PEDRO SIMON. NOTICIAS HISTORIALES. PRIMERA PARTE. Tomo 1.

PEDRO SIMON. NOTICIAS HISTORIALES. PRIMERA PARTE. Tomo 1.

NOTICIAS HISTORIALES.

DE LAS

CONQUISTAS DE TIERRA FIRME

EN LAS

INDIAS OCCIDENTALES

POR Fr. PEDRO SIMON

DEL ORDEN DE SAN FRANCISCO DEL NUEVO REINO DE GRANADA

f/ Urm’ERSú’Y

o,Ll^/ PRIMERA PARTE

EDICIÓN HECHA SOBRE LA DE CUENCA DE 1626

BOGOTÁ ‘

\^ ^ IMPRENTA DE MEDARDO RIVAS

. -i ‘ 1882

NOTICIA SOBRE EL PADRE SIMÓN.

FRAY PEDRO SIMÓN vino á América cerca de mediosiglo

después que habían pasado los sucesos más importantes del

descubrimiento, conoció y trató á algunos de los conquistadores

de Antioquia, y cuando comenzó á colectar sus materiales, esta-

ban todavía frescos en la memoria de muchos los hechos princi-

pales, que encontró además consignados en los archivos de su

convento, en las memorias del Padre Medrano que ya hemos

mencionado y que fué uno de los actores, y del Padre Aguado,

cuarto provincial de San Francisco en 1573, religioso docto en

teología y en matemáticas, que compuso dos libros sobre el des-

cubrimiento, los cuales no se publicaron.

Nació el Padre FRAY PEDRO SIMÓN en la Parrilla, obispa-

do de Cuenca, en 1574, profesó y estudió con mucho lucimiento

Humanidades en el convento de San Francisco de Cartagena de

España, del que lo sacaron para establecer la enseñanza de Teo-

logía y Artes que hasta entonces no habia en el convento de su

religión en Santafé, á donde llegó en 1604 Pocos años después

se formaron ya discípulos que lo reemplazaron en la cátedra.

Pasó á Tota, cuya doctrina, como todas las del valle de Sogamo-

so, estaba á cargo de su orden. En 1623 fué electo Provincial,

y en el mismo año comenzó á escribir sus N OTICIAS MISTORJALES,

paraTa§~cuales habia acopiado” materiales poik inuuhos anos,

además de los que su propia experiencia le suministró en la

jornada y reducción délos Pijaos, á la cual acompañó en 1607 á

D. Juan de Borja, Presidente de la Real Audiencia. Estuvo pre-

viamente en Venezuela, como Visitador, y se embarcó en Coro

para las Antillas, de donde volvió á Santafé. Hizo viajes á An-

tioquiajOartagena y Santa Marta antes de tomar la pluma para

compouaiLSU histeria, jle la cual escribiólos dos primeros tomos

en^ajioj^edio, cercei^dojjuai^o meses de a»’uda enfermedad

de gotaZaüe interrumpís sus tareas. El primer volumen, que

fué ehínico que se ímpnmió^trata de las^cosasde Venezuela y

episocfiodel tirano Aguirre/LaTapro Dación esET firmada por

Fray Luis Tribaldos de Toledo, Cronista mayor de Indias, el 1.°

dejLbril de j1626:j-ecomendando al P. Fray Pedro Simón como di-

ligente investigador de la verdad, y el dia 9 del mismo mes se

le despachó el real permiso para imprimir su libro, lo cual se

verificó el año siguiente de 1627 * en Cuenca. Las otras dos

* La portada lleva el año de 1626. En el colofón aparece el de 27. (El E.)

II

NOTICIA SOBRE EL PADRE SIMÓN.

partes, que existen solo manuscritas, contienen cada una tam-

bienj^te noticias historiales. La 2^ se versa sobre lostlescu-

brímientos que se emprendieron por la orilla derecha del Mag-

daJena, partiendo de Santa Marta. La 3/ trata de todo lo tocante

¿JSBagena, FopáplíT^ñtiQquia y Choco~SiLexceptuamos tos

sucesos del Istmo de Panamá, la Qrónica détT. Fray Pedro Si-‘

mon es la relación más completa que hoy tenemos de los acon-

tecimientos del siglo XVI en la Nueva Granada, y la más pre-

ciosa. Eáíe religioso es~on escritor concienzudo, que participa

por cierto de las preocupaciones de su siglo, pero no m^s que

su sucesor el Obispo Piedrahita, que escribió en Madrid medio

siglo después. Dice Fray Pedro Simón :

” Que habiendo visto la tierra toda, por no haber historia especial del descubrimien-

to de esta parte, porque aunque el Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada, que fué el

que descubrió este Reino, escribió su descubrimiento y cosas de él en unos tomos que inti-

tuló Ratos de Suezca, y el P. Fray Francisco Medrano, franciscano, comenzó á escribir y

murió en la demanda, y en la del Dorado, yendo con el mismo Adelantado, y después el P.

Fray Pedro Aguado prosiguió la historia y la perfeccionó en dos buenos tomos que andan

escritos de mano, y aun el P. Juan de Castellanos, beneficiado de la ciudad de Tunja, com-

puso en buen verso mucho de las cosas de estas tierras y sus conquistas, todo esto se ha que-

dado en embrión, y todo se está sepultando con los deseos de los curiosos que quisieran saber

de estas cosas, en especial los que han nacido y habitan estas tierras, están atormentados, no

hallando camino por donde cumplirlos, y saber las cosas de sus antepasados, de quien ellos

descienden. Este, pues, pretendo abrir para todos, poniendo diligencia en buscar memoria-

les (que no me ha costado poco) y la mano á la pluma después de los años que he gastado

en estas tierras.”

El estilo de Fray Pedro Simón es, según se ve, sencillo,

sin pretensión de imitar á los historiadores clásicos ; ha tomado

mucho de Castellanos, como se puede advertir comparando la

2.a y 3.a parte que de éste tenemos, y es de suponer que lo mis-

mo haria respecto dejaj^ parte que se ha perdido. Hay erro-

res en la relación de los primeros descubrimientos de nuestras

costas, que afortunadamente describieron historiadores más

antiguos.

Como respecto de Castellanos y de Cieza, ignoramos tam-

bién la época y el lugar de la muerte de Fray Pedro Simón, que

se infiere sin embargo haber sido en España, á donde pasó á

dar calor á la impresión de sus libros, cuyos manuscritos desa-

parecieron allá, puesto que el historiógrafo Munpz hizo copiar

en Bogotá de real orden las dos partes inéditas que hoy existen,

según aparece de una nota de la copia que está depositada en

Madrjd en la Academia de la Historia.

Compendio Histórico, pag. 379.

JOAQUÍN ACOSTA.

PRÓLOGO DEL EDITOR.

LA fortuna y la ciencia que el hombre alcanza en la sociedad son favores

supremos que ella le concede, pero no bienes absolutos de los cuales pueda él

solo disfrutar sin dar cuenta rigurosa, conforme á la ley, á la moral y al bien

público, del empleo que de ellos haga, pues debe devolver á su patria y á

la generación á que pertenece, en beneficios, en ciencia ó en virtudes prácticas, algo

de lo que la sociedad generosamente le ha otorgado.

” Servir á la patria haciéndole el sacrificio de la vida si fuere necesario,”

fué el principal deber que nuestros padres, los fundadores de la República, impusieron

á los ciudadanosje Colombia al expedir la primera_Constitucion; y en todas las

condiciones de la vida este deber ha de figurar al lado de los que imponen la reli-

gión, Ja moral y las buenas costumbres.

Largos años de sangrientas luchas, entre odios y rencores, ha pasado

la República: confundidos están los huesos de unos y otros combatientes en los cam-

pos de batalla, para mostrar á las nuevas generaciones la miseria de nuestras quere-

llas; y el desengaño cruel de los que viven, manifiesta lo estéril del sacrificio

ofrecido por todos como un deber al monstruo de las revoluciones.

En la era de calma y de grandeza qué se abre ya para el país, quise

ofrecer á la’sociedad, á la que estoy agradecido, y á la patria, á quien amo, un

tributo digno de los bienes que me han dado y del cariño que les profeso, publicando

en el establecimiento tipográfico de que soy dueño, las ” Obras Históricas de Colom-

bia,” es decir, cuanto hay de poético en su origen, de maravilloso en la Conquista,

de titánico en la Independencia y de sublime en la fundación de la República;

queriendo levantar así, no con mis fuerzas de pigmeo, sino con las de todos los his-

toriadores en tres siglos, un monumento digno de las letras y de las glorias de

Colombia.

De estas obras hay muchas inéditas, y de algunas solo existen uno ó dos

ejemplares; y son tan importantes, encierran tanta enseñanza y tienen tanto méri-

to, que quisiera fueran estudiadas por todos los niños, para que, con el ejemplo de

IV mÓLOGO DEL EDITOR.

nuestros grandes antepasados, levantaran su alma y fortificaran su corazón para

hacerse dignos de la misión que les señala el porvenir.

En el año próximo anterior publiqué la “Historia de las Conquistas

del Nuevo Reino de Granada,” por el doctor D. Lúeas Fernández Piedrahí-

ta, en edición hecha sobre la de Amberes de 1688, obra importante que fué precedida

de un erudito Prólogo escrito generosa y expontáneamente por el señor Miguel

A. Caro, en que recomienda los estudios históricos, exalta el interés de la Conquista

de América y elogia el mérito del libro,—servicio que he agradecido debida-

mente; y el favor con que el público la recibió, excedió en mucho á mis es-

peranzas, pues no solo obtuve gran número de suscritores, sino también la pro-

tección del Gobierno de la Union y la de los Estados de Antioquia, Cundinamarca,

Santander y Tolima, que juzgando de utilidad común la empresa, se sirvieron

auxiliarla.

He dado preferencia á la publicación de las obras relativas á la Conquista,

porque lo que se refiere al origen de un pueblo despierta ese entusiasmo que ins-

piró á Virgilio para cantar el origen del pueblo romano; porque la ciencia

necesita de las tradiciones conservadas en aquellas obras para resolver los

varios problemas, que aun no han tenido solución, sobre la edad del Nuevo Mun-

do, el origen de la raza humana que aquí se encontró y el principio de su civiliza-

ción; y porque la Conquista es un poema histórico de grande importancia y de

variados y casi fabulosos incidentes.

/ La Historia es la Nemesis armada de la justa cólera de los cielos para castigar,

■no solo al ambicioso, al fanático, al avaro, al tirano, al sanguinario, sino también á

todos los hombres de una generación que tales vicios y delitos permitieron. Impla-

cable, escarva los sepulcros y arroja las cenizas al viento déla posteridad; y jamás

satisfecha, cuando ya no encuentra ni sepulcros ni nombres, persigue la memoria

de una nación culpable, y la afrenta y la escarnece para enseñanza de las otras.

Pero la historia no es el relato que escrito está en los libros: eco de las pasiones

é intereses de una época, retrato de un hombre hecho con los colores que el pintor

conoció en su tiempo, risas y lágrimas que quieren perpetuarse, fama efímera que

aspira á la inmortalidad. No: la Historia es el juicio recto é imparcial que la hu-

manidad dicta después sobre los hombres ó los acontecimientos de uña nación ó de

una época; y con frecuencia esta Historia infama á los dioses que fueron adorados

y cuyo culto está ostentosamente relatado; condena como crímenes las falsas virtu-

des exaltadas; santifica como mártires á los desgraciados que fueron considerados

delincuentes y llevados al cadalso; relega al olvido, como indignos de figurar en la

posteridad, á muchos hombres que llenaron un siglo con su fama y cuyos hechos se

han escrito sobro bronce, é inmortaliza los de aquellos que* han sabido guiar á

los pueblos en su triste peregrinación sobre la tierra.

La Historia de la Conquista del Nuevo Mundo no está aún juzgada, ni se

han apreciado debidamente las hazañas de aquellos hombres extraordinarios que, al

\ solo oir que se habia descubierto un mundo, dejan patria, familia y porvenir, se

PRÓLOGO DEL EDITOR.

T

lanzan en el mar ignoto, llegan á América, se internan en las montañas llenas

de monstruos, atraviesan los caudalosos rios, y con la cruz en alto levantada, pre-

dican la fe en Jesucristo: que armados como antiguos caballeros, vencen y someten

á infinidad de naciones poderosas, y devorados por la implacable avaricia, talan,

roban y asesinan, buscando oro; pero todos juntos descubriendo, dominando y so-

metiendo un mundo, que ofrecen como tributo al Rey de España. Esta historia nos

enseña cuánto alcanza una voluntad decidida en servicio de un pensamiento enérgi-

co, á nosotros, hijos suyos que miramos con horror el desierto, y nos muestra

también que la traición, la crueldad y la violencia, aun empleadas para obtener un

grandioso resultado, inspiran siempre horror á la conciencia de la humanidad.

¡ Lección terrible para los que vivimos en guerras civiles, devorados por el

odio !

Robertson se hizo inmortal con la ” Historia de América,” y ” La Yida de

Colon,” de Washington Irwing, ha sido vertida á todos los idiomas conocidos,

yendo los españoles á estudiar y conocer en estos libros la vida de sus mayores.

Y Fray Pedro Simón, que escribió, hace ya tres siglos, sobre el teatro mismo de

los acontecimientos; que conoció á muchos de los héroes y á otros personajes

de cuya boca recogió la verdad y mil crónicas interesantes ; el sabio y virtuoso

fraile que escribió las “Noticias Historiales de las Conquistas de tierra firme en las

Indias Occidentales,” solo alcanzó á ver impreso un tomo de sus obras, del

cual existe un ejemplar; los otros dos tomos permanecen inéditos y yacen olvidados en

la_Biblioteca nacional de .Bogotá, expuestos á que la rapacidad en las revoluciones,

un incendio, ú otro (JUalquíer “accidente, los destruya, perdiéndose así un rico

tesoróTtlel cual nos pydil’á Cuenta la posteridad.- “-—-

La maldición que abate á una nación cuando ha llenado la medida de

sus crímenes, alcanza á todos sus hijos y los persigue implacable como el destino an-

tiguo ; y ésta fué la suerte de España por haber expulsado á los moros, perseguido á

los judíos y devorado, como Saturno, á sus propios hijos, con la inquisición, las gue-

rras intestinas y un despotismo cruel; por haber herido á las otras naciones para

satisfacer el loco sueño de la monarquía universal de Carlos Y, y por haber despoblado

la América por avaricia. La altiva reina vio su corona envilecida y hollada; sus

mejores joyas arrebatadas por otras naciones, sin poderlas defender; y humillada y

pobre vio también huir la industria de su suelo, el comercio de sus puertos, y á sus

hijos, peregrinos eternos, condenados á presenciar la grandeza y prosperidad

de sus rivales.

Cuando la fría y brumosa Inglaterra, llena de pantanos, estaba casi salvaje ;

cuando Enrique YIII vengaba en sus mujeres las afrentas que de España recibía,

y su escuadra apenas se alejaba del canal de la Mancha, temiendo á la de Holanda;

cuando sus puertos eran solo conocidos por los desembarcos que en ellos habían

hecho los normandos para conquistarla y los daneses para humillarla, ¿ qué era

la España ?

Vi PRÓLOGO DEL EDITOR.

Ah! La España era la legítima señora del mundo, por los servicios que habia

prestado á la civilización.

La España, situada bajo el más hermoso cielo del orbe, en la Penín-

sula Ibérica, bañada al Levante por el Mediterráneo y al Occidente por el

Atlántico, separada del África, á la que dominaba, solo por el estrecho de Gi-

braltar, era dueña de Tánger y de Serpa; poseía á Gibraltar, y, según quería, abría ó

cerraba este estrecho y hacia del Mediterráneo un mar para todos ó un lago interno

que le pertenecía. Tenia sobre este mar veintiocho puertos, á donde llegaban como

tributo las riquezas de Oriente, y treinta sobre el Atlántico, de donde mandaba

sus invencibles armadas á hacer expediciones y á dominar el mundo, llevando la

fe en Cristo, la riqueza y todos los bienes de la civilización.

Poseía en África, conquistados por ella, el Peñón de los Vélez, Melilla, Oran,

Marzacabil, Nazagan y toda la costa desde el cabo Aguirre hasta el Gardafú. En

Asia era señora de Malaca, de Ormus y Goa ; gobernaba los reinos de Camanor,

la Cochinilla y Colan, y dominaba toda la costa del Océano Indico.

Tenia en el mar innumerables islas : las Baleares, las Canarias, las Filipinas,

las Azores, Santo Puerto, la isla ele Madera, Cabo-verde, la isla de Dios, Mozambi-

que, Ceilan, todas las islas del mar del Norte, y cuantas hasta entonces fueron

conocidas.

Recibían sus leyes los Países Bajos, Ñapóles, Sicilia y la mitad de Francia.

Y cuando el turco salió del fondo del Asia, bárbaro y feroz, y avanzó,

sin que nada pudiera resistirle, incendiando las ciudades, talando los campos, esteri-

lizando el suelo y difundiendo la peste ; cuando ya se habia instalado en Constanti-

nopla, esclavizado la Grecia, dominado el Danubio, echado á los caballeros de

Malta, asolado las costas de Italia, y cuando iba á colocar el estandarte de la

Media luna en el centro de la Europa, la España manda á don Juan de Austria, y en

la batalla de Lepanto, el dia 9 de Marzo de 1571, vence al infiel y salva la civiliza-

ción cristiana.

No contenta con esto, hace lo que Genova no habia querido, lo que

Inglaterra no habia podido, lo que Portugal no habia osado: auxilia á Cristóbal

Colon en aventuradas expediciones, en locas empresas ; y Colon vuelve á España

con la noticia del descubrimiento de un Nuevo Mundo ; mundo que la ingratitud y el

destino apellidaron América.

La historia de los que descubrieron, conquistaron y colonizaron la parte de

este Nuevo Mundo que se llamó Tierra firme, el territorio de la antigua Colombia,

nuestra propia tierra, fué la que escribió el padre Pedro Simón, hace ya tres siglos;

y con tanta verdad, tal primor y tan sabroso lenguaje, que el pensamiento SQ

embebece en la lectura, la que aumenta el interés á cada instante.

El asunto lo merece, porque la Historia de la Conquista es una re-

lación no interrumpida de prodigios, y porque debe considerarse que los in-

gleses, al colonizar la América del Norte, acabaron con la raza americana y

fundaron para ellos solos la Nueva Inglaterra,”rmeirtfas que ios españoles hicieron

PRÓLOGO DEL EDITOR.

VII

de los indios hombres civilizados, propios para la industria é instruidos en los

deberes civiles, religiosos y sociales; se establecieron entre ellos, mezclando su

sangre con la do la raza conquistada; dieron á los colonos, suavizándolas, las mismas

leyes que regían en la Metrópoli; tuvieron religión y tribunales iguales; eligieron

mandatarios sujetos á las reglas eternas de la justicia ; y fundaron el Nuevo

Reino de Granada, igual á los que se llamaban en España de Aragón ó de Galicia.

En la conquista el esfuerzo humano no tuvo límites: los conquistadores,

marchando siempre adelante, devorados por las fiebres, el hambre y la miseria,

llevaron su heroísmo á tal extremo, que la muerte en América habia perdido todo

su horror y parecía un pasatiempo.

Un siglo bastó para concluir la obra de la’conquista y de la civilización de

estas regiones; y al cabo de este tiempo la lengua de Castilla se hablaba en medio

del desierto, la cruz se ostentaba sobre magníficas catedrales, y las ciudades de

Cartagena, Quito, Santafé y Caracas eran grandes centros de civilización, donde re-

gían los usos, trajes, modas y lujo de Madrid.

¡ Gloria á los mártires y misioneros, honor á los guerreros, gratitud á los

sabios y á los benefactores de los indios!

Lejos de mí el pensamiento de justificar la sangrienta crueldad de los espa-

ñoles; el padre Simón, en su historia, la condena; pero ella tiene explicación

en’ la necesidad de inspirar terror para dominar á las numerosísimas naciones

que poblaban la América, y contra las cuales era insignificantfí el puñado d” ^pn-

ñoles ‘que acometieron la conquista. ¿ En qué época, en qué país no se ha apelado al

terror para imponerse á una fuerza superior?

Los ingleses son una nación civilizada y cristiana, y, sin embargo,

en la India, para contener á los Cipayos, apelaron al terror y obligaron á los hijos á

que prendiesen los cañones á cuya boca estaban atados sus padres, y á las mujeres

á recibir el bautismo de la sangre vertida por sus maridos. La revolución fran-

cesa, cuando se encontró débil para resistir á la reacción, cuando fué acometida por

los reyes y por los poderosos, apeló al terror y levantó en las calles la sangrienta

guillotina.

Toda historia palidece ante la historia del descubrimiento y conquista de la

América, porque en ella hay el interés de la sorpresa que causó el hallazgo de un

mundo que, como Venus, salia de entre las ondas del mar; mundo que tiene

montes de plata, rios que arrastran oro, ricas minas de diamantes y esmeraldas,

inmensos bosques de cacao, de quina y de caucho, aves de magníficos colores que

hablan como el hombre, donde el hombre, el dulce indio, no se parece al resto

de la humanidad, y, en fin, donde todo, animales, plantas, cordilleras, tiene un sello

de juventud y de grandeza especiales, distinto de lo conocido en el antiguo

continente.

Aquellos hombres de la raza española,de la raza del valor, de la energía, de la

altivez, de la generosidad, de las aventuras, de los sueños, encontraron un campo

anchísimo abierto á su ardimiento, un teatro propio á su ambición, abundante

VIH PRÓLOGO DEL EDITOR.

oro para saciar su codicia, y lo que no existia lo crearon en su mente ; soñaron

con imperios y reinos para cada uno de ellos, con fuentes de inmortalidad para vi-

vir eternamente en ese paraíso, y ardiendo en celo religioso y en pos de sus

quimeras, se lanzaron por millares en busca de poder, de gloria y de fortuna, y mu-

chos de ellos no hallaron sino la miseria, la muerte.

Nada puede haber en las obras de la imaginación superior al idilio encanta-

do en que vivió la raza indígena hasta el descubrimiento. La Eva india, her-

mosa y llena de encantos, que el pudor no recata; dulce, amante y cariñosa,

al lado del apacible indio, formando juntos su universo, trabajando unidos en

una civilización propia, ignorándolo todo, ignorados de todos, vivían felices con

su libertad, su salud y su inocencia.

Juzgo que en las novelas de aventuras de Julio Verne, que tanto han

llamado la atención, no hay una aventura igual á la historia verdadera del tira-

no Aguirre, contada por el padre Simón; una vez empezada, es imposible no seguir

la relación de los hechosjie ese formidable bandido, que bajo las órdenes de Pedro

do Ursua sale del Perú á explorar el Amazonas ; que mata á su jefe y hace nom-

brarjríncipe del Perú á don Fernando de Guzman ; lo asesina y se proclama Jefe

de los Marañones; declara_ la guerra á Dios, al R^y y ¿. Ja hnmanidadj^ baja el

Marjüjon, encuyas bocas perece parte de la expedición ; llega al mar y en él se

lanza en miserables canoas ; lo atraviesa y llega á la isla de Margarita en Vene-

zuela; se apodera de un fuerte, continúa la guerra, asuela el país, diezma por des-

confianzas su gente, asesina sacerdotes, mujeres y niños, hace temblar la capita-

nía general de Venezuela.alarma al Nuevo Reino de Granada, y en todo el continente

lo aguardan y lo temen; abandona la isla y llega á la Tierra firme, donde continúa la

guerra y deja un gran reguero de cadáveres de sus mismos compañeros, hasta que al

fin, traicionado y vendido, asesina á su propia hija “para que no se oiga llamar hija

del traidor por los españoles,” y se resigna á que los vencedores purguen la tierra de

un monstruo.

La proclama dirigida á sus soldados en presencia de los cadáveres del Gober-

nador de Margarita y de otros á quienes acaba de asesinar, bastará para formar una

idea de aquel bandido fabuloso.

” Bien veis, Marañones, les dice, en estos cuerpos muertos que tenéis delan-

te los ojos, que demás de las maldades que hicisteis en el rio Marañon matando á

vuestro Gobernador Pedro de Ursua y á su Teniente don Juan de Vargas, y ha-

ciendo Príncipe á don Fernando de Guzman, y jurándolo como á tal os desnaturali-

zasteis de los Reinos de Castilla y negasteis al Rey don Felipe debajo del juramen-

to que hicisteis ; prometisteis hacerle guerra perpetua toda vuestra vida, firmán-

dolo así de vuestros nombres, y añadiendo después delitos á delitos, matasteis á

vuestro propio Príncipe y señor y á otros muchos capitanes y soldados, á un clé-

rigo de misa y á una mujer noble ; y venidos á esta isla, la robasteis, tomando y

repartiendo entre vosotros todos los bienes que habéis hallado en ella, así de don

Felipe, Rey de España, como de otros particulares, rompiendo sus libros de cuentas

PRÓLOGO DEL EDITOR.

IX

y haciendo otras graves maldades ; habéis ahora muerto, como lo veis, otro Gober-

nador, un Alcalde y un Regidor, un Alguacil mayor y otras personas que aquí te-

neis á los ojos. Por tanto, cada uno los abra y mire por sí, no le engañe alguna

vana confianza, pues habiendo hecho tantas y tan graves maldades y atroces deli-

tos, es cierto no os podrá sufrir seguros ninguna parte del mundo sino en mi com-

pañía ; pues dado caso que el Rey os perdone, los deudos y parientes de los muer-

tos os han de seguir hasta dar fin de vuestras personas. Por lo cual os aconsejo que

no apartándoos de mi compañía, vendáis bien vuestras vidas en la ocasión que se os

ofreciere perderlas, haciéndoos una misma cosa los unos con los otros, pues contra

tal unión y compañía todas las fuerzas que se quisieren levantar contra nosotros se-

rán muy menores para desbaratarnos, advierta cada cual en lo que digo, pues no le

va menos que la vida.”

En cuanto al estilo empleado por el padre Simón, es tan natural como lo

exige Fenelon. “La historia, dice este sabio, pierde mucho cuando se la quiere

adornar. Nada es más digno de Cicerón que la siguiente observación sobre los

comentarios. Comentarios quosdam scripsi rerum suarum valde quidem probandos,

nudi enim sunt redi et venusti omni ornatu orationis, tunquam veste detracta. Sed

dum voluit alius habere parata, unde sumerent qui vellent scribire historiam, ineptis

‘ gratum fortase fecit qui volant illa calamistris inacere sanos quidem hominis á

scribendo deterridt. Los bellos espíritus desprecian la historia desnuda y quieren

vestirla con bordados y rizos. Este es el error ineptis. El hombre juicioso y de

gusto delicado cree que nada es más hermoso que esta desnudez, noble y ma-

jestuosa.”

La mente pública, hasta ayer profundamente preocupada con la política

ardiente y colérica en que vivimos, desechaba aquellos estudios que no fueran los

referentes á la mayor ó menor libertad de los pueblos y á la manera como debieran

constituirse los gobiernos ; pero hoy ya parece dirigirse en diverso sentido, y

los estudios históricos llaman la atención, no del pueblo, que desgraciadamente aun

no puede pensar más que en el trabajo, sino del círculo literario que en todas

partes se hace el centro de la civilización; del público que se cree capaz de

juzgar del mérito é interés de las obras, y que es el elemento activo de todas

las naciones que se levantan.

Quiero ayudar á esta obra nacional que espíritus generosos han em-

prendido, dando á la juventud obras serias, y he preferido las de Historia,

porque sé que el estudio de lo pasado ayuda á calmar las pasiones del presente.

Ojalá que la publicación de las cí Obras Históricas de Colombia ” sirva en algo

á mi patria, y merezca un recuerdo de las generaciones venideras.

Bogotá, Junio 18 de 1882.

MEDARDO RIVAS.

OP < ! • IT Y °^ivü-/ LICENCIA FKAY Juan Venido, padre de la Orden, confesor de la Serenísima Infanta de España y Comisario general de las Indias, de la Orden de San Francisco, al padre fray Pedro Simon, Ministro Provincial de nuestra Provincia del JNnevo Keino de Granada, salnd y paz en el Señor. Por cuanto de nuestra Orden y comisión, el padre fray Pedro de Tebar, Pre- dicador Conventual de la Provincia de Castilla, ha visto el primer tomo de las Noticias His- toriales de Tierrafirme que vuesa Paternidad ha compuesto, y por^au_censura parece será útil se imprima, pnr tanto damos á vuesa Paternidad nuestra licencia, para que tenien- do la del Rey Nuestro Señor, "pueda imprimrr"~el dicho primer tomo, y no de otra manera. Dada en San Francisco de Madrid, á 18 de Febrero de 1625. FRAY JUAN VENIDO, Comisario general de Indias. APROBACIÓN. ESTA primera parte de las Noticias Historiales de la Conquista de Tierrafirme en las Indias Occidentales, escritas por el padre fray Pedro Simón, he visto por mandado del Consejo Real de su Majestad con cuidado y gusto particular, y hallo que trae consigo esta obra la recomendación, que basta para hacerla célebre, sin tener cosa que perjudique al servicio de IJios ni al de su Majestad, ni ofenda á las buenas y cristianas costumbres ; su método, estilo y diligencia en inestipay la verdad^ son singulares y no temen competencia, por tener todas las buenas calidades que en esto se requieren : y así con justicia y razón puede su Majestad conceder la licencia que pide, para estampar estos trabajos, dignos de agradecimiento y recompensa, porque serán de grande consideración, asi para el servicio de su Majestad, como para alentar á sus vasallos, que le sirvan ensemejantes empresas, si- guiéndoseles á los que con valor, en aumento de nuestra santa fé, se emplean, honra y notorio interés para sus casas y nación, y por ser de este parecer, lo firmo en Madrid, á l.°de Abril d> 1626.

” ^ FRAY LUIS TRIBALDOS DE TOLEDO,

Cronista mayor de Indias.

EL REY.

POR cuanto por parte de vos fray Pedro Simón, Lector de Teología, Jubilado, Cuali-

ficador del Santo Oficio y Ministro Provincial de la Provincia del Nuevo Reino de Gra-

nada de las Indias, de la Orden de San francisco, nos fué hecha relación que vos habíais

compuesto un libro intitulado Noticias Historiales de Tierrafirme, de que ante los del nues-

tro Consejo fué hecha presentación, el nial era muy útil y provechoso y nos fué pedido y

suplicado os mandásemos darliceucia para poderle imprimir, y _ privilegio porjü^ . años—o—

coraoia nuestra raeFced fuese ; Jo cual visto por los deP*ñuestro Consejo y como por su

mandado se hicieron las diligencias que la premática por Nos últimamente hecha sobre la

impresión de los libros dispone, fué acordado que debíamos mandar dar esta nuestra cédula

para vos, so la dicha razón, y Nos tuvímoslo por bien ; por lo cual os damoT*rrccTiTáa y ~fa-_.

cuitad para que pof^tiémpó de diézmanos, primeros siguientélTqueTrjrT^

el día de la fecha de~ella, Vos ó la persona que vuestro poder hubiere, y no otro algunot po-

dais^ímprímír y vender dicho libro, que de su uso se hace mención por el original, que en

el mi Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Lázaro de Rios Ángulo, mi

Secretario, que por nuestró^rirafrdado hace oficio de escribano de Cámara de los que en él

residen, con que antes que se venda lo traigáis ante ellos juntamente con el dicho original,

para que se vea ni la dicha impresión está conforme á él y traigáis fé en pública forma, en

como por corrector por Nos nombrado, se vio y corrigió la dicha impresión por su original,

y mandamos al impresor que imprimiero el dicho libro, no imprima el principio y primer

pliego ni entregue mas de un ?olo libro con el original al autor ó persona á ouya costa se

– iv –

imprimiere y no otro alguno, para efecto de la dicha corrección y tasa, hasta que primero el

dicho libro esté corregido y tasado por los del mi Consejo, y estando así y no de otra manera,

pueda imprimir el dicho libro principio y primer pliego, en el cual seguidamente se ponga

esta licencia y privilegio y la aprobación, tasa y erratas, so pena de caer é incurrir en las

penas contenidas en la premática y leyes de nuestros Reinos que sobre ello disponen ; y

mandamos que durante el dicho tiempo de los dichos diez años, persona alguna sin vuestra

licencia no le pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere haya perdido y

pierda todos y cualesquier libros, moldes y aparejos que del dicho libro tuviere y más incurra

en pena de cincuenta mil maravedís, la cual dicha pena sea la tercia parte para la nuestra

Cámara y la otra tercia parte para el Juez que lo sentenciare y la otra tercia parte para la

persona que lo denunciare \ y mandamos á los del mi Consejo, Presidente y Oidores de las

nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de la nuestra casa y Corte y Chancillerías y á todos

los Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes mayores y ordinarios y otros Jueces y

Justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de nuestros Reinos y señoríos,

que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula, y contra su tenor y forma no vayan ni pasen

en manera alguna. Fecha en Barcelona, á nueve dias del mes de Abril de 1626 años.

YO EL REY.

Por mandado del Rey Nuestro Señor, DON SEBASTIAN DE CONTRÉRAS.

FE DE LAS ERRATAS.

ESTE libro, intitulado Noticias Historiales de las Conquistas de Tierrafirme, compuesto

por el padre fray Pedro Simón, Religioso de la Orden de San Francisco, está bien y

fielmente impreso con su original. En Madrid^jt 37 dfl “Rebram rfa fjfí97añr>q,

EL LICENCIADO MURCIA DE LA LLANA.

TASA.

YO Lázaro de RÍOS, Secretario del Rey Nuestro Señor, que por mandado hago oficio de

escribano de Camarade los que en su Consejo residen, certifico que habiéndose visto

por los Señores de él un libro intitulado Noticias Historiales de Tierrafirme, compuesto por

fray Pedro Simón, Lector de Teología, Jubilado, Cualificador del Santo Oficio y Ministro

Provincial de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de las Indias, de la Orden de San

Francisco, que con licencia de los dichos Señores fué impreso, tasaron cada pliego de los del

dicho libro á cuatro maravedís y parece tener ciento y sesenta y ocho pliegos, sin los prin-

cipios y tablas, que al dicho precio, monta seiscientos y sesenta y dos mai^Atedís-y—4–^Rtft

precio y no más mandaron se venda y que esta tasa se asiente y ponga al principio de cada

libro de los que se imprimieren, como consta del decreto de la dicha tasa á que me refiero :

y para que de ello conste, doy la presente, en la villa de Madrid, á veinte y tres dias del mes

de Febrero de 1627 años.

LÁZARO DE Ríos.

Este libro tiene ciento y ochenta j dos pliegos, que monta, según la tasa, á veinte y un

reales catorce maravedís en^pspeí.

EL REY.

POR cuanto por parte de vos fray Pedro Simón, Ministro Provincial de la Provincia

del Nuevo Reino de Granada, de la Orden de San Francisco, ims ha sido hecha relación

que vos habíais compuesto un tomo de libro de las Noticias Historiales de Tierrafirme, en el

cual habíais puesto mucho trabajo, suplicásteme atento á ello, os mandase dar licencia y

facultad para que vos ó la persona que vuestro poder hubiese, pucjifisajinprimir, llevar y

vender en las mis IndiasT Islas y Tierrafirme del mar Océano, el dicho libro, portiem^o de

diez años ; y habiéndose visto por los del mi Consejo de las Indias y héchose por*su órcíen

las diligencias que por leyes y premáticas de estos Reinos está dispuesto acerca de ello, lo

he tenido por bien y por la presente doy licencia y facultad á vos el dicho fray Pedro Si-

món, para que por tiempo de diez años, primeros siguientes que corran y se cuenten desde

el dia de la fecha de esta mi cédula en adelante, podáis vos^y–4aa^personas que tuvieren

viiestroTpoüer, imprimir el dicüo libro y venderle en las dichas mis Indias, Islas y« Tierra-

firme del mar Océano ; y mando y defiendo, que durante el tiempo de los diez años, otras

algunas ni ningunas personas de cualquier estado y condición que sean, Eclesiásticas ni

Seglares, no sean osadas á imprimir ni hacer imprimir el dicho libro ni venderlo en las

dichas Indias, sino vos el dicho fray Pedro Simón y las personas que para ello el dicho

vuestro poder hubieren, so pena que cualquier otra persona ó personas que sin tener para ello

vuestro poder y licencia durante el dicho tiempo, lo imprimieren ó hicieren imprimir ó vender

en las dichas mis Indias, pierdan por el mismo caso y hecho la impresión que hicieren y los

moldes y aparejos y libros que imprimieren y demás de esto incurran cada uno de ellos en

pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hicieren, aplicados la mitad

para mi Cámara y fisco y la otra mitad para vos el dicho fray Pedro Simón : la cual dicha

merced os hago con tanto que antes que comencéis á vender el dicho libro, se hagan por vues-

tra parte las diligencias que por las dichas premáticas y leyes de estos Reinos está dispues-

to se hagan, después de la impresión de los libros, antes que se vendan y con que hayáis de

vender y vendáis cada pliego de molde del dicho libro, en las Provincias del Perú á quince

maravedís, en el Nuevo Eeino de Granada y Provincia de Popayan á doce maravedís y en

la de Chile é diez y ocho maravedís ; en la Nueva España, Nueva Galicia y Guatemala y

Provincia de Honduras y Yucatán, Tierrafirme y Nicaragua, Venezuela y Cartagena, Cabo j

de la Vela, Isla Española, San Juan de Ulua, á diez maravedís, que es el precio á que está’

tasado por los del dicho mi Consejo de las Indias, y mando al Presidente y á los del dicho

mi Consejo y á los Presidentes y Oidores de las mis Audiencias Reales de las dichas mis

Indias, Islas y Tierrafirme del mar Océano y á todos los Jueces y Justicias de todas las

Ciudades, Villas y lugares de ellas ; así á los que ahora son, como á los que en adelante

fueren, que guarden, cumplan y hagan guardar y cumplir esta mi cédula y lo en ella con-

tenido, y contra el tenory forma de ella no vayan ni pasen, ni consientan ir ni pasar en tiempo

alguno ni por alguna manera. Fecha en Madrid, á veinte y dos de Junio de mil seiscientos

y veinte y cinco años.

YO EL REY.

Por mandado del Rey Nuestro Señor, PEDRO DE LEDESMA.

A NUESTRO INVICTÍSIMO CÉSAR

Y SUPREMO MONARCA DEL ANTIGUO Y NUEVO MUNDO, FELIPE CUARTO,

REY DE ESPAÑA, EN^ SU REAL Y SUPREMO CONSEJO DE LAS INDIAS.

EL más acertado fin que han descubierto los desvelos que me han ocupado algunas

bien empleadas horas (gastadas en la dedicatoria de esta mi obra), ha sido el determi-

narme a volver á su centro las facciones y conquistas que trato en ella, que es vuestra Sa-

cra y Real Majestad en vuestro Supremo y Real Consejo de este Nuevo Mundo : medida y

forma de los muchos que en él están fundados y de todas las acciones que con acierto se

aprenden en estas tierras ; porque si es de la naturaleza del limpio espejo retornar al sol co-

mo á su centro los rayos con que dora su frente, en agradecimiento del lustre que recibe

de ellos, imitando yo en esto á la naturaleza, las obras heroicas de varones ilustres, que

tanto con su sangre han acrecentado los términos de la Iglesia y de la Real Corona de

Vuestra Majestad, á dónde los podría retornar con más seguro qno á la fifíal pp¡rsnna Ao

Vuestra Majestad en su Real y Supremo ConsejoJL de dónde ha dimanado el poder y orden

para hechos tan célebres y dignos de vasallos de un tan Supremo y dichoso Rey, como ellos

dichosos en serlos suyos ? é cuyo amparo lo hallarán estos claros hechos y la historia que

los cuenta ; pues no hay donde mayor y ™«ib viprtn rnn servaron tftngqn lnn ^^rj-T¡Trs~^5fT

SU Centro. COmoTa tendrP” ^n lna Ke«^« manngdA Ynflat.rft Majestad y laq cÍA~^^hnra7^r-

tado Tribunal. Que todo lo ampare el cielo con los acrecentamientos que hasta aquí y

mayores colmos de felicidad. En esta ciudad de Santafé, cabeza del Nuevo Reino de Gra-

nada en las Indias y Nuevo Mundo.

FRAY PEDRO SIMÓN.

, PRÓLOGO AL LECTOR.

BIEN pienso lector amigo (y entiendo que pienso bien) que si me atemorizara veneno

de lenguas me fuera partido en el vuelo que doy, como los demás pasando por las

cosas de este mundo imitan al que dan las grullas al pasar el monte Taurxino, por donde

llevan una piedra en el pico, para no poder, aunque quieran, graznar, por excusar con esto el

peligro que de no hacerlo así se les seguiría de las serpientes aladas que crian en aquellas

tierras, de donde se levantan volando al graznido de las aves y siguiéndolas las despedazan

con venenosas uñas y dientes. Pero ni esto temo ni á estómagos enfermizos, que por bien

guisado que esté el manjar no lo pueden tragar estando la falta en ellos y no en él ni en

quien lo guisó ; porque fines más superiores que me han movido á escribir esta historia,

me han hecho desde mis primeros pasos dejar estos estropiezos mui atrás, siu hacer caso

de ellos, por ser tan de poca importancia ; en especial, si son ya sus mañas andar mortificán-

dolo todo ; porque jamás lo harás por ocuparte en tu oficio y costumbre, que por la razón

que hallaras para excitarlo ; y así si eres de esta condición, mayor blasón haré en que digas

mal de mi obra, que si dijeras bien ; no digo que ella será tal que le falten mis faltas ó so-

bras (que todo es malo) al fin como mia ; pero tampoco niego que en este mundo no puede

haber obra tan sin ellas y perfecta que no las lleve y se le puedan hacer adiciones á la margen,

y nunca me ha pasado por el pensamiento agradar con ésta á todos, porque fuera esto tentar

un imposible, pues corren los gustos al paso de la desconformidad de los rostros en que siem-

pre se halla; y así solo me contentaré (sacando verdades en limpio) agradar en algo algunos

que lo están en el entendimiento, aunque lo mismo se desagraden otros. Pues cosa cierta ha

de ser así, aunque yo pretenda otra cosa, porque con lo que unos viven otros mueren, y Ja

mitad del mundo se anda ñejj(iiiale4a-etrarmitad; de donde sucederá que si tú te rieres de

alg6 de mi obra, si es en secreto, no me ofendes, porque debajo de mi manto al “Rey mato, y

si en público otro se reirá de tí, gustando de lo .que tú aborreces, con que quedaremos en

paz, pues solo por contradecirte á tí tendré mil que me defiendan.

Aunque no se me ha olvidado el enfado que me dan los prolijos prólogos de los libros

y pienso lo darán también á otros, no podré excusar el alagarme un poco en éste declarando

quesea historia y sus finos, cosa que he juzg;^o p^i* imp^antA y nnnaa»^—por-ser tan

pocos los que hallo la traten con fundamento, y tantos los que ^”j^juLsa^Pr la pg^ncia de

la historia, se ponen muchas veces á escribirla, de más que JiO”slTpÓlTrán otar de largo este mi

pensamiento en su efecto, pues siendo la historia de mis tres-feomos de más de mil hojas, tres

más, poco enfado podrán añadir, siendo en especial para” su mayor perfección : y como dijo

Marcial, no es largo y prolijo aquello á quien no se le puede quitar cosa que no le

haga falta.

No me ha cansado el desuelo en españolizar tan alo ciceroniano el lenguaje español,

como él hizo el latino, por saber con desengaño no ser obra* ésta de muchos días, aun en

el más desudado, pues es cierto que en poco se ha de envejecer el más cortado y cortesa-

no y ladino modo de hablar, y aun cuando más perfilado, habrá de parecer peor dentro de

treinta años, y no sé si me atreva á fiar le guardara el respeto tanto tiempo, pues su

mucha variación, y carrera tan por la posta muda con mayores y muy más ligeros vuelos

cosas muy más de asiento que lo es el lenguaje y las que ayer á puestas de sol vimos y

celebramos, ya hoy al amanecer no las conocemos, por hallarlas tan otras. Porque el

asiento de las cosas de este mundo es no tenerle; y así procurando no levantar el estilo tan

sobre las nubes, que sea menester baje de ellas quien lo entienda, por ser esto más querer

atormentar con la historia qae dar gusto, como lo harrea iviuc;lío«-de^egtos_nuestros moder-

nos tiempos, verdugos de nuestra lengua castellana, ni que vaya tan humilde que sea des-

preciable y asquerosa, solo he procurado estilo claro y casto, guardando el rostro al tiempo

en que me hallo, y no al que está por venir, pues no sabemos cual sernT^TirfL-U^VLidad

infaíi1olre~”que nadifi~conocio á mañana.

Éntrelos que tratan de ciencias, cosa es bien sabida que para ser uno consumado

en ellas, no le ha de faltar la historia, pues dará de ojos á cada paso «i mron.* dp> t>]]nr por

ser laTque refiereycuenta los^gichos, hechos y costumbres de la antigüedad, , sin fíiiyas

noticias se halla un hombre ja-lt-n y t-iiJLd^o*4*^>-¿<>-WH^ trkn y rifthf» traer entre

manos. Cicerón escribiendo á Herenio, dice: qni¿n es la historia, diciendo que es una cosa

acontecida pero remota y apartada de nuestra edad, y en el segundo de Arte Oratoria, dico

– VII –

que la historia es un testigo de los tiempos, luz de la verdad^ vida de la, memoria, mqp^.m *

de la vida y mensajera de la autigüedad y otrOS Mil gallardos epítetos que le da con éstos,

y así Pausani dijo que la verdad de la memoria en las cosas antiguas se habia de tomar de

la historia y no A* l^s, f™j^ja.«( en las cuales aunque referían los hechos y dichos

de Ijs antiguos, no era COD_ aquella llaneza, y pnr^n. pop qn* Joj3cuj;nta la verdadera

jiistorí^; púas los componían á su mudo los que los representaban, quitando y poniendo á

sualbedrío: lo cual no consiente la buena y fiel historia, que pn t.ipnq li^nnifl pura, mao

que concertar con bueno y bien concertado estilo los dichos y hechas dft lm antiguos con

un~a_narración verdadera. Porgue aquel se diga verdadero historiado^ que declara y pro-

pone con vivas y sanas palabras, con llaneza y sin menguas ni sobras las hazañas y obras

de los hombres de la manera que acontecieron, se hablaron ó se obraron, porque tanta y

tan estimada hazaña es hablar bien como obrar bien, de^dondc se conoce cuánta diferencia

haya de la historia á la fábula, pues la historia cuenta las cosas como fueron y pasaron en

feu realidad de verdad, y la tabula las finge sin que hayan sucedido y muchas veces finge

imrjOSJbleS, COmO CUandO dice qnft hablan ln< ¡- hmtntij nii^no g^ntrindadns n ]qz fii1flS,_^i1o pretende, de la cUal se ínnere qqe fábula ni tragedia se puede llamar historia y tam- bién que.no se puede llamar propiamente historia cualquiera narrarían, aunque sya verda- . * dera,sino solo aquella que cuenta las hazañas, hechos ó dichos de loshombres; y así las que cuentan las naturalezas de los animales, de los peces, de las plantas, denlas" aguas, de los' minerales y otras así. Aunque Theophrastro, Aristóteles y Plinin IPS jfajnen historias,- es impropio darles aquel nombre.~~"y*"así no se dice historia la que de esto hizo Plinio absolutamente, sino Jus- to ria natural, que con este aditamento pierdo algo de lo que absoldCamente y sin él quiere decir historia. Porque la historia, para ser la verdadera yj)ropia, no lu dü SeT"^ecosas naturales, sino *d« y en 1ft del Dorado, yendo con el mismo

Adelantado, como veremos, y ^después el padre fray Pedro Aguado, Provincial que fué de

esta provincia, prosiguió la historia y la perfeccionó en dos buenos tomos que andan

escritos de mano, y aun el padre Jnan de Castellanos, Beneficiado de la ciudad de Tunja,

compuso en buen verso muchas de las cosas de estas tierras y sus conquistas; todo esto

se ha quedado en embrión y sin salir á más luz y noticia de la que tienen los escritos

clancularios de mano, que cuando mucho llega á la de dos ó seis que los tienen, y esto /

como pasa por tantas letras y escritores, cada uno les adultera, vicia y quita algo de su* /

fidelidad, de suerte que podemos decir se está todo sepultado y los deseos de los curiosos Y /

y que quisieran saber estas cosas, en psppp’gl ^ qnft hnn Tonino y hnhitin PR^S tiprrasj Y

-gstán_ atormentados no hallando camino por donde cumplirlos y saber las cosas de sus

antepasados, de quienes ellos descienden.

” Este, pues, pretendí abrir para todos, poniendo diligencia en buscar memoriales^

(que no me ha costado poco) y la mano á la pluma, después de los años que he dicho he

gastadoen estasjbierras y provincia, los más de ellos leyendo artes y Teología, por haber

venido de España el año ae mil seiscientos cuatro á dajLT¿rÍncipio en esta provincia á los

estudios que hasta allí aun no ha*Ean tenido por no haberhabido comodidad para ellos, y

aunque mis ordinarias ocupaciones han sido éstasT como el tiempo ha sidoTargo, y luego

f^ej-on~safíc^

tierráT de más consideración que~se comprenden en esta historia, pues el año de mil

seiscientos siete hice una entrada con el Presidente de esta Real Audiencia, don Juan de

Borja, á las tierras y provincias de los Pijaos, cuando las conquistas y pacificaciones de

ellos andaban más en su fnerza, y llegamos á la que estaba hecha en los Totumos, que

llamaban el fuerte de las Nieves, bien dentro de las provincias de estos indios, donde vi

y me informé de las costumbres, ritos, guerras y otras cosas de aquellas provincias: después

me mandó la obediencia fuese á visitar la provincia de la gobernación de Venezuela*.-

Iía^trSa de MaracaiboT^aiácaspUumaná, Punta de A raya, donde está la famosa salina__-

qutrtiuy m& lail füTlifleada y defendida de Ja mano española, Cubagua, la Margarita,

Puerto Rico, isla ó ciudad de Santo Domingo, volví por la de Coro, acabada la visita á

esta de Santafé, desde donde á poco tiempo por el rio abajo de la Magdalena fui áAn-

cindad dé los Remedios y hasta cerca de la de Zaragoza J~ las tierras del Reino pocas hay

ó rungunas que no haya biüado, y con el Oficio de Provincial todo el Kio grande y costa

de Santa Marta y Cartagena, he dado vista en que he podido informarme y hacerme’

capaz de’Jas cosas de por auá pui vistTTcle ojos, sin lo cual no pieñsrjr~iuü atreviera a-tomar

entre manos este trabajo, por no ponerme en el peligro dp risa q11» “f™g pfí fínTV puesto,

no hablando con propiedad en la geografía ni en los vocablos de las tierras de donde

escriben, por no haberlas visto ni estar bien informado y fiarse do relaciones de toda

broza. No pienso tampoco por esto escaparme de la lengua del Momo, que aun donde no

las hay halla faltas por Haber tomado por oficio el andar á caza de ellas, y en esta mi

obfa Tiabl’á biéñ que enmendar hartas que yo no las he podido advertir, pero ya á esto

tengo dada mi razón con que quedo desahogado del temor que me podía causar, que harto

poco caudal tuviera, si en tantos años como h«á que tengo conocido el mundo y trato de

los hombres no le tuviera ya perdido el miedo y conocido que de ordinario quien menos

sabe y es para menos se ocupa más en poner faltas, presumiendo con aquello cubrir las

suyas, y si le pidiesen la razón será la de Sic volosic, jubeo fit, proractione voluntas.

Desde lnego rae doy por advertido (como lo han hecho muchos amigos á quienes

comuniqué algunos de mis papeles y la disposición de la historia) de que en todos loa

tyjgs tomosjiabia de ir siguiendo y como ensartándola, según los tiempos en que fue suce-

diendo aunque fuesen muy distantes tierras, pues el tiempo las -Junta y este es el común

esttftrfle los historiadores clasicos y universales, lo*”que no puedo negar ser modo corcum

y que me habia de guiar para irme con el corriente de los más: pero__no hay arguiñentr»

que’sl la buscan no tenga solución, y así la he dado y doy a éste diciendo que para

mudafestilü coniUn y Tomar el que llevo de hacer tomo aparte de la provincia q”Tre-f&-t-oea—

sin envolver las historias de todas (que me hubiera sido bien fácil) dos cosas me han dado

ocasión, la una ei”exousar el disgusto que es cortar el hilo ¿Ja historia v cosas de una

provincia’p cuando más céBado va el lector en ellas, para saltar á otras de otra donde ha

menester volver atrás á anudar las qríe”M umchu dejú comenzadas y refrescarlas de nuevo

porTfolicordarse ya de lo que mucho habia y va tratando, y sin dhda es cosa más gustosa

acabar cOll unüs” Posas y comenzar luego otras: pues llevando su claridad de tiempos no

tiSho incuuveniente: y la otra que me movió á este modo fué (supuesto lo poco que me

atropella el interés temporal que se me puede seguir del surtirse estos libros) que cualquiera 1

que tuviere alguno de ellos ój}QXJLfiLpoderlos comprar todos 6 por perdérsele algunojó^-por I

otra causa, á Jo menos los que les quedaren le den hístblin—^tera-ThTTma provincia sin»

atormentarle dependencias del tomo ó de los tomos que le faltan y haga cuenta queno^

seescribio mas Ijue aquel o aquellos que tipne; y n^j el prifftfTrr–trfttnrlfn fftflfti drr la

gobernación de Venezuela ó Caracas y la historia del tirano Aguirre, por haber acabado

su tiranía en aquella tierra; las de la gobernación de Cixmaná y la (Tuayana-^nrerT’io

OrlTTüCoT~-Sl-sogimdo -de&de lus1 piiirclpios délas conquistas de Santa Marta hasta subir

desde aquella ciudad por el rio grande de la Magdalena á descubrir este Nuevo Reino

\ de Granada y todo lo que ha pertenecido á él y las más de Sus provincias. Y el tercero

las conquistas de la costa de Cartagena con la fundación de aquella célebre ciudad, principal

puerta y primer escalón de la entrada de este Nuevo Mundo; y lo que le quedo por tratar

á la segunda parte de los sucesos de la costa de Santa Marta y lo que toca al gobierno de

esta Real Audiencia de Santafé, en el gobierno de Popayan con las conquistas de los

indios Pijaos, rematándose con los nuevos sucesos de las jornadas del Darien.

Los deseos que he tenido (junto con los de mis amigos y deseosos de lo mismo)

de que salga á luz esta obra, dice la brevedad y priesa con que se han acabado los dos

primeros tomos; pues ha sirio fín año y medio y aun cercenados cuatro meses que gasté

más en sufrir dolores “de mi gota que en entretenerme en rumiar historias y dueloS-ageaos.

tieñipo tan tasado que cuando fuera diezmo del que habían menester íos dos tomos, no

fuera mucho, y aun queda buena parte del tercero ya en buen punto para remitk4e-el

ano que viene (favoreciendo el Cielo como á los demás) á flastilln.^ n. la impnnj^pw-es

unode los ^sobresaltos y temores con que quedo de su acertada perfecta impresión,

por no serme posible se impriman en mi presencia en esta tierra y haberla de riar de

agenas manos, por impedirme el oficio poder pasar á España á eso, y siendo la impresión

su última forma y ser, no sé cual será, aunque no tengo perdidas las esperanzas de su

buen acierto por haberlas puesto en el favor divino qne te prospere con acrecentamientos

de heroicas virtudes.

PRIMERA NOTICIA HISTORIAL

DE LAS

CONQUISTAS DE TIERRAFIEME

EN LAS

INDIAS OCCIDENTALES.

CAPÍTULO I.

I—Cédula Real para que se escriba esta Historia—II. Distancia de tierras que comprende esta His-

toria. Estilo que en ella se ha de llevar, imitando á. otras—III. Comienza á tratarse por qué se di-

jeron estas Indias Nuevo Mundo—IV. Puso Aristóteles inhabitables estas tierras, por estar debajo

de la Tórrida zona, á quien siguieron los más de los doctores.

EL REY, Presidente y Oidores de la nuestra Audiencia Eeal, que reside en la ciudad

de Santafé, del Nuevo Reino de Granada: Sabed que deseando que la memoria de

los hechos y cosas acaecidas en estas partes se conserve, y que en el nuestro Consejo de

las Indias haya la noticia que debe haber de ellas y de las otras cosas de esas partes, que

son dignas de saberse; hemos proveído persona á cuyo cargo sea recopilarlas y hacer

historia de ellas: por lo cual os encargamos, que con diligencia os hagáis luego informar de

cualesquier personas, así legas como religiosas, que en el distrito de esa Audiencia hubiere

escrito ó recopilado, ó tuviere en su poder alguna historia, comentarios ó relaciones de

alguno de los descubrimientos, conquistas, entradas, guerras ó facciones de paz ó de guerra,

que en esas Provincias ó en parte de ellas hubiere habido desde su descubrimiento hasta

los tiempos presentes. Y asimismo de la religión, gobierno, ritos y costumbres que los Indios

han tenido y tienen, y de la descripción de la tierra, naturaleza y calidades de las cosas de

ella, haciendo asimismo buscar lo susodicho ó algo de ello en los archivos, oficios y escrito-

rios de los Escribanos de gobernación y otras partes adonde pueda estar, y lo que se hallare

originalmente si ser pudiere, y si no la copia de ello, daréis orden como se nos envíe en la

primera ocasión de flota ó navios que para estos Reinos vengan. Y si para cumplir lo que

vos mandamos fuere necesario hacer algún gasto, mandareislo pagar de gastos de justicia, en

lo cual vos encargamos entendáis con mucha diligencia y cuidado, y de lo que en ello hi-

ciereis nos daréis aviso.

Fecha en San Lorenzo el Real, á diez y seis de Agosto de mil y quinientos y seten-

ta y dos años.

YO EL REY’.

Por mandado de 6u Majestad,

ANTONIO DE ERAZO.

2

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. I.)

Quise dar principio á la Historia con esta Cédula Real, para que antes que otra

cosa se vea lo que se conforman mis deseos con los de su Majestad, pues en esto cumplo

los suyos, que por haberse retardado de poner en ejecución desde dos años antes que yo

naciera, era razón tuvieran ya su efecto. Servirá también de que se conozca por e>te camino

la importancia que tenga el escribirla, demás de las razones dadas en el prólogo, pues

pone tanto cuidado el Rey en que se sepan los descubrimientos y hechos valerosos que han

emprendido sus vasallos por su mandado y cuánto ha trabajado por ensanchar los térmi-

nos de la Santa Iglesia Romana, contra lo que procuran los pérfidos herejes ensangostarle

su jurisdicción hasta si pudiesen destruirla.

La distancia de más de seiscientas leguas que hay desde la Isla de la Trinidad y

bocas del Drago hasta la de Urabá y rio del Darien, que corren Leste ó Este bebe las

aguas saladas del mar del Norte. La tierra que ha tornado por asunto mi Historia, no de-

seando en ella (sábelo el Cielo) que salga mi nombre á plaza (pues le va mejor en su

rincón) sino los hechos valerosos de tantos y tan valientes capitanes y soldados españoles,

cómo la descubrieron y conquistaron, solicitándome á esto desde que eutré en estas Indias

el dolor que siempre he tenido de que se fuesen sepultando en la tierra, del olvido, como

lo han estado los más y mejores hechos más ha de cien años, sin haber habido quien los

haya sacado al Sol, para que volviéndose á calentar del invierno del descuido, den calor á

los ánimos de otros, para emprender otros tales y mayores hechos: pero al primer umbral

de la entrada de esta obra consideré que de los muchos y graves autores que han escrito

particulares y generales historias de estas Indias Occidentales, pocos ha habido que no

hayan tocado en los principios de ellas el nombre y origen do sus moradores, porque les

ha parecido no entrar por la puerta á tratar de las ovejas que han entrado de este Nuevo

Mundo en el redil y amparo de la Iglesia Romana, si no se trata primero de los principios

que tuvieron, habiendo hecho esto cada uno con diferente estilo, según la capacidad de sus

ingenios, les ha administrado materia y razdnes para sacar á luz sus intentos; porque como

todo eso haya de venir á pararen razón, por no haber escrituras entre los Indios que sean

de fundamento fijo, ni entre los autores de otras Naciones, que con evidencia los digan,

sobre que se pueda con fundamento hablar de las cosas y principios de estos Indios, la

razón que más bien probaren sacada de los efectos que hemos visto (que llama el Lógico

á posteriori) será la que más valga.

Y así habiendo dado muchos y graves hombres muchas y muy graves (si bien con algu-

nos fundamentos ciegos de autores antiguos), guiadas todas por la mayor parte por el discur-

so natural, como se podrán ver en sus libros, de que no quiero llenar este nuestro, querien-

do los postreros que van escribiendo que las áuyas sean superiores y se suban (como dicen)

sobre los hombros de las de los primeros de quien por ventura toman.n luz para ellas; y no

pareciéndome mal este modo, por ser el que hace se vaya descubriendo la verdad que se

pretende, determiné seguirlo, porque á lo menos no erraré en imitando modo aprobado por

tantos, procurando si pudiere adelantar un paso la piedra, no al paso de mis deseos, por ser

más valientes que fuerzas del ingenio.

Empleándolo pues (tal cual es) en dar ya manos á la obra (para ir en ella con más

claridad), trataré primero del nombre que de la cosa, por ser éste el modo que usa el lógico

primero, definiendo el término significante que la cosa significada por él. Son los nombres

de estas tierras (como los de las demás) universales y particulares; de éstos irá tratando la

Historia cuando vaya llegando á cada particular provincia, y así ahora solo nos detendre-

mos en los universales que se les han puesto después que se descubrieron, para significar-

las á todas con un nombre, porque quedando esto declarado, podrá después caminar la

Historia sin los estropiezos que forzoso habia de tener, si no quedaran quitados con la de-

claración de estos nombres universales y de otras cosas que á vueltas de esto tendrán luz, y así

digo, que cuando los españoles descubrieron estas ludias, no pudieron rastrear que tuviesen

nombre universal que las significase á todas, como lo tiene España, Francia y otras. Y la

razón era porque los Indios no se alargaban á andar muchas provincias por sus cortos

tratos y andar siempre á pié, como después diremos, y así solo se contentaban con tenerle

puesto nombre particular á su provincia, y cuándo más se alargaban era á saber los nom-

bres de las de sus vecinos, que cercaban las suyas. Y aun habia y hay algunas Naciones

metidas en algunos valles con tan cortas noticias de otras gentes, que entendían no las

habia en el mundo sino solos ellos. Bien es verdad que los Isleños de Cuba y la Españo-

rjKOTfCfAS«HISTORIALES O CONQUISTAS DE 1IERUAKIRME.

para significar la Tierra firme que estaba enfrente de ellos al

le llaStciOati ÍJfltJeque, como dice Herrera, y los Indios de Nueva España á la suya

Anahuac, como dice Torquemada: pero estos nombres no eran universales para todo ni

para todas las tierras que se descubrieron y se van descubriendo, y así fué necesario se les

pusiera nombre universal, como de hecho se hizo, no solo poniéndole uno sino tres.

El primero fué llamarles Nuevo Mundo, y llamáronle así no porque estas tierras

estén fuera de globo y esfera de donde están las demás, con otro centro, otros cielos y ele-

mentos, pues todo lo descubierto en ellas es una parte de todo el universo que se compren-

de debajo de los mismos cielos y en orden á un mismo centro y polos que lo demás del

mundo; pero llamáronle asi de común consentimiento de todos, por otras mil razones que

concurren, de que pondremos dos ó tres. La primera, porque no solo no se tuvieron noticias

ciertas antes que se descubrieran, de que estas tierras estuviesen aquí en esta parte del mundo

con gente; pero antes fué de parecer Aristóteles y los que le siguieron, que era imposible

poderlas habitir animales, por el mucho calor que imaginaban habia en ellas, por la mu-

cha vecindad del sol y enviar sus rayos perpendiculares.

No se me ha olvidado lo que dice Séneca á los fines de su Medea, acto segundo, que

en algún tiempo se dejará navegar el Océano y dará entrada á otros mundos nuevos. Y

bien me acuerdo que refiere Escoto á Alejandro Dealés y á Alberto Magno, acerca del sitio

del paraíso terrenal, donde pecaron nuestros primeros padres, que fueron de parecer estaba

plantado en una tierra tan alta, que llegaba al globo de la luna debajo do la línea equinoc-

cial. Y no es de menor advertencia el parecer de San Ambrosio en su Exameron, donde dice:

Paradisus est in Oriente pertingens usqae ad lunarem circulum. De los cuales pareceres se

sigue necesariamente haberlos tenido estos graves autores de dos cosas. La una, que no

hay elemento puro de fuego, como los hay de tierra, aguas y aire, porque si lo hay, está

sobre el del aire, contiguo al orbe de la luna; y siendo así, que dentro del elemento del

fuego no puede conservar su vida ningún viviente, que decir que la Salamandria se con-

serva mucho tiempo en el fuego, más es fábula que otra cosa, si bien puede ser posible por

su mucha frialdad se conserve algún tiempo.

Poniendo pues estos autores inmediato al cóncavo orbe de la luna el paraíso terrenal,

donde habían de vivir tantos animales con los hombres, pues se hizo para eso, es necesaria

consecuencia que no poneu este elemento del fuego puro como los otros tres, y no pienso

dijeron mal en esto, como si fuera de nuestra Historia el probarlo y el miedo de alargar-

nos mucho no nos atajara los pasos, nos fuera fácil con la opinión y arrimo de otros graves

autores que sintieron lo mismo, diciendo: que-el fuego que entra en la composición de los

mixtos está difundido por ellos y no puro en alguna parte: pero en ésta, nuestro intento

no nos da lugar á más, por no sernos tan á propósito como lo segundo que se infiere de

sus pareceres, que es que el lugar que corresponde en la tierra á la línea equinoccial, es

habitable de hombres, y los demás animales, si estaba situado debajo de ella el paraíso,

donde habían de vivir todos, las cuales opiniones contradice todo el torrente de los doctores,

como lo hace Escoto en el lugar citado, por ir contra lo doctrina del filósofo, que la dejó

por asentada, ser imposible poder habitar naturalmente los animales, no solo debajo la

línea equinoccial, pero ni aun en toda la latitud de la tierra, que corresponde dentro de los

dos trópicos de Cancro y Capricornio, que llaman Tórrida zona, que tiene de latitud

cuarenta y siete grados, veinte y tres y medio al un polo, y otros tantos al otro de la equi-

noccial.

Esta doctrina fué tan admitida de todos los filósofos y doctores, que hubo después

de él, en especial de San Agustín, libro diez y seis de la ciudad de Dios, capítulo nueve,

que tuvo por menor inconveniente negar que habia Antípodas, que conceder contra esta

doctrina de Aristóteles que se podia habitar ó atravesar la tierra que corresponde á la

Tórrida zona, para poder habitar en lugar opuesto, como ha de ser el del Antípoda,

aunque también ponia esta dificultad el santo en la que hallaba, para poderse navegar el

mar Océano.

4

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. II.)

CAPÍTULO JL

I,—Pruébase cómo Aristóteles faltó en filosofar sobre la habitación de las tierras de la Tórrida zona.

—II. Prosigúese en lo mismo—III. Hombres de diversas naturalezas y formas que se han halla-

do en estas nuestras tierras—IV. Entre ellos se han bailado pigmeos.

PERO haber sido engaño éste con otros muchos que tuvo Aristóteles, bien lo dice la ex-

periencia de verlo habitado, y el fundamento de este error siempre he imaginado fué

el no haber cargado el entendimiento en filosofar acerca de esto, como lo cargó en otras

cosas, y así fué falta de filosofía, pues por ella pudiera sacar ser estas tierras de la Tórrida

zona habitables como las demás, si no se quisiera quedar con aquella flaca razón que dicen

no serlo por la cercanía del Sol, y porque envía allí sus rayos perpendiculares, lo cual no

es razón que concluye su conclusión: pues cuando el Sol toca y está cerca del Trópico de

Cancro, que es á veinte y uno de Junio, la misma fuerza tiene con sus rayos sobre los que

habitan debajo aquel Trópico, que sobre los que habitan debajo la línea equinoccial cuan-

do está en ella, y de la misma suerte les irá calentando más ó menos, según que más ó

menos estuvieren apartados los vivientes hacia la parte del Norte de este Trópico cuando

toca en él, como á los que más ó menos estuvieren apartados de la equinoccial cuando

está en ella. Luego si pueden vivir los que habitan en la zona templada desde el Trópico

de Cancro, cuando el sol toca en él, hasta los que están apartados veinte y tres grados y

medio de latitud, también podrán vivir los que habitan en la Tórrida, cuando el Sol está

en la línea equinoccial y en todos aquellos veinte y tres grados y medio que toma de lati-

tud hacia el mismo Trópico de Cancro, pues no hay razón porque vivan losunos y no los otros

y lo mismo dije del otro Trópico de Capricornio. Lemas de esto, por qué les hemos de privar

de poder vivir cuando el Sol anda junto aun Trópico álos que habitan junto al otro, pues el

uno está apartado del otro cuarenta y siete grados de latitud; pues los que están debajo de

los Trópicos y en un grado solo apartados del Sol y de los Trópicos en las zonas templa-

das, viven, según la opinión del filósofo que dice: Que es toda la zona templada habitable

como lo vemos. Todo lo cual pudo sacar Aristóteles por buen discurso si cargara el pensa-

miento y no se acortara el filosofar sobre ello.

Otra razón se puede llegar á ésta, y es, que por la variedad que hay de las noches y

los dias en la zona templada, causada del apartarse ó llegarle el Sol á ellas, pudiera Aris-

tóteles conjeturar que donde no se les aparta tanto sino regularmente á un lado y á otro

como es en la Tórrida zona, habían de ser iguales los dias y las noches, como en realidad

lo son, sin diferenciarse sino en muy poco; en especial de los que habitan debajo y cerca de la

línea, y que si el Sol en el (lia calienta mucho con su presencia, la noche ha de enfriar con

su ausencia y no son los cuerpos mixtos de los animales tan de manteca que los haya de de-

rretir el calor del dia por el mucho sol, en particular teniendo otra tanta noche que los

puede refrescar. También pudieran considerar los filósofos que negaron esta habitación de

la Tórrida, que las tierras que están debajo de ella habian de ser como las que ellos cono-

cían, altas y bajas, valles y cerros, y que podia haber algunos tan altos y encumbrados

como ellos decían del monte Olimpo, del cual afirma Solino que por estar tan alto que

penetraba sobre la media región del aire, no llovía sobre él, ni habia vientos, de tal manera

que cuando los filósofos subían á su cumbre para mirar mejor desde allí las estrellas, por

estar más limpio el aire y sin impedimento para poderlas contemplar, llevaban muchas es-

ponjas llenas de agua y exprimiéndolas sobre la tierra la humedecían, para que desde allí

levantase el sol vapores y encrasase el aire para poder ellos estar allí y no morir por su su-

tileza, porque el aire sutil mata por lo mucho que penetra, como se ve en el Perú, en el

páramo ó cordillera de Pariacaca, que según dice el padre Acosta. la tiene por la tierra más

alta del mundo, por lo mucho que se sube á él. De donde viene á ser tan sutil el aire por

estar sin grosedad de exhalaciones que le vate el sol, que no solo lc\ hombres no pueden vi-

vir en él, pero ni aun los brutos.

Pues al modo de este monte pudieran conjeturar los antiguos en buena y llana filo-

sofía, que habría por estas tierras otros (como en realidad de verdad los hay) que aunque

no sean tan altos como el Olimpo, lo son á lo menos, que se entran con sus cumbres,

rompiendo la media región del aire, donde dice el mismo filósofo en los Meteoros: Se en-

gendran las impresiones meteorológicas, nieves, granizos y otras cosas, como se ve en los

(CAP. II.)

NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TI ERRAFIRME.

5

cerros de Santa Marta, el de Cartago y Mérida, que están dentro de este Nuevo Reino y

otros muchos que hay por estas partes, no solo dentro de la Tórrida zona, pero muy cerca

y aun debajo de la línea equinoccial, que por allegar sus cumbres hasta la media región

del aire, están toda la vida cargados de envejecida nieve, sin descubrirse jamás ; de donde

se siguen los intolerables fríos que tiene su pais, hasta que como se va bajando de su altu-

ra, se va mejorando la templanza del aire pasándose por un medio templadísimo, hasta los

valles donde están sentados, que ya son muy grandes los calores.

Luego bien se pudo sacar en buena y llana filosofía, que era esta tierra habitable,

ya que no en las tierras demasiado calientes, á lo menos las que estaban en el medio de estos

dos extremos, que por fuerza habían de ser templadas como lo son por participar de ambos,

que fué la razón que dio el mismo Aristóteles cuando dijo que solo se podían habitar las

dos zonas templadas que están entre la Tórrida y las dos frias de los polos. Todo esto nos

ha enseñado la experiencia contra la doctrina de Aristóteles y los demás filósofos y teólo-

gos que le siguieron, y así hallar habitables estas tierras, fué novedad tal que por ellas se

pudieron llamar Nuevo Mundo.

La otra razón se puede tomar de haber hallado cosas tan nuevas en ella que en las

menos conforma con las que hay en Europa, Asia y África; así en las composturas natu-

rales de los hombres y sus costumbres, como en las demás cosas, porque en cuanto á lo

natural se han hallado hombres de varias y peregrinas composturas, como son las que cuenta

«1 Padre fray Antonio Daza en la cuarta parte de nuestra Corónica (pues» allí las escribió

hombre tan docto y diligente escudriñador de verdades, tendría muy bien averiguadas las

de éstos) que hay unos hombres que se llaman Tutanuchas, que quiere decir oreja, hacia la

Provincia de California, que tienen las orejas tan largas que les arrastran hasta el suelo y

que debajo de uní de ellas caben cinco ó seis hombres. Y otra Provincia junto á ésta que

le llaman la de Honopueva, cuya gente vive á las riberas de un gran lago, cuyo dormir es

debajo del agua. Y que otra Nación su vecina llamada Jamocohuicha, que por no tener via

■ordinaria para expeler los excrementos del cuerpo, se sustentan con oler flores, frutas y

yerbas, que guisan solo para esto. Y lo mismo refiere Gregorio García de ciertos Indios de

una Provincia de las del Perú, y que de camino llevan flores y frutas para oler, por ser éste

el matalotage de su sustento, como el de las demás comidas; y que en oliendo malos olores

mueren. Y no es dificultoso creer que se sustentan con oler, pues que el olor va siempre

oon alguna sutil sustancia que sale de la cosa olorosa, como se ve en la manzana, que en ha-

biendo días que huele se le hacen arrugas, porque le falta la sustancia que fué con el olor;

■el cual por ser accidente no puede pasar de un sujeto á otro por sí solo naturalmente, si no

va con alguna sustancia, y ésta les puede sustentar. Y Leonardo en su historia de Ternate,

refiere: Que Pedro Sarmiento de Gamboa, andando reconociendo el estrecho de Magallanes,

le salieron en exento paraje, donde surgió con su nave una compañía de gigantes, hombres

de más de tres varas de alto, y tan en proporción de cuerpo y fuerzas que fueron menester

las de diez de los nuestros para prender uno, según era de valiente, aunque al fin lo hu-

bieron de las manos y lo metieron en el navio para llevarlo á España. Y en una entrada

que el año de mil quinientos y sesenta hizo desde la ciudad del Cuzco ó de la Plata el capitán

Juan Alvarez Maldonado, con orden del Presidente de aquella Audiencia y buena copia de

soldados, para descubrir nuevas tierras y hacer nuevas conquistas, la tierra adentro á pocos

dias de como pasaren los Andes en demanda de sus intentos, se encontraron bien fuera de

ellos con dos Pigmeos, macho y hembra, no más altos que de un codo; de los cuales la

hembra (que debia de ser más ligera) comenzó á huir con la velocidad que le dieron fuerzas

sus flacos miembros y pasos, los cuales le atajó un soldado hiriéndola con una bala y hacién-

dola caer en tierra, de que murió pensando que era otra cosa, quedando todos apesarados del

hecho cuando hubieron cogido á su compañero y llegado á ella antes que muriera, visto que

eran personas y aunque tan pequeñas, bien compuestas en su proporción y pequenez de esta-

tura de que quedaron todos admirados, no pudieron negar ambos las acciones humanas. Ella,

antes que espirara, quejándose á lo humano, y dando muestras de temer la muerte y

tapándose los ojos por no ver al que la hirió, que se allegó el primero; y el Pigmeo en

melancolizarse de ver muerta su compañera y su persona entre gentes extrañas. Pasó esto

tan adelante, que deseando los nuestros conservarle la vida con regalos y buenos trata-

mientos para poderle enviar á la ciudad del Cuzco, por cosa tan peregrina, lo fué más su

melancolía, pues puso término 4 su vida dentro de seis dias.

6

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. III.)

CAPÍTULO III.

I—Hállanse gigantes en las Provincias del Perú—II. Hánse hallado también sepulcros y huesos

de gigantes.

Pasaron los soldados siguiendo su jornada un rio abajo llamado el Magno, por

serlo de aguas por donde habiendo caminado hasta doscientas leguas, surgierou en una

playa de donde después de haber estado un dia, salió Diego de Rojas por escuadra de una

tropa de buenos y animosos soldados entre los cuales se contaba un Melchor de Barros,

bien conocido en este Reino, que fué el que dio esta relación, como el que tuvo á sus ojos

el caso que les sucedió á pocos pasos de como se apartaron de los compañeros. Porque

llegando á un buen pais, de tierra tan bien dispuesta, que tenia unos árboles raros en sus

distancias y grandeza, pues la de su altura era igual con el tiro de una saeta despedida de

un buen brazo, y la grosedad del tronco tal, que seis hombres asidos de las manos apenas le

podian ceñir. Caminando, pues, entre estos disformes y monstruosos árboles hallaron echado

á la sombra de uno un hombre más monstruoso en su especie que ellos lo eran en la suya, pues

era de más de cinco varas de alto y en correspondencia todos los miembros, solo el hocico

y dientes tenia largos y muy salidos, con lo que lo hacian más feo de lo que era en miembros

tan extraordinarios como lo era también en ambos sexos, porque era herraafrodita, cubierto

de un bello algo pardo, corto y raro todo el cuerpo. Tenia en la mano un bastón tan grueso

y alto como una entena de un mediano navio, que lo manejaba como si fuera una caña, todo

tan correspondiente que parecía se habían criado aquellos árboles para dar sombra á

aquellos hombres y los hombres para que la ocuparan.

A éste vieron los soldados de la retaguardia, cuando ya su caudillo (que iba sobre-

saliente) iba acercándose á él sin haberlo visto, y cuando advirtieron que iba desplegando

piernas y mostrando aquella eminente corpulencia, cargada sobre su ñudoso bastón y no

lejos del Diego de Rojas, le dieron voces, guarda, guarda el monstruo, y haciendo y di-

ciendo por lo que podía suceder, dispararon todos á una sus arcabuces al salvaje, y como

el terrero era corpulento y los tiradores diestros, ninguno le dejó de ayudar á que diera

con su cuerpo en tierra, lo cual dicen que hizo sentimiento como si cayera un gran peñas-

co. De donde porfiaba á levantarse, hasta que acudiéndole con otros tiros, rindió la vida,

quedando aquella máquina del cuerpo para que pudiesen los soldados llegar y ver despa-

cio lo que hemos dicho de él. Despacharon luego un soldado á la ligera á dar cuenta del

suceso al capitán Maldonado; y pareciéndoles ser acertado volver todos á tratar con él el

caso y lo que se habia de hacer acerca de pasar adelante por si acaso había otros monstruos

compañeros del muerto. Hiciéronlo asi y llegaron todos juntos á donde estaban sus compa-

ñeros, y el capitán (el cual determinando de ir á ver el cuerpo monstruoso con treinta y dos

compañeros arcabuceros) llegó á donde le habían dejado muerto y no hallaron más que los

restrivaderos que habia hecho en la tierra con las ansias de la muerte; pero tan grandes

que daban claras muestras de cuanto lo era su cuerpo, al cual habían ya llevado de allí sus

compañeros, según pareció por los rastros que siguieron un buen trecho, hasta que oyeron

hacia lo alto de la tierra una tan grande vocería y algazara que parecía temblaban las lade-

ras. Por lo cual el Juan Alvarez Maldonado, no pareciéndole pasar adelante, les dijo á sus

soldados que él no venia á conquistar monstruos sino á tratar con gente que le entendiera,

y que seria bien volverse en paz á buscar otra gente de su talle y modo, pues aquella que

le contaban excedía tanto el ordinario de la naturaleza. La de sus soldados era de tan bue-

nos brios, que le persuadían á que siguiesen la aventura que se les habia ofrecido de con-

quistar aquellos gigantes; pero venció la cordura del capitán á la temeridad de los deseos

de sus soldados; y así, levantando el Real, pasaron á conquistar otras tierras.

En las de Méjico, y no más lejos de la ciudad que cuatro leguas, abriendo unas

zanjas para los cimientos de una casa de campo que hicieron los padres de la compañía lla-

mada de Jesús del Monte,se hallaron unos sepulcros y en ellos huesos de hombres tan gran-

des, que todos juzgaron ser de gigantes, porque excedían dos veces ia. grandeza de los hom-

bres de ahora, y que una muela que sacaron era como un puño. Afirma el padre Acosta

que la vio el año de 1586. Y lo mismo dice el padre Torquemada se han hallado en mu-

chas partes de la Nueva España; y una muela de un hombre que pesaba dos libras, aun-

que esto pudo ser estuviesen allí desde antes del diluvio, de que después trataremos. Estas

y otras novedades se han hallado en estas tierras, en cuanto á la natural compostura de los

hombres, por donde se puede con razón decir Nuevo Mundo.’

(CAf. IV.)

NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERR AFIRME.

7

CAPÍTULO IV.

I—Pénense las condiciones más comunes de los indios—II. Varias costumbres de indios en diversas

tierras, en especial de los Pijaos—III. Diferencia en todas las plantas, aves y tiempos, respecto

de las de nuestra Europa—IV. La misma variedad se halla en las mieses y frutas.

Cuanto á las costumbres de los que lo habitan, no son menores las novedades, como

se ven recopiladas en un memorial quo presentó al Emperador el año de mil quinientos

veinte y cinco el Padre Fray Tomas Ortiz, de la Orden de nuestro gran Padre Santo Do-

mingo, primer Obispo, que después fué de Santa Marta, en que refiere las condiciones de los

indios de este Nuevo Mundo, como quien también las tenia conocidas por experiencia en la

Nueva España y esta Tierrafirme, donde estuvo mucho tiempo, las cnales pone diciendo:

Que era una gente que comia carne humana, que eran fométicos más que generación algu-

na y que ninguna justicia habia entre ellos; que andaban desnudos y no tenían vergüenza:

eran como asnos, abobados, alocados é insensatos, y que no tenían en nada matarse ni matar,

ni guardarían verdad si no era en su provecho; eran inconstantes, no sabian qué cosa eran

consejos, ingratísimos y amigos de novedades, que se preciaban de borrachos y tenían vino

de diversas frutas, raices y granos; emborrachábanse con humos y con ciertas yerbas que

los sacaban de su juicio. Eran bestiales en los vicios: ninguna obediencia ni cortesía te-

nían mozos á viejos, ni hijos á padres, que no eran capaces de doctrina ni castigo. Eran

traidores, crueles y vengativos, enemiguísimos de religión y que nunca perdonaban. Eran

haraganes, ladrones, mentirosos, de juicios bajos y apocados; no guardaban fe, ni orden,

ni guardaban lealtad maridos á mujeres ni mujeres á maridos. Eran hechiceros, agoreros y

nigrománticos. Que eran cobardes como liebres, sucios como puercos: comían piojos, ara-

ñas y gusanos crudos doquiera que los hallaban. No tenían arte ni maña de hombres; y que

cuando se olvidaban de las cosas de la fe que aprendían, decían que aquellas eran cosas

para Castilla y no para ellos, y que no tenían ganas de mudar de costumbres ni dioses: no

tenían barbas, y si algunas les nacían, se las arrancaban. Que con los enferm’os no usaban

piedad ninguna, y aunque eran vecinos y parientes, los desamparaban al tiempo de la

muerte ó los llevaban á los montes á morir con sendos pocos de pan y agua. Cuanto más

crecían se hacían peores: hasta diez ó doce años parecia que habían de salir con alguna

crianza y virtud, y de allí en adelante se volvían como brutos animales, y en fin, dijo que

nunca crió Dios gente más cocida en vicios y bestialidades sin mezcla de bondad ó policía,

y que se juzgase para qué podían ser capaces hombres de tan malas mañas y partes; y que

los que los habían tratado, aquello habían conocido por experiencia.

Todas estas cosas, es cosa cierta se hallan en común en todos estos indios, como lo

tenemos bien experimentado en el trato que hemos tenido con ellos, sino otros particula-

res y peregrinos vicios, que en particulares Provincias se han hallado, como en las de los

Pijaos, los cuales, entre las demás abominaciones que tienen ó tenían (porque ya hay po-

cos ó niuguno), era una, que en señalándose uno con valentía en la guerra ó en otra ocasión,

le mataban con grande gusto del valiente y lo hacían pedazos y daban uno á comer á cada

uno de los demás indios, con que decían se hacían valientes como aquél lo era. Esta cos-

tumbre estaba tan introducida entre ellos, que para motejar á uno de liojo y de poco valor,

le baldonaban diciendo: que nunca á él lo matarían para que comiesen otros sus carnes y

se hicieran con ellas valientes. De las demás costumbres, nuevas, peregrinas y abominables,

irá tocando la historia en sus lugares, aunque la verdad es que hallar á estos indios con

estas depravadas y ásperas costumbres, fué como hallar las piedras preciosas en sus minera-

les y vetas que están ásperas y, como dicen, brutas y sin pulimento y así inútiles para el

engaste rico y estimado, hasta que se les quita aquella aspereza y brutalidad con el esmeril en

la rueda del lapidario, pues así puestos estos hombres en la rueda de la ley de Dios y luz

del Evangelio (que así le llamó David) quedan desbastados de estas brutalidades y se des-

cubre el buen entendimiento de algunos, que estaba escondido entre aquellas toscas

conchas.

Puédese llamar también Mundo Nuevo, porque en todas las demás cosas está lleno

de novedades. Las aves son nuevas y peregrinas de las de nuestra Europa, pues solo el

águila, gabilan, lechuza, tórtola, garzas, murciélagos y algunos de cetrería son las mismas

8

l-UAT PE0KG SIMÓN.

(CAP. V.

do las quo conocíamos y las demás son nuevas, porque aun basta las palomas, gorriones,

vencejos, aviones y golondrinas, tienen mucha diferencia de las nuestras. De los animales

solo el venado, tigres y osos, nutrias, leones, zorros, son como los nuestros. Lo demás es

nuevo délos árboles, fuera del nogal, encina, roble y en algunas partes pinos, cedros y ali-

sos, zarzas de moras, no hay otros de nuestros conocidos, con ser infinitos los que hay. Las

frutas ninguna conviene en nada con las nuestras. Las yerbas fuera de cuatro ó seis, como

son la berbena, la malva, el llantén, la romaza y algunas otras dos ó tres, son muy extraña»

todas á las de nuestra Europa. Las flores no faltan todo el año, de suerte que la pascua de

Navidad se adornan y engalanan los altares con hermosos ramilletes de azucenas y clavelli-

nas, alelíes y otras mil hermosísimas flores gayombas ó retamas. Las raices usuales no son

de menos diferencia que las que nosotros usamos. Los tiempos andan al contrario de los

nuestros, porque hay dos inviernos y dos veranos. El invierno comienza desde la menguan-

te de Marzo, cuando comienza el sol á descubrir su rostro por encima de la línea equinoc-

cial á nuestro hemisferio, y dura hasta principio de Junio, y el otro desde principio de Octu-

bre hasta todo el de Diciembre.

Los veranos son los intermedios de éstos y así las mieses que se dan de las semillas

de Castilla, aunque tienen alguna orden en su sazón y cosecha, no están del todo que no

suceda muchas veces estar cegando una haza de trigo y junto á ella estar otro„ naciendo,

otro en verza, otro en flor y otro granando; lo que también sucede á los árboles que se han

traído de Castilla, pues jamás pierden la hoja, flor ni fruto, que poco que mucho por Fe-

brero tenemos muy buenos higos verdes, membrillos, melones y manzanas. Tuve yo en mi

celda la Pascua de Navidad duraznos y melones recien cogidos de sus árboles y matas. Da

suerte que todo administra materia y ocasión para que estas tierras se llamen con funda-

mento Nuevo Mundo.

CAPÍTULO V.

I. Nombre segundo universal de estas tierras, que es llamarles Indias—II. Y por qué razón se llaman

Indias Occidentales, á diferencia de la Oriental—III. Pretenden los Reyes de Portugal ser de

BU jurisdicción estas Indias Occidentales y compónense las diferencias—IV. Echase la línea de

la demarcación, con que se parte el mundo para la conquista de las dos coronas.

EL segundo nombre universal es Indias Occidentales, el cual lenguaje ha corrido entre

todas muy desde sus principios y nuevo descubrimiento, sin haber más fundamento

para darle este nombre, que el arbitrio que tomó el Almirante don Cristóbal Colon luego

que las descubrió, para engolosinar al mundo con este nombre, especialmente á los grandes

príncipes, con quien trataba sus descubrimientos y en cuyo favor fundaba los buenos su-

cesos de ellos, porque le pareció autorizar con este nombre estas tierras que iba descubrien-

do, como lo estaba la India Oriental, con la fama de sus grandes riquezas; porque aunque

es verdad que cuando el Almirante descubrió estas tierras, no estaba aún descubierta por

la Corona de Portugal la India Oriental, con todo esto su nombre y fama por su expecie-

ría y las demás riquezas estaba extendido por todo el mundo, porque las sacaban de ella y

metian por el Seno Pérsico y mar Bermejo, hasta los puertos que tenían señalados y desde

ellos las transportaban los turcos con carabanas (que sin harrias ó recuas de camellos ó dro-

medarios) á Alejandría, Jafa y otras partes del mar Mediterráneo, por donde iban á parar

á Venecia, Italia, España y otras tierras y por donde venia á hacerse tan famosa aquella

India, pues para que lo fueran también estas tierras, en quien luego se comenzaron á ha-

llar buenas minas de oro, plata, perlas, drogas y cosas aromáticas, diferentes de las de

nuestro hemisferio, con que podia competir en riqueza con la otra India Oriental, le pare-

ció ponerle este nombre con que daba reputación á su empresa y no le salió en vano la

diligencia, pues se imprimió tanto el nombre en las orejas de todos, como el deseo de sus

riquezas en los corazones, con que los descubrimientos han ido siempre tan á más y de

ellos también el nombre, que llamándose al principio India cuando no estaba descubierta

de ella más que las pocas islas que al principio se descubrieron y las costas de Tierrafirme

y parte de lo de Nueva España, después se llamaron Indias, cuando alo descubierto se

añadieron aquellos grandes descubrimientos y riquezas del Perú, aunque todavía hallo que

antes de esto las nombraban Indias en plural los Reyes católicos, como se ve en la carta

(CAP. V.)

NOTICIAS niSTOEIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME.

9

de creencia que dieron á su repostero Juan Aguado cuando le enviaron á ellas á averiguar

unas quejas que habían ido á Castilla contra don Cristóbal Colon. De lo dicho viene que

los indios de estas tierras no saben ni entienden qué quiere decir indio, por no haberlo

oido decir en sus tierras á sus mayores, sino que así se nombran ellos unos á* otros, con la

simpleza que lo aprenden y ven que los nombran los españoles, sin más descubrir sobre

ello cuando mucho entienden, que indio quiere decir sujeto observiente del español, como

ellos lo son, sin meterse en mas dificultades.

Supuesta esta razón, que es la principal por qué llamaron ludias á estas tierras, el

llamarse Occidentales no fué (á lo menos á los principios) para diferenciarlas de la India

Oriental; pues aunque ella se pudo llamar Oriental, por estar á las partes de Oriente, res-

pecto de Persia, Arabia, Palestina y el mar Mediterráneo é Italia, donde fueron á parar

siempre sus contratos por donde habían frecuentado su nombre, con todo eso solo se nom-

braba con este solo nombre de ludia, porque no había en el mundo otra con quien se

pudiera equivocar ni confundir, tomando la denominación del famoso Rio Indo, que baja

de aquellas grandes tierras de Asia por aquella parte á pagar su tributo al mar: porque de

este rio se llaman aquellas tierras Indas, y sus moradores Indos; y después interpuesta

una letra, la tierra se llamó India y sus habitadores indios.

Ni tampoco se llamaron Occidentales, á diferencia de haberle llamado los portugue-

ses á ésta, cuando la descubrieron, Oriental, porque desde Lisboa fueron siempre navegando

al Oriente hasta que la hallaron: pues cuando se hizo este descubrimiento (como dijimos),

ya habia casi veinte años quo estaban descubiertas estas nuestras Indias Occidentales, por-

que cuando éstas se hallaron, solo estaba descubierto y conquistado por los portugueses,

hasta Caboverde, y cien leguas más adelante por aquella Costa de África: porque el in-

fante don Enrique, hijo del Rey don Juan el Primero de Portugal, en tiempo de su

padre descubrió, conquistó y pacificó las Islas de la Madera, la de los Azores y la de Cabo-

verde, y más adelante por la Costa de África alguna parte de ella. En la tierra de Guinea

después de algún tiempo, reinando don Duarte, y el Rey don Alonso el Quinto, se fué

prosiguiendo la conquista de aquella Costa de África, hasta que se descubrió la Isla que

llamaron del Príncipe y la de Santo Tome.

Estando en este estado esta conquista por la corona y Rey de Portugal, cuando lo

era don Juan el II, descubrió don Cristóbal Colon por la de Castilla la Isla de Santo Do-

mingo el año de 1492, y las demás sus vecinas: pero apenas se hubo sabido este descu-

brimiento, cuando el Rey don Juan pretendió pertenecerle á él lo descubierto y no á Casti-

lla, sobre lo cual hubo no pocas diferencias, hasta que con deseos de paz y de no perder

lo que pertenecía á su corona, nuestros Reyes católicos, por cuya orden y costa habia

hecho Colon el descubrimiento con intervención y Bulas del Pontífice, que era Alejandro

VI, de la Casa de Borja, compusieron y dieron asiento perpetuo á las diferencias en el año

de 1493, á veinte y tres de Junio, por. escritura pública hecha ante Hernando Alvarez

de Toledo, Secretario de los Reyes católicos, y ante Estovan Páez, Secretario del Rey de Por-

tugal, firmada de los Reyes católicos en Arévalo, á dos de Julio, y del Rey don Juan, en

Ebora, á veinte y siete de Febrero de mil y cuatrocientos y noventa y cuatro; el cual

concierto fué de esta manera: Que con poderes que tenían de sus Reyes para asentar y

concordar estas diferencias, don Enriq”ue Enriques, Mayordomo mayor del Rey católico,

y don Gutierre de Cárdenas, Comendador mayor de León, y el doctor Rodrigo Maldonado,

todos del Consejo del Rey católico, estando con sus Majestades en Tordesillas, á donde.

también vinieron por Embajadores con los mismos poderes del Rey de Portugal para lo

mismo, Ruidesola y Berenguel, don Juan de Sola, su hijo, Almotacén mayor, y el Licen-

ciado Arias de Almada, Juez del desembargo, todos también del Consejo del Rey don Juan,

trataron de dar fin y asiento á lo que ya habia dias se habia comenzado á practicar, que

era: Que pues el orbe ó globo déla habitación humana, que consta de mares y tierras,

tiene correspondencia con los grados de la esfera celeste, se dividiese por mitad entre los

dos Reyes, echando una línea imaginaria de polo á polo, la cual dividiese rodeando mar

y tierra todo el globo en dos partes. Después de haberlo practicado muchos dias, y oido

los Cosmógrafos diferentes que llamaron para el efecto, é intervinieron en muchas juntas

que se hicieron en siete de Junio del año de mil y cuatrocientos y noventa y tres, acordaron

que la línea omeridional de la demarcación se asentase como se asentó á trescientas y

sesenta leguas de Caboverde para la parte Occidente, no estando en esto (porque así con-

vino bien considerado) alo que las Bulas del Papa habían ordenado, que fué se eohase la

10

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. VI.)

línea á cien leguas solas de Caboverde á la parte de Occidente, y se determinó: Que la

línea tocase un cierto término y señal en la tierra en que cada una de las dos partes funda-

se su principio en sus descubrimientos.

Con la cual determinación se echó la línea, que vino á ser por las islas de los Azores ó

Flamencas, y fué pasando sobre la tierra del Brasil; de suerte que esta Tierrafirme, por

donde mira al África ó al Leste, vino á quedar dentro de la demarcación que lla-

mamos Oriental , porque la otra se llama Occidental. De las cuales dos mitades del mundo

así dividido, se determinó y asentó por el mismo concierto, perteneciese la Oriental á las

conquistas de la corona de Portugal, y la Occidental á las de Castilla y León, dejando

libre el paso de los mares para ambas conquistas: pero que ninguna pudiese enviar navios

para rescates, contrataciones ni descubrimientos á la parte que no fuese de su demarca-

ción. De manera que según esta partición, siendo toda la redondez y globo del mar y

tierra de trescientos y sesenta grados, cupo á cada una de estas dos partes ciento y ochenta

de longitud.

Los portugueses, como gente valerosa por no envidiar á sus vecinos los castellanos,

se dieron tan buena maña en pasar adelante la conquista y descubrimientos que tenían

comenzados en la costa de África y Guinea, que en poco tiempo descubrieron y montaron

(atropellando mil dificultades) aquel espantoso cabo de los antiguos, que ahora llaman de

Buena Esperanza, que es una punta que sale de la Tierrafirme de África quinientas le-

guas al mar Océano; y no cansándose sus codiciosos brios con lo que dejaban atrás

sujeto á la corona de su Rey, en tiempo que lo era don Manuel, pasaron muy adelante la

conquista, encomendando lo principal de ella á Vasco Gama, que con su valeroso ánimo y

el de los que después le sucedieron, fueron sujetando tantas y tan grandes tierras, que pasan-

do la boca del mar Bermejo y el golfo Ysico, extendieron sus armas hasta la Carmania, suje-

tando y haciendo sus tributarios á los Reyes de Cananor, Cuchin y Calicuth, á donde pusieron

asiento y plaza de su contratación y mercancía, y no quietándose allí sus ánimos, pasaron

penetrando hasta la Áurea, Chersoneso, orientalísima que está de la otra parte de los dos

famosos ríos Indo y Ganges, á donde también sujetaron á Malaca y á su Rey y otros Reinos

convecinos, que todo ello así junto se llama con nombre extendido la India Oriental, en

cuya conquista no fué lo que menos importó el atajar los pasos y cerrar la puerta á la

navegación que tenían los infieles por el mar Bermejo y Seno Pérsico, por donde llevaban

los turcos y otros infieles las grandes riquezas de la India, á los cuales también despojaron

de las plazas y fortalezas más importantes que tenían en aquellas Costas.

Hemos traído todo lo dicho para concluir el fundamento que tiene llamarles á estas

tierras Indias Occidentales, que fué por haberse determinado en el concierto que se hizo

entre las dos coronas de Portugal y Castilla, que á la de Castilla perteneciese esta parte

Occidental, y llamáronla Occidental, respecto de España, porque como advierte admirable-

mente Escoto, cualquiera parte del mundo es Oriente, respecto de otra parte que está

más á Poniente, y es Poniente respecto de otra que está más al Oriente; y así como España

está más al Oriente respecto de estas Indias, se llaman ellas de Occidente ú Occidentales;

así como la India de Portugal se llama Oriental también respecto de España. De tal manera

es esto, que los que salen para la India y Filipinas del puerto de Acapulco ó Sonsonate,

que es Costa de Nueva España, en el mar del Sur ó de cualquiera parte de la Costa del

Perú, pueden decir que van á la India Occidental, respecto de la navegación que van ha-

ciendo, pues dejan á sus espaldas y popas la Oriental, que son estas nuestras y van nave-

gando de Oriente á Poniente.

CAPÍTULO VI.

I. Tercer nomlbre universal de estas Indias es América, puesto sin fundamento por Américo

Bespucio—II. Hánse tomado alcuñas de linajes de las cosas naturales y artificiales—III.

Comiénzase á probar la poca razón que tuvo Américo en llamarles á íestas tierras América—IV.

De dónde se derivan y quién puso nombres á las tres partes del mundo, Asia, África y Europa.

EL nombre tercero universal de estas Indias es América, que se lo puso un Américo

Bespucio, natural (según algunos, Ligurio) del Gínobesado, aunque otros quieren que

haya sido Florentin, hombre ordinario y de no más prendas que ser Cosmógrafo de los de

aquellos primeros tiempos y descubrimientos de estas tierras, á donde vino la primera vez,

(CAP. VI.)

NOTICIAS IIISTOP.IALES Ó CONQUISTAS DE TI ERE AFIRME.

11

(como dice Herrera) por mercader cou el Capitán Alonso de Ojeda, natural de la ciudad

de Cuenca, después de haber venido ya á ellas el tercero viaje don Cristóbal Colon, el

cual descubrió la Tierrafirmc; de manera que á Colon se lo debe el descubrimiento de estas

Indias, no solo en cuanto á la isla de Santo Domingo y sus vecinos de Barlovento y

Sotavento, sino de la Tierrafirme; lo cual asentado por los más graves autores como

fundamento cierto, no hallo que lo tengan en llamarles Américo con este su nombre.

Acerca de esto será bien advertir que para poner ú las cosas nombres que les con-

vengan con propiedad, han de ser según algún fundamento y razón que preceda en la cosa

con que convenga el nombre, como hemos hallado en los dos que dejamos dichos de estas

tierras; ¡morque aunque el nombre sea puro ento de razón (como dice el Lógico) también ha

de tener fundamento en las cosas, y así como dijo el filósofo, Nomina sunt imposita rebus

secundum ¡woprietatem in ipsis repertam. Y por haber conocido Adán tau del todo las pro-

piedades de las cosas, le3 puso nombres tan acomodados á todas, que dice la Sagrada

Escritura que aquellos eran sus propios nombres, y en faltando esto será un nombre

arrojado, tope ó no tope, como dicen. En los nombres y alcuñas de muchos linajes de que

usan nuestros españoles, tenemos clara esta verdad, aunque advertida de pocos; pues si bien

son muchos de ellos tomados de cosas naturales y artificiales, ninguna deja do ser puesta

con propiedad que convenga á la cosa, por algún suceso ó razón que fué causa en sus prin-

cipios para que se le pusiera el tal nombre y alcuña; y así algunos se llaman con nombres

de reinos,como Españas, Castillas, Aragonés, Portugalés, Valencias, Granadas, Murcias, Ga-

llegos, Jeanes y Córdobas. Otros tienen nombres de ciudades, llamándose Sevillas, Toledos,

Madrides, Cuencas, Ubedas, Baezas, Andujares, Ecijas, Segovias, Salamancas, Alcalaes,

Avilas, &c. Otros toman nombres de las cosas de que hacen las ciudades, pue3 unos se llaman

Calles, otros Callejas, Plazas, Mercados, Torres, Castillos, Monasterios y Casas; y de estas

cosas hay quien tome sobrenombres de todas las cosas de que se hacen: como unos so

llaman Paredes, otros Tapias, Puertas, Salas, Palacios, Cámaras, Rincones, Tirantes,

Maderos, Tejas, Canales, Cuevas, Bóvedas, Corrales, Huertas, y aun de lo que se crian en

ellas hay quien tome sobrenombres, pues hay quien se llame Coles y aun Lechugas,

Rábanos y Pepinos.

No han perdonado para esto tampoco las partes de que el hombre se compone, pues

unos se llaman Huesos, otros Cabezas, Cabellos, Chamorros, Coronados. Calvos, Copetes,

Orejuelas, Cejas, Carrillos, Besos, Muelas, Quijadas, Barbas, Espinas, Barrigas, Piernas,

Patudos, Patones. -Y aun conozco yo unos hidalgos en Muía, que es en el Reino de Murcia

que se llaman Talones; otros so llaman Delgados, Gordones, Gordos, Secos, Blancos, Prie-

tos, Bermejos, Azules, Amarillos, Colorados, Buenos, Malos, Pardos. No se han olvidado

tampoco de tomar sobrenombres de los animales, pues unos se llaman Leones, otros Toros,

Bacas, Cabeza de Bacas, Novillos, Terneras, Becerros, Lobos, Lobones, Loberas, Carneros,

Ovejas, Corderos, Zorros, Raposos, Cabreras, Cabritas, Conejeros, Liebres, Lebrones. De

los árboles han sacado muchos los nombres para ponerlos en sus linajes, pues casi ninguno

hay de quien no lo hayan tomado, llamándose unos Manzanos, otros Morales, Moras, Pera-

les, Olivas, Oliveras, Olivares, Cerezos, Cerezas, Carrascos, Eucinas, Pinos, Cermeños, Pal-

mas, Naranjos, Sauces, Alamos, Olmos, Almendros, Granados, Ciruelos, Higueras, Parras,

Parrillas, Sarmientos, Agraces, Matas, Zarzas, Rosales, Romeros, Cañas, Cañutos, Chaparros,

Silvas, Sotos, Quiñones. De las aguas hay quienes se hayan acordado para esto, pues unos

se llaman Fuentes, otros Arroyos, Rios, Puentes, Vados, Lagunas, Charcos, Lagos, Pilares,

Pozos, Aguados, Riberas. Los campos y cosas que hay en ellos, han entrado tam-

bién en esta cuenta, pues unos se llaman Campos, Prados, Flores, Rosas, Yerbas, Cerros,

Valles, Vallecillos, Vallejos, Mentes, Cuestas, Llanos, Hoyos, Sierras, Serranos, Piedras,

Pedreros, Peñas, Peñalosas, Losadas, Lancheros, Rocas, Pedernales, Guijarros, Colmenares,

Meleros, Cerdas.

Las aves, por alto que vuelen, no se han podido escapar de entrar en esta lista, pues

unos se llaman Águilas, otros Falcones, Gavilanes, Palomas, Palomos, Palominos, Cuervos,

Gallos. Al cielo han ocurrido algunos para sacar sus alcuñas de los astros, pues unos se lla-

man Lunas, otros Estrellas, Luceros, Angeles, y de estas cosas pudiéramos alargar más el

discurso si no pareciera bastante lo dicho para que de ello se pueda discurrir en lo demás y

para decir que no hubo sobrenombre ni alcuña de éstas que en sus principios no tuviera

fundamento y razón para ponerse á quien se puso, pues si esto hubiera sido sin fundamen-

to, no so pusiera el cuidado que se pone en conservar estos nombres, pues

12

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. VI.)

suele ser algunas veces tal que se ordena en los testamentos no herede los ma-

yorazgos, rentas ni casas solariegas, sino quien tuviere la misma alcufía y sobre-

nombre, y esto suele ser con cláusulas tan apretadas y sin dispensación, que

muchas veces para poder heredar hoy sucede quitarse el sobrenombre que tenían y ponerse

el que manda el testamento que tengan los que heredaren. Y lo que más es, que en lina-

jes que tienen muchos de los nombres que hemos dicho, hay muchos caballeros á las ór-

denes militares y de los más esclarecidos títulos de España, descendientes de los Reyes ca-

tólicos que ha habido on ella, todo lo cual se infiere haberse puesto con no pequeña consi-

deración é importancia.

No me parece será de poca, según esto, ir ya averiguando la poca razón que tuvo

Américo Bespucio en ponerles á estas tierras su nombre, pues es contra la autoridad de la

grandeza de España que un hombre tan ordinario y extraño de sus reinos y sin haber he-

cho cosa de consideración en los descubrimientos y conquistas do ellas, se haya atrevido

á intitularlas con su nombre; cosa tan absurda no solo á las orejas y entendimiento de

los que han conquistado este Nuevo Mundo, derramando su sangre en sus descubrimientos

y pacificaciones, sino aun á los que so han hallado muy lejos de esto y con mediano cuidado

advierten en la imposición tan contrapelo de este nombre América puesto á estas Indias. Y

porque lo vamos probando, digo con Berosio, á quien sigue Fabio Pictor, y de la misma

opinión es Estrabon, que el poner nombres á las provincias, tierras y ciudades que de nue-

vo se hallan y fundan, es solo de los grandes príncipes en cuyo nombro se conquistan ó de

los capitanes principales que las conquistan en nombre de los príncipes, y no lo pueden ha-

cer sin nota de atrevimiento y^culpa digna de castigo otros ningunos, pues esto solo se ha-

ce para perpetuar sus nombres, como cosa digna de que tengan eterna memoria por las

hazañas y hechos valerosos que hicieron los que las conquistaron y sujetaron. Y así dijo

Lactancio Fírmiano, que la codicia de la fama y eterno nombre hizo á los hombres poner

sus mismos nombres á los pueblos, rios, montes y valles; y la razón es, porque como éstas

sean perpetuas, conservan con perpetuidad la memoria de quien los nombró. -En esto se

fundó Tago Y, Rey de España, después de Tubal Caín, cuando le puso nombro al famoso

Rio Tajo 318 años antes que se fundase Troya y 1835 antes del nacimiento de Cristo,

como dijo San Gerónimo, Eusebio y Juan Annio, y Beto, hijo de Tago, le puso Betia al

que después los mahometanos pusieron en su arábigo Guadalquivir, que quiere decir Rio

grande, do donde se vino á llamar el Andalucía que él atraviesa la provincia Botica, y Ebro

tomó el nombre del Rey Yabero, hijo de Tubal, que hasta hoy duran y durarán con ellos los

dias del siglo.

Y aun por ventura éste fué alguno de los fundamentos que tuvieron los que pusie-

ron á sus linajes los nombres que hemos dicho hay en nuestra España, por ser de cosas

perpetuas, como lo son los montes, valles, prados, rios, etc., para que los nombres se con-

servaran con la perpetuidad que tienen las cosas de donde se tomaron, que fué como escri-

birlos en memoriales que no podrán faltar. Y á este propósito dijo Titolibio, que uno de

los principales fundamentos de la verdad que tienen las cosas antiguas, es el rastro de sus

nombres, y así los estima, en tanto que dice dejara muchas veces por ellos la autoridad de

muchos doctores, porque si bien se entiende la noticia que nos viene por los nombres, es

cierta porque el nombre nunca se muda de sí en no, ni tiene por qué querer engañar, pues

no se puso sino para enseñar el fundamento y razón que hubo para ponerlo á la cosa, lo

cual muchas veces falta en la historia é historiadores por ignorancia ó malicia.

Aprieta admirablemente esta razón el divino San Juan Crisóstomo y otros emi-

nentes Doctores, diciendo que poner y quitar nombres á las cosas denota señorío sobre

ellas, y que lo mismo fué dar Dios á Adán autoridad de poner nombres á todos los vivientes

que hacerlo señor de ellas. Verifícase también con los nombres de las otras tres partes del

mundo, Asia, África y Europa; pues aunque (como advirtió Herodoto) los tienen tomados

de mujeres, fueron puestos por los que eran señores y príncipes ¿e ellas, porque la Asia

se llamó así de la mujer de Prometheo, Príncipe y Rey que entónces*era de ella, y Europa,

porque así se llamaba una hija del Rey Agenor de Fenicia, que por Ió mucho que su padre

la quiso, les puso á sus tierras su nombre. África tuvo dos nombres, el primero Libia, que

era el de una mujer hija de Epafo, según dice Apolidoro y Solino; aunque San Gerónimo

y Joseph dicen que se nombró así por un hijo de Ofiris, que se llamaba Libio, al cual

después llamaron Hércules Libio, de cuyas hazañas está lleno el mundo, pues por todo él

destruyó los tiranos. Este nombre quedó después solo en una parte de África que se

(CAP. Vil). NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME.

13

llama la Libia, porque á toda aquella parte de aquel mundo se le puso después África,

según dice Solino, y á Polidoro de un hijo de este Hércules Libio llamado Afro; aunque

San Gerónimo, San Anselmo, Joseph y Cedreno no son de este parecer, porque le tienen

que este nombre África se puso por un hijo de Abraham y de su mujer Cethura, llamado

Afro, y por haber andado con Hércules por aquellas tierras en las guerras que tuvo y

haber salido el Afro tan valeroso, se quedó con su nombre aquella tercera parte del mundo.

De manera que por dos razones se les puso los nombres que tienen á las tres partes del

mundo, Asia, África y Europa; la una por haber sido lleyes y Emperadores de ellas los

que se las pusieron, y la otra por haber sido valerosas y dignas de eterno nombre las

hazañas que hicieron en ellas.

CAPÍTULO VIL

I. Viene á estas Indias Occidentales la primera vez Américo Bespuciano con el Capitán Ojeda—

II. Confunde Bespucio el segundo viaje que hizo á las Indias con el primero, pareciéndoles era

á propósito para su intento—III. Hácese comparación de lo poco que hizo Américo en el descu-

brimiento de las Indias para lo que hicieron los que las conquistaron—IV. Hacen estas Indias

con su grandeza y riqueza la Monarquía de España, la más ilustre del mundo.

SEGÚN esto, bien se ve cuan puesto está cu ír-zon corra por los mismos pasos el poner

nombre universal á esta cuarta parte del mundo, pues es la más rica y mayor que

la mayor de esotras tres, y no se quede con el nombre de América, pues en él no concurre

ninguna, como (aunque todos lo saben) hemos probado, porque dejando aparte (como cosa

asentada) que no concurrió la primera, fácil será hacer demostración de que no concurrió

tampoco la segunda, no solo en conquistar estas tierras, pero ni aun en descubrirlas, porque

(como apuntamos á decir arriba, y advirtió muy bien Herrera) la primera vez que vino

Bespucio á estas Indias, le trajo en su navio por mercader el Capitán Alonso de Ojeda,

donde venia por piloto Juan de la Cosa Vizcaíno, hembre de valor y diestro en su oficio.

Por lo cual siguió tan dichosamente la navegación, que dentro de veinte y siete dias

llegaron á dar vista á la Tierrafirme, cerca de Maracapana, y se certificaron todos los que

iban en el navio de cómo no era isla sino Tierrafirme; la cual tenia ya descubierta dias

habia don Cristóbal Colon, en el tercer viaje que hizo á estas tierras después de su des-

cubrimiento principal, si bien no quedó por entonces determinado del todo si era Tierra-

firme, lo cual importa poco, pues el descubrimiento de ella fué suyo y en realidad era

Tierrafirme; porque el determinarse en este viaje y llegada de Alonso de Ojeda en que

era Tierrafirme la que Colon y ellos habían encontrado, fué muy accesorio y accidental,

pues la sustancia de hallarla estuvo en don Cristóbal Colon. Este descubrimiento se

atribuye á si el Américo Bespucio, sin ser el por entonces señor del navio con que se

navegó, ni Capitán de él, ni el piloto que lo guió, sino solo un mercader que según la

condición común de los tales, más traen puestos los ojos en las ganancias de sus mercancías

y el descubrimiento del oro que les han de dar por ellas, que eu el de nuevas tierras, de

donde está claro y bien á vista de todos cuan sin fundamento se atribuye el haber hallado

él en esta ocasión la Tierrafirme, pues si entonces se hallara con harto mejor título se

habia de atribuir esa gloria á Alonso de Ojsda, como á Capitán principal de aquel viaje, ó á

Juan de la Cosa, como á quien guiaba el navio, porque de los demás que iban en él, la

misma acción tenían los unos que los otros para atribuirse estas primeras vistas de tierra,

y así como se la atribuye Américo Bespucio, se la pudiera atribuir cualquier otro mer-

cader, marinero y aun los grumetes y pajes] que iban en el navio, si bien él sabia alguna

cosa de Cosmografía, con que no dejaría de ayudar algo más que la gente común del navio

á la determinación de las dudas que le ofrecerían en lo que iban descubriendo; pero si ésta

es causa bastante para que él ponga su nombre á esta inmensidad de tierras, juzgúelo el más

desapasionado.

Pero como no lo estaba Bespucio en el deseo que tenia de que se celebrara su

nombre, poniéndolo á estas tierras, confunde en sus escritos el tiempo que se gastó en este

primer viaje con el que gastó en el segundo que hizo con el mismo Ojeda cuando lo llevó

por piloto, y llegaron hasta el puerto de Cartagena; porque habiendo gastado en el primero

(que fué en el año de mil cuatrocientos y noventa y nueve) solo cinco meses de venida y’

vuelta á España, como lo juró Alonso de Ojeda y otros en una información que hizo

acerca de esto el Fiscal Real, dice el Américo que se gastaron trece meses, los cuales es

14

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. VIL;

verdad se gastaron en el segundo viaje; y así trastrocando y confundiendo (no sin malicia,

al parecer) el tiempo del un viaje con el otro, diciendo que de aquel primero habían

costeado 860 leguas (en que también se engaña y alarga demasiado), quiere con esta

confusión que hace del uno y del otro quitar la gloria de haber de cubierto también la

Tierrafirme á don Cristóbal Colon, y atribuírsela á sí y no ser cogido con el hurto en las

manos; pero no falta quien advierta y haga conjetura en estas sus navegaciones, y en el

hacerse muy descubridor de las Indias por la Corona de Castilla, diciendo que él mismo

fué costeando toda la costa del f>rasil, y puso nombre al cabo de San Agustín el año do

^.mil quinientos uno, y que pasando en otra viaje adelanto con tres caravelas que le dio el

Rey de Portugal don Manuel, para ir por allí buscando estrecho por donde poder pasar á las

Malucas, navegó hasta ponerse en cuarenta grados de la equinoccial á la banda del Sur:

pues muchos Ptolomeos de León de Francia y otros bien advertidos tachan y contradicen

mucho de lo que él dice en estos descubrimientos, como lo advierto Gomara.

No queremos quitar á Américo el haber acrecentado en estas navegaciones la Cos-

mografía que al principio de ellas habia con la Geografía y Cronografía que ejercitó en las

tierras que se fueron descubriendo” de nuevo, describiendo sus principales partes, puertos,

vahías, rios, puntas y ensenadas, que es en lo que la Geografía y Cronografía se ocupan, de

donde vino á cobrar opinión; de manera que queriendo el Rey se hiciesen las marcas de

todas las islas y Tierrafirme, que hasta entóneos (que era el año de mil y quinientos y

siete) se habían descubierto, pareció cometerse á Américo Bespucio, dándole para esto títu-

lo de piloto mayor, con cincuenta mil maravedís de salario y poder para poder examinar

los pilotos ; de donde vino á tomar ánimo y avilantez, por no llamarle atrevimiento, para

poner su nombre en los papeles de las demarcaciones que hacia de estas tierras, con lo poco

que él habia visto y las muchas relaciones que cada dia le iban dando de lo que se iba des-

cubriendo, y como solo á él estaba cometido hacer estos papeles, y en todos ponia su nom-

bre, titulando á esta tierra América, se vinieron á quedar estas tierras con él hasta hoy,

aunque tan sin fundamento como vemos; pero tampoco será bien nos quite Américo el po-

der juzgar que todas estas islas que diremos, no fueron bastantes causas para ponerlas su

nombre.

Y así, para que no nos cansemos más andándole contando los pasos, y quede más

convencido Américo, digo que le concedamos de balde (sin haber ello sido así) que descu-

brió la Tierrafirme, como pretende: veamos el descubrirla. ¿Fué por ventura descubrir

estas Indias? cierto es que no ; pues no fué más quo aumentar el primer descubrimiento,

en el cual estuvo la dificultad; porque (como dice el común proverbio) fácil cosa es aña-

dir á lo hallado, en especial en nuestro caso,- pues sabe bien poco de descubrimientos quien

no sabe que muchas islas juntas están siempre cerca de Tierrafirme; y así, halladas ya las

islas de Barlovento con la de Santo Domingo y sus vecinas, fué fácil congeturar que esta-

ba cerca de la Tierrafirme, como se ve en las islas de Canaria y las de la Madera, y en éstas

también se vio la facilidad que hubo en hallarla, guiándose por este discurso. Luego, si

don Cristóbal Colon no puso su nombre (y con razón) á estas ludias, que fué el primero

que las descubrió, mucho menos se lo pudo poner Américo Bespucio; caso negado que fuese

él el que añadió á este primer descubrimiento el de la Tierrafirme, ni el mostrarse tan cos-

teador y descubridor de tantas leguas le favorece nada, pues no llegó todo esto á los meno-

res descubrimientos y conquistas que han hecho los famosos Capitanes que las han ido des-

cubriendo y ganando tan á costa de su salud, sangre y vida. Porque, qué tiene que ver lo

que él hizo con el primer descubrimiento, segundo y tercero de don Cristóbal Colon ? Y

qué igualdad con el descubrimiento y conquista que hizo don Fernando Cortés de las gran-

des tierras de Nueva España, y con el que hizo Hernando do Magallanes de aquel su tan

celebrado Estrecho el año de mil y quinientos y diez y nueve, por donde halló que se jun-

taban el mar del Sur y el del Norte, que aunque ya no se llama Estrecho, sino canal, por

haber hallado que es esto; y el Estrecho en otra parte más adelante^ que se llama el Es-

trecho de San Vicente, por haberle puesto esto nombre los dos hermanos Nodales, el año

de mil y seiscientos y diez y nueve que lo descubrieron; y será así lo uno y lo otro: con

todo eso corrió cien años aquel canal sin nombre de Estrecho de Magallanes. ¿ Qué com-

paración tiene con lo que hizo Juan Ponce de León, que descubrió la Florida, y con Vasco

Núñez, que descubrió el mar del Sur después de haber pasado inmensas dificultades quo

hay desde la Ensenada de Urabá, hasta que encontró con él y tomó posesión por la Corona

de Castilla ? Qué comparación tiene con lo que hizo don Francisco Pizarro descubriendo

(CAP. VIII.)

NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME.

15

el Perú, y don Diego de Almagro pasando de allí á conquistar á Chile ? Qué comparación

se hará con los trabajos inmensos que padeció Gonzalo Jiménez de Quesada en los descu-

brimientos de este Nuevo “Reino de Granada, enviado por don Pedro Fernández de Lugo,

Gobernador de Santa Marta, y con lo que hicieron otros celebrados Capitanes en otros des-

cubrimientos, como el Adelantado Diego Velásquez de Cuéllar, y el Capitán Juan de Gri-

jalda, Gonzalo de Sandoval, Cristóbal de Olid, y el Capitán Diego de Ordás, y otros muchos;

pues si ninguno de éstos se atrevió á poner su nombre aun á solas á las tierras que descu-

brió y conquistó (fuera de Magallanes), sino antes les iban poniendo los de España, Casti-

lla y sus Provincias, y aun de sus Reyes, como se vio en los que puso don Cristóbal Colon

á la Isla española y á la Fernandina, á la devoción del Rey Católico don Fernando, y á la

Isabela, á la de la Reina Católica ? Hernando Cortés á lo que descubrió le puso Nueva Es-

paña; Don Gonzalo Jiménez de Quesada, esto que halló, Nuevo Reino de Granada, te-

niendo por atrevimiento todos poner sus nombres á lo que les costaba su sangre el descu-

brirlo, por ser en nombre de sus Reyes. Luego mayor lo será poner el suyo á todas las

tierras un hombre particular y extraño de los Reinos de España, y que apenas puso el pié

en las Indias en comparación de los conquistadores.

Ni es posible que no haya causado admiración, así á los extranjeros como á muchos

cuerdos españoles, ver que se haya consentido cosa tan contra razón, hayan corrido con

este título de América más de cien años estas grandiosísimas é inmensas tierras, por las

cuales confiesan (y con razón) todos los Reinos y Provincias del mundo, ser la Monarquía

de España la mayor, más crecida, más ilustre y más rica de todo él : y no ponen mucho de

su casa en estas ponderaciones, pues se le ha añadido, con los descubrimientos de estas

tierras, tan amplias y extendidas Provincias, tantos Reinos y señores de vasallos, que es

casi imposible poderse reducir á número, por ser la gente que se halló en ellas tanta, que

parece por todas partes un hormiguero, y dentro de unas tierras tan anchas, que de más de

setecientas islas que tiene á su sujeción en el mar del Norte y del Sur, según lo tiene ad-

vertido Veracruz y el Padre Torquemada, dejan á la redonda por los mares que cercan las

tierras hasta hoy descubiertas, nueve mil y cuatrocientas leguas ; las tres mil y trescientas

y sesenta por la mar del Sur, y las demás por la del Norte, cabiéndole á esta Tierrafirme,

que se cuenta desde Puerto Belo, dando vuelta por el Estrecho de Magallanes y costas de

Chile y Perú, hasta Panamá, más de cuatro mil y sesenta leguas, y de largo Norte Sur, que

es desde Cartagena al Estrecho de Magallanes, mil y doscientas, y de ancho mil, y es dos

veces mayor lo descubierto en las tierras de Nueva España, á cuya tierra competen las demás

leguas por las costas del mar del Norte y Sur que la cercan, contando desde tierra del La-

brador, que está en sesenta grados al Polo Ártico, y cortada por Panamá, y costeando la

mar del Sur hasta Sierras Nevadas; aunque si se cuenta el vojo de esta tierra de la Nueva

España desde el Estrecho Davis, que está en setenta grados al Norte, y por la mar del Sur

hasta el Reino de Quivirá, que es á la boca del Estrecho de Anian, bien se pueden añadir

de circuito á las nueve mil y cuatrocientas leguas, mas de otras dos mil y quinientas, por-

que todo lo dicho es Tierrafirme con Nueva España.

CAPÍTULO VIII.

I. Las Audiencias y otros Tribunales, Armadas y presidios de las Indias Occidentales.—II. Dase rela-

ción de todas las Audiencias, Iglesias y Prebendas que hay en ellas,—III. Que al Real y Supre-

mo Consejo de las Indias pertenece poner medio para que á estas Indias se les quite este nombre

de América y se les ponga otro á propósito.

ACRECIENTA con ventajas esta admiración á los que saben las peregrinas hazañas que

han hecho en estas tierras los castellanos, cuyos Reyes las han ido calificando al paso

de los deseos que siempre han tenido del aumento en servicio de Dios, que es lo que prin-

cipalmente intentan desde que se comenzaron estos descubrimientos; pues de ellos se han

ido siguiendo tantos acrecentamientos, que en lo que hasta hoy está descubierto en estas

Indias en muchos y grandes Reinos, que se les ha puesto el nombre de las Provincias de

Castilla, se hallan doscientas y quince ciudades y villas, conocidas Colonias de castellanos.

Las ciudades son ciento y cuarenta y siete, y las demás ^villas y casi todas también con

nombres de las que están fundadas en Castilla. Pueblos de naturales conquistados, sujetos

y doctrinados hay tantos, que no es posible sumarse. Hay repartidas por las más populosas

16

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. VIIl),

ciudades once Audiencias, corno las de Valladolid y Granada, en Castilla, y para ellas se

proveen ochenta y seis plazas; y para mejor gobierno está en Sevilla la casa de la Contra-

tación, y en la Corte de Su Majestad el Supremo y Real Consejo de Indias, que es como la

forma de las Audiencias y Consejos nombrados, ó como la fuente de donde mana el gobier-

no de estas grandes tierras ; donde también hay dos Vireyes con títulos de Gobernadores y

Presidentes de las Audiencias que tocan á sus distritos, el uno en el Perú, en la ciudad de

Lima, y el otro en Nueva España; en la de Méjico tiene cada Audiencia sus Presidentes,

los dos de ellos, que son, el de esta Audiencia de Santafé y el de Santo Domingo, de la Es-

pañola, con dependencia inmediata al Consejo de Indias de la Corte. Tienen las más de las

ciudades Gobernadores y Corregidores con sus distritos. Hay tres Tribunales de Contadu-

ría mayor de cuentas en las ciudades de Lima, Méjico y de Santafé. En cada Provincia

oficiales de la Real Hacienda. En el mar del Sur andan las Armadas de Méjico y Filipinas

y de Lima, para guarda de aquel mar y sus costas. En la del Norte los Galeones de Arma-

da de la guarda de las Indias, y cada año vienen dos flotas de España, una para el Perú y

este Reino que llaman de Tierrafirme, y otra para Méjico y toda la Nueva España; y en

todos los oficios de guerra, gente de mucha reputación. Hay más, doce presidios para de-

fensa de estas tierras; de gran confianza son los de Chile, que son prueba del valor de los

españoles.

El crecimiento en lo espiritual no es menos de advertir, sino más, pues fuera de él,

todo lo demás es menos, por ser el fin á que lo demás se dirige: y así, contadas (por algu-

nos extranjeros curiosos), hay edificadas en las Indias setenta mil iglesias entre las de los

indios y españoles, y en más de las dos mil Sacramento, y lámparas que ardeu dia y noche

para confusión del novelero hereje sacramentarlo, y que entiendan no le ha de faltar á

Dios donde reparar los daños que él le hace á su Iglesia con sus abominaciones, destruyen-

do los templos y vituperando el Sacramento Santísimo. Cinco Arzobispados, veinte y ocho

Obispados, y en todas las Catedrales, Prebendas de Dignidades, Canongías y Raciones. Los

Beneficios curados, así de españoles como de indios, son poco menos que las iglesias dichas.

Las cinco religiones de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, la Merced, y Compa-

ñía de Jesús, están dilatadísimas por estas tierras, sin la de los de Juan de Dios; pues

solo nuestra religión tiene en estas partes diez y seis Provincias, nueve en las tierras de

Nueva España, que son la Provincia del Santo Evangelio de Méjico, la de San José de

Yucatán, la de San Pedro y San Pablo de Mechoacan, la del nombre de Jesús de Guate-

mala, la de San Jorge de Nicaragua, la de San Francisco de Zacatecas, la de Santiago de

Jaliseo, la de Santa Elena de la Florida, y la de San Diego de Descalzos de Méjico. En la

Tierrafirme (que llaman por vocablo extendido del Perú) hay siete, las de los doce Após-

toles de Lima, la de Santafé en este Nuevo Reino de Gí-ranada, la de la Santísima Trinidad

de Chile, la de San Francisco de Quito, la de Santa Cruz de Caracas, la de San Antonio de

las Charcas, la de la Asunción del Paraguay y Tucuman, y la Custodia de Panamá. Están

tres Inquisiciones del Santo Oficio de las tres ciudades, Lima, Méjico y Cartagena, y en cada

Catedral Comisarios de la Cruzada.

Hay Universidades donde se gradúan de todos grados en la ciudad de Santo Domingo

de la Isla Española, Lima, Méjico y en la de Santafé. Y en las de Lima y Méjico se leen

todas las ciencias y facultades, demás de las Artes y Teología, que se leen en casi todas las

ciudades populares, de donde salen y han salido hombres eminentísimos en letras, pnes

solo en esta de Santafé, en cada convento, de cuatro mayores que hay (dejo los dos de la

Recolección), se leen Artes y Teología. ¿ Quién, pues, no juzgará ser sobrado atrevimiento

que sobre toda esta máquina y grandeza de reinos y ciudades, con sus esclarecidos nombres,

sobre todas las setenta Iglesias, Arzobispados y Obispados, Inquisiciones, Religiones, Tribu-

nales de Cruzada, Audiencias, Contadurías, Armadas, Flotas, Presidios de hombres, tan’graves,

y lo quemas es, sobre la soberanía y grandeza de un Monarca tan invicto como nuestro Rey,

y de su Real Consejo de Indias, ponga su nombre Américo Bespucio, debajo del cual todos

militen, habiendo sido un hombre de las partes que hemos vistó%que aun yo con ser un

pobre religioso de San Francisco, estoy corrido de haber estado tantos años” ha en tierra

intitulada con este nombre, y tan sin fundamento ?

Ocasión pienso dará bastante lo dicho (aunque no he sido yo el primero en la

advertencia) para que la tenga el Real Consejo de Indias (á quien más en lleno toca el

remedio) para que se le ponga al inconveniente que esto tiene contra la autoridad y

grandeza de España ; pues habiendo ella hallado y oonquistado un tan gran mundo, tenga

(CAP. IX.)

NOTICIAS HISTORIALES ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME.

17

el nombre, que es como sello, marca y firma de otro, que de quien la allanó y conquistó ;

porque así como cuando uno ha escrito una carta, sin haber nombrádose en ella abajo la

firma de su nombre para que se sepa que de cuya es aquella firma, es lo que dice en

ella. Así, poner su nombre á estas tierras Américo, parece fué como querer hacer y decir

lo mismo. Y pues hay nombres grandiosos que representen á quien la conquistó y ganó, y

á cuyo imperio está sujeta, como será llamándole Segunda España ó Segunda Castilla, ú

otro á este modo que mejor se hallare, será acertado se veden todos los ptolomeos, mapas,

globos, cartas de marear que tuvieron este nombre, que no se ponga en los libros que se

imprimieren este título do América de estas Indias, de la manera que se suelen vedar (y

con razón) los libros que hablan en algo contra la autoridad y majestad de España, pues aun

es más ofensivo este nombre así puesto, por ser más universal y que á voces la desdora,

que un libro que está en secreto respeto de este nombre. No he dejado de advertir llega

tarde esta nuestra advertencia, después de más de ciento y veinte años que corren con este

nombre, en que ha tenido lugar y tiempo de asentarse, bien de asiento, en las memorias

de todos ; pero también se tiene tanta fuerza la mano del Consejo Eeal con la que le da

nuestro Rey invicto, que vedando no se intitulase así, sino con el nombre que se le pusiere,

se levantará el de América, y se irá poco á poco olvidando, y el que se le pusiere introdu-

ciendo y admitiendo especialmente con el gusto que unos tomaran lo uno y lo otro. Y

cuando no se consiga este efecto (que es lo que solo con lo dicho pretendo), bastarme ha,

en pago de mi advertencia, que quede escrita y que se sepa por el mundo no convenirles á

estas tierras de las Indias este nombre de América, y que ha habido, de los hijos de Espa-

ña, quien lo refute y defienda con veras, á que no se debe convenir se intitulen así, con lo

que habré cumplido con lo que debo á mi patria. Lo que debiera advertir en honra de su

nación y de la verdad del padre fray José de Sigüenza, de la orden de San Gerónimo, en

la tercera parte de la Crónica de su orden, libro 1.°, capítulo 25, para no decir que Améri-

co descubrió el Perú y la Nueva España, error tan evidente en todo, y en el año que dice,

fué el de mil y quinientos noventa y siete, que no hay necesidad me detenga en probarlo

basta advertirlo. ‘

CAPÍTULO IX.

I. Conocimiento que tuvo el gran Constantino de que la Iglesia Romana era la Potestad Suprema, á

quien le hizo donación de la ciudad de Roma.—II. Prosíguense las donaciones que hizo Constan-

tino á la Iglesia, y que entre ellas fueron sus insignias imperiales.—III. Lo que hace á nuestro

propósito, es el haberle dado la tiara de que él usaba.—IV. Que se debe intentar que se añada

una cuarta corona á la tiara del Sumo Pontífice.

O vendrá fuera de propósito tras lo que se ha dicho en los capítulos pasados acerca de

la conservación de la autoridad y grandeza de la majestad de España, se diga en éste

una cosa no menos importante (á mi ver), acerca de sus acrecentamientos en lo misino,

porque aunque no he tomado á escribir materias de Estado, sino Historia, no puedo excusar

el tocar algún punto de ellas en las cosas con que ella topare, en especial si nadie las ha

tocado ni descnbierto (á lo menos tan de intento como se tratarán algunas), al modo que

la de este capítulo, que me ha parecido muchos dias ha tal, que por solo escribirla y

publicarla era bastante motivo para tomar entre manos esta Historia, y me tendré por bien

pagado de los trabajos de ella, si lo que escribo en este capítulo tuviese el efecto que deseo,

por ser tantos los crecimientos de honra que de tenerlo se siguiera á nuestra España.

Bien saben (los que algo saben) cuan largo y liberal anduvo el Emperador Cons-

tantino en acrecentar del suyo el patrimonio de la Iglesia, pues luego que se convirtió y

recibió la fe y el bautismo santo, quedó tan purgado y limpio en el hombre interior (dejo

aparte el haber quedado también limpio en el exterior de la lepra con que primero andaba),

y con tanta luz en el entendimiento, que levantando la consideración á cosas más supremas

que en las que hasta allí la ocupaba, vino á conocer las ventajas que hacia la Potestad

Divina (que residía en la cabeza de la Iglesia y Vicario de Cristo) á la humana, y que

para conseguir las supremas riquezas tan aventajadas á las temporales, era necesario bajar

el cuello é inclinar la cabeza al yugo de la Iglesia, y que toda la potestad de reyes y empe-

radores, con toda la demás, viene de Dios, así como la claridad de la luna viene de la que

18

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. IX.)

le da el sol, y que la conservación del Imperio Eomano pendia de reconocer al Sumo

Pontífice de Cristo que estaba en la tierra para declarar é interpretar la ley evangélica dada

por el mismo Cristo cuando estuvo en ella, del cual conocimiento nació el determinarse á

humillarse á San Silvestre, que á la sazón era Sumo Pontífice y su Maestro en la fe, y

reconociéndolo muy de corazón por superior á él y á todas las potestades del mundo,

comenzó luego á poner por obra todo lo que entendió le convenia hacer como á verdadero

hijo de la Iglesia, y que debía dar ejemplo para lo mismo á sus sucesores, en que no debe

ser menos loado este gran Príncipe, que en lo que dotó é hizo en el acrecentamiento del

patrimonio de San Pedro y autoridad del Sumo Pontífice, y esto no lo dilató muchos dias

después de su bautismo, pues fué el cuarto, como lo dice San Silvestre y le trae el decreto

dist. 96 é Ibón lib. 4 de dignitate $- privilegys Romes Eclesia?. Y quisiera traer aquí todas

las palabras que allí se ponen, para que se viera la piedad de aquel cristianísimo Príncipe,

el cual comenzando luego á hacer grandezas con larga mano en servicio de la Iglesia, lo

primero que le dio é hizo cesión de ello al Pontífice, fué la ciudad de Roma, con su gran

palacio, que era el que llaman Luterano, en perpetua posesión, reconociendo con esto que

aquella ciudad, que era la señora y cabeza del mundo, era del que lo era también de toda

la tierra que era del Pontífice, y después le hizo donación perpetua para él y sus sucesores

de toda Italia, como lo dicen sus palabras, que son éstas: Ut Pontificalis apex non vilescat,

sed magis quam terreni impery Dignitatis gloria § potentia decoretur: ecce tam palatium

nostrum quam Romanam urbem < $• omnes Italia?, sive Occidentalium Regionum, Provincias, loca civitates Beaiissimo Pontifici §' universaíiPapo3 Silvestro concedimus, atque; relinquimus 4' abeo g- á successoribus eius per prcegmaticum constitutum discernimos disponenda, atque turesonetee Romana Ecclesiw concedimus permanenda. Y no le pareció al gran Constantino habia cumplido con todas sus obligaciones en lo dicho, aunque habían sido cosas tan grandiosas, si tras de ellas no daban también al Papa todas las insignias más principales que él tenia y con que se honraban los Empe- radores romanos, no las que eran propias insignias de Emperadores, sino las que eran de Pontífice Máximo, porque lo eran todos los Emperadores romanos en su gentilidad, juzgando en esto Constantino, que ya no habia otro Pontífice Máximo en el mundo, sino el Papa, que representaba al gran Pontífice y Sacerdote Jesucristo Nuestro Señor, que lo era según la orden de Melchisedech. Las insignias, pues, eran el calzado rico, porque lo habían introdu- cido los Emperadores para cuando les besasen los pies. Dióle el Aurisigio, que era como una Beca de una tela blanquísima que se ponia sobre la cabeza y bajaba por los lados que debió de convertirse. Después en aquellas dos tiras ó fajas que cuelgan de las mitras de los Obispos por las espaldas, la cual puso el mismo Emperador al Papa San Silvestre por sus mismas manos en la cabeza, como él lo dice en estas palabras: 11 Phriginm verá candido nittore splendidtim Resmrectionem Dominicam designans eius sacratíssimo vertid manibus nostris impossidmus.^ Dióle también el Superhumeral, que era como una Musa, que cercaba el cuello y cubria los hombros, que por otro nombre se llama Lorum, era colorada y muy bordada de oro y rica pedrería, la cual traía el Emperador cuando andaba en público, porque era de las principales insignias del Pontífice Máximo, y así también se la ponia cuando ofrecía sacrificios á los ídolos antes que recibiese la fé. No se olvidó tampoco de darle el manto de púrpura y una túnica .también colorada y el cetro imperial que debia de ser el váculo pastoral de que usa el Papa, y finalmente le dio la corona de su cabeza y todas las vestiduras y ornamentos imperiales que pertenecian á su grandeza como gran Pontífice, según se ve en las palabras de su donación que comunmente se llaman: Demunificentia Constantini Magni Imperatoria erga Ecclesiam, como se refiere en muchos Concilios. Pero de esto, lo que hace más á nuestro intento, es la corona que le dio quitándosela el Emperador de su cabeza para que se la pusiera sobre el frigio y corona de clerical, como lo confiesa el mismo Constantino en estas palabras: Deinde tradimus Diadema videlicet coronam capitis nostri; y en éstas: Descernimos itaque ut lioc, ut ipse successores eius Diademate videlicet corona, quam ex capite nostro illi concessimus ex auro, purissimo $• gemmis prwtiosis uti debeat pro honori Beati Petri. Estos ornamentos quiso dar el Emperador al Sumo Pon- tífice, porque siendo los más eminentes y trayéudolos el mayor señor de las tres partes del mundo ahora se conociese haber otro mayor, pues él los daba al Papa, restituyéndolos á quien le pertenecian de derecho divino y humano. La diadema, que era propiamente su co- rona, lo menos que tenia y se estimaba en ella era el oro de que estaba hecha y las piedras preciosas y engastes que tenia, porque la invención era más de advertir y sobre lo que (CAP. IX.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME. 19 fundábamos nuestro propósito. Y para que QO SO entienda que lo que digo do ella está sin autor y dueño, pondré aquí al pié de la letra las palabras del Padre Román, que trae acerca de esto en sus Repúblicas del mundo, que dice así: "La invención con que estaba hecha la corona, causaba gran admiración y estaba labrada de tal manera, que de su traza se enten- día que el que la tenia era señor del mundo, á lo menos de lo conocido entonces, porque tenia tres coronas ó círculos por sus compartimientos que denotaban las tres partes del mundo que mandaban los romanos entonces, que eran Asia, África y Europa, y esto deno- tan aquellas tres coronas que se ven en la mitra papal, que propiamente es llamada el orbe ó el mundo, por ser el moderador y juez de él. De la cual tiara ó mitra ú orbe no usa sino cuando es consagrado y cuando corona el Emperador ó el dia primero que se sienta en el Concilio si se celebra á donde él está. Después que Constantino le dio esta corona, nunca los Emperadores trajeron la suya de la misma hechura más de la que hoy vemos que sea verdad, allende del testimonio que traigo para probar lo de la corona ó diadema. Mírense las pinturas que hay en Roma, y las sepulturas que hay de los antiguos Pontífices, y verán como ninguno hasta San Silvestre tuvo mitra papal, porque no la tenia ni menos otro ornamento de majestad; porque según eran perseguidos los Pontífices de los Emperadores, harto era que pudiesen andar libres por las calles, cuanto más vestidos de pompa, por donde se confirma bien, solo andaban con hábitos y ornamentos de honestidad." Hasta aquí Román. Concluyendo pues de lo dicho el intento, digo que pues la tiara del Sumo Pontífice tiene tres Coronas, con que da á entender ser la Iglesia Católica Romana absoluta señora de las tres partes del mundo, será también que por la parte de España se le aumente una cuarta corona, por esta cuarta parte del mundo que se le ha añadido á su jurisdicción y mando, como lo están estas Indias Occidentales ó Nuevo Mundo, por la industria y trabajos de los castellanos, en virtud del gran poder de sus Reyes. Porque si el Magno Constantino no le dio á San Silvestre y sus sucesores más que aquellas tres coronas, fué porque no era señor más que de aquellas tres partes del mundo que estaban descubiertas, de quien se tenia por señor; pero si tuviera su tiara cuatro coronas por cuatro partes del mundo que estuvieran descubiertas, si fuera señor de ellas, también se lo diera de cuatro coronas, y las tuviera hoy la tiara del Pontífice. Luego ya que la cuarta parte del mundo está descubierta, y mayor que la mayor de las tres y sujeta á sus pies, porque no se corona la cabeza con otra corona cuarta por esta cuarta parte que le ha ofrecido España, como se la ofrecieron luego á los primeros pasos de su descubrimiento los Reyes católicos, siendo Pontífice Sumo Alejandro VI; y si no demos que esta tiara no se hubiera dado al Pontífice y que la hubieran ido como heredando los Emperadores uno de otro ó hubieran ido pasando de uno á otro como las demás insignias que son el mundo, esto que, y otras también habían de venir por insignias del imperio á parar en la cabeza do nuestro invictísimo Carlos V, el cual, siendo con justísimo título señor de esta cuarta parte del mundo, pudiera con el mismo añadir á las tres coronas de sus antecesores Emperadores una cuarta corona por el nuevo señorío que tenia de esta cuarta parte sobre las otras tres. Luego con la misma razón se puede añadir á la del Sumo Pontífice, por la parte de nuestra España, una cuarta corona por el señorío que le ha dado sobre esta cuarta parte, habiéndosela conquistado á fuerza de sus armas, y que sepa el mundo los acrecentamientos que España hace en la dilatación de la fé, y que no han salido en vano las esperanzas de que llenó el Papa Alejandro VI, cuando con envidia (aunque injusta) de infinitos, hizo elección de nuestros Reyes católicos de Castilla (que después lo fueron de toda España), fiando esta empresa de quien solo pudiera cumplir con ella y desempeñar sus reales pa- labras, como tan católicos cristianísimos españoles, invencibles en conquistas, esforzados en trabajos y liberales en gastos, que todo ha sido menester para tan dichosos fines de tales empresas; y así el Pontífice Alejandro, como pronosticando estos sucesos, dice en la bula de esta elección: Confidentes quod dirigente Domino actus, si liuiusmodi sanctum § laudabile propositum persequamini breve tempore cuín fcelicitate <$• gloriatotius popxdi Christiani vesiri labores 4' conatus exitum failicissimum consequentur. Por todo lo cual parecerá bien á Dios, á la silla Apostólica y á todo el resto del mundo, que su Majestad Cesárea de mi señor el Rey Felipe IV (que viva largos y dichosos años) tome con veras que se haga esto, con que se conseguirá tan acrecentado lustre á su Real Corona y Reinos, como fama á todos sus españoles y los demás sus Estados. Y también se puede mandar que los globos, figuras del mundo, que so le pintan á Dios Padre ,y á Cristo en la mano, con 20 FRAY PEDRO SIMON. (CAP. X.) aquellas distinciones de solas tres partes del mundo, se pinten que representen cuatro partes, las dos más peregrinas que las otras dos, que ésta de estas Indias es tan grande y aun muy mayor que la Asia. CAPÍTULO X. T, Dase principio á tratar del origen de estos indios—II, Fueron estas Indias pobladas antes del diluvio—III. Pruébase esto con algunas evidentes señales que se han hallado—IV. Prosigúese en las mismas pruebas. HASTA ahora (como se ha visto) nos ha llevado el tiempo solo el tratar de los nombres universales de estas Indias, á quien siguiendo el orden del lógico (como ya dijimos), se sigue el tratar de la cosa, que son los indios, descubrimientos y conquistas hechos en ellos por los castellanos. Y habiendo de tratar de lo primero, lo que á la" primera vista se ofrece, es decir, su origen, aunque de esto con brevedad me expediré, por haber sido tantos los que han tratado en Historias generales y particulares, á quien remito los lectores que tuvieren gusto de ver más dilatada la materia, por haberla tomado muy de intento, como en particular lo hizo con trabajos bien trasnochados y lucidos, el padre José de Acosta, de la Compañía ; el Presentado fray Gregorio García, de la orden de mi Padre Santo Domingo; y el padre fray Juan de Torquemada, de nuestra religión, al principio de aquellos grandes tres tomos que escribió de su Monarquía Indiana, que han sido tan desabridos para alguno, por haberle enmendado en ellos algunas intolerables ignorancias que decia en dos suyos de Historia general de estas Indias, que se atrevió á decir en uno de otros dos que ahora de nuevo ha añadido de lo mismo, que los frailes se metan en escribir sus casos que hayan tenido particulares en la conversión de los indios, y no en escribir Monarquías Indianas, como si los mayores ingenios del mundo para todas cuantas ciencias y artes hay hoy inventadas y se inventan, no haya restado siempre, y lo estén hoy encerradas en los claustros de los conventos, en especial en cosas que la vista de ojos les da tan grandes ventajas sobre los que no habiendo salido de entre los tizones de sus chimeneas, fiándose de relaciones de toda broza, y aun haciendo campanillas de campana, quieren dar campanadas que atormente los oidos, de quien sabe lo contrario por haberlo palpado y visto, como ha sucedido al padre de la Monarquía Indiana, y me sucederá á mi con el mismo autor ; pues me será imposible dejar de advertir (de muchas que pudiera) algunas cosas, que á pasar yo con ellas me pudiera echar más culpa por haberlas visto, que á él que se fió de otros, de que no se debe agraviar, paes esto se hace con caridad cristiana, la que quería se usase conmigo en las faltas, que es imposible excusar en mis escritos. Tres embarcaciones ó poblaciones de estas Indias son la materia de esta dificultad: la primera, la que se hizo antes del general diluvio; la segunda, la que hubo después de él, y la otra, la de nuestros españoles, y con este orden, por ser el que ha tenido y les ha dado la sucesión de los tiempos, las iremos tratando. A-cerca de la primera, se suele dudar si antes del diluvio general fueron estas Indias tierra descubierta y habitada; y ambas cosas tienen una misma respuesta; pues diciendo si fueron habitadas, se dice si fueron descubiertas; á que (dejando pareceres varios) respondo por la parte afirmativa, parecerme fueron habitadas antes del diluvio; y lo que me mueve á esto es: lo primero, la común razón que á todos los del mismo parecer, que como Dios crió la tierra, y luego á los hom- bres para que la habitasen, y no solo que la habitasen como quiera, sino que la llenasen, porque no estuviese superflua, vacía y sin provecho, como lo estaba recien criada, antes que la adornara Dios con tanta variedad de plantas y animales, y criara al hombre para señor de todas ellas y ellos. Siendo, pues, ésta de las Indias tan grande entonces, y por ventura mayor de lo que esa era, no habia de quedar vacía y sin dueño tan gran máquina de tierra y cosas criadas en ella. Demás que los hombres comenzaron luego íi4multiplicarse, de manera que tuvieron bien necesidad, para extenderse, de toda la que dejó Dios descu- bierta cuando le mandó al mar se retirase á su barranco. Y aun si es así, que en la opinión más acertada (como referimos la tuvo Alejandro de Ales y Alberto Magno) que el Paraíso terrenal, cerca de donde fueron criados y comenzaron á multiplicarse los primeros hom- bres, está plantado sobre la tierra, que corresponde en el Cielo á la línea equinoccial, se puede inferir que fueron estas tierras de las primeras que se poblaron, pues se ve que son (CAP. x.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIER RAF IRME. 21 habitables, y las que están debajo de la línea, extendidísimas por toda la Tórrida zona, de- bajo de la cual y de la línea equinoccial solo caen de Tierrafirme la de los Abisenos, y esta del Perú, que por antonomasia llaman Tierrafirme, y el Archipiélago de las Filipinas, donde todas son islas, y no ha faltado quien haya dudado si el Paraíso está dentro de esta Tierrafirme, cerca de la equinoccial, por ver en ella tan apacibles y maravillosos temples; pero, sea de esto lo que fuere, dejólo á que lo dispute otro que tuviere intentos de esto, como los tuvo Maluenda, libro de Paradisso, porque el mió va á otra cosa. Lo que más alumbra á que nos inclinemos á este parecer de que fueron habitadas estas tierras antes del diluvio, son las señales y rastros que en ella se han hallado tan efi- caces, que no dan lugar á que se imagine otra cosa; porque junto al Callao, que es el puerto de la ciudad de Lima, en el Pirci, á los primeros principios que se descubrió aquel Reino, buscando en unas montañas, por unos rastros que se descubrieron, unas minas, trastornando tierra y metiéndose por el socavón debajo del cerro, se encontraron con un navio que tenia encima la gran máquina del cerro, y no convenia en su hechura y traza con los nuestros, por lo cual se juzgó que en el diluvio habia quedado enterrado debajo de aquella inmensidad de tierra que trajo allí la fuerza de las aguas. Otra cosa al modo de ésta se halló el año de mil y seiscientos y cuatro, cerca de la ciudad de Méjico, en Nueva España, trasminando un cerro tan alto, que tiene de subida más de una buena legua, y otro tanto de bajada, para por allí desaguar la laguna en que está fundada la ciudad, por no verse en los peligros que poco antes habia tenido con crecidas é inundaciones. Yendo los gastadores prosiguiendo en su mina (que se hacia por la traza é ingenio de Enrique Martin, gran matemático y astrólogo, y por orden de don Luis de Velazco, Virey de aque- lla ciudad) cuando llegaron como á la mitad de ella, que casi venia á ser, estando perpen- dicular, correspondiente á la cumbre del cerro, hallaron un colmillo ó diente de elefante, enterrado en tierra blanda; la cual, con los muchos dias que habia estado allí el marfil, lo tenia comido por algunas partes y quebrado por dos; de manera que estuvo hecho tres pe- dazos, y juntos, de suerte que se echaba de ver haber sido todo uno y tener de largo seis cuartas. Este colmillo ó diente se sacó y mostró á todos, juzgando habia quedado allí en- terrado el animal que lo crió, cuando el diluvio ahogó á los demás y á él; de la cual espe- cie de elefantes debió de haber por allí entonces, porque después acá no se hallan, ni aun rastro de ellos en toda la Nueva España, ni en todas estas Indias Occidentales. También se halló en esta labor de mina un hueso de lacho, que cuela de la rodilla de un hombre, más grueso que una bola ordinaria de jugar á los bolos, que se juzga también ser de algún gi- gante que quedó entonces allí enterrado, como también pudo ser fuesen de aquel tiempo los sepulcros de gigantes que dejamos dicho se hallaron cerca de la misma ciudad, abrien- do las zanjas de los cimientos, para hacer la casa de Jesus del Monte, que tienen allí los Padres de la Compañía. Y lo mismo podemos sentir de las valientes muelas que dijimos refiere el Padre Acosta y el Padre Torquemada, y de los que se han hallado en algunas partes del Cuzco y otras Provincias. Y lo mismo de lo que se halló cavando una mina cerca de la ciudad de Nuestra Se- ñora de los Remedios, en este Nuevo Reino, donde estando yo predicando una Cuaresma, me certificaron el dueño de la mina y otros que lo vieron, todos hombres de crédito, que yéndola siguiendo, en el centro del cerro hallaron una tinaja entera, una silla de la usanza de indios, que llaman dujos, de madera incorruptible, una macana, muchos tiestos de ollas y jarros quebrados. Y en otras partes sabemos se ha hallado lo mismo que dejo de repetir por excusar proligidad y porque basta esto para colegir que estos navios y las demás cosas, como anduvieron en la superficie de las aguas, cuando fueron menguando se sentaron sobre la tierra que iba secándose; y allí el resto y resaea de las aguas trajo sobre ellos la mar y tierra, hasta dejarlas cubiertas con tanta máquina como se les halló encima, y no haberse podrido la madera de los navios, seria que de más que para ellos busca la mejor, se corta en perfecta sazón, como es en el último cuarto de la Luna; y dice que la brea que tienen los ayuda á conservarse, si están en parte dondo las aguas saladas no les haga criar broma. De los huesos y el marfil ya sabemos su fortaleza, en especial si son de hombres robustos, como lo eran los gigantes cuyos eran. Ni hay para qué se nos estorbe la dificultad que se puede ofrecer en pensar por dónde pasaron á poblar estas tierras, pues no las hemos de juzgar por la disposición que tienen ahora, la que les quedó del diluvio, pues antes de él pudo ser tuvieran otra, y que estuvieran continuas unas con otras, para poder llenarlas todas, hombres y animales, con facilidad; y cuando no fuera esto, no le faltara ciencia á 22 FRAY PEDRO SIMON. (CAP. Xl). aquel sapientísimo hombre Adam (cuya vida duró casi hasta la mitad del tiempo que hubo desde su creación hasta el diluvio) para darles traza cómo pasaran los mares, para poblar las islas y Tierrafirme, como se ve en el navio qne dijimos del Callao, y otro que cuenta Pedro Mejía en su Silva de varia lección se halló de la misma suerte en una gran profun- didad de un altísimo monte. CAPÍTULO XI. I. Segunda población de estas Indias, y si se hizo de los cartaginenses—II. Dánse algunas razones que las hicieron ellos—III. Pruébase más, y absuélvese la dificultad que se pone á haber pasado animales bravos á las Indias—IV. El modo que se pudo tener de navegar para poblar estas tierras. EN mayor dificultad ha puesto á los hombres doctos la segunda población de estas tie- rras, que es la que ahora hay, y hallaron los españoles que fué después del diluvio, de gente originada de aquellas ocho personas que se salvaron en el arca de Noé; ó por mejor decir, de las seis, pues, en la más acertada opinión, Noé ni su mujer no tuvieron hijos des- pués del diluvio. Esta población se ha de sacar por congeturas y buena razón, sin ayuda de escritura auténtica que hable de ella, ni los indios sus pobladores saben más que en hilar mil sartas de disparates en esta materia; así los del Perú, que tuvieron algún modo de escritura con sus quipos, como los de Nueva España con sus figuras, y como los de este Nuevo Reino de Granada con sus tradiciones, y aun llega á tanto su ignorancia, que los de cada Provincia, y aun de cada valle donde habitan, tienen distinto modo de contar su orí- gen ; y así, habiéndose de rastrear, supuestos los fundamentos de nuestra Santa fé católi- ca, y que todos descienden de donde hemos dicho, y que no podemos, sin temeridad, afir- mar haber Dios Nuestro Señor criado estos hombres de nuevo, para que poblaran estas tierras, se han dividido los autores en varias opiniones, como se puede ver en los citados, porque aquí solo trataré de las dos que parecen más conformes á la verdad ; la una es, que estos indios se originan de los cartaginenses, por aquella razón que dan el Padre Acosta y Gregorio García, que una nao, ó naos de cartaginenses, llevada de la fuerza del viento, desde que desembocó por el Estrecho de Gibraltar, navegó muchos dias, y al fin de ellos vino á reconocer una isla tierra, hasta entonces nunca sabida, apartada grandes leguas de la costa de Berbería, desde donde ellos comenzaron á correr con su nave ó naves. Esta, conjeturan, es la Isla española, la cual dicen hallaron sin gente ninguna, ani- males, ni aves; pero de muy buenos árboles, maderas, yerbas y oro, y de maravilloso temple. Después que esta nave ó naves estuvieron allí algún tiempo reformándolas y re- formándose la gente, volvieron otra vez á tomar la derrota para África, dejando allí algu- na que no quiso volverse á embarcar por el temor que habían cobrado á la inmensidad del mar, ó por enfermedades, ó porque les pareció á propósito la tierra para poder vivir. Ha- biendo los demás llegado á Cartago, dieron cuenta al Senado del suceso, el cual prohibió con pena de muerte aquella navegación. No parece mal el discurso, ni de hombre poco cu- rioso y docto, como fué Alejo Vanégas, ni mal fundado, pues tiene por autor á Aristóteles en el libro que hizo de las cosas maravillosas que se hallan en la naturaleza: pero hemos menester satisfacer á una dificultad que luego se ofrece, y es, que si aquella nave ó naves eran de mercaderes, en que nunca suelen llevar más que mercancías, cómo dejaron allí mujeres para la generación, animales y aves de las que ahora hay, y se han dilatado en número tan inmenso; á que se puede responder, que no se ha de entender que estas naves hicieron solo un viaje á esta isla, sino algunos otros después de descubierta, viendo la co- modidad para la vida humana que se hallaban en ella, y en ellos, fueron llevando toda suerte de gente, animales y aves de los que por acá se hallan; y viendo el Senado de Car- tago que aquella navegación iba tomando fuerzas, y que podia ser irse por allí minorando las suyas, despoblando y desautorizando su ciudad y Reino, la vedaron con penas de muerte. Cuando ya estas tierras estaban con harto principio de gente, animales y aves, para lo que después se acrecentó, ni hay que poner dificultad en traer los animales bravos que aquí se hallan, como son tigres, leones y osos, pues éstos se pudieron traer, como los mansos cachorros, en las naves, para traer de todo en la tierra que iban poblando. También hay gustos de hombres aficionados á la caza, que para mostrar sus va- (CAP. XI.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME. 23 lentías, fuerzas y destreza, no se satisfasen encontrándose con animales cobardes y que ponen su defensa en los pies, sino que ponen su gusto en habérselas con algunos que la pongan en sus uñas, garras y colmillos. Como vemos (si es verdad lo que cuenta Virgilio) que deseaba Julio Ascanio, hijo de Eneas, en aquella caza que en la misma ciudad de Car- tago hicieron él y su padre en compañía déla Reina Dido; pues dice que despreciando los muchos venados y ciervos que salieron, deseaba encontrarse con un bravo y ferosísimo león, ó un puerco espino ó jabalí, para probar en ellos sus fuerzas y destreza; la hermosura de la piel del tigre, que parece que cada mancha de las que tiene es un cero que aumenta su valor, aficiona, ó podia aficionar para tenerlo en su tierra. También su ferocidad hace á los hombres cuidadosos, y algunos dicen que no ha sido en estas tierras del todo sin prove- cho; pues suele suceder que, cuando tiene hambre, se sube en los árboles que están á las márgenes de los rios que crian caimanes, y en viéndoles salir por cerca de donde él está, y que se descuidan y duermen, se arroja sobre ellos del árbol, y los desgarran, matan y se ceban en ellos. Los leones de por acá son de poco ó ningún daño, y casi todos los demás animales y aves son de provecho ó entretenimiento. Y aun pudo ser que la navegación de estos fenices ó cartaginenses no fuese tan á caso como lo hacen, por parecer á algunos no tenían los instrumentos de aguja, astro- labios y ballestillas que ahora se usan : fporque el aguja de marear (según dicen) no la habia entonces, y puede ser que se engañen ; porque así como el Padre Acosta dice de autoridad de muchos, que la primera vez que se halló, la topó Vasco Gama, año de mil y quinientos diez, yendo navegando en el paraje y costa de Mozambique, que navegan con ellos ciertos moros, y que no supieron decir de dónde la habían aprendido; por lo cual le parece que esta es la mayor antigüedad que tiene la aguja de marear ; en lo cual se engañan todos estos autores en más de doscientos años ; pues dice Herrera que el de mil trescientos la halló Fabio, natural de la costa de Amalfi, en el Reino de Ñapóles; y pudo ser que cuando éste la halló, hubiese otros muchos siglos que se usaba, no obstante que no lo digan los autores, pues otras tan grandes sutilezas como éstas que han hallado los hom- bres, se las han dejado por decir ; y suele llegar la avaricia de algunos á tanto, que las gracias que Dios les ha comunicado, alumbrándoles el entendimiento para hallar cosas sutiles, delicadas é ingeniosas, así de ciencias como de obras mecánicas, no las quieren co- municar, sino llevarlas consigo á la sepultura: y pudo ser que hubiese sido á este modo oculta la invención de la aguja de marear muchos siglos antes que Fabio la manifes- tase y divulgase. Y si es verdad que la Isla española (como algunos quieren) es Ofir, -de donde llevaban á Salomón el oro y las demás cosas, sin duda les dio modo á los pilotos cómo navegasen el golfo que ahora se navega para venir á ella, sino fué el aguja con la calamita; la cual tengo por cierta no ignoró una sabiduría tal como la suya, seria otro instru- mento que no sabemos; como también pudo ser lo tuviesen los cartaginenses, con observa- ciones de día en el sol y de noche en algunas estrellas, aunque no tan sutil como el del aguja; pero el que bastaba para sus viajes, si bien en estos siglos nada de esto se ha cono- cido ; pero no por esto se ha de tener por imposible, ni negarse que no lo hubo ; porque (como dijo San Agustín) no porque no haya visto ó sabido la cosa, la tengo de negar ; y al fin concluyendo con esta opinión, digo que si es verdadero que estas Indias se poblaron de los fenices ó cartaginenses, es una cosa harto digna de advertir, que después de tantos años que los fenices fueron señores de España, y hacían á españoles como á sus vasallos, y % gente simple, que era en aquel tiempo labrar las minas, romper y trastornar los montes, y sacar la inmensidad de oro y plata que habia en ellas, para llevar á su Cartago, haya re- vuelto Dios los tiempos y estado de las cosas, de manera que vengan ahora los fenices por mandado de los españoles á cavar sus minas y darles el oro y plata que tienen en su tierra, con que parecen les hacen pago de lo mucho que de esto dieron los españoles en España á sus antecesores. CAPÍTULO XII. I. Opinión de los indios de estas tierras son originarios de las diez tribus de Israel.—II. Dícese que no son sino de la tribu de Isachar, según una profecía de Jacob.—III. Váse declarando la profe- cía y aplicando al intento.—IV. Prosigúese en lo mismo. TIENE el segundo lugar (y para mí el postrero) la opinión de los que dicen que los in- dios de esta tierra se originan y tienen su principio de las diez tribus de Israel que se 24 FRAY PEDRO SIMON. (CAP. XII.) perdieron y no parecieron más en el cautiverio de Salmanasar, Rey de Asiria, probándolo con una autoridad del cuarto libro de Esdras, que dice en tiempo del Rey Oseas, haber sido llevados cautivos de Salmanasar, y transportados á la otra parte del rio Eufrates ; 1 y que fueron á una región donde nunca habitó el género humano, llamado Arfaret, camino de año y medio, y que habitaron allí hasta el último tiempo. Interpretando estas palabras al sentido que les parece es á propósito para fundar su opinión, diciendo son estas tierras de estas Indias, á las que allí dicen vinieron, y ahora las habitan, y que no fué dificultoso ve- nir desde la Asiria á estas tierras, caminando su poco á poco por la gran Tartanea ó Tarta- ria, hasta llegar por tierra á Morgul y desde allí pasar el Estrecho dé Annian, que es bien breve (y por ventura entonces lo era más) y desde allí (que ya es Tierrafirme con Nueva España, y en más de sesenta y cinco grados de latitud á la banda del Norte) llegar y po- blar en la Nueva España, y de allí á Panamá y Perú, este Nuevo Reino y las demás pro- vincias de esta Tierrafirme, hasta el canal de Magallanes y Nuevo Estrecho de San Vicente. Otro viaje les da Genebrardo desde los desiertos de Tartárea hasta la isla de Groenlandia, que está en setenta grados á la banda del Norte. Otros les dan abiertos otros caminos por donde pudieron entrar : véanse los autores citados. Prueban también su opinión por las costumbres que ven en estos indios ; especialmente en las del vestir, que en algunas partes de estas Indias es semejante, aunque no todo, á la que traían los hijos de Israel, al modo que prueba Paulo Jobio, que los turcos proceden de los scitas, porque conforman con ellos en traje y vestidos : lo cual me parece fácil congetura, y de poco fundamento : porque si de éstos se hubiera de tomar alguna razón fija de la descendencia de gentes, de quién di- riamos que nos originamos y descendemos los españoles ; pues cada mes mudamos el traje y hechura del vestido, tomando ya el del francés, ya el del inglés, ya el del valon y el del tudesco y ya el del italiano, hasta vestirse en sus juegos de cañas libreas de aquella abo- minable nación de moros : cosa bien digna de perpetuo destierro de los términos cristia- nos ; no saliendo tampoco de esta rueda las españolas, y debe ser la causa por atraer á su amistad y afición, con la semejanza del vestido, á las demás naciones cuyo es el traje que toman. No ha dejado de inclinarme á creer esta opinión más que otras, con su fundamento, y otros que le ponen, y con su modo de pasaje á estas partes ; pero con la limitación que diré (con licencia ó sin ella de sus autores), fundado en las costumbres y naturaleza que he conocido en estos indios el tiempo quo estoy entre ellos, y lo que les ha sucedido en la entrada de los castellanos en sus tierras : y así digo parecerme originarse estos indios de los hijos de Israel; pero no de todas las diez tribus que se perdieron, sino sólo de la tribu de Isachar; porque veo cumplida en ellas, cuanto al sentido literal, la profecía que á la hora de su muerte dijo el Patriarca Jacob habia de sucederle á esta tribu entre las demás cosas que profetizó á los demás sus hijos : la cual dice así: Isachar assinus fortis aecubans inter términos : vidit réquiem quód esset bona, et terram, quód óptima, et appossidt liumerum suum ad portandum, factusque ; est tributis servies. Isachar ha de ser un asno fuerte, que ha de estar ochado entre términos; vio la holganza que seria buena, y la tierra bonísima; puso su hombro para llevar la carga, y sirvió para pagar tributos. No sé yo qué palabras tan breves podían ser más á propósito para contar en ellas todas las condiciones de estos indios, y el modo que hay de proceder entre ellos y los castellanos, como lo sabemos de experiencia los que ha dias habitamos estas tierras, como se irá mostrando en la declaración de las palabras. La primera de las cuales es decir que Isa- char y su descendencia han de ser como asnos, que parece se fundó en esto el primer Obispo de Santa Marta, donde el Padre fray Tomas Ortiz (como dejamos dicho) cuando refiriendo las condiciones de estos indios (entre las demás) los llamó con este nombre, y parece fué bien á propósito, por lo que experimentamos de ellos ; porque según dice Berchoreo, asno se dice y deriva de esta palabra SÍ7ios, que quiere decir sin sentido, por parecer están sin él, según son de obedientes á la carga ; propiedad bien conocida**de estos naturales, pues * son tan obedientes a todos los que se quieren servir de ellos, que parecen insensibles. Dice también el mismo autor que es animal olvidadizo, en que le parecen también ; pues lo son tanto en las cosas de virtud y doctrina cristiana, que apenas han salido de la mano del pa- dre que los doctrina, cuando dejan olvidar todo cuanto con mil trabajos les habia procurado enseñar; y en especial se les conoce el olvido á los beneficios que se les hacen, porque sue- len de ordinario ser más traidores con sus más bienhechores ; enfermedad vieja en ellos, (CAP. XII). NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAF1RME. 25 si son de estas tribus, á quien castigó Dios con perpetuo destierro de su patria, por la in- gratitud y olvido que tuvieron de los beneficios continuos que recibian de su mano. La otra propiedad de este jumento, dice el autor que es ser omnifero, que quiere de- cir, que lleva y sufre todas las cargas y trabajos,"que no cuádramenos á estos naturales que lo de arriba, pues elljs son los que acuden á todos los de los españoles á ser sus vaqueros, pas- tores de toda suerte de ganados; ellos son sus gañanes y labradores de toda suerte de semen- teras, peones y aun oficiales de todos los oficios : todos los oficios bajos y humildes ellos los hacen, porque el español, aunque los hacia y ganaba de comer con ellos en su tierra, ape- nas ha puesto el pié en éstas, cuando se gradúa de holgazán, ó cuando mucho mandarín de los indios, que acá llaman calpiste estanciero, ó mayordomo por vocablo más mo- desto : y al fin el que tiene indios de encomienda, todo lo saca de ellos, el comer, beber, vestir y calzar : la casa los gastos ordinarios, extraordinarios y superfiuos. Y lo mismo es de todos los gastos de las Repúblicas, Audiencias, Iglesias, Catedrales y Parrroquiales, Mo- nasterios de frailes y monjas, y todos cuantos gastos acá se hacen, cuantas plazas paga el Rey á sus criados, y la gran suma de oro, plata y esmeraldas que se lleva á España, de que participan todos los reinos y naciones del mundo, carga sobre los hombros de sus tra- bajos, y en ellos está librado todo, como se ve con evidencia, pues en faltando ellos en al- guna parte, por alzarse ó consumirse, les falta á los españoles todo, y despueblan luego sus ciudades, de que tenemos claro ejemplo en más de quince ó diez y seis que se han despo- blado en sólo el distrito de esta Real Audiencia de Santafé, por esta ocasión, como son Vic- toria, Santa Águeda, la Frontera, Neiva, San Sebastian de la Plata, la ciudad de Simancas, junto á Timaná, ambas Páez, Cáceres, que mandó poblar Bartolomé de Mazmola, siendo Gobernador de Popayan, por la Real Audiencia de este Reino, la ciudad de Toro, Cara- manta, Antiochia, Rodas, Avila, la ciudad de Franca de León, en la provincia de los Jer- gies, la villa de San Miguel, en los Pauches, camino del Puerto de Honda, desde esta ciu- dad de Santafé. Y en el Corregimiento de Mérida, la ciudad de San Joseph de Alcántara y la del Escorial, y otras que no sé sus nombres, que no fué posible poderse conservar en faltán- doles los indios que les sirviesen y acudiesen á todo, en que se ve lo que importa la conservación y amparo de ellos, pues en ella consiste la de los españoles en estas tierras, y quien quiere indias quiera primero la conservación de los indios, que lo uno sigue á lo otro tan sin apartarse, como la sombra al cuerpo. Dice más este autor de este jumento, que es: Vili $• módico utens cibo, que su manjar es tan vil y poco, en que parece pintó el de estos naturales, pues vil y poco, que no sabemos de ningunas naciones se sustenten con menos y más áspera comida, pues solo es unos granillos de maiz tostado y cuando mucho molido, y hechos unos puches ó mazamorra, con unas yerbas insípidas y algunas raicillas asadas, porque comer carne de cualquier animal no les era á todos concedido; y en particular sabemos de este Nuevo Reino, que si los Caciques no se lo concedían por privilegio, no podían comer carne de venado, aunque otras naciones han sido tan viciosas, que aun la humana era su ordinaria comida por inducción del demonio; por lo general, su comer es tan poco y de tan poca sustancia, que de los Santos Padres del Yermo, no leemos haber hecho mayores abstinencias en la comida que estos indios tienen en su ordinario comer, aunque muy bien se desquitan en el beber de los vinos que hacen del maiz y otras cosas, pues en esto son tan viciosos, que son muy de ordinarias en ellos las borracheras, y su ordinario beber es mucho. Dice también que este animal es de naturaleza seca y fria, propiedad es del elemento de la tierra; y así son ellos tan melancólicos y tristes, porque tienen estas mismas complexiones; pero con esto dice que es animal muy lujurioso, y que no solo se junta con las hembras de su especie, siuo aun también con las que no lo son, como se ve en juntarse con la yegua. No han tenido ni tienen poco de esto estos indios, pues su lujuria les hacia establecer leyes, que cada uno tuviese las mujeres que pudiese sustentar; y de tal manera guardan esta ley, en especial los más poderosos, que hubo alguno que tuvo trescientas y cuatrocientas mujeres, como se sabe del Cacique Bogotá, señor de la mayor parte de este Nuevo Reino, con que venia á ser tan grande el multiplico de gente, que en todas estas Indias no parecían poblaciones donde estaban, sino hormigueros, do, clonde se puede sacar una de las más principales razones que hay por donde se vaya minorando en todas la3 tierras conquistadas, pues es cosa cierta no ha de ser tanto el multiplico sino antes dimi- nución del número que se halló, habiéndoles quitado la religión cristiana el tener 5 26 FRAY PEDRO SIMON. (CAP. XIIÍ.) multitud de mujeres, reduciéndoles á una sola, como manda la Santa Madre Iglesia. También han pecado muchas naciones de éstas en el pecado nefando y en el de la bestia- lidad, como irá diciendo la Historia. No se olvida este autor de la propiedad que tienen las hembras de estos animales, cuando paren, que es procurar no las vea nadie, condición propia de estas indias, que de ordinario, si las dejan, se salen á parir á orillas de los rios y quebradas, donde nadie las vea; en especial me consta esto de las indias y naciones de- San Juan de los Llanos, porque dicen se afrentan las vea alguien parir, y son ellas tan diestras en ese oficio, que no tienen necesidad de parteras que las ayuden, y en acabando de parir se entran en el agua á labarse á ellas y á sus criaturas, y así no se han hallado, en todo lo descubierto de estas Indias, parteras que lo tuviesen por oficio, como entre las demás naciones. Por todas las cuales cosas parece se cumple la profecía de que estos indios son de las propiedades de este animal, y se les puede llamar fuertes, no porque ellos lo sean de ordinario en fuerzas, aunque algunos hay que lo son, como dirá la Historia, sino por la fortaleza que han tenido, tienen y ponen en conservar sus idolatrías, de manera que no se las pueden desarraigar del corazón, voluntad y obras. San Gerónimo advirtió en sus tradiciones hebreas, que los setenta intérpretes, en lugar de Assinus fortis, volvieron Isachar bonum desiderabit, Isachar y sus descendientes desearan el bien, lo cual se verificó cuando entraron los castellanos conquistando estas tierras, en especial en el Perú y Nueva España, pues escribiendo de ella el padre Acosta, dice que muchos indios de aquella tierra, viejos y principales, decían á los españoles que deseaban (como á un inextimable bien) que viniera á sus tierras alguna nación de gente que los- librara de las tiranías que el Bey Motezuma les tenia impuestas, y de las mayores quo llevaban con las leyes que les-pedia el demonio por medio de sus ídolos, que les sacrificasen tanta multitud de hombres, de que estaban enfadadísiinos y cansados, y con miedo cada dia de perder sus vidas en loa sacrificios. Lo mismo se dice de los del Perú, por las muchas guerras que traían sus reyes unos con otros, con que andaban los vasallos tan aperreados, que deseaban quien los librara de su poder y pusiera en la libertad que ahora están, aunque también les parece no han alcanzado la que deseaban (como ello es así), con que se verifica que Isachar y sus hijos siempre estarán deseando el bien. Oleastro lee estas palabras, diciendo : Isachar Assinus dorsi, aut donáis, que es lo mibmo que decir asno que pone las espaldas para la carga, ó que estará aparejado y será apto para la carga. CAPÍTULO XIII. I. Indios de su naturaleza perezosos y amigos de estar echados—II. Sírvense de los indios para carga como de jumentos—III. El dormir de los indios es entre ollas y otros trastos de cocina—IV. Por ser tan buena la tierra de las Indias, les vino á los indios estar tan sujetos—V. No se ha hallada en las Indias animal de carga. Pagan los indios tributos personales. PASANDO adelante con la profecía, dice: Que estará echado entre los términos, que es decir, habitará y morará en tierra cerrada con términos; la tierra nada le pone término sino el mar, así como ella se lo pone á él. Y siendo estas Indias todas cercadas de mar, á lo menos esta Tierrafirme del Perú, pues solo una cinta que por lo más estrecho (que es de Puerto Beto á Panamá) tiene quince leguas, aunque se junta con Nueva España y le impide que no sea isla totalmente. Con razón se puede decir que sus mora- dores habitan y están entre términos. Y decir que están echados ó que han de estar echados, como lo significa aquel término, aculans, no significar menos que lo demás la condición de estos indios, pues de ordinario están echados, y se levantarían menos de lo- que se levantan si la necesidad de la comida ó fuerza de los españoles (á quien sirven) no- los apurara y forzara á levantarse, porque como la tierra, (como luego diremos) es tan fértil y abundante que con poco trabajo les da lo que han menester para sus pobres comidillas, casi todo el tiempo gastan en estar con ociosidad echados, y así son perezo- sísimos. Propiedad también del asno (como lo dijo el autor que citamos); de manera que es menester cuando los ponen en el trabajo darles tareas ó traerlos siempre á la vista, porque de otra suerte nunca hacen nada de provecho. Aquellas palabras, Acubuns inter términos, vuelve San Gerónimo, Acubans inter faccinas, que estará echado entre las cargas, que juntando este sentido de San Gerónimo (CAP. XIK.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIliRRAFIRME. 27 -con lo que dice la profecía más abajo, que puso su hombro para llevar carga, y con lo que ha pasado y aun pasará con ellos desde luego que entraron los castellanos en estas tierras, se ve cuan al pié de la letra se cumple en ellos esta profecía; porque como á los principios no habia caballos, malas ni otros jumentos con que trajinar las mercancías, frutos de la tierra y otras cosas de una parte á otra, ellos servían de esto, cargando todo lo que era menester sobre sus hombros; y fué esto con tanto exceso en toda la tierra que se iba conquistando, en especial en este Nuevo Reino, .que enviaban los conquistadores desde él harrias ó recuas de ciento y doscientos indios, más de setenta y ochenta leguas, á las desembarcaciones que se hacían en las riberas del rio grande de la Magdalena, para que subieran en sus hombros á este Reino todo lo que se traia de Castilla, como eran botijas de vino, de que cada uno cargaba la suya, que pesa más de dos arrobas, hierro, fardos y otras cargas, que no fué su pequeña destrucción por las muertes que se siguieron de muchos por los intolerables trabajos de las cargas, asperísimos, pantanosos y mal sanos caminos y no ser poco el tiempo que duró esto, hasta que hubo caballos y muías y se fundó la Real Au- diencia en esta ciudad de Santafé, que en amparo de los indios prohibió estos viajes con graves penas, poniendo tantas veras en que se guardara, que á cierto conquistador y enco- mendero que tenia ciertas botijas de vino en uno de estos puertos, y no teniendo caballos •con qué traerlas, y metiendo petición en la Real Audiencia que se le diese licencia para enviar por ellas á algunos de los indios de su encomienda, porque era viejo y flaco de estómago, se le respondió no haber lugar de darla y que bebiera agua si no tenia*otro modo de traerlas. Viniendo, pues, estos indios con sus cargas á cuestas, cuando á la noche descansasen y durmiese cada uno junto á la suya, estando todos juntos rancheados, bien se podía decir -se cumplía la profecía según la letra de San Gerónimo: que los hijos de Isachar estaban echados entre las cargas. Oleastro lee del hebreo: Acubans inter cacabos autollas, que quiere decir: Isachar y sus descendientes estarán echados entre las ollas y vasos de la coci- na, que viene esto también ajustado á la condición de estos indios; pues todo el menaje y alhajas de sus casas viene á ser ollas, mucuras, gachas, moyas y otros trastos do cocina donde ellos hacen sus brevajes, mazamorras y comidas, entre los cuales siempre se echan ¿ dormir sobre una poca de paja cuando mucho, ó en aquel suelo, sin más cama ni otra cosa que compañía de ollas y vasos de cocina. Sobre las otras palabras que dicen, viendo que la holganza era buena y la tierra muy •buena, puso el hombro para llevar carga, me ha dado que pensar en la contradicción que parece tienen entre sí las palabras, porque si vio que la holganza era buena en su tierra, por ser la tierra tan buena, para que habían do aparejar.su hombro para la carga, antes po- dían ahorrar de trabajos, pues con pocos les daba la tierra mucho, y como hemos dicho, eso les hacia haraganes y follones estándose echados; pero habiendo muchas veces echado á volar el pensamiento tras alguna razón que me pueda quietar, en razón de esto he hallado tener maravillosa correspondencia las unas palabras con las otras; porque por el mismo caso que la tierra es tan buena, como lo es en su fertilidad grande para toda suerte de árboles y ganados, minerales de piedras preciosas, oro y plata y todos los demás metales que los hombres hasta hoy han conocido; con que parece se podia tener descanso por este mismo caso, habia de poner su hombro para los trabajos, porque tarde ó temprano habia de venir gente á sus tierras que conociendo la grandeza y caudal de ellas les habia de hacer guerra, sujetarlos y cargarlos; y para eso tenían ya como aparejados sus hombros al peso de la carga para lo que sucediera, como sucedió todo cuando entraron los castellanos al fin, como los que eran de naturaleza de asnos, que como tales esperaban la carga; y aun son tan inclinados hoy á ella, que desde el vientre de su madre parece sacan esta inclinación, como se ve en los niños, que apenas pueden ir tras sus padres cuando lloran, se arrojan en el suelo y hacen mil extremos si no les cargan alguna cosa sobre sus espaldillas. Y los juegos á que entre sí los niños se entretienen, son de ordinario hacer manojos de paja ó de lo que se topan, y cargarse en las espaldas unos á otros. Acerca de esto he advertido una cosa digna de consideración: que habiendo hallado en estas Indias muchos animales bravos, tigres, leones, osos, zorras y otros así de poco ó ningún provecho para los hombres, y dificultosos de venir á estas tierras y de traerlos los hombres desdo donde paró el arca de Noé, no se hayan hallado de ninguna manera en toda esta Tierrafirme, ni en la Nueva España ni islas, caballo, burro, camello, dromedario, ele- fante, vaca, ni otro ningún animal de carga, con ser tan fáciles de llevar y traer á todas 28 FRAY PEDRO SIMON. (CAP. XIV.) partes, y tan de provecho para el servicio del hombre; porque las ovejas y carneros del Perú, aunque las cargan ahora con algunas medias carguillas, y sirven de harrias, pienso fué industria de los españoles; porque antes todos los indios cargaban en sus hombros todo lo que tenían necesidad: do donde podemos entender que por orden divina sucedió eso en castigo de los pecados de aquella tribu de Isachar, y en cumplimiento de la profecía de su padre Jacob, que no tuviese animal que les ayudase á llevar las cargas. Concluye la profecía diciendo que había de servir Isachar y sus descendientes para pagar tributo; bien se ve cuan al vivo cuadra á estos indios en los tributos que les tienen puestos, y pagan al Rey y á sus encomenderos en su nombre; pues los más de ellos sirven con sus personas, cargando sobre sus hombros y haciendo otros trabajos corporales para pagarlo, al cual llaman servicio personal; y al que pagan en plata, oro, matas ú otro géne- ro, llaman demora, que quiere decir tardanza por ventura, por la que han tenido de entrar en la Iglesia y reducirse á la fé cristiana, en que se ha cumplido en ellos también otra de las propiedades que dicen del asno, que es ser tardío y perezoso. Y últimamente se echa el sello á la verdad que tenga lo dicho, con la interpretación y significación que tiene este nombre en el Hebreo; porque Isachar es lo mismo que merces pamiium, merced y pre- mio; y así, cuando alguno ha trabajado en los descubrimientos de estas tierras y sus con- quistas, ó en otro servicio que haya hecho al Rey, le da por premio un repartimiento ó encomienda de indios, para que le paguen tributo y sirvan, como si á la callada les dijeran con la tal encomienda: yo os doy por merced y premio de vuestros servicios á los hijos de Isachar; que, pues, significan premio y merced, ellos sean la merced que os hago. Y esto parece bastará para lo que toca á la segunda población: el que quisiere ver más opiniones acerca de ella, lea los autores que hemos citado en ésta. CAPÍTULO XIV. I. Noticias que se tuvieron para la tercera embarcación y población de estas Indias Occidentales—II. Dase cuenta de estas noticias á los Reyes católicos, para que tomen á su cargo el descubrimien- to—III. Pónese calor en la negociación con la Reina, de parte de Fray Juan Pérez, de la Orden de San Francisco; y acábase con su Alteza, que dé favor y ayuda de costa para el descubrimien- to—IV. Hácese hallando algunas islas, y en ellas muchos indios. LA tercera, que fué de gente nueva y nunca vista ni oída en estas Indias, hicieron los castellanos por mandado y á costa de los Reyes católicos don Fernando y doña Isabel, el mismo año que ganaron á Granada y acabaron con los moros de España, después de más de setecientos años que la poseían. Tuvo esta tercera población sus principios de esta ma- nera. Don Cristóbal Colombo (que así se llamaba, sino que por más fácil pronunciación le quitaron la última sílaba y una pierna á la m, y le llamaron Colon), Caballero criollo, de la ciudad de Genova, buscando mejor ventura, vino á Portugal, donde casó una vez con doña Filipa Muñiz de Perestrelo, de quien hubo á don Diego Colon. Enviudó y casó segunda vez en la ciudad de Córdoba con doña Beatriz Enriquez, natural de aquella ciudad, que parió á don Fernando Colon, que salió de mucha virtud y letras. Tratando con varios hombres, se encontró con uno natural de la villa de Gelves, español y nacido allí, que le descubrió (según dice Garcilaso), esta navegación, y que habia otras tierras y gentes sin descubrir. El don Fernando, por poca hebra que le dieron, como hombre de buen talento, fué sacando el ovillo con fuerza de razones y algunas señas que él buscaba de cosas que habían aportado de estas Indias con la fuerza del mar y vientos, aunque tan lejos algunas partes de las costas de las islas y Tierrafirme de España, como unos pedazos de guaduas y otras. Cargó el juicio en el caso, y pareciéndole posible, se determinó á comunicarlo con los Príncipes, á cuyo abrigo y poder se podía poner en efecto; fué lo primero á los de su patria, como tenia obligación, y proponiendo á la Señoría de Genova, lo tuvieron por sueño. Probó la mano con el Rey de Portugal don Juan el II, y aunque lo oyó, no tuvo efecto, porque el Rey andaba entonces metido en el descubrimiento de las cosas de África. Con esto envió á su hermano, don Bartolomé Colon, á tratar el caso con Enrique VII, Rey de Inglaterra, que tampoco se hizo por allí nada; y entre tanto don Cristóbal se salió de Por- tugal con intentos de tratarlo con los Reyes católicos, que entonces estaban en Córdoba, aportó á Palos de Moguer con la caravela que salió de Portugal; y llegando á la Rábida tomó conocimiento con el guardián (que era del Convento que hay allí de nuestra Orden), (CAP. XIV.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIEERAFIIUIE. » 29 que se llamaba Fray Juan Pérez de Marchena, hombre docto y bien entendido en Cosmo- grafía, á quien comunicó sus intentos en buena hora, pues este Padre fué el principal ins- trumento para que tuviera efecto el descubrimiento de las Indias, por la diligencia que puso con la Reina, á quien habia confesado muchas veces; y así, animando á Colon en sus deseos, por ser ya los mismos los del Religioso, él puso brio para que fuese á los Reyes católicos (como lo hizo), dejándole en su Convento y amparo á su hijo don Diego Colon, que era aún niño. Llegó á la Corte de los Reyes católicos, y proponiendo el negocio, después de cinco años que se gastaron en ventilarlo, con más contradicientes que aficionados, maudaron los Reyes se le respondiese á don Cristóbal que no podían por entonces emprender nuevos gastos, pues los que tenían en las guerras (y en particular en la conquista de Granada), eran excesivos: fué nueva la tristeza que tomó de esto, con la cual fué á Sevilla, y ha- ciendo proponer el negocio al Duque de Medina Sidonia, y aun dicen que al de Medina Celi, no sirvió sino de mayor enfado á Colon, con lo cual se determinó escribir al Rey de Francia (como lo hizo) con intención de ir allá, y si no lo admitía, pasar á Inglaterra á tratarlo y buscar á su hermano, de quien estaba con cuidado por haber días no sabia de él. No tenia Dios guardada esta empresa para otros menos que los Reyes de Castilla; y así, tomando por instrumento al Padre Fray Juan Pérez de Marchena, le puso eficacia en sus palabras para que persuadiese á Colon el no ir á Francia, cuando desde Sevilla volvió á Rábida por su hijo don Diego, y comunicó al Padre guardián lo que habia pasado, el cual, para informarse mejor de los fundamentos de Colon, llamó á García Hernández, médico y filósofo, y habiéndolos conferido todos tres, quedó el García Hernández satisfecho. Con lo cual, y con el deseo'que tenia el Padre Fray Juan de que tuviese efecto lo que se inten- taba, y con el mucho conocimiento que tenia de él la Reina, escribió una carta diciéndole con mucha claridad la sustancia del caso. La respuesta fué que fuese el Padre Fray Juan á la Corte (que ya estaba en Santafé sobre el cerco de Granada), que dejase á Colon en Palos con buenas esperanzas. Fué el Padre Fray Juan, y viéndose con la Reina, le supo decir tales palabras, que la persuadió á venir en el descubrimiento, y así le envió luego á Colon, la Reina, con Diego Prieto, vecino de Palos, veinte mil maravedís en florines, para que fuese á la Corte, á donde fué, y se trató del negocio: y aunque hubo hartas contradiccio- nes, fué tanto lo que pudo con la Reina el Padre Fray Juan Pérez de Marchena, á que ayudaron mucho Alonso de Quintanilla y Luis de Santagel, Escribano de Raciones de la Corona de Aragón, que al fin se vino á resolver y determinar se hiciese el viaje y descu- brimiento por cuenta de los Reyes de Castilla, agradeciendo la Reina el consejo que le daban en conceder la empresa que Colon pedia; y al fin, hechas las capitulaciones en siete de Abril del año de 1492, se trató luego de ponerla en ejecución, después de ocho años que andaba tratando de ella. El Padre Fray Juan Pérez se volvió á su Convento desde la Corte, dejando ya el negocio asentado, y á don Cristóbal, haciendo las capitulaciones con sus Altezas, y hechas con todos los despachos necesarios y cartas para todos los Reyes del mundo, en recomen- dación de su persona, se partió Colon de la Corte (que estaba ya en Granada) á doce de Mayo del año dicho. Vino á Palos por parecerle lugar acomodado para disponer su viaje, por la buena gente de mar que allí habia para lo que habia menester, aunque por ser una cosa tan nueva lo que se intentaba, poco habia no lo rehusasen, con que se viera en más dificultad Colon de hallar gente acomodada, si su amigo el Padre fray Juan Pérez no le ayudara en todo su despacho, disponiendo los ánimos de los marineros y los demás á emprender la jornada de que siempre se prometió felicísimos sucesos, que parece se los daba á entender su espíritu, con que no perdonó grandes ni menudas diligencias; pues las hizo entre Reyes y gente humilde, viendo que todo era. menester. De manera que á este buen, padre de mi sagrada religión se debe el cuidado (como á hijo de tal padre que deseaba convertir á Dios todo el mundo) y solicitud para la última resolución del descu- brimiento de estas Indias, que no es poca gloria la que se le aumenta á nuestra Apostólica religión con esto. Al fin con estas buenas ayudas de costa en las negociaciones, y las que los Reyes católicos le dieron en dinero, y dos caravelas que le mandaron dar en el pueblo de Palos, comenzó don Cristóbal á disponer su viaje armado de más de las caravelas que se llamaban la una la Pinta, y la otra la.Niña, otra nave llamada Santa María; y ayudándose de dos hermanos Pinzones, gente rica en aquel pueblo, que fueron por Capitanes de las dos so FRAY PEDRO SIMON. (CAP. XV). «aravelas; y proveyendo las naves para un año de todo lo que era menester para noventa hombres que se embarcaron en todos, los más naturales del pueblo de Palos, se hizo á la vela á tres de Agosto del año de mil y cuatrocientos y noventa y dos; de donde se conoce ■cuan sin fundamento habló Enrico Salmuth en las anotaciones que hizo (de que están vedadas muchas cosas por la Santa Inquisición) á Pancirolo, diciendo que Colon salió de Cádiz á este descubrimiento por orden de los Reyes de Portugal, tit. i. de Novo Orb?; como lo que dice en otra parte, llamando á los cocos también cacaos, pensando por ventura •es todo uno, y por no haber visto ambas cosas no saben la gran diferencia que tienen. Fueron caminando con bueti viento, toparon con las Canarias (dichas así cuando se ganaron por los muchos perros que hallaron en ellas) y pasando adelante fueron siguiendo su derrota, notando Colon las señales que habia en la mar, aires, temples y alturas tras cada paso, no sin aflicciones por las que llevaba la gente, viéndose tan enmarados, que ningún hombre en el mundo se sabia hasta entonces lo hubiese estado tanto. Remediólo el Señor todo dando salida á ellas en las mayores angustias que llevaban, con que viese don Cristóbal Colon el primero, y luego otros de su nave Santa María, una lumbre encendida, un jueves en la noche, dos horas antes de la mitad de ella, á once de Octubre de 1492, y á la mañana viernes se descubrió la primera tierra, que fué una isla de quince leguas de largo; que viernes habia de ser el dia en que se les apareció á estos indios tanto bien como la luz evangélica, como también fué viernes el en que se obró su salud y la de todo el mundo en el Ara de la Cruz. Saltaron en tierra con estandarte real tendido, que era el que se dio para la empresa,'con una Cruz verde, con ciertas coronas, y los nombres de los Rejres católicos; besaron la tierra en señal de humildad, y dieron gracias á Dios por el suceso, y tomaron posesión de ella en nombre de los Reyes católicos, por la corona de Castilla y León. Púsole por nombre Colon á la isla San Salvador, como ofrecién- dosela en primicias del fruto que después por su mano y sumo poder se fué descubriendo y cogiendo. Los indios la llamaban Guanahami, que después llamaron de los Lucayos. Está en veinte grados de altura á la banda del Norte, y novecientas y cincuenta leguas de las Canarias; hallóse en treinta y tres dias de navegación desde ellas. Luego los castellanos recibieron á Colon por Almirante y Viso rey, porque estaba así en las capitulaciones. Estaba poblada de muchos indios, que los recibieron con muestras de gusto, y con el mismo les daban lo que tenían de sus comidas, algodón, papagayos y frutas, y los castella- nos les daban bonetes colorados, espejos, cascabeles y otras cosas con que quedaban muy regocijados. Dieron noticia á Colon que hacia la parte del mediodía habia más tierra y un señor grande. Trató luego á catorce de Octubre dar velas é irla á buscar, y hallando otras islas les puso por nombro la Concepción, Fernandina y la Isabela. Halló después la gran isla de Cuba y púsole Juana. Después halló la isla Caribana, que le puso la Española; aun- que no falta quien diga se llamaba Haití y Quisqueta; y debió de ser que como era tan larga, tenían puestos diversos nombres á diversas partes de ella. Allí se introdujo entre los castellanos este nombre, bohío, porque lo nombraban muchas veces los indios; y no sabien- do ni entendiendo lo que querían decir, por algunas conjeturas les pareció querían signifi- car sus casas; y así se ha quedado en todas las Indias á las casas de pajas, sean de indios ó españoles, llamarles bohíos. CAPÍTULO XV. I. Vuelve Colon á Castilla á dar cuenta de lo descubierto. Vuelve otra vez y la tercera á las Indias, y descubre otras islas y la Tierrafirme, á quien sigue Alonso de Ojeda—II. Arman también navios otros y vienen desde Castilla por los mismos rumbos que Ojeda y llegan y corren la Tierrafirme— III. Fueron costeando estos postreros al Poniente hasta que hallaron indios armados con mues- tras de querer defender sus tierras—IV. Con que se determinaron volverse por los mismos pasos la costa en la mano al Oriente. ^ DEJANDO algunos pueblos en la Española coa la gente que le pareció y llevando algu- na otra y drogas que halló en ella y algunos indios, tomó Colon la vuelta á Castilla á dar cuenta del descubrimiento á los Reyes católicos, á donde llegó, con que fué general el gusto que se tuvo en toda España; llamóle India por las razones dichas; dieron los Reyes cuenta al Papa Alejandro VI del descubrimiento. Hizo el Almirante segundo viaje con que des- cubrió otras islas vecinas á las descubiertas el año de 1493. En esta segunda vuelta de (CAP. xv.) NOTICIAS HISTORIALES Ó CONQUISTAS DE TIERRAFIRME. 31 Colon á las Indias se vino con ¿1 trayendo en su compañía otros religicsos también de nues- tro hábito, su nmy amigo el padre fray Juan Pérez, que como quien habia sido el principal instrumento para que Colon no desmayara en proseguir este descubrimiento de las Indias, quiso ser el primer sacerdote que le acompañó en ellas y el primero que las pisó, y el pri- mero que edificó iglesia y dijo misa en e^tas tierras de estos infieles; porque luego que llegaron á la isla Española (que también se llama de Santo Domingo por la ciudad que en ella hoy está fundada, que la llamó así Colon, que la fundó por darle el nombre de su padre que se llamaba Domingo), luego hizo el padre fray Juan Pérez le hiciesen una igle- sia donde él dijo la primera misa y moró algunos dias con sus compañeros hasta que se fueron dividiendo por los pueblos que se iban conquistando, doctrinando y bautizando los indios. De manera que de nuestra Apostólica religión fué el que acabó de persuadir y apear las dificultades que se oponian al descubrimiento de estas tierras : y el primer sacer- dote que hubo en ellas y la primera misa que se dijo y la primera iglesia que hubo Gonzá- lez in Chronica. in Provincia sanctoe Crucis. Volvió Colon después á Castilla y después otra vez tercera navegación á las Indias el año de 1498, y entonces descubrió la isla Trinidad, bocas del Drago, que son el desagüe que hace en el mar del Norte el rio Orinoco y la Tierrafirme que le puso Marcapana, aunque uo se determinó por entonces si lo era, ó isla, por haber hallado en el primer viaje unas tan grandes que la Española tiene ciento y cin- cuenta leguas de largo, Leste ó Este, y de ancho cuarenta, de vojo más de cuatrocientas; y la de Cuba, que es lo mismo, si no es mayor, con que pudo entender aquella tierra también era isla, pero al fin era Tierrafirme. Corrió la costa al poniente hasta la punta de Araya ó Cumaná, que todo es un paraje. Puso la proa desde allí á la banda del Norte, donde descu- brió luego aquellas famosas islas Cubagua, Cochen y la Margarita, que han sido tres alho- ries de perlas, pues se han sacado de ellas más de dos millones, aunque ya por ahora eso ha cesado. Desde allí volvió á la Española el mismo año de mil y cuatrocientos y noventa y ocho, en el de noventa y nueve, con licencia del Obispo Juan Rodríguez de Fonseca, que tenia entonces á su cargo los despachos de las Indias, y no con la de los Rej*js, armó navios el capitán Alonso de Ojeda, natural de la ciudad de Cuenca, y trayendo por piloto á Juan de la Cosa Vizcaino y á Américo Bespucio por mercader. Vino navegando y en veinte y siete dias dieron vista á la Tierrafirme que el Almirante don Cristóbal Colon habia descu- bierto. Fuéronla costeando la vuelta del Poniente, saltando en tierra muchas veces, y viendo los puertos que hallaban por la tierra que ya habia descubierto don Cristóbal. Llegaron á Paria y habiendo corrido doscientas leguas de costa, pasaron adelante hasta Coquivocoa y cabo de la Vela, que le puso este nombre Ojeda entonces, y desde allí revolvió á la Espa- ñola. En esta costa cuenta Herrera, Dec. I, lib. 4 с. Щ que vive infinita gente de indios en diversas partes con diversas costumbres ; cosa que -parece corria ya por mi cuenta con- tarla, por comenzar desde aquí mi historia, como lo rjticiera si no las hallara contadas en Herrera y otros, porque me parece ser excusado tratar áe propósito lo que otros han trata- do, sino es en cuanto no puede excusarse para añudar el hilo de la historia que pretendo: no obstante que pudiera hablar por vista de ojos de torio muy por menudo desde la Mar- garita, punta de Araya y Cumaná hasta Coro, que es la mayor y más principal parte de esta costa y tengo notados los yerros y aciertos que dicen loi pocos que han escrito de ella. La fama (que pintan con muchas plumas y ligero vuelo) lo dio en pocos dias por muchas partes del mundo, publicando los descubrimientos de la tierra nueva de estas Indias y riqueza de ellas, por las muestras de perlas y oro que el Almiranto habia llevado y en- viado á España, con que toda ella se alborotó y llenó de brios para venir á ver las gran- dezas que se publicaban. Estas sonaron con mayor estruendo en todos los puertos y puertas de España, que miran á las partes de estas tierras, como son los que están en el Andalucía. Y así con este ruido y el que hizo Alonso de Ojeda en la partida de su viaje, se alentaron muchos á hacerlo también, «como en especial (entre los demás) sabemos lo intentó y salió con ello un Pedro Alonso Niño, vecino de Palqs^> de Moguer, el cual habida licencia del

Rey para hacerlo, con condición que no sur^flfe su navio, ni faltase gente en tierra, con

cincuenta leguas de la tierra que habia descubierto D. Cristóbal Colon, trató con Luis

Guerra, vecino do Sevilla, que le armase un navio, por no hallarse él con caudal para lo quo

era menester en la armazón. Acudió con gusto á esto el Guerra, con condición (entre otras)

que su hermano Cristóbal Guerra viniese por Capitán. Pusieron en la partida la diligen-

cia posible, é hiciéronse á la vela pocos dias después que Ojeda, y siguiendo sus mismos

rumbos, llegaron pocos dias después de él á la tierrra de Paria, donde no reparando en

32

FRAY PEDRO SIMON.

(CAP. XV.)

lo que habían capitulado con el Rey, saltaron en tierra] y cortaron algún brasil; y vol-

viendo á navegar la costa abajo, la vuelta del Poniente, tocando en la Isla Margarita, y

en la de Cochen y Cubagua que están en medio de la Margarita y la Tierrafirme, rescata-

ron buena cantidad de perlas con los naturales. Prosiguiendo la costa, tocaron en la punta

de aquella famosa salina de Araya que llaman Ancón de refriegas; y la boca del golfo de

Cariaco, el rio y bahía de Cumaná, pasaron seis ú ocho leguas más adelante, al paraje que

llaman Cumanagoto, navegando por entre la Tierrafirme y las Islas del Pirita, bien desa-

provechadas á todo servicio humano; fuera de que sucede allí una cosa maravillosa, que

suelen echar cabras en ellas con sus padres, y no teniendo las Islas más agua que la que

llueve, ni otros árboles que algunos cardones y mangles, y alguna yerbezuela, se sustentan

con esto y agua de la mar, y se aumentan como espuma. De manera que de cuando en

cuando entran á hacer matanza de ellas para corambre (que la tienen por grangería) los

españoles; como en especial se ha visto con abundancia de este¿ganado en Isla Blanca, ocho

ó diez leguas de la Margarita á la banda del Norte.

Hallaron en este paraje los nuestros muchos indios desnudos, que sin temor se

venían á los navios trayendo muchas perlas al cuello, narices y orejas, que las daban con

mucha liberalidad por cascabeles, manillas, sortijas, alfileres y otras cosillas hechas de

latón. Montaron desde allí el Morro de Uñaré y dando vista á lo que ahora es la Guaira,

puerto de la ciudad de León ó Caracas, y más adelante el golfo de la Burbarata, puerto

de Chichirivichi y golfo Triste. Llegaron al paraje donde ahora es Coro, cerca de la Pro-

vincia que llaman de Venezuela, que está más de trescientas leguas al Poniente de la Isla

Trinidad y Bocas de Drago. Aquí también hallaron mucha gente, hombres y mujeres, que

con mucha simpleza venían con sus hijos en los brazos, con quien también rescataron

muchas perlas por alfileres y agujas: aunque sabiendo los indios que aquellos eran instru-

mentos para coser y que no los habian menester, pues andaban desnudos, se reian mucho

de haberlas tomado; si bien se quedaron con ellas por decirles los nuestros que les podían

servir para sacarse las espinas, de que hay buen caudal en toda aquella tierra. Diéronse

á la vela otro dia hasta llegar al paraje de un pueblo de los naturales (dicho Curiana) por

quien después la ciudad que se pobló allí cerca se llamó Coro; y habia llegado la fama de

los rescates que se habian hecho en los otros indios á estos de Curiana; apenas habian dado

vista á los castellanos, cuando se llenó la playa de infinita multitud de indios, haciendo

señas llegasen los nuestros, yéndose algunos para ellos en sus canoas y llevando perlas para

Tesoatar de las cosillas de Castilla que habian sabido habian rescatado con sus vecinos. No

dejaron de temerse los nuestros por ver en la tierra tanta gente y no ser ellos más que

33, hasta que conocidas sus simplicidades, no tuvieron por inconveniente meterse entre

ellos; y aun viendo que les daban de comer todo lo que tenían en sus tierras, como eran pan

de maíz, conejos y venados, que los hay por allí muy buenos, ánsares, añades, pescado con

abundancia, se estuvieron entre ellos reformando veinte dias, en los cuales pudieron cono-

cer por los venados que era Tierrafirme, pues no se habian hallado en ninguna Isla. Tenían

estos indios sus mercados ó ferias. Servíanse de tinajas, cántaros, ollas, platos y escudillas

y otras vasijas de diversas formas, todo de tierra sin vidriar. Précianse de traer entre los

collares de perlas ranas y otras sabandijas hechas de oro, mal formadas, y preguntándoles

dónde se hallaba aquel oro, dijeron que seis soles de camino, que son seis dias. Determiná-

ronse ir allá con su navio hacia la parte que les señalaban, que era la Provincia de Curiana

Cauchieto, á donde también les salió mucha gente que con mucho seguro se entraban en

el navio, llevando también algunos perlas y joyas con que rescataban las cosas de Cas-

tilla, aunque no eran tan liberales en dar las perlas como los de Curiana, pero dieron al-

gunos papagayos de diversos colores y muy hermosos gatos paules.

Siguieron su viaje há< ;ia el Poniente y á pocas leguas hallaron indios también des- nudos que serian hasta dos mil hombres armados de flechas y arcos con brios de defender su tierra y que no saltasen en ella ; y así dejándosela en paz y pareciéndoles no ponerse en más peligros con más de 150 marcos de perlas que ya llevaban