ANTONIO RUIZ DE MONTOYA. CONQUISTA ESPIRITUAL

ANTONIO RUIZ DE MONTOYA. CONQUISTA ESPIRITUAL HECHA POR LOS RELIGIOSOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN LAS PROVINCIAS
DEL PARAGUAY, PARANÁ, URUGUAY Y TAPE.

CONQUISTA

ESPIRITUAL

HECHA POR LOS RELIGIOSOS

DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

EN LAS PROVINCIAS
DEL PARAGUAY, PARANÁ, URUGUAY Y TAPE
ESCRITA POR EL
P. ANTONIO RUIZ DE MONTOYA
DE LA MISMA COMPAÑÍA

BILBAO
IMPRENTA DEL CORAZÓN DE JESÚS
Muelle de Marzana, núm. 7
1882

PRÓLOGO DE LA NUEVA EDICIÓN

i FRECEMOS á los lectores de El
‘ Mensajero un corto obsequio,
. que esperamos será recibido con
agrado. Todos, quién más quién

menos, han oido hablar de las famosas misio-
nes del Paraguay. Todos tienen alguna idea de
la paciencia y caridad de los misioneros jesuí-
tas, que lograron, á costa de trabajos indecibles,
reducir á vida cristiana y social los indios sal-
vajes, que andaban errantes por los bosques.
Ha llegado á ser proverbial la paz y sencillez
en que después de reducidos se conservaban
los neófitos. Pues bien, la obra que reproduci-
mos es una de las fuentes más importantes para
la historia de aquellas célebres misiones. Lo co-
nocerán los lectores por los apuntes biográfi-
cos que les vamos á dar acerca del autor.

6

PRÓLOGO

El P. Antonio Ruiz de Montoya nació en Li-
ma hacia el año 1582. Su padre era sevillano
y próximo pariente del conocido teólogo jesuíta
Diego Ruiz de Montoya. Habiendo fallecido la
madre de nuestro Antonio dejándole muy niño,
su padre determinó venirse con él á España.
Llegados á Panamá, enfermó Antonio de la
peste que entonces había en aquel puerto, y ha-
biendo recobrado la salud con gran trabajo, no
quiso su padre exponerlo á largas navegacio-
nes, y se volvió con él á Lima, donde procuró
educarlo cristianamente. No logró ver cumpli-
do su buen deseo, pues la muerte le sorprendió
cuando el niño contaba nueve años.
Había mandado en su testamento que su hijo
estuviese en el seminario de San Martin, y que
terminados sus estudios fuese traído á España;
pero los testamentarios, más atentos á sus inte-
reses particulares que al bien de su pupilo, ape-
nas ejecutaron nada de lo dispuesto. Entró, sin
embargo, á estudiar Antonio en el colegio de
la Compañía en Lima, y con los buenos princi-
pios que habia recibido de su padre, se condujo
algunos años con bastante regularidad. Pero hir-
viéndole en el corazón las pasiones, no pudo su-
frir tanta sujeción y á los diez y seis años salió
del colegio, ciñóse espada, juntóse con malas
compañías, dióse á juegos, rondas y entreteni-

mientes de mozos, y para ahogar el remordi-
miento de la conciencia que nunca le abandona-
ba, quiso hacerse soldado, y sentó plaza para la
conquista de Chile. Disgustado empero, de fes
pocas esperanzas que le ofrecia aquella carrera,
mudó de propósito y encaminóse hacia España.
Quiso Dios que en Panamá tropezase con un
Padre de la Compañía, cuya conversación le
transformó por completo. Hizo con él confe-
sión general, y por s#u consejo volvió á Lima
para continuar sus interrumpidos estudios. Al
mismo tiempo empezó á satisfacer con ásperas
penitencias sus pasados extravíos.
Poco tiempo después de emprender su nueva
vida, sintió deseos de entrar en religión. Para
resolver este punto, se retiró por consejo de su
confesor á hacer los ejercicios de San Ignacio, y
en ellos le dio á entender Dios que quería ser-
virse de él en la Compañía de Jesús. No pudo
ejecutar inmediatamente la inspiración divina,
pero la puso por obra año y medio después,
cuando hubo terminado con satisfacción el es-
tudio de las letras humanas. Fué su entrada en
la Compañía el 21 de Noviembre de 1606.
A los siete meses de noviciado, fué escogido
con algunos otros que el P. Diego de Torres
llevó consigo del Perú para empezar la provin-
cia del Paraguay. Llegado á Córdoba de Tucu-

8

PRÓLOGO

man, terminó allí su noviciado, é hizo los votos
del bienio en 1608. Siguióse á esto el estudio
de la Filosofía y Teología, y aunque daba mues-
tras de buen ingenio, y esperaban algunos te-
ner en él un buen maestro de ciencias sagradas,
sin embargo, el buen Hermano con el ansia que
tenia de los trabajos apostólicos, propuso á los
Superiores que le abreviasen los estudios, y or-
denándole de sacerdote, le lanzasen luego al
campo de las misiones. Condescendieron con su
buen deseo, y el nuevo apóstol, dicha su pri-
mera misa en la Asunción, partió para las mi-
siones de Guayra, que entonces empezaban. No
podemos precisar el tiempo en que dio princi-
pio á sus trabajos apostólicos, pero creemos
que debió ser en 1612, ó á más tardar el año
siguiente.
En 1610 los PP. José Cataldino y Simón
Masseta, italianos, habían empezado á poner en
planta las famosas reducciones del Paraguay, ó
sean pueblos de indios convertidos, sujetos
al rey de España, pero no gobernados por es-
pañoles, sino por los mismos indios, bajo el
consejo paternal de los misioneros. Ya tenían
asentada la primera reducción, que llamaron
Loreto, y estaban tratando de fundar otras,
cuando les llegó el refuerzo poderoso del Padre
Montoya.

PRÓLOGO

9

Al acercarse éste á la misión, «salió á reci-
birle el P. Cataldino, dice el P. Andrade (i) y
se vieron y abrazaron con grande alegría y le
llevó á su estancia con el mayor regalo que
pudo, y fué tan corto, que no tuvieron que darle,
sino unas patatas, algunos plátanos y raíces de
mandioca, que era su ordinario sustento, sin
haber gustado carne, vino, pan y sal en dos
años, si no fué alguna rara vez un poco de caza
que los indios les daban de limosna.»
Más de veinticinco años trabajó el P. Monto-
ya en las misiones del Paraguay, y desde el
año 1620 fué Superior general de todas aque-
llas célebres reducciones. ¿Qué hizo en este
tiempo? El presente opúsculo satisfará, en parte
al menos, á esta pregunta.
En 1638 á consecuencia de las invasiones de
los colonos portugueses de San Pablo de Pirati-
ninga, que saliendo á caza de indios esclavos,
apresaron á los neófitos de varias reducciones,
el P. Montoya vino á la corte de Madrid para
pedir socorro contra aquel desorden, y licencia
de armar á los indios con armas de fuego con
el fin de evitar tan inicuos atropellos.
Mientras despachaba este negocio, publicó
en Madrid en 1639 el libro que reproducimos.

(i) Varones ilustres.

No es una historia completa ni mucho menos
de aquellas singulares misiones. Son apuntes
breves, en los cuales se percibe ese interés vivo
y original, que da á la narración quien cuenta
lo que ha visto. Ya han sido aprovechadas estas
notas por Charlevoix en la historia que escri-
bió de estas misiones, pero juzgamos que para
lectores españoles ha de tener especial atracti-
vo la relación desaliñada sin duda, pero impar-
cial y verídica del más ilustre misionero del,Pa-
raguay.
Obtuvo el P. Montoya en Madrid todo lo que
deseaba, aunque hubo de experimentar gran-
des dificultades, que le obligaron á prolongar
algunos años su permanencia en España. Em-
barcóse, al fin, para el Perú, no sabemos en qué
año, y cuando de allí se encaminaba á la mi-
sión, recibió orden de volverse luego á Lima.
Era que D. Bernardino de Cárdenas habia le-
vantado aquella célebre tormenta que agitó á
losjesuitas del Paraguay durante unos veinte
años, y juzgaron los Superiores que era ne-
cesaria en la capital del Perú la presencia
del P. Montoya, para defender la causa de la
Compañía ante los tribunales y el virey. Volvió,
pues, el misionero á Lima, y allí residió hasta su
santa muerte ocurrida el 11 de Abril de 1652,
Divulgada la noticia de su fallecimiento,

PRÓLOGO

II

■concurrió la ciudad á venerar su cuerpo como
de santo, besándole los pies y las manos, to-
bándole sus rosarios y tomando lo que podían
de sus reliquias. Hízosele un solemne entierro
á que asistieron todas las autoridades eclesiás-
ticas y seglares. Los individuos de la Audien-
cia llevaron el cadáver en hombros desde la ca-
pilla del colegio hasta la iglesia. La provincia
•del Paraguay quiso poseer los restos mortales
de su más querido misionero, y accediendo en
Lima á tan justas instancias, fué trasladado el
difunto á la Asunción, donde se le dio honorífi-
ca sepultura.
Mucho pudiéramos decir de sus heroicas vir-
tudes, pero creemos que estarán de sobra otros
-testimonios para quien lea el siguiente opúsculo,
en el que sin pensar nos da el P. Montoya la
medida de su gran virtud y prodigioso celo.
Esperamos que los lectores de El Mensajero
.sacarán notable edificación de estas breves
páginas.

CONQUISTA ESPIRITUAL
HECHA
POR LOS RELIGIOSOS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
EN LAS PROVINCIAS
DEL PARAGUAY, PARANÁ, URUGUAY Y TAPE
I
Introducción.

AME sucedido lo que á aquel gran
1 Padre del yermo Afraates, que
oyendo en su soledad y retiro el
ruido de las ondas con que la nave
de la Iglesia era agitada, y el fuego con que queria
abrasarla aquel horrendo monstruo y apóstata Ju-
liano, salió del yermo, dejó su soledad amada, pri-
r vóse de aquellos vitales y celestes aires con que en
\ el desierto la sementera espiritual se ondea, se vi-
i, vinca y crece, y entrando por el bullicio, inquietud
\ y tráfago de las ciudades sin recelar su tosco y
j rústico lenguaje, no dudó ingerirse entre los corte-
\ ses y remirados puntos de los palacios reales, por
f

14 CONQUISTA ESPIRITUAL

ver si podía amansar los vientos, sosegar las
y apagar el fuego con que aquel apóstata abr
la tierra. Tal fué mi venida á esta corte y
pies de Su Majestad Católica, cuyos aumento
firme el cielo con edad muy larga. Mi prete
es poner paz entre españoles é indios, cosa tí
fícil, que en más de cien años que se descubi
las Indias Occidentales hasta hoy no se ha p
alcanzar. Incítame á procurarla la caridad cris
el desamparo total de los indios, el ejemplo d
pasados que los conquistaron y dejaron ejei
raros que imitar, el haber cerca de treinta
que sin divertirme á otro empleo, mi princip
sido su enseñanza y conversión á nuestra san
coronando mi deseo trabajos y los más ordh
peligros de muerte y de ser comido de bárl
Ofrecióme el modelo de mi litigio el sace
Onias, que acepté de grado por ser fundado e
recho de caridad, con que igualmente amo y \
el bien eterno de ambas partes, y dice así: Cu
micitiae in tantum procederent, ut etiam per qui
homicidio, Jierent, considérelas Onias periculun
tentionisy ad regem se contulit, non ut civium a
tor, sed communcm uti/itatc/n, cipud semetipsun
versae multitudinis considerans: videbat enim si
gali providentia unpossibile esse paccm rebus da,
He vivido todo el tiempo dicho en la pro^
del Paraguay y como en el desierto, en bus(
fieras, de. indios bárbaros, atravesando cam
trasegando montes en busca suya, para agre£
al aprisco de la Iglesia santa y al servicio c

(x) 2 Mach. 4.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 15

F? Majestad, de que con mis compañeros hice trece
$ reducciones ó poblaciones, con el afán, hambre,
4 desnudez y peligros frecuentes de la vida que la
I imaginación no alcanza, en cuyo ejercicio me pa-
í recia estar en el desierto. Porque aunque aquellos
7 indios que vivían á su usanza antigua en sierras,
? campos, montes, y en pueblos que cada uno mon-
; taba cinco ó seis casas, han sido reducidos ya por
nuestra industria á poblaciones grandes, y de rús-
f- ticos vueltos en políticos cristianos con la conti-
nua predicación del Evangelio, con todo eso, el
carecer tantos años del.trato español y su lenguaje,
obligado por fuerza á usar siempre del indio, viene
á formar un hombre casi rústico y ajeno del cortés
lenguaje, á que no poco ayudan los ordinarios man-
jares que los indios comunmente usan, y de fuerza
nosotros, que son raíces, calabazas, yerbas, habas
y otros de este género, hasta que la invasión hostil,
quema de iglesias, heridas que dieron á los sacer-
dotes, malos tratamientos que les hicieron, sacrile-
gios que cometieron, presa que hicieron en orna-
mentos de iglesias y alhajas pobres de los Religio-
sos que en once poblaciones predicaban; y lo que
más es, haber desterrado de cuatro iglesias el san-
tísimo y venerabilísimo Sacramento del altar (i),
: los vecinos y moradores de las villas de San Pablo,
Santos, San Vicente y otras que se han forjado de
gente, cuyas acciones obligaron á huir de la luz de
la justicia, me ha obligado á dejar aquel desierto y
soledad y acudir á la real corte y pies de Su Ma-

(1) Consta de informaciones autenticas que se presentaron en el
Real Consejo de Indias* (Nota del autor.)

l6 CONQUISTA ESPIRITUAL

jestad, caminando al pié de 2.000 leguas, con el pe- ¡
ligro y riesgo del mar, ríos y enemigos que es :
notorio, á pedir instantemente el remedio de tan-
tos males que amenazan muy grandes estorbos de
su real servicio, y dijera mejor, daños y peligros
de perderse la mejor joya de su corona real.
II
Descríbese la provincia del Paraguay. \
i
La provincia del Paraguay constaba de cuatro \
ciudades de españoles; las tres asolaron los de San
Pablo; la cabeza donde reside el Obispo y gober-
nador es la ciudad de la Asunción, situada á la ori:
lia del rio llamado Paraguay, y quiere decin cRio
Paragua, Corona de plumas;i y así en nuestro idio-
ma dice: «Rio Coronado. Es rio caudaloso y ancho,
por donde desde el puerto de Buenos-Aires, que
dista de la Asunción más de 200 leguas, suben y 1
bajan barcas bien grandes al trajin de frutos de la
tierra, que los más ordinarios son azúcar, miel,
vino, cera, carretas, garabata, que es género de cá-
ñamo, y la yerba que comunmente llaman del Pa-
raguay. Tiene vecinos menos de 400, y es común
voz que para un hombre hay diez mujeres; no tiene
minas de plata ni oro, ni corre dinero alguno. El
comprar y vender es por mutación de cosas por
otras. Con todo eso hay un género inventado de
pesos huecos, que así llaman comunmente á los pe-
sos que avalúan las cosas; y así por un patacón de
ocho reales de plata, dan tres pesos huecos en fru-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE. JESÚS 17

tos de la tierra, la cual es muy fértil. Dióse siem-
pre el trigo muy bien, pero sólo cogian el necesa-
rio para hostias ó algún regalo, teniendo por muy
grande los moradores la harina que llaman de
mandioca y unas tortas que de ella se hacen, y en
Cartagena, Panamá y Quito llaman casabe. Cógese
mucho maíz, de que también hacen unas tortas
que frescas son comestibles, añejas parecen de
cuero. Habas, que allá llaman frisóles hay muchas
y de especies varias, muchas calabazas de varias
especies, hay frutas particulares de la tierra y algu-
nas son de estima, hácense varias conservas y en
mucha cantidad, cógese mucho vino y muy bueno,
y todo esto se saca de la ciudad, cuyo precio es
ropa que llevan los mercantes. Cógese cera de nue-
ve ó diez especies diversas, de abejas silvestres que
nunca se han dejado domesticar y se crian muy
bien por los montes. Cógese ya ahora mucho trigo,
aunque el común pan es la harina de mandioca. La
principal moneda que como plata corre es la yerba
de que después diremos. Hay oficiales de todos los
oñcios mecánicos y los usan, pero ninguno se tiene
por oficial, por haberlo aprendido cada uno para
usarlo en su casa, y aunque el zapatero haga zapa-
tos públicamente, no quiere que le tengan por za-
patero, alegando que con su ingenio alcanzó aquel
oficio, queriendo con esta metafísica ocurrir por
una parte á su necesidad, y por otra conservar la
nobleza que heredaron de sus antepasados, que
toda fué gente noble.

i8

CONQUISTA ESPIRITUAL

III
De algunos animales.
Hay muchas especies de víboras y culebras por
toda aquella tierra; las menores son de un palmo,
de media vara otras, y van creciendo conforme á
sus especies hasta seis varas. Desentrañando una.
víbora de media vara conté cincuenta viboreznos,
ya animados todos. Dicen los naturales que concibe
por la boca, y que para nacer despedazan los hijos
á la madre y aun ellos entre sí se matan, y parece
cierto; porque si todos viviesen no hubiera donde
poner el pié sin pisar víboras. Otras ponen huevos,
y los que he visto serán un tercio mayor que de
palomas. Empéllanlos echándose sobre ellos, y así
cobran vida. Hay unas que llaman de cascabel, el
cual lo tienen en la cola al modo de una haba seca
con su cascara y granos dentro, y suena á aquel
modo. Cada año echa un grano nuevo, oiráse á
quince pasos, y cuando la fuerza de la ponzoña le
molesta (al modo que una reuma da dolor de dien-
tes) hace más ruido con sus cascabeles, hasta que
mordiendo algo arroja aquel licor ponzoñoso que
tiene en las encías, y llena dos dientes ó colmillejos
al pié algo anchos, y rematan en una punta como
de una fina aguja. Son todas estas víboras tan pon-
zoñosas, que picando en el pié, al punto hacen
echar al que pican sangre por los ojos, narices,
oidos, encías y por las uñas, y entre los dedos tanta
sangre, que en un momento queda desfigurado.
Usan de muchos remedios y yerbas que ha dado

DE LOS RELIGIOSOS DE LA. C. DE JES US IQ

allá la naturaleza. La piedra de San Pablo es muy
probada, AJOS majados bebidos, piedra bezar y yer-
bas; pero el más casero es el fuego, fogueando con
un cuchillo ardiendo la parte lesa polvoreada con
azufre. Este remedio es conocido, y acudiendo con
tiempo no peligran. La cabeza de la misma víbora
majada y puesta sobre la picadura, mitiga el dolor
y chupa la ponzoña. Los hígados de la víbora comi-
dos usan por remedio.
Hay unas culebras de cuatro y cinco varas que
se sustentan de caza, súbense á los árboles por los
caminos á esperar la caza, de donde con gran ve-
locidad se arrojan, y con extraña lijereza la rodean
y atan tan fuertemente, que en muy breve tiempo
la matan y se la tragan, y suelen quedar estas cule-
bras-tan ocupadas, que en ninguna manera se pue-
den menear, y como el calor que tienen no es bas-
tante á digerir un gran venado ó jabalí, vuélvense
al sol, y así se le pudre (con la podrida carne de la
caza); el vientre cria gusanos, á que acuden los pa-
jarillos, que tienen pasto para muchos dias, y en
pasando esta corrupción vuelve á recobrar su cue-
ro y 1 quedar sana como de antes. Ha sucedido tal
vea á estas culebras cogerles este trabajo pegadas
á un arbolillo, y al ir encorando, ir la misma carne
incorporando el arbolillo, y cuando se vio sana se
halló presa, sin poder desasirse, y allí la hallaron
viva. Otras se sustentan de peces. Yo vi una que
tenia cuatro varas de largo y la cabeza como de
una ternera, estaba al pié de un árbol, y descolgan-
do la cabeza al rio Paraná echaba espuma de la
boca, y al punto acudian gran multitud de pececi-
llos á comerla, y dejándolos ella asegurar, con ex-

20

CONQUISTA ESPIRITUAL

traña lijereza abría la boca y hacia muy buena pre-
sa, y ésta tragada, volvía á echar la espuma y á
porfía acudian los peces á comer de ella y la cule-
bra á tragárselos.
Otras se sustentan de ratones, conejos y otras
cosas de este género, y tienen tanta ponzoña, que
si un género de anhélito que despiden llega á la
caza, aunque vaya corriendo, la detiene, de manera
que no sólo se le rinde,’pero aun se alarga y dispo-
ne de manera que con facilidad la pueda tragan
vilo esto con grande admiración mia, que siendo la
caza de largo de un geme, se fué alargando y adel-
gazando un tercio, y así la tragó con mucha faci-
lidad.
Hay otras culebras cuyo grandor es tal, que se
tragan un hombre. Vimos tragar á un indid*cuya
estatura era de dos varas y muy membrudo. Anda-
ba este hombre desnudo, pescando con el agua á
la cintura, tragólo esta bestia, y al siguiente dia lo
volvió á echar entero, pero tan quebrantados los
huesos como si los hubieran molido. No salen del
agua, y en los mayores remolinos que hace el Pa-
raná las vi; tienen la cabeza disformemente grande,
la figura de cabeza y cuerpo de culebra, la boca es
disforme.
Hay otras culebras de tres y cuatro varas que ha-
bitan en malezas pantanosas, salen á la orilla á es-
perar la caza, y con extraña lijereza saltan y la atan,
y con un hueso que tienen muy agudo en la cola
procuran herir la vía posterior, con que la rinden y
la llevan á su pantanosa habitación, y si hallan re-
sistencia vuelven á remojarse en el agua, porque la
sequedad las debilita las fuerzas, y luego vuelven

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 21

á la pelea. Esto se vio en un indio al cual acometió
una de estas culebras, y aunque le cogió los brazos
resistió el indio por un rato. Vístose seca la culebra,
dio un salto al agua, y con la misma presteza volvió
á probar su ventura; pero el indio advertido levan-
tó los brazos y así le ató solo el cuerpo. Llevaba el
indio un cuchillo pendiente por las espaldas de una
cuerda que llevaba al cuello, y con toda presteza
tronchó la culebra y la mató, gozoso de llevar que
comer aquel dia y otros, que todos estos animales
son sustento de los indios.
Hay una gustosa justa entre unos pájaros que los
naturales llaman macagua y unas víboras pequeñas,
de que son muy amigas estas aves; esta ave entre-
mete el pico por las plumas de la ala, que le sirve
como de rodela, y embistiendo con la víbora la da
una fuerte picada, la víbora le da otra, y si se sien-
te el pájaro herido arremete á unas matas de yer-
bas que tienen el mismo nombre del pájaro, y co-
miendo de aquellas ramitas vuelve á la justa, y
cuantas veces se siente herido tantas vuelve á co-
mer de aquella yerba, hasta que á picadas mata la
víbora y se la come, acudiendo luego á su botica
por la contrayerba, comiendo unos renuevos de
aquellas matas, con que queda juntamente mante-
nido, curado y vencedor. De aquí tomaron los na-
turales el uso de esta yerba para todo género de
ponzoña, y aun hemos visto otros efectos buenos
contra el dolor de cabeza, calenturas, ocupación
de estómago y otras enfermedades.
Los tigres que se crian por aquellas tierras son
innumerables, con la multitud de ganado vacuno
silvestre que tienen á su querer. Tanto es, que por

k

22

CONQUISTA ESPIRITUAL

lo que acá se compra una gallina, se compra allá
una vaca, que solo el sebo pesa arroba y media j
aun dos á veces. De la naturaleza de estos tigres
se podia decir mucho: iban dos por una playa si-
guiendo el rastro de un puerco de agua, que están
mucho tiempo en ella y es su refugio contra los
cazadores. Vio el tigre por el rastro que se habia ”
echado al agua, arrojóse á buscarlo y por curiosi-
dad recé la oración del Ave María, y á la sexta
Ave María que dije, salió el tigre con su presa ya
muerta, y entre los dos tuvieron bien que comer.
Han conocido los naturales que huye este animal
de la orina humana como de la muerte. Siguió un
tigre á un indio por un monte, cerca de mi aloja-
miento, y aunque dio voces no le pudimos oír; su-
bióse en un árbol y el tigre se echó al pié de él es-
perando á que bajase; arrojábale el indio ramones
para espantarlo, pero no se meneaba; usó de este
remedio tan fácil y al punto que el tigre lo olió se
fué. Busca la peor carne, y si hay español y negro
y indio, embiste con el negro, y si negros solos,
con el más viejo ó de mal olor.
Hay unos animales que llaman anta. Son como
borricos, las orejas muy pequeñas, tienen una trom-
pa de un palmo que alargan y encogen que parece
les sirven de tomar viento, tienen en cada pié y
mano tres uñas. Del cuero hacen los soldados mor-
riones que defienden de saetas y á veces de bala-
zos. La carne es muy buena semejante á la de la
vaca. De dia comen yerbas y de noche barro salo-
bre, y hay en algunos parajes tanto rastro como en
un corral muy grande de vacas. Los cazadores acu-
den de noche á estos barreros, y en sintiendo que

DE LOS RELIGIOSOS DE LA. C. DE JESÚS 2$

vienen cerca, sacan de repente un hachón encen-
dido, con que deslumbrada da lugar á que la ma-
ten. Toda la noche se les va en este ejercicio, y á la
mañana las buscan por el rastro y á pocos pasos
las hallan, muertas. Las uñas de este animal son
contraveneno, principalmente la uña del brazo iz-
quierdo, que corresponde al corazón, de que el
mismo animal, enseñado de la naturaleza tiene co-
nocimiento, y así, en sintiéndose con accidentes
mortales se echa sobre el brazo izquierdo, aplican-
do aquella mano al corazón, y así se ha visto mu-
chas veces por la experiencia: tienen en el buche
piedras bezares que sirven contra la ponzoña.
IV
Cómo los de la Compañía entraron á la provincia
del Paraguay.
Los Padres Provinciales del Perú enviaron al-
gunos Padres (i) por via de misión á la ciudad de

(i) El principio de los trabajos apostólicos de la Compañía de Je-
sús en las regiones del Paraguay se puede fijar en el año 1586. Abrió
á los jesuítas la puerta de aquellos países el celo de dos ilustres obis-
pos de la Orden de Predicadores, Fr. Francisco de Victoria, elevado
á la silla de Tucuman en 1578, y Fr. Alonso Guerra, que cenia la mitra
-de la Asunción, y tenia á su cargo el país llamado propiamente
Paraguay.
El primero de estos prelados viéndose falto de clero, escribió cartas
muy fervorosas á los Padres Provinciales de la Compañía en el Perú
y en el Brasil, pidiéndoles socorro de misioneros para el cultivo de su
▼asäshaa diócesis. Acudieron del Perú tres jesuítas en dicho año 1586
y poco después-desembarcaron en Buenos-Aires otros cinco, enviados
por el venerable P. Anchieta, Provincial del Brasil. Hallábase en
«ata ciudad Fr. Alonso Guerra, que viendo llegar á los misioneros, los
convidó con su diócesis de la Asunción. Como aquellas regiones del

74 CONQUISTA ESPIRITUAL

la Asunción, que dista de la villa de Potosí, último
término de la provincia del Perú, 500 leguas, en
donde hicieron casa, predicaron y ejercitaron los
ministerios de la Compañía por algunos años; pero-
corno los Superiores no pudiesen visitar esta resi-
dencia por la longitud de tierra, la deshicieron, lla-
mando á los Padres. Sólo uno, llamado el P. To-
más Filds, irlandés de nación, hombre de muy ma-
dura edad y rara virtud, fué detenido allí con pro-
videncia del cielo para guarda de nuestra casa é
iglesia, que aun con vivir el Padre en ella no falta-
ron Religiosos que deseasen ocuparla; pero el Pa-
dre ron la esperanza que siempre tuvo de que ha-
bía de ser bien ocupada de nuestros Religiosos,
qur habían de acudir á la mies de indios gentiles
que ya se iba sazonando, nos la conservó.
I’or los años de 1603, el P. General Claudio Aqua-
viva, inspirado del cielo (como muchas veces oi-
tnotf al venerable 1\ Diego de Torres) puso todo su
conato en volverá levantar la misión del Paraguay
y hacerla viceprovincia, y así nombró al dicho
I*. l>ie»,o de Torres por Provincial, y juntamente le
envió seis Padres, tres españoles y tres italianos,
I ni uiii.ui y Paraguay «ataban colonizadas por españole?, pareció á los.
jr»uifu* que l.i nueva uiitiou debía depender de la provincia española
di I IV» ú y no de l.i portuguesa del lirasil, y por eso habiéndose vuelto-
di* de lub misioneros del ltrasil, permanecieron los otros tres, unidos.
ii lnSilil Perú, á cuya provincia se agregaron.
Ihilante unos quince años trabajaron estos Padres y algunos más
ijiui l»a llegaron de refuerzo, primero con los españoles de las áuda-
y después con los indios de l;is selvas. Copioso fué el fruto que re»
logieíoii, pero de pm a duración, por el carácter nómada y pasajero
que tenían aquellas misiones. A principios del siglo xvn se trató do
1i.1i- 1 -onsibttfiuia y formalizar aquellos trabajos apostólicos, objeto que-
be logró con la fundación de la provincia de Paraguay y Chüe» de que-
hdtila luego el P. Montoya. (N. del K.)

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 2$

que fueron los primeros que pasaron de Europa á~
aquella nueva.provincia y socorro primero que Su
Majestad nos dio.
En este mismo tiempo que el P. Claudio Aqua-
viva en Roma fundaba la provincia del Paraguay,
despertó nuestro Señor en las Indias los ánimos de
algunos para la misma empresa y espiritual milicia,
entre los cuales fué uno que, deseando hacer un
largo viaje, con ánimo de las granjerias que mué-
ven á los hombres á perder el miedo á los peligros,
y como el de la mar es cierto, acogióse al reparo
de una buena y general confesión para cualquier
suceso, la cual hizo después de un muy buen exa-
men con un Religioso de la Compañía, el cual le
persuadió hiciese unos ejercicios de los que da esta
sagrada Religión. Él, ignorante no sólo de los ma-
ravillosos efectos que suelen causar, pero aun del
nombre, dejándose guiar de su espiritual Padre los
aceptó. Tres dias estuvo en ellos como en galera;
porque como las cosas pasadas de sus vanidades y
locuras le robasen con arrebatada violencia el pen-
samiento, que en solo Dios, la muerte, eternidad
de pena ó gloria deseaba fijar; érale tormento cruel
verse sumergido en devaneos y locuras, amigos y
pasatiempos, que juzga el mundo por dichosa vida,
siendo á la verdad muerte desdichada.
Al cuarto dia, temeroso de ponerse á la oración
como si fuera á un remo, porque allí le apretaba el
demonio fuertemente, excitándose á esperanza de
algún espiritual sosiego, se sintió con deseos de
orar, libre de pensamientos, el entendimiento cla-
ro y la voluntad muy bien afecta, y con asomos de
espiritual consuelo, y bien de repente se halló como

26

CONQUISTA ESPIRITUAL

en región extraña, y tan lejos y apartado de sí
mismo, como si él no fuera. En este punto le mos-
traron un grandísimo campo de gentiles y algunos
hombres que con armas en las manos corrían tras
ellos, y dándoles alcance los aporreaban con palos,
herían y maltrataban, y cogiendo y cautivando mu-
chos, los ponian en muy grandes trabajos.
Vio juntamente unos varones más resplandecien-
tes que el sol, adornados de unas vestiduras candi-
das. Conoció ser de la Compañía de Jesús, no por
el color, sino por cierta inteligencia que le ilustra-
ba el entendimiento. El blanco (me dijo él mismo,
como al más conjunto que en amistad tuvo siendo
secular) que significaban cosas bien misteriosas, las
cuales habré yo de dejar por no salir del hilo de
mi narración. Aquellos varones procuraban con
todo conato arredrar á aquellos que parecían de-
monios, que todo hacia una representación del jui-
cio final, como comunmente lo pintan; á los ánge-
les defendiendo las ánimas, y á los demonios ofen-
diéndolas. Vio que hacían oficio de ángeles los de
la Compañía, con cuya vista se encendió en un ar-
diente deseo de serles compañero en tan honroso
empleo. Siguióse luego el ver y sentir experímen-
talmente que Cristo nuestro Señor bajaba de lo
alto vestido de una ropa rozagante y celestial, á
modo de manto, arrojado por debajo del brazo, y
acercándose á él que estaba de rodillas, le echó el
brazo sobre sus hombros, y llegándole el rostro á
la llaga del costado le puso la boca sobre ella,
donde por un buen rato bebió de un suavísimo
vapor que por ella salía, deleitando el gusto y el
olfato sobre todo lo imaginable.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C DE JESÚS 2J

Aquí entendió que Cristo Jesús, regalo de las al-
mas que por medio de la gracia se unen con Él,
le escogía para la provincia del Paraguay, en don-
de habia gran suma de gentiles que solo espera-
ban oir las dichosas nuevas de las bodas del Cor-
dero, imprimiéndole en su alma un ardiente deseo
de emplearse en su conversión. Añrmóme muchas
veces que fué tanta la suavidad que en esto tuvo,
que juzgó haber pasado todo en un punto; pero
por la cuenta del reloj habia pasado de hora. Tro-
cósele aquí el despego y desamor que tenia á la
Compañía en un entrañable y tierno amor, cobran-
do singular estima de su instituto y ansias de pe-
dir le recibiesen. Pero el levantado concepto que
habia cobrado de su apostólico instituto, le aco-
bardó por muchos dias á descubrir sus deseos,
hasta que comunicándolo con un muy santo y doc-
to varón, le alentó á que intentase á conseguir tan
santos deseos, encargándole que á nadie diese par-
te de su vocación y llamamiento al Paraguay, sino
que lo dejase á sola la Providencia divina sin usar
de diligencia humana, para que á solo Dios se atri-
buyese el fin de un tan dichoso princip
Guardó el consejo con un exacto rigo i :pero gus-
ta el Señor que sus mercedes se manifiesten, y
-cuando el que las padece dice: Sacramentum Regis
abseondcre bomtm estt sabe el Señor manifestarlas él
.mismo para su gloria y provecho nuestro. Y así se
lo reveló á una santa mujer de muy aprobado espí-
ritu, la cual, estando comunicando sus cosas con
■su confesor en la iglesia, le dijo: tVe, Padre, aquel
Hermano que sale ahora á ayudar misa en el altar
¡mayor? pues sepa que ha de ir á la provincia del

28 CONQUISTA ESPIRITUAL

Paraguay que se trata de fundar ahora, y alhena de
padecer mucho? trabajos; pero el Señor irá con él
y será en su ayuda.» Preguntóle el confesor si le
habia conocido antes. Respondió que ninguna otra
fuera de aquella vez le habia visto, pero que el Se-
ñor se lo habia revelado. Vive hoy este Religioso
en aquella provincia, donde trabaja con grande
estima y aprecio de su apostólico empleo, y como
amigo íntimo suyo me hizo relación de esto. Y el
haber revelado nuestro Señor su ida á la provin-
cia de Paraguay, lo oí al mismo confesor de aque-
lla santa mujer, y aun de boca de ella oí otras co-
sas que no pertenecen á mi narración, aunque son
del mismo sujeto.
V
Fúndase ¡a provincia del Paraguay.
El apostólico varón P. Diego de Torres (cuya
vida se espera presto impresa) primer Provincial
de la provincia del Paraguay, viéndose con algu-
nos sujetos, aunque pocos, para cosecha tan gran-
de como ofrecia casi innumerable número de gen-
tiles, y con seis obreros que de antemano el Padre-
General le envió, sin la solicitud de otro procura-
dor que el de la inspiración divina, con que le ins-
taba el cielo á formar aquella provincia de cuyo
tesoro de almas esperaba enriquecerse, dio feliz;
principio á su provincia. Dejando las fundaciones
de colegios, aplauso con que los españoles los ad-
mitieron, frutos muy copiosos que se cogieron, de-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 29

que se verá con el tiempo bien enriquecida una
larga historia, sólo tocaré algunas cosas tocantes á
los indios, que es solo mi intento, y en lo que el
apostólico Provincial puso su principal cuidado,
enviándoles apóstoles y ángeles de paz que les
anunciasen la salud eterna.
La primera misión que emprendió fué hacia el
Sur, á donde envió al venerable P. Marcial de Lo-
renzana, hombre noble en sangre, pero mucho más
en santidad, cuya vida escribió después de su muer-
te el P. Diego de Boroa, Provincial que hoy es de
aquella provincia. Ofrecióse el P. Lorenzana muy
de voluntad á la obediencia y á los sucesos varios
que en empresas de infieles comunmente se espe-
ran. Fundó la primera reducción (i) que la Compa-
ñía hizo en aquella provincia (llamamos reduccio-
nes á los pueblos de indios, que viviendo á su anti-
gua usanza en montes, sierras y valles, en escondi-
dos arroyos, en tres, cuatro ó seis casas solas, se-
parados á legua, dos, tres y más unos de otros, los
redujo la diligencia de los Padres á poblaciones
grandes y á vida política y humana, á beneficiar
algodón con que se vistan; porque comunmente
vivían en desnudez, aun sin cubrir lo que la natu-
raleza ocultó). Llámase esta reducción San Ignacio,
dista de la ciudad de la Asunción 25 leguas, en que
será fuerza nos quedemos por ahora hasta que su-
bamos hacia el Oriente á la provincia de Guaira,

(1) Asentóse esta reducción e} año r6n, después de un año de fa-
tigas increíbles. Por eso los dos Padres italianos, do quienes luego se
habla, aunque quizá empezaron á trabajar mas tarde que el P. Loren-
zana, lograron antes su objeto reuniendo la reducción de Loreto ya
en el ano 1610. (N. del li.f

30 CONQUISTA ESPIRITUAL

de donde bajaremos, y quizá huyendo de los veci-
nos de San Pablo, á tratar de esta y de las demás
reducciones del río Paraná.
VI
Entrada que hizo la Compañía de Jesús
d la provincia de Guaira.
En este mismo tiempo envió el P. Diego de Tor-
res á la ciudad de Guaira (constaba de solos treinta
hombres) al P. José Cataldino y P. Simón Maceta,
ambos italianos, valerosos misioneros y fieles hijos
de la Compañía, apóstoles de aquella gentilidad.
Distaba Guaira de la Asunción 160 leguas cami-
nando al Oriente. Más adelante, por el mismo rum-
bo, estaba la Villa-Rica, 60 leguas distante de Guai-
ra. Tenia esta villa 100 hombres; esta tierra es toda
montuosa y agria, á cuya causa se iba de un lugar
á otro por ríos, que los hay muy grandes, y en estos
parajes, el rio Paraná, que es el que comunmente
llaman de la Plata, tiene por algunas partes á dos
leguas de ancho. En la ciudad de Guaira ejercita-
ron los Padres sus ministerios; pasaron á la Villa-
Rica con harto trabajo, por haber en este tan prolijo
viaje dos embarcaciones: la una desde la ciudad de
la Asunción al puerto de Maracayu, de treinta,y
cuarenta dias de despoblado, por un enfadoso rio y
habiendo de llevar la comida necesaria para este
tiempo. Desde Maracayu se va por tierra hasta el
gran salto de Paraná, que es una de las maravillas
que hay en el mundo, en que se gastan seis y ocho
dias que se andan á pié por pantanos y ásperos ca-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 31»

minos y peligrosos ríos, que llenos con las avenidas,
dan paso á los caminantes las puntas de los árbo-
les, atando de unas en otras algunos palos con unos
juncos, que por su facilidad en quebrarse es cosa
muy peligrosa.
Desde este salto se toma otra embarcación, y
caminando el río arriba, á dos leguas estaba la ciu-
dad de Guaira; y subiendo por otro rio llamado
Huibay, en ocho dias se llegaba á la villa del Es-
píritu Santo, lo cual está ya todo asolado por los
vecinos de San Pablo, como después diremos. Es-
tuvieron aquí los Padres ‘muy enfermos, y la falta
de médicos y medicinas les puso al último trance
de la vida. Convalecidos ya, ejercitaron sus minis-
terios con muy gran fruto de las almas. Habia en
esta villa un cura, que siendo Religioso profeso de
cierta religión deseó mudar hábito, y fingiendo
que le habian de noche hurtado los suyos, tomó
los de San Pedro, con que vivió y murió como clé-
rigo, bautizó muchos adultos sin otro catecismo
que arrojarles el agua en la cabeza.
Habiendo cumplido los Padres con su misión
entre españoles, pusieron la mira en la conversión
de los indios á que habian sido enviados, y aunque
por aquellas partes habia muchas provincias de
gentiles al parecer dispuestas para el Evangelio,
guiólos el cielo por un rio llamado Paranapane,
que quiere «decir rio desdichado y sin ventura. Des-
dicha fué para el demonio y dicha para el cielo,
pues en aquella provincia se registró por el bautis-
mo un -gran tesoro de almas para el cielo. Acom-
pañó en esta empresa á los Padres un vecino de
Guaira, á título de lenguaraz, hombre que tuvo de-

32

CONQUISTA ESPIRITUAL

seos de hacer bien. Navegaron por este rio arriba
diez ú once dias, todo despoblado, y al cabo die-
ron en un pueblo que estaba á orilla del mismo rio
y por un lado le cefiia un arroyon llamado Pirapó.
Vivian en él como 200 indios que recibieron con
mucho amor á los Padres. Allí levantaron el estan-
darte de la Cruz, hicieron una pequeña choza para
iglesia que intitularon de Nuestra Señora de Lore-
to, donde hicieron alto por algunos dias. Tomada
noticia de la gente que por aquellos ríos habia, se
partieron juntos los dos Padres con su compañero,
para que la gente, que como atrás dijimos vivia
desunida en lugarejos pequeños, se juntase en po-
blaciones grandes. Hallaron 25 aldehuelas y algu-
nas poblaciones de razonable número. Daban los
Padres á los gentiles razón de su venida en sus
sermones, que era hacerlos hijos de Dios y librar-
los de la esclavitud del demonio.
Por otra parte el español seglar hacia su nego-
cio, y tal, que puso á pique de que el Evangelio y
sus predicadores fuesen desterrados ó desestima-
dos. Repararon los Padres que venia á casa una
vez sin sombrero, otra sin capa, otra sin sayo ni
jubón, y otra sin calzones, usando de solos pañetes
blancos y un lenzuelo atado en la cabeza. Extraña-
da esta novedad le preguntaron los Padres la causa,
y él les respondió estas palabras: «Vuestras Pater-
nidades predican á su modo, yo al mió; fáltanme
á mí palabras, y así predico con obras: he reparti-
do todo lo que traia para ganar la voluntad de es-
tos indios principales; porque estos ganados, los
demás quedarán á mi voluntad.» ¿Quién no se edi-
ficara con tal acción y celo? Confundíanse los Pa-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 33

dres de no tener que dar ¡tanta era su pobreza!
Habiendo hecho su negocio el español, pidió li-
cencia para irse, y apenas habia partido, cuando
descubrieron los indios la almoneda que aquel
hombre habia hecho de su vestido, que con cada
pieza de él habia comprado una india ó un mucha-
cho, juzgando los indios que habia sido orden de
los Padres, con que perdieron por entonces algo
del crédito que de ellos tuvieron al principio, aun-
que bien satisfechos por los Padres, volvieron á re-
cobrar su crédito. Peste es esta que sigue al Evan-
gelio, que luego tras la libertad que alcanzan por
el bautismo entra la servidumbre y cautiverio, in-
vención ya no diabólica, sino humana, para atajar
el paso al Evangelio; porque con estas compras se
hacen guerra unos á otros para venderse, roban,
matan y aumentan el número de concubinas.
VII
Ida á aquella misión del P. Antonio Ruiz, y trata de
la yerba que llaman del Paraguay.
Habia como seis meses que los Padres estaban
en el Pirapo, y año y medio que habian salido de
la Asunción,cuando el P.Diego de Torres me envió
á aquella provincia, si bien estuvo en balanza mi
partida. Porque habiéndome llevado desde la ciu-
dad de Córdoba á la de la Asunción, que hay .200 le-
guas, y ya con el pié en el camino de mi misión,
me dijo estas palabras: «Yo le habia traido para
‘ aquella misión apostólica de Guaira, pero la nece-
sidad que de su persona tengo, me obliga á mudar
3

34

CONQUISTA ESPIRITUAL

consejo y llevarle á Chile.» Helóme el corazón tan
inopinada deliberación, y sin responderle cosa me
acogí al Santísimo Sacramento, y fué la resolución
que luego, mudando de parecer, me señaló para
aquella provincia.
Partimos juntos el P. Antonio de Moranta y yo,
y á la mitad del camino de cuarenta dias de despo-
blado, nos faltaron los tasajos y harina de palo, que
era nuestra provisión. Quedónos algún poco de
maíz, del cual tomamos un puñado de él cada uno
á mediodía, y otro tanto á la noche. Causó esta es-
trechura una muy penosa enfermedad al Padre, y
como la fama nos avisaba de otras dificultades que
nos esperaban adelante, le forzó la necesidad á que
del puerto de Maracayu se volviese.
Recibiéronme los indios de este pueblo con mu-
cho amor, conté la gente y hallé 170 familias, y
como después en mis peregrinaciones hice paso
por allí algunas veces, en pocos años vine á contar
no más de 50. De este común desmedro de los
indios sujetos ó encomendados á españoles, ya no
se pregunta la causa por ser tan sabida, ni causa ad-
miración, ni aun se repara por ser común. Quéde-
me en aquel pueblo algunos dias administrándoles
los Sacramentos, y con el continuo curso de ha-
blar y oir la lengua, vine á alcanzar facilidad en ella.
Está fundado este pueblo en un pequeño campo
rodeado de casi inmensos montes de árboles sil-
vestres, en que hay manchas de á dos y tres y más
leguas de largo y ancho, de los árboles de que ha-
cen la yerba que llaman del Parayuay. Son muy al-
tos, hojosos y gruesos, la hoja es algo gruesa, la
hechura de lengua. Derriban estos árboles, pero

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 35

brotando de su tronco muy gruesos renuevos, en
tres afíos se ponen en la hermosura y grandor que
tenían cuando los cortaron. Los gajos de estos árbo-
les se ponen en unos zarzos, y á fuego manso los
tuestan, y la hoja la muelen con no pequeño trabajo
de los indios, que sin comer en todo el dia más que
los hongos, frutas ó raíces silvestres, que su ventu-
ra les ofrece por los montes, están en continua ac-
ción y trabajo, teniendo sobre sí un cómitre, que
apenas el pobre indio se sentó un poco á tomar re-
suello, cuando siente su ira envuelta en palabras, y
á veces en muy gentiles palos. Tiene la labor de
aquesta yerba consumidos muchos millares de in-
dios; testigo soy de haber visto por aquellos mon-
tes osarios bien grandes de indios, que lastima la
vista el verlos, y quiebra el corazón saber que los
más murieron gentiles, descarriados por aquellos
montes en busca de sabandijas, sapos y culebras, y
como aun de esto no hallan, beben mucha de aque-
lla yerba de que se hinchan los pies, piernas y vien-
tre, mostrando el rostro solos los huesos, y la pali-
dez la figura de la muerte.
Hechos ya en cada alojamiento, aduar de ellos,
ioo y 200 quintales, con ocho ó nueve indios los
acarrean, llevando acuestas cada uno cinco y seis
arrobas 10, 15 y 20 y más leguas, pesando el indio
mucho menos que su carga (sin darle cosa alguna
para su sustento), y no han faltado curiosos que hi-
ciesen la experiencia, poniendo en una balanza al
indio y su carga en la otra, sin que la del indio,
con muchas libras puestas en su ayuda, pudiese
vencer á la balanza de su pesada carga. ¡Cuántos se
han quedado muertos recostados sobre sus cargas,

36

CONQUISTA ESPIRITUAL

y sentir más el español no tener quien se la lleve,
que la muerte del pobre indio! \ Cuántos se despe-
ñaron con el peso por horribles barrancas, y los
hallamos en aquella profundidad echando la hiél
por la boca! {Cuántos se comieron los tigres por
aquellos montes! un sólo año pasaron de 6o.
Clamaron estas cosas al cielo; envió Su Majestad
Católica al remedio de estos males al Dr. D. Fran-
cisco de Alfaro, oidor que hoy es del Consejo de
Hacienda, persona nacida para aquello, á quien la
experiencia de vista de casi todo el Perú, en visitas
que hizo de provincias y gobiernos, con órdenes
muy justas que puso, le llevó á aquella provincia,
donde ni antes ni después hasta hoy, ha visto gar-
nacha alguna, con que el Occidente le celebra, de-
seando verle en el Consejo de Indias, donde como
allá con su presencia le puso tan cristianas órde-
nes, acá con sus recuerdos y acertados pareceres
haga que se ejecuten. Prohibió con graves penas el
forzar los indios al beneficio de la yerba, y á los
mismos indios mandó que ni aun con su voluntad
la hiciesen los cuatro meses del año, desde Diciem-
bre hasta Marzo inclusive, por ser en toda aquella
región tiempo enfermísimo.
Así lo mandó este rectísimo juez, mas no se cum-
ple, habiendo Su Majestad confirmado todas sus
ordenanzas á la letra sin mudar cosa, aunque cier-
tos procuradores, no de los indios, que no los tie-
nen, sino de los españoles, acudieron á esta corte
con relaciones, cuya falsedad no se entendió; al-
canzaron del Consejo limitación de algunas, mejor
dijera ampliación. Callarélas todas por no salir del
carril de la brevedad que en esta narración preten-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 37

do, pero por una sola haré demostración de las de-
más. £1 Dr. D. Francisco tasó los indios en cinco
pesos huecos (de que ya dijimos) y aunque deseó
desterrar del mundo el abominable servicio perso-
nal (que ya hoy Su Majestad, que Dios guarde, con
apretadísimas órdenes ha mandado que se destier-
re de las Indias, si bien no falta quien le alce el
destierro) no le fué posible entonces, y así ordenó
que por los cinco pesos sirviese cada indio un mes.
Acudieron los procuradores dichos á esta corte,
y sin que hubiese hombre que hablase por los des-
amparados indios (aunque lo que gastaron en la
corte los procuradores fué sudor y sangre dé in-
dios) porque soy testigo que les quitaban los bue-
yes, los caballos y yeguas, y otras cosas de sus ha-
ciendas, diciéndoles que eran para aviar al procu-
rador que venia á procurar el bien de la tierra, y
común (siendo su particular propio) lo que alcan-
zaron fué que en lugar de aliviar los indios, salie-
ron condenados á que pagasen doblado tributo,
que son 10 pesos pagados en dos meses de servi-
dumbre personal, y ya tomaran los pobres que fue-
sen esos solos; pero es de notar que muchos acu-
den á esta mira ó servidumbre de 30, 40 y 50 le-
guas, y aún 160 que hay de Maracayu al Paraguay,
á cuya causa es fuerza que después de haber tar-
dado en el camino ocho, quince y veinte dias en
venir, y dos en pagar su tributo, les obligue el ri-
gor y miedo de la compulsión á detenerse por lo
menos otro mes, y á veces dos y tres más.
Soy testigo que en la provincia de Guaira el más
ajustado encomendero se servia los seis meses de
cada año de todos los indios que tenia encomen-

CONQUISTA ESPIRITUAL

dados, sin paga alguna, y los que no se ajustaban
tanto los detenían diez y doce meses. Y si esto es
así, como es verdad, ¿ qué tiempo le queda á este
desdichado para sustentar su mujer y criar sus hi-
jos? que á veces suelen ser ajenos, engendrados
en tan larga ausencia. Punto es este que pide más
espacio del que llevo. Demás de este engaño de
doblado tributo, queda otro en que paga el indio
más tributo de los 10 pesos, siendo agraviado en el
precio común de un jornalero de aquella tierra.
Por ordenanza está mandado que á un jornalero
por cada dia se le dé real y medio, que en treinta
dias son 45 reales, reteniendo en sí su libertad de
alquilarse (que es otra circunstancia) y al pobre in-
dio, forzándole á pagar con su persona, le fuerzan
á que sirva por 40 reales cada mes; de suerte que
paga 10 reales más sobre el doblado tributo que le
han puesto, que todo monta 11 pesos y dos .reales
de tributo, que para tan pobre tierra es intolerable
carga.
Divertídome he, y no sin causa, en tratar de agra-
vios de indios, por ser mucha parte de ellos esta
yerba, y volviendo á ella para decir lo que queda,
digo, que con todo cuidado he buscado su origen
entre indios de ochenta y cien años, y he sacado
por cosa averiguada, que en tiempo que estos vie-
jos eran mozos no se bebía ni aun se conocía sino
de un hechicero ó mago que tenia trato con el de-
monio, el cual se la mostró y dijo, que cuando qui-
siese consultarle, bebiese aquella yerba, y así lo
hizo, y de su enseñanza otros que en nuestros dias
hemos conocido, y comunmente ios hechizos que
hacen llevan de esta yerba. Dieron en usarla los

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 39*

indios viejos, pero con moderación; los frutos que
comunmente refieren de esta yerba, son que les
alienta al trabajo, que les sirve de sustento, y así lo
vemos cada dia, que remará un indio todo un dia,
sin otro sustento que beber de tres en tres horas la
£erba, púrgales el estómago de flemas, y despierta
los sentidos, ahuyenta el sueño al que desea velar
sin embarazo de sueño, y en esto parece á algunos
que se semeja, ó es la misma yerba de la China
llamada cha, que quita el sueño y aun el nombre
no desdice mucho, porque en la lengua de los na-
turales se llama caá.
Los naturales indios la toman con medida una
vez al dia; los españoles han hallado remedio en
ella contra todos los males, y dicen que es muy
experimentado remedio contra mal de orina, á
cuya causa la usan por aquellas partes sin orden
ni medida. De la demasía en bebería he visto á
algunos que por muchos dias perdieron el juicio, y
harta falta de él es común de tantos, que en solos
vómitos gastan cada año de 300 libras. Yo no dudo
que tenga virtud (aunque nunca la he probado),
pero el abuso en usarla es condenable, en su traba-
joso beneficio, en la estimación y aprecio, en los
efectos de sustentar con aliento al que trabaja, en
el subido precio en que se vende (porque en el
Paraguay vale un quintal, que son 100 libras, 25
pesos huecos; en Santa Fe vale 16 y 20 en reales
de plata, en el Tucuman 35 y 40 pesos, y á este
paso va subiendo mientras más se va llegando á
Potosí) y en el uso superticioso de hechicerías, y
aún en el olor y sabor que es zumaque, es muy
semejante á la yerba del Perú que llaman coca.

