Три сообщения о Перуанских Древностях.
TRES RELACIONES DE ANTIGÜEDADES PERUANAS.
Relación por el Licenciado Fernando de Santillan.
Relación anónima (Blas Valera).
Relación por D. Joan de Santacruz Pachacuti.
Madrid, 1879.
ANTIGÜEDADES PERUANAS.
TRES RELACIONES
DE
ANTIGÜEDADES PERUANAS.
PUBLÍCALAS
EL
MINISTERIO DE FOMENTO
con motivo del Congreso International de
Americanistas que ha de mlebrane
en Bruselas el presente nño.
MADRID.
IMPRENTA Y FUNDICIÓN DE M. TELLO,
IMPMSUI DE CÁMARA DE S. M.
ÍNDICE.
Páginas.
Carta al Excmo. Sr. D. Francisco de Borja Quei-
po de Llano, Conde de Toreno…………… vn
Relación por el Licenciado Fernando de Santillan. 3
Relación anónima……………………….. 137
Relación por D. Joan de Santacruz Pachacuti…. 231
AL EXCMO. SESOR DON FRANCISCO DE BORJA
QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO, MINIS-
TRO DE FOMENTO.
EXCMO. SEÑOR:
os razones principalmente me han movido á ro-
gar á V. E. se sirviese disponer la publicación
de los curiosos documentos, asunto de este libro,
que tengo el honor de dirigirle. Primera, que la
generosa protección de V. E. á las letras patrias se mani-
fieste una vez más, participando de un modo directo en la
obra con tanta eficacia proseguida por la Sociedad inter-
nacional de americanistas, y cuyos resultados tanto intere-
san á la historia del Mundo por España descubierto y
ennoblecido. Segunda, combatir la vulgarísima especie de
que, en su conquista primero y en su gobierno después,
sólo hubo de guiarnos la sed del oro, y que por apagarla,
sacrificamos sin piedad los naturales, ó consumimos sus
fuerzas y su ser en el trabajo de las minas y otros crueles
servicios, asolamos sus monumentos, convertimos sus ar-
reos, ajuares y tesoros en lingotes, sin que se nos diera un
ardite de su valor artístico y arqueológico, ni menos nos im-
portara averiguar quién eran aquellas gentes, de dónde pro-
cedían, qué pensaron, sintieron 6 hicieron antes que los
sojuzgásemos.
Circunscribiéndome al Perú—tierra á que corresponden
las tres relaciones de antigüedades aquí publicadas—cier-
VIII
to es,4 por ejemplo, que no fueron sus aficiones á la orfe-
brería las que hicieron que Francisco Pizarro reservase
para el Emperador las piezas más selectas de los botines
recogidos en Coáques, Túmbez y Caxamarca, sino el gran-
jearse soberanas mercedes y carta blanca con ellas para
retener en sí otras joyas más toscas, aunque de mayor
peso; cierto que el mismo César mandaba hacer pedazos
y reducir á moneda, antes de verlas, las ricas preciosida-
des que componian su quinto del tesoro de Atahuallpa;
cierto que Hernando Pizarro despojaba al adoratorio de
Pachacámac de su opulenta chapería de oro y de sus raras
ofrendas; y que los conquistadores de Quito desollaban á
honor de San Bartolomé—según la pintoresca expresión de
Fernández de Oviedo—el templo de Cayambi, cubierto de
planchas de aquel metal; y que el factor Mercado desnu-
daba de sus áureos ropajes el ídolo Apurímac, y ciertos
otros muchos despojos y saqueos. Pero, dejando aparte
que yo hubiese querido ver al monarca y soldados del
país más culto de la Europa de entonces en análogas cir-
cunstancias, y pasando por alto que muchos, muchísimos
de los actos vandálicos que se nos atribuyen—por corrup-
tela y manía, y á veces por necesidades de estilo, en libros
extranjeros, y aun propios—fueron obra de los mismos
indios en las guerras de invasión de los Incas y en las ci-
viles de los hermanos Huáscar y Atahuallpa, aun no ter-
minadas del todo al pisar nosotros el territorio de Tahuan-
tinsuyo; 6 cuando no, invenciones de un Fr. Marcos de
Niza, digno corresponsal del iracundo Apóstol de los indios,
—también es cierto que desde los primeros años de nuestra
conquista, entre aquellos codiciosos y rudos aventureros,
así eclesiásticos como seglares, hubo más de uno que ob-
servase con atención y acierto las antiguallas del imperio
que iba ganando, y las estudiase y describiese, conserván-
dolas así á la posteridad, y dando principio á esa serie de
monumentos históricos, que ha sido y será la base más se-
IX
gura y razonable de toda investigación que se emprenda
de las cosas y de los tiempos del Perú anteriores á su des-
cubrimiento.
El piloto Bartolomé Ruis no se limitó á demarcar y
describir las costas peruanas, que vio el primero, sino que
observó y recogió de sus habitantes y de sus costumbres,
trajes, comercio é industria interesantes pormenores; y otro
tanto hicieron poco después sus compañeros de oficio Pe-
dro Corso y Juan Cabezas ó de Grado, por el pueblo de su
naturaleza, cuyas noticias se consignaron en la Relación del
códice cxx de la Bibl: imp. de Viena (publicada en el t v
de la Colee, de docum. inéd. para la hist de España), y
en la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fer-
nández de Oviedo. No anduvieron ociosos en esa parte los
secretarios de D. Francisco Pizarro Francisco de Xerez y
Pedro Sancho; y de los simples soldados conquistadores
merecen citarse con gran encomio las dos Relaciones de
Miguel Estete, natural de Santo Domingo de la Calzada,
una impresa con el libro de Xerez, la otra inédita y citada
como anónima por Prescott en su Conquista del Perú; la de
Rodrigo Lozano, natural de Salvatierra de Badajoz, hijo de
Gonzalo Pérez Lozano y María Méndez, vecino y regidor
de Trujillo en los Yungas, con la cual compuso principal-
mente el cronista Agustín de Zarate sus primeros libros de
la Historia del Perú; la del jerezano Francisco de Chaves, y
los Anales de Juan de Oliva, citados por el jesuíta autor de
la segunda Relación de este volumen; y aunque hasta aho-
ra no se ha encontrado escrito alguno de ellos, debe hacer-
se mención en este lugar de Francisco de Villacastin, Tomás
Vázquez, García de Meló, Alonso de Mesa9 entre otros mu-
chos, llamados á declarar siempre que se trataba de infor-
maciones oficiales acerca de antigüedades peruanas, en
calidad de muy conocedores de éstas y de la lengua qui-
chua, y no otra cosa parece por sus dichos, conservados en
aquellos documentos*
X
De clérigos y religiosos, se cuentan al buen Fr. Domin-
go de Santo Tomás, que al estudiar el idioma de los natu-
rales, de que compuso el primer Arte y Vocabulario cono-
cidos, investigó sus costumbres y ceremonias religiosas,
consignándolas en escritos que vieron y aprovecharon al-
gunos cronistas del Perú; el P. Cristóbal de Molina, com-
pañero de Almagro en el primer descubrimiento de Chile
y autor de una Colección de pinturas donde figuraba todo el
tcamino andado y descubierto desde Túmbez al rio Mau- *
le, y las naciones, gentes, trajes, propiedades, ritos y ce-
remonias, cada qual á su manera de vivir, con otras mu-
chas cosas á estas anejas;» trabajo que remitia al comen-
dador Francisco de los Cobos, por conducto de Henao, su
criado, en 12 de Julio de 1539.—Y esta época, anterior á
la pacificación del Perú, alterado por los bandos de alma-
gristas y pizarristas y por el alzamiento de Gonzalo Pi-
zarro, época en que predominan los trabajos históricos
espontáneos de los conquistadores y primeros vecinos de
aquel reino, ciérrase con la obra más grande y acabada en
su género, con la Segunda parte de la crónica del Perú, del
príncipe de los cronistas americanos, Pedro de Cieza de Leony
en que se trata «del señorío de los Ingas Yupangues, reyes
antiguos que fueron del Perú, y de sus grandes hechos y
gobernación; qué número de ellos hubo, y los nombres que
tuvieron; los templos tan soberbios y sumptuosos que edi-
ficaron, caminos de extrema grandeza que hicieron, etc.,»
terminada en 1550; lá cual, no se sabe quién, dirigió anó-
nima y como simple relación por los años de 1562 ó 63, al
Excmo. Sr. D. Juan de Sarmiento, Presidente del Con-
sejo de las Indias, y fué atribuida por Prescott, sin duda
por error de copia, á la persona á quien iba dirigida; libro
inédito todavía, aunque me aseguran que actualmente se
imprime en París.
A esta serie deben también agregarse, en mi concepto,
los dos 6 tres tratados del franciscano Fr. Marcos de Niza,
XI
con que ei P. Juan de Velasco tejió la primitiva historia
del reino Quitu: Conquista del Perú, Ritos y ceremonias de
los antiguos quitus, y Las dos líneas de los señores del Cusco
y del Quito. No los conozco ni creo que nadie sepa de
ellos actualmente; pero si no son más verídicos que sus
relaciones de la conquista de Quito, comunicadas á Las
Casas, y las de las Siete ciudades de Cívola y Quibira,
sospecho que con ellas no se ha perdido gran cosa.
Allanado el Perú con la derrota y muerte de Gonzalo
Pizarro y el exterminio ó compra de sus secuaces, fué hora
de que el gobierno de España, siguiendo las sanas ideas y
acertados consejos del insigne y honrado pacificador Pe-
dro de la Gasea, y secundado por el sabio y prudente virey
D. Antonio de Mendoza, se ocupase en asentar sobre base
segura su administración y política en aquellos vastos y
riquísimos dominios; para lo cual era preciso, de antema-
no, averiguar de raíz las desús últimos y famosos señores,
los Incas, con otras cosas de su origen y del carácter y cir-
cunstancias de las naciones que rigieron, y que en la par-
te que ya era conocida excitaba la admiración y elogios,
por ventura exagerados, de los españoles, viendo en todo
lo que hacia referencia á aquellas instituciones, el dechado
perfecto del poder absoluto y omnímodo, tal como, por
adulación sin duda, lo deseaban para el César y su hijo
Felipe.
Fruto de estos tiempos de sosegadas investigaciones y
de la iniciativa que tomaron los gobernantes por sí y por
orden del Gobierno de la Metrópoli, fué, en primer térmi-
no, otro libro comparable con el de Cieza, que el P. Gre-
gorio García, el de el Origen de los Indios y Predicaciott del
Evangelio en el Nuevo Mundo, poseyó íntegro y hoy se
halla falto de más de una mitad en la Biblioteca del Es-
corial: la Suma y narración de los Ingas que los yndios llama-
ron Capac-Cuna, que f turón Señores de la ciudad del Cuzco y
de todo lo á ella snbjeto, que fueron mil leguas de tierra, las
XII
quales eran desde- el rio de Maule, que es adelante de Chile,
hasta de aquella parte de la ciudad de Quito…..en la qual su-
ma se contienen las vidas y hechos de las Ingas Capac-Cuna pas-
sados. Agora nuevamente traducido e recopilado de lengua india
de los naturales del Pirú, por Juan de Betaiifos, vecino de la
gran ciudad del Cuíco, la qual Suma y Ystoria va dividida en
dos partes: Escribíase en 1551 6 1552. y por orden de Don
Antonio de Mendoza, á quien va dedicada, y en la dedi-
catoria se encuentran algunos pasajes como estos, que
conviene conocer: «Illmo y Excmo. Sr.: = Acabado de
traducir y recopilar un libro que Doctrina Chripstiana se
dice, en el qual se contiene la doctrina cristiana y dos vo-
cabularios, uno de vocablos y otro de noticias y oraciones
enteras y coloquios y confisionario, quedó mi juicio tan
fatigado y mi cuerpo tan cansado, en seys años de mi mo-
cedad que en él gasté, que propuse y habia determinado
entre mí, de no componer ni traducir otro libro de seme-
jante materia en lengua india que tratase de los hechos y
costumbres de estos indios del Perú, por el gran trabajo
que dello vi que se me ofrescia, y por la variedad que ha-
llaba en el informarme destas cosas, y ver quan diferente-
mente los conquistados hablan dello, y muy lejos de lo
que los yndios usaron; y esto creo yo ser porque entonces
no tanto se empleaban en sabello quanto en sujetar la tier-
ra y adquerir, y también porque, nuevos en el trato de los
indios, no sabrían inquirillo y preguntallo, faltándoles la
inteligencia de la lengua, y los yndios, recelándose, no
sabrían dar entera relación…..Y la historia de semejante
materia no da lugar [á estilo gracioso y eloquencia suave],
pues para ser verdadero y fiel traducidor, tengo de guar-
dar la manera y orden de hablar de los naturales. Y vi-
niendo al propósito, digo, que esta presente escriptura al-
gunos ratos empleara V. E. los ojos para leella, la qual,
aunque no sea volumen muy alto, ha sido muy trabajoso,
lo uno, porque no le traduje ni recopilé siendo informado
XIII
de uno sólo, sino de muchos y de los más antiguos y de
crédito que hallé entre estos naturales, y lo otro, pensando
que habia de ser ofrescida á V. E. Háme sido también muy
penosa, por el poco tiempo que he tenido para ocuparme
en ella, pues para el otro libro de la Dotrina era menester
todo, y sobre todo añadióse al trabajo haber de dar fin á
este libro agora que V. E. me lo mandó.»
Era Betanzos de los primeros que habian pasado al Pe-
rú, y sus grandes conocimientos en lengua quichua y su
matrimonio con la última manceba del marqués D. Fran-
cisco Pizarro, Doña Angelina, hermana de Atahualpa, y
madre de D. Francisco, tercero hijo del marqués, y único
que murió sin legitimar, le procuraron regular hacienda
y valimiento y autoridad en el Cuzco, siendo varias veces
intérprete y negociador en los tratos con los Incas que
vivian alzados y retirados en los Andes, Sayri Túpac y
CUSÍ Ti tu Yupanqui.
Otra de las relaciones coetáneas de la de Betanzos es la
que cita Prescott titulándola Conquista y población del Perú,
y se escribió después de la muerte del virey Mendoza, du-
rante el gobierno de la Audiencia de Reyes hasta la lle-
gada de D. Andrés Hurtardo de Mendoza, marqués de
Cañete, año de 1555. Existe copia de ella en la valiosa co-
lección Muñoz, y su verdadero título es: Relación de muchas
cosas acaescidas en el Perú, en suma, para entender á la letra la
manera que se tuvo en la conquista y poblazon destos reinos, y para
entender con quanto daño y perjuicio se hizo de todos los natura –
Us umversalmente de esta tierra^ y cómo por la mala costumbre
de los primeros se ha continuado hasta oy la grand vexa^ion y
destruipon de la tierra; y si Nuestro Señor no trae remedio,
presto se acabaran los mas de los que quedan; por manera, que lo
que aquí trataré, mas se podrá dezir destruicion del Perú que
conquista ni poblazon. Su autor, que no se nombra, y se en-
contraba en ese reino desde los primeros años de la Con-
quista, y era eclesiástico y habia estado en el descubrí*
XIV
miento de Chile con Almagro, tengo para mí que pudo
ser el P. Cristóbal de Molina, ya mencionado.—También
debió redactar hacia este tiempo sus Antigüedades del Perú
el célebre letrado y doctor Melchor Bravo de Saravia, á
quien Cieza tenia por muy inteligente en la materia, y
que fué oidor de la Audiencia de Lima y gobernador de
Chile. No se conoce el tratado más que por las repetidas
referencias que á él hace en la Historia de Quito el P. Juan
de Velasco.
Con la llegada del marqués de Cañete al Perú, se acti-
varon las visitas de sus pueblos, comenzadas en 1549
por el presidente Pedro de la Gasea, en averiguación de
sus condiciones geográficas y las de sus productos natura-
les y artificiales, y la manera de obtenerlos sus habitantes
y gobernarse y regirse y tributar y servir en tiempos pa-
sados; todo con el objeto de ajustar á un tipo equitativo
la tasa del tributo y servicio que entonces daban á sus
encomenderos; y para demostrar el resultado de las dichas
visitas, los visitadores, hicieron ó mandaron hacer Descrip-
ciones, de las cuales quedan, que yo conozca, la de la pro-
vincia de Huamanca, por su corregidor Damián de la Ban-
dera, año de 1557, y la que anda mal impresa en uno de
los tomos de la Colección de documentos inéditos para la
Historia de España, y es de las mejores en su clase; titú-
lase: Relación y declaración del modo que este valle de Chincha
y sus comarcanos se gelernaban antes que oviese yngas, y después
que los uvo, hasta que los cristianos entraron en esta tierra-, y se
hizo en el año de 1558 por los visitadores Fr. Cristóbal de
Castro, dominico, y Diego de Ortega Morejon, corregidor de
aquel valle.
Dos ó tres años después, y á consecuencia de otra clase
de visitas, recopilaban los primeros frailes agustinos que
pasaron al Perú, los trabajos y descubrimientos que iban
haciendo acerca de las idolatrías y costumbres supersticio-
sas de los indios, en un especie de memorial dirigido, si no
XV
me equivoco, al Arzobispo de Los Reyes D. Jerónimo de
Loaisa, donde se hallan noticias de antigüedades que en
vano se buscaran en otra parte. £1 documento se imprimió
en el tomo m de la Colección del Sr. Torres de Mendoza.
Es seguro que en tiempos inmediatamente posteriores
se escribió mucho sobre el mismo objeto de las visitas del
marqués de Cañete, y especialmente durante el gobierno
del conde de Nieva, porque este virey llevaba el escabro-
so cometido, en unión de dos comisarios principales nom-
brados al efecto, el licenciado Bribiesca de Muñatones y
Diego de Vargas Carvajal, de averiguar el verdadero valor
de las encomiendas de aquel reino, y aconsejar sobre la
conveniencia de perpetuarlas, mediante un llamado volun-
tario servicio ó fuerte prima, en los que las tenían por mer-
cedes de S. M., de los Pizarros y de los vireyes y gober-
nadores sucesivos; y si bien la perpetuidad, que en una de
sus angustias pecuniarias decretó el Emperador, no llegó
nunca á ser un hecho, el negocio, de primera importancia
tanto para la Corona como para los encomenderos y para
los que habian de intervenirlo, hubo de someterse á minu-
ciosos y prolijos estudios y averiguaciones, las cuales, por
una y otra causa, ó por todas juntas, penetraron en toda
la historia del antiguo Perú. Y como muestra de lo que
esos trabajos fueron, puede admirarse la Relación ó Informe
acerca del asunto, dirigido al comisario Bribiesca, en i j
de diciembre de 1561, por el licenciado Polo de Ondc¿:ardoy
modelo de investigación y de crítica obedeciendo á un es-
píritu imparcial é independiente.
Este notable jurisconsulto, Excmo. Sr., merece, aunque
sea de pasada, algunas líneas que nos recuerden su vida,
su verdadero carácter y sus principales actos, ademas de
sus escritos. Nació en Valladolid ó Salamanca; lo prime-
ro lo dice Pedro de la Gasea en una de sus cartas al Consejo
de las Indias; lo segundo el inca Garcilaso; ambos le cono-
cieron y trataron; es difícil de resolver este punto. Fueron
IAX
sus padres Diego López de León y Doña Jexónima de Za-
rate, y uno de sus abuelos, el secretario del Consejo de la
Inquisición Lope Díaz de Zarate; y contaba entre sus
parientes á Diego de Zarate y al Dr. Ondegardo, que figu-
raba en Madrid entre los jurisconsultos de nombre. Aun-
que no he podido averiguar todavía en qué año pasó al
Perú, me consta que gozaba ya en Lima de gran reputa-
ción de letrado por los años de 1545; y esta creció de
manera y él supo hacerla valer con tanta habilidad, du-
rante los difíciles tiempos de la sublevación de Gonzalo
Pizarro, que leales y rebeldes le consultaban y busca-
ban, y él á todos servia con el mismo celo, y de todos
aceptaba mercedes, procurando no extremar ambas cosas
sino en los momentos más señalados de triunfo de una
ú otra parte. Y ello es que consiguió que Pizarro le esti-
mase por uno de sus más adictos partidarios, y que Gas-
ea y los suyos le confiaran el corregimiento de Cuzco y
después el de la Plata, y el repartimiento de Cachabamba,
riquísima prebenda donde acabó sus días, dejando á su
viuda, Doña María de Ondegardo, hecha un grande y co-
diciado partido, que logró, por influencias ó galanteos,
D. Alonso de Loaisa, hermano del oidor Juan Caldera de
Loaisa; y aun creo que hubo de dejar también dos hijos,
que vivían en 1603 en Potosí al mismo tiempo que la viuda:
D. Alonso Ondegardo y Zarate, «hombre de buen talle y
persona muy bien entendido y bien quisto, casado y de
edad de 40 años;» y D. Francisco de Zarate y Ondegardo,
•vecino de indios, es decir, con indios, criollo, de muy
buena persona, buen lustre, moderado lenguaje y buen en-
tendimiento, casado y de edad de 50 años;» por lo menos
así los califica en informe confidencial dirigido al virey
marqués de Montesclaros, el padre Antonio Maldonado,
haciendo una especie de compendio biográfico de todos los
vecinos de Potosí en el año 1603. Pero el Licenciado Polo,
aparte de este carácter público, tenia el que pudiéramos
XVII
llamar doméstico 6 privado, y por cima de todas sus polí-
ticas habilidades ponia su amor al estudio de las cosas an-
tiguas de aquella tierra; y aunque con él tratara de lucrar-
se, acaparando los pleitos de los indios, y sonsacándoles
los escondrijos de sus tesoros, es imposible explicar, por
sólo esa codicia, la inmensa suma de conocimientos que
adquirió en materias que no tenian que ver remotamente
con tal pecado, y que rebosan por sus escritos. Ahí están,
aún viven, véalos el que quiera y me dará la razón. Lea y
compare con otros de su tiempo y posteriores el Informe
ya citado, los que dio á petición del virey D. Francisco
de Toledo en 1571, uno de los cuales anda malamente
impreso en el tomo xvn de la colección del señor Torres
de Mendoza, anónimo y con este extraño título: Relación de
los fundamentos acerca del notable da fio que resulta de no guar-
dar á los indios sus fueros; y el Tratado de los ritos é idola-
trías délos indios del Perú, dado á luz en 1584 con la Doc-
trina Christianay Catecismo para instrucción de los Indios, etc.,,
libro primogénito de la prensa peruana; y publicado tam-
bién al año siguiente con el Confesonario para los curas de
indios, en el cual, y en la parte que se titula Forma de impedi-
mentos de matrimonios, es muy posible que vaya también el
tratadito que escribió, aniegos del arzobispo de Los Reyes
D. Jerónimo de Loaisa, sobre los matrimonios de los
indios; y en este caso, sólo faltaría, para juzgarle por todos
sus escritos (de que hay noticia, se entiende), la Carta de
los adoratoriosy seques del Cusco, que levantó y distribuyó
por los monasterios de dicha ciudad para conocimiento de
los religiosos. También prestó nuestro famoso licenciado
grandes servicios á la historia de las antigüedades peruanas.
descubriendo los mallquis ó cuerpos embalsamados de la
mayor parte de los Incas; por cierto, que él mismo dice en
información mandada hacer por el virey Toledo el año
de 1572, en el Cuzco, que casi todos* ellos estaban encer-
rados en jaulas de cobre, y los de Huaina Cápac, Amaru
2
XVIII
Túpac Inca, Pachacutic Inca, Yupanqui Inca, y Mama
Ocllo, madre de Huaina Cápac, tan frescos como si estu-
vieran vivos; y el de Túpac Inca Yupanqui, que años atrás
habia quemado Juan Pizarro, lo encontró hecho cenizas y
metido en una tinajuela.
El vireinato deD. Francisco de Toledo (1569-1581), de
imperecedera memoria en los fastos del Perú, es otra de
las épocas señaladas para el amante de las antigüedades
de ese país. Quiso gobernarle á conciencia, ver con sus
ojos y tocar con sus manos los males y vicios que hubie-
ra que remediar, y poner el remedio allí donde lo advir-
tiera y por sí mismo: sus célebres ordenanzas pregonan
si lo alcanzó con bien de los naturales y sin perjuicio de
los intereses españoles; pero, celoso en demasía del presti-
gio de la autoridad que representaba, juzgó que una de las
saludables medidas de buen gobierno que debia llevar á
la práctica, era la completa extinción de la raza inqueña
hasta el último de los pretendientes posibles, apoderán-
dose de los que entonces se hallaban alzados en los Andes,
ajusticiándolos, y desterrando á lejanas tierras y enfermi-
zos temples sus familias y deudos. Y no era eso solo lo que
pretendía: á la anulación material de la extirpe de los In-
cas, quiso añadir la de sus derechos al cetro de Tahuan-
tinsuyu; para lo cual, en la visita que emprendió en per-
sona por el territorio de su maudo y á través y á lo largo de
la Sierra, al par que derramaba á manos llenas la justicia y
beneficios sobre los indios, mejorando su pobre condición,
y poniendo coto á la avaricia de los encomenderos, iba pre-
ocupado con la idea de apoderarse del Inca Túpac Ama-
ru, y menudeando, las averiguaciones é informaciones so-
bre la fuente del poder de aquellos soberanos, y cómo con-
tinuaron ejerciéndolo, y con qué título llamaron sus va-
sallos á las diversas gentes del Perú. De aquí un cúmulo
inmenso de datos para su antigua historia,, pero datos de
primer orden; porque, para probar su tema en la forma
XIX
que se proponía, á saber, que Manco Cápac y sus descen-
dientes fueron reyes intrusos, y por ende tiranos, deducien-
do, después, de esta premisa, con ayuda de la bula de Ale-
jandro VI, que los reyes de España eran los señores natu-
rales del Perú, necesitó acudir á las remotísimas tradi-
ciones de los reyezuelos ó curacas anteriones á los Incas,
cuyos linajes las conservaban vivas todavía, por fortuna,
aunque oscurecidas por las fábulas que acerca de su orí-
gen hicieron prevalecer entre sus subditos los Hijos del Sol.
Consérvase en el archivo de Indias un tomo en folio de
213 fojas útiles, formado con las trece informaciones que
se hicieron durante la precitada visita general en Xauxa,
Huamanca, Cuzco y Yucay, donde declaran muchísimos
de los descendientes de los dichos reyezuelos ó sinchis; cu-
yos documentos van precedidos de una carta dé D. Fran-
cisco de Toledo resumiendo, á manera de breve tratado, la
sustancia de ellos. De todos es sin disputa el más notable
el relativo á la llegada al Cuzco de Manco Cápac y su
gente.
En ese tomo, ó muy cerca de él, consta asimismo uno
de los pensamientos y propósitos que más honran al hijo
insigne de los Condes de Oropesa: la creación de un Mu-
seo en donde pudieran estudiarse y admirarse en conjunto
las producciones de la naturaleza y del arte indianos. Ya
por marzo de 1571 le ordenaba D. Felipe II en su Consejo
que «en lo que toca á las cosas que se descubren y sacan
de las huacaSy si os pareciere que hay algunas dellas de ca-
lidad, que puedan ser vistas acá, me las enviareis;» y Don
Francisco, respondiendo á los deseos de su amo, en carta
del Cuzco y i.° de marzo de 1572, le decia: «Cubdicia he
tenido en quentre las memorias de grandezas que de otros
reinos V. M. puede tener en sus armerías y recámara, ovie-
sc algunas piezas señaladas donde estuvieren las muestras,
trazas y particularidades destas Indias y Mundo Nuevo
que se ha descubierto y va descubriendo cada día, pues ni
XX
creo yo que faltaría de que henchir las piezas donde estu-
viera mejor tratado y más para gozar dello, que yo lo vi
todo en las bóvedas de la guardarropa de V. M.; y no se-
ria de menor grandeza lo desta tierra, para entretener y ad-
mirar á cualquier príncipe que viniese á la corte de V.M.,
que lo demás de los otros reinos.»—Sin embargo, la pieza
que más hubiera lucido en el real gabinete, creia el de
Toledo que debia tener otro destino. La imagen del sol,
toda de oro fino «tamaña como la rueda de un carro,» se-
gún comparación del cronista Felipe de Pomanes, arries-
gada y perdida á los naipes en una noche por Mancio
Sierra de Leguízamo, en opinión del ingenuo Garcilaso, y
hallada efectivamente por nuestros soldados en poder del
inca Túpac Amaru, al hacerle prisionero en Villcapampa,
aconsejaba el virey á S. M. que se ofreciese al Papa: «Y
cierto, le escribia en 9 de octubre de 1572, que por ser
la raiz y cabeza de todos los engaños é ídolos éste, de
donde han pendido los demás, me parece que era paga y
satisfacción que V. magestad podia hacer á Su Santidad
del cuidado que le mandó tener de esto, quando encargó
á V. magestad la conversión destas tierras.»
Pero la carta de donde tomo el pasaje relativo al Museo
indiano, es toda ella tan curiosa y viene tan al caso de lo
que vamos tratando, que voy á copiar el resto, por via de
anuncio y preliminar de otros trabajos acerca de antigüe-
dades peruanas realizados por la iniciativa y con la pro-
tección del virey Toledo. Dice así:
«S. C. R. M. = En el despacho primero de Lima scriuí
á V. magestad, que entre las pesadumbres de negocios des-
ta tierra ynbiaria la entretenencia de muestras de particu-
lares della que oviese, y en el quescrivi después desdel
valle de Yucay ynbié la muestra de la traza de la descen-
dencia y genelogia donde vinieron y procedieron los yn-
gas, tiranos que fueron destos rreynos, con una prouanca
de laueriguacion deste negocio que yua haciendo, \y] pro-
XXI
metí de ynbiar esta prouanca mas estendida con la Historia,
también autenticada, juntamente con los paños de la pin-
tura autorizados, que agora se lleuan; y por concurrir en
esto curiosidad de que V. magestad gustara de ver y en-
tender ymportancia tan grande de la verificación deste
hecho, he querido, en la mejor forma que acá, conforme á
los oficiales de la tierra se podia poder, ynbiar a V. ma-
gestad esos quatro paños, de que, siendo V. magestad ser-
vido, se podrian mandar [hacer] más en forma en Flandes
en alguna tapicería que con más perpetuidad quedase la
verdad que en ellos va; y por que yo no tenia prometido
de ynbiar á mi costa mas que las muestras de todas las
cosas de acá, no quiero que V. magestad entienda ques a
cohecho, sino miedo, que aunque lo quisiera librar en la
caja real, no me lo pagaran. Memoria sumada del inteli-
gencia dellos lleua el portador [Jerónimo Pacheco, su
criado] con el libro de la Historia y prouanca; y es cierto,
que aunque los yndios pintores no tienen la curiosidad de
los de allá, que (sic) por la flema y poca pesadumbre de su
naturaleza, creo que gustaría V. magestad de tener algu-
nos en las cassas de Aranjuez y el Bosque y el Pardo, no
los he osado ynbiar sin licencia, que no es gente con quien
es menester hacer mas asiento que dalles la comida y la
manta con que se cubren. Haciendo la descripción destos
rey nos en la forma dessos paños, pienso que será con la
puntualidad de verdad ques posible y no con menos nece-
sidad de ymportancia que lo desotra prouanza; pues que
supuesto que, mediante Dios, la corona de Castilla ha de
yr poco á poco descubriendo el migajon de tierra de todas
estas provincias occidentales, ynportara para los que han
de yr cortando este paño, de mi parecer, mas á pie de plo-
mo que hasta aquí, y con menos largueza de datas de de-
marcaciones podran yr tomando por esta discripcion la
certinidad de la lumbre que V. magestad verá; que aun-
que vi en la guardarropa y rrecamara de V. magestad
XXII
descripciones y libro de tablas dellas de cossas de las In-
dias, me parescio que se hiziese en forma tan grande y
junta, que legos pudiésemos mejor comprehendella. Esta
placerá á Dios que yo lleue á V. magestad, habiendo aca-
bado de pasear esta tierra con el hombre mas* hábil desta
materia que yo he hallado en ella. También me pareció
que V. magestad entendiese los ynstrumentos con que se
hazian rreyes y señores estos naturales y la pulicia que
alcanzaron en su tiempo de trajes e ynstrumentos bélicos
y cultos de religión de sus dolatrias (sic), de todas suertes
de muestras solamente, y las mismas muestras de las parias
que han dado los bárbaros que han venido con enbajadas de
sus provincias a pedir la dotrina del Evangelio y subje-
tarse a la obidiencia de V. magestad, por que V. mages-
tad entienda que no es oro ni plata lo que nos traen, como
á los passados, ni será menester la usencia de V. mages-
tad para tomarlo en su Real nombre.»
«Es cosa de entretenimiento ver los géneros de fábulas
é ynvenciones de niñerías con quel demonio tenia en-
tretenidos tantos millones de gente bárbara, y cierto, Se-
ñor, mucho para dar gracias á Dios de que V. magestad
le vaya quitando esta presa scondida, que tan cerrada es-
taba en este nuevo mundo.»
«Tiene esta tierra crédito por allá de mucha variedad y
monstruosidad de cosas, ansí de animales, árboles y ma-
deras como de plantas de virtud. Yo no los hallo. Algo de
la muestra desto se lleua con estotras; y á un médico trai-
go encargado lo que toca á la virtud de los simples y ár-
boles; aunque, cierto, la naturaleza general de las tierras
minerales de todas maneras y desto, aun creo questá por
descubrir mucha parte, como V. magestad verá por el li-
bro densayes que se lleva en escrito original.»
Conviene ahora saber, Excmo. Señor, que esas trazas de
que sin duda se sirvió el cronista Antonio de Herrera pa-
ra la portada de su Década V, y esa Historia de que habla el
XXIII
virey, hasta hoy no parecen y se consideran definitiva-
mente perdidas; y que su autor, el «hombre de más habili-
dad en la materia que habia hallado el virey en aquel reino»
es el célebre explorador y poblador del estrecho de Maga-
llanes, Pedro Sarmiento de Gamboa, cuyo nombre hasta hoy
sólo engrandecen su genio náutico, sus arriesgados hechos
de marino y su grande entereza en las adversidades. Pero
es indudable, que la primera de sus empresas marítimas fué
inspirada del exacto conocimiento que tenia de los anti-
guos cuentos y memorias de los peruanos: aquellas tierras
australes que adivinó y fué á buscar dirigiendo la arma-
dilla de Alvaro de Mendaña, el año de 1567, eran para él
las islas de Ahuachumbi y Ninachumbi, descubiertas y visi-
tadas por Túpac Inca Yupanqui, según la tradición, por
otra parte, de verdad muy dudosa, que registró Cabello
Balboa con su Miscelánea Austral, compuesta hacia los años
de 1586, por lo que sospecho que los trabajos de nuestro
historiador y navegante no le eran desconocidos. En car-
ta memorial á S. M., escrita en el Cuzco á 4 de marzo de
1572, declara el mismo Sarmiento lo que dejo afirmado, y
ademas, que era el autor de la Historia de los Incas á que el
virey Toledo se refiere.
«Yo fui, dice, total causa y instrumento de que con la
parte de talento que Nuestro Señor me comunicó de in-
dustria y letras, especialmente de’las matemáticas, aunque
pocas, supe de muchas tierras incógnitas hasta mí no des-
cubiertas en la mar del Sur, por donde muchos habian
probado arrojarse y nunca se habian atrevido; y lastimán-
dome de que tan gran cosa como allí hay se perdiese por
falta de determinación, di dello noticia el año de 1567 al
licenciado Castro, gobernador que á la sazón era deste
reyno del Perú, ofreciéndome á descubrir muchas islas en
el mar del Sur, si favorescia para ello; y el licenciado Cas-
tro me lo tuvo en servicio en nombre de V. M. y prometió
de favorescer este negocio, conforme á la comisión que
XXIV
para ello de S. M. tenia, é yo lo acepté é aáí quedó el ne-
gocio contratado. Y puesto que á mí se me ofreció la em-
presa y total gobierno de la armada, yo insistí se enco-
mendase á Alvaro de Mendaña, sobrino del licenciado
Castro, para obligalle á que favoresciera con más calor el
negocio, é yo tomé á mi cargo el trabajo é industria del
descubrimiento y navegación con título de capitán de V. M.
de la nao capitana, en mar y tierra, y con particular ins-
trucción de que en la navegación no se mudase ni tomase
derrota si no fuese consultada conmigo; y aunque á los
principios se hizo así, por sus fines, Mendaña y el piloto
mayor [Hernán Gallego] procuraron obscurecer mis servi-
cios; así, por esto, no quisieron tomar la primera tierra que
yo descubrí 200 y tantas leguas de Lima en 14o, que son
las islas llamadas Auachumbi y Ninachumbi, á donde fué
Topa Inga Yupangui, como en la Historia de los Ingas del
Perú verá V. M., antes desgarraron y fueron descayendo
de altura 40 y tantos dias, haciéndoles yo muchos reque-
rimientos y el maese de campo, Pedro de Hortega, junta-
mente conmigo, en vuestro Real nombre, que volviesen á
subir en altura la vuelta del Sur, á donde quedaba todo el
golpe de tierra en cuya demanda yo iba, y nunca quisieron
venir en ello por sus conciertos de entre el general y el pi-
loto, que era volver después sobre la tierra y decir que la
habian descubierto por su industria y no por la mia; aun-
que después se pareció clara otra mayor maldad, y fué, que
públicamente [dijo] el piloto mayor que su intento habia
sido desgarrar de todo el descubrimiento de tal manera,
que les fuese forzado ir á las Filipinas y Moluco á hazer
rescate, á donde, si fuéramos, forzosamente perderíamos
el armada y las vidas.
Mas, Nuestro Señor, que era el procurador de tan gran
negocio como este, no permitió tal cosa y los trajo á nece-
sidad de que se tuviesen por perdidos del todo, y le fué
forzado al general venir á mí á rogarme que, por amor de
XXV
Dios, no mirase á cosas pasadas, sino que enderezase el
camino, si fuese posible, porque ya el piloto iba descon-
fiado de poder alcanzar una ni otra tierra; y así, por
servir á Dios y á V. M. y remediar las vidas de los que
allí íbamos, mandé gobernar al Oeste quarta del Sueste,
y dentro del término que yo les di, fué Dios servido de
mostrarnos la isla del Nombre de Jesús, de la cual nos sa-
lieron gentes á ver y hablar; y tampoco la quiso tomar
con poca ocasión que tuvo de un viento Noroeste, y así la
dejaron á gran despecho de toda la gente por dejar lo que
tanto habíamos deseado; y de allí tornaron á descaer se-
gunda vez á 6o, á donde nos hubiéramos de perder en unos
bajos que pusimos nombre déla Candelaria, por descubrillos
en la víspera de tal fiesta. Desde aquí volví á mandar gober-
nar al Oes-sudueste, y por esta derrota, descubrí la isla de
Santa Isabel del Estrella, llamada en su lengua Atoglu, desde
la cual se descubrieron todas las demás, á donde yo hice el
primer descubrimiento por tierra y descubrí muchas gran-
des provincias de muchos tauriquíes, que así llaman á los
señores de aquella tierra; y de aquí fuimos á las otras islas,
de las quales no trato lo que en ellas se hizo, por haberlo in-
viado particularmente en relación grande á V. M., aunque
no sé si ha llegado á lograrse.» Sigue narrando las peripe-
cias del viaje y las maldades y traiciones que, dice, cometie-
ron con él Mendaña y Hernán Gallego, hasta tomar de arri-
bada el puerto de Colima; donde, por haber querido hacer
información judicial de todo lo sucedido, aquel le prendió y
tomó todos los papeles y relaciones, cartas y contratos y los
rompió. • Y después, en el puerto de Realejo de Nicaragua,
continúa Sarmiento, procuré hacer otra probanza para en-
viar á V. M., para que fuese informado de todo, y por esto
alborotó el pueblo; y yendo yo á dar dello razón á vues-
tro gobernador, once leguas de allí, se hizo á lávela huyen-
do y me dejó, y me trajo mi hacienda y se vino al Perú.
E yo quise ir á dar razón á V. M. á España desde Nica-
XXVI
ragua, mas déjelo de hacer, porque á la sazón vino don
Francisco de Toledo por virey, el qual fui á ver al Perú y
á dalle quenta en vuestro real nombre de todo lo subcedi-
do en esta jornada; y así vine al Pirú, y en la cibdad de
Los Reyes le di quenta de todo, y delante del nos careamos
Mendaña é yo, y lo mismo hice en vuestra real Audiencia,
y di quenta de mi cargo y real hacienda que llevé enco-
mendada, á los oficiales reales. Y queriendo después desto
ir á dar personalmente quenta á V. M. de todo lo subce-
dido, vuestro visorey me mandó le sirviese en esta visita ge-
neral, y por esto, paresciéndome que en ello servia á V. M.
tanto ó más que en lo pasado, no le pude perder vergüen-
za; y así he venido hasta esta cibdad del Cuzco, dando tra-
zas en las reducciones de los indios conforme al antiguo
y moderno sitio, sacando la descripción particular de todo
y haciendo la Historia de los Yngas é prosiguiendo por otras
cosas tocantes á dicha visita.» Concluye instando á S. M.
mire el negocio de las islas y resuelva pronto en él, ty para
el caso, añade, yo me ofrezco de servir y descubrir este
mar del Sur y lo que en él hay, que es de mucha importan-
cia.» A pesar de lo cual, ni el negocio de las islas se re-
solvió hasta el año 1595, ni él fué el encargado de prose-
guirlo. Los vientos veleidosos de la fortuna le echaron por
otros rumbos; y casualmente, por los tiempos en que llo-
raba sangre y sudaba congojasen el Castillo infernal, como
él llamaba á su prisión de Mont-de-Marsant, esperando
á que el Rey le librara sus atrasos para pagar el rescate
que le exigía el Bearnés, entraba en Lima el virey que ha-
bia de ayudar á su enemigo y rival Alvaro de Mendaña eñ
la segunda jornada á las islas de Salomón.
Con posterioridad á aquella carta, en una relación de su
viaje á la población del Estrecho de Magallanes, en com-
pañía de Diego Florez de Valdés, hecha en el Escorial á
15 de setiembre de 1586, vuelve á nombrar su Historia de
los Incas, con motivo de uno de sus frecuentes altercados
XXVII
con Diego Flores, en que este hubo de exclamar enfa-
dado: «No sé con qué título tiene 6 puede tener [el mo-
narca de España] el de rey de las Indias.» «Y viendo Pedro
Sarmiento, dice él mismo, una brutalidad tan grande y
más en hombre grave y criado de V. M. y tan obligado á
su real servicio, se admiró; y queriéndole enderezar por
obligación, cada vez se exasperaba más, y dándole paten-
tes todos los títulos que V. M. divinos y humanos tiene á
las Yndias, como Fr. Francisco de Vitoria en sus relaciones
escribe, y otras muchas más que yo averigüé cuando hize
la provanza en el Pirú de las vehetrías antiguas de aque-
llas partes y tiranía de los Yncas de ellas, de que envié á
V. M. Historia antigua por escrito y pintura, por mano del
virey D. Francisco de Toledo, mayordomo de la real casa
de V. M., tan curioso como diligente en el amor y servi-
cio de V. M. y aumento de su real corona; de que es tes-
tigo el Dr. Pedro Gutiérrez, oidor de su Real Consejo de
las Yndias, que no menos trabajó en paz y guerra y visitas
generales durante el virreinado del dicho D. Francisco de
Toledo. Trajo estas claridades Hierónimo Pacheco, cria-
do de dicho virey, año de 72.»
La traza y pintura de los cuatro paños que enviaba el
virey Toledo, y en las cuales tuvo tanta parte Sarmiento,
se hallan descritas en una información mandada instruir
por ese mismo virey en el Cuzco y enero de 1872, en la
cual certifican de su exactitud y verdad, como peritos 37,
indios principales antiguos de los ayllos ó linajes de 12 In-
cas, y el licenciado Polo de Ondegardo, corregidor del Cuz-
co, Alonso de Mesa, Mando Sierra de Lcguízamo, Juan dé
Pancorbo y Per Alonso Carrasco, de los primeros con-
quistadores. «Estaban escriptos y pintados en los quatro
paños, dice el escribano Alvar Ruiz de Navamuel, los
bultos de los ingas con las medallas de sus mugeres y ay-
llos; en las cenefas la historia de lo que sucedió en tiempo
de cada uno de los yngas y la fábula y notables que van
XXVIII
puestos en el primer paño, que ellos dicen de Tambo Toco,
y las fábulas de las creaciones de Viracocha, que van en
la cenefa del primer paño, por fundamento y principio de
la historia, cada cosa por sí distintamente escripto y seña-
lado de la rúbrica de mí, el presente secretario; y la de-
claración y prevención para la inteligencia de la historia,
y los rumbos y vientos para la. demarcación de los sitios
de los pueblos, ques puesto por el capitán Pedro Sarmien-
to.» Y los indios anadian después en su declaración, «que
todo lo antecedente estaba conforme con la Historia gene-
ral que de los dichos ingas el capitán Pedro Sarmiento ha
fecho por las memorias y relaciones destos dichos testigos
y otras de muchos indios principales, etc.»
A la época de este ilustrado virey pertenecen también
el Memorial sobre las costumbres que tienen los indios del Perú y
de Nueva España, y cómo se podrían mejor gobernar y ser ense-
ñados en la doctrina cristiana, que le dirigió el racionero Vi-
llarroel; la Relación de la tierra que descubrió con Pizarro en el
Perú desde que llegaron á Panamá, año de 1530, su autor Diego
de Trujillo, escrita á instancias del dicho virey en-1571; el
tratado que también á sus instancias y bajo la influencia de
sus ideas acerca de la legitimidad del señorío de los mo-
narcas peruanos, se acabó en el valle de Yucay el 16 de
marzo de 1571, con el título de Dictamen sobre ‘el dominio de
los Yncas y daños que ha causado, cuyo autor, persona de há-
bito, bien pudo ser el Capellán del virey, Dr. Pero Gutiér-
rez, que le acompañó en su visita general. Anda impreso
en la Colección de documentos inéditos para la historia
de España.
De este tiempo son también, la Relación del descubri-
miento y conquista de los reinos del Perú y del gobierno y orden
que los naturales tenían y tesoros que en ellos se encontraron etc.,
hecha por Pedro Pizarro en 1571, pero con datos reco-
gidos como testigo presencial, pues pasó con sus pa-
rientes los Pizarros á la conquista de aquel reino; y el
XXIX
poco menos que olvidado y curiosísimo Compendio histo-
rial del estado de los indios del Perú con mucha doctrina y cosas
notables de ritos, costumbres é inclinaciones que tienen* con otra
doctrina y avisos para los que viven entre estos neophitos: nueva-
mente compuesto por Lope de Atienda, clérigo presbítero, criado
de la Serenísima Reina Doña Catalina de Portugal, bachiller
en cánones. Dirigido al Ilustrísimo Sr. Licenciado D. Joan de
Ovando, del Consejo de Estado, presidente del Real Consejo de
las Indias.—Va dividido en dos partes.—Escribióse en la
Corte y se fué entregando por cuadernos á la persona á
quien iba dedicada.
Durante el vireinato de D. Martin Enriquez (Í581-1583),
se practicaron todavía investigaciones de la historia anti-
gua del Perú. El rey le habia mandado por cédula de Ba-
dajoz y 23 de setiembre de 1580, que • informase de los
usos y costumbres que los indios tenian en tiempo de su
infidelidad cerca de su gobierno;» y en cumplimiento de
esa orden, se hizo información en el Cuzco á 28 de marzo
de 1582, en que declaran, suministrando gran copia de
datos, García de Meló, Damián de la Bandera, el clérigo Cris-
tóbal de Molina, Alonso de Mesa, descubridor y conquista-
dor del Perú y Bartolomé de Porras, hijo de Antonio de Por-
ras y de Doña Beatriz Miro, india, y otros dos indios prin-
cipales; y no contentándose el virey con dicha información
pidió más noticias á diferentes personas, que se las dieron
entres Relaciones, dos anónimas,—una de ellas muy pare-
cida á la del licenciado Hernando de San tillan,—y otra
firmada por el ya dos veces nombrado Damián de la Ban-
dera. Estos escritos versan especialmente sobre la admi-
nistración de justicia en tiempo de los Incas, y en este
punto ofrecen notables pormenores.
El Concilio límense de 1583, ademas de haber sido cau-
sa de que se levantara por la Audiencia de Los Reyes la
prohibición absoluta de imprimir que existia en los reinos
del Perú, dio lugar á que se compusieran el libro del
XXX
P. Acosta, De procurando, indorum saluie; la calurosa Re-
presentación sobre los daños y molestias que se hacen á los indios,
por el licenciado Francisco Falcon, impresa con la noticia de
aquel concilio en la Colección de Cánones y de todos los
Concilios de la Iglesia española, traducida, anotada é ilus-
trada por D. Juan Tejada y Ramiro (Parte tomo v), y
reimpresa en el tomo vn de la Colección de documentos
inéditos del Sr. Torres de Mendoza; la cual Representación
es digna de su Apología pro Indis, dirigida años antes al
presidente de la Audiencia de Lima, Lope García de Cas-
tro; y las dos Relaciones del P. Cristóbal de Molina, cura
de Nuestra Señora de los Remedios de la ciudad del Cuz-
co, dedicadas á D. Sebastian de Lartaun, uno de los pre-
lados conciliares, con estos títulos: Del origen, vida y costum-
bres de los Ingas, señores que fueron desta tierra, y quantos fue-
ron y quienes fueron sus mugeres, y las leyes que dieron y guer-
ras que tuvieron y gentes y naciones que conquistaron; y De las
fábulas y ritos de los Ingas.
Tesoro riquísimo de materiales para la historia de Ta-
huantinsuyo y de la América entera, se acumuló por la so-
licitud de nuestro Gobierno en las Relaciones descriptivas
de todos los dominios españoles en Indias, mandadas for-
mar con arreglo á instrucción é interrogatorio por los años
de 1585; aunque, á la verdad, la idea no fué de entonces,
pues en diciembre de 1533,—y no será ésta ciertamente la
disposición más antigua en su género,—se le mandaba ya
á D. Pedro de Alvarado que hiciese la descripción general
de Guatemala, «particularizando la de cada pueblo por sí,
especificando las poblaciones y gente que en ellas hay de
los naturales, poniendo sus ritos y costumbres particular-
mente, etc.»; y mas tarde, en 1572, se dictó lo mismo para
el territorio de la audiencia de Nueva Granada, con ob-
jeto de recoger materiales para la Historia de las Indias;
y en 1577 se adoptó el plan de hacer las dichas descrip-
ciones conforme á interrogatorio que se modificó en tres
XXXI
ediciones que de él se hicieron, aclarando, abreviando ó
aumentando las preguntas, cuyo número en alguna llegó
á 355. El que sirvió de norma en el Perú comprendía
sólo 50.
La importancia de estos documentos puede apreciarse
fácilmente con la enumeración de los capítulos del inter-
rogatorio que atañen á las antigüedades: «1.° Qué nombre
tiene la provincia en lengua de indios y qué significa.
—3.* Si es de muchos ó pocos indios, y si antes habia más
ó menos que ahora, y las causas que de ello supieren, y si
los que hay están poblados en pueblos formados y perma-
nentes; y el talle y suerte de sus entendimientos, inclina-
ciones y manera de vivir, y si hay diferentes lenguas en
toda la provincia ó tienen alguna general en que hablan to-
dos.—g.a El nombre ó sobrenombre que tuviere cada pue-
blo y por qué se llaman así (si se supiere), y quién le puso
el nombre y fué el fundador de ellos, y por cuya orden y
mandado le pobló…..lo que quiere decir en lengua de in-
dios el nombre del pueblo que sólo fuere de indios…..y
cómo se llama la lengua de los indios del pueblo.—14/ Cu-
yos eran en tiempo de su gentilidad y el señorío que so-
brellos tenían sus señores y lo que tributaban, y las adora-
ciones y costumbres buenas ó malas que tenían.—15/ Cómo
se gobernaban y con quién tenían guerra y cómo peleaban,
y el hábito que traían y ahora traen, y los mantenimientos
de que usaban y ahora usan, y si han vivido más ó menos
sanos antiguamente que agora y la causa que dello se en-
tendiere.—26/ Las yerbas ó plantas aromáticas con que se
curan los indios….—31.a La forma y edificio de sus ca-
sas..*.—32/ Las fortalezas…..etc.—Es de advertir que no
todos los pueblos cumplieron con el mandato real, y que
algunos, no muchos, salieron del paso de cualquier modo;
pero, con todo eso, se hizo bastante, y lo que se hizo es to-
davía de inapreciable valor; y digo todavía, porque aunque
Herrera tuvo á la vista dichas Relaciones al componer sus
XXXII
Décadas y Descripción de las Indias, no aprovechó de ellas
la mitad de la sustancia que contienen.
Otra copiosa fuente de noticias para la historia de los
antiguos peruanos se abrió hacia los principios del si-
glo xvii, merced á la iniciativa y perseverancia del piado-
so cuanto ilustrado arzobispo de Los Reyes D. Bartolomé
Lobo Guerrero, y al celo de los vireyes marqués de Mon-
tesclaros y príncipe de Esquiladle: hablo de las visitas
eclesiásticas que se giraron por todo el vireynato, y en par-
ticular por la diócesis límense, con el objeto de conocer y
extirpar las idolatrías de los indios. Hiciéronse famosos
en este cristiano y difícil ministerio, tanto por su diligen-
cia, habilidad y predicación, como por su pluma, dos li-
meños y doctores de aquella universidad de San Marcos,
el P. Hernando de Avendafio, maestro y catedrático de artes,
vicario de San Pedro de Casta y San Francisco de Iguarí
en las Checras, cura de la parroquia de Santa Ana de la
ciudad de Los Reyes, y presentado en 1619 para una ca-
nongía de la iglesia del Cuzco ó una ración de la de Li-
ma, hijo de Gaspar de Avendaño y de María González
Enriquez; el cual, aparte de sus Sermones de los misterios de
Nuestra Santa Fé en lengua castellana y la general del Inca, im-
presos en Lima, y rarísimos, escribió en 1617 una Relación
de las idolatrías de los indios, de cuyo original tengo copia;—
y el P. Francisco de Avila, cura y vicario en la provincia de
Huarochiri, después beneficiado de la ciudad de Huánuco,
y por último, canónigo de la iglesia de la Plata; varón cuya
modestia rayaba con sus talentos y virtudes, cuando, el año
de 161 o, al exponer á S. M. sus servicios y méritos, en
oposición con los de otros, á una canongía de Los Reyes,
se expresaba en estos términos: «Soy persona de letras, y
que las profeso y me precio de ellas; doctor en cánones
por esta universidad, donde fui graduado, rigurosamente
examinado y aprobado, habiendo estudiado siempre con
extremada pobreza y no más ayuda que la de Dios, que
XXXIII
fué servido alimentarme, y me he ocupado más de trece
años en curatos de indios, enseñándoles y doctrinándoles
en nuestra santa fe católica…..Soy asimismp hijo expues-
to de esta tierra, de padres naturales de esa y nobles, aun-
que no conocidos; gozo de los privilegios de los que el de-
fecho llama expuestos, quorum parentes ignorantur, y por
el consiguiente, soy hábil para cualquier oficio, dignidad,
canongía y beneficio, así por derecho como por indulto
que concedió la Santidad de Clemente octavo á los tales
expuestos, y para mejor cautela y abundancia, tengo par-
ticular dispensación en caso que fuere necesario. Aunque,
á lo que he entendido, el ser expuesto, que es lo que más
me habia de ayudar, me ha dañado cerca del cabildo desta
iglesia, en la nominación que hizo, si no me puso en buen
lugar.»
Escribió en i6n una Memoria resumiendo los hechos y
descubrimientos más notables acaecidos en su primera visi-
ta, que lleva este epígrafe: Relación que yo el Dotor Francisco
de Auila, presbítero, cura y beneficiado de la ciudad de Guanuco
hice por mandado del Sr. Arzobispo de Los Reyes, acerca de los
pueblos de indios de este arzobispado, donde se habia descubierto la
idolatría y hallado gran cantidad de ídolos que los dichos indios
adoraban y tenían por dioses; de la cual también tengo copia
sacada del original. Y antes, en 1608, habia compuesto, ó
por lo menos empezado á componer, un libro cuya porta-
da dice de su puño y letra: Tratado y relación de los errores,
falsos dioses y otras supersticiones, y ritos diabólicos en que vi-
uian antiguamente los indios de las provincias de Huarache-
ti (sic), Mama y C¡taclla, y hoy también viuen engañados con
gran perdición de sus almas.—Recogido por el Dotor Francisco
de Auila presbytero (cura de la dotrim de Sant Damián de la
dicha prouincia de Huaracheri, y vicario de las tres arriba di-
chas), de personas fidedignas y que con particular diligencia pro-
curaron la uerdad de todo, y aun antes que Dios les alumbrase
uiuterouen ios dichos errores y exercitaron sus ceremonias. Es
3
XXXIV
materia gustosa y muy digna de ser sabida, para que se aduierta
la grande ceguedad en que andan las almas que no tienen lumbre
de fee, ni la quieren admitir en sus entendimientos. No se refiere
al presente mas que la historia; será Nuestro Señor seruido que
el dicho dotor la ilustre y adorne, con declaraciones y notas que
serán agradables=si Dios le diere vida.—Año de 1608. Ignore
si liego á realizarlo; lo que hay de cierto acerca de esta
obra es, que de su parte puramente histórica sólo quedan
los seis primeros capítulos y el epígrafe del sétimo, junto
al cual puso el Doctor de su mano la siguiente apostilla:
«Aqui se a de añadir lo que yo vi de y los cauellos de la
dicha Choquesuso, y lo demás questá en el processo que
se hizo zerca de la zequia.» Mas, por esta apostilla se des-
cubre que, afortunadamente, aún pudieran suplirse los ca-
pítulos que faltan, pues de su contenido viene á resultar
que Francisco de Avila no lo escribía todo de su cosecha,
sino que traducía, adicionándolo é ilustrándolo con pro-
pias observaciones, un texto original recogido de personas
que habian vivido en los errores y ritos de la gentilidad
peruana, antes que Dios las alumbrase, según reza el epí-
grafe de arriba; y como al frente de aquellos seis capítulos,
en el mismo códice y junto con la Relación de D. Juan de
Santacruz Pachacuti, en este volumen publicada, hay otra
escrita en quichua, acotada profusamente por el visitador
y comprensiva de 31 capítulos, cuyos tres ó cuatro prime-
ros corresponden con los de su Tratado y relación de los er-
rores y falsos dioses, de aquí el que yo crea, que para com-
pletarlo en lo posible, no hay más que seguir traduciendo
el texto quichua que lleva al lado, y que en efecto, debe
ser de interesante y gustosa lectura, á juzgar por la pe-
queña parte vertida al castellano.
El ejemplo de Avendaño y de Avila tuvo imitadores. El
jesuíta Luis de Teruel, compañero de este último en sus vi-
sitas eclesiásticas, escribió un Tratado de las idolatrías de
los indios del Per ti y otro Contra idolatrim, en que se ocupa
XXXV
del origen de los indios yuncas 6 de los llanos costeños,
ambos citados con encomio y disfrutados por el P. Calan-
cha; el Dr. D. Juan de Balboa, canónigo de Lima, catedrá-
tico de quichua de la universidad de San Marcos, dili-
gente investigador de las tradiciones antiguas de los pe-
ruanos, recogía en una concienzuda y detenida Informa-
ción, noticias acerca de su origen, creencias, adoraciones,
ritos y huacas, de las cuales se sirvió el P. Teruel para sus
escritos; y el P. Pablo Josef de Arriaga, compañero de éste
y del Dr. de Avila en sus misiones, resumía, á instan-
cias del arzobispo Lobo Guerrero, el resultado de las vi-
sitas que hizo y las de Avendaño, y las investigaciones de
otros eclesiásticos acerca del mismo asunto y de otros de
antigüedades, en su curioso tratado de la Extirpación de
¡a idolatría del Pirú, impreso en Lima en 1621, obra ines-
timable y de necesaria consulta, no obstante haberle pues-
to á su autor tacha de poco exacto y entendido en la lengua
quichua el Provincial de los agustinos, Fr. Francisco de La
Serna, en carta al Consejo de Indias de 9 de mayo de 1622,
y en términos que revelan más presunción que caridad.
Pero yo puedo atestiguar, de la ligereza é inexactitud del
juicio del P. La Serna sobre el libro de Arriaga, por haber-
le consultado con los principales documentos de que se va-
lió para componerlo; y conmigo es también el agustino
Calancha, que lo cita y lo copia con frecuencia en su Coró-
nica. El defecto que sí le hallo, y de bastante consideración,
esel de no contener por entero lo que escribió su autor; así
me lo asegura el dueño del MS. original, y así debe ser,
puesto que Calancha, en sus citas, ora se refiere al MS.,
ora al impreso.
En concepto de algunos, Excmo. Señor, estas visitas
fueron un estrago, una desolación donde quedaron para
siempre destruidas con los ídolos y adoratorios indianos,
y con los vasos, vestidos, útiles é insignias de su culto
gentílico, infinidad de monumentos interesantísimos é in-
XXXVI
dispensables á la historia de aquellos pueblos. Y á la
verdad, parece que les asiste enteramente la razón cuando
se lee, verví gratín, en la memoria dirigida al Rey por el
principe D. Francisco de Borja, en 8 de abril de 1619,
que solamente en los años que median del 1615, en que
empezó á gobernar el Perú, hasta el de la fecha referida,
se les habian quitado á los indios DIEZ MILL QUATROCIENTOS
VEINTE Y DOS YDOLOS, entre ellos mil trescientos sesenta y
cinco momias de sus antepasados, y algunas de cabezas de
sus linajes primitivos y fundadores de sus pueblos. Pero
la indignación que esa ruina pudiera excitar, se atenúa
bastante considerando que la mayor parte de aquellos
adorados objetos eran simples piedras del campo ó del ca-
mino , que los infieles tenian por divinas y milagrosas
á fuerza de empeñarse en que lo eran. Los objetos de ver-
dadero valor y curiosidad, en cualquier sentido que fuera,
estaba mandado expresamente por el virey y el arzobispo
que se remitiesen á Lima, y que antes de quemar ó des-
truir los otros, se hiciese de todos descripción é inventario
minucioso. .Si el objeto desaparecia, quedaba su historia,
como quedaban también las declaraciones de los curacas
y sacerdotes en documentos que para el caso se escribian;
y en cambio de la oscuridad de que puede haber sido cau-
sa la pérdida de algunos elementos materiales en el es-
tudio de los antiguos cultos peruanos, ¡qué luz no arrojan
en las primitivas edades de aquellas gentes la averiguación
de los nombres de los fundadores de sus linajes y las deri-
vaciones y diferencias de sus familias; y qué sello de remota
vetustez no pone á sus creencias, ritos y costumbres (casi
todas eran supersticiosas para los visitadores), la repetida
comprobación de que á principios de siglo XVII subsistían
aún diversas, originales, apoderadas en su alma, metidas
en su conciencia, invariables é incólumes después de haber
sufrido largos años la imposición del poético culto del
sol por los Incas y del suave yugo de la cruz por nosotros!
