En carta memorial á S. M., escrita en el Cuzco á 4 de marzo de 1572, declara el mismo Sarmiento lo que dejo afirmado, y
ademas, que era el autor de la Historia de los Incas á que el virey Toledo se refiere.
Libro: “Tres relaciones de Antiguedades Peruanas”. – Madrid, 1879.
“Yo fui, dice, total causa y instrumento de que con la
parte de talento que Nuestro Señor me comunicó de in-
dustria y letras, especialmente de’las matemáticas, aunque
pocas, supe de muchas tierras incógnitas hasta mí no des-
cubiertas en la mar del Sur, por donde muchos habían
probado arrojarse y nunca se habían atrevido; y lastimán-
dome de que tan gran cosa como allí hay se perdiese por
falta de determinación, di dello noticia el año de 1567 al
licenciado Castro, gobernador que á la sazón era deste
reyno del Perú, ofreciéndome á descubrir muchas islas en
el mar del Sur, si favorescia para ello; y el licenciado Cas-
tro me lo tuvo en servicio en nombre de V. M. y prometió
de favorescer este negocio, conforme á la comisión que
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para ello de S. M. tenia, é yo lo acepté é aáí quedó el ne-
gocio contratado. Y puesto que á mí se me ofreció la em-
presa y total gobierno de la armada, yo insistí se enco-
mendase á Alvaro de Mendaña, sobrino del licenciado
Castro, para obligalle á que favoresciera con más calor el
negocio, é yo tomé á mi cargo el trabajo é industria del
descubrimiento y navegación con título de capitán de V. M.
de la nao capitana, en mar y tierra, y con particular ins-
trucción de que en la navegación no $e mudase ni tomase
derrota si no fuese consultada conmigo; y aunque á los
principios se hizo así, por sus fines, Mendaña y el piloto
mayor [Hernán Gallego] procuraron obscurecer mis servi-
cios; así, por esto, no quisieron tomar la primera tierra que
yo descubrí 200 y tantas leguas de Lima en 14o, que son
las islas llamadas Auachumbi y Ninachumbi, á donde fué
Topa Inga Yupanguij como en la Historia de los Ingas del
Perú verá V. M., antes desgarraron y fueron descayendo
de altura 40 y tantos dias, haciéndoles yo muchos reque-
rimientos y el maese de campo, Pedro de Hortega, junta-
mente conmigo, en vuestro Real nombre, que volviesen á
subir en altura la vuelta del Sur, á donde quedaba todo el
golpe de tierra en cuya demanda yo iba, y nunca quisieron
venir en ello por sus conciertos de entre el general y el pi-
loto, que era volver después sobre la tierra y decir que la
habian descubierto por su industria y no por la mía; aun-
que después se pareció clara otra mayor maldad, y fué, que
públicamente [dijo] el piloto mayor que su intento habia
sido desgarrar de todo el descubrimiento de tal manera,
que les fuese forzado ir á las Filipinas y Moluco á hazer
rescate, á donde, si fuéramos, forzosamente perderíamos
el armada y las vidas.
Mas, Nuestro Señor, que era el procurador de tan gran
negocio como este, no permitió tal cosa y los trajo á nece-
sidad de que se tuviesen por perdidos del todo, y le fué
forzado al general venir á mí á rogarme que, por amor de
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Dios, no mirase á cosas pasadas, sino que enderezase el
camino, si fuese posible, porque ya el piloto iba descon-
fiado de poder alcanzar una ni otra tierra; y así, por
servir á Dios y á V. M. y remediar las vidas de los que
allí íbamos, mandé gobernar al Oeste quarta del Sueste,
y dentro del término que yo les di, fué Dios servido de
mostrarnos la isla del Nombre de Jesús, de la cual nos sa-
lieron gentes á ver y hablar; y tampoco la quiso tomar
con poca ocasión que tuvo de un viento Noroeste, y así la
dejaron á gran despecho de toda la gente por dejar lo que
tanto habíamos deseado; y de allí tornaron á descaer se-
gunda vez á 6o, á donde nos hubiéramos de perder en unos
bajos que pusimos nombre déla Candelaria, por descubrillos
en la víspera de tal fiesta. Desde aquí volví á mandar gober-
nar al Oes-sudueste, y por esta derrota, descubrí la isla de
Santa Isabel del Estrella, llamada en su lengua Atoglu, desde
la cual se descubrieron todas las demás, á donde yo hice el
primer descubrimiento por tierra y descubrí muchas gran-
des provincias de muchos tauriquíes, que así llaman á los
señores de aquella tierra; y de aquí fuimos á las otras islas,
de las quales no trato lo que en ellas se hizo, por haberlo in-
viado particularmente en relación grande á V. M., aunque
no sé si ha llegado á lograrse.» Sigue narrando las peripe-
cias del viaje y las maldades y traiciones que, dice, cometie-
ron con él Mendaña y Hernán Gallego, hasta tomar de arri-
bada el puerto de Colima; donde, por haber querido hacer
información judicial de todo lo sucedido, aquel le prendió y
tomó todos los papeles y relaciones, cartas y contratos y los
rompió. • Y después, en el puerto de Realejo de Nicaragua,
continúa Sarmiento, procuré hacer otra probanza para en-
viar á V. M., para que fuese informado de todo, y por esto
alborotó el pueblo; y yendo yo á dar dello razón á vues-
tro gobernador, once leguas de allí, se hizo á lávela huyen-
do y me dejó, y me trajo mi hacienda y se vino al Perú.
E yo quise ir á dar razón á V. M. á España desde Nica-
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ragua, mas déjelo de hacer, porque á la sazón vino don
Francisco de Toledo por virey, el qual fui á ver al Perú y
á dalle quenta en vuestro real nombre de todo lo subcedi-
do en esta jornada; y así vine al Pirú, y en la cibdad de
Los Reyes le di quenta de todo, y delante del nos careamos
Mendaña é yo, y lo mismo hice en vuestra real Audiencia,
y di quenta de mi cargo y real hacienda que llevé enco-
mendada, á los oficiales reales. Y queriendo después desto
ir á dar personalmente quenta á V. M. de todo lo subce-
dido, vuestro visorey me mandó le sirviese en esta visita ge-
neral, y por esto, paresciéndome que en ello servia á V. M.
tanto ó más que en lo pasado, no le pude perder vergüen-
za; y así he venido hasta esta cibdad del Cuzco, dando tra-
zas en las reducciones de los indios conforme al antiguo
y moderno sitio, sacando la descripción particular de todo
y haciendo la Historia de los Yngas é prosiguiendo por otras
cosas tocantes á dicha visita.» Concluye instando á S. M.
mire el negocio de las islas y resuelva pronto en él, ty para
el caso, añade, yo me ofrezco de servir y descubrir este
mar del Sur y lo que en él hay, que es de mucha importan-
cia;» A pesar de lo cual, ni el negocio de las islas se re-
solvió hasta el año 1595, ni él fué el encargado de prose-
guirlo. Los vientos veleidosos de la fortuna le echaron por
otros rumbos; y casualmente, por los tiempos en que llo-
raba sangre y sudaba congojasen el Castillo infernal, como
él llamaba á su prisión de Mont-de-Marsant, esperando
á que el Rey le librara sus atrasos para pagar el rescate
que le exigía el Bearnés, entraba en Lima el virey que ha-
bía de ayudar á su enemigo y rival Alvaro de Mendaña eñ
la segunda jornada á las islas de Salomón.
Con posterioridad á aquella carta, en una relación de su
viaje á la población del Estrecho de Magallanes, en com-
pañía de Diego Florez de Valdés, hecha en el Escorial á
15 de setiembre de 1586, vuelve á nombrar su Historia de
los Incas, con motivo de uno de sus frecuentes altercados
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con Diego Flores, en que este hubo de exclamar enfa-
dado: iNo sé con qué título tiene 6 puede tener [el mo-
narca de España] el de rey de las Indias.» • Y viendo Pedro
Sarmiento, dice él mismo, una brutalidad tan grande y
más en hombre grave y criado de V. M. y tan obligado á
su real servicio, se admiró; y queriéndole enderezar por
obligación, cada vez se exasperaba más, y dándole paten-
tes todos los títulos que V. M. divinos y humanos tiene á
las Yndias, como Fr. Francisco de Vitoria en sus relaciones
escribe, y otras muchas más que yo averigüé cuando hize
la provanza en el Pirú de las vehetrías antiguas de aque-
llas partes y tiranía de los Yucas de ellas, de que envié á
V. M. Historia antigua por escrito y pintura, por mano del
virey D. Francisco de Toledo, mayordomo de la real casa
de V. M., tan curioso como diligente en el amor y servi-
cio de V. M. y aumento de su real corona; de que es tes-
tigo el Dr. Pedro Gutiérrez, oidor de su Real Consejo de
las Yndias, que no menos trabajó en paz y guerra y visitas
generales durante el virreinado del dicho D. Francisco de
Toledo. Trajo estas claridades Hierónimo Pacheco, cria-
do de dicho virey, año de 72.»
La traza y pintura de los cuatro paños que enviaba el
virey Toledo, y en las cuales tuvo tanta parte Sarmiento,
se hallan descritas en una información mandada instruir
por ese mismo virey en el Cuzco y enero de 1872, en la
cual certifican de su exactitud y verdad, como peritos 37,
indios principales antiguos de los ayllos ó linajes de 12 In-
cas, y el licenciado Polo de Ondegardo, corregidor del Cuz-
co, Alonso de Mesa, Mando Sierra de Leguizamo, Juan dé
Pancorbo y Per Alonso Carrasco, de los primeros con-
quistadores. tEstaban escriptos y pintados en los quatro
paños, dice el escribano Alvar Ruiz de Navamuel, los
bultos de los ingas con las medallas de sus mugeres y ay-
llos; en las cenefas la historia de lo que sucedió en tiempo
de cada uno de los yngas y la fábula y notables que van
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puestos en el primer paño, que ellos dicen de Tambo Toco,
y las fábulas de las creaciones de Viracocha, que van en
la cenefa del primer paño, por fundamento y principio de
la historia, cada cosa por sí distintamente escripto y seña-
lado de la rúbrica de mí, el presente secretario; y la de-
claración y prevención para la inteligencia de la historia,
y los rumbos y vientos para la. demarcación de los sitios
de los pueblos, ques puesto por el capitán Pedro Sarmien-
to.» Y los indios anadian después en su declaración, «que
todo lo antecedente estaba conforme con la Historia gene-
ral que de los dichos ingas el capitán Pedro Sarmiento ha
fecho por las memorias y relaciones destos dichos testigos
y otras de muchos indios principales, etc.»
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