40 CONQUISTA ESPIRITUAL

VIII
Efectos del descuido que se tiene en no tratar bien
los indios.
No es mi intento referir los agravios que comun-
mente reciben los indios, porque seria recopilar
muchos autores, y añadiendo lo que yo he visto,
hacer muy gran volumen. Los que me obligaron á
venir á esta corte será fuerza referirlos en su lugar,
los efectos de estos agravios referiré: El uno sea,
no querer los gentiles recibir el Evangelio. El se-
gundo, los ya cristianos detestarlo; porque si por
el oido oyen la justificación de la ley divina, por ,
los ojos ven la contradicción humana ejercitada en
obras. En muchas provincias hemos oido á los gen-
tiles este argumento, y visto retirarse de nuestra
predicación, infamada por malos cristianos; dos so-
las pruebas traeré de aquesto.
Tiene la ciudad de la Asunción en frente de sí
(el rio Paraguay en medio) dos naciones, Guaicurus
se llama la una, y Guaicurut la otra, ambas harán
número de 500 indios, y aun menos; tienen por ca-
sas unos pellejos de vaca, y así son portátiles. Son
agigantados, los varones andan desnudos, las mu-
jeres no, antes son honestas en su vestir. Usan de
lanza y garrote, que despiden con ligereza y acier-
to, usan de arco y flecha, no siembran, pero cogen
de ios sembrados de los españoles, hurtando lo que
pueden, y muy de ordinario entran en las estancias
de ganados, y matan lo que quieren, y llevan al
dueño el sebo y la carne y se la venden. Pasean

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 41

la ciudad con toda seguridad, pero en sus tierras
no la tienen los españoles que allá entran, porque
con la facilidad que á una vaca degüellan á un es-
pañol, y es tanta su ñereza, que no alcanza el poder
de los españoles á corregirlos.
Trataron los gobernadores que los de la Compa-
ñía domesticasen por el Evangelio esta bárbara
gente. Encargóse esta difícil empresa al P. Pedro
Romero, varón verdaderamente apostólico, cuyo
trabajo que con ellos tuvo es digno de cumplida
historia. Hizo con ellos las invenciones que su fer-
voroso deseo le pintaba, para arrancarlos de sus
bestiales costumbres y plantarlos en el cristianis-
mo, pero no pudo en muchos años, porque se bur-
laban de nuestra fe. Porque ¿qué importaba que
este apostólico varón les predicase la hermosura de
la castidad, si en la ciudad veian adorar á Venus?:
Apoyaban con ‘esto sus bestiales costumbres, con
que tenazmente están resueltos de vivir hasta la
muerte, y así aqueste apostólico varón hubo de de-
jar aquellas infructíferas plantas, si bien cogió algu-
nas ñores de infantes, que antes que las marchitase
la muerte, recibieron el agua que da vida. Obligóle
á dejarlos un señor Obispo, obligándose á poner un
sacerdote, que compelido de estos bárbaros á dos
dias le obügaron á no volver jamás á verlos. El go-
bernador y el pueblo instaron á que la Compañía
se encargase de ellos, mirando al bien común de
su República; porque los hurtos de los caballos y
otras cosas, hacia el Padre que ios restituyesen.
Tenían también los españoles aviso de los desig-
nios de los indios, porque aun el dia de hoy no se
tienen en la ciudad por seguros de las vidas, vi-

42

CONQUISTA ESPIRITUAL

viendo con centinelas de dia y de noche, y un in-
sufrible afán. No tuvo efecto su deseo, porque cuan-
do la emulación se enseñorea arrastra obligacio-
nes, aunque sea á costa de pérdidas de almas.
Hay otra provincia que llaman Calchaqui, cris-
tianos bautizados, en que Su Majestad tenia un
pueblo suyo que le daba no pequeño tributo. Ha-
bia en las doctrinas clérigos y en la ciudad religio-
sos. Viéronse estos indios tan apurados del conti-
nuo trabajo del beneficio de algodón y tejumbre
de lienzos, y sus mujeres tan afanadas con el per-
petuo hilado y rigor con que se les pedia la tarea
aun á la más ocupada en criar sus hijos, que les
obligó la necesidad á buscar el desahogo. Alzáron-
se, mataron buen número de españoles, y fué fuer-
za á los vivos desamparar la ciudad y sus bienes,
que no eran pocos, y guarecerse á la ciudad de las
Corrientes; y aunque se ha hecho esfuerzo para
volver á recuperar aquella tierra, no ha sido posi-
ble, aunque entró á ello un gran soldado y noble,
el maestre de campo Manuel Cabral, que con su per-
sona y bienes ha servido á Su Majestad muy fiel-
mente; antes con 700 caballos que un cierto gene-”
ral les dejó por despojos en una retirada que hizo,
y armas que han ganado, se han pertrechado y ani-
mado de manera que se desespera ya de su con-
quista. Esto pasó muy poco ha en las provincias
del Paraguay y Buenos-Aires. Lo mismo y casi en
el mismo tiempo ha sucedido en el gobierno del
Tucuman con otra nación del mismo nombre Cal-
chaqui, conquistada por el Evangelio que predica-
ron los de la Compañía, donde tuvieron cinco po-
blaciones. Molestólas el infame servicio personal, y

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 43

á los predicadores del Evangelio de tal suerte, que
les fué fuerza despedirse de los indios, que con
harto sentimiento y dolor quedaron, no siendo me-
nor el de los Padres que los dejaron.
Causó contento á los españoles esta salida, pero
viéndose los naturales privados de tanto bien y
cargados de trabajos, tomaron las armas, despidie-
ron el yugo, corrieron la tierra y estancias de los
españoles, mataron muchos y destruyeron sus ha-
ciendas, ganados y sementeras, despoblaron un pue-
blo de españoles, y llevaban ánimo de destruirlos
todos, y filé necesario que la Real Audiencia de los
Charcas á tan desesperado suceso enviase el fiscal
de aquella Audiencia por general, que ni su autori-
dad ni fuerzas que llevaba, con muy gran gasto de
la Real Hacienda, fué bastante á poner remedio,
hasta que viéndose toda aquella provincia gastada
de hombres y hacienda, tomó por último remedio
el de la paz, dejando los indios en sus tierras de
que hoy gozan, no sin deseo del Evangelio; porque
todos piden sacerdotes, afirmando que no se rebe-
laron contra el Evangelio sino contra la tiranía y
agravios. Y si en la provincia del Uruguay donde
el Evangelio entró desnudo de armas, derramaron
su sangre cinco sacerdotes de la Compañía con
insignes martirios, no es flaqueza del Evangelio
sino fortaleza suya y riesgo eficaz para su crecimien-
to, y no es deshonor de España sino honra suya y
aumento de la real corona, pues tan dichoso ries-
go ha producido el fruto copiosísimo de 25 pobla-
ciones ó reducciones que la Compañía tiene hoy
firmes en la fe y obediencia de Su Majestad, á
quien como yo en su nombre he propuesto en mis

44

CONQUISTA ESPIRITUAL

memoriales, ofrecen el tributo que su Majestad
fuere servido de imponerles.
Digresión ha sido esta no poco necesaria para
mi intento; ahora quiero proseguir el hilo de mi
viaje.
IX
< Llega el P. Antonio Ruiz de Montoya á la reducción de Loreto, donde estaban el P. José Cataldino y P. Simón Masseta. Llegué á la reducción de Nuestra Señora de Lo- reto con deseo de ver aquellos dos insignes varo- nes el P. José y P. Simón. Hállelos pobrísimos, pero ricos de contento. Los remiendos de sus vesti- dos no daban distinción á la materia principal. Te- nían los zapatos que habian sacado del Paraguay remendados con pedazos de paño que cortaban de la orilla de sus sotanas. Túveme por dichoso de verme en su compañía. La choza, las alhajas y el sustento decian muy bien con los de los anacore-* tas; pan, vino y sal no se gustó por muchos años; carne alguna vez la veíamos de caza, que bien de tarde en tarde nos traían algún pedazuelo de limos- na. El principal sustento eran patatas, plátanos, raíces de mandioca, de que hay dos especies, dulce una, que asada ó cocida se come y no hace daño; la otra es brava y amarga, y comida de esta manera mata, rallada y esprimida se come, y el zumo lo usan muchos para dar sabor á lo que con ella se cuece. Hay tradición que Santo Tomé el Apóstol les dio esta comida, el cual tomando un palo le trozó y mandó que lo plantasen, y así lo hacen y DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 45 tan, y sin tener el trozo raíz alguna, las produ- my gruesas en ocho, diez y doce meses, y si la e la plantan con la amarga, pierde su dulzor y ace amarga y ponzoñosa. Obligó la necesidad tnbrar por nuestras manos el trigo necesario L hostias. Durónos media arroba de vino casi o años, tomando de él lo preciso solamente para iagrar, y por no ser cargosos á los indios, tenía- en nuestro huertecilio de las raíces comunes cumbres con que sustentarnos. dimos el P. José y yo por aquellos ríos á con- r á los indios á que se redujesen en poblado- grandes, en puestos que ya se les habian sefia- ». Llegamos á un pueblo cuyo gobernador era ;ran cacique, gran mago y hechicero y familiar 50 del demonio, llamado Taubici, que quiere r, diablos en hilera ó hilera de diablos. Era p cruel y con cualquier achaque hacia matar in- ! á su antojo, y así era respetado y servido al Sarniento. Muy poco antes de nuestra llegada ia hecho matar á un indio, porque habiéndole 10 ayo de un hijuelo suyo enfermo, se habia irto. Cuando este queria hablar al demonio, Ldaba que todos saliesen de su casa, y que en hos pasos á la redonda no estuviesen. Queda- en su compañía de sus mancebas cuatro de las queridas. Mandaba descubrir algo del techo u casa, por donde habia de entrar el mal espí- , tomábanle á este miserable unos desmayos, iábanle las mujeres teniéndole por los brazos y 5za, haciendo él fieros visajes y meneos. Con s acciones y embustes que hacia publicaba des- 3 muchas mentiras de cosas futuras, de que á 1 40 CONQUISTA ESPIRITUAL veces se seguían efectos, sacándolos del demonio por sus conjeturas. Este nos recibió bien, y aunque malo, nos libró de la muerte; porque algunos indios nos quisieron matar aquella noche de nuestra lle- gada, y aunque estaban determinados de hacerlo, les pareció no hacerlo sin consulta suya, el cual les respondió. Si vosotros queréis matar á los Padres, hace dio vosotros; pero yo no me meteré en eso. Este desden solo fué bastante para que nos qui- tasen la vida; á la media noche trataban de esto, y á esta hora desperté sobresaltado con un sueño que tuve de que nos iban á matar, con que estuvimos lo restante de la noche preparándonos para la muerte. Bajó este cacique á la reducción que habíamos intitulado de San Ignacio, que estaba á cargo del P. Simón Masseta; empezó con sus malas mafias á entablarse con los indios, y aunque muchos no le daban crédito por verse prendados de la fe que el Padre les predicaba, con todo eso un caso que le sucedió le acreditó mucho. Tenia un indio dos ma- tas de cañas dulces en su granja. Sus vecinos como cosa tan nueva le hurtaron algunas, cogió las que quedaban y llevólas a este Taubici, diciéndole que le traia aquel pequeño don, por haberle hurtado lo demás. Preguntóle por los malhechores. Díjole que no sabia quienes fuesen. No os dé cuidado (dice) que los ladrones lo pagarán y serán conocidos, porque yo haré que la enfermedad de cámaras cas- tigue ese atrevimiento. Fué así, que poco después se emprendió en aquel pueblo y en los demás esta enfermedad, de que murieron algunos. Con esto cobró fama de tal suerte, que llegándose el dia de DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 47 Corpus Christi, apercibió el P. Simón la gente para que nadie saliese del pueblo hasta pasada la ñesta. Este Taubici por el mismo caso le dio deseo de irse del pueblo hacia el suyo, y convocando gente que le acompañase determinó su ida. Avisóles el Padre á él y á los demás, y principalmente á los que ya eran cristianos, que viesen primero la pro- cesión y Misa, y que después se fuesen. No lo pudo acabar con ellos, y con espíritu celoso les dijo: Pues no queréis honrar d nuestro Criador y Señor, y despreciáis mis amonestaciones, tened por cierto que allá donde vais os castigard muy bien. Sucedió como lo dijo, porque yendo su viaje muy contentos, haciendo burla y chacota del Pa- dre y de sus amonestaciones y amenazas, llegan- do ya á su pueblo, que distaba del de San Ignacio 20 leguas, reconocieron indios que estaban en sus canoas en el rio. Fuese Taubici á ellos, teniéndolos por amigos, ellos luego que le reconocieron le ma- taron en venganza de uno que él habia muerto. Sus compañeros dieron á huir eri sus embarcaciones, y los contrarios á seguirlos. Hirieron muchos, parte saltaron en tierra para escapar la vida por la espe- sura de los montes, y parte apretando los remos sa- lieron del peligro. Volvieron sin su caudillo, y bien enseñados con este castigo á no creer á los minis- tros del demonio y á creer á los de Dios, con que cobró el Evangelio mucho crédito. Llegamos á otro pueblo que gobernaba un hon- rado cacique, deseoso de oir las cosas de su salva- ción. Pretendió el demonio estorbarle sus deseos, y así incitó á un gran ministro suyo, gran predica- dor de mentiras, que andaba en misión de pueblo 48 CONQUISTA ESPIRITUAL en pueblo engañando aquella pobre gente, predi- cándose que el era Dios, Criador de cielo y tierra y hombres, que él daba las lluvias y las quitaba, hacia que los años fuesen fértiles, cuando (empero) no le enojaban: que si lo hacian, vedaba las aguas y volvia la tierra estéril, y otras boberías de este modo, con que atraia á si no pocos necios. Este fué á visitar aquel cacique llamado Maracanan, el cual previno tres deudos suyos, para que se le ata- sen. Saltó el mago de su embarcación, y puesto en* tierra empezó á predicar con grande arenga y en voz muy alta, usanza antigua de estas bestias. La materia fué la porfiada necedad conque se fingen dioses. Llegó á la casa del cacique, hizo sus acos- tumbrados comedimientos; preguntóle el cacique quién era y á qué venia. Yo, dice, soy el criador de las cosas, el que fertiliza los campos, y el que cas- tiga á los que no creen con varias y molestas en- fermedades. Hizo señas el cacique á los tres mo- zos, que le ataron aunque no con mucha breve* dad; porque por muy buen rato se defendió, di- ciéndoles que con su saliva los habia de matar, y así les escupia en los rostros. £1 buen cacique le decia: «Yo quiero probar si es verdad lo que tu di- ces, que das vida á otros, y lo veré si tu escapas de la muerte que ahora te tengo de dar.» Hízolo llevar al rio, y puesto en el raudal de él, atada una gran piedra al cuello lo hizo arrojar, donde el desventu- rado acabó su infeliz vida. DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 49 X Ritos de los indios guaranis. Vivían y hoy viven los gentiles en poblaciones muy pequeñas (como se ha dicho), pero no sin go- bierno. Tenían sus caciques, en quien todos reco- nocen nobleza, heredada de sus antepasados, fun- dada en que habian tenido vasallos y gobernado pueblo. Muchos se ennoblecen con la elocuencia en el hablar .({anto estiman su lengua, y con razón, porque es digna de alabanza y de celebrarse entre las de fama) con ella agregan gente y vasallos, con que quedan ennoblecidos ellos y sus descendien- tes. A estos sirven sus plebeyos de hacerles rozas, sembrar y coger las mieses, hacerles casas, y dar- les sus hijas cuando ellos las apetecen, en que tie- pen libertad gentílica. Conocimos algunos de estos que tenían á 15, 20 y 30 mujeres. Las del hermano muerto toma á veces el hermano vivó, y esto no muy comunmente; tuvieron muy gran respeto en estaparte á las madres y hermanas, que ni por pensamiento tratan de eso como cosa nefanda; y aun después de cristianos, en siendo parienta en cualquier grado, aunque dispensable ó lícito, sin dispensación no la admiten por mujer, diciendo í que es su sangre. Los caciques ya cristianos no se casan hoy con mujeres vulgares, sino con principales, y son en esto muy remirados, aunque las vulgares sean do- tadas de naturaleza; mujer perpetua aseguran mu- 4 5o CONQUISTA ESPIRITUAL chos fundamentos que no la tuvieron, porque como gente que no tuvo contratos, pasóseles por alto este tan oneroso en perpetuidad de matrimonio; demás de que como gente amiga de libertad y desenfado, tuvo por caso de indecencia el ligarse el varón con vínculo que ad libitum no fuese soluble con una sola; otros hallan razones para la opinión contra- ria; mi intento no es decidir cuestiones. Conocieron que habia Dios, y aun en cierto modo su unidad, y se colige del nombre que le die- ron, que es tupan, la primera palabra tú, es admi- ración; la segunda ¿pan? es interrogación, y así cor- responde al vocablo hebreo manhun, quid cst hocf en singular. Nunca tuvieron ídolos, aunque ya iba el demonio imponiéndoles en que venerasen los huesos de algunos indios, que viviendo fueron fa- mosos magos, como adelante se verá. Al verdadero Dios nunca hicieron sacrificio, ni tuvieron más que un simple conocimiento, y tengo para mí, que sólo esto les quedó de la predicación del Apóstol Santo Tomás, que como veremos les anunció los misterios divinos. Cuentan los años por los inviernos, que llaman roy. Su numerar no llega á más que cuatro, y de allí con alguna confusión hasta diez, y así les vamos enseñando nuestra cuenta, importante para las confesiones. Conocen el tiempo de las sementeras por el curso de las cabrillas. Tenían por muy cier- ta doctrina que en el cielo hay un tigre ó perro muy grande, el cual en ciertos acontecimientos de eno- jo se comia la luna y el sol, que son los que llama- mos eclipses, y cuando sucedían, mostraban senti- miento y admiración. DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 51 El varón, en pariendo cualquiera de sus mujeres, ayunaba con gran rigor por quince dias, sin comer carne, y aunque la caza se le ofreciese no la mata- ba; guardaba todo este tiempo muy gran recogi- miento y clausura, porque de esto dependía la bue- na salud y crianza del infante. Usan un género de bautismo ó de ponerse nombre. El cautivo que co- gen en guerra lo engordan, dándole libertad en comidas y mujeres que escoge á su gusto; ya gor- do lo matan con mucha solemnidad, y tocando to- dos á este cuerpo muerto con la mano, ó dándole algún golpe con un palo, se pone cada cual su nombre; por la comarca reparten pedazos de este cuerpo, el cual pedazo cocido en mucha agua, ha- cen unas gachas, de que tomando un bocado toma cada cual su nombre, las mujeres dan á sus hijos de teta un poquito de esta mazamorra, y con eso les ponen el nombre; es fiesta muy célebre para ellos, que hacen con muchas ceremonias. Reciben á los huéspedes ó á los que vuelven de viaje con un formado llanto de voces á esta forma. En entrando el huésped en la casa, se sienta, y jun- to á él el que le recibe. Salen luego las mujeres, y rodeando al huésped, sin haberse hablado palabra, levantan ellas un formado alarido, cuentan en este llanto los deudos del que viene, sus muertes, sus hazañas y hechos que viviendo hicieron, la fortu- na buena ó mala que le corrió. Los varones cubren el rostro con la mano, mostrando tristeza y lloran- do juntamente; con palabras bajas van aplaudien- do á las endechas que las mujeres llorando dicen, y mientras más principal es la persona, mayor es el llanto y los alaridos que parece por toda la ve- 52 CONQUISTA ESPIRITUAL cindad que algún muy querido de aquella casa ha muerto. Enjúganse las lágrimas, cesan los gritos, y entonces se dan la bienvenida, y es desdichado el que así no es recibido. A la muerte del marido las mujeres se arrojan de estado y medio de alto, dando gritos, y á veces sue- len morir de aquestos golpes ó quedar lisiadas. Tiénelos el demonio engañados, persuadiéndoles que el morir no es cosa natural y común á todos, sino que el que muere es acaso. Juzgaban que al cuerpo ya muerto acompañaba el alma en su sepultura, aunque separada; y así muchos enterraban sus muertos en unas grandes tinajas, poniendo un plato en la boca, para que en aquella concavidad estuviese más acomodada el alma, aunque estas tinajas las enterraban hasta el cuello. Y cuando á los cristianos enterrábamos en la tierra, acudia al disimulo una vieja con un ceda- zo muy curioso y pequeño, y muy al disimulo traía el cedazo por la sepultura, como que sacaba algo, con que decían que en él sacaban el alma del di- funto para que no padeciese enterrada con su cuerpo. Tienen por cierta observancia de experiencia, que en entrando algún venado en el lugar y no ma- tándolo, ha de morir alguno' de aquel barrio por donde escapa, y el demonio ha concurrido á veces con estas supersticiones: como vimos que en una ciudad de españoles se casó uno, y estando el novio en la calle regocijando su casamiento con otros á caballo, pasó un venado que acosado en el campo pasó por aquella calle. Avudó al regocijo el querer cogerle, pero escapóse, v con gran sentimiento dijo DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 53 un indio: ¿Quién es el que ha de morir de aquesta casa hoy? Sucedió que aquella misma noche ado- leció el novio y no amaneció vivo. Lo mismo tie- nen de los sapos, que si entra en alguna embarca- ción, alguno de ella ha de morir. Yendo yo en una embarcación con más de 20 personas, oimos todos dos dias arreo ruido de estas sabandijas, yo ya avisado de esta superstición, atendí con cuidado á las acciones de los indios, los cuales se turbaron, buscaron con cuidado estos animalejos, y no se pu- dieran encubrir si de facto los hubiera, pero fué in- vención diabólica que por dos dias nos dio música de sapos, sin que en ninguna manera los hubiera. Congojáronse los indios, pero como ya recien cris- tianos, por mi respeto disimularon su pena. Dentro de muy pocos dias, en el mismo viaje y embarca- ción adolecieron algunos de un pestilente tabardi- llo, y aunque les acudí con sangrías, murieron cua- tro de ellos. Tienen noticia por tradición del general diluvio que llaman iporun, que quiere decir inundación muy grande; y la misma tradición tienen en el Perú, como escribe un autor de nuestros tiempos (1). Las supersticiones de los magos se fundan en adivina- ciones por los cantos de las aves, de que han in- ventado muchas fábulas en curar y con embustes, chupando al enfermo las partes lesas, y sacando él de la boca cosas que lleva ocultas, mostrando que él con su virtud le ha sacado aquello que le causa- ba la dolencia, como una espina de pescado, un carbón ó cosa semejante. Los peores y más perni- (x) Fray Alonso Ramos. 54 CONQUISTA ESPIRITUAL ciosos son los enterradores, cuyo oñcio es matar, enterrando en la casa del que desea matar algunas sobras de su comida, cascaras de fruta y pedazos de carbón, etc. A veces entierran sapos atravesa- dos con alguna espina de pescado, con que se va enflaqueciendo el que desean matar, y sin otro accidente muere, de que hemos visto muchas ve- ces efectos conocidos; averigüé de algunos que el demonio en figura de un negrillo se les aparecía con un cesto en la mano, incitándoles que fuesen á enterrar; y en una pieza donde nunca faltaba gen- te de dia ni de noche, hallamos más de 300 hoyos y sepulturas de cosas que el demonio les habia dado. Y deseando uno de estos matar con estas co- sas á un Padre, le respondió el demonio, que no tenia él fuerzas contra aquellos religiosos. XI Modo que tuvimos para quitar estos abusos, y predicar la fe. Llegónos á esta sazón un compañero, que fué el P. Martin Urtazun, natural de Pamplona, donde dejó 3.000 ducados de renta en mayorazgo, á la fama de los minerales ricos de almas de aquella pobre provincia. Dividímonos en dos pueblos, asis- tiendo dos de nosotros en cada uno, que fueron Loreto y San Ignacio; pusimos escuela de leer y escribir para la juventud; señalóse tiempo de una hora mañana y tarde para que acudiesen todos los DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 55 adultos á la doctrina, y aunque en ella y los ser- mones que hadamos todos los domingos tratába- mos con toda claridad de los misterios de nuestra santa fe y de los preceptos divinos, en el sexto guardamos silencio en público, por no marchitar aquellas tiernas plantas, y poner odio al Evange- lio, si bien á los peligrosos de la vida instruíamos con toda claridad. Duró este silencio dos años, y fué muy necesario, como comprobó el suceso, como veremos. Procuró el demonio tentar nuestra limpieza ofreciéndonos los caciques algunas de sus mujeres con achaque de que ellos tenían por cosa contra naturaleza que varones sirviesen en las ac- ciones domésticas de guisar, barrer y otras de este modo. Hízoseles muy buena relación de la honestidad de los sacerdotes, y que por ese fin lo primero en que habíamos puesto el cuidado habia sido en cercar un breve sitio de palos para defender la entrada de mujeres en nuestra casa, acción que les admiró; pero, como bárbaros, no la tenían por honrosa; por- que su autoridad y honra la tenían en tener mu- chas mujeres y criadas, falta muy común entre gen- tiles. Tenían el P. José y P. Martin, demás del pue- blo de San Ignacio, á su cargo otros dos como co- lonias, á que acudían cuando era necesario; en Lo- reto el P. Simón y yo teníamos una, tres cuartos lejos de Loreto, cuyo cacique era un valiente y respetado indio llamado Roque Maracaná, á quien toda la tierra veneraba; íbamos alternativamente todos los domingos á doctrinar este pueblo, que todo era de gente reducida de nuevo, que, por ser ya muy numeroso, nos daba buen trabajo, aunque 56 CONQUISTA ESPIRITUAL gustoso por la ganancia de muchos que se bauti- zaban, y adultos y enfermos á quienes era fuerza tratar del matrimonio y unidad de mujeres, en que se trabajó mucho. Nuestro ejercicio fué este: en amaneciendo visitábamos los enfermos, luego se decia la Misa y sermón después del Evangelio, despedíamos luego los gentiles, acción que sentían mucho, por verse echados de la iglesia como per- ros, envidiando á los cristianos que se quedaban en ella, de donde salió la emulación de saber con brevedad la doctrina para bautizarse, quitando todo impedimento; y tomando á mediodía tiempo para rezar las horas, volvíamos á la iglesia (en ayu- nas por no ser molestos en pedir cosa á los indios) donde se hacia la doctrina, bautizando á 200, 300 y 400 cada dia. Llegada ya la noche nos volvíamos á Loreto bien cansados y quebrada la cabeza, y ayunos y sin ganas de comer, de cuyo trabajo se nos murió luego el P. Martin Urtazun, como des- pués diré. Tenían los Padres en San Ignacio un principal cacique que habia corrido varias fortunas en va- rias partes donde se bautizó y casó; y finalmente, por su elocuencia se habia hecho como señor de aquella gente. Este era ministro del demonio, el cual aficionado de una mujer, no por hermosura sino por ser noble, repudió la suya legítima, des- terróla á una heredad, puso en su lugar á la man- ceba con título de mujer legítima, y con desver- gonzada intrepidez decia que era su legítima mu- jer; servíase ella como señora de muchas criadas. Pasó este pobre adelante con sus embustes, y para acreditarse más con los suyos se fingió sacerdote; DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 57 vestíase en su retrete de una alba, y adornándose con una muceta de vistosas plumas y otros arreos, fingía decir Misa; ponía sobre una mesa unos man- teles, y sobre ellos una torta de mandioca y un vaso muy pintado de vino de maíz, y hablando en- tre dientes hacia muchas ceremonias, mostraba la torta y el vino al modo que los sacerdotes, y al fin se lo comia y bebía todo, con que le veneraban sus vasallos como á sacerdote. Era sobremanera deshonesto, porque tenia gran número de concu- binas, consintiéndolo todo y fomentándolo su fin- gida mujer. Bautizamos ocho infantes hijos suyos, esquilmo de aquel afio, y todos bien dichosos por- que murieron muy breve bautizados. Dábale en rostro nuestra honestidad y recato; no le daba gus- to que á los enfermos y á los que deseando de ve- ras lavarse por el bautismo obligábamos á dejar sus mujeres. Llegó á tanto su sentimiento, que em- pezó á turbar los ánimos de sus vasallos contra nosotros, y así en varias juntas les dijo: Los demo- titos nos han traído á estos hombres, pues quieren con nuevas doctrinas sacarnos del antiguo y buen modo de vivir de nuestros pasados, los cuales tuvieron muchas mujeres, muchas criadas y libertad en escogerlas á su gusto, y ahora quieren que nos atemos á una mujer sola. No es razón que esto pase adelante, sitw que los desterremos de nuestras tierras, ó les quitemos las vidas. Habia entre ellos muchos que nos tenían amor, y estimaban la virtud, y buen ejemplo y doctri- na nuestra; estos le divertieron, avisándole que no parecía bien poner esto en ejecución sin pare- cer y consulta de Roque Maracaná, y que, vinien- 58 CONQUISTA ESPIRITUAL do él en ello, se podría ejecutar. Fué luego este ca- cique Miguel Artiguaye á visitar á los Padres, y al parecer con buen semblante y rostro risueño, y á muy pocas razones de cumplimiento, mudándose en una ñera bestia, prorrumpió diciendo á voces: Vosotros no sois sacerdotes enviados de Dios para nuestro remedio, sino demonios del infierno, enviados por su príncipe para nuestra perdición. ¿ Qué doctri- na nos habéis traidor -Qué descanso y contento? Nues- tros antepasados vivieron con libertad, teniendo á su favor las mujeres que querían, sin que nadie les fuese a la mano, con que vivieron y pasaron su vida con ale- gría, y vosotros queréis destruir las tradiciones suyas, y ponernos una tan pesada carga como atarnos con una mujer; y saliéndose del aposento dijo: No será así, que yo lo remediaré. Los Padres, que como cola- deros habian estado oyendo los bramidos de este lobo, queriéndole detener para darle razón á sus sinrazones, no pudieron, antes arrebatado de un furor diabólico, salió diciendo á voces: Ya no se puede sufrir la libertad de estos que en twestras mis- mas tierras quieren reducirnos á vivir á su mal modo. XII Salida que hace este cacique de su pueblo d consultar su mal intento con Roque Maracaná, y lo que ¡e sucedió. La noche siguiente consultó Miguel este negocio con los suyos (y los Padres con Dios) y la resolu- ción fué que, en amaneciendo, se oyó en todo el pueblo gran ruido y estruendo, apercibimiento de DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 59 guerra, atambores, flautas y otros instrumentos: juntáronse en la plaza del pueblo 300 soldados ar- mados con rodelas, espadas, arcos y flechas mu- chas y muy vistosas por estar todas muy pintadas de colores y adornadas de varia plumería; llevaban en las cabezas muy vistosas coronas de plumas; pero entre todos se esmeró el cacique Miguel, el cual se puso un rico vestido todo hecho de plumas de varios colores, entretejidas con muy lindo arti- ficio; llevaba en la cabeza una corona de plumas, armado con una espada y rodela: iban á sus dos lados dos mocetones con un arco y un gran ma- nojo de flechas cada uno para el mismo cacique, el cual capitaneando toda esta gente se fué á em- barcar; salieron del puerto con mucha gallardía, sonido de atambores y flautas. Dejémoslos por ahora caminar el rio abajo, y volvamos á los PP. José y sus compañeros, los cua- les, dudosos de este viaje, no pudieron hacer otro juicio sino que iban á consultar su muerte con Ro- que Maracaná, y con su parecer matar al P. Simón y á mí que estábamos en Loreto, y luego dar la vuelta á matarlos á ellos, lo cual confirmó el sentir de algunos de los que quedaban en el pueblo. Lle- gábase á esto el haber oido decir al cacique Mi- guel: Alguna mañana amanecerán estos Padres sin cabezas. Facilitaba el creer que el cacique Roque vendría en ello, el ser interesado en muchas man- cebas que tema, y ser mozo muy libre y arrojado. Con estos discursos se recogieron á tener una es- piritual conferencia de lo que debian hacer para prepararse á recibir la muerte; convinieron en ha- ^ cer una confesión general de toda su vida (si bien 6o CONQUISTA ESPIRITUAL pocos meses después, muriendo en mis manos el P. Martin en la confesión general que^de toda su vida hizo, no hallé cosa grave ni de que yo pudiese dudar que lo fuese). Confesáronse para morir, po- niéndose en las manos de Dios, en cuyo amparo solo estaba su defensa. Acudió nuestro Señor en este aprieto al socorro de sus siervos de esta ma- nera. Mas adelante de este pueblo de San Ignacio es- taba otro bien grande, de gente que habíamos allí reducido; era cacique de él un muy buen indio 11* mado Araraá, el cual, luego que supo el desacato del cacique Miguel, envió á los Padres un recado con una buena embarcación, en esta forma: Sabi- do he la desvergüenza de ese cacique, y que trata de mataros;yo holgara mucho que quisiérades venir á este vuestro pueblo á guareceros de tal emmigo; no os faltará lo necesario\ ni gente que os defienda, que va- sallos tengo que lo sabrán hacer; y para que no haya dilación en vuestra venida por falta de embarcación, os envío esa, y quedo con deseo de veros ya en este vuestro pueblo. Los Padres por no mostrar cobardía, fiados en Dios, quisieron esperar el suceso, y así respondie- ron con agradecimiento á esta oferta, quedándose en oración continua, la cual es más poderosa que las armas, cuyos efectos se vieron aquel mismo dia. Estaba el cacique Roque bien descuidado, y el P. Simón y yo también, de aquestos alborotos, cuando oyó gran vocería y ruido de atambores. Preguntó á sus criados qué novedad era aquella, é informado de todo, pidió su espada y embrazó una rodela, mostrándose gallardo, que lo era, y muy DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 6l bien dispuesto. Saltó el cacique Miguel en tierra, pusiéronse sus soldados en dos hileras, llevándole en medio como capitán, embrazada su rodela y ce- ñida su espada, y á usanza de los nobles y antiguos empezó á caminar, hablando en altas voces dicien- do: Hermanos y hijos mios,ya no es tiempo de sufrir tantos males y calamidades como nos vienen por estos que llamamos Padres; encién'annos en una casa (igle- sia habia de decir) y allí nos dan voces y nos dicen al revés de lo que nuestros antepasados hicieron y nos en- señaron; ellos tuvieron muchas mujeres, y estos nos las quitan y quieren que nos contentemos con una; no nos está bien esto; busquemos el remedio de estos males. Salió el cacique Roque algunos pasos de su casa, acompañado de solos 12 ó 14 vasallos suyos, ar- mados de flechería; hízole Miguel su comedimien- to, y Roque, antes que pasase adelante, le pregun- tó: ¿Traéis cartas de los Padres de vuestro pueblo para estos Padres que están acá abajo? «No es tiem- po de cartas (dijo Miguel) sino de que honremos el modo de vivir de nuestros pasados, y acabemos ya con estos Padres, y gocemos de nuestras muje- res y de nuestra libertad.» A este punto arremetió Roque á él, y agarrándole de la ropa que traia ves- tida por el pecho, y dándole dos fuertes remezo- nes, dio con él en tierra. Rodaron por tres partes, él, su rodela y su espada, y volviéndose á los su- yos, les dijo: «Ninguno tire flecha; empiecen ellos, que si empezaren, yo los acabaré; porque la des- vergüenza de este,yo la castigaré.»El pobre de Mi- guel viendo tan mala acogida, dio voces á los su- yos, diciendo: «Volvámonos,volvámonos,» y así lo hicieron todos; y él haciéndose llevar á la otra par- 62 CONQUISTA ESPIRITUAL te del río '.que es de ancho un tiro de mosquete) saltó en tierra, desnudóse de sus galas, de su co- rona y plumas, y vistiéndcse una camiseta ó casaca que tomó á un indio, y dejando su espada y rodela con un báculo en la mano, á fuer de penitente, si- guió el camino de su pueblo solo con un criado. Estaban los Padres cuidadosos de saber si ya nos habian muerto, esperando ellos también su fin, cuando vieron á Miguel desconocido por el hábito. Éntrase por las puertas de los Padres, híncase de rodillas, y puestas las manos les dijo: Por amor de Jesucristo y de San Igmacio os ruego que me perdo- néis el desacato que como necio tuve contra vosotros; estaba yo luco y sin juicio;ya le tengo, porque Dios ha castigado mi soberbia, y asi os pido que me perdonéis, y pues nos habéis predicado la facilidad con que Dios perdona á los que le ofenden, imitadle vosotros en per- donarme á mi, y pídoos juntamente que fne amparéis v defendáis, porque con razón temo que esta gente nu mate; bien merezco la muerte por mis necedades; pero vosotros, co7no verdaderos Padres y siervos de Dios, me habéis de perdonar y amparar. El P. José le echó los brazos, y, como Padre al fin, aunque de tan mal hijo y como verdadero y amoroso pastor, le levan- tó del suelo y le consoló, amonestándole que mi- rase por si en adelante, y que escogiese el verda- dero camino, pues habia experimentado cuan mal le habian salido sus quimeras. Con esto se apaci- guó esta tempestad, y Miguel fingió que echaba de si á su manceba, causa de estos alborotos, y trajo á su casa á su verdadera mujer, con que en lo ex- terior fingía vivir bien, pero vivió siempre mal, y así murió mal como diremos. DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 63 XIII Envían los Padres al P. Antonio Ruiz á la ciudad de la Asunción, y casos que le sucedieron. Como por la larga distancia de camino que de estas reducciones habia á la ciudad de la Asunción, no teníamos correspondencia con nuestros Supe- riores, y ellos por la misma razón estuviesen con cuidado, el cual se les acrecentaba cada dia con la relación que unos españoles de la villa Rica les hi- cieron, de que estábamos ociosos y que no hada- mos más que pasar tiempo, y que convenia sacar- nos de allí (el fin que tuvieron no hay razón para excusarlo; porque desearon mucho que desampa- rásemos aquel rebaño, para entrar á la parte del esquilmo) con esta relación estaban ya determina- dos nuestros Superiores de llamarnos, y así se re- solvieron los Padres á enviarme. Salí con harto dolor por dejar á mis compañeros y privarme de tan apostólico empleo; caminé hasta el salto del Paraitá por el rio, y de allí por tierra 35 leguas: poco antes de llegar á Maracayu (de que ya he dicho) me acompañó un cruel aguacero casi todo el dia, caminando á pié y descalzo por un con- tinuo arroyo que corria por el mismo camino del agua que llovía; albergúeme para pasar la noche debajo de un árbol con cinco indios que me acom- pañaban, porque el sexto se habia quedado una le- gua de allí con una frazada, y una hamaca y un poco de harina de palo, que era todo mi ajuar y matalotaje; sentéme arrimando la cabeza al árbol, 64 donde pasé la noche sin comer bocado, ni mis compañeros, porque no lo había: el agua que cor- ría por tierra me sirvió de cama, y la que caia del cielo de cobija; deseaba el dia por ser tan larga la noche. Al reír del alba probé al levantarme, pero hálleme tullido de una pierna yerta como un palo, y con agu- dos Í]olores; anímeme á caminar arrimado á una cruz que llevaba en las manos: llevaba arrastrando la pierna por el mismo camino del agua que corría; para pasar cualquier palo que hay muchos atrave- sarlos por aquel camino, me sentaba sobre él, y con ambas manos pasaba la pierna por él con crueles dolores, y levantándome, proseguía mi camino (es el ciclo testigo del insufrible trabajo que padecí). I .legué al puerto de Maracayu, donde hallé un es- panol honrado, tratante en yerba; dile cuenta de mi trabajo con esperanza de que me favorecería ton una embarcación que allí tenia; negómela, per- mitiéndolo el Señor para premiar la obediencia. I >cterminé proseguir mi viaje por tierra, camino
de iy> leguas, lleno de indios enemigos y de hechi-
ceros, liado en que mi viaje era por pura obedien-
cia; caminé en todo aquel dia sola media legua, re-
sistiendo a los indios que porfiaban en llevarme en
hombros sobre una hamaca, lo cual no consentí.
I he unos alto al poner del sol debajo de un árbol;
tenia la rodilla hinchada, y los nervios como si fue-
ran ile hierre; a cualquier movimiento que hacia
me metían lan/as, ni aun un paño tuve para abri-
gar la pieina; iu.^ue por el mas eficaz remedio la
oiaeion; encomendóme a mi glorioso Padre San Ig-
nacio, pásele delante los bienes que ofrece en su

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 65

carta de la obediencia á los que á ciegas se dejan
guiar de esta virtud, y las victorias que cantan los
obedientes; gasté buen rato en esto, porque, aun-
que era ya bien entrada la noche, no me dejaban
dormir los dolores; apenas con el cansancio que-
dé adormecido un poco, cuando sentí á mis pies á
San Ignacio, el cual tocándome el pié me dijo:
«Prosigue tu viaje,que ya estás sano.» Al punto des-
perté (y no sé si dormía), tenté la pierna, y hállela
sana; dóblela, no sentí dolor, levánteme, paséeme,
di patadas con el pié que habia estado tullido, y
hálleme totalmente bueno, y sano y alentado, sin
cansancio alguno; hinquéme de rodillas á dar gra-
cias á Dios que obra por sus santos tales maravillas.
A la mañana trataban mis compañeros de lle-
varme en hombros y aparejaban lo necesario; dí-
jeles que apostásemos á caminar, y yo empecé la
apuesta llevándoles muy buen trecho de ventaja,
con espanto suyo que no sabían cuan buen médi-
co me habia curado. Al siguiente dia encontré
unos indios y me dieron aviso de una embarcación
que estaba en un arroyo, aconsejándome no cami-
nase por tierra, porque sin duda me matarían los
indios bárbaros que habitan por aquellos montes.
y en esta embarcación llegamos á la ciudad del
Paraguay.
XIV
De mi llegada al Paraguay, y vuelta á las misiones,
y m uerie del P. Martin Urtazun.
Llegué á la ciudad de la Asunción, di cuenta del
glorioso empleo en que mis compañeros queda-
ban, pedí algunos; pero la penuria de ellos no dio

5

66

CONQUISTA ESPIRITUAL

cumplimiento á mi deseo. Volví á desandar aque-
lla tan larga tiramira hacia mis amadas reduccio-
nes. Llegué al puerto de Maracayu, donde volví á
hallar aquel hombre que me negó la embarcación
muy quejoso de mí, calumniándome que habién-
dome negado su embarcación, yo me la habia lle-
vado; mostréle en la que habia ido, que era la mis-
ma en que volvía; y fué el caso, que luego que el
hombre me la negó, la sumergieron los demonios
en el río, llenándola de arena; fué el hombre á ver-
la, y como no la halló juzgó que yo la habia lleva-
do, y lleno de enojo me culpaba; pero nadando en
aquel paraje unos indios, toparon con los pies en
los bordes de la canoa, que era grandísima; avisa-
ron al dueño, el cual concertando 20 indios con
buena paga para que el día siguiente la sacasen,
teniendo algunos por casi imposible por su gran-
dor y estar llena de arena, fueron el dia señalado,
y la hallaron sobre el agua sin arena y bien limpia.
Hay por aquellos montes muchos de estos malos
espíritus.
Llegué á mis deseadas misiones con grandes de-
seos de ayudar á mis compañeros. Estuvimos seis
meses trabajando al modo que queda dicho, con
grandes conversiones, muchos bautismos y aumen-
tos en la fe; cuando los Superiores llamaron al
P. José á la Congregación, con que quedamos tres
compañeros, y á pocos dias solos dos; porque de
puro trabajo se nos murió el P. Martin Uxtazum,
acelerándole la muerte no ya la falta de regalos,
médicos y medicinas, que nada de esto temamos,
sino la falta del sustento de hombres racionales; su
mayor regalo fué algún pajarillo que le traian ca-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 6^

zado por los montes, y una poca de harina de palo,
que aún un sano ha menester buena gana para co-
merla; porque en más de ocho ó diez años no vi-
mos pan de nuestros ojos.
Pedíame algunas veces un terrón de azúcar para
refrescar el ardor de la calentura, y respondiéndole
yo que cómo me la pedia si sabia que no la habia,
me respondió: «Bien sé que no hay, pídola para ha-
cer cocos á la naturaleza que me la pide, y no la ha
de comer.» De considerar es que un hombre noble,
mayorazgo y criado en regalo, muera de hambre.
Confesóse generalmente de toda su vida sin haber
habido en ella cosa grave, como ya dije; dábale pena
morir en cama, que era un colchoncillo y una fraza-
da, que él juzgaba por mucho regalo, porque desea-
ba morir arrastrado y hecho pedazos por Jesucristo.
«Gran flojedad es la mia (me decia muchas veces),
pues como regalón muero en la cama:» hacia muy
frecuentes y fervorosos actos de martirio. Hállele
el dia que murió, al parecer triste; pregúntele la
causa, y me respondió: «Ah Padre, ¡qué viaje es
este, qué temeroso!, es menester probar á morir
toda la vida para morir una vez bien. Ruégole
que ya que mi alma se priva por muchos meses de
los sufragios que por mí se han de hacer, por la
longitud que hay de camino antes que á la pro-
vincia llegue aviso de mi muerte, que V. R. supla
aquesta falta diciendo por mí 20 Misas, y la prime-
ra sea luego al punto que espirare;» ofrecíle 50.
Pidió la Extremaunción, diciendo que se la diese
luego, porque queria recibirla estando en su ente-
ro juicio, la cual recibió con mucha ternura y con-
suelo. Y estando este dichoso varón prometiendo-

68

me de ayudarme en el cielo con sus ruegos, de re-
pente se le quitó la habla, siendo la última esta.
Luego pregúntele si era la Misa que me habia pe-
dido luego que espirase; dijo con la cabeza que si.
A la media noche dio su alma al Señor, con tanta
paz y sosiego como si durmiera un suave sueño,
mostrando en la hermosura y serenidad de su ros-
tro la hermosura de su dichosa alma.
De ahí á algunos meses, estando un grande ami-
go y devoto suyo, religioso, muy afligido y carga-
do de trabajos entre gentiles, le regaló una noche
mostrándosele en una grande claridad, y le animó
á la perseverancia y sufrimiento en los trabajos, di-
ciéndole: «De esta gloría gozan los que trabajan
por Dios.»
XV
Conversiones que se hicieron. Cuéntanse casos
particulares.
V Disminuyóse el número de los obreros, pero no
erde la labor y trabajo. Algunos de los puestos en
q%e se juntaban los indios eran muy enfermos, y
cuando acudíamos á uno, se morían en el otro al-
gunos sin confesión; llegóse á esto, que con el con-
tinuo trabajo me derribó una pesada enfermedad
de fiebres, que por la posta me llevaban á la muer-
te; pasé mi trabajo sólo, porque me desampararon
unos indios que tenia en mi compañía.
Una noche pensé ser ya la última, y así, tomando
en las manos un pequeño crucifijo que tenia al
cuello, poniéndome en sus manos, ie entregaba el
alma con harto consuelo y júbilo de alegría, por

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 69

verme morir en tan humano desamparo, que aun
quien me encendiese una luz en una oscura choza
no tenia; dábame gusto el verme amortajado, por-
que ni aun quitarme las vestiduras habia podido.
Acudió el médico común con su inñnita miseri-
cordia, que nunca la niega á los que por su amor
se arrojan á estos lances; acudió á este con pren-
das de que muy en breve cobraría salud, y así fué.
Tratamos mi compañero y yo de recoger toda
aquella gente en dos puestos, que ya la experien-
cia nos aseguraba que eran sanos, para que reco-
gidos así no corriesen riesgo de morir sin bautis-
mo y confesión. Todos los caciques vinieron en
esto, sólo Roque Maracaná (de quien he hecho
mención) desvergonzadamente dijo que no que-
ría. Respondíle que él, aunque no quisiese haría
lo que Dios gustase.
Era este pueblo el más necesitado de mudanza,
por ser el más enfermo, y la mudanza á Loreto
eran tres cuartos de legua, y aquel aun no fon-
dado; porque no habian hecho más que hacinarse
en él. Valímonos de la oración, que la común ex-
periencia nos daba conocimiento de su valor y efi-
cacia. A la nueva de mi enfermedad (de que ya
yo estaba sano) bajó el P. Simón á verme la víspe-
ra de Pascua de Reyes, y habiendo aquel dia los
dos encomendado á Dios este negocio, oimos á la
media noche en la reducción de Loreto, donde
estábamos, un grande ruido en el pueblo; desperté
á mi compañero, y dudando de la causa, nos pa-
reció que quizá se armaba otro alboroto como el
pasado para matarnos; pasamos lo restante de la
noche en oración.

70

CONQUISTA ESPIRITUAL

Apenas hubo amanecido, cuando entra en nues-
tra casa el cacique Roque acompañado de algunos
criados, y con su espada en la cinta; creció nuestra
sospecha de que trataban de matarnos. Pregúnte-
le la causa de su venida tan de mañana (ya dije
que este tenia su pueblo tres cuartos de legua lejos
de Loreto). «Has de saber (dijo) que aunque me pe-
diste me mudase á este pueblo, no tuve voluntad
de hacerlo, porque tenia por deshonor mió agre-
garme á otro pueblo, habiendo mi* pasados y yo
tenido el suyo aparte; pero esta noche, apenas cer-
ré los ojos para dormir, cuando me despertó una
voz que me dijo: Múdate, haz lo que te manda el
Padre; desperté y no vi á nadie, porque tenia luz
en mi aposento; segunda y tercera vez me sucedió
lo mismo. Concebí temor de que si no lo hacia me
privaría Dios de la vida. Y así luego al punto, que
era ya la media noche, llamé á mi gente, y dándo-
les parte de lo que me habia sucedido, les mandé
que luego al punto saliésemos con herramientas de
hachas para rozar aquel puesto que me señalaste,
y juntamente hice destechar parte de mi casa, y
que por el rio trajesen la techumbre, para que
aquí me hiciesen esta misma noche algún aloja-
miento ó tienda en que he podido reposar; mis va-
sallos han derribado esta noche un gran pedazo de
monte para fabricar sus casas y la mia, con ánimo
que tengo de no volver más al puesto que he deja-
do ni dejar este: vengóte á avisar para que no estés
con cuidado, y gustaré que vamos á ver lo que esta
noche se ha trabajado.»
Esto dijo, dejándonos maravillados de la divina
providencia que tan fácil le es con un asombro

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 71

mudar en cera un corazón empedernido. Fuimos
al puesto, donde juzgamos por imposible de creer
(si la vista no lo atestiguara que de noche se pu-
diera haber hecho tanta obra; cuya oscuridad ven-
cieron muy grandes hogueras, á cuya luz se hizo
toda aquella obra; propia fué de la divina diestra,
á quien hicimos las debidas gracias).
Con estos sucesos iba obrando la divina palabra,
y cobrando su Evangelio fuerzas, y así la poníamos
ya en predicar contra la deshonestidad, restituyen-
do á priesa los caciques sus mancebas. Uno oyó
un sermón, y herido de la divina palabra, apenas
se habia bajado el predicador del pulpito cuando
siguió al Padre, llevando consigo seis mancebas
(siete habian de haber sido, para que los siete pe-
cados saliesen de su casa); juntóse la gente á este
espectáculo, por ser acción tan nueva entre aque-
llos bárbaros, que á todos causó novedad y espan-
to, y no poca edificación, por ser hecha del mayor
cacique que tenia el pueblo; el cual dijo: Padre, yo
soy cacique y gobernador de aqueste pueblo, y así, es
bien que yo empiece d dar buen ejemplo, deshaciéndo-
me de aquestos embarazos, aquí te traigo seis mujeres
que Jian sido mis mancebas, cásalas tú, oponías donde
quisieres, que ya no han de poner jamás sus pies en
mi casa. Acto fué este parecido al de Ananías, que
defraudó del precio que ofreció á los Apóstoles;
porque este defraudó del número de sus mance-
bas, dejando bien ocultas 30, y parte de ellas que
lo habian sido de un hermano suyo. Prendióle la
justicia de Dios con una enfermedad muy grande,
y vístose cogido con el hurto, compuso bien su

alma, y aunque no de repente, murió en breve,

72

CONQUISTA ESPIRITUAL

con harto dolor de sus desórdenes, dejándonos
prendas de su salud eterna. De este tenor sucedie-
ron algunos otros casos.
Estando un Padre en oración después de media
noche, oyó que le decian en lengua castellana (no
habiendo en el pueblo otro que la entendiese ni
hablase sino él): Cásale; y á breves ratos oyó por
tres veces la misma palabra. Cásale luego: juzgó
ser engaño del demonio. Amaneció, y al punto
llegó á él un cacique muy principal, y le dijo: «Pa-
dre, cásame.» Habia el Padre amonestado á este
mucho tiempo que se casase, porque era ya cris-
tiano, y tenia por manceba una muy hermosa in-
dia, y no trataba de casarse, defiriéndolo cada dia.
Díjole el Padre, hijo, ¿qué novedad es esta? Cása-
me, respondió; instóle el Padre por la causa, por
ver la intrepidez con que pedia cosa que con ter-
quedad habia rehusado. «Cásame luego (dijo el in-
dio) porque no quiero tener esta siguiente noche
tan pesada y enfadosa como la pasada. Sabrás que
anoche me acosté á dormir, y al primer sueño, hi-
riéndome el costado no sé quien, me dijo: Cásate;
¿por qué no haces lo que te manda el Padre? Des-
perté y no vi á nadie, y vi que toda mi gente dor-
mia; volvime á acostar, y apenas cerré los ojos,
cuando me sucedió lo mismo segunda y tercera
vez, sin ver yo á nadie. Déjame ya, dije á voces,
que yo prometo que en amaneciendo iré á pedir al
Padre que me case; quedé tan temeroso, que no
pude dormir, deseando el dia para venirte á pedir
que me pongas en buen estado.» Viendo el Padre la
conformidad de avisos, averiguando que no habia
impedimento, los casó, y vivieron muy ajustada-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 73

mente y murieron después de algunos años con
muchas prendas de su salvación, dejando por he-
rederos de sus virtudes tres hijos que hoy viven.
XVI
De un alboroto que un sacerdote clérigo causó en Loreto,
y cómo procuro desterrar de allí d los Padres.
Envidioso el enemigo común de verse despojar
por dos pobres sacerdotes de la presa que con tanta
seguridad habia poseído casi innumerables años,
trató de hacernos guerra y barajar nuestros inten-
tos. Tomó por instrumento á un sacerdote, el cual,
juzgando que ya que á costa de nuestros trabajos es-
taba aquella gente pacífica, la podrían mejor que
nosotros doctrinar clérigos, y así, trató con los in-
dios que nos echasen de sus tierras, tomando por
instrumento al cacique Roque, que en otra ocasión
nos habia librado de la muerte. Este con otros dos
caciques trataban con calor de desterrarnos; púso-
se la gente en bandos; la mayor parte era del nues-
tro. El P. Simón en un sermón que les hizo les
dijo estas razones: Hijos, no os den pena estos traba-
jos que nos amenazan, el autor de ellos es el demonio,
que por medio de sus ministros quiere cortar el hilo
que lleváis de vuestra salvación, presto pagarán con
la muerte su atrevimiento, con que quedará todo en
mucliapaz. Cumplió Dios la profecía de su siervo,
porque Roque y los dos sus compañeros, en el ma-
yor fervor de su pretensión en desterrarnos, en su
mayor sanidad y lozanía, que el de mayor edad
tendría treinta y cinco años, adolecieron un lunes,

74

CONQUISTA ESPIRITUAL

y el viernes estaban ya enterrados y con ellos estos
alborotos. Y para que estuviese patente á los de-
más aqueste ejemplo, los enterró en medio de la
iglesia, en tres distintos hoyos juntos, poniendo’
señal sobre sus sepulturas, con que los de la parcia-
lidad de aquestos se reconciliaron con los Padres,
y el clérigo, principal autor de todo esto, no se que-
dó sin castigo, porque murió poco después empon-
zoñado de una víbora.
Volvió en esta sazón el P. José Cataldino, con
que quedamos más victoriosos del afán pasado.
Sucedió por este tiempo que adoleció un buen in-
dio, que siempre fué tenido por cristiano, y como
tal confesaba muy amenudo, y comulgaba una vez
al año; fuíle á ver, confesóse sin materia grave, por-
que vivió muy ajustado; perseveró su enfermedad
por más de dos meses, y él en llamarme cada dia,
y como apenas daba materia, juzgué que callaba
algún pecado, pero con riguroso examen no pude
sacarle cosa; dias hubo que me llamó tres veces, el
dia que murió me llamó otras tres con gran priesa,
una tras otra. Pregúntele si el demonio le engaña-
ba haciéndole callar algún pecado; dijo que no.
Salió en esto una mujer anciana, y dijo: «Padre, este
no se acaba de morir, porque entiendo que no es
cristiano» y averiguando su bautismo, confesó él
mismo, que en un pueblo de españoles á donde él
habia ido siendo mozo, le habia bautizado un
sacerdote, echando agua bendita á todos los que
estaban en la iglesia, y que á él le habian caido al-
gunas gotas, y él mismo se habia puesto por nom-
bre Juan. Este fué el asperjes que se hace en las
iglesias los domingos. Aviséle que no era cristiano,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 75

y pidiendo él con muchas veras el bautismo, se
asentó en su cama para recibirle, y así como le
.eché el agua, se recostó, y juntamente despidió su
alma en mi presencia.
XVII
Prosigúese la misma materia de casos particulares
sucedidos en esta misma reducción de Loreto.
Teníamos en esta reducción un buen indio do-
tado de sinceridad y de buena alma; adoleció, y
confesado murió, recibidos los demás Sacramentos,
que ya dábamos el Viático (descuido de que pedi-
rá Dios cuenta á muchos curas que por no traba-
jar en disponer á los indios para la comunión, los
condenan de rudos é incapaces). Ordené el lugar
de su sepultura, en la cual después de algunas ho-
ras vi que un Padre estaba enterrando un difunto,
y no dudé fuese este. Cerca de mediodia me lla-
maron de parte de este difunto, afirmando los men-
sajeros que habia resucitado, y que todo el pueblo
acudia á verle; fui y hallé que le habian desamorta-
jado: tenia el rostro muy agradable y alegre, y el
pueblo alrededor de él maravillado. Díjome que ha-
bia muerto, y que allí cerca de su cama, señalando
él el mismo lugar, encontró su alma con un fiero
demonio, el cual le dijo: «Tú eres mió. No soy, res-
pondió, porque me confesé muy bien, y recibí los
Sacramentos. No es así, dijo el demonio, que no te
has confesado bien; porque años ha que te embor-
rachaste dos veces, y nunca te acusaste de esta
culpa. Es verdad (dijo él) que no me confesé de

76

CONQUISTA ESPIRITUAL

esos pecados, no por malicia, sino por olvido, y
así Dios me los ha ya perdonado. No ha (dijo el
demonio) y así, yo te he de llevar porque eres
mió.» En esto se le apareció San Pedro Apóstol y
dos ángeles, el uno conoció ser San Miguel, y el
otro el de su Guarda, cuya presencia ahuyentó al
demonio.
Nunca habia visto este buen indio imagen de
San Pedro, pero pin tómele de la misma ma-
nera que le pintan los pintores y los escritores
lo describen, el cual cubriéndolo con su palio y en
compañía de los dos ángeles se trasmontaron, y
pasando unos amenísimos campos llegaron á vis-
tas de una muy gran ciudad cercada, de la cual sa-
lia muy gran claridad y resplandor. Aquí hicieron
alto, y San Pedro le dijo. Esta que ves es la ciudad
de Dios, aquí estamos y vivimos con él; tú, con-
viene que vuelvas á tu cuerpo, y al tercero dia en-
trarás en la iglesia (era aquel dia viernes) á este
punto se halló en su cuerpo. Pregúntele qué enten-
día él por aquel haber de entrar al tercer dia en la
iglesia (si bien yo juzgué en mí, que se habia de
morir al tercer dia). Respondió él: «Porque el do-
mingo me encerrarán, que yo no vengo á otra cosa
más que á avisar .á mis parientes, para que crean lo
que vosotros les predicáis y enseñáis de la otra
vida, y para que se sepan confesar.» Regálele cuan-
to pude, para ver si pasaba del domingo con vida;
comió el viernes y el sábado muy bien; habló en
estos dias á todo el pueblo, que á tropas acudían
á verle y oirle, encargándoles viviesen bien, que se
aprovechasen de la doctrina de los Padres. Mostró
todo el tiempo que vivió grandes deseos de morir,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 77

por volver á ver las maravillas que habia visto,
para cuya explicación decia que no tenia palabras.
El domingo, después de haberse confesado de so-
las aquellas advertencias que le hizo el demonio,
porque no tenia otra cosa que le diese pena y ha-
biéndolas asimismo confesado en público á toda la
gente, durmió en el Señor, y á la tarde le enterra-
mos, con que se cumplió su profecía. Hizo muy
gran fruto este caso en todos, y fué muy grande ad-
vertencia para prepararse con buen examen para
la confesión, y así, muchos hicieron confesiones ge-
nerales.
Ya que el demonio no pudo prevalecer con este
hombre muerto, quiso probar sus artes con los vi-
vos, y viéndolos ya de infieles suyos, vueltos en
devotos cristianos, asestó sus tiros á engañarlos
con devociones aparentes. Apareciéronse cinco de-
monios en la reducción de San Ignacio, vestidos
los cuatro al modo nuestro, con sotanas negras, y
por ornato unas listas como de oropel, los rostros
muy hermosos; el quinto apareció en la forma que
pintan á la Virgen; pero como siempre miente aun-
que finja verdad, en la misma ficción descubre el
sello de su mentira. Traia dos niños en sus brazos;
hiciéronse encontradizos con unos indios, los cua-
les al sonido suave con que iban cantando á dos
coros, é imitando el tono de las letanías de nues-
tra Señora, como se cantan en aquellas iglesias en
canto de órgano, se detuvieron, pero advirtieron
que no decian nada de alabanzas ni cosa percep-
tible; concibieron que debia de ser cosa celestial,
según las voces, el adorno y hermosura de rostros
indicaba, y con simplicidad les preguntaron quié-

CONQUISTA ESPIRITUAL

nes eran: Nosotros (dijeron) somos ángeles del délo,
y traemos aquí d la Madre de Dios, que quiere mu-
cho á vuestros Padres. Pues si asi es, dijeron los in-
dios, vamos d casa de los Padres y d la iglesia. Juz-
gando los simples que sin duda irían y nos lleva-
rían ellos una cosa que nos diese mucho gusto. No
nos conviene (dijeron los demonios) ir d la casa de
los Padres, por acá fuera andaremos ayudándolos, y
os hablaremos despacio, y os enseñaremos lo que os
conviene saber y los Padres no os lo dicen. Con lo
cual se desaparecieron.
Muchísimas veces se aparecieron en varías figu-
ras, y estando á veces muchos juntos, unos los
veian y oian, y otros no los oian. Fué un cacique
principal y muy buen cristiano, y viéndolos y
oyéndolos todos, él solo no los veia; aconsejóle
otro que se metiese al monte y tomase una disci-
plina, y quizá con esta diligencia los vería: tomó el
consejo, y luego vio y oyó al demonio en figura de
un hombre alto y bien dispuesto, con una escopeta
al hombro, al modo con que andan hoy los malo-
queros que andan á debelar indios. De cuándo
en cuándo hacia que disparaba, y veian salir fuego
por el cafion sin ningún ruido (pronóstico fué
aqueste de lo que años después han hecho los ve-
cinos de San Pablo). Acudieron los Padres con
exorcismos á echar de allí aquella canalla, que por
entonces no se aparecía; pero volvían después.
Alababan unas veces á los Padres, otras decían
mal de ellos; unas veces decían que eran sus ami-
gos, otras que no los podían ver, hasta que se des-
vergonzaron á decir que nos matasen, con que los
indios se acabaron de con firmar en las pretensio-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS • 79

nes del demonio; nuestros sermones eran endere-
zados á que se guardasen de oír ni ver á los demo-
nios, si bien la curiosidad los incitaba á verlos. No
salió el demonio en nada ganancioso, antes perdió
mucho, porque los indios se afijaron más en la fe
y amor de los Padres.
Estaba yo por este tiempo en Loreto cubriendo
un campanario, en que tenia una muy buena cam-
pana que su majestad nos habia dado; turbóme un
pensamiento de que un indio de los que trabaja-
ban se habia de caer del campanario y morir sin
confesión, ó que un rayo habia de caer sobre él ó
la iglesia, y destruirlo y quebrar la campana; aco-
gíme al Santísimo Sacramento (que ya lo habiamos
colocado) y supliquéle que si algo de aquello ha-
bia de suceder se refundiese todo en la campana,
porque sentiría mucho ver un indio muerto sin
confesión: esto fué sábado en la tarde; tocóse va-
rias veces la campana aquel dia, y á la noche al
Ave María y después á las ánimas; el dia siguiente
al primer toque que se dio con ella la sentimos
quebrada: consolóme mucho su pérdida (si bien
era de mucha estima en aquellas partes) por la ga-
nancia del indio. Apenas habian pasado tres horas
cuando el P. José me escribió de San Ignacio (que
estaba tres leguas de Loreto) preguntándome si
era verdad que estaba quebrada la campana, por-
que en amaneciendo se habia aparecido el demo-
nio á algunos indios, y les habia ‘dicho: Mirad mi
poders yo vengo ahora de quebrar la campana de Lo-
reto. Escribile contándole mi cuento, y que decia
verdad el padre de mentiras. Causónos no peque-
ña confusión y cuidado en este mismo tiempo un

8o

CONQUISTA ESPIRITUAL

ruido que desde que los domingos empezábamos
el sermón hasta el fin, impedia la quietud y pro-
vecho de los oyentes, porque no percibían nada;
atribuírnoslo á los niños de pecho, ocurrióse al re-
medio, haciendo á las madres que saliesen fuera, y
que se lograse el fruto del sermón; pero prosiguió
el ruido de la misma manera; fué en tanto exceso
un dia, que al medio de mi sermón por muy gran
rato estuve atento á ver de dónde salia tan perni-
cioso ruido, vi toda la gente que pasarían de 2.000
personas con una quietud extraña, sin hablar ni
menearse; pero noté que de entre ellos salia un su-
surro que causaba tan ruin efecto, hice juicio que
sin duda era el demonio, y así les advertí á los
oyentes de ello, y que rogásemos al Señor nos li-
brase de aquel estorbo á su divina palabra; cesó
entonces, y otro dia dijo el demonio que él se iba
á la iglesia todos los domingos, y puesto en la pri-
mera trave de la iglesia, desde allí causaba aquel
murmullo. Instamos al Señor nos lo quitase, y así
lo hizo Su Majestad, porque en adelante con ha-
ber tanta gente en la iglesia, oian todos muy bien
y con tanto silencio como si no hubiese allí perso-
na alguna.
XVIII
De otras cosas que sucedieron.
Iba nuestro Señor con estas cosas visibles dando
fuerza á nuestra predicación y á aquella cristian-
dad nueva, para que creyesen las invisibles de la
muerte, común á todos (en que habian vivido en-
gañados, que no era común, sino acaso) de las al-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 8l

mas que quedaban en los sepulcros, error común
entre ellos de los demonios y sus astucias, con que
engañaban á los Magos, que ellos habian tenido
por dioses, de la pena que padecen las almas en el
purgatorio en tiempo limitado, de la que eterna-
mente padecen los condenados en el infierno, y de
la gloria de que los justos gozan en el cielo. Pro-
pfieiiae fidelibus datae sunt, non infidelibus signa au-
tem infidelibusy nonfidelibus. Doctrina es del Após-
tol, y nosotros la vimos bien ejercitada, y en con-
firmación suya referiré otros sucesos.
En Loreto dedicábamos un nuevo templo á la
soberana Virgen en dia de una de sus fiestas; la
víspera en la noche á la claridad de la luna esta-
ban más de Oo personas regocijando la fiesta, cuan-
do vieron todos que de la iglesia vieja que estaba
en frente de la nueva, salían tres figuras vestidas de
un celeste ropaje blanco como nieve y reluciente
como bruñida plata; los rostros parecían tres so-
les, con unas cabelleras como de hebras de oro, der-
ribadas sobre los hombros. Estaba en medio de
una y otra iglesia una hermosa cruz con tres esca-
lones al pié, y subiéndolos con agradables pasos, se
pusieron arrimadas á la cruz, mirando al altar de
la nueva iglesia, que aún no tenia puertas; la gente
estuvo absorta mirando y contemplando su hermo-
sura y linda disposición de cuerpos, los cuales no
eran de una medida, en que todas tres se diferen-
ciaban. Encendiéronse unos niños que allí estaban
tanto en su amor, bien faltos de miedo y llenos de
simplicidad, que con hermanable cariño se iban á
ellas para hacerles compañía y gozar más de cerca
de tan linda vista. Ellas retirándose muy pocoá po-

82

CONQUISTA ESPIRITUAL

co se volvieron á la iglesia de donde habian salido,
quedando todos penados y culpando aquellos ni-
ños por verse privados por su causa de tan agrada-
ble vista. No es mi intento glosar aquestos actos,
porque sólo es hacer una narración simple. Sólo ad-
vierto que esta soberana Virgen de Loreto se ha
mostrado siempre muy grata á los pequefiuelos ser-
vicios que se le han hecho. Información diera de
esto si me fuera lícito salir de mi intento, que es
de sólo dar cuenta de los medios que Dios ha to-
mado para la conversión de los indios de aquella
provincia, y sus aumentos en la fe católica.
El P. Juan Vaseo, flamenco de nación, que tra-
bajó apostólicamente en aquellas reducciones y
puso la música en maravilloso punto entre los in-
dios, y de quien dirá más larga historia, estando en
Loreto muy enfermo, oyó que en la ventana de su
aposento habia ruido por de fuera, y al fin tocaron
á la ventana. Preguntó el Padre quién era. Respon-
dió el que tocaba, y dijo: Ea, P. Juan, vamonos ai
cielo. Conocióle muy bien en la voz que era un
cantor discípulo suyo; admiróse el Padre de oirle
allí, sabiendo que estaba en su casa muy enfermo
y sin poderse levantar, preguntónos por él y el es-
tado de su enfermedad. Dijímosle que en aquel
punto habia espirado. Entonces el buen Padre dijo;
«Ya es llegada mi hora, porque ahora me llamó y
convidó para que fuésemos al cielo; yo muero muy
consolado de morir en tan dichosa demanda de la
conversión de los indios.» Y así murió muy en
breve.
En una peste de viruelas adoleció un mozo muy
hábil y diestro en la música, cuya vida deseé que

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 83

el Señor la conservase. La víspera de su muerte le
fui á ver, y viéndole muy al cabo le dije que de-
seaba su salud, pero que nos conformásemos con
la voluntad divina, el cual me dijo: Padre, yo vengo
ahora de visitar el Santísimo Sacramento, y nuestro
Señor me lia significado que tengo de morir muy pres-
to^ vengo muy consolado y deseoso que se cumpla su
voluntad. Repliquéle, ¿ cómo has estado en la igle-
sia si no has ido allá ni puedes menearte? Respon-
dióme: Padre, yo he estado en la iglesia, porque el
Ángel de mi Guarda me llevó, por el deseo tan gran-
de que yo tenia de visitar el Santísimo Sacramento, y
si no me crees yo te daré señas; la primera es, que es.
taban enterrando á fulano, el cual yo no supe que era
muerto hasta que le vi enterrar: enterróle tal Padre;
la segufida, que tú estabas cerca de la sepultura, al
lado del Evangelio de rodillas; la tercera, que con mu-
cho feriwr me estabas encomendando d Dios. Y todo
esto yo no lo pudiera saber si mi Ángel no me lo hu-
biera mostrado, y cuando te vi tan bien empleado en
mi ayuda en la presencia de Dios, me holgué mucho y
creció mi amor para contigo, y yo te lo pagaré en el
cielo, adonde espero ir muy en breve. Todas estas se-
ñales fueron ciertas, y fué muy gran verdad que
con todo afecto y resignación le estaba encomen-
dando á Dios, pidiéndole que le concediese ó vida
ó muerte, lo que mejor le estuviese á su alma. El
mozo murió otro dia muy bien dispuesto y con
muy ciertas prendas de su salvación.
Varias cosas sucedieron de almas que padecían
en el purgatorio, y se mostraban visiblemente, que
nos daban materia de sermones; sólo un caso refe-
riré. Estando durmiendo un Padre en Loreto, á me-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 85

en que andaba y se venia para él, y al pasar por la
vislumbre de la luz de una vela que salía á aquel
tránsito, reparó que era transparente, y caminando
el modo de nube (era de estatura humana, sin dis-
tinción de partes) se fué para el Padre, y le pene-
tró, pasando por su cuerpo. Sintió un contacto al
modo que un cristal sintiera penetrarse del sol,
hízole dar un paso atrás, volvió á ver si la veia;
pero no la vio ni el Padre que iba detrás, solo re-
paró en el movimiento que el delantero habia he-
cho. Dejóle esta penetración muy consolado, y con
unos asomos de la gloria. No dudó ser algún alma
del purgatorio, pero no la conoció. A la media no-
che se le apareció en el aposento un hombre ami-
go suyo español, que habia muerto 6o leguas de
allí, el semblante muy triste y amarillo, el rostro
como un difunto, pidió socorro á su pena; pidió el
Padre limosna de Misas á sus compañeros, y él le
dijo algunas, con que entendió habia acabado su
carcelería del purgatorio.

XIX
Refiéreme casos que muestran la cuenta que el demonio
tiene con nuestras acciones, por menudas que sean.
Pásansenos por alto en esta vida muchas cosas
que ti demonio guarda y escribe en su memoria;
parécennos pequeñas, y en el último trance nos las
pintará muy grandes y pesadas. A este propósito
referiré dos cosas, que causaron muy buenos efec-
tos en los indios. Entre las cosas de devoción que

86

CONQUISTA ESPIRITUAL

fuimos entablando y hoy se ejercitan con mucho
aprovechamiento de aquella nueva cristiandad,
fué esta. Que en tocando al Ave María por la ma-
ñana se abriese nuestra portería, para que los va-
rones que quisiesen, entrasen á visitar el Santísimo
Sacramento, y se entretuviesen en oración algunos
ratos, y para que el ejemplo les hiciese el camino
llano, asistía un Padre en la iglesia en el mismo
ejercicio. Tomé yo á mi cargo el abrir la puerta en
la reducción de Nuestra Señora de Loreto (Señora
que lo ha sido y Maestra de aquellas almas) abrí
la puerta una mañana, y ya esperaba un mozo que
la abriese para entrar. Apenas yo volví las espaldas
para entrarme en la iglesia, cuando á la misma
puerta oí tropel de gente, juzgué que era del pue-
blo que venia á su devoción, y eran tres demo-
nios, en figura del P. Juan Vaseo (de cuya dicho-
sa muerte queda dicho atrás, y ya se contaban
cinco años de su fallecimiento) vestidos con sota-
nas negras, y el principal muy parecido al Padre
en el rostro, este habló al mozo en esta forma:
Francisco (así se llamaba el mozo) ¿conócesme? Sí
conozco (dijo el mozo) ¿Cómoestán los Padres?Bue-
nos están (respondió él). Yo vengo á veros y á conso-
larme con vuestra vista, y con vuestra buena vida y
aprovechamiento. ¿Tú qué hiciste de aquellas cinco
cuentas que sobraton cuando te di aquella sarta de
ellas, para que comprases aquella cosa que te encar-
gué? Dilas luego (.dijo el mozo) porque tú me las dis-
te para mí. Así debió de ser (dijo el demonio) que yo
no me acuerdo si te las di, ó tú te quedaste con ellas
sin mostrármelas, arrodíllate delante de mi y adórame.
El mozo simple y sin malicia alguna se arrodilló;

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 87

apenas se puso de rodillas cuando aquella canalla
desapareció.
El mozo que hasta allí habia estado libre de te-
mor, empezó á tenerle, y llorando entró en la igle-
sia llamándome á voces, arrepentido de haberse
hincado de rodillas al demonio, aunque él no le tuvo
por tal. Yo habia estado con impulsos de salir de
la iglesia, molestado de oir tan larga plática á de-
cirles que entrasen en la iglesia ó se fuesen, juz-
gando que eran indios. No pierde el demonio la
cuenta de nuestras menudencias. Yo colegí de este
caso, que el mozo no volvió las cinco cuentas al
Padre, y así le pidió cuenta de ellas el demonio.
Divulgóse este caso, y acudió mucha gente á con-
fesarse de cosas tan leves como de haber tomado
una calabaza, un pimiento y cosas semejantes, y
dura hasta hoy aqueste escrúpulo, aunque sea de
cosas tan menudas como esta, que realmente causa
confusión.
Renovóse á muy poco aqueste caso con otro que
sucedió muy semejante, de que aunque soy testigo
callaré (por razones que tengo) ciertas circunstan-
cias. Arrojé en mi celda una sartica de veinte me-
nudicos abalorios, tomólos un mozo que nos servia
en casa, este adoleció, y tanto, que entendí se me
muriese. Estando en un aposento pegado al mió,
que por estar en tanto peligro le tenia allí, y sien-
do ya cerca de las once de la noche, vio que por
un ángulo ó rincón de la pared entraban cinco fie-
rísimos demonios (tenia el mozo luz) la cabeza de
uno era de puerco, otro de vaca, y á este tono los
demás, los pies de vacas, cabras y pájaros muy
grandes, y con cumplidas uñas, las piernas muy

88

CONQUISTA ESPIRITUAL

delgadas, de los ojos despedían rayos como de fue-
go. No temió el mozo acordándose que yo estaba
tan cerca; vio que rodeaban el aposento como que
buscaban algo por el suelo y rincones. ¿Qué bus-
cáis: ‘les dijo el mozo). Andamos á buscar por aquí
(dijeron) unas cuentas que el otro dia sacaste del apo-
sento del Padre. Esas (dijo el mozo) yo las tengo al
pecho en esta bolsa en que tengo un A gnus. Esas bus-
camos (dijeron; dánoslas para que las restituyamos al
Padre. Y viendo el mozo que iban acercando á él,
invocando el nombre de Jesús se levantó, y entran-
do en mi celda me pidió confesión. Extrañé el caso,
y más viéndole caer las lágrimas de los ojos, díjele,
que se fuese á dormir, que era ya muy tarde, juz-
gando tenia algún impertinente escrúpulo; porque
me constaba de su buena vida por las confesiones
que sin faltar hacia cada ocho dias. Contóme en-
tonces las monerías que con él habian hecho los
demonios, y no hubo remedio de apartarse de mi
hasta haberse confesado de esta niñería. El dia si-
guiente publicó el caso, y hizo harto fruto, que á
ese fin las ordena Dios, y nosotros experimenta-
mos el provecho que causan estas cosas en nuevos
aumentos de virtudes y de devoción perseverante,
arredrando de sí todo género de vicio. Tienen las
cosas en público en sus casas, y no hay quien hur-
te cosa. Contaré en confirmación de esto un gracio-
so cuento.
Estando yo á media noche en un rincón de la
iglesia encomendándome á nuestro Señor, sentí
por el patio pasos de persona, y como á tales ho-
ras extrañé el ruido, que con el silencio de la no-
che se sentia más, cuando vi entrar en la iglesia

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 89

por la puerta que sale á nuestra casa, un indio bien
alto, y vi que llevaba en la mano una pequeña es-
portilla. Dudé si era demonio, déjele ir entrando, y
él enderezó sus pasos hacia el altar mayor, donde
estaba el Santísimo Sacramento. Juzgué que iba á
hacer algún desacato en el altar, levánteme y fuíme
para él, preguntándole quién era. Así como me sin-
tió, volvió corriendo hacia la puerta. Arrójeme tras
él, pero con gran ligereza saltó el cerco de la casa;
quedé con pena de que se me hubiese escapado, y
envuelto en imaginaciones si era algún indio he-
chicero que queria hacer alguna irreverencia en la
iglesia, pero asegurábame con que de aquesta gen-
te ya no habia rastro, y con el deseo de saber quien
fuese, tomé por medio tomar la medida de la hue-
lla, quizá por allí rastrearía algo. Tomé una vela, y
hállela muy clara impresa en arena, medíia con un
palo, ofrecióseme entre mis discursos que la figu-
ra que habia visto era semejante á la de un moce-
ton conocido en el pueblo. Envíele á llamar en ama-
neciendo, y midiéndole el pié vino justa la medida.
Vos sois (le dije) el que anocfie entrastes en la iglesiay
decidme, qué buscaba des.
Temblando y demudado confesó que él era, y
que la causa de su entrada en la iglesia habia sido
que él yendo por el monte habia hallado una cuña
(son las hachas de hierro de que usan) y que habia
buscado su dueño, y por no haberle hallado se ha-
bia servido de ella; pero que oyendo el cuidado
que el demonio tenia con los que tenían cosas aje-
nas, la habia querido restituir, y ocupado de la ver-
güenza no se habia atrevido á llevármela, y así ha-
bia aguardado él el silencio de la noche para lie-

CONQUISTA ESPIRITUAL

varia al Santísimo Sacramento y entregársela en su
altan dejóme bien edificado con esta acción, tajó-
me la cuña en su esportilla, y yo se la volví para
que usase de ella mientras no sabia su dueño, por-
que la falta que tienen de herramientas es notable.
V si la vida ajustada que comunmente tienen les
es de emulación para hacer ganancias en la virtud;
la muerte de aquel cacique Miguel vde quien ya
dije habia querido matar los Padres) les fué de
áncora para la perseverancia. Tenia aquellos pue-
blos bien escandalizados, porque aunque los de-
más habian dado de mano al vicio, y abrazádose
con la virtud, él solo perseveraba en su mal estado
con su manceba antigua; y si bien la tenia bien
oculta, nunca este vicio reprime su olor por más
que haga, que no se dé á conocer y se difunda.
Trataron de curar aquesta peste, quitáronle la
manceba, y desterráronla á un pueblo de españo-
les para que la larga distancia le pusiese olvido. Hu-
biera sido milagro si tan envejecida culpa hubiera
admitido dolor y enmienda, pero arrebatado de su
torpe afición no dudó posponer su honra, que sien-
do gobernador de un muy lucido pueblo que tenia,
se despojó de sus bienes, olvidóse de sus amigos,
y sin tener cuenta con su verdadera mujer que de-
jaba, se desterró él mismo, y solo se partió en bus-
ca de la que le causó aquestas pérdidas y última-
mente la de su alma; halló su tesoro, y por no po-
nerlo otra vez en peligro de que se lo quitasen lle-
vó su manceba y un hijuelo que de ella tenia á un
apartado monte, donde él con sus manos trabaja-
ba para sustentarse, cosa que jamás habia hecho;
allí vivia, y aunque con mucho afán, el torpe amor

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS QI

se lo aligeraba. Llegóse el plazo después de tantas
esperas que Dios le habia dado, adoleció este po-
bre con el trabajo y vejez, y á pocos lances en
manos de su manceba despidió su infeliz alma.
Ella fué cuerda, porque volvió á nuestras reduccio-
nes, donde bien arrepentida dé su pasada vida,
hizo penitencia, por medio de la cual alcanzó una
feliz muerte.
XX
Entrada que hicieron los Padres á nueva provincia
de gentiles, y martirio de un indio.
Con la magnífica liberalidad del rey nuestro se-
ñor, que el cielo aumente en reinos nuevos y en
muy larga vida, creció el número de Padres y obre-
ros de aquella viña, y así tratamos de ir ganando
tierra y almas para el cielo; y dejando en estas dos
reducciones cuatro fervorosos obreros, nos aperci-
bimos tres para esta nueva y peligrosa entrada.
Aconsejáronnos los indios que enviásemos delan-
te exploradores de la tierra, para que ofreciéndose
ocasión, diesen aviso de nuestros intentos á aque-
llos gentiles. Ofreciéronse dos de ser los precurso-
res con ánimo de ser partícipes en nuestra empre-
sa; el uno era de ya madura edad y advenedizo, el
otro era mozo, criado en nuestra escuela, ambos
casados.
Entraron por tierras de gentiles, dándoles avi-
sos de nuestros deseos y determinación de entrar
á anunciarles el Evangelio; prendiéronlos luego
con ánimo de matarlos, para hacer la célebre
fiesta de su bautismo, de que ya queda dicho algo

92

CONQUISTA ESPIRITUAL

atrás; ofreciéronles luego mujeres, desahogo y li-
bertad de conciencia. El más anciano acepto el
partido, y se amancebó luego; el mozo, no olvida-
do de lo que en nuestra escuela habia aprendido
(tanto importa aun entre los indios mstruir bien
la juventud) no admitió cosa de las que le ofrecían,
y para moverle más le pusieron delante una muy
escogida moza, que aficionada á la buena disposi-
ción del mancebo, deseaba que la apeteciese. El
casto mozo ni aun mirarla quiso. Instaron los gen-
tiles á que la mirase, él les respondió que los Pa-
dres enseñaban el no mirar á mujeres, porque por
los ojos entraba el pecado en el alma, y que la ley
de Dios prohibía la deshonestidad y el adulterio,
que él era casado al modo que Dios manda, y que
no podia admitir otra mujer. Amenazáronle que si
no tomaba aquella, le darían la muerte: Motadme
(dijo^ que mi cuerpo solo matareis, y tw mi alma por-
que es inmortal, y espero, que muriendo ya irá ella d
gozar eternamente de Dios. Vista esta fortaleza por
los gentiles, trataron de matarlo, y el mismo padre
de la moza, borracho de enojo de ver que despre-
ciaba á su hija, arremetió á él, y con brutal furia le
dio la muerte á puñaladas. Despedazaron su cuer-
po y lo comieron. El compañero infeliz vivió algu-
nos dias en compañía de la mujer que le habian
dado, y al fin le mataron con mucha solemnidad,
y se lo comieron.
La muerte dichosa de aqueste indio mártir apre-
suró nuestros pasos á la conversión de aquellas fie-
ras, y á hacerles mudar tan brutal modo de vida,
ú ofrecer la nuestra á su fiereza. Llegamos los tres,
que eran el P. José Cataldino, y P. Diego de Sala-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 93

tar y yo, á un pequeño pueblo, que nos recibió
con muy buen agasajo. Apenas nos sintieron en
sus tierras los que hicieron mártir aquel indio.
cuando con hambre canina de comernos hicieron
en breve una gran junta; desgalgaban como tigres
rabiosos por aquellas sierras, las mujeres del pue-
blo donde estábamos empezaron á celebrar con
llanto nuestras exequias; porque ya nos tenian
amor, los varones confesaban su flaqueza, por ser
pocos para resistir á tan gran junta. Crecia la tur-
bación en el pueblo, y acercábasenos un dichoso
fin; llegúeme al P. José, y díjele aquellas palabras
de San Ignacio mártir: Christi fnanentum sttm, den-
tibus bestiarum molar, ut pañis mundus inventar. Y
afiadí: Padre mió, hoy nu parece que será el último
de nuestra peregrinación. Respondióme este insigne
varón con todo sosiego y paz: Cúmplase la volun-
tad de Dios.
Y volviendo á unos indios que estaban haciendo
ana choza, para que nos sirviese de iglesia, les dio
orden de lo que habian de hacer, asistiendo á la
obra, sin moverse, acto por cierto de un varón
Apostólico, que en todas las que hacia tenia la pro-
videncia de Dios presente, que aún los mismos
gentiles que trabajaban lo notaron. Habia venido á
vernos allí un principal cacique, sin duda traido de
Dios para nuestra defensa, muy estimado por ser
noble y elocuente, el cual viendo que estaban ya
muy cerca, salió á ellos, y haciéndoles un muy ele-
gante razonamiento, diciéndoles, que nuestra entra-
da en sus tierras no era á pelear, pues no llevába-
mos armas, ni menos á quitarles oro ó plata, que
no la tenian, sino á solo hacerlos hijos de Dios y

94

CONQUISTA ESPIRITUAL

enseñarles el buen modo de vivir, no se rindieron
tan fácilmente á la razón, instando en su deseo de
matamos; pero al ñn se rindieron á las persuasiones
de aquel buen cacique. Volviéndose todos á sos
tierras, dimos principio allí á una reducción que i
intitulamos San Francisco Javier, que en pocos j
meses creció á i .500 vecinos, á donde también se
recogieron aquellas bestias fieras, y se domestica-
ron, volviendo en ovejas mansas, haciendo esta
mudanza la divina palabra y el bautismo que todoi
recibieron, creciendo cada dia en la fe, en la virtud
y en amor nuestro.
XXI
Entrada que hicimos por aquellas tierras, y rastros
que hallamos del Apóstol Santo Toma.
Como se iban aumentando los sujetos, íbamoi
haciendo nuevas entradas á gentiles, y ganando á 1
la Iglesia nuevos hijos. Pasó á aquella provincia 1
el V. P. Cristóbal de Mendoza á ayudarnos en j
aquella cosecha, de que se llevó el fruto y nos llevó j
la palma, ganando la del martirio, no en esta pro-
vincia y discurso que ahora llevo, sino en la dd
Tape, jurisdicción de Buenos-Aires, de que adelan-
te diré. Quedó en la reducción de San Javier d
P. Francisco üiaz, varón de muchas partes, misio-
nero insigne, á quien convidó la cátedra con su
asiento, por su buena doctrina; pero abajándose de
ella, se hizo gran maestro de gentiles. Con tan buen
cobro como en San Javier quedaba, salimos d
P. Cristóbal de Mendoza y yo á la provincia de
Tayati, tierra muy áspera y montuosa, habitada de

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 95

gentiles de la misma nación y lengua que la pasa-
da. Esta conquista que la Compañía hizo fué siem-
pre á pié por más de diez y ocho años, por care-
cer toda aquella región de cabalgaduras; usamos
siempre llevar en las manos unas cruces de dos va-
ras de alto y de un dedo de grueso, para que por
esta insignia se mostrase nuestra predicación. Re-
cibiónos esta gente con extraordinarias muestras
de amor, danzas y regocijos, cosa que hasta allí no
habíamos experimentado. Salían las mujeres á reci-
birnos, trayendo sus hijuelos en los brazos, señal
muy cierta de paz y amor; regaláronnos con sus
ordinarias comidas de raíces y frutos de la tierra.
Extrañando nosotros tan extraño agasajo, nos di-
jeron que por tradición muy antigua y recibida
de sus antepasados tenian, que cuando Santo
Tomé (á quien comunmente en la provincia del
Paraguay llaman Pay Zumé, y en las del Perú Pay
Turné) pasó por aquellas partes, les dijo estas pa-
labras: Esta doctrina que yo ahora os predico, con el
tiempo la perderéis; pero cuando después de muchos
tiempos vinieren unos sacerdotes sucesores mios, que
trajeren cruces como yo traigo, oirán vuestros descen-
dientes esta doctrina. Esta tradición les obligó á ha-
cernos tan extraordinario agasajo. Hicimos allí una
población muy buena, que fué escala para otras
que hicimos en aquella provincia.
Las razones que hay para entender que Santo
Tomé ilustró el Occidente con su presencia y doc-
trina como hizo en el Oriente, son muchas, y em-
pezando por el nombre que dan á los sacerdotes,
da no poca luz á salir de duda. Llámanlos Abaré,
que quiere dicir Homo segregatus á venere. Hombre

96

CONQUISTA ESPIRITUAL

casto. Este nombre á ninguno de los indios convi-
no desde sus progenitores hasta Santo Tomé, sino
al mismo Santo, de quien comunmente dicen los
indios que fué Pay Abaré, Padre sacerdote, y en
propios términos Padre, hombre diferente de los
demás hombres, en ser casto. Toda esta fuerza tie-
ne esta breve palabra; ni después de Santo Tomé
convino á otros sino á los sacerdotes; y aunque el
vocablo Pay, que quiere decir Padre, lo usurparon
los viejos, los magos y hechiceros, honrándose con
él, jamás el de Abaré lo han admitido, y la razón de
esto á mi ver es clara. La virtud de la virginidad,
castidad y celibato la ignoraron de manera, que
antes lo tuvieron por infelicidad y por felicidad
muy grande el abundar en mujeres y tener muchos
hijos, muchas criadas y familia, y cualquier falta en
esto lo imputaban á desdicha, y aun duró mucho
tiempo este sentimiento entre los cristianos que
bautizamos, como se verá por este ejemplo.
Enviudó un cacique ya cristiano, tratamos de ca-
sarle, y dando él el sí á una mujer, ella no quiso;
publicóse el caso, y él afrentado y corrido dejó sus
vasallos, sus casas y su tierra, y perpetuamente se
desterró por no vivir con esta afrenta. Otro eunu-
co á natura reconocida su falta se andaba como
venado ó fiera por los montes, huyendo de ser vis-
to; y poniendo nosotros toda diligencia en traerlo
al pueblo, no podiamos con él domesticarlo, ni con
los muchachos que no lo ahuyentasen, hasta que
venció nuestra porfía y deseo de bautizarlo. Tanto
como esto están lejos de aplicarse el nombre de
Abaré y de tener nombre de castos; y aun los
magos y hechiceros que nos contradicen común-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 97

mente el Evangelio, por oprobio nos llaman Aba-
ré, si bien los ya cristianos han conocido la alteza
de la virtud de la castidad por la predicación
nuestra, de manera que los casados se acusan de
haber llegado á sus mujeres uno ó dos dias antes
de la comunión, y muchos solteros se pretenden
dedicar al celibato; y hay quien haya pretendido
castrarse, enamorado de esta virtud de la castidad.
XXII
De otros rastros que dejó Santo Tomé en las
Indias Occidentales.
Fama constante es en todo el Brasil entre los
moradores portugueses y entre los naturales que
habitan toda la Tierra Firme, que el santo Apóstol
empezó á caminar por tierra desde la isla de San-
tos, sita al Sur, en que hoy se ven rastros que ma-
nifiestan este principio de camino ó rastro, en las
huellas que el santo Apóstol dejó impresas en una
gran peña que está al fin de la playa, donde desem-
barcó en frente de la barra de San Vicente, que
por testimonio público se ven el dia de hoy, menos
de un cuarto de legua del pueblo. Yo no las he vis-
to; pero 200 leguas de esta costa la tierra adentro,
vimos mis compañeros y yo un camino que tiene
ocho palmos de ancho, y en este espacio nace una
muy menuda yerba, y á los dos lados de este ca-
mino crece hasta casi media vara, y aunque agos-
tada la paja se quemen aquellos campos, siempre
nace la yerba á este modo. Corre este camino por
toda aquella tierra, y me han certificado algunos
portugueses, que corre muy seguido desde el Bra-
7

98

CONQUISTA ESPIRITUAL

sil, y que comunmente le llaman el camino de San-
to Tomé, y nosotros hemos tenido la misma rela-
ción de los indios de nuestra espiritual conquista.
En la ciudad de la Asunción del Paraguay está
una peña pegada á la ciudad, en cuya planicie se
ven hoy dos huellas humanas, á modo de sandalia,
impresas en la misma peña. La huella del pié iz-
quierdo antecede á la del derecho, como de per-
sona que hacia fuerza ó hincapié, y hay tradición
entre los indios, que el santo Apóstol predicaba á
los gentiles desde aquella peña, y que á oirle se
llenaban aquellos campos. Y como ya dijimos, tie-
nen por tradición, que el santo Apóstol les dio la
mandioca, y es el pan principal que los naturales
tienen. Y certifica el doctor Lorenzo de Mendoza,
Prelado de aquella diócesis, en un testimonio au-
téntico en que da testimonio de los vestigios di-
chos, y que supo de los naturales, que por el mal
tratamiento que sus antepasados hicieron al Santo,
les dijo que aquellas raíces de mandioca habian
de sazonar en muy pocos meses; pero que en cas-
tigo la lograrían en un año, y así pasa el dia
de hoy.
XXIII
De otros rastros que del Santo se hallan en el Perú.
En empeño me ha puesto mi deseo de seguir el
rastro de este santo Apóstol, y así me obliga á sa-
lir de mi provincia á la del Perú, y creo que no sal-
go de mi intento, pues deseo rastrear que el santo
estuvo en la provincia del Paraguay, y que la tra-
dición de los naturales es cierta, que traia una cruz
por compañera de su peregrinación.

