BERNABE COBO. HISTORIA DEL NUEVO MUNDO. Tomo III. LIBRO UNDECIMO, LIBRO DUODECIMO, LIBRO DECIMOTERCIO.
SOCIEDAD DE BIBLIOFILOS ANDALUCES
HISTORIA
DEL NUEVO MUNDO
POR
EL P. BERNABE COBO
DE LA COMPAСНA DE JESUS PUBLICADA POR PRIMERA VEZ
CON NOTAS Y OTRAS ILUSTRACIONