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PEDRO GUTIERREZ SANTA CLARA. HISTORIA GUERRAS CIVILES DEL PERU (1565). Педро Гутьеррес де Санта Клара. История Гражданских Войн в Перу

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Педро Гутьеррес де Санта Клара. История Гражданских Войн в Перу (1544-1548).
PEDRO GUTIERREZ SANTA CLARA. HISTORIA GUERRAS CIVILES DEL PERU (1544-1548)
Y DE
OTROS SUCESOS DE LAS INDIAS
Por
PEDRO GUTIERREZ SANTA CLARA

1565

TOMO TERCERO

MADRID
1905

CAPITULO PRIMERO
DE COMO EL MAESTRO DE CAMPO FRANCISCO DE CARA-
UAJAL SE PARTIÓ DE LA CIBDAD DE QUITO Y POR SUS
JORNADAS CONTADAS LLEGÓ Á LA VILLA DE SANT MI-
GUEL, Y DE LAS COSAS QUE EN ELLA HIZO EN SBRUI-
CIO DE GONZALO PIQARRO, Y DE OTRAS COSAS QUE
PASSARON

Auiendo Francisco de Carauajal, Maestro de
campo de Gonzalo Pi^arro, tomado todo quanto
auia de lleuar para proseguir su jornada, se partió
de la cibdad de Quito muy arrogante y soberuio,
como atrás queda dicho, con solos diez arcabuze-
ros bien armados y en buenos cauallos y muías que
les dieron, porque estos eran hombres hechos muy
a su proposito por ser muy buenos ministros y re-
boluedores. Pues yendo este hombre por sus jor-
nadas contadas y de pueblo en pueblo llego a la
villa de Sant Miguel, en donde le salieron a resce-
bir los vezinos que auia en ella, los vnos por con-
graciarsse con el y por ganalle la voluntad y por
tener su amistad, aunque el no la tenia con ningún
bueno. Y los otros de miedo que le tenían, porque
le conoscian que era hombre cruel y furioso; y
assi fue lleuado a que se apossentasse en las casas

de Juan Gines el Rubio, que estauan ya aderesca-
das para el, y ajli se apeo con los soldados que
traya, Antes que entrasse por la casa, estando en
la puerta de la calle mando con apariencia de bue-
na crianza, aunque falsa, a seis vezinos y regido-
res de aquella villa, que se quedassen alli vn rato
con el, porque les quería dezir ciertas cosas que
Goncalo Picarro su señor le auia mandado les di-
xesse. Y por otra parte despidió con buena enan-
ca y cortesía, desde la puerta, a todos los que le
auian salido a rescebir, diziendoles, con el sombre-
ro en la mano: Señores, vuestras mercedes se va-
yan a descansar y a comer a sus casas, que ya es,
tarde; y ellos se fueron, despediéndose del, y con
esto entro en la possada con los suyos. Y como era
ya tarde se assento a comer con los doze soldados
que truxo de Quito, a vna mesa, y después de auer
comido con muestra de gran plazer, mando secre-
tamente cerrar las puertas de la calle y se metió
con sus ministros en vnapossentolleuando tras si á
los seis regidores, y estando ya dentro les hablo y
dixo con vna voz ronca y braua lo siguiente:
El Gouernador mi señor tiene grandissima
quexa de vosotros los regidores, y esto es con mu-
cha razón, porque aueis sido siempre sus contra-
rios, y en todo aquello que se le ha offrescido no
le aueís querido acudir, ni a le dar fabor y ayuda,
antes os aueis mostrado por sus enemigos morta-r
les, porque quando os Uvo menester no le soco-
rristes como era justo. La principal quexa que de
vosotros tiene es por auer acogido en esta villa a
Blasco Nufiez Vela, faboresciendole y proueyen-

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dolé en todo aquello que uvo menester para engro-
ssar su exercito y para yr contra las cosas del Go-
uernador mi señor que ha deffendido y deffiende
vuestras vidas, honrras y haziendas y los reparti-
mientos que tenéis. No contentos con esto, agora
de nueuo y de poco tiempo a esta parte aueis es-
cripto muchas cartas a Blasco Nuñez Vela, que se
yntitula falsamente de Visorrey, no lo siendo, dán-
dole muchos auisos de lo que passa en la tierra,
especialmente de lo que se haze en el exercito del
Gouernador mi señor. En todo lo qual lo aueis
hecho muy mal, y esto no se esperaua de vosotros
que tal cosa no hizierades, sino que se tuuo enten-
dido que pussierades las vidas y las haziendas por
quien ponia por vosotros la persona, vida y la ha-
cienda por redemir la vexacion en que os ponían y
dexaros quietos y paciíñeos en vuestras casas.
Considerando yo estas cosas, de como lo auia-
des hecho tan mal, tenia determinado mandar se
diesse saco mano a esta villa y destruylla a fuego
y a sangre y no dexar a vida al chico y al grande,
sino hazellos matar a todos por vuestra causa, y
por ciertos respectos que no quiero dezir lo he de-
xado de hazer, en especial porque no me tengáis
por cruet y mal xpiano. Y también lo quería man-
dar hazer porque tengo creydo que la gente co-
mún y popular y los soldados que siguieron al Vi-
sorrey, no (1) lo hizieron por lo que ellos preten-
dían en auer algún ynteres, sino porque vieron que
vosotros los regidores lo haziades en seguir su

(I) Us.yne.

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partido, los quales soldados hizieron muchos daños
y males en los que seguían la buena opinión del
Gouernador mi señor. Por esto y por otras causas
y razones he determinado de perdonar a los que
poco pueden, y hazer abaxar la contumacia y co-
lera de los soberuios, que soys vosotros los regido-
res. Y también porque soys vosotros las cabecas
mas principales, meresceis por ello mucho mal y
gran castigo que sea exemplar, por vuestras tray-
ciones y maldades, el qual entiendo de os dar bre-
uemente para que sea en vosotros el castigo, y a
otros exemplo para que de aquí adelante biuan
muy bien siruiendo a Goncalo Picarro mi señor.
Dichas estas palabras mando a todos los seys
regidores que se conffessassen, porque luego auian
de morir, y ellos comentaron muy humillmente,.
aunque en vano, a desculparsse, poniéndole por
delante los muchos y grandes seruicios que auian
hecho a Goncalo Picarro antes que entrasse en la
villa, y como todos ellos tenían su buena opinión
y le eran muy afficionados. Y también le truxeron
a la memoria de quando rescibieron las prouissio-
nes de Goncalo Picarro y no quissieron ver las
del Visorrey, y en lo que tocaua a las cartas que
dezía que ellos auian escripto a Blasco Nuñez Ve-
la* que estauan ynocentes de aquel peccado, por
quanto ellos ni otros por ellos las auian escripto.
Y si agora auian seruido algunos pocos de dias a
Blasco Nuñez Vela, que no lo auian hecho de su
propia y espontanea voluntad, sino que fueron
para ello constreñidos y toreados, porque cada
día los amenazaua con la muerte, y que no se

auian huydo por no desamparar a sus mugeres,
casas y haziendas en poder de los soldados. Y
también porque tenían entendido, como era assi,
que en cosa alguna no auian herrado, porque ser-
uian a Su Magestad, como todos hazian; mas empe-
ro que por la passion de Jesu Xpo los perdonasse
con clemencia, que mejor le siruirian estando bi-
uos, con sus haziendas y personas, que no en otra
manera. Y porque vssasse con ellos de misericor-
dia le darían gran summa de dineros, para que los
soltasse sanos y libres y sin lision alguna, y assi le
dixeron otras muchas cosas de gran humillación y
puestas las rodillas en tierra, y Francisco de Ca-
rauajal como lobo rauioso y cruel no los quiso
oyr, y por esto se conffessaron con vn clérigo que
el mismo traya en su compaflia. Dende a vn rato
mando sacar a vno de los regidores y le hizo
dar garrote dentro de otra cámara donde le auian
metido, porque lo auia mandado conffesar prime-
ro, y este mismo fue el que auia dado la yndustria
y manera de como se abriesse vn sello Real con
que después el Visorrey y el Oydor Juan Aluarez
solían por Audiencia despachar las prouissiones.
Luego se divulgo por toda la villa de como el
Maestro de campo tenia encerrados seys regido-
res para les cortar las caberas porque auian se-
guido la parte de Blasco Nuñez Vela, por lo qual
muchos hombres que auian militado debaxo de su
vandera se salieron secretamente della y se fue-
ron a esconder por las huertas y heredades de los
vezinos, y otros se escondieron por otras diuersas
partes. Las mugeres destos seys regidores, quan-

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do supieron que sus maridos estauan en tan gran
peligro, fue muy grande la pena y dolor que sin-
tieron, y luego como desatinadas se fueron con
presteza al monesterio del Señor Sancto Domingo
y llamaron a dos frayles de buena vida que allí re-
sidían, para que rogassen por sus maridos. Y ellas,
cubiertas de luto, se fueron con los frayles a casa
de Francisco de Carauajal y entraron por vna
puerta falsa que hallaron abierta, porque los de la
guardia no auian mirado en tanto que por ella sa-
lto la triste nueua de lo que el carnicero quería
hazer. Subiendo las mugeres llorosas al apossento
de Francisco de Carauajal, se pussíeron de rodi-
llas delante del, suplicándole con grandes lloros y
gemidos que por amor de Dios y de Nuestra Se-
ñora se apiadase dellas y de sus hijos y concedie-
sse las vidas a sus maridos, y los frayles le habla-
ron muy humillmente suplicándole lo mismo que
concediesse las vidas de aquellos miserables hom-
bres. Dando y tomando y replicando en ello, en fin
al tin, apiadandosse de las mugeres, especialmente
teniendo respecto a los frayles, otorgo las vidas a
los cinco regidores, que se tuuo en mucho porque
tenían creydo que no les concedería cosa alguna,
y el cuerpo del difunto entrego a su muger para
que lo enterrasse, y ella y los cinco regidores le
rindieron muchas gracias [de] lo que por ellos auia
hecho, y los frayles se lo agradescieron mucho y
se fueron a su monesterio. Con tal aditamento fue
el perdón hecho, que los cinco regidores saliessen
de la villa y de toda [suj jurisdicion en perpetuo
destierro, y les quito los repartimientos que tenían

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y condeno a cada vno dellos en quinientos duca-
dos de buen oro para la espedicion y ayuda de la
guerra que yua hazer a Diego Centeno. Estos di-
neros se cobraron luego de los cinco regidores y
de la viuda, aunque les peso dello grandemente, y
también la viuda dio los dineros porque le querían
quitar el pueblo que su marido tenia, y estos dine-
ros prestaron los mercaderes por les hazer buena
obra; de manera que fueron tres mil ducados los
que tomo y robo este salteador de campos y po-
blados. Esta era la pretenssion que Francisco de
Carauajal lleuaua para hurtar y robar por fuerza
a diestro y siniestro todo quanto dinero pudiesse
hallar; y los cinco regidores fueron a cumplir sus
destierros, porque el cruel tirano auia mandado y
auissado a las justicias que estauan puestas de su
mano, que si lo quebrantassen los ahorcassen lue-
go. Mas después boluieron a la villa quando el
presidente Pedro de la Gasea vino a recuperar es-
tos estados, y les torno los cargos del regimiento
y los repartimientos de yndios que tenian en enco-
mienda por Su Magestad, y les consolo de la gran
tiranía que auia vssado con ellos el cruel carnice-
ro. Y por no estar occioso ni quieto en sus malda-
des y carnicerías este gran Nerón, a otro dia hizo
vna donosa y diabólica crueldad; digo donosa por
lo que aqui se dirá. Estaua en esta sazón preso en
la cárcel publica desta villa vn Francisco Hurta-
do, vezino del pueblo del Guayaquil, el qual era
muy rico y valeroso en la tierra, el qual auia sido
vn poco de tiempo capitán del Visorrey Blasco
Nuñez Vela y era gran amigo deste Francisco de

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Carauajal. Hase de saber que al tiempo que Juan
de Acosta dio el alcance por la cuesta de Caxas y
por el camino de Quito al Visorrey, se quedo atrás
este Francisco Hurtado, que no le pudo seguir por
falta del cauallo, y los alcaldes desta villa que es-
tauan puestos por el tirano lo prendieron porque
estaua en la comarca, auiendo proueydo alguazi-
lespara que buscassen a todos los soldados de
Blasco Nuñez Vela. Y como era bien quisto y te-
nia allí muchos amigos no lo auian castigado las
justicias de la villa, como lo auian hecho de otros,
ni menos le auian soltado ni dado por libre, de
miedo de Gonzalo Picarro que ya sabia que estaua
preso. Mas con todo esto se andaua passeando por
la cárcel sin prisiones, porque auia dado buenas
ñangas, y algunas vezes se yua a missa, y como
supo de la venida del Maestro de campo se holgó
por ello y tuuo creydo que lo mandaría soltar sa-
biendo de su prisión, y le daría por libre, pues era
su grande amigo. Sabiendo Francisco de Carauajal
como Francisco Hurtado estaua preso, le mando
soltar luego libremente, reprehendiendo mucho a
los alcaldes hordinarios porque lo auian detenido
tanto tiempo en la cárcel, y ellos le soltaron luego
y el fue a dar las gracias a Francisco de Caraua-
jal por tan señalada merced come le auia hecho.
Quando el Maestro de campo le vido venir se fue
a el con los bragos abiertos y lo rescibio amorosa-
mente, mostrándole gran pesar de su tan larga
prisión, haziendole quedar aquel día consigo, com-
bidandole a comer con gran regalo, haziendole
muchas offertas y caricias. Francisco Hurtado se

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hinco de rodillas delante del para le besar las ma-
nos y no lo consintió, antes lo abraco aleándolo de
la mano, y el Hurtado offresciole su persona y bie-
nes y le dixo que se queria yr con él á las Charcas
por le yr siruiendo por el camino, y Carauajal le
dixo que después de auer comido se trataría de
aquel negocio. Pues auiendo ya comido y el Hur-
tado con el, a vna mesa, como amigos, Carauajal
embio a llamar al cura del pueblo, y siendo llega-
do sin saber para que lo queria, se puso ante el y
haziendo entrambos le deuida reuerencia se bol-
uio a su amigo y le dixo con mucha cortesía y bue-
na crianza, con el sombrero en la mano,lo siguien-
te: Señor Francisco Hurtado, yo he sido siempre
gran amigo y seruidor de v. m., como lo sabe muy
bien, y como a tal le saqué de la cárcel y prisión
en la qual auia estado tanto tiempo, haziendole
aquel tratamiento tan bueno que v. m. ha visto.
Hasta aqui he cumplido con la obligación que en
amistad deue Francisco de Carauajal a Francisco
Hurtado, y agora es menester que yo cumpla con
lo que deuo al seruicio del Gouernador mi señor,
y assi no puedo dexar de le hazer cortar la cabe-
ra (1) y por tanto me puede perdonar porque soy
mandado. Aqui esta, señor, el padre cura; v. m. se
conffíesse con el, porque yo no puedo hazer otra
cosa sino lo que me mandan; y el Hurtado, oyen-
do esto, se pasmo y se turbo mucho porque le co-
noscia ser hombre muy cruel, y engañóse por la
amistad que con el tenia, creyendo hallar la vida,

(l) Tachado: a v, m.

12

y hallo la muerte, y al fin dando y tomando el vno
y el otro y después de auerse conf fesado le corta-
ron la cabeca. Hecha esta crueldad salióse luego
a passear por la villa con los suyos, con vn conti-
nente soberuio, y otro dia se fue con gran hincha-
zón a oyr misa a la yglessia mayor y en saliendo
della y estando a la puerta mando apregonar di-
ziendo que el perdonaua en nombre de Gonzalo
Picarro su señor a todos aquellos que auian anda-
do en seruicio de Blasco Nuñez Vela. Y también
hizo apregonar que todos los vezinos, moradores,
estantes y habitantes en la villa, se viniessen a re-
gistrar ante el, so pena de muerte y perdimiento
de bienes, y que cada uno truxesse las armas y ca-
uallos que tenia para que hiziessen demostración
dellas, porque queria ver y saber que gente y ar-
mas y cauallos auia. Los vezinos y moradores que
auia parescieron mas de miedo que de voluntad,
porque dellos vinieron á pie, y poquitos a cauallo,
y mal armados, y todos se pusieron en medio de la
plaga como gentiles hombres. Y como era después
de comer los estuuo mirando vn rato y luego en-
tresacó de todos ellos hasta veinte soldados que le
parescio que eran buenos y abtos para la guerra,
y tomo todas las armas y cauallos que parescie-
ron, para sus soldados y para los que auia de ajun-
tar después en otras partes. Hechas estas cosas se
salió otro dia de la villa para la cibdad de Truxi-
11o con cinquenta soldados, y la vezindad con los
demás quedaron bien espantados y amedrantados,
que tuuieron creydo todos que la cosa passara
adelante y que mandara destruyr toda la villa, co-

13

mo ya se publicaua por toda ella. De manera que
todos ellos quedaron bien escarmentados, y assi
quando le nombrauan se santiguauan del como del
demonio; no me espanto de esto, porque como se
vera en estaobra el fue el mas cruel y endiablado
hombre que uvo en esta tierra, que cierto se pue-
de contar en el numero de los tiranos que*uvo en
el mundo. Partido que uvo desta villa se fue por
su camino adelante a la cibdad de Truxillo, y en-
trando por ella fue rescebido del cabildo y vezin-
dad con demostración de gran plazer y alegría,
aunque con rezelo que les haria algún mal como
lo auia hecho en Sant Miguel, que luego corrió la
nueua de lo que hizo. Lo primero que mando des-
pués de estar bien apossentado fue embiar a Ha-»
mar al capitán Melchior Verdugo, y entre otras
cosas que passaron entre ellos el Carauajal le tra-
to muy mal de palabra y lo quissiera hazer de
obra, porque se auia mostrado mucha parte con
Blasco Nuñez Vela. Y sin duda le ahorcara o le
mandara cortar la cabeca, y assi estuuo muy a
canto de se la cortar, sino le diera, a según las gen-
tes dixeron, de cohecho, dos mili ducados de buen
oro, y con esto le despidió buenamente amones-
tándole fuesse buen amigo y seruidor de Goncalo
Pigarro su señor. En saliendo Melchior Verdugo
de casa del Maestro de campo se fue a la suya y
luego a boca de noche caualgo en vn cauallo, y su
persona bien armada, se fue con vn buen criado
ue tenia a su pueblo de Caxamalca a esconderse,
como supo después que era ya passado adelan-
e, se torno a la cibdad y se aleo con ella y se fue

14

a Nicaragua, como ya tenemos dicho atrás. En
esta cibdad tomo Francisco de Carauajal todo el
oro y plata que hallo en la caxa de Su Magestad y
de los thenedores de difuntos, y tomo prestados, o
por mejor decir, robados, de los vezinos y merca-
deres, cerca de dos mili ducados de buen oro ber-
mejo, a nunca pagar, porque no los lleuasse consi-
go a la guerra, ca hizo vna demonstracion para los
Heuar. Assimismo tomo los cauallos y las muías
que hallo entre los vezinos, y saco desta cibdad
qua renta hombres, a los quales dio lo que u vieron
menester para el camino, y repartió entre ellos
las armas y cauallos que tomo de los ciudadanos.
De manera que Francisco de Carauajal yua ha-
ziendo por este camino todo quanto mal podia y
se le antojaua, como tirano cruel y soberuio, y to-
maua quanto queria sin que nadie le fuesse a la
mano que era cosa temeraria lo que hazia, y con
esto se fue 9, la cibdad de Lima. Quando entró en
la cibdad le salieron a rescebir los regidores y
muchos vezinos con demonstracion que les plazia
de su llegada, y se fue apossentar derechamente a
sus mismas casas, que las tenia muy buenas, en
donde fue muy [bien] rescebido de su muger Doña
Cathalina de Leyton. Después de apossentado, a
otro dia le fue a visitar el theniente Lorenco de Al-
dana con algunos cibdadanos principales y estuuo
alli un rato con el y con su muger, hablando en
buena conuersacion de diuersas cosas, y de alli se
fue á su possada con los que auian ydo con el.
Francisco de Carauajal determino de dar descan-
so a su cuerpo, que venia cansado del largo cami-

15

no que el y los suyos auian traydo, porque ay des-
de Quito a esta cibdad de Lima al pie de quatro-
c rentas leguas, poco mas o menos, y en el entre-
tanto hazer ciertas cosas que mucho Je conuenian
en la presente jornada que Ueuaua contra Diego
Centeno.

CAPITULO II

DE VNA BRAUOSA CARTA QUE FRANCISCO DE CARAUA-
JAL ESCRIUIO A GONZALO PICARRO, Y DE LAS COSAS
QUE EN LA CIBDAD HIZO, Y PARTIÉNDOSE DE AQUI SE
QUISO ALCAR CON ELLA EL CAPITÁN DE LA GUARDIA
DE BLASCO NUÑEZ VELA, Y DE OTRAS COSAS QUE
PASSARON

Después que Francisco de Carauajal uvo lle-
gado a la cibdad de Los Reyes y después que uvo
descansado del largo camino que auia traydo, lo
primero que hizo fue pedir a los officiales del rey
quatro mili ducados de buen oro para gastar alli
en cosas que auia menester para la guerra, los
quales se dieron luego, que no ossaron hazer otra
cosa porque el tirano lo auia escripto a ellos para
que se los diessen y que después los cobrarían de
sus rentas y tributos. Luego otro dia pidió a Lo-
renco de Aldana que le diesse diez arcabuzeros de
los que tenia en su guardia, y el se los dio luego,
y también hizo algunos soldados que auia en la
cibdad, a los quales dio algunas armas y cauallos
proueyendoles de otras cosas que uvieron menes-
ter para lleuar por el camino. Compro assimismo
mucho damasco carmesí y blanco, mucho tafetán

17

blanco, negro, azul, pardo, colorado y amarillo, y
del damasco colorado y blanco mando hazer dos
estandartes, el vno mayor que el otro, con muchos
fluecos y borlas de oro y Seda, que eran entram-
bos quadrados y de buen tamaño. Assimismo de
los tafatanes se hizieron tres vanderas quadradas,
que hasta alli no la auia aleado ni la traya por no
la lleuar enhiesta hasta llegar a la cibdad del Cuz-
co, en donde auia de reforcar su exercito de la
gente que le auia de dar el theniente Alonso de
Toro. Estauan en esta sacón en la cibdad de (1)
Lima los capitanes Alonso de Monrroy y Antonio
de Ulloa que auian venido por la mar, de la pro-
uincia del Chile, por socorro, y sabiendo Francis-
co de Carauajal a lo que venian los embio a llamar,
los quales venidos les hablo muy largo preguntán-
doles muchas cosas, y al cabo se les ofrescio mu-
cho en todo lo que uviessen menester, y ellos se lo
agradescieron mucho. Y con esto les tomo los, re-
caudos que auian traydo para lleuar ante Su Ma-
gestad, y se concertó con ellos de escreuir a Gon-
calo Pigarro, su señor, que estaua en la cibdad de
Quito, para que el le[s] diesse fabor y ayuda de
gente y armas para que lleuassen al Chile, y la
carta braua que le escribió fue de la forma si-
guiente:
Muy yllustre Señor: Yo me partiré de aqui a
mañana, mediante Dios, y lleuo conmigo cerca de
doscientos hombres con todos, y entre ellos los
:ez que v. s. me dio en Quito, con los demás que

I) Tachado: Cwue.
G. DE SANTA CLARA.—IV.—3.°

18

he allegado por el camino y los que desta cibdad
salen, que cierto por seruir a v. s. van de muy
buena voluntad; yo les he proueydo de algunas
cosas que han auido menester. Alonso de Mon-
rroy, capitán del capitán Pedro de Valdiuia, vino
aqui de la prouincia del Chile en la nao de Juan
Baptista, criado que fue del comendador Hernan-
do Pigarro, en que fue Alonso Calderón de la Bar-
ca, y vienen por socorro de gente y armas y con
buenas nueuas, y traen algunos dineros, aunque
bien pocos. Y auiendole yo encaminado al dicho
Alonso de Monrroy para v. s. y estando ya de par-
tida para essa cibdad, le dio vna enfermedad que
en tres dias murió; dizen los médicos que fue ramo
de pestilencia; yo digo que ellos le mataron no sa-
biéndolo curar, ni entendieron su enfermedad. Ago-
ra queda aqui el capitán Juan Baptista, que es el
que digo, señor de la nao en que vinieron, y vn hijo-
dalgo llamado Antonio de Ulloa, natural de Cace-
res, que vino con ellos del Chile con grandes pode-
res de Pedro de Valdiuia para negociar en Castilla
sus cosas ante Su Magestad. Y porque me ha pa-
rescido que el no vaya á Castilla ni a Borgoña sin
dar razón a v. s. de a lo que viene, se lo embio
alia para que se ynforme del y se vea lo que trae,
y después de bien ynformado no le dexe yr a parte
alguna, sino que lo detenga consigo, porque no es
menester que de parte de Pedro de Valdiuia se ne-
gocie con el rey, si no con v. s., y no aya otro que
le pueda ayudar ni valer, solo porque siempre
Valdiuia tenga fin y proposito de seruir a v. s. por
los benefficios y socorros que de las gouernacio-

19

nes de v. de cada dia le pueden yr y el recebir.
Esto que he dicho lo digo para grandes effectos y
fines que no son para escreuir en carta, y bien se
lo que digo; pero si v. s. fuere seruido de otra cosa
y mandare qué se socorra, me embie a mandar lo
que fuere seruido, que yo le daré gente quanta
v. s. me embiare a mandar. Y esto v. s. lo podra
solo entender mejor que otro alguno, porque sabe
la confianza que tiene de Pedro de Valdiuia y la
que se puede tener; pero a mi me paresce que
auiendo de yr socorro vaya vn capitán de v. s. para
que aquella gouernacion se comunique y se ate
con esta, que sera gran bien y prouechoso. Y si
acaso mañana se muriesse Pedro de Valdiuia,
puede quedar todo por de v. s., como lo estara en
poder del capitán con quien v. s. le embiare el so-
corro, y assi tememos reparado lo del estrecho de
Magallanes y serán todos estos mundos vnos y
términos de v~ s. El capitán que alia va es mi
grande amigo y conoscido y es hombre de bien y
humillde, y mas lo es Pedro de Valdiuia, pero crea
v. s. que con todas estas sus buenas costumbres
quando ya está en ayre de ser Gouernador siem-
pre lo querrá ser antes que dexar que lo sea Sant
Pedro ei/Roma. Y assi por esto como por lo que
podría venir por el estrecho de Magallanes, es
bien que v. s. mire bien lo que sobre esto del Chile
se uviere de hazer y proueer en el casso, porque
cierto es vn negocio^muy hondo, ymportante y
bien califficado y que nadie 16 entiende tan bien
como yo lo entiendo, que andando el tiempo lo
diré y me aclararé con v. s.

20

Entre tanto que este hidalgo va a besar las ma-
nos a v. s. y buelue, queda aqui el capitán Juan
Baptista, señor de la nao, y procura aderescallá
de algunas cosas que aura menester para su ñaue*
gacion; v. s. le escriua y faborezca diziendole
que v. s. le entiende honrrar y aprouechar mucho,
assi en cargos honrrosos de capitanías de la mar
y de la tierra, como en otras cosas que se offres-:
can, porque es honrrada persona y tiene platica
de la tierra y de los aguajes, ensenadas y puertos
de toda la costa del Chile. La nao de Pedro Diaz
en que van estos despachos lleua también mucha
poluora de la que se haze en esta cibdad, para la
armada, y doscientos y veinte quintales de bisco:
cho; v. s. mire mucho por ella, en especial su sa-
lud, que estas dos cosas nos ternan en pie de aquí
a mili años a pesar de reyes y aun de Papas. Núes-.
tro Señor la muy yllustre persona de v. s. conser:
ue con aquel contentamiento, prosperidad y salud
que v. s. meresce y dessea. Desta cibdad de Los
Reyes a veinte y cinco de otubre de 1546 años. Be-
sa las manos de v. s. su criado Francisco de Cara-
‘ uajal.
Muy bien le quadran a este hombre brauonel y
tan soberuio los refranes verdaderos que suelen
dezir a tales ynsensatos como el: Vno piensa el
vayo,y otro el que lo ensilla; quien todo lo quiere^
todo lo pierde; como le acontescio a este desati-
nado, que hazia la cuenta sin la huéspeda y le;
salto el agraz en el ojo por su mal, y tiro coses
contra el aguijón y le salto en la cara, como ade-
lante diremos, mediante Dios. Despachada, pues,

21

esta carta y el nauio de Pedro Diez, rescibio Fran-
cisco de Carauajal dende a pocos dias cartas pre-
surosas de Alonso de Toro, en que le embiaua a
dezir que se diesse priessa a caminar. Porque le
hazia saber que Diego Centeno yua engrosando su
exercito a mas andar, de muchos hombres que le
acudian de diuersas partes, y antes que fuessen
mas en numero era bien de procurar de lo desba-
ratar. Francisco de Carauajal, como hombre dies-
tro y guerrero y que se le entendía bien todo esto,
determino con gran presteza de partirse antes que
otra cosa sucediesse(l), poniéndose encamino por
sus jornadas contadas hasta que se fue a poner
cerca de la cibdad de Sant Juan de la Frontera,
que es en Guamanga. Después que Carauajal salió
de Lima acaescio que estaua dentro en la cibdad
Juan Velasquez Vela” Nuñez, el moco, sobrino del
Visorre>\ que auia sido capitán de guardia de su
persona. Este cauallero auia venido de la cibdad
de León en Guanuco en compañía de Pedro Man-
jarres y de otros amigos suyos y seruídores de Su
Majestad, los quales todos auian estado alli escon-
didos mientras los rebeldes y tomultuarios anda*
uan perseguiendo al buen Visorrey. Como estos
caualleros vieron que Carauajal era salido de la
cibdad, comentaron de nueuo a conuocar secreta-
mente algunos mas amigos que auian stntido esta-
ñan mal auenidos con Picarro, y según las gentes
dixeron hizieron esto solamente para matar ■>
Lorenco de Aldana y a Pedro Martin de Ceci-

22

lia que era alcalde hordinario en aquel año*
Dieronse tan buena mafia estos caualleros, aun-
que fortuna les fue muy contraria, que en bre-
ues días hallaron más de cinquenta hombres, que
todos erarf por la mayor parte jugadores y de
la vida ayrada, que no tenían que perder, y quan-
do este yndomito hombre passo se escondieron
todos del porque no los lleuasse consigo á la gue-
rra. La yntencion que tuuieron estos hombres fue,.
a Jo que dizen, matar a los dos sobredichos y to-
mar el dinero de Su Magestad y de mercaderes, y
ajuntar mucha gente, y de aqui yr en busca de
Diego Centeno por el camino que llaman de los
Llanos, porque Carauajal yua con los suyos cami-
no de la sierra. Y que en llegando ellos a la pro-
uincia de las Charcas, ajuntarse con Diego Cente-
no y dar batalla a Carauajal, en donde tenia espe-
ranza en Dios que lo vencerían y matarían y que
después yrian desde alli a dar fabor y ayuda al
Visorrey, que andaua corrido de Picarro y de sus
sequaces, yendo por la mar en nauios. No falto
quien de todas estas cosas auisasse a Lorenzo de
Aldana y a Pedro Martin de Cecilia, y como a los
dos les yua las vidas y saludes, luego el theniente
fue con sus árcabuzeros y alabarderos que eran de
su guardia a casa de Vela Nuñez el Júnior, al
qual prendió y lo Ueuo a su casa. Pedro Martin
de Cecilia hizo lo mismo por otra parte, que pren-
dió como alcalde hordinario a ciertos conjurados,
y por mejor dezir de los leales, y los hizo lleuar a
la cárcel publica y los hecho en fuertes prisiones
juntamente con Vela Nuñez el Júnior que fue pa-

23 1

ssado a ella. Y no prendieron a Pedro Manjarres*.
que fue el muñidor de todo lo sobredicho, que se
escapo de buena, que se huyo al mejor tiempo,
que vn amigo suyo le dio luego auiso de lo que pa-
ssaua. Luego como prendieron a estos caualleros
dieron muy brauos tormentos a Juan de Guzman,
cufiado que fue de Diego de Gumiel, con otros dos
hombres, y [en] lo que estos conffessaron y decía*
raron no dieron gusto a Pedro Martin de Cecilia,
que era el que les hazia dar los tormentos, Y este
desgusto fue porque no condenaron en sus conffe-
ssiones a Perucho de Aguirre, vizcayno, y a otros
que yuan con Carauajal, que los queria mal de
muerte porque se mostrauan por muy seruidores
de Su Magestad- mas en fin, al fin se hizo cabeca
de proceso contra todos los presentes y ausentes
que fueron condenados, La noche que prendieron
a estos caualleros anduuo Pedro Martín de Cecilia
velando toda ella sin dormir y traya consigo diez
arcabuceros de guarda y vn gran mulato cargado
de cabestros, y sin hazer proceso ahorcó furiosa-
mente aquella madrugada a Pedro Rodríguez y a
Juan Sánchez de la Cagadilla y a Franciscodc Pi-
neda. Pues dados los tormentos a Juan de Guarnan
con los demás, luego sin alargar mas términos fue
Juan Velasquez Vela Nuñez condenado a muerte
natural y que le coriassen primero las manos y
después le cortassen la cabeca, y el apelo ante Su
Majestad y no le fue otorgada la apelación. Publi-
cada y pronunciada esta cruel y tan dura senten-
cia, luego el obispo de la cibdad, Don Fray Geró-
nimo de Loaysa, y muchos caualleros de la vna

I

24

parte, y de la otra Doña Francisca Picarro y Doña
Ygnes, muger de Don Antonio de Ribera, roga-
ron grandemente por el al theniente Lorenco de
Al daña para que le perdonasse la vida, y el lo hizo
assi liberalmente y sin pesadumbre, que ya yua
junto a la picota que esta en medio de la plaga. Y
porque se executasse en algo la sentencia y por
espantar y atemorizar a los demás, hizo Pedro
Martin de Cecilia que le cortassen no mas de la
mano derecha, lo qual se executo, que no bastaron
ruegos ni suplicaciones de los hombres buenos de
la cibdad. Por lo qual el dicho Pedro Martin de
Cecilia daua bozes y dezia con rauia que le dexa-
ssen hazer justicia de aquel delinquente; si no, que
lo escriuiria a Goncalo Picarro su señor; y por
esto le d^xaronpassar adelante con su maluada y
peruersa yntencion. Después de cortada la mano
y auíendole curado el cirurgiano, lo lleuo al mo-
nesterio de Sancto Domingo, en donde le hizo to-
mar por íuerca los hábitos, amenazándole que le
quitada la vida si de alli saliesse, y el se lo prome-
tió y para lo assi guardar y cumplir dio fiadores
del lo; mas después se salió del monesterio quan-
do el presidente Gasea vino a la tierra.

CAPITULO 111

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL AHORCO A TRES
SOLDADOS A YfíSTA!ÍClA DE PEDRO MARTIN DE CECI-
LIA, Y DE COMO DIO BUELTA A LIMA POR LO QUE LE
ESCRIUIO LORENZO DE ALDAtfA, EN DOLNDE SE QUISIE-
RON OESFÜES MATAR ENTRAMBOS, Y POR QUE CAUSA
En los tormentos que dieron a los sobredichos
tres hombres, como arriba queda dicho, condena-
ron a tres soldados que yuan con el Maestro de
campo, los quales dixeron que yuan tan solamente
con el para lo matar en llegando a Guárnanla, o
en el Cuzco; y como rogaron por ellos no se les
hizo cosa alguna, antes como Lorenco de Aldana
auia perdonado al vno, hizo perdonar a los demás
que estauan presos, y solamente los desterraron
de la tierra. Antes que estas cosas se concluye-
ren, Pedro Martin de Cecilia pidió a Diego Gu-
tiérrez, escríuano de la causa, vn traslado dt^ las
conflessiones de los tres atormentados. El lo dio
antes de ta ratifficacíon dellos y lo embio por la
posta a Carauajal, auísandole del motín de Juan
Velasquez Vela Nuñez y de los demás. Y también
le auiso de como Martin Zambrano, Perucho de
Aguirre y Alonso Pineda, que yuan con el, auian

26

concertado de le quitar la vida, como lo vería mas
largamente en las conffessiones de los tres que es-
tauan acá presos, y que mirasse mucho por su sa-
lud y vida. Lorenzo de Aldana le escriuio por su
parte sobre este negocio, y de como auia sabido
por nueua cierta y por via de fray Pedro Muñoz,
el mercenario, y de los amigos que tenia en la cib-
dad de Truxillo, como Melchior Verdugo se auia
aleado con la cibdad y que luego se auia salido
della lleuando mucha moneda que auia tomado de
la caxa de Su Magestad y de diffuntos y vezinos.
Y demás desto que auia tomado por fuerca vn na-
uio que estaua en el puerto, y que se auia embar-
cado en el con algunos que le auian dado fabor y
ayuda, y que no sabia el viaje que lleuaua y que le
parescia muy mal estos leuantamientos, que se
adeuinauan por ellos grandes males. Y que por
tanto, vistas sus letras, tuuiesse por bien de venir-
se a la cibdad para que con su presencia mitigasse
estos males y espantasse a los perturbadores de la
paz y animasse a los seruidores de Goncalo Pica-
rro para que no decayessen de su buena ynten-
cion. Al tiempo que Francisco de Carauajal llego
cerca de la cibdad de Sant .Juan de la Frontera,
que es en Guamanga, rescibio esta mensajería, y
luego mando secretamente a Pedro de Castañeda,
su sargento, prendiesse a los tres nombrados, y
para ello le dio veinte arcabuzeros y el fue a las
tiendas y prendió a Martin Zambrano y Alonso de
Pineda. Al tiempo que quissieron prender a Peru-
cho de Aguirre no se dexaua prender, antes hecho
mano de su espada y se deffendio con ella vahen-

27

temente, dentro de su tienda, porque era muy dies-
tro y animoso vizcayno. Y como eran muchos los
prendedores que yuan armados no aprouecho nin-
guna cosa su deffensa, porque los soldados lo hi-
rieron malamente y lo derribaron t^n el suelo, y
assi lo truxeron herido a el y a los dos ante Fran-
cisco de Carauajal que los estaua aguardando a la
puerta de su tienda. Y como los vido, luego les pre-
gunto con grande yra y enojo lo que p.nssaua acer-
ca del negocio que de Lima le auian escripto, y
porque no lo negassen les mostró los dichos y con-
ffessiones que de Lima le auian embiado, y ellos
lo negaron rezíamente, y visto esto por Carauajal,
sin aguardar otra cosa los mando ahorcar en sen-
dos palos, lo qual se cumplió luego aunque no fue-
ron confíessados. Cosa de admiración y de miste-
rio fue lo deste casso, porque en effecto los tres
nombrados y otros sus compañeros yuan conjura-
dos y determinados de matar a este cruel tirano, y
para esto salieron de Lima con el, que Vela Nuñez
los embíaua al effecto, porque otro día que auian
de entrar en la cibdad lo auian de matar en ella.
Y sin duda le mataran y salieran con ello porque
Perucho de Aguirre era valiente y muy determi-
nado y los que le auian de faborescer eran solda-
dos de grande animo y bien valientes; mas como
estauan descuydados la aduersa fortuna les fue
contraria, porque vinieron los miserables a pagar
con las vidas y personas. Al tiempo que se retil’íi-
caron los presos que estauan en Lima dixeron los
tres que no sabían nada de aquel negocio, y que lo
que auian dicho en sus conftessiones auia sido de

28

miedo de los tormentos tan rezios que les dauan, y
porque Pedro Martin de Cecilia les mando que di-
xessen que los tres que yuan con Carauajal erail
en aquel negocio, porque los queria mal, y que lo
dixeron assi porque los dexassen ya de atormen-
tar, que estauan hechos pedacos. Quando el escri-
uano miro en este hierro que auia hecho de auer
dado el testimonio antes de la retifficacion de los
presos, saco luego otro traslado signado, de las
conffessiones y ratifficaciones contrarias, [con] el
qual embio por la posta a vn español y a su costa,
a Carauajal, y quando llego no fue de ningún
effecto, que ya los tres estauan muertos. Assi
como el escriuano supo destas muertes que por su
\naduertencia se auian causado, le peso dello
grandemente y arrepentido de su gran hierro se
nielio frayle en el monesterio de Sancto Domingo;
mas dentro del año dexo los hábitos y se fue con
el presidente Gasea a la batalla contra Gonzalo
Picarro. También el dicho Pedro Martin de Ceci-
lia hizo entrar por tuerca al dicho Juan de Guz-
man en el monesterio de nuestra Señora de la
Merced, en donde tomo los hábitos, mas después
los dexo quando vino el licenciado Gasea y se fue
con el a seruir a Su Magestad. De manera que
este Juan de Guzman escapo dos vezes de la muer-
te: esta vez y otra quando Lorenco de Aldana lo
prendió en esta misma cibdad y por no hazer jus-
ticia del lo embio a la cibdad de Quito para que
por alia siruiesse a Gonzalo Picarro, como atrás
queda dicho, y después se boluió desde el camino
pa ra hallarsse en este negocio. Después que Fran-

29

cisco de Carauajal uvo ahorcado a estos tres hom-
bres, y auiendo entrado enGuamanga, en donde fue
muy bien rescebido, y auiendo rescebido los despa-
chos, sin hazer cosa alguna dio luego la buelta a Li-
ma con los suyos, yendo por la posta, y sin parar en
ninguna parte anduuo en seys días las sesenta leguas
que ay de vna parte a la otra. Llegado a la cibdad
fue muy bien rescebido de Loren9o de Aldana y de
los cibdadanos, porque vn dia antes lo auian sabido
por Francisco de Cantillaña, su apossentador, que
auia v enido adelante por la posta en vna muía muy
andadora, con su mandado. Queriendo Carauajal
passar adelante hazia la-cibdad de Truxillo para
castigar a los que hallasse culpados, rescibio car-
tas de fray Pedro Muñoz y de los alcaldes y vezin-
dad de aquella cibdad haziendole saber todo quan-
to el capitán Melchior Verdugo auia hecho en ella.
Assimismo de como el y los que le seguian se
auian ydo fuera de la tierra, por la mar, y que no-
sabían adonde yuan encaminados, y como todo el
pueblo estaua en seruicio de Su Magestad y a de-
uocion de Gonzalo Picarro, y que todos los vezinos.
estauan quietos y pacifficos, de lo qual se holgó en
gran manera este tirano. Lorenzo de Aldana le
dixo que de su voto y parescer no fuesse a Truxi-
llo, por lo que de aquel pueblo le auian escripto,.
porque no hallaría a ninguno de los culpados, pues.
se auian embarcado con Melchior Verdugo en el
nauio, y que su yda seria de ningún effecto sino-
era cansarse. Y que mejor seria seguir su buen ca-
mino con la empresa que lleuaua, que era mas ym-
portante y necesaria que la de Melchior Verdugo.,

30

porque si se tardaua podría ser que Diego Cente-
no refforcasse mas su pequeño exercito con la
gente que de diuersas partes le podían acudir, y
auria después gran dificultad en venceile. Fran-
cisco de Carauajal, que entendía todo esto muy
bien, tomo el parescer y consejo de Lorenzo de
Aldana y de otros cibdadanos que también se
lo aconsejaron que assi lo hiziesse porque con-
uenia mucho su presteza para dar buen fin a lo
que yua. Otro dia, domingo, en la mañana hor-
deno que se bendiciessen en la yglessia mayor los
estandartes y vanderas que el auia mandado hazer,
por el Reuerendissimo obispo Don fray Gerónimo
de Loaysa, y sobre si se auian de bendezir o no,
passaron entre Lorenzo de Aldana y Francisco de
Carauajal malas palabras y peores razones. Y con
todo esto estuuieron a canto de venir a las .manos
para matarsse, dentro de la yglessia mayor, por*
que auia de vna parte a otra muchos arcabuzeros
que procurauan de deffender a su capitán y offen-
der al contrario, como eran obligados a lo hazer
como agradescidos y buenos soldados. Lorenzo de
Aldana dezia que las vanderas no se auian de ben-
dezir pues no yuan contra moros ni contra otros
ynfieles, que también eran xpianos los de Centeno,
como ellos, y grandes seruidores de Su Magestad,
pues assi lo publicauan, y que el estandarte que
Diego Centeno (1) tenia se auia aleado en nombre
de Su Magestad, a quien todos pretendían seruir.
Francisco de Carauajal dezia que las vanderas se

(l) Tachado: auia altado.

31

auian de bendezir a pesar de quien le pesasse, y el
que no las consintiesse bendezir, que no era amigo
de Gonzalo Picarro, y que con justa causa y razón
podían castigar a los traydores que se auian alca-
do contra el Rey y contra Goncalo Picarro su se-
ñor, matando las justicias que tenia puestas en
nombre del Rey. Y como estas cosas yuan de mal
en peor, luego el Obispo y el regente y ciudada-
nos se pussieron de por medio, que los apacigua-
ron por aquel dia, aunque no quissieron ser ami-
gos; mas en ñn, al fin se bendicieron las vanderas
por el cura de la yglessia por agradar en algo a
este fierabrás y endemoniado hombre, de lo qual
se holgó mucho, aunque Lorenzo de Aldana no se
hallo presente. Después que todos se salieron de
missa y después que todos uvieron comido se pu-
blico aquella tarde como Lorenco de Aldana^an-
daua hordenando de matar a Francisco de Cara-
uajal aquella noche, y viniendo a noticia del car-
nicero determino de adelantarsse y matar al the-
niente, diziendo: antes que este me quiera cenar,
entiendo yo de me lo merendar. Con esto aperce-
bio a toda su gente, que eran mas de doscientos
hombres de a cauailo y arcabuzeros, para yrse a
casa de Lorenzo de Aldana, y estando ya aperce-
bidos para yr llegaron los buenos de la cibdad,
que fueron auissados, [y] no los dexaron salir el
vno ni al otro de sus casas, y assi se velaron en-
trambos toda la noche rezelandose el vno del otro;
mas en fin, ellos no se acometieron. En amanes-
ciendo torno el Obispo y muchos caualleros, y
Doña Francisca Pigarro por su parte, a quien res-

32

pectauan mucho todos quantos auia en la tierra, y
Doña Ygnes, muger de Don Antonio de Ribera, [y]
comentaron todos de los poner en paz y en buena
concordia haziendolos amigos. Lorenco de Alda-
na dixo que no se moueria de su possada contra el
Maestro de campo, mas que se fuesse de la cibdad
antes que se perturbasse la gente o antes que su-
‘ ediesse en ella otra cosa de mal, y assi dio su fee
y palabra de no hazer cosa alguna si no le yncita-
uan para ello. Francisco de Carauajal, como esta-
ña muy furioso y con gran coraje contra Lorenzo
dé Aldana, salió a vna esquina de la placa para yr
a matar a su contrario, y Lorenco de Aldana salió
también a la puerta de palacio con sus arcabuze-
ros y muchos cibdadanos y otras gentes que le
dauan fabor y ayuda. Como estaua de por medio
el Reuerendissimo Obispo y todos los buenos de la
tildad, como hemos dicho, tornaron de nueuo a los
aplacar; que si por ventura o desdicha se tirara vn
aivabuzaco de alguna de las dos partes, se tiene
por cierto que se reboluiera la cibdad y se viera
en gran aprieto. Viendo Francisco de Carauajal
al Obispo y a los buenos del pueblo que estauan
de por medio, mando luego a todos sus soldados
que se fuessen a sus casas y que con presteza en-
nhassensus cauallos y cargasscn el fardaje que
tenían, porque a la hora se queria partir, y assi se
hizo, que todos se salieron de la cibdad. El Maes-
tro de campo yua con rauia y jurando por el cami-
no que Lorenzo de Aldana se lo auia de pagar en
algún tiempo, y Lorenco de Aldana dezia otro
unto; mas nunca se vieron, qu?Francisco de Ca-

r

33

rauajal fue justiciado en el valle de jaxaguana, y
el theniente se quedo en Los Reyes; aunque entro
en Lima, como adelante diremos, Lorenzo de Al-
dana estaua entonces en Tierra Firme, como tam-
bién se dirá después.

G. 8A»TA CLARA.-IV.—3.*

CAPITULO IV

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE FUE POR SUS
JORNADAS CONTADAS A LA CIBDAD DEL CUZCO, Y DEL
RESC1BIM1ENT0 QUE SE LE HIZO, Y DE COMO AHORCO
A CINCO VEZINOS PRINCIPALES DELLA, Y DE OTRAS
COSAS QUE PASSARON EN EL YNTER QUE ALLI ESTUUO

Después que el Maestro de campo Francisco
de Carauajal mando apercebir a sus soldados para
caminar, y estando ya todos a cauallo con las van-
deras tendidas, a su puerta, se salió de la cibdad
con gran enojo y furia y no quiso yr por la cibdad
de Sant Juan de la Frontera, que es en Guárnan-
la, sino por el camino Real que llaman de los Lla-
nos, que es por la costa de la mar. Caminando este
furioso hombre por sus jornadas contadas llego al
pueblo de la Nasca, en donde hallo muchos basti-
mentos que los yndios le tenían ajuntados, mas de
mi’do que de voluntad, porque no los quemasse,
y aqui descanso algunos dias por lleuar las gentes
bien cansadas y las caualgaduras muy fatigadas.
Dende algunos dias se puso en camino; dexando
el de los Llanos tomo el de la sierra y fue a dar al
camino Real de la sierra, mas arriba de la cibdad
de Guamanga veinte leguas, atrauesando las sie-

35

rras de los Locumaes y de Condesuyo, que en esta
sazón estauan muy neuadas y en donde haze gran-
dissimo írio, y con mucha horden se fue por su ca-
mino adelante hasta que fue a parar a quatro le-
guas de la cibdad del Cuzco, en vn pueblo llama-
do Jaxaguana, para entrar en ella otro dia tempra-
no, a comer con todos los suyos. Estando en este
pueblo mando apercebir a sus soldados para que
fuessen armados, y repartió entre los arcabuzeros
mucha mecha y poluora fina que lleuaua en boti-
jas cargadas en yndios y muías, y les dio plomo
para que hiziessen balas, y esto hizo porque se re-
zelaua del theniente Alonso de Toro por las ene-
mistades passadas y particulares que entre los dos
auia porque le auian quitado por su causa el cargo
de Maestro de campo y por otros pundonores que
entre los dos auia. Otro dia madrugaron bien de
mañana y se fueron todos a la cibdad con las van-
deras tendidas y caminando al son de los atam-
bores; ya que estauan en el llano que llaman de
Carmenga le salieron a rescebir mas de ochenta
muchachos de diez a doze años, todos muy gala-
namente vestidos a la soldadesca y con sus arca-
buces en las manos, que a la vista de todos pares-
cian muy bien. Y al tiempo que emparejaron con
el dispararon muy gentilmente sus arcabuzes ha-
ziendole vna braua salua, y el caudillo destos mu-
chachos fue vno llamado Hernando Bachicao el
moco, hijo del gran cosario Hernando Bachicao,
|ue era ahijado deste Francisco de Carauajal, y
*uego le tomaron todos en medio. Assi como los
nuchachos dispararon sus arcabuzes, luego de re-

36

pente salieron de traues mas de cient arcabuzeros
que salieron de vna emboscada y comentaron a
tirar por lo alto con balas y perdigones que lleua-
uan, que assi les fue mandado que lieuassen los
arcabuzes cargados. Francisco de Carauajal sin-
tió bien sentido esta salua que los arcabuzeros le
hizieron, mas el lo supo dissimular lo mejor que
pudo haziendo demostración que no lo entendía, y
assi se pararon todos hasta que Alonso de Toro
llego a el con toda la vezindad y se hablaron el
vno al otro, mas no se abracaron como lo suelea
házer los buenos amigos quando se resciben en
vno. Assi como los dos capitanes se hablaron, lue-
go hizieron lo mismo los demás vezinos, que los
vnos y los otros se saludaron cortesmente, y con
esto comentaron de abaxar por la pequeña cuesta
de Carmenga y delante del yuan los muchachos
todos a cauallo, y a su ahijado lleuaua a su lado
yzquierdo, y assi entraron todos en la cibdad con
demonstracion de mucha alegría, aunque algunos
dellos tenían otro en los ánimos. Lleuaron a Fran-
cisco de Carauajal a las casas de Hernando Ba-
chicao, su compadre dos vezes, para que se apo-
ssentasse en ella, porque eran hermanos en ar-
mas, y con todo esto lleuo siempre a los mucha-
chos por delante puestos en buena hordenanca en
buenos cauallos. Después de apossentado se des-
pidieron del con mucha crianta todos los hombres
y los muchachos y se fueron a sus possadas, ecep-
to Hernando Bachicao, su ahijado, que no lo quiso
despedir y se lo tuuo consigo todos los dias que
alli estuuo y comia con el a vna mesa. Alonso de

37

Toro no llego a casa del Maestro de campo por-
que se fue por otra calle a su possada con todos
los vezinos que le quisieron seguir de buena crian-
za, y estos dos hombres si se auian de hablar des-
pués auia de ser con mal semblante y por via de
terceros. Los soldados que Francisco de Caraua-
jal metió en la cibdad los hizo apossentar a mu-
chos dellos que eran de los mas principales, en la
misma casa, que era muy grande, y a los demás
hizo apossentar en las casas de los vezinos que es-
tauan mas cerca de la suya, y como era muy tarde
se assento a comer. Otro dia por la mañana co-
mento de vssar sus acostumbradas crueldades y
para esto mando hechar en la cárcel publica a
Gregorio Setiel, Pedro de Pineda, Hernando de
Aldana, Diego Naruaez y Miguel de Estete, hom-
bre viejo que auia sido Veedor de Su Magestad
en la conquista desta tierra y de los primeros
hombres que entraron en el Cuzco a considerar
los secretos del, como adelante diremos. Estos
cinco vezinos eran de los principales hombres
desta cibdad y estauan muy ricos y hazendados, y
después de presos les embio vn clérigo para que
con el se conffessassen porque auian de morir lue-
go; sabido esto por la cibdad prestamente uvo
muchos rogadores que yntercedieron por ellos, y
no aprouecho nada, porque fue dar bozes en el de-
sierto, do no auia virtud ni bondad. Mas en fin, al
fin ellos fueron sacados de la cárcel a pie y sin
pregonero que maniffestasse sus delictos, y los lle-
uaron a la picota con mucha guarda de gente de
a cauallo y arcabuzeros, y alli fueron todos cinco

I

38

miserablemente ahorcados sin saber nadie el por
que. Quando lleuaron a Hernando de Aldana a
la picota estuuo en llegar alia mas de vna hora,
no auiendo mas de un tiro de arcabuz, porque
fue haziendo tantos estremos y cuytas, tantas
paradas, y fue tanto su llorar y gemir, que fue
cosa estraña de lo ver y considerar, porque no
auia hombre que no tuuiesse mucha compassion y
lastima del. Y assi los vezinos que yuan con el
comentaron de llorar en velle a el llorar, que no
auia hombre que no se condoliesse del y le desea-
sse dar la vida, [y] juntamente [a] los demás conde-
nados; mas en fin, por no le ver morir, de pura las-
tima se fueron algunos dellos a sus casas maldizien-
do las crueldades de Francisco de Carauajal. Un
compadre suyo que yua con el, por le consolar le
dixo que no se acuytasse tanto, que pues era viejo
de sesenta y cinco años, que no rezelasse de to-
mar con mucha paciencia la muerte, pues era cosa
natural a todos. Y que ai cabo y a la postre auia
de morir, y que se esfforcasse en Dios y se enco-
mendasse de todo coracon a Nuestra Señora para
que le ayudasse a passar este trago tan amargoso>
poniendo el anima con el que la crio y la hizo de
no nada. Hernando de Aldana respondió con gran-
des sollozos y gemidos diziendo: ¡Ha compadrel
no os marauilleis de mis cuytas, ni de mis lagri-
mas, porque soy muy gran pecador y maldito hom-
bre, que temo de passar por este transito porque
me toma muy desapercebido y en rezio tiempo.
Pues el dador de la vida la temió como hombre y
en quanto hombre, siendo sin peccado, ¿por que

39

no la temeré yo siendo tan gran peccador?; y por
esso quissiera yo que me dieran -termino dS tres
dias para que pudiera yo conffessar y llorar mis
peccados y grandes maldades; mas en fin, yo ten-
go grande esperanza en Dios que me perdonara
por [su] sancta passion. Estas palabras y otras di-
xo sin mudar tan solo vn passo, llamando a Dios
y a Nuestra Señora de todo coracon y a boca llena
hasta que llego a la picota, y rezando el Credo fue
ahorcado a la postra, que los otros estauan ya
ahorcados quando el llego. Quando ahorcauan a
estos cinco hombres se los estaua mirando el cruel
carnicero, y boluiendose hazia donde estaua Alon-
so Aluarez de Hinojosa, que estaua alli a cauallo,
que era vno de los principales hombres de la cib-
dad y le tenia por sospechoso, le dixo por via de
amenaza: Señor Alonso Aluarez de Hinojosa, ru-
guemos a Dios de buen coraron para que nos de
buenos temporales y qne se contente con aquella
migajita que le hemos dado y offrescido; apun-
tándole con el dedo a los ahorcados, de lo qual, los
vezinos, atemoricados y rezelosos se fueron de alli
a sus casas con gran pesar, con intento de no pares-
cer ante Francisco de Carauajal. La causa y razón
destas tan desastradas muertes destos cibdadanos,
vnos dizen [fue porjque se carteauan con el Viso-
rrey, y otros dixeron que con (1) Diego Centeno, y
que le vendian la cibdad, y que auia dias que an-
dauan por alearse con ella dende que Alonso de
Toro fue a las Charcas contra Centeno, y que tam-

(l) M$.a.

40

bien uiian dicho mucho mal de Picarro y de Ca-
can i:, llamándolos de cismáticos, tiranos y tray-
doivs. Otros dixeron que no fueron ahorcados por
e&tns cosas, sino por roballes los dineros que te-
nían, por quanto eran muy ricos y hazendados, y
sus re partimientos de yndios se pussieron en ca-
l de Goncalo Picarro su señor, para que los
ti iiutos que los yndios dauan fuessen para la subs-
umtaciony espedicion de la guerra. Y assi pares-
cío en alguna manera ser verdad, que mando lue-
como cudicioso lleuar destas cinco casas a la
suya todo el oro y plata que tenian y todas las ca-
icas L|ue auia, que no dexaron cauallos, armas,
colchones, yndios, negros, negras, y todo lo perte-
necí rnte á las cozinas. Y de todo este hecho no se
dio parte dello al theniente Alonso de Toro, al
qual le peso grandemente y embiole a preguntar
que por que razón auia hecho ahorcar aquellos
hombres; respondió que Goncalo Picarro lo man-
4aua y que el era no mas de executor de hazer
aquella justicia, y Alonso de Toro oyendo esto lo
disimulo por la necesidad del tiempo. Hechas es-
s en seruicio de Picarro y auiendo estado
1M lias en la cibdad, tomo la gente que Alonso
Je Toro le dio, que fueron mas de doscientos hom-
bre^ y el entresaco los mejores que le parescio
porque estauan armados, y algunos vezinos de la
Cibdad que eran aptos y buenos para la guerra, y
tomo algunos cauallos que ios vezinos le dieron.
Ue los vezinos y soldados que alli rescibio y de los
qut ri tenia hizo trescientos y veinte hombres, di-
z\\ i..lo que estos pocos de caualleros que lleuaua

41

bastauan para hazer lo que conuenia obrar, por-
que el buen capitán que era afortunado y que lle-
uaua la justicia y razón por delante, como el la lle-
uaua, yendo en seruicio de Su Magestad y de Gon-
calo Picarro, que no eran menester millaradas de
hombres, porque eran mas estoruo que prouecho
alguno. Pues rescebida esta gente y dada la hor-
den qual conuenia de se hazer, comento a hechar
fuera de la cibdad a los soldados, embiandolos po-
co a poco al pueblo de Urcos, siete leguas de la
cibdad del Cuzco, para que todos le esperassen
alli hasta que el llegasse, para desde alli conti-
nuar su jornada con la horden y concierto que
se auia de lleuar. Con esto comencaron los sol-
dados a salir de veynte en veynte y de treynta
en treynta, y se yuan derechos al dicho pueblo de
Urcos lleuando por delante todo quanto fardaje te-
nían, que ciertamente auia soldado que lleuaua
diez o doze yndios, y otros, carneros, cargados de
ropa y comida, por hazer mucho del fausto, princi-
palmente los vezinos., que lleuauan mas. Ya (1) no
faltauan sino pocos para salir de la cibdad, quando
cerca de medio dia, antes de comer, se salió
deila Francisco de Carauajal con la mayor pres-
teza que pudo ser, cauallero en su muía bermeja,
que era muy andadora, y lleuo consigo hasta vein-
tecinco arcabuzeros y fue a parar aquella noche
al dicho pueblo. Dexó mandado que los pocos que
quedauan saliessen luego tras el, porque los
aguardaría en el pueblo, y dexó a Dionisio de Bo-

(1) Ms. Va que.

42

i .ulula y a Pedro de Castañeda, su sargento, para
que ellos los hechassen fuera, porque no se le que-
d:tsse alguno escondido. Quieren muchos sentir
que Alonso de Toro le quiso matar aquella tarde
porque el mismo Carauajal le auia amenacado
malamente, ca le auian dicho malos terceros que
üezia mucho mal del, y por esto se fue tan azele-
i adámente al tiempo que se assentaua á comer,
que no comió bocado alguno. Dixo al tiempo que
so yua, que si alli tuuiera consigo toda la gente,
(|ue el matara a los toros y torillos, y que de los
i ueros dellos auia de hazer suelas y correas de
MIS capatos; mas que el lo dexaua de matar por no
dar pesar y enojo a Picarro, que lo queria mucho,
v por no reboluer la cibdad, que estaua quieta y
pacifica, porque pudiera ser que de vn mal proce-
sen otros peores. En este pueblo de Vrcos mu-
rio vn hombre que se dezia Pedro Ortiz, que hazia
vida de hermitaño en vna sepultura de yndios, y
…..sacabuche y ministril del Gouernador Vaca de
Ostro, el qual, estando tocando su sacabuche se
lo arrebato vna bala de vn tiro gruesso, de entre
las manos y la boca, sin le hazer daño ninguno.
escapándose de la cruel batalla de Chupas en
i lumle fue vencido Don Diego de Almagro el moco
P>r el dicho Gouernador Xpoual Vaca de Castro,
prometió que dentro de vna sepultura de yndios
serüiria (1) a Dios, y assi lo cumplió. Dizen que
uYspues de muerto, dende a tres dias le hallaron
hincado de rodillas, sin tener mal olor, como si

i) Ms. seruir.

43

estuuiera viuo, y tenia comido el miembro viril,
que los yndios de aquel pueblo dixeron que vn
león se lo auia comido, que auia venido de la sie-
rra, y que ellos le vieron entrar y salir. Tuuo
grandes hablas con el ángel de Dios, según que
después el Reuerendo Padre regente fray Thomas
de Sant Martín lo dixo a muchos, el qual le amo-
nesto mirasse no fuesse el demonio que lo engafla-
ua, que se transfformaria en ángel de lu2; mas, en
fin, et fue hallado hincado de rodillas y Ileuado al
Cuzco a enterrar.

CAPITULO V

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL HIZO Y NOMBRO
CAPITANES Y ALFEREZES PARA SU EXERCITO EN EL
PUEBLO DE CHOCUYTO, Y SALIENDO DE ALLI SE FUE AL
PUEBLO DE A Y OH A YO, EN DONDE EN LLEGANDO SE LE
HUYERON VEYNTE SOLDADOS BUENOS

Auiendo Francisco de Carauajal ajuntado ya en
el pueblo de Vrcos sus soldados que auian quedado
en la cibdad del Cuzco, comenco luego sin mas tar-
dar de ponerse en camino con toda su gente, el
qual yendo por sus jornadas contadas llego a vn
pueblo llamado Puño, con muy buena hordenanga,
como lo hazia siempre que entraua en qualquier
parte. En este pueblo hallo al capitán Alonso de
Mendoza con doze arcabuzeros que auia dias que
lo estauan aguardando, el qual estaua alli como en
frontera contra Diego Centeno, que Alonso de
Toro le auia dicho estuuiesse aqui, los quales le
rescibieron muy bien, y aqui descansaron dos dias.
Estando en este dicho pueblo le dieron vnas cartas
que Goncalo Picarro le escriuia, por las quales le
hazia saber de como el auia desbaratado al Viso-
rrey, y de como el licenciado Benito Juárez de Ca-
rauajal le auia cortado la cabe£a en la batalla cam-

45

pal que se dio en los llanos de Quito, y assi le es-
criuio todo lo que auia passado en ella.’ Francisco
dé Carauajal se holgó grandemente con esta nue-
üa y todos sus soldados tuuieron gran plazer y ale-
gría, y toda aquella noche y el dia no hizieron otra
cosa sino disparar los arcabuzes por el ayre y co-
rrer sus cauallos» y dezian de quando en quando a
grandes bozes: ¡bina el Rey y él Gouernador Gon-
zalo Picarro! También hizo aqui ahorcar a vna
yndia, de los pies, y la cabeca abaxo, y la causa
fue porque se acuchillaron por ella dos hombres,
que era el vno Hernán Pérez, su herrador, y el
otro Francisco Miguel, su furriel. Al herrador hizo
enclauar la mano, y al furriel le quito el cargo que
tenia, desonrrando a entrambos mucho y braua-
mente por lo que auian hecho, y los amenazo que
si reyterauan en el cásso los auia de ahorcar; mas
después fueron los dos grandes amigos. Fue Dio-
nisio de Bouadilla y Balthasar de Cepeda, herma-
no de Diego Vaisquez de Cepeda, quondan Oydor,
a rogar por la yndia, que se estaua ahogando con
la sangre que le colgaua a la garganta, y que te-
nia las vergüenzas de fuera, y que por ser muger
la mandasse quitar de alli antes que muriesse ra-
uiando y sin conffession. Carauajal respondió con
vn remanso que la dexassen morir assi, pues ella
con sus amores mataua a dos gentiles hombres, y
que pues ella no auia tenido vergüenza en tener
dos enamorados, que no era mucho las mostrasse
agora a todos; mas dende a vn rato la quitaron sin
que el lo supiesse. Otro dia por la mañana se pu-
ssieron todos en camino para Chocuyto, pueblo de

46

Su Magestad, que en quatro jomadas llego a el,
en donde paro algunos dias aguardando a vnas es-
pías que auia embiado al exercito del capitán Die-
go Centeno. Y también se quedo por dar horden y
concierto en toda la gente que tenia, y nombrar ca-
pitanes, alferezes, sargentos y otros officiales para
ordenar (1) su exercito y alear vandera, que hasta
alli no la auia aleado. Primeramente nombro al
dicho Alonso de Mendoza por capitán de cierta
ynfanteria y arcabuzeria, y diole por alférez a vn
Alonso de Herrera, natural de Carrion, y la van-
dera que le dio fue toda negra con vn cruzero de
tafetán colorado que atrauesaua por las quatro
esquinas. De la otra tercia parte de la piquería y
arcabuzeria nombro a Pedro de Castañeda por ca-
pitán, que auia sido su sargento, y le dio por alfé-
rez a Francisco de Tapia, y la vandera fue azul
con muchas ondas de tafetán azul y blanco y el
cruzero fue de tafetán colorado. Luego nombro
por capitán a Juan de Morales y diole por alfé-
rez a Juan Velez de Gueuara, y la vandera fue
quarteada de tafetán blanco y pardo, con vna cruz
colorada que tomaua las quatro esquinas de la
vandera, y le dio el resto de la otra tercia parte de
los piqueros y arcabuzeros; de manera que cada
capitán destos fue de piqueros y arcabuzeros.
Los capitanes de la caualleria fue el mismo Fran-
cisco de Carauajal, y el otro, Martin de Almen-
dras, sobrino de Francisco de Almendras, al que
corto la cabera el capitán Diego Centeno en las

(T) MS. ornar.

47

Charcas; su alférez fue Francisco Carrillo, vezino
de la cibdad de Guamanga. El alférez mayor de
Francisco de Carauajal fue Juan Jullio de Hojeda,
vezino del Cuzco, y el estandarte era quadrado y
de damasco carmesí, con franxas de oro a la re-
donda; en la vna parte tenia las armas ymperia-
les, y en la otra las armas que los Picarros tenían.
Lleuaua este estandarte vn letrero bien grande, y
si la memoria no me engaña dezia en esta manera:
Por armas, armas gané en virtud de aquel que
me las pudo dar. Y el estandarte que tenia Fran-
cisco Carrillo era de damasco blanco, con vnas
franxas de oro y seda, que también era quadrado;
en la vna parte tenia la figura de Nuestra Señora,
y en la otra la del Señor Sanctiago, cauallero en vn
cauallo blanco y con vna espada en la mano. Nom-
bro por su Maestro de campo a Dionisio de Boba-
dilla, y sargento mayor a Balthasar de Cepeda, y
torno el cargo de furiel a Francisco Miguel, y nom-
bro por apossentador a Francisco de Cantillana,
y al cabo nombro sargentos menores y cabos de
esquadras a los soldados que le parescio que eran
diligentes para ello. Ordenadas estas cosas con
otras muchas que eran conuenientes y necesarias
a la guerra, a cabo de diez dias se puso en cami-
no, el qual yendo por sus jornadas contadas llego
al assíento de Ayohayo, pueblo de Antoño Alta-
mirano, en donde descanso dos dias porque su
gente yua cansada y por estar no mas de veinte
leguas de los leales. Dezia muchas vezes a los su-
yos que si auian de pelear contra el enemigo, que
bien era yr descansados como los contrarios lo es-

1

48

tañan, porque pudiessen vencellos, y a esta causa
se detuuo en este paraje dos dias porque se herra-
ren bien los cauallos. Estando en el pueblo se le
huyeron veynte soldados; los cinco eran arcabuze-
ros, y cinco piqueros y diez de a cauallo, por lo
qual uvo gran confussion y aun turbación en el
exercito, que se tuuo creydo que se yrian muchos
mas de los ydos. Y por esto el Maestro de campo
Dionisio de Bobadilla prendió a ciertos soldados
de quienes se tuuo sospecha, a los quales amena-
zo tvn dalles tormentos y después la muerte, para
t|(i ■ 1 : dixessen lo que en el real pasaua, y no se
supo dellos cosa alguna, porque no supieron de la
huyda de los otros, o porque no lo quissieron de-
üir, y assi los soltaron libremente. Francisco de
Carauajal, como hombre astuto, lo remedio sola-
mente con hablar amorosamente á todos los suyos,
Uniéndoles que los soldados que se auian huydo
lo auian hecho por no hallarse en la batalla, de
miedo y de puro couardes. Y que los buenos y es-
i ato de agua. Y mando que todos se quedassen
puestos en esquadron como se estauan y nadie sa-
lí esse fuera del, y mando que no se pusiessen
Hondas algunas porque ninguno se acogiesse a
filas, y venida la noche mando poner en muchas
partes que le parescio sus cintinelas, guardas y
i ^cuchas, assi de a pie como de los de a cauallo.
bre Lope de Mendoca, que esta sin gente,
-i es rdad que se an diuidido, lo qual yo no creo.

(1 L\uhado: mando.

J

71

No uvieron acabado de comer lo poco que tenían
quando de ymprouiso comentaron de marchar
aquella tarde y toda la noche, y como hazia gran-
de escuridad lleuauan vna guía que era estrange-
ro y llegaron a vna ciénega grande muy mala de
passar. Y queriendo la guia passar con su muía,
cayo con ella en la ciénega y le tomo vna pierna
debaxo, que se la quebró, y comenco a dar muy
grandes bozes y a deztr que la gamba tenia que-
brada, que fue gran lastima de le oyr dar tan dolo-
rosas bozes llamando a Dios y a Sancta María su
madre. Aun no era bien caydo este hombre quan-
do el capitán Juan de Morales, queriendo passar,
que yua tras de la guia, cayo también en la ciéne-
ga junto al leuantisco, y se enlodo y encharco to-
do, y como hazia grandissimo frió la guia murió
alli luego. El capitán estuuo a canto de morirse,
que assi como le sacaron, mientras le trayan ropa
limpia para vestille y en el entretanto que le da-
uan vino para que se callentasse, se le hinchió todo
el cuerpo, causado del frió, que parescio odre hin-
chado, y assi con los remedios que le hizieron es-
capo de la muerte. Con todo esto no pararon los
picarristas, sino que tomaron el camino mas arri-
ba de la ciénega y passaron a píe enjuto y assi ca-
minaron con mucha priesa lleuando consigo al ca-
pitán Juan de Morales bien arropado, y dexo dos
soldados para que enterrassen a la guia. Y con
esto passaron muchas ciénegas y malos passos,
que como la noche hazia muy escura parescieron
mas malos de lo que eran, como muchas vezes
acontesce, y Diego Centeno y los suyos como lo

72

passaron de dia no se les hizo tan difficultosso por-
que vieron por donde passauan. Quando amánes-
elo se hallaron media legua del pueblo de Paria y
desde alli vieron a Diego Centeno y a Lope de
Mendoca como tenían puesta la gente en esqua-
dron en vnalto, por lo qual mando el tirano a los
suyos que se aparejassen a la batalla porque sus
enemigos los estauan aguardando para dalla. Los
picarristas. como estauan muertos de frió JJeua-
uan los arcabuzes. langas y picas atrauesadas en
las sillas, que no las podían tener en las manos,
y OLIOS no las podían abrir; mas no por esso per-
dieron punto de animo, antes a mas andar se
yuan allegando a donde estauan los leales. Vien-
do Diego Centeno y Lope de Mendoca que Fran-
cisco de Carauajal auia andado mucho y que ve-
nía muy cerca, les peso mucho, y assi no le qui-
sieron (1) aguardar, antes dexando el lugar que te-
nían se fueron todos por el camino Real del Cuzco,
su passo ante passo, porque algunos de los solda-
dos no se fuessen. Porque en esta ora se le auian
ydo mas de ciento y cinquenta hombres de a caua-
llo y arcabuzeros a diuersas partes, por no venir
a las manos del tirano cruel que desseaua cogellos
por hartar su hambre canina de la sangre de los
leales. Dexo por corredores al Padre Vizcayno con
veinte hombres de a cauallo y arcabuzeros de
quienes se tenia gran confianca, que ciertamente
muchos dellos se apartauan del camino Real y se
yuan a esconder, solamente por no encontrar con

1.1) ‘ ís. le /eso mucho, y assi no le guiso.

73

este hombre, al qual auian cobrado gran temor
por los grandes alcances que les daua. Verdade-
ramente tengo créydo que si Diego Centeno y
Lope de Mendoca y los demás le aguardaran en
este paraje y dieran batalla a los enemigos, sin
duda que él los venciera a causa que todos sus sol-
dados estauan descansados y calientes, que auian
tenido aquella noche mucho fuegd, [y] estando, co-
mo estauan, en fuerte lugar. Los de Francisco de
Carauajal venían muy cansados y desudados y es-
tauan ademas friolentos, que no podían mandar las
armas que tenían en las manos, porque todos los
hombres de a cauallo, piqueros y arcabuzeros no
se podían apear de sus cauallos porque tenían los
pies apegados a los estribos, de puro carámbano y
frío. Y quando se apearon no pudieron andar de
tullidos y encogidas las piernas, que no las podían
enderescar, y los bracos y las manos no las podian
menear, y assi temblauan de puro frió como azo-
gados y muy temerosos; mas Diego Centeno, no
conosciendo esta buena ventura o coyuntura que
a las manos le venia, la dexo perder, lo que no
deuiera. Pues viendo Francisco de Carauajal que
Diego Centeno se auia ydo, le peso en gran mane-
ra, que quisiera concluyr alli el negocio, y que-
riendo passar adelante tras ellos le dixeron sus
capitanes que no lo hiziesse a caussa que los sol-
dados estauan muy cansados y muertos de frío y
de hambre y que auia dos dias que no comían bo-
cado, ni tenían de presente que comer. Y Que era
mejor dexalios tomar algún aliento y resuello y
/os dexasse descansar vn poco, y no mut^os cori

74

tanto caminar con el apresuramiento que lleuaua
tras los contrarios, que huyan mucho; principal-
mente lo auia de dexar por amor del capitán Juan
de Morales, que se yua muriendo de la cayda que
auia dado. Oyendo Francisco de Carauajal estos
ruegos, determino de complazer en todo y por
todo a sus capitanes y soldados, que ya desseauan
parar vn poco por descansar, y assi mando hincar
las vanderas y los estandartes en el suelo para
que todos se apeassen y descansassen por aquel
dia y la noche. Entonces los soldados eomencaron
los vnos a tendersse por los campos a dormir don-
de auia algunos reparos que el sol daua en ellos,
porque corria un viento frigidissimo y muy del-
gado que traspassaua y destemplaua reziamente
los cuerpos humanos, y al capitán Juan de Mora-
les le dieron remedios para que conualeciesse.
Otros fueron a buscar leña para callentarsse;
otros no hazian sino andar y correr de vna parte
íl otra por sudar y venzer al frió, y dellos se fue-
ron al pueblo despoblado y eomencaron a buscar
de comer; vnos lo hallaron, aunque poco, y otros
no lo hallaron. Y otros toparon con mucha plata y
oro que estaua encaxado sotilmente entre los ado-
bes y escondido dentro de las paredes, que lo
auian puesto alli secretamente los soldados, y
ciertos yndios de los de Diego Centeno lo descu-
brieron a los picarristas. Venida que fue la maña-
na del otro dia, que aun no era bien amanescido,
quando ya Francisco de Carauajal andaua a caua-
llo en su muía bermeja llamando a sus capitanes
y soldados para caminar sin tener miedo al frió

75

muy grande que hazia. que cierto corría vn viento
muy grande y terrible, que no auia hombre que lo
pudiesse sufrir. Con esto, aderescados todos, eo-
mencaron de marchar con grande furia y aquel
diallegaron al pueblo de Ayohayo, que ay catorce
leguas tiradas, en donde alcanzaron doze soldados
que de cansados se auian quedado atrás, a los qua-
les hizo luego ahorcar sin conffession, y aqui des-
canso por esta noche. Antes que amanesciesse co-
menco de marchar y de otro apretón anduuo aquel
dia doze leguas y llego ya que era noche al pueblo
de Viacha, en donde fueron presos por los corre-
dores dos mancebos, que el vno se dezia Pedro
Robledo de Oftate, vizcayno, hijo de vn vezino de
la cibdad de México, y el otro se dezia Francisco
Sánchez, natural de Seuilla, a los quales mando
luego ahorcar. Estando ya para los ahorcar enci-
ma de vnos paredones altos, llego a tiempo el pa-
dre Vrtum Sánchez, vizcayno, mayordomo mayor
del comendador Hernando Picarro, que era gran
amigo de Francisco de Carauajal, el qual le suplí*
co con gran vehemencia y ahinco los perdonasse,
y el lo hizo por le complazer, que cierto se tuuo a
mucho. Passando mas adelante llego a otro pueblo
diez leguas de donde salió, llamado Tiagunaco, en
donde sus corredores alcanzaron y prendieron
diez soldados; a los cinco dellos mando luego
ahorcar de vnas ventanas de vna casa bien alta y
grande. Al vno dellos, que se dezia Alonso de
Sancta Cruz, mando ahorcar de vna ventana mas
alta que auia en la casa, diziendo que lo hazia por
honrrallo mas que a los otros, porque auia sido vn

76

poco de tiempo su criado;, y á los demás soldados
perdono a ruego y suplicación de sus capitanes.
Desta manera yua el cruel carnicero executando
sus crueldades en los seruidores de Su Magestad,
ahorcándolos sin hazellos conffessar, y si los su-
yos le dezian que los hiziesse primero conffessar.
pues eran xpianos. respondía el que ¿por que no
andauan conffessados, pues sabían que auian de
morir si venían a sus manos?; de manera que fue
gran lastima de los ver; y esta noche descanso en
este pueblo porque ya los suyos lo desseauan
mucho.

CAPITULO IX

DE COMO EL CAPITÁN DIEGO CENTENO Y LOPE DE
MENDOZA LLEGARON A CHOCÜYTO, PUEBLO DEL REY,.
Y DE LO QUE HIZIERON EN EL, Y DESDE ALLI SE
FUERON AL PUERTO DE QUILCA PARA TOMAR VN NA-
UIO, Y NO LO PUDIENDO AUER SE ESCONDIERON DE
REZELO DEL GRAN TIRANO

El Capitán general Diego Centeno y el Maes-
tro de campo Lope de Mendoca y el Padre Vizcay-
no, con los demás soldados que yuan con ellos,.
por escapar con las personas y vidas y por no ve-
nir a manos del cruel tirano caminaron dias y no-
ches sin parar y con grande priesa hasta que alle-
garon a Chocuyto, pueblo de Su Magestad, por
descansar algún dia, que yuan muy fatigados. En
este pueblo hallaron a vn cauallero llamado Don
Martin de Guzman, natural de Utrera, que era alli
corregidor por Gonzalo Picarro, que estaua” re-
cogiendo los tributos del rey, al qual prendieron y
la noche que alli descansaron le hizieron escreuir
por fuerza vna carta para Alonso de Toro, y otras
para los regidores y alcaldes hordinarios de la
cibdad del Cuzco- Lo que en ellas se contenia era
dezir de como Diego Centeno y Lope de Mendoza

78

venían muy pujantes de gente; que el capitán Cas-
tañeda y el Maestro de campo Dionisio de Boba
dula auian dado de puñaladas a Francisco de Ca-
rauajal, los quales todos estauan determinados de
les yr a tomar la cibdad y de los prender y matar.
Y pues que Diego Centeno venia tan pujante, que
se ajuntassen con el en buena paz y concordia,
porque tenia creydo que no lefs] perjudicaría en co-
sa alguna y que serian grandes amigos y que yrian
contra Gonzalo Picarro, y que si esto no queria[n]
hazer que pussiessen sus personas en cobro. Es-
cripias estas cartas, con otras muchas cosas, le
hizieron escreuir otras para los vezinos mas prin-
cipales que auia en ella, del thenor de las prime-
ras, y tomadas las cartas por Diego Centeno y
Lope de Mendoca las despacharon por la posta
con los yndios que están puestos a trechos aquar-
to de le-ua por los caminos Reales. Después des-
tas cosas assi passadas, cerca del alúa se huyo el
dicho Don Martin de Guzman de la prisión en que
estaua, por mas guardas que le pussieron, porque
los dos capitanes auian determinado que en ama-
nesciendo le cortassen la cabeca porque seguia la
falsa opinión de Picarro y porque era mortal ene-
migo de Lope de Mendoza. Después que se vido
libre se fue a otro pueblo apartado del camino Real
dos leguas, desde donde escriuio otras cartas al
theníente Alonso de Toro y a los demás principa-
les que dicho tenemos. En las quales daua por aui-
so de toda la verdad y de lo que auia passado y de
la retirada de Diego Centeno y de Lope de Men-
doca, las quales embio por la posta con yndios, y

79

lo que acontescio por estas cartas primeras y pos-
treras, en el Cuzco, adelante lo diremos largamen-
te. En fin, al fin los dos capitanes no quisieron pa-
rar muchas horas en el pueblo, por amor de el
coco que atrás venia, que otro dia por la mañana
se salieron todos del y caminaron noches y dias y
atrauesaron por vn gran despoblado (1) de grandi-
ssimo frió, y passando junto a la cibdad de Are-
quipa se fueron a vn pueblo de yndios que esta jun-
to a ella. Los vezinos de la cibdad, como estauan
afficionados a Diego Centeno, que seguía el parti-
do de Su Magestad,y aborrescian y querían mal a
Goncalo Picarro por la tiranía en que estaua pues-
to, y abominauan las crueldades de Francisco de
Carauajal, le salieron todos a ver y a seruir. Y
alli le dieron todos el pessame de sus trabaxos y
fatigas y le consolaron lo mejor que pudieron y le
aconsejaron se apartasse de la furia y braueza de
Francisco de Carauajal, su mortal enemigo, por
quanto venia muy cerca tras el, y le proueyeron
de algunas cosas que el y los suyos uvieron me-
nester. Estos dos capitanes Diego Centeno y Lope
de Mendoca les agradescieron la muy buena vo-
luntad y amor que todos les mostrauan tener, y
alli hablaron con ellos largamente de muchas y
diuersas cosas de todo lo que auian menester de
se hazer para lo adelante. Y con esto los vezinos
se boluieron a sus casas, que estauan cerca, por-
que el Maestro de campo no sospechasse dellos al-
guna cosa quando viniesse a saber esta visita que

(l) Ms. desenfilado.

80

auinn hecho, y aun con todo esto se rezelauan
mmtn> Id, porque era vn demonio que por vias
esquí si tas venia a saber de muchas cosas secretas.
Pues como el capitán Diego Centeno tuuiesse
i ropre entendido y aun creydo que Francisco de
Carauajal caminaría tanto como el, tanpoco le
quiso aguardar en este pueblo, antes se salió del
lo mas presto que pudo con algunos pocos de sol-
dado^ que le auian quedado, y se fueron todos al
puerto de Quilca, que ay diez y ocho leguas desdé
la cibdad hasta aqui. Después que el y los que
yuan caá el se vieron en este pueblo, se holgaron
en gran manera de auerse librado de las cruelen-
tas manos del auariento y cruel tirano de Fran-
cisco de Carauajal, alabando a Dios y a Sancta
María su madre por tanto bien como les auiafn]
ht/cho en librallos deste cruel carnicero. Y conside-
rando f 1 largo camino que todos auian traydo tu-
uieron entendido y aun muy creydo que llegando
Francisco de Carauajal a la cibdad y no los hallan-
n I la, que parada alli y que no passaria mas
tari te, sino que se bolueria a las Charcas a la
villa ú* la Plata. Estas cosas le auian prometido
todos los vezinos que le salieron a visitar, que ha-
i NI tal manera con Francisco de Carauajal
nucdasse en la cibdad a descansar, y que
allí stTÍ i de todos muy regalado, y dexasse ya de
r a Centeno, que tanto huya; y demás des-
eo que no le descubrirían en donde quiera que es-
tuuiessc Luego otro dia Diego Centeno embio
al eapitan Ribadeneyra que fuesse al puerto del
rio ííilo para que si uviesse alli algún nauio lo to-

81

masse y se lo truxesse, porque determinaua em-
barcarse en el para yrse a la prouincia de Nicara-
gua, y de alli a España ante Su Magestad para que
lediesse la conduta contra Goncalo Picarro. El
Maestro de campo Lope de Mendoca y el alférez
mayor Alonso Camargo y el capitán Luys Perdo-
mo,el canario, con otros diez, no quissieron aguar-
dar a cosa alguna, por el rezelo que tuuieron de
Francisco de Carauajal que llegaría hasta alli y
los mataría a todos sin redempcion alguna si los
alcancaua. Y por esto se tornaron a la prouincia
de las Charcas por otro camino, subiéndose por la
costa de lámar arriba, atrauessando por muchas
sierras y tierras despobladas y de grandes fríos, en
donde hallaron algunos soldados de los suyos que
andauan huydos de Francisco de Carauajal, fy] yen-
do mas adelante y estando ya en la prouincia de las
Charcas, con muchos soldados que salían de la go-
uernacion del Gouernador Diego de Rojas, que es
en el rio que llaman de la Plata, como adelante
mas largamente diremos. Pues estando Diego Cen-
teno en este puerto de Quilca, fue auissado por la
posta, de los vezinos de la cibdad de Arequipa,
como Francisco de Carauajal era llegado y que
determinaua passar a Quilca para le yr a buscar,
sin querer entrar en la cibdad a descansar, ni res-
cebir dellos algún seruicio en sus casas. De lo qual
Diego Centeno tuuo gran rezelo y luego mando al
capitán Francisco Negral lleuasse la gente que
auia quedado, que serian hasta cinquenta hombres,
al valle de Yca, porque tenia nueua muy cierta de
la llegada del tirano junto a la cibdad, y de como
G. DE SAHTA CLARA.—IV.—3.° 6

82

los venia a buscar. Francisco Negral y los demás
lo hizieron assi, que todos se fueron, y llegados al
pueblo se diuidieron, y vnos se fueron dissimulada-
mente a la cibdad de Lima, otros al Cuzco, otros
a la cibdad de Arequipa, y otros se tornaron a la
prouincia de las Charcas y a otras diuersas partes,
porque no fuessen presos de los tiranos. Auiendose
ya ydo Francisco Negral con los soldados y vién-
dose Diego Centeno soloy sin compañía sino con
vn criado suyo que se dezia Pedro Guaco, llamo
al estanciero del pueblo, llamado Diego Márquez,
que era criado de Miguel Cornejo, cuyo era el pue-
blo de Quilca. Venido el estanciero le rogo mucho
le diesse por alli cerca algún lugar secreto en don-
de pudiesse estar de tal manera que Francisco de
Carauajal ni los suyos supiessen del, y le prdTnetio
de le dar cient ducados de buen oro y que si con
la vida L|iicdasse le dada muchos mas. El estancie-
ro, con la cudicia del oro que luego se le dio, y por
tenar lastima deste cauallero dessamparado y por-
que Miguel Cornejo su amo se lo embio a mandar
lo escondiesse, le prometió de lo embiar a una cue-
ua muy secreta que era muy fuerte, que con dos
hombres que uviesse en ella se podían defender
de mas de dos mili hombres, teniendo que comer.
Diego Centeno le pregunto que adonde estaua la
cueua; el le dixo que en el pueblo de Condesuyo,
que era de su amo Miguel Cornejo; el qual, ponién-
dose en camino, le dio ciertos yndios del pueblo
para que lo lleuassen en vna hamaca. Y diole por
auiso que llegado al pie de la sierra se subiesse a
ella por vna senda muy estrecha y agria que los

83

yndios le enseñarían, y que llegado a la cueua ha-
llaría en ella vn grande amigo suyo y que el le
auisaria siempre de las cosas que pasassen en la
tierra y le embiaria a la contina de comer y de
beuer. Desta manera fue lleuado con su criado en
sendas hamacas, que jamas quiso dexar a su amo
por muchos y grandes peligros que tuuo, y assi
Diego Centeno se lo agradescio muy mucho por
su gran fidelidad que siempre le auia tenido, y des-
pués lo embio muy rico a España por los buenos
seruicios que le auia hecho. En ¿sta cueua hallaron
metido a vn cauallero llamado Luys de Riuera,
theniente de Gouernador que auia sido en la villa
de la Plata, que estaua escondido en ella dias auia
por las cosas que hizo contra Goncalo Picarro
quando alc;o vandera en las Charcas contra el en
nombre de Su Magestad, como en el primer libro
queda dicho. Quando los dos capitanes Diego Cen-
teno y Luys de Ribera se vieron fue muy grande
el plazer y alegría que rescíbieron; por cierto ellos
tuuieron mucha razón de holgarsse el vno con el
otro, y se abracaron muy cordialmente porque
eran grandes amigos y compañeros en los traba-
xos que auian passado por seruir a Su Magestad,
y alli se dieron cuenta de lo que les auia passado.
Los vezinos de Arequipa les proueyeron de todo lo
que uvieron menester de refresco y de otras cosas,
mientras estuuieron en esta cueua, y les auissauan
de lo que passaua en la tierra; mas andando des-
pués el tiempo salieron a seruir al rey quando el
de la Gasea vino a la tierra.

CAPITULO X

EN DONDE SE CUENTAN LOS GRANDES ALBOROTOS QUE
SE CAUSARON EN LA CIBDAD DEL CUZCO POR LAS CAR-
TAS QUE DON MARTIN DE GUZMAN ESCRIUIO AL THB-
XIENTE ALONSO DE TORO Y A LOS REGIDORES Y A LOS
DEMÁS VEZINOS DELLA

Como arriba queda dicho y apuntado que Don
Martin de Guzman escriuio por fuerca las prime-
ras cartas, aueis de saber que los dos capitanes
Diego Centeno y Lope de Mendoca las embiaron
a la cibdad del Cuzco, y como fueron lleuadas por
la posta por los yndios llegaron en breue tiempo,
que fue en dia y medio, que son cinquenta leguas
tiradas; las quales rescebidas por Alonso de Toro
y regimiento supieron las nueuas tan tristes que
les escriuieron. Por la parte del theniente, mouido
a gran compassion, embuelta con vn rauioso enojo
y rancor, de puro coraje comenco a llorar la tan
desdichada y cruel muerte de Francisco de Cara-
uajal; aunque le auia sido mortal enemigo le peso
mucho, no por lo que a el tocaua, sino que adeui-
naua que auian de susceder mili males por su falta
y ausencia. Con esta rauiosa passion se retruxo
vn poco a su cámara a pensar lo que en el caso ha-

85

ria, y no estimo mucho en ella, quando con gran
priesa salió a la sala, donde hallo a las justicias y
regimiento de la cibdad y a otros hombres princi-
pales della, que estos auian acudido a su casa.
Quando Alonso de Toro los vido se holgó mucho
con ellos, y como eran pocos luego embio a dos
criados suyos para que puestos a cauallo llama-
ssen a todos los vezinos y moradores de la cibdad,
los quales venidos y congregados en su casa den-
de a vna hora, les dixo y manifestó lo que en las
cartas se contenia (1), las quales se leyeron pu-
blicamente. De^ todo lo qual a vnos en lo ynterior
les plugo de tal muerte, y a otros, que eran afficio-
nados al gran tirano, les peso en gran manera.
porque tenian a este hombre por vn cimiento fixo,
aunque vano, para sustentar Gongalo Picarro su
vana y falsa pretensión y opinión. Auiendo habla-
do a todos se salió de su casa a cauallo, muy acom-
pañado de su guarda y de la vezindad, y se fue a la
plaga, en donde publico otra vez las nueuas que
Don Martin dé Guzman su verdadero amigo le
auia escripto, las quales no podían ser sino muy
verdaderas, pues dezia que auia hablado con los
mismos capitanes que le auian muerto. Por otra
parte comenco a dezir en alta boz a la gente cib-
dadana y popular que auia concurrido a oyr las
nueuas: ea, caualleros y señores míos, ¿ay alguno
de vuestras mercedes que sea verdadero amigo
del Gouernador mi señor, que quiera luego salir
conmigo para yr a la cibdad de Quito, adonde el

(I) Ms. contenían.

86

esta, p;ira dezille lo que passa? Luego encontinen-
te se mostraron muchos hombres que eran afficio-
nados a Goncalo Picarro y todos se le offrescieron
con sus personas, armas y bienes para yrse con el,
no so].i mente a la cibdad de Quito, mas aun hasta
el cabo del mundo, y boluerse después con el, lo
qual el theniente Alonso de Toro les agradescio
mucho por la buena voluntad que mostrauan tener
al SLTUÍCÍO de Goncalo Picarro, y por esto les man-
do que prestamente fuessen a sus casas y se aper-
cibiessen, porque se queria partir aquel dia antes
que Diego Centeno llegasse. Como sintieron los
vezinos que Alonso de Toro se queria partir y des-
amparar la cibdad, le hablaron todos diziendole
que ta! cosa no hiziesse, ni se fuesse de la cibdad,
pues auia al presente mucha gente en ella que la
deffendcrian varonilmente. Y demás desto que es-
perasse a Diego Centeno sin tener ningún rezelo
del, que los vezinos y moradores della en todo ca-
sso no le faltarian, y que si de otra manera lo ha-
zia perdería mucho de su reputación y honor,
quami mas que vernian algunos hombres con Cen-
teno que fuessen afficionados a Picarro que luego
se le passarian en estando cerca, y assi le dixeron
otras cosas. Alonso de Toro respondió que en
aquel momento que allego a la placa, y por loque
luego fue auissado, auia sentido en muchos de los
que le auian prometido de yrse con el á Quito, que
no astillan ya de aquel proposito y que se auian
holgado de la muerte de Francisco de Carauajal,
que auia sido vno de los buenos seruidores de Pi-
carro. Y que por estas cosas se queria yr, por no

S7

poner en eondiscion y en balanza la vida de mu-
cho* de sus amigos y adicionados, porque sabia
ciertamcme que de su estada o quedada no le yria
bien del lo, porque al mejor tiempo le anian luego
de desamparar todos para yrsé a su contrario. Y
que mas queria dexar libre y sana la cibdad en po-
der del enemigo, que no destruyda y asolada con
muerte de muchos cibdadanos y moradores en ella
que culpa no tenían en cosa alguna, y que este pro-
uecho y vtilidad no la entendía nadie como el. Mas
en fin, el determinaua de yrse a Quito por muchas
causas y razones que a ello le mouian, para des-
pués venir con gran numero de «4’ente a cobrar por
fuerea de armas lo que assi dexaua perdido; de
manera que el dixo estas cosas con grandissimo
rancor y braueza. Pues viendo Alonso de Toro
que no tenia tanta possibilidad quanta auia menes-
ter de buenos soldados para esperar y aguardar a
mas de seyscientos buenos soldados con seys capi-
tanes muy ferozes y brauosos, como dezian en la
cibdad que venian contra el muy ganosos de le dar
batalla, no los quiso aguardar, ver, ni oyr, por el
gran peligro que auia. Y con esto mando con pu-
blico pregón que todos los vezinos y moradores,
estantes y habitantes en la cibdad, se apercebíe-
ssen todos luego para yrse con el a la ligera den-
de a dos horas a la cibdad de Quito, so pena de
muerte y de traydores y perdimiento de bienes. Y
por otra parte dixo a su cuñado Thomas Vasquez,
que entrambos estauan casados con dos hermanas,
que su pretensión era no esperar a Diego Centeno,
ni a Lope de Mendoca, ni ponerse en sus manos,

88

porque no sabia como lo auian de tratar, ca siem-
pre les auia mostrado mortal enemiga y por esso
los auia perseguido mucho. Passadas las dos ho-
ras y viendo que no le acudian todos aquellos que
primero se le auian offrescido, se enojo braua-
mente contra ellos y luego conoscio clara y abier-
tamente lo que auia ya concebido en el animo,
que al tiempo de dar la batalla no auian de pelear
todos, sino que lo auian de desamparar al mejor
tiempo. Y assi con ma3Tor furia y braueza los tor-
no a llamar con pregones y embio a sus alguazi-
les y a sus criados a casa dellos para que salie-
ssen de sus casas, y ellos se escondieron mucho
mas por no yr con el y por no dexar a sus muge-
res, hijos y familias desamparadas, creyendo que
los soldados de Centeno darían saco mano [en] sus
casas, y por esto se quedauan por deffendellas. De
manera que eran muchos los que se escondían y
muy pocos y poquitos los que dezian vamos, y es-
tos estauan todos desarmados y a pie, que no te-
nían cauallos en que yr para lo acompañar. Alon-
so de Toro sintió esto mucho y en gran manera, y
como vido que no salían tantos quantos el queria
se estuuo quedo en la cibdad hasta otro dia, aguar-
dando si auia mas gente que se quisiesse yr con el,
y de doscientos hombres que auia de pelea no ha-
llo sino obra de cinquenta hombres de a cauallo y
arcabuzeros, que los diez hombres destos eran ve-
zinos de la cibdad que tenían repartimientos de yn-
dios y eran yntimos amigos suyos y grandes ser-
uidores de Goncalo Picarro, que determinaron de
le seguir en esta presente y trabajosa jornada.

SU

Viendo, pues, que no se allegauan mas, se salió
de la cibdad con sus cinquenta hombres, con la
mayor tristeza de todo el mundo, aunque embuelta
con gran enojo y rancor, y assi eomencaron de
caminar saliendo por la cuesta pequeña de Car-
menga, licuando todos la via para la cibdad de
Quito a donde el tirano estaua al presente. Des-
pues que se vieron dos leguas de la cibdad le[s]
parescio al theniente y a Jos demás vezinos que
eran casados, que era muy mal hecho en dexar,
como dexauan, a sus mugeres tan solas en sus ca-
sas, sin abrigo ni amparo de parientes ni de buenos
y leales amigos. Allende desto, que no sabían de
como las tratarían los soldados de Diego Centeno
y los que en la cibdad quedauan, por vengarsse
dellos, por lo qual determinaron de boluersse, y
assi como yuan caminando dieron luego la buelta
para sacallas y lleuallas por delante a la cibdad de
Guamanga o a Los Reyes. Bueltos a la cibdad
luego buscaron modos y maneras de como las 1 le-
uarian, escondiendo primero todos los dineros,
caxas, alhajas y otras cosas que tenian en sus ca-
sas, enterrándolas secretamente en los lugares
mas ocultos que auia en ellas. Auiendo hallado ya
el aderesco para lleuar las mugeres, las sacaron
de la cibdad y eomencaron con ellas a caminar
mas de priessa que de espacio, como hombres que
yuan de huyda. y aquel mismo día llegaron al pue-
blo de Jaxaguana, que son quatro leguas, en don-
le hizieron noche con gran recato y vela. Otro dia
•sor la mañana, dos horas antes que amanescies&e,
:aualgaron todos en sus cauallos, y Alonso

90

Toro mando a su cuñado Thomas Vasquez y a Vi-
llacastin, que eran alcaldes hordinarios en aquel
■ tiV>, que con veynte arcabuzeros lleuassen a las
mugeres a la puente de Aporíma y que le aguar-
daren de la otra vanda del rio, y assi se hizo. Por
otra parte dixo a los suyos como se queria boluer
a la cibdad del Cuzco a hazer ciertas cosas que
cumplían mucho al seruicio de Su Magestad val
de Goncalo Picarro y prouecho dellos, y para ver
si auian llegado Diego Centeno }\Lope de Mendo-
ca o los corredores; que luego daría la buelta. Con
esto se apartaron los vnos de los otros, con muy
gran pesar y tristeza de las mugeres en ver tornar
a sus maridos a la cibdad, y no quedaron sin lagri-
mas rogando a Dios nuestro Señor los guardasse
de peligro y de la cruel muerte que les podrían
dar sus enemigos si a sus manos venían. Pues
buelto otra vez Alonso de Toro y llegando a la
cibdad muy temprano con treynta arcabuzeros,
mando apregonar que todos los que tuuiessen ca-
uallos, muías, arcabuzes, cotas, hierro y otras ar-
mas oftenssiuas y deffenssiuas, luego las viniessen
a maniftestar, so pena de muerte y perdimiento de
bienes. Luego vinieron algunos y truxeron vnos
pocos de cauallos, arcabuzes y otras pocas de ar-
mas, porque Alonso de Toro sabia que las tenían,
que no pudieron hazer otra cosa sino darlas; y to-
das las demás armas offenssiuas y deffenssiuas y
cauallos los escondieron, adeuinando lo que podía
ser y a que causa lo mandauan. Mando a quatro
^oí Jados que luego las lleuassen en azemilas que
alli tomo, a la puente de Aporima, porque sus con-

01

trarios no se aprouechassen dellast y que llegados
alia las entregassen a los alcaldes hordinarios, que
como hemos dicho eran Tilomas Vasquez y Villa-
castin. Todas las tuncas, picas, sillas, finetas y es-
tradiotas y los fuelles que pudo hallar, mando que-
mar todo en medio de la placa porque sus contra-
rios no se aprouechassen destas cosas, y torno de
nueuo a buscar mas entrando por las casas de los
vezinos y de mercaderes, y como estauan bien
guardadas tuuo creydo que no auria mas, de lo
que se marauillo mucho de como eran tan pocas.
De manera que el tomo algunos cauallos, y muías
las que pudo hallar, aunque a la verdad no tomo
de diez partes la vna, porque se auian lleuado a
los campos a esconder porque no se los tomassen,
que ta veziudad los querían para seruir con ellos
a Su Magestad y a Diego Centeno, que ya en sus
ánimos le tenían nombrado por Capitán general
para la destruye ion de los tiranos. Hechas estas
cosas con otras muchas se torno a Salir de la cib-
dad con mas priessa que vino, porque fue auissado
que lo querían prender para lo entregar a Diego
Centeno y a Lope de Mendoza, sus mortales ene-
migos. Y también se salió porque se publican a re-
ciamente que sus contrarios estauan en el pueblo
de Quispicanche, quatro leguas de alli. con gran
multitud de soldados, y assi se salió en seguimien-
to de sus amigos que yuan adelante. Pites yendo
por su camino yua jurando a Dios y a Sane ta Ma-
ría su Madre, con gran furia y enojo, que todos
aquellos que se auian quintado en la ululad que
eran obligados a scguille en nombre de Goncalo

92

Picarro, que los auia de matar, y a otros destruyr,
pues le eran yngratos y desconocidos a tanto bien
como les auia hecho en dalles de comer en la tie-
rra. Assi mismo dezia que estos tales hombres eran
mas amigos del ynteres que de guardar toda fide-
lidad a Goncalo Picarro, y que por esto, como di-
cho tenia, le yua a pedir gente y armas para venir
después contra Diego Centeno y contra todos
aquellos que seguían su vellaco partido. Desta
manera se salió Alonso de Toro de la cibdad, sin
saber la certinidad de lo que en el casso passaua,
sino por vna carta que le dio vn yndio; mas, en
fin, eran ardides mo los nueuos y postizos alcaldes y regidores le
vieron y entendieron del todo lo que auia passado,
lo Jcxaron yr adelante y el se fue y passo la puen-
ic Aporima. Alonso de Toro lo rescibio muy
bií a y con gran plazer y alegría, y vistas las car
las y firmas de Francisco de Carauajal, y assi-
ini-mo todos los demás, uvieron gran regocijo y
¡líégrla quanta el lector podra considerar, porque
sé vieron como hombres desterrados de sus casas
y 1 sposseydos de sus haziendas. Estando en esto
le l Segaron otras cartas de sus espias y del Reue-

99

rendissimo obispo del Cuzco y de los cibdadanos,
en las quales le pedían por merced se boluiesse a
la cibdad, pues toda ella estaua a deuocion de Gon-
zalo Picarro, y que Diego Centeno se yua huyen-
do a la cibdad de Arequipa, y con estas nueuas se
boluieron todos placenteros y alegres a sus casas.
Ya que Alonso de Toro yua para la cibdad le sa-
lieron a rescebir muchos de los cibdadanos, mora-
dores y soldados, mas de dos leguas, haziendole
muchas caricias y cortesías, y.le comentaron de
hablar con mucha y buena crianca mostrándole
grandissimo amor y buena voluntad. Otros le fue-
ron a rescebir mas adelante, ocho leguas de la
cibdad, y esto hizieron por desculparsse por allá y
por dalle algún plazer y alegría del enojo muy
grande que le auian dado a la salida del la, y le lie-
uaron muchos regalos, assi para los maridos,
como para sus mugeres. Mas con el gran enojo
que tenia en su duro pecho no le pudieron aplacar,
porque estaua muy corrido de la mala burla que
le auian hecho, y con esto entro en la cibdad y
luego assi como se apossento en sus casas mando
prender a muchos vezinos y los mando hechar en
la cárcel publica en fuertes prisiones. Y otro dia
por la mañana mando ahorcar a los que hallo mas
culpados, que auian dicho mucho mal de Goncalo
PiQarro, y porque auian aleado vandera en fabor
de Diego Centeno, porque las espias que secretos
auia dexado en la cibdad le dixeron todo lo que
auia passado. Los que ahorcaron y cortaron las
cabesas fueron Martin de Salas, Juan Baptista el
galán, Francisco Manzano, Juan Romo el viejo,

100

Hernando Díaz, Martin Hernandes y Alonso Paez
de Sotomayor, que todos estos se mostraron muy
contrarios y mortales enemigos de Goncalo Pica-
rro, nombrándose por regidores, y el vno por al-
calde mayor. A Francisco de Meló, que auia sido
el otro alcalde ordinario, por ser thesorero de Su
Magestad, fue perdonado, y por ruego del obispo
y de hombres buenos, que cierto estuuo muy a
canto de le cortar la cabeca; mas en fin tenia en su
poder la caxa del rey, que auia de dar cuenta del
thesoro que estaua en su fiel guarda. Queriendo
Alonso de Toro proseguir adelante con su dañada
y mala yntencion fue (1) rogado muy ahincada-
mente de el obispo Don fray Juan Solano que
vssasse de piedad y clemencia con aquellos mise»
rabies hombres que estauan presos en la cárcel
publica, que no tenían culpa, sino que el tan sola-
mente la tenia porque los auia ynducido para que
hiziessen lo que auian hecho. Y pues era assi bol~
uiesse su cuchillo contra el y lo matasse, y no a
los vezinos que culpa no tenían, y que si algo
auian hecho auia sido por verse desamparados
del, porque los auia dexado puestos en gran peli-
gro de sus personas y vidas y a la dudosa fortuna.
Allende desto tuuieron temor de Diego Centeno y
de Lope de Mendoca, y que todo esto se auia
hecho a fin de que no les quitassen las haziendas y
las vidas por auer seguido y seruido a Goncalo
Picarro, quanti mas que si hizieron este deuaneo

(i) Tachado: tut*y.

101

auia sido por la nueua que se dixo de la muerte
de Carauajal y porque Centeno traya mas de seys-
cientos hombres. Y le pidió por merced que por v
reuerencia de Dios y de Nuestra Señora templasse
su furia y enojo, que bastauan ya los que auia
mandado cortar las cabecas y ahorcar; y assi le
dixo otras muchas y diuersas cosas de gran co-
misseracion y piedad. Alonso de Toro respondió
y replico muchas y diuersas cosas con el-obispo,
no los queriendo perdonar; mas al cabo y a la
postre se amanso y aplaco en alguna manera,
mas dende a ciertos dias los mando libremente
soltar de la prisión en que estauan y se hizo ami-
go con ellos. Estas son las cosas que suscedieron
en la cibdad del Cuzco por la carta que hizieron
escreuir por fuerca a Don Martin de Guzman para
Alonso de Toro, de la qual resulto que toda la
cibdad estuuiesse en seruicio de Su Magestad por
algunos dias y a la opinión de Diego Centeno y de
Lope de Mendoca. Mas si como Diego Centeno
enderece a la cibdad dé Arequipa se fuera dere-
cho al Cuzco, donde estauan y auia muchos gran-
des seruidores de Su Magestad, y el tenia muchos
afficionados que estauan ocultos que lo querían
muy bien, aunque entrara con poca gente hiziera
effecto. Para mi tengo creydo que el fuera señor
de la cibdad y la posseyera en nombre de Su Ma-
gestad y alli se reforcara de gente y armas, pues
las auia muchas, y diera batalla a Francisco de
Carauajal con muchas ventajas que los leales y
cibdadanos hizieran para lo venzer y matar. Por-
que assi como Alonso de Toro se salió de la cib-

102

dad, parescieron muchos soldados y muchos ca-
uallos, arcabuzes, picas, laucas y cotas, con otra
ynfinidad de diuersas armas, y sobre todo muy
gran voluntad de reducirse al seruicio de Su Ma-
gestad; mas en fin, al fin ellos quedaron todos bur-
lados de la forma y manera que dicho tenemos.

CAPITULO XII
DE COMO FRANCISCO DÉ CARAUAJAL, PROSIGUIENDO SU
CAM1X0, LLEGO DE 1Y0CHE AL PUEBLO DE LOS FRAILES,
JUNTO A LA CIBDAD, ES DONDE SUPO SECRETAMENTE
QUE DIEGO CENTENO ESTAUA EN EL PUERTO DE QUILCA
CON CIERTA GENTEj EL QUAL LO FUE A BUSCAR

Francisco de Carauajal, sin tener ningún temor
ni rezelo de los trabaxos y fatigas del largo cami-
no que auia passado, o a la poca o ninguna comi-
da que auia tenido, ni al grandhsimo frío que
hazia, con el gran desseo y voluntad que en su
animo lleuaua, passando por el gran despoblado
en dos dias llego a prima noche al pueblo de los
Frailes Dominicos, que esta junto a la cibdad.
Como los vezinos supieron de su llegada se fue-
ron al dicho pueblo, en donde le dieron la bienve-
nida y pro de su llegada y el pésame de sus traba-
xos y fatigas, y le lleuaron algunas cosas de comi-
da y vna botija de buen vino de la tierra, que lo
limo en mucho, que ya no lleuaua que comer ni
que beuer; y como fue poco y los soldados muchos,
no les cupo a bocado. Y pregunto luego a ciertos
vezinos que a donde estauan Diego Centeno y
Lope de Mendoca, y que secretamente se lo dixc-

104

ssen si lo sabían o auian entendido en alguna ma-
nera a donde auian ydo a parar, y que yntencion
era la que lleuauan; que se lo dixessen luego, pues
auia passado por aquel mismo pueblo y muchos
dellos le auian visto y hablado largamente con
ellos. Los que querían mal a Diego Centeno por
amor de Lope de Mendoza, por los males y daños
que les auia hecho los dias atrás, le dixeron de
como se auian ydo al pueblo de Yca con obra de
cinquenta soldados, y que de lo demás no sabían
el proposito y voluntad que lleuauan. Francisco
de Carauajal se holgó mucho con esta nueua y
tuuo entendido que los podría coger alli descui-
dados y que entonces se acabarían y fenescerian
sus traba xos y cuy dados que tanto le fatigauan
con tanto caminar de dia y de noche, porque su
desseo era ya de parar, por descansar. Luejgo
mando sin dilación alguna, después de auer cena-
do lo poco que le cupo, assentado en vna silla, que
no quiso que se le pusiesse mesa, estando rodea-
do de sus capitanes y de algunos vezinos, que se
ajuntassen todos los soldados, porque andauan por
las casas de los yndios y por las sementeras bus-
cando que cenar y no hallaron otra cosa sino mu-
chas majorcas de mahiz verde que estauan aun en
leche, que comieron dellas aquella noche hasta
hartar. Pues ajuntados los soldados y llegados
ante el, les mando que todos fuessen por la vía
que vn adalid español los licuaría, que los vezi-
nos de alli se lo auian dado para que los guiasse
hasta el puerto de Quilca. Porque otros vezinos
que estauan afñcionados con las cosas de Diego

Centeno no se les dio cosa alguna que Francisco
de Carauajal fuesse en busca del, porque tenían
creydo que ya se auria escondido y puesto en co-
bro por el auisso que le auian embiado por la pos-
t;K y la horden que licuó su gente fue en esta ma-
nera- Primeramente pusso la compañía de Juan de
Morales en Ja abanguardia, y en la batalla yuan
las compañías de Pedrode Castañeda y de Martin
de Almendras, y luego yua la compañía de Alon-
so de Mendoca, y por retaguardia yua la compa-
ñía de Francisco de Carauajal, que acompañauan
el estandarte mayor que lleuaua Juan Jullío de
Hojeda. El Maestro de campo Dionisio de Bobadi-
Ha, y el sargento mayor Balthasar de Cepeda, y los
otros sargentos menores yuan corriendo de vna
parte a otra mirando como caminauan los solda-
dos, y también porque algunos dellos no se les
quedasse[nj atrás. Como la noche hizo muy escura
y el cielo de grandes nublados, no fueron por el ca-
mino derecho que va al puerto, antes se subieron
vn poco arriba hazia las Charcas porque lo mando
assi Francisco de Carauajal al adalid que lleua-
uan, porque tuuo entendido de prender a Diego
Centeno porque podría yrse por alli a las Char-
cas, y desta manera eomencaron de marchar con
grande priessa. Yendo, pues, todos caminando
juntos y apiñados, quando amanescio no auian an-
dado tres leguas, a causa que hizo aquella noche
grandissimo frió, por lo qual eomencaron cassi
todos los soldados a caer de sus cauallos y de sus
muías abaxo en el suelo, dando grandes bozes y ge •
nudos, diziendo que se morían. Causóles este mal

105

ñor auer comido aquella noche muchas macorcas
de Tn:ihiz verde y crudo, que como auia dias que
no comían sino vn poco de mahiz tostado, tenían
tos estómagos vazios, que fue este mal a manera
L]C torocon que da a los cauallos quando han co-
mido mucho mahiz, y assi se tendieron muchos
delloS en el suelo, que no pudieron passar mas
idr lante. Después que entro el dia y la calor, eo-
mencaron de aliuiarse corriendo de vna parte a
Otra a pie, y como sudaron se les quito vn poco el
mal, y assi continuaron su camino en seguimiento
dr sü capitán que a la media noche se auia ade-
lantado con veinte y cinco de a cauallo y arcabu-
z-i ros, Francisco de Carauajal auia hecho alto tres
ls y
que assi serian presos, porque tuuo creydo que
Diego de Ribadeneyra venia alli y que entraría

Í19
prestamente en el puerto sin preguntar cosa algu-
na. Los soldados que venían en el barco, como
eran arteros y no nada nescios, quando estuuieron
junto a las puntas de la tierra quanto dos tiros de
arcabuz [de] donde los de Francisco de Caraua-
jal estauan escondidos, y viendo que ninguno de
los soldados que estauan en el otero alto ni los que
estauan en lo baxo no les dauan el parabién de sus
venidas, sospecharon mal. Y con esto tuuieron co-
noscimiento luego que no eran de los amigos, sino
que eran de los traydores picarristas sus mortales
enemigos, y disparando sus arcabuzes a lo alto del
otero contra los que estauan en el y contra los que
estauan en lo baxo, eomencaron a dezir a grandes
bozes: ¡A traydores, cismáticos, enemigos,de Dios
y de sus sane tos y de Su Magestad! no penséis que
con asechanzas y traydoramente nos aueis de
prender; a Tuta, a Tuta, que es tierra de vellacos
como vosotros; y assi les dixeron otras cosas feas
y de gran baldón y con esto dieron la buelta mas
de priesa que despacio y se fueron al nauio. Los
picarristas quedaron afrontosamente burlados y
aun bien corridos de las palabras ynjuriosas que
ios leales les auian dicho, principalmente el gran
tirano, que bramaua como vn toro acosado viendo
que no auian hecho ningún effecto en tomar el
nauio y a los que venían en el. Pues viendo Fran-
cisco de Carauajal que los del nauio se yuan con
el barco, mando que los arcabuzeassen los del
otero y los de abaxo, y como ya yuan lexos de
alli no les hizieron ningún mal ni daño como el
carnicero lo desseaua. En fin, como vido que no

120

auia podido prendellos se torno con gran enojo a
tos apossentos y con gran furia mando al estancie-
ra que las canoas y las balsas fuessen luego tray-
das, porque el quería yr alia en persona a dar
combate al nauio y prender al capitán Diego de
lí.hiideneyra ya los soldados que venían con el.
Mientras se trayan las balsas y las canoas escri-
uiü vna carta a Diego de Ribadeneyra con dos yn-
dios del pueblo, los quales fueron en vna balsilla,
vi” que en ella breuemente se contenia era: Que
n „ i -.ia con gran vehemencia a todos los caualle-
ros qué estauan en el nauio se diessen al seruicio
de Su Magestad y al de Goncalo Picarro su señor,
pues sabían que era Gouernador jurídicamente de
todos los reynos y prouincias del Perú en nombre
deí rey, que el como buen señor les gratifficaria
i -i aofuicio que le harían, con hazimiento de mu-
ehas y señaladas mercedes. Y de sí les embio a
Üe£ir que si ellos se dauan y se ponían en sus ma-
nos, les prometía y daua su fee y palabra, como
i Mero hijodalgo, que no les haria el, ni otro
piíi 11, ningún mal ni daño, sino que antes les
sería muy gran amigo y buen tercero para con
ellos, como por la obra lo veria. Y que el haria de
tal manera con su señor Goncalo Picarro para que
los p rdonasse en todo lo ciuii y criminal, y les ha-
ria dar de comer en la tierra el que no lo tuuiesse,
Y ‘ l qué lo tuuiesse seria amercendeado y gratiffi-
cado de otra manera, de que les diesse gusto y
gran contento. Quando vido Diego de Ribadeney-
ra esta carta no hizo casso della y a los yndios dio
braoos tormentos preguntándoles quantos hom-

121

bres estauan con Carauajal; ellos respondieron que
eran muy poquitos; mas después con los tormentos
dixeron que eran muchos, mas que no sabían quan-
tos eran, que no los auian contado. Y con esto des-
pacho a los yndios atormentados, sin responder a
la carta cosa alguna, antes embiaron con ellos vna
gran multitud de bulas de la Cruzada que lleuauan
a la prouincia del Chile, gouernacion que fue des-
pués de Pedro de Valdiuia, con vn escripto sin ti-
tulo ni firma que desta manera dezia: Estas bulas
de la Cruzada hallamos en este nauio, que las lle-
uauan á la prouincia del Chile; a v. m. suplicamos
las mande entregar al Comisario ó Vicario que
estuuiere en la cibdad de Arequipa, porque no se
pierdan, sino que tan sanctas cosas como en ellas
se contienen se distribuyan entre los xpianos, o se
pongan en la caxa de la yglessia o en la de Su Ma-
gestad. Venidos que fueron los yndios a tierra con
aqueste recaudo, sintiólo mucho Francisco de Ca-
rauajal y tomólo por afrenta viendo que no le
auian respondido a su voluntad, ni lo que el qui-
ssiera que se hiziera: que luego se dieran con las
manos atadas al seruicio de Goncalo Picarro; y de
no lo auer hecho grunia y rauiaua como vn des-
esperado. También se enojo brauamente porque
auian (1) dado trato de cuerda y azotado á los tris-
tes de los yndios que el auia embiado, sin tener
para ello ninguna razón ni occassion, siendo men-
sajeros y vnos yndios bocales que no sabrían res-
ponder a lo que les preguntauan; por lo qual man-

CO lis. auitndo.

122

do a grandes bozes y con gran furia que las balsas
y canoas se truxessen antes que el nauio se fuesse.
Ya que se comencaua a traer todo recaudo, y es-
i ando ya todos los soldados puestos a la lengua del
aa para embarcarse en las balsas y canoas, abi-
no reciamente el viento y el nauio se fue de alli con
mucha ligereza lleuando viento en popa, que en
pocas [horas] le perdieron de vista. Y con esto fue-
ron a parar todos a la Nueua España, como después
andando el tiempo se supo, que no se atreuieron
\: j Tierra Firme a causa que estaua por alia Pe-
dro Alonso de Hinojosa con toda la flota, y porque
tod \ aquella tierra estaua a deuocion de Goncalo
! ‘i^arro, como atrás queda dicho. En este viaje que
hizieron Diego de Ribadeneyra y los suyos descu-
hrieron las siete yslas Perdidas, que ellos llama-
ron de los Patagones, que según fama son muy ri-
ca; mas de oro que de plata, y están enfrente del
pueblo de Yca, que es en las tierras del Perú,
¡unto a la linea equinocial, hacia el norte. Y están
us yslas pobladas de hombres medio gigantes y
de grandes y disformes pies, y Diego de Ribade-
iu-\ ra por esta razón los llamo patagones, según
que U>s yndios de Yca lo dizen, porque tuuieron
■ >fi ellos grandes contrataciones antes que los es-
pañoles viniessen a conquistar estas tierras, como
LíJclante diremos.

CAPITULO XV

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL, DESPUÉS QUE SE
FUE EL CAPITÁN DIEGO DE RIBADENEYRA DEL PUERTO
CON SU NAUIO Y NO AU1ENDO HECHO NINGÚN EFFECTO,
SE BOLUIO CON SUS CAPITANES A LA CIBDAD (1), Y DE
LAS COSAS QUE HIZO EN ELLA

Como el Maestro de campo Francisco de Cara-
uajal vido que el capitán Diego de Ribadeneyra
era ydo con el nauio, le peso en gran manera; mas
viendo que no auia podido ni auia sido mas en su
mano, que harta diligencia auia puesto en todo, se
dio mucha priesa en despachar al capitán Juan de
Morales con las cartas que escriuia, las quales es-
criptas las despacho y embio con breuedad. El
mensajero que las lleuaua, como hombre cuyda-
doso y diligente, caminando dias y noches llego a
la gran cibdad de Los Reyes, que es en la prouin-
cia de Lima, que ay ciento y treynta leguas tira-
das, en nueue dias, que fue por el camino Real
que llaman de los Llanos o de la Costa. Caminaua
vnas veces en vna hamaca, que los yndios a re-
muda lo lleuauan en hombros, corriendo, y otras

(I) Tachado: de Quilca.

1

124

vi / ^ \ na en su muía, que era muy andadora, que
a según las gentes dixeron que andaua quinze le-
gua* por dia y que le auia costado ochocientos pe-
sca di buen oro por ser tan buena. Pues llegado a
I a c i K l a d de Los Reyes sin que en el camino le aui-
n i ow alguna controuersia, dio las cartas al the-
mejitc Lorenzo de Aldana dándole cuenta y razón
de ioda lo que se auia hecho, de lo qual el y todos
los aficionados a Goncalo Picarro se holgaron
muy mucho por tan buen suceso y auiso. Passan-
do mas adelante, yendo por todas las cibdades, vi-
llas y ] ligares fue dando el mismo auisso a todos
los theníentes de los dichos pueblos, de todo lo que
auia suscedido, hasta que allego a la cibdad de
Qtiíto, en donde hallo a Gonzalo Picarro que esta-
ua hordenando de partirse para Lima. Llegado
qm iMt- ante el le dio las cartas, y después de
.un -i i .1-3 mandado leer se holgó mucho con el buen
MI de Francisco de Carauajal, y mas con el
desbarate de Diego Centeno, aunque mas quissie-
r¡i qtin con el
c de tres-
-> a sus ca-
• juedaron
o Real y
on el ser-
lieron se-
s y de vo-
io digo, a
ido. pues.
u gente a
tuuo seys
10

140

del mundo si fuere menester. Esto me atreuo a
dezir porque tengo bien entendido que lo harán
assi como yo lo digo, aunque sepan passar por los
mayores y mas graues peligros que en el mundo
se puedan ymaginar, pues ya conoscen y lo tienen
bien entendido que todo quanto hazen es en serui-
cio del Gouernador mi señor. Y aun mas digo.
afirmándome en ello y sin poner duda, que todos
los soldados que aqui están presentes que dezian
se querían yr por no seguir a v. m. en esta breue
jornada, estén agora arrepisos dello y de otro yn-
tento, proposito y voluntad. Por tanto ¿quien sera
aquel que tenga temor a vn poco de trabaxo?
¿quien es aquel que esté tan oluidado de su honrra?
¿quien sera el que esté tan desacordado de su es-
ffuerc;o y valentía y de lo que deue al officio mili-
tar? ¿Pues quienes serán aquellos tan couardes y
de tan poco animo que teman y se rezelen desta
lluuiosa tempestad de agua, y del frío, no auiendo
tenido temor de los arcabuzes ni de los fuertes
enemigos que siempre han tenido por delante? Es-
pecialmente agora, que estando como están en vis-
peras de conseguir el premio y el galardón de sus
trabajos, se quiera yr y ausentar sin recebillo, de-
xando en el campo a su capitán solo y desampara-
do. Por lo qual torno a dezir que teniendo como ten-
go esperimentadas y conoscidas (1) de largo tiem-
po las voluntades de todos ellos y de cada vno de-
llos, osso prometer y affirmar que ninguno dellos

(I) Ms. experimentados y conoscidos.

141

faltara a do quiera que v. m. fuere, aunque sepan
perder sus personas y vidas. Bien tengo creydo
que el trabaxo yntollerable y el tiempo tan lluuio-
so y ericado y con la destemplanza demasiada
que haze ajumándose las vnas con las otras, les
ha quebrantado el brio y las fuercas y voluntades
de algunos enfermos que en el exercito vienen
[que] ya no las pueden zufrir. Alas por estos tales
hombres digo y me offrezco y salgo por fiador que
ninguno faltara de vuestro seruicio, ni dexaran de
cumplir con lo que deuen a sus honrras y a buenos
soldados. En todo aquello que de mi propia perso-
na puedo colegir, puedo seguramente asegurar
y saluar a todos y a cada vno dellos en parti-
cular que ninguno se atreuera hazer cosa en con-
trario de Jo que tengo dicho. De manera que no
solamente pagare con mi cabeca la culpa en que
ellos uvieran yncurrido, mas aun me sometere con
mi persona a la pena y castigo que merescieren
por el descomedimiento de aquellos que antes de
dar fin y cabo de su jornada y de su comencado
trabaxo se fueren y no quisieren seguir a su capi-
tán. Por tanto a v. m. suplico con aquel acatamien-
to que deuo que no mire ni tenga atención a lo que
algunos presumptuosos querían hazer con vana
pretenssion y locura en apartarse y ausentarse
del seruicio del Gouernador mi señor. Sino que se
tenga atención y se mire a los muchos y grandes
seruícios que a su señoría y a v, m. han hecho en
esta presente jornada, passandoj como han passa-
do, tantos trabaxos, y que cada vno dellos sea per-
donado y consigan vuestra clemencia para que

142

con ella puedan de aqui adelante seruir mucho
mejor fyie de antes.
Después que el Maestro de campo Dionisio de
Bobadilla uvo acabado su platica, luego enconti-
nente boluio los ojos en contorno hazia donde los
soldados estauan, de aquellos que se querían au-
sentar y amotinarse, que de los otros que se que-
dauan firmes no dijo (1) nada, y ellos, como vando-
leros lo entendieron luego. Y boluiendose todos a
Francisco de Carauajal aprouaron todo quanto el
Maestro de campo auia dicho en su deffenssion,
prometiéndole en fee de sus palabras que le segui-
rían en todo tiempo y no le faltarian en toda la
vida hasta la muerte. Oyendo Francisco de Cara-
uajal esta platica de Dionisio de Bobadilla dio
muestra y señal de auer rescebido plazer y mucho
contento, y tornando en mansedumbre la graue-
dad y mal semblante que poco antes auia mostrado
en su platica, comenco de mirar á todos quantos
alli estauan con amor y buena gracia. De manera
que auiendo passado estas cosas los despidió a to-
dos con buen talante, para que se fuessen á sus
toldos y casas, con muchas caricias y prometimien-
tos, agradesciendoles la buena voluntad que mos-
trado auian, y assi se fueron todos haziendole pri-
mero la reuerencia y deuida cortesía que le áeuian.
Aun no era bien deshecho este ayuntamiento quan-
do mando proueér por todas las esquadras y com-
pañías mucha copia de bastimentos y de prouissio-
nes que Francisco de Cantillana su furriel tenia

0) Mua-tf*.

143

guardados y tapiados en vna gran casa por su
mandado. Al qual le hizo quedar en este pueblo
quando passo por el, para que ajuntasse todos
quantos bastimentos pudiesse hallar en toda la co-
marca, assi de mahiz, papas y chuflo como de car-
neros y ouejas, para vender en las minas de Porco
y de Potos: a los españoles y a los yndios que alli
estauan sacando plata para sus amos. Con esto,
los soldados, y con el prometimiento que se les
auia hecho que en tas Charcas les auia de dar de
comer y los repartimientos de yndios que estuuíe-
sseu vacuos, y que a otros daría muchos dineros y
otras grangerias por las qua les ganassen de comer,
pues con esta esperanca, aunque vana y larga, se
contentaron los querellantes. Dende a ciertos dias,
mientras estuuo en el pueblo, viendo la razón que
para ello auia embio a sus casas a ciertos vezinos
de la cibdad del Cuzco y de Arequipa que auia
dias que militauan debaxo de su vandera, dándoles
licencia para que se fuessen a descansar, con tal
condiscion que dexassen las armas ofí’enssiuas y
deffenssiuas que tenian. Los vezinos que embio al
Cuzco fueron Juan Jullio de Hojeda, su alférez ma-
yor, y diose el estandarte a Pedro Alonso de Ca*
rrasco, vezino del Cuzco y hombre rico, y a Lope
Martin, portugués, Pedro de Busüncia, vizcayno,
Francisco de Argote^de Segouia, Alonso deCaxas
y Francisco de Villavicencio, con otros tres o qua-
tro. Los vezinos de Arequipa fueron Diego Her-
nández, Juan de Auiles, alcayde, Alonso Puerta,
Alonso de Auila, Vicente Ramírez, Francisco de
Noguerol y Xpoual Beltran, con otros quatro o

144

cinco vezinos; de manera que fueron por todos los
que embio a estas dos cibdades hasta veinte y cin-
co vezinos que tenian en ellas repartimientos de
yndios. y a otros sin ellos. No solamente embio a
sus casas a estos hombres, mas embio de los sol-
dados mas viejos en hedad que de la cibdad de
Quito auia traydo y que Gongalo Picarro auia lle-
uado alia desde la cibdad del Cuzco la primera vez
que fue contra el Visorrey, que como andauan fa-
tigados y enfermos los embio a diuersas partes,
que serian hasta ocho dellos, y les dio cartas para
que alia les diessen de comer, y les proueyo de di-
neros para el camino. Auiendo despachado a estos
hombres mando hechar vando en todo su exercito,
con todos los atambores, para que todos estuuie-
ssen prestos y aderescados para partirse dende a
tres dias a la prouincia de las Charcas, adonde era
su principal yntento llegar. Y los soldados lo hizie-
ron assi y pussieron por la obra lo mandado, con
mucho contento, haziendo muchas cosas y aderes-
candose para el camino, y herraron sus cauallos y
muchas muías que tenian, con herraduras de cobre,
que son muy buenas, que turan muchos dias, con
clauo hechizo, que no se quiebran.

CAPITULO xvni

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE PARTIÓ DEL
PUEBLO DE CHOCUYTO PARA LAS CHARCAS Y EN EL
CAMINO SUPO DE LA SALIDA DE LOS SOLDADOS DE
LA ENTRADA DE DIEGO DE ROJAS, DEL RIO DE LA PLA-
TA, Y CUENTA QUIEN FUE EL QUE LO DESCUBRIÓ AL
PRINCIPIO

Auiendo visto Francisco de Carauajal que sus
capitanes y soldados estauan ya a punto para ca-
minar, luego, vn lunes, de mañana, aleando el far-
daje y la ropa que tenian y que les auia quedado a
los dichosos, salieron del pueblo con muchos yn-
dios cargados, y los soldados que fueron con el
eran doscientos y veynte y cinco, porque de tres-
cientos y mas que eran, a los vnos embio a sus ca-
sas, como queda dicho. Y los otros se quedaron
atrás, los quales se apartaron del camino Real y
se fueron a diuersos pueblos de yndios con el ser-
uicio y ropa que tenian, que como no pudieron se-
guir a su capitán por falta de sus cauallos y de vo-
luntad que ellos tuuieron, se fueron, como digo, a
diuersas partes a buscar de comer. Yendo, pues,
por su camino adelante, llego con toda su gente a
vn pueblo llamado Cepita, en donde se de tuuo seys
G. DE SANTA CLARA.—IV.—3.° lo

146

dias por falta de yndios. que no uvo tantos quan-
tos el auia menester para lleuar su ropa y merca-
durías y el fardaxe de los soldados, por lo qual
rescibio muy grande y ra y enojo contra los cazi-
quez y principales yndios de aquel pueblo, y arre-
batando furiosamente a dos dellos les mando dar
garrote. Estando aun medio biuos mando hechar
encima dellos mucha paja seca y fuego, y assi los
quemaron como quien chamusca puercos, y en
esta muerte acauaron los miserables y desuentu-
rados yndios de morir con esta crueldad tan mala
y endemoniada. Los (1) demás caziques y princi-
pales yndios que estauan presentes fueron amena-
zados terriblemente, diziéndoles que si no le dauan
luego muchos yndios, que los auia de quemar bi-
uos, como auia hecho de los otros; y si este hom-
bre endemoniado queria tantos yndios de carga
era para lleuar las mercadurías que tenia, para
vender en Potosí, como era ropa de Castilla, ma-
hiz, papas y chuño; de manera que era capitán y
mercader. Amedrentados, pues, los caciquez, em-
biaron luego a sus tierras y pueblos de la comar-
ca para que les embiassen muchos yndios y las yn-
dias casadas y solteras que auia y los carneros de
carga que tenian, hasta las muchachas donzellas,
hijas suyas, los quales venidos le dieron recaudo
y contento, assi para su comida como para las
cargas. Partido deste pueblo y passando por el
gran desaguadero de la gran laguna del Collao,
que llaman de Titicaca, llego al pueblo de Tiagua-

(l) Hs. A los.

147

naco, en donde le dieron vnas cartas que se las
auia escripto vn vezino de las Charcas, su amigo,
en las quales le hizo saber lo siguiente. Que cier-
tas gentes que el licenciado Xpoual Vaca de Cas-
tro auia embiado los años passados a la entrada
que llaman del Gouernador Diego de Rojas, que
es en el Rio de la Plata, se auian salido todos della
con el Gouernador y capitán Nicolás de Heredia.
Yendo mas adelante llego a vn pueblo que se dize
Viacha, en donde le dieron otra carta que se la es-
criuio Francisco de Altamirano, que estaua en
Ayohayo, pueblo de su tio Antoño Altamirano,
que esta junto a la gran prouincia de las Charcas.
En esta carta le embio a dezir de la salida de Ni-
colás de Heredia, de la entrada del Adelantado
Diego de Rojas, con ciento y cinquenta hombres,
aunque otros dixeron que no eran sino ochenta
soldados, y de como Lope de Mendoca se auia
conffederado con ellos y que se auia hecho capi-
tán dellos, y assi le escriuio otras particularida-
des. Francisco de Carauajal, como era en todo fu-
rioso, sintió gran pesar destas nueuas y luego
sospecho que en ninguna manera podia entrar en
las Charcas en paz, como el queria, creyendo que
auria otra alguna trabaxosa refriega como la pa-
ssada en que le diesse o le pusiessen en mayores
trabaxos y fatigas. También le peso en auer em-
biado y dado licencia a los vezinos y soldados
para que se fuessen a sus casas, que mucho qui-
ssiera teneilos consigo para la presente jornada;
mas con todas estas cosas lo disimulo con grande
animo, diziendo a los suyos con vn semblante do-

148

noso que en sabiendo el capitán Nicolás de Here-
dia todo lo que passaua en los reynos y prouin-
cias del Perú, y de qpmo Goncalo Picarro su se-
ñor era merita y jurídicamente Gouernador, se
vernia a su llamado, desengañado de lo que Lope
de Mendoca le auria dicho, y dexaria el partido y
la opinión que auria tomado. Antes que passe-
mos mas adelante sera bien que demos vna breue
relación de quien descubrió este Rio de la Plata
por la mar del norte, y después quien entro en
el (1) por las tierras del Perú, que sera vna lectura
bien apacible. Y luego vernemos a contar destos
hombres que salieron de alia y se boluieron al
Perú con Nicolás de Heredia, de donde auian sa-
lido los años passados atrás, y después diremos*
lo que passo con ellos Francisco de Carauajal y lo
que suscedio en el pueblo de Pocona y de la bata-
lla nocturna que uvo entre ellos. Auran de saber
que en el año de 1512, yendo Juan Dias de Solís,
natural de Lebrixa, piloto mayor del Rey, con mu-
cha gente armada y nauios a descubrir tierras
nueuas, o el estrecho que después se llamo de Ma-
gallanes, fue a dar sobre este rio, que los yndios
lo llaman en su lengua Paranaguaca, que quiere
dezir Rio como mar. Este rio es muy grande y
esta en 25 grados hazia el norte y tiene de voca
diez leguas tiradas, según dixeron muchos de los
que alia estuuieron, y entra el agua deste rio por
la mar veyute leguas sin reboluerse con la salada,
y aqui se vieron grandes muestras de plata fina

(í) }ü%.ella.

t49

entre los yndios, y por esto el primer descubridor
le nombro el Rio de la Plata. Por muerte de Juan
Dias de Solis, que auia ydo alia con titulo de Go-
uernador y capitán general, embio Su Magestad al
mismo rio a Sebastian Gaboto, veneciano* aunque
otros dizen que era yngles, que fue en el año
de 1526 por Adelantado, el qual descubrió, gran
parte deste rio arriba, muchas cosas, y pobló vna
ysla alta que hallo en el y la llamo Nuestra Seño-
ra de la Concepción. Después desto embio Su Ma-
gestad a Don Pedro 4e Mendoca, natural de Gua-
dix, que fue en el año de 1530 con doze nauios y
dos mili hombres, y nauegando por su mar ade-
lante murió en el camino, de su enfermedad (1) de
que dio a los suyos gran pesar y sentimiento, y la
gente se fue al rio con el theniente que nombro
hasta que Su Magestad mandasse otra cosa. Assi-
mismo en el año de 1541 fue también alia por Ade-
lantado y capitán general Aluar Nuñez Cabeca de
Vaca, natural de Xerez, el que anduuo perdido
diez años en tierras de la Florida, y lleuo consigo.
quatrocientos hombres en quatro nauios. En lle-
gando alia fue de todos muy bien rescebido y an-
dando el tiempo eomencaron los vezinos mas prin-
cipales que en la tierra auia de estar mal con el,
porque los reprehendía terriblemente de muchas
cosas mal hechas que ellos cometían contra Dios

(i) D. Pedro de Mendoza no murió yendo al Rio de la Plata, sino cuando
volvía á Espafla.
En los sucesos de que no fue testigo Pedro Gutiérrez de Santa Clara,
como son el descubrimiento de América, la conquista de México y las expe-
diciones al Rio de la Plata, comete bastantes errores.

150

y contra Su Magestad. Por lo qual le tomaron [tan]
gran odio y aborrescimiento, que con falsos testi-
gos, los officiales del Rey y vn capitán viscayno
llamado Domingo de Yrala le prendieron y lo he-
charon en la cárcel publica, en donde passo mu-
chos trabaxos y grandes peligros de su persona y
vida, que lo quissieron matar muchas vezes, mas
al cabo lo embiaron preso a Su Magestad. Al fin,
andando Aluar Nuñez Cabeca de Vaca en sus ne-
gocios en la corte, que los lleuaua en buenos tér-
minos, murió de su enfermedad, aunque en traba-
xosa y pobre vida y gran vejez. Los dos officiales
del Rey que lo lleuaron preso a España murieron
malas muertes y sin conffession, que el vno dellos
se torno ioco y mato a su muger a puñaladas, y el
otro, rauiando se comió las manos a vocados y al
cabo murió. Y el dicho Domingo de Yrala se pa-
sso al Perú con los prendedores y lleuaron vn ca-
mino muy largo, en donde passaron grandes tra-
baxos y peligros de muerte por ser la tierra muy
áspera y fragosa y poblada de gente ferocissima,
y llegados alia murieron malas muertes, sin con-
ffession, ahorcados y hechos quartos en las renci-
llas que uvo en la tierra. Dexemos agora a los de
la mar y vengamos a los de la tierra; digo que des-
pués que el Gouernador Xpoual Vaca de Castro
corto la cabeca a Don Diego de Almagro el moco,
que fue a onze del mes de Setiembre de 1541 años,
embio a diuersas partes ciertos capitanes para que
fuessen a descubrir tierras nueuas. Porque estan-
do por acá occiosos no se causasse entre ellos al-
gunos bullicios y escándalos con algunos leuanta-

151

mientos como los passados, de donde auian resul-
tado muchas muertes, robos y daños con ynnume-
rables males y .extorssiones, haziendose en ello
gran deseruicio a Dios nuestro Señor y a Su Ma-
gestad. Por euitar estas cosas y otros muchos
ynconuenientes que se podrían recrescer entre los
sediciosos y ambiciosos, embio, como se ha dicho,
a buscar tierras nueuas a ciertos capitanes, entre
los quales fue al Rio de la Plata, por tierra, el ca-
pitán Diego de Rojas, con titulo de Gouernador
de aquellas tierras en nombre de Su Magestad,
que fue en el año de 1542. Nombró por Capitán ge-
neral a Philippe Gutiérrez, y por Maestro de cam-
po a Nicolás de Heredia, que auia seguido siem-
pre la parcialidad de Don Diego de Almagro y
era mortal enemigo de los picarristas. En la proui-
ssion que lleuaron estos tres caualleros se conte-
nia en ella que si por ventura muriesse el vno de-
llos, quedasse el cargo ó cargos en los dos, y si
los dos muriessen quedasse solamente en el vno,
y que muriendo el tercero quedasse el cargo en la
persona que nombrasse el tercero para que todos
le obedesciessen. Eran estos hombres muy ricos y
muy principales en la tierra, los quales hizieron
cierta compañía de hermandad en que se gastaron
gran summa de dineros en comprar muchas y di-
uersas cosas que eran muy necesarias para la
presente jornada, dando grandes socorros a mu-
chos soldados para que de buena gana fuessen
con ellos. A la fama que estos tres capitanes ar-
mauan gente mouieronse muchos, especialmente
de los principales vezinos que tenian repartimien-

152

tos de yndios en esta tierra, que hizieron dexacion
dellos pensando medrar mas en el Rio de la Plata.
Los que entraron en esta demanda fueron hasta
doscientos y cinquenta hombres muy valientes y
animosos, los quales fueron bien aderescadas las
personas y apercebidos de muchas armas, caua-
llos y gran seruicio de negros, negras, yndios,
yndias y muchos yndios amigos. Salieron de la
cibdad del Cuzco, en donde se hizo la gente que
acudieron de muchas partes, y comenzaron de ca-
minar para la villa de la Plata, que es en las pro-
uincias de las Charcas, no todos juntos, sino diui-
didos cada capitán por si, vno en post del otro que
lo seguia, lleuando cada capitán sus soldados y el
seruicio que tenian. Esto se hizo a fin de los basti-
mentos, que tuuieron creydo que les auia[n] de
faltar en el camino por donde auian de passar, que
los barbaros los auian de alear por los poner en
necesidad, aunque ellos lleuauan de acá mucha
cantidad de comida en yndios de carga y en mu-
chos cauallos y azemilas. El primero que salió
destas tierras fue el Gouernador Diego de Rojas,
y entrando por aquellas regiones hallo muchos-
pueblos que todos estauan puestos de guerra, los
quales conquisto y los atraxo al conocimiento de
Dios y al vasallaje de Su Magestad. Con esto lle-
garon a la gran prouincia de Tocuman, que era
poblada de gente feroz y de yndios altos de cuer-
po y bien dispuestos, que parecen medio gigantes
y traen los arcos mas altos que ellos vn palmo. En
toda esta prouincia ay la yerua poncoñosa, que
en hiriendo a vno con la flecha en donde viene

153

vntada, aunque sea la herida bien pequeña y sa-
que vna poca de sangre, mata luego, que los hom-
bres mueren rauiando dándose de calabazadas en
el suelo, y los nuestros no supieron al principio
desta maldita yerua hasta después que la esperi-
mentaron y la vieron” con la muerte de muchos
dellos. Como el Gouernador Diego de Rojas vido
y sintió que auia ynnumerable gente y que era fe-
rocissima, no se atreuio a passar mas adelante, y
con aqueste rezelo embio a llamar por la posta al
General Philippe Gutiérrez, que se auia quedado
atrás con su gente, como hemos dicho, para que
se diesse priesa a caminar, que lo estaua aguar-
dando.

CAPITULO XIX
BE COMO PHILIPPE GUTIÉRREZ LLEGO AL EXERCITO
DE DIEGO DE ROJAS Y PELEARON CON LOS YNDIOS FE-
R04ES, Y DE LA MUERTE DEL GOUERNADOR Y ALCA-
aiE.VTO DE FRANCISCO DE MENDOCA, Y DE LAS COSAS
QUE HIZO EN EL EXERCITO CON SUS SOLDADOS

Auicndo Philippe Gutiérrez rescebido el man-
dado del Gouernador Diego de Rojas, luego a la
hora se pusso en camino con los suyos y por sus
jomada^ contadas llegaron al campo, en donde
fueron muy bien rescebidos de todos los que alli
estauan, y otro dia se pussieron todos a punto de
guerra para pelear con los barbaros enemigos si
no se quissiessen dar de paz y ai seruicio de Dios y
al de Su Magestad. Y para hazer esto embiaron a
los baros a vn clérigo llamado Francisco Ga-
lán, que era de la horden de los comendadores de
Sant Juan, a los requerir de paz, y el clérigo fue
con vna cruz + alta en las manos, en donde vido
que auia muchissimos yndios enemigos. Y llegado
L|UU uvo hallo luego al cacique llamado Canamico,
con vn ynterprete que lleuaua, yndio natural del
Peni, el qual lo rescibio con mala voluntad y peor
semblante, y los yndios principales hizieron mués-

155

tra de lo querer matar a flechazos y assi hazian
muestra para effetuallo. Viendo esto el clérigo
comendador se boluio a los xpianos con gran te-
mor, el qual yua diziendo a grandes bozes: ¡a ellos,
señores!, ¡a ellos! ¡Sahctiago, Sanctiago! que enca-
ran los arcos con las flechas para matarnos, y
mas quieren pelear que darse de paz, porque vie-
nen marchando. Como el Gouernador y los demás
oyeron esto, y como todos estauan a punto de
guerra, hecha (1) señal por el Maestro de campo
arremetieron a ellos con tanto animo y denuedo
que pelearon todos muy fuertemente, los xpianos
y los ^rhigos yndios que lleuauan consigo, que ti-
rauan lindamente sus flechas contra los barbaros.
Los enemigos, como deffendian sus libertades y
sus tierras, eomencaron también a pelear deses-
perada y animosamente, que se sustuuieron buen
rato con los nuestros, que al fin fueron vencidos y
rotos con ayuda de Dios y luego dieron a huyr
todos y mataron en la batalla y en el alcance mu-
chos dellos y fue preso el cacique Canamico. Vién-
dose el cacique preso hablo al Gouernador dizien-
dole que no le matassen, que el traería de paz a
toda su gente y muchos bastimentos, y sobre todo
que el siruiria al Dios de los xpianos y daria tri-
buto al rey de Castilla, y por esto el Gouernador
le trato muy bien, porque dende a pocos dias cum-
plió todo lo que prometió y assossego a toda su
gente. Proseguiendo el Gouernador su camino
passo adelante con toda su caualleria y se fueron

(l) Ms. y hecha.

156

todos a vna prouincia llamada Salabina, en donde
fueron rescebidos de guerra aunque los barbaros
fueron primero requeridos con la paz, Ja qual no
la quissieron rescebir, antes tuuieron ellos con los
nuestros muchas y grandes refriegas y batallas,
en donde mataron mucha cantidad de barbaros
sin peligrar ninguno de los xpianos. Andando en
estas peleas los xpianos contra los yndios hirie-
ron solamente al Gouernador de un flechazo que
vn yndio le dio en vn braco, y como la flecha es-
taua eneruolada y obrando la mala poncoña, cau-
so darse de cabecadas en el suelo, rebolcandose
con la gran rauia y furor que tenia, y de morder-
se las manos furiosamente, que los que lo tenian
assido no se podian valer con el. Y como tengo
dicho aun no se sabia el secreto desta mala y
vcllaca yerua que los yndios vntan las flechas
con ella al tiempo que pelean, y como viessen
al Gouernador con aquellas vasquas y con la
rauia que mucho le atormentaua, le consola-
uan y animauan los suyos grandemente, di-
ziendole que plaziendo a Dios no seria nada su
mal, que presto se le quitaría aquel graue do-
lor que sentía. Otros hombres mal ynteneiona-
dos dixeron con ossadia que vna muger que lleua-
ua consigo el general Philippe Gutiérrez, llamada
la Enciso, lé auia atossigado y dado ponzoña para
que luego muriesse, porque esta muger le embia-
ua de quando en quando algunos guisadillos de su
mano, como por regalos, para que comiesse. Y que
la causa porque le auia emponcoñado auia sido
porque muriendosc el Gouernador quedassen el

157

dicho Philippe Gutiérrez y Nicolás de Heredia con
el mando y gouierno de la tierra, como lo manda-
ua el gobernador Xpoual Vacá de Castro en nom-
bre de Su Magestad en la prouission que auia dado
a todos tres. El Gouernador Diego de Rojas tuuo
entendido y aun creydo ser assi, por lo qual co-
menco luego de quexarsse brauamente a gf andes
bozes, de Philippe Gutiérrez y de su amiga la En-
ciso, que no sabia por que le matauan tan traydo-
ramente con tanta crueldad en dalle poncofta.
Oyendo Philippe Gutiérrez este gran falso testimo-
nio que contra su honor y reputación se dezia,
luego se fue al Gouernador con gran enojo y ran-
cor, ante el qual dio su desculpa haziendo muchas
y grandes satisfaciones que en tal casso se reque-
rían, de la mala sospecha que del se publicaua. La
Euciso comento de llorar amargosamente por esta
gran maldad que se le leuantaua, y a grandes bo-
zes llamaua a Dios y a Sancta María su madre que
viniesse rayo del cíelo sobre quien auia dado la
poncoña al Gouernador y que descubriesse la ver-
dad, y con todo esto se fue a donde el enfermo es-
taua, mesándose los cabellos y dándose de bofeto-
nes, diziendo que tan gran maldad como aquella
no la auia hecho ella ni otra persona por ella. Y
por otra parte dezia Philippe Gutiérrez que se ma-
taría con el hombre o hombres que este falso tes-
timonio les auia leuantado, y les haria de bueno a
bueno desdezir en el campo tan gran mentira y
falsedad, porque el ni la Enciso no eran personas
que tan gran maldad auian ellos de cometer; y assi
dixo otras muchas cosas, de que el Gouernador

158

quedo bien satisfecho del y della. Francisco de
Mendoca, natural deMedellin, y Rodrigo Sánchez
de Hinojosa, quedaron resabiados de lo que Phi-
lippe Gutiérrez auia dicho, porque paresce que
quando hablaua miraua hazia ellos, y assi se tuuo
entendido que estos eran los que le malsignauan
con ei Gouernador, porque se le auian allegado
mucho a el desde que salieron del Perú y se le
mostraron por sus grandes amigos. Estando el Go-
uernador ya muy al cabo y sin esperanza de la
vida, [le] aconsejaron sus amigos, que eran gran-
des émulos de Philippe Gutiérrez, dexasse la
gouernacion a su grande amigo Francisco de
Mendoca, porque tenia grandes méritos para ello,
que era gran seruidor de Su Magestad y era caua-
llero hijodalgo, y que este hombre vssaria fielmen-
te del cargo. El Gouernador estuuo en duda de lo
hazer, porque auia cédula o prouissioft del licen-
ciado Vaca de Castro en que mandaua que si el
íakasse quedasse la gouernacion y el mando en
Philippe Gutiérrez y en Nicolás de Heredia, y por
o no lo queria hazer ni oyr, mas fueron tantas
Jas ymportunaciones y los ruegos de los amigos de
Mendoca que al cabo lo uvo de hazer, aunque con-
tra su voluntad. Y como el Gouernador vido que de
la parte de Philippe Gutiérrez no le hablaua nin-
guno, y el mismo que callauay no lo contradezia
sabiendo lo que se platicaua, determino de lo de-
xar por hijo adoptiuo para que le suscediesse en
el cargo de la gouernacion y en todos sus bienes,
haziendo sus ynstrumentos ante vn escriuano del
Rey. Todo esto lo trato primero con el dicho Phi-

159

lippe Gutiérrez, el qual concedió en ello de buena
voluntad por la sospecha que contra el se tenia,
porque no tuuiessen creydo sus enemigos que el
lo auia hecho matar por yntronicarse luego en la
gouernacion, como si no fuera suya, o era muy
ambicioso por el cargo. Y con esto mando a todos
los que estauan presentes que le obedesciessen
por tal Gouernador, y ellos lo hizieron assi y el
primero que le obedescio fue el dicho Philippe Gu-
tiérrez, y con esto murió con gran pesar de mu-
chos, auiendosse primero conffessado, y no comul-
gado, que el terrible dolor que tenia no le dexo.
Después que Diego de Rojas murió, luego fue al-
eado Francisco de Mendoca por Gouernador en
nombre de Su Magestad, y con’ gran sentimiento
mando enterrar muy honrradamente el cuerpo
difíunto en vna hermita que se hizo en aquel pro-
pio lugar, en donde se le dixeron algunas missas
mientras se detuvieron en este paraje. Hecho esto
nombro luego por su Maestro de campo a Rodrigo
Sánchez de Hinojosa, con consentimiento de Phi-
lippe Gutiérrez, y tomo todos los bienes hereda-
dos de su padre adoptiuo, los quales repartió mag-
nifficamente entre sus amigos, que eran de los
hombres mas principales que auia en el campo. Y
como vieron que se mostraua por muy liberal y
dadiuoso y que repartía de lo que tenia, cassi to-
dos se le allegaron por rescebir algo de su mano,
por donde se causo que Philippe Gutiérrez no
fuesse tanta parte en el exercito, porque no tenia
que dar, y Francisco de Mendoca si, de los dichos
bienes que auia heredado. Estando los españoles

160

ocupados en estas cosas los enemigos no dexauan
de dalles mucha guerra de dia y de noche, que
acontescio [una] vez en vna refriega que uvo muy
grande que hirieron malamente a Francisco de
Mercado, maestresala que auia sido del Gouerna-
dor Diego de Rojas. Y obrando el mal de la ponco-
ña de layerua que estaua en la flecha, en el herido,
comenco de bramar y a darse de calabazadas en
el suelo con grandissima rauia y desesperación,
como lo auian hecho otros que se auian muerto
flechados con esta yerua endiablada. Como a
Francisco de Mercado se le yua ya la vida aca-
bando y la muerte se le venia mas acercando,
embio luego a llamar a Cathalina de la Enciso
antes que se le perdiesse la habla, porque le que-
ria dezir ciertas cosas que le conuenian mucho a
su honrra y fama. La qual venida, Francisco de
Mercado le rogo muy ahincadamente que por re-
ui rencía de Dios y de Nuestra Señora le perdona-
sse el falso testimonio que le auia leuantado, por-
que el fue el que primero lo auia publicado auer
ella dado poncoña a Diego de Rojas, deque se N
auia muerto. Cathalina de la Enciso oyendo esto
se holgó en gran manera en saber de aquel hom-
bre la gran falsedad que contra ella se auia leuan-
tado, y no lo queria perdonar a causa que auia
sido muy damnifficada en su honrra; mas en fin,
con muchos ruegos y grandes ymportunaciones
le uvo de perdonar y perdonó. Todo esto lo tomo
ella por fee y testimonio ante vn escriuano de Su
Magestad y delante de muchos testigos de lo que
el dicho Francisco de Mercado auia leuantado, y

161

al cabo murió dende a vn rato y lo enterraron en
vna hermita que alli se hizo. Oyendo estas cosas
Francisco de Mendoza y Rodrigo Sánchez de Hi-
nojosa y todos los demás, perdieron la sospecha
que auian tenido contra Philippe Gutiérrez y
Cathalina de la Enciso, porque entendieron que la
muerte de Diego de Rojas auia sido de la poncoña
del flechaco que le dieron en la prouincia de Sala-
bina. Mas no por esso los dos mandones perdieron
el mal talante y rancor que contra Philippe Gutié-
rrez tenian, porque las consciencias les acusauan
que le tenian vssurpado y tomado contra todo de-
recho la goueraacion y el mando de la tierra y no
pensauan de se lo dar ni restituyr. Esto mismo se
platico muchas vezes en el exercito por hombres
que estauan dessapassionados, diziendo que si
Diego de Rojas dexo por hijo adoptiuo a Francis-
co de Mendoza, no lo pudo hazer en lo de la go-
uernacion, porque no era suya, ni era herencia he-
reditaria como de los bienes suyos que le auia
dado. Ya que lo auia hecho y nombrado lo auia
hecho al tiempo y quando ya no sentía ni sabia lo
que mandaua, por la gran enfermedad que lo
aquexaua y por el gran dolor que lo atormentaua
terriblemente; y assi dixeron otras muchas cosas
sacadas en derecho, todas en fabor de Philippe
Gutiérrez; mas dexando esto aparte digamos lo
que acontescio a los españoles. Pues continuando
todos en su conquista salieron deste mal lugar y
fueron a otros muchos pueblos y a diuersas pro-
uincias, conquistándolas con grandes trabaxos y
fatigas y con derramamiento de mucha sangre
G. DB SANTA CLARA.—IV.-3.° 11

162

x piaña y de yndios, en donde los españoles lleua-
uan siempre la vitoria, hasta que allegaron a vn
pueblo de yndios llamado Soconcho. En este pue-
blo auia también la yerua poncoñosa y pelearon
con los enemigos, [quienes] hirieron algunos de los
nuestros que murieron después rauiando, dándose
de cabezadas y rebolcandose por el suelo, que fue
grandíssima lastima de los ver assi malamente
morir, y no sabían que remedio tomar para tanto
mal que les causaua esta yerua, ni sabían con que
curarse. Para saber los nuestros si auia alguna
conlrayerua para’remediar este tan gran mal, hi-
rieron a vn yndio natural de los qye estauan pre-
sos, con una flecha que hallaron sana, con la qual
le passaron entrambos muslos de parte á parte. El
yndio, viéndose herido, se fue al campo donde vido
que estaua fresco, riberas de vn rio, y busco alli
junto dos maneras de yeruas, las quales majó pres-
tamente entre dos piedras lisas que alli en el campo
tomo. El zumo de las vnas yeruas beuio, y el zumo
de las otras se pusso en las heridas, sacandosse
primero el pedernal que tenia en el vn muslo
abriendo mas la herida con un cuchillo que le die-
ron, y con la dieta que tuuo sano prestamente
como si no fuera herido. Los conquistadores de
Sancta Martha y de Cartagena y otros muchos que
han andado por diuersas tierras en donde ay esta
maldita yerua dizen que sanan con poínos de soli-
mán crudo, o con zumo de membrillo, echándolos
en la herida, sacando primero el pedernal, y esto
lo he oydo dezir a muchos que han sido heridos
con esta yerua. Desde este pueblo de Soconcho

163

determinaron de passar adelante lleuando mucha
de la contrayerua, que tuuieron creydo que ade-
lante auria mas ponzoña como atrás lo auia, y
Francisco de Mendoca hablo a los suyos diziendo-
les como el determinaua de yr por otro lado a des-
cubrir tierras que fuessen mejores que las que
auian dexado atrás. Y que para esto queria lleuar
la mitad de la gente que auia, y que la otra mitad
se quedassen en aquel pueblo, y que en el entre-
tanto que yua y venia hiziessen muchas casas de
habitación, aunque fuesse de palizada; y assi hor-
deno una buena poblaron, la qual llamaron Mede-
llin, y se eligieron dos alcaldes hordinarios y qua-
tro regidores en nombre de Su Magestad, y nom-
bro vn escriuano mayor. Estando Francisco de
Mendoza hordenando estas cosas y estando ya de
partida para yr a descubrir los secretos de la
tierra, determino de prender a Philippe Gutiérrez
porque [en] su ausencia no causasse algunos mo-
uimientos y nouedades por donde perdiesse el
mando que tenia, porque derechamente le compe-
tía a el la gouernacion por la prouission que tenia
del licenciado Vaca de Castro. Y para auer de ha-
zer esto lo platico primero con su Maestro de
campo, el qual le parescio que estaua bien acor-
dado para biuir de ay adelante quietos y pacíficos
y sin rezelo ni sospecha de cosa alguna, y assi lo
hablaron a sus amigos y afficionados para que les
diessen fabor y ayuda y ellos les prometieron de
lo hazer con entera voluntad. Pues venida la media
noche, Francisco de Mendoza con muchos de sus
afficionados se ajuntaron en casa del Maestro de

150

> ú 1 Ucy que lo lleuaron preso a España murieron
nial ai muertes y sin conffession, que el vno dellos
e torno Joco y mato a su muger a puñaladas, y el
otro, i .miando se comió las manos a vocados y al
■ 11…..urio. Y el dicho Domingo de Yrala se pa-
vru con los prendedores y lleuaron vn ca-
iniii” muy largo, en donde passaron grandes tra-
i i jí peligros de muerte por ser la tierra muy
a y fragosa y poblada de gente ferocissima,
y 11* ¡judos alia murieron malas muertes, sin con-
i ‘U, ahorcados y hechos quartos en las renci-
I,I ;|Utj uvo en la tierra. Dexemos agora a los de
l,i muí y vengamos a los de la tierra; digo que des-
pués que el Gouernador Xpoual Vaca de Castro
■■■i L ‘■’ I¡L cabeca a Don Diego de Almagro el moco,
i|in iLI> a onze del mes de Setiembre de 1541 años,
t¿fnbfo a diuersas partes ciertos capitanes para que
4eü a descubrir tierras nueuas. Porque están-
acá occiosos no se causasse entre ellos al-
im.. ¡bullicios y escándalos con algunos leuanta-

151

mientos como los passados, de donde auian resul-
tado muchas muertes, robos y daños con ynnume-
rables mates y .extorssiones, haziendose en ello
gran deseruicio a Dios nuestro Señor y a Su Ma-
gestad. Por euitar estas cosas y otros muchos
ynconuenientes que se podrían recrescer entre los
sediciosos y ambiciosos, embio, como se ha dicho,
a buscar tierras nueuas a ciertos capitanes, entre
los quales fue al Rio de la Plata, por tierra, el ca-
pitán Diego de Rojas, con titulo de Gouernador
de aquellas tierras en nombre de Su Magestad,
que fue en el año de 1542. Nombró por Capitán ge-
neral a Philippe Gutiérrez, y por Maestro de cam-
po a Nicolás de Heredia, que auia seguido siem-
pre la parcialidad de Don Diego de Almagro y
era mortal enemigo de los picarristas. En la proui-
ssion que lleuaron estos tres caualleros se conte-
nia en ella que si por ventura muriesse el vno de-
llos, quedasse el cargo ó cargos en los dos, y si
los dos muriessen quedasse solamente en el vno,
y que muriendo el tercero quedasse el cargo en la
persona que nombrasse el tercero para que todos
le obedesciessen. Eran estos hombres muy ricos y
muy principales en la tierra, los quales hizieron
cierta compañía de hermandad en que se gastaron
gran summa de dineros en comprar muchas y di-
uersas cosas que eran muy necesarias para la
presente jornada, dando grandes socorros a mu-
chos soldados para que de buena gana fuessen
con ellos. A la fama que estos tres capitanes ar-
mauan gente mouieronse muchos, especialmente
de los principales vezinos que tenian repartimicn-

150

y contra Su Magestad. Por lo qual le tomaron [tan]
gran odio y aborrescimiento, que con falsos testi-
gos, los officiales del Rey y vn capitán viscayno
llamado Domingo de Yrala le prendieron y lo he-
charol) en la cárcel publica, en donde passo mu-
chos trabaxos y grandes peligros de su persona y
vida, que ló quissieron matar muchas vezes, mas
al cabo lo embiaron preso a Su Magestad. Al fin,
andando Aluar Nuñez Cabeca de Vaca en sus ne-
gociOM en la corte, que los lleuaua en buenos ter-
minos, murió de su enfermedad, aunque en traba-
xosa y pobre vida y gran vejez. Los dos officiales
del Rey que lo lleuaron preso a España murieron
malas muertes y sin conffession, que el vno dellos
se tomo Joco y mato a su muger a puñaladas, y el
otro, rauiando se comió las manos a vocados y al
cabo murió. Y el dicho Domingo de Yrala se pa-
i Vru con los prendedores y lleuaron vn ca-
mino muy largo, en donde passaron grandes tra-
baxos y peligros de muerte por ser la tierra muy
áspera y fragosa y poblada de gente ferocissima,
y llegados alia murieron malas muertes, sin con-
ffession, ahorcados y hechos quartos en las renci-
llas que uvo en la tierra. Dexemos agora a los de
la mar y vengamos a los de la tierra; digo que des-
pués que el Gouernador Xpoual Vaca de Castro
corto la cabeca a Don Diego de Almagro el moco,
que fue a onze del mes de Setiembre de 1541 años,
embio a diuersas partes ciertos capitanes para que
fuessen a descubrir tierras nueuas. Porque estan-
do por acá occiosos no se causasse entre ellos al-
gunos bullicios y escándalos con algunos leuanta-

151

mientos como los passados, de donde auian resul-
tado muchas muertes, robos y daños con ynnume-
rables males y .extorssiones, haziendose en ello
gran deseruicio a Dios nuestro Señor y a Su Ma-
gestad. Por euitar estas cosas y otros muchos
ynconuenientes que se podrían recrescer entre los
sediciosos y ambiciosos, embio, como se ha dicho,
a buscar tierras nueuas a ciertos capitanes, entre
los quales fue al Rio de la Plata, por tierra, el ca-
pitán Diego de Rojas, con titulo de Gouernador
de aquellas tierras en nombre de Su Magestad,
que fue en el año de 1542. Nombró por Capitán ge-
neral a Philippe Gutiérrez, y por Maestro de cam-
po a Nicolás de Heredia, que auia seguido siem-
pre la parcialidad de Don Diego de Almagro y
era mortal enemigo de los picarristas. En la proui-
ssion que lleuaron estos tres caualleros se conte-
nia en ella que si por ventura muriesse el vno de-
llos, quedasse el cargo ó cargos en los dos, y si
los dos muriessen quedasse solamente en el vno,
y que muriendo el tercero quedasse el cargo en la
persona que nombrasse el tercero para que todos
le obedesciessen. Eran estos hombres muy ricos y
muy principales en la tierra, los quales hizieron
cierta compañía de hermandad en que se gastaron
gran summa de dineros en comprar muchas y di-
uersas cosas que eran muy necesarias para la
presente jornada, dando grandes socorros a mu-
chos soldados para que de buena gana fuessen
con ellos. A la fama que estos tres capitanes ar-
mauan gente mouieronse muchos, especialmente
de los principales vezinos que tenian repartimien-

150

y contra Su Magestad. Por lo qual le tomaron [tan]
gran odio y aborrescimiento, que con falsos testi-
gos, los officiales del Rey y vn capitán viscayno
llamado Domingo de Yrala le prendieron y lo he-
cha ron en la cárcel publica, en donde passo mu-
chos trabaxos y grandes peligros de su persona y
vida, que lo quissieron matar muchas vezes, mas
al cabo lo embiaron preso a Su Magestad. Al fin,
andando Aluar Nuñez Cabeca de Vaca en sus ne-
gocios en la corte, que los lleuaua en buenos tér-
minos, murió de su enfermedad, aunque en traba-
\o>,L \ pobre vida y gran vejez. Los dos officiales
del Rey que lo lleuaron preso a España murieron
malas muertes y sin conffession, que el vno dellos
se torno Joco y mato a su muger a puñaladas, y el
otro, rauiando se comió las manos a vocados y al
cabo murió. Y el dicho Domingo de Yrala se pa-
sso al Perú con los prendedores y lleuaron vn ca-
mino muy largo, en donde passaron grandes tra-
baxos y peligros de muerte por ser la tierra muy
aspe ra y fragosa y poblada de gente ferocissima,
y llegados alia murieron malas muertes, sin con-
ffession, ahorcados y hechos quartos en las renci-
llas que uvo en la tierra. Dexemos agora a los de
la mar y vengamos a los de la tierra; digo que des-
pués que el Gouernador Xpoual Vaca de Castro
corto la cabeca a Don Diego de Almagro el moco,
que fue a onze del mes de Setiembre de 1541 años,
embio a diuersas partes ciertos capitanes para que
fuessen a descubrir tierras nueuas. Porque estan-
do por acá occiosos no se causasse entre ellos al-
gunos bullicios y escándalos con algunos leuanta-

151

mientos como los passados, de donde auian resul-
tado muchas muertes, robos y daños con ynnume-
rables males y ,extorssiones, haziendose en ello
gran deseruicio a Dios nuestro Señor y a Su Ma-
gostad. Por euitar estas cosas y otros muchos
ynconuenientes que se podrían recrescer entre los
sediciosos y ambiciosos, embio, como se ha dicho,
a buscar tierras nueuas a ciertos capitanes, entre
los quales fue al Rio de la Plata, por tierra, el ca-
pitán Diego de Rojas, con titulo de Gouernador
de aquellas tierras en nombre de Su Magestad,
que fue en el año de 1542. Nombró por Capitán ge-
neral a Philippe Gutiérrez, y por Maestro de cam-
po a Nicolás de Heredia, que auia seguido siem-
pre la parcialidad de Don Diego de Almagro y
era mortal enemigo de los picarristas. En la proui-
ssion que lleuaron estos tres caualleros se conte-
nia en ella que si por ventura muriesse el vno de-
llos, quedasse el cargo ó cargos en los dos, y si
los dos muriessen quedasse solamente en el vno,
y que muriendo el tercero quedasse el cargo en la
persona que nombrasse el tercero para que todos
le obedesciessen. Eran estos hombres muy ricos y
muy principales en la tierra, los quales hizieron
cierta compañía de hermandad en que se gastaron
gran summa de dineros en comprar muchas y di-
uersas cosas que eran muy necesarias para la
presente jornada, dando grandes socorros a mu-
chos soldados para que de buena gana fuessen
con ellos. A la fama que estos tres capitanes ar-
mauan gente mouieronse muchos, especialmente
de los principales vezinos que tenían repartimien-

170

ciertos dias de la poblacon que auia hecho, con la
mitad de la gente, porque la otra mitad se que-
da na en el pueblo con el Maestro de campo Ro-
drigo Sánchez de Hinojosa para que alli fue-
sse justicia mayor y su lugarteniente. Prosi-
guiendo Francisco de Mendoca su camino passa-
ron el y los suyos por muchas prouincias remotas
y por muchos pueblos de guerra, porque los yn-
dios les dauan grandes rebatos de dia y de noche
deífendiendo sus libertades y sus tierras, en que
auia muchos descalabrados de la vna parte y de
la otra, y por aqui no auia de la yerua ponzoño-
sa* Atrauesaron después vnas sierras asperissi-
mas y muchos rios grandes y malas ciénegas y
llanos de amplissimos salitrales, en donde en mu-
chas partes no hallaron que comer sinorayces de
yeruas y cauallos que se les murían y muchos
hucuos de aues no conoscidas, que les hazian mal
nutrimento, mas comíanlos por la hambre que te-
nian. Caminaron, pues, los nuestros desta manera
muchos dias, de pueblo en pueblo y de prouincia
en prouincia, con los mayores e ynauditos traba-
xos que jamas hombres han passado, hasta que
fueron a parar con grandes trabaxos orillas del
gran rio de la Plata, cassi enfrente de vna fortale-
za que hizo seys años atrás el capitán Sebastian
Gaboto, yngles o veneciano, en vna ysla grande
que está en medio del rio. Llegados los xpianos a
este paraje vieron muchos yndios que andauan en
muchas canoas y en balsas pescando riberas de
aquel poderoso rio, y algunos dellos se allegaron
junio a tierra y saludaron a los nuestros en lengua

171

castellana, y los españoles respondieron muy bien,
diziendoles ¿que era lo que querían? Vno destos
yndios se allego mucho a la lengua del agua y di-
xo en alta boz, en lengua castellana, que era ladi-
no: ¡a compañero!; respondió vn soldado: ¿que
queréis hermano?; y el yndio le echo vna pulla
diziendoie: zahondóte las migas por tu agüe/ero;
de que dio gran risa a los españoles. El cacique
destos yndios, que también era medio ladino, pre-
gunto en lengua castellana, mal aljamiada, por el
capitán de los xpianos, y Francisco de Mendoca
se le puso delante y le dixo: ¿que quieres, herma-
no, que yo soy?; y el yndio le dixo: muy mogo
eres para ser capitán; mucho mejor lo fuera esse
viejo que esta a par de vos; que era Juan García
de Almadén, el que prendió a Nicolás de ÍWedia;
y dicho esto luego boluio los ojos a los demás
xpianos y les dixo en alta boz. ¿Adonde vays, la-
drones, desuella las caras, cimarrones todos y
xpianos malos, que andar por aqui robando toda
esta tierra? ¿no tenéis miedo de (1) Dios? los otros
xpianos por acá sentar, son buenos y mas mejo-
res, vosotros no, porque estar mucho vellacos
matadores. Los otros dezir a nosotros: daca pes-
cado, hermano, toma tixeras, agujas, hilo y se-
da; daca mahiz, hijos, toma bonete, paño y cha-
quira; y vosotros como vellacos, dezir: daca, da-
ca comida’, daca yndios, yndias, mahiz; daca to-
do, toma lanzada, cuchillada, y toma pelota con
arcabuz. Anda, anda, vellacos, todos ladrones;

(!) Mt.eldé.

172

mi ni no sentar mas aqui, y si sentar luego mo-
rir todos; yo hazer matar con flecha con yndios
mios; y dichas estas cosas les dieron todos mucha
bozeria y grita haziendo burla y escarnio de los
xpianos. De manera que el cacique los enjabono a
todos, de lo qual vnos se rieron y otros brauatos
se enojaron mucho, y queriendo saber de los xpia-
nos de aquel rio que adonde estauan, les daua
gran pesadumbre porque no podian tomar lengua
de aquellos barbaros, hasta que tomaron vno de-
llos con maña y ardid que hizo vn fulano Soleta.
que era buen soldado y de grandes fuercas. Los
buharos, queriendo faborescer al compañero pre-
so no pudieron y prometieron a los nuestros de
dalles vna carta que era de otros xpianos que has-
ta aquel paraje auian llegado, si soltauan al yndio;
los xpianos con desseo de saber nueuas de los es-
pañoles les dixeron la truxessen y que les prome-
tían con fee de le soltar, y con esto se fueron de
allí los yndios. Y otro dia por la mañana boluieron
muchos mas yndios y truxeron la carta con deter-
minación que sino soltauan al yndio de saltar en
tierra y matar a todos los xpianos, y con esto die-
ron la carta a Francisco de Mendoca, con la qual
se holgaron grandemente, y -luego soltaron al yn-
dio- Esta carta era de Domingo de Yrala, vizcay-
no, que la auia dexado los dias atrás junto a la
tbrtaleca, metida en vna calabaca hueca, y en ella
daua auisso a todos los españoles que por alli lle-
uassen en los puertos que auia en aquel gran rio,
de que yndios traydores se auian de guardar, y
de quales se podian fiar, y de que calidad y tem-

173

píe era aquella tierra, y en donde estauan los xpia-
nos, En fin, como supo que no auia por alli cerca
españoles, comenco de vaguear por aquella tierra
de vna parte a otra, con grandes trabaxos y fati-
gas de guerras y peleas que los barbaros les ha-
zian, sin hallar ninguna de la riqueza que busca*
uan, ni tierras buenas adonde hazer asiento. Por
lo qual determinaron de deshazer la rueda y de
boluersse a la poblacon que atrás auian dexado
hecha, para determinar alli lo que mas les conue-
niesse, o loque auian de hazer para lo adelante,
pues no hallauan tierras ricas, ni buenas; y con
esto se boluieron. Viniendo Francisco de Mendo-
ca por su camino acontescio que riñeron dos sol-
dados y se desafilaron para matarsse en el campo,
que el vno se dezia Pedro Moreno y el otro Fran-
cisco de la Cueua, y estando riñiendo los dos de
bueno a bueno, el Francisco Garcia de la Cueua
dio a Pedro Moreno vna cuchillada en el lagarto,
que murió della dende a tres dias. Francisco de
Mendoca sintió mucho este desaffio, y mas de la
muerte de Pedro Moreno, porque auia sido buen
soldado, y lo mando enterrar honrradamente; mas
el dissimulo esta muerte lo mejor que pudo por
algunos dias y no dixo nada a Francisco Garcia
de la Cueua porque era su amigo y se auia halla-
do con él en la prisión de Philippe Gutiérrez; en
fin, el se mostró en todo y por todo de su parte.
Antes de allegar a dos jornadas del pueblo que
sus compañeros tenian hecho, lo hizo prender y
traer ante si y le hablo sobre la muerte de Pedro
Moreno y después lo mando conffesar con el ele-

174

i i^u comendador que alli estaua. porque estaua
ya dada la sentencia que auia luego de morir; el
quai se confieso y tardo mas de dos horas en la
conffesion. Hecha la conffession, Francisco Garcia
de la Cueua se desculpo lo mejor que pudo, dizien-
do que Pedro Moreno le auia affrentado y después
le auia desafilado con mucha presumpcion y so-
benua que auia tenido, y que lo auia tenido en
gran menosprecio y escarnescia del, y porque no
le tuuiessen por couarde auia aceptado el desafño.
Y que como su espada auia llegado primero al
dift’unto, pudiera el muerto matalle a el, y que era
oíñcio y costumbre entre los soldados de pundo-
nor deffender su reputación y honor porque otro
dia ninguno lo menospreciasse y le tuuiesse en po-
co. Y pues que su señoría mandaua quitalle la vi-
da, que mirasse primero los muchos y grandes
seruicios que le auia hecho en la tierra y la gran
amistad que entrambos auian tenido; que mejor le
siruiria estando viuo, que muerto; y assi le dixo
otras muchas lastimas para que uviesse compa-
sión del. Francisco de Mendoca no le quiso oyr
ninguna desculpa, ni menos quiso condescender a
las importunaciones y ruegos de sus amigos, y
mientras mas le rogauan mucho mas se encen-
día (1) y se endurescia, de tal manera que no oya
ni entendía cosa alguna. Conosciendo Francisco
Garcia de la Cueua la determinación y voluntad
que Francisco de Mendoca tenia de le quitar la vi-
da, aleo la boz y le dixo con grande amargura y

175

tristeza, aleando los ojos al cielo como que a Dios
pedia justicia: aora bien, señor Francisco de Men-
doca, pues me mandáis quitar la vida, yo creo que
no os lleuare mucha ventaja en esta partida, por-
que en comparación sera tan poca que aun no se-
ra vna carrera de cauallo, y alia nos veremos an-
te Dios, donde daréis cuenta desta ynjusticia que
me hazeis, agrauiandome en todo y por todo como
lo aueis hecho a otros. Dicho esto callo y luego
comento de encomendarse a Dios y a Nuestra Se-
ñora muy deuotamente como buen xpiano, recan-
do el credo y conffessando nuestra sancta fee ca-
tholica; le dieron garrote en vn palo rollico, y los
que se hallaron presentes notaron bien estas pala-
bras, adeuinando que Francisco de Mendoza auia
de acabar la vida con muerte supitanea, como
passó después.

4

CAPITULO XXI

DE OTRAS MUCHAS PELEAS QUE LOS ESPAÑOLES TU-
UIERON CON LOS YNDIOS, Y DE COMO DIEGO ALUAREZ
DEL ALMENDRAL Y OTROS MATARON A FRANCISCO DE
MENDOCA Y DIERON LA GOUERNACION A NICOLÁS DE
HEREDIA, QUE DE DERECHO ERA SUYA

Después que Francisco de Mendoca hizo esta
justicia arriba refferida se pusso en camino con
los iyos y se fue al real y poblacon que auia de-
xado hecho, en donde fue de todos bien rescebido,
que sus afficionados lo desseauan ya ver porque
auia cerca de ocho meses que auia partido de alli,
y dio relación (1) a su Maestro de campo y a los
suyo [de] todo lo que le auia suscedido en las tie-
rras que auia descubierto hasta el Rio de la Plata.
El Maestro de campo dio cuenta a Francisco de
Mendoca, dándole relación de todo lo que auia
passado en el real; de los muchos y grandes reba-
tos y assaltos que los yndios les auian dado de dia
y de noche, y como con el ayuda de Dios y de
Nuestra Señora auian siempre alcancado VITORIA
dellos. Ciertamente passaron los nuestros tantos

ti) í rtltcion.

177

trabaxos y peligros los hombres que quedaron en
el real después que se fue Francisco de Mendoza,
que no ay lengua tan dozil que los pueda contar
ni explicar tan por entero como ello passo, porque
velando y peleando con los barbaros de dia y de
noche se vieron muchas vezes totalmente perdidos
y sin remedio alguno si no fueran socorridos y
amparados con el diuino fabor. Para matar á to-
dos los españoles se ajuntauan muchos enemigos,
que para cada xpiano auia doscientos ó trescien-
tos yndios, y muchas vezes eran acometidos con
gran denuedo y con mucha braueza, que herían a
muchos xpianos a puros flechazos y sin ninguna
piedad. A tanto vino la ossadia destos barbaros
que llegauan a las casas, sin temor y con grande
furiosidad, a se las quemar apegando fuego en
muchas partes con gran denuedo y braueza; mas
en fin, los nuestros como españoles animosos de-
ffendian valerosamente sus casas y offendian a los
enemigos con muerte de muchos dellos. De aqui
salió Francisco de Mendoca con todos los suyos,
dessamparando lo que auian poblado, y fueron a
buscar tierras que fueran buenas, fértiles, y sobre
todo ricas como las del Perú, en donde pudiessen
hazer su assiento y viuienda de proposito. Auien-
do salido del real y caminando y vagueando por
sus jornadas contadas no les faltaron muchos re-
cuentros y peleas que con los barbaros tuuieron
por las prouincias y pueblos por do passaron,
hasta que allegaron a vna prouincia grande lla-
mada de los Chinchagones, que era una gente
guerrera y ferozíssima. En esta prouincia assen-
G. D« SAMTA CLA*A.-IV.-3.° ”

178

taron su campo porque yuan ya muy cansados y
fatigados y muchos dellos enfermos y heridos y
aun cassi todos desnudos, y luego comentaron de
cercar su real con mucha tierra plenada, rama,
madera y de grandes espinos. Dentro deste cer-
cado hizieron sus casas, todas de madera de pino
y de sauzes, y las azoteas fueron de paja seca, a
dos aguas corrientes, en donde se metieron, y des-
de este pueblo yuan los vnos a buscar de comer
por la comarca, de donde venían algunas vezes
descalabrados malamente, y los otros quedauan
en guarda de lo que quedaua. En esta prouincia
de los Chínchagones los yndios de todas aquellas
comarcas les dieron muchos asaltos y grandes re-
friegas, assi de noche como de dia, y los nuestros
pelearon con ellos valerosamente, en que mata-
ron ynfinitos dellos y prendieron a otros muchos.
Estos prissioneros dieron noticia a los españoles
de los xpianos que estauan en la prouincia del
Chile y de Vngulo y de Arauco, y de las grandes
poblac;ones que se contenían en las cordilleras de
aquellas sierras que era de la otra vanda. Estauan
ya en este tiempo los nuestros muy fatigados y
bien trabajados de velar y trasnochar, con las
continuas lluuias y grandissimos fríos que hazia y
con las cotidianas peleas y recuentros que los bar-
baros les dauan, que andauan muchos dellos muy
enfermos y debilitados, flacos y descoloridos, que
aun sus amigos no los conoscian según estauan
desemejados. Por lo qual y por otras causas y ra-
zones que para ello auia, algunos hombres de los
principales del exercito aconsejaron a Francisco

179

de Mendoza que seria bien yr en demanda de la
prouincia del Chile y del gran valle de Arauco, en
donde auia fama de grandissimas riquezas de oro
bermejo y de rebaños de carneros y ouejas de los
que se crian en la misma tierra. Porque en todo
lo que auian andado en tres años, poco más ó me-
nos, no auian visto oro ni plata, ni señal dello ni
de otro (1) metal alguno, y preguntando á los yn-
dios que adonde estaua el oro y la riqueza que de-
zian, respondían ellos que estaua en las sierras,
señalando con la mano hazia ellas, de lo qual se
holgauan mucho porque les parescio que estauan
en el paraje del Chile o muy cerca de alli. Estando
los nuestros assossegados vna noche, aunque sin
guarda ni velas, arremetieron los barbaros bra-
uamente al cercado por dos partes, que eran las
puertas por do salían y entrauan: los vnos pelea-
ron por la vna puerta, y los otros por la otra, que
los yndios entraron dentro del cercado a pesar de
los xpianos, lleuando la victoria en la mano. Acu-
dieron luego á la vna puerta Francisco de Men-
doca, Diego Aluarez del Almendral, Pedro Gon-
Cales, Francisco d’Espino, Juan Vasquez, Ber-
naldino de Balboa, con otros muchos xpianos, en
donde pelearon valientemente con los yndios; en
fin, como finos españoles. Por la otra puerta acu-
dieron el Maestro de campo Rodrigo Sánchez de
Hinojosa, Nicolás de Heredia, Pedro López de
Ayala, Pedro Barba, con otros muchos españoles,
los quales pelearon animosamente contra los ene-

(1) Ms. otra.

180

migos. De manera que a pura fuerza y animo los
hecharon fuera dentre las casas y los hizieron
huyr con muerte de muchos dellos, auiendo pri-
mero los barbaros muerto algunos cauallos que
estauan atados en vnas estacas, y dos españoles, y
quedaron muchos españoles bien heridos, aunque
no peligró ninguno dellos. Muchos de la entrada
dixeron que Francisco de Mendoca no se hallo en
esta batalla noturna, que aun no auia llegado del
Rio de la Plata, como atrás queda dicho; otros di-
xeron que el se hallo en ella, y esto lo porfiaron
mucho dando razones para ello. De manera que
entre ellos uvo grandes porffias y debates sobre
aueriguar esta contienda, aunque los mas dellos
dixeron que aun no era llegado sino después desta
batalla, al qual voto y opinión me allego por lo que
muchas vezes me contaua Bernaldino de Balboa,
uno de los principales hombres que uvo en el exer-
cito, que se halló en todas estas cosas. Digamos,
pues, que Francisco de Mendoca llego después des-
ta batalla, y con su llegada se comenco entre cier-
tos hombres principales de auer muchas murmura-
ciones y grandes quexas del, y éntrelas otras cosas
que dezian era que Francisco de Mendoza andaua
huyendo dellos y que no los queria ver, ni oyr, ni
queria que el campo estuuiesse junto, sino siempre
apartado y diuidido. Otros dixeron que era bien
yrse a la prouincia del Chile, donde los yndios de-
zian que la tierra era muy rica de oro y abundan-
te de bastimentos y carneros, y que era mejor yrse
todos adonde estaua Domingo de Yrala, pues que
estaua cerca. Otros dixeron desembueltamente:

181

¿piensa este diablo matarnos aqui de hambre, o
darnos garrote sin porque, como lo hizo a Fran-
cisco Garcia de la (1) Cueua,* que lo mató sin justi-
cia?; mejor será que lo dexemos con el demonio y
nosotros nos vamos al Chile á descansar; assi que
en este tiempo auuia entre ellos estas murmura-
ciones. Estando las cosas en estos términos, Fran-
cisco de Mendoza y Nicolás de Heredia trataron
entre si de lo que harian, o adonde yrian desde
alli, porque en todo quanto auian andado no auian
visto cosa buena en donde poblar de veras. Nico-
lás de Heredia respondió diziendo que le parescia
que era bien salir de la tierra, o sino que fuesse
alguno á dar noticia del descubrimiento que auia
del Rio de la Plata y de las demás tierras que auia
visto y andado y dar relación dello al Gouernador
Vaca de Castro. Y que si el [lo] mandaua se pornia
en trabaxo [y] el yria en persona y que de alia
trayria mucha gente de socorro, armas, arcabu-
zes, poluora, cauallos y herraje, que eran muy ne-
cesarios, y assi de otras cosas que eran menester
entre los soldados, pues yuan necesitados y faltos
de todas ellas. Y que si esto no queria hazer, que
se fuessen al rio de Vngulo y que de alli yrian a
dar sobre el Chile á vnas tierras muy grandes y
buenas que las auian descubierto los españoles
que escaparon en el nauio de Magallanes quando
atrauessaron el Estrecho, pues estauan alli Pedro
de Guzman y Francisco Manuel que sabían la tie-
rra. Sobre estas platicas se enojo mucho Francis-

(I) Tachado: Fuente, digo.

182

co de Mendoca y dixo a Nicolás de Heredia: no
me hable en eso, señor capitán, sobre vuestra yda
al Perú, que cierto no me contentan vuestras pa-
la hras, que me dais sospecha de no se que; porque
juro ;t Dios que si otra vez me lo díze lo ahorque
de vn árbol. Nicolás de Heredia sintió esto mu-
cho, aunque lo disimulo, y hablando moderamente
le dixo que lo que el auia propuesto no auia sido
con doblez de animo, ni por dalle enojo, sino so-
lamente por le seruir en ello, y que templasse vn
poco su enojo y no le afrentasse de aquella suer-
te. Y que demás desto se hiziesse todo aquello
que el mandasse, estar o quedar, o yrse a otra
parte a do mejor le paresciesse, que el le siguiria
e vi] a (1) adelante en el entretanto que le turasse
la vida; y con esto se le quito á Mendoza el eno-
jo que contra el auia concebido, mas no la sos-
pecha. También a esta sazón hablaron ciertos
hombres á Francisco de Mendoca y le suplicaron
dizicndole que pues Diego Aluarez del Almen-
dral estaua a pie, que los yndios le auian muerto
los cauallos que auia tenido, y era persona de ca-
lidad y buen soldado, que le diesse vn cauallo de
Jos que auian sido de Francisco Garcia de la Cue-
ua, para en que le pudiesse seruir, pues era mal
peou y andaua enfermo. Y allende desto que no
mirasse a que auia sido amigo de Philippe Gutié-
rrez, sino a lo mucho que auia trabaxado en la tie-
rra en seruicio de Su Magestad, y que le auian
muerto quatro cauallos que auia traydo y que deS-

tO ALJ.^r.

183

pues se auia mostrado mucho de su parcialidad
con mucha fidelidad como buen amigo suyo. A
esto respondió Francisco de Mendoca a manera
de escarnio y desden, y dixo: Diego Aluarez buen
soldado es, mas duerme mucho y por esto no le
quiero dar el cauallo que me piden; y con esto se
fueron desabridos los demandantes. Mas después
no falto quien lo dixesse a Diego Aluarez del Al-
mendral, el qual lo sintió mucho y lo tomo por yn-
juria y affrenta, con protestación que se auia de
vengar aunque supiesse que en la demanda auia de
perder no vna vida, sino dos mili que tuuiesse. Con
esto comento luego de tratar con los verdaderos
amigos que tenia, diziendoles secretamente de co-
mo queria vengar la ynjuria que se le auia hecho,
y de matar a Francisco de Mendoca porque tenia
malamente tiranizada la gouernacion de la tierra.
Y porque también auia desterrado a Phelippe Gu-
tiérrez y quitado el cargo a Nicolás de Heredia, y
que no era bien ser mandados de vn rapaz como
aquel endemoniado que los tenia muy sobjetos y
amilanados, y assi se dexo dezir otras cosas. Dende
a quatro o cinco dias que passo todo esto, estando
ya todo el exercito en el pueblo de los Comechin-
gones, donde se auian passado Diego Aluarez del
Almendral (1), lo torno a tratar muy de veras con
sus amigos verdaderos. Y para lo effectuar habló
a Pedro Barba y a Bernaldino de Balboa y a otros
hombres de los mas principales que auia en el
campo, con mas otros soldados de gran animo que

(i) Ms. Almendrar.

184

tenian el mismo desseo de matar a Francisco de
Mendoca y a Hinojosa, porque estauan estomaga-
dos contra ellos; y todo esto se concluyo como ellos
lo querían. Media noche era passada, dia de Nues-
tra Señora de Setiembre, estando juntos estos con-
jurados en casa de Diego Aluarez del Almendral
salieron della en dos quadrillas y Diego Aluarez
fue a la posada de Francisco de Mendoza con su
quadrilla, y como el sintió entrar gente en su cá-
mara dixo en alta boz: ¿quien esta ay? ¿quien anda
ay? Respondió Diego Aluarez diziendo: ¿quien a de
ser sino Diego Aluarez que no duerme quando es
menester?; y diziendo esto arremetió denodada-
mente a la cama en donde estaua acostado y lo
mato a puñaladas sin que nadie le pudiesse valer,
ni aun socorrer, por mas bozes que daua. Otro
tanto hizieron los de la otra quadrilla, que mata-
ron a Rodrigo Sánchez de Hinojosa por mas bozes
que dio a Francisco de Mendoza, en vano, que
passaua junto a su casa, para que le viniesse a dar
fabor y ayuda porque lo matauan traydores; mas
fue por demás su bozear. Pues muerto ya Francis-
co de Mendoza, como Diego Aluarez del Almen-
dral tenia grandes fuerzas lo tomo por el pescue-
zo y lo lleuo arrastrando a casa del capitán Nico-
lás de Heredia y le dixo con alegría: Señor capi-
tán, aqui traygo el rapaz de Francisco de Mendo-
za que os tenia muy auasallado sin razón alguna y
a todos los caualleros del campo de Su Magestad,
y no hemos tenido poca pena que este rapaz nos
aya subjetado y mandado tanto tiempo. Y lo mis-
mo auiendo preso a nuestro buen general Philippe

185

Gutiérrez, hechandole de toda la tierra sin justa
causa ni razón, sino por lo querer hazer; y estan-
do diziendo esto, he aqui como truxeron alli tam-
bién a Rodrigo Sánchez de Hinojosa, ya muerto,
arrastrándole de vna pierna. Visto esto por Nicolás
de Heredia hizo vna muestra de buen semblante y
hablo con vna buena gracia y amor a todos aque-
llos hombres y luego dixo: ¡bendito sea Dios nues-
tro Señor! que nos ha quitado de encima a este
hombre, que cierto era trabaxo zufrir sus neceda-
des y soberuia, pues nos tenia tan amilanados. Y
dicho esto salió fuera de su casa, aunque era de no-
che, [e] hizo dar vn pregón que dezia en esta ma-
nera: Manda el yllustre señor Nicolás de Heredia,
Gouernador y capitán general por Su Magestad,
que ninguna persona de qualquier calidad, estado
y condiscion que sea, no salga de su casa, so pena
de muerte y de traydor y perdimiento de bienes;
y assi ninguno salió hasta saber lo que podia ser,
aunque muchos adeuinauan muchas cosas. Hecho
esto embio luego a llamar a los hombres mas prin-
cipales del exercito y a los soldados, y mientras
se ajuntauan era ya de dia claro, y luego les hablo
breuemente, y delante de todos mando apregonar
en alta boz la comission del Gouernador Xpoual
Vaca de Castro. Entendidas estas cosas y sabido
lo demás, los afficionados de Mendoca y los que no
lo eran, viendo que no podian hazer otra cosa,
luego vnanimes fue de todos obedescido por Go-
uernador y capitán general en nombre de Su Ma-
gestad, proclamándole a grandes bozes. Enconti-
nente y luego nombro a Diego Aluarez del Al-

186

mcnJral por su Maestro de campo en nombre de
Su Magestad, aunque uvo algunos que les peso
d’.-i ambramiento, en especial a Pedro López
de Avala, que pretendía ser Maestro de campo
por la gran amistad que tenia con Nicolás de He-
redia. Otro dia siguiente se hizo cabera de pro-
cedo contra Francisco de Mendoca y contra su
Maestro decampo, haziendoles cargo de*la prisión
y destierro de Philippe Gutiérrez y de la opression
y tiranía que auia vssado contra Nicolás de Here-
dia por ser Maestro de campo de Su Magestad, y
de la muerte que dio a Francisco Garcia de la
Cueua, y de otras cosas que le acomularon. Sobre
estos negocios tueron condenados a muerte natu-
ral, la qual sentencia se apregono publicamente
en todo el exercito; mas dende a vn rato fueron
enterrados honrradamente por auer sido hombres
de calidad y por auer mandado el campo, y esto
-‘ hi/o a fin de contentar a sus afficionados que le
querían bien. El Gouernador Nicolás de Heredia
perdono luego a todos aquellos que auian sido
contra el, mostrándose mucha parte del vando y
parcialidad de Francisco de Mendoca; de manera
que a vnos les peso grandemente de su muerte, y
a otros, que eran los mas del exercito, les plugo de
lodo ello, porque verdaderamente lo desseauan en
gran manera.

CAPITULO XXII

DE LAS REBUELTAS QUE UVO EN EL CAMPO DE NICOLÁS
DE HEREDIA SOBRE QUE PEDRO LÓPEZ DE AYALA Y
OTROS SE VINIERON LA BUELTA DE LOS REYNOS DEL
PERÚ, Y DE COMO ENTRARON CON LOPE DE MENDOZA
Y LOS SUYOS, A LOS QUALES HIZO LUEGO AMIGOS

Después que fueron hechas y passadas todas
estas cosas arriba contenidas, entraron todos los
capitanes en consulta con el Gouernador Nicolás
de Heredia para ver o determinar lo que se auia
de hazer para lo de adelante, y entre ellos uvo
muchos y diuersos acuerdos y paresceres, porque
vnos desseauan poblar la tierra, y otros querían
salirsse della pues que no hallauan ninguna de la
riqueza que buscauan. Otros desseauan yrse a la
prouincia de Ungulo o al Chile, que dezian que
alia auia superabundancia de riquezas de oro y
aun de plata, y que auia muchos bastimentos de
diuersas maneras, y que el rio de alli era muy
grande, como Guadalquiuir, y era apropiado para
poblar tres o cuatro cibdades y repartir los pue-
blos entre los que uviessen de poblar, para que to-

188

dos tuuiessen de comer. Mas después y al cabo de
las platicas y acuerdos que tuuieron entre todos
ellos, se vino a resumir y se determino que el Go-
uernador Nicolás de Heredia se partiesse para los
reynos del Perú con todos los hombres que auian
quedado en el exercito, y pidiesse fabor y ayuda
y socorro de gente al Gouernador que hallassen
en la tierra puesto por Su Magestad, porque te-
nian creydo que el licenciado Xpoual Vaca de
Castro se auria partido para los reynos de España.
Y que tornando a entrar por la tierra podian traer
de camino a Philippe Gutiérrez con nueuos y mas
amplissimos poderes y recaudos, y traer de alia
quinientos hombres y muchos mas cauallos y ar-
mas offenssiuas y deffenssiuas, y traer mucho he-
rraje con otras cosas muy necesarias a la guerra.
Porque pretendían ellos hazer a estos yndios tan
yndomitos y ferozes la guerra muy de proposito y
aun de otra manera sino se quisiessen dar de paz
al seruicio y conoscimiento de Dios y al vasallaje
de Su Magestad, principalmente para que se con-
uertiessen en nuestra sancta fee catholica. Des-
pués de concertado todo esto se salieron todos de
su consulta y otro dia deshaziendose la rueda se
pussieron en camino y se fueron por otro lado, no
por donde auian entrado, dexando atrás la pro-
uincia de los Comechingones, y anduuieron algu-
nos dias barlouenteando por muchas y diuersas
partes y por tierras no sabidas, de gentes ferozi-
ssimas. Por estas partes por donde salieron halla-
ron muchos yndios bien barbados, como españo-
les; y otros de otra prouincia tenian coronas en

fe*.

189

las cabezas, como frayles; y llegados mas hazia
tierras del Perú hallaron otros que hablauan la
misma lengua del Perú, de lo qual se holgaron
mucho porque se venian allegando su poco a poco
a tierras de promission, como ellos dezian. An-
dando por su camino adelante llegaron a las tie-
rras y cordilleras de las muy ásperas sierras ne-
uadas de los Andes, en donde entre ellos uvo mu-
chas differencias y debates muy porffiadas, porque
en alguna manera no se podian concertar. Porque
vnos querían poblar alli por ser tierra aparejada
y bien apropiada para ello por el comercio de los
yndios naturales que auia por todas aquellas co-
marcas, y por el rio grande, pastos y la mucha le-
ña y arboleda que tenia y muy espaciosos llanos
y egidos que auia, con mucha piedra buena para
hazer luego casas. Otros uvo que dessearon yrse
a tierras del Perú, como tenemos dicho, por des-
cansar de tantos trabaxos y fatigas como auian
passado, por lo qual se pussieron en dos vandos y
parcialidades para matarse los vnos y los otros,
de todo lo qual sentia mucho el capitán Nicolás de
Heredia, y poniéndose de por medio los apacigo a
todos con muy buenas palabras y gentiles razo-
nes. De ay a pocos dias se salieron todos juntos de
alli y atrauessando las sierras de los Andes se ha-
llaron en las tierras del Perú, cient leguas mas
abaxo por donde entraron, y caminando mas
adelante llegaron a vn pueblo llamado Quirequi-
re, en donde tornaron otra vez los españoles a te-
ner otras contenciones y alborotos para matarse
ios vnos y los otros. Por lo qual el capitán Nicolás

190

de Heredia mando dar garrote vna noche a vn
mancebo llamado Francisco de Saauedra, que auia
sido gran amigo de Francisco de Mendoca, que
era el que lo reboluia todo con sus chismerías y
dessatinos; con esta justicia que se hizo se apacigo
toda la gente. Yendo aun mas adelante y acercán-
dose mas toparon en vn pueblo con vn español
llamado Pedro Amador que andaua por alli resca-
tando carneros y de vna yerua preciada que lla-
man coca, el qual les dio nueuas de las cosas acaes-
cidas en la tierra. Y también les dio noticias de la
venida del Visorrey Blasco Nuñez Vela y de la
Real Audiencia y Cnancillería que Su Magestad
auia embiado a la cibdad de Lima con quatro
Oydores, y de las reuoluciones y guerras que auia,.
de la vna parte Goncalo Picarro y en su nombre
Francisco de Carauajal, y de la otra Diego Cente-
no y Lope de Mendoca que sostenían la lealtad.
Entendido esto por el capitán Nicolás de Heredia
determino de tomar la boz de Su Magestad para
yr contra Goncalo Picarro, porque el auia sido
siempre de la vanda de los Almagros, que auia se-
guido a la contina su opinión. Como estauan cerca
de la mar mando poner la gente en la ribera della,
creyendo que estarían alli mejor que en otra parte
por estar también a la orilla de vn rio, que pares-
cia que estauan cercados de entrambas aguas, y
que de alli yria después a Diego Centeno que era
el que verdaderamente seguía la boz de Su Ma-
gestad. Otros dixeron que no se detuuiessen alli,
sino que luego se fuessen en demanda del capitán
Centeno, pues que como bueno y leal cauallero

191

sustentaua la boz del rey, y que a este hombre tan
excelente auian de dar fabor y ayuda y seguir su
vandera, y no la de los picarristas, que todos
eran reputados por traydores. Para hazer esto, vn
dia, en amanesciendo Dios, se amotinaron hasta
treynta soldados con Pedro López de Ayala y cer-
caron luego los toldos y tiendas donde estauan
apossentados Nicolás de Heredia y su Maestro de
campo Diego Aluarez del Almendral, diziendo en
alta boz: Señor capitán Heredia, nosotros vamos a
buscar con mucha priessa el seruicio de Su Mages-
tad; v. m. no nos estorue la yda, ni vaya tampoco
a la mano a los caualleros que se quissieren yr en
mi compañia, pues v. m. ya no es nuestro capitán,
ni justicia, sino el Gouernador del Perú, pues es-
tamos en su jurisdicion. Nicolás de Heredia dixo a
grandes bozes, que muchos lo oyeron: ¡a señor Pe-
dro López de Ayala!, aguarde v. m. vn poco, que
todos juntos nos yremos en compañia, que mi yn-
tencion no es otra (1) sino yrme luego adonde esta
el capitán Diego de Centeno y Lope de Mendoca,
a seruir a Su Magestad contra esse Goncalo Pica-
rro que esta aleado con las tierras del Rey. Pedro
López de Ayala no quiso aguardar, creyendo que
le harían mal, antes el y los treynta hombres de
a cauallo comenzaron a caminar en demanda de
Diego Centeno lleuando consigo todo el seruicio y
el poco fardaje que les auia quedado, lleuando por
caudillo al dicho Pedro López de Ayala. Desta

(I) Mt. otro.

192

manera se diuidieron y apartaron estos hombres,
de lo qual les peso mucho al capitán Nicolás de
Heredia y a Diego Aluarez del Almendral y a los
demás hombres del exercito que quedaron alli con
ellos, a los quales conoscian por capitanes de Su
Magestad, que no hizieron ningún mouimiento
para yrse con los otros, porque yr vn dia antes o
después, todo era yr. Queriendo yr tras ellos algu-
nos soldados de los principales para los hazer bol-
uer por fuerca, les dixeron el capitán Nicolás de
Heredia y el Maestro de campo que no fuessen,
porque entre ellos no uviesse alguna braua refrie-
ga en donde algunos dellos perdiessen las vidas, y
assi los dexaron yr a su ventura. De manera que
todos los conjurados yuan por su camino adelante
con gran recato embiando sus corredores adelante
y atrás para ver si Nicolás de Heredia embiaua
tras ellos, y caminando los delanteros yuan por
corredores de los conjurados Grabiel Bermudez
con otros quatro hombres. Yendo desta manera
encontraron con Lope de Mendoca, Alonso Ca-
margo y Luys Perdomo, con los demás que yuan
con ellos huyendo de las crueldades de Francisco
de Carauajal, que cierto le temian en gran mane-
ra, y hablandosse los vnos y los otros se dieron
cuenta y relación de todo lo sucedido en la tierra
y de lo que auian passado en la entrada. Y con es-
to los corredores se boluieron con Francisco de
Mendoca y sus compañeros hazia donde Pedro Ló-
pez de Ayala venia, y ellos se rescibieron muy
bien porque se conoscian antes de agora, y Pedro
López de Ayala dio cuenta a Lope de Mendoca de

193

los suscesos que auian passado en las tierras que
auian conquistado, y de la manera y forma que se
auian apartado de Nicolás de Heredia (1). A Lope
de Mendoca le peso mucho por esta desconformi-
dad que auia entre estos caualleros, mas el procu-
ro de los reconciliar lo mejor que pudiesse y assi
escriuio luego vna carta al capitán Nicolás de He-
redia [para que] se viniesse a ellos, por quanto le
queria dezir muchas cosas de palabra que eran
cumplideras al seruicio de Dios y al del Rey. El
capitán, de buen comedimiento y por saber nue-
uas vino adonde Lope de Mendoca estaua, y des-
pués de auerse rescebido muy bien entrambos,
que se conoscian de mucho tiempo atrás, se habla-
ron muy largo de sus cosas y Nicolás de Heredia
se quexo mucho de Pedro López de Ayala, que
siendo su soldado le auia dexado en el campo sin
razón alguna. Pedro López de Ayala se desculpo
lo mejor que pudo y con dezir que yua a seruir a
Su Magestad y en su nombre a Diego Centeno, y
no por gana que tuuiesse de hazer algunas noue-
dades eri la tierra se auia adelantado con aquellos
soldados que presentes estauan. Lope de Mendoca,
Alonso Camargo y Luys Perdomo, oyendo las
quexas del vno y las desculpas del otro, luego to-
maron la mano en los hazer amigos, de tal manera
que los vnos y los otros se reconciliaron y Pedro
López de Ayala en conclussion pidió perdón al ca-
pitán Nicolás de Heredia, y el le perdono y se

(i) Tachado: Alonso.
G. DB SANTA CLARA.—IV.—?.’

194

abracaron entrambos. Y los demás soldados que
se auian alterado con Ayala hizieron lo (ITmismo,
de manera que todos se hizieron amigos con pro-
testación de seruir a Su Magestad y a Lope de
Mendoca; y lo demás que passo se dirá en este ca-
pitulo.

(i) Ms.Au.

CAPITULO XXIII

DE COMO LOPE DE MENDOCA CONTÓ A NICOLÁS DE HE-
REDIA Y A LOS QUE SALIERON DE LA ENTRADA TODO
LO QUE AUIA SUSCEDIDO EN LA TIERRA, Y CON BUE-
NAS PALABRAS Y DULCES RAZONES LOS ATRAXO A SI (1)
Y SE NOMBRO POR GENERAL DE SU MAGESTAD

Quando Lope de Mendoca se apartó de Diego
Centeno en el puerto de Quilca, como atrás queda
dicho, se fueron juntos con el Alonso Camargo,
alférez mayor de Centeno, y Luys Perdomo, el
canario, con otros diez o doze arcabuzeros y con
los que pudo recoger en el camino que andauan
huydos de Francisco de Carauajal, los quales se
fueron todos por la costa de la mar arriba por
algunos dias hasta que llegaron a vn pueblo de
yndios. Y sin parar en este pueblo sino fue tomar
algo que comer para ellos y para sus cauallos,
dexando á mano yzquierda la mar se subieron por
la gran serranía de los Locumaes y se fueron a la

(0 MS.OM*.

1%.

prouincia de las Charcas, donde se pensaron librar
mejor que en otra parte de la gran furia y cruel-
dad de Francisco de Carauaial. Porque tuuieron
siempre entendido estos caualleros que en no te-
niendo Carauajal que hazer en la cibdad de Are-
quipa y en toda su comarca, daria luego la buelta
para la gran prouincia de las Charcas a repartir
los pueblos de los yndios entre los suyos, como ya’
lo auian oydo dezir. Alonso Camargo y Luys Per-
domo y los otros que yuan con el le dieron por
consejo se metiesse en la villa de la Plata y se al-
casse otra vez con ella en nombre de Su Mages-
tad, porque entonces estaua ya a deuocion de
Gonzalo Picarro. El no quiso yr alia hasta ver en
lo que parauan las cosas de alia abaxo, y también
por la poca gente que lleuaua y por la mucha que
Goncalo Picarro ternia en la villa, creyendo que
no podría hazer en ella ningún effecto, y por tanto
se fue al pueblo de Pocona, que la mitad del auia
sido suyo, y los yndios lo rescibieron muy bien,
que aun le reconoscian por amo y encomendero.
En este pueblo comento de aderescarse lo mejor
que pudo y embio algunas espias yndios á la par-
te que Francisco de Carauajal estaua, y parescien-
dole después que alli no estaua bien procuro de
meterse con los pocos que tenia en unas sierras
neuadas y asperissimas que llaman de los Andes,
que tienen unos valles hondos en lo baxo que son
muy calientes y de gran poblacon. Estando en este
paraje determinaua de aguardar tiempo y coyun-
tura para hazer sus cosas y ver si Su Magestad
embiaua la gouernacion á Goncalo Picarro, para

197

yr a la entrada del gouernador Diego de Rojas, o
si no hazer lo que bien le paresciesse que fuesse
al seruicio de Su Magestad. Determinadas estas
cosas entre ellos tomaron lo que uvieron menes-
ter, en el pueblo, para el camino, y assi se pussie-
ronenel, los quales caminando paralas sierras
toparon a medio camino a Grabiel Bermudez, co-
rredor de Pedro López de Ayala, como arriba
queda dicho. Con el qual y después con el capitán
Nicolás de Heredia y con los demás de la entrada
passaron todas aquellas cosas que arriba tenemos
refferido, y Lope de Mendoca por dar cuenta de
si en las cosas que auia, como ellos lo auian hecho
a el, de buen comedimiento hablo a todos en la
forma y manera siguiente:
Auran vs. ms. de saber que el rey nuestro se-
ñor embio a Blasco Nuñez Vela, cauallero muy
nombrado del habito de Sanctiago, natural de la
cibdad d’Auila, por Visorrey y capitán general a
estos reynos y prouincias del Perú, con quatro
Oydores para que assentasscn y forniassen vna
Real Audiencia en la cibdad de Lima. Los quales
todos cinco hizieron y hordenaron muchas y di-
uersas cosas muy buenas que conuenian al serui-
cio de Dios y al de Su Magestad, siendo muy pro-
uechosas a los españoles y a los yndios naturales
de la tierra. Goncalo Picarro y otros muchos que
siguen su mala opinión, no les páreseiendo bien
estas cosas, se alearon y rebelaron en la cibdad
del Cuzco contra Su Magestad, yendo como fue-
ron contra el Visorrey y contra la Real Audiencia
con mano armada, lleuando muchos capitanes y

198

soldados todos puestos a punto de guerra. Y con
gran desuerguenca y maldad han perseguido y
persiguen y maltratan a todos los caualleros que
se muestran por grandes seruidores de Su Mages-
Lid y contra los que agora siguen el partido del
Visorrey, y a muchos dellos han muerto y les to-
man las haziendas que tienen, aplicándolas para
si mismos. Por lo qual muchos vezinos de toda la
tierra que aman mucho el seruicio del Rey se han
ydo huyendo a la cibdad de Quito, en donde esta
a! presente el Visorrey, aunque otros se han es-
condido en diuersas partes de miedo de las cruel-
dades y muertes que Goncalo Picarro y su Maes-
tro de campo Francisco de Carauajal han hecho
en filos. Y como Diego Centeno sea vno de los
grandes seruidores de Su Magestad y su leal ca-
LIUIICTO, se algo en la villa de la Plata en nombre
y con boz del Rey nuestro señor, contra Goncalo
[‘narro y contra todos aquellos que ciegamente
Siguen su mala y falsa opinión. Y como el tirano
&upo este alzamiento embio contra nosotros al
capitán Alonso (1) de Toro, su theniente en la cib-
dad del Cuzco, con mucha gente armada, al qual
no quissimos aguardar por muchos respectos, cau-
sas y razones que para ello uvo^y nos apartamos
del v nos metimos por la tierra despoblada que
va hizia el Rio de la Plata, hasta que llegamos al
sitio jr paraje de Casabindo. Y Alonso de Toro
como no nos hallo se boluio a su thenentazgo, de-

(í] I ichado: Camargo.

199

xando en la villa al capitán Alonso de Mendoca
como en frontera nuestra, y sabido por Diego
Centeno que Alonso de Toro se auia buelto a la
cibdad del Cuzco salió del despoblado y tornamos
a tomar la villa, haziendo della huyr a los afficio-
nados de Goncalo Pic;arro. Mas después de todo
esto, el gran tirano como supo desta salida nues-
tra embio contra nosotros a Francisco de Cara-
uajal, su Maestro de campo, hombre cruel y ende-
moniado, el qual llego al pueblo de Paria en donde
estauamos aguardando el mandado del Visorrey,
y nos fue tan contraria la fortuna que sin dar ba-
talla fuymos desbaratados por este cruel carnice-
ro. Y no contento con aquesto nos persiguió y dio
vn brauissimo alcance en donde nos tomo mucha
parte de nuestros soldados, y a muchos dellos
maltrato y ahorco, y con el rezelo que del tuui-
mos nos fuymos retrayendo hasta el puerto de
Arequipa. Y hasta alia no nos dexo, porque fue
tras nosotros hasta que del todo nos deshizo y
desbarato, y de alia nos venimos retrayendo por
acá, dexando a Diego Centeno y a Francisco Ne-
gral y a Diego de Ribadeneyra escondidos con los
demás soldados que no nos pudieron seguir, en las
sierras del Condesuyo y en otras partes. Vinién-
donos agora por acá supimos en el camino, de
ciertos yndios espias y por cartas que nos escri-
bieron ciertos amigos nuestros y vezinos de Are-
quipa, como el endiablado Francisco de Caraua-
jal boluia otra vez a esta prouincia para metersse
en la villa de la Plata. En donde piensa repartir
entre sus soldados nuestros repartimientos de yn-

200

dios y otros que ay en la tierra vacuos, y también
viene a saber si parescemos por acá, para hartar
su crueldad en quitarnos las vidas porque auemos
seguido la parte de Su Magestad y la de su Viso-
rrey. Dichas estas cosas con otras, les torno a ha-
blar, por los conmouer de veras al seruicio de Su
Magestad, y por los atraer a su parcialidad y bue-
na opinión les dixo que pues en todo se auian mos-
trado por grandes seruidores del Rey nuestro se-
ñor, le hiziessen este seruicio muy señalado, que
para ellos seria el prouecho y la honrra. Que con
grande animo y prompta voluntad hiziessen de
tal modo y manera que desbaratasse los desigños
y conceptos de Francisco de Carauajal, y que ha-
llarían en su campo, si venciessen, lo qual tenia
creydo, muchas y grandes riquezas con mucha
ropa de Castilla que el y los suyos trayan a los
grandes seruidores de Su Magestad. Que demás
desto Su Magestad y el Visorrey con la Real Au-
diencia les gratifficarian sus buenos seruicios dán-
doles los repartimientos de yndios que los rebel-
des auian perdido por sus grandes trayciones y
maldades, y que les harían otras muchas merce-
des, y que demás desto ganarían gran honrra y
reputación en la tierra con el vencimiento destos
brauos tiranos. Y para los atraer mas a su deuo-
cion les dixo de como tenia grandes poderes y co-
missiones del Visorrey Blasco Nuñez Vela y vna
prouission de la Real Audiencia, en que le dauan
facultad y licencia hiziesse como capitán general
la mas gente que ser pudiesse. Y que tomasse los
dineros que fuessen menester, de la caxa o caxas

201

de Su Magestad, en donde quiera que estuuiessen,
y assi lo mandaua a los officiales del rey, para dar
de socorro a los soldados que allegasse y ajunta-
sse, y que en todo casso diesse batalla a todos
quantos capitanes y soldados uviesse de. [los] Pica-
rros, hasta los destruyr y hazer justicia dellos.
Los soldados de la entrada, creyendo estas cosas
y otras muchas que Lope de Mendoca les dixo, les
plugo mucho dello, principalmente quando enten-
dieron que podia hazer gente y dalles fabor y so- *
corro en dinero se holgaron mucho mas, porque
ellos venían desnudos y descalcos, y por hallar tan
buena coyuntura por medrar y mudar el pelo malo.
Nicolás de Heredia, auiendo oydo largamente a
Lope de Mendoca le peso en gran manera por las
renzillas y debates que auia en la tierra, porque
luego entendió que tarde o nunca auia de boluer a
das tierras que el y sus compañeros auian descu-
bierto; mas con todo esto les dixo: Estas contien-
das que ay, supimos dias ha antes que llegassemos .
a las prouincias de las Charcas, por ciertos yndios
que nos dieron noticia de todo ello, mas no supi-
mos quienes eran, ni contra quien, ni por que, ni
quien gouernaua estas prouincias. Mas después
que partimos de vn pueblo llamado Quirequire en-
contramos a vn español que dixo llamarse Pedro
Amador; este nos contó todo lo que passaua en la
tierra, del Visorrey y Goncalo Picarro y de Diego
Centeno, lo qual sabido por nosotros tomamos
uego la boz de Su Magestad y assi venimos a ser-
ir al que la tuuiere. Pues hemos llegado a tan
¿en tiempo, yo y todoslos caualleros y soldados

202

que de la entrada de Diego de Rojas auemos sali-
do nos ponemos en seruicio de Su Magestad, como
siempre y a la contina lo auemos estado. Oyendo
esto Lope de Mendoca y viendo la buena voluntad
que todos mostrauan tener, luego se hizo nombrar
por capitán general, de consentimiento de todos
ellos, en nombre de Su Magestad, y assi puso luego
en vna hinca vn estandarte de damasco colorado
que traya, grande, doblado y encogido en vn paño
de liento, y aleándolo en alto los soldados se hu-
millaron ante el como Real vandera de Su Mages-
tad. Entonces Nicolás de Heredia aleando la voz
dixo: Ea, señores caualleros, los que aueis salido
en mi compañia de la entrada, sepan todos que yo
soy soldado del señor general Lope de Mendoca;
suplico a vs. ms. le tengan por tal, pues son ama-
dores del seruicio de Su Magestad. Y desde aqui
adelante obedescamos sus mandamientos, pues en
ello seruimos al rey nuestro señor; y assi lo hizie-
ron todos con las cerimonias que en tal casso se
requerían, lo qual todo se pusso por auto ante vn
escriuano de Su Magestad. Hecho esto nombro
por capitán de los de a cauallo al mismo Nicolás
de Heredia; capitán de arcabuzeros a Pedro Ló-
pez de Ayala; capitán de piqueros a Francisco Re-
tamoso, de la entrada; alférez mayor Alonso Ca-
margo; Maestro de campo a Luys Perdomo, el ca-
nario; sargento mayor a Pedro Nuñez, de la entra-
da; y assi nombro otros officiales que fueron me-
nester. Hechas estas cosas con otras se fueron to-
dos juntos por sus jornadas contadas y su poco a
poco al pueblo de Cotabamba, en donde estuuie-

203

ron mas de dos semanas holgando y descansando
del largo camino como auian traydo de tan lexa-
nas tierras. De alli se fueron al pueblo de Pocona
porque auia en el muchos bastimentos, y luego co-
menzaron de adobar y aderescar las armas offen-
ssiuas y deffenssiuas que tenian, porque supieron
que Francisco de Carauajal se venia de cada dia
mas acercando a ellos. Estando en este pueblo
embio secretamente a llamar a ciertos vezinos
que estauan en la villa de la Plata que estauan del
muy afficionados y eran verdaderos amigos, los
quales vinieron con los alcaldes y regimiento sin
que lo supiessen los sequaces de Goncalo Picarro.
Y por otra parte embio a llamar a todos quantos
caciquez y principales yndios que auia en toda la
comarca de aquel territorio, para que truxessen
todos los bastimentos que tenian en sus pueblos,
todo lo qual se hizo assi. Dende a diez dias que
llegaron a este pueblo, Lope de Mendoca dio y
proueyo de algunos socorros y pagas a los capita-
nes y soldados de la entrada, de la moneda de Su
Magestad, que dizen auerse traydo de la villa de
la Plata, los quales se auian sacado secretamente
de su Real caxa. Assimismo dizen que se truxeron
muchos dineros en plata de las minas de Porco y
de Potosí, que se tomaron de los mayordomos de
Hernando y Goncalo Picarro y de vezinos y mer-
caderes y de otros particulares, y que se ajunto
cantidad dellos y de los pueblos de yndios que es-
luán vacuos que auia en todo aquel territorio.
ros dizen que Lope de Mendoca embio a ciertos
ombres de gran confianza* a lugares secretos

204

adonde el y Diego Centeno tenian enterrados se-
cretamente mas cinquenta mili pesos en plata, y
que parte destos dineros fueron los que se dieron
\ gastaron entre los soldados de la entrada, y no
loa otros que dizen que se truxeron de la villa, ni
de otras partes, lo qual es mas verisímil. Aunque
a la verdad, muchos de la entrada, o, cassi la ma-
yor parte dellos, no quisieron tomar este socorro
en dineros que les dauan, a causa que pretendie-
ron otras mayores mercedes, que era en los repar-
tí Fnientos que esperauan de los yndios que esta-
uan vacuos. Mas al cabo y a la postre tomaron y
rescibieron los dineros por la gran necessidad en
que estauan puestos; mas alli no auia mercaderes
y tratantes para compralles alguna ropa y caiga-
do para vestirse y calcarse, y assi tenian todos
guardada su plata en sus costales. Desta manera
. ‘ MI tentó a todos los soldados, que a los arcabuze-
i -s dio algunos dellos quatrocientos pesos, y a
oi ros a quinientos, y a otros a sietecientos pesos, y
ios eran de los mas principales, y a los de a caua-
11 o dio mas auentajadas pagas, por lo qual comen-
virón todos [á] demostrar gran plazer y alegría.”
Y demás dezian publicamente que no auia otro tal
i pitan en toda la prouincia del Perú como Lope
de Mendoca, que era en todo asaz franco y liberal,
y que por su seruicio moririan mili muertes, y assi
le eomencaron de alabar y engrandezer por tanto
hien como les auia hecho. Como Lope de Mendo-
ca les auia dicho que Francisco de Carauajal los
nía a buscar, eomencaron por todas las vias y
mineras que podian de aderescar las cosas nece-

205

sariaspara la batalla que esperauan dar a los pi-
carristas, retinando la poluora que tenian, y en ha-
zer muchas mechas de algodón para los arcabu-
zes, lancas y picas para los de a cauallo y pique-
ros, atando a los palos de las hastas espadas, da-
gas y cuchillos para pelear con los tiranos.

CAPITULO XXIV

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL, CONTINUANDO SU
CAMINO, LLEGO AL PUEBLO DE COTABAMBA, DESDE
DONDE EMBIO AL PADRE MÁRQUEZ, SU CAPELLÁN, CON
CARTAS AL CAPITÁN LOPE DE MENDOCA Y A LOS SU-
YOS PARA QUE SE D1ESSEN AL SERUICIO DE GONCALO
PICARRO

Caminando Francisco de Carauajal por sus jor-
nadas contadas, yendo de pueblo en pueblo, con
las vanderas tendidas, llego al pueblo de Paria,
en donde hallo a Diego de Almendras con algu-
nos soldados que auian ydo tras Lope de Mendo-
ca desde el pueblo de Quilca, como hemos dicho,
y como no lo pudieron alcanzar se quedaron
aguardando en este dicho pueblo al tirano hasta
que llegasse. Destos sus soldados supo el cruel ti-
rano de como auian tenido noticia por yndios que
los hombres que auian entrado al Rio de la Plata
con Diego de Rojas estauan ya juntos con Lope
de Mendoza en el pueblo de Cotabamba esperán-
dole con mano armada para le dar batalla. De lo
qual le peso mucho porque entendió luego clara
y abiertamente que no podia entrar en la villa de
Ja Plata en paz, sino con alguna pelea o batalla;

207

mas no por esso perdió punto de animo para yr
adelante en busca dellos adonde quiera que estu-
uiessen, con esperanza de los venzer. Otro dia si-
guiente se pusso en camino enderesgando para1 el
pueblo de Cotabamba, sin yr a la villa, que la dexo
a mano yzquierda, y estando cerca del le salieron
a recebir, mas de miedo que vergüenza, el caci-
que y principales yndios, los quales le dixeron
que sus enemigos estauan mas adelante en el pue-
blo de Pocona aguardándole. Desto se holgó mu-
cho Francisco de Carauajal y con tanto se metió
en el pueblo con las vanderas tendidas y al son de
los atambores, y el cacique le yua diziendo en su
lenguaje que era anchacinchi y atún songo, y
que Lope de Mendoza era atagualpa, que quiere
dezir que era muy valiente y de gran coragon, y
que Lope de Mendoza era vna gallina. Francisco
de Carauajal se alojo luego en casa del cacique
porque estaua vn poco fatigado y mal dispuesto,
y los soldados se esparcieron y se alojaron por las
casas vazias de los yndios, que estauan a la re-
donda y en circuyto de la plaga, en donde descan-
saron quatro dias por amor de Carauajal que auia
llegado muy cansado de tan largo camino que
auia hecho. En este pueblo repartió entre sus ca-
pitanes y soldados mucha poluora, mecha, langas,
picas y otras armas^ offensiuas y deffensiuas que
lleuaua en la munición en muchos yndios que
yuan cargados destas cosas, porque el yua muy
>ien proueydo dellas. Luego todos eomencaron de
ipercebirsse y aderesgarsse, assi en sus personas
:omo en herrar los cauallos y azemilas que te-

208

nian, adobando las sillas y las armas, porque no
sabían de como les auia de susceder en la batalla,
si felice o desdichadamente o como fortuna les
quisiesse faborescer. Aunque en este caso Fran-
cisco de Carauajal y sus capitanes y soldados te-
nian todos gran esperanga en Dios de los vencer,
principalmente que el pretendía de les hazer cier-
to ardid para atraellos a su falsa y peruersa opi-
nión, como luego diremos. De manera que todos
con la diligencia, solicitud y con los aparejos que
hazian mostrauan tener contento y animo para
confrontarsse y pelear con sus enemigos, porque
auian oydo dezir que los de la entrada se mojdra-
uan muy brauos y ferozes y aun soberuios, y que
para esto los aguardauan en el pueblo de Pocona.
Y como los picarristas supieron que los mendoci-
nos ó heredianos estauan de alli no mas de catorce
oquinze leguas, dezian algunos dellos con bra
uossidad y gran altiuez que si Diego Centeno se
les auia escapado dentre las manos, que harían
agora de tal manera que Lope de Mendoca no se
les escapasse otra vez por mucho que huyesse,
y que vencidos a estos pocos descansarían luego
i le sus trabaxos y fatigas. Pues Francisco de Ca-
rauajal, queriendo con buenas mañas atraer a su
lalsa opinión a los heredianos o soldados de la
i mitrada, y para que se apartassen del seruicio de
pe de Mendoca que los traya engañados, como
el dezia, so color que lo que hazia era seruicio de
Su Magestad, y por justificar mas su causa, miran-
do bien en los términos en que estaua y en lo que
podia susceder, y por obuiar algunas muertes y da-

209

ños que se podrían recrecer si la batalla se daua,
escriuio ciertas cartas a Lope de Mendoca y a los
heredianos de la entrada con el Padre Márquez,
su capellán, con el qual les embio a dezir de pala-
bra lo siguiente. Que bien sabia el ser muy gran-
de el valor de los caualleros que agora salieron
de la entrada y que con el se han ajuntado de pre-
sente, que aunque no fueran sino solos veinte
hombres entendía que le auian de aguardar y dar-
le batalla. Mas que mirasse primero y atenta-
mente lo que hazia, y que dexada aparte la pa-
ssion que tenia concebida en el pecho, se alle-
gasse mas a la razón, que por esto le embiaua
la paz si la* queria rescebir, o la guerra que
era gran destruydora de las gentes y de las ha-
ziendas y que era muy mala vezina; de mane-
ra que escogiesse la vna o la otra. Y que lo pa-
ssado fuesse passado y que los rancores y eno-
jos que auian tenido entre ellos los dias atrás
se hechassen agora a vna parte y á vn rincón co-
mo perpetuamente cosas oluidadas y nunca vistas
ni hechas, y que se diesse al seruicio del rey y al
de Goncalo Picarro su señor. Y también que el
mismo sabia ciertamente como Goncalo Picarro
era Gouernador jurídicamente, nombrado por la
Real Audiencia, que se la auian dado y encomen-
dado en nombre de Su Magestad, y que de su par-
te baria con Picarro le perdonasse lo que contra
el auia hecho y lo admitiría en su gracia boluien-
dole el repartimiento que le auia quitado. Y que se
ajuntassen en vno en buena concordia y amistad
con mucha y entera confformidad para que de ay
G. D« BAMTA CLARA.—IV.—3.# 14

210

adelante viuiessen en buena paz y en saludable
tranquilidad, y no permitiesse que uviesse tantas
muertes, males y daños no merescidos como se
esperauan que auria en las gentes que culpa no te-
nían si la batalla se daua. Y que por tanto, miradas
muy bien todas estas cosas con otras concernien-
tes y anexas a ellas, se viniesse a el, que el lo res-
cibiria benigna y amorosamente y le seria muy
grande y fiel amigo como por la obra lo vería; y
assi les embio a dezir otras muchas cosas a los
vnos y a los otros. A los capitanes y soldados mas
principales heredianos que con el capitán Nicolás
de Heredia auian salido de la entrada les embio a
dezir de como el auia desbaratado y vencido a
Diego Centeno y a Lope de Mendoga y a todos sus
soldados que andauan aleados y rebelados contra
Goncalo Picarro su señor, y que Diego Centeno
se le auia escondido en el puerto de Quilca, que es
Arequipa, y que Lope de Mendoga con otros hom-
bres fugitiuos se le auian escapado dentre las ma-
nos con la huyda y retraymiento que auian hecho.
Y que auia sabido agora de presente de como es-
taua por estas partes, y que a esta causa le venia
a buscar con vnos pocos de caualleros que venian
en su compañía porque lo desseauan ver y conos-
cer para le seruir en todo lo que se offresciesse
por las buenas obras que de su merced auian res-
cebido. Y que por euitar estos daños y otros gran-
des males que se podrían causar y recrescer ade-
lante entre ellos, les pedia por merced y les re-
quería vna y dos y tres vezes y quantas de dere-
cho mas podía y deuia, pues eran tan buenos caua-

211

lleros y seruidores de Su Magestad, no consintie-
ssen que se diesse entre ellos alguna batalla, pues
estaua claro y visto que no sabian a que vanda
pendería la victoria, sino que todos ellos fuessen
seruidos de apartarsse de la compañía de Lope de
Mendoca, pues constaua que los traya engañados
y abobados con vanas esperanzas y prometimien-
tos. Y que rescebiria señalada merced si viniessen
todos a seruir a Gonzalo Picarro su señor, que era
jurídicamente Gouernador del Perú, y que el en
su nombre les haria muchas y muy buenas obras
y benefficips en la tierra para que pudiessen gozar
y tener de comer en ella, y que mirassen atenta-
mente lo que hazian, porque si el los vencía, que no
auia de perdonar a ninguno dellos, porque los auia
de mandar ahorcar y hazer quartos. Y que esto lo
auia de hazer porque quisieron creer mas a los
desatinos y locuras de Lope de Mendoca; [yj pues el
no se auia sabido gouernar sino con su huyda, no
menos lo haria agora, porque no se atreuia ni sa-
bia que cosa era aguardar a su enemigo para dalle
batalla, y que tomassen sus buenos consejos, pues
los daua como buen padre, hermano y amigo. Y
que bien sabia el que si ellos le venciessen, que
luego le auian de quitar la vida y hazerle pedacos,
y que daría por bien empleada su muerte si en la
batalla acabasse la vida, pues muriria en seruicio
de Su Magestad y de Goncalo Picarro su señor,
con gran honor y reputación. Y que muerto el, bien
tenia por cierto y creydo que su muerte seria lue-
go muy bien vengada, porque ellos no podrían es-
capar de las manos de Gonzalo Picarro o de algu-

212

nos de sus capitanes muy valerosos que tenia, por-
que toda la tierra se alearía luego contra ellos y
los vernian a buscar, en donde pagarían lo hecho
y por hazer con sus personas y vidas. Desta ma-
nera embio a dezir a los vnos y a los otros otras
muchas cosas con grandes caricias y palabras de
buen comedimiento, enbueltas con amenazas, ala-
bándoles lo mucho que auian seruido a Su Mages-
tad en el descubrimiento de la entrada del Gouer-
nador Diego de Rojas con la fidelidad y lealtad
que siempre le auian tenido.

CAPITULO XXV

DE COMO EL PADRE DIEGO MÁRQUEZ FUE AL PUEBLO
DE* POCONA Y DIO LAS CARTAS A LOPE DE MENDOZA,
POR LO QUAL SE ENOJO MUY TERRIBLEMENTE CON EL
HASTA QUE SE APLACO VN POCO, V DE OTRAS MUCHAS
COSAS QUE PASSARON EN SU EXERCITO

El Padre Diego Márquez fue despachado con
las cartas que Francisco de Carauajal le dio, el
qual, como no auia sino catorce leguas bien tira-
das de vna parte a otra, las anduuo en medio dia
y vna noche en su muía muy andadora, que fue
amanescer al pueblo de Pocona para dar su men-
saje. Y sintiendo que ya era leuantado Lope de
Mendoca, y con licencia de las guardas y velado
res, entro dentro de su aposento, se fue a el, y
haziendole su deuidá cortesía y acatamiento le dio
la carta, la quái era de crehencía que para el yua,
y el General lo rescebio amigablemente, y visto
que auia leydo la carta luego le dixo de palabra
todo lo que Carauajal le rogaua hiziesse por su
amor. Lope de Mendoca sintió en gran manera
este mensaje y quisiera hechalle luego fuera del
pueblo y del exercito porque no hablara con los
capitanes y soldados heredianos; mas en fin el lo

214

supo dissimular lo mejor que pudo dando a enten-
der que no entendia nada [de] lo que entender po-
dría en su entendimiento, por lo qual le mando con
pena de muerte que no hablasse con ninguno de
sus soldados. Acudieron luego los capitanes y al-
gunos soldados a la casa donde Lope de Mendoga
estaua apossentado, a fama que auia venido vn
clérigo mensajero de Francisco de Carauajal que
era muy conoscido de los mendocinos, y los de la
entrada le querían ver y oyr lo que diría y a lo
que vernia. El Padre Márquez, viendo tantos
hombres y soldados, repartió entre ellos las de-
mas cartas que lleuaua y ellos las rescibieron, las
quales se leyeron publicamente lo que en ellas se
contenia, delante de Lope de Mendoga, porque no
se sospechasse dellos alguna cosa donde no auia
que. Quando Lope de Mendoga oyó leer las car-
tas que venían para los de la entrada, comengo de
bramar y gruñir viendo en quan poco lo tenia
Francisco de Carauajal, menospreciándole en
todo lo que auia escripto en las cartas. Principal-
mente se enojo mucho mas quando oyó dezir al
Padre Diego Márquez todo lo que le fue mandado
que dixesse a los capitanes y soldados de los he-
redianos de la entrada, que comengo a dar bozes
como vn loco desatinado, diziendo con gran furia
y enojo que le quitassen de delante aquel mal
hombre antes que lo mandasse dar de puñaladas.
El Padre Diego Márquez se salió fuera de la casa
porque los capitanes y soldados le dixeron que
assi lo hiziesse, pues lo mandaua el General, antes
que lo matassen, y el tuuo creydo que lo mataran;

215

mas el espero, aunque no sin rezelo, hasta ver en
lo que parauan aquellas brauezas y azoramientos,
o que respuesta le darían todos para que lleuasse
al que lo auia embiado. Auiendo los vnos brama-
do y los otros hecho burla y escarnios, que luego
las hizieron pedacos, y de quien las auia embiado
y quien las auia traydo, torno el Padre Diego
Márquez a parescer sin ningún rezelo ante Lope
de Mendoca y ante los soldados heredianos de la
entrada, para ver lo que mandauan, o si auia al-
guno que se quisiesse dar al seruicio de Goncalo
Picarro, o si lo querían despachar con algunas
cartas. Y viendo que no hazían casso ni mine ion
de lo hazer, mas empero le riñian con mayor bra-
ueza y enojo que de antes porque las auia traydo,
el (1) con mucha paciencia y disimulación callaua
y no dezia cosa alguna porque no le matassen.
Mas ai cabo y a la postre les dixo y hablo con pa-
labras muy humildes; principalmente auiendose
puesto cara a cara, con el bonete en la mano, ante
Lope de Mendoga, le hablo y le dixo lo siguiente,
estando todos los mendocinos y heredianos pre-
sentes: Señor capitán y señores mios, yo os supli-
co quan encarescidamente yo puedo que me que-
rays oyr ciertas razones y nadie me vaya a la
mano para que calle, porque os quiero descubrir
y maniffestar muchas cosas secretas las quales
cumplen y- atañen mucho a todos quantos esian
aqui presentes y aun a los ausentes. Si las qui-
ssierdes guardar y cumplir y ponellas por la obra

(I) Vis. y el.

216

haréis gran seruicio a Dios Nuestro Señor 5* a Su
Magestad, que es lo que (1) mas se pretende en
este negocio difficu’toso, aunque muy honrroso y
de calidad, porque con ello se remediaran muchos
males, daños y crueles muertes que adelante se
podrían recrescer y que se podrían leuantar entre
los sediciosos y vandoleros; y la verdad diziendo
y la puridad descubriendo, digo. Quanto a lo pri-
mero auran de saber que si mi venida fue a este
pueblo causólo ser yo mensajero y traer las car-
tas que Francisco de Carauajal me dio para que
os las truxesse, las quales aueis visto y leydo lo
en ellas contenido y lo que os embian por ellas a
suplicar encarescidamente. Por cumplir en algo
lo que me fue mandado y como mensajero que no
tiene culpa, por ser libertado, dixe todo aquello
que Francisco de Carauajal me mando os dixesse,
de lo qual, según he visto, a resultado gran enojo
y escándalo en todos los que aqui estáis presentes
y tomastes occassion de quitarme la vida. De todo
lo qual me ha pesado bien y verdaderamente por
dar enojo a tanto cauallero que no merescen ser
enojados; mas bien se que seré perdonado por lo
que agora quiero contar en breues palabras, y
esto ténganlo por cierto y verdad, porque yo no
me atreuiera a dezir otra cosa, ni me mueue a de-
clararlo, sino es por el seruicio que se ha de hazer
a Dios y a Su Magestad. Aurán, señores, de saber,
que algunos de los soldados principales que están
en el campo de Francisco de Carauajal se enco*

(l) Tachado: Su Magestad.

217

miendan mucho en vs. ms> y les hazen saber co-
mo ellos vienen muy mal contentos de su persona
y de su mala y peruersa condiscion y querrian
dalle la muerte, si ser pudiesse antes oy que ma-
ñana. Y viendo que no lo pueden hazer por la mu-
cha guardia que siempre y a la contina trae con-
sigo, no lo han ossado hazer ni ponello por la obra
por el gran peligro que ay, por lo qual han deter-
minado de lo dexar y desamparar al mejor tiem-
po, para que, señores, podáis ganar el precio y la
honrra de su muerte y en que le quitéis deste
mundo. Por tanto, caualleros y señores mios, si
queréis ganar esta honrra y reputación de la
muerte deste tan maldito y cruel hombre, sera ne-
cesario y conueniente que ninguno de vosotros
se vaya ni se mueua deste lugar, sino que aguar-
déis al enemigo, que sin sentillo ni saber como ni
de que manera se viene a poner en vuestras ma-
nos. Mirad, señores, no permitáis perder esta tan
buena coyuntura que la fortuna os apareja, por
que si de otra manera lo hizierdes y no quissier-
des pelear como creo que le daréis batalla, seria
nunca acabar ni conclbyr en la vida estas gue-
rras tan enojosas y tan pessadas. Lo que me pa-
resce que se podra hazer es, si lo tuuierdes en vo-
luntad, saluo mejor juycio )r entendimiento, que
salgan mañana todos al campo, en donde los pica-
rristas y los caualleros que dessean pasarsse a
vuestro exercito os vean, porque ellos venidos y
passados no serán menester las armas, sino los ca-
uallos bien herrados para seguillos en el alcance a
los que se quissieren escapar a vña de cauallo. Y

218

porque con mas animo y prompta voluntad lo ha-
gáis, os quiero descubrir la puridad y el secreto de
los secretos caualleros y soldados que determinan
de pasarsse a este vuestro exercito para seruir en
el a Su Magestad; son los siguientes: Primeramen-
te el capitán Pedro de Castañeda con hasta diez o
doze arcabuzeros y otros tantos piqueros de su
compañía, todos buenos soldados y animosos.
Yten mas el alférez mayor Pedro Alonso de Ca-
rrasco, con el estandarte de Goncalo Picarro, con
treynta hombres de a cauallo de los mas principa-
les que vienen en el campo. Como estos caualle-
ros supieron que yo venia por acá con este recabdo
y como ellos son tan mis señores y amigos, me
descubrieron esta puridad y secreto y me rogaron
muy encarescidamente que todo esto os hiziesse
saber, y no lo escriuen por el gran peligro que ay
y porque no sean descubiertos. Y como yo sea
muy cierto seruidor de Su Magestad lo he dessea-
do en gran manera y querría ver solamente a
Francisco de Carauajal deshecho y desbarata-
do (1) y el puesto en vuestras manos, porque yo me
vea libre del, que me trae consigo por fuerza y
contra toda mi voluntad. Y para que con su des-
truycion se puedan atajar muchos daños y grandes
males, porque con su poderío y gran soberuia an-
daría siempre rebuelta la tierra, por donde po-
drían perescer muchos seruidores de Su Magestad
y otros que no tienen culpa; y con esto acabo su
arenga. Oyendo esta platica Lope de Mendoca y

(1) Ms. desbarato.

219

todos los que estauan alli presentes con el, no su-
pieron que dezir, si le darían crédito o no, o si
eran disparates, como dizen, de Juan del Enzi-
na (1), porque este mensaje mas competía para vn
lego que a sacerdote alguno, porque ynteruenia
en ello muertes y daños, por lo qual tuuieron en-
tendido que en todo lo que auia dicho no era ver-
dad. Mas por ver estas cosas en lo que parauan, y
por ver si cumplían las cosas que el Padre Diego
Márquez les auia dicho, determinaron de los
aguardar, aunque lo tenian en proposito antes de
lo hazer, con animo de pelear con ellos, que de re-
tirarse con rezelo ni miedo de la venida dellos. Y
para esto Lope de Mendoca dio por respuesta, sin
escreuir carta alguna, o porque no tenian papel o
porque no quissieron escreuir, sino de palabra, di-
ziendo al Padre Márquez: Señor capellán, diga a
Francisco de Carauajal que reduziendose el al ser-
uicio de Su Magestad y viniendosse a el y dexan-
do el partido de Goncalo Picarro, pues era tirano,
que el y todos quantos caualleros estauan con el
le siruírian de muy buena voluntad con sus perso-
nas y vidas, y que ellos dexarian atrás oluidados
los enojos y rancores particulares que entre si te-
nían. Y donde no queriendo aceptar esta paz y
buena concordia, que perdiesse esperanca, que el
ni los caualleros de la entrada que con el estauan
no yrian á su llamado, antes le querian dar bata-
lla o morir en ella como seruidores de Su Mages-
tad. mas que ser ynfamados de tiranos y traydo-

(1) Mi, EuwirtAs.

220

res. Y que si por ventura tuuiesse por bien que
entrambos exercitos se ajuntassen en buena con-
formidad y hermandad, que luego lo haria, dándo-
le auisso dello, y con esto seminan todos juntos a
Su Magestad y a el le ternian por General de todo
el exercito. Y por otra parte dixo al Padre Diego
Márquez que dixesse al capitán Pedro de Castañe-
da y a Pedro Alonso de Carrasco (l) y a los demás
secretos caualleros, que si Francisco de Caraua-
jal no hazia lo que le embiaua a suplicar, que ellos
como buenos seruidores de Su Magestad cumplie-
ssen sus palabras, que todos ellos los siruirian con
gran amor y los rescebirian con muy entera vo-
luntad como a hermanos y amigos y señores. Y
que ellos los aguardarían, como lo auian embiado
a dezir, dentro en el pueblo o fuera en el campo,
en donde se podrían ajuntar todos para hazer al-
gún buen effecto que fuesse en seruicio de Dios y
de Su Magestad para poder destruyr a todos los
que andauan fuera del; y assi les embio a dezir
otras muchas cosas, y con esto se fue el Padre
Diego Márquez. Dizen muchos que destos secretos
supieron, y se deue tener por verdad, que todo
quanto dixo el Padre Diego Márquez al capitán
Lope de Mendoca y a los heredianos, de lo que
toca al capitán Castañeda y al alférez mayor, de
lo que auian dicho, no passo assi, sino que todo fue
hecho por ynduzimiento y consejo de Carauajal y
de su Maestro de campo Dionisio de Bobadilla que
le auissaron diziendole que si por ventura Lope de

(i) Tachado: Castañeda.

221

Mendoca y los suyos, de la vna parte, y de la otra
los heredianos de la entrada, no se quisiessen dar
ni venir al seruicio de Goncalo Picarro, que les
dixesse todo lo arriba contenido porque tomassen
animo para que aguardasscn y no se fuessen como
lo auia hecho Diego Centeno y los demás. Como
Francisco de Carauajal tenia esperanca de los ven-
cer tuuo entendido de los poder tomar y prender
con aqueste ardid para vengarse de Lope de Men-
doza, de Alonso Camargo y de Luys Perdomo, que
de los de la entrada dezia que no tenian culpa de
hazer lo que hazian, pues no sabían del todo lo que
passaua en la tierra; que a vna parte o a otra
auian de acudir, porque era vsanca de guerra.
Después que Francisco de Carauajal uvo despa-
chado al Padre Diego Márquez, como arriba
queda dicho, y auiendo dado el recaudo que los
soldados auian menester, se partió del pueblo de
Cotabamba en busca de sus enemigos los mendo-
cinos y heredianos de la entrada. Anduuo este
dia siete leguas por vn llano adelante hasta que
allego a vn pueblo pequeño de yndios, ya noche,
por ser larga la jornada, en donde prometió a sus
capitanes y soldados de repartir entre ellos los
pueblos que estuuieren vacuos, si con valerosidad
de animo vencían la batalla venidera. Serian dos
horas de la noche quando el Padre Diego Márquez
llego del pueblo de Pocona, y llegado ante Fran-
cisco de Carauajal, el qual lo rescibio muy bien,
luego (1) le dio cuenta de todo quanto le auia passa-

(t) M*. j UrS*.

222

do con los mendocinos y con los heredianos de’la
entrada, y de la respuesta que traya de palabra.
Y de como Lope de Mendoga, Alonso Camargo
y Luys Perdomo le auian amenazado terriblemen-
te con la muerte si hablaua con los capitanes y
soldados que vinieron de la entrada, y de como los
vnos, ni los otros, ni ninguno dellos, se querían
dar al seruicio de Gongalo Pigarro, según la so-
beruia que mostrauan tener. De todas estas cosas
le peso mucho a Francisco de Carauajal (1) porque
vido y entendió que le auian de dar batalla, aun-
que con csperanga de conseguir el la vitoria, por-
que como el dezia confiaua en Dios y en la buena
gente que consigo tenia, la ¿jual valia mas que la
de (2) los mendocinos. Y que Lope de Mendoga,
como el tirano dezia, era muy couarde como el
cieruo, [y] aunque los de la entrada eran de gran-
de animo, esfuergo y valentía, mas estauan todos
^llos desarmados y tenian los cauallos muy flacos
y desherrados, y muy poca poluora y muy ruyn.

(!) Tachado: Rojas.
<1) Ms. de la de.

CAPITULO XXVI

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE PUSSO EN CA-
MINO CON MUY GENTIL HORDENANCA PARA EL PUE
BLO DE POCOXA, Y EN EL CAMINO LO QUISSO MATAR
VN MESTIZO FLECHERO DE LOPE DE MENDOCA, Y LO
QUE PASSO CON LOS CORREDORES
Aun no era bien amanescido en el exercito de
Francisco de Carauajal quando ya el andaua a ca-
uallo en su muía bermeja llamando a sus soldados
y dándoles priessa a que ensillassen y caualgassen
para llegar temprano al pueblo de Pocona, lo qual
los soldados hizieron con presteza. Después que
vido a todos estar a cauallo y puestos á punto pa-
ra caminar, los saco al camino Real y los pusso
en horden y concierto de la forma y manera como
auian de caminar, dándoles muchos auissos de lo
que auian de mirar y lo que auian de hazer yendo
caminando. Esto hizolo á fin porque los mendoci-
nos y heredianos no les tuuiessen puesta alguna
celada o emboscada en algunas quebradas y ma-
los passos que auia en el camino, que vn yndio del
contrario que fue hechadizo los lleuo por alli, que
era (1) mal camino, por no los lleuar por arriba que

224

era buen camino. Alli entresaco de las compañias
de Juan de Morales y de Pedro de Castañeda veyn-
te arcabuzeros para que se quedassen a guardalle
el (hesoro y riqueza que tenia y la ropa y fardaje
de los soldados, todo lo qual mando se quedasse
en aquel pueblo por muchos respectos y causas, y
la horden que todos lleuaron fue en esta forma y
manera. Primeramente lleuaua la auanguardia el
capitán Pedro de Castañeda, al qual seguían treyn-
i í \ cinco arcabuzeros y veynte piqueros de su
compañía. Yten mas, yua tras estos por batalla la
compañia de Juan de Morales, el qual estaua en
este tiempo en la cibdad de Quito con Gonzalo Pi-
carro, que Francisco de Carauajal lo auia embia-
Ju alia los dias atrás, y los soldados que fueron
veynte (1) y cinco arcabuzeros y veinte piqueros.
Yten, yua luego consequenter tras ellos el capitán
Martin de Almendras con treynta hombres de a
cauallo bien armados. Y tras el yua la compañia
de Francisco de Carauajal con quarenta hombres
LIL- a cauallo, todos bien armados, [e] yuan en bue-
nos cauallos. En la retaguardia de toda esta gente
>ua el capitán Alonso de Mendoga, el qual era
muy diestro en las cosas que tocauan al arte mili-
tar, y lleuaua consigo quarenta piqueros y veinte
arcabuzeros. Todos estos hombres de a cauallo y
arcabuzeros yuan bien aderescados y en buenos
cauallos y muías y a punto de guerra, los quales
todos yuan caminando con gran priessa y al son
de ios atambores y lleuauan los estandartes y las

i Tachado: eran.

225

vanderas tendidas tremolcando por el ayre. De
manera que los que yuan en horden caminando
eran ochenta arcabuzeros y ochenta piqueros y se-
senta de a cauallo, que por todos fueron doscien-
tos y treynta soldados, que no cuento los veinte
arcabuzeros que quedaron en guarda de la ropa.
de Francisco de Carauajal y de sus soldados. He-
cho por corredores a veinte hombres de a cauallo
y arcabuzeros que entresacó del exercito y de las.
compañías para que fuessen adelante descubrien-
do el camino, y el se fue tras ellos con hasta diez
arcabuzeros que le acompañauan y le guardauan
la persona y la vida, por manera que el yua en
medio entre el exercito y los corredores. De quan-
do en quando reparaua y luego comencaua de ha-
blar a sus capitanes y soldados animándolos a la
batalla, y el Maestro de campo Dionisio de Boba-
dilla y el sargento mayor Balthasar de Cepeda y
los menores hazian también su officio poniendo en
horden al que della salia. Quando llegauan a vn
mal passo o camino angosto yuan de vno en vno y
de dos en dos hasta que allegauan a vn llano, don-
de se tornauan a poner en horden, y esto sin que-
brar el hilo que lleuauan hecho por muchos malos
passos y angostos caminos que hallaron en aque-
llas siete leguas, porque era atajo de yndios. Fran-
cisco de Carauajal, como fuesse marchando delan-
te del exercito, yendo por vn angosto camino,
auiendo ya dexado atrás sus corredores y llegan-
do a vna quebrada espesa de arboleda, estaua
puesto alli vn mestizo llamado Antón, que era de
la entrada, escondido en el arcabuco con diez yn-
G. DB SANTA CLARA.—IV.—3.° l5

226

dios ñecheros para matar a Carauajal si por alli
passasse. Y como le vieron passar y le conoscie-
ron los yndios de Pocona, el Antón juntamente
con los dichos yndios le tiraron a la par, y quiso
su ventura y dicha que no le azertaron; aunque le
acertaran no le hirieran en ninguna parte, ni a los
suyos, porque yuan todos bien armados. Y las fle-
chas que los yndios tiraron quedaron las vnas hin-
cadas en los arboles, y las otras en los sayetes que
trayan sobre las armas, aunque los espantaron te-
rriblemente, por lo qual los soldados picarristas
eomencaron a dar bozes apellidando a las armas.
Mucho quissieran los diez arcabuzeros picarristas
yr tras los yndios flecheros, porque ya se auian
apeado de sus cauallos, y Francisco de Carauajal
les dixo que no fuessen tras ellos, porque seria en
valde el trabajo que en ello se pussiesse. Ya que
fueran tras ellos no pudieran passar adelante, ni
los pudieran prender, a causa que el arcabuco era
espeso y cerrado y auia por alli muy grandes pe-
ñascos, y los yndios muy ligeros, que no los pu-
dieran alcancar, y por esto se quedaron alli, que
no passaron adelante, creyendo que auia algún
mayor peligro. Mando Francisco de Carauajal que
luego de mano en mano diesen mucha priesa a los
capitanes y soldados que venían atrás, para que
marchassen prestamente, y ellos como oyeron este
mando se dieron priesa a caminar. Y también por
oyr dezir ¡al arma, al armal se tuuo creydo que
pues los yndios le ponían celadas, que los mendo-
cinos y heredianos de la entrada se las ternian
puestas adelante, y assi se juntaron todos como

227

pudieron en aquel angosto camino. Pues como vi-
do que la retaguardia era llegada, comengo de
marchar su poco á poco y passo ante passo y muy
atentadamente y con gran recato, lleuando sus co-
rredores por delante muy bien armados, y assi lle-
garon todos a vn llano desde donde se parescia el
pueblo de Pocona en lo baxo, que estaua de alli
cerca de vn quarto de legua. Desde este mismo
llaiio los pigarristas vieron que muchos de los
mendocinos y heredianos andauan de vna parte a
otra cruzando por el pueblo, que salían desde vna
casa grande que estaua vn poco apartada del pue-
blo, escondiendo la poca ropa que tenian por las
casas de los ynfliós. Francisco de Carauajal tuuo
entendido que era algún ardid que sus contrarios
hazian contra el, y por esto mando hazer alto pa-
ra ver y considerar muy bien lo que hordenauan,
y como vido que ellos y sus yndios yuan cargados
de ropa luego entendió lo que podia ser, y en el en.
tretanto maúdo hordenar muy bien sus esquadro-
nes. Viendo Lope de Mendoga que su contrario
venia se salió de la casa fuerte que tenia, a dos
fines: lo vno, porque los soldados de Francisco de
Carauajal lo viessen en el campo para que se pa-
sassen a el los que se auian de passar según y co-
mo lo auia antedicho al Padre Diego Márquez. Lo
otro, porque si el Padre Márquez le uviesse bur-
lado, le parescio estar mejor en el campo que en
la casa fuerte» porque si le fuesse mal en el com-
bate retirarse lo mejor que pudiesse a las sierras
de los Andes, y si bien y Dios le daua vitoria, se-
guir el alcance para gozar della. También tuuo que

228

si Francisco de Carauajal le quisiesse dar ba^
talla, que era mucho mejor que fuesse en el
campo, porque por ventura lo cercarían sus ene-
migos en aquella casa y le podrían tomar el fuer-
te lugar que tenian por los muchos soldados
que traya, o tomallos por hambre cercandolos-
porque no pudieran salir al pueblo y a las ca-
sas de los yndios a buscar de comer. También
porque no les quemassen las casas del fuerte lu-
gar donde estauan apossentados, que eran las azo-
teas de paja; y consideradas todas estas cosas, an-
tes que saliesse, según las gentes dixeron, dexo
secretamente en vn rincón de vna cámara ente-
rrados mas de veinte mili pesos en oro y en plata-
Hecho esto se salieron todos vn quarto de legua
de la casa fuerte y se fueron a poner a vna llanada
junto a vnos paredones y barrancos que tomaron
por reparo adelante de la casa fuerte y del pueblo
de Pocona, de manera que la casa y el pueblo es-
tauan en triangulo de Francisco de Carauajal y de
Lope de Mendoga. Después que Francisco de Ca-
rauajal se hallo en el dicho llano se apeo de su mu-
la bermeja y caualgo en vn buen cauallo bayo y
ensillado a la estradiota, y el yua armadp de todas
armas y vna langa en la mano de buen tamaño,
con vn fistolete que lleuaua en el argón delantero.
Tomo diez arcabuzeros y otros tantos de a cauallo
y se fue con ellos hazia el pueblo de Pocona a rre-
conoscer el sitio y assiento que los mendocinos y
heredianos auian tomado, y a uer lo que hazian y
lo que hordenauan para dar la batalla, dexando
primero mandado que se hiziessen y hordenassen

229

bien los esquadrones. El Maestro de campo Dioni-
sio de Bobadilla y el sargento mayor 3althasar de
Cepeda con los demás capitanes y officiales del
exercito hizieron y hordenaron dos esquadrones,
el vno de a cauallo, y el otro de la ynfanteria. En
la parte de los de a cauallo pussieron los dos es-
tandartes en la segunda hilera, y enfrente y delan-
te dellos pussieron diez arcabuzeros y otros tantos
piqueros porque si los de a cauallo de Lope de
Mendoga y de Nicolás de Heredia arremetiessen
hallassen primero aquel estoruo para los desbara-
tar y deshordenar. Pussieron la ynfanteria a la
mano yzquierda de la caualleria, en esquadron
quadrado, y los capitanes Alonso de Mendoga y
Pedro de Castañeda estauan en la delantera del es-
quadron con sus arcabuzes en las manos y puestos
a punto de guerra, y las tres vanderas se pussie-
ron en la tercera hilera. Pues como Francisco de
Carauajal fuesse hazia el pueblo y a la casa fuerte
con sus arcabuzeros y los de a cauallo, llegaron
muy junto á el y reconoscio el sitio y el lugar qué
sus contrarios tenian, y de ventura topo con qua-
tro corredores de Lope de Mendoga, y queriendo
huyr no pudieron porque fueron presos de los pi-
garristas. Francisco de Carauajal les aseguro las
vidas y personas y les dixo que no tuuiessen nin-
gún rezelo, porque les prometía de no les hazer
ningún mal ni daño, sino que hablando vn poco
con ellos les dixo que luego se podrían libremente
tornarse a sus capitanes y a los demás sus compa-
ñeros. Quanto a lo primero les pregunto que yn-
tención era la de Lope de Mendoga, y que gente

230

tenia y que capitanes auia y quantos arcabuzes te-
nian los soldados heredianos de la entrada y quan-
ta poluora y en que sitio y lugar estauan puestos
y que entradas y salidas auia en el. Ellos respon-
dieron y dixeron todo lo que sabian y auian visto
y entendido, y al cabo les dixo Francisco de Cara-
uajal: por vida de vs. ms. digan a essos señores
capitanes y á los soldados que de la entrada salie-
ron, como ciertamente andan muy ciegos y enga-
ñados con Lope de Mendoga, y que dexen de an-
dar en su compañía. Y pues están ya metidos en el
peligro de la batalla, que mejor sera salirse della
con buen tiempo sanos y libres, y no poner en du-
da sus personas y vidas, y pues tienen agora bue-
na coyuntura se pueden venir a mi, que yo les ha-
re muchas mercedes en nombre de Su Magestad y
de Goncalo Picarro mi señor, lo que no puede ha-
zer Lope de Mendoca, porque no tiene que dalles.
Y que si el les daua batalla y caya la suerte por el,
que botaua á Dios y a Sancta Maria su madre que
no auia de dexar a ninguno dellos la vida, sino que
a todos quantos prendiesse los auia de mandar
ahorcar y hazer quartos como a malos traydores,
y por tanto mirassen lo que hazian, y que mejor
era se viniessen a dar de paz y en buena amistad
y concordia. Los quatro corredores, que el vno se
llamaua Pedro Ardiles y el otro Francisco de Cue-
uas, que eran todos heredianos de la entrada, se
encomendaron en la su merced con palabras muy
humilldes, besándole las manos y agradesciendole
mucho la libertad que benignimente les daua sin
lo merescer, y le prometieron de hablar a todos

231

los soldados sus compañeros lo que les mandaua
dezir. Y esto hazian con protestación que si ellos
o alguno de los mandones no quisiessen venir, que
ellos quatro y con algunos verdaderos amigos que
tenian se vernian a su mandado y al seruicio de
Goncalo Picarro después que se pusiesse la luna,
la qual se ponia cerca de media noche, y con esto
se despidieron los vnos y los otros. Francisco de
Carauajal se torno a los suyos, aunque con poca
esperanga que ninguno de los heredianos vernia a
su llamado, y llegado a sus esquadrones dixo á los
suyos lo que con los corredores auia passado y de
como le auian prometido de se le passar con los
amigos que tenian, de lo qual se holgaron mucho
aunque algunos no lo tuuieron por cierto que ver-
nian. Y quitandosse de alli fue a uer si los esqua-
drones estauan bien hechos y hordenados, y hablan-
doles los llamaua de sus propios nombres, porque
tenia muy grande y buena memoria, que era cosa
estraña. Porque si el via algún hombre y le dezia
su nombre y [de] donde era natural, y en viéndole
que le via otra vez, aunque fuesse dende a dos
años que no le uviesse visto, luego le conoscia y lo
llamaua de su nombre propio, y assi no auia hom-.
bre en todo su campo que no lo conosciesse, y por
esto los llamaua y nombraua con alegre semblan-
te. Mando a los caualleros, digo arcabuzeros, que
estauan delante de la caualleria, que no tirassen al
cauallero, sino al cauallo, porque en cayendo los
delanteros desbaratarían luego a los traseros y
vernian a dar de ojos en los cay dos, para que alli
muriessen pisados de los cauallos. Yten, mando a

232

los arcabuzeros del esquadron de la ynfanteria que
tirassen a los contrarios a las rodillas, porque ha-
rían el tiro cierto, porque tirándoles a los pechos
passarian las balas por alto, y tirando a lo baxo
aunque el tiro fuesse auieso harían effecto, porque
no dexarian de matar o herir; y assi les estuuo
dando lición como auian los arcabuzeros de tirar.

CAPITULO XXVII
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE METIÓ EN LA
CASA FUERTE, Y DE LA MUY BRAUA ARMA QUE SE
DIO ENTRE SUS SOLDADOS, Y DB COMO LOS CORREDO-
RES DEL CAPITÁN LOPE DE MENDOCA PRENDIERON
VNA DE LAS CINTINELAS QUE TENIA PUESTAS EN
EL CAMPO

Una buena hora estuuieron los dos esquadrones
de Francisco de Carauajal parados en aquel llano
después que los corredores se fueron al exercito
de su capitán Lope de Mendoca, y como vieron
que ninguno venia del campo de los heredianos de
la entrada dixo el sargento mayor Balthasar de
Cepeda a Francisco de Carauajal: Señor, mejor
sera que nos metamos en la casa fuerte que nues-
tros enemigos desampararon, pues nos han hecho
la merced de la dexar, y no estarnos aqui pa-
rados al viento, y alli los podremos aguardar si
ellos quissieren venir de paz o de guerra, y les po-
dremos dar de contado el alquile de la casa si nos
lo pidieren. Francisco de Carauajal respondió di-
ziendo: ya yo tenia en voluntad de lo mandar ha-
zer; pues v. m. lo quiere, hágase assi; y luego
mando a sus capitanes y soldados se fuessen a la

234

casa fuerte, que estaua a vn lado del pueblo, y que
mejor estarían en ella que no en aquel llano para-
dos y hechos personajes: Ellos lo hizieron assi,
que su poco a poco y passo ante passo y ai son de
los alambores y lleuando las vanderas tendidas al
viento y con gran silencio y puestos en sus esqua-
drones y todos a cauallo entraron en la casa fuer-
te. Francisco de Carauajal yua en la delantera es-
carnesciendo y haziendo burla de los mendocinos
y heredianos de la entrada porque auian dexado
la casa fuerte y se auian ydo al campo, y desta
manera se metieron todos en la casa y se pussie-
ron los dos esquadrones en un patio grande que
en ella estaua. Metidos en este patio vieron que
estauan hechos fuertes por aquella noche hasta la
mañana, porque se contenían en este patio tres (1)
puertas grandes y a vn rincón del auia vna fuente
manantial de agua muy buena que yua por sus ca-
ños ai pueblo de los yndios, que dio la vida a los
soldados, que yuan muertos de sed, en donde todos
se refrescaron y aun se lauaron. Pusso Francisco
de Carauajal por guarda en vna puerta destas tres,
que era la mas principal y ancha, al capitán Alon-
so de Mendoca con toda su compañía, y en la se-
gunda puerta pusso al capitán Pedro de Castañeda
con toda su gente, y en la tercera pusso la compa-
ñia del capitán Juan de Morales, la qual tenia a
cargo el alférez Juan Velez de Gueuara. Mando
por otra parte a veinte hombres de a cauallo que
anduuiessen por todo el’patio velando y mirando

(I) Tachado: patios.

235

porque los mendocinos y heredianos no entrassen
por encima de las paredes, o hiziessen algún por-
tillo para que diessen por alli assalto, porque era
muro para ellos, y los demás de a cauallo los re-
partió por las tres puertas, que los mando apear
de sus cauallos. Después de auer puesto en horden
sus esquadrones se retruxo a vna cámara por re-
frescarse y comer (1) alguna cosa, que en todo
aquel dia no auia comido bocado, y sus capitanes
ynconsi derada mente se fueron tras el por hazer
otro tanto, que tanpoco no auian comido. Dexaron
ante todas cosas a. los alferezes y a los soldados
por fieles guardas de las tres puertas, y entrados
todos en la casa o aposento cenaron de lo que sus
criados auian traydo del exercito, que en la casa
no hallaron que comer, porque lo auian aleado los
mendocinos y heredianos porque no se aprouecha-
sse nadie dello. Con esto estuuiéron estos capita-
nes muy gran rato en diuersas razones y platicas
con Francisco de Carauajal, no rezelandose de
cosa alguna, hasta por la mañana que entendían
dar la batalla. Y assi tenian puestas en muchas y
diuersas partes sus cintinélas, escuchas y guardas
contra los mendocinos y heredianos, porque si
algo uviesse les viniessen con presteza a dar man-
dado y auisso de todo ello en vna carrera. Como
los soldados vieron ydos a Francisco de Caraua-
jal y a sus capitanes y supieron que estauan ce-
nando, comentaron a desmandarse sin alguna dis-
creción, y con gran temeridad y sin mirar que sus

(l) Tachado: VH ¿ccade.

236

enemigos estauan a la puerta se salieron del patio
y se fueron al pueblo y casas de los yndios. En es-
tas casas tenian los mendocinos y heredianos
guardado su ropa y fardaje, aunque poco, y como
llegaron a las casas eomencaron de tomar y robar
todo quanto hallauan a diestro y siniestro, sin de-
xar ni perdonar cosa alguna, Que todo lo sobar-
cauan, quier fuesse cosa vieja, quier fuesse nue-
ua, que todo lo lleuaban (1) a la casa fuerte. Hizo-
se este asalto de tal manera que vnos tomauan
cauallos y muías, y otros muchos carneros y oue-
jas de las que ay en esta tierra; otros tomaron yn-
dios y las yndias que tenian de seruicio, y otros la
plata que hallaron; finalmente, que no dexaron
cosa, que todo quanto pudieron hallar lo tomaron,
robaron y hurtaron con gran violencia. Los yndios
de seruicio que vieron esta destruyeion luego lo
fueron a dezir a sus amos los mendocinos y here-
dianos de la entrada que estauan en el exercito, los
quales [lo] sintieron mucho porque no tenian mas
que aquello en caudal, porque era toda su riqueza.
Aunque a otros no se les dio nada creyendo que
aurian la vitoria contra los rebeldes y que todo
quanto se les auia tomado y lo que sus contrarios
tenian auia de ser todo para ellos y que lo auian
de ganar a fuerea de armas, y no robándolo como
ellos lo auian hecho como ladrones públicos. Pues
las cintinelas que se pussieron de parte de Fran-
cisco de Carauajal fueron al campo y eomencaron
de ver y considerar escuchando lo que los men-

eo Ui.Uruam.

237

docinos y heredianos hazian, y acasso se diuidie-
ron y apartaron de los otros corredores Francisco
del Enzina y Xpouat Ximenez, hermano de Don
Fray Juan Solano, obispo del Cuzco, y se fueron
entrambos por otra parte y se pussieron encima
de vn otero para desde alli considerar lo que los-
contrarios hazian. Estando en esto dieron sobre.
ellos seys de a cauallo de los heredianos de la en-
trada creyendo que eran de sus compañeros, y se
fueron a ellos, y como no dieron el nombre del
sancto reconoscieron que eran de los picarristas
y prendieron ai dicho Francisco del Enzina y lo
lleuaron ante Lope de Mendoca, y Xpoual Xime-.
nez huyo porque tenia buen cauallo corredor. Pues
como Xpoual Ximenez escapo se fue con gran ve-
locidad a la casa fuerte, el qual yua dando bozes
y diziendo ¡al arma, señores, al arma! que nues-
tros enemigos vienen; y assi allego a la plaga con
mas miedo que con verguenca, según yua demu-
dado, de que todos se alborotaron. Entrando adon-
de Francisco de Carauajal estaua apossentado le
dixo con gran ahinco’¿que haze v. m. aqui metido?
¡cuerpo de Sant! que los enemigos vienen y han
preso a mi compañero Francisco del Enziija en
donde estauamos puestos por cintinelas. Assi co-
mo Francisco de Carauajal oyó esto se salió del
apossento en donde estaua, con gran presteza, y
también los que estauan con el, y desque vido la
poca gente que auia en la plaza y en las puertas
tuuo gran rezelo, sospechando que los suyos se
aurian passado a Lope de Mendoca y a los de la
entrada, y tuuose por perdido. Ciertamente fue

238

este gran descuydo de Francisco de Carauajal y
gran ynaduertencia de sus capitanes, no mirando
que estauan enfrente de sus enemigos, que si en-
tonces los mendocinos y heredianos vinieran se
perdieran Carauajal y todos los picarristas; mas
ayudauales entonces fortuna para después ver ma-
yor y desastrada y mas afrontosa cayda, como
adelante mas largamente diremos. Luego pre-
gunto a los suyos que presentes estauan que adon-
de eran ydos los demás soldados; le fue respondi-
do que todos andauan rancheando por el pueblo y
por las casas de los yndios. por lo qual se reporto
y assossego vn poco. Mando Juego a los atambo-
res que tocassen reziamente al arma*y que se sol-
tassen algunos arcabuzes para que lo oyessen los
mendocinos y heredianos y tuuiessen entendido
que velauan y no dormían y que ya sabrían de su
venida, y para que también lo oyessen los que an-
dauan derramados por el pueblo y se recogiessen
prestamente a sus vanderas. Como los atambores
resonassen y sonassen mucho y los soldados que
andauan rancheando oyeron el ruydo y dislates
de los arcabuzes, tuuieron entendido que los men-
docinos y heredianos eran llegados a la casa fuer-
te, por lo qual muchos dellos dexaron todo quanto
tenian en las manos, y otros lo truxeron al patio,
y assi se recogieron todos a sus vanderas. Des-
que los vido Francisco de Carauajal quiso salir de
medida para los castigar, y con el tiempo peligro-
so no quiso hazer cosa, sino que tan solamente los
reprehendió blandamente, diziendoles que ¿por
que no tenian verguenca ni miramiento en dexar

•239

a sus capitanes y vanderas en tan gran peligro?
porque si los enemigos vinieran ¿que cuenta die-
ran de si mismos, porque los contrarios los pudie-
ran fácilmente prender y matar? y assi les dixo
otras muchas cosas. Como los picarristas estuuie-
ssen apercebidos creyendo que los mendocinos y
heredianos venían, los estuuieron aguardando
mas de vna hora con las armas en las manos, y
desque vieron que no venían assossegaronse vn
poco. Mas con todo esto Francisco de Carauajal
embio haziá alia diez arcabuzeros en buenos ca-
uallos para que viessen lo que hazian sus contra-
rios, y los corredores fueron y dende a vn rato
boluieron con auiso que no venian. Que por hazer
la luna muy clara les parescio desde vn altozano
estar puestos en dos esquadrones en vn llano, por
lo qual todos se assossegaron y estuuieron quedos
en sus puestos y cenaron de lo que algunos te^
nian (1) y que auian traydo de la ranchería, que en
todo el dia no auian comido. Francisco de Cara-
uajal, con el rezelo que tuuo que sus soldados se
tornarían a desmandar en yr otra vez a ranchear
sin temor ni rezelo alguno, no se quiso quitar de
alli, antes comenco de passearsse a pie por el pa-
tio o si quier placa. Y de quando en quando yua a
visitar las tres puertas, hablando con sus capitanes
y soldados animándolos para que fuertemente pe-
leassen si los enemigos viniessen, y que por co-
uardia no desamparasen el lugar que tenian, sino
que todos muriessen como buenos hombres, o ven-

(I) Ms. tenia.

240 •

ciessen a sus contrarios. Los corredores que pren-
dieron a Francisco del Enzina lo lleuaron ante
Lope de Mendoga. el qual le hizo mucha cortesía
y luego le pregunto que gente, que fuercas y que
yntencion era la de Francisco de Carauajal, y si
por ventura sabia que uviesse algunos hombres
de sus compañeros que se quisiessen pasar a su
exercito a seruir a Su Magestad. Y demás desto
que le auian certificado ciertos seruidores de Su
Magestad que muchos soldados estauan muy con-
tra su voluntad en seruicio de Goncalo Pigarroi y
que por esto querían dexar y desamparar a Fran-
cisco de Carauajal, y que cierto el estaua maraui-
llado de como no se auian passado. Francisco del
Enzina respondió diziendole la verdad de todo lo
que sabia y de lo que tenia conoscido en los capi-
tanes y soldados de Francisco de Carauajal, y que
tenia entendido que no auia ninguno que se qui-
siesse passar a su exercito, porque a lo que tenia
entendido estauan todos de vn acuerdo de pelear
contra el, ca se mostrauan por muy grandes ami-
gos y seruidores de Gonzalo Picarro. Lope de
Mendoga, considerando esto y creyendo a Fran-
cisco del Enzina, luego entendió que el Padre Die-
go Márquez le auia burlado a fin de le hazer dete-
ner alli, y que su esperanga auia sido vana. Mas
con todo esto no perdió punto de animo ni esperan-
ga de alcangar la vitoria, antes como capitán es-
forgado y animoso dixo a los suyos que seria bue-
no dar en los enemigos en poniéndose la luna, por-
que estarían descuydados, que ternian entendido
que la batalla se auia de dar otro dia por la maña-

241

na. En este comedio rescibio vna carta Lope de
Mendoca, que se la dio vn yndio bocal, la qual es
taua sin firma ni sobre escripto, y a lo que pares-
cio y según se dixo después que se la embiaron
ciertos hombres del campo de Francisco de Cara-
uajal. Lo que en ella se contenía era que le em-
biauan a dezir que diesse en la casa fuerte aquella
noche y que ellos matarían a Francisco de Cara-
uajal, y que hecha esta muerte en el, luego se pa-
ssarian todos a su exercito, y esto se presumió ser
assi y aun se tuuo por muy cierto por lo que des-
pués hizieron ciertos soldados contra el, como
abaxo se dirá. Aunque también se entendió por
otra parte que fue yn otro ardid como los passa-
dos que Francisco de Carauajal auia hecho, por-
que tuuo sospecha que si los mendocinos y here-
dianos no dauan en Ja casa fuerte algún rebato,
que se yrian adonde tenian su ropa y riqueza y se
la tomarían toda, porque después no la podría co-
brar dellos porque se yrian a esconder a diuersas
partes. Assi se afirmo que el mismo Francisco de
Carauajal embio la carta a sus contrarios para los
engañar del todo y destruyllos, por lo qual Lope
de Mendoca, dando crédito a ella, se apercebio
para dar la batalla, que sus soldados la desseauan
mucho por vengarse de los picarristas que les
auian tomado la ropa.

G. mt 8ANTA CLARA.—IV.—3.°

16

CAPITULO XXVIII

DE COMO LOPE DE MENDOZA HABLO A SUS SOLDADOS
Y DE LA PLATICA QUE LES HIZO PARA DAR BATALLA
AQUELLA NOCHE A FRANCISCO DE CARAUAJAL. Y DE
LA HORDEN QUE LES DIO PARA COMBATIR LA CASA
FUERTE QUE LOS ENEMIGOS TENÍAN TOMADA

Media noche era passada quando entre Lope
de Mendoga y sus capitanes se determino de no
poner mas dilación en el dar de la batalla a sus
mortales enemigos, porque vido que era ya tiem-
po conuenible porque se auia puesto ya la luna,
que les era muy ymportante y nescesario por cau-
sa de los muchos arcabuzes que los contrarios te-
nian. Y assi mando a Luys Perdomo, su Maestro
de campo, y al sargento mayor y a los demás offi-
ciales del campo que hordenassen muy bien los
dos esquadrones, aunque pequeños, porque los
queria yr a uer, y ellos lo hizieron assi. Después,
saliendo Lope de Mendoga de su tienda, que esta
sola se auia puesto para el, subió en su cauallo y
se fue a los esquadroncillos y los anduuo mirando
de vna parte a otra alabando a los capitanes que
estauan bien hechos, y luego se pusso enfrente
dellos para les hablar en donde le pudiessen oyr,

243

a los quales hizo vna platica persuatoria hablan-
doles en la forma y manera siguiente:
Paresceme, caualleros y señores mios, que es
cosa muy nescesaria y prouechosa que sin aguar-
dar mas tiempo ni alargar mas dilación vamos
con grande animo y esfuerco a la casa fuerte y aco-
metamos a nuestros mortales enemigos que en la
casa están metidos con temor y couardia de pelear
con nosotros, contra los quales mostremos la vir-
tud que tenemos, porque de la dilación nuestra
cobran ellos nueuas fuercas y a nosotros se nos
doblan los trabaxos. Assi que no demos ya mas
lugar a que se passe el tiempo y la hora en valde,
ni tampoco a que se puedan mas fortifficar con
las paredes y reparos que tienen, pues de miedo
de nosotros como couardes se metieron en aquel
fuerte lugar por ampararse en el. Para mi tengo
creydb, y aun es assi, que sera muy fácil y ligera
cosa vencer a estos hombres que andan fuera del
seruicio de Su Magestad, pues nosotros andamos
en su nombre • y con su real boz, lleuando como
lleuamos por delante la razón y recta justicia por
amparos y broqueles para nuestras deffensiones,
la qual ellos no tienen. Por donde vernan ellos a
conoscer y a entender el mal casso que siguen, y
como por ello han de ser vencidos y castigados
por el Visorrey Blasco Nuñez Vela y por nosotros
que estamos aqui agora en frontera dellos, pues
se apartaron de la lealtad y fidelidad que eran
obligados a tener al rey nuestro señor. Porque
por la dañada consciencia que tienen no podran
resistir el ympetu y furia de vuestros vigorosos

244

ánimos, ni tanpoco ossaran hazer os rostro, y assi
tengo entendido y aun creydo que su maluada
deslealtad y desuerguenga los hará couardes como
lo son, y a vosotros os dará esfuerzo y aliento
para conseguir la vitoria que tan desseada es de
nosotros. Traed en la memoria a quien vays a
seruir, que es al rey nuestro señor, y mirad quien
soys vosotros y de vuestra nobleza y virtud, y
acordándoos desto tengo por cierto y lo se muy
bien que peleareis con animo y esfuerce, y offen-
dereis valientemente al enemigo que tan cerca
esta de nosotros. De vna cosa os quiero aduertir
por donde tengo entendido que alcanzaremos la
vitoria contra nuestros mortales enemigos, y es
que la batalla que auemos de dar es contra tray-
dores marineros y gente de poca suerte y valor y
de ninguna esperiencia, de lo qual a mi me pesa,
porque en ello abatimos y apocamos nuestras per*
sonas y honrras en tomarnos con tal vil canalla
como esta lo es. Mas en fin, al fin como ellos son
transgresores de los mandamientos del rey nues^
tro señor, es meritorio castigallos y hechallos to^
talmente fuera de toda la tierra como a hombres
malos, perniciosos, sediciosos y perturbadores
como lo son de todas las repúblicas destas pro-
uincias, y sobre todo perseguidores de ios leales
seruidores y vasallos de Su Magestad. Pues en
ello hazemos gran seruicio a Dios y al rey nuestro
señor, librando toda esta tierra de tantas cruelda-
des,, males y daños como estos diabólicos hombres
de cada dia hazen y han hecho en los que poco
pueden y en los que mucho valen, robando a los

245

vnos y. matando a los otros. Yo me huelgo en
gran manera en tener, como tengo, conoscido la
ventaja muy grande que les tenéis en todas las
cosas, assi en el pelear como en conoscer y saber
lo que mas conuiene para en esta batalla que es-
peramos dar. De manera que la contienda y pe-
lea (1) a de ser contra estos hombres carniceros
que han cometido contra su rey y señor natural
grandes trayciones, ynsultos y maldades, rebol-
uiendo con grandes ynquietudes toda esta misera-
ble, fatigosa y lastimosa tierra. Aquesto solo os
deue conuidar para que por vosotros sean recu-
peradas estas prouincias que están oprimidas y
vexadas de brauos y crueles tiranos, procurando
de alcangar victoria contra ellos, porque si la al-
canzáis, como de vosotros espero que la alcanca
reis, daréis punto y fin a vuestros trabaxos y ver-
neis a dar principio y comienco a vuestro descanso
y quietud que tanto desseays tener. Assi como Su
-Magestad y el Visorrey en su nombre diere a es-
tos hombres la pena y castigo que merescen por
sus crueldades y trayciones, assi yo también digo
en el dicho Real nombre os haré grandes merce-
des por lo mucho que se os deue por los muchos y
grandes trabaxos (2) que aueis tenido en el descu-
brimiento y conquista del Rio de la Plata en ser-
uicio de Su Magestad. Y por tanto os doy licencia
y facultad, haziendo como os hago el campo fran-
co, para que todo aquello que tomaredes en la ba-

(I) Tachado: de tener.
(l) Tachado: servicios.

246

talla sea vuestro propio, pues por derecho de gue-
rra lo aueis de ganar, porque estos traydores lo
tienen todo perdido. Demás desto gozareis de los
bienes y fructos de la tierra, y los yndios que es-
tuuieren vacuos en esta gran prouincia de las
Charcas y los que tuuieren los traydores se darán
y se repartirán entre vosotros en nombre de Su
Magestad, pues los tenéis ya bien merescidos por
los trabaxos muy grandes que aueis passado en
conquistar tierras nueuas y por este buen seruicio
que agora aueis de hazer. Y porque se.que en todo
y por todo haréis el deuer y lo que soys obliga-
dos (1) a buenos y leales caualleros, mejor de lo
que yo lo sabré encarecer, no me alargo mas, sino
que os encomiendo muy de veras el vencimiento
de vuestros enemigos, porque en ello ganareis
mucha honrra y gran reputación en auer quitado
del mundo a este hombre tan maldito y tan cruel
como lo es.
Hecha esta platica y confformandóse todos los
heredianos con la voluntad y gran desseo de Lope
de Mendoza, le prometieron muy de veras de se-
guille hasta la muerte y que por las obras lo veria
lo que ellos auian de hazer en seruicjo de Su Ma-
gestad, y que luego los lleuasse contra los enemi-
gos, que ellos los vencerían con ayuda de Dios, o
que los hecharian fuera de toda la tierra con gran
abiltamiento y deshonrra dellos. Estas cosas y
otras muchas dixeron con grande animo y volun-
tad como soldados fieros y denodados, porque es-

(I) Ms. obligado.

247

tauan habituados y hechos de cada dia a pelear y
a trabaxar en las guerras muy peligrosas que con
* los yndios muy ferozes auian tenido, y como hom-
bres que no tenian ningún rezelo de qualquier mal
y daño que les^ pudiesse venir de parte de Cara-
uajal. Lope de Mendoca alabo mucho las ynten-
ciones y buenas voluntades que los heredianos y
los demás mostrauan tener, y como sintió que to-
dos estauan a punto y como mostrauan con animo
feroz el desseo muy grande que tenian ya de pe-
lear, mando sin mas poner dilación que todos mar-
chassen. Y esto mando hazer antes que a los sol
> dados se les enfriasse aquel animo yncentiuo y el
gran furor que tenian, y hordeno que todos siguie-
ssen al capitán Nicolás de Heredia que en la aban-
guadia estaua a cauallo con gran voluntad de pe-
l lear. Los soldados hizieron lo que Lope de Mendo-
ca les mando, con buena voluntad, y después se
pusso en la delantera con Nicolás de Heredia jun-
tamente con el estancarte que Alonso Camargo
tenia y lleuaua, y en la retaguardia yuan el Maes-
tro de campo Luys Perdomo y el capitán Diego
1 López de Ayala. Assi que con esta horden se fue-
ron su poco á poco marchando tras sus vanderas
con gran silencio y sin ruydo alguno, hasta que
todos se fueron a poner junto a la casa fuerte y
alli pararon vn poco para tomar aliento, que no
fueron sentidos ni vistos por la gran escuridad que
hazia. Lope de Mendoca dixo al capitán Nicolás
* de Heredia que con todos los de a cauallo que te-
^ nia y con su estandarte fuesse a la puerta que es
taua junto al cerro y que alli mostrasse su valor y

248

esfuerzo, y en esta puerta estauan los soldados de
la compañía de Juan de Morales, que por su ausen-
cia la tenia a cargo el alférez Juan Velez de Gue-
uara. Los (1) arcabuzeros y piqueros fueron a la
puerta principal desde donde Lope de Mendoca
auia de pelear y combatir la casa fuerte, y se lle-
uo consigo al Maestro de campo Luys Perdomo el
canario y el alférez Alonso Camargo y ai capitán
Pedro López de Ayala con otros hombres princi-
pales de los heredianos de la entrada. Dioles por
auisso que si por ventura les fuesse muy faborable
la fortuna, o por mejor dezir Dios nuestro Señor,
y entrassen dentro con victoria, porque se conos-
ciessen los vnos y los otros y no se matassén lle-
uassen por apellido el nombre del señor (2) Sant
Francisco y el de Su Magestad, y que ninguno de-
llos se quitasse la camisa o banda blanca que lle-
uauan puestas encima de los vestidos, que para
aquel effecto se las auian todos vestido y puesto.

(I) Ms. A los.
(j) Tachado: de.

CAPITULO XXIX

DE LA BATALLA NOCTURNA QUE SE DIO EN EL PUE-
BLO DE POCONA ENTRE LOS DOS CAPITANES LOPB DE
MENDOQA Y FRANCISCO DE CARAUAJAL, Y DEL AR-
CABUZACO QUE LE DIERON LOS SUYOS EN LAS NAL-
GAS MIENTRAS TURAUA LA PORFFIADA BATALLA

Con esta horden y concierto que tenemos dicho
fue Lope de Mendoga con sus soldados y con los
heredianos hazia el pueblo de Pocona, el qual yua
como buen capitán animándolos y esforzándolos,
aunque ellos lo tenian muy grande, a los quales
yua diziendo que animosa y valientemente pelea-
sen contra los picarristas para que consiguiessen
y alcangassen la victoria tan desseada por ellos.
Ya que estauan cerca de la casa fuerte donde las
cintinelas y escuchas estauan fueron sentidos por
ellas, y en vna carrera y velocidad de sus cauallos
lo fueron a dezir y dando vozes yuan diziendo ¡al
arma, caualleros, al arma! que nuestros enemigos
vienen a pelear. Francisco de Carauajal, que se
andaua paseando a pie entre sus soldados con el
Maestro de campo Dionisio de Bobadilla, sintien-
do esto fue marauillado que tan poca gente tuuie-
sse atreuimiento de le acometer, porque el no la

250

tuuo en poco, sino en mucho, y cierto el tenia mu-
cha razonen tenellos en mucho, porque quien a
su enemigo tiene en poco a sus manos cae y mue-
re. Con esto se fue con mucha priessa de puerta
en puerta llamando a sus capitanes y soldados, a
los quales comenco a exhortar y animar dizientto-
les que escogiessen por mejor partido morir en la
‘ batalla con honrra en seruicio del rey y de Gon-
calo Picarro que ser vencidos con mengua y abil-
tamiento, de tan poca gente. Pues como los men-
docinos y heredianos llegaron a las puertas que
les auian encomendado, comenzaron con grande
animo de tirar los arcabuzes a sus contrarios, aun-
que a bulto por la gran escuridad que hazia, que
no vian cosa, sino que tirauart a tino a donde les
páresela que estauan las puertas, y esto se hazia
de tal manera que mas espantauan que matauan.
Los capitanes y soldados picarristas sintiendo que
ya eran acometidos eomencaron ellos también a
tirar sus arcabuzes a bulto, donde vian salir el fue-
go del arcabuz contrario, y desta manera se tra-
uo la pelea y escaramuza nocturna con grande
yra y furor que auia de entrambas partes. Como
Francisco de Carauajal vido que todos estauan pe-
leando y que estauan encendidos en la batalla y
pelea que ya estaua trauada, se aparto bonica-
mente dentre los suyos y se fue prestamente a su
cámara, en donde se quito vn coselete y vna cela-
da borgoñona que auia traydo de Ytalia y se que-
do con vna cota y vn caxco que tomo, y encima
del se pusso vna gorra vieja. También se cubrió
con vna capa vieja de Perpiñan que era de vn

251

arriero suyo, y con aqueste disfrez y disimulación
se torno a los suyos con la espada en la mano, y
el que le vido aquella noche tuuo creydo que era
Juan Rodríguez el arriero que andaua con las mu-
las de Francisco de Carauajal. En este comedio
arremetieron los mendocinos y heredianos con
gran denuedo a la puerta principal, que (1) estu-
uieron a canto de entrar por ella, mas como lo
auian consoldados viejos y por ser la puerta angos-
ta no pudieron passar adelante, y desta manera
los vnos por entrar, y los otros por no los dexar
entrar, andaua entre ellos muy braua y encendida
la pelea. Los que no tenian arcabuzes, con mortal
rauia se tirauan espesos golpes de lancas y de
partesanazos, que era cosa estraña de ver, y qui-
sieron muchos aquella noche señalarse por entrar
dentro del patio, mas como hallaron gran resisten-
cia en las puertas no pudieron en ninguna mane-
ra. Vn soldado de los de la entrada, mostrándose
por valiente y animoso y queriendo señalarsse con
grande animo, se metió tanto por la puerta hasta
donde estaua Alonso de Mendoca, y por mas pica-
zos (2) que le dieron en la rodela y en el cuerpo
bien armado no le pudieron hechar de alli por la
gran constancia que tuuo. Viendo el soldado here-
diano que no tenia quien le diesse fabor y ayuda
para poder entrar mas adentro, se salió, dando
primero vna buena cuchillada con la espada a vn
soldado de Francisco de Carauajal, llamado Juan

(I) Tachado: por ser.
(2) Ms. picajosos.

252

d’Espinosa, y se salió dentre ellos sin lisionni heri-
da ninguna. Comengo el animoso soldado a dar
bozes diziendo a sus compañeros [a ellos, caualle-
ros, a ellos! que toda es gente vellaca, y de temor
como couardes se están encerrados en esta casa
fuerte; y oyendo esto los mendocinos y heredianos
dieron con animo otro apretón, creyendo que de
aquella arremetida auian de entrar. Mas como he
dicho lo auian con soldados viejos y esperimenta-
dos en las g\ierras passadas [que] no querían per-
der punto de animo ni decaer de su honor, y como
auia mas de vna hora que se confrontauan y que
era mas el cansancio que tomauan que el fructo
que sacauan, y porque todos ellos estauan ya sin
aliento, afloxaron vn poco. Sintiendo esto Lope de
Mendoga determino de apartarse vn poco por to-
mar vn poco de aliento, y assi lo mando de mano
en mano a los suyos para que hiziessen otro tanto,
y luego se apartaron todos y se fueron a poner de-
tras de vnos paredones que estauan cerca de la
puerta principal en donde Lope de Mendoga esta*
ua. Los de a cauallo, que eran hasta treynta y cin-
co hombres los que fueron con el capitán Nicolás
de Heredia a la puerta de arriba, como sintieron
que Lope de Mendoga andaua ya en la refriega
arremetieron con grande animo contra sus contra-
rios, los quales fueron luego sentidos de los solda-
dos de Francisco de Carauajal. Como los sintie-
ssen llegar luego dieron en ellos vna buena rozia-
da de arcabuzagos que los hizieron reparar y dete-
ner vn poco, porque los cauallos se espantauan de
los truenos y dislates de los arcabuzes, y porque

253

los picarristas hondeauan a la redonda las mechas
que tenian, aunque no hirieron por entonces a nin-
guno, a causa de ser la noche muy escura y de
gran nublado. Como Nicolás de Heredia sintio-
que los suyos reparauan por culpa de los cauallos,
les dio bozes que dando reziamente de las espue-.
las a los cauallos diessen consigo a rienda suelta
y con grande animo dentro del patio y que atro-
pellassen a todos quantos por delante topassen, y
ellos queriéndolo hazer no los dexaron los contra-
rios porque les deffendieron muy bien la puerta.
Tornaron otra vez de nueuo a porffiar por entrar
dentro, mas no pudieron a causa que por aquella
vez les mataron quatro de a cauallo, y estando en
esta porfía llego por aqui alli Pedro López de
Ayala con quatro arcabuzeros a faborescer a los
de a cauallo, y no uvo llegado quando a el y a dos
arcabuzeros suyos los mataron con sendos arca-
buzacos que les dieron. Viendo Nicolás de Here-
dia quan fuertes contrarios tenian y que de la parte
de los picarristas auia mucha arcabuzeria [y quej
a esta causa no los auian podido vencer, ni entrar
en la plaga, por estar bien fortifficada la entrada,
pues a cabo de vna hora que los heredianos pelea-
uan con ellos, los dexaron y se fueron adonde Lo-
pe de Mendoga estaua, para saber del lo que auian
de hazer contra los pigarristas, y llegados a el le
dixeron todo lo que les auia passado con los sol-
dados de Francisco de Carauajal. Assimismo de
como les auian muerto al capitán Pedro López de
Ayala con otros tres arcabuzeros, de lo qual le pe-
so en gran manera, y por esto [se] determinaron

254

todos a descansar vn poco para tornar luego a pe-
lear y para vengar las muertes de sus compañe-
ros y amigos con vencimiento de sus contrarios.
Mientras los vnos y los otros descansauan y to-
mauan algún aliento eomencaron los mendocinos
y heredianos a dar grandes bozes, diziendo muchas
vezes ¡a Durango, Durangol salid acá fuera; ¿como
os tardáis tanto y no cumplís vuestra palabra? Es-
to se dixo muchas vezes a fin que aun tenian crey-
do Lope de Mendoga y los demás capitanes lo que
el Padre Diego Márquez les auia dicho y lo que
en la carta le auian escripto, y como vido que auia
buen rato que ninguno salía de aquellos que se
auian de passar, conoscio clara y abiertamente
ser todo falso y engaño y que totalmente los auian
burlado. Estando en esto, Lope de Mendoga con-
certó con los heredianos que pues eran tres puer-
tas y que no se auian combatido sino las dos, man-
do que se diuidiesse (l) la caualleria y arcabuzeria
en tres partes, para tornar a prouar ventura y
tornar de nueüo a pelear con sus enemigos.
Parte de la caualleria y arcabuzeria hizo yr
contra el capitán Pedro de Castañeda y embio con
ella al Maestro de campo Luys Perdomo, y la otra
parte embio con el capitán Nicolás de Heredia
contra los de la compañia de Juan de Morales, á
los quales dio para entrambos a diez arcabuzeros.
Y el se quedo con la otra tercera parte para yr a
la puerta principal, porque tenia gran tema de
prender o matar al capitán Alonso de Mendoga,

(I) Ut.Jiuúss*.

255

porque dezia que no auia de auer Mendoga en toda
la tierra que fuesse traydor al rey, y que Alonso
de Mendoga lo era porque andaua con los tiranos.
Hordenadas pues estas cosas, cada capitán arre-
metió con gran denuedo a las (1) puertas encomen-
dadas, apellidando el nombre de Su Magestad, y
todos comengaron a pelear animosamente con
gran porffia, que estuuieron mas de media hora
combatiendosse para entrar los vnos aunque los
otros les deffendian valientemente la entrada.
Para entrar en el patio los vnos offendian y los
otros se deffendian dandosse de cuchilladas, lan-
gadas y arcabuzagos, que era cosa de ver la furia
que de entrambas partes auia., y como la noche
hazia muy escura, como hemos dicho, no se vian
si cayan algunos, y desta manera peleauan sin
ninguna piedad. Querer contaren particular lo que
cada vno hizo en esta pelea tan porffiada no se po-
dra numerar; baste dezir en plural (2) que todos lo
hizieron muy demasiadamente de bien, que ningu-
no dellos quiso por su parte perder tan solo vn
punto de su derecho ni de su honor. Fueron tantos
y tan grandes los acometimientos que los mendo-
cinos y heredianos dieron en la casa fuerte que
verdaderamente se tuuo entendido que la entra-
ran, y por esto algunos soldados de Francisco de
Carauajal que eran de poco animo y por reduzirse
al seruicio del rey, andauan en este conflito titu-
beando, no sabiendo que se hazer. Juan de Palen-

(l) Tachado*, capitán**.
(3) Mi. ¡turar.

256

cía, criado de Francisco de Carauajal, se salió es-
condidamente del cercado y se fue a Lope de Men-
doca, al qual dixo lo que sentía del aninio y forta»
leza de la gente pigarrista, y les amonesto que de*
xassen la pelea y se fuessen todos adonde su amo
y sas soldados tenian la ropa y fardaje y gran ri-
queza. Y que alli podrían tomar muchas y diuer-
sas cosas y se podrían reforjar con veinte arcabu-
zeros que atrás auian quedado, y que tomarían
toda la munición de arcabuzes, poluora, mecha,
langas, picas, con otras armas offensiuas y deffen-
siuas que Carauajal traya en muchos yndios y en
azemilas cargadas (1), para que dellas se aproue-
chassen contra el enemigo. Lope de Mendoga dixo
que por entonces no estaua con aquel proposito,
sino de pelear con el enemigo o morir en la de-
manda, o vencer y matar a Francisco de Caraua-
jal, y que después se recogería la ropa que dezia,
aunque muchos de la entrada fueron del parescer
de Juan de Palencia, mas no uvo effecto. Lope de
Mendoga queria vengarse en matar a quien tanto
le auia perseguido, y assi torno otra vez a mandar
a los suyos y a los heredianos que tornassen a pro-
uar ventura, por ver si agora hazian algún effecto
o entrauan en la plaga con esta tercera arremeti-
da. Tornaron, pues, los mendocinos y heredianos
a combatir a los cercados, que en esta hora no se
oyera otra cosa en todas las puertas sino gritos,
bozes, apellidos, truenos y dislates de arcabuzes y
animarse los vnos y los otros para bien pelear.

(l) Ms. cargados.

257

Juan de Céspedes, alcalde hordinario de la villa de
la Plata, que por señalarsse en aquella batalla
arremetió muy denodadamente con su cauallo con-
tra la compañia de Juan de Morales, como (1) era
solo no hizo nada, antes lo derribaron del cauallo
sin ninguna herida. El alférez Juan Velez de Gue-
uara lo hizo prender y lo mando luego entregar al
Maestro de campo Dionisio de Bobadilla, el qual
le hizo hechar en fuertes prisiones y encerrar den-
tro de vn aposento. Con estos asaltos tan denoda-
dos y tan furiosos que los soldados mendocinos y
heredianos dauan, pusso gran temor y espanto en
algunos de los picarristas, creyendo que auian de
ser vencidos, según los acometimientos hazian, y
que después Lope de Mendoga los mandaría ahor-
car y hazer quartos. Principalmente se yntroducio
mas eltemor en el animo de Pedro de Avendaño (2),
secretario de Francisco de Carauajal, que por re-
duzirsse al seruicio de Su Magestad propuso de
matar a su amo mientras todos peleauan, por sa-
car del mundo a este hombre tan malo y cruel
como lo era este endemoniado. Pues con esta de-
terminación hablo a Damián de la Vandera y a
Francisco Rodríguez Matamoros, que eran sus
muy grandes amigos, y el les dixo el secreto que
en su pecho tenia, y ellos, que lo desseauan por
ganar honrra y reputación por el ynteresse que
pretendían, consintieron en todo. Y ellos lo comu
nicaron luego con otros diez arcabuzeros animo-

(l) Ms. que como.
(2) Ms. Ame ndaño.
G. na 8ANTA CLARA.—TV.—3.° 17

258

sos que luego vinieron en ello porque auia muchos
dias atrás que le desseauan matar, como entre ellos
lo tenian platicado, y como vieron esta buena co-
yuntura no fue mucho menester para lo hazer, sino
que luego lo matassen, lo qual assi concertado se
repartieron de dos en dos y de tres en tres a bus-
car a Francisco [dej Carauajal, y como el andaua
disfrecado no le podian hallar, y a cabo de rato [a]
Damián de la Vandera y Francisco Rodríguez Ma-
tamoros les cupo la suerte de lo hallar en la puerta
principal, que salía dentre los suyos que estauan
peleando. Y conosciendolo ‘en la coxera, que era
vn poco coxo, y estando vn poco del apartados, le
tiraron entrambos a la par por no le herrar, y fue
tal su ventura y su buena dicha que la vna bala no
le acertó. Y la otra bala le dio en la punta de la
vna nalga, que no encarno mucho, y passando la
bala adelante dio con ella a vn Pedro Galuan,
portugués, por las espaldas, que estaua puesto de
rodillas tirando su arcabuz a los mendocinos y a
los heredianos de la entrada. Francisco de Caraua-
jal, como se sintió herir en parte donde no allega-
ua la cota, que era muy corta y liuiana, aunque
muy buena y de prueua, tuuo creydo vna de dos
cosas: o que auia entre los suyos alguna traycion,
o que los mendocinos y heredianos auian entrado
en la placa por las paredes. Y sin dezir cosa algu-
na se fue con gran presteza adonde Alonso de
Mendoca estaua y le dixo en secreto lo que le auia
passado y como estaua herido de vn arcabuzaco,
mas que no sabia quien le uviesse tirado, y que
fuesse a la placa a ver lo que auia en ella. Alonso

259

de Mendoga se quito de la puerta sin que nadie
mirasse en ello, quedando en su lugar Francisco
de Carauajal, y con gran sufrimiento y dissimula-
cion por no dar a sentir a los suyos lo que el mucho
sentía en el coracon y en la herida. Pues yendo
Alonso de Mendoga a la plaga llamo al capitán
Martin de Almendras y a ciertos hombres de a
cauallo que andauan en medio de la plaga, y con
ellos, sin les dezir cosa alguna, miro y remiro to-
das las paredes y rincones del cercado si estaua
algo derribado o hecho algún portillo. Hecho esto
se fue luego de puerta en puerta y anduuo entre
sus amigos animándolos y mirando si podría ver
alguno que no fuesse conoscido, y no hallo cosa
de que se rezelar, y assi dio la buelta a su puerta
y dixo a Francisco de Carauajal que no auia visto
ni sentido cosa alguna. Francisco de Carauajal,
como quedo a la puerta, esforgaua y animaua a
los suyos diziendoles ¡ea, caualleros, a ellos, a
ellos!, que ya están sin fuerga y sin aliento y les
falta ya la poluora, pues no tiran tan a menudo
como lo hazian; y con esto los pigarristas no ha-
zian sino tirar con sus arcabuzes, que poluora no
les faltaua porque teninn mucha, que en esto se
proueyeron asaz de bien. Y porque por ventura no
desmayasse alguno de los suyos por las grandes
bozes y gemidos que el portugués daua, que se
estaua muriendo del arcabuzago que tenia en las
espaldas, le mando quitar de alli y mando a su me-
dico que lo curasse; mas no aprouecho cosa algu-
na, porque dende a vn rato murió y otro dia fue en-
terrado por sus amigos, assi vestido como estaua.

CAPITULO XXX

DE COMO LOPE DE MENDOZA DEXO DE PELEAR Y SE
FUE CON LOS SUYOS AL FARDAJE Y RIQUEZA DE FRAN-
CISCO DE CARAUAJAL Y LA DE SUS SOLDADOS, EN LA
QUAL DIERON VN GRAND1SSIMO Y CALIFFICADO SACO EN
EL ORO Y EN LA PLATA QUE AUIA

Damián de la Vandera y Francisco Rodríguez
Matamoros con sus compañeros los que quissieron
matar a Francisco de Carauajal, viendo que no
auian salido con su yntencion y voluntad y después
de ajuntados en vno, tuuieron gran rezelo y miedo
que serian luego sentidos y descubiertos [y] no
ossaron ni se atreuieron parar mas alli, ecepto Pe-
dro de Avendaño (1), que se quedo con Francisco
de Carauajal porque supo dissimular la cosa. Con
aqueste gran rezelo y temor que tuuieron se salie-
ron de la plaga y todos se fueron derechos a Lope
de Mendoga, el qual los rescibio muy amigable-
mente, y luego los doze arcabuzeros le dieron
cuenta y razón de todo lo que auian yntentado ha-
zer. Y de como ellos no auian podido salir con su

(i) Ms. Amendaño.

261

yntencion por tener creydo que Francisco de Ca-
rauajal era el mismo demonio, y también por auer-
se metido luego entre sus soldados, que si aguar-
dara vn poco, por mas demonio que fuera sin duda
le mataran, que como yuarí muy ganosos de le
matar no le acertaron, porque herraron el golpe.
Assimismo le dixeron prouocandole a que dexasse
el combate de la casa, porque ternia gran trabajo
en los vencer por estar como estauan fortifficados
en aquel fuerte lugar, y que mejor seria que fue-
ssen todos a dar saco mano a lo que Francisco de
Carauajal traya, y que se refforcaria con veinte
soldados arcabuzeros que alli auian quedado por
guardas. Y demás desto que podrían tomar mucha
plata y oro, arcabuzes, poluora, mecha y la ropa
y mercaderías de Francisco de Carauajal y” la de
sus soldados, porque tomándoles todo esto les ha-
riariidesmayar, y que desde alli se podrían poner
en saluo en algún fuerte lugar donde se pudiessen
deffender o esperar al enemigo para dalle batalla
a su ventaja. Lope de Mendoca, considerando esto
y viendo que no podía vencer a su enemigo por
ser el lugar fuerte, que si fuera en campo raso se
uviera luego negociado la batalla como todos los
heredianos de la entrada dezian que ellos arreme-
tieran con grande animo por muchos mas que fue-
ran, y que agradescieran a los paredones donde se
auian encerrado; mas empero viendo por otra
parte que los suyos se atenían al parescer de los
doze picarristas y que auia mas de quatro oras que
se combatían, y porque ninguno de los rebeldes sa-
lía a la boz de Su Magestad y porque venia el dia

262

claro a mas andar, determino de los dexar y de no
pelear mas, por contentar a los heredianos, que
eran los que le ymportunauan que fuessen a la ro-
pa de Carauajal. En fin mando luego a juntar a los
que estauan peleando en las otras puertas con el
capitán Nicolás de Heredia y el Maestro decampo
Luys Perdomo, los quales venidos les dixo el pa-
rescer que auia sobre el quitarsse de alli y que mi-
rassen lo que se auia de hazer; ellos respondieron
que hiziesse aquello que a todos estuuiesse bien,
que todos ellos le siguirian a do quier que fuesse.
Concertadas estas cosas mando luego Lope de
Mendoga a los de a pie que caualgassen en sus ca-
uallos y muías y que siguiessen el Real estandarte
que Nicolás de Heredia lleuaua [en] el abanguar-
dia con el alférez mayor Alonso Camargo, que sa-
bia el camino, y la retaguardia lleuauan Lope de
Mendoca y Luys Perdomo, y assi eomencaron de
marchar con buena horden. Después que los men-
docinos y heredianos partieron de alli se fueron
luego a Francisco de Carauajal Juan Brauo de La-
gunas y Pedro Estete, arcabuzeros de la entrada,
los quales yuan diziendo a grandes bozes ¡biua,
biua el rey y Goncalo Picarro Gouernador de las
prouincias del Perú! Francisco de Carauajal los
rescibio agradablemente con los bracos abiertos y
ellos le dixeron de como su enemigo Lope de Men-
doca y los heredianos yuan a dar saco mano en su
ropa y en la de sus soldados porque le auian ynci-
tado a ello ciertos hombres que auian salido de su
exercito. Esto sintió mucho Francisco de Caraua-
jal porque tenia alia mucha plata y oro y otras co-

263

sas muy ricas, y también sintió mucho la yda de
sus soldados al real de Lope de Mendoca, y luego
cayo en la cuenta sospechando que eran ellos los
que le aurian tirado el arcabuzaco, mas no sabia
quienes eran hasta que del todo amanescio. Viendo
que los mendocinos y heredianos eran faboresci-
dos de la escuridad de la noche y que tan presto
no podrían yr tras ellos, le pesaua en gran manera
por el trabaxo y cansancio que se le aparejaua en
yr en su seguimiento, y mas si le tomauan lo que
traya en el recuaje, y por esto dixo con semblante
muy terrible y furioso. Ciertamente Lope de Men-
doca se entiende muy mal, pues lleua tras si el cu-
chillo de su vida con que ha de ser degollado, y
por su causa van los demás al matadero, y mas si
me tocan en la ropa y en el thesoro que alia tengo.
Mas viendo que por entonces no podia hazer otra
cosa, ni yr en seguimiento dellos hasta ser de dia
claro, aleando la boz con vnmuy brauo semblante*
y con muy rezias y enojosas palabras los amenazo
terriblemente y juro que si se le tocaua al oro y a
la plata que los auia de seguir y perseguir hasta
prendellos y hazerlos pedacos, o morir en la de-
manda, y assi se quedo rabiando y gruñtendo. Los
mendocinos y heredianos caminaron a toda furia
lo que les quedaua de la noche y ya que era hora
de missas mayores dieron asalto en el hato suso-
dicho, en donde vierades el gran destrozo que hi-
zieron, que no aguardaron a desatar las sogas con
que estauan atadas las petacas, sino que las corta-
ron con las espadas y cuchillos que tenian. Unos
tomaron mucha plata y oro de lo de Francisco de

264

Carauajal, y otros lo que tenían sus soldados, de
manera que no perdonaron camisas, caigas, jubo-
nes, botas de cordouan, chamarras, sombreros y
espadas, con otras muchas cosas que auia en este
carruaje. Otros tomaron las conseruas y botijos de
buen vino blanco y tinto que Francisco de Caraua-
jal tenia, con otras muchas cosas de comidas y
mercadurias de liencos y paños que auia, y toma-
ron todos los cauallos, muías, carneros, arcabuzes
nueuos, poluora, mecha y las cotas que auia, de
manera que tomaron todo quanto quissieron como
bienes de homares rebeldes. Dezian los heredianos
de la entrada que pagauan en la misma moneda,
porque los pigarristas les auian tomado la ropa
que tenian escondida en las casas de los yndios del
pueblo, y que como eran buenos xpianos y de bue-
na conciencia les restituyan lo que les auian to-
mado, aunque en diuersos géneros. Auiendose to-
mado todas estas cosas, que se tardarían mas de
dos horas, de repente mudaron vestidos y se pu-
ssieron las ropas y vestidos que de sus contrarios
auian tomado, que como hemos dicho, venían to-
dos estos hombres heredianos déla entrada des-
nudos y descalgos, y dellos a pie. Llegado, pues,
Lope de Mendoga al recuaje, luego embio a lla-
mar a los veinte soldados que auian quedado en
guarda de toda la ropa y les dixo: caualleros y
amigos míos, yd conmigo a la cibdad del Cuzco,
porque la voy a tomar de repente, porque ya no
tenéis a quien seruir. Porque os hago saber que
el traydor que era vuestro capitán ya es muerto, *
y vuestros compañeros vienen atrás poco a poco

265

con mis capitanes y con los demás de mis solda-
* dos; yo voy agora por corredor adelante para ha-
zer vn gran seruicio a Su Magestad*Los picarris-
tas le dixeron que assi lo harían, mas en lo secre-
to no le dieron crédito en cosa alguna, antes co-
noscieron luego en todos ellos que venían huyen-
do de Francisco de Carauajal porque vieron que
ninguno de sus compañeros venia con el, porque
de fuerga auian de venir algunos en su compañia
que les dixeran lo que passaua. Tomo Lope de
Mendoga todos los arcabuzes que venían cargados
en dos azemilas, que los trayan muy bien aderes-
gados y encaualgados, y la poluora que trayan en
vnas botijas peruleras, y muchas pigas y langas y
otras armas que auia en el recuaje, assi offenssi-
uas como deffenssiuas. Todo esto se repartió en-
tre los soldados, a los quales dixo en secreto se
fuessen antes que Francisco de Carauajal 41e-
gasse con toda su gente, porque auia gran rato
que alli se’auian detenido, los vnos por herrarlos
cauallos, y los otros en comer y beuer, y los otros
en mudar la ropa vieja que tenian acuestas. Des-
que vido que todos sus soldados estauan ya con-
tentos con la ranchería los mando llamar con el
Maestro de campo Luys Perdomo, los quales ve-
nidos y estando juntos los lleuo hazia el camino
que va hazia las sierras de los Andes, que es tie-
rra fragosissima y asperissima de andar, y allego
a vn pueblo chico en donde hizo noche. Partiéndo-
se de aqui y auiendo andado vn quarto de legua,
dexo el camino que lleuaua, a la mano izquierda, y
\ tomo vna senda angosta y comengo de caminar

266

pQt ella (1) a mas andar, diziendo a los suyos que
era atajo; yuan en la auanguardia Lope de Mendo-
i, ;a y Nicolás de Heredia, y en la retaguardia Luys
I .rdomo con otros. Francisco de Carauajal, des-
pués que supo que los mendocinos y heredia-
UÜS eran ydos hazia su carruaje, lo sintió mucho,
[no hemos dicho, y como estaua cansado, que
era hombre gordo y pesado, se retruxo a vna cá-
mara con hasta veinte hombres, dexando ante to-
das cosas muy (2) buena guarda en las tres puer-
us.no consintiendo que los capitanes se aparta-
E^eü dellas. Francisco de Carauajal se metió en la
i (.cámara, donde estaua vna cama, y se hecho en
t Ha y el medico le curo secretamente sin que na-
die lo sintiesse y mudando (3) vestidos se salió y
no y beuio, ca se hallaua muy fatigado por la
rigre que le auia salido del arcabuzaco y por no
♦tuer dormido y por lo mucho que auia andado a
pie, que no estaua a ello acostumbrado, y porque
uiduuo siempre armado. Mando dar de cenar y
. u heuer a los que con el auian entrado, que siem-
pre traya todo.recaudo en dos azemilas, y es-
L.nido sobre mesa comengo de alabar y engran-
i >cer los hechos y la fidelidad de sus capitanes y
■Uados y lo mucho que les deuia, prometiéndo-
les hazer muchas mercedes y que estando en la
olla de la Plata repartiría entre ellos los yndios
qué estuuiessen vacuos. Embio a llamar al capi-
1} Ms. Í/.
■: j Ms. en muy.
Ms. mundando.

267

tan Alonso de Mendoca, el qual no quiso yr por
no desamparar la puerta, y le embio Carauajal a
dezir que mejor parescia estar en ella cómo buen
cauallero hijodalgo por guarda de su persona y
vida y la de todos los soldados, que ño metersse
dentro de vna cámara, y luego le comengo de ala-
bar diziendo (1) mili bienes del, y assi estuuieron
todos hasta que amanescio. Aun no era bien de
dia quando mando caualgar a sus capitanes y sol-
dados, y cómo hazia grandissimo frió y corria vn
viento muy delgado y frigidissimo no auia quien se
pussiesse a cauallo aquella madrugada, y assi se
estuuieron quedos hasta que salió bien el sol. En
el ynter que los soldados se aderesgauan para ca-
minar fueron algunos dellos al campo a ver si auia
algunos muertos y hallaron al capitán Pedro Ló-
pez de Ayala y otros doze hombres que fueron
muertos, y estos estauan desnudos en cueros por-
que los yndios del pueblo les auian quitado aque-
lla madrugada las ropas, y de la parte de Caraua-
jal se hallaron tres muertos de arcabuz y algunos
heridos. Salió Francisco de Carauajal del pueblo
de Pocona dos oras^despues del sol salido, quando
se pusso en camino con la gente que le pudo se-
guir, y comengaron de marchar con toda la furia
y priesa que pudieron, y el Maestro de campo Dio-
nisio de Bobadilla yua en la retaguardia porque no
se quedasse alguno atrás mas de los que se queda-
uan, y allegaron a vn pueblo chico de yndios.
Como eran siete leguas de camino llegaron alia

(I) Tachado: del.

268

dos horas antes que (1) anocheciesse, en donde te-
nian el recuaje, en donde Francisco de Carauajal
vido el gran destroco que ios soldados mendoci-
nos y heredianos auian hecho en toda su ropa y la
de los suyos. Principalmente quando vido que le
auian tomado el oro y la plata labrada que teníale
dio grandissimo coraje, que de puro enojo y pesar
queria rebentar, y assi renegaua, blasphemaua y
bramaua como vn león muy furioso, que los ojos
tenia muy encendidos. Pues ¿que diremos de los
picarristas viéndose robados de lo que tenian, sino
que vnos bramauan y derrenegauan de la pacien-
cia, y otros amenacauan a los mendocinos y here-
dianos, muy de veras, con muchas palabras ynju-
riosas y feas, y que los auian de matar y hazer pe-
damos si a las manos les viniessen? De manera que
el postrer remedio que tuuieron todos en esta pe-
sadumbre que les auian dado fue derrenegar, mal-
dezir, amenacar, regañar y bramar contra los
mendocinos y heredianos de la entrada. Pues que-
riendo Carauajal yrse luego en aquel punto ade-
lante, con la furia y saña que tenia, le dixeron
Alonso de Mendoca y Dionisio de Bobadilla que
no lo hiziesse por quanto era ya muy tarde y la
noche se venia acercando a mas andar y que no
sabían a que fin y proposito auian los contrarios
dexado de pelear, y que tenian creydo que eran
ardides de guerra que les hazian. Especialmente
que no sabían que tal era el camino que los con-
trarios lleuauan, y Francisco de Carauajal oyó de

(l) Tachado: amáneseles se.

269

buena gana este parescer y consintió que todos se
quedassen a reposar (1) hasta el dia, y assi hizie-
ron todos alli noche, que era vn pueblo pequeño
de yndios, en donde uvieron mucho mahiz para
sus cauallos y gallinas para algunos dellos.

(0 Tachado: /ara.

CAPITULO XXXI

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL, SIGUIENDO SU CA-
MINO ADELANTE, ALCANCO VNA NOCHE A LOPE DE MEN-
DOZA Y A NICOLÁS DE HEREDIA CON LOS SUYOS, QUE
ESTAUAN DESCANSANDO EN PAR DE VN ARROYO GRAN-
DE, EN DONDE LES CORTO LAS CABECAS Y DIO GARRO-
TE A OTROS

No era aun bien de dia quando Francisco de
Carauajal andaua ya leuantadp y camillero en su
muía bermeja, llamando a sus capitanes y solda-
dos para que se leuantassen y ensillassen sus ca-
uallos para caminar, lo qual los soldados hizieron
con la mayor breuedad que pudieron. Como te-
nian en l¿i memoria la muy fresca destruycion que
los mendocinos y heredianos auian hecho en su
ropa no vian la hora de caminar, y assi, puestos a
cauallo se fueron a poner junto a el y los lleuo al
camino que sus contrarios auian tomado, porque
los yndios del pueblo le auissaron del camino que
lleuauan. Pues > a puestos en el dio horden y ma-
nera de como auian de caminar, mandando a to-
dos que fuessen apiñados y muy juntos como en
esquadron muy cerrado, y mando a Dionisio de
Bobadilla que fuese en la retaguardia, y el con los

272

chas quebradas y malas ciénegas que passaua. Y a
esta causa cayeron algunos dellos en ellas, y assi
se quedaron muchos no pudiendo caminar mas por
tener los cauallos muy cansados y por hazer aque-
lla noche grandissimo ayre y frió, y assi se que-
daron y se tendieron entre vnas peñas y abrigos
que auia. Los que tenian buenos cauallos y muías
andadoras siguieron a su capitán, el qual sin pa-
rar llego después de media noche ai dicho arroyo
donde sus contrarios estauan y mando hazer alto
porque dellos no fuessen sentidos y por aguardar
á los que venían atrás. En el entretanto andaua
Francisco de Carauajal de vno en vno y entre los
arcabuzeros apercebiendoles para que estuuie-
ssen promptos y aparejados y con el oydo atento
para quando los llamasse, y assi estuuieron vn
buen rato aguardando con gran silencio, y con el
ruydo que hazia el agua en las piedras y cascaxa-
les y como estauan apartados, no fueron sentidos
de los mendocinos. En este comedio estaua dizien-
do Luys Perdomo (l) a Lope de Mendoca y a los
demás, que estauan recostados en el suelo a par
del, comiendo de vn bote de conserua que auian
tomado de Francisco de Carauajal: señores, ya es
tiempo de leuantarnos y de yr a buscar el camino
que auemos perdido, para entrar rn los Andes an-
tes que el diablo venga y dé sobre nosotros. A Lo-
pe de Mendoca leparescio muy bien, aunque otros
dixeron que Francisco de Carauajal no podría lle-
gar alli tan presto hasta otro dia por la mañana, y

fl) Tachado: qne.

273

que reposassen vn poco, que luego se pornian en
camino, y assi se descuydaron con esto, creyendo
que Carauajal se quedaria detras de vna sierra
que ellos auian passado, que auia de vn cabo a
otro doze leguas y de mal camino. Carauajal, con
el desseo que tenia y por dar fin y remate a esta
guerra tan trabajosa, desque vido que auia mu-
cha gente de los suyos los acometió denodada-
mente con mucha furia y gran ruydo, disparando
los arcabuzes hazia ellos, aunque a bulto, que pa-
rescia que se hundía aquel pequeño valle donde
estauan con el ecco que de todas partes resona-
ua. Como los mendocinos y heredianos oyeron la
tempestad y dislates de la arcabuzeria se leuanta-
ron prestamente con gran rezelo y hecharon todos
a huyr sin tomar los cauallos ni los arcabuzes y se
fueron a pie por los barrancos adelante. Lope de
Mendoga entendió luego lo que podia ser y leuan-
tandose de donde estaua quiso pelear, mas como
vido que todos se yuan huyendo y le dexauan solo
y desamparado hizo lo mismo por saluar la vida
y persona, que no pudiendo tomar el cauallo se
yua a esconder entre vnas peñas que cerca de alli
estauan. Fue tal su desuentura y desdicha que fue
visto por Diego *de Almendras, pígarrista, que an-
daua por aquella parte; fue tras el para lo pren-
der, aunque no sabia quien era, y como lo alcan-
casse le pregunto quien era y como se llamaua.
Lope de Mendoca, no queriendo responder, le dio
Diego de Almendras vn varapalo con la langa en
la cabeca que desarmada lleuaua y lo descalabro,
y viéndose Mendoga herir reboluio con grande
G. OK SANTA CLARA.-IV.-3.° 18

274

animo a su contrario con la espada en la mano y
le dio vna cuchillada en vn muslo, y como yua ar-
mado no le hizo nada. En estos términos estauan
los dos quando llegaron a ellos quatro arcabuze-
ros de los picarristas que lo prendieron con furia
y denodadamente y le quitaron las armas, y pre-
guntándole quien era respondió: yo soy el desdi-
chado Lope de Mendoga. Oyendo esto Diego de
Almendras y los quatro arcabuzeros miraron mu-
cho mas por el, porque lo dexauan ya yr sobre su
palabra teniendo lastima del por sentir que yua
todo ensangrentado. Dos soldados de la entrada,
que el vno se llamaua Pedro de Busto y el otro
Juan del Castillo, viéndose acometer de los pica-
rristas se leuantaron prestamente y se fueron con
grande animo a encontrar con los enemigos y eo-
mencaron a pelear esforzadamente con las espadas
en las manos; mas ¿que aprouecha? que ellos eran
dos y los contrarios muchos; á los quales dieron
tales heridas que luego murieron. Los soldados de
Francisco de Carauajal, viendo huyr a ios mendo-
cinos y heredianos, fueron tras ellos, aunque hazia
gran escurana, sino que parescián tan solamen-
te los bultos; a vnos prendieron y a otros hirie-
ron, los quales todos fueron lleuados ante Fran-
cisco de Carauajal que los desseaua mucho ver y
conoscer, como el dezia. Entre los quales fue pre-
so Nicolás de Heredia, al qual sin le oyr descul-
pa alguna le mando cortar la cabeca porque era
de los almagristas y enemigo mortal de los Piga-
rros, como arriba queda dicho, y era de hedad de
setenta años, poco mas o menos; tenia la barba

275

blanca y larga; el cuerpo quedo alli hasta la ma-
ñana, que ciertos soldados de Francisco de Cara*
uajal que atrás auian quedado lo enterraron con
los demás que alli estauan muertos, y ninguno de
los de Carauajal peligro ni salió herido porque
fortuna les faborescia y a}^udaua para dar mayor
cayda, como adelante diremos en esta obra. Pues
como Lope de Mendoca fuesse lleuado ante Fran-
cisco de Carauajal, cosa marauillosa fue que assi
como le vido se demudo y se le ato verissimá-
mente la lengua, que no pudo o no quiso hablar
tan sola vna palabra, ni quiso responder de
quantas cosas le preguntaron buenamente, que
estaua hecho mudo y sordo. Los capitanes que
presentes se hallaron le preguntaron diuersas co-
sas a las quales no respondió aunque, le hablaron
todos amorosamente y le prometieron de le fabo-
rescer en todo y por todo solo porque hablasse
vna palabra, antes tenia fixos los ojos en el suelo»
de que todos quedaron marauillados. Francisco
de Carauajal, creyendo que lo hazia por no ha-
blar con el, de puro contumaz, le prometió de le
perdonar y no quitalle la vida si le dezia donde te-
niafn] Diego Centeno y el escondido el thesoro que
se publicaua que auian enterrado entrambos, y el
no quiso responder cosa alguna. Creyendo que
hablada “mando al Padre Diego Márquez que lo
conffessase porque auia luego de morir por auer
sido traydor a Su Magestad y a Goncalo Picarro
y matador de las justicias que estauan puestas
por el en la villa de la Plata, y alborotador de
toda la tierra. El Padre Márquez le aparto vn poco

276

y le dixo que pues auia de morir en breue, se con-
ffesasse y pusiesse bien su anima con Dios; el no
lo quiso hazer o no pudo por la gran turbación
que tenia, por lo qual el clérigo le amonesto y
requirió de parte de Dios y del Papa se conffesa-
sse y no quisiesse condenar su anima para los yn-
fiernos. De manera que el no lo quiso hazer, ni
menos hablar por señas, sino que verdaderamen-
te parescia al parescer humano que era estatua de
piedra marmol, de lo qual el Padre Diego Már-
quez quedo marauillado y lo fue luego a dezir a
Carauajal; aunque otros dixeron que se conffessoy
lo qual a mi me quadra mas. Francisco de Cara-
uajal mando luego que lo tornassen otra veza
traer ante el, el qual venido le hablo y le dixo mu-
chas cosas con blandas y dulces razones, dándole
su fee y palabra de le perdonar la vida solo por-
que hablasse y porque le dixesse en donde estaua
la plata que le pedia, y que le haria dar sus yn-
dios y que lo reconciliaría con Picarro. Con todas
estas cosas que con el auia platicado no aproue-
cho cosa alguna, antes callaua mas con mayor
constancia, por lo qual Francisco de Carauajal
se enojo brauamente contra el y le mando luego
cortar la cabeca, la qual lleuo después consigo 4
la villa de la Plata para que sus afficionados que
en ella estauan hi viessen. Quieren muchos dezir
que Lope de Mendoca auia dicho muchas vezes
con juramento que si por su desdicha le prendían
biuo y venia a poder de Carauajal, que no le auia
de hablar ni responder cosa alguna de quanto le
preguntassen, porque no dixessen del que aun en

277

palabras auia comunicado con traydores y cisma-
ticos. Cierto fue grandissima la constancia y re-
portación que tuuo este hombre, que no quiso res-
ponder ni hablar tan sola* vna palabra; mucho
quissiera que este desdichado cauallero tan leal a
su señor hablara con Carauajal siquiera alguna
cosa y fuera perdonado; mas en fin, al fin Dios sa-
be por que no lo quiso hazer. Después de cortada
la cabeca a Lope de Mendoga mando dar garrote
a seys hombres heredianos de la entrada porque
se auian deffendido valientemente. Y truxeron
ante el vn soldado de la entrada llamado Morales
de Amburt, aunque otros dixeron llamarse Mora-
les del Abad, natural de Cuenca, el qual estaua
herido en el muslo de vn arcabuzaco y tenia vna
langada en el hombro derecho y vna cuchillada en
la cabega, que estas heridas le auian dado porque
se auia deffendido animosamente. Sabiendo este
hombre que Carauajal mandaua matar a todos los
que estauan heridos, porque dezia que el herido y
el vencido era notorio que le auia de ser mortal
enemigo mientras viuiesse, porque se acordaría
de la affrenta que le auian hecho, y viendosse an-
te el, que le truxeron en bragos, dixo antes que le
preguntassen algo: señor capitán, yo estoy sano
y bueno para seruir ál Gouernador mi señor y a
v. m., porque las heridas que tengo no son nada,
que en dos dias, placiendo a Dios, estare bueno; a
esto le dixo Francisco de Carauajal: señor solda-
do, a mi me paresce que estáis muy mal herido,
según las muestras vos tenéis, y assi no podréis
dexar de morir; y perdonadme por ello, porque

278

siendo como soys cauallero hijodalgo os querreys
después vengar de mi andando el tiempo, y assi
no querréis andar conmigo en el exercito de Gon-
calo Picarro mi señor, ni serme buen amigo. El
soldado affirmo que estaua sano y bueno y Cara-
uajal le dixo: señor Morales, para que yo lo crea
ande v. m. vn poco y paseesse saltando por este
campo; y el triste, queriéndolo hazer, no pudo
menearsse, por lo qual mando al alguazil Fran-
cisco Miguel se lo quitasse de delante y le diesse
garrote, y el le rogo mucho que pues auia de mo-
rir le dexasse conffessar, que auia dias que no se
conffessaua. Francisco de Carauajal no le quiso
conceder tanto bien, antes le dixo: ¿pues como
aueis seguido ai traydor de Lope de Mendoga
tantos dias ha y no andáis conffessado? pues assi
aueis de yr por vuestro camino. Y con esto lo
aparto de alli Francisco Miguel, que era su minis-
tro, y le dio garrote y lo lleuaron después arras-
trando de vna pierna y lo hecharon en el dicho
arroyo, y como fue el postrero le dexaron el ga-
rrote en el pescuezo, teniendo entendido que es-
taua del todo muerto. Después destas cosas assi
passadas, ya que era amanescido y bien claro
el dia mando a los suyos que estuuiessen todos
muy juntos y apiñados, porque tuuo entendido
que el Maestro de campo Luys Perdomo y el
alférez mayor Alonso Camargo darían sobre
ellos, pues se auian escapado, y assi se hizo aun-
que hazia muy gran frió y corría terrible viento.
De manera que esta retrayda de Lope de Mendo-
ga y alcance de Carauajal turo dos dias y vna no-

279

che y media, que caminaron mas de treynta y cin-
co leguas porque fue vn contorno que se hizo ro-
deando y circumyendo vnas muy grandes y alias
sierras, que como se perdieron se tornauan por
otro camino al pueblo de Pocona y fueron alean-
gados a quatro leguas del. Carauajal cobro aqui
mucha parte de su thesoro que le tomaron en el
saco, y los picarristas hizieron lo mismo, aunque
a la verdad no desnudaron a ninguno de los pre-
sos, ni a los que se vinieron luego, porque tuuie-
ron lastima dellos; mas- los cauallos y azemilas y
las cosas que en ellas yuan todo se cobro, y lo que
alli no parescio se cobro después, y dello minea
mas parescio.

CAPITULO XXXII

DE COMO EL MAESTRO DE CAMPO LUYS PERDOMO Y EL
ALFÉREZ MAYOR ALONSO CAMARGO SE FUERON A PO-
NER DEBAXO DE LA VANDERA Y CLEMENCIA DE FRAN-
CISCO DE CARAUAJAL, PARA QUE LOS PERDONASSE, Y
DE LA PLATICA QUE LE HIZIERON Y LO QUE MANDO
HAZER

Fue tan grande el espanto que causo en los áni-
mos de los mendocinos y heredianos quando oye-
ron el estruendo y dislates de los arcabuzes que se
dispararon, y en verse acometer de los contrarios
con tanta furia y gran denuedo, que sin aguardar
el compañero a su compañero dieron todos a huyr
por los campos por no venir a manos de Francisco
de Carauajal, que le tenian mucho miedo por ser
tan malo como era. Pero algunos que fueron de
mas animo tuuieron esperanca que no les harian
nada y que se ternia dellos piedad, pues no tenian
culpa en cosa alguna, [y] se atreuieron de venir
antel muchos de los soldados heredianos de la en-
trada. Y también se vinieron a el el Maestro de
campo Luys Perdomo y el alférez mayor (l) Alon-

(l) Tachado: Dionisio.

-SI

so Carnario y otros ocho mendocinos, los quales
llegaron a pedir perdón de los muchos y grandes
deseruicios que auian hecho y cometido contra
Goncalo Pigarro. Quando Francisco de Carauajal
los vído llegar ante el y los conoscio, se holgó mu-
cho con ellos, por ser estos hombres de los princi:
pales del alzamiento que Diego Centeno auia he-
cho, porque los desseaua grandemente ver (1),
que por ventura escapándose estos dos nombra-
dos podrían leuantar otra vez la tierra y causar
otros mayores daños y males peores que los pa-
ssados. El alférez mayor Alonso Camargo, que-
riendo deffender su causa y hazer lo mismo por
Luys Perdomo y por los demás sus compañeros,
por los deltctos que les ymponian auer hecho y
cometido, hizo vna breue platica a Francisco de
Carauajal; con muy humilldes y mansas palabras,
con el sombrero en la mano, dixo lo siguiente:
Muy valeroso capitán y señor, no nos venimos
a someter a vuestra clemencia y piedad para que
seamos dignos de alcancar por ella perdón de
nuestras vidas y saludes, sino que reconosciendo,
como reconoscemos, nuestros deseruicios, dessea-
uamos mas que el viuír, antes que saliessemos
desta presente vida, ver vuestra presencia y aca-
tamiento. Y por esto y por otras muchas cosas
que son muy comienícntcs a la quietud y paciffi-
cacion desta tierra nos venimos a poner y nos po-
nemos en vuestras manos, para que, señor, hagáis
de nuestras personas y vidas lo que por bien tu-

{1} Tacha ic /or.

282

» i
uierdes, y si licencia se nos concede diremos al-
gunas cosas que tengo para mi serán gratas y se
holgara de sabellas. Quanto a lo primero, bien ter-
na en la memoria quan grandes seruidores fuy-
mos al principio del Gouernador mi señor, y es-
tando a su deuocion nos apartamos de su señoría
por grandes engaños y cautelas que por delante
nos pussieron, y por esto dezimos que con mas jus-
ta causa y razón os podríamos suplicar executa-
ssedes en nosotros la muerte, que no que se nos
diesse las vidas. Porque nosotros conoscemos que
justamente merescemos todas las penas y tormen-
tos y qualquier linaje de muerte en derecho esta-
blecidas, como consta y esta claro por este moui-
miento que hizimos, que fue por cudicia y ambi-
ción de querer mandar mas que otros, devaxo de
ynteres. Por estas causas y razones que ya se sa-
ben y otras muchas que yo me callo offendimos y
deseruimos al Gouernador mi señor y a v. m.,por
los muy grandes trabaxos, enojos y desabrimien-
tos de fríos, calores y hambre que aueis passado
en yr en nuestro alcance hasta la cibdad de Are-
quipa, y desde alia venir agora hasta aqui. Por to-
do lo qual no ay razón, ni la veo, para que pueda
deffender y apartar vuestra justicia y castigo en
nosotros, salvo si por vuestra clemencia y virtud
se mitígasse vn poco la saña que contra nosotros
se tiene, para que seamos parte dar algún medio
y fin a los trabaxos y fatigas y pesadumbres en que
vuestra valerosa persona esta puesta. Assi que
bien se podra, si ha lugar, como creemos que si
aura, por nos hazer merced, aunque no la meres-

283

cemos, dilatar vn poco de.tiempo nuestras vidas
para que con ellas os podamos seruir, porque sin
duda es muy grande el desseo que tenemos de ver
al Gouernador mi señor en quietud y sossiégo en
su gouernacion, lo qual se puede hazer en estas
partes y a poca costa si con vuestro mandado nos
dexan para lo hazer. Porque esta bien entendido
que todos los secretos y conciertos que por nos-
otros fueron hordenados, hechos y platicados y
que estauan determinados de se hazer contra el
Gouernador mi señor, están en nuestros pechos
encerrados, por lo qual dándonos licencia deter-
minamos con ellos mismos de atraer a los deser-
uidores de su señoria, que vengan todos a le ser-
uir. Por tanto, assi como ellos se leuantaron con-
tra su señoria con el fabor de Diego Centeno y de
Lope de Mendoca y con nuestras espadas (1), de la
misma forma y manera se desistirán y apartaran
por nuestro consejo y exemplo para que vnanimes
hagan lo que se les mandare por la persona que
tuuiere las vezes del Gouernador mi señor. Assi
os suplicamos con grande humilldad y por amor
de Dios y de Nuestra Señora, que sin hazer casso
de nuestras culpas y delictos proueais en la salud
y sossiego y en todo aquel reposo que conuiene a
la vida y estado del Gouernador mi señor, que de
todo bien es digno y merescedor por sus buenos
méritos.
Queriendo Alonso Camargo proceder mas ade-
lante con su platica, Francisco de Carauajal le

(I) Ms. espaldas.

2&4

mando que callasse, que no era amigo de oyr lar-
gas razones, y luego dixo en alta boz desde vna
silla despaldas donde estaua assentado, que se lo
quitassen de delante, porque no lo queria ver, ni
menos a su compañero, a los quales dixo en alta
boz muchas y feas palabras y los entrego al Maes-
tro de campo Dionisio de Bobadilla para que los
hiziesse guardar. Ellos leuantados del suelo, que
auian estado hincados de rodillas, Dionisio de Bo-
badilla los tomo a su cargo, a los quales Ueuo y
metió en vna tienda en donde los hecho en fuertes
prisiones por contentar a Francisco de Carauajal
que todauia le turaua el enojo que tenia contra los
mendocinos y heredianos porque le auian tomado
su thesoro y la ropa que tenia, con la de sus solda-
dos. Venida la noche hablo muy largo y en secreto
con entrambos sin que nadie supiesse lo que auian
tratado, en que estuuo con ellos hasta la media no-
che porfiando y dando y tomando, y después salió
Francisco de Carauajal de la tienda gruñendo y
jurando que los auia de ahorcar por traydores al
rey y a Goncalo Picarro su señor. Todos tuuieron
entendido que en amanesciendo o en llegando al
pueblo de Pocona, en donde auia de entrar otro
dia, los auia luego de mandar cortar las caberas
y hazellos quartos, según que el se mostraua muy
enojado y furioso contra ellos. Por lo qual Dioni-
sio de Bobadilla y Balthasar de Cepeda, hermano
del licenciado Cepeda, quondan Oydor de Su Ma-
gestad, con los demás capitanes le suplicaron los
tratasse con amor y begniuolencia y los perdona-
sse por amor de Dios, pues que de su propia volun-

285

tad se auian venido a poner en su clemencia y en-
tregarsse a sus manos. De manera que el los per-
dono con muchas ymportunaciones, en quanto to-
caua a sus vidas, mas en lo de las prisiones dixo
que no se lo boqueassen ni hablassen en ello, por-
que el no lo podía hazer sin espreso mandado de
Goncalo Picarro; de manera que en lo menos na
quiso perdonar y en lo mas los perdono. Mas, en
fin, dixo que el escriuiria a Goncalo Picarro y lo
que el mandasse se haria, que lo que el escriuie-
sse seria en fabor dellos, y assi se quedaron por
entonces en prisión en la tienda del Maestro de
campo con seguridad de las vidas. Porque des-
pués, a lo que las gentes dixeron, le descubrieron
mas de veynte mili ducados en plata que Diego
Centeno y Lope de Mendoga auian escondido en
el pueblo de Paria, los quales se truxeron después
en yndios y en vnas muías. Después destas co-
sas assi passadas, no auiendo alli ninguno de los
heredianos de quien rezelarsse, por estar las cabe-
gas principales presas y muertas y por auer cum-
plido y alcangado lo que desseaua, comengo de
alegrarse por la vitoria que auia alcangado en
desbaratar los desigños de sus contrarios. Los
soldados pigarristas hizieron lo mismo, y de tan
contentos y regocijados como estauan por la vic-
toria alcangada no sentían ningún trabaxo ni fa-
tiga que por ellos uviesse passado, con esperan-
ga, aunque vana, que en llegando a la villa de la
Plata se repartiría luego entre ellos los reparti-
mientos de los yndios que uviesse vacuos en aque-
llas prouincias. Hechas estas cosas con otras, man-

28ó

du a los suyos que se fuessen al pueblo de Pocona
y caminassen todos juntos y apiñados, y que nin-
guno se atreuiesse a salir fuera del camino, por-
que tuuo rezelo que los heredianos que de alli se
auian ydo andarían juntos por algunas quebradas
para dellos se vengar. Con esto eomencaron to-
dos a caminar puestos como en esquadron de gue-
rra con las vanderas tendidas al viento frió que
hazia; a los quales dexaremos vn poco yr cami-
nando estas quatro leguas de mal camino, por con-
tar lo que suscedio en este comedio en el pueblo
de Pocona entre los soldados de Francisco de Ca-
! majal.

CAPITULO XXXIII

DE COMO LOS SOLDADOS QUE QUISSIERON MATAR A
FRANCISCO DE CARAUAJAL SE REBELARON CONTRA EL
EN EL PUEBLO DE POCONA, Y DE COMO QUITARON MA-
ÑOSAMENTE LOS ARCABUZES A SUS COMPAÑEROS QUE
ALLI QUEDARON CANSADOS

Damián de la Vandera y Francisco Rodríguez
Matamoros, como vieron que no auian hecho nin-
gún effecto en matar a Francisco de Carauajal,
como queda dicho, se fueron de alli ellos y sus
compañeros antes que se supiesse o fuessen senti-
dos, al capitán Lope de Mendoga, porque con sus
huydas asegurauan sus personas y vidas. Después
que Lope de Mendoga y los soldados heredianos
se fueron, y después que Francisco de Carauajal
fue tras ellos, estos soldados amotinados y los de-
mas del concierto se quedaron escondidos en vna
sierra que alli junto estaua, desde donde vieron
todo lo que passaua, y aqui hallaron obra de vein-
te soldados heredianos. Pues en este tiempo se
abaxaron todos y se fueron a la casa fuerte, que
no quissieron yr con Lope de Mendoga ni con los
que yuan de vencida, y assi se quedaron por ha-
zer lo que luego diremos; aunque Pedro de Aven-

288

daño (1) yua con Francisco de Carauajal, fue^por
dissimular lo que auia hecho y cometido. También
se quedaron en este pueblo obra de veinte solda-
dos de Carauajal, vnos por estar enfermos, y otros
por tener las muías y los cauallos muy cansados y
matados, y desque vieron ydos a sus capitanes se
recogieron todos en la casa fuerte y luego man-
daron a los yndios del pueblo traer mucha comida
y leña para callentarse, que hazia mucho frió, y
para hazer de comer. Pues como hazia gran frió
y auia ya mucho fuego dentro de la casa, vnos se
hecharon a dormir por auer velado toda la noche,
y otros eomencaron hazer de comer, y a todo esto
estauan los arcabuzes arrojados por el suelo y
puestos por los rincones, y todos ellos muy des-
cuydados y sin rezelo de los heredianos. Después
que los conjurados se vieron juntos en el pueblo
se holgaron mucho; aunque anduuieron vn rato
dissimulados con los descuydados, mas se aparta-
ron luego dellos por mandado de Damián de la
Vandera y de Francisco Rodriguez Matamoros, y
hablando con ellos en breues palabras les persua-
dieron que haziendo cabeca de su juego se alca-
ssen con la tierra. Y que aleados fuessen a buscar
a Lope de Mendoga y le diessen fabor y ayuda si
la uviesse menester, y que si no 1 j hallassen, que
se yrian a la villa de la Plata y algarsse con ella en
nombre de Su Magestad y hazer mucha gente para
yr a buscar a Francisco de Carauajal y dalle ba-
talla o morir en la demanda. Los onze compañe-

(l) Ms. Amendnño.

289

ros, auiendo ya metido prenda, lo tuuieron por
bien y eomencaron a dezir que por aquella via ga-
narían gran reputación, pues lo auian de hazer en
seruicio de Su Magestad, y después ternian de co-
mer en la tierra. Y que hechas estas cosas no an-
darían perdidos tras vn tirano cruel y endemonia-
do como lo era Francisco de Carauajal, que auia
muchos dias que andauan con el y no les auia dado
cosa alguna, sino que con vanas esperanzas los
traya consigo engañados y se seruía dellos de bal-
de, andando desnudos y descalcos. Pues concerta-
do esto, para effectuar su negociación concerta-
ron de tomar ante todas cosas los arcabuzes de los
que estauan metidos dentro de la casa fuerte, pues
estauan descuydados y dellos dormiendo, y des-
pués combidallos con lo platicado y concertado.
Y si quisiessen ser todos a vna, que les darían sus
arcabuzes, y si no que los matarían o quemarían
biuos dentro de la casa, y que después no faltarían
hombres muy leales seruidores del rey, que ellos
les darían fabor y ayuda, pues auia muchos encu-
biertos, porque lo que auian de hazer era seruicio
de Dios y de Su Magestad. Platicado esto y dada
ya la horden de lo que se auia de hazer llamaron a
los heredianos de la entrada que sabían la cosa y
el secreto; luego se pusso por la obra la negocia-
ción y se fueron todos juntos a la casa fuerte. Y
como a los vnos hallaron haziendo de comer, que
eran los pocos, y a los otros, que eran los muchos,
estar dormiendo y tendidos por el suelo muy des-
cuydados, eomencaron bonicamente y como al
descuydo de recoger los arcabuzes que estauan
G. DB SANTA CLARA.—IV.—3.° 19

290

caydos por el suelo. Recogidos que fueron los
amontonaron en vn rincón de Ta casa; aunque al-
gunos de los descuydados lo vieron hazer no sos-
pecharon mal, porque los que lo hazian eran to-
dos compañeros y amigos, que tuuieron entendido
que lo hazian de buen comedimiento y crianca por-
que no los pisassen, y hecho esto, luego Damián
de la Vandera dixo en alta voz a los descuydados:
Ea, caualleros y compañeros mios, a leuantar,
que no es agora tiempo de dormir sino de yr a
seruir a Su Magestad y a Lope de Mendoga su ca-
pitán general que esta seys leguas de aqui, el qual
tiene cercado a Dionisio de Bobadilla en vn peñol,’
porque Francisco de Carauajal es ya muerto y
descabecado por los seruidores del rey nuestro
señor. Estaua entre estos descuydados vn monta-
ñés que se llamaua Pedro de Praues, valiente y
animoso soldado, el qual dixo medio riendo: ¿que
diablos dezis, Damián? ¿es por ventura verdad la
muerte de Francisco de Carauajal? ¿ó es que nos
queréis engañar o prouar que yntenciones tene-
mos? Damián de la Vandera dixo con yra: no,
ivoto a Dios! sino lo que digo es verdad, y el que
me quisiere seguir para yr a seruir a Su Magestad
le yra bien dello, y el que no, le quemare viuo den-
tro desta casa, o le ahorcare y haré quartos como
a traydor maluado. Oyendo esto todos los solda-
dos descuydados quissieron tomar sus arcabuzes,
y Damián de la Vandera y sus compañeros con
los demás heredianos se los deffendieron con fu-
ria y braueza poniéndoles los arcabuzes a los pe-
chos, diziendoles: ¡voto a Diosl si os meneáis os

291

saquemos aqui a todos las vidas, y por esso estar
quedos y hazed lo que el señor capitán Damián
de la (1) Vandera os manda a todos, porque en ello
seruireis a Dios y a Su Magestad; donde no lo
queriendo hazer pagareis aqui con las vidas. Lo
qual viendo los descuydados que la cosa yua de
veras, cementaron a dezir: ¡cuerpo de Dios! seño-
res, ¿vosotros no soys nuestros amigos y comp.i-
ñeros? ¿que es la causa que os queréis apartar del
seruicio de Goncalo Pigarro y a nosotros queréis
maltratar en tomarnos las armas por tuerca? Tor-
no Damián de la Vandera a dezir ¡por vida de tal!
que el hombre que no me siguiere para yr a ser-
uir a Su Magestad le dexe plantado o quemad u en
este pueblo, por traydor y cismático. Replico IV-
dro de Praues y le dixo: señor Damián de la Ven-
derá, mirad lo que hazeis; catad que os arrepenti-
réis dell o ante de mucho tiempo. Allende desto
bien sabéis que esta biuo Goncalo Picarro, quu
el os sabrá pedir estrecha cuenta, como lo ha
hecho a otros que eran de gran valor, y en lo que
pararon bien lo aueis visto y entendido, y poi
tanto tomad mi consejo, no hagáis cosa ynde-
uida, que os costara muy caro. Y por esto nos dad
los arcabuzes, porque nos queremos yr al General
y a nuestros capitanes, que nos ternan a mal >i
tanto aqui nos detenemos, porque ya tarda m ^
mucho; a esto dixo Damián de la Vandera con
grande yra y enojo: Yo os hago voto solene a
Dios, que si os arrebato os haga vn juego de que

(I) Ms. del.

292

os arrepintáis dello porque no me respondáis mas,
y por tanto procurad vos y los demás de callar, y
hordenad luego de seguirme para yr a seruir a
Su Magestad. Porque ya no son menester aqui
tantas trayciones y maldades con muchas cruel-
dades y abominaciones que contra Dios y contra
la Real corona se han hecho y cometido; y assi les
dixo otras cosas con gran furia y braueza. Dixe-
ron los descuydados, que eran quinze soldados,
que no auia razón para que se les dixesse aquellas
palabras con tanta braueza, pues que todos ellos
! Mauan debaxo de la vandera de Francisco de Ca-
rauajal y en seruicio de Su Magestad y de Gonca-
lo Picarro, y que si Carauajal era muerto, que
fuesse mucho de norabuena, mas que les diessen
los arcabuzes, que se querian yr a la cibdad de
Lima a seruir al rey. Desto se enojaron mucho
Damián de la Vandera y sus compañeros, con
mas los veinte heredianos, y eomencaron los vnos
y los otros a dar bozes y a porffiar sobre lo que
locaua al seruicio de Su Magestad; mas conside-
rando los descuydados que no tenian armas para
1.U ifendersse y offender a los contrarios, dissimu-
laron su ynjuria. Y por otra parte, altercadas mu-
chas razones, tuuieron por bien de seguir por en-
tonces a Damián de la Vandera hasta ver en lo
que paraua aquel deuaneo, y con proposito que
spues que se viessen con sus arcabuzes harían
lo que mejor les paresciesse, y assi el dicho Pedro
de Praues y sus compañeros le prometieron de le
u ir, pues era ya muerto Carauajal. Oyendo
! Mmian de la Vandera la promesa de [los descuy-

293

dados se holgó en gran manera por dos causas y
razones: la vna, por no les hazer mal, que eran
sus amigos y compañeros; y la otra, porque de
presente los auia menester para la negociación
que comengaua a tramar, y con esto les hizo dar
los arcabuzes. Después de les auer dado las ar-
mas les dixo Damián de la Vandera porque con
mas entera voluntad le siguiessen: mirad, seño-
res, que en todo casso nos conuiene seruir de aqui
adelante a Su Magestad, porque os hago saber
que Gongalo Pigarro es muerto en la cibdad de
Quito y lo mato cruelmente Pedro de Puelles.
Demás desto, en la cibdad del Cuzco esta Alon-
so de Toro algado en nombre de Su Magestad,
ecepto las (1) cibdades de Lima y de San Juan de
la Frontera, que están a deuocion de don Gon-
galo Pigarro el mogo, hijo del Marques don Fran-
cisco Pigarro. Y tienen la administración del mogo
y de lo demás los capitanes Lorengo de Aldana y
Montenegro, sus ayos, y Don Antonio de Ribera
es capitán general que haze y a hecho mucha gen-
te para yr contra los leales seruidores de Su Ma-
gestad, y según ay fama publica tiene mas de mili
hombres en su campo. Y agora es necesario que
nosotros acá alcemos vandera en nombre de nues-
tro rey y señor natural y demos fabor y ayuda
a los seruidores de Su Magestad que andan corri-
dos y hostigados de los traydores y brauos tira-
nos, y para quando alguno viniere en nombre del
rey nos halle en su seruicio, y no siruiendo a es-

(i; 11%. la.

294

tos cismáticos. Assimismo aueis de saber que ten-
go nueua muy cierta que Francisco de Carauajal
es muerto por manos del capitán Lope de Mendo-
ga que esta noche passada dio sobre el, y Dionisio
de Bobadilla esta retraydo en vn peñol con cin-
quenta soldados y tengo para mi que sera esta la
hora en que le auran cortado la cauega, y por
tanto conuiene que sin dilación hagamos lo que
tengo dicho. Los soldados, auiendose apoderado
de los arcabuzes, quissieron con rauia arremeter
contra Damián de la Vandera y no lo hizieron
hasta saber la certinidad de las nueuas que les
auian dicho, para ver si era burla o no, y con esto
estuuieron dos dias descansando en el pueblo.
Pues como Francisco de Carauajal uviesse desba-
ratado a Lope de Mendoga y a Nicolás de Here-
dia, como queda ya dicho, los heredianos que es-
caparon de la rota se fueron huyendo al pueblo de
Pocona por no hallarse en manos de Francisco de
Carauajal, y aguijaron mucho y llegaron bien de
mañana a el. Estos hombres contaron a los alga-
dos y a los descuydados todo lo suscedido del des-
barate, de lo qual los doze conjurados y parte de
los heredianos, creyendo ser verdad lo susodicho,
sin poner mas dilación se fueron huyendo y se me-
tieron en los montes del pueblo de Mizque, y los
descuydados les dieron grita quando se yuan y
prendieron a vno de los heredianos. Francisco de
Carauajal llego en este comedio cerca del pueblo
y luego le salieron a rescebir Pedro de Praues y
sus compañeros, los quales le contaron por entero
lo que auian hecho y lo que les auia dicho Damián

295

de laVandera y consortes, de lo qual le peso en
gran manera, y con esto entró en el pueblo. Con
el enojo que lleuaua y con el que rescibio de lo que
Damián de la Vandera auia hecho, se le acrecen-
tó y doblo mucho mas con el que tenia por le auer
tomado los mendocinos y heredianos su riqueza,
y por esto y por otras cosas, llegado al pueblo
mando ahorcar al alcalde ordinario Pedro de Cés-
pedes, Juan Rodríguez de Almadén y a Juan de
Porras, de los de la entrada, que auian quedado
mal heridos y con el que prendió Pedro de Pra-
ues. De# manera que desde que se comenco la re-
friega hasta que torno Carauajal al dicho pueblo
fueron muertos de la parte de Lope de Mendoga
diez y ocho soldados por todos, de tiros de arca-
buz, sin los dos Generales y otros seis soldados
que fueron muertos a garrote en el arroyo donde
fueron del todo desbaratados. De la parte de
Francisco de Carauajal murieron no mas de dos
de tiro de arcabuz; el vno dellos fue el que mata-
ron los que quissieron quitar la vida al tirano
cruel, y de heridos uvo algunos, aunque sanaron
en breues dias, y desta manera llegaron todos a
Pocona y eomencaron a descansar de tanto tra-
baxo como auian passado. Francisco de Caraua-
jal hizo luego venir a todos los yndios de seruicio
y de carga que auian quedado siete leguas de alli,
los quales vinieron con una poca de ropa que ato-
dos les auia quedado del saco que los mendocinos
y heredianos les hizieron. También embio luego a
llamar a todos los caziquez y principales yndios
de los pueblos que auia en toda aquella comarca,

2%

para que le truxessen todos los bastimentos que
tenian en sus casas, los quales vinieron y truxe-
ron muchas cosas de comida, mas de miedo que
de voluntad que tuuiessen, porque cierto le te-
nían gran temor por las malas ynclinaciones que
tenia.

_

CAPITULO XXXIV

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE PARTIÓ DE
POCONA CON SUS SOLDADOS Y SE FUE AL PUEBLO DE
COTABAMBA, Y DE LAS COSAS QUE HIZO EN EL, Y DE
COMO ESCR1UIO A GONZALO PIQARRO TODO LO QUE
LE AUIA SUSCEDIDO CON LOS MENDOCINOS Y HERE-
DIANOS DE LA ENTRADA

Estuuose Francisco de Carauajal desta hecha
cinco dias en el pueblo de Pocona, descansando, en
donde le vinieron á seruir cassi todos los soldados
heredianos de la entrada, de los mas principales
dellos, que como no tuuieron quien los Uamasse ni
acaudillasse, con el temor que tuuieron del no uvo
quien entre ellos se atreuiesse a llamarse capitán,
ni sabían a donde acudir. Y con esto se vinieron
con gran humilldad y mansedumbre a ponerse en
sus manos, conffiando en su clemencia, si alguna
tenia, que los perdonaría y que no miraría los
grandes males y daños con los desacatos que le
auian hecho y de los enojos y pesadumbres que le
auian dado. Queriéndose Francisco de Carauajal
mostrar para con ellos affable y piadoso, no por
ellos sino por el dinero que le faltaua, para lo co-

298

brar (1) dellos porque no se lo lleuassen y se fue-
ssen con ello a diuersas partes, los rescibia muy
bien porque todos se le viniessen a la fama que
Carauajal no hazia ningún mal a los de la entrada
que se venían a el, y por esto se allegaron muchos
a el sin tener ningún rezelo. Quando assi venían
algunos se leuantaua de la silla en que estaua
assentado , se yua a ellos con los bracos abiertos
para los abracar y les daua el parabién de sus ve-
nidas y les hablaua amorosamente y con blandura
y con buen semblante, que entonces parescia padre
de todos ellos mas que capitán vencedor; fá] los
soldados, como se ponían de rodillas delante del
desculpandosse de lo que auian hecho, los alcaujr
tomándolos de las manos y no les dcxaua hablar,
diziendoles de como el sabia muy bien que auian
sido engañados de Lope de Mendoca y del Maes-
tre de campo y alférez. Especialmente les dezia
que el no se marauillaua de cosa alguna de lo que
auian hecho, porque bien sabia que era vsanca de
guerra, entre soldados, de yr a vna parte o a otra,
y que desto no ternia memoria, sino que todos ellos
tomassen plazer y descansassen, que el les pro-
ueeria de lo que uviessen menester, y que siruie-
ssen al rey y a Picarro su señor; y assi les dixo
otras muchas cosas. Viendo, pues, que no auia mas
que hazer por aquella parte y que estauan todas
las cosas concluydas, determino de yrse a la villa
de la Plata a repartir entre los suyos los yndios
que estauan vacuos, y assi lo dixo a sus capitanes

(I) Ms. los cobras.

299

y soldados estando con ellos en buena conuersa-
cion. Con esta determinación se salió de Pocona
con todos los suyos y con las vanderas tendidas,
puestos en buena horden, por el camino de arriba,
que era bueno y llano aunque no vssado, y llega-
ron al pueblo en donde auian tenido el fardaje y
alli se refrescaron aquella tarde y la noche, porque
el lugar era muy fresco y bastecido de muchos
bastimentos. Otro dia se pusso en camino y llego
al pueblo de Cotabamba con las vanderas tendi-
das, en donde supo después adonde estaua Damián
de la Vandera y Francisco Rodríguez ¿Matamoros
con sus compañeros, a los quales embio a llamar
escriuiendoles con vn yndio. Y en la carta les dezia
afñrmatiuamente y con juramento que si ellos se
venían ante el, que los perdonaría y perdonaua
todo el mal y enojo que le auian hecho, sin tener
memoria de cosa alguna (1), y que se truxessen en
su compañía a los caualleros heredianos de la en-
trada que estuuiessen por alia. Rescibida por ellos
la carta no quissieron creer de ligero lo que en ella
se contenia, porque según ya le tenian conoscido
ser terrible y cruel no se atreuieron de yr a su lla-
mado, porque se temieron que en llegando los auia
luego de mandar ahorcar, y assi embiaron al yndio
sin carta, que no tuuieron recaudo para escreuir,
sino que tan solamente dixo que los xpianos no
quedan venir, de miedo. Considerando bien esto
Carauajal y por no dexar por alli algún rastro que
después le perturbasse la tierra, les torno y retor-

(l) Tachado; de lo hecho.

300

no por segunda y tercera vez a escreuir dándole
su fee y palabra y con juramento que no les haria
ningún mal, ni menos otro alguno por el, y assi les
embio a decir otras cosas muy blandas y halagüe-
ñas, que al fin al fin determinaron de venirse a el
por dos causas. La vna, porque Francisco de Cara-
uajal no fuesse a ellos o embiasse algún capitán
para que los prendiesse o matasse, porque después
no consiguirian el perdón que agora se les conce-
día; y la otra causa fue porque los yndios del pue-
blo de Mizque no les querían ya dar de comer co-
mo lo auian hecho al principio. Y demás desto
les dixeron se saliessen de su pueblo y se fuessen
a donde los otros xpianos estauan; si no, que los
matarían a flechazos y a pedradas, porque Fran-
cisco de Carauajal lo auia assi mandado a los ca-
ciquez y principales yndios de toda aquella comar-
ca, y que antes que lo pusiessen por la obra se
saliessen luego. Por estas causas y razones, pos-
puestos al temor y afrenta que les podria venir y
confiándose principalmente en la palabra que les
dauan, se vinieron todos ellos a poner debaxo de
las manos de Francisco de Carauajal para que con
piedad y begniuolencia los perdonasse. Assi como
se vinieron ante el se postraron por el suelo pi-
diéndole las manos para se las besar, demandán-
dole perdón del gran atreuimiento y desuerguenga
que contra el auian cometido, y que dello no se
acordasse, sino de los muchos y grandes seruicios
que le auian hecho en diuersas partes. Queriendo
Damián de la Vandera proseguir en su comenta-
da platica para desculparse, y a sus compañeros,

301

no le dexo, porque era muy enemigo de oyr largas’
arengas y razones, principalmente de aquellos que
*e auian sido vn poco zaynos y auiesos. Y por mos-
arse con ellos piadoso y manso, en especial con
os heredianos de la entrada, los mando leuantai*
abraco a cada vno dellos en señal de verdadera
istad y con demostración de recebirlos con gran
zer y alegría. Luego mando al Maestre de cam-
que la ropa que se les auia tomado a Damián
a Vandera y a sus compañeros se buscasse y
s boluiesse, la qual fue buscada, mas no fue
da ni supieron quien la auia tomado, y assi se
ron sin ella. A los soldados heredianos de la
da proueyo de algunas cosas que uvieron
ester, que fueron de poco momento, y por esto
o que les dieron y a los otros por los auer per-
onado, comentaron de alaballe y engrandescello
hasta las nuues por las grandes y señaladas mer-
cedes que les auia hecho. Desta manera fueron
rescebidos todos en gracia de Franciscode Caraua-
jal, tomándolos por amigos a los vnos y a los otros;
mas tiempo vino que Francisco Rodrigez Matamo-
ros se lo pago en el pueblo de Viacha; por vna occa-
ssion muy liuiana que le dio lo mando ahorcar, co-
mo adelante diremos. Estando Francisco de Cara-
uajal en este pueblo le acontescio vn chiste muy
donoso (1) con vn tratante de carneros llamado
Aluaro Nieto, el qual trataua también en la yerua
presciada llamada coca, con que grangeaua la
vida, que es la moneda desta tierra, como el cacao

(I) Ms. denoto.

302

en la Nueua España. Y fue el cuento que este Al-
uaro Nieto se allego a el diziendole como los sol-
dados de la entrada le auian topado los dias atrás
en el camino con ciertos carneros de carga que
traya y que se los auian quitado por fuerga, y que
no obstante esto lo auian lleuado ante Lope de
Mendoca quando yua a Pocona y lo auia hecho sol-
dado contra su voluntad no lo queriendo ser. Y
quando yo supe que v. m. venia contra el me sali
secretamente de Pocona y me fuy a esconder a
vn monte por no hallarme en la batalla, y esto
iiize a fin de no deseruir al señor Gouernador ni
a v. m., y por no estar con Lope de Mendoga que
■ 5 traya forgado, auiendome tomado los de la en-
trada mis carneros y la coca que en ellos traya,
con que me dexaron pobre y necesitado. Y agora
he sabido que los soldados de v. m. tienen mis car-
neros; suplico a v. m. que por reuerencia de Dios
mande a los soldados que el que tuuiere dos car-
neros de los mios, que están señalados, me de el
vno, y el que tuuiere quatro me de los dos, y assi
los demás, y desta manera los partiremos herma-
nablemente. Francisco de Carauajal se paro a
reyr mucho desta demanda de Aluaro Nieto, y
después, buelto a el, le dixo con yra: ¡o vellaco,
gallina! si que los hombres de bien a vn cabo o a
otro se han de hallar para mostrar sus valerosas
personas, exercitandose en las batallas campales
que se dieren en seruicio del rey. Ven, acá, galli-
na, si estos caualleros de la entrada no se uvieran
liallado con Lope de Mendoga en la batalla, ¿como
Francisco de Carauajal y estos señores paladines

303

de Pocona que andan conmigo uvieramos ganado
tanta honrra? andad, vellaco, asentaos en la com-
pañia del capitán Castañeda y no me pidáis los car-
neros, que os mandare luego por ello ahorcar:
respondió Nieto con humilldad: señor, suplico
a v. m. sea seruido de no me lo mandar, que pro-
meto a v. m. que no soy bueno para, soldado, ni
en toda mi vida maté cosa viua sino fueron siete
ratones que royan el sayo y el capote que tenia en
vna petaca liada. Oyendo esto Francisco de Cara-
uajal llamo a grandes vozes a vn criado suyo lla-
mado Jullian de Puelles, el qual venido le dixo:
traedme presto las coracinas y la cota y los cara-
huelles de malla y la celada borgoñona. Y traydas
estas armas mando a Jullian de Puelles y a Marcos
Rodríguez, sus criados, diziendoles: arma presta*
mente a essa gallina fiambre que esta en figura de
hombre; el qual armado le dixo que braceasse y
meneasse las manos y los bracos fuertemente con
la espada desenuaynada, el qual lo hizo muchas
veces, y después le pregunto que como se hallaua.
Aluaro Nieto dixo que muy bueno y a su seruicio,
y Carauajal hecho mano a la daga y le dio tres o
quatro golpes con ella, diziendole: assi, vellaco,
gallina, assi, assi sabréis matar hombres y les per-
deréis el miedo que dellos tenéis, y no ratones en-
cerrados en petaca. Y mirad que os mando que
mientras anduuierdes conmigo no os aueis de qui-
tar essas armas, si no, por vida de tantos y quan-
tos y del Gouernador mi señor que os mande luego
ahorcar de vn árbol y hazeros pedacos. Y para
ver esto dio cargo dello a dos criados suyos que

304

lo velassen y mirassen por el y anduuiessen con el
de dia y de noche porque no se las quitasse o se
huyesse con ellas, y fue deporte velle andar carga-
do con aquellas armas y con la espada desenuay-
nada, y assi dormía con ellas. Traxolas quatro o
cinco dias, y como andaua á pie por el pueblo se
hallaua muy cansado, que ya le auia pesado mas
de mili vezes por auer ydo en demanda de sus car-
neros, que tuuiera por bien empleado de auer per-
dido al doble dellos por no verse en aquella tan
trabajosa afrenta. Los soldados le trayan corrido
y afrentado con la grita que le dauan, diziendole a
grandes vozes: ¡a gallina, mata ratones!; mas des-
pués, a ruego de sus capitanes y de los principales
heredianos de la entrada se las mando quitar. Y
luego le pregunto si estaua hecho a las armas y si
podría agora matar hombres y no ratones; dixo que
sí y que su merced le mandasse de ay adelante
como a vno de sus criados en que le siruiesse;
mas en fin, al fin dende algunos dias se fue, que
nunca mas parescio. También le acontescio otra
cosa en este pueblo, y fue que como el anduuiesse
muy cuydadoso y con gran vigilancia en busca
del oro que le auian tomado en el saco, traya es-
pias entre los jugadores para ello y fue auisado de
vno de las espias como en el tol Jo de Balthasar
Peres, portugués, estaua vn soldado de la entrada
jugando vn texuelo de oro. Francisco de Caraua-
jal fue luego alia y entro de rrondon por la tienda
y hallo que estauan ciertos soldados suyos jugan-
do a la dobladilla, a los quales dixo: jueguen los
señores y ayan plazer; mas este se queda la mone-

305

da, que me paresce que es buena. Y abaxandose
tomo el texuelo de oro en la mano, que valdría
hasta ochocientos pesos de oro de minas, poco mas
o menos, que lo estaua jugando vn Pedro Hernán-
dez, de los heredianos de la entrada, y sabiendo
quien jugaua el oro le dixo en alta voz. ¡A señor
Pedro Hernández! quierole contar agora vn cuen-
to que passo en cierta parte de España; auríi de
saber que vna dueña honrrada queria mucho a su
marido y muriosele, y dende a ciertos dias ba-
rriendo la casa topo conVnas caigas viejas y qui-
tando dellas la bragueta la pusso dentro de vn
agujero de la pared, y lo demás hecho a mal. Y
cada dia que la buena vieja harria su casa y alie-
gaua al agujero de la pared, tomaua la bragueta
en la mano y comencaua a cantar tristemente y a
dezir con pena: ¡ay de mi la cuvtada, guay de lo
que aqui andaua!; y esto dezia tres o quatro vezes
y luego tomaua a poner la bragueta en el dicho
agujero. Assi que Francisco de Carauajal tetm ndo
el texuelo en las manos repicauale muy de priesa
como a pandero, y dezia muchas vezes: ¡guay de
lo que aqui andaua!, y buelto al soldado le dixo:
¡a señor Pedro Hernández! ¿que se hizo de vna
carga de oro que andaua con este texuelo (t), por-
que me faltan mas de veinte como el? Respondió
el soldado y dixo: señor, yo no lo se, y esse texue-
lo yo lo gane antenoche a vn soldado que aunque
agora le viesse no le conosceria, porque yo ñoco-
nosco a ninguno, por la breuedad del tiempo que

(l) Tachado: de oro.
G. I>R 8ANTA CLARA.—IV.-3.°

■JO

306

he andado y conuersado con ellos; y Francisco de
Carauajal le dixo: pues, señor Pedro Hernández,
busqueme luego los otros que me faltan y seremos
buenos amigos, y quédense con Dios; y con esto
se lleuo el texuelo en la mano, cantando su can
tarcillo, y Pedro Hernández lo tuuo a bien, porque
se temió que lo mandara ahorcar o dar tormento
para saber del de lo demás que taltaua. En este
medio tiempo mando Francisco de Carauajal que
fuessen treynta arcabuzeros a las sierras de los
Andes y a otras partes a buscar ciertos soldados
de los heredianos de la entrada que se auian huydo
y escapado la noche que mato a Lope de Mendo-
ca, y el caudillo destos fue Francisco de la Sierra,
los quales fueron a las sierras y truxeron bonica-
mente y sin premia a Pedro Gongales de Prado y
a Jullian de Humaran con otros diez ó doze solda-
dos heredianos, a los quales perdono liberalmen-
te y les hizo buen tratamiento. También escriuio
desde este pueblo a Goncalo Pigarro dándole cuen-
ta y razón de todo lo que por el auia passado con
los heredianos de la entrada y con los mendoci-
nos, y despacho por su mensajero a vn criado suyo
llamado Agustín de Castellanos, el qual yendo a
Quito le hallo en el camino, que se yua a la cibdad
de Los Reyes, como atrás queda dicho y referido.
Rescebidas estas cartas y viendo lo en ellas conte-
nido se holgó muy en gran manera, y lo mismo
hizieron sus capitanes, y al mensajero dio de al-
bricias diez yndios naborías en las minas de Poto-
si para que le sacassen plata, que después se fue
muy rico a los reynos de Castilla. Sabidas, pues,

307

estas nueuas por los capitanes y soldados, se hol-
garon y regocijaron mucho y se hizieron grandes
fiestas que turaron tres dias con sus noches, y
Gonzalo Pigarro les dixo con vn semblante alegre
que tenian razón de holgarsse todos por el buen
susceso de Francisco de Carauajal. Y mas les
dixo, que si por ventura fuera vencido Francisco
de Carauajal estuuieran sus vidas y personas pen-
dientes en vn cabello y en condiscion de perderse
todos, porque la tierra toda se algara luego contra
ellos, de manera que por el vencimiento de Fran-
cisco de Carauajal dio gran contento y plazer a
todos los que eran sus verdaderos amigos y sus
afficionados y grandes seruidores.

CAPITULO XXXV

DE COMO MORALES DE AMBURT 6 DEL ABAD SE VINO A
PRESENTAR ANTE FRANCISCO DE CARAUAJAL, Y DE CO-
MO SUS CAPITANES Y SOLDADOS SE MARAUILLARON EN
GRAN MANERA DE LE VER VIUO Y SANO Y SIN HERIDA
NI LISION ALGUNA

Estoi perplejo y muy dudoso en contar vna co-
sa que suscedio en esta tierra, que cierto soy muy
enemigo de relatar cosas de admiración á todas
gentes, porque no saben como son ni como pasa-
ron; mas como vieron esta cosa muchos y son dello
testigos, pues se hallaron a todo presentes, diré
con algún atreuimiento lo que passó (1), aunque en
ello, como digo, estoy escrupuloso por lo que ade-
lante diré. Y es el caso que estando Francisco de
Carauajal tres jornadas de la villa de la Plata, en
vn pueblo llamado Caracollo, le vino hazer reue-
rencia Morales de Amburt ó del Abad, el qual auia
quedado muerto en el campo donde fue desbarata-
do y muerto y descabezado Lope de Mendoga, co-
mo atrás queda dicho. Assi como Francisco de Ca-
rauajal le vido y algunos que estauan con el le

(I) MS./OJM.

309

vieron, quedaron espantados y con grande admira-
ción, marauillandose todos de le ver biuo y sano de
las heridas que le auian dado en el cuerpo y en su
persona. Por lo qual alabaron a Dios nuestro se-
ñor, dándole ynfinítas gracias en auer querido
mostrar en este hombre su diuina misericordia, y
assi le yuan a uer todos los soldados como a cosa
nunca vista, o como a hombre que venia del otro
mundo, como dizen. Francisco de Carauajal lo
rescibio muy bien y le hizo mucha cortesía, por lo
qual mando le diessen todo quanto uviesse menes-
ter y vn cauallo en que anduuíesse, y el no quiso
rescebir cosa alguna, diziendo. Que el queria cum-
plir cierto voro que auia hecho a Dios nuestro se-
ñor, y que aquellas cosas que le dauan, que ya no
eran para el, sino vn rosario y vnas Horas en la
mano para encomendarse a Dios y a Nuestra Se-
ñora y a las Onze mili Virgines, que le auian libra-
do de la muerte eterna y de las penas del ynfierno,
y entonces le contó lo que auia passado, como aba-
xo se dirá. Por lo qual Francisco de Carauajal
alabo a Dios nuestro señor y lo dexo con vn su
compañero que siempre andaua con el, y el siem-
pre yua a pie siguiendo el campo, mas no tenia
ninguna conuersacion ni hablaua con los soldados,
sino que alia andaua muy apartado y solo, redando
y encomendándose a Dios y a Nuestra Señora.
Dormía fuera de los toldos en el campo, que no
queria cima ni Ineadi, sino que se cubría con vn
baladran o capote que tenia que era de sayal fray-
leseo, que vn su ami^o le auia dado, y sustentaua-
se con lo poco que vn su compañero le daua, y

310

assi parescia con esto vn santón. Lo que contó a
Carauajal es de saber, que estando después yo y
el en la villa de La Plata, dende a muchos dias,
assentados en vn poyo en casa de Juan de Orella-
na, estuuimos tratando en los milagros de Nuestra
Señora y en otras cosas muy buenas, le pregunte
acerca de su muerte lo que auia sentido en aquel
punto que su anima se le arrancaua del cuerpo. Y
también le pregunte si auia sido verdadera su
muerte, y que era lo que auia visto, como dizen, en
el otro mundo; que me lo dixesse todo por me hazer
merced, pues eramos grandes amigos, porque te-
nia gran desseo de lo saber. Respondióme con vn
sospiro muy grande, diziendome a manera de fray-
le bendito: aueis de saber, amigo y hermano mió
en Dios nuestro señor, y el sea loado por siempre
jamas, que al tiempo que me comenzaron apretar
con el cordel y con el garrote, senti vn tan grande
y tan terrible y tan yncomportable dolor y tormen-
to como aquel que estaua padesciendo la cruda
muerte. Esto no os lo sabré dezir tan encarescida-
mente como ello fue, ni lo que senti quando mi ani-
ma peccadora se apartaua desta miserable carne
y triste cuerpo, porque seria nunca acabar ni se
podria dar a entender si no fuesse por aquel que
uviesse passado este tan temeroso y espantoso tra-
go. Pues como ya yo no tenia ningún sentido y
uviesse cerrado los ojos corporales, quedando ya
muerto vide a desora vna grandissima claridad
puesta ante mi, y en ella, al parescer, se me repre-
sento aquella que es madre de toda piedad y con-
solación, la Virgen Sancta Maria, y con ella mu-

311

chas virgines y santas de la corte del cielo. Y vna
dellas me parescio que me tenia la cabeca aleada
del suelo, y otra que tenia asida de la cuerda y del
garrote porque no me diessen tanta pena y dolor,
y con todo esto me parescia que estaua en vn ver-
gel muy deleytoso, adornado de muy odoríferas
y frescas flores y rosas que de si hechauan gran-
dissima fragrancia de olor, y si yo dixesse por en-
tero lo que vide seria nunca acabar. Dende a vn
rato me dixo vna de aquellas sanctas que me era
concedido boluiesse al mundo y mudasse vida y
estado con hazer penitencia de mis grandes culpas
y peccados, y dicho esto se fueron todas y la cla-
ridad que auia visto se me quito de delante. Luego
le pregunte si tenia deuocion en alguna sancta de
aquellas que auia visto; el me dixo que si, que era
en Nuestra Señora, a quien siempre se encomen-
daua cada dia muy deuotamente, y que en los sá-
bados y en las vigilias de todo el año ayunaua
muy cordialmente. Y demás desto que tenia gran
deuocion en las Onze mili Virgines con sancta Vr-
sula, y que en cada vn año ayunaua la vigilia de-
llas, y que en el dia de su fiesta daua limosna quan-
do tenia que, o si no, lo buscaua para dallo a los po-
bres, aunque el biuia muy nescesitado. Mas que en
la hora que le dexo la claridad no sintió cosa algu-
na, si estaua herido o hechado en cama o en el
arroyo, sino que le auia parescido que auia estado
dormiendo, y lo primero que sintió quando torno
en si fue tener los pies fríos, y que enguantándo-
se y tentándose las heridas se auia hallado sano
dellas, y después quitándome el garrote y el cor-

312

del que tenia hallé que no estaua apretado, sino
110×0, y luego me hinque de rodillas y puestas las
manos al cielo y con lagrimas que en abundancia
destilauan de mis ojos di muchas gracias a Dios y
a su bendítissima madre y a sancta Vrsula con las
Onze mili Virginis, y luego prometí ser frayle en el
monesterio del señor sancto Domingo y de serui-
lle alli toda mi vida. Assi como me vide solo en el
campo y via passar muchos soldados de Francisco
de Carauajal que auian quedado atrás, tuue creydo
que me mataran si me veyan, y assi me escondí de-
llos y de alli vine en busca de vn monesterio para
meterme frayle, creyendo que lo auia en esta vi-
lla. De manera que el llego al tiempo que tenemos
dicho y de ay adelante fue llamado Morales de
Amburt el resuscitado, aunque a la verdad se lo
dezian irónicamente por hazer.burla del, que no le
dauan crédito a todo lo que dezia y contaua. Estas
cosas con otras muchas me contó y lo dixo des-
pués a otros muchos con grandes gemidos y llo-
ros, que fue gran contento de vérselas contar, que
parescia que ponia deuocion en las oyr relatar,
como después lo dezian. Muchos que oyeron dezir
estas cosas las tuuieron por patrañas y fabulosas,
y assi me parescio a mi que era burlador, el qual
hazia demonstracion de querer biuir en sanctimo-
nia porque no sintiessen ni menos tuuiessen crey-
do que andaua vrdiendo algunos males. Porque
dende cierto tiempo fue ahorcado y hecho (1) quar-
tos por cierto motin que Diego deBalmaseda, sol-

eo Jfr.iwl”

313

dado de Carauajal, hazia en la villa de la Plata, y
dixeron las gentes que el se hallo en este trato y
negocio, como adelante diremos. Quieren otros
sentir que el verdugo que le dio garrote, que como
fue el postrero no apretaría bien el cordel o la
soga, porque ternia lastima del por las grandes
heridas que ternia, creyendo que luego moriría
dellas, y que assi lo dexaria medio biuo y que pu-
diendo mas el espíritu biuiíicante le haria rebiuir
y tornar en si. V en quanto a lo que toca del cuen*
lo deste hombre, si fue verdad o no, Dios es el sa*
bidor de todo; mas de la manera que el me lo contó
lo pusse aqui, y tengo para mi que quiso reyterar
en hazer mal, que no se acordó de los beneficios
que de Dios auia rescebido, y que de las cosas di-
chas lo hizo por abonarsse con Carauajal y con
sus capitanes, porque en este tiempo que las con-
taua andaua el trato de la muerte de Carauajal,
como adelante diremos. En lo que toca de las he-
ridas deuiole de curar algún buen medico, o se
deuio de curar con el ensalmo que llaman de Bo-
gotá (1) porque vide en aquel tiempo hazer muy
buenos effectos, curar con el muchas heridas peli-
grosas y sanar dellas mediante Dios, y como estu-
uo cerca de vn mes antes que se mostrasse, sanaría
en aquel ynterualo de tiempo. En este camino re-
cogió Francisco de Carauajal cierta parte del oro
que los mendocinos y heredianos le auian tomado,
porque andaua en el juego entre sus soldados, los
quales se quexaron dello diziendo que lo auian ha-

{}) Mi. Ayate.

314

Hado y tomado a los de la entrada en la noche del
desbarate, y que no era bien que se lo quitasse.
£1, oyendo las quexas de sus soldados y porque no
se quexassen de veras, les prometió que en llegan-
do a la villa de la Plata repartiría entre ellos gran
cantidad de plata que le auian de traer de las mi-
nas de Potosí y de Porco, y repartiría entre ellos
Los yndios que estauan vacuos en la tierra; en fin
y al cabo le faltaron mas de tres mili ducados que
no parescieron mas.

CAPITULO XXXVI
DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL SE FUE A LA VI-
LLA DE LA PLATA Y ENTRO EN ELLA CON MUY BUENA
HORDENANCA, LLEUANDO SUS VANDERAS TENDIDAS
COMO TRIUMPHADOR Y VENCEDOR DE SUS ENEMIGOS, Y
DE MUCHAS COSAS QUE HIZO EN AQUEL DISTR1CTO
Hallándose Francisco de Carauajal cerca de la
villa de la Plata, en tres alojamientos que hizo de
tres jornadas que le íaltauan, se fue a poner cerca
del la para entrar otro dia en ella, y venido el dia
mando a sus capitanes y soldados que todos se pu-
siessen en buena hordenanca en esta forma y ma-
nera, que parescieron mas de los que eran. Prime-
ramente pusso a los arcabuzeros de tres en tres en
hilera que fuessen por auanguardia, ya los pi-
queros por batalla, y a los de a cauallo por reta-
guardia, los quales todos lleuauan las vanderetas
puestas en los sombreros y en las celadas, que por
todos eran mas de trescientos soldados, porque en-
tremetió en la hordenanca muchos de los de la en-
trada que se le auian allegado. V el dicho Cara-
uajal se pusso en la delantera de todos, y el Maes-
tro de campo Dionisio de Bobadilla y el sargento
mayor Balthasar de Cepeda y los otros sargentos

316

menores yuan poniendo en horden y concierto a
los soldados que yuan por su camino marchando,
y los que auia en la villa le salieron a rescebir y
también la justicia y regimiento. Con esta horden
entraron en la villa con los estandartes y vande-
ras tendidas tremolcando por el viento y al sonde
los atambores, como triumphadores y vencedores
de sus enemigos; yuan quatro soldados delante del
con dos estandartes y dos vanderas de Diego Cen-
teno y Lope de Mendoca, los quales lleuaron ba-
xos y medio arrastrando por el suelo. Con esta
horden y concierto fueron marchando por las ca-
lles hasta que allegaron a la placa, no dexando de
tirar de quando en quando los arcabuzes por el
ayre, sin balas, haziendo demonstracion que te-
nian plazer y alegría algunos, y otros mostrauan
en sus semblantes tener alguna ferocidad. En lle-
gando a la placa hizieron alto en ella por mandado
del Maestro de campo Dionisio de Bobadilla, y el
dicho Francisco de Carauajal se apeo de su muía
vermeja con los capitanes y algunos soldados ar-
cabuzeros y se fueron derechos a la yglessia ma-
yor, en donde hizieron todos oración. De alli se
salió fuera a la placa y los arcabuzeros que auian
quedado en ella quando le vieron le hizieron vna
braua salua con la arcabuzeria y dixeron a gran-
des bozes: ¡viua, viua el Rey y Gonzalo Picarro’y
el general Francisco de Carauajal por mar y por
tierra!; y desde alli se fue en su muía vermeja a
las casas de Centeno, en donde se apossento. Lue-
go mando a Francisco de Cantillana, su apossen-
tador, que los capitanes y soldados fuessen bien

317

apossentados, lo qual se hizo, que como la villa es-
taua cassi despoblada tuuieron mucha anchura y
lugar para estenderse los vnos y los otros; lo pri-
mero que mando en la villa fue que en apeándose
de su muía vido estar allí a Juan Ramírez, que era
alcalde hordinario en aquel año, y le dixo: ja se-
ñor Juan Ramírez! haga v. m. vna punta a essa
vara y tíresela a vn perro, y hágame esta merced
antes que me enoje; y el alcalde la dexo luego,*
Otro dia mando hazer cabildo, en donde mudó re-
gidores a tres vezinos de alli que lo eran por Su
Magestad y nombro por regidores a tres de los
suyos y los hizo vezinos de la villa, dándoles de co-
mer en ella, y dexo a los otros tres porque eran sus
afíicionados. Estos seys regidores, por mandado
de Francisco de Carauajal dieron las varas de al-
caldes hordinarios al capitán Alonso de Mendoca
y a Juan Vasquez de Auila, grandes amigos y ser-
uidores de Goncalo Picarro. Luego embio a lla-
mar a todos quantos caciquez y principales yndios
que auia veinte leguas a la redonda, para que tru-
xessen muchos bastimentos y estuuiessen a la con-
lina en la villa con muchos yndios para el serui-
cio y prouimiento de sus capitanes y soldados.
Dende a pocos dias vinieron los yndios y truxtTon
muchos carneros, ouejas, mahiz y papas, que son
como turmas de tierra y son muy buenas y sabro-
sas de comer asadas o cozidas, y assi truxeron
otras muchas cosas, que fue por entonces la villa
bien proueyda de bastimentos y de otras cosas ne-
cesarias. En este medio tiempo eomencaron los
picarristas y heredianos a descansar de los traba-

318

xos que auian passado y a pasearsse por la villa
sin tener cuydado de hazer cosa alguna sino era
comer y beuer y de quando en quando velar a su
capitán quando les cauia su tanda, y todos viuian
alegres y contentos con esperanca que luego se
auian de repartir entre ellos los pueblos de aquel
territorio. Assimismo velauan por sus quartos al
Maestro de campo Luys Perdomo y al alférez
Alonso Camargo porque no se fuessen de la pri-
sión en que estauan detenidos tanto tiempo auia.
los quales estauan bien aherrojados en el aposen-
to de Dionisio de Bobadilla. De manera que en
esta villa auia por entonces mucha paz y buena
concordia y todos viuian a plazer y contento co-
miendo y beuiendo de las raciones que Francisco
de Carauajal les mandaua dar y proueer, que auia
en abundancia. Por otra parte embio al capitán
Alonso de Mendoca a las minas de Potosi y le
mando que recogiesse toda quanta plata pudiesse
auer. assi de las haziendas de los Picarros y de los
otros mineros, como de mercaderes y tratantes que
en ellas residían, y se la embiasse con mucha bre-
uedad y con mucho recaudo. El capitán fue a las
dichas minas con treynta arcabuzeros. el qual
hizo todo lo a el possible y comenco de buscar y
ajuntar mucha plata, y al cabo de tres semanas
que alia estuuo embio luego para la primera vis-
ta (l) veinte yndios cargados de plata, que cada
vno dellos truxo dos arrobas y media de carga, y
después andando el tiempo embio mas. Assimismo

(I) Táchalo: de la plata.

319

embio dos criados suyos, llamados Domingo de
Deua, vizcayno, y Francisco de la Cruz, a las mi-
nas de Porco, y escriuio a Pedro de Soria de Ca-
latañacor (1), que era mayordomo de Hernando
Picarro, para que le embias§e toda la plata que
pudiesse auer en todo aquel termino, el qual la
a junto de muchas personas y se la embio en mu-
chos yndios con los sobredichos hombres. Tam-
bién ajunto Carauajal mucha plata de muchos
caciquea y principales yndios que auia en toda
la prouincia de las Charcas, porque estauan
muchos repartimientos vacuos, que los enco-
menderos dellos se auian ydo con el Visorrey, y
otros estauan escondidos en diuersas partes. Al-
gunos caciquez y principales yndios se escusa-
ron en dezir que no tenian ninguna plata para
dalle, porque la que auian tenido la auian dado
a Lope de Mendoga y a sus capitanes los dias
atrás, y por esta causa saco dellos mucho mahiz,
papas, chuño, cameros y ouejas, con otra di-
uersidad de comidas, las quales todas embio en
yndios y en los mismos carneros cargados a las
minas de Potosí y de Porco, en donde se vendió
muy bien y se saco de todas estas cosas mucho di-
nero. Descubriéronse estas minas de Potosí, diez y
ocho leguas desta villa, al principio de la rebelión
de Goncalo Picarro y vn poco antes que Francis-
co de Carauajal entrasse la primera vez en las
Charcas, las quales descubrió vn yndio de vn Juan
de Villarroel andando en busca de metales para su

320

amo, porque ya en las minas de Porco yuan faltan-
do los metales para fundir. Destas minas de Poto-
sí se saco luego al principio grandissima summa y
mucha cantidad de plata, que fue sin numero, por-
que después se gastaron en las guerras passadas
mas de millón y medio de pesos de oro, y después
acá lo que han licuado los mercaderes y tratantes
y otros a España y a diuersas partes, que ha sido
la summa dello tan grande que no tiene cuento.
/Que diremos de los señores y dueños destas mi-
nas? algo lleuarian y gastarían, y los yndios nabo-
rías que las cauauan y labrauan algo hurtarían;
assi que podemos dezir con verdad y aun con li-
bertad que en todo el Nueuo Mundo no ha auido
otra tal mina ni tan buena y rica como la mina de
Potosí, que turo muchos meses y ha turado mu-
chos años. Estas minas están encima de vn cerro
bien alto y pelado y sin ningún genero de árbol en
el, y halláronse en el cinco vetas que las nombra-
ron vi ta Rica, veta de Centeno, veta de Mendieta,
veta de Oñate y veta del Estaño, que solamente de
la veta Rica se saco tanta riqueza que en cada
mes dexauan a los officiales de Su Magestad cien-
to y veynte y cinco mili pesos de oro de minas que
le cabían de sus reales quintos. Cierto es cosa ma-
rauillosa lo destos metales, que no se han podido
benefficiar con fuelles, ni en hornos de fundir, ni
con otras maestrías que se han hecho, que muchos
maestros españoles, flamencos y alemanes lo han
prouado con mili esperiencias y sotiles yngenios,
los quales hasta agora no han salido con ello ni
han podido fundir, y la causa dello no se sabe.

321

Estos metales se benefficían, como antiguamente
los yndios naturales los fundían, en vnos hornos
altos y quadrados con muchos agujeros pequeños
que parescen a manera de palomares, que ellos
llaman guayras, y en estos hornos hechan el me-
tal y el carbón por sus cargas. Y con el viento Sur
que corre muy rezio, que nunca falta cotídiamen-
te en estas partes, sopla en los hornos que están
en alto y entra por los agujeros que están de fren-
te tan solamente por aquel lado, se (1) derriten los
metales que son muy donzeles y sale media plata
y medio plomo y cae en vnas piletas que están al
otro lado, y sacada la plancha paresce ladrillo.
Este plomo se affina después y se saca del plata
fina, y estas guayras se hazen encima de los mas
altos cerros que por alli ay, en donde corre mas
rezio el viento Sur, que reyna mucho en esta tierra,
y si no ay viento no ay hazer hazienda, quanti
mas, como digo, nunca falta de dia ni de noche,
de manera que nuestra vida es viento pues anda-
mos siempre con el (2). También mando Francisco
de Carauajal en este medio tiempo hazer muchos
arcabuzes, lancas, picas y mucha poluora y mecha,
en que auia dia que se hazian y forjauan dos arca-
buzes con todos sus aderecos, porque auia muy
buenos herreros y maestros del officio de la car-
pintería, Los capitanes y todos los soldados nota-
uan todas estas cosas, y mas la efficacia y diligen-
cia (3) que ponia, mas no sabían a que fin y propo-
(l) Ms. que se.
(a) Tachado: Este cerro y minas de Potosí se a de peñeren medio des-
te capitulo, como está aqui.
(3) Ms. dilengencia.
G. DE SANTA CLAKA.-IV.-3.° al

322

sito se hazian tantos arcabuzes y tanta munición,
pues la tierra estaua ya de paz y en quietud y
toda ella a deuocion de Goncalo Picarro, que mu-
chos en este tiempo le siruian mas de miedo que de
voluntad. Algunos uvo que tuuieron creydo que
se queria alear con la tierra, pues tanta diligencia
y solicitud ponía en ajuntar tanta moneda y en ha-
zer tantos arcabuzes y otras armas. Mas en fin no
uvo quien claramente supiesse la yntencion que
tenia, que como era astuto y sagaz para lo malo y
gran traydor en todas sus cosas, hazia sus hechos
de tal manera que todos no le acabauan de enten-
der. Andauan ya en este tiempo Jos picarristas y
heredianos tan occiosos y vagamundos que era
cosa de ver, y como andauan sin moneda y desnu-
dos y por otra parte vian que Francisco de Cara-
uajal no repartía ni les daua lo que en muchas par-
tes les auia prometido, determinaron algunos de-
llos de yrse por ay a buzcar la vida y de comer.
Algunos dellos fueron, de bien comedidos, a pedille
licencia para yrse a otras partes, y Francisco de
Carauajal, como tuuiesse otros pensamientos, no la
concedió a ninguno, diziendoles que los auia me-
nester agora mas que nunca, por estar como es-
taua la guerra mas braua y encendida que de an-
tes lo auia estado, aunque ellos no entendieron
esta zifra. Vn dia se ajuntaron obra de veinte sol-
dados arcabuzeros y se fueron a su casa y le pidie-
ron licencia para yrse a otras partes, diziendole
humillmente que pues la guerra se auia acauado y
la tierra estaua ya en mucha paz y en quietud y
Goncalo Pigarro estaua con sossiego en Lima, que

323

no era mucho los dexasse yr. pues no auia que ha-
zer y ellos estauan en gran necesidad. Dixo Fran-
cisco de Carauajal con gran enojo ¿si era motin
aquel y si le querían hazer fuerga. pues tantos ve-
nían con arcabuzes a le pedir licencia?; y que ju-
raua a tantos y a quantos que si los apañaua que
los mandaría muy bien castigar por el gran atreui-
miento que auian tenido de venir de aquella suer-
te. Y que no mirando lo que auian hecho los per-
donaua, y que de ay adelante ninguno fuesse tan
ossado de le pedir licencia, porque el no la daría;
y assi les dixo otras cosas, que después no uvo
ninguno que le ossasse pedir licencia por no le ver
enojado con tanta braueza. En fin. los soldados
concibieron por esto en sus ánimos contra el gran-
dissimo odio y rancor por ser de tan peruersa y
mala condición, que pues no les daua lo que les
auia siempre prometido, que a lo menos los de-
xasse yr a buscar su remedio; al qual dexaremos
agora vn poco por dezir de como mataron al the-
niente de la cibdad del Cuzco Alonso de Toro.

CAPÍTULO xxxvn

DE COMO ALONSO DE TORO. THBN1BNTE DE LA CIBDAD
DEL CUZCO POR GONZALO Pl^AfeRO, FUE MUERTO A
PUÑALADAS POR SU SUEGRO, Y POR QUE CAUSA LO
MATO, Y DE CIERTO MOTÍN QUE SE HAZIA EN ELLA,
EL QUAL APACIGO EL CAPITÁN ALONSO ALUAREZ DB
HINOJOSA
En el primer libro desta obra se dixo de como
Goncalo Picarro auia embiado a la cibdad del Cuz-
co por su theniente y capitán general a vn valero-
so hombre en la tierra llamado Alonso de Toro,
el qual era vezino desta cibdad, y por ser tal le
ternian respecto y que por su amor y amistad le
obedescerian todos y que nadie se alearía contra
el por aquella parte, pues era tanto su amigo y
afficionado. Este capitán Alonso de Toro era casa-
do con vna muger muy virtuosa y honrrada, lla-
mada Doña Cathalina de Salazar, la qual era muy
linda, hermosa y moca de hedad de veinte y cinco
años, y los padres della biuian dentro de la casa
del hierno porque eran pobres y rezien venidos de
los reynos de Castilla, de la cibdad de Toledo.
Este Alonso de Toro daua muy mala vida a su
muger a cabo de vn año que se auian casado, no

325

por culpa que ella tuuiesse. sino por causa de vna
yndia natural, que era hermosa, la qual tenia den-
tro de su casa por amiga y manceba, que se llama-
ua en su lengua Cappa, que era xpiana llamada
Beatriz. Esta yndia era de la gran prouincia del
Cuzco y de las muy principales que auia en la tie-
rra, que llaman Palla o Coya, que quiere dezir
gran señora, que procedía de la casta y descenden-
cia de los Yngas, señores que fueron desta tierra,
a la qual queria y amaba mucho mas que a su mu-
ger ligitima porque la auia tenido mucho tiempo
antes que se casara. Viendo la madre della la
crueldad que su hierno vssaua con su muy querida
y amada hija y como la trataba (1) tan mal, los po-
nía muchas veces en paz con dulces y amorosas
palabras, y en secreto dezia a su hija que no se le
diesse nada por la yndia, antes la regalasse y la
tuuiesse en el estrado, porque assi era la voluntad
de su marido, y que viuirian en paz. Haziendo esto
la buena de la hija con la yndia, no aprouechaua
cosa alguna, antes laaporreaua mucho mas,dizien-
do a su muger que ya la quissiera ver muerta por
casarsse con la yndia, que valia mas que ella, y
oyendo esto la buena vieja y no lo podiendo ya
zufrir acuytauasse mucho por ello y reprehendía
al theniente por esta crueldad que vssaua contra
su hija. Enojauasse terriblemente Alonso de Toro
contra la suegra porque le yncrepaua lo que hazia,
y a las vezes ponia las manos en ella y luego yua
aporrear a la muger, y viendo esto la vieja y qué

(l) Ms. trata.

326

ella no lo podia remediar le tomo gran tristeza y
pesar, que cayo en vna enfermedad de la qual vino
a morir auiendose primero conffessado y comul-
gado. Pues viendo Juan Rodríguez, marido de la
diffunta, que su hija era tratada tan malamente, y
viendo por otra parte que su muger era muerta de
dolor y tristeza de ver a la hija tan mal casada,
comengo de tomar grandissimo rancor y odio con
el hierno y assi reñían muchas vezes por amor de
la yndia, aunque ya otras vezes lo auia hecho en
vida de su muger. Assimismo, viendo que no po-
dia hechar de casa la yndia, hechauale muchos ro-
gadores, assi religiosos como cibdadanos, de sus
amigos, para que hechasse fuera de casa la barra-
gana y se hallegasse con amor a su muger ligiti-
ma; con todo esto no bastaua rrazon, porque tenia
ya perdido el temor a Dios y la verguenca a las
gentes. Mas en fin, como el tenia el palo y el man-
do no auia quien osasse de entremettrsse en las
cosas de su casa, sino era el pobre viejo de su
padre, que ledolia en gran manera de ver a su
hija tan penada y desechada por amor de vna
yndia. Aconteció vn dia que estando Alonso de
Toro aporreando yndeuidamente a su muger por
amor de la yndia, entro el padre della a la fabores-
cer y a rogalle por amor de Dios y de Nuestra Se-
ñora no la aporreasse mas, que bastaua lo hecho.
El theniente no la quiso dexar, antes se enojo bra-
uamente contra Juan Rodríguez,su suegro viejo,y
arrempujones loapartaua de alli, diziendole que se
fuesse de su casa y no parasse mas en ella, que le
daua gran pesadumbre de su estada, y a grandes

327

bozes llamaua a sus criados para que le hechassen
la ropa que tenia, en la calle. Desque el viejo oyó es-
to rescibio gran enojo, por lo qual hecho mano con
gran furia y presteza a vn puñal grande fde] dos
filos que siempre traya en la cinta y arremetió a el
y le dio de puñaladas y no le dexo hasta que lo
acabo de matar; aunque la hija rogaua por el que
no lo#iatasse, no aprouecho cosa porque estaua
enseñoreado del enojo. Auiendo el viejo Juan Ro-
dríguez hecho este homecidio luego se retruxo al
monesterio del señor Sancto Domingo, en donde
tomo los hábitos y biuio mucho tiempo en la reli-
gión auiendo hecho proffission, y dende a ciertos
años dio el anima al Criador. La yndia se huyo
luego de miedo, la qual se metió entre los yndios,
que nunca mas parescio aunque fue bien buscada
para ser castigada porque dixeron publicamente
que era gran hechizera y que tenia enhechizado
al theniente Alonso de Toro. Como se supo en la
cibdad esta muerte, luego encontinente acudieron
a su casa toda la justicia, regimiento y los cibdada-
nos, y también Thomas Vasquez su cuñado que
estaua casado con la hermana de Doña Cathalina
de Salazar, el qual dixo a grandes bozes y con
enojo que se buscasse el matador y se sacasse de
donde quiera que estuuiesse para castigallo según
lo merescia; pues era traydor, porque auia muer-
to a traycion al theniente de Su Magestad, que no
le valia ninguna yglesia; y no miraua que también
era su suegro y padre de Doña Ana de Salazar su
muger, que también acudió luego a uer a su her-
mana y al cuñado. Todos dixeron a vna que assi

328

se haría y que tiempo auria y que en el entretanto
v TM bien que se diesse primero horden en dar la se-
pultura al diffunto. y assi se hizo, que lo enterra-
ron hombradamente en el monesterio de Nuestra
Señora de la Merced. Fue todo el regimiento y
ribdadanos y mugeres acompañando el cuerpo di-
ííumo y se hallaron en su entierro muchos cléri-
gos y algunos frayles dominicos y mercenarios,
en donde le dixeron algunas missas y responsos.
Viendo después el regimiento del cabildo y hom-
bres principales de la cibdad que Alonso de Toro
era muerto y que no auia quien los tuuiesse en
buena paz y concordia, y porque no se leuantasse
algún escándalo en la cibdad por su muerte, eli-
-ít-ronde consentimiento de todo el pueblo por
Uu Puente de Gouernador al capitán Alonso Alua-
rea de Hinojosa en nombre de Su Magestad y de
Gonzalo Picarro hasta que el otra cosa mandasse.
1*1 regimiento y los afficionados de Gonzalo Pica-
rro le escriuieron por la posta sobre la muerte de
Alon$p de Toro y elecion que auian hecho de the-
niente en el capitán Alonso Aluarez de Hinojosa,
y q ne vistos los méritos suyos y los seruicios que
le auia hecho lo tuuiesse por bien, o si no, que se
haria lo que el mandasse. Goncalo Pigarro res-
cíbiograndissimo pesar de la muerte de su the-
niente porque siempre lo auia hallado por fiel y
gran seruidor suyo y le era muy acepto y agrada-
ble su amistad, y assi dixo por el que se le auia
en Jo vno de los buenos pilares que auia tenido
ert I i tierra. Con esto embio la confirmación del (1)

329

thenentazgo al capitán Alonso Aluarez de Hino-
josa, porque sabia que era hombre muy valeroso
y bien rico cibdadano, y que este le vanderia mu-
cho mejor que otro alguno, porque siempre le auia
visto que le era affícionado. Dende a doze dias que
fue muerto Alonso de Toro yntentaron dos vezi-
nos valerosos de alearse con la cibdad en nombre
de Su Magestad y qu i tal la a los tiranos, y la causa
fue porque el vno dellos, que se llamaua Lope
Sánchez de Valencuela, no le auian hecho thenien-
te, que lo pretendió ser. Y para hazer esto le van-
deaua su compadre Diego Pérez Bezerra, y estos
eomencaron de abiuar la voz y trama que tenian
antes comentada, buscando en gran secreto ami-
gos, armas y dineros para el effecto. Todo lo qual
hallaron, aunque en vida de Alonso de Toro no se
auian, atreuido a menearsse ni hazer cosa alguna
porque era ademas muy furioso y brauo, hasta es-
te tiempo que Alonso Aluarez de Hinojosa co-
mencaua a gouernar la cibdad a contento de los
afficionados de Goncalo Picarro. Vino esto a noti-
cia del theniente Alonso Aluarez de Hinojosa y de
Pedro de Villacastin, alcalde hordinario que era
en aquel año, y luego los dos tomaron la mano en
apaciguar la cibdad y en prender con veinte ar-
cabuzeros a los dos amotinadores. El vno dellos
fue por su parte a las casas de Lope Sánchez de
Valenguela, y el otro a las casas de Diego Pérez
Bezerra, a los quales prendieron luego sin ningu-
na controuersia, con alguno de sus amigos y con-
ffederados, y los hecharon en la cárcel publica en
fuertes prisiones. A los dos vezinos que auian sido

330

los principales mouedores de la conjuración die-
ron brauos tormentos y fueron conuencidos en
ellos y por las yhformaciones que se hizieron, por
lo qual les cortaron las cabecas, y quatro de los
otros ahorcaron por amotinadores y traydores, y
a otros desterraron de la cibdad, y a otros perdo-
naron porque no tenian tanta culpa. Desta mane-
ra se apacigo la guerra que se encendía en la
cibdad, y después no uvo ninguno que tan ossado
fuesse que alcasse cabeca contra Goncalo Picarro
ni contra ninguno de sus thenientes y capitanes
que tenia puestos en todas las cibdades, villas y
lugares, y assi le siruian todos pecho por tierra,
desde el chico hasta el grande. La fama diuulgo
esta muerte de Alonso de Toro en diuersas partes,
por lo qual los afficionados de Goncalo Picarro le
escriuieron por la posta a Francisco de Carauajal,
deque le peso dello grandemente, y el las publi-
co vna tarde a sus capitanes y soldados estando
assentado en vna silla a la puerta de su casa, que
cae a la placa. Y dixo estas nueuas con tanta tris-
teza y dolor como si el diffunto fuera su hermano
o fuera Doña Cathalina de Leyton su muger, la
qual estaua entonces en la cibdad de Lima. Quan-
do contaua estas nueuas las dixo con tantos sollo-
gos y lagrimas que por sus mexillas y canas le co-
rrían, que fue cosa de notar en vn viejo tan cruel
como era este, que tenia el coracon de diamante.
En esto dio que dezir a sus capitanes, porque al-
gunos dellos y de los soldados mas principales que
estauan presentes eomencaron también a llorar
muy de veras, no de compassion ni lastima de la

331

muerte de Alonso de Toro, sino porque le vieron
a el llorar tan lastimosamente. Aquel mismo dia
se pusso luto por el diffunto y mando al padre Már-
quez y a dos frayles dominicos que auia en la villa
le dixessen algunas missas de requien por el ani-
ma de Alonso de Toro, y assi se dixeron, que fue*
ron todas offrendadas. De manera que en vida
fueron estos dos hombres mortales enemigos, que
no se hablauan el vno ni el otro sino por via de
terceros, como atrás queda dicho, y después de
muerto hizo bien por su anima como si fuera su
verdadero amigo, porque como el dezia no lo hazia
porque le queria bien, sino porque era gran serui-
dor y amigo de Goncalo Pigarro. Yten, que le ha-
ria gran falta su ayuda andando el tiempo, porque
el adeuinaua que auia de ser assi; y dexado esto
aparte diremos lo que Francisco de Carauajal hi-
zo en las Charcas, que apago otro mayor fuego
que se comencaba a encender por aquellas par
tes, haziendo muchas crueldades en los here-
dianos.

CAPITULO XXXVIII

DE COMO DIEGO DE B ALMA SEDA DIO HORDEN Y MANE-
RA DE MATAR A FRANCISCO DE CARAUAJAL HAZIENDO
CREER (1) A MUCHOS SOLDADOS QUE GONCALO PICARRO
ERA MUERTO, POR VNA CARTA MlSSIUA QUE VIERON FIR-
MADA CON DOS BORRONES

Como la occiosidad sea ynuentora y madre de
muchos vicios y males y madrastra de todas las
virtudes, suscedio que los picarristas comentaron
a malear, o por mejor dezir, abonar, tramando
asechanzas contra la persona y vida de Francisco
de Carauajal, que como hemos dicho estauan to-
dos muy mal con el a causa de su mala y peruersa
condiscion y porque no los dexaua salir a buscar
su remedio. Y lo mismo porque a cabo de tanto
tiempo que estauan alli detenidos occiosamente no
hazia ninguna mincion de les dar de comer, o re-
partir entre ellos lo que muchas vezes les auia
prometido acerca de los repartimientos de yndios
que estauan vacuos. Ni menos les queria socorrer
siquiera con alguna cosa de la mucha riqueza que
tenia ensilada (2) dentro de su casa, y assi le tenian
(1) Ms. en creyente.
(a) Ms. ensilado.

333

grandissimo odio y ahórrese imiento, por lo qual
yntentaron con gran efficacia loque agora dire-
mos. Después que Alonso de Mendoca uvo embia-
do toda la plata que pudo hallar en las minas de
Potosi se boluio a la villa con todos los soldados
que auia lleuado, entre los quales fue uno llamado
Diego Balmaseda, que era hombre de grande ani-
mo y esfuerco y délos principales soldados i}üti
Francisco de Carauajal tenia en su campo. B ste
Diego de Balmaseda quando llego a la villa pre-
gunto a sus compañeros de como les yua y como
no auian repartido los yndios entre ellos, al q;i;Ll
respondieron lo que con Francisco de Carauajal
les auia passado, por lo qual Diego de Balmaseda
rescibio grande enojo y rancor contra el, dilien-
dole en ausencia mili ynjurias y denuestos. Pues
concebido en el esta mortal enemiga y gran odio
procuro de lo matar, y para ponello en effecto no
hallaua aparejo ni modo ni manera para lo eíix
tuar, y no sabia por do lo comengar o a quien da
ría parte deste negocio tan peligroso. Assi anduuo
con esto algunos dias hechando seso a montón > y
de cada dia traya mili y varios pensamientos, y
como era hombre muy conuersable y tenia que dar
a sus amigos y conoscidos, le querían mucho los
soldados, de manera que le tenian todo respecto.
Andando en estas cosas tomo grande amistad con
Jullian de Puelles, camarero de Francisco de Ca*
rauajal, y entrando a dicha vna vez con el en La
cámara, que su amo era ydo a missa, hallo vna
carta encima de la mesa que estaua en par de la
cama, la qual tenia el titulo de su nombre, que de

334

zia: Francisco de Carauajal. Diego de Balmaseda
la tomo y vido lo en ella contenido y la firma y
nombre de la muger que fue del Oydor Alison de
Texada, el qual murió en la canal de Bahama
quando yua a España por mandado de Goncalo
Pigarro, como atrás queda referido, que auia dias
que se la auia escripto. Esta carta estaua, como he
dicho, en aquella mesa, con otras muchas que le
auian escripto muchos de diuersas partes, las qua-
les eran de poca ymportancia, que las que le ha-
zian al casso y eran cosas secretas, el mismo las
guardaua muy bien en vn cofre grande que siem-
pre traya consigo. En la firma desta carta venian
dos borrones muy grandes, que dezia:la desdicha-
da y sin ventura Doña Cathalina; y dezialo a fin
de como su marido era muerto, y escriuiosela co-
mo suelen hazer las semejantes mugeres y viudas,
porque auia sido vn poco de tiempo su grande y
verdadero amigo. Tomándola Diego de Balmase-
da secretamente sin que mirasse en ello Jullian de
Puelles, la guardo muy bien a causa que por ella
queria comengar de poner por obra lo que tanto
desseaua hazer, y fue que la comengo a mostrar y
a enseñar a muchos de sus amigos que sintió que
estauan mal con Francisco de Carauajal, a los
quales dezia como hombre admirado. Aueis de sa-
ber, señores mios, que vn dia entré en la cámara
del General y halle esta carta encima de la mesa
que tiene junto a su cama, y en ella he visto mu-
chos secretos que Doña Cathalina de Leyton es-
criue a su marido, la firma de la qual es esta, y
luego la enseñaua con el titulo de la carta. Prose-

335

guiendo mas adelante en su dicho les dezia: pues
viene la firma con tales borrones, tened entendido
que ay mas mal de lo que por acá se sabe, que
andando el tiempo lo (1) descubriré; y assi les dezia
otras cosas semejantes a estas, de que los solda-
dos quedauan con desseo de sabellas, y por esta
via dio principio a su trama. Luego comengo a te-
ner grandes hablas y mucha conuersacion con
Luys Perdomo y con Alonso Camargo, que ya en
este medio tiempo estauan entrambos en sus casas
libres y perdonados por Gongalo Pigarro, a los
quales dixo y declaro su negocio y voluntad.
Ellos, como tuuiessen rezelo de alguna gagalagar-
da temieron mucho y no se atreuieron hazer cosa
alguna, con muestras que hizieron y con palabras
que le dixeron que no le querían dar fabor ni ayu-
da ni ser en ello burlando ni de veras, mas como
le vieron reyterar en el negocio y con tanto ahin-
co y dicho con tantos juramentos, lo tuuieron por
cierto. Otro dia fue Diego de Balmaseda a ellos y
les hablo muy largo en lo que tocaua al negocio,
y ellos al cabo le prometieron de le dar fabor y
ayuda, pues en ello seruian a Su Magestad, aunque
supiessen morir en la demanda, porque estauan
muy estomagados contra Francisco de Carauajal
porque los auia tenido tanto tiempo en prisión. Y
también les mouia hazer esto porque sintieron y se
sabia ciertamente que mucha parte de los solda-
dos estauan muy mal auenidos con el y que ya no
le querían ver, y a esta causa determinaron de ser

(f) Ms.¿u.

336

en la consulta,, porque [se] tuuo creydo que sal-
drían con ello y que auria effecto, pues de su par-
te eran sus mismos soldados y de los mas princi-
pales. De manera que por otra parte comengo a
buscar mas amigos, a los quales hallo sin mucho
trabaxo, que también lo desseauan, jr les dixo
abierta y claramente lo que hordenaua y que todo
esto se tuuiesse en mucho secreto, porque en ello
les yua las honrras y las vidas. Dieron parte deste
negocio a muchos de los heredianos que salieron
de la entrada que eran valientes y animosos hom-
bres, y quando les dieron noticia dello se holga-
ron mucho porque ellos por su parte hordenauan
esta misma conjuración sin saber que Diego de
Balmaseda ni otro alguno lo tramasse, sino eran
los de la entrada. Las principales cabecas que
auian de ser en esta trama fueron Jullian de Hu-
maran, Pedro de Prado, Bernaldino de Balboa y
Diego de Lantadilla con otros muchos de los he-
redianos que salieron de la entrada. Concertados
y confformados todos (1) en este negocio y para
que se hiziesse mejor la cosa, repartieron entre si
los officios de la guerra en esta manera: que Alon-
so Camargo fuesse capitán general; capitanes
de arcabuzeros Diego de Balmaseda y Jullian de
Humaran;.capitanes de piqueros Diego de Luxan,
soldado de Carauajal, y Pedro Goncales de Pra-
do, de la entrada. Alférez mayor Bernaldino de
Balboa; Maestro de campo Luys Perdomo; sargen-

(l) Ms. todo.

337

to mayor Juan Ramón, aragonés, soldado de Ca-
rauajal; y desta manera se repartieron los officios
y cargos mayores y menores entre los soldados
de Francisco dé Carauajal y los heredianos y los
de Lope de Mendoga. Comencose de abiuar en-
tre ellos el negocio con mucha calor aunque con
muy gran secreto porque no fuessen sentidos,
y entre todos se matricularon los que auian de
matar si no quissiessen ser en este negocio que
auian de hazer en seruicio de Su Magestad, los
quales son los siguientes: Francisco de Cara-
uajal auia de morir sin redempcion alguna; Pe-
dro de Castañeda, Martin de Almendras, Diego
de Almendras su hermano, Alonso de Mendoca,
Dionisio de Bobadilla y Balthasar de Cepeda y los
alferezes Pedro Alonso de Carrasco, Francisco
Carrillo, Alonso de Herrera, Juan Velez de Gue-
uara y Francisco de Tapia, con los demás mando-
nes que Carauajal tenia en su campo, si ya no qui-
ssiessen ser en su opinión. Hecho y concertado to-
do esto, hordenaron que el dia que se uviesse de
hazer fuesse en dia de fiesta, que cava en jueues
dende a diez dias, y que fuesse en la yglessia ma-
yor estando todos en missa, o en saliendo de 11 a, y
que si por ventura no lo pudiessen hazer aquel dia
fuesse adelante el domingo siguiente, y entre ellos
se busco quien auia de ser el primero que lo auia
de herir. Estaua entre ellos vn calcetero que era
de los heredianos, al que tomaron el texuelo de
oro, como atrás queda dicho, y este Je auia de cal-
car vnas caigas de grana el jueues, de madrugada,
que era dia de Sant Miguel Archange!, y que es-
G- I>B SANTA CLARA.—IV.—3.* aj

338

Lindóle calcando le diesse de puñaladas con vna
daga que tuuiesse secreta debaxo de los calcones
y de vna bota. Y los que uviessen velado aquella
noche, que auian de ser de los mismos conjurados,
saliesse alguno dellos dando bozes y diziendo
muchas vezes: jViua el rey, viua el rey y el capi-
tán general Alonso de Camargo y mueran traydo-
res!; que luego acudirían a les dar fabor y ayuda.
Quando los conjurados andauan tramando estos
tratos yuan cada dia a casa de vna muger enamo-
rada llamada Doña María de Ledesma, la qual te-
nia vna buena vigüela que la sabia tañer bien, y
con achaque de yr a tañer en ella se ajuntauan alli
a tractar lo que se auia de hazer. Otras vezes yuan
¿i casa de Luys Perdomo, y otras a casa de Alonso
Camargo, aunque lo hazian pocas vezes porque
no fuessen sentidos, que estaua cerca la casa de
Francisco de Carauajal, esquina con esquina, y alli
tratauan estas cosas con otras muchas. Para co-
noscerse los vnos a los otros dezian quando se en-
contrauan: ¿vamos a la vigueta de Doña Mario?;
y si respondía: vamos a ella, era de los conjura-
dos; y también se conoscian en esta forma: que si
vno dezia a otro: mina en bunio, y respondía mi-
na en buhio, era de los compañeros de la junta.
Aurase de saber que esta mina en buhio era la
recamara de Francisco de Carauajal, en donde te-
nia encerrada toda quanta plata y oro auia toma-
do y robado en diuersas partes, y muchas merca-
durías y cantidad de botijas de vino y otras mu-
chas cosas, y la Uaue desta recamara la guarda-
ua el mismo, que no la fiaua de nadie. Todas es-

339

tas (1) mercadurías tenia para vender en las minas
de Potosi y de Porco a los españoles y a los yn-
dios que en ellas residían, y a esta causa, como he
dicho, andaua entre ellos el refrán de ?i?ñ?a en
buhio, que la casa era de paja. Sucedió que vn
martes, cassi a las Aue Marías se ajuntaron los
principales de la conjuración en casa de Doña Ma-
ría de Ledesma a tractar deste negocio, de como
o quien auia de quemar la casa de Francisco de
Carauajal, y assi de otras cosas, y todos se metie-
ron dentro de vna cámara porque no fuessen vis-
tos ni sentidos. Acaso entro en esta hora en la ca-
sa vn Juan de Betangos para hablar con Doña Ma-
ría de Ledesma, y como oyó el rumor de los que
en la cámara estauan se salió fuera sin dezir nada
ni sospechar cosa alguna que fuesse de mal, ni
menos conoscio a nadie aunque vido los bultos,
sino que de bien comedido los dexo en su platica
y auiendo saludado a la dicha Doña María se fue
luego de alli. Viendo esto los conjurados se rebe-
laron mucho de Juan de Betancos, que era amigo
y panyaguado de Francisco de Carauajal, y tuuie-
ron creydo que los auia sentido y aun conoscido y
que vernia por espia y que luego los descubrida,
por lo qual se deshizo prestamente la junta y se
fueron todos a sus casas. Al tiempo que se yuan
auisaron a la dicha Doña María de Ledesma que
mirasse lo que hazia, que no los descubríesse, por-
que pagaría ella con la vida si Francisco de Cara-
uajal sabia que en su casa se trataua esta COnjUra-

íl) Tachado: minas.

340

cion, porque la haria luego ahorcar. Luys Perdo-
mo, como vido yr a Betancos, fuesse tras el hasta
ver donde paraua, y como le vido entrar en (1) ca-
sa de Francisco de Carauajal tuuo por cierta su
sospecha que los yua a descubrir, y sin ossar bol-
uer a su casa llamo a vn mancebo de la entrada
que se llamaua fulano de Espinosa de los Monte-
ros, que también era de los de la junta. A este, po-
niéndole miedo, le dixo como Juan de Betancos los
auia descubierto, y antes que Carauajal embiasse
por ellos para los matar era bien ponerse en co-
bro, y assi con este miedo se fueron entrambos a
vnas sierras de los Chiriguanaes, que son vnos yn-
dios f’erocissimos y de guerra que comen carne
humana. Después en la mañana se supo la huyda
de Luys Perdomo y de Espinosa de los Monteros
y luego se publico que Luys Perdomo se auia huy-
do por las muchas deudas que deuia a la caxa de
Su Magestad y a los mercaderes, las quales auia
\u-i i» quando anduuo con Diego Centeno. Y ago-
rj, no se las pedían principalmente los officia-
les de Su Magestad, y que no teniendo con que
pagar, se auia ydo a los montes lleuando consi-
go aquel pobre mancebo para que le tuuiesse com-
pañia; verdad sea que se publico esto y que le pe-
dían los dineros, mas no le apretauan tanto como
esso, sino que se huyo por lo que tenemos dicho.
Por esta razón y causa no mataron a Francisco de
Carauajal el jueues, dia de Sant Miguel archangel,
y assi los conjurados lo disimularon lo mejor que

( de Balmaseda, y con esto entraron en la
\ L i■ -ia y auiendo hecho oración Pedro de Casta-

-347

ñeda se fue ÍI sentar junto a Carauajal [cuando]
ya querían dezir la Epístola. Quando Francisco de
Carauajal le vido le peso grandemente porque se
auia leuantado de la cama, y le tuuo lastima por-
que un hombre como el, que de flaqueza no se po-
día tener en los pies, viniesse de aquella suerte;
sospecho que deuia de auer alguna cosa y assi le
pregunto la causa de su leuantada y porque no se
auia hecho traer en vna silla, el qual respondió.
Señor, la obligación que tengo de seruiros toda mi
vida me hizo venir desta manera, porque me pa-
rescio que si assi ño lo hiziera me pudieran notar
de ingrato y desconoscido y no cumpliera con lo
que deuo a buen seruidor vuestro. Principalmente
en lo que toca a vuestra vida y salud, la qual Dios
acrescíente y prospere por muchos años y buenos
y nos libre a todos de malos hombres y de traydo-
res. Entonces le contó en breues palabras las ase-
changas y conjuraciones que auia contra su perso-
na y vida y contra sus capitanes, y quienes y
quantos eran, y desta manera le contó todo lo que
passaua, de la manera y como Juan Ramón se lo
auia dicho en su cámara, al qual dexaua en ella
-encerrado. Oyendo esto Francisco de Carauajal,
sin hazer ningún mouimíento ni tomar dello alte-
ración alguna mando con gran disimulación a
Juan Velez de Gueuara, alférez del capitán Juan
de Morales, al qual auia llamado, que fuesse a su
casa y truxesse prestamente su vandera, y el lo
hizo luego assi, y estando a la puerta de la ygle-
ssia dixo en alta voz: ea, caualleros de la compa-
ñia de Juan de Morales, lleguensse a su vandera;

348

y luego acudieron todos a ella, con sus arcabuzes
en las manos los que eran arcabuzeros, que se le
pussieron junto a la vandera. Assimismo mando
hazer otro tanto a los alferezes Francisco de Ta-
pia y Alonso de Herrera, que los llamo también
con la mano, y ellos truxeron luego las randeras
con muchos soldados y se pussieron a la puerta
bien armados y los arcabuzes cargados con dos
balas. Lo mismo mando al capitán Martin de Al-
mendras con su alférez Pedro Carrillo, y al alférez
mayor Pedro Alonso de Carrasco, y truxeron los
dos estandartes y gente de a cauallo, los quales
todos se pussieron a la puerta hasta que se acaba-
sse la missa; y assi los conjurados y los que no lo
eran se vinieron a sus vanderas.

CAPITULO XL

DE COMO DIEGO BALMASEDA, YNUENTOR DE LA CONJU-
RACIÓN, VIENDO QUE EKA SENTIDO Y QUE NO PODÍA
HAZER NINGÚN EFFECTO SE QUISO HUYR, Y NO HALLAN-
DO CAUALLO ES QUE YRSE DETERMINO EL SOLO DE
MATAR A FRANCISCO DE CARAUAJAL
Después de ser acabada la missa y después de
auerse a juntad o la gente se salió Francisco de Ca-
rauajal de la yglessia y sr ¡ ¡sso a la puerta della,
con su natura] ferocidad, junto a los dos estandar-
tes ya las vanderas y hechando los ojos hazia la
placa en contorno, y después, mirando a sus capi-
tanes y a sus soldados se h £0 en gran manera de
vellos alli juntos, Dixo después a sus capitanes y a
los soldados principales, que auia tenido gran re-
zelo deste motín que ios heredianos hazian contra
su persona y vida! porque eran valientes y de
grande animo y endiablados, que no se les daua
cosa alguna morir o biuir, como hombres desespe-
rados, y assi eran llamados por grandeza los sol-
dados de la entrada de Rojas, como si dixeran los
godos o ytalianos. Mas en este comedio, como vido
allí a todos sus capitanes de a cauallo y de la ynfan-
teria, no tuuo ningún rezelo ni temor de los suyos,
ni de los heredianos, aunque fueran otros tantos
contra el, como el lo dezia. En esto se allego a los
capitanes Alonso de Mendoga y Martin de Almen-

350

drasy a los demás de sus caporales y comengo
delante dellos hazer burla y escarnio de todos los
de la junta herediana, diziendoles que no los tenia
en nada, y todo dezia por dar animo y esfuergo a
IOS -uyos. Y que todos ellos eran vnos couardes y
de poco animo y sin virtud, y pues auian tenido
tiempo y coyuntura para le matar no lo auian ossa-
á( i iiazer, de puro temor y miedo que todos le te
ni-m. De manera que en lo secreto los tenia en mu-
cho, y en lo publico hazia escarnio y burla dellos
diziendo que eran vnos locos, vanos y de poco sa-
bi r. pues hazian sus cosas sin tener cimiento ni ra-
zón alguna, mas que ellos se lo pagarían como por
la obra lo verian, y esto dezia con ojos terribles y
encíirnigados y con furia muy grande. Algunos de
loa conjurados, viendo que los capitanes y los al-
fereíes ajuntauan sus soldados debaxo de las van-
deras sin ruydo de atambores, luego entendieron
de veras que eran ya descubiertos, por lo cual,
vnos, por no hazerse hechores se allegaron a la
puerta de la yglessia con sus armas, como los de-
mas soldados lo auian hecho. Otros, de temor que
tuuieron se fueron a sus casas a esconderse por-
que Carauajal no los viesse, ni menos se acordasse
dellos, porque no vengasse el enojo y safia que ter-
nia contra ellos, hasta que se le passasse la diabo-
lica furia con que mandaua prender a los heredia-
nos y a los suyos de quien se tenia sospecha. Otros,
como vieron que se ajuntauan los capitanes y sol-
dados en la puerta de la yglessia, encontinente
ligaron en sus cauallos y se salieron secreta-
monte fuera déla villa para boluerse después de

351

noche o al otro dia a sus casas. Y hechar fama que
auian ydo a caza de venados, o a ranchear y bus-
car de comer, porque dellos no se tuuiesse alguna
sospecha, sino que se dixesse que si ellos fueran
en la conjuración y trama que estaua tramada, que
no salieran a tal tiempo fuera de la villa y que se
estuuieran quedos en sus casas para effectuar lo
tratado. Assi como Diego Balmaseda vido entrar
a todos en missa anduuo de casa en casa llaman-
do a sus amigos los heredianos y picarristas, y
como supo que algunos dellos se auian ydo fuera
de la villa, y otros que estauan escondidos en sus
casas que no querían salir dellas a effectuar lo pla-
ticado, le peso en gran manera. Por lo qual andaua
en esta hora muy furioso y con gran enojo, y como
estaua encendido con la yra y mortal rauía que te-
nia, no sabía que se hazer ni a que determinarsse
ni a quien pedir fabor y ayuda, porque el andaua
como hombre sin sentido, desatinado, ciego, dis-
traydo y fuera de toda razón. Algunos de sus ami-
gos le aconsejaron diziendole se dexasse de andar
en aquellos deuaneos que le trayan perdido y
desassossegado, porque no podría salir con la tra-
ma que tenia vrdida por mucho que anduuiesse,
a causa que tenian creydo que era ya sentido.
Y que mirasse bien como los capitanes y solda-
dos se ajuntauan con mucha priesa a la puerta
de la yglessia con sus armas y arcabuzes, y
que se fuesse a donde gentes no le viessen y
que escapada de aquella suerte con la vida.
Porque de otra manera, si Francisco de Cara-
uajal lo hazia prender no podría escapar de ser

352

muerto y hecho quartos y con nota de traydor; el
. ¡ nal no quiso oyr buenas razones, antes se preci-
pito al mal y daño que le vino, porque saliéndose
tlentre las casas se fue apriesa a la placa. Quando
llego a ella vido que se ajuntaua la gente; luego
tuuo creydo lo que le auian dicho y lo que podia
i\ y por tanto, no atreuiendose estar por alli, por-
que no fuesse visto y preso antes de effectuar su
negocio, determino de lo hazer por si solo. Y para
ao luego sin dilación se fae con gran presteza a
* asa del Maestro de campo Dionisio de Bobadilla
a pedir a su criado Juan de Vargas vna muy bue-
na cota prestada, que era de su amo, para ponér-
sela encima de otra que traya. Porque el solo, co-
mo he dicho, determinaua con grande ossadia y
I meridad de executar su determinada voluntad y
de matar a Francisco de Carauajal aunque el mu-
riesse alli luego hecho pedamos. Y el dicho Juan
de Vargas no se la quiso prestar aunque fue para
ello muy ymportunado, y le dixo que no se atreuia
a dársela pues no era suya, y que su amo la esti-
aua en mucho porque le auia costado gran dine-
ro y que le riñiria por ella. Viendo Diego Balmase-
da que todos sus amigos los conjurados le negauan
el fabor y ayuda que les pedia, pues se lo auian
prometido, comenco de rezelarse con gran temor,
y por esto determino de ausentarse como sus ami-
g os se lo auian aconsejado. Y con este pensamien-
to y proposito se fue luego a casa de vn mucho su
migo a quien no auia dado parte de la ctonjura-
ron, que se llamaua Francisco de Pineda, que era
hombre de a cauallo del capitán Martin de Almen-

363

dras, que estaua yndispuesto en la cama. Pues lle-
gado a este le contó zifradamente lo que passaua y
lo que auia hordenado contra la vida y salud de
Francisco de Carauajal, y assi se encomendó a el
muy de veras y que como amigo verdadero le die-
sse algún remedio para escapar con la vida antes
que lo prendiessen. Y que para hazerlo bien con
el, le diesse vn buen cauallo que tenia ensillado y
enfrenado, porque el se queria apartar de la pre-
sencia de Francisco de Carauajal y que se queria
yr a donde gentes no le viessen o no le conoscie-
ssen. Francisco de Pineda, pensando en sí que
si el daua su cauallo a Diego Balmaseda que
luego se presumiría del que también era en el con-
cierto del motin y que le podía costar caro, no
mas de la vida, y por esto y por otros respectos
no le quiso dar el cauallo, antes le dixo como me-
dio enojado, delante de tres amigos que se hallaron
presentes. Mirad, señor Balmaseda, si soys mi
amigo, por vida vuestra no me pidáis el cauallo,
que sabed que no os lo daré por quanto thesoro ay
en el mundo, porque prescio mucho mi vida, y
también tengo en mucha estima el cauallo mas de
lo que nadie podra pensar. Porque si yo os lo doy
y después viene a noticia de Francisco de Caraua-
jal, pues sabéis que es vn hombre tan endemonia-
do y tan carnicero, dirá que yo era de la misma
consulta y trama con vos, y a la hora que lo sepa
embiara luego por mi para me matar. Lo [que]
mejor (1) me paresce que podréis hazer y lo que

(I) Tachado: que.
G. DE SANTA CLARA.—IV.—3.«

354

mas os conuiene y cumple para vuestra vida y
persona, es que os vais luego de aqui antes que lo
sepa Francisco de Carauajal, porque no faltara
vn malsín y chismero que le diga, si ya no se lo
esta diziendo, como entrastes en esta casa. Y esto
podréis hazer sin lleuar cauallo, porque os esca-
pareis mejor a pie por los barrancos y por las
quebradas, o encima de algunos arboles grandes
y muy copados quando sintierdes que van en vues-
tro seguimiento. Porque yendo a cauallo por ven-
tura seréis luego descubierto por los yndios que
están en esta comarca, por el rastro y pisadas del,
y perdonad, pues, que no os lo doy por lo que os
tengo ya dicho, y vayase luego de mi casa antes
que k> hallen en ella, que podra ser que me cueste
a mi muy caro. Viendo Diego Balmaseda que todos
sus amigos le negauan el fabor y ayuda que le
auian prometido de le dar y no se lo dauan, le pe-
so en gran manera y no queriendo tomar el conse-
je de Francisco de Pineda ni de sus amigos, deter-
mino con gran desesperación y furia de yr solo a
la yglessia o a la puerta della y meterse entre la
gente que estauan con Carauajal hasta llegar a el
y dalle de puñaladas. De manera que apartándose
de Francisco de Pineda se fue aceleradamente con
animo yndomito y desesperado a ponerse a vna
esquina de la plaga, en donde aguardo que Cara
uajal saliesse de la yglessia para yrse a su casa, y
que yendo por la placa yria a el con algún achaque
y meterse entre los soldados rompiendo por ellos
y dalle la muerte aunque el la perdiesse.

CAPITULO XLI

DE COMO FRANCISCO DB CARAUAJAL HIZO PRENDER A
DIEGO BALMASEDA Y QUERIENDO HAZER JUSTICIA DEL
LLEGO A EL VNA MUGER DE AMORES A PEDILLE SU
VIDA, EL QUAL NO SE LA QUISO CONCEDER Y AL CABO
LE MANDO DAR GARROTE EN VNA CÁMARA

Assi como Francisco de Carauajal salió a la
puerta de la yglessia, como queda dicho, se pusso
en medio de sus capitanes y soldados y auiendoles
hablado vn poco y mirando a todas partes vido
estar a Diego Balmaseda, que solo estaua parado
en vna esquina de la plaga, armado de cota y za-
ragüelles de malla, con la espada empuñada como
que queria hechar mano della, por lo qual mando
a sus capitanes marchar para su casa. Juan Ver-
mejo, soldado de Francisco de Carauajal, como
también vido a Diego Balmaseda que venia afe-
rruzado dixo a su General: Señor, vuestra merced
alargue el passo, que haze gran poluareda, y el lo
entendió y creyendo que auia alguna otra cosa
mas de lo que parescia se dio priesa y a passo
tendido llego a su puerta, en donde paro sin en-
trar alia dentro. Diego Balmaseda, viendo que to-
dos se apartauan de la ‘yglesia se fue para ellos

366

con animo denodado y no vencido, a passo tendido,
y como no los pudo alcanzar se passo de largo cru-
zando la plaga detras de todos a gran priesa como
que yua a hazer otra cosa, el qual yua mirando
hazia atrás a ver si se hazia algún mouimiento
contra el. Pues como Francisco de Carauajal llego
a su puerta y boluiendo el rostro a la placa vido
yr a Diego Balmaseda con gran priesa y a passo
tendido, mando al capitán Alonso de Mendoga que
con ocho arcabuzeros lo fuesse a prender y que si
no se quisiesse (1) dar a prisión, o se deífendiesse,
que lo matasse. Alonso de Mendoga fue a el con
gran priesa y los soldados le yuan llamando a bo-
zes para que aguardasse y se parasse, el qual bol-
uio y aguardo a los que yuan por el, con gran di-
simulación, diziendo ¿que era lo que demandauan?
que se lo dixessen luego, porque el yua a vn nego-
cio que le ymportaua mucho. Como los prendedo-
res yuan cerca y emparejando con el, le cercaron
todos y encontinente el capitán Alonso de Mendo-
ga le tomo de la espada y se la quito de la cinta, y
vn soldado le quito la daga y los demás le quita-
ron la cota y los garaguelles, mas de priesa que
despacio, sin el hazer ninguna resistencia, dizien-
do. Señor capitán, ¿porque me manda v. m. desar-
mar no auiendo hecho por que?; Alonso de Mendo-
ga le dixo: el General os manda desarmar y que os.
lleuemos ante el viuo o muerto, y si no aueis hecho
por que, el os las mandara luego boluer, y por ago-
ra venid conmigo porque el os quiere ver y hablar.

(i) Ms. qutessr.

357

Diego Balmaseda rehusando parescer ante Fran-
cisco de Carauajal lo lleuaron por fuerca y arrem-
pujones y assido de los cabezones, que cassi no
ponía los pies en el suelo, y encarándole los arca-
buzes si hablasse alguna cosa, para lo matar.
Quando el tirano le vido cerca, con vna furia y con
semblante muy terrible le dixo en alta voz: ja
Diego Balmaseda! ¿que es esto en que andáis vos
y otros vellacos como vos? ¿pensáis vos que me
están ocultas vuestras vellaquerias y trayciones?;
pues sabed que las se todas que vos aueis vrdido y
tramado contra mi persona y vida; no se porque
lo aueis hecho assi. Como Diego Balmaseda oyó
aquellas tan ayradas y terribles palabras temió
con gran temor y luego entendió que todos sus de-
signos y conciertos eran descubiertos, y creyendo
alcanzar perdón de sus culpas dixo con gran hu-
milldad y llaneza. Señor, el demonio que anda con-
migo me ha engañado malamente, y assi suplico
a v. m. que como padre muy piadoso y manso
para con su hijo humillde tenga por bien de per-
donar mi gran atreuimiento y mayor desuerguen-
Za, y auer piedad de mi. Y por amor de Dios y de
Nuestra Señora sea seruido de no mirar á lo que
como mancebo distraydo de la razón yntentaua
hazer con locura, sino a los muchos y grandes
seruicios que tengo hechos estos dias al Gouerna-
dor mi señor ya v. m. Francisco de Carauajal,
viendo que Diego Balmaseda declaraua su delicto
en las palabras que auia declarado, y como estu-
uiesse del muy enojado y sin aguardar a mas, lo
mando quitar delante de si por no le ver ni hablar,

™1

358

y mando al Maestro de campo que lo pusiesse en
fuertes prisiones que tenia dentro de su casa, y
luego fue hecho’assi. Mando venir luego a vn fray-
le mercenario para que le conffessasse, el qual ve-
nido, Diego de Balmaseda se conffesso con el con
muchas lagrimas, aunque con esperanza que Ca-
rauajal le auia de perdonar y otorgarle vida como
el frayle se lo auia prometido muy de veras. Quan-
do prendieron a Diego de Balmaseda estaua Alon-
so Camargo puesto para adentro en vna ventana
de su casa mirando hacia la plaga; vido lleuar
preso al dicho Diego de Balmaseda y por esso tuvo
creydo que lo auia de descubrir a puros tormen-
tos, teniendo entendido que se los auian de dar, y
con temor que tuvo de Carauajal, no atreuiendose
estar en su casa, determino de huyrse. En este co-
medio llego a el Juan de Betangos que por manda-
do de Carauajal lo yua a prender con seys arca-
buzeros con mandamiento que si se deffendiesse lo
matasse, porque al tiempo que lleuauan a Balma-
seda preso luego encontinente Carauajal embio
desde su puerta a estos hombres para que lo pren-
diessen. Como los prendedores entraron por la
puerta le hallaron que se queria ya salir fuera a
la calle encima de vn buen cauallo corredor, y ha-
ziendolo apear lo lleuaron ante Francisco de Ca-
rauajal. Y el no le quiso ver, ni oyr, antes le man-
do hechar en la cárcel en otra cámara y en fuer-
tes prisiones y apartado de Diego Balmaseda por-
que no se hablassen el vno con el otro, poniéndo-
les buenas guardas de soldados arcabuzeros. He-
cho esto embio luego por otra parte al alférez

359

Juan Velez de Gueuara con ciertos arcabuzeros
para que prendiessen algunos soldados heredia-
nos y de los suyos que estauan escondidos en sus
casas de puro miedo, que no fueron a oyr missa.
Juan Velez fue con los soldados y truxeron presos
a Pedro del Castillo, vezino desta villa, y a Diego
de Arguello y a Jullian de Humaran con otros seys
o siete soldados de la entrada, a los quales man-
dó hechar en fuertes prisiones con algunas guar-
das. Como los demás conjurados vieron que
Juan Velez de Gueuara andaua ya prendiendo con
diligencia a los soldados sus compañeros, sin
aguardar a otra cosa se salieron prestamente de
la villa huyendo por no parescer ante Francisco
de Carauajal, creyendo que luego los mandaria
matar. Entre los soldados de la entrada que se hu-
yeron fue Morales de Amburt o del Abad, al que
Uamauan y romeamente el resuscitado, el qual se
fue al pueblo de Paria a pie, que no uvo niaguno
quien le prestase vn cauallo. Porque este hombre
dexando su sanctimonia fue vno de los que preten-
dieron matar a Francisco de Carauajal por ven-
garse de la muerte que le dieron, como el dezia,
que cierto mas le valiera meterse frayle que an-
dar en estos deuaneos. Después que Francisco de
Carauajal uvo comido mando traer ante si a Die-
go Balmaseda y con vn rostro terrible y con pala-
bras muy ayradas le pregunto que ¿por que le auia
querido matar con tan gran traycion y maldad,
metiendo en su dañada yntencion a los soldados
de la entrada?; Balmaseda respondió humillmente
que su merced tenia la culpa y el auia sido la cau-

360

sa deste motín, porque si el uviera cumplido con
sus soldados lo que les auia prometido los dias pa-
ssados, quesera repartir los yndios y pueblos que
estauan vacuos en la prouincia, que el no yntenta-
ra de le matar, ni aun por el pensamiento le pasa-
ra hazer tal locura. En fin le dixo que tuuiesse
atención como auia mucho tiempo que el andaua
en su seruicio desnudo y descaigo, y que en todo
el no le auia dado cosa alguna para remediarse,
y que por esto y por otras muchas causas y razo-
nes que el se las queria callar auia procurado de
le matar. El General le dixo: por cierto, señor Die-
go Balmaseda, que yo me huelgo de saber esso
que me ha dicho, y vos tenéis en todo y por todo
gran razón, lo qual por agora no os valdrá por lo
que yntentauades hazer en mi perjuycio y de mis
capitanes. Mas con todo esso me dezid quien son
los que os dauan fabor y ayuda para vuestra mal-
uada yntencion; el respondió que no auia ninguno
que le quissiera ayudar, sino que el tan solamente
lo queria hazer por lo que dicho tenia; de manera
que no quiso descubrir ni condenar a ninguno de
todos los conjurados. En este comedio llego a
Francisco de Carauajal la dicha Doña María de
Ledesma, cubierta toda de luto y acompañada de
vn frayle dominico y otro mercenario, con ciertos
vezinos de la villa, y la lleuaua de la mano Diego
López de Zuñiga, la qual yua dando vozes, dizien-
do muchas vezes: misericordia, señor, misericor-
dia, señor. Como llego junto ante Carauajal le
pregunto con desden: ¿que es lo que queréis, seño-
ra Doña Maria?; ella respondió con gran cuyta:

361

señor, por reuerencia de Dios y de Nuestra Seño-
ra quiera v. m. redemir vna anima peccadora que
a mas andar se va metiendo en los proffundos del
ynfierno, con darme biuo, sano y libre a Diego
Balmaseda para que se case conmigo. Francisco
de Carauajal respondió: señora, yo no lo puedo
hazer sin daros también mi persona y vida para
que Pacaben de matar vuestros amigos y seruido-
res; pues en vuestra casa se vrdio tan gran vella-
queria, no es bien ni razón que se os conceda lo
que pedis, ni cosa buena que sea si no es quitaros
la vida. Y aleando los ojos en alto y mirando a los
que la trayan dixo con grande yra y enojo: ¡mal
aya quien os aconsejo que me pidiessedes esto,
porque no supo bien aconsejaros!; por esso no me
ahinquéis tanto en pedirme la vida deste mal hom-
bre, porque me enojare contra vos mas de lo que
estoy. Torno ella a replicar y los que con ella
yuan a le suplicar y rogar con gran humilldad,
aunque en vano, que tuuiesse por bien de perdo-
nar a Diego Balmaseda para que se casasse con
aquella muger, que estaua perdida y condenada
con la mala biuienda que hazia, porque casándose
aquel hombre con ella se apartaría de mas peccar,
y en esto haria muy gran seruicio a Dios. [Aun-
que] fueron tantos los ruegos y suplicaciones que
le hizieron los religiosos y las ymportunascíones y
lagrimas de la muger fueron también muchas,
no (1) le mouieron a tener alguna compassion, an-
tes se fue a ella con mucha furia y enojo y le dixo

‘J) Ms. fue no.

362

ayradamentc. Yo os hago voto solenne a Dios,
Doña tal, por qual, que si os arrebato os haga he-
char por encima de aquella casa, y antes que lo
mande hazer os yd con el diablo a vuestra possa-
da, y los que vienen con vos vayanse también antes
que los haga ahorcar, porque tengo entendido que
me quieren ellos matar, pues tan ahincadamente
me piden la vida de vn traydor como este. Reyte-
rando la muger en sus lagrimas y los frayles y los
demás en sus ruegos sin temor alguno, no los pudo
zufrir Francisco de Carauajal y torno a ella con
gran furia y le dixo muchas y feas palabras y man-
do a los suyos se la quitasen delante del y la lleua-
ssen por las piernas arrastrando fuera de casa an-
tes que hiziesse algún desatino en los que la tra-
yan. Dionisio de Bobadilla, Alonso de Mendoga,
Martin de Almendras, Balthasar de Cepeda, que
se hallaron presentes con otros muchos, dixeron
a la muger y a los que la auian traydo se fuessen
a sus casas y que le dexassen de mas ymportunar
y hazer justicia, y ellos lo hizieron assi. Yuan di-
ziendo por la placa que Carauajal tenia el coracon
de diamante y que en nada parescia ser xpiano,
pues no se auia mouido a tener compassion de las
lagrimas de la triste muger, ni a los ruegos de los
frayles y caualleros que la auian acompañado,
que bien parescia ser hombre, endemoniado y ene-
migo de hazer virtud y caridad. Después que se
fue Doña Maria de Ledesma, el endiablado Cara-
uajal, por no ser mas ymportunado (1) de otros por

(i) Ms. ym/urtuHatfo.

363

la vida de Diego Balmaseda, le mando meter den-
tro de la cámara del capitán Castañeda, en donde
se acabo de conffessar y luego le dieron garrote.
Y de alli lo sacaron dos negros en vna tabla y lo
lleuaron a la picota, en donde el verdugo le ahor-
co por amotinador, y dende a dos horas le hizieron
quartos, los quales se pussieron por los caminos
reales, y mando apregonar que ninguno quitasse
los quartos del traydor de donde estaua, so pena
de muerte natural.

CAPITULO XLII

DE COMO FRANCISCO DE CARAUAJAL HIZO DAR GA-
RROTE A ALONSO CAMARGO. Y DE VN DONOSO CUENTO
QUE DtXO A VN FRAYLE DOMINICO. Y DE COMO BNCON-
T1NENTE HIZO AHORCAR CON FURIA DIABÓLICA A
OTROS SOLDADOS DE LA ENTRADA

Concluyelas con estas cosas arriba relatadas.
por Francisco de Carauajal, mando luego conffe-
ssar al dicho Alonso Camargo, y en el entretanto
que se conffesaua llego secretamente a el vn fray-
le dominico, el que auia dado el consejo á Doña
María de fue el frayle muy corrido porque yendo
a ro^ar por la vida de Alonso Camargo se
le paraua a contar nouelas y cuentos nescios
y sin proposito. Todo lo qual (1) lo fue a contar al
triste Alonso Camargo y a otros picarristas y a
los heredianos de la entrada de Rojas. Pues Alon-
so Camargo, como se uviesse conffessado, ya que
era tarde fue sacado de la prisión en que estaua, a
píe y maniatado, y fue lleuado a la picota con voz
de pregonero en que dezia que por traydor y amo-
tinador le cortauan la cabeca y le mandauan hazer
quartos para que se pussiessen por los caminos
Reales; quien tal haze, que tal pague. Después de
dado garrote le hizieron quarl JY ay adelante auia de hazer. Y que todo
esto auia de hazer, pues le conuenia mucho para
la salud de su persona y para la seguridad de su
vida en que se coronasse por rey en la yglessia
mayor de la cibdad de Lima, y que el Reuerendi-
ssimo obispo Don Fray Gerónimo de Loaysa le co-

387

ronaria aunque no quisiesse, quanti mas que el lo
haría muy de buena gana siendo de vna patria y
con dadiuas que se le hiziesse. Y que hecho esto
embiasse luego a personas de mucha calidad y es-
tado a la cibdad de Roma para que Su Sanctidad
del Summo Pontífice le confirmasse el reyno, em-
biandole de presente lo que tenia recogido y guar-
dado de los Reales quintos de Su Magestad, y que
luego el Papa le embiaria la ynuestidur^a del rey-
no a pesar de los reyes de Borgoña y de Flandes.
Y porque todos los capitanes, caualleros, vezinos,
soldados, moradores, estantes y habitantes que
auia en toda la tierra le siguiessen con amor y con
lealtad y buena voluntad, que a todos los princi-
pales les hiziesse grandes y muy señaladas merce-
des, y que para esto diesse a los vnos títulos de
Condes, Duques, Marqueses, Adelantados, Gouer-
nadores, Almirantes y Capitanes. Y que a otros
hiziesse mercedes, assi en dineros, pues tenia har-
tos, como en los repartimientos que Su Magestad
tenia en la tierra puestos en su Real cabega, que
todos le siruirian de muy entera y buena voluntad,
y haziendoles estas mercedes no auria después
ninguno que no le siguiesse poniendo por el la
persona y la vida y el estado que tuuiesse, quanti
masque ya temían que perder. Y que ellos, meti-
da prenda, procurarían de amparar y deffender
sus estados y tomarían las armas contra qualquier
persona que viniesse contra ellos a quitárselos, y
assi ninguno le dexaria, antes moriría por el, por-
que dirían que siruian a su rey y señor natural, y
esto lo vería después por esperiencia de como le

388

vf i,i de bien en mejor con el reynado. También le
embio a dezir que no curasse de embiar a España
los mensajeros y procuradores que queria embiar
a Su Magestad, según que se lo auia escripto los
dias atrás, mas que procurase de tener muchos
cauallos, muías, armas offenssiuas y deffenssiuas
y de diuersas maneras, con muchos tiros gruesos
y arcabuzes. Assimismo mandasse hazer muchas
langas, picas, mecha, mucha poluora, y hazer
comprar muchas cotas y otras cosas muy conue-
nieiues y necesarias para la guerra, porque el
ukuinaua que la auia de auer muy presto y muy
-rinde, según que por esperiencia lo entendía. Y
que todas estas cosas eran los mejores procurado-
res para la tierra, que no los que el pretendía em-
biar; y que por otra parte comengasse luego de
ajuntar muchos caualleros y buenos soldados, por-
que tenia bien entendido y aun creydo que serian
menester antes de mucho tiempo. Y que si por
ventura Pedro Alonso de Hinojosa se concertaua
o mataua al licenciado Pedro de la Gasea, como
el dicho Hinojosa se lo auia escripto, que se
desharía la gente; donde no auiendo buen con-
cierto, que bien se estaua hecha. Estas cosas con
otras muchas escriuio Francisco de Carauajal a su
amo Goncalo Picarro, porque siempre tuuo enten-
dido que el General Pedro Alonso de Hinojosa lo
auia de hazer muy mal con ellos y que se entrega-
ría al primer hombre que de España viniesse em-
biado de Su Magestad con sus reales poderes. Y
por esto fue siempre de parescer y opinión que a
Pedro Alonso de Hinojosa no se le diesse la flota,

389

sino a Hernando Bachicao, que era hombre muy
denodado y bastantissimo para tenella, aunque
fuera otra mayor, como atrás queda refferido.
Pues ¿que diremos de Pedro de Puelles? otro tan
cruel ministro como lo era Francisco de Caraua
jal, sino que también escriuio por su parte muchas
locuras y desatinos con muchas desuergueneas a
Gongalo Picarro, por los mismos thenores y con-
sonantes, embiandole a dezir muchas palabras es
candalosas y trayfdoras en esta manera. Que luego
se coronase por rey de toda la tierra del Perú,
pues lo era de derecho humano y aun diuino,
porque el y sus hermanos, con ayuda de Dios,
auian (1) conquistado la tierra sin que le labores-
ciesse el rey, ganándola del poder de los yndios
que eran enemigos de nuestra sancta fee catholica
y cultores de los demonios. Y que estos yndios no
conoscian a Dios, ni al Papa, ni al rey de Castilla,
para que le deuiessen vasallaje, sino que el primer
hombre que los conquistasse a su costa, este tal
con justo titulo y derecho se podia yntituíaf y lla-
marse rey de toda la tierra por el conquista Ja y
ganada. Assi le embio a dezir por otra caria que
le escriuio, que mirasse muy bien la mucha sangre
que le auia costado, y de las muertes de BUS her
manos y parientes que conquistando estas tierras
fueron muertos a manos de los yndios \ dojatras y
enemigos de nuestra sancta fee catholica. Y por lo
consiguiente que auian gastado mucha cantidad
de pesos de oro y de plata y todos los bienes que

(i) Ms. auiendo.

390

tenian, sin que para ello uviesse dado Su Mages-
tad algún socorro ni ayuda para la prosecución
de la conquista de la tierra. Y agora que Su Ma-
gostad via que estaua la tierra conquistada y ga-
nada, aunque no del todo pacifica, por amor de los
Gouernadores que el rey embiaua que la ynquie-
lauan y desassossegauan, les pedia sus derechos
v reales quintos, no deuiendoselos, y que por es-
tas cosas y otras tales ligitimas se podia y deuia
y mi tular y llamarse rey. Y que pues lo auia de ser
assi como assi al cabo y a la postre, que luego se
tomasse y aplicasse para si todos los tributos y ren-
tas que los yndios dauan y los repartimientos que
Su Magestad tenia en estas prouincias. Y también
que se tomasse y aprehendiesse para si los dere-
chos que se dauan al comendador mayor Francis-
co de los Cobos, que sin merescer los lleuaua, pues
no auia dado ni daua el recaudo que era menester
para el benefficio y fundición del oro que los mi-
neros sacauan en la tierra, como era obligado a
dar; de manera que estas cosas y otras muchas
ynsolencias escriuio en diuersas vezes. Estos dos
grandes baladrones, ciegos y desuenturados, y
otros como ellos mal yntencionados, no sabian ni
tenian noticia, y si lo sabian no querían mirar, en
tanto de la Bulla que Su Sanctidad del Papa Ale*
xandro Sexto concedió a los muy catholicos y
xpianissimos reyes de Castilla, de León, de Ara-
gón, Don Fernando y Doña Ysabel, de gloriosa
memoria, para ellos y para sus herederos y susce-
sores, para la conuersion de los yndios a nuestra
sancta fee catholica. Ni menos quissieron mirar ni

391

tener atención a las maldiciones que el dicho
Summo Pontífice hechaua y hecho en nombre de
los bienauenturados Sant Pedro y Sant Pablo
contra todos aquellos que presumiessen quitar y
vsurpar las tierras que les daua y concedia> como
mas largamente se contiene en la dicha Bulla que
adelante se contiene. Mas en fin, al fin Goncalo Pi-
garro, a según después dixeron las gentes, que se
holgaua verdaderamente mucho con estas mensa-
jerías, porque por ellas entendía el gran amor y
fidelidad que estos braboneles capitanes le tenían,
mas con todo esto no se atreuio por entonces lla-
marse rey de la tierra, hasta en tanto que uviessen
fin los tumultos y desassossiegos que auia de pre-
sente y que auia de auer adelante con la venida
del presidente Pedro de la Gasea, que le era gran
estoruo para su negocio, y hasta hechallo de toda
la tierra, como el dezia; mas en fin, vno piensa el
vayo y otro el que lo ensilla. Assimismo, no aguar-
daua a otra cosa sino que todos sus sequaces y
afficionados se ajuntassen y viniessen a la cibdad
de Lima, para rescebir la corona que pretendían
los desuergoncados dalle; mas atajáronle sus pa-
ssos y malos pensamientos, como adelante se dirá
en esta obra. Otros muchos de sus capitanes y va*
ledores que le eran muy afficionados y que le auian
seruido en todas las jornadas que auia hecho desde
su primera rebelión, como pretendían su propio
ynteres mas que del bien publico, estos le ympor-
tunaron y le yncitaron que tomasse la corona real
y que tomada le yría cada dia de bien en mejor.
Dixeron muchos que estaua hecha la corona con

392

que se iiiia de coronar, y que era toda de oro fino
con muchas piedras de esmeraldas fixadas en ella
que eran tan grandes como auellanas, y otras ma-
yores, que la hermoseauan mucho. Y que el plate-
ro que la hizo fue muy en secreto y que se lo pa-
garon muy bien y que después se fue a España
muy rico, y que este mismo platero lo publico, y
después que estaua hecha la vieron muchos y que
andando el tiempo quando le vencieron se hallo en
el thcsoro que tenia en Lima.

CAPITULO XLVI

DE COMO CIERTOS RKLIG10SOS Y CAUALLEROS, GRAN-
DES SERUIDORES DE SU MAGESTAD, AFFEAKOtf MALA-
MENTE A GONZALO PICARRO PORQUE SE QUERÍA NOM-
BRAR POR REY DE LAS PROUINCIAS Y REYNOS DEL
PERÚ, Y DE OTRAS MUCHAS COSAS QUE PASSARON
ENTRE ELLOS

Después de passadas todas las cosas arriba con-
tenidas se mostraron luego de contraria opinión
algunos religiosos y caualleros muy leales al
los quales estauan al presente en la cibdad de Li-
ma, que eran muy grandes seruidores de Su Ma-
gestad y todos eran hombres valerosos en la tie-
rra y no nada interesados, ni cudiciosos, ni menos
mal yntencionados. Como vino a noticia dellos lo
que Goncalo Pigarro pretendía hazer acerca de su
coronación, y los consejos que le dauan ciertos
ynteresados, les peso muy mucho por el mal y feo
casso que se platicaua, por lo qual se fueron a el
con grande ossadia y mayor atreuimiento y le co-
mentaron de affear en gran manera todo lo arriba
contenido, poniéndole por delante mili objectos >
muchos de lealtad y fidelidad que en otro tiempo
los caualleros españoles auian tenido a sus princi-

394

pes y grandes señores y auian hecho en seruicio
dt-llos. Quanto a lo primero le pussieron por de-
lante la fidelidad y seruicio que deuia tener a su
Rey y señor natural, y que mirasse mucho por lo
que deuia a su honrra y a su conciencia, pues era
x pía no y temeroso de Dios y muy deuoto de Nues-
tra Señora. Yten, que lo que no queria para si no
lo quisiesse (1) para Su Magestad, que era el
mejor próximo que auia en el mundo, porque el
que negaua la deuida reuerencia y acatamiento a
su Rey la negaua a Dios nuestro señor. Y que
este tal no deuia de llamarse hombre entre los
hombres buenos, sino bruto animal y monstruo,
pues se apartaua del vasallaje que deuia a su Rey
y señor, y que como miembro apartado de la re-
publica le auian todos de desamparar y auian de
hazer poco casso del. Yten, que mirasse muy bien
y con atención no degenerasse su prosapia y des-
cendencia de donde venia, que era de aquel vale-
roso y nombrado capitán Goncalo Picarro, su pa-
dre, que tantos y tan grandes seruicios auia hecho
a su Rey, como fiel cauallero hijodalgo, en Ytalia
y en otras partes debaxo de la vandera del gran
capitán Goncalo Hernández de Cordoua. Yten, los
religiosos y caualleros que entendían mejor estas
cosas le dezian, por apartalle de la mala carrera
que seguía y adelante lleuar queria con el nom-
bramiento del rey nado, que mirasse muy bien y
atentamente lo que hazia, porque después se arre-
pentiría de veras andando el tiempo y estaría mal

Vis.

395

con los que en el estado le ponían. Yten, que les
parescia que aunque se coronasse por Rey y es-
tuuíesse rescebido por tal, que con todo esto no
saldría con la empresa hasta el cabo, porque en
sus principios, medios y fines auia muchas y gran-
des difficultadesy muy peligrosas y bien ponzoño-
sas que serian su total destruycion si lo hazia. Y
demás desto pornia la tierra en mucha conffussion
y en condiscion de perderse toda ella por los van-
dos y parcialidades que se podrían leuantar entrt^
los que en elta habitauan, y los que no tuuiessen
culpa en su demanda podrian morir cruelmente y
con deshonrra y abiltamiento a manos de los tuer-
tes barones que Su Magestad embiaua desde Es-
paña, según todos dezian que venían con el de La
Gasea. Y que por los ojos que en la cara tenia no
se tomasse con el Rey nuestro señor, porque tenia
gran poder y era muy fuerte y potente y alcanca-
ua mucho aunque estaua muy lexos y apartado,
porque tenia los bracos muy largos y muchos fie-
les caualleros que como leales vasallos suyos lue-
go se opornian a la demanda en su real nombre-
Yten, que tomasse exemplo de los reyes, princi-
pes y grandes señores que auian arrojado la coro-
na real por el suelo por ser tan pessada y cardada
de muchos y grandes peligros, trabajos y allanes,
como ya lo auria oydo dezir a sus amigos y strui-
dores, Y que mirasse lo que algunos historiadores
cuentan del rey Seleuco, que dezia (Ij a cada
passo que si los hombres supiessen quun trabaxo-

t J) TachJidoí que tenia.

3%

sa cosa era a los reyes, dexadas otras cosas apar-
te, solamente auer de escriuir y leer tantas cartas
que les embiauan, no querrían alc,ar la corona y
diadenia para reynar aunque la viessen en el suelo
cayda a sus pies. Yten, que mirasse en los princi-
pes v grandes señores que auia en toda la Europa
y fuera del la, assi el Gran Turco como el rey de
Francia, COJI otros muchos potentados y señoríos
que auia en toda Ytalia, los quales todos tembla-
uau del. Y que todos estos y ios demás que auia en
diuersos reynos y señoríos querían en todo y por
todo dalle contento y seruille y tener su amistad y
gracia y con i federarse con el para biuir pacifica-
mente en sus reynos y señoríos con sosiego y quie-
tud. Y que como sabio y prudente tuuiesse aten-
ción a lo adelante y del gran poder que Su Mages-
tad tenia y alcancaua en todas partes, y conside-
rando aquestas cosas bastaua para no hazer cosa
yndeuida que sonasse a deslealtad. Yten, que mi-
rasse que con poco poder que el Rey tuuiesse en la
tierra le podrían destruvr y matar a el y a todos
quantos se hallassen con el, con gran deshonrra y
¿.billa miento de los que le seguían. Y que si algu-
nos quedassen biuos de los suyos, con el perdón
que se les díesse del que truxesse las vezes del
Rey biuírum siempre con notable ynfamia y en son
de traydores y con gran verguenca, y ninguno se
atreuería a recogellos en su casa ni dalles de co-
mer. Y el Jos andarían por la tierra hechos mal-
auenturados» desnudos y descalzos, maldiciendo
su wnuu i \ ¿>ran desdicha por ser tan mal afor-
tunados por auer seguido tanto tiempo su partido

397

y opinión. Y que por tanto le era mejor que luego
se desistiesse y apartasse del cargo que agora
tenia tan trabaxoso y tan pessado, y que escri-
uiesse al de La Gasea y a los Oydores que ve-
nían con el que se víniessen y tomassen el go-
uierno de la tierra, (y] aunque Su Magestad le hi-
ziesse merced del. no lo tomasse. Porque con el
biuiria con grandes trabaxos, cuydados, pesa-
dumbres y mohínas, con muchas sogobras, co-
mo el mismo ya lo sabría por esperiencia, y sin el
biuiria vna vida alegre, descansada, quieta! pacifi-
ca y sossegada, y comería su pan con quietud y
descanso. Y que por reuerencia de Dios y de
Nuestra Señora su abogada le suplicauan quan
affectuosamente podian que por el pensamiento
no le pasasse de acometer vn hierro tan grande
como todos dezian y se publicaua que quería ha-
zer, porque de hecho no se podría lauar con quan-
ta agua auia en la mar. Allende todo esto, no die-
sse fee ni oredito a las cartas que los dos capitanes
Francisco de Carauajal y Pedro de Puelles le es-
criuian, ni menos admitiesse ni tomasse los conse-
jos del licenciado Diego Vasquez de Cepeda, ni de
los otros sus capitanes, porque si bien en ello mi-
raua hallaría que todos estos [mas] pretendían su
propio ynteres que del bien de las republicas. Y
que mientras turassen los bullicios en la tierra
querrian ellos de su propio motiuo mandar, y no
otro alguno, y a esta causa amauan mas la maldi-
ta guerra que la paz y concordia con la justicia y
equidad. Porque con la vana presumpcion y mala
pretensión y grande ambición que todos ellos tie-

396

nen, querrían y quieren tener mando y señorío en
ia tierra juntamente con el como compañeros su-
yos en la administración del gouierno, para que
sean estimados y tenidos en mucho mas que los
otros. Desta manera le dixeron otras muchas y
diuersas cosas con grande ossadia y atreuimiento,
las quales si el las tomara le fueran muy proue-
chosas y conuenientes a su persona y vida y aun a
su conciencia, para que pudiera perpetuar su fama
y honrra con gran reputación. Y que podría gozar
con bien y dichosamente sus haziendas y bienes
que tenia en la tierra, y que entonces sus amigos
le siruirian muy de buena voluntad; donde no, que
se perdería remotamente con todos sus afficiona-
dos y sus aliados. Pues con estos temores y gran-
des rezelos que le pussieron por delante y por los
buenos consejos y auisos que le dieron los verda-
deros amigos y amigos de la paz y los seruidores
de Su Magestad, como le vieron contumaz no le
hablaron más en ello, aunque Picarro quissiera
mas que los religiosos y caualleros que adelante
nombraremos fueran de su parte y que como va-
lerosos le dieran fabor y ayuda y no le contraria-
ran en cosa alguna. Mas el, oyendo estas cosas
con otras muchas, le pesaua en gran manera; aun-
que quissiera castigallos no pudiera por entonces,
porque los caualleros eran muy valerosos en la
tierra y los religiosos eran en fin sacerdotes y mi-
nistros de Dios. También lo dexo de hazer por la
muy fresca nueua que de cada dia se sonaua de la
venida del Presidente, en quien tenian esperanca
después de Dios que serian libres de tanta vexa-

399

cion y tiranía de que estauan ostigados los que es-
tauan afligidos y agrauiados con ella. Mas con lo-
do esto el estaua aguardando de dia en dia la ve-
nida de Francisco de Carauajal. de las Charcas, y
de Pedro de Puelles de la cibdad de Quito, que
por ellos y el licenciado Diego Vasquez de Cepe-
da auian de dar la traza y la horden de como se
auia de hazer para acometer Picarro esta tan des-
uergoncada locura y sandez; los capitanes vanos
y liuianos que le dauan fabor y ayuda, quando
supieron lo que los leales caualleros le auian
dicho y aconsejado, les (l) peso grandemente. Por
lo qual se fueron a el y le tornaron aconsejar
que lleuasse mas adelante a deuida execucíon su
yntento y negocio, que para el era muy bueno,
aunque a la verdad era en si muy malo y pernicio-
so para el y aun para todos los que seguían su fal-
sa opinión, y para esto le dieron mucha priesa a
que sin escuchar a hombres de tan poco animo y
juyeio lo hiziesse con tiempo, antes que otra cosa
de mala fortuna le suscediesse. Quando en algu-
ñas partes se ponia el nombre de Goncalo Picarro
en zifra, o en otra manera, ponían encima de su
nombre una Real corona, como en el margen se
contiene; no se sabe si se ponia por su mandado o
de otro alguno, o que lo querían poner sus adula-
dores y afficionados por dalle contento De mane-
ra que quiere dezir este nombre zifrado, Gonzalo
Picarro, rey coronado, aunque los suyos por colo-
rar esta letra lo glosauan de otra manera con di-

(I) Ms. de lo qual les.

400

uersos entendimientos, diziendo que Goncalo Pi-
can o u>ma sobre su cabeca las cosas de Su Ma-
gestad como su leal vasallo, y assi dezian otras
cosas. Mas a los leales les parescio esto muy mal,
y sus afficionados y sequaces lo abonaron quanto
pudieren ta que se quitasse la mascara para
mostrar su desuerguenca y ambición, de manera
que podemos dezir al propossito: quot capita tot
settientice (\), et vnusquisque ábundat in suo
sensu* Dexado esto aparte pondremos en el capi-
tulo siguiente la concession y merced que el Papa
Alcxandró Sexto dio a los muy catholicos y xpia-
níssimos reyes de Castilla, de León, de Aragón,
1 )uti Fernando y Doña Ysabel, de gloriosa memo-
ria, sobre las tierras firmes, yslas del mar Occeano
descubiertas y por descubrir; porque ningún tira-
no o rey estrangero pretenda ygnorancia se pone
aqui el traslado.

CAPITULO XLV1I

EN DONDE SE CONTIENE EL TRASLADO Y COPIA DE LA
BULLA Y CONCESSION QUE DIO EL PAPA ALEXA\PKD
SEXTO A LOS MUY CATHOLICOS Y XPIANISS1MOS REYES
DE CASTILLA. DE LEÓN, DE ARAGÓN, SOttlfE LA POSE-
SSION DE LAS YSLAS Y TIERRAS FIRMES DEL MAR
OCCEANO (1)
In nomine Dominiamen. Noverint vniversi lioc
presens publicum transumptum inspecturi, quod
nos, Jacobus Conchillos, Dei et appostohcfe Sedis
grada episcopus Cathaniensis, habuimns, vidimus
et diligenter inspeximus infrascriptas Hueras fe-
licis recordationis Alexandri Papte Sexti, ejns
vera bulla plúmbea, cum cordolis ccreis crucet-
que colorís¿ more romanae curiae impendentes.
bullatas sanas siquidem et integras nc omnímodo
suspitione carentes, hujusmodi thenore.
Alexander episcopus servusservorum De i, cha-
rissimo in Xpo filio Ferdinando regí, ci charissim^’
in Xpo Elisabet reginae Castellae, Legkttris, Ara^o-
num, Siciliae et Granatae illustribus, salutem et ap-

to La copia que de este documento hay en los t pe/n/n; snugiirtitr,
por fungimur; procedían, por procedunt; etc.
G. t>* SANTA CLARA.—IV.—3.° qh

40’J

posto lie a m benedictioncm. ínter celera diurna: ma-
jestati brne placita opjra et cordis nostri deside-
rabilia, illud profecto potissimum existit ut fides
catholica et xpiana religío, nostris presertim tem-
poribus exaltetur ac ubilibet amplielur et dilate-
tur, animarumque salus procuretur, ac barbara:
nationes depriinantur et ad fídem ipsam reducan-
tur. Vnde cum ad hanc sacram Petri sedem diuina
lávente clementia, meritis licet imparibus euocati
fucrimus, cognocentes vos tanquam veros catho-
licos reges et principes, quales semper nouimus,
et a vobis preciare gesta toti pene jam orbi noti-
ssima demonstrant, nedum id exoptare sed omni
conatu studio et diligentia, nullis laboribus, nullis
impensis, nullisque parcendum periculis, etiam
proprium sanguinem eftundendo efficere, omnem
animum vestrum omnesque conatus ad hoc jam
dudum dedicasse, quemadmodum recuperatio reg-
ni Granatac a tiranide saracenorum, hodiernis tem-
poribus per vos cum tanta diuini nominis gloria
lacla testatur, digne ducimur non immerito et de-
bemus illa vobis etiam sponte et íavoraliter con-
cederé, per quíc hujusmodi sanctum et laudabile
ac immortali Deo acceptum propositum iu dies fer-
ventiori animo ad ipsius Dei honorem et imperii
xpiani propagationem prosequi valeatis. Sane ac-
cepimus quod vos qui dudum animo proposueratis
aliquas ínsulas et térras firmas remotas et incóg-
nitas ac per alios hactenus non repertas, quaerere
et inuenire, et illarum íncolas et habitatores ad co-
lendum Redemptorem dominum nostrum, et fidem
catholicam profitendum reduceretis, hactenus in

403

cxpugnatione ipsius rcgni Granatse plurimum ocu-
pati hujusmodi sanctum et laudabilem propositum
vestrum ad optatum finem perducerc nequivis-
tis. Sed tándem sicut Domino placuit regno pte-
dicto recuperato, volentes desiderium ad imple re
vestrum dilectum Xpoforum Colon, virum vi ¡que
dignum et plurimum commendatum ac tanto negó-
tium aptum, cum nauigiis et hominibus ad similia
instructis, non sine maximis laboribus et periculis
ac expensis destinastis, vt térras firmas et ínsulas
remotas et incógnitas hujusmodi, per mare vbi
hactenus nauigatum non fuerat diligenter iuquire-
ret. Qui tándem, diuino auxilio facta extrema dili-
gentia in mari occeano nauigantes, certas Ínsulas
remotissimas et etiam térras firmas qtia: per alios
hactenus repertae non fuerant invenerunt, in qui
bus quamplurimae gentes pacífice viuentes, et ut
aseritur nudi incedentes, nec carnibus vescenles
inhabitant. Et ut preffati nuncii vestri posunt opi-
nari, gentes ipsae insulis et terris predictis habitan-
tes credunt unum Deum creatorem in celis esse, ac
ad fidem catholicam amplexandam et bonis morí-
bus imbuendum, satis apti videntur, spesque habe*
tur quod si erudirentur nomen Saluatoris domíni
nostri Jesuxpi, in terris et insulis predictis tacita
induciretur; ac preffatus Xpoforus Colon in vna
ex principalibus insulis predictis, jam vnam turrím
satis munitam, in qua certos xpianos qui sccum
iuerant in custodiam, et ut alias Ínsulas ac térras
firmas et incógnitas inquirerent, possuit, cons-
truí et edifficari fecit. In quibus quidcm insulis
et terris jam repertis, aurum, aromata, ct alíte

404

quamplurima: res pretiosae diuersi generisetdi-
uerscU calitatis reperiuntur. Unde ómnibus dili-
genter et presertim fidei catholicae exaltatione et
dilatione prout decet reges et principes conside-
ratis, more progenitorum vestrorum claraememo-
ri¿c regum, tenas firmas et Ínsulas predictas illa-
rumque íncolas et habitatores nobis, díuina faven-
te clementia, subjicere, et ad fidem catholicam re-
ducere proposuistis. Nos igitur hujusmodi vestrum
sanctum et laudabile propositum plurimum in Do-
mino commcndantes, ac cupientes vt illudad debi-
tum finem perducatur et ipsum nomen Saluatoris
nostri in partibus filis inducatur, hortamur vos
quam plurimum in Domino, et per sacri lauacri
susceptionem qua mandatis appostolicis obligati
estis, et viscera misericordie domini nostri Jesu
Xpi attente requirimus, ut cum expeditionem hu-
jusmodi omnino proscqui et assumere prona men-
te ortodoxa.4 fidei zelo intendatis, populos in hujus-
modi insulis et terris degentes ad xpianam religio-
nem suscipiendam inducere velitis et debeatis, nec
pericula, nec labores vilo vnquam tempore vos
dcterreant firma spe, íiducia conceptis, quod Deus
omnípotens conatus vestrus feliciter prosequetur.
Et vt tanti negotii prouintiam appostolicae gra-
tiíe largitate donati liberius et audatius assumatis
motu proprio, non ad vcstram vei alterius pro vo-
bis super hoc nobis oblata petitionis instanciam,
sed de nostra vera liberalitate et ex certa sciencia
ac de appostolicac potestatis plenitudine, omnes
ínsulas et térras firmas inuentas et inueniendas,
detectas et detegendas, versus occidentem et me-

405

r i diem, fabricando ct constituendo unam lincam a
polo Árctico, scilicet septentrione, ad polum An-
tarcticum, scilicet meridiem, sive térra; firma: et
insulíc inuenta: et inueniendse sint versus Indiam,
aut versus aliam quamcumque partetn, qu;e linea
dístet a qualibet insularum quae vulganter nuneu-
pantur de los Azores et Cabo Verde, centum lcucis
versus occidentem et meridiem.Itaque omnes insu-
he et terne íirmct repertae et reperiendrc, delecta?,
ct detegenda: a preffata linea, versus occidentem
ct meridiem, per alium regem aut principcm xpia-
num non fuerint actualiter posessae vsque ad diem
natiuitatis Domíni nostri Jesu Xpi pro \ i me preterí-
nim, a quo incipit annus presens 1593, quando fue-
runí per nuncios [etj capitaneos vestros inuenia:
aliqua: predictarum insularum, autoritate omnipo-
tentis Deí nobis in beato Petro concessa, ac vica-
riatus Jesu Xpí quo fungimur in terris, cum ómni-
bus i lian: m domtniis, ciuitatibus, castris, locis, et
villis, juribusque et jurisdictionibus ac pertinen-
tüs vniuersis, vobis, heredibusque et subcesoribus
vestris Castclhe et Legionis, in perpetuum thenore
presentium donamus, concedimus ct asignamus
vosque [el] heredes ac subcessores prefatos illa-
rum dóminos, cum plena libera et omnímoda
potestate, amóntate et jurisdietione fací mus et
constitutmus et deputamus. Decernentes nihilo*
minus per hujusmodi donationem, concessíoncm,
ct asignalioncm nostram, nulli xpiano principi qui
actualiter pnclatas ínsulas et térras firmas posse-
derit vsque ad predictum diem natiuitatis domini
nostri Jcsu Xpi, ius quaesitum sublatum iutelligi

40j

pi^se aut auíterri deberé. Et insuper mandamus
\ohis ¡ti virtute sancta: obedientiae, ut sicut pollí-
Cemiiti et non dubitamus pro vestra máxima devo-
üone et regia magnanimitate vos esse facturos, ad
torras lírmas et ínsulas predictas, víros probos et
I kcurtí tímenles, doctos, peritos et expertos, ad ins-
truendum íncolas et habitatores praefatos in fide
catholica et bonis moribus imbuendum destinare
debeaiis, omnem debitam diligentiam in praemissis
iiJhibentes. Ac quibuscumque personis cujuscum-
que dignatis, etiam imperialis et regalis statutus,
iji-adtis, ordinis vel conditionis, sub excomunicatio-
nis latsv sententia* pena, quam eo ipso si contra fe-
ri nt incurrant, districtius inhibemus ne ad ínsulas
el térras firmas inventas et inueníendas, detectas
t-i iletejjendas versus occidentem et meridiem,.fa-
bricando et construendo lineam a polo Árctico ad
pulum Antarcticum, sive terrae firma? etínsulacin-
uentiv et inuenienda: sint versus Indiam aut versus
Jiliam quamcumque partem, quae linea distet a qua-
libet insularum qua: vulgariter nuncupantur de
los As ores et Cabo \’erde, centum leucís versus
occidentem et meridiem, vt praefertur pro mer-
eibus habendis, vel quavis alia de causa accede-
re presumant absque vestra ac heredum et subce-
SSOrum vestrorum predictorum licentia speciali.
Non obstantibus constitutionibuset ordinationibus
;tppostolicis ceterisque contrariis quibuscumque,
in illo a quo imperia et dominationes ac bona
cuneta procedunt conffidentes quod dirigente Do-
mino actos vestros, si hujusmodi sanctum et lau-
dabile propositum prosequamini, breui tempore

407

cum facilítate et gloria totius populi xpiani vcstri
labores et conatus exitum felicissimum conse-
quentur. Verum quia diffícile foret praesenies 1 i ite-
ras ad singula quaeque loca in quíbus expediens
fuerit defferri, volumus ac motu et scieniia simí-
libus decernimus quod illarum transsumptís mana
publici notarü inde rogati subscriptis et siguió a!i-
cujuspersonae in ecclesiastica dignitate constituía,
seu curiae ecclesiastica; munitis, ea prorsus lides
injudicio, et extra, ac alias ubiiibet adhibeatur,
ut presentibus adhiberetur si essent exhibitac ve)
ostensae. Nulli ergo omnino hominum liceat hanc
paginam nostrae comendationis infringere, vel ei
ausu temerario contraire; si quis autem hoc atten-
tare presumpserit, indignationem omnipotentis
Dei, beatorum Petri et Pauli appostolorum ejus se
nouerit incursurum. Datis Romae apud Sanctum
Petrum, anno incarnatíonis Domini 149:1 quarto
nonas maii, pontificatus nostri anno primo-
Clausula del testamento de la muy catholica y
xpianissima rey na Doña Ysabeí, de gloriosa
memoria.
Por quanto al tiempo que nos fueron concedi-
das por la Sancta Sede appostolica las yslas y tie-
rras firmes del mar Occeano descubiertas y por
descubrir, nuestro principal yntento fue al tiempo
que lo suplicamos al papa Alexandro Sexto, de
buena memoria, que nos hizo la dicha concession,
de procurar de ynduzir y atraer los pueblos dellas
y los conuertir a nuestra sancta fee catholica y
embiar a las dichas yslas y tierra firme perlados.

4
^emanas pusso reyes y quito reyes quando se le-
uamaron las Comunidades en España en el año de
vciiue y vno. Mas dezian estos desalmados, que es-
las cosas se podian hazer sin escrúpulo de con-
ciencia [y] repartir entre si toda la tierra, pues la
auian conquistado, ganado y quitado de poder de
los ydolatras y gentiles que no tenian conosci-
miento de Dios, ni del Papa, ni del rey de Casti-
lla, y que comían carne humana. No faltaron bue-
nos religiosos y caualleros que como leales serui-
dores de Su Magestad contradixeron y aflearon,
como la otra vez, todas estas co^as, y Jos que se
mostraron mas ossados y a tr cu idos contra los ha-
bladores y contra Goncalo Pieurro fueron los si-
guientes. El reuerendissimo Don fray Gerónimo
de Loaysa, obispo de Lima, y el regente fray Tilo-
mas de Sant Martin, los quales entrambos afearon
y detestaron en los pulpitos y fuera dellos todas
estas ynsolencias y maldades que querian hazer y
acometer, diziendo que eran tiranías y grandes
aireuimientos y desuerguencas las que yntentauan
hazer contra Dios y contra Su Magestad. Las ca-
ualleros fueron el licenciado Benito Juárez de Ca
rauajal, Francisco de Ampuero, Nicolás de Ribe-
ra el moco y el viejo, Don Antonio de Ribera,

415

Martin Pigarro, Juan González de León, Alonso
de Talayera y Montenegro, con otros algunos
principales y valerosos en la tierra. Los quales to-
dos, no temiendo las terribles ondas de las amena-
gas de muerte que Goncalo Picarro y sus sequaces
capitanes les hazian, ossaron hablar y dezir lo que
hazia al casso acerca del seruicio de Su Magestad,
y que parescian muy mal platicallas o solamente
pensallas, quanti mas ponellas por la obra. El li-
cenciado Benito Juárez de Carauajal, quando es-
taua con los leales platicaua muy de veras lo
que mas hazia al casso para sus honrras y vidas,
y quando estaua con los rebeldes concedia en al*
guna parte con ellos en lo que dezian, por temor
que tenia de Goncalo Pigarro y de Francisco (1) de
Carauajal el cruel, no le mandassen matar, como
lo auian querido hazer la otra vez. De manera que
por estas cosas y otras tales estuuieron estos dos
religiosos a canto muy peligroso y los leales caua-
lleros estuuieron muchas veces en grandissimo pe-
ligro de perder las vidas, porque fueron después
muy perseguidos, por lo qual determinaron de ca-
llar entonces. Principalmente los dos religiosos,
que como se vieron solos no se atreuieron después
a predicar cosa alguna contra el tirano cruel, sino
era yncitar y mouer secretamente a los seruidorr. –
de Su Magestad que se acordassen del seruicio,
lealtad y de la fidelidad que le deuian. En estos
términos estauan las cosas quando les vino la nue-
ua de como se auia entregado la armada de Gon-

(I) Tachado: Picar ra.

41o

galo Pigarro al presidente Pedro de la Gasea, co-
mo adelante diremos, que entonces se soltó muy
de veras el demonio y se hizieron otras cosas
peores que las antedichas, como se vera en esta
obra. Porque se comengo después entre los leales,
con razón, y entre los rebeldes, sin ella, a leuan-
tarse y mouerse muy grandes odios y enemista-
des, debates y renzillas, pundonores (l) y rencores,
yras y enojos, bullicios y alteraciones, vandos y
parcialidades, yntereses y embidias, y al cabo con-
tiendas y peleas. Sobre todas estas cosas suscedie-
ron muchas muertes de leales, de tiranos y de los
naturales, con muchos daños y robos, y assi otras
cosas semejantes a estas con diuersas opiniones
brauas y terribles que a los mas fuertes hazian
temblar y temer, que no se atreuian hablar ni ha-
zer cosa buena en seruicio de Su Magestad. Y el
que hazia alguna maldad o cometía algún delicto
atroz o alguna traycion, este tal era tenido y repu-
tado en mucho, y los tiranos en lugar de lo casti-
gar le dauan fabor y ayuda porque dezian que ya
auia metido prenda y que agora no se dexaria
engañar de los leales, y assi lo querían mucho.
Desto procedía que los flacos y menores, con el
poco animo y posibilidad que tenían, seguían con-
tra su voluntad a los tíranos y cizañadores de las
repúblicas que andauan ciegos y distraydos y
fuera de toda razón. ¿Que diremos deste tan ynfe-
lice tigmpo y de tan calamitosa hedad, sino que los
tristes que poco podían eran vexados, maltrata-

* (l) M*. pundonores.

417

dos, hostigados y amenagados con ta cruel muer-
te, que por oras y momentos les parescia que la
veyan ya ante los ojos? De manera que los que no
podían zufrir estas ynsolencias, brauezas, amena-
zas y desatinos muy grandes, se apartauan de los
brauoneles y se salían de la cibdad y se yuan a es-
conder a las eredades y a los cañaue rales y a otras
partes por no ver tanta desuerguenga y tiranía.
En este punto estauan todas las repúblicas desta
tierra bien oprimidas y maltratadas de crueles ti-
ranos, por lo qual ninguno se atreuta obrar, ni
menos hablar, sino era ver, oyr y callar, que este
refrán corría entonces entre chicos y grandes y en-
tre hombres y mugeres. Con esto daremos agora
fin de contar las crueldades y desatinos de Cara-
uajal hasta que lleguemos adelante, que de fuerga
hemos de encontrar otra vez con el, y agora se
dirá breuemente del linaje de los Yngas, reyes
que fueron señores destas riquissimas tierras del
Perú, y de do procedieron y de las cosas maraui-
11 osas y estraflas que hicieron en ellas.

U. r>K SA*TA CLARA.—IV.—3.°

CAPITULO XLIX

KN nOMDE SE CUENTA DEL LINAJE DE LOS YNGAS Y DE
DONDE SAL1KKON, QUAffDO CONQUISTARON LAS PRO
UINCIAS DEL PERÚ, Y Q\TB QTJ’MRE D8ZI& YWGA EN LA
LENGUA PROPIA DEL CUZCO, QUE ES LA QUE SE VSSA
Y SK HABLA KN ESTAS rARTES TAN REMOTAS

Bien tengo entendido que el benigno lector es
tara canssado de auer levdo tan por entero y par-
i icularmente los dessatinos y dessaffueros de Fran-
cisco de Carauajal el cruel, que paresce que no
hemos tenido otro cuydado sino tan solamente
contar sus crueldades y tiranías, con las cosas que
hizo contra los seruídores de su real Majestad
que tenían su real boz. Todo esto no se pudo ha-
zer menos sino contar enteramente todo lo que
passo en este tiempo en esta tierra entre los leales
y rebeldes al rey, porque de otra manera quedara
nuestra obra manca y paresciera mal como el sayo
cortado sin faldamentos y sin mangas. Por tanto el
piadoso lector podra perdonar con tan grande le-
yenda, que agora lo dexaremos por vn rato hasta
que tomemos a encontrar con el, porque es el vno
de los desta danga tragicomedíca, por dezir y con-
tar de donde procedieron y salieron los primeros

419

Yngasque fueron reyes y señores destas tan gran-
des y riquissimas prouincias. Quise poner esta na-
rración en este lugar porque el lector se aparte vn
poco del ruydo de las guerras mas que ciuíles y
de oyr tocar el atambor y el pifaro y las trompe-
tas y el blasonar de las armas, porque el hombre
ques pacifico y amador de la paz y quietud huye
destas cosas y no le es agradable oyllas, Y por el
contrario, los que llénenlos ánimos ynquietos y
llenos de soberuia y están hinchados de vna pre-
sumpcion> mas querrán oyr tocar los atambores y
pifiaros que leer las calidades de las yeruas y tem
pies de las tierras que ay en el mundo; mas dexe-
mos esto aparte, que pudiéramos alargar vn poco
la mano, y comentaremos nuestro cuento. Digo
que desde el rio que los yndios naturales llamaron
Piru, hasta el estrecho que descubrió Hernando
Magallanes, tiene de largo por la costa de la mar
del Sur, según los mareantes dizen, mili y dos-
cientas y cincuenta leguas. Y passando el estrecho
de Magallanes, yendo al rio de la Plata, que es en
la mar del Norte, y contorneando por otras tierras
hasia llegar a Sancta Marcha y a Cartagena y de
;illi Via J*.- tu-
rril tiene de ancho en partes mili leguas, y en par-
les menos, y boja en circuyto todas estas regiones
quatro mili y seiscientas y cincuenta leguas de
costa de la mar del Sur y del Norte. El primer
hombre que tuuo noticia desta tierra del Perú, se-
gún dizen, fue Francisco Bezerra, capitán que fue
del Gouernador Pedro Arias Dauila el galán, y
gran justador, natural de Segouia, que conquisto

41»

la granprouincia de Veragua. Otros diz en que fue
el muy nombrado capitán Blasco Nuñez de Balboa
el que la descubrió muchos dias antes, y quetuuo
noticia de los yndios de la mucha riqueza que auia
i’ii l.i tierra. Je mucho oro, plata, esmeraldas y
perlas con otras muchas cosas de gran valor; y
este rio Piftt, de donde se tomo denominación toda
la tierra, esta en dos grados de la equinocial hazia
el Norte. De manera que este capitán Blasco Nu-
ñez de Balboa lúe el primero que descubrió la mar
del Sur, que lue en el año de 1525 a 21 dias del mes
de Setiembre, en domingo, casi a medio dia, el día
de Sant Clcophe mártir, y este Balboa vino a Yn-
diascon Amono de Hojeda, natural de Cuenca,
que fue capitán de Don Xpoual Colon, en el año
de 1508, y después Francisco Bezerra fue el prime
ru que nauego la mar del Sur por estas partes. Su-
biendo Vasco Nuñez de Balboa por vna sierra muy
Hita con sesenta y sirte compañeros, a los quales
deiuuo vn poco antes de suhir bien a lo alto, el (1)
mismo se subió solo y se p;iro a mirar hazia Ja
parte de Mediodía y vido las muy desseadas aguas
del Occcano de la mar del Sur, el qual hincándose
de rodillas en tierra y aleando los ojos al cielo dio
muchas gracias a Nuestro Señor. Y luego llaman-
do a lodos sus compañeros los hizo subir y les mos*
tro el mar Austral, de cuya vista se holgaron en
gran manerat por lo qual se hincaron de rodillas
y dieron muchas gracias a Dios nuestro señor por
tan grandes bienes y mercedes como les hazia,
(i; Hi>/A

421

En quanto a Jo que toca de los Yugas y señores
que uvo en esta tierra ay muchas y diuersas
opiniones y variedades, y assi ay muchos cuen-
tos y nouelas fabulosas de donde procedieron, por-
que vnos yndios lo cuentan de vna manera, y
otros de otra; mas yo me atengo a lo que dizen los
muchos que desto hablaron verdaderamente.
Quanto a lo primero digo que dizen los yndios
muy viejos y antigos y que lo oyeron dezir a sus
mayores y lo tienen oy dia en sus memorias y can-
tares, que uvo seiscientos años primeros que no
tuuieron reyes, sino vnos señoretes llamados cu-
racas que los gouernauan cada vno en su prouin-
cia, y que después vinieron los Yngas que reyna-
ron en todas estas prouincias, que les turo mas de
seiscientos y cinquenta años. El primer señor yn-
dio que comengo a entrar por tierras agenas fue
llamado Mango Ynga Capaila y este yndio dio
principio a las guerras, él qual salió con gente ar-
mada de una grande ysla llamada Titicaca, la
qual esta en medio de vna laguna muy grande y
bien honda en la gran prouincia de Atún Collao.
Este Mango Ynga Capaila procuro de ser muy
nombrado y auentajado señor masque todos los
señoretes curacas que auia a la redonda de aque^
lia laguna, por lo qual propuso, por consejo del
demonto y de los hechizeros, de les ocuparlas tie-
rras por mili vias, modos y maneras que pudiesse,
y ponellas debaxo de su señorío y mando, Y con
esta determinación salió con mucha gente de la
‘ysla en muchas balsas de cañas y madera seca y
luego con halagos y amenacas atraso para si algu-

422

nos curacas y stfloretes, y los que no quisieron ve-
nir a su obediencia llamándolos, les dio mucha
guerra hasta que los pusso debaxo de su dominio
y mando. Después que se vido hecho señor desta
¡4i.ui prouincia y que todos los curacas y principa-
les yndios le seruian como a señor natural fundo
vn pueblo nueuo que llamo Atuncollao, que quiere
dezir el gran Collao. En este pueblo pusso su
assiento y corte real porque no se le reuelassen
los yndios que auia conquistado, y después que los
tenia ya paciticos y bien auassallados al cabo se
cumplieron sus dias y murió, según las gentes di-
xeron, de ciento y veinte años, auiendo gouernado
la tierra setenta años en guerra y en paz. Este Yn-
ga fue casado con una yndia llamada Mama-Ocllo.
hija de un curaca gran señor vasallo suyo, que
era muy hermosa, aunque otros dizen que era su
hermana, de la qual uvo vn hijo llamado Sinchiro-
ca Yuga, con otros muchos que tuuo de sus man-
cebas. Destos hijos bastardos no tuuieron cuenta
los yndios ni hizieron casso dellos, sino del here-
dero y de los que fueron valientes, y dizen deste
Mango tapóla Ynga no se que bohenas, que no
tuuo padre ni madre, sino que nascio entre vnas
peñas que están en la misma ysla y que el Dios su
padre, que era el Sol, lo crio allí. Mango Ynga
Capaila, después que murió, quedo el gouierno en
su hijo Sinchiroca, el qual salió muy valiente y
esforcado capitán y tuuo después algunas guerras
con ciertos curacas de los que su padre auia con-
quistado, que so le auian rebelado, por lo qual se
hizo muy nombrado hasta que murió auiendo ern-

quenta años, Fue casado con vna mugcr llamada
Mama Coya, de la qual tuuo cinco hijos: el prime-
ro se llamo Llocuco Yupangue Ynga, y el segundo
Cuxiguanan Chiri, y de los tres no supieron de sus
nombres, porque no fueron valientes, y de sus
mancebas tuuieron muchos. En lugar del diffunto
comenco á reynar Llocuco Yupangue Ynga, del
qual dizen que no gano ni conquisto pueblo algu-
no, sino fue sustentar lo ganado! porque fue muy
pacifico, aunque justiciero, y siendo de he dad de
nouenta años y no teniendo hijo heredero les pa-
rescio a sus vasallos que era ympossible tenello,
ni menos virtud para engendrar. Y por tanto, vn
criado suyo, hallándose muy pesante porque su
rey y señor natural no tenia hijo y oyendo que to-
dos sus vasallos tratauan dello, dizen que vn dia
tomo al Ynga en bracos y lo lleuo adonde estaua
su muger, llamada Mama Caguapatu, y engendro
en ella vn hijo que se llamo Yndímayta Capac Yn-
ga, y al cabo murió auiendoreynado sesenta años,
siendo de hedad de ciento y veinte años. En el
tiempo que Llocuco Yupangue reynaua conquisto
por sus capitanes algunos pueblos de la comarca,
y que tuuieron medio ganada la gran cibdad del
Cuzco y que después la perdieron por descuydo
que los suyos tuuieron y que el Ynga murió de pe-
sar delto, como tenemos dicho. Sucedió luego su
hijo en el reyno Yndimayta Capac Ynga, el qual
salto muy valeroso y conquisto otros muchos pue-
blos, los qualcs pusso debaxo de su vasallaje; des-
pués desto enprendio la guerra contra el curaca
señor del Cuzco y como era valeroso se deffendio

P

424

muy bien, y en esto murió ya viejo, auiendo go-
bernado la tierra sesenta y cinco años. Este Ynga
tuuo de su muger Mamachíanta vn hijo que se
llamo Capac Yupangue Ynga, y dizen los yndios
que tuuo otros hijos desta su muger, y muchissi-
mos de sus mancebas, de que no se acuerdan de
los nombres dellos con la díuturnidad del tiempo.
y porque también no eran valientes, porque si lo
lucran los antigos hizieran memoria dellos en sus
cantares. Sucedió en el reyno Capac Yupangue
Ynga, el qual dizen que íue para poco, pues no
conquisto cosa alguna ni salió de la cibdad de
Atún Collao, y que ciertos pueblos que se le reue-
laron los apacho con los valerosos capitanes que
auian sido de su padre. Fue casado con Mama Yn-
dichiquia y della tuuo vn hijo que se llamo Ynga
Roca Ynga, que quiere dezir señor de los señores,
y tuuo otros muchos hijos de diuersas mancebas,
de los quales no tuuieron memoria de sus nombres
porque no hizieron cosas dignas de alabanza, y al
cabo murió de hedad [de] ciento y catorce años
auiendo gouernado sesenta y cinco años. Después
de muerto este Ynga suscedio su hijo Ynga Roca
Ynga, como su padre, que también fue para poco,
que no hizo mas de sustentar lo que sus antepassa^
dos auian ganado, aunque dizen del que fue muy
seuero y justiciero y que por esto le tenían gran
temor sus vasallos, por los capitanes y soldados
que tenia puestos por guarniciones en diuersas
partes. Este Ynga fue casado con Mama Micoy,
de la qual tuuo tres h ¡jos llamados Guarguac Ynga
Yupangui, Appomayta y BilcaquiriJos quales fue-

425

ron muy valientes y de gran nombradla, y de sus
mancebas muchos; murió auíendo reynado qua-
renta años y siendo de cient años. Muerto el Ynga
reyno su hijo Yaguarguac Ynga Yupangui, el qual
siendo de hedad de tres meses fue hurtado en vida
de su padre y de ay a dos meses dizen que páres-
elo en poder de vn curaca gran señor del pueblo
de jaxaguana, en donde se criaua regaladamente
por ser quien era. Assimismo affirman que en el
tiempo que lo tuuieron hurtado le quissieron ma-
tar y porque lloro gotas de sangre lo dexaron, di*
2iendo que era señal de alguna gran cosa y que
primero quedan ver el fin que auia de suceder
adelante, y que por esto no le mataron, antes lo
criaron muy bien. En este medio tiempo, vn tío
que este ynfante tenía, llamado Guaylacanca, sa-
biendo donde estaua el principe su señor, como
valiente y esforzado hombre fue al dicho pueblo
en habito de yndio pobre y lo hurto, sin tener mié-
do del gran curaca ni de sus vasallos, y lo truxo á
su reyno, en donde su padre y vasallos lo rescibie-
ron muy bien. Auíendo crescido este Ynga y to-
mando el reyno y Ja possession del, se mostró des-
pués por muy valiente y velh’coso, porque gano y
acrescento a su reyno muchos pueblos, por lo qual
tuuo gran reputación y conseruo muy bien lo que
sus mayores auian ganado, y de su muger Mama-
chiquia tuuo un hijo que se llamo Viracocha Ynga.
También tuuo desta su muger otros hijos que se
llamaron Apocama, Apomaroti> Yngamayta, Pa-
guacynga, Gallimayca y Chímachauic, ydestosse
acuerdan los yndios en sus cantares y memorias

12b

porque fueron valientes, y en tin, al (in reyno
ochenta anos- Suscedio Viracocha Ynga en el rey-
no, el qual salió muy valiente y guerrero y tenien-
do la tierra de paz, quatro curacas y señores se al-
earon contra el de embidia y mala voluntad que
le tuuieron, mas el Ynga fue contra ellos, a los
quales venció valerosamente y les corto las cabe-
cas y los pueblas afeados se le vinieron adarde
p;iz. liste Ynga fue casado con Mama Yunta Ca-
van, de la qual uvo hijos, los quales se llamaron
Yn^a Vrcon, Ynga Maytah Cunayure, Chalicuro
Yupangue, Capac Yupangue, y el menor de todos
se llamo Pachacotí Capac Yupange, y como fue-
ron valientes tuuieron los yndios memoria dellos.
Turante el reynado de Viracocha Ynga se alca*
ron contra el dos hermanos llamados Guarnan
Guaraca y Aucos Garaea y viniendo contra el des-
de la prouincia de Andaguaylas, de donde eran
señores, que esta treynta leguas del Cuzco, toma-
ron a Condes uyo y a Collasuyo, prouincias muy .
grandes y bien ricas que estauan a deuocion del
Yn^a. Sabido esto por Viracocha y queriendo yr
contra ellos no se atreuio, a causa que era ya muy
viejo y enfermo y porque venían muy pujantes de
gente, y ninguno de sus hijos mayores quiso salir
al campo, sino fue el menor de todos ellos que se
llamaua Pachacotí Capac Ynga Yupangue, el qual,
como esforcado y animoso, salió con mucha gente
contra tos dos hermanos con el fabor que 1c dio vn
tio suyo gran señor. Caminando con su exercito
encontró con los enemigos en el campo de Conde-
suyo, en donde se dio entre ellos vna braua y san-

427

guinotenta batalla en donde Pachacoti Capac Yn-
ga Yupangue venció y prendió a los dos hermanos
Garatas con muerte de muchos de los suyos, y se
hizo señor de los pueblos y del de Andaguaylas,
haziendo justicia de los hermanos, y pusso guarni-
ciones en ellos, y con esto se boluio a la cibdad.
Sabiendo Viracocha Ynga que su hijo venta victo-
rioso lo salió a rescebir con muchos de los princi-
pales yndios de la corte hasta vna legua, y de allí
se vinieron (1) a la cibdad y llegaron todos con
mucho plazer y alegría, en donde fue rescebido
con muchas tiestas y regozíjos a la vsan

428

y adúlteros, ladrones, vagamundos, y las penas
que las justicias y sus mandones les auian de dar
conforme a sus delictos. Mando por ley que todos
los yndios de cada prouincia anduuiessen seña-
lados y por la señal que truxessen fuessen co-
noscidos, de manera que si parescian en la pre-
sencia del Ynga, por la señal que el yndio traya
sauia de que prouincia era, y por otra señal de
que venia señalado en la ropa, por aquella en-
tendía de que millenario era y de que centuria,
que cierto fue cosa notable. Vnos trayan aros de
palo como de cedamos, en las caberas, muy enca-
jados; otros, vnas hondas rebueltas por las cabe-
cas; otros andauan tresquilados, y assi auia otras
muchas señales con diuersidades de colores, por
las quales eran conoscidos. La magestad y gran-
deza destos Yngas (1) fue muy grande, porque nin-
guno de sus vasallos, de qualquier calidad, condis-
cion y estado que fuesse, podia entrar donde el
estuuiesse sino descalco. Y assi todos los grandes
señores y principales yndios andauan en su pre-
sencia muy humilldes y auasallados y ninguno de-
llos se assentaua delante del, porque no podia te-
ner silla dentro de palacio si no le era concedido
por especial priuilegio y señalada merced. Hazien-
do todo esto con otras muchas y diuersas cosas
salió después de su tierra y fuesse a las agenas, las
quales gano con valeroso animo y gran esfuerzo,
y estando en el campo salió contra el el gran cu-
raca del Cuzco y entre ellos se dio vna braua y

(l) Ms. yndios.

429

sanguinolenta batalla donde murieron muchos yn-
dios de vna parte y de la otra, y al fin salió el Ynga
con la victoria. Quando el gran curaca se vido ven-
cido se fue a su cibdad del Cuzco y no perdiendo
punto de animo comenco de ajuntar mucha gente
con fabor y ayuda de muchos amigos suyos que
eran señores de muchos pueblos, parayr contra
et Ynga, ca le segu ian muchos por la gran reputa-
ción que auia ganado en toda la tierra y le tenian
por hijo del dios Sol y el se jactaua dello. Venidos
estos dos famosos capitanes al encuentro se dio
entre ellos la batalla en los llanos de Quispicanche,
que fue asaz bien reñida y sangrienta de entram-
bas partes, que a) cabo uvo de vencer el Ynga
aunque salió mal herido, y el gran curaca se fue
huyendo. Como los del Ynga uvicron la victoria,
algunos dellos siguieron el alcance, en donde ma-
taron a muchos yndios a porrazos y el gran cura-
ca escapo a uña de su pie y los que quedaron con
el Ynga lo tomaron y lo lleuaron en vnas andas,
como el solía andar, al pueblo de VrcusT que esta
siete leguas del Cuzco. Estando en este pueblo mu-
rio dende a pocos dias de las heridas que le dieron
en la batalla y del grati pessar que tomo de se ver
herido, por lo qual rescibieron los pocos que lo sa-
bian granJissímo dolor y lastima, auiendo biuido
ochenta años y reynado cinquenta y cinco años
con gran loor y fama de sus grandezas y hazañas.
Tuuose [en] grundissimo secreto su muerte, por ley
hordenada desde los primeros Yni;as en que se
mandaua que muerto el Ynga fuesse metido en los
apossentos mas secretos y apartados que uviesse

430

en palacio y que no fuesse visitado sino de sus
mugercs y de tos médicos que lo curauan, y con
esta constitución no le vissitaua nadie, ni sabían de
como estaua el Ynga. Estos médicos entrauan en
ta cámara desde el dia que el Ynga caya en la cama
y de allí tío salian del apossento hasta que se le-
uantaua o se moría, y guardauasse en esto tan
gran secreto en lo tocante a la salud del rey, que
ninguno de los de fuera sabia si estaua mejor ó
peor. Y después que el rey era ya muerto, ta pri^
mera c en moni a que se hazia en este ministerio era
tener los médicos y las mugeres del Ynga muy se-
creta su muerte por tiempo y espacio de vn mes,
y viendo los capitanes del Ynga quan valiente y
animoso auia sido y quan guerreador se auia mos-
trado y de las leyes que auia hecho, tuuieron
creydo muy de veras ser hijo del Sol, porque el
mismo lo auia dicho muchas vezes a sus capitanes.
Y que el Dios su padre le auia descubierto muchos
y grandes secretos de naturaleza, y que lo embia-
ua a conquistar todas aquellas tierras porque en
todas ellas no uviesse sino vn señor que los gouer-
nasse y mandasse. De manera que como murió,
los nudicos y las mugeres del Ynga lo tomaron
secre la mente aquella noche y amarrándole muy
bien el cuerpo con mantas ricas y cuerdas de lana
fina lo hecha ron en el ojo de agua o lagunilla de
Vrcos, que esta a tiro de piedra defl] palacio adon-
de biuia, con mucha riqueza de oro y plata. Dende
a ciertos días, passado el dicho mes, los capitanes
y la demás gente que no sabían el secreto, como
lo luessen a visitar preguntaron a los médicos por

431

el Yuga: respondieron que no sabian del, porque
aquella noche se auia desaparescido dellos y que
el dios Sol su padre se lo auia lleuado assi biuo
como estaua, porque se hallaua vn poco mejor.
Creyendo todos sus vasallos esta nouela, luego lo
deificaron y lo pussieron en el numero de sus dio-
ses haziendole grandes ritos y cerimonias a su
modo y vssanca; y este Y’nga fue casado con Mama
Anauarque Micay, de la qual tuuo cinco hijos: el
primero se llamo Topa Ynga Yupangue, Amaro
Topa, Capac Guayri, Sinchiroca [y] Guayllipa, y
sin estos tuuo otros muchos hijos de sus mancebas,
que como bastardos no hizieron casso dellos. An-
tes que passemosadelanteesde saber que este nom-
bre Ynga es de gran alteza entre estos yndios del
Perú, que quiere dezir soberano señor o rey sobe-
rano, que hasta entonces no se llamauan los seño-
res del Cuzco, ni de los demás pueblos destas pro-
uincias^ sino curacas, que quiere dezir tan sola-
mente señor, y assi son llamados el dia de oy los
señores de los pueblos. Assi como el primero que
gano la cibdad del Cuzco y las demás tierras, co-
mo adelante diremos, se llamaua Ynga, mando a
los demás que le snscedíessen de ay adelante
en el ymperio, se llamassen Yngas, y assi lo tie-
nen el dia de oy en costumbre, como los Cesares
en la ynclita cibdad de Roma y los Tholomeos en
Egipto, y a los capitanes y soldados que tenian,
que eran muchissimos, mando que todos se llama ■
ssen Yngas, como es decir cesarianos.

CAPITULO L
EN DONDE SE PROSIGUE Y CUENTA DEL LINAJE Y PRO-
SAPIA nn: LOS YNGAS, REYES Y SE&OKES QUE FUERON
DHSTAs AMPLIS5IMAS Y R1QUISSIMAS PROUINCIAS DEL
PKKl\ Y SE KELATAX LAS COSAS QUE MANDARON* HAZ£R
Etf TODAS ESTAS TIERRAS

Después Je muerio el muy nombrado y valero-
so rey Pachacoti Capac Ynga tomo la possesion
del ymperio Topa Ynga Yupangue, el qual salto
asaz muy valeroso en las armas y grandissimo
guerrero porque se auia criado en la disciplina mi-
litar, y supo Lanío y mas que su padre y assi hizo
muchas guerras y dio grandes batallas a muchos
curacas y señores yndios de diuersos pueblos. La
primera que entrcprendio, desando las otras que
tenia que hazer, fue yr contra el gran curaca del
Cuzco para lo matar en venganca de las heridas
que dieron a su padre, y aderescadas sus cosas y
la gente de guerra que auia de lleuar fue contra
el, con el qual tuuo grandes refriegas y batallas
por muchos dias, que los vnos ni los otros no se
podian vencer. En este comedio que las guerras
turauan, que andauan muy encendidas y trauadas,
el Ynga edifilco vna cibdad muy cerca dej Cuzco

433

en vna ladera junto a vn arroyo de agua, la qual
nombro Annan Cuzco, que quiere dezir el barrio
de arriba del Cuzco, para desde alli dar cruel
guerra a su mortal enemigo. Estando en esta nue-
ua cibdad el Ynga hizo tanto en armas contra el
gran curaca que venciéndole en la batalla se lo
truxeron preso y maniatado, al qual el propio lo
mato con sits manos con vn porraeo que le dio en
el cogote y en la cabeca y lo mando sacrificar a
sus falsos dioses por el anima de su padre, hazien-
dolo quemar. Y después de hechas estas cosas en-
tro en la gran cibdad del Cuzco a fuerca de armas
y a pesar de sus enemigos y apoderándose della
hizo muchos sacrificios a sus falsos ydolos, con
muchas y diabólicas supersticiones. Assi como se
apodero de la cibdad luego hizo perdón general,
por lo qual muchos curacas, capitanes, soldados y
principales yndios le vinieron hazer la mitcha* que
es la deuida reuerencia y acatamiento que se haze
a los Yugas con cahumerios de cosas olorosas, a
los quales resetbio muy bien y les hablo con buen
semblante, que todos tuuieron por bien de lo tener
por vniuersal señor y rey natural. Después de pa-
usadas estas cosas conquisto muchas tierras, que
llego hasta la prouincia de Arequipa, que cae en la
costa de la mar, y hasta las Charcas, que ay en
ellas grandes prouincias, que desde el Cuzco hasta
alia ay ciento y veinte leguas tiradas, en donde
hizo grandes y diuersas cosas en armas. Haziendo
estas guerras ajuntó de todos sus vasallos todo
quanto oro y plata tenian y les mando que de ay
adelántele iributassen muchos de aquellos meta-
G. Í>1 8*1 IT A Cj.ATTA.-1V. 38

434

les y que los buscasen en sus tierras, pues los
auia en sus pueblos, todo lo qual se hizo como lo
mando. Y assi en pocos dias le dieron gran summa
de oro y plata en texuclos y en tinajas, encantaros,
jarros, cubiletes y otras vasijas de diuersas mane-
ras, lodo lo qual fue de oro fino y pocas de plata,
iodo lo qual mando guardar por mostrar en ello
MI gi\mdezA y magestad. Mando assimismo quo
todos los yndios descendientes de los primeros ytv
dios soldados que salieron déla ysla de Titicaca,
y todos los que al presente andauan con el en las
guerras y los que después anduuiessen con sus
descendientes, se llamassefnj de ay adelante Yn-
^as, como es dezir cesarianos* También mando a
los soldados que todos anduuiessen trasquilados y
se agujerasen las puntas baxeras de las orejas,
porque fuessen conoscidos y porque en las batallas
se señal assen mas que los otros que no eran y li-
gas, porque destos auia muchos en su exercito.
Dio los grandes y muchos priuilegios y libertades
quando los nombro Yngas, y los armo caualle-
ros para que gozassen de muchas franquezas y
i!xerupciones, como adelante diremos, y de la
manera, y como se armauan caualleros y se ha-
xian hijosdalgo exemptos. Yten, les mando que no
sembrassen, ni se cargassen, ni tributassen cosa
alguna, sino que como caualleros francos y Ubres
le siruiessen tan solamente en la guerra, y el que
le salía traydor le matauan cruelmente y le llama^
uan Zupay, que quiere dezir diablo. En todos los
pueblos que conquisto pusso en ellos mucha gente
de guarnición y sus lugaresthenientes y gouerna-

dores, que fueron de los mas sabios y valientes
Ynga* que eran de su linaje, y en fin, al fin vino a
ser muy famoso y nombrado en toda la tierra, y
los que estauan muy lejos de su reyno le temían y
aun le des&eauan seruir. Este fue el primer Ynga
que comenvo hazer la fortaleza del Cuzco, aunque
otros viejos dizen que Pachacoti Capac Ynga la
comenco a edílticar quando tuuo las competencias
con el gran curaca del Cuzco, y que no la pudtcii-
do acabar la dexo, y que después este Topa Ynga
Yupangue la añadió mucha parte, desde donde da-
ua mucha guerra al gran curaca. Assinnismodiui^
dio la cibdad en dos barrios grandes; el vno y el
mas principal llamo Atinan Cuzco, que quiere de-
zir el barrio de arriba del Cuzco, y el otro se lia-
mo Hurin Cuzco, que significa el barrio de abaxo,
Hecho esto repartió el barrio de arriba en cinco
partes: al primero y mas principal llamo Avilo
Cappa, que quiere dezir el barrio del linage del
Ynga; el segundo se llamo Yña Cappañaca; la ter-
cera, Cuccopanaca; la quarta, YlUpanaca, y la
quinta, Cumapanaca, y a cada vno destos barrios
señalo numero de gente para que como vezinos
perpetuos estuuíessen en el. Del primer barrio hi
zo capitán y señor a vn hijo que tenía que le auia
de susceder en el reyno; el segundo y el tercero
señalo para sus decetHÜentes por linea transucr-
sal; el quarto a su abuelo y descendientes; el quin-
to a su visabuelo- El otro barrio segundo, que era
la otra parte de la cibdad de abaxo, repartió en
otras cinco partes: a la primera llamo Uzcamayta,
y desta hizo capitán a los descendientes del según-

43o

do hijo del primer Ynga quereynasse despuesdel;
la segunda nombro Appomayta, de la qual consti-
tuyo por capitán al hijo segundo del segundo Yn-
^a. Y por esta horden mando que en el tercero,
quarto y quinto barrio suscediessen en la admi-
nistración los segundos hijos del tercero, quarto
y quinto Ynga, aunque después no crescio este
ymperio por la entrada que hizieron los españoles
en la tierra. Assimismo este Ynga pussoel pueblo,
que estaua eonffuso y sin horden, a ciertos offi-
cios, distribuyendo las gentes en ciertos lugares y
hordenes que fuessen como coffradias y compa
ñias de tales officios, que quando fuesse menester
se congreuasse también por horden en lugares se-
ñalados; de manera que fue hecha esta distribu-
ción conforme a las artes y officios que sabían.
Hordeno que otros fuessen plateros de oro y de
plata y de otros officios mecánicos, y otros que
fuessen maestros de officios de olleros y de otros
officios de diuersas maneras que eran necesarios
en el pueblo para la substentacion de la vida de
los hombres. A los soldados yndios puso en tales
lugares y tribus para que estuuiessen prestos y
puestos a punto para quando fuessen llamados,
con las ynsignias y las armas con las quales auian
de pelear, que eran offenssiuas y deffenssiuas, que
eran rodelas, armas de algodón, hondas, lancas y
macas con cachiporras con otras vissarmas. Dizen
los yndios mas viejos y antigos que esta hordena-
cion y repartimiento y diufsion hizo Pachacoti Ca-
pac Ynga Yupangue, aunque otros dan el loor al
Topa^Ynga Yupangue de quien vamos tratando;

437

hizo hazer los dos caminos tan sóbennos que av-
en esta tierra, como adelante diremos, y dio hor
den como por estos caminos uviesse chasquis, que
son ías postas que corren los yndios a pie para
saber con breuedad lo que passaua en lodos sus
señoríos y fuera dellos. Mundo edifticar los tem-
plos que uvo en estas partes, que fueron muy
sumptuosos y de grandes edifficios para sus íalsi-
fricados dioses; en especial se hizieron tn s muy
soberuios en los pueblos del Cuzco, Pachacama y
Caxamalca, porque señoreauan hasta la prouincia
de Manta. El templo que auia en el Cuzco tenia
ocho cámaras grandes y quadradas, en las pare-
des de las quales, por dedentro y por defuera, te-
nia en los eaqineamLcs muchas hojas de oro tino
con muchas esmeraldas \ otras piedras de gran
valor entre ellas, que fue cosa marauillosa de ver
la multitud dellas, las quales estauan lixadas y
puestas en el oro en sus encages y assi cutos. Para
el seruicio de dios Sol mando poner en las cama*
ras muchas doncellas muy hermosas que todas es-
tauan dedicadas a et y ninguna salia del templo, y
si alguna destas remanescia preñada la dexauau
parir y a la criatura sacriricauan al Sol y a ella en-
terrauan biua por el sacrilegio que auia cometido.
De tal manera estauan estas monjas encerradas
en estos monesterios, de donde jamas salían, y en
muñéndose alguna dellas ponían otra donzella en
su tugar y auia de ser hija de al^un principal
Ynga o de algún gran curaca, que de las demás
no hazian casso dellas. Las monjas que morían en
los templos las enterranan en algunos cerros y

quando la s] yuan a enterrar yuan los sacerdotes y
todo el pueblo al entierro, como cosa dedicada al
dios Sol, v la Ueuauan en vnas andas los yndios
m.ts principales que auia. Capauan y comuan las
narices y lahrios a los yndios que seruian en estos
templos y los matauan cruelmente si alguno dellos
lírtia deshonesta conuersacion con ellas, a los qua-
Jrs eolgatian de los pies dándoles humo a las nari-
ces con axi seco hasta que muría rauiando. V des-
pués de muerto lo deseolgauan y hazian pedacos y
los quartos hechatian al campo como cosa maldita
y descomulgada, y a la monja enterraban biua, y
>i algún pariente dellas lloraua hazian del lo mis-
mo, y assi callauan todos. Estas monjas hilauan y
lesian mucha ropa de lana y de algodón con hilo
de oro tino, y todo era para el seruicio de sus fal-
sos dioses, y assi hazian otras muchas cosas ma-
rauillosas de labores poique no esmuiessen occio-
sas, Este Ynga fue el que cnsefto a hablara los
yndios con el demonio, aunque ya de muy airas lo
vssauan, y dizen que este le afladio y perfficiono
en muchas cosas, el qual se les aparescia muy te-
rrible y leo de catadura, y assi le pintan ellos. A
los templos llamo guacas, en donde cada día Je sa-
mflieauan muchos niños y esclauos tomados en
las guerras, y les offrescian mucho oro y plata y
mantas muy ricas de muchas labores de oro, ha-
ziendo muchas supersticiones pessimas, malas y
horrendas, como adelante diremos. De manera
que este Ynga fue muy gran hechizero y a la con-
tina estaua en los templos hablando con los demo-
nios y por estas cosas dezian sus vasallos que era


y macorcas que eslauan a manera de sembrados,
cni de oro y plata, con otras muchas cosas que
auia de oro, y uvo píeca de oro en el dicho vergel
que peso vn quintal. Auia fuentes de agua con sus
caños y canales que el agua cava en vn lago don-
de auía muchos pescados, y aues en los arboles de
toda ralea, y hombres que sacauan agua del lago
con cantaros, todo lo qual era de oro vaziadtc/o,
porque estos yndios del Perú eran muy buenos
plateros y grandes lapidarios, que fue tenido este
Jago o estanque [por] vna de las grandezas y mará-
uillosas cosas del mundo. El Sol que estos yndios
adorauan estaua tíxado en vna tabla y la tabla es-
taua encasada en vna pared de vna cámara de las
ocho cámaras que dicho tenemos; estaua enfrente

AV2

de vna puerta que era alia, la figura del qual tenia
il rostro Je hombre,con sus rayos, como lo pintan
los nuestros el dia de oy, y estaua tan bruñido y
de tal manera puesto que en saliendo el sol verda-
dero daua los rayos en el fingido, que hechaua de
si tfran resplandor. Como los yndios vian esto te-
nían entendido que era de suyo propio, y cada ma-
ñana que hazia buen sol yuan a le hazer la deuida
reuercneiay adorarle prostrados por eY suelo, y
al entrar por la puerta, aunque pocas vezes en-
tra ua 11, se descaícauan y se lauauan los pies y alli
le otinvian mucha coca, que es planta muy pres-
cinda, y otras cosas olorosas. Especialmente los
sacerdotes que yuan alli a guayar y a hazer mu-
chas supersticiones ante este dios Sol, el qual era
tan grande como vna buena rodela y de canto y
gordor de vn dedo, como ciertos españoles dixe-
ron que lo vieron y tentaron, que estaua todo llano
sin retiene ninguno. Por estas cosas que Guayna
Cappa mandaua hazer y por los grandes dones
muy ricos que oftrescia al dios Sol y a los demás
templos, y por la mucha cantidad y summa de oro
que tenia, fue llamado Guayna Cappa, que quiere
dezir maHcebú rúo: mas al hn vino a morir de he-
dad de sesenta y cinco años, auiendo goueniado la
tierra quarenta años, Su entierro fue con mucha y
iírandíssima pompa y magestad en el templo del
dios Sol su padre, y por mandado de Guascar
Ynga, que quedo por heredero de todo loque (U
por acá arriba se contenia, los sacerdotes lo dei-
(rj Mtffa

443

ficaron y lo contaron por dios poniéndolo entre
sus falsos dtoses y se le hizo templo de por si y se
le pussieron en el nueuos sacerdotes. Todas las
cosas que Topa Ynga y Guayna Cappa su hijo lii*
zíeron y hordenaron en esta tierra para el culto de
sus falsos dioses, muchos de los amigos dizen que
ya estauan hechas y hordenadas muchos dias auia
y que Pachacoti Capac Ynga Yupangue las hizo y
hordeno. Mas empero los dos Yngas que reynaron
después del las perfficionaron mucho mas, aña-
diendo leyes sobre leyes con muchas supersticio-
nes pessimas y terribles de gran terror y espanto,
y mando que todas y cada vna dellas se cumplie-
ren como en ellas se contenía, so pena de muerte
y de sacrilegos y traydores a los dioses y a los Yu-
gas, y assi se guardaron.

CAPITULO LI

EX DONDE SE CUENTAN Y RELATAN LAS DIFFERENCIAS
V DRBATES QLE LOS HERMANOS YNGAS GUASCAR Y
ATAGUALPA TUL1ERON SOBRE LA SUCESSION Y HEREN-
CIA DEL, R£YXO DE QUITO, HASTA QUE LLEGO EL «AR-
QUES DON FRANCISCO PIVARRO CON LOS SUYOS A ES-
TAS PROUINCIAS

Después de muerto Guayna Cappa Ynga, como
he dicho, suscedio en el ymperio su hijo Guascar
Ynga, que quiere dezir soga de oroy que su padre
antes que muriesse le auia dado la ynsignia real
y borla y le auia aleado por rey con mucha solen-
nidad, y auicudo siete años que era muerto Guay-
na Cappa comeneo a tener grandes competencias
y debates con su hermano Atagualpa Ynga que ya
era rey de la cibdad de Quito. La causa y razón
que uvo [para.] estos debates y grandes renzillas
en donde uvo muchos recuentros, fue sobre la he-
rencia y propiedad de aquellas prouincias del rey-
no de Quito que Atagualpa como propietario y
verdadero señor posseya en paz y con quietud. Kl
Guascar dezia que el reyno de Quito y todo lo de-
más de agüellas prouincias que se contenüui alia
abaxo eran suyas y le pertenescian de derecho, lo

¡4->

vno por las auer conquistado su padre y metalólas
debaxo de el ymperio del Cuzco, eocorporandolo
todo en vno como lo auian hecho los Yngas sus
antepassados, Y lo otro, le competía la herencia de
todo por ser} como era, hermano mayor y vniuer-
sal señor de todas las tierras del Perú, y que Guay-
na Cappa Ynga no las pudo desmembrar ni diui-
dir por ser en perjuyeio de tercero. Y que por tari*
to le rogaua mucho le restituyesse el rey no de Qui-
to en paz, pues eran hermanos, y que el le daría
tierras muy buenas en que biuiesse muy íl su nía-
zer y contento con muchos vasallos, y no consiiv
tiesse que por estas cosas uviesse entre ellos algu-
nos debates y renzillas, A esto respondió el Ata-
gualpa diziendo que dado casso que Guayna Cap-
pa era su padre y uviesse conquistado el rey no de
Quito, que también era su padre, y que no hazia al
casso ser él el mayor hermano, porque Guayna
Cappa, padre de entrambos, antes que muriesse
le auia dexado en vida por herencia el rey no y to-
das las prouincias de Quito, que como señor vni-
uersal que no tenia a quien dar cuenta lo pudo ha-
zer de derecho, Xo obstante esto, que si el possoya
el reyno de Quito lo auia heredado de la reyna su
madre, que derechamente era suyo y auia sido se-
ñora de todo ello y como verdadera propietaria se
lo auia dexado a la hora de su muerte como a li-
gitimo hijo, y no natural, como el lo era; y que si
renzillas y debates quisiesse tener con el, que no
le huyria la cara, antes lo yria a buscar al Cuzco-
De manera que entre los dos hermanos se comen*
co de auer grandes replicas y razones sobre la he-

446

rencía, que no las quisieron poner en manos de
los sacerdotes m de otros yndios muy principales
y parientes suyos que entendían bien la cosa, para
los componer, y assi se pusso todo en armas y
quien mas pudiesse se lleuasse el reyno de Quito.
Luego se comenco con esto a encender una braua
y mortal guerra, porque no abastaron las razones
y alegaciones que uvo entre los dos, antes den-
de (1) algunos dias el Guascar Yuga embio dos ca-
pitanes muy famosos y parientes suyos con mucha
^ente contra su hermano- Quando el Atagualpa
Ynga lo supo les salió al encuentro con mucha
-ente armada y topandosse los voos y los otros en
los llanos de Tornebamba u vieron alli vna muy re*
fnda y sanguinolenta batalla, en donde, según di-
zen, murieron mas de veyntc mili yndios de vna
partea otra. En esta batalla fue preso Atagualpa
Ynga que vino en persona a ella, y lo metieron en
Mía cámara poniéndole mucha gente de guarda
para lo licuar o embiar al Ynga su hermano, y co-
mo los suyos se vieron sin el rey, ni auia quien ios
ri¡^iesse, se fueron huyendo a muchas y diuersas
partes, Venida que fue la noche se huyo de la pri-
sión en que estaua por vn agujero que hizo en ta
pared, que era de tapias, con una barreta de plata
que te dio vna vieja que le siruia, y se fue a su rey-
no de Quito por caminos escondidos y no sabidos
de todos, a pie y descalco y con gran trabaxo. Los
capitanes de Guascar, queriendo otrodia de maña-
na embiar al Atagualpa a su hermano y entrando

íl) Tachada; d d*t rfr’n*,

447

en la casa, no le hallaron, porque la vieja les dixo
que el dios Sol, su padre, lo auia sacado de donde
estaua, y ellos quedaron pasmados, y assi se bol-
uicron al Cuzco, que no se atrcuicron yr a Quito,
Quando el Atagualpa Ynga llego a Quito fue de
los suyos muy bien rescebido porque ya le tenían
llorado por muerto, y ellos, como buenos soldados
y vasallos, querían vengar su muerte e yr en bus-
ca de los enemigos, creyendo que todavía estauan
en el pueblo de Tomebamba y que de alli no se
auian ydo al Cuzco. El Ynga les agradescío mucho
lo que querían hazer y el les dio a entender que el
dios su padre le auia librado y sacado por vn agu-
jero pequeño en ligura de culebra, y que le auia
dicho que hiziesse y diesse mucha guerra a su her-
mano y fuesse luego contra el, porque el lo ven-
cería y después seria Ynga y señor de toda la tie-
rra. Pues dende algunos dias el Yn^a Atagualpa
ajunto cinquenta mili yndios de guerra y pusosse
en camino para la cibdad del Cuzco con proposito
de prender y matar a su hermano Guascar Ynga
y á todos sus capitanes y tomalles el ymperio a
fucrca de armas, como el dios Sol su padre se lo
auia dicho en la prisión que auia tenido. Y llegan-
do al pueblo de Tomebamba mando a la gente de
guerra que deslruyessen el pueblo y matassen a
todos quantos auia en el, no perdonando al chico
ni al grande, porque los yndios de allí estauan a
deuocion del Guascar Ynga y porque auia sido allí
vencido y preso, lo qual se hizo prestamente como
sí los desdichados tuuieran alguna culpa, De aqui
passo adelante conquistando todos los pueblos

4J*

que estañan por el Ynga su hermano, hasta que
allego al pueblo üe Caxamalea, que se le dio de
paz, y por ser el pueblo muy fértil y de muchos
bastimentos assento en el con todo su campo, r
porque estaua allí vn templo muy sumptuoso y
principal, de los tres que auia en toda la tierra.
Desde aquí embio este Ynga contra su hermano
qiMiro capitanes muy famosos, llamados Yllescas,
Yíllaoma» (Juízquiz y Calicuchima, con quarenta
mili hombres de guerra, y dexo para la guarda de
su persona diez mili soldados de los mas principa-
les y animosos que tenía en su campo* Yendo estos
quatro capitanes para el Cuzco encontraron en el
camino con el diclio Guascar, el qual se auía apar- ¡
tado lucra del camino real, que venia cacando
con algunos eapíLañes y soldados, que la í.1) demás
gente yua por el camino real, al qual prendieron y
los demás que venían con el, porque venían bien
descuydados desie mal suceso* Después de preso
vinieron los capitanes a soltalle, mas no pudieron
porque lo tenían muy cercado los capitanes y sol-
dados con protestación que si los otros arremetie-
ssen lo matarían luego, y assi lo dexaron y se fue-
ron al Cuzco y a otras partes sin hazer muestra de
querer libertar a su señor y rey natural. Los pren-
dedores, como vencedores fueron tras los que se
yuan huyendo y passaron adelante a toda furia,
Tos quales yuan conquistando todos los pueblos
que estauan a deuocion del Guascar Ynga hasta
que llegaron a la ribdad del Cuzeo, la qual toma-
da Mi.*-*»-

j

J49 ■
ron a fuerea de armas y se quedaron en ella apo*
derados en nombre de su señor. Estando los qua^
tro capitanes en esta cibdad mataron con gran
crueldad muchos yndios principales, muchachos y
niños de teta, y buscaron todos los hijos y parien-
tes mas cercanos que et Guascar alli tenia, a los
quales mataron y ahorcaron cruelmente con las
mugeres que dixeron estar preñadas del. Vna mu-
ger del Ynga, llamada Mama Barcay, quando sin-
tió estas aceleradas y crueles muertes pusso gran
diligencia en escaparse con vna hija muy hermosa
que tenía del Guascar, llamada Mama Coya Cuxi
Earcay, y se fue a esconder a los valles de los An-
des, que son vnas sierras muy ásperas y fragosas
y de mucha nieue. Hechas estas cosas con otras
muchas y uniendo puesto todo aquel ymperio de-
baxo del dominio y mando del Atagualpa Ynga,
se boluieron los ires capitanes hazia el pueblo de
Caxarnalca, donde estaua el otro Ynga, lleuando
preso y en buena guarda al Ynga Guascar. El
quarto capitán se quedo en la cibdad en guarda
della con diez mili yndios de guerra, valientes
hombres, de manera que tardaron estos quatro
capitanes en yr al Cuzco y en venir de alia y en
las guerras que en aquellas prouincias tuuieron,
mas de seys meses. En este medio tiempo que tu-
rauan estas guerras ciuiles entre los dos hermanos
tan riquíssimos señores, entro en la tierra el mar-
ques Don Francisco Picarro con Tos demás con-
quistadores y prendieron al Atagualpa Ynga en el
pueblo de Caxamalca y le desbarataron con toda
la gente que tenia en la batalla que le dieron, co-

itio adelante diremos. Parescemc que sera muy
bien que digamos quien fue aquel afortunado hom
bre que gano estas riquissimas prouincias del Pe
ru, porque auiendo adquirido tanta reputación x
ganado tanta honrra no sera razón que le quite
mossu gloria y alabanca, sino que salgan a luz.
V es bien que se tenga noticia de las victorias que
alcanzo en esta tierra, que sera vna leyenda bien
apacible para tos lectores, aunque salgamos vn
poco fuera de nuestro camino; que después torna-
remos a el, pues que es toda vna misma obra, que
va encadenada 0) de vn eslabón en otro.

{t} M*. /«c a4fMt&*

CAPITULO LII

DE COMO FRANCISCO PICARRO Y DIEGO DE ALMAGRO
Y HERSAKDO LUQUH , CLÉRIGO, HIZIERON COMVAfflA
FARA DESCUBRIR LAS AMPLISSIMAS Y RIQUÍSIMAS PRO-
UINCIAS Y TIERRAS DE LOS REYNOS DEL PERÚ, CON LI-
CENCIA Y FACULTAD QUE LES DIO SU MAGESTAD

En e! año de 15125 estauan tres vezinos en la ció-
dad de Panamá, que pobló Pedro Arias Dauila,
los quales eran bien asaz ricos de moneda, llama-
dos Francisco Picarro, natural de Truxilto, y
Diego de Almagro, natural de Hornachos (1), y
Hernando Luquc, clérigo de missa, maestre es-
cuela de la yglessia cathedral de aquella cibdad,
que como hombres animosos quedan ganar hon-
rra y reputación en estas partes de las Yndias,
como otros lo auian hecho. Por lo qual determina-
ron de buscar y descubrir nueuas tierras a costa
de sus personas y de sus haziendas, en donde se
pudiesse plantar y amplifficar nuestra sancta fee
catholica, y tener de comer en ellas como los con-
quistadores de la Nueua España y de las otras
partes lo tenian. Mouidos con este buen zelo y

{i}’ lachada: Trnjcitt*.

hienda de ánimos constantes, tuuieron creydo que
debaxo de la linea equinocial, que no estaua muy
lejos de Panamá, o mas alia, auria grandes poblá-
ronos de yndios y grandissimas riquezas, como
ya lo auian oydo dezir, por lo qual propussieron
de gastar sus haziendas para yr en busca dellas.
Querían ver y prouar estos tres compañeros si po-
drían passar la linea equinocial o tórrida zona, que
los antiguos philosophos dixeron que en ninguna
manera se podia atrauessar por la grandissima
ealor que hazia en aquella parte. Para concluyr
esta su negociación hizieron todos tres vna vera
compañía y firme hermandad, metiendo en ella to-
dos los bienes que tenían, con perdida o ganancia
de todo lo que se adquiriesse o se ganasse en la
prosecución de la jornada que entendían hazer con
ayuda de Dios, por mar y por tierra. Hechas y hor-
denadas las capitulaciones y otras cosas que con-
nenian a los tres compañeros, salió Francisco Pi-
varro de Panamá con ciento y veinte compañeros,
in tres nauios que compraron, aunque de presente
no lleno licencia de Su Magestad, y na llegando
por mares yncognitas ni sabidas, llegaron a la
tierra que desseauan ver y descubrieron mas de
ciento y veinte leguas de costa. Queriendo saltar
todos en tierra pelearon brauamente con los yn-
dios que les deffendieron la entrada, en donde ma-
taron algunos compañeros y Francisco Pigarro
salío herido de vn flechazo, y considerando los
secretos de la tierra, entendió, por lo poco que
auía visto, ser rica de oro y de plata y de otras
cosas de gran valor. Mientras Francisco Piga-

433 m
rro andana por acu embuelto con yndios sa-
lió Diego deAlmagro.de Panamá, en vn nauio que
compro, con cinquenta compañeros, en busca dei\
y llego a vn rio muy grande que llamo Sant Juan
de la Buena Ventura, porque hallo rastro de oro,
y peleando con los yndios le quebraron vn ojo de
vn flechazo, aunque otros dizen que fue pedrada.
Dende a ciertos dias los dos amigos se ajumaron
en el pueblo de Cliínchama, cerca de Panamá, que
Francisco Picarro se boluía; y desta manera se dio
principio a la conquista desta tierra con grandes
trabaxos y muertes de xpianos y de los naturales.
Andando Francisco Picarro en este descubrimien-
to y conquista de la tierra torno otra vez de nuevo
a ella con mas gente que le dieron los dos amigos,
y estando ya perseuerando en descubrir los secre-
tos de la tierra tuuo grandes batallas con los yn-
dios. y por otra parte muchos embaraeos y estor-
uos del Gouernador Pedro de los Rios(l), que a la
sazón lo era de Panamá. Algunos soldados de poco
animo y sosten y que andauan descontentos en la
conquista cscriuicron al Gouernador Pedro de los
Ríos de como Francisco Picarro los detenia por
fuerea en la ysla del Gallo para lo> matar allí, di-
ziendole: señor Gouernador. alia esta el recoge-
dor y acá esta el carnicero. El Gouernador man-
do so graues penas a los dos compañeros que de
ay adelante no cornpeliessen a ningún soldado que
fuesse adonde estuuiesse Francisco Picarro. ni me-
nos for^asse a los soldados que estauan con cada

(jj Pedro dt ios /tros, nninrtü dr Cbhíélémi QÜ>U mar¿inj .)

4T4

vno dellos, sino que los dexassen libremente yr
adonde quisiessen. Y por otra parte embio licen-
>

para que supieren bien los secretos de la tierra;
mas después de buelto Francisco Pivarro los ma-
taron y se los comieron gentilmente assados en
barbacoa. Buelto Francisco Pivarro a Panamá
muy contento de lo que auia visto y oydo, deter-
mino de yrse a España ante Su Magestad para pe-
dirle esta conduta, que auia mas de tres años que
andaua en estos trabaxos y descubrimientos, y
llegado que fue a Tierra Firme dio parte de todo
esto a sus dos compañeros. Como Diego de Alma-
gro y Hernando Luque supieron esto dieron priesa
a Francisco Pivarro para que se fuesse a España
antes que otro se adelantasse, el qual lieuo quatro
mili ducados de buen oro, sin los que le dieron los
dos compañeros, que fue en el año de mili y qui-
nientos y \ cinte y nueue. Llegado Francisco Piva-
rro a España beso las manos de Su Magestad y le
dio muy larga cuenta del descubrimiento que auia
hecho en tierras del Perú, yntimandole mucho los
grandes traba.\os que auia passado y de lo mucho
que auia gastado en la prosecución de su viage
por mar y por la tierra. El rey, como catholico y
xpianissimo señor, le hizo merced de la gouerna-
cion de la Xueua Castilla, con titulo de marques de
la gran prouincia de los Atauillos y capitán gene-
ral y justicia mayor de la gran prouincia y de todas
las tierras del Perú. A la buena nueua de las gran-
des riquezas que auia en el Perú se ajuntaron con
el marques Pivarro muchos caualleros hijosdalgo,
casi todos estremeños, con los quales y con quatro
hermanos que tenia, llamados Hernando, Gonvalo
y Juan Pivarro, con Francisco Martin de Alcanta-

4T.7

ra, partió de Se ni lia bien pujante de gente. Llega-
ron al Nombre de Dios y de alli se fueron a Pana-
má, en donde fueron muy fbien] rescebidos de los
dos compañeros y de muchos amigos que alli te-
nían, y el Gouernador Pedro de les Rios lo rescibio
muy bien por ser embíado de la cesaría Magestad
del Emperador Don Carlos, Quinto máximo deste
nombre, y por ser hombro que lo merescia. Quan-
do DiefiO de Almagro supo de la manera y forma
que el marques Piearro venia y que de Su Mages-
tad no traya cosa alguna que buena fuesse, resci-
bío grandíssimo pesar y enojo y quedo desde en-
tonces muy resabiado contra el, porque auieudo
el gastado toda su hazienda y auiendo trabajado
tanto como el compañero, traya para si solo las
mercedes con nueuos y honrrosos títulos y liono-
res, sin traer algo para el. Al maestre escuela
Hernando Luque le peso también grandemente
con la venida de Francisco Pivarro, porque tuuo
entendido que trayria para el el Obispado de las
tierras que se dcscubriessen, como entre ellos se
auia platicado, y como vido que hazian poco casso
del, se torno loco y de ay en breues dias murió,
por quanto era ya muy viejo, V por aplacar el
Marques a Diego de Almagro se desculpaua con
muchos cumplimientos, allanándose en todo y por
todo, diziendole muchas y diuersas cosas de gran
comedimiento. Mas en lin y al cabo no aprotiecha-
ron nada las disculpas y satísiaciones que le die-
ron, antes se [carraygo mas en su pecho grandíssi-
mo odio y rancor contra todos los Pivarros, que
jamas lo pudo arrancar de si, hasta que murió en

4W .

la batalla de las Salinas, donde le cortaron la ca-
beca. Aunque algunas vezes se reconciliauan, tor-
il.toan de nueuo a brotar y a rebiuir las passiones
y malas voluntades que se tenían, con tanta porfía
y contumacia que el dia de oy turan en esta tierra
tu> vandos y parcialidades y enemistades de los
almagristas y picarristast que por otro nombre
son llamados los chilesses y pachamos. Esto se
hazia a manera de como en Vtalia se vssauan de
los nombres de los guelfos y gtbetlinos, o de los
otros de ones y gamboynes. o los giletes y negre-
tes, que se tenian entre ellos mortal enemiga, de
donde resultaron muchas disensiones [y] albo-
rotos con muchas muertes.

^

CAPITULO Lili

DE COMO FX MARQUES DON FRANCISCO PICARRO SE EM-
BARCO EN JV-VNAMA Y SE FUE A LAS PROUINCIAS ORL
PERÚ V DIO PRINCIPIO A SU CONQUISTA, V DR COMO
LLEGO A CAXAMALCA Y DIO BATALLA AL VNCA V LO
PRENDIÓ, V DE OTRAS MUCHAS COSAS QUE PASSARON
Dexadas todas estas cosas aparte, con otras
muchas que passaron en estas mohínas y pesadum-
bres, en Panamá, entre los Pícanos con Diego de
Almagro, digo que después se conffederaron por
los buenos terceros que uvo de por medio, y assi
el Marques Picarro se partió de Panamá a su co-
mentada conquista, en tres nauios y con ciento y
cinquenta hombres y sesenta cauallos y algunas
armas de la tierra, y siguiendo su derrota adelante
no pudo llegar a Tumbez, con fortuna que le dio,
Mas empero llego al rio Piru, en donde tuuo gran-
des refriegas y rencillas con los yndios, a los qua –
les venció, y de alli se fue a Coaque, pueblo muy
rico de oro, en donde adolescieron casi todos de
vna enfermedad de bubas y de berrugas o virgue-
lasy se murieron algunos dellos, mas los que que-
daron lo zufrieron lodo con paciencia y por la mu-
cha cantidad de oro que hallaron. Estas bemtgas

460

salen por la frente y encima de las narizes y turan
tres y quatro meses hasta que se van marchitan
vio n se resueluen o se caen, y quedan ios que las
han tenido, después, con buena disposission, sanos
y enteros, sin señal ninguna en la cara por do sa
linón las berrugas, y al tiempo que salen dan
uraiulissimos dolores y terribles callenturas. Dize-
ÜU que este mal y otros que en este paraje ay se-
causan por estar debaxo de la linea equinocial, o
cerca della, donde en el cielo deue de auer algu-
nas constelaciones que lo causan, que por ventura
üeiun alli mas fuerza que en otras partes. A la
uueua de la mucha riqueza que auia en el Perú se
ajumaron con el Marques Pivarro los capitanes.
Sebastian de Benalcacar y Juan Fernandez de
Vjat\ que vinieron de Nicaragua de la Nueua Es-
paña en sendos nauios con cient españoles y cin-
LPIEIUA cauallos y algunas armas, con los quales
11 Marques Don Francisco Pivarro reforjo su cam-
po. Del pueblo de Coaquc se fue a la ynsula de la
Apuna, la qual llamaron los españoles la ysla de
S.mctiago, y los yndios se dieron de paz, mas des-
pués el cazique y sus vasallos, estando los nues-
tros ya quietos, se conjuraron contra ellos para los
matar vna noche. Sabido esto por el Marques Pi-
earro les hizo guerra muy de veras a fuego y a
-jn^rc, en donde uvo grandes recuentros y bata-
tkts con muerte de muchos yndios ysleños, y les
-ano la ysla y prendió al curaca dellos y a mu-
chos yndios principales. Deste curaca supieron
la grandeza y magestad que losYngas del Cuz-
co y de Quito tenían, y de la mucha riqueza que

4ul

auia en tqda la tierra, y de las dif lerendas y con-
tiendas que tenian los dos hermanos Yngas, de
todo lo qual se holgaron mucho, y assi determi-
naron todos de passar adelante con tan buenas
nueuas. Con esta determinación salió el Mar-
ques desta ynsula de Sanctiago dexando al cura-
ca y a los demás yndios de paz y en libertad y
hechos amigos, y metió toda su gente en los na-
uios y en muchas balsas grandes de cañas que
los ysleños les dieron, que nauegan en ellas a re-
mo y a vela, y desta manera llego al puerto de
Tumbez: la ysla tiene de circuvto doze leguas, y
otras tantas esta de Tumbez, El t.ouernador yndio
de Atagualpa le salió al encuentro con mucha
gente armada, porque auia sabido lo que en la yn-
sula auian hecho, y entre ellos uvo cruel batalla
en donde los yndios fueron vencidos y muertos
muchos dellos, y después hizo justicia de los que
mataron a los dos españoles que alli auian queda-
do a considerar y notar los secretos de la tierra*
De aqui fueron a la fortaleza y tomaron toda la
riqueza que hallaron en ella, la qual se repartió
hermanablemente entre los capitanes y soldados,
lleuando mas los mandones, y esto se hizo con mu –
cho plazer y alegría, y ante todas cosas tomaron
los ofticiales de Su Magestad los quintos y den-
chos que pertenescian a la Real caxa. Tomaron
los tigres que hallaron enjaulados, que los mante-
nían con carne humana de los yndios que tomauan
en las batallas y los sacrificauaii al dios Sol, y de
otras carnes de animales, y los soltaron para ver
si hazian algún mal, y no lo hizieron y estuuieron

462

algunos dias con los españoles hasta que se fueron
a los campos, que nunca mas parescieron. Hecho
esto, el Marques se partió del pueblo a 16 de Ma-
yo de 1532 años; passo adelante por ciertos pue-
blos, que vnos se tomaron por fuerza de armas, y
otros se dieron de paz porque lleuaua gran repu-
tación de valiente y animoso. Caminando mas ade-
lante llego a vn pueblo muy grande llamado Po-
hechos, en donde atraxo a los yndios de paz y al
conoscimiento de Dios y al vasallaje de Su Mages-
tad, como lo auia hecho en ios demás pueblos que
atrás quedauan. De aqui se fue al rio de la Chira,
en donde peleo brauamente con los yndios natura-
les-, a los quales venció, y prendió al curaca y se-
ñor de aquella prouincia y lo traxo a el y a sus va-
sallos al conoscimiento de Dios y el seruicio de Su
Magestad. Viendo la buena comodidad, y con el
parescer de fray Vicente de Vaiuerde y de los offi-
ciales de Su Magestad y de sus capitanes, pobló
vna villa, riberas de aquel rio, que llamo Sant
Miguel, que es en la gran prouincia de Tangara-
ra, y repartió los pueblos de la comarca entre los
vezinos que alli quedauan/y nombro alcaides hor-
dinarios y regidores en nombre del rey. En este
pueblo supo el Marques que Atagualpa Ynga es-
taua en el pueblo de Caxamalca con mucha gente
de guerra que auia ajuntado de poco acá, ai qual
fue a buscar a 24 de Setiembre del dicho año con se-
senta y dos hombres de a cauallo y con cientoy dos
peones; los tres dellos eran escopeteros y los de-
mas vallesteros, y algunos tirulos. Lleuaua por
ynterpretes y lenguas a Philippillo, yndio natural

463

de laynsula de la Apuna, y a Francisquillo, natural
de Pohechos, que al principio del descubrimiento
fueron presos en el pueblo de Motape, y licuólo*
después a España el Marques, con otros, y depretv
dieron la lengua castellana por acá y por alia. De
manera que yendo el Marques mas adelante pa-
ssaron por vnos desiertos y caminos muy areno
sos, en donde haze grandissima y vehemente (1)
calor, que paresce que abrassa y quema el sol, y
por aqui nunca se a visto jamas llouer, a lo que los
naturales se acuerdan. Passando mas aun adelan-
te en tierra fértil, llegaron al Marques Piearro
ciertos mensajeros de Atagualpa y le hablaron
de parte de su señor el Ynga, preguntándole quien
era, de donde venia y a donde yua, y que era lo
que buscaua. El Marques respondió por los dos
ynterpretes que era vasallo de vn poderoso rrcy
de Castilla, y que venia de alia con la poca gente
que ellos vían, y que yua en busca de Atagualpa
Ynga con cierta embajada que le traya de su se-
ñor, y que no pararía en el camino hasta verse con
el cara a cara y dezille muchas cosas que le con-
uenian. Los yndios, viendo la determinación del
Marques, le dieron dos piezas de oro fino en que
beuiesse, y dos cargas de patos secos y desollados
para que hechos poluos se ^ahumasse con ellos,
como lo vssauan hazer los señores Yngas dcsta tie-
rra, y no otro alguno por mas principal que fue-
sse. Y mas le dieron vnos capatos muy galanos y
labrados de oro y pedrería, y vnas ajorcas gran-

eo Ms. vehente.

ilf s de oro fino, y le dixeron: pues determináis Je
\ i ¿t uerte con el gran srñor nuestro y poderoso
Ynga, poneos essas ajorcas en las muñecas de los
bracos, y los capatos en los píes, porque os conoz-
ca quando os viere sin preguntar por vos, Y todo
esto liaze porque os quiere tener por amigo y her-
mano verdadero; y el Marques rcscibio el presen
te con muestra de gran plazer y embiole a dezir
muchas palabras de gran amor, diziendo: Que el
a^ndescia al Ynga el presente que le auia embia-
do y que aceptaua su amistad y buena hermandad
que le offrescia, y que tuuiesse por bien de dalle
licencia para verse con el, porque le queria dezir
muchos y grandes secretos de que se horaria mu*
eho en sabellos, y con esto se fueron los embaja-
dores. El Marques, continuando su camino, passo
por otros pueblos que se le dieron de paz por man-
dado del Ynga, hasta que allego al pueblo de Cu-
va malea, vn viernes, a 13 dias de nouiembre del
dicho año, y Atagualpa estaua en esta hora en
vnos vanos de agua ealicnte, en donde tenia toda
su gente de guerra y aparato Real- El Marques,
llegado al pueblo, embio luego al capitán Hernan-
do de Soto con veinte hombres de a cauallo para
que dixesse al Ynga tuuiesse por bien de que se
viessen y hablassen, y en el entretanto le diesse li-
i. encía para apossentarsse dentro del pueblo. Al
tiempo que Hernando de Soto llego al campo del
Ynga arremetió su cauallo furiosamente, y corno
los yndios le vieron venir con tanta furia y con el
sonido de los cascaueles que traya en el pretal, tu-
uieron miedo, y dellos huyeron, y a estos tales

465

mando después matar y los cuerpos quedaron alli
tendidos en el campo, y el mensajero le comengo
a dezir a lo que yua, mediante los ynterpretes. Es-
tando hablando el capitán con el Ynga llego alli
Hernando Pivarro con otros veinte hombres de a
cauallo bien armados. Y Hernando de Soto dixo al
Atagualpa:’/!?*/! viene el hermanodel capitán ma-
yor; sea sentido de le hablar; y esto le dixo por el
interprete, y el Ynga aleo los ojos para vellcy que
hasta entonces losauia tenido baxos con grauedad.
Sabido el Ynga por el interprete a lo que venían los
dos mensajeros(l),embioluego a unyndio principal
para que dixesse al Marques se apossentasse junto
al pueblo y que ninguno de los suyos entrasse en
el, porque le darían pesadumbre, y con esto se bol –
uieron los dos capitanes, haziendole su reuerencia,
y dixeron lo que con el Ynga auian passado,
Mientras los dos capitanes fueron al Ynga el Mar
ques se rnetio en el pueblo y luego pusso vna com-
pañía de ynfanteria en vna torrezilla que estaua
cerca de su aloxamiento, y pusso también en tres
casas vezinas las compañías de Hernando Pivarro
y de Hernando de Soto y de Sebastian de Benal-
ca
do cierta señal, que arremetiessen contra los xpia
nos y que no dexassen ninguno que no matassen,
y con esto llego a la puerta de la plaga, que era
muy grande, y la horden y manera que la gente
de guerra venia fue en esta forma. Primeramente
venían delante del por abanguardia muchos fle-
cheros y honderos que tirauan vnas piedras guija
rreñas y redondas, hechas a mano, y otras cogidas
en los ríos, y estos trayan vnas rodelas hechas de
tablillas angostas y atadas fuertemente con ner-
uios de animales, y trayan jubones colchados de

4#>7

algodón. Tras estos venían otros yndios con gran-
des porras y hachas d’armas, de largor de vua
bra^a y media y tan gruessas como vna lan^a gi-
neta, y las porras estauan engastadas al cabo con
cobre, tamaño como el puño, con cinco o seis pun^
tas agudas, y jugauan con ellas ligeramente a dos
manos. Y las hachas tenían la cuchilla de anchor
de mas de vn palmo, como alabardas, y algunas
dellas eran de oro, y otras de plata, y estas tales
las traen los yndios mas principales del ejercito.
Tras estos venían otros yndios con langas peque-
ñas como dardos, y en la retaguardia de todos ve-
nían muchos piqueros con tancas de treynta pal-
mos en largo, los quales venían repartidos por ca-
pitanías y debaxo de vanderas y con mucha orden
y concierto y .con gran silencio. En llegando el
Ynga, como he dicho, a la puerta de la plaga,
alvo los ojos, y como vido que los españoles no pa-
rescían dixo a los suyos, que todos auian repara-
do: ya están rendidos estos salteadores} de puro
miedo, y son ya nuestros, pues estati escondidos;
respondieron ios capitanes: señor, si, que agora
pagaran los males y daños que Ijan hecho en el
camino en vuestros vasallos. Estando en esto lle-
go al Ynga fray Vicente de Valuerde, domini*
co de Oropesa, que auia sido colegial en Sant
Gregorio de Valladolid, con vna cruz en la mano
derecha y con el breuiario en la izquierda, y
hecha su mesura le hablo por via de los ynter-
pretes dándole a entender de las cosas de Dios
para que se conuirtiesse a nuestra sane ta fee ca-
tholica, y de quien era el Papa y el rey de Casti-

46S

Ha, y que se diesse a su seruicio. El Ynga se eno-
jo con esta embajada y con gran soberuia dixo
muchas cosas de grandes disparates, como hom-
bre que no se le entendía mas, y al cabo le pregun-
to: derid, ¿quien os dixo essas cosas que me
nítvis dicho? el frayle le respondió: este libro que
tengo eu tas manos; y luego se lo dio y el Ynga
lo comento de hojear, creyendo que el libro le
auia de hablar, y como vido que no le dezia cosa
alguna rompió dos o tres hojas y lo arrojo en el
suelo con gran desden, diziendo al frayle que era
loco y burlador. Como vido el frayle el breuiarío
en tierra lo aleo prestamente con las ojas, y bol-
o i endose con los ynterpretes a los xpianos, mas de
pi iessa que despacio, dixo a grandes bozes: xpt\i
nos, los ¿litangritos por el suelo; Justicia rfr
tUosA venganza* /xpianos, Venganza! que menos*
precian nuestro sancta fee catholica. El Mar-
k|iu s, oydas estas bozes, mando luego disparar
vna escopeta, que era señal de arremeter, y en-
continentc dispararon los tiros, y luego los déla
ynlanteria y caualleria, que estauan escondidos en
las casas, dixeron a grandes bozes: ¡Sanctiago*
San cítalo, o ellos! Con esto arremetieron todos
con gran furia y estruendo de los cauallos y cas-
can el es, y eomencaron de herir animosamente en
los yndios a cuchilladas, estocadas y Janeadas, en
donde hizieron vna braua nrui tanca en los tristes y
miserables yndios. Fue tan de repente este acome-
timiento y tanto lo que los yndios se embarazaron
y turbaron de ver vna cosa tan estrana y súpita,
que no supieron que hazersc, pues no les auian

469

dado la señal de arremeter a los xpianos, como les
estaua mandado. El Marques rompió con su ca-
ualto por los esquadrones yndianos, llego a las an-
das del Ynga y con animo varonil le assto de la
ropa, aun que le tomo de vna oreja, que la tenia
larga y pendiente, y dio con el en tierra desde las
andas. Muchos de los soldados arremetieron al
Ynga para lo matar, y el Marques, por lo deffen-
der, fue herido en la mano derecha, y con todo
esto no hubo ningún yndio que algasse las armas
contra los españoles ynuencibles. Porque fue tan
grande el miedo y espanto que tuuieron de ver al
Marques entre ellos, y a los demás de a cauallo
que arremetieron con gran tropel y ruydo, como
cosa que nunca auian visto, y con la gran turba-
ción que concibieron en sus ánimos procuraron
mas de huvr y saluar las vidas, que de batallar con
los x pia nos. Y como estauan puestos en medio déla
plaga en esquadron, y eran muchissirnos, se arri-
maron a vn lado de la pared y se rempujaron tanto
los vnos con I os otros que derribaron v n gran pedaco
de liengo de las tapias y por alli se huyeron mas de
diez mili yndios, aunque hartos quedaron muertos
en aquella plaga. Todos los señores y principales
yndios que trayan las andas del Ynga murieron
en aquella batalla por deffender a su señor, y otros
muchos que venían en literas, que eran grandes
señores, y vn paje que era gran señor, que el Ya-
ga lo quería mucho, con otros muchos capitanes
y consejeros suyos, murieron también, que no qui
ssíeron huyr. De manera que esta tan admirable
victoria fue vna de las ymportantes y mayores co*

470

sas que hafn) suscedido en este nueuo mundo, por-
que por ella se dio comienzo y principio a la con-
uersion desús gentes de nascion tan barbara, a
nuestra saneta fee catholica. Y demás desto, el
-;tn demonio Satlianas fue vencido y hechado
destas tan grandes prouincias, con grandissima
gloría y iriumpho de la Sanctissima vera cruz de
Nuestro Señor Jesu Xpo y para eterno loor y ala-
banza de la encumbrada nascion de los españoles,
que aquí eternizaron sus memorias. Auida esta
Vitoria tan buena y señalada, y preso el Ynga,
los xpíanos dieron muchas y grandes alabanzas a
Dios nuestro señor por tanto bien como les auia
hecho,cantando el c-antico de Te Deum ¡audamus*
andando la procession a la redonda de la plaga, y
de alli se fueron a descansar y a comer, que aquel
día no auian comido bocado. El vencimiento de
Atagualipa Ynga sucedió año de 1532; no murió ni
fue herido ningún español, saluo el Marques, que
lúe herido en la mano derecha quando derribo al
Ynga déla litera en que venia, como ya queda di-
cho; y agora contaremos lo demás que suscedio
Jes pues que se alcanzo tan grandiosa vitoria.

CAPITULO LIV
DEL GRAN THESORO QUE SE HALLO EN LOS BA&OS DE
ATAGUALIPA, Y DE LO QUE MANDO A JUNTAR PARA
DAR AL MARQUES, DEL RESCATE DE SU PERSONA, Y DE
LA MUERTE DE GUASCAR, Y DE LO QUE PASSO CON VN
YNDIO SACERDOTE Y LA RESPUESTA QUE DIO AL ATA-
GUALIPA

Después que los xpianos u vieron akaneado esta
tan señalada victoria alabaron a Dios nuestro se-
ñor y a sancta Maria su madre, por tan grandes
mercedes como les auian hecho, que tuuieron en*
tendido que ninguno dellos quedara biuo, sino que
todos quedaran alli muertos, por la gran multitud
de yndios, que para vn español auia mas de dos.
cientos yndios; mas en fin plugo a la diuina bon-
dad que todos fueron vencidos. Hecho esto fueron
muchos en alcance de los yndios que se yuan hu-
yendo, y mataron muchos dellos y después se bol-
uieron con muchos prisioneros, que los trayan a
manadas como ouejas mansas, sin ningunas ar
mas, que luego las dexaron caer en el suelo. Otros
fueron a los baños, en donde se hizo el mas rico y
brauo saco que en Yndias se ha hecho, en el gran
thesoro que el Ynga tenia, en que hallaron muchas

472

y grandes riqueza en oro y plata, que valió mas
de ci’ ni mili ducados de Castilla, y en plumas y
mantas de gran utlor, todo lo qual el Marques lo
mando guardar para repartillo después entre to-
dos. Assimismo prendieron mas de cinco mili yn-
dias que auia de seruicio, principalmente las mu-
jeres y con Lubinas que el Ynga tenia y los demás
Yogas de su real corte, todas las quales eran muy
hermosas y bien dispuestas, que eran hijas de
grandes señores y curacas de diuersos pueblos.
Fray Vicente de Valuerde, como Vicario general
hizo lue¿;o apregonar, con voluntad del Marques,
que ningún spiano de qualquier calidad, estado y
condísciou que fuesse, tuuiesse amistad deshonesta
con ninguna yndia, por quanto no estauan baptiza-
das, que se procedería contra el lo contrario ha-
ziendo. Después que la barahunda estaua ya so-
ssc^ada el Marques consolo y animo al Ynga, ha-
blaiidole amorosamente, porque lo vido triste y
pensaduo, y lo hizo assentar consigo a comer a la
mesa, y después le pregunto muchas y diuersas
cosas de los secretos de la tierra y que señor auia
mas adelante, El Ynga le respondió a todas ellas
y le dio noticia de la mucha riqueza que auia en los
pueblos de Pachacama y en el Cuzco, y de las con-
tiendas que tenia con su hermano Guascar Ynga
sobre la herencia de toda la tierra, y que auia mas
de seys meses que auia embiado quatro capitanes
contra el y que no auian buelto. Queriendo el Mar-
ques saber esto con verdadera relación, embio a
la cibdad del Cuzco a los quatro capitanes Her-
nando de Soto, Üicgo de Agüero, Pedro de Can-

r
r
!

473

dia y Miguel de Estete, que era Veedor de Su Ma-
gestad, para que considerassen los secretos que
auia en todos los pueblos que arriba se contenían.
Y esto se hizo con saluoconduto y seguridad que
para ello dio el Ynga, que como hemos dicho, es-
taua toda la tierra a su deuocíon, que ninguno se
atreuiera ni ossara hazelles ningún mal, porque
le tenían gran miedo y le obedecían todos, y les
dio ocho yndios muy conoscidos, de los principales
de su corte, para que fuessen con ellos. Assi como
estos exploradores se partieron dixo el (1) Ynga
al Marques como su hermano el Guascar era muer-
to, haziendo gran demostración que le pesaua mu-
cho, y Pigarro le dixo que no se le díesse nada por
su muerte, pues era cosa natural, y luego el Ynga
embio por la posta a sus capitanes para que lo nía
; tassen luego, que ya lo trayan preso y a buen re-
• cado. Yendo, pues, los quatro exploradores por su
i camino adelante, encontraron con el Guascar Yn
ga, el qual, mediante el ynterprete que lleuauan
hablo con ellos, sabiendo ya de la prisión de su
hermano, [y] les dixo con palabras muy hnmilldes
que siendo Atagualipa tirano, no podría dar cosa
alguna de lo que auia prometido, y que le solta-
ssende la prisión en que lo lleuauan aquellos ca-
pitanes, por quanto el era el verdadero señor y
propietario de toda la tierra, porque el tenia que
dar, y no su hermano, sino lo robaua de los tem-
plos.de los dioses. Y assi les dixo otras muchas
cosas para que fuessen parte en que lo sol tassen,

(i) Tachad*: Marques.

474

y los quatro españoles lo rogaron muy ahincada-
mente a los capitanes para que lo soltassen, y
ellos no lo quissieron hazer, de miedo de su se-
ñor, y assi se passaron los vnos y los otros de lar-
ÜO. Dende a dos dias llego mandado a los yndios
capitanes de Atagualipa que matassen al Guas-
car Ynga porque el capitán mayor de los xpia-
nos no le viesse, y ellos lo hizieron assi, y al
tiempo que hordenauan de lo matar, dixo a los
crueles matadores con mucha tristeza y pacien-
cia y aun con grande animo: mirad lo que digo;
pues mi hermano me manda matar, yo espero en
los dioses Sol y Pachacama que ellos me venguen,
i ‘ nera antes de mucho, que assi me lo
dixo el gran sacerdote del dios Pacha[ca]ma, pues
lo tienen preso los xpianos; y luego le dieron ga-
rrote(l), siendo de hedad de quarenta y cinco años,
auiendo rey nado nueve años escasos. Después de
muerto el Guascar, lo enterraron con muchas ce-
rimonias y supersticiones en el templo del Cuz-
co (2), y los capitanes yndios, prosiguiendo su ca-
mino y sin ver a su señor el Ynga, se fueron por
otro camino al pueblo de Quito a dar fabor y ayu-
da :i Raniuuguy, que estaua aleado con aquel rey-
no contra los xpianos. Dexado esto aparte, mando
el Marques dende a ciertos dias hechar en prisio-
nes al Ynga, por ciertos respectos que abaxo se
dirá, el qual lo sintió muy de coracon por no sa-
ber ni entender a que causa lo tratauan tan mal

fí) Ají , I Mf/.THM rea mataran al Guascar y lo enterraron en el Cu tro.
(Nota marginal.)
Tac Latió: de Fachama.

475

no aiuendo hecho por que, y porque lo soltassen
prometió de dar por su libertad tanto oro y plata
como cupiesse en vna cámara donde estaua dete-
nido. Y porque los españoles supiessen lo que el
auia de dar, se leuanto en pie y señalo con la ma-
no derecha en la pared, con las puntas de los de-
dos, empinándose mucho sobre los dedos de los
pies, y mando a los principales yndios que estaban
con el hazer vna raya derecha alrededor de todo
el aposento, y hecha dixo en alta boz al Marques
y a todos los españoles: xpianos, si me prometéis
de me soltar libremente, yo os prometo de hinchír
todo este aposento, desde la raya hasta el suelo
(que auia cerca d’estado y medio de altura), de oro
y plata, con tal condición que no abolléis los can*
taros, tinajas y las piezas grandes que os truxeren;
y la cámara era de veinte y dos pies de largo y
diez y siete de ancho, aunque otros dixeron que
era de treynta y dos pies de larga y de veinte en
ancho. Desto se holgaron mucho los españoles por
hartar la hambre canina y gran desseo que tenían
de riquezas, y el Marques le prometió de le dar la
libertad que pedia si cumplia aquello que dezia, y
el Ynga dixo que si cumpliría dentro de dos me-
ses, porque el thesoro estaua muy lexos de alli, y
el Marques le dixo que despachasse prestamente
mensajeros para que se truxesse y el cumpliesse
su palabra. Encontinente el Ynga comento con
gran diligencia y presteza a despachar mensaje-
ros a diuersas partes, a sus gouernadores, [cura-
cas y señoretes, sus vasallos, para que recogíe-
asen todo quanto oro y plata auia en sus tierras y

476

se lo truxessen o embiassen con presteza para da
\\o a los jtpianos, que lo querían poner en libertad
y sol ta lie brcuemente También embio a mandar
ñ sus capitanes que estauan en la cibdad del Cuzco
que k embiassen dos mili yndios cargados de oro
y plata, sin lo que trayan los que auian preso al
Guascar; mas esta riqueza no la vido, porque la
licuaron a Raminaguy, que estaua aleado en Qui-
lo. Comentaron los yndios de yr y venir y traer
cada día, cargados de oro y plata, en texuelos* ti-
najas, cantaros, jarros, cubiletes, venados, leones,
aues, lefia y otras cosas semejantes a estas, que
todo era de oro fino y de plata, hecho de vaciadi-
zo, y aunque era mucho lo que se traya no se aca-
uaua de hinchir la señal. En este medio tiempo
llegaron de buelta a Caxamalca los quatro explo-
radores, los quales (1) contaron de las muchas ri-
quezas que auian visto en Pachacama y en el Cuz-
co, y en especial de vna cadena muy grande y lar-
ga de oro que estaua en el templo del Sol, y de
las grandezas y marau i llosas cosas que auia en
el, y assi di.\eron otras (2) de grande admiración,
de Jas quales diremos adelante. Pasados los dos
meses de la prisión del Ynga, llego a Caxamalca
el señor del pueblo de Pachacama, con el sumo
pontiflicc del gran templo de aquella prouincia, y
Acayualipa dixo al Marques que se holgaua mu-
cho con la venida de aquel gran sacerdote, por-
que pagaría agora las mentiras que le auia dicho

1.1} /’lítitttifrwtt ij dias en It cibdad.—’vNota marginal.)
Kl\ Tachado: cosas.

477

los dias atrás. Y luego pidió a las guardas vna ca-
dena de hierro para hecharsela porque le nula di-
cho que diesse batalla a los xpianos, diziendole que
los vencería y mataría a todos, y que también le
auia dicho que su padre Guaynacappa Ynga, quan-
do estuuo enfermo, que ño muriria de aquella en-
fermedad, y que todo ello auia salido falso y men-
tira. El Marques hizo traer la cadena y Atnguali-
pa se la hecho al pescuezo diziendo a todos que no
se la quitassen hasta que hiziesse traer el oro y i a
plata que tenia en el templo de Pachacama, pues
su dios era mentiroso y falso, que nunca dezia ver-
dad, y agora quiero yo ver si el dios Pachacama
le quita la cadena. Y el gran sacerdote le dixo con
grande yra y enojo: bagóte saber, señor, que no
me pesa de mi prisión, aunque yo se que no tengo
de morir en ella; pésame, señor, grandemente, de
las blasphemias que aueis dicho al gran dios Pa-
chacama. Pues yo te anuncio de su parte que [por)
estas cosas y por auer hecho robar y saquear los
templos de los dioses, que aueis de ser destmydo
y que no biuireis mucho tiempo, según yo lo veo,
que estos xpianos te han de matar, pues estáis pre-
so y en poder dellos. Cierto, el Ynga, como ympa-
cíente, lo mandara luego matar si tuuiera poder,
mas dexolo en la prisión creyendo que el Mar-
ques le diera en breue libertad, y que entonces le
quitaría la vida; mas después de muchos dias le
mostró vn gran thesoro que tenia escondido, y
por esto le dio [la] libertad que el desseaua.

CAPITULO LV

DECOWO iARDANDOSE DE AJUNTAR EL THESORO QUE
KL YWGA AUIA DE DAR A LOS ESPAÑOLES, TUUIERON
XI EUA QUE SE QUERÍA ALCAR CONTRA ELLOS Y MATA
LLOS A TODOS, POR LO QUAL HIZIERON JUSTICIA DEL
Y SE RRPARTIÓ ENTRE TODOS LA RIQUEZA QUE AUIA
JUNTA
Como los capitanes y soldados vieron que a
cabo de siete meses no se acabaua de traer el res-
cate que el Ynga auia de dar a los dos meses, tu-
uieron creydo que eran escusas y dilaciones que
ponia y que ajuntaua alguna gente para matallos,
como ya lo auian entreoydo dezir, y para saber
la verdad hizieron pesquisa dello, y los ynterpre-
íes deste negocio fueron Francisquilio y Philipillo.
Bstos dixeron lo que quissieron dezir, ynterpre-
tando mal, y como no eran aun entendidos de los
españoles por no saber la lengua del Cuzco, lo hi-
zieron todo a su saluo, y assi se prouo contra el
Ynga lodo lo que fue menester para condenalle a
muerte, Francisquilio fue muy malo, y Philipillo
fue peor y malissimo, que por gozar de las muge-
res y concubinas de el Y’nga, que el Marques se
las auia hecho dar con todo su seruicio, le leuanta-

ron. rumo tr»; aort^ \x;-ai. i^mnt-:
zxnái ec ar ymerpreiar:jor come A ni- pr-v
rana buiíaxM y matar a toác^ iü± rpumor ¡r qe-
no aguardau¿ otra cos¿ sino qut vjnjí-s&ec sc¿ * >
piUEOefa qut auian yac- a. pnenk- Qayio. qoc a
teñí* noucití que veniar COÜ otro? mochos yndio>
principitkrt 6t muena^ y diueráJit panos,
come- «: \ nv. : rete» mi,] v por jdí t»:vto& amores
de Füútp:l¡^ \ dt Francisquilio, se hizo cabera de
proetsw con ir* el. Fue condenado a rauene nal*:
ral «ae tac pMtrroso y riqnissimo principe, y
uaná’Sto Á juiuciar pilio baptismo y hapt;2oío l
Vicente de Vi Muerde, al qual nombro IV*n C.v;
lu* 1 – Y becbo esto le dieron garrete y lucco U>
enterraron con solenidad; hallóse a su ciuicrn* oí
Marque*, con todos sus capitanea y >oldad le
rezaron sendos Paternóster y sendas Auc Mana*.
por Jo qual los yndios principales dieron que puc^
a tan gran Señor auian muerto, que ¿que seria de
ello**?; y assi quedaron todos espantado>* y las éotv
cubicas fueron repartidas entre los capitanes pAf*
su seruicio. Veinte dias antes que le dieran garr*
te, y antes que se hiziesse ynformaciou comí a el,
estando vna noche muy contento^ Ha Mando ctül
algunos españoles que le guarda uan, paivscto a
deshora vna gran cometa hazia la pane del fu?
cot que turo cassi toda la noche, que la vieron -ntierno, liste Ynga era de treinta y cinco años,
puen mas o menos; era bien apersonado y dispues-
to; ali¿o o-ruesso; el rostro grande y sin barbas,
hermoso y feroz; tenia los ojos encarnicados y ha-
blaua con mucha grauedad, como gran señor. Ha-
/IL huios razonamientos que entendidos por los es-
pañoles por via délos ynterpretes, conoscian ser
hombre sabio y entendido; era muy alegre con los
^pianos y cruel para con los suyos, y quando ha-
blaua con ellos se mostraua muy seuero y robus-
to, MU alear los ojos a mirallos; mas en fin val
cabo el murió como xpiano. Valió lo que el Ynga
mando ajuntar, y lo que en los vanos se torno,
vn millón y treynta y seis mili y quinientos y
sesenta pesos de oro fino y cinquenta y dos mili
y seiscientos y veinte y cinco marcos de plata.
V si tan presto no le mataran se ajuntara otro
tanto y mucho mas, porque la tierra abunda-
ua [enj mucha riqueza de oro lino, y lo que tra-
yan sus capitanes del Cuzco, como supieron que
IC auian dado garrote fy] era muerto, se alca-
ron con todo ello y se lo lleuaron a sus tierras y
lo escondieron de tal suerte que los españoles ja-
mas lo vieron. Antes que los yndios se alcassen,

481

como auia nueua que lo querían hazer, aunque era
falso, y les tomassen el tuesoro que estaua junto,
determino el Marques de lo repartir y que cada
vno guardasse su dinero, lo quelecupiesse de suer-
te, y assi, al de a cauallo le cupo ocho mili y nue-
ue cientos pesos de oro fino y dos mili y seiscien-
tos y diez marcos de plata, Y al peón le cupo la
mitad, que fueron quatro mili y quatrocientos y
cinquenta pesos de oro lino y dos mili y seiscien-
tos y diez marcos de plata; de manera que lleuo el
cauallo tanto sueldo como su amo, o como el peón.
Los hermanos Pícarros y los capitanes hereda*
ron, demás de lo que se les dio, a veinte y treyn-
ta mili pesos; y la baxilla del Ynga valió cient
mili pesos, y el assiento en que venia assentado en
la litera valió veinte y cinco mili pesos, y las cha-
pas de oro y las esmeraldas valieron doze mili pe-
sos; todas las quales cosas se dieron al Marques
por ser el mayoral de todos. Cupo a Su Magestad,
de sus Reales quintos, doscientos y sesenta y dos
mili y doscientos y sesenta y cinco pesos de oro
fino, y de la plata le cupo diez mili V ciento y vein-
te y vn marcos de plata, que a la ley de ocho pe-
sos y vn tomtn el marco montan ochenta y dos
mili y doscientos y treynta y tres pesos de oro de
minas, y esta cuenta es tan solamente de la plata-
De manera que muertos los dos Yngas Atagualipa
y Guascar quedóla sucession de todas -estas re-
giones y prouincias a Su Magestad del rey nuestro
señor Don Carlos, Quinto máximo deste nombre,
por la concession hecha por el Papa Alexandro
Sexto a” los muy catholicos y xpianissimds reyes
C. »B BAHTA CLABA.—IV,- 3i

482

de Castilla Don Fernando y Doña Ysabel, de glo-
riosa memoria, como atrás queda dicho. Y viendo
el Marques Picarro que los curacas y principales
yndios de todos estos estados, que no tenian rey
ni cabeca quien los gouernase, procuro de lo ha-
zer, y para esto nombro por Ynga, en nombre
de Su Magestad, a Paulo, hermano de Guascar y
de Aia^ualipa. Y luego le hizo dar la borla, que es
yittlgnia Real que se ponen en la frente los(l) re-
yes desta tierra, que es de lana fina y de hilo de
oro y Je estampas, que llaman maxcapayta, y los
yndios principales que alli quedaron hizieron cier-
tas cerimonias que en tal caso se requerían, y es-
timo mucho tiempo con los españoles. Este fue
después* rey y señor de toda esta tierra, puesto en
nombre de Su Magestad, y en su baptismo se lla-
mo 1 Km Xpoual Ynga, aunque al principio fue vn
poco e/ayno contra los españoles, mas después fue
bueno y amigo dellos y fue gran seruidor del Vi-
rrey Blasco Nuñez Vela, y oy dia biue al pie de la
fortaleza del Cuzco, el qual anda vestido como
puro español. Los dos exercitos que escaparon, de
los dos Yngas, se ajumaron hermanablemente en
Quito, y viendo que no tenian señor eligieron den-
tre ellos otro rey, llamado Manga £apalla, herma-
no de Atagualipa, y tomando la borla se llamó Yn-
ga, que fue uniuersal señor de toda esta tierra en
competencia de Don Xpoual Ynga, y se metió des-
pués en los Andes, en donde ediffico de nueuo otra
cibdad del Cuzco y alli assento su Real corte.

483

De manera que auia en este tiempo dos Yugas; el
vno estaua con los españoles, y el otro con sus
vasallos, aleado en la sierra, si aleado se puede
dezír, pues estaua en su tierra, que era el verdade-
ro señor de todas estas prouincias. Este Mango
Ynga Capaila se mostró después muy bellicoso
y guerrero, el qual leuanto toda la tierra, que
ya en este tiempo auia algunas cibdades, villas
y lugares de españoles, y mato muchos xpiaiios
en diuersas partes* y los curacas hizieron lo mis-
mo en sus pueblos donde estauan. Después cerco
la cibdad del Cuzco con quarenta mili yndios y
tuuola muy apretada muchos dias, y tenia su cam-
po arriba del Cuzco en la fortaleza que esta sobre
la cibdad, en vn cerríto, y los xpianos subieron
alia para los aechar de allí, mas no pudieron pol-
la mucha potencia del Ynga. Y desta manera pe-
learon muchos dias y noches, y entre estas peleas
mataron con sendas pedradas a Juan Pivarro,
hermano de los Pios

por aqueste rio arriba mas de cient leguas, y el (1)
desembocadero del está en tres grados de la linea
equinocial y entra el agua del rio por la mar mas
de veinte leguas sin reboluerse con el agua sala-
da. Quando Goncalo Picarro fue por tierra desde
Quito a esta conquista, abasando por el mucho,
riberas de aqueste rio, vido los secretos del, el
qual, yendo por sus jornadas contadas llego a vn
pueblo llamado Zumadoco; en esta prouincia ay
mucha canela, aunque no buena ni fuerte. El árbol
es muy grande y tiene la hoja como de laurel y
vnos capullos como bellotas de alcornoque, y la
corteza, hojas, tallos, rayzes y la fruta tienen el
olor y sabor de canela, aunque no tiene tanta fuer-
ca y virtud comu la que se trae de España, Yendo
Goncalo Picarro mas adelante con doscientos y
veinte hombres y con ciento y cinquenta cauallos
y con quatro mili yndios amigos y tres mili ouejas
y puercos, llegaron al pueblo de Quixos, en donde
le salieron muchos yndios de guerra, y arreme-
tiendo a ellos desaparecieron. Estando en este lu-
gar tembló la tierra terriblemente y se hundieron
mas de sesenta casas y se abrió la tierra por mu-
chas partes y uvo tantos truenos y relámpagos y
rayos y cayo tama agua que tuuieron rezelo de
anegarse alli, y assi quedaron todos marauiilados;
los españoles passaron mas aun adelante del dicho
pueblo mas de cinquenta leguas, siempre el rio
abaxo, [y] llegaron a vn terrible y espantoso salto
que haze este poderoso rio por una canal hecha en

0) Mi./»//.

509

peña bíua, que terna mas de cient estados de hon-
dura, y [es] la canal que llaman Pongo, que quiere
dezir puerta; es ancha de quarenta pies por donde
se cuela el agua. Y el salto que haze el rio hasta
abaxo, al parescer de todos los que lo vieron, di-
zen que terna mas de ciento y cinquenta estadosr
que cierto es cosa marauillosa, que en todo el
mundo no aura otro tal salto de rio como este.
Goncalo Picarro y los suyos passaron de la otra
vanda deste rio por vna puente de madera que hi-
zieron sobre la espantosa canal, porque los yndios
naturales les dixeron que de la otra parte del rio-
era mejor tierra y que alia auia vn gran señor yn-
dio muy rico que la mandaua toda. Por tanto, cre-
yendo los españoles todo esto, passaron la canal
lleuando todos ellos los oydos atapados con trapos,.
o con algodón, por no ensordecer del ruydo muy
grande que haze el agua al tiempo que cae abaxo
en el plan del agua. Este grandissimo ruydo oye-
ron antes que a el llegassen, mas de treynta le-
guas, y tuuieron entendido siempre que era la re-
saca y tumbo que hazia la mar en la costa, y que
estauan muy cerca della y nunca acabauan de lle-
gar a ella. Pues caminando estos hombres vieron
que los yndios les auian mentido, porque la tierra
fue peor, que era mas poblada y montuosa, porque
no vieron al gran señor que les dixeron, sino mu-
chos yndios muy pobres, sin hallar ninguna de la
riqueza que buscauan, ni en donde pudiessen ha-
zer alguna habitación para en ella descansar o te-
ner de comer. Pues andando desta suerte les falto
la comida, que no la hallauan en las partes por

510

do passauan, por lo qual, vista la gran necessidad
que lleuauan, se dieron a pescar en el rio para su-
plir la hambre que tenian, y assi tomaron muchos
pescados de diuersas maneras, con que se mantu-
ujeron muchos dias. Aqui se hallo vn pece ancho
y ternilloso que llaman tramielga, y este genero
de pescado es liso y sin escamas, y tiene estraña
propiedad, que se esconde entre la arena y desde
alli entorpece y pasma a los demás peces que por
alli passan, y assi los caca y se los come. La pon-
eofla del qual es muy grande, que en hasiendo o
picando en el anzuelo o cebo que tiene, passa por
el sedal y va por la caña, hasta dar en el braco,
que los entumece de tal manera que queda el hom-
bre sin sentido y pasmado. Desta manera aconte-
ció con muchos destos soldados con aqueste pes-
cado, mas después sanauan luego y ninguno muria
dello, mas con todo esto no dexaron de pescar, por
la mucha hambre que tenian, y quando sacauan de
la iramielga se la comían, que dizen que no les ha-
zia ningún mal. Y con esto caminaron muchas mas
leguas adelante, descubriendo muchas tierras, en
donde hallaron en este paraje algunas poblacones,
aunque la gente desnuda, y sin hallar ninguna de
la riqueza que buscauan. Por lo qual yuan los sol-
dados muy desesperados y estuuieron muchas ve-
ces a canto de matar a Goncalo Picarro porque
los lleuaua a morir por tierras pobres y no sabi-
das, sin hallar que comer, ni mantas de algodón pa-
ra hazer camisas y de vestir. Como los yndios que
lleuauan de seruicio, juntamente los cauallos, co-
mo auian andado tantas leguas cargados del far«

511

daje de los soldados, y como auian sido muy tra-
bajados los vnos y los otros, murieron muchos de-
líos en el camino, por lo qual hizieron vna barca
bien grande en aquel rio, metieron en ella todo el
fardaje que tenían y dieron el cargo de la barca
ai capitán Francisco de Orellana, con sesenta hom
bres que yuan enfermos, que ya no podían cami-
nar de puro cansados y despeados y bien acalen-
turados; fueles mandado que lleuassen la barca
poco a poco riberas del rio abaxo, y que cada no-
che parasse junto al real para tomar lo que uvíe-
ssen menester los soldados, y assi se hazia, que
atauan la barca a vn árbol grande con vnas cuer-
das muy rezias que hizieron de los lagos y reatas
que lleuauan. Caminando mas adelante toparon
vn otro rio muy grande y mayor que el primero,
en donde se tuuo gran dificultad en lo passar, y
como no lo passaron, dieron todos la buelta con
mucho plazer y alegría, aunque con gran pesar de
no auer hallado otro pueblo de Caxamalca y vn
otro Atagualpa. El capitán Francisco de Orellana,
como yua en la barca, llego a la junta destos dos
ríos tan poderosos, la qual passaron con grandi-
ssimo peligro de las vidas por amor de la gran re-
saca que hazian estos dos rios al tiempo que se
ajuntauan el vno con el otro. Y quando Francisco
de Orellana y los suyos yuan nauegando por este
río vieron en las riberas del muchos yndios de gue-
rra, y en vna parte del vieron vna yndia varonil
que peleaua animosamente con arco y flechas y
macana, por lo qual el Orellana llamo al rio, de las
Amazonas. Como el capitán lleuaua algunos bas-

512

timentos, y auiendo hecho otra barca bien grande
en donde se metieron la mitad dellos, y sin tener
licencia de Goncalo Picarro, se fue a España con
voluntad de los suyos que le auian de dar fabor y
ayuda en su negocio. Y llegado a España pidió a
Su Magestad la conduta y merced de la conquista
de aquella tierra, atribuyendo a si mismo los gas-
tos y trabaxos y descubrimiento deste tan pode-
roso rio, al qual llamo de su nombre, aunque otros
dizen que lo nombro de las Amaconas. Su Mages-
tad, teniendo entendido ser todo assi lo que Fran-
cisco de Oreilana le auia ynformado y dicho jun-
tamente con los suyos, le hizo la merced del Ade-
lantamiento y generelato de aquel rio, con tantas
h Lias en circuyto de districto y jurisdicion, y es-
tando haziendo la gente a costa del rey y parayr
a su conquista, le dio vna muy grande enfermedad
de que murió en breues dias. De manera que de
doscientos y veinte soldados que Goncalo Picarro
lleuo a las tierras de la Canela no boluieron cien-
to, y de los yndios de paz que auian lleuado de car-
ga y de seruicio, cassi todos murieron, y también
se les murieron muchos cauallos, de cansados, y
dellos se comieron. Los pocos soldados que queda-
ron se boluieron a la cibdad de Quito, a pie como
como romeros, desnudos, descalcos y llagados en
las espaldas con mataduras como bestias, por traer
acuestas sus comidas, que la ropa que tenian se
la auia lleuado Francisco de Orellana, y della se
les auia podrido y hecho pedacos. De manera que
todos estos tristes soldados llegaron a Quito muy
lastimados en los pies y piernas, y las manos hin-

513

chadas y comidas de mosquitos, que los ay por
aqui infinitissimos; de noche auia de los ganeudos.
y de día los xexenes o zinifes. Llegaron, pues, a
esta cibdad muy destrocados, flacos y desfigura
dos, y las barbas y cabellos bien crescidos y lar-
gos, que a duras penas los conoscian los vezinos
que los vieron salir desta cibdad muy soberao
hinchados y phanfarrones, a cabo de dos años y
medio que por alia estuuieron. Aqui es donde se
dize por los que fueron en esta jornada, que mu
chas vezes Gongalo Pigarro lleuaua acuestas a 106
soldados enfermos que ya no podían andar ni pa-
ssar adelante, y les daua a comer yeruas cozidas
y rayzes no conoscidas, de que recebian gran ali-
uio y consuelo. De manera que todos estos ri1-
que van a parar a la mar del Norte son los que
nascen a las vertientes de aquella parte, porque
los que nascen a las vertientes de acá vienen a pa^
rar a esta mar del Sur, y quando llegan a los lla-
nos no vienen tan grandes como los otros por lo
que adelante diremos breuemente.

G. DE SAMTA CLARA.-1V.-3.-

33

CAPITULO LIX
EN DQXDE SE DA RELACIÓN DE LA OTRA CORDILLERA
QUE SE CONTIENE POR EL CAMINO DE LOS LLANOS QUE
VA CERCA DE LA MARINA, Y SE CUENTAN Y RELATAN
OTRAS MUCHAS Y DIUERSAS COSAS DE NATURALEZA
QUE A Y EN ESTAS PROUINCIAS V REYNOS DEL PERÚ

Pues hemos dicho hreuemente lo que ay en la
serranía menor, sera bien que digamos agora de la
otra cordillera que esta en los Llanos, que entra
poco por la tierra adentro y se esliende largamen-
te por la costa de la mar, que muchas vezes seca-
mina por la orilla y las ondas de la mar cubren y
dcshazen el rastro de las pisadas que los caminan-
tes yentes y violentes hazen. Es la tierra tan calo-
rosa y tan dexatiua, y caminasse con mucho tra-
baxo, que haze a los hombres desesperar, que
como van y vienen a pie se despean mucho, que
después no se pueden menear ni andar, que mu-
chos dellos van zahonados y medio encalmados y
despeados, y como les cumple yr adelante toman
animo y se van su poco apoco. Y si por ventura se
apartan vn poco de la orilla de la mar y caminan
por la arena, es a par de muerte para ellos, que
cuando piensan auer andado dos o tres leguas no

515

han andado vna, assi que no solamente los hom-
bres se despean, mas aun también las bestias
quando passan por aqui se encalman. Desde el
pueblo de Tumbez hasta la prouincia del Chile
nunca ha llouido jamas; la causa dello, dizen los
que mas saben, que como reyna por aqui el viento
Sur y corre siempre de noche y de dia con gran-
dissima furia, que no dexa subir los vapores de la
humidad del agua de la mar, ni de los rios, hazia
arriba. Y que si algunos vapores suben, que luego
los arrebata la ferocidad del viento y los hecha
hazia las tierras de las Barbacoas o Gorgonas,
que es mas alia del rio Piru, en donde casi todo el
año llueue desatinadamente, y por aqui habitan
los yndios encima de arboles altos, a manera de
picacas, y tienen sus casas hechas encima dellos y
suben a ellas por vnas escaleras leuadizas. Otros
dizen que el no llouer en estos llanos es por lo que
se a visto y considerado y aun se a platicado y
conmunicado con personas sabias que entienden
desto, y es que el verano que haze en la sierra co-
mienca (1) por Abril y tura sucessiuamente hasta
el mes de Setiembre, y por Otubre entra ya el yn-
uierno y tura hasta el mes de Margo. De modo
que en lo tocante al tiempo es poco lo que diffiere
de España, y assi los campos se agostan a sus
tiempos y demoras. Mas en estos llanos junto a ta
mar del Sur, cerca de donde están pobladas las
cibdades de Lima, Truxillo, Sant Miguel, con
otros lugares de la marina, tenérnoslo muy al

(I) Ms. c*mi
ellos, que después no auria ninguno que se atre-
uiesse yr ni andar por estos caminos, por el gran
peligro que uviera por ellos. Mas Dios Nuestro
Señor, como piadoso, con su gran misericordia
proueyo como prouee en todas las cosas, que los
hizo mansos y no crueles ni carniceros de carne
humana, porque si lo fueran, ¡guay! de todos Ios-
caminantes yentes y vinientes, porque fueran de-
llos muertos.

CAPITULO LXI

EN DONDE SE TORNA A PROSEGUIR TODAVÍA LA MISMA
CORDILLERA, CONTANDO OTRAS MUCHAS COSAS DELLA,
Y DE VNA MANERA DE PESCA MUY ESTRADA QUE SE
HAZE EN ESTAS PARTES POR LOS YNDIOS, Y SE CUENTA
DE LA TERCERA CORDILLERA DE LOS ANDES Y LO QUE
AY EN ESTAS TIERRAS

Los yndios que habitan y están en estos valles
de los llanos, digo que por la mayor parte son muy
groseros, sucios, ynabiles y para poco y no nada
políticos, porque todos andan desnudos en cueros,
a causa de las grandes calores que haze, principal-
mente los que habitan debaxo de la tórrida zona o
linea equinocial. Y quando vienen a ponerse alguna
manta para cubrirsse, es muy delgada, y crian ca-
bellos, como mugeres, y se los atan y trancan en la
cabeca con vnas cintas de diuersas colores, y son
enemigos de tener barbas, como también los yn-
dios de la sierra, y quando les nasce se las arran-
can con vnas tenazuelas que tienen, o con otra
cosa. Las yndias, cassi todas ellas andan desnudas
todo el año, y traen vnas pampanillas de lienco
delgado para cubrirse la cosa, si es casada, y si
es virgen y donzella, que llaman china, aunque

527

sea de veinte años no se ponen nada, antes andan
desnudas en cueros, y agora quando veená loses-
pañoles se ponen vna camisa o habito muy largo
hasta los pies, de vn lienco muy delgado, que se
trasluce todo lo que tiene[n]. Traen los cabellos
sueltos por las espaldas, sin trancallos, y ponense
por affeite vn poco de bermellón ó de almagre,
pintándose las caras de mili maneras, que pares-
cen al demonio, y por marauilla se lauan las
caras, ni el cuerpo, y por esso andan muy sucias
y hediondas, que si se lauassen no tienen sino
buen parescer y de buen rostro. Hablan todos
quantos yndios ay en la sierra y en estos llanos,
muchas y muy differentes lenguajes, que es suya
propia natural dellos, mas empero hablan todos
generalmente la lengua del Cuzco que Topa Ynga,
o por mejor dezir, Pachacoti Capac Ynga Yupan-
gue, mando a todos sus vasallos, chicos y grandes,
la deprendiessen, so pena de muerte. En las cortes
destos Yngas auia gran multitud de muchachos
hijos de curacas y de grandes señores de toda la
tierra, que siruian al Ynga y a los demás Yngas
parientes suyos, en donde deprendían la lengua
del Cuzco, y los muchachos que no la sabian la
deprendían en las escuelas de los maestros que en
cada pueblo auia, y assi corría por toda la tierra
este lenguaje. Los yndios del pueblo de Payta, de
Puerto Viejo, de Tumbez, y de la ynsula de la
Apuna, y los de toda la marina, vssauan de ynme-
morable tiempo acá, y el dia de oy lo ussan, de
vnas balsas de madera liuiana y seca, y de cañas,
con unas velas latinas trianguladas y con un ti-

528

mon en la popa. Quando quieren pescar entran en
flRA”
UOSIDAD Y DERECHURA (1) DE DOS CAMINOS REAlJtS
QUE LOS YNDIOS Y SEÑORES YNGAS DESTAS PRO
MANDARON HAZER EN LAS SIERRAS Y EN LOS LLANOS
CERCA DE LA COSTA DE LA MAR *

Engrandescen y subliman en gran manera io-
dos los antigos historiadores romanos las ,o
que en sus tiempos hizieron los cónsules y &tlS
cibdadanos, assi en las guerras que acometieron,
que eran muy dudosas y aun asaz peligrosas, como
en las que edifficaron dentro de Roma y fuer.» de-
lla, las quales tienen por admirables y de gran ma-
rmulla, de que nos prouocan a tener que con-i Jt
rar. Y como leemos estas cosas y las oymüs con
tar, las tenemos agora a gran marauilla y aun
cassi sobrenaturales, porque a la verdad, ludas
ellas fueron humanas, hechas y forjadas por hom-
bres esforzados y animosos, y otros yngeniosos
y de buen entendimiento, porque en aquel tiempo
fueron señores de la mayor parte del mundo, Todo
esto he dicho a fin que con mas justa causa y razón
nos auiamos de admirar mas de las grandezas y

(I) Ms. derecera.

53t>

obras que los Yngas hizieron en estas tierras y
prouincias del Perú, con ser vna gente barbara y
sin letras; aunque los yndios eran de mucho enten-
dimiento, no fue tanto, que fue vna zifra a lo que
los amigos romanos y griegos lo fueron en aquel
tiempo. Porque los romanos y griegos fueron sa-
pientísimos, y junto con esto bien esffor^ados, no
me marauillo que hiziessen cosas dignas de gran
loor y alabanca; mas estos Yngas me paresce que
no menos merescen ser alabados de sus obras y
de las grandezas que hizieron sin tener ninguna de
la sabiduría que los griegos y romanos tuuieron.
En verdad que si estos Yngas tuuieran coronistas
que pussieran por memoria y en escripto los he-
chos de todos ellos y de sus capitanes y fuertes
soldados, nos dieran noticia y contaran de todas
ellas. Assimismo nos dieran relación y contaran
de las fabricas y obras que hizieron en sus tierras;
ique de cosas marauillosas y dignas de gran loor
y alabanca nos dixeran, que las de los romanos no
fueran nada en comparación de lo que estos seño-
res Yngas hizieron! Todo lo qual auemos visto
agora todo mudado, anichilado y por el suelo cay-
do y arruynado con la diuturnidad del tiempo que
ha passado, porque no ha auido quien lo mandasse
reparar ni adobar, porque ya eran (1) muertos los
que lo auian de hazer. Allende de todo esto, con
las guerras mas que ciuiles que uvo en estas par-
tes entre los mismos señores Yngas y sus capita-
nes, vnos con otros, y principalmente las muy

(l) MÍ./ÍJÍ ra M ya.

537

crueles guerras y destruyciones que los fuertes es-
pañoles hizieron en todas estas prouincias. Vna
cosa digo, que [si] como fue poblada esta tierra
[de gente] desnuda y sin armas deffensiuas y ol len-
siuas, la uvieran poblado gente de razón y fuera
armada y tuuiera artillería y arcabucería y bue-
nos cauallos, primero que tomaran tierra en algún
puerto, que fueran por ellos muertos y hechos pe-
dacos cruelmente; mas con todo esto fue grande la
multitud de los españoles que en ella murieron a
manos de los yndios. En fin, al fin la quistion y pe-
lea fue con yndios desnudos que no alcanzaban
ningunas armas como las tienen los españoles; que
si essas tuuieran, ¿quien bastara a tomar por hier-
ba aquella gran fortaleza del Cuzco, con las otras
fuerzas que estauan en Tumbez y en otras partes?
Mas, ¿que digo? aunque estas gentes fueran mas
fuertes y de grande animo y tuuieran las armas
que se pueda pensar, ¿donde no entraran y passa-
ran los ynuencibles españoles, con el gran valor y
animo que tienen, que no las conquistaran, como
lo han hecho en Roma, en Ytalia, en Francia, en
Alemana y en otras partes, como en tierra de mo-
ros y turcos, y agora en estas partes de las Yn-
dias, que con gran virtud y esfuerzo y valerosidad
lo han todo subjetado y puesto debaxo de la real
corona de Castilla con el calor de los reyes de lia?
Mas con todo esto los españoles tuuieron tanto que
hazer con ellos, que con ánimos ynuencibles fueron
menester las fuercas que mostraron, hasta que con
ayuda de Dios, cuya causa amplifficauan, los ven>
cieron, para que se plantasse entre ellos nuestra

5as

sancta fee catholica yse predicarse el sancto Euan-
gelio para que todos se saluassen, y tuuiessen co-
noscimiento de Dios verdadero, pues los tenia en-
gañados el demonio. ¿Que mayor grandeza y loor
pudo ser [que] la que estos seboros Yngas tenian,
que posseyan desde la prouincia de Popayan y de
Pasto hasta las tierras y gouernacion del Chile,
que ay de vna parte a otra mili y doscientas leguas,
poco mas o menos de longitud? Todas estas prouin-
cias y regiones ganaron los Yngas a fuerca de ar-
mas, en donde ellos y sus capitanes hizieron en ar-
mas cosas de gran alabanca y de grande animo y
esfuerco, que si estuuieran puestas por escripto se-
gún su calidad, nos pussieran en grande admira-
ción. Pues las subtilezas y ardides que vssauan
contra sus enemigos y contrarios, y los engaftos de
guerra que tenian, y aquella animosidad que mos-
trauan en las batallas quando en ellas entrauan y
peleauan, sin duda que deuicran ser grandes y
admirables, por lo que se vido después de muerto
Atagualipa Ynga, que los españoles conquista-
ron estas prouincias, y quando estuuieron cer-
cados en la cibdad del Cuzco. De manera que con
el esfuerco y animo que tenian y con la sabiduría
y destreza que entonces alcancauan, ganaron y
subjetaron muchas y diuersas tierras y regiones
y prouincias que ay en estos reynos del Peni, assi
en la serranía como en los llanos, las quales todas
se pussieron debaxo del dominio y mando de los
Yngas. Mas dexado esto aparte digamos agora,
¿que mayor grandeza pudo ser de dos caminos
reales que los Yngas mandaron hazer, que el vno

539

se contiene en la costa de la mar, y el otro por la
serranía, los quales estauan bien abiertos y lim-
pios, que eran de longitud de mili leguas? Estos
dos caminos yuan tan derechos que era cosa ma-
rauillosa vellos en aquel tiempo de la felicidad y
prosperidad, como muchos de los primeros con-
quistadores los vieron, que mas parescian salas
muy limpias y barridas que caminos reales, que
cierto fue esta vna obra la mayor que se a visto
jamas en el mundo, porque sin duda ninguna exce-
dió a todas las obras romanas. Y porque nadie no
piense que hablamos de gracia y que todo esto
que dezimos es hablilla y deuaneo, diremos lo que
se contenia en cada pueblo y lo que hazian los Yn-
gas en ellos. Quanto a 1Q primero haremos mín-
cion del camino real de ros Llanos, que es en la
costa de la mar, el qual, comentando desde la
, prouincia de Popayan, yendo hazia la gouerna-
cion del Chile, yua por entrambos lados todo ta-
piado con vna muy ancha y gruesa pared de ta-
pias de dos estados y medio de alto, y tenia el ca-
mino de ancho quarenta y cinco pies, poco mas o
menos. A trechos deste camino passauan muchas
azequias de muy linda agua que se traya de qua-
tro o cinco leguas, en donde estauan plantados
muchos arboles de diuersas frutas de las que en-
tonces auia en la tierra, que gozauan dellas, es-
tando maduras, los Yngas y sus capitanes quan-
do por aqui passauan. De manera que muchas ve-
zes acontecía a estos señores Yngas (1) con toda su

(i) Tachado: yr.

540

corte y gente de guerra yr debaxo de aquella ar-
boleda, que estaua muy espesa, sin que el sol les
diese ninguna pesadumbre ni les fatigasse, porque
de antenoche lo auian regado con mucha agua,
assi que gozauan por aqui de mucha frescura. Y
lo que se tenia en mas era que estauan muy junto
a las azequias muchos arboles de guauos y de pal-
tas, que son como peras muy grandes, y mullís, que
entre ellos es muy preciado árbol y tenido en mu-
cho por los razimos y simiente que produce, para
hazervino aloque, como atrás queda dicho. Esta-
uan a los lados deste camino real otros dos caminos
colaterales que también estauan cerrados con dos
baluartes muy anchos y fuertes, y quando algún
Ynga pasaua por estos tres caminos, el yua en
medio dellos y le seguían los que tenían cargo de
lleuar la litera en que yua, que eran mas de seis-
cientos yndios que arremuda lo lleuauan en hom-
bros. Yuan también acompañándole muchos yndios
principales de su real corte, a los quales lleuauan
en literas muchos yndios en hombros, porque eran
grandes señores y curacas de diuersos pueblos que
tenían licencia de andar en litera, y el gran Ynga
los hazia andar assi por gran magestad, porque
supiessen como tenia muchos vasallos señores de
gran estado. Los demás yndios principales y sus
capitanes y soldados yuan algo apartados del; los
vnos yuan en la retaguardia, y los otros yuan en
la abanguardia por el mismo camino del medio,
los quales todos yuan cargados tan solamente con
las armas offensiuas y defensiuas con las quales
auian de pelear. La otra multitud de los yndios de

541

seruicio y de carga yuan por los otros dos cami-
nos colaterales, que ninguno dellos passaua al ca-
mino o calcada de cnmedio sino era quando el
Ynga los llamaua, que entrauan por vnos porti-
llos que estauan de trecho a trecho; ni menos pa-
ssauan de la otra vanda (1) al campo por los por-
tillos que tenia, sin gran pena que estaua puesta.
Tan disciplinados estauan estos capitanes y solda-
dos, que caminando o passando por algún pueblo
o por algún sembrado ninguno se atreuia a tomar
cosa alguna, y si la tomaua, luego el dueño de la
sementera o de otra cosa lo mataua sin que al ho-
micida se le diesse alguna pena, o le hazia su es-
clauo, o le cortaua la mano derecha y se la col-
gaua al pescuezo y assi lo embiaua. En muchas
partes deste camino real, como es arenoso (2) y
corre[n] por aqui en sus tiempos muy grandes y
terribles vientos, cegauan y se ciegan los caminos
cqn la mudanca que haze la arena de vna parte a
otra con los vientos terribles que corren. Y para
obuiar esto mandaron los Yngas que se pusiessen
de trecho a trecho muy grandes montones de pie-
dras, como piramidales muy altas, y esto se hazia
en donde no auia tierra para hazer tapias, porque
los viandantes yentes y vinientes no herrassen ni
perdiessen el camino hasta que encontrassen con
las tapias. Assimismo tenian mandado los Yngas
a todos los curacas y señores yndios de los pue-
blos comarcanos, que de mes a mes, o de ciertos

(i) Ms. vanda, vanja.
(3) Ms. arenoso, arenoso.

542

en ciertos dias, saliessen o embiassen muchos yn-
dios a los caminos reales para que los barriessen
y adobassen, reparándolos si se auia caydo algu-
na pared o tapia o algún montón de las piedras
piramidales, o estauan cubiertos con la arena.
También por lo consiguiente mando que todas las
azequias de agua que auia por este camino real se
alimpiassen desde sus nascimientos hasta adonde
yuan a parar y a consumir, y que se podassen to-
dos los arboles frutales, chicos y grandes, y los
demás arboles que lleuauan fruta que estauan por
los caminos, porque se guardassen y se conserua-
ssen mucho tiempo, todo lo qual se hazia assi, so
pena de muerte. Deste tan soberuioso camino de
los Llanos ay tantas y tan diuersas cosas que dezir,
con otras muchas grandezas que ay en el, que por
euitar prolixidad las dexo de poner, porque no me
atreuo a contarlas, para que otros de mayor sufi-
ciencia y de mas facundia y eloquencia las digafp],
y agora se dirá del otro camino que esta en la sie-
rra cerca de los Andes, que cierto es cosa muy ad-
mirable ver su gran brauosidad y lo que en el se
contiene, como abaxo se dirá.

CAPITULO LXIIl

EN DONDE SE PROSIGUE Y CUENTA LA GRAN BRAUOSSI-
DAD DEL OTRO CAMINO REAL QUE SE CONTIENE EN LA
SERRANÍA, Y DE OTRAS MUCHAS Y DIUERSAS COSAS,
QUE LOS YNGAS Y SEÑORES DESTAS RIQU1SSIMAS PRO-
UINCIAS MANDARON HAZER

Pues auemos dicho breuemente y dado cuenta
del camino real de los llanos y las cosas que en el
se contenían, bien sera que con otra breuedad di-
gamos de la gran brauosidad del otro camino que
se contiene y esta en la serranía, que llaman el
menor. Cuanto a lo primero, auran de saber que
este camino va tan ancho, y tan espacioso y largo
como el camino de los llanos, excepto que no tiene
aquellas cercas de tapias y baluartes como el otro
camino de los llanos, y si algunas cercas o pare-
des auia eran muy pocas. Era cosa de ver como en
muchas partes yuan, y están el dia de oy, cortadas
las grandes sierras «por medio, que son de biuas y
rezias peñas, y en otras partes, y el camino esta
hecho de cal y canto y de argamasa muy fuerte-
mente. Y esto era en donde se hazia o auia alguna

544

quebrada honda, o pequeña y de mal pays, porque
abaxauan y ailanauan los cerros, o los partían por
medio, o alcauan los valles hondos y las quebra-
das en donde era menester, porque todo el cami-
no fuesse derecho y no tortuoso, ygual y llano.
Cierto que esta obra fue, según a dicho de mu-
chos, vna de las grandezas que ha auido en media
parte del mundo, porque a lo que dizen muchos,
que vencía y sobrepujaua a las altas y grandes pi-
rámides de los egipcios y aun a las calcadas y
obras de los antigos romanos, con las otras muy
antiguas que se cuentan de las siete marauillas
del mundo, y puestas y en su tanto. Y (1) muchos
destos yndios de los antigos quieren dar la gloria
y la honrra destos tan soberuiosos caminos a
Guaynacapa Ynga, aunque otros mas antigos di-
zen que los mando hazer Pachacoti Capac Ynga
Yupangue desde el principio que comenco a go-
uernar; otros, que Viracocha Ynga; otros, que
Tope Ynga Yupangue; sease el vno o el otro, en fin
son estos caminos muy soberuios y dignos de gran
loor y alabanca. Y que después el dicho Guayna-
capa y Topa Ynga los alargaron como agora están,
y que los repararon en algunas partes que estauan
caydos y arruynados, y que tanto montaua como
si ellos los uvieran mandado hazer de nueuo. Lo
que es mas de marauillar destos dos tan soberuios
caminos es de vna sierra bien alta y grande que
la partieron por medio desde lo alto a lo baxo,
que no se que yndios bastaron a caualla y a parti-

(I) Tachado: en su.

54o

lia, o con que herramientas la cauaron, no tenien-
do ningunas de hierro, ni de azero, sino de cobre,
quebrando las duras peñas y diamantinas piedras
que tenia. Y que tantos años o tiempos estuuieron
en partir esta sierra tan alta, porque sin duda de-
uieron ser muchissimos millares de yndios los que
anduuieron trabaxando en esta obra tan soberuia,
porque [unos] cauauan la sierra y otros quitauan
las piedras y las lle[va]uan buen rato de alli, como
paresce el dia de oy. También es de notar y ver
aquella gran derecera que tenia, que no yua tor-
tuoso, ni rodeaua cuesta alguna, ni ciénega gran-
de o pequeña, porque si las auia mandanan ha-
zer en ellas vnas calcadas bien anchas y fuertes,
de argamasa o de piedra tosca y lodo, o de céspe-
des, por donde passauan todos, yentes y vinien-
tes, sin peligro alguno, como parescen en las la-
gunas hondas de Jaxaguana y de Omasuyo y de
otras partes. Tenian los Yngas en estos dos cami-
nos reales, desde la cibdad de Quito hasta el Cuz-
co, cabeca del Ymperio, puestas de trecho a tre-
cho muchas postas de yndios que llaman chas-
quis, para saber muy en breue las cosas que ha-
zian sus vasallos y gouernadores que tenian en
cada pueblo o prouincia. Desde Quito se sabia en
el Cuzco dentro de quatro o cinco dias, que ay
mas de quinientas leguas, y desde Lima se sabia
acá en el Cuzco en dia y medio, que ay ciento y
veinte leguas, y de Guamanga se sabia en veinte
y quatro horas, que ay sesenta leguas; de las
Charcas.en dia y medio, que ay otras ciento y
veinte leguas. De la gran prouincia del Chile
G. DR 8ANTA CLARA.—IV.—3.° 35

f>46

corrían las postas quatrocíentas o quinientas le-
guas dentro de quatro o cinco dias; de manera
que estos chasquis o postas corrían en quatro o
cinco días, que era cosa de notar. Quando salía
la posta del pueblo desde donde lo embiauan
con el mensaje, auia de yr a todo correr, sin
descansar, hasta la otra posta, el qual yua dan-
do bozes y diziendo: leuantate, leuantate, cálcate
tus cápalos y cíñete la manta, que vengo de prie-
sa con vn mandado que llenes adelante. Y en lle-
gando le dezia en breues palabras lo que le auian
dicho, y assi corría hasta la otra posta dando bozes,
y desta manera corrían las postas, que en cada le-
gua y media, que los yndios llaman topo, auia qua-
tro postas, y en cada posta auia quatro yndios. Assi
que estos yndios eran en todas sus cosas muy curio-
sos, porque sabían muy en breues dias lo que se ha-
zia en muchas y diuersas partes y lugares aunque
estuuieran muy mas lexos de la cibdad del Cuzco.
Assimismo tenían estos yndios y señores Yngas en
estos dos caminos vnos palacios o apossentos muy
grandes y bien hechos y labrados de cantería, y en
otras partes donde no auia piedras se hazian de
adobes o de tapias, que se llamauan los tales pala-
cios tambos, y en estos aposentos se aluergauan
los Yngas y toda su corte algunos tiempos del año.
Quando estos señores caminauan de vnas partes a
otras se apossentauan en estos tambos con todo su
exercito, y no en los pueblos, a causa que sus va-
sallos no recibiessen algunas molestias y pesadum-
bres con algunos daños que les pudieran dar sus
capitanes y soldados, aunque cierto estauan muy

disciplinados en esto, que no lo hizieran, como arri-
ba queda refferido. En estos tales tambos o apo-
ssentos estauan muchas cosas puestas en deposito,
como eran los bastimentos que se requerían tener
para el exercito quando tenian algunas guerras,
porque auiendo paz no tocauan en cosa alguna,
porque entonces no los auian menester. Assimis-
mo auia muchas mantas ricas y camisetas de lana
y algodón, calcado de cuero y de cnequen para los
soldados, que llaman los yndios, ojotas, y otras
muchas y diuersas cosas, que todo esto dauan de
tributo sus vasallos, que (1) muchos apossentos y
cámaras estauan llenas de todas estas cosas; las
armas con que peleauan estos yndios comunmente
eran hondas, como mallorquines; arcos y flechas,
como scitas; picas largas, como romanos, que eran
de palma; dardos, porras, hachetas, alabardas, y
en los cabos destas armas trayan por hierros oro,
o plata o cobre, según la calidad del yndio. Y las
celadas eran de media plata o cobre del todo, y los
jubones eran de mantas, estofados o embastados de
algodón, que ninguna flecha los passara, todas las
quales cosas, con otras muchas, estauan en estos
tambos o apossentos bien guardados. Otro si, te-
nian en estos depósitos, muchas papas, chuño, qui-
nuas, cocas, hondas, arcos, flechas, greuas y otras
diuersas armas, con otra ynfinidad de bastimen-
tos, especialmente el mahiz tremes, que les tu-
raua mas de ocho años por ser rezio y muy duro,
que no se les dañaua ni comia de gorgojo, poco ni

(i) Ms. que en.

548

mucho, que todo lo tenían desgranado. También
tenían gran cantidad de rebaños de carneros y oue-
jas de la misma tierra, y repartidos en diuersos
pueblos y lugares, los quales estauan dedicados al
culto del ydolo Sol, y estos se guardauan con gran
fidelidad como cosa sancta y sagrada. Ninguno se
atreuia a tomar algún camero ni oueja por gran
necessidad que tuuiesse, sino era el propio Ynga,
el qual los tomaua cada y quando que los auia me-
nester, principalmente quando andaua en las gue-
rras contra algunos rebeldes, o quando conquis-
taua de nueuo algunas tierras. Si por dicha algún
yndio de qualquier estado, calidad o condiscion
que fuesse, mataua algún carnero destos, o to-
maua otra qualquicra cosa que-estuuiesse dedica-
da al dios Sol, era tenido por maldito y descomul-
gado y le sacrificauan por ello, diziendo que sen-
tía mal de los dioses. Contauan en los números
vno hasta diez, y diez hasta ciento, y ciento hasta
mili, y diez cientos hasta diez mili, y diez mili has-
ta diez cientos mili, que por esta cuenta podían ha-
zer hasta quatro o cinco millones. Traen la cuenta
por piedras menudas y por ciertos ñudos que tie-
nen hechos en vnos hilos de lana y de algodón, que
son de muchas y diuersas colores, que ellos llaman
cuy pos, y por esta cuenta tienen en memoria lo que
se hizo en los tiempos passados, como si fueran li-
bros antíquissimos, y assi cuentan lo que passo de
quinientos años atrás, y aun de mas tiempo. Este
genero de cuypos son vnos ñudos hechos en vnos
cordones torcidos, y largos como de vna vara, y
por ellos contauan los dias, meses y años, y por

549

estos hazian vnidades, centenas, millares, dezenas
de millares, centenas de millares y cuentos. Assi-
mismo contauan por estos ñudos las sucessiones
de los tiempos antigos, y quantos reyes Yngas
uvo, y de sus nombres, y quanto reyno cada vno
y que hedad tenia quando murió, y si fue bueno o
malo y si fue valiente o couarde; finalmente, lo que
se podia sacar de nuestros libros se sacaua de los
ñudos destos cuypos. Ellos tenian grandes monto-
nes destas cuentas o ñudos, en vnos aposentos, a
manera de registros, como los tienen los escriua-
nos reales en sus archiuos, de manera que el que
queria saber algo no hazia mas de yrse a los que
tenian este officio y les preguntaua: ¿quanto tiempo
ha que aconteció esto?; y, ¿que es lo que passo en
los tiempos antigos entre los Yngas?; luego mos-
traua muchos cuypos o cordones, y sacaua dentre
ellos el que auia menester, por el qual y por los ñu-
dos daua cuenta y razón de todo lo que le pregun-
tauan; y assi auia escuelas de muchachos en donde
aprendían estas cosas y otras muchas. Los passa-
tiempos que tenian estos yndios para holgarse era
yr a caca de venados o de liebres, o jugar al belor-
to, o a la chueca, o a la pelota con las nalgas (1),
que se haze la pelota de ciertos neruios y de leche
de ciertos arboles, y es tan grande como una bola
con que juegan a los bolos. Y tienen estos yndios
vnas ílautillas con dos agujeros arriba y vno aba-
xo, que llaman pingollos, y con estas ílautillas
cantan sus romances, que se entiende claramente

(l) MS. utalgax.

5^0

lo que dizen. Y con ella*, llaman a las yndias y a
las mocas, de noche, las que están encerradas en
sus casas y en las de sus amos, y como entienden
quien tañe el pingullo se salen escondidamentJ y
se van con ellos. Jugauau con vn solo dado de hue
so, quadrado, que tenia vno, dos, tres, quatro, cin-
co puntos, y se ganauan todo lo que tenían, hasta
quedar en cueros. En el Collao, que es vna gran
prouincia, binen los yndios, por la mayor parte,
mas de cient años, y los sombreros que traen son
de paja, teñidos de negro, que parescen morteros
de palo, y traen los cabellos largos, hechos cris-
nejas, como sus mugeres, Solinn traer estos yn-
dios a fucrea de bracos vnas piedras muy gran-
des, tirándolas con muchas cuerdas largas de be-
xucos y de enequen, para edificar sus fortalezas, y
son tan grandes que quiftzé yuntas de hueves no
las traxeran. Y estas se parescen muy bien en las
paredes que están hechas en la fortaleza del Cuz-
co, y en vna piedra muy grande que esta junto a
ella, que los yndios llamaron jayco, que quiere de-
zir piedra cansada, la qual truxeron de mas de
quatro leguas de allí, que cierto no se sabe como
la truxeron. Los yndios que la truxeron, como no
la pudieron llegar a la pared de la fortaleza, por-
que no auia campo ni lugar para tirar del la, se
fueron a sus casas huyendo, que eran muchissi-
mos. El Ynga, como vido que los yndios del Collao
se auian huydo, fue tras ellos y les hizo mucha
guerra porque todos los yndios de la prouincia se
alearon contra el, y los venció en batalla y mato
a muchos dellos, y [a] los que quedaron biuos tes

f)-)l

mando tributar, y entre otras cosas que dau;m de
tributo fue dar muchos canutillos de piojos. Quan-
do estos yndios labrnuan algunos edifhcios sump
tuosos y soberuios, o alguna fortaleza, para pone r
vna piedra grande sobre otra labrauanla primero,
y antes de subir la piedra arriba ponían primero
mucha tierra al pie de la primera piedra asséula-
da, hasta que emparejaua con ella. Y luego po-
nian vnos morillos largos y gordos, de pino, sobre
la tierra pisada, y por alli subían la otra a tuerca
de bracos. Y desta manera, estando arriba, la en-
caxauan muy bien en la otra de abaxo. Y tanto
quanto crescia el ediíficio tanta tierra hechaiun ni
pie de las piedras assentadas, muy bien pisada ¡i
hollada, y ponían otras vigas mas largas y poi alli
subían las otras, que eran muy grandes en dema-
sía, y después de hecho esto quitauan las vigas y
toda la tierra y luego parescia hecha la pared sñi
tener mezcla alguna. El gran templo del Sol, L[u«
agora es monesterio del bienauenturado s >mi
de los antigos romanos quanto a ser morada de lo*
dioses, porque en ella pussieron los Yngas lo- di”-

(l) Mv todi.

CAPITULO LXIV

DE LA SOLENIDAD QUE LOS YNGAS HAZIAN QUANDO
Ai.U IÍCKAUAN LAS OREJAS A SUS VASALLOS, QUE ERA
COMO DALLES HORDEN DE CAUALLERIA, Y DE LAS CE-
RIMONIAS QUE TENÍAN QUANDO SALÍAN FUERA DE SUS
PALACIOS CON SU REAL CORTE

Parcsccmc agora que sera bien dezir de la ma-
nera y forma como estos señores Yngas agujera-
uan las orejas de sus vasallos, como atrás queda
apuntado, porque como Paulo Ynga, [que] después
de bautizado se llamo don Xpoual Ynga, contaua
muchas vezes, esta (1) manera de agujerarsse pro-
cedió desde Mango Ynga Capaila, primer rey que
uvo en la tierra, que las tenia agujeradas. Que
como fue hombre valiente y magnánimo y animo-
so en las guerras que hizo a las tierras que con-
quisto, a su ymitacion y por memoria suya los de-
mas Yngas que le sucedieron hizieron otro tanto,
y la solenidad y manera de las agujerar era en
esta forma. Los que se armauan y se hazian caua-
lleros eran hijos ligitimos de otros Yngas orejo-
nes y grandes curacas de diuersos pueblos, los

(l Ms. que rifa.

quales yuan adonde el gran señor Ynga estaua y
alli le pedían con gran humilldad que tuuiesse por
bien hazer caualleros a aquellos mancebos sus va-
sallos. Y el Ynga les dezia que si haria, mas que
primero hiziessen lo que eran obligados de hazer,
y con esta respuesta yuan todos muy contentos a
sus casas; las cerimonias que auian de hazer y
cumplir eran estas. Primeramente, los mancebos
que se auian de hoi denar en caualleros auian de
ayunar treynta dias, que era abstenerse de llegar
a sus concubinas y aun a sus mugeres ligitimas,
si alguno dellos era casado, y que no comiessen
ninguna sal ni axí, que de las otras cosas bien
podian comer en abundancia. En estos dias del
ayuno trayan todos los electos vestidas vnas ca-
misas largas y muy blancas, de algodón, y en
los pechos tenian vna manera de cruz í, y estas
no se las vestían en otro tiempo sino era en este,
y poníanse vn calcado de totora, que significaua
que auian de trabajar mucho en seruicio de sus
dioses y del gran señor Ynga. A los quinze dias
del ayuno se ajuntauan en la placa todos quantos
se auian de hazer Yngas, o caualleros, y de la pía
ca, si estauan en la cibdad del Cuzco, subían co-
rriendo por vn cerro, en donde en lo alto del es-
taua vna guaca que llamauan Guayna Cauri, que
quiere dezir proeua de mancebos, y los que mas
presto subían y abajauan eran tenidos en mucho.
Poníanse en medio de la placa desde el primer dia
que ayunauan hasta el postrero, y sentauanse de
cuclillas en el suelo, en horden, muy callados, y
luego venia alli la parentela de cada vno dellos

5rx>

y ponían a cada mancebo vna lan^a de palma en
las manos, que las tenían juntas y puestas como
quando están revalido. V luego les dezian los pa-
rientes: mirad, hijos, y tened atención en la bor-
den que agora aueis de recebir, que no es para ju-
gar, ni para dormir, sino para trabaxar y pelear
valientemente en las guerras en labor del gran
Señor, y no seréis malos, ni traydorcs, porque se-
reís semejantes a los demonios. Especialmente se-
réis muy obedientes a nuestros dioses y a vuestros
padres y a vuestros mayores, que son los sacerdo-
tes y viejos, y seréis muy diligentes en todas las
cosas que hizierdes, y correréis mucho contra los
enemigos y no huyreis deljos. Y quando el gran
Señor Ynga os embiare a llamar, luego verneis a
ver lo que os manda, porque a el solo aueis de obe-
decer en todas las cosas, porque os quiera mucho.
Y diziendolcs estas palabras y otras semejantes le
dauan quatro azotados con vnas varas de mim-
bres, en cada brac;o vno, que las camisas que tra-
yan no tenían mangas, que eran hechas a manera
de vn costal, y en cada pierna otro azotaco, y ellos
no auian de hazer ningún mouimiento, ni muestra
que les dolía, y si alguno dellos lo hazia le tenían
en poco. Llegado el postrer dia del ayuno, el Ynga
yua a la placa con gran magestad y muy acompa-
ñado de todos los principales yndios de su corte y
de sus capitanes y de los curacas, y llegado a ella
le hazian luego todos la mocha, que es la deuida
reuerencia que se suele hazer a los Yngas, y
luego se assentaua en medio de todos ellos en vn
assiento muv rico de oro. Y encontinente cerca-

557

uan toda la placa con vna cadena de oro fino que,
según las gentes dixeron, era muy larga y di
gordor de quatro dedos, que cercaua toda la placa,
y la ponían sobremuchoshorcones.de plata qn
serian de alto como de vn estado de hombre, l.i
qual cadena y horcones trayan muchissimos vn
dios de seruicio. El Ynga llamaua a los mancebo*
electos para hazer caualleros, a los quales baria
vna platica larga, amonestándoles a que fuessen
buenos y leales a sus dioses y a su patria, y lucu^
les preguntaua si le auian de seruir lealmento i n
las guerras y si querian ser Yngas; ellos resp
dian con humilldad que si. Yten mas, lespregm
taua si auian de ser grandes sufridores de los ti
baxos, y si auian de ser valientes hombres con
tra sus enemigos; ellos respondían a todas las co
sas, diziendo que si, y luego el Ynga les dcz i
pues yo lo quiero ver por experiencia en vosotr
Y assi luego mandaua a los maestros de las cet i
monias ya los officiales de agujerar las oreja-.
que hiziessen sus officios, los quales los hazi.in
vnos mejores que otros, con vnos poncones de
ardiendo como brassa, que los callentauan en vit ►
fuegos que tenian en vnos brassericos. Despue-
agujeradas las orejas, los maestros de las cerim
nias les ponían vnos carcillos de oro, o de plata,
si eran hijos de los grandes curacas o señores \’li-
gas, y a los demás les ponían los arillos de cobr- i
de oja de palma, no pendientes, sino dentro de ]■ ■
agujeros, y les dezian ciertas palabras como qu>
les hechauan algunas bendiciones. Estos arilms
que les ponían a los Yngas que eran mancebos

– i

quando se armauan caualleros, eran pequeños, y
como andando el tiempo que ellos crescian ma> en

hedad, assi yuan cresciendo y engrandesciendose
las puntas de* las orejas, mas y mas. y conforme
como crescian se ponían los arillos, que los yuan
engrandesciendo, y por esto tenían, como digo,
las puntas de las orejas, larcas. Acabada esta gran
solennidad, luego todas las parentelas de los se-
ñalados en Yngas, que eran muy muchos, offres*
cían ciertos carneros y ouejis muy grandes y gor-
das, y alli los matauan y sjerifticauan al dios Sol,
y los agoreros y hechizeros que alli estauan pre-
sentes para este effecto les caiauan . 1) v mirauan
los corazones, y si estauan tiessos y rezios dezian
que auian de ser valientes hombres y para mu-
cho cuyos eran aquellos carneros. Y si no salia
tiesso el coracon de cuyo era el carnero, dezian
que auia de ser para poco, porque auia de dar en
flaco y couarde y de poco animo; mas no por esso
lo despedían, antes lo dexauan hasta ver en el co-
mo aprobaua después en esfuerzo y valentía. Des-
pués tomauan todos los carneros sacrifftcados y
los hazian pedacos, y luego los cozian en grandes
ollas, alia en las casas cercanas de la pía va, y tray*
dos en diuersas vasijas se repartía entre todos los
que presentes se hallauan. Hecho esto, luego co-
mían y beuian de la chicha o azua, y hazian gran-
des borracheras, baylauan y cantauan muchas
canciones en alabanca de sus falsos dioses y de
los Y iigas passados, y los hechos buenos que auia

(i) Ms. cantauan.

559

hecho el Ynga que estaua presente, en las tierras
que auia conquistado. Acabadas estas solennes
tiestas, los que se auian hordenado en caualleros
Yngas se yuan a sus casas, cada vno con su paren-
tela, y quedauase el Ynga en vna tienda muy rica
que se ponia en medio de la plaga, acompañándole
las quatro parcialidades que auia en la cibdad, que
eran Anan Cuzco, Hurin Cuzco, Tambo Appo y
Masca Payta, que eran todos caualleros de su lina-
ge. El Ynga y todos los otros Yngas y curacas y
señores que se quedauan con el en la placa torna-
uan de nueuo a emborracharsse quatro dias ente-
ros con sus noches, y después se hazian alli otras
muchas fiestas y passatiempos de gran regocijo
por otros quatro dias, de manera que eran ocho
dias enteros. Passados estos dias déla borrachera
se yua el Ynga a sus palacios con gran magestad,
assentado en vna littera muy rica, de la manera
que auia entrado en la placa, y luego los yndips
de seruicio, que eran muchissimos, que no eran
Yngas, tomauan la cadena de oro y los horcones
de plata y la lleuauan [con] todo al templo del dios
Sol para ponella en recaudo en la casa del thesoro.
Desta cadena de oro dizen algunos que dieron no-
ticia della a la Magestad del rey Don Carlos quin-
to máximo deste nombre, para que hiziesse con-
traminar el monesterio del señor Sancto Domin-
go, donde dizen que estaua guardada la dicha ca-
dena, porque los quatro exploradores españoles
que entraron primero en el Cuzco la vieron, y que
después los yndios la escondieron, porque no pa-
rescio mas. Su Magestad, como bueno y catholico

560

xpiano y zelocissimo del seruicio de Dios, no lo
quiso hazer, antes dixo que el no auia nascido para
derribar los templos dedicados a Dios, por cubdi-
cia de vn poco de oro, sino para edificar y leuantar
otros de nueuo en donde se alabasse y glorifficasse
su sanctissimo nombre; palabras fueron estas di-
chas [dignas; de tal varón y de animo xpianissimo.
Todas las vezes que los Yngas salían de la cibdad
o do sus casas para yr a los templos para hazer sus
sacrifíicios, lleuauan delante de si vn guión puesto
en vna vara alta, hecho a manera de mitra grande
y redonda, que tenia muchas plumas de diuersas
colores, y con mucho oro fino y esmeraldas que
relumbrauan mucho. Y la littera en que yua era
chapada de oro y esmeraldas y plumajería muy
buena de diuersas colores, y lo lleuauan los mas
principales yndios que auia en toda su corte, en
los hombros, y se tenian por dichosos en lleualle,
y por gran señor que fuesse en su corte no podia
andar en littera sino era con su licencia.

CAPITULO LXV

EN DONDE SE CUENTA BREUEMENTE EL NUMERO DE LOS
MESES QUE TENÍAN LOS YNDIOS DEL PERÚ EN CADA VN
ANO, Y DE LAS COSAS QUE HAZIAN EN ELLOS PARA EL
BIEN Y PROUECHO DE SUS REPÚBLICAS, Y DE OTRAS
COSAS QUE AY MUY CURIOSAS DE SABER

Acerca de lo que toca a los meses que estos yn-
dios del Perú tenían, digo que eran doze, como nos
otros los tenemos; empero no tenian tantos dias
como los nuestros, y assi tenian treynta dias y no
mas, y comencaua el año dellos desde primero dia
de Junio, que ellos llamauan Auca Ycuxqui Yquiz,
que quiere dezir mes de las holganzas, y assi no
trabaxauan estos dias a causa que el otro mes ve-
nidero auian de trabaxar mucho.
El segundo mes se dezia Chauaxua Yquiz, que
quiere dezir mes de trabaxos, que es el mes de Ju-
llio; en estos dias labrauan y barbechauan las tie-
rras todos quantos yndios, yndias y muchachos
auia, que auian de sembrar sus mahizales y otras
legumbres. Y en estos dias hazian todos ciertas ce-
rimonias a sus falsos dioses, los quales derrama-
uan en los rios y acequias todos los breuajes y chi-
cha del vino que tenian, para que sus falsos dioses
G. DE SANTA CLA«A.-1V.—3.O 36

562

3
Agosto.

les diessen muchas aguas y pluuias, con muchos
fructos y mantenimientos de las cosas que auian
de sembrar, y el yndio que mas derramaua era te-
nido en mucho.
El tercero mes se dezia Cituya Yquiz, que es el
mes de agosto, que quiere dezir mes de las sem-
braduras, y en este tiempo sembrauan su mahiz y
las semillas y legumbres que tenian, y venida la
tarde dexauan temprano de trabaxar y se holga-
nan mucho los vnos y los otros y jugauan sus jue-
gos que tenian, y con aquello descansauan.
El quarto se dezia Puzqua Yquiz, que quiere de-
zir el mes de las texidumbres, que es el de Setiem-
bre; en este mes texian,todas quantas mugeres auia
de hedad, las mantas y camisetas que podian labrar
y hazer, de lana y algodón, que a la vista de todos
parescian muy galanas y bien polidas, para que se
vestiessen sus maridos y ellas en los dias de sus
fiestas.
El quinto mes, de Otubre, llamauan ellos Canta-
ra Yquiz, que quiere dezir mes de los vinos, por-
que en este mes se ocupauan todas las yndias chi-
cas y grandes en hazer mucha cantidad de chicha
ó azua, de mahiz y de quinua y de la fruta de vn
árbol llamado molli, que es muy preciado entre
ellos, para el mes venidero.
El sexto mes, que es el de nouiembre, llamauan
los yndios Layme Yquiz, que quiere dezir mes de
los regocijos y de grandes fiestas, porque en este
mes se ocupauan los Yngas en hazer las cerimonias
arriba contenidas. Porque en este mes los Yngas
armauan caualleros a los dichos mancebos, en ha-

4
Setiembre.

5
Ülubre.

6
Nouiembre.

563

zellos Yngas, en donde se gastauan los vinos de la
chicha que los dias atrás se auian hecho, porque
estos dias eran de grande plazer y alegria y de
grande festiuidad, que todos los guardauan como
fiestas de gran solennidad, que ninguno yua al
campo a trabajar, ni a otra parle alguna; sola-
mente fa] ver estas fiestas y grandes cerimonias.
El séptimo mes, que es de deziembre, se llama-
ua Cama Yquiz, que quiere dezir el mes de lo^ en- D«i™i>™*
sayamientos y representaciones de batallas en la
tierra, y en este mes mandauan los señores Yugas
a todos sus capitanes y soldados que se ens;iya
ssen vnos con otros a manera de batalla, y el se
ponia en vn alto con toda su corte para vellos muy
bien. Poníanse, pues, los vnos a vna parte, y lu^
otros a la otra, tantos a tantos, en sus esqiudro
nes, y luego comencauan a tirar con las hondas
vnas ciertas fructas que eran duras, y con estas
peleauan muy gentilmente, que salían muchos, yn
dios bien descalabrados, y algunos morían de las
heridas que les dauan; en fin, que para burlas era
peligrosa, y para veras era cosa muy liuiana, aun-
que pessada.
El octauo mes, que es el de enero, llamauan
Pura Opia Yquiz, que quiere dezir el mes de las
venidas y de las correrías, porque en este mes se
emborrachauan señores y vasallos, chicos y gtñn*
des, que era gran lastima de ver quales andauan,
Y después de auer beuido mucho salian los hom-
bres a vn campo llano con vnos tizones grandes
ardiendo en las manos, y luego corrían vnos por
la vna parte, y los otros por la otra, y el que mas

564

corría y el que mas prueuas hazia le tenían en
mucho.
9 El noueno mes, que es hebrero, llamauan los
brero’ yndios Cacma Yquiz, que quiere dezir el mes de las
labrancas; en estos dias limpiauan las tierras para
sembrar adelante el mahiz tremes, y dezian que lo
hazian por no estar occiosos y por no trabajar los
dias que venían, y para esto les ayudauan sus pro-
pias mugeres y los hijos.
10 El dezimo mes, que es el de margo, se dezia Ru-
arí° ra Pauca Yquiz, que quiere dezir el mes de la es-
peranza; en este mes yuan todos a los templos de
sus falsos dioses para hazer ciertas cerimonias
diabólicas y pessimas, y después desto no hazian
cosa alguna, antes andauan hechos vagamundos,
passeandosc por la cibdad y por el campo. Y con
esto tenian gran esperanca de coger gran abun-
dancia de las sementeras y legumbres y de las
otras cosas que auian sembrado, porque ya en este
tiempo se van secando todas ellas, y las fmetas,
flores y las yeruas del campo se van marchitando.
Esto se entiende en las tierras de la serranía, por-
que en la costa y llanos de la marina son otros los
temporales que corren por acá, porque nunca llue-
ue, como atrás queda dicho, de manera que quan-
do en la sierra es ynuierno, en los llanos de la cos-
ta es verano.
” El onzeno mes, fquej es el de abril, se llamaua
bríl- Arigua Yquiz, que quiere dezir mes de las cose-
chas, porque en este mes se cogian todos los nuv-
hizales, frisóles, coca y calabacas, con las demás
legumbres que auia, y los fructos que producían

565

de los chicos y grandes, de que holgauan mucho y
andauan contentos y plazenteros.
El dozeno mes, que es el mes de mayo, llama-
uan Anday Mura Yquiz, que quiere dezir el mes
de los plazeres, y era después que auian cogido
todos los fructos y los mahizales que auia; se po-
nían todos ellos y ellas los mejores vestidos que
tenian en sus casas, engalanándose mucho, y assi
se holgauan, baylauan y cantauan ciertas cancio-
nes de gran plazer y regocijo.
Aqui damos fin y remate y hazemos parada en
contar mas de la descendencia y linaje de los Vn
gas y reyes de la cibdad del Cuzco, y de la calida J
y temple de todas estas prouincias y regiones tan
grandiosas y riquíssimas y abundantíssimas de
muchas y diuersas cosas. Por lo consiguiente, de-
xaremos de contar también de los caminos tan so
beruios que auia en estas partes, y de los dozeim-
ses que tenian en el año estos yndios, porque si de
todas las cosas que ay en ellas uvieramos de con
tar muy en particular, nunca acabáramos, y assi
nuestra obra no fuera de las guerras mas que ci-
uilcs que uvo en el Perú, sino de las calidades y
temple de la tierra. Mas, en fin, por dar remate y
conclussion a estos cuentos, que con ellos auré
dado harto fastidio al piadoso lector, diré en vn
solo capitulo de ciertos gigantes brauos que a por
taron a estas prouincias, los quales vinieron de
ciertas yslas de la mar del Sur, y con ellos dare-
mos fin a la obra y tercero libro.

CAPITULO LXVI

DE COMO CIERTOS GIGANTES APORTARON A LA PRO-
UINCIA DE MANTA, LOS QUALES SALIERON DE VNAS
VSLAS DE LA MAR DEL SUR, Y DESPUÉS FUERON
QUEMADOS CON FUEGO CELESTIAL, Y CUENTA DE
OTRAS COSAS QUE AY EN LA TIERRA

Dezian los yndios muy antigos y viejos que ha-
bitauan en Puerto Viejo, que son los de la prouin-
cia de Manta, de como en el tiempo antigo y pa-
ssado, quando reinaua Topa Ynga Yupangue, que
estando aquella tierra de paz se alboroto toda ella
con la llegada que hizieron mucha cantidad de yn-
dios gigantes, que eran de disforme altura y gran-
deza. Y que estos tales vinieron en vnas barcas ó
balsas muy grandes, hechas de cañas y madera
seca, los quales trayan unas velas latinas triangu-
ladas, de hazia la parte donde se pone el sol y de
hacia las yslas Malucas, o del estrecho de Maga-
llanes, y que entrando estos por la tierra la comen-
Carón a tiranizar ganando por alli algunas tierras
y matando muchos yndios, y a otros hechandolos
fuera de sus pueblos. Los naturales de Puerto

567

Viejo, quando vieron llegar a estos vestiglos con
tan grande furia y soberuia, y de como les hazian
tan mala vezindad, y de como no se podian defTen
der dellos, temieron con gran temor, por lo qual
luego a la hora auissaron dello por la posta a Topa
Ynga Yupangue, que a la sazón estaua en la cib-
dad del Cuzco. Embiaronle a dezir en su embajada,
como a gran señor y rey poderoso que era de to-
das aquellas prouincias, los remediasse de la en-
diablada furia y crueldad de aquellos luziferinos
monstruos que auian aportado a su tierra, que el
capitán y gouernador Ynga que alli estaua en
guarnición no los auia podido ni era bastante a
hechallos fuera della. El Topa Ynga Yupangue,
por sustentar su reputación y conservar en paz a
sus vasallos embio al curaca del valle de Chimo
y al Gouernador Ynga (1) que tenia en el pueblo de
Piura, que eran grandes señores, con otros mu-
chos yndios principales, por embajadores, para
que considerando que gentes eran hablassen con
ellos y tratassen de paz si la querían tener con el,
y si no que el les dada tanta guerra quanta ellos
verían, de que les pesasse. Embiados estos mensa-
jeros embio luego a llamar a sus capitanes y sol
dados que estauan en diuersos pueblos en guarni-
ción, para que si los gigantes no estuuiessen en
proposito de darse de paz, yr contra ellos y hecha-
llos fuera de toda la tierra, ó matallos a todos,
pues eran tan pocos en número, aunque muchos en
ferozidad y braueza. Los embajadores fueron y
(i) Tachado: que eran.

570

ssen de sed, o que se fuessen a biuir a otras partes
mas lexos, porque eran vezinos muy peligrosos,
por no quebrar con ellos; que viniessen después a
matarsse los vnos y los otros. Viendo ellos que el
señor curaca de Chimo y ios demás embajadores,
como les auian señalado aquella tierra tan estéril
y mala, entendieron bien por que lo auian hecho,
mas ellos lo dissimularon lo mejor que pudieron
por no tener trauacuenta con los naturales y con el
gran señor Ynga, que ya sabian de su gran poder,
y assi assentaron en la tierra hasta en tanto que el
tiempo les dixesse lo que auian de hazer. Lo pri-
mero que estos hizieron fue cauar en vnas peñas
biuas que alli están, en donde hizieron vnos pocos
de grande hondura, de donde sacaron agua muy
buena y bien fria, como el dia de oy se paresce. Y
en el entretanto que sacauan el agua y se hazian
los pocos se proueyeron de agua y leña de otra
parte, trayendola toda con sus balsas y vasijas que
truxeron de sus tierras, muy grandes, y ediffica-
ron sus casas de paja para su biuienda, y assi hi-
zieron otras cosas para en pro y vtilidad dellos.
Ciertamente yo no se, ni se puede aueriguar, con
que herramientas pudieron quebrar las peñas tan
rezias y biuas de aquel poco, y con que cavaron
esta profundidad que hizieron, que es yncreible
cosa ver la hondura que tiene, y los nauegantes
que agora passan por aqui se proueen destos po-
cos de agua, que aqui ay vn puerto muy bueno y
limpio. Andando mas el tiempo, ya que tenian se-
menteras y agua y leña, la qual trayan de muy le-
xos, y como ya naturales de la tierra, eomencaron

571

de reboluersse con las yndias de alli y de las co-
marcanas, porque ellos no truxeron mugeres con-
sigo, y como tuuiessen por fuerca con ellas mala
conuersacion, dizen que las matauan rompiendo-
las. Agramados los naturales desta gran maldad,
tornaron de nueuo a los amenazar con el gran se-
ñor Ynga y con sus capitanes y soldados, y ellos
por biuir en paz prometieron que de ay adelante
no les harían ya ningún mal ni daño, ni les toma-
rían las mugeres, ni lo que tenian, y que les serian
muy buenos y verdaderos amigos. Passadas estas
cosas con otras muchas particularidades que dexo
de contar, se dieron a la pesca, como los naturales
lo hazian, y a caca de venados y liebres y de aues
campestres y siluestres, de que se mantenian, de
manera que no les faltanan ya carnes, ni pescado,
que tomauan y pescauan con redes y fisgas. Vién-
dose estos endemoniados tanto tiempo sin muge-
res, y el demonio que los traya engañados y cie-
gos y distraydos de la razón natural, hizieron vna
gran borrachera, en donde comentaron a vssar el
peccado nephando, y assi estuuieron en este dia-
bólico vicio muchos años, que ya no tenian ver-
güenza ni se les daua nada vssallo publicamente.
Los naturales, quando supieron que estos yndios
luziferinos vssauan este tan maldito peccado, de-
zian que aquellos eran perros y brutos animales, o
que eran demonios que auian salido del ynfierno a
este mundo en figura de hombres para obstenta-
cion del mundo. Para mi tengo creydo que los yn-
dios de Manta que vimos en nuestros días, depren-
dieron de sus antepassados y de los mayores des-

580

Páginas.

dixo a sus capitanes y soldados porque se
querían yr, diziendole todos que la guerra era
ya acabada………………………….. 131
Cap. XVII.—De como el Maestro de campo Dio-
nisio de Bobadilla respondió a Francisco de
Carauajal en nombre de aquellos soldados
que se querían yr y ausentarse para sus ca-
sas, y de lo que luego mando proueer a los
suyos………………………………. 139
Cap. XVIII.—De como Francisco de Carauajal
se partió del pueblo de Chocuyto para las
. Charcas y en el camino supo de la salida de
– los soldados Je la entrada de Diego de Rojas,
del Rio de la Plata, y cuenta quien fue el que
lo descubrió al principio………………. 145
Cap. XIX.—De como Philippe Gutiérrez llego al
exercito de Diego de Rojas y pelearon con
los yndios ferozes, y de la muerte del Gouer-
nador y alca miento de Francisco de Mendoza,
y de las cosas que hizo en el exercito con sus
soldados……………………………. 154
Cap. XX.—De como el Maestro de campo Nico-
lás de Heredia entro con su- gente por la tie-
rra adelante, y de los trabaxos que paso, y de
como Juan Garcia de Almadén lo prendió y
lo lleuo ante Francisco de Mendoca, el qual
le quito el cargo que tenia…………….. 165
Cap. XXI. —De otras muchas peleas que los espa- *
ñoles tuuieron con los yndios, y de como Die-
go Aluarez del Almendral y.otros mataron a
Francisco de Mendoca y.dieron la gouerna-
cion a Nicolás de Heredia, que de derecho
era suya……………………………. 176
Cap. XXII.—De las rebueltas que uvo en el cam-.

581

po de Nicolás de Heredia sobre que Pedro
López de Ayala y otros se vinieron la buelta
de los reynos del Perú, y de como entraron-
con Lope de Mendoza y los suyos, a los qua-
les hizo luego amigos………………
Cap. XXIII.—De como Lope de Mendoza contó
a Nicolás de Heredia y a los que salieron de
la entrada todo lo que auia suscedido en la
tierra, y con buenas palabras y dulces razones
los atraxo a si y se nombro por general de Su
Magestad……………………………
Cap. XXIV.—De como Francisco de Carjuajal,
continuando su camino, llego al pueblo de
Cotabamba, desde donde embio al padre Már-
quez, su capellán, con cartas al capitán Lope
de Mendoca y a los suyos para que se diessen
al seruicio de Goncalo Picarro…………..
Cap. XXV.—De como el padre Diego Márquez
fue al pueblo de Pocona y dio las cartas a
Lope de Mendoza, por lo qual se enojo muy
terriblemente con el hasta que se aplaco vn
poco, y de otras muchas cosas que passaron
en su exercito………………………..
Cap. XXVI.—De como Francisco de Curauajal
se pusso en camino con muy gentil hordenanca
para el pueblo de Pocona, y en el camino lo
qujsso matar vn mestizo Hechero de Lope de
Mendoza, y lo que passo con los corredores.
Cap. XXVII.—De como Francisco de Carauajat
se metió en la casa fuerte, y de la muy hraua
arma que se dio entre sus soldados, y de como
los corredores del capitán Lope de Mendoza
prendieron vna de las cintinelas quo tenía
puestas errel campo…………………..

582

Páginas.

Cap. XXVIII.—üc como Lope de Mendoza ha-
blo a sus soldados y de la platica que les hizo
para dar batalla aquella noche a Francisco
de Carauajal, y de la horden que les dio para
combatir la casa fuerte que los enemigos te-
nian tomada………………………… 242
Cap. XXIX.—De la batalla nocturna que se dio
en el pueblo de Pocona entre los dos capita-
nes Lope de Mendoza y Francisco de Cara-
uajal, y del arcabuzaco que le dieron los su-
yos en la nalgas mientras turaua la porfñada
batalla……………………………… 249
Cap. XXX.—De como Lope de Mendoza dexo
de pelear y se fue con los suyos al fardaje y
riqueza de Francisco de Carauajal y la de sus
soldados, en la qual dieron vn grandissimo y
califficado saco en el oro y en la plata que
auia……………………………….. 260
Cap. XXXI.—De como Francisco de Carauajal,
siguiendo su camino adelante, alcanco vna
noche a Lope de Mendoza y a Nicolás de He-
redia con los suyos, que estauan descansando
en par de vn arroyo grande, en donde les cor-
to las cabecas y dio garrote a otros……… 270
CAP. XXXII.—De como el Maestro de campo
Luys Perdomo y el alférez mayor Alonso Ca-
margo se fueron a poner debaxo de la vande-
ra y clemencia de Francisco de Carauajal,
para que los perdonasse, y de la platica que
le hizieron y lo que mando hazer……….. 280
CAP. XXXIII.—De como los soldados que qui-
ssieron matar a Francisco de Carauajal se re-
belaron contra el en el pueblo de Pocona, y
de como quitaron mañosamente los arcabu-

583

Página**

zes a sus compañeros que allí quedaron can*
sados……………………………… 287
Cap. XXXIV.—De como Francisco de Caraua-
¡al se partió de Pocona con sus soldados y se
fue al pueblo de Cotabamba, y de las cosas
que hizo en el, y de como escriuio a Gonzalo
Pivarro todo lo que le auia suscedido con los
mendocinos y heredianosde la entrada…… 207
Cap. XXXV.—De como Morales de Amburt ó
del Abad se vino a presentar ante Francisco
de Carauajal, y de como sus capitanes y sol-
dados se marauillaron en gran manera de le
ver viuo y sano y sin herida ni lision alguna. 308
Cap. XXXVI.—De como Francisco de Carauajal
se fue a la villa de la Plata y entro en ella
con muy buena hordenanca,lleuando sus van-
deras tendidas como triunphador y vencedor
de sus enemigos, y de muchas cosas que hizo
en aquel districto……………………. 315
Cap. XXXVII.—De como Alonso de Toro, the-
niente de la cibdad del Cuzco por Gonzalo
Pivarro, fue muerto a puñaladas por su sue-
gro, y por que causa lo mato, y de cierto mo-
tín que se hazia en ella, el qual apacigo el
capitán Alonso Aluarez de Hinojosa…….. 324
Cap. XXXVIII.—De como Diego de Balmaseda
dio horden y manera de matar a Francisco de
Carauajal haziendo creer a muchos soldados
que Gonzalo Picarro era muerto, por vna
carta missiua que vieron firmada con dos bo-
rrones…………………………….. 332
Cap. XXXIX.—De como Francisco de Caraua-
jal supo de la conjuración que contra el se
hazia, que se lo dixo el capitán Pedro de Cas-

:>84
Páginas.

urieda como se lo contó Juan Ramón, su
árnica, que era vno de los conjurados que
auia de ser…………………………. 342
CAK De como Diego Balmaseda, ynuentor
JL J I conjuración, viendo que era sentido y que
no ¡vjjia hazer ningún effecto se quiso huyr,
no hallando cauallo en que yrse determino
el * !o de matar a Francisco de Carauajal… 349
uerte del capitán Pedro de Castañeda… 374
11.\ P, \ LI V.—De como quisieron matar en Quito
il ci ;itan Pedro de Puelles, y no uvo effecto,
his muchas y grandes crueldades que
t>ííii en les leales seruidores de Su Magestad
: ioles las vidas, mas no las honrras y
Irttiua……………………………… 379
CÁV. M.V.—De como Francisco de Carauajal y
Pedro de Puelles cscriuieron muchas cartas
. 1 « J- nícalo Picarro yncitandole y prouocando-

5a-)
Página:».

le a que se llamasse y nombrasse por rey de
todas las prouincias y reynos del Perú…… 385
CAP. XLVI.—De como ciertos religiosos y caua-
lleros, grandes seruidores de Su Magestad,
affearon malamente a Gonzalo Picarro por-
que se queria nombrar por rey de las pro-
uincias y reynos del Perú, y de otras muchas
cosas que passaron entre ellos………….. 393
CAP. XLVII.—En donde se contiene el traslado
y copia de la bulla y concession que dio el
Papa Alexandro Sexto a los muy catholicos y
xpianissimos reyes de Castilla, de León, de
Aragón, sobre la posession de las yslas y tie-
rras firmes del mar Occeano…………. 401
CAP. XLVIII.–En donde se cuentan y relatan
otras muchas y diuersas cosas que Goncalo
Picarro hizo en la tierra, con ciertas epilo-
gaciones de lo que se hizo y se trato en otras
partes por los sequaces y afficionados de los
tiranos…………………………….. 409
CAP. XLIX.—En donde se cuenta del linaje de
los Yngas y de donde salieron, quando con-
quistaron las prouincias del Perú, y que quie-
re dezir Ynga en la lengua propia del Cuzco,
que es la que se vssa y se habla en estas partes
tan remotas…………………………. 41S
CAP. L.—En donde se prosigue y cuenta del li-
naje y prosapia de los Yngas, reyes y señores
que fueron dcstas amplissimas y riquissimas
prouincias del Perú, y se relatan las cosas
que mandaron hazer en todas estas tierras… 432
CAP. LL—En donde se cuentan y relatan las
differencias y debates que los hermanos Yn-
gas Guascar y Atagualpa tuuieron sobre la

586

Páginas.

iccssion y herencia del reyno de Quito, has-
ti que llego el Marques Don Francisco Pica-
rro con los suyos a estas prouincias……… 444
1 M tjl.—De como Francisco Picarro y Diego
Je Almagro y Hernando Luque, clérigo, hi-
ñeron compañia para descubrir las amplissi-
m.is y riquissimas prouincias y tierras de los
reynos del Perú, con licencia y facultad que
les dio Su Magestad………………….. 451
*.\r Lili.—De como el Marques Don Francisco
Picarro se embarco en Panamá y se fue a las
prouincias del Perú y dio principio a su con-
mista, y de como llego a Caxamalca y dio
i Mialla al Ynga y lo prendió, y de otras mu-
ís cosas que passaron……………….. 459
1 m LIV.—Del gran thesoro que se hallo en los
1 años de Atagualipa, y de lo que mando ajun-
I 1 r para dar al Marques, del rescate de su
persona, y de la muerte de Guascar, y de lo
que passo con vn yndio sacerdote y la res-
puesta que dio al Atagualipa…………… 471
i-m LV.—De como tardandose de ajuntar el
t I 3ro que el Ynga auia de dar a los españo-
les, tuuieron nueua que se queria alear contra
tilos y matallos a todos, por lo qual hizieron
justicia del y se repartió entre todos la rique-
que auia junta…………………….. 478
r\p. LVI.—De como estos yndios del Perú tu-
_ron dos dioses muy nombrados, y de las
grandes supersticiones que los Yngas tenian
Nublando con el demonio, y de los templos
que auia en estas prouincias, y de los ritos
acrimonias que ussauan en sus sacrifficios. 486
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