Педро Сармьенто де Гамбоа. Путешествия к Магеллановому проливу.
PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA. VIAJES AL ESTRECHO DE MAGALLANES.
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Педро Сармьенто де Гамбоа (исп. Pedro Sarmiento de Gamboa; 1532—1592) — испанский исследователь, путешественник, мореплаватель, солдат, писатель, поэт, историк, ученый (астроном, космограф, математик) и гуманист XVI века. Яркий представитель типа «универсального человека» (лат. homo universale) — идеала эпохи Ренессанса. Участвовал в открытии Соломоновых островов. Губернатор земель у Магелланового пролива.
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Pedro Sarmiento de Gamboa fue sin duda uno de los más cultos cronistas de América. Hombre de acabada formación académica y dotado de una sobresaliente inquietud científica, unió a tales dotes intelectuales la atracción por la aventura.
Este conjunto de características e inclinaciones personales, definen a uno de los más atrayentes personajes de la hispana proyección en el Nuevo Mundo.
Como cronista, fue mucho lo que escribió, fruto de sus viajes y de sus investigaciones en el medio peruano. Pero de sus obras, la que con él mejor se identifica es este relato de su primer viaje al Estrecho de Magallanes, en el que brillan a la vez el experto marino, el científico minucioso y el ingenioso escritor.
Otros navegantes, antes que él, cruzaron el paso austral. Pero todos lo hicieron desde el Mar del Norte. Sarmiento fue quien halló la boca occidental del Estrecho, que quedó registrada con precisión así como los accidentes magallánicos y las particularidades de los diversos fondos del caudal del austro americano.
Esta Relación y Derrotero es, pues, la expresión del descubrimiento intelectual del Estrecho de Magallanes, doble hazaña -científica y marinera-, inscrita en una ruta de sentido inverso a las que normalmente se practicaban en aquel tiempo, y que en este libro de bitácora aparece descrita en su totalidad. Cuanto en la crónica se relata es fresca noticia anotada cada día, lo cual constituye condición singularizadora del relato, compuesto en paralelo con el trascendental viaje, que se realizó en los años 1579-1580, cuando en los dominios de la España filipina -a ello contribuyó Sarmiento- no se ponía el sol.
VIAJES AL ESTRECHO DE MAGALLANES
EDICIÓN DE JUAN BAUTISTA
Relación y derrotero del viage y descubrimiento del estrecho
de la Madre de Dios antes llamado de Magallanes 29
Relación del primer descubrimiento 71
Segundo descubrimiento 83
Tercer descubrimiento 96
RELACIÓN Y DERROTERO DEL VIAJE Y DESCUBRIMIENTO DEL ESTRECHO DE LA MADRE DE DIOS – ANTES LLAMADO DE MAGALLANES
Introducción
Pedro Sarmiento de Gamboa, según Amancio Landín, uno de sus más reputados biógrafos, nació en Pontevedra, hacia 1532. Julio Guillén –el marino-académico–, por su parte, dice que es posible fuera Colegial Mayor en la Universidad de Alcalá de Henares, ciudad que fue –asegura– cuna del gran marino español. Este, no ha dejado aclarada la duda sobre su origen geográfico, pues afirmó ser natural de ambos lugares. Mas sí se puede asegurar que uno y otro –la Pontevedra de sus mayores, la Alcalá en cuyas aulas, sin duda, estudió–, influyeron en él determinantemente, forjando al navegante, al científico y al escritor, que todo eso fue, y de manera sobresaliente, Pedro Sarmiento de Gamboa.
Duró sesenta años su esforzada existencia, rendida en el mar como Almirante de la Guarda de indias, al servicio de su rey don Felipe II, ante el que jamás exhibió el menor afán de medro personal, y sí, en cambio, una lealtad a toda prueba, demostrada en hechos y en documentos.
Su Historia Indica, magnífico tratado antropológico, quedó, en efecto, nublado, por la intencionalidad política a la que se atuvo, de acuerdo con las instrucciones recibidas –y cumplidas– del representante real el virrey don Francisco de Toledo. Como marino –afirma, muy certeramente,Julio Guillén– jamás tuvo compañeros de su altura ni de su espíritu. Seguidor infatigable de los mandatos recibidos, chocó siempre con aquellos de feble temperamento o tibios en el cumplimiento de lo ordenado: En 1567 –escribe el mismo autor– Álvaro de Mendaña desdeñó, en deservicio del Rey, los más de sus consejos; Juan de Villalobos le desertó; sus pilotos y marineros fueron vencidos por las penalidades y sufrimientos, tratando de hacerle desistir de embocar el estrecho, mas él, insistió magnífico en proseguir, de la cruz a la firma, las órdenes del Virrey, Toledo.; en 1582, por fin, el inepto y bilioso Flores de Valdés desarticuló una expedición concebida para fortificar Magallanes, demostrando Sarmiento –como después lo realizó Inglaterra– lo que ahora ya se puede denominar estrategia y valor de los estrechos.
Dotado de una profunda formación científica, sus conocimientos geográficos fueron verdaderamente revolucionarios para su época: señaló acertadamente la situación de Australia, a la que llamó la Tierra Grande del Sur, y no erró en la determinación de las corrientes pacíficas australes. Fue el primer hombre que contempló América en su conjunto, y en consecuencia, pionero en diseñar una estrategia para construir una seguridad hemisférica. Su excepcional espíritu crítico quedó de manifiesto cuando exploró, minuciosamente, el Estrecho de Magallanes, accidente que cartografió con toda fidelidad, localizando su boca occidental y, trazando una ruta oceánica digna de figurar en los anales de las exploraciones.
Su carácter fue complicado: apenas tuvo amigos, no se casó. Era sin duda introvertido y se ensimismaba con la reflexión y el estudio. Debió ser su hablar, sin embargo, sugestivo y magnético, pues acertó a influir sobre personajes notables: el gobernador del Perú García de Castro, el rey Felipe 11, el corsario Raleigh, la reina Isabel de Inglaterra, y sobre todo el virrey, don Francisco de Toledo, se sintieron impresionados por la personalidad v el verbo fácil y persuasivo de nuestro personaje, quien, en cambio, siempre tropezó con cuantos se hallaron en su mismo o próximo nivel de autoridad. Fue –dice Javier Oyarzun– inflexible consigo y con los demás, a los que no supo juzgar más que con las medidas que se aplicaba a sí mismo. De ahí su carácter intolerante y realmente intratable. Fue incapaz de soportar las debilidades ajenas, especialmente las de sus superiores, a los que justificadamente exigía una absoluta competencia y dedicación hasta el sacrificio, pero sin saber pasar por alto fallos humanos en casos en que habría sido más fácil y constructivo contentarse con obtener un resultado más modesto que sus aspiraciones. Casi siempre acabó rompiendo violentamente con sus jefes, aunque justo es decir que éstos fueron muchas veces incompetentes o deshonestos.
Su actitud, en cambio, hacia los que de su autoridad dependieron, fue siempre de solícita preocupación, demostrada perseverantemente hasta el último momento de su vida. Es cierto que exigió de sus subordinados conductas rayanas en el heroísmo, para las que sólo una selecta minoría está elegida, pero es también verdad que Pedro Sarmiento de Gamboa predicó con el ejemplo, siendo siempre el primero en el esfuerzo y en el sacrificio.
Quijotesco, siempre fueron trascendentes sus objetivos. Más vale que digan –expresa, cuando por requerimientos de la misión a cumplir, ha de exigir a sus hombres parquedad en el corner–: aquí pasó hambre fulano e hizo lo que era obligado a Dios y a su Rey, que no que digan: por desordenado se consumió y no efectuó a lo que fue enviado. Y a Felipe II, en una ocasión, escribiría: Tengo en más un buen hombre, que muchas riquezas. En el Estrecho, cuando con sus hombres mariscaba para matar la necesidad, se quejaría de las perlas que contenían los mixillones, que no los podíamos comer.
Yo he llamado a Pedro Sarmiento de Gamboa, el hombre del Sur. Él proyectó, magistralmente, las dos flechas expansivas del virreinato del Perú: hacia el Pacífico meridional, de contenido socioeconómico, la primera, y, hacia el Estrecho de Magallanes, de significación netamente estratégica, la segunda. Todos los navegantes peruleros, fueron promovidos por los ideales de Sarmiento, a quien Mario Hernández Sánchez-Barba llama propiamente factor impulsor de la vocación oceánica del virreinato. Así, Juan Fernández, en decidido rumbo hacia el sur, descubriría las islas que llevan su nombre, y más adelante, buscando el continente austral, llegaría hasta una tierra de enorme extensión poblada por gentes de color claro: probablemente, Nueva Zelanda. Así también, Quirós, obsesionado por la idea de hallar aquél, llamaría a la isla mayor de las Nuevas Hébridas Australia del Espíritu Santo, y Luis Vaz de Torres, navegando entre Nueva Guinea y la isla- continente, avistaría el cabo York, extremo septentrional de ésta.
Fue Sarmiento un personaje desdichado: su gran plan de fortificación y poblamiento del Estrecho de Magallanes, habría de ser subvertido y desbaratado por el propio general –Diego Flores de Valdés– a quien encomendó Felipe II la dirección de la empresa como mando adjunto, en equivocada decisión. El tesón de Sarmiento logró situar en el extremo meridional de América a soldados y pobladores, mas, en circunstancia tales, que aquellas gentes acabaron muriendo de inanición. El propio navegante, arrancado por los elementos del paso magallánico, tras intentar desesperadamente materializar una ayuda para sus colonos desde Brasil, desoido por el rey, tendría que emprender viaje a España en demanda de socorro. Puestas las circunstancias en su contra, antes de llegar a Lisboa cayó prisionero de corsarios ingleses, que lo llevaron a Londres, donde sus habilidades diplomáticas –llegó a mantener un largo parlamento con la reina Isabel– acortaron su cautiverio. Cruzando Francia con dirección hacia España, fue apresado por los hugonotes, que lo retuvieron durante tres años.
A lo largo de este encierro solicitó ansiosamente Sarmiento, en cartas dramáticas, auxilio a Felipe II para las pobres gentes del Estrecho. Pero el rey de España centraba entonces su atención en la organización de la Armada cuyo objetivo era la invasión de Inglaterra. Por fin, en 1590, encanecido y desdentado –escribe Landín–, Sarmiento era liberado y llegaba a la corte española. Mas, en aquellos momentos, las poblaciones del Estrecho, vencidas por el hambre y las enfermedades, habían dejado de existir.
Aparentemente, la historia de Pedro Sarmiento de Gamboa es la relación de un fracaso. Mas su memoria está viva en sus escritos y en la estrategia –vigente– que concibió. La gloria crepuscular de este singular personaje, toca en epopeya su frustración, y la de tantos otros que no llegaron a conocer, pese a sus esfuerzos, el triunfo en los hispanos reinos ultramarinos. Fueron éstos muchos más que los que se vieron sonreídos por la fortuna, y la justa fama de Sarmiento es la que merece toda su legión de heroicos malogrados.
Ha trascrito Julio Guillén una reflexión de sir Walter Raleigh –carcelero de Sarmiento en Londres– que es un auténtico homenaje a todos los desdichados, que, invadidos de ideales hispánicos, fueron derrotados en el Nuevo Mundo por los hombres o los elementos:
No puedo menos de alabar la paciente virtud de los españoles. Raramente o nunca nos es dado encontrar una nación que haya sufrido tantas desgracias y miserias como sufrieron los españoles en sus descubrimientos de las Indias; persistiendo, empero, en sus empresas con constancia invencible, lograron anexionar a su país provincias tan hermosas que se pierde el recuerdo de tantos peligros pasados. Tempestades y naufragios, hambre, derrotas, alzamientos, el sol abrasador, el frío, la peste, y toda clase de enfermedades –las ya conocidas, junto a otras ignoradas–, pobreza extrema y carencia de todo lo necesario, han sido los enemigos con los cuales se han encontrado en una y otra ocasión cada uno de sus descubridores.
Piensa Julio Guillén que estas palabras de Raleigh están inspiradas en los maravillosos relatos que Sarmiento le hiciera. También yo.
La crónica
Dejó Sarmiento abundante documentación de su paso por la vida. Además de su copiosísimo epistolario con el rey y sus secretarios, existen varias crónicas principales –firmadas por él mismo– de sus observaciones y viajes: la primera, probablemente de 1569, narra brevemente la expedición que hizo con Mendaña al Pacífico, con poco resultado práctico, y cuya consecuencia fue el descubrimiento de las islas Salomón. La segunda estuvo monumentalmente concebida, y pretendió ser un estudio histórico científico sobre el reino del Perú. Habríase de componer de tres partes: una descripción del medio físico; otra –la conocida, aclara Landín, y probablemente la única concluida– referente al Perú prehispánico, desde los primeros Capac hasta Atahualpa y Huáscar; y una tercera, trataría de los hechos de la Conquista y subsiguientes a ella. Por exigencias políticas, Sarmiento acometió primeramente la segunda parte de esta obra ambiciosa –la que conocemos como Historia Indica–, que concluyó en 1572. Posteriores acontecimientos –la rebelión alto-peruana de los chiriguanos, y su tercera comparecencia ante el Tribunal del Santo oficio– frustraron la conclusión del resto de la obra.
La tercera crónica de Sarmiento es la que relata su viaje de descubrimiento al Estrecho de Magallanes. Las demás –hasta un total de cuatro, datadas en 1582, 1583, 1584 y 1590– narran los sucesos relativos a la expedición de fortificación y poblamiento del Estrecho. Componen la descripción de su fracaso, mientras que la anterior es la expresión de una victoria, y se corresponde con la plenitud vital de su autor.
Esta es la que aquí se ofrece a la reflexión del lector. Es una crónica densa, compacta, minuciosa y completa, consecuencia de un mando ejercido sin limitación. Es, por consiguiente, de todos los que firmó, el texto que mejor define la personalidad del descubridor: acabado modelo –dice Landín– de expresionismo marinero, abarrotado de clásicas formas en las que se vierte el temple varonil de su autor y una fuente inagotable para cuantos busquen la entraña misma del sentir y decir de nuestros viejos mareantes.
En efecto, la Relación es, ante todo y sobre todo, el escrito de un marino, que se ciñe a la finalidad descubridora de la empresa que acomete: constituye por lo tanto un registro exhaustivo de los accidentes y meteorología del Estrecho. Vientos, profundidades, fondos, corrientes, marcas, surgideros, rompientes y, contornos costeros, aparecen en esta crónica señalados con absoluta precisión. Y también la flora, la fauna y los hombres que habitaban aquel rincón del planeta. Con razón Pedro Peralta, en su poema épico Lima fundada, llama a Sarmiento
… nuevo Teseo del austral undoso
laberinto del liquido elemento…
Pero tanta pormenorización no impide que el escritor luzca su estilo, y así el empleo del sinónimo –con preocupada medida–, de la metáfora y, en ocasiones, de la oportuna ironía, amenizan el diario del navegante, haciendo su lectura francamente asequible para el lego en las cosas de la mar.
Pórtico de la crónica son las instrucciones del Virrey, tan abundantes en detalles técnicos que hay que pensar que Sarmiento las inspiró y don Francisco de Toledo –quien siempre demostró absoluta confianza en el marino– las firmó. Nada queda en ellas al azar, y de su exacto cumplimiento da fe el subsiguiente relato de la aventura, a lo largo de la cual Sarmiento no sólo obedeció a la autoridad virreinal: también se obedeció a sí mismo.
Para garantizar de aquélla un testimonio escrito, ordenó el virrey que se hicieran cuatro copias del diario: una, que retornaría al Perú, vía marítima, desde la entrada oriental del Estrecho; otra que ha de quedar a la Justicia de Río de la Plata para enviar a Su Magestad; una tercera, que llevaría a Lima el soldado que acordéredes, por tierra, vía Tucumán; y la cuarta, debía ser entregada personalmente a Su Magestad, con la dicha Relación y el despacho que lleváis mío, para presentar las dichas Informaciones, Relaciones y Descripciones autorizadas en la forma que dicha es, y a informar de palabra con testigos del hecho, para que Su Magestad mande y provea en todo lo que más fuere servido para la prevención y seguro de aquella Entrada…
La defección de Villalobos alteró estos cuidadosos planes documentales que Sarmiento, dotado de auténtica inquietud científica, cumplió empero a rajatabla, si bien no pudo detenerse en Río de la Plata porque las corrientes sacaron su nave a mar abierto. Se trajo, pues, tres copias de su crónica a España, remitiendo la cuarta con un patache alquilado a sus expensas, desde Cabo Verde a Lima, vía Panamá.
Esta crónica del viaje glorioso de Sarmiento se compone de varias secuencias: abarca la primera desde la salida de El Callao el 11 de octubre de 1579, hasta la llegada al golfo Trinidad, a 50ºS, donde la costa chilena, desbaratada en un laberinto de tierras y aguas, anuncia la proximidad del Estrecho; la segunda se subdivide a su vez en tres períodos, que se corresponden con las exploraciones que realizó el navegante en busca de las posibles bocas –principales o secundarias– que pudieran conducir al canal interoceánico. Estos recorridos, son un ejemplo de pericia marinera, de probado valor y de lealtad al mandamiento recibido (… procurad con vigilancia saber todas las Bocas que tiene el dicho Estrecho a la entrada por esta mar, le había ordenado el virrey). Al cabo de ellos llegó Sarmiento a la conclusión de que, para navíos de porte, sólo había una entrada practicable, y por eso se lanzó a su búsqueda saliendo al mar abierto (fue entonces cuando Villalobos dio popa al riesgo y a la gloria) y embocándola con admirable precisión. La tercera secuencia abarca el resto del viaje: la travesía del Estrecho –durante la cual investigó, siempre fiel a las instrucciones de don Francisco de Toledo, las posibles salidas del paso–, la desembocadura en el Atlántico y la ruta hacia España, cruzando en diagonal el océano. En esta última fase resolvió el problema del cálculo de la longitud, sirviéndose de la distancia angular de sol a luna, método que fue el primer marino en emplear. Localizó en la bóveda austral dos estrellas polares de muy Pequeña circunferencia (a diferencia del boreal, el polo sur celeste es oscuro. Los luceros de Sarmiento, de muy secundaria magnitud, fueron observados por éste mediante procedimientos artesanales, ya que no se había inventado el telescopio. De ambas estrellas, efectivamente muy próximas al polo austral, ha obtenido magníficas impresiones fotográficas el ingeniero don Francisco de Castro, durante la expedición Patagonia-87, realizada en memoria del insigne navegante), anotó y explicó determinados meteoros luminosos, y proporcionó normas para corregir los aparatos de medida, afectados de error en el lejano sur terrestre.
La última parte de la crónica es un típico relato de aventuras: con su tripulación enferma de escorbuto, Sarmiento ha de enfrentarse a dos naves corsarias francesas, a las que logra burlar, ganándolas el barlovento; seguidamente, con su nave hecha un prado de hierba y caramujo, de la larga navegación, arriba a las islas de Cabo Verde, donde él y sus hombres han de pagar crecidos precios para cubrir sus también crecidas necesidades: … tuvimos que pagar aquí el agua como si fuera vino, escribirá el navegante; no fue obstáculo este abuso para la petición que hicieron a los españoles las autoridades portuguesas: que se enfrentasen a unos piratas, merodeadores de las aguas del archipiélago desde hacia largo tiempo. Sarmiento asumió el reto y púsolos en fuga, porque la pólvora del Perú excede a todas las pólvoras que agora se saben. Finalmente, en las Azores supieron de la crisis dinástica hispano portuguesa: la población isleña, inclinada en favor del aspirante lusitano, se comportó hostilmente con los españoles, por lo cual –dice Sarmiento– vivíamos como quien por momentos esperaba ejecución de la behetría del vulgo; pero con las armas en la mano y las mechas encendidas todas las horas.
Por aquel tiempo, en la península, el duque de Alba en rápida acción militar incorporaba Portugal a los dominios de Felipe II. Pero cuando Sarmiento llegó a las Azores, aún no conocían sus habitantes tal noticia. Afortunadamente llegó una armada española procedente de las indias, compuesta por veintidós barcos. Esta providencial presencia acabó con la última tribulación de los descubridores. El 3 de agosto de aquel año de 1580, las veintitrés naves –veintidós más una– ponían sus proas hacia España, entrando en Cádiz el quince de dicho mes, después de trescientos diez días de navegación. El diecisiete, con sus hombres como testigos, firmaba Sarmiento su relación, y se disponía a visitar a Felipe II –rey de España y Portugal– en Badajoz, para dar cuenta al soberano de que sus posesiones se extendían hasta el extremo sur del planeta.
Algo más hay que comentar de este relato fundamentalmente náutico: Como el fin de este viaje –comenta Sarmiento–, entre las cosas urgentes, se manda por la instrucción del Virrey que se sepa aún después de salidos del estrecho a esta mar se procure saber de los ingleses, el descubridor, en Azores, se informó cuanto pudo de las andanzas de éstos en el Atlántico, desde Magallanes hasta Brasil, haciendo gala de agudeza mental en su investigación y valorando acertadamente los informes adquiridos.
Con esta última actividad, Sarmiento cumplía exactamente todas las instrucciones del virrey. Su Relación y Derrotero del Viage y Descubrimiento del Estrecho de la Madre de Dios, antes llamado de Magallanes, es la expresión de su colmado celo, y con independencia del valor literario y científico que posee, constituye verdadera acta notarial de desinteresado servicio a la corona, el cual, justo es decirlo –y lo afirma sin ambages Fernández Duro– siempre se vio tibiamente recompensado.
Pedro Sarmiento de Gamboa fue un hombre con permanente avidez por saber. En sus escritos abundan las referencias a otros cronistas sobre los que pone de manifiesto un conocimiento más que notable. Así, cuando en el libro de bitácora anota que esta noche vimos un arco que llaman los filósofos Iris blanco, en contraposición de la luna que se iba a poner y de la reciprocidad de sus rayos, que por antiperístasis herían en las nubes opuestas…. añade tras esa científica descripción: Cosa es tan rara que ni la he visto otra vez, ni oído ni leído que otra persona la baya visto tal como éste, sino en la relación de Alberico Vespucio, que dice en el año de 1501 haber visto otro como éste.
Es decir, cuanto parece insólito es sometido por Sarmiento al tamiz de su memoria y de su entendimiento –de la razón, en suma–. Atemperaba nuestro hombre las leyendas, que también existían en relación con las tierras australes que reconoció. Y fue de los pocos que no elevó lo no corriente al nivel de lo extraordinario. Con Sarmiento se derrumban, por ejemplo, las fábulas relativas a la existencia de gigantes en el extremo sur americano. Y no porque no los viera: los buscó y los encontró. Pero no le parecieron gigantes, sino, simplemente, hombres crecidos de miembros. Cuando, al norte de la punta que llamó de San Antonio, entablaron sus hombres contacto con los indios, se observaron en la costa de enfrente –la Tierra de Fuego– humos que ahuyentaron a los indígenas. Dijeron éstos que en aquella orilla vivían unos gigantes muy poderosos con quienes tenían guerra.
Sarmiento, lector infatigable, debió recordar lo que respecto de estos seres escribieron Pigafetta, Cieza de León, Fernández de Oviedo o Gómara. Que, para emprender su viaje, se asesoró leyendo lo que otros aventureros australes escribieron, es seguro: como ejemplo de este aserto, ahí está la cita que hace de Vespucio, y que acabamos de transcribir. En esta relación, es parco Sarmiento en recuerdos hacia otros, porque quiere presentarse ante el rey –humana debilidad– como el nuevo e indiscutible descubridor–por eso propone un nuevo nombre para el Estrecho– de las tierras y mares del austro americano. Espoleada su inquietud científica, quiso ver de cerca aquellos indios de tamaño desmesurado, poniendo rumbo hacia el litoral fueguino y desembarcando en una bahía que recibió el elocuente nombre de Bahía de Gente Grande, aún vigente. Efectivamente, los hombres que allí se hallaban eran de una talla muy superior a la de los españoles. Pero en ningún momento, Sarmiento –que era, por cierto, de baja estatura–, los considera gigantes. Se asombrará, sí, de su fuerza hercúlea (diez de sus hombres, a uno de ellos, apenas le podían tener), y anotará, objetivamente, sus nada corrientes características físicas. Pero no cayó en la exageración, que en relación con el factor humano magallánico fue vicio de tantos exploradores del siglo XVI, del XVII y aun del XVIII, la centuria de las luces.
No fue, pues, nuestro hombre quien originó la leyenda que, sumándose a tantas otras fábulas americanas, refería la existencia de gigantes en las tierras australes del Nuevo Mundo. Gigantes, por cierto, para que la fantasía fuese completa, que habitaban una ciudad suntuosa visible entre dos elevaciones del terreno. Veamos cómo describe Sarmiento aquella insólita urbe: Descubrimos unos grandes llanos entre dos lomas muy apacibles a la vista y de muy linda verdura, como sementeras, donde vimos mucha cantidad de bultos como casas, que creímos ser casas y pueblos de aquella gente. Testigo de una visión fugaz, sencillamente, con intelectual prudencia, da Sarmiento cuenta de ella. Ni gigantes, ni ciudades fabulosas. Unas décadas más tarde, Leonardo de Argensola, más imaginativo que el descubridor, se hará eco de las leyendas que este encuentro generó y que venían a ratificar las exageradas apreciaciones sobre la raza de gigantes hechas por Pigafetta en su relación de la primera vuelta al mundo. Sarmiento es, sin duda, el viajero que con mayor rigor describe a estos indígenas meridionales, no habiendo contribuido en absoluto a los inútiles tratados gigantológicos que tanto proliferaron en Europa desde el viaje de Magallanes hasta finales del siglo XVIII.
Fue en efecto Pigafetta, el improvisado cronista del gran marino portugués, quien difundió el mito que a tantas mentes crédulas encandiló. De un patagón, dice Pigafetta, que este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura, y el propio traductor al francés del fantasioso relator, Carlos Amoretti, hombre de la Ilustración, lejos de tratar con cordura las exageraciones de aquél, procura testimonios que en las mismas abunden. Así, entre las opiniones al respecto de Byron, Wallis, Cook y Forster, y las más circunspectas de Winter, Narbourough y Bouganville, se queda con las de los primeros, menos ajustadas a razón. Aduce para ello que los habitantes de las costas más meridionales de América no son todos de gigantesca estatura, sino únicamente los individuos de algunas tribus tienen esa talla. Como no habitan siempre en el mismo sitio, ha sucedido que algunos navegantes no los vieron. Este razonamiento choca con el que hace Sarmiento en una relación posterior, señalando que el Río San Juan –en la península Brunswik– es el límite entre dos pueblos de indios: los grandes y los pequeños. (Obsérvese que dice los grandes, no los gigantes.)
Muchos cronistas de América se hicieron eco de las disparatadas referencias a los habitantes del sur del Nuevo Mundo: Fernández de Oviedo, en su Historia General y Natural de las Indias, dice que la costa a ambos lados del Estrecho de Magallanes está habitada por unos gigantes a los cuales llamaron patagones por sus grandes pies, que tienen una estatura de trece palmos, grandísima fuerza y son tan veloces en el correr como muy ligeros caballos o más. Por su parte, Cieza de León, con indisimulado escepticismo, en su Crónica del Perú comenta que porque en el Perú hay fama de los gigantes que vinieron a desembarcar a la Punta de Santa Elena, que es en los términos desta ciudad de Puerto Viejo, me paresció dar noticia de lo que oí dellos, según que yo lo entendí, sin mirar las opiniones del vulgo y sus dichos varios, que siempre engrandece las cosas más de lo que fueron. Gómara, en su Historia de las Indias, afirma que en el Perú hubo gigantes, porque fueron hallados huesos y calaveras con dientes de tres dedos en gordo y cuatro en largo. (Don Manuel Ballesteros, en notas 51 y 224 de su edición de la obra de Cieza –número cuatro de esta Colección– aclara que los restos óseos que originaron tal mito peruano procedían de animales terciarios.) Y el autor de la Historia de las guerras civiles del Perú, Gutiérrez de Santa Clara, refiere la llegada de gigantes australes al reino de los incas, en período. prehispánico, durante el tiempo de Túpac Yupanqui, personaje al que prestó Sarmiento especial atención, pues fue el Inca viajero, protagonista de un fabuloso viaje por el Pacífico en el que descubrió dos ricas islas: Huanachumbi y Ninachumbi, hacia las que el marino-cronista se proyectaría, descubriendo, con Mendaña, el archipiélago de las Salomón.
Es decir, Sarmiento, que con notable inquietud antropológica escudriñó las leyendas y tradiciones incaicas, supo seleccionar las que eran verosímiles, investigándolas por la vía de la práctica (consecuencia de tal actividad fue su primer viaje de descubrimiento). No se dejó deslumbrar, evidentemente, por la que refería la existencia de gigantes en las tierras magallánicas, pese a lo que sobre tan apasionante cuestión escribieron muchos narradores antes que él.
El caso es que, ya en el siglo XVIII, continuaban tratadistas y exploradores exagerando y fantaseando en relación con los indígenas del extremo sur americano. El comandante Byron en su Diario del viaje alrededor del mundo –periplo en el que utilizó la Crónica de Sarmiento– incluye gráficos en los que se compara la estatura de los patagones con la de los europeos: las rodillas de aquéllos llegaban a la cintura de éstos, que resultaban duplicados en talla por los gigantes indígenas. Considerando a estos dibujos reflejo de las realidad, los patagones podrían medir más de tres metros de altura.
El propio Sarmiento, que tan cauto se mostró en sus descripciones sobre los gigantes meridionales, fue tergiversado, y así, el franciscano José Torrubia en su Aparato para la Historia Natural Española, publicado en 1754, recurre al descubridor para apoyar su tesis gigantológica, según la cual abundaron las razas de tamaño desmedido en varios puntos de América, incluida Nueva España. En cuanto a Byron, hizo caso omiso de las contenidas opiniones que, sobre el asunto, emitió el navegante español.
Fue precisamente el traductor al castellano del viajero británico –el doctor Ortega– quien, con una actitud crítica muy superior a la del que expresó en francés el Diario de Byron, sitúa la polémica en términos racionales, citando como ejemplo el veredicto de la Real Academia de la Historia respecto de una osamenta incompleta –presuntamente humana– que, desde el virreinato del Río de la Plata, fue remitida a Madrid. Y acusa el investigador español al francés de recoger citas inciertas y novelas extravagantes, que injustamente atribuye a escritores españoles, para apoyar sus disparatadas teorías.
El santacrucense –argentino patagónico– Juan Hilarión Lenzi, en su Historia de Santa Cruz, magnífica obra que vio la luz en 1970, elegantemente, sin lanzar críticas en tal o cual dirección, o contra ésta o aquella época, pone a cada autor con opinión sobre el discutido tenia, en el lugar que le corresponde. Para los que exageraron, exhibe la atenuante de que los indígenas patagones, seguían impresionando como más altos de lo que eran en realidad. Pensando que la talla media de las primeras tripulaciones castellanas que navegaron las aguas magallánicas no iba mucho más allá del metro sesenta, y que la de los agigantados patagones era de 1,83 metros –según los rigurosos trabajos del naturalista chileno Enrique Ibar Sierra– se explica el asombro de Pigafetta y de tantos otros observadores posteriores.
Por eso, frente al mito, ampliamente difundido, cobra especial valor la figura de Pedro Sarmiento de Gamboa, que no se hizo portavoz de las fábulas –lo reconoce Hilarión Lenzi– en sus veraces y concretas relaciones. Y en cambio, el que no se dejó impresionar por la leyenda, acabó siendo absorbido por la leyenda.
Otro ensueño patagónico fue el de la encantada Ciudad de los Césares, surgida a orillas de un lago sereno y cristalino, y en la que –cuenta Hilarión Lenzi– el oro y la plata, las gemas y perlas, expresiones mayúsculas de riqueza, abundaban tanto que aquellos eran utilizados para construir vasijas, cubiertos e instrumentos varios, de uso casero y aún de labranza.
Era su población mestiza: Hombres blancos –sigue narrando el mismo autor– habíanse casado con indias; mujeres blancas formaron hogar con varones autóctonos. Dos razas se fusionaron, equilibradamente, de modo tal que se mantuvieron intactos los valores prevalecientes de cada una. Ciudad pagana –en la que había un templo con campana de plata que nadie tañía– asegurábase que fue fundada por los supervivientes de los desastres australes. Los de los naufragios de las naves de Simón de Alcazaba o de la flota del obispo de Plasencia; los que escaparon tras el ataque de los araucanos a Osorno; los perdidos compañeros de Alonso de Camargo… y los fugitivos –escribe Hilarión Lenzi– de las ciudades efímeras, desventuradas, que fundó Sarmiento de Gamboa. Y aclara, poético, el historiador argentino: De esos restos misérrimos surgiría la idea de la ciudad que era portento de riqueza; del clamor de los moribundos nació la urbe en que el hombre alcanzaba la divina condición de la inmortalidad. Los vencidos por la naturaleza, los doblegados por las propias flaquezas, daban paso a la ostentosa Ciudad de los Césares, ricos, felices y triunfadores.
Cuando Sarmiento escribió sus crónicas, ya bullía en muchas mentes la leyenda de la encantada ciudad austral. Él mismo, al establecer –durante el segundo de sus viajes al Estrecho– contacto con un grupo de indios magallánicos, se vio sorprendido por una salutación, en castellano, que estos le hicieron: Paz, paz Jesús, María, Capitán. ¿Cómo conocían aquellos indígenas tan alejados de toda implantación española tales vocablos? Pudo el navegante haber supuesto una conexión entre ellos y alguna ciudad española meridional y no conocida. ¿Por qué no la de los Césares? En cambio, prudente y con rigor científico, extrae de su recuerdo las diversas hipótesis que pueden explicar el curioso fenómeno: y así, dice que pueden haberlas aprendido de un capitán Quirós de que hay noticia por Chile que está en esta tierra con sesenta hombres años ha. Y con sorprendente precisión, añade: También se lee en una relación impresa del viaje que hizo al Estrecho el Comendador Loaysa el año de 1526 en el capítulo VI, que yendo caminando en este Estrecho por la costa de la mar dél un clérigo llamado don Juan de Yrarza y otros tres compañeros a buscar la nao del general, se perdió uno de los compañeros llamado Juan Pérez de Yguerola (…), y pudo ser que los indios que estaban cerca guardasen el tal Juan Pérez y dél hayan aprendido estas palabras.
Ni en esta crónica, ni en ninguna, aparece Sarmiento como vocero de lo fantástico. Sus juicios son siempre medidos, razonables, lógicos. Somete a crítica lo que ve y lo que oye, y tras ese proceso intelectual, emite su parecer. Su rigor frente a la leyenda otorga particular mérito a una destacada característica de su personalidad: su acendrado fervor religioso.
La elección de esta obra
Cuando se me propuso contribuir a esta colección de Crónicas de América, ya venía yo pensando en la conveniencia de incorporar a ella algún texto de Sarmiento de Gamboa, personaje de importancia capital en la proyección marítima del Perú y autor de gran erudición y fino estilo, relegado injustamente a segundo término en la mayoría de los estudios referentes a la América virreinal. intelectual y hombre de acción, fue sin duda la dispersión de sus inquietudes, la causa de su fama opaca.
Y sin embargo, sólo como cronista del Nuevo Mundo, debiera tener derecho a una atención impar: su Historia Indica, sin llegar cuantitativamente a lo que fue la obra de Cieza de León –el narrador por excelencia de las cosas del Perú–, posee una calidad científica de primera magnitud, encomiada fuera de España antes que en España. Markham, que con respecto a Sarmiento no es, ni mucho menos, ditirámbico, lo reconoce como la más alta autoridad en cuanto a la historia externa de la época incaica, y Salvador de Madariaga establece un paralelismo entre el navegante cronista y el gran investigador de la Nueva España precortesiana, Bernardino de Sahagún.
La Historia Indica de Pedro Sarmiento es, no obstante, texto controvertido, comentado críticamente por más de un autor, como Ernesto Morales. Otros hay suyos –como el que presento al lector– que han merecido el aplauso unánime de los entendidos, en este caso, de sus colegas, los marinos. La obra es el resultado del cruce entre las dos principales facetas de este hombre singular: la científica y la de mareante.
Está escrita, además, con completa independencia y con ocasión de una aventura en la que fue –por única vez en su vida– indiscutido capitán. Sus restantes relatos marineros –el de su viaje a las Salomón, y los relativos a su frustrado intento colonizador en el Magallanes– carecen del empaque científico y de la objetividad que caracterizan a esta Relación y Derrotero.
La narración del descubrimiento de las islas del Mar del Sur es el testimonio de una empresa fallida. Se inició con propósito de poblamiento, del que Mendaña –general de la expedición– desistió, y debíase haber encontrado una ruta de retorno –utilizando las corrientes australes, como Sarmiento recomendaba– que finalmente no se buscó. La consecuencia fue que las islas Salomón quedaron tan desconectadas del Perú como lo estaban antes de descubiertas (no pudo ser Sarmiento el Urdaneta del Sur). En cuanto a las relaciones sobre el proyecto colonizador magallánico, indudablemente de gran interés por la cantidad de datos geográficos y antropológicos que contienen –los cuales aparecen, igualmente, en esta crónica marinera–, se ven enturbiadas por las referencias –a veces demasiado amargas, demasiado destempladas– a penosos factores humanos y logísticos que perturbaron aquél desde su iniciación, condenándolo al fracaso. Todos estos textos, por otra parte, precisan del contraste con los demás que a los mismos asuntos se refieren. La resultante de tal recopilación –ya elaborada, por cierto–, no podría quedar dedicada solamente a la figura de Pedro Sarmiento de Gamboa, que es el objetivo de este volumen.
Son –creo– suficientes las razones apuntadas para identificar al personaje con la crónica de su mejor viaje. Pero aún puedo aducir una razón más: es ésta una relación optimista, esperanzada, llena de esforzada vitalidad. Se corresponde con el corto momento pletórico de una vida desgraciada, y narra una aventura genial felizmente concluida. Por todo lo anterior, y por este motivo, es la obra más característica de aquel navegante sabio que fue el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa.
Alonso de Ercilla, el cantor de los araucanos, haciéndose eco de las leyendas que habían generado los intentos desastrosos de cruzar de Oeste a Este el Estrecho de Magallanes, había escrito:
Por falta de pilotos y encubierta
causa quizá importante y no sabida,
esta secreta senda descubierta,
quedó para nosotros escondida,
ora sea yerro de la altura cierta,
ora que alguna isleta removida
del tempestuoso mar y viento airado
encallando en la boca, la ha cerrado.
Sarmiento de Gamboa aclaró, nítidamente, las dudas del poeta con su viaje glorioso: determinó exactamente la altura –latitud– de la boca occidental del paso interoceánico, y ordenó el dédalo de islas y canales que la ocultaban a las proas de los navíos. Esta es, contada por su protagonista, la crónica de aquella epopeya descubridora.
La crónica en el tiempo
Con tres copias de su relación, llegó Sarmiento a España aquel 15 de agosto de 1580. La cuarta, viajó con el piloto Hernando Alonso –en el patache que partió de Cabo Verde–, hasta el istmo panameño, para ser rendida al virrey don Francisco de Toledo. No he encontrado referencias de ella, que puede hallarse en los archivos de Lima.
Mientras Sarmiento realizaba su viaje, escribía Felipe II a don Antonio de Padilla, presidente del Consejo de indias: Mírese si será bueno hacer un fuerte en el puerto de Magallanes. La crónica de Sarmiento llegó, pues, a las manos del monarca y al Consejo de indias en momento sumamente oportuno: existía en la corte gran preocupación como consecuencia de la audacia de Drake, quien había repetido la ruta de Magallanes, practicando la depredación por las costas occidentales de la América hispana (la expedición de Sarmiento fue corolario de esta incursión).
En el informe del marino, aparecía el plan estratégico magallánico formulado por el navegante y el virrey, que coincidía con los intereses del soberano. Cosa inusual en éste, decidió con gran rapidez la fortificación y el poblamiento del Estrecho: al año siguiente partía de España la expedición con destino al último rincón americano.
Pero, en seguida, la estrategia atlántica del Rey Prudente, experimentó una mutación violenta al pasar de la acción indirecta –ocupación de encrucijadas mediante el uso de fuerzas sutiles y económicamente semiautónomas– a la directa: la invasión de Inglaterra. La organización de la Armada Invencible acaparó la atención de la corte entera, y el fracaso de tal operación no implicó cambio en el modelo estratégico filipino: parece ser que Felipe II –dice Comellas– planeaba de nuevo un desembarco en Inglaterra cuando le sorprendió la muerte. Quedó Sarmiento –decidido partidario de la estrategia de acción indirecta– oscurecido, y su crónica, olvidada.
Cuando, ya en el siguiente siglo, Felipe II, tras la alarma provocada por el viaje al sur de América de los holandeses Le Maire y Schouten, organiza la expedición de los Nodales, dice a éstos: Os detendréis en la dicha boca occidental del Magallanes todo el tiempo que os diere lugar, porque respecto de no estar bien reconocida por aquella parte, ni tenerse noticia que ninguno baja pasado por ella, sino el capitán Pedro Sarmiento, hay más necesidad de tener de ella un reconocimiento muy puntual y ajustado para los efectos que se pueden ofrecer a mi servicio…
Este mandamiento prueba que la relación del descubridor dormía en algún olvidado estante cortesano. Dice Amancio Landín que, para su viaje, iban los hermanos Nodal provistos de la relación y, cartas que la pluma de Sarmiento había trazado, lo que Javier Oyarzun niega. Por su parte Julio Guillén, en su prólogo a la edición de la Crónica (1944, Instituto Histórico de la Marina) afirma que el diario impreso de los Nodales nada alude a Sarmiento, y parece desconocer sus reconocimientos al oeste del Estrecho, pues la carta que trazó Ramírez de Arellano, su piloto mayor, carece de cuanto conoció aquél. Y concluye el marino académico: La relación de Sarmiento pareció haberse extraviado en nuestro país, mientras en Inglaterra la conoció el comandante Byron, que la utilizó en 1764.
Sin embargo, hizo uso de ella Bartolomé Leonardo de Argensola siquiera en extracto, añade julio Guillén, para escribir su obra Conquista de las Islas Malucas, publicada en Madrid, en 1609, de la cual tampoco debieron tener conocimiento los hermanos Nodal. También, como hemos visto, el padre Torrubia en su Gigantología usa y manipula a Sarmiento, dando otro tono a lo que éste, sobre tal asunto, escribió en su crónica.
Caracterizado el siglo XVII español por un notable abandono de la política naval, también Sarmiento y sus relaciones pasaron al ostracismo. Al final de esta centuria, don Francisco de Seixas y Lovera, en su Descripción Geográfica y Derrotero de la Región Austral Magallánica, alude al fracasado colonizador, más de forma tan confusa, que no puede darse como probable que el citado autor hubiese tenido acceso al diario del navegante.
El texto fue conocido en Inglaterra: tomado tal vez del patache que Sarmiento adquirió en Cabo Verde, o extraviado durante la expedición que el padre Quiroga realizó a la costa patagónica en 1745. Esta última posibilidad la apunta Julio Guillén. El caso es que el comandante Byron hizo uso de aquél en 1764, con motivo de su viaje alrededor del mundo.
Volvió en España a ver la luz el importante documento cuando salió a subasta pública, siendo adquirido por don Bernardo de Iriarte, quien lo publicó en 1768 junto a otros documentos, bajo el título genérico Viaje al Estrecho de Magallanes por el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa y noticia de la expedición que después hizo para poblarle. En esta recopilación figura la declaración de Tomé Hernández, el único superviviente de quien se tiene noticia cierta de las fallidas poblaciones magallánicas.
Esta edición fue utilizada por varios expedicionarios posteriores, como Malaspina, Parker King y Fitz Roy. En la expedición de este último participó Charles Darwin, quien, en consecuencia, también manejó el diario del navegante español.
Ya en este siglo, el padre Pastells realizó una interesante recopilación de textos de Sarmiento, en especial de aquellos referidos al viaje de poblamiento. Sir Clements Markham, por su parte, tradujo al inglés la notable Crónica, integrándola en su obra Narratives of the voyages of Pedro Sarmiento de Gamboa to the Straits of Magellan. Dentro de la Colección de diarios y relaciones para la Historia de los Viajes (Instituto Histórico de la Marina, Madrid) editó y prologó en 1944 julio Guillén este texto de Sarmiento, del que existen amplias referencias en los trabajos de Landín (Vida y viajes de Pedro Sarmiento de Gamboa, Madrid 1945), y Oyarzun (Expediciones españolas al Estrecho de Magallanes y Tierra de Fuego, Madrid 1976).
Dos documentos dan entrada a la Relación y Derrotero de Sarmiento: las Instrucciones que se dieron por el Virrey del Perú, al Capitán Pedro Sarmiento para la jornada y descubrimiento del Estrecho de Magallanes, y pelear con el corsario inglés que por él entró a esta Mar del Sur, si lo encontrase, y el juramento que prestó el marino antes de emprender la aventura. Ambos fueron incluidos por Sarmiento en su diario. Se guardan los dos en el Archivo de Indias. El original de la crónica, en la Biblioteca Real.
La crónica en el espacio
Más de veinte accidentes importantes del Estrecho de Magallanes y regiones aledañas (Cabo del Espíritu Santo, Punta Delgada, Punta Anegada, Bahías de San Felipe, Santiago y San Gregorio, Puntas de San Isidro y San Vicente, Monte de San Simón, Cabo de San Gregorio, Bahía de Gente Grande, Cabo Boquerón, Puntas de San Valentín y Santa Ana, Río de San Juan, isla de San Pablo, Bahías de Lomas y Voces, Cabo de San Isidro, Canal Magdalena, Islas de Santa Inés y San Carlos. Estrecho Concepción, Golfo Trinidad, etc.), conservan los nombres que Sarmiento les otorgara. Puede afirmarse que, en líneas generales, los expedicionarios posteriores han sido respetuosos con la toponimia magallánica propuesta por Sarmiento en la Crónica. Hay que celebrar que ésta fuese utilizada en tiempo oportuno por aquéllos; así, las costas del paso más austral del planeta siguen relacionadas con el primer hombre que, en detalle, las reconoció.
El texto de Sarmiento impresiono, sin duda, por su precisión, a cuantos tras él, y consultando sus anotaciones, se aventuraron por las aguas sureñas americanas. Hasta que la expedición de Parker King las surcó no había en la zona ningún recuerdo dedicado al marino español. Fue su colega británico, reconociendo el mérito de quien con su escrito le guiaba por aquel laberinto meridional, el que bautizó un majestuoso pico fueguino (2.300 metros) con el nombre de Sarmiento. Así nos narra Charles Darwin su visión, el 9 de junio de 1834, de este monte preantártico:
Asistimos a un espectáculo espléndido: el velo de nubes que nos oculta el Sarmiento se disipa poco a poco y descubre a nuestra vista la montaña. Es una de las más altas de la Tierra del Fuego y mide 6.800 pies. Sombríos bosques cubren su base hasta un octavo próximamente de su altura total, cubriéndola hasta el vértice una sábana de nieve. Estas masas inmensas de nieve, que no se funden jamás, y que parecen destinadas a durar tanto como el mundo, presentan un grande ¿qué digo? un sublime espectáculo. La silueta de la montaña se destaca clara y bien definida. La cantidad de luz reflejada sobre la superficie blanca y lisa, impide que se vean sombras en todo el monte: no podemos, por lo tanto, distinguir más que las líneas que se destacan en el cielo, lo cual da a la masa admirable relieve, Muchos ventisqueros bajan serpeando desde estos campos de nieve hasta la costa; podría comparárselos a inmensos Niágaras congelados, y quizá estas cataratas de hielo azulado son tan bellas como las de agua corriente.
El explorador inglés realizó un acto de justicia al dedicar ese monumento mineral al hombre que aclaró para siempre la maraña magallánica. La crónica de su gesta, permanente en el tiempo y en el espacio –hoy mismo, con ella podría hacerse una segura navegación por aquellas aguas– ha venido a convertirse en espléndido homenaje para el que la compuso.
En el Cabo Vírgenes existe un modesto recuerdo a Pedro Sarmiento de Gamboa. Con él no están colmados los reconocimientos a este héroe desdichado. Allí, donde la tierra por el austro se acaba el hombre del Sur, con quieta mirada de bronce, debería contemplar el lugar en que quiso, sin conseguirlo, vivir y morir. Esa deuda tiene con él España. Esa deuda tiene con él América.
Consideraciones últimas
Esta edición de la Relación que al lector presento, tiene como base y antecedente la de Julio Guillén, publicada por el Instituto Histórico de la Marina en 1944. He trascrito todas las anotaciones –de índole gramatical– hechas por el ilustre académico, con las que se aclaraba el texto original. Mi aportación a éste ha sido fundamentalmente de carácter técnico: era preciso poner al alcance del profano la terminología marinera, que profusamente aparece en esta crónica. Algunos modismos que en ella pueden leerse son invención del propio Sarmiento, quien es, en consecuencia, innovador del vocabulario náutico. Me ha sido de gran utilidad para esta labor el Diccionario Marítimo de Gonzalo de Murga, el cual ha recogido las enriquecedoras aportaciones semánticas del marino pontevedrés.
Termino esta introducción a la Relación y Derrotero de Sarmiento en la playa de la Punta Dungenes, tras haber recorrido, formando parte de una expedición militar española, el sur de la Patagonia, desde la desembocadura hasta las fuentes del Río Gallegos, en la Laguna Larga, cerca de la cordillera de los Andes. Pese a contar con medios actuales para marchar y vivir, el recorrido ha resultado notablemente duro, por el viento reinante en la zona –que alcanza picos superiores a los 100 kilómetros por hora– y la irregular climatología de la misma. Por tal escenario, hace cuatro siglos anduvieron Sarmiento y sus hombres con precarias ayudas para medrar en aquella inhóspita lejanía. Hemos podido medir el mérito de esos españoles esforzados.
Pasó Sarmiento por el Estrecho descubriéndolo con exactitud y rescatándolo del misterio. Y como todos los grandes españoles de América, volvió al sitio donde le alcanzó la gloria. Sitio donde domina el viento, que no deja crecer al árbol, y que sólo respeta a las plantas enanas y secas que se agarran a un suelo eternamente parco en agua. Pero sitio grandioso, cuyo protagonista principal es el espacio, inmenso y vacío, tan virgen entonces como ahora. Dice de los héroes indianos el historiador Carlos Pereyra, que enraizaban en las tierras americanas embriagados por sus jugos enloquecedores. Quienes hemos participado en la Expedición Sarmiento de Gamboa, sabemos muy bien el significado de tan elocuente reflexión, Hemos sentido lo mismo que sintió el gran descubridor ante aquella tierra enorme contra la que se estrellaron sus afanes.
Jorge Vigón, en su Historia de la Artillería Española (Madrid 1947), cuenta que hubo un último superviviente de aquellos pobladores que Sarmiento implantó en el Estrecho de Magallanes. Cuando, tras mil penalidades, fue rescatado comentó que conservaba la fe en la promesa de socorro dada por Sarmiento, y había querido permanecer solo aguardándolo. Consecuentemente, esta crónica está escrita por un hombre de honor.
Llego al final en la redacción de este proemio. Escribo sus últimas líneas sentado en la arena de la Punta Dungenes donde el Estrecho se abre hacia el Atlántico. Tras de mí, se halla el Cabo Vírgenes, prolongado por una loma que se proyecta hacia el oeste, bajo la cual se implantó la ciudad de Nombre de Jesús, de vida corta y desgraciada. Todo aquí está intacto, como hace cuatro siglos. Hay restos de naufragios, algunos muy recientes: siguen estas aguas siendo enemigas del hombre de la mar. En la puerta del Estrecho de Magallanes, lugar donde Pedro Sarmiento de Gamboa ingresó en la Historia, frente a la enigmática Tierra de Fuego, la de la Gente Grande, firmo este prólogo con emoción. Espero poder transmitir al lector mi admiración hacia el más desdichado campeón español de la historia americana.
Juan Batista González
Punta Dungenes, Magallanes, 11 de febrero de 1987.
El viaje de Magallanes
Después que Don Francisco de Toledo, Virréi del Pirú, embió una Armada de dos Navíos con más de doscientos hombres tras el Cosario Francisco Draquez, y habiendo llegado a Panamá sin hallar más que la noticia dél, se volvieron á Lima (como dello Vuestra Magestad tendrá relación); considerando lo mucho que importaba a la seguridad de todas las Indias desta Mar del Sur, para el servicio de Dios Nuestro Señor, aumento y conservación de su Sancta iglesia, que en estas partes V. M. tiene y sustenta, y la que se espera que se plantará, y para el de V. M. y de sus Vasallos, no dexar cosa por explorar; y así mesmo por la pública fama y temor de los dos Navíos Ingleses, compañeros de Francisco Draquez, que quedaban atrás en las Costas de Chile y Arica, de que por horas había armas en los puertos de esta Costa, que no sabían las gentes que hacerse, cesaban las contrataciones por estar los mercaderes temerosos en aventurar sus haciendas, y los navegantes de navegar; y porque la común voz del pueblo era que Francisco había de volver por el Estrecho, pues lo sabia ya: por lo qual, y para obviar á lo futuro, determinó embiar á descubrir el Estrecho de Magallanes, que por esta Mar del Sur se tenía quasi por imposible poderse descubrir, por las innumerables bocas y canales que hai antes de llegar á él, donde se han perdido muchos Descubridores que los Gobernadores del Pirú y Chile han embiado allá; y aunque han ido á ello personas que entraron en él por el Mar del Norte, nunca lo acertaron, y unos se perdieron, y otros se volvieron tan destrozados de las tormentas, desconfiados de lo poder descubrir, que á todos ha puesto espanto aquella navegación; para que quitado este temor de una vez, y descubierto el Estrecho, se arrumbase y se pusiese en cierta altura y derrota, y se tantease por todas partes para saber el modo que se tendrá en cerrar aquel paso para guardar estos Reynos ántes que los enemigos lo tomen, que importa lo que V. M. mejor que todos entiende: que á juicio de todos no va ménos que los Reinos, haciendas, cuerpos y ánimas de los habitadores dellos. Esto bien mirado y comunicado con la Real Audiencia de los Reyes, Oficiales-Reales, y con otras muchas personas de gran Experiencia en gobierno y cosas de Mar y Tierra, se concluyó en que se embiasen dos Navíos para lo arriba dicho al Estrecho de Magallánes: y dentro de diez días como llegó la Armada de Panamá, le comenzó a despachar el Virrey; y personalmente, aunque estaba indispuesto, fue al Puerto, que está dos leguas de la ciudad, y entró en los navíos, y con candela y oficiales los andubo mirando hasta la quilla, y de todos escogió los dos más fuertes, más nuevos y veleros, y comprólos por Vuestra Magestad; y mandó al Capitán Pedro Sarmiento aceptase el trabajo deste Viage y Descubrimiento con título de Capitán-Superior de ambos navíos: y Pedro Sarmiento por servir a V. M. lo aceptó, no obstante muchas cosas que hubo y podía haber en ello, pero como su oficio siempre fue gastar la vida en servicio de su Rei y Señor natural, no era justo se vendiese, ni escusase su persona en éste, por temor de la muerte, ni trabajos que se publicaban, ni por ser cosa de que todos huían; antes por esto se ofreció con más voluntad al servicio de Dios y de V.M. cuyo esclavo es en voluntad, con la qual, si sus obras igualasen, V. M. se tendría por mui servido dél. Y luego que se compraron estos dos navíos se puso mano á la obra dellos, así á la carpintería y herrería, xarcias, velas, mantenimientos, como á las demás cosas necesarias, asistiendo en el puerto para el despacho de los navíos Don Francisco Manrique de Lara, Fator de V. M. y caballero del Hábito de Sanctiago, y Pedro Sarmiento, el qual iba y venía á la Cidad y al puerto, dando mano al despacho y haciendo gente, haciendo pagar la gente de mar, y haciendo dar socorro a los soldados: y en juntarla hubo mucha dificultad y trabajo, porque como era jornada de tanto trabajo y tan peligrosa y de tan poco interés, nadie se quería determinar á ella, y así muchos se huyeron y escondieron. En fin, se juntaron los que fueron menester entonces, que por todós fueron ciento y doce, la mitad marineros y la mitad soldados. Y porque el verano se pasaba y convenía mucho la brevedad, fue el Virréi segunda vez al puerto y personalmente asistió á todas las obras hasta que se acabó: y trahía ordinariamente en el despacho de la mar al Licenciado Recalde, Oidor de la Audiencia Real de los Reyes, que con mucha diligencia executaba lo que el Virréi le mandaba: y el Tesorero y Contador, en la Cidad trabajaban en las pagas y socorros y vituallas como por el Virréi les era ordenado. Con esta diligencia se despacharon los navíos y gente con brevedad, qual no se creía que se pudiera hacer.