XXXVII
Volviendo á nuestros libros, no fueron únicamente en
tratar de idolatrías y demás antiguallas los eclesiásticos y
religiosos, interesados más que nadie en escribir de ellas
para combatirlas, después de exponerlas y analizarlas ya
en forma de relaciones como las que hemos indicado más
arriba, ya ingiriendo discursos, avisos ó notas en las Doc-
trinas, Artes, Vocabularios y Confesionarios, como el de Fray
Melchor Hernández, que cita el jesuíta anónimo, el de Lw-
dovico Bertonio, y otros que sería prolijo enumerar; ni
tampoco los magistrados y otros seglares eruditos y cu-
riosos, como el ecijano Diego Dávalos y Figueroa, que en
su Miscelánea austral, dio pruebas sobradísimas de ser el
más culto 6 ilustrado de los vecinos del Perú; la afición
hubo de cundir á los mismos naturales, é imitando el
ejemplo que les diera D. Luis Inca con la Relación y Adver-
tencias que menciona el antedicho jesuíta (pág. 140 y 142),
D. Juan de Santacruz Pachacuti y el desconocido autor de
la Relación que traducía el Dr. de Avila, se aventuraron á
tratar de su propia historia, creencias y ritos, en su lengua
óen la castellana, aunque en esta como Dios quiso. Publi-
case aquí la obra del primero: la del segundo lleva este en –
cabezamiento: Runa yndio ñiscap Machoncuna ñaupa pacha
quillcacta yachan mancarca ckayca hinantin causas cancunapas
manam canancamapas chincaycuc hiña chocantnan himanan vi-
racochapf>as sinchicascampas cañan cama ricurin hinatac mi-
canman chay hiña captinpas cañan cama mana quillcas cacap-
tinpas caypim churani sayhuc yayayuc Guarocheri ñiscap ma-
choncunap causas canta yma ffee nioccha careanymayñah cañan
camapas causan chaychay cunada chayri sapallac tanfim quili-
cos cacanca hima hiña causas campas pacariscanmanta.
Finalmente, hasta mediados del siglo xvu, en que termi-
nó esta rebusca de trabajos españoles acerca de antigüeda-
des peruanas, se escribieron la Monarquía de los indios del
Perú, por Fr. Gregorio García; un Libro de las cosas del Pe-
rú, por el M. Fr. Rodrigo de Loaisa, del convento augus-
XXXVIII
tiniano de Lima; la Historia general del Perú, origen y des-
cendencia de los Incas, pueblos, ciudades, etc., año de 1616, por
el P. Fr. Martin de Múrua, arcediano, comendador y cura
de Huata, copiada por D. Juan Bautista Muñoz para
su colección, y que Pinelo cita con fecha incierta y aña-
diendo que la ilustraban los retratos de los Incas, y pintu-
ras de insignias y vestidos de estos reyes; los Notables del
Perú. Descripción de sus ciudades, con pedazos de historia de
que ninguno lia escrito, por el valenciano Felipe de Poma-
nes, que León Pinelo copia á cada paso en su Paraíso en
el Nuevo Mundo. La Fundación de Lima y la parte que
se conoce de la Historia de las Indias, del P. Bernabé Cobo,
no dejan de tener datos muy curiosos sobre antigüeda-
des; y abundan sobremanera en el ya mencionado Paraíso
en el Nuevo Mundo del vallisoletano D. Antonio Rodrigues
de León Pinedo, como probablemente abundarían en su
Historia de Lima y otros tratados que dejó y aún están, co-
mo los precedentes, unos sin hallarse, otros sin salir á luz.
Por este tiempo también, ordenaba el laborioso licenciado
D. Fernando Montesinos sus Memorias antiguas historiales del
Perú, cuya segunda parte tradujo al francés, con bastante
descuido, el año de 1840, el erudito M. Ternaux Compans.
Y de los” impresos, deben notarse como clásicos y únicos, á
mi parecer, para la antigua historia de los Yuncas costeños
y de los Collas, respectivamente, la Coránica moralizada del
orden de San Augustin en el Perú, del P. Antonio de la Calan-
cha, y la Historia del célebre santuario de Nuestra Señora de Co-
pacabana, y sus milagros, é invención de la cruz de Carabuco, por
el P. Fr. Alonso Ramos Gavilán, detras de cuyos títulos na-
die por cierto sospecharía el tesoro que guardan para el
anticuario.—Por falta de antecedentes, no sé hacia qué
años colocar el tratado de Titulis regnipiruani del licenciado
Alvarez, vecino de Huánuco,’el De ritibus indorum de Fray
Mateo de los Angeles, y el Itinerario de Fr. Marcos Jofre,
citados por el jesuita anónimo á la pág. 143; ni el libro in-
XXXIX
titulado Gobierno del Perú, que hizo el licenciado [Juan de]
Matienfo, descrito por el Sr. D. Pascual de Gayangos en
su Catálogo de MSS. españoles del Museo Británico (t. n,
Add. 5469) y que, según dice, se ocupa de la historia del
Perú anterior á la Conquista, en los cincuenta y dos capí-
tulos de la primera parte.
No se habrá ocultado á la reconocida ilustración de
V. E., que, en la exposición razonada que acabo de hacer,
he omitido las obras más conocidas y corrientes y de
donde con” preferencia se han tomado y se toman las noti-
cias de antigüedades del Perú, y otras más que pudieran
añadirse á estas, apurando frecuentadas bibliografías; he
querido apuntar únicamente los trabajos inéditos y desco-
nocidos por completo ó casi olvidados, y de los impresos,
los más raros ó poco leídos, 6 los que andan dispersos en
colecciones y son de-difícil consulta, ó por el poco orden
con que están insertos en ellas, ó por lo bastardo de su tí-
tulo, ó por omitirse el nombre del autor. Faltan, por con-
siguiente, las crónicas é historias de Oviedo, Gomara, Cic-
za, Zarate, Fernandez, Acosta, la República Indiana de Fray
Jerónimo Román, los Tesoros de Melendez, la Descripción del
Nuevo Orbe de Fr. Luis Jerónimo de Ore, los Discursos del
cartujano Fr. Esteban de Salazar, el Anticristo de Maluenda,
los Comentarios de Garcilaso, las Decadas de Herrera, el Orí-
gen de los Indios y la Predicación de la fe en el Nuevo Mundo,
del Presentado Fr. Gregorio García, la Crónica de la provin-
cia de los Doce Apóstoles, por Fr. Diego de Córdova, el Memo-
rial de las historias del Nuevo Mundo Perú, por Fr. Buenaven-
tura de Salinas, etc., etc.
Pero aun suponiendo que esta selección resulte como
yo me la he propuesto, no creo que bastaría, en todo caso,
á demostrar plenamente el tema que apunté al comenzar
estas líneas, pues aunque las obras sumen un número con-
siderable, tales pueden ser ellas, que valiera más no haber-
las escrito. Por tanto, era preciso presentar alguna mués-
~¿r =üzá A ursss- = ir. ancas ie sis me^as y
p”*- ^T——» ** -mrr. -icr es mees ^aunH^SBT-
tíian 7^ … ■ a res itm :ara; 7 jm= iesaz ie ¿ sxs
-jmaañtíTva- es asiurs- 3ísm is Saac a 7 S&asr at
~¿1¿»- ¿pie 7 – cagggn ^r^^ Z- Jracescu ie Tnenn Fíu*
* üen rae _¿*r miüaczss 7 ~Tar*e=:et íe =a. Tiia. ¿erm na
i^m. stiesn 7 r.-ns^ft^c xi r^n. ie x s A a
” ¿rre i le *iy»’a. a j^lt.u. por .us imK ie ^55?.. a
*t-—r los. giam :e anapsiaiio -*n _a iiuienca it; Lana.
wjuut gemanegui Jar3. jts :e :=c^_ -si rae si S» rcr
mJA\A ^ je -acar^i rae rincasir 7 zr^siñese iin-
-:u*ni^a ‘jt ^nan. i: na.. le-r*; x -srra: -ni -a. oas ie *e-
•jwihrt tí*t lüruectE iiíc. Zman ce su sm^scracxrx 3f Los
V+r}*a.. \vy\ vvt £«ii¿r 7 g:ccTTa**g nurjn las rrr^—-
g^ria&H ser x.-^rte iei -iI*-. Aacae» ie 21«-
Cf/XSk y en ¿^x¡cc á su cateará ie ciccr ttas ird^ac-;
/ ‘sxts* tst.%f*tj&& üirj^era
hecho á mano y encima el edificio; y allí le dijo la guaca
al inga que su nombre era Pachahc camahc, que quie-
re decir el que da ser á la tierra; y a¿í se mudó el nom-
bre del dicho valle de Irma y le quedó Pachacama.
Díjole también la guaca que tenía cuatro hijos, y que
al uno le hiciese casa en el valle de Mala, ques ocho
leguas de Pachacama, y al otro en Chincha, ques vein-
te y cinco, y al otro en Andaguaylas, junto al Cuzco, y
que al otro cuarto hijo le quería dar al dicho Topa Inga
para que le guardase y le diese respuesta de lo que le
preguntase. Y así hizo las dichas casas; y de aquellas
guacas fueron multiplicando muchas más, porque el
Demonio, que por ellas les hablaba, les hacia creer que
parían y les hacia hacer nuevas casas y adoraciones á
los que creían que procedían de las dichas guacas, y á
todos tenian por sus dioses. A unos adoraban como á
hombres y á otros como á mujeres, y aplicaban sus de-
vociones á cada uno para un género de necesidad: á
unas iban para que hiciesen llover, á otras para las
sementeras que crezcan y granen, á otras para que las
mujeres se empreñen; y así para las demás cosas. Lo
cual fué en tanta multiplicación, que ya casi para cada
cosa tienen su guaca, y por ellas los tiene el Demonio
tan embaucados, ques la mayor dificultad que hay en
aquella tierra para imprimir en los naturales nuestra
santa fe; como pocos dias há que por industria y dili-
gencia loable del licenciado Polo, se descubrió en el Cuz-
co una grand suma destas guacas, á quien adoraban
por dioses; con lo cual se ha tomado principio para
darles á entender el engaño y vanidad que en ello hay,
como se verá por la •Relación» que sobrello tiene fe-
3
34
Relación
cha el dicho licenciado Polo x, y por esto no se refiere
aquí más en particular.
29. Tenian asimismo otra religión é idolatría, que
á los cuerpos muertos de los señores pasados honraban
y guardaban en grand veneración, y cada uno estaba en
su casa con el mismo servicio que tenía siendo vivo,
que no se tocaba en ello; y así tenian sus chácaras,
yanaconas, ganados y sus mujeres, las cuales los esta-
ban sirviendo y dando de comer y chicha como si estu-
vieran vivos, y los llevaban en andas á muchas partes.
30. En cada un año hacia el inga*una gran fiesta y
solemnidad en el Cuzco á honra del sol, y hacia llevar
todas las guacas de la tierra, que eran unas piedras en
quel Demonio las hablaba, con todo su aparato de va-
sos y otras cosas de oro de servicio, y en la casa del
sol las ponian junto al sol y á la luna que allí tenian
figurados; y también hacían sacar los cuerpos de los
ingas muertos con su servicio y joyas. Y duraban es-
tas fiestas un mes, y bebían, y hacíanle (sic) muchos
sacrificios y ofrendas; y después daba el inga vestidos
y joyas al sol y á las guacas, é iban cada uno á su tier-
ra con su guaca. Esta era la fiesta de más solemnidad
y devoción quellos tenian. Todas las dichas ofrendas y
frutos que tenian las dichas guacas y el sol, se consu-
z El licenciado Polo de Ondegardo, que en la ‘Relación* que con fecha xa de
diciembre de 1561 dirigió al licenciado Brivieaca de Munatones, dice: «Porque se-
gun pare?cera por la carta que yo hice de los xeqques (raya, linea, término) y adora-
torios de la ciudad del Cuzco, que se hallara en poder de muchos religiosos de aquel
pueblo, habia en aquella ciudad y legua y media & la redonda, cuatrocientos y tantos
lugares donde se hacían sacrificios.• Y en otro escrito semejante dirigido al virey
D. Francisco de Toledo con fecha 26 de Junio de 1371: «Habiéndose tratado lo que
ae ha podido averiguar tocante k la religión de estos naturales como paresce por loa
capítulos y relacicn pasada.• La cual, por desgracia, se ha perdido. ,
por Fernando de Santillan 35
mían, como dicho es, en los que le servían y en que-
marlo y sacrificarlo, excepto el oro, que en aquello no
se tocaba y estaba todo en las dichas casas, hasta
que los españoles entraron en la tierra, que se hicieron
guacas para llevárselo todo, de donde procedieron las
partes de Caxamalca y del Cuzco y otras.
31. Entre los demás servicios que hacían al sol y
á las guacas, era que á ciertos tiempos ayunaban los
señores y los sacerdotes, lo cual era por la mayor par-
te cuando habia alguna necesidad, especialmente cuan-
do era el tiempo de venir el agua, 6 cuando habia pes-
tilencia 6 cosas semejantes, ayunaban cinco dias, en
los cuales estaban muy recogidos, no dormían con sus
mujeres ni bebían chicha, comían poco y sin ají, echa-
ban chicha al sol y á las guacas y hacían otros sacrifi-
cios. La gente común no iba personalmente al sol ni
á la guaca, porque tenian grand temor, sino, cuando
se les ofrecía alguna necesidad, iban á un hechicero,
que habia muchos y hablaban con las guacas y eran
como sacerdotes; y á estos daban las cosas que lleva-
ban para hacer sacrificios; y dicen que á estos habla-
ban las guacas y daban respuestas de lo que habia de
acaecer sobre lo que les preguntaban; y si no sucedía,
decíanles después que habian faltado ellos en algo de
lo que la guaca les mandó que hiciesen; y desta mane-
ra los traía el Demonio engañados, y aun hoy dia hay
harto daño en ello.
32. Lo que comunmente todos creían y tenian por
fe es, que el que era bueno, cuando moría volvía á don-
de habia venido, que era debajo de la tierra, y que allí
vivían los hombres y tenian todo descanso; y que el
36
Relación
que era muerto por justicia 6 hurtaba, 6 hacia otros
pecados, cuando se moría iba al cielo, donde hay fue-
go, y allí pagaban por ellos. Tenian y creían también
que los muertos han de resucitar con sus cuerpos y
volver á poseer lo que dejaron, y por eso lo mandaban
echar consigo en las huesas, y les ponían á los muertos
todo lo mejor que tenian, porque creían que como salían
de acá así habian de parescer sus ánimas allá donde
iban; y mataban indios é indias, y echábanlos con los
que enterraban, para que fuesen á servirlos.
33. Tenian muchas supersticiones y miraban en
infinitos agüeros, como gente de bajo entendimiento.
Algunos dicen que se usaba entrellos la confesión y
que habia sus confesores para ello: en esto hay varie-
dad, porque no hay noticia que los ingas se confesa-
sen, y si fuese cosa guardada por ley, también ellos lo
guardaran; y tampoco entre la demás gente era cosa
que se hacia de ordinario por todos. Lo que yo he oido
á algunos y parece verosímill es, que como esta gente
tenia tantas supersticiones y agüeros, cuando sucedía
tardarse de llover, 6 venia alguna helada que quemaba
las chácaras, alguno que presumía de religioso, 6 sos-
pechaba de algún indio 6 india, levantábase y decia al
curaca y hechiceros: testa india tiene hocha (que quie-
re decir pecado), y por eso no llueve.» Y los demás to-
maban la india 6 indio y llevábanlo á los confesores y
allí se confesaban; y á veces, aunque no tuviese hocha
decia que sí; y otras veces, sin denunciador, cuando
acaescia no lloveré las demás cosas, algunos indios, y
por la mayor parte indias, con miedo decían que tenian
bocha y iban al confesor, que eran los hechiceros, y
por Fernando de Santillan 37
confesaban su hocha; y ellos decían que por aquello no
habia llovido; y otras veces sin suceder la necesidad lo
hacían, porque decían que por aquello no habia de
llover, 6 se habian de helar las sementeras. Y así con
estas oraciones y otras semejantes parece que usaban
de las dichas confesiones y no en general. Esta reli-
gión que habia entresta gente era muy guardada, y con
muchas cerimonias y sacrificios, porque eran muy ami-
gos dellas; especialmente los señores é ingas eran los
que más comunicaban las guacas y casas religiosas, y
hacían entender á los demás que ellos eran cosa más
allegada á los que adoraban por dioses que otra gente
ninguna, y que sabían lo porvenir; y lo principal con
que tenian toda la gente subjeta, era con este color de
la observancia de esta religión y adoración.
34. Presupuesto lo susodicho que toca al origen de
los ingas y su gobierno y adoración, respondiendo al
primer capítulo de la cédula suso incorporada, es de
saber que, como arriba está dicho, que luego que el
inga conquistaba una provincia, de todo lo que en ella
habia se señoreaba y metía debajo de su dominio, y
por su mano era todo distribuido; y lo primero era apli-
car para sí chácaras para maíz, coca y ají, y otras para
el sol é indios mitimaes que las beneficiasen, y gana-
dos y quien los guardase, y hacia hacer casa para sí en
cada uno de los dichos valles, como dicho es, demás de
lo cual tomaban mujeres de las más principales, hijas
de señores y de sus hermanos y hermanas, y otras se-
ñalaba para el sol, las que le parescian, á las cuales
llamaban induguarmi 1; mandábales hacer casa par-
1 Intihoarmi.
38
Relación
ticulax donde estaban con mucho recogimiento con sus
porteros; estaban allí siempre haciendo ropa y otros
servicios para el sol; y otras aplicaba para las guacas
por la misma orden; y á las que aplicaba para sí tam-
bién las mandaba hacer casa, y les daba servicio y man-
daba que hiciesen ropa para su persona y á su medi-
da: á éstas llamaban mamaconas; nunca se permitía
casarse ninguna dellas; proveíalas el inga de todo lo ne-
cesario de sus tributos; de las demás mujeres que eran
de menos suerte, escogía las de mejor parescer y pro-
veíalas en otra casa que las mandaba hacer: á éstas lla-
maban agros x, que quiere decir escogidas; dábanles su
servicio y estaban en recogimiento, y mandaba que hi-
ciesen también ropa para su persona, y destas daba al-
gunas por mujeres á quien él quería hacer merced, lo
cual siempre hacia con los que eran sus criados é ya-
naconas, aunque tuviesen otras mujeres. Sin procurar
consentimiento dellas ni de sus padres, repartía á cada
uno las que le parescia, aunque no fuesen aquellos á
quien las daba naturales de sus provincias, antes de
otras muy diferentes en temples y en distancia, de lo
cual recibían mucho agravio; y la que no quería ir de
buena gana la mataban, porque esa era la pena del que
iba contra la voluntad del inga. En sacando aquellas
del dicho encerramiento y repartiéndolas, conio dicho
es, hacia luego meter otras tantas en su lugar, las cua-
les, en entrando allí, no hacían más cuenta dellas sus
padres, porque en tanto que estaban encerradas, no las
vía nadie, y después se las llevaban á otras tierras, lo
i Aellas.
por Fernando de Santillan 39
cual era una de las tiranías que los dichos incas usa-
ban; pero si aquel marido que le daba moría, tenian li-
bertad de casarse sin licencia del inga, porque como
cosa ya dada, no habia más cuenta con ellas.
35. Las demás mozas que quedaban como des-
echadas, á que llamaban guasipas, destas daba cargo á
los curacas y las hacían trabajar y las casaban á su
tiempo sin que el inga entendiese en ello, salvo que si
quería tomar para sí algunas, lo hacia saber al inga y le
daba licencia que las tomase; y también daba destas
algunas al Tocricoc, y las demás casaban con los in-
dios atunlunas, que son los tributarios. Y estos casa-
mientos se hacían con más libertad, porque cuando al-
gund indio pretendía casarse con alguna dellas, hacia
algund presente al padre y al curaca, y siempre tenian
respeto, al tiempo de repartir las mujeres, á la voluntad
que antes habian conoscido de sus padres y dellas.
36. Asimismo tomaba el inga y aplicaba para sí
[en, de] cada valle 6 provincia yanaconas el número
que le parescia, y éstos escogían de la mejor gente y
los más hijos de curacas, y gente recia y de buena dis-
posición, á los cuales, como criados suyos, les hacia
esemptos de los curacas, que no tenian cuenta con
ellos, salvo el gobernador del inga, que los ocupaba en
cosas de su servicio, y algunos llevaba al Cuzco y los
tenía en su servicio, y á éstos hacia algunas veces cu-
racas en sus provincias. Otros ponía en las casas de
los señores muertos, porque como siempre habia de es-
tar el servicio en pié, en faltando algunos yanaconas y
servicio, suplíalo el inga de los que él tomaba y hacia
en cada provincia. Asimismo sacaba de las provincias
Relación
que á él le parescia algunos indios y los ponia por mi-
timaes en otras provincias, por la orden que se dirá
adelante; y con todos estos que aquí sacaba el inga no
tenian los curacas cuenta ninguna, en cuanto á cobrar
dellos tributo ni servicio.
37. Tenía asimismo por reconoscimiento y vasa-
llaje que todos los hijos de señores, en siendo de edad,
los llevaban á presentar al inga y le servian en lo que
les mandaba; y destos venia después á hacer capitanes
y visitadores y otros cargos de su casa; y también los
propios señores estaban lo más del tiempo donde él es-
taba, para ver lo que les quería mandar.
38. Asimismo hacia el inga que en toda la tierra
le hiciesen caminos reales por donde él caminase solo;
y los más eran cercados, y á cada valle 6 provincia
mandaba que hiciese lo que cabia en su pertenencia; y
en cada jornada mandó hacer tambos, que son como
mesones, y que la gente de cada provincia en cuyo tér-
mino estaban sirviesen en él á los que caminaban. Y
también puso chasquis á cuarto de legua, que llaman
topo, y que estuviesen siempre poblados de indios como
correos que llevasen los mensajes que él mandaba de
unas partes á otras.
39. Asimismo mandó hacer depósitos en cada pro-
vincia que á él le parescia, y los mandaba bastecer de
toda comida y de ropa y hojotas y de todas las demás
cosas que son necesarias para la gente de guerra, para
cuyo proveimiento tenian dichos depósitos; y para este
efeto mandaba que hobiese oficiales de todos oficios.
40. En el tributar y servir al inga tenian esta or-
den: que todo lo que habia en cada provincia y se daba
por Fernando de Santillan 41
en ella de frutos y de todo lo que los oficiales de todos
oficios hacían, tributaban al inga la cantidad que él
mandaba y pedia, y no los mandaba tributar de cosa
que no la hobiese en su tierra, ni que tuviesen necesi-
dad de irla á buscar ni resgatar á otra, salvo cuando
era cosa que habia en las provincias vecinas y tenian
necesidad della para el oficio que tenian; así como si
era oficial de cumbi y en su valle no habia lana, la res-
gataba en el comarcano con algodón 6 ají. Ni tampoco
demandaban á ninguno tributo de cosa más de aquello
quél cogía y beneficiaba ó hacia en su oficio, y ansi
ninguno tributaba de más que de una cosa; de manera
que los labradores beneficiaban las heredades que te-
nian diputadas para coger las comidas que habian de
dar de tributo; el pescador tributaba pescado, el cum-
bico hacia ropa, el esterero daba esteras, y así de los
demás oficios.
41. Todas estas cosas que tributaban los indios, las
llevaban al Cuzco, donde estaba el inga, salvo si él se
lo mandaba poner en otra parte, ansí como la comida
y ropa mandaba llevar algunas veces á depósitos quel
tenía en ciertas provincias; y en esto no habia regla
general más de la voluntad del inga; y no los mandaba
dar tantas hanegas, salvo lo que se cogia y procedía de
las chácaras que le beneficiasen; y en las partes donde
no se daba maíz, se lo daba el inga de lo suyo. Asi-
mismo en la ropa no habia cantidad cierta, más de
como habia mucha lana y algodón y los indios é indias
eran muchos, daban mucha cantidad de ropa.
42. Demás desto le servían personalmente en la
guerra, dándole indios de guerra de cada provincia y
42
Relación
para otras cosas y servicios, como él quería; y aunque
no tributaban oro ni plata, salvo donde el inga tenia
minas, mandaba ir los indios que le parescia, para que
le sacasen oro y plata para sus vasos y otras cosas de su
servicio; y en la provincia que habia plateros, le daban
chipanas 1 en poca cantidad, porque una guaranga di-
cen que daba una chipana; y de ordinario, según dicen,
en la provincia que tenía minas ó las alcanzaba cer-
ca, pedia el inga para sacar oro dellas de cient indios
uno.
43. Todos los tributos y servicios dichos que el in-
ga imponia y llevaba, como dicho es, era con color y
para efecto del gobierno y pro común de todos, así co-
mo lo que se ponia en depósito todo se convertía y
distribuía entre los mismos naturales.
44. También llevaba otra parte con color de reli-
gión y para el sol y guacas y las demás supersticiones
que tenia, y para las casas y lugares do tenia encerra-
miento de doncellas, de suerte que todo se convertía
y consumía en sustentación de su estado y en la gente
de su reino, salvo aquellas cosas que se sacrificaban,
que no era en provecho de nadie, lo cual era mucha
cantidad. Y el dicho inga llevaba todo lo susodicho
con gran señorío y absolución, en reconocimiento del
vasallaje que sobrellos tenia, y ninguna limitación ha-
bia ásu voluntad; de todo lo cual que asi daban al in-
ga y á todos los lugares susodichos en las más provin-
cias, hay cuenta y razón muy fiel por sus quipos. Y de-
mas de lo sudicho, también les mandaba dar otro tribu-
I Manillas, pulseras, brazalete*.
por Fernando de Santillan 43
to y servicio á los hermanos y hermanas del inga que
tenian casa y estado por sí.
45. Para haber y cobrar el inga los dichos tributos
con más facilidad y comodidad, apareó y hermanó las
provincias de dos en dos, para que aquellas supiesen,
que si en los servicios que se mandaban hacer á la una,
6 en los tributos, hubiese alguna falta, así como en no
ser buena la ropa ó tardarse en llevar el tributo ó otra
cosa á la otra provincia que estaba hermanada con ella,
lo supiese y el señor della castigase al que habia caído
en la falta, como le parescia.
46. Y al tiempo que llevaban sus tributos al inga,
á los señores que iban á llevarlos los rescibia graciosa-
mente y los regocijaba y hacia fiestas, y sentábase á
recibirlo todo en un llano, y vía todo lo que le traían,
y dello hacía mercedes á algunos de los que estaban
con él y también á los que le traían el tributo. A los
unos daba de las cosas que le traían los otros, y también
repartía cierta parte della entre los pobres, porque dellos
tenia gran cuidado, y así le llamaban los indios Gua-
chacoyac, que quiere decir, amador de pobres.
47. Eran los dichos tributos que ansí daban á los
ingas y los servicios personales que les hacían en tan-
ta cantidad y calidad, que no se podrían reducir á pre-
cio de pesos de oro en cada un año, por no haber cosa
limitada más de conforme á la voluntad del señor.;
48. Demás del tributo que así daban á los ingas,
servían á sus curacas y señores particulares en esta
manera: que el dicho curaca hacía trabajar á sus in-
dios para cumplir el tributo que habian de dar al inga,
y después le ayudaban á él á hacer su chácara y le ha-
44
Relación
cían alguna ropa; y también dicen que para su servi-
cio le señalaban al señor de cada provincia uno 6 dos
indios de cada pachaca, que es cient indios. Todo lo
demás tenia él cuenta con hacelles trabajar en sus la-
bores y oficios para sí propios, y en todo le obedecían,
y él no excedía en nada ni los agraviaba ni llevaba los
servicios y cosas que el dia de hoy les llevan, porque
no hay quien los entienda ni vaya á la mano como en-
tonces; porque el inga tenia grand cuenta con todos y
hacia vivir tan justo al curaca como al indio particular.
En esto tampoco paresce podrá reducirse á cantidad
limitada, por ser unas veces más y otras menos; con lo
cual queda respondido y satisfecho á lo contenido en
el primero, segundo y tercero capítulos, por ser una
cosa todo lo que se trata en ellos.
49. Al cuarto capítulo asimismo se colige la res-
puesta á él de lo que arriba está dicho: que el inga di-
vidió la gente de su señorío en doce edades, y en ellas
solamente hizo tributarios á los de la una, que son los
atunlunas, y en otras partes 1 llaman maceguales, en
que entran los de veinte y cinco años hasta cincuenta.
Y estos tributaban cada uno conforme al oficio ó trato
que tenian, ansí los labradores como oficiales de todos
oficios ó mercaderías. Las mujeres viudas, mujeres
de estos atulunas, si tenian hijos que fuesen de edad
para trabajar, dicen algunos indios que también tribu-
taban por razón de la hacienda que les quedaba de sus
maridos.
50. Los que habia esemptos destos tributos y ser-
x Nueva España.
por Fernando de Santillan 45
vicios eran solamente los curacas y hermanos y hijos
de sus señores, y también los que el inga hacia yana-
conas; porque estos no tenian más obligación que ser-
vir al inga 6 á la persona á quien él los daba, y con
esto quedaban reservados de todo tributo; pero tenian
por costumbre cuando se comenzaba alguna obra ó tra-
bajo, el primero que echaba mano dello era el curaca,
por animar á la demás gente.
51. En cuanto al quinto capítulo, los tiempos en
que pagaban los dichos tributos al inga era de año á
año. Tenian en ello esta orden: que todas las comidas
que le cogían de sus chácaras del inga, maíz, papas,
ají y otras comidas y legumbres y coca, llevaban al
Cuzco la cantidad que sus gobernadores mandaban en
cada un año, y todo lo demás encerraban en los dichos
depósitos, y daban mitayos que los guardasen. La ropa
rica y escogida llevaban al Cuzco, y la demás se ponía
en los depósitos, y della se vestía la gente que andaba
ocupada en los dichos servicios del inga; y así se con-
vertían en ellos propios. Las cosas de pluma que tam-
bién le tributaban de diversas maneras, conforme á las
aves que se criaban en cada tierra, y el oro y plata que
sacaban de las minas, y chipanas y brazaletes, todo esto
lo llevaban al Cuzco sin que quedase cosa en poder del
curaca, porque no podían tener cosa alguna dello si no
fuese dado por el inga, y él los mandaba á cada pro-
vincia la cantidad que habian de sacar de oro y plata
por unas pesas que él les daba, que á lo que dicen era
poca cantidad. También le daban de tributo y llevaban
al Cuzco indios bailadores de cada provincia para que
bailasen en los taquies; y cuando tenian guerra, le tri-
46
Relación
butaban mucha cantidad de todas las armas que ellos
usan.
52. En cuanto á la orden que se tenía en el repar-
timiento, cobranza y paga de los tributos, presupuesta
y entendida la dicha división que el inga tenía hecha
de su gente y orden que tenía puesta en el gobierno
della, era muy fácil haberla en la división y cobranza
de los dichos tributos, porque era claro y cierto lo que
á cada uno cabia, sin que hobiese desigualdad ni enga-
ño; porque como estaba toda la gente dividida por sus
pachacas y guarangas, y todos eran iguales, que no ha-
bia más indios en una que en otra, también los tributos
que se les echaban eran iguales, y no se pedia á una
pachaca 6 guaranga más que á otra, y después entre sí
los mesmos lo repartían igualmente, que ninguno era
agraviado. En cuanto á la ropa, tributaban todos ropa
por respeto de que la hacían sus mujeres; y en las de-
mas cosas cada uno tributaba lo que era de su oñcio
igualmente; y segund dicen, siempre el inga declaraba
el tributo conforme al número de los indios que habia
en cada provincia” proporcionadamente, para que vinie-
sen á salir iguales; y así á cada indio cabia por año un
vestido de ropa de tributo, y así de las demás cosas.
53. De no haber al presente esta orden, procede la
confusión que hay en el tributar y los agravios que re-
ciben los naturales en el repartimiento de los tributos
y servicios, porque los curacas quieren hoy guardaf la
misma orden que en tiempo del inga, sin tener respeto
á la disminución que ha habido en las pachacas y gua-
rangas, repartiendo á una pachaca tanto como la re-
partían en tiempo del inga, al respeto, no teniendo al
por Fernando de. Santillan 47
presente el número de indios que tenia en tiempo del
inga, ni aun la mitad; y así quedan unos muy agravia-
dos y otros muy descargados. Porque en una misma
provincia acaesce que de una pachaca 6 guaranga con
las guerras y con las entradas en que los han llevado
en colleras y cadenas, y con otras pestilencias que los
han venido después que los españoles entraron en la
tierra, no queda la cuarta parte de los indios que habia
en ella en tiempo del inga, y hay otras pachacas que
acaso se han conservado más y les faltan menos indios;
y en el repartir los tributos echan tanto á aquella que
está disminuida, que á veces no tiene diez indios, como
á la que está más conservada, que tiene cincuenta 6
ciento. Y para que en esto hobiese igualdad, el medio
más cierto sería reducirlo á la orden del inga, y que
hecha la visita fielmente se reformasen las pachacas, y
si alguna tiene más de los cient indios, se le quitasen
y se supliese dellos á los que los tiene de menos, y se
consumiesen algunas pachacas que tienen muy pocos
indios, para que todas quedasen con su número cum-
plido de cient indios, y con esto se haría justamente el
repartimiento de los tributos; y la visita que para esto
se hiciese sería muy cierta, porque ningund curaca se-
ría parte para encubrir indios que el otro no los mani-
festase, por no quedar agraviado en el dicho reparti-
miento de tributos.
54. Al sexto capítulo se responde, que todas las
tierras y chácaras y heredades que en cada provincia
se aplicó para el inga y para el sol y para los demás
lugares arriba dichos, eran propias de los naturales de
aquella provincia donde estaban; como el inga lo con-
48
Relación
quistaba y subyugaba, se enseñoreaba de todo lo que en
ella habia, así tierras como ganados, en señal de seño-
río y vasallaje, porque era su costumbre al señor que
los sojuzgaba hacelle algund servicio; y así ofrescian al
inga todas las tierras y ganado-que tenian, y él hacia la
división susodicha, aplicando parte á sí y otra al sol, y
lo demás para la sustentación de los naturales, como
dicho es. Y para hacer esta ofrenda al inga y al sol, el
curaca y señor principal de la dicha provincia quitaba
las dichas tierras y ganados á los naturales, que eran
sus dueños de ellas, y las ofrescian al inga, sin que nin-
guno fuese parte para contradecillo; y aun demás de
ofrecelle sus tierras, le señalaban servicio para culti-
varlas y beneficiarlas y coger dellas los frutos que da-
ban para el inga y para el sol y llevárselo al Cuzco 6 á
las partes donde él tenía hechos depósitos. Y esto pa-
resce ser ansí por relación de muchos naturales anti-
guos, en que el dia de hoy se conosce de quién era cada
chácara de las del inga antes que se le diesen y ofre-
ciesen; y muerto el inga y quitado el señorío, como hoy
está quitado, los que de aquel tiempo quedaron vivos,
ó su sucesión, cada uno conoscia sus tierras que se ha-
bian aplicado al sol y al inga, y las tomaron y tienen y
labran y cultivan como cosa suya propia; y lo mismo
hicieron, los que han podido, del ganado del inga, que
hasta hoy se conosce cuyo era por sus señales, y mu-
chos lo tornaron á tomar; otros, que son los más, se
quedaron sin ello, porque madrugaron más los españo-
les, que al tiempo que entraron en la tierra hobieron y
destrozaron muy grand copia de ganado del ques di-
cho; y también los gobernadores y cabildos de los pue-
por Fernando de Santillan 49
blos de xpianos que se han poblado, repartieron muchas
de las dichas tierras y chácaras del inga y sol á espa-
ñoles que se avecindaban en ellos, aunque hobiese due-
ños conoscidos dellas, y otras que ya no hay memoria
de cuyas fueron, por haberse todos muerto 6 despoblá-
dose de aquella parte donde están las tierras; pero don-
de están vivos los naturales de la tal provincia, son
conoscidas las tierras y chácaras de cada uno, y las la-
bran y cultivan para su sustentación y para la paga de
los tributos que dan y tienen dellas necesidad para ellos
55. En cuanto á si estas tierras y ganados que se
ofrescian al inga era con voluntad de los naturales 6
por fuerza y consentimiento, parece que tal ofrecimien-
to fué forzoso y contra la voluntad de los particulares
cuyas eran las tierras y ganados; y puesto caso que en
algunas provincias que de su voluntad salían de paz al
inga y sin guerra le obedescian, por ver el buen modo
y medio con que los atraia, que era con dádivas y sin
les ranchear lo que tenian en sus casas óVanchos, y de-
fendiéndolos de sus enemigos y conservándolos con el
buen gobierno que ejercía, y aficionados á esto le reci-
bían por señor; y caso que el ofrecimiento que le ha-
cían de las dichas cosas parescia voluntario, esta vo-
luntad era solo del señor principal de la provincia, pero
no de los particulares á quien se tomaban las tierras
para ofrecerle; y aun estas provincias son las menos,
porque las más sujetó por guerra y con muchas muer-
tes y crueldades, y le hacían las mismas ofrendas for-
zados y constreñidos por temor. Y así, paresce por lo
dicho, que pues las tierras y haciendas que dichos na-
turales poseian eran suyas propias y de su abolengo,
4
5°
Relación
los tributos que pagaban á los señores por razón de las
tierras, porque estas eran libres antes, les fueron im-
puestos por los dichos ingas y señores por via de sub-
jecion y vasallaje; y así, por razón de reconocimiento
del señorío que los dichos ingas tenian sobrellos, el
repartimiento de los tales tributos, como está dicho en
el capítulo precedente, era por cabezas, tanto á uno
como á otro, respecto de los oficios que cada uno te-
nia; y siempre el inga les proporcionaba los tributos
que echaba á cada provincia, de suerte que viniesen á
salir todos iguales; y asimismo los servicios que hacián
eran iguales, porque en ellos se remudaba por sus mitas,
de suerte que el trabajo se repartía por todos los tribu-
tarios igualmente.
56. En cuanto al sétimo capítulo, está respondido
y satisfecho en el precedente, por ser anexo lo uno
de lo otro; y en resolución, las tierras y. heredades que
los dichos naturales tenian y tienen no son solariegos,
ni sobrellas tuvieron ni tienen carga alguna porque fue-
sen obligados á pagar ó contribuir; antes los dichos
tributos que en tiempo de su infidelidad pagaban, les
fueron impuestos por la via de religión y señorío uni-
versal, del cual dependía el particular del señor de
cada provincia, al cual también tributaban, como arri-
ba está dicho.
57. En cuanto al otavo capítulo, parece que sin
comparación es más lo que agora llevan los caciques
y se aprovechan de sus indios, que no en tiempo del
inga, porque en el dicho tiempo todos tributaban en
orden y regla que ninguno excedía, y con más cuidado
vivian en esto, los señores, de la conservación de su
por Fernando de Santillan 51
gente y de no agraviar á ninguno; y así no les lleva-
ban oro ni plata, solamente le hacían alguna ropa, y
le hacían y labraban sus chácaras, y él también tenia
cargo de proveer de lo necesario á la gente que estaba
en edades que no podían trabajar, como eran viejos y
niños y otros semejantes; y así todos los dichos traba-
jos y labores se convertían en utilidad de su gente; y
en esto, en el dicho tiempo, no habia ningund exceso ni
quien le osase hacer, y agora es muy al contrario, por-
que los curacas quieren hacer gastos y tener fausto
el que es señor de pocos indios como de muchos, y
para ello se sirven de los indios en sus labranzas y ha-
ciendas y granjerias sin ninguna orden ni medida más
que su voluntad; la cual en los más caciques es muy
desordenada y viciosa y casi bestial, de lo cual padecen
los indios pobres; y como incumbe á los dichos caci-
ques el cobrar y recoger los tributos para pagar á los
encomenderos, en aquello agravan y roban á sus in-
dios en gran cantidad, asi en la plata como en las de-
mas cosas que tributan; porque si conforme á la can-
tidad que se contiene á la tasa cabe á cada indio dos
pesos, le llevan á el cacique ocho ó diez; y esto es co-
sa sabida en los más dellos; y lo mismo en la ropa y
en las demás cosas que tributan, porque como no está
al presente sabido el número de los indios tributarios
precisamente, como lo estaba en tienlpo del inga, tam-
poco ellos saben lo que cabe á cada uno más de lo que
el cacique les quiere echar con color del tributo; y él se
queda con lo mejor. La orden que tienen es, para pagar
la plata los que están en comarca de Potosi invian allá
un principal con los indios que les paresce, para que
52
Relación
la saquen de las minas ó la ganen allí con su trabajo, y
cada indio da cada semana al dicho principal dos pesos
y medio de carilla J, y están allí el tiempo que paresce al
cacique, hasta que tienen recogida la cantidad de pla-
ta que le paresce, la cual es siempre mucho más de lo
que monta el tributo que ha de pagar, y lo demás que-
da el dicho cacique con ello; y lo mismo es donde al-
canzan otras minas de oro y plata. Y donde no alcan-
zan minas, la plata ó oro que tributan se llega de jor-
nales que los indios ganan con su trabajo; y para esto
invia el cacique á los pueblos de xpianos que están
más cerca los indios que le paresce con un principal,
para que se alquilen á las obras y labores de los espa-
ñoles, y acuden con los jornales al dicho principal,
y todo viene á mano del cacique, y no hay más cuen-
ta ni razón que lo que él dice, y siempre le queda,
pagado el tributo, otro tanto por lo menos. Y esto es
cosa que cada dia se ve y entiende, y los religiosos
de las dotrinas, que son los que mejor alcanzan esto,
no osan advertir dello á los que gobiernan porque no
redunde en más daño de los indios pobres con cre-
cerles más tributos, para lo cual ya no les quedaría
remedio para podello suplir. Y siendo este agravio
que los dichos naturales reciben de sus curacas tan no-
torio y cierto, y en que conviene con brevedad poner
remedio, tratándolo yo con el licenciado Birviesca de
Muñatones, el cual como tuvo atención á otros nego-
cios más que al bien y conservación de los naturales,
por estar bien informado de parte de los encomenderos,
i Entiendo que esta voz ha de estar mal escrita ó corrompida y derivarse de Cu-
sirte hay, gratificación, albricias, propina ó llapa, como hoy dicen en aquella tierra.
por Fernando de Santillan 53
me puso por conclusión averiguada que ningund caci-
que de la tierra agraviaba en el tributo á sus indios.
que es. cosa que demuestra la diligencia que puso en
entender las cosas convinientes al buen gobierno de
aquella tierra; y como de su cosecha tiene de sí tanta
persuasión, que las cosas que él quería enderezar en
favor de sus deudos y amigos, aunque vayan muy fue-
ra de razón, quiere que cuadren á los entendimientos de
todos y se juzguen al suyo, no fué posible desengañalle
de esta ceguedad, por haber también en aquella tierra
personas que, por la necesidad que tenian del, le procu-
raban lisonjear con aproballe el dicho yerro y otros
semejantes. Pero es cosa muy cierta y verdadera, que
la mayor necesidad y agravio que padecen el dia de
hoy los naturales de aquella tierra, es el que reciben
de los dichos caciques que los roban y desuellan á
ojos vistos; y sería gran servicio de Dios y de S. M.
poner en ello remedio con darles tasa y medida de
lo que han de llevar á sus indios para si, y asimis-
mo asentarse el tributo que cada indio ha de dar,
y aquello tenga sabido y no quede á carga cerrada en
albedrío del cacique; porque con la superioridad y se-
ñorío que tienen sobre los indios, en el cual se han
apoderado de todo el señorío que tenian los ingas,
agravian á sus indios, sin que sean parte ni osen con-
tradecillo ni quejarse; y para ello tienen los dichos
caciques bastante favor entre en sus encomenderos,
porque también á ellos redunda provecho.
58. Al noveno capítulo está declarado y respondido
arriba donde se trató de la sucesión y elección de los
caciques y señores particulares, donde se puso por ex-
Rrlmrim
2=s3u- nrosr rat sr tásapo de los ingas se tenia en
it so^ssinr át ibs -ariTTirs y aslxaes particulares de
¿a* ji- u x rs nirkuiD se dijo qué jurisdicción
mur t etsdxstbir: sus int£kt&. la cual era muy mo-
nsraf.r y jisrmrrañf parrne riTiig.iiki cacique osaba ha-
cer CEsrurr ses Tnfrias no faese coo grand tem-
Turr.rx y r^tr jssrudt y tsjcti erS3mrr, porque tenia el
mcx erre* mma ¿nr est:. ots ¿^n» osaba exceder;
* üirn^Df rsTrarr ;xra¿iaáar. jos dichos caciques para
mwmsr ^ y casñpzr j^s rrifins- pero no habían de
c^ir sr sLc tvtctk jr pa^abtn también como los
^v¿j,^ BSffla^- j¿ czüC ah¿ra es muy al contrario,
3or^D£ c^irc ¿1 jrccucLiJc áe ias ingas, cada caci-
;ik sr
jí* ^iir r^ha^r r¿ c-nrcraásscir, v js£ el dia de hov con
tl^tc: : < ¿z zLíl ia^sr si ccsr^r? cae quieren en los
^rcj^ íísl rr?3s~ coco arpees, v otros con
T-^irj^ csTiLicx. caes pccc rusMS q» muerte.
\ -vcxr csc¿.r u.?. íC.^ y suyc es gente pusilá-
— ^-^.c-^ ^ itri^ ¿ c3í;xt« i caca lo pueda .
rrc^¿\i:.i¿: tcc: >vl .^sa¿r ¿
^ ^ «x se* rjLTK ^-3C-.tjl -^>CfCü rara avtricsallc. por
¿ ^r^.x ;vír?i* jlL cj^c^jí^ rrüivormsnte des-
pcü* \\>c: tírrr^r>r ¿¿ casc^ qae l^s espa-
rce í> hjtc^ x rvc i^cb^s ¿xcesos. por-
Jk^.>sxc> .vc:rx ^.-í* >5í hjLn x^r^saic» algunos,
b¿r. s:Vcw cül. ís priviegio para
por Fernando de Santillan 55
de allí adelante hacer cuanto quieren sin que ningund
indio ose manifestallo ni se pueda averiguar jamas,
porque piensan que otro dia volverá y se vengará de los
que dijeren algo, como lo ven hacer con los que lo han
dicho 6 quejadose del.
59. En cuanto al provecho que viene á los natura-
les del señorío y gobernación de los dichos caciques, es
de saber que de su natural los indios de aquellas pro-
vincias son por la mayor parte inclinados á la ociosidad
y vicios de la carne y de glotonería, especialmente en
el beber demasiado; por ser gente desta cualidad, les
cuadró bien el gobierno que los ingas les pusieron, por
el cual casi en ninguna cosa los dejaban libertad, y los
ponian tanta muchedumbre de superiores y mandones,
para que tuviesen cuenta con ellos y en hacelles traba-
jar, labrar y beneficiar las chácaras y sementeras, y ha-
cer la ropa y los demás oficios para pagar sus tributos,
lo cual si quedase á discreción de los indios, y los ca-
ciques no anduviesen sobre ellos, se darían todos á la
ociosidad y ni trabajarían para pagar el tributo, ni aun
para con qué se sustentar. Y para este efecto es impor-
tante el señorío de los dichos caciques, y para todas las
otras cosas les es dañoso, como dicho es; y para que
se ocurriese á lo uno y á lo otro, podría haber un medio
con quel dicho señorío sirviese en lo que es útil y ce-
sase en lo que es dañoso: con reducirse los dichos natu-
rales á pueblos y repúblicas, y que en los tales pueblos
hobiese justicias entrellos propios, como alcaldes ordi-
narios que oyesen de sus pleitos y diferencias y deshi-
ciesen los agravios que hiciesen los dichos caciques; y
á sus tiempos, las audiencias inviasen sus visitadores
56
Relación
xpianos que viesen como usa cada uno su oficio y cor-
rigiese lo que fuese errado, lo cual es llegado al gobier-
no y orden de los ingas, que para aquella gente es la
más conviniente que otra ninguna.
6o. Cuanto al décimo capítulo, se responde que al
tiempo que entraron los primeros españoles en el Pe-
rú, que fué cuando D. Francisco Pizarro y D. Diego
de Almagro y los demás que con ellos fueron después
de haber preso á Atabaliba en Caxamalca, lo primero
que hicieron, fué quitar á los ingas su señorío y aun
matar al señor principal, que era el dicho Atabaliba.
Tras esto dieron saco general á la tierra, robando todo
cuanto hallaron de oro y plata que estaba en poder de
los señores y particulares, y en casas del sol y guacas
todo lo más que pudieron haber, de lo cual hicieron
las partes que dicen de Caxamalca. Este fué el primer
tributo y esquilmo que llevaron de la tierra, y luego
todos los depósitos de ropa y de otras cosas de basti-
mentos que el inga tenia, como arriba es dicho, los to-
maron é hicieron destruicion de todo ello, que no que-
dó cosa, aunque era grandísima en cantidad; y luego
todos los ganados que pudieron haber, así del sol y
del inga, como de los otros señores y comunidades,
todos los tomaron, el que más pudo, más, y lo que no
podian aprovecharse de ello, lo destruían. Dícese que
mataban grand numero de ovejas, para solamente co-
mer los sesos, y lo demás dejaban perdido, y para ha-
llar una oveja gorda, mataban diez ó doce. Otros pro-
veían carnicerías; otros llevaban grandes hatos de ga-
nado á las entradas, y desta suerte apuraron casi cuan-
to ganado habia en la tierra, con tanta diligencia como
por Fernando de Santillan 57
si les hubiera mandado Dios que hiciesen en aquella
tierra lo que mandó al rey Saúl que hiciese con los
Amalecitas; y así, habiendo en aquella tierra más ga-
nados que hierbas, la dejaron casi sin ninguno. Des-
pués desto, el dicho gobernador Francisco Pizarro re-
partió la tierra y encomendóla por repartimientos á los
españoles, dando á cada uno un valle ó provincia con
sus señores. Estos encomenderos se hicieron cada uno
de ellos un inga, y así usaron por virtud de las dichas
encomiendas de todos los derechos, tributos y servi-
cios que aquella tierra hacia al inga, y más los que
ellos les añadieron, como adelante se dirá. Hicieron
que les hiciesen casas en los pueblos que fundaron
muy grandes, y así como el inga, en subjetando una
provincia, luego le hacían servicio de los ganados y
chácaras y mujeres y lo demás questá dicho, así
los encomenderos hicieron á sus caciques que les hi-
ciesen el dicho servicio, no de tierras, porque no pre-
tendían entonces cultivarlas como el inga, sino destrui-
llas: pidiéronles cuanto oro^ plata tenian, piedras, es-
meraldas y toda ropa fina y ganados, las hijas y mu-
jeres hermosas demás de las del sol y del inga, que
estaban en los encerramientos, que también las he-
redaron; así que deste primer golpe dejaban barrido el
valle 6 repartimiento que les encomendaban. Y esto
no entraba en cuenta de tributo, porque de ahí adelan-
te les enseñaron á tributar el tributo ordinario que les
habian de pagar en cada un año, en esta manera: que
se informaron bien dellos así por los quipos como por
otras vías de,azotes y chamuscaduras, etc., de los gé-
neros de cosas que tributaban al inga, y por aquellos
58
Relación
iban concertándose con los caciques, pidiendo de cada
cosa la cantidad que se le antojaba; en cuanto al oro y
plata, dábanles unas piedras grandes y decían, que el
peso de tantas piedras de aquellas las habian de dar de
oro y plata cada año, y esto era una cosa imposible; y
así en la ropa y lo demás por este tono. Los caciques,
como vían que en ninguna manera podían aquello,
afligíanse, y así iba el encomendero poco á poco bajan-
do con grandes fieros y amenazas que les hacían tem-
blar, porque para atemorizallos para estas cosas, mata-
ron y quemaron á muchos y á otros encarcelaban en
encerramientos muy oscuros hasta que de desespera-
dos se ahorcaban. Al fin, por estos medios quedaban
igualados con los encomenderos en cosa que diez re-
partimientos como aquel no lo pudieran cumplir, y
buscaban cuanto podían yendo todos á las minas, y
juntaban lo que podían, y siempre faltaba, por ser la
cantidad tan excesiva ‘; y luego andaban los azotes á
los caciques, y después los encerraban y tenian ayu-
nando hasta que enviasen á buscar aquello que falta-
ba; y enviaban sus indios á buscar y traían más; á
otros ponían al fuego y los chamuscaban, y algunos
dejaban asarse del todo. Y hubo muchos señores que
viéndose afligidos al tiempo que habian de parecer con
el tributo ante el encomendero, viendo que era imposi-
ble poderlo cumplir, se mataban, porque tenian por me-
jor morir que pasar aquella tiranía. Lo principal por-
que entonces hacían era el oro y plata, y sobre esto era
i ¿Entonces, cómo puede ser verdad lo que dice en otros capítulos, qne sacaban
de los indios los caciques otro tanto 6 mis para si ademas del tributo del encomen-
dero?
por Femando de Santillan 59
todo el rigor; pero con todo eso, por no poner mal fue-
ro, les pusieron que tributasen de todos los géneros de
cosas que tributaban al inga, que eran de provecho,
porque las que no lo eran, como plumajes y otras co-
sas de curiosidad, no les daba mucho por ellas. Tam-
bién les pusieron todos los servicios personales que
daban al inga, y demás de todo aquello, de todas las
cosas que eran menester en casa les pusieron tributo,
aunque no las sopiesen ni hobiesen visto, porque las
que no sabían, se las mostraron á hacer y á servir en
todas las cosas que habian menester para sus hacien-
das y granjerias, y aunque después se las tasó, como
se hizo la tasa por las mismas especies, todavía, por
mucho que se quitó, queda más de lo ques razón y jus-
ticia. En resolución, ellos impusieron tributos de to-
do aquello que tenian sobre la tierra, y todo lo que
con el trabajo de sus personas podían adquirir y mu-
cho más de lo que buena y malamente podian haber,
que aun apenas les queda hoy una mísera sustenta-
ción con estar tasados. Y aun ninguna consideración
se tuvo, ni se guardó proporción en el imponer los
tributos, ni se reguló conforme á lo que pagaban á los
dichos ingas y señores naturales, salvo á satisfacer la
cobdicia desordenada de los españoles con destruicion
de los dichos naturales, y todo fué nueva impusicion
en cuanto á la cantidad, y en las especies también lo
fué en lo más.
61. Cuanto al onceno capítulo, la orden que se tuvo
en él hacer de las tasaciones de los tributos que los
naturales de aquellas provincias han de dar á sus en-
comenderos, fué visitar primeramente todos los dichos
6o
Relación
repartimientos y provincias por personas que para ello
se diputaron. Las primeras visitas que para este efeto
se hicieron fué las que mandó hacer el obispo de Si-
güenza x, siendo presidente en aquel reino, y para ello
dividió el término de cada ciudad en partidos, y á cada
partido envió dos vecinos del mismo pueblo á visitar,
dándoles instrucciones buenas y acertadas y con solé-
nidad de juramento y otras convinientes para que se
hiciese fielmente. Mandóles, en sustancia, que visita-
sen todos los pueblos personalmente y viesen la dispo-
sición de la tierra y los frutos y ganados y otras cosas
que en ella se daban, y que averiguasen el número de
los indios tributarios que habia, y la cantidad de tribu-
to que daban al inga y los que habian dado á los enco-
menderos que habian tenido y lo que buenamente po-
drían ahora dar; y que sobre todo, demás de la infor-
mación, diesen su parescer. Y con esta instrucción se
visitó la tierra, y algunos visitadores que acertaron á
ser hombres diligentes y curiosos, hicieron buenas vi-
sitas, y otros hobo que se apartaban poco de los cami-
nos reales, y así las hicieron ciegas muchas dellas. Por
virtud de estas visitas se hizo la tasa general primera,
después de la cual, algunos indios se agraviaban della
ante la audiencia, y si revista la visita, constaba el
agravio, se deshacía, y sino, mandábase hacer otra en
esta manera: que el encomendero nombrase una perso-
na, y por los indios el audiencia nombrase otra, y los
dos visitaban de nuevo el tal repartimiento, y se acla-
raba el agravio. Y desta manera se hicieron muchas
I El licenciado Pedro de la Gasea.
por Fernando de Santillan 61
visitas en aquel reino por mandado del audiencia real á
pedimento de los indios, y otras por virtud de la pro-
visión de S. M. en que mandó quel audiencia enten-
diese en las dichas retasas; y estuviera todo acabado
de retasar, si no cortara el hilo dello la alteración de
Francisco Hernández. Hechas las dichas visitas por la
orden susodicha, el dicho presidente cometió el hacer
de las dichas tasas al arzobispo de los Reyes y al maes-
tro Fr. Tomás de San Martin, que fué obispo de los
Charcas, y al maestro Fr. Domingo de Santo Tomás,
que ahora es obispo del dicho obispado. Después, por
ausencia de algunos dellos, entendieron en las dichas
tasas el licenciado Cianea y el licenciado Santillan, oi-
dores, y por ellos se hicieron las tasas de todo aquel
reino; y como en aquella sazón estaba tan en su fuerza
la desorden y exceso en llevar á los indios todo cuanto
los encomenderos querían y podían sacarle, sin más lí-
mite ni tasa que sus cobdicias, mediante lo cual esta-
ban los tributos puestos tan en la cumbre, que no ha-
bia repartimiento por flaco y pobre que fuese que no
sacaban del grandes sumas de pesos de oro, tomándo-
los á los indios sus haciendas y sudores, echándolos á
las minas, llevándoles grandes cacillas, y á otros en la
coca, á otros acarreando cargas de comida de la costa
y llanos á Potosí y á otras tierras, en que moría grand
cantidad de indios; y de ningund trabajo, ni exceso, ni
riesgo habia cuenta ni escrúpulo de conciencia, salvo
en acrecentar sus aprovechamientos. Y demás de la li-
bertad que para ello se tenian, ninguno de los goberna-
dores les habia puesto tasa y limite, antes con las
alteraciones de D. Diego de Almagro el mozo y de
62
Relación
Gonzalo Pizarro se acrescentó el exceso con la libertad
que la guerra tray consigo; y también con color de
que lo habian menester para servir en la guerra, unos
á S. M. y otros á los tiranos, todo llovía sobre los po-
bres indios. Y después con el castigo de Gonzalo Pi-
-zarro quedó la tierra sin alteración y los españoles que
en ella habian servido quedaron tan vitoriosos y orgu-
llosos, que les parescia poco darles los indios por tribu-
tarios y querían tenerlos por esclavos, encaresciendo que
quedaban gastados y adeudados por servirás. M., y
que todo lo habian de pagar los indios.lriBstaba la tier-
ra con aquellas libertades tan penada, que se vivía
con cuidado de temporizar y no apretarla por en-
tonces. Y en esta coyuntura se hicieron las primeras
tasas; y consideradas bien por los comisarios dellas to-
das estas cosas, y que si quisieran poner de la primera
vez y con aquella coyuntura las tasas en el fiel de lo
que era justo y razonable, fuera tan grande la despro-
porción dello á los que les llevaban á los indios, que
paresciera á los encomenderos cosa insufrible; y con el
descontento dello, junto con la libertad en que estaban
habituados, se presumía venir mayor dapño, y que todo
cargaba sobre los naturales, y por evitar esto paresció
no apretarlo de una vez y bajar en las dichas tasas una
buena parte de lo que les llevaban, aunque no fuese
todo lo que era justo bajar, porque ya quedaba puesto
límite para que no pudiesen subir de allí, en lo cual
y en bajalles algo recibían beneficio; y lo demás, hasta
ser reducido á la tasa justa, era fácil ir bajando, cuan-
do paresciese que lo sufría el tiempo y la coyuntura,
y que no resultaría inconviniente; y con esta conside-
por Fernando de Santillan 63
ración se hicieron las dichas tasas en mucho de lo que
antes daban, pero mucho más de lo que era justo que
diesen, reservando en ellas por una cláusula de poder
bajarlas y descargar los naturales cada y cuando que
paresciese al audiencia ó á las personas que para ello
tenian comisión, y no se dio á los encomenderos más
título ni propiedad que por via de ínterin llevasen aque-
llo hasta que se redujesen á lo justo; aunque después
el licenciado Birbiesca de Muñatones les dio aviso y
avilantez para decir que aquellas tasas eran sentencia
pasada en cosa juzgada, y por ellas se les adquiría de-
recho para no poderles bajar los tributos sin ser oídos
por pleito ordinario, y así lo sustentó reprendiendo al
audiencia y aun haciendo cargo á los oidores en la re-
sidencia de haber restasado los repartimientos que es-
taban agraviados sin el dicho pleito; con lo cual se les
levantaron los ánimos á los encomenderos para lo que
nunca les habia pasado por pensamiento, y tenian por
llano que no una vez, sino cada día, paresciendo el
agravio, les habian de retasar; y por no venir á ello,
hacían quiebra del tributo á sus indios y los sobrelle-
vaban, lo cual todo se cayó y vino al peor estado.
62. En el tasarse los dichos tributos no se hacia
más de ver por la visita el memorial de las cosas que
los encomenderos les hacían tributar, y de los servi-
cios personales que los llevaban, y por el mesmo iban
bajando de cada cosa un pedazo, teniendo alguna aten-
ción al número de los indios, no quitando-en género
ninguna cosa de las que les daban, siendo muchas de-
llas tales que ni los indios las tenian ni podían dar, ni
en tiempo de los ingas las dieron ni tributaron, salvo
64
Relación
porque las daban de antes y porque las habian menes-
ter los encomenderos, por no atreverse á quitarlas del
todo. También les dejaban los servicios personales mo-
derándolos algo, siendo cosa tan reprobada por todo
derecho y justicia.
