BLAS VALERA. RELACIÓN DE LAS COSTUMBRES ANTIGUAS DE LOS NATURALES DEL PIRÚ /DE TAHUANTINSUYUS PRISCHIS GENTIBUS, 1586/. БЛАС ВАЛЕРА. СООБЩЕНИЕ О ДРЕВНИХ ОБЫЧАЯХ ЖИТЕЛЕЙ ПЕРУ.

БЛАС ВАЛЕРА. СООБЩЕНИЕ О ДРЕВНИХ ОБЫЧАЯХ ЖИТЕЛЕЙ ПЕРУ.
BLAS VALERA. RELACIÓN DE LAS COSTUMBRES ANTIGUAS DE LOS NATURALES DEL PIRÚ.
/DE TAHUANTINSUYUS PRISCHIS GENTIBUS, 1586/

/Es trabajo mio la obra manuscrita “DE TAHUANTINSUYUS PRISCHIS GENTIBUS”, que entregé al Padre Acosta en el año del Señor 1588 (palabras de Blas Valera en el libro “Exsul Immeritus Blas Valera Populo Suo”, 2007)/
“Это моя работа – рукопись “Об Обычаях Народа Тавантинсуйу”, которую я подарил Отцу Акоста в году 1588 от Р.Х.” – из книги Exsul Immeritus Blas Valera Populo Suo”, 2007.

DE LAS COSTUMBRES ANTIGUAS
DE LOS NATURALES DEL PIRÚ.

Cerca de la Religion.

CREYERON y dijeron que el mundo, cielo y tierra,
y sol y luna, fueron criados por otro mayor que
ellos: á este llamaron Illa Tecce *, que quiere de-
cir Luz eterna. Los modernos añidieron otro nombre,
ques Viracoha, que significa Dios inmenso de Pirua,
esto es, á quien Pirua, el primer poblador destas pro-
vincias, adoró, y de quien toda la tierra é imperio tomó
nombre de Pirua, que los españoles corruptamente di-
cen Perú ó Pirú.
Encajóles el Demonio, que este Dios inmenso y ver-
dadero tenia comunicada su divinidad y potencia á di-
versas criaturas, para que cada una obrase según el ofi-
cio ó virtud que tenia. Y que estos eran dioses compa-
ñeros y consejeros del gran Dios, y principalmente es-
taban en los cielos, como son el sol, luna y estrellas y
planetas.
Por donde estuvieron los del Pirú gran suma de años
sin Ídolos, sin estatuas, sin imagines, porque solamen-
i Illa es lo mismo que El, hebreo; Ela, uro; Theos, griego; Deus, latino.-—Taxi
eb lo mismo que principimm rerum sin* principio.—Esta nota, como todas la* demos,
son del autor. Sx se nos ocurriese alguna observación ó tuviésemos que hacer alguna
advertencia, la pondremos en letra cursivo.

Relación

te adoraban las luminarias del cielo y las estrellas 1.
El sol dijeron que era hijo del gran Illa Tcccef y que
la luz corporal que tenia, era la parte de lk divinidad
que Illa Tecce le habia comunicado, para que rigiese y
gobernase los dias, los tiempos, los años y veranos, y á
los reyes y reinos y señores y otras cosas. La luna, que
era hermana y mujer del sol. y que le habia dado Illa
Tecce parte de su divinidad, y hachóla señora de la mar
y de los vientos, de las reinas y princesas, y del parto
de las mujeres y reina del cielo2.
A la luna llamaban Coya, ques reyna.
A la aurora, que era diosa de las doncellas y de las
princesas y autora de las flores del campo, y señora de
la madrugada y de los crepúsculos y celajes; y que ella
echaba el rocío á la tierra cuando sacudía sus cabellos,
y así la llamaban Chasca.
A Júpiter llamaron Pirua, diciendo, lo primero, que á
este planeta habia mandado el gran Illa Tccce fuese guar-
dador y señor del imperio y provincias del Pirú y de su
república y de sus tierras; y por esto sacrificaban á es-
te planeta todas las primicias de sus cosechas y todo
aquello que parecía más notable y más señalado por
naturaleza, como en la mazorca ó grano de maíz, ó en
otras mieses y frutos de árboles. A este dios encomen-
daban sus trojes, sus tesoros, sus almacenes y por eso
las mazorcas más señaladas ó que eran primicias, y
los almacenes que tenian dentro de sus casas para guar-
*i Autores: Polo, en la Averiguación; Juan de Oliva, en sus Annafcs, al principio:
Fray Melchior Hernández, en sus Anotaciones, verbo l’ocapu; los quipos de Yutu
inga, los de Huallpa inga, y la común tradición.
2 Aut.: los mismos, y Fr. Melchior, en el verlo Funchtw, y el licenciado Faldón
en su Apología pro lndis% y diversos quipos.

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dar sus tesoros y ropa, sus vajillas y armas, llamaban
Pirita1. Dijeron, lo segundo, que aquel gran Pirua Pá-
caric Manco Inca, primer poblador de estas tierras, cuan-
do murió, fué llevado al cielo á la casa y lugar deste
dios llamado Pirua, y que allí fué aposentado y regala-
do por el tal Dios2.
A Marte—Aucayoc—dijeron que le habían encargado
las cosas de la guerra y soldados. A Mercurio—Catu
illa—las de los mercaderes y caminantes y mensaje-
ros. A Saturno—Haiicha—las pestes y mortandades y
hambres, y los rayos y truenos; y decían que éste estaba
con una porra y con sus arcos y flechas, para herir y
castigar á los hombres por sus maldades.
A otras estrellas, como diversos signos del Zodiaco,
daban diversos oficios, para que criasen, guardasen y
sustentasen, unos el ganado ovejuno, otros á los leo-
nes, otros á las serpientes, otros las plantas, y así las
demás cosas.
Después dieron algunas naciones en decir que en * 3
cada uno de estos dioses ó estrellas habia las ideas y
modelos de aquellas cosas que tenían por cuidado y
oficio; y así decían que tal estrella tenía figura de
cordero, porque era su oficio guardar y conservar las
ovejas; tal estrella figura de león; tal estrella figura de
serpiente. Y que convenia que acá en la tierra se hi-
1 Todos los quipos y memoriales del Cuzco y de las demás provincias y el coman
uso que todos ven agora en el lenguaje.
2 Los quipos de Vacari tampu antiguos. Fr. Melchior Hernández en la Inter-
pretación de las oraciones antiguas, y en sus Anotaciones, verbo Pirua y Viracocha.
3 Donde está el asterisco, hay en el texto una llamada á esta enmienda anotada al
margen izquierdo: el gran dios Illa Tecce habia ciertas ideas de todas las cosas pre-
sentes y venideras, y que para el buen gobierno del mundo repartió k cada uno»

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Relación

ciesen estatuas ó imagines de aquellas ideas ó cosas,
según el oficio que tenia cada uno. Y por esta vía co-
menzaron los ídolos de piedra, de madera, de oro, pla-
ta, etc., que decían ellos representar á los dioses que
estaban en el cielo; aunque después dijeron que tam-
bién aquellos eran las mismas ideas1.
También dijeron que el gran Illa Tecce Viracocha tenia
criados invisibles, porque al Invisible le habian de ser-
vir invisibles. Dijeron que estos criados fueron hechos
de nada por la mano del gran Dios Illa Tccce, y que
dellos unos permanecieron en el servicio suyo, y á és-
tos llamaron Huaminca, soldados y criados leales y
constantes—ángel bueno, miles caleslis —Hay huaypan-
ti, hermosos, resplandecientes. Otros prevaricaron y se
hicieron traidores enemigos, y á éstos llamaron ^’upay,
que propiamente significa adversario maligno. Por ma-
nera que á los Huamincas adoraron como á dioses, y”
aun hicieron estatuas é ídolos dellos. Mas al enemigo,
tomado debajo deste nombre, (,’upay, ó que entendie-
sen ellos que era t;upay, nunca lo adoraron. Y por eso
inventó el Demonio otros modos diversos en que pudie-
se ser adorado desta gentilidad *. Los ídolos fueron lla-
mados Villcas y no Hmcas.
i Aut.: Polo en sus Relaciones, sub médium, y los demás arriba citados; y Don
Luis Inga, en su Relación.
1 Ealo ea contra Fr. Domingo de Santo Tomas. Autores: Juan de Oliva, ■Un-
pra; Fr, Agualin Koman, agustino, en la República indiana, lib…..cap…… Fran-
cisco Yutu, Juan Guallpa, ingas, y D, Sebastian, 6encr de Guarochiri] Diego Roca,
m:.i. Fr, Melchior Hernandei, verbo Huamtuca.—La cita re/eriale d la •KepiMii*
indiana. esUÍ mal hecha; porque, en primer lugar, tu auler no te llamaba Agustín,
tino Jerónimo; y en segundo, en et cap. it! del libro 1, que et el único que Irata de las
divinidades pt’uanat, no dice una palabra de los huamincas ó Angeles buenos. Por nía
ratón dejamos los números del libro y del capitulo en blanco, como te hallan en el
nrigtnal. Quisa nurttro anónimo hito la cita por referencia ó de memoria.

Sacrificios.
Los sacrificios fueron comunmente del ganado que
ellos tenían doméstico, llamado Huacayhua, llama, urcu,
huanaco, paco% que los españoles dicen carneros ó ove-
jas de la tierra. También sacrificaban perros, 6 negros
ó blancos. Leones y serpientes podian matar en servi-
cio del dios de la guerra, para sacrificalles el corazón
ó cabeza. Anta 1 es un animal semejante á una vaca
montesina sin cuernos, y á ésta también sacrificaban al
dios de los animales.
Mieses, raíces, hierbas medicinales, en especial las
dos que llaman cocaysayre sacrificaban;—sayre es la que
por otro nombre dicen tabaco;—plumas de aves, conchas
de la mar, ó granos hechos destas conchas, llamadas
molió; ropa de lana, oro, plata, metal, madera olorosa,
aunque esta madera olorosa no se hacia por vía de sa-
crificio, sino para que sirviese de leña para quemar todo
lo dicho; sino que era superstición en que la leña fuese
olorosa, como lo era también en escoger las cabezas de
ganado que fuesen de tal edad y de tal color, y no de
otra manera.
También sacrificaba unos animalejos que llaman
cuy 2, y diversos pájaros y otras aves para diversas ne-
cesidades 3. En el modo de matar las reses 6 aves, guar-
daban la misma orden que cuentan los poetas Homero
y Virgilio y otros haber guardado los gentiles griegos
i Tapirus amerUanus.
2 Conejillo de indias, •Cavia porteUus.»
3 Polo coo los demás.

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Relación

y romanos, y no el que Polo fingió de su coniectura,
de que los piruanos guardaban en esto la ceremo-
nia de los moros, los cuales nunca pasaron á estas
tierras ni pudieron enseñar á los piruanos su alquible
ni rito ninguno de su Alcorán. El mismo engaño fué
decir que los naturales del Pirú se hartaban y zahora-
ban, á usanza de los moros, al salir de la estrella, pues
lo contrario es lo que pasaba. Y por la estrella no se
entiende la de la noche, sino la de la mañana, que es el
lucero llamado Chasca, y ayunaban desde el dia antes
hasta que aquella estrella no parecía con la presencia
del sol; y entonces comían su comida ordinaria, no
carne de perros, como Polo quiere significar, sino de
venados y pájaros y corderos. Y nunca hubo entre ellos
ceremonia ni rito de zahorarse, sino es que todas las
cosas de los gentiles romanos las queremos aplicar á los
moros y nombrarlas con sus nombres dellos, como lo
hace el mismo Polo1.
Que no hubo sacrificios de hombres ni de niños entre los
piruanos 2.
Pero el mayor borrón ó (si se ha de decir) falso tes-
timonio que Polo dijo de los piruanos, fué, que ellos
usaron sacrificar hombres adultos y niños para diversas
i El licenciado Falcon, en la Apología pro indis que presentó al presidente Lope
Garda de Castro contra Polo y León, y otros papeles de algunos soldados malicio-
sos. Fr. Melchior Hernández, exprofeso, en el verbo Arpai et Nacai. luán de Oli-
va, como testigo de vista, y fué délos primeros conquistadores; Fr. Marcos Jofre,
franciscano, que fué dos veces provincial en el Pirü, en su Itinerario, tit. De modo
sacrificandi indorum. Los quipos del Cuzco, de Cassamarca, de Quito, de Huaman—
chuco, y la común [opinión]; y particularmente Don Luis Inga, en las Advertencias
que escribió de su mano en su lengua.
2 Autores son todos los ya dichos, pero en particular Francisco de Chaves, xere-
zano, que fué grande amigo de Tito Atauchi, hermano del rey Atahuallpa; el cual

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necesidades; y como Polo hizo la averiguación1 en el
Cuzco, siendo juez el año de 1554, cuando ni aun la
lengua apenas se sabia, y no habia intérpretes, ni ha-
bia lugar para saber de raíz las antiguallas2, no pudo de-
jar de escribir muchas cosas al revés de lo que ello pa-
saba y de como los indios lo entendían; porque lo cier-
to y averiguado es, que lo más que escribió, fué por vía
de coniecturas, á manera de comentarios, porque sobre
una palabra que el indio decia, anadia él ciento, como
interpretando y declarando aquella palabra; y desto
hay ya evidencia tan clara en muchas instancias, que
apenas se puede leer en sus papeles cosa que no vaya
llena destas sus coniecturas. Mas como era juez y doc-
to, y escribió el primero sobre ello, háse dejado llevar
tanto de otros doctos 3, que sin examinar cosa de las que
no sólo se informó de mili cosas, pero vio con sus ojos esto que aquí se dice, y hizo
una relación copiosa y la dejó en poder de su amigo y deudo Don Luis Vajera, y este
se la dio á Diego de Olivares, de quien tomaron Juan de Oliva, que también fué tes-
tigo de vista, y el licenciado Alvarez, vecino de Huanuco, en su libro De Titulis re-
gm piruani, en el capitulo De sacrificiis; fuera de que él se informó de los indios de su
encomienda. También es contra Polo Fr. Marcos Jofre, en su Itinerario, y cita alli
k Francisco de Chaves y k Juan de Oliva y k Fr. Mateo de los Angeles, franciscano,
que escribió De ritibus indorum, y murió como un santo en Castamarca. ítem el li-
cenciado Falcon, en la Apología pro indis, en el capitulo De praHoribus; y dice que
no ha habido entre los gentiles reyes más benignos y clementes que los ingas. Fray
Melchior Hernández, de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, en sus Anota*
ciones, verbo Harpai, Huaspai, Huahua. Don Luis y Don Francisco Yutu, Juan
Huallpa, Diego Roca, Don Sebastian Nina Villca, Señor de Guarochiri, Don Juan
Collquc, Señor de los (¿u iliacas, en los Quipos y Memoriales. Todos los quipos de
Pachacama, Chincha, Contisuyo, Collasuyo y del Cuzco convienen, y dellos se han
sacado estas razones.
1 Hizo Polo esta averiguación recien llegado al reino el marqués de Cañete, el
viejo, cuando todos los viejos y historiadores indios se habian ido al monte, por cau-
sa de la guerra de Francisco Hernández Girón, que el año de 1353 pasó.
2 Estas son apreciaciones gratuitas del autor; ahí está Ciexa de León para des-
mentirlo con la *Varte segunda» de su •Crónica del Perú,* escrita en 1530.
3 Debe decir sin duda: *hánsc dejado llevar tanto del otros doctos.»

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Relación

escribió, las trasladan en sus libros. Y por el mismo
engaño se dejó llevar el que hizo el compendio de Po-
lo, diciendo, que en la coronación de los reyes se sa-
crificaban doscientos niños, como lo refiere en el libri-
llo de los ritos de los indios: (De riübus indorum, in 2. p.
c. 9. n. 3.)1
La razón del engaño se prueba, lo primero, porque
habia ley antiquísima del reino y de los reyes que pro-
hibía sacrificar hombres ó sangre humana, por ser cosa
cruelísima y de caribes; y esta ley se guardó tan pun-
tualmente, que no se sabe que en algún tiempo haya
osado, no digo señores, sino el mismo inga á quebran-
tarla; porque es tradición que lo mandó aquel gran Pi-
rita, primer poblador de la tierra2.
Lo segundo, porque cada y cuando que conquistaban
los ingas algunas provincias de los Andes de gente que
comiese carne humana, lo primero que les mandaban,
so pena de la vida, era que no la comiesen ni menos
sacrificasen hombres ó niños; y si la tal gente tenía ley
dello, luego se la revocaba, mandando que no usasen
della. Pues claro está que si el inga permitiera en el
Perú sacrificar hombres, que también pasara por ello en
los Andes. Por donde vemos todos que los caribes que
fueron conquistados por Topa Inca Yupatiqui en los
Quixos, Motirones, Moiopampas, Rupa-rupa, Villca-
1 Nota que Polo lo revolvió todo; que lo que era de los Andes lo aplicó a los in-
gas, y al revés; porque entonces no tuvo rñ?s luz de las antigüedades del Piró sino
las que se le dijeron en confuso; que él no vio nada de esto, pues vino ya muy tarde
al reino.—No es cierto: Polo de Onde gardo vivía ya en Lima con gran reputación de
letrado antes del año de 1544; y él escribió sus •Relaciones» y otros tratados de anti-
güedades desde los años de 1550 á los de 1575.
2 Los quipos del Cuzco, de Cassamarca, de Tarama, de Quito y de otras pro-
vincias.

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bamba y otros, son quitados dése vicio; y cuando vi-
nieron los españoles, hallaron á éstos puestos en esta
humanidad, como quiera que antes de ser conquistados
hobiesen comido carne humana.
Lo tercero, porque los ingas se preciaron siempre de
ser clementes, y el dia de su coronación mandaban sol-
tar todos los presos, etiam los que merecían muerte por
sus delitos; ¿cómo se sigue que permitiesen que tantos
niños muriesen, pues daban y concedían la vida á tan-
tos salteadores; pues aquello fuera grande crueldad y
contra sus mismas leyes, y matar salteadores era jus-
ticia?
Lo cuarto, porque sus leyes establecían mayor pena
para el que matase ó sacrificase un niño que un hombre
adulto; luego falso es decir que los piruanos quebran-
taban sus leyes tan fácilmente, guardando como guar-
daban puntualmente entre (sic) otras de menos impor-
tancia y de menos pena, como el mismo Polo lo confiesa
y encarece mucho.
Lo quinto, porque aun en tiempo de triunfos, cuando
entraban los triunfadores en el Cuzco y llevaban con-
sigo los prisioneros capitanes y soldados, no moría nin-
guno dellos ni por vía de justicia ni por via de sacrifi-
cio, con haber en contrario ley que mandaba que mu-
riesen como traidores y enemigos, como también la
tenían los romanos para sus triunfos y la ejecutaban en
medio de sus fiestas ‘; sino que, en lugar de los hom-
bres prisioneros que habían de morir, se daban tantas
cabezas de ganado para que se sacrificasen, y á éstas
j El P. Montoya, de la Compañía de Je&u«, en sus Annotaciones de la lengua.
JO

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Relación

llamaban runa, esto es, carnero que muere por el hom-
bre. Y la verdad desta historia é interpretación no la
entendió Polo. Luego á fortiori queda, que en tiempo de
la coronación de los ingas reyes, que era mayor fiesta y
de mayor clemencia, habia de cesar todo derramamiento
de sangre humana, como en efecto cesaba. A lo que
dice que en la coronación del inga Huayna Cdpac murie-
ron doscientos niños, y á su entierro mili adultos, con-
cedo que fueron sacrificados doscientos huahuas y mili
yuyac, ó, como otros dicen, runa; mas estos huahuas no
se entienden niños hijos de hombres, sino corderitos,
que también se llaman niños en aquella lengua; y al
mismo modo, yuyac, se entienden animales ya crecidos
adultos, que en lugar de hombres se sacrificaban1.
T[ Templos y lugares sagrados.
Dos maneras tenían de templos, unos naturales y
otros artificiales2. Los naturales eran cielos, elemen-
tos, mar, tierra, montes, quebradas, ríos caudalosos.
fuentes ó manantiales, lagos ó lagunas hondas, cue-
vas, peñas vivas tajadas, cumbreras de montes; todas
las cuales cosas fueron por ellos reverenciadas, no por
z El Vocabulario de la lengua impreso en Lima [en 1586], verbo Huahua.—Esto
no obstante y que también los diccionarios modernos de la lengua quichua atribuyen á
la palabra huahua la misma significación que el anónimo autor de esta relación, es lo
cierto, que indios incas principales, en las informaciones que sobre sus antiguos ritos
hizo el virey D. Francisco de Toledo en el valle de Yucay y en el Cuto el año de 1571,
declaraban *que ellos mismos dieron los niños (humanos) para hacer el dicho sacrifi-
cio* y obtener con él * salud y buenos maizales y buen suceso en todo»; y se referían al
tiempo de Huaina Cúpac.
2 Los quipos ya dichos.

H7

entender que allí habia alguna divinidad ó virtud del
cielo, 6 que fuese cosa viva, sino porque creían que el
gran Dios Illa Tccce habia criado y puesto allí aquella
tal cosa y señaládola con cosa particular y singular,
fuera de lo que comunmente tienen los otros lugares
de aquel género, para que sirviese de lugar sagrado y
como sanctuario donde él y los otros dioses fuesen
adorados; lo cual se vé por las oraciones que hacian
cuando se arrodillaban ó postraban ó estaban parados
en el tal lugar, pues no hablaban con el monte, fuente
ó rio, 6 cueva, sino con el gran Illa Tccce Viracocha,
que decían estar en el cielo y en aquel lugar invisible-
mente. Y este modo fué muy ordinario en los pirua-
nos. Y estos lugares naturales se llamaron en su len-
gua dellos diferentemente, como las cumbreras apachi-
tas, las cuevas httaca, los montes orcos, las fuentes
pucyu, los cielos huahua pacha. Y no reverenciaron to-
dos los montes y cerros, todas las fuentes y rios, sino
sólo aquellos en que habia alguna singularidad digna
de particular consideración, teniéndolos por lugares
sagrados. Y los modernos añidieron que los dioses
menores, cuando enviados del gran Dios venían á la
tierra, reposaban en los tales lugares, y los dejaban
como consagrados. Y sin duda se apareció el Demonio
á algunos de los gentiles en semejantes lugares en
figura de algún dios que ellos imaginaban, como de
Pirua, Júpiter, de Haucha, Saturno, etc., para que le re-
verenciasen en los tales lugares cuando por allí pasa-
sen, que él los favorecería y oiria, aunque no estuviese
presente. Deste género de templos naturales usaron
los piruanos mucho tiempo sin hacer edificio ninguno,

148

Relación

y cuando mucho, hacian en los tales lugares un altar
de piedra, que llamaban osno, para sus sacrificios.
Andando el tiempo, comenzaron á edificar templos
bajos en lugares altos, y poco á poco se vinieron á los
pueblos y ciudades, donde los edificaron con la sump-
tuosidad que muestran las reliquias y ruinas que que-
dan y todos hemos visto.
Sus templos eran siempre de una nave, capaces, y su
modo de capilla mayor, y en la pared hacian los alta-
res de piedra para poner el ídolo de oro 6 de plata, y
conforme era el ídolo, tal ornato tenia el templo y altar.
El templo del gran Illa Tecce Viracocha que está en el
Cuzco y agora es la iglesia catedral, dedicada á Nues-
tra Señora, no tenia más de un altar en el mismo lugar
donde agora está el altar mayor; y en aquel altar ha-
bia un ídolo de piedra mármol de la estatua de un
hombre, y los cabellos, rostro y ropaje y calzado al
mismo modo como pintan á Sant Bartolomé apóstol.
Este ídolo fué después hecho pedazos en los Canchis
(á donde los gentiles lo habían escondido) por un espa-
ñol visitador y corregidor de aquel distrito. El altar
era de la misma piedra labrado, y el templo entapizado
de paramentos de lana muy fina. Dentro del altar se
ofrecían cosas olorosas y mieses, y en el atrio, que es
como gradas, aunque más ancho, quemaban los sacri-
ficios.
El templo del sol, que agora es la iglesia de Sancto
Domingo, habia otro altar, y en el hueco de la pared
un ídolo de oro pintado como sol con sus rayos, por lo
cual el altar y las paredes estaban cubiertas de chapas
de oro, y aun el betún del edificio es de oro derritido.

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Aquí habia fuego que llamaban eterno, al modo de los
romanos, porque habia de estar encendido de noche y
de dia perpetuamente: deste fuego tenían cuidado las
vírgenes, que eran como vestales.
El templo del planeta llamado Pirua estaba todo
adornado de flores, de mieses, de luces y manera de
lámparas, porque el ídolo hecho en su memoria, tenia
siempre en la mano ramilletes nuevos ó manojos de
mieses. El templo del signo Scorpion era bajo, con un
ídolo de metal hecho en figura de serpiente ó dragón, con
un escorpión á la boca, y apenas entraba en él nadie si
no son los hechiceros. Tenia atrios grandes para los sa-
crificios. Este templo con sus atrios se llamaba Amaro
cancha, donde tiene la Compañía de Jesús su colegio; y
en el mismo lugar donde estaba antiguamente el ídolo
de la serpiente, está agora el altar mayor con el taber-
náculo del Santísimo Sacramento.
Habia en el Cuzco un templo, que era como el Pan-
theon de Roma, donde colocaban todos los ídolos de to-
das las naciones y pueblos subiectos al inga, cada ídolo
en su altar con su insignia, pero con una cadena al pié,
para.denotar la subieciony vasallaje de su gente.
Otros muchos templos habia en el Cuzco, y cada
provincia ó pueblo de todo el reino tenía sus templos
adornados y sus ministros; y llamábanse los templos
huaca.
Otro género de templos habia, que eran los sepulcros
de los difunctos, hechos en los campos; de suerte, que
así como el dia de hoy señala un cristiano para si y
para los suyos algún sepulcro, y ansí lo adorna cada
uno conforme á su caudal, así también hacian los pi-

Relación

ruanos antiguamente, señalando y edificando sepulcros
en los campos 6 en los arenales. El sepulcro de los re-
yes y grandes señores era como una casa de habitación,
con su sala, cámara y recámara, con todos los demás
lugares necesarios para la despensa, cocina, patios,
corredores, portadas, etc. Muerto el rey 6 señor, le qui-
taban los intestinos y embalsamaban todo el cuerpo con
bálsamo traido de Tolú y con otras confecciones, de
manera que duraba un cuerpo así embalsamado más de
cuatrocientos y quinientos años. El entierro era solem-
ne, con cánticos á su modo, y usaron su manera de li-
tera donde traían sentado al difuncto, vestido muy bien,
y después de haber hecho sus exequias y llantos en los
atrios, metían el difuncto en la recámara ó aposento que
estaba para ello aparejado, y sentábanlo allí y tapiaban
la puerta y ventanas, y en la ante-recámara le ponían
todos sus tesoros y vajilla y ropa y ofrecían mucha co-
mida, como pan y vino hecho de grano de maíz. Luego
se echaba un bando ó pregón, que cualquiera de sus cria-
dos ó criadas, 6 amigos y aliados [que] quisiesen irá ser-
vir á aquel señor en la otra vida, que podian de su vo-
luntad hacerlo; porque, lo uno, el gran ¡lia Ttcce Vira-
cocha, criador del sol y de la luna y estrellas y cíelo y
tierra, y señor de todos los demás dioses, se lo premiaría
muy bien; lo segundo, que el dios particular de aquella
familia y nación de adonde procedió el difuncto, le sería
favorable en la otra vida y le daría todas las cosas en
abundancia; lo tercero, que á los hijos y herederos de
los que así quisiesen ir á la otra vida á servir al difunc-
to, se les daría acá abundantisimamente las tierras y
cosas necesarias, así de lo que perteneciesen (sic) á sus

padres, como otras de merced. Y que el que no quisiese
ir á la otra vida, se ofreciese acá en la vida á socorrer al
difuncto con las ofrendas necesarias. A este bando y
pregón obedecían todos los que querían, en una de tres
maneras: unos á matarse voluntariamente con mano
propia ó con la ajena que él escogiese y con el género
de muerte que él quisiese; y así habia cordeles, cuchi-
llos, bestias ñeras, despeñaderos, bebidas dé ponzoña
que luego acaban la vida, y otros géneros de muerte, y
con gran solemnidad y acompañamiento iba el que ha-
bia de morir; y lo más ordinario era tomar veneno, 6
matarse con pedernales desangrándose; cordeles para
ahorcarse casi nunca se usaban, ni los despeñaderos;
bestias fieras no sé que se usase sino dos ó tres veces
fuera del Cuzco. Luego como morían, los metían em-
balsamados en la antecámara, si era varón, y en el apo-
sento del tesoro, si era mujer, y á los herederos les hacia
luego merced el sucesor del rey 6 señor, haciéndolos li-
bres de todo pecho y tributo.
La segunda manera era, que como esta muerte era
tan voluntaria, que aun después de haberse ofrecido
ante los magistrados, podia conmutarla en otro servi-
cio, como algún sacrificio de ganado, hacia junto al
sepulcro, y presentes algunos magistrados, la conmuta-
ción de su muerte, dando la razón y causas bastantes
della, las cuales se recibían públicamente, y él ofrecía
entonces por sí tantas cabezas de ganado, ropa y otras
cosas, y tantas ovejas por su mujer, y tantos corderos
por sus hijos; y porque este ganado habia de morir por
los hombres, llamábanlos no solamente runa, hombres,
huarmi, mujeres, huahua, niños, pero los nombres pro-

i-52

Relación

píos dellos se los ponían á los carneros, llamando al
carnero Quispi, y ala oveja Chimpu, y al cordero*Pas-
ña. Hacian el sacrificio muy solenne, y esto acabado,
hacian un gran convite, porque habian satisfecho con
el muerto y ellos escapado con la vida. Esta manera de
conmutación fué tan usada entre los piruanos, que acon-
tecía las más veces no morir ninguno en muertes de
príncipes y señores, sino ganado en su lugar. Y con la
muerte de Huayna Cápac, emperador (que murió en Qui-
to), no murieron diez cabales, sino ganado que llegó el
número á mili, porque fueron muchos los que se ofre-
cieron é hicieron esta conmutación, y el ganado quedó
señalado en las historias con título y nombre de hom-
bres, como ya apuntamos esto de Huayna Cápac arri-
ba. Y vése esto ser así verdad, lo primero, porque en
todos los sepulcros y huacas que deshicieron los espa-
ñoles en diversas partes del reino, para sacar el tesoro,
no hallaron en los aposentos donde los señores esta-
ban encerrados indio ningún enterrado, sino sola la ro-
pa y los tesoros; y si hallaron algunos huesos y calave-
ras de muertos, no fueron de indios de (sic) que se ma-
taron en aquella superstición, sino por muerte de enfer-
medad ó peste, pues estaban fuera de las huacas y no te-
nian señal ninguna de las que á los tales se mandaban
poner. Lo segundo, porque aquella conmutación de
muerte á sacrificios de animales y de ofrendas, era en-
tre ellos tenida por muy bastante, y así pasaban los re-
yes con ella mejor que si hubiera muertos, que causa-
ban horror y más llanto y lástima.
La tercera manera de ofrecerse al bando era, obli-
garse á acudir siempre en ciertos tiempos á ofrecer co-

153

mida y bebida al difunto, derramándola en el sepulcro,
y á servir de ministro; y por esto habia mucha gente
que acudía á los sepulcros, no sólo de reyes y señores,
pero de particulares.
Estos sepulcros 6 huacas estuvieron mucho tiempo
patentes, excepto los aposentos donde estaban los di-
funtos y los tesoros, que tenian tapiado las puertas y
ventanas, empero los atrios, portales, salas y otras pie-
zas estaban abiertas, para que entrasen á rogar á los
dioses por aquellos difunctos y á guardarlos por sus
tandas y tareas; porque fué grande la vigilancia que tu-
vieron acerca de honrar y guardar y conservar á sus
difuntos. Y la principal razón desto es, que como prin-
cipalmente los ingas y sus amantas (que así se llama-
ban sus sabios) tuvieron por opinión que habian de vol-
ver las ánimas á sus cuerpos en cierto tiempo y resu-
citar, añidieron que esto no ternia efecto ninguno, sino
es que los cuerpos estuviesen guardados incorruptos
sin que les faltase nada, á lo menos hueso, ya que la
carne se consumiese; por lo cual pusieron excesivo cui-
dado en enterrar á sus defunctos embalsamados, ó em-
betunados con cierta confección que, á falta de bálsamo,
conserva mucho la carne para que se conserve. Y Polo
toca esto déla resurrección, cuando dice, que los pirua-
nos creen que sus reyes y señores ya difuntos han de
volver á esta vida, puesto que en otra parte niega lo de
la resurrección, etc.
Después que sucedieron ciertas guerras crueles y al-
gunas inundaciones de agua, dieron en cerrar los sepul-
cros, no sólo puertas y ventanas, pero echando tier-
ra encima, y haciendo túmulos y terraplenes como cer-

*54

Relación

ros sobre ellos. Quedaron empero algunos para más
memoria, pero como se supo en todo el reino que ha-
biaa entrado los españoles en la tierra con mano ar-
mada, robando, matando, deshaciendo templos y ora-
torios, saqueando pueblos, y que todo su corazón era
plata y oro, acordaron de tapar y esconder todos los
sepulcros, y los tesoros que no pudieron esconder, los
echaron en la mar ó lagunas.
Por las palabras de las oraciones que hacian los pi-
ruanos gentiles, se ve que no adoraban á los difuntos,
aunque fuesen cuerpos de reyes, ni á cosa que hubiese
en aquellos sepulcros, llamados huacas, ni creyeron que
allí 6 en los defunctos habia alguna divinidad ó virtud
del cielo, pues rogaban y pedían primeramente al gran
Illa Tccce, que mirase muy bien por el tal defuncto y no
permitiese que su cuerpo se corrompiese y se perdiese
acá en la tierra, ni que su ánima anduviese allá vaga y
peregrina, sino que la recogiese y pusiese en algún lu-
gar de contento, y recibiese aquella ofrenda 6 sacrificio
que ofrecia por el tal defuncto, y mandase que se lo
diesen para que gozase de lo sacrificado. Y después pe-
dían á los dioses que intercediesen por el que oraba y
por el defuncto, para que el gran Illa Tecce Viracocha
concediese todo lo que se le pedía1.
En lo que dice Polo que hubo ingas que quisieron
ser adorados como dioses, y que lo mandaron así guar-
dar, es cosa clara que fué coniectura suya2, porque de
i Autores: Polo, en la Relación de las oraciones del inga. Fr. Melchior Hernán-
dez, en la Interpretación y Exposición dellas. El licenciado Falcon, en la Apología
pro indis.
i Asi lo dice Falcon en su Apol. pro ind., y Fr. Melchior Hernández.

155

los indios antiguos y de los modernos ni de sus histo-
rias y memorias, no se puede sacar tal cosa, sino lo
contrarío, como paresce por una disputa muy larga que
tuvo Amaro Toco, amauta, en el Cuzcos, en tiempo de
los ingas, en que prueba que ningún hombre nacido de
hombre y de mujer puede ser Dios, porque si este hom-
bre lo puede ser, también todos los demás hombres, y
así habría confusión de dioses sin ser necesarios para
nadie. Y esta disputa agradó mucho al inga que enton-
ces vivia, y por causa della hizo ley de que ninguno
adorase á hombre terreno mortal ni en vida ni en muer-
te, sopeña de la vida, y so la misma pena ninguno osase
tratar desto; y que si algún rey, engañado de la sober-
bia, dijese de si que era dios ó se mandase adorar á sí
6 á su estatua, que por el mismo caso fuese indigno
del reino y le pudiesen privar.
Esta ley precedió mucho tiempo atrás á Huayna Ca-
pac*, de quien dice Polo en particular que quería ha-
cerse dios; y la verdad es que éste era el más puntual
en hacer guardar las leyes de sus antecesores, y no sólo
no trató acerca deste punto de hacerse adorar, mas aún
conñrmó y estableció de nuevo aquella ley, la cual se
repitió después en tiempo de su hijo el rey Atahuallpa,
en una junta que hizo en Cassamarca, á manera de
Cortes.
Bien es verdad que algunos ingas hicieron estatuas,
llamándolas huaoque, hermanos, y las señalaron sacri-
ficios, ministros y renta; mas no eran las estatuas su-
1 Los quípot del Cosco y de Sacsahnana.
a Loa quipos de Quito, donde murió el dicho Huayna Cápac; Francisco de Cha*
ves, en su Relación.

i56

Relación

yas de su nombre y representantes de su persona, sino
del dios que tenia particular la familia, ó nación, ó casa
de donde procedía, ó de algún dios particular que él
imaginaba le habia sido favorable y pío (que eso quiere
decir hauque (sic)) en tal 6 tal cosa; y vese esto ser así,
porque cuando después de la muerte del tal inga traían
su estatua en procesión por alguna necesidad de la fami-
lia, no hablaban con el inga difuncto, sino primera-
mente con el Illa Tccce, y luego con aquel dios particu-
lar, poniéndole por intercesor; y rogaban al uno y al
otro por el inga difuncto.
Tf Ministros mayores.
Tres diferencias habia en la gran Pirua de ministros
de los ídolos y templos y sacrificios.
La primera, de los que atendían á la intelligencia de
las cosas de su falsa religión, que eran maestros de las
ceremonias y ritos que habían de usar. Estos enseña-
ban al pueblo el número de sus dioses y de sus ídolos
6 estatuas, y declaraban las leyes y estatutos que acer-
ca de su religión habian hecho, 6 los reyes, ó la repú-
blica, ó el ministro mayor, que era como pontífice má-
ximo; promulgaban las que de nuevo se hacian, y á
ellos pertenecía la interpretación dellas y la declaración
de todas las dudas que ocurrían, así de los demás mi-
nistros como del pueblo.
De entre estos se eligían ciertos jueces para que co-
nociesen y castigasen todos los delitos y males, exce-
sos y descuidos que contra su falsa religión se come-

157
ticscn, los cuales tenían uno como presidente que los
gobernaba. De entre estos se eligía el gran Vilahoma,
que era como pontífice máximo entre ellos, que en los
tiempos antiguos tenia jurisdicción sobre los reyes;
aunque después de Topa Inca Yupanqui dieron una
baja muy grande él y los demás ministros, no sólo en
la autoridad y poder, sino también en el linaje y ren-
tas, por las causas que abajo diremos.
El gran Vilahoma era como supremo arbitro y juez
en los casos de su religión y de los templos, á quien
reconocían y reverenciaban los reyes y señores y todos
los del pueblo y los ministros. Su vida era como reli-
giosa, de mucha abstinencia; jamas comía carne, sino
hierbas y raices, acompañadas de su manera de pan de
maíz; su casa era en el campo, y muy pocas veces en
poblado; su hablar poco; vestido común, llano, de la-
na, pero muy honesto, hasta los tobillos, á manera de
loba, y encima una manta muy larga ó parda ó negra,
ó morada; no bebia de su vino, sino siempre agua. El
vivir en el campo era por contemplar y meditar más
libremente en las estrellas, que tenia por sus dioses, y
en las cosas de su religión Las fiestas más principales
acudía á los templos del gran Illa Tecce, ó del sol ó de
1 Este cuadro tan perfecto de la vida, costumbres y atribuciones del groa pontífice
peruano, no me parece exento de alguna exageración. Otro era, y más rasonable, el sen-
tif general de los escritores de antigüedades de aquella tierra acerca del oficio y de la
calidad y deberes del Villac huma: y Cuta de León, el más discreto y verídico de
todos ellos, dice: ‘El gran sacerdote llamado Vüaoma tenia su morada en el tem-
plo…..Tenia aquella dignidad por su vida, y era casado, y era tan estimado, que
competía en rosones con el inga, y tenia poder sobre todos los oráculos y templos, y
quitaba y ponia sacerdotes. El inga y él jugaban muchas veces á sus juegos. Y aran
estos tales de gran linaje y de parientes poderosos, y no daba la tal dignidad d hom-
bres bajos y oscuros, aunque tuviesen muchos merecimientos.• (Segunda parte da la
Crónica del Pera.)

158 Relación
Pirua; y para poner el encienso 6 hacer sacrificio ó
ofrenda, se vestía desta manera: una gran tiara en la
cabeza, que era á manera de capirote 6 papahígo, des-
ta suerte,

que llamaban Vila Chucu1; sobre este ponía la más de
la armazón, como era una patena de oro hecha á mane-
1 Las dos figuras que se interpolan en el texto, están calcadas sobre las origi-
nales, hechas á pluma. Ignoro la fe que puedan merecer, pero debo advertir que se
asemejan mucho á las mascapaicbas, tiaras ó chucos que llevan los incas Tupac Inca
Yupanqui y Huayna Cápac en los medallones de estos soberanos, publicados por Her-
rera en la portada de su Década V, los cuales deben ser copia, en mi concepto, de
los que D. Francisco de Toledo hixo pintar en cuatro paños ó lienzos Á indios del
Perú el año de 1571, y remitió ó llevó ¿l mismo d Felipe II, para ilustración de la
Historia de los Incas y Carta de su imperio, escrita y tratada por Pedro Sarmiento
de Gamboa, y con objeto, ademas, de que S. M., si lo estimaba conveniente, mandase
hacer con ellos cuatro tapices en Flandes; según consta de documentos originales
que yo mismo he copiado.

159

ra de sol, y encima una gran diadema, y abajo de la
barba una media luna de oro, y por extremo plumas
largas de papagayos grandes, que llaman guacamayas,
á este modo,

todo cubierto de chapas de oro y de pedrería; y lla-
mábase toda la tiara Huampar chucu. Luego se seguía
una como loba ó túnica sin mangas, hasta el suelo, suel-
ta, sin cinto, y encima un huapU’, que es como una so-
brepelliz sin mangas, hasta la rodilla, de lana blanca,
con sus Huecos ó rapacejos de lana colorada, y todo el

i La roí meiitana.

i6o

Relación

huapil sembrado de chapas de oro y de alguna pedrería;
en lugar de mangas eran braceletes y axorcas de oro y
piedras preciosas, y su calzado de lana fina. Acabado el
sacrificio 6 encienso, se quitaba las vestimentas y queda-
ba con su hábito común. Nopodia ser casado ni tenia
mujer ninguna sospechosa consigo; guardaba continen-
cia toda la vida, por cuanto la elección del oficio era para
toda la vida. Tenia rentas copiosas en todas las provin-
cias del reino, y repartíalas por los pobres, en especial
ciegos, cojos, viudas, huérfanos, y él no tomaba más de
lo preciso para su sustento y para el decoro de su oficio.
Este elegía los vicarios que habia en cada provincia,
ampliándoles ó limitándoles la jurisdicción. Este con-
firmaba la elección de los jueces y presidente que ar-
riba dijimos, para negocios de su religión. Habia de
ser amanta, sabio y de ilustre linaje, que fuese libre de
pecho por todas partes; y entendiendo cualquiera falta
cerca desto, era la elección nula; empero si fuese gran
amanta y varón de mucho ser, disimulábase en lo del
linaje, con tal que tuviese alguna parte de ilustre por
parte de su padre. Proveía en ciertos tiempos visitado-
res á todos los ministros de los ídolos y templos y sanc-
tuarios, sin exceptuar á ninguno. Otros visitadores dis-
tintos enviaba para que visitase (sic) los monasterios
de personas que vivían como religiosos, así varones
como mujeres, de que habia gran número en el Cuzco
y en todo el reino. Otros visitadores criaba dístinctos
de los otros para el pueblo, para que examinasen y
castigasen los excesos 6 defectos y culpas que se ha-
bían hecho contra su falsa religión y contra sus dioses.
Otra diligencia hacia más terrible, para que las visitas

I6I

tuviesen más efecto, y es, que enviaba secretamente al-
guna persona ó personas de quien él se naba, para que
viesen cómo hacian los visitadores sus oficios, si reci-
bían cohechos, si robaban el pueblo ó hacian otros ma-
les; y en hallando algo desto, era acerbísimo el castigo
que les daba, privándoles de oficio perpetuamente y
condenándolos á las minas ó á que sirviesen de barrer
y traer leña en los templos.
Una cosa ha admirado grandemente, porque de nin-
guna gentilidad antigua ni moderna se escribe tal cosa,
y es, que este Vilahoma eligía y señalaba confesores,
para que así en el Cuzco como en todas las demás pro-
vincias y pueblos, confesasen secretamente á todas las
personas, hombres y mujeres, oyendo sus pecados y
dándoles penitencias por ellos. Mandábales que hicie-
sen secreto en todo lo que hobiesen oído, so pena de la
vida. Ampliaba 6 limitaba la potestad de los confeso-
res y reservaba á sí 6 á sus vicarios algunos casos. Los
confesores de las vírgenes que estaban encerradas en
el templo, habían de ser ó enuchos (sic) ó hombres que
hobiesen prometido castidad perpetua, y ordinariamen-
te eran viejos ancianos. No se podía recibir ni adorar
dios nuevo sin el decreto de éste. Él señalaba los his-
toriadores del reino para que asentasen en sus memo-
riales todos los hechos del Vilalwma y de los sacerdo-
tes, y de los reyes y señores, y ponia quien examinase
las historias así hechas, para que fuesen ciertas y ver-
daderas. Templos nuevos no se podian hacer sin su li-
cencia y sin la renta que conviniese para el ornato.
Cuando moría, se juntaba todo el pueblo y lo lamenta-
ba un dia entero, y embalsamándolo, lo enterraban con

IÓ2

Relación

mucha pompa en alguna sierra alta; y luego después de
enterrado, los sacerdotes y ministros mayores de to-
das las diferencias, y los que asistían por el rey, y los
procuradores del pueblo donde moría y del reino y los
amantas, no todos, sino los señalados por el que tenia
cargo, se juntaban en el templo y allí elegían el Vilaho-
tna que habia de ser. No faltaban pretensiones y com-
petencias, y otras veces se hacia la elección sin ruido,
con mucha paz. Luego como salía la voz del electo, to-
caban todas sus trompetas y bocinas y otros instru-
mentos que servían á los sacrificios, y en aquel mismo
dia lo coronaban en un templo, poniéndole el huam-
parchucu, 6 mitra, y sus vestimentas, y haciendo diver-
sos sacrificios; y luego le daban la obediencia los reyes
y reynas y los príncipes y caciques y señores, y todos
los demás ministros le venían á besar la mano derecha,
y llevábanlo á su casa; y él prometía de nuevo segunda
vez perpetua castidad y continencia, y en lo demás pa-
saba como ya queda dicho.
De aquella primera diferencia de ministros salían los
que habian de ser como prelados en los pueblos y pro-
vincias, y los vicarios y visitadores, porque los prelados
eran como obispos, y eran pocos, porque apenas habia
en todo el reino diez. En el Collao, uno; en los Colla-
suyos, otro; en los Contisuyos, otro; en Chincha, otro;
en Huaylas, otro; en Cassamarca la mayor, otro; en
Ayahuaca, otro; en Quito, otro; y para los Muchicas,
otro, cuyo asiento era en la huaca grande que está en
Trujillo, que los naturales llaman Chimo. De manera
que por todos eran nueve, y entrellos estaban reparti-
das todas las provincias, teniendo cada uno ya conocí-

163

do su territorio. Dicen algunos que en los Canas y Can-
chis, junto al Cuzco, habia otro Villca (que así se llama-
ban estos como prelados), y si ello es así, fueron diez;
y todos reconocían al gran Vilahoma. Y aunque hobie-
sen sido electos y puestos por el Vilahoma antecesor,
todavía pedían confirmación y nueva potestad del nue-
vamente electo. Estos ponían los demás ministros me-
nores para el sacrificio. Estos, al tiempo de su elección
y confirmación de su oficio, prometían, en las manos del
gran Vilahoma, continencia y castidad perpetua hasta
la muerte (porque el oficio duraba toda la vida). Esta
promesa ya la tenían hecha de antes, cuando les (sic)
hicieron ministros y sacerdotes de los ídolos, mas en-
tonces la ratificaban de nuevo con más solemnidad, y
juntamente prometían obediencia al Vilalwma presente
ó venidero.
• De aquí se saca que todos los ministros y sacerdotes
de esta primera diferencia, así mayores como menores,
no eran casados ni se podían casar según sus leyes, y
si eran cogidos en adulterio 6 estupro, pasaban por el
rigor de la ley sin remedio, que era muerte corporal
violenta y muy áspera; y si eran cogidos haber caído
con mujeres no casadas ni doncellas, privábanlos de
oficio por tanto tiempo por la primera vez, y por la ter-
cera vez, para toda la vida. Vivían en clausura, como
luego diremos, cuando trataremos de religiosos. Los sa-
cerdotes que eran después de los villcas, se decían yana-
v¡ lieos.
Tí Adivinos.
La segunda diferencia de ministros eran los que ser-

164

Relación

vian de adivinar los casos venideros, 6 los presentes
pero muy remotos del lugar donde estaba, que comun-
mente se llamaban huatuc. esto es, adivinos; en estos
entraban los agoreros y los que recibían el oráculo en
el templo. Estos eran célibes, que no se podían casar
en ningún tiempo, á lo menos mientras les durase el
oficio. Andaban vestidos de pardo; no podían comer
carne sino ciertos dias del año en fiestas solemnes; co-
mían hierbas y raíces y grano de maíz; estaban casi
siempre en los atrios de los templos’. Las divinaciones
que hacian era, 6 por el vuelo de las aves, 6 por las in-
testinas de los sacrificios, 6 por suertes que echaban,
6 por la contemplación de las estrellas y de sus cons-
tellaciones, 6 por las respuestas que daban los orácu-
los; porque ellos tenian pacto con el Demonio, el cual
les respondia, no por medio de todos los ídolos, sino
por algunos pocos más señalados, porque así le reve-
renciasen más. Tal fué el oráculo de Mullipampa en
Quito, y de Pacasmayo en los valles de Trujillo, y de
Rimac en Lima, y el de Pachacama, y el de Titicaca, ú,
como otros llaman, Inti caca, en la provincia (sic) x. Al
tiempo de oír el oráculo, se tomaba el tal ministro de
un furor diabólico que ellos decían utirayay, y después
declaraba al pueblo lo “que el oráculo le habia dicho.
Estos tales ministros se llamaban propiamente huatuc;
mas los que hacian agüeros por el vuelo de las aves, ó
por las intestinas de animales, que ó ellos ó otros ma-
taban, llamábanse hamurpa; no era su oficio matar ni
abrir los animales, sino de otros ministros, porque ellos

i Folia del Collao.

165

no hacian más de mirar las intestinas y sangre, y la
postura de ellas, y por ahí adivinar y decir sus agüeros
malos 6 buenos. De entre estos ministros se elegían los
que habían de ser ichuris, esto es, confesores, para oír
los pecados de cada uno del pueblo, y para esto habían
de ser tan instructos en las cosas de sus dioses y de su
religión, como los de la primera diferencia, porque de
otra manera no podían usar ese oficio. Y para ello ha-
bia examinadores, es á saber, cuatro amantas sabios con
un hatun villca, que era como prelado 6 obispo. Exami-
nábanlos primero en el número de sus dioses, y los ritos
y ceremonias, y las leyes que habían establecido, así
los vilalwmas, como los reyes ingas, y la declaración
dellas, y las diferencias de pecados y las penitencias
que se habían de dar por cada uno; de manera, que
cuando los hallaban diestros en todas estas cosas, los
señalaban por confesores, reservando algunos pecados
al gran Vilahoma.
La manera de confesarse era junto á un rio, y el con-
fesor cogia con la mano un gran manojo de heno 6 es-
parto y lo tenia en la mano derecha, y en la izquierda
una piedra pequeña dura atada á un cordel ó encajada
en el hueco hechizo de algún palo manual, y sentado,
llamaba al penitente, el cual venia temblando y se pos-
traba ante él de pechos, y el confesor le mandaba le-
vantarse y sentarse; exhortábale á que dijese verdad y
no escondiese nada, porque él como adivino ya sabia
poco más 6 menos lo que podía haber hecho. Con esto
no osaba el penitente esconder cosa. La confesión ha-
bia de ser auricular secreta, y el ichuri ó confesor guar-
daba el secreto natural grandemente, porque si se le

i66

Relaciofi

probase que habia descubierto pecados de alguno que
hubiese sido su penitente y los habia oido en confesión,
moría por ello sin remedio. Los pecados que confesa-
ban eran estos: haber adorado otro dios fuera de los
que tenían recibidos por toda la república; decir mal de
algún dios; execrar 6 echar maldiciones á sí mismo 6 á
otra persona (porque juramentos asertorios, como juro
á Dios, vive Dios, voto á Dios ó otros semejantes,
nunca los usaron ni supieron qué cosa era); echar al-
guna maldición contra sí con mentira ante el juez, co-
mo tía tierra me trague,» «el rayo me parta,» etc. (por-
que esta era la manera de jurar que tenían en sus plei-
tos ante sus jueces); no celebrar sus fiestas; no acudir
á los sacrificios cuando eran obligados; defraudar del
sacrificio las ofrendas ó animales que tenían obligación
de traer; deshonrar de palabra á su padre y madre, á
sus abuelos y tios; no obedecerlos; no socorrerlos en
sus necesidades; no obedecer á los mandamientos del
Vilahoma, 6 del Hatun villca, ó deshonrarlos á ellos y á
los otros ministros menores y mayores; no obedecer al
rey; tratar de algún motin contra él, ó decir mal y mur-
murar del (lo del motin era caso reservado al Vilaho-
ma^ y también el adorar otro dios fuera de los que te-
nían, 6 decir mal de algún dios eran casos reserva-
dos); matar un niño ó hombre adulto fuera de la guerra
justa; matar el juez á alguno por vengarse; ser causa
de aborso (sic), en especial si la mujer habia tres
meses que hobiese concebido; cometer estupro con
cualquiera virgen (y este era caso reservado al Hatun
villca), ó sacrilegio y estupro junto con alguna virgen
vestal (y este era también reservado al Vilaltoma); co-

* 167

meter adulterio con mujer casada, ó el casado con
cualquiera mujer; forzar alguna mujer, aunque fuese
ramera; cometer fornicación con mujeres solteras, viu-
das y mundanas; cometer el nefando con hombre ó
bestias; hurtar valor de una hanega de maíz ó de papas,
que son turmas de tierra; saltear en los caminos; sa-
quear en la guerra sin licencia de su capitán; murmu-
rar pesadamente; mentir con perjuicio; haber tenido
otio [ocio] algún tiempo del ano; y el no haber acudido
á sus oficios ó tandas.
Estos son los pecados que confesaban, y aunque
algunos rudos no trataban de sus deseos malos, 6 por
no conocerlos, 6 porque no se los intimaban, con todo,
los bien instruidos sí declaraban, como son odio y abor-
recimiento, intención de hacer algún motin, ó mostrar
algún deseo de pecar con alguna*virgen 6 casada 6 mu-
jer común, y más si los deseos eran de pecar con la
reina 6 princesa 6 alguna dama de la reina, que se lla-
maban ñustas, ó con alguna virgen vestal; también de-
claraban los deseos é intenciones de hurtar. Y así, lo
que dicen algunos que no declaraban los pecados inte-
riores, entiéndase de los rudos 6 de los mochachos que
no sabían, pero los indios instruidos sí declaraban.
Acabado de decir el penitente, si via el confesor que
habia descubierto todo su pecho, no curaba de sacarle
más, sino que le exhortaba á la enmienda y á la adora-
ción de sus dioses, y á la obediencia del gran Kí/oAo-
ina ó del inga; y fuese pobre 6 rico, una misma peni-
tencia le daba conforme á los pecados que habia oido.
Y en lo que dice Polo que á los pobres les daban muy
ásperas penitencias, porque eran pobres, háse de en-

i68

Relación

tender que no lo hacian de codicia, pues él mismo con-
fiesa en muchos lugares, que estaban muy ajenos della;
ni tampoco por acepción de personas, pues con igual
cuidado acudían [á] los unos [y] á los otros. La razón era,
porque el rico y poderoso podia en poblado satisfacer,
con restituir lo mal llevado, con dar á los templos, á
los ciegos, cojos, mudos, tollidos, huérfanos lo que se
les mandaba por penitencia, y que enviarlos al desier-
to sería grande nota, porque harían larga ausencia y
aun falta en el pueblo, y luego echarían de ver que
habia hecho gravísimos pecados, pues tal penitencia le
daban; con todo, si algún rico ó poderoso quería irse
al monte á hacerla con ayunos y soledad, bien la podia
hacer y la hacia. Cerca de los pobres y plebeyos, como
eran tan innumerables, no habia nota ninguna en que
se le diese por penitencia ir al desierto y estarse allí
tanto tiempo, pues lo uno era ya muy recibido, y lo
otro no habia nota, y en fin, no podia él satisfacer en
poblado, pues no tenia hacienda. La soledad del monte
6 yermo no era tan grande que no hubiese en él mu-
chos miles de indios que de su voluntad hacian allí
penitencia asperísima, comiendo raíces y bebiendo
agua; y muchos hacian esto toda la vida á modo de
anacoretas. Y así no era pesado á los penitentes ir á
hacer su penitencia, pues forzoso habían de comunicar
con estos.
Dada la penitencia y ciertos golpes blandos con una
piedra pequeña en las espaldas, escupían los dos en el
manojo de heno ó esparto, aunque el penitente escupia
primero, y el confesor decia ciertas oraciones hablando
con sus dioses y maldiciendo los pecados, y echaban el

169

manojo al río. y pedían á los dioses que lo llevasen al
abismo y allí lo escondieran para siempre.
Si via el confesor que el penitente no descubría todo
su pecho, ó tenía sospechas dello. luego hacia allí un
sacrificio de un cuy. que es como conejuelo ó como ra-
tón muy grande, ó de otro animal ó sabandija cual-
quiera, y abierto el animal, y haciendo sus coniuros
y hechicerías, decia que adivinaba que aquel le escon-
día pecados, y dándole con la piedra, le hacia descubrir
todo lo que tenia; y en todo lo demás hacia lo que que-
da dicho.
El inga y el Vilahoma no se confesaban de ordinario
con nadie, sino que el inga se iba al río ó algún arroyo
con su manojo nuevo de heno ó esparto, y allí hablaba
con el sol y le pedia le perdonase sus culpas, que él se
enmendaría, y que mandase que aquel río ó arroyo los
llevase en aquel manojo al abismo; y dicho esto, escu-
pía en el manojo y lo arrojaba á la agua, y así acababa
la confision. Y es falso que entonces hubiese lavatorio 1
llamado o pacuna, ni menos lavatorios que se pudiesen
comparar con los de los moros, llamados guadoi; por-
que como Polo á cada cosa echaba sus coniecturas, pa-
recióle que también en esta obra habría lavatorios, y
que serían muy semejantes á los de los árabes, y lo que
imaginó lo puso por historia. De manera que ni el inga
ni los particulares usaban en sus confesiones de lava-
torios, sino que en esto imitaban al Vilahoma.
El cual se confesaba con el gran Illa Tccce en su

1 Auct.: Fr. Melchor Hernández, en tos Anotaciones, verbo O pacuna, dice que en
coaa de confesión no se usaba lavatorio, sino en otro* sacrificios que servían como
de expiación.

170

Relación

templo, teniendo en las manos un manojo de heno, de
flores y de algunas hierbas odoríferas, y escupiendo en el
manojo, lo sacrificaba y echaba en el fuego y pedia que
el humo llevase sus pecados; y tomaba las cenizas, y
llevadas al rio 6 arroyo y dichas sus oraciones, las echa-
ba en el agua para que se hundiesen; mas no se lavaba
ni hacia el opacuna, y volvía á su casa. Todavía st> sabe
que algunas veces se confesaron los ingas y aun los
Vilahomas con algunos ministros principales que eran
tenidos por confesores suyos, y tenían renta y mucha
autoridad por ello.
Dicho se ha de los ichuris confesores que eran prin-
cipalmente huaiuc, adivinos; y habían de ser hombres
y no mujeres, á lo menos en el Cuzco y entre los Chin-
chaísuyos, y aun entre los Collas. Después, con la baja
que dieron los ministros y con el desorden, se trazo que
á mujeres confesasen mujeres, y á varones, varones;
pero esto no se guardó sino entre algunos Collas.
Tf Sacrificios.
Humu.
La tercera diferencia de ministros era de los que lla-
mamos humu, hechicero, nacac, carniceros 6 desollado-
res de animales para el sacrificio.
Estos eran como siervos y ministros de los de la
primera y segunda diferencia. Su oficio principal era
aderezar los templos, limpiarlos y proveer de todo lo
necesario para los sacrificios: leña, flores, ramos, ani-
males, ropa, coca, sebo, conchas, pan, vino, mieses,

171

frutas, ollas, asadores, platos, tazas de oro ó de plata.
Ellos mataban la res, la desollaban, abrían y observa-
ban, para ver lo que decían, y adivinaban por las entra-
ñas y asadura, y conforme á esto, lavaban la carne tan-
tas ó tantas veces, la asaban ó cocían, ó hacian lo que
acerca dello estaba determinado. Si sacrificaban carne
con sangre, se decia harpay; si carne sin sangre, has-
pay; si oblaciones, como pan y mieses, cocuy.
Al tiempo del sacrificio cantaban los cantores mu-
chos cantares, tañían trompetas, fístulas, y bocinas
hechas de caracoles grandes, y cornetas. Cuando era
menester hacer sus procesiones, llamadas huacáylla 6
tomarii. salían acompañados de los demás ministros,
así y ana villcas como huatus, y estos de la tercera dife-
rencia llevaban las andas donde iba el ídolo. Mante-
níanse los unos y los otros de las carnes del sacrificio
y de las ofrendas. Estos humus 6 laicas, si eran de los
que tocaban el sacrificio, 110 podían ser casados mien-
tras tenian el oficio; y si después de dejado ó quitado
el oficio se casaban, no podian tornar á ser sacrificos
(sic). Los demás que servían de guardar los templos,
barrerlos y acarrear lo necesario, eran casados, y sus
mujeres regaban y barrían comunmente é hilaban para
lo que se habia de tejer para el templo. Los ministros
que guardaban los sanctuarios ó cueus (?), 1 que eran á
manera de ermitas, y los computistas del año, que mo-
raban en los altos para observar las sombras del sol y
las estrellas, todos eran casados. Todos estos minis-
tros, así mayores como menores, fuera de lo que caía
1 Esta palabra, que apenas se entiende en el original, parece mexicana: caen.

172

Relación

de los sacrificios y ofrendas, tenian rentas señaladas en
tierras y en telares de ropa.
Todos eran exemptos de pecho y tributo y de la ju-
ridicion real; y si caían en negocio de crimen lesa
majestatis, el gran Vilahoma ó algún hatun villca, les
privaba de oficio y de hacienda y los echaba á las mi-
nas, que entonces era esto gravísima pena, como las
galeras; aunque si el caso era tal y tan atroce, á peno-
sos tormentos les quitaban las vidas, ó los entregaban á
los ministros del rey.
Los ministros mayores siempre venían por vía de
elección y suficiencia; los de la segunda y tercera dife-
rencia alcanzaban los oficios por una de tres vías: ó por
vía de herencia, ó por via de elección, 6 por haber na-
cido con alguna señal singular y rara, no usada en los
demás hombres, como es tener seis dedos en las ma-
nos, brazos más largos de lo ordinario, ó haber nacido
en el mismo tiempo en que cayó cerca de aquel lugar
algún rayo, 6 haber nacido de pies, 6 otras señales;
aunque lo de la herencia quitólo la misma república
con su rey.
Fueron en los tiempos antiguos todos estos minis-
tros de grande autoridad y reverencia entre los pirua-
nos, así porque eran ricos y poderosos, como porque
eran nobles y muy emparentados; mas, en tiempo de Vi-
racocha Inga, fueron muchos destos ministros causa
principal para que se amotinase y rebelase el pueblo, y
particularmente Hanta huaylla con los Chinchas, de
donde resultaron grandes guerras y casi perderse el rei-
no; por lo cual, Tito Yupanqui, hijo heredero del rey,
tomó la demanda y venció á sus enemigos, y prendió

173

grande suma de sacerdotes de ídolos y los trujo al Cuz-
co, y triunfando dellos, les privó de sus oficios para
siempre. Y después que vino á ser rey absoluto, hizo
nuevo modo de sacerdotes y ministros, mandando que
siempre fuesen de la gente plebeya y pobres, y que en
cosa de traiciones y rebeliones fuesen subiectos á la
pena de la ley, que es padecer muerte cruel; de lo cual
hizo ley mudando el modo de los ministros y su vivir
y sacrificios, de tal manera, que lo llaman Pachacuti,
que quiere decir reformador del mundo, y es el noveno
deste nombre Después Topa Inga Yupanqui, su hijo,
renovó esa ley, y aun permitió que etiam mujeres sir-
viesen de ayudar los sacrificios, y que las mujeres con-
fesoras confesasen á las mujeres. Desde este tiempo
comenzaron las mujeres de Collasuyo á usar deste ofi-
cio y á mirar las entrañas de los animalejos que abrían,
y á hacer otras hechicerías; porque, antes de estos dos
reyes, nunca se permitió que mujeres casadas, ó solteras
ó viudas, usasen destos oficios, exceptas las vírgines
vestales, de las cuales diremos luego.
También tocó el ramalazo de la ley, en su parte, al
gran Vilahotna que entonces vivia, porque con la oca-
sión de las guerras y del saco que hicieron los soldados,
perdió mucho de sus tierras y rentas; y lo mismo fué
de los hatun villcas y de los yana villcas.
En lo que toca á la obediencia que estos ministros,
así antiguos como modernos, tenían á sus mayores, no
hay que tratar ni encarecer, pues de ninguna gentili-

1 Nuestro anónimo es el único que conviene con el licenciado Fernando Monte-
sinos en la cuenta de los incas; todos los demos geneologistas de aquellos soberanos
nombran un solo Pachacuti ó Pacbacütcc.

174

Relación

dad se lee que fuese tan subiecta y obediente á los que
mandaban y gobernaban, como lapiruana. Y así, entre
muchos religiosos, para significar la obediencia per-
fecta y pronta, se usa este proverbio: «(obediencia de in-
dio. • Tenian sus decuriones, á quienes inmediatamente
obedecían, y estos sus quincuagenarios y centuriones,
y estos sus pente y chiliarchas, que eran como para qui-
nientos uno, y para mili un superior llamado millena-
rio. Habia tanta puntualidad, que era para admirar, y
no se consentía un punto de ociosidad. Los ministros
que eran casados iban á sus casas los dias que no les
cabia oficio; los que no eran casados y habian prome-
tido continencia perpetua, siempre se estaban en los
templos y dormían en un barrio que estuviese junto al
templo que les cabia, sin mezcla de otras gentes.
Religiosos indios.
La demasiada solicitud de buscar oro y plata con que
entraron los españoles en el Pirú, fué parte para que
ni aun á los principios ni en los años venideros se pu-
diesen saber muchas cosas antiguas de la religión falsa
de los piruanos; ayudaron mucho á esto las guerras ci-
viles que por más de treinta años tuvieron los españo-
les entre sí unos con otros, instigados desa solicitud y
codicia; y si supieron algo, no fué porque lo quisieron
saber, sino porque buscando tesoros, entierros, sepul-
cros, donde hubiese oro y plata, y teniendo noticia de
algunos, preguntaron quién y cómo lo puso allí, con
todo lo demás que consecutivamente se podia saber
para sacar, si habia, más tesoros. Y este fué el fin prin-

175

cipal porque Polo descubrió los sepulcros de los reyes
y grandes señores del Cuzco, porque entendió entonces
que enchina los senos de riquezas, y con esa ocasión
inquirió de los ministros y viejos muchas cosas de las
que vemos en sus libros y papeles, como de los Vilaho-
inas, de los templos, de las estatuas, de las monjas
aellas, para ver si queda algún rastro de donde pudiese
saber si habia más plata y oro y más riquezas y como-
didades; y todo lo que noolia á esto, nunca curó de sa-
berlo ni preguntarlo, como fué de los indios religiosos
que hubo en el Pirú, que por vivir estos como vivian
en los yermos, no pudo Polo tener noticia dellos, ni aun
imaginar que tal género de vida hubiese. Lo de las ae-
llas vírgenes sí, porque estaban en poblado y eran co-
mo tesoreras de las riquezas y tesoros qne habia en los
templos del sol; y esto era lo que él con los demás
buscaba1.
Así que habia en el Pirú dos maneras de religiosos;
unos que servían al gran Illa Tecce Viracocha el cual
confesaban ser el criador del universo, y del sol, y de la
luna, y de las estrellas, y de los hombres.
Vivian estos al principio cuando trataban de ser huan-
caquüli 6 useavillullu (que este era el nombre que tenían)
en congregación, para deprender todo lo que era menes-
ter, y estaban como en noviciado, que ellos llamaban
himnac, y al mismo novicio también llamaban así. Su
ocupación era, primeramente, rogar al gran Illa Tecce
i Actuación tan violenta y apasionada come injusta: aki atan las mismas rtlatio-
net de Polo pata probar oue no todo fui m /I codicia, sin oue yo niegue ana la tu-
viera y harta; ptro, in buen hora, pues redundo en utilidad y esclarecimiento de la
historia antigua del Perú, por más que descuidase ta de sus Inilet indio».

i76

Relación

y á los demás dioses por el rey, por el pueblo, por el
reino, por los ministros y por todas las necesidades, y
vivían de las rentas comunes que tenia la casa donde
habitaban. Tenian mil lavatorios, sacábanse sangre de
las venas con pedernales muy agudos, ayunaban mu-
chos dias del año y aun tenian su modo de Cuaresma.
El modo de ayunar era comer raíces y hierbas y grano
de maíz y abstenerse de carne, de pescado, grosura.
pimienta y otras cosas que pareciesen tirar á regalo.
Obedecían á uno que les mandaba, y no podían casarse
después que se determinaban servir á sus dioses en es-
ta vida; prometían obedecer al gran Vilahoma y á sus
vicarios y ser obedientes á sus mayores, y leales á sus
reyes, y de nunca tocar mujer en su vida. Muchos des-
tos se ofrecían desde mochachos y duraban, no sólo en
continencia hasta la vejez, pero en virginidad. Andaban
macilentos, vestidos de pardo 6 de negro, con las man-
tas muy largas y los cabellos cortados hasta las orejas
como melenas; no bebían vino; cuando estaban en po-
blado, andaban de dos en dos ó de tres en tres, no á la
par, como religiosos, sino uno en pos de otro. Muchos
destos ó los más eran eunuchos, que ellos dicen corusca,
que, ó ellos mismos se castraban, en reverencia de sus
dioses, ó los castraban otros cuando eran mochachos,
para que sirviesen en esta manera de vivir. Cuando
salían por las calles y plazas, llevaban tras sí toda la
gente, que los tenian por sanctos, y ellos con soberbia
farisaica, oraban públicamente por el inga y por el
pueblo, para que los estimasen; dábanse con piedras,
prostrábanse; aparecíaseles muchas veces el Demonio
en diversas figuras de hombres y de animales, y per-

177

suadíales mili desatinos, hasta hacerse sangre con lan-
cetas, con pedernales, y hasta matarse á si mismos ó
despeñarse.
Cuando estos parecían ya estar firmes en su propó-
sito y aprovechados en el modo de vivir y en las peni-
tencias, íbanse con licencia de su Tocrico, que era co-
mo prelado suyo, al monte ó yermo á vivir en soledad y
penitencia estrecha, y allí, demás del tito y huñicui, que
son castidad y obediencia, que habian prometido, ana-
dian otra promesa de uscacuy, mendiguez ó pobreza, ó
villulluy, miseria y desprecio de pobre mendigo, y guar-
daban estas dos cosas puntualmente. De aquí es que
habia muchos destos solitarios en los montes y que-
bradas muy apartadas de los caminos. El pueblo lla-
maba á estos comunmente huancaquilli, esto es, deshe-
redados y desechados de todas las riquezas, y desterra-
dos; y aun tiempo hubo en que se iban* los viejos he-
chiceros á tener otra tal soledad en los montes.
Allí contemplaban al sol, la luna y las estrellas, y
las adoraban casi sin cesar; no carecían de sus idoli-
llos; los montes, las cuencas de los ríos, las peñas, les
servían de templos, de oratorios y sanctuarios, ¿Quién
duda sino que allí se les aparecía el Demonio más ve-
ces que no en poblado? Que cuidado tiene el Demonio
de que el idólatra y el sacerdote de los ídolos sea ince-
sable en el adorar y atender de noche y de dia á los ído-
los y á las supersticiones y mentiras; y cuando se con-
vierte á la fe católica, le pone una tibieza de manera
que apenas se acuerde de Dios una vez en la semana.
Dormían en el suelo, comían raices, bebían agua
fría, disciplinábanse con cordeles bien añudados, y asi

12

178

Relación

como los antiguos anachoretas fueron antiguamente
muy visitados de los fieles, así también lo fueron estos
de los infieles. El que habia perdido algo precioso, iba
á ellos para que adivinasen dónde estaba ó quién lo ha-
bia llevado; la que tenía ausente su marido en la guer-
ra 6 en la mar, los preguntaba si volvería con salud, si
se moriría allá; la que estaba de parto, los enviaba á
rogar orasen á la reina del cielo, que así llamaban ellos
á la luna, para que la alumbrase; finalmente, acudían á
ellos en sus necesidades. Si morían, eran enterrados por
los demás solitarios convecinos con grandes llantos y
supersticiones.

T[ Aellas, vírgines religiosas.

Pachacuti Inga, séptimo deste nombre, señor de Pa-
cari Tampu, restauró el imperio del Cuzco, que se ha-
bia perdido con las guerras y pestilencias pasadas; y
reparando la ciudad y reedificándola, hizo ley que todos
adorasen al sol después del gran Illa Tecce Viracoclva,
y también á la luna, que decían ser hermana y mujer
del sol, y al lucero, hijo de ambos á dos y mensajero
suyo dellos. Y para que esto permaneciese, hizo su
templo famoso en el Cuzco en reverencia del sol, y
el atrio, que era grande, lo adornó en reverencia de la
luna. Este templo fué de los reyes sucesores reparado
y enriquecido diversas veces, porque cada uno iba añi-
diendo su parte, y el que más se señaló, fué Pachacuti
noveno, y el último de los Pachacuties, porque afirman
muchos religiosos graves dominicos y franciscos, que

179

todas las paredes y todo el techo estaban cubiertos y
aforrados de chapas y planchas de oro, sin quedar cosa
en todo lo interior del templo que no fuese oro.
Puso también Pachacuti sétimo dos maneras de mi-
nistros para este templo, con bastantes rentas para su
sustento, para que desta manera nunca cesase la ado-
ración del sol y de la luna. Los primeros ministros
eran hombres escogidos de la primera y segunda y ter-
cera diferencia de ministros que arriba dijimos, los
cuales todos servían, unos con enseñar al público, otros
con agorar y declarar oráculos, otros con sacrificar.
La segunda manera de ministros quiso que fuesen
vírgines escogidas, hermosas y de sangre noble, llama-
das aellas, esto es, electas y consagradas al sol; y asi se
llamaban ellas intip chinan, ó punchao chinan, esto es,
criadas del sol, siervas de la luz del dia, pero nunca
intip huarmin, 6 punchaopa huarmin, mujeres del sol.
Tenian su manera de noviciado, y llamábanse las
novicias huanxac aclla, recien electa, nuevamente esco-
gida; porque> en cierto tiempo de año, acudían ciertos
magistrados que tenian cargo de que no faltasen don-
cellas en el templo, á los pueblos, y mandaban echar
bando y pregón, que cualquiera virgen que quisiese de
su voluntad ir á ser aclla en el templo del sol, que lo
pudiese hacer y se viniesen á registrar; y si quisiesen
sus padres ofrecerlas á sus dioses, que se las entrega-
sen, y entonces sus padres ó sus tutores entregaban á
las que de su voluntad querían ir, al magistrado que ha-
bia de llevarlas al templo. Y ala verdad, era para mu-
chos indios que tenian muchas hijas gran alivio esto,
fuera de que en el templo eran tan tenidas, tan regala-

i8o

Relación

das y adornadas, que habia muchas doncellas que se
ofrecían á ello. No iba esto por tanda, como algunos in-
terpretaron, ni menos por fuerza, como á Polo le pare-
ció, sino muy á gusto de las vírgines y de sus padres;
y aun vino el negocio á tanta estima entre ellos, que
rogaban los padres para que recibiesen á sus hijas, y
aun ponían intercesores que lo alcanzasen; lo cual no
fuera así, si por fuerza hubiesen de llevar las vírgines
mal que pesase á sus padres; fuera de que era máxima
muy repetida de las mamaconas que las regían, que nun-
ca servían bien ni hacian cosa bien hecha ni aun dura-
ban, las que eran traídas por fuerza. Juntas las donce-
llas en aquella provincia ó pueblo, escogían las que
excedían en hermosura, y enviábanlas al Cuzco á costa
del rey y del reino, acompañadas de algunos viejos y
eunucos, y dábanles criados que las sirviesen. Las de-
mas poníanlas en el templo de aquella provincia ó pue-
blo, cada una conforme á la nobleza y habilidad que
tenía. De manera que en todas las provincias donde ha-
bia templos del sol, se ponían en cada uno doncellas
de la misma nación, ó de los pueblos subiectos á la tal
provincia; empero, en el templo del Cuzco, habia don-
cellas de todas las naciones, y principalmente de tres,
á saber: del Cuzco y su territorio, de las Chapapoyas,
y de las de Pilleo, que agora llaman Guánuco. De las
de los Collas y de la provincia (sic) no sé que hubiese
alguna.
Diremos el modo que se tenia en el Cuzco, porque por
allí se entenderá el que tenian en las demás provincias.
Cuando entraban las doncellas en la ciudad, para ser
recibidas en el templo, salíanlas á acompañar lo mejor

I8I

della, y llevávanlas ante el rey, y si estaba ausente,
ante los del consejo real, que ellos llamaban Hunu (y
el presidente se decia Cdpac hunu). y examinaban pri-
mero la edad, que por lo menos habia de ser pasados los
años de la pubertad, y así, habían de ser de doce años
para arriba. Lo segundo, que habían de ser legítimas;
con las hijas naturales se dispensaba fácilmente, y con
las bastardas nunca. Lo tercero, si tenían algunas man-
chas en el rostro que las afeasen. Lo cuarto, si venían
de su voluntad y de buena gana, ó si venian*forzadas,
ó si gustaran casarse en su tierra; si decían que venían
tristes y que quisieran, ó casarse en su tierra, 6 estar
con sus padres hasta que hubiese con quien casarse,
dábanlas plena licencia, y aun castigaban á quien las
habia traído con violencia. En lo que toca á saber si
eran doncellas, pertenecía á las mamaconas, matronas
y superioras del monesterio. Acabado esto, les señalaba
el rey 6 el presidente á cada una cierta ración y renta y
una criada, que llamaban china, para que la sirviese, y
remitíanlas todas al gran Vilahoma, y en su ausencia
al hatun villca, que tenia sus veces. Este las exami-
naba casi en las mismas cosas, y si se habia hecho el
quicuchicuy, que eran ciertas supersticiones y sacrificios
que se hacian cuando la muchacha llegaba á los años
de la pubertad; si no se habia hecho, aguardabaná que
se hiciese por mano de sus padres, si estaban allí, ó
de sus tutores ó curadores ó parientes. Hecho, esqui-
lábanlas, dejando en la frente y en las sienes ciertas
madejas de cabellos; cubríanlas con un velo morado, ó
pardo, y vestíanlas con vestiduras pardas de novicias,
muy honestamente, y hacíales el Vilahotna una exhor-

l82

Relación

tacion larga sobre lo que era aquello y que se preten-
día de allí que sirviesen muy limpiamente al sol y á
la luna y al lucero, pues que ellas eran hermosas co-
mo ellos; y que en el tiempo de huamac, mirase cada
una si quería permanecer toda la vida en ese templo ó
no, y conforme á como quisiese su corazón, así hicie-
sen; luego las entregaban á quien las gobernase y tu-
viese cuidado dellas. Y como eran muchas las que ha-
bia en el templo (porque pasaban de tres mili en el
Cuzco) señalábaseles maestra de novicias una para diez,
y éstas acudían á la maestra mayor, y ésta á la abadesa
ó superiora de todo el monasterio,-y ésta al Vilaltoma
ó hatun villca. Señalábanse también yana villcas an-
cianos y sabios, que mirasen lo que habian menester de
medicinas y otras cosas y las proveyesen.
Duraba tres años el noviciado, y en todo este tiempo
las enseñaban á hilar y tejer y broslar, hacer vinos pre-
ciosos, pan y manjares delicados, gobernar la casa y
familia y todas las cosas de su falsa religión, aliñar el
templo, y conservar el fuego sagrado, que llamaban
nina villca, y otras muchas cosas. Estaban las novicias
apartadas de las antiguas, y aunque no habia llaves ni
puertas, porque no usaron sino de antepuertas de paño ó
lienzo, era tanta la subiection y obediencia de éstas, que
no pasaban de las antiguas á las novicias ni de las no-
vicias á las antiguas, si no tenian licencia de la abadesa
6 de la maestra mayor. La abadesa era comunmente
hija del rey ó de algún gran señor que descendiese de
la casta real; las demás superioras eran también muy
nobles. Quipos hay que cuentan haber entrado algunas
reinas viudas y princesas vírgines á este monasterio de

i83

su voluntad, para vivir siempre en él, y que estaban á la
obediencia de sus mamaconas (que asi se decían las su-
perioras) con tanta humildad y submision como las más
comunes. Nunca princesa que entró allí, ó infanta, 6
hija de gran señor, salió del monasterio para casarse
con nadie, porque tenian por afrenta grande, que la que
habia sido consagrada al sol, se sujetase á varón ningu-
no. También ponían en este monasterio muchas perso-
nas principales sus hijas niñas, para que deprendiesen
á hilar, tejer, coser, guisar, hacer vinos, gobernar la
casa, y otras cosas nescesarias; y estaban entre las no-
vicias, aunque no hubiesen de ser aellas. Llegadas á
edad de diez y ocho años ó que estuviesen para casar,
las sacaban sus padres con licencia de la superiora,
que era distinta de las otras, viuda y anciana, como
maestra de niñas; y si alguna destas quería ser aclla y
quedarse en el templo, era recibida, y lo que allí habia
estado le servia de noviciado.
Acabado el noviciado de tres años, venia el gran Vi-
lahoma acompañado del rey ó de su presidente, y en el
atrio del templo, donde habia sus corredores, se senta-
ban y sacaban todas las novicias llamadas huamac, que
hubiesen llegado á tres años de noviciado, para que las
examinasen. Venían con ellas sus maestras y también
los prefectos que tenian cuidado dellas, y preguntá-
banles qué les parecía de aquel recogimiento y vida;
si determinaban quedarse en el templo y ser aellas elec-
tas ó ser chims del sol, esto es, criadas y ñustas del y
de la luna, esto es, esposas del sol y damas de la luna,
ó si querían casarse, que mirasen y determinasen en
ello y lo dijesen allí; y supiesen que si se casaban y

184

Relación

caian en adulterio, habían de morir conforme á la ley;
y si se determinaban de ser aellas y después caian en
flaqueza, morirían también cruel muerte; y que la ley
tenía dispuesto no sólo esto, mas también que la que
una vez fuese hecha aclla y recebida por tal, no se po-
dia casar ni en secreto ni en público, so pena de la vida
al varón y á la aclla que tal hiciese. Respondían las
maestras por ellas, conforme á como sabían de su pe-
cho dellas, y si decian que sí querían casarse, las ponían
aparte; si decian que se querían quedar, las vestían de
blanco y las ponían una guirnalda de oro llamada cori-
uincha y unos calzados preciosos y un velo blanco lla-
mado pampacum; y habiendo hecho ciertos sacrificios
y rogativas al sol y otras cerimonias, las entregaban á
los varones eunuchos que tenían cuidado del monaste-
rio, y ellos á la que era como abadesa, la cual, si era
doncella, se decía manta aclla. ó aclla mamanchic, si era
viuda. Mamanchic mamacona, es del número plural: mu-
chas superioras viudas; aclla mamacona: muchas supe-
rioras vírgines. Ahí estaban éstas en el templo toda su
vida; tejian ropa finísima para el templo, para los dio-
ses, para Vilahoma y para el rey y la reina y para sus
padres y hermanos, si los tenían, ó para sus tutores y
curadores. Iban á visitar los templos y los santuarios
que habia en el pueblo, y á limpiarlos y aderezarlos;
pero cada vez que iban, de dos en dos (y en ninguna
manera solas), iban con ellas ciertas mujeres ancianas
y sus criadas y dos lictores, que eran los guardas del
templo, y traían una lanza en la mano y un arco con
sus flechas. No podían salir sin este acompañamiento;
porque, fuera de que eran grandemente estimadas por

i85

toda la tierra, todos tenian gran cuidado de que estas
fuesen siempre enteras y limpias, pareciéndoles que
mientras éstas estuviesen asi en su virginidad, les se-
rian muy propicios sus dioses. El principal oficio des-
tas era guardar y conservar el fuego de los sacrificios,
que ellos llamaban nina villca, fuego sagrado.
No se sabe de gentilidad ninguna que haya prometí.
do virginidad perpetua y que la haya guardado, sino
sólo la piruana en sus virgines aellas; no porque el De-
monio, que enseñó esta manera de monesterios, se huel-
gue de la castidad y limpieza virginal corporal como la
que guardaban estas, sino que por este camino quiso
enseñar, como realmente enseñó, muchas supersticio-
nes y mentiras, muchos abusos en negocios de idola-
trías.
No se sabe ni tal historia ni quipo hay que tal diga,
de que alguna destas aellas virgines hayan caido en fla-
queza de carne; y cuando entraron los españoles en la
tierra, hallaron algunos monesterios junto á Cassamar-
ca y Huaylas, y aunque pensaron ellos que eran hechi-
ceras, con todo, averiguaron después lo que era, y mu-
chas dellas, recibiendo el baptismo sagrado, se queda-
ron virgines, ofreciéndose nuevamente por aellas de
Jhesu Xpto Nuestro Señor, y otras huyeron al monte.
Las monjas del Cuzco hicieron lo mismo, que* se con-
virtieron al Señor más de dos mili dellas, y las más
permanecieron virgines hasta la muerte, y otras casa-
ron con indios recien baptizados y otras se huyeron á
diversas partes; aunque todas ó las más vinieron á ser
cristianas, y las que más florecieron en devoción y ho-
nestidad fueron éstas.

i86

Relación

Cada año, despuesde la siega, hacian un sumptuosísi-
mo banquete en el Cuzco, y las que estaban muy lejos,
en lo mejor de su provincia; y aquí renovaban el ho-
menaje y juramento que tenían hecho de obedecer pri-
meramente á los dioses y á sus ministros, y luego al
inga y á sus ministros. Para esto se hallaba el rey pre-
sente (y en las tierras donde no estaba el rey asistía su
virey tocrico) sentado en lugar eminente debajo de palio
y con su vestidura é insignias reales y la borla del rei-
no; y los ídolos Illa Tecce Viracocha, y del sol, y de la
luna, y del lucero, y el del rayo, presentes cada uno en
su altar sembrado de oro y plata y piedras preciosas
y flores, con sus ministros y agoreros y adivinos; y el
ejército y la guarda del rey, muy á punto puesto; el
consejo y presidente, los otros magistrados y los gran-
des señores y principales, todos puestos por su orden y
antigüedad y sentados, y luego un grandísimo número
de pueblo, que habia concurrido de diversas partes,
para ver así al rey y las fiestas, como por ver las vírgi-
nes, que todas á una mano eran en extremo hermosas.
Acabado el razonamiento y ciertos sacrificios de ani-
males y el juramento y homenaje, y el haber besado
la mano al rey y las mujeres á la reina, que también
estaba en su estrado debajo del mismo palio, luego se
ponían las mesas á su modo: para el rey ponían una
alta de más de media vara 6 dos tercias, toda hecha de
flores y cubierta con manteles de algodón muy blan-
co, y lo mismo á la reina, pero más baja la mesa, y al
punto salían las vírgines aellas vestidas de blanco y
colorado, acompañadas de muchos señores, y comen-
zando desde el rey y reina y del príncipe, daban de co-

187

mer abundantemente; y como eran muchas, iban por
su orden y concierto, cincuenta á tal parte, con sus pre-
lados y ayos, dando también de su vino hecho del gra-
no de maíz que tienen. Por fin y remate, sacaban una
porción pequeña de pan á manera de hostia redonda
pero gruesa, y daban cada porción á cada uno; y el re-
cibir este pan y comer del 6 todo ó parte, y reverenciar
á los ídolos, era como acto de religión y idolatría.
Tenian este pan por gran regalo y guardábanlo como
si fuese reliquia, y llamábanle illai tanta, pan divino,
pan sagrado. Otras veces comenzaba la fiesta por este
pan, como ellas querían y lo tenian trazado.
Luego las virgines sacaban de la ropa fina que ha-
bian labrado todo aquel año, y ofrecían al rey y á la
reina, y al príncipe, y á los infantes é infantas, si los
habia, lo mejor y más curioso, de varías colores y la-
bores; luego á los señores y hombres principales, y á
sus mujeres y hijos, les daban á cada uno sus vestidos
preciosos, varios tocados y calzados de hombres y de
mujeres, fajas, guirnaldas, joyas, prendederos, garnie-
les y otras muchas [cosas]. La ropa era toda de lana de
vicuña, que iguala con la seda. Para la demás gente sa-
caban ropa de lana común ó de algodón, conforme á la
nación que eran los que habian de recibir. Con este
hecho ganaban ellas más, porque los señores y el pue-
blo les daban á ellas grandes presentes de ganado, de
tierras, oro, plata, lana, mieses, etc.
El dia siguiente á éste es en que se admitían las
aellas, sacándolas del noviciado y incorporándolas en
el monasterio con las antiguas. Las demás que no
querían quedarse, sino casarse, salían también este

i88

Relación

dia, y conforme á su calidad y nobleza las casaban
con hijos de señores á las que eran tales, y con ple-
beyos á las plebeyas; porque las que entraban por
criadas de estas novicias eran de los plebeyos, y dá-
baseles marido que les cuadrase, porque fué muy Cé-
lebre refrán y muy puesto en uso entre los piruanos el
que dice: «cásate con tu igual;» como que habia ley
dello. También tomaba el rey alguna 6 algunas, no con
título de mancebas ni criadas, sino para damas de la
reina; y si él allá hacía sus flaquezas, no era con to-
das ni todas veces, ni todos los reyes lo hicieron. Lo
mismo se entiende cerca de dar el inga á otros señores
algunas destas mujeres, que se las daban para que las
guardasen como tutores y curadores y las casasen á su
tiempo; y si alguno 6 algunos las deshonraban, no to-
dos, porque muchos habia que las prohijaban y las
guardaban con tanto cuidado como á sus propias hijas.
A muchas entregaban á sus padres para que ellos las
casasen á su voluntad. Mas en ningún quipo ni histo-
ria antigua ni moderna he hallado que alguna destas
vírgines novicias que no querían quedar en el templo
fuesen señaladas para ser sacrificadas y muertas por el
bien del pueblo ó del lugar, ó por necesidad, ni que
ninguna hubiese muerto desta manera, sino siempre
lo contrario. Ni sé á dónde pudo Polo1 adivinar tal in-
terpretación, si no es que oyó decir que se sacrificaban
pasitos, y ñustas, y aellas, y huahuas; mas no entendió el
lenguaje de los indios, que á las corderas y ovejas que
se sacrificaban en nombre destas ó de otras doncellas,

i Los autores arriba citados (cap. di los sacrijiíios) son contra Polo, y la común
tradiciou de los indios y de sus quipos.

189

se llamaban pos fia, chusña y ñusta, y las que en nombre
de las mismas aellas, se decian también aellas; y el cor-
derico se llamaba huahua, niño. Y quien no repara en
los tropos y ñguras que tiene esa lengua, dirá siempre
una cosa por otra, y hará errar á todos los que le si-
guieren.
Las aellas eran esentas, inviolables; y si cuando ellas
pasaban por la calle acompañadas de sus criados y
guarda, se acogia á ellas algún delincuente, no le po-
día prender la justicia, porque le valia por amparo la
presencia de las aellas, como también les valían los
templos á todos los delincuentes que se acogían á ellos;
fuera de eso, según sus leyes, estaba prohibido de que
se pudiesen casar, como queda arriba dicho; y que si
se casasen, allende que habia pena acerbísima, estaba
dado el tal matrimonio por no válido. Y cualquiera que
las maltrataba de manos y de palabra, habia de ser cas-
tigado bravísimamente. En el convite que arriba diji-
mos, no se hizo mención del gran Vilahoma, porque
nunca se hallaba en él, mas enviábanle sus presentes;
á sólo el repartir de las novicias se hallaba él ó su lu-
gar teniente Ixatun villca, que algunos llaman corrup-
tamente appopanaca, por decir aponaca, los señores, en
aymará, ó apocuna, en la quichua.
% Costumbres de los antiguos piruattos en lo civil.
Las costumbres y usos de una nación y gente y de
su república, no se han de medir por lo que algunos
particulares ó viciosos hacen, sino por lo que toda la

igo

Relación

comunidad guarda ó siente que se debe guardar, y por
las leyes que tienen y ejecutan. Porque aunque veamos
á cinco ó seis ladrones ó homicidas, 6 oyamos decir ‘
que este 6 aquel particular usó del nefando, ó que sa-
crificó á su hijo, no por eso hemos de condenar á toda
la nación y república, ni á carga cerrada hacer regla
general, si la tal nación guarda lo contrario en lo co-
mún y tiene leyes con que castiga tales delictos y las
ejecuta puntualmente. Asi que diremos de los vicios
que toda la nación piruana tuvo recebidos y puestos en
uso común y los que no eran asi, sino que uno ó dos
solamente los cometía, ó que en otro tiempo fueron re-
cebidos y en otro desechados; y también de sus loables
costumbres y leyes.
Primeramente, la embriaguez y la destemplanza en
el beber fué como una propia pasión desta gente, prin-
cipio de todos sus males y aun de su idolatría. Este
vicio no perdonó dignidades ni estados. Al principio,
cuando poblaron la tierra, por mucho tiempo no tuvie-
ron género de vino, sino sola agua fresca; y cuéntase
que en este tiempo no tuvieron vicios ni fueron dados
á la idolatría. Después buscaron invenciones para ha-
cer algún género de bebida, que fuese menos dañosa
que el agua de aquella tierra; porque, si se mira en ello,
hay provincias en que hay agua tan delgada que cor-
rompe, y en otras tan gruesa, que cria vascosidades y
piedra. Pues en los llanos, allende que la más del agua
que ahí se bebe es salobre, cuál más, cuál menos, es
comunmente caliente, como la experimentan agora los
españoles, que si no son los poderosos y que tienen
caudal, los demás claro es que lo pasan trabajosamen-

igi

te. Pues para remediar este inconveniente y por librarse
de enfermedades, inventaron el vino hecho de grano de
maíz, el cual, si es simple, refresca las entrañas y el hí-
gado, pero no limpia del todo las vascosidades. Man-
daron los médicos que para que el vino tuviese los
efectos que se pretendía, de lavar la vegiga y deshacer
la piedra, se lindase el maíz con la saliva del hom-
bre, que es muy medicinable. De manera que de aquí
nació el mascar los niños y las doncellas el grano de
maíz, y lo mascado ponerlo en vasos, para que después
se cociese y pasase por diversos coladores de lienzo de
algodón y agua limpia, y el agua que de todo esto se
exprime, sea el vino, del cual usaron mucho tiempo; y
por ser medicinable, no hacia reparar en que podia cau-
sar asco el haber sido mascado el maíz, pues por causa
de la salud toman hoy los hombres cosas horribles,
como canina de perro, orines y otras cosas muy asque-
rosas, que en comparación dellas, es la saliva del hombre
cosa más limpia. Y cuando nos ponen vino en la mesa,
no nos acordamos de que ha sido exprimido y pisado
con los pies sucios y polvorientos del hombre.
Este vino que «e hizo en el Perú desde los tiempos
antiquísimos, por vía de medicina, vino después á ser
tenido como regalo y bebida para celebrar sus fiestas;
vino á tanta gula, que por sólo beber sin pena pública-
mente, instituyeron las fiestas en que se habia de beber
á rienda suelta, porque en lo particular siempre fué ve-
dado el beberlo, si no fuese moderado, por vía de me-
dicina. De modo que los dias de triunfos por las vic-
torias alcanzadas, los dias de barbechar la tierra, los
dias de sembrar la mies, los de la siega y cosecha, los

IQ2

Relación

del Aytnoray, ques llevar el grano á la troje y despensa,
estaba la puerta abierta para que bebiesen todos cuan-
tos quisiesen, exceptos los mochachos y muchachas, y
todos los ministros del templo y las virgines vestales,
y la guarda del rey, y los soldados de presidio, y de los
magistrados, los semaneros y las mujeres que habian
de atender al servicio de las casas, y de los plebeyos y
prefectos de sus oficios mecánicos. Duraba todo un dia
el beber, y digerido el vino, se pedia licencia para el
dia siguiente para todas las personas que el dia antes
no habia (sic) bebido, exceptos los religiosos y las virgi-
nes aellas y los sacerdotes de los ídolos, que con estos
nunca se dispensaba. Para las guardas y presidios, sosti-
tuian otros soldados que ya hubiesen bebido el dia antes.
Este era el común uso de sus fiestas en tiempo del bar-
becho y del sembrar y de la siega y de llevar la mies á
la troje; porque primero hacian la labor en todo lo que
era menester, hasta acabarla de todo punto, y luego co-
menzaban los convites y banquetes en que el comer
era muy poco, tanto, que apenas se podría sustentar
uno de nosotros con la cuantidad que comían cinco de-
llos. Pero el beber era extremado; porque fuera de que
la chicha es poción verdadera, da también nutrimiento
como si fuese comida, casi al mismo modo que el cho-
colate en la Nueva España, que habiéndole dejado los
indios y dádose á su pozol, que es el vino de su maíz,
lo han tomado los españoles tan de veras, que en algu-
nas provincias, como en Yucatán y Guatimala y Hon-
duras y mucha parte de Mégico, parece vicio en ellos,
y lo es; y hay muchos que en la demasía de beber ese
chocolate (que también trastorna el juicio si se bebe

193

sin medida) se igualan con los piruanos antiguos y mo-
dernos, que en su vino de maíz son demasiados.
Los dias de los triunfos que llaman el hailli, era cosa
desaforada, porque poco á poco vinieron á tanta cor-
rupción, que duraba el beber y la borrachera treinta
dias y más; pero siempre con el recato de que bebiesen
unos y guardasen el pueblo otros, y se mudasen y re-
mudasen. Habia grandes bailes y danzas, grandes re-
presentaciones de batallas, de comedias, tragedias, y
otras cosas semejantes; pero lo que más se hacia era
cosa de sacrificios, agüeros, hechicerías. A tanta diso-
lución necesariamente se ha de seguir grande corrup-
ción de vicios, particularmente de lujuria, pues estaban
mezclados hombres y mujeres, padres y hijos, herma-
nos y hermanas. De aquí nació lo que autores graves
han escrito, que no se respetaban parentescos de línea
recta, de consanguinidad ni de afinidad, y que llegaba
el negocio á tanto, que ctiam el nefando se usaba, y que
los niños no aguardaban los años siquiera de la puber-
tad; lo cual es en parte verdadero, si consideramos á
los piruanos en tiempo que los faltó el gobierno de los
ingas y no tuvieron quien los fuera á la mano en los
vicios de lujuria que la embriaguez trae consigo, sino
quien los incitase á mayor libertad en ese vicio, pues
vian que los que sucedieron en el gobierno, con profe-
sar por una parte la ley santa de la christiandad, por
otra eran tan frágiles y tan desventurados en la lujuria,
que según contaban los indios ancianos y viejos, y aun
muchos españoles, con lágrimas de sus ojos, nunca
vieron tanta corrupción de soldados cuanta en estos,
como abajo diremos. Pero en parte no es verdadero, si

‘3

194

Relación

consideramos los tiempos en que los ingas tuvieron el
mando y el palo; y todos los*que regularon los tiempos
pasados en los presentes que han visto, entendiendo
que aún aquellos eran peores que éstos, erraron y es-
cribieron mili desconciertos. Es, pues, de saber, que
el inga, como gentil, erró en muchas cosas y llevó al
pueblo tras sí, mas como hombre de razón, acertó.en
muchas y particularmente en negocio de gobierno, por-
que en esto de saber gobernar en lo civil á los piruanos
conforme á su natural, excedió á los españoles. Por
manera, que permitía el inga unos vicios públicamente,
y de los secretos no inquiría, aunque viniese á noticia
(sic), por evitar otros mayores y que fuesen más daño-
sos á la república. Permitía convites y banquetes pú-
blicos de comida, porque los necesitados gozasen del
barato, y se excusasen del hurtar; permitía que bebie-
sen hasta no más, y esto públicamente á vista de todo
el mundo, porque no se bebiese en secreto y particular,
haciendo borracheras de donde sucediesen homicidios,
estupros y adulterios. Permitía que en semejantes jun-
tas de borracheras y bebidas viniesen las mujeres ra-
meras ó solteras que no fuesen virgines ni viudas, ó las
mancebas ó las mujeres legítimas de cada uno, y que
en casas ó escondrijos, que por allí habia muchos, co-
metiesen sus fornicios y torpezas, porque cesasen los
incestos, los adulterios y estupros y nefandos. Llamo
permitir, no que hubiese ley dello, ni pregón ni bando
que mandase que viniesen á ese tiempo y lugar las ta-
les mujeres de que habia no poca copia, sino que,
aunque sabia que venían y habia todas esas torpe-
zas y suciedades, no las castigaba, ni mandaba á sus

195

ministros que prendiesen ó persiguiesen á las tales
mujeres, ni á los varones que se juntasen con ellas.
Porque, aunque la simple fornicación fué tenida por
pecado grande, desde los tiempos antiquísimos, en todo
el Pirú, y aun habia leyes contra los amancebados, con
todo, ni se castigaba lo uno ni lo otro, sino que se di-
simulaba grandemente con ello, sólo á ñn de que se
quitasen y evitasen los pecados ya dichos, como ellos
interpretan. Y así, esta demasiada licencia pudo ser
causa que hiciese crecer el vicio de la lujuria en grande
manera en los indios, y mucho más en las mujeres.
Todo el cuidado del inga fué en que no hubiese raptos
ó estupros con doncellas del pueblo ó con vírgines ae-
llas, ni adulterios, ni incestos, ni pecados contra natura;
porque estos cuatro géneros de pecados castigábalos él
con todo el rigor de la ley, sin perdonar aun á su pro-
pio hijo. Así que, al tiempo de estas borracheras, que
durasen un dia ó dos ó tres ó treinta dias, tenía man-
dado que hubiese muchos ministros reales, y aun cabos
de escuadra y capitanes, que estuviesen á la mira no su-
cediese algo desto y evitasen todos los peligros, qui-
tando las casadas de entre los varones que no fuesen
sus maridos, y juntas de mancebos, y que no dejasen
llegar virgen ninguna ni mochachos ni mochachas. De
manera, que bien vian éstos lo que pasaba con las mu-
jeres mundanas, y esto disimulábanlo, pero velaban con
cuidado y aun buscaban los lugares secretos y escon-
didos para ver si habia adulterio ó incesto, ó otro mal;
porque en hallando algo desto, sin remedio era puesta
la ley en ejecución, matando á los adúlteros ó inces-
tuosos ó nefandos ó estupros con vírgines ¡¡ellas, aunque

ig6

Relación

fuesen novicias; porque el estupro que fuese sin rapto
y violencia cometido con doncella del pueblo, no se cas-
tigaba con pena de muerte, sino con azotes, cárcel, des-
tierro, minas ó esclavonía de servidumbre en las tier-
ras de los templos ó de la comunidad, etc.; sino es que
se quisiesen casar, que entonces con una pena leve se
contentaban, con que luego se casasen según sus ritos y
leyes. No es posible sino que donde habia tanto beber
hubiese algunos desórdenes grandes y pecados enor-
mes, por más guardas que hubiese, pero ya el inga te-
nía puesto el remedio que le parecía convenir, y cuan-
do los tales delitos se descubrían, no disimulaba con
ellos.
El beber mucho y tener cabeza fuerte que no se
trastornase tenian por gran valentía, y así muchos que-
rían mostrar esta fortaleza, mas el vino era más fuerte
que ellos. Todavía se hallaron hombres que de una
sentada se bebían en toda una tarde más de una arro-
ba de aquel vino, y estuvieron en su juicio como si no
hubieran bebido; con todo, no podían estos vivir sino
muy enfermos. Andando con el tiempo, inventaron sus
sucesores traza y modo como hacer este vino más fuer-
te y más vivo; y fué, que dieron en echar el grano de
maíz á remojo y dejarlo estar algunos dias, hasta que
reverdeciese y renaciese echando de sí raices y algunos
ramos, con solo estar en el agua en una artesa ó vaso
grande. Esto molían y lo lindaban y echaban á los
vasos en que hacian su vino alguna cantidad de esto,
y hacian el vino fuerte y que picase y aun trastornase
más presto que lo otro. Otros más golosos hacian de
sólo esto ya renacido todo su vino, y con echar al tiem-

.197

po de beber en el vaso zumo de cierta hierba medici-
nal, se hacia tan fuerte, que los trastornaba más presto.
Llaman á este vino viñaptt’ y otros sora, y dicen los que
lo han probado, que es pestilencial y causa de muchas
enfermedades. La causa que da no es de enfermedades,
pues ningún indio vemos en todo el reino que sea ata-
cado de mal de hijada (sic) 6 de piedra, sino de pecado
de embriaguez, lujuria é idolatría, que son mayor y
peores enfermedades.
Superstición.
No creo ha habido gentilidad tan dada á supersti-
ción como la piruana, puesto que en alguna provincia
hubo más y en otro menos, pero en lo común todo el
reino fué por un rasero. Porque, dejado aparte lo que
toca á su religión falsa, sus dioses, sus sacrificios y
sus templos, y sus sepulcros, y oratorios, y sacerdotes
y hechiceros, lo que es superstición, deprendíanlo des-
de niños, porque miraban en todos sus actos y en sus
meneos, y en casi todos ellos hallaban misterio que
reparar de bueno ó malo. Al temblar los ojos, zumbar
los oidos, estremecer el cuerpo, al toser, estornudar,
bostezar, el sacar el pié derecho 6 el izquierdo, el tro-
pezar con los pies más con este que con aquel, el sa-
lir la saliva cuando escupen derecha 6 fuerte, el encon-
trar, luego cómo amaneció, el primer hombre 6 mujer
desta ó desta traza, el haberle visto primero él que el
otro, ó al revés, ver los animales, serpientes, sabandi-
1 De huiAui, crecer, empente á crecer, germimsr.

198 Relación
jas pelear ó travarse; en todas estas cosas hallaban que
agorar mal 6 bien. Ladrar 6 ahullar perros decían que
significaba pendencias ó muertes; cantar la lechuza,
que habia de morir alguno de la casa sobre la cual
cantó; ver el arco iris, que habia de haber calenturas;
apuntarlo con el dedo, pudrirse el cuerpo de apostemas
6 cáncer. Para esto usaban, hasta las niñas, de. varias
maneras de suertes: en el grano de maíz, en el grueso
de la mazorca, en la saliba echada en la palma de la
mano, y en otras mili cosas. En los celajes del cielo,
miraban no sólo 4a cualidad del tiempo, si era airoso,
si lluvioso, si sereno, pero también agüeros y adivina-
ciones. Finalmente, eran tan dados á estas supersti-
ciones, que en todos sus actos corporales y en todas
las cosas hallaban que mirar y que reparar.
Leyes.
Si en alguna cosa fueron loables los piruanos, fué en
las leyes que tuvieron y en el guardarlas. Y habia dos
maneras de leyes: unas que pertenecían á su religión
falsa y á la adoración de sus dioses, y á sus ceremo-
nias y sacrificios. —Destas leyes y de sus interpretacio-
nes no hay que hacer caso; porque así como su reli-
gión y secta fué mala é inventada por el Demonio, así
lo fueron sus leyes.
La otra manera de leyes, en lo que toca á lo civil y
moral, fué muy loable, y muchas dellas se guardan
hoy, porque vienen á cuento de los intereses de los que
tienen el gobierno y el mando; y fuera bien que se
guardasen todas, porque siquiera gozasen los natu-

igg

rales de las migajas que sobran á los advenedizos.
Ley primera. Que todos los subiectos al imperio de
los ingas hablen una misma lengua general, y esta sea
la quichua del Cuzco, y la depriendan por lo menos los
señores y sus hijos y parientes, y los que han de gober-
nar ó administrar justicia ó ser prefectos de oñcios y
obras, y los mercaderes y contratantes.
II. Que en todos los pueblos haya de todos ofi-
cios y oficiales y maestros, y si esto no pudiera ser,
que cada provincia tenga dentro de su territorio todo
lo que hubieran menester los que habitan en ella: aquí
tejedores de lana, ahí de algodón, acullá plateros, allí
carpinteros, acullá los que hacen el tocado ó calzado;
y á este modo de los salineros, carboneros, canteros,
albañíes, etc.
III. Que para el tiempo del barbechar, sembrar,
segar, guardar la mies, regar las tierras, así comunes
como de particulares, nadie se excuse, sino que salga
con su arado; y que desde el rey hasta el más bajo
ciudadano se ocupe en la labranza de tierras 6 de huer-
tos, á sus tiempos, etc.
IIII. Que se miren las tierras para qué planta ó
semilla tienen más virtud, y no se siembre allí mas de
aquella semilla ó planta, sin embarazarla con otras:
aquí mieses, acullá frísoles, acullá algodón, allí pimien-
tos, y allí raices y acullá fructa; y desta manera en
todo lo demás.
V. Que se conozcan las inclinaciones y habilidades
de los mochachos, y conforme á ella (sic) sean em-
pleados, cuando llegasen á edad madura: si se inclina-
ren á la guerra y mostraren valor, se hagan soldados;

200

Relación

si algún oficio mecánico, lo mismo; aunque lo más co-
mún y ordinario sea que cada uno siga el oficio de su
padre.
VI. Que en todas las provincias haya uno 6 más
depósitos y alhóndigas, donde se guarde todo el basti-
mento necesario (habiendo tomado cada pueblo para
sí todo lo que habian menester abundantísimamente)
para tiempo de hambre, de esterilidad, de guerras,
para dar á cojos, ciegos, tullidos, viudas y huérfanos;
y que de esto no pueda aprovecharse el rey ni los se-
ñores.
VII. Que hubiese depósitos de ganado de la tierra,
que sirviese, lo primero, para los sacrificios, lo segun-
do, para necesidades de la república, lo tercero, para
socorrer á los pobres, lisiados y viudas y huérfanos.
VIII. Que en cada pueblo se dividan las tier-
ras, á cada vecino cierta medida, y á los propios y co-
munidades tanta, y que en estas comunidades no se
pueda meter el rey ni los señores; y si se metiere el
rey por alguna causa justa, sea para bien de la tal pro-
vincia, y acabada la necesidad, vuelva la comunidad á
sus juros proprios.
IX. Que cada uno se vista y adorne conforme á
la cualidad que tiene, el plebeyo como plebeyo, y el
noble como noble; y que ninguno se vista del género
de ropa y traje y labor que se visten los reyes, si no
fuese hijo ó hija ó pariente del rey, ó si no hubiere
particular privilegio para ello.
X. Que en el comer sean moderados y templados,
y mucho más en el beber; y si alguno se embriagase de
manera que pierda el juicio, que sea por la primera vez

201

castigado conforme al juez pareciere, y por la segunda,
desterrados, y por la. tercera, privados de sus oficios, si
son magistrados, y echados á las minas. Esta ley se
guardó á los principios con rigor, mas después se re-
lajó la ejecución de tal manera, que los ministros de la
justicia eran los primeros que más bebían, y aunque se
emborrachasen, no habia castigo; porque los amantas,
que eran como letrados y sabios dellos, interpretaban
las leyes poniendo distinción entre cenca, que es enca-
labriarse y calentarse, y hatun machay, que es embria-
garse hasta perder el juicio; y que aquello era lo ordi-
nario que en todos acontecía, pues no hacian desatinos
de locos, y que aquesto pocas veces ó ninguna aconte-
cía. De manera, que por aquí vinieron á la disolución
que arriba vimos.
XI. Todo género de homicidio que se hiciese fuera
de guerra, sea punido y castigado con pena de muerte
natural, en esta forma: quien mata á su padre ó madre,
que muera y sea hecho cuartos; lo mismo si matare á
sus abuelos ó hijos; quien matare algún niño ó niña,
que muera despeñado ó apedreado; quien matare á ma-
no á su señor, que muera cuarteado; quien mata á otro
particular del pueblo, que muera ahorcado.
XII. Quien mata á algún ministro del rey, cono-
ciendo que era tal, 6 á algún ministro de los dioses, ó
á alguna virgen aclla, que muera arrastrado y asaetea-
do. Quien matase á su mujer por odio, sin culpa della,
ó sin saber que tenia culpa de adulterio, que muera
ahorcado y hecho cuartos; lo mismo la mujer si mata-
re á su marido.
XIII. Quien matare á su mujer hallándola en adul-

• 202

Relación

terio, que sea desterrado por un cierto tiempo. Lo mis-
mo si matare al adúltero con quien adulteró su mujer,
pero el tiempo del destierro no pase de un año.
XIV. Quien fuere causa de que alguna mujer pre-
ñada de tres meses para arriba, muera ó malpara,
dándole hierbas ó golpes, ó de cualquier manera, que
muera ahorcado ó apedreado.
XV. Quien matare al rey ó reina 6 príncipe here-
dero, muera arrastrado ó asaeteado y sea hecho cuartos,
y su casa derrumbada y hecha muladar; sus hijos sean
perpetuamente bajos, de vil condición y no puedan te-
ner cargo ninguno honroso en el pueblo ni en la guer-
ra, y todo esto hasta la cuarta generación. Y lo mismo
los traidores; mas si estos, antes de darse la batalla,
se arrepintiesen y pidieren perdón y se metiesen debajo
del estandarte del inga, vuelva en su gracia real y no
padezca nada de lo dicho.
. XVI. El adúltero y la adúltera sean castigados con
pena de muerte; y el marido, si hallare á su mujer en
tal delito, denuncie luego, para que se le cumpla de
justa venganza; y lo mismo la mujer que supiere ó vie-
re á su marido, con adúltera, denuncie dellos, para que
mueran.
XVII. Quien forzare doncella y la deshonrare, que
muera apedreado. Y si ella se quisiera casarse (sic) con
él, que no muera, sino que se case luego. Quien forza-
re casada, que muera ahorcado. Quien cometiere estu-
pro con alguna doncella consintiendo ella, que sean
azotados y trasquilados y puestos á la vergüenza, y él
sea desterrado y conducido á las minas, y ella á guar-
dar algún templo; y si quisieren casarse, sean solamen-

203

te azotados y se casen luego; mas si él es casado y tie-
ne hijo, que sea condenado para que con sus hijos y
mujer sirvan á la comunidad y ella á algún templo ó á
las aellas.
XVIII. Quien tuviere cuenta con su propia hija,
que mueran entrambos despeñados, y mucho más si
ella fué doncella y consintió; pero si fué forzada y vio-
lada, que muera el padre, y ella sea puesta para que
sirva siempre á las aellas; y si alguno la pidiere por
mujer, que se case. Si alguna mujer fornicase con su
hijo propio, que mueran ambos despeñados. Quien co-
nociere á su hermana de padre y madre ó de madre
solamente, que mueran entrambos ahorcados ó ape-
dreados, y más si ella fué doncella y consintió; pero si
fuese forzada y violada, que sea el hermano ahorcado, y
ella sea puesta á servir á las aellas. Quien se juntare con
su hermana, hija de su padre carnal, si fuera ella don-
cella ó casada y consintió, que mueran entrambos ape-
dreados; si fué forzada con violencia conocida, que mue-
ra el hermano y ella sea puesta para servir á los templos.
XIX. Los incestos con los tíos y sobrinos, ó con
primos y primas en segundo grado, ó afines en primer
grado, si ellas fuesen vírgines ó casadas y consentien-
tes, que sean ambos castigados con pena de muerte de
horca ó apedreados; si no fuesen vírgines ó casadas,
que sean ambos azotados, tesquilados y conducidos
ellos á las minas, y ellas á guardar y servir los templos.
XX. Quien cometiere el pecado de sodomía, que
muera arrastrado y ahorcado, y luego sea quemado con
todos sus vestidos, y lo mismo si se juntare con algu-
na bestia.

204

Relación

XXI. Si los grandes señores cometieren alguno des-
tos delictos, por donde merecieren morir, que los go-
bernadores y consejos hagan la averiguación y informa-
ción, y la sentencia quédese para el rey; y cuando los
tales murieren por su delicto, sean degollados en la
plaza 6 donde al rey pareciere; y si fuesen señoras ilus-
tres 6 sus hijas, y merecieren morir, sean degolladas
dentro de la cárcel.
XXII. Quien fuese alcahuete para que se cometan
estupros 6 incestos y en efecto se hubiesen cometido,
que muera por ellos ahorcado. Y lo mismo la hechicera
que diere hierbas para que se amen y se junten. Quien
fuere alcahuete de adulterios y se cometieren, que esté
en cárcel perpetua, 6 sea condenado á minas 6 á las
tierras ó partes de la comunidad.
XXIII. Quien hurtare cosa de comer 6 de vestir, 6
plata ó oro, sea examinado si hurtó forzado de la nece-
sidad y pobreza, y si se hallare que sí, no sea el tal la-
drón castigado, sino el que tiene el cargo de proveedor,
con privación de oficio, porque no tuvo cuidado de pro-
veer á éste de lo que habia menester ni hizo copia de
los necesitados; y désele al tal ladrón lo que hubiere
menester de ropa y comida y tierras y casa, con aper-
cibimiento que si dende adelante hurtare, que ha de
morir. Si se averiguase que hurtó cantidad y valor de
[en blanco] achupallas 1 y dende adelante, no por necesi-
dad sino de vicio ó por ser haragán y ocioso, que muera
ahorcado, y si fuese hijo de señor, muera degollado en
la cárcel.

i Pina de Indias.

205

XXIV. Haya en cada pueblo un juez contra los
ociosos y haraganes, que los castigue y haga trabajar.
A este modo habia leyes de familias del gobierno de-
ltas, y de los pastos, montes, leña, pesquería, caza,
minas; leyes de postas, de embajadores, de comunida-
des, de pósitos, de la salud, de médicos; leyes acerca
de la milicia y de la guerra; de gobierno de la repúbli-
ca, de los magistrados, del modo de “ir causas, de los
testigos, del testamento, de matrimonios, de escuelas
ó manera de ellas para enseñar niños y niñas, y de otras
cosas. Y en todas ellas y en las leyes ya dichas, eran
tan puntuales en la ejecución y guarda de ellas, que era
cosa para admirar.

Condiciones naturales de los piruanos.
Las inclinaciones y condiciones naturales y los inge-
nios de los indios piruanos, comunmente hablando, son
estos que se siguen.
Porque ellos tenian un natural manso, humilde,
blando, pacifico, amoroso, tierno, misericordioso, com-
pasivo, subjecto á todo hombre que reconozcan ser su
mayor ó superior en algo, obediente sin examinar lo
que se le manda ni resistirlo; semejante, en el obedecer,
á un jumento; leales en la fidelidad para con sus reyes
y en guardar la hacienda de su amo; da sin dificultad
toda la ventaja que pueck ;i ks ■ ■ í 1 • >. parííl.-UIUIniuntc
cosas de saber y nobleza y mandar; olvida luego
an hecho; es dócil, ingenio-
irticularmcntc en la edad

206

Relación

juvenil y viril; deseoso de saber; pronto é inclinado al
trabajo corporal; aborrece la venganza, ama la tem-
planza en todo; ajeno de toda codicia y avaricia, por-
que se contenta con sólo tener que vestir y comer, y no
inmoderadamente; muy amador del bien común de la
república, [y de] tratar verdad en todos sus tratos y con-
tratos.
Y porque no hay regla que no tenga excepción, esta
la tiene en algunas provincias más y en otras menos;
de manera, que los que faltan de aquestas condiciones,
son demasiados en las contrarias: crueles, furiosos, ar-
rogantes, bulliciosos, sin amor, sin compasión, rebel-
des contumaces, desobedientes, desagradecidos, amigos
de mandar y supeditar á los otros, corazones de fieras,
traidores, amigos de motines, desleales y guardar (sic) la
injuria (que recibió) mucho tiempo, amigos de la ven-
ganza, ociosos, haraganes, destempladísimos en la des-
honestidad y en la gula, inconstantes en lo bueno y
tenaces en lo malo, amigos de encubrir sus cosas, aun
donde conviene que se descubran, y amigos de descu-
brir secretos ajenos, etiam donde conviene callarlos;
enemigos de la verdad y amadores de la mentira.
En otros se hallan dos extremos juntos, como sub-
jeccion y rebeldía, modestia, humildad y soberbia; te-
mor con pusilanimidad y atrevimiento con temeridad
loca; blandura y suavidad y crueldad; mansedumbre y
furor; desprecio de las cosas y una insaciable codicia;
agradecimiento en las palabras y actos exteriores, des-
agradecimiento guardado para su tiempo; tenacidad y
tesón en lo bueno que su corazón quiso y abrazó, in-
constancia y desgana en lo bueno que otro le aconsejó

y persuadió; despreciador de sí mismo y de su como-
didad, amicísimo de hacer su voluntad; amoroso, amigo
de honrar á todos, malicioso en tal manera, que todo lo
que ve ó oye lo echa á mala parte. Con semejantes
hombres, decían los ingas, que se habian de ver los que
gobiernan como con las bestias, que por una parte es-
tán domadas y por otra tienen mili resabios: procurar
de quitalles los resabios á palos, y conservarles lo bueno
con halagos; y cuando esto no bastare, echallos al ma-
tadero ó al monte.
TI Conversión de los indios píntanos ala fe católica.
Tres maneras ha habido en el Pirú de cristianar á
los naturales. La primera, por fuerza y con violencia,
sin que precediese catequizacion ni enseñanza ningu-
na, como sucedió en la Puna, Túmbez, Cassamarca,
Pachacama, Lima y otros lugares, cuando los predi-
cadores eran soldados y los baptizadores idiotas, y los
baptizados traídos en collera y cadena, ó atados ó he-
chos una sarta dellos, ó á manadas, con apercibimiento
que si no levantaban las cabezas, habian de probar á
lo que sabían las espadas y arcabuces. Destos que así
fueron baptizados, todos, cuanto á lo primero, no reci-
bieron la gracia del baptismo, y cuanto á lo segundo, los
más dellos, según se entiende, no recibían ni el mismo
sacramento ni el carácter, porque directamente no qui-
sieron tal cosa en lo interior, ya que en lo exterior pa-
recieron consentir, dejándose baptizar de miedo de que
no los matasen los españoles, como mataron á otros

2o8

Relación

que claramente dijeron que no querían cristianarse; y
vése ser esto verdad, pues luego volvieron á sus su-
persticiones, teniéndose por no cristianos y usando de
lo mesmo que antes usaban. Pues los españoles solda-
dos y vecinos, como lo mostraron por la obra, np pre-
tendieron tanto que los indios fuesen cristianos ó se
salvasen, cuanto sus propios intereses y comodidades,
fingiendo que lo hacian por el descargo de siís concien-
cias, por no parecer que sin hacer beneficio alguno al
indio se servia del y le hacia pechar y servir como es-
clavo á él y á sus hijos; y por otra parte les permitían
todas las supersticiones y vicios de la gentilidad, sin
tratar del remedio, ni de que en todo un añfcse les ad-
virtiese algo ó se les enseñase la fe, pues disimular con
ellos estaba muy bien para sus comodidades é intere-
ses, y tratar de que se ocupasen, siquiera un dia, en su
reformación y enseñanza, se les hacia cuesta arriba, y
decian que se les perdería su hacienda; lo cual aún du-
ra todavía en muchas partes del reino, particularmente
donde hay granjerias de minas, de labranzas de tier-
ras, de coca, de obrajes, de trapiches y de otras cosas
en las cuales está hoy toda la nación indicana (sic) ocu-
pada, particularmente la plebeya. Agrégase, que como
estos vivieron entre los españoles ó los forzaron á que,
dejando sus pueblos, viniesen á las ciudades nuevas,
deprendieron de los españoles muchos vicios quellos
no sabían, ó si sabían y tenían inclinación dellos, á lo
menos no los tenían en uso común ni en ocupación
pública, por el rigor de sus leyes y porque se ejecuta-
ban á la letra. Porque, quitado todo lo que es y suena
idolatría y gentilidad y superstición, en lo que es eos-

2og

tumbres y vida moral y civil, más corruptos fueron á
una mano los soldados y vecinos españoles en aque-
llos tiempos que los indios gentiles, por muy distraídos
que fuesen; porque, dejado aparte todo lo que es hurtar
y robar y hacer agravios é injurias, ó el jurar, blasfe-
mar, renegar, los homicidios, aun entre sí mismos, y
otros muchos males, en lo que toca á la deshonesti-
dad, iba tan roto el negocio, que desde el capitán hasta
el mismo soldado vivían miserablemente, cuál con
cinco, cuál con diez, cuál con doce mancebas y todas
gentiles, y todas ellas quitadas, ó de sus padres, que
las tenian doncellas para casar, 6 de sus maridos; y
por quitar escrupulillos, las hacian baptizar sin catecis-
mo ni prevención alguna, y acabado el baptismo, las ha-
cian volver á sus casas y pecados, y las que poco an-
tes fueron mancebas gentiles, el mismo día del baptis-
tismo se hacian mancebas baptizadas y cristianas. Y
quitaban también muchachos á sus padres para servir-
se de ellos de alcahuetes para hacer llamar hoy aques-
ta, mañana aquella. Que semejantes indios y á este
modo y en tales ejemplos industriados y baptizados,
fuesen malos, llenos de vicios y de males, ¿qué maravi-
lla, si el rigor de sus leyes y la ejecución dellas, y el
gobierno de los ingas cesaron con la muerte de Don
Juan Atahuallpa, y no quedó quien los gobernase en
lo civil y moral? ¿Cómo no habian de soltar las riendas
á los vicios, pues hallaban la puerta abierta, pues los
españoles que sucedieron en el gobierno, no trataron
por mucho tiempo nada desto, ocupados con sus des-
conciertos y codicias, y habiendo de ser el ejemplo de
la virtud cristiana, fueron los más flacos y miserables,

14

2IO

Relación

y dieron avilantez á que las casadas dejasen á sus ma-
ridos, las hijas vírgines á sus padres y se diesen pú-
blicamente á deshonestidades, cosa que en todo lo que
antes precedió, en más de dos mili años, no se ha-
bia visto en el reino? ¿Cómo no habian de ser bestiales
los indios y hacerse bárbaros, sin leyes, pues con la
ocasión, y mucho más con las guerras civiles que suce-
dieron, no se les intimó ley evangélica ni civil, siquie-
ra de España, ni las leyes buenas de sus antepasados,
y al cabo se quedaron, sin ley, sin gobierno, sin porve-
nir? De tales indios como estos se ha de entender lo
que autores graves han escrito diciendo, que la virgi-
nidad entre ellos no fué estimada, ni querían casar con
mujer que fuese virgen, por parecerles que no habia
sido digna de que la amase otro.
De que esto no se puede decir con verdad por los an-
tiguos, mientras gobernasen los ingas, vése muy claro
por lo que arriba queda dicho de las vírgines vestales pi-
ruanas, pues la primera y más substancial condición
que pedían era la virginidad, sin la cual, según sus le-
yes, no podia ser recibida ninguna, como lo confiesan
los mismos autores, puesto caso que dispensaban con
reinas y grandes señoras que, enviudando, quisieren
entrar en el monesterio. Vése también por las penas de
muerte que ponen las leyes contra los estupros y con
forzar al violador que se case con la violada, si ella
quisiere, y no con otra. Vése por la grande custodia que
habia en tiempo de los ingas de todo género de donce-
llas y muchachas, pues habia jueces de familias y déla
eduacion de los niños y niñas.
Mas tiene eso verdad por los de aqueste tiempo cor-

211

rupto de que vamos tratando; porque si el que profesa-
ba la ley cristiana era el que cometía los estupros y
después daba desas mujeres á sus criados que eran in-
dios, diciéndoles que se las daban para honrarlos y que
se casasen con ellas, ¿qué mucho que entendiesen que
era honra tomar la mujer violada por el español y ca-
sarse con ella? ¿Qué mucho que los señores y caciques
deprendiesen á hacer otro tanto con sus vasallos? ¿Qué
doctrina oyeron en todo ese tiempo? ¿Quién les dijo que
la virginidad era un estado altísimo en la iglesia de Dios?
¿Qué ejemplos vieron de virtud y honestidad para que
deprendiesen lo bueno? Así que, como vieron y supieron
algunas personas graves (que después fueron de España
á las Indias) aquesto que pasaba, entendieron que era
vicio que venia desde los tiempos pasados, y como lo
imaginaron, así lo escribieron, no embargante que tam-
bién supieron la corrupción de los soldados españoles,
el descuido de los magistrados y la turbación de las guer-
ras civiles entre los mismos españoles, cuando no se
guardaba ley ni cosa ninguna buena en favor del bien
público; mas, con todo, hubo quien excusó á los espa-
ñoles ó calló sus escándalos y animó grandemente á
los indios. Destos indios así baptizados é instruidos
se entiende lo que dicen algunos concilios celebrados
en Lima, de que desenterraban los difuntos, sacándo-
los de las iglesias y llevándolos al monte, de que ha-
cian sus antiguas supersticiones y sacrificios y ma-
les, etc.; mas no se entiende de los de agora, que es-
tán del todo olvidados de lo antiguo1; y si hay uno ó

i So es cierto, uno todo lo contrario. Véanse las Relaciones de visitas eclesiásticas
de los Doctores Frant mo de Avila y Hernando de Avendaño y otroi, y la Extirpación

212

Relación

dos que sean apóstatas, ¿qué maravilla, pues en la Eu-
ropa vemos reinos enteros apóstatas, y en Italia y en
España no falta quien haya dejado la fe católica?
La segunda manera de cristianar indios fué de los
que quisieron de su voluntad ser cristianos, porque los
movió el ejemplo santo de algún religioso bueno, ó de
algún seglar español piadoso (que no faltaban destos,
sino que eran los que menos podían); pero no tuvieron
quien les enseñase la fe en su lengua; contentábanse
con decirles el Pater noster, Ave María y Credo en latín,
poniéndolos una cruz alta en público y que se arrodi-
llasen allí por las mañanas y al anochecer. Religiosos
habia pocos, y estos que habia, estaban ocupados en las
ciudades de españoles en fundar casas y monasterios,
en el coro y otras cosas; y así no podían atender á los
indios, y si atendían, era por vía de intérpretes, que sa-
bían nuestro romance castellano muy mal; aunque,
cuanto duraron las guerras civiles, no hubo eso ni eso-
tro. Y como en aquellos tiempos era costumbre que á la
parte de los indios fuesen personas comunmente idio-
tas, privados de voz activa y pasiva para las elecciones,
eran muy pocos los que se inclinaban á ir á los indios,
por parecer cosa de afrenta; y si iba uno solo, tenía á
cargo una provincia entera, con no tener ni letras ni
lengua; y habia de acudir á cuarenta y á cincuenta pue-
blos y á más quien con sólo uno no podia. De cuya
falta nació que pusieron en los pueblos de los indios es-
pañoles seglares por doctrineros, que ni sabían la len-
gua, ni aun la doctrina cristiana: todo se les iba en ha-
de las idolatrías del Perú, por el P. Pablo Josef de Arriaga, cofrade de nuestro anó-
nimo; todas escritas hacia su tiempo.

213

cer su hacienda, ocupar á los indios, y en cobrar los
tributos de sus amos, y andar á los puñetes con los in-
dios; y como ellos se vían libres en el prado vedado, en-
tregábanse á sus anchuras, sin dejar doncella ni casada.
De tal modo de doctrinar como este, mal podian los
naturales aprovecharse; mas antes se les entibiaban y
perdían los buenos deseos que tenían, porque nunca
oían palabra divina que los provocase, ni vían buen
ejemplo que los incitase, mas muchos que les ayudasen
á salir de frailes y devoción y á entregarse á los vicios.
En muchos años no vieron sacerdote, y si lo vieron, ja-
mas supieron qué cosa es confesarse sacramentalmente
como cristiano católico, porque el sacerdote no se que-
ría meter en tanto trabajo; bastábale pasar de ligero por
el pueblo y cobrar su estipendio, en cuya paga estaban
bien industriados. Y es cosa de notar, que para todas
las cosas que tocan al interese ó comodidad ó deleite de
los españoles, no faltaban lenguas, intérpretes, eñeacia,
medios extraños, como para edificios suptuosísimos,
monasterios, labranzas de tierra, oficios mecánicos, tra-
tos, contractos, tributos, alcabalas, imposición [es] con
nombres afamados del rey, de la caja real, del virey,
audiencia, y de vecinos y los demás ministros, para to-
das las delicias y regalos que pueden imaginar los se-
ñores y señoras para todos sus deleites y para otras
mili cosas. Ni faltaban en los indios habilidad y pres-
teza de ingenio para entenderlas y comprenderlas y
ponerlas por obra, aunque se les dijese con señas exte-
riores como á mudos. Y que para predicarles la fe ca-
tólica y la gloria de Xpto Nuestro Señor faltasen in-
terpretes y los ministros estuviesen tibios, y apenas se

214

Relación

hallasen medios para lo poder hacer, y los indios fue-
sen tardísimos y torpes de ingenio, y que nunca hayan
podido deprender cosa que nunca oyeron, ni poner por
obra cosa de virtud!
Y este es y ha sido el fundamento que tienen y han
tenido los que han intimado el poco aprovechamiento
de los piruanos en la cristiandad, queriendo que con tal
género de doctrinar como hemos dicho, fuesen tan fer-
vorosos como los de la primitiva iglesia; y encarecen
grandemente esto, quejándose de que en los indios, aún
no industriados, no resplandezca la virtud y santidad,
que en ellos, que son industriados, no resplandece. Cla-
ro es que los indios supieran las cosas de Xpto, si fueran
industriados, como saben las cosas del rey, porque los
industrian. ¿Es posible que quien sabe todas las cédu-
las y premáticas reales para lo que toca á tributos y
cajas reales, para minas, comunidades, servicio per-
sonal y otras cosas, y las saben de memoria porque se
las repiten cada dia, no sabria siquiera el Credo y los
Mandamientos con su declaración breve, si se les repi-
tiese é inculcase? Quien tiene tanta noticia del Rey y de
su poder y majestad, ¿no laternia del Papa y de su po-
testad y dignidad soberana?
Queda, pues, que aun de estos segundos no hay^que
maravillar que en la cristiandad sean flojos y no fervo-
rosos, y que en la virtud sean inconstantes y en los
buenos deseos y propósitos no perseverantes, y en los
vicios sean algo demasiados y disolutos, y hayan tor-
nado á resucitar algunas de las costumbres corruptas
que tuvieron sus mayores, como es la lujuria con muje-
res mundarias (sic), la embriaguez, el no respetar á sus

215

padres y á sus mayores y ancianos y otros que no su-
pieron, como es perjurarse, hacerse testigos falsos,
hurtar, ser desagradecidos, tener tedio y fastidio para
las cosas de Dios, cobdiciar dineros, no mirar por el
bien común, amancebarse etiam con casadas, no perdo-
nar injurias, ser contumaces y rebeldes, etc. Mas, con
todo esto, [en] pocos ó ninguno hemos visto falta de la fe
que recibieron, y más los que desde niños recibieron el
baptismo; ninguno hemos visto quemar por sometico,
con andar sus contrarios con el ojo tan alerta para co-
gerlos. En los pueblos dellos que están apartados de los
españoles, no se hallarán en todo el año dos adulterios,
no hurtos, no homicidios, no enemistades crueles; aun-
que los que viven entre españoles caen muchas veces
en estas cosas, porque tienen el ejemplo á la mano. Y
si cotejamos los unos y los otros, hallaremos en los sol-
dados españoles y en otros que se llaman soldados, más
males en un mes, que en los indios en un año; como es
testigo desto la ciudad de Lima y de México y la Ha-
bana y otras ciudades. Pero no merecen estos indios
por esto excusa alguna, sino reprensión, pues pudieran
ellos aprovecharse de lo bueno que sentian de la ley
evangélica, y apartarse de la compañía de los malos y
no hacerse á una con ellos.
La tercera manera de entrar los piruanos en la cris-
tiandad, fué de indios que no solamente quisieron de
su propia voluntad ser baptizados ellos y sus hijos y
sus mujeres, mas tuvieron ventura de hallar quien les
enseñase, y con buenos ejemplos les incitase al fervor
de la fe y al amor de Dios. Y si acaso les faltó quien
les enseñase, ellos buscaron modos como deprender lo

2l6

Relación

que estaban obligados, y enseñarlos (sic) á sus hijos. Y
como el que hace lo que debe y puede, nunca le falta
Dios, envióles algunos claros varones eclesiásticos,
clérigos y regulares, que con grande y loable trabajo
deprendieron la lengua de la tierra; y estos, pospuesta
toda la honra del mundo y el decir de los que tan avér-
sos (sic) eran á los indios, se dieron á predicar el evan-
gelio públicamente, andando de pueblo en pueblo, qui-
tando la idolatría, no sólo en lo exterior, como hicieron
los primeros y segundos, que no sabían la lengua, sino
de los corazones y voluntades; de manera que no te-
nian ellos necesidad de acudir al ídolo y quebrarlo, y
á deshacer altares y oratorios antiguos, sino que los
mismos indios hacian pedazos y ceniza todos cuantos
ídolos y altares habia, y los que estaban secretos los
descubrían y quebraban. Estos dieron aviso de todos
los montes y fuentes y otras cosas naturales que los
antiguos veneraban, para que los tales predicadores es-
tuviesen sobreaviso y predicasen contra tan malas su-
persticiones. Destos supimos todas las cosas que arriba
se han referido y otras más que no se dicen, porque
ellos, como abominando tan mala cosa, no solamente
la desecharon de todo punto de sus corazones, pero
descubriéronlas para que los sacerdotes estuviesen so-
bre aviso.
Señaláronse en esta obra grandemente los religio-
sos de Santo Domingo, y procedieron siempre con
gran prudencia y discreción, junta con la sanctidad
y virtud; dellos fué Fr. Xpbai López, varón santo
y digno de eterna memoria, porque en todo fué escla-
recido; también Fr. Domingo de Santo Tomás, y otros.

217

En la orden de Sant Francisco no hubo tantos intér-
pretes 6 lenguas, pero hicieron todo su deber aquellos
que se consagraron al bien de los naturales. No falta-
ron entre los agustinos (aunque llegaron más tarde)
buenos operarios, particularmente uno, que no sólo
trabajó, pero escribió en la lengua para que se aprove-
chasen los venideros. Los clérigos, si no es con largos
estipendios, no podían estar entre indios; pero algunos
se dieron á la vida apostólica, como fueron Machín de
Deva, Gregorio de Montalvo, Xpbal de Molina, Juan de
Pantaleon », á quien ahorcó Gonzalo Pizarro, porque
persuadía á los indios al servicio del rey, y otros dos 6
tres que hicieron gran provecho. Y para como anda-
ban las cosas en aquellos tiempos, no hicieron estos
religiosos y clérigos poco en darse á los indios, sino un
acto heroico y celestial, lleno de humildad y desprecio
del mundo, llenos de amor de Dios y del próximo, y
una perpetua mortificación; porque así se tenia por
afrenta y menoscabo grande acudir y predicar á los na-
turales, como se tiene agora que un grave y noble se
vaya á comunicar y conversar con picaros ó grumetes;
y mandar á un religioso imperfecto que acudiese á los
indios, era comQ decirle que fuese á una galera. De
manera que fué menester que saliese de corazón para
una obra que de suyo se es celestial. Pero fué provi-
dencia de Dios que hubiese operarios forzados y ope-
1 Este sacerdote se mezcló demasiarlo en las contiendas de realistas y pixa rustas,
cuando el alzamiento de Gonzalo Pitorro. Era, ademas de muy buen dot trinante, agi-
lísimo peón, á cuya circunstancia se dehió el que Lorenzo de Áldana le eligiese con
otto para llevar despachos de Gasea A Diego Centeno. Preso por los tebeldes de Gon-
zalo á la vuelta de su arriesgado mensaje, el famoso maestre de campo Fr ancuco Car-
vajal le hizo ahorcar, con el breviaro colgado al cuello, en octubre de 1547.

2l8

Relación

ranos voluntarios, para que se viese la diferencia.
Todos estos predicadores, por más de treinta años,
no atendieron sino á predicar á los naturales, y de los
sacramentos no se les comunicaba sino sólo el del bap-
tismo y matrimonio; y como eran pocos los operarios
y los indios sin número, no se podía acudir á baptizar
todas las provincias y pueblos, y así perdieron mucho
los de la segunda manera de conversión, como arriba
vimos, porque ni supieron en mucho tiempo ni aun el
nombre de Jhesu Xpto Nuestro Señor, cuanti mas los
misterios de la fe, ni fueron ayudados con los sacramen-
tos, ni animados á cosas de virtud; y aunque vieron los
buenos ejemplos de los buenos predicadores, con todo,
los males de otros les arrastraron y llevaron tras sí, de
manera que dieron en vicios, como ya queda dicho.
También estaban en peligro estos del tercero modo de
conversión, por la falta que habia de quien los confe-
sase, porque entonces se tenia como por milagro que
algún sacerdote se aplicase á oir confesiones de indios;
y si por mano de sus pecados (sic), algunos de sus mi-
nistros menos fervorosos se ponia á confesarlos, mejor
fuera que no lo hiciera, porque como despachaba ciento
cincuenta y más cada dia, ni ellos iban confesados, ni
él hecho su oficio, lo uno por la priesa, lo otro porque
apenas sabia la lengua, lo otro porque no les apercibía
primero para declararlos cómo se ha de recibir aquel
sacramento. Por más de treinta y ocho años no se les
predicó ó intimó que hubiese necesidad de recibir el
santísimo sacramento de la Eucharistía, ni qué cosa
era, ni aun del sacrificio santo de la Misa, y mucho me-
nos de los Sacramentos.

219

Y era lástima ver las lágrimas de los naturales que
se quejaban de que no se les enseñase al modo que
á los españoles enseñaban…..etc. De manera, que de
sólo el baptismo y matrimonio supieron los indios co-
munmente, y sólo cuanto á la práctica y uso de recibir-
los, que cuanto á la dotrina, de mili era sólo uno el
que sabia algo, porque le alcanzó algo del beneficio de
los buenos operarios que hemos dicho.
Oyó Dios las peticiones y lágrimas de los indios y
envióles la Compañía de Jesús, año de 1568. La cual,
el mismo año por el mes de setiembre, y mucho más
por enero del año siguiente de 69, levantó tanta ca-
za con su predicación y buen ejemplo, que se admira-
ban los naturales de sí mismos de ver la mudanza tan
notable, el fervor y devoción nunca vista, el concurso
de indios tan grande, que nunca tanta gente se habia
visto en Lima. El arzobispo Don Hierónimo de Loaisa
lloraba de placer cada vez que via los domingos y fies-
tas pasar por su calle procesión de indios innumera-
bles. Allegóse á esto el ejercicio de las confesiones
que entonces comenzó con los indios, y se vio claro y
manifiesto que no habia estado la culpa en el reló sino
en el relojero, pues hallando los indios la puerta abier-
ta para lo que deseaban, luego acudieron. Pesóle gran-
demente al Demonio de tanto bien, y luego inventó un
estorbo terrible, porque así lo permitió Dios para que
se conociese la constancia de los ministros operarios
nuevos y la de los nuevamente convertidos á la verda-
dera devoción.
Quisiéronse los codiciosos é inexorables aprove-
charse (sic) de esta ocasión y de la buena obra de la

220

Relación

Compañía, con mandar que, pues tantos indios habia,
sirviesen todos y trujesen más de las serranías de don-
de aquellos habían venido; y aunque resistieron los
píos, pudieron más los impíos, trayendo razones imper-
tinentes, y entre otras, una de que aquella devoción que
mostraban los indios era por hacerse haraganes y no
trabajar en las haciendas de los españoles; que harta
dotrina tenian y habian tenido hasta allí; que para qué
eran menester nuevos modos de procesiones y devocio-
nes y confesiones que embarazaban más; y que eso se
querían los indios y hacerse haraganes y bellacos. De
manera que estos impíos recibían pena de que así en-
trase la salud por los indios, y quisieran que lo que
ellos por su malicia no habian querido recibir, tampo-
co lo recibieran los indios. Huyéronse con todo mu-
chos indios por no ser forzados al servicio personal,
aunque no dejaron la devoción jamas, porque allá en
sus tierras estuvieron á la mira, aguardando á que la
Compañía fuera allí ó pasase por su lugar. Los que que-
daron en la ciudad padecieron bien, aunque no dejaron-*
lo comenzado. Finalmente, dióse un corte, que fué fun-
dar el pueblo de Santiago, que llaman el Cercado, pegado
á Lima, y que estuviesen juntos y fuesen dotrinados por
los de la Compañía. 1 Hízose así, muriéronse infinitos
con la mudanza de lugar, sacaron otros los interesados,
que no se holgaban de tanta felicidad; finalmente, quedó
buen número, que hasta ahora ha permanecido con tan-
ta virtud, honestidad y devoción, que es para admirar.
Ellos de su limosna y trabajo, sin ayuda de otro, han

i Esta fundación se hizo por ¡os años de i6i0 ó 1617, siendo vitey del Verá el princi-
pe de Esquilache y arzobispo de los reyes 1). Bartolomi Lobo Guerrero,

221

hecho la iglesia de San Blas, la cual después se conmu-
tó en hospital; han hecho la de Santiago, que en lindeza,
hermosura y adorno excede á muchas de Lima. El ora-
torio del altar del sagrario del Sanctísimo Sacramento,
los aderezos de los ministros que allí sirven, la músi-
ca para los oficios divinos, no sólo de voces, sino de
instrumentos diversos y de vihuelas de arco, el apara-
to tan ilustre y sumptuoso con que sale el Santísimo
Sacramento para los indios enfermos, la cofradía que
en su honor se ha instituido, en el (sic) cual están incor-
poradas las cofradías de Nuestra Señora y de la Vera-
Cruz y de las ánimas del Purgatorio, la utilidad y co-
modidad desta cofradía, la cura y medicinas y provisión
y recaudos del hospital, el socorro de los pobres y
huérfanos, el sustento de los padres que allí residen
para enseñarlos, las limosnas continuas que allí hacen,
no sólo á sus padres espirituales, sino á la casa de pro-
bación que allí está, todas estas cosas salen de los in-
dios y no de otros; fuera de que estos mismos indios
ayudan con sus limosnas á los hospitales y cofradías y
necesidades de pobres de la ciudad de Lima.
Pues todo esto, ¿quién dirá que es fingido, ó quién lo
echará á mala parte? ¿Qué más pueden hacer en esto
exterior los más antiguos devotos en la cristiandad?
Pues y á lo que es fino (sic) y de donde les ha venido
todo este bien, que es la frecuencia de las confesiones y
el recibir el Santísimo Sacramento las pascuas y fiestas
solemnes, ¿dónde se ve mejor que en el Cercado? Pue-
blos hay de indios por allí alrededor que tienen los mis-
mos deseos y ansias, y aun preparaciones, pero non est
qui frangat panem eis, antes en los pulpitos han sido los

222

Relación

de la Compañía reprendidos porque así comunicaban es-
tos divinos Sacramentos á los indios; sermones se oye-
ron más de veinte y cuatro con razones aparentes que
los seglares pensaron que era la pura verdad, y por eso
todos los clérigos seculares dieron en seguir á esos tales
predicadores, trayendo en consecuencia algunas flaqu
zas y caídas de indios, como si faltasen otras tales ctia
entre los mismos ministros. Los frailes querían pasar
adelante con lo que hasta allí habian usado, de no con-
fesar lo ordinario, sino es en casos raros, á los indios.
y mucho menos de darles el Santísimo Sacramento; y
porque no lo pidiesen algún dia, si supiesen que lo po-
dían recibir, habiendo buena disposición y preparación,
acordaban de nunca tratarles desta materia.
Pero la Compañía, regida por el espíritu verdadero d
la Iglesia católica, pasaba adelante en su obra, con mu-
cha prudencia y discreción; porque si en el Cercado de
Lima y en la demás gente indiana devota que vive en
la ciudad ha hecho todo lo que está dicho y mucho más
que no se dice, en el Cuzco fué más admirable lo qu
hizo y obró, ayudada de la gracia divina. Y fué ésta tan
de mayor estima, cuanto hubo de parte de los enemigos
de la virtud mayor y más pesado estorbo y persecución,
y en los naturales más fe y constancia. Los medios que
usó la Compañía de Jesús fueron paciencia, humildad,
obediencia, caridad, oración fervorosa, y acudir á sus
ministerios con fuego de corazón, sin perdonar sudo-
res, trabajo, hambre, sin temer persecuciones. Los mi-
nisterios eran predicar, confesar y dar la comunión,
acudir á enfermos, presos, hospitales, niños y rudos;
dar traza como se socorriesen necesidades de pob

Afióninm

223

cómo se compusiesen las pendencias y enemistades, y se
evitasen los pecados públicos. El modo de predicar era
nuevo para los indios, y hasta allí nunca usado, como
es adornar el pulpito con sedas, hacer los acatamientos
y exordios como para auditorio cristiano y que cada
uno de los que allí estaban tenia por ayo un ángel so-
berano del cielo; traer las auctoridades de la Santa Es-
critura en la lengua latina, é interpretallas luego en la
lengua con fidelidad, porque así reverenciasen la pala-
bra divina; predicarles lo ordinario históricamente, por-
que desto gustan ellos grandemente, y sacar de la nar-
ración histórica apostrofes y exclamaciones, ó amorosas
y tiernas, provocativas á penitencia y reformación, ó
terribles y espantosas, provocativas al temor divino y
á apartarse de vicios; hacer procesiones; honrarlos con-
forme á la calidad y oficio, y en las conversaciones
particulares, contar vidas de sanctos y tratar cosas de
virtud; componerlos letras en su lengua á lo divino y
hacer á los niños que las canten ante ellos, para que así
se olviden de los cantares antiguos, y por vía de la
música se les encajone la declaración de las Artículos y
Mandamientos y Sacramentos y Obras de misericordia.
Cuan grande fué el fruto y provecho que se sacó de
aquí, díganlo las piedras de Cuzco, que aunque los
hombres lo callen ó nieguen de malicia ó olvido, lo con-
fesaran ellas. Díganlo las otras religiones, que gozaron
de la grande liberalidad de sus limosnas, que vieron
palpablemente su reformación y perseverancia. Que
aunque algunos dellos mofaron y rieron grandemente
de los de la Compañía de dos cosas, lo primero, de
.MU COPO nuevos y chapetones predicaban y trabaja-

224

Relajón

ban, 6in advertir que echaban agua en el amero y que
la devocioncilla ó hipocresía de los indios habia de ser
como estaca, tres dias en pared; y para más avergon-
zar á los de la Compañía 6 apartarlos de su propósito,
andaban con suma diligencia inquiriendo si alguno de
los que acudían á nuestras pláticas habia caído en pe-
cado alguno, y aunque fuese un alzar de ojos descui-
dado ó no tan honesto, lo acriminaban y hacian plaza
dello; de donde tomaron los seglares motivo para no
sólo inquirir esto mismo, pero si sabían ó habian oido
decir que algún indio cualquiera que sea (porque para
esto hacian ellos regla de que toda la provincia, sin
exceptar ninguno, habia gozado de la dotrina de la
Compañía) habia caído en alguna deshonestidad ó em-
briaguez, lo encarecían y abominaban tanto, que era
para tapar los oídos. «Mirad (decian) los sermones de
los teatinos en qué vienen á parar, que es por demás
predicar á estos, que más vale echarlos á las minas y
que trabajen para nosotros.» Y hubo un soldado tan
malicioso, que solicitó á una mujer natural déla tierra,
que nunca habia oido ni visto padres de la Compañía,
y habiendo ofendido á Dios con ella, luego otro dia la
afrentó públicamente, diciendo que habia sido mala y
perversa, y denostado la predicación de los padres. Y
aunque los religiosos susodichos rieron, lo segundo, del
modo de predicar que tenían los padres de la Compa-
ñía, según lo arriba dicho, triscando grandemente, con
todo, pasado algún tiempo, cayeron en la cuenta y se’
desdijeron de lo uno y de lo otro y comenzaron á ayu-
dar valerosamente, teniendo ya por honor el oficio que
hasta allí habian tenido por deshonra; entendiendo que

225

pues los más granados de la Compañía se preciaban de
aquello, no habia razón para que lo depreciasen ellos;
y así, comenzaron ellos á predicar á los indios y á se-
guir el estilo y modo de la Compañía» y á confesar
á todos cuantos la doctrina de la Compañía derriba-
ba; porque como eran tantos millares los que acu-
dían y cada día venia gente de nuevo, no podían acudir
á todos aunque hubiese veinte 6 treinta confesores, y
tomóse por medio á que los religiosos que así se anima-
ron los ayudasen; en lo cual se señalaron grandemente
los dominicos y en ninguna cosa se apartaron del espí-
ritu y modo de proceder nuestro ». También hicieron
mucho los mercenarios con sus sermones y algunas con-
fesiones; los franciscos no tuvieron lenguas por enton-
ces, ni los agustinos, mas después que las tuvieron,
ayudadaron con muho fructo.
Visto el Demonio que ya se habian destruido sus ma-
chinas, inventó otras. Tomó el obispo tanta tirria y
enojo de que la Compañía hiciese en su ciudad y obis-
pado copioso fruto en los indios, que incitó á su provi-
sor y vicarios y curas y clérigos, ó por mejor decir, ellos
le incitaron á él, para que atajasen los pasos á los pa-
dres, porque echaron fama de que en son de predicar
y confesar, se querían apoderar de las parroquias y de
los pueblos de toda la primicia y aun quizá de todo el
obispado. Para esto pusieron, pena de excomunión mayor
latee sententia, que ningún clérigo ni cura los admitiese
en sus iglesias ni pueblos, ni á predicar, ni á confesar,
ni á nada; á los caciques y señores so pena de cient pe-

1 Donde ic descubre qué era el autor.

15

226

Relación

sos, y á los demás pena de cient azotes y tresquile de
cabellos, que no se confesasen con los dichos padres ni
oyesen palabra ninguna dellos; sobre lo cual hicieron
extrañas cosas, azotaron á muchos, así varones como^
mujeres, y los afrentaron públicamente, y pusieron to-
dos los medios de cárceles y destierros y otras penas
que pudieron; solo matar no les fué concedido. Mas no
salieron con su intento, porque crecía el número de los
que trataban de su reformación, en tanto grado, que
ellos se acusaron y conocieron que no iban por buen
camino; fuera de que la justicia real tomó la mano de
defender á los indios y á la Compañía.
Esta devoción y reformación no se puede probar me-
jor que con ver que dura hasta el dia de hoy con un
mismo tesón y con tantos extremos. Casi este mismo
modo, fervor y devoción ha habido y hay en Arequipa,
Xuli, Chuquiabo, Chuquisaca, Potosí, Tucüman, Chi-
le, y principalmente Quito. Dos misiones ha hecho la
Compañía á las Chachapoyas y Guánuco, y la reforma-
ción que entonces habia dura agora con grande fructo,
habiendo más de doce años que no ha ido la Compañía
á esos lugares. No trato de los grandes estorbos é impe-
dimentos que han dado y dan las opresiones y trabajos
cuotidianos, los diversos tributos y pechos que se les
han puesto y cada año se les imponen; los agravios y
vejaciones que reciben de mano de los magistrados
mediatos é inmediatos y de los particulares; la horrible
servidumbre á que han venido, no mas de porque son
xpianos, y la summa pobreza que tienen y el no po-
der acudir á la crianza de sus hijos y de su casa, por-
que no tienen lugar ni aun para atender á su salvación;

227

la enemiga que tienen los seglares porque atienden los
eclesiásticos á su enseñanza y defensa; no digo nada de
esto que seria largo de contar, más vemos que con tan-
ta carga y peso (que con la mínima parte desfallecen
muchos españoles, no sólo de la virtud, mas de la leal-
tad que deben á su rey) están los indios firmes en su
propósito, y en medio de sus trabajos y dolores, se abra-
zan con Xpto., y mientras más inconveniente y estor-
bo y persecuciones, más firmeza y arraigamiento en la
fe. Porque es verdad que en determinándose de veras
de abrazarla, no serán bastantes los tormentos y muer-
tes á apartarse de ella, como se ha visto por experien-
cia en muchos, que por no ofender al Señor se han de-
jado matar á mano de españoles. Y como Ntro. Señor
ha permitido que en todas partes donde alguna gen-
tilidad se convierte haya quien ejercite á los nueva-
mente convertidos para su mayor provecho, como se
ha visto en Europa, Asia y África, así también ha per-
mitido que sean ejercitados los indios cristianos; y
como no hay gentiles ni herejes que los martiricen, ha
permitido que algunos españoles sirvan de perseguir-
los, maltratándolos, vejándolos y agraviándolos, y que
los magistrados colmen la medida en esto de malestar-
Ios y agraviarlos, junto con los demasiados tributos é
imposiciones, para que así sean ejercitados y se arrai-
guen en la fe y busquen á Dios en sus tribulaciones y
lágrimas, como lo hacen con gran ventaja y fructo.

KUPRIENKO