Сборник документов по истории Мексики. Том первый. Часть вторая
Colección de documentos para la historia de México.Tomo Primero – parte II
publicada por Joaquín García Icazbalceta
Tratado tercero
Capítulo I
De cómo los Indios notaron el año que vinieron los Españoles, y también notaron el año que vinieron los frailes. Cuenta algunas maravillas que en la tierra acontecieron.
Mucho notaron estos naturales Indios, entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los Españoles, como cosa muy notable y que al principio les puso muy grande espanto y admiración, ver una gente venida por el agua (lo que ellos nunca habían visto ni oído que se pudiese hacer), de traje tan extraño del suyo, tan denodados y animosos, tan pocos entrar por todas las provincias de esta tierra con tanta autoridad y osadía, como si todos los naturales fueran sus vasallos: asimismo se admiraban y espantaban de ver los caballos, y lo que hacían los Españoles encima de ellos, y algunos pensaron que el hombre y el caballo fuese todo una persona, aunque esto fue al principio en los primeros pueblos; porque después todos conocieron ser el hombre por sí y el caballo ser bestia, que esta gente mira y nota las cosas, y en viéndolos apear, llamaron a los caballos castillan mazatl, que quiere decir ciervo de Castilla; porque acá no había otro animal a quien mejor los comparar. A los Españoles llamaron teteuh, que quiere decir dioses, y los [143] Españoles corrompiendo el vocablo decían teules, el cual nombre les duró más de tres años, hasta que dimos a entender a los Indios que no había más de un solo Dios, y que a los Españoles, que los llamasen cristianos, de lo cual algunos Españoles necios se agraviaron y quejaron, e indignados contra nosotros decían que les quitábamos su nombre, y esto muy en forma, y no miraban los pobres de entendimiento que ellos usurpaban el nombre que a sólo Dios pertenece: después que fueron muchos los Indios bautizados, llamáronlos Españoles.
Asimismo los Indios notaron y señalaron para tener cuenta con el año que vinieron los doce frailes juntos. Y aunque en el principio entre los Españoles vinieron frailes de San Francisco, o por venir de dos en dos, o por el embarazo que con las guerras tenían, no hicieron caso de ellos; y este año digo, que le notaron y tienen por más principal que otro, porque desde allí comienzan a contar, como año de la venida o advenimiento de Dios, y así comúnmente dicen: «el año que vino nuestro Señor; el año que vino la fe»; porque luego que los frailes llegaron a México dende en quince días, tuvieron capítulo y se repartieron los doce frailes y otros cinco que estaban en México. Todos estos diez y siete fueron repartidos por las principales provincias de esta tierra, y luego comenzamos a deprender la lengua y a predicar con intérprete. Había asimismo en México otros dos o tres clérigos, y no muchos Españoles, porque en obra de un año salieron con Pedro de Alvarado para Cuauhtemallán un buen escuadrón de gente de a pie y razonable de caballos. Fue luego a las Higueras otro con Cristóbal de Olid, y fue luego sobre él con otro Francisco de las Casas, y no pasaron muchos días cuando el marqués Hernando Cortés se partió con toda la más lucida gente y la mayor parte de los caballeros que había, que me parece que podrían quedar en México hasta cincuenta caballos y doscientos Españoles infantes, poco más o menos. Y a esta sazón estaban todos los señores naturales de la tierra hechos a una y concertados para se levantar y matar a todos los cristianos, y entonces aún vivían muchos de los señores viejos, porque cuando los Españoles vinieron estaban todos los señores y todas las provincias muy diferentes y andaban todos embarazados en guerras que tenían los unos con los otros; y a este tiempo que digo que esta gente salió de México, yo los vi a todos tan unidos y ligados unos [144] con otros, y tan apercibidos de guerra, que tenían por muy cierto salir con la victoria, comenzando la cosa; y así fuera de hecho, sino que Dios maravillosamente los cegó y embarazó, y también fue mucha parte lo que los frailes hicieron, así por la oración y predicación, como por el trabajo que pusieron en pacificar las disensiones y bandos de los Españoles, que en esta sazón estaban muy encendidos, y tan trabados que vinieron a las armas sin haber quien los pusiese en paz, ni se metiese entre las espadas y lanzas sino los frailes, y a éstos dio Dios gracia para ponerlos en paz. Estaban las pasiones tan trabadas como ahora dicen que están los Españoles del Perú. (Dios les envíe quien los ponga en paz, aunque dicen que ni quieren paz ni frailes). Bien pudiera alargarme en esto de los bandos de México, porque me hallé presente a todo cuanto pasé; mas paréceme que sería meterme en escribir historia de hombres.
En este mismo tiempo se descubrieron unas muy ricas minas de plata, en las cuales se iban muchos de los Españoles, y donde había pocos en México quedaban pocos (419): y los que querían ir iban en mayor peligro de las vidas, pues ciegos con su codicia no lo entendían (420), y por las reprensiones y predicaciones y consejos de los frailes, así en general como en particular, pusieron guardas y velaron la ciudad, y pusieron silencio a las minas, y mandaron recoger a los que estaban por las estancias; y desde a pocos días lo remedió Dios cerrando aquellas minas con una gran montaña que les echó encima, de manera que nunca jamás parecieron. Por otra parte con los Indios, que ya conocían a los frailes y daban crédito a sus consejos, los detuvieron por muchas vías y maneras que serían largas de contar. El galardón que de esto recibieron fue decir: «Estos frailes nos destruyen, y quitan que no estemos ricos, y nos quitan que se hagan los Indios esclavos; éstos hacen abajar los tributos, y defienden a los Indios y los favorecen contra nosotros; son unos tales y unos cuales»: y no miran los Españoles que si por los frailes no fuera ya no tuvieran de quien se servir, ni en casa ni en las estancias, que todos los hubieran ya acabado, como parece por experiencia en Santo Domingo y en las otras islas, adonde acabaron los Indios.
Cuanto a lo demás, esta gente de Indios naturales son tan encogidos [145] y callados, que por esta causa no se saben los muchos y grandes milagros que Dios entre ellos hace, mas de que yo veo venir a doquiera que hay casa de nuestro padre San Francisco muchos enfermos de todos géneros de enfermedades, y muchos muy peligrosos, y verlos convalecidos y sanos volverse con grande alegría a sus casas y tierras, y sé que particularmente tienen gran devoción con el hábito y cordón de San Francisco, con el cual cordón se han librado muchas mujeres preñadas de partos muy peligrosos, y esto ha sido en muchos pueblos y muchas veces; y aquí en Tlaxcallán es muy común, y no ha muchos días que se ha bien experimentado; por lo cual tiene el portero un cordón para darlo luego a los que le vienen a demandar, aunque yo bien creo que obra tanto la devoción que en el cordón tienen, como la virtud que en él hay, aunque también creo que la virtud no es poca, como se parecerá claro por lo que aquí diré.
En un pueblo que se dice Atlacuihuaya cerca de Chapultepec adonde nace el agua que va a México, que está una legua de México, adoleció un hijo de un hombre, por nombre llamado Domingo, de oficio tezozonqui, que quiere decir carpintero o pedrero, el cual con su mujer e hijos son devotos de San Francisco y de sus frailes: cayó enfermo uno de sus hijos de edad de siete u ocho años, el cual se llamaba Ascensio, que en esta tierra se acostumbra dar a cada uno el nombre del día en que nacen, y los que se bautizan grandes del día en que se bautizan, y a este niño llamáronle Ascensio por haber nacido el día de la Ascensión, el cual como enfermase, ocurrieron a nuestro monasterio invocando el nombre de San Francisco, y mientras más la enfermedad del niño crecía, los padres [146] con más importunación venían a demandar el ayuda y favor del santo; y como Dios tenía ordenado l