DK LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS

Que baya pasado al Perú uno de los discípulos
de Cristo nuestro Señor, la tradición de toda aque-
lla tierra lo testifica, y lo escribe el P. Fr. Alon-
so Ramos, de la sagrada Orden de San Agustín (i),
el cual en el cap. vn, dice estas palabras: f Por
casi inmemorial tradición tienen los naturales del
Perú, especialmente los serranos, que anduvo en él
un hombre jamás visto otra vez, predicando al ver-
dadero Dios, t Hasta aquí este autor. Y en el capí-
tulo viii, dice: f Le quisieron apedrear en el asien-
to de Cacha, cinco ó seis jornadas del Cuzco, ca-
mino del Collao, donde aún en este tiempo se ven
ciertas peñas abrasadas, dicen que con fuego del
cielo, que quiso vengar tan atrevida desvergüenza
dejando al santo Ubre de aquellas sacrilegas ma-
nos. Pasó adelante el santo varón, y saliendo á tier-
ra del Collao, deseó ver aquel famoso altar y ado-
ratorio que los collas tenian en la isla Titicaca, y
destruirle si pudiese, t Y más abajo dice este au-
tor, f En este tiempo les predicó la creencia y cul-
to divino á un solo Dios, y viendo el poco fruto
que con esta verdad hacia, y la dura obstinación
en que se estaban, comenzó á reprenderlos áspera-
mente, de donde vinieron á cobrarle aborrecimien-
to grande, t Y más abajo, f Teníanle en gran ve-
neración, tanto, que le vinieron á llamar Taapac,
que quiere decir, hijo del Criador; tentáronle con
riquezas y con blanduras.
En el cap. rx trata este autor de una cruz que
este santo discípulo levantó en el pueblo llamado

(i) Historia de Nuestra Señora de Capocavaua, caps, vil, vni,
ix, x y xi.

ICX3

CONQUISTA ESPIRITUAL

(tarabuco, y ({tic á su vista enmudecieron los ído-
los; y no dando respuesta, y sabida la causa por los
gentiles quitaron la cruz y la intentaron quemar, y
no pudiendo, la enterraron cerca de una laguna,
donde con bañar aquel sitio ó sepultura el agua,
al cabo de más de mil quinientos años la hallaron
con la entereza que hoy se ve. Y prosiguiendo esta
materia, dice así este autor: t Hízose averiguación
por los años do 1600 con un indio muy antiguo,
que tendría ciento veinte años, llamado 1). Fernan-
do, el cual dijo (pie por tradición tuvieron sus an-
tepasados, que habian visto en sus tierras un hom-
bre de grande estatura, vestido casi al modo y tra-
je de ellos, blanco y zarzo, (pie predicaba dando
voces que adorasen á un solo Dios, reprendiendo
vicios, y que llevaba consigo una cruz y le acom-
pañaban cinco ó seis indios, y (pie los demonios
1 uiian de ella, los cuales persuadieron muchas ve-
ces a los indios, que matasen aquel hombre; por-
que de no hacerlo se les seguiría mucho daño, y no
responderían sus oráculos: los indios ataron al san-
to y le a/otaron. Depuso más este testigo, que to-
das las veces que al santo le tenian en alguna aflic-
ción bajaban unas muy vistosas aves á acompa-
ñarle, y (pie ahora que el era cristiano, juzgaba que
serian Angeles. Y que oyó decir que después que
a/otaron al santo, bajaron aquellas hermosísimas
aves, y lo desataron; y que el santo tendiendo su
manto sobre la laguna, navegó, y se fué por ella
vtiene esta laguna So leguas de circuito) y que pa-
sando por un juncal dejó hecha una senda, que
hasta hov dia dura, a manera de un callejón, y es
\ enerada de todos, y que de estos juncos 6 espa-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 101

dañas comen los enfermos y sanan. Refirió tam-
bién que por tradición se sabia que el santo dejó
una pequefluela caja en un cerro.
Cuando el volcan de Arequipa reventó en un
cerro que está cerca del mar, un hombre que por
aquellos valles cuidaba de una hacienda, vio venir
de lo alto de él tanta ceniza, que parecía un caudalo-
so rio; esperó á que sosegase esta avenida, y echan-
do los ojos por aquellas partes halló cerca del mis-
mo cerro una túnica, la cual no se pudo averi-
guar si era de lana ó de algodón, larga y al parecer
inconsútil, tiraba á color de tornasol,y con ella dos
zapatos como sandalias, de tres suelas, y en la sue-
la por de dentro estampado el sudor del pié, y
eran de hombre grande, que causó á todos admi-
ración. Las cuales reliquias se juzgó comunmente
eran del santo discípulo del Señor. Una sandalia
de estas tiene una señora principal en un cofre de
plata, y hace muchos milagros.
Kl V. P. Diego Alvarez de Paz, de la Compañía
de Jesús, que escribió aquellos maravillosos libros
de vita spirituali, añrmó muchas veces haber visto
esta sandalia, y decia ser tan levantado el olor y
fragancia que de sí despedía, que dejaba atrás otro
cualquier olor.
En la provincia de los chachapoyas, donde yo
estuve, en un pueblo llamado San Antonio, dos le-
guas de este pueblo está una losa grande de más
, más de 1.200 leguas.
e manera que se saca de lo dicho por muy pro-
le la tradición que en el Paraguay se tiene, de ha-
iicho el santo Apóstol, que cuando viniesen unos
¿sores suyos que trajesen cruces como él traia,
rerian á oir la doctrina que él les enseñaba.

110

CONQUISTA ESPIRITUAL

A la objeción se puede responder, que quien
en el Oriente en la ciudad de Meliapur trajo un
madero de inmensa grandeza que mucho número
de hombres y elefantes no podían mover, para la
fábrica de un templo material, bien podría traer
este madero precioso para el edificio espiritual de
su predicación; y el que de una India á otra le
pasó sin galeones, le aligeraría su cruz al peso de
una paja.
XXVI
( orno el santo Apóstol colocó esta so grada cruz c*
Carabuco, su invención y efectos que hizo contra Irt
demonios.
El empeño en que me ha puesto, el tratar de la
cruz de Santo Tomé, me obliga á decir de su co-
locación por las manos del Santo, de su invención
en estos nuestros dias y efectos que hizo, y al pre-
sente hace. Y no juzgo haber salido de mi intento,
porque trato de la conversión de gentiles y predi-
cación del Evangelio, que es imposible hacerse sil
cruz, y aun á veces muy pesada, pero como es el
yugo de Cristo él la aligera.
Consta por tradición que el Santo colocó este
divino estandarte en Carabuco, pueblo de gentiles
de los más idólatras y supersticiosos que se cono-
cieron en el Perú, á cuya vista enmudecieron los si-
mulacros (pie hasta allí habían sido muy parleros,
avisando á los indios que mientras no quitaban
aquella cruz, ni habian de serles propicios ni dil-
les respuesta. Y esta fué la causa porque los indios
echaron aquella preciosa reliquia en la laguna,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS III

pero yéndose la cruz por su peso al fondo en pre-
sencia de los gentiles, á la mañana amanecía so-
bre el agua, los cuales por quitar de una vez aques-
te estorbo á sus ídolos, sacaron la cruz del agua, y
encomendándosela al fuego, pretendieron volver-
la en ceniza, á que aplicaron todo su poder, sin
que aquellas llamas hiciesen en ella más señal de
la necesaria, para que ahora en nuestros tiempos
se comprobase la tradición común de los indios á
vista de nuestros ojos, y así por un lado tiene una
breve señal de fuego.
Viendo los gentiles que los dos elementos de
agua y fuego no podían contrastar aquel madero,
trataron de encomendarlo á la tierra. Cavaron en
ella tres estados, y tan junto al agua, que lo más
del año cubría aquel lugar, y allí depositaron este
tesoro, y para que estuviese más oculto dejaron
hecho un albañal de inmundicias. Llegó el tiempo
que el Señor tenia determinado sacar este testimo-
nio de la verdad de su Evangelio, para que cons-
tase que por los sagrados Apóstoles se habia pre-
dicado en todo el universo, cuya invención fue
esta, sacada de la historia del P. Fr. Alonso Ramos,
de la Orden de San Agustín.
Comían los indios de Carabuco todos juntos en
la plaza el dia célebre del Corpus, uso común por
aquellas partes de celebrar la» fiestas. Encendióse
al calor del vino una pesada pendencia entre dos
parcialidades que habitaban en aquel pueblo, y vi-
niendo á las manos, prorrumpieron también en vo-
ces, diciéndose alternativamente palabras injurio-
sas. Los anansayas, que eran advenedizos, dijeron á
los urinsayas, que eran naturales del pueblo: Vos-

113

CONQUISTA ESPIRITUAL

otros sois mal inclinados y hechiceros, y vuestros ante-
pasados apedrearon á un santo que les predicaba la
fe y creencia de un solo Dios, y pretendieron quemar-
le una cruz que consigo traía, y esta la tenéis escondi-
da t y sabéis muy bien dónde estay no la queréis mani-
festar. Vino esto á noticia del cura llamado el
P. Sarmiento, y muy siervo de Dios, el cual ya con
halagos, ya con amenazas supo el lugar, de donde
habiendo cavado tres estados la sacó.
Hace nuestro Señor por esta cruz muchos mila-
gros, y principalmente contra los rayos y incen-
dios. Muchos se cuentan y muchos escribe el
P. Fr. Alonso Ramos, solo uno referiré. Tenia una
india un pedacito de esta cruz al pecho, trató un
deshonesto mozo de forzarla, avisóle ella de la re-
liquia que consigo traia para arredrarle de su in-
tento, prosiguió en quererla hacer fuerza, y siendo
claro el dia y muy sereno cayó un rayo y lo mató,
dejando libre y sin lesión la india.
Con esto he concluido con la cruz, rastros y se.
nales que hay en el Occidente del glorioso Após-
tol; ahora volveré á mis reducciones, deseoso de
que alguno tome este rasguño para tratar esta his-
toria con fundamento.
XXVII
Demostraciones que hizo el demonio por un indio
cristiano que dejaba de oir Misa las fiestas.
Ibánse adelantando mucho los nuevos cristia-
nos con la continua predicación del Evangelio, J
entablándose muy buenas costumbres. Una, y muy

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 113

loable fué, que biea de mañana oyesen todos Misa,
y luego acudiesen á sus labranzas, de cuyo santo
ejercicio han experimentado aumento de bienes,
no sólo espirituales sino también temporales, y los
que no han seguido este ejercicio han experimen-
tado pobreza y miseria, de que pudiera decir de
muchos que oyendo cada dia Misa, con mediana
labor abundaban en bienes, y de otros que deján-
dola de oir, y á veces alguna fiesta afanando y tra-
bajando continuamente, apenas se podian sustentar.
Un indio de cierto pueblo, ni dias de trabajo ni
de fiesta iba á Misa. Perseverando en esto un año
entero. Y como ya hemos visto en este discurso, les
ha el Señor enseñado con cosas exteriores y seña-
les, moviéndolos con esto á creer las cosas invisi-
bles y del alma; usó también de este modo para
industriar á este indio, é incitarle á que acudiese
al pueblo. Un domingo estando todos oyendo el
sermón y Misa, solo este indio se quedó en su
granja, en la cual empezaron los demonios á dar
balidos como de vaca, bramar como toros, mugir
como bueyes é imitar las cabras. Espantado el po-
bre indio se recogió á su choza sin atreverse á sa-
lir fuera molestado del miedo. Acudió la gente á la
tarde, dióles parte el indio de su aflicción, y an-
dando ellos por aquellos sembrados vieron varias
huellas de animales, y un pié de persona tan pe-
queño como de un recien nacido infante, y lo peor
fué que todo aquel sembrado lo dejó amarillo, y
como si con fuego lo hubiesen chamuscado. El do-
mingo siguiente sucedió lo mismo. Avisáronme de
esto, pero no de la falta que el indio hacia en no
oir Misa; aconséjeles que pusiesen cruces y asper-

ii4

CONQUISTA ESPIRITUAL

jasen todo aquello con agua bendita. Hízose así,
pero al otro domingo sucedió el mismo ruido del
demonio. Avisáronme que no aprovechaban las
cruces, ni el agua bendita, confesáronse todos los
de aquel pago, dudando cada cual que por su cau-
sa les molestaban aquellos demonios. Solo aquel
mal habituado indio no trató de confesarse, y para
dar los demonios á entender que aquel indio era
la causa, iban los demonios de muy buen trecho
como corriendo (porque solo su ruido y voces se
oian) hacia la choza de aquel indio, el cual con el
nombre de Jesús se defendia Pidiéronme reme-
dio, y después de la Misa me fui á aquel puesto
que habia del pueblo media legua á donde ya ha-
bia concurrido todo el pueblo á oir al demonio;
llegué á un arroyon que se pasa en barcos, y vi que
gran tropel de gente se arrojaba al agua atravesan-
do con cuidado el rio, huyendo del demonio que
embestía con fuerza contra aquella casa. Pasamos
el rio, y habiendo visto las pisadas, y que de pro-
pósito con ellas habian tronchado y echado á per-
der todo lo sembrado, cuya amarillez daba gran-
des indicios de fuego, y el fruto que estaba en le-
che chamuscado y marchito, pregunté quién habi-
taba aquella choza, y entonces me refirieron su fal-
ta. Tomé sobrepelliz y agua bendita, y en nombre
de Jesucristo, y por los méritos de su siervo Igna-
cio le mandé que se fuese de aquellas partes, y que
en ningún pueblo hiciese daño. Puse en un vaso
cerrado un pedazo de la sotana de San Ignacio, y
nunca más volvió el demonio. Yo me llevé aquel
indio al pueblo, hizo una buena confesión, y en
adelante fué muy ejemplar cristiano.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 115

XXVIII
De cuatro cuerpos muertos de indios que eran
reverenciados en sus iglesias.
En todas partes procura el demonio remedar el
culto divino con ficciones y embustes, y aunque la
nación guaraní ha sido limpia de ídolos y adora-
ciones, merced del cielo que libres de mentiras es-
tán dispuestas para recibir la verdad como la lar-
ga experiencia nos lo ha enseñado, con todo esto
halló el demonio embustes con qué entronizar á
sus ministros, los magos y hechiceros para que
sean peste y ruina de las almas. Padecíamos en
una reducción un gran trabajo, que estando toda la
semana hirviendo el pueblo de gente, solos los do-
mingos cuando á voz de muchas campanadas que-
ríamos juntar el pueblo al sermón y Misa, desapa-
recían todos. Buscamos con cuidado la causa, para
aplicarle el remedio, pero no fué posible descu-
brirla, hasta que un mozo descubrió á un Padre,
debajo de gran secreto, cómo en tres cerros habia
tres cuerpos de muertos, y que hablaban y habian
avisado á los indios que no oyesen la predicación
de los Padres. Afirmó este mozo haberlos oido ha-
blar, y de nosotros mal y de nuestra doctrina, acre-
ditando mucho á sus ministros con todo descrédi-
to nuestro. Habia voz común que habian ■ resucita-
do, y que vivian en carne al modo que vivian an-
tes que muriesen. Con estos enredos del demonio
no acudían á oir sermón, ni doctrina. Juntámonos
cinco sacerdotes á tratar del caso, resolvióse que

Il6 CONQUISTA ESPIRITUAL

á la una de la noche saliésemos cuatro con todo
silencio á buscar estos cuerpos, el P. Francisco
Diaz, y el P. José Domenech fueron á un cerro que
estaba pegado al pueblo donde estaba el uno y el
santo mártir P. Cristóbal de Mendoza y yo, fuése-
mos en busca de los otros. Quedó en nuestra casa
el P. José Cataldino para que entretuviese á los in-
dios y los deslumhrase. Y aunque salimos después
de media noche por los trascorrales, y sin ruido,
no pudo ser nuestra salida tan oculta que un por*.
tero indio que teníamos no nos sintiese, el cual al
punto dio parte á los del pueblo, que de aburridos
de ver que no acudían á la iglesia nos ausentá-
bamos.
Acudió la gente en tropel á nuestra casa, pre-
guntan al P. José por nosotros, sosególos el Padre.
El P. Francisco Diaz y su compañero diéronse bue-
na maña á caminar á oscuras por una muy agria
sierra y casi sin camino, y subiendo con harto tra-
bajo á la cumbre de aquel monte descubrieron un
templo adonde eran honrados aquellos secos hue-
sos. Vieron á la redonda muchas ermitas en que se
albergaban los que iban á aquella romería, como
en novenas, que todo lo quiere remedar el demo-
nio. Hallaron aquello sólo sin guarda alguna, cosa
que extrañó mucho la guía que los Padres lleva-
ban, porque afirmaba que de dia ni de noche de-
jaba de haber allí continua gente. Era el templo
bien capaz y bien aderezado, en él habia un ata-
jadizo lóbrego con dos puertas, en que estaba el
cuerpo colgado de dos palos en una red ó hamaca,
las cuerdas de ella estaban muy bien guarnecidas
de muy vistosa y variada plumería, cubrían la ha-

l)R 1,08 REM0I08OS DE LA C. VK JESÚS II7
maca unos preciosos panos de pintadas plumas
que su variedad se llevaba la vista. Habia algunos
instrumentos con que perfumaban aquel lugar, en
el cual nadie era osado á entrar sino el sacerdote,
el cual en nombre del pueblo preguntaba las du-
das á este oráculo. En lo anterior del templo habia
muchos bancos donde se sentaba el pueblo, el
cual oia las respuestas que el demonio daba. Habia
por todo el templo muchas ofrendas de frutos de
la tierra en curiosos cestos pendientes por las pa-
redes y madera. De estas ofrendas comía el sacer-
dote, y lo que le sobraba repartía como cosa sa-
grada á los labradores, de que se prometía una
gran bendición en sus cosechas. Recogieron los
Padres los huesos, sus plumas y arreos, y con todo
silencio lo llevaron al pueblo, sin que persona al-
guna lo supiese.
Al I\ Cristóbal de Mendoza y á mí He nos dilató
algo más nuestra ventura. Caminamos aquella no-
che por sierras, valles y lagunas con toda la priesa
que el deseo nos daba de hallar aquel demonio;
serian las ocho del dia cuando la guía que llevá-
bamos nos metió en el templo. Diónos su vista muy
buen alegrón, juzgando que ya no se nos podía es-
capar de nuestras manos, pero no hallamos más
que colgajos de ofrendas en el templo. Aquí pare-
cía dar ñn nuestra esperanza, porque la guía sabia
aquel lugar, pero no donde aquella misma noche
habian trasportado el cuerpo, según el rastro mos-
tró. Y entre la perplejidad y deseo de hallar lo que
buscábamos, determinamos de seguir entre muchos
caminos que había, el más trillado. Topamos por él
á un muchacho gentil, que aunque entonces negó

Il8 CONQUISTA ESPIRITUAL

constantemente, después supimos que era el sa-
cristán ó ayudante en aquel templo; atárnosle, ame-
nazándole ya, ya prometiéndole dones, para que
nos guiase. Negó siempre, pero negando juntamen-
te nos guió por unos peligrosos riscos, que hadan
una profundidad muy grande, pasárnoslos á gatas,
agarrándonos de las peñas. Pasado este reventón
topamos una tienda ó choza á medio hacer, cuya
curiosidad y ser allí reciente nos dio á pensar que
se empezaba á hacer para aquel cuerpo, y que por
más seguridad lo habian pasado adelante. Quiso
nuestra ventura que topásemos un indio que
nos sacó de duda, el cual nos dio la relación si-
guiente:
t A media noche (dijo) el cuerpo que en aquel
templo que visteis era adorado, dio voces, pidien-
do le favoreciesen y llevasen de allí; llevadme (de-
cia) sacadme de aqueste lugar, porque en mi busca
vienen aquellos malos hombres á cogerme, con
ánimo de quemarme, sacadme apriesa; y yo si es-
tos me maltratan haré que caiga fuego del cielo y
los consuma, y que crezcan las aguas, é inunden
la tierra, y convocaré á mis amigos los de San Pa-
blo, para que venguen la injuria que me hicieren.
Con este aviso los que le guardaban, no sólo cui-
daron de librar á este, sino también á otro cuerpo
que estaba bien distante de allí, con ánimo de que
dos demonios se defendiesen mejor de dos sacer-
dotes ^providencia del cielo para que los cogiése-
mos ambos) habian caminado hasta aquel puesto
que vistes medio hecho, y no seguro allí, decia, lle-
vadme presto de aquí, porque vienen ya muy cer-
ca aquellos Padres. Sacáronlos luego, y de aquí

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS IIO

algo lejos de este paraje los dejé, que van hu-
yendo f.
Hasta aquí refirió el indio; y según después
supimos, este mismo indio iba acompañando aque-
llos cuerpos, pero viendo que el demonio nos te-
nia miedo y huia, juzgando por mucha su flaque-
za, juzgó que mejor le estaría nuestra amistad que
la de aquellos pusilánimes, y por no verlos en
nuestras manos y que por lo menos habian de ser
quemados, se despidió de ellos.
Eran ya las dos de la tarde sin haber descansa-
do nosotros un punto, y animados con esta rela-
ción engañando el deseo de coger la presa al ter-
rible cansancio que llevábamos, quiso el Señor
que á las cinco de la tarde diésemos con ellos, y
fué que los que los.llevaban con la huida tan apre-
surada y de tantas horas, rendidos al cansancio los
acomodaron lo mejor que pudieron, pensando que
nuestra diligencia no daría alcance á su apresura-
do curso. Cuando de repente dimos con ellos, hu-
yeron todos, y una sacerdotisa, que compadecida
del trabajo de aquellos cuerpos los habia seguido,
con ánimo de regalarlos, y así tenia unos vasos
grandes en que ponia brasas para mitigar la hu-
medad y frío de aquel monte. Huyeron todos, solos
dos tuvieron ánimo de esperarnos, y aun de ma-
tarnos, porque asestaron sus flechas á nosotros.
Acobardólos Dios, y así pudimos cogerlos y atar-
los. Dimos gracias á Dios por el suceso, abrimos
las redes, descubrimos unos hediondos huesos que
aunque adornados con vistosas plumas nunca per-
dieron su sucia fealdad. El un cuerpo habia sido
de un grande mago y muy antiguo, y el otro lo al-

“■■■■”«1

I20 CONQUISTA ESPIRITUAL

canzamos en nuestra primera entrada en aquella
provincia vivo, y al aspecto le juzgamos por de
ciento veinte años; habiámosle convidado con el
bautismo muchas veces, pero nunca lo acepto, has-
ta que ya al último trance de su vida con algunas
muestras que dio le bautizó el P. Simón Maseta.
Enterráronle en una iglesia pequeña que poco des-
pués dejamos, y afirmaron muchos que desde la se-
pultura se oia dar voces, diciendo: Sacadme de
aquí que me ahogo, sacadme luego, así lo hicieron, y
lo pusieron en el templo, en donde hablaba por él
el demonio como queda dicho.
XXIX
De lo que se hizo con estos huesos.
Convino mucho hacer alguna buena demostra-
ción para confusión de los sacerdotes de estos ído-
los y desengaño de los pueblos, que no sólo este,
sino los demás estaban engañados. Lo primero ve-
damos á todos los cristianos que no comiesen de
aquellas ofrendas, por haber sido hechas al demo-
nio; llevamos los cuerpos al pueblo, y los morado-
res divididos en bandos, unos juzgaban nuestra ac-
ción por muy dañosa, porque en estos cuerpos y
su culto tenian libradas buenas sementeras, fértiles
años y próspera salud, teniendo por muy cierto,
que aunque habian sido muertos, habian vuelto á
ser ya vivos, recobrando su antigua carne, mejora-
da con juvenil lozanía. Confirmaban esto con de-
cir que los habian visto menear en sus hamacas, y
oídolos hablar en utilidad común del pueblo. Otros

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 121

osos de que esto fuese así, deseaban ver por
ojos este engaño; otros juzgaban, que pues mi-
do apriesa no sé habian podido escapar de
stras manos, y que como presos los habíamos
do, no podía ser menos, sino que su poder era
j poco.
mta toda la gente en la iglesia, se les hizo un
non, en que se trató del verdadero Dios, de la
ración que se le debe de las criaturas, y enga-
del demonio, cuan poco puede, de las menti-
y enredos de los magos. Acabado el sermón, sa-
ín Padre con su sobrepelliz y estola, ministros
agua bendita, y un grande libro bien encua-
nado, en el cual leyó en latin algo de un capí-
». Incitóles á hacer acto de contrición de haber
do aquellas boberías; estaban todos puestos de
illas, juntas las manos, puestos los ojos en el
o. Hicieron su acto bien fervoroso de detesta-
í de toda creencia vana y idolatría, abrazando
.mente la verdadera doctrina que la Iglesia Ca-
ira Romana enseña, pidiendo á voces perdón á
s, con tanta devoción y sentimiento, que inci-
to nuestras lágrimas. Subióse (acabado este acto)
Padre en un tabladillo que se habia hecho en la
:a, para que todos y las mujeres y niños pudie-
ver el desengaño en los huesos frios, mostró-
el Padre declarando los nombres de cuyos eran.
extraño el regocijo popular por ver tan gran
año de cuerpos, que todos confesaban que vi-
í, deshecho tan en público. A porfía traian leña
i quemarlos, y así se hizo en presencia mia
i que no llevasen algún hueso, y con él conti-
sen su mentira.

122

CONQUISTA ESPIRITUAL

Con este hecho se animaron á descubrirnos otro
cuerpo que habia poco era muerto, y queriendo
nosotros en su enfermedad bautizarlo, lo ocultaron
los gentiles, con ánimo de fabricarle templo, el
cual también pasó por la misma pena de fuego.
Quitado este estorbo acudieron con continuación
la gente á la iglesia, y con fervor pedian los genti-
les el bautismo, y los cristianos la confesión, con
que se cogió en aquel pueblo mucho fruto, acusán-
dose con mucho sentimiento de haber tenido por
verdad aquellos embustes del común enemigo.

XXX
Entrada que hicimos d la provincia de Tayaoba.
Habiendo ya undado cinco poblaciones, y que-
dando en eFas Padres que las cultivasen, pusimos
la mira en pasar á la provincia de Tayaoba. Este
nombre fué de un principal cacique gobernador de
muchos pueblos, del cual tomó toda aquella pro-
vincia el nombre. Cúpome á mí el procurar abrirla
puerta de esta bien cerrada provincia, para que c^
Evangelio entrase. Tenia esta provincia casi inft”
nita gente, y con las costumbres gentiles muy e&
su observancia, muy guerrera, y en comer car**c
humana muy ejercitada. Hallábanse por aquella
sierras, valles y arroyos gran número de hechice’
ros, llenos de muy grandes errores y supersticic*-
nes, y que con pertinacia aborrecían otras doctrfV
ñas, predicando la suya por muy cierta. Muchos s^
fíngian dioses (común disparate de estos pobres?
fraguando mil embustes de su divinidad, creída-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 123

neciamente de la plebe, porque como la elocuencia
de estos es extraordinaria, la ordinaria gente los
venera vencidos de sus compuestas y mal hiladas
mentiras.
Siguiendo mi viaje, llegué á una aldea ó pue-
blo bien pequeño, que apenas tenia 6o vecinos
que me recibieron con amor, que pagué con obras
de predicación del Evangelio, y se bautizaron to-
dos. Detúveme en este pueblo dos meses, infor-
mándome de las costumbres de los de aquella pro-
vincia, y procurando desde allí darles cuenta de
mi venida y intentos. La llave y atalaya de toda la
provincia estaba en un pueblo distante una jorna-
da de el en que yo me hallaba. Envié á sus mora-
dores algunos donecillos de anzuelos, cuchillos,
cuentas y otras cosillas que acá no tienen valor y
son allá de estima. Con esto pude atraer algunas á
que me viesen, y comunicando con ellos mis de-
seos, les dije como deseaba entrar en sus tierras á
í anunciarles la salud eterna; y fiado yo en el seguro
que me dieron, me partí de allí á pocos dias por el
rio en canoas, llegué á su pueblo con sol, habiendo
caminado con toda prisa todo aquel dia. Dieron
muestras de recibirme bien, pero fingidas, porque
dando aviso de mi llegada, toda aquella noche fué
desgalgando gente de aquellas sierras, con ánimo
de comerme .y á los que iban en mi compañía, que
l. serian como 15 personas. Tenian deseo (como des-
I Pues supe) de probar la carne de un sacerdote que
í juzgaban era diferente y más gustosa que las de-
^ Baás. Tuve á mala señal ruido tan disimulado, y así
*e me pasó la noche en prepararme para cualquier
suceso.
t

124

CONQUISTA ESPIRITUAL

Apenas rompió el dia cuando entró en i
za un grande hechicero preguntando poi
viéndome de rodillas en oración, con much< ció se sentó no lejos de mí. Yo proseguí pe buen rato pidiendo á Dios la luz que le fal aquella qiega gente, para que desechando le res de la gentilidad, se convirtiesen á su div Levánteme, y á él y á otros ocho caciques g magos que se habian juntado, con amorosas das palabras les dije, cómo el deseo de su bi habia guiado á sus tierras, no en busca de plata, que no tenian, sino de las almas, que a negras con la gentilidad y pecados, les traia a las emblanqueciesen, que era el agua del mo, y en él la verdadera creencia de un Dio dor universal, f prosiguiendo mi plática les cié á Jesucristo Hijo de Dios, y llegándoles tar de la pena eterna de los malos, me atajó i ellos, diciendo á voces, este miente, repitiend chas veces, miente, matémosle, y respondiem otros lo mismo, salieron corriendo á busc armas, que de propósito por no causar rece habian dejado escondidas, y en guarda much te que en un monte estaba en emboscada. Quedé con la mano sabrosa (como dicen) p ber dado aqueste pregón del Evangelio á ac¡ bárbaros, y sin menearme del puesto los esti perando. Uno de los indios que me acompa entró en mi choza, rogándome que me fuese, segunda y tercera vez, diciéndome: Padre, poi de Dios, que nos vamos, que te han de hacer zos, y echándome los brazos al cuello, con su gos me movió á salir, pareciéndome ver en DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 125 ya indio, sino un Ángel del cielo. Apenas salimos, cuando empezamos á sentir las flechas que nos ve- nían tirando. Cayeron á mis lados siete indios de mis compañeros muertos á flechazos, que para mí fueron otras siete muertes, sin que mi dicha me en- derezase alguna, para ser compañero en la muerte de los que me habian acompañado en vida, no sólo con el cuerpo, sino con el ánimo de ayudarme á la predicación del Evangelio, con cuyo intento se habian preparado el día antes como para morir, con la confesión y comunión, diciéndome con un fervor cristiano: Ea, Padre, vamos d predicar la fe d los gentiles, que nosottvs en tu ayuda hemos de dar la vida por Jesucristo, y en defensa de ¡a fe que predicas. Estaba junto á mí aquel buen ind,io que me sacó de la choza, y viéndome rodeado de tanta fleche- ría y en tan conocido peligro, por sacarme á mí de las manos de la muerte, se expuso él con evidente peligro de perder la vida. Y sin hablarme pala- bra, me quitó por detrás mi sobrerropa con la pres- teza que trance tan peligroso pedia, y mi sombre- ro juntamente, y diciendo á otro indio meted al Pa- dre al monte, él se puso mi sobrerropa y mi sombre- ro, y corriendo por un campo solo á vista de los enemigos, me dio tiempo y lugar para que yo me guareciese del bosque, que era muy espeso. Oí de- cir á los gentiles viendo á mi buen indio con mi sombrero y ropa, allí va el sacerdote, tirarle, maté- nosle, y fué maravilla que lloviendo sobre él gran golpe de flechas ninguna le tocó, siendo toda aque- lla Rente muy certera en tirar saetas. Yo me metí por el monte con tres indios, y por no dejar rastro nos dividimos por cuatro partes á vis- 126 CONQUISTA ESPIRITUAL ta unos de otros (ardid usado en semejantes aprie- tos) y así fuimos caminando por aquel espesísimo monte. Aquel ñel indio que por mí se expuso á re- cibir la muerte corrió muy grande trecho, y juzgan- do que yo estaría ya muy adelante por el monte adentro, él se recogió también á guarecerse, dejando burlados á los que le seguían. Alcanzóme, dióme mi ropa y el sombrero, y con intrépido ánimo juz- gando que venia la gente en mi seguimiento vol- vió á ver si los encontraba, con ánimo de guarecer mi vida, á riesgo de la suya. Nosotros proseguimos nuestro rumbo, sin saber el que llevábamos, topa- mos por gran ventura un oculto camino, por don- de disimular el rastro que dejábamos; este fué un acequión ó pasadizo y hozadero de jabalíes meti- do bien en la tierra, hecho un lodazal continuo, y tan cubierto y disimulado con unos espinosos juncos, que tuvimos á gran ventura dar con este escondrijo. Arrojámonos por él, cuya estrechura apenas daba lugar á que uno tras otro pasásemos; el altor era menos, porque yendo á gatas metiendo las rodillas y brazos en el cieno hediondo, nOs era fuerza llevar por él arrastrando el rostro, peí^ de que en levantando un poco la cabeza tópate luego con las agudas espinas de los juncos. Afli^' cion grande pasé en este estrecho, sucio y espine?' so camino, de que salimos como suelen salir los js*^ bal íes del cieno, y yo saqué la cabeza lastimada d^ los juncos corriendo la sangre por el rostro, qu^ con lágrimas de sus ojos me limpió uno de mis? compañeros. Dábanse priesa á que caminase, te- niendo por sin duda que nos seguían los enemigos, pero iba yo tan cansado y atravesado el corazón DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JEQGS 127' las siete muertes de mis compañeros, y insti- go del deseo de imitarlos, que rogué á los que conmigo, que se fuesen y escapasen las vidas, que sus hijos tuviesen padres, y sus mujeres dos, y no quedasen con su muerte viudas y fanos; y ellos con un varonil ánimo dijeron, ni mujeres ni hijos estimaban, que más bien staba morir á mi lado en tan honrosa empre- ue vivir con infamia de haberme dejado entre Lies. i esto sin pensarnos vímonos sobre el rio por \p el dia antes habiamos subido, oímos ruido irnos, el cual juzgamos ser de los enemigos que íl rio andaban á buscarnos. Con este recelo nos mos al monte, pero pareciéndome que huíamos aber de qué, rogué á mis compañeros que me rasen allí, que queria reconocer quiénes eran, e si fuesen enemigos se escapasen ellos. No vi- >n en eso, y así nos volvimos al rio, descubri-
dos indios en una canoa y que eran amigos,
os caciques de aquel pueblo de donde habia-
salido el dia antes. Pregúnteles (bien maravi-
)) la causa de su venida, respondieron que ha-
sabido el suceso, y que venian en mi busca.
dé atónito, vi una providencia divina bien pal-
e, porque el camino hasta allí era de ocho ho-
:on voga continua, y de mozos, que para una
arcacion son menester ocho ó diez, y estos dos
>s que cada uno tenia más de ochenta años, en
. y media habian hecho aquel largo camino.
>arcámonos y llegamos al pueblo donde se re-
i mi pena, porque salieron todos niños y mu-
i á recibirnos llorando á voces nuestros traba-

«8

CONQUISTA ESPIRITUAL

¡os. Quedé sin ornamento, porque aquellos bárba-
ros me le quitaron, del cual hicieron presente á un
gran mago que tenian, á quien todos reconocian
vasallaje. Hicieron pedazos la patena para colgar
los pedazos al cuello, quitáronme una hamaca y
una frazada que era todo mi ajuar, quedando sola-
mente con lo que tenia vestido, sirviéndome el
fuego de frazada contra el frió, que era muy grande
en las rigurosas noches del invierno.
XXXI
Entrada segunda que hice á esta provincia.
Pretendía con tan adverso suceso arredrarnos el
demonio de tan importante empresa, pero la codi-
cia de ganar tantas almas para el cielo hacia olvi-
dar estos trabajos. Volvíme á preparar para hacer
otro acometimiento á aquel alcázar tan pertrecha-
do de ardides de demonios, y fortificado con tat*
tos ministros suyos. No hallé desanimados á los i*
dios, que aunque la muerte de aquellos siete h^1*
manos suyos y compañeros mios podia acobard-^’
los; pero el haberlos dado á entender cuan glof^0″
sa acción habia sido la suya y el premio que estC^
raba tenian ya en el cielo, por haber con su san^”
firmado la fe que poco ha habian recibido, les ca
só nuevo ánimo. ^
Sucedió por aquellos dias, que á las nueve de
noche en lo más oscuro de ella, oimos por una-^
muy altas quebradas de montes, entre cuyos seno-*-”
corría un caudaloso y en partes arrebatado rio, urí^
¡ay! tan dolorido y tierno, tan penetrante y repetido^

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 12Q

que nos causó á todos gran novedad, porque ni el
ruido bien grande del río ni la longitud bien gran-
de de donde empezó este quejido disminuía un
punto de aquella sonora y lastimera voz. £1 primer
juicio que hice, fué que era alguna alma que en el
purgatorio era atormentada fuertemente. Salí á la
plazuela del pueblo, donde ya la aguardaban mu-
chos, porque según de la voz se colegia, por minu-
tos se iba acercando al pueblo. Como un rayo pasó
por medio de nosotros en forma visible de un bul-
to, á modo de nube blanca y de altor de un hom-
bre, y entrando en la iglesia á pocos pasos de la
entrada desapareció; díjele algunos responsos y el
dia siguiente la Misa. Quedaron todos los indios
espantados de haber visto tan claramente cosa de
la otra vida, diciendo todos que seria el alma de al-
guno de mis compañeros.
Todo mi deseo era ver el gran cacique Tayaoba,
porque juzgué que, aquel ganado, tendría á los de-
mas de mi bando. Quiso el Señor que mi deseo se
cumpliese. La curiosidad de verme trajo á aquel
pueblo un gran cacique, llevando consigo su mu-
jer y dos hijos suyos (señal cierta de amistad) nun-
ca apartaba de mi sus ojos, lo cual extrañé mucho,
pero sacóme presto de duda diciéndome: Padre, no
te espantes que con todo cuidado te mire, porque á eso
me trae mi deseo, para ver por mis ojos si es verdad
lo que los magos nos predican de vosotros, dicen que
sois diversos de los hombres, que sois monstruos, y que
tenéis cuernos en la cabeza, y que es vuestra fiereza
tanta, que vuestro común sustento es carne humana, y
que vuestro modo de procederes intratable; este engaño
me ha traído y este es el que ha retardado al Ta-

9

130 CONQUISTA ESPIRITUAL

yaoba venir á verte, pero yo iré en breve y te le traen
sin falta. Cumpliólo en breves dias, vino el buen
viejo á verme con su mujer y cuatro hijos, dejandc
en sus tierras otros veinte; recibílos con muchs
honra acariciando mucho á sus hijuelos, cosa que
estima mucho aquella gente; díles de mi pobreza
las niñerías que tuve, y á la demás gente que le
acompañaba. Corrió la voz por todos nuestros pue
blos de la venida del Tayaoba, y á porfía ibar
de 30 y 40 leguas á verlo, maravillándose de ver ur
hombre tan famoso. Traté luego de entrar á si
tierra, cuya nueva le dio mucho contento; pareció
nos dejar el viaje del rio y así salimos por tierra
caminamos tres dias y dimos en un algo extendidc
campo, porque el camino todo hasta allí habia sidc
de monte y muy espeso. Parecióme y á los indios
también, que era á propósito para fundar un buen
pueblo; levantamos luego una hermosa cruz, que
todos adoramos; mi casa fué la sombra de un ár-
bol, y en él tenia una imagen de la Concepción de
la Virgen, de media vara, mis armas una cruz que
continuamente traia en las manos. Acudió mucha
gente á verme, y de aquellos que atrás dije que me
habian querido matar acudieron muchos, y como
vieron que no tenia deíensa, porque solos 30 in-
dios me acompañaban, si bien el Tayaoba habia
enviado á llamar su gente, previniéndose de lo que
sucedió. Trataron los hechiceros de matarme, y
con toda brevedad antes que el Tayaoba juntase
su gente acudió tanta de los enemigos á aquel
campo toda aquella noche, que por mayor se-
rian 3.000 indios. Tratamos nosotros de hacer un
palenque para defendernos, pero ni la oscuridad

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 131

Xa noche daba lugar, ni el número tan poco de
gerxt:^ podía hacer nada. Era ya pasada la media no-
c**e, y según su costumbre, al romper del dia ha-
bian de acometernos. Aconsejáronme los indios
ios por el bautismo. Lo mismo dijeron los
gentiles que allí habia, á los cuales habia ya dado
noticia de estos divinos misterios, y eran catecú-
menos; bautícelos, y el Tayaoba se llamó Nicolás.
apenas hube salido del árbol, acompañado de
tres indios y de un niño que me ayudaba á Misa,
cl*9.iiclo con todo silencio acometió por un lado una
k^Pa. de gentiles á mi alojamiento. Sentimos el
^do, y aguijando el paso nos metimos en un bos-
^*1^- Con la oscuridad de la noche y con la prisa
^1*^ tuvimos en salir, se quedó la santa imagen.
bordóse mi sacristán de su olvido, y sin decirme

^^a, vuelve al puesto á recobrar su imagen. Reco-
ja ^enle los enemigos que ya habian despedazado
a ****ágen. Atáronlo y lleváronlo á su pueblo. Al
atíc^ajQecer se trabó una breve pelea por ser los
^^^stros tan pocos, los cuales mataron algunos de
?^ enemigos, que por ser muchos hacian presa las
tt^^has, saliendo los nuestros sin lesión alguna.
iiabia un cacique de los contrarios ofrecido á
mancebas que por despojos de la guerra les
“ovaría muy buen pedazo de mi cuerpo para el
envite de la victoria. Este tenia en su mismo pue-

132

CONQUISTA ESPIRITUAL

blo un enemigo, y vino con él para en esta ocaj
sion matarlo, y así lo hizo, porque poniéndose a
su lado, al primer acometimiento á traición le atra-
vesó con una saeta.
Caminamos aquel dia mis compañeros y yo poi
la espesura de aquel cerrado bosque. Yo, no libre
de cuidados, tormentos y penas de ver que así ven-
cía Satanás, oponiéndose al Evangelio, iba revol-
viendo en mí muy varias cosas. La que más me
atormentaba era que parece quedaba la puerta
bien cerrada al santo Evangelio en toda aquella
tan larga provincia. Llegamos bien cansados á las
cuatro de la tarde á un arroyuelo donde hicimos
alto á descansar aquella noche, no llevábamos cosa
ninguna con que poder entretener la naturaleza,
porque todos íbamos ayunos desde el antecedente
dia. Tampoco habia con que sacar fuego. Sacólo la
necesidad é industria, porque uno de mis compa-
ñeros con dos palillos sacó mego; los otros se fue-
ron por aquel monte, y al cabo de muy poco vol-
vieron con la comida. Traían un buen envoltorio de
hongos en unas grandes hojas, y juntamente traía
unas raíces de árboles bien grandes, que parecían
en el color y hechura á nabos, el otro trajo un
grande manojo de ramones de árboles. Los hongos
envueltos en hojas los metieron en el rescoldo, y
allí se cocieron, las hojas de árboles las tostaron en
su misma rama á la llama del mego. Guisada ya la
comida pusiéronme la mesa y fué de unas hojas
que en Tierra Firme llaman bihao, y son muy gran-
des, allí pusieron las hojas y los hongos. Estuve un
rato mirando mi comida, y enternecido en verla
hasta que mis compañeros me rogaron que comie-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 133

se. El que no ha gustado del manjar de trabajos por
la conversión de gentiles, no puede percibir el gus-
to de estas yerbas. Probé los hongos, pero resistie-
ron con su dureza, comí de las hojas cuyo sabor
sin encarecimiento eran de sardinas saladas, trajé-
ronme por postre aquellas raíces crudas cuyo sa-
bor era como de raíz de palo, aunque era muy tier-
na. Faltaba para beber un vaso de que proveyó la
industria. Tomó un indio una hoja de aquellas gran-
des, y haciendo una leartaz preso con una espina
lo llenó de agua y me lo puso en las manos, acabé
con hacer gracias al Señor tan suave comida, que
realmente lo fué, y mucho para el alma; esta ac-
ción me fué de ensayo á perder el temor á la ham-
bre y trabajos, sin que jamás en otras semejantes
ocasiones me diesen cuidado alguno, sólo me le
daba el procurar no disminuir la confianza que se
debe tener en la omnipotencia divina.
XXXII
Entrada que hicieron unos españoles á un pueblo
pequeño de infieles, y lo que les sucedió.
Súpose en un pueblo de españoles llamado Villa
Rica, que dos veces me habian rechazado los in-
dios de la provincia de Tayaoba, y juzgando por
poderosas sus armas para vengar tal desacato, y
de camino salir cargados de indias y de mucha-
chos para su servicio, que es el común interés de
estas entradas, se apercibieron para la jornada.
Bajé á esta villa compadecido de su poco poder,
para que no intentasen. Propúseles la multitud que

134

habia de gente, el riesgo de muchos pasos peligro-
sos, y viendo que persistían en su intento, jurídica-
mente pedí á las justicias que no entrasen, porque
tenia por cierto que ninguno saldría con vida. Su-
bieron 70 españoles con 500 indios amigos, juzgué
por necesario ir yo con ellos hasta cierto paraje
para defender de sus manos una partida de gente
que se me habia entregado, y por cuyo medio pen-
saba yo conquistar lo demás. Estaban ya de paz, y
sin duda la darían á los españoles, y ellos los cauti-
varían y llevarían presos, y aun para justificar su
negocio ahorcarían algunos. No salió vano mi dis-
curso, como probó el suceso.
Fuimos á este viaje el P. Diego de Salazar y yo,
llegaron los soldados á un pueblecillo de hasta
ocho pequeñas casas de gentiles, donde habia mu-
chos de los que me habian querido matar segunda
vez, y me habian cautivado el niño que me ayuda-
ba á Misa Luego que los enemigos nos sintieron,
saliendo como leones derribaron con sus saetas
cuatro indios amigos, y como sintieron escopetas
se retiraron al bosque. Con los gritos que los heri-
dos daban, flechería que los enemigos nos tiraban,
crecia el temor de manera que algunos españoles
pusieron en plática el volverse, consejo mal pensa-
do, porque les saldrían los indios á los malos pa-
sos, y allí con facilidad los consumirían. Mudaron
de parecer, hicieron luego un palenque, no ya para
vencer á los indios, sino para no ser vencidos de
ellos. Nuestros indios amigos hallaron unas grandes
ollas de carne cocida con maíz, de que me trajeron
un plato, rogándome que comiese. Comí de ello
juzgando ser aquella carne de caza, pero á poco

DK LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 135

rato sacaron la cabeza, y los pies y manos cocidas
^e 3.cjuel niño que me cogieron. Averiguóse ser él
co^ vinos mozos que de los enemigos cogimos, los
CUä1^S dijeron, cómo el dia antes lo habian muerto
COx* la solemnidad acostumbrada, de que dije algo
H>an los enemigos avisándose y haciendo gran-
des juntas, acometían á nuestro palenque hacién-
donos mucho daño con sus saetas, derribando in-
dios y españoles, que aunque no de peligro queda-
ba** impedidos para tomar armas. Murieron á es-
copetazos muchos bárbaros. Continuábase esta
^^rra, porque nuestros indios desde el fuerte les
nx*^t>an muchas saetas: nos volvian con mucho
da.n0 nuestro. Tratamos mi compañero y yo de po-
ne*~ fina esta guerra ordenando á nuestros indios
act*igos que no despidiesen saetas, antes recogie-
las del enemigo, el cual viéndose desarmado
n°s dejaría libre el paso para volvernos, que ya no
Pr^tendian los españoles otro despojo. Dímosles
P**-**te de nuestro intento, y mal considerados lo re-
ctx^zaron, alegando que con las saetas que echába-
^Sal enemigo, lo arredrábamos á que no se acer-
c^-^e al fuerte, razón sin fundamento, pues eso lo
^•^ian ellos mejor con sus escopetas.
-Al quinto dia de nuestra llegada se juntarían
c°*tto 4.000 indios escogidos todos. Entraron los es-
P^-tloles en consejo, y viéndose ya en el último dia
su vida acordaron que en entrando el palenque
e^ enemigo, se hiciesen ellos una muela, y que de
^te modo se defendiesen hasta que acabada la inu-
nción (que ya era muy poca) acudiesen á las espa-
das, que ya si aquí llegaran, fuera el último remate

136 CONQUISTA ESPIRITUAL

de sus vidas. Los indios amigos viendo en tan arris-
cado punto este negocio, me dijeron: Razón sereZ ,
que pues avisaste á aquestos Jwmbres de todo este peli-
gro,y por su gusto han querido empeñarse en él, qu^
nosotros cuidemos de nuestras vidas y de secreto nos
vamos y escapemos por estos bosques, quédense ellos,
pues instaron tanto en venir á su perdición. Respondí-
Íes que no seria acción honrosa dejar los españoles
en tan maniñesto peligro, que peleásemos y cuan-
do ya llegásemos al último trance, la misma ocasión
nos daría algún remedio, pues estábamos ya he-
chos á escapar por los montes, y que esperaba en
Dios habíamos todos de quedar con vida, Ordené-
Íes que no tirasen ñecha al enemigo, que aunque
no asentían á este parecer los españoles, lo juzga-
mos nosotros por único remedio y fin de aquella
guerra.
Trabóse luego una reñida batalla; los españoles
peleaban ya por la vida puestos en sus troneras,
nosotros retiramos los indios á la plaza de armas,
los enemigos la cubrieron en un instante de fle-
chas clavadas en el suelo, las cuales fueron los
nuestros recogiendo. Segunda y tercera vez hicie-
ron lo mismo, sin que los nuestros despidiesen
saeta, cesaron las flautas y atambores y gritería del
enemigo, confuso de verse desarmado. Los españo-
les confusos de esta novedad ignoraban la causa,
hasta que sabida y viendo que los enemigos á tro-
pas se despedían para volverse á sus tierras, dimos
las gracias al autor de todo.
Los españoles cantando ventura y no victoria
trataron luego de volverse á sus casas. Habian acu-
dido á nosotros gran parte de los indios, por cuya

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 137

sa habíamos seguido aquel viaje para librarlos
ms manos. Estos indios no quisieron volver á
tierras, recelosos de que los indios enemigos los
tasen. Salimos todos huyendo del peligro. Los
afíoles juzgando por caso de deshonra volver á
casas cargados de heridas y huyendo y sin nin-
ía presa, pusieron la mira en hacerla en aquellas
ejuelas, que fiadas de nosotros nos seguian. Tra-
1 de hacer proceso cómo aquellos indios me ha-
m querido matar dos voces, y convenia pro-
ier á castigo, hízose así, y dan sentencia que
s de ellos que eran los caciques sean ahorcados.
.ve aviso de esto, avisé de esta determinación á
caciques, dándoles por consejo que se trasmon-
en por aquellas sierras con toda su gente, y que
ahí á ocho dias volviesen á aquel puesto don-
me hallarían y trataríamos del buen asiento de
; casas.
\. media noche con todo silencio salió aquella
bre gente, huyendo de la justicia que debia am-
:arla y favorecerla. Amaneció, y el capitán espa-
l envió sus alguaciles á efectuar la prisión de
la aquella gente. Halláronse burlados, hicieron
mdes diligencias para saber quién ó cómo los
bia sacado. Nada se supo, hasta que el mismo ca-
an acudió á mí y me preguntó si los habia visto.
¡ele que sí, y que la noche antes les habia acon-
ado se fuesen por los bosques á buscar sitios
ra sus rozas y sementeras. Confuso el hombre
bien triste respondió. A buen santo se han enco-
ndado. Partiéronse de allí los españoles por no
rse muy seguros de los enemigos. Mi compafie-
y yo nos quedamos, acudieron los ahuyentados

CONQUISTA ESPIRITUAL

indios, y señalándoles sitios hicieron sus casas y ro-
zas, bautizáronse todos y viven hoy algunos de
ellos como muy buenos cristianos»
XXXIII
Procura la Compañía volver tercera vez á aquella
conquista.
Sin duda quedaron ufanos los demonios en aquel
alcázar señores absolutos de inmensidad de almas,
victoriosos con haber desterrado dos veces el sa-
cro Evangelio. No desesperé yo de la victoria. L< * consejos que me daban que desistiese de aquella empresa absolutamente imposible me encendían * mayor ánimo á su conquista. Las cartas que ami- gos me escribian, que dejados aquellos tan repeti- dos peligros, me retirase al descanso y conserva- ción de mi vida, me impelían á arriscarla. Invo- qué el auxilio de los siete Arcángeles, príncipes de la milicia celeste, á cuyo valor dediqué la primera población que hiciese. Tenia yo una imagen de pincel de vara y media de alto de aquestos prínev pes, púsela en su marco y llevándola en procesión aquellos tres dias que dije habia andado hasta aquel campo de donde me echaron y cautivaron el niño, acompañado de solos 30 indios, para que 1* victoria de tan infernales bestias se atribuyese so* lamente á Dios, llegamos con esta procesión á vis- ta de aquel campo. No divisé mi cruz que habia levantado, cuya altura hermoseaba aquellos campos, hállela vuel- ta en ceniza por aquellos bárbaros; en su lugar )S RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 139 y allí con toda brevedad hicimos una ida y una iglesia pequeña en que cada isa, allí nos metimos á esperar la fa- llos tigres. Juzgaron todos por la ex- encia que tenia yo mucha gente en , acudieron á ver mis pertrechos, pero a gente en la puerta del fuerte no con- ntrasen dentro. Faltónos la comida y nté por muchos dias con tallos de ar- stres, hojas de árboles tostadas, raíces lvestres. Cada dia tenia nuevas de jun- ;ra mí se hacian. El que más ardia en o de comerme era un mago llamado ú cual se hizo llamar Dios, y con sus habia apoderado de aquella gente. Su lario era carne humana, y cuando fa- ina casa ó hacia alguna obra, para re- )breros hacia traer el más gord ) indio iccion y de aqueste pobre hacían su con- ue me venian á ver, después de dádo- lel fin de mi venida, les daba algunos agujas y alfileres, que aunque por acá . estima, allá lo son de muy grande; fue- lo amor á mis palabras, ayudábanme ieros con las suyas hablando bien á los cuales informados bien de mis inten- á tropas cada dia, llevando sus muje- s, sus enfermos, sus bienes y hacendue- sus estancias, sus chácaras y sus tier- íabian nacido, para poblar aquel pues- §1 la divina palabra. Allí se redujeron los que la primera vez me quisieron taron los siete indios, que ya dije, aquel 140 CONQUISTA ESPIRITUAL sitio poblaron los que la segunda vez me desterra- ron y me mataron el niño que me ayudaba á Misa, allí mostraron su sentimiento de los agravios que me habian hecho, allí confesaban su culpa laván- dola con el Sacramento del Bautismo que les di Juntáronse en aquel campo al pié de 1.500 familias, el número de infantes que se bautizaron fué muy grande, llevándose el cielo las primicias de muchos que recien lavados volaron al cielo. XXXIV Cómo fueron desamparando á aquel gran mago lla- mado Guiraberayy él se rindió también d la verdad. Viendo aquel gran mago llamado Guirabera que no eran bastantes sus mentiras y fabulosos sucesos que para conciliar su crédito contaba, para detener la gente que á porfía no acudiese á oir la divina palabra, se determinó de visitarnos. Señalárnosle un pueblo nuestro donde nos juntamos tres sacer- dotes, avisárnosle que allí con toda seguridad po* dia vernos. Vino acompañado de 300 indios armar dos de arcos y saetas, delante de él iba un cacique muy principal que llevaba una espada desnuda y levantada en la mano, tras él una tropa de mance- bas suyas muy bien aderezadas llevaban en sus manos algunos instrumentos de vasos y otras cosas de su uso, iba él en medio de todo este acompa- ñamiento muy bien vestido. Continuamente iba echando bendiciones al modo obispal, que aun esto le industrió el demonio, iba su gente arrojan- do por tierra muchos paños para que no tocasen DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 141 s pies al suelo, y muchos se quitaban las vestidu- s que traían vestidas, y se las ponían á los pies «1 pertinaz cuidado y diligencia. No quiso entrar i nuestra casa, y según se juzgó fué del recelo que nia d£ nosotros no le matásemos para comerlo. dimos á la puerta, y allí le pusieron un banco muy lomado de ropas varias y á los pies lo mismo, y >sotros sentados en tres sillas oímos su arenga
mío de hombre que por la elocuencia se habia
itronizado tanto. Díjonos el agrado que habia te-
do en vernos, porque deseaba le tuviésemos por
nigo y otras cosas muy bien dichas. Respondímos-
brevemente y que despacio le hablaríamos.
Regalárnosle lo que nuestra pobreza sufría. El dia
guíente más asegurado nos fué á ver, y entró en
íestra casa donde delante de muchos de los su-
te le di á entender que habia un sólo Criador, y
le todos éramos hechura suya y él daba los tiern-
as como le placía, criaba hombres de nuevo y
msaba la muerte á otros, sin que á la muerte fue-
n de reparo nuestras diligencias. Díjele cuan
ibo era él, pues siendo indio como los demás y
re bebía y comía y tenia las necesidades de las
istias, de comer, dormir y otras tan comunes, ol-
dándose de sí mismo y de su Criador se intitula-
1 Dios, que se reconociese por hombre, y aun me-
)s, pues tenia menos juicio que todos en fingir ta-
s locuras. Mostró oírme bien, y negando todo lo
le de él la fama habia predicado, convidónos á
íe fuésemos á su pueblo, donde deseaba reda-
rnos.
De ahí á algunos dias el P. Simón Maseta y yo
>s pusimos en camino. Recibiónos el indio con

142 CONQUISTA ESPIRITUAL

buen semblante, enarboiamos luego el estandart
de la cruz en medio de aquella leonera, porque ti
das aquellas sierras y quebradas eran habitada
por magos y hechiceros. Fundamos allí una pobl
cion de 2.000 vecinos y de leoneras de fieras, doi
de nunca se habia visto sino borracheras, deshi
nestidades, enemistades, muertes, comerse unos
otros, como acaudillados del demonio, de cuya 0
señanza procedían tales efectos, viviendo en ut
inquietud continua, ya hecha aquella tierra un F
raíso, se oía la divina palabra en la iglesia, en si
casas antes de dormir rezaban las oraciones ve
en cuello, y lo mismo hacian en despertando. E
lugar de aguzar huesos humanos para sus saeta
ya labraban cruces para traer al cuello, y co
porfía acudian á saber lo necesario para su bai
tismo.
Llegaron todas las poblaciones que en aquella
provincias hicimos á 13, en que todos los domii
gos se predicaba, y todos los dias del año se had
la doctrina; las confesiones eran muy frecuente
colocamos en algunas de las primeras el venerab
lísimo Sacramento del Altar. En estos pueblos don
de asistia este Señor no se sufrían atnancebamiei
tos ni otros vicios, comulgaba la gente de es»
pueblos cuatro veces al año con muy buena disp
sicion de confesión sacramental, disciplina QJ
ocho dias antes hacian, creciendo cada dia en
aprovechamiento de sus almas, y echando granó1
raíces en la fe, con que florecia toda aquella ct
tiandad. Celebrábase todos los domingos las Mi*
en canto de órgano, con muy buenos instrum*
tos; con que grandes provincias de gentiles que

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 143

fÍÄruos en fronteras nos deseaban para que entrá-
semos en sus tierras á enseñar á sus hijos.
Llegó el juicio final de aquellas reducciones y
^e las esperanzas que habia de hacer otras, por
yedio de los vecinos de San Pablo.

XXXV
De la invasión hostil que los vecims de la villa de
San Pablo hicieron d estas reducciones.
La villa de San Pablo está fundada al Sur (i) lugar
el más metido la tierra adentro de toda aquella
i costa; dista del mar 16 leguas, está fortificada con
|: una altísima sierra que llaman Panamá Piacaba,
[ que quiere decir lugar de donde se ve el mar; es
[ ton empinada aquella sierra, que cuatro hombres
t impedirían el paso á grandes ejércitos. Otro cami-
\ no puede haber muy fácil para esta villa por camino
I Baño desde el rio Ginero (2) abriendo un pedazo
‘ de monte, que repugnan mucho los de San Pablo;
* tierra muy fértil, dase trigo, maíz y vino, carnes
de vaca y puerco, y esto se beneficia, y lleva á
tender por la costa acuestas de indios y de indias,
Que como muías los cargan, aunque tengan hijos
[ que criar. Los moradores de aquella villa son cas-
milanos, portugueses y italianos y de otras nacio-
nes, que el deseo de vivir con libertad y desahogo,
(x) Sin duda quiere decir el P. Montoya, que está fundada en la
***te meridional del Brasil, al Sur de las principales poblaciones de
Mpel país, pues en efecto esta ciudad, que hoy es capital de la pro-
**cia de su nombre está situada hacia los 23 grados de latitud aus-
***1.(N. del E.)
(») Rio Janeiro.

144

CONQUISTA ESPIRITUAL

y sin apremio de justicia los ha allí agregada Stt
instituto es destruir el género humano, matando
hombres, si por huir la miserable esclavitud en que
los ponen, se les huyen.
Dos y tres años están en esta caza de hombrdt^
como si fueran bestias, y tal vez han estado diez j
doce años, y volviendo á sus casas hallaron hijos
nuevos, de los que teniéndolos ya á ellos por muer-
tos, se habian casado con sus mujeres, llevando
también ellos los hijos que habian engendrado en
los montes. Y porque de este punto habré de decir
en otra parte, basta dar esta nueva noticia. Entró
esta gente peores que alarbes (i) por nuestras reduc-
ciones, cautivando, matando y despojando altares.
Acudimos tres Padres á sus aduares y alojamientos
donde tenian ya cautiva mucha gente, pedírnosles
nos diesen los que nos habian cautivado, y tenian
muchos en cadenas. Al punto como locos frenéti-
cos dieron voces diciendo, préndanlos, préndan-
los, que son traidores estos, y juntamente dispara-
ron algunos arcabuzazos, con que hirieron ocho ó
nueve indios que nos acompañaban. Uno quedó
luego allí muerto de un balazo que le dieron en un
muslo; el P. Cristóbal de Mendoza salió herido de
un flechazo. Tuvieron al P. José Domenech preso,
diciéndonos palabras como al fin salidas de sus sa-
crilegas bocas, que no éramos sacerdotes, sino de-
monios, herejes, enemigos de Dios, y que predicá-

(i) No sabemos que nadie haya dado este nombre de mlmries á los
habitantes de San Pablo. Es muy común en otras historial llamarle*
mamelucos, apodo que los postugueses pusieron á los mestizos del Bra-
sil Esta primera invasión de que habla aqui el P. Montoya, te verifi-
có el año 1628. (N. del E.)

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 14?

|>amos mentiras á los indios. Apuntóme uno de
fellos con su escopeta ai pecho, abrí la ropa para
que sin ninguna resistencia entrase la pelota.
Poco después entraron á son de caja y orden de
milicia en las dos reducciones de San Antonio y San
Miguel destrozando indios á machetazos. Acudie-
ron los pobres indios á guarecerse en la iglesia,
en donde (como en el matadero vacas) los mata-
ban, hicieron despojo de las pobres alhajas de la
iglesia, derramando los óleos por los suelos (i). Y si
como los Padres desearon salir con el Santísimo
Sacramento en las manos, para que con su presen-
cia reprimiese aquellas fieras bestias, no tomaran
por más advertido consejo no hacerlo, hubiéramos
visto un escandalosísimo acto de aquellos perdi-
dos hombres. Y no sólo en esta, pero en otras re-
ducciones me pidieron los Padres, que sacásemos
este Señor con toda reverencia, y lo tuviésemos á
la entrada de la iglesia para impedirles el paso.
¿Quieren por ventura (dije) que estos furejes cojan el
Santísimo Sacramento y en nuestros ojos lo arrojen en
el sueloy y lo pisen y quemen? y así fué necesario con-
sumirlo y desterrarlo del altar donde era venerado
de gente que ayer era pagana y infiel. Entráronse
en un aposento de un Padre, prometiéndose un
gran tesoro, hallaron dos camillas hechas pedazos
y una sotana de algodón muy vieja, y en lugar de
edificarse de la pobreza de aquellos apostólicos va-
rones, haciendo banderas de ellas las mostraron á
los indios, diciéndoles: «Mirad los pobretones que

(x) Consta y mucho más de informaciones auténticas que se han
presentado. Nota marginal del P. Montoya.

10

I46 CONQUISTA ESPIRITUAL

tenéis en vuestras tierras, que por no tener que co-.
mer en sus tierras, vienen com embustes á las vues-
tras á engañaros; mirad qué camisas tienen, nos-
otros sí andamos bien vestidos y tenemos muchas
cosas que daros. No os conviene tener en vuestras
tierras á estos pobretones, y así venimos á echar-
los de toda esta región, porque esta tierra es nues-
tra y no del rey de España.» Mientras este predica-
ba andaban los otros matando.
Favorecióse un indio del P. Simón, huyendo de
la muerte que uno de estos ladrones le quería dar,
y estando abrazado del Padre, lo mató con un ba-
lazo sin confesión, y con no poco peligro de matar
al Padre, y sin respeto de sus venerables canas, el
cual le reprendió, prometiéndole la paga en el in-
fierno. «Yo (respondió el malhechor) me he de sal-
var á pesar de Dios, porque para salvarse el hom-
bre no ha menester más que creer.» Este sabe ya
por experiencia la falsedad de su doctrina, porque
le mataron de tres balazos sin confesión, y tras el
alma desapareció el cuerpo, que no se halló en la
sepultura, donde con duda si la merecía, fué en-
terrado
No quiero olvidar un gracioso modo que tienen
de gobierno en estos hostiles actos y invasiones;
llevando consigo unos lobos vestidos de pieles de
ovejas, unos hipocritones, los cuales tienen por
oficio mientras los demás andan robando y des-
pojando las iglesias, y atando indios, matando y
despedazando niños, ellos mostrando largos rosa-
rios que traen al cuello, lléganse á los Padres, pi-
denles confesión y tratan de la oración y recogi-
miento, y si en aquellas parroquias se administran

DE L04 RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 147

los Sacramentos, tratan del bien grande que hay
en servir á Dios, y mientras están hablando de es-
tas cosas, van pasando las cuentas del Rosario muy
aprisa.
Juntaron estos hombres infinita gente de nues-
tras aldeas y de otras partes de gentiles que te-
níamos apalabrados para reducir; dióles peste, de
que murieron muchos sin bautismo y los cristianos
sin confesión, tratamos de ir á bautizarlos y confe-
sarlos, y yo me ofrecí á ello, pero no quisieron con-
sentirlo. Supimos que se iban ya, y que querían
quemar los enfermos é impedidos, envié al P. Cris-
tóbal de Mendoza á que les rogase nos los dejasen
bautizar antes ó los dejasen vivos. Respondieron
con acostumbradas astucias diciendo que nos avi-
sarían, pero saliendo de aquel puesto, que es como
un corralazo mayor que esta plaza de Madrid, pe-
garon fuego á las chozas, que todas son pajizas,
donde quemaron con inhumanidad de bestias mu-
chísima gente.
Fueron tras estos alarbes el P. Simón Maseta y
P. Justo Mansilla, acompañando á sus feligreses
que sin dejar uno se los llevaron todos. Llevaban
los Padres cinco indios que les llevaban dos hama-
cas en que dormian, y con su inhumanidad acos-
tumbrada se los quitaron, obligando á los Padres
á que las llevasen acuestas. Hicieron en el camino
obras de mucha caridad, porque quedándose atrás,
en las dormidas y alojamientos hallaban enfermos
que bautizar, que confesar, en que hicieron obras
de apostólicos varones. Los muertos que quedaban
por los caminos no era posible enterrar. Habiendo
caminado casi 300 leguas á pié llegaron á la villa

148

CONQUISTA ESPIRITUAL

de San Pablo, pidieron su justicia en varias partes,
pero es cosa de cuento tratar del nombre de justi-
cia. Trampeáronlo todo las justicias, y ya desespe-
rados del remedio se volvieron los Padres por el
mismo camino, silbándoles y burlándose de ellos,
y la misma justicia de San Pablo, salió á ellos y sus
moradores llamándoles perros, herejes, infames,
atrevidos en volver á su tierra, y porque no se fue-
se todo en palabras, pusieron manos violentas en
el P. Simón Maseta sin respeto de su edad y vene-
rables canas. Clamaba el pueblo diciendo, prendan
á estos perros. Y yendo los dichos dos religiosos
á acojerse al colegio que allí hay de la Compañía,
anticipándose algunos seculares, les cerraron las
puertas con ruido y vocería extraña, lleváronlos
presos con orden de los jueces, que allá llaman cá-
mara, á una casa de un seglar donde estuvieron
presos con guardas con notable desacato de la dig-
nidad sacerdotal, esperando los Padres otras ma-
yores afrentas por Dios y por sus ovejas. Algunos
Padres de aquella costa del Brasil que fueron pre-
sos de holandeses, espantados de estas demasías de
los de San Pablo, confiesan que desacato ninguno
usaron con ellos sino mucha cortesía y humanidad
los holandeses, y tal vez de regalo, con ser herejes
y tan enemigos de la Compañía.
XXXVI
Prosigue la misma invasión por los de San Pablo.
Fué creciendo la libertad de aquestos de San
Pablo por la falta que hubo de castigo, que desde
el año de 1628 hasta estos tiempos no han cesado

DE L08 RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 149

de debelar cristianos, cautivarlos y venderlos. En-
traron con mano hostil en la reducción de San Fran-
cisco Javier, pueblo de mucha vecindad, donde ha-
bia mucho tiempo que estaba colocado el Santí-
simo Sacramento. Los vecinos bien informados de
las crueldades de estos alarbes muchos se metieron
por los bosques con sus mujeres é hijos de donde
salian á sus mismos sembrados á buscar su comi-
da, pero allí topaban con sus enemigos que los
prendían, y atormentaban para que declarasen á
dónde habian dejado su chusma, en busca de la
cual iban y la llevaban á su palenque. Y en estas
ocasiones no hay que hacerles resistencia, porque
con un alfange les derriban la cabeza ó los abren
por medio, con que amedrentan á los demás. Du-
damos si saldríamos con el Santísimo en las ma-
nos á atajar á estos enemigos del género humano,
pero tuvimos por más acertado consejo consu-
mirlo.
Con la poca gente con que nos hallábamos hici-
mos una palizada pequeña, porque no nos cogie-
sen descuidados. A la una del dia con bárbaro es-
trépito por un montecillo se metieron en nuestro
patio, salimos al ruido, amparamos la gente en unos
aposentos, y mientras los demás arrebataban lo
que veian, un beatón de aquellos que atrás dije se
puso muy despacio á tratar con un Padre de co-
sas muy espirituales, de la confesión y de las dife-
rencias y grados que hay en oración. Tenia su es-
cupil (arma muy usada por aquellas tierras, que es
al modo de dalmática hasta los pies, de lienzo de al-
godón colchado, y es fuerte) tenia su escopeta al
hombro y su espada ceñida, y el rosario muy largo

CONQUISTA ESPIRITUAL

en las manos, y ¿agiendo que rezaba, iba pasando
cuentas á gran priesa, y reparamos después que
sin duda contaba los cautivos que llevaban por
¿justar su parte, sobre que suele haber entre ellos
pesadas pesadumbres. Muy poca presa hicieron en
esta ocasión por la buena diligencia de los Padres.
Asió uno de aquestos á una mujer por los cabellos,
ella se defendía varonilmente, si bien estaba em-
barazada con un hijo suyo de seis meses, no pu-
diendo el traidor rendirla, arrebatóle el niño de los
pechos y llevóselo. Aun no comía el niño; fué un
Padre á pedírselo para que no se muriese de ham-
bre. £1 que lo tenia no queria darlo, pidiendo á la
madre por cautiva, la cual lamentaba el trabajo de
su hijuelo. Hasta bien tarde estuvo el Padre procu-
rando ablandar aquel corazón bestial de aquel tigre.
Iba saliendo de la palizada uno de aquestos, y
púsose despacio á pegar fuego á una casa pajiza
que estaba pegada á la iglesia. Así como empezó á
arder, empezó á dar voces, séanme testigos que los
Padres son incendiarios. Acudimos luego á apagar
el fuego por escapar la iglesia.
Toda la gente que de aquí escapamos la envia-
mos á Loreto y San Ignacio, pueblos que solos de
trece habian quedado.
XXXVII
Cómo los de San Pablo destruyeron una población de
españoles y muchos pueblos de indios que les servían.
Cebados aquestos lobos en los indios, trataron de
destruir los españoles. Tenia la Villa Rica 130 hom-
bres, tenia en su jurisdicción nueve pueblos de in-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 151

dios de que se servían. Los de San Pablo fueron
asolando los pueblos de indios, de los cuales mu-
chos se recogieron á la villa, á la cual también pu-
sieron cerco. Los españoles se acogieron á un cor-
ral bien capaz cercado de tapias, en donde se de-
fendían, pero perecían de hambre, porque como
señores del campo los de San Pablo defendían las
comidas. Muchos de los indios que estaban en el
fuerte se iban de secreto al enemigo sólo por co-
mer y aplaudir al que vence. Iba ya el negocio tan
delgado, que aun los mismos españoles trataban
de entregarse al enemigo. Su dicha fué que el Obis-
po descuidado de que sus ovejas se viesen en tal
aprieto iba á visitarlos, reconoció el daño que aque-
llos lobos causaban, armóse de sus vestiduras pon-
tificales, vistiéronse asimismo los clérigos que le
acompañaban de las sacerdotales vestiduras, y con
este género de armas se fueron hacia aquellos hom-
bres. Reconocido por ellos el Obispo, sin aguardar
á hablarle se alejaron un poco, con que tuvo lugar
aquel pueblo acorralado á respirar un poco y á tra-
tar de ponerse en cobro. Aderezaron sus embarca-
ciones y se desterraron más de 70 leguas de allí,
bajándose al pueblo de Maracayu, que como ya se
dijo es el seminario de la yerba, quedando aque-
llos enemigos de Dios señores de la tierra. Un ve-
cino de esta villa habiendo concertado con el ene-
migo de irse á San Pablo con su mujer y casa, lo
puso en ejecución, y subiendo por el Paraná arri-
ba y yendo ya al fin de su jornada, dio en una em-
boscada de indios de los de San Pablo los cuales
habituados á fiereza, á saetazos lo mataron y le qui-
taron la mujer y lo que llevaba.

152

CONQUISTA ESPIRITUAL

XXXVIII
Salida que hicieron los indios de Loreto y San Ignacio
de sus tierras huyendo del enemigo.
Habia el P. Francisco Vázquez Trujillo, Provin-
cial que entonces era, visitado por aquestos dias
toda aquella tierra. Hallóse en la destrucción de
San Javier, y con la noticia clara que tenia, nos
ordenó que muy de secreto dispusiésemos las co-
sas de manera, que cuando fuese necesario hacer
mudanza por causa del común enemigo, se hiciese
con seguridad y desahogo, encargándose de alcan-
zar de la real Audiencia de Chuquisaca licencia
para ella.
La centinela que comunmente teníamos, nos dio
aviso de la venida del enemigo, con que los indios
trataron de mudar y dejar sus tierras por escapar
las vidas y libertad. Ayudó mucho á esta mudanza
un requerimiento que la justicia de la ciudad de
Guaira nos habia hecho, pidiéndonos mudásemos
aquella gente, porque ellos por sus pocas fuerzas
no nos podian ayudar contra enemigo tan pujante.
Este requerimiento fué lleno de dolo y engaño,
porque pretendieron los españoles salimos al ca-
mino, y á fuer de los de San Pablo quitarnos las
ovejas y repartirlas entre sí. Así lo probó el suceso,
aunque no consiguieron su intento, y como ya los
indios se habian prevenido de cosas por haber de
ser la salida por el Paraná abajo, facilitóse mucho
la mudanza.
Ponia espanto ver por toda aquella playa ocu*

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 153

pados indios en hacer balsas, que son juntas dos
canoas ó dos maderos grandes, cavados á modo
de barco, y sobre ellos forman una casa bien
cubierta que resiste el agua y sol; andaba la gen-
te toda ocupada en bajar á la playa sus alhajas,
su matalotaje, sus avecillas y crianza. £1 ruido de
las herramientas, la priesa y confusión daban de-
mostraciones de acercarse ya el juicio. ¿Y quien lo
dudara, viendo seis ó siete sacerdotes que allí nos
hallamos consumir el Santísimo Sacramento, des-
colgar imágenes, consumir los óleos, recoger los
ornamentos, desenterrar tres cuerpos de misione-
ros insignes que allí sepultados descansaban, para
que los que en vida en nuestros trabajos nos fue-
ron compañeros, este último nos acompañaran
también, y no quedaran en aquellos desiertos, des-
amparar tan lindas y suntuosas iglesias que deja-
mos bien cerradas, porque no se volviesen en es-
condrijo de bestias? Fué tan horrendo y calamitoso
este espectáculo, que no con cometas dio el cielo
muestras de sentimiento, sino en el suelo, por me-
dio de una imagen de pincel de dos varas de alto
que estaba en una reducción del Paraná, que esta-
ba de estas que despoblamos más de cien leguas,
y adonde llevábamos puesta la mira del ñn de nues-
tro viaje, la cual imagen en el mismo tiempo que
desamparábamos los templos sudó gotas tan gran-
des y en tanta abundancia, que dos Padres no se
daban mane á recoger el sudor en algodones, ma-
ravillados de tan espantoso suceso, temiendo algún
grave trabajo y ignorantes del nuestro. Cogiónos la
nueva de este suceso en el mayor aprieto de esta
transmigración, y confieso que me fué de grande

CONQUISTA ESPIRITUAL

consuelo y alegría, viendo tan á los ojos que mos-
traba la Virgen sernos compañera en nuestros tra-
bajos y agonías. Fueron tales (de mí solo digo, que
las de mis compañeros fueron gravísimas) que sin
encarecimiento pensé tres veces que de dolor y
angustia me desamparaba el alma pero acogién-
dome al refugio de la oración me sentía seguro de
la muerte (i).
Dos ángeles hicieron igual sentimiento, porque
por sus ojos se vieron correr lágrimas como grue-
sas perlas, mostrando el sentimiento que el cielo y
los siete príncipes de los ángeles á quien atrás
dije habia dedicado la famosa reducción de Ta-
yaoba, hicieron viendo su reducción ya despobla-
da de que se tomó información jurídica por el
Obispo del Paraguay. Fabricáronse en muy breve
tiempo 700 valsas sin muchas canoas sueltas, en
que se embarcaron más de 12.000 almas, que solas
escaparon en este diluvio tan tempestuoso. Dos
dias solos habíamos caminado río abajo, cuando
nos alcanzaron unos indios que se habian dilatado
en su despacho, de los cuales supimos como aquel
tan pernicioso enemigo quedaba furioso viéndose
burlado, que á haberse dado un poco más de prie-
sa nos hubiera cogido sin duda y llevádose tan
buena presa. Llegaron al despoblado pueblo, em-
bisten con las puertas de los templos, y como ha-
llaron resistencia en abrirlas por estar bien atran-
cadas, hicieron pedazos las puertas, que su labor y
hermosura pudiera recelar su atrevida mano, ya

(1) Esta célebre transmigración que empieza á referir el P. Monto-
ya se veriñcó el año 1631.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 155

que no les moviera el saber que eran templos don-
de Dios habia sido tantos años reverenciado; en-
traron en aquellos templos con tropel y algazara,
embisten con los retablos, derriban sus columnas,
dan con ellas en tierra, y á pedazos las llevaron
para guisar sus comidas, acción que ellos mismos
confesaron á algunos religiosos, que después de
haber hecho esta bárbara acción les temblaban las
carnes de su atrevimiento. Alojáronse en las igle-
sias y en nuestras celdas, llenándolas de indias, lu-
gar que nunca jamás habian visto mujeres.
No quiero callar un riguroso examen que ellos
mismos han confesado hicieron de nuestras vidas,
y para cohechar testigos, se amancebaron con las
indias que de nuestras reducciones habian hurtado,
dándoles regalos y dádivas para que les descu-
briesen nuestra vida y costumbres, deseosos de
rastrear algo. Muchas diligencias hicieron también
con los varones y con los indios que más de cerca
nos asistían, haciendo de nuestras vidas un muy ri-
guroso examen con porfiadas preguntas. Pero ¿qué
hallaron? Con confusión y vergüenza han confesado
este atrevimiento y pudieran con edificación apro-
vecharse de la declaración de los testigos.
Mas ¿qué pudieron decir? La libertad (dijeron)
con que reprendimos siempre todo vicio, y princi-
palmente el de la deshonestidad. ¿Qué habian de de-
cir? Que jamás ni de dia ni de noche entró mujer en
nuestra celda, y dos que con lascivo intento las en-
traron á media noche, con ánimo de provocar á mal
á un Padre, que sólo en una reducción estaba dur-
miendo, á quien su Ángel de Guarda avisó en sue-
ños del veneno mortífero que la deshonestidad le

156 CONQUISTA ESPIRITUAL

preparaba, y levantándose bien despavorido, dio
voces llamando á unos indios que en otro aposento
dormían, y ritiéndoles por descuidados, sin ver
quién por el cerco entraba. Buscad (les dijo) que
dos han entrado, hallaron dos mujeres que al ruido
se habian escondido en el rincón de un aposento;
las cuales despedidas, con harta compunción se
confesaron el siguiente dia. ¿Qué habian de decir?
Que siendo solicitados de mujeres aun en parte sa-
cra, las dejaron bien arrepentidas, bien confesa-
das y con propósito de vivir bien, como lo hicie-
ron. Dirían que (como dijimos) les habian ofrecido
mujeres para su servicio de las cosas caseras, y
dada á entender á los gentiles la honestidad y re-
cato sacerdotal, las desecharon. £1 haberse susten-
tado tantos años, sin haber visto pan, vino, sal y
carne raras veces, gastar muy largas horas de la
noche en oración (de cuyos efectos es bien calle la
pluma, y de otras cosas que á los religiosos apos-
tólicos de aquella provincia pertenecen; porque mi
intento se endereza sólo á contar las de los indios)
efectos de tal predicación y de tal vida fueron la
multitud de mancebas que se quitaron, tanta mul-
titud de gentiles que dejando su gentilismo se
agregó al aprisco de la Iglesia, de que por los li-
bros solos que escapamos (que otros quemó aquel
tirano) se hallan hoy escritos 22.000 y más almas.
Esto fué lo que aquellos bien cohechados testigos
declararon.
Volvamos ahora á nuestra flota de balsas, que
iba caminando, al parecer segura de enemigos que
por detrás dejaba, cuando tuvimos aviso que los
españoles, vecinos de Guaira, nos aguardaban en un

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 157

estrecho y peligroso paso que hace el famoso salto
del Paraná, en cuya ribera habian fabricado una
fortaleza de palos para impedirnos el paso y cauti-
var la gente. La traza era que desde este fuerte, al
pasar las embarcaciones fuesen derribando los re-
meros y gente que podia defenderse, y debilitando
con esto aquella tropa, saliesen ellos á la presa.
Supe el caso, y dudoso que fuese así, dejando la
gente, me adelanté en una embarcación ligera. Ha-
llé ser verdad, entré en aquel palenque, seguro de
traición, quéjeme dando mis razones, á que cerran-
do los oidos sacaron sus espadas, y poniéndome
cinco á los pechos me quisieron tener por prisio-
nero. Salí por medio de ellas ayudado de una so-
brerropa que llevaba.
Volví á mis compañeros á consultar el caso, que
causó á todos pena y dolor, viéndose perseguidos y
atajados de la fortuna, que por todas partes queria
hacer presa de ellos. Resolvimos que volviesen dos
Padres á requerir á aquellos hombres nos diesen
paso libre, pues ellos mismos en el requirímiento
que nos habian hecho confesaban que no podian
ayudarnos, y que á ellos mismos los habian de des-
terrar de sus tierras los de San Pablo, como muy
poco después lo hicieron, y juntamente la ciudad
de Jerez, llevándose de ambas ciudades consigo
muchos moradores y un clérigo cura. No alcanza-
ron nada los Padres mensajeros. Pareciónos enviar
otros dos, para que la amonestación fuese trina y
ajustada á la razón. Fuimos dos religiosos, roguélos
que nos dejasen pasar, hállelos aún con más aceros
á la resistencia. Instaba el temor de que los de San
Pablo que quedaban en los despoblados pueblos

CONQUISTA ESPIRITUAL

no se arrojasen por el río abajo en nuestro segui-
miento, los cuales juntos con esotros los viéramos
como dos manadas de hambrientos lobos en el re-
baño de ovejas mansas; y así valiéndome de mafia
donde faltaba fuerza, mostré ánimo de pasar á su
despecho, y llegándome á un hombre que allí tenia
su mujer, le avisé que la apartase de allí, porque no
se contase aquel dia muerta entre hombres muertos
una mujer. Volvimos con esto á deliberar en d
caso.
Los españoles picados de lo que oyeron recela-
ron su dureza, ya no se veian seguros en el fuerte,
ya les parecía verse consumidos, y cuando la con-
ciencia aprieta los cordeles aparece la verdad muy
clara. Juzgaron su acción por muy injusta y así en-
viándonos mensajeros nos pidieron que les diése-
mos término y seguro para salir de aquel palenque.
Dióseles con mucha humanidad y cortesía, y sa-
lieron creo mas corridos de haber intentado tal
traición, que de que la presa que á su juicio te-
nian segura se les hubiese deslizado de las ma-
nos. Con esto tomamos aquel puesto, donde fué
fuerza dejásemos las canoas; porque por allí es in-
navegable el río por la despeñada agua que forma
remolinos tales, que rehusa la vista el verlos por el
temor que causan. Con todo eso probamos á echar
por aquellas rocas de agua 500 canoas, por ver si
salían algunas sanas, porque pasadas aj¡ leguas
que habíamos de fuerza caminar por tierra, había-
nlos de volver á tomar el mismo río y rumbo; pero
el ímpetu del a*:ua, la profundidad inmensa y el
arrebatado movimiento con que daba con ellas
en asperísimos escollos, las volvía astillas. Nuestro

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C..DE JESÚS 159

intento en este viaje fué bajarnos por aqueste río á
buscar las poblaciones que por él habia hecho la
Compañía.
Pasado ya aqueste impedimento tratamos de se-
guir nuestro camino por tierra; todo viviente aper-
cibía su carga, varones, mujeres y niños, acomo-
dando sobre sus costillas sus alhajas y su comida.
Acrecentóse el número de gente con la que en esta
sazón bajó el P. Pedro de Espinosa de aquellas más
remotas reducciones del Tayaoba, el cual era ya
muerto, recibidos los Sacramentos y con buenas
prendas de su salud eterna.
Con orden que el P. Provincial me habia dejado
que si las cosas diesen lugar, fuese yo ó enviase Pa-
dres á la provincia de los Itatines, sobre el rio Pa-
raguay, paso para el Perú, envié á los PP. Diego
Rancioner, P. Nicolás Hersacio, P. Mansilla, fervo-
rosos misioneros, de los cuales los dos primeros
dieron sus vidas, si no al cuchillo del tirano que
siempre acompañó su deseo, diéronla al rigor de
sus inmensos trabajos martirio más prolijo de que
diré abajo. Llevaron consigo campanas, imágenes
y otras cosas, que su peso impidió encaminarlas
por tierra.
Al salir de aqueste pueblo israelítico, imitador de
Jacob, huyendo del pueblo bárbaro, sentados á ori-
llas de aquel rio, haciendo tierna mención de sus
trabajos) el afán y pobreza en que se veian ahu-
yentados de sus mismas tierras, de aquellos mis-
mos que si usaran de razón debian ampararlos; ha-
cian tierna memoria de sus casas, y principalmen-
te de la de Dios, adonde fué de ellos por muchos
años adorado y humildemente servido y recibido

IÓO CONQUISTA ESPIRITUAL

en sus almas en el vivíñco Sacramento. Llevaban
arpas y instrumentos músicos, con que en su patria
daban música á Dios en sus festividades, y entre
motetes suaves crecía su devoción, juzgando por
muy breve la asistencia larga que hacian en el
templo, al son de aquellos acordados instrumentos
ya sin cuerdas y deshechos. No sirviéndoles ya más
que para una triste memoria, los dejaron perdidos
entre las peñas de aquel áspero camino.
En ocho dias dimos ñn á nuestro viaje por tier-
ra saliendo al mismo río, pero ya más benigno y
navegable. Juzgamos ser el fin de nuestro afán, por
prometernos allí la esperanza embarcaciones y al-
gún refresco de comida, á que los Padres que bien
lejos de allí tenian reducciones hubieran acudido si
el aviso de nuestra peregrinación no hubiera lle-
gado tarde, pero fué principio este de otro trabajo
grande.
XXXIX
Prosigue lo mismo.
La hambre, la peste y la diversidad de parece-
res causó una muy gran confusión, porque ¿cómo
no habia de haber hambre con inmensa chusmilla
de muchachos y tanta gente, que limitadamente
pudo traer comida para aquel camino, por no te-
ner ayuda otra más que la de sus espaldas y hom-
bros? Y ¿cómo no habia de haber peste con tal ne-
cesidad, que sola la imaginación de que se les iba
acabando el sustento les causaba hambre, y por
consiguiente peste? Hallaron en esta dificultad al-
gún remedio, unos hicieron canoas de nuevo con

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS IÓI

inmenso trabajo, otros rozaron pedazos de monte
en que sembraron y cogieron á su tiempo con qué
poder seguir nuestra derrota, otros en balsas de
cañas (que las hay tan gruesas como el muslo, y
de 50 pies de largo) se arrojaron al agua, fiados
más en su destreza en nadar, que en la seguridad
de la embarcación.
Llenóse una de estas de gente, y apenas hubo
empezado á caminar cuando se volcó, despidiendo
de sí toda la gente, que salió á nado. Sola una mu-
jer que llevaba en sus brazos dos gemelos de teta
hijos suyos, se fué luego á pique á vista de dos Pa-
dres que allí estábamos. Mi compañero dio voces á
los indios, que se arrojasen á buscarla. Hay por
aquel rio unos peces que los naturales llaman cule-
bras grandes, que hemos visto tragarse hombres
enteros, y enteros volverlos á echar, pero quebran-
tados los huesos como si con piedras los hubieran
quebrado. El recelo de estos animales (con razón
temidos) les detuvo por muy gran espacio, hechos
argos si veian alguna señal por donde la llevaba el
agua, que á juicio de muchos la tenian ya por tra-
gada de estas bestias. Confieso que me enternecí.
con un dolor intenso, y volviéndome al cielo con
ios ojos destilando lágrimas, acusé mis culpas cau-
sadoras de estos desastres, y mirando á Dios que
la fe viva representa al vivo, dije: Señor, ¿es posible
que para esto habéis sacado d esta gente de su tierra,
y para que mis ojos se quiebren con tal vista, después
de habérseme quebrado el corazón con sus trabajos?
Dirán (por ventura) que mejor les estaba ser esclavosf
que al fin vivieran, que no morir en el vientre jjk estos
peas. Fui corriendo al lugar donde la vista juz.-

IÓ2

CONQUISl’A ESPIRITUAL

gaba que estaría, cuando asomó lo sumo de la ca-
beza arrojáronse luego á cogerla, y agarrándola
bien de los cabellos la sacaron á rastro por el
agua. £1 tiempo solo que la traían á rastro fué bas-
tante para haberse ahogado. Salió á tierra con ale-
gría común, y no con menos espanto acudimos mi
compañero y yo á los dos niños, los cuales como si
hubieran estado en algún regocijo y no en tal traba-
jo, se empezaron á reir á carcajadas. Contónos la
buena india su aflicción, y la que le causaron sus
dos niños; porque el deseo de su vida le inclinaba
á soltar el uno á los peces, y como diestra en nadar
pudiera salvar el otro; pero el amor materno venció
el peligro y cobró el logro de sus dos gemelos.
Corrió fortuna una balsa de dos muy hermosas
canoas en que se embarcaron cerca de 50 perso-
nas, diles dos indios prácticos de aquel río, y aviso
que en los pasos peligrosos saliesen á tierra, y por
ella los evitasen. Fiados de la embarcación se arro-
jaron por un gran remolino que sorbió la balsa y
la gente toda, la cual valiéndose de sus brazos y
destreza en nadar, escaparon la vida, echándolos
la furia del agua á varias partes sólo cada una
Cada uno lloraba á sus compañeros como ahoga-
dos, hasta que después de dos dias se volvieron á
juntar contando sus trabajos, n infantes dichosos
se ahogaron y ahorraron de verse en los afanes-
que quedaban. Con estos dos sucesos pusimos gran
cuidado en las embarcaciones, que fué causa de
que no viésemos más desastres por el rio. Socor-
riéronnos los Padres, sabida nuestra peregrinación,
con canoas que venían vacias y volvían cargadas
de gente.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 163

Escogieron dos puestos que parece que el cielo
se los tenia aparejados, en un bueno y navegable
arroyo que sale al gran rio Paraná, allí hicieron
unas muy bajas chozuelas pajizas. Hay tres leguas
á la redonda de allí dos reducciones nue>tras muy
antiguas, las cuales socorrieron con comida á tan
apretada necesidad; pero ¿quién podia sustentar
aquella multitud en la soledad, y por largo tiempo
en donde no hallaron cosa alguna, sino aquel Se-
ñor que con cinco panes sustentó otra multitud en
el desierto? Vendimos nuestros librillos, sotanas y
manteos, ornamentos, cálices y arreos de iglesias,
enviándolos á la ciudad de la Asunción por semi-
llas para que sembrasen, de que el colegio que allí
tenemos y su Rector, que era el P. Diego Alfaro,
con liberalidad nos proveyó.
Con la franca licencia que nos dio un hidalgo
honrado, vecino de la ciudad de las Corrientes, lla-
mado el maestre de campo Manuel Cabral, dueño
de una gran cria de vacas que por aquellos exten-
didos campos se crian, de que ahora dos años se
sacaron juntas más de 40.000 cabezas; entramos en
ellos el P. Pedro de Espinosa y yo, con gente á
propósito y caballos, con que sacamos muy buena
cantidad de vacas. En ambas reducciones de Lore-
to y San Ignacio se mataban cada dia 12 y 14 va-
cas al principio, de que á cada uno se le daba una
tan limitada porción, que no servia de más que en-
tretener la vida y dilatar la muerte. Comian los
cueros viejos, los lazos, las melenas de los caballos,
y de un cerco que teniamos de palos en nuestra
casa quitaron de noche las correas, que eran de
cuero de vaca. Sapos, culebras y toda sabandija

IÓ4

CONQUISTA ESPIRITUAL

que sus ojos veian no se escapaban de sus bocas.
Acudió la peste, que en estas ocasiones nunca es
lerda, acudieron los Padres con infatigable cuida-
do á curar las almas y los cuerpos trabajando de
dia y de noche. Dieron sus almas al cielo 2.000
personas de adultos y infantes recibidos los ca-
paces los Sacramentos todos, y aunque la memo-
ria de la abundancia grande de que gozaron en
sus tierras les pintaba al vivo el miserable estado
en que se veian, morian muy alegres repitiendo;
más vale que el cuerpo muera, que no que el alma
peligre en la fe entre aquellos hombres sin Dios,
vecinos de San Pablo. Común consuelo de todos
fué aqueste.
A la chusmica, desamparada de la imposibi-
lidad de sus mismos padres, y muchos de ellos
huérfanos, se acudió con todo cuidado dándoles
en sus escudillas sus porciones cocidas. Al llevarlo
á sus casas era el alboroto, porque unos á otros se
arrebataban la comida, y allí era el llanto y confu-
sión. Aqueste por huir de este peligro, corriendo
caia en otro, que se le derramaba su comida, d
otro por quitar la ajena se iba desposeído de la
suya. Remedióse con la asistencia de un Padre, que
les hacia comer en su presencia.
Tratamos luego de las sementeras, dábamosles
semillas, y olvidados del esquilmo que habian de
tener, se lo comian, otros lo sembraban hoy, pero
mañana hallaban que esta noche habian sacado los
granos de los hoyos. Esta tuvimos aun por peor
peste, que lo era del multiplico de la comida. Pen-
sado bien el remedio, condenamos al cepo á los
delincuentes todo el tiempo que duró el estar las

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS I65

sementeras crecidas, y fuera de este riesgo. Este
remedio dio logro á sus labores.
No es Dios menos próvido en estos tiempos que
lo fué en* los pasados, ni con el maná que entonces
dio se le acabó el caudal de su potencia. Socorrió
á esta pobre gente con una medicina que lo fué de
la peste y de la hambre. En el arroyo que está pe-
gado al pueblo hallaron una yerba que llamamos
perejil marino, y ellos igau. Llegando á su sazón,
tiene de largo media vara, echa sus raíces en las
mismas peñas, que es donde se cria sin salir del
agua, es de su natural salobre, muy gustosa y cria
buena sangre, tiene para su perfección como la ar-
busta, tiempo limitado. Acudió á sacarla todo el
pueblo, y olvidados de mañana sacaban hoy cuan-
to topaban. Conñeso yo mi poca confianza que
sentí algunos dias su codicia en despojar las peñas»
sin esperanza de que el siguiente dia hallasen cosa;
pero el que lo es de los atribulados socorría cada
dia con lo necesario; tanto, que viéndome vencido
de mi corto ánimo, les animé á que se aprovecha-
sen de la liberalidad del que aun de un gusanillo
vil no se olvida. Esta yerba cocida con la carne fué
remedio á la disentería que arrebatadamente los
llevaba. Vióse con ella mudada la figura de muer-
te y palidez del rostro que tenian todos. Gastáron-
se en todo aqueste aprieto 13.000 vacas, unas habi-
das por precio, otras de limosna. En algodón, lana
y lienzo para vestir su desnudez, y en semillas para
su sustento y sementeras, se gastaron 2.000 pesos
sin una buena limosna que el P. Diego de Boroa,
que hoy es Provincial, les llevó y repartió por su
misma mano.