63. Por la misma causa, aunque derechamente no
los mandaron dar indios para echar en las minas, co-
mo antes se hacia, pero indirecto los nescesitaron por
las tasas á andar en ellas, porque en mandarles dar oro
y plata, se tuvo respeto á que en las provincias en que
los indios alcanzaban minas en su mesma tierra 6 en
comarca de veinte ó treinta y cincuenta leguas, se les
mandó dar oro y plata; y en cuanto á la cantidad, se
tenia respeto al número de los indios que habia en cada
repartimiento, no al que los caciques confesaban ni al
que los visitadores vian por vista de ojos, sino á los
que en su parescer decían que les parecía, y deste nú-
mero se hizo consideración que de cada cient indios
podrían inviar á las minas de Potosí ocho indios en las
partes que estaban más desviadas, y en las otras más
cercanas, diez; y que estos podrían sacar cada semana
á dos pesos y medio cada uno fundidos y marcados, y
porque antes daban de cacilla á marco cada semana, y
los más bien librados á tres pesos, y desto se hacia nú-
mero de lo que montaba en todo un año sacadas las
fiestas, y aquello se les mandó dar de tributo en lugar
de los indios que echaban á las minas, que eran mu-
chos más, porque estaba en albedrío del encomendero.
En las demás minas se hacia esta moderación confor-
me á la riqueza ó pobreza dellas, y en las de oro así
mesmo, regulando lo que cada batea podría sacar cada
por Femando de SantiUan 65
día. En otras partes donde no alcanzaban minas en la
distancia dicha ni mucho más, también se les mandó
tributar plata y oro, por razón de los resgates que se
entendía que tenian con otros indios que la alcanza-
ban; y en otros donde tampoco alcanzaban resgates,
también se les mandó tributar, sólo con consideración
de no dejar sin plata á los encomenderos, de cuya cau-
sa los naturales son constreñidos á otra manera de tra-
bajo, para haberla, más pesada y perjudicial á su salud
que la de las minas, que es ir á los pueblos de españo-
les á alquilarse para las obras y labranzas y otros ser-
vicios en que ganan lo que tributan; y como esto es
por la mayor parte en los pueblos de españoles que
están en los llanos, y los indios que esto hacen son
serranos, el bajar á tierra cálida es causa de morir
muchos,
64. De mandar á los dichos indios que diesen de
tributo algunas cosas quellos no tenian ni alcanzaban
en sus tierras, resultó un daño notable, que los enco-
menderos las conmutaban en otras de mucho más va-
lor ó en servicios personales, y otras veces, si las di-
chas cosas eran provechosas para el encomendero,
compelían á los indios á que las buscasen á gran costa
y trabajo suyo; y aun como en muchas provincias que
no tenian ni alcanzaban ganado ninguno, se les man-
daba tributar ganado y ropa de lana, andando los pro-
pios indios vestidos de una cabuya, que es á manera
de red, en tierra muy fría, por no alcanzar otra; y para
pagar el ganado y ropa de lana tenian necesidad de res-
gatar las ovejas, y á veces, por no tener otra cosa con
qué, daban en trueque sus propias hijas, y daban por
5
66
Relación
cada oveja una mochacha; y desto padescieronmuchos,
hasta que S. M., informado dello, mandó despachar
una provisión real en el año de cincuenta y uno, por
la cual mandó al audiencia de los Reyes que reveyesen
las dichas tasas y las enmendasen en lo que estuviesen
ecesivas, quedando á los naturales, después de pagado
el tributo, con que poder sustentarse y alimentar y do-
tar sus hijos, y suplir otras necesidades, porque en las
primeras tasas no se tuvo la dicha atención, antes, co-
mo dicho es, se les mandó dar más de lo que podían;
y en cumplimiento de la dicha provisión se reveyeron
muchas y se retasaron parte de los dichos repartimien-
tos, y se desagraviaron los naturales; las cuales retasas
fueron rescebidas por los encomenderos y usaron dellas
cinco ó seis años. Y cuando se pensó que se habian de
poner las cosas en el ñel y asentarse las tasas en lo
justo y razonable, con la venida de los perpetuadores
que S. M. proveyó para asiento y perpetuidad de
aquel reino, por querer el dicho licenciado Birviesca y
los demás tener más atención á los intereses y contento
de los encomenderos, y pretensiones suyas propias, que
á la voluntad é intención de S. M., se hadado lugar á
que los más han pedido ser vueltos á las primeras ta-
sas, y muchos lo han alcanzado con favor del dicho li-
cenciado Birviesca, y todo ha venido en muy grand
quiebra y disolución, y que será trabajoso volver al es-
tado en que estaba. Y en este punto está al presente el
negocio de las tasas, porque los dichos comisarios, to-
do su cuidado y solicitud pusieron en buscar formas y
maneras como cargar á los naturales más tributos,
para disponer dellos por las vias que lo demás que ha-
por Fernando de Santillan 67
bia en la tierra, y para esto admitían cuantos malsines
habia, hombres viles sin Dios ni virtud, que por saber
que les daban gusto, buscaban formas dañosísimas y
sin ningund fundamento para tener entrada con los di-
chos comisarios; y luego hacían grand fiesta y caudal
de los tales y los metían en su consejo con sus memo-
riales, como fué á un Quesada y Toledo y otro Rodrí-
guez, y otros muchos semejantes, personas bajas y de
tratos viles y de ningund crédito ni confianza. Y des-
pués que vian que las personas de entendimiento bur-
laban de lo susodicho, dejaban caer los dichos avisos
con harta confusión y vergüenza; y desta suerte deter-
minaron más proveimientos que dias entraron en con-
sejo, todos dañosos y perjudiciales al estado del reino
y al servicio de S. M., y á la conservación de los natu-
rales. Y lo que más tenian que hacer era deshacer en
un consejo lo que habian acordado en el otro, y aun á
veces, después de tener hechas las provisiones, y aun
el daño, sin querer tomar lumbre ni información, antes
huyendo y desviándose de dar parte á las personas de
autoridad y antigüedad, y que tenian noticia de las co-
sas, y celo y obligación de encaminar lo que más con-
viniese al servicio de S. M. Por lo que está dicho se ve
y entiende estar los naturales el dia de hoy en grand
necesidad de ser desagraviados, y la tierra de persona
que con recta entincion quiera entenderla y dar el
asiento que para su buen gobierno es necesario, y esta
necesidad es extrema.
65. En cuanto al fin deste capítulo, que trata sobre
si los dichos tributos que por las tasas se mandaron
dar fué más ó menos de lo que antes pagaban á sus se-
6S
Relación
ñores naturales, se dice, que como en los capítulos pre-
cedentes se ha visto, por ser las cosas que tributaban
i les iagas tantas y tan diferentes y las más servicios
personales, no se pueden reducir [á] cantidad cierta de
peses de ero. para cotejarse con lo que agora se les
imtnrfa. din pero diré algunas razones por do parece
que aunque tas trtbctcs y servicios que los indios daban
á los señores camales eran en grand suma y exceso,
les es más pesado, dañoso y perjudicial lo que dan
altera, que lo qce asi daban i los dichos ingas.
ce. Lo crian?, porque, como se ha dicho, en
wnrjo ie rr^a no le tributaban ni daban oro ni plata
sras las ixhis chipabas y brazaletes, que era muy
gcca casccac. y al presente todos tributaban oro y
piuca y ta r~*c¿a caról*!. y es cosa cierta y notoria,
*eia saexr i«s $^$ rrx^as xLj-^ca plata y oro, era en
r*ü’. .vva c^rcdu¿. 1c cííiI se puede ver claro por el
•RTXIV s* ,v«r •» pía?& se ¿a sacado de la tierra, des-
*uv^s < -je e* v^xíc* sccarrc es ella, en tan poco tiem-
s;-o x-f cv*r*5«KMS nocb? mis que lo que en
.«v-v s* ux^ ív« 5 ¡sanas sacado antes, pues se
V. vvno j*í u í ^."r* t.-¿.* 1c ^.e se había juntado en
.'S%».jv mi í.xCbi .v poce tr^.-s; y demás dello, la
v..fA« >v ra >¿e¿ee ¿tf it* “i^as Je oco y plata, que
v\* a* fr.:^ais > .as txcer: ec este poco tiempo
por Fernando de Santillan 69
llegadas casi al profundo, á doscientos estados de hondq.
y más y menos, lo cual no se labrara en tiempo de los
ingas en dos mili años, al respeto de lo que se halló
labrado en ellas. Lo otro, porque en echarles tributo de
oro y plata á todos en general, se necesitan los natura-
les andar sirviendo en las minas, que es el más pesado
servicio que sienten, y el inga no lo imponía á todos en
general, salvo á los que, por tener minasen sus tierras,
eran mineros y oficiales de aquel oficio, y destos á muy
pocos; y es ahora de orden mandallo á todo género de
gente.
67. Lo otro, porque en tiempo del inga cada uno
tributaba de lo que tenía en su tierra, y de aquello
quel trataba y cogía ó hacia en su oficio, y no se man-
daba dar á ninguno cosa que hobiese de ir á buscar
fuera de su tierra, y al presente no es ansí, antes man-
da dar por las tasas cosas que no las tienen ni alcan-
zan, y algunas que no saben qué cosa es y acaesce ser
de poco valor para el encomendero y serles á ellos muy
pesado darlas.
68. Lo otro, porque en tiempo del inga, como es
dicho, á ninguno se mandaba tributar más que de una
cosa, que era lo que tenía ó hacia en su oficio, y el pes-
cador daba pescado, y el cazador aves y plumas, el hu-
sero daba husos y el cumbico 1 ropa, y así de todos los
oficios; ahora á todos se manda tributar por las tasas
de todas las cosas que los primeros conquistadores qui-
sieron inventar y pedir á los indios con su larga con-
ciencia, pues aquello que les pedían sin razón ni cami-
1 Tejedor de fino.
7o
Relación
no de podello dar, se lo hacían buscar, y por aquella
orden se hicieron las tasas como está dicho; y así al
pescador mandan que dé plata y pescado y trigo y si-
llas y sogas y otras mili jarcias, y al labrador pescado
y las demás cosas; y donde no tienen ganado ni lo ven
de los ojos, les mandan dar ovejas y ropa de lana, salvo
que para remedio dello les dan licencia que si no las
tuviesen, den un tanto en plata por cada una, y por otra
parte les echan el tributo de plata, y á todos, que lo
tengan ó no, se les echa plata, ropa, trigo, maíz, pes-
cado, aves, jáquimas, cabestros, carbón, sal, bateas,
sillas y otras mili menudencias en que manifiestamente
son mucho más cargados que en tiempo del inga, y se
les recrecen muchos más trabajos, daños y muertes;
porque los que no alcanzan minas y nunca fueron mine-
ros y se les manda dar oro y plata, es forzado ir á bus-
callo unos á minas muy distantes de su tierra, otros á
alquilarse y cargarse á partes donde es el temple con-
trario al suyo, y dello muere siempre mucha gente; y
es COSA que se ve cada día y se tiene por muy injusta
y dina Je remediarse y nunca se remedia, sino que la
mayor polilla y que más va consumiendo los naturales,
es necesitarlos a bajar á los llanos y alquilarse para
£anar la dicha plata, por la diferencia del temple, y lo
otro porque se alquilan para oficios y trabajos á que no
están habituados; y con estar fuera de su casa y la mi-
seria y mala pasadía que tienen para ganar la dicha
plata, muchos pierden la vida en la demanda, otros del
trabajo salen tales, que se mueren en el camino, y el que
acieita a llegar vivo, para reformarse, no es de provecho
en aquellos seis meses; y seria tan provechoso para
por Fernando de Santillan 71
todos que diesen de lo que pueden sin salir de su tier-
ra, como es ropa de algodón y lana donde la hay, y
otras cosas que ellos tuviesen, sin irlas á buscar fuera,
y que valen dinero.
69. Lo otro, porque en tiempo del inga tributaban
y servian sólo á un señor, que era inga, y ahora á mu-
chos, que son: el encomendero y el cacique ó curaca,
hacer las iglesias y adornallas, el dinero que los piden
los obispos, sustentar y servir á los religiosos y sacer-
dotes que están en las doctrinas, servir los tambos y á
los corregidores que en ellos se ponen, que cada uno de
ellos se hacen servir como sino hobiese otro á quien
tributar.
70. Lo otro, porque en el dicho tiempo de los ingas,
ya que trabajaban los indios, cabiales algo de su tra-
bajo, pues le mandaba proveer el inga á los que traba-
jaban de los mantenimientos y vestidos que le daban y
encerraban en los dichos depósitos, y todo se convertía
en la mesma tierra y se gastaba y destrebuia en socor-
rer sus necesidades y hacer merced á todos; pero aho-
ra de ninguna cosa gozan sino es de trabajar continua-
mente, y servir peor que esclavos, que aun de lo que
trayn á cuestas á casa de sus comenderos no osan co-
mer, aunque se mueran de hambre, porque no falte para
el tributo.
71. Lo otro, porque en tiempo del inga, á ningún
indio mandaba que fuese tributario que no le diese de
donde haber aquello que habia de tributar; y así, sino
tenia mujer, no le mandaba que tributase ropa, y si no
tenia chácara de coca, no se la mandaba tributar, y asi
de las demás cosas. Ahora ninguna consideración se
1*
Relación
tiene á eso, sino que lo busquen, y aun sin darles in-
dustria como lo puedan tener y haber.
72. Lo otro, porque nunca el inga mandaba tribu-
tar á ninguno que no fuese conforme á la costumbre
quellos tenian y de lo que entendían y sabian haber y
granjear. En tiempo de los xpianos no ha habido re-
gla ni se les guardó ley ni costumbre, más que servir-
se y aprovecharse dellos conforme á la cobdicia de ca-
da encomendero; y paresce ello bien claro en la multi-
plicación que habia de gente en tiempo de los ingas,
mediante la policía y buen gobierno que tenian, y lo
que se han menoscabado y disminuido desde que vinie-
ron en poder de los xpianos, por causa de los excesi-
vos tributos y servicio que les han llevado y malos tnr
tamientos que les han hecho; y así de fatigados y afli-
gidos se han dejado morir grand suma, y otros con la
prisa que les han dado con cargas y en minas y en en-
tradas con cadenas y colleras, se han disminuido de arte,
que en el repartimiento que habia treinta mili indios
no hay dos mili, y así al respecto. Y en eso se vé cuan
sobrellevados fueron de antes, y cuan vejados y des-
truidos son y han sido en poder de los xpianos. En
tiempo de los ingas todos presumían de ser buenos tra-
bajadores, y de no exceder en nada, porque los vicios
eran castigados, y no habia ladrón ni mala mujer; ahora
con la buena maña que los xpianos se han dado, no hay
ninguna buena, y lo demás todo anda corruto y conver-
tido en cobdicia y carnalidad y otros géneros de vicios en
que los han enseñado á pecar, que ellos no solían. Tenian
en el dicho tiempo leyes y sacrificios y habia grand ob-
servancia en ellos, porque el dador de la ley era el que
por Fernando de Santillan 73
lo obraba primero; ahora ni tienen ni guardan ley suya
ni la nuestra, ni sirven al que antes adoraban por su
Dios, ni tampoco al que verdaderamente lo es; porque
puesto caso que se les ha predicado y predica el Evange-
lio, han visto y ven en los que les dicen que vinieron á
enseñarlo tan malos ejemplos y contrarios á lo que les
predican, que casi ninguna impresión ha hecho en ellos
en lo interior, segund las muestras se ven; y así ellos
mesmos se desaniman, y como cosa que les paresce que
por el camino que va no puede durar mucho, sino con-
sumirse del todo en breve, no tienen curiosidad en ad-
quirir hacienda ni toman de corazón la dotrina y en-
señamientos de nuestra santa fe ni entienden ques pa-
ra más que para título de llevalles lo que tienen y ser-
virse dellos; y asi están todos pobres y miserables, que
aun los curacas, con cuanto les hurtan, no van en au-
mento en hacienda ni en estado, sino en vicios y bella-
querías; y si alguno alcanza alguna riqueza, aún no osan
servirse de los vasos de oro y plata que tienen, y lo en-
tierran y esconden, porque no redunde tomárselo ó
cargallo más de tributos.
73. Lo otro, porque en tiempo de los ingas habia,
como está dicho, sin comparación, mucha más gente
que agora y más tributarios, y con todo eso tributan
ahora los indios de todas las cosas que entonces tribu-
taban y otras muchas más y en más cantidad, y de-
mas deso el oro y la plata con grand exceso más que
entonces, y no le tributaban ganados y ahora sí; y
puesto que al tiempo que los sujetaba se lo ofrecían y
él lo repartía como dicho es, todo se quedaba en la
tierra y provincia y se guardaba y conservaba y se
74
Relación
convertía en beneficio de la propia gente; y aunque, en
cuanto á la ropa, paresce que era la cantidad mucha
más la que entonces daban que agora, sólo se perdía
della la que se quemaba en los sacrificios, porque la
demás toda se repartía y distribuía entre los mismos
indios y la tenia en depósitos para ellos propios; y aho-
ra lo que una vez dan, jamas les viene dello provecho;
y aun con ser la ropa que daban en tanta cantidad,
dicen que solamente cabia á un atuntuna un vestido
en un año, y aquel no daba otro tributo; y si era de
ropa rica, una guaranga, que son mili indios, daban cient
vestidos,’y con ser la multitud de los indios tanta, lle-
gaba á ser la cantidad mucha. En efeto, estos ingas
eran señores que tenian buena inteligencia y se servían
de sus subditos en aquellas cosas que buenamente po-
dían con moderación, de suerte que los indios se ocu-
pasen, y mediante esto se apartasen de vicios y fuesen
conservados, y este era su- principal intento.
74. Finalmente, todo aquello que tributaban los
indios en el dicho tiempo de ios ingas, se convertía y
consumía dentro en su propio reino, sin que cosa algu-
na saliese del para otras tierras ni gentes, porque con
ninguna tenian contratación, porque tenian en su tierra
todo lo que habían menester; y después que los xpia-
nos se enseñorearon dellos, sustentan con lo que tribu-
tan y dellos se saca de ordinario, veinte ó treinta mili
ánimas españoles y otros muchos que han muerto y
salido de la tierra; y estos, no con la pasadía miserable
suya dellos ni conforme al Evangelio, edentes et bibentes
quct apiid tilos sunt, sino comiendo y bebiendo manjares
delicados y costosos y bebiendo vino de Castilla, vis-
por Fernando de Santillan 75
tiendo paños finos, sedas y holandas y otras cosas ri-
cas, en que se consume tan grand suma de mercaderías
como en cada un año se llevan á aquella tierra; y todo
sale del tributo y sudor de los dichos indios, sin que de
lo que de acá se lleva ellos gocen de cosa ninguna, ni la
han menester; y demás desto, la grandísima suma de
oro y plata que desde que la tierra se conquistó se ha
sacado y traido á estas partes y se tray cada dia, lo cual
sin comparación paresce ser mucho más tributo y más
trabajo y servicio y más carga que 00 lo de antes.
75. Al doceno capitulo de la dicha cédula, lo que
en ello pasa es que las personas que fueron nombradas
para hacer las dichas visitas, como arriba está dicho,
llegados al pueblo de indios, hacían parecer ante sí á
los caciques y principales y se informaban dellos qué
número de indios tenian en su provincia y las demás
cosas contenidas en la instrucción, y después les pre-
guntaban qué tributos podrían ellos dar de ahí adelan-
te de su voluntad y sin recibir vejación; á lo cual los
caciques respondían que lo que hasta allí habian da-
do á los encomenderos no lo podían dar y lo daban
contra su voluntad, y que de ahí adelante darían tanta
cantidad; y quitaban un poco á lo de antes, parescién-
doles que con cualquier cosa que fuese menos, queda-
ban contentos y descargados; porque tenian entendido,
segund la servidumbre en que tanto tiempo habian es-
tado, era imposible no ir siempre en aumento como
hasta allí; y asi este consentimiento fué de los caci-
ques, y á ellos no les toca nada ni les duele el trabajo
de los pobres tributarios que lo pagan, cuyo debiera
ser el consentimiento, y nunca se tomó ni creo que lo
76
Relación
dieran de su voluntad; y aun el de los caciques no fué
consentimiento libre como se quena, sino respectivo
á la desorden de lo que antes les llevaban, y para dár-
selo á entender que se supiese su libre voluntad y po-
sibilidad, no se hicieron las diligencias necesarias ni
se hizo ese caso dellos; y así, no hay que hacer caudal
del consentimiento que hubiese para tasarles los di-
chos tributos, porque no lo hobo.
76. Después de hechas las diversas tasas, se en-
viaba una á los caciques y otra se daba al encomendero
por donde cobrase; y en esto tampoco puede decirse
que hubo aceptación ni consentimiento de parte de
los indios, porque no le prestaron en más que en acep-
tar lo que por virtud dellas les pedian menos de lo
que antes les llevaban, y con aquello se holgaron por
luego; y después que fueron entendiendo la intención de
S. M., que era no echarles tributos excesivos, salvo
lo que buenamente podían pagar, comenzaron á ocur-
rir con sus quejas y agravios y declarar las cosas con
que manifiestamente estaban agraviados, unas porque
era la cantidad excesiva y otras porque no las te-
nian ni alcanzaban en sus tierras, y por ellas usaban
los encomenderos de conmutaciones bien en su prove-
cho y en daño de los indios; porque aún no sabían que-
jarse ni osaban, puesto que fueron muy agraviados; y
aun ahora apenas lo hacen con el disfavor que sienten
en los que gobiernan. Y así, del agravio que por las di-
chas primeras tasas les fué hecho, siempre han reclama-
do y quejádose, y ni para él hacen dellas (sic), ni, des-
pués de hechas, ellos han dado ningund consentimiento
ni aceptación espontánea, antes han siempre sido atrai-
por Fernando de Santillan y y
dos y forzados á la paga de los dichos tributos, sin dar-
les una hora de alivio ni descanso; y aunque sea me-
nester sacarse la sangre, lo han de pagar dia dado, y so-
brtllo se les hacen grandes molestias por los encomen-
deros y las justicias, que siempre son más en favor
dellos que de los indios; y aunque se les hielen ó se-
quen los panes y otras comidas ó se pierdan, han de
pagar por entero el tributo; y si no es compadeciéndo-
se el comendero dellos y soltándoles algo, en las justi-
cias pocas veces hallan recurso, especialmente en las
presentes, que les muestran más deseo de acrescentar-
les tributos que no de descargarlos.
77. Al décimo tercio capítulo se responde, que es
asi verdad, que pagados los tributos que por las dichas
tasas se les mandan pagar á los indios, no sólo no les
queda con que socorrer las necesidades que en el dicho
capítulo se contienen, pero ninguna cosa de cuanto
tienen y pueden haber y trabajar les queda, y viven la
vida más prove y miserable que gente del mundo; y
así, en tanto que están sanos, no entienden sino en tra-
bajar para el tributo, y aunque estén enfermos, ningún
refrigerio tienen, ni osan comer un ave con darlas de
tributo á millares, y así escapan pocos de la primera
enfermedad, por liviana que sea, á causa de la mala
vida y pasadía que tienen; su dormir es en el suelo, y la
casa, si es en los llanos, un cañizo por pared, y sin co-
bertura; en la sierra las cubren con paja; su manteni-
miento es maíz y ají y cosas de legumbres; nunca co-
men carne ni cosa de sustancia, salvo algund pescado
los que están cerca de la costa, y por eso son tan ami-
gos de beber chicha, porque les hincha la barriga y les
78
Relación
da mantenimiento, y si no se destemplasen con ella, les
es de mucha sustancia, como no sea una que llaman
sora, que es muy fuerte y les saca de juicio. Todo el
ajuar y omenaje (sic) que tienen en sus casas, es algu-
nos cántaros, ollas y husos y telares y otros aparejos
para trabajar; con la ropa que traen de dia duermen de
noche, y el que tiene otro vestido de respeto, es rico.
Para sus hijos apenas alcanzan con que vestillos, que
los más traen en carnes; la dote y herencia que les de-
jan al tiempo de su muerte, es el trabajo de sus manos,
porque no pueden más ni tienen qué, no porque sea
gente perdida ni de mal recaudo, antes es la más guar-
dosa y miserable del mundo, que una olla vieja 6 un
huso que se les quiebre, lloran y hacen por ello más
que otra gente por una buena joya; y si alcanzan un
tomin de plata, lo guardan en veinte ataderos para pa-
gar el tributo, y no hay mayor descanso para ellos que
cuando tienen allegada la plata que les cabe, ó cuando
acaban de hacer la manta que han de dar. Los que no
los han tratado y toman estos negocios sobre peine,
tienen por opinión que no son capaces de nada, y que
no estiman más ser ricos que pobres, y es muy grand
engaño, porque pasa muy al contrario, y yo lo he vis-
to y entendido bien, que desean tanto tener su casa pro-
vista de maíz y otras comidas y buenos vestidos para
sí y para sus hijos, como nosotros, y el que lo tiene es
para ellos rico y honrado y el otro no, y cuando alcan-
zan una poca de carne que comer; la miseria y servi-
dumbre en que están la sienten gravísimamente, y así
de ordinario nunca están sino llorando; aunque sea en
ñestas y regocijos, todo es llorar, y sus cantares todos
por Fernando de Santillan 79
son de duelo; pero con los tributos y trabajos que les
dan los españoles, los tienen hechos incapaces, porque
tienen entendido que todo cuanto vivieren ellos y sus
hijos y descendientes se les ha de ir en trabajar para
los españoles, y no han de gozar de nada, y con esto
se desaniman para no pretender más que dia y vic-
to, pues no ha de gozar dello; y es de común decir
de los que no se duelen de sus trabajos, y aun de
algunos vireyes y gobernadores, que no tienen los in-
dios otro oficio ni pretenden más que echarse de bar-
riga en el arena; y no miran que cuando ya vienen á
eso, ya el trabajo y cansancio los compele, y no lo ha-
cen de vicio, sino de molidos y desesperados; y no hay
gente en el mundo tan trabajada ni tan humilde y bien
mandada, y es grand lástima que de todo ello no gocen
en lo temporal de cosa, y aun en lo espiritual han re-
cibido poco fruto,- porque no se tiene atención sino á
aprovecharse dellos, y no á darles ninguna dotrina ni
ejemplo.
78. Los curacas, como también se aprovechan del
trabajo de los indios, tienen más posibilidad y se pre-
cian de tener sus casas bien aderezadas y vasos de oro
y plata, y ganado y otras labores y granjerias, y muchos
están ricos, salvo que son pocos los que usan bien dello;
todo se les va en profanidades y vestirse de sedas y te-
ner caballos y beber mucho vino de Castilla y tener
amigos españoles que se lo ayudan á beber y les mues-
tran á ser más viciosos. Otros hay más bien intencio-
nados que disponen bien de lo que tienen y hacen de-
pósitos de comidas para proveer á los pobres, y pagan
por ellos el tributo cuando no tienen de qué. Y destos
8o
Relación
tales se habian de escoger para señores, y al que sale
profano y vicioso qui talle el señorío.
79. Al decimocuarto capítulo está respondido y sa-
tisfecho en el cuarto capítulo, por ser como es todo una
materia lo que se trata en ambos.
80. Cuanto al decimoquinto capítulo, para que so-
bre lo que en él se manda dar parescer se pueda dar
con más claridad, paresce necesario presuponerse en
qué cosas será necesario y más justo y provechoso á los
naturales que se les mande tributar la cantidad que se
les moderare, si en las cosas que se dan y tienen en sus
tierras, ó reducido á plata, pues está dicho en qué cosas
tributaban á sus señores naturales y en cuáles tributan
al presente, en lo cual parece cosa sin duda ser mejor
y más sin agravio de los indios naturales la orden que
en esto les tenía puesta el inga: que cada uno tributase
de aquello que tuviese ó pudiese coger en su tierra 6
hacer en su oficio; y que el repartimiento donde no hay
oro ni plata sino algodón, lo labrasen y beneficiasen y
tributasen ropa de algodón, y donde hay ganado tribu-
tasen ropa de lana; y en las partes donde tienen minas,
tributasen en oro 6 plata; porque desta suerte no serían
necesitados á ir á buscar la plata fuera de sus tierras y
á temples contrarios donde se les siguen los trabajos y
riesgos que se han dicho. Y porque hay algunos repar-
timientos que son gruesos de mucha gente y no alcan-
zan algodón, porque están en la sierra, ni lana, porque
el ganado de que en tiempo del inga la sacaban se les
ha menoscabado por los españoles, y hay muchos ofi-
ciales de hacer la dicha ropa, y á éstos, por las tasas
que agora tienen, se les manda dar plata, teniendo res-
por Fernando de Santillan 81
peto á la gente y no á que en sus tierras no tienen mi-
nas, y para habella, de necesidad bajan á los llanos á
alquilarse, así como son los de la provincia de Guailas
y Guadacheri y los Yauyos y otros muchos; y parece
que podría darse mejor orden menos perjudicial á ellos
y más provechosa á los encomenderos, y es, que donde
hay oficiales de hacer ropa y no alcanzan lana, les dé el
encomendero la lana, pues hay gran cantidad ya de
ovejas de Castilla, y ellos le tributen ropa, reducida y
apreciada á la cantidad que se les echare de tributo y
descontando el valor de la lana que les diere el enco-
mendero; pero en las partes y provincias donde hay
minas en sus tierras ó en comarca dellas, y los indios
están ya habituados á ir á ellas, y unos á ser mineros,
otros á tratar en metales y otras cosas con que se con-
tratan los asientos de minas, como son los de las pro-
vincias de los Charcas, que tienen ya costumbre de ir
á Potosí á los dichos tratos y granjerias, á éstos les es
beneficioso reducilles el tributo á plata, y quitarles las
demás cosas y menudencias que por las tasas se les
mandan dar; y lo mismo parece se podría mandar en
los indios de las provincias del Collao y Chocuito y los
demás, por ser los naturales mercaderes diestros y ha-
bituados á llevar sus comidas y cosas con que granjean
á Potosí, y mucha parte de los de la provincia de Cuz-
co, porque también están en comarca de Potosí y pue-
den tributar plata y muchos dellos oro, porque en sus
tierras tienen minas dello. Pero donde, como dicho es,
no tienen minas ni son mercaderes, sino oficiales, les
es mejor tributar en ropa de la manera susodicha. Tam-
bién se manda por las dichas tasas que den á los enco-t
6
82
menderos trigo y maíz, y que cierta parte dello den en
sus tierras y otra parte lleven á casa de los encomen-
deros, y acaesce á ser tan distante de donde se coge,
ques más el trabajo de llevar una hanega que lo que
valen seis; y en esto se tenía respeto á la sustentación
de los pueblos, pero ya ahora son las labranzas de los
españoles muchas, que bastan para la sustentación de
los pueblos y sobran, y sería más justo quitar á los in-
dios el acarreo de la dicha comida, reduciéndolo á otro
género de tributo, y que si alguna hobiere de dar, sea
en sus tierras, porque los que son labradores se ejerci-
ten en sus labranzas y no las dejen.
81. Asimismo es necesario presuponer si la situa-
ción de los tributos que se hobieren de poner á los na-
turales, si será bien repartírsela por cabezas ó tasando
á un pueblo 6 provincia un tanto; en lo cual, para que
la tal tasación que se hiciera sea igual y á ninguno
agraviada y que el tributo quede cierto para siempre y
cada uno sepa lo que ha de pagar, la mejor orden que
se puede dar es repartir los tributos por cabezas, un
tanto á cada indio tributario, porque á hacerse de otra
manera, al fin ha de quedar gran número en el repar-
tir al curaca, y no puede ser menos, y quédale la puer-
ta abierta para agraviarlos y robarlos, como al presente
se hace, lo cual no será, estando cierto el tributo que
cabe á cada indio. Y para esto convendría remediar un
inconveniente que en ello hay y dificultad para hacer-
se la dicha tasación, ques estar los dichos naturales
tan divididos en muchos curacas, que casi son tantos
como tributarios, y el número de los indios que tienen
cada uno tan dispar é incierto, que no dejará de haber
por Fernando de Santillan 83
confusión en el repartir y cobrar de los tributos, si pri-
mero no se remediase, porque cada dia dirían los cura-
cas que les faltaban indios y á otros les sobrarían, y
así no se podría tener certidumbre de dicho tributo. Y
para que esta orden de repartirse por cabezas pueda
haber lugar y sea cosa cierta, primeramente convie-
ne que primero se haga visita general de las provin-
cias y pueblos, y para ello se nombren personas de
buen celo y xpiandad de quien los indios tengan crédi-
to que les dicen verdad y que hacen la visita para su
bien y no para su daño ni agravio, y las tales personas,
llevando las instrucciones convinientes y necesarias, vi-
siten personalmente las dichas provincias y pueblos, y
hagan diligente inquisición para saber y sepan el nú-
mero de indios que hay en cada uno de todas edades,
y los que fueren de edad para ser tributarios, que pa-
recerá bien que lo sean los de veinte años hasta cin-
cuenta; y de los tales tributarios reformen los curacas,
reduciéndolos á tres pachacas como en tiempo de los
ingas, de suerte que ningund curaca hobiese que
tenga más ni menos de cient indios, teniendo cuenta
con que los curacas que se pusieren sean hombres bas-
tantes y hábiles para mandar, y se le diere cargo á cada
uno de sus cient indios tributarios y sus ordenanzas y
fuero por donde los ha de gobernar, y la tasa de los tribu-
tos que se echaban á su pachaca, proporcionados (sic),
de suerte que en el tributar fuesen todos iguales y así
por cabezas; y porque hay muchos curacas de á diez
indios y de á veinte y de á menos, estos se habian de
consumir los que sobrasen, dejándolos por segundas
personas en las pachacas, para que mandasen en au-
84
Relación
sencia del principal; y en esto ningund agravio se les
haría, antes honra.
82. Y así reducidos los repartimientos y provin-
cias á esta orden, por evitar los inconvenientes dichos,
convendría asimismo proveer conforme á la orden que
se tenia en tiempo de los ingas acerca de estar y per-
manecer todos los indios en sus naturalezas y no an-
darse mudando de unas provincias y pueblos á otros;
porque, como arriba está dicho, los curacas tenian
los indios contados y empadronados, y tenian cuen-
ta y razón del que moría ó faltaba. Y uno de los ma-
yores excesos y que más se castigaba, era irse un in-
dio de una provincia ó curaca á otro; y así ninguno
osaba mudarse de donde estaba contado y empadro-
nado, y no habia en esto ocasión con que se pudiese
quebrantar esta regla ni por vía de casamiento, porque
de su misma tierra le daban mujer, y aunque se la die-
sen de otro pueblo, habia de venir á donde el marido
vivia. Y puesto caso que paresce ley dura ser con-
treñido á estar en la tierra donde eran naturales y
no poder pasarse á otra, siendo su voluntad, pero co-
noscida la calidad de los indios, la cual los ingas co-
noscian mejor que otro, y que no tienen ellos capaci-
dad para escoger en eso lo mejor, y nunca se mudan
de un pueblo á otro por ser más útil para su hacien-
da, sino ó por ser haragán y no acudir al curaca con el
tributo, ó porque el que los dotrina no lo deja embor-
rachar, ó porque el indio ó cacique donde se para le
da de beber 6 alguna manta, por aprovecharse de su
trabajo; y déjanse sus mujeres é hijos perdidos y vanse,
lo cual es una introducion para hacerse holgazanes, y
for Fernando de Santillan 85
con esto se andan la tercera parte de la tierra hechos
vagabundos. Y uno de los principales provechos que
resultará de la dicha visita, será reducir los que an-
dan desta manera á sus pueblos naturales, y que allí vi-
van y estén ocupados en sus labores; y que haya grand
rigor y castigo en no dejarles mudarse de allí. Y así,
paresce que estando sobrellevados en los tributos y
asentado lo que les cabe cierto, que cada uno sea em-
padronado en su pueblo, y que su curaca tenga cuenta
con él y no se pueda ir á otra parte, es en su beneficio
y quitarles la ocasión de ser holgazanes, y lo que más
importa, que si en esto no se pone premia, no puede
haber en la tierra asiento ninguno en los tributos ni ta-
sas, si tasado un repartimiento por quinientos indios,
otro dia pudiesen irse la mitad á otro, y el uno vendría
á quiebra y el otro quedaría descargado. Y en esto se
hace conforme al gobierno de los incas, que es acerta-
do conforme á la capacidad dellos x.
83. Asimesmo, para que lo susodicho haya efeto,
conviene cerrarse la puerta á hacerse los indios anaco-
nasa, y aun reducirse á sus pueblos todos los que se han
hecho anaconas, después de pasado el alzamiento ge-
neral de la tierra de los naturales, porque con esta or-
den andan infinito número de indios derramados por la
tierra hechos holgazanes y vagabundos; y el origen de
hacerse los indios anaconas no fué para eso, antes los
incas los sacaban de las provincias que les parescia
para su servicio, y aunque les hacia exentos del tribu-
1 Este párrafo estaba en el original un el numero correspondiente y embebido ea
el Ir.
(i) Yanaconas.
86
Relación
to, hacíalos ocupar en sus haciendas y servicio, y dá-
bales sus chácaras en que hiciesen sus labores para si,
y eran de la gente más principal y más política que
habia y mejores trabajadores; y así el inga muchas ve-
ces sacaba dellos para poner por curacas en muchas
provincias, por ser hombres bastantes y entendidos. Y
también este orden corrompieron los españoles, por-
que todos se hicieron anaconas sin orden ni límite, si
no con grand exceso, tomando de los pueblos los in-
dios y indias que querían; y como no tenian cuenta
con ellos, se les iban por ahí perdidos, y luego hacían
otros, y así se fueron extendiendo á que ya no hay
ningunos que no tengan anaconas, hasta los negros y
negras, y, á manera de decir, hay tantos dellos como
atunlunas; y estos es una gente perdida, que ni están
subjetos á cacique, ni tienen doctrina, ni la quieren oir
ni aprender; ándanse sirviendo los españoles y con
ninguno reposan mucho, y ni puede haber cuenta con
enseñalles las cosas de nuestra santa fe, ni ellos las
quieren aprender; es la gente más viciosa y más sin ley
que hay en todas las Indias, y como andan entre los
xpianos y entre negros, no hay vicio que no tengan:
son grandes jugadores, y ladrones, y borrachos, y otros
vicios infinitos; y sería mucho en servicio de Dios po-
ner en ellos remedio, para que de aquí adelante no se
hagan y los hechos se vuelvan á sus pueblos y curacas; 6
si paresciere que con sus vicios” y mal ejemplo serán
perjudiciales á los otros indios, se mandasen poblar en
alguna parte, que hay muchas donde se podría hacer, y
allí les diesen tierras que fuesen compelidos á trabajar,
y se tuviese cuenta con enseñalles la doctrina xpiana.
por Fernando de Santillan 87
84. Asimismo convernia que los dichos visitado-
res señalasen y tasasen á cada curaca y señor lo que
justamente paresciese que los indios le habian de ser-
vir, y las sementeras que les habian de hacer para su
sustentación, para que supiesen que aquello y no más
les habian de llevar.
85. Y también que en las partes donde la dispusi-
cion de la tierra lo sufriese, los redujese á pueblos y re-
públicas y les señalasen sus justicias y gobernadores
que conosciesen de sus debates y diferencias; y este
repartimiento por cabezas, hecho en la forma susodicha,
es el más cierto é igual, porque echándose á una pro-
vincia un tanto para que después lo repartiesen entre
sí, no podian dejar de quedar agraviados los pobres, y
los mandones y sus parientes y amigos sobrellevados
y aprovechados del sudor de los pobres. Y las perso-
nas que debrían entender en las dichas visitas y tasa-
ción de tributos, sería cosa conveniente que fuesen ele-
gidas por este Real Consejo, y á él diesen cuenta con
toda claridad de lo que hiciesen, porque se haría con
más cuidado de acertar.
86. De hacer estas visitas suele ponerse por incon-
veniente los ardides y cautelas que los caciques y cu-
racas suelen tener y usar para encubrir la cantidad de
indios que tienen en sus provincias, por entender que
las dichas visitas se hacen por cargalles tributos, y
que conforme al número de indios que les hallaren, se
ha de hacer la tasación; y para encubrirlo, suelen hacer
cosas muy dañosas á los dichos naturales: deshacen
los pueblos, múdanlos en otras partes encubiertas, á
donde trasportan todos los indios que pueden; dejan
88
Relación
de hacer sus sementeras, de que después vienen á pa-
decer necesidad; pero todas estas cosas me paresce
que cesarían con ver que las personas que van á enten-
der en ello, son de diferente calidad que las que hasta
aquí lo han hecho, y no como los cuarenta visitadores
que tenia proveidos el conde de Nieva y los demás co-
misarios, que eran de los chapetones que habian lleva-
do consigo, y sólo era su fin, con los salarios que les
pensaban dar á costa de S. M., remediar cuarenta caba-
lleros sus allegados, de lo cual estaban ya los indios
tan escandalizados, que comenzaban á prevenirse de la
manera arriba dicha. Pero entendiendo así los caciques
como los atunlunas, porque á todos se ha de dar á enten-
der el intento y efecto de dicha visita, no sólo no lo
ocultarán, pero no serán parte los caciques para ocul-
tarlo; mayormente, puniendo algún rigor en inquirir si
usan de los dichos medios para encubrir los indios, y
al que se averiguare hacello, privalle del señorío, y con
esto no habrá ninguno que tenga tal atrevimiento, ni
resultará daño.
87. Y liquidado por la dicha visita el número de
los indios tributarios reducidos á la orden susodicha,
se les podría imponer y señalar á cada uno el tributo
cierto y ordinario para siempre; y la cantidad que de-
bajo de mejor juicio y de la debida corrección me pa-
resce que se podría señalar de tributo á cada indio, es
conforme á la calidad, dispusicion, riqueza 6 probeza
de cada tierra 6 provincia, porque no son todas igua-
les, antes en esto hay muchas diferencias de unas á
otras; y paresce que el tributo más justo que se podría
echar á los indios, teniendo por presupuesto que cual-
por Fernando de Santillan 8$
quier tributo que se les echase es por razón del trabajo
de su persona ó industria, trato ó oficio, que en efeto
todo es personal, pues no tienen haciendas ni rentas de
que, sin el trabajo de sus manos, puedan tributar; y así
se modere en que se les reparta é imponga cantidad
quellos puedan pagar y ganar trabajando para ello trein-
ta dias de trabajo en cada un año, que casi sale al
diezmo, en los cuales, moderándose al respeto de cada
provincia, como dicho es, se podría situar y echar á un
tributario en la provincia de la ciudad del Cuzco, cua-
tro pesos y un tomin á cada indio tributario en un año;
y en la ciudad de la Plata y toda la provincia de los
Charcas, á cuatro pesos y dos tomines cada tributario;
en la ciudad de la Paz, provincia del Collao, á cuatro
pesos y un tomin; en la ciudad de Arequipa y su juris-
dicion, á tres pesos; en la ciudad de Guamanga, á tres
pesos; en la ciudad de los Reyes, á tres pesos; en la
ciudad de Guánuco, á tres pesos; en la ciudad de Truji-
11o, á dos pesos y medio; en la ciudad de Puerto Viejo
y San Miguel y Guayaquil, á dos pesos; la ciudad de
Lo ja y Zamora, á dos pesos y medio; en la ciudad de
los Chachapoyas, á tres pesos; en el valle de Jauja, á
tres pesos; en la ciudad de Jaén, á dos pesos; en la
ciudad de Santiago de los Valles, á dos pesos.
88. La cual cantidad me parece que se les debe si-
tuar é imponer de tributo en la provincia de los Char-
cas y Collao y mucha parte de la del Cuzco, en plata,
y en las demás partes donde alcanzaren minas de oro y
plata en su tierra ó en comarca, lo den asimismo en oro
6 en plata, y los que no, se les mande pagar en ropa de
algodón ó lana, ó en otras cosas que ellos alcancen en
Relación
sus tierras, tasadas en la dicha cantidad, sin que sean
necesitados á bajar de la sierra á los llanos á alquilarse
y cargarse para ganar la dicha plata, por el gran daño
que está dicho que reciben; porque basta que en los
pueblos de españoles que están poblados en los llanos,
se alquilen los jornaleros naturales de los llanos, y
en los pueblos que estuvieren poblados en la sierra, se
alquilen indios serranos de su comarca, sin que sean
constreñidos á alquilarse los que fueren oficiales ó la-
bradores y estuvieren ocupados en sus oficios y ha-
ciendas.
89. La dicha cantidad de tributo que se ha dicho
poderse echar á cada uno de los dichos tributarios, pa-
rece cantidad competente para que de allí se suplan las
cosas contenidas en este capítulo, y que aquello paguen
solamente los dichos indios, y no se les pida ni im-
ponga otro ningund tributo, ni servicio, ni carga.
90. Y si quedare á cargo de S. M. poner las dotri-
nas y proveer de ornamentos y edificación de iglesias,
para ello y la sustentación de las justicias, se pueden
aplicar los dos tomines de cada un tributario, con lo
cual paresce que habrá para suplir las dichas cosas; y
lo demás sea para los encomenderos y españoles que
son necesarios para la defensa de la tierra. Y será can-
tidad competente, porque conforme á las tasas que hoy
están hechas, llegan los tributos que dan los indios á
sus encomenderos á un cuento y doscientos y veinte y
cuatro mili y quinientos pesos, que se reparten, aunque
sin orden, por todos los tributarios de la tierra, que se-
rán, poco más 6 menos, hasta trescientos y cincuenta
mili tributarios, porque como [no] están las visitas muy
j>or Fernando de Santillan
91
precisas, no se sabe puntualmente cuántos son; pero pa-
resce que, conforme á la dicha cantidad de tributo, lle-
garán los tributos de la tierra, poco más 6 menos, á la
cantidad en que hoy están tasados; y aunque en algu-
nas tasas están los naturales agraviados, se compensa
con lo que en otros algunos repartimientos que están
muy descargados se podrá aumentar, y con el beneficio
que recibirán en darles regla y que tengan situado y
cierto el tributo que han de pagar, y no que sea albe-
drío de los caciques de cargalles lo que quieren, en lo
cual va, á decir así, otro tributo, y en algunos más. Y
lo que todo lo susodicho sumará y montará es cantidad
bastante para todas las cosas que en la tierra se han
de suplir, conforme al dicho capítulo.
91. En caso que del dicho tributo se hayan de sa-
car los dichos tomines de cada tributario para las cosas
susodichas, me parece que lo que así montare en cada
repartimiento, cobrándolo el encomendero de los tribu-
tarios por entero, se les mande acudir con las dichas
sumas á los oficiales de la real hacienda, y de allí pa-
guen y cumplan las cosas susodichas, porque se eviten
tantas manos y cobradores entre los dichos indios, que
es cosa en que reciben mucho daño; á lo menos esto
se entienda con los encomenderos que hoy tienen re-
partimiento, porque también es cosa que todos senti-
rían muy agro que en sus repartimientos hobiese entra-
da y cobranza más que la suya, por estar como están
tan enseñoreados de Ips dichos indios, y es acertado, en
cosas que así son generales, moderallas sin dar ocasión
de que se sienta por novedad. Y los repartimientos que
de nuevo se proveyeren, sería cosa muy conveniente al
Rilado*
servicio de Dios y de S. M. que se proveyese sólo de
la cantidad y renta situada sobre el tal repartimiento,
basta que montare lo que está tasado para el encomen-
dero, quedando el demás tributo con la propiedad del
repartimiento paraos. M.; y caso que S. M. sea ser-
vido de hacer merced de la encomienda como las tie-
nen el dia de hoy, sería con aditamento que del dicho
tributo que estuviese asentado, los tributarios acudan
4 los oficiales reales con la dicha suma que estuviere
situada para las doctrinas y demás cosas, y con lo
demás acudan al encomendero.
92. Para darse la orden susodicha, se debe prime-
ramente hacer la visita que antes se dijo, sin que se
haga caso de otra ninguna que hasta agora se haya he-
cho, porque ninguna dellas está tan precisa como ha-
bia de estar; especialmente me paresció advertir que
no se haga caso ni fundamento en una visita última
que hicieron ciertas personas, por mandado del marqués
de Cañete, visorey, en que se hallaron mucho número
de tributarios, más que en ninguna de las visitas pasa-
das; porque la dicha visita se hizo solamente con los ca-
ciques, y no visitándose los pueblos ni tributarios, como
se debia hacer, y por solo dicho de los caciques se to-
mó el número de los indios; y dicen ahora y quéjanse
los dichos caciques que les dieron á entender que se
hacia la dicha visita para tasalles á ellos los servicios
que les habian de dar sus indios, y por eso no declara-
ron más de los que tenian, porque les diesen mucho ser-
vicio; y los mismos visitadores que las hicieron, algu-
nos dellos con quien yo lo he tratado, están escrupulo-
sos, y así los más no quisieron dar paresceres en las
por Fernando de Santillan 93
visitas; y en alguno que dan, aunque dicen que hallan
más número de indios, en cuanto á los tributos, se
acortan de las tasas anteriores.
93. Asimismo me paresce que en el poner de los di-
chos tributos á los dichos naturales, en cuanto álos de
un valle 6 provincia, y los de un oficio y trato, se deben
poner los dichos tributos igualmente y no á unos más
que á otros, porque en posibilidad, ó hacienda, ó indus-
tria no hay casi diferencia de unos á otros, y así debe
ser la carga igual, y así era en tiempo del inga, que
por todos se repartía el trabajo igualmente.
94. También me paresce que sería justo que en el
tributar hobiere algunas personas esemptos de tributo,
así como son los que por línea recta descienden de los
ingas, señores de aquella tierra, y los hijos legítimos
de los curacas y señores particulares, y no otros.
95. En cuanto á la forma que se tendrá en el re-
partir los dichos tributos y en el coger dellos; paresce
que la mejor orden que se puede dar es, que después
de empadronados los tributarios y advertidos y certifi-
cados ellos y los curacas del tributo que á cada uno
cabe, y que aquello y no otra cosa ha de pagar y el
curaca no puede acrescentar ni disminuir cosa alguna,
se dé á cada curaca cargo de hacer juntar y recabar
de sus cient indios el tributo que les cabe, y para esto
tenga la misma jurisdicion que tenia en tiempo del
inga, porque si á otra persona se encomendare, no los
entendería ni ellos á él; y apercibirles que si parescie-
se haber cobrado algún curaca alguna cosa más, sería
bien castigado, y que al tal se diese grave pena para
que otros escarmentasen. Y con esto y con estar adver-
94
Relación
tidos los indios de lo que les cabe, no sería parte el
curaca para relevar á unos ni cargar á otros; y para esto
también se habian de inviar á sus tiempos personas
que los visitasen y se informasen si habia algún exceso.
96. Al diez y seis capítulo se dice, que .por el año
pasado de mili quinientos y cincuenta y nueve fué des-
pachada una cédula de S. M. en Valladolid á cuatro
dias de septiembre, para el audiencia real de la ciudad
de Los Reyes, en que se mandó al presiente é oido-
res della, diesen su parescer acerca de lo contenido
en este capítulo, y si sería cosa conveniente ponerse
los dichos tributos á los naturales por vía de las di-
chas décimas, y sobre ello se inviaron los paresceres
á S. M. cerrados y sellados. Y porque, como dicho es,
toda la posibilidad de los dichos indios y lo que tienen
de que poder dar tributo es solamente el trabajo de sus
personas y artificio de sus manos, y así paresce que es
más acertada orden repartirles el dicho tributo por ca-
bezas un tanto á cada uno, que no por via de las di-
chas décimas. Y así, en cuanto á esto, paresce que se
debe hacer conforme á la orden arriba puesta, y lo mes-
moen la manera de juntar y cobrar los dichos tributos,
y que todo aquello que hobieren de tributar se les eche
juntamente, sfh que después de así tasados se les aña-
da cosa alguna ni por vía de diezmo ni por otros nin-
gund respeto, porque sería de grand daño y vejación
para ellos haber muchos cobradores, porque todos se
han de aprovechar y todo lo han de costar los indios y
ha de redundar en su destruicion.
97. En el fin de este capítulo se declara la santa y
católica intención de S. M. de que los indios de aque-
por Fernando de Santillan 95
lias partes sean relevados, y los tributos que se les ho-
bieren de imponer sean moderados y menos de lo que
pagaban en tiempo de su infidelidad; y arriba está di-
cho algunas razones que hay por donde paresce que
los tributos que en el tiempo presente pagan los dichos
indios, les son más graves y pesados que no los que
daban en tiempo de su infidelidad; y puesto caso que
solos los servicios personales que hoy sirven y dan los
dichos indios, se cotejen con los que daban en el dicho
tiempo de su infidelidad, paresce que los presentes ex-
ceden de los pasados y les son de mayor daño y agra-
vio; porque los servicios que antes daban eran para
buen gobierno de la tierra y utilidad de todos, así co-
mo para hacer caminos, tener chasquis y servir los
tambos, lo cual todo lo dan ahora con más exceso y
menos orden, porque sin tener consideración con sus
costumbres antiguas, ni á la división que acerca de los
dichos servicios entre sí tenian hecha, ahora los corre-
gidores se los hacen reparar á los quellos quieren, y
tener poblados los chasquis sin orden ni necesidad ni
paga; el servicio de los tambos también lo dan al pre-
sente, y muy más pesado para ellos, porque en tiempo
del inga servían á uno que el inga enviaba de tarde en
tarde, y lo que daban á los caminantes, si era mensa-
gero 6 gente que inviaba el inga, proveíanles de la des-
pensa suya, que tenia en cada tambo con todo género
de comidas en abundancia, y si era otro caminante, dá-
banle lo que habia menester por su resgate, porque
siempre llevaban de lo que habia en sus tierras para
resgatar lo que hubiesen menester. Ahora nunca se va-
cian los tambos de caminantes españoles, que mucha
96
Relación
parte dellos, sin tener en que entender más en un pue-
blo que en otro, se van y vienen sólo para entretener el
tiempo y comer de balde, porque les han de servir los
indios en los tambos y dalles lo que hobieren menes-
ter. La paga que les dan es alguna vuelta de coces y á
veces llevarse el mitario 1 con una carga. Si daban
al inga indios para la guerra, aquello no era ordinario,
y asi no se ha de apresciar, porque no habia de haber
siempre guerra; y también en tiempo de los xpianos,
todas las veces que ha habido guerra, han dado para
ella más indios que “daban en tiempo del inga, salvo
que el inga los llevaba por soldados muy galanes,
bien vestidos y lucidos y bien mantenidos, y en nuestro
tiempo los han llevado cargados y en colleras y muer-
tos de hambre; y no hay entrada que se haya hecho
que no cueste más de diez mili indios que llevan desta
manera y los dejan allá todos muertos. Y destas entra-
das ha habido muchas, como fué la de Diego de Rojas,
la de los Chunchos, la de Felipe Gutiérrez, la de Can-
día y la de D. Diego de Almagro á Chile, de la cual
quedó un despoblado de cient leguas sembrado de in-
dios muertos helados: y á la misma provincia, en otro
socorro que llevó Francisco de Villagran por la cordi-
llera de las nieves, se dejó otros tantos de la misma
manera; y otros capitanes que han ido á la misma pro-
vincia han hecho lo mismo, demás de la jornada de
Pedro Valdivia, en que barrió todo aquello por donde
pasó. Otras entradas se han hecho de pocos dias á esta
parte no menos dañosas que las dichas, que fué la de
i Mitero 6 miuyo: vtcito.
por Fernando de Santillan 97
Juan de Salinas, y la de Gómez Arias á Rupa-rupa, y
la de Pedro de Ursua, que demás de los indios que ha-
bia recogido á la partida, se llevó toda una provincia
y despobló un pueblo de xpianos; en las cuales entra-
das y otras se ha consumido grand cantidad de gente,
y otra mucha en las alteraciones que ha habido en
aquel reino entre españoles, como fué la de Hernando
Pizarro con D. Diego de Almagro, y en la de D. Die-
go de Almagro el mozo, y en la de Gonzalo Pizarro, y
en la de Francisco Hernández; en todas ellas, así de
parte de los tiranos como de los que tenian la voz de
S. M., han usado del mesmo término de llevar grand
cantidad de indios cargados en colleras, tomándoles
sus ganados, comidas y haciendas, y quemando los
pueblos; así que, cuanto á las guerras, si se coteja lo
del tiempo del inga, monta más lo de nuestro tiempo con
cient partes. Y si se hacían al inga casas en las pro-
vincias, era una, y después acá á cada encomendero han
hecho casa en su pueblo, y en algunos dos y tres y más;
si hacían casas para el sol, después han hecho las igle-
sias; y aun antes en una provincia hacían una casa, y
después hay algunas en que han hecho cuarenta igle-
sias, y en cada una tienen sus mitarios y la adornan y
reparan de lo necesario. Asimismo han dado y dan in-
dios para labrar y beneficiar las chácaras á los enco-
menderos, y si daban al inga yanaconas, muchos
más han dado después, que se hacen con el exceso y
desorden que arriba está dicho, porque cada conquis-
tador tomó tantos anaconas como tenía el inga casi, y
los curacas por el consiguiente; y cada día va en cres-
cimiento esta desorden y daño, y así como van aumen-
7
98
Relación
tándose en la tierra españoles, se van disipando y me-
noscabando las provincias y pueblos de indios con este
hacer de anaconas, porque todos quieren tener servicio
de indios, porque es barato, y no va principal ó cacique
á pueblo de españoles á llevar gente para ganar el tri-
buto alquilándose, que no se le quede en el pueblo una
buena parte de los indios que llevó, los cuales les son-
sacan los oficiales, mercaderes y todo género de gente;
unos los hurtan y asconden hasta que se van, y otros
por engaño con dalles alguna manta; otros los hurtan
los pasajeros que pasan por sus pueblos y cortantes el
cabello, con lo cual quedan graduados por anaconas; y
si el cacique lo va á recoger para llevallos á su tierra,
van á la justicia y dicenles que pidan libertad, y dán-
sela por complacer á los españoles, y no les dan en ella
sino captiverio del cuerpo y del ánima. Y en esto con-
viene mucho poner remedio, porque si no se pone, ven-
drá la tierra en grand diminución, porque ningund in-
dio que se hace anacona, nunca más tiene cuenta con
casa ni mujer ni hijos, sino andarse á la flor del berro.
Ansí mismo daban mujeres para el inga y para el sol;
pero en mucha más cantidad las han dado á los xpia-
nos, ó se las han ellos tomado, así los encomenderos
como los demás españoles que hay en la tierra; los sol-
teros para estar amancebados con ellas, y si son casa-
dos, para chinas de sus mujeres y á veces por mancebas
dellos y de otros; negros y mestizos y anaconas todos
son ingas en cuanto á tomar mujeres, salvo que el inga
las tomaba para tenellas encerradas y honestas y bien
ocupadas y mantenidas, y al presente para toda la di-
solución que se puede imaginar en todo género de vi-
por Fernando de Santillan gg
cios. Y aun demás de las que andan de esta manera,
que son por cada una de las del inga mili, también al-
gunos encomenderos tenian, y algunos las tienen hoy,
sus casas de encerramiento de mujeres como las del
inga, con la mejor guarda y recaudo que podían, para
satisfacer á su sensualidad, á lo cual ha aprovechado
mucho, y se va perdiendo aquella costumbre, con man-
darse casar á los encomenderos. Asimismo daban al
inga oficiales que estuviesen en el Cuzco sirviéndole de
hacer vasos de oro y plata y á otros oficios, y á éstos
les daban chácaras con que estaban ricos y sobrelleva-
dos y no tributaban otra cosa ninguna; y los encomen-
deros también los han llevado de todos los oficios con
más exceso que el inga; y puesto caso que por virtud
de la provisión de S. M. se quitaron los dichos oficia-
les, en lugar dello se les mandó dar de tributo todo
cuanto pueden obrar en sus oficios; y aun algunos, con
la relajación que ha habido en el cumplimiento de las
dichas provisiones, después de la ida de los comisarios,
se han quedado y se tienen los dichos oficiales, y se
sirven de ellos demás de los tributos; de manera que en
todos los géneros de servicios personales que los indios
daban al inga, dan ahora mucho más con no haber la
tercia parte de la gente que habia entonces. Y asi pa-
rece claro que hasta ahora no ha habido efeto la inten-
ción de S. M. en que los tributos y servicios de los di-
chos indios sean menos de lo que pagaban en tiempo de
su infidelidad, y así es bien necesario el remedio de to-
dos los excesos que arriba se han referido. Y esto es lo
que acerca de los dichos capítulos yo entiendo y alcanzo,
por lo que he visto y experimentado en aquella tierra.
