas de las otras; confornie i lo cual diccn Tios en lugar de Dios, y por decir Bias, pronuncian Plas.
Aunque esta lengua tiene las ocho partes dc la oracitin que la latina, conviene a saber, nombre, pronombre, vcrbo, con las demis, excepto en eso, no se aslmila en lo demds con las de Europa, antes parece dlversa. Porque dado caao que algunos vocablos se hallan en ella semejantes i. los de aquellas lenguas, es s6Io en lo material de la voz, que en la significaci6n, raro 6 ninguno. La declinaci6n de los nom- bres, asl sustantivos como adjetivos, es una sola, y &tos se conocen y diciernen solo por su significacidn; porque los adjetivos no tienen las diversas terminaciones que en la lengua latina, sino que debajo de una terminacion sirven ii distintos generos. Siendo, pucs, no mas de una la termina-

PEL XieEVo MrNrx> \ e ;;

6c adjetivos y sustantivos, se haoe su dcclinaciiMi, no
variackm de casos, como en la latina y gric};e, eino
deltas pardculas al nominative, las cualcs eem*
pe se pospooen al nombre en la variacton y oraci6n; de
las cuales carecen el nominativo y vocativo. El plural se
dnna del singular con adickSn de cierta particular que tarn*
liidn se pospone, y esta misma declinaci6n sirve i todos
lo8 nombres, pronombres, participios, y, AnalnientCi i todas
las dicciones que se pueden declinar como nombres.
Los verbos desta lengua son de los mismos g, f Lugar de oro, de plata, de agua>, , (Sitio de quebradasi, (Vega de oro. de Hinojosi, cCampo de la batalla*, iLugar abu- mado>; y asf por este orden los demis.
Aunquc generalmente es lengua corta, y una miania voz sirve para diversos signiAcados 6 invariable 6 con al- guna mudanza que se hace en el acento y pronundaddn, con todo eso.tiene sobra de tdrminos en algunas coeaa,- como en los nombres de parientes: porque el bennano llama con distinto nombre a su hermano del que le da d la her- mana, y la madre al hijo con diferente aombre que el pfr dre; y desta manera pasa en los demas grados de paren- tesco. La misma copia y abundancia tienen en mucboa ver- bos cuyaa acciones significamoa uosotrog con uno seino9 tornado dellos.

CAPfTULO U Del traje y vestidos destos indios.
DEL color y ecdones de los indios pemanos no hay que dedr cosa en particular mis de lo que arriba dijimos ea el Libra oooo, bablando de los indios ea oomdn, pues en cso todos coDvicnen y se ascmejan. Del cabello bacen los varones una colcta dc mcdiano grander, que no poco los agrada. La parte de cabello que cae sobre el ros- tro cortan por la mitad de la frente, y desde las aienes cuelga lo restante hasta en derecho de ta boca, cubriendo las orejas, y dc aquel laigo lo traen cortado parejo en ruedo de la cabeza; y tienen gran cuidado hombres y mujeres de lavarlo y pdoarlo. Despuds de la venida de ios espafloles usan dc nuestros peines y tijeras, que antes lo cortaban y arredondeaban con agudos pedemales, y los peines que te- nfan eraa bien toscos, hechos de las espinas de que hadan las agujas, 6 de otras semejantes, atadas entre dos cafiuelas; los cuales servlan, no de limpiar la cabeza, porque entn muy ralos y abiertos, sino para dcsenmaraftar el cabello y ponerlo liso. Tienen puesta toda su honra en la cabellera en tanto grado, que la mayor afrenta que se les puede ttaccr es cortarscia, y como tal les suele dar esta pena la Justida i los que cometen delitos graves t infantes.
El tocado de los Incas y naturales del Cuzco (cuyo traje

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Los rabaJTrrgg c5e aico nraTC e-?Tla■e? e orejix> bocKiidis de tal gnmdexa. e::e p*3r zan:Zc« ±eee£rj£3 eo lo$ bx?nA5ce imos rodeces de tra*rna, irr-aza. ccuy Librvia y pinUkiii, casi cSei tamailo oe ia paixra ce Lai mam:-: los cjalcs no traaa ooigados de laa arras, szt > meccos y escapees ea £0 bLDft- do deOas, de soerte que annque parecxan estar podientese los oefian en niedo de carae de La oreja: y es(a tue la causa por que Ics cEmos nooibre de Orejoces.
Al rahadf> que usaban namaban Usuia: hacenio de una soda mas oorta qoe k> largo dei pic, de suerte que traen los dedos fiicra ddlos, para agarrar con ellos ctiaodo suben cnesla arriba. No tienen mas obra estos xapatos que Us diclias soelas, atadas de los talooes al empeine del pie con deitM cordones de lana tan gniesos como el dedo« hechoe con gran curiosidad, porque son redondos y blande>e pev tener sacado el pelo como rizo 6 como pelo de alfombra. de colores muy vivos y hermosas labores> respeto lic que toda la gala dei calzado la ponen en estas ligaduras« ha- ciendo con ellas sobre el empeine del pie ciertas vuchas y hzos gradosos con que cubren gran parte del pie. y dc alU dan la vuelta ciAendo la garganta d6K Son la.« suclas deste calzado de cuero crudio, sacado del pescucio do sus Gimeros, por ser mas grueso el de aquella parte i|ur lo restante de todo el cuerpo; y como no csta curtido, !»r |Hene como una tripa en mojandose, por lo cual »c desculynn cuando Ilueve 6 estd el suelo mojado. Dcstc cnlxailo sin diferenda alguna usaban hombres y mujeres; mnn yu H\\\%e y aun los mds de los indios, van entrando en nuestro imo.
Su vestido era sendllo y se encerraba en solo dos pir-

I60 HlSTORIA
zas, tambMn sendllas, sin aforro ni pliegues: los hombres tnen debajo, en lugar de calzooes 6 paltetes, una gija poco mia ancha que la maoo y dclgada, dflida por la honaja- dura, para cubrir d lugar de la hooestidad, porquc siendo como es su vestido corto y suetto, guardann muy poca cuando tnibajaban en el campo si no usaran desta&ja, i la cual Ilaman Gtara, y no ee la pooen hasta los catorce 6 qamce ados de edad. Sobrc las Gtutras visten una copilla an mangas ni ocular, que eilos Ilaman Ceu, y nosotros ca- miseta, por tener hcchura de nuestras camisas; y cada una es tejida de por at, que no usan hacer ptezas Utrea coao nosotros y de alM ir cortando de vestir. La tela de que hacen esta camiscta es como una piema de jereueta; dene de ancho tres palmos y medio, y de largo dos varaa. En d niismo telar le dejan abierto el cuello, para que no haya cosa que cortar; y sacada de alii, no tiene mas artifido que d bajan 6 hacen cosa en que les pueda ser de estorbo, ae la atan con los dos picos della por endma dd hombtD \Xr quierdo, quedando fuera el brazo derecho. Defaajo de la fnanta y encima de la camiseta traen colgada dd cuello una bolsa 6 taleguilla, dicha Chuspa, larga un palmo, poco mis d menos, y anclia en proporcidn; viendes a caer por la dntura debajo del brazo derecbo, y la cinta de que esti pendiente pasa por encima det bombro izquierdo. Slrvdea

DEL NUEVO MUXDO l6l

esta bolsa de lo mismo que i nosotros la faltriquera. Este es el vestido comiin y ordinario de los varones, sin cubrir los brazos ni las piemas; el cual hacen de lana en la sierra y de algod6n en las tierras calientes. La ropa de que se vestlan los Sefiores antiguamente era tnuy prima y de mu- chos y muy finos colores.
Sobre estas vestiduras ordinarias se ponfan sus galas y atavios cuando iban a la guerra, y en los regocijos y fiestas solemnes. Los mas destos arreos eran de plumas de varios y vistosos colores. Encima de la frente se ponian una dia- dema grande de pluma levantada en alto en forma de co- rona 6 guirnalda, llamada Pilcocara, y otra sarta de la mis- ma pluma al cuello a modo de valona; y por el pecho otra como gorguera, que se remataba en los hombros. Traian pendientes del Llauto varias flores y otras figuras hechas de pluma con gran curiosidad. Tambidn usaban traer al pecho y en la cabeza unas patcnas de oro 6 plata, llama- das Canipose del tamaAo y hechura de nuestros platos. Adomaban los brazos y muAecas con manillas y aljorcas de oro, que llamaban Chipana, y los pies con uiios mas- caroncillos de oro y plata, y tambien de lana, los cuales ponfan sobre la liga 6 cordon de la Ojotae y tambien soKan ponerse otros sobre los hombros y en las rodillas. Para las fiestas mds graves tenfan ropas de pluma muy lustrosas, que eran las mas ricas y preciadas entre ellos, y en los tales dias, especialmente cuando iban d la guerra, en lugar de cadenas y collares de oro, se ponian unas sartas de dientes y muelas de hombres, que eran de los enemigos que ellos y sus mayores habfan muerto en la guerra.
El vestido de las mujeres, que les sirve de saya y man- to, son dos mantas: la una se ponen como sotana sin man- gas, tan ancha de arriba como de abajo, y les cubre desde el cuello hasta los pies; no le hacen cuello por donde sacar la cabeza, y el modo como se la ponen, es que se la re- vuelven al cuerpo por debajo de los brazos, y tirando de
TOMOlV 21

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los cantos por encima de los hombros, los vienen i juntar y prender con sus alfileres. Desde la cintura para abajo se atan y aprictan el vientre con muchas vueltas que se dan con una faja ancha, gruesa y galana, llamada Chumpi. Esta saya 6 sotana se llama Anacu; dejales los brazos de fuera y desnudos, y queda abierta por un lado; y as(, aunque dobla un poco un canto sobre otro, cuando andan se des- vfan y abren las orillas desde el Chumpi 6 fajadura para abajo, descubriendo parte de la piema y muslo. Por lo cual, agora que por ser cristianas profesan mds honestidad, acostumbran coser y cerrar el lado, para evitar aquella in- modestia. La otra manta se dice Lliclla; p6nensela por encima de los hombros, y juntando los cantos sobre el pe- cho, los prenden con un alfiler. lestos son sus mantos 6 mantellinas, las cuales les llegan hasta media piema, y se las quitan para trabajar y mientras estan en casa.
Los alfileres que usan para prender la ropa se llaman Tupus; son muy particulares, y geandes desde una tercia abajo, y los menores de medio palmo y gruesos como hu- SOS. Al cabo tienen por cabeza una planchuela delgada y redonda del mismo metal, tan grande como un real de i. ocho, nias 6 menos, segiin el tamafio del Tupue con los cantos tan delgados y aeudos, que cortan con ellos muchas cosas. Algunos dcstos Tupus 6 Topos traen colgados de las cabczas muchos cascabelitos de oro y plata. La mayor parte de su gala tienen puesta en estos alfileres. Hacfanlos antiguamente de oro, plata y cobre; al presente los mis son de plata con algunas labores y pinturas en las cabezas, que son labradas con particular curiosidad.
El ornato que se ponen en las cabezas es traer el cabe- llo muy largo, lavado y peinado; unas lo traen suelto y otras trenzado. Cftlenlo con una cinta del anchor de un dedo, poco mas 6 menos, pintada y curiosa, que llaman Vinchae la cual les coge por la frente. Por tocado se ponen una pieza de rico Cumbi, llamada Painpacona, y no la traen tendida,

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sino dados tres 6 cuatro dobleces, de suerte que viene i quedar de media tercia de ancho; ponen la una punta enci- ma de la frente, y dando vuelta por medio de la cabeza, dejando descubierto el cabello por los lados, viene a caer la otra punta sobre las espaldas.
Traian por el pecho, desde un hombro d otro, unas sar- tas de ciertas cuentas llamadas Chaquiray las cuales eran hechas de huesos y conchas de la mar de varios colores; no usaban traer zarcillos ni horadarse las orejas. Para obrar estos vestidos y ropas, y aun para remendarlas, no tienen necesidad de mds in’strumentos que de una aguja, que ellos Uaman Ciracuna, hecha de una espina larga medio jeme, gniesa como las nuestras colchoneras, horadada al cabo y muy puntiaguda; porque cort’ ella y hilo de lo mismo que son los vestidos, las cosen y remiendan, porque no usan para remendar afiadir parte de su pafio sobre la rotura, como oosotros, sino que van zurciendo con un hilo de la inisma lana lo que de la urdiembre se ha gastado.

CAPfTULO III De sus pueblos y casus.
SACANEX) la ciudad del Cuzco y algunos otros lugares grandes, que tenfan forma de pueblos, todos los de- mas no la tenian, sino que las casas estaban amontonadas, sin orden ni correspondencia de unas con otras, cada una aparte, sin trabar ni continuarse entre si; de modo que ni formaban calles ni plazas. Eran pequefios como aldeas de i cien vecinos para abajo, y raros los que pasaban deste niimero. No tenlan defensa de castillos, murallas ni otros pertrechos para su defensa en tiempo de guerra.

l64 Los sitios en que los asentaban procuraban que fuesen en parte que no ocupascn la tierra de labor; y a esta causa, donde habfa valles cercados de ceiros, cstaban estas pobla- ciooes CD las faldas dellos, y muchas sobrc riscoa y lugares fragosos. Las que estaban asentadas en campifias fifrtilea, tenian las casas mas apartadas, por tener alrededor dellas los tndios espacio en que sembrar Afaie y otras legumbres. Los qaichuas Uaman al pueblo Llacta; y Marca, los ay- vtaraes.
Las casas son de difcrentes formas y fabrica, confortne al temple y capacidad de la regi6n; y como en esto hay muy gran dJversidad en tan dilatado reino, tambien la hay en el modo de edificar, acomodandose donde quiera con la calidad del clima y materiales que la tierra ofrece. Los me\a% ytuieas que liabitan las provincias de los Andes, ha- ccn sus casas de madera, grandes y airosas, por el gran calor de la tierra y abundancia que produce de arboleda. No levantan paredes; desto sirven unos posies 6 horcooes hincados en ticrrra, sobre que arman el techo; el cual cu- bren de hojas de urboles bien acomodadas para el agua y vicnto, 6 de cogollos de Cafias bravas 6 de Palmas, coo sus caballetes 6 coronas encima bien labradas. Viven -en cada una destas casas diez 6 doce vecJnos, mas 6 menos, segun su grandeza y capacidad; porque es una pieza i> Gal- poll iiiuy largii y descubierto por los lados, sin mas cerca que los dichos postcs; y lo comtiii es vivir en cada uno to- dos los de un linaje y faniilia. En su gcntilidad hadaa fiesta cuando acababan una casa nueva, velandola con bailes, bo- rrachcras y muchos sacrilicios y supersticiones. •e En Los Llanos y costa de la mar hay dos suertes de caeas, unas dc Bahari-ques y otras de tierra y :idobeS: aque Has ttcncn por paredes y cerca un cncaflado muy cerrado y tejido d modo de zarzo, el cual hacen hincando en el suelo uti orden de Caflas bravas 6 de varas muy juntas, y a dos codos del suelo, poco mas o menos, atraviesan una

DEL NUEVO MUNIX> 1 6$

cafia por medio a modo de trama, dejando a cada lado la mitad de las dichas caAas hincadas, las cuales como cairel cnizan por encima de aquella cafta atravesada, y a otro tanto trecho atraviesan otra; y desta suerte, con tres 6 cua* tro que atraviesan, con las cuales van cruzando y entrete- jiendo las que suben dereclias, queda hecha la pared de dos estados de alto, poco mas 6 menos; y a esta manera de paredes Uamamos BaharequCy tornado el nombre de la Isla Espaikola 6 de Tierra Firme, que los naturalcs deste reino no la llaman sino Quaicha, Unos embarran este Ba- kareque 6 cailizo, y otros no. Sobre e1 arman el techo, que por ser tierra donde nunca llueve, no tiene mas artificio que una ramada que defienda del sol, hecha de varas atra- vesadas, con una estera de carrizos 6 juncos encimci; y este techo no es corriente, sino llano y a nivel como terrado.
Son estas casas de Bahareques do forma cuadrada, muy humildes, pequeAas y bajas; de las cuales son las mas de los pueblecillos y rancherias de los indios pescadi>res que moran en la marina.
El otro gcnero de casas tiene las paredes de tapias, y algunas de adobes. No hacian los indios antiguamente estas tapias como nosotros, de tierra suelta un poco humedecida, sino de barro bien amasado y biando, como hacemos nos- otros los adobes. Sacabanlas muy derechas y lisas, porque arrimaban a los lados en lugar de tapiales de madera man- tas y caflizos, y luego las enlucian con el mismo barro. Deste linaje de tapias son los muchos paredones antiguos de que esta lleno todo este valle de Limit, por donde sa- camos su forma y hechura. Unas paredes hacian derechas y k plomo, y otnis escarpadas, anchas de abajo, y como iban subiendo las iban estrechando y adelgazando; unas altas de tres 6 cuatro estados, y otras tan bajas que ape- oas se levantaban uno. Finalmente, unas eran delgadas de dos 6 tres pies de grueso, y otras tan anchas como mura- Uas fuertes, pues vemos hoy por los alrededores desta ciu-

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dad de Los Reyes pedazos de paredes antiguas de dtez 6 doce pies de ancho. Pero habfa en ellas esta diferencia: que las altas y gruesas haclan de ordinario para cercar los ca- minos y sus heredadcs, y no para edificar sus casas, cuyaa paredes eran mis bajas y delgadas, excepto las paredes de sus Guacas, que algunas eran muy gruesas y altas. Los edificios de adobes eran pocos, cuyas paredes eran no me- nos fuertcs que las primeras. Los adobes eran mayores y mis gruesos que los que nosotros hacemos, como ecbamos de ver per las ruinns de sus antiguos pueblos, cspccisl- mente del de Surco el Viejo y del de Maranga, en este valle de Lima. La planta destas casas de tierra era en cua* dro, mis largas que anchas, y algunas perfectamente cua- dradas, mas altas que las de Bahareque y cubiertas de este- ras tejidas de carrizo, con un poco de barro encima. Eran tambien estos techos llanos y sin corriente.
En la Sierra hacen las casas de piedra y barro y las cubrcn de paja. La piedra es tosca y puesta sin orden y concierto, mis que ilia asentando y juntando con pelladas de barro. Son cstas paredes delgadas y muy flacas. Las casas son unas redondas y otras i dos aguas; las redondas son mas usadas y comunes en tierras frias, como en las provincias del Collao, porque asl son muy abrigadas. Laa ordinarias de la gente plebeya tienen las paredes no mis altas que un estado, y algunas mucho menos, sacadas en forma de un perfecto clrculo desde catorce hasta veinte pies dc diimetro, mis 6 menos, segun su capacidad y tamafio; y muchas hay tan pequeAas y bajas, que quitado el techo, parece el ruedo de la pared un brocal de pozo)(La cubierta destas casas redondas tiene figura de cmbudo 6 de bdveda; porque los maderos con que las cubrcn son unas veces va- ras derechas, que estribando por las punias unas en otras, hacen la primera figura, y otras las tuercen y encorvaa para que venga el techo i quedar como boveda. Verdad cs que vemos hoy en partes algunas casas destas redondas,

DEL XlEVO MUNDO 1 67

c|ue cran antiguas moradas de caciques, de extraAa gran- dcza, altas y muy capaces, con un arbol grueso, derecho y liso como de navfo, hincado en medio del suelo, en cuya djinbre asienta todo el enmaderamiento. Tal es un gran -emhio que esti en el pueblo de Juiiy y algunos otros se- Ki:iejantes que yo he visto en otros pueblos del Coiiao. Es Ixabitacton esta muy acomodada para el modo de vivir, 6, p»or mejor dedr, de beber de los indios; porque, sentados en rouela en una casa destas redondas, y arrimados a la pared, suelen estar bebiendo dias y noches.
La otra suerte de casas no se diferencian destas mas eue en estar puestas en cuadro, con sus mcenetes, en que se forman los tecfaos, con bastante corriente a dos aguas. las mis Gomoocs son pequeftas, puesto que tambien hay algunas grandes. En su enmaderamiento y cubierta no se gasta ciavazon, como ni en las de atras, porque sobre las vigas 6 vaias atan y tejen con cuerdas y ramales delgados un larzo de caftas 6 de varilias y rama, sobre el cual, en hear de teja, ponen cantidad de Hicho: y cubnanias anti- guamente con tanta cantidad deste Hickoe que he visto ca- sas de cstas antiguas, cuya cubierta tiene de gnieso mas de dos codos. En algunas partes cubnan las casas con te- rrados hechos de losas deigadas.
No hablo aqui de las fabricas de canteria suntuosas de los Incas, de las cuales dire abajo en este mismo libro lo que de toda suerte de casas contenidas en este capftulo 5c puede en general decir. Es lo primero, que cada pieza o aposento estaba de por si, sin trabar ni oontinuarse unos 000 otros; lo segundo, que no acostumbraban blanquearlas 00010 oosotros, aunque las pnncipales de ios Cadques so- fas teoer las paredcs pinudas de %-anos colores y tiguras* todas toscas y sin primor; lo terccro, que ni caaas de no- Ucs ni de plebeyos tenian puertas njas y asentadas para abrir y cerran solo usaban de unos caftiios o zarzos con que tapahan la pucrta cuando cerraban; y si iban fiicra y

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no quedaba nadie que guardase la casa, arrimabaa al ca- nizo algunas piedras, y no usaban dc mas cerraduras, Dave nt defensa.
No tuvieron curiosidad en hacxr portadas grandes y la- bradas; todas eran puertas pequeAas y lianas, y las mis tan bajas y estrechas, que parecen bocas dc homos. For donde, cuando vamos a confesar sus enrermos, no podemos entrar sino doblando el cuerpo y aun i gatas.
Finalmente, son tan estrechas y humildes todas sus ca- sas, excepto las de los Caciques, que mas se pueden llanur chozas 6 cabaflas que casas. No tienen sobrados, todas son sencillas; tampoco les hacen ventanas por donde les entre Itiz, chimeneas, ni aun respiraderos para el humo; carecen de apartamientos, patios y divcrsidad de piezas y ofictDas; solas las de los Caciques tcnlan grandes patios, donde se juntaba ct pueblo i bebcr en sus fiestas y regocijos, y mis habitaci<3n dc aposentos.
Ie nombre de la casa en comttn cs Guaci, en la lengua giiichua, y en la aymard, Uta.

CAPlTULO IV Dei ajuar y alltajas que tenian en sus casas.
Atres generos podemos reducir todos los bienes mue- bles y cosas de provision que los hombres suclcn guardar de Sus puertas adentro. El primero sea de las que tocan al adomo y aderezo de la casa; el segundo de las vi- tuallas, y Id i ellas concerntente; y el tercero de las que pracuran para abrigo, adorno y regalo dc sus pcrsonas. En las casas destos indios no se haiJa cosa de las del primer gcncro, porque no tienen tapicerias, retratos ni otros onui-

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mentos de casa. De las del segundo genero guardan co- aiiinmente lo necesario para pasar su aflo de una cosecha a. otra. Los mantenimientos que encierran son Maiz, Chufio y Qubma, que todas estas tres cosas les sirven de pan, aunque do todas siempre a todos. Suelenlas guardar, 6 den- too de sus casas en tinajas grandes, 6 en algi!in apartadijo c)ue para esto hacen, 6 fuera dellas en unas pequefkas trojes – longada, de tres 6 cuatro dedos de canto; en los cornejales della ponen las manos, y bajando y levantando los brazoA al contrario, la traen de canto de una parte i otra sobre el Mais; y con este trabajo y dificultad lo muelen y cua]- quiera otra cosa, si bien los ni4s usan ya de nuestros mo- linos. A este iRstrumento hemos puesto nosotros nombre de batdn, por molerse en el al talle de batan; mas los indios lo llaman Maray, y a la piedra de abajo Callacha, y l( la de arriba Taiiay.
Para moler cosas pocas tienen otra piedra al modo de mortero, algo concava, y inueten en ella con otra pequefia y larguilla de la suerte que los pintores muelen los colores. En todas las casas, por pequeflas que sean, hay su fog6n detre de la puerta, cl cuat es de hechura de un homiDo pequeflo de barro, no mis alto que uo palmo, cenado pw todas partes, con pequcfla boca por donde atizan el fuego, y por la parte alta, dos 6 tres agujeros redondos, donde asien- tan las ollas. Con esto gastan poqulsima leOa, porque nunca ponen mas que dos palillos por las puntas, y como se van gastando los van atizando, que es mis la leAa que se consu- me en una de nuestras cocinas que en veinte casas de indios.

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Enlre las cosas que pusimos en el tercero genero, tiene cl primer lugar la ropa de su vestir y cama. Fuera del ves- tido que traian puesto, no tenia la gente comdn mas que, cuando mucho, otro que mudarse en sus fiestas; si bien los nobles tenian dobladas vestiduras y galas. Todo esto guar- daban en tinajas, que no tuvieron otras areas, baules ni escaparates. La cama que usan los de la Sierra y tierra (rfa, es una manta gruesa de lana, Ilamada Chusi, tendida CD el suelo; la mitad les sirve de colch6n y la otra mitad, que doblan por los pies, de cobertor 6 frezada; y suelen dormir metidos en un Chusi todos los de una casa, padres y hijos; aunque los que van entrando en policfa, por la ho- oestidady apartan 3e camas.
Los Caciques y gente mds regalada entre ellos echan debajo del Chusi alguna paja 6 estera. En Los Llanos y tierras templadas no tienen mis cama que la tierra desnu- c)a, y cuando mucho una estera de juncos 6 una manta de algod6n debajo. En todas partes duermen con el mismo vesiido que traen de dia, excepto que los varones se quitan la Yacolla y las mujeres la Lliclla; y al levantarse por la maftaoa, no tienen mas que vestirse que sacudir y compo- Derse el cabello, con el cual amanecen desgrefiado.
En las ixetxz&yuncaSy asi deste reino como de otras par- tes, usan Hamacas por cama. Es la Hamaca donde quiera de una misma hechura, pero de diferente materia: las mas hacen de una manta gruesa de algodon, larga como dos varas y media y ancha otro tanto; de sus extremos salen rouchos hilos 6 cordones de lo mismo, que se van i recoger y rematar en sendas cuerdas gruesas. EI armar y hacer esta cama no es mds que atar estas cuerdas, cuando se duerme en casa, i dos postes, 6 de la una y otra pared della, con que la cama queda hecha para siempre, sin que sea nece- sario trabajar en aderezaria cada dfa, como las nuestras; y cuando se duerme en el campo al cielo descubierto, la atan d dos irboles; y asi en casa como en el campo la ponen

172 siempre levantada del sudo de uno a dos oodos. Otras Ha- macas son hechas dc cofdoocs de Cabtce 6 de otra yerba, de varios colorcs, y abiertas en forma de redes. Las utili- dades que hay en cste geiero de camas soa mochas: la pricnera, que dc una vcz, coroo csta didio, queda hedu la cama poia todo el a&o; la segunda, que sin cai|e ni pesa- dumbre se la lleva uoo consigo donde quiera que va, y si hacc camJDo por tierra de montafla, en un nxnnento la anna cntrc dos arfooles. La tercera, que como las tienas yuncas, donde se usan mas, de ordinario son muy hdmedaa y abundantes dc sabaodijas pouzo&osas, se ducnne en ellas coo mas scguridad del uno y otro dafio; y finahnente, son muy frescas, y por cso acomodadas i las tierras calieotes. El nombre de Hamaca es tornado de la lengua dc la Isla Espaliola, cuyos moradores no tenfaa otro geoero de vman Los indios deste reioo llaman PmHuna i cuaiquiaa sucfte de cama.
No tenfan en sus casas sillas, escafios ni gteero de asioK to9, i>orque todoe, bombres y mujeres, se sentsban en d suelo, sacando los Caciques y grandes Seflores, que por merced y privileo del Inca usaban de asiento dentro y fuera de sus casas, al cual llamaban Duho (l), y era ua banquillo de madera labrado de una pieza, laiigo dos pal- mos y alto uno, semejante en la becbura i un animal que tuviese las picroas cortas, la cabeza baja y la cola alta; por- que comtimnente le daban figunt de animal. Tenia bi su- perficie alta cecava, para que ajustase con la parte por donde se asicnta el hombre.

( I } 01vid6tele ■! P. Cobo advadr que AUtc «i vooblo bldo y m corrapoDdiente en quichns teama, j en ■imtri liaaa, tiapu, tiitmlta, e(c. So dcKripciAD eorrespoDde euclliimiaieDie f loi diikts 6 Ubaretei utl- fM« da PaeTlo-Ri««.

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CAPfTULO V
J)€ sus camidas y bebidase y de los tiempos y usos
que Unian en comer.
“”IpvCXrO hay que decir en este capitulo de lo que reza su
Je titulo, por quedar dicho arriba cast cuanto hay que
eabcr deste particular. Del pan ordinario que usan dtje ya,
e»cribtendo de sus legumbres, ser el Maiz, Quinua, y Chuho
e Papas secas y verdes. Tuestan el Maiz en unas cazuelas
4e barro agujereadas, y sfrveles de pan, y es el mds usado
mataiotaje que ilevan cuando caminan, particularmente una
harina que del hacen. Tuestan cierta especie de Maiz hasta
que revieota y se abre, at cual Haman Pisancalla y tienen
por colacuSn y confitura. Fuera de las tortillas y bollos,
que ordinariamente hacen de harina de Maiz, i que llaman
Tamia, suelen por regalo amasar de la dicha harina unos
bdliGOS que echan en la oUa, Uamados Hufninta,
Cuiles sean sus vinos y cuan dada sea esta gente i, la embriaguez, queda ya dicho. Sus viandas y potajes antiguos cran muy pocos: de Maiz entero con algunas yerbas y AjiYadsm derto guisado llamado Motepatasca, cociendo el Maiz hasta que revienta; y de la semilla de la Qainua, otro, nooibrado Pisqui, Corresponden estos dos a los que Dosotros solemos hacer de Arroz, Garbanzos y de otras cosas setnejantes. Pocas veces comia carne la gente pie- beyae y esa solia ser en fiestas y banquetes; mas usaban de ccdna que de came fresca, y cecinabania sin sal desta ma- nera: partian la carne en piezas delgadas y anchas y po- nlanias i curar al hielo, y despue de secas, las adelgazaban majindolas entre dos piedras. Desta cecina, que ellos Ha- mini Ckewqui, y de la carne fresca, no sabian hacer mas

174 HlSTORlA
que uDa suerte de olla 6 guisado, llamado Locro, con mucbo Aji, ChuHo, Papas y otras legumbrcs. El misnio guJsado hacfan de pcscado seco, que tambien lo usaban mucho. En suma, sus manjares eran tan nisticos y groseros, que no habfa mas que mal cocido y peor asado en las brasas, por- que nunca tuvieron uso de asadores.
Comfan dos veces at dla, i las ocho 6 nueve de la ma- flana, y e la tarde, con una 6 dos boras de sol. La mesa era cl suelo, sin poner nada debajo, excepto los Caciques y gente de cuenta, que ponfan por manteles una manta. No sentaban & sus mujeres i la mesa, aunque comlan todos juntos, porque la mujer se sentaba i las espaldas del ma* rido, vuclto el rostro al contrario, de modo que venian ii caer espaldas con espaldas; y alU tenia los potajes en sus ollas y los scrvfa al marido, y le daba de bcber cuaado lo pedla, comiendo elia juntamente; y desta manera se senta- ban y comlan en sus casas y en los banquetes pAblicos del pueblo. Porque, las fiestas principales, comfa en publico todo el pueblo en et patio del Cacique 6 en otro lugar pa- tente, y los Caciques se sentaban en cabecera de mesa en sus Duhos, y la demas gente en el suelo. Duraban mucho estos banquetes, y se bebla largo en ellos hasta emborra- cbarse. Cada uno comfa y bebla & su costa, llevando A. la fiesta lo que babfa de comer; y asf no comlan todos los de la mesa unos mismos manjarca; lo cual era ocasi6n de que se convtdasen unos i otros con los suyos.
Sentabanse & comer a la larga, en ringlera, cada par- cialidad de per si, a una parte la de Hanansaya y & otra la de Hurinsaya, en frente una de otra, como dos lineas paralelas, y brindaban los de la una i. los de la otra por este orden: el que brindaba a otro se levantaba de su lugar e iba para 61 con dos vasos de Chicha en las manos, y dando al otro el uno, se bebla £1 el otro, bebiendo ambos a la par.
Siempre que se sientan en el suelo, es deste modo: do-

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blan las piernas cuanto puedcn juntos los pies y las rodillas tan levantadas, que las vienen casi i juntar con la boca, y tirando la caoiiseta para abajo hasta los pies, vienen i meter en ella todo el cuerpo, sin6 es la cabeza; y como las ptemas afirman y estriban en la camiseta, queda rouy ti- rante; y ellos asf sentados estan con tanto descanso, que suelen perseverar un dfa entero sin Icvantarse de un lugar.

CAPfTULO VI
De /as ceremanias que usaban en la educaci&n de sus hijos desde que nacian hasta llegar a edad de casarse.
CUANDO estaban de parto las mujeres, sollan sus ma- ridos ayunar, y algunas veces tambien ellas, abste- niendose de particulares comidas; y ellas se confesaban y hadan oraci6n i las Guacas, para que el parto saliese a luz. Parian comtinniente sin parteras, y en acabando de parir, sin guardarse del aire, hora ni momento, sc iban al arroyo mis cercano, y se lavaban d sf y d la criatura, aunque fuese en tierras muy frfas. Tenfan por mal agiiero que una mu- jer pariese dos juntos, y cuando la criatura nada con algi!in defecto natural, como si en una mano sacaba seis dedos 6 otro semejante, se entristecfan sus padres, ayunaban sin comer Aji y hacfan otras ceremonias.
Usaban algunas nadones en naciendo la criatura, for- marie la cabeza en diferentes figuras con muchas supers- tiones y tanto rigor, que algunos niflos moHan del dolor que padedan, y i no pocos hadan saltar los sesos 6 que- dar siempre enfermos y lisiados. Desproporcionaban desta suerte la hechura del hombre, y no contentos con las ca-

176 HlSTORIA
bezas que Dios les did, querlan enmendar la ttaturaleza hu- mana y dar i sua cabczas el talle que mas les agradaba; y cuanto con mayor dcsproporcida y disforaiidad quedaban, tanto lo juzgaban por mas gala y gentilcza.
Unas nadoncs las hadan anchas de frente, apreulndolas, para darles esta forma, con unas tablillas fuertemente lia- das. Los CiiUas fonnabao la cabeza laiea y puntiaguda, con tanto extremo, que pone admiracidn ver los viejos que yo alcance con aquel uso de su gentilidad; y esto hadan porque usaban ellos de unos bonetes de lana, Uamados Ckit- cos, A manera de morteros 6 de sombreros sin laldas, muy altos y puntiagudos; y porque mcjor cayesen y ajustasen, formaban la cabcza al moldc del tocado y no el tocado i proporcidn de la cabeza; y para dar esta figura A las cabe- zas de los niflos, las liaban y apretaban con vendas, y las tralan asl hasta edad de ciiatro 6 cinco afkos, que ya que- daban endurecidas y amoldadas a su tocado, largas, ahusa- das y sin colodriUo. Dedan ellos que ponfan deste talle las cabezas, porque (iiesen mas sanos y para mds trabajo; y hacianles el primer bonete con muchas ccremonias y su- perstidoncs, ari en el hilar la lana como en el tejerla.
Al cuarto dfa que habia nacido la criatura, la ponlan 8US padres en su cuna, dicha Quirau, y Itamaban d sus deudos para que la viesen, y venidos a ver al sobrino, be- bfan aqucl dla sin haccr otra ceremonla. La liechura destas cunas es un lecho del tamano de la criatura, hecho de ta- blas 6 varas, como un barco con cuatro pies, los dos detail- teros un palmo altos, y los otros dos un poco mes cortos. Ponen sobre este lecho alguna manta doblada para que este blando, sobre que echan la criatura y la llan y atan blandamcnte con la cuna, para que no se caiga; endma de Ib cabecera tiene dos arcos cruzadtis de un palo delgado y correoso, y otro arco menor i los pies; y cubierta la cuna con una manta por endma destos arcos, queda en hueco la criatUTa. A la cual, mienuas mama, traen siemprc tas

I ‘JJ

madres en su cuna i cualquiera parte que vayan, aunque sea a la iglesia. Cirgaola sobre las espaldas, cogida en una manta, que dando vuelta con sus cabos por los hombros, los atan encinia del pecho; y cuando paran y se asientan, bajando de alii la cuna, la ponen en el suelo sobre los pies que tiene; y mecerla es menearla un poco i uno y otro lado sin mudarla del lugar en que esta asentada. De la misma suerte que cargan la cuna, se echan i cuestas la criatura cuando la Uevan sin cuna, que es cuando ya co- xnienza i andar; y asf no les estorba ni impide en sus ejer- cicios, aunque sea ir largo camino; y un pequefto muchacho la suele traer desta manera sin dificultad ni cansarse mucho tiempo; y este es el modo que tienen de traer los niAos en brazos, que propiamente no es en brazos, sino i cues- tas, pues siempre los traen sobre las espaldas. La curiosidad y limpieza que tenian de pafiales y mantillas era muy poca, por baber careddo de lienzo.
Cuando destetaban a los nifios, hadan una fiesta muy c61ebre desta manera: Convidaban a los parientes y amigos, los cuales juntos, bailaban y bebian con gran contento; y acabado el reodjo, el tio del niflo mas andano y estimado k> trasquilaba y cortaba el primer cabello y las uftas, las cuales con el cabello guardaban con gran cuidado, y le da- ba ei Dombre que habia de tener hasta que fuese de edad, lo cual hecho, le ofreda algUn d6n, y tras d le iban ofre- cieodo his demis parientes y amigos de sus padres. Lo que le ofiredan era plata, ropa, lana y otras cosas semejantes. Con esta ceremonia consagraban los nifios al Sol, pidito- dole vhfiesen con prosperidad y sucediesen i sus padres; i loa coaks, eo pudiendo series de alguna ayuda (y era biea lempfafio), los Servian asi en las necesidades dome ticas cofDO en la labor dd campo y guarda dd ganado, zai mudiidMM oomo mucbachas; y no tenian mis educadon, eo alguna cHadptina y cultura de su tngenio, que seguir cada uno fai profemSn y modo de vivir de sus padres.
ToMo IV 23

178 Cuando los varones llcgaban a edad de catorce afios, poco mas 6 menos, se hacia junta solemne de los deudos, y les ponian las Guaras 6 paBetes, las cualcs hablan las madres hilado y tcjido con cicrtas ceremonias y supersti- Clones. Hadan en esta solcoinidad mucbos ritos, bailando i su usanza y bebiendo, que era su mayor fiesta; y ponfan al mozo el nocnbre perpetuo para toda la vida, en que i veces se tenia cuenta con darles cl nombre de sus padres 6 abuelos; pero los SeRores y princjpales buscaban i su gusto nombres y apellidos honrosos y significativos. Los que comOnmente usaban eran de pueblos, de plantas, de aves, de pescados y de animates: como Puma, que es Ledn; Qtntur, Buitre; Astro, Culebra; Guaman, GaviUn, y otros semejantes; y estos nombres que ellos tenlan por propios, despues que se ban hecho cristianos, les sirven de acAttt- nombre a los que ya los tenfan de antes, y de apellidos i, sus descend) en tes. Esta fiesta que se hacla al poner i los mozos las Guaras y nombres perpetuos, se deda Guara- chicuy, y era muy principal.
No lo era menos la que hacfan al poner nombres i las doncellas, que era cuando llegaban i. los trece 6 catorce afios. Haclanles para esta fiesta ayunar tres dfas, los dos primeros sin comer cosa alguna, y al tercero les daban un poco de Maiz crudo, diciendo que no se muriesen de ham- bre. Ellas estaban estos dfas recogidas dentro de sus ca- sas, y al cuarto dfa sus madres las lavaban y peinaban y trenzdbanles el cabello, y vestlanlas de ropas galanas con Ojotas de lana blanca.
Venlan este dfa a sus casas los parientes, y ellas sa- Uan A ponerles la comida y darles de beber, y duraba esta fiesta dos dfas. Luego el tlo mds principal le daba el nom- bre que habfa de tener perpetuamente, amonestindola de la manera que habfa de vivir y obedeccr A sus padres, y ofrecfale lo que le pareda conforme A su posibilldad, y to- dos los deudos y amigos asf mismo le iban ofredendo con

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dertas ceremonias. Llamaban i este acto y solemnidad Qui- cuckicuy.

CAPiTULO VII
De los ritos y costumbres que tefiian en celebrar
sus matrtmonios.
NO solamente no se imputo a deli to entre los indtos el tener muchas mujeres, pero tiivose por autoridad, honra y hacienda, y era merced y privilegio especial que se daba por remuneracidn de servicios hechos al Inca, 6 por ser personas de mucha calidad 6 de grande ingenio, habilidad y suficiencia para el gobierno de la repi!ibltca; y era ete un favor que se tenfa en grande estimaci6n, porque era hacienda y servicio. Y entre esta gente eran tan sujetas las mujeres y tan hechas al servicio de sus maridos y A seguir su voluntad, que aunque fuesen muchas, no habia diferencias ni osaban mas de lo que se les mandaba; y no s61o Servian en los oficios caseros, sino tambien en el cam- po, en las labranzas, sementeras y beneficios de sus chdca- ras 6 heredades, en edificar sus casas y llevar cargas, cuan- do sus maridos caminaban, en paz y en guerra; y no pocas veces aconteda, que, yendo cargadas, les venfan los dolo- res del parto en el camino, y para parir no hacian mas que desviarse un poco fuera de camino, y en pariendo, llcgi- banse A donde habia agua y lavaban la criatura y i si mis- mas, y echindosela encima de la carga que llevaban, tor- naban i caminar como antes que pariesen. Finalmente, en nada ponlan los maridos las manos, en que no les ayuda- sen sus mujeres. Por lo cual, quien tenia copia dellas, se tenia por rico y de hecho lo era.
Despue que uno tenia la mujer con titulo de habersela

l8o HlSTORlA
eotregado el Inca 6 sus gobemadorea, 6 ganada en la gue- rra, o por otras causas que entre eltos se tenfan por legfti- mas, no habfa ningiln remedio para salir de la sujeci($a de su marido, si no era la muertc. Ni cllas tenfan atrevimieato para qucjarse de ningiln agravio que rccibtesen, sino A eltos mismos; ni entre ellos se trataba tal materia fuera de su casa; y es de saber, que sola la gente noble tenia esta mnl- tiplicidad de mujeres y este dominio sobre cllas, que la ple- beya y comien solamente tenfan cada uno la suya; no por- quc hubicse precepto y orden puesto en el nilmero, sino porque como los Seftores las repartlan conforme i lo que esti dicho, nunca daban mas de una i ios pobres y gente humilde, ni ellos la podfan tomar ni adqurrir pra* otro ti- tulo; y no solamente casi todo el comiin y la gente pobre no tenfa cada uno mis de una mujer, pero aun muchos e»> taban sin ellas largo ticmpo despues que tenfan edad pani ello, y aun despues que enviudaban, lo cual tenfan los po- bres por extrcma perdida, per la gran neccsidad que pa- decfan hasta que les daban otra; y aun acaecfa en las oonfe- siones darles los sacerdotes isperas pcnitcncias, didendo que por algun gran pecado encubierto se les habla muerto la mujer; y si enfermaban ellas, hacfan los sacerdotes i los maridos que ayunasen y hiciesen otras penitencias.
Entre las muchas mujeres que uno tenfa, era una sola )a principal y que tenia nombre de mujer legftima, con Ja cual se casaba con consentimiento de ambos y con alguna 9olemnidad; y £sta era obedecida de las otras y tenfa gran- des preeminencias y nombre diferente que ellas, como mu- jer propia y legftima, y las demes eran tenidas por con- cubinas.
Esu solemnidad que se hada cuando se tomaba la mu- jer legftima, becha una vcz, aunque despue se redbiese otra 6 otras muchas, no se tornaba i hacer viviendo la prindpal y legftima; en conclusi6n, esta sola se tenfa por tal y las demis por mancebas permitidas conforme i sus costumbres.

l8l

La solemntdad que para este casamiento se hada entre los locas, era coiDi!en en muchas partes del rdno, mas no general en todo 6i; y hadala cada uno segilen su posibilidad, eo esta forma: Despues de ccedos los panes, juntatMt el Inca las doncellas AcUas que se habian criado en los reco- giroientos de las Mamaamase y repartialas entre los prin- cipaks por la orden que le pareda; y si las daba i casados, era por mancebas, y si a solteros, por mujeres legitimas; entre los cuales se celebraba luego el casamiento con estas ceremonias: juntabanse los deudos que se hallabaa presen- tes de cada uno de los contrayentes, y los del vanSn iban oon el novio a casa del padre de la novia 6 del pariente mis propinco que alU se hallaba, y se la entregaban; y e1, en testiroonio de que la recebia por mujer, le calzaba en el pie derecbo una Ojota de lana, cuando era donceUa, y cuan- do no lo era, una de Hichoe y la tomaba por la mano; y aatf juntos, los deudos de ambos la Uevaban i casa de su es- poso. En llegando i ella, sacaba la novia de debajo del Chunei una camiseta de lana fina, un Llauio y una patena, y dibaselo a su esposo, el cual se lo vestia luego; y hasta la noche estaban con la novia sus deudas mis andanas, ins- truyedola de la obligacion que tenia de servir i su marido, y de la manera que lo habia de hacer; y los viejos deudos dd novio le amonestaban i e1 c6mo habia de tratar i su mujer; y los unos y los otros les ofrecian presentes cada uno de lo que tenia, aunque en poca cantidad; y duraba la fiesta y borrachera de las bodas entre las pardalidades y parentelas segien la calidad y posible de los novios.
A este acto y solemnidad llamaban los Incas matrimo- nio, y con la que contraian desta suerte era la mujer legiti- na; y si tenia el var6n alguna con quien se hubiesen hecho estas ceremonias, aunque el Inca le diese otra mis noble y prindpal que ella, no se hadan con la segunda ni estas ni otras solemnidades, mis que enviarla i su casa; pero si era viudo el que la recebia, por haber muerto la letimat

1 82 aunquc le quedasen muchas mancebas, se casaba con ella con las solemnidades dichas, i U cual Servian las que ha- llaba en casa.
En las otras provincias fuera de la del Cuzco 6 doride se hallaba presente el Inca, en un dla seRalado del aflo juntaba el Gobernador en la plaza todos los mozos y mo- zas de la gente plebeya que estaban para casar (la edad dellos era desdc quince hasta vcintc afios, y la dellas algo menos), y alii Ics daba A cada uno su mujer, los cuales desde aquel dla entraban en la contnbuci6n dc los pechos y tributes, y ayudaban i la comunidad en los trabajos pi- blicos; se les sefiataban ckicaras, hacfan sus casas y viviaa per si. En estos casamicntos sc bacla tambien la fiesta y solemnidad sobredicha de la Ojota, conforme i su posibi’ lidad. Esta prim«e mujer que daba cl Gobernador del Inca, era la legltima, y pocas vcces, como esti dicho, se les daba otra, si no era por algunas de las causas reCeridaa. Pero en cualquiera suceso, esta, mientras vivfa, era la principal.
En otras provincias usaban difcrentes ceremoniaa y li- tos: en las del Collao, entre la gente popular, usaban que, en seflalando el Gobernador la mujer, tomaba el novio una taleguilla pequefla de Coca y llevebala & su suera, y en recibiindola, tenfan cl matrimonio por concluido.
En otras partes iba el novio i casa del padre de la no- via y le dcda c6mo el Gobernador le habla dado i su hija, mas que H Ic queria servir; y asl se juntaban los pari«ites OBt oCra, pasado d tkmpo dd Into, i qoiea o h nlrrtot j
bs oCias; dt lo coal dan por raaoo qqtt f lera aa-nt-i oott afetma de sns manoebasL t tamfaces occ tuicv

|84 HlSTORIA

toda ocasidn de que se matasen con esperanza que, faitaodo la legitima mujer, lo habfa de ser alguna dellas.
De imichas maneras y por varios titulos alcanzaban es- tos indios la multitud de mujeres que tenian fiiera de la legftima, que i veces eran en niimero excesivo. La primera era fundada en una costumbre harto bdrbara y ajena de toda buena raz6n y policia, y era, que los padres dabao i, su8 hijos cuando eran nifios una mujer que los limpiase y sirviese hasta que tenian edad; y antes que los casasen, estas amas les enseflaban vicios y dormian con ellos, hol- gando dello los padres; y esta tal siempre se les quedaba en casa por manceba despues que se casaban. La segunda manera de hacer estas mujeres, tenia tambien por fiinda- mento otra costumbre, que si bien i primera faz y tomada dla por si era loable, con todo eso, por lo que en hecho de verdad pasaba, era no menos repreensible que la pri- mera, y es, que entre esta gente se tenia gran cuidado. de criar los hueanos, y uno de los medios que se tenian cuan- do uno era muy pobre, era entregarle A alguna mujer viuda del pueblo que no tuviese hijos ni se hubiese de tornar i casar. Esta, en siendo el mozo de edad, aunque fuese ella vieja, se amancebaba con d, hastaeque el Gobernador le daba mujer y se casaba; no embargante lo cual se quedaba amancebado con la primera como antes, hasta que le pa- gaba el trabajo de haberlo criado, la cual paga se solia di- ferir mucho tiempo, y cuando ellos entre si no se concer- taban, la tasaba el Gobernador.
Otro titulo de adquirir mancebas era el de la guerra, en la cual los capitanes y hombres de cuenta se aprove- chaban de estos despojos y los repartian entre si. Pero el mis general y con el que las mis eran habidas, era por merced del Inca, que con este genero de premio refflune- raba los servicios sefialados que los suyos le hadan.
El iiltimo titulo era por via de herencia; porque era cos- tumbre entre ellos heredarse las mujeres de sus padres y

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hermanos, de las cuales usaban los herederos como propias, excepto la legitima con quien el padre difunto habfa con- trafdo matrimonio con la solemn idad acostumbrada, porque con esta era prohibido el acceso carnal de los hijos, y lo mismo era de las otras mujeres concubinas, si habian pa- rido del padre, porque no habiendo parido, heredabanlas los hijos y tenianlas por propias y erales permitido usar dellas como tales. Los hermanos asi mismo heredaban las mujeres de sus hermanos, asf las legitimas como las concu- binas; y sobre los que habian de ser preferidos en estas sucesjones, habia esta costumbre: que si los hijos eran gran- des y tenian casa aparte al tiempo de la muerte del padre, el mayor se apoderaba de las mujeres, y si alguna habia parida, esta entendia en criar sus hijos y estarse por si aparte; y si era la mujer legftima y no habfa parido, no la llevaba el hijo del difunto, sino el hermano, porque a s61o el hijo le estaba hecha la prohibicion del ayuntamiento car- nal con la mujer legftima de su padre, y no al hermano con la de su hermano.
Tenfan en estos matrimonies y usos de mancebas sus fueros y grados de consanguinidad prohibidos y seftalados diferentes castigos para los delincuentes y transgresores, segdn la calidad de los delitos que en ello se cometfan. Por- que, cuanto a lo primero, fueron prohibidos los matrimonios entre ascendientes y descendientes, como con hija y nieta, madre y abuela, en tanto grado, que no solamente nunca se hizo, pero aun fue puesta pena de muerte a quien cometiese delito semejante; como tambien tener acceso carnal con nin- guna mujer en este grado, la cual pena se ejecutaba en am- bos c6mplices, de cualquier estado y condicion que fuesen.
Lo segundo, fue tambien antiqufsima y general prohi- bici6n el contraer en primer grado, como con hermana, la cual durd hasta el Rey Tupac- Inca-Yupanquiy padre dc Guaynacapac, que fue el primero que la quebranto, casan- dose con su propia hermana de padre y madre; el cual
ToMO IV 24

1 86 niand6 que asf lo hiciesen solos los Reyes, y que la detais gente principal pudiesen tomar por mujeres i sus hermanas de s6io padres; de mancra que esta costumbre de casarse con sus hermanas fu£ muy nioderna. Fuera deste priooer grado y entre ascendientes y decendientes, como queda dicho, en todos tos demis eran permitidos los matri monies; y no solamente se contralan Jndistintamente, pero no sieado uno casado, si sus padres 6 e1 pedlan al Inca 6 i sus Go- bernadores a su prima hermana, siempre se la conced(an, y era como derecho para que no se la negasen, el proceder ambos de un mismo tronco y abuelo; porque como esta’ gcnte hacfa adoraci6n i los cuerpos muertos de sus antepa- sados, con esta distincidn, que cada uno adoraba i sus as- cendientes por Ifnea recta, sin tener cuenta con el tio ni con e) hermano del abuelo, solfan alegar en este case, que pues habfan de adorar A un mismo abuelo, era raz6n que se la diesen por mujer, la cual era bastante para que le concedie- sen su peticion, mas no para que las tomasen por mancebas.

CAPtTULO VUI Del cottocimiento y uso que teniandela agricuUura.
EL arte de la agricultura consiste en labrar y sembrar la tierra y criar toda suerte de plantas con observan- cia de tiempos, de tugares y de cosas. Deta alcanzaroo estos indios peruanos mis que de ninguna otra de las ne- cesarias al hombre; porque las semillas y legumbres que tenian sembraban y beneficiaban con tan buen orden y a/erto en buscar tierras acomodadas d la calidad de cada especie deltas y en cultivarlas y darles sus rieos A los tiem- pos convenientes, que no ha pasado en esto lo que en los otros oficios suyos, y es, que con nuestra comunicacidn los

DEL Nl’EVO MlXDO 1 87

han mejorado mucho* aprendiendo de bosotros lo que les fidtaba para teoer la debida perfeccion. Porque, en lo esen- dal de la agricultura, no han tornado ni mudado nada dc h que ellos usaban mas de algunos de nuestros instrumen- toSf con que se les ha disminuido el trabajo que antes te- nian: como el uso de arar con bueyes, y hacer ahora con herramientas de hierro mucho de lo que soUan hacer con palos y piedras y otros instrumentos de cobre. En suma, dlos eran tan excelentes labradores de sus legumbres y plantas, y con la larga experiencia habian alcanzado tanta inteligencia de la agricultura, que nosotros habemos apren- dido dellos todo el modo de secr.brar y beneficiar sus semi- lias, y mucho para el buen beneficio de las nuestras; como es la manera de guanear 6 estercolar los sembrados en al- gunas partes, que es muy particular y diferente de como se hace en Espafla, y otros semejantes usos.
Debi61os sin duda de hacer tan diestros y aventajados en esta arte la aficidn con que la ejercitaban, que es tan extraordinaria, que no hay ninguno que no la prefiera d cualquiera otra ocupacidn, en tanto grado, que aun a los roismos oficiales de nuestros oficios, como plateros, pinto- res y los demds, no podemos persuadirles que no los inte- rrumpan por acudir k sus sementeras, sino que en Ilegando el tiempo de hacerlas, dan de mano d cuanto hay por acu- dir d sus chicaras; y es cosa que admira y con que yo he intentado desengaflar d algunos, que por coger un poco de Mais con su propio trabajo, pierdan diez veces mds de lo que vale su cosecha en el tiempo que, por acudir d la la- branza, interrumpen sus oficios y dejan de ganar con ellos.
Buscando yo la causa de tan notable aficion como tie- nen d la labor del campo, hallo que es el haber sus Reyes los Incas de tal manera dispuesto y asentado este ministe- rio, que lo vinieron d tener por recreacion y holgura; y esta es una de las cosas en que los Incas descubrieron su gran iie[eiiio y pnidencia, en saber disponer de tal modo un ofi-

1 88 cio de tanto trabajo y afin, que viniese i ser tenido por ejercicio de entretenimiento y regocijo; y en reaJidad de verdad por tal to tienen todavla, particularmeate en las pro- vincias de la Sierra; pues cast se convklan y convocaD los amigos y parcialidades y pueblos enteros i arar sus ckdea- ras, y los convidados acuden con Unta voluntad y gusto como si los convidaran a bodas, sin lievar otra paga ni in- terns mis que comer y bcber i costa del dueAo de la he* redad; el cual, para estas juntas se previene de cantidad de Ckicha, que es el cebo que los Ueva tan de grado, y coati- niean la labor todo el tiempo que dura con el misoio pla- cer y alegrla que la comenzaron, regocijandose con caota- res d su usanza. Finalmente, la labor de las cheearas era una de las mayores recreaciones y fiestas que ellos tenfan.
Procuraban siempre, en cuanto la disposicido de la tierra daba lugar, que sus sementeras fuesen de regadfo, no sMo donde se careda de agua del cielo, sino tambie donde habfa temporal suficiente; y para esto hadan dos cosas de sumo trabajo y no poca tndustria; la primera, que allana- ban las tjerras agrias y dobladas que cultivaban, para que estando lianas, se piidiesen regar, arar y cultivar mas cdmo- damente, y tambien porque desta manera aprovechaban muchas tierras que sin esta traza fueran del todo esteriles y sin provecho. Allanabanlas haciendo en las laderas ande- nes, que ellos llaman Pata, levantando a trechos paredes de piedra que tuviescn la tierra, y ponlanla igual y pareja i. nivel de una pared a otra; y eran estos andenes mils y me- nos anchos, segi5n la cuesla era ni4s d menos empioada.
En las laderas muy echadas y de poca cuesta, vemos andenes muy capaces de a cincuenta, a ciento i. dosdeotos y mas pies de ancho; y en las muy agrias, tan estrechas y angostas, que parecen escalones, pues algunos no tienen mas que tres 6 cuatro pies de ancho. Estas paredes que hacfan de trecho i trecho, eran las mas altas de uno fi dos estados, y de ahl para abajo, como lo pedfa la dispostddo

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del lugar, y todas ellas de piedra seca, en algunas tan bien labradas y con tanto primor y curiosidad, que sin ser las piedras cuadradas, estaban tan ajustadas unas con otras, como las de sus mis curiosos edificios; como son rouchos de los andenes que todavfa permanecen en la comarca del Cuzco. Mediante esta obra y traza, sembraban estos indios todos los cerros hasta los muy altos y empinados, que sin ella no se pudieran cultivar por su aspereza; los cuales ve- mos hoy que de alto a abajo parecen desde lejos estar lle- Dos de gradas.
Aprovechaban el agua de los Hos, regando con ella to- das las tierras d donde alcanzaba, y esta obra de sus ace- quias era de las mds grandiosas y admirables que tenian; porque estaban tan bien sacadas y con tanto orden, que admira el considerar c6mo, careciendo de nuestras herra- mientas, las podfan abrir y edificar; porque en las tomas de los Hos hacfan muy fuertes reparos contra sus crecien- tes y avenidas; llevibanlas por muchas leguas sacadas i nivel y algunas muy caudalosas; y no solo las encaminaban por tierra liana, sino tambien por laderas y cerros altos y fiagosos, y lo que es mas, por riscos, y peflascos y lajas muy empinadas y derechas; por los cuales lugares las abrian y sacaban con notable trabajo y artificio, cavando por gran trecho la pefia viva, cuando no habfa otra parte por donde guiarlas; y adonde ni aun para esto habfa disposicion, como cuando era forzoso echarlas por alguna laja 6 peAa tajada, sacaban desde abajo por muchos estados una pared de pie- dra seca arrimada a las dichas lajas, 6 desviada, cuando era forzoso salvar alguna quebrada, y por encima dellas condu- dan el agua. Donde era menester hadan estas acequias con las paredes de piedra seca, y donde no, cavadas solamente en la tierra. Llevdbanlas por lugares tan fragosos y dificiles, porque no solo regaban la tierra liana, sino tambien la do- blada, mediante los andenes de las laderas, sin dejar perder palmo de tierra.

igo Los instrumentos de sus labranzas cran pocos, y esos de palo 6 cobre y de ningiein artificio. El arado 6 azada era un instrumento llamado Taclla, de un palo tan grueso como la muHeca y largo poco mds de dos codos, d maoera de zanco. For donde lo aslan estaba torcido como cayado, y en la puota ataban otro palo de cuatro dedos de ancho y uno de canto de otra madera mds recia; y como un palmo an- tes del remate delta tenlan asido un gancho del largor de un jeme, donde haclan fuerza con el pie izquierdo. Porque e) modo como rompfan y araban la tierra con estas Taclias, era levantando la parte alta dellas hasta el hombro derecho y la punta dos 6 tres palmos de la tierra, y para que hicie* sen en ella el golpe con fuerza y entrase mucho, las impe- Ifan y apretaban con toda la fuerza de los brazos y del pie izquierdo, que cargaban sobre el dicho gancho (i).
Fuera desta suerte de arados tenlan otro instrumento de un palo corvo, que hacla forma de hazuela de carpin- tero 6 de almocafre (2), con que quebrantaban los terrones, escardaban y mull{an la tierra; y estos dos instrumentos eran los principales con que labraban los campos. Para es- cardar los sembrados y hacer los hoyos en que enterraban el Mais al sembrarlo, usaban de Lampas, que los mexica- nos tiamaii Coas (3], y es un instrumento como azada, salvo que el hierro era dc cobre, y no corvo, sino llano como pala corta de liorno; y el dia de hoy usan mucho los espafloles destas Lampas liechas de hicrro, en sus labranzas, particu’ larmente para desherbar las huertas y viAas, que en esta tierra Daman cuspar (4).

(i) En lu pTOviucias vucoogadw; eo Astoriu se libn Mmbidi la tierra del misnio niodo. Llanan en lis primerai layat i ««u operadftD agrlcolai y taya al initrunieDto, que e$ ma; parecido A la taetla, aacqae de hierro, eicepto el mango,
(1) Ramrana en qnichoa.
(3) El nombre, sin embaeo. n de Ua Anlillu j Tiem Firme.
(4) Del verbo quichua Uuifiani?

191

Las sogas que les Servian en este ministerio eran co- noilnmente de lana en la Sierra, y donde se careda de lana, las hadan de Cabuya, que es su caftamo. Hacen sus barbe- chos al fin de las lluvias, y donde no llueve, algunos meses antes de sembrar; y d su tiempo escardan sus sembrados limpiandolos de la mala yerba; y cuando ya el Mais esti a medio crecer, le escarban en el pie y arriman y amontonan tierras. Lo que mas trabajo les costaba era el arar, y a esto acudfan con mas gusto, porque siempre araban en tropas de mucho ni!imero de gente, hombres y mujeres juntos, por esta forma: los varones solos araban puestos en hileras, y delante dellos estaban las mujeres en otra hilera contra- puestas d los hombres; y en arrancando ellos con sus Tac- lias los cespedes de tierra, ellas los trastornaban y con aquellos sus almocafes de palo los quebrantaban y desha- dan. Por la mayor parte sembraban en camellones, que ha- dan con gran concierto y muy grandes algunos. Tienen sus cantares alegres acomodados para cuando aran, los cuales cantan todos i. una entonando uno y siguiendole los demds; y Uevan su compas tan puntual, que el golpe que dan en la tierra con las Tacllas no discrepa un punto del compas de su canto; y asi como en este van todos d una, lo van tam- bte en levantar las Tacllas y herir con ellas la tierra; que cierto es de gran gusto verlos arar d su usanza, como yo los he visto hartas veces; porque sus cantares son agrada- bles y suelen oirse a mds de media legua de distancia (i).
(1) En algunas comarcas qaitefias usaD todavia los iodios campesi- Dos de estos cantares agncolas. Uno de los qae entoDan en la siega, Heva la siguiente copla:

feuca nqsisi tolli
Ilahuay, Hahuay Maipi charitian
Hahoay, Hahuay Mana ricnrcani
Hahuay, Hahuay Xuingani huacan
Hahaay, Hahuay

(Mi tierna tortolita) (Ad6nde estara) (Pues ya no la veo) (Y mi coraz6n llora)

CAPf lULO IX
Del arte miUtar, cbmo la profesaban estos indios, sus armas y manera de pelear.
Ten! AN estos indios del Pcni el ejercicio de la milicia per el mis grave y noble de todos; y asl lo tratabao con me primor, estudio y curiosidad que otro ninguno. Hadan los Incas tanto case de la milicJa y de los que la profesaban, como medio por donde hablan llegado A tan gran potencia y majestad y se conservaban en ella, que era el tftulo linico entre sus vasallos para adelantarsc en pues- tos honrosos, y apenas habia otro camino que este por don- de viniesen e subir y valeri por la grande estimacidn que se hacia de ios capitanes de valor y experiencia y de todog los que se sefialaban en las armas, que era en tanto grado, que ft el que habfa sido valeroso y conseguido buenos efec- tos, no 36]o acrecentaban los Reyes en hacienda y cargos honrosos, sino que crela el pueblo que despues desta vida tenia principal lugar en el Cielo. Habla siempre en los de- pdsitos de las proviiicias recogida mucha provisi6n de vi- tuallas, ropas, toldos, armas y todos pertrechos de guerra, asi para sustentar las guarniciones que estaban en los pre-
Li lein, como se it, do alude lo mis mfaimo t U tieta, pero el compii 7 rilmo del canto con que sc Kcoinpani K aconiodaD driuette i la«
mDVimientos del aegador, qne irsulti nai vcnliderB sbIoiim, Cajo objcln, me qae distraer i los tcabijadorea eo sa pcnuu larea, es el de concertir sns esrnenos pkra rcaliinria cnn ahnrro de lienipo y caasBDcio.
El cap>lai 6 jefe de cuadrilla lleva 1> voi, acompadaado cada veno COD el mismo rtcilado, de escasa melodia, y los legadorcs le contobui CD Coru priHiUDciando rdpida y eotieicamtDIc el C’tribillo [faking, y corUlldQ con la hoi al propio liempu la porciOD de mie« que cada coal ha separado COD li mano iiquicrda.