Expedidos los despachos desta Armada, nombró el Virréi á la nao mayor Nuestra-Señora-de-Esperanza, á quien Pedro Sarmiento eligió para Capitana; y á la menor nombró San-Francisco, que fue hecha Almiranta. Por Almirante, á Juan de Villalobos; y para despedillos Su Excelencia el viernes nueve de Octubre de 1579, mandó parecer ante sí al Capitán-Superior, Almirante y los otros oficiales y soldados, que entonces se hallaron en la Cidad, y hablóles apacible y gravemente, encareciéndoles la mucha dificultad del negocio á que los embiaba, puniéndoles también delante el premio y mercedes que les prometía hacer, encargándoles mucho el servicio de Dios Nuestro Señor y el de V. M. y la honra y reputación española. Tras esto entregó la Bandera al Capitán-Mayor, y él al Alférez Juan Gutiérrez de Guevara: y besándole todos la mano, y echándoles el Virréi su bendición los despidió; y el sábado por la mañana se fue el Capitán-Mayor á embarcar, y tras él los demás oficiales, soldados y marineros que estaban en la Cidad. Este mesmo sábado en el puerto, en presencia del Oidor Licenciado Recalde, y Oficiales Reales, el Secretario Álbaro Ruiz de Navamuel leyó la Instrucción del Virréi al Capitán-Mayor, Almirante y Pilotos, que es la siguiente, que la pongo aquí porque el Virréi me manda que me presente con ella ante la Persona Real de Vuestra Magestad y de su Real Consejo de Indias.
Instrucción del Virrey
Para honra y gloria de Dios, y de la Virgen María, su Madre y Señora Nuestra, á quien Vos El Capitán Pedro Sarmiento habéis de tener por Abogada y Patrona de los Navios y Gente que lleváis á cargopara este Descubrimiento y Jornada, que se os ha encargado, del Estrecho de Magallánes, por la experiencia que de vuestra persona se ha hecho en las Jornadas de guerra9 que se han ofrecido, así en la Mar como en la Tierra, de diez años á esta parte que Yo estói en este reyno, y para que se consiga con vuestro trabajo y solicitud el servicio de La Magestad del Rey Nuestro Señor, la guarda y seguro destos Reinos, é que los enemigos de nuestra Sancta Fe Católica no los ocupen, como se podría esperar, poniendo en peligro lo que en éllos se ha ganado.
Y porque, como veis, se han armado y proveído dos Navíos para este Viage y Jornada, el uno nombrado “Nuestra-Señora-de-Esperanza” que va por Capitana, en que Vos el dicho Pedro Sarmiento vais por Capitan, y el Navío nombrado “San-Francisco” en que va por Almirante Juan de Villalobos: y conviene al servicio de Dios Nuestro Señor y de La Magestad Real, y buen subceso desta jornada, que obedezcan el dicho Almirante, Pilotos y demas Oficiales y Gente de Mar y Guerra de los dichos Navíos Capitana y Almiranta, á Vos el dicho Pedro Sarmiento, como á Capítan de la dicha Armada. Se provee y manda así, conforme á los títulos de los dichos Oficios, que Vos y el dicho Almi rante lleváis, y so las penas en que incurren los que no obedecen á sus Capitanes, y así se le da por Instruccion al dicho Juan de Villalobos Almirante. Y Vos comunicaréis con él las cosas y por la órden que en esta Instruccion se os advertirán, tomando su parecer y de los demas como viéredes que conviene: de manera que los unos y los otros en vuestros oficios cumpláis con la fidelidad que debéis y se confia de vuestras personas en negocio de tanta ímpor tancia, en el qual, demas de lo contenido en los dichos títulos, guadareis la Instruccion siguiente, so las penas en que incurren los que no guardan las Instrucciones y órden que en nombre de Su Magestad del Rei Nuestro Señor les son dadas.
I. Primeramente se os manda y ordena, que miréis con particular cuidado que Vos é la Gente que á vuestro cargo va, corresponda en su Viage á lo que deben á Christianos y al servicio de Nuestro-Señor, pues la jornada que lleváis pide en particular y se tenga mucho cuidado desto, é que le tengáis de castigar á qualesquiera que delinquieren contra esto en delitos que lo merezcan.
II. Y supuesto que se os entregan dos Navíos, que estan aprestados en este Puerto, la Capitana llamada Nuestra-Señora-de-Esperanza, y la Almiranta llamada San-Francisco, aderezadas y bastecidas con doblados aparejos en todo y en las comidas y municiones, y con artillería y arcabuces de la Casa-de-municion de su Magestad, que os darán el cargo y memoria de lo que de todo ello os entregan los Oficiales-Reales desta Cidad, y darán un tanto á los Maestres de los dichos dos Navíos que lo han de distribuir y a los Pilotos notificarán esta Instruccion mia para que sepan y no ignoren lo que se manda y ordena que hagáis.
III. Y salido con buena ventura, que Dios os dé, de este Puerto, con la derrota que tenéis y tenemos platicado, sin tocar en la Costa ni Reino de Chile, sinó poniéndoos á los cincuenta y cuatro, ó cincuenta y cinco grados, como viéredes que mas conviene para hallaros en el parage de la Boca del Estrecho, y dada la traza con el dicho Almirante y Piloto y Maestre y Oficiales del Navío San-Francisco, que vapor Almirante, de la corresponsion que ha de tener en la navegación para seguiros, y hacer siempre su farol de noche (que le han de llevar ambos Navios); y tomando el nombre de todas las veces que ser pueda, y concertando, si os derrotáredes con algun temporal, lo que debeis hacer para tornaros á recoger, ó esperar uno á otro, conforme al tiempo y posíbilidad, seguiréis la dicha vuestra derrota.
IV. E yendo discurriendo por vuestra navegación, habéis de ir advertido que todo quanto os pasáre así en rumbos por donde navegáredes, como en todas las tierras que fuéredes viendo y descubriendo, lo habéis de ir escribiendo en el Libro que para ello habéis de llevar, así Vos como el dicho Almirante del otro Navío, é poniéndole en Carta; lo qual habéis de hacer por vuestra persona y en vuestro Navío con autoridad de testigos y de Juan Desquíbel y Francisco de Trejo, Escribanos que para los dichos Navíos se han proveidos y demas desto habéis de ordenar al dicho Almirante, Piloto y Maestre y demas personas del dicho navío Almirante, que así lo hagan y cumplan, hacíendo que lo que así se escribiere se lea en público en cada uno dos dichos Navíos, cada dia; de lo qual ha de darle el Escribano del tal Navío para que conste cómo y de qué manera se cumplió, y el autoridad que se le puede y debe dar; y si á alguno de los que van en los dichos Navíos le pareciere que se ha excedido ó excede en la verdad, ó hai alguna cosa que advertir, ó pueda decir ó apuntar, se asiente lo que así dixeren para que despues conste de todo; y hanlo de firmar de sus nombres juntamente con el Religioso que va en cada uno de los dichos Navíos, y dar dello fe el Escribano.
V. En todo el Viage que llevardes no habéis de perder el cuidado, así Vos en el un Navío, como el dicho Almirante en la Almiranta, de ir echando vuestros puntos, y mirando con cuidado las derrotas, corrientes y aguages que hallardes, y los vientos que en los tiempos de vuestra navegación os corrieron y los Baxos y Arrecifes, Islas, Tierras, Rios, Puertos, Ensenadas, Ancones, y Babías que halláredes y topáredes: lo qual habéis de hacer asentar en cada Navío en uno de los Libros que para ello se os manda que llevéis, y en las Cartas que fuéredes haciendo Vos y los demas Pilotos, consultándoos y concordándoos los del un Navío con los del otro, juntándoos para ello las mas veces que pudiéredes y el tiempo os diere lugar: y habéis de ir advertidos de que, pudiendo ser, en las partes señaladas que os pareciere se pongan cruces altas para señales para los que despues por allí fueren y pasaren; y donde no hubiere nombres puestos, los iréis poniendo para el órden de los dichos Libros, y de las Cartas de marear.
VI. Al tiempo que os halláredes en la altura de la Entrada del Estrecho iréis con mucho mayor cuidado de ver todas las particularidades de Mar y Tierra que halláredes, atendiendo á las comodidades de Poblaciones que por allí puede haber, y si hai algunas muestras de babertas habido puede haber, y si hai algunas muestras de baberlas habido ántes de agora, sin dexar muestra, ni particularidad por apuntar: y procurad con vigilancia saber todas las Bocas que tiene el dicho Estrecho á la entrada por esta Mar, y medirlas, poniéndoles nombres á quantas fueren, midiéndolas así por lo ancho como por lo fondo, y mirando en qual dellas hai mayores comodidades para fortalecerlas.
VII. Hecho esto, habéis de colar por una de las dichas bocas del dicho Estrecho, qual os pareciere mas conveniente, y habéis de ir en compañía del otro Navío Almiranta, sin dexarle ni apartaros el uno del otro de tal manera que lo que el uno viere vea el otro, y de todo lo que pasare podáis ambos dar testimonio. Y en el discurso de todo el Estrecho por donde desembocáredes no habéis de dexar de hacer la mesma Descripcíon, y llevar particular cuidado de ver sí en la una, ó en la otra Costa hai alguna Población, y qué gente es la que está poblada en ella, con todas las señales de mayor claridad y certeza que pudiéredes hallar y poner.
VIII. Y adonde quiera que llegáredes y saltáredes en tierra tomaréis Posesion en nombre de Su Magestad de todas las Tierras de las Provincias y Partes donde llegáredes, haciendo la solemnidad y autos necesarios, de los quales den fe y testimonio en pública forma los dichos Escribanos que lleváis.
IX. Y hallando algunas Poblaciones de Indios, después de habellos acariciado y dado de las cosas que lleváis de tiseras, peines, cuchillos, anzuelos, botones de colores, espejos, cascabeles, cuentas de vidrio y otras cosas de las que se os entregan, procuraréis llevar algunos Indiospara lenguas á las partes donde fuéredes de adonde os pareciere ser mas á propósito, á los quales haréis todo buen tratamiento; y por medio de las dichas lenguas, ó como mejor pudiéredes, hablaréis con los de la tierra, y tendréis pláticas y conversaciones con ellos, procurando entender las costumbres, qualidades y manera de vivir dellos y de sus comarcanos, informándoos de la Religion que tienen, ídolos que adoran; con qué sacrificios y manera de culto; sibaí entre ellos alguna doctrina, ó género de Letras; cómo se rigen y gobiernan; si tienen Reyes; si estos son por elección ó derecho de sangre, ó si se gobiernan por Repúblicas, por Linages; qué rentas, tributos dan y pagan, é de qué manera y a qué personas é qué cosas son las que ellos mas precían; qué son las que hai en la tierra, é qué les traben de otras partes que ellos tengan en estimacion; sí en la tierra hai metales y de qué qualídad; si hai Especería, ó alguna manera de Drogas y cosas aromaticas, para lo qual lleváis algunos géneros de especias, así como pímienta y clavos, canela, gengíbre, nuez-moscada y otras cosas que lleváis por muestra para enseñarlo y preguntarles por ello. Así mesmo os informaréis si haí algun género de piedras, ó cosas preciosas de las que nuestra Nacion estima; y sabréis los animales domésticos y selvages, y la calidad de las plantas y árboles cultivados é incultos que hubiere en la tierra, y de los aprovechamientos que dellos tienen, é de las comídas é vituallas que hai: y de las quefueren buenas os proveeréis para vuestro Viage, y no les tomaréis á los Indios cosa alguna contra su voluntad, sino Juere por rescate, ó dándolo ellos de amistad y de tal manera os habéis de informar y tomar razon de lo susodicho y de las demas cosas y particularidades que pudiéredes, que no os detengáis, ni embaracéis en ello á la ída, porque el tiempo no se os pase, y el efecto á que sois embiado dexe de conseguírse.
X. Llegado que seáis a la Mar del Norte, procuraréis juntaros con el otro Navío, si por algun caso forzoso os hubiéredes apartado, para descubrir las Bocas y Entradas que tubiere el Estrecho por aquella parte y las comodidades que ballardes para poblarlo y fortalecerlo, descubriendo las dichas Bocas por vuestra persona y de los de vuestro Navío, lo qual haréis con la mesma diligencia y cuidado que se os manda hagáis á la Entrada del dicho Estrecho. Y siendo tiempo de poder volver uno de los dos Navíos, haréis que sea el que Vos señaláredes por una de las Bocas del Estrecho que no sea aquella por donde desembocastes, sinó por otra de las que se entiende haí en el dicho Estrecho, pues importaría poco descubrir la una, si á los Corsarios les quedase otra, y verna por ella con las advertencias que en la ida se le manda que tenga, la qual sea la que os pareciere que es de mas comodidad para poder volver al dicho Navío á esta Tierra y Puerto en que estamos.
XI. Y en caso que no sea tiempo de volver, procuraréis que el dicho Navío que eligiéredes, con los recados que lleváis para el Gobernador y Cabildo del Río-de-la-Plata, se vaya costeando basta allá á ímbernar y aguardar tiempo, y le ordenaréis quando y como ha de salir, por qual de las Bocas ha de dar la vuelta á este Reino, y que venga al Puerto desta Cidad á darme cuenta á mí, ó á el Gobernador que fuere, y á esta Real-Audiencía de todo lo que en la ida y vuelta oviere visto é oviere pasado, de los tiempos y vientos que oviere tenido; y acá á los que vínieren se les hará merced é gratíficacion conforme á lo que Su Magestad manda, y á lo que es tan justo que se haga en jornada de tanto momento é importancia. Y con este Navío embiaréis Vos dos Recaudos duplicados de todo lo que hubiéredes fecho, y os hubiere subcedido hasta allí uno para que el Gobernador ó Cabildo del Rio-de-la-Plata me lo embie á mí o á esta Real Audiencia por tierra por la vía de Tucuman, y otro que ha de llevar el dicho Navío; pero porque en esto no pueda haber falta de cualquiera manera que subcediere, Vos de vuestro Navío, y el dicho Almirante del otro, ó cualquier de Vos en caso que os derrotáredes y no saliésedesjuntos, ó saliendo juntos, ó en otra cualquier manera, habéis de embiar estos Despachos con un Soldado de los que lleváis para que por el Rio-de-la-Plata y Provincia de Tucuman me venga á dar aviso de los subcedido con el uno de ellos; y otro Despacho que dará á la justicia del Rio-de-la-Plata cerrado y sellado para que así mesmo me lo embíe: y demas de esto dexaréis otro Despacho á la dicba justicia del Rio-de-la-Plata, para que en qualquíera ocasión que se ofrezca desde allí se embíe á Su Magestad, de mas del que Vos habéis de llevar: de manera, que conforme á esto, para que no se detenga el Navío que hubiere de ir con el aviso de Su Magestad, en cada Navío se han de ir por el camino escribiendo quatro Relaciones y Despachos por la forma susosdicha: Uno que ha de quedar en cada Navío; otro que ha de quedar á la justicia del Rio-de-la-Plata para embiar á Su Magestad; otro á la dícta justicía para embiarme a mí por la vía de Tucuman; otro que ha de traber el Soldado que acordáredes que venga con él y para esto, si os pareciere que será de dilación, lo embiaréis con el Bergantín para que los dé y se traigan como dicho es, porque todo esto es de mucha importancia para los casos dudosos que suelen ofrecerse.
XII Dado que hayáis esta órden al dicho Navío que así eligiéredes, para la vuelta procuraréis Vos cumplir y guardar lo síguiente: Que es que prosigáis vuestro Viage y Derrota para los Reinos de España derecho al Puerto de San-Lúcar, ó á otro de aquella Costa, el que con mas comodidad pudiéredes tomar.
XIII. Llegado que seáis á él ó á otro, tomaréis las dichas Informaciones, Relaciones y Descripciones que hubíéredes hecho en el Viage, ansí hasta desembocar el dicho Estrecho, como de la Navegación que hubiéredes llevado en la dicha Mar del Norte, porque en todo el Viage della habéis de ir echando vuestros puntos, y mirando y anotando muí bien las proprías particularidades que en otro Capítulo desta Instruccion se contienen, y poniéndolas y asentándolas en el dicho Libro y en Carta, y leyéndolo cada día en público para que mejor se averigüe lo que pasare, y pueda constar de la verdad, y dar dello fe el Escribano, y firmarlo todos los que supieren escribir, segun dicho es.
XIV. Y con la dicha Relacion y el Despacho que lleváis mío para Su Magestad iréis ante su Real Persona y Consejo Supremo Real de las Indias á dar cuenta de la execucion y cumplimiento de vuestras Instrucciones, y á presentar las dichas Informaciones, Relaciones y Descripciones autorizadas en la forma que dicha es, y á informar de palabra con testigos del hecho, para que Su Magestad mande y provéa en todo lo que mas fuere servido para la prevencion y seguro de aquella Entrada, ántes que se ocupada de los Cosarios, que ya la saben: y de acá se le habrá dado a Su Magestad aviso de la embiada destos Navíos, y del efecto para que van, para se se espere la Relacion que lleváredes, y mejor se acierte á proveer en todo.
XV. Y para que mejor hayan lugar las diligencias que se os manda hacer y escribir, y conocimiento y descripción de la Mar y Tierra, iréis Vos y el Almirante, cada uno en su Navío, y los Pilotos, tomando las alturas así por el Sol como por la Estrella en todas las mas partes que pudiéredes y os pareciere, comunicándolas y concordándolas entre todos quando os juntáredes como cosa de tanta importan a que vais.
XVI. Y si en la prosecución de vuestro Viage y Navegacion, ora sea en esta Costa de la Mar del Sur, ó en ella, ó en alta Mar, ó en el Estrecho, ó en la otra banda de la Mar del Norte topáredes algunos Navíos de Ingleses ú otros Cosarios, ó halláredes alguna Poblacion dellos hecha en alguna de las dichas partes, ó tuviéredes noticia y aviso cierto que lo está en alguna Isla, tomad en esto la mayor razon y claridad que posible sea, y del numero de gente que es, y de los pertrechos y aderezos de guerra que tienen: y del tiempo que ha que allí llegaron y poblaron me daréis aviso en la forma que dicha es. Y Vos haréis en quanto á esto lo que el tiempo y las ocasiones os enseñaren, sin que ninguna sea parte para que ceséis en la prosecucion de vuestro Viage, y se dexen de conseguir los fines y efectos para que sois embiado. Pero si encontrárades ó tuviéredes noticia del Navío en que va Francisco Draquez, Cosario Ingles, que ha entrado en esta Mar y Costa del Sur, y hecho los daños y robos que sabéis, procuraréis de lo prender, matar, o desbaratar, peleando con él, aunque se arriesgue cualquier cosa á ello, pues lleváis bastante gente, munición y armas para poderlo rendir conforme á la gente y fuerza que él lleva, ó puede llevar: y esto haréis con gran diligencia sin perder en ello ocasión, pues sabéis de quanta importancia será para el servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Magestad, y bien destos Reinos que este Cosario sea preso y castigado; y Dios Nuestro Señor, en cuyo servicio se hace, os dará fuerza para ello, y prendiéndolo Vos y vuestros Oficiales y Soldados seréis mui bien gratificados del robo mesmo que llevan hecho, y se os harán otras mercedes; y ansí os lo prometo en nombre de Su Magestad Real. E sí otros Navíos de otros Cosarios, ó compañeros deste topáredes ó tuviéredes noticia dellos, conforme á lo arriba dicho de las ocasiones que hubiere, acometeréis, ó haréis lo que mas conviniera, teniendo siempre esperanza de Dios Nuestro Señor, que os dará esfuerzo y fuerza contra sus enemigos: y esto os ponga mas ánimo. Y esto se encomienda mui particular al dicho Almirante, Oficiales y gente de su Navío para que así lo cumplan, y ayuden conforme á la órden que les diéredes.
XVII. Y porque los tiempos tengo relacion que en aquella Costa del Estrecho suelen ser algunas veces contraríos, iréis advertidos que sí por ellos, ó por otra qualquiera ocasion que se ofrezca, la Nao-Capitana se derrotare, ó apartare de la Almiranta, no por esto habéis de dexar de proseguir vuestro Viage, y el otro Navío el mesmo con el recato, cuidado y diligencia que de vuestro zelo y buenas partes se confia: y haréis las informaciones que conviníeren de los tiempos, ocasión y necesidad foftosa, ó precisa, que obo para que el dicho Navío se quedase, ausentase, ó derrotase, con la verdad y fidelidad que de Vos se espera, para que por ellas en cualquier tiempo los culpados sean castigados con el rigor que tanto delito y exceso merecen, lo qual ni creemos, ni esjusto sepresuma de gente de Nacion Española, tan obligada á mayores hechos.
XVIII. Mas en caso que os derrotáredes y no saliésedes mas de un Navío por el Estrecho, se os advierte que este, dexando las dichas señales, que como dicho es, ha de ir á España á dar cuenta á Su Magestad y al dicho su Real Consejo de todo, pues de allá ha de venir el remedio, y prevencion para cerrar é impedir la dicha Entrada á los Cosarios, como dicho es.
XIX. Y en el dicho caso de haberos derrotado, como entrambos Navíos vais á unfin, que es á descubrir el dicho Estrecho por la órden que dicha es, y á salir por él á la Mar del Norte; para saber y entender qual Navío va adelante, y que yendo el uno á España no vaya el otro, pues ha de volver como dicho es aquí, acordaréis entre Vos é los dichos Pilotos y Maestres de vuestro Navío, y el Almirante y Pilotos y Maestres del otro, qué señales ciertas habéis de ir dexando para que esto se entienda y conozca, dexando por escríto, si fuere posible, quanto ha que pasasteis y lo que mas conviniere, y lo que el que quedare atras debe hacer.. y estas han de ir quedando en las mas partes que pudíéredes para que por falta desto no baya desórden en lo que conviniere hacerse.
Todo lo qual Vos el dicho Capitan y Almirante, cada uno como es obligado, haréis y cumpliréis con la prudencia y buen cuidado que de vuestras personas se confía, y negocio tan enderezado al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Magestad requiere. Y para esto mando que se entregue á cada uno de Vos un traslado desta Instruccion firmada de mi mano, refrendada de Albaro Ruiz de Navamuel, Secretario de la Gobernacíon destos Reinos, y que se os lea por él á Vos y á los Oficiales de Guerra y Pilotos, para que todos entiendan lo que se ha de cumplir y guardar en la dicha jornada y Descubrimiento. Y Vos el dicho Capitan y Almirante guardaréis y cumpliréis esta dicha Instruccíon, so pena de caer en mal caso y de las otras penas en que caen é incurren los que no guardan las instrucciones y órden que en nombre de su Magestad del Rei Nuestro Señor les son dadas. Fecha en la Cídad de los Reyes en nueve dias del mes de Octubre de mil é quinientos y setenta y nueve años. =Don Francisco de Toledo. =Por mandado de su Excelencia. = Albaro Ruíz de Navamuel.
Notificación y juramento
En el Puerto y Calláo de la Cidad de los Reyes de los Reinos y Provincias del Pirú en diez dias del mes de Octubre de mil y quinientos y setenta y nueve años, en presencia de los ilustres Señores Licenciado Recalde, Oidor de la Real Audiencia y Chancillería, que reside en la dicha Cidad de los Reyes, y de Don Francisco Manríque de Lara, Domingo de Garro y Pedro de Vega, Oficiales-Reales de Su Magestad, que están en el dicho Puerto para el despacho de los Navíos de la Armada que Su Excelencia embía al Estrecho de Magallánes. Yo Albaro Ruíz de Navamuel, Secretario de Cámara de la dicha Real Audiencia y de la Gobernación destos Reinos, notifiqué esta Instruccion al Capitan Pedro Sarmiento, Capitan-Superíor de la dicha Armada, y á Juan de Villalobos, Almirante della, y á Hernando Lamero, Píloto-Mayor, y á Hernan Alonso, y Anton Páblos, Pilotos de la dicha Armada; y se la leí de verbo ad verbum como en ella se contiene. Y por mandado del dicho Señor Licenciado Recalde, los dichos Capitán-Superior, Almirante y Pilotos juraron por Dios Nuestro Señor y por una señal de cruz, en forma de Derecho, que con los dichos dos Navíos de Armada que se les entrega para la dicha jornada y Descubrimiento del dicho Estrecho en nombre de Su Magestad, servirán á Su Magestad en la dicha jornada y Descubrimiento con toda fidelidad como sus buenos y leales Vasallos y guardarán en la dicha jornada y Descubrimiento esta Instruccion como son obligados y Su Excelencia lo manda; de lo qual doi fe. =Albaro Ruiz Navamuel.
Y luego incontinente ante los nombrados por mandado del Virréi platicaron el Capitan-Superior, Almirante y Pilotos la parte y lugar donde se habían de esperar e ir a buscar y hallar, si acaso por alguna ocasión o tiempo forzoso se apartasen el un Navío del otro, y acordóse que en la Boca del Estrecho en la parte de la Mar del Sur del Poniente se fuesen á buscar y esperar: y porque ya era mui noche no se hizo mas, ni nos pudimos embarcar, y tambien por faltar alguna gente que no había venido de la Cidad.
Otro dia Domingo once de octubre el Capitan-Superior y Oficiales y otros muchos confesaron y comulgaron, y luego el Capitan-Superior y Almirante hicieron Pleito menage y solemnidad de fidelidad al servicio de V. M. en manos del Fator don Francisco Manrique de Lara por ante el Secretario Albaro Rruiz de Navamuel: y tras esto luego el Capitan-Mayor tomó la bandera y se embarcó con ella á las dos de la tarde deste dicho dia, y tras él se embarcó toda la demas gente que habían de ir en su companla esta jornada. Y para que el Almirante, Piloto-Mayor y gente de la Almiranta supiesen lo que se había de hacer para ir en conserva y donde nos hallaríamos si nos apartasemos, y para otras cosas, le dió la Orden é Instruccion siguiente.
Orden del Capitán Superior Pedro Sarmiento para el Almirante Juan de Villalobos y gente de la Nao-Almiranta
El Capítan Pedro Sarmiento, Capitan-Superior de la Armada de Su Majestad para el Descubrimiento del Estrecho de Magallánes, dígo que porque una de las cosas que el Excelentísimo Señor Don Francisco de Toledo, Virréi, Gobernador y Capítan General destos Reinos y Provincias del Pirú, encarga en su Instruccion á mí y al Almirante de la dicha Armada es que vamos juntos y en conserva, y que la Nao-Almiranta baga su farol sin se apartar, ni derrotar, por lo mucho que importa al servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Magestad, así para el dicho Descubrimiento y buen efecto de la dicha jornada, como para que sí Dios Nuestro Señorfuere servido de que topásemos con esta dicha Armada con el Capitán Francisco, Ingles Cosario, mediante su ayuda y favor, le podamos acometer y rendir y en la junta que por mandado de Su Excelencia se hizo ante los Ilustres Señores Licenciado Recalde, Oidor de la Real Audiencia de la Cidad de los Reyes, y Oficiales-Reales de Su Majestad por mí y por los Pilotos de la dicha Armada, se acordó y determinó que si acaso por fortuna o tiempo forzoso nos derrotásemos el un Navío del otro, lo qual se ha de procurar por todos los medios posibles que no subceda, nos aguardásemos el un Navío al otro quince días en la Boca del Estrecho, y todos vamos haciendo víage para la dicha Boca. Por tanto, para se cumpla lo susodicho, ordeno, mando y encargo al Capitan, Almirante de la dicha Armada, que va en la dicha Nao-Almiranta, llamada San Francisco, y á Hernando Lamero, Piloto de la dicha Nao, y Mayor de la dicha Armada, que si acaso por alguna tormenta, ó tiempo forzoso se apartare, ó derrotare de la conserva de la Capitana donde Yo voi, siga su Viage y Derrota la vuelta de la Boca del dicho Estrecho de Magallánes; y por el camino donde Dios le llevare vaya haciendo y cumpliendo lo que Su Excelencia manda por su Instruccion. Y llegados que sean á la Boca del dicho Estrecho, que cae en esta Mar del Sur, esperen y aguarden surtos en la dicha Boca, á mí y á la dicha Nao-Capitana los dichos quince días, teniendo vigilancia con señales y otras diligencias de salir de día á reconocer el Golfo y el Estrecho con el Batel para descubrirme, á causa que podría ser que por estar surta la dicha Almiranta, la Nao-Capitana no la pudiese ver, estando de mar en fuera, porque la mesma órden tendré Yo, llegando primero al dicho Estrecho y Boca dél. Y si acaso dentro de los quince, días no llegare el Navío que obiere quedado atras, pasados los dichos quince días, dexen señales en árboles haciendo cruces grandes, y plantando otras en peñascos: y en las Canales y Estrecho por do se pueda creer que ha de pasar qualquiera de los dos Navíos, echen boyas de palos livianos con potalas, y en ellas algunas cruces clavadas, y cartas escritas de todo lo sucedido basta allí y de lo que piensa hacer adelante; derrota y camino que determina llevar conforme á la Instruccion de Su Excelencia, y avisos de lo que hubíere reconocido y sabido, para que la gente del un Navío se aproveche del aviso de la Gente del otro.
I. Iten, encargo al dicho Almirante Juan de Villalobos que para que entre la Gente que va en el dicho Navío-Almiranta haya toda buena Disciplina Militar y Chrístiana, trabaje y procure con todas sus fuerzas de escusar y prohibir los juramentos y blasfemias con que Dios Nuestro Señor tanto se ofende, y se hagan oraciones á la mañana y tarde, suplicando á Nuestro Señor nos guie y dé buen suceso en negocio tan enderezado á su servicio.
II. Iten, prohibirá los juegos, especialmente armas y vestidos, advirtiendo á todos que el que ganare vestidos ó armas no gana cosa que haya de llevar, porque de aqui se seguiría quedar desnudos y desarmados los Soldados, por donde no podrían substar el trabajo, y vendrían en gran deshonor y oprobio y peligro de la vida por los frios y otras necesidades.
III. Iten, que se eviten pendencias y disensiones entre la Gente de la dicha Almiranta, porque se conserven como amigos y de una Nación en concordia. Y si acaso, lo que Dios no quiera, procure con brevedad y sumaríamente castígallas por la lei de la Milicia como el caso lo requiere, sin demandas, ni respuestas de procesos, mas de aquello que baste para averiguacion y testimonio. Y si acaso fuere menester castigo presencial ántes lo castigue con la espada que con palabras pesadas, porque de esto se siguen muchos bienes y enmiendas, y quedan los hombres ménos agraviados.
IV. Iten, todas las noches ántes que anochezca, por la tarde, ó á la mañana, quando fuere posible juntarse, arribe y venga la Almíranta á juntarse á la Capitana, y lo mesmo hará la Capitana quando conviniere para pedir el nombre del Sancto que han de tener en memoria para aquella noche para nuestro conocimiento.
V. Iten, sigan siempre el farol de noche, y la bandera de la Capitana de día. Y sí acaso conviniere que la Capitana en que Yo voi, mude derrota u otro camino del que hasta allí ha llevado, terná aviso que se le harán dos faroles acía aquella parte donde se mudare el camino, meneándolos para que mejor se conozcan y sigan el dicho camino.
VI. Iten, si se viere en alguna necesidad que haya menester socorro tirará una pieza, y si fuere necesidad de socorro de personas tirará dos, porque lo mesmo terná entendido que haré Yo en mi Navío para que él me socorra si lo hubiere menester.
VII. Todo lo qual encargo y mando al dicho Almirante haga y cumpla conforme á la Instruccion de Su Excelencia, y como se confia de su persona, so las penas en que caen los que hacen lo contrario. Fecha en el Puerto y Calláo de la Cidad de los Reyes en once días del mes de Octubre de mil y quinientos y setenta y nueve años. =Pedro Sarmiento. =Ante mí Juan de Esquível, Escribano Real. =La Gente de la Armada.
Embarcáronse en la Nao-Capitana el Capitan-Superior y General de la Armada Pedro Sarmiento, el Padre Frai Antonio Guadramiro, de la Orden del Bienaventurado San Francisco, Vicario desta Armada y Predicador, persona venerable, que también había ido en la jornada pasada a Panamá con el mesmo cargo, sirviendo á V. M.; El Alférez Juan Gutiérrez de Guevara; Anton Páblos, Piloto desta NaoCapitana; y Hernando Alonso, Piloto asimesmo de la dicha Nao; Juan de Sagasti, Tenedor de bastimentos; Juan de Esquível, Escribano Real; Pedro de Hojeda, Contramaestre.
Estos se nombran por ser Oficiales, los quales con los demas Soldados y Marineros eran por todos cincuenta y quatro los de la Capitana. En la Almiranta se embarcaron el Almirante Juan de Villalobos; el Padre Frai Christoval de Mérida, de la Orden dicha; Hernando Lamero, Pilpto-Mayor y de la Almiranta; Pascual Xuarez, Sargento-Mayor; Francisco de Trexo, Escribano; Guillermo, Contramaestre: con los quales y los demas Soldados y Marineros son cicuenta y quatro, pocos mas ó ménos, y por todos son ciento y ocho los de ambas Naos, y algunos mas de servicio.
Llevaba cada Navío dos piezas de artillería medianas y quarenta arcabuces entre ambos Navíos, y pólvora, plomo, mecha, picas, morriones de cuero, algodon y mantas para escaupiles que son unos petos estofados que se hacen para armaduras del cuerpo, todo esto de la Casa-de-Municion de V. M.
Con este aviamiento y despacho este dicho dia 11. de Octubre de 1579. á las quatro de la tarde, en el nombre de la Santísima Trinidad Padre e Hijo y Espíritu-Sancto, Tres Personas y un solo Dios verdadero, nos hicimos á la vela y partimos del Puerto de Calláo de Lima que está en 12, grados y un quarto; y esta misma noche fuimos á surgir a la isla del Puerto questá dos leguas á Loeste del Calláo. Surgimos aquí por necesidad de acabar de poner segura y en andana la Capitana que iba zelosa porque hubo descuido en lastralla y no sustentaba velas. Esta noche no durmió la Gente porque todos anduvieron trabajando, unos trahiendo lastre de la isla, otros acabando de aparejar y enxarciar la Nao, que no se había podido acabar en el Puerto: y lúnes por la mañana 12. del mes nos levamos desta isla con un vahage de norte bonancible, con que comenzamos á navegar a vuelta del Sur, y desembocamos por entre la Isla y el Puntal del Puerto á popa, que mui pocas veces se ha visto; y empezando á salir a la mar, vino la virazon y amuramos la vuelta de tierra, y fuimos desta vuelta tras un Morro que llaman de Solar en el Valle-de-Surco, dos leguas de la Isla, y tres del Calláo.
Mártes siguiente 13. de Octubre, comenzando á salir á la mar luego sentimos que iba abierta la proa de la Capitana por muchas partes, y por calafatear algunas costuras; que con la priesa que hubo en el despacho no les bastó la diligencia á los Sobre-estantes a verlo todo. Con esta falta, quando la Nao arfaba entraban mui grandes golpes de agua por la proa, que llegaba algunas veces hasta el mástel mayor el agua hasta la rodilla, de lo qual la Gente se comenzó á afligir mucho; y la Gente de mar iba fatigada en dar contino á la bomba, y en acabar las velas y otros aparejos, y zafar el Navío: y el peligro de la proa era de suerte que no se podía hacer fuerza de vela sin abrir el Navío del todo, porque los mares jugaban, y el corbatón de la gorja iba abierto y desempernado, y desclavada toda proa y espolon: y por no volver á Lima trabajaron mucho por ir al Puerto de Pisco, treinta y tantas leguas de Lima, á adobar; y así con la ayuda de Dios entramos en Pisco sábado 17. de Octubre, y luego se repartió la Gente, unos á tierra [á] acabar las velas, otros á la xarcia, y los Carpinteros y Calafates á reparar y fortalecer la proa, la qual del todo se fortificó bien, conforme al lugar. Tomáronse aquí quatro hombres de la mar: dióseles á tres pagas á cada uno, conforme en Lima se habia pagado á los demas; y el uno era Calafate, y se le pagó con la ventaja de soldada y media, que son 37. pesos y medio ensayados cada mes. Embióse á Parraca dos leguas de allí, por una batelada de sal: tomáronse en este Puerto algunas cosas de que veníamos faltos para los Navíos, y para mantenimientos. Muchas dellas pagó Pedro Sarmiento y otras se obligó por ellas; y á peticion de la Gente de mar y Oficiales se tomaron y compraron dos cieptas botijas de vino de la tierra, que costaron á quatro pesos y medio, que montaron novecientos pesos corrientes. Estas se repartieron por mitad, las ciento á la Capitana y las ciento á la Almiranta, y en cada Nao se repartieron por cabezas, partes iguales: y todos juntos y cada uno por su parte se obligaron de lo pagar, y dieron libranzas á los dueños para que en Lima lo cobrasen de sus salarios: y habiéndonos aparejado y reparado, con nueva alegría nos hicimos a la vela miércoles 21. de octubre á la una despues de mediodía; y todo este dia anduvimos barloventeando por esta Ensenada, que es grande, sin tener viento para poder salir.
El juéves todo el dia tuvimos calma, y anochecimos sobre la Isla de Sangallan cerca de ella, que esta en catorce grados al Sur, y dende á dos horas despues de anochecido comenzó el viento Susueste y fuímos la vuelta de la mar al Sudueste toda la noche, y hasta el viérnes á mediodía que anduvimos 12. leguas por el arbitrio.
Desde el viérnes á mediodía 23. de Octubre el Oessudueste hasta la noche, seis leguas. Este dia se repartieron las armas de munición, y toda la noche siguiente navegamos al Sudueste, guiñando sobre la quarta del Sur, ocho leguas por fantasía.
El sábado, al Sudueste quarta al Oeste, 4. leguas, y al Sudueste ó leguas por arbitrio hasta la noche. Este dia mandó Pedro Sarmiento al Almirante Juan de Vilialobos que no pasase delante de la Capitana, sinó que siguiese el farol de noche y la bandera de dia, so ciertas penas, porque así convino al servicio de Su Magestad, porque claro comenzaba ya á mostrarse quererse apartar de la conserva de la Capitana contra las Instrucciones del Virréi y del Capitán-Mayor.
La noche siguiente hasta domingo de mañana con viento fresco al Sudueste quarta al Sur y al Susudueste, diez leguas por arbitrio. El domingo á mediodía á 25 de Octubre tomé el altura en diez y seis grados y cincuenta y cinco minutos al Sur, 60 leguas de Pisco Lesteoste: con Ocoña 70. leguas.
Desde el domingo á mediodía hasta prima noche, al Sudueste ó leguas, y hasta las ocho de la mañana del lúnes 26 del mes, al Susudueste diez leguas. A esta hora escaseó el viento, y fuimos con Susueste la vuelta del Sudueste, y luego á la quarta del Oeste, y luego á largo, y fuimos al Sudueste franco. Este Iúnes á mediodía, tomé el altura en diez y siete grados y cincuenta y cinco minutos, ochenta y siete leguas de Pisco Lesteoeste: con Tambo 107 leguas á Loeste. Este dia abrió claro, porque dende la conjuncion había hecho tiempo rnui obscuro y cerrado. Hace por aquí en este tiempo mui templado con mas parte de calor que de frío. Desde este parage comienzan los vientos suestes una quarta mas larga y mas escasa con mar bonanza y cielo claro.
Desde lúnes hasta mártes á mediodía 27. de Octubre con Sueste y Susueste bonancible, entrando y saliendo la vuelta del Sudueste y del Susudueste. Echéle el camino del Sudueste, porque este dia arribamos sobre la Almiranta. Anduvimos 15. leguas. Este dia á las ocho de la mañana nos dio el primer aguacerito del Susueste, que nos dexó viento fresco en la vela y con él fuimos al Sudueste; y pasado el agucerillo volvió el viento al Sueste bonancible que nos dexaba ir al Susudueste. Los aguacerillos no llueven mas que un rucío poco y mui menudo, y trahen viento fresco. Hace por este clima mas calor que frio; mas mui buen temple; cielo, mar y viento apacible. Tomóse este dia el altura: Pedro Sarmiento en 19 grados 22 minutos, y Anton Páblos en 19 grados y 50 minutos; Hernando Alonso en 19 grados y 5 minutos, de manera que por el Sudueste quarta al Sur anduvimos desde el lúnes hasta mártes á mediodía 28 leguas. iban las aguas al viento en nuestro favor al Sur: halléme este dia Lesteoeste con el Rio de Juan-Diaz ciento y quarenta leguas. Abre por esta Region el cielo de las diez del dia adelante. Por este mar vimos poco pescado, y vimos algunos paxarajos bobos blancos. Este dia pedí el punto al Piloto de la Almiranta, y dixo que no había tomado el Sol, habiendo hecho tiempo para ello: reprehendiole Pedro Sarmiento su descuido, y mandóle que no dexase de tomar el Sol todos los dias que hiciese claros para ello.
Desde mártes hasta miércoles á mediodía 28 de Octubre, al Sudueste quarta al Sur 30 leguas. Tomamos este dia el altura en 21 grados largos: reconocímos por el camino ir los aguages al Sudueste en nuestro favor. Este dia hicimos particularmente gracias a Nuestro Señor Dios por el buen tiempo que nos daba, y hicimos cierta limosna para la Casa de Nuestra Señora de la Rabida de España. Todos los dias de fiestas el Padre Vicario hacía sermon que nos consolaba mucho con su buena doctrina. Hallámonos este dia Lesteosste con el Rio de Pisagua 160 leguas: de Pisco 154; de Lima 168. Nordeste Sudueste: Toma de la quarta de Norte-Sur.
Desde miércoles hasta juéves 29 de Octubre con Susueste y Sueste quarta al Sur fresco fuimos al Sudueste, y al Sudueste quarta al Sur, y al Susudueste largo y escaso: que cotejado lo uno con lo otro sale el camino al Sudueste quarta al Sur 30 leguas por fantasía.
Desde juéves á mediodía hasta la noche, seis horas al Sudueste quarta al Sur: la resta de la noche cargó mucho el viento, que nos hizo tomar las velas de gabias y con las maestras á medio árbol al mesmo rumbo y al Sur quarta al Sudueste y al Susudueste, doce leguas: y por la mañana viérnes cargó el viento mas y nos hizo sacar la boneta del trinquete, y fuimos al Sudueste hasta el viérnes á mediodía 30. del mes diez leguas por arbitrio.
Desde viérnes hasta sábado á mediodía 31 de Octubre, al Sudueste, quarta al Sur y al Susuueste 20 leguas.
Desde el sábado hasta el Domingo á mediodía primero de Noviembre, la mitad al Sudueste quarta al Sur, y la otra mitad al Susudueste 30 leguas. Este dia tomé el altura en 26 grados y un tercio largo, y sumando lo que anduvimos dende 28 de Octubre, estando en 21 grados, hasta este punto, son ciento y catorce leguas y dos tercios de legua. Va de diferencia deste camino, que es el vero al del arbitrio, cinco leguas y un tercio que había hurtado la fantasía á la altura. Hallámonos este dia Lesteoeste con Copayapo ciento y ochenta leguas; y halléme apartado del meridiano de Lima al Oeste ciento y cincuenta leguas, estando con Lima docientas y ochenta y cinco leguas Nordeste-sudueste quarta de Norte-Sur. Pasamos por el Oeste 18. leguas de las Islas Desventuradas, que están en 25. grados y un tercio, las quales año de 1574, Juan Fernandez, Piloto, yendo á Chile acaso las descubrió segunda vez, que desde que Magallánes las descubrió año de 1530 no se habían visto mas; y se llaman agora San-Felix y San-Ambon. Son pequeñas, tres cuerpos de tierra, despobladas, sin agua. Tienen mucha paxarería y lobos-marinos, y mucha pesquería. No se fien los navegantes en este parage de los reloxes hechos en España y Francia y Flandes y partes de mas altura para fixar el Sol con el Astrolabio ordinario; ni tampoco por el Aguja-de -Marear, porque cuando lo marcares al Norte pensarás que es Mediodía y habrá ya pasado mas de una quarta. Por tanto, téngase aviso que quando se tomare el Sol se espere con el Astrolabio en mano hasta que le vean subir por la pínula baxa, que es baxar por la parte de arriba: y este es el mas perfecto y preciso relox para todas partes para el Meridiano del altura. La causa es, que las Agujas-de-marear tienen trocados los azeros quasi una quarta del punto de la flor-de-lis, teniendo respecto los que las hacen al nordestear y noroestear, y quieren que una regla valga para todo el Mundo, como ya que fuese así cierto, como algunos lo enseñan, es mas y ménos; y en el Meridiano del Cuervo dicen que no nordestéa, ni noroestéa; pero la verdad es ser tal regla falsa por la experiencia: que Yo he hecho [en] muchas, varias y muy diferentes partes del Mundo, orientales, occidentales, septentrionales y meridionales, en mas de ciento ochenta grados de longitud, y mas de ciento cincuenta de latitud, habiendo pasado por diferentes partes la Equinocial muchas veces: y los reloxes que no son hechos generales, solo son precisos para aquella altura para donde se hacen, ó para poca mas ó ménos, aunque algunos piensan que al Mediodía todos los reloxes sirven bien: lo uno y lo otro es error notabilisimo y dañoso, que conviniera haber advertido y emendado; pero si las Agujas agora se enmendasen, sería nuevo [yerro] mayor que el primero, porque ya las tierras están arrumbadas por estas Agujas de azeros cambiados: y así para ir en busca de las Costas hase de usar destas Agujas necesariamente, so pena que si se van á buscar con Agujas buenas y precisas, no las hallarán, ó se ha de volver á arrumbar la tierra toda de nuevo, por lo qual se sufre y va con este yerro de indescripcion por evitar otro mayor hasta que haya quien lo mande hacer de intento.
Del domingo al lúnes á mediodía dos de Noviembre, al Susudueste quarenta y dos leguas, Tomamos este dia el Sol Yo y Anton Páblos y Hernando Alonso en 28. grados y 37. minutos Lesteoeste: con el Guasco 178. leguas, y de Lima 325 leguas Nordeste-sudueste quarta del Norte-Sur, algo sobre la media partida.
Desde el lúnes al mártes á mediodía 3 de Noviembre, al Sudueste 26 leguas. Tomé el Sol en 29 grados y dos tercios largos Lesteoeste: con el Rio de Coquimbo 190 leguas, y de Lima 355 Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste, tomando de la media partida.
Desde mártes á miércoles á mediodía 4 de Noviembre, al Sudueste y al Susudueste por mitad, 24 leguas. Este mártes fue la Capitana arribando, escotas largas, sobre la Almiranta, y lo mesmo hizo el miércoles, Porque la Almiranta iba delante y mui descayendo á sotavento, sin querer aguardar poco ni mucho como le estaba mandado. En fin la alcanzamos, y sospechose que se iba huyendo y apartándose; pero entónces no convenía rigor: y en alcanzándola Pedro Sarmiento pidió el punto al Piloto Mayor, y respondió que el dia ántes, que fue mártes, había tomado en 29. grados y quarta. Este dia comenzó á ventar Nordeste, y fuimos bolinas largas al Susueste. Este dia platicó el Capitan-Mayor con los Pilotos sobre la derrota que tomarían, pues ya ventaban vientos largos. Lamero, de la Almiranta, dixo que al Sur, porque se multiplicaba mas brevemente altura, no mirando que por allí no se tomara tierra en setenta grados. Pedro Sarmiento, Anton Páblos y Hernando Alonso se concordaron en que se fuese por el Susueste, porque aun por aquí con clificultad se reconocería tierra de 45 á 50 grados, á buen decir la navegación: y yendo por el Sur era perder el verano y las vidas, y no hacer aquello á que éramos embiados; y así esa noche siguiente se caminó por el Sur quarta al Sueste hasta juéves á mediodía: y por haber ido el mediodía de ántes al Susudueste, le eché el camino del Sur. Tomé este dia altura en 33 grados y once minutos, que desde mártes a mediodía hasta este punto son sesenta y dos leguas largas, 410 leguas de Lima Nornordeste Susudueste entre la quarta de Norte-sur. Este dia hizo bonanza, y con poco viento y dia claro fuimos al Sur quarta al Sudueste. Tomamos este dia el altura en treinta y tres grados y un tercio.
Del juéves al viérnes al Sur, guiñando sobre la quarta del Sueste. Tomamos este dia el altura en 33 grados 42 minutos. Este dia anduvimos poco, porque hubo calmas. Anton Páblos tomó en 33. y 54; Hernando Alonso en 33. y 40 leguas diez Leste oeste: con el Rio de Mayapo 170 leguas, y de Lima 418 leguas, y del Meridiano de Lima 140 El dia de ántes y éste hizo calor mas que la ordinaria, y calmas: y por esto caminamos poco.
Del viérnes al sábado 7 de Noviembre, al Sur, catorce leguas. Tomé este dia el altura en 34 grados y medio largo Lesteoste: con Cobas 150 leguas, y de Lima 440 leguas por el rumbo dicho (digo por donde navegamos); pero tomado por el Nordeste Sudueste, como á este punto nos demoraba la isla de Lima, estábamos della 420 leguas. Estos dias hixo calmerías y gran calor hasta mediodía: y el sábado algo ántes de mediodía comenzó á ventar nordeste, é íbamos navegando á popa.
Desde el sábado a domingo S. de Noviembre á mediodía, las diez y ocho horas, al Sur quarta al Sueste 25. leguas, y las 6 horas, al Susueste 6 leguas por arbitrio. Este dia no se tomó el Sol. Este dia á las siete de la mañana calmó el Nordeste, y del Sudueste vinieron aguaceros, que duraron mas de dos horas, y traxeron viento que nos hizo ir al Susueste y al Susueste y al Lesueste; y escaseó hasta el Leste hasta mediodía, largando y escaseando; y de mediodía arriba calmó este viento, y ventó Leste y Lesueste. Amuramos de la finiestra, y caminamos al Sur quarta al Sueste: y dende á una hora ventó Nordeste, y carhinamos a popa al Sur quarta al Sueste. Este dia hubimos habla con la Almitanta: y el Piloto Mayor Hernando Lamero dixo que gobernásemos al Sur; y Pedro Sarmiento le respondió, que pues no querian emendar su determinacion, que era ir á tierra de demasiada altura para lo que veníamos á hacer, que la Capitana haría lo que fuese servicio de Dios Nuestro Señor y de Su Magestad, y que Él con la Almiranta no pasase delante, sinó que siguiese la bandera de la Capitana de dia y el farol de noche: y volviendo á replicar Lamero, dixo que fuésemos á tierra no descubierta; y Pedro Sarmiento le dixo que Él no venía sinó á hacer lo que el Virréi en nombre de S. M. le mandaba, que era descubrir el Estrecho de Magallánes y á aprovechar el tiempo todo lo que fuese posible por no perder el tiempo del verano; y que si pasaban á mas altura que la Boca del Estrecho está, habíamos de tener nortes que no nos dexarían baxar al Estrecho hasta que ventasen los sures, que es por fin de Abril, y entánces ya sería imbierno cerrado, y era perdido este año, quando por buena ventura escapásemos, demas de ser andar el camino dos veces, y ponernos á peligro de que entretanto viniesen mas Cosarios y poblasen el Estrecho, y nosotros no pudiésemos pasar por él á dar aviso á Su Magestad á España, ni volver al Pirú á darle al Virréi; que eran muchos daños e inconvenientes dañosisimos y rnui perniciosos, y que pues esto era tan evidente que por el Sueste ó Susueste quería descubrir tierra de la banda del Norte del Estrecho en parage conviniente donde nos aprovechásemos de los nortes quando otros vientos no hubiese, y que esta era mi determinación y parecer y de los demas Pilotos de la Capitana, Hernando Alonso y Anton Páblos, Piloto experto y de mucho crédito en estas navegaciones de mucha altura, especial en la de Chile. Y perseverando Hernando Lamero en su despropósito, el Capitan le mandó que siguiese la Capitana de dia y de noche, so pena de privación de oficio, y que embiaría á la Almiranta quien la marease, y al Almirante le mandó, que so pena de la vida no se apartase de la Capitana de dia ni de noche: lo cual fue causa para que por entónces no se apartase, aunque lo llevaba determinado de hacerlo aquella noche, segun me dixo el Padre Vicario Frai Antonio Guadramiro que le había dicho Frai Christoval de Mérida, su compañero y súbdito, que iba en la Almiranta, que aquella noche siguiente se apartaría la Almiranta, sinó les pusiera la pena que les puso Pedro Sarmiento, que así lo habían platicado el Almirante, Piloto y otros de aquel Navío-Almiranta.
Desde el domingo hasta el lúnes á mediodía 9 de Noviembre con viento norte, nordeste y nornordeste navegamos la vuelta del Sur quarta al Sueste. Tomé el altura en 37 grados, 56 minutos, que suman leguas, desde el sábado que se tomó el altura, 58 leguas Lesteoeste: con el Puerto del Carnero 100 leguas, y de Lima 500 leguas Nordeste Susudueste. Hernando Alonso tomo en 38 ménos un quarto.
Desde el lúnes al mártes á mediodía 10. del mes, al Sur quarta al Sueste; y el mártes al amanecer cargó tanto norte, que nos hizo tomar la mesana y velas de gabia; y sacar las bonetas, e íbamos con los papahigos baxos á medios árboles; y con ir á popa entraban muchos y grandes golpes de agua en la Capitana, que sinó fuera por la puente corríamos gran riesgo de anegarnos, porque demas de la mucha mar, penejaba tanto que cada vez bebía agua por los bordos por ser de muchos delgados. Anduvimos 30. leguas por fantasía: llovío tanto, que los Marineros se mudaron dos ó tres veces la ropa. Todo este dia y la noche ántes toda, la Almiranta fue delante sin hacer lo que le era mandado, ni hacer lo que el Virréi le mandaba, aunque se le hizo farol y otras señas de noche y de dia; pero en alcanzándole, disimulóse con Él, porque convenía al servicio de Su Magestad que se hiciese su hacienda, y no la particular presuncion.
Del mártes al miércoles á mediodía 11 de Noviembre, al Sur quarta al Sueste, corrimos tormenta de Norte, que nos hizo ir sin velas de gabias y sin bonetas, y los papahigos amainados de medio árbol abaxo; y porque la Nao daba tan grandes balances que se anegaba por la proa y por los lados, se quitaron los mastaléos de gabia; y al sacar se nos quebró el de la Capitana, el de proa. Anduvimos desde el lúnes á mediodía hasta miércoles á mediodía 82 leguas. Tomé el altura por tres Astrolabios con 42 grados largos y medio; Anton Páblos lo mesmo, y Hernando Alonso 43. escasos. Hallámonos este dia 573 leguas de Lima Lesteoeste: con la tierra que está entre Osorno y Chiloé 70 leguas.
Desde miércoles á mediodía hasta la noche cargó mucho el Norte, saltando al Noroeste y Oesnoroeste; y fue tanta la furia, que nos hizo tomar de todo el papahigo mayor, y hacer cinturas á los másteles, y xaretas falsas á la xarcia. Ibamos corriendo á popa con los papahigos de trinquete baxo sobre cubierta quanto gobernasen los Navíos para huir de la tormenta de mar y viento. Estas seis horas hasta la noche fuimos al Sueste 8 leguas; y toda esa noche al Sueste quarta al Sur 12 leguas: y desde juéves por la mañana saltó el viento al Sudueste, y fuimos al Sueste ocho leguas. Este dia por la mañana metimos el masteléo mayor, y dimos el papahigo mayor y mesana, la qual sacamos á las dos del dia, porque el Navío trasorceaba; de manera que desde miércoles hasta juéves á mediodía por los rumbos dichos anduvimos por fantasía 30 leguas.
Desde juéves a mediodía con sudueste y susudueste fuimos al Sueste y Susueste seis horas seis leguas; y toda la noche al Sur quarta al Sueste 14 leguas, y hasta viérnes á mediodía 13 de este mes al Sur quarta al Susueste, ocho leguas. Este dia nos dió otra tormenta grande de mucho mar y viento oeste y ossedueste con mucho frio: corrimos al Sur quarta al Sueste con los papahigos amainados sobre la cubierta con medias tiestas, haciendo fuerza de velas bolinas haladas, porque nos hallábamos cerca de tierra; y dábamosle resguardo.
Desde viérnes al Sábado 14. de Noviembre, 25 leguas; las seis al Sueste, y las doce al Susueste y al Sur quarta al Sueste por fantasía. En este parage hizo mucho frio, y las gotas de agua que caen vienen redondas y corpulentas como granizo frigidísimo. Esta noche abonanzó algo el viento. Sea aviso que por aquí, en dexando el norte, acude luego á la travesía, que es el oeste, con mucha furia, y mete mucha mar; y de allí salta al sudueste con muchos aguaceros menudos, y de noche abonanza, y de dia venta con mucho rigor y frio. Estos tres dias no vimos el Sol á tiempo que se pudiese tomar. Por la fantasía debímos estar hoi en 46 grados largos.
Desde sábado al domingo 15 deste mes al Sueste, seis leguas; y toda la noche al Sur, 15 leguas; y hasta mediodía al Sur, ocho leguas por fantasía. Mas porque tomé á mediodía el Sol en 48 grados largos, digo que desde miércoles once deste mes hasta hoi anduvimos por altura ciento y quince leguas Lesteoeste: con el Puerto de Nuestra-Señora-del-Valle leguas y de Lima 690 leguas.
Del domingo al lúnes 16 de Noviembre tuvimos tanto tiempo del Sudueste y Oessudueste, que nos hizo ir quasi sin velas; y de noche, porque nos hacíamos con tierra, no llevábamos mas de dos brazas izadas de los papahigos. Fuimos al Sueste y al Sur 15 leguas.
Del lúnes al mártes 17 de Noviembre cargó el Oeste y Sudueste, que nos hizo ir con pocas velas; y á la noche, porque el General se hacía ya con tierra con parecer de los Pilotos de la Capitana, advirtió al Piloto de la Almiranta, que fuese al Susueste con solos los papahigos de los trinquetes, y de media noche abaxo fuésemos al Sueste, y así se hizo. Y en amaneciendo el mártes 17 del dicho mes del año de 1579 en el Nombre de la Sanctisima Trenidad vimos tierra alta que nos demoraba el Lesueste como diez leguas, y fuimos derechos á ella para reconocella y marcalla; y á mediodía cerca de tierra tomamos la altura en quarenta y nueve grados y medio, y Hernando Alonso en 49, 9 minutos: y acercándonos á tierra, descubrimos una grande Bahía y Ensenada que entraba mucho la tierra adentro hasta unas Cordilleras nevadas; y á la banda del Sur tenía una tierra alta amogotada con un monte de tres puntas, por lo cual Pedro Sarmiento nombró á esta Bahía Golfo de la Sanctísima Trenidad. La tierra alta del monte de tres puntas, que por eso fué nombrado Cabo de Tres-Puntas, ó montes. Esta tierra es pelada, y á la mar tierra baxa y de mucha reventazon y baxos sobre agua; y en lo alto tiene muchas manchas blancas, pardas y negras. Al Norte deste Cabo de Tres-Puntas, seis leguas, está la tierra de la otra banda de la boca deste Golfo, que es un morro alto gordo, y cae luego á lo llano la tierra adentro al Norte con muchos Isléos a la mar. Esta tierra gorda parece Isla de mar en fuera: Llamóse CaboPrimero. Hace esta seña quando demora al Nordeste.
La tierra del Sur, que es el Cabo de Tres-Puntas, sobre la mar hace un pico como Vernal, desta manera. [arriba, derecha]
La Boca y Entrada de esta Bahía y Golfo de la Sanctisima Trenidad tiene seis leguas desde el Cabo-Primero al Cabo de Tres-Puntas; y corre la Costa de la mar brava Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste lo que pudimos determinar con la vista: y la Canal deste Golfo de la Santisima [Trinidad] corre Noroeste -sueste, lo que áprima faz alcanzamos á determinar. Cabo-Primero con Cabo de Tres-Puntas demoran el uno por el otro Norte-sur, y toma algo de la quarta de Nordeste-sudueste .
Estando ya cerca de tierra, juntámonos la Capitana y Almiranta, y platicaron sobre lo que se debía hacer; y resolviéronse todos que entrásemos en esta Bahía á tentar la tierra: y el General viendo que estaban en buen parage para descubrir el Estrecho, y que aquella Bahía, conforme á su traza, quel General tenía descrita, había de responder á la Mar por otra Boca cerca del Estrecho, mandó gobernar allá; y así entramos dentro como á las dos del dia de la tarde con la sonda en la mano. Y aunqué entramos tres y quatro leguas la Canal adentro no se halló fondo con muchas brazas hasta que nos arrimarnos á la tierra, y sondamos en treinta brazas; y allí surgimos la primera vez, cinco leguas la Bahía á dentro: y por presto que lanzamos el ancla tomó fondo en muchas mas brazas de las que se habían sondado, y el fondo es sucio. La Almiranta surgió mas en tierra, y garro y luego dió en mar sin fondo porque es allí acantilado, y por esto se hizo á la vela, y lo mesmo hizo la Capitana por la mesma causa. Y por ser noche y no saber la tierra y ser tormentosa, que no hai hora segura, viramos luego la vuelta de tierra donde habíamos surgido la primera vez: y sondando algo mas en tierra que ántes, surgimos en veinte brazas. Todo el fondo deste surgidero es peñascoso y Costa brava, acantilado; y luego surgió la Almiranta mas cerca de tierra.
Otro dia miércoles 18 de Noviembre Pedro Sarmiento, no teniendo por bueno ni seguro Puerto éste por estar desabrigado del norte y noroeste, que son los dañosos aquí, entró en un batel y con Él Anton Páblos, y fué á buscar Puerto la vuelta del Sueste; y anduvieron todo el dia sondando ancones y caletas, y hallaron un Puerto razonable. Y porque quando volvió á los Navíos para llevallos allá no halló al Piloto-Mayor en ellos, que era ido también á buscar Puerto sin avisar adonde iba, no los llevó luego ese mesmo día.
Otro dia juéves amaneció el tiempo mui turbado, y con tanta tormenta de norte, que no fué posible poder, ni osar desamarrarnos, porque era cierto hacernos pedazos en la Costa ántes de dar la vela; ni pudiéramos salir aunque no hubiera este inconveniente. Tanta era la mar y viento que nos comía y deshacía sobre las amarras: y cargó tanto, que la tirana (sic) y golpes de mar quebró una ancla por el hasta, de ludir en los peñascos del fondo, y rebentó el cable grueso de la otra ánfora; y así quedamos todo desarmados, y la Nao Capitana comenzó á ir atravesada á dar al traves en los arrecifes de la Costa questaba poco mas de un ayuste de distancia. Lo que aquí se debió sentir júzguelo quien en otras semejantes se ha visto; pero no por esto los Pilotos y Gente de mar y tierra desanimaron, ántes con gran ánimo y llamando á Dios y á su benditísima Madre dieron con grandisima diligencia fondo á otra ancla que iba entalingada; y quiso Dios que tomó fondo y aferró, y con mucha presteza se abitó, y la Nao hizo cabeza; y así se salvó la Nao, que sin falta la libró la sacratísima Madre de Dios milagrosamente, y con este reparo nos sustentamos este dia y viérnes siguiente. La mar y viento no abonanzaba; y estar aquí era estar arriscados á la perdicion cierta; y salir á fuera no podíamos; y pararnos y desamarrarnos no nos convenía, so pena que haciendo qualquiera destas tres cosas éramos perdidos, y conveníanos irnos de allí al Puerto sondando que dixe arriba. Y para ménos daño y peligro embió Pedro Sarmiento al Piloto Hernando Alonso en el batel á que sondase un boqueron que se hacía entre una Isleta y la aventurar á Tierra grande para si por allí hubiese fondo, pasar las Naos al Puerto dicho. Fué y halló cinco brazas, y desde allí hizo cinco veces seña con una bandera blanca que llevó para ello, y quedóse allá con el batel que no pudo volver. Sabido aquel pasage determinámonos de ir y pasar por allí; y así en el nombre de la sacratísima Reina de los Angeles largamos las amarras por mano, teniendo primero el trinquete arriba; y en un instante nos llevó la Madre de Dios y nos metió por el boqueron que iba tocando con los penoles quasi en las tierras de ambas partes; y llegamos al otro Puerto sondado, donde surgimos, y quedamos en una bonanza y tranquilidad maravillosa; á lo ménos que lo pareció entónces. Fue cosa de admiracion ver las vueltas que la Nao iba dando por entre los arrecifes y vueltas de la Canal del boqueron, que un caballo inui arrendado no las diera tales; y en todas iba como un rayo, que si discrepara qualquiera cosa, se hacía pedazos. Tuvimos por mejor acometer esta temeridad donde había alguna esperanza de salvación, que no estarnos obstinados y con pereza en aquel Puerto, donde cierto, si esto no hiciéramos, esa mesma tarde pereciéramos todos sin escapar hombre. Ancorada la Capitana, volvió el batel de la Capitana por la Almiranta, y por la mesma órden y pasos la traxeron á este mesmo Puerto, aunque surgió mas en tierra por la señalada merced que Dios nos hizo de darnos en este Puerto, donde nos reparamos por intercesión de su gloriosísima Madre. Llamamos á este Puerto de Nuestra-Señora-del-Rosario; y al otro, Peligroso; aunque los Marineros le llamaron Cache-diablo.
El domingo siguiente 22 de Noviembre el General Pedro Sarmiento, con la mayor parte de la gente, saltó en tierra; y arbolando Pedro Sarmiento una cruz alta, todos con mucha devoción la adoraron, y cantáse en alta voz el Te Deum Laudamus de rodillas, y con gran regocijo dieron todos gracia á Dios conociendo las mercedes que de su Divina mano habiamos todos recibido. Esto hecho, el Capitan-Superior Pedro Sarmiento se levantó en pie, y echando mano á una espada que tenía en la cinta dixo en alta voz en presencia de todos: “Que le fuesen todos testigos como el, en Nombre de la Sacra, Católica, Real Magestad del Rey Don Phelipe Nuestro Señor, Rei de Castilla y sus Anexos, y en Nombre de sus Herederos y Subcesores, tomaba Posesión de aquella Tierra para siempre jamas.” Y en testimonio deilo, para que los presentes tuviesen memoria con la espada que tenía en la mano, cortó árboles, ramas y hierbas, y mudó piedras, y dellas hizo un Mojon en señal de Posesion. Y porque las Posesiones semejantes conviene que consten ampliamente, y el Virréi manda particularmente que se tome Posesion en las partes donde saltáremos en tierra, hizo Pedro Sarmiento el Testimonio siguiente por ante Escribano.
Posesión primera
En el Nombre de la Santísima Trenidad Padre, Hijo y Espíritu Sancto, Tres Personas y un solo Dios verdadero, que es Principio, Hacedor y Criador de todas las cosas, sin el qual ninguna cosa buena se puede hacer, comenzar, ni conservar. Y porque el principio bueno de qualquiera cosa ha de ser en Dios y por Dios, y en Él conviene comenzarlo para gloria y honra suya: en su Sanctisímo Nombre sea notorio á todos los quel presente Instrumento, Testimonio y Carta de Posesíon vieren, como hoi Domingo, que se contaron veinte y dos dias del mes de Noviembre de mil y quinientos y setenta y nueve años, habiendo llegado esta Armada Real del Mui Poderoso, Mui Esclarecido y Católico Señor Don Phelipe, Rei de las Españas y sus Anexos, Nuestro Señor, que por mandado del Excelentisimo Señor Don Francisco de Toledo, Virréi, Gobernadory Capitan General de los Reinos y Provincias del Pirú, salió de la Cidad de los Reyes del Pirú para el Descubrimiento del Estrecho que dicen de Magallánes, de que vino por Capitan-Superior el General Pedro Sarmiento á esta Tierra, ahora de nuevo por el dicho Capitan-Superior descubierta. Y estando surta en este Puerto ahora de nuevo nombrado Nuestra Señora del Rosario, y Bahía ahora nombrada de la SANCTISIMA TRENIDAD; y habiendo desembarcado en tierra el dicho Señor General, y con Él la mayor parte de la Gente de mar y tierra del Armada, y Religiosos, sacó en tierra una Cruz, la qual adoró de rodillas con toda la Gente devotamente; los Religiosos cantaron el Cántico Te Deum Laudamus. En alta voz dixo, que en el Nombre de Su Magestad del Rei Don Phelipe SEGUNDO Nuestro Señor, Rei de Castilla y Leon y sus Anexos, á quien Dios Nuestro Señor guarde por muchos años con acrecentamientos de mayores Estados y Reinos para servicio de Dios, bien y prosperidad de sus Vasallos, y de los Mui Poderosos Señores Reyes, Herederos y Subcesores suyos, que por tiempos fueren, como su Capitan-Superíor y General desta dicha Armada, y en virtud del órden é Instrucciones que en su Real Nombre le dio el dicho Señor Visorréí del Pirú, tomaba y tomó, aprehendía y aprehendió la Posesion desta Tierra donde alpresente está desembarcado; la qual ha descubierto, para siempre jamas en el dicho Real Nombre, y de la dicha Real Corona de Castilla y Leon, como dicho es, como cosa suya propria que es y que realmente le pertenece por razon de la Donacion y Bula que el Mui Sancto Padre Alexandro Sexto, Sumo Pontífice Romano expidió motu proprio en donación á los Mui Altos y éatólicos Señores Don Fernando Quinto y Doña Isabel, su Muger, Reyes de Castilla y Leon, de gloriosa recordacion, y á sus Subcesores y Herederos, de la mitad del Mundo, que son ciento y ochenta grados de Longitud, como mas largamente en la dicha Bula se contiene, dada en Roma a quatro de Mayo del año mil y quatrocientos y noventa y tres: en virtud de la qual estas dichas Tierras caen, son y se incluyen dentro de la Demarcacion y Meridiano de la particion de los ciento y ochenta grados de Longitud, pertenecientes a la dicha Real Corona de Castilla y Leon, y como tal toma y tomó la dicha Posesion destas dichas Tíerras y sus comarcanas, Mares, Rios, Ensenadas, Puertos, Bahías, Golfos, Arcípielagos, y deste dicho Puerto-del-Rosario donde al presente está surta esta Armada: y las subroga y subrogó debaxo del poder y posesion y dominio de la dicha Real Corona de Castilla y Leon, como dicho es, como cosa suya propria que es. Y en señal de Posesion, vel quasi, echando mano á su espada que tenía en la cinta, con ella cortó árboles y ramos, y hierbas, y mudó piedras, y paseó los campos y playa sin contradicion alguna; pidiendo á los presentes que dello fuesen testigos, y á mí el Escribano infra escripto se lo diese por testimonio en pública forma. Y luego in continente tomando una Cruz grande á cuestas, y puesta la gente de la Armada en órden de guerra con arcabuces y otras armas llevaron en procesion la Cruz, cantando los Religiosos Frai Antonio Guadramiro, Vicario, y su compañero una Letanía, respondiéndoles todos; y acabada la dicha procesion el dicho Señor General plantó la Cruz en un peñasco recio, y hizo un Mojon de piedras al pie de la Cruz para memoria y señal de la Posesion de todas estas Tierras y Mares y sus términos, descubíertas continuas y, contiguas; y puso nombre a este Puerto NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, como es dicho y luego que la Cruz fué plantada, la adoraron segunda vez é hicieron oracion todos, pidiendo y suplicando á N Sr. Jesu-Chrísto fuese servido que aquello fuese para su santo servicio, y para que nuestra Sancta Fe Católica fuese ensalzada, y aumentada, y anunciada y sembrada la palabra del Sancto Evangelio entre estas bárbaras Naciones, que hasta agora han estado desviadas del verdadero conocimiento y doctrina, Para que las guarde y libre de los engaños y peligros del Demonio, y de la ceguedad en que están, para que sus ánimas se salven. Y luego los Religiosos cantaron en alabanza de la Cruz el Himno Vexilla Regis etc. Tras esto en un Altar que allí se había hecho dixo Misa el Padre Vicario, que fue la primera que en esta Tierra se ha dicho, á gloria y honra de Nuestro Señor Dios Todo-poderoso, y para extirpacion del Demonio y de toda Idolatría: y predicó al propósito, y confesaron y comulgaron algunos. E luego que la Misa fue dicha, el General, para mas perpetua señal y memoria de Posesion, hizo mondar un árbol grande, y en él hizo hacer una Cruz grande y muí alta, y puso en ella el santísimo Nombre de Nuestro Señor.Jesu-Christo I. N. R. I y abaxo al pie de la Cruz puso PHILIPUS SECUNDUS REX HISPANIARUM. De todo lo qual Yo Juan Desquíbel, Escribano Real desta Armada y Nao-Capitana, doi fe y verdadero testimonio que pasó así como dicho es =Juan Desquibel, Escribano Real.
Despues de todo esto, este dia á mediodía Pedro Sarmiento tomó el altura en tierra con tres Astrolabios en cincuenta grados, y luego el General y Alférez y Sargento-Mayor y otros tres Soldados subieron á la cumbre de una asperísima montaña y cordillera de mas de dos leguas de subida de peñascos tan ásperos y agudos, que cortaban las suelas de los alpargates y zapatos como navajas, y muchas veces íbamos por cima las puntas de los árboles de rama en rama como monos. Subimos a esta Sierra para marcar la Canal de aquel Golfo, y para ver si la tierra donde estábamos era isla, ó Tierra-firme, porque Pedro Sarmiento la trazaba por isla, y para ver si por aquella Canal había pasage limpio para llevar por allí las Naos al Estrecho, por no sacarlas otra vez á la mar brava por las muchas tempestades que veíamos que hacía cada dia; y miéntras mas iba eran mayores. Y habiendo subido á lo alto con trabajo y riesgo de despeñarnos mil veces, se descubrieron muchas Canales y Brazos, y Rios y Puertos, y pareció toda la tierra que alcanzamos á ver, despedazada, y luego la juzgamos por Arcipiélago; y contamos ochenta y cinco islas grandes y chicas, y vídose ir la Canal mui grande, ancha, abierta y limpia: y quasi se certificó que por aquella Canal había salida á la Mar cerca del Estrecho; y porque no se pudo ver bien determinó Pedro Sarmiento ir con el batel á vello y descubrirlo y sondarlo: y el Lúnes 23 del mes no se pudo salir á ello porque hizo gran tormenta, y lo mesmo fue el mártes. Este dia se comunicó entre el General y Oficiales del Armada, y resolvióse que se hiciese así por la seguridad de los Navíos, así para hallar el Estrecho, como para que se tuviese Puerto sabido primero que se levasen los Navíos do estuviesen surtos. Este mesmo dia mandó Pedro Sarmiento á los Carpinteros ir á cortar madera para abita y corbatones de la Capitana y Almiranta, y para aderezar el daño que en las tormentas pasadas habíamos recibido; y tráxose. Y asimesmo, el dia de la Posesion y éste, se hallaron señales de gentes, pisadas, dardos, remos y redecillas; pero hasta agora no se había visto gente.
Posesión primera
En el Nombre de la Santísima Trenidad Padre, Hijo y Espíritu Sancto, Tres Personas y un solo Dios verdadero, que es Principio, Hacedor y Criador de todas las cosas, sin el qual ninguna cosa buena se puede hacer, comenzar, ni conservar. Y porque el principio bueno de qualquiera cosa ha de ser en Dios y por Dios, y en Él conviene comenzarlo para gloria y honra suya: en su Sanctisímo Nombre sea notorio á todos los quel presente Instrumento, Testimonio y Carta de Posesíon vieren, como hoi Domingo, que se contaron veinte y dos dias del mes de Noviembre de mil y quinientos y setenta y nueve años, habiendo llegado esta Armada Real del Mui Poderoso, Mui Esclarecido y Católico Señor Don Phelipe, Rei de las Españas y sus Anexos, Nuestro Señor, que por mandado del Excelentisimo Señor Don Francisco de Toledo, Virréi, Gobernadory Capitan General de los Reinos y Provincias del Pirú, salió de la Cidad de los Reyes del Pirú para el Descubrimiento del Estrecho que dicen de Magallánes, de que vino por Capitan-Superior el General Pedro Sarmiento á esta Tierra, ahora de nuevo por el dicho Capitan-Superior descubierta. Y estando surta en este Puerto ahora de nuevo nombrado Nuestra Señora del Rosario, y Bahía ahora nombrada de la SANCTISIMA TRENIDAD; y habiendo desembarcado en tierra el dicho Señor General, y con Él la mayor parte de la Gente de mar y tierra del Armada, y Religiosos, sacó en tierra una Cruz, la qual adoró de rodillas con toda la Gente devotamente; los Religiosos cantaron el Cántico Te Deum Laudamus. En alta voz dixo, que en el Nombre de Su Magestad del Rei Don Phelipe SEGUNDO Nuestro Señor, Rei de Castilla y Leon y sus Anexos, á quien Dios Nuestro Señor guarde por muchos años con acrecentamientos de mayores Estados y Reinos para servicio de Dios, bien y prosperidad de sus Vasallos, y de los Mui Poderosos Señores Reyes, Herederos y Subcesores suyos, que por tiempos fueren, como su Capitan-Superíor y General desta dicha Armada, y en virtud del órden é Instrucciones que en su Real Nombre le dio el dicho Señor Visorréí del Pirú, tomaba y tomó, aprehendía y aprehendió la Posesion desta Tierra donde alpresente está desembarcado; la qual ha descubierto, para siempre jamas en el dicho Real Nombre, y de la dicha Real Corona de Castilla y Leon, como dicho es, como cosa suya propria que es y que realmente le pertenece por razon de la Donacion y Bula que el Mui Sancto Padre Alexandro Sexto, Sumo Pontífice Romano expidió motu proprio en donación á los Mui Altos y éatólicos Señores Don Fernando Quinto y Doña Isabel, su Muger, Reyes de Castilla y Leon, de gloriosa recordacion, y á sus Subcesores y Herederos, de la mitad del Mundo, que son ciento y ochenta grados de Longitud, como mas largamente en la dicha Bula se contiene, dada en Roma a quatro de Mayo del año mil y quatrocientos y noventa y tres: en virtud de la qual estas dichas Tierras caen, son y se incluyen dentro de la Demarcacion y Meridiano de la particion de los ciento y ochenta grados de Longitud, pertenecientes a la dicha Real Corona de Castilla y Leon, y como tal toma y tomó la dicha Posesion destas dichas Tíerras y sus comarcanas, Mares, Rios, Ensenadas, Puertos, Bahías, Golfos, Arcípielagos, y deste dicho Puerto-del-Rosario donde al presente está surta esta Armada: y las subroga y subrogó debaxo del poder y posesion y dominio de la dicha Real Corona de Castilla y Leon, como dicho es, como cosa suya propria que es. Y en señal de Posesion, vel quasi, echando mano á su espada que tenía en la cinta, con ella cortó árboles y ramos, y hierbas, y mudó piedras, y paseó los campos y playa sin contradicion alguna; pidiendo á los presentes que dello fuesen testigos, y á mí el Escribano infra escripto se lo diese por testimonio en pública forma. Y luego in continente tomando una Cruz grande á cuestas, y puesta la gente de la Armada en órden de guerra con arcabuces y otras armas llevaron en procesion la Cruz, cantando los Religiosos Frai Antonio Guadramiro, Vicario, y su compañero una Letanía, respondiéndoles todos; y acabada la dicha procesion el dicho Señor General plantó la Cruz en un peñasco recio, y hizo un Mojon de piedras al pie de la Cruz para memoria y señal de la Posesion de todas estas Tierras y Mares y sus términos, descubíertas continuas y, contiguas; y puso nombre a este Puerto NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO, como es dicho y luego que la Cruz fué plantada, la adoraron segunda vez é hicieron oracion todos, pidiendo y suplicando á N Sr. Jesu-Chrísto fuese servido que aquello fuese para su santo servicio, y para que nuestra Sancta Fe Católica fuese ensalzada, y aumentada, y anunciada y sembrada la palabra del Sancto Evangelio entre estas bárbaras Naciones, que hasta agora han estado desviadas del verdadero conocimiento y doctrina, Para que las guarde y libre de los engaños y peligros del Demonio, y de la ceguedad en que están, para que sus ánimas se salven. Y luego los Religiosos cantaron en alabanza de la Cruz el Himno Vexilla Regis etc. Tras esto en un Altar que allí se había hecho dixo Misa el Padre Vicario, que fue la primera que en esta Tierra se ha dicho, á gloria y honra de Nuestro Señor Dios Todo-poderoso, y para extirpacion del Demonio y de toda Idolatría: y predicó al propósito, y confesaron y comulgaron algunos. E luego que la Misa fue dicha, el General, para mas perpetua señal y memoria de Posesion, hizo mondar un árbol grande, y en él hizo hacer una Cruz grande y muí alta, y puso en ella el santísimo Nombre de Nuestro Señor.Jesu-Christo I. N. R. I y abaxo al pie de la Cruz puso PHILIPUS SECUNDUS REX HISPANIARUM. De todo lo qual Yo Juan Desquíbel, Escribano Real desta Armada y Nao-Capitana, doi fe y verdadero testimonio que pasó así como dicho es =Juan Desquibel, Escribano Real.
Despues de todo esto, este dia á mediodía Pedro Sarmiento tomó el altura en tierra con tres Astrolabios en cincuenta grados, y luego el General y Alférez y Sargento-Mayor y otros tres Soldados subieron á la cumbre de una asperísima montaña y cordillera de mas de dos leguas de subida de peñascos tan ásperos y agudos, que cortaban las suelas de los alpargates y zapatos como navajas, y muchas veces íbamos por cima las puntas de los árboles de rama en rama como monos. Subimos a esta Sierra para marcar la Canal de aquel Golfo, y para ver si la tierra donde estábamos era isla, ó Tierra-firme, porque Pedro Sarmiento la trazaba por isla, y para ver si por aquella Canal había pasage limpio para llevar por allí las Naos al Estrecho, por no sacarlas otra vez á la mar brava por las muchas tempestades que veíamos que hacía cada dia; y miéntras mas iba eran mayores. Y habiendo subido á lo alto con trabajo y riesgo de despeñarnos mil veces, se descubrieron muchas Canales y Brazos, y Rios y Puertos, y pareció toda la tierra que alcanzamos á ver, despedazada, y luego la juzgamos por Arcipiélago; y contamos ochenta y cinco islas grandes y chicas, y vídose ir la Canal mui grande, ancha, abierta y limpia: y quasi se certificó que por aquella Canal había salida á la Mar cerca del Estrecho; y porque no se pudo ver bien determinó Pedro Sarmiento ir con el batel á vello y descubrirlo y sondarlo: y el Lúnes 23 del mes no se pudo salir á ello porque hizo gran tormenta, y lo mesmo fue el mártes. Este dia se comunicó entre el General y Oficiales del Armada, y resolvióse que se hiciese así por la seguridad de los Navíos, así para hallar el Estrecho, como para que se tuviese Puerto sabido primero que se levasen los Navíos do estuviesen surtos. Este mesmo dia mandó Pedro Sarmiento á los Carpinteros ir á cortar madera para abita y corbatones de la Capitana y Almiranta, y para aderezar el daño que en las tormentas pasadas habíamos recibido; y tráxose. Y asimesmo, el dia de la Posesion y éste, se hallaron señales de gentes, pisadas, dardos, remos y redecillas; pero hasta agora no se había visto gente.
RELACIÓN DEL PRIMER DESCUBRIMIENTO
Que hizo el General, y los Pilotos Anton Páblos
y Hernando Lamero, En el batel Nuestra Señora de Guia.
Por el Golfo De La Sanctisima-Trenidad
En el nombre de Dios Nuestro Señor y de su Madre Sancta Maria Señora Nuestra, Pedro Sarmiento salió en el batel de la Almiranta, llevando consigo á Anton Páblos, Piloto de la Capitana, y á Hernando Lamero, Piloto-Mayor de la Almiranta, y diez Marineros y Soldados con arcabuces y rodelas y espadas y comida para cuatro dias, del Puerto de Nuestra Señora del Rosario miércoles veinte y cinco de Noviembre de 1579 á las diez horas del dia, para descubrir las Canales que parecían por no poner en peligro los Navíos, y para dalles Puerto seguro y descubrir el Estrecho.
Saliendo de los Arrecifes del Puerto del Rosario fuimos por el Golfo adentro arrimados á la Costa de la mano derecha, la qual está arrumbada por la forma siguiente.
Desde el Puerto del Rosario demora una Punta que llamamos la Candelaria tres quartos de legua de Lesteoeste quarta de Nordeste -sudueste, y en medio desta distancia hai un Ancon que entra por la tierra adentro Noroeste-sueste quarta de Norte-sur. Tiene á la boca veinte y tres Isléos, y hace dos bocas grandes; y aunque hai otros, no cuelan.
Desde la Punta de la Candelaria vuelve la Costa al Leste quarta al Sueste como quinientos pasos, y al cabo hace un Puerto grande que tiene la entrada de Norte-sur. Hanse de arrimar á la Costa del Noroeste, que hai veinte brazas de fondo limpio, y vuelve el Puerto sobre la quarta del Sudueste. Es tierra amogotada y alta á la redonda; tiene un morro alto de la banda al Sur de frente de la Punta. Llaméle Puerto del Morro.
Desde el Puerto, ó Surgidero del morro vuelve la Costa al Lesueste un tercio de legua hasta un morro gordo.
Del morro gordo vuelve la Costa al Sueste un sextno de legua.
Desde allí vuelve la Costa al Sueste quarta al Sur dos leguas hasta un monte agudo que llamamos Pan-de-Azucar, y en medio desta distancia hai un Ancon que entra Nornordeste-susudueste.
Desde el Pan-de-Azucar vuelve la Costa al Sur media legua hasta un morro redondo, y en medio está un Ancon que entra la vuelta de Sudueste. Llamóse el Ancon del Sudueste. Tiene á la boca veinte y dos brazas, caxcajal: puédese surgir junto á una Isleta redonda á la banda del Noroeste della, que está acopada de árboles. Es menester aforrar quatro ó cinco brazas de cable: y á la entrada deste brazo sobre la mano derecha está una caldereta de mar muerto donde puede estar un Navío surto á quatro amarras, la proa en tierra. En este brazo embió Pedro Sarmiento á Lamero á un monte alto á descubrir las Canales, y desde lo alto descubrió gran número de islas chicas y grandes, y Canales; y el Piloto Anton Páblos guió a la Caldereta, adonde por ser ya noche hicimos dormida, y llamamos la Dormida-de-Anton-Páblos. Aquí se tomó Posesion en Nombre de Su Magestad y se puso Cruz en un árbol. Aquí hallamos alojamiento y comedero de gente de la tierra.
Desde la Punta del Brazo del Sudueste vuelve la Costa al Sur quarta al Sueste hasta un morro alto y pelado una legua, y la boca del Ancon del Sudueste demora con la boca del Brazo del Norte Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste.
Salimos de la caldereta Juéves 26 de Noviembre y fuimos a reconocer la Canal-Grande, y caminamos al Leste la vuelta de unas Isletas, que están media legua de la Caldereta (digo de la boca del Brazo del Sudueste): y la Canal-Madre se corre Nornoroeste-sueste, y en medio della sondamos, y con ciento veinte brazas no se tomó fondo: y en la Canal que está entre las Isletas hai quarenta brazas de fondo arena, y cerquita de las Isletas hai veinte y tres brazas, y rnui junto á las Isletas hai quince brazas. El fondo no es limpio.
Al Leste media legua entre las Isletas se tomó fondo 15. brazas: Comedero. Aforra el cable, y puedes surgirá necesidad de una Isletilla destas la de mas al Leste. A la tierra alta sale una restinga que corre Norte-sur. Parecen sobre agua tres puntas de Arrecifes della; y en la Canal, que está dos ahustes del Arrecife, hai quatro brazas de agua Norte-sur con el Arrecife. La salida es de Leste-oeste, y por la Canal de sotavento de la parte del Sur arrimado á la Isla por media canal hai doce brazas. Es roca.
Desta Canal una legua al Leste en medio de la Canal-Madre está una Isleta, que llamamos la isla-de-En-medio; la qual demora con la boca de la entrada del Golfo-de-laTrenidad, que desde aquí se parece clara Noroeste-sueste quarta de Leste-oeste. Esta Isleta De-En-medio tiene Baxa sobre agua á la parte del Sudueste como un ahuste de distancia. Hai ocho brazas de fondo entre la Baxa y la isla. Puédese pasar por aquí arrimándose mas á la isla que á la Baxa.
Desta Baxa sale una restinga Norte-sur con muchas hierbas, y en abrigándose del noroeste con la Isla un ahuste hai quince brazas, arena parda, blanca y negra gordilla.
Desde esta Isleta De-En-medio está la Tierra-Grande de la mano derecha tres quartos de legua Nornoroeste-susueste á una Punta-Delgada, que se llamó así por serlo: y estando tanto adelante como la Punta-Delgada se cierra la Boca del Noroeste por donde entramos del mar bravo, y se descubre otro Golfo que prosigue desta mesma Canal-Madre, que corre á media Canal Nordeste-sueste y en él se descubrieron una andana de islas que se corren unas por otras noroeste-sueste quarta de Lesteoeste.
De la Punta-Delgada á otra Punta, una legua Nordeste sudueste cuarta de norte-sur. En medio de la Canal en este parage está un Isléo redondo, y al Oeste deste Isléo están otros quatro; y en medio desta Canal hai quarenta brazas: cascajal, comedero y conchas. Aquí vimos páxaros en bandadas que hasta aquí no los habíamos visto: y llegados á los baxos hai veinte y quatro brazas: comedero. En esta distancia hai dos morros altos, y al Sueste del morro del Sur hai una Ensenadilla ó Anconadilla. Puédeste arrimar á la tierra sin miedo, porque no hai mas de lo que parece. Sondóse la primera vez en diez brazas medio cable de tierra; y un cable mas adelante hai treinta brazas un ahuste de tierra, estando Nornoroeste-susueste con el morro alto. Prois en tierra, porque va creciendo el fondo de golpe. Es cascajal.
Desde esta Punta hai otra Punta Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur tres leguas. Llamóse Punta del Brazo-Ancho; y para salir della han de gobernar al Susudueste: y en este camino y distancia hai dos grandes bocas de Canales; y aunque hai fondo en cincuenta, y treinta, y veinte brazas cerca de tierra, es sucio. Al Sur de la Punta del Brazo-Ancho cerca della hai quince brazas de buen fondo; y cable y medio, 34 brazas: cascajal. Es reparo, aunque acantilado, de mucho fondo.
Desde la Punta del Brazo-Ancho parece otra Punta que fué nombrada la Galeotilla, por su figura que hace Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur quatro leguas.
Desde la Punta de la Galeotilla está otra Punta que llamamos Hocico de Caiman tres leguas Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur: toma de la media partida.
Una legua de Hocico de Caiman al Sudueste hai buen Surgidero 12 brazas, arena. Y al Norte de Hocico de Caiman hai un Puerto, razonable fondo, catorce brazas, y doce, y ocho, y siete brazas. Tiene esta Punta una Baxa cerca de tierra, que revienta la mar en ella.
De Hocico de Caiman descubrimos otra Punta, media legua al Sudueste; y al Noroeste della hace un Puerto que tiene una Playa bermeja de arena, buen fondo de arena, siete y ocho y nueve brazas. Tiene entrada por el Nordeste entre una Isleta montosa y la Tierra-Grande de la mano derecha por quatro brazas de baxa mar; pero no te fies de entrar con Navío grande por allí, porque es angosta la entrada y sale mucho un placel de la Isleta montosa, y dentro está seguro de todos vientos. Aquí hicimos noche viérnes veinte y siete de Noviembre. Llamóse Puerto Bermejo de la Concepcion de Nuestra Señora. Desde este Puerto pareció un torno de mar escombrado.
Esta mesma tarde que aquí saltamos en tierra, el Capitan tomó Posesion por Vuestra Magestad y sus Herederos y Subcesores, y puso Cruz alta en un árbol; y luego con dos Soldados y el Piloto Lamero subió la tierra adentro en una Loma alta á explorar la Canal y marcar los caminos de todas partes, y Abras de adelante, que así se hacía todas las veces que era posible, y nos era de mucho provecho para caminar adelante y para la precisa descripcion de la tierra. Y desde este alto descubrió Pedro Sarmiento toda la Canal Madre que iba la vuelta del Sudueste seis leguas hasta salir á la Mar brava, la qual vimos y juzgamos claramente, de que recibimos alegría, porque temían mucho que estábamos ensenados; y sobre esto había en la Almiranta algunas diferencias de gente grosera. Y otro brazo iba la vuelta del Oesnoroeste, que parecía partir la tierra donde estábamos. Solo Pedro Sarmiento se certificó ser la Mar la que parecía, que Piloto ni Marineros no se determinaban en ello. Y marcado y tanteado todo, nos volvimos á la dormida bien mojados y fatigados de un pedazo de montaña que atravesamos á la ida y á la vuelta, rnui cerrada. En esta Playa hallamos mucha huella de gente fresca y dos puñales, ó harpones de gueso con sus presas en las empuñaduras. Tiene este Puerto un arroyato grande de buena agua dulce, que sale á la mar deste Puerto. Y la salida y entrada deste Puerto no es la que arriba dixe para Naos, sinó por el Leste. Tiene una Canal por siete brazas: hanse de allegar mas á la Isla, porque si se allegan á la Tierra-Gránde hay poco fondo, ménos de tres brazas, y mas afuera 20 brazas buen fondo.
Sábado siguiente 28 de Noviembre salimos deste Puerto-Bermejo, y siguiendo la costa de mano derecha como hasta allí habíamos hecho; y luego en saliendo descubrimos una Punta pequeña que demora con este Puerto Nordestesudueste tres leguas. Nombrámosla Punta de la Anunciada; y enmedio de este camino y distancia va una Canal y Brazo de una legua y media de boca, que va la vuelta del Oesnoroeste. Llamámosle el Brazo del Oeste, porque mas toma de la quarta sobre el Oeste; y va atravesando la tierra que parece pasar á la mar brava por aquella derrota. Atravesamos este Brazo, y llegamos á la Punta de la Anunciada, y allí marcamos la Costa y Abras que pudimos ver. Y porque se nos acababa la comida, y los Navíos quedaban en peligro por quedar con solo un batel que no podía acudir á ambos si les viniese alguna refriega á un tiempo, no pasamos mas adelante, y dimos la vuelta para sacallos de aquel Puerto que no era bueno, y trahellos á éste seguro que habíamos descubierto de la Concepcion de Nuestra Señora, para mejor poder despues desde allí descubrir mas adelante, porque por tierra de tan ásperos tiempos, como esta, y de no sabidos Puertos no conviene sacar los Navíos de un Puerto sin tener primero descubierto otro donde llevarlos por camino sondado y visto, siendo posible. Toda esta tierra, quanto podimos juzgar de una y de otra parte, es áspera y montosa cerca de la mar y los altos peladeros de peñascos y limos de herbazales fofos. Conocimos algunos árboles de los de España, Cipreses, Sabinas, Acebos, Arrayan, Carrascas; hierbas: Apio y Berros; y aunque estos árboles están verdes y mojados, arden bien, que son resinosos, especialmente la Sabina y Cipreses. La masa de la tierra, lo que vimos, no nos pareció bien cerca de la mar; porque no hai migajon de terrial, sinó de la demasiada humidad hai sobre las peñas un moho tan grueso y corpulento que es bastante á criar en sí y sustentar los árboles que se crian en aquellas montañas; y estos céspedes deste moho es esponjoso, que pisando sobre él se hunde pié y pierna, y algunas [veces] el hombre hasta la cinta: y hombre hubo que se hundió hasta los brazos, y por esta causa son trabajosísimas de andar estas montañas; y también por ser espesisímas, tanto que algunas veces nos era forzoso caminar por las puntas y copas de los árboles, y podíamos sustentar por estar los unos árboles con los otros fuertemente trabados y entretexidos, y teníamos esto por menos trabajoso que andar por el suelo: y qualquiera destos caunos era mortal, lo qual hacíamos por escusar despeñaderos.
Las aves marinas que vimos son patos negros, á que otros llaman cuervos-marinos, y otros pardos reales, grandes y chicos; gaviotas; rabos de-juncos, que así se llaman porque tienen en la cola sola una pluma mui larga y delgada encarnada, que quando vuelan parece aquella pluma un junco ó palo delgado; por lo qual los Españoles les pusieron este nombre quando se descubrieron las Indias. Rabi-horcados, que son como milanos, y tienen la cola partida; cuyo unto es mui medicinal; y viéronse una manera de patos pardos y bermejos sin pluma, que no vuelan, sinó á vuela pié corren, y por el agua no se pueden levantar sinó á vuela pié, dano con los alones á manera de remo. Huyen por el agua con mucha velocidad, y dexan un rastro por el agua como un batel cundo boga. Huyen tanto que un buen batel á la vela á popa no los alcanzara con buen viento. Hai en la montaña pasaros chicos negros como todos, y pardos como zorzales; cantores, buharros grandes, cernícalos y gavinales. Esto vimos, otras cosas debe haber; pero de paso y en poco tiempo no se puede ver mucho destas cosas. Debe de haber antas y venados: no los vimos, sinó el rastro y guesos grandes. Pescados no vimos sinó cabrillas coloradas, buen pexe; botes grandes. Marisco, vimos grandísima abundancia de mijillones, y en los que están en las peñas fuera del agua hai muchas perlas menudas, y muchas del las son pardas, y tambien las hai blancas, y en algunas partes hallamos tantas perlas en los mijillones, que nos pesaba porque no las podíamos comer, porque era como comer guijarrillos; porque quando ibamos á descubrir, mucho más deseábamos comer que riquezas, porque muchas veces nos faltaba, porque por aprovechar el tiempo, y por descubrir una punta y otra punta, tasábamos la comida de quatro dias para diez dias; y entónces procurábamos suplillo con marisco, y las perlas nos lo impedían. Aquí se veía bien en quan poco se estiman las riquezas que no son manjar quando hai hambre, y quan poco son de provecho, y quanto fueron mas cuerdos los antiguos que las riquezas que por tales estimaban eran ganados mansos y mieses cultivadas, por lo qual vinieron muchas Naciones Estrangeras á España.
En este tiempo llueve mucho en esta tierra y vienta norte y noroeste y oeste tempestuosísimo; y quando quiere acabar la tempestad de norte y venir la travesía, graniza con gran refriega y hace frio intenso, y con el norte hace mas templado: y quando llueve todos los montes son una mar y todas las playas un rio que entra en el mar.
Este dicho sábado 28. de Noviembre que llegamos á la Punta-de-la-Anunciada volvimos á hacer noche al Puerto- Bermejo: y este dia Anton Páblos subió á lo alto, que aún estaba incrédulo de que era la Mar la que parecía, siéndolo ciertamente.
Desde Puerto-Bermejo partimos otro dia domingo para los Navíos y Puerto del Rosario; y porque la comida nos faltaba ya, y no podíamos ir á la vela, como á la venida, por ser el viento contrario, se animaron los Marineros, y con tanto ánimo bogaron que caminaron á fuerza de brazos tres dias otro tanto como habíamos navegado á la vela en otros tres dias. Pasaron y sufrieron todos mucho trabajo, porque tras poco comer, todos los dias había tempestad de viento y agua y se mojaban y calaban muchas veces, y se les enjugaba la ropa en el cuerpo porque no tenían que mudarse, porque no se sufría ni podía llevarse, porque ni convenía ni cabía en el batel mas que la gente y comidilla: y padecióse mucho frio que se tullia la gente, y para remedio no se tenía otro sinó remar con gran furia y fuerza; y el que no remaba pade- cía trabajo. Desto y con estos pasos plugó á Nuestro Señor Dios que llegamos al Puerto de Nuestra-Señora-del-Rosario mártes primero de Diciembre de 1579. años, habiendo an- dado de ida y vuelta mas de sesenta leguas descubriendo y sondando Puertos y Canales, Caletas, Ancones, Baxos, Res- tingas, puniéndoles nombres, y en derrota y altura: todo lo qual iba descubriendo, pintando y escribiendo el General en público ante los que allí iban, Anton Páblos y Hernando Lamero, Pilotos.
La otra Costa del Leste no la navegamos esta vez; pero vímosla de manera que la pudimos marcar y arrumbar para ponella en Carta: y lo que della marcamos es lo siguiente.
Desde la Punta de la Galeotilla en la otra Costa del Leste demora una Boca al Leste quarta al Sueste quatro leguas. Tiene de Abra una legua. Llamóse Canal de San-Andres.
Desde la Canal de San-Andres torna la Costa al Norte dos leguas hasta otra Boca y Canal que entra por la tierra adentro la vuelta del Nordeste: yal Oeste della cerca en la Canal- Madre en medio della está un Isléo pequeño.
De la Punta del Brazo-Ancho la vuelta del Sueste, quarta al Sur, está una Canal que llamamos Abra de Tres-Cerros, porque loS tiene ,grandes á la entrada.
De la mesma Punta del Brazo-Ancho al Nordeste quarta al Leste (toma de la media partida dos leguas y media de travesía) demora el Brazo-Ancho: Tiene tres leguas de boca: entra la tierra dentro la vuelta del Nordeste hasta una Cordillera nevada grande y continuada de la Tierra-firme: y desde la Costa del Brazo-Ancho torna la Costa al Noroeste haciendo muchas islas y Canales que, no se pueden contar [ni], en mucho tiempo.
Aviso que aunque á la ida fuí puniendo la Costa del Oeste y mano derecha seguida, no es toda una Costa asida ni seguida, sinó la tierra es quebrada y horadada toda: y cada Canal hace gran número de Islas, y despedazan toda la tierra: y de la otra banda hace lo mesmo hasta la Cordillera nevada, la qual se parece desde el Rosario y por toda esta Canal-Madre. Y por esto Pedro Sarmiento nombró á esta tierra Arcipiélago del Virréi Don Francisco de Toledo, porque por su mandado se hizo esta Armada y la embió á descubrir estas Tierras.
E llegados que fuimos al Puerto de Nuestra Señora del Rosario, y se dió parte á los Compañeros que habían quedado en los Navíos de la bondad de la Gran Canal, y como salía al Mar bravo, y el buen Puerto que se dexaba descubierto. Regocijándonse mucho porque de todo lo dicho estaban desconfiados, y sobre todos el Almirante, y aun mas el Sargento-Mayor Pascual Xuarez, que era el que acobardaba a todos en este punto, diciendo que estábamos ensenados y que no era posible sinó que nos habíamos de perder; pero con esta llegada todos se quietaron, y alegraron aquellos que deseaban ir adelante, Porque los que deseaban volverse decían que el General los engañaba por llevallos adelante, y que si Él se quería ahogar, Ellos no estaban desesperados, y se querían volver á Chile.
Miércoles siguiente 2 de Diciembre embió Pedro Sarmiento al Piloto Hernando Alonso con ambos bateles esquipados á echar resiegas para buscar y sacar las anclas perdidas en el Puerto-Primero, que hasta este dia no había sido posible hacerse por no haber estado los bateles juntos; mas aunque anduvo hasta mediodía no las pudo hallar, y por esta causa no nos fuimos este dia á Puerto-Bermejo.
Juéves 3. de Diciembre, ántes que amaneciese, vino tanto norte y nordeste que pensamos perecer sobre las amarras surtos; que aunque el Puerto era bueno, las refriegas de sobretierra, y lo que resultaba y desembocaba por el boqueron era cosa furiosísima: y la Almiranta quebró el cable del prois que tenía en tierra: y fue garrando sobre tierra y estuvo el corredor de popa sobre las peñas de la Costa, que milagrosamente Dios la guardó. Aferró el ancha que venía garrando, y con mucha diligencia se le embió el batel de la Capitana con un ancla y dos cables, con lo qual se volvió á amarrar y sacar de aquel trabajo y peligro. Y como el viento perseveraba en su furia, que cierto era grande, temió el Almirante, y no osó estar en el Navío, y desamparandolo como mal Capitan, se fué á tierra con algunos soldados y en tierra hizo un toldo, y allí se estuvo esa noche y dia siguiente viérnes. Este dia, como el viento no cesaba, ántes era mayor, reventó otro cable á la Almiranta que se cortó en una roca porque el fondo allí era sucio: y visto desde la Capitana el peligro de la Almiranta, Pedro Sarmiento fué allá, y llevó consigo al Piloto Hernando Alonso y Marineros, los quales ayudaron á amarrar y ancorar seguramente la Nao con el ayuda de Dios. Y echando ménos al Almirante, y sabiendo lo que había hecho, embió con el batel por Él y por los Soldados que con Él estaban, y reprehendióle con moderacion, porque no era tiempo de mas. Ningun descargo dió, sino su poca constancia, y los Soldados se escusaron con El, diciendo que Él los había llevado; y quedando segura la Nao se volvió Pedro Sarmiento á la Capitana.
Y sábado 5. del mes llovió todo el dia tanto que los montes todos eran un diluvio general: y la obscuridad fué tanta que por cada cosa destas fué imposible salir este dia deste Puerto.
Domingo 6. de Diciembre amaneció algo claro y bonanza, por lo qual nos levamos, y hicimos vela, y por refriegas que nos dieron no pudimos salir del Puerto, y así nos fué forzoso dar fondo y atoarnos para repararnos; y así no podimos salir este dia por ser tarde, y estuvimonos surtos á la boca de los Arrecifes para con la primera clara salir, porque aquí no hai seguridad de una sola hora sinó la que acaso viniere. De esa se ha de gozar súbitamente, so pena de no hacer nada y de estarse siempre aislados, ó perderse, que todo es quasi uno.
El lúnes siguiente 7 del mes amaneció bonanza, y luego el Capitan mandó levarse y hacer vela. Salió primero la Almiranta porque estaba mas á la boca del Arrecife, y luego la Capitana. Fuimos á popa la vuelta del Sueste, que así se corre esta Canal. A las diez horas abrió el dia y hizo claro, y Pedro Sarmiento fue todo el dia en el castillo de popa con Aguja, volviendo á marcar y ratificar la Carta que en el Primer Descubriento había hecho: y como íbamos á media Canal y con dia claro y desde alto, pudo bien determinar ambas Costas é islas forañas, Baxas, y Arrecifes, y Bocas de Canales, y añadió algunas cosas que no pudo bien determinar el viage del batel, por nieblas y cerrazones que tuvo entonces; y así lo descubrio precisa y puntualmente todo lo que se pudo ver. En la Isla de En-medio tomó el General el altura en cincuenta grados y un tercio entre la Boca del Brazo-Ancho y la Isla de En-medio; y desde allí comenzamos á caminar por el Brazo del Sudueste, que se nombró el Brazo de la Concepcion, porque en su víspera lo navegamos; y á la oracion venimos á surgir á la boca del Puerto Bermejo de la banda del Sur, y por ser el fondo acantilado garraron las anclas y perdieron fondo; pero con la buena diligencia de los Pilotos y Marineros echaron toas dentro del Puerto, y por ellas nos fuimos atoando y metiendo dentro: y la Almiranta, yendo entrando, tocó en un banco de arena y dió dos golpes, pero no se hizo daño; y como iba aviada con la toa, salió. ¡Gloria á Dios que la libró! Luego esta mesma noche ventó norte, aunque no mucho, porque llovió pesadamente toda la noche, que es lo que quita mucha fuerza al viento.
El mártes 8 del mes, dia de la Concepcion de Nuestra Señora la Madre de Dios sanctísima, amaneció tan cerrado por todas partes la Tierra y Mar y con tanta tempestad de agua y viento norte que no fué posible entender en cosa de navegacion, sinó estarnos quedos en las Naos, porque de ningun efecto era el trabajar sinó morir mala muerte sin provecho alguno. Llegados en este Puerto se determinó salir segunda vez a descubrir con el batel, y entre tanto que se iba á esto se hiciese el Bergantin que trahíamos labrado y abatido en la Capitana; y luego se sacó en la playa la madera y se armó la madera de cuento, y se armó la fragua, y se hicieron ramadas para poder trabajar, y se puso guarda de Soldados para que estuviese con los Oficiales. Y esto jisí dispuesto, determino Pedro Sarmiento salir á descubrir, dexando en su lugar al Almirante para que mirase por los Navíos y gente, y para acabar el Bergantin.
SEGUNDO DESCUBRIMIENTO
Del Batel Santiago
En el Nombre de la Sanctísima Trenidad salió Pedro Sarmiento en el batel de la Capitana nombrado Sanctiago, y con Él Anton Páblos, Piloto de la Capitana, y Lamero, PilotoMayor de la Almiranta, y catorce Soldados marineros con arcabuces, espadas y rodelas, y con comida para ocho dias, viérnes once del mes de Diciembre de 1579 á las ocho horas de la mañana, para descubrir la Mar y Puerto, para la Boca del Estrecho.
Del Puerto-Bermejo fuimos á la Punta de la Anunciada ya dicha en el Primer Descubrimiento. Desde la Anunciada se descubrió otra Punta un quarto de legua al Sudueste y desde allí vuelve la Costa al Sudueste quarta del Oeste dos leguas hasta una Punta que llamamos Nuestra-Señora-de-la-Peña-de-Francia. Tiene á la punta cerca de tierra un faralloncillo chico. En esta distancia de las dos leguas hace dos Ensenadillas.
Desde la Anunciada descubrimos un Cabo gordo de mar en fuera de la tierra de mano izquierda al Sudueste quarta al Sur (toma algo del Sudueste) seis leguas. Llamóse Cabo de Sanctiago.
Prosiguiendo nuestro viage pusímonos algo a sotavento de la Punta de la Anunciada, y desde allí atravesamos el Brazo y Golfo de la Concepcion a la vela la vuelta del Sur. Y en este brazo, al Sueste de la Anunciada dos leguas, está un Isléo chico, y luego tras este Isléo sigue una andana de siete Islotes chiquitos Nordeste-Sudueste, unas por otras en espacio de legua y media todas. Y atravesando la vuelta del Sur los dos tercios del camino, y al Sueste el un tercio, llegamos á un ancon que llamamos de los-Arrecifes por tener muchos, tres leguas de la Anunciada.
Desde aquí vuelve la costa de mano izquierda al Sudueste quarta al Sur 300 pasos hasta una puntilla.
Desde esta puntilla se descubrió un islote alto, que llamamos de San-Buenaventura Nor-nordeste-susudueste, legua y media.
Desde el islote de San-Buenaventura está otro islote menor la vuelta del Norte quarta al Nordeste, media legua. Llamáse isla de Lobos, porque los vimos allí rmui grandes; y de la una Isla á la otra hai una restinga que revienta la mar en ella. Isla de Lobos demora con el Cabo de Sanctiago Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur, y toma de la media partida, quatro leguas. Cerca de Isla de Lobos hai ocho brazas, piedras, entre muchas hierbas. La tierra que va entre Ancon de Arrecifes y la isla de San-Buenaventura (digo desde ancon de Arrecifes hasta el parage de San-Buenaventura), hace una gran anconada, y corre legua y media hasta una punta y ensenada que llamamos ensenada de San Francisco. Aquí desembarcamos en tierra por ser ya tarde para hacer noche. Y estándonos alojando, tiró un soldado un arcabuzazo á unas aves, y á la respuesta del arcabuz dieron muchas voces unos indios que estaban en una montaña en la otra parte desta ensenada: y al primer grito pensamos ser lobos-marinos hasta que los vimos desnudos y colorados los cuerpos, porque se untan estos, segun despues vimos, con tierra colorada. Y por entender lo que era, embarcámonos en el batel, y fuimos adonde la gente estaba; y llegados cerca, vimos unos en una breña entre unos árboles de montaña espesa, y entre ellos un viejo con una capa de pellejo de lobo-marino que mandaba y hablaba á los otros: y en la costa brava junto á la mar, entre unos peñascos, estaban quince mancebos desnudos totalmente; y llegados á ellos con señas de paz, nos señalaban con grandes voces é instancia con las manos acia donde dexábamos los navíos: y llegándonos mas á las peñas les señalamos se llegasen y les daríamos de lo que llevábamos. Llegáronse, y dímosles de lo que teníamos. Sarmiento les dió dos paños de manos y un tocador, que otra cosa no tenía allí; y los pilotos, y soldados les dieron algunas cosas con que ellos quedaron contentos. Dímosles vino, y derramáronlo despues que lo proaron: dímosles vizcocho, y comíanlo; y no se aseguraron con todo esto. Por lo qual, y porque estábamos en costa brava á peligro de perder el batel, nos volvimos al alojamiento primero, y les diximos por señas que fuesen allá. Y llegados al alojamiento, Sarmiento puso dos centinelas por la seguridad, y para procurar de tomar alguno para lengua; y con la buena diligencia que se puso se tomó uno dellos, y luego Pedro Sarmiento lo abrazó y halagó: y tomando de unos y de otros algunas cosillas, lo vistió y lo metieron en el batel, y nos embarcamos todos, y partimos de allí ya quasi noche, y fuimos á parar á tres Islotes que están en triángulo una legua de la Punta donde vimos esta gente; y por esto la nombramos punta de la Gente, Nornordeste-susudueste las islas con la Punta. Llamamos á estas Isletas, de la Dormida, porque fuimos allí á hacer noche y parar. La tierra que está entre la Punta de la Gente, y las islas de la Dormida hace un gran Ancon, y es costa brava de mucha reventacion. No saltamos en las islas porque llegamos mui noche. Dormimos en el batel.
Sábado 12 de Diciembre partimos destas Isletas de la Dormida, que están juntas con la Tierra grande. Desde estas Islas vimos una Sierra alta Norte-sur, quarta de Nordeste-sudeste tres leguas. A esta Sierra llamamos la Silla, porque hace una gran sillada en la cumbre: y en esta distancia hai un gran boqueron y todo lleno de Islotes y baxos y herbazales. Este día amaneció claro, y el sol salió al Sueste franco, estando el Sol en el trópico de Capricornio, y nosotros cincuenta y un grados, y fuimos á la vela con vientecillo nor-nordeste bonancible. La figura y señas de la Silla son estas.
Las isletas de la Dormida con el cabo de Sanctiago demoran uno por otro Leste-oeste franco; y el cabo de Sanctiago con la Silla, Noroeste-sueste: toma de la quarta del Leste seis leguas.
Al Noroeste de la Silla, media legua, hai un islote que nombramos isla de Páxaros, porque tiene muchos; y entre esta Isla y la Silla hai diez y siete Islotes pequeñitos.
Desde la Silla descubrimos una isla que tiene un morro alto partido, todo de piedra, que nombramos la Roca- partida, Nordeste-sudueste quarta de Norte-sur dos leguas y media. Demora con la isla de Páxaros Norte-sur quarta de Nordeste-sudueste: toma de la media partida.
Al Sudueste quarta al Sur de la Silla, una legua hay mu- chas baxas que revienta la mar en ellas. Llegamos á la Roca-partida á mediodía, y desde esta isla descubrimos un Cabo gordo de tierra al Sudueste quarta al Sur de la Roca, cinco leguas. Llamamos á este cabo de Sancta-Lucía.
Al Oessudueste de la Roca-partida, dos leguas de la mar, están dos farallones, y desde ellos sale una andana de baxos y faralloncillos: los baxos baña la mar que revienta en ellos, y los faralloncillos hacen un arco que cercan la isla en arco por el Oeste y Norte y Nordeste, y dentro hacen un corral lleno de baxos y herbazales. Salimos á comer á esta isla á mediodía, y tomamos el Sol en tierra en cincuenta y un grados y un sexmo. Demora el cabo de Sanctiago de esta Isla Nornoroeste-susueste. Esta isla tiene por la banda del Norte buena madera para guiones de remos, yagua; y por la banda del Leste tiene Puerto razonable grande, aunque en tierra hay tumbo de mar. Hay agua dulce. No podrán entrar aquí Naos grandes, porque toda la Isla es cercada de bajos: Quatro ayustes de tierra tiene siete brazas, fondo piedra.
Desde esta Isla navegamos por la parte del Leste della la vuelta del Sudueste en demanda del Cabo de Sancta-Lucía; y en el camino es toda la mar cuajada de bajos, peñascos, islotes y herbazales: y dos leguas ántes de llegar a la tierra del Cabo, poco mas, ó ménos, parte la tierra una canal que entra Nornordeste-susudueste una legua. Llamámosla canal de San-Blas; y á la boca della hay muchos islotes altos al Sueste y al Leste y al Noroeste. Yendo á la vela por medio de los bajos comenzó á refrescar el viento con refriegas, que nos fué forzoso dejar el camino que llevábamos al cabo de Sancta-Lucía, y arribar á popa á nos abrigar; y entramos á la vela por la canal de San-Blas, por la cual íbamos alegres creyendo que habíamos hallado abrigo por donde sin peligro podríamos salir á la mar otra vez; y por esto nos dejamos ir: y una refriega que vino arrebató el mástel, y hecho pedazos, dió con él y con la vela en el agua: y metida otra vez en el batel, seguimos al remo la canal adentro; y quando creímos que salíamos á la mar nos hallamos ensenados al cabo de haber andado legua y media. Desto nos afligimos todos, porque como los tiempos eran contrarios y pesados para volver á la vela; y al remo contra mar y viento es dificultosísimo, y por allí parecía imposible á fuerzas humanas. Y para desengañarnos del todo, y ver si por alguna via había salida, por que por abajo no se discernía todo bien, saltamos en tierra; y Pedro Sarmiento y los Pilotos y otros algunos subieron á una sierra mui alta mas que todas las comarcanas, y desde arriba descubrimos la mar, y vimos que la canal no tenía salida por allí, y por menos de un tiro de piedra no se juntaban una canal que venía de la banda de Sudueste y un Ancon del Oeste. Recibimos desto mucha pena; pero encomendándonos á Dios tomamos Posesion por Su Magestad: y púsose una cruz pequeña en lo alto, y llamamos al monte de la Vera-Cruz, y bajamos adonde habíamos dejado el batel y los demás compañeros, y aquí quedamos esta noche.
Domingo por la mañana 13 de Diciembre volvimos por la canal á fuera, y en saliendo á la mar vimos tanta tormenta que nos fue forzoso arrimarnos á unas peñas para solo abrigarnos de la tempestad, sin poder salir en tierra.
Lúnes por la mañana 14 del mes trabajamos por salir á la mar y hacer nuestro camino, y en desabrigándonos de las peñas hubiéramos de perecer por la gran mar y viento: y así nos fué forzoso volvernos arribando á las peñas donde habíamos salido; y al cuarto del alba se huyó el Indio, que habíamos tomado, al que velaba: y embiándole á buscar de rama en rama, y de peña en peña; por la orilla del mar, le halló el guarda á quien se había huido; y echándole mano de una camiseta que llevaba vestida se la dejó en las manos, y se arrojó á la mar, y se le fué. Este dia, que fué mártes, hizo gran tormenta, y no pudimos salir; y á mediodía abrió el Sol y tomamos la altura en cincuenta y un grados y un cuarto. Llamamos á esta isla: Do se huyó el Indio. El mártes á la tarde pareció abonanzar la mar algo por una de las canales: y pareciendo ser mejor volvernos á los navíos que ir adelante, porque ya no teníamos mantenimientos, y por ganar algo, salimos destas peñas; y en saliendo á la mar por entre los baxos, hallamos mucha mar y viento y forzamos de ir adelante, y hubiéramos de anegar con golpes de mar: por lo qual nos fué forzoso arribar, y con grandísimo trabajo pudimos tomar el abrigo de otras peñas donde nos arrimamos por abrigarnos de la tempestad. Eran estas peñas de gran aspereza de puntas agudísimas frisadas, que no había donde poner los pies; y para hacer lumbre nos metimos en una sopeña, toda manantial sucísimo.
Miércoles 16. de Diciembre salimos destas peñas para ir a la Roca-partida; y llegamos sobre los bajos, cargó tanta tempestad que pensamos perecer, y fué forzoso arribar á popa, y fué servido Dios que huyendo los mares, salimos dentre los bajos, y nos abrigamos detrás de otras peñas asperisimas, peores que las pasadas, que eran como erizos, que nos hizo luego pedazos los calzados, que los cortaba como navajas. Aquí estuvimos esperando que abonanzase algo aquella tempestad general de viento Oeste y Oessudueste con aguaceros y granizo heladisimo. Tomamos aquí el altura en cincuenta y un grados y un cuarto. La mesma tempestad hizo el juéves, y no pudimos salir.
El viérnes 18 del mes pareció abonanzar algo el norte, y salimos con el batel á la mar; y por ir á barlovento por entre los baxos, por poder tomar la Roca-partida, que nos metimos en medio de todos ellos; y cargó tanto el norueste y metió tanto mar que no pudimos romper para ir adelante, y por no anegarnos arribamos á popa hasta salir de los baxos, que son muchos y muy peligrosos, y lo que es peor las hierbas que se crian entre ellos, que no dejan salir ni romper al batel si acaso acierta á entrar entre algun herbazal. Por tanto sea aviso que en viendo por aquí herbazal huyan dél, porque es bajo, y no se fien por no ver reventar la mar en todas partes, porque la mesma hierba, aunque sea muy baja, quita á la mar que no reviente tanto como donde no la hay, y así es peligrosísimo. Abre el ojo. Y en saliendo de los bajos, fuimos cortando la vuelta del Leste tomando los mares á popa por escapar de la muerte: y estando como media legua de los peligros fuimos cortando entre mar y mar la vuelta de la Roca-partida; y reventando los fuertes marineros á fuerza de brazos, huyendo de un cabo y acometiendo á otro fue Dios servido que ese dia ántes de anochecer llegamos á la ensenada de la Roca-partida, aunque por rodéos, que anduvimos el camino doblado; y con el Credo en la boca. Este puerto de la Roca-partida es ensenada de playa de arena; pero no es para navíos, sinó para bateles, ó bergantines. Está apartada de la tierra del Leste legua y media: hay poco marisco y mucha leña buena y, al un cabo de la playa debaxo de la mesma Roca-partida, hay una gran cueva en una sopeña. Aquí hay abrigo para poder estar mucha gente alojada. Aquí hallamos gran rastro de gente y una osamenta y armadura entera de hombre ó mujer. Hay en la playa tumbo de mar y refriegas. Estuvimos aquí dos dias y dos noches por las grandes tempestades: y porque ya nos faltaba la comida, y por socorrer a los navíos, salimos contra tiempo, domingo 20 de Diciembre: y queriendo baxar la isla por ponernos á barlovento, llegamos á los baxos que la Isla tiene al Nordeste, y hallamos mucha mar y viento y orgullo de corriente que rompía por todas partes; que por no perdernos fué forzoso arribar á popa la vuelta de una grande ensenada, que parecía en la tierra la vuelta de Lesnordeste lo mas cercano que parecía, por no volver a la Isla. Y como iba llegándose la noche, cargó la cerrazon tanto que perdimos la tierra de vista, y así íbamos navegando á ciegas, hasta que llegando cerca de tierra víamos la reventazon de la costa, y no se parecía la tierra, y como víamos reventar la mar por todas partes llevábamos gran temor de perdernos, no viendo parte que no fuese costa brava; y tenernos á la mar no podíamos, y qualquiera cosa era peligro de muerte: y así caminando por la reventazon nos fué anocheciendo; y anochecídonos cerca de tierra, por el blanco de la reventazon fuimos a demandar la tierra encomendándonos á Nuestra Señora de Guadalupe: y guiándonos su Divina Magestad, entramos á escuras en una ensenada abrigada de todos vientos, donde estuvimos aquella noche con harto contento, pareciéndonos cada vez que surgiamos que nos hallábamos resucitados. Llamamos á est a Ensenada de Nuestra-Señora-de-Guadalupe por lo dicho. ¡A Ella sean dadas infinitas gracias!
Lúnes por la mañana embió Pedro Sarmiento dos hombres por diferentes partes por los altos á ver si una canal que iba al Leste y otra al Norte desde esta ensenada, iba adelante: Y uno de ellos trajo por aviso que una de las canales iba mui la tierra adentro, y que había visto venir una piragua con gente india; por lo qual, y por excusar el peligro de la furia de la mar, y por buscar algun buen paso y reparo para los navíos, fuimos por aquella canal por donde se dijo venía la piragua; y en saliendo de la ensenada de Guadalupe se partía en dos brazos: el uno iba al Leste, que era el mayor, y otro al Nordeste; y por éste encaminamos, y dende á media legua que entramos, hallamos la piragua con cuatro ó cinco indios. Fuimos á ellos, los quales en viéndonos se llegaron a la costa, y saliendo á tierra dejaron la piragua y se metieron al monte. Tomamos la piragua, y metiendo en ella al Piloto Hernando de Lamero y otros cuatro hombres, pasó el batel adelante hasta otra punta donde parecía mas gente: y llegados allá, no hallamos á nadie sinó una sola choza baja y redonda hecha de varas en tierra, y cubierta de cortezas anchas de árboles y cueros de lobo marino, saltaron dos Marineros en tierra, y no hallaron en la choza sinó cestillos y marisco y redecillas y guesos para harpones de fisgar, y unos zurroncillos de la tierra bermeja con que se untan todos estos indios el cuerpo: y habiendo recibido al Piloto, que quedó en la piragua, y había entrado la tierra adentro con otro hombre á espiar en el batel, y á los demas, dejamos la piragua á los indios, y seguimos la canal al Nordeste hasta la noche, tres leguas, porque nos detuvimos mucho con la piragua. Fuimos por esta canal con pena, porque á cada recodo que hacía nos parecia que no pasaba adelante y que estábamos ensenados.
Mártes por la mañana seguimos la canal que desde la dormida volvía al Oeste quarta al Sudueste una legua, y media legua al Sudueste: y aquí salimos á la mar otra vez como una legua de la Ensenada de Nuestra Señora de Guadalupe: y al salir, vimos volver otra canal Norte. Fuimos por ella una legua, y vimos ser isla la sierra de la Silla; y seguimos al Norte. Y en pasando la isla de la Silla hai legua y media de abra llena de baxos, isléos y corrientes, que sale á la canal grande de la Concepcion llamóse esta isla de San-Martin del Pasage. En esta legua y media tardamos hasta la noche desde antes de mediodía por causa de las grandes corrientes contrarias que hallamos y viento norte por la proa. La costa del Leste es brava y tierra alta peñascosa; y de trecho á trecho hay bocas: y la abra por donde atravesamos, que sale á la Concepcion, está toda cercada y cerrada de isléos y bajos. Llegamos á las espaldas de la tierra donde tomamos el indio que se nos huyó, y vimos ser isla. Nombrámosla isla de San Francisco; y entrando por la canal, entre ella y la tierra del Leste, hay seis isléos y baxos á la boca. Hicimos noche en esta isla de San Francisco.
Miércoles 23 del mes partimos desta isla de San Francisco, que tiene por la parte desta canal, muchas caletas y anconcillos, que son buenos reparos para bateles y bergantines, y á las entradas muchos hierbazales: y la costa de la otra banda tiene tres abras á trechos. Sigue la canal al Norte á legua poco mas y menos de ancho por toda ella; y la tierra quebrada, que es la costa del Leste desta canal, sigue al Norte dos leguas, y de allí vuelve al Lesnordeste la vuelta dej angostura que adelante se verá: y desde donde escota la costa, mudando derrota siguen unos islotes bajos montosos una legua Norte-sur; y la costa de la isla de San Francisco corre Norte-sur hasta llegar en parage de unos arrecifes que están á la punta de los islotes, Leste-oeste quarta de Nordeste-sudueste, un cuarto de legua de canal entre uno y otro. Llamamos á la postrera punta de esta isla de San Francisco, punta de Clara; y á la frontera, de arrecifes; y á la canal por do veníamos ahora, de Sancta Clara.
Desde la punta de Arrecifes vuelve la costa de la tierra quebrada al Susueste poco, y luego al Sueste; y entre ella y la cordillera de tierra-firme pareció abrir canal. Vimos la boca ancha y clara, la vuelta del Leste. Por entre estas dos puntas Clara y de Arrecifes se junta la canal de Sancta-Clara con la grande de Nuestra-Señora-de-la-Concepcion; y mas al Norte como un cuarto de legua sale otra punta que tiene un farallon en ella. Entre esta punta del Farallon, y la punta Clara se hace una canal que parte la [punta de] Clara en isla, y desde allí vuelve aquella costa al Les-sudueste, y hay muchos isléos que van hasta en ancon de Arrecifes, donde comimos cuando salimos de la Anunciada y Puerto-Bermejo.
Jueves 24 de Diciembre salimos desta isla y punta Clara de San Francisco, aunque ventaba norte; y atravesamos el brazo de la Concepcion. Corrían las aguas al Nordeste con la maréa creciente, y tomamos en la otra costa á barlovento de la Anunciada: y con la corriente llegamos muy temprano al puerto Bermejo donde estaban los Navíos, ya sin bocado de mantenimiento; que con habello moderado muy menudamente, lo que llevábamos para ocho dias para trece, esa mañana que llegamos se había acabado, y no se acabara en esos tres dias sinó nos viéramos tan cerca de los navíos, aunque no había para una razonable comida. ¡Gloria a Dios Nuestro Señor que todo lo cumple y suple con su sanctísima gracia!
Hallamos el bergantin armado del todo, y del un lado entablado y calafateado y breado, y del otro cuasi; y supimos que miéntras el General había ido a descubrir habían venido indios á un monte sobre el puerto-Bermejo, y fueron á ellos, y tomaron uno, y lleváronlo á la Almiranta, y se huyó.
Viérnes 25 de Diciembre, primer dia de Pascua de Navidad, no se trabajó en el bergantin por la solemnidad de la fiesta, y también llovió tanto que estorbara mucho á los que habían de trabajar fuera del toldo; y ventó norte.
Sábado 26 del mes ventó Sudueste frio y helado, con que aclaró el cielo, porque en esta Region los nortes son templados, y llueven mucho; pero son furiosísimos, y lo mesmo se dice del Nordeste: y desde el Nordeste al Sudueste son muy frios, y el Oeste el mas tormentoso de todos; pero dura menos que todos, y abonanza breve: y así se tiene por sabida experiencia, que quando hay fortuna de Norte y Noroeste, en saltando al oeste se sabe que va acabando la tormenta, y aclara el cielo y la tierra, aunque con mucha furia y frio.
Como no pudimos hallar puerto bueno, ni pasage seguro para llevar los navíos, Pedro Sarmiento, con parecer del Almirante y Pilotos, determinó de ir á tentar la boca que parecía al Leste hacia la cordillera Nevada de la tierra-firme, porque tenía por cierto que había canal que salía por la otra parte del cabo de Sancta-Lucía; y á ser así, y haber buen pasage, era lo que convenía para llevar los Navíos seguros miéntras se acababa el bergantin.
TERCER DESCUBRIMIENTO
Con el batel Nuestra Señora de Guia
Martes veinte y nueve del mes de Diciembre de 1579. salió Pedro Sarmiento, y con él Anton Páblos y Hernando Lamero, Pilotos, y doce soldados marineros en el batel Nuestra Señora de Guia con vitualla para diez días de Puerto Bermejo, para descubrir la canal que parecía que demoraba la vuelta del Sueste de Puerto Bermejo para ver si habría canal y puerto para poder llevar los navíos seguros por no volverlos al mar bravo.
Fuimos á la vela la vuelta del Sueste cuarta del Leste con viento Oessudueste dos leguas, hasta una isla que prolonga de Nornoroeste-susueste una legua. Nombróse los Ignocentes porque salimos otro día despues de su fiesta, y seguimos la canal al Sueste otras cuatro leguas hasta una punta de la costa del Leste del brazo de la Concepcion. Detras desia punta, que llamamos punta de San-Juan, al Norte della hace una caleta donde surgimos esta noche, y aquí dormimos con buena guardia, como siempre hacíamos.
Al Susueste de la isla de los Ignocentes está una boca grande de canal, que, á lo que creemos, es la que sale de la ensenada de Nuestra Señora de Guadalupe, que arriba diximos.
Y al Nordeste de los Ignocentes está una canal grande donde surgimos y paramos esta noche, que creemos es la que sale de la ensenada y canal de San-Andres, y una legua al Nordeste de la punta de San Juan está una boca de canal, que debe ser la canal de San Andrés del brazo de la concepcion. En esta caleta donde hicimos noche hay mucho fondo á pique. Es laja.
Miércoles 30 del mes salimos desta caleta a la vela la vuelta del Sueste; y habiendo navegado legua y media por una abra ancha, embocamos en una angostura de trescientos pasos de ancho; y en esta angostura hay una punta, detrás de la cual, al Norte della, está una caleta donde hay fondo de veinte brazas, arena, y arrimado á la isla un cable, es piedra. Es abrigo de todos los vientos y mar. Llamóse puerto del Ochavario.
Desde la angostura prosigue la canal mas ancha, y va ensanchando poco á poco al Susueste dos leguas hasta una isleta que llamamos isla de Dos Canales porque allí se parte este brazo en dos canales; y el brazo que va sobre la mano derecha corre al Sur sobre la cuarta del Sudueste tres leguas hasta una punta que llamamos de San Estevan, y la canal de la izquierda va al Susueste una legua hasta una punta que se nombró punta de San-Antonio. Entre la angostura, é isla de Dos Canales en la costa de la mano izquierda se hace una ensenada llena de islotes baxos con arboleda.
Caminando por esta canal de Susueste como media legua á mano izquierda, la vuelta del Leste, abre una canal que entra una legua, y hace un islote en medio: y pasado el islote parte en dos canales grandes: la una va la vuelta del Leste hasta la cordillera Nevada, y la otra va al Norte, que pienso es la que se parte en el principio del brazo Ancho de la canal de la Concepcion: y al Sur del islote hay otra isla grande; y al Leste della se juntan los dos brazos dichos con este del Susueste, por donde íbamos navegando. Y como una legua de la punta de la Isla de Dos Canales se parte la isla en dos, y hace canal que junta la canal de San-Estevan con la del Susueste: y á la punta del Leste en la Canal, arrimados á tierra un cable de la isla, hay quince brazas de fondo, roca; y algo mas fuera, 40 brazas, puede estar una nao á la plancha apuntalada con las vergas. Desde la Punta de San Antonio vuelve la costa al Sur cuarta al Susueste.
Leste-oeste con la punta de San Anton cerca está una isleta que hace una ensenadilla, que medio cable de tierra hay veinte brazas, limpio, fondo arena; y algo mas fuera, piedra: y como cincuenta brazas mas á fuera, cuarenta brazas, limpio: y á la punta de la isleta está una piedra y herbazal, y junto á la piedra hay ocho brazas, piedra; y como medio cable hay doce brazas, limpio: abriga al Norte; y poco mas fuera hay veinte brazas, limpio, al Leste de un arroyo de agua dulce que baja por una sierra abajo; y algo mas á fuera como un ayuste de tierra 25 brazas, es limpio. Rase de surgir al Sur de la isla, la cual llamamos el Surgidero: y descubriendo la canal por el Norte dos ayustes de la isla hay cincuenta brazas, lama.
Una legua y media de la punta de San-Anton vuelve la costa al Sur cuarta al Sueste, y en este parage en la costa del Leste, que es la de mano izquierda, hace una bahía grande de buen fondo, á la entrada, arrimado á las hierbas, cinco brazas, y dentro siete, y ocho, y nueve brazas, limpio, arena y lama. Éntrase á ella por la boca del Oeste para el Leste, y tiene la salida para el Sur. Es cercada de playuelas de arena y hierbas. Tiene la canal y salida del Sur deste puerto diez brazas: es comedero. Llamamos á esta bahía Puerto Bueno, ó bahía Buena, que lo uno y lo otro es.
Desde la bahía Buena sigue la costa de la mano izquierda, y descubrimos una punta al Sur cuarta al Sueste media legua, que se llamó punta Delgada, porque es baja: y en medio hay playuelas, y costa baja.
Desde la punta Delgada por la mesma costa parece otra punta, que llamamos de San Márcos al Sur quarta al Sueste una legua.
La otra costa del Oeste sigue la mesma derrota: es mas alta y tiene algunas nieves. La costa del Leste es mas baja, y tiene mas caletas; y ántes de llegar á la punta de San Márcos está una boca que sale de[l] Gran Brazo, y una caleta donde tomamos la altura: Pedro Sarmiento y Anton Páblos en cincuenta y un grados, y Lamero en cincuenta y uno y un cuarto. Llamámosla caleta del Altura.
Adelante de la punta de San Márcos está una punta que demora al Sur tres leguas, que se nombró punta de San- Lúcas; y en la otra costa del Oeste desta canal al Oeste cuarta del Noroeste, como una legua, está una ensenada grande, que tiene una playa y pareció surgidero: no llegamos á ella. Y al Oeste cuarta al Noroeste está otra boca en la costa de la mano derecha donde se junta la canal de San-Estevan, y esta boca y abra sale á la caleta del Monte de Trigo, Leste oeste con él, y de allí sigue á la canal del arcipiélago.
Y legua y media mas al Sur cuarta al Sueste está otra punta, que se llamó punta de San Matéo, y desde esta punta al Sur demora otra punta de la mesma costa legua y media. llamámosla punta de San Vicente: y entre ambas puntas entra un brazo grande, y al Sueste deste brazo demora una punta larga, y al Oeste della va una canal á juntarse con esta principal.
Desde la punta de San Vicente parece otra punta baja al Sur, que se llama San Pablo, una legua; y en medio hace abras y dos ensenadas. Este dia miércoles hizo norte, las corrientes iban contra viento la mayor parte del dia.
Al Sur désta demora otra punta de tierra baxa dos leguas: llamóse San-Baltasar; y en medio hace la costa de la Tierra-firme ensenada llena de isletas bajas y montosas. la costa es toda morros gordos de peñascos pardos pelados de medio arriba: y aquí hace una ensenada que llamamos San Melchior; y aquí hicimos noche el miércoles.
Juéves treinta y uno de diciembre partimos desta ensenada á la vela; y media legua al Sur está una punta que llamamos San Gaspar, y en medio están dos islotes.
Desde esta punta sigue la costa de la mano izquierda cuatrocientos pasos al Sur donde hace esquina; y desde allí muda derrota. Llamé á esta esquina punta de Gracias á Dios; y enfrente della en la otra costa de la mano derecha al Oeste de esta punta están dos ensenadas á manera de puertos. Tiene aquí de ancho la canal un cuarto de legua excaso. En esta punta de Gracias á Dios hay fondo 30 brazas limpio, medio cable de tierra; y á un cable no hay fondo.
Desde aquí vuelve la canal Nornoroeste-susueste, y toma de la cuarta del Sueste.
Desde la punta de Gracias á Dios parece otra punta trescientos pasos por la mesma derrota. Llamóse San Bernabé; y por la mesma derrota está otra punta que se nombró San Bartolomé. Desde Gracias á Dios aquí hay una legua.
Al Sudueste cuarta al Oeste en la costa de la mano derecha se hace una ensenada como brazo, y por detras della al mesmo rumbo está una islilla algo grande negra echada de Norte-Sur, y en medio della un monte como pan de azúcar. Llamóse Pan de Azúcar. Tiene por aquí la canal de ancho media legua escasa.
Desde la punta de San Bernabé parece otra punta por la mano izquierda al mesmo rumbo, que llamamos San Benito; y en medio de ambas puntas hace ensenada como arco, y por medio hace abra hasta la cordillera Nevada, la cual parece por esta abra muy alta y con muchos picos; y uno dellos parece corona que tiene seis puntas, y otra al Sur que parece mano de Júdas abierta y vista por las espaldas. Hay mucha nieve: la alta es blanca, y la baja azul como cardenillo; y lo que no es nevado es negro. Esta es la cordillera de la tierra-firme, porque todo lo demas que está desde allá al Oeste, por donde al presente andamos descubriendo, es archipiélago de islas, y tierra despedazada.
Y poco antes de llegar á la Punta de San Benito en la costa de mano derecha, entre tres playuelas chiquitas de largo de un batel, un cable de tierra, hay cuarenta brazas: es arena; y cerquita de tierra dos bateladas veinte y cinco brazas de limpio, cascajo; y arrimado á las peñas hay tres brazas, y enfrente de la playuela que está mas al Sudueste, dos bateladas de tierra, hay doce brazas, cascajo. Dentro en la mesma caleta arrimado á las peñas, siete brazas, limpio, puede estar el navío á la plancha; y en unas hierbas que están en medio de la caleta y playuela de en medio hay cinco brazas; es piedra. Hay entre la playa de en medio y la postrera, medio cable de tierra, diez brazas, limpio; y enfrente de la playuela tercera hay diez y siete brazas limpio.
En esta punta de San-Benito se estrecha la canal dos ayustes. En esta angostura hay cuatro Islotes y baxos, hierbazal. Los tres islotes, mas arrimados á la punta del Leste, y el uno á la parte del Oeste; y va la canal mayor entre el uno y los tres islotes, mas arrimada a los tres islotes, que va sin hierba mas ancha. Es canal de seis y siete y ocho y diez brazas, limpio. Puédese seguir y servir de puerto. Guárdense de las hierbas, que tienen poco fondo, y especialmente donde están espesas á la parte del Oeste donde está un bajo entre las hierbas, que solo se parecen los mijillones que están sobreagudos en el arrecife.
Desde los arrecifes del hierbazal sigue la canal á la mesma derrota dos leguas, y al cabo dellas sale una punta larga y baja de la tierra de la mano derecha que se nornbró punta de Sancta-Catalina, y tiene al Leste una isleta, y al Sur una baja. Aquí se juntan la canal que viene desde los bajos de la hierba, arrimada á la cordillera Nevada, y hace una canal de mas de cuatro leguas de ancho. Y desde allí desde la punta de Sancta Catalina vuelve una ensenada á manera de canal la vuelta del Sudueste que pareció partir tierra, y es así verdad que la parte.
La vuelta del Nordeste de la punta de Sancta Catalina media legua, hay un islote: y al Sur dél está un bajo sobre agua, porque entre esta isla y punta va canal hondable, limpia para poder pasar por ella. Doblada la punta de Sancta Catalina, al Sudueste della cerquita hay unas caletas para bergantines y bateles.
Desde estas caletas la vuelta del Sueste cuarta al Sur tres leguas, sale una punta y morro de tierra. Fuimos allá á hacer noche. Este dia hizo muchas diferencias de temples, el tiempo amaneció claro y el Sol muy caliente, y luego añubló y llovió poco con nortecillo bonancible, y luego calmó, y de mediodía arriba ventó sur, y hubo mar. Las corrientes hallamos unas veces al Sur, y otras al Norte, que andan conforme al viento y mareas. La canal que pasamos desde las caletas de la punta de Sancta Catalina al morro donde hicimos noche, tiene de travesía cuatro leguas desde la cordillera Nevada hasta el morro Nordeste-sueste, al qual llamamos Año nuevo, porque llegamos allí su víspera: y el dia de la Sanctisíma Circuncision de Jesu-Christo por la mañana pusimos en la punta deste morro dos cruces, y Pedro Sarmiento tomó la posesion por V. M. en presencia de los Pilotos Anton Pábios y Hernando Lamero y de los demas marineros soldados.
La multitud de islas y tierras despedazadas sigue por esta parte hasta este parage, porque aquí dimos en la cordillera Nevada de la tierra firme que sale á la mar por esta canal; y sea aviso que va mayor canal entre la cordillera Nevada de la tierra-firme y las isletas que están entre la punta de Sancta-Catalina y los bajos del Herbazal: verdad es que aquella canal no la navegamos; mas vimos la entrada y la salida por donde se aparta y junta con esta Canal por donde fuimos.
Corre la frente deste morro de Año Nuevo por la banda del Norte que mira á la Cordillera Nevada Leste-oeste, punta por punta, como media legua: y allí hace arco, caletas y playas de guijarrales. Desde la Playa de enmedio, donde pusimos las cruces la vuelta del Noroeste, cerca como dos ahustes, está un isléo chico, y en medio hay canal hondable, limpia para pasar navíos.
Al Sueste desta playa de las Cruces como dos leguas sale á la mar (digo á la canal) la cordillera Nevada de la tierra-firme que tiene cerca de la mar una mancha blanca que parece nieve, y es despeñadero de rio que hace espuma, qua hai muchos por aquí, y desde el medio hacia arriba tiene una gran chapa de nieve muy azul, que parece turquesa.
Este morro de Año Nuevo por la cabeza de la banda del Leste va en redondo al Sueste y Susueste como una legua hasta la primera quebrada de agua que desciende de la cumbre por un rio, y Leste-oeste con este rio parece una gran boca de canal como de dos leguas. Fuimos allá y hallamos ser ensenada sin salida, y hace cala á la vuelta del Norte como una legua; y como nos vimos ensenados, volvimos á salir por donde habíamos entrado con harta pena. Tiene este codo quatro isletas que hacen canales; y esta ensenada desde las isletas para el Oeste va haciendo playa de arena y tierra, playa baja, mas de legua y media hasta el morro alto de Año Nuevo. Hay en éste pasage y playa que va haciendo arco hasta el pie del dicho morro, y fuimos hasta él este mesmo dia, que fue viérnes primero de Enero del año de mil é quinientos y ochenta. Pasamos de largo de la dormida, y fuimos á una ensenada que está al Oeste del morro; y buscando canal y paso que rompiese, tambien hallamos ser ensenada sin salida de tierra baxa. Aquí hicimos alto esta noche; es playa y tierra baja, llana y anegadiza. En esta ensenada hay ocho y diez brazas, buen fondo; hay en esta costa muchas hierbas, y donde quiera que están es bajo: guárdense dellas donde se vieren.
Sábado dos de Enero salimos de esta ensenada, y fuimos a otra que está al Oeste de la dicha poco mas de una legua, que tambien es tierra baja, sinó es la punta que está entre ambas ensenadas. Aquí embió Pedro Sarmiento dos hombres á la cordillera alta para que viesen si parecía mar, ó canal de la otra parte al Oeste, y no vieron cosa destas. Entramos en esta ensenada, y de ella fuimos á otra cercana, y al cabo della es tierra baja; y visto que todo era sin salida, Pedro Sarmiento y Hernando Lamero, Piloto Mayor de la Almiranta, subieron a una cordillera mui alta á descubrir mar y tierra, y á la banda del Oeste descubrieron de la otra banda un brazo de mar ancho y derecho que corre Nornoroeste-susueste. A esta cordillera llamamos Cordillera de la Oracion, porque allí nos encontramos a Dios, y pusimos una cruz; y Pedro Sarmiento tomó Posesion por V. M.: y subiendo mas arriba descubrimos una ensenada que hace el brazo dicho, y contáronse en ella treinta y tres islotes chicos y grandes, y á la redonda hacía muchas canales y caletas, al parecer angostas: y desde la ensenada donde dejamos el batel á este brazo hace una abra la cordillera, y por ella va un estero, que de pleamar se junta un brazo con otro por aqui, que puede pasar un batel. Hay del uno al otro un tiro de arcabuz, por el cual pasó al otro brazo Anton Páblos mientras nosotros subíamos á lo alto. Este dia sábado ventó norte é hizo tanta niebla y obscuridad, que los que estábamos en la cordillera, con estar juntos, no nos viamos, y con solas voces, y marcándonos con una aguja de marear nos hallábamos. Todos estos dias tuvimos grandes y pesados aguaceros y grandes frios, y de noche pasábamos mucho trabajo en hacer fuego, y por enjugarnos nos metíamos en el fuego sin sentirlo, y quemábamos las ropas y calzados, porque de otra manera no podiamos vivir, mayormente los marineros, que molidos y cansados de remar, y mojados, llegaban los pobres yertos y pasmados sin tener ropa que poderse mudar, porque en el batel no se podía llevar por ser pequeño, y la comida tambien era poca, porque siempre la íbamos tasando mucho, y esta vez mas; procurando entretenernos con mijillones y hierbas de la mar, y muchas veces no las hallábamos, asi por llegar a costa brava donde no se cria, sinó en abrigo, como porque donde llegábamos á repararnos sucedía, estos dias que llegábamos con pleamar, que no se podía coger marisco aunque le hubiera. Toda esta noche llovió mucho y hizo mucho frio, porque ventó oeste.
Domingo tres de enero partimos de esta ensenada de la Oracion, y ventó luego oeste frio, y saltó al noroeste, y metió tanto mar, que habiendo caminado como una legua con grandísima fuerza y trabajo de los marineros que bogaban, nos hizo fuerza que volvimos á arribará Popa á buscar donde repararnos por no anegarnos y perecer; y así nos metimos detras de unas peñuelas que solo abrigaban el batel, no mas de para que pasase aquella primera furia del tiempo. En estas peñas tomamos la altura en cincuenta y dos grados. Llamáronse las Peñas del Altura. En todo este dia no fué posible poder salir de allí, porque la tormenta fué tanta que los navíos muy grandes no la sufrieran, y aquí esperamos día y noche.
El lúnes quatro de enero amaneció alguna bonanza de mar, aunque había grandes refriegas de viento oeste y oessudueste; mas con todo arrimándonos, á la costa del Oeste partimos de aquí atravesando bocas y canales y caletas de punta á punta, unas veces con corrientes, con grandisimo trabajo de los marineros que bogaban en estas travesías fortísimamente, porque así era menester; y, aun con todo, muchas veces volvíamos atrás mas que ibamos adelante. Con todo este trabajo anduvimos este dia siete leguas con el favor de Dios. Este día no llovió, sinó por la mañana poco, con nieblezuelas que venían con refrieguillas del oeste y oessudueste. Desde las nueve del día hizo claro.
Mártes cinco del mes partimos desta dormida, y caminamos al remo por la Canal al Norte con gran trabajo, y tomamos otra canal que va al Oeste, entre la cual y la Punta Larga hace un torno de arcipiélago de muchas islas pequeñas hasta hacia la punta que declina hacia el Oeste, y de allí á una punta que está al Oeste una legua: y entre una punta y otra hace una ensenada grande; y entre ella y la punta Larga hay muchas islas de tierra baja y montosa.
Desde la punta del Oeste á otra punta que sale léjos, que nombramos punta de Mas al Oeste, hay una legua. Este dia hubo bonanza. Ventó noroeste y oessudueste; pero hácese ordinariamente el viento á las canales: y, así, aunque es un viento, en cada boca de canal parece otro, conforme á la derrota que corre el rompimiento de la boca y canal.
Desde esta punta del Oeste descubrimos un torno de mar y tierra en redondo que llamamos Arcipielago, sembrado de muchas islillas chicas, y grandes bajos, que juzgamos haber diez leguas de travesía.
Desde esta punta parece un cabo de tierra, de mar en fuera, una gran vista al oeste, que es la tierra que se continua con el Cabo de Sancta Lucía que por la mar brava descubrimos el segundo viage y descubrimiento.
Este arcipiélago hace una ensenada redonda, y desde la punta del Oeste vuelve la costa al Oessudueste dos leguas, y al cabo desta dist;lncia sale la boca de la canal de Nornoroeste-susueste que descubrimos desde el monte de la Oracion.
Desde esta punta del Oeste navegamos por medio del arcipiélago tres leguas al Leste, hasta unas islillas donde nos alojamos esta noche entre unos pefiascos, donde había muchos lobos marinos, que en toda la noche no hicieron sinó bramar como becerros; y, por esto, las llamamos islas de Lobos.
Miércoles seis de enero salimos destas islas de Lobos con norte y nornordeste, al Oeste y Oesnoroeste tres leguas hasta un golpe de muchas islillas chicas y grandes; y al Norte dellas cerca de la mas forafia, cerca por donde ibamos navegando, está una baja cercada de hierbazal. En viendo la hierba huye della. Desde aquí parece la Mano de Júdas, de la Cordillera Nevada, que demora al Lesueste. Y desde la postrera islilla que está en la boca deste arcipiélago Nordeste-sudueste está un cabo gordo y pardo de tierra, que llamamos Cabo de Nuestra Señora de la Victoria: es negro, gordo y tajado, y hace unas manchas vetadas de blanco hacia laparte del arcipiélago, lo bajo con monte de arboleda, que es lo negro, y lo alto pelado. A los que salen deste arcipiélago por este rumbo parece estar la postrera tierra hacia el mar bravo por aquella parte: y, estando en media canal, demora este cabo de la Victoria con otro cabo que está en la otra costa de la otra parte de la canal grande del arcipiélagoque nombramos cabo de Nuestra Señora de las Virtudes, Nordeste-sudueste. Toma de la cuarta del Leste-oeste cinco leguas; y desde la postrera isla de la boca al Cabo de la Victoria, hay legua y media.
Desde esta isla y bajo de la hierba fuimos al Oesnoroeste como dos leguas hasta una caleta en la costa, y allí saltamos en tierra: y, porque habíamos abierto ya el mar bravo y visto los cabos de una parte y de otra de las costas que hacen esta canal, subíeron Pedro Sarmiento, Hernando Lamero y Anton Páblos á una sierra alta de muy mal camino, gateando á peligro de despeñarnos y , desde arriba, marcamos los cabos y ensenadas que pudimos alanzar con la vista desta manera. A esta sierra donde subimos llamósede San Jusepe. Desde aquí, con una aguja de marear, marcamos la tierra y cabos.
El.cabo de NuestraSeñora de la Victoria demora Norte-sur cuarta de Noroeste-sueste con el Monte de S. Jusepe dos leguas de canal enmedio sin recuestas que se parezcan; y otra mas de fuéra, que llamamos cabo de Sancta Isabel, de-mora .con el monte de San Jusepe Noroeste-sueste cuarta de Norte sur: Toma algo de la media partida, quatro leguas de canal de mar: y la tierra de Nuestra Señora de la Victoria es isla. Hay canal entre ella y el cabo de Sancta Isabel, y en medio hay muchos islotes y bajas.
Desde el monte de San Jusepe demora el cabo que se continúa con el deSancta-Lucía, que descubrimos el segundo descubrimiento, al Oessudueste cuatro leguas. Hayentre [este] cabo y el de Sancta Lucía dos grandes ancones que tienen muchas Islillas y Baxas.
Hecha esta marcacion, bajamos del monte por un despeñadero tan áspero que, cierto, tuvimos riesgo de nos despeñará cada paso y Dios nos libró deste peligro y de otros muchos. ¡A Él sean dadas infinitas gracias! Amen. Y por ser cuando bajamos á la caleta ya tarde, y venir mojados, hicimos aquí noche.
Aquí entendieron los pilotos que la traza de Pedro Sarmiento y la descripcion suya era cierta en cuanto al todo.
Juéves siete del mes partimos desta caleta de San]usepe, y con gran tempestad caminamos al remo la vuelta del Nordeste por la canal como seis leguas entre islas y la Tierra Grande, contra mar y viento norte y corrientes y con muchos aguaceros. Hicimos noche en una caleta al Oessudueste de la punta de Nuestra Señora de las Virtudes.
El viérnes ocho del mes partimos desta caleta, y fuimos al remo con mucho viento norte y gran mar y muchos aguaceros y gran frio y, con trabajo, montamos la punta de Nuestra Señora de las Virtudes: y, ántes de llegar á ella, hallamos dos grandes ancones llenos de islillas, y bajos, y es toda tierra quebrada. Y, dobrada esta punta de las Virtudes, descubrimos otra punta al Nordeste cuarta al Norte dos leguas y, por entre una punta y otra, hay gran ensenada que entra la vuelta del Norte con muchas isletas en medio, que es toda esta tierra despedazada, y cada boca echa de sí su vientodiferente y las mas veces tormentoso.Es costa toda de peñascos, y cuasi toda brava, y el fondo a pique y malo. Por aquí va la canal á media canal Nordeste-sudueste. Cargó este dia tanto mar y viento norte y aguaceros y granizo frio que era imposible ir adelante; y volver atras era perder mucho. Por no perder lo que tanto trabajo había costado ganar, nos determinamos dar la vela baja y, con ella, navegamos al Lesnordeste como tres leguas; y, no pudiendo ir mas á la vela, amainamos, y comenzaron á bogar por doblar una punta para nos abrigar de la tempestad y corrientes: y, con grandísima fuerza de brazos, los buenos y valientes marineros rompieron la corriente, y doblaron una punta que una galera tuviera mucho que hacer en romper; y, como la tormenta cargaba cada vez mas, nos fué forzoso meternos en una caleta á repararnos por esta noche.
Sábado nueve del mes salimos desta caleta, que llamamos del monte de rigo, porque tiene encima un morro que parece monte de trigo; y ántes de salir marcamos la canal de San Estevan, que es la que habiamos dejado á mano derecha en la isla de las dos Canales, como arriba se dijo; y salimos desta caleta, atravesamos á la primera punta, que está Norte-sur quarta de Norueste-sueste, una legua de la caleta. Llamamos á esta punta de San Blas.
La punta de Nuestra Señora de las Mercedes demora con la de San Blas Noroeste-sueste.
Desde la punta de San-Blas vuelve la canal y costa hasta otra punta, que llamamos de San Luis, Norte-Sur una legua. Por aquí tiene la canal de ancho Leste-Oeste una legua, y tiene unas isletas mas allegadas á la costa del Leste.
Desde el paraje de la costa de San Luis vuelve la costa por ambas partes, y la canal al Norte cuarta del Noruestesueste.
Desde la punta de San Luis, al Norte cuarta al Nordeste, como media legua, está un morro alto redondo que tiene de la banda del Sudueste una macha de nieve que hace figura de animal de cuatro pies como que está paciendo, y tiene la cola como zorra, y por esto le llamamos el morro de la Zorra; y en la costa frontera de la Zorra está un ancon Nordeste-sudueste, que es surgidero de fondo de piedra en treinta, y veinte, y quince, y diez brazas. Es abrigado del sur y norte y travesía, que en estas partes es el Oeste. Este dia nos terció el tiempo razonablemente que pudimos ir un rato á la vela. Ventó algun vahage de sur y sudueste y oeste, y todo con aguacerillos y frio y algun granizo. Este dia venimos á alcanzar alojamiento tres leguas al sur de las puntas de la isa de Dos Canales. Esta noche llovió y ventó norte furiosamente hasta buen rato de la mañana del domingo, Por aquí vimos muchas corrientes que nos detenían unas veces, especialmente en las puntas, y otras nos ayudaban conforme á las crecientes y menguantes de las maréas.
El domingo diez de Enero con todo el mal tiempo que hacía de aguaceros, porque abonanzó la mar con ellos, partimos al remo; y luego, en saliendo, comenzó el Norte y Noroeste y con mucho frio y aguaceros y corrientes contrarias que hacían ir reventando [a] los marineros, bogando y quebrando los remos, por no arribar un palmo; porque se siente mucho perder lo que cuesta tantas gotas de sangre como estos caminos cuestan que, por no arribar, se ponían muchas veces á peligro y riesgo de ahogarse; y, demas desto, ya no teníamos comida ninguna porque habían pasado ya seis dias más del término para que habíamos llevado racion, y algunos se sentían ya muy flacos y sin fuerzas y, aun marisco, ya no hallábamos porque no se cría sinó en abrigos, y lo mas de todo esto es costa brava sin fondo. Y, con todos estos impedimentos y trabajos, este dia alcanzamos unas quebradas de muchas isletas donde en una dellas vimos dos nutrias, y úna gordisima que no se podía menear.
Lúnes, once del mes, amananeció bonanza y partimos desta dormida y fuimos por el angostura, y poco despues de mediodía descubrimos el brazo de la Concepción, y Puerto Bermejo; y, queriendo ir á nos alojar á la Isla de los Ignocentes con calma, por ser léxos, pareció tarde; por lo cual, y porque entraba la maréa y viento fresco con ella, dimos la vela, y súbito cargó tanto Sudueste y Oessudueste y metió tanta mar, que un muy eran navío se viera en trabajo y arribara, si tuviera donde; y, asi, nosotros, aunque quisieramos arribar, no podíamos sin peligro de la vida; y tomar la isla no era posible; por lo cual, encomendándonos á Dios, nos aventuramos, confiados en su misericordia, de atravesar el golfete de la Concepción á la otra banda, teniendo cuenta los Pilotos con las mares, unas veces arribando, otras yendo á orza; largando y cazando escota, y los marineros achicando el agua que los golpes de mar metían en el pequeño batel, á quien guardó Nuestra Señora de Guia, cuyo nombre se le había puesto; y ansí, con su favor, venimos ántes que anocheciese á tomar la ensenada que está al Nordeste del Hocico de Caiman donde, á puesta de sol, los marineros, habiendo comido un bocado bien escaso, se determinaron de ir esta noche á los navíos, que estaban una legua escasamente; y, tomando los remos, llegaron a Hocico de Caiman; y, queriendo doblar la Punta, hallamos tanto Sur y mar, que no fué posible ir adelante. Y, por esto, y por ser muy noche, nos volvimos detrás de la punta; donde, tentando como ciegos, hallamos un pedregalejo abrigado donde nos recogimos é hicimos fuego y estuvimos esta noche.
Mártes, doce del mes, partimos de aquí con bonanza, porque las mas veces las hay por las mañanas; y, mediante Dios, llegamos al Puerto-Bermejo de la-Concepcion donde hallamos los compañeros buenos de salud, que ya habian acabado el bargantin, en lo cual todos habían trabajado muy bien, y nos regocijamos unos con otros, porque los unos temíamos que á los otros les subcediese algo, porque como la tierra es de tiempos tan pesados, los que estaban en los navíos temían que nos hubiese algun golpe de mar anegado el batel, é ya trataban de irnos á buscar como debían, sinó fuera con cautela, por quel Almirante y algunos de la Almiranta decían que ellos debían de ir, y Hernando Alonso, Piloto, que nó, sinó él. Y, entendióse, que los del Almirante y él no pretendían sinó salir y dar una vuelta con el bargantin por la parte que se les antojase, y de ahí á dos dias volverse y decir que ya era perdido el General, y volverse á Chile; que era una maldad contra el servicio de Dios Nuestro Señor y de V. M. Y, por venir este dia, no hubo efecto su mala intencion.
Y sea aviso, para los que por aquí hubieren de venir, que traigan los navíos cargados de cables y anclas en muy mucha abundancia, porque son mucho menester para esta tierra; porque esta tierra es muy hondable y hay muchos ratones y tormentas de vientos muy pesados; y hay muchas corrientes diversas, porque cada canal llama sus corrientes en todo este arcipiélago. Pasóse en este tercero descubrimiento grandísimo trabajo; y el mayor fué no hallar puertos seguros, y canales claras para poder llevar los navíos, aunque se hizo mucho en descubrir la salida á la mar por el Sur del Cabo de Sancta Lucía, porque, desde allí, tenía Pedro Sarmiento por cierto que á la otra salida habiamos de embocar en el estrecho, que era lo que buscábamos.
Llegado Pedro Sarmiento y pilotos y compañeros a los navíos, visitó los pañoles y despensas de las naos, porque en su ausencia supo que había habido desórden, especialmente, el Almirante había mandado acrecentar la racion de pan á los soldados porque se les daba á diez onzas de ración y les mandó dar á libra á los que quedaban en el navío, sin tener consideracion á lo de alante, ni teniendo respeto a la miseria quel pobre de Sarmiento y sus compañeros pasaban en el batel. Entendióse, por lo que despues se supo, que Juan de Villalobos no pretendía sinó consumir y acabar los mantenimientos brevemente por tener ocasion para que nos volviésemos á Chile, diciendo que, por falta de comida, se volvían y que no se podía ir adelante sin ella, y procuraba hacer amigos á costa de las vidas de los que andaban trabajando para que le ayudasen en sus malos propósitos, que despues se supieron. Mas, Pedro Sarmiento, entendiendo solo la destruicion de las vituallas de la Almiranta, visitóla, y enmendó lo que era necesario, y dió las llaves que tenían despensero y guardian, á una persona sola, que fué Al Piloto Mayor, para que por su mano se distribuyese y, en dando racion, guardase las llaves; y en la Capitana quitó las llaves al Tenedor de Bastimentos, Juan de Sagasti, así por sedicioso, como por dañador de los mantenimientos, y puso otro despensero mas diligente y fiel; y mandó que se volviese á dar la racion que ántes se daba, porque mucho mas vale que digan: Aquí pasó hambre fulano y hizo lo que era obligado á Dios y á su Rey, que no digan: por desordenado se consumió, y no efectuó á lo que fué embíado. Esta reformacion fué murmurada malamente, y despues llegó á mucho riesgo; pero, en fin, se llevó adelante, porque así convenía al bien y vida de todos, porque Sarmiento siempre tuvo determinado de morir ó hacer efecto, con el ayuda de Nuestro Señor Jesu-Christo y de su benditísima Madre Santa Maria. Y, para esto, viendo la largueza del camino que se le ofrecía por delante, ibase previniendo lo mejor que Dios le daba á entender y hacia orejas sordas á palabras locas.
En este puerto, Pedro Sarmiento hizo una linea meridiana en tierra, y marcó las agujas de marear; y se cebaron y adobaron y aderezaron, cebándolas y reparándolas; porque con las tormentas y humidades habían recibido mucho daño,. Y sea aviso á todos, que las que estaban bien cebadas nada nordesteaban, ni noroesteaban, sinó sólo aquella media cuarta que los aceros están trocados de la punta de la flor de lis: y es opinión de poco experimentados afirmar que hay nordestear, ó noroestear si la aguja está bien cebada y afinada; y cuando se halla algun defecto que parece tirar á esto en la aguja, es otro el secreto, que tiene remedio; y no es de aquí, por ser experiencia manual.
Arriba se dijo que cuando la primera vez se llegó a este Puerto Bermejo se tomó posesión por V. M. y olvidabáse de decir cómo despues se volvió á tomar con escribano cuando la Armada estuvo aquí surta; cuyo Testimonio es el que sigue.
Posesion de Puerto-Bermejo
En veinte y siete del mes de Deciembre, día del Señor San Juan Evangelista deste presente año de mil é quiníentos y setenta y nueve, el Ilustre Señor General Pedro Sarmiento, estando esta Armada Real surta en el PUERTO-BERMEJO DE LA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA, en presencia de mí el Escribano infraescrito y testigos de yuso contenidos, dijo: que aunque á veinte y seis del mes de Noviembre próximo pasado, habiendo venido á descubrír en el batel con los Pilotos Anton Páblos y Hernando Lamero, y otras personas, había tomado y tomó la Posesion deste dicho Puerto y Tierra comarcana: Pero porque á la sazon no bahía Escribano presente que dello diese fe, y al presente lo hai, dijo: Que tomaba y tomó, aprehendía y aprehendió la Posesion realmente y con efecto deste dicho Puerto, á quien había nombrado y nombró PUERTO-BERMEJO DE LA CONCEPCIÓN DE NUESTRA SEÑORA, y de toda la tierra comarcana, Canales, Golflos, Puerto, Bahías, Salidas y Entradas y Navegaciones, y lo subrogaba y subrogó debaxo del dominio, señorío y propiedad del Muy Católico y Muy Poderoso Señor Don Felipe Segundo, Rey de Castílla y de Leon, y sus Anexos, y de sus herederos y subcesores, como cosa que es suya propia, que realmente y verdaderamente les pertenece, que está dabajo, incluso y dentro de la Demarcacion de los ciento y ochenta grados que tiene en su Conquista y Descubrimiento por la Bula del Muy Sancto Padre Papa Alejandro Sexto, como en ella mas largamente se contiene, á que se refiere. La qual dicha Posesion tomó sin contradiccíon de los Naturales desta dicha Tierra, ni de otros algunos; y en señal de Posesion arboló y plantó una grande cruz de madera en el arrecife y peñascos de la dicha Playa Bermeja, é hizo un mojon grande de piedras al pie della, á lo qual ayudaron todos los Presentes; de lo qual pidió a todos los presentes fuesen testigos, y á mí el dicho Escribano se lo diese por testimonio en manera que haga fé en pública forma, para en guarda del Real Derecho; y que este Puerto está en cincuenta grados y medio largos al Sur de la Equinoccial. Fueron presentes por testígos á lo susodicho el Almirante Juan de Villalobos, el Padre Vicario Frai Antonío Guadramíro, el Alférez Juan Gutiérrez de Guevara, el Sargento-Mayor Pascual Xuarez. De todo lo qual doí fe y verdadero testimonio, y me hallé á todo ello presente, Fecho ut supra =Pedro Sarmiento. = Ante mí =Juan Desquibel, Escribano Real.
Y como ya no teníamos que aguardar, por estar el bergantin acabado, y era necesario determinar por qué canal habían de llevarse las naos mas seguramente, y por donde con mas certeza se descubriese el estrecho, Pedro Sarmiento juntó al Almirante y pilotos para platicar sobre ello; de lo cual se hizo el Testimonio que se sigue:
En este Puerto-Bermejo de la Concepcion en la Nao Capitana, nombrada Nuestra-Señora-de-Buena-Esperanza, domingo diez y siete del mes de Enero de 1580. años el Ilustre Señor Pedro Sarmiento, General desta Armada del Estrecho de Magallánes, hizo congresar en esta dicha Nao Capitana al Piloto Mayor Hernando Lamero, y á los Pilotos desta Nao Capitana Anton Páblos y Hernando Alonso en presencia de mí el Escribano infraescripto; y estando presente, asistiendo á ello el dicho Señor General, y el Almirante Juan de Villalobos, les propuso que, como bien saben, se ha salído tres veces con los bateles a descubrir las Costas y Canales destas comarcas de mar y tierra, desde el Puerto del Rosario, que está en cincuenta grados basta en cincuenta y dos grados al Sur, para buscar pasage seguro y Puertos por donde poder llevar estos dos Navíos de Su Majestad con el ménos riesgo que fuese posible para hacer el Descubrimiento del Estrecho, á que fueron embiados por el Excelentísimo Señor Don Francisco de Toledo, Visorrei del Pirú; y que los dichos Pilotos Hernando Lamero y Antón Páblos, Piloto desta dicha Nao Capitana, han visto y experimentado por vista de ojos los inconvenientes y utilidades que puede haber en el camino de las Canales por el Arcipiélago, ópor la Costa-brava: y como á personas prudentes les encarga le digan su parecer en Dios y en su conciencia de qual camino de los dos les parece mejor y mas seguro para llevar los dichos Navíos en demanda de dicho Estrecho, y qué día lesparece será bueno salir de aquí, por que conforme á lo que les pareciese así se pondrá en execucion =Pedro Sarmiento.
Respuesta del Piloto-Mayor
E luego incontinente el dicho Hernando Lamero, Piloto-Mayor dixo y respondió á lo que por el Señor General le era mandado.. Que Su Merced había ido en estos Tres Descubrimíentos, y había visto los fondos y Canales y los riesgos que podía haber por el un camino y por el otro; y asi mesmo es Comógrafo, y ha dos meses que estamos en este Arcipíelago y Canales, y ha visto y hecho experiencia en los tiempos; y de ocho a diez días á esta parte Su Merced ha visto la diferencia que hasta aquí ha hecho en los tiempos, haciendo heladas y ventando los vientos sudueste: por lo cual Su Merced ha dicho le parece que entra el verano en esta tierra, y es el principio de reinar estos tiempos: lo cual me parece á mí ser ello así cierto, por lo que hemos visto desde que aquí entramos hasta agora, por la di/erencia de tíempos que ha hecho. Y así dijo y dió por su parecer, en virtud de lo que el Señor General manda, y de lo que Dios le daba a entender, y en su conciencia para la seguridad de la Gente y Armada de Su Majestad le parecía y pareció: Que saliese el Bergantín desde Puerto en busca del Estrecho; y visto y tanteado y mirado la Canal del dicho Estrecho de cincuenta y dos grados y medio, y mirando algun Puerto dentro dél, y mirando señas, se viniese por los Navíos á este Puerto, y de aquí se llevase la dicha Armada por la Mar ancha, y no por Arcipiélagos, ni Canales, por la diversidad que hai de corrientes y pocos surgideros en el Canal quel Señor General vino de ver. Y si esto á Su Merced no le estuviere bien, por la dílacion del tiempo y no alejarse de los Navíos, ó por otra cosa, debría Su Merced de mandar salir el Armada mañana Lúnes, si hubiese tiempo para ello, ú el día primero que hiciere tiempo para ello, por esta Canal que tenemos abierta de Nordeste-sudueste, arrimados al Cabo de Santiago, é ir en demanda del Estrecho con los Navíos y Bergantin y tentar la Canal, habiendo tiempo para ello. Dice la Canal de cincuenta y dos grados y medio; y no dando el tiempo lugar, buscar la de cincuenta y quatro escasos. Y esto dixo y dió por su parecer, y firmólo de su nombre. Fernando Gallegos Lamero.
Respuesta de Anton Páblos
E luego incontinente el dicho Anton Páblos, Piloto desta Nao Capitana, díjo: Que daba por su parecer que los Navíos fuesen por la Canalpor mas seguridad, asegurando de Puerto en Puerto hasta metellos en el Estrecho por la experiencia que se ha tenido de los tiempos que ha hecho desde el dia que se tomó tierra hasta hoí, por haber muchas diversidades de tiempos y travesías, y por haberse tomado mui pocas veces el Sol, y la poca Costa que se anduvo el Segundo Descubrimiento, y ser mui sucio y haber muchos baxos, y no haber Puertos, y cerrarse con obscuridad la Costa. Y el Estrecho es necesario buscallo por altura como cosa no vista de ojos; y por no poder tomar el altura todas las veces, habría mucho riesgo así de los Navíos, como de la primera noche de travesía y cerraron, perder el Bergantin y la gente que en él fuere. Y por estos peligros le parecía en Dios y en su conciencia ir por la Canal descubierta de la mano derecha. Y lo firmó de su nombre. Anton Páblos Corzo.
Respuesta y Parecer de Hernando Alonso, Piloto
E luego incontinente Hernando Alonso, Piloto desta Nao Capitana dijo: Que daba y dió por su parecer que no había visto las Canales y Costa que el batel había descubierto las dos veces postreras; y quepara en cuanto á ir por la una parte, ó por la otra, le parece que sería bueno para seguranza de los Navíos que fuésemos por la Canal descubierta de mano izquierda al Puerto bueno que dicen haber allí; y de allí el Bergantin saliese á descubrir el Estrecho hasta cincuenta y dos grados y medio que dicen está el dicho Estrecho: y cuando no se hallase en los dichos cincuenta y dos grados y medio, se fuese con los Navíos á buscalle mas adelante; y que hallado con el Bergantin, se llevasen los Navíos á la boca del Estrecho: y que sobre todo se remite al parecer del Señor General, como hombre que lo ha visto y experimentado. Y firmólo. Hernando Alonso. Ante mí: Juan de Esquibel, Escribano Real.
Vistos estos pareceres por Pedro Sarmiento y tanteando los pocos puertos que en las canales había, y que era menester tiempo muy concertado y medido, so pena de perderse por las corrientes y otros muchos impedimentos y variedades de tiempos; y por no dejar los navíos al albedrío de gente poco amiga de trabajar, que hiciesen alguna locura de volverse á Chile, determinó salir por la mar, aunque se temía (y con mucha razon) tormentas y muchos peligros, por ser la mar desta tierra la mas tormentosa y de mas pesados vientos que se puede imaginar en lo que se navega del mundo; y si acaso hay un dia de serenidad luego le siguen otro y otros, y ocho, y diez días mas de tormenta; y en ningun tiempo se puede tener certidumbre de buen tiempo mas de la hora que acaso se viere de presente. Lo cual determinó así Sarmiento por lo arriba dicho; y lo mas principal porque lo hizo fué porque entre la gente de la Almiranta, especialmente el Almirante y Pascual Suarez, Sargento Mayor, tractaban muy de veras de volverse á Chile, so color de decir que no tenían anclas ni amarras, y que las pocas que había estaban muy quebrantadas y rozadas, y que ya no tenía bastimentos, y que yendose á invernar á Chile se bastecerían de nuevo, y volverían otro verano al Descubrimiento: y esto, aunque Sarmiento lo sospechaba, no lo pudo averiguar. Y tras esto Lamero y el Almirante, cada uno por si dijeron á Pedro Sarmiento que dejase el un Navío en Puerto-Bermejo, y el otro llevase al Estrecho. A lo cual Sarmiento les respondió quel haría lo que Su Excelencia mandaba y mas conviniese, que era ir ambos en conserva para que el uno viese lo que el otro, y se favoreciesen el uno al otro, así para lo tocante á si acaso se topase con enemigos hubiese mas fuerza con que resistir y ofender, como tambien porque si el uno peligrase, ó le subcediese algo que no pudiese navegar, el otro pasase á España: y para estas cosas era necesario ir ambos Navíos juntos. Y de lo que dijo el Almirante sospechó Sarmiento quel Almirante tractaba de volverse con los demas de aquella Nao, y dejar el Descubrimiento; por lo cual, para evitar mayores daños, tuvo por menor salir á la mar con los Navíos, aunque temía lo dicho. Y así salimos de Puerto Bermejo con las Naos y Bergantin júeves 21 de Enero de 1580. Fué en el Bergantin Hernando Alonso, Piloto, y seis Marineros y un Soldado. Salimos con norueste, que es viento furioso y porfiado, porque para salir á mas altura no se puede salir con otro sinó es con norte ó norueste, ó oeste; y estos son tan furiosos, que cada vez que cada uno dellos vienta es tormentoso. Fuimos por la Canal la vuelta del Sudueste hasta la Puncta de Sanctiago; y porque allí salíamos á la mar, donde ordinariamente hay tormentas deshechas, dimos un cablote al Bergantin por no perdello, y así venía por popa de la Capitana: y comenzó la Capitana luego á ir a orza saliendo á la mar por huir de los Baxos de la Roca-partida, que son muchos y salen mucho fuera, y por doblar el cabo de Sancta Lucía adonde Pedro Sarmiento había dado por órden al Almirante que se tomase y nos metiesemos en aquella Ensenada. Y como fué siendo tarde fué cargando la travesía y oesnoroeste y noroeste con tanta furia, y metió tanta mar, que era cosa temerosa de ver, que con ningunas diligencias no nos podíamos valer, sino por momentos creíamos perecer; y la Almiranta se iba metiendo en tierra donde no podía dejar de correr riesgo por los bajos malos que hay en aquella costa por donde iba corriendo contra la órden que tenía del Capitan Superior, y podría ir mui bien la vuelta que llevaba la Capitana, que era lo mas seguro, á la mar. Así que anocheciendo cargó mui pesadamente la tormenta, y la Capitana hizo farol con mucho cuidado a la Almirantapara que siguiese su via y no se perdiese, y la Almiranta respondió con otro farol, el cual dende á poco le vieron por popa, que según se juzgó iba arribando la vuelta del cabo de Sanctiago, ó de la bahía de Puerto-Bermejo. Y en la Capitana se iba con grandísimo trabajo y peligro llamando á Dios Nuestro Señor, y á su benditísima Madre, y á los Sanctos que intercediesen por nosotros con Nuestro Señor Jesu-Christo que hubiese misericordia de nosotros. Era el viento de refriegas, y esa poca vela que llevabamos en el trinquete nos la hizo pedazos, que á no llevar otra velilla de correr, quedábamos sin vela de trinquete. Entraba la mar por un bordo y salía por otro, y por popa y proa, que no había cosa que no anduviese debajo del agua: y como el bergantin era pequeño, y la nao daba muchos estrechones, corría grandísimo peligro, y cada golpe de mar lo arrasaba, y los que iban dentro iban dando voces que los socorriesen de la nao, que hacían grandísima lástima oir los gritos que daban y lástimas que decían, y mas viendo que no los podían socorrer por ser de noche, y nos pusiéramos todos á riesgo de perdernos: y animábanlos desde la nao diciendo que presto seria día, y los recogerían en la nao. Y en siendo de día, la nao fue puesta de mar en través, las velas tomadas con harto peligro, por tomar y socorrer la gente del Bergantín; y tirando de la guindalesa con que venía amarrado lo llegaron á bordo del navío, y con los mares grandes embestía con el espolón el costado del navío que temimos ser desfondados con los golpes: y cierto se pensó ser verdad, porque un marinero subió de debajo de cubierta diciendo que estabamos desfondados; y diciéndole que no había agua en la bomba, dijo que se embebía el agua en el pañol del bizcocho; y á prima faz se creyó, y causó harta confusion en muchos, hasta que se fue á ver, y pareció no ser así, con que todos volvieron á cobrar nuevo ánimo, y a encomendarse á Nuestra Señora de Guadalupe: y echamos un romero con limosna para aceite á su Sancta Casa, y luego comenzamos a echar cabos y tablas y boyas á la gente del bergantin para que se aferrasen á ellas y los metiesemos dentro de la nao. Y como la mar era tan soberbia, y los balances del navío ahorcaban el bergantín (que en esto tenían tanto y mayor peligro que en la tormenta de mar) nunca pudieron aferrar las sogas, ni tablas que les habíamos echado; y dábamosles voces desdel borde del navío que se animasen y se encomendasen á Dios á que los salvase, y así lo hicieron: y uno de los marineros llamado Pedro Jorge se arrojó á la mar y se aferró del timon del navío, y asiendose del varon y de la cámara de popa le echaron un cabo, y dióse mala marila y soltó el cabo, y fuese á fondo y se ahogó. Los demas, unos guindados por las cabezas con lazos, medio muertos; otros arrojándose á las cintas y mesas de guarnicion, fueron metidos dentro, y los salvó Nuestro Señor Jesu-Christo. A Él sean dadas infinitas gracias. Algunos dellos venían lisiados de los golpes que habian recibido, y Hernando Alonso fué milagro escapar, porque estuvo debajo de la quilla del bergantin, y escapóle Dios con su misericordia. Esto fué viérnes por la mañana; todo este día fue creciendo la tormenta unas veces de viento norte, otras de travesía, que es Oeste en esta region, la cual es tan sobervia y mete tanta mar, que no se le puede mostrar el costado, y levanta el navío del agua: y por esto estábamos en mayor peligro, porque por estar cerca de tierra no podíamos correr á popa, que es lo que se suele hacer para huir de la tormenta de la travesía; porque, si corriéramos á popa, en muy poco tiempo diéramos en tierra donde nos perdiéramos; y, así, no osando ponernos del todo mar al través, por no abatir sobre la tierra, y por ser navío peligroso de mar en través, íbamos con poquita vela del trinquete á orza por traer siempre vivo el navío: en lo qual el Piloto Anton Páblos trabajó como mui buen piloto y hombre de mucha vigilancia y cuidado, sin descansar de día ni de noche; y sobre todo el trabajo era el agua y el frio grande, con que los marineros se sentían muy fatigados, y así vinieron á punto de pasmarse todos; pero favoreciólos Dios, y hiciéronle como muy hombres de bien, y grandes trabajadores, acudiendo á lo que el piloto les mandaba con presteza. Duró la tormenta todo este día viérnes y su noche; y Dios por su sanctísima misericordia aplacó el viento y vimos tierra por la banda del Leste sábado por la mañana 23 de Enero ménos de dos leguas de nosotros, donde había muchos arrecifes, y baxos, que si Dios no nos alumbrara era imposible escapar. Y viniendo sobre tierra, que es una isla, á la qual nombramos Sancta Ines porque salimos de Puerto Bermejo su fiesta. Así que, yendo hacia tierra, calmó el vahage, y esto nos dió mas temor, porque estábamos muy cerca de tierra, y la mar de leva que venía del oessudueste que había quedado de la tormenta pasada temíamos que nos arrojase sobre las peñas: y encomendándonos al Espiritu Sancto consolador, y á la gloriosísima Madre de Dios, súbitamente por su misericordia, nos vino un vientecito claro y bonancible, con que salimos de aquel peligro, y fuimos doblando el cabo de la isla de Sancta Ines. Llamamos al cabo El Espíritu Sancto por la merced que nos hizo sobre este cabo; y así como fuimos entrando de la parte de dentro del Cabo y cabeza de la isla de Sancta Ines, reconoció Pedro Sarmiento que quedaba la vuelta del Norte el cabo de Sancta Lucía diez y ocho leguas, que el segundo y tercero descubrimiento de los bateles habíamos descubierto, y la canal Nordeste-sudueste del arcipiélago del tercero descubrimiento. Y en doblando el cabo del Espiritu Sancto, pareció clara una canal ancha clara y seguida la vuelta del Sueste: y porque era noche procuramos buscar surgidero, y así en la primera ensenada que hallamos, como dos leguas la canal adentro, surgimos en quince brazas. Llamamos á esta ensenada el puerto de la Misericordia, por la que Nuestro Señor Dios usó con nosotros en salvarnos de tantos peligros, como los que pasamos en esta tormenta y tormentas. Esta noche estuvimos como sordos en bonanza, la cual no duró mucho, porque luego domingo por la mañana amaneció tanto viento y mar y tantas refriegas del norte y de travesía que surtos nos comía la mar: y luego se nos comenzaron a romper las amarras y a garrar las anclas; y por abrigarnos mas en tierra quisimos atoarnos, y para echar las toas fué tanto lo que se trabajó, que se acabaron las fuerzas de los marineros; los mandadores cansados y roncos de dar voces y trabajar, y los Marineros hechos pedazos y tullidos del frio y agua y golpes y heridas; y fué tanto el temporal que aquí sobre las amarras y toas tuvimos por ocho días arréo, sin darnos una hora para nos amarrar en abrigo; que aquí, mas que en la mar, tuvimos por cierta nuestra perdicion. Mas, con el favor de la Sanctísima Madre de Dios, á cabo de ocho dias, que fueron treinta de Enero, nos amarramos cerca de tierra, y el viento y mar abonanzó. Y domingo treinta y uno de Enero salió Pedro Sarmiento y Anton Páblos, piloto, en el batel, y fueron a la cordillera que está como media legua del puerto de la Misericordia, y subieron á una cumbre alta; desde la cual Pedro Sarmiento y el piloto ojearon y marcaron una gran canal que proseguía la vuelta del Sueste, y la marcaron, y otras muchas islas grandes é islotes y bajíos la vuelta del Leste y Nordeste. Tomóse Posesion, y se volvieron al navío. Este puerto de la Misericordia está en cincuenta y dos grados y medio cumplidos, y tiene buen tenedero de barro blanco, que con gran trabajo [y] á fuerza de cabrestante zarpábamos las anclas. Dentro deste puerto hay muchos herbazales, y tiene tres islotes al Norte juntos, que ayudan á abrigar si están surtos muy en tierra. Tiene al Oeste una caleta por donde salen refriegas que levantan el agua del mar y la lleva por los aires que parece nubes de humo. Este domingo hubo eclipse de Luna; y aunque Sarmiento le observó é hizo la noche clara y pareció la Luna al Oriente en puniéndose el Sol, cuando salió redonda deseclipsada del todo, aunque se echó de ver la rojez y negrura que hizo el cielo cuando asomaba por el horizonte oriental quando se iba deseclipasando del todo; y en cierta manera se pudo juzgar el punto cuando se deseclipsó, aunque no tan precisamente como si clara y patente se viera; y, si á esto damos crédito, colegirémos de aquí que el meridiano desde puerto está mas occidental que el de Lima, y la quantidad que es la diré adelante.
Lúnes primero de Febrero de 1580. Pedro Sarmiento salió en el batel y con él Anton Páblos, y con algunos marineros, á descubrir canal y puerto, y así fueron tanteando hasta mediodía como tres leguas al Sueste por donde va la costa desta isla haciendo arco sobre el Sur, y entramos en una ensenada, y subimos á una cordillera alta con agujas de marear y cartas, desde donde marcamos lo que vimos, que fueron muchas ensenadas; y Pedro Sarmiento descubrió lo que desde allí pudo marcar, que sería como diez leguas de canal al Sueste. Y de allí, tomando la posesion, nos volvimos al navío; y á la vuelta hallamos muchos herbazales que con la bonanza habían sobreaguado: Sondámoslos y hallamos algunos dellos peligrosos; y finalmente, de cualquiera manera que se vean hierbazales se guarden dellos, que uno tiene seis, y otro diez brazas de fondo, y otros tienen mucho ménos; y cuando no sea tan bajo que toque el navío, es gran peligro para los timones, que los embarazan; y son tan recias algunas ramas destas hierbas que podría ser arrancar el timon si el navío fuese con viento fresco. Por tanto, guárdense dellas como de qualquiera otro peligro.
Quando llegamos al navío hallamos que un soldado, llamado Bonilla, había intentado cierta sedición grave, y el General lo prendió y despues lo castigó como convenía al servicio de V. Magestad.
Ya se hizo relacion como la Almiranta respondió al farol que se le hizo á media noche. Es agora de saber que en todo este tiempo que estuvimos en este puerto de la Misericordia, nunca vino la Almiranta, ni tuvimos nueva della, ni rastro, y todo el trabajo que se ha dicho que aquí pasó, y mas que no se dice, sufrimos, no tanto por estarnos quedos, como por aguardar á la Almiranta, conforme á la órden que Pedro Sarmiento le había dado al Almirante de que cualquiera que llegase primero á la boca del Estrecho esperase quince dias al otro navío; y visto que no venía, echábanse juicios. Unos decían que había dado en los bajos de la Roca-partida, porque descargó en vela mucho sobre ellos; otros decian que aquello había sido de malicia y concierto por apartarse y derrotarse de la conserva de la Capitana, y en esto se afirmaban los mas, y á esto se ha dado mas crédito por lo que se ha sabido despues acá de los que se escaparon en el bergantin de la Almiranta y de otras personas que sobre ello han dicho sus dichos; y lo que se ha averiguado es que siempre el Almirante Juan de Villalobos tractó de volverse á Chile y á Lima y, juntamente con él Pascual Suarez, Sargento Mayor, y otros de la nao Almiranta; y decía el Almirante, que si Pedro Sarmiento se quería ahogar, que él no se quería ahogar, y quería vivir y volverse á Chile; y que, saliendo á la mar, cada uno iría por donde quisiese, que fue dar claro á entender lo que despues hizo. Y Pascual Xuarez decía que hiciesen con Pedro Sarmiento que arribase á Chile, haciéndole entender que allí se bastecerian de nuevo y volverían al descubrimiento y que, llegados á Chile, harían un requerimiento al General para que no tomase la costa de Chile, diciendo que no convenía gastar mas hacienda de Su Magestad y, así, pasarían de largo á Lima. Y Lamero el Piloto dijo, tratando de volverse, que pidiesen á Pedro Sarmiento la fragua y que con ella irían á parte donde hasta los negros y mulatos fuesen muy prósperos; y diciéndole otros ¿donde podéis ir para eso sinó es á la China? respondió: Pues allá. Por cierto esta gente se le acordaba mal de la obligacion que tenían y tienen á Dios Nuestro Señor y á V. M. que es su Soberano Señor Rey natural, y a las honras que de vuestro Visorréi habían recibido, y de las buenas obras y amistades que Pedro Sarmiento, su Capitan, les había hecho. Sólo sé decir que fue de grandísimo daño su quedada y apartada: lo demas júzguelo Dios Nuestro Señor y V. M. á quien incumbe saber estas cosas. Así que visto que no venía la Almiranta y que este Puerto de la Misericordia no era seguro, habiendo estado en él diez días, nos pareció irnos con los Navíos al otro puerto que dejábamos descubierto tres leguas mas adentro, porque parecía mejor Puerto, y allí acabarían de esperar los quince días del plazo ordenado: y determinóse esto porque el Capitan Pedro Sarmiento estaba bien satisfecho ser aquel el estrecho que buscaban, aunque los demas no tenían esta confianza, ántes estaban muy dudosos y incrédulos, y estaban todos desconfiados; y, si algunos concedían con Sarmiento cuando él los animaba á que creyesen ser aquel el Estrecho, era en presencia, y despues cada uno hablaba lo que su corazon le administraba: y, sobre esto, no convino rigor sinó sufrir porque padecían los pobres, así marineros como soldados, grandes trabajos.
El segundo dia de Febrero, que fué fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria, nos levamos, y al zarpar las anclas se nos quebró una amarra, y nos hicimos á la vela deste puerto de la Misericordia para seguir la canal del Sueste; y, en saliendo, cargó tanto Norte que no nos dejó dar la vela mayor; y, miéntras mas iba entrando el día, mas iba cargando; y llevábamos el batel por popa. Y, en fin, poco despues de mediodía llegamos á este puerto, que el dia antes habíamos descubierto, al cual el Capitan-Superior nombró de Nuestra Señora de la Candelaria; y, en dando fondo, garró el ancla, y luego dimos fondo á otra, y también garró; y en un instante cargaron las refriegas tan furiosamente que rebentaron dos cordones de la amarra mayor y mejor: y porque no se acabase de quebrar la hizo el piloto Anton Páblos largar por la mano con boya y, quedando sobre un calabrote, reventaron otros dos cordones y quedaron dos cordones del calabrote sanos, tan gordos como un dedo pulgar cada uno, los cuales con el ayuda de la sacratísima Virgen María Madre de Dios Señora nuestra de Guadalupe nos tuvieron la nao que no fuese al través sobre las peñas y nos perdiésemos, no habiéndonos podido tener una muy gruesa amarra que ántes y despues nos había tenido en grandísimas refriegas. Tuvimoslo todos por milagro que Dios y su benditísima Madre hizo con estos pecadores siervos suyos que la llamaban de corazon, y los valió. ¡Gracias infinitas le demos por siempre jamas! Amen. Tuvimos este caso por tan grande, que guardamos el calabrotillo para colgallo en el templo de la serenísima Reina de los Angeles; y quien lo viere la alabe por las mercedes que hace á las criaturas de su preciosísimo Hijo Dios verdadero y Señor nuestro. Al cabo nos amarramos allegándonos mas en tierra y dando proises en ella a costa de mucho trabajo de la gente de mar y soldados, que en todas partes ayudaban en todo lo que se ofrecía muy bien, porque así convenía.
El miércoles tres de Febrero vinieron algunos indios naturales desta tierra; y desde un cerro alto que está sobre este puerto nos dieron voces, y nosotros les respondimos con otras voces y con señas llamandolos. Ellos pusieron una bandera blanca, y pusímosles otra, y vinieron bajando á la costa, y por señas nos llamaron que fuésemos donde ellos estaban. Por lo qual Pedro Sarmiento embió al Alférez, y al Piloto Hernando Alonso con solos quatro hombres que fuesen remando, porque no se huyesen viendo mucha gente, que no eran mas de cuatro ó cinco: y á los que fueron se les dió chaquiras, cascabeles, peines, zarcillos y cañamazos para dalles y tratar amistad con ellos. Fueron los nuestros, y los indios no se osaban llegar al batel: por esto salió uno solo de los nuestros en tierra, y este les dió lo que llevaban para dalles; y llegáronse á él por velle solo, y poco á poco se osaron fiar; y salieron en tierra el Alférez y Hernando Alonso, y los halagaron y les dieron mas cosas de los rescates que se llevaban para este efecto, mostrándoles, por señas, de que servía cada cosa, y para donde era: con lo qual ellos se regocijaron mucho, y luego mostraron á los nuestros unas banderillas de lienzo que traían en unas varas. Eran las banderillas unas tiras angostas de ruan, angéo y holandeta; de lo qual conjeturamos que habían comunicado con gente de la Europa que por aquí habrían pasado: y luego ellos mesmos sin se lo preguntar nos dieron á entender por señas muy patentes que hacia la parte del Sueste estaban, ó habían venido, ó estado, dos navíos como el nuestro de gente con barbas, vestidos y armados como nosotros, Con lo cual, y con el lienzo les dimos crédito y sospechamos debian ser los que decían los navíos de los ingleses que había el año pasado entrado por allí con Francisco Draquez: y con esto y con decir por señas que otro día volverían y nos traerían refresco, se fueron; y los nuestros se volvieron á la nao y dieron relacion á Sarmiento de lo que habia pasado en tierra con los indios: y desde el Navío se parecía y juzgaba muy bien, porque estaba muy cerca de tierra.
Y este mesmo día en la tarde Pedro Sarmiento saltó en tierra, y tomó la Posesion de la tierra en forma: y dello se hizo el testimonio siguiente.
Posesion
En la Isla ahora de nuevo llamada Santa InÉs, habiendo esta Nao Capitana surgido en este Puerto de nuevo llamado Nuestra Señora de la Candelaria, por haber llegado á él su fiesta: el Ilustre Señor Pedro Sarmiento, General desta dicha Armanda, saltó en tierra y tomó la Posesion desde Puerto, Tierra y su Comarca, sin contradicción de los Naturales della por el Muy Católico y Muy Poderoso Señor Don Felipe Segundo, Rey de España y de las Indias y sus Anejos, Nuestro Señor y Rey natural, á quien Dios guarde por muchos años, y de su Real Corona, Herederos y Subcesores suyos; y en señal de la dicha Posesion plantó una Cruz, la cual adoraron los que presentes estaban, siendo presentes por testigos el Padre Fray Antonio Guadramiro, Vicario desta Armanda, y Hernando Alonso, Piloto desta Nao Capitana, y Gerónimo de Arce del Arroyo, Soldado della, y Pedro de Babamonde en presencia de mí el Escribano infrascripto; de lo qual doy fé y verdadero testimonio para que en todo tiempo y parte haga fé para en guarda de la justicia y derechos de los muy Altos y muy Poderosos y Católicos Señores Reyes de Castilla y Leon: la cual dicha Posesion tomó como de cosa que pertenece por derecho á la Corona Real de los dichos Señores Reyes, por quanto cae dentro de su Jurisdicion y Demarcacion. De todo lo, qual doy fé, como dicho es, que es fecha esta Carta de Posesion á tres de Febrero de mil y quinientos y ochenta años =Pedro Sarmiento =Ante mí =Juan de Esquibel, Escribano Real.
Otro testimonio
Otro sí, Yo Juan de Esquibel infra escritpo doy fé y verdadero Testimonio que este dicho dia mes y año susodicho, en este dicho Puerto parecieron ciertos Indios naturales de esta tierra en un monte cercano deste dicho Puerto, y por voces y señas pidieron á la gente desta Nao Capitana: á lo que se entendió, que fuesen allá que querían hablar con ellos. Y Pedro Sarmiento, General, embio al Alférez Juan Gutierrez de Guevara y cinco soldados marineros en el batel, para que les hablase y les diese algunas cosas de donas. El cual fué y habló con ellos en amistad, y les díó lo que llevaba: y segun se entendió de las señas que hacían deaban a entender que habían visto otros dos Navíos con gente que tenían barbas y dagas como el dicho Alférez llevaba. A lo qual se pudo dar crédito porque trahian unas tiras de lienzo de ruan, con costuras y pespunte á nuestra usanza, lo qual no pudieron haber de otra parte sinó de la gente y navíos que habían visto en este estrecho. El qual dicho lienzo yo el dicho escribano lo vi y lo tuve en mis manos, y dello doy fe y testimonio para que haga fe. Fecho ut supra. =Juan Desquibel, Escribano Real.
Este dia hizo alguna bonanza y de noche tormenta. Viérnes cinco de febrero amaneció bonancible y ventó oeste y sudoeste, y aclaró algo el día, y granizó; y á mediodía vinieron los indios como lo habían prometido, y Pedro Sarmiento embió á tierra al alférez y á Hernando Alonso con seis hombres y con algunas cosas de rescates para dalles, con instrucción que, si pudiesen, tomasen algunos para lenguas, y para nos informar de cosas de la tierra, y de lo que habían dicho de los dos navíos que habían visto. Fueron los nuestros; y no queriéndose llegar los indios, hicieron las mesmas señales que el dia ántes; y viendo los nuestros que no se querían llegar á ellos, ni ir al navío para nos informar, arremetieron seis de los nuestros á ellos y se abrazaron dos hombres con cada uno de los indios, y así tomaron tres, los cuales por ser soltar dieron puñetazos a los nuestros por los hocicos; pero no lo pudieron hacer, aunque tienen grandes fuerzas; y los nuestros no les quisieron hacer mal, aunque recibieron muchas puñadas, considerando que cada preso quiere ser suelto, y los trajeron al navío donde el General los trató con mucho amor; y les dió de comer y beber, y comieron y bebieron, y tanto les regaló que les hizo perder el temor y enojo y se rieron: y preguntándoles por señas por lo que habían dicho el dia ántes, y mostrándoles las tiras de lienzo, señalaban con la mano una ensenada donde habían estado los que se lo dieron, y que eran barbaros y tenían dos naos como la nuestra, y que traían flechas y partesanas, y uno dellos mostró dos heridas, y otro una, que les habían dado peleando con ellos.
En este Puerto se vido Pedro Sarmiento más atribulado de espíritu que en todos los trabajos pasados, porque vido toda la gente tan cansada y mohina con tantas tormentas, que del todo estaban desconfiados de poder descubrir el estrecho, estando ya, como estaban, dentro dél: y como los cables que teníamos eran tan pocos y molidos y hechos pedazos, parecíales que conforme á los tiempos que hacían no podíamos dejar de peligrar por falta de cables y anclas si íbamos adelante: y en corrillos decían y tractaban que Pedro Sarmiento los llevaba á ahogar, y que no sabía donde iba, que mejor sería volverse á Chile á repararnos; pero no se lo osaba decir nadie á Pedro Sarmiento, aunque él sabía muy bien lo que pasaba, y iba puniendo remedio en ello:,y llegó el negocio á tanta desconfianza, que los dos pilotos Anton Páblos y Hernando Alonso entraron en la cámara de Pedro Sarmiento, y le dijeron: Que mírase que había hechos mas que todos los descubridores del mundo en llegar allí, y que la Almiranta era vuelta, y estábamos solos; y que si algun peligro nos subcedíese ningun remedio teniamos, si no que pereceríamos donde jamás se supiese de nosotros; y que no teníamos anclas, ni cables, ni jarcía, y que los tiempos eran de tal condición, como se había visto, que era imposible poder ir adelante, sin esperara la perdición de todos por momentos; que nos volvíésemos a Chile, y de allí avisaríamos al virréi. Esto dijo Antón Páblos en nombre de ambos; y sospecho que de todos, que se lo habrían rogado que lo tratasen: y no era de espantar, que todo lo que decían era verdad y todos los hombres del mundo temieran lo mesmo si lo vieran. Mas Pedro Sarmiento, como tenía determinado, con la confianza que tenía en Dios y en su gloriosísima Madre, de perseverar hasta el fin en acabar el descubrimiento, ú la vida en él, respondió á Anton Páblos: Que aunque se había hecho mucho en llegar allí, que todo era nada si de allí nos volviésemos; que se espantaba, que siendo hombre de tan buena determinación, agora que era menester le faltase, y más teniendo en él tan grande confianza como tenía; que mirase las mercedes que Dios nos bahía hecho, y esperase que no nos desampararía, sino que ántes nos las bahía de hacer mayores; y que estaspalabras las decía como amigo, y no le tratase él, ni nadie, más de aquel negocio. A lo cual Hernando Alonso dijo al General: Que lo mirase bien, que lo que Anton Páblos decía era lo que convenía, y querer perseverar en ir adelante era tentar á Dios. A esta palabra Sarmiento, no pudiéndolo ya disimular, le quiso castigar rigurosamente; pero porque lo dijo simplemente y con pecho de hombre llano, y con solo temor de ahogarse, lo disimuló y se reportó, diciéndole: Yo no quiero, ni pretendo tentar á Díos sinó confiar en su misericordia, haciendo de nuestra parte lo que fuera posible á nuestras fuerzas; y lo que él decía era desconfiar; y no me trate mas desta materia, que al que dello me tratare le castigaré poderosamente: y con esto no tengo mas que decir, sinó que luego nos hagamos á la vela. Y no convino entonces más rigor por muchas causas. Esto era viérnes en la noche, y por esto no nos podimos hacer á la vela.
Otro dia sábado por la mañana, por la misericordia de Dios Nuestro Señor, amaneció bonanza y salimos deste puerto, habiendo esperado los quince dias que el general habia dado por órden al Almirante para quel navío que se hobiese derrotado y llegase primero á la boca del estrecho agua roase quince dias al otro, y pasados, siguiese su camino á España, no viniendo el otro, conforme á lo mandado por el virréi del Pirú. Salidos, pues, deste puerto de Nuestra-Señora-de-la-Candelaria, seguimos la canal como una legua al sueste cuarta al leste, y en este parage hacían señas los indios que en un ancon por donde íbamos pasando habían estado los barbados que nosotros creemos ser ingleses del año pasado; y dábamos mucha priesa para que llegáramos con la nao. Llegamos cerca; no vimos mas de una ensenada la vuelta del sueste, y habiendo andado tres leguas vimos una boca de puerto limpio, y dos leguas más adelante al lesueste vimos un Puerto que entraba la vuelta del oeste, y mas adentro iba una ensenada al sur. Aquí nos dijeron los indios que llevábamos, que allí habían estado los barbudos, y habían tomado agua. En este puerto entramos á las tres despues de mediodía: las aguas corrían aquí para el noroeste á la mar del sur, y mas en el reflujo que en la creciente, y con viento fresco rompíamos con dificultad las corrientes. Nombróse á este puerto de Sancta Mónica. Tiene veinte brazas de fondo bueno, arena, y veinte y dos brazas. Es abrigado de todos vientos. Aquí tiene la canal de ancho tres leguas, que es desde este puerto la vuelta del nordeste hasta una isla que está al nordeste, que se nombró isla de Santa-Ana, que es puncta en remate de la ensenada de San-Gerónimo.
Domingo siete de febrero partímos desde puerto de Sancta-Mónica en el nombre de la Santísima Trenidad; y con viento lesnordeste y mar bonanza, navegamos por esta canal mas arrimados á la costa de la mano derecha, la cual iba al lesueste como tres leguas, hasta una punta, que llamamos puncta de Sancte-lifonso; y en medio desta distancia hace la costa ensenada en arco, y muchas caletas y abras, donde parecía haber puertos; pero no entramos en ellos por no perder tiempo. Es toda esta isla pelada y de peñascos. La primera ensenada nos dijeron estos indios que se llamaba Puchachailgua en su lengua, y la segunda ensenada se llama Cuaviguilgua. Aquí dicen estos naturales que los barbudos pelearon con ellos, y mostraban las heridas que les dieron. La tercera ensenada es grande y va la vuelta del sur, y la llaman Alguilgua. En la costa contraria de la mano izquierda al Nordeste se llama Xaultegua. Este dia hizo muy claro sol y bonanza. Tomamos el sol en cincuenta y tres grados largos. La ensenada llamada Xaultegua está en esta altura. Por esta ensenada Xaultegua entra una boca y brazo que va á raiz de la cordillera Nevada de la tierra firme; y dos leguas mas al sueste de donde se tomó el altura surgimos en un puerto que nombramos Puerto Angosto. Tiene veinte y dos brazas de fondo limpio, un ahuste de tierra. Medio cable fuera, y prois en tierra. Luego que surgimos esta mesma tarde subió el General, y con él Anton Páblos y otros dos hombres á una cordillera á descubrir la canal, y descubrieron gran quantidad de canal la vuelta del sueste cuarta al leste. Este día hizo claro y sol caluroso, y vientos bonancibles oesnoroeste: corrientes contrarias. Descubrímos otras muchas abras y caletas á barlovento y á sotavento. En lo alto de la cordillera hizo mucho calor. Pusieron aquí una Cruz en un monte sobre la mar, y Pedro Sarmiento tomó aquí Posesion por V. M., y en señal puso una gran mojon de piedras que hizo él y Anton Páblos, y en él puso una Cruz; y otra cruz hizo poner en otro monte mas alto á un hombre llamado Francisco Hernandez, que embió á descubrir. Esta noche á una hora de noche á la banda del Sueste quarta al Sur vímos salir una cosa redonda bermeja como fuego, como una darga, que iba subiendo por el cielo, ó viento. Sobre un monte alto se prolongó; y estando como una lanza alta sobre el monte, se hizo como media luna entre bermeja y blanca. Las figuras eran de esta manera.
El Lúnes ocho de febrero amaneció calma, y luego refrescó el oesnorueste claro y bonacible, con el qual hicimos vela de puerto Angosto en el nombre de la Santísima Trenidad, y navegamos por la canal de este estrecho la vuelta de sueste quarta al sur; y dende á tres cuartos de legua, por la costa de la mano derecha descubrimos una ensenada grande, que tiene una isla grande a la boca, que se llama Capitloilgua, en la costa llamada Caycayxixaisgua. Hay mucha nieve y muchos picos nevados. Tiéne por aquí la canal legua y media de ancho.
Andadas tres leguas al sueste quarta al leste, por la costa de la mano derecha, hay una gran ensenada, que entra mas de dos leguas la vuelta del oessudueste, y tiene en la boca una isla. LLamámosla Abra, porque no la vimos cerrada; y al nordeste desta abra, en la otra costa de mano izquierda hay otro puerto y playa parda, y tiene una isla que la abriga. Llamóse la playa Parda. Dentro de la abra es tierra baja y amogotada. Media legua adelante de la abra hay un ancon en la costa de la mano derecha, y al lesnordeste de este ancon en la otra costa una legua de travesía está otra caleta que hace puerto, que llaman los naturales Pelepelgua; y el ancon llaman Exeaquil.
Desde este ancon una legua al sueste quarta al leste está una anconada grande que entra la vuelta del sur dos leguas hasta unas sierras nevadas. Llamóse ensenada de Mucha nieve. Desde allí vuelve la costa: al lessueste legua y media ambas costas de mano izquierda y derecha hasta una punta que sale de la costa del leste y va la vuelta del sur: con la cual punta desde una legua ántes que lleguen parece que se cierra la una y la otra tierra, lo cual fué causa de harta tristeza y desconfianza en muchas personas deste navío, pensando que no había salida; y en esta distancia de legua y media hace una gran ensenada en la costa de la mano derecha, y por allí hace rompimiento y boca la vuelta del sur. Así que como fuimos siguiendo fué abriendo la punta, y hallámonos en una anchura que en la dicha punta hay, ménos de una legua de ancho de tierra á tierra: y desde esta punta parece otra punta una legua lesteoeste cuarta de norueste-sueste, y enfrente de esta punta en la otra costa sale otra punta que cierra la una por la otra, que ántes de llegar á ellas parece que la tierra se cierra. Entre estas puntas en este compas de legua hacen ambas costas dos ensenadas grandes, y en la de la mano izquierda la vuelta del norte esta una abra y boca que hace canal, que va arrimada á la cordillera Nevada de la tierra-firme. A esta boca sale la canal que comienza en la ensenada Xaultegua frontero de puerto Angosto; y la tierra que queda entre esta canal de la cordillera, y la que nosotros navegamos es isla, llamada Cayrayxayúsgua. Es toda un peñasco pardo sin hierba: y acabada esta boca que dicho tengo aquí, fuimos favorecidos de la corriente que iba para adentro; y en estas angosturas hallamos muchos remolinos de corrientes que fué menester ir arribando y á orza, huyendo de ellos y dandoles resguardo, porque no hiciesen al navío dar alguna vuelta. Acabada esta isla comienza luego la tierra-firme con llanos á la mar y valles entre loma y loma. Desde las puntas dichas sigue la canal y costas al sueste cuarta al leste, legua y media por la mano derecha, y dos por la izquierda; y por la izquierda es todo playas á la mar, y algunos herbazales que salen mucho fuera; y por la derecha sigue legua y media como es dicho; y desde allí sigue por esta banda al sueste y al susueste dos leguas. Y al sueste cuarta al leste desta punta están cuatro islillas pequeñas en espacio de tres leguas á media canal, unas por otras lessueste- oesnoroeste; y entre la primera y la segunda hay cuatro farallones de una banda y de otra. Este dia surgimos en la primera isla de la banda del leste en catorce brazas buen fondo un ahuste de tierra con proises á las peñas; y luego vimos humos en la costa, y los indios que llevábamos comenzaron a llorar: y lo que pudimos entender fué que lloraban porque temían que aquellas gentes de los humos los matarían, que significaban que eran grandes hombres y tenían flechas y peleaban mucho; y consoláronse con decirles por señas que nosotros les defenderíamos y mataríamos a los otros: y aconsejábannos que fuésemos allá de noche y los prendiésemos y matásemos. En surgiendo salimos á la isla Pedro Sarmiento, y Anton Páblos, Piloto Mayor, y algunos soldados,,y marcamos la canal grande, que va la vuelta del sueste cuarta al leste muy ancha, y volvimos á ver el humo de la gente grande, cuya tierra llaman en su lengua Tinquichisgua, y marcamos la canal que va al noroeste. Esta isla primera donde subimos tendrá dos leguas de boj: es llena de unas frutillas como uvillas negras y colorada y murtilla, manjar de aves. Por entre esta isla y la tierra del oeste va canal de media legua de ancho. En esta isla puso Pedro Sarmiento cruz, y tomó posesión por V. M. Púsosele nombre isla de la Cruz. Aquí apercibimos la artillería y arcabucería por la sospecha de los cosarios, como por los naturales, y se hizo siempre guarda con las armas en la mano. Aquí se vieron ballenas y muchos lobos-marinos, y buféos, y vimos grandes pedazos de nieve andar sobreaguados por la mar, que salen de las islas nevadas que están al sur desta isla de la Cruz tres leguas, y las tormentas del viento despedazan la nieve, y la echan y sacan á la mar.
Mártes nueve de febrero amaneció bonanza: levámonos de esta isla, y con viento oeste hicimos vela por la canal que va entre esta isla de la Cruz y la costa de la mano izquierda del norte, y luego calmó el viento, y tuvimos corrientes contrarias: y á las dos del dia el gua comenzó á estar estóa, y con el batel fuimos remolcando la nao, y llegados á la isla tercera, que es la mayor, oímos voces de gentes que iban atravesando de una Isla á otra. Embié allá á Hernando Alonso, piloto, y á Juan Gutierrez con gente en el batel con armas, para que viesen qué gente y tierra era aquella. Los cuales entraron en un buen puerto que tiene la isla donde vieron una población y gente crecida que habían anegado las piraguas: y ellos se habían puesto en la montaña con sus armas; y desde el bosque llamaron á los nuestros que saliesen en tierra, y los nuestros á ellos que viniesen á la mar. Los isleños estaban emboscados con arcos y fechas para matar á los nuestros en saliendo á tierra; y entendiendo esto los nuestros, tiraron á tierra algunos arcabuzazos; y unas mugeres comenzaron á dar grandes voces, por lo cual los nuestros dexaron de tirar mas arcabuzazos. Entre tanto la nao andaba barloventeando de una vuelta y de otra sobre la boca del puerto esperando el batel, y quando oyó Sarmiento la arcabucería hizo arribar para el puerto y aprestar una pieza; y el batel vino luego con una piragua amarrada por popa, y digeron lo arriba dicho, y que habían visto quantidad de gente y buen puerto y tierra apacible. Llamamos á ésta, isla de la Gente. Aquí tomamos la altura en cincuenta y tres grados y dos tercios. Tiene esta isla de la Gente arrimada otra á sí, la vuelta del sueste, que le abriga el puerto. Esta es la postrera destas isletas.
Legua y media al leste desta isla está una ensenada que llamamos la Playa, porque la tiene grande. En esta ensenada en la mesma altura dicha, y al susudueste della en la costa del sur de la mano derecha tres leguas, está una gran ensenada, que llamamos bahía de San Simon. Desde esta bahía de San Simon va la costa al leste tres leguas hasta una punta que se llama Tinquichisgua. Desde esta punta va la vuelta del sudueste una gran bahía donde está un monte muy alto agudo delante de unas sierras nevadas. Este monte es el que llaman las Relaciones antiguas la Campana de Roldán. Toda esta bahía de la Campana es cercada de sierras altas y nevadas: y las tres leguas de tierra que se dijo haber entre la bahía de San-Simon y la punta de Tinquichisgua es toda tierra despedazada, alta y nevada. Aquí son las islas Nevadas que dice las Relaciones viejas, y no las cuatro que están en medio de la canal del estrecho.
Por la bahía de San Simon entra un brazo la vuelta del sueste. Por aquí tiene la canal deste estrecho tres leguas de ancho, y la costa de la banda del norte es de mejor vista, y tiene faldas y llanadas á la mar, y valles y rios; y la costa del sur es toda peñascos é islas nevadas hasta la bahía de San Simon. Toda poblacion que hasta aquí se topó se halló de la banda del sur.
Desde la playa de 53 grados y dos tercios sigue un cuarto de legua la costa al sudueste hasta una punta que se nombró San Julian, y luego detras della entra un rio por una playa que va la vuelta del nornordeste como una legua, y desde allí vuelve al leste. Es todo esto playa y tierra baja á la mar, y va un valle por este rio arriba, y parece abrigado; a lo ménos hoy, á la hora que esto escribo, hace calor de estío y calma, y sabe muy bien la agua fría con estar cercados de sierras nevadas y balsas de nieve por la mar en cincuenta y tres grados y dos tercios, donde en muchos meses no suele verse el sol. Este dia hizo poca corriente hasta puesta del Sol ni en flujo, ni reflujo, y la calma y calor fué grande, que no pudimos caminar sinó obra de tres leguas, y lo mas dello con el batel al remolque fuimos á surgir.
Este dia se puso el sol al Oeste quarta al sudueste á las seis horas y cuatro minutos, de manera que este dia, que son nueve de febrero, tuvo el dia trece horas y media y un décimo de hora, que son seis minutos de hora, y la noche tuvo diez horas y dos quintos de hora en este rio Hondo en cincuenta y tres grados y dos tercios en este estrecho, agora de nuevo nombrado por el General Pedro Sarmiento Estrecho de la Madre de Dios, estando el sol en veinte y nueve grados y cincuenta y siete minutos de Acuario.
Este dia anduvimos poco mas adelante por las calmas y corrientes. Anduvimos cuatro leguas, y lo mas fué remolcando la nao con el batel lo mas del dia y toda la noche, y nunca pudimos llegar á la costa, ó á parte donde pudiesemos hallar ningun fondo.
El miércoles diez de febrero amaneció el cielo claro y el viento calma; y como no habíamos surgido, no tuvimos que levarnos. Fuimos al remolque hasta que comenzó á ventar viento sueste bonancible. Duró poco; calmó luego: y desta manera un rato al remolque, y otro con viento ó vahajuelos del suestes, íbamos unas veces adelante y otras descayendo. Este dia tomamos la altura en cincuenta y tres grados y tres cuartos, y dende á poco despues de mediodía comenzó el vahage del sueste y atravesamos á la otra costa de la banda del sur, y por ella vimos dos grandes boquerones, junto uno de otro, y muchas caletas y puertos, y mucha cuantidad de hierba cerca de la costa. Calmónos el viento, y con el remolque nos llegamos á la costa del sur, y dimos fondo desabrigados y frontero de una caleta de agua dulce: y aquí salimos en tierra Pedro Sarmiento y Anton Páblos con algunos soldados arcabuceros y rodeleros, y subimos á un alto á marcar y explorar: y estando en lo alto vimos refrescar el norte y bajamos aprisa y nos embarcamos, y en zarpando el ancla para nos hacer á la vela para surgir detras de una punta que parecía adelante calmó el viento, y por esto volvimos á dar fondo;.y aquí estuvimos esta noche surtos y con gran cuidado y guarda. Refrescó una vez al noroeste, y luego calmó. Tiene por aquí la canal de ancho cuatro leguas. Llamóse esta caleta de Agua dulce.
Esta parece buena tierra; pero no vimos barrial.
Juéves once febrero hicimos vela en nombre de la Santísima Trenidad, y seguimos la costa de la mano derecha, que es la del Sur desde la caleta de Agua dulce dos leguas, hasta una punta que nombramos de San Bernabé; y media legua de la caleta de Agua dulce hay un brazo ancho que va la vuelta del sur hasta topar en una frente de tierra mas de cinco leguas, y al cabo por una parte y por otra hace brazos. Tiene una isla grande y dos farallones á la boca. Llaméla bahía de San Pedro. Tiene de boca y ancho quasi media legua, y desde aquí va la costa haciendo arco, y en medio tiene una gran caja, y al norte de la punta de San Bernabé en la otra costa parte la cordillera que está sobre la mar hasta la mar, y por aquí parece gran valle la tierra adentro. Llamóse Gran Valle. Tiene de ancho la canal por aquí dos leguas.
Desde la punta de San Bernabé va la costa al susueste, y desde la mesma punta de San Bernabé arrimando á ella entra una bahía la vuelta del sur cuarta al sueste tres leguas, y vuelve con un brazo la vuelta del sudueste, y lejos parece una cordillera nevada. Nombráse este brazo bahía de San Fernando. Tiene por aquí la canal tres leguas de ancho de Norte-sur.
De la punta de San Fernando la vuelta del nordeste tres leguas que es la travesía del estrecho, está una punta que se llamó punta de Santa Agueda. Esta punta hace un morro alto gordo nevado, y una quebrada entre él y la Sierra Nevada, desta manera:
Desde la punta de San Bernabé vuelve por aquella parte de la tierra del sur la costa al lessueste seis leguas hasta una cordillera, que es de mucha nieve, que está tendida llana; y ántes della está un morro alto con un pico como vernal, y en medio deste vernal y de un monte que parece pan de azúcar está otro morro con tres puntas. Este vernal, ó Pan de Azúcar, tiene figura de campana. De la una parte de los morros hai una boca y de la otra hai otra:. la figura es esta:
Desde esta punta y morro de Sancta Agueda por la costa del norte vuelve la costa al norte sobre la cuarta del nordeste hasta una punta, que se llamó punta de Santa Brígida una legua. Es punta delgada y baja. En esta legua hay muchas playuelas de arena. Este pedazo de tierra es montosa, y tierra alta, y la punta de Santa Brigida es toda playuelas desde el Pan de Azúcar de los boquerones hasta esta punta. Demora el uno por el otro norueste-sueste cuarta de norte-sur seis leguas. Desta ensenada de la mano derecha, donde está el Pan-de-Azúcar y vernal, van dos brazos y canales grandes una la vuelta del sur, que llamé la canal de la Madalena, y otra al sueste, que se nombró canal de San Gabriel; y al oeste de la puncta de Santa Brígida está una gran bahía toda de playales de arena. Tiene rio y en medio de la bahía un faralion. Llamóse bahía de Sancta Brígida y Sancta Agueda, por estar ambas juntas y mas arrimadas á la de Sancta Brígida. El rio hace un gran valle entre dos sierras, y va un trecho al nornoroeste, y de allí parecía volver al nordeste. Llamámosle rio del Valle Grande. La punta de Santa Brígida es isla pequeña algo prolongada, y hacia la banda del sur es tajada, que parece cortada, con unos árboles ralos y solos en lo alto della.
Desde la puncta de Santa Brigida está otra punta delgada lesnordeste-oessudueste. Llamé á esta punta de Sanct-Isidro que hace al remate un mogote como á manera de farallon. Entre estas dos puntas hay dos ensenadas grandes. Desde la punta de Sancti-Isidro á la costa del sur de la otra banda y costa de la mano derecha están dos sierras y en medio dellas un valle hondo lesueste- oesnoroeste, cuatro leguas de ancho de estrecho y canal de la punta de Sancti-Isidro. Llamámosla Valle Hondo. Aquí hallamos escarcéo y grandes hileros de corrientes, que es encuentro de maréas. Desde la puncta de Sancti-Isidro á un morro alto que está de la otra banda en la otra costa la vuelta del sueste tiene por aquí la canal del estrecho de ancho cuatro leguas. Llamóse morro de Lomas: y desde este morro de Lomas, siguiendo la costa al lesnordeste, comienza la tierra baja y de buen parecer de lomas; y acabada la punta del Morro, sobre la tierra baja hace una gran ensenada, y por aquí tiene de ancho la canal ocho leguas lessueste-oesnoroeste.
La puncta de San Isidro está en cincuenta y cuatro grados escasos. Desde esta dicha punta vuelve la costa firme del norte hasta una punta larga llamada punta de Santana, nornordeste-susudueste: y junto á la punta de Sanct-Isidro está una playa de arena á manera de ensenada. Aquí vimos gente en tierra, y desde la playa nos dieron voces: por lo cual la llamamos la playa de las Voces. Desde aquí va entrando la ensenada hasta la punta de Sancta Ana; y dos leguas desta punta de Santa Ana al, sudueste en medio de la ensenada surgimos en siete brazas, buen fondo, que toda esta ensenada es de buen fondo; á lo rriénos esto que nosotros sondamos. Aquí tomamos agua y leña; y estando nuestra gente en tierra, vinieron á ellos los naturales que nos habían dado voces, como se dijo ántes, y abrazaron á los nuestros y comenzaron á tratarse familiarmente unos con otros: y como Pedro Sarmiento lo vido desde la nao, les embió sartas de chaquiras, peines y cascabeles, bizcocho y carne; y estuvieron sentados con el Alférez y Hernando Alonso y con los demas christianos, que eran diez, en buena comunicacion por señas, y dieron á entender estar contentos con nuestra amistad con lo que se les había dado, y digeron que se querían ir á dormir, y que mañana volverían; y quedando, á lo que pareció, muy nuestros amigos, se fueron á sus chozas. A esta bahía se llamó bahía de la Gente, y al rio que había allí, rio de San Juan. En este rio tomamos la altura en cincuenta y tres grados y dos tercios.
Desde este puerto y rio de San Juan parece una abra y boca de canal entre dos tierras la vuelta del leste cuarta al nordeste ocho leguas; y la tierra que esta abra tiene al sur llamamos punta de San Valentin, y la que tiene al norte se nombró punta del Boqueron. Tendrá este boqueron de ancho media legua. La tierra del cabo de San Valentin es continuada hasta el morro y ensenada de Lomas ántes dicha; y desde la ensenada de Lomas va descendiendo la tierra, haciendo llana y adelgazándose hasta que en la punta de San Valentin se viene á hacer tan llana como la mar; y la chapa que desciende desta tierra hacia la canal del Estrecho es tierra blanca como arenales blancos. Es tierra buena, sombrada y apacible á la vista y en la costa del norte hai buenos valles y rios de buen agua, y muy buena madera, y buenos puertos y surgideros. Este dia tuvimos viento oeste bonancible hasta las diez, todo lo que duró la menguante de la mar, y dende las once ventó sur fresco claro toda la creciente de la maréa. Las corrientes de aquí son con las maréas.
Desde este puerto y ensenada, y desde la canal adentro la vuelta del sur, se vé un volcan nevado que hace una sillada de dos puntas en la cumbre; y al norte del volcan nevado parecen el vernal y pan de Azúcar, que por esta parte hacen esta figura.
Quando el que viniere entrando por este estrecho de acia la mar del norte para desembocar á la del sur verá estos volcanes y montes de la figura aquí pintada, y por medio un gran canal y boca que parece mayor que la principal, y podríase engañar y ensenarse, y errar el parage y camino. Por tanto, sea aviso que no vayas por la canal que va entre los montes, sinó que, en llegando á descubrir estos dichos montes todos tres, se descubre una canal á mano derecha de los dichos montes, la vuelta del noroeste quarta del oeste, y aquella es la buena canal, y por allí se ha de ir, y dejar á la mano izquierda todos los dichos tres montes; y el que viniere de la mar del Sur los ha de dejar á la mano derecha.
Viérnes doce de febrero salió la gente nuestra en tierra para acabarnos de apercibirnos de agua y leña, y á cortar madera para fortalecer la nao, que tenía mucha necesidad dello para tan largo camino como se esperaba; y entretanto que hacían esto en tierra, Pedro Sarmiento fue en el batel fuera á descubrir, y llevó consigo al Padre Vicario y á Antón Pablos, piloto de la Capitana, y siete compañeros marineros, y fueron á la punta de Sanctana, que está dos leguas y medio del rio; y legua y media del rio sale una punta de tierra de arena muy baja, y della un placel que va saliendo mas de media legua á la mar, y mas de úna á luengo de costa: y entre esta punta de Placel, y la de Santana hay una gran ensenada. En todo esto hai gran suma de madera echada á la Costa en las partes que bate el sur, que debe ser aqui tormentoso en imbierno, porque el Norte viene aqui por sobre la tierra. Llegamos á la punta de Santana, y subimos á una mesa alta donde hay grandes rasos y cabañas de muy buena hierba para ganado, y vimos dos venados grandes y muy gordos: y un arcabucero mató el uno, y el que se huyó tenía grandes astas. Aquí reconocimos la canal y altura y marcamos la tierra.
Desde esta punta de Santana demora la abra de San Valentin al leste cuarta al nordeste seis leguas; y desde esta punta de Santana vuelve la costa al norte cuarta al nordeste hasta una punta que llamé de San Antonio de Padua, diez leguas; y, en medio, hace cinco ancones; y en la Punta del quarto ancon sale una restinga que tendrá una legua de largo la vuelta del sueste; y tomamos con Sarmiento y Anton Páblos la altura en tierra en cincuenta y tres grados y medio largos, y pusimos una cruz grande en esta punta: y el General Pedro Sarmiento tomó solemnemente la Posesion por V. M. y puso al pie de la cruz, dentro de un gran mojon de piedras, una carta en unos cascos de botija breados y con polvos de carbon, por ser incorruptible, y en el palo de la cruz escrito de letras cavadas: Carta al pie. En esta carta se daba aviso á todas las naciones y gentes como esta tierra es de V Magestad, y como se tomó la Posesion por la Corona de Castilla y Leon para que no pretendan ignorancia, y como este estrecho en nombre de Su Magestad le fué puesto nombre Estrecho de la Madre de Dios, á quien Pedro Sarmiento tomó por abogada en este Viage y Descubrimiento: y mándase al Almirante, si acaso por aquí llegase, que con la Relacion de lo hecho, y con saber como esta nao capitana, y Pedro Sarmiento en ella iba delante, se volviese al Pirú á dar aviso á su Excelencia. Y firmaron esta carta Pedro Sarmiento y el Padre Vicario, y el Piloto Anton Páblos, y volvimos al navío de baja mar, donde hallamos quel placel descarna aquí mucho en la menguante, que hubimos menester meternos á la mar con algun trabajo de los bogadores para poder montar el placel. Púsose fuego á la cabaña con el fuego que se hizo para derretir la brea y, segun despues supimos, a este tiempo habían venido los indios adonde estaba nuestra gente haciendo agua legua con sus hijos y mugeres y, estando en gran conversación, vieron el humo del fuego que salía del monte que se quemaba, y luego se fueron, que no los pudieron detener, creyendo que eran aquellos humos de los gigantes con quien deben de tener guerra, y deben ser mas Poderosos que ellos. Trajeron de presente un pedazo de carne de lobo marino hediondo, y pájaros niños de mar, y murtiña, fruta colorada como cerezas, y unos pedazos de pedernal, pasados, y pintados de margarita de oro y plata: y preguntándoles que para qué era aquello, dijeron por señas, que pára sacar fuego; y luego uno de ellos tomó unas plumas de las que trahía, y sirviendole de yesca, sacó fuego con el pedernal. Paréceme que es caja de metal de plata u oro de veta, porque es al natural como el curiquijo de poíco en el Pirú.
Quando hicimos fuego en esta punta respondieron con otros muchos humos en la otra isla de [en] frente, que se llamó de S. Pablo.
Desde el rio de San Juan demora la punta de Santana al Nordeste cuarta al norte dos leguas y media. El sábado trece deste mes de dijo Misa en tierra y se puso la fragua en tierra, y se hizo la pernería que fué menester para corbatones y llaves, y fortaleciose la proa con corbatones y reatas. Aquí en este rio de San Juan, Pedro Sarmiento tomó la Posesion, y hizo un gran mojon de piedra y en él arboló una Cruz alta que se parecía desde toda la canal de el estrecho, y se puso una carta que es la siguiente.
Posesion del rio de San Juan y del estrecho de la madre de Dios
Jesús, María
En el nombre de la Sanctísima Trenidad Padre, Hijo y Espíritu Sancto, Tres Personas y un solo Dios verdadero Todopoderoso, que de nada crió el Cielo y la Tierra y todos las demas cosas, en el cual yo creo y todo fiel cristiano debe creer firmemente, y de la sacratísima siempre Virgen María Madre de Dios, abogada nuestra y particularmente de esta Armada &c. Sea notorio á todas las vivientes, gentes y naciones de todo el Mundo, así fieles como infieles, como hay juéves doce días del mes de febrero de mil y quinientos y ochenta años, habiendo llegado a esta ensenada, agora de nuevo llamada De la Gente, estando surta en esta aguada y RÍo de San Juan de la Posesion la nao nombrada Nuestra Señora de Esperanza, que es Capitana de la Armada, que el Muy Excelente Señor Don Francisco de Toledo, Virréy, Gobernador y Capítan General de los Reínos y províncias del Pirú despachó desde la Ciudad de los Reyes del Pirú al descubrimiento del estrecho á once de octubre de 1579. años. Y habiéndose apartado la nao Almiranta, nombrada San Francisco, de la Capitana ántes de la Boca del Estrecho, esta dicha Capitana, con el favor de Dios, sola entró por él y lo descubrió, en la cual Nao Capitana vino por Capitán Superior y General de la Armada por el Cristianísimo Señor Rey Don Felipe, Nuestro-Señor y Rey natural, á quien Dios guarde por muchos años con acrecentamiento de mayores Estados y Reinos, para amparo y defensa de la Sancta Iglesia Católica Romana nuestra Madre, Pedro Sarmiento, el cual habiendo tomado la Posesíon en muchas y diferentes partes del arcipiélago y deste Estrecho, la tomó en este Rio llamado San Juan de la Posesion, questá en cincuenta y dos grados y dos tercios; hoy sábado trece de bebrero. Y ayer doce del dicho, tomó la Posesion en la punta de Sanctana, arriba nombrada, que está en cincuenta y tres grados y medio: lo cual avisa en este escrípto e instrumentopara que sea notorio á todos, y ninguna persona de ninguna nacion bárbara, ni política, católico ó no católico, fiel ó infiel pueda pretender, ni pretenda tener escusa por ignorancia, ahora, ni en algun tiempo, ni se atreva temerariamente, sin particular y espresa licencia del Muy Poderoso Señor Rey de Castilla y Leon, y sus Herederos y Subcesores á entrar, asentar, ni poblar en estas regiones y tierras deste Estrecho, vulgarmente llamado de Magallánes, por causa de comercio, ni por otra causa, creyendo que son tierras vacas que no tienen Señor, ni Rey propio á quien pertenecen; por que, como es dicho, son del Muy Poderoso y Muy Católico Señor Don Felipe Segundo, Rey meritísimo de las Españas con sus anejos, y de las Indias, y de la Navegación y Descubrimiento de la mitad del Mundo, que son ciento y ochenta grados de longitud, conforme a la donacion y concesion del Beatísimo Sumo Pontífice Romano Alexandro Sexto, conforme á la cual concesion, donacion y Bula proprio motu despachada, estas dichas tierras caen y se incluyen dentro de la demarcación y límites contenidos en la dicha Bula, en la cual Su Santidad prohibe á todos generalmente, que ninguno se entremeta por ninguna vía á venir por ninguna ocasion á estas partes sin expresa licencia de los Señores Reyes de Castilla por estas palabras formales: Y del todo inhibimos á cualesquier personas de cualquier dignidad, aunqué sea Real ó Imperial, estado, grado, órden, condicion, sopena de Excomunion latae sententiae, en la cual eo ipso incurram, si lo contrario hicieren, que no presuman ir por haber mercaderías, ó por otra qualquier causa sin especial licencia vuestra y de los díebos vuestros Herederos y Subcesores á las islas y tierras-firmes halladas y que se hallaron, descubiertas, y que se descubrieron hacia el occidente y medio día, fabricando y compuniendo, una línea desde el Polo Artico al Polo Antártico, ora las tierras-Firmes é islas sean halladas y se hayan de hallar acia la India, o hacia otra cualquiera parte, la qual Línea diste de cualquiera de las islas, que vulgarmente llaman de las Azores y Cabo Verde, cien leguas hacia el occidente y mediodía, como queda dicho, no obstante Constituciones y Ordenaciones Apostólicas y otras qualesquiera. Y dice al cabo de la Bula plomada así: Que á ningún hombre sea lícito quebrantar, ó con atrevimiento temerarío ir contra esta carta de nuestra encomíenda, amonestacion y requerimiento, donacion, asignacion, constitucion, deputacion, decreto, mandado é inhibicion y voluntad… y si algunos presumiere intentarlo, sepa que incurrirá en la indignacion del Omnipotente Dios y de los bienaventurados San Pedro y San Pablo. Dada en Roma en San Pedro á cuatro de Mayo de la Encarnación de mil é cuatrocientos y noventa y tres años, en el primer año de nuestro Pontificado.
La Posesion tomada es tomada aquí en todo el Estrecho y arcipiélago por ambos mares de Sur y Norte por el dicho Rey mi Señor, de Castilla y Leon, y descubierto á su costa y por su mandado y órden.
Yo el dicho Pedro Sarmiento Capitan Superior desta dicha armanda, de parte de la Magestad del Rey mi Señor, mando al Almirante Juan de Villalobos y Hernando Lamero, Piloto Mayor, y á Pascual Juarez, sargento mayor, y á todos los oficiales, soldados y marineros de la dicha nao Almiranta, llamada San Francisco, que si por aquí aportaren ó llegaren y víeren esta Cruz y carta, luego incontinente se apresten y, se vuelvan al Pírú á la ciudad de los Reyes á dar cuenta y razón al Excelentísimo Señor Don Francisco de Toledo, Vísorréi del Pirú, y á los Señores Oidores de la Real Audicencia de la dicha Ciudad de los Reyes, llevando esta Carta juntamente con las relaciones de las cosas subcedidas hasta este lugar y río de San Juan de la Posesion; y dirán como esta nao Capitana, Nuestra Señora de Esperanza, llegó á este dicho río, con el favor de Dios, y habiendo descubierto la canal adelante desembocó el Estrecho, y pasó á la Mar del Norte, y va la vuelta de España á dar cuenta á Su Magestad, como Su Excelencia manda por su instruccion, y que toda la gente que salió de Lima en este navío van vivos, gloria á Dios, y mas otros cuatro que eran de la Almiranta que tomamos en el Bergantín. Los nombres de los que van son: Pedro Sarmiento, Capitan-Superior; el Padre Fray Antonio Guadramiro, Vicario desta Armada; Juan Gutierrez de Guevara, Alférez; AntÓn Pablos, Piloto-Mayor; Hernando Alonso, Piloto, su compañero; Juan de Esquibel, Escribano Real desta Armada; Juan de Sagasti, Tenedor de Bastimentos; Pedro de Hojeda, Contramaestre; Baltasar RodrÍguez, Lombardero; Pedro LÓpez, Calafate; Gaspar Antonio, Guardian; Maese AgustÍn, Carpintero. Los soldados son: Álvaro de Torres, Francisco Garés de Espinosa, Pedro de Aranda, GerÓnimo del Arroyo, Grabiel de SolÍs, Antonio del Castillo, Cristobal de Bonilla, Andrés de Orduña, Pedro de la Rosa, Pedro de Bahamonde, Francisco de Mazuelas, Pedro MartÍn. Los Marineros, fuera de los Oficiales arriba puestos, son: Pero Pablo, Ángel Baltolo, Despensero; Domingo Baljaneta, Juan Antonio Corzo, Sancho de Larrea, Diego Pérez, portugués; otro Diego Pérez, Francisco HernÁndez, Pero MÁrquez, SimÓn de Abreu, Luis GonzÁlez, Gaspar GÓmez, Francisco Pérez Rocha, Francisco de Urbea, Mateo Andrés, Jacome Ricalde, Manuel Pérez, Pedro de Villalustre, PerÁlvarez, Pero GonzÁlez. Falta uno llamado Pedro Jorge, que se ahogó en la tormenta que tuvimos un día despues de haber salido salido de Puerto Bermejo. Los demas gente del servicio, mulatos, negros é indios van buenos, y la nao aderezada. Lo cual mandó al dicho Almirante, y á la demas gente de la Almiranta cumplan y guarden de la manera arriba dicha, porque así conviene al servicio de su Magestad, y á la ejecución de lo mandado por el dicho Excelentísimo Señor Virréy; y llevaran la Relacion del viage y descubrimiento que hubieren hecho; con las tres relaciones que yo les dí de los tres descubrimientos que hice en tres viages con los bateles por los arcipiélagos con esta mesma carta, dejando en este mesmo lugar un treslado autorizado (porque será de mucha importancia para el Derecho del Rey Nuestro Señor en los tiempos de adelante) para que Su Excelencia sepa como se cumplen sus mandamientos, y provea lo que fuere servido que mas convenga al servicio de Su Magestad, lo cual así cumpla y cumplan el dicho Almirante Juan de Villalobos y los demas de la dicha Almiranta, so pena de caer en mal caso, y de las penas en que incurren los desobedientes á los mandatos de sus capitanes, que en nombre de su Señor y Rey natural les mandan cosas tocantes á su servicto.
Iten, hago saber á todos, que para hacer este viage y descubrimiento tomé por Abogada y Patrona á la serenisima Señora Nuestra Reina de los Angeles Sancta María madre de Dios siempre Virgen, conforme á la Instruccion de Su Excelencia. Por lo cual, y por los milagros que Dios Nuestro Señor por su intercesion ha usado con nosotros en este viage y descubrimiento, y en los peligros que en él hemos tenido, puse por nombre á este Estrecho de la Madre de Dios, puesto que ántes se llamaba Estrrecho de Magallanes; y espero en Su Magestad, siendo, como es, tan devoto de la Madre de Dios, le confirmará este mesmo Nombre en sus escríptos y provisiones, pues yo en su Real Nombre se le puse, para que siendo Patrona y Abogada destas regiones y partes, interceda con su preciosísimo Hijo Jesu-Christo Nuestro Señor por ellas alcance de su benditísima Magestad haya misericordia de las gentes dellas, y les embíe su Sancto Evangelio, para que sus ánimas se salven; de lo que resultará suma honra y gloria á los Reyes de España que lo bícieren y fueren Ministros dello, en este Mundo y en el otro; y á la Nacíon Española que lo executare no ménos honra y provecho y acrecentamiento.
Púsose esta Cruz á doce deste dicho mes, y esta carta á trece, habiendose dicho Misa este dicho día en este dicho Puerto y Rio de San Juan de la Posesion; y firmélo de mi nombre y mano.Pedro Sarmiento, Capitan-Superior y general de Su Magestad. En fe lo qual Yo el Escribano Real desta Armada escrebí esta Carta, y pasó ante mí, y fice aquí mío signo. A tal. En testimonio de verdad. Juan de Esquível, Escribano Real.
Los dias que estuvimos en este rio de la Posesion hizo calor y ventó sur fresco desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, y á esta hora calmaba, y toda la noche era calma: las noches hizo muy serenas, cielo claro, las estrellas claras de muy buen color, el aire sin sereno dañoso. Aquí se vieron papagayos y catalinas, que es otra especie de papagayos menores, que tienen medias cabezas coloradas. Oyéronse cantar sirgueritos, y otros pájaros suave canto, que es indicio de tierra templada. Vídose rastro de tigres y leones. Este día embarcamos la herreria y la leña y agua que nos faltaba, que fué sábado trece deste mes.
Domingo catorce de febrero partimos deste rio de San Juan de la Posesion con bonanza, y fuimos la vuelta de la isla de San Pablo, y cabo de San Valentin; y ántes de llegar en el parage de la punta de Santana calmó el viento, y así anduvimos al rebalage de las corrientes, una vez descayendo, y otra ganando; y desta manera estuvimos sin surgir, porque no pudimos tomar tierra por nos temar la calma a media canal, y por no descaer mucho fuimos cuasi toda la noche al remolque.
Lunes por la mañana amaneció calma y como á las siete vino un vahajuelo del oeste y con él llegamos á ponernos este oeste con la punta de San (blanco) de la isla de San Pablo. Este día tomamos la altura en cincuenta y tres grados y medio, que la dicha punta desta dicha isla está en esta altura, que está leste-oeste con la punta de Santana: y de medio día arriba calmó el viento, é hizo este dia y el dia ántes tanto calor como en Lima por Cuaresma, y como en España por julio.
Mártes dies y seis de febrero como á las nueve del día comenzó á ventar sur, y mientras mas entró el dia mas fué frescando el viento; y fuimos á popa la vuelta del nordeste llegándonos á una tierra baja de barrancas y pelada en la costa del sur: y á media legua de tierra sondamos en diez brazas; y con recelo de que no diésemos en algun banco íbamos la vuelta de la mar (digo del medio de la canal): y como á las dos de la tarde cazamos a popa siguiendo la costa al nornordeste y al nordeste hasta una punta que estará seis leguas de la isla de San Pablo a nornordeste, y en medio hace ensenada en arco de unas barrancas y tierra baja y pelada de hierba blanca, porque á este tiempo estaba agostada. En medio de esta ensenada se tomó la altura en cincuenta y tres grados y un sesmo.
Pasada la punta dicha, que llamamos punta de Gente Grande, parece otra punta como cinco leguas al nornordeste, y pasada la punta de Gente Grande hace la tierra una ensenada, ó brazo la vuelta del leste: y porque ya era tarde surgimos en medio de la boca de esta canal del leste en doce brazas buen fondo. Aquí corren las aguas mas que en todo lo que hasta aquí habemos andado de este estrecho de la Madre de Dios. Y, en surgiendo, pareció gente en la costa y nos dió voces: y para ver qué era y para tomar alguno de esta provincia para lengua, Pedro Sarmiento envió allá al Alférez y á Hernando Alonso con algunos arcabuceros en el batel; y llegados á tierra, los naturales de aquella provincia, que era gente grande comenzaron á dar voces y saltar acia arriba las manos altas y aleando y sin armas, porque las habían dejado allí junto; y el alférez hizo las mesmas señas de paz, y los gigantes se llegaron á la playa cerca del batel, y el alférez saltó a tierra con cuatro hombres, y los naturales les hicieron señas que dejase el alférez la gineta, y se fueron retirando hacia donde habían dejado sus arcos y flechas. Y visto esto el alférez dejó la gineta y les mostró rescate que llevaba para darles: lo cual visto, los gigantes se detuvieron y volvieron, aunque rezelándose. Y como los nuestros vieron que se iban, apercibiéronse para que arremetiesen, y así arremetieron diez hombres que habían salido del batel con uno de los Indios, y asiéndole, apénas le podían tener; y entre tanto los demas arremetieron donde habían dejado los arcos y flechas, y volvieron con tanta presteza contra los nuestros flechándolos, que no se habían podido meter en el batel, y al fin los nuestros se embarcaron con el preso, y cargaron con muchos flechazos sobre ellos, y los hicieron echarse á la mar; y ayudándole á subir entró en el batel, y los naturales desta tierra disparaban muchas flechas, y con una hirieron por un ojo al tenedor de bastimentos: y al embarcarse se cayeron dos arcabuces á la mar. Y trahendo al preso se volvieron á la Nao, y el preso aunque lo regalamos (que él recibía de buena gana) no se podía asegurar, ni quiso comer ese día, ni noche. Es crecido de miembros.
Esta tierra es llana y sin monte: barrial muy poblado de esta gente, que á lo que entónces vimos; desde aquí hallamos la gente grande. Vieron los nuestros en tierra madrigueras de conejos como los de Castilla, y los naturales traían unas mantas de pellejos de vicuñas, que son de las del Pirú que se llama en lengua natural neuxo, y calzados abarcas: y pareció aquí tierra de buen temple para poderse poblar. Es gente temida de la gente que está mas hacia la Mar del Sur, y como gente valiente tiene la mejor tierra de la que hasta aquí vimos. Tiene gesto y apariencia de la tierra del Calláo: parece muy buena para ganado, hay lomas y, entre ellas, valles donde vimos muchos humos por estar allí la poblazon, y debe allí ser lo mas templado.
Miércoles de Ceniza, 17 de Febrero, embió Pedro Sarmiento á Hernando Alonso, piloto, á descubrir si había abrigo detras de una isleta que está en medio de la bahía de la Gente Grande, porque nos temimos del norte; y, no hallando buen surgidero, se volvió á la nao y, en comenzando la maréa á vaciar, hicimos vela para proseguir nuestro viage, y miéntras duró esta maréa fuimos algo adelante, porque el viento era poco y calmaba muchas veces, y el que había era nornoroeste y norte y nos hacía ir bordeando: y en medio de la Canal nos calmó el viento, y comenzó la creciente y fuenos forzoso ir el batel remolcando la Nao; pero, como la corriente era grande y cabeza de aguas, no nos podíamos sustentar, y así descaímos buen pedazo de camino y, por no estar ep parte que convenía, ni podíamos surgir, nos estuvimos ansí hasta que vino la maréa y un fresco del noroeste: y siendo ya noche, nos fue forzoso ir á buscar fondo donde surgimos en quince brazas, obra de una legua mas adelante de donde habíamos salido este dia por la mañana. Este dia no pudimos descubrir canal clara, ántes parecía ensenada cerrada á muchos del navío, por lo cual hubo variedades: unos que habíamos de volver atrás á otra abra, otros que aquellas corrientes, siendo de la jusente, no podía ser que fuesen para ancon ó ensenada sin salida, y toda la noche estuvimos experimentando con la sonda si crecía la maréa o menguaba, y hallóse que menguaba cuando iba la corriente acia lo que nos parecía ser ensenada, lo cual nos dió esperanza que por allí había salida, porque realmente parecía cerrado todo; pero la experiencia del reflujo, y ver por encima de la tierra baja otra cordillera mas alta que hacía como valle entre una y otra, que iba de lesnordeste-oessudueste, nos dió cudicia de irlo á ver por no dejar cosa sin tener de que nos pudiésemos quejar ni arrepentir despues.
El juéves siguiente 18 de febrero salió Pedro Sarmiento, y llevó consigo á Anton Páblos, Piloto Mayor en el batel con ocho marineros soldados, y fueron á la vela con la corriente la vuelta del norte hasta un morro de barranca, barrial alto, como dos leguas y media del navío y tres y media de la bahía, y llegados allí descubrimos la canal que va al lesnordeste. A este morro y barranca nombró Pedro Sarmiento cabo de San-Vicente, hasta el cual hace ensenada la bahía de la Gente Grande. Desde este cabo de San-Vicente demora en la otra costa de la tierra del norte otro morro y cabo de barranca alta y barrial pardo una legua noroestesueste, y toma de la cuarta del leste-oeste. Esta es la mayor angostura que hallamos desde que llegamos á la tierra baja. Llamóse esta punta Nuestra Señora de Gracia. Aquí en estos dos cabos se pueden hacer fortalezas para defender esta entrada de ambas partes.
Desde este cabo de San Vicente pasamos con el batel adelante como una legua por la costa, que se corre lesnordeste-oessudueste que por toda ella hay playales de calláo. Aquí dejando guarda en el batel saltamos en tierra con nuestras armas: subimos á lo alto de la barranca; subimos hasta un morro de barranca la mas alta que allí hay donde muda derrota la costa. Allí marcamos la canal, cabos, puntas y costa cuanto pudimos juzgar con la vista y con dos agujas de marear; y así marcaron Pedro Sarmiento y Anton Páblos lo que allí se vido. A este morro y barranca donde nos pusimos á marcar llamamos barranca de San Simon, y desde esta barranca de San Simon parece una punta de barranca algo alta en la costa de la otra parte de la tierra del norte-nordestesudueste cuarta de norte-sur cuatro leguas. Llamóse ésta punta de San Gregorio, y en la mesma costa del norte sale otra punta delgada, que demora con la barranca de San Simon nordeste-sudueste; toma de la cuarta del leste. A esta se llamó Nuestra Señora del Valle. Desde aquí vimos muy gran boca de mar la vuelta del lesnordeste. Sobre la costa de la tierra del Sur vimos una gran vista una tierra larga y delgada: y hecha esta demarcacion, y vista esta tierra, que es como dehesas de Castilla de unas matas de hierbas de buen color como tomillos salseros de Castilla, y con muchos agujeros y bocas como ratoneras; y esta tierra es de lomas. Y notado, nos volvimos al batel: y por ambas Costas nos hicieron los naturales muchas y grandes ahumadas; y sin mas detenernos dimos vela en el batel, y con maréa creciente venimos al navío, porque comenzaba á ventar norte. Y tomamos aquí el altura en cincuenta y tres grados y tres minutos. Este dia á las tres de la tarde la maréa estuvo estóa y sin correr al estrecho ni á la mar; y en comenzando á menguar nos hicimos á la vela con la nao por probar á desembocar la angostura del Cabo de Nuestra Señora de Gracia, y el viento comenzó a variar del oeste al noroeste, y las corrientes y reservas á impedirnos, de manera que ganábamos poco: é yendo por esta bahía bordeando por salir della y meternos en la canal, los remolinos y reversas que hace por cima destos placeles nos fueron grivando de manera que nos echaron sobre unos bajos, que aunqué reventaban los mares, creían ser remolinos de corrientes, porque había muchos y por esto no se recelaban; pero en llegándonos cerca echaron la sonda y halláronse en seis brazas, y volviéndola á lanzar otra vez dió en cinco, y luego en cuatro y media, y cada vez que se echaba iba haciendo ménos fondo; y aunque arribamos á la banda para salir dellos, calmó el viento de manera que la corriente nos iba echando sobre los bajos, que aunque reventaban no parecían. Y viéndonos en tan gran peligro, encomendámonos a Nuestra Señora del Valle, y Pedro Sarmiento se ofreció de ser su romero, y se sacó ofrenda para su santa Casa en Sevilla, suplicándole nos librase de aquel peligro: y súbitamente la Reina de los Angeles Madre de Dios y de misericordia nos embió en vientecito fresco, conque la nao fue saliendo y cortando la corriente, aunque fuimos prolongando las restingas destos bajos que tienen una legua, y prolongan leste oeste, tres leguas del cabo de San Vicente. La mitad dellos está nortesur del cabo de San-Vicente, y el remate dellos del leste demora norte-sur cuarta de noroeste-sueste con el dicho cabo de San-Vicente, y el otro remate de estos bajos de parte de loeste demora con el Cabo de San-Vicente norte-sur cuarta de Nordeste-sudueste. El que por aquí viniere tenga aviso que no se llegue á las bahías de tierra baja sinó con la sonda en la mano, porque como hay bonanza no revientan los placeles, que es todo aplacelado, y en muchas partes es tan alta y mas la mar que la tierra, que sinó es estando muy cerca de tierra no se ve, y piensa el que lo mira que es todo mar hasta que se halla zabordado. Hase de navegar con tiempo concertado y con maréa, y llevar las anclas prestas, que en toda esta tierra, desde el rio de San Juan de La Posesion, en toda parte hallarán fondo, aunqué sea á media canal, que la mayor hondura no sube de cincuenta brazas. No se lleguen mucho á tierra sin sondar por aquí, y el batel por delante.
Salidos que fuimos deste peligro de los bajos, fuimos con viento oeste fresco amurados destribor: y porque la noche vino y la maréa comenzaba á estoar, surgimos á media canal en quince brazas entre dos islas pequeñas, que la una por la otra están nodeste-sudueste una legua la una de la otra. A la del sudueste llamamos la Madalena, y á la del nordeste Santa-Marta. La Madalena es redonda; tendrá media legua de box y Santa-Marta prolonga de noruestesueste media legua, y á la parte del sueste tiene una punta baja con la mar que sale mucho como restinga.
Entre estas dos islas sale una punta de tierra-firme de barranca algo alta que llamé punta de San Silvestre, entre la cual y las islas hay gran Canal de mar. La tierra-firme que está entre el cabo de San Antonio de Padua y punta de San-Silvestre, hace gran ensenada de tierra baja, y nombramos ensenada de Santa-Catalina, y entre la punta de San-Silvestre y la de Nuestra Señora de Gracia hace la tierra-firme otra ensenada muy grande la vuelta del oesudueste. Llamámosla bahía de San-Bartholomé: y en la boca desta bahía hay un placel que revienta la mar en él. Guárdense dél. Después que esta noche surgimos, en anocheciendo calmó el oeste, que había frescado, y toda la noche hizo calma.
Otro dia viérnes por la mañana diez y nueve de febrero en comenzando la maréa nos hicimos á la vela con un vahage de viento leste llevando el batel delante á la vela, y en él el piloto Hernando Alonso con marineros sondando: y siempre fuimos por veinte y cinco y treinta brazas, algunas veces poco más, y otras algo ménos: y á las nueve del día, llegando cérca de la angostura, nos calmó el viento, y llamamos al batel para que remolcase la nao, y así la llevó buen rato hasta entrar por la angostura, por que aquí son los peligros grandes por las corrientes cuando calma el viento. E yendo por el embocamiento, comenzó á frescar el leste, y dejamos el remolque: y porque la maréa acababa de vaciar nos arrimamos hacia la costa de la tierra del norte sobre un ancon que hace á aquella parte, que nombró Sarmiento ancon de Sancta-Susana; y allí surgimos en ocho brazas de baja mar, buen fondo, media legua de tierra. Toda la canal de esta angostura tiene fondo de treinta y cuarenta brazas. Es piedra, aunque las costas y barrancas y las playas, callao. Con la maréa de montante frescó el viento leste templado y caliente, y con él llovió poco. Este viento vienta pocas veces. En la otra costa del mar del sur por donde anduvimos desde que entramos en la bahía de la Trenidad, lo que hace el norte es ser caliente y humido, y llueve con él. Eso hace aquí el leste, aunque allí siempre fué tormentoso, y estotro bonancible.
Desde la barranca de San-Simon arriba, nombrada en la tierra del sur, vuelve la costa al leste quarta al sueste. Está una punta baja y delgada que llamamos punta de San-Isidro.
La punta de Nuestra Señora de Gracia con la punta de San Gregorio demoran la una por la otra lesnordeste-oessudueste.
Sábado veinte del mes de febrero nos levamos por llegarnos más en tierra de la banda del norte, porque aquí estábamos en medio de las fuerzas de las corrientes de las maréas; y dende á una hora surgimos en ocho brazas como una legua al oeste de la punta de San-Gregorio; y creyendo que estábamos bien surtos estábamos alegres, y en un instante que se echó la sonda nos hallamos en tres brazas de agua, y la maréa iba menguando, que nos dio pena; pero con la buena diligencia pilotos y marineros y soldados se echó una toa hacia la canal, por la cual nos fuimos halando hasta que nos pusimos en quince brazas, y allí dimos fondo á dos anclas, y allí nos pareció que estábamos seguros, aunque peligrosa por las corrientes.
Y por esta causa, por huir del ímpetu y furia de las corrientes del medio desta canal, Pedro Sarmiento fué en el batel á descubrir si había Puerto detrás de la punta de San Gregorio, y llevó consigo al Padre Vicario y á Hernando Alonso y siete soldados arcabuceros y ocho hombres de mar, buenos hombres de mar y tierra. Fueron á tierra y saltaron en ella; y puestos en órden fueron por lo alto de la barranca hasta lo más alto de la punta donde se descubrió la mar de la otra mar detrás de la punta de San Gregorio y Pedro Sarmiento marcó la tierra, puntas y bahías que desde allí parecían de la manera que abajo se dirá: y en lo mas alto pusimos una cruz pequeña, porque no hubo madera para más, por ser tierra pelada y sin selvas ni arboleda; y Sarmiento tomo la posesión por V. M. de toda aquella tierra, y ratificó las posesiones.
Este cabo de San-Gregorio es poblado de naturales; y porque vimos que comenzaba á entrar viento fresco poniente, que suele ser furioso no se quiso detener Sarmiento mas, sinó volverse al navío, porque no corriese riesgo: y cuando nos volvimos vimos una loma larga que corre noruestesueste, entre la cual y esta punta de San-Gregorio hay unas llanadas bajas y llanas como valles y á manera de sementeras, unas verdes y otras agostadas, y una laguna de agua dulce, por donde y por la apariencia de la tierra, entendimos no haber por aquí rios, sinó lagunas y manantiales de que beben estos naturales. Esto pudimos juzgar, porque pisando la tierra podrá ser hallarse aguas corrientes.
Embarcados en el batel, fuimos al navío sondando; y sea aviso que toda la bahía que está como dije desde la bahía de San-Gregorio, y punta de Nuestra-Señora-de-Gracia para tierra, es placel de dos hasta cuatro brazas. No se arrime a esta costa el navío que por aquí embocare, porque correrá riesgo; ántes surja á media canal, ó á lo menos no surja de doce brazas abajo, porque en siendo en ocho, á un cumplidor de dos bateles dará en tres y en ménos, y de baja mar quedará en seco. Y apenas hubimos llegado al navío con el batel cuando se levantó un viento oeste furioso, y como la maréa crecía contra el viento había mucha mar como teníamos experiencia de la furia de este viento, deseábamos levarnos y no podíamos, por que la furia de la corriente y viento que traía el navío dando guinadas de una parte á otra: y por esto esperamos á que la corriente fuese estoando, y en comenzando á ser ménos, viramos al cabrestante las amarras, y virábase con tanta facilidad, que todos creían que habían reventado las amarras y perdido las anclas, que nos fué causa de grandísima pena y temor de peligrar; pero perseverando con buen ánimo unos á una labor y otros á otra, y Pedro Sarmiento marcando la tierra para ver si íbamos á fuera ó á dentro, conoció estar sobre las anclas, y mirando las amarras conoció que navío hacía por ellas, y que la corriente que daba en la popa al navío le hacía virar el cabrestante tan fácilmente, y estar los cables en banda: y diciéndolo á voces altas la gente se consoló y animó mucho sabiendo que estábamos amarrados; y al fin, aunque con mucho trabajo de brazos, con grandes golpes de mar, que nos hizo quitar el masteléo de gabia, fué Dios servido que zarpásemos las anclas sin reventar los cables; y al virar, con las corrientes se atravesó el navío, y lo llevaba sobre los bajos, hasta que un papo de vela tomó viento y encaminó: y así con poca vela fuimos á descubrir la punta de San-Gregorio, detras de la cual descubrimos una buena bahía la cual habíamos visto cuando venimos á descubrir por tierra, como arriba se dijo; é yendo á orza nos fuimos metiendo en la bahía ó ensenada, hasta que cerramos la punta y cabo de San-Vicente con la de San-Gregorio, y dimos fondo en veinte brazas, cascajal y calláo menudo.
El domingo veinte y uno de febrero amaneció claro y bonancible más en apuntando el sol á salir comenzó el viento leste a ventar, y miéntras más el sol fué subiendo, tanto más el viento fué tomando fuerza. Y luego por la mañana parecieron naturales sobre la costa, y nos dieron voces é hicieron fuegos. Respondimoles con bandera blanca en señal de paz; y estando apercibido Pedro Sarmiento para ir en tierra á dalles algunas cosas y hablalles, creció tanto el viento que no convino ir en tierra entónces. Este dia tomamos todos tres el altura en cincuenta y tres grados, en los cuales está esta bahía y punta de San-Gregorio. Desde el cabo de S.-Gregorio se ve otro cabo la vuelta del nordeste cuarta al leste, cinco leguas, que es la que arriba se nombró Nuestra- Señora-del -Valle en la costa del norte, y entre una punta y otra se hace una grande ensenada en arco, que se nombró ensenada de las Once mil Virgenes. Y desde la punta de San-Gregorio parece otra punta en la otra costa del sur, que llamamos punta de San-Isidro, noroeste-sueste (toma de la cuarta del sur) cuatro leguas. Hoy hasta mediodía hizo frio miéntras el cielo estaba sereno y claro, y de mediodía adelante se turbó el cielo y hizo ménos frio. En esta ensenada no corren tanto las aguas de creciente, ni menguante. Así como sigue esta ensenada de punta á punta, y aun desde la punta de Nuestra-Señora-de-Gracia hasta el cabo, ó punta de Nuestra-Señora-del-Valle, una legua la tierra adentro se tiende una cordillera como loma, no muy alta, ni tampoco muy baja, igual, pelada, que tendrá más de ocho leguas, y va adelgazando y aguzando sobre la punta de Nuestra-Señora-del-Valle, que hace esta figura.
Este mesmo dia domingo ya tarde abonanzó algo el viento y se asentó la mar, y luego parecieron otra vez naturales en tierra dando voces y capeando; y por ver qué querian, y saber algo de aquella tierra, Pedro Sarmiento fue en el batel y otros diez y ocho hombres. Y llegados á tierra, se mostraron solos cuatro indios con arcos y flechas en las manos, y hechas señas de paz, alzando las manos, y diciendo Axijtote, que quiere decir hermanos, saltamos en tierra; y los naturales tomaron un alto, y por señas entendíamos que decían embíasemos uno, y así se embió uno solo sin armas, con algunos dones de cuentas cristalinas y cascabeles y peines, y les dió; y luego dijeron que aquel bajase, y así lo hizo, y subió otra vez el alférez solo, y con él les embió el general mas dádivas, y lo recibieron; y con todo no se quisieron asegurar. Y visto esto, Pedro Sarmiento mandó al Alférez que se bajase, y así lo hizo. Y como ni por dádivas, ni halagos los indios no se querían asegurar, determinó Sarmiento dejallos y subir á lo alto de la barranca por diferente parte de donde estaban los indios, por no escandalizallos, para sólo explorar la loma y llanos y canales: y puesta la gente en órden subió la barranca por una ladera arriba, y ántes que llegásemos á la cumbre de la barranca vinieron los cuatro flecheros, y sin dalles ocasión alguna y habiendo recibido los dones, comenzaron á despender muchos flechazos en el General, que iba delante, y en el Piloto-Mayor y Alférez, que iban á su lado, y diéronles á cada cinco ó seis flechazos fuertemente dados y con gran presteza; y al General dieron una en la frente entre los ojos que fué á soslayo, y le hizo poca sangre, y otra en el lado derecho, que le defendió una cuera de anta, y las demás en la rodela, y al Alférez le pasaron la ropa y capelete, y le metieron otras en la rodela, y al piloto le dieron por el cuerpo y brazos y rodela, y fué herido un soldado en el ojo. Nombrábase el soldado Pedro de Aranda, el cual como fué herido, dijo: muerto me han; y el Alférez como lo oyó dijo que se volviesen abajo; y el General de tropel, diciendo: adelante, arremetió á los cuatro indios, los cuales huyeron con tanta velocidad que por presto que fuimos en lo alto, que estaba muy cerca, ya los indios parecían tan lejos que ningun arcabuz los alcanzara: y puesta la gente en órden seguimos la loma adelante por la tierra adentro por ver la tierra y su dispusición. Descubrimos unos grandes llanos entre dos lomas muy apacibles á la vista y de muy linda verdura como sementeras, donde vimos mucha cuantidad de vultos como casas, que creímos ser casas y pueblos de aquella gente. No llegamos allá por quedar el navío en condición, por quedar con poca gente y ser menester mucha para valer un navío cuando viene la furia de la tempestad, que aquí siempre se ha de esperar, aunque esta es tierra mas templada que las demás pasadas: y con ver esto, nos volvimos por esta causa, y á la vuelta hallamos dos capas de pellejos de ovejas, con su lana, como las de la tierra del Pirú, y unas abarcas, que como se les dió priesa y huyeron desatinados, no tuvieron lugar de podellas llevar, y nos volvimos al navío, y el herido fue curado. Esta noche hizo á ratos bonanza, y de cuando en cuando viento fresco.
Lúnes 22. de febrero al amanecer comenzó á ventar nornordeste con mucha fuerza, y dende á poco saltó el norte, y luego al noroeste, que ventó bramando hasta las once del día. A esta hora saltó al oeste, y luego al sudueste, y dende á poco abonanzó algo: por lo cual nos levanmos de allí á la una del dia prosiguiendo nuestro descubrimiento; y porque el oeste venía cargando, y para correr á popa no teníamos lugar, por estar cercados de tierra, y no teníamos certidumbre de la derrota que corría la canal para osar arrojarnos á lo de adelante, y porque es necesario aquí surgir cada noche temprano, atravesamos á la otra costa de la tierra del sur cinco leguas á una ensenada nornoroeste-susueste con la punta de S.-Gregorio; y llegando temprano surgimos detrás de una punta que ántes se dijo, nombrada Sant-Isidro, en una ensenadilla de tierra muy baja de playales de arena en diez brazas, un cuarto de legua de tierra: y en acabando de dar fondo se tornó á lanzar la sonda, y ya estábamos en siete brazas, y el agua vaciaba y no sabíamos lo que allí descarna la mar, y nos temimos de lo que es ordinario, que en tierra baja ordinariamente descarna mucho y desplaya el mar en las menguantes: por lo cual, temiendo quedar en seco, nos levamos; y rehusando el navío para afuera con el viento sudueste que venía de sobre-tierra, volvimos á surgir en quince brazas, y luego cargó el viento mucho y garraba la áncora por ser el fondo acantilado, y volvimos á coger el áncora, y surgimos tercera vez en nueve brazas de fondo parejo arena; y de baja-mar venimos á estar en seis brazas. Esta noche abonanzó algo, aunque de rato en rato ventaba mucho el sudueste y oessudueste con algún frio, porque estos vientos son aquí los más frios; pero esta region es más templada, y hace mejor tiempo que en las pasadas, y bien se echa de ver, pues sufre tanta población de gente muy bien dispuesta, y ganado manso y bravo y caza; y según Felipe el indio grande dice hay algodón, que es la mayor prueba de tierra templada, y canela, á que llaman cabca.
Aquí el Cielo es muy sereno y las estrellas se muestran muy claras, y se dejan bien juzgar, marcar, arrumbar. Aquí es cosa muy provechosa el crucero que está treinta grados sobre el Polo-Antártico, del cual nos aprovechamos para tomar las alturas del Polo, como se hace de la estrella norte al septentrión, aunque con diferente cuenta: y porque este crucero no sirve para todo el año sinó solamente ciertos meses dél; trabajó mucho Pedro Sarmiento de buscar otra estrella Polar, mas propinqüa al Polo, de más breve cuenta, y mas general y perpetua. Y como la diligencia hace que la investigación sea fructuosa, fué Dios servido que la descubriese y verificase; y así en muchas noches claras, con muchas experiencias, ajustó las estrellas del crucero y sus guardias, y de otros dos cruceros y de dos polares de muy poca circunferencia, con el favor de Dios, que serán de grande utilidad á los Navegantes curiosos que se quisiesen valer y aprovechar de ellas; y serles ha forzoso el tiempo que no pudieron aprovecharse del crucero, que es la mayor parte del año.
Desta observacion que á gloria y honra de Dios se hizo, y otras deste género para ciertas verificaciones de alturas de latitud y longitud, se dirá adelante parte, y lo demas en otra parte que será su propio lugar, que agora no parece buen proceso mezclar astrologías con itinerario y derrotero.
Mártes veinte y tres de febrero, en saliendo el sol comenzó á ventar el oeste furioso y muy frio; y como esta tierra es baja no nos reparaba ni abrigaba nada, y por que no reventase este cable solo bueno que teníamos; aunque hecho por muchas partes pedazos (pero era todo nuestro socorro y salvación despues de Dios), á los pilotos mayor, y Hernando Alonso les pareció bien que nos hiciesemos á la vela por poder correr todo el día con la maréa y contra ella, y así nos levamos y fuimos siguiendo nuestro estrecho, dejando á la mano derecha una ensenada que entra por la tierra del sur más de seis leguas. Nombróse ensenada de San Felipe adelante de la punta de Sant-Isidro, y fuimos corriendo la vuelta del nornordeste, atravesando la canal así por descubrir una angostura que adelante parecía: é yendo al nornordeste fuimos entrando en una ensenada en la costa del norte, que fué nombrada ensenada- de -Santiago, que está norte-sur con la de San-Felipe: y estando tan adelante que descubríamos la angostura, íbamos sondando por vein te brazas. De repente dimos en ocho brazas; y apenas se hubo sacado la sonda del agua y vuéltola á echar con grandisima presteza, cuando nos hallamos en ménos de tres brazas; y un marinero que iba en el batel que llevabamos por popa, entendiendo que la nao había tocado (según él dijo) metió en el agua un palo de dos brazas y media de largo y sin acaballo de lanzar todo llegó al fondo con las dos brazas, y este navío demanda las tres brazas de agua, ó muy poco menos. Estábamos todos en confusión mortal, como suelen estar los que esperan ser ahogados y perdidos en tierras ó mares donde no hay otro remedio sinó del cielo: y acordándonos de éste, encomendámonos á Nuestra Señora la Madre de Dios de Esperanza, nuestra abogada, cuyo nombre esta nao tiene, y milagrosamente nos libró su precioso Hijo por su intercesión. Infinitas gracias le doy á mi Dios y Señor y á su preciosima Madre la Virgen María que tantas mercedes nos ha hecho en este descubrimiento, librándonos por momentos de la muerte y de otros infinitos peligros. Y luego dio la nao en ocho y diez y más brazas, y el viento oeste vino cargando furiosamente, y con un papo de vela del trinquete embocamos por la angostura que tiene de ancho ménos de media legua, barranca por la una parte y por la otra, y de largo tres leguas. Córrese lesnordeste-oessudueste. Aquí corre mucho el agua y hay mas de cincuenta brazas de fondo arena y calláo, y por la barranca de la tierra del norte hace playa de calláo. Esta estrechura fue nombrada por Pedro Sarmiento angostura de Nuestra- Señora-de -Esperanza, á quien nos encomendamos en el peligro. A la boca y al cabo destas tres leguas en la costa de la tierra del norte hace una punta delgada, que se nombró punta-Delgada, y al sueste echa una restinga de herbazal, bajío, larga á la punta que está en la entrada de la angostura de Nuestra- Señora-de-Esperanza á la banda del norte. Nombróse barranca, y á la otra que está enfrente de ella al sur media legua escasa de travesía fué nombrada punta-Baja. De esta punta-Baja sigue la costa por esta parte del sur derecha al leste cuarta al nordeste cinco leguas y media hasta una punta muy baja, que llamé punta-Anegada. Esta punta-Anegada, con la Punta Delgada demoran la una por la otra nordeste-sudueste cuarta de leste-oeste tres leguas. Al norte desta punta-Anegada, juncto á ella, está un bajío de hierbas que sale á la mar de un tiro de arcabuz de largo (prolonga norte-sur). En llegando á la punta-Delgada donde ya la angostura tiene mas de una legua de ancho, cargó tanto el tiempo del oeste, que procurábamos abrigarnos, así por el peligro de la nao, como por no perder el batel y un marinero que iba en él gobernándole con mucho peligro. Y así como pasamos de la Puncta Delgada, descubrimos una gran ensenada á la parte del norte, que llamé Nuestra- Señora-del- Remedio; y quiriendo entrar en ella vimos un isléo y una restinga de bajos, y herbazales muchos; por lo cual no osamos llegarnos á ella, y pasamos de largo hasta otra punta que está lesnordeste-oessudueste con la Punta-Baxa diez leguas. Llamó el Capitan á esta punta punta de Consolacion, y todo lo que hay entre una punta y otra es bahía y ensenada en arco, y por cima della va una loma baja. Y ántes de llegar á la punta de la Consolacion, yendo por veinte brazas, dimos en cuatro brazas, media legua de tierra, que tambien nos vimos en harta fatiga, y tambien la Madre de Dios nos consoló con sacarnos della: y por esto llamé á esta punta de la Consolacion. Esta punta de la Consolacion demora con la puntaAnegada nornordeste -susudueste tres leguas de canal en medio. Cuando llegamos á esta punta de la Consolacion tomamos el altura en cincuenta y dos grados y medio largos. Desde esta punta de la Consolacion descubrimos otra punta baja en la costa del norte que demora al leste cuarta al nordeste cuatro leguas. Llamé á esta punta el cabo de la Virgen María; y en medio de este cabo y el de la Consolacion hace la tierra costa derecha algo cercada de barranca alta; y desde la punta- Anegada es costa la costa del sur, y va la vuelta del sur, y hace una gran ensenada, que se extiende y ensancha por aquí la boca del estrecho mas de diez leguas, y todo lo que pudimos determinar fué una tierra norte-sur, con el cabo de la Virgen-María diez leguas. Llamé al cabo de aquella tierra cabo del nombre de Jesus, y á la ensenada que hace entre este cabo y la punta Anegada llamamos ensenada de Lomas, porque por toda esta ensenada prolonga una loma, tierra mas alta que la de la banda del norte; y porque no víamos tierra adelante la vuelta del leste, y nos temímos que podríamos topar en alguna tierra baja, como cada rato la topábamos, y sin vella nos hallábamos en muchos peligros: por lo cual el Piloto-Mayor mandó tomar los penoles del trinquete, y amainado con solo un papo de vela, fuimos, para solo gobernar, navegando, por andar poco, sinó solo de parte de aquello que veíamos y se había determinado desde los topes de los másteles. A prima noche fué servido Dios que abonanzó el viento y mar. Metimos el batel y marinero en la nao de noche con el favor de la Madre de Dios, y como á las nueve de la noche comenzamos á gobernar al lesnordeste, y íbamos por veinte y veinte y dos brazas; y al cabo de una, ó dos horas dimos en siete brazas y media, tres leguas del cabo de la Virgen-María, teniéndolo al nordeste: y amuramos la banda de la diestra, y fueron á la orza la vuelta del sur y del susudueste buscando mas fondo, y fué creciendo el fondo hasta cuarenta brazas y más, y de allí volvieron á gobernar al sueste, y luego tornamos á dar en trece brazas, y volvimos al susueste y al sur, y llegamos á veinte y dos brazas; y así fuimos con grandísima zozobra toda la noche. Los pilotos Anton Páblos y Hernando Alonso en toda la noche no hicieron sinó sondar, que cuando amaneció tenían las manos pasmadas ellos y los marineros que, los ayudaban, de echar y halar la sonda del agua y frio. Toda esta noche hubo bonanza de mar, y viento oeste y oessudueste.
Miércoles veinte y cuatro de Febrero amaneció claro; pero luego anubló el cielo. Este dia salimos y desembocamos del estrecho de la Madre de Dios. Desde aquí se había de volver la nao Almiranta, sinó se hubiera apartado ántes, porque hasta aquí no se cumplía con lo que la instruccion del virréi manda; y demás de ir contra el servicio de Dios y de V. M. y contra su pleito menage y mil otros juramentos, órdenes y instrucciones, usó de poca amistad, y ménos caridad con sus compañeros, y hizo gran mal, y pudiera ser mayor: y dejóse de hacer mucho que se pudiera hacer si la Almiranta viniera con la Capitana. Lo primero, si vinieran ambas naos no venían á tanto peligro si acaso topáramos al enemigo, y si alguna peligrara en los peligros que tuvimos, pudiérase salvar y recoger la gente á la otra nao; y cuando salíamos en tierra fuera mas copia de gente, y quedara en los navíos la necesaria para los guardar de enemigos y tormentas, y pudiéramos saber mas secretos de la tierra. Menester es que en tales cosas no se pase por ellas, porque se escusen semejantes deservicios de que suelen resultar grandes daños y pérdidas.
Tiene el estrecho de la Madre de Dios desde el cabo del Espíritu-Sancto hasta el de la Virgen-María ciento y diez leguas del mar del sur al mar del norte, y las cosas que se han de advertir mas substanciales para el intento que el virréi pretendió, y para lo que conviene de principal intento, adelante se dirá.
Este miércoles que salimos del estrecho ventó el norte mucho y con él fuimos al leste una hora, y á este tiempo estábamos seis leguas del cabo de la Virgen-María, y nos demoraba el cabo al noroeste. Aquí tomamos fondo en doce brazas de arena: y para mejor salir destos placeles largaron los penoles, é izaron el trinquete, y fuimos al leste cuarta al nordeste dos leguas. Aquí sondamos en trece brazas, estando lesueste -oesnoroeste con el cabo ocho leguas; y arribando al lessueste, media legua sondaron en cuatro brazas; y volviendo al este, guiñando sobre la cuarta de nordeste como media legua, sondaron en cuarenta y nueve brazas, y dende este paraje gobernamos al lesnordeste una hora una legua. Aquí sondó el Piloto-Mayor en sesenta brazas. Todos estos fondos son de arena parda menuda.
El que por aquí viniere tenga mucho aviso de traer la sonda en la mano, porque es muy peligrosa navegación, porque hay muchos bajos y bancos del agua, y todo se escusara si los que por aquí antes pasaron hubieran sido diligentes en hacer derroteros y avisar con buenas figuras é descripciones ciertas, porque las que hicieron, que hasta agora hay y mandan vulgarmente, son perjudiciales, dañosas, que harán peligrar á mil armadas si se rigen por ellas, y harán desconfiar á los muy animosos y constantes descubridores, no procurando hacer otra diligencia. Dios Nuestro-Señor sea loado y su bendita Madre Sancta-María que nos guió y encaminó y dió sufrimiento para ir adelante sin rendir el ánimo al demonio y á sus lazos, que hartos procuró tender, porque este viaje no hubiese buen fin. Confío en la Divina Magestad que ha de resultar en gran servicio suyo, plantando en estas tierras su Santa Iglesia Católica para que estos naturales y ciegos gentiles sean instruidos en la Sancta Fe Católica de Nuestro Señor Jesu-Christo, y sus ánimas se salven.
El que hubiere de entrar en este estrecho de la Madre de Dios por la boca de la mar del norte no se llegue mucho al cabo de la Virgen María, porque es bajío dos leguas desviado del cabo. De veinte brazas para el sur va la canal por cincuenta y cuarenta brazas. Procuren con mucho aviso dalle resguardo y no se arrime á la tierra de mano derecha de la banda del norte sinó la sonda en la mano y con mucho tiento.
Estando ya de mar en fuera en sesenta brazas de fondo leste-oeste con el cabo de la Virgen-María como nueve leguas del cabo, el cual es tierra baja de una barranca parda á la mar, y por la tierra adentro parece la loma que arriba dije que venía sobre la Punta de Nuestra-Señora-del-Valle, en el nombre de la Sanctisima Trenidad comenzamos á gobernar al nordeste cuarta al leste con viento noroeste fresco con el trinquete bajo, porque el tiempo era pesado, y llevaba el navío dos cinturas á los másteles, y jaretas falsas á las jarcias y la entena mayor prolongada de popa á proa y sin gabias ni masteléos por los grandes balances que daba el navío con la mucha mar que había y habiendo andado por este rumbo una legua se sondó en cincuenta y tres brazas, arena, y siguiendo el mesmo rumbo, dende á media hora escasa, medida por ampolleta de arena, volvimos á sondar en setenta brazas, arena roja. Y siguiendo la derrota, dende á dos horas, que habríamos andado dos leguas, se tomó fondo sesenta y tres brazas, arena roja; dende á tres horas, por la mesma derrota, tres leguas, se sondó en setenta brazas, arena menuda, y toda la noche fuimos con trinquete y mesana con oeste bonancible, y toda la noche al noroeste cuarta al leste: y al amanecer se sondó en setenta y cinco brazas de fondo arena. De manera que dende el miércoles por la mañana hasta el juéves á las siete de la mañana anduvimos por el nordeste cuarta al leste quince leguas por el arbitrio. Desde el juéves veinte y cinco de Hebrero por la mañana se gobernó al noroeste, y á mediodía se tomó el altura en cincuenta y un grados y un tercio. Por aquí vimos algunas ballenas grandes. Desde el juéves al viérnes veinte y seis de Febrero por la mañana fuimos al nordeste, y á mediodía tomamos la altura en cincuenta grados y treinta y siete minutos, 30 leguas. Desde la boca del estrecho aquí hay cuarenta y seis leguas. Juéves y viérnes hasta esta hora hizo buen tiempo y temple, sin frío ni calor notable, viento y mar bonanza.
Desde el viérnes á mediodía fuimos á popa y al pajaril con todas velas cuatro horas al nordeste y al nordeste cuarta la leste dos horas, dos leguas, y al este cuarta al nordeste cuatro leguas; y dende á dos horas de noche ventó sudueste y susudueste, y fuimos al nordeste cuarta al norte hasta sábado veinte y siete de Febrero á mediodia que tomamos el sol en cuarenta y nueve grados, tres minutos, que son treinta y una leguas por el nordeste cuarta al leste.
Desde el sábado á mediodía 27 del mes hasta domingo á mediodía 28 del mes, con viento sudueste al nordeste diez y ocho horas, y seis horas al leste cuarta al nordeste. Sale todo el camino al nordeste cuarta al leste treinta y cuatro leguas. Tomóse este día el altura en cuarenta y ocho grados.
Desde el domingo 28 de este mes con viento nornordeste fuimos al leste tres horas y tres leguas, y á las tres de la tarde viramos de la vuelta y fuimos al noroeste seis horas seis leguas, y á esta hora íbamos al noroeste cuarta al oeste, y el viento era fresco y metía gran mar y sospechábase que las aguas nos habrían echado sobre tierra; por lo cual los pilotos mandaron tomar las velas y nos pusimos mar al través. Y el lúnes siguiente como á las diez del dia dieron el trinquete y mesana y fuimos al con rucío y blandura, por que en esta región austral estos dos vientos nortes y noroeste son húmidos y turbiosos, no fríos. Fuimos por este rumbo seis horas seis leguas. A esta hora cargó el viento con mucha furia, y levantó gran mar y tormenta, y tomóse la vela-mayor y mesana, y sacóse la vela del trinquete, y amainóse bajo á dos puños, y había tanta mar, que eran cuatro hombres al timón, dos arriba y dos abajo, y no se podían valer, y toda la noche estuvimos en oración y plegarias, y los pilotos ambos al timón, mandando y trabajando grandemente. Eran grandes los golpes de mar que entraban en el navío. Fuimos por este rumbo hasta mártes primero de Marzo hasta las dos de la tarde que anduvimos treinta leguas. Desde esta hora fuimos al nordeste cuarta al leste con el mesmo viento y tormenta hasta el miércoles dos de Marzo, y este día tomamos el altura en cuarenta y cinco grados y dos tercios, y Anton Páblos en cuarenta y cinco y un sexmo, de manera que anduvimos desde domingo hasta este punto sesenta leguas de altura.
Desde el miércoles al juéves al nordeste con el mesmo tiempo y mar hasta juéves á mediodía, que tomamos el altura, Pedro Sarmiento en cuarenta y cuatro grados y seis minutos, Anton Páblos y Hernando Alonso en cuarenta y tres y cincuenta minutos, anduvimos treinta y seis leguas. Este día izaron una vara mas del trinquete, porque abonanzó la mar tanto cuanto, pero siempre llevábamos fortuna.
Desde el juéves á mediodía comenzó á cargar mucho el viento sudueste y levantar la mar mucho mas que hasta allí. La tarde hizo asperísima de turbiones con aguacerillos de agua y nieve. Estos traían delante mucha furia, y en pasando dejaban alguna bonanza, y luego volvía el viento con la violencia que ántes: tanto fué que nos hizo amainar el trinquete sobre la cubierta, y desta manera fuimos toda la noche con mucha tormenta y turbiones de viento y agua-nieve hasta otro dia por la mañana; y á esta hora cargó mas la tormenta, y por esto el piloto-mayor sacó el papahigo del trinquete, y metió dentro otro menor cinco paños, y de menos decaída para correr con él mas seguramente. Desta manera y con este tiempo fuimos hasta viérnes á mediodía al nordeste guiñando sobre la cuarta del este: y este día á mediodía tomamos el altura Pedro Sarmiento y Hernando Alonso en cuarenta y tres grados y veinte y dos minutos, y Anton Páblos en cuarenta y dos grados cincuenta y dos minutos. Eché la derrota entre el nordeste y la cuarta del leste. Suman diez y ocho leguas.
Desde el viérnes á mediodía abonanzó el sudueste y la mar algo, y dióse la vela de gabia en el mástel-mayor, y á dos horas de noche sacaron la vela de gabia y dieron la mayor, y fuimos toda la noche al nordeste guiñando sobre la cuarta del leste; y el sábado al amanecer ventó noroeste furioso, que nos hizo preparar para tormenta, y luego nos hizo tomar la mayor, y quedamos con el papahigo del trinquete de correr. Anduvimos desde viérnes hasta sábado cinco del mes treinta leguas por fantasía.
Desde sábado al domingo 6 del mes fuimos con esta tormenta al noroeste y oesnoroeste hasta las cinco de la tarde. A esta hora abonanzó y alargó el viento al sudueste, y esta noche dimos la vela-mayor y fuimos al nordeste hasta el domingo á mediodía que tomamos el sol en cuarenta y un grados largos, y Anton Páblos en cuarenta grados y treinta y cuatro minutos. Anduve por mi punto desde el viérnes á mediodía hasta este punto cincuenta y cuatro leguas.
Desde el domingo á mediodía hizo calma y calor, y á puesta de sol ventó nordeste y nornordestes, y fuimos toda la noche al noroeste cuarta al norte ocho leguas: y desde quel sol salió el Lúnes hasta las once del día siete de Marzo, al noroeste cuatro leguas. Desde esta hora fuimos al noroeste cuarta al oeste una hora una legua. Hizo este dia muy cerrado de neblina, y todo el dia cayó rucío de la niebla, por lo cual no se pudo tomar el sol. Desde la una del dia ventó norte, y fuimos al oesnoroeste hasta una hora de noche seis horas seis leguas. A esta hora rindió el viento al noroeste, y fuimos al nordeste cuarta al norte hasta media noche cinco horas cinco leguas. Desde la tercera guardia gobernamos al nordeste franco hasta mártes á mediodía ocho de Marzo que tomamos el sol en treinta y nueve grados y cuarenta y seis minutos Sarmiento y Anton Páblos; Hernando Alonso en 39.48.
Desde mártes á mediodía hasta miércoles á mediodía nueve del mes gobernamos al nordeste con viento sur fresco. Tomamos la altura Pedro Sarmiento en treinta y ocho grados y medio, Anton Páblos en treinta y ocho grados, y Hernando Alonso en treinta y ocho y un quinto. Este dia hizo claro, y la noche serena. Son leguas las que anduvimos treinta y cuatro por altura.
Desde miércoles á mediodía navegamos hasta las seis de la tarde á popa con sur al nordeste. A esta hora saltó el viento al nordeste y nornordeste fresco, y fuimos al nordeste hasta juéves diez de Marzo. Tomamos el sol en treinta y siete grados, que son treinta y dos leguas; hizo claro y calor, por quel viento fue caluroso.
Desde juéves á mediodía hasta viérnes á mediodía once de Marzo fuimos amurados de babor con el mesmo viento noroeste al nordeste seis horas ocho leguas de fantasía, por que viento era fresco; y toda la noche al nornordeste y al nordeste cuarta al norte mas de ocho horas diez leguas: y hasta mediodía el viérnes al nordeste. A esta hora tomamos la altura el Capitan y Hernando Alonso en treinta y cinco grados y treinta y seis minutos, y Anton Páblos en treinta y seis grados largos. Son leguas de altura 31.
Desde el viérnes á mediodía fuimos con bonanza del viento noroeste la vuelta del nordeste hasta las tres de la tarde. A esta hora vino un aguacerillo del sudueste que nos dejó el viento á popa bonancible muy poco, y fué calmando, y fuese luego al sur calma. Fuimos con todos estos vahajuelos al nordeste hasta sábado á mediodía doce del mes que tomamos el altura todos en treinta y cinco grados y un quinto. Son doce leguas de singladura.
Desde sábado á mediodía hasta domingo á mediodía trece de Marzo fuimos con la mesma bonanza del sur al nordeste dos horas, y saltó al norueste algo mas fresco, y fuimos al nordeste dos horas; y á boca de noche rindió al- sur un aguacerillo y cazamos á popa con todas velas, y desde éntonces fuimos al nordeste quarta al norte hasta el domingo á mediodía con viento muy fresco. Caminamos 35. leguas por arbitrio. No se tomó el altura.
Desde este paraje de 35 grados hizo algun calor, y los vientos de todas partes venían calientes, á cuya causa el agua del mar lo estaba tanto que parecía haberla calentado al fuego, ó á lo ménos á un grandísimo sol.
Desde domingo por la mañana saltó el viento sueste, y fuimos al pajaril al nordeste cuarta al norte hasta seis horas despues de mediodía con viento fresco. A esta hora rindió al susueste otras cuatro horas, y todo lo demas de la noche ventó sur ocho horas: y lúnes por la mañana 14 del mes volvió al susueste hasta el mesmo Lúnes á mediodía, y siempre gobernamos al nordeste cuarta al norte. Singlamos 36. leguas por fantasía, porque no se tomó altura.
Desde el Lúnes á mediodía 14 de este mes ventó lessueste, y gobernamos al nordeste cuarta al norte hasta mártes 15 del mes, unas veces alargando, otras escaseando. Tomamos la altura mártes yo y Anton Páblos en treinta y dos grados y dos tercios, que suman noventa leguas desde el sábado á mediodía hasta esta hora.
Desde mártes á mediodía con viento lessueste fuimos al nordeste, y en anocheciendo cargó mucho lessueste que nos hizo sacar la vela de gabia: y miércoles por la mañana nos hizo sacar las bonetas mayor y del trinquete, y íbamos con los papahigos bajos: y el miércoles á mediodía tomé el altura en veinte y nueve grados y un tercio largo, y Anton Páblos en veinte y nueve y medio. Anduvimos veinte y ocho leguas. Este dia miéntras mas fué bajando el sol del meridiano para el poniente, mas fué cargando el lesusueste, y causó alguna tormenta, aunqué no de mucha mar, porque los vientos eran calientes, liviano y sobreaguado; pero con toda su bondad nos hizo calafatear los cuarteles de la puente, porque entraban dentro del navío muy buenos golpes de mar; más como veníamos habituados á tantas tormentas como las pasadas, esta no la teníamos por tal.
Desde el miércoles á mediodía diez y seis del mes hasta juéves á mediodía 17 del dicho con el mesmo viento fuimos al nordeste y al nornordeste. Hicimos el camino por el nornordeste entre la cuarta de acia el nordeste y la media partida. Tomóse el altura en 27 grados y 3/4. Anduvimos 28 leguas.
Desde el juéves á mediodía hasta viérnes á mediodía 18 del mes, con el mesmo lessueste mucho y muy fresco y mucho mar fuimos con los papahigos bajos, unas veces al nordeste quarta al norte y al nornordeste y al norte cuarta al nordeste, y por los grandes mares que nos daban en el costado diestro echamos el camino al norte cuarta al nordeste por el abatimiento; y el viérnes á mediodía tomamos el altura en 26. grados y medio. Anduvimos 22 leguas. Este día abrió el cielo, y aclaró por algunas partes.
Desde el viérnes á mediodía con el lessueste y leste fuimos al nornordeste y al nordeste cuarta al norte hasta prima noche seis leguas. A esta hora súbitamente vino un aguacero del este con tanta furia, que por mucha priesa que nos dimos á amainar tomó la vela del trinquete por delante y la rompió. El agua duró poco y vino caliente, y no dimos más velas esta noche. Y sábado por presto que se remendaron las velas ya eran las once, y entonces dimos la vela y proseguimos el mesmo rumbo del nornordeste con el mesmo leste.
Desde el sábado á mediodía 20 del mes fuimos al lesnordeste y al norte con los papahigos bajos hasta las diez de la noche, doce leguas. A esta hora nos sobrevino un aguacero del lessueste que nos hizo tomar las velas del todo y ponernos mar al través, y así estuvimos hasta el domingo esperando que abonanzase; y cargó mucho el viento leste saltando al lesnordeste y al lessueste con aguaceros: y levantó tanta mar que nos vimos en gran confusión, y así nos estuvimos mar el través con mucha tormenta de mar y viento la proa al norte y al nornordeste, abatiendo la vuelta del sueste hasta el Lúnes cuasi á mediodía. Y porque temimos que estábamos cerca de tierra, Lúnes á mediodía viramos la proa al sur y al susueste, porque lo que abatiésemos y singlásemos fuese apartándonos de tierra, y vístonos angustiados de tan malos tiempos, hicimos plegaria á Nuestro Señor Dios y á su benditisima Madre Santa María Nuestra Señora, que nos diese buen tiempo, y Sarmiento hizo cierta limosna particular á Nuestra Señora de la Antigua en Sevilla, y encomendándonos á la advocacion de Nuestra Señora de la Consolación, y sacamos romero, que fué el Padre Vicario Frai Antonio de Guadramiro, y dióse limosna para aceite á su santa casa; y tambien se sacó otra limosna para aceite, a la capilla del Cuerpo Santo, abogado de los mareantes en Sevilla, y plugó á la misericordia de Dios que muy poco después que hicimos esta plegaria abonanzó el viento y mar, y dimos las velas á medio mástel, y fuimos al susueste y otras veces mas al leste, y algunas mas al sur hasta la noche. Echámosle el camino del susueste cinco leguas. Y toda la noche al mesmo rumbo y al lesusueste, porque nos fué largando el viento de aquella vuelta hasta la mañana, ocho leguas. A esta hora alargó más el viento, que se hizo sueste, y viramos de la otra vuelta y comenzamos á navegar al nordeste cuarta al leste y al lesnordeste, y así fuimos hasta mediodía con viento bonancible cuasí calma. Tomamos á mediodía el sol en veinte y cinco grados y medio: de manera que del punto que había echado de fantasía me hallé este día atrás cuatro leguas la vuelta del susueste.
Desde el mártes hasta el miércoles 23 de Marzo fuimos navegando con sueste bonancible. Este dia hasta la noche fué pardo de noche rindió el viento al susueste y sur fresco. Esta noche tomé el crucero en 25 grados, y por la mañana el miércoles volvió al sueste, y fuimos al lesnordeste por montar el placel de abreojo del Brasil, y miércoles á mediodía se tomó el altura en veinte y cuatro grados y medio, que son de singladura cuarenta y cinco leguas y tres quintos. Todos estos dias hizo aguacerillos, respondiendo á las impresiones de nubes bermejas, y entre ellas nubes negras no muy gruesas. Aquí en toda esta costa los vientos lestes son travesía, y el oeste y leste son húmidos y cálidos, y el sueste no es tan cálido como el lessueste, y miéntras el viento toma más del Sur es mas frío, porque viene de región mas remota de la Tórrida por donde el Sol anda.
Desde el miércoles al juéves 24 de marzo navegamos con los mesmos vientos sueste y lessueste, rindiendo y escaseando con aguacerillos como rucío; y un aguacero alarga, y otro escaséa el viento. Ibamos al lesnordeste y al nordeste cuarta al leste por veces algo mas escaso y mas largo. Esta noche tomé el crucero en 24. grados y un cuarto, y el Juéves á mediodía tomamos el altura en 23 grados y 53 minutos, que son 27 leguas. Echéle el camino del nodeste cuarta al leste.
Del juéves al viérnes 25 del mes de marzo fuimos al nordeste cuarta al norte con viento lesnordeste largo, y traía algunos aguacerillos de noche, y por las mañanas un aguacero en saliendo el sol de agua como rucío, que así son por este clima, y pocas veces hay aguaceros grandes. A lo ménos en este tiempo nosotros vimos esto. Esta noche á media noche vimos un arco que llaman los filósofos iris blanco bajo en contraposicion de la luna que se iba a poner, y de la reciprocacion de sus rayos, que por antiparístasis herían en las nubes opuestas, se causó. Cosa es tan rara, que ni la he visto otra vez, ni oído, ni leído que otra persona la haya visto tal como este, sinó en la relación de Alberico Bespucio, que dice en el año de 1501 haber visto otro como este. En este mesmo parage tomé el sol en veinte y tres grados largos, que son 15 leguas. Este día estuvimos dentro del Trópico de Capricornio.
Desde viérnes hasta el sábado á mediodía 26 de marzo, con viento nordeste y lesnordeste fuimos al noroeste y al norte y al nornoroeste hasta media noche fuimos al sueste y al leste cuarta al nordeste y al lesnordeste como el vie nto se iba mudando, hasta sábado á mediodía que tomamos el sol en 23 grados yo, y Anton Páblos en 22 1/3, y Hernando Alonso 22 y 1/2.
Desde el sábado á mediodía tuvimos vientos bonancibles nortes y nornoroestes, y fuimos al lesnordeste y al nordeste cuarta al leste. Echele el camino del lesnordeste, y por aquí fuimos hasta domingo á mediodía 27 de marzo. Este dia tomó el general la altura en 22 grados 3/4; Antón Páblos en 22 1/2. Son leguas 24. Este dia nos hacíamos con tierra conforme á la derrota y altura en la costa del Brasil, y lo mesmo en la Bahia-Anegada, por donde fuimos conociendo que las corrientes de los aguajes nos sacaban al leste. Desde el día ántes comenzamos á sentir mucho calor y calmerías.
Desde domingo al Lúnes á mediodía 28 de marzo tuvimos calma y corrientes al sueste, y de noche hubo algun vahajuelo del nornoroeste y noroeste, y gobernamos al nordeste cuarta al leste y al nordeste y al nornordeste: y al cuarto del alba escaseó, y con el viento nordeste íbamos al nornoroeste: andábamos muy poco. El Lúnes á mediodía tomamos el altura en 22 grados y 25 minutos. Estos dias hizo gran calor. Echamos el camino al lesnordeste: anduvimos seis leguas; y esta mesma noche tomé el crucero en 22 grados largos. Toda esta noche hubo bonanza, que cuasi no anduvimos camino alguno, pero este poco fué gobernando al nordeste y al nornordeste y al norte y al nornoroeste, porque nunca el vahaje que hubo afijó en un lugar, y así fuimos hasta mártes á mediodía con calmerías y gran calor, y mártes tomamos la altura en 22 grados largos; y todo este día y su noche tuvimos calma. Esta noche pareció la luna con dos circulos grandes, uno rojo que cercaba la luna, y otro verdinegro que cercaba el rojo: y la luna se puso muy roja, y juzgóse por señal de viento futuro breve. Fuimos con calmas bonanzas hasta el miércoles á las cuatro de la tarde, y entónces comenzó un vahajuelo del sueste, y fuimos la vuelta del nordeste al pajaril, y luego se cambió al leste y fuimos al nornordeste amurados con viento y mar bonancible. Así fuimos toda la noche, y al nordeste y al nordeste cuarta al leste. Esta noche tomé el crucero y la estrella Polar del triángulo en veinte y dos grados ménos un ochavo.
Y el juéves 31 de marzo tomé el sol en 21 grados y medio. Echéle el camino del nordeste. Anduvimos desde 29 de marzo á mediodía hasta esta hora 20 leguas.
Era grande la perplejidad que teníamos de ver que muchas veces con el punto íbamos zabordando en tierra, y nunca la víamos: por donde, aunqué sabíamos donde estábamos según latitud, que es de norte-sur, ignorábamos la longitud, que es el camino del lesteoeste; y para averiguallo, aunque Sarmiento lo sabía tomar, no tenía instrumento para ello: y la necesidad inventora de las Artes hizo que Sarmiento hiciese un género de báculo ó ballestilla con que lo tomase, y con este instrumento con el ayuda de Dios á 31 de marzo al amanecer tomó el general los grados de longitud por la llena de la luna y nacimiento del sol, y halló que estábamos diez y ocho grados mas al occidente que el Meridiano de Sevilla. Por donde claramente entendió que las corrientes que habían ido al leste, y nos habían sacado al fuera en el golfo hacia el este mas de doscientas y veinte leguas hasta aquel punto. Esto comunicó Sarmiento con los pilotos; y como es facultad que ellos no aprenden, no lo creían, y decían ser imposible.
Del juéves al viérnes á mediodía primero de abril de 1580 navegamos al nordeste cuarta al este y al nordeste cuarta al norte y al nornordeste con vientos que nunca fijaban. Esta noche tomé la estrella Polar del triángulo en veinte y un grados. ¡A Dios sea gloria y honra! y doyle infinitas gracias que con su ayuda y lumbre hallé esta estrella, y la altura del esteoeste, y todo bien viene de su mano. Destas dos reglas se podrán aprovechar los navegantes, de que hallarán gran provecho y recreación; y den dello gracias á Dios Nuestro-Señor. Tomé este día el altura en veinte grados y treinta y tres minutos. Echósele el camino del nordeste, y fueron de singladura 23 leguas largas.
Desde viérnes á mediodía, una vez con bonanza y otra con lessueste fresco, fuimos al nordeste y al nornordeste hasta sábado dos de abril á mediodía. A esta hora tomamos el altura en diez y nueve grados y dos tercios, que son leguas 24. por el nornordeste, salvo las corrientes. Esta noche corrió una exhalacion gruesa como centro, y fuese partiendo en pedazos. Vino de hacia el lessueste, y corrió al oesnoroeste: la color azul y blanca. Fué á prima noche: denotó viento de aquella parte; y así, vino al amanecer. La figura de la exhalacion corriente fue desta manera.
Desde el sábado al domingo tres de abril, con viento leste y lessueste fuimos al nordeste cuarta al norte y al nornordeste. Echéle el camino del nordeste cuarta al norte. Tomóse el altura el domingo á mediodía en diez y ocho grados y medio. Anduvimos 24 leguas.
Desde el domingo al lúnes á mediodía cuatro de abril ventó leste y lesnordeste y nordeste cuarta al leste claro fresco, con dos ó tres aguacerillos. Fuimos navegando al nornordeste y al norte cuarta al nordeste y al norte. Echéle el camino del nornordeste. Tomó Sarmiento este dia el altura en diez y siete grados y un tercio, que son leguas 25. Este dia nos hicimos doblados los bajos y placeles de abreojo conforme a la derrota de latitud, y estábamos mas de doscientas leguas dellos al levante. Salen estos placeles y bajíos de abreojo en la costa del Brasil cuarenta leguas á la mar. Estábamos este día leste-oeste con el rio del Brasil.
Desde el lúnes al mártes á mediodía 5 de abril, con leste y lesnordeste, escaseando y alargando, fuimos al nornordeste y al nordeste cuarta al norte poco tiempo, y lo mas al norte cuarta al nordeste. Tomamos el altura á mediodía en quince grados y cincuenta y siete minutos: Hernando Alonso en quince grados y un tercio, que hicimos 24 leguas.
Desde el mártes al miércoles á mediodía 6 de abril, con leste y entre lesueste, fuimos, escota larga al nornordeste con viento muy fresco. Dile media cuarta de abatimiento, porque sospeché iban las aguas al lesnordeste. Tomamos la altura en catorce grados, que son leguas 34.
Desde miércoles al juéves á mediodía 7 del mes con leste y lesnordeste, alargando y escaseando, fuimos al nornordeste franco. Tomé este dia el sol en doce grados largos. Anduvimos 37 leguas.
Desde juéves al viérnes ocho de abril con el mesmo viento fuimos al nornordeste. Tomamos este dia el altura en 9 grados y 32 minutos, que son leguas que anduvimos cuarenta y cinco.
Desde el viérnes al sábado 9 de abril, con los mesmos tiempos y vientos frescos fuimos al nornordeste. Tomé el sábado el altura en siete grados y doce minutos: Anton Páblos en siete y cuarenta y dos minutos porque por mi punto anduvimos cuarenta y seis leguas.
Desde el sábado á mediodía, con el mesmo sueste fresco y mar bonanza fuimos al lesnordeste, y algunas veces al nordeste cuarta al norte. Este dia á las cinco de la tarde vimos una isla alta que nos demoraba al leste cuarta al sueste la punta del norte, y la del sur al lesueste. Estábamos cuando la descubrimos ocho leguas della. En viéndola Pedro Sarmiento, dijo ser la isla de la Ascensión que está en el camino de la India, lo cual dijo por el altura que había tomado el dia ántes, y por la del leste-oeste arriba dicha: y procurando ir á ella se cazaron las escotas, y haláronse mas las bolinas, y anocheciónos ántes que la pudiésemos tomar; y así esa noche fuimos al nordeste cuarta al leste, y al lesnordeste, y de medianoche abajo fuimos al sur, y domingo á las dos de la tarde surgimos en esta isla de la Ascensión, que por donde la vimos hace esta figura.
Domingo á las dos de la tarde surgimos, como es dicho, enfrente del puerto y playas de arena que están al noroeste. Este dia no se pudo ir en tierra por buscar surgidero seguro. Lúnes por la mañana embió Pedro Sarmiento gente á tierra á buscar agua, y no se halló, y Hernando Alonso que había ido en tierra, embió unos puerquezuelos y tortugas muy grandes, que para metellas en el navío fué menester un aparejo de los de meter el batel. Destas hay muchas. Había muchas cruces, que según despues supimos las habían puesto los portugueses que allí se perdieron con una nao viniendo de la India, y así como se iban muriendo, los vivos les ponían cruces, y murieron todos, y tambien ponen algunas los portugueses cuando vienen de la india, porque se halló clavada en una cruz una tabla que tenía un rétulo que decía de letras grandes: Don Joan de Castell-Rodrigo, Capítaon Mor, chegou aqui con 5 naos da India en 13 de mayo 1576. Y tornáse á poner la tabla en su lugar donde se halló, y junto á ella se puso otra tabla escrita por memoria de haber llegado allí la primera nao del Pirú que desembocó por el estrecho de la mar del sur á la del norte en servicio de V. M. embiada por el Virréi y el efecto para qué. No se pudo hallar agua, aunqué despues supimos en la isla de Sanctiago que había agua de la banda del sur de la isla. Hay aquí mucho pescado, y matóse cuantidad, y salóse para nuestro bastimiento, y matamos muchos tiburones, porque nos impedían de matar el pescado pequeño. Hay aquí mucha pajarería de que se tomaron algunos, y son tan golosos, que todo lo que ven arremeten á tomallo; y unos pájaros rabo-de-junco, y rabihorcados, que así se llaman, arremetieron al sombrero quel alférez llevaba en la cabeza, y por quitalle una carta que llevaba revuelta á la toquilla, le llevaban el sombrero, sino le asiera con las manos; y él teniéndoles, y los pájaros tirando, le sacaron el papel y se lo llevaron: y sobre cual dellos lo había dellevar iban por el aire en una gran refriega: y cerca de tierra hay tanto pescado, que desde el batel lo mataban con cuchillo. Es tierra seca y calurosa: hay gran abudancia de tortugas grandisímas. Tomamos aquí el altura surtos en siete grados y media cumplidos al sur, en los cuales está esta isla de la Ascensión. Tiene el puerto al nornordeste, y despues supimos que á la banda del sur tiene otro puerto mejor donde está el agua.
Es mucho de notar, que la altura que el general Pedro Sarmiento había tomado de longitud, ó leste-oeste, se conoció verdaderamente ser bien tomada, y muy cierta la computacion que hizo, porque llevando el punto por la órden atras referida de tal manera que á la hora que vimos la isla de la Ascension juzgábamos estar solamente sesenta leguas de Pernambuco, leste-oeste con el rio de las Virtudes en la costa del Brasil, y hallámonos cuatrocientas leguas al leste enmarados, de manera que del punto que llevabamos por el altura de latitud nos engañaron y hurtaron las corrientes trescientas y quarenta leguas, lo cual se conoció por la altura del leste-oeste, ó longitud: y para comprobación dello fué la experiencia de la isla que está asentada en el dicho paraje, aunque con algun error, como luego diré. Cuando veníamos navegando sobre la costa del Paraguay y San Vicente, y con los puntos, íbamos embistiendo en tierra y no la tomábamos. Echábamos la culpa á las cartas que estaban falsas y mal pintadas descriptas, y asilo creímos hasta que se tomó la dicha altura: y puesto que en algunas cosas lo estan, no es el yerro en estas cosas arriba de tres ó cuatro grados de longitud, porque Pedro Sarmiento las examinó con mucho cuidado como cosa que iba en ello acertar, y la vida. Adviértase lo que importa saber esta regla del leste-oeste para navegaciones largas y dudosas de descubrimientos, y cuan poco se dan por ello por no trabajar un poco más de lo ordinario. Algun dia yo pondré esta regla con el ayuda de Nuestro-Señor-Dios de manera que se puedan aprovechar della los que quisieren, y al cabo pondré alguna notable regla para esta navegación. Satisfecho Pedro Sarmiento desta altura y regla de longitud, quiso experimentar el sitio desta isla para verificar lo uno con lo otro, y así á doce de abril tomó la longitud á las seis y un quinto de la mañana; y hecha la suputación, halló que esta isla de la Ascension está tres grados mas occidental que el Meridiano de Cádiz, por lo cual ha de estar mas al leste situada de lo que está en la cartas portuguesas un grado cumplido, que son diez y siete leguas y media. De manera que esta isla se ha de enmendar en su situación de ambas alturas de como la tienen los portugueses en sus cartas, porque se han de situar un grado mas al levante, y se ha de bajar medio grado de latitud, porque ella está en siete y medio, y tiénenla puesta en ocho. En lo demas está bien figurada en cuanto á lo que vimos.
Entre tanto que aquí estuvimos remendaron las velas y gabias y masteléos y aparejos, que venía destrozado de los tormentas y malos tiempos, que aunque muchas veces se paraban, no bastaban ya las fuerzas humanas á reparar tanto como se destruia con los tempestades y pudriciones: y así, remendados lo mejor que fue posible, lúnes á las dos horas de la noche once de abril con el favor de Dios Nuestro Señor, en su sacratísimo nombre nos hicimos á la vela desta isla ques pequeña, y fuimos navegando con el sueste al norte cuarta al nordeste hasta mártes 12 de abril. Esta noche tomé el crucero en cinco grados y tres cuartos.
Del mártes al miércoles 13 del mes, al mesmo rumbo. Tomamos á mediodía el sol en cuatro grados y veinte y un minutos: que son todas las leguas desde la isla de la Ascención cincuenta y seis.
Desde miércoles al juéves á mediodía 14 de marzo fuimos con bonanza al mesmo rumbo, y juéves desde mediodía tuvimos sures, y fuimos al pajaril hasta viérnes á mediodía. Este día tomamos la altura en un grado y veinte y cinco minutos al sur. Anduvimos desde el miércoles cuarenta y dos leguas y media.
Desde viérnes al sábado 16. de abril con sueste y susueste bonancible fuimos al norte. Tomé este dia el altura en dos minutos de la banda del sur de la equinoccial. Anduvimos veinte leguas.
Del sábado al domingo á mediodía 17 del mes con el mesmo rumbo anduvimos 17 leguas. Tomé el altura en un grado de la banda del Norte. ¡Gloria á Dios Todo-poderoso! Hoy hace cincuenta y dos dias que salimos del estrecho de la Madre de Dios á esta mar del norte, y hoy estamos á la parte septentrional de la equinoccial, y sale un dia con otro á grado de disminución de altura.
Del domingo al Iúnes 18 de abril con el mesmo viento al norte anduvimos 18 leguas por la fantasía. Aquí se verificó lo que ántes algunas veces he notado de la cualidad del viento del polo Antártico que se ha dicho que el sur, sudueste y sueste en la parte austral es frio y seco, y aclara el cielo, y parece el sol, y quita la lluvia: y el norte es caliente y húmido, y con él se cierra el tiempo, obscurece el cielo y llueve: mas desde la Equinoccial hacia la parte del norte mudan sus calidades y efectos, que el viento sur es húmido y caliente, y anubla y llueve, y el norte y nordeste es frio y seco: esparce y quita las aguas. Esto será de mucho momento á los que escriben repertorios que escriben en un polo generalmente como para todo el mundo generalmente, y conviene que vayan respectando los cárdines y plagas del mundo cuando de vientos y temples y cualidades, acciones y pasiones ponen reglas, las cuales no deben hacer generales, sinó conforme á las regiones, pues conforme á ellas son tales cosas. Desto pudieran dar mas largas razones y reglas, y escribir muy largo de lo que he notado y observado, junto con el arte, en muchos años, en muchas y varias regiones: pero no deste lugar. Si Dios fuere servido algun tiempo lo haré para provecho de mis prójimos.
Desde el lunes al mártes 19 de abril con susueste bonancible y sur fuimos al norte seis horas; y así fuimos hasta puesta de sol, y como á las diez de la noche llovió un gran aguacero, del cual se tomó alguna agua, que fué gran consuelo, porque el calor era excesivo, y el agua que teníamos era poca y la racion muy tasada. Estuvimos esta noche amainados, y por la mañana mártes dimos vela, y fuimos al nornoroeste; y á mediodía tomamos la altura en dos grados y dos tercios. Anduvimos diez leguas.
Del mártes al miércoles 20 de abril fuimos al nornoroeste con aguaceros, calmas y vientos bonancibles, y de cuando en cuando con viento fresco, hasta el miércoles á la tarde, que con un aguacero acabó de calmar el viento, y con vahajuelos del sur y sudueste y nordeste fuimos al norte y al norte cuarta al nordeste hasta las nueve de la noche. A esta hora tomé el crucero en cuatro grados y medio largo al norte. Andúvose 20 leguas la vuelta del norte y nornoroeste.
El juéves 21 del mes con muy poco viento oesnoroeste fuimos al norte tres horas dos leguas con aguaceros y calmas. Este viento volvió al lesnordeste, y cargaron tantos aguaceros de todas partes, que acabó de calmar el poco tiempo que había. Tomé esta noche el crucero en cinco grados, que fueron siete leguas las que anduvimos, y dos son nueve.
Del juéves al viérnes fuimos, como se dijo en la cláusula ántes de esta, hasta media noche; desde media noche hasta el viérnes á mediodía con oesnoroeste y con aguceros fuimos al norte media cuarta mas y ménos; y de mediodía arriba anduvo el viento variando hasta que á puesta de sol calmó: y á media noche se tomaron las velas. Echéle este dia de singladura seis leguas por arbitrio.
El sábado 23 de abril al salir el sol ventó un vahajuelo del nordeste, y fuimos al noroeste cuarta al norte. Hace por aquí terrible calor. Este dia no hubo aguaceros ni su noche; pero hizo calma. El altura se tomó por el sol en cinco grados.
Del domingo al hines 25 de abril con poco viento oesnoroeste y sueste y susueste bonancibles; y la noche del sábado hubo calma y aguaceros, y con ellos algun viento á ratos. Fuimos los dos tercios al norte, y el un tercio al norte cuarta al noroeste. Tomamos el Lúnes á mediodía el sol, Pedro Sarmiento en cinco grados y cincuenta minutos, y Hernando Alonso en cinco y dos tercios. Anduvimos quince leguas.
Del Lúnes al mártes 26 de abril fuimos al norte con calmas y aguaceros con los vientos antes dichos; cada aguacero traía su viento diferente; pero con todos fuimos al norte con algunas guiñadas á la cuarta del noroeste. Tasósele el camino del norte á la mitad sobre la cuarta del noroeste: y el mártes á las diez del dia vino un aguacero del lessueste con mucho viento tan repentinamente que nos tomó con las velas arribas y quebró la entena de la mesana, y nos vimos en trabajo en tomar las demás velas. A estos aguaceros llaman los portugueses en esta Guinéa torboadas: son pesadas, peligrosas y espantables, sino se tiene gran recato; y con todo han peligrado muchos navíos con ellas, y por huir dellas han dejado de venir por esta via las naos de las indias que solían venir por aquí. Con todo este trabajo nos hacían algun bien, que nos daban agua que cogíamos, conque suplíamos lo que sin ellos no pudiéramos sin otro daño mayor. Aquí comenzó á enfermar alguna gente, porque este parage es muy enfermo. Despues de pasado este aguacero ó turbonada, y se enmendó la entena, dimos las velas y seguimos el camino al norte, unas veces á la bolina, y otras á popa hasta el miércoles 27 de abril, que á mediodía tomamos la altura Sarmiento y Hernando Alonso en siete grados y un cuarto. Anduvimos desde el lúnes 25 leguas.
Desde el miércoles al juéves 28 de abril, con las diferencias de vientos de los dias pasados fuimos al norte hasta el juéves al amanecer. Entónces se hizo el viento al nornoreste, y fuimos al nordeste cuatro horas; y desde las diez á las once al nordeste cuarta al leste, y de las once á las doce al lesnordeste. Tomé á mediodía el sol en ocho grados y medio; Hernando Alonso en ocho y un quinto. La cuarta parte del camino eché al norte cuarta al nordeste, y las tres cuartas al norte. Caminamos 22 leguas. Este dia á las dos de la tarde, porque por el punto nos hacíamos con tierra, y la mar parecía agua de fondo, echóse la sonda y hallaronse quince brazas de fondo de arena, estando á esta hora más de quince leguas de tierra; y dende á una hora, yendo al mesmo rumbo, se volvió á sondar en catorce brazas y se parecia tierra: y dende á dos ampolletas volvimos á sondar en quince brazas. Hay por aquí mucha pesquería. Fuimos estas dos ampolletas al nordeste cuarta al norte; y á las seis de la tarde, habiendo alargado el viento, é ido al nornordeste y al nordeste, vimos tierra, la Sierra Leona en la costa de Guinéa en África, que nos demoraba diez leguas al leste, estando nosotros en veinte y dos brazas, arena. La Sierra Leona hace estas señas por donde la vimos.
Esta Sierra Leona es famosa tierra en esta Guinéa, de rescate de oro y negros. Aquí solían reconocer las naos de Portugal cuando venían de la india, y porque enfermaban y morían muchos, porque la tierra es enferma, y por escusar las torbonadas dejaron este camino y van por defuera de las islas de Cabo-Verde.
E luego vimos otra tierra no tan alta, que son unos islotes que llaman los Idolos. Toda esta noche fuimos sondando por ocho, diez, veinte y veinte y dos brazas arena; y al cuarto de alba nos vino una torbonada que nos hizo tomar las velas; y pasada, se tornó a dar trinquete y velacho, y fuimos al norte y nornoroeste y noreste y al sueste. Segun iba alargando el viento procurabamos salir á la mar por apartarnos de los bajos de tierra, y al amanecer estábamos diez leguas de tierra á vista de una cordillera alta que hace una loma picada de mogotes que corre leste-oeste, y tiene diez leguas de largo, que es continuada con la Sierra Leona. Las señas que hacían son estas.
Toda esta costa tiene fondo diez leguas y más. La mar en fuera quince, ocho, diez, veinte y veinte y dos brazas en este paraje: y algunas veces veinte y ocho brazas. Y siguiendo la navegación al oesnoroeste viérnes 29 de abril tomé el sol en nueve grados y un quinto. Anduvimos leguas 12 desde el juéves al viérnes. Ibamos á vista de tierra doce leguas della.
Desde el viérnes al sábado 30 del mes fuimos con la mesma variedad de vientos al oesnoroeste y al noroeste cuarta al oeste, y algun rato al norte con bonanzas y algunas torbonadas del sueste, que nos hicieron tomar las velas é ir con sola la cebadera y un papo del trinquete. Tasados juntos los rumbos salió el camino del noroeste cuarta al leste hasta sábado á mediodía 20 leguas. Por aquí hay muchas corrientes al sur: y el placel de Guinéa sale mas de quince leguas en la mar por esta parte, y por otras mas de veinte leguas. De tierra lo mesmo.
Del sábado al domingo primero de mayo gobernaron al noroeste. A las ocho de la noche tomé la estrella del Norte la primera vez este viaje en diez grados ménos un quinto; y domingo de mañana ventó nornoroeste, y fuimos al oeste y, al oeste cuarta al noroeste: y dende á dos horas al lesnordeste hásta mediodía. Tomé el altura por el sol en diez grados largos; Anton Páblos con diez escasos; Hernando Alonso en diez largos. Son leguas 35. Echéle el camino al oesnoroeste tomando algo de la cuarta de noroeste cuarta al oeste.
Del domingo al Lúnes 2 de mayo con las mesmas calmerías y bonanzas al norte y nornoroeste siete horas cinco leguas. Estuvimos despues desto en calma del todo, sin gobernar el navío hasta media noche, y despues ventó noroeste, y fuimos al nordeste y nornordeste mas escaso y mas largo una cuarta. Tomé el altura Lúnes á mediodía: Sarmiento y Anton Páblos, piloto-mayor, en diez grados y trece minutos. Hernando Alonso en diez menos un quinto. Aquí juzga que las aguas del rio grande de Guinéa nos habían sacado la vuelta del oeste, pues con ir al nordeste y tomar en la altura de sus bajos no los veíamos; pero vimos muchas señales de las corrientes del rio, de arroyadas, jibias, hileros, que iban de nordeste-sudueste. Anduvimos diez leguas desde ayer hasta esta hora.
Desde Lúnes á mediodía al norte cinco horas cuatro leguas con viento oesnoroeste. A esta hora se sondó en veinte y dos brazas, el fondo peñascos. Por donde entendimos que estábanmos sobre los bajos que salen del cabo de Nuño Diego, de las islas que se llaman islas de los Bijagoos, que son unos negros valientes, grandes flecheros, y muy diestros que tiran con hierba mortal, que al que hiere con ella muere rabiando. A esta hora viraron, y fuimos con poco viento al oessudueste, y por salir de placeles de poco fondo, porque con estar en tan poco, fondo no veíamos la tierra que nos hizo recatar del gran peligro que, según despues supimos, hay allí: y así le fuimos dando resguardo. Fuimos por aquí tres horas, y viramos la vuelta de tierra, y fuimos al nordeste toda la noche una cuarta mas y ménos, y siempre íbamos dando en ménos fondo. Destos placeles ya fuimos disminuyendo hasta siete brazas y media, Aquí vimos la tierra algo alta. A las seis de la mañana viramos, y fuimos al sudueste, y dimos en doce brazas de fondo, y desde aquí volvimos la vuelta de tierra al noroeste: y mártes á mediodía tres de mayo tomamos la altura: Pedro Sarmiento en diez grados y 48 minutos; lo mesmo verificó Anton Páblos, y Hernando Alonso. Anduvimos por altura dende ayer á hoy catorce leguas estando en seis leguas de tierra y en once brazas de agua.
Desde el mártes al miércoles 4 de mayo fuimos, el mártes seis horas al noroeste, y viramos al oeste y oesnoroeste y noroeste con bonanza hasta el cuarto del alba que calmó; y con el vahajuelo que hubo fuimos de una vuleta y de otra el miércoles á mediodía, que tomamos la altura yo y el piloto mayor en once grados y un quinto. A esta hora vimos al oeste reventar unos bajos una legua poco más, ó ménos, 25 leguas.
Desde miércoles á mediodía fuimos al sur por salir de los bajos y bancos hasta media noche, y algunas veces al susueste hasta veinte y cuatro brazas de fondo. A esta hora navegando con oesnoroeste fresco súbitamente vino una turbonada de mucha agua y viento que nos vimos en mucho trabajo, porque nos tomó las velas con todas las velas arriba, y mediante Dios con la buena diligencia se tomaron las velas, y el trinquete se hizo pedazos y la de la gabia-mayor: y en pasando quedamos en calma amainados hasta la mañana que dimos vela, y con vahaje fuimos al oeste cuarta al sudueste, y luego entró ventecillo norte, y fuimos al oesnoroeste y al oeste cuarta al noroeste, y á mediodía juéves cinco de mayo se tomó el altura en diez grados y medio, de manera que abatimos desde el miércoles al juéves doce leguas y á la hora que tomamos el altura estábamos en trece brazas.
Del juéves al viérnes 6 de mayo fuimos por cima deste mesmo placel y bancos, y por salir del fuimos al susudueste y al sudueste y al oessudueste hasta el viérnes por la mañana que fuimos al oesnoroeste y noroeste y norte y nornordeste hasta las diez; y entónces viramos porque íbamos otra vez sobre los placeles disminuyendo fondo. Ibamos por veinte y cinco brazas. Este día se tomó el sol en nueve grados escasos. Por huir destos placeles abatimos 28 leguas, y entendimos ir las corrientes al sur.
Del viérnes al sábado 7 de mayo, el viérnes hubo calmas hasta media noche. Desde esta hora ventó algo el sudueste, y fuimos al noroeste y al nornoroeste hasta el sábado á las ocho de la mañana que por escasear el viento fuimos al nornordeste, y de la otra vuelta ibamos al noroeste y al oesnoroeste. A mediodía tomamos el sol en diez grados y medio. Anduvimos 25 leguas.
Desde sábado al domingo ocho del mes de mayo, el sábado con bonanza tres horas al noroeste legua y media. A este punto estábamos en veinte y cuatro brazas: luego escaseó y fuimos al sudueste hasta el domingo á la media noche seis leguas, y despues con sueste fuimos al oesnoroeste dos leguas, y al sudueste una legua. A las diez horas del día frescó el oesnoroeste y fuimos al norte cuarta al nordeste. A esta hora estábamos en treinta y tres brazas. Fuimos por aquí hasta mediodía que tomó Sarmiento el sol en once grados escasos: y el piloto-mayor y Hernando Alonso en diez y cincuenta y tres minutos.
Por estos dias nos fatigaban muchas cosas: lo común era calmerías, grandes calores, torbonadas, que fué causa de mucha enfermedades. Unos padecían de calenturas, que es la pestilencia que mata en esta tierra de Guinéa con mucha celeridad; otros de granos y nacidos; otros de tullimientos de piernas y de brazos y muelas; especialmente dió una enfermedad que es contagiosa é insufrible de mal olor, contagiosa, que es hincharse las encías, y se aposteman y mueren muchos dello, y el que no muere padece mucho. Tras esto la falta del agua y el terrible calor, que se ardía la cubierta del navío, y se derretía la brea, y se desvaian las juntas y costuras de las tablas, que fué causa de hacer el navío mas agua de la que hacía hasta allí, y creo que si Dios no nos socorriera embiándonos algunos aguaceros de que se cogió algun agua padeciérase más por el gran peligro en que la sed nos pusiera; y como no teníamos con que curallos era la desconfianza de sanar general en todos, y solo Dios nos sustentó milagrosamente. ¡Él sea loado por siempre jamas! Amen. Y cuando queríamos acometer á subir altura por ir á las islas de Cabo-Verde adonde pensábamos repararnos con el ventezuelo que por gran ventura nos venía de provecho, luego dabamos en tan poco fondo y en bancos tan bajos, que por no ahogarnos nos hacíamos á la mar, y así abatíamos y percifamos lo que habíamos ganado, que era lo que sobre todo más sentíamos, y en todo nos consoló Dios del cielo y de la tierra Nuestro-Señor.
Este mesmo domingo desde mediodía con oesnoroeste fresco fuimos al norte y al norte cuarta al nordeste tres horas tres leguas. A esta hora rindió el viento al oeste (cosa bien nueva y rara en semejante altura) y fuimos al norte cuarta al nordeste, y luego al norte: y en anocheciendo alargó y fuimos al nornoroeste hasta el Lúnes á mediodía nueve de mayo que tomó el altura Pedro Sarmiento en once grados y cincuenta minutos, y Anton Páblos lo mesmo, y Hernando Alonso en once y dos tercios. Anduvimos diez y siete leguas.
Desde el lúnes al mártes diez de mayo hubo calmas, y por la maréa creciente que iba al rio grande de Guinéa, en cuya canal estábamos, nos metía sobre la tierra hasta estar en diez brazas de agua: y por el gran peligro que hay en estas tierras bajas dimos fondo á una ancla miéntras acababa la maréa de crecer para hacernos á la vela con la menguante que necesariamente nos había de sacar á la mar, y comenzando á menguar, nos levamos y fuimos con ella sondando toda la noche al noroeste cuarta al norte. Esta noche fuimos con gran confusión, porque acabado de sacar la sonda de ocho ó diez brazas, y vuelta á echar había seis y menos, y así fuimos toda la noche por unos bancos y corrientes, y donde quiera que sonaba ruido de agua como de rio echábamos la sonda y hallábamos muy poco fondo. Pasamos muchos destos bancos á que los portugueses llaman alfaques. Es esta una peligrosísima costa para navíos grandes, y no se sufre andar por ella, sinó con particular piloto de los rios de Guinéa, so pena de andar á peligro de perderse por momentos, é yendo con esta fatiga sondando, y por diferentes derrotas por salir destos bancos, navegando al Sudueste, dimos en veinte brazas y luego fuimos de la otra vuelta al noroeste y al oesnoroeste. Este día tomé el altura once grados y seis séptimos. A esta hora estábamos en treinta brazas: anduvimos diez y seis leguas.
Del martés al miércoles once de mayo al oesnoroeste hasta el miércoles por la mañana con bonanzas. Desde esta hora fuimos al noroeste y luego al nornoroeste y al norte y al nornordeste y al nordeste cuarta al norte poco; y porque íbamos disminuyendo en fondo hasta en catorce brazas viramos al oessudueste, y al mediodía tomamos el sol en doce grados y diez y, seis minutos. Anton Páblos lo mesmo; Hernando Alonso en once y cincuenta y seis minutos. Anduvimos cinco leguas.
Desde el miércoles al juéves doce de mayo, desde el mediodía hasta puesta de sol al sudueste y oessudueste por salir de estos bajfos, y desde entónces íbamos al sur cuarta al sudueste y al Susudueste con bonanzas cuasi calmas. Anduvimos por fantasía cuatro leguas: y a la primera guardia fuimos al noroeste y norte cinco horas cinco leguas, y la segunda guardia hasta el dia fuimos al nornordeste quatro leguas. A esta hora estábamos otra vez en catorce brazas de fondo, y por esto volvimos á la mar al oeste cuarta al sudueste, y desde las nueve de la mañana fuimos y fuimos al oesnoroeste, y luego abonanzó. Fuimos por este rumbo hasta las dos de la tarde cinco leguas. A esta hora viramos y fuimos al norte escasamente hasta las cuatro de la tarde una legua. A esta hora se hizo el viento norte, y fuimos al oesnoroeste. A este punto no pudimos tomar fondo con cuarenta brazas, que nos dió mucho contento. ¡Gloria á Dios! Fuimos por aquí hasta rendir la primera guardia seis horas cuatro leguas. A la segunda guardia fuimos un rato al oessudueste, porque escaseó el viento, y luego al oeste y al oessudueste otra vez dentro de dos horas; y ántes de amanecer dos horas viramos y fuimos al nornordeste y al nordeste, y por aquí fuimos hasta viérnes á mediodía trece de mayo. A este punto tomamos todos tres la altura en trece grados menos un quinto. Anduvimos por el altura desde miércoles hasta esta hora veinte y tres leguas.
Desde el viérnes á mediodía viramos y fuimos al oeste cuarta al sudueste y al oessudueste cinco leguas, y luego al oeste cuarta al noroeste cuatro leguas con corrientes contrarias. De aquí viramos al nornordeste: hasta que amaneció el sábado cinco leguas. Desde esta hora viramos al oeste cuarta al noroeste: hasta las cinco de la tarde cuatro leguas. Hallamos en este término mucha cuantidad de mar bermejo de menjúa y desovación de pescado. Desde esta hora comenzamos á ir al oesnoroeste con calmas y muchas corrientes hasta Lúnes de mañana ocho leguas. Desde esta hora fuimos á popa al noroeste y nornoroeste con sueste poco, y luego al norte por escascar el viento, y al nornordeste y al nordeste cuarta al norte cuatro horas tres leguas. Desde la una que viento saltó al norte íbamos al lesnordeste, y luego viramos y fuimos al nornoroeste hasta puesta de sol con calmas y bonanzas tres leguas. Desde esta hora fuimos al norte cuarta al noroeste hasta tres horas de noche dos leguas. Estuvimos con calmerías hasta despues de media noche que el viento refrescó, y fuimos al oeste cuarta al noroeste y nornoroeste y noroeste cuarta al oeste; de manera quel camino que se hizo desde este dia mártes 17 de mayo hasta mediodia fué al oesnoroeste. A esta hora tomamos el altura Pedro Sarmiento, y Anton Páblos, y Hernando Alonso en catorce grados y un tercio. Aquí tuvimos corrientes contrarias que nos abatieron al sur.
Desde el mártes á mediodía hasta el miércoles á mediodía 18 de mayo, al nornoroeste y al noroeste cuarta al norte con bonanza y calmerías hasta prima noche tres leguas. Desde esta hora íbamos al oessudueste poco, y luego se viró de la otra vuelta: íbamos al norte cuarta al nordeste y al nornordeste y al norte: cuatro leguas. A esa hora escaseó el viento y fuimos al noroeste y al nordeste cuarta al leste, y virando de la otra vuelta fuimos al oeste cuarta al noroeste hasta el miércoles á las ocho de la mañana. A esta hora tomaba el viaje y derrota de la media partida del oesnoroeste, luego fuimos al oesnoroeste hasta las once del día, y hasta mediodía al noroeste con calmas. Este dia se tomó el altura en catorce grados y treinta y tres minutos, y Anton Páblos en 14.38 minutos.
Desde el miércoles á mediodía fuimos al noroeste tres leguas y luego al norte y al nordeste cuarta al norte hasta puesta del sol una legua, y hasta media noche al nornordeste escasamente seis leguas. Desde media noche fuimos al norte y al norte cuarta al nordeste hasta el juéves al amanecer seis leguas. Desde esta hora con calmas gobernaron al norte con muchas corrientes y orgullo de mar, y así guiñando sobre la cuarta del noroeste hasta las ocho de la mañana y al nornoroeste. Altura 15 1/2.
Desde el juéves al viérnes á mediodía 20 de Mayo estuvimos en calma, tomadas las velas, hasta el cuarto del alba del viérnes. A esta hora con sur bonancibles fuimos al oeste hasta las diez. A esta hora se hizo el viento norte y fuimos al oeste cuarta al sudueste, y á mediodía tomamos la altura en quince grados y medio. Anduvimos ocho leguas de leste-oeste.
Desde el viérnes á mediodía fuimos al oeste y al oeste cuarta al sudueste cuatro horas cuatro leguas, y al oessudueste una legua; y al oeste y al oeste cuarta al noroeste cinco leguas: hasta el sábado de mañana al oeste cinco horas, tres leguas; y hasta las once del dia al norte cuarta al nordeste, y hasta el mediodía al nornordeste. Tomamos el altura en quince grados y tres cuartos. Anduvimos doce leguas.