CONQUISTA ESPIRITUAL

Trabajo fué aqueste muy de prueba. A la consi-
deración dejo del lector lo que mi corta pluma ha
dejado. Volvió la primavera después del riguroso
estío, empezóse á trabajar varonilmente, hizo cada
uno á tres y cuatro rozas, empezó la tierra á ofre-
cer sus frutos, que bien agradecida da fértil esquil-
mo. Llenaban las tro ge s de maíz: la mandioca, que
es el común pan, se dio excelentemente; todo gé-
nero de legumbre creció con abundancia. Compra-
mos algún ganadillo de cerda, patos, gallinas y pa-
lomas, todo lo cual repartimos á los indios princi-
pales, de que se llenó después de este diluvio aque-
lla tierra con una singular abundancia, de que hoy
gozan, y con extraña liberalidad reparten á nece-
sitados de otros pueblos. Y porque el algodón no
se logra muy bien por el rigor del hielo, que lo
mata á veces, me arrojé á comprarles i.8co ovejas,
para que con la lana y algodón hiciesen sus vesti-
dos, aunque no se lograron todas; porque quitando
¿a vida al P. Pedro de Espinosa unos indios bárba-
ros, robaron juntamente parte de las ovejas.
Atribuimos todos esta abundancia á la devoción
que se entabló de que todos oyesen Misa todos los
dias. Moviéronlos á esta devoción algunos ejemplos
que de esta materia escriben los autores. Hiriéron-
se iglesias fáciles, capaces y vistosas, renováronse
los instrumentos de bajones, cornetas, vigolones,
arpas, cítaras, vigüelas, monacordios, con que á
canto de órgano á dos y tres coros se celebran las
Misas. Colocamos el Santísimo Sacramento, cuya
festividad del Corpus se celebra con pobreza, pero
con devoción y aseo. Ponen sus altares, hacen sus
arcos de que cuelgan los pajarillos del aire, los ani-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 167

males del monte y peces del agua; ponen por don-
de ha de ir el sacerdote con el Señor, esteras, por-
que no pise el suelo, derraman por las calles (en
lugar de las monedas que en triunfos suelen los
poderosos) de los frutos que cogen sobre que pise
el sacerdote, y aquello recogido después lo guar-
dan para sembrar. Comulgan cuatro veces al año
á 800 y 1.000 personas en cada pueblo, con muy
buena preparación de confesión y limpieza de
almas.
XL
De algunas cosas que sucedieron de edificación.
Fuera divertirme mucho si por menudo hubiera
de referir las cosas que sucedieron de edificación
en este tiempo trabajoso, que el rigor duró tres
años. Diré algunos. En aquella reducción donde
contamos la quema de huesos, oráculo del demo-
nio, habia un indio vivo que en la vida y disposi-
ción disforme de su cuerpo se le parecia mucho.
Llamábase Zaguacari, que quiere decir el hermosi-
co. Poco decia con él este apellido, porque era de
estatura muy corta, tenia pegada la cabeza á los
hombros, y para volver el rostro atrás volvia todo
el cuerpo, los dedos de las manos y pies imitaban
mucho á los de los pájaros, torcidos hacia abajo,
las canillas solas se veian en sus piernas, y en pies
y manos tenia poca ó ninguna fuerza. Viéndose im-
posibilitado de poder sustentarse con el trabajo de
sus manos, quiso valerse de su buen ingenio y elo-
cuencia rara, con una natural retórica con que te-
nia suspensos á los que le oian, y aunque su dispo-

i6S coxQCTSTA ESPrarrcAL

sici de cuerpo le hicieran á otros contemptibie, la
novedad del monstruo causaba espanto reveren-
cial á todos. Supo lograr su dichay porque dándose
á embusta y mentiras ganó el honor de mago.
5 ubi 6 después á ser temó o por Dios, fingía dar las
Lluvias, lo* buenos temporales, lis cosechas; y si
¡alian mal. sabia muy bien mentir, atribuyéndose á
si el efecto, por causas que á el ie daban de no acu-
dir á el en suá necesidades. Tenia tal astucia, que
no so i o á los indios comarcanos tenia engañados;
pero aun á los muy lejanos y aun de los mismos
que servían á los españoles y muy antiguos cristia-
nos, distantes muchas leguas, acudían como en ro-
mería á verle, y el taimado recataba mucho el mos-
trarse, con que crecía más el deseo de verle. Tuvi-
mos noticia de este, y que su habitación era en un
muy alto cerro, y que el pueblo pretendía en mu-
riendo hacerle templo, al modo de los que ya vi-
mos. Enviárnosle á llamar al disimulo, como para
honrarle, recelóse él, y los del pueblo decían que
si se lo quitábamos les quitaríamos el comer; por-
que él como Dios les proveía abundantemente.
Vino al fin á vernos, tratárnosle bien, rogándole
que no extrañase el venir á menudo á vernos.
Llegó la Pascua de Navidad, juntáronse en aquel
pueblo muchas tropas de indios de los comarca-
nos, juzgué por ocasión nacida, á vueltas de rego-
cijo destronizar este demonio y pernicioso ídolo,
hícele llamar, díjele cuan festivo era aquel dia, y
que él con su persona nos habia de alegrar con un
juego muy usado entre cristianos, que le habian de
vendar los ojos, y si el vendado así cogiese alguno
le daría un buen premio. Dificultólo un poco, pero

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C DE JESÚS] 169

vencido del amor del premio se dejó vendar. Te-
níamos prevenidos unos mozos, hijos de padres
muy cristianos, para que empezasen el juego. Jun-
tóse á este juego en nuestra casa mucha copia de
gente advenediza y del pueblo; empezóse el rego-
cijo y los muchachos á nacerle cocos, á imitar su
torpe modo de andar, á tirarle de la ropa, á darle
golpes y empellones hasta arrojarle en tierra. El po-
bre ya empeñado en la codicia de alcanzar el pre-
mio, procuraba agarrar á alguno. Quedaron los cir-
cunstantes asombrados de ver su Dios tan bien es-
carnecido; los muchachos del pueblo á grandes
gritos y risadas (entre la admiración) lo celebra-
ban; pero arrojando de si el respeto y temor que
habian tenido á aquel monstruo, con gran furia
embistieron á él y le pararon tai, que la compasión
me hizo quitársele de las manos.
Hízose con él algunas otras veces este juego, de
que ios niños gustaron tanto, que ya le andaban á
buscar para entretenerse. Recogímosle en casa, y
dímosle por ocupación que barriese la cocina, el
patío ó antepuerta de la iglesia, que se entretuvie-
se en hacer cestos, y que á su tiempo acudiese á
la doctrina. El aplicando su buen juicio á la ver-
dad, dejada ya la mentira aprendió muy bien lo ne-
cesario para su bautismo, pusímosle por nombre
Juan, acudia á la iglesia todos los dias á oir Misa.
Venian de muy lejos á verle gente honrada, á quie-
nes él en lugar de las pasadas mentiras les predi-
caba verdades, descubriéndoles sus embustes y pa-
sados enredos, con que hizo muy gran provecho.
En la transmigración y tempestad que habernos
dicho nos siguió siempre, y en la trasportada re-

i7o

CONQUISTA ESPIRITUAL

duccion de Loreto le tuvimos siempre en casa,
donde procedió como cristiano, y aun predicador
de Cristo. Allí adoleció, cúrele en casa con el cui-
dado que la caridad pedia, recibió todos los Sacra-
mentos con muy gran devoción; la noche en que
murió me envió á llamar y me dijo estas razones:
Padre mió, que verdaderamente lo has sido de mi
almaf mucho te debo y muy agradecido me parto, con
confianza en Dios que he de ir al cielo, por el medio
que tomaste de abatirme, para que mi necedad no me
perdiese. Contento muero porque gracias d Dios lie re-
cibido los Sacramentos todos, y no siento en mi alma
cosa ninguna que me dé cuidado. Mis boberías pasa-
das sólo me dan pena; pero fío en Dios que me dará el
perdón que siempre concede su misericordia. Ahora te
quiero restituir lo que no es mió, olvido mió ha sido
no haberlo hecho antes. Sacó del pecho una bolsita,
y de ella un pcdacillo de cadenilla y una aguja y
me lo entregó diciendo: Esto no es mió, que junto d
tu celda lo hallé, y hasta ahora lo Ju tenido. Confieso
que me dejó confuso y envidioso de ver alma tan
sucia ayer, y hoy tan pura y limpia, que un solo
alfiler le picaba la conciencia. Ayúdele con conse-
jos para la partida, y haciendo fervorosos actos cer-
ró los ojos á las cosas mundanas, con prendas de
que los abrió á las celestes.
Muchas muertes de aquestas pudiera contar y
mudanzas de peores vidas, la brevedad me pide
que las calle. Advierto solo un sentir común que
allá se tiene en aquellas partes, que es muchísima
gente la que se salva; porque tenazmente tienen la
fe y con perseverancia obran.
Ya eran pasados cuatro años en peregrinación,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 171

hambre y desasosiegos, pareciónos era ya tiempo,
no sólo de cobrar el sosiego necesario para la cris-
tiana vida, sino aun de aventajarlos en virtud,, y
así tratamos de erigir una Congregación de nues-
Señora. Hicimos elección de solos 12, los más aven-
tajados en virtud. Empezóse con mucha fiesta de
música y celebridad de Misa y sermón, comulga-
ron los congregantes este dia, que no causó poca
emulación y santa á todo el pueblo. Hanse ido re-
cibiendo poco á poco otros escogidos, que han
sido la sazón de una muy aventajada virtud. Acu-
den á su congregación con toda diligencia, tienen
su plática todas las tardes los domingos y á veces
conferencias de cómo se aprovecharán en la vir-
tud á que preside un Padre, comulgan más ame-
nudo que lo restante del pueblo, en sus confesio-
nes no viendo el confesor pecado grave y pregun-
tados si han caido en alguno, responden que son
ya de la congregación, y que fuera cosa disforme á
tales personas admitir pecado; y no sólo los reci-
bidos ya, pero aun los pretendientes responden
que no es razón que pretendiendo entrar en Con-
gregación de una Señora tan limpia, ensucien ellos
sus almas con pecados, y comunmente la devoción
de la Virgen soberana ha cobrado grande esfuerzo,
no sólo en los adultos sino en los niños y niñas,
llamándola comunmente nuestra Madre. Dijera
muchas cosas en confirmación de aquesta devo-
ción santísima; callólas por la brevedad, y porque
los ejemplos que ahora diré declaran mucho mi
intento.
Cautivaron los de San Pablo entre mucha gente
una india moza, casóse en el Brasil, donde dio sol-

■1

172 CONQUISTA ESPIRITUAL

tura á sus deseos (y no hay que espantar que la
falta de enseñanza causa estos inconvenientes) oyó
que nuestros feligreses comulgaban y vivian cris-
tianamente en las reducciones que en Guaira te-
níamos, encendiósele el deseo de gozar de aquella
vida, solicitó á su marido que la sacase de aquella
brutal vida que tenian. Pusiéronse en camino por
cerrados bosques, huyendo de la crueldad que en
ellos ejercitaría su amo si siguiéndoles les diese al-
cance. Padecieron en esta peregrinación muchos
trabajos por falta de comida y de camino y carga
de dos hijos que llevaban. Viéndose esta mujo
flaca y sin fuerzas y rendida casi al cansancio de
manera que juzgaba no podría seguir ya su camino
sino dejar allí su cuerpo sepultado, hincóse de
rodillas, y con devotas lágrimas pidió á nuestra
Señora le diese fuerzas para llegar á su pueblo de
Loreto, donde se ofrecía á servirla. Parece que fué
oída según mostraron los efectos, porque acabada
su oración se halló ya otra, con fuerzas y aliento,
con que prosiguieron su viaje, y al fin de haber ca-
minado más de 300 leguas, llegaron á su deseado
pueblo, donde el P. Francisco Diaz sabida esta pe-
regrinación los hizo acomodar muy bien, defendién-
dolos de un ladrón que como bienes mostrencos
juzgaba le pertenecían.
Parecióle que estaba ya en la gloria, dióse muy
de veras á la devoción de la Virgen, oía cada dia
Misa, pidió luego la comunión cuya hambre le
traia, difiriósele hasta que estuviese bien instruida
en las cosas de la fe, que nunca habia oido (que á
este modo bautizan los más cabales curas) vivió en
esta reducción algunos años, confesando amenudo

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 173

y comulgando cuatro veces al año. Murió su mari-
do, instó á los Padres que casasen su hija con de-
seo de que perseverase en limpieza con su marido,
y no maculase antes de casarse su honestidad; crió
á otro hijo varón con todo cuidado, enseñándole el
temor de Dios. En la transmigración que vimos de
estos pueblos no ayudó poco aquesta buena mujer
que como experimentada aconsejaba á todos, que
antes perdiesen las vidas que verse en manos de
aquellos piratas de San Pablo, cuyo vivir era bestial.
Padeció en la mudanza gran trabajo, á que acu-
dimos socorriéndola con comida y vestido. Des-
amparóla su hijo por evitar trabajos; sintió la bue-
na madre su ausencia, no por otra cosa sino por-
que temia se echase á perder y maculase su alma
con pecados, y mostrando su afecto me dijo un dia:
Más quisiera á mi hijo verle muerto aquí á mis ma-
nos de la necesidad y luimbre, que verle ausente en
partes donde ha de ofenderá Dios. Trajeron á este
mozo las oraciones continuas de su madre, la cual,
ya recibida en la Congregación me envió á avisar
que estaba enferma. Visitéla, confeséla, y no hallé
cosa de que formar absolución. Pregúntela si ha-
bia comulgado el jubileo que habia tres dias que
habia pasado. Díjome que no y la causa juntamen-
te, y fué que los examinadores de la doctrina (exa-
mínanse siempre de la doctrina los comulgantes,
porque el no repetirla no cause olvido) la habian
repelido porque habia errado (turbada) en cuatro
puntos, que de este rigor usan los indios que á los
varones, y las mujeres á mujeres examinan, con
que se saben bien los cristianos misterios, y son
mejor guardados.

»74

CONQUISTA ESPIRITUAL

Juicio hice que se hacia enferma para comulgar
á este título, engaño religioso que no pocas veces
nos han hecho. Díjela si queria comulgar; respon-
dióme que entendía que su enfermedad era causa-
rla de la pena que habia recibido de ver que sus
compañeras habian sido dignas de recibir al Se-
ñor, y sus pecados de ella la habian repelido. Díjela
< |ue se hiriese llevar en una hamaca á la iglesia, modo con que se llevan los enfermos. Dijo con un alentado consuelo de haber oido mi liberalidad en ofrecerle la comunión (sirva de confusión á alguno}: Padre, yo iré con mis pies, ayudada de un báculo a recibir á mi Dios y mi Señor.» Confieso que me enterneció y causó no poca devoción. Comulgó, y volviendo á su cama, en breves dias, recibidos to- dos los Sacramentos y con fervorosos actos acabó la vida. Acudieron mujeres á amortajarla, y tres mance- bos de la Congregación á velarla aquella noche 'oficio que álos de la Congregación solos se ha encargado). Llegó la media noche, cuando vieron que la difunta daba muestras de vida meneándose y forcejando á desenvolverse de la mortaja. Acu- den luego, debátanla y venia viva. Lo primero que dijo fué: «Llamadme al Padre;» dijéronle que yo es- taba ausente en otro pueblo cercano: «Pésame, dijo* que el Padre esté ausente, porque tenia mucho que decirle para su consuelo; llamadle al P. Juan Agustín, que a él se las diré.» Mientras le llamaban al Padre pidió á uno de los que la habian velado un rosario y un Cristo pequeñito de metal que te- nia al cuello, y tomándolo con mucha devoción y reverencia comenzó á besarlo y aplicarlo apretada- DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 175 mente al pecho. Corrió la voz por el pueblo que aquella mujer Isabel habia resucitado, y como su buena vida le habia dado buen nombre, acudió mucha gente á su casa, y hablando á los de la Con- grecion les dijo de esta suerte: t Hijos mios, los de la Congregación de nuestra Madre santísima y Señora nuestra, por vuestra cau- sa vengo otra vez á mi cuerpo. Yo morí verdadera- mente y tengo de vivir ahora cinco dias solos, por- que solamente vengo á traeros unas buenas nue- vas por parte de nuestra Madre y Señora la Virgen santísima, de que está muy contenta con esta Con- gregación, y la agradan mucho los que viven en ella, y os dice la llevéis adelante, y yo de mi parte os lo ruego, y que miréis bien la obligación que te- neis de seguir la virtud, y dar buen ejemplo, y de amaros unos á otros, y de cumplir los consejos que os dan los Padres t- Llegó el P. Juan Agustín, y ella prosiguió di- ciendo: f Luego que pasé de esta vida fui llevada al in- fierno, donde vi un fuego horrendo que arde y no da luz, y causa grande temor; en él vi algunos que han muerto y vivieron en nuestra compañía, y los conocimos todos, los cuales padecian muchos tor- mentos. Luego me llevaron al cielo, donde vi á nuestra Madre, tan hermosa, tan resplandeciente y linda, tan adorada y servida de todos los bienaven- turados, y en su compañía innumerables Santos hermosísimos y resplandecientes, que todo lo de por acá es basura, estiércol y fealdad, allá es todo tan hermoso, allá todo es hermosura, todo belleza y riqueza. Allí vi los que han muerto de nuestra 176 CONQUISTA ESPIRITUAL Congregación muy resplandecientes vestidos de gloria; luego que me vieron, me dieron mil para- bienes, y principalmente por ser yo de la Congre- gación, y os envían grandes recados, y principal- mente que llevéis adelante esta Congregación y seáis verdaderos cristianos t- Fué llamando esta buena mujer á todos los del pueblo, varones y mujeres, y les exhortaba al amor y caridad, que oyesen Misa siempre, que hiciesen buenas obras, que diesen la limosna que pudiesen á los pobres, que cumpliesen los preceptos divi- nos. Tratábales maravillosamente de la fealdad dd pecado, de la hermosura de la virtud, del horror del infierno, del temor del juicio y cuenta estrecha que Dios pide, de la hermosura de la gloría. Y aunque llamó á todos no llamó á su hijo, y á lo que pareció para castigarle con esto, por el descuido que tenia en no pedir ser recibido en la Congre- gación, y rogándole que lo llamase, no quiso hasta el último dia de su vida; entonces lo llamó y le dijo: t Yo no te he querido ver, porque no eres de la Congregación. Mira que pidas luego á los Padres que te reciban, no te apartes de ellos, sírvelos y ámalos siempre, que son nuestros verdaderos Pa- dres, no ofendas á Dios para que seas digno de ir á gozar de aquella bienaventuranza f. Lo cual él cumple muy bien, porque luego instó á que le recibiesen y sirve él por su persona á los Padres, y procede como religioso. Entre las muje- res que concurrieron á ver á esta buena mujer se llegó una, á la cual mandó salir de allí, y aunque entonces no se supo la causa (porque parecía vivir bien) se descubrió que vivía mal, la cual reconocí- DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 177 da por aqäfettoden, hizo una buena confesión y mudó de vidm, y es hoy de raro ejemplo. Habiendo cumplido esta buena mujer con su le- gacía, y cumpliéndose los cinco dias que dijo habia de vivir, se despidió, derramando todos muchas lá- grimas, y con toda paz y sosiego durmió en el Señor. Tuvo siempre el rosario y crucifijo que pidió tan apretado, que después de muerta con mucha fuerza aun no se lo podían quitar. Los efectos que dejó fueron maravillosos, porque no quedó persona en el pueblo que no se confesase, con muy buenos deseos de imitarla, cuya memoria vive hoy muy fresca. Después de haber estado enterrada ocho ó nueve meses con ocasión de enterrar allí otro difunto, la sacaron con las carnes enteras, flexibles y sin nin- gún mal olor. Pusímosla en otro más decente lugar. Tuvo noticia un religioso de este caso, y con reli- gioso afecto me pidió le enviase el rosario; recibió- lo el Padre con estima y aprecio. Moríanse en su reducción muchos niños de peste, sin que ningu- no escapase; con mucho sentimiento dijo un indio que un hijo único que tenia se le estaba muriendo. Condolido el Padre y no hallando otro remedio le dio el rosario sin decirle cuyo era, para que lo pu- siese al niño. Volvió el padre dentro de poco tiem- po diciendo, que su hijo estaba ya bueno y sano. XLI Prosigue otro suceso semejante. Otro caso semejante á este sucedió en esta mis- ma reducción. Crióse entre las demás niñas una en la doctrina á que acudia siempre. De dieciocho xa i78 CONQUISTA ESPIRITUAL años la casamos con un mozo criado en nuestra casa, y de ambos puedo decir que no perdieron la gracia bautismal. Murió el mozo muy en breve con muy buenas prendas de su salvación, porque los crié y traté sus almas hasta la muerte. Poco des- pués adoleció ella, y habiendo recibido todos los Sacramentos la víspera de su muerte me llamó y me habló de esta manera: Padre, ya me muero, y con alegría y consuelo porque no tengo cosa que me dépena; pídote que no en/ierres mi cuerpo en el cementerio sino dentro de la iglesia, delante de la imagen de Nuestra Señora, y también te pido que ruegues d Dios por mi, que yo te prometo, que viéndonu en el cielo, rogaré d Dios por ti. Espiró á media noche, velábanla los de su casa y algunos de la Congregación. Habién- dola ya amortajado, al cabo de tres horas dio mues- tras de estar viva, ó ya que hubiese muerto, como ella decia, ó que fuese parasismo. Acudieron los de su casa, desatáronla, pidió que me llamasen; yo, de- seoso de que me cumpliese la palabra oyendo el llanto de su casa, á la una de la noche me puse de- lante del Santísimo Sacramento á cumplir la que yo la habia dado de encomendarla á nuestro Se- ñor, deseando el dia para decirle la Misa. Llamá- ronme, y ya estaba gran parte del pueblo en su casa con velas de cera en las manos, y aunque le preguntaron les dijese algo, respondía: «Venga el Padre, que entonces oiréis lo que me ha pasado.» Hállela muy alegre y al parecer no como difunta ni como enferma que moriría en muchos dias. Te- nia entre sus brazos una cruz de madera de tres cuartas; en la alegría del rostro parecía un ángel, hízome sentar junto á sí, y dijo: DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 179 f Padre mió, yo pasé de esta vida esta noche; lo primero que vi fué una tropa de demonios muy fie- ros que me salieron al encuentro. Traían unos gar- fios con que me pretendían agarrar; pero un ángel de grande hermosura que estaba conmigo me de- fendió, y con una espada de fuego ahuyentó los demonios. Este ángel me guió al infierno á que viese el espantoso fuego que padecen los condena- dos; oí allí grandes aullidos de perros, bramidos de toros, silbos de serpientes que daban los demo- nios. Allí vi cómo aporreaban y atormentaban las ánimas que allí estaban, conocí entre ellas algunos que vivieron entre nosotros, pero ninguno de la Congregación t- Díjome de dos mujeres que habia visto en aquel lugar, cuya mala vida me dio mucho cuidado, y estuve para desterrarlas del pueblo y habia quince dias que eran muertas. Eran advenedizas de los montes, y poco dadas á entrar en la iglesia. Y esta buena mujer antes de morir no supo que eran ellas muertas, y así lo confesó. De otro mozo me dijo, que aunque criado desde niño en nuestra escuela, se aprovechó muy poco, porque habiéndole yo lle- vado por maestro de escuela á un pueblo de gen- tiles procedió muy mal, y castigado bien, le saqué, y volviendo á su tierra murió, y aunque confesado se presumió que habia muerto mal preparado. t De allí (dijo) me llevó el ángel á ver la gloria de los bienaventurados, vi á Dios en un asiento y trono hermosísimo rodeado de infinitos bienaven- turados. Pregúntele cómo era Dios, qué forma te- nia. No sé (dijo) cómo es, ni su grandeza la podré decir, porque ni palabras hay con qué decirlo, ni i8ö CONQUISTA ESPIRITUAL cosa en esta vida con qué hacer comparación, sólo con el fuego diré algo: Era un resplandeciente ser infinitamente más que el fuego, no quema, alegra y regocija el alma su vista, no puedo decir más. Vi también á Nuestra Señora, mas cómo te diré su hermosura que no hay con qué compararla, ni la alegría con que estaban aquellos bienaventurados; y solia repetir de cuándo en cuándo. Ah Padre, qué cosas tan lindas son aquellas que allí vi. Todo lo de por acá es feo y despreciable, acá en este mundo no hay gente, es despoblado todo en comparación de lo que allí vi, solos los ángeles que vi son más que las [arenas y más que las hojas de los árbo- les de estos montes. Allí conocí muchísima gente de estas reducciones, y entre ellos á los tres Pa- dres que murieron en Guaira, tenian grande glo- ria. Vi á Isabel (la que dijimos habia resucitado) la cual me dijo: Hermana, mira bien aquestas co- sas, para que allá las cuentes á los que viven en la tierra. Sentí entonces esto que me dijo, porque en- tendí habia de volver acá, y me pesaba de dejar aquellas tan lindas cosas; pero conociendo mi do- lor me dijo: No tengas pena, que quiere la Madre de Dios que vayas á anunciar todo esto á nuestros parientes, para que se animen á servir á Dios y no se cansen de seguir la virtud. Y hoy en este di» has de volver acá, para no dejar más aquesta vida. Y esta es, Padre, la causa de mi venida, y deseo ya^ volverme á aquella bienaventurada vida, y ojahU que todos los de estos pueblos se muriesen hoy" sin que quedara ninguno, y fuesen conmigo á ver' aquellas lindezas que yo vi, qué lindos niños, qué^ danzas, qué regocijos vi; hacian estas danzas lo» DE LOS REUGIOSOS DE LA C. DE JESÚS l8l niños que han muerto después del bautismo en es- tos pueblos, y entre ellos vi á mi hijo (habia muer- to de cuatro meses) vi á mi marido (y por sus nom- bres dijo muchos que habíamos criado en nuestra escuela y doctrina, con muy singulares particulari- dades de su predestinación). Padre, no te canses (dijo) de enseñar el camino del cielo á estos mis parientes para que se salven, porque es increíble el bien que les haces. | Oh si no cometiesen peca- do ! i Oh si amasen á Dios de todo su corazón I ] Oh si cumpliesen todos sus mandamientos 1 Cómo se hallarían contentos á la hora de su muerte f. Hizo llamar á los de la Congregación, exhortó- los á la perseverancia, diciéndoles que la Virgen se agradaba mucho de ellos y de aquel santo ejer- cicio. Habia muerto pocos dias antes una moza criada desde su niñez en todo recogimiento, con- fesándose cada ocho dias; y puedo afirmar con toda verdad (porque traté su alma toda su vida) que jamás cometió culpa mortal. De esta afirmó haberla visto en el cielo con muy gran gloria y que le habia dicho: t Decid á mis padres que no me lloren por muerta, porque estoy viva y con la gloria que ves; «que ellos prosigan en la vida que hacen, para que sean dignos de venir á hacerme compañía f. Han sido y son al presente los padres de esta noza de rarísimo ejemplo. A los caciques del pue- blo los exhortó al buen ejemplo, y en particular «sque ayudasen á los Padres en procurar el bien de las almas de sus parientes. Llamó á una hermana «uya y le dijo: t Hermana, encargóte mucho que cuides de la 182 CONQUISTA ESPIRITUAL enseñanza de nuestra madre, y le renueves las co- sas de nuestra fe, porque te hago saber que muchos viejos y viejas vi en el infierno f. Fué devotísimo espectáculo ver á una mucha- cha que antes de casada y después de viuda guar- dó singular recogimiento y recato en hablar, verla ahora hecha predicadora y apóstol de su gente, ver juntamente el pueblo con velas encendidas derramando todos ternísimas lágrimas. Yo confie- so que en mí causó deseo de morirme luego, y de. servir á Dios con muchas veras, con un singular cariño y amor á las cosas de la bienaventuranza, y esto mismo causó en todos como se vio luego que espiró por las obras. Diez horas estuvo hablando, y esto me causó no poca admiración, verla conti- nuamente predicando y anunciando el reino de Dios. Llegó la hora de su tránsito para la vida eter- na, como se puede entender de su inculpada vida: Ya es hora, Padre (me dijo), de que me vaya á aque- lla patria miaf donde se vive la vida verdadera; qué- date adiós, y no te olvides de mi alma, que ya no me olvidaré de ti en aquella bienaventuranza. Pregúntele si tenia algo de qué confesarse; dijo que no la daba pena cosa, sino verse en esta vida. Cruzó sus bra- zos sobre la cruz, que nunca la dejó, perdió la ha- bla, pregúntele si se habia de acordar de mí y de sus parientes en el cielo; dijo inclinando la cabeza que sí, con que despidió su alma como en suave sueño. Quedó su rostro hermoso como un ángel tan lejos de causar horror, que nos arrebataba el corazón su angélico agrado y hermosura, prendas buenas de que iba á su deseada patria. Confieso que con haber cinco años que esto sucedió, la ten- DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 183 go muy presente y me anima su memoria, y cuan- do esto escribo, me enternece el ánimo y me en- fervoriza á su imitación. Pareció luego, que los del pueblo celebraban la Semana Santa, no quedó varón, mujer ni niño que no se confesase, y con curiosidad, pregunté á to- dos, qué le habia movido más de las acciones y di- chos de aquella buena mujer, y todos prontamente me refirieron alguna particularidad que habian aplicado á la memoria. Unos decían algo de la glo- ría, otros de las penas, otros de sus parientes que ya estaban gozando de Dios y aquella buena mu- jer habia visto. Por las calles de noche se veian disciplinantes; á la puerta de la iglesia se azotaban muchos. Finalmente, fué un grande estímulo para todos, y principalmente para los de la Congrega- ción, y en muchos dias no trataron de otra cosa con singular provecho. XLII Cuéntase otros casos particulares. Una devota mujer y anciana adoleció, y llegan- do al punto de la muerte, recibidos ya los Sacra- mentos y agonizando con la muerte, me pareció que no viviría un cuarto de hora. Ronca la voz y levantado el pecho, estuvo de esta forma más de un mes, llamábame á menudo, y viniendo á la con- fesión no habia cosa. Causó admiración muy gran- de; avisóme un devoto indio que entendia que la muerte no hacia presa en aquella mujer, por- que tenia sospecha que no era cristiana. La causa de la duda fué ser advenediza, y habérsenos junta- 184 CONQUISTA ESPIRITUAL do en la mudanza de pueblos ya dicha, y afirmar ella que era cristiana. Hallé que no lo era, bautíce- la estando con todos sus sentidos y respondiendo muy bien á las preguntas, acabado de recibir aques- te Sacramento espiró. Durmiendo un principal cacique y de mucha virtud, se llegó á él una persona y le despertó di- ciendo: Mira lo que tienes junto á ti, y reparando vio un pozo muy profundo lleno de fuego, y en medio de él una cama muy encendida, en que es- taba una persona dando vuelcos y grandes alari- dos: ¿Conoces (dice) á este que aquí ves? Respon- dió que no lo conocia. Mírale bien (dijo) que yo sé que le conoces. Reparó bien con la vista y conoció- le, y era un cacique muy principal que aún vivia y era deudo suyo. Esta cama (dijo) que ves está preparada para ese y para otros que no quieren en- mendar la vida, y los pecados que ese hace no los ignoras. El P. Francisco Diaz, á quien se avisó de esto, con prudencia le amonestó que no declarase á ninguno la persona; pero que en común dijese lo que habia visto. No fué la visión vana, porque de ahí á pocos tiempos, estando este cacique que fué visto en lla- mas, á la puerta de su casa, vio que su aposento ardia, entró á socorrer una caja que era todo su caudal, y permitiéndolo Dios se encendió tanto,# que cogiendo la puerta la cerró al triste, dio crue- les voces pidiendo le socorriesen, acudió el pue- blo, pero vedábales el fuego la entrada. Viéndose el triste en aquel aposento ya encendido, tendién- dose en el suelo se procuró reparar con un cuero de vaca; apagaron por una parte, y dando lugar el DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 185 fuego entraron, y le hallaron aún vivo y en una cama de fuego, como el otro lo habia visto. Estaba negro como un carbón, y aunque con el alma en el cuerpo ya sin habla y sin poder dar señas algunas de contrición. Fué notablemente vicioso, y el que más nos dio en que entender con sus escándalos, que de veces propuso en enmendarse; pero luego volvía al fuego de su concupiscencia, en tanto gra- do, que propuse si muriese enterrarle á la puerta de la iglesia con particular señal, para memoria y ejemplo. No paró aquí la justicia de Dios para con este muerto, ni su misericordia para con los vivos. Estando un mozo congregante y de buena vida au- sente de este pueblo é ignorante de la visión y pre- sagio que de este muerto hubo ni de su quema y muerte, estando él despierto vio ante sí una figura que le dijo: Advierte á esto que te quiero mostrar. y al punto en su presencia vio á este cacique que- mado en una figura horrible y espantosa, el cual estaba asentado sobre un demonio muy feo, negro como Etiope, y encendido en fuego.—¿Conoces á este pobre?—le dijo la figura.—Sí,—dijo el mozo, bien le conozco;—pues mira que cuentes á tu pue- blo lo que has visto, que para esto he hecho esta de- mostración, y para ejemplo de los que soltando las riendas á sus vicios, no dan lugar á la misericordia divina. El mozo, bien espantado y casi perdido el hablar, nos dio cuenta de lo que habia visto, que aprovechó mucho, que este es el fin que Dios pre- tende, dando fuerza á nuestra predicación con se- mejantes sucesos. Apuraba el demonio á un mozo de la Congrega- i86 CONQUISTA ESPIRITUAL cion con dudas de las penas que en el purgatorio padecen las almas; no le satisfacían nuestros ser- mones y ejemplos; estando este mozo medio des- pierto se le aparecieron dos personas vestidas de blanco, de muy hermoso aspecto, y le dijeron: Ve- nírnoste á enseñar lo que son las penas del purgato- rio, y le metieron en un fuego terrible, y le dijeron: Aquí has de estar solos cinco días, después de los cuales te sacaremos; sintió cruelísimos tormentos, tales que juzgaba habia estado allí muchos años, y quejándose les dijo: {Cómo me habéis engañado, pues ha muchos años que me tenéis aquíl Engañas- te (le dijeron), porque aún no ha pasado la mitad de medio cuarto de hora, en lo cual echarás de ver qué tales son las penas del purgatorio; con que que- dó bien enseñado de su duda. XLIII Prosigue la misma materia de cosas particulares. Ha querido nuestro Señor darles á entender cuan aceptable es la devoción que tienen con los Santos. Un indio de la Congregación tuvo devo- ción de guardar los papelicos de los Santos que le habian cabido después que era Congregante, y ya tenia n; guardólos en una bolsica donde traia un pedacico de Ag/tus aforrado y un poco de cera ben- dita; púsose á trabajar en su oñcio de herrero, col- gó sus reliquias en parte donde con la Bula caye- ron entre el carbón, y sin reparar echó aquel car- bón en la fragua, en donde por el humo que hacia, revolviendo las brasas hallaron la bolsa quemada toda, y los papeles, cera y Agnus, sin lesión, ni sin DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 187 «derretirse más que si estuvieran en agua. Llevá- ronme esto maravillados de esta maravilla. Caminábamos dos sacerdotes á visitar un pueblo; aloja monos en un desierto, bien cansados, no po- díamos dormir con una grave inquietud; concer- tamos de caminar de noche por ser buen camino y haber luna; amanecimos á vista del pueblo, habien- do caminado toda la noche sin enfado alguno; aun á vista del pueblo, nos salieron á recibir unos mo- radores de aquel lugar, pregunté si habia enfer- mos, dijéronme que no, y que sola una vieja habia muerto el dia antes, y que trataban ya de enterrar- la; llegamos al pueblo y pregunté por la casa de la india; dijéronme que no me cansase en verla, por- que ya estaba muerta. Vamos (dije) le diré algún responso; entré en la casa que era tan lóbrega que no se veía cosa de ella. ¿Dónde está la muerta? (dije en voz alta). Respondió la mujer: Padre, aquí estoy, que no estoy muerta, y te estoy esperando para confesarme. Confeséla con harto consuelo mió, y acabada de confesar, perdió el habla y entregó su alma al Criador, que tanto estima sus almas redi- midas con su sangre. Envidioso el demonio de verse despojado de los despojos que tiránicamente poseia, quiso probar la mano, á ver si se podia volver á entablar con los huesos de magos que atrás dijimos. Estaba un mozo de muy buena vida enfermo meses habia, y estan- do con él sus padres á la una del dia, vio el mozo ante sí un etiope desnudo, que llevaba en una es- portilla unos huesos de difunto; preguntóle quién era. Soy (dice) uno de aquellos que aqueste vuestro Padre quemó (de que ya queda dicho). ¿Pues qué i88 CONQUISTA ESPIRITUAL quieres aquír (le dijo el mozo). Vengóte á ver (le res>
pondió el demonio), porque deseo que seas mi amigo;
vete de aquí (le respondió), que no quiero tu esmistad;
y si te quemaron, ¿cómo te atreves á venir aquí? Fílese-
le acercando, y el mozo invocaba el nombre de Je-
sús, y decia al demonio que se fuese; él procura-
ba con palabras blandas que le diese oidos á sus
embustes. Yo soy (le dijo) el que de veras os amo, y
vengo con deseo de enseñaros la verdad, que aquestos
Padres no os la dicen,yo os doy lo que tenéis, porque
soy vuest/o Dios. Mientes (dijo el mozo) que tú eres
demonio. Y diciendo esto se le entró en el cuerpo.
Dio muy grandes voces el mozo, llamando á Dios
en su ayuda, y diciendo al demonio que le dejase;
los circunstantes, que eran muchos, y sus mismos
padres estaban atónitos, porque si bien no vieron
al demonio, oyeron sus palabras fuera y dentro del
mozo, cuya voz oian en su boca, y la del demonio
en el estómago. Pidió el enfermo que me llamasen,
y era ocasión en que me habia acudido la fiebre;
rehusaron llamarme. Viéndose el mozo atormen-
tado de tan mal huésped, pidió á su padre que le
azotase fuertemente, que con eso saldría aquella
bestia; el amor le hizo rehusar esta acción, pero la
madre, juzgando por bueno el remedio, cogió unas
cuerdas, y azotando á su hijo que le rogaba le die-
se fuertemente y al demonio que saliese, al fin des-
pués de varías demandas y respuestas salió, deján-
dole molido. Fuíle á ver, pasado mi trabajo, confe-
sóse, cuya conciencia era muy pura. A la media
noche, asegurado que los de su casa dormían, se
levantó, no habiendo podido hacerlo en algunos
meses, y en las puertas de la iglesia tomó una dis-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 189

ciplina; al salir le siguió un vasallo de su padre, y
como le vio que se azotaba crudamente, dio aviso,
y en brazos, por su flaqueza, le volvieron á casa.
No quiero olvidar otro caso que pocos meses
después sucedió en esta misma reducción. Adole-
ció un cacique principal que nos ayudó mucho, an-
tes de la transmigración de los pueblos, en la que-
ma de los cuerpos que ya he dicho; más de un
mes llevó en la cama; salió de su aposento como
pudo á gozar de la serenidad de la noche en el ve-
rano; apenas salió á la calle cuando le rodearon
cinco bultos, con ornamentos ricos y olorosos; te-
mió, pero, asegurado por ellos de buenos espíritus,
le preguntaron si se habia confesado; dijo que al
principio de su enfermedad lo había hecho, y que
no se sentía con cosa de cuidado. Ya te conocemos
(le dijeron) que vives bien y oyes Misa siempre. ¿Acuer-
daste de aquellos huesos que estos Padres quemaron?
Sí (respondió). ¿Creíste (replicaron) en aquellas co-
sas que decían? Nunca creí tal cosa (dijo el indio).
Muy bien hiciste (respondieron ellos), porque aque-
llos eran demonios, emmigos de vuestro bien y amigos
de vuestro mal. Tú avisa d esta gente que vivan bien
V oigan la doctrina de los Padres, que os enseñan la
verdad, si bien hay algunos de vosotros que son como
el peine que tiene algunos dientes quebrados, y no son
parejos; algunos se adelantan en la virtud, otros que-
dan cortos en ella, nosotros velamos sobre este pueblo,y
arredramos los demonios, que de noche principalmen-
te os incitan al mal. ¿Y tú rezas el Rosario de la Vir-
gen? Sí (dijo), twsotros (respondieron) nos honra-
dnos con él,y así lo traemos al aullo, mira; toca este
-Rosario.

iqo CONQUISTA ESPIRITUAL

£1 indio ya gustoso con tan buena plática, y sin
ningún recelo tocó el Rosario y una cruz, oUó en
él un muy suave olor, que se quedó impreso en los
dedos. ¿ Cuánto ja (prosiguieron) que no vas á
ver al Padre? Tres semanas ha (respondió) que por
no poder tenerme en pié no le he visto. Pues ve maña-
fia á verle, que desde ahora quedarás ya sano, y dile
todo lo que aquí has oido, y que no se canse en enseñar
ros, que nosotros cuidamos de defenderos; y mira que
luego que amanezca vayas y le cuentes esto, porque an-
tes que tú vayas estafemos en su celda y hemos de oir
lo que le dices. Apenas salí de la iglesia de oración
para mi celda, cuando le vi en la puerta; maraví-
lleme de verle, porque sabia que su enfermedad le
tenia en la cama; contóme todo aquesto, y cómo
de veras estaba ya sano, y en prueba de esto empe-
zó á trabajar en cierta obra de la iglesia.
Quiero poner ñn á estas cosas que el Sefior ha
obrado, y la Virgen Santísima en su pueblo; callo
muchas, contentándome con haber referido breve-
mente aquestas á gloría del Sefior, que obra mara-
villas con fente simple, llana y sin dobleces; por-
que es amigo de la simplicidad, y así: Cum simpli-
cibus sermocinatio eius. Y, como atrás he dicho, en
cristiandad nueva usa de nuevos modos, si bien an-
tiguos y aun necesarios riegos para que plantas
tiernas como la de los indios crezcan en virtud y
se aumenten en la gracia; sólo quiero afiadir un
buen ejemplo, no de edificación sino de malicia, á
propósito de mi intento.
Ciertas personas que su común sustento tienen
librado en la sangre que chupan á estos pobres in-
dios, y entran á la parte con los de San Pablo,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 191

viendo que habíamos librado esta gente de sus
manos, y que no les dimos lugar á que hiciesen
presa, escribieron cartas á varías personas, Prela-
dos, Obispos y señores, y aun en esta corte sem-
braron fama, que yo (que como malhechor me car-
garon la culpa) habia sacado aquellos indios de sus
tierras, y llevádolos á extrañas regiones y los ha-
bia muerto en el camino todos, lamentándose mu-
cho de este yerro; cartas tuve de Obispos y de
oidores culpando mi desacierto, y aun después que
estoy en esta corte algunos señores del Consejo, á
cuyos oídos vino aqueste informe, me han pregun-
tado por tan desastrado caso, y aunque he satisfe-
cho, ó por mejor decir, la verdad misma ha dado
voces, servirá esto poco por respuesta.
La Real Audiencia de Chuquisaca nos dio am-
plía licencia para mudarlos, que con toda esta jus-
tificación se procedió en el caso, que aunque cuan-
do llegó estaban ya mudados, llegó poco después
su beneplácito; más ¿quién dudará que en caso tan
apretado quiera esperar licencia para huir el que
ve que le ponen el cuchillo á la garganta?; la misma
ley natural les dio licencia para huir la esclavitud,
conservar su libertad y aun la fe y la salud eterna,
que todo lo hubieran perdido (como otros) si so-
los dos dias retardaran su huida.
Más cristiana acción hubiera sido escribir á esta
corte que los de San Pablo habian cautivado de
nuestras reducciones óo.oco almas, de que hoy no
hay 1.000, por haberlos muerto á puro azote, tra-
bajo y afán; mas ¿cómo habian de hacer tal quere-
lla si estos mismos eran comprendidos en el mis-
mo crimen? Pero, para que constase su-falso infor-

[Q2 CONQUISTA ESPIRITUAL

me, v que los indius. que eüos decían haber yo
muerto, estaban vivos, pedí á cierto gobernador
que aceptase Los tributos de aquestos indios para
Su Majestad, y con ponerle por terceros al Obispo
de Paraguay, D. Fr. Cristóbal de Aresti y al P. Die-
go de Airara, Rector del colegio de la Asunción;
con todas esos diligencias nunca pude alcanzar
mi intento, la causa ya se ve. y no quiero fatigar-
me en explicarla. Muy cristiana acción hubiera sido
si en este caso me hubieran tachado en haber ofre-
cido yo tributos de una gente desterrada, y que pa-
deció la tormenta que vimos atrás, y aconsejarme
que pidiera a Su Majestad en merced (bien debida
á tal trabajo que les diese libertad, inmunes de tri-
buto, para que lograran el fruto de su lealtad, pues
dejando enemigos ciertos, se ampararon al abrigo
con que Su Majestad ampara á esta pobre y aco-
sada gente; pero pasemos adelante con nuestra
narración, y ñemos de la verdad, que ella por sí
vuelve.
XLiV
Muerte del P. Pedro de Espinosa á manos de infieles.
Fué el P. Pedro de Espinosa natural de Baeza,
hijo de padres muy siervos de Dios: tuvieron cua-
tro hijos, y todos los dedicaron á la Compañía, uno
pasó á Indias al empleo de almas, y desde Panamá
escribió á sus padres que criasen con cuidado á su
hermano Pedro, porque le habia de seguir y morir
á manos de gentiles. El mismo P. Pedro, estando
en oración, y estando aun en España, le pareció
que le arrastraban unos indios, y de hecho se halló

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 193

en tierra, y que le revolcaban y trataban mal; am
bos pronósticos probó el suceso.
Pasó á Indias, donde trabajó en Guaira apostóli-
camente: tuvo á su cargo desde sus principios una
reducción de gente bárbara, que amansó con su-
frimiento y paciencia. Tenia esta población 2.000 ve-
cinos, que hacian 9 000 ó 10.000 almas, reducidos
por nuestro trabajo; de sus virtudes raras pudiera
decir mucho.
En la transmigración dicha de los pueblos tra-
bajó infatigablemente; caminó muchos años á pié,
con ser muy delicado, perfícionó sus trabajos con
dichosa muerte; obligóle la caridad y la obedien-
cia á llevar á aquellas reducciones de Loreto y
San Ignacio unas ovejas para vestir pobres, por
la falta de algodón que causan los hielos; volvien-
do con ellas, á media noche, unos bestiales in-
dios gentiles dieron en su alojamiento en despobla-
do, y allí le mataron á palos. Encomendábase el
siervo de Dios á Jesús y María; reprendíanle los
indios de que invocase tales dioses falsos, que men-
tirosamente llamaba en su ayuda; argüyóles el Pa-
dre de su infidelidad, desnudáronle luego en una
rigurosísima noche del invierno; y estando el buen
Padre encomendándose al Señor, y ofreciéndole
su alma, agraviados los bárbaros y ofendidos de
verle tan ansioso del Dios que ellos negaban, le
rompieron la cabeza. Dejáronle desnudo á manos
de tigres, que le comieron todo, sólo pudimos ha-
ber un brazo y una pierna á que dimos sepultura.
Fué muy sentida y llorada su muerte de los in-

246 CONQUISTA ESPIRITUAL

sano, y en comunidad el sábado en la iglesia, con
que han experimentado gran bonanza.
Sucedió al P. José un milagroso caso: iba de un
pueblo á otro en un rocin rijoso, y en un mal paso
tropezó, echando de sí al Padre, cuyo pié quedó
preso en el estribo; el cosquilloso caballo corrió
por un áspero campo y pedregoso, tirando coces y
arrastrando al Padre; rompióse la correa del estri-
bo con el peso del Padre, que es ya de sesenta y
ocho años; acudió el compañero, y juzgándole por
muerto ó mal herido, le halló sentado y tan entero,
que llegando al pueblo, dijo la Misa en acción de
gracias.
En un apretado lance de un peligroso parto, fal-
tando la imagen de San Ignacio (que en esta parte
se esmera en milagroso) suplió sus veces su santo
y venerable hijo el H. Alonso Rodríguez, cuya es-
campa dio un Padre, y tomándola la devota mujer
con fe y reverencia, y echando de si el niño vivo
vque ya por muerto le juzgaban, y aun por causa
total de la muerte su madre) fué un acto solo, y no
es mucho que el Padre en tan honrosos lances dé
sus veces á tan santo hijo.
LXÍV
Reducción de San Migue!.
Llegó á este pueblo la fama del Evangelio, y sus
moradores codiciosos de tanto bien fueron mu-
chas leguas á buscar Padres. El primero que aquí
puso pié fué el santo mártir P. Cristóbal de Men-
doza: engendrólos en Cristo, y criólos con la leche

DE LOS FEL1GI0S0S DE LA C. DE JESÚS 247

del Evangelio; tendrá 5.000 personas, y ya hoy son
cristianos todos. Cultivó, después del martirio del
santo, el P. Miguel Gómez, que fué el testigo de
un pronóstico de los trabajos que poco después pa-
deció toda esta cristiandad.
Tenia el Padre un Cristo de pincel, que después
de azotado tomaba sus vestiduras, el cual vio que
sudaba copiosamente de las rodillas abajo, y el mis-
mo sudor vio en las huellas y en los abrojos de los
azotes y espinas, y cogido este sudor en algodones,
volvia á correr al mismo paso. En este mismo tiem-
po sudó una imagen de Nuestra Señora de la Asun-
ción y otra de San Ignacio en la villa del Espí-
ritu Santo, de donae habian salido á hacer guer-
ra estos indios, moradores de aquellas villas; así
nos lo afirmaron los Padres de nuestra Compañía.
En Guaira (ya dijimos) que sucedió lo mismo en
una imagen de Nuestra Señora, prueba clara del
sentimiento que hace el cielo ofendido de los de
San Pablo y demás villas, y materia de consuelo
nuestro, pues vemos que nos ayudan á sentir nues-
tros trabajos.
Muchos casos sucedieron aquí; diré alguno. Una
vieja infiel adivinando su cercana muerte, arrima-
da á un báculo se partió para el pueblo con ánimo
de ser cristiana; daba con ella su flaqueza en el
suelo á cada paso; cogióla un indio, y, llevada á
cuestas, la presentó al Padre, bautizóla luego, res-
pondiendo ella con voz entera al Catecismo, y al
punto la perdió y despidió su dichosa alma; lo mis-
mo sucedió á otros viejos, que bautizados aun en
salud murieron de repente.
Maravilloso es Dios en su misericordia; mostró-

CONQUISTA XSFXBXTCAL

Ti osla muy clara en nn indio cómplice en la muer-
te del santo P. Juan del Castillo. Retiróse hnyendo
á esta tierra, por verse apartado de los Padres y de
la fe, que opuesta á sus hechicerías y embustes le
casaban pena: hallóle aquí el P. Cristóbal de Men-
doza, de quien luego huyó, acompañado de chus-
ma de gentiles: metióse muy adentro de una sierra,
en donde á fuerza de razones y magias arredraba
del bautismo muchas gentes. £1 celoso Padre le si-
guió, ganó y restituyó á este pueblo, para tenerle
consigo y amansarlo: las razones con que le con-
venció el Padre le forzaron á pedir las aguas del
bautismo, que recibió con consuelo suyo y de to-
dos bien catequizado: en lo poco que vivió se vie-
ron muestras de su predestinación. Adoleció, y
viendo el demonio que se le habia ido de las me-
nos, le quiso reducir con sugestiones y tentacio-
nes graves, á que resistió el valeroso indio; apare-
ciósele visiblemente quejándose de su ingratitud,
prometiéndole salud y vida larga si volvia á su
amistad antigua, y entre halagüeñas promesas le
amenazaba con rigurosos castigos, con que le dio
muy peligroso asalto. Pidió el fuerte luchador los
sacros óleos, y ungido con ellos, confesó que no
temia ya al demonio.
Cogióle en el último trance un parasismo, en que
parece entró en una grave lucha, y envuelto en
trasudores repetia: Dios Padre, Dios Hijo, Dios
Espíritu Santo, perdóname mis pecados, para que
este demonio ?ne deje; conjieso que he sido gran peca-
dor y un muy mal hombre; perdóneme tu misericor-
dia, para que este espíritu maligno, viéndote en mi
ayuda, se arredre de mí. Apretaba fuertemente entre

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 249

sus manos una Cruz, y con voz lastimera le decia:
Cruz buena, Cruz santa, muéstrate firme ayudadora
mía, para que pueda yo despedir de mí este demonio,
que me tiene asido. Y vuelto á los presentes (que
atónitos sentían varios movimientos interiores de
pena y de consuelo de verle atormentado, y que
vencia, y de escarmiento otros). Vivid bien (dijo) y
sed buenos cristianos, porque si Dios espera, al fin
castiga; y tú, Cristo Jesús., muéstrate ayudador mió
contra tus enemigos y míos para que me dejen. Y con
meneos mostraba quererse desasir del que con
fuerza le tenia asido, pidiendo á voces ayuda en
esta agonía, que duró buen rato. Volvió en sí, ya
libre del demonio, y contada su aflicción que fué
diabólica; dio gracias al Señor de verse victorioso.
Pidió á todos perdón de haberles con sus magias
engañado, y haciendo tiernos actos y coloquios,
durmió en paz.
No tuvieron tal dicha los siguientes. Llegó á esta
reducción un indio extranjero, y con malas pala-
bras y peores ejemplos inquietaba el pueblo; enfer-
mo y enfadado de las amonestaciones del Padre,
que le persuadía el bautismo, se hizo llevar del
pueblo á una chácara; siguióle allí el Padre, y él
huyendo se hizo llevar por un cerrado bosque, di-
ciendo que las campanas y las razones del Padre
le aturdían, cuya caridad le halló, y ni con dádi-
vas ni amorosas palabras pudo ablandar aquel em-
pedernido pecho, volviendo el rostro á la pared
por no oirías; y con pertinaz deseo de morir infiel
como sus pasados, murió infelizmente.
Otro viejo, envejecido en pecados de deshones-
tidad, por no comprar el bautismo por unas man-

250 CONQUISTA ESPIRITUAL

cebas que tenia, se hayo á los bosques acompaña-
do de ellas y un hijuelo: hízolos seguir el Padre,
para remediarlos; pero habia ya hecho presa de
ellos la divina justicia, matándolos á todos cuatro
de repente.
LXV
Reducción de San Cosme y San Damián.
La celosa industria de ios Padres juntó aquí de
vanas sierras y bosques al pié de 5.000 almas, que
se van bautizando. Venció á muchos la repetida
contradicción que los magos hacen al Evangelio, á
que se volviesen á sus antiguos puestos; los persua-
didos y persuasores experimentaron el debido cas-
tigo con muertes repentinas en su gentilismo. Y
discurriendo los Padres por aquellos bosques, res-
cataron muchos al precio de trabajos para el cie-
lo; sobrevino una recia peste, acudióse á todos con
el sustento del cuerpo y alma; y porque la tierra
desamparada de sus labradores por la enfermedad
común no estuviese ociosa y hubiese semillas para
sembrar y sustento para los necesitados, los Padres
mismos la labraron, haciendo copiosas sementeras,
con cuyos frutos sustentaron á los enfermos, y atra-
jeron á los que por los montes se habian acogido.
Contaré por extraño un caso raro, y el primero
que hemos visto entre esta gente. Amancebóse con
su misma hija su inñel padre; salió ella de este de-
lito por medio del bautismo, que recibió bien arre-
pentida de maldad tan enorme, y con buenas pren-
das de su salud eterna, murió en breve. Vivia en
el padre el amor de su manceba é hija, y aburrido

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 251

de pena con su muerte, se acogió á su labranza,
acompañado de un hijuelo suyo; disgustáronse los
dos por una niñería, y el mal sufrido mozo, olvida-
do de las obligaciones de hijo, mató á su mismo
padre con un palo; venganza fué que tomó el cielo
por medio del hermano, hijo y cuñado.
Repartiendo el Padre la ordinaria cernida á los
pobres, reparó en dos mujeres que extraordinaria-
mente estaban flacas; propuso de bautizarlas el si-
guiente dia, y ellas pasaron algunos sin volver; nie-
las á buscar el mismo Padre por un bosque, por
donde supo se habián entrado; hallólas su ventura
tendidas en el suelo y ya casi espirando, catequi-
zólas y diólas el bautismo, y ellas al punto sus al-
mas al Criador.
Advertido un fervoroso mozo que un hermano
suyo estaba espirando en un bosque,, hallólo, y
echándoselo á cuestas, lo llevó al pueblo; lo mismo
hizo con su madre, que lejos padecia el mismo ries-
go; y bien dispuestos ambos por el bautismo mu-
rieron luego. Cebóse en estos oficios de piedad de
manera, que su gusto y descanso era acarrear
á cuestas enfermos peligrosos, para que no murie-
sen infieles, con que acarreó la vida eterna á mu-
chos y raro ejemplo á todos.
Opuesto fué á este otro indio, que olvidado de
su misma madre é hijos, los desamparó en la ne-
cesidad extrema de una enfermedad prolija; huyó-
se por los bosques sin acudir á las obligaciones
que para cristianarse tenia de oir la doctrina. Bus-
cóle el Padre, trájole, solicitó con dádivas su en-
mienda, pero, como por su descuido murió su ma-
dre sin bautismo, así permitió el cielo, que sin él,

CONQUISTA ESPIRITUAL

él y su mujer muriesen en un bosque, á manos de
una muerte repentina.
Obligó á Dios un indio á que se olvidase de él,
porque olvidado de sí mismo huia de la iglesia y
Catecismo, discurría por los montes en busca de
animales, que era dado á caza: siempre proponía
el Padre de buscarle, y siempre se olvidaba; adole-
ció este pobre en el monte; un deudo suyo acudió
al Padre para pedirle fuese á verle, y estando en
su presencia gran parte del dia, nunca acertó á avi-
sarle. Fuese el indio con ánimo de volver el dia si-
guiente á avisarle, pero este mismo dia murió sin
el bautismo y olvidado el que se olvidó de sí.
LXVI
Reducción de Santa Teresa.
Agregáronse á este puesto de Santa Teresa 5.000
almas con la diligencia y fervor del P. Francis-
co Jiménez, el cual no sólo se ocupó en la pre-
dicación del Evangelio, sino también en labrar
las tierras y hacer grandes sembrados, enseñan-
do á los naturales el labor de la tierra con arado,
á cuya fama recogió grandes rebaños’ de almas.
Dejáronse un anciano viejo en el camino, imposi-
bilitado de andar, por estar juntamente enfermo;
este, animado con el deseo del bautismo, caminó
tres dias á gatas por un camino áspero; salió el Pa-
dre á buscarlo, y recibido el bautismo, murió. Hay
por toda esta comarca copioso número de infieles.
Acudió á un pueblo de estos un indio de esta re-
ducción, donde adoleció, y refiriéndoles la caridad

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 2$3

de los Padres para con los enfermos, ai punto de-
jaron sus casas, y se redujeron, y recibieron el bau-
tismo, y han muerto algunos con prendas de su
salvación.
Corrió el Padre aquellos bosques, rios y quebra-
das, donde halló grande número de infieles, que le
recibieron con notable amor, pidiéndole les seña-
lase sitios para hacer pueblos, que no pudo tener
efecto por falta de Padres. Bautizó 250 infantes; al
pié de 1.000 almas le siguieron para avecindarse en
esta reducción.
LXVII
Reducción de la Natividad de Nuestra Se/lora.
Redujéronse aquí cerca de 6.000 almas, hánse
bautizado ya 2.600, y las demás se van preparando
para lo mismo. A la fama de este Sacramento se
redujo aquí un indio con su mujer y cuatro hijos;
de la longitud y trabajo del camino adolecieron;
visitólos el Padre, y la buena mujer le recibió, di-
ciendo: Seas muy bien venido. Padre, que en busca
del bautismo he venido de mi tierra á esta, donde me
veo pobre, y no lo extraño ni siento, porque mi venida
ha sido solamente á bautizarme. Lo mismo dijo el
marido, y bien catequizados, los bautizó aquel dia,
y el siguiente volaron al cielo. Encargóse el Padre
de los cuatro niños, los tres siguieron á sus padres
recien lavados con el agua de la salud eterna.
No hay lugar donde el Evangelio no halle con-
tradicción en los magos, ministros del demonio, que
atribuyen al bautismo la muerte, y así, los procuran

254

CONQUISTA ESPIRITUAL

retraer de este Sacramento. Adoleció un mucha-
cho, y sus inñeles padres, creyendo los embustes de
estos, lo ocultaron bien lejos del pueblo; el mucha-
cho instaba á que le llevasen al Padre para que le
formase hijo de Dios por el bautismo, no lo pudo
alcanzar; lleváronlo unos indios movidos de sus
ruegos á la casa del Padre, que el muchacho no
quiso ir á la de sus padres, bautizóse, y al siguiente
dia se fué al cielo.
J ,o mismo sucedió á una muy anciana mujer, que
por ruegos se hizo llevar al pueblo, donde él Pa-
riré la vio muy afligida, y preguntada la causa, dijo,
que estaba congojada por verse infiel, y tan carga-
da de años gastados en servicio del demonio; con-
solóla y bautizóla el Padre, con que huyeron aque-
llas aflicciones, y al siguiente dia reposó en el
Señor.
Kn cada parte de estos suele haber particulares
usos, y aunque llorar sus difuntos es común en to-
dos, y con más energía á los más nobles, aquí ana-
dian desnudarse una mujer, y arrebatando un arco
y saetas, salia á las calles á tirarlas al sol, seña de
la saña que tienen con la muerte, á quien con el
deseo intentan matarla; procuraron evitar los Pa-
dres estas deshonestas acciones, y no era posible
ni lícito apretarlas, por ser gente nueva. Adoleció
un cacique muy principal, que recibió con muy
buen afecto el agua del bautismo; próximo á la
muerte, mandó á toda su gente que en su muerte
no hiciesen aquellas ceremonias, ni le llorasen
como muerto, sino que se alegrasen como con un
vivo que iba á vivir eternamente. Murió este dicho-
so cacique, y se cumplió su legado en todo el pue-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 255

blo, porque no se oyeron adelante los alaridos, ni
se vieron las ceremonias gentílicas que hasta allí
usaron.
LXVHI
Reducción de Santa Ana.
Poblaron este puesto 6 ooo personas y en breve se
bautizaron 2.600. Avecindóse en este lugar un gran
cacique, llamado Ayerobia, que quiere decir, yo
confío; llamóse en el bautismo Bartolomé: el de-
seo de su salvación dijo bien con su nombre, con-
firmándola con muy insignes obras; encargóse de
aguijar los gentiles remisos al bautismo; buscába-
los, recogíalos en su casa, sustentábalos, y como si
ya fuese cristiano muy antiguo, los doctrinaba en
la fe, y ya bien instruidos los presentaba ai Padre,
para que les ministrase aqueste Sacramento; em-
pleaba su industria en el adorno de la iglesia, ejer-
citando la carpintería. Sabida la invasión que los
de San Pablo habian hecho en Jesús María, matan-
do y cautivando mucha gente, atravesado el cora-
zón de dolor de ver que hombres que decían ser
cristianos estorbasen la predicación á los gentiles,
se partió á ayudar á sus hermanos; armóse con la
confesión, y en una refriega, habiendo muerto mu-
chos tupis (que son como alarbes, y los que traen
en su ayuda los vecinos de San Pablo) quedó
muerto, y queda su nombre vivo y confianza de su
salvación.
Otro cacique imitó al pasado en la vida y en la
muerte; mostró su celo en recoger la canalla de
magos y hechiceros; hacíales entrar á la doctrina,

256

CONQUISTA ESPIRITUAL

y juntos todos los llevaba los domingos á la iglesia,
con celo de un muy verdadero y fiel cristiano, y
como tal murió en la guerra, como el pasado.
No quiero dejar un cuento algo gracioso, si bien
de edificación. Un virtuoso mozo, movido de las
pláticas que de la castidad oia á los Padres, y en-
cendido de su amor, les pidió con grande instancia
le hiciesen castrar, edificados de su celo le dieron
á entender que no era lícito, y el modo que habia
de tener para ser casto.
Mostró la fe sus efectos en un milagroso caso.
Hirió de muerte aun indio una ponzoñosa víbora en
un pié, cayó como muerto, destilando de ambos y
de los ojos, oidos, narices, boca y demás partes del
cuerpo mucha sangre, como si en cada parte de es-
tas le hubiese lastimado; confesóse, y como en úl-
timo trance recibió los óleos con mucha devoción,
y con la misma y no pequeña instancia pidió que
le llevasen á la iglesia, por ver á su despedida el
santo sacrificio de la Misa; tanta fué su devoción,
que vencido el Padre, en parte cerca y decente dijo
Misa, que oyó el enfermo, y al punto quedó sano.
Vencido uno de vergüenza, calló en la confesión
un pecado sucio; al punto adoleció con tales acci-
dentes, que parecía exhalaba el alma. Acudió el
confesor, y atribuyendo el accidente del cuerpo á
mal del alma, le instó á que se confesase bien.
Bien advertido el indio confesó su culpa, y como la
iba diciendo se sentía mejor, y recibida la absolu-
ción, se halló sano; mas olvidado presto, volvió á
reincidir en su delito; volvió la justicia divina á
echarle mano con enfermedad mortal Reconoci-
do el pobre y flaco, acogióse al probado remedio

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 257

de la confesión, con que sanó del alma y no del
cuerpo, porque en breves dias acabó la vida.
Trajo á este lugar la predestinación á un ancia-
no viejo; caminó desde su lugar á este más de 40
leguas; pasó seguro por tierra de gentiles, cuyo ofi-
cio es matar á extranjeros; presentóse al P. José
Oregio, italiano, el cual, considerada la consumida
disposición del peregrino, al punto le industrió y
ministró el bautismo; quedó muy alegre el viejo de
ver efectuado su deseo, y el dia siguiente, estando
hablando, remató su vida.
No tuvieron la dicha que este dos que aquí se
avecindaron, marido y mujer, infieles, y de edad
anciana. Acudia todo el pueblo con fervor á la doc>
trina, para recibir el beneficio del bautismo; estos
solos al primer toque de campana huian, y ni ad-
vertidos del ejemplo y de las amonestaciones de
los suyos se rindieron. Advenido el Padre, fué él
en persona á convidarlos; guiólos á la iglesia, por-
que en tanto tiempo ni los umbrales de ella co-
nocían; y si la predestinación los hubiera admiti-
do, buen principio era este; pero volviendo á su
dureza antigua, prosiguieron en ausentarse del pue-
blo mientras los demás rezaban en la iglesia. Lle-
góles el castigo al entrar en su casa, dándoles un
temblor y accidentes tales, que allí cayeron, y aun-
que con toda priesa les acudió el Padre, se dio la
muerte más priesa en desterrarlos de esta vida y
aun del Paraíso.

17

CONQUISTA ESPIRITUAL

LXIX
Reducción de San Cristóbal.
Estaba ya el santo Evangelio tan bien acredita-
do entre los gentiles de este partido, que el deseo
de tenerlo en sus tierras los juntó aquí de varías
partes, y lo que en otras hacían los Padres á costa
de mucho trabajo en atraerlos, ellos lo hicieron, y
con mucha facilidad casa para recibir los Padres
y aposentarlos; llevaron unos escogidos niños á los
cristianos pueblos, para que los instruyesen en la
fe, con ánimo de tenerlos después por sus maes-
tros; llevaron también indios hábiles, para que
aprendiesen la carpintería, con deseos de hacer
ellos mismos la iglesia. El promotor de todo esto
fué un muy honrado cacique, dotado de inclina-
ción á lo bueno, que en el bautismo (que solicitó
con muchas veras, y le costó varios caminos) se
llamó Antonio. La penuria de sacerdotes no dio
lugar á que en mucho tiempo se les acudiese; pero
la solicitud de Antonio y otros muchos que le imi-
taban formó aquí un jardín, si bien aún no regado
con las aguas de las fuentes del Salvador; prepará-
base bien á que con facilidad corriesen, desterran-
do magos (que con celo de su mentirosa enseñan-
za se opusieron) rezando en sus casas voz en cue-
llo todas las oraciones, teniendo á sus mismos hi-
jos por maestros, que habían sido discípulos de
nuestros Padres. Este Antonio, aunque ya de edad,
se hizo tan docto en la doctrina, que la enseñaba
él, y promovia con grande aumento.
Alcanzaron sus importunos ruegos que se les die-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 259

se un Padre: recibieron como ángel al P. Juan
Agustín, á quien á porfía manifestaron sus mance-
bas, pidiendo con extraño deseo el bautismo, que
recibieron en muy breve tiempo 950 personas. Tan
fieles fueron, que habiendo trocado un cacique to-
das sus mancebas por el bautismo^ después de al-
gunos meses volvió á su casa una de ellas, y con
cristiano celo, bien enseñada, la volvió á despedir,
y pidió al Padre la corrigiese, que estos efectos hace
la divina gracia. Cogieron á un mago que (llevado
de un furor diabólico, por ver el descrédito de sus
fabulosas artes) persuadía á unos simples indios,
que dejada la cristiana licencia, retuviesen la fabu-
losa suya; con ejemplar castigo reprimieron el dia-
bólico celo de este mago, magnificando nuestra ley
católica y el beneficio recibido de los Padres.
Es tanta la terquedad de aquestos hechiceros,
que muy tarde ablandan su dureza. Tenia á un
hermano suyo uno de estos enfermo en su casa:
persuadiéronle que le llevase al Padre; oida por el
enfermo esta demanda, enseñado del mentiroso
hermano, no vino en ello, y al punto sintió el cas-
tigo; porque en los gritos, gestos y meneos pareció
estar endemoniado, y echando espumarajos por la
boca, á vueltas de ellos despidió su infeliz alma sin
bautismo.
Un descuidado indio de lo que en el bautismo
habia prometido, vivia licenciosamente sin oir
Misa ni dar muestras de que era cristiano; adole-
ció, y aunque con peligro, lo disimulaba por huir
de la confesión; dióle un parasismo (si ya no murió
como él decia) en el cual se vio llevar de unos mi-
nistros horrendos ante el Tribunal de Dios, de

2ÓO CONQUISTA ESPIRITUAL

quien se vio ásperamente reprendido de sus cul-
pas, dándole por pena que padeciera las molestias
de aquella enfermedad por muchos dias, los cuales
acabados, moriría. Volvió en sí, y bien arrepentido
confesó sus pecados y prosiguió su enfermedad
por muchos dias; agradecido él á la misericordia
de tan benigno juez, y cumplido el plazo de su pe-
nitencia partió á gozar su fruto como esperamos.
El celo de este Padre le llevó por las estancias
apartadas en busca de enfermos, de que bautizó
muy grande número; tanto se empeñó por aquel
bosque, que se perdió, sin que la guía acertase á
volver; pero guiábalos la predestinación de una
alma. Dieron en una choza, donde hallaron un
tierno infante que á grande priesa iba caminando
á la muerte, bautizólo el Padre, y al punto se par-
tió á la eterna vida.
Otra vez se perdió y fué acierto, porque topó una
mujer, llorada ya por muerta; reconocióla que vi-
vía, hízola hija de Dios por el bautismo, con que
murió para vivir eternamente.
LXX
Reducción de Jesús María.
Dio forma á esta reducción el P. Pedro Romero,
de quien ya dije y pudiera decir mucho de su
celo y vigilancia. Y aunque bien ocupado en el
oficio de Superior de todas las reducciones, visi-
tándolas continuamente y consolando á sus her-
manos, trabajaba en todas en el cultivo de los in-
dios. Juntáronse aquí 2.000 familias, que hacen nú-
mero de 10.000 almas. Dejó en su lugar (por acu-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 2ÓI

dir á su principal oficio) al insigne P. Cristóbal de
Mendoza, á quien coronó la laureola de mártir; y
como veterano y experto en la agregación de gen-
tes á la cristiana Religión, instruyó aquella con muy
grande progreso, comunicándole el cielo un en-
cendido celo de convertir los numerosos rebaños
de gentiles que pastoreaba el demonio por aque-
llos valles, sierras, rios y quebradas.
Tuvo noticicia de unos tupis, que son banque-
ros ó cajeros de los vecinos de San Pablo, á quien
en lengua portuguesa llaman pomberos, y en nues-
tro castellano palomeros, á la similitud de los palo-
mos diestros en recoger y hurtar palomas en otros
palomares; los naturales los llaman mú, que quiere
decir, los contratantes. Estos dividen entre sí las
comarcas, y cada uno en su puesto tiene su aduar
y mesa de cambio, para comprar indios, mujeres y
niños, para lo cual les envian los moradores de las
villas de la costa del Brasil, hachas, machetes, cu-
chillos y todo género de herramientas, vestidos
viejos, sombreros, jerguetas y mil bujerías para la
compra de almas, al modo que acá se envía á com-
prar una partida de carneros ó hatajo de vacas.
Estos pomberos, si bien profesan ser cristianos,
son los mismos demonios del infierno, oficina de
todo género de maldades y pecados, aduana de
embriaguez y de torpísimos pecados. Tienen las
casas llenas de mujeres gentiles, compradas para
sus torpezas; incitan á los gentiles á que se hagan
guerra, y se cautiven y prendan, y los traigan al
contraste y venta. La necesidad de aquestas herra
mientas (para sus labranzas) les hace cautivarse
unos á otros, y á veces á los mismos deudos y mo-

2Ó2

CONQUISTA ESPIRITUAL

radores de sus mismas causas, los entregan por
una hacha ó por un machete, que esta es ya la tasa.
Y así el que más puede, abrazándose con el que no
le puede resistir lo prende diciendo: Ya eres mi es-
clavo. Con que rendido se deja llevar á los pombe-
ros, y se trata y sirve como esclavo: supe de uno
un cuento, que si gracioso, causa dolor.
Cogieron á un indio á este modo; no pudo repe-
ler la violencia, iba á ser entregado á esclavitud
perpetua á aquellos infames telonarios; halló que
estaban comprando y vendiendo mucha gente, y
él también entre ellos fué vendido (estos pombe-
ros los hay también en Angola al trajín de negros
puestos por los que tienen este estanco y granje-
ria de comprar negros). Anduvo el triste discur-
riendo en su rescate; vio que se iba uno que habia
sido vendedor de otro y juzgó que tendría brío para
asirle; el deseo de su libertad le dio aliento, embis-
te con él, y atado (haciendo presa en el precio que
llevaba de su injusta venta) lo llevó al pombero, y
en trueco de su libertad se lo entregó por esclavo,
y quedó él libre. Y por no verse en semejante tran-
ce se acogió al seguro de nuestras reducciones.
Juntas ya muchas tropas, avisan á San Pablo y
demás villas de la costa, de donde acuden barcos
y canoas en que los llevan en ganancioso empleo;
porque el costo fué dos ó cuatro pesos, y puestos
en sus villas valen 15 ó 20; llevados al río Genero
los venden por 40 ó 50 cruzados.
Cogió á algunos pomberos de estos el santo Pa-
dre, y quitándoles la presa (á que dio libertad) en-
viólos á las reducciones lejanas, para que allí fue-
sen doctrinados; discurrió el Padre y su compafie-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 263

ro el P. Pedro de Mola por toda aquella tierra,
descubriendo pueblos de gentiles, y dándoles no-
ticia de la Religión cristiana.
Supieron cómo un famoso cacique, grande he-
chicero y mago, se publicaba dios de toda aquella
tierra (común locura de estos miserables) con que
se hacia adorar de aquella gente simple; desearon
ganarle, y para tener entrada le enviaron á Anto-
nio (de quien ya dije) hombre adornado de fe y
confianza; fué muy bien recibido de Yeguacaporu
(que así se llamaba aquel fingido dios) juzgando
que venia á reconocerle y adorarle, como en su
gentilidad habia hecho; después de muchas razo-
nes que con sagaz prudencia Antonio tuvo con él,
le dijo que los Padres gustarían de verle, y él te-
nia por cierto que no se disgustaría de tratarlos.
Pues cómo quieres (le respondió) que yo que soy dios
y señor de lo criado, formador de los rayos, causador
de la vida y de la muerte, me sujete d ir á ver d unos
extranjeros pobretones, que d mi despecho y descrédito
pregonan d esa gente bárbara que hay un solo Dios
y que ese está en el cielo; yo soy ese, que ellos con igno-
rancia predican á mi descrédito; yo tomaré venganza
justa y pondré remedio, matando á todos estos sacer-
dotes, para que cesen los embustes con que llevan tras
sí los ignorantes. ¿ Y tú por qué te has dejido enga-
ñarían ciegamente? Respondió Antonio, que él no
habia recibido mal ninguno de los Padres, antes le
habian hecho grandes beneficios á él y á sus vasa-
llos. Con esto divertieron la. plática, y Antonio se
volvió. Y sirva de advertencia la memoria que aquí
hago de este mago, que fué gran parte en el marti-
rio del P. Cristóbal de Mendoza.

– i zr\ te Türua allá es rsaj célebre
:Lsas T oraciones, se
~:¿. t-.~ ?Á_irs ±jr«e iaa breve vista
11:z-m. y zz.zr-zz-¿*se 1» ¿Lsa (roe había de
r: i’:: .. – -i ->-«*rzr-ii iu* habiéndolos irían de
;r.. t. :anzic rea siena habitada
iii-í-r tic i ~ -^ffr^ zt tigres saHan á los ca-
1 l*g- – r¿-c -¿n;*; íl 5¿r:: Padre: recibiéronle
¿i r t:- apareóle agasa;*: cióles noticia de su
ir_rtii-i mienti. Halase retirado a esta leonera
-r. zt:zzr.i’. llamad? Tavrbay, muy grande he-
\r.v:-.zz. u ie quiso es ¿an Miguel con sus mentiro-
sas e-reces defenier la entrada al Evangelio, pero
>- ¿ vecinos ce aquella población lo llevaron atado
á la presencia ¿el ?. Cristóbal, el cual le tuvo un
día entero en su misma celda, corrigiéndole con
blandura y amor, pero este género de demonios no
se vence sino con el castigo. Corrido y desacredi-
tado se desterró este pobre, y se vino á esta leone-
ra, donde libre usaba de sus mentirosas artes. Tra-
taron de dar la muerte al Padre, pero quisieron
consultar primero á Yeguacaporú (que queda ya
advertido;, insistieron al Padre con mentido amor
‘juc volviese por allí, donde hallaría la gente de la
comarca toda junta, para que todos gozasen de su
doctrina y enseñanza. El Padre, libre de la traición
que maquinaban, les prometió volver, prometién-
dose el logro de aquellas gentes, con que se despi-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 265

dio. Llegó á su deseada provincia del Caaguape,
donde cAn universal amor fué recibido; detúvose
allí algunos dias, dándoles noticia de nuestra fe,
que oyeron todos con mucho gusto.
Mientras el santo varen andaba hecho pregone-
ro de la vida, trataba Tayubay de darle la muerte;
hizo á los suyos un largo razonamiento, cuya ma-
teria fué abonarse á sí y á su doctrina, desmentir’
la del Padre, desautorizar el modo de vivir de los
cristianos, que bajamente dejaban sus mujeres, su-
jetos á una extranjera enseñanza: Tomad (decia)
ejemplo en mí, mirad cuál ando desterrado por este
sacerdote, y desacreditada la antigua usanza de nues-
tros pasados. Con esto se partió á consultar al dios
mentido de Yeguacaporú, el cual le encargó mata-
se al Padre, y concordes todos, se pusieron en em-
boscadas á esperarle.
Ocupaba en su misión el corazón del Padre tan
gran consuelo, cuanta era la latitud de la esperan-
za de la conversión de aquella tan dilatada pro
vincia de gentiles, y dadas á Dios las gracias, y re-
partidos los dones (que la pobreza común permite)
entre aquella buena y amorosa gente, se despidió,
dejándolos con el dulzor primero de la palabra di-
vina, deseosos de que él volviese ú otros Padres.
LXXI
Martirio del P. Cristóbal de Mendoza.
Volvia el Padre tan alegre como ganancioso con
haber ganado las voluntades de tantas gentes, bien
descuidado de la traición que los magos le tenian

266

CONQUISTA ESPIRITUAL

armada; sintiéronle las centinelas, y dando aviso de
su venida, unos y otros, saliendo á recibirle, y con
fingidas palabras le guiaron por donde estaba la
fuerza de la gente. Llegó á Villarroyon á las dos
del dia, donde le obligó á quedarse un aguacero;
la poca gente que le acompañaba se dividió á tra-
tar del reparo de la lluvia, que comunmente son
unas chozuelas pajizas; descubrieron la traición,
volvieron á gran priesa á avisar al Padre parte de
sus compañeros; atajados de los enemigos no pu-
dieron volver á socorrerle; los que con él estaban
eran pocos, los enemigos muchos, cuyo tropel y
vocería hacia romper el aire y temblar la tierra; su
repentino acometimiento turbó el orden que pudie-
ran tener los pocos que estaban con el Padre, si
bien se pusieron en una desordenada resistencia.
Saltó el Padre en un caballo, animando con ex-
traño valor á sus amigos, y como siempre fué su
desvelo bautizar infieles, aun en tan evidente peli-
gro de la vida fué todo su cuidado defenderlos, ya
arredrando con valor al enemigo, ya persuadiendo
á los infieles no se pusiesen á peligro de perder la
vida. Pudo escapar la suya, pero por dar la eterna
á un catecúmeno que atravesado de una saeta es-
taba agonizando, se acercó á los enemigos para
bautizarlo, que aunque no alcanzó su deseo por la
resistencia bárbara, no perdió su mérito.
En la mayor diligencia que ponia para defender
los suyos se halló en un lodazal en que el caballo
cayó sin poder salir de él; á voces mandó el Padre
á su gente que se metiese al monte para salvarlas
vidas, y quitando una rodela á un indio se guare-
ció de la lluvia de flechas que sobre él venían; solo

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 267

ya y desamparado de los suyos que escaparon por
los bosques, eran tantas las flechas que en la rode-
la recibió, que el peso le impedia abroquelarse;
para romperlas descubrió el cuerpo, y al punto le
dieron en una sien con una saeta, y ya aturdido y
con dos golpes crueles que con un palo le dieron
en la cabeza, y dos flechazos, se rindió su cuerpo á
la tierra.
Cargó sobre él aquella bárbara canalla, y pro-
bando su fuerza en el sagrado cuerpo, lo molieron
á palos, y le quitó por trofeo una oreja un perni-
cioso mago; quitáronle el vestido sin dejarle cosa;
halláronle un Cristo que traia al pecho, en quien
estos gentiles renovaron el judaico escarnio. La
lluvia que le ordenó la muerte, le dilató la vida
para la ganancia de más méritos. Su deseo fué que-
mar el cuerpo, pero dejáronlo, huyendo de la llu-
via, para el siguiente dia, dejando para entonces el
abrirle el vientre, que las fabulosas observancias
les persuaden, que si el matador no abre el vientre
al muerto, al paso que este se hincha él también y
muere.
Acuerdóme en este paso, que en trances de la
muerte en que nos vimos, me decia este santo va-
ron que deseaba un martirio breve y repentino,
por no ver tan despacio la cara de la muerte; no
se le concedió, porque se le dilató la vida con una
larga muerte, para que á pena larga siguiese largo
premio, y no se pusiese duda en su martirio. Vol-
vió en sí bien tarde de la noche oscura, hallóse
desamparado de los suyos, desnudo y metido en
un pantano, la cabeza rota por dos partes, la sien
herida, las espaldas atravesadas de saetas, y su

268

CONQUISTA ESPIRITUAL

cuerpo todo ensangrentado. Levantóse el invicto
mártir, y medio arrastrando se apartó algún trecho
buscando algún abrigo, f mas cómo lo habia de ha-
llar en la campiña 1 dejo á la consideración lo que
este santo haría toda aquella noche.
Apenas abrió el dia, cuando aquellas bestias, á
fuer de tigres, salieron (como de leoneras) de sus
casas á cebar su furor en la presa que á su enten-
der juzgaban ya por muerta; guiólos el rastro de la
sangre al mártir, que tendido estaba en el duro
suelo: pusieron en él sus sacrilegas lenguas, con
oprobios, y en Dios con horribles blasfemias. ¿Dón-
de está (decian) el Dios que has predicado? ciego
debe de ser, pues no te ve, y su poder ninguno, pues no
te puede librar de nuestras manos. El santo les argü-
yó de su perñdia, ya amonestándoles con amor á
que, dando de mano al gentilismo, abrazasen la ley
de los cristianos, ya amenazándolos con el riguro-
so castigo con que Dios castiga á los rebeldes, que
si disimula y espera, descarga la mano más pesa-
da; mandáronle callar, mas prosiguiendo, con un
machetazo que le dieron en la boca le derribaron
los dientes, que recogidos por un muchacho que
se halló presente y le ayudaba á Misa, los tenemos
hoy por reliquias.
Prosiguió el santo con su predicación, y ellos
con golpes y porrazos, cortándole los labios de la
boca, la oreja que le quedaba, y las narices, repi-
tiendo por mofa lo que el santo solia decir á los
cristianos en la explicación de la doctrina; atrave-
sado en un palo le llevaron á un bosquecillo, para
que allí muriese, y como si su boca estuviese muy
entera les dijo el gusto con que moría, y el amor

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 269

que tenia á sus almas, deseando lavarlas en las
aguas puras del bautismo: La mia (decia) irá á go-
zar de Dios, mi cuerpo solo matareis. / Oh si conocié-
sedes el bien que os anuncio, y vuestro desagradeci-
miento no merece! Cansados ya de maltratar el san-
to, le sacaron la lengua por debajo de la barba, y
con bestial ñereza le fueron desollando todo el
pecho y vientre, que todo hacia un pedazo con la
lengua; tuvo siempre los ojos clavados en el cielo,
como reconociendo el camino por donde su alma
á largos pasos habia de caminar á la corona. Abrié-
ronle el pecho, y aquel corazón que ardia en su
amor se le sacaron, y atravesándole de saetas de-
cían los obstinados hechiceros: Veamos si su alma
muere ahora. Dio, finalmente, fin á su apostólica
predicación con tan ilustre martirio.
No quiso el fuego concurrir al deseo que tuvie-
ron de hacer ceniza el santo cuerpo; pero para que
pasase por agua y fuego al refrigerio eterno, lo
arrojaron en un arroyo. Volviéronse á sus casas es-
tas bestias, y no hartos con las carnes de tan amo-
roso Padre, fueron á comerse dos hijos que el san-
to en Cristo habia engendrado, cautivos el antece-
dente dia, y refamiéndose en la inocente sangre, con
gran festejo y provisión de vinos hicieron pan moli-
do entre sus dientes, que servirá en la mesa de Dios
eternidades.
LXXII
Castigo que se hizo en estos Parricidas.
La medida del amor que todos tenian al santo
Padre fué su sentimiento, á cuya venganza se aper-
cibieron luego más de 1.400 indios de guerra, en-

270

CONQUISTA ESPIRITUAL

cargándoles los Padres que no hiciesen mal á na-
die sino que cobrasen el santo cuerpo. Hallaron á
los enemigos muy prevenidos, los cuales con gran
ímpetu embistieron con los nuestros; pero rechaza-
dos primera vez, se juntó mucho más número. La
segunda los nuestros- hicieron en ellos muy cruel
matanza, y entre ellos murieron todos los que mar-
tirizaron al Padre. Cogió vivo al traidor de Tuyu-
bay un famoso cacique de San Miguel llamado
Guaybicang: preguntóle dónde habia muerto el Pa-
dre, y mostrándole el lugar, allí mismo lo mató,
quebrándole la cabeza con una porra de armas.
A maravilla se atribuyó que muriendo de los ene-
migos muchos, de los nuestros no murió ninguno, y
aunque mal heridos muchos, cobraron salud todos.
Sacaron el cuerpo del arroyo, que fué recibido en
el pueblo con universal llanto de los indios, y en-
vidia de los Padres.
Fué el P. Cristóbal natural de Santa Cruz de la
Sierra, de la gente más noble de aquella ciudad:
su abuelo fué el primer gobernador de aquella pro-
vincia. Llamóse antes de entrar en la Compañía
D. Rodrigo de Mendoza; tomó en la Religión nom-
bre de Cristóbal; fué verdadero despreciador de sí,
humilde é incansable trabajador en la conversión
de inñeles, liberalísimo con los pobres, de que vi-
mos raros ejemplos. Soñó una noche que un po-
bre le pedia limosna, y no teniendo qué dar, se
quitó (durmiendo) la ropa de encima, y la arrojó
al soñado pobre. Seria muy larga cosa contar sus
heroicos hechos: celebráralos el tiempo con larga
historia.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 271

LXXIII
De los impedimentos que los magos pusieron al
Evangelio, y muerte de más dejoo infantes en odio
de la fe.
Quedó aquel gran hechicero Yeguacaporú sabo-
reado con la muerte que por su orden se ejecutó
en el santo P. Cristóbal de Mendoza; procuró ha-
cer lo mismo en los demás, pero atajóle los pasos
su desdichada muerte. No le faltaron herederos en
sus embelecos y magias. Estos hicieron iglesias,
pusieron pulpitos, hacian sus pláticas, y bautiza-
ban; la forma de su bautismo era esta: Yo te des
bautizo, lavándoles todo el cuerpo; las pláticas eran
enderezadas al descrédito de la fe y Religión cris-
tiana, amenazando á los que la recibiesen y á los
que recibida no la detestasen, á que serian comi-
dos de los tigres, y que las formidables fantasmas
saldrían de sus cavernas armadas de ira, con espa-
das larguísimas de piedra á tomar venganza, y
otras boberías á este modo, cosas todas muy for-
midables á aquella simple gente.
Fingian que los ecos son las voces que dan
aquestos monstruos, que esperan el mandato de
los hechiceros para salir á destruir á los cristianos.
Agregóse á esta congregación una mujer que su
estatura extraordinaria de gigante la dio atrevi-
miento á hacerse diosa del sol y de la luna y de
los demás planetas, cuya luz estaba á su gobierno.
Instaba á que se destruyesen los pueblos de cristia-
nos, ofreciendo ella quitarles la luz en el conñicto,

272

CONQUISTA ESPIRITUAL

quedando lo* suyos en luz clara; y de aquestas bo-
berías cada cual decía ciento.
Hay una parcialidad ó provincia de gente ende-
moniada, que realmente habita en ellos el demo-
nio; hánles puesto por nombre los protervos ú ham-
bres sin discurso; no son labradores, susténtanse
de caza, y cuando falta ésta (que es muy ordinario)
es su sustento carne humana; andan por los cam-
pos y montes en manadas al modo de rabiosos per-
ros. Entran de repente en los pueblos, y como fie-
ras acometen al rebaño y hacen presa en los mu-
chachos que pueden para su comida. Suelen, to-
mados del demonio, andar vagando de noche por
los campos como borrachos ó locos, comen brasas
de fuego como si iueran guindas (dudoso es de
creer) y yo confieso que lo tuve por patraña; pero
desengañóme la experiencia que uno en mi presen-
cia hizo, mascando carbones encendidos como un
terrón de azúcar.
Algunos tiempos gozan de sosiego, pero suele de
repente el mal espíritu embestir en su interior con
tal fiereza, que como al fin endemoniados, cogen
sus arcos y saetas, y bramando con fiereza extraña,
tiran, matan y ahuyentan, que parece cada uno un
fiero toro. Pasada aquella furia, quedan en paz, y
ellos confiesan que no saben qué es aquello que
interiormente les mueve: uno de estos tuvimos
preso, y se averiguó que se habia comido ú su mu-
jer y dos hijos, y actualmente le cogieron comién-
dose á su mismo padre; en las acciones y aspecto
parecía un tigre. Hánse reducido algunos de estos
á nuestras reducciones, donde parece viven sose-
gados, y si el cielo nos concediese ayuda de Reli-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 273

giosos, toda esta presa se le quitaría al demonio.
En muchos lugares de este discurso se ha visto
que, para atraer á sí las almas, el demonio ha pro-
curado imitar nuestras acciones; fué invención su-
ya una religión que forjó de doce escogidos magos;
estos traian más de 700 hombres, de estos escogían
unos bailadores, cantores y en embustes diestros;
enviábanlos de secreto á nuestros pueblos para
que con sus fábulas arredrasen la gente del bautis-
mo, y no fué poco el daño que hicieron entre los
nuevamente convertidos, á que acudió el celo de
los Padres, poniendo remedio en sus pueblos con
recoger la gente nueva, en que trabajó mucho el
P. Francisco Diaz.
Estos 700 ladrones, discípulos de los 12 magos,
hacian por la comarca graves daños en los cristia-
‘nos que cogían, comiéndolos en odio de la fe. Co-
giólos disfrazado un antiguo cristiano de nuestras
reducciones en una acción diabólica: echaron en
una tina de agua hirviendo á un cristiano infante,
celebrando con mucho regocijo su llanto y sus me-
neos, y con sus carnes celebraron su convite. Há-
llase por cuenta que estos lobos se comieron más
de 300 infantes en odio de la fe, sin muchos adultos
que pasaron por el mismo trancé. Armóse un buen
número de fieles para reprimir las insolencias de
estos, que ya llegaban á intentar el saco de nues-
tras reducciones y á tratar de comerse á los Pa-
dres: dos veces pelearon, quedando vencedores
siempre nuestros fieles, y de infieles muertos y cau-
tivos muchos. Uno que trajeron bien atado, con
verse así, á voces decia que era amigo del sol, el
cual á ciertos tiempos bajaba á verle; á este dispa-
18

274

CONQUISTA ESPIRI1UAL

rate, lo arrastraron é hirieron de manera que, á no
quitárselo, lo matan.
Después de estos nublados se siguió la luz y paz,
después de aquestas guerras ofrecían las mieses,
que ya parecía iban sazonando, un muy copioso es-
quilmo, si la penuria de operarios no anublase la
esperanza; los cercanos infieles, ya desengañados
se reducian á la verdad, los apartados la pedían, y
como vencedor el Evangelio parecía ya libre de
enemigos. Hecha la cuenta de aquella cosecha,
consta por los libros que escapamos del incendio,
que se agregaron á las troges de la Iglesia hasta el
año de 1626, 94.990 almas que recibieron la fe y el
bautismo.
Mas i quién pensara que cristianos habían de ha-
cer guerra á la fe de Cristo 1 (si ya no digamos que
son herejes). A este tiempo los vecinos de San Pa-
blo, Santos, San Vicente y otras villas de la costa
del Brasil se apercibían á venir con nueva guerra
á turbar la paz, cautivar y matar cristianos, quemar
templos, herir y maltratar á los sacerdotes, despojar
las iglesias y pegar fuego á la virtud, y desarraigar
la religión cristiana, y plantar una sementera de
detestables vicios.
LXXIV
Cosas que antecedieron á ¡a hostil mano con que ios
de San Pablo de nuevo entraron en la Provincia
del Tape.
No es cosa inusitada el dar Dios señas y demos-
traciones en cosas graves y portentosas. Así lo dice
Eusebio, lib. 1 de Historia Evangélica; y Josefo de

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 275

Bello Judaico; y Cristo nuestro Señor en su Evan-
gelio da las señas del Ante-Cristo, y dice la pérdi-
da de muchos; y aun si posible fuera, los mismos
escogidos pudieran correr riesgo. jMas ay de aquel
que causa estos escándalos I De aquesta persecu-
ción daré las señas, la pérdida de muchos que pa-
recían electos veráse clara, el escandaloso goce de
su presa, mas guárdese que le amenaza un terrible
golpe:. Vae qui lugenda in posterum, nunc ridenda
putant.
En el par. 2.0 dije la prevención que más de vein-
te años antes tuvo la Majestad de Dios de enviar á
la provincia de Guaira sujetos para que recogiesen
los predestinados, antes que el Ante-Cristo les tur-
base; y allí apunté las señas. Los demonios que en
el par. 16 dije, lo significaron mostrando ser en el
hábito semejantes á estos de San Pablo y costa
del Brasil, mostrándose en su figura con sus esco-
petas y armas, y aún dijeron que eran sus amigos.
Los que en el par. 27 dije que quemamos, á voces
dijeron que habian de convocar á los de San Pa-
blo, como amigos suyos, para que asolasen los pue-
blos en su venganza. Bien sé que es mentiroso,
pero oblígale Dios no pocas veces á que diga ver-
dad y en la ejecución la vemos.
Cuando salió la gente de Loreto y San Ignacio
de sus tierras huyendo de esta cruel persecución
sudó una imagen de nuestra Señora copiosísimo
sudor. Dos ángeles (como en el par. 37 dije) llora-
ron, cuyas lágrimas distintas hilo á hilo vieron los
Religiosos de la Compañía (que se hallaron pre-
sentes) salir por los mismos lagrimales de sus ojos.
Tuvieron parte también los ángeles en este traba-

276 CONQUISTA ESPIRITUAL

jo, porque la reducción del Tayaoba, que atrás dije
la habiamos dedicado á los santos Angeles, cuya
defensa me libró de más de 3.000 indios que me
tuvieron cercado en aquella provincia en un pa-
lenque que hice para defenderme, y así mostraron
sernos compañeros en el trabajo y sentimiento.
Esto sucedió en la destrucción de la provincia de
Guaira. En esta del Tape y de la sierra sea la pri-
mera señal, que estando toda aquella tierra en toda
paz, y sin juzgar ser posible que estos hombres la
entrasen por muchas y claras razones, cinco años
antes una persona á quien el cielo declaró el des-
trozo que habían de hacer por allí, escribió un pa-
pel á un amigo suyo, que se ocupaba en aquel mi-
nisterio, en esta forma: Dentro de cinco años irá por
ahí aquella perversa gente, y para prueba de esto y
que se ejecutará sin falta, guárdeme este papel para
cuando vengan, que entonces yo se lo pediré. Sucedió
á la letra, y hallándose juntos estos dos en la en-
trada de estos malos hombres, le pidió su papel, el
cual tuve yo en mis manos.
San Ignacio y San Francisco Javier en una re-
ducción de estas sudaron en un dia muy copioso
sudor. El Cristo á la columna, de que en el par. 64
dije, sudó en esta misma ocasión, y es de reparar
que los vestigios que el pintor expresó desde la
columna, hasta donde Cristo nuestro Señor fué á
tomar sus vestiduras sudaron juntamente, que aun
en esto nos quiso avisar el rastro y las pisadas
que aquellos monstruos daban alegres en su per-
dición, diligentes en la de los gentiles y cristianos
indios, y cuan dolorosas las dio este Señor por re-
dimirnos á todos.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 277

Cuando salieron estas furias de sus villas sudó
en su misma tierra una imagen de nuestra Señora,
y otra de San Ignacio, y de muchos Religiosos
supe que lo atribuyeron á sentimiento que el cie-
lo hacia contra esta maldad, reprendida de varo-
nes santos y doctos, si bien apoyada de muchos
ignorantes.
Y si aquestas señas que Dios, como amoroso Pa-
dre, dio para la enmienda y corrección no bastan,
vengamos á las del castigo. En la villa de San Pa-
blo han muerto desastradamente 83 españoles; el
que tuvo preso á los PP. Simón Masseta y Justo
Mansilla, de que en el par. 34 dije, se cayó muerto
de repente; otro que á los mismos coronó con
baldones y manos violentas, é irritó con horren-
das blasfemias la ira de Dios, murió de tres pelo-
tazos. Después de sepultado en la iglesia, á pocos
dias abrieron su sepultura para enterrar á otro; el
rastro hallaron de un zapato solo, que sin pasar
por purgatorio, vestido y calzado lo llevaron; el
que con flechas encendidas pegó fuego á la iglesia
de Jesus-María, de que atrás dije, murió muy en
breve y con tan desastrada muerte, que los mismos
cómplices la publicaron, atribuyéndola á castigo
del cielo. –
No quiero callar una cosa que todos la han juz-
gado por milagrosa. Tres meses antes de embar-
carme en el puerto de Buenos-Aires envié la pri-
mera vía de las informaciones que en esta razón de
las maldades que los de San Pablo habian cometi-
do, se hicieron para que se presentasen en esta
corte. El navio en que venian, en una furiosa tem-
pestad se hizo pedazos, y para que la justicia hu-

278

CONQUISTA ESPIRITUAL

mana pudiese poner remedio á tan graves males, y
la divina mostrase el deseo que de su ñn tenia, no
sólo conservó estos papeles, sino los sacó por las
tempestuosas ondas del mar á la orilla de la costa
de Lisboa, donde los hallaron con admiración y es-
panto de los que los vieron, que fueron muchos,
concurriendo el cielo, no sólo á guardarlos, sin que
las olas los despedazasen y el agua del mar los con-
sumiese, sino también á que llegasen á esta corte á
tiempo que se trataba del remedio de los males pa-
sados, cuya grandeza causaba duda en muchos;
pero confirmando estos papeles los males nuevos,
quedó la verdad acreditada.
Testigos hay muchos de este caso en Lisboa, y
á esta corte ha pocos meses que llegó un hidalgo
honrado que venia en aquella nao y traia á su cargo
un pliego para su Majestad, y previniéndose del
peligro de enemigos, sacó de su caja el pliego para
tenerlo á mano y echarlo á fondo si abordase algún
enemigo; y esta fué la causa que, yéndose el navio
á fondo, se hallase con el pliego del rey y á nado lo
escapase, el cual afirma que estos papeles de que
trato fué maravilla haber escapado, porque además
de haberse ahogado mucha gente, no se pudo en
ninguna manera escapar cosa del navio. .
Baste, por conclusión del castigo que Dios hace
en aquellos hombres, el común morir de ellos deses-
perado de la vida eterna, castigándolos Dios en
esta vida con horrendas tinieblas, permitiendo que
den de un abismo en otro de maldades, porque,
cuando salen á cautivar hombres libres (declarados
así por los Pontífices, con excomunión reservada
contra los que les quitaren su libertad) á matar in-

DE I OS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 279

mensidad de ellos, á quitarles sus hijas y mujeres
para sus torpes usos, á desterrar el Evangelio y el
Santísimo Sacramento de sus templos, conñesan y
comulgan como si fuesen en romería á Composte-
la. Este es su modo de vivir hasta la muerte, y sal-
teados de esta, reciben los Sacramentos todos, de-
jando en testamentos y legados gran copia de gent»
libre en perpetua esclavitud.
LXXV
Entrada de los de San Pablo en Jesús María.
A la voz que corrió de que venian sobre esta re-
ducción los de San Pablo, dieron principió los in ■
dios á un pequeño cerco que no se pudo acabar
por la priesa con que los enemigos caminaron. El
dia de San Francisco Javier del año de 1637, estan-
do celebrando la fiesta con Misa y sermón, 140 cas-
tellanos del Brasil con 150 tupis, todos muy bien
armados con escopetas, vestidos de escupiles, que
son al modo de dalmáticas estofadas de algodón,
con que vestido el soldado de pies á cabeza, pelea
con seguridad de las saetas; á son de caja, bandera
tendida y orden militar, entraron por el pueblo dis-
parando, y sin aguardar razones, acometiendo á la
iglesia, disparando sus mosquetes; habíase recogi-
do á ella la gente del pueblo, cuya pared también
servia al no acabado cerco; halláronse allí dos
sacerdotes y dos hermanos nuestros, que viéndose
apurados de balazos, se aplicaron los hermanos é
indios á la defensa justa, y los Padres á ponerles
ánimo.

28o

Pelearon seis horas, desde las ocho de la mañana
hasta las dos del dia; hirieron á un Padre en la ca-
beza de un balazo; atravesaron el brazo á un Her-
mano, y al otro le hirieron con milagroso suceso,
porque descargando la furia de la bala en una me-
dalla que traia al cuello, no le atravesó, y resurtien-
do, le hirió la mano. Los cristianos nuestros hacían
su esfuerzo, esperando el socorro que de gente se
aguardaba; las mujeres y niños de rodillas pedían
socorro á Dios con muchas lágrimas. Mal herido y
cansado se guareció un religioso de un madero;
viéronle desde el campo los enemigos, y diciendo
á voces: Matemos aquel perro, le asestaron puntería
todos; contadas después las balas pasaron de 500,
de que los mismos traidores se maravillaron.
Visto por los enemigos el valor de los cercados,
y que los muertos suyos eran muchos, pretendieron
hacer un boquerón por unos palos del fuerte; sin
tiólo una varonil mujer, y vistiéndose de varón, con
una lanza que tenia embistió con un tupi, que ya
á los demás abría el paso, y atravesándole le dejó
allí muerto, defendiendo á los demás la entrada.
Determináronse los enemigos de quemar la igle-
sia; yo confieso que les he oido decir que son cris-
tianos, y aun en esta ocasión traían rosarios bien
cumplidos; sin duda tienen fe de Dios, las obras son
del diablo. Tres veces tiraron fuego en saetas, y
aunque con dificultad, lo apagaron; pero como el
sol mostraba bien su fuerza, hizo á la cuarta vez
presa irremediable el fuego en la pajiza iglesia; allí
fué la confusión y vocería, los gritos y alaridos de
los niños, llantos de mujeres y turbación de todos.
Estaba el enemigo muy alegre, dando gracias á

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 281

Dios por ver arder la iglesia: el cerco era pequeño,
el fuego grande, el sol echaba rayos encendidos, el
peligro del enemigo estaba claro: al fin juzgaron
con razón fiarse del racional enemigo (si tal nom-
bre merece)antes que abrasarse en aquella hoguera.
Abrieron un portillo, y saliendo por él al modo que
el rebaño de ovejas sale de su majada al pasto,
como endemoniados acudian aquellos fieros tigres
al portillo, y con espadas, machetes y alfanjes der-
ribaban cabezas, tronchaban brazos, dejarretaban
piernas, atravesaban cuerpos, matando con la más
bárbara fiereza que el mundo vio jamás, á los que
huyendo del fuego encontraban con sus alfanjes.
Más ¿qué tigre no rehusara de ensangrentar sus uñas
en aquellos infantes tiernos, que seguros parecian
estar asidos á los pechos de sus madres?
Sin encarecimiento digo que aquí se vio la cruel-
dad de Herodes, y con exceso mayor, porque aquel
perdonando á las madres, se contentó con la sangre
de sus hijuelos tiernos; pero estos, ni con la una y
otra se vieron hartos, ni bastaron los arroyos que
corrian de la inocente sangre á hartar su insaciable
fiereza. Probaban los aceros de sus alfanjes en hen-
der los niños en dos partes, en abrirles las cabezas
y despedazar sus delicados miembros. Los gritos,
vocería y aullidos de estos lobos, con las lastimeras
voces de las madres que quedaban atravesadas de
la bárbara espada y de dolor de ver despedazados
sus hijuelos, hacia una confusión horrenda. Hecha
esta cruel matanza, entraron á los Padres, que se es-
taban abrasando con el fuego y sol que ardia, sin
tener el más mínimo reparo; los baldones é injurias
que les hicieron es bien calle la pluma más.modesta

2.S2

que sus infernales lenguas;ni les movió á compasión
ver los heridos, antes los pusieron en prisión con
buenas guardas; y discurriendo al robo de lo que
el fuego habia perdonado, no perdonaron las vesti-
duras sagradas, que á pedazos las partían y llevaron
consigo por trofeo, que con desvergüenza mostra-
ban en su tierra, de que se presentó en el Consejo
información jurídica.
Con licencia alcanzada con dificultad, salieron
los Padres á ver si entre los muertos habia algunos
vivos, á quienes ministraron Sacramentos. Uno se
habia hecho mortecino para escapar á lo oscuro
de la noche; los pajezuelos de estos bárbaros ejer-
citándose á tirar saetas le clavaron algunas, que
sufrió por escapar la vida.
Cautivaron los cantores, á quienes los castella-
nos por hacer publicación de su doctrina les ofre-
cían mujeres, y con desvergüenza se las señalaban;
pero los castos mozos, ni aun los ojos alzaron á mi-
rarlas. Con sus mismos indios gentiles que lleva-
ban en su ayuda se mostraron tan crueles que, he-
ridos de los nuestros, los mandaban arrastrar y
echar en una laguna para que allí se ahogasen y
condenasen en su gentilismo: los cantores acudie-
ron á catequizarlos y á darles el agua del bautismo,
acción que pertenecia más á dos capellanes, re-
ligioso uno y otro clérigo, que lo eran de este
ejército.
Tratóse del rescate de una mujer de un indio
principal que escapó libre y ella quedó en cauti-
verio, y de unos niños cantores; pero el rescate y
cautivos se llevaron con 500 vacas que para el re-
medio de todos aquellos pueblos habia en este.

DE LOS RELIGIOSOS DE LA G. DE JESÚS 283

Hame hecho la honestidad que calle muchas co-
sas, pero no quiero dejar de decir esta. Las mujeres
que en este y otros pueblos (que destruyeron) de
buen parecer, casadas, solteras ó gentiles, el dueño
las encerraba consigo en un aposento, con quien
pasaba las noches al modo que un cabrón en un
corral de cabras. £1 ñn, demás del deleite, era ga-
narlas la voluntad, para con eso hacer lo que los
pomberos ó palomos ladrones, que traen á su pa-
lomar el despojo de otros. Aquí era el examen de
nuestras vidas, estos los testigos, de que ya dije
algo á los principios.
Corrió voz que los Padres eran muertos; el Pa-
dre Juan Agustin acudió desde su reducción con
ánimo de darles sepultura; alcanzóles libertad de
la prisión, llevándolos á curar de las heridas, que
no fueron poco peligrosas.
LXXVI
Entrada que hicieron estos en la reducción de
San Cristébal.
Distaba esta reducción de San Cristóbal de la de
Jesus-María cuatro leguas; estaba á cargo del P.Juan
Agustin de Contreras, el cual por haberse hallado
en la destruida provincia de Guaira por estos mis-
mos hombres, y viendo las crueldades que ya em-
pezaban á hacer, pasó toda su gente á la reducción
de Santa Ana, que de esta distaba solas tres leguas.
Apenas hubo salido el Padre, cuando entraron es-
tos haciendo robos y talando las comidas. Juntá-
ronse de los nuestros 1.600 de pelea, para hacer

284 CONQUISTA ESPIRITUAL

rostro al enemigo mientras acudia la gente que ha-
bian pedido de socorro de los demás pueblos; en
Jesús-María tenian ya los castellanos un fuerte ó
corral de palos, de grandor como esta plaza de Ma-
drid dos veces, para ir acorralando allí su presa;
hicieron allí iglesia, en que dos capellanes decían
Misa: no sé si para rescatar ánimas del Purgatorio
ó para cautivar los vivos; el clérigo fugitivo, llama-
do con pregones por haber dejado sin licencia su
curato, estaba descomulgado de su Obispo, y am-
bos decían Misa en despoblado, usando del privi-
legio concedido á los que convierten y reducen in-
dios, juzgando ser lo mismo reducirlos que debe-
larlos.
Estaban nuestros 1.600 indios en San Cristóbal,
donde celebraron la Pascua de Navidad con oir
Misa; con la alegría que escasa les concedía tan
pernicioso enemigo, y juzgando que los españoles
estarían recogidos aquel dia, imitando siquiera á
las bestias: Bos cogtwvit possessorcm suum, y deja-
rían siquiera de hacer mal en tan dichoso dia, se
esparcieron en busca de comida. Pero advierte muy
bien San Juan de los hebreos: Et sui eum non co-
gnoverunt Contrarios pensamientos tenian los de
San Pablo, juzgaron por nacida la ocasión de aquel
célebre día, que seria bien cogerlos en la Iglesia
oyendo Misa, al descuido de armas, y cuidadosos
de sola la devoción. Ejecutaron su determinación,
que sabida por los nuestros se juntaron; rifieron
porfiadamente por espacio de cinco horas, y dura-
ra más si la noche no quitara el dia; y con ser las
armas tan desiguales, los indios desnudos, los es-
pañoles fuertemente armados, estos con mosquetes,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 285

aquellos con flacas cañas de saetas, los hicieron re-
tirar dos veces á un bosque, y les tuvieron casi ga-
nada la bandera. Murieron muchos de una y otra
parte, apartólos la noche, y los españoles tomaron
la banda de la iglesia, que luego abrasaron en vi-
vas llamas, que para tan santo dia se podian espe-
rar mejores obras.
LXXVII
Retiróse la reducción de Santa Ana á la de la
Natividady y crueldades del enemigo.
Cogiéronme estas nuevas harto lejos, y dándome
la priesa posible, llegué este mismo dia de Pascua
á la reducción de Santa Ana, donde hallé una con
fusión terrible. Pasósenos la noche entera en el des-
velo que pedia remedio á tales males; la conclusión
fué mudar la gente de este pueblo, y la de San Cris-
tóbal al de la Natividad, por estar algo fuerte, por
un rio que seria de estorbo á los enemigos, y solas
cuatro leguas de este. Fué muy numeroso el núme-
ro de gentes que salieron; fortificóse el paso de
aquel rio con un buen terraplén, donde hubo la
defensa necesaria para que no nos cogieran las em-
barcaciones, en que cada dia pasaban tropas,, que
huyendo del enemigo se venian. Trataron los sol-
dados nuestros de dar en su fuerte, disuadírnoslo,
como cosa conocidamente peligrosa; pareció me-
jor esperar al enemigo en campo, el cual se habia
hecho señor de los sembrados, á que acudieron los
nuestros con mejor acierto, donde á cada paso con
emboscadas por el bosque mataron muchos, sin pe-
ligro suyo. Tenian ya los enemigos mucha gente,

286

que amedrentada no osaban acudir á buscar comi-
da, muy ciertos de la muerte; valió esta diligencia
para que el enemigo alzase su alojamiento y nos
dejase.
El P. Diego de Boroa, Provincial nuestro, deseó
hablar á los enemigos, como si fuesen capaces de
razón; fuimoslé acompañando algunos Padres, ha-
llamos en San Cristóbal 20 cuerpos muertos, con
crueles machetazos y balazos; detuvímonos á dar-
les sepultura. Encontramos perdida por aquellos
montes una niña infiel de hasta siete años, que te-
nia dos crueles heridas, una bien larga en el ros-
tro, y otra en la cabeza, ambas cubiertas de gusa-
nos; contónos su desastrada historia de esta suerte:
Yo estaba en compañía de mis padres y hijos vues-
tros, dieron estos hombres de repente en nuestras ca-
sas, dividiéronnos luego entre sí, y á mí y un herma-
nito menor que yo nos llevó otro amo, sin que hasta
hoy hoya sabido de mis padres, y viéndonos juntamen-
te huérfanos y esclavos, huímonos los dos con ánimo
de hallaros, para que como Padres nuestros nos am-
parase des; siguiéronnos, y con furor terrible me die-
ron estas heridas, y á mi hetmanilo otra en el cuello,
dejándole la cabeza sin gobierno, dejándonos por muer-
tos; volví en mí y reconocí que mi Jiermano aún vivia;
atemorizada me metí por el bosque, llevando á miher-
manito en brazos; estuve cotí él tres dias, sin comer ni
beber, sustentada con la esperanza de que volviendo
en sí, seguiríamos nuestro viaje, pero viéndole ya aca-
bando y á mí cual me veis lo dejé aún vivo, atravesa-
da de dolor; probé á traerlo á cuestas, y no pude. Cu-
rárnosla en el cuerpo y en el alma con el bautis-
mo. Topábamos á cada paso cuerpos muertos, des-

DE LOS RELIGIOSOS DE IA C. DE JESÚS 287

cabezados, atravesados de saetas y muertos á ma-
chetazos.
Llegamos al palenque que hicieron en Jesus-Ma-
ría, donde fué la primera refriega, y habia sido ver-
gel de odoríferas flores de gentiles, ya vueltos cris-
tianos, cuya pronosticación parecía cierta, y ahora
cautivos se tiene por dudosa. Saliónos al encuentro
un hedor terrible de los muertos, cuya número nos
vedó contar la hediondez; sola una mujer hallamos
viva, pero sin habla, chupada de un enjambre de
moscas; abrírnosle los dientes con un cuchillo, y
bebido un trago devino, pudo hablar, y dijo: jAh
que me han llevado mi madre, mi hermano y mis
bienes! Confesóse, y luego despidió su alma; entre
mucho número de quemados se hubiera quemado
esta; fué su ventura que su choza estuviese aparta
da, y así no la alcanzó el fuego; no se podrá hacer
concepto de lo que yo no puedo escribir. No ha-
llamos aquí muertos á machetazos, degollados, ni
mujeres hendidas con alfanjes, como en otras par-
tes, aquí hallamos asados vivos hombres raciona-
les, niños, mujeres y varones; una mujer vimos asa-
da con dos gemelos, que abrazados con ella se
quemaron.
Uso común es de estos homicidas cuando se
parten con la presa quemar los enfermos, los vie-
jos é impedidos al caminar; porque si quedan vi-
vos, á la memoria de los que se quedan, se vuelven
los que van; muchas horas estuvimos acarreando á
una fosa, donde íbamos echando los asados cuer-
pos. Tal fué este espectáculo, que 400 indios que
nos acompañaban enternecidos de verlo se volvie-
ron luego, .y nos dejaron.

288

Hallamos otra mujer que milagrosamente habia
escapado de un alfanje y fuego; quisiéronla llevar
cautiva, resistió con valor, diciendo quería morir
cristiana entre los Padres; arrastráronla, aporreá-
ronla, y hallándola constante, le dieron una herida
mortal en la cabeza, lastimándole el rostro con un
guijarro, y para asegurar su muerte procuraron que-
marla; pero mostrándose benigno el fuego repren-
dió su inhumana furia; hallárnosla ya al ñn, pero
recibido el sustento humano y el divino del bautis-
mo, salvó su libertad y vida.
Certificáronnos muchos que habian corrido aque-
llos montes que estaban llenos de cuerpos muer-
tos, de gente que, acogida á ellos, habian sido pre-
sa de alfanjes, espadas y machetes. Y siestas accio-
nes son infamia de cristianos y del mismo Evan-
gelio, cuyo descrédito ahuyenta los gentiles, ¿qué
infamia será del cristianismo haber hecho lugar in
mundo los cristianos el mismo altar, donde por
mucho tiempo se celebró el vivífico sacrificio déla
Misa ? Estos desmocharon el altar, y allí acudian á
hacer sus inmundicias. Quebrónos el corazón ver
tal desacato.
El número de gente que llevaron no se sabe, algo
se rastreará por el diezmo que pagaron á la igle-
sia; 500 personas dieron al Religioso por su parte,
al modo que el ganadero paga el diezmo de ovejas
ó de vacas; cupieron al clérigo 200.
Kstas cosas, contadas por mayor, fueron la cau-
sa de mi venida á la fuente de la justicia y reales
pies, empleo para mí dichoso, que con esperanza
firme espero el debido remedio para que aquellas
ovejas que gozando de sus vegas, sus tierras digo,

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 289

que la naturaleza les repartió, usen de la libertad
común á todos, y reconociendo con el tributo que
su pobreza alcanza, vivan amparados del poderoso
con que su Majestad, que Dios aumente, defiende
sus vasallos.
LXXVIII
Exhortatorio que hizo el limo. Sr. Obispo de Tu ai-
man d nuestra Congregación.
La peligrosa carga de un Obispo (si se mide bien)
es intolerable, y mucho más si esta es de gentiles.
Los obispados del Paraguay, Tucuman y Buenos-
Aires están rodeados de provincias de ellos, que
al Iiustrísimo de Tucuman le fué forzoso para cum-
plir con su obligación y ejecutar su celo, valerse
del de nuestra Compañía de que dan muy claro
testimonio 94.990 gentiles que por el bautismo tie-
ne agregados á la Iglesia, sin los que desde el
año de 36 hasta hoy ha ido bautizando. Represen-
tó su celo en un exhortatorio que presentó á la
Congregación, y es el siguiente:
«Fray Melchor, de la Orden de nuestro P. San
Agustín, por la gracia de Dios y de la Sede Apos-
tólica, Obispo de la Catedral de Tucuman, del Con-
sejo de su Majestad, etc. Al P. Diego de Boroa,
Provincial de la Compañía de Jesús en esta pro-
vincia de Tucuman, Paraguay y Buenos-Aires. Sa-
lud en nuestro Sefior Jesucristo.
»Sabrá V. P., como bien debe saber, y le tene-
mos comunicado, y entre los dos conferido mu-
chas veces, la necesidad grande que en esta pro-
vincia hay de ministros evangélicos, para predi-
19

290

CONQUISTA ESPIRITUAL

car y administrar les Santos Sacramentos á nues-
tras ovejas, en particular á los indios que ya están
convertidos y bautizados, y para llamar al conoci-
miento de Dios y de su santo Evangelio á los que
están fuera de la Iglesia; y que en las doctrinas que
hay hoy de gente bautizada es tan grande la falta
de operarios, que hay hoy doctrina con más de 1.300
almas en sola una reducción, sin que tenga cura
que los doctrine y confiese, ni le haya en todo el
obispado capaz; y hay otras, donde aunque le tie-
nen, son tan largas en la distancia, que es imposi-
ble un clérigo solo poder hacer como era razón.
»Demás de lo cual hemos conocido muchas faltas
irremediables en algunas partes, de que tenemos
dado cuenta á su Majestad, y se la damos á Su
Santidad. Y asimismo hay en los senos y términos
de nuestra diócesis grandísimos centenares de mi-
llares de almas por convertir á nuestra santa fe, y
en algunas provincias hay principio de predica-
ción del Evangelio y conocida experiencia de bue-
nos naturales; y considerando que por cada uno de
estos infieles y de los ya convertidos, Jesucristo
Señor nuestro derramó su sangre, y que con la he-
redad que le dio su Padre, y que á nuestra corta
pequenez se dignó encargar esta Iglesia para que
en ella cuidásemos de predicar el Evangelio y dar-
lo á conocer y su nombre, y cómo nos crió y re-
dimió, y la ley que nos dio, y que nos ha de juzgar,
premiándonos en juicio ó castigándonos, según
nuestras obras; y que nos obliga á pecado mortal
el predicar lo sobredicho, haciendo que los ya con-
vertidos se conserven en la pureza del bautismo, y
llamando á los que no lo están á que lo reciban, y

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 291

que donde no pudiéremos por nuestra persona, lo
debemos encargar y ñar á personas dignas, y no
perder medio ni diligencia humana para que estos
infieles miserables conozcan á Dios y consigan la
bienaventuranza.
»Y teniendo la satisfacción que tenemos de la
Compañía de Jesús y del celo con que cuida de la
honra de Dios y de la conversión de las almas; y por
lo que hemos hallado en esta parte, que ha sido en
este obispado servida la Iglesia por la dicha Reli-
gión en tiempo de nuestros antecesores, ayudán-
doles en las misiones y en la predicación á los in-
fieles, y generalmente en todas las ciudades, asis-
tiendo á todas horas del dia y de la noche á las ne-
cesidades espirituales de todo género de gente, y
Nos lo hemos experimentado en nuestro tiempo; y
porque así nos lo tiene prometido V. P.,, que se
continuará; le exhortamos de parte de su Majestad,
como Patrón de estas Iglesias, y de parte de Dios,
que es el Señor que sólo puede pagar con igualdad
el mérito de tan grande obra, y de nuestra parte
se lo pedimos y rogamos que haga á nuestro Señor
y á su Iglesia este servicio.
> Y pues hoy está su Religión junta en Congrega-
ción en esta ciudad, y han de ir á repartirse por to-
das esas diócesis, escoja los sujetos que hallare más
capaces, y les cometa la predicación del santo
Evangelio á los infieles, y en las partes donde no
se ha predicado, y donde se ha comenzado á pre-
dicar, para que vayan como tales predicadores
evangélicos, dando á conocer el nombre de Dios.
Y asimismo á otros operarios cometí el ir corrien-
do las doctrinas, valles, estancias y términos don-

2Q2

de hubiere gente convertida y bautizada, que va-
yan confesando, predicando y administrando to-
dos los Sacramentos y el del matrimonio, hacien-
do oficio de curas, que á los que V. P. aprobare
y señalare para los dichos efectos desde luego les
señalamos, y aprobamos, y damos el poder en de-
recho necesario, como lo tenemos para todo lo
sobredicho, y descargamos en esto nuestra con-
ciencia con la de V. P.»
LXXIX
Carta que escribió el mismo Sr. Obispo á su Majestad.
«Señor: Manda vuestra Majestad poruña su real
carta, escrita á mis antecesores, que le informe de
la necesidad que en este obispado de Tucuman
hubiere de Religiosos, para ayuda de la predica-
ción evangélica y conversión de los indios; por-
que, teniendo noticia en el Consejo real de las In-
dias, se provea para el remedio de semejante nece-
sidad. Y lo que puedo informar con el conocimien-
to de más de tres años que ha que entré á este
obispado, y haber andado las cuatro partes de él,
las tres visitándole personalmente, en que he anda-
do casi 3C0 leguas, es lo siguiente:
Esta provincia tiene 400 leguas y más de térmi-
no, donde hay pobladas ocho ciudades, y en ella
hay muchos senos, que donde menos hay de 12.000
á 14.000 almas, muchos de ellos bautizados, y hoy
apóstatas de la fe; porque con la falta de la doctri-
na con mucha facilidad se vuelve esta nación á sus
antiguos ritos é idolatrías. Otros senos tiene con

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 293

más de 50.000 almas, donde ha tenido principios la
predicación evangélica por Religiosos de la Com-
pañía de Jesús, y se dejó por el mal gobierno de
unos españoles que entraron con las armas á con-
quistar aquella parte, que llaman el Chaco, tierra
de grandes poblaciones, de gente dócil, vestida y
reducida á pueblos.
»En lo ya católico hay más de ocho doctrinas que
de ninguna manera tienen cura que los confiese y
doctrine, ni es posible hallarle; porque en los luga-
res de españoles hay apenas un clérigo en cada
uno, y donde hay-alguno de sobra es de calidad,
que cuando le ordenaron era muy viejo y enfermo,
y no habia estudiado; y en un año apenas puedo
enviar dos veces sacerdotes que corran estas doc-
trinas. Yo no puedo estar en todas partes; de don-
de resulta la condenación de muchas almas redi-
midas con la sangre de Cristo nuestro Señor, y que
están debajo del amparo de vuestra Majestad y á
mi cuidado.
»En las reducciones donde hay sacerdotes segla-
res hay muchísimas faltas irremediables; porque
son cortos los talentos para saber ellos sus obliga-
ciones, y cortísimos para enseñar á otros. Las Reli-
giones tienen en este obispado mucha cortedad;
porque la de San Francisco tiene pocos sujetos, con
que apenas puede servirse en sus coros. La Com-
pañía de Jesús es la que verdaderamente descarga
la conciencia de vuestra Majestad y la del Obispo,
porque en las ciudades, de dia y de noche acuden
á doctrinas y confesar los enfermos, y esto muy en
particular á los indios y negros, con mucha caridad
y ejemplo, porque en esta parte pocos se valen de

CONQUISTA ESPIRITUAL

los curas, porque son de la calidad dicha arriba.
»Y hoy he pedido en nombre de vuestra Majes-
tad al Provincial de la Religión de la Compañía que
ha concurrido en esta ciudad de Córdoba (donde
estoy visitando) á su Congregación, y con la mayor
parte de sus Religiosos, que envíe al Chaco predica-
dores evangélicos, para que sin armas, y con la pre-
dicación evangélica veamos si podemos alcanzar de
Dios nuestro Señor la conversión de aquellas gen-
tes que tienen ya principio de conocimiento de la
fe. Y que asimismo por toda la provincia envíe
Religiosos misioneros que la vayan corriendo y
predicando, y reformando costumbres, y adminis-
trando los Sacramentos en donde totalmente falta
copia de ministros, y donde no la hay capaz; y re-
frenando la muchedumbre de mestizos, castellanos
y portugueses, que viven entre los indios con de-
pravadas costumbres, que son más que los que vi-
ven en las ciudades; y aunque me representó, que
podia tener igual persecución, por la ejecución de
lo susodicho á la que han padecido y padecen en
el Paraguay, pues á un tiempo están padeciendo el
odio doméstico de los mismos castellanos de aquel
obispado, por el amparo que dan á los indios de
aquellas reducciones, amparándoles la libertad na-
tural en que vuestra Majestad los tiene amparados, y
doctrinándolos en el Evangelio; y por los morado-
res de San Pablo del Brasil, ayudados de los tupis,
causando estragos, muertes y cautiverios en los in-
dios recien convertidos; y los Religiosos padecen
injurias, sufren blasfemias, malos tratamientos, he-
ridas y afrentas; asaltando, como poco ha lo han
hecho, los pueblos de los ya cristianos, matando

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 295

muchos inocentes, llevándose muchos cautivos al
Brasil, profanando los templos, altares é imágenes
de Dios, y de su bendita Madre, y de sus santos; ha-
ciendo la misma ruina en los Religiosos que no lo
pueden defender, con el dolor de su corazón, el
trabajo y la miseria de los que han engendrado es-
piritualmente en el Evangelio.
»Con todo, por acudir al servicio de vuestra Ma-
jestad y al de Dios nuestro Señor, y al bien de tan-
tas almas, dio orden á todos los Rectores, que cada
uno en su distrito ocurriesen por sus personas, don-
de no hubiese copia de Religiosos, á correr todos
los valles, ríos y poblaciones de indios, para lo cual
di amplias comisiones, y estoy cierto que, ó no han
de poder, ó han de dejar los colegios solos, porque
no tienen número de Religiosos, y más esta Reli-
gión, que ni quedan en sus casas, ni van solos á las
misiones, ni á sus ministerios.
»Atento á lo cual humildemente pido á vuestra
Majestad por las entrañas de Dios se compadezca
de esta miserable nación, y pues Cristo nuestro Se-
ñor fió de vuestra Majestad la salvación de estos in-
dios que le costaron su sangre, me ayude con su lar-
ga y poderosa mano á conseguirlo, concediendo á
esta Religión 40 Religiosos para este obispado de
Tucuman, sólo con cargo y obligación de que todos
han de ejercer sus ministerios en este dicho obispa-
do de Tucuman y no en otro, porque este es el más
necesitado que tiene toda la Iglesia de Dios. Y es
cierto, Señor, que si yo no estuviera empeñado en
gastos de mi oficio, y con renta tan corta como
son 4.000 pesos, los trajera á mi costa. Vuestra Ma-
jestad mandará lo que fuere servido, que yo para

2QÓ

CONQUISTA ESPIRITUAL

el descargo de mi conciencia acudo al último re-
medio, dando cuenta á vuestra Majestad como á
rey y señor natural de estas tierras, y patrón de es-
tas iglesias, cuya católica y real persona guarde
nuestro Señor, para amparo de la cristiandad con
el aumento de muchos reinos. Córdoba y Agos-
to ii de 1637.»
Esta misma necesidad y celo muestran los demás
Obispos y los gobernadores seculares de estas pro-
vincias, pidiendo buen número de Padres para sus
obispados y gobiernos.
LXXX
Ponen se dos capítulos de una carta de D. Pedro Es-
teban Davila, gobernador de Buenos-Aires, para
su Majestad.
Señor:
«Fui advertido de las reducciones ó misiones que
los Padres de la Compañía de Jesús tenian en el
distrito de este gobierno en el Uruguay y provin-
cia del Tape, y los daños que recibian de los veci-
nos de la villa de San Pablo en la costa del Brasil.
Y llegado que fui al rio Genero, vi y reconocí ser
cierta la relación que se me habia hecho, pues á
mis ojos se vendían los indios en aquella ciudad,
traídos por los vecinos de la villa de San Pablo,
como si fueran esclavos, y dados por tales por vues-
tra Majestad; é informado, vine á averiguar verbal-
mente cómo desde el año de 1628 hasta el de 1630
habian traído los vecinos de San Pabft más
de 60.000 almas de las reducciones de los Padres

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 297

de la Compañía del distrito de este gobierno y del
de Paraguay, en que habian usado los dichos veci-
nos de San Pablo crueldades é inhumanidades in-
creíbles, hasta faltar en sus acciones católicas y
cristianas; y deseando el remedio de esto, exhorté á
Martin de Sa, gobernador que en aquella sazón era
de aquella provincia, lo que vuestra Majestad se ser-
virá de mandar ver por el exhortatorio y su respues-
ta que va con esta. De cuya clemencia espero el
remedio, por el ñn de piedad de la cristiandad de
vuestra Majestad y lo pernicioso que es la continua-
ción de las entradas que hacen los de San Pablo
en este reino y provincias, facilitando aquella entra-
da, de donde se reconoce un breve camino al Perú,
como más largamente podrá informar á vuestra Ma-
jestad el P. Antonio Ruiz, de la Compañía de Jesús,
que va de esta provincia por estas causas, por ser
del servicio de Dios y de vuestra Majestad. De Bue-
nos-Aires y Octubre 12 de \by\.—Don Pedro Este-
ban Dávila.v
En el par. 45 apunté la falta que de oro y plata
tiene aquesta gente; y el deseo común de que lo tu-
viesen; hallo dos testigos que dicen afirmaron ha-
bia arroyos y montes de oro, y que yo era el que
gozaba de esta grandeza y la ocultaba (que hasta
aquí puede llegar la emulación). Pedimos que los
testigos á cuyo crédito se nos imponia esta acción,
descubriesen los arroyos, los cuales juraron en tres
tribunales (cuyos instrumentos tengo auténticos)
que era falsa imposición que les ponian. Dan los
indios por un pedazo de vacinilla vieja para ador-
no del cuello, un vasallo por esclavo, y con eso res-
catan los de San Pablo muchos indios; ¿y teniendo

2Q8 CONQUISTA ESPIRITUAL

oro no lo hubieran sacado y aprovechado de él?
La verdad escribe D. Pedro Esteban Dávila, go-
bernador que fué de Buenos-Aires, que como solí-
cito servidor de su Majestad hizo las debidas dili-
gencias, sobre que escribió á su Majestad, y el ca-
pítulo de su carta dice así:
»La fertilidad y abundancia que prometen las di-
chas provincias promete mucho, en que se cree hay
metales y cosas preciosas, como más particular-
mente lo tengo avisado á vuestra Majestad y remi-
tidos papeles auténticos en esta razón, que me cons-
ta están en ese real Consejo, si bien en tiempo del
gobernador Ruiz Diaz Melgarejo, poblador de la
Villa Rica, se tuvo esta confusa noticia, é hizo vivas
diligencias, y halló ser incierta la relación;y última-
mente, siguiendo este mismo intento Manuel de
Frias, su yerno, primer gobernador del Paraguay,
en la división que se hizo de estos dos gobiernos,
hizo empeño con vuestra Majestad, en que parece
prometia el seguro de hallar estos metales, sobre
que hizo (según estoy informado de personas de
crédito) vivas diligencias, de que no surtió efecto
alguno; y los informes que refiero tengo remitidos
á vuestra Majestad, y me consta estar en ese real
Consejo; los tengo en poco crédito por dos cosas;
la una, por las vivas diligencias que se hicieron
por los sobredichos; la segunda, por tenerlos por
personas apasionadas los testigos, y no afectas á la
Compañía, y no de las obligaciones que se requie-
ren para la verdad que se pide en los informes que
se deben hacer á vuestra Majestad.» Hasta aquí
dice la carta.
Da no poco crédito á mi verdad el conato que

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JBSUS 299

hemos puesto en que aquella provincia se visite,
pidiéndolo y rogándolo á los gobernadores, repre-
sentándoles el orden y voluntad de su Majestad,
para cuya prueba quiero dar por testigo bien abo-
nado al licenciado D. Andrés de León Garabito, el
cual en su memorial ó relación que hizo á su Ma-
jestad de la visita que por su real mandado hizo en
Buenos-Aires, dice así: El tiempo que asistí en Bue-
nos-Aires, diversas veces propusieron los Padres con-
vendría visitar aquellas poblaciones; y que las que ha-
bían pasado de los diez años, conforme la ordenanza,
se tasasen, encomendándose en cabeza de vuestra Ma-
jestad, pues con tanta costj se habian reducido y con*
servado. Oí la plática de que luego di cuenta al Con-
sejo, virey del Perú, y Audiencia de la Plata, conti-
nuando los Padres con muchos oficios, por desear la
visita en persona de satisfacción, con experiencia de
aquella tierra; nunca se resolvió. Y en el número 34,
dice así:
Ni se contentaron los Padres con solicitarlo en
Lima cotí el virey; requirieron al gobernador, y no
tratando de visitarlas, etc.
Fácil cosa hubiera sido en la visita descubrir el
oro; pero ¿ cómo lo habian de descubrir, no lo ha-
biendo? Por lo menos la verdad se descubre ella,
cuando la mañosa emulación quiere disfrazarla.
LXXXI
Pónese aquí una cédula real.
Para que conste del celo con que la Majestad del
rey nuestro señor ampara á los indios y desea su
plena libertad, honrándolos con el noble título de

3CO CONQUISTA ESPIRITUAL

vasallos suyos, quiero poner por remate de esta
obra una cédula que su Majestad mandó despachar
al Perú, cuyo tenor es esté:
«El rey.—Conde de Chinchón, pariente, de mi
Consejo de Estado y Guerra, gentil-hombre de mi
cámara, mi virey, gobernador y capitán general de
las provincias del Perú, á la persona ó personas á
cuyo cargo fuere su gobierno.
>Bien sabéis que por muchas cédulas y ordenan-
zas mias y de los señores reyes mis progenitores,
se ha mandado que los indios naturales de esas
provincias tengan y gocen entera libertad, y me
sirvan como los demás vasallos libres de estos mis
reinos. Y asimismo sabéis, que por repugnar á esto
el servicio personal en que en algunas partes los
han tasado en vez de tributo, que pagan y deben
pagar á sus encomenderos, está ordenado y man-
dado apretada y repetidamente que cese y se qui-
te del todo el dicho servicio personal, y se hagan
tasas de los dichos tributos, reduciéndolos á dine-
ro, trigo, maíz, yuca, gallinas, pescado, ropa, algo-
don, grana, miel ú otros frutos, legumbres y espe-
cies que hubiere y cómodamente se cogieren y pu-
dieren pagar por los dichos indios, según el tem-
ple, calidad y naturaleza de las tierras y lugares en
que habitan, pues ninguna deja de llevar los tales,
que pueden ser estimables y de algún provecho
para el uso, comercio y necesidades humanas.
»Y porque, sin embargo de esto, he sido informa-
do que en esas provincias y en otras duran toda-
vía los dichos servicios personales con graves da-
ños y vejaciones de los indios, pues los encomen-
deros con este título los tienen y tratan como es-

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESÚS 301

clavos, y aun peor, y no los dejan gozar de su li-
bertad, ni acudir á sus sementeras, labranzas y
granjerias, trayéndolos siempre ocupados en las
suyas, con codicia desordenada, por cuya causa los
dichos indios se huyen, enferman y mueren, y han
venido en gran disminución, y se acabarán del
todo muy presto si en ello no se provee de breve
y eficaz remedio; habiéndose visto en mi Consejo
real de las Indias muchas cartas, relaciones y me-
memoriales que sobre esto se han escrito y pre-
sentado por personas celosas del servicio de Dios
y mió y del bien y conservación de los dichos in-
dios, y lo que los fiscales del dicho mi Consejo han
pedido en diferentes tiempos en esta razón; y con-
sultándoseme lo que ha parecido convenir; he te-
nido por bien de ordenar y mandar, cómo por la
presente ordeno y mando, que luego que esta re-
cibáis, tratéis de alzar y quitar precisa é inviolable-
mente el dicho servicio personal en cualquier par-
te y en cualquier forma que estuviere y se hallare
entablado en esa provincia, persuadiendo y dan
do á entender á los dichos indios y encomenderos
que esto es lo que les está bien y es lo que más les
conviene, y disponiéndolo con la mayor suavidad
que fuere posible, os juntareis con el Arzobispo,
oficiales reales, Prelados de las Religiones y otras
personas entendidas y desinteresadas de esa pro-
vincia, y platicareis y conferiréis en qué frutos, co-
sas y especies se pueden tasar y estimar cómoda-
mente los tributos de los dichos indios, que corres-
pondan y equivalgan al interés que justa y legíti-
mamente les pudiere importar el dicho servicio
personal, sino excedieren del uso, exacción y co-

CONQUISTA ESPIRITUAL

branza de él: y hecha esta comutacion, haréis que
se reparta á cada indio lo que así ha de dar y pa-
sar en los dichos frutos, dinero y otras especies, ha-
ciendo nuevo padrón de ellos y de la dicha tasa en
la forma que se ha referido; y que tengan entendi-
do los encomenderos que lo que esto montare, y no
más, han de poder llevar y cobrar de los dichos
indios, como se hace en el Perú y en la nueva
Kspaña.
V esta tasa la habéis de hacer dentro de seis me-
ses como esta cédula recibiéredes, y ponerla luego
en ejecución, salvo si halláredes, y se os ofrecieren
tan grandes é inexcusables inconvenientes particu-
lares que acá no se tenga noticia y convenga dár-
mela primero que lo comencéis á ejecutar y plati-
car, porque sólo en este caso lo podréis suspender
y sobreseer, avisándome luego de ello y de las cau-
sas y motivos que á ello os hubieren obligado.
»Y si sucediere caso de vacar alguna encomien-
da de las así tasadas en servicio personal, suspen-
dereis el proveerla, hasta que con efecto esté hecha
la tasa: y el que la entrare á gozar de nuevo, la re-
ciba con ese cargo, y sepa que se ha de contentar
con los frutos y especies de ella; y de haberlo así
hecho y ejecutado me avisareis en la primera oca-
sión y me enviareis la relación y padrón de los di-
chos indios y nuevas tasas, con apercibimiento que
do cualquier tardanza, omisión ó disimulación que
en esto hubiere me tendré por deservido, y demás
que so os hará cargo grave de ello en la residen-
cu que so os tomare, correrán por el de vuestra
conciencia los daños, agravios y menoscabos que
poi esta causa recibieren los indios; y se cobrará

DE LOS RELIGIOSOS DE LA C. DE JESTJS 303

la satisfacción de ellos de vuestros bienes y hacien-
da. Fecha en Madrid á catorce de Abril de mil y
seiscientos y treinta y tres años. Yo el rey. Por
mandado del rey nuestro señor, D. Fernando Ruiz
de Centre ras.»

FIN

ÍNDICE

Páginas.

PRÓLOGO DE LA NUEVA EDICIÓN………….. 5
I.—Introducción……………………….. 13
II.—Descríbese la provincia* del Paraguay…….. 16
III.—De algunos animales……………….. 18
IV.—Cómo los de la (Compañía entraron á la pro-
vincia del Paraguay…………………… 23
V.—Fúndase la provincia del Paraguay…….. . 28
VI.—Entrada que hizo la Compañía de Jesús á la
provincia de Guaira…………………… 3o
VII.—Ida á aquella misión del P. Antonio Ruiz, y
trata de la yerba que llaman del Paraguay….. 33
VIII.—Efectos del descuido que se tiene en no tra-
tar bien los indios……………………. 40
IX.—Llega el P. Antonio Ruiz de Montoya á la
reducción de Loreto, donde estaban el P. José
Cataldino y P. Simón Masseta…………… 44
X.—Ritos de los indios guaranis…………… 49
XI.—Modo que tuvimos para quitar estos abusos,
y predicar la fe………………………. 54
XII.—Salida que hace este cacique de su pueblo á
consultar su mal intento con Roque Maracaná, y
lo que le sucedió…………………….. 58
XIII.— Envían los Padres al P. Antonio Ruiz á la
ciudad de la Asunción, y casos que le sucedieron. 63
XIV. — De mi llegada al Paraguay, y vuelta á las
misione?, y muerte del P. Martin Urtazun…… 65
20

X V.—Conversiones que se hicieron. Cuéntense ca-
sos particulares………………………. 68
XVI.—De un alboroto que un sacerdote clérigo
causó en Loreto, y cómo procuró desterrar de allí
á los Padres………………………… 73
XVII.—Prosigúese la misma materia de casos par-
ticulares sucedidos en esta misma reducción de
Loreto…………………………….. 75
XVIII. -De otras cosas que sucedieron……… 80
XIX.— Refiérense casos que muestran la cuenta
que el demonio tiene con nuestras acciones, por
menudas que sein……………………. 85
XX.—Entrada que hicieron los Padres á nueva
provincia de gentiles, y martirio de un indio…. 91
XXI.- Entrada que hicimos por aquellas tierras,
y rastros que hallamos del Apóstol Santo Tomé. 94
XXII.—De otros rastros que dejó Santo Tomé en
las Indias Occidentales………………… 97
XXIII.—De otros rastros que del Santo se hallan
en el Perú…………………………. 98
X XIV.—Cómo este discípulo de Cristo nuestro Se-
ñor fué Santo Tomás, y las conjeturas que hay
de esto……………………………. 103
X X V.— Que es muy probable que el santo Após-
tol se acompañó de la cruz en el Occidente….. 107
XXVI.—Cómo el santo Apóstol colocó esta sagra-
da cruz en Carabuco, su invención y efectos que
hizo contra los demonios………………. lio
X XVII.–Demostraciones que hizo el demonio
por un indio cristiano que dejaba de oir Misa las
fiestas……………….,…………… 112
XXVITI.-Dc cuatro cuerpos muertos de indios
que eran reverenciados en sus iglesias……… 115

r

XXIX.—De Ir. vv. * hizr. ion estos ÍTsesc**—- I2C
XXX.—Ezrrscii zjit nacxmo-i i la, pn^incia if Ti-
raba…………………………….. 122
XXXI.—Ezoarf.i ¿egTivia qvs hice ¿ esta prr-
VÍEOA…………………………….. 12$
XXXLI.—Entrada –Tie hicieron ^ncs «roñóles a
un pueblo peci**: ie inñeles. y lo ;ue 1« su-
cedió…………………………•….. 155
XXXIII.—Procira Li Compañía volver tercera v«
á aquella, conquista………………….. 15?
XXXIV.—Coreo fueron desamparando á aquel
gran mago llamado Guirabera. y el se rindió tam-
bién á la verdad……………………… 140
XXXV.—De la invasión hostil que los vecinos de
la vUla de San Pablo hicieron á estas reducciones. 143
XXXVI.— Prosigue la misma invasión por los de
San Pablo………………………….. 14S
XXXVII.—Cómo los de San Pablo destruyeron
una población de españoles y muchos pueblos de
indios que les servian…………………. 150
XXXVIII.—Salida que hicieron los indios de Lo-
reto y San Ignacio de sus tierras huyendo del
enemigo…………………………… 152
XXXIX.—Prosigue lo mismo…………… 160
XL.—De algunas cosas que sucedieron de edifi-
cación…………………………….. 107
XLI.—Prosigue otro suceso semejante………. 177
XLII. – Cuéntanse otros casos particulares……. 183
XLIII.—Prosigue la misma materia de cosas parti-
culares ……………………………. i8r>
XLIV.—Muerte del P. Pedro de Espinosa á ma-
nos de infieles………………………. 19 2
XLV.—Advertencias generales…..194

3>8

ÍNDICE

XLVI. — De» las reducciones que tiene hoy la Com-
pañía en aquella provincia, trátase de ellas aquí. 203
XI-VII. – Reducción de San Ignacio del Paraná.. 205
XI.VIH. -Reducción de la Encarnación en el pues-
to que llaman Itapua………………….. 208
XLIX. —Reducción del Corpus Christi……… 212
L. -Reducción de la Concepción de Nuestra Se-
ñora………………………………. 213
Ll. — Reducción de Nuestra Señora de los Reyes.. 215
MI. — Reducción de Santa María la Mayor……. 218
MIL – – Reducción de San Francisco Javier……. 220
MV. —Reducción de la Asunción………….. 222
LV. —Reducción de San Nicolás…………… 224
LVI.—Reducción déla Candelaria…………. 225
L VII.—Martirio de tres Religiosos de la Compañía
de Jesús…………………………… 226
LVIIl.—Trata Necú de matar á los Padres…… 229
MX.—Prosigue el mismo intento y la misma re-
ducción del Caro…………………….. 235
LX.—Reducción de San Carlos..,………… 240
LXI.—Reducción de San Pedro y San Pablo…. 242
LXII. Reducción de Santo Tomé…………. 242
LXTII.—Reducción de San José…………… 245
LXIV.- -Reducción de San Miguel…………. 246
LXV.—Reducción de San Cosme y San Damián. 250
LXVI.— Reducción de Santa Teresa……….. 252
LXVII. – Reducción de la Natividad de Nuestra
Señora……………………………. 253
I.XVIII.—Reducción de Santa Ana………… 255
LXIX. Reducción de San Cristóbal……….. 258
LXX. Reducción de Jesús-María…………. 260
LX XI. Martirio del P. Cristóbal de Mendoza… 265
LX XII.—Castigo que se hizo en estos parricidas. 269

ÍNDICE

309

LXXIII.—De los impedimentos que los magos
pusieron al Evangelio, y muerte de más de 300
infantes en odio de la fe………………… 271
LXXIV.—Cosas que antecedieron á la hostil mano
con que los de San Pablo de nuevo entraron en
la provincia del Tape………………… 274
LXXV.—Entrada de los de San Pablo en Jesus-
Maria…………………………….. 279
LXXVI.—Entrada que hicieron estos en la reduc-
ción de San Cristóbal………………….. 283
LXXVTI.—Retiróse la reducción de Santa Ana á
la de la Natividad, y crueldades del enemigo… 285
LX XVIII.—Exhortatorio que hizo el limo. Señor
Obispo de Tucuman á nuestra Congregación. … 289
LXXIX.—Carta que escribió el mismo Sr. Obispo
á su Majestad……………………….. 292
LXXX.—Póncnse dos capítulos de una carta de
D. Pedro Esteban Pavila, gobernador de Bue-
nos-Aires, para su Majestadx…………….. 296
LXXXI.—Pónese aquí una cédula real……… 299

KUPRIENKO