DEL XL’EVO MUNDO I93

sidios y fi rontcras del rdoo, oomo paia las guenas que cxro- rHan; y para que en las ocasioDes 00 £dtase gente diestra y disdplinada, austentaban los Incas gran niiaiefX) de capi- tancs y ofidales de goerra, que, repartidos por las provin- das, teoiao gran cuidado de instniir y ejercitar en todo gi6- nero de armas la joventud y alistar los que mas brfos mos- tiaban en las rcsefias y zmxas; faera de qoe las mis de sus fiestas y reodjos eran como alardes y ensayos de guerra al modo que son entre nosotros las justas y tomeos.
El soeldo y paga de los que profesaban la milicia, era que el Inca, mientras andaban en su servicio ausentes de sus casas, les daba de comer y vcstir, armas y municionese y los pueblos de comanidad les labraban sus heredades y hactao bs s cmenter a s, Sio eslo eran bien prcmiados i sn flwdo los capftanes y gente de cuenta y todos los soldados que en las ocasicMies se mostraban esforzados.
Las armas dcfensivas que usaban eran tan flacas, qoe no hadan niugim a que pudiese resistir a un goipe de es- puda ni pnnCa de UeiTo. Eran unas mantas de algod6a del- gadas, cefiidas om mudias vueltas por el cuerpo; algunos icstlaD jubooes 6 saeros embastados asi mismo de algoddn, oon nn mornon de lo mismo 6 de madera. Otros morriooes se poniaui hechos de cafias muy tcjidas, y eran tan fiiertes, que m un goIpe de piedra ni de un palo les podia hacer dadks; y todos traian en las espaidas unas rodelas pequeflas tcfklas de varas de palma y algodon; y de lo mismo traian otras aigo mayorcs en ias manos, no redoodas, sino pn>- loogadas oomo cscudos, para amparar la cabeza de los pa- los J pedradas, Aforrabanlas de cuero de V’enado y cu- hf ianlas por la parte de a fuera coo un lienzo rico de al- goddn, iaaa 6 phima muy labrado de varios colorcs, y en cilas aolian pintar divisas y blasones. Sobre estas armas soliaa poocfse sos galas y joyas mas vistosas y ricas, como phwnajcs y penacbos muy finos y de muchos colores
laa r a hri a rt, y en los pcchos y espaidas grandes pate-
TOMO IV 25

194 nas dc oro y plata, y los soldados pobres de cobre; y ge- iieralnientc llcvaban todos sobre sus cuerpos las piezas y joyas de oro y plata con que sollan aderezarse para su3 regocijos. Algunos se pintaban de varies colores y figuras, para espantar con ellas i sus encmigos. Para combatir y dar asalto i las fortalezas, usaban de paveses A modo de mantas, tan grandes, que podfan ir den hombres debajo de cada URO.
De las armas ofensivas, unas eran para pclear de lejos y otras para de cerca. De lejos peleaban con hondas hechas de lana 6 de Cabuya, en que eran grandes certeros. Usjban- las casi todos los deste reino, particularmente los serranos, que eran extrcmados hondcros. Pero la arma mas general de todas las IndJas, no solo para guerra, sino tambien para la caza, era el arco y flecha. Hadan el arco tan largo y me que la estatura humana, y algunos dc ocho y diez palmos, de cicrta patma negra llamada Clionta, cuya madera es muy pesada y recia; la cuerda de nervios de animales, de Ca- buya 6 de otra cosa fucrte; las flechas de materia liviana, como juncos, carrizos 6 caflahejas, y de otrae varas tan li- vianas como estas, con el casquiilo y punta de Chonta, i> de otro palo recio harponado, bueso 6 diente de animal, punta de pedernal 6 espina de pescado. Muchos usaban fle- chas enherboladas, untando sus puntas con fuerte ponzofia; mas, de las naciones deste reino, solos los Chunckos usaban esta yerba ponzoflosa en las flechas; la cual no era yerba simple, sino una confeccton hecha de varias yerbas y sa- bandijas ponzoAosas; y era tan eficaz y mortlfera, que e cuatquiera que con estas flechas enherboladas herlan y sa- caban sangre, aunqiie no fuese mas que la que sacaran pi- cando con un alfiler, morlan rabiando y hactendo visajes espantosos.
Hacfan esta yerba y confeccion los dichos indios Ckuft- chos, y la hacen todavia las naciones por conqutstar que usan delta, como son los indios de Urabi, (ronterizos de

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la didcesis de Cartagenae y otros muchos, desta manera: ca- zao mudios lagartos, viboras, ciertas hormigas negras y tan grandes como escarabajos, muy ponzoflosas, arafias gran- des, unos gusanos que hay peludos y grandes que se crian en los arboles; oiezclan alas de murcielago, la cabeza y cola del pescado Ilamado Peje tamborino, sapos, culebras y otras sabandijas venenosas; item unas yerbas mortiferas de mu- chas diferencias, y en especial la ralz del arbol que lleva \9i Manzaniila, fruta muy ponzoAosa. Junto todo este re- caudo, lo ecban en una vasija grande, y buscan tres muje- res las mds viejas que hallan, las cuales le van dando fuego y revolviedolo por su turno, una despues de otra; y como al principio estd iloja la ponzofla, dura mas tiempo la pri- mera vieja que las otras; mas al cabo de algien espacio, la ittficiona de tal manera el vaho que sale, que le quita la vkla. Muerta esta primera, le sucede en el oficio de dar fuego al cocimiento la segunda, la cual muere mas en breve, por estar ya la ponzofta mds subida de punto. A la segunda sucede la tercera, que muere muy presto por la gran fuerza de la confecci6n ponzoflosa; y muerta esta con brevedad, eotiendeo que ya el veneno tiene todo su punto y perfec- ckSn; apdrtanlo del fuego, y en enfridndose, lo guardan y estiman en mucho, como cosa que tanto les ha costado.
Haceo este cocimiento en el campo descubierto y bien apartado de poblado, porque no haga dafio. En algunas partes, al hacerlo no muere mds de una persona, y suele 9er alguna vieja 6 esclava tenida en poco. Pero los sobredi- chos indios de Urabd lo hacen de la forma dicha con muerte siempre de tres personas (i).
Hay indios que tiran una flecha con tanta fuerza, que apeoas hay arma que no rompa y pase; y todos en comiin son muy diestros y certeros; y algunos lo son tanto, que

(1) Creo que el lector me dispensahl los comeotarios acerca de esla obn de brojai ai»ericaiMs» qae ciertmmeote 00 presenci6 el P. Cobo.

196 HlSTOMA
ccfaaodo en alto cualqaicrs co», b flechan en el aire. In- dios hty, qoc para hacer d tiro, no apuntan i lo que tina, sino i to aho, mas con tal tioo y d wtigia , qe al cMr b flecha faaco) d golpe en lo qne quiem.
Usaban tambie dc aiagayas 6 dankis am las pnalas tostadas 6 annadas con espioas de pescados, y ttrabanbs 00a amiento, i Us coales los eeiaColes Uaman tindena. A corta distanda, para asr y prendcr al e Btmi go, tirabao un instruoiento dicho Aylht, que es de dos {Mecbas icdon- das poco mcnores que el puOo, atidas con ana cuerda det- gada y larga una braza, poco mis d menos; tirabanio i kis pies, para trabarlos y faacer su efecto cnando la cuerda eo- caentra oon las pieroas, porquc, con el peso de las piedkas de los cabos, da vudtas i ellas hasta revolverse toda y en- ledarias.
Las annas para dc cerca eran lanias, picas, Macamas, anzas, hachas y otras i este talic. Las lanzas Incian lar- gas, de Riadera dura, con la punta de lo oiismo tortada bre de hechura deestrdia cOn sus puntas 6 rayos al rededor rnny puntia- gudos. Destos Champis unos eran cortos como bastooes y otFOs tan largos como lanzas, y tos mas de nediano tamaflo. Las hachas de arma teniae el hiern) d cuchiHa dc cobre d pedemal; unas eran pequeftas, de a una mano, y otras gran- des, que se jugaban a dos manos. Las mas destas armas de que usaban los capitancs y geate noble, teniaa los hie- rros de oro yplata. No peleaba uno mas que oon una suerte

I97

de armas, y asi estaban repartidos ea tropas por los gee- ros de armas que maoejaban de por sU ios fledieros, k» bonderos y los demis. Tambien tenian sus iostruiiieatos belicos, que tpcaban para animar ia geote al tienipo de Ja bataila: estos eian ataoibores pequeftos, caraooles grandes de la mar, flautas y trompetillas hechas de huesos y com- < :iias de animates (1). Las causas de mover guerra los Incas eran ondiaaxia- mente la ambidoo y codida de diiatar los teminos de sa Imperioe castigar las provindas cuando se rebelafaasi, repri- anir los enemigos que molestaban las fronteras, y otras se- mejanftes; y mioca la emprendian sin giaa consejo, consul- tando los capitanes yicfos y los que en las bataiias se ha- bfan mostrado valerosos; y con los mismos coaSariam el modo c6mo se habia de hacer y guiar. Las mds voces salfa d Rey en persona, al cual Uevaban en andas y en ellas en- tiaba en la bataila, ngiendo y animando los suyos. Cuando voMat de la gueria a su corte, le salia a rocebir toda ella con daazas, cantares y otras demostradones de alegre. Otras veces, quedindose en el Cuzoo, enviaba capitanes generales i, particulares conqutstas, y si eran de xnucha im- portanda, las encargaba d deudos suyos muy cercanos. Guarddbase en la guerra el mismo gobiemo que en la paz, dividiendo los soidados por sus decuxias y centurias. Todos los capitanes, maeses de campo y oficiales prmdpa- les del ejecito, eran conuinmente del linaje y saagre Real de los Incas, que no se fiaban de otros; y cuando se oon- duda gente en las provincias, los capitanes que ia Uevaban al Cuzco, se quedaban con el cargo que antes, salvo que les ponia el Key a cada uno un capitan y superior de su linaje de Incas; y asl, el dejarles los cargos que tenian, era hacerlos tenientes de los que de nuevo ponfan; con lo cual era gobemado todo el campo por Incas. Cuando marchaba (1) Y Umbito de barro cocido. ■98 el ejercito en ordenanza dc guerra, iban repartidos en di- versos escuadrones por sus provincias y nadones. guardaa- do cada una ei ordcn de su andgiicdad; de maoera que aqucUas nadones iban mas ccrcanas al Inca que hacia mas tiempo que le cstaban sujctas, y mas apartadas las que ha- Ua menos. Antes de venir a romfumiento con los encmigos, pro- cuiaba el Inca redudrlos por bien; y para esto les enviaba embajada, badendoles saber como su padre el Sol le en- viaba i reducir Us gentes A vida oonfonne i razoD y sacar- las de la birbara y bestial en que vivlan; y si le hadan re- estenda, inteolaba primero apretarlos con cercos y con hambre; mas cuando estos medios no bastaban, venia i rompimicnto y les daba la batalla. El modo dc pclear era embestir de tropel con gran vo- ceiia y algazara en sus contrarios, para amedrcntarlos, e guardar conderto y orden de escuadrones formados oon la traza y disUncibn de partes que la mitida bien ordenada enseOa. Tenlan por derto que era Ifdto en la guerra tomar toda la hacienda a los venddos, didendo, que sJendo la voluntad del Viracocha daries la victoria, de all! $e segula que tambien fuesen suyos los bienes de los vencidos. En las provindas rccieD cooquistadas dejaban buen re- caudo de guamici6n y presidio que las tuvtesen A raya, y personas que instruyesen a los nuevos vasallos en las cos- tumbres, rites y culto de sus dioses; porque d cuantos me- tian en su obediencia obligaban a recebir sus dioses y tener sus opiniones en lo tocaote a su religion. 1 99 CAPlTULO X X>€l conocimiento y uso que tuvieron de la medicina.
DICHO queda en ei libro precedente, c6mo en todas las curas que hacian estos indios peruanos interve- nian supersticiones y hechicerias; dejando, pues, ahora lo que alU se dijo desta materia de supersticiones, solo tratare en este capftulo de lo que toca al arte de la Medicina, de sus meicos y modo que tenfan en curar; que aunque gente bdrbara y de poco saber, todavia, como el amor de la vida es natural d todos los hombres, e1 despert6 d estos a que buscasen medios como conservalla y defendella de lo que le puede daftar y empecer.
Sus mddicos eran comi!inmente viejos y experimenta- dos, y con todo eso, alcanzaron muy poco conocimiento de las enfermedades con distinci6n y nombres particulares; y esta ignorancia es tan general en todos, que no hay in- dio, si no es muy ladino, que sepa hoy informar al meico de su dolencia y las causas de que puede haber procedido; pues en cualquiera deltas, preguntado el paciente lo que tiene, solamente responde que le duele el cuerpo, 6 que le duele y se le ailige el coraz6n. Por lo cual el medico ha de regirse, como albeitar que cura un animal, por discursos hechos k su albedHo; de donde procedi6, que como no su- piesen las causas y apenas los efectos de las dolencias, no pudiesen conocer sus contrarios.
Lo mis que alcanzaron fue k conocer algunos males de frio, que es el que mds los ofende, no embargante que es nacidn con exceso cilida, como en su lugar dejamos dicho, y muchas yerbas para curarlos. Mas conocimiento tuvieron

aOO HlSTORIA
de heridas y llagas, como cosa patente y manifiesta, y dc particulares ycrbas para curarlas.
Nunca usarun de medicamentos compuestos; sus curas todas eran con ycrbas simples, y entre ellos sc hallaban al- gunos grandes herbolarios, de los cuales habcmos nosotros venido a conocer tas virtudes de muchas plantas que usa- mos ya en miestras curas. Tamilian con simples sollao ha- cer fomcntaciones y perfumes, que aplicaban i calenturas y i otras dolencias.
Alcanzaron tambie i conocer ser provechosa ta eva- coacida por sangria y purga; pero no supieron dc pulso ni fflirar la orina, ni menos tuviertia atenctdn ni rcspcto en aplicar estas medictnas i las complcxioncs de tos enfermos ni d las causas de que proccdfan los males; porquc no tu- vieron notida de los cuatro humores mds que de la sangre, sin investigar su naturaleza. y propiedadcs.
Ca-ecieroa del conocimienio de las venas, y con todo eso usaban de sangrias a su mode, que era, en tcniendo dolor en alguna parte, sangrarse all! con una punta muy aguda de pedemal. Las venas que mes conocreron son Iss del cuello, llamadas tn-genicas, y detlas solas sangrabaa cuando rompfan vena, y no de los brazm ni de otra parte del cuCTpo; y aun todavia usan algunos esta manera de san- grar y se ban visto destaa sangrias succsos litiles, particu- larmente en aquetia peste general que bubo en este reino d ado de mil y quinientos y ochenta y nueve. Cuando se senUan careados, usaban de yerbas para purgarse indiferen- temente, sin conocer el humor que redundaba y era me- nester evacuar, porque no pretendlan mes que aliviar el cuerpo.
En lo que comiinmente mas acertaban, era en curar heridss, para las cuales conocfan yerbas extraordinarias y de muy gran virtud; y para que man claro se vea csto, con- tare aqnf una cura rant que hizo un indio en la ciudad de CfiHguiabo, como la refiere un caballero que hubo en aquella

20I

dudad, Uamado D. Diego de Avalos (i), en ciertos papeles
suyos que llegaron i mis manos, y es asf: De una gran
cakla que did un muchacho indio, hijo de D, Alonso Qui-
sumayta (de la generaci6n de los Incas), Cacique de la en-
comienda y repartimiento del dicho D. Diego, se le quebnS
una piema por medio de la espinilla, de manera que el
hueso della rompi6 la carne y se hinc6 en el suelo, donde
se derranKS mucha parte de la medula, lo cual prometia
graves accidentes y dificultad en la cura: y por ser hijo de
Cacique principal y de Real sangre, hizo el dicho caballero
llamar los cirujanos que le curasen con todo cuidado; los
cuales, viendo el daflo que habfa recebido el paciente en
la pierna, se determinaron de cortarla y de aventurar por
este camino, porque, de no hacerlo, tenian por cierta su
muerte. Mas como de tal remedio rara vez se haya visto
buen suceso en este reino, hubo diversos pareceres en los
circunstantes, y su padre del muchacho fue del contrario;
el cual mand6 llamar i, un indio viejo, cuyo oficio era curar
entre ellos, y le pregunt6 que cura se le ofrecfa para su
hijo. El viejo se apart6 un poco del camino (estaban fuera
del pueblo) y cogi6 cierta yerba que luego quebrant6 entre
dos piedras, i fin de que no pudiese ser conocida, como
no lo fue; y llegando donde el enfermo estaba, la exprimi6,
y con el zumo della moj6 hilo de lana y con €\ le at6 el
hueso que salia de la carne y i rafz della, prometiendo
cierta salud al enfermo; y otro dia, estando presente el so-
bredicho D. Diego de Avalos con otras personas, volvi6 el
indio i curar al enfermo, y vieron todos los circunstantes,
con no poca admiraci6n suya, c6mo el hilo de lana con el
zumo de la yerba con su fortaleza habfa cortado el hueso
sin dolor alguno, segdn el enfermo dijo; y aplicindole luego
d viejo herbolario la misma yerba mezclada con otras, en

(i) Amor de U Misceldnea Austral, libro ya majr raro, impreso co Luw es t6o3.
ToMO IV 26

202 HlSTORIA
brcvc fue sano, quedando por seHal un pequeAo hoyo en la espinilla, por dondc el hueso habla salido; pero taa sano y igil el niozo, como si semejantc dcsastre no le bubieia Sliced i do.
Quedo tan deseoso de conocer aquella yerba el dicbo D. Diego, que promctiendo buena paga al indio, con hala- g03 y caricias le pidio se la mostrasc; y aunque €\ prome- tid hacerlo, nunca lo cuinpli6, sino que Ic fu£ entreteniendo con varias cxcusas, hasta que el hielo del invicrao quemb los prados, lo cual tuvo el indio por bastante causa para no cumplir la promcsa.

CAPiTULO XI De la ropa y telas que ktladan y tejian.
MAS abundancia de ropa tuvieron estos indios del Pe- ril que los de las otras regioncs destc Nuevo Mun- do; porque allende del algodon, que cs general en todas las tierras calientes del, y de que tambien abunda este rei- no, por los muchos valles tetnplados que en e1 hay fertiU- simos dcsta planta, gozaban los peruanos de gran copia de lana de sus Llamas y Vicunas, de que iabraban la mayor parte de las telas y pafios de que se vestlan. As( la ropa de lana como de algodon hacen muy pintada de colores fi- nos y labores curiosas; y tienen para teflirla tan perfectos colores de azul, amarillo, negro, y otros muchos, y sobre todos de carmesl 6 grana, que hacen conocida ventaja i. los de [nuchas partes del mundo y pueden competir con los mejores que en e1 se hallan. La tinte dan a la lana y algodon en pelo, antes de hilarlo, y dcspues de sacada del telar la pieza, no usan darte ninguna.

DEL NUEVO MUNIKe 20J

Son muy pocos y faciles los instnimentoH con < ]uc In- bran estas telas; y comenzando por lo primero en que po- nen la mano despues de la tintura que lleva la lana 6 uleo- d<}n, las ruecas que usan para hilar no son mie que un pu« lillo de una tercia de largo y menos grucso (]ue un dcdu, con una argoUica en la parte alta de lo mismo conio una manilla, no del todo cerrada, en la cual acomodun cl copo de lana 6 algod6n, y teniendo esta rucca en la mano i7.(|uicr» cla, con la derecha traen el huso; y lo mas conii'in hucIc ncr liilar sin rueca, revolviendo el copo en la muflcca. I lilan Ian indias no s61o en sus casas, sino tambidn cuando aiwlan fiiera deltas, ora esten paradas, ora vayan andando, que como no lleven las manos ocupadas, no Ics es im{>cdimcnto d andar para que dejen de ir hilando, como lo van Ian mi% que encontiamos por las calles. Cuando hilan iienUuJa%, elue* leo ascntar d huso sobre algunos de sus platiltoe de \9AruK Si bien son oooieomente ningunas 1ae que ejcrcen r%in fetrjo como propio suyo, con todo eso, en algun-iH parien \o i’t*:nrn por DO menos propio que los hombree. Im*,j/’Je% ‘3e KilA’ do, doUan y tuercco d hilo, porquc nunc* U/ teyttt vrR/,il>/, y tnercenfe las mtsmas m’jjcree de !a miMna v.,Kf%K e\ >k >/ hilas; y a csto sueieo alguna.) veoe zytjflir >/* varJUn ya pttra eAre/k e•eee/A.
Sas teiarcs soo peqtacfi/>% 7 d «& hfkzre y a.’zem ve e csoiio cxMkfS ct2i anr;ai&> sa teiaee. he e ui ve.ee re’ ue
jc« ei otro rarv T*-v>e’.**ry>v e. ‘AUi / :a’4
ife ‘j» “xrvi 7 iww *; turuvt vei*’e -jM*f=e*–i T *t “XTi ea jat er-‘Siv e>i v-t “ave a “ei*
*?rfg- wsa. nut Kt )rt*U!a i; iter 9 *si mutitw.

204 HlSTORlA
de obra, los levantan, arrollando ea el un palo la urdiembre que estaba descogida, y dcjan siempre hincadas en tierra las cuatro estacas sobre que lo asieataa. Van apretaado y tupicodo la tela con un hueso puntiagudo y liso; coo el cual, sia otros aparejos i instrumentos, la sacan tan tejida y densa como nuestras scdas; y hacen los tejidos, asf los llanos y senciUos como los labrados de colores y figuras, los bastos y los ricos y preciosos, a dos haces, que es obi* de gran primor y que con raz6n nos admira.
Como sale la ropa del telar se la visten, sin que le ba- gan otro bcneficio, ni aun lavarla (que nunca la mojan), por no haberlo menester, supuesto que se beneficla la lana sin aceite ni grasa. Nunca usaron ni supieron sacar el pek> A los patios, y asf, todos sus tejidos quedan con el hilo de fuera, como nuestros lienzos y tafctanes; pero tan lejos eati esto de ser fealdad en cllos, que antes los agracia y homo- sea, particularmente a los sutiles y ricos, respeto de ser d hilo muy dclgado y torcido doblado. Verdad es que desta falta de pclo nace que todas sus ropas scan de muy poco 6 ningdn abrigo, y que mes sirvan dc cubrir las carnes que de defenderlas del frio.
Tejen ropa de algodon basta y delicada: una blanca, dc su color natural, y otra de colores; desta labran algu- nas piezas de un solo color, y otras de muchos; deltas va- retcadas y listadas, de su color distinto cada lista, y dellas con figuras varias de animales, flores y de otras cosas.
No recibe tan bien el tinte el algod6n c(»no la lana; porque, puesto case que cuando nuevo dene los colores vi- vos, con el uso se le van amortiguando y perdiendo; lo cual no pasa en la ropa de lana, que siempre conserva los colo- res que le dan enteros y sin deslustrarsc. Solos los indios yuncas y los moradores de los llanos y costa dc la mar vestfan algodon, que los dc la Sierra, que es la mayor parte del reino y en que entraba la nobleza antigua de los Incas y Orejones, hacen sus ropas de lana.

DEL XUEYO MlTOK) 20$

Gdoo diferendas faadan antiguamente de ropa y tcji- dos de lana: una basta y grosera, que Ilaman Aiasca; oira mny fioa y prcciosa, Ikunada Cutmii; la tercera era de plu- mas de oolcMncs entretejidas y asentadas sobre Cmmti; la oiiarta como tela de plata y oro bordada de Ckaqmiraz y b quinta una tela muy basta y gruesa que servia de aUbcn- bra, tapete y frezada. La ropa de Abasca tejian de la lana snis basta de las Llamas 6 Canuros dr la iurray y della se vesdan la gente plebeya. Labrabanla casi toda de color cie la misma lana, si bien tenian algodon; la de Cmmbie de la lana mas fina y escogida, y los mas delicados y precio- 90S CumAis, de lana de corderos, que es sutillsima. Labra- ban alenos tan delgados y lustrosos como garbardm (i), y ddbanles los mismos colores que al algodon. Destas ro» pas se vestlan los Reyes, grandes Seftores y toda la noble- za del reyno, y no la podia usar el comi!in del pueblo. Te- nia el Inca en muchas partes oficiales muy primos, llama- dos CumUcamayos, que no entendian en otra cosa que en tejer y labrar Cumbis, &tos eran de ordinario varones, aun- que tambi6n las Mamaconas solfan tejerlos y eran los mas finos y delicados los que salian de sus manos. Los muy ricos que labraban para el Inca y grandes ScAores, eran de lana de Vimnas, 6 todos, 6 parte; y tambien solian mez- clar en ellos pelo de Vizcacha, que es muy sutil y blando; y tambien de murcielagos, que es mas delicado que todos. e
Los telarcs en que tejian estos Cumbis, particularmente las piezas grandes para tapiceria, eran diferentes de los co- munes; hadanlos de cuatro palos en forma de bastidores, y ponianlos levantados en alto arrimados a una pared, y alll iban los Cumbicamayos con muchos hilos y espacio hacien- do sus labores, las cuales salian muy perfectas y acabadas, igualmente i dos haces; y el dia de hoy suelen hacer re* posteros de lo mismo con los escudos de armas que les

(t) Eipededt alepin.

ao6 Hktoua

matwtan; si bicn d Oamti que ahoia bbran no Dea con mucho a b fiocza dd anterao.
Las tdis de pim nc iia . cnm de mayor cstima y vakir, y ooo modia raioo; fxirqac las que yo be visto, son mu- dio de cstimar doode quiera. LabrabaDlas eo el mismo OamUe pcfo de forma que sale la pluma sobre la laoa y la csciibre al modo de terciopclo. El aparcjo que tenian para cste gcnero de telas era muy grande, por la imiumerable muhitud y vaiiedad de aves que cria esta tierra de tan finos colores« que excede todo encaredmiento.
Aproxxchabanse para esto de solas las plumas muy pe- quefias y sutiles, las cuales iban cogiendo en la trama con un delgado hilo de laoa y ediandolas a un lado, hadendo ddias las mbmas laborcs y figuras que Uevaban sus mis vislosos CmmHs. El lustre y resplandor y visos destas telas de (duma eran de tan rara hermosura, que si no es vidndo- lo, no se puede dar bien a entender. Entre las demas cosas de que los espaAole$« cuando entraron en esta tierra, halla- ron Uenos los depdsitos del Inca, una de las mas prindpa- les era gran cantidad de pluma predosa para estos tejidos; casi toda era de tomasol con admirables \isos, que paredan de oro muy Ano.
Otra suerte habia de un tomasol verde dorado; y era inmensa la cantidad que habia de aquella pluma menudita, que crian en el pecho los pajarillos que llamamos Tomine- jos en una manchita poco mayor que una ufla; parte estaba hilada en hilo muy delgado, y parte por hilar, metida en petacas, que eran los baules y areas destos indios. La ropa que bordaban de Chaquira se tenia por la mas predosa de todas. Era esta Chaquira unas cuentecitas de oro y de plata muy delicadas, que pareda cosa de espanto ver su hechura; porque estaba toda la pieza cuajada destas cuen- tecitas, sin que parectese hilo, i manera de ropa de red muy apretada.
La tela mas basta y gruesa que hadan se decia Chusi;

2.0e

no era para vestirse della, sino para frezadas, alfombras y otros usos: algunas tejfan tan gruesas como el dedo, por- que el hilo de la trama era una cuerda de lana de ese gro- sor. Comparando esta diversidad de telas con las nuestras, podemos decir que la ropa de Abasca corresponde a nues- teros pafios de lana; la de Cumbi d nuestras sedas; la de pluma i nuestras telas de plata; la de Chaquira i nuestros brocados; y los Ckuses al sayal, gergas y frisas; y ultima- mente, la ropa de algod6n d nuestros lienzos.

CAPlTULO XII De los edtficios de los Incas y modo de/adr tear los.
TENIAN los Reyes Incas gran niimero de arquitectos y maestros de canteria, que aprendian el oficio con gran perfeccion y vivfan del; los cuales no hacian otras obras mis que las del Rey, que los traia siempre ocupados en las muchas fortalezas, templos y palacios que por todo 8u reino hacfa edificar; y fueron tantos y tan soberbios estos edificios, como vemos hoy por las ruinas y pedazos dellos que ban quedado en muchas partes; porque no habfa pro- vincia en todos sus estados que no estuviese ilustrada con estas fabricas de canteria labradas con primor.
La traza dellas no tenia mucha arte, porque los templos eran ordinariamente de sola una pieza grande.
Las fortalezas estaban cercadas de una muralla no muy aha, gniesa y seguida, sin los reparos y defensas que las nuestras.
Los palacios y casas Reales ceflia y cercaba una gran muralla como alcdzar y fortaleza, puesta en cuadro, y den- tro della habia edificadas muchas piezas y aposentos; por

SCi4 tthTOUA

de obffa, e jcnalaa, amcjimdo co d ob polo la ordienibfe q jc cssaba dcsooigisQaL y eseas skaap r c hinradas en tienm las CLamo cssaza? «er4iec qaie k> aemean Van eirctando y tEipoco3i> ia tce c»c 121 faoeso fMindagiado y liso; ooa d ng.”u fan ccpoe aparejcs c laaman icntDS, la sacan tan tepda y dessa o:ax> auescras scdasc y haccn los tepdos, asf los IasMr> y «4niQjkic oooao kis lifarados de coloir s y eufaa» kis i»&fe.-:«s y »cs lioos y pre ci o s o s . a dos haoes, que es ofan de gT32 pr:i::>3r y qoe coo raabn nos admira.
CoGx> §ae ja ropa caei tcaar se la listCB, sin que le ha- gan ctro bcccixia. ni ann lawaria {que minca la mojan), por ao habcTao menesicr, Mfiucsto qne se beneficia la fauna sua aoei:e ni grasa. Ximca osaion ni sup i eio n sacar el pelo a k36 pados. y asL tcoos s5 bemos y tafietanes: pero tan lejos esti esto dc scr feaSdad en elk», qoe antes los aerada y henno- sea. paitiailamicste a Sos suti]cs y rioos, respeto de ser ei htio muy deleiado y torado doblado. Verdad es que desta fersL de pdo oace que todas sus ropas scan de muy pooo 6 niag\3R abrieo. y qje mas sirvan de cubrir las cames que de deiemicrlas de! {no.
Tcjen ropa dc algodoa basta y delicada: ana blanca, de su color natuniH y otra de colores; d65ta labran asa- nas piezas de un e-eeo cc*lor. y otras de muchos; ddlas va- reteadas y itstadas, de su color distinto cada lista, y dellas con figuras Nearias de animalcs, flores y de otras cosas.
No recibe tan bien el time el algodon coroo la lana; porque, puesto caso que cuando nuevo tiene los colores vi- vos, con el uso se le van amortiguando y perdiendo; lo cual no pasa en la ropa de laoa, que siempre conserva los colo- res que le dan enteros y sin desiustrarse. Solos los indios jnntctis y los nioradores de los llanos y costa de la mar vestian algodon, que los de la Sierra, que es la mayor parte del reino y en que entraba la nobleza antigua de los locaa y Orejones, hacen sus ropas de lana.

209

labradas de modo, que encajan muy al justo; la cual obra no podia dejar de ser muy pesada y prolija; porque, para cncajar unas piedras en otras, era necesario quitallas y po- nellas muchas veces para proballas, y siendo tan graades como vemos, bien se echa de ver la mucha gente y sufri- miento que seria menester. Las mas destas piedras enui Uanas y derechas, sacadas d plomo, si bien hadan algunas iin poco inclinadas para dentro.
Las paredes y murallas de silleria eran mis comunes y usadas.que de mamposterla, y por la mayor parte las le- vantaban derechas, de piedras iguales desde el sudo hasta arriba* asentadas inmediatamente unas en otras, tan ajusta« das, que en algunos edificios no cabe una punta de alfiler por las juQturas. Fuera destas paredes lianas, que aunque ordinariaa entre ellos eran tan pulidas como las mis primas de las nuestras, labraban otras con mis arte y curiosidad, cual es un Ucnzo entero que permanece todavia en la ciudad dd Cuaco en. el monasterio de Santa Catalina. Labraban estas paredes, no derechas i plomo, sino tanto cuanto indi- nadas para dentro. Las piedras son perfectamente cuadrae daaepcro de tal forma, que vienen i tener la misma hechura y labor que una piedra de anillo que los plateros llaman jar quelado, con dos ordenes de cantos y esquinas; de mode que entire dos piedras (destas ajustadas) queda formada una canal de los cantos menores y relevados de cada una. Y vese otro primor en esta obra, y es, que no son iguales todas las piedras della, mas que las de cada hilada entre s(, y como va subiendo la pared, van siendo menores, por- que la segunda hilada consta de piedras mis pequeAas que la$ de la primera* y la3 de la tercera son asi mismo meno- ret que las de la segunda; y por este orden van propordona- damente disminuyendose cuanto mas sube la obra; y asi, h pared sobredicha desta fabrica, que hasta hoy esti en pie, teaiendo los sillares de la primera hilada de un codo y mis de diimetro, vienen i ser los postreros dd tamafio
ToMo IV 27

dc azulejos; y sube esta pared tres 6 cuatro estados en alto, la cua] es la m4s artificiosa y de mayor primor de cuantas obras yo he visto de los Incas.
Decimos que los indios no usaban de mezcla en estos editicios, sJno que todos eran de picdra seca, lo uno porque no los hactan con cat y arena (que no conocieron este g£- nero de mezcla), y lo otro, porque por la haz exterior ajus- taban las piedras sin poner cosa entre ellas; mas no porque dejasen de estar por enmedio unidas con alguna mezcla, que si lo estaban, para henchir los huecos y afijar las pie- dras; y lo que cchaban, era cierta greda colorada y muy pcgajosa, que ellos llaman Llama, de que hay abundancia en la comarca del Cuzco; lo cual observe yo viendo derri- bar un pedazo de aquella pared del dicho monasterio de Santa Catalina, para edificar la iglesia que ahora tiene.
Lo que mis nos admira k los que nos ponemos i mirar estos edificios, es el considerar con que herramientas k in- genios pudieron traer estas piedras de las rocas y canteras, labrarlas y ponerlas adonde estan, no teniendo instrumen- los de hierro, ni mequtnas de ruedas, ni usando de regia, escuadra, ni pjomada, ni dc otro genero de los aparejos £ instrumentos que usan nuestros artifices’, y verdaderamente es consideracitSn esta que con raz6n causa espanto y por donde se saca la multitud de gcnte que era menester para estas fdbricas; porque veraos piedras dc tan prodigiosa gran- dcza, que cien hombres no eran bastantes para labrar en un mes una sola; de donde se hacc crcibic lo que afirman ellos, y es, que cuando se labraba la fortaleza del Cuzco, trabajaban etf ella de ordinario treinta mil personas; y no es de maravillar, porque la falta de instrumentos, ingenios y mafta forzosamente habla de acrecentar el trabajo, y asl lo haclan todo i, fuerza de brazos.
Los instrumentos que tenlan para cortar las piedras y labrarias, eran gutjarros negros y duros de los rios, con que labraban machacando mds que cortando. Tralanlas, hasta

DEL XUE\0 MUNDO 21 1

donde era menester, arrastrando; y como caredan dc gnias, nicdas 6 ingenios para subirias, hacian un terrapleno escar- pado arrimado a la obra, y por dl rodando las subian; y ciianto.iba credendo el edifido, tanto iban levantando el templeno; la cual traza vi usar en la catedral dd Cuzco qae se va edificando; porque como los peones que trabajan en la obra son indios, los dejan los maestros y arqiutectos .cspafioks que se acomoden a su uso, y ellos hacen para subir la piedra los didios terraplenos, arrimando tierra a la pared basta emparejar con lo alto della (i).

CAPtTULO XUI De las puentes que hacian en los rios.
LA necesidad hizo i estos indlos inventar cosas extraftas y niuy diversas de las que nosotros usamos para d mismo efecto que dlos las inventaron. No supieron hacer puentes de piedra en los rios, porque no tuvieron notidas de la mezcla de cal y arena; ni alcanzo su arquitectura a &bricar arcos, ni todos los Hos, por su furiosa corriente y tempestuosas crecientes y avenidas, sufrian hincasen postes en dlos ni pasarse con balsas ni otro genero de embarca- d6n; y asl buscaron y hallaron otras trazas peregrinas, co- mo pasarlos a cada uno de la manera que mas comodidad ofreda, segtin su grandeza y disposicion; de suerte que nt por muy ancho que (iiese ni por muy caudaloso y rapido, se les e8cap6 ninguno que no lo sujetasen i, su industria. Los rlos mansos, aunque fuesen muy grandes y profun-

(i) Dato tan antorizado como importante k la historia de la aotigoa arqmtectwa peruana.

212 Hl-n-ORIA
dos, los navcgaban y pasaban cm sns embarcacioDes; es lo6 draus en la dificahad, pero vcndala su ingcnto y tn- bajo en kn rios qoe tentan U canal estncha y recogidft e»- tre pefias, de sucfte que de una baada & oba alea naaen veas laifias; atnvesaban aeunas, las oiales, coa otros pa- ios delgados y rama qoe cdubao encima, serrfan de puen- tes. En los muy ancfaos, dondc no eomzabaa vigas, nsk- roD de dos generos extrafios de pasaje 6 puentes, leetMnlae Oroya la una, y e la otra damoe oombre nosotros de poen- te de crizncja, por las cuales se pasan hasta Ime casi todos los rios en que ellos las tenlan antiguamcntc; y pone grao cuidado el Gobierno en que los mismos indios que soUan hacerlo en tiempo de los Incas, acudan ahora e reparallas y conservallas, porquc si falUsen, no sc podrla camioar por la mayor parte deste teino.
La Oroya es una maroma 6 soga dc HUko 6 de beju- cos tan gruesa como la piema, la cual aroarran mny tliaote dc ambas orillas del r(o i dos peflascos, si los bay, y si oo, i fuertes pilares 6 estribos hechos dc piedras; y i veces vicnc a cstar levantada del agua diez y mas estadoa, con- forme a la disposicion de sus riberas. Desta soga cuegan on cesto conto de vcndinriar, con su asa redonda y aique*- da, por la cual entra la maroma, y en e1 mcten al bombre y tiran dc la orilla con otra stea delgada que esti atada A dicho cesto, cl cual va corriendo y deslizindose por la maroma hasta Ilegar al cabo; y no seo pasan los bombres en cstos cestos, sino tanibre fardos de ropas y cuantas cosas quieren.
En otras Oroyas no hay cestos, sino que atan al bom- bre muy bien, de modo que aunquc se turbe y desvanexca no pueda caer, y colgado en el aire de la maroma de un palillo como de dncha, que corre sobre ella, lo tiran de una banda i otra. De ambas suertcs he pasado yo rios; de la primera pase el rio de Apurima, y dc la segunda el de ya»- ja, por el pueblo de San Jeronimo de la Oroya, deste ar

DEL NCEVO Ml-NDO 213

< ob hp >do de Lion; en d coal pocblo succcfio pooo des- pues que yo pase on cncnto doooso, y fue asi:
Andaba ca cste retno un volatin que ganaba su vida i vollcar en aoa mar o m a, el ciial, e-eodo camino, Ucgo al diciio poeblo, y querieodo pasar por la Onea, no acudie- ran tnn pronto los indios que tieoen i cargo el pasaje, por b coal d vobtin se subio en la maroma y pas6 por ella tan dcie ch o oomo si andnviera por tJcrra. Los indios dd pue- blo que estaban a la mira, quedaron como pasmados de ver tal oosa, y cobraroo tanto miedo al volatin, pensando que era aeto esplritu en figara humana, que ecfaaion a hair.
La manera de puentc nias usada y 6recuente es la que
Uamamos de crizneja, la cual hacen desta manera: de una
parte y otra dd rio labran dos grandes padrooes 6 estribos
de piedra dd propio nnxlelo que son las murallas y pare-
des de que tratd d capitulo pasado, salvo que sacan los
cmjentois muy boodos y fbertes; la pared va mas gniesa
e inclinada on poco para la tierra; seni laie de treinta i
cuaicuta pies y aha otro tanto 6 mis segiin la altura de la
barranca del rio. De los remates y esquinas de cada estribo
mien sendas paredes de lo mismo hada la parte de tierra,
quedando en medio hueco, al talle de un aposento cuadra-
do que tuviese solas trcs paredes y ie £sdtara la de un lado
6 tcstero. Entre aquellas dos paredes de cada estribo atra-
viesan coatro 6 seis vigas gruesas, puestas por su orden
como las dd tecbo de una sala, en que amarran la puentc;
y cuando en la orilla dd rio hallan pefias vivas, dellas ha-

Forman la puente de rama ddgada y correosa como mimbres, tejiendo unas trenzas 6 criznejas delgadas, y de tres destas otra mis gruesa, y desta suerte van haciendo de Unas otras, hasta que viene i quedar la maroma 6 criz. neja ieiltima tan gniesa como el cuerpo de un rouchacho. De dnco criznejas destas gruesas hacen una puente, y para

214 pasarlas de la una ribera del rio a la otra, las atan cada una con una soga gruesa, y cada una destaa sogas con una cuerda delgada, y esta lleva un indio i nado 6 en una balsa, y tiran por ella la s e J *

son tambien k>s remos, a k>s cualcs llaniamce caiiAlctce y soa de un solo palo, mayores 6 menorcs en pn>ixvckHi do la canoa; su hechura cs de [>ala de horno del anchor de vk>is manos, con un lomillo enmedio como de esevida; lo$ caiUo« mis delgados y puntiagudos.
Los canaletes mayores seran de un ostado; la mitad e:i la pala, y la otra mitad un palo redondo que nace de la misma pala, del grosor y hechura de una niuleta de c\ejo« porque el remate es ni mas ni menos que U cabexa de una muleta. Los remeros van en pie d los lados de la canoa en hilera, y el movimiento de los brazos al bogar cs uemo de quien cava con un azad6n.
Cuesta gran trabajo i los indios labrar estas canoan, por- que las cavan golpeando los maderos con liachas de picdra enhastadas y dindoles fuego por la parte que los dcnban- tan; de modo, que a poder de golpes y fucgo los vacinn; pero, despue de acabadas, nunca hacen mds coHtu, por no ser menester calafetearlas ni hacerles otro bcncficio. Kn muchas partes usan destas embarcacioncs loa espaflolcH, y yo he navegado en ellas hartas veces.
El nombre de Canoa es tornado de los indios dc la Isla Espaelae si bien en otras tierras y lenguas tienc dJHtintos nombres. Los indios de Tierra Firme la nombran Pirafeuat y de solos estos dos usamos nosotros, aunque con esta diH« tiocidn: que solamente damos nombre de Piraguas a cicrta suerte de canoas grandes, que aunque lo que dcllas entra en el agua es de una pieza, le aAaden a los bordfis unas tablas 6 zanos de cafias betunados, con que vicncn i cjue- dar mas altas y anchas que las canoas comuncs.
Los indios de la parte Austral del Xeifw (U Chile haccn
las canoas de tres tablas, la una debajo y las dr>s (K>r k/»
lados; la de abajo hacen un poco corva, con las puntae algo
levaatadas, i la cual ajustan las otras dos tordendolas con
fbcgo hasU que los cantos quedan iguales. Asi junta< », las ooo on hilo gnieso becho de dertas CaAa> bravas Tmioiv sS

2 1 8 His roRiA
tnajadas, agujereando por donde ha de entrar el hilo con un diente de animal; mas ahora que tienen nuestros iostru- mentos de hierro, horadan las tabias con una barreoa. Ha- cen estopa de hojas de arboles majadas, con que tapan las junturas y barrenos; y como quedan no bien calafeteadas estas embarcacioncs, hacen tanta agua, que es menester que vaya siempre un muchacho cchandola fuera con un ca- labazo mientras navegan; y en llcgando i ticrra, las varan en la playa, porque no se aneguen. Solas estas tres mane- ras dc embarcacioncs hallamos entre los indios con bordo y concavidad 6 hueco dentro; todas las dcmas que usan son balsas rasas, de que hay muchas diferencias.
Donde se carece de madera buena para balsas, las ha- cen los indios de otros materiales, al parecer bien despro- porcionados para semejantes efectos. Las mis comunes deste Reino son hechas de Enea seca sid6D y orden que meter buena cantidad dellas en una red, y cada redada es una balsa, enciina de la cual se pone la gente que ha de pasar, y los balseros 6 bceadores van i, nado, uno d dos delante, tirando della con unas cuerdas asidas de la frente i manera de caballos de carroza, y otros detris, tambiei aadando, que, pucstas las manos en la popa de la balsa, la van echando adelante, haciendo fuerza ccmi los pies en el agua. Con este gencro de balsas se suele pasar el rfo de Santa, que es de los mis caudalosos y rapidos que ps es muy usado el pescar con Bar6as£»e que es derta yerba como bejuco, que, majada, echan en d agua y adormece y emborracha los peces, de suerte que quedan sobreaguados como muertos. En los rios de Los Llanos y costa de la mar, prindpalmente para pescar Ca> marones, suelen secar un brazo de rio 6 todo d, sacando d agua de su madre y echandola por otra parte, y con esto queda la pesca en seco; y lo mismo suelen hacer en algunas partes de la Sierra para pescar Armadillos, Saba> los, y Dorados.
Indios hay que en los lios mansos y hondos se echan i nado con una fisga en la mano derecha, nadando solo con la izquierda con gran ligereza, y zabullendo tras el pesca* do, lo siguen hasta alcanzarlo, y clavindolo con la Asga, lo sacan atravesado a la orilla. Estos son los modosmas co- munes de pescar en todo este reino; puesto caso que en distintas regiones y provincias tengan sus habitadores otros diversos y propios suyos.

CAPtTULO XVII
De los juegos que Union para entretenerse; sus instruntentos musicos y baiUs.
AUNQUE bebaros, Jnventaron cstos indJos algunos juegos ingeniosos, que corresponden i. el de los da- dos y trescientas personas, mis 6 menos, conforme la solerani- dad del baile. Unas veces bailan mezclados hombres y mu- jeres, y otras divididos en dos hileras, una de hombres y otra de mujeres. Comenzaban este baile apartados del Inca it del Cacique en cuya presencia lo haclan, y salfan todos juntos y daban tres pasos i compis, el primero hacfa atris y los otros dos hacia delante; y desta manera, yendo y vi- niendo, iban siempre ganando tierra para adclante hasta Begar adonde el Inca cstaba. Algunas veccs, en fiestas muy graves, entraba el mismo Inca en estos bailes (i).
Otro tambien propto de los Incas era muy de ver, y en mi opini6n el de mas artificio y entretenimiento de cuantos yo he visto en esta gente, Hicenlo solamcntc tres perso- nas, un Inca enmedio con dos Pallas, que son dos Sefloras nobles, i los lados; biilanlo asidos de las manos, dando innumerables vueltas y lazes con los btazos, sin jamis des- asirse, y apartindose y acercandosc k un mismo lugar con

(t) AlgatiM de ellos coa ligeni modifiocionn Xm QKe*t J am* pronnciu al Orieole dc Quitr.

232 HlSTORIA
buen compis. Para todos estos bailea tenian cantares bien ordenados y i compd» dellos. Los que eran de regocijo y alegria se declan Aradis; co ellos referiati sua hazaAas y cosas pasadas, y dedan loores a) Inca; entonaba uno solo y respondfan los otros. Eran todos estos bailcs oiuy feciles y con tan poco artiticio, que la primera vez que uno entraba en ellos los sabfa como los me diestros; y finalmente, apa- gaban el cansancio de sus bailes y huelgas con beber hasta salir de tino.

CAPtTULO XVIII
De las diferentes maneras gue leman de sepuUuras.
COSTUMBRE fui universal en todas las naciones de indios, tener mas cuenta con la morada que hablan de tener despue de muertos que en vida; pues contentin- dose para su habitaci6n con tan pcqueflas y humildes casaa como consta de lo que en este libro queda dicho, sin dar- seles nada per tenerlas grandes y lustrosas, ponlan tanto cuidado en labrar y adornar los sepulcros en que se habian de enterrar, como si en eso solo estuviera toda su felici- dad. Lo mismo guardaban estos indios peruanos, y con mds cuidado, gusto y curiosidad que ninguna otra gente deste Nuevo Mundo, ponicndo la presuncion y honra en que sus enterramientos y sepulturas fuesen con la mayor suntuosidad, grandeza y fausto posible, conforme a la cali- dad de sus dueilos. Edificabanlas por la mayor parte en los campos, unos en sus lieredades, olros en I03 desiertos y dehesas donde apacentaban sus ganados, y en algunas provincias dentro de sus mismas casas.
La forma que les dabau no era una sola en todo el

233

reino, que como las provincias y naciones eran diversas, asi tambiea tenfan diferentes maneras de sepulturas. Mas po- demos reducirlas todas i dos generos: el primero, de las que cavaban debajo de tierra, y el segundo de las que le- vantaban encima della. De las primeras, unas eran muy hondas, i las cuales se bajaba por muchos escalones, y otras en un parejo con el suelo; las unas y las otras eran huecas como bovedas, y tenian mis 6 menos de labor y grandeza, segUn el estado de los que las hacian. Las mis detas tenfan forma cuadrada, y algunas eran tan capacee y hondas como un ordinario aposento, con sus paredes de piedra tan bien labradas como los mis prioios edificios de los Incas. Dejibanles la puerta estrecha y cubierta con una losa, y algunas tenfan debajo de la primera otra losa, y aun otras dos, muy juntas.
Mas generales y usadas eran las sepulturas altas edifi- eadas sobre la tierra; en las cuales tambien hallamos muy grande variedad, porque cada naci6n buscaba nueva traza para hacerlas. En esto se diferenciaban mucho los indios de Los Llanos y costa de la mar de los de la Sierra, en que los sepulcros que hacfan los marftimos eran de extrafia grandeza, porque vemos muchos que parecen medianos ce- rros, cuales son los mas que todavfa permanecen en este valle de Lima; como los que vemos en el asiento antiguo del pueblo de Surco y en las ruinas del de Maranga entre esta ciudad de Los Reyes y el puerto del Callao.
Labraban estos sepulcros de paredes de tierra muy gruesas y altas, de la misma traza y forma que las casas principales de sus caciques, puestas en cuadro y con mu- chas divisiones y apartamientos; algunas tenfan las paredes may juntas en forma de angostos callejones; porque den- tro de un cuadro de las dichas paredes hacfan otro de la misma forma € igual espacio por todas partes, que parece debfan de hacer estos callejones para poderlos facilmente cubrir con losas atravesadas de una pared i otra.
ToMO IV 30

■.-«

234 Estas grandes Guacas y sepulturas de Los Llanos, aun- que eran huecas, estan hoy cegadas y llcnas de tierra, y auR cubiertas atgunas de grandes montones de piedra me- nuda, que como iban enterrando en ellas sus difuntos, las ■ban terraplenando, segun vemos en muchas que han des- baratado y deshecho los vecinos desta ciudad, para apro- vecharse de )a tierra, haciendo dclla adobes para sus fi- bricas, y aun para buscar tesoros.
Son tantas las sepulturas destas que hay por todos es- tos valles de Los Llanos, que no menos nos admira su mul- titud que su grandeza; y mas que todo espanta la Jnfinidad de cuerpos muertos de que estan Henas; pues con haber ya mes de ciento y veinte afios que los espaHoles entraron en esta tierra, y casi otro tanto que sus naturalea se convir- tieron i nuestra Santa Fe y dejaron de enterrarse al rito gentflico, en cualquiera destas sepulturas que uno cave 6 escarbe un poco con la mano, a menos de un codo de tierra da con calaveras y cuerpos muertos; y muchos estdn pa- tentes y descubiertos, porque como aqut nunca llueve y muchas sepulturas estan cegadas con arena, llevanla los vientos y desentierran los difuntos con sus vestidos y mor- tajas con que fueron sepultados; y por la misma razdn de la sequedad de la arena, hallamos muchos cuerpos enteros y secos pegados el cuero a los huesos, con su cabello ente- ro, vestidos € instrumentos de sus oficios.
Y & esta causa, en un coloquio del Julcio que hicimos en este Colegio de San Pablo de Nuestra CompaHla al Vi- rey Don Luis de Velasco, el aHo de mil y quinientos y noventa y nueve, para representar mas al propio la resu- rrccci6n de los muertos, hicimos sacar destas sepulturas anti- guas muchos esqueletos y cuerpos de indios enteros y se- cos, que sirvieron para este paso, y causo notable espanto i cuantos nos hallamos presentes. Y a mi me sucedi6 una vez, cscarbando con un palillo en una destas sepulturas, A menos de un palmo que quite de tierra, topar un cuerpo

DEL XUEVO MUNLK) 2e

-J3

de un Dido coo su Qatfic en las espaldas, que es como si dijesemos su aUbrja 6 mochila, en que tenia unos peque- ftos calabadllos y otros juguetes y dijes coo que lo habian entenado. Y otra vez, en una de las sepulturas del pueblo viejo de Surco, entre las vasijas y trastes que tenia constgo un cuerpo muerto, halle una mazorca de Mais con sus granos tan enteros y sanos, que causo admiracion i las personas que la mostre; porque, por la cuenta que echa> mos, debia de haber mas de setenta aiios que estaba ente- rrada.
No hacian los serranos tan grandes sepulturas como los de Los Llanos, pero con todo eso, no se dejaban ven- eer dellos ni en la cantidad, ni en el primor y curiosidad con que las labraban. Hacianlas por las vegas, dehesas y despoblados, unas cerca y otras lejos de sus pueblos. To- das eran en forma de torrecillas, las menores de un estado de alto, poco mas 6 menos, al talle de las torrecillas de nuestras chimeneas, algo mas capaces, y las mayores de cuatro a seis estados de alto. Todas tienen las puertas al Oriente, y tan bajas y estrechas como bocas de homo, que no se puede entrar en ellas sino pecho por tierra. Destas sepulturas grandes como torres usaban los Collas, y hay tantas por todas las provincias del Collao, que admira. So- lianlas hacer en sus heredades puestas en ringlera de seis en seis, diez en diez y mas y menos; algunas tan juntas que apenas por entre ellas cabe una persona. E)onde ma- yor mlmero hallamos dellas, yendo por el camino Real de Potosi, es en la provincia de Caracollo, entre los pueblos de Calamarca y Hayohayo; y tambien junto i la villa de Omro en el Tambo de las Sepulturas, al cual se le di6 este nombre por las muchas que hay en aquel paraje; y por el camino de Omasuyo hay tantas junto at pueblo de Achacache, que de lejos parecen una gran poblaci6n. Las mas son hechas de sola tierra, de forma cuadrada, con sus cuatro esquinas y lienzos iguales, del altor ya dicho, y an-

236 chas desde seis hasta doce pies por acera de una csquina a otra, muy derechas, parejas y bien labradas. For de den- tro estan huccas poco mes de un eslado, A manera de bd- veda, la cual cierran unas picdras anchas y delgadas. De alll para arriba estdn macizas, con la cumbre cubierta de pizarras 6 losas delgadas, con su manera de comijaede las mismas losas, al talk de ala de tejado, que las agracia.
Muchas destas sepulturas estin todavfa tan enteras, que parecen nuevas y recien acabadas, las cuales procneten du- rar harto tienipo; y no dudo yo sino que los rastros deltas no se acabardn en muchas edades. Desta misma forma y grandeza labraban otras en las mismas provincias del Co- /lafi, de sola piedra, unas dc sillerfa y otras de mamposte- ria, y las unaa y laa otras tienen muy ajustadas las piedras. Tambie algunas destas de piedra hac{an redtMidas, aun- que las mas son cuadradas, como queda dicho (i).

CAPiTULO XIX
De los riios y ceremonias que usaSan en sus enlerramtenios .

EN falleciendo el indio, hacfan sus deudos grandes llan- tos y ceremonias antes que lo enterrasen; y si era SeAor y Cacique, todos sus vasallos. Duraban estos ilan-

(1) Llimsnse geaenlmeute chulfiat eitu tonrs n Concepto cod impropiedad; porqae ckuUfa a toi ■inuult (]ae lignifict \% ODvoltun lejidi de Uhu 6 de letera i modo de cello, cd que esruodabui lo« CBd&Teres, como >e hace con ntgUDU Tuijoi, ajaatiodola «1 caerpo y cabeu j dejuido la can sotamcDlc al descubicrto.
El nombre qae correapande eitctamcDIe & aqaellos edificios es el de amaya-ula; cua (nta) de muerto (amttym).

DEL XUEVO Ml->T»0

tos 7 ohsequias mis 6 menos tiempo. seun el estaJve y caUdad dd difiinto.
En la mucrte de grandes SeAores duraban ocho dias, en lo8 cualcs hadan mucha Oucka para beber: porque cuanto mas honrado eia el muerto, tanto mas largo se bobia.
Cdebraban cstos llantos bailando al son de sus atam- bores y cantando endechas tristes y lamcntosas, y mientras dmaban no se encendia fuego en casa del difunto. Daban de comer y beber a cuantos acudian a estos mortuorios ios parientes y amigos del muerto; los cualcs se vestian de luto en acabando de espirar el deudo; y era el luto ponerse man- tas neeras por algiin tiempo; y la gente noble lo traia un alio entero. Los dias que duraban los lloros hasta el del en- tierro, los que asistian a ellos se cubdan las cabezas cv>n sus mantas; y muchas de las mujercs de los SeAorcs, on la muerte dellos, para mayor demostracion de tristeza, se cor> taban el cabello. Salia todos los dias el acoaipaAaniiento bailando con atambores y flautas y cantando con sones tris- tes, y daba vuelta por todas aquellas partes por donde el difunto solla en vida festejarse mas a menudo, diciendo en sus cantares todas las cosas que le sucedieron sicndo vivo, remontando sus proezas y hazaAas, si fuc valiente, y cuanto hizo digno de memoria y fama, para mover a llanto a los drcunstantes.
Despue de llorado el muerto dcsta suerte, haaan sus sacrificios y supersticiones, en los cuales qucmaban (xirtc del mueble que habia dejado, y si era SeAor calificado, ma- taban algunas de sus mujeres y criados, y otros metian vi- vos en la sepultura con el muerto, para que Ic fuesen a scr- vir y acompaAar en la otra vida; y vestido y adornado do las ropas y joyas mas ricas que tenia, lo sepultaban, po- niendo junto a e1 otras vestiduras nuevas dobladas, mucha comida y bebida, y enterraban juntamcntc sus armas c iiis- trumentos de su arte y oficio, todas sus riquezas y cosas preciosas. Solian ponerlcs piata y oro en la boca, en las

238 HlSTORlA
manos y en el seao, 6 en otias partes. Celcbraban sus ani- versarios acudiendo a ciertos tiempos a las sepulturas, y abriendolas, renovaban la ropa y comida que en ellas ba- blan puesto, y ofredan algunos sacrificios.
La codicia de haber los tesoros que consigo enterraban los indios, despertci a los espaAoles desde luego que entxa- roa en csta tterra, para darse i buscar y abrir sus sepultu- ras, de que A veces ban sacado mucha riqueza de plata y oro.
EI modo como pcmlan el cuerpo en ias sepulturas no era uno mismo en todas cates: en el Valle de yauja lo me- tfan en un pellejo fresco cfe Llama y to coslan, formdndole por de (iiera el rostro con sus nances, boca y lo demis. En Chincha los enterraban echados en barbacoas 6 camas he- chas de caAas (1). Pero lo mas del reino segufa el uso de los Incas y naturales del Cuzco, los cuales enterraban sus muer- tos sentados en el suelo, )a cabeza sobre las roctillas, y si eran SeAores, los asentaban en sus Duhas 6 banquillos. Cumplido que era con el entierro, las mujeres y sirvicntes del difunto que no se enterraban con e1 se trasquilaban y vesUan las ropas mis comunes y viles que tenfan, sin dir- seles mucho por curar sus personas.
Las obsequias y enterramientos del Rey se cdebraban de la misma suerte, pero con grande concurso y aparato. En muriendo, le tomaba A caieo su parcialidad, y ante to- das cosas le sacaban las entraflas y las ponfan en cobro con gran solemnrdad y llantos pOblicos, que duraban mu- chos dfas, en los cuales hadan grandes borracheras con bailes y cantares Idgubres. Viaitaban los lugares donde so- lia ir d sus recreaciones, llevando sus deudos en las manos los vestidos y armas del difunto, diciendo en las endechas y cantos tristes las hazafias que con ellas habla becho, y
( 1 ) Tambite los ealemit»ii edudo* en ilgaiKM lagwa ccMleUac del

239

las vitorias y trofeos que habfa alcanzado, refiriendo sus loa- bles costumbres, sus virtudes y liberalidad para con todos.
Mataban de sus mujeres i las que e1 habfa tenido par- ticular aficion, y la gente de servicio de que pareda tenia necesidad aci en el mundo, y de cada ministerio diferentes oficiales y sirvientes; y ellos, por el entraftable amor que d sus Reyes tenfan, se ofrecfan de su voluntad a la muerte, teniendose por dichosos y bienaventurados de ir en su com- pafiia; y si alguno se excusaba y rehusaba el ir acompa- ftando i su Key, era tenido por traidor c infame, y las mu- jeres por addlteras.
Para esto hacfan un baile muy solemne, en el cual en- traban muy galanos y vestidos de las mejores ropas y ade- rezos que tenian todos aquellos que habfan de morir, y bai- laban y bebfan desaforadamente; y cuando estaban bien borrachos, les daban garrote, y con cantares hechos a pro- p6sito, les mandaban que como en esta vida sirvieron a su Seftor el Inca, le fuesen a servir en la otra. La ocasion que tuvieron para introducir tan cruel costumbre, dicen que fue porque no era raz6n que las dnimas de los Reyes fuesen solas y sin quien las acorn paflase y sirviese; y el Demon io, como tan amigo de derramar sangre humana, para mas es- tablecerla, solfa aparecerse algunas veces por los campos en figura de los Seftores y Reyes muertos acompaftados de sus mujeres y criados.
Embalsamaban el cuerpo muerto con gran artificio, gas- tando mucho tiempo en curallo; lo cual hacian tan delica- damente y con tanto primor, que al cabo de doscientos aftos que eran muertos algunos de los que se hallaron en el Cuzco, estaban tan enteros y con el cabello tan bien ade- rezado y curado, que parecfa no haber un mes que habfan muerto. Tenfanlos siempre tapado el rostro, envueltos en gran cantidad de algodon y vestidos ricamente. A los prin- cipios no los guardaban con tanto adorno, porque algunos muy antiguos fueron hallados jnetidos en unas barretas de

240

cobre y tcjidos por de fuera con Caduya, de manera que no se les parcda mas del rostro (i).
Entreaban i sus criados toda la vajilla de oro y plata y cuanta ropa habia recogido en vida, con la cual tenlan siempre bien aderczado su cuerpo y se vestlan ellos, sin dar desto cosa alguna i sus herederos. Parte deste tesoro guardaban con el cuerpo, y parte enterraban en loa luga- res donde solfa tomar placer, diciendo que no era razdn que habiendose hecho para servicio del Inca estando vivo, deapues de muerto se sirviese dello otra persona, sino que se estuviese siempre en nombre y servicio de 3u dueAo.
(l) Esle pioccdimiento de en/aDilar ea chullfai dt eahuya (t pJu los cBd&Tcm de los primeros (oberBnos del Ciuco, es baeo indicio de la ori- gcD calla 6 de otrl nuB madre de aimatatt f qMlclmot, cajroi idiomu aon
eridentemenle bermanoi.

FIN DE ESTE LIBRO

ADVERTENCIA

A pesar de todo su buen deseo, la Junta de (tobicmo dc la SociEDAD DE BiBuoFiLOS Andaluces pubUca el tomo IV y i\l- timo de la Historia del Nuau> Mundo sin el Ensaye oitice y lai demds ilustraciones d que se refiere la advtrtencia que encabexa el tomo 1. 1e escasa salud de nuestro ilustre consocio el Sr. Ji- menez de la Espada no le ha permitido ultimar csos tralmJoB, que habrfan de ser excelentes, como debidos d su excepcionai erudici6n en la materia sobre que versa la obra.
Consudanos en parte la convicci6n de que esta, aun sin acjuellos, es interesantfsima y de que las notas que acompaflan al texto, debidas al mencionado sefior consocio, bastan para far cilitar la inteligencia de todos los pasajes que sin ellas resulta- Han oscuros.
De todos modos, era ya, me que convenientCi ncccsario terminar esta publicaci6n, comenzada en 1890, miixime cuando la SociEDAD ha de ocuparse ahora en dar t la ettampa una mo- numental edici6n crltic% de las Obras de D. Franciico de Queve- do y VilUgas, preparada € ilustrada por D. Aureliano Femindes- Guerra y Orbe, con notas de D. Marcelino Mcnedez y Pclayo.

Tono IV

INDICE

Capitnlos. XII

XIII XIV
XV -XVI
XVIl XVIII
XIX
XX
XXI XXII XXIII

Piigimas.

XXIV

XXV

De los templos y adoratorios del Pertk; descrn>esc en particular el templo principal de la ciudad Oel Cuzco
De los adoratorios y Guacas que liab(a en el camiQu de Chinchaysoya
De los adoratorios y Guacas que habfa en el camino de Antisoyu
De los Ceques y Guacas del camioo de Collasuyii .
De los Ceques y Guacas del camino de Cuntisuyu..
Del famoso templo de Pachacama.
Del celebre templo de Copacavana
Del templo y edificios de Tiaguanaco
Del templo de Apnrima
De los sacrificios que hacfan k sus dioses. .
De las demis cotas que ofrecum en los sacrif«ciot. .
De los actos exteriorea con que adoraban y hacfan reverencia a sus dioses; y alguoas de las oraciones que dedan mientras les ofredan los sacrificios. .
De la opini6n que tenian acerca de los pecados; c6- mo los confesaban, y penitencias y ayunos que hacfan
De la fiesta llamada Capac-Raymi, que hacfan los locas el primer mes del aAo

XXVI Delutiainr neribciMqMtedn d dacpmio
mn, lUmado Caur- 104
XXVU De lu lieitas ; lacriliciot de lot culro meses si-
gnicDlei 107
XXVIII Uc lu liesiaa jr tacriliciDs qnc tudui en los mesei
■flEmo, Dclaro 7 DOTCDO 110
XXIX De lu lietUs f ucrificios qn« hacfin en el dicimo
■DCS, lUiDBdo Cojn-Kaymi 113
XXX De los dui illtimos meaei, f lu fieitas que hacfao en
elloB 118
XXXI De la lieslB del Its, y lot ceremoaiu cod que se ce-
tebraba I2t
XXXII De la tolemaidad ; ucrilicioi cob que celebtaban
lacorooadOD del Key 121
XXXIII De lus Mcerdotei )> oliciat que lenfaD 129
XXXIV l>e loi aortfleeoB 131
XXXV De lot hechiceros midicos j lu iDpenticioDes qae
iu*b«D en cnrar 196
XXXVI De lot adivioM, j tttwo iOTockban al Demooio. . lil XXXVII De los recogimientoa 6 moiuMerioi de doncellai coD’
aagradu ri t«iw cnlto dc ana dioiei. …. MG XXXVUI De iM acr 192
X Del conocimiento 7 nto que invioon de la medidoa. lOU

CmpUaUt. — 245 — i
XI De la ropa 7 tebi qoc biUbu j tejfiD. Xlt E>e los edifidoa de loi Inca* j modo de fabricarlos.
XIII Df Iu pdCDtei que hiciiB en los rioi
XIV De SDi embucacioDcs.
XV De los artifices ptsleros que lenliD los locas, y de Ids
demas oficioi que los iadios uprendlaD y usibKn,.
XVI De la caia j pesca deslas geates
XVII De los juegos que teniao para enlteteDcrse; sui ids-
InimcDtos milsicos y bailea
XVIII De las dirercDles mancras que tenfan de sepnllara*. XIX De los rilos y ceremonial qae ntalMD en sos eatem-
Adverteacia

1

SE IMPRIMI6 FOR PRIMERA VEZ ESTA OBRA
en la Oficina tipogrifica He Enrique Rasco,
en Seviila, calle de Busies Tavera,
nlimero una.
Acabose el dia XX de Octubre del aHo
del Naeimiento de Nueslro Se∨
Jesucrislo de MDCCCXCV.

KUPRIENKO