Desde el sábado al domingo 22 de mayo con viento norte fresco al oeste y al oeste cuarta al sudueste guiñando á una y á otra cuarta (el domingo á mediodía tomé el altura en quince grados y cuarenta minutos escasos) anduvimos quince leguas de leste-oeste por arbitrio. Desde mediodía fuimos al oeste cuarta al sudueste hasta media noche. A esta hora olieron la tierra desde la nao, y por no pasarla y no dar en ella, amainamos todas las velas hasta la mañana, y lúnes 23 del mes de mayo luego dieron la vela la vuelta del sur a popa, sin ver tierra, y caminando tiempo tres ampolletas, que es hora y media, por aquí descubrimos dos velas que al principio créimos ser portugueses del trato de Guinéa, y luego volvimos la vuelta dellas por hablarles, y mirándolas con atención se conoció ser una nao grande y una lancha que iba en nuestro seguimiento y demanda, de lo cual y del talle sospechamos ser de cosarios que iban amurando y á orza trabajamos de ganarnos el barlovento, y cuando venimos á reconocerlos estábamos cerca y fuimos de ló, y con el favor de Dios esta nao Nuestra Señora de Esperanza en poco espacio les ganó el barlovento, y cuando venimos á estar unos de otros á tiro de cañón, todos estábamos apercibidos cada uno en su cuartel sin parecer nadie sinó el que proveía de una parte á otra: y caminando los unos contra los otros, la lancha contraria se adelantó á reconocernos, y llegando á tiro de piedra de mano por sotavento, Pedro Sarmiento dijo al piloto-mayor hiciese señas á la lancha con un paño, á dos fines: el uno de paz, porque vimos las armas de Portugal en las banderas de la nao grande, y si fuesen ladrones entendiesen que los llamábamos, que llegasen á bordo, como quien no los tenía en nada. La respuesta fue mostrarnos una espada desnuda y tirar un arcabuzazo: respondióseles con otro arcabuzazo y pasó de largo, y la nao grande pasó así mesmo tan cerca y más que la lancha, y sin hablarnos los unos á los otros pasaron de largo, y en puniéndose en la estela de nuestro navío viraron sobre nosotros, y á orza cuanto podían procuraban ganarnos el barlovento, y nosotros y ellos fuimos regatando por caer el uno sobre el otro, y así fuimos porfiando los unos y los otros hasta más de mediodía, y los cosarios andaban mucho de la vela, mayormente la nao grande, que era hermosa y recién despalmada, y muy bien velejada con dos grandes bonetas en la vela mayor; y nuestra nao venía hecha un prado de hierba y caramujo de la larga navegación que impidía mucho el camino, y así nos entraban algo los cosarios, aunque no á barlovento, puesto que cuando viraron estaban mas de dos cuartas á barlovento. Y yendo así, la lancha se adelantó de la nao grande, y el viento refrescó, y la lancha no pudiendo sufrir vela de gabia la tomó, y así se quedó atrás la lancha; y la nao grande, visto que no podía ganar barlovento, y si lo procuraba había de quedar atrás, dió la cebada y fue descargando, y así nos vino á alcanzar; pero quedó por la banda de sotavento. Ibamos á esta hora la vuelta del norte á vista del puerto de la ciudad de Santiago de Cabo-Verde, y la nao Francesa traía su gente queran ochenta y cinco hombres, según despues supimos, y veinte y cinco en la lancha, y traía siete piezas de artillería gruesas por vanda sin versos, y mucha arcabucería, y nosotros traíamos solas dos piezas y siete arcabuces, y cincuenta y cuatro hombres, y muchos dellos enfermos, y en llegando el cosario por la cuadra de popa á tiro de piedra nos tiró una pieza, y luego se les respondió con otra. La una ni la otra no hicieron daño. El francés segundo con una ruciada de arcabucería, y desta nao se le respondió con otra en mejor órden, y mejores respuestas que las suyas porque la pólvora del Pirú á todas las pólvoras que agora se saben. Ellos nos horadaron las velas por muchas partes, y nosotros no sabemos lo que allá pasó mas de que se vido que algunos que andaban sobre cubierta se abatieron. Entonces los cosarios dispararon otras piezas y mosquetes y arcabuzazos en cuantidad que nos hicieron pedazos la vela mesana por muchas partes, y desta nao se le arrojó otra pieza y toda la arcabucería por órden, de que se creyó recibieron daño; y los enemigos disparando metían, todos sus tiros en nuestra capitana; pero fué Dios servido que á nadie hacían mal, aunqué pasaban las balas por los hocicos: y una dió en las puntas de las barbas á Pedro Sarmiento al pasar de popa á proa, que iba ordenando, y proveyendo de municiones; y los que estaban en proa de esta nao tiraron ciertos arcabuzazos á la gente que venía en proa de los franceses, y creyóse se les hizo daño, porque súbitamente los vieron apartarse unos de otros y abatirse: y los franceses tirando su arcabucería, y de acá no durmieron, los enemigos tocaron un clarín, y Sarmiento les hizo responder con a tambor y arbolar la seña de V. M. Y con esto á toque de campana se les puso tanto temor, que al momento cazaron á popa, y huyeron con mucha más diligencia que habían acometido. No se procuro seguirlos por ser tiempo perdido, porque á popa corren más aquellos navíos que estos, y era cerca de noche, y no traía comision, y por otras muchas causas justas y necesarias, y así seguimos nuestro viage. Púsose muy bien la gente desta nao de Vuestra Magestad, y tanto, que se cree que si llegaran á las manos, aunqué fueran mas no ganaran en la mercaduria, segun lo que se pudo juzgar de los filos que la gente tenía; mayormente con el favor de Nuestro Señor Dios. Los que de la ciudad de Santiago nos estaban mirando pelear con los piratas juzgaban ser nosotros Franceses, y que aquella refriega era añagaza para que saliendo los portugueses al socorro, creyendo éramos portugueses, fuesen presos por los cosarios, y por esto estaban á la mira. Acabado de poner en huida este ladrón, llegó á nosotros un carabelon de algarabios que iba de Portugal, y nos dijo que aquel era un cosario que le había robado en el cabo Blanco en la costa de Africa, y que había robado otros cuatro, y que traía ochenta y cinco hombres en la grande, y veinte y cinco en la ancha, y que llevaban el piloto portugues; y que en la isla de Mayo cercana á la de Santiago había echado á fondo una carabela de arma la que iba á poblar á Paraiba donde los ingleses estaban poblados los años pasados, y tenían ya generación de las indias de Tapuyes. Final llegamos y surgimos en el puerto de Santiago de Cabo-Verde Lúnes en la noche segundo dia de Pascua de Espiritu-Sancto veinte y tres de mayo de 1580. Y ántes de surgir fueron barcos del pueblo á saber qué nao era, y la gente que era, y de donde venía: y como se les dijo que éramos del Pirú, y veníamos de allá por el estrecho de Magallánes, enmudecían no creyéndolo, y teniéndolo por imposible, y sin querer llegar á bordo fueron á dar por nuevas á tierra que éramos una gente de tantas faiciones y tan mal encarados, y que traíamos unos hombres de largas guedellas, que son.coletas de cabellos largos (lo cual decían por unos indios del Pirú y de Chile que traíamos); y en la de mal encarados no nos levantaban nada, porque demás de no ser muy adamados de rostros, no nos había dejado muy afeitados la pólvora y sudor de los arcabuzazos de poco ántes: y en efecto veníamos mas cudiciosos de agua que de parecer lindos. Después que hubimos surgido mártes siguiente, nos envió a visitar al gobernador Gaspar de Andrade con el juez de la salud para ver si veníamos de donde hay peste para no dejarnos salir en tierra, que era un gentil consuelo para nuestras necesidades y refrigerio de enfermos, que traíamos algunos muy necesitados de cuararse, y á vueltas de este examen vinieron á tentarnos á ver si éramos castellanos ó cosarios disimulados, porque esto pensaban ellos más, y aun decían que podía ser que cuando fuese verdad que fuésemos castellanos y no ladrones, que se habían de recatar aún entánces más, porque podría ser que de secreto fuésemos embiados por V. M. á tomar la posesión de aquella ciudad é islas por maña. Y cuando de todo esto se fueron asegurando, fue todo el pueblo á vernos, y como trataban y oían de nuestro viaje, no acababan de hacer espantos y milagros, diciendo que lo tenían por imposible, á lo menos de allá para acá. Este día se puso recado en despachar los enfermos á tierra para curallos, que muchos de ellos venían muy al cabo de las enfermedades de Guinéa: y desto decían los portugueses que tenían por más milagros haber escapado de los alfaques y banco de Guinéa, que de las tormentas del estrecho.
El miércoles por la mañana salió Pedro Sarmiento en tierra con toda la gente del navío, y en procesión y descalzos con algunas imágenes y cruces en las manos fuimos á la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, y nos confesamos y oímos una misa cantada votiva, á la cual comulgamos; y se dió á los oficiadores la limosna que se había sacado, y más Dimos gracias a Nuestro Señor Jesu-Christo y á su preciosísima Madre que nos había librado de tantos trabajos, y nos había traído á tierra de Cristianos. Y asimesmo se dió la limosna que se había juntado para la casa de Nuestra Señora del Rosario, y la que se había sacado para pobres; y la que se traía para misas se dió á quien las dijese por nosotros y por las ánimas del purgatorio. Hecho esto fuimos á visitar al gobernador, que estaba enfermo y al Obispo. De todos fuimos amorosamente recibidos.
Luego sentendió en limpiar el navío y recorelle de calafatería y enseballe y reformarle de jarcia y velas, masteléos, y aderezar el batél, que venía hecho pedazos, y en hacer aguada y aderezar la vasija como si de nuevo obiéramos de comenzar el viáge que así era menester, según veníamos destrozados y faltos de todo: y vale todo aquí tan caro, que no bastando los dineros que Pedro Sarmiento tenía, tomó cuantidad prestada; y no bastando, le fué forozoso vender hasta unos clavos para suplir, y aviar esta nao y el patax, que embió al Nombre-de-Dios, porque hasta el agua nos costó aquí como si fuera vino, y en cierta manera tanto y más, por las vasijas que nos hurtaron los negros aguadores, demás de su paga, que aunqué sean demasiadas menudencias quiero dar cuenta puntual de todo.
Entre tanto que esto se hacía como el fin deste viage, entre las cosas urgentes, se manda por la instruccion del virrel que se sepa aún despues de salidos del estrecho á esta mar se procure saber de los ingleses así de los que pasaron al mar del sur con Francisco Draquez, como los que se tenía noticia en Pirú que habían poblado hacia el Brasil, ó Paraguái, Pedro Sarmiento procuró inquirirlo y supo lo que abajo diré de un piloto algaravio del barco que nos fue á recibir cuando acabamos de pelear con el francés. Y lo que dijo debajo de juramente en sustancia fue: Que á quince de diciembre de 1579 entre Ayamonte y Tavila, tratando este hombre con dos ingleses mercaderes principales sobre cosas de indias y del inglés que pasó al mar del sur, le dijeron los ingleses que el Francisco Draquez, que hizo el robo en el mar del sur, ya estaba en Inglaterra, que llegó allá con dos naos muy ricas por fin del mes de septiembre pasado, y que había llegado muy cargado de plata y riquezas, y hizo gran presente á la reina de Inglaterra, la cual se lo agradeció y tuvo en mucho: y luego el mesmo capitan Francisco aprestó cinco naos para que fuesen al estrecho á bruscar las otras que se le habían perdido en el estrecho, y pasar adelante; y llevaban bastimentos para tres años, y el mesmo capitan Francisco quedaba aprestando otras ocho naos. Las cinco dichas partieron de Inglaterra por diciembre de 1579. Y mas le dijeron, que había quince días que se había partido de Ayamonte el maestre de la mesma armada del capitan Francisco con una nao cargada de aceites y vino para bastimentos de la mesma armada, la cual se hacía con mucha diligencia y saldría con mucha brevedad, y á los que este testigo lo dijeron parecían hombres de mucho crédito, y que se lo dijeron á este testigo entendiendo que como era portugues no lo diría á castellanos, y dél no tenían que temerse, y así lo juró ante escribano real, y dijo queda en mi poder, del cual asimesmo se supo, que cuando fue robado del francés con esta nao peleó, oyó decir á los mesmos franceses, que robando uno ó dos navíos de negros en Cabo-verde habían de ir á la Margarita y de allí á la banda del norte de la isla de Santo-Domingo á la Yaguana, y que no había cuatro meses que habían venido de la Yaguana cargados de cuero y azúcar, y que estos habían preso al gobernador de Puerto-rico, y no le hicieron mas mal porque le rescataron, y mataron al capitan Barbudo, el que había muerto los ingleses en la Margarita. Llevan los ingleses pilotos portugueses.
De pilotos y capitanes del Brasil, que había poco habían venido del Brasil y volvían allá, supé por muy cierto que en la bahía de Paraiba cerca del Rio-de-janeiro, que está 21 1/2 grados al sur de la costa del Brasil, había ocho años que entraron y poblaron mucha cuantidad de ingleses, los cuales estuvieron tiempo entre los Tapuyes, indios naturales de aquella tierra, y que tenían generación de la mujeres de aquella tierra. Y habrá tres años que los portugueses que estaban poblados en el Río-de-Janerio fueron sobre los ingleses y mataron muchos dellos, y los que escaparon se metieron la tierra adentro entre los naturales. Créese que los habrán muerto y comido, porque la gente india de aquellas comarcas son grandes comedores de carne humana, y tiene públicas carnicerías della.
Desmás desto otros ingleses poblaron en una bahía al norte de Pernanbuco, ques la primera del Brasil, y estuvieron poblados en la bahía que llaman grande, y los naturales le llaman Paraiba, y no los han podido echar de allí; y por esto proveyeron en Portugal una armada de cuatro naos, dos galeones grandes y dos carabelas con mucha gente casada y soltera para poblar en la Paraiba, que está en cinco grados y medio al sur, y echar del todo de allí á los ingleses. Esta armada de Portugal ántes de llegar á las islas de Cabo-verde se derrotaron con temporal, y el galeón mayor llegó a este puerto de Santiago con cuatrocientos hombres, y se fué al Brasil con él: y otro llegó tras él trece dias ántes que nosotros llegásemos aquí. Y de las carabelas la una vino a la isla de Mayo, y allí el francés arriba dicho la echó á fondo y ahorcó al piloto y maestre. Esto supe aquí de los ingleses que en el Pirú se tuvo noticia que estaban poblados en el Brasil. Sabido esto determiné cumplir lo quel virréi en su instrucción me manda, que es darle aviso y razón de todo lo subcedido en este viaje y descubrimiento hasta este punto porque por el Paraguái, ni Brasil no fué posible por las corrientes que nos sacaron al golfo la vuelta del leste, como ya se dijo; y entiendo que por allá no fuera posible hacerlo, y así fué Dios servido que viniésemos aquí para poderlo hacer y dar aviso de lo que aquí se supo, que allá no era posible saberse; y para ello compré un barco mediano en trescientos y treinta ducados, y pertrecháse de todo lo que hubo menester, así de gente de mar como bastimentos, para que fuese á Nombre-de-Dios, y de allí á Panamá y al Pirú á dar aviso y razón como eran mandado y convenía. Y entre tanto que nos estábamos aviando y despachando, andaban los cosarios franceses, con quien esta nao había peleado, á tres y á cuatro leguas deste puerto de punta en punta, que no había navío que osase salir del puerto de miedo del francés: por lo cual la gente desta nao siempre estaba con las armas en la mano de dia y de noche. Y un sábado por la mañana cuatro de Júnio pareció la nao francesa y patax que iba tras otra que iba delante y pasó poco más que á tiro de cañón deste puerto de Santiago, y todos creyeron que la nao delantera debía ser una que va al Brasil, que había dos dias había partido deste puerto para allá, y quel francés la iba á prender y robar: por lo cual Pedro Sarmiento embió á decir al Gobernador con Francisco de Andrada, su sargento-mayor, que pusiese remedio en aquello, y el gobernador y toda la ciudad y el Obispo embiaron á rogar á Pedro Sarmiento, que por amor de Dios, pues era vasallo de Rey tan poderoso como V. M. y tio de su rey, que quisiese favorecerlos, pues no tenían otro favor al presente y los vengase de una afrenta tan grande de que delante de sus ojos no les robasen aquella nao portuguesa, y que nos darían toda la artillería y gente que quisiésemos, y un navío castellano grande que allí estaba surto cargando de negros y bien artillado. Pedro Sarmiento, por lo que tocaba y por otros fines necesarios, y por la honra de V. M. principalmente, pues pedían favor á sus criados y vasallos de V. M. no les pudo negar lo que pedían; y tras esto pareciéndole el gobernador que podría ser querer cumplir con él de palabra, si se detenía, embió al navío luego á su teniente y sargento-mayor Francisco de Andrada y setenta hombres arcabuceros, y con otras armas; y hice meter tres piezas buenas de artillería, y en la nao castellana entró otro portugués llamado Manuel Diaz con otros tantos portugueses, y Sarmiento hizo aprestar el barco patax que había comprado para embiar al Nombre-de-Dios con dos falcones y algunos arcabuceros, y en él por caudillo el sargento-mayor Hernando Alonso; y luego Pedro Sarmiento salió con Nuestra- Señora-de- Esperanza y el patax, ordenando que luego saliese tras él la nao castellana tras los franceses; y dende á dos horas estábamos ménos de dos tiros de cañón dellos, y el otro navío compañero no venía. Los franceses habían alcanzado ya la nao delantera tras que iban que nosotros pensabamos ser portuguesa, y que iban á tomalla, y era francesa y muy grande; y juntas las dos naos y patax, juntas en una ala, viniendo en medio su lancha, se venían ya vueltas contra nosotros procurando de ganarnos al barlovento, mas esta nao se puso mejor que ellos y les tuvo el viento ganado, y los vino sacando de una niebla donde estaban, y llegándolos á tierra y acercándose á ellos entreteniéndose un poco entre tanto que llegaba la nao castellana que salió tarde y andaba poco de la vela. Y entendiéndolo el francés, o por aprovecharse del tiempo, adelantáse el patax ó lancha suya, y llegando poco mas de á tiro de cañón desta nao volvió a sus naos. Creemos que fué á dar aviso de lo que había reconocido: ser esta por ventura la nao con quien habían peleado el día pasado arriba dicho, y nosotros sospechando lo que podía ser, y ya venía cerca la nao castellana, arribamos en popa sobre los franceses; y como la lancha habló con ellos viraron las proas, y comenzaron á huir á popa todos tres, y nosotros fuimos tras ellos con esta nao y con el barco nuestro, y sinó anocheciera tan presto brevemente creemos que fuéramos con ellos, porque la una de las naos no andaba mucho; pero anocheció con mucha obscuridad, y fuimos sin velas de gabia toda la noche esperando á la otra nao nuestra compañera; y por esto no dimos con ellos muy presto, y los ladrones tuvieron lugar de alejarse pero siempre les seguimos, aunque procuraron hurtarnos la derrota yendo siempre á orza así como iba alargando el viento; y sospechando lo que hacían. Nosotros hicimos lo mesmo, y aunqué no los vimos toda la noche, á la mañana amanecimos á vista dellos, aunqué algo lejos la vuelta de la isla del Fuego al oeste, que se habían puesto en huída; y la nao castellana nuestra compañera no parecía: y temiendo no le hubiese subcedido algun desastre, ó hubiese topado con otras naos ladronas, sospechando, por lo que habíamos visto, que pudo ser ardid destos cosarios para hacer alguna presa, y que era público que esperaban por ella, tornamos á buscalla, porque era de ningún efecto ir ya tras los franceses porque iban lejos, y teníamos mal tiempo y contrario, y los portugueses eran cuantidad, y no traían municiones ni comida, que esta nao les dió la que les bastó y hubieron menester mientras aquí estuvieron. En fin, viniendo buscándola, y llegando á vista del puerto, la descubrimos que venía de la banda del leste, y supimos que en anocheciendo había corrido al sueste. Creyóse que lo había hecho por escusar de hallarse á las puñadas, y no pelear. Nosotros tomamos el puerto, y los portugueses se desembarcaron, y el gobernador mandó que la otra nao no tomase puerto por lo que había hecho, y así anduvo de una vuelta y de otra toda la noche, y por la mañana pareció otra vez el francés al sur deste puerto cerca dél: de que el gobernador y todo el pueblo estaban muy acongojados, temiendo que si el franícés la reconocía sola que vendría á ella y la tomaría, que ya había tomado otra junto á este puerto; por lo cual embió el Gobernador á rogar á Pedro Sarmiento embiase á mandar á la otra nao se viniese á ancorar al puerto, y Sarmiento le embió el patax y á decir se viniese con el sargento-mayor: y como el gobernador (que estaba enfermo en la cama) supo que los franceses se venían llegando, temerosos del daño y mal que le podría subceder, escribió al capitán Pedro Sarmiento esta carta.
“Illustre Senhor.
Quanto importe á reputaçaô Espanhola ser corrido este ladraó e botado, Vossa senhoria o entende melbor que ninguem, e seu sangue e a minha cuido que o debe sofrer muy mal Eu estou tan fraco que men quasi juizo acho pera pedir em esta materia algunas cousas que, quando menos, compren á minha honra; mas cuido que as tenho seguras debaiño da proteçaô de V. S. e do Senhor Francisco Dandrade seu Soldado e seus campanheiros. Por amor de nosso Senhor que desta esperanza naô fique Eu defraudado por que alem de minha afronta temo grandes perjuizos que será roubar este ladraon muitos navíos que espero de Guiné carregados, que el espera para ir á Indias, o que tambem estrobareses a Vossa Senhoria de terper serviipo de Sua Magestade. 0 que de terra se bouver mister he estado ordem que se cumpra como V. S. mandar. Outro se naó offerece. Nosso Senhor a muy íllustrepessoa de V. S. guarde e Estado aumente =Beifa as maós a V. S. seu servidor Gaspar de Andrade.
Parecióme poner aquí esta letra para que se entienda la necesidad en que estaban en esta ciudad, y cuan poco podía hacer el gobernador si esta nao y vasallos de V. M. nos los favoreciera con la ayuda de Dios Nuestro Señor. Visto pues esto, y que á mí me importaba asegurar el camino para nuestro pasaje, consoló Sarmiento al Gobernador y al pueblo y aprestóse luego y con los portugueses que se hallaron prestos y con otras dos piezas gruesas y bombas de fuego y buenos artilleros, largamos las amarras por la mano, y fuimos á la mar donde recogimos la nao castellana que ya se venía al puerto por el recado que se le había embiado, y mandósele volviese tras esta capitana y enderezamos en busca de los ladrones, los cuales luego se pusieron en huída, y fuimos en su demanda hasta la noche que les perdimos de vista, y entonces pusímonos en el paso de la isla de Mayo, que es su ladronera, mar al través, para dar en ellos si por allí pasasen, y en toda la noche no dormimos, y todos estuvimos con las armas en las manos hasta la mañana, y los ladrones no parecieron de punta á punta de la isla hacia el fuego. Y visto que eran huidos, nos volvimos al puerto de Santiago. Con todo esto la cortesia que nos hizo el pueblo fuévendernos las cosas al doblo de lo que valían, y aun pusieron en plática de impedir la ida al patax con el aviso al Nombre-de-Dios, y nos tomaron fraudolentamente algunas cosas que vendíamos para aviarnos; pero disimulóse porque ni era tiempo de otra cosa, ni convenía que entendiesen que éramos tan puestos en el interes como ellos.
Esta isla de Santiago tiene diez y ocho leguas de largo, y ocho por lo más ancho, que es por el sur. Por esta banda tiene dos pueblos. Esta ciudad de Santiago-de-la- Ribera, que ha ciento y diez años que se pobló, tiene mal asiento, y peor puerto; pero por el agua la poblaron aquí. Hay pocas mas de cuatrocientas y cincuenta casas de cal y canto, y la mejor es la del Obispo, que se llama Don Bartolomé Leyton. Tiene sobre el puerto tres baluartes con cada diez piezas de artillería de bronce buenas, y buenos artilleros: Hay, según nos dijeron, veinte mil negros, que hay gran saca y trato dellos. Dicen los oficiales reales que esta aduana vale al rei, un ano con otro, mas de cien mil ducados. El otro pueblo se llama la Playa, cuatro leguas deste. En la isla no se da trigo; pero dáse ganado vacuno y ovejuno. Hay poca agua en los altos, sinó es en quebradas, en las cuales hay algunos ingenios de azúcar y heredades de maiz, que ellos llaman millo, y otras frutas. Sin esta isla hay otras nueve islas en su contorno que no tienen pueblos, sinó estancias de ganado y heredades de algodón, y frutas y mieses. Son las islas: el Fuego, La Brava, Mayo, La Sal, San-Anton, Santa Cruz, Santa-Lucia, San-Nicolás, Buena-vista; todas en espacio de sesenta leguas.
Estando aprestado, partimos deste puerto domingo en la tarde diez y nueve de junio, y salieron con nosotros el patax nuestro, y otras dos carabelas que iban á Portugal. Este mesmo día se hizo justicia del Alférez, y se le dió garrote por traidor á la corona real de V. M. y por hombre sedicioso y deshonrador de la real señal y bandera, y porque quiso impedir este descubrimiento que por mandado de V. M. y en su real servicio se hacía y ha hecho. Y asimesmo fuéron este mesmo día desterrados dos hombres; el uno de las indias de V. M. por amotinador, y no se le dió más castigo porque no se le probó bastantemente, y á otro tenedor-de-bastimentos á quien Pedro Sarmiento le había quitado el cargo por disipador dellos, y le había castigado, y privado del-salario y sueldo. A éste desterró desta armada y dejó en la isla de Santiago de Cabo-verde, así por esto dicho, como por revoltosos y desasogadores de la gente.
En saliendo deste puerto fuimos al oeste hasta la canal entre la isla del Fuego y la de Santiago. Aquí se quedó el un navío portugués de noche. Desde aquí gobernamos al noroeste una cuarta más y menos, porque así se corre la isla de Santanton. Con esta canal íbamos con pocas velas por acompañar la carabela, que hacía mucha agua, y por dalle algun socorro, así en esto como en guardalla de los cosarlos que por aquí hay. Y caminando por estos rumbos dichos fue Pedro Sarmiento despachando el patax, llamado Nuestra Señora de-la-Concepcion; y juéves veinte y tres de junio á las nueve del dia lo despachó, y embió en él por caudillo á Hernando Alonso, piloto desta Capitana y Sargento-Mayor, con otros siete ó ocho hombres, con los despachos que el virréi manda en su instrucción. Conviene á saber: la relación y discurso del viaje y descubrimiento, y la descripción de lo descubierto, firmado de todos los que se hallaron aquí que supiesen firmar, y autorizado del escribano-real desta nao y avisos de lo que aquí supe de los ingleses, como arriba queda dicho, para que en aquellos reinos y en Chile estén apercibidos y con mas vigilia que ántes solían estar. Estos Despachos fueron enderezados al virréi y á los oidores del Audiencia-Real: y así el patax siguió la derrota al oeste, y nosotros al noroeste, estando ya en paraje seguro de cosarios, que por esta causa lo trajo Pedro Sarmiento consigo estos dias. Este dia tomaron la altura Sarmiento y el piloto-mayor en diez y ocho grados largos; sesenta leguas.
Desde el juéves á mediodía con nordeste fuimos al noroeste hasta viérnes á mediodía, diez leguas. Esta noche se nos rompió la vela del trinquete de alto á bajo.
Desde el viérnes á mediodía 24 de junio al noroeste cuarta al norte con viento nordeste fresco hasta media noche diez leguas; y de media noche abajo fuimos al nornoroeste y al norte cuarta al noroeste hasta el sábado de mañana seis leguas; y hasta el sábado á mediodía 25 de junio al noroeste cuarta al norte, cuatro leguas.
Desde el sábado á mediodía al noroeste cuarta al norte y al nornoroeste cuarta al norte y al nornoroeste hasta el domingo leguas: altura 21 grados y un tercio. De manera que desde el juéves á mediodía hasta ahora anduvimos setenta leguas.
Desde el domingo al lúnes 27 de junio fuimos al noroeste cuarta al norte hasta prima noche, y toda la noche al norte y al norte cuarta al noroeste, y hasta mediodía nornoroeste hicimos camino del nornoroeste 20 leguas. Lúnes tomé altura en 22 grados.
Del lúnes al mártes 28 de junio hasta mediodía al nornoroeste guiñando sobre la cuarta del norte 27 leguas: altura 23 grados 47 minutos.
Del mártes al juéves 30 de junio al nornoroeste sobre la cuarta del norte setenta leguas: altura 27 grados y 1/2.
Del juéves al viérnes primero de julio al noroeste sobre la cuarta del norte. 24 leguas: altura 29.
Del viérnes al domingo á mediodía 3 de julio al norte y al nornordeste y al nordeste cuarta al norte cincuenta leguas: altura treinta y un grados y 38 minutos.
Desde el domingo á mediodía hasta el mártes á mediodía 5 de julio hubo calmerias: fuimos con bonanzas al nornordeste hasta Lúnes á mediodía, y desde este punto al mártes por la mañana al noroeste y hasta mediodía al norte cuarta al nordeste anduvimos 25 leguas: altura treinta y tres grados.
Desde el mártes al miércoles al norte cuarta al nordeste seis leguas, y toda la noche al norte cuarta al noroeste y al nornoroeste, y desde la mañana hasta mediodía al noroeste cuarta al norte y al nornoroeste y al norte cuarta al noroeste 21 leguas: altura 34 grados.
Del miércoles al juéves siete de julio al nornooeste y al noroeste cuarta al norte 20 leguas: altura 35 grados 1/6.
Del juéves al sábado 9. de julio al noroeste ocho leguas; y la noche siguiente con bonanzas al mesmo rumbo cuatro leguas, y la resta hasta el sábado á mediodía al nordeste cuarta al norte. Son todas 35 leguas: altura treinta y siete grados.
Del sábado al domingo diez de julio seis horas al nordeste cuarta al norte seis leguas, y al nordeste cuarta al leste tres leguas, y hasta el domingo á mediodía al noroeste y al nornoroeste ocho leguas.
Del domingo al lúnes once de julio al norte cuarta al noroeste cuatro horas cuatro leguas, y al norte seis leguas.
Y al norte cuarta al nordeste cuatro leguas.
Y al nordeste cuarta al norte cuatro leguas.
Y al nordeste franco cuatro horas cuatro leguas.
Y al nordeste cuarta al leste tres leguas.
Y al nordeste cuatro leguas hasta Lúnes á mediodía. Son veinte y una leguas por fantasía.
Desde el Lúnes á mediodía fuimos al nordeste cuarta al este y al lesnordeste y al leste diez leguas, el mártes por la mañana vimos la isla del Cuervo pasamos por la banda del norte della. Está esta islilla en cuarenta grados largos: anduvimos doce leguas.
Del mártes al miércoles al sueste con calmas doce leguas: tomamos el altura en treinta y nueve grados y medio largos.
Juéves caminando por este rumbo vimos la isla Graciosa, pequeña, pero fértil y poblada. Pasamos de noche por entre ella y la isla de San Jorge. Vimos de noche en esta isla de San-Jorge mucho fuego, y según después supimos en la isla de la Tercera la causa deste fuego fue esta.
Primero dia de junio deste año 1580, en la villa de Velas de la isla de San-Jorge fue hecho este testimonio por el oidor Freites sobre el fuego de la isla de San-Jorge, y pasó así: Que este dicho día en la dicha isla hubo grandes terremotos y temblores de tierra, y sobre tarde reventaron tres bocas de fuego con grandes; de las cuales bocas corrieron arroyos de fuego hasta la mar, y fue perseverando el reventar hasta que se abrieron siete bocas de fuego, y destos rios ó arroyos de fuego que corrieron corrió uno alrededor de una hermita de Nuestra Señora. Yendo nueve hombres á quitar unas colmenas obra de un tiro de ballesta de la boca mayor, llegando á las colmenas se abrió una boca y los tragó, que no quedaron mas de dos medio quemados, y llovía ceniza que creció sobre la tierra un palmo de alto. Y dice luego el testimonio: Certifico yo Francisco de Freite, oidor, que es verdad lo dicho deste fuego de San-Jorge.
Sobre esto decían que oían claramente voces de demonios y otras cosas de espanto, y finalmente la isla se va abrasando toda, segun dicen.
Siguiendo nuestro camino á diez y ocho de julio llegamos de la ciudad de Angla en la Tercera, que es la principal isla de la de los Azores. ¡Gloria á Dios Todopoderoso!
Lúnes 19. de julio llegó a este puerto un navío de la villa de Pernambuco en el Brasil, y mártes otro de la bahía de Todos-Santos cabecera de la gobernación del Brasil: y preguntándoles Pedro Sarmiento si allá habían aportado algunos ingleses, dijeron lo siguiente:
En noviembre de 1579 salieron de la frontera y población de Tiñares, quince leguas apartada de la bahía de Todos-Sanctos, Para el sur cinco hombres blancos con quince indios para ir á los Isléos (ques otro pueblo de portugueses) por tierra; y caminando por la playa dieron súbitamente en el rio de la cuentas con una lancha de ingleses que traía diez ingleses, y los siete dellos estaban enjugando sus velas en tierra, y en viendo los ingleses los caminantes comenzaron a huir, y los siguieron, entendiendo ser lo que era, y flecharon cinco, y se acogeron á la lancha, y tomaron dos que se metieron en el monte, y la lancha cortó amarras, y dejaron dos cámaras grandes de bombardas que tenían por potales. Y diciéndoles los caminantes que no querían guerra con ellos, que saliésen á tierra y que los proveerían de comida y de lo que fuese necesario, respondieron que no querían y mostraron arcabuces, ballestas y picas, borneando un verso para les tirar con él. Y á esta coyuntura vaciaba la maréa, y salieron por la barra afuera, y fuéronse: y de allí fueron á tener á otro rio que está seis leguas del dicho rio de las Cuentas para la bahía de Todos-Sanctos, y en una isla que está enfrente de Camamu, que se llama Chiepe, otro caravelon de portugueses, sin saber de la lancha, dió acaso con ella, y huyóle por el mar con tres ingleses, porque los demás hallaron en la isla muertos de los flechados que les dieron en la isla de las Cuentas, y de allí ó tres ó cuatro leguas otro barco de portugueses que venía de los Isléos para la bahía dió en la playa con los tres ingleses muy desfallecidos y miserables, y la lancha perdióse, sin saberse el fin que llevó; los cuales cinco ingleses presos desta lancha, siendo preguntados, dijeron:
Que fueron en una armada inglesa de diez naos que armó en Inglaterra un gran señor, y que con ella pasaron el estrecho de Magallanes, y de allí volvieron corriendo la costa para poblar en la parte que para sus fundamentos mejor les pareciese: Que para este fin en su capitana (que decían ser de novecientas toneladas) llevaba alende el marinaje y servicio de servicio de nao, quinientos hombres de guerra; cuatrocientos soldados, y ciento oficiales de todos los oficios mecánicos, y los traía muy contentos, que les pagaba á dinero cada mes su sueldo: la cual armada surgió en una isla de tierra de carijos á que nosotros llamamos caribes, donde se levantó una gran tempestad, con la cual las nueve naos se hicieron á la vela, y la capitana no pudiendo tan de priesa como era menester levar las amarras dió á la costa, y se perdió sin escapar más que los dichos hombres de la lancha arriba declarada, porque estaban en tierra haciendo aguage: la cual lancha, después de perdida la nao capitana, vino caminando y costeando hasta puerto seguro, donde tambien la corrieron, y por ser ligera se escapó de los barcos que la seguian, y de allí vino á acabar cerca de la bahía como queda dicho.
Uno destos cinco ingleses que escaparon, mancebo de treinta años, muy hábil, gran matemático afirmaba en la cárcel que los que escaparon de la tormenta habían de volver presto para las partes del Brasil con una grande armada; y contaba entre otras particularidades por verdad, que en aquella parte de la Cananéa (que es una isla pequeña) estaba un marco ó padron con las armas de V. M. y el capitanmayor de los ingleses lo mandaba quitar, y poner en su lugar otra de las armas de Inglaterra para posesion de aquella tierras que corren al Paraguay. Pueden ser estas armas las que puso Cabeza de Vaca, ó las que puso el adelantado Juan Ortiz de Zárate agora seis años en Santa Catalina cerca de la Cananéa quando V. M. le embio por gobernador del Paraguáy y Rio-de-la-Plata: mas no afirmaba si las quitaron; pero todavía esta duda era por términos que se sospecha ser verdad haber quitado las armas de V. M. y puesto las de Inglaterra.
Demás de esto el capitán del pueblo de los portugueses que eslí el Rio de Janeiro, de la gobernación del Brasil embió tres ingleses á la bahía que los habían tomado en Cabo-Frio de las nueve naos que arriba se dijo haber escapado de la tormenta, y que en este Cabo-Frio se hallaron tres naos de ellas juntas que habían venido en demanda del cabo, creyendo que allí hallarían las otras seis, que con la tormenta se debía de haber apartado unas de otras. Y teniendo el capitan del Río de Janeiro noticias destas tres naos, embió cuatro canóas con gente á descubrir y tomar noticia de las dichas tres naos, y los caminantes súbitamente en una isla dieron con una lancha de los ingleses, los cuales en viendo las canóas se recogeron; mas no lo pudieron hacer tan de priesa que escapasen todos, y así les tomaron los dichos tres ingleses y las naos en viendo gente por tierra, y las canóas por mas dieron la vela y se fueron. Y destos tres ingleses que aquí tomaron se supo que como aquellas tres naos vinieron á demandar aquel Cabo-Frio, porque pensaban hallar allí las otras seis naos que faltaban, y no las hallando las habían de ir á demandar en la Paraiba de Pernambuco; mas no fueron á parar allá, porque en la bahía de Todos-Sanctos se tenía noticia cierta de quince de mayo que en la Paraiba no había naos algunas francesas, ni inglesas. Y en lo demás estos tres ingleses traídos del Rio de Janeiro á la bahía concertaron con lo que habían dicho los otros cinco de la primera lancha que se perdió en Tiñare.
La llegada destos ingleses al Brasil fué por Noviembre del año pasado de 1579 que es el tiempo que Pedro Sarmiento y sus compañeros llegaron sirviendo á V. M. á los arcipiélagos buscando el estrecho, y viene bien el un tiempo y el otro con lo que los indios nos dijeron en el estrecho. Y dice el que me dió esta relación del Brasil, que es una persona principal, y el hombre más poderoso del Brasil con quien yo comuniqué al cabo desta relación estas palabras, que las pongo aquí porque se sacará algo déllas para en algún tiempo adelante.
Mas como os Gobernadores destos tempos de falsa justicia no Brasil ocupaón en seusparticulares e tyranic . os intereses os tres anos que ten de cargo lles naó lembraó nen respeitaô o que tanto importa a seu Rey como a Magestade del Rey Philíppe ínquíriren saberen e procuraren con Amor y ardente fervor e diligencia estes importantes avisos.
Y como mi presente estudio era inquirir sobre este caso en todas partes y de todas gentes, supe en esta ciudad de Angla de boca del corregidor, y de todos generalmente, que á dos días de noviembre del año pasado de 1579 dió una nao grande inglesa á la costa y se perdió en un pueblo que se llama la Gualúa, dos leguas de la ciudad de Angla en esta isla Tercera; la cual nao cuando se perdió traía siete ú ocho hombres. Escaparon dos y un negro, que al presente están presos en esta ciudad, y los otros se ahogaron. Sacaron del fondo de la mar quince piezas muy gruesas de artillería de hierro colado que traía la nao, y otras muchas no se han podido sacar. Son las que sacaron grandes como para fortaleza de asiento, porque se ha sabido que iban á poblar á Indias, y llevaba trescientos soldados. Dícese que traía riquezas, y que las echaron á la mar cuando se vieron ir á perder, porque no se supiese su oficio de ladrones. Lo que los presos dicen es, que anduvieron con otras naos por la costa de Guinéa mucho tiempo, y que de enfermedades se les murió la gente, y que no quedó mas de la que traía el navío quando se perdió. Y la sospecha general que todos tienen, y yo probablemente creo, por lo que he sabido, es que esta nao es una de las nueve que escaparon de la tormenta arriba declaradas, y los que mas crédito dan á esto son los portugueses del Brasil que me dieron la relacion arriba referida, porque dicen que salieron en conserva de nueve ó diez naos que armó un gran señor de Inglaterra.
En este puerto de Angla estaban dos navichuelos ingleses: y hablando Pedro Sarmiento con el dueño de uno de ellos que es españolado, y casado en esta isla, sobre Francisco Draquez el cosario, me dijo que había tres meses que había partido de Fristol de Inglaterra, y que no había nueva que Francisco hobiese aportado allá: y replicándole yo lo que arriba se dijo que habían dicho los ingleses de Ayamonte, dijo éste que era verdad, que dende él estuvo había fama que se hacía en Londres ó en Plernúa cierta armazon de naos, y que no supo para donde, que es comprobación de lo que el piloto me dijo. Estando en este puerto me dió el obispo destas islas un testimonio de una maravilla, que es en suma.
Veniendo una caravela de la isla de San-Miguel á la isla de San-Jorge á 15 de junio deste año de 1580 estando la caravela diez leguas de San-Jorge, que podía ser como medió hora ántes que se pusiese el sol, vinieron los hombres que venían en ella en el cuerpo del sol un crucifixo grande, y en el pie del crucifixo parecia un calvario, como suele pintarse, y vieron estar dos imágenes, una á la mano derecha vestida de blanco, y otra á la mano izquierda vestida, al parecer, medio de colorado, ó como prieto. Y el crucifixo iba subiendo para arriba, y siempre fué Visto hasta cerrarse el sol. De lo cual todos los que lo vieron quedaron muy espantados, llorando mucho sus pecados, pensando que venía el fin del mundo. Esto averiguó el oidor Freites que estaba en San-Jorge, y dello hizo testimonio con todos los de la caravela, y lo embió al obispo, que este es en substancia: Laus Deo Omnipotenti qui mirabilia fecit in Coelo & in Terra!
Estando en este puerto apercibiéndonos, llegaron cinco naos grandes de la India, las cuatro de Goa y Cochin, y la una de Malaca: las cuatro venían cargadas de especiería y drogas y porcelana y ropa de aquella tierra, y la una venía sin carga, porque faltó para podella cargar. La capitana dicen ser de mil y doscientas toneladas y otra de mil y trescientas. Esta decían traer ocho mil quintales de especería, y preguntándoles por nuevas de los castellanos de las Felipinas, dijeron que el año pasado un hermano del rey de Burnéo ó Burney, que es una grande y rica isla, se fué á Manila y trató con los castellanos que allí están por V. M. que fuesen á Burnéo, y quitasen el reino á su hermano, y se le diesen á él, y sería tributario y vasallo de V. M.; y los castellanos fueron con gran armazon á Burnéci y tomaron el reino; y el rey huyó á los montes, y los castellanos pusieron en su lugar á su hermano que traían consigo, y hubieron muchas riquezas, y especialmente mas de seiscientas piezas de artillería, y con esto se volvieron á Manila en los Luzones. Y dende á algunos meses pasó por Bernéo un capitan portugués que venía de Moluco, y sabiendo lo que había pasado en Burnéo, y que el rey primero andaba por los montes, fue allá y lo restituyó otra vez, y desterró ó hizo huir al que los castellanos habían dejado puesto por rey. Dígolo así en suma, y sin mas premisas como ellos lo cuentan, que de creer es que los vasallos de V. M. que están en aquellas islas, si lo hicieron, sería por vías lícitas y justificadas como V. M. lo manda y quiere. V. M. sabrá ya esto mejor por información cierta por la via de Nueva-España, que yo cuento lo que voy sabiendo, porque los príncipes han de ser advertidos fielmente de todo lo que se supiere que les toque, para que si vieren que hay que reparar, provéan lo que fuere su servicio.
Miércoles por la mañana llegó á este puerto y ciudad de Angla un caraveloncillo con una bandera de Portugal en la popa, y trajo una carta de don Antonio para el corregidor, en la cual, aunque yo no la ví, supe que decía y mandaba al corregidor que le hiciese alzar por rey, y que el que lo contradijese le matase por ello. A esta sazón Pedro Sarmiento y el vicario fray Antonio Guadramiro estaban con el corregidor persuadiéndole que fuese á obediencia á la Iglesia por quel Obispo lo tenía descomulgado, y el corregidor estaba pertinaz de humillarse, y sustentaba no estar descomulgado, y por una palabra que un escribano se descuidó de decir acerca de la venida de la caravela, diciendo que se trataban cosas que podrían ser contra nosotros. Disimilando lo mas que fué posible, acababa la plática, sin alteración se fué Pedro Sarmiento á embarcar con toda la gente que estaba en tierra, y súpose por nuevas del caravelon que los gobernadores o desembargadores habían pronunciado sentencia por V. M., y que el campo de V. M. estaba cerca de Setubal, y la mar desde el cabo de San-Vicente hasta la boca de Tajo tomada, y que á Don Antonio le habían alzado por rey solamente Lisboa, Santaren y Setubal. Desto unos mostraban holgarse de ser de V. M., y otros de otra manera, como acontece en los vulgos rudos, porque los nobles y hidalgos en nuestra presencia gran voluntad mostraron al servicio de V. M. En fin comenzaron á tratar contra nosotros, y luego nos cercaron con barcos y bateles, y avisaron á las naos de la india que estaban surtas en la boca del puerto para que si quisiésemos salir nos bombardeasen, y públicamente decían que comenzasen por nosotros y nos matasen, pues V. M. andaba por Portugal con el campo, y nos tomasen los papeles y relaciones, pues el estrecho caía en la demarcación de Portugal, y que de este descubrimiento había de suceder gran daño á Portugal; que no aguardasen más con nosotros, sinó que nos prendiesen, ó nos matasen. Por lo cual vivíamos como quien por momentos esperaban ejecución de la furia de la behetría del vulgo; pero con las armas en la mano, y las mechas encendidas todas las horas. Y aunqué los ma,s de la ciudad y de las naos lo decían, ninguno osó ser el primero, cuanto más que de haberse hecho bien con todos los desta ciudad en esta nao de V. M. fué que algunos se nos aficionasen, y nos avisasen de lo que pasaba en el pueblo, y particularmente un hidalgo llamado Juan de Betancor advirtió á Pedro Sarmiento de que los pilotos de las naos de la India estaban indignados de invidiosos deste descubrimiento, y que trataban de echar esta nao á fondo y haber nuestros derroteros á las manos para se aprovechar dellos, y que no llegasen á la presencia de V. M. Por lo cual Pedro Sarmiento trató con ciertos marineros de Castilla que venían en las naos de la India que le avisasen; y así cada rato tenía avisos de las naos so color de venir a ver los salvajes; y aunque diversos decían diversas cosas, que sería nunca acabar, entendí del capitan-mayor de las naos tibieza, que por ninguna parte se declaraba, estando puesto á la mira, y solo trataba de fornecer sus naos de mas gentes y artillería: y así decían que metería la de la nao inglesa perdida, porque en la carta de Don Antonio mandaba que lo hiciese así, y que fuese por altura de barlovento, y que en la costa hallaría naos de resguardo para entrar seguras en Lisboa. Final se resumieron en alzar al Don Antonio. Y por quel corregidor estaba descomulgado de participantes, los regidores y oficiales de la Cámara fueron á el y le requirieron se fuese á absolver para este acto, donde nó, protestaban de lo hacer ellos; y por esto se fué á absolver. Y juntos en cabildo, el corregidor les propuso la razon de la carta, y algunos estuvieron perplejos, y el corregidor y otros algunos, que fueron pocos, les pusieron tanto temor diciéndoles que era traición y rebeldía que le hobieron de nombrar rey; y á mi parecer por tirano: y así lo decían algunos portugueses. Y mujeres hubo que ofrecieron misas y romerías porque V. M. reinase. En conclusión alzaron bandera pregonando por las calles á Don Antonio. A esto no se halló el capitan de la armada de la India, que estuvo en la nao. Llámase Saldaña, y es hijo de castellano. Hecho esto, este dia trataron muy desvergonzada los portugueses en tierra hasta tratar de echarnos á fondo, de lo cual de noche vino á avisar á Sarmiento Juan de Betancor, disfrazado y por detrás de todos los navíos y muy á remos callados. Por lo cual en toda la noche estuvimos las mechas encendidas y determinados de morir por Dios y por V. M. pero como he dicho, nadie determinaba osar ser el primero de los que en tales casos suelen caer; y tambien por que algunos hombres de razón debía haber que por sus ciertos modos los refrenaban.
Andando en estas asonadas, llegó una flota de veinte y dos velas de la Nueva-España; y la noche ántes que llegase, como se tuvo aviso de su venida por la atalaya, todos estuvieron en arma en la ciudad creyendo que era armada que V. M. enviaba á tomar la isla, y detuvieron en tierra nuestro batel que había ido por agua, y tambien detuvieron urja chalupa de la flota que llegó á tomar vituallas, y los hicieron estar toda la noche al agua de una grande aguacero; y algunos de los nuestros se vinieron al navío á nado, y nos avisaron de lo que pasaba; y al amanecer llegaron ciertas chalupas de la flota, que iban á comprar refresco, é Pedro Sarmiento las detuvo en este navío avisándolos de lo que pasaba, y embió á tierra un portugués de nuestra compañía á saber como estaba la tierra, y supimos que con saber ser flota de indias habían quietádose, y se holgaban fuesen en tierra. Esto hacen ellos por vender sus frutos y cosechas, y obras de madera, que solo se sustentan con el provecho de las naos de V. M. que por aquí vienen, que son de las que han playa y oro. Con esto nos levamos é hicimos á la vela, y venimos á tener con la flota: y Pedro Sarmiento fué á la capitana de Nueva-España, y comunicó con el general lo que pasaba en el pueblo de Angla y en España, y el servicio que á V. M. se podría hacer en llevar las naos de la India ó alguna dellas á V. M., especialmente la de Malaca que viene muy rica de especería, oro y pedreria preciosa; y eximióse con decir que no tenía comisión; y Pedro Sarmiento le volvió á decir, que la caravela de aviso que había venido de Portugal había de volver esa mesma noche con aviso de lo hecho, y para que saliese armada de Portugal á acompañar á las naos de la India de que seria Don Antonio y su behetría socorridos de moneda, gente y ánimo: y pues esto todo es de V. M. que siquiera tomásemos esta caravela aguardándola al paso para que no fuese aviso al tirano, y V. M. fuese advertido primero y proveyese lo que mas fuese su servicio. Esto pareció á todos, y al general: y quedó que así se hiciese. Y con esta determinación, sin más detenernos, fuimos á la vela la vuelta de la isla de San-Miguel: y Lúnes estando ya á vista de San-Miguel, la capitana de Nueva-España puso bandera en la gavia, y arribamos todos sobre ella á ver que parecer tomaba, y solo fué para decir que volviesen á la tercera á tomar algún agua; y aunque muchas naos le dijeron que tenían lo que habían menester, el piloto-mayor de Nueva-España les hizo que fuesen allá, diciendo que si tardaban cuarenta ó cincuenta dias, ¿donde se habían de rehacer? (¡Cosa ridicula!). Y Pedro Sarmiento, hablando con Don Bartolomé de Villavicencio, le dijo Pedro Sarmiento que él no quería surgir, porque esta no era coyuntura de andar por puertos; quería ir á dar aviso á V. M. y a servirle, y á darle aviso de lo que tanto le cumplía á su ánima, honra y corona. A lo cual respondió el piloto de Nueva-España, que ninguna nao surgiría. Y el piloto-mayor desta nao capitana de V. M. dió todas las velas y salió por toda la armada con harta mohindad del general Sarmiento por ver la flojedad que se tenía en esto: que por un poco de regocijo de tomar cuatro rábanos y dos libras de uvas se dejase de hacer lo que tanto importaba. Y caminando acia la Tercera, vieron salir de la isla la caravelilla de aviso, y Pedro Sarmiento estuvo aguardando á ver qué hacía el general de Nueva-España, según lo que habían concertado y cuando vido que ninguna diligencia hacía, mandó Pedro Sarmiento ir tras la caravelilla que ya iba lejos. En fin sola esta capitana la dió caza hasta muy tarde; y viéndose la caravelilla fatigada, viró la vuelta de tierra y esta nao viró tras ella, y llevándola ya cerca arribó en popa á tierra á la ciudad de la Playa: y en esto anocheció. Por lo cual no la pudimos tomar; y si don Bartolomé enviara siquiera una chalupa de las que traía en la armada, sin falta la tomábamos, porque la chalupa se pudiera meter en tierra mejor que la caravela; lo cual esta nao no pudo hacer sin peligro de perderse. E ya que no la tomamos sirvió de que no nos llevase dos días de ventaja, que una hora suele ser de gran momento en tales ocasiones, y con la vuelta se perdió hasta miércoles tres de agosto con ir y venir á tierra, y con calmas que por la mayor parte hay al abrigo destas islas. Y cuando volvió la flota al puerto ya las naos de la india andaban á la vela á punto de todo. Sola la de Malaca habían metido más hacia la ciudad para favorecerla con la fortaleza del Pueblo. Iten, cuando la flota se volvió al puerto pasó otra caravela de aviso á Portugal, con sus encomiendas y banderas por medio de la flota, y la dejó el general pasar sin saber no inquirir della cosa de diligencia, con estar avisado que habían salido dos caravelas de Lisboa para este efecto.
El miércoles 3 de agosto se hizo la flota á la vela la vuelta de España, y lúnes 15 de agosto, por la misericordia de Dios, reconocimos la costa de España en el cabo de San Vicente seis leguas mas al norte. Laus Deo.
Todo lo cual se leyó públicamente delante de todos los desta nao-capitana, que fueron los siguientes: El padre vicario fray Antonio Guadramiro; Anton Páblos, piloto-mayor; Juan Desquibel, escribano-real; Pedro de Hojeda, contramaestre; Gaspar Antonio, guardian; Maestre Agustin, carpintero; Pedro de Aranda, soldado; Geronimo de Arroyo; Francisco Garces Despinosa; Andres de Orduña; Antonio del Castillo; Pedro Lopez, calafate; Francisco Hernandez; Angel Bartolo; Domingo Vayaneta; Pedro Pablo; Jácome Ricardo; Diego Perez de Albor; y Diego Perez de Villanueva; Pedro Alvarez; Francisco Perez; Francisco de Urbéa; Simon de Abréo; Pedro de Villalustre; Manuel Perez; Matéo Andres; Pedro Marquez; Pedro Gonzalez; Pedro de Bamonde; Francisco Tellez; Pedro de Isasiga; Grabiel de Solis; Pedro de la Rosa. A todos los cuales aquí contenidos les fué preguntando si lo contenido en esta relación era verdad, ó tenían que contradecir; y dijeron ser todo lo que en ella contenido verdad, sin saber cosa alguna que pudiesen ni debiesen contradecir. Y esto es la verdad, y los que supieron firmar lo firmaron de sus nombres y rúbricas; y asimesmo yo Pedro Sarmiento de Gambóa, capitan-superior desta nao y armada de Su Magestad, juró á Dios, á esta # y á los Santos Evangelios, que todo lo contenido en esta relacion y derrotero es verdad, y para así en efecto como en ella se contiene, sin exceder en cosa que sea contra la verdad. E por ser así cierto y verdadero, y para que en toda parte tenga fé y crédito que conviene, la firmé de mano y nombre, que es fecha en esta nao capitana nombrada Nuestra-Señora-de-Esperanza, miércoles diez y siete días del mes de agosto de mil quinientos y ochenta años.
Pedro Sarmiento de Ganboa.
Anton Páblos, piloto.
fray Antonio de Guadramiro.
Pedro de Hojeda, contramaestre.
Gaspar Antonio guardian.
Francisco Garces Despinosa.
Pedro de Aranda.
Geronimo Garzes del Arroyo.
Francisco de Gorvea. Antonio del Castillo.
Francisco Perez.
Diego Perez. Francisco Hernandez.
Augustín Grabiel de Solis.
Jacome Ricaldo.
Francisco Tellez.
Pedro de Baamonde.
Andrés de Orduña, escrivano nombrado.
E yo Joan Desquíbel, escribano-real de esta armada y nao-capitana de Su Magestad doy fe y verdadero testimonio, que me hallé presente en todo este viaje y descubrimiento del estrecho de la Madre-de-Dios, ántes llamado de Magallánes, y lo ví; y aquello en que no me halle lo sé por cierta información de las personas que fueron á ello, y por juramento solemne del señor Pedro Sarmiento, capitan superior de esta armada, que fue en los tres descubrimientos, de los tres bateles; y me hallé presente cuando esta relación se leyó de verbo ad verbum ante todas las personas desta dicha nao públicamente, según el muy excelente Señor Don Francisco de Toledo, virréy del Pirú, lo manda por su instruccion. Y leída y entendida, dijeron todos los testigos arriba nombrados y firmados ser verdad todo lo contenido en esta relación, y que no sabían ni tenían que contradecir cosa alguna, y que por tal la daban y aprobaban para que Su Magestad fuese informado con ella de todo lo sucedido en este viaje y descubrimiento. Y conosco á todos los testigos arriba nombrados y ví firmar las firmas, puestas debajo, de los nombres, que son de aquellos que se hallaron en esta nao que sabían firmar: y va escripta esta dicha relación y derrotero en ochenta y cinco hojas con esta en que va mi firma y signo. De todo lo cual doy fe, que es fecha en esta nao-capitana, nombrada Nuestra Señora-de-Esperanza á diez y siete días del mes de agosto de mil é quinientos y ochenta años.
A en testimonio de verdad fice aquí este mismo signo. A tal =Juan Desquibel, escrivano Real =.
Y yo Pedro Sarmiento de Gamboa, capitan-superior de esta armada real de Su Magestad, que vino al descubrimiento del estrecho de Magallanes, certifico á todos los que la presente vieren, que Juan Desquibel, de quien va firmada y signada esta relación y derrotero, es escribanó real desta dicha armada, y desta dicha nao-capitana, y á sus escripturas y autos que antél pasan y han pasado se les, da entero crédito como á tal escribano-real desta dicha armada y nao capitana. Y para que de ello conste de esta certificación firmada de mi nombre, que es fecha en esta nao-capitana á diez y siete días del mes de agosto de mil é quinientos y ochenta años.
Pedro Sarmiento de Gamboa
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