IOO
Relación
98. Demás de la dicha cédula que de suso está in-
corporada, vino á mi poder un traslado de otra que
paresce haber S. M. dado á los comisarios de la per-
petuidad, y por él paresce haberse despachado á veinte
y dos de jullio de mili y quinientos y cincuenta y nue-
ve, en la cual están incorporados los mesmos capítu-
los que se contienen en la dicha cédula, que está pues-
ta al principio desta relación, y demás dellos, otros
algunos añadidos, á que me paresció asimismo satisfa-
cer conforme á lo que he visto y entendido, y para ello
poner aquí la cabeza de la dicha cédula con los capítu-
los añadidos, en la forma siguiente:
99. • Porque habiendo de dar orden en lo de los re-
partimientos de los indios de las provincias del Perú,
en lo de la perpetuidad 6 en otra cualquier manera, es
necesario declarar y tasar justamente los tributos, ren-
tas y derechos que los indios han de pagar, para que
esto se pueda hacer más justificadamente y con más
fundamento, vos el conde de Nieva, nuestro visorey y
capitán general de las dichas provincias; vos el licen-
ciado Birviesca de Muñatones, del nuestro Consejo; y
vos Diego de Vargas Carvajal, juntamente con los de-
mas comisarios que á ello inviamos, informareis y ave-
riguareis con la advertencia y consideración que va en
un capítulo de vuestra instrucción, de lo siguiente:
•Asimismo se ha de averiguar lo que los dichos in-
dios han de dar y pagar de tributos en lugar del diezmo
para el culto divino, clérigos y religiosos, beneficiados
y curas parroquiales, edificación de iglesias y monaste-
rios y ornamentos, teniendo consideración á los diez-
mos que al presente pagan los españoles y á las rentas
por Fernando de Santillan iól
y tributos que antiguamente y en tiempo de su infideli-
dad solían tributar los dichos indios, para los dichos so-
les y santuarios y otras cualesquiera haciendas y rentas
que estuviesen aplicadas á los templos de los indios y
al sol, lo cual se podría saber de indios viejos y por
pinturas antiguas; y qué parte bastará para todo esto
de los tributos que al presente pagan, 6 si será menes-
ter más, allende de lo que debían pagar á los encomen-
deros.
ioo. iltem, la parte que para esto se debiera seña-
lar y situar no ha de ser por vía de diezmo, como acá
en Castilla, sino repartiendo un tanto cierto á cada un
lugar; porque yendo por vía de diezmo, en la cobranza
dellos serian vejados los naturales con vejaciones de
los ministros y excomuniones de los prelados, y tam-
bién recibirían los dichos naturales algund escándalo,
como ignorantes que son, diciendo que la ley de Xpto
se les introducía por dinero é intereses, pues por ra-
zón della se les imponían ahora nuevos tributos. Y
sabido y averiguado por vosotros lo que los dichos na-
turales deben dar para el servicio de Dios, segund que
dicho es, se entenderá lo que’les queda y lo que deben
dar á los señores temporales.
•Todo lo cual tratareis y mirareis, etc.»
ioi. Para satisfacer en lo contenido en estos dos
capítulos, que entrambos tratan de una misma cosa,
se declararán algunas dudas que paresce que podrían
ocurrir acerca dellos. Primeramente, si demás del tri-
buto cierto y situado que se echare á los dichos in-
dios, si se les debe añadir alguna otra cantidad en lu-
gar de dicho diezmo para el culto divino, y las demás
102
Relación
cosas contenidas en estos capítulos. En lo cual me pa-
resce que todo aquello que los indios deben tributar,
así para las dichas cosas, como para la sustentación de
los españoles y encomenderos y dotrina y lo demás, que
todo entre y se incluya en la dicha cantidad de tributo
cierto y ordinario que se les ha de echar é imponer, y que
de aquello se aplique la parte que paresciere convinien-
te para todo lo tocante al culto divino, y lo demás para
los encomenderos; de suerte que sea todo un tributo y
que con pagarlo no les quede ninguna otra carga ni
cosa que se les pida, porque no lo sufre su capacidad
ni su posibilidad.
102. Otrosí, si [se] les podría ó debería cargar á los
dichos indios alguna cantidad para las dichas cosas, en
recompensa de lo que daban en tiempo de su infideli-
dad para el sol y guacas. A lo cual se dice que, como
arriba se ha dicho, lo que los indios en el dicho tiempo
daban al sol, eran las chácaras que el inga los hacía se-
ñalar en cada provincia, y el servicio para labrallas y
beneficiallas, y el ganado que el inga también aplicaba
al sol y demás lugares; y las chácaras, como está di-
cho, las más dellas se han repartido á españoles don-
de se han poblado pueblos dellos, que son los más y
mejores; otras algunas tomaron los indios que eran se-
ñores dellas antes, en que siembran para pagar los tri-
butos, y aun en muchas partes no alcanzan tierras bas-
tantes. Los ganados del inga y del sol que les estaban
ofrecidos, todos los tomaron los españoles y destruye-
ron cuando entraron en la tierra y después acá; así en
esto no hay que recompensar, ni menos en el servicio que
daban para el beneficio de las chácaras del sol, pues el
por Fernando de Santillan m 103
mismo dan ahora para coger los frutos que han de tri-
butar. Y en cuanto á los sacrificios que hacian á los di-
chos lugares de ropa y ganado, estos casi todos los ha-
cian los ingas de ropas que ellos mandaban hacer y del
ganado que les estaba aplicado, y los indios particula-
res no hacian los dichos sacrificios en cantidad que se
pueda hacer caso della. Los demás servicios y ofren-
das que se hacian al sol y guacas, eran de mujeres y
chicha y otras cosas que no son de calidad que se pue-
dan apreciar ni recompensar, ni tampoco en cuanto á
las casas y edificios que hacian para dichos santuarios,
porque con aquello se pueden compensar las iglesias
que hoy hacen en sus pueblos.
103. Otrosí, puede dudapse si es bien que los in-
dios que ya son xpianos paguen diezmo de las cosas de
su labranza y crianza de lo que á ellos les queda paga-
dos los tributos al encomendero. A lo cual se responde,
que es cosa muy perjudicial para la conservación de los
dichos naturales, compelellos por ahora á pagar diezmo,
por las causas y razones que se contienen en el último
capítulo de los dos de la dicha última cédula, que es,
en efeto, que los dichos indios no entiendan que nues-
tra santa fe católica se los quiere enseñar é introducir
por interese, lo cual podrían pensar bien, viendo que la
primer cosa que se les muestra della es á pagar y ser
más cargados de tributo que los que no son xpianos; y
asi, viendo que al que se torna xpiano se le pone más
carga y gravamen que al que no lo es, de lo cual los
prelados hacen poco caudal, porque poco á poco van
entablando sus diezmos y haciendo dezmar á todos,
porque á los encomenderos hacen dezmar demás de las
104
Relación
cosas de su labranza y crianza de todas las que les dan
los indios de tributo, salvo que en cuanto á la ropa por
razón del obraje llevan la veintena y de todo lo demás
el diezmo, y de muchos indios llevan asimismo la vein-
tena de sus frutos, y en algunas partes todo el diezmo
por entero, y segund su ciudado, se cree que en poco
tiempo harán dezmar á todos, porque no tienen aten-
ción sino á acrescentar sus obispados y prebendas, sin
tener ninguna carga de dotrina, ni aun de poner curas
que administren los Sacramentos, si no es pagándoles
el encomendero su salario. Y no sería de tanto incon-
viniente lo susodicho, si á la paga de los dichos diezmos
fuesen atraídos los naturales con dalles á entender el
reconocimiento que á Dios se debe, por cuya causa los
hombres están obligados á servirle con el diezmo de
los frutos que él les da, y que esto lo pagasen ellos de
su voluntad y aficionándose á la razón que para ello
hay, y que á éstos les animasen con buenas razones y
dotrina; pero compelellos por via de cobrador 6 dez-
mero y otros rigores que suelen usar, téngolo por cosa
dañosa para su conversión, y por conveniente, que se
les mandase que por el tiempo que S. M. fuese servido,
no se usase de ningund rigor ni premia con los dichos
indios sobre la paga de los diezmos, ni el dezmero tu-
viese cuenta con ellos; y pues todo cuanto tienen y co-
gen de sus frutos lo dan de tributo y dello paga el en-
comendero diezmo, justo es que sean relevados en una
mísera sustentación que les queda.
Demás de lo contenido en las dichas dos cédulas,
hay otras algunas cosas que, teniendo V. S. noticia
dellas, podría ser de algund provecho para sobre ello
por Fernando de Santillan 105
proveer en lo tocante al gobierno de aquella tierra, para
lo cual se pondrán algunos apuntamientos, aunque no
sirvan de más de para tener noticia de lo de aquellas
partes, pues están tan remotas, que no se entiende lo
que allí pasa si no es por relación de oidas.
104. Lo primero, conviene entenderse qué costum-
bre 6 afición es la de los indios de aquellas provincias
acerca del trato de sus personas, y qué capacidad en
cuanto á aplicarse á granjerias y llevar haciendas para l
sí; en lo cual, como en otra parte se ha dicho, aunque
es gente de bajo entendimiento y poca policía, pero no
es gente tan bestial como la hacen los españoles; y lo
que más les hace parescer gente bruta, es la servidum-
bre que sobrellos se ha puesto, y haber usado dellos
como de bestias, sin hacer ningund caso dellos más que
para servir; y esto les ha hecho á ellos también tener-
se en poco; y así, aunque son muy aficionados y cobdi-
ciosos de tener buena pasadía y de tener buen mante- a
nimiento y vestido para sí y sus mujeres y hijos, no les
han dado ni dan ese lugar, y así no lo tienen ni alcan-
zan, ni sus casas y ranchos hay poca diferencia dellos
á zahúrdas de puercos, y en ellos toda probeza que se
pueda imaginar, porque no les han dado lugar á aplicar
cosa ninguna para sí, y harto tienen que hacer toda la
vida en trabajar para llevar el tributo; y por ello, en
ningund oficio ni trabajo toman gusto ni lo hacen de
gana, sino por necesidad, porque ven que trabajan con-
tinuamente y de ninguna cosa gozan ni se aprovechan.
Y así, aunque su cobdicia sea mucha de llegar bienes y
haciendas, les es imposible pensarlo, y por eso tienen
quitada la esperanza, y no se tratan sino como gente
io6
Relación
que va de paso y que no curan más de para la necesi-
dad presente; porque si más de aquello pueden haber,
saben que no es para ellos. Cuando vienen á sus casi-
llas y ranchos, ellos y sus mujeres están tan cansados
y molidos, que no hacen sino arrojarse en el suelo sin
ninguna cobdicia más que de descansar, y allí comen
y se acuestan, sin que en todo el año se barra la casa,
por no estorbarse un poquillo de sus trabajos.
105. Sería cosa muy importante para que más fá-
cilmente fuesen convertidos y enseñados en las cosas
de nuestra santa fe, que se les pusiese orden y gobierno
con que se tratasen como hombres con policía y lim-
pieza; y para esto es necesario, en las partes que hay
dispusicion, reducillos á pueblos y repúblicas, y trazár-
selos y dalles sus solares y algund espacio para que
hiciesen sus casas, y hobiese cuenta con que viviesen
limpia y políticamente, y que en los tributos que pa-
gan fuesen sobrellevados, de suerte que de sus trabajos
les pudiese quedar alguna parte para sí, y que enten-
diesen que podían tener algo suyo, y con esto procura-
rían adquirirlo.
106. Asimismo, para que se aficionen y cobdicien
al trabajo, y sea mediante alguna ganancia, sería nece-
sario subilles el jornal, porque el que ahora les dan á
los que se alquilan, que es un tomin y un cuartillo de
maíz cada día, es poco, y fué tasado por el audiencia
al tiempo que se quitó el servicio personal, por virtud
de una cédula de S. M., en que mandó que se les ta-
sase jornal competente; y como estaban habituados los
españoles hasta allí á servirse dellos de balde, paresció
que aún era mucho el dicho tomin; pero ahora, ya que
por Fernando de Santillqn 107
las cosas se van poniendo más en razón, paresce que
sería jornal competente dos tomines cada dia y el cuar-
tillo de maíz y alguna carne ó pescado, pues vale tan
barato; y muchos les pagan este prescio por recrecér-
seles la conciencia pagalles menos; y á un negro pagan
cuatro tomines de jornal, y trabaja un indio tanto como
dos negros. Y con lo susodicho y que los que gobier-
nan tengan siempre cuidado de su buen tratamiento y 1
conservación y mandalles poco á poco poner en policía, j
de suerte que entendiesen que se hacia caso dellos
como de hombres, vendrían á aplicarse á granjear ha- !
ciendas y ser ricos, para lo cual serían mucha parte y ¡
podrían aprovechar mucho los religiosos que acudieren
en las dotrínas.
107. Asimismo es de saber la orden que con los
dichos indios se ha tenido, después que los xpianos en-
traron en la tierra, en el repartirlos y encomendallos á
los españoles, la cual es por virtud de las comisiones,
y poder que S. M. dio á los gobernadores, para poder
encomendar indios á los españoles, como se dio á
D. Francisco Pizarro y al licenciado Vaca de Castro, y al
obispo de Sigüenza, y á D. Antonio Mendoza, y al mar-
qués de Cañete, y al conde de Nieva. Todos ellos, usan-
do de su facultad, han encomendado indios, y los pri-
meros los encomendaban así, á carga cerrada, sin darles
ninguna orden más de que se sirviesen dellos conforme á
las ordenanzas de S. M. y que les dejasen á los caciques
sus mujeres y hijos y les dotrinasen las cosas de nuestra
santa fe; y como ellos no entendían ni sabían las orde-
nanzas, ni lo procuraban saber, entendían que se los da-
ban por esclavos á ellos, y á sus bienes y tierras por pro-
io8
Relación
pias, y como de tal usaban de todo ello. Después, el obis-
po de Sigüenza les dio en las dichas encomiendas más
claridad y regla de vivir, porque demás de otras cláu-
sulas buenas que puso en las cédulas de encomienda, fué
una muy conviniente en que les mandó que llevasen los
tributos moderados, con apercibimiento que si llevasen
más tributos de los que después fuesen tasados por la
tasa general que se estaba haciendo, les volviesen y
restituyesen á los naturales; y es asi que todos exce-
dieron en esto y llevaron muchos más, y así paresce por
una visita que la audiencia mandó hacer, en la cual se
liquidaron grand cantidad de tributos demasiados que
los dichos encomenderos habian llevado; y como nin-
guna cosa que sea en favor de los indios llega á efecto,
se quedó esto así sin ejecución, sin culpa del audiencia,
pudiéndose sacar dello buena suma de pesos de oro,
porque fué el exceso mucho. Y así, por virtud de las di-
chas encomiendas, adquirieron los encomenderos mu-
cho más señorío y propiedad en los indios del que fué
la intención de S. M. darles, que fué para la sustenta-
ción y manutención de la tierra, y para más cómoda-
mente predicar y enseñar el Evangelio, y no para hacer
señores por juro de heredad, como ellos lo pretenden.
\ Y así, sería cosa conviniente, que en las encomiendas
que de aquí adelante se hicieren, se les aclarase y espe-
cificase más este derecho, para que no entiendan que
se les dan por vasallos ni esclavos, ni se les da señorío
sobre sus haciendas ni tierras; porque en el tiempo que
el audiencia gobernó, con la ejecución de las provisiones
de S. M. dadas para la conservación y gobierno de los
naturales, se iba lo susodicho declarando y poniendo
por Fernando de Santillan 109
en razón, y quitando que no tuviesen tan pleno domi-
nio como pensaban tener; Con el presente gobierno se
ha vuelto á lo de antes, por tener los que fueron á re-
formar la tierra demasiado respeto á los ricos y ningu-
no á los pobres.
108. Asimismo, porque S. M. por sus reales pro-
visiones ha prohibido el uso de las cargas á los na-
turales de aquel reino, es de ver si el dicho uso de car-
garse es entre ellos cosa antigua y que usaban en tiem-
po de los señores naturales de aquella tierra, y con qué
orden, y el daño 6 provecho que dello les resulta. En lo
cual se dice, que el dicho uso de cargarse los indios, es
cosa muy antigua y que lo usaban en tiempo de los in-
gas y antes, y los tributos que llevaban al inga, donde
no tenian cameros, lo llevaban en indios, y también se
cargaban con las comidas y cosas que habian menes-
ter para el servicio de sus casas; y ansi, en cuanto á
cargarse no consiste el agravio y daño, salvo en el ex-
ceso que los españoles han tenido en ello, porque de
antes usaban con gran moderación y era una vez en
el año que llevaban el tributo, y el peso de la carga
muy moderado y el trabajo repartido por muchos que
se remudaban, porque habia en ello orden y policía;
mas después, en tiempo de los xpianos, fué sin ninguna
moderación ni consideración, cargándolos como á bes-
tias con cargas de muy grand peso y jornadas muy lar-
gas, sin darles lugar á descansar ni darles manteni-
miento con que sustentarse, y usando dellos, no sólo
para sus tributos y servicio de sus casas, pero para
granjerias y mercaderías y otras cosas, como llevarlos
en hamaca y andas caminos muy largos, de que se
110
Relación
recrescieron muchas muertes y trabajos, y es uno de los
servicios más pesados y dañosos á su salud. Y así, fué
santa y justa la prohibición de S. M. de que no se car-
guen, y aun con todo eso se cargan con cobdicia de ga-
nar alguna plata para pagar el tributo, salvo que como
se hace á escondidas, no osan los españoles hacellos
tantos desafueros como solian, por temor de la pena.
En lo cual conviene que S. M. mande dar calor para la
ejecución de la dicha provisión, porque, con la ida de
los comisarios, este temor se ha perdido, porque lo han
pasado y pasan en disimulación, y aun ellos propios
cargado y hecho cargar indios y dado muchos manda-
mientos para llevar personas en andas y hamacas ca-
minos muy largos, lo cual de antes estaba ya bien des-
arraigado, y conviene que se mande poner rigor en ello.
109. Otrosi, sería cosa muy conviniente se prove-
yese de alguna buena orden en cuanto al servicio que
los indios hacen en los tambos y chasquis; cómo los
indios no sean obligados á servir en ellos si no fuese
por su paga, que pues todos pasan y caminan á enten-
der en sus granjerias y aprovechamientos, no es justo
que los sirvan y den lo necesario de balde; porque
puesto caso que este servicio de los tambos es antiguo
y lo habia en tiempo de los ingas, que lo introdujeron
para buen gobierno y policía, y que en los caminos hu-
biese buen aviamiento, para que pudiese haber comer-
cio y contratación de unas partes á otras, esto no les
era de tanta carga y pesadumbre como al presente,
porque, como dicho es, no era el servicio tanto ni tan
ordinario, ni se les hacian las vejaciones y desafueros
que agora se les hacen. Y en lugar de los tambos sería
por Fernando de Santillan 111
ya muy bien que hobiese ventas y los indios fuesen re-
levados deste trabajo.
no. Otrosí, porque la grosedad 6 riqueza de aque-
lla tierra depende de lo que se saca de las minas de
oro y plata que en él (sic) hay, y es cosa en que siem-
pre tratan los que la gobiernan en qué orden se podría
dar para que se engrosase y sacase más oro y plata,
viendo que de algunos años á esta parte algund tanto
se ha ido adelgazando, y no es el trato de la tierra con
aquella abundancia y largueza que solia haber, y entre
otros medios que han tratado y propuesto algunas ve-
ces, es querer inviar y meter en los asientos de minas
más cantidad de indios y impelerles á ello; lo cual, de-
mas de ser cosa que S. M. tiene prohibida por sus rea-
les ordenanzas y provisiones, por ser cosa tan injusta
y perjudicial á los naturales, tampoco es provechoso
ni de ningund momento por (sic) el aumento y grose-
dad de la tierra, porque de donde al presente se saca
la plata de aquel reino es de los asientos de Potosí y
Porco, en los cuales hay toda la cantidad de indios que
son menester para el beneficio de las minas que hay en
ellos y muchos más, y aunque se metiesen otros tantos
indios, no se sacaría más plata, antes si se echasen más,
rescibirian ellos daño en sacarlos de sus tierras y ha-
ciendas y llevarlos á entender en trato que no saben, y
sin seguirse ningund fruto ni acrecentamiento á las mi-
nas. La causa por qué la grosedad ha venido á menos,
es, porque las minas están ya muy hondas y se saca el
metal con más trabajo que de antes, y con ser menos,
repártese en mucha más gente; porque el tiempo que
la tierra estaba gruesa y abundante dé plata, habia en
112
Relación
ella hasta cinco mili hombres, y ahora hay más de diez
mili, de cuya causa forzosamente ha de ser más del-
gado el trato y riqueza. Y no porque falten indios en
la labor de las minas, porque siempre labran en ellas
todos los indios que son menester, y entre ellos siempre
está su trato en pié, y funden y quintan de ordinario
sin que se sienta disminución notable, y más hace
al caso dejarles su libertad, para que los que quisie-
ren ir á las minas vayan de su voluntad, y el mejor
gobierno para aquellos asientos no tocar en ello, sino
dejarlo andar como anda, y que los indios entiendan en
sus contrataciones y fundiciones conforme á la cos-
tumbre que se tiene; porque por experiencia se ha visto,
que todas las veces que se entrometen á ponelles nue-
vas leyes 6 fueros en aquella contratación, se disminu-
ye y viene en grand quiebra, y se desbarata el hilo que
llevan y pasa mucho tiempo en tornarse á entablar
como estaba de antes; y no hay otro gobierno que pro-
curar para que aquello vaya en aumento y no se adel-
gace, sino es procurar que haya paz y justicia, y que
la que residiere en el dicho asiento no sea justicia
achacosa, porque no se escandalicen los indios con las
penas de ordenanzas y preceptos qué allí inventan al-
gunas justicias para aprovecharse; lo cual ha causado
muchas veces irse de asiento mucha parte de los in-
dios que entienden en aquella contratación. Y con esto
y procurar que haya personas suficientes que los predi-
quen y enseñen las cosas de nuestra santa fe, irá siem-
pre aquella contratación en aumento, porque á la con-
tinua hay en aquellos asientos más de cincuenta mili
ánimas indios,, y los más son tratantes en metales y otras
por Fernando de Santillan 113
cosas necesarias para el beneficio de las minas, y siem-
pre entre ellos hay grand cantidad de metales de todas
suertes, y como haya viento, nunca dejan de fundir las
guairas 1 , y por aquel ordinario viene á la fundición
cada semana siete ó ocho mil pesos de quintos, y no hay
quien sepa de qué minas ni cómo se sacan, porque es
cosa que anda entre los indios, y no se les puede dar
mejor orden en conservar la dicha contratación, que de-
jarles la que ellos tienen, que con ella nunca faltará allí
aquel ordinario.
ni. Pero porque las minas están ya muy hondas y
y se labran con algund trabajo, sería cosa conviniente
que S. M. mandase á los que gobiernan aquel reino que
den orden cómo se busquen y cateen otras minas de
plata, así en la provincia de los Charcas, como en otras,
y á los que en ello entendieren se les dé todo el fa-
vor necesario, porque podría ser hallarse otras que con
menos trabajo se labrasen.
112. Asimismo, con el deseo dicho que se tiene de
aumentar la grosedad de aquellos-asientos, se ha trata-
do de otros medios, y algunos de los que pretenden dar
contento á los gobernadores, dicen que sería cosa im-
portante compeler á los indios diestros que están en
Potosí á que entren en las minas á sacar metales y no
se ocupen en otras granjerias ni resgates; y otros dicen
que los anaconas mineros se aplican á hacer chácaras
y sementeras con los españoles y á traer comidas para
resgatar en Potosí, y que por esta causa de haber tan-
1 Olla» agujereadas donde se pone el metal de plata mezclado con el combustible
y se ronde cuando el viento arrecia. Era invención antigua de los indios.
8
114
Relación
tos labradores, valen las comidas baratas; y si se com-
peliesen los dichos anaconas á que, dejadas las semen-
teras, volviesen á la labor de las minas, habría más
obreros y así más plata, y valdría la comida más cara,
y valiendo más cara de necesidad9 sacarían más plata
para comprallas. Y estas cosas y otras se han tratado
con grand eficacia en el consejo de los comisarios y to-
mado muchos pareceres; y todas son imaginaciones de
gente ociosa y que no entiende lo que dice: porque,
como está dicho, para el sacar de los metales no hay
falta de indios ni por eso se sacaría más, antes podría
ser que usando de tales medios injustos y dañosos á la
república, se sacase menos; y lo mejor es no tratar de
ninguno ni pensar en llevar más indios á Potosí, por-
que los que llevasen de nuevo, no habian de entrar en
las minas ni lo saben hacer, más que andarse por ahí
alquilando ó pasando trabajo y miseria como gente bo-
zal, y sin haber necesidad dellos, porque hay de ordi-
nario cuatro ó cinco mili anaconas mineros que su trato
es sacar metales y contratar con ellos, y éstos sacan
todo el metal que se puede sacar de las minas; y no
solamente se contrata en el dicho asiento con el metal
de Potosí y Porco, pero con otros muchos metales de
otras minas que ellos deben de saber en la comarca,
por lo cual se tiene por cierto que nunca faltará aque-
lla contratación.
113. Demás de las minas de Potosí, hay otras mu-
chas descubiertas y que se labran, como son las de Be-
ringuela y las de Guamanga. y las de los Conchucos,
en Guánuco y en Tarapacá y otras partes; en las cuales,
aunquel metal es más rico que el de Potosi, no se ha
por Femando de Santillan 115
hallado abundancia del y es cosa poca lo que de todas
estas minas se saca.
114. También hay minas de oro en muchas partes,
como es en Carabaya, en los Aimaraes, en Parinaco-
cha y en Zamora y otras partes, en las cuales es el tra-
bajo sin comparación de los indios mayor, porque los
temples dellos son muy perjudiciales y andan siempre
metidos en el agua lavando; y acaesce lavar un indio
todo un dia, y no sacar á la noche un tomin, y allí es
de ver la desventura y tratamiento que hace el minero
al que ha sacado poco. En Zamora, que es un poco
más grueso el trato del oro, es una tierra que no se
cria en ella cosa viva ni el temple lo sufre, sino que
mueren los que de otras partes allí vienen, y así lo ha-
cen los indios que allí suben, que pocos salen vivos, y
creo yo que aquellas minas darán cabo de toda aquella
provincia de la Zarza y de su comarca, y que en poco
tiempo no quede indio. Y pues las minas son buenas y
ricas y sufrirían meter costa en ellas, sería cosa justí-
sima que S. M. proveyese que se labrasen con negros,
antes que se acabasen los indios, que los dan gran prie-
sa sin tasa ni orden, sino con tanta disolución como la
que más ha habido en Indias.
115. Hay en aquel reino otra manera de granjeria
que es la peor de todas y más perjudicial á los indios,
que es la coca, la cual es una hierba á manera de cu-
macal, y úsanla los indios para traerla en la boca en
tanto que trabajan 6 caminan, 6 hacen otros oficios, y
este uso es más antiguo entrellos desde antes que los in-
gas señoreasen; tiénenla por cosa muy preciada y grand
mantenimiento y sustancial, porque dicen que tragan-
Ii6 Relación
dolano tienen ni hambre ni sed ni trabajo. Dábase esta
coca casi en todos los valles y llanos, y en muchas par-
tes de la sierra en quebradas muy hondas, donde, por
no bañar el aire la tierra, reverbera mucho el sol y es el
temple cálido y húmedo, que es lo que se requiere para
quella se crie; y la más cantidad della se da y coge en
las cordilleras de los Andes, entre unas y otras, donde
hay grand hondura y muchas corrientes de aguas, tierra
muy cálida é inhabitable, que nunca se crió gente en
ella. Allí hacía el inga las chácaras de coca, y para el
beneñcio dellas ponían mitimas z, que llaman cama-
yos 2, los cuales curaban y cogían la coca para el in-
ga y para algunos señores en poca cantidad, porque no
la alcanzaban todos los indios; y como era cosa precia-
da entrellos, con aquella imaginación, comenzaron á
darse á ella todos después que los españoles entraron
en la tierra; los cuales, como les sintieron aquella golo-
sina, todos tomaron por granjeria de tratar en ella y
vendérsela, y tomaron chácaras en los Andes, unos
de las de inga, y después” que se acabaron todos, pe-
dían á los cabildos pedazos de aquellos arcabucos 3 y
montañas, y han desmontado grand tierra y puéstola
de coca, lo cual ha costado y cuesta infinidad de vidas
de indios, porque en todo ha excedido y exceden sin te-
ner consideración á la conservación de los naturales sino
á su destruicion. En tiempo del inga eran muy pocas
las chácaras, y para el beneficio de aquellas, los mitimas
que ponian, eran de tierras calientes, porque la mudan-
i Mitimaes.
a Mejor cucacamayos 6 mayorales de coca.
3 Monte fragoso y bravo.
por Fernando de Santillan ity
za de temple no perjudicase á su salud. Los españoles
acrecentaron muchas más, y en el meter de los indios
no han tenido ninguna consideración, sino cada uno
de los de su repartimiento; y como estas provincias dé
los Andes á donde hay la coca están en comarca de
la ciudad de Cuzco y de la Paz y Charcas, donde es el
temple muy frió, y de allí los han sacado y sacan y lle-
van á los Andes á beneficiar la coca, de que han muerto
infinitos de la diferencia de temple, y otros de un mal
que les da que le dicen mal de los Andes, que es como
cáncer, que en dos dias no hay remedio, y otros de
hambre y trabajo; y ansí han sido aquellos Andes y es
sepoltura donde se ha consumido y consume la mayor
parte de aquella tierra. Hay allí dentro otra pestilencia
mayor que todas las dichas, que es la cobdicia desorde-
nada de los españoles y ninguna justicia, y si alguno
ponen allí con vara, siempre es más ladrón que todos los
otros. Los que allí tienen chácaras, si tienen reparti-
mientos, meten de sus indios, y desta manera hay mu-
chos que han consumido allí pueblos enteros que no ha
quedado ánima viva en ellos, que todos han muerto en
los Andes. Otros que no tienen repartimientos, alquilan
cuadrillas de indios para beneficiar, coger y encestar su
coca por tantos dias, que es una mita, y para aquel
tiempo llevan los indios sus comidillas, y hay muchos
que si cumplida la mita no les vienen los que han de
entrar en la otra, detienen los indios que están ya para
espirar del trabajo y calor de la tierra, y con detenellos
y habérseles acabado sus comidas, mueren los más.
También se aprovechan desto los que tienen á cargo
la coca de S. M. por comisión de los oficiales reales,
II8
Relación
que meten indios de los repartimientos que están en
cabeza de S. M., y después de haber hecho la mita que
les cabe, detiénenlos otra mita para que desmonten y
pongan chácaras para los dichos mayordomos, de que
mueren los más dé excesivo trabajo, hambre y temple
de la tierra. Y destos excesos pasan muchos en los di-
chos Andes, y para remedio dellos, algunos que han go-
bernado, trataban de quitar esta coca que no la haya,
porque averiguado bien, ella no es de ningund manteni-
miento, salvo que da un amargor en la boca con que la
hace estar húmeda sin que dé otra sustancia. Y por ver
el afición que los indios le tienen, y porque en esta
contratación consiste una de las mayores grosedades
de aquella tierra y es el medio por donde se saca la
plata de poder de los indios, y por eso no se han de-
terminado á quitarla ni sería acertado quitarse de gol-
pe en todo, á lo menos sería cosa muy justa y convi-
niente que se quitase ó no se consintiese labrar ni be-
neficiar más coca de aquellas chácaras que se labraban
y beneficiaban en tiempo del inga; y presupuesto que
no es de ningún mantenimiento para el efecto de la
contratación, tanto valdría aquella, como vale ahora
toda la que hay.
116. Otrosí es cosa muy necesaria que se provea
de un juez xpiano y fiel que resida en los dichos Andes
en los tiempos en que entran los indios al beneficio de
la coca, para que los tengan justicia y no consientan
los agravios y desafueros que allí se les hacen, y eje-
cuten las ordenanzas questán hechas sobre aquel trato
de la coca; y á éste se le diese salario competente, por-
que no habia de tener otro aprovechamiento; y sería
por Fernando de Santillan 119
acertado que de acá fuese proveído, porque es menes-
ter escoger la persona de tanta xpiandad y confianza
como para el más importante oficio de allá, y de ordi-
nario lo dan á uno para que se aproveche, teniendo
atención á la persona y no al oficio; y al tal juez se le’
den las tasas todas que hay de coca, para que ninguno
exceda dellas, ni permita que se hagan conmutaciones
de otros servicios ni tributos en el beneficio de la coca,
y que no consientan que ningund indio esté más de los
veinte y cuatro dias de la mita, y que conforme á lo
que viere que conviene, añada las ordenanzas que pa-
resciere necesarias, con autoridad del audiencia real, y
desta manera cesarían muchos daños y menoscabo de
indios que se causan en aquellos Andes, y tienen nece-
sidad, y muy grande, de remedio.
117. Acerca del dicho servicio de los indios hay
que remediar otra desorden muy grande; y es, que al
tiempo que se quitó el servicio personal por provisión
de S. M., como los encomenderos sintieron aquello tan
agrámente, por templar algo el descontento que tenian,
el audiencia usó de un medio que los dichos encomen-
deros pudiesen servirse de algunos indios para servicio
de sus casas, de leña y hierba y agua y carbón y otros
servicios, y por eso tasó entonces una cantidad tan baja,
que sólo paresce que sirve de tener nombre y color de
paga; y aún pretendieron ellos que esta paga la harían
en algunas cosas de las que se les mandaban dar en las
tasas, recompensándoles por los tales servicios, y esto,
ó porque ellos no las habian menester, ó porque sabían
que los indios no las tenian ni podian dar. Y este fué
el trance en que las cosas estaban cuando se levantó
120
Relación
Francisco Hernández. En efeto, por la dicha permisión
se entregaron en el servicio de sus indios y lo tomaron
tan copioso y largo, por gozar del barato, y se lo tienen
y gozan hasta hoy en gran exceso y daño de los natu-
rales. Y de este se sigue otro mayor, que algunos, como
tomaron tan largo el servicio, los indios que les sobran
del servicio de casa, habiéndolos tomado á titulo de ser
necesario para casa, los invian á los Andes á beneficiar
la coca, que es servicio más perjudicial, y por ello el
salario muy largo, y ellos no les dan sino el que les es-
taba tasado para servir en casa; y otros que no tienen
coca, soy informado que los dichos indios que ansí tie-
nen concertados para el servicio de casa, que es á seis
tomines cada semana, los ahorran y los alquilan á otros
que tienen coca á tres pesos cada semana. Y destas in-
troduciones, como las conciencias son largas, se hacen
muchas muy perjudiciales, y será cosa muy convinien-
te que S. M. mande y provea que cese el dicho servicio
personal disimulado, pues es ya tiempo de razón y jus-
ticia; que si quisieren indios alquilados que les traigan
leña y carbón y lo demás, se la compren, que ellos la
traen siempre á vender, ó los paguen á dos tomines de
jornal cada dia y sus comidas.
118. Otrosí, porque en los dias pasados se ha tra-
tado en aquel reino de la perpetuidad de los indios del
por los comisarios que S. M. invió á entender en ella,
y se ha tratado sobre si es cosa conviniente y prove-
chosa para aquella tierra 6 no, y por lo que de la cali-
dad del negocio he visto y entendido, me pareció dar á
V. S. noticia de lo que acerca dello yo he colegido
y me paresce que convendría al servicio de S. M. y
por Fernando de Santillan 121
para el bien de aquella tierra; y es, que la dicha perpe-
tuidad se concediese con las calidades y condiciones
que sean justas y razonables, y no sería dañosa á los
naturales, y S. M. sería servido con alguna cantidad
de que pudiese suplir algunas necesidades; y si se con-
cediese sin la dicha moderación, no sólo sería muy
perjudicial á la tierra, pero muy en deservicio y daño
de S. M. Las razones que para ello hay son muchas,
especialmente la necesidad que S. M. tiene de ser so-
corrido con alguna suma de pesos de oro con que aquel
reino le serviría, haciéndole la merced; y asimismo pa-
rece que los indios serían mejor tratados, haciéndose
por la orden que abajo se dirá, porque no tendrían los
encomenderos más entrada ni salida que recabar dellos
sus rentas, antes, por tenellas seguras, procurarían su
conservación; lo cual al presente es al contrarío, por-
que no hay ninguno que pretenda más que gozar de lo
presente y esquilmar lo que puede con que poderse ve-
nir á arraigarse y hacendarse en Castilla, pues saben
que se han de acabar las vidas que tienen y han de que-
dar sin ellas; y también se les quitaría la pretensión de
venirse á España y no se darían tanta prisa en llegar
dineros para ello con daño de los indios, y excusarse
hía de andar los repartimientos de unos amos en otros,
que es una cosa muy dañosa á los naturales conocer
amos nuevos, porque cada uno que entra quiere servirse
dellos como si nunca hubiesen servido á otro; y tam-
bién se les excusaría otro trabajo no pequeño, que es
estar en poder y administración de los oficiales de la
real hacienda, que es el peor tratamiento que de ningud
encomendero, porque ninguna cuenta tienen con bene-
diado el tributo sin ningu-
ra Tsnsinr j raí r:c: ncrc. arique sea cosa que en
y z-t l:-s otros encomen-
Y prr esta razón están dani-
x TITOS bir essad:? v están en cabe-
zi. ¿e 5. jl rae re rener: crien vuelva por ellos,
es rsrr L.rs cs¿l¿^5 nachas tierras para dar á
es STSETOJ-S. t r*x rrjtiir ¿r ¿las. se han ido y des-
-xo^arse rrrirrirs ¿i srs rosixes: y si tuvieran dueño
r»r se la cenaran. Y así. es justo
-i -ser t ras en Ir rasado les restituyan
nr*~*=r=r rroadr desjr-es del alzamiento
J rara iC: hiv también otras mu-
sor rrcnms.
s ,7t-nr.ñnf^ rx r.irrso; serian convenien-
jgL.e^ií: s¿ cence-üera. son: que pri-
rrjedi j se rop. li risira y rasa general de
■^TTs – se sssrrri 7 srrs ¿ rrfrrt: ordinario que los
—j^-c —* ^r rerrtrr^irrerri. y se empadronen los
•^-^ rarr^ruese rj-rrsr: srl: c-ecibe i cada pue-
r_/ – – ry.r rrcir. snsrrí rre ti ¿icio tributo sea
—- t ;a ir ¿ iicbr tributo v tasa sean
– — ^ ^ rrcrrs rre I: ÍSCÍT. de suerte que no
_ / -.^- ^ Trasvi t ¿adi li dicha orden en la
-^. —S£ ccccsíii li perpetuidad sola-
_T„ _ . ^cr.i -s srrraio A cada encomendé-
„ ^rrjerr:. t rus ie aquella renta sola-
___. . ^ – t iiscEndiertes. sin que ten-
-«
por Fernando de Santillan 123
y tributo situado, y por esta merced hágase á S. M. el
servicio que han ofrecido y puedan cómodamente ha-
cer; porque tratar de concederse con juridicion ni
con más señorío deste, es cosa dañosísima á los natu-
rales y que sería causa de su total destruicion, y dello
también resultaría mucho daño á S. M.
120. Las causas que hay para que la dicha perpe-
tuidad, en caso que S. M. haya de hacer merced de
concedella, siendo servido, sea con las calidades suso-
dichas y no con juridicion ni propiedad, son: la pri-
mera, porque como es cosa notoria á los que de aque-
llas partes tienen alguna noticia, la gente dellas es tan
subjeta y humilde y miserable, que aun con no tener de
presente los encomenderos sobrellos juridicion ni per-
petuidad, usan con ellos de grandes excesos y no tienen
atrevimiento de quejarse ni contradecirlo; y para que
de cient partes de lo que pasan manifiesten una, es me-
nester que sientan en los que gobiernan grand favor, y
que los religiosos que los dotrinan les animen para que
busquen algund remedio de las opresiones que reciben,
cuanto mas si entendiesen que eran vasallos perpetuos
y que su encomendero tenia sobrellos juridicion para
poder ejecutar las penas que quisiese, sería su temor y
encogimiento tanto, que muchos con desesperación mu-
riesen, como cada dia acaesce que se desesperan y se
matan, y otros de pusilanimidad se echan á morir y
mueren cuando se ven muy acosados y fatigados; y á
los encomenderos se daría más atrevimiento y soltura
para que en sus cobdicias se desenfrenasen é inventa-
sen nuevos géneros de opresiones para esquilmar y de-
sollar los indios, porque al presenta muchos se abstie-
124
Relación
nen dello más por temor que por falta de voluntad. Y
también si los encomenderos tuviesen señorío y pro-
piedad sobre los pueblos é indios con juridicion, sería
muy difícil de ejecutarse ni haber efeto cosa alguna de
las que santamente S. M. tiene proveídas y proveyere
adelante, para el descargo de su conciencia y buen tra-
tamiento y conservación de los naturales; pues aun con
no tener la dicha propiedad en los indios, sino una en-
comienda de prestado, se ha visto por experiencia la
dureza que acerca dello han mostrado y la dificultad
que con cada cosa de las susodichas se ha introducido
en aquella tierra, cuanto más si tuviesen pleno dominio
sobre los dichos repartimientos, que se deja bien en-
tender, especial á los que de aquella tierra tienen noti-
cia, lo que pasaría acerca de las cosas susodichas. Asi-
mismo sería grand daño que al patrimonio real de S. M.
vendría de la dicha enajenación, porque sería mucho
más el ínteres que S. M. perdería en ello que el servi-
cio que de presente le pudiesen hacer, demás del grand
inconviniente ques en tierra tan desviada de la persona
real, estar enajenadas las propiedades de los pueblos y
vasallos en personas particulares, por razón de la liber-
tad que con esta ocasión se tomarían, mediante lo cual
no se haría tanta justicia y razón como es justo que se
haga, y los que en nombre de S. M. gobernasen aque-
lla tierra, tendrían muy mayor trabajo en gobernalla y
tenella en paz y justicia, lo cual es cosa que requiere
consideración, por lo que de los negocios pasados se ha
entendido y entiende; los cuales inconvenientes, no sólo
militan y tienen fuerza de concederse la dicha perpe-
tuidad con juridicion en general, pero los mismos es-
por Fernando de Santillan 125
tan de concederse en particular, aunque sea sólo en los
repartimientos que están en cabeza de S. M., como sea
con juridicion, porque, al fin, es principio y camino por
donde todos querrán entrarse y pretenderán se les haga
la misma merced, y darán causas para que parezca jus-
to hacérselas.
121. Demás de seguirse los dichos inconvenientes,
hay otras muchas causas para que la perpetuidad no
se conceda con juridicion, las cuales, por ser tan noto-
rias y haberlas dado muchas personas, no se refieren.
De hacerse la dicha merced por la via arriba dicha,
ques, quedando en S. M. la propiedad, señorío y juri-
dicion de los repartimientos y pueblos, haga merced
sólo de la renta y situado que fuere servido sobre-
llos, se siguen las utilidades siguientes: lo primero,
que en aquella tierra hay muy pocas personas que ten-
gan posibilidad para comprar uno un repartimiento en-
tero, si es grueso, y tampoco no se sufria que dispo-
niendo S. M. de algunos de los repartimientos que
están en su cabeza, se diese á muchos, por el grand
daño que haria álos naturales; y disponiendo solamen-
te de la renta, cesaría este inconveniente y habría mu-
chos más compradores para cantidades pocas, cada
uno conforme á su posibilidad, y con esta facilidad se
aventajaría mucho en el precio. Asimismo, porque en
muchos repartimientos de los que hoy están encomen-
dados y de los que están en cabeza de S. M., hay dis-
posición de términos y tierras en los cuales en tiempos
venideros se podrían fundar pueblos despañoles, por-
que están muchos dellos despoblados de indios, y ven-
dría (sic) á ser señor de los tales pueblos que se fun-
126
Relaciofi
dasen los que hubiesen comprado los repartimientos
ó se hubiesen perpetuado en ellos, lo cual seria de
grand inconviniente en aquella tierra, para la quietud
della, que otro que S. M. tenga vasallos, mayormente
españoles, pues aun indios no conviene que otros los
tenga; y haciéndose la dicha merced con las dichas ca-
lidades, los encomenderos reciben tanto beneficio y más
que de concedérseles con juridicion; y muchos lo en-
tienden así, porque no pretenden sino dejará sus des-
cendientes renta con que se sustentar, y no vanidades
con que se pierdan, y á S. M. viene la utilidad que se
pretende, que es ser socorrido con alguna buena suma
para suplir sus necesidades, y se queda tan señor de
toda aquella tierra como de antes, sin quitar de su pa-
trimonio ningund señorío ni propiedad, ni disminuír-
sele renta ninguna; y lo que más importa, ques la faci-
lidad grande y aparejo que habrá, estando la propiedad
de toda aquella tierra en cabeza de S. M., para que en
ella se plante nuestra santa fe católica y con más co-
modidad sean los naturales dotrinados y enseñados en
ella, y los ministros puedan entender en ello con más
libertad; en lo cual todo habría grandísima resistencia
y dificultad, si se perpetuasen con juridicion, porque
aun con no la tener más de la encomienda, el dia de
hoy la hay, porque en no acudiendo el religioso ó
sacerdote que está en la dotrina al aprovechamiento
del encomendero, y no disimulando los excesos que
hace con sus indios ó no le ayudando á ello, luego pro-
cura echalle del repartimiento, y los echan por su pro-
pia autoridad los más.
122. Otrosí, también se ha tratado, acerca de la di-
por Fernando de Santillan 127
cha perpetuidad, de que los caciques y señores que hay
entre los dichos indios sirviesen á S. M. en alguna su-
ma, porque no se enajenasen de la corona real; y en
este negocio han tratado en aquel reino algunos religio-
sos en particular, y creo se ha informado á S. M. acer-
ca de ello; y la sustancia que tiene el dicho negocio es
ninguna, porque, como arriba está dicho, una de las
grandes cargas y vejaciones que los naturales de aque-
llas provincias padescen, es de mano de sus caciques, y
conviene mucho para la conservación dellos que en
ninguna cosa se dé entrada ni abra puerta á los dichos
caciques, con cuyo color aumenten los servicios y ex-
cesos que á los indios hacen; porque, aun con no haber
cosa ninguna hecha ni concluida en ello, con color de
ciertas juntas de caciques que hizo Fr. Domingo de
Santo Tomás, para trastornar ellos el dicho negocio, co-
menzaban ya á imponer á sus indios nuevos tributos y
servicios,.diciendo ser para esta contribución, porque
no se concedía la perpetuidad á los españoles, y que
era para que no quedasen esclavos; y muchos se que-
jaban de que aun el tributo que de presente pagan es
con grand trabajo y vejación, que cómo podrían pagar
otro tanto que les echaban para la perpetuidad. Y pues-
to caso que hay caciques grandes señores que tienen
gruesos caudales de haciendas, oro y plata, y otros que
lo podrían fácilmente haber de guacas y enterramien-
tos quellos saben, es gente de tan poca virtud, que
ninguna cosa pondrían de su casa para este efecto ni
otro ninguno, aunque más útil les sea, y todo lo han
de cargar sobre los pobres indios, y en el repartir y co-
brarlo ha de cabelles siempre algo á ellos de lo que pa-
128
Relación
gan los indios. Y así, en cuanto á este artículo de lo que
de los indios se podría haber por la dicha perpetuidad,
ningund fruto ni efecto tiene, ni ellos tienen posibili-
dad para podérseles aumentar ningund tributo ni can-
tidad sobre lo que hoy pagan, si no fuese disminuyén-
doseles la cantidad que se les echase de aquello que
por las tasas tributan. Y aunque los que en esto han
tratado tienen buen celo y procuran el bien de los di-
chos naturales, no paresce que de lo que pretenden en
este caso les resultaría ninguno, sino antes daño.
por Fernando de Santillan 129
TABLA
DE LAS COSAS QUE CONTIENE ESTA RELACIÓN.
Memoria de las cosas antiguas que se sabe por cantares y
por quipos.—Núm. 1.
Origen de los ingas y población de la ciudad del Cuzco.—
Núm. 2.
Ingas señores del Perú, cuántos fueron.—Núm. 3.
Señorío que antiguamente tenian los curacas.—Núme-
ro 4.
El primero inga sugetó hasta Pisco y Lucanas.—Nú-
mero 5.
Topa Inga conquistó hasta los Chachapoyas y la provincia
de Chile.—Núm. 6.
Guayna Cápac conquistó hasta Quito, y allí murió.—Nú-
mero 7.
El modo que tuvieron los ingas en conquistar.—Nú-
mero 8.
División que hizo el inga de la tierra en cuatro partidos, y
modo de gobernar y despachar los negocios.—Núm. 9.
Oficio de Tocoyrico (sic) y su juridicion.—Núm. 10.
División de las provincias en pachacas y guarangas y
hunos.—Núm. eodem.
División de las edades y de qué edad se hacian tributa-
rios.—Núms. 11 y 49.
Las penas eran arbitrarias.—Núm. 12.
Visitadores del inga para diversas cosas.—Núms. 14 y 15.
9
13°
Relación
Pena del que daba ó rescibia soborno.—Núm. eodem.
Repartimiento de ganado.—Núm. 16.
La forma del casamiento de los indios.—Núm. 17.
Sucesión de los ingas en el señorío universal.—Núm. 18.
Sucesión de los caciques y señores particulares.—Núme-
ros 19, 20 y 23.
La orden en la subcesion de los bienes.—Núm. 21.
Pleitos entre indios, cómo se trataban.—Núm. 22.
La forma que habia en probar los delitos.—Núm. 25.
La adoración que tenian los indios y qué sacrificios ha-
cian.—Núms. 26 y 27.
£1 origen y adoración de las huacas.—Núm. 28.
Adoración de los cuerpos muertos.—Núm. 29.
Fiesta solene de los ingas.—Núm. 30.
Ayuno de los indios.—Núm. 31.
Lo que creían acerca de la resurrección de los muertos.—
Núm. 32.
Lo que usaban en lo de la confision.—Núm. 33.
Qué cosas aplicaba para sí el inga en lo que conquista-
ba.—Núm. 34.
Casas de encerramiento de mujeres del inga y’del sol.
—Núm. eodem.
Casamientos de indias encerradas, cómo se hacían.—Nú-
mero 35.
Tributo de anaconas al inga. —Núm. 36.
Hijos de señores que estaban con el inga.—Núm. 37.
Servicio de calinos, tambos y chasquis.—Núm. 38.
Depósitos del inga.—Núm. 39.
De qué cosas tributaban a”, inga.—Núm. 40 y 51.
Pónie ponían los tnixitrs que daban al* inga.—Núme-
ros 40, 46 y 51.
Los indios que daban ai inga para las guerras y para las
minas.—Núm. 42.
En qué se gastaban los tributos del inga.—Núm. 44.
por Fernando de Santillan 131
Tributos y servicios del inga no se pueden reducir á pe-
sos de oro.—Núm. 47.
Los servicios que hacian á los curacas.—Núm. 48.
Cuáles habia exemptos de tributo.—Núm. 50.
En qué tiempos pagaban el tributo.—Núm. 51.
Qué orden habia en repartir el tributo.—Núm. 52.
Cómo se reparten los tributos al presente.—Núm. 53.
Las tierras del inga y sol, cuyas eran antes.—Núm. 54.
Las tierras y ganados que se aplicaban al inga, si era con
voluntad de los dueños ó no.—Núm. 55.
Con qué medios conquistó el inga.—Núm. eodem y 56.
Tributos al inga se pagaban por cabezas y no por respeto
de tierras.—Núm. eodem y 52.
Si los caciques llevan ahora más ó menos á los indios que
en tiempo del inga.—Núm. 57.
Cómo se reparten la plata para el tributo, y de qué la
han.—Núm. eodem.
El agravio que reciben los indios en el repartimiento del
tributo.—Núm. eodem.
Qué juridicion tenian los caciques, y la que tienen aho-
ra.—Núm. 58.
El provecho que trae el señorío de los caciques.—Núme-
ro 59.
El saco de la tierra y tributos que impusieron los españo-
les á los indios.—Núm. 60.
La orden que se tuvo en las visitas primeras.—Núm. 61.
La orden que se tuvo en las tasas y retasas y con qué con-
sideración se hicieron.—Núm. 62.
La consideración para mandarles tributar plata.—Núm. 63.
Con qué autoridad se hicieron las retasas.—Núm. 64.
Cuál es mas tributo, el que daban á inga ó el presente, y
las razones.—Núms. 65 á 74.
Si pagado el tributo quedan relevados los indios ó no.—
Núm. 77.
132
Relación
Posibilidad de los curacas.—Núm. 78.
En qué cosas es bien que tributen los indios.—Núm. 80.
Si será el tributo por cabezas 6 por pueblos.—Núm. 81.
Tributadores, de qué edad serán.—Núm. eodem.
Que se reduzgan las provincias á pachacas y guarangas.—
Núm. eoden.
Que los indios [no] muden de unos pueblos á otros.—
Núm. 82.
Que no se hagan yanaconas.—Núm. 83.
Que se retasen los caciques.—Núm. 84.
Visitadores, que se’nombren por el Consejo.—Núm. 85.
La cantidad que se echará de tributo á un tributario.—
Núm. 87.
En qué parte se echará tributo en plata.—Núm. 88.
Que no se les imponga más que un tributo para todo.—
Núm. 89.
Qué cantidad se aplicará de tributo á S. M. para la do-
trina.—Núm. 90.
La orden que habrá en la cobranza y división el tributo.
—Núm. 91.
Visitas del marques de Cañete.—Núm. 92.
Tributo sea igual á todos.—Núm. 93.
Esemptos de tributo quién serán.—Núm. 94.
Quién cobrará los tributos.—Núm. 95.
Servicios personales son más agora que en tiempo de in-
ga.—Núm. 97.
Si demás de tributo pagarán para dotrina y culto divino.
—Núm. ioi.
Si darán algo en recompensa de las ofrendas y sacrificios.
—Núm. 102.
Si pagarán diezmos los indios.—Núm. 103.•
Qué costumbre es la de los indios en llegar bienes.—Nú-
mero 104.
Que se reduzgan á pueblos.—Núm. 105.
por Femando de Santillan 133
El jornal que se debria dar á los indios.—Núm. 106.
Qué orden se ha tenido en las encomiendas de los indios.
—Núm. 107.
El uso de las cargas, si es antiguo y qué inconvenientes
tiene.—Núm. 108.
Que se remedie el servicio de los tambos.—Núm. 109.
Si conviene echar más indios á las minas.—Núm. 110.
Que se cateen y busquen minas.—Núm. 111.
Si se compelerán los indios que residen en Potosí á tra-
bajar en las minas.—Núm. 112.
Qué minas hay en el Perú, de plata.—Núm. 113.
Qué minas hay de oro y cómo se labran.—Núm. 114.
Qué provecho es el de la coca y cómo se beneficia.—Nú-
mero 115.
Que se provea juez para lo Andes.—Núm. 116.
Que se quite el servicio disimulado del Cuzco, etc.—Nú-
mero 117.
Si la perpetuidad es provechosa y las razones que hay para
ello.—Núm. 118.
Con qué calidades se debe conceder la perpetuidad.—Nú-
mero 119.
Qué daño se sigue á S. M. de conceder la perpetuidad con
juridicion.—Núm. 120.
Qué utilidad se sigue á S. M. de concederla sólo cuanto á
la renta, sin juridicion.—Núm. 121.
Qué servicio podrán hacer los indios á S. M. porque no se
conceda la perpetuidad á los encomenderos.—Nú-
mero 122.
RELACIÓN
DE LAS COSTUMBRES ANTIGUAS
DE LOS
NATURALES DEL PIRÚ
ANÓNIMA
DE LAS COSTUMBRES ANTIGUAS
DE LOS NATURALES DEL PIRÚ.
^[ Cerca de la Religioti.
C REYERON y dijeron que el mundo, cielo y tierra,
y sol y luna, fueron criados por otro mayor que
ellos: á este llamaron Illa Tecce *, que quiere de-
cir Luz eterna. Los modernos añidieron otro nombre,
ques Viracoha, que significa Dios inmenso de Pirua,
esto es, á quien Pirua, el primer poblador destas pro-
vincias, adoró, y de quien toda la tierra é imperio tomó
nombre de Pirua, que los españoles corruptamente di-
cen Perú ó Pirú.
Encajóles el Demonio, que este Dios inmenso y ver-
dadero tenia comunicada su divinidad y potencia á di-
versas criaturas, para que cada una obrase según el ofi-
cio ó virtud que tenia. Y que estos eran dioses compa-
ñeros y consejeros del gran Dios, y principalmente es-
taban en los cielos, como son el sol, luna y estrellas y
planetas.
Por donde estuvieron los del Pirú gran suma de años
sin Ídolos, sin estatuas, sin imagines, porque solamen-
i Illa es lo mismo que El, hebreo; Ela, uro; Theos, griego; Deus, latino.-—Taxi
eb lo mismo que principimm rerum sin* principio.—Esta nota, como todas la* demos,
son del autor. Sx se nos ocurriese alguna observación ó tuviésemos que hacer alguna
advertencia, la pondremos en letra cursivo.
Relación
te adoraban las luminarias del cielo y las estrellas 1.
El sol dijeron que era hijo del gran Illa Tcccef y que
la luz corporal que tenia, era la parte de lk divinidad
que Illa Tecce le habia comunicado, para que rigiese y
gobernase los dias, los tiempos, los años y veranos, y á
los reyes y reinos y señores y otras cosas. La luna, que
era hermana y mujer del sol. y que le habia dado Illa
Tecce parte de su divinidad, y hachóla señora de la mar
y de los vientos, de las reinas y princesas, y del parto
de las mujeres y reina del cielo2.
A la luna llamaban Coya, ques reyna.
A la aurora, que era diosa de las doncellas y de las
princesas y autora de las flores del campo, y señora de
la madrugada y de los crepúsculos y celajes; y que ella
echaba el rocío á la tierra cuando sacudía sus cabellos,
y así la llamaban Chasca.
A Júpiter llamaron Pirua, diciendo, lo primero, que á
este planeta habia mandado el gran Illa Tccce fuese guar-
dador y señor del imperio y provincias del Pirú y de su
república y de sus tierras; y por esto sacrificaban á es-
te planeta todas las primicias de sus cosechas y todo
aquello que parecía más notable y más señalado por
naturaleza, como en la mazorca ó grano de maíz, ó en
otras mieses y frutos de árboles. A este dios encomen-
daban sus trojes, sus tesoros, sus almacenes y por eso
las mazorcas más señaladas ó que eran primicias, y
los almacenes que tenian dentro de sus casas para guar-
*i Autores: Polo, en la Averiguación; Juan de Oliva, en sus Annafcs, al principio:
Fray Melchior Hernández, en sus Anotaciones, verbo l’ocapu; los quipos de Yutu
inga, los de Huallpa inga, y la común tradición.
2 Aut.: los mismos, y Fr. Melchior, en el verlo Funchtw, y el licenciado Faldón
en su Apología pro lndis% y diversos quipos.
Anónima
139
dar sus tesoros y ropa, sus vajillas y armas, llamaban
Pirita1. Dijeron, lo segundo, que aquel gran Pirua Pá-
caric Manco Inca, primer poblador de estas tierras, cuan-
do murió, fué llevado al cielo á la casa y lugar deste
dios llamado Pirua, y que allí fué aposentado y regala-
do por el tal Dios2.
A Marte—Aucayoc—dijeron que le habían encargado
las cosas de la guerra y soldados. A Mercurio—Catu
illa—las de los mercaderes y caminantes y mensaje-
ros. A Saturno—Haiicha—las pestes y mortandades y
hambres, y los rayos y truenos; y decían que éste estaba
con una porra y con sus arcos y flechas, para herir y
castigar á los hombres por sus maldades.
A otras estrellas, como diversos signos del Zodiaco,
daban diversos oficios, para que criasen, guardasen y
sustentasen, unos el ganado ovejuno, otros á los leo-
nes, otros á las serpientes, otros las plantas, y así las
demás cosas.
Después dieron algunas naciones en decir que en * 3
cada uno de estos dioses ó estrellas habia las ideas y
modelos de aquellas cosas que tenían por cuidado y
oficio; y así decían que tal estrella tenía figura de
cordero, porque era su oficio guardar y conservar las
ovejas; tal estrella figura de león; tal estrella figura de
serpiente. Y que convenia que acá en la tierra se hi-
1 Todos los quipos y memoriales del Cuzco y de las demás provincias y el coman
uso que todos ven agora en el lenguaje.
2 Los quipos de Vacari tampu antiguos. Fr. Melchior Hernández en la Inter-
pretación de las oraciones antiguas, y en sus Anotaciones, verbo Pirua y Viracocha.
3 Donde está el asterisco, hay en el texto una llamada á esta enmienda anotada al
margen izquierdo: el gran dios Illa Tecce habia ciertas ideas de todas las cosas pre-
sentes y venideras, y que para el buen gobierno del mundo repartió k cada uno»
140
Relación
ciesen estatuas ó imagines de aquellas ideas ó cosas,
según el oficio que tenia cada uno. Y por esta vía co-
menzaron los ídolos de piedra, de madera, de oro, pla-
ta, etc., que decían ellos representar á los dioses que
estaban en el cielo; aunque después dijeron que tam-
bién aquellos eran las mismas ideas1.
También dijeron que el gran Illa Tecce Viracocha tenia
criados invisibles, porque al Invisible le habian de ser-
vir invisibles. Dijeron que estos criados fueron hechos
de nada por la mano del gran Dios Illa Tccce, y que
dellos unos permanecieron en el servicio suyo, y á és-
tos llamaron Huaminca, soldados y criados leales y
constantes—ángel bueno, miles caleslis —Hay huaypan-
ti, hermosos, resplandecientes. Otros prevaricaron y se
hicieron traidores enemigos, y á éstos llamaron ^’upay,
que propiamente significa adversario maligno. Por ma-
nera que á los Huamincas adoraron como á dioses, y”
aun hicieron estatuas é ídolos dellos. Mas al enemigo,
tomado debajo deste nombre, (,’upay, ó que entendie-
sen ellos que era t;upay, nunca lo adoraron. Y por eso
inventó el Demonio otros modos diversos en que pudie-
se ser adorado desta gentilidad *. Los ídolos fueron lla-
mados Villcas y no Hmcas.
i Aut.: Polo en sus Relaciones, sub médium, y los demás arriba citados; y Don
Luis Inga, en su Relación.
1 Ealo ea contra Fr. Domingo de Santo Tomas. Autores: Juan de Oliva, ■Un-
pra; Fr, Agualin Koman, agustino, en la República indiana, lib…..cap…… Fran-
cisco Yutu, Juan Guallpa, ingas, y D, Sebastian, 6encr de Guarochiri] Diego Roca,
m:.i. Fr, Melchior Hernandei, verbo Huamtuca.—La cita re/eriale d la •KepiMii*
indiana. esUÍ mal hecha; porque, en primer lugar, tu auler no te llamaba Agustín,
tino Jerónimo; y en segundo, en et cap. it! del libro 1, que et el único que Irata de las
divinidades pt’uanat, no dice una palabra de los huamincas ó Angeles buenos. Por nía
ratón dejamos los números del libro y del capitulo en blanco, como te hallan en el
nrigtnal. Quisa nurttro anónimo hito la cita por referencia ó de memoria.
Anónima
Sacrificios.
Los sacrificios fueron comunmente del ganado que
ellos tenían doméstico, llamado Huacayhua, llama, urcu,
huanaco, paco% que los españoles dicen carneros ó ove-
jas de la tierra. También sacrificaban perros, 6 negros
ó blancos. Leones y serpientes podian matar en servi-
cio del dios de la guerra, para sacrificalles el corazón
ó cabeza. Anta 1 es un animal semejante á una vaca
montesina sin cuernos, y á ésta también sacrificaban al
dios de los animales.
Mieses, raíces, hierbas medicinales, en especial las
dos que llaman cocaysayre sacrificaban;—sayre es la que
por otro nombre dicen tabaco;—plumas de aves, conchas
de la mar, ó granos hechos destas conchas, llamadas
molió; ropa de lana, oro, plata, metal, madera olorosa,
aunque esta madera olorosa no se hacia por vía de sa-
crificio, sino para que sirviese de leña para quemar todo
lo dicho; sino que era superstición en que la leña fuese
olorosa, como lo era también en escoger las cabezas de
ganado que fuesen de tal edad y de tal color, y no de
otra manera.
También sacrificaba unos animalejos que llaman
cuy 2, y diversos pájaros y otras aves para diversas ne-
cesidades 3. En el modo de matar las reses 6 aves, guar-
daban la misma orden que cuentan los poetas Homero
y Virgilio y otros haber guardado los gentiles griegos
i Tapirus amerUanus.
2 Conejillo de indias, •Cavia porteUus.»
3 Polo coo los demás.
142
Relación
y romanos, y no el que Polo fingió de su coniectura,
de que los piruanos guardaban en esto la ceremo-
nia de los moros, los cuales nunca pasaron á estas
tierras ni pudieron enseñar á los piruanos su alquible
ni rito ninguno de su Alcorán. El mismo engaño fué
decir que los naturales del Pirú se hartaban y zahora-
ban, á usanza de los moros, al salir de la estrella, pues
lo contrario es lo que pasaba. Y por la estrella no se
entiende la de la noche, sino la de la mañana, que es el
lucero llamado Chasca, y ayunaban desde el dia antes
hasta que aquella estrella no parecía con la presencia
del sol; y entonces comían su comida ordinaria, no
carne de perros, como Polo quiere significar, sino de
venados y pájaros y corderos. Y nunca hubo entre ellos
ceremonia ni rito de zahorarse, sino es que todas las
cosas de los gentiles romanos las queremos aplicar á los
moros y nombrarlas con sus nombres dellos, como lo
hace el mismo Polo1.
Que no hubo sacrificios de hombres ni de niños entre los
piruanos 2.
Pero el mayor borrón ó (si se ha de decir) falso tes-
timonio que Polo dijo de los piruanos, fué, que ellos
usaron sacrificar hombres adultos y niños para diversas
i El licenciado Falcon, en la Apología pro indis que presentó al presidente Lope
Garda de Castro contra Polo y León, y otros papeles de algunos soldados malicio-
sos. Fr. Melchior Hernández, exprofeso, en el verbo Arpai et Nacai. luán de Oli-
va, como testigo de vista, y fué délos primeros conquistadores; Fr. Marcos Jofre,
franciscano, que fué dos veces provincial en el Pirü, en su Itinerario, tit. De modo
sacrificandi indorum. Los quipos del Cuzco, de Cassamarca, de Quito, de Huaman—
chuco, y la común [opinión]; y particularmente Don Luis Inga, en las Advertencias
que escribió de su mano en su lengua.
2 Autores son todos los ya dichos, pero en particular Francisco de Chaves, xere-
zano, que fué grande amigo de Tito Atauchi, hermano del rey Atahuallpa; el cual
Anónima
143
necesidades; y como Polo hizo la averiguación1 en el
Cuzco, siendo juez el año de 1554, cuando ni aun la
lengua apenas se sabia, y no habia intérpretes, ni ha-
bia lugar para saber de raíz las antiguallas2, no pudo de-
jar de escribir muchas cosas al revés de lo que ello pa-
saba y de como los indios lo entendían; porque lo cier-
to y averiguado es, que lo más que escribió, fué por vía
de coniecturas, á manera de comentarios, porque sobre
una palabra que el indio decia, anadia él ciento, como
interpretando y declarando aquella palabra; y desto
hay ya evidencia tan clara en muchas instancias, que
apenas se puede leer en sus papeles cosa que no vaya
llena destas sus coniecturas. Mas como era juez y doc-
to, y escribió el primero sobre ello, háse dejado llevar
tanto de otros doctos 3, que sin examinar cosa de las que
no sólo se informó de mili cosas, pero vio con sus ojos esto que aquí se dice, y hizo
una relación copiosa y la dejó en poder de su amigo y deudo Don Luis Vajera, y este
se la dio á Diego de Olivares, de quien tomaron Juan de Oliva, que también fué tes-
tigo de vista, y el licenciado Alvarez, vecino de Huanuco, en su libro De Titulis re-
gm piruani, en el capitulo De sacrificiis; fuera de que él se informó de los indios de su
encomienda. También es contra Polo Fr. Marcos Jofre, en su Itinerario, y cita alli
k Francisco de Chaves y k Juan de Oliva y k Fr. Mateo de los Angeles, franciscano,
que escribió De ritibus indorum, y murió como un santo en Castamarca. ítem el li-
cenciado Falcon, en la Apología pro indis, en el capitulo De praHoribus; y dice que
no ha habido entre los gentiles reyes más benignos y clementes que los ingas. Fray
Melchior Hernández, de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, en sus Anota*
ciones, verbo Harpai, Huaspai, Huahua. Don Luis y Don Francisco Yutu, Juan
Huallpa, Diego Roca, Don Sebastian Nina Villca, Señor de Guarochiri, Don Juan
Collquc, Señor de los (¿u iliacas, en los Quipos y Memoriales. Todos los quipos de
Pachacama, Chincha, Contisuyo, Collasuyo y del Cuzco convienen, y dellos se han
sacado estas razones.
1 Hizo Polo esta averiguación recien llegado al reino el marqués de Cañete, el
viejo, cuando todos los viejos y historiadores indios se habian ido al monte, por cau-
sa de la guerra de Francisco Hernández Girón, que el año de 1353 pasó.
2 Estas son apreciaciones gratuitas del autor; ahí está Ciexa de León para des-
mentirlo con la *Varte segunda» de su •Crónica del Perú,* escrita en 1530.
3 Debe decir sin duda: *hánsc dejado llevar tanto del otros doctos.»
144
Relación
escribió, las trasladan en sus libros. Y por el mismo
engaño se dejó llevar el que hizo el compendio de Po-
lo, diciendo, que en la coronación de los reyes se sa-
crificaban doscientos niños, como lo refiere en el libri-
llo de los ritos de los indios: (De riübus indorum, in 2. p.
c. 9. n. 3.)1
La razón del engaño se prueba, lo primero, porque
habia ley antiquísima del reino y de los reyes que pro-
hibía sacrificar hombres ó sangre humana, por ser cosa
cruelísima y de caribes; y esta ley se guardó tan pun-
tualmente, que no se sabe que en algún tiempo haya
osado, no digo señores, sino el mismo inga á quebran-
tarla; porque es tradición que lo mandó aquel gran Pi-
rita, primer poblador de la tierra2.
Lo segundo, porque cada y cuando que conquistaban
los ingas algunas provincias de los Andes de gente que
comiese carne humana, lo primero que les mandaban,
so pena de la vida, era que no la comiesen ni menos
sacrificasen hombres ó niños; y si la tal gente tenía ley
dello, luego se la revocaba, mandando que no usasen
della. Pues claro está que si el inga permitiera en el
Perú sacrificar hombres, que también pasara por ello en
los Andes. Por donde vemos todos que los caribes que
fueron conquistados por Topa Inca Yupatiqui en los
Quixos, Motirones, Moiopampas, Rupa-rupa, Villca-
1 Nota que Polo lo revolvió todo; que lo que era de los Andes lo aplicó a los in-
gas, y al revés; porque entonces no tuvo rñ?s luz de las antigüedades del Piró sino
las que se le dijeron en confuso; que él no vio nada de esto, pues vino ya muy tarde
al reino.—No es cierto: Polo de Onde gardo vivía ya en Lima con gran reputación de
letrado antes del año de 1544; y él escribió sus •Relaciones» y otros tratados de anti-
güedades desde los años de 1550 á los de 1575.
2 Los quipos del Cuzco, de Cassamarca, de Tarama, de Quito y de otras pro-
vincias.
Anónima
145
bamba y otros, son quitados dése vicio; y cuando vi-
nieron los españoles, hallaron á éstos puestos en esta
humanidad, como quiera que antes de ser conquistados
hobiesen comido carne humana.
Lo tercero, porque los ingas se preciaron siempre de
ser clementes, y el dia de su coronación mandaban sol-
tar todos los presos, etiam los que merecían muerte por
sus delitos; ¿cómo se sigue que permitiesen que tantos
niños muriesen, pues daban y concedían la vida á tan-
tos salteadores; pues aquello fuera grande crueldad y
contra sus mismas leyes, y matar salteadores era jus-
ticia?
Lo cuarto, porque sus leyes establecían mayor pena
para el que matase ó sacrificase un niño que un hombre
adulto; luego falso es decir que los piruanos quebran-
taban sus leyes tan fácilmente, guardando como guar-
daban puntualmente entre (sic) otras de menos impor-
tancia y de menos pena, como el mismo Polo lo confiesa
y encarece mucho.
Lo quinto, porque aun en tiempo de triunfos, cuando
entraban los triunfadores en el Cuzco y llevaban con-
sigo los prisioneros capitanes y soldados, no moría nin-
guno dellos ni por vía de justicia ni por via de sacrifi-
cio, con haber en contrario ley que mandaba que mu-
riesen como traidores y enemigos, como también la
tenían los romanos para sus triunfos y la ejecutaban en
medio de sus fiestas ‘; sino que, en lugar de los hom-
bres prisioneros que habían de morir, se daban tantas
cabezas de ganado para que se sacrificasen, y á éstas
j El P. Montoya, de la Compañía de Je&u«, en sus Annotaciones de la lengua.
JO
146
Relación
llamaban runa, esto es, carnero que muere por el hom-
bre. Y la verdad desta historia é interpretación no la
entendió Polo. Luego á fortiori queda, que en tiempo de
la coronación de los ingas reyes, que era mayor fiesta y
de mayor clemencia, habia de cesar todo derramamiento
de sangre humana, como en efecto cesaba. A lo que
dice que en la coronación del inga Huayna Cdpac murie-
ron doscientos niños, y á su entierro mili adultos, con-
cedo que fueron sacrificados doscientos huahuas y mili
yuyac, ó, como otros dicen, runa; mas estos huahuas no
se entienden niños hijos de hombres, sino corderitos,
que también se llaman niños en aquella lengua; y al
mismo modo, yuyac, se entienden animales ya crecidos
adultos, que en lugar de hombres se sacrificaban1.
T[ Templos y lugares sagrados.
Dos maneras tenían de templos, unos naturales y
otros artificiales2. Los naturales eran cielos, elemen-
tos, mar, tierra, montes, quebradas, ríos caudalosos.
fuentes ó manantiales, lagos ó lagunas hondas, cue-
vas, peñas vivas tajadas, cumbreras de montes; todas
las cuales cosas fueron por ellos reverenciadas, no por
z El Vocabulario de la lengua impreso en Lima [en 1586], verbo Huahua.—Esto
no obstante y que también los diccionarios modernos de la lengua quichua atribuyen á
la palabra huahua la misma significación que el anónimo autor de esta relación, es lo
cierto, que indios incas principales, en las informaciones que sobre sus antiguos ritos
hizo el virey D. Francisco de Toledo en el valle de Yucay y en el Cuto el año de 1571,
declaraban *que ellos mismos dieron los niños (humanos) para hacer el dicho sacrifi-
cio* y obtener con él * salud y buenos maizales y buen suceso en todo»; y se referían al
tiempo de Huaina Cúpac.
2 Los quipos ya dichos.
Anónima
H7
entender que allí habia alguna divinidad ó virtud del
cielo, 6 que fuese cosa viva, sino porque creían que el
gran Dios Illa Tccce habia criado y puesto allí aquella
tal cosa y señaládola con cosa particular y singular,
fuera de lo que comunmente tienen los otros lugares
de aquel género, para que sirviese de lugar sagrado y
como sanctuario donde él y los otros dioses fuesen
adorados; lo cual se vé por las oraciones que hacian
cuando se arrodillaban ó postraban ó estaban parados
en el tal lugar, pues no hablaban con el monte, fuente
ó rio, 6 cueva, sino con el gran Illa Tccce Viracocha,
que decían estar en el cielo y en aquel lugar invisible-
mente. Y este modo fué muy ordinario en los pirua-
nos. Y estos lugares naturales se llamaron en su len-
gua dellos diferentemente, como las cumbreras apachi-
tas, las cuevas httaca, los montes orcos, las fuentes
pucyu, los cielos huahua pacha. Y no reverenciaron to-
dos los montes y cerros, todas las fuentes y rios, sino
sólo aquellos en que habia alguna singularidad digna
de particular consideración, teniéndolos por lugares
sagrados. Y los modernos añidieron que los dioses
menores, cuando enviados del gran Dios venían á la
tierra, reposaban en los tales lugares, y los dejaban
como consagrados. Y sin duda se apareció el Demonio
á algunos de los gentiles en semejantes lugares en
figura de algún dios que ellos imaginaban, como de
Pirua, Júpiter, de Haucha, Saturno, etc., para que le re-
verenciasen en los tales lugares cuando por allí pasa-
sen, que él los favorecería y oiria, aunque no estuviese
presente. Deste género de templos naturales usaron
los piruanos mucho tiempo sin hacer edificio ninguno,
148
Relación
y cuando mucho, hacian en los tales lugares un altar
de piedra, que llamaban osno, para sus sacrificios.
Andando el tiempo, comenzaron á edificar templos
bajos en lugares altos, y poco á poco se vinieron á los
pueblos y ciudades, donde los edificaron con la sump-
tuosidad que muestran las reliquias y ruinas que que-
dan y todos hemos visto.
Sus templos eran siempre de una nave, capaces, y su
modo de capilla mayor, y en la pared hacian los alta-
res de piedra para poner el ídolo de oro 6 de plata, y
conforme era el ídolo, tal ornato tenia el templo y altar.
El templo del gran Illa Tecce Viracocha que está en el
Cuzco y agora es la iglesia catedral, dedicada á Nues-
tra Señora, no tenia más de un altar en el mismo lugar
donde agora está el altar mayor; y en aquel altar ha-
bia un ídolo de piedra mármol de la estatua de un
hombre, y los cabellos, rostro y ropaje y calzado al
mismo modo como pintan á Sant Bartolomé apóstol.
Este ídolo fué después hecho pedazos en los Canchis
(á donde los gentiles lo habían escondido) por un espa-
ñol visitador y corregidor de aquel distrito. El altar
era de la misma piedra labrado, y el templo entapizado
de paramentos de lana muy fina. Dentro del altar se
ofrecían cosas olorosas y mieses, y en el atrio, que es
como gradas, aunque más ancho, quemaban los sacri-
ficios.
El templo del sol, que agora es la iglesia de Sancto
Domingo, habia otro altar, y en el hueco de la pared
un ídolo de oro pintado como sol con sus rayos, por lo
cual el altar y las paredes estaban cubiertas de chapas
de oro, y aun el betún del edificio es de oro derritido.
Anónima
149
Aquí habia fuego que llamaban eterno, al modo de los
romanos, porque habia de estar encendido de noche y
de dia perpetuamente: deste fuego tenían cuidado las
vírgenes, que eran como vestales.
El templo del planeta llamado Pirua estaba todo
adornado de flores, de mieses, de luces y manera de
lámparas, porque el ídolo hecho en su memoria, tenia
siempre en la mano ramilletes nuevos ó manojos de
mieses. El templo del signo Scorpion era bajo, con un
ídolo de metal hecho en figura de serpiente ó dragón, con
un escorpión á la boca, y apenas entraba en él nadie si
no son los hechiceros. Tenia atrios grandes para los sa-
crificios. Este templo con sus atrios se llamaba Amaro
cancha, donde tiene la Compañía de Jesús su colegio; y
en el mismo lugar donde estaba antiguamente el ídolo
de la serpiente, está agora el altar mayor con el taber-
náculo del Santísimo Sacramento.
Habia en el Cuzco un templo, que era como el Pan-
theon de Roma, donde colocaban todos los ídolos de to-
das las naciones y pueblos subiectos al inga, cada ídolo
en su altar con su insignia, pero con una cadena al pié,
para.denotar la subieciony vasallaje de su gente.
Otros muchos templos habia en el Cuzco, y cada
provincia ó pueblo de todo el reino tenía sus templos
adornados y sus ministros; y llamábanse los templos
huaca.
Otro género de templos habia, que eran los sepulcros
de los difunctos, hechos en los campos; de suerte, que
así como el dia de hoy señala un cristiano para si y
para los suyos algún sepulcro, y ansí lo adorna cada
uno conforme á su caudal, así también hacian los pi-
Relación
ruanos antiguamente, señalando y edificando sepulcros
en los campos 6 en los arenales. El sepulcro de los re-
yes y grandes señores era como una casa de habitación,
con su sala, cámara y recámara, con todos los demás
lugares necesarios para la despensa, cocina, patios,
corredores, portadas, etc. Muerto el rey 6 señor, le qui-
taban los intestinos y embalsamaban todo el cuerpo con
bálsamo traido de Tolú y con otras confecciones, de
manera que duraba un cuerpo así embalsamado más de
cuatrocientos y quinientos años. El entierro era solem-
ne, con cánticos á su modo, y usaron su manera de li-
tera donde traían sentado al difuncto, vestido muy bien,
y después de haber hecho sus exequias y llantos en los
atrios, metían el difuncto en la recámara ó aposento que
estaba para ello aparejado, y sentábanlo allí y tapiaban
la puerta y ventanas, y en la ante-recámara le ponían
todos sus tesoros y vajilla y ropa y ofrecían mucha co-
mida, como pan y vino hecho de grano de maíz. Luego
se echaba un bando ó pregón, que cualquiera de sus cria-
dos ó criadas, 6 amigos y aliados [que] quisiesen irá ser-
vir á aquel señor en la otra vida, que podian de su vo-
luntad hacerlo; porque, lo uno, el gran ¡lia Ttcce Vira-
cocha, criador del sol y de la luna y estrellas y cíelo y
tierra, y señor de todos los demás dioses, se lo premiaría
muy bien; lo segundo, que el dios particular de aquella
familia y nación de adonde procedió el difuncto, le sería
favorable en la otra vida y le daría todas las cosas en
abundancia; lo tercero, que á los hijos y herederos de
los que así quisiesen ir á la otra vida á servir al difunc-
to, se les daría acá abundantisimamente las tierras y
cosas necesarias, así de lo que perteneciesen (sic) á sus
Anónima
padres, como otras de merced. Y que el que no quisiese
ir á la otra vida, se ofreciese acá en la vida á socorrer al
difuncto con las ofrendas necesarias. A este bando y
pregón obedecían todos los que querían, en una de tres
maneras: unos á matarse voluntariamente con mano
propia ó con la ajena que él escogiese y con el género
de muerte que él quisiese; y así habia cordeles, cuchi-
llos, bestias ñeras, despeñaderos, bebidas dé ponzoña
que luego acaban la vida, y otros géneros de muerte, y
con gran solemnidad y acompañamiento iba el que ha-
bia de morir; y lo más ordinario era tomar veneno, 6
matarse con pedernales desangrándose; cordeles para
ahorcarse casi nunca se usaban, ni los despeñaderos;
bestias fieras no sé que se usase sino dos ó tres veces
fuera del Cuzco. Luego como morían, los metían em-
balsamados en la antecámara, si era varón, y en el apo-
sento del tesoro, si era mujer, y á los herederos les hacia
luego merced el sucesor del rey 6 señor, haciéndolos li-
bres de todo pecho y tributo.
La segunda manera era, que como esta muerte era
tan voluntaria, que aun después de haberse ofrecido
ante los magistrados, podia conmutarla en otro servi-
cio, como algún sacrificio de ganado, hacia junto al
sepulcro, y presentes algunos magistrados, la conmuta-
ción de su muerte, dando la razón y causas bastantes
della, las cuales se recibían públicamente, y él ofrecía
entonces por sí tantas cabezas de ganado, ropa y otras
cosas, y tantas ovejas por su mujer, y tantos corderos
por sus hijos; y porque este ganado habia de morir por
los hombres, llamábanlos no solamente runa, hombres,
huarmi, mujeres, huahua, niños, pero los nombres pro-
i-52
Relación
píos dellos se los ponían á los carneros, llamando al
carnero Quispi, y ala oveja Chimpu, y al cordero*Pas-
ña. Hacian el sacrificio muy solenne, y esto acabado,
hacian un gran convite, porque habian satisfecho con
el muerto y ellos escapado con la vida. Esta manera de
conmutación fué tan usada entre los piruanos, que acon-
tecía las más veces no morir ninguno en muertes de
príncipes y señores, sino ganado en su lugar. Y con la
muerte de Huayna Cápac, emperador (que murió en Qui-
to), no murieron diez cabales, sino ganado que llegó el
número á mili, porque fueron muchos los que se ofre-
cieron é hicieron esta conmutación, y el ganado quedó
señalado en las historias con título y nombre de hom-
bres, como ya apuntamos esto de Huayna Cápac arri-
ba. Y vése esto ser así verdad, lo primero, porque en
todos los sepulcros y huacas que deshicieron los espa-
ñoles en diversas partes del reino, para sacar el tesoro,
no hallaron en los aposentos donde los señores esta-
ban encerrados indio ningún enterrado, sino sola la ro-
pa y los tesoros; y si hallaron algunos huesos y calave-
ras de muertos, no fueron de indios de (sic) que se ma-
taron en aquella superstición, sino por muerte de enfer-
medad ó peste, pues estaban fuera de las huacas y no te-
nian señal ninguna de las que á los tales se mandaban
poner. Lo segundo, porque aquella conmutación de
muerte á sacrificios de animales y de ofrendas, era en-
tre ellos tenida por muy bastante, y así pasaban los re-
yes con ella mejor que si hubiera muertos, que causa-
ban horror y más llanto y lástima.
La tercera manera de ofrecerse al bando era, obli-
garse á acudir siempre en ciertos tiempos á ofrecer co-
Anónima
153
mida y bebida al difunto, derramándola en el sepulcro,
y á servir de ministro; y por esto habia mucha gente
que acudía á los sepulcros, no sólo de reyes y señores,
pero de particulares.
Estos sepulcros 6 huacas estuvieron mucho tiempo
patentes, excepto los aposentos donde estaban los di-
funtos y los tesoros, que tenian tapiado las puertas y
ventanas, empero los atrios, portales, salas y otras pie-
zas estaban abiertas, para que entrasen á rogar á los
dioses por aquellos difunctos y á guardarlos por sus
tandas y tareas; porque fué grande la vigilancia que tu-
vieron acerca de honrar y guardar y conservar á sus
difuntos. Y la principal razón desto es, que como prin-
cipalmente los ingas y sus amantas (que así se llama-
ban sus sabios) tuvieron por opinión que habian de vol-
ver las ánimas á sus cuerpos en cierto tiempo y resu-
citar, añidieron que esto no ternia efecto ninguno, sino
es que los cuerpos estuviesen guardados incorruptos
sin que les faltase nada, á lo menos hueso, ya que la
carne se consumiese; por lo cual pusieron excesivo cui-
dado en enterrar á sus defunctos embalsamados, ó em-
betunados con cierta confección que, á falta de bálsamo,
conserva mucho la carne para que se conserve. Y Polo
toca esto déla resurrección, cuando dice, que los pirua-
nos creen que sus reyes y señores ya difuntos han de
volver á esta vida, puesto que en otra parte niega lo de
la resurrección, etc.
Después que sucedieron ciertas guerras crueles y al-
gunas inundaciones de agua, dieron en cerrar los sepul-
cros, no sólo puertas y ventanas, pero echando tier-
ra encima, y haciendo túmulos y terraplenes como cer-
*54
Relación
ros sobre ellos. Quedaron empero algunos para más
memoria, pero como se supo en todo el reino que ha-
biaa entrado los españoles en la tierra con mano ar-
mada, robando, matando, deshaciendo templos y ora-
torios, saqueando pueblos, y que todo su corazón era
plata y oro, acordaron de tapar y esconder todos los
sepulcros, y los tesoros que no pudieron esconder, los
echaron en la mar ó lagunas.
Por las palabras de las oraciones que hacian los pi-
ruanos gentiles, se ve que no adoraban á los difuntos,
aunque fuesen cuerpos de reyes, ni á cosa que hubiese
en aquellos sepulcros, llamados huacas, ni creyeron que
allí 6 en los defunctos habia alguna divinidad ó virtud
del cielo, pues rogaban y pedían primeramente al gran
Illa Tccce, que mirase muy bien por el tal defuncto y no
permitiese que su cuerpo se corrompiese y se perdiese
acá en la tierra, ni que su ánima anduviese allá vaga y
peregrina, sino que la recogiese y pusiese en algún lu-
gar de contento, y recibiese aquella ofrenda 6 sacrificio
que ofrecia por el tal defuncto, y mandase que se lo
diesen para que gozase de lo sacrificado. Y después pe-
dían á los dioses que intercediesen por el que oraba y
por el defuncto, para que el gran Illa Tecce Viracocha
concediese todo lo que se le pedía1.
En lo que dice Polo que hubo ingas que quisieron
ser adorados como dioses, y que lo mandaron así guar-
dar, es cosa clara que fué coniectura suya2, porque de
i Autores: Polo, en la Relación de las oraciones del inga. Fr. Melchior Hernán-
dez, en la Interpretación y Exposición dellas. El licenciado Falcon, en la Apología
pro indis.
i Asi lo dice Falcon en su Apol. pro ind., y Fr. Melchior Hernández.
Anónima
155
los indios antiguos y de los modernos ni de sus histo-
rias y memorias, no se puede sacar tal cosa, sino lo
contrarío, como paresce por una disputa muy larga que
tuvo Amaro Toco, amauta, en el Cuzcos, en tiempo de
los ingas, en que prueba que ningún hombre nacido de
hombre y de mujer puede ser Dios, porque si este hom-
bre lo puede ser, también todos los demás hombres, y
así habría confusión de dioses sin ser necesarios para
nadie. Y esta disputa agradó mucho al inga que enton-
ces vivia, y por causa della hizo ley de que ninguno
adorase á hombre terreno mortal ni en vida ni en muer-
te, sopeña de la vida, y so la misma pena ninguno osase
tratar desto; y que si algún rey, engañado de la sober-
bia, dijese de si que era dios ó se mandase adorar á sí
6 á su estatua, que por el mismo caso fuese indigno
del reino y le pudiesen privar.
Esta ley precedió mucho tiempo atrás á Huayna Ca-
pac*, de quien dice Polo en particular que quería ha-
cerse dios; y la verdad es que éste era el más puntual
en hacer guardar las leyes de sus antecesores, y no sólo
no trató acerca deste punto de hacerse adorar, mas aún
conñrmó y estableció de nuevo aquella ley, la cual se
repitió después en tiempo de su hijo el rey Atahuallpa,
en una junta que hizo en Cassamarca, á manera de
Cortes.
Bien es verdad que algunos ingas hicieron estatuas,
llamándolas huaoque, hermanos, y las señalaron sacri-
ficios, ministros y renta; mas no eran las estatuas su-
1 Los quípot del Cosco y de Sacsahnana.
a Loa quipos de Quito, donde murió el dicho Huayna Cápac; Francisco de Cha*
ves, en su Relación.
i56
Relación
yas de su nombre y representantes de su persona, sino
del dios que tenia particular la familia, ó nación, ó casa
de donde procedía, ó de algún dios particular que él
imaginaba le habia sido favorable y pío (que eso quiere
decir hauque (sic)) en tal 6 tal cosa; y vese esto ser así,
porque cuando después de la muerte del tal inga traían
su estatua en procesión por alguna necesidad de la fami-
lia, no hablaban con el inga difuncto, sino primera-
mente con el Illa Tccce, y luego con aquel dios particu-
lar, poniéndole por intercesor; y rogaban al uno y al
otro por el inga difuncto.
Tf Ministros mayores.
Tres diferencias habia en la gran Pirua de ministros
de los ídolos y templos y sacrificios.
La primera, de los que atendían á la intelligencia de
las cosas de su falsa religión, que eran maestros de las
ceremonias y ritos que habían de usar. Estos enseña-
ban al pueblo el número de sus dioses y de sus ídolos
6 estatuas, y declaraban las leyes y estatutos que acer-
ca de su religión habian hecho, 6 los reyes, ó la repú-
blica, ó el ministro mayor, que era como pontífice má-
ximo; promulgaban las que de nuevo se hacian, y á
ellos pertenecía la interpretación dellas y la declaración
de todas las dudas que ocurrían, así de los demás mi-
nistros como del pueblo.
De entre estos se eligían ciertos jueces para que co-
nociesen y castigasen todos los delitos y males, exce-
sos y descuidos que contra su falsa religión se come-
Anónima 157
ticscn, los cuales tenían uno como presidente que los
gobernaba. De entre estos se eligía el gran Vilahoma,
que era como pontífice máximo entre ellos, que en los
tiempos antiguos tenia jurisdicción sobre los reyes;
aunque después de Topa Inca Yupanqui dieron una
baja muy grande él y los demás ministros, no sólo en
la autoridad y poder, sino también en el linaje y ren-
tas, por las causas que abajo diremos.
El gran Vilahoma era como supremo arbitro y juez
en los casos de su religión y de los templos, á quien
reconocían y reverenciaban los reyes y señores y todos
los del pueblo y los ministros. Su vida era como reli-
giosa, de mucha abstinencia; jamas comía carne, sino
hierbas y raices, acompañadas de su manera de pan de
maíz; su casa era en el campo, y muy pocas veces en
poblado; su hablar poco; vestido común, llano, de la-
na, pero muy honesto, hasta los tobillos, á manera de
loba, y encima una manta muy larga ó parda ó negra,
ó morada; no bebia de su vino, sino siempre agua. El
vivir en el campo era por contemplar y meditar más
libremente en las estrellas, que tenia por sus dioses, y
en las cosas de su religión Las fiestas más principales
acudía á los templos del gran Illa Tecce, ó del sol ó de
1 Este cuadro tan perfecto de la vida, costumbres y atribuciones del groa pontífice
peruano, no me parece exento de alguna exageración. Otro era, y más rasonable, el sen-
tif general de los escritores de antigüedades de aquella tierra acerca del oficio y de la
calidad y deberes del Villac huma: y Cuta de León, el más discreto y verídico de
todos ellos, dice: ‘El gran sacerdote llamado Vüaoma tenia su morada en el tem-
plo…..Tenia aquella dignidad por su vida, y era casado, y era tan estimado, que
competía en rosones con el inga, y tenia poder sobre todos los oráculos y templos, y
quitaba y ponia sacerdotes. El inga y él jugaban muchas veces á sus juegos. Y aran
estos tales de gran linaje y de parientes poderosos, y no daba la tal dignidad d hom-
bres bajos y oscuros, aunque tuviesen muchos merecimientos.• (Segunda parte da la
Crónica del Pera.)
158 Relación
Pirua; y para poner el encienso 6 hacer sacrificio ó
ofrenda, se vestía desta manera: una gran tiara en la
cabeza, que era á manera de capirote 6 papahígo, des-
ta suerte,
que llamaban Vila Chucu1; sobre este ponía la más de
la armazón, como era una patena de oro hecha á mane-
1 Las dos figuras que se interpolan en el texto, están calcadas sobre las origi-
nales, hechas á pluma. Ignoro la fe que puedan merecer, pero debo advertir que se
asemejan mucho á las mascapaicbas, tiaras ó chucos que llevan los incas Tupac Inca
Yupanqui y Huayna Cápac en los medallones de estos soberanos, publicados por Her-
rera en la portada de su Década V, los cuales deben ser copia, en mi concepto, de
los que D. Francisco de Toledo hixo pintar en cuatro paños ó lienzos Á indios del
Perú el año de 1571, y remitió ó llevó ¿l mismo d Felipe II, para ilustración de la
Historia de los Incas y Carta de su imperio, escrita y tratada por Pedro Sarmiento
de Gamboa, y con objeto, ademas, de que S. M., si lo estimaba conveniente, mandase
hacer con ellos cuatro tapices en Flandes; según consta de documentos originales
que yo mismo he copiado.
Anónima
159
ra de sol, y encima una gran diadema, y abajo de la
barba una media luna de oro, y por extremo plumas
largas de papagayos grandes, que llaman guacamayas,
á este modo,
todo cubierto de chapas de oro y de pedrería; y lla-
mábase toda la tiara Huampar chucu. Luego se seguía
una como loba ó túnica sin mangas, hasta el suelo, suel-
ta, sin cinto, y encima un huapU’, que es como una so-
brepelliz sin mangas, hasta la rodilla, de lana blanca,
con sus Huecos ó rapacejos de lana colorada, y todo el
i La roí meiitana.
i6o
Relación
huapil sembrado de chapas de oro y de alguna pedrería;
en lugar de mangas eran braceletes y axorcas de oro y
piedras preciosas, y su calzado de lana fina. Acabado el
sacrificio 6 encienso, se quitaba las vestimentas y queda-
ba con su hábito común. Nopodia ser casado ni tenia
mujer ninguna sospechosa consigo; guardaba continen-
cia toda la vida, por cuanto la elección del oficio era para
toda la vida. Tenia rentas copiosas en todas las provin-
cias del reino, y repartíalas por los pobres, en especial
ciegos, cojos, viudas, huérfanos, y él no tomaba más de
lo preciso para su sustento y para el decoro de su oficio.
Este elegía los vicarios que habia en cada provincia,
ampliándoles ó limitándoles la jurisdicción. Este con-
firmaba la elección de los jueces y presidente que ar-
riba dijimos, para negocios de su religión. Habia de
ser amanta, sabio y de ilustre linaje, que fuese libre de
pecho por todas partes; y entendiendo cualquiera falta
cerca desto, era la elección nula; empero si fuese gran
amanta y varón de mucho ser, disimulábase en lo del
linaje, con tal que tuviese alguna parte de ilustre por
parte de su padre. Proveía en ciertos tiempos visitado-
res á todos los ministros de los ídolos y templos y sanc-
tuarios, sin exceptuar á ninguno. Otros visitadores dis-
tintos enviaba para que visitase (sic) los monasterios
de personas que vivían como religiosos, así varones
como mujeres, de que habia gran número en el Cuzco
y en todo el reino. Otros visitadores criaba dístinctos
de los otros para el pueblo, para que examinasen y
castigasen los excesos 6 defectos y culpas que se ha-
bían hecho contra su falsa religión y contra sus dioses.
Otra diligencia hacia más terrible, para que las visitas
Anónima
I6I
tuviesen más efecto, y es, que enviaba secretamente al-
guna persona ó personas de quien él se naba, para que
viesen cómo hacian los visitadores sus oficios, si reci-
bían cohechos, si robaban el pueblo ó hacian otros ma-
les; y en hallando algo desto, era acerbísimo el castigo
que les daba, privándoles de oficio perpetuamente y
condenándolos á las minas ó á que sirviesen de barrer
y traer leña en los templos.
Una cosa ha admirado grandemente, porque de nin-
guna gentilidad antigua ni moderna se escribe tal cosa,
y es, que este Vilahoma eligía y señalaba confesores,
para que así en el Cuzco como en todas las demás pro-
vincias y pueblos, confesasen secretamente á todas las
personas, hombres y mujeres, oyendo sus pecados y
dándoles penitencias por ellos. Mandábales que hicie-
sen secreto en todo lo que hobiesen oído, so pena de la
vida. Ampliaba 6 limitaba la potestad de los confeso-
res y reservaba á sí 6 á sus vicarios algunos casos. Los
confesores de las vírgenes que estaban encerradas en
el templo, habían de ser ó enuchos (sic) ó hombres que
hobiesen prometido castidad perpetua, y ordinariamen-
te eran viejos ancianos. No se podía recibir ni adorar
dios nuevo sin el decreto de éste. Él señalaba los his-
toriadores del reino para que asentasen en sus memo-
riales todos los hechos del Vilalwma y de los sacerdo-
tes, y de los reyes y señores, y ponia quien examinase
las historias así hechas, para que fuesen ciertas y ver-
daderas. Templos nuevos no se podian hacer sin su li-
cencia y sin la renta que conviniese para el ornato.
Cuando moría, se juntaba todo el pueblo y lo lamenta-
ba un dia entero, y embalsamándolo, lo enterraban con
IÓ2
Relación
mucha pompa en alguna sierra alta; y luego después de
enterrado, los sacerdotes y ministros mayores de to-
das las diferencias, y los que asistían por el rey, y los
procuradores del pueblo donde moría y del reino y los
amantas, no todos, sino los señalados por el que tenia
cargo, se juntaban en el templo y allí elegían el Vilaho-
tna que habia de ser. No faltaban pretensiones y com-
petencias, y otras veces se hacia la elección sin ruido,
con mucha paz. Luego como salía la voz del electo, to-
caban todas sus trompetas y bocinas y otros instru-
mentos que servían á los sacrificios, y en aquel mismo
dia lo coronaban en un templo, poniéndole el huam-
parchucu, 6 mitra, y sus vestimentas, y haciendo diver-
sos sacrificios; y luego le daban la obediencia los reyes
y reynas y los príncipes y caciques y señores, y todos
los demás ministros le venían á besar la mano derecha,
y llevábanlo á su casa; y él prometía de nuevo segunda
vez perpetua castidad y continencia, y en lo demás pa-
saba como ya queda dicho.
De aquella primera diferencia de ministros salían los
que habian de ser como prelados en los pueblos y pro-
vincias, y los vicarios y visitadores, porque los prelados
eran como obispos, y eran pocos, porque apenas habia
en todo el reino diez. En el Collao, uno; en los Colla-
suyos, otro; en los Contisuyos, otro; en Chincha, otro;
en Huaylas, otro; en Cassamarca la mayor, otro; en
Ayahuaca, otro; en Quito, otro; y para los Muchicas,
otro, cuyo asiento era en la huaca grande que está en
Trujillo, que los naturales llaman Chimo. De manera
que por todos eran nueve, y entrellos estaban reparti-
das todas las provincias, teniendo cada uno ya conocí-
Anónima
163
do su territorio. Dicen algunos que en los Canas y Can-
chis, junto al Cuzco, habia otro Villca (que así se llama-
ban estos como prelados), y si ello es así, fueron diez;
y todos reconocían al gran Vilahoma. Y aunque hobie-
sen sido electos y puestos por el Vilahoma antecesor,
todavía pedían confirmación y nueva potestad del nue-
vamente electo. Estos ponían los demás ministros me-
nores para el sacrificio. Estos, al tiempo de su elección
y confirmación de su oficio, prometían, en las manos del
gran Vilahoma, continencia y castidad perpetua hasta
la muerte (porque el oficio duraba toda la vida). Esta
promesa ya la tenían hecha de antes, cuando les (sic)
hicieron ministros y sacerdotes de los ídolos, mas en-
tonces la ratificaban de nuevo con más solemnidad, y
juntamente prometían obediencia al Vilalwma presente
ó venidero.
• De aquí se saca que todos los ministros y sacerdotes
de esta primera diferencia, así mayores como menores,
no eran casados ni se podían casar según sus leyes, y
si eran cogidos en adulterio 6 estupro, pasaban por el
rigor de la ley sin remedio, que era muerte corporal
violenta y muy áspera; y si eran cogidos haber caído
con mujeres no casadas ni doncellas, privábanlos de
oficio por tanto tiempo por la primera vez, y por la ter-
cera vez, para toda la vida. Vivían en clausura, como
luego diremos, cuando trataremos de religiosos. Los sa-
cerdotes que eran después de los villcas, se decían yana-
v¡ lieos.
Tí Adivinos.
La segunda diferencia de ministros eran los que ser-
164
Relación
vian de adivinar los casos venideros, 6 los presentes
pero muy remotos del lugar donde estaba, que comun-
mente se llamaban huatuc. esto es, adivinos; en estos
entraban los agoreros y los que recibían el oráculo en
el templo. Estos eran célibes, que no se podían casar
en ningún tiempo, á lo menos mientras les durase el
oficio. Andaban vestidos de pardo; no podían comer
carne sino ciertos dias del año en fiestas solemnes; co-
mían hierbas y raíces y grano de maíz; estaban casi
siempre en los atrios de los templos’. Las divinaciones
que hacian era, 6 por el vuelo de las aves, 6 por las in-
testinas de los sacrificios, 6 por suertes que echaban,
6 por la contemplación de las estrellas y de sus cons-
tellaciones, 6 por las respuestas que daban los orácu-
los; porque ellos tenian pacto con el Demonio, el cual
les respondia, no por medio de todos los ídolos, sino
por algunos pocos más señalados, porque así le reve-
renciasen más. Tal fué el oráculo de Mullipampa en
Quito, y de Pacasmayo en los valles de Trujillo, y de
Rimac en Lima, y el de Pachacama, y el de Titicaca, ú,
como otros llaman, Inti caca, en la provincia (sic) x. Al
tiempo de oír el oráculo, se tomaba el tal ministro de
un furor diabólico que ellos decían utirayay, y después
declaraba al pueblo lo “que el oráculo le habia dicho.
Estos tales ministros se llamaban propiamente huatuc;
mas los que hacian agüeros por el vuelo de las aves, ó
por las intestinas de animales, que ó ellos ó otros ma-
taban, llamábanse hamurpa; no era su oficio matar ni
abrir los animales, sino de otros ministros, porque ellos
i Folia del Collao.
Anónima 165
no hacian más de mirar las intestinas y sangre, y la
postura de ellas, y por ahí adivinar y decir sus agüeros
malos 6 buenos. De entre estos ministros se elegían los
que habían de ser ichuris, esto es, confesores, para oír
los pecados de cada uno del pueblo, y para esto habían
de ser tan instructos en las cosas de sus dioses y de su
religión, como los de la primera diferencia, porque de
otra manera no podían usar ese oficio. Y para ello ha-
bia examinadores, es á saber, cuatro amantas sabios con
un hatun villca, que era como prelado 6 obispo. Exami-
nábanlos primero en el número de sus dioses, y los ritos
y ceremonias, y las leyes que habían establecido, así
los vilalwmas, como los reyes ingas, y la declaración
dellas, y las diferencias de pecados y las penitencias
que se habían de dar por cada uno; de manera, que
cuando los hallaban diestros en todas estas cosas, los
señalaban por confesores, reservando algunos pecados
al gran Vilahoma.
La manera de confesarse era junto á un rio, y el con-
fesor cogia con la mano un gran manojo de heno 6 es-
parto y lo tenia en la mano derecha, y en la izquierda
una piedra pequeña dura atada á un cordel ó encajada
en el hueco hechizo de algún palo manual, y sentado,
llamaba al penitente, el cual venia temblando y se pos-
traba ante él de pechos, y el confesor le mandaba le-
vantarse y sentarse; exhortábale á que dijese verdad y
no escondiese nada, porque él como adivino ya sabia
poco más 6 menos lo que podía haber hecho. Con esto
no osaba el penitente esconder cosa. La confesión ha-
bia de ser auricular secreta, y el ichuri ó confesor guar-
daba el secreto natural grandemente, porque si se le
i66
Relaciofi
probase que habia descubierto pecados de alguno que
hubiese sido su penitente y los habia oido en confesión,
moría por ello sin remedio. Los pecados que confesa-
ban eran estos: haber adorado otro dios fuera de los
que tenían recibidos por toda la república; decir mal de
algún dios; execrar 6 echar maldiciones á sí mismo 6 á
otra persona (porque juramentos asertorios, como juro
á Dios, vive Dios, voto á Dios ó otros semejantes,
nunca los usaron ni supieron qué cosa era); echar al-
guna maldición contra sí con mentira ante el juez, co-
mo tía tierra me trague,» «el rayo me parta,» etc. (por-
que esta era la manera de jurar que tenían en sus plei-
tos ante sus jueces); no celebrar sus fiestas; no acudir
á los sacrificios cuando eran obligados; defraudar del
sacrificio las ofrendas ó animales que tenían obligación
de traer; deshonrar de palabra á su padre y madre, á
sus abuelos y tios; no obedecerlos; no socorrerlos en
sus necesidades; no obedecer á los mandamientos del
Vilahoma, 6 del Hatun villca, ó deshonrarlos á ellos y á
los otros ministros menores y mayores; no obedecer al
rey; tratar de algún motin contra él, ó decir mal y mur-
murar del (lo del motin era caso reservado al Vilaho-
ma^ y también el adorar otro dios fuera de los que te-
nían, 6 decir mal de algún dios eran casos reserva-
dos); matar un niño ó hombre adulto fuera de la guerra
justa; matar el juez á alguno por vengarse; ser causa
de aborso (sic), en especial si la mujer habia tres
meses que hobiese concebido; cometer estupro con
cualquiera virgen (y este era caso reservado al Hatun
villca), ó sacrilegio y estupro junto con alguna virgen
vestal (y este era también reservado al Vilaltoma); co-
Anónima * 167
meter adulterio con mujer casada, ó el casado con
cualquiera mujer; forzar alguna mujer, aunque fuese
ramera; cometer fornicación con mujeres solteras, viu-
das y mundanas; cometer el nefando con hombre ó
bestias; hurtar valor de una hanega de maíz ó de papas,
que son turmas de tierra; saltear en los caminos; sa-
quear en la guerra sin licencia de su capitán; murmu-
rar pesadamente; mentir con perjuicio; haber tenido
otio [ocio] algún tiempo del ano; y el no haber acudido
á sus oficios ó tandas.
Estos son los pecados que confesaban, y aunque
algunos rudos no trataban de sus deseos malos, 6 por
no conocerlos, 6 porque no se los intimaban, con todo,
los bien instruidos sí declaraban, como son odio y abor-
recimiento, intención de hacer algún motin, ó mostrar
algún deseo de pecar con alguna*virgen 6 casada 6 mu-
jer común, y más si los deseos eran de pecar con la
reina 6 princesa 6 alguna dama de la reina, que se lla-
maban ñustas, ó con alguna virgen vestal; también de-
claraban los deseos é intenciones de hurtar. Y así, lo
que dicen algunos que no declaraban los pecados inte-
riores, entiéndase de los rudos 6 de los mochachos que
no sabían, pero los indios instruidos sí declaraban.
Acabado de decir el penitente, si via el confesor que
habia descubierto todo su pecho, no curaba de sacarle
más, sino que le exhortaba á la enmienda y á la adora-
ción de sus dioses, y á la obediencia del gran Kí/oAo-
ina ó del inga; y fuese pobre 6 rico, una misma peni-
tencia le daba conforme á los pecados que habia oido.
Y en lo que dice Polo que á los pobres les daban muy
ásperas penitencias, porque eran pobres, háse de en-
i68
Relación
tender que no lo hacian de codicia, pues él mismo con-
fiesa en muchos lugares, que estaban muy ajenos della;
ni tampoco por acepción de personas, pues con igual
cuidado acudían [á] los unos [y] á los otros. La razón era,
porque el rico y poderoso podia en poblado satisfacer,
con restituir lo mal llevado, con dar á los templos, á
los ciegos, cojos, mudos, tollidos, huérfanos lo que se
les mandaba por penitencia, y que enviarlos al desier-
to sería grande nota, porque harían larga ausencia y
aun falta en el pueblo, y luego echarían de ver que
habia hecho gravísimos pecados, pues tal penitencia le
daban; con todo, si algún rico ó poderoso quería irse
al monte á hacerla con ayunos y soledad, bien la podia
hacer y la hacia. Cerca de los pobres y plebeyos, como
eran tan innumerables, no habia nota ninguna en que
se le diese por penitencia ir al desierto y estarse allí
tanto tiempo, pues lo uno era ya muy recibido, y lo
otro no habia nota, y en fin, no podia él satisfacer en
poblado, pues no tenia hacienda. La soledad del monte
6 yermo no era tan grande que no hubiese en él mu-
chos miles de indios que de su voluntad hacian allí
penitencia asperísima, comiendo raíces y bebiendo
agua; y muchos hacian esto toda la vida á modo de
anacoretas. Y así no era pesado á los penitentes ir á
hacer su penitencia, pues forzoso habían de comunicar
con estos.
Dada la penitencia y ciertos golpes blandos con una
piedra pequeña en las espaldas, escupían los dos en el
manojo de heno ó esparto, aunque el penitente escupia
primero, y el confesor decia ciertas oraciones hablando
con sus dioses y maldiciendo los pecados, y echaban el
Anónima
169
manojo al río. y pedían á los dioses que lo llevasen al
abismo y allí lo escondieran para siempre.
Si via el confesor que el penitente no descubría todo
su pecho, ó tenía sospechas dello. luego hacia allí un
sacrificio de un cuy. que es como conejuelo ó como ra-
tón muy grande, ó de otro animal ó sabandija cual-
quiera, y abierto el animal, y haciendo sus coniuros
y hechicerías, decia que adivinaba que aquel le escon-
día pecados, y dándole con la piedra, le hacia descubrir
todo lo que tenia; y en todo lo demás hacia lo que que-
da dicho.
El inga y el Vilahoma no se confesaban de ordinario
con nadie, sino que el inga se iba al río ó algún arroyo
con su manojo nuevo de heno ó esparto, y allí hablaba
con el sol y le pedia le perdonase sus culpas, que él se
enmendaría, y que mandase que aquel río ó arroyo los
llevase en aquel manojo al abismo; y dicho esto, escu-
pía en el manojo y lo arrojaba á la agua, y así acababa
la confision. Y es falso que entonces hubiese lavatorio 1
llamado o pacuna, ni menos lavatorios que se pudiesen
comparar con los de los moros, llamados guadoi; por-
que como Polo á cada cosa echaba sus coniecturas, pa-
recióle que también en esta obra habría lavatorios, y
que serían muy semejantes á los de los árabes, y lo que
imaginó lo puso por historia. De manera que ni el inga
ni los particulares usaban en sus confesiones de lava-
torios, sino que en esto imitaban al Vilahoma.
El cual se confesaba con el gran Illa Tccce en su
1 Auct.: Fr. Melchor Hernández, en tos Anotaciones, verbo O pacuna, dice que en
coaa de confesión no se usaba lavatorio, sino en otro* sacrificios que servían como
de expiación.
170
Relación
templo, teniendo en las manos un manojo de heno, de
flores y de algunas hierbas odoríferas, y escupiendo en el
manojo, lo sacrificaba y echaba en el fuego y pedia que
el humo llevase sus pecados; y tomaba las cenizas, y
llevadas al rio 6 arroyo y dichas sus oraciones, las echa-
ba en el agua para que se hundiesen; mas no se lavaba
ni hacia el opacuna, y volvía á su casa. Todavía st> sabe
que algunas veces se confesaron los ingas y aun los
Vilahomas con algunos ministros principales que eran
tenidos por confesores suyos, y tenían renta y mucha
autoridad por ello.
Dicho se ha de los ichuris confesores que eran prin-
cipalmente huaiuc, adivinos; y habían de ser hombres
y no mujeres, á lo menos en el Cuzco y entre los Chin-
chaísuyos, y aun entre los Collas. Después, con la baja
que dieron los ministros y con el desorden, se trazo que
á mujeres confesasen mujeres, y á varones, varones;
pero esto no se guardó sino entre algunos Collas.
Tf Sacrificios.
Humu.
La tercera diferencia de ministros era de los que lla-
mamos humu, hechicero, nacac, carniceros 6 desollado-
res de animales para el sacrificio.
Estos eran como siervos y ministros de los de la
primera y segunda diferencia. Su oficio principal era
aderezar los templos, limpiarlos y proveer de todo lo
necesario para los sacrificios: leña, flores, ramos, ani-
males, ropa, coca, sebo, conchas, pan, vino, mieses,
Anónima
171
frutas, ollas, asadores, platos, tazas de oro ó de plata.
Ellos mataban la res, la desollaban, abrían y observa-
ban, para ver lo que decían, y adivinaban por las entra-
ñas y asadura, y conforme á esto, lavaban la carne tan-
tas ó tantas veces, la asaban ó cocían, ó hacian lo que
acerca dello estaba determinado. Si sacrificaban carne
con sangre, se decia harpay; si carne sin sangre, has-
pay; si oblaciones, como pan y mieses, cocuy.
Al tiempo del sacrificio cantaban los cantores mu-
chos cantares, tañían trompetas, fístulas, y bocinas
hechas de caracoles grandes, y cornetas. Cuando era
menester hacer sus procesiones, llamadas huacáylla 6
tomarii. salían acompañados de los demás ministros,
así y ana villcas como huatus, y estos de la tercera dife-
rencia llevaban las andas donde iba el ídolo. Mante-
níanse los unos y los otros de las carnes del sacrificio
y de las ofrendas. Estos humus 6 laicas, si eran de los
que tocaban el sacrificio, 110 podían ser casados mien-
tras tenian el oficio; y si después de dejado ó quitado
el oficio se casaban, no podian tornar á ser sacrificos
(sic). Los demás que servían de guardar los templos,
barrerlos y acarrear lo necesario, eran casados, y sus
mujeres regaban y barrían comunmente é hilaban para
lo que se habia de tejer para el templo. Los ministros
que guardaban los sanctuarios ó cueus (?), 1 que eran á
manera de ermitas, y los computistas del año, que mo-
raban en los altos para observar las sombras del sol y
las estrellas, todos eran casados. Todos estos minis-
tros, así mayores como menores, fuera de lo que caía
1 Esta palabra, que apenas se entiende en el original, parece mexicana: caen.
172
Relación
de los sacrificios y ofrendas, tenian rentas señaladas en
tierras y en telares de ropa.
Todos eran exemptos de pecho y tributo y de la ju-
ridicion real; y si caían en negocio de crimen lesa
majestatis, el gran Vilahoma ó algún hatun villca, les
privaba de oficio y de hacienda y los echaba á las mi-
nas, que entonces era esto gravísima pena, como las
galeras; aunque si el caso era tal y tan atroce, á peno-
sos tormentos les quitaban las vidas, ó los entregaban á
los ministros del rey.
Los ministros mayores siempre venían por vía de
elección y suficiencia; los de la segunda y tercera dife-
rencia alcanzaban los oficios por una de tres vías: ó por
vía de herencia, ó por via de elección, 6 por haber na-
cido con alguna señal singular y rara, no usada en los
demás hombres, como es tener seis dedos en las ma-
nos, brazos más largos de lo ordinario, ó haber nacido
en el mismo tiempo en que cayó cerca de aquel lugar
algún rayo, 6 haber nacido de pies, 6 otras señales;
aunque lo de la herencia quitólo la misma república
con su rey.
Fueron en los tiempos antiguos todos estos minis-
tros de grande autoridad y reverencia entre los pirua-
nos, así porque eran ricos y poderosos, como porque
eran nobles y muy emparentados; mas, en tiempo de Vi-
racocha Inga, fueron muchos destos ministros causa
principal para que se amotinase y rebelase el pueblo, y
particularmente Hanta huaylla con los Chinchas, de
donde resultaron grandes guerras y casi perderse el rei-
no; por lo cual, Tito Yupanqui, hijo heredero del rey,
tomó la demanda y venció á sus enemigos, y prendió
Anónima
173
grande suma de sacerdotes de ídolos y los trujo al Cuz-
co, y triunfando dellos, les privó de sus oficios para
siempre. Y después que vino á ser rey absoluto, hizo
nuevo modo de sacerdotes y ministros, mandando que
siempre fuesen de la gente plebeya y pobres, y que en
cosa de traiciones y rebeliones fuesen subiectos á la
pena de la ley, que es padecer muerte cruel; de lo cual
hizo ley mudando el modo de los ministros y su vivir
y sacrificios, de tal manera, que lo llaman Pachacuti,
que quiere decir reformador del mundo, y es el noveno
deste nombre Después Topa Inga Yupanqui, su hijo,
renovó esa ley, y aun permitió que etiam mujeres sir-
viesen de ayudar los sacrificios, y que las mujeres con-
fesoras confesasen á las mujeres. Desde este tiempo
comenzaron las mujeres de Collasuyo á usar deste ofi-
cio y á mirar las entrañas de los animalejos que abrían,
y á hacer otras hechicerías; porque, antes de estos dos
reyes, nunca se permitió que mujeres casadas, ó solteras
ó viudas, usasen destos oficios, exceptas las vírgines
vestales, de las cuales diremos luego.
También tocó el ramalazo de la ley, en su parte, al
gran Vilahotna que entonces vivia, porque con la oca-
sión de las guerras y del saco que hicieron los soldados,
perdió mucho de sus tierras y rentas; y lo mismo fué
de los hatun villcas y de los yana villcas.
En lo que toca á la obediencia que estos ministros,
así antiguos como modernos, tenían á sus mayores, no
hay que tratar ni encarecer, pues de ninguna gentili-
1 Nuestro anónimo es el único que conviene con el licenciado Fernando Monte-
sinos en la cuenta de los incas; todos los demos geneologistas de aquellos soberanos
nombran un solo Pachacuti ó Pacbacütcc.
174
Relación
dad se lee que fuese tan subiecta y obediente á los que
mandaban y gobernaban, como lapiruana. Y así, entre
muchos religiosos, para significar la obediencia per-
fecta y pronta, se usa este proverbio: «(obediencia de in-
dio. • Tenian sus decuriones, á quienes inmediatamente
obedecían, y estos sus quincuagenarios y centuriones,
y estos sus pente y chiliarchas, que eran como para qui-
nientos uno, y para mili un superior llamado millena-
rio. Habia tanta puntualidad, que era para admirar, y
no se consentía un punto de ociosidad. Los ministros
que eran casados iban á sus casas los dias que no les
cabia oficio; los que no eran casados y habian prome-
tido continencia perpetua, siempre se estaban en los
templos y dormían en un barrio que estuviese junto al
templo que les cabia, sin mezcla de otras gentes.
Religiosos indios.
La demasiada solicitud de buscar oro y plata con que
entraron los españoles en el Pirú, fué parte para que
ni aun á los principios ni en los años venideros se pu-
diesen saber muchas cosas antiguas de la religión falsa
de los piruanos; ayudaron mucho á esto las guerras ci-
viles que por más de treinta años tuvieron los españo-
les entre sí unos con otros, instigados desa solicitud y
codicia; y si supieron algo, no fué porque lo quisieron
saber, sino porque buscando tesoros, entierros, sepul-
cros, donde hubiese oro y plata, y teniendo noticia de
algunos, preguntaron quién y cómo lo puso allí, con
todo lo demás que consecutivamente se podia saber
para sacar, si habia, más tesoros. Y este fué el fin prin-
Anónima
175
cipal porque Polo descubrió los sepulcros de los reyes
y grandes señores del Cuzco, porque entendió entonces
que enchina los senos de riquezas, y con esa ocasión
inquirió de los ministros y viejos muchas cosas de las
que vemos en sus libros y papeles, como de los Vilaho-
inas, de los templos, de las estatuas, de las monjas
aellas, para ver si queda algún rastro de donde pudiese
saber si habia más plata y oro y más riquezas y como-
didades; y todo lo que noolia á esto, nunca curó de sa-
berlo ni preguntarlo, como fué de los indios religiosos
que hubo en el Pirú, que por vivir estos como vivian
en los yermos, no pudo Polo tener noticia dellos, ni aun
imaginar que tal género de vida hubiese. Lo de las ae-
llas vírgenes sí, porque estaban en poblado y eran co-
mo tesoreras de las riquezas y tesoros qne habia en los
templos del sol; y esto era lo que él con los demás
buscaba1.
Así que habia en el Pirú dos maneras de religiosos;
unos que servían al gran Illa Tecce Viracocha el cual
confesaban ser el criador del universo, y del sol, y de la
luna, y de las estrellas, y de los hombres.
Vivian estos al principio cuando trataban de ser huan-
caquüli 6 useavillullu (que este era el nombre que tenían)
en congregación, para deprender todo lo que era menes-
ter, y estaban como en noviciado, que ellos llamaban
himnac, y al mismo novicio también llamaban así. Su
ocupación era, primeramente, rogar al gran Illa Tecce
i Actuación tan violenta y apasionada come injusta: aki atan las mismas rtlatio-
net de Polo pata probar oue no todo fui m /I codicia, sin oue yo niegue ana la tu-
viera y harta; ptro, in buen hora, pues redundo en utilidad y esclarecimiento de la
historia antigua del Perú, por más que descuidase ta de sus Inilet indio».
i76
Relación
y á los demás dioses por el rey, por el pueblo, por el
reino, por los ministros y por todas las necesidades, y
vivían de las rentas comunes que tenia la casa donde
habitaban. Tenian mil lavatorios, sacábanse sangre de
las venas con pedernales muy agudos, ayunaban mu-
chos dias del año y aun tenian su modo de Cuaresma.
El modo de ayunar era comer raíces y hierbas y grano
de maíz y abstenerse de carne, de pescado, grosura.
pimienta y otras cosas que pareciesen tirar á regalo.
Obedecían á uno que les mandaba, y no podían casarse
después que se determinaban servir á sus dioses en es-
ta vida; prometían obedecer al gran Vilahoma y á sus
vicarios y ser obedientes á sus mayores, y leales á sus
reyes, y de nunca tocar mujer en su vida. Muchos des-
tos se ofrecían desde mochachos y duraban, no sólo en
continencia hasta la vejez, pero en virginidad. Andaban
macilentos, vestidos de pardo 6 de negro, con las man-
tas muy largas y los cabellos cortados hasta las orejas
como melenas; no bebían vino; cuando estaban en po-
blado, andaban de dos en dos ó de tres en tres, no á la
par, como religiosos, sino uno en pos de otro. Muchos
destos ó los más eran eunuchos, que ellos dicen corusca,
que, ó ellos mismos se castraban, en reverencia de sus
dioses, ó los castraban otros cuando eran mochachos,
para que sirviesen en esta manera de vivir. Cuando
salían por las calles y plazas, llevaban tras sí toda la
gente, que los tenian por sanctos, y ellos con soberbia
farisaica, oraban públicamente por el inga y por el
pueblo, para que los estimasen; dábanse con piedras,
prostrábanse; aparecíaseles muchas veces el Demonio
en diversas figuras de hombres y de animales, y per-
Anónima
177
suadíales mili desatinos, hasta hacerse sangre con lan-
cetas, con pedernales, y hasta matarse á si mismos ó
despeñarse.
Cuando estos parecían ya estar firmes en su propó-
sito y aprovechados en el modo de vivir y en las peni-
tencias, íbanse con licencia de su Tocrico, que era co-
mo prelado suyo, al monte ó yermo á vivir en soledad y
penitencia estrecha, y allí, demás del tito y huñicui, que
son castidad y obediencia, que habian prometido, ana-
dian otra promesa de uscacuy, mendiguez ó pobreza, ó
villulluy, miseria y desprecio de pobre mendigo, y guar-
daban estas dos cosas puntualmente. De aquí es que
habia muchos destos solitarios en los montes y que-
bradas muy apartadas de los caminos. El pueblo lla-
maba á estos comunmente huancaquilli, esto es, deshe-
redados y desechados de todas las riquezas, y desterra-
dos; y aun tiempo hubo en que se iban* los viejos he-
chiceros á tener otra tal soledad en los montes.
Allí contemplaban al sol, la luna y las estrellas, y
las adoraban casi sin cesar; no carecían de sus idoli-
llos; los montes, las cuencas de los ríos, las peñas, les
servían de templos, de oratorios y sanctuarios, ¿Quién
duda sino que allí se les aparecía el Demonio más ve-
ces que no en poblado? Que cuidado tiene el Demonio
de que el idólatra y el sacerdote de los ídolos sea ince-
sable en el adorar y atender de noche y de dia á los ído-
los y á las supersticiones y mentiras; y cuando se con-
vierte á la fe católica, le pone una tibieza de manera
que apenas se acuerde de Dios una vez en la semana.
Dormían en el suelo, comían raices, bebían agua
fría, disciplinábanse con cordeles bien añudados, y asi
12
178
Relación
como los antiguos anachoretas fueron antiguamente
muy visitados de los fieles, así también lo fueron estos
de los infieles. El que habia perdido algo precioso, iba
á ellos para que adivinasen dónde estaba ó quién lo ha-
bia llevado; la que tenía ausente su marido en la guer-
ra 6 en la mar, los preguntaba si volvería con salud, si
se moriría allá; la que estaba de parto, los enviaba á
rogar orasen á la reina del cielo, que así llamaban ellos
á la luna, para que la alumbrase; finalmente, acudían á
ellos en sus necesidades. Si morían, eran enterrados por
los demás solitarios convecinos con grandes llantos y
supersticiones.
T[ Aellas, vírgines religiosas.
Pachacuti Inga, séptimo deste nombre, señor de Pa-
cari Tampu, restauró el imperio del Cuzco, que se ha-
bia perdido con las guerras y pestilencias pasadas; y
reparando la ciudad y reedificándola, hizo ley que todos
adorasen al sol después del gran Illa Tecce Viracoclva,
y también á la luna, que decían ser hermana y mujer
del sol, y al lucero, hijo de ambos á dos y mensajero
suyo dellos. Y para que esto permaneciese, hizo su
templo famoso en el Cuzco en reverencia del sol, y
el atrio, que era grande, lo adornó en reverencia de la
luna. Este templo fué de los reyes sucesores reparado
y enriquecido diversas veces, porque cada uno iba añi-
diendo su parte, y el que más se señaló, fué Pachacuti
noveno, y el último de los Pachacuties, porque afirman
muchos religiosos graves dominicos y franciscos, que
Anónima
179
todas las paredes y todo el techo estaban cubiertos y
aforrados de chapas y planchas de oro, sin quedar cosa
en todo lo interior del templo que no fuese oro.
Puso también Pachacuti sétimo dos maneras de mi-
nistros para este templo, con bastantes rentas para su
sustento, para que desta manera nunca cesase la ado-
ración del sol y de la luna. Los primeros ministros
eran hombres escogidos de la primera y segunda y ter-
cera diferencia de ministros que arriba dijimos, los
cuales todos servían, unos con enseñar al público, otros
con agorar y declarar oráculos, otros con sacrificar.
La segunda manera de ministros quiso que fuesen
vírgines escogidas, hermosas y de sangre noble, llama-
das aellas, esto es, electas y consagradas al sol; y asi se
llamaban ellas intip chinan, ó punchao chinan, esto es,
criadas del sol, siervas de la luz del dia, pero nunca
intip huarmin, 6 punchaopa huarmin, mujeres del sol.
Tenian su manera de noviciado, y llamábanse las
novicias huanxac aclla, recien electa, nuevamente esco-
gida; porque> en cierto tiempo de año, acudían ciertos
magistrados que tenian cargo de que no faltasen don-
cellas en el templo, á los pueblos, y mandaban echar
bando y pregón, que cualquiera virgen que quisiese de
su voluntad ir á ser aclla en el templo del sol, que lo
pudiese hacer y se viniesen á registrar; y si quisiesen
sus padres ofrecerlas á sus dioses, que se las entrega-
sen, y entonces sus padres ó sus tutores entregaban á
las que de su voluntad querían ir, al magistrado que ha-
bia de llevarlas al templo. Y ala verdad, era para mu-
chos indios que tenian muchas hijas gran alivio esto,
fuera de que en el templo eran tan tenidas, tan regala-
i8o
Relación
das y adornadas, que habia muchas doncellas que se
ofrecían á ello. No iba esto por tanda, como algunos in-
terpretaron, ni menos por fuerza, como á Polo le pare-
ció, sino muy á gusto de las vírgines y de sus padres;
y aun vino el negocio á tanta estima entre ellos, que
rogaban los padres para que recibiesen á sus hijas, y
aun ponían intercesores que lo alcanzasen; lo cual no
fuera así, si por fuerza hubiesen de llevar las vírgines
mal que pesase á sus padres; fuera de que era máxima
muy repetida de las mamaconas que las regían, que nun-
ca servían bien ni hacian cosa bien hecha ni aun dura-
ban, las que eran traídas por fuerza. Juntas las donce-
llas en aquella provincia ó pueblo, escogían las que
excedían en hermosura, y enviábanlas al Cuzco á costa
del rey y del reino, acompañadas de algunos viejos y
eunucos, y dábanles criados que las sirviesen. Las de-
mas poníanlas en el templo de aquella provincia ó pue-
blo, cada una conforme á la nobleza y habilidad que
tenía. De manera que en todas las provincias donde ha-
bia templos del sol, se ponían en cada uno doncellas
de la misma nación, ó de los pueblos subiectos á la tal
provincia; empero, en el templo del Cuzco, habia don-
cellas de todas las naciones, y principalmente de tres,
á saber: del Cuzco y su territorio, de las Chapapoyas,
y de las de Pilleo, que agora llaman Guánuco. De las
de los Collas y de la provincia (sic) no sé que hubiese
alguna.
Diremos el modo que se tenia en el Cuzco, porque por
allí se entenderá el que tenian en las demás provincias.
Cuando entraban las doncellas en la ciudad, para ser
recibidas en el templo, salíanlas á acompañar lo mejor
Anónima
I8I
della, y llevávanlas ante el rey, y si estaba ausente,
ante los del consejo real, que ellos llamaban Hunu (y
el presidente se decia Cdpac hunu). y examinaban pri-
mero la edad, que por lo menos habia de ser pasados los
años de la pubertad, y así, habían de ser de doce años
para arriba. Lo segundo, que habían de ser legítimas;
con las hijas naturales se dispensaba fácilmente, y con
las bastardas nunca. Lo tercero, si tenían algunas man-
chas en el rostro que las afeasen. Lo cuarto, si venían
de su voluntad y de buena gana, ó si venian*forzadas,
ó si gustaran casarse en su tierra; si decían que venían
tristes y que quisieran, ó casarse en su tierra, 6 estar
con sus padres hasta que hubiese con quien casarse,
dábanlas plena licencia, y aun castigaban á quien las
habia traído con violencia. En lo que toca á saber si
eran doncellas, pertenecía á las mamaconas, matronas
y superioras del monesterio. Acabado esto, les señalaba
el rey 6 el presidente á cada una cierta ración y renta y
una criada, que llamaban china, para que la sirviese, y
remitíanlas todas al gran Vilahoma, y en su ausencia
al hatun villca, que tenia sus veces. Este las exami-
naba casi en las mismas cosas, y si se habia hecho el
quicuchicuy, que eran ciertas supersticiones y sacrificios
que se hacian cuando la muchacha llegaba á los años
de la pubertad; si no se habia hecho, aguardabaná que
se hiciese por mano de sus padres, si estaban allí, ó
de sus tutores ó curadores ó parientes. Hecho, esqui-
lábanlas, dejando en la frente y en las sienes ciertas
madejas de cabellos; cubríanlas con un velo morado, ó
pardo, y vestíanlas con vestiduras pardas de novicias,
muy honestamente, y hacíales el Vilahotna una exhor-
l82
Relación
tacion larga sobre lo que era aquello y que se preten-
día de allí que sirviesen muy limpiamente al sol y á
la luna y al lucero, pues que ellas eran hermosas co-
mo ellos; y que en el tiempo de huamac, mirase cada
una si quería permanecer toda la vida en ese templo ó
no, y conforme á como quisiese su corazón, así hicie-
sen; luego las entregaban á quien las gobernase y tu-
viese cuidado dellas. Y como eran muchas las que ha-
bia en el templo (porque pasaban de tres mili en el
Cuzco) señalábaseles maestra de novicias una para diez,
y éstas acudían á la maestra mayor, y ésta á la abadesa
ó superiora de todo el monasterio,-y ésta al Vilaltoma
ó hatun villca. Señalábanse también yana villcas an-
cianos y sabios, que mirasen lo que habian menester de
medicinas y otras cosas y las proveyesen.
Duraba tres años el noviciado, y en todo este tiempo
las enseñaban á hilar y tejer y broslar, hacer vinos pre-
ciosos, pan y manjares delicados, gobernar la casa y
familia y todas las cosas de su falsa religión, aliñar el
templo, y conservar el fuego sagrado, que llamaban
nina villca, y otras muchas cosas. Estaban las novicias
apartadas de las antiguas, y aunque no habia llaves ni
puertas, porque no usaron sino de antepuertas de paño ó
lienzo, era tanta la subiection y obediencia de éstas, que
no pasaban de las antiguas á las novicias ni de las no-
vicias á las antiguas, si no tenian licencia de la abadesa
6 de la maestra mayor. La abadesa era comunmente
hija del rey ó de algún gran señor que descendiese de
la casta real; las demás superioras eran también muy
nobles. Quipos hay que cuentan haber entrado algunas
reinas viudas y princesas vírgines á este monasterio de
Anónima
i83
su voluntad, para vivir siempre en él, y que estaban á la
obediencia de sus mamaconas (que asi se decían las su-
perioras) con tanta humildad y submision como las más
comunes. Nunca princesa que entró allí, ó infanta, 6
hija de gran señor, salió del monasterio para casarse
con nadie, porque tenian por afrenta grande, que la que
habia sido consagrada al sol, se sujetase á varón ningu-
no. También ponían en este monasterio muchas perso-
nas principales sus hijas niñas, para que deprendiesen
á hilar, tejer, coser, guisar, hacer vinos, gobernar la
casa, y otras cosas nescesarias; y estaban entre las no-
vicias, aunque no hubiesen de ser aellas. Llegadas á
edad de diez y ocho años ó que estuviesen para casar,
las sacaban sus padres con licencia de la superiora,
que era distinta de las otras, viuda y anciana, como
maestra de niñas; y si alguna destas quería ser aclla y
quedarse en el templo, era recibida, y lo que allí habia
estado le servia de noviciado.
Acabado el noviciado de tres años, venia el gran Vi-
lahoma acompañado del rey ó de su presidente, y en el
atrio del templo, donde habia sus corredores, se senta-
ban y sacaban todas las novicias llamadas huamac, que
hubiesen llegado á tres años de noviciado, para que las
examinasen. Venían con ellas sus maestras y también
los prefectos que tenian cuidado dellas, y preguntá-
banles qué les parecía de aquel recogimiento y vida;
si determinaban quedarse en el templo y ser aellas elec-
tas ó ser chims del sol, esto es, criadas y ñustas del y
de la luna, esto es, esposas del sol y damas de la luna,
ó si querían casarse, que mirasen y determinasen en
ello y lo dijesen allí; y supiesen que si se casaban y
184
Relación
caian en adulterio, habían de morir conforme á la ley;
y si se determinaban de ser aellas y después caian en
flaqueza, morirían también cruel muerte; y que la ley
tenía dispuesto no sólo esto, mas también que la que
una vez fuese hecha aclla y recebida por tal, no se po-
dia casar ni en secreto ni en público, so pena de la vida
al varón y á la aclla que tal hiciese. Respondían las
maestras por ellas, conforme á como sabían de su pe-
cho dellas, y si decian que sí querían casarse, las ponían
aparte; si decian que se querían quedar, las vestían de
blanco y las ponían una guirnalda de oro llamada cori-
uincha y unos calzados preciosos y un velo blanco lla-
mado pampacum; y habiendo hecho ciertos sacrificios
y rogativas al sol y otras cerimonias, las entregaban á
los varones eunuchos que tenían cuidado del monaste-
rio, y ellos á la que era como abadesa, la cual, si era
doncella, se decía manta aclla. ó aclla mamanchic, si era
viuda. Mamanchic mamacona, es del número plural: mu-
chas superioras viudas; aclla mamacona: muchas supe-
rioras vírgines. Ahí estaban éstas en el templo toda su
vida; tejian ropa finísima para el templo, para los dio-
ses, para Vilahoma y para el rey y la reina y para sus
padres y hermanos, si los tenían, ó para sus tutores y
curadores. Iban á visitar los templos y los santuarios
que habia en el pueblo, y á limpiarlos y aderezarlos;
pero cada vez que iban, de dos en dos (y en ninguna
manera solas), iban con ellas ciertas mujeres ancianas
y sus criadas y dos lictores, que eran los guardas del
templo, y traían una lanza en la mano y un arco con
sus flechas. No podían salir sin este acompañamiento;
porque, fuera de que eran grandemente estimadas por
Anónima
i85
toda la tierra, todos tenian gran cuidado de que estas
fuesen siempre enteras y limpias, pareciéndoles que
mientras éstas estuviesen asi en su virginidad, les se-
rian muy propicios sus dioses. El principal oficio des-
tas era guardar y conservar el fuego de los sacrificios,
que ellos llamaban nina villca, fuego sagrado.
No se sabe de gentilidad ninguna que haya prometí.
do virginidad perpetua y que la haya guardado, sino
sólo la piruana en sus virgines aellas; no porque el De-
monio, que enseñó esta manera de monesterios, se huel-
gue de la castidad y limpieza virginal corporal como la
que guardaban estas, sino que por este camino quiso
enseñar, como realmente enseñó, muchas supersticio-
nes y mentiras, muchos abusos en negocios de idola-
trías.
No se sabe ni tal historia ni quipo hay que tal diga,
de que alguna destas aellas virgines hayan caido en fla-
queza de carne; y cuando entraron los españoles en la
tierra, hallaron algunos monesterios junto á Cassamar-
ca y Huaylas, y aunque pensaron ellos que eran hechi-
ceras, con todo, averiguaron después lo que era, y mu-
chas dellas, recibiendo el baptismo sagrado, se queda-
ron virgines, ofreciéndose nuevamente por aellas de
Jhesu Xpto Nuestro Señor, y otras huyeron al monte.
Las monjas del Cuzco hicieron lo mismo, que* se con-
virtieron al Señor más de dos mili dellas, y las más
permanecieron virgines hasta la muerte, y otras casa-
ron con indios recien baptizados y otras se huyeron á
diversas partes; aunque todas ó las más vinieron á ser
cristianas, y las que más florecieron en devoción y ho-
nestidad fueron éstas.
i86
Relación
Cada año, despuesde la siega, hacian un sumptuosísi-
mo banquete en el Cuzco, y las que estaban muy lejos,
en lo mejor de su provincia; y aquí renovaban el ho-
menaje y juramento que tenían hecho de obedecer pri-
meramente á los dioses y á sus ministros, y luego al
inga y á sus ministros. Para esto se hallaba el rey pre-
sente (y en las tierras donde no estaba el rey asistía su
virey tocrico) sentado en lugar eminente debajo de palio
y con su vestidura é insignias reales y la borla del rei-
no; y los ídolos Illa Tecce Viracocha, y del sol, y de la
luna, y del lucero, y el del rayo, presentes cada uno en
su altar sembrado de oro y plata y piedras preciosas
y flores, con sus ministros y agoreros y adivinos; y el
ejército y la guarda del rey, muy á punto puesto; el
consejo y presidente, los otros magistrados y los gran-
des señores y principales, todos puestos por su orden y
antigüedad y sentados, y luego un grandísimo número
de pueblo, que habia concurrido de diversas partes,
para ver así al rey y las fiestas, como por ver las vírgi-
nes, que todas á una mano eran en extremo hermosas.
Acabado el razonamiento y ciertos sacrificios de ani-
males y el juramento y homenaje, y el haber besado
la mano al rey y las mujeres á la reina, que también
estaba en su estrado debajo del mismo palio, luego se
ponían las mesas á su modo: para el rey ponían una
alta de más de media vara 6 dos tercias, toda hecha de
flores y cubierta con manteles de algodón muy blan-
co, y lo mismo á la reina, pero más baja la mesa, y al
punto salían las vírgines aellas vestidas de blanco y
colorado, acompañadas de muchos señores, y comen-
zando desde el rey y reina y del príncipe, daban de co-
Anónima
187
mer abundantemente; y como eran muchas, iban por
su orden y concierto, cincuenta á tal parte, con sus pre-
lados y ayos, dando también de su vino hecho del gra-
no de maíz que tienen. Por fin y remate, sacaban una
porción pequeña de pan á manera de hostia redonda
pero gruesa, y daban cada porción á cada uno; y el re-
cibir este pan y comer del 6 todo ó parte, y reverenciar
á los ídolos, era como acto de religión y idolatría.
Tenian este pan por gran regalo y guardábanlo como
si fuese reliquia, y llamábanle illai tanta, pan divino,
pan sagrado. Otras veces comenzaba la fiesta por este
pan, como ellas querían y lo tenian trazado.
Luego las virgines sacaban de la ropa fina que ha-
bian labrado todo aquel año, y ofrecían al rey y á la
reina, y al príncipe, y á los infantes é infantas, si los
habia, lo mejor y más curioso, de varías colores y la-
bores; luego á los señores y hombres principales, y á
sus mujeres y hijos, les daban á cada uno sus vestidos
preciosos, varios tocados y calzados de hombres y de
mujeres, fajas, guirnaldas, joyas, prendederos, garnie-
les y otras muchas [cosas]. La ropa era toda de lana de
vicuña, que iguala con la seda. Para la demás gente sa-
caban ropa de lana común ó de algodón, conforme á la
nación que eran los que habian de recibir. Con este
hecho ganaban ellas más, porque los señores y el pue-
blo les daban á ellas grandes presentes de ganado, de
tierras, oro, plata, lana, mieses, etc.
El dia siguiente á éste es en que se admitían las
aellas, sacándolas del noviciado y incorporándolas en
el monasterio con las antiguas. Las demás que no
querían quedarse, sino casarse, salían también este
i88
Relación
dia, y conforme á su calidad y nobleza las casaban
con hijos de señores á las que eran tales, y con ple-
beyos á las plebeyas; porque las que entraban por
criadas de estas novicias eran de los plebeyos, y dá-
baseles marido que les cuadrase, porque fué muy Cé-
lebre refrán y muy puesto en uso entre los piruanos el
que dice: «cásate con tu igual;» como que habia ley
dello. También tomaba el rey alguna 6 algunas, no con
título de mancebas ni criadas, sino para damas de la
reina; y si él allá hacía sus flaquezas, no era con to-
das ni todas veces, ni todos los reyes lo hicieron. Lo
mismo se entiende cerca de dar el inga á otros señores
algunas destas mujeres, que se las daban para que las
guardasen como tutores y curadores y las casasen á su
tiempo; y si alguno 6 algunos las deshonraban, no to-
dos, porque muchos habia que las prohijaban y las
guardaban con tanto cuidado como á sus propias hijas.
A muchas entregaban á sus padres para que ellos las
casasen á su voluntad. Mas en ningún quipo ni histo-
ria antigua ni moderna he hallado que alguna destas
vírgines novicias que no querían quedar en el templo
fuesen señaladas para ser sacrificadas y muertas por el
bien del pueblo ó del lugar, ó por necesidad, ni que
ninguna hubiese muerto desta manera, sino siempre
lo contrario. Ni sé á dónde pudo Polo1 adivinar tal in-
terpretación, si no es que oyó decir que se sacrificaban
pasitos, y ñustas, y aellas, y huahuas; mas no entendió el
lenguaje de los indios, que á las corderas y ovejas que
se sacrificaban en nombre destas ó de otras doncellas,
i Los autores arriba citados (cap. di los sacrijiíios) son contra Polo, y la común
tradiciou de los indios y de sus quipos.
Anónima
189
se llamaban pos fia, chusña y ñusta, y las que en nombre
de las mismas aellas, se decian también aellas; y el cor-
derico se llamaba huahua, niño. Y quien no repara en
los tropos y ñguras que tiene esa lengua, dirá siempre
una cosa por otra, y hará errar á todos los que le si-
guieren.
Las aellas eran esentas, inviolables; y si cuando ellas
pasaban por la calle acompañadas de sus criados y
guarda, se acogia á ellas algún delincuente, no le po-
día prender la justicia, porque le valia por amparo la
presencia de las aellas, como también les valían los
templos á todos los delincuentes que se acogían á ellos;
fuera de eso, según sus leyes, estaba prohibido de que
se pudiesen casar, como queda arriba dicho; y que si
se casasen, allende que habia pena acerbísima, estaba
dado el tal matrimonio por no válido. Y cualquiera que
las maltrataba de manos y de palabra, habia de ser cas-
tigado bravísimamente. En el convite que arriba diji-
mos, no se hizo mención del gran Vilahoma, porque
nunca se hallaba en él, mas enviábanle sus presentes;
á sólo el repartir de las novicias se hallaba él ó su lu-
gar teniente Ixatun villca, que algunos llaman corrup-
tamente appopanaca, por decir aponaca, los señores, en
aymará, ó apocuna, en la quichua.
% Costumbres de los antiguos piruattos en lo civil.
Las costumbres y usos de una nación y gente y de
su república, no se han de medir por lo que algunos
particulares ó viciosos hacen, sino por lo que toda la
igo
Relación
comunidad guarda ó siente que se debe guardar, y por
las leyes que tienen y ejecutan. Porque aunque veamos
á cinco ó seis ladrones ó homicidas, 6 oyamos decir ‘
que este 6 aquel particular usó del nefando, ó que sa-
crificó á su hijo, no por eso hemos de condenar á toda
la nación y república, ni á carga cerrada hacer regla
general, si la tal nación guarda lo contrario en lo co-
mún y tiene leyes con que castiga tales delictos y las
ejecuta puntualmente. Asi que diremos de los vicios
que toda la nación piruana tuvo recebidos y puestos en
uso común y los que no eran asi, sino que uno ó dos
solamente los cometía, ó que en otro tiempo fueron re-
cebidos y en otro desechados; y también de sus loables
costumbres y leyes.
Primeramente, la embriaguez y la destemplanza en
el beber fué como una propia pasión desta gente, prin-
cipio de todos sus males y aun de su idolatría. Este
vicio no perdonó dignidades ni estados. Al principio,
cuando poblaron la tierra, por mucho tiempo no tuvie-
ron género de vino, sino sola agua fresca; y cuéntase
que en este tiempo no tuvieron vicios ni fueron dados
á la idolatría. Después buscaron invenciones para ha-
cer algún género de bebida, que fuese menos dañosa
que el agua de aquella tierra; porque, si se mira en ello,
hay provincias en que hay agua tan delgada que cor-
rompe, y en otras tan gruesa, que cria vascosidades y
piedra. Pues en los llanos, allende que la más del agua
que ahí se bebe es salobre, cuál más, cuál menos, es
comunmente caliente, como la experimentan agora los
españoles, que si no son los poderosos y que tienen
caudal, los demás claro es que lo pasan trabajosamen-
Anónima
igi
te. Pues para remediar este inconveniente y por librarse
de enfermedades, inventaron el vino hecho de grano de
maíz, el cual, si es simple, refresca las entrañas y el hí-
gado, pero no limpia del todo las vascosidades. Man-
daron los médicos que para que el vino tuviese los
efectos que se pretendía, de lavar la vegiga y deshacer
la piedra, se lindase el maíz con la saliva del hom-
bre, que es muy medicinable. De manera que de aquí
nació el mascar los niños y las doncellas el grano de
maíz, y lo mascado ponerlo en vasos, para que después
se cociese y pasase por diversos coladores de lienzo de
algodón y agua limpia, y el agua que de todo esto se
exprime, sea el vino, del cual usaron mucho tiempo; y
por ser medicinable, no hacia reparar en que podia cau-
sar asco el haber sido mascado el maíz, pues por causa
de la salud toman hoy los hombres cosas horribles,
como canina de perro, orines y otras cosas muy asque-
rosas, que en comparación dellas, es la saliva del hombre
cosa más limpia. Y cuando nos ponen vino en la mesa,
no nos acordamos de que ha sido exprimido y pisado
con los pies sucios y polvorientos del hombre.
Este vino que «e hizo en el Perú desde los tiempos
antiquísimos, por vía de medicina, vino después á ser
tenido como regalo y bebida para celebrar sus fiestas;
vino á tanta gula, que por sólo beber sin pena pública-
mente, instituyeron las fiestas en que se habia de beber
á rienda suelta, porque en lo particular siempre fué ve-
dado el beberlo, si no fuese moderado, por vía de me-
dicina. De modo que los dias de triunfos por las vic-
torias alcanzadas, los dias de barbechar la tierra, los
dias de sembrar la mies, los de la siega y cosecha, los
IQ2
Relación
del Aytnoray, ques llevar el grano á la troje y despensa,
estaba la puerta abierta para que bebiesen todos cuan-
tos quisiesen, exceptos los mochachos y muchachas, y
todos los ministros del templo y las virgines vestales,
y la guarda del rey, y los soldados de presidio, y de los
magistrados, los semaneros y las mujeres que habian
de atender al servicio de las casas, y de los plebeyos y
prefectos de sus oficios mecánicos. Duraba todo un dia
el beber, y digerido el vino, se pedia licencia para el
dia siguiente para todas las personas que el dia antes
no habia (sic) bebido, exceptos los religiosos y las virgi-
nes aellas y los sacerdotes de los ídolos, que con estos
nunca se dispensaba. Para las guardas y presidios, sosti-
tuian otros soldados que ya hubiesen bebido el dia antes.
Este era el común uso de sus fiestas en tiempo del bar-
becho y del sembrar y de la siega y de llevar la mies á
la troje; porque primero hacian la labor en todo lo que
era menester, hasta acabarla de todo punto, y luego co-
menzaban los convites y banquetes en que el comer
era muy poco, tanto, que apenas se podría sustentar
uno de nosotros con la cuantidad que comían cinco de-
llos. Pero el beber era extremado; porque fuera de que
la chicha es poción verdadera, da también nutrimiento
como si fuese comida, casi al mismo modo que el cho-
colate en la Nueva España, que habiéndole dejado los
indios y dádose á su pozol, que es el vino de su maíz,
lo han tomado los españoles tan de veras, que en algu-
nas provincias, como en Yucatán y Guatimala y Hon-
duras y mucha parte de Mégico, parece vicio en ellos,
y lo es; y hay muchos que en la demasía de beber ese
chocolate (que también trastorna el juicio si se bebe
Anónima
193
sin medida) se igualan con los piruanos antiguos y mo-
dernos, que en su vino de maíz son demasiados.
Los dias de los triunfos que llaman el hailli, era cosa
desaforada, porque poco á poco vinieron á tanta cor-
rupción, que duraba el beber y la borrachera treinta
dias y más; pero siempre con el recato de que bebiesen
unos y guardasen el pueblo otros, y se mudasen y re-
mudasen. Habia grandes bailes y danzas, grandes re-
presentaciones de batallas, de comedias, tragedias, y
otras cosas semejantes; pero lo que más se hacia era
cosa de sacrificios, agüeros, hechicerías. A tanta diso-
lución necesariamente se ha de seguir grande corrup-
ción de vicios, particularmente de lujuria, pues estaban
mezclados hombres y mujeres, padres y hijos, herma-
nos y hermanas. De aquí nació lo que autores graves
han escrito, que no se respetaban parentescos de línea
recta, de consanguinidad ni de afinidad, y que llegaba
el negocio á tanto, que ctiam el nefando se usaba, y que
los niños no aguardaban los años siquiera de la puber-
tad; lo cual es en parte verdadero, si consideramos á
los piruanos en tiempo que los faltó el gobierno de los
ingas y no tuvieron quien los fuera á la mano en los
vicios de lujuria que la embriaguez trae consigo, sino
quien los incitase á mayor libertad en ese vicio, pues
vian que los que sucedieron en el gobierno, con profe-
sar por una parte la ley santa de la christiandad, por
otra eran tan frágiles y tan desventurados en la lujuria,
que según contaban los indios ancianos y viejos, y aun
muchos españoles, con lágrimas de sus ojos, nunca
vieron tanta corrupción de soldados cuanta en estos,
como abajo diremos. Pero en parte no es verdadero, si
‘3
194
Relación
consideramos los tiempos en que los ingas tuvieron el
mando y el palo; y todos los*que regularon los tiempos
pasados en los presentes que han visto, entendiendo
que aún aquellos eran peores que éstos, erraron y es-
cribieron mili desconciertos. Es, pues, de saber, que
el inga, como gentil, erró en muchas cosas y llevó al
pueblo tras sí, mas como hombre de razón, acertó.en
muchas y particularmente en negocio de gobierno, por-
que en esto de saber gobernar en lo civil á los piruanos
conforme á su natural, excedió á los españoles. Por
manera, que permitía el inga unos vicios públicamente,
y de los secretos no inquiría, aunque viniese á noticia
(sic), por evitar otros mayores y que fuesen más daño-
sos á la república. Permitía convites y banquetes pú-
blicos de comida, porque los necesitados gozasen del
barato, y se excusasen del hurtar; permitía que bebie-
sen hasta no más, y esto públicamente á vista de todo
el mundo, porque no se bebiese en secreto y particular,
haciendo borracheras de donde sucediesen homicidios,
estupros y adulterios. Permitía que en semejantes jun-
tas de borracheras y bebidas viniesen las mujeres ra-
meras ó solteras que no fuesen virgines ni viudas, ó las
mancebas ó las mujeres legítimas de cada uno, y que
en casas ó escondrijos, que por allí habia muchos, co-
metiesen sus fornicios y torpezas, porque cesasen los
incestos, los adulterios y estupros y nefandos. Llamo
permitir, no que hubiese ley dello, ni pregón ni bando
que mandase que viniesen á ese tiempo y lugar las ta-
les mujeres de que habia no poca copia, sino que,
aunque sabia que venían y habia todas esas torpe-
zas y suciedades, no las castigaba, ni mandaba á sus
Anónima
195
ministros que prendiesen ó persiguiesen á las tales
mujeres, ni á los varones que se juntasen con ellas.
Porque, aunque la simple fornicación fué tenida por
pecado grande, desde los tiempos antiquísimos, en todo
el Pirú, y aun habia leyes contra los amancebados, con
todo, ni se castigaba lo uno ni lo otro, sino que se di-
simulaba grandemente con ello, sólo á ñn de que se
quitasen y evitasen los pecados ya dichos, como ellos
interpretan. Y así, esta demasiada licencia pudo ser
causa que hiciese crecer el vicio de la lujuria en grande
manera en los indios, y mucho más en las mujeres.
Todo el cuidado del inga fué en que no hubiese raptos
ó estupros con doncellas del pueblo ó con vírgines ae-
llas, ni adulterios, ni incestos, ni pecados contra natura;
porque estos cuatro géneros de pecados castigábalos él
con todo el rigor de la ley, sin perdonar aun á su pro-
pio hijo. Así que, al tiempo de estas borracheras, que
durasen un dia ó dos ó tres ó treinta dias, tenía man-
dado que hubiese muchos ministros reales, y aun cabos
de escuadra y capitanes, que estuviesen á la mira no su-
cediese algo desto y evitasen todos los peligros, qui-
tando las casadas de entre los varones que no fuesen
sus maridos, y juntas de mancebos, y que no dejasen
llegar virgen ninguna ni mochachos ni mochachas. De
manera, que bien vian éstos lo que pasaba con las mu-
jeres mundanas, y esto disimulábanlo, pero velaban con
cuidado y aun buscaban los lugares secretos y escon-
didos para ver si habia adulterio ó incesto, ó otro mal;
porque en hallando algo desto, sin remedio era puesta
la ley en ejecución, matando á los adúlteros ó inces-
tuosos ó nefandos ó estupros con vírgines ¡¡ellas, aunque
ig6
Relación
fuesen novicias; porque el estupro que fuese sin rapto
y violencia cometido con doncella del pueblo, no se cas-
tigaba con pena de muerte, sino con azotes, cárcel, des-
tierro, minas ó esclavonía de servidumbre en las tier-
ras de los templos ó de la comunidad, etc.; sino es que
se quisiesen casar, que entonces con una pena leve se
contentaban, con que luego se casasen según sus ritos y
leyes. No es posible sino que donde habia tanto beber
hubiese algunos desórdenes grandes y pecados enor-
mes, por más guardas que hubiese, pero ya el inga te-
nía puesto el remedio que le parecía convenir, y cuan-
do los tales delitos se descubrían, no disimulaba con
ellos.
El beber mucho y tener cabeza fuerte que no se
trastornase tenian por gran valentía, y así muchos que-
rían mostrar esta fortaleza, mas el vino era más fuerte
que ellos. Todavía se hallaron hombres que de una
sentada se bebían en toda una tarde más de una arro-
ba de aquel vino, y estuvieron en su juicio como si no
hubieran bebido; con todo, no podían estos vivir sino
muy enfermos. Andando con el tiempo, inventaron sus
sucesores traza y modo como hacer este vino más fuer-
te y más vivo; y fué, que dieron en echar el grano de
maíz á remojo y dejarlo estar algunos dias, hasta que
reverdeciese y renaciese echando de sí raices y algunos
ramos, con solo estar en el agua en una artesa ó vaso
grande. Esto molían y lo lindaban y echaban á los
vasos en que hacian su vino alguna cantidad de esto,
y hacian el vino fuerte y que picase y aun trastornase
más presto que lo otro. Otros más golosos hacian de
sólo esto ya renacido todo su vino, y con echar al tiem-
Anónima
.197
po de beber en el vaso zumo de cierta hierba medici-
nal, se hacia tan fuerte, que los trastornaba más presto.
Llaman á este vino viñaptt’ y otros sora, y dicen los que
lo han probado, que es pestilencial y causa de muchas
enfermedades. La causa que da no es de enfermedades,
pues ningún indio vemos en todo el reino que sea ata-
cado de mal de hijada (sic) 6 de piedra, sino de pecado
de embriaguez, lujuria é idolatría, que son mayor y
peores enfermedades.
Superstición.
No creo ha habido gentilidad tan dada á supersti-
ción como la piruana, puesto que en alguna provincia
hubo más y en otro menos, pero en lo común todo el
reino fué por un rasero. Porque, dejado aparte lo que
toca á su religión falsa, sus dioses, sus sacrificios y
sus templos, y sus sepulcros, y oratorios, y sacerdotes
y hechiceros, lo que es superstición, deprendíanlo des-
de niños, porque miraban en todos sus actos y en sus
meneos, y en casi todos ellos hallaban misterio que
reparar de bueno ó malo. Al temblar los ojos, zumbar
los oidos, estremecer el cuerpo, al toser, estornudar,
bostezar, el sacar el pié derecho 6 el izquierdo, el tro-
pezar con los pies más con este que con aquel, el sa-
lir la saliva cuando escupen derecha 6 fuerte, el encon-
trar, luego cómo amaneció, el primer hombre 6 mujer
desta ó desta traza, el haberle visto primero él que el
otro, ó al revés, ver los animales, serpientes, sabandi-
1 De huiAui, crecer, empente á crecer, germimsr.
198 Relación
jas pelear ó travarse; en todas estas cosas hallaban que
agorar mal 6 bien. Ladrar 6 ahullar perros decían que
significaba pendencias ó muertes; cantar la lechuza,
que habia de morir alguno de la casa sobre la cual
cantó; ver el arco iris, que habia de haber calenturas;
apuntarlo con el dedo, pudrirse el cuerpo de apostemas
6 cáncer. Para esto usaban, hasta las niñas, de. varias
maneras de suertes: en el grano de maíz, en el grueso
de la mazorca, en la saliba echada en la palma de la
mano, y en otras mili cosas. En los celajes del cielo,
miraban no sólo 4a cualidad del tiempo, si era airoso,
si lluvioso, si sereno, pero también agüeros y adivina-
ciones. Finalmente, eran tan dados á estas supersti-
ciones, que en todos sus actos corporales y en todas
las cosas hallaban que mirar y que reparar.
Leyes.
Si en alguna cosa fueron loables los piruanos, fué en
las leyes que tuvieron y en el guardarlas. Y habia dos
maneras de leyes: unas que pertenecían á su religión
falsa y á la adoración de sus dioses, y á sus ceremo-
nias y sacrificios. —Destas leyes y de sus interpretacio-
nes no hay que hacer caso; porque así como su reli-
gión y secta fué mala é inventada por el Demonio, así
lo fueron sus leyes.
La otra manera de leyes, en lo que toca á lo civil y
moral, fué muy loable, y muchas dellas se guardan
hoy, porque vienen á cuento de los intereses de los que
tienen el gobierno y el mando; y fuera bien que se
guardasen todas, porque siquiera gozasen los natu-
Anónima
igg
rales de las migajas que sobran á los advenedizos.
Ley primera. Que todos los subiectos al imperio de
los ingas hablen una misma lengua general, y esta sea
la quichua del Cuzco, y la depriendan por lo menos los
señores y sus hijos y parientes, y los que han de gober-
nar ó administrar justicia ó ser prefectos de oñcios y
obras, y los mercaderes y contratantes.
II. Que en todos los pueblos haya de todos ofi-
cios y oficiales y maestros, y si esto no pudiera ser,
que cada provincia tenga dentro de su territorio todo
lo que hubieran menester los que habitan en ella: aquí
tejedores de lana, ahí de algodón, acullá plateros, allí
carpinteros, acullá los que hacen el tocado ó calzado;
y á este modo de los salineros, carboneros, canteros,
albañíes, etc.
III. Que para el tiempo del barbechar, sembrar,
segar, guardar la mies, regar las tierras, así comunes
como de particulares, nadie se excuse, sino que salga
con su arado; y que desde el rey hasta el más bajo
ciudadano se ocupe en la labranza de tierras 6 de huer-
tos, á sus tiempos, etc.
IIII. Que se miren las tierras para qué planta ó
semilla tienen más virtud, y no se siembre allí mas de
aquella semilla ó planta, sin embarazarla con otras:
aquí mieses, acullá frísoles, acullá algodón, allí pimien-
tos, y allí raices y acullá fructa; y desta manera en
todo lo demás.
V. Que se conozcan las inclinaciones y habilidades
de los mochachos, y conforme á ella (sic) sean em-
pleados, cuando llegasen á edad madura: si se inclina-
ren á la guerra y mostraren valor, se hagan soldados;
200
Relación
si algún oficio mecánico, lo mismo; aunque lo más co-
mún y ordinario sea que cada uno siga el oficio de su
padre.
VI. Que en todas las provincias haya uno 6 más
depósitos y alhóndigas, donde se guarde todo el basti-
mento necesario (habiendo tomado cada pueblo para
sí todo lo que habian menester abundantísimamente)
para tiempo de hambre, de esterilidad, de guerras,
para dar á cojos, ciegos, tullidos, viudas y huérfanos;
y que de esto no pueda aprovecharse el rey ni los se-
ñores.
VII. Que hubiese depósitos de ganado de la tierra,
que sirviese, lo primero, para los sacrificios, lo segun-
do, para necesidades de la república, lo tercero, para
socorrer á los pobres, lisiados y viudas y huérfanos.
VIII. Que en cada pueblo se dividan las tier-
ras, á cada vecino cierta medida, y á los propios y co-
munidades tanta, y que en estas comunidades no se
pueda meter el rey ni los señores; y si se metiere el
rey por alguna causa justa, sea para bien de la tal pro-
vincia, y acabada la necesidad, vuelva la comunidad á
sus juros proprios.
IX. Que cada uno se vista y adorne conforme á
la cualidad que tiene, el plebeyo como plebeyo, y el
noble como noble; y que ninguno se vista del género
de ropa y traje y labor que se visten los reyes, si no
fuese hijo ó hija ó pariente del rey, ó si no hubiere
particular privilegio para ello.
X. Que en el comer sean moderados y templados,
y mucho más en el beber; y si alguno se embriagase de
manera que pierda el juicio, que sea por la primera vez
Anónima
201
castigado conforme al juez pareciere, y por la segunda,
desterrados, y por la. tercera, privados de sus oficios, si
son magistrados, y echados á las minas. Esta ley se
guardó á los principios con rigor, mas después se re-
lajó la ejecución de tal manera, que los ministros de la
justicia eran los primeros que más bebían, y aunque se
emborrachasen, no habia castigo; porque los amantas,
que eran como letrados y sabios dellos, interpretaban
las leyes poniendo distinción entre cenca, que es enca-
labriarse y calentarse, y hatun machay, que es embria-
garse hasta perder el juicio; y que aquello era lo ordi-
nario que en todos acontecía, pues no hacian desatinos
de locos, y que aquesto pocas veces ó ninguna aconte-
cía. De manera, que por aquí vinieron á la disolución
que arriba vimos.
XI. Todo género de homicidio que se hiciese fuera
de guerra, sea punido y castigado con pena de muerte
natural, en esta forma: quien mata á su padre ó madre,
que muera y sea hecho cuartos; lo mismo si matare á
sus abuelos ó hijos; quien matare algún niño ó niña,
que muera despeñado ó apedreado; quien matare á ma-
no á su señor, que muera cuarteado; quien mata á otro
particular del pueblo, que muera ahorcado.
XII. Quien mata á algún ministro del rey, cono-
ciendo que era tal, 6 á algún ministro de los dioses, ó
á alguna virgen aclla, que muera arrastrado y asaetea-
do. Quien matase á su mujer por odio, sin culpa della,
ó sin saber que tenia culpa de adulterio, que muera
ahorcado y hecho cuartos; lo mismo la mujer si mata-
re á su marido.
XIII. Quien matare á su mujer hallándola en adul-
• 202
Relación
terio, que sea desterrado por un cierto tiempo. Lo mis-
mo si matare al adúltero con quien adulteró su mujer,
pero el tiempo del destierro no pase de un año.
XIV. Quien fuere causa de que alguna mujer pre-
ñada de tres meses para arriba, muera ó malpara,
dándole hierbas ó golpes, ó de cualquier manera, que
muera ahorcado ó apedreado.
XV. Quien matare al rey ó reina 6 príncipe here-
dero, muera arrastrado ó asaeteado y sea hecho cuartos,
y su casa derrumbada y hecha muladar; sus hijos sean
perpetuamente bajos, de vil condición y no puedan te-
ner cargo ninguno honroso en el pueblo ni en la guer-
ra, y todo esto hasta la cuarta generación. Y lo mismo
los traidores; mas si estos, antes de darse la batalla,
se arrepintiesen y pidieren perdón y se metiesen debajo
del estandarte del inga, vuelva en su gracia real y no
padezca nada de lo dicho.
. XVI. El adúltero y la adúltera sean castigados con
pena de muerte; y el marido, si hallare á su mujer en
tal delito, denuncie luego, para que se le cumpla de
justa venganza; y lo mismo la mujer que supiere ó vie-
re á su marido, con adúltera, denuncie dellos, para que
mueran.
XVII. Quien forzare doncella y la deshonrare, que
muera apedreado. Y si ella se quisiera casarse (sic) con
él, que no muera, sino que se case luego. Quien forza-
re casada, que muera ahorcado. Quien cometiere estu-
pro con alguna doncella consintiendo ella, que sean
azotados y trasquilados y puestos á la vergüenza, y él
sea desterrado y conducido á las minas, y ella á guar-
dar algún templo; y si quisieren casarse, sean solamen-
Anónima
203
te azotados y se casen luego; mas si él es casado y tie-
ne hijo, que sea condenado para que con sus hijos y
mujer sirvan á la comunidad y ella á algún templo ó á
las aellas.
XVIII. Quien tuviere cuenta con su propia hija,
que mueran entrambos despeñados, y mucho más si
ella fué doncella y consintió; pero si fué forzada y vio-
lada, que muera el padre, y ella sea puesta para que
sirva siempre á las aellas; y si alguno la pidiere por
mujer, que se case. Si alguna mujer fornicase con su
hijo propio, que mueran ambos despeñados. Quien co-
nociere á su hermana de padre y madre ó de madre
solamente, que mueran entrambos ahorcados ó ape-
dreados, y más si ella fué doncella y consintió; pero si
fuese forzada y violada, que sea el hermano ahorcado, y
ella sea puesta á servir á las aellas. Quien se juntare con
su hermana, hija de su padre carnal, si fuera ella don-
cella ó casada y consintió, que mueran entrambos ape-
dreados; si fué forzada con violencia conocida, que mue-
ra el hermano y ella sea puesta para servir á los templos.
XIX. Los incestos con los tíos y sobrinos, ó con
primos y primas en segundo grado, ó afines en primer
grado, si ellas fuesen vírgines ó casadas y consentien-
tes, que sean ambos castigados con pena de muerte de
horca ó apedreados; si no fuesen vírgines ó casadas,
que sean ambos azotados, tesquilados y conducidos
ellos á las minas, y ellas á guardar y servir los templos.
XX. Quien cometiere el pecado de sodomía, que
muera arrastrado y ahorcado, y luego sea quemado con
todos sus vestidos, y lo mismo si se juntare con algu-
na bestia.
204
Relación
XXI. Si los grandes señores cometieren alguno des-
tos delictos, por donde merecieren morir, que los go-
bernadores y consejos hagan la averiguación y informa-
ción, y la sentencia quédese para el rey; y cuando los
tales murieren por su delicto, sean degollados en la
plaza 6 donde al rey pareciere; y si fuesen señoras ilus-
tres 6 sus hijas, y merecieren morir, sean degolladas
dentro de la cárcel.
XXII. Quien fuese alcahuete para que se cometan
estupros 6 incestos y en efecto se hubiesen cometido,
que muera por ellos ahorcado. Y lo mismo la hechicera
que diere hierbas para que se amen y se junten. Quien
fuere alcahuete de adulterios y se cometieren, que esté
en cárcel perpetua, 6 sea condenado á minas 6 á las
tierras ó partes de la comunidad.
XXIII. Quien hurtare cosa de comer 6 de vestir, 6
plata ó oro, sea examinado si hurtó forzado de la nece-
sidad y pobreza, y si se hallare que sí, no sea el tal la-
drón castigado, sino el que tiene el cargo de proveedor,
con privación de oficio, porque no tuvo cuidado de pro-
veer á éste de lo que habia menester ni hizo copia de
los necesitados; y désele al tal ladrón lo que hubiere
menester de ropa y comida y tierras y casa, con aper-
cibimiento que si dende adelante hurtare, que ha de
morir. Si se averiguase que hurtó cantidad y valor de
[en blanco] achupallas 1 y dende adelante, no por necesi-
dad sino de vicio ó por ser haragán y ocioso, que muera
ahorcado, y si fuese hijo de señor, muera degollado en
la cárcel.
i Pina de Indias.
Anónima
205
XXIV. Haya en cada pueblo un juez contra los
ociosos y haraganes, que los castigue y haga trabajar.
A este modo habia leyes de familias del gobierno de-
ltas, y de los pastos, montes, leña, pesquería, caza,
minas; leyes de postas, de embajadores, de comunida-
des, de pósitos, de la salud, de médicos; leyes acerca
de la milicia y de la guerra; de gobierno de la repúbli-
ca, de los magistrados, del modo de “ir causas, de los
testigos, del testamento, de matrimonios, de escuelas
ó manera de ellas para enseñar niños y niñas, y de otras
cosas. Y en todas ellas y en las leyes ya dichas, eran
tan puntuales en la ejecución y guarda de ellas, que era
cosa para admirar.
Condiciones naturales de los piruanos.
Las inclinaciones y condiciones naturales y los inge-
nios de los indios piruanos, comunmente hablando, son
estos que se siguen.
Porque ellos tenian un natural manso, humilde,
blando, pacifico, amoroso, tierno, misericordioso, com-
pasivo, subjecto á todo hombre que reconozcan ser su
mayor ó superior en algo, obediente sin examinar lo
que se le manda ni resistirlo; semejante, en el obedecer,
á un jumento; leales en la fidelidad para con sus reyes
y en guardar la hacienda de su amo; da sin dificultad
toda la ventaja que pueck ;i ks ■ ■ í 1 • >. parííl.-UIUIniuntc
cosas de saber y nobleza y mandar; olvida luego
an hecho; es dócil, ingenio-
irticularmcntc en la edad
206
Relación
juvenil y viril; deseoso de saber; pronto é inclinado al
trabajo corporal; aborrece la venganza, ama la tem-
planza en todo; ajeno de toda codicia y avaricia, por-
que se contenta con sólo tener que vestir y comer, y no
inmoderadamente; muy amador del bien común de la
república, [y de] tratar verdad en todos sus tratos y con-
tratos.
Y porque no hay regla que no tenga excepción, esta
la tiene en algunas provincias más y en otras menos;
de manera, que los que faltan de aquestas condiciones,
son demasiados en las contrarias: crueles, furiosos, ar-
rogantes, bulliciosos, sin amor, sin compasión, rebel-
des contumaces, desobedientes, desagradecidos, amigos
de mandar y supeditar á los otros, corazones de fieras,
traidores, amigos de motines, desleales y guardar (sic) la
injuria (que recibió) mucho tiempo, amigos de la ven-
ganza, ociosos, haraganes, destempladísimos en la des-
honestidad y en la gula, inconstantes en lo bueno y
tenaces en lo malo, amigos de encubrir sus cosas, aun
donde conviene que se descubran, y amigos de descu-
brir secretos ajenos, etiam donde conviene callarlos;
enemigos de la verdad y amadores de la mentira.
En otros se hallan dos extremos juntos, como sub-
jeccion y rebeldía, modestia, humildad y soberbia; te-
mor con pusilanimidad y atrevimiento con temeridad
loca; blandura y suavidad y crueldad; mansedumbre y
furor; desprecio de las cosas y una insaciable codicia;
agradecimiento en las palabras y actos exteriores, des-
agradecimiento guardado para su tiempo; tenacidad y
tesón en lo bueno que su corazón quiso y abrazó, in-
constancia y desgana en lo bueno que otro le aconsejó
Anónima
y persuadió; despreciador de sí mismo y de su como-
didad, amicísimo de hacer su voluntad; amoroso, amigo
de honrar á todos, malicioso en tal manera, que todo lo
que ve ó oye lo echa á mala parte. Con semejantes
hombres, decían los ingas, que se habian de ver los que
gobiernan como con las bestias, que por una parte es-
tán domadas y por otra tienen mili resabios: procurar
de quitalles los resabios á palos, y conservarles lo bueno
con halagos; y cuando esto no bastare, echallos al ma-
tadero ó al monte.
TI Conversión de los indios píntanos ala fe católica.
Tres maneras ha habido en el Pirú de cristianar á
los naturales. La primera, por fuerza y con violencia,
sin que precediese catequizacion ni enseñanza ningu-
na, como sucedió en la Puna, Túmbez, Cassamarca,
Pachacama, Lima y otros lugares, cuando los predi-
cadores eran soldados y los baptizadores idiotas, y los
baptizados traídos en collera y cadena, ó atados ó he-
chos una sarta dellos, ó á manadas, con apercibimiento
que si no levantaban las cabezas, habian de probar á
lo que sabían las espadas y arcabuces. Destos que así
fueron baptizados, todos, cuanto á lo primero, no reci-
bieron la gracia del baptismo, y cuanto á lo segundo, los
más dellos, según se entiende, no recibían ni el mismo
sacramento ni el carácter, porque directamente no qui-
sieron tal cosa en lo interior, ya que en lo exterior pa-
recieron consentir, dejándose baptizar de miedo de que
no los matasen los españoles, como mataron á otros
2o8
Relación
que claramente dijeron que no querían cristianarse; y
vése ser esto verdad, pues luego volvieron á sus su-
persticiones, teniéndose por no cristianos y usando de
lo mesmo que antes usaban. Pues los españoles solda-
dos y vecinos, como lo mostraron por la obra, np pre-
tendieron tanto que los indios fuesen cristianos ó se
salvasen, cuanto sus propios intereses y comodidades,
fingiendo que lo hacian por el descargo de siís concien-
cias, por no parecer que sin hacer beneficio alguno al
indio se servia del y le hacia pechar y servir como es-
clavo á él y á sus hijos; y por otra parte les permitían
todas las supersticiones y vicios de la gentilidad, sin
tratar del remedio, ni de que en todo un añfcse les ad-
virtiese algo ó se les enseñase la fe, pues disimular con
ellos estaba muy bien para sus comodidades é intere-
ses, y tratar de que se ocupasen, siquiera un dia, en su
reformación y enseñanza, se les hacia cuesta arriba, y
decian que se les perdería su hacienda; lo cual aún du-
ra todavía en muchas partes del reino, particularmente
donde hay granjerias de minas, de labranzas de tier-
ras, de coca, de obrajes, de trapiches y de otras cosas
en las cuales está hoy toda la nación indicana (sic) ocu-
pada, particularmente la plebeya. Agrégase, que como
estos vivieron entre los españoles ó los forzaron á que,
dejando sus pueblos, viniesen á las ciudades nuevas,
deprendieron de los españoles muchos vicios quellos
no sabían, ó si sabían y tenían inclinación dellos, á lo
menos no los tenían en uso común ni en ocupación
pública, por el rigor de sus leyes y porque se ejecuta-
ban á la letra. Porque, quitado todo lo que es y suena
idolatría y gentilidad y superstición, en lo que es eos-
Anónima
2og
tumbres y vida moral y civil, más corruptos fueron á
una mano los soldados y vecinos españoles en aque-
llos tiempos que los indios gentiles, por muy distraídos
que fuesen; porque, dejado aparte todo lo que es hurtar
y robar y hacer agravios é injurias, ó el jurar, blasfe-
mar, renegar, los homicidios, aun entre sí mismos, y
otros muchos males, en lo que toca á la deshonesti-
dad, iba tan roto el negocio, que desde el capitán hasta
el mismo soldado vivían miserablemente, cuál con
cinco, cuál con diez, cuál con doce mancebas y todas
gentiles, y todas ellas quitadas, ó de sus padres, que
las tenian doncellas para casar, 6 de sus maridos; y
por quitar escrupulillos, las hacian baptizar sin catecis-
mo ni prevención alguna, y acabado el baptismo, las ha-
cian volver á sus casas y pecados, y las que poco an-
tes fueron mancebas gentiles, el mismo día del baptis-
tismo se hacian mancebas baptizadas y cristianas. Y
quitaban también muchachos á sus padres para servir-
se de ellos de alcahuetes para hacer llamar hoy aques-
ta, mañana aquella. Que semejantes indios y á este
modo y en tales ejemplos industriados y baptizados,
fuesen malos, llenos de vicios y de males, ¿qué maravi-
lla, si el rigor de sus leyes y la ejecución dellas, y el
gobierno de los ingas cesaron con la muerte de Don
Juan Atahuallpa, y no quedó quien los gobernase en
lo civil y moral? ¿Cómo no habian de soltar las riendas
á los vicios, pues hallaban la puerta abierta, pues los
españoles que sucedieron en el gobierno, no trataron
por mucho tiempo nada desto, ocupados con sus des-
conciertos y codicias, y habiendo de ser el ejemplo de
la virtud cristiana, fueron los más flacos y miserables,
14
2IO
Relación
y dieron avilantez á que las casadas dejasen á sus ma-
ridos, las hijas vírgines á sus padres y se diesen pú-
blicamente á deshonestidades, cosa que en todo lo que
antes precedió, en más de dos mili años, no se ha-
bia visto en el reino? ¿Cómo no habian de ser bestiales
los indios y hacerse bárbaros, sin leyes, pues con la
ocasión, y mucho más con las guerras civiles que suce-
dieron, no se les intimó ley evangélica ni civil, siquie-
ra de España, ni las leyes buenas de sus antepasados,
y al cabo se quedaron, sin ley, sin gobierno, sin porve-
nir? De tales indios como estos se ha de entender lo
que autores graves han escrito diciendo, que la virgi-
nidad entre ellos no fué estimada, ni querían casar con
mujer que fuese virgen, por parecerles que no habia
sido digna de que la amase otro.
De que esto no se puede decir con verdad por los an-
tiguos, mientras gobernasen los ingas, vése muy claro
por lo que arriba queda dicho de las vírgines vestales pi-
ruanas, pues la primera y más substancial condición
que pedían era la virginidad, sin la cual, según sus le-
yes, no podia ser recibida ninguna, como lo confiesan
los mismos autores, puesto caso que dispensaban con
reinas y grandes señoras que, enviudando, quisieren
entrar en el monesterio. Vése también por las penas de
muerte que ponen las leyes contra los estupros y con
forzar al violador que se case con la violada, si ella
quisiere, y no con otra. Vése por la grande custodia que
habia en tiempo de los ingas de todo género de donce-
llas y muchachas, pues habia jueces de familias y déla
eduacion de los niños y niñas.
Mas tiene eso verdad por los de aqueste tiempo cor-
Anónima
211
rupto de que vamos tratando; porque si el que profesa-
ba la ley cristiana era el que cometía los estupros y
después daba desas mujeres á sus criados que eran in-
dios, diciéndoles que se las daban para honrarlos y que
se casasen con ellas, ¿qué mucho que entendiesen que
era honra tomar la mujer violada por el español y ca-
sarse con ella? ¿Qué mucho que los señores y caciques
deprendiesen á hacer otro tanto con sus vasallos? ¿Qué
doctrina oyeron en todo ese tiempo? ¿Quién les dijo que
la virginidad era un estado altísimo en la iglesia de Dios?
¿Qué ejemplos vieron de virtud y honestidad para que
deprendiesen lo bueno? Así que, como vieron y supieron
algunas personas graves (que después fueron de España
á las Indias) aquesto que pasaba, entendieron que era
vicio que venia desde los tiempos pasados, y como lo
imaginaron, así lo escribieron, no embargante que tam-
bién supieron la corrupción de los soldados españoles,
el descuido de los magistrados y la turbación de las guer-
ras civiles entre los mismos españoles, cuando no se
guardaba ley ni cosa ninguna buena en favor del bien
público; mas, con todo, hubo quien excusó á los espa-
ñoles ó calló sus escándalos y animó grandemente á
los indios. Destos indios así baptizados é instruidos
se entiende lo que dicen algunos concilios celebrados
en Lima, de que desenterraban los difuntos, sacándo-
los de las iglesias y llevándolos al monte, de que ha-
cian sus antiguas supersticiones y sacrificios y ma-
les, etc.; mas no se entiende de los de agora, que es-
tán del todo olvidados de lo antiguo1; y si hay uno ó
i So es cierto, uno todo lo contrario. Véanse las Relaciones de visitas eclesiásticas
de los Doctores Frant mo de Avila y Hernando de Avendaño y otroi, y la Extirpación
212
Relación
dos que sean apóstatas, ¿qué maravilla, pues en la Eu-
ropa vemos reinos enteros apóstatas, y en Italia y en
España no falta quien haya dejado la fe católica?
La segunda manera de cristianar indios fué de los
que quisieron de su voluntad ser cristianos, porque los
movió el ejemplo santo de algún religioso bueno, ó de
algún seglar español piadoso (que no faltaban destos,
sino que eran los que menos podían); pero no tuvieron
quien les enseñase la fe en su lengua; contentábanse
con decirles el Pater noster, Ave María y Credo en latín,
poniéndolos una cruz alta en público y que se arrodi-
llasen allí por las mañanas y al anochecer. Religiosos
habia pocos, y estos que habia, estaban ocupados en las
ciudades de españoles en fundar casas y monasterios,
en el coro y otras cosas; y así no podían atender á los
indios, y si atendían, era por vía de intérpretes, que sa-
bían nuestro romance castellano muy mal; aunque,
cuanto duraron las guerras civiles, no hubo eso ni eso-
tro. Y como en aquellos tiempos era costumbre que á la
parte de los indios fuesen personas comunmente idio-
tas, privados de voz activa y pasiva para las elecciones,
eran muy pocos los que se inclinaban á ir á los indios,
por parecer cosa de afrenta; y si iba uno solo, tenía á
cargo una provincia entera, con no tener ni letras ni
lengua; y habia de acudir á cuarenta y á cincuenta pue-
blos y á más quien con sólo uno no podia. De cuya
falta nació que pusieron en los pueblos de los indios es-
pañoles seglares por doctrineros, que ni sabían la len-
gua, ni aun la doctrina cristiana: todo se les iba en ha-
de las idolatrías del Perú, por el P. Pablo Josef de Arriaga, cofrade de nuestro anó-
nimo; todas escritas hacia su tiempo.
Anónima
213
cer su hacienda, ocupar á los indios, y en cobrar los
tributos de sus amos, y andar á los puñetes con los in-
dios; y como ellos se vían libres en el prado vedado, en-
tregábanse á sus anchuras, sin dejar doncella ni casada.
De tal modo de doctrinar como este, mal podian los
naturales aprovecharse; mas antes se les entibiaban y
perdían los buenos deseos que tenían, porque nunca
oían palabra divina que los provocase, ni vían buen
ejemplo que los incitase, mas muchos que les ayudasen
á salir de frailes y devoción y á entregarse á los vicios.
En muchos años no vieron sacerdote, y si lo vieron, ja-
mas supieron qué cosa es confesarse sacramentalmente
como cristiano católico, porque el sacerdote no se que-
ría meter en tanto trabajo; bastábale pasar de ligero por
el pueblo y cobrar su estipendio, en cuya paga estaban
bien industriados. Y es cosa de notar, que para todas
las cosas que tocan al interese ó comodidad ó deleite de
los españoles, no faltaban lenguas, intérpretes, eñeacia,
medios extraños, como para edificios suptuosísimos,
monasterios, labranzas de tierra, oficios mecánicos, tra-
tos, contractos, tributos, alcabalas, imposición [es] con
nombres afamados del rey, de la caja real, del virey,
audiencia, y de vecinos y los demás ministros, para to-
das las delicias y regalos que pueden imaginar los se-
ñores y señoras para todos sus deleites y para otras
mili cosas. Ni faltaban en los indios habilidad y pres-
teza de ingenio para entenderlas y comprenderlas y
ponerlas por obra, aunque se les dijese con señas exte-
riores como á mudos. Y que para predicarles la fe ca-
tólica y la gloria de Xpto Nuestro Señor faltasen in-
terpretes y los ministros estuviesen tibios, y apenas se
214
Relación
hallasen medios para lo poder hacer, y los indios fue-
sen tardísimos y torpes de ingenio, y que nunca hayan
podido deprender cosa que nunca oyeron, ni poner por
obra cosa de virtud!
Y este es y ha sido el fundamento que tienen y han
tenido los que han intimado el poco aprovechamiento
de los piruanos en la cristiandad, queriendo que con tal
género de doctrinar como hemos dicho, fuesen tan fer-
vorosos como los de la primitiva iglesia; y encarecen
grandemente esto, quejándose de que en los indios, aún
no industriados, no resplandezca la virtud y santidad,
que en ellos, que son industriados, no resplandece. Cla-
ro es que los indios supieran las cosas de Xpto, si fueran
industriados, como saben las cosas del rey, porque los
industrian. ¿Es posible que quien sabe todas las cédu-
las y premáticas reales para lo que toca á tributos y
cajas reales, para minas, comunidades, servicio per-
sonal y otras cosas, y las saben de memoria porque se
las repiten cada dia, no sabria siquiera el Credo y los
Mandamientos con su declaración breve, si se les repi-
tiese é inculcase? Quien tiene tanta noticia del Rey y de
su poder y majestad, ¿no laternia del Papa y de su po-
testad y dignidad soberana?
Queda, pues, que aun de estos segundos no hay^que
maravillar que en la cristiandad sean flojos y no fervo-
rosos, y que en la virtud sean inconstantes y en los
buenos deseos y propósitos no perseverantes, y en los
vicios sean algo demasiados y disolutos, y hayan tor-
nado á resucitar algunas de las costumbres corruptas
que tuvieron sus mayores, como es la lujuria con muje-
res mundarias (sic), la embriaguez, el no respetar á sus
Anónima
215
padres y á sus mayores y ancianos y otros que no su-
pieron, como es perjurarse, hacerse testigos falsos,
hurtar, ser desagradecidos, tener tedio y fastidio para
las cosas de Dios, cobdiciar dineros, no mirar por el
bien común, amancebarse etiam con casadas, no perdo-
nar injurias, ser contumaces y rebeldes, etc. Mas, con
todo esto, [en] pocos ó ninguno hemos visto falta de la fe
que recibieron, y más los que desde niños recibieron el
baptismo; ninguno hemos visto quemar por sometico,
con andar sus contrarios con el ojo tan alerta para co-
gerlos. En los pueblos dellos que están apartados de los
españoles, no se hallarán en todo el año dos adulterios,
no hurtos, no homicidios, no enemistades crueles; aun-
que los que viven entre españoles caen muchas veces
en estas cosas, porque tienen el ejemplo á la mano. Y
si cotejamos los unos y los otros, hallaremos en los sol-
dados españoles y en otros que se llaman soldados, más
males en un mes, que en los indios en un año; como es
testigo desto la ciudad de Lima y de México y la Ha-
bana y otras ciudades. Pero no merecen estos indios
por esto excusa alguna, sino reprensión, pues pudieran
ellos aprovecharse de lo bueno que sentian de la ley
evangélica, y apartarse de la compañía de los malos y
no hacerse á una con ellos.
La tercera manera de entrar los piruanos en la cris-
tiandad, fué de indios que no solamente quisieron de
su propia voluntad ser baptizados ellos y sus hijos y
sus mujeres, mas tuvieron ventura de hallar quien les
enseñase, y con buenos ejemplos les incitase al fervor
de la fe y al amor de Dios. Y si acaso les faltó quien
les enseñase, ellos buscaron modos como deprender lo
2l6
Relación
que estaban obligados, y enseñarlos (sic) á sus hijos. Y
como el que hace lo que debe y puede, nunca le falta
Dios, envióles algunos claros varones eclesiásticos,
clérigos y regulares, que con grande y loable trabajo
deprendieron la lengua de la tierra; y estos, pospuesta
toda la honra del mundo y el decir de los que tan avér-
sos (sic) eran á los indios, se dieron á predicar el evan-
gelio públicamente, andando de pueblo en pueblo, qui-
tando la idolatría, no sólo en lo exterior, como hicieron
los primeros y segundos, que no sabían la lengua, sino
de los corazones y voluntades; de manera que no te-
nian ellos necesidad de acudir al ídolo y quebrarlo, y
á deshacer altares y oratorios antiguos, sino que los
mismos indios hacian pedazos y ceniza todos cuantos
ídolos y altares habia, y los que estaban secretos los
descubrían y quebraban. Estos dieron aviso de todos
los montes y fuentes y otras cosas naturales que los
antiguos veneraban, para que los tales predicadores es-
tuviesen sobreaviso y predicasen contra tan malas su-
persticiones. Destos supimos todas las cosas que arriba
se han referido y otras más que no se dicen, porque
ellos, como abominando tan mala cosa, no solamente
la desecharon de todo punto de sus corazones, pero
descubriéronlas para que los sacerdotes estuviesen so-
bre aviso.
Señaláronse en esta obra grandemente los religio-
sos de Santo Domingo, y procedieron siempre con
gran prudencia y discreción, junta con la sanctidad
y virtud; dellos fué Fr. Xpbai López, varón santo
y digno de eterna memoria, porque en todo fué escla-
recido; también Fr. Domingo de Santo Tomás, y otros.
Anónima
217
En la orden de Sant Francisco no hubo tantos intér-
pretes 6 lenguas, pero hicieron todo su deber aquellos
que se consagraron al bien de los naturales. No falta-
ron entre los agustinos (aunque llegaron más tarde)
buenos operarios, particularmente uno, que no sólo
trabajó, pero escribió en la lengua para que se aprove-
chasen los venideros. Los clérigos, si no es con largos
estipendios, no podían estar entre indios; pero algunos
se dieron á la vida apostólica, como fueron Machín de
Deva, Gregorio de Montalvo, Xpbal de Molina, Juan de
Pantaleon », á quien ahorcó Gonzalo Pizarro, porque
persuadía á los indios al servicio del rey, y otros dos 6
tres que hicieron gran provecho. Y para como anda-
ban las cosas en aquellos tiempos, no hicieron estos
religiosos y clérigos poco en darse á los indios, sino un
acto heroico y celestial, lleno de humildad y desprecio
del mundo, llenos de amor de Dios y del próximo, y
una perpetua mortificación; porque así se tenia por
afrenta y menoscabo grande acudir y predicar á los na-
turales, como se tiene agora que un grave y noble se
vaya á comunicar y conversar con picaros ó grumetes;
y mandar á un religioso imperfecto que acudiese á los
indios, era comQ decirle que fuese á una galera. De
manera que fué menester que saliese de corazón para
una obra que de suyo se es celestial. Pero fué provi-
dencia de Dios que hubiese operarios forzados y ope-
1 Este sacerdote se mezcló demasiarlo en las contiendas de realistas y pixa rustas,
cuando el alzamiento de Gonzalo Pitorro. Era, ademas de muy buen dot trinante, agi-
lísimo peón, á cuya circunstancia se dehió el que Lorenzo de Áldana le eligiese con
otto para llevar despachos de Gasea A Diego Centeno. Preso por los tebeldes de Gon-
zalo á la vuelta de su arriesgado mensaje, el famoso maestre de campo Fr ancuco Car-
vajal le hizo ahorcar, con el breviaro colgado al cuello, en octubre de 1547.
2l8
Relación
ranos voluntarios, para que se viese la diferencia.
Todos estos predicadores, por más de treinta años,
no atendieron sino á predicar á los naturales, y de los
sacramentos no se les comunicaba sino sólo el del bap-
tismo y matrimonio; y como eran pocos los operarios
y los indios sin número, no se podía acudir á baptizar
todas las provincias y pueblos, y así perdieron mucho
los de la segunda manera de conversión, como arriba
vimos, porque ni supieron en mucho tiempo ni aun el
nombre de Jhesu Xpto Nuestro Señor, cuanti mas los
misterios de la fe, ni fueron ayudados con los sacramen-
tos, ni animados á cosas de virtud; y aunque vieron los
buenos ejemplos de los buenos predicadores, con todo,
los males de otros les arrastraron y llevaron tras sí, de
manera que dieron en vicios, como ya queda dicho.
También estaban en peligro estos del tercero modo de
conversión, por la falta que habia de quien los confe-
sase, porque entonces se tenia como por milagro que
algún sacerdote se aplicase á oir confesiones de indios;
y si por mano de sus pecados (sic), algunos de sus mi-
nistros menos fervorosos se ponia á confesarlos, mejor
fuera que no lo hiciera, porque como despachaba ciento
cincuenta y más cada dia, ni ellos iban confesados, ni
él hecho su oficio, lo uno por la priesa, lo otro porque
apenas sabia la lengua, lo otro porque no les apercibía
primero para declararlos cómo se ha de recibir aquel
sacramento. Por más de treinta y ocho años no se les
predicó ó intimó que hubiese necesidad de recibir el
santísimo sacramento de la Eucharistía, ni qué cosa
era, ni aun del sacrificio santo de la Misa, y mucho me-
nos de los Sacramentos.
Anónima
219
Y era lástima ver las lágrimas de los naturales que
se quejaban de que no se les enseñase al modo que
á los españoles enseñaban…..etc. De manera, que de
sólo el baptismo y matrimonio supieron los indios co-
munmente, y sólo cuanto á la práctica y uso de recibir-
los, que cuanto á la dotrina, de mili era sólo uno el
que sabia algo, porque le alcanzó algo del beneficio de
los buenos operarios que hemos dicho.
Oyó Dios las peticiones y lágrimas de los indios y
envióles la Compañía de Jesús, año de 1568. La cual,
el mismo año por el mes de setiembre, y mucho más
por enero del año siguiente de 69, levantó tanta ca-
za con su predicación y buen ejemplo, que se admira-
ban los naturales de sí mismos de ver la mudanza tan
notable, el fervor y devoción nunca vista, el concurso
de indios tan grande, que nunca tanta gente se habia
visto en Lima. El arzobispo Don Hierónimo de Loaisa
lloraba de placer cada vez que via los domingos y fies-
tas pasar por su calle procesión de indios innumera-
bles. Allegóse á esto el ejercicio de las confesiones
que entonces comenzó con los indios, y se vio claro y
manifiesto que no habia estado la culpa en el reló sino
en el relojero, pues hallando los indios la puerta abier-
ta para lo que deseaban, luego acudieron. Pesóle gran-
demente al Demonio de tanto bien, y luego inventó un
estorbo terrible, porque así lo permitió Dios para que
se conociese la constancia de los ministros operarios
nuevos y la de los nuevamente convertidos á la verda-
dera devoción.
Quisiéronse los codiciosos é inexorables aprove-
charse (sic) de esta ocasión y de la buena obra de la
220
Relación
Compañía, con mandar que, pues tantos indios habia,
sirviesen todos y trujesen más de las serranías de don-
de aquellos habían venido; y aunque resistieron los
píos, pudieron más los impíos, trayendo razones imper-
tinentes, y entre otras, una de que aquella devoción que
mostraban los indios era por hacerse haraganes y no
trabajar en las haciendas de los españoles; que harta
dotrina tenian y habian tenido hasta allí; que para qué
eran menester nuevos modos de procesiones y devocio-
nes y confesiones que embarazaban más; y que eso se
querían los indios y hacerse haraganes y bellacos. De
manera que estos impíos recibían pena de que así en-
trase la salud por los indios, y quisieran que lo que
ellos por su malicia no habian querido recibir, tampo-
co lo recibieran los indios. Huyéronse con todo mu-
chos indios por no ser forzados al servicio personal,
aunque no dejaron la devoción jamas, porque allá en
sus tierras estuvieron á la mira, aguardando á que la
Compañía fuera allí ó pasase por su lugar. Los que que-
daron en la ciudad padecieron bien, aunque no dejaron-*
lo comenzado. Finalmente, dióse un corte, que fué fun-
dar el pueblo de Santiago, que llaman el Cercado, pegado
á Lima, y que estuviesen juntos y fuesen dotrinados por
los de la Compañía. 1 Hízose así, muriéronse infinitos
con la mudanza de lugar, sacaron otros los interesados,
que no se holgaban de tanta felicidad; finalmente, quedó
buen número, que hasta ahora ha permanecido con tan-
ta virtud, honestidad y devoción, que es para admirar.
Ellos de su limosna y trabajo, sin ayuda de otro, han
i Esta fundación se hizo por ¡os años de i6i0 ó 1617, siendo vitey del Verá el princi-
pe de Esquilache y arzobispo de los reyes 1). Bartolomi Lobo Guerrero,
Anónima
221
hecho la iglesia de San Blas, la cual después se conmu-
tó en hospital; han hecho la de Santiago, que en lindeza,
hermosura y adorno excede á muchas de Lima. El ora-
torio del altar del sagrario del Sanctísimo Sacramento,
los aderezos de los ministros que allí sirven, la músi-
ca para los oficios divinos, no sólo de voces, sino de
instrumentos diversos y de vihuelas de arco, el apara-
to tan ilustre y sumptuoso con que sale el Santísimo
Sacramento para los indios enfermos, la cofradía que
en su honor se ha instituido, en el (sic) cual están incor-
poradas las cofradías de Nuestra Señora y de la Vera-
Cruz y de las ánimas del Purgatorio, la utilidad y co-
modidad desta cofradía, la cura y medicinas y provisión
y recaudos del hospital, el socorro de los pobres y
huérfanos, el sustento de los padres que allí residen
para enseñarlos, las limosnas continuas que allí hacen,
no sólo á sus padres espirituales, sino á la casa de pro-
bación que allí está, todas estas cosas salen de los in-
dios y no de otros; fuera de que estos mismos indios
ayudan con sus limosnas á los hospitales y cofradías y
necesidades de pobres de la ciudad de Lima.
Pues todo esto, ¿quién dirá que es fingido, ó quién lo
echará á mala parte? ¿Qué más pueden hacer en esto
exterior los más antiguos devotos en la cristiandad?
Pues y á lo que es fino (sic) y de donde les ha venido
todo este bien, que es la frecuencia de las confesiones y
el recibir el Santísimo Sacramento las pascuas y fiestas
solemnes, ¿dónde se ve mejor que en el Cercado? Pue-
blos hay de indios por allí alrededor que tienen los mis-
mos deseos y ansias, y aun preparaciones, pero non est
qui frangat panem eis, antes en los pulpitos han sido los
222
Relación
de la Compañía reprendidos porque así comunicaban es-
tos divinos Sacramentos á los indios; sermones se oye-
ron más de veinte y cuatro con razones aparentes que
los seglares pensaron que era la pura verdad, y por eso
todos los clérigos seculares dieron en seguir á esos tales
predicadores, trayendo en consecuencia algunas flaqu
zas y caídas de indios, como si faltasen otras tales ctia
entre los mismos ministros. Los frailes querían pasar
adelante con lo que hasta allí habian usado, de no con-
fesar lo ordinario, sino es en casos raros, á los indios.
y mucho menos de darles el Santísimo Sacramento; y
porque no lo pidiesen algún dia, si supiesen que lo po-
dían recibir, habiendo buena disposición y preparación,
acordaban de nunca tratarles desta materia.
Pero la Compañía, regida por el espíritu verdadero d
la Iglesia católica, pasaba adelante en su obra, con mu-
cha prudencia y discreción; porque si en el Cercado de
Lima y en la demás gente indiana devota que vive en
la ciudad ha hecho todo lo que está dicho y mucho más
que no se dice, en el Cuzco fué más admirable lo qu
hizo y obró, ayudada de la gracia divina. Y fué ésta tan
de mayor estima, cuanto hubo de parte de los enemigos
de la virtud mayor y más pesado estorbo y persecución,
y en los naturales más fe y constancia. Los medios que
usó la Compañía de Jesús fueron paciencia, humildad,
obediencia, caridad, oración fervorosa, y acudir á sus
ministerios con fuego de corazón, sin perdonar sudo-
res, trabajo, hambre, sin temer persecuciones. Los mi-
nisterios eran predicar, confesar y dar la comunión,
acudir á enfermos, presos, hospitales, niños y rudos;
dar traza como se socorriesen necesidades de pob
Afióninm
223
cómo se compusiesen las pendencias y enemistades, y se
evitasen los pecados públicos. El modo de predicar era
nuevo para los indios, y hasta allí nunca usado, como
es adornar el pulpito con sedas, hacer los acatamientos
y exordios como para auditorio cristiano y que cada
uno de los que allí estaban tenia por ayo un ángel so-
berano del cielo; traer las auctoridades de la Santa Es-
critura en la lengua latina, é interpretallas luego en la
lengua con fidelidad, porque así reverenciasen la pala-
bra divina; predicarles lo ordinario históricamente, por-
que desto gustan ellos grandemente, y sacar de la nar-
ración histórica apostrofes y exclamaciones, ó amorosas
y tiernas, provocativas á penitencia y reformación, ó
terribles y espantosas, provocativas al temor divino y
á apartarse de vicios; hacer procesiones; honrarlos con-
forme á la calidad y oficio, y en las conversaciones
particulares, contar vidas de sanctos y tratar cosas de
virtud; componerlos letras en su lengua á lo divino y
hacer á los niños que las canten ante ellos, para que así
se olviden de los cantares antiguos, y por vía de la
música se les encajone la declaración de las Artículos y
Mandamientos y Sacramentos y Obras de misericordia.
Cuan grande fué el fruto y provecho que se sacó de
aquí, díganlo las piedras de Cuzco, que aunque los
hombres lo callen ó nieguen de malicia ó olvido, lo con-
fesaran ellas. Díganlo las otras religiones, que gozaron
de la grande liberalidad de sus limosnas, que vieron
palpablemente su reformación y perseverancia. Que
aunque algunos dellos mofaron y rieron grandemente
de los de la Compañía de dos cosas, lo primero, de
.MU COPO nuevos y chapetones predicaban y trabaja-
224
Relajón
ban, 6in advertir que echaban agua en el amero y que
la devocioncilla ó hipocresía de los indios habia de ser
como estaca, tres dias en pared; y para más avergon-
zar á los de la Compañía 6 apartarlos de su propósito,
andaban con suma diligencia inquiriendo si alguno de
los que acudían á nuestras pláticas habia caído en pe-
cado alguno, y aunque fuese un alzar de ojos descui-
dado ó no tan honesto, lo acriminaban y hacian plaza
dello; de donde tomaron los seglares motivo para no
sólo inquirir esto mismo, pero si sabían ó habian oido
decir que algún indio cualquiera que sea (porque para
esto hacian ellos regla de que toda la provincia, sin
exceptar ninguno, habia gozado de la dotrina de la
Compañía) habia caído en alguna deshonestidad ó em-
briaguez, lo encarecían y abominaban tanto, que era
para tapar los oídos. «Mirad (decian) los sermones de
los teatinos en qué vienen á parar, que es por demás
predicar á estos, que más vale echarlos á las minas y
que trabajen para nosotros.» Y hubo un soldado tan
malicioso, que solicitó á una mujer natural déla tierra,
que nunca habia oido ni visto padres de la Compañía,
y habiendo ofendido á Dios con ella, luego otro dia la
afrentó públicamente, diciendo que habia sido mala y
perversa, y denostado la predicación de los padres. Y
aunque los religiosos susodichos rieron, lo segundo, del
modo de predicar que tenían los padres de la Compa-
ñía, según lo arriba dicho, triscando grandemente, con
todo, pasado algún tiempo, cayeron en la cuenta y se’
desdijeron de lo uno y de lo otro y comenzaron á ayu-
dar valerosamente, teniendo ya por honor el oficio que
hasta allí habian tenido por deshonra; entendiendo que
Anónima
225
pues los más granados de la Compañía se preciaban de
aquello, no habia razón para que lo depreciasen ellos;
y así, comenzaron ellos á predicar á los indios y á se-
guir el estilo y modo de la Compañía» y á confesar
á todos cuantos la doctrina de la Compañía derriba-
ba; porque como eran tantos millares los que acu-
dían y cada día venia gente de nuevo, no podían acudir
á todos aunque hubiese veinte 6 treinta confesores, y
tomóse por medio á que los religiosos que así se anima-
ron los ayudasen; en lo cual se señalaron grandemente
los dominicos y en ninguna cosa se apartaron del espí-
ritu y modo de proceder nuestro ». También hicieron
mucho los mercenarios con sus sermones y algunas con-
fesiones; los franciscos no tuvieron lenguas por enton-
ces, ni los agustinos, mas después que las tuvieron,
ayudadaron con muho fructo.
Visto el Demonio que ya se habian destruido sus ma-
chinas, inventó otras. Tomó el obispo tanta tirria y
enojo de que la Compañía hiciese en su ciudad y obis-
pado copioso fruto en los indios, que incitó á su provi-
sor y vicarios y curas y clérigos, ó por mejor decir, ellos
le incitaron á él, para que atajasen los pasos á los pa-
dres, porque echaron fama de que en son de predicar
y confesar, se querían apoderar de las parroquias y de
los pueblos de toda la primicia y aun quizá de todo el
obispado. Para esto pusieron, pena de excomunión mayor
latee sententia, que ningún clérigo ni cura los admitiese
en sus iglesias ni pueblos, ni á predicar, ni á confesar,
ni á nada; á los caciques y señores so pena de cient pe-
1 Donde ic descubre qué era el autor.
15
226
Relación
sos, y á los demás pena de cient azotes y tresquile de
cabellos, que no se confesasen con los dichos padres ni
oyesen palabra ninguna dellos; sobre lo cual hicieron
extrañas cosas, azotaron á muchos, así varones como^
mujeres, y los afrentaron públicamente, y pusieron to-
dos los medios de cárceles y destierros y otras penas
que pudieron; solo matar no les fué concedido. Mas no
salieron con su intento, porque crecía el número de los
que trataban de su reformación, en tanto grado, que
ellos se acusaron y conocieron que no iban por buen
camino; fuera de que la justicia real tomó la mano de
defender á los indios y á la Compañía.
Esta devoción y reformación no se puede probar me-
jor que con ver que dura hasta el dia de hoy con un
mismo tesón y con tantos extremos. Casi este mismo
modo, fervor y devoción ha habido y hay en Arequipa,
Xuli, Chuquiabo, Chuquisaca, Potosí, Tucüman, Chi-
le, y principalmente Quito. Dos misiones ha hecho la
Compañía á las Chachapoyas y Guánuco, y la reforma-
ción que entonces habia dura agora con grande fructo,
habiendo más de doce años que no ha ido la Compañía
á esos lugares. No trato de los grandes estorbos é impe-
dimentos que han dado y dan las opresiones y trabajos
cuotidianos, los diversos tributos y pechos que se les
han puesto y cada año se les imponen; los agravios y
vejaciones que reciben de mano de los magistrados
mediatos é inmediatos y de los particulares; la horrible
servidumbre á que han venido, no mas de porque son
xpianos, y la summa pobreza que tienen y el no po-
der acudir á la crianza de sus hijos y de su casa, por-
que no tienen lugar ni aun para atender á su salvación;
Anónima
227
la enemiga que tienen los seglares porque atienden los
eclesiásticos á su enseñanza y defensa; no digo nada de
esto que seria largo de contar, más vemos que con tan-
ta carga y peso (que con la mínima parte desfallecen
muchos españoles, no sólo de la virtud, mas de la leal-
tad que deben á su rey) están los indios firmes en su
propósito, y en medio de sus trabajos y dolores, se abra-
zan con Xpto., y mientras más inconveniente y estor-
bo y persecuciones, más firmeza y arraigamiento en la
fe. Porque es verdad que en determinándose de veras
de abrazarla, no serán bastantes los tormentos y muer-
tes á apartarse de ella, como se ha visto por experien-
cia en muchos, que por no ofender al Señor se han de-
jado matar á mano de españoles. Y como Ntro. Señor
ha permitido que en todas partes donde alguna gen-
tilidad se convierte haya quien ejercite á los nueva-
mente convertidos para su mayor provecho, como se
ha visto en Europa, Asia y África, así también ha per-
mitido que sean ejercitados los indios cristianos; y
como no hay gentiles ni herejes que los martiricen, ha
permitido que algunos españoles sirvan de perseguir-
los, maltratándolos, vejándolos y agraviándolos, y que
los magistrados colmen la medida en esto de malestar-
Ios y agraviarlos, junto con los demasiados tributos é
imposiciones, para que así sean ejercitados y se arrai-
guen en la fe y busquen á Dios en sus tribulaciones y
lágrimas, como lo hacen con gran ventaja y fructo.
RELACIÓN
DE
ANTIGÜEDADES DESTE REYNO DEL PIRÚ
rom
DON JOAN DE SANTACRUZ PACHACUTI YAMQUI
JESÚS, MARÍA.
t
Y o Don Joan de Santacruz Pachacuti Yamqui 1
Salcamaygua, cristiano por la gracia de Dios
Nuestro Señor, natural de los pueblos de Sanc-
tiago de Hananguaygua y Huringuaiguacanchi de Or-
cusuyo, entre Canas y Canchis de Collasuyo, hijo le-
gítimo de Don Diego Felipe Condorcanqui y de Doña
María Guayrotari; nieto legitimo de Don Baltasar Cac-
yaquivi y de Don Francisco Yamquiguanacu, cuyas
mujeres, mis agüelas, están vivas; y lo mismo soy bis-
nieto de Don Gaspar Apoquivicanqui y del general Don
Joan Apoyngamaygua; tataranieto de Don Bernabé
Apohilas Urcunipoco y de Don Gonzalo Pizarro Tinta-
ya y de Don Carlos Huanco, todos caciques prin^pales
que fueron en la dicha prouingia y cristianos profesos
en las cosas de nuestra santa fe católica. Como digo,
i Entre los Collahuaa, yamqui era el tratamiento 6 apellido que te daba a loa
mis nobles de los primitivos pobladores de aquella comarca, y cuyo origen era una
fabula.-M. J. E.
Las anteriores iniciales teñirán para distinguir mis notas de las restantes, que
son casi todas de puno y letra del célebre visitador de idolatrías en el Perú, Doctor
Francisco de Avila, y unas pocas del mismo Pachacuti, las cuales te pondrán da
cursiva.
232
Relación
fueron los primeros cagiquez que acudieron en el tam-
bo de Caxamarca á hacerse cristianos, negando prime-
ro todas las falsedades y ritos y cerimonias del tiempo
de la gentilidad enventados de los enemigos antigos
del genero humano, que son los demonios y diablos, en
la lengua general se llaman hapiñuñu, acJuicalla; porque
como aquellos sacerdotes, primeros predicadores apos-
tólicos que entraron con la ley evangélica de Nuestro
Señor Jesucristo á esta nobilísima provincia de Tauan-
tinsuyo, con el 9elo santo de ganar vn alma para Dios
Nuestro Señor, como buenos pescadores con sus atala-
yas [atarrayas] de suaves y amorosas palabras, predi-
cándoles y catetizandoles el misterio de nuestra santa fe
católica; y después cuando fueron los dichos mis antepa-
sados ya declarados y ya bien ynstruydos en las cosas
de nuestra santa fe católica, fueron baptizados, al fin los
negaron diziendo: abrenungiamos Satanás y á todos
sus secuaces y promegas falsas y á todos sus ritos.
De modo, después de haberse hecho cristianos, hijos
adobtiuos de Jesucristo Nuestro Señor, y asi con aques-
ta santa fe católica se acabaron haziendose berdaderos
cristianos, mostrándose ser enemigos de todas las ydo-
latrias y rritos antiguos, y como tales los pergiguieron
á los hechizeros, destruyéndoles y derribándoles á todos
los-guacas y ydolos, manifestándolos á los ydolatras,
castigándoles á sus subditos y basallos de toda aquella
provincia, y como á tales Nuestro Señor Dios los con-
gerbaron á los susodichos mis antepasados y á nosotros
sus nietos y descendientes masculinos y fimininos nos
an dado su santa bendición. Al fin estoy por la miseri-
cordia de Su Divina Majestad con su divina gracia ere-
por D. Joan de Santacruz Pachacuti .233
yendo en su santa ffe católica, como debo. Al fin todos
mis antepasados paternos é maternos fueron baptiza-
dos por la misericordia de Dios y librados de la servi-
dumbre del yugo enfernal en questaban metidos, como
gentiles, metidos en las hirronias y esclabonías con gran
riezgo y cono^do peligro como lo eran, á cuyas almas
Nuestro Señor tenga piedad y misericordia de perdo-
narles de todas las ofensas hechas de los tiempos pa-
sados, llebandoles á sus almas para donde fueren cria-
dos á su ymagen y simijansa. Y yo, como nieto y de-
9endiente ligitimo de los susodichos, siempre, desde
que soy hombre, é procurado ser firmes y estables en el
misterio de nuestra santa ffe católica, exsortandoles á
los próximos que fueran á mas adelante en $er buenos
cristianos con ynten^on y 9elo de guardar los diez pre-
ceptos de la ley de Dios, creyendo en Jesucristo Nues-
tro Señor, á ymitacion de nuestra santa madre Yglesia
de Roma; de modo que la santa madre Yglesia rroma-
na lo cree lo que yo Don Juan de Santacruz lo creo, y
asi en ella quiero bibir y morir en el temor de Dios
trino y uno que bibe y rreina para siempre sin fin. Como
digo, creo en Dios trino y vno, el cual es poderoso Dios
que crió al 9Íelo y tierra y á todas las cosas en ellas
questan, como el sol y luna, estrellas, luzeros, rrayos,
rrelampagos y truenos, y á todos los elementos, A”; y
luego crió al primer hombre Adán, Eva, á su muger x,
y simijanza, progenitor del género humano,
Amaro ó nmaru es culebra.—M. |. E.
X Sacaca es cometa.
3 El volcan de Arequipa.—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 277
parte para su giudad de Kuzco, en donde halló que su
padre ViracocJtampayncanyupangui que estaua ya muy
uiejo y enfermo. Al fin, llegado, haze la fiesta de su
llegada, y tras desto haze la fiesta solemne de capae-
rayini de Pacliayachachi, con gran alegría; y al viejo le
presenta á su hijo, su nieto, y después haze la fiesta
del nacimiento del infante, y se llamó AitMrottopoynga,
quiere dezir que en su nagimiento que todos los ani-
males mas fieros ocultos fueron echados de la comarca
del Cuzco. Y entonges los curacas y mitmais de Cara-
baya trae á Chuquichinchay, animal muy pintado, de
tocios colores, dizen que era apo de los Otorongos, en
cuya guarda da á los ermafroditas, yndios de dos na-
turas. Y este mismo inga los a mandado recoger á to-
dos los ynanos y corcobados, y los quales, dicen, siem-
pre se ocupaba para hazer bestidos, tt, para el infante,
y lo mismo dizen que para este inga truxo piedras que
alumbrauan de noche, sacándole de un oscollo de Apo-
rima
Al fin, este Pachacutiyngayupangui abia sido muy ben-
turoso en armas y fortunas, de cuyo imperio tiembla
todos los naturales. Y el podrido viejo, su padre, fa-
llege, y en su muerte lleua lutos de vicuña y blanco; y
entonges el dicho Paeltacutiyngayupangui, por no aber
tenido conbersacion con su padre, les dize: «quiero
cantar, al fin viejo fallege y acaba la vida madurándo-
le.» Y assi, dizen que á todos sus soldados que hezie-
ran reseña de su gente á vsso de guerra, y mándale lle-
1 Es la consabida fábula del carbunclo, piedra que lúas coa brillo propio y te en-
cuentra en el testuz de cierto cuadrúpedo á modo de gato, que en el Perü supoaian
ser el llamado oscollo.—Vi. J. E.
278
Relación
uar al difunto su padre pasear por toda la ciudad’, y tras
del todo su insignia y armas; y los soldados les dizen
el canto de guerra , todos armados con sus adargas
grandes, con sus lancas y porras, llacachuquis, chasca-
chuquis, surucchuquis; y toca las caxas muy despacio. Y
entonges todos los parientes y mugeres de su padre ha-
zen á lo contrario, deziendo que el ynga se holgaua de
la muerte de su padre, cantando alegrías; al ñn las yn-
dias salen otra procesión todas, haziendo llantos y llo-
ros, tresquilados y con fajas negras, y el rostro, todo
hechas negras, con uinchas de iunissa ó quisva, hechas
con campanillas de la misma quichua, y desnudas hasta
medio cuerpo, asotandose con quichuas y secseccoyos 6
sínicas; y otras yndias con tamboreólos pequeñuelos,
y chandose con sinezas en las cabecas.
Y por el dicho Pachacutiyngayupangui, viendo á su
madrastra, madre de Auquirupaca, su ermano, al fin ha-
bia reido, teniendo por loca de aquella manera á todas
desnudas y las tetas colgadas, y con uinchas y pillos de
quichua y cascaras, todas ontadas con ceniza negra y
cebo, y asotarse, y llorarse con tamborcillos. Este llo-
rar sin duda habia sido imbentado de los demonios. Y
dizen que estas pallacums y biudas y biejas, toda aque-
lla semana andubieron buscando por todos lugares á
do abia andado el dicho difunto, con entencion de ha-
llarle; y mas dizen que estas viejas los echaua ceniza
sernido en el rededor de su casa para ver si topaua sus
pies del difunto. Y por Pachacutiyngayupangui hazenle
burlas, y embiandoles á los mancebos con mantas fray-
leseas que andubieran por cima de las senizas; y á la
mañanita les pregunta: «¡ah, bieja mi madre! ¿tanto
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 279
amor tenéis de vuestro marido mi padre? Muy bien
abéis llorado; y quando muriedes ¿quien os llorara des-
ta manera? tfe.»
Al fin el dicho Pachacutiyngayupangui se parte para
las conquistas de los Condesuyos, yendo por el Collao,
en donde topa con los yndios Ccoles y Camanchacas,
grandes hechizeros, y de alli baja por Ariquipay, passa
á Chacha y Atunconde y á los Chumpivillcas, y de alli
á Parinacocha y de alli á Camana, y le da buelta á su
ciudad por los Aymaraes y Chillques y Papres; y en-
tra al Cuzco y haze fiesta, y entonces dizen que metió
al Cuzco mucha suma de plata y oro y un vallena.
En este tiempo los Capacuyos ymbia á vn yndio
pobre con hidtis [idltis] 1 de guardar lliptas 2, el qual
da golpe á Pachacutiyngayupangui en la cabega con in-
tengion de matarles, á el qual les da tormentos y los
confiessa que era canina de los Quiquixanas, y que por
rruego de los Capacuyos abia venido á matarles, por
cuya caussa manda asolar á las Cauiñas, destruyendo-
Íes átoda su prouincia, y ellos los dan escussas. Al fin
la culpa abia sido de los Capacuyos, cuyos curacas eran
Apolalama\y] Yamqutlalama de Hanansayas y Hurinsa-
yas, serca de viente mili yndios trebutarios, fuera de las
mugeres y muchachos y viejos. Al fin fueron asolados
de todo punto. Dizen que por consejo de su uaca Ca-
ñacuay, &l los querían matar al dicho ynga. Y entonges
nació su hijo segundo Topayngayupangui.
Al fin el dicho Pachacutiyngayupangui haze la entrada
x Estos son unos carnerillos de barro en que echan Uipta.
2 Llipta, panecillos de ceniza que roen los indios por apetito para comer coca.
28o
Relación
y conquista de los Condesuyos con cien mili hombres, y
entonges la uaca de Caiiacmy se arde fuego temerario, y
no los consiente passar la gente. Y al cabo se aparece
temerario culebra, el qual dizen que consumió mucha
gente, de que abia tenido gran pena y se aflexe y alssa
los ojos al gielo, pediendo socorro al Señor del gielo y
tierra, con gran aflexion y llanto. Y entonges biene del
gielo vna auancana, ó águila, con vna furia temerario,
dando gran sumbidos y arrebata á la cubibra [culebra]
y alssa al alto de la cabega y después la dexa caer al
suelo, y dizen que se rebento; otra su compañera lo
mismo abia rebentado subiendo por vn gran árbol para
coger al capitán Ttopacapac, su ermano bastardo del
ynga; y entonges dizen que los yndios salieron cagi to-
dos bibos. Al fin el dicho ynga, en memoria de aquel
milagro, le manda poner en vn andenes de essa prouin-
cia culibra labrado de piedras, el qual se llama Uati-
pirca.
Al fin el dicho ynga buelbe á su giudad; y entonges
ya era biejo, y llega la nueba que como vn nabio abia
andado en la otra mar de hazio los Andes, y enton9es,
al cabo de vn año, llega vn mangebo á la plaza con vn
libro grande y dale al ynga viejo PacJiacuti, el qual no
haze casso del. mangebo, y al libro les da para que la
tubiesse el criado; y por el mangebo pide el libro del
criado y sale derecho de la plaza y en passando la es-
quina, desparesse, avnque después el Pachacutiyngayu-
pangui le manda buscar quien era, y no se sabe quien
fue; desque el ynga haze ayuno de seis meges en Hoco-
cachi, sin saber.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 281
TUPAC INCA YUPANQUI, 9.0 INCA.
Y assi el dicho Pacliacutiyngayupangui le haze la
renunciagion del rey no en su hijo Anuir o Ttopaynga,
el qual jamas lo asepta, antes se aplica á las chácaras
y á sus edeficios; y visto assi, el dicho Pachacutiynga-
yupangui les dize al mayorazgo que si la quería que los
dé el reyno á su ermano segundo Ttopayngayupangui,
el cual lo asepto con gran amor, y assi manda que to-
das las naciones acudiessen á jurar por su señor á Tío-
payngayupanguiy y assi lo hizo. Y al fin les corona y los
entrega el septro llamado Ttopayauri.
Y después manda que de todas las naciones entras-
sen al Cuzco gente de guerra, porque entonges oyó la
nueba que como en Quito la mayor parte dellos estauan
rebelados y alssados. Al fin despacha á su hijo á la con-
quista y allanamiento, porque como después de aber
llegado el buen viejo, los abia mandado que contribu-
yeran para el gasto de su cassa y gente de precidios;
los quales se rehussan y aderegan las armas para de-
fenderse, negando la obediencia de todo punto. Al fin
el ynga obliga tan de berasde conquistarles, dando pri-
meros el pregón de armas concediéndoles que todos se
defendiesen con armas; y esto an hecho por ganar des-
pués de justa guerra. Al fin, despacha el dicho viejo
Pachacuti con giento y veynte mili hombres de guerra
y oíros doze mili hombres con sus mugeres, para dejar
por pregidios y mitmaes.
El qual dicho Ttopayngayupangui, después que salió
282
Relación**
del Cuzco con el aparato de guerra, siempre recoge la
gente de guerra que pudo aber, ymbiandoles á todo su
reyno por mas gente de guerra; y como yban ganando
á los enemigos con gran prosperidad, castigándoles á
los rebeldes, trocándoles de su natural para otras tier-
ras, y á los soldados los reparten siempre en cada ¿rtta-
mani armas, bestidos ricos de cumbis y poracahuas de
plumerías, á manera de capotes, adargas, morreones,
y purapuras de oro y plata; y á los capitanes y á los de-
mas oficiales de guerra los dan camisetas de oro y plata
con sus diademas, llamado uacracacro. £1 qual dizen
que do quiera que passaba los dejaba plateros y todos
los oficiales de armas y bestidos, y assi siempre no les
faltauan nada, siempre los tenian abastadamente todo
quanto es menester para premiar y galardonar á los sol-
dados; y assi abia sido muy franco y amado de todos;
principalmente á sus capitanes los regalaba, y á los po-
bres siempre los hazia merced.
Y assi llega á Quito, y los conquista y venge, alcan-
sando siempre las victorias; y después buelbe á Tome-
bamba, después de haber dejado en los Cayambis mü-
maes, avnque no los castiga como lo debían, porque to-
da aquella prouincia de Quito y Cayambi les dezia en
la lengua sus escusas, con gran humildad; al fin los
perdona.
Y en este tiempo comengo aber gran hambre hasta
siete años, sin que en esos siete años obiessen frutos
de lo que sembraban. Dizen que en este tiempo con
hambre murieron mucha gente, y avn dizen que en-
tonces comian á sus hijos el que tenian. Y assi, el di-
cho y Ttopaynga asiste entonges en Tomebamba. En
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 283
este tiempo, dizen que el dicho Amaro Topaynga siem-
pre en esos siete años de hambre los sacaba mucha co-
mida de sus chácaras de Callachaca y Lucriocchullo; y
más dicen, que de su chácara jamas se apartaban nu-
bes, llubiendoles siempre en anocheciendo, y assi di-
zen que no cayeyan yelos; milagro de nunca creer. Y
desto dizen que la gente los querían adorar, y el dicho
Amaro Ttopaynga no los consiente áque hizisenel tal
negocio contra el Hazedor, que antes los humillaba á
los pobres, dándoles de comer en los dichos giete años
de hambre; el qual-*! maro T topaynga dicen que siempre
su inclinagion era demasiado humilde con todos, y bien
hablado. Este an hecho los cólicas y troxes de las comi-
das, de mucho tiempo atrás, cuyos descendientes fue-
ron los ca pacay líos.
Y en este tiempo nació Guaynacapacynga en Tome-
bamba, pueblo de los Cañares, y su padre Ttopaynga-
yupangui y su madre Cocamanw, anaguarque y ediñca la
cassa y bohiyo muy grande, llamado Tomcbambapacha-
mama: quiere dezir, lugar nagido del benturosso infan-
te; y en ello los perdona á todos los hechiceros, por
caussa del nacimiento del infante, por ruegos de su ma-
dre, porque ya estauan sentenciados en secreto para
empalarlos con canganas de chanta de abajo, como á
un conejo; y para el dicho efecto estauan hechos dos
manantiales parejos llamados escaypruyo [iscay pucquiui]
essos dos pocyos los signifícauan que los hombres y
mujeres que adoran á dos dioses, habian de ser casti-
gados en dos payapucyos con gran crueldad. Avnque el
dicho Topayngayupangui siempre abia sido gran justi-
ciero de los laycas y omos, quemándoles á muchos gua-
‘284
Relación
cas y echándoles sal en el lugar do estauan, no por
esso dejaron de aber y multiplicarles mucho mas en
número.
Al fin viene al Cuzco, y los ymbia adelante á vn
capitán suyo llamado Auquiruca con doce mil hombres,
para las prouincias de todos los llanos, para que en su
nombre los vissitase y los allanase á los ribeldes ino-
bedientes. Al finio haze muy bien, y dicho Ttopaynga-
yupanguy viene derecho al Cuzco, trayendoles á los Ca-
yambis y Cañares y Chachapoyas para sus alabarderos,
y entonces vienen muchas mocas de los Quitos, Quila-
eos, Quillaysincas, Chachapoyas, y Yungas, Guayllas
Guaneas, para las doncellas de su Coya, y principal-
mente las aellas de Ticcicapacviraeochanpachayachachi,
llamado yurac aclla, uayruc aclla, paco aclla y yana aclla,
y mucha requeza de piedras y oro y plata y plumirías.
Y assi, en la buelta, manda á todas las prouincias desde
Quito hasta el Cuzco, que todos heziessen chácaras y
truxes, cólicas, caminos y puentes, tambos, y que las
aellas, lo mismo, obiesen en todos, y á los oficiales de
cwnbis y plateros y paucarcamayos pillcocamayos, cante-
ros; y hace armas, dejando en todas partes soldados de
precidio, para la seguridad de la tierra, y á los kambi-
camayos, y mas lo manda que cada parcialidad obiesen
comunidades y sayssis, para el prouecho y sustento de
los pobres, que son llamas y comida.
El qual llega al Cuzco, en donde el buen viejo Pa-
chacutiyngayupangui aguarda con treynta mili hombres
de guerra, á usso de guerra, veniendoel mismo en per-
sona hasta Villcaconga, y les representa á manera de
guerra, trayendo su gente en orden de guerra, y los
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 285
apocuracas en sus andas y quitasol, en donde los dos
exercitos, luzedissimos de oro y plata y ricas plume-
rías, haze sus escaramajos, caracoleando, y el buen
biejo, de puro contento de ver á su hijo y nieto, se hace
general y su hijo se hace maestre de campo, y los des-
pacha metad del exergito con el Otorongoachachi y Ca-
circapac1 con todos los apocurcicas, para que en la for-
taleza de Sacssaguaman todos estubiesen a puntos de
guerra, para la defensa de la ciudad de Cuzco; y que
el nuebo infante Guaynacapac, su nieto, les abia de com-
batir con sus cincuenta mil hombres, todos armados
de oro y plata. Al fin representa á manera de come-
dias; y entra por gima de Cinca, y hace sus uaracaua-
cos2 con llucossfc, y los vence á los que estauan forta-
lezidos en Sacssaguaman, y entrando á la fortaleza, sa-
ca á todos los Cayambis y Pastos y gente abidoen guer-
ras, y las cabegas cortadas, que estauan para esse efecto
hechas, les unta con sangre de llamas y pone en las lan-
gas. Al fin, á los bengidos hazen hayllc de ellos, trium-
fandoles hasta Coricancha, por aquella principal calle,
en donde haze sus acatamientos al simple imagen del
Hazedor los capitanes por sus órdenes, saliendo por la
otra puerta á la plaga de Haocaypata y Cugipata, con el
canto de quichu* , y asienta por sus ordenes los curacas
en sus tiyanasy quitasol tfc, en donde el dicho Pacliacuti-
yngayupangui sienta con su hijo Topayngayupangui, y
Amaro Ttopaynga, todos tres con iguales liyanas de
1 Este Caciteupac quiere decir un señor principal de tierra i gente, como uirrej.
2 Kspias ligero»?;-M. J. E.
3 Ea muy difícil de adivinar este pasaje tal como esta escrito.—M. J. E.
4 De kuichUini, silbar con la boca?—M. J. E.
286
Relación
ruua, hechas de oro; todos los tres bien bestidos con
sus capacllaottos y mascapachas, y el viejo con su septro
de suntorpaucar, hecha de oro, y el Topayngayupangui
con su septro de ttopayauri, y el otro sin septro, solo
con chambis 1 pequeños de oro.
Al fin el mando del señorío cupo á Ttopayngayupan-
gui\ y el infante Guaynacapacynga estaua en Curicancha
sin ser sacado á parte ninguna por todo aquel año. Al
fin, selebra la fiesta de capacraymi con gran solemnidad,
y los tres menistros del templo de Coricancha, Aporu-
paca y Auquichalkoyupangui y Apocama, se hazen muy
graues, y al ynga los llamaua hijo, cuya cassa al pre-
sente es del combento de San Agustín, y los dos jamas
salen de Coricancha.
En este tiempo el viejo Pachacutiyngayupangui fallege
durmiendo, no mas, sin sintir dolor ninguno, de cuya
muerte haze gran llanto, y los reparte á los pobres en
todo el reyno de comer y bebida, y lana y bestidos; y
quando el ynga su hijo no lo sintieran, los capitanes an-
cianos y caducos entierra á todos los pajes y servicios
del ynga defunto, deziendo que en la otra vida le abian
de seruir y con ella mucha suma de chucherías. Al fin
á essos que abian de morir primero les emborrachauan.
Dizen que este Pachacutiyngayupangui tubo gran canti-
dad de oro y plata, el qual tessoro estara en vna bobeda
de tres salas en el valle de Pissac. Al fin, al cuerpo de
dicho difunto les pone en la cassa de los cuerpos muer-
tos de los yngas, cada vno con sus mugeres, conforme
de la desendencia estauan embalsamados, todos pues-
i Chumpis, macanas.—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 287
tos en sus ventanas, &. De cuya muerte se alzaron las
prouincias de los Puquinas y Collas, desde Villcanota y
Chacamarca, contados los Omasuyos de Urancolaime,
Hachacachi, Uancani, Asillo, Asangaro, con todos los
Taracos, y se hazen su fortaleza en Llallauapucara, con
dozientos mili ombres,’ y como no cupieron en la dicha
fortaleza, los echa á los soldados de poco animo para
que se fueran á fortalezer en dos fortalezas de essa co-
marca.
Al fin el dicho Topayngayupangui haze gente de guer-
ra contra ellos, y entonges se ofrecen los Hananquichuas
y Hurinquichuas de yr solos, confiando en sus fuercas,
y al fin, por los muchos rruegos dellos, el dicho Topayn-
gayupangui concede y agepta la conquista de las quatro
provincias; y assi sale del Cuzco vn exercito muy po-
deroso de doze mili ombres Quechuas, los quales lle-
vando tan lucidos armas y gente y con mucha soberbia;
y en su compañía lleva vna guaca é ydolo, los quales
comienga pelear en Guarmipucara con las mugeres Cu-
1 lacas, en donde aynas fueron vengidos los Quichuas
del ynga. Al fin se retira á la fortaleza principal de Lla-
llauapucara, en donde haze serco los quichuas á los
Collas, combatiéndoles con gran confianga de venger,
arrimándose en la ayuda de su naca y ydolo, y en donde
los probes Quichuas fueron asolados de todo punto.
Uno solo se escapo, el qual trae la nueba á Topaynga-
yupangui, de cuya luzida soldadesca y de sus muertes
y desgracias llora el ynga.
Al fin el ynga sale del Cuzco con sus ciento y beynte
mili ombres contra los Collas; y en llegando el dicho
ynga con su campo, assienta su rreal haziendo serco á
288
Relación
la dicha fortaleza de Llallauapucara, y asi el dicho
serco y combate le duro tres años. Y entonges los Co-
llas, viéndose sercado, adora al sol dando sacrificios
con uacarpañas y criaturas y conejos, y del ayre le res-
ponde: «buena esperanza», á su tata1 (fe. Y assi ellos
dan guerra al ynga sin temor ninguno, como si la guer-
ra estuviera en su mano; y sugedele muy á lo contrario
de lo que pensaua, porque el dicho ynga, por aber esta-
do tres años en el dicho gerco entendiendo en cantar
todos al derredor sin apartarse, estauan ya con sus ca-
pitanes canssados, les da el combate con la mayor furia
á los Collas, en donde ovo gran derramamiento de san-
gre por ambas partes, porque las caigas [galgas] de co-
bre y estaño que echauan á rodar, hazian gran daño á
los del ynga; con todo esso, aquel dia lleuo los del ynga
la loa de la batalla.
Y al dia siguiente, los Collas, para dar espanto á la
gente del ynga, comienga á cantar, colgando ocho tam-
bores en quatro maderas, todos vestidos de oro y plu-
merías y plata, y los del ynga mucho mas, y comienga
á cantar, y otra mitad los combate otra vez, y por
aquel dia queda lo mismo, sin que oviessen ventaja. Y
al tercer dia, el dicho ynga, con los demás capitanes y
curacas en personas, les da combate desde que sale el
sol, en donde hizo gran matanga los de Ttopayngayu-
pangni, desbaratándole á todos, los quales estauan en
la fortaleza, porque los Collas, estando ya ganados y
viendosse ya en manos de la gente del ynga, no es-
tauan seguros; y assi, el Cluichicapac se biste conbesti-
z Tata quiere dezir mcnistro de los uacas.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 289
dos de mugeres, y sus capitanes salen rrompiendo á vn
lugar del gercado, y se va á la provincia de los Lupacas,
de donde prende á los Parisacares, general de los Co-
llas, el qual hauia lleuado á la naca de Inti, y con
ella otros guacas, á los quales trae ante el ynga al
pueblo de Cayauire, en donde el dicho Ttopayngayu-
pangui manda poner en medio de todo el exercito de
gien mili hombres á los nacas y á los vencidos abidos
de buena guerra, á todos por sus hordenes; y después,
para mayor afrenta, manda poner á los liayachucos 1 y
saynatas a, y llamallamas 3, y chuñires, para que engima
de las nacas de los Collas cabalgaran á las chonos, me-
nospresiandoles, hasta mandallos arronjar á la lagu-
na de Orcos, y á los Collas trae para el triunpho al
Cuzco.
Y en este tiempo vino la nueva que como los Andes
estauan para salir al Cuzco contra el ynga, y assi, en
memoria de aquellas guerras crueles de los Collas,
manda poner dos porras de oro y plata en Villcanota
con rayas y mojones, dejando en aquella parte los
mitmaes, y pregidios de los caballeros leales, < £, para
la seguridad de aquella provincia. Al fin el dicho ynga
manda apregonar nueba conquista y entrada á los An-
des, y assi lleua trecientos mili hombres, y para ello
les nombra por general del exercito á Otorongo Achachi,
y luego á Kapacuari y á Apoquibacta, y á otro de los
Chillquis y Apapres, y otro de Cana, <£. Y estos hazen
muy bien su conquista á las prouingias de Manaresuyo
x Sombr eros 6 tocados de borla y afrenta; corozas, como ai dijéramos.—II. J. E.
2 Mascara de farsante.—M. J. E.
3 Mamarrachos, disfraces de farsa imitando animales.—M. J. E.
»9
2go
Relación
y Opatari hasta los confínes de Guancavillca, y hazia
ariba llega hasta en derecho de Caravaya, en donde los
vido vna provincia, todos mugeres, llamado Guarmiaur
ca x; "Al fin, passa á la otra banda, passando por un rio
muy caudalossisimo,y como no abia quien passase, halla
vnos monagos temerarios, que abia sido de vn curaca
de essa provincia de los Manares, el qual passa á la
otra banda, y cfon él yndios que sambollin para tirar
maromas ó timpas después; ardid jamas oyda, de que
se espantan los Iscayoyas 2, assi llamado. A esta pro-
vincia se llama Dorado, &, en donde halló vn reyno
grande llamado Escayoya, rica tierra, y la gente de-
11a mucha mas belicosa que quantos naciones de por
acá, los quales dizen que se sustenta con carne humana;
lo que es de echar ponssoñas y venenosas, saben como
gente que tienen pactos con los demonios, y son gran-
des flecheros, con quien an abido dos batallas muy re-
ñidissimas, y en la tercera vez los del ynga á los con-
trarios la hazen rendir, porque avnque los de por acá
no eran tanto como ellos en animo y fuerga, solo an
lleuado ventaja de armas y la gente con buena horden
y congierto, y todos bestidos de oro y plata y plumerías;
al fin con esto les da espanto muy grande.
Dizen que en este tiempo, quando estaua ya para nu-
merar á todas las prouincias y gente della, para dejar
i Huarmi auca, mujer soldado, guerrera, amazona.—M. J. E.
2 Es decir, dos caras 6 rostros. Llamáronse también Escaycincas, dos narices; y
este ultimo nombre y el de Cipitacunas y Cincacuchuscas, narices cortadas, quedó
en una tribu que vivia orillas del Marañon, más abajo del pongo de Manseriche,
hallada por Juan de Salinas Loyola, al navegar por primera vez dicho pongo y dea-
cubrir el gran rio de Ucayali ó Paro, que llamó de Santiago, el año de 1557,
—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 291
ordenangas, le llego la nueba que como el Topaynga-
yupangui abia desterrado á vna prouincia sujeto de vn
capitán para los Chirguanaes, de cuya nueba el capitán
Apoquibacta manda pregonar á sus subditos, estando en
los Andes. Al fin viene con su gente boluiendo á su
tierra, dejando al exergito del ynga con su general Oto-
tongo Achachi, de que fueron la caussa que los Escayu-
yas y Opataris y Manares se toma sus armas, porque el
dicho Otorongo Achachi, eg faltando otro miembro, esta-
ba medio manco. En semejantes ocagiones los gouer-
nadores no abian de hazer tales agrabios á los vassa-
llos &; porque por falta de aquel capitán, se venieron el *
real del ynga al Cuzco, dejando la conquista hecha, que
por lo menos los trabajos de tres exergitos no fueron
de poco valor, y tantas muertes, que si en aquel tiem-
po obiera dejado la ordenanga, el dia de oy estubiera
sujeto á la corona de Castilla, pringipalmente obieran
sido cristianos; mas Nuestro Señor lo sabe y reserva
para algún tiempo.
Y en este tiempo el dicho ynga despacha á Cagirca-
pac por vesitador general de las tierras y. pastos, dán-
dole su comission en rayas de palo pintado; y antes que
despachara esto, ymbia por todo el reyno á Collaccha-
guay, curaca de Tarama de los Chinchaysuyos, para
que prouase de comer y beber con todos los curacas,
porque este Collacchaguay, como era gran comedor y
bebedor que Dios abia criado en estas partes, assi el
ynga despacha para dar mas chácaras á &. En conclu-
sión de todo aquel susseso, digo que el ynga estaba en
la obra de Saquisaguana y en la fortaleza del Cuzco,
con todos los oficiales canteros, y llega el Apoquibacta al
292
Relación
ynga con sus doze mili hombres Collasuyos, los quales
les haze aclamación al ynga por el agrabio de los des-
tierros, el qual escussa y dize que no sabia nada de
essas cossas. Pues los gouernadores abian de ser ex-
pertos para dar sentencias á los culpados, dándoles las
penas porqué; y muchas vezes con media palabra que
manda el gouernador, los menistros los executa sin mi-
rar, &. de que muchas vezes suelen resultar nególos
peligros, tfc. Y entonges oye el dicho ynga el negogio de
sus basallos y reboca.
A esta sazón viene la nueba como los Chillis hazia
gente de guerra para contra el ynga, y entonges despa-
cha á un capitán con veinte mil hombres y otros veinte
á los Guarmeoaucas (sic), los cuales dos capitanes llegan
hasta los Coquimbos y Chilles y Tucman, muy bien,
trayendoles mucho oro; y los enemigos no hacen tanto
daño en los de acá, antes con poca fazelidad fueron
sujetados, y los Guarmeaucas lo mismo, y en donde los
deja vna compañía de gente para que servieran de ga-
rañones, y de allí trae gran cantidad de oro finísimo
para el Cuzco. Y assi, el inga, después que vido traer
tanta cantidad de buenos oros, manda hacer planchas
de oro, para que servieran de tapegerias en Coricancha
y en la fiesta de capacraymi. Como era costumbre ge-
neral combidar de las trojes del ynga á todos los taban-
tinsuyos, con mucho orden, y por los curacas y gente
común ya dichos, murmura al ynga que era escasso; y
assi, llega al oido del ynga, el qual oyendo aquello, man-
da hazer para el año venidero queros 1 grandísimos, y
i Vasos, generalm rite de madera.—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 293
orpus 1 carasso 2 y vamporos, 3 que son platón y medianos
escudillas; y assi, de aquello, al año siguiente, dabeuer
tres veces al dia con queros temerarios y sin hacellos le-
vantar á orinar, (fe.
En esta sazón sale de los Andes de Opatari trezien-
tos yndios Andes, todos cargados de oro en polbos y
pipitas, que entonges era como en año nuebo; y assi
como digo, aquella noche comengo á elar terriblemente
á todas las comidas, hasta el raiz, de que el ynga, por
consejo de los biejos, manda que todos trezientos yn-
dios los lleuasen sus cargas de oro á Pachatusan, sier-
ro muy alto, y alli entierra á todos con sus oros carga-
dos, matándoles, y assi queda por enterrados los des-
venturados; en lugar de agradecer lo haze á lo contra-
rio; y assi nunca fue sacados hasta el dia de oy el di-
cho maquina de oro. Dizen que para este efecto abia
cabado muy hondo á la otra parte que como mira hazia
el sol.
HUAINA CÁPAC, io.° INCA.
Al fin el dicho ynga fallege siendo ya muy biejo, y
su ermano Amarotopaynga muy biejesimo; al fin el vno
y el otro en aquel año se acaba, dejando por su univer-
sal eredero en el reino á Guayjuicapacynga; y que los
dexa por gouernador á Apuguallpaya, porque el dicho
Guayttacapac estaba de poca edad, el qual dicho gouer-
nador los manda llorar por el dicho Topayngayupangui
en todo el reyno, como abia llorada por Pachacutiynga-
1 Vrppu, cántaro grande.—M. J. E.
2 Fuente ó plato grande.—M. J. E.
3 Huampurus, mate 6 cuenco grande como batea, hecho de calahaia 6 tápala*»—
M. |. E.
294
Relación
yupangui, hechas dos exercitos, el vno todos varones y
el otro todas mujeres, mucho mas que la primera vez;
y entonges entierra á muchos y anas pachacos, mujeres
y criados amados del dicho ynga; todos estos eran es-
cogidos. A esto dizen que aquellos capitanes barbaros
entendieron que el ynga abian de ser servidos en la
otra vida de tantos servicios de gente: hechas de in-
fieles y barbaros sin ffe, &.
. Y dizen que este gouernadory cuadjutor se quiso al-
zarse con el reino de Tauantinsuyo y que estaua ya
mandado, y assi de todas partes yban acudiendo gente
con armas secretamente para un dia señalado. Estfe go-
uernador dizen que comengo á adorar al sol y luna y ra-
yos, mandándoles generalmente á todo el reino, y por
ellos con poca fagelidad comienza á adorar yendo á los
serros; y Guaynacapac, como muchacho de poca edad,
también los adora á todos que estaban puestos en el
Coricancha por otros yngas sus passados, entendiendo
que abia puesto para adorar; y por el gouernador dizen
que los señalo chácaras para estos falsos dioses, y por
algunos curacas, de la mala inclinagion, oyendo, los
executa con amor. Y assi los reyes de la tierra son
obligados de dejar 6 nombrar gouernadores rectos en
la ffee y no codiciosos ni descuydados, tfe; porque to-
das las cossas, assi espirituales y temporales, consiste
en un gouernador, porque entre los cristianos y barba-
ros siempre ay condiciones diferentes. ¡Ojalá que to-
dos tubieramos pecho justo! &.
Al fin el dicho Guallpaya, como ya dixe, estaua ya
ya con cuidado de alsarse sin que la tierra supiesse; y
entonges, dizen que un tio bastardo de Guaynacapac,
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 295
muy al amaneger, adormegio tanto cuanto no mas, y
los vido, entre medio despierto y sueño, á la giudad ger-
cado de gente con mucha orden, y á Guallpaya con las
flechas apuntando al infante Guaynacapac; y viendo
assi, se leuanta el dicho tio, como si fuera verdad, y
no abiendo nada de essas cossas, buelbe á su casa con
imajinaciones. Y al fin, va á la cassa de cuyos manco,
y manda que Jodos los consejeros de justicia y de guer-
ra y de hacienda acudiesen á la cassa de audiencia
y cabildo x. Y en esto ynbia el gouernador á deshazer el
cabildo, diciendo: ¿qué nobedad quería hazer ó cossa
nueba era? los declarassen, so pena de la vida. Al fin
los consejos, que eran doce grandes, personas graves,
los quales no hacen casso del goviernador; al fin entra
en su cabildo y acuerdo, a ber qué cossa era, y estan-
do assi,'les llama al tio bastardo para que dixiese la
nueba, &, el qual dice lo que pasaba, contándole todo,
y los haze repetir tres vezes; y después, por los conse-
jeros manda que á los privados de Guallpaya los pren-
diesse secretamente, y otro le mandó que los capitanes
estén apercibidos, y a lo tercero manda que fuesen cin-
quenta hombres á cada camino á correr y á vissitar
si abia alguna cossa. Al fin, el mas priuado de Apo-
guallpaya los declara que cómo Guallpaya se quería al-
sarse con la tierra, y de los caminos tray á muchos
yndios cargados de sestos de coca,* y en ella las armas
metidos, y preguntados, los confiesa que por orden de
Yngaranti2 Apovallpaya beniya á hazer lo que le manda-
z Tenia tres de sus cuatro lados cerrados con paredes y une abierto. Los españoles
llamaron después galpón** k estoa edificios, da loa cuales y con análogo destino sa
encuentran hoy en muchos pueblos da iadios al Orienta de los Andes.—M. J. E.
a Lugarteniente de faca, 6 rafias*. "
2g6
Relación
ba. Y entonges Guallpaya, como tenia tantos lacayos
y alabarderos, no pudo ser pressos por los consejos y
audiencias, porque los porteros no los daban lugar á
persona bebiente que entre adentro; y entonges por los
capitanes de Tabantinsuyo que estaban alli jurados pa-
ra ser fidelissimos y leales á la defensa de la cassa
real del Cuzco, se junta hasta quenientos, y saca del
templo la capacvuaticha, que es el estandarte de los yn-
gas, y comienza á tocar la caxa y viene al govierna-
dor, trayendo al infante Guaymcapac\ y por los alabar-
deros viendo de esta manera, consiente entrar donde
estaua Gualpaya, el cual dizen que ya estaua á punto
de salir y bien armados, y con él muchos capitanes de
grandes fuergas y muchas armas. Al fin los prende el
cuerpo, sin dar lugar, y les corta la cabega1, y á los
conjurados los prenden á todos y los hazen justicia,
y á los que venían de las prouincias los castigan con
stibayas2 en las espaldas, á cada uno tres golpes.
Al fin se ssessó, y assi, desde entonges, la audiencia
con todos los consejos de guerra y hazienda y justicia
manda y despacha, á todo el rey no de Tabantinsuyo,
que todos acudiesen á la coronación de Guaynacapac,
sin dar goviernador. Al fin tres años le duro el aderezar
las cossas nesesarias para la fiesta de la coronación; y
assi dizen que los aparejo la muger para el Guaynaca-
pac á su misma hermana carnal de padre y madre, 11a-
i Sin embargo, hay documentos que dicen que este Guallpaya 6 Huallpaya (el
Gualcaya de Santillan, p. 17) vivió desempeñando el cargo de gobernador de uso
de los cuatro grandes distritos de Tahuantinsuyo, en el reinado de ese mismo
GuaynaCápac, que, según Pachacuti, le quitó la vida cuando no era más que prin-
cipe—M. J. E.
2 Son una especie de piedras largas.
Por D. Joan de Santacruz Pachacuti 297
mada Coyamamacucirimay, porque como era costumbre
de sus passados; al fin, en el mismo dia de la corona-
ción se casso.
Dizen que fue cossa de grande admiración la fiesta,
porque dizen que todos los techos y paredes de las ca-
lles estauan todos cubiertos de ricas plumerías, y las
calles principales por donde abian de passar todo de
oro, y el suelo con pepitas de oro, y todas las calles con
escamas de plata sobre los reposteros de plumerías, y
toda la gente de Tauantinsuyo muy galanissimos de
cumbis ricos y plumerías, y de oro y plata'. Dizen que
el Guaynacapac sale de la cassa de Pacluuutiyngayupan-
gui, su agüelo, acompañado de los grandes y apocura-
cas de Collasuyo, y de sus consejos; y la infanta Ma-
macussirimay sale de la cassa y palacio de Topaynga-
yupangui, acompañado de los grandes apocuracas de
Chinchaysuyos, Condesuyos y Antesuyos con todos los
auquiconas orejones por su horden, paseándoles por la
ciudad en andas de su padre, y Guaynacapac lo mismo,
con las andas de su agüelo, sin septro de topayaori,
solamente con su cltampi, y muchos lacayos, todos cura-
cas de menos nombres, bestidos de churo, relucientes
madres de perlas, y bien armados con sus purapuras de
plata y chípanos de plata. Dizen que vencía la bista to-
dos estas cosas. Y la gente de guerra, hasta cinquenta
I L'oa cota semejante quedo por costumbre en Lima, ai entrar los vireyct por
primera vea en la ciudad; pues todoa loa vecino» tacaban a la calle y ponían en apa-
radorca cubierto* de rkoa y vittoaot repotteroa todaa tul vajillas de plata y oro y
otraa alhajas, amen da la aloja, mistela y demás refrescos que te servían al publico
coa tanta profMatas y largiseaa como la chicha en tiempo de loa incas; la aloja, es-
peciaimeuta, tas gustosa a los límenos, y cuyo impuesto era una de las rentas que
mejor sostenían el cuintcrumicnin de los alcázares y jardines del Baca Retiro.—
M.J. B.
298
Relación
mili hombres, les guardaba la ciudad por de fuera y á
la fortaleza de Sacssaguaman; dizen que era cossa de
gran admiración la fiesta.
Al fin el dicho desposado, á vsso de la gentelidad,
entra cada vno por su puerta al templo del Hazedor Pa-
chayachachi, assi llamado por los gentiles de aquel tiem-
po, y por el sumo sacerdote Apochallcoyupangui fue
calcado el rey y la infanta con llanquis de oro, y después
les da la chipana de oro á Guaynacapac, y á la infanta
los topos de oro, y los haze tomar las manos, y los leua
á la pata 1 y lugar donde acostumbraba hazer sus scri-
monias, y les dize su oración en alta voz. Al fin se
acaba por aquel dia assi no mas, y ellos se quedaron
por cassados; y después los entrega el topayauri, el swn-
turpaucar2, y capacllaoto*, y vincha*, después de tres
dias, con lo misma fiesta y solemnidad en el mismo lu-
gar donde los cassó, y los entrega el capacvnancha para
que los lleuase adelante al vsno, y entrega lo mismo á
guamanchampi* de dos bocas ó filos, con sus adargas,
ó uallcancas6, y orneabas ?, y vmachuchos8; el qual ynga
les haze juramento, besando la tierra, y los sacude la
manta, prometiéndoles hazer á lo que sus passados
hizo de las cossas de Pachayachachi y de tucaicamha 9,
y de no hazer mal al reyno de Tabantinsuyo, y les pro-
1 ANDEN, TERRAZA, GRADERÍA, ATRIO.—M. J. E.
A Suntur paucur es el cetro.
3 LA DIADEMA Ó TOCADO REAL.— M. J. E.
4 DIADEMA 6 teenia DE LA EMPERATRIZ.—M. J. E.
5 MACANA REAL.—M. J. E.
6 HUALLCANCAS SON fe LA MANERA DE ADARGAS GRANDES.
7 ESPECIE DE MADEJAS Ó FLECOS.—M. J. E.
8 LITERALMENTE, SOMBREROS & TOCADOS DE LA CABEZA.—M. J. E.
9 ES DECIR, QUE ACABARÍA & PROSEGUIRÍA LAS OBRAS DEL templo Ó¥
f.or D. Joan de Santacruz Pachacuti 299
mete amparo y defensa, guardándole las mercedes he-
chas de sus passados y las leyes consintidas de los yngas
passados; y lo mismo les promete mercedes á los leales
seruidores. Y entonces dize el Apochallcoyupangui la
oración al Hazedor, para que conseruase y les ayudasse
con su poderossa mano derecha, defendiéndoles de sus
enemigos; y entonces el otro compañero les da con
grande boz: • ¡biua, biua!» Y tras desto, todos en gene-
ral los alaba al hazedor Pachayachicviracochan, assi lla-
mado, y les ruega por su salud, ife; y después de aber
acabado, trae á la plaza de Haocaypata y en donde te-
nia su capacvsno ', como en Villcas, y se asienta allí, y
assi dizen que todos los grandes y capitanes dan obe-
diencia cada vno con su gente; hechas de los inñeles.
Al fin se acaba la fiesta de mucho tiempo.
El qual Guaytutcapacynga y su mujer Coyamamacusi-
rimay dizen que era condición muy afable y muy gen-
tilhombre y hermoca; y assi, dizen que Guaynacapac ',
antes que se casara, tubo un hijo llamado Intitopacusi-
guallpa; su madre fue Ahuaocllo; y lo mismo parió otra
ñustta, llamada Toctoollococa, á Ttopaattaguallpa. Al fin
este ynga abo en su mujer vn hijo varón llamado Ni-
nancuyochi, el qual coya su madre dizen que murió muy
presto 3. Y por el Guaynacapacynga pretende a casarse
con su segunda hermana carnal, llamada Mamacoca, el
qual su ermana no consiente el cas Sarniento, y por su
1 Tribuna da juez hecha de una piedra hincada en el taclo. Esta del Cuco era da
cónica. También significa mojón 6 padrón da limites.—M. J. E.
No sé %1 se fué á las provincias de loa Collasuyos h visitar, y en la puente? 6
cello parió a Mango Inga Yupangm y antes una mujer (Tachado).
vieoe a tomar otra mujer muy hermosissima llamada Afama Obi Chimba
t entonces (Tachado).
3o0
Relación
ermano visto aquello, les maltrata y pretende hazer
fuerca y no los puede assi por ruegos y amenacas; y no
hallando remedios, acude con sus ofrendas y presentes
al cuerpo de su padre á pedir que las diesen por muger,
y el cuerpo muerto jamas responde; y por sobre tarde
parece señales temerarios en el cielo, que signiñcaua
sangre ¡ esso se llama ccallasana. Y tras desto, rayos
caye sobre la fortaleza, y por el Guaynacapacynga se
dexa á la hermana, y los da á vn curaca muy biejo,
gran comedor de cocas, y muy feo, el qual no les da
por grandeza, sino por vitoperio, la qual llora. Al fin
lleua el viejo, llamado Hacaroca, y por infanta entra á
la cassa de los aellas por abadeza y jamas consiente al
viejo. Y el ynga Guaynacapac se cassa segunda vez, no
con tanto aparato, con la coya Ctbichhnporontocay. Y
assi parte á las prouincias de los Collasuyos á mandar
pregonar armas contra Quito y su prouincia, y en el
camino su segunda muger parió á Mangoyngayupangui.
Y al fin le da por toda la tierra buelta y vissita, y en
Pomacanchi se junta todo el reyno de los curacas, yen-
do ó veniendo á recibir, y alli pregona armas contra
Quito y Cayambis, porque la nueba benia cadal dia
dando abissos que como estaban rebeldes. Y estando
assi, reparte las armas y bestidos y comida para la gen-
te que abian de yr á la conquista; y entonces por los
curacas hazen juramento, y assi dan cargos á los ofi-
ciales de guerra. Al fin buelben los curacas cada vno á
sus tierras, lleuando cajas y vnanchas enarboladas, con
las armas en las manos, y por el ynga promete grandes
cossas á los curacas, con juramento solemne de cum-
plirlos mejor que sus passados. Al fin señala dias para
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 301
juntarse en vn dia de todas partes con sus gentes de
guerras y municiones y cosas necesarios.
Y assi, al cabo de año y medio, acude de todas partes
gente lussidisima que no cubo (sic) en el Cuzco, y por
el ynga despacha con diligencia repartiéndoles las ar-
mas á cada soldado y entregando en sus propias manos;
y por general de todo el campo y exercito les nombra á
Mihicnacamayta, y por generales de cada prouincia y
reyno de los Collasuyos y Chinchaysuyos, Condesuyos,
Antesuyos les nombran á los mas ansíanos otros qua-
tro, entendidos en la melicia y exercicio de las armas,
viéndoles primero si son experementados en ello, y si
son soldados viejos; y los da andas sin mirar la calidad
de linajes, que en semejantes cossas son asertados, por-
que las cossas de guerra siempre consisten en los ofi-
ciales, y no en mancebos visuños. Y al fin le duro el
despacho de gente de guerra tres meces y medio; dizen
que cadal dia despachauan de arreo continuamente des-
de que sale el sol hasta que entra y en hileras el esqua-
dron, ocho cada quenientos (sic) con sus capitanes, y
cada mil hombres con sus manchas y sargentos y ayu-
dantes. Y para ello manda que en cada quebrada obie-
sen vsnos, para ver si yban con buena horden de guerra,
y en cada guamanin de treynta leguas los vissita que
numero de gente lleua cada capitán, y alli los reparte
comida y los remira que armas lleua, y que bestidos ri-
cos lleua para el adorno y gallardía de sus personas.
Y al fin, haze fiesta de capacraymi en Villcas, en don-
de estaua otra plancha de oro, ya declarado arriba, mas
mcdianillo; y entonces los orejones acuerda que los
abia olbidado á la estatua de üiuiynacapre, y por el ynga
302
Relación
los consiente á sus boluntades, y assi ymbia por ello.
Y en esta sazón llega los mensajeros de Rimac, que
cómo en Pachacama, lugar descansadero, y ariba de-
clarado, abia hablado dentro de Coricancha *, que era
Pachacamac, y que el dicho guaca los quería ver al yn-
ga, prometiéndoles cossas grandezas; y por el Guay-
nacapac se huelga como bárbaro señor. Al fin llega en
persona á ber Vessitandole; el qual á solas habla, y por
el ynga manda hazer mas edificios, y hazer lleuar mu-
cha riqueza, y les pide el dicho guaca que lo quería
que Ueuase al pueblo de Chimo y que los honrasse mas
que á Viracochanpachayachachi. Al fin, el desbenturado
Guaynacapac promete de hazello assi, para entrambos
lugares, y los hechizeros se huelga y habla resio, sin
hazer casso á lo que los primeros yngas adoraron.
Y en esta sazón la gente de guerra llega al pueblo y
giudad de Tomebamba, en donde mueren la gente de
hambre y vende (sic) con lo que no tenia; y después, el
Guaynacapac, llegando alli, manda traer agua de vn rio
horadando al serró, y haze vna ciudad, y en ella éntrala
asi que caracoleada de esta manera:
Y otra mitad de gente se ocupa en edefigios de cassas
i Este Coricancha era como templo, que lo auia en muchas partes, y el mayor
era el del Cuzco.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 303
de Coricancha. cossa temerario. Y al fin, de alli parte
con toda su gente de guerra, que serian mellón y me-
dio, y llega á Picchu y á Sicchu Purugay *, y toda
aquella gente se van huyendo con los Cayambis y
Quillaysincas y Quilacos, para fortalezerse y defen-
derse del ynga. Al fin comienga á guerrear los dos cam-
pos, en donde ovo gran derramamiento de sangre, sin
que se conozca la loa de la batalla, porque en este
tiempo los Collesuyos no estauan alli, y el ynga los
abia mandado que fueran á tomar las espaldas para
ganar con fagelidad; mas por el ynga, sin aguardar á
la gente que habia ydo para tomar las espaldas, les da
guerra, de cuya caussa los Cayambis, estando todos en
vnanimedad, haze gran daño en el real del ynga; y
porque el estrago no era poco, y visto por el ynga assi
case perdido, manda recoger el real.
Y en este tiempo los enemigos sabe que como los
Collasuyos venían marchando con gran espaglo, acuden
alia todos á dar atajos y saltos con la mayor furia, ha-
ziendo gran matanga, de donde escaparon muy pocos
de vn poderoso y hermosso exergito de los Collasuyos;
y desta desgracia tan grande el ynga se siente, porque
por el general y de sus capitanes de los Collasuyos la
soberbia no era menos, y quando en el consejo de
guerra, hablan con gran ventaja mas que ninguno. Y
estando ya sercado de los enemigos, se turbaron y no
supieron regir y mandar las armas, y por culpa de los
capitanes se pierde tanta gente: lo vno quel mismo
x Dos pueblos de la provincia de los Puruaes, antigua nación del reino de Quitn,
hoy repartida entre las provincias de León y Chimborazo de las República Ecuato-
riana.-M. J. E.
304
Relación
ynga tubo culpa en poner confianga en las promegas de
la naca de Pachacama y de los demás ydolos, y por el
todo el reino; lo vno, quel ynga no se contentaba de
tantas mujeres uayruracllas; y la gente de guerra que
tenia, cadal dia morían de hambre y de los bestidos ca-
gi todos andaban desnudos, y la guerra cadal dia ere-
ge y toma mas brío que nunca. Al fin el ynga despacha
capitanes por mas gente al Cuzco.
Y en este tiempo llega la nueva que como los Cheri-
guanaes abian salido á tomar tierras del ynga, de la
qual nueba se aflexi el ynga, y assi lo despacha capita-
nes mas experementados para la conquista de los Chi-
riguanaes, con veynte mili hombres Chinchaysuyos.
Al fin, el dicho ynga, en esta sazón, no quedó mas
que gien mili hombres, y con esta poca gente que tenia
haze alarde y los combida con beuer y comer, y luego
manda que los conbatiera á los enemigos; los quales
dos campos pelea balerosamente de la otra banta (sic)
sin dejar passar á la gente del ynga, y visto por el yn-
ga, ymbia al exercito de los Collansuyos por las cordi-
lleras, sobre la fortaleza de los Cayambis, y los Chin-
chay suyos por los llanos, y el ynga por el passo dere-
cho. Al fin, combate con nuebo animo masque nunca.
Y los Collasuyos, en esta sazón, sube á las fortalezas de
sus [los] Cayambis con gran furia é ympetu, por fuego
y sangre, vssando gran crueldad, sin perdonar á chicos
y grandes, asolándole y deshaziendole las caserías y for-
talezas; y visto por los Cayambis el peligro tan gran-
de, se desmaya, porque los Collasuyos, viendo hazer
tanta matanga en los suyos, quando el atajo y saltos
que dieron los primeros, no se salen, antes los coleriza
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 305
de hazer doblada venganga. Y en esta sazón los Chin-
chasuyos entra ó sube al serró alto y los gana á los que
yvan echando las caigas. De modo, el ynga, en esta sa-
zón, pelea en persona, acompañado de los Mayos y San-
cos y Quilliscaches, en donde los enemigos aynas ga-
na al mismo ynga aquel dia; porque, vna vez, estando
en la pelea, caye de un trompesson, desta caussa, el
ynga deja las porras y toma la langa de su padre.
Al fin aquel dia los enemigos estauan ya fategadissi-
mos, y assi durmin los dos campos sin recogerse. Y
al dia siguiente, desde el alba, comienza la batalla, y
en á las diez oras del dia, entra los Collasuyos con la
misma furia con todos los Chinchasuyos; porque estos
lugares eran quatro ginco fortalezas y todos cagi peñas
bibas, mal podían tomar puesto; y assi, por sobre tar-
de, viéndose ya los enemigos muy cansados y fatigados
mas que nunca, y sin socorro, se comienza á hoyr á
otro lugar. Y en esta sazón, el ynga Guaynacapac deja,
y manda que el Real se descanse por aquel dia; y des-
pués los enemigos, dizen, que aquella anoche se pu-
sieron en saluamiento para fortaleza mas fuerte del ca-
pitán. Al fin, alia va el ynga con su gente á buscar en
donde los enemigos estauan ya mas fortalezidos y re-
hechos y con gran socorro; y en esta sazón la gente
nueba del Cuzco llego á socorrerlos.
Al fin, el ynga con toda esta gente comienga á
combatir sin dar agradegimiento á su general Mihic-
uacanvayta y á los orejones, los quales de puro enojo
desampara al ynga, y toma la estatua de Guanacaori
y viene marchando hazia el Cuzco; y por el ynga viene
á rogar á los orejones, con promesas. Y en esta sazón
20
306
Relación
los enemigos dan saltos y estragos en el exercito de
Tabantinsuyo, y hace daño; y al fin el dicho ynga haze
boluer á los veinte dos mil orejones, y con los cuales
dan guerra sin hacer daño. Y por el ynga manda poner
gran cantidad de ropas y comidas para los orejones,
echando á la rebatiña, y fuera desto los manda dar
otras cosas muchas, como á gente enterezados.
Los Tabantinsuyos, pelea y buelbe y defende con
gran lealtad en esta ocasión, sufriendo hambre y sed
y trabajos, y por el ynga no mira esto; y por los orejo-
nes estando ya satisfechos de tantas mercedes, mur-
mura al ynga, y desta caussa el ynga buelbe á los Ta-
bantinsuyos á dar de comer, y assi da guerra los Ta-
bantinsuyos con gran animo á los enemigos, destru-
yéndolos hasta hacer gran matanga en los Cayambis <£;
assi por ellos se huyen muy pocos, hasta treynta mili
hombres, á recogerse á las montañas de donde el ynga
hazen gergo, haciendo gran estrago; y después de al-
gunos dias echa de dentro de las montañas de Otába-
lo, y assi los enemigos se recogen á una laguna en
donde avia vn sause temerario y totorales, y alli cércale
y hazen gran matanga en ellos, asolándoles de todo
punto, en donde obo gran derramamiento de sangre y
muertes, y alli laban las armas la gente de guerra, y
se juntan en medio de la laguna mucha sangre y se
llama Yaguarcocha1.
Y de alli va á Quito el ynga para descansar y dar
nueba ordenanga y tassas; y entonges llega la nueba
del Cuzco que como habia pestilencia de sarampión, y
i De yahuar, sangre, y ccocha, laguna.—M. J. K.
f>or D. Joan de Santacruz Pachacuti 307
de allí parte para las conquistas de nuebo reino de
Opaluna 1, y assi llega hasta los Pastos y demás adelan-
te, y en donde estando caminando el ynga, da rayos á
los pies y de allí buelve para Quito, teniendo por mal
agüero. Y quando yba hazia la mar con su campo, se
vido á media noche vesiblemente cercado de millón de
millón de hombres, y no saben ni supieron quien fue-
ron. A esto dizen que dijo que eran almas de los bibos,
que Dios abia mostrado, significando que habian de
morir en la pestilencia tantos; los cuales almas dizen
que venían contra el ynga, de que el ynga entiende que
era su enemigo. Y assi toca armas de arrebato, y de
alli buelbe á Quito con su campo, y hace la fiesta de
capacracmi (sic), solemnisandole.
Y assi, á oras de comer, llega un mensajero de man-
ta negro, el qual besa al ynga con gran reuerencia, y
le da vnputti, ó cajuela tapado y con Uabe, y el ynga
manda al mismo yndio que abra, el cual dize que per-
done, diziendo, que el Hazedor le mandaua el abrir
solo el ynga; y visto por el ynga la razón, le abre la
cajilla y de alli sale como mariposas ó papelillos bo-
tando ó espargiendo hasta desapareger; el qual abia
sido pestilengia de sarampión, y assi dentro de dos
dias muere el general Mihacnacatnayta con otros mu-
chos capitanes, todos las caras llenos de caracha 2. Y
visto por el ynga, manda hazer vna cassa de piedra
para esconderse, y después se esconde en ella tapándose
con la misma piedra, y alli muere. Y al cabo de ocho
t Upa runa, hombres tontos, nidos. Se refiere á los Pastos y Quillacingas y otras
naciones de Popayan vecinas del reino de Quito.—M. J. E.
t Costra, roña, lepra.—M. J. E.
3o8
Relación
dias, saca cagi medio podrido y los embalssama y trae
al Cuzco, en andas, como si fuera.bibo, y bien vestido,
y armado y en la mano con su ttopayauri suntorpaucar,
y mete en el Cuzco con gran fiesta. Entonges dexa en
Quito á vn hijo suyo llamado Topaataovallpa, y más lo
deja muchos capitanes, orejones y curacas en Quito,
para que.esten por precidio perpetuo y seguridad de la
tierra, los quales eran llamados Quisquís. Challcochima,
Uñachuyllo, Rumiñaui, Ucmnari, con muchos cura-
cas, &.
HUÁSCAR INCA, u.° INCA.
Y assi, como digo, que el cuerpo de Guaynacapac entra
con gran aparato como si estuuiera bibo, y por la gente
al cuerpo muerto de Guaynacapac hazia reuerencia.’ Y
después de haber metido en la sepultura de sus passa-
dos, pregona el llanto general por su muerte, que hasta
entonces no abia nueba de su muerte. Y mas digo que el
Intitopa-cusivallpahuascarynga haze cassar á su madre Ra-
uaocllo con el cuerpo difunto, para que los ligitimase, y
peí os menistros del templo los cassa de temor; y assi
T:Jccucigualpa les intitula por hijo legitimo de Guayna-
capac, y assi los manda á todos los grandes de Tauantin-
suyo que jurase por su señor natural, y assi lo hizo. Y
después les suplica á todos los curacas grandes y á los
consejos que los pida al menistro de Curicancha, para
que los diesse capacllaotto y simturpaucjr ttopayauri y
capaconco, y assi adereza para la coronación con gran
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 309
aparato1, repartiéndoles á todos bestidos ricas de plu-
merías como de oro y plata, y comiday lanacharqucs (sic),
llamas, armándoles muchos cauallerojs, dándoles pura-
pura; y esto haze solo para ganar las boluntades; y assi,
al cabo de vn año les da capacllaoto, dándole nombre de
Inticucivallpaguascarynga y se cassa con su misma er-
mana carnal, llamada Chuquehuypachuquipay, y se llamo
Coyaynamachuquehuypachuquipay.
Después, el dicho Topacusiguallpa ya viéndose ynga,
se mete mili y duzientos Chachapoyas y Cañares por sus
alabarderos y lacayos á su cassa, y á los alabarderos de
su padre los despide. Y assi comienga á castigar á los
capitanes de su padre, cortándoles la cabega, deziendo
porque abia dejado en Quito á Topaataoguallpa? Y á los
demás capitanes, en lugar de agradeger, los manda echar
en la cárcel de Arauay y Sangacancha. Y de allí sale á
las prouincias de los Collasuyos, y llega á Titicaca, y
llegado, manda poner vn ymagen del sol echo de oro,
y después lo adora deziendo que adoraba á Viracochan
inti, añadiéndole el nombre con inti2. Y de alli buelbe
para el Cuzco, y de camino llega á Pomacanche, en
donde se hallaron todos los apocuracas, veniendo cada
vno con sus andas ó litiras, conforme las mercedes de
otros yngas; y desto Giuiscarynga se reye, avnque no
1 Para esta corona.ion hizo este ynga Cusihuallpa hazer en Sappi junto al Cuzco
en un jardín muchos animales de plata y oro, que estauan repartidos por los arboles,
y entonces se hizo vna muy larga cadena de oro, que cada eslabón era de forma de
una culebra enroscada que la cola le entraba por la boca, y matizada de colore» al
modo de su piel. Y este ynga no se llama Huáscar, como algunos dizen, por e*ta ca.
dena, sino porque nació en liuascarpata, que es junto á Mohína; y cu la laguna de
esta Moyna es tradición que echaron después esta cadena cuando vinieron los espa-
ñoles, y no en Urcoscocha.
Jt Que es de la lengua aymará.—M. J. E.
3io
Relación
los quitaron. Y estando assi en la plaza de Pomapam-
pa, manda que sacaran á todas las aellas, de quatro
maneras, a la plaga; y assi, estando todas, en medio de
tantos números de apocuracas y todo el reyno de gente,
hazen salir cien yndios llamallamas y hayachucos, y en
el entretanto que ellos hazian sus comedias, vessita a
todas las dongellas, mirando á cada una, [y] manda á los
llamallamas que los aremetieron a las donzellas cada
vno, para vsar la bestialidad en acto publico, como los
mismos carneros de la tierra; y por las donzellas vién-
dose assi forgados, haze esclamacion, alsando los ojos
al cielo; y desto todos los grandes del reyno siente
grandemente; y assi los tuvieron al dicho Guascarynga
por medio tonto; solo de temor hacen reuerencia, para
cumplimiento.
Y en este tiempo ymbia.Ttopaataoguallpa á Guascaryn-
ga pediendo que los diesse titulo y nombramiento de
gouernador y capitán para las prouincias de Quito, el
qual ynga despacha dando nombre de Ingaranti, y por
Topaataoguallpa regebe el cargo en Quito, y por los na-
turales tiene por Yngaranti. Y por el curaca de los Ca-
ñares, llamado Orccocolla, abissa nueva falssa á Guas-
carynga deziendo: «¿porque caussa les consentía que
Topaataoguallpa se intitulara con nombre de ynga?i Y
por Guascarynga oydo esta nueva, se altera mucho. Y
por Topaataoguallpa Anquí ymbia á Guascarynga, su er-
mano, rico presente, de lo qual Guascarynga se yrrita
mucho y quema los rigalos y presentes en el fuego,
mandando hazer atambores de los pellejos de los men-
sajeros de Auqui Ataoguallpa, y á los demás ymbia que
se boluieran a Quito con essa nueba. Y mas, al dicho
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 311
Auqui Ataogualpa ymbia bestidos de mujeres, acompa-
ñada de palabras muy pessadissimos; y tras desto ym-
bia contra Auqui Ataoguallpa un capitán llamado Gua-
minca Atoe, con mili y ducientos hombres, para que los
truxieran presos al Auqui Ataoguallpa y a los demás
capitanes; el cual, llegando á Tumebamba, descansa.
Y en el entretanto, los mensajeros llega a Quito y
quenta al Auqui Topaataoguallpa todo á la letra de la qual
nueva y presente de vestidos de mugeres y chamilicos
y afeytes, de la qual nueba regibi gran pena sin hablar
y los capitanes lo mismo. Y estando assi, sabe la nue-
ba de Orcocolla, curaca de los Cañares, que como Ua-
minca Atoe yba á prenderles; y sabido esto por Atao-
guallpa, despacha al capitán de Guascarynga, diciendo
que abisasse a que negocio o a que conquistas benia
con gente de guerra; y sabido por el capitán, responde
con gran yra, que se acordasse sus hechos, y que solo
venia por el. Y sabido por Auquiataoguallpa, entra en
acuerdo con todos los capitanes orejones, y los deter-
mina de tomar las armas. Y en resolución, manda que
hezieran un parlamento a todos naturales de essa pro-
vincia de Quito, y por ellos le jura seguir a su man-
dato, y assi son convidados; después de comer, repar-
te las armas y bestidos deposistados de su padre, y
assi comienga hazer reseña de gente. Y el Auquitopa-
ataoguallpa, viéndose assi, intitula con el renombre de
ynga, y assi comienga andarse en andas, y al dia si-
guiente haze gente de guerra, y en ella halla treze mili
hombres de guerra, gente lucidissima.
Y después de pocos dias, el dicho capitán Atoe llega
á Mollohampato, muy serca de Quito, y por el Ataoguall-
312
Relación
paynga sale con su campo contra el capitán Atoe, en
donde comience a pelear, y en ella sale vengido los
de Ataoguallpaynga con poca fagelidad; y entonces los
tnitmaes, con todos sus naturales, se quedan desmaya-
dos. Al fin Ataoguallpa Hora y se arrepiente; y por los
capitanes, viendo al infante assi, los anima para aven-
turar la segunda vez; y asi por Ataoguallpa elige por
su generla a Challcochíma, y a Quisquís por maesse de
campo, &. Y assi se rehaze con la gente que pudo y
vence al capitán Atoe, y prende al cuerpo y saco los
ojos; y assi los deja por entonces, entendiendo que con
ello abian de sesar.
Mas Guascarynga, en oyendo esta mala nueba del
sucesso de su capitán Atoe, y de su desgracia, con mas
enojo y rabia, le nombra por general de vn exercito de
doze mil hombres á Guancaauqui, su hermano carnal,
para que fuera á desbastar á Aguallpaynga (sic); el
qual salió del Cuzco con doze mili hombres, lleuando
comisión o conduta para juntar mas gente de camino;
y assi, en llegando a la ciudad de Tomebamba, pide
mas socorro de gente, ymbiandose primero. Y assi, en
este tiempo, el dicho Ataoguallpaynga, en sabiendo la
yda de Guancaauqui, haze gente de guerra, con animo
de ser señor desde Yayanaco1, por consejo de los ca-
pitanes, estimándose por vno de los herederos de Gmy-
nacapacynga.
Al fin, el dicho Guancaauqui llega á la comarca de
Quito, y por Ataoguallpaynga sale con dies y seis mili
hombres y alli les da batalla; y por Gmncaauqni ha-
i Asi, por Yanayatu, ó Rio Negro, que es el de Túmbez, uro de cuyos anuentes
conserva ese nombre—M. J. K.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 313
zese concierto con Ataoguallpa, en secreto, de lo qual
dilata la guerra, peleando adredemente, y de alli trae
hasta Yanayaco, y por Guascar ymbia socorro. Los qua-
les va otra vez hazia Quito, en donde pelea barrosa-
mente los dos campos, y de alli trae hasta Tomebam-
ba, los cuales pelea en el mismo pueblo de Tomebam-
ba, y de alli parte para entre Chachapoyas y Cañares,
y de alli vence á Guancaauqui, y Ataguallpa se buelbe
á Quito, haziendo castigo en los Cañares con gran
crueldad; y al fin en quatro batallas se pierde los de
Güattacaauqui.
Y assi, en este tiempo, Challcochima reside en To-
mebamba; y Ataoguallpaynga haze entrada y conquista
en Quito á vna prouincia; y Guancaauqui, en nombre
de Guascarynga , conquista á la prouincia de los Pae-
llas1 de Chachapoya, y después de haber hecho esto,
comienga hazer su gente y de alli viene á pelear entre
Chachapoyas y Caxamarcas, y asimismo pierde; y de
alli á Guanoco; y de alli salta los de Ataoguallpa hazia
Bombón los dos campos de Guascarynga y Ataoguall-
paynga; porque como entre dos generales, oyendo los
enojos de los dichos yngas, se determinan tan deberás
acabar las guerras comenzadas, hasta concluir de quien
ha de ser el rey no.
Al fin, de mucha porfía, se juntan en Bombón los
dos campos, cada uno con gien mili hombres, y alli
forma sus esquadrones y mangas, y assi después de
aber acabado y puesto en borden, cada vno come y be-
be y después comienza la batalla hasta tres dias; y al
1 Pastas, según otros.—M. J. h.
3H
Relación
ultimo dia sale victorioso Quisquís y Challcochima, ca-
pitanes del dicho Ataoguallpaynga; en la qual batalla
murieron por ambas partes igualmente, que serian has-
ta veynte mili no mas. Y de alli, el dicho Guancaauqui,
cagi desesperado, viene retirando hazia Xauxa, y alli
halla un ermogo exergito que abia ymbiado Guascaryn-
ga en su socorro. Y el capitán que habia venido del
Cuzco reprende á Guancaauqui con gran yra, diziendo,
que porqué se habia hecho con tanta cobardía su ofigio?
Y assi, Guancaauqui, de puro enojo, se escusa con dezir,
que fuese con su gente á aberse con Quisquís y Clvall-
cochima, á ber si traia poca fuerga. Y assi, por el capi-
tán orejón espera con sus seis mili hombres nuebos.
Y allí por Quisquís se detiene dos dias, y como los
orejones eran nonadas en comparagion de la fuerga del
campo de Quisquís, son vengidos.
Y por Guancaauqui en estos dias haze borracheras
en el valle de Xauxa entre sus tios, ymbiandole presen-
te desde alli á Pachacama, el guaca, pediendo fabor; y
por el dicho guaca son respondidos: «¡buena esperan-
za!» Y assi, el dicho Guancaauqui manda salir á todos
los Guaneas y Yauyos y Aymaraes, bajo de su vttanclia,
á la defenssa de Guascarynga; y assi el dicho Guan-
caauqui lleua conssico duzientos mili hombres. Y como
la pujanga de Quisquís era tan grande, parte del valle
de Xauxa hazia el Cuzco; y assi, viendo salir á Guan-
caauqui del dicho valle, luego entra el dicho Quisquís,
y alli descanssa algunos dias, ymbiandolo á Quito por
más gente; y lo mismo despacha á los Chachapoyas,
Guayllas y á los llanos de Chimo y á los Yauyos y
Aymaraes, por la gente que estauan escondidos, y á los
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 315
Guaneas lo mismo lo mandaron; y assi los ymbia á
Pachacama la guaca1.
Al fin por el dicho guaca de Pachacama responde
que la victoria a de ser suyo. Y en esta sazón el dicho
Guascarynga ymbia por los llanos mensajero al di-
cho guaca de Pachacama que respondiese verdad cuya
á de ser la Vitoria; y por el dicho guaca los responde y
promete la vitoria, y al último les dize, que tubiesse
animo, y que les juntase á todo su poder, y que entonges
los vengeria. Y assi por el dicho Guascarynga los ymbia
á todos los guacas y ydolos á toda la tierra, los quales
responden y prometen la vitoria en Villcas; y con ella
también los mando venir á todos layeas y vmos, cauchos
y á los uallavicaSj contivicas, canavicas y cuzcovicas. para
que sacrificasen ó arpasen y ascapasen, adiuinandoles,
los quales les dizen que los contrarios no los abian de
passar mas adelante desde Angoyaco, y que la vitoria
abian de ser suyo desde la batalla de Angoyaco.
Y en esta sazón, les da batalla engima del dicho rio
de Angoyaco un orejón del Cuzco con doze mili hom-
bres que traeya, y Guancaauqui los desampara al capitán
orejón, sin consintir á los demás capitanes y gente para
que no fueran ayudalles al capitán nuebo. Al fin, el di-
cho capitán con sus doze mili hombres les detiene vn
mes en Angoyaco, y al cabo y á la postre son vengidos
y asolados el dicho capitán orejón con toda su gente
por Ataoguallpaynga.
1 Guaca quiere dezir naris partido, ó muy feo, 6 naris abatida.—Ea verdadera-
mente extraño que el autor limite k esas particularidades de la nariz la significación
de huaca. Por lo demás, en el Museo Arqueológico de Madrid existe una de estas de
nariz partida ó escaycenca.—M J L.
3i6
Relación
Y esta nueba llega á Guascarynga al tiempo que es-
tauan ocupados en la muchha de los guacas, acompaña-
dos de los láyeos &, y á los quales tatavnas y cha chucunas
les dize muchas noramalas, falssos, y á los guacas que
estauan alli presentes en lugar á escuras, mas de qua-
renta guacas, que abian hecho venir los chaclxacufias,
con palabras no mas, y á los quales por el dicho Guas-
carynga les dize á todos palabras de menospregios, de-
ziendo: llollavatica haochha aucasopay, chiquiymanta pall-
coymantam chirmayñaymantam camcam cuzcocapacpaaocan
cunada mucharcayque callpaaysayuan callparicuyuan aspa-
cay hiyban runa arpayñiyban cantean hillusuua cunaclacay
chapas camcamcoycunactaca runavallpa quiypa haoelta an-
cana catamuscampas canquichic chicallata chinallatac mi-
iaysanay villcaycwiapas camcuna guaca rimachon camcam
cunactam, ari, Tonapa Tarapaca Viracochan Pachayachip
yanan ñuscaca chicrisuscanqui1. Deziendo esto, haze jura-
mento de infedelidad, sacudiendo las mantas y bezando
vn poco de tierra, y les dize, que si sale con la suya,
abian de ser su contrario mas que Maytacapac, y de
otros sus pasados; y assi, desde entonges, el dicho Guas-
carynga Ttopacussiguallpa se haze enemigo de los guacas
y ydolos, y de los hechizeros it.
Y assi el dicho Guascarynga despacha mensajero á
todo su reyno de Tabantinsuyo hasta Chile, Coquimbo,
Tucman, Chiriguaes, y á los Andes de Callabaya, y á
los Hatunrunas, que son gigantes, y á los Andes. Y al
i Esta tirada del inca lleva por nota marginal de mano de Pachacuti: Como
Guascaryngatopacucíguallpa arrepiente por aber adorado los guacas, y como los
halló sus mintiras y engaños de los guacas y como los pone nombre de sopayllulla
(diablos de burla, embusteros).—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 317
fin, dentro de pocos dias, acuden de todo el reyno tantos
sin quentos de hombres de guerra, y alli hazen reseña
Guascarynga, y como no cabia la gente y cadal dia yban
llegando, [y] oye el ynga la nueba que como los Chali-
cochima y Quisquís estauan ya en Villcasguaman con su
campo, despacha de alli mensajeros para Guancaauqui,
deziendo que diessen vn sobresaltos, trasnuchandole, y
por Quisquís y Challcochima sabido aquello, haze otro
tanto, ganándoles á los de Guascarynga en mas alia de
Andaguaylas la Grande.
Al fin, Guascaryngainticuciguallpa despacha á los ca-
pitanes del Cuzco sus tres millones hombres de guerra,
para ver que talle tenia Quisquís y Challcochinuí, los qua-
les campos del dicho Ataoguallpaynga con sus capitanes
Quisquís, Challcochinuíy Rumiñabi, Ocumari, Uñachuy-
llo, f¿, por lo menos todabia trayeya en su campo mi-
llón y medio de gente de guerra, que solamente capita-
nes que trayeya eran mili y quenientos, porque cada
capitán dizen que tenia mili hombres; y con todo eso
el de Guascarynga lleuava mucha doblado ventaja. Al
fin, Guancaauqui, en llegando á Corampa, deja los mi-
llón de hombres de guerra en Guancarama y Cochacas-
sa, para que detubieran á Quisquís y á su campo; y assi
ba al Cuzco á dar abisso y quenta á Guascarynga. Al fin
llega Guancaauqui, el qual ynga, en viendo en su acata-
miento á su general puesto á rodillas y llorar, dando
escussas muy de sentir, al fin los dos hazen reconsilia-
gion de ermandad carnal.
Y assi parte del Cuzco, lleuandole en su compañía á
todos los apocuracas y auquiconas por su soldado, y por
alabarderos de su persona, á todos los orejones de
3X8
Relación
tnancopchurincuzco, que son caballeros, y acacacuzcos y
aylloncuzcos, que son caballeros particulares; y por de-
lanteros trae á los Quiguares & Collasuyos, y Tambos,
Mascas, Chillques, Papres, y Quicchguas, Mayos Táñ-
eos, Quilliscches, y por alabarderos destos trae á los
Chachapoyas y Cañares en lugar de ybanguardia 6 reta-
guardia, todos con buena horden. Y assi, el dicho Guas-
carynga llega á Utcupampa con aquel aparato emperial y
magestad nunca vista, y jamas en el Piru se vio tal apa-
rato real, y los Tabantinsuyos cada prouincia con sus
generales, todos setiados [situados] en hileras, ocupando
el campo y lugar por el mismo orilla del rio de Aporima,
desde Ollantaytambo hasta mas arriba de Guacachaca,
cojiendo el lugar por Cochabamba y Omasayua, como
quien haze media luna la manga ó escuadrón; y los ene-
migos en medio, desde Chuntaycassa hasta el rio de
Pallcaro, todo el campo ocupadissimo y poblado y cu-
bierto de gente en ambas partes.
Y aquel dia todos hordena y traga como abian de
dar la batalla, y el Guascaringa sube á vn serró mas al-
to de Aporima y asoma y remira abaxo y arriba, y assi
se huelga de ber gente como harina ó tierra, y todos
los serros y guaicos1 y pampas, cubierto de oro y plata
y plumerías de mili colores, que no quedaba tierra sin
gente hasta doce leguas de campo á lo luengo, y á lo
ancho hasta seis ó siete leguas. Y assi, como cada na-
ción ó prouincia tenian caxas y musequerias que tocar
y tantos cantos de guerra que cantauan, estaua para
hundirse la tierra; dizen que era para perder el juyzio
• la gente.
I Quebrada, barranco.—M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 319
Y assi, al dia siguiente, el dicho Guascarynga despa-
cha mensajeros para que en todo su campo los prego-
nasen para dar chayas1 de todas partes con la furia é
ympetu posible, dando señales de humaradas, tocando
guayllaquipas. Al fin aquel dia comiega á dar batallas
por toda campaña y por Quisquís y Challcochitna lo
mismo; y asi por aquel dia no conocieron la loa de la
batalla, avnque murieron tantos mili hombres, que por
lo menos dizen que aquel dia no dejaron de morir hasta
veynte mili no mas, durandole desde la mañanita hasta
que entre el sol. Y al dia siguiente comienga lo mismo
después de almorsar, y assi le duro la batalla cruelissi-
mo hasta entrar el sol. Aquel dia dizen que la suerte de
la loa de la batalla cupo á Guascaryngatopacufiguallpa.
Y al dia tergero comienga la batalla desde el alba hasta
oras de comer, sin conocerse vnos con otros, y como
estauan ya los dos campos fategadissimos, se descan-
saron tomando refregerio, reservándole para el dia si-
guiente: y assi, dicen que en essos dias murieron tan-
tos multidos (sic) hombres, que todos los campos es-
tauan poblados de cuerpos muertos y bien regados de
sangre.
Y al dia quarto los dan la batalla con mayores furias
y crueldades, como giegos, y entonces los capitanes de
Ataoguallpaynga, Quisquís y Cltallcochiina, viéndose fa-
tigados y cansados, y con medio millón de gente no
mas, se recogen su campo en tres muy altos serros lle-
nos de pajonales, en donde por aquel dia se quedó cas-
tillados y fortalegidos. Y á la madrugada, los Collasu-
X Voz de acometer, ta, ta, ¡us, SUS, á «?//os.—M. J. E.
320
Relación
yos, en viendo á los enemigos encogidos, comienga á dar
la batalla con mayor animo cruel, y por el ynga le man-
da sercar álos serros, dándoles guerra de todas partes.
Y assi, como los enemigos Quisquís y Challcochinuí les
vieron perder tantos hombres sin números, se aflixe y
manda recoger á vn cerro no mas, que era mas alto
de los dos serros, y lleno de pajonales, y abaxo algo
arboledas. Y entonges, un yndio de los Canas 6 Co-
llasullos les dize al ynga para echar 6 pegar fuegos,
el qual ynga luego los despacha abisando á todos para
que los peguen fuego, haziendo serco. Al fin por los
soldados los pegan fuego de todas partes, y enton-
ges, el fuego se levanta con viento, con mayor fuerga,
dándose truenos, fuego con fuego, en donde todos los
Chinchaysuyos salieron ó fueron quemados; y por la
gente del inga Topacuciguallpaguascar los aprieta con
mayor crueldad, haziendo matangas mayores como á
moscas hartos de miel, que era gran enhumanidad;
dizen que el dicho Quisquís y Challcochima se escapó so-
lamente con hasta dos mili y trescientos y tantos hom-
bres no mas, y avn estos dizen que no eran sanos. De
la qual batalla dizen que se leuantaron rios de sangre
ó abenidas, y todos aquellos lugares dicen que queda-
ron empapados de sangre, principalmente poblados de
cuerpos muertos, que hedian toda la tierra de cuerpos
muertos.
Al fin se huyeron los dos mili hombres con sus Quis-
quís y Clmlcochima, tfc, con gran espanto y temor, y co-
mo era ya de noche, no los siguieron el alcance de la
victoria; porque avnque los capitanes quisierion yr en
sus alcansses, mas Guascaringa no los consiente, re-
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 321
serbandole para el dia siguiente. Mas el Chalcochima y
Quisquís, capitanes del dicho Ataoguallpaynga, haze su
llamamiento con guayllaquipas 1 en el serró de Cocha-
cassa, diez leguas del lugar de la batalla, y al fin se
rehaze hasta seisgientos hombres no mas. Y estando
assi, á media noche, los ensiende fuego Challcochima y
Quisquís ensima de sus manos esquierdas, con vn pe-
dago de gebo, y poniendo dos boltos de gebo, al uno
en lugar del campo de Guascaringa, y al otro en lugar
del campo de Ataoguallpaynga, y assi arde mucho mas
el que estaua puesto en lugar de Guascarynga, y el de
mAtaoguallpa* muy poquito; y assi, dizen, que el de
Guascar ardiendo tan alto se apaga muy presto, y el
de Ataoguallpaynga comienga á arder bien. Y entonges
el Chalcochima y Quisquís les canta el Itaylli de quichu,
dando entender á su6 soldados que habian de sugeder
muy bien.
Al fin de alli parte á Utcupampa en busca de Guas-
carynga, y assi llega al salir el sol con sus seiscientos
hombres y quarenta indios mudos al lugar donde es-
taua Guascarynga durmiendo. Al fin por el Guascarynga
leuanta luego, y forma su campo de orejones cagi con
medios sueños. Y los Tauantinsuyos en esta hora di-
zen que todos en general estauan almorgando, de ma-
nera que los capitanes de Ataoguallpaynga les prende á
Guascarynga con poca fageledad, ymbiandoles á los
mudos por delanteros, los quales encierran sin temor
ninguno con los orejones. Y assi, cuando estauan to-
1 Iluayllaqqucpa t trompeta de guerra, especie de vocina de caracol grande.—
M. J. E.
322
Relación
dos los orejones turbados, entra Quisquís y Rumiñaui y
Ocumari. Al fin los derriba á los Camanatas y Lucanas,
cargadoras del ynga; y assi los prende y gana el cuer-
po del Guascaryngainticussiguallpa, lleuandoles presso
á Sallcantay. Y visto y sabido por el real y exercito de
Guascarynga, se desmaya, yendo cada vno á sus tier-
ras. Y en la dicha batalla dizen que fue muerto dos gi-
gantes, que al presente está sus huessos en Chacaro,
que ocvpa vn andenes.
Como digo, que el dicho Quisquís y Chalcochima, des-
pués de aber ganado el cuerpo de Guascarynga, no
desseava otra cossa, y assi parte para el Cuzco, y lle-
gado, no entra en la dicha ciudad de temor; solo los
assomo desde £inca, y de alli buelbe al lugar de Qui-
bipaypampa, y alli asienta, mandándoles que todos los
grandes, apocuracas y auquicunas, con todos los orejo-
nes, acudiessen á la obediencia de Ticcicapac; y por
ellos entendieron al reues. Al fin, acudieron todos; y
entonges manda llamar á la coya y á la madre de Guas-
carynga y al infante, y entre estos venia Guancaauqui y
todos los capitanes, y alli los castiga á todos los orejo-
nes y apocuracas, cercándoles con seis mili hombres de
guerra. Y después manda sacar á Guascarynga mania-
tado y del pescuesso con quisbas 1, y los haze afrenta
deziendo: *cocahacho ysullaya,* &: quiere dezir, bastar-
do, comedor de cocas, y otras muchas afrentas. Al fin
calla, y después llama el dicho Quisquís y Chalcochima
á la madre de Guascarynga y les dize: «veni acá, Ra-
uaocllo; siendo tú manceba de Guaynacapac, ¿por qué
* i Qqwshua, soga hecha de paja 6 hichhu, especie de cabestro.—M, J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 323
lo consientes que vuestro hijo Guascar lo haga tantos
desdenes y menosprecios de Topaataovallpaynga, se-
ñor de las batallas? Y entonces, Guascarynga, oyendo
esto, estando atado, les dize al Challcochinuí y Quisquís:
«vení acá, vosotros orejones, ¿por qué causa queréis
hazerse juez de mi desendengia? Yo os digo, mandán-
doos, que de aqui adelante no entremetas en estas cos-
sas, reservaldo á Topaataoguallpa, mi hermano menor,
que yo me veré con él, pues que me lo tenéis ya en
nuestro poder.» Y por los capitanas del dicho Ataoguall-
paynga oyendo palabra de tanta autoridad de Guascar-
ynga, leuanta Quisquís y les da vn pónete muy recio al
ynga, deziendo: «¡ah menguado, entiendes que estaes
todavia en el tribunal y trono de los yngas! • Al fin con
la langa trauiessa los gasnates, y les da de beber orines,
y en lugar de coca, vn poco de chuica1 ó sus hojas.
Entonges, el Guascarynga, viéndose assi ultrajado y
maltratado, aprieta los gasnates y alssa los ojos, y les
dize á alta boz aclamándoles, diziendo: «Señor Haze-
dor, ¿cómo es posible que me habéis dado tan poco de
tiempo? Mas mejor fuera que no me obierades dado
este cargo, y no ymbiarme tantos asotes y plagas de
guerra.» Y entonges Quiquis y Challcochima se reyen ó
reyeron grandemente, deziendo: «vení acá, loco tonto,
vuestros males y pecados son el que pedio estas guer-
ras, y vuestra gran ventura me han traydo hasta aqui,
y por vuestras ofensas que habéis cometido contra el
Hazedor, fornicando á sus doncellas y á él dedicadas,
sin hacer caso á su grandeza del Hazedor. • Y entonges
1 Yerba medicinal, Baccharis scandtns.—M. J. E.
324 Relación
el dicho Guascar les acuerda, trayendoles á la memoria
á todos los adolatorios de las guacas que abia adorado,
comitiéndoles pecado.
Al fin, en aquellos dias, el dicho Quisquís manda ma-
tar á todas las mangebas é hijos de Guascarynga, y al
dia siguiente á todos los criados y seruicios, que serian
por todos algunos mili y quinientas personas, con las
mancebas, solos, que estauan dentro del palacio de
Pucamarca, (t. Y después el dicho Quisquís despacha
á Guscarynga y á su muger y madre y vn hijo grande
con una criaturara barón, y con él á Guancauque y á los
apocarucas mas privados y consejeros del dicho ynga,
con gien hombres de guerra, á buen recaudo, para que
fuera presso ante el Ataoguallpaynga.
Y tras desto, dentro de pocos dias, lleg<5 la nueba que
como los españoles abia desembarcado y saltado en
Tombis 1, de la qual nueba todos queda atónitos; y en-
tonges, por consejo de dicho Quisquís, esconde gran
maquina de riqueza baxo de tierra; y mas dize, que
por horden del dicho Guascarynga, antes que obiera
abido guerras y batallas, los escondieron vna maroma
de oro y tres mili cargas de oro y otras tantas ó mas
de plata hazia en Condessuyo. Al fin, todos los cumbis
y ricos bestidos de oro también los escondieron, y por
los yndios lo mismo.
En este tiempo, fulano del Vareo y-Candia2 llega al
i Tumbez.
2 Pedro del Barco; pero no consta en ninguna parte que le acompañase Pedro
de Candía, y aun se duda si fué también Pedro del Barco; pues si bien los cronistas
Agustín de Zarate y Garcilaso Inca de la Vega afirman que los primeros españoles
que D. Francisco Pizarro mandó de Caxamarca al Cuzco con salvo conducto de
Atahuallpa, se llamaban Hernando de Soto y Pedro del Barco, Pedro, Pizarro, testigo
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 325
Cuzco, sin toparse con Guascarynga; y en este tiempo,
dicen que también los prendió á Challcochima, y el Guas-
carynga ya yba asercando á Casamarca. Y en este tiem-
po, el Francisco Pizarro prende á Topaatáoguallpaynga,
en Caxamarca, en medio de tanto número de yndios,
arrebatándoles, después que acabo hablar con el padre
fray Vicente de Balberde, &, y en donde los dichos
yndios, de doze mili hombres, fueron matados, quedán-
dose muy pocos; y por ellos entendieron que era el
mismo Pachayachachi ViracocJvan 6 sus mensageros, y
esto los dexieron; y desques, como tiró las piezas de ar-
tillería y arcabuces, creyeron que era Viracoha; y como
por los yndios fueron abissados que era mensageros,
assi no los tocaron mano ninguno, sin que los españoles
recebiesen siquiera ser tocados.
Al ñn, al Ataoguallpa echa presos en la cárcel, y alli
canta el gallo, y Ataoguallpaynga dize: «hasta los abes
saben mi nombre de Ataoguallpa.» Y assi, desde en-
tonges, á los españoles le llamaron Viracocha. Y esto
• le llamo, porque los españoles desde Caxamarca los
abisso al Ataogualpaynga, deciendo que traya la ley de
Dios Hazedor del gielo, y así los llamo á los españo-
les Viracocha y al gallo Ataoguallpa.
Al ñn, como digo, el dicho Ataoguallpa, estando
presso, despacha mensageros á Antamarca, para que
acabase de matar á Guascarynga, y después de aber ym-
biado, se haze falsso tristi, dando á entender al capi-
preaencial, dice en ta «Relación de la conquista y deacubrímiento del Perüi, que fue-
ron Martin Bueno y Pedro Martin de Moguer. Francisco da Xerex aólo dice que
ínerón tres españole:; y Antonio de Herrera los nombra Pedro Moguer, Zarate y
Martin Bueno. (Dec. V, lib. III, cap. a.°j— M. J. E.
3*6
Relación
tan Francisco Pizarro. Al fin, por horden del dicho
Ataogualpaynga, los mató a Guascarynga en Antamar-
ca, y asimismo á su hijo, muger y madre, con gran
crueldad. Y por el marques sabe todas estas cossas,
por quejas y querellas de los curacas agrabiados. Al
fin, se baptizó y se llamó D. Francisco1. Y después
fue ajusticiado el dicho Ataoguallpaynga por traidor.
Y después, el capitán Francisco Pigarro parte junta-
mente con el padre Fray Vicente para el Cuzco, y en-
tonces truxo á vn hijo bastardo de Guaynacapac por
ynga, y el qual fallege en el valle de Xauxa 2. Y de allí
llega el dicho capitán Francisco Pizarro con sus sesen-
ta ó sententa hombres españoles á la puente de Apori-
ma, adonde abia benido Mangoyngayupangui con todos
los orejones y curacas á dar la obediencia y hazerse
cristianos; al fin, todos alli se juntaron por hiende paz,
adorando la cruz de Jesucrista Nuestro Señor, ofre-
ciéndose á su basallaje del emperador D. Carlos; y de
alli llegaron á Villcaconga, donde los apocaracas y ore-
jones, de puros alegres y contentos, hezieron escaramo-
gas. Al fin, aquel dia llegaron á Saquixaguana, en don-
I Otros, y Prescot entre ellos, dicen que D. Juan; y no falta quien declare que se
llamó Paulo; pero nuestro autor está en lo cierto. En el año de 1555 y por el mes de
abril, D. Diego Ilaquita, D. Francisco Ninancoro y D. Juan Quispi Tuoac trataron
de probar que eran hijos de Atahuallpa, y por el orden que las enumeramos, de las
concubinas Chuque suyo, Chumbicarua y Nance Cuca; y el documento que para ello
se instruyó y he visto original, lleva este título: «Probanca hecha en los Reyes á pe-
dimento de D. Diego Ilaquita, hijo natural de D. Francisco Atabalipa, señor que fué
de6tos reynos a la entrada de los españoles, y especialmente de las provincias de
Quito, por mandado y sucesión de Guaynacaba, su padre.»—M. J. E.
a La mayor parte de los cronistas españoles dicen que era hijo de Atahuallpa.
Llámanle unos Toparpa y Toparca, otros Hualpa Cápac; pero el conquistador Pedro
Pizarro afirma lo que Pachacuti, y le nombra Tubaltpa, corrupción de Tupac Hual-
pa.-M. J. E.
por D. Joan de Santacruz Pachacuti 327
de al dia siguiente, el padre Fray Vicente con el capitán
Francisco Pigarro les dize á Mangoyngayupangui que
lo quería ber bestidos de Guaynacapacynga, su padre,
el qual se haze mostrar, y visto por el capitán Pizarro
y Fray Vicente, les dize que bestiera aquel bestido mas
rico. Al fin, se bestio el mismo Pigarro en nombre del
Emperador.
Al fin, el dicho Pigarro y todos parte para el Cuzco,
y el Mangoyngayupangui en sus literas. Al fin, los espa-
ñoles y curacas venieron con mucha orden, y el ynga
con el padre y capitán Francisco Pigarro, que después
de mucho tiempo se llamo Don Francisco Pigarro. Co-
mo digo, todos venieron al Cuzco, y en junto del pueblo
de Anta toparon con Quisquís, capitán tirano del dicho
Ataogualipaynga. Al fin, les dio batalla todos los orejo-
nes y con los españoles. Y assi, se fueron hazia Capi; y
el marques con el ynga, en compañía del Santo Eban-
gelio de Jesucristo Nuestro Señor, entraron con gran
aparato real y pompa de gran magestad; y el marques
con sus canas y barbas largas representaua la persona
del emperador Don Carlos 5.0, y el padre Fray Vicente
con su mitra y capa, representaua la persona de San
Pedro, pontifice romano, no como Santo Tomas, hecho
pobre; y el dicho ynga con sus andas de plumerías ri-
cas, con el bestido mas rico, con su suntorpaucar en la
mano, como rey, con sus insignias reales de capac unan-
cha; y los naturales gran alegría, y tantos españoles!
Al fin, el dicho Fray Vicente ba derecho á Corican-
cha, cassa hecha de los yngas antiquissimos para el
Hazedor; al fin, la ley de Dios y su Santo Ebangelio
tan deseado, entro á tomar la poseijion á la nueba bina,
328
Relación
que estaua tanto tiempo vsurpado de los enemigos an-
tiguos, y alli predica en todo el tiempo como otro Santo
Thomas el apóstol, patrón deste reyno, sin descan-
sar, con el selo de ganar almas, haziendolos conbirtir,
baptizándole á los curacas con hizopos no mas, porque
no pudieron echar agua á cada vno, que si obiera sa-
bido la lengua, obiera sido mucho su dilengencia, mas
por interprete hablaua; no estaua desocupado como los
sacerdotes de agora; ni los españoles por aquel año se
aplicaua á la sujeción de enteres, como agora; lo que es
llamar á Dios, abia mucha dibogion en los españoles, y
los naturales eran exhortados de buenos exemplos.
QUE DIOS NUESTRO SEÑOR
SEA ALABADO POR
SIEMPRE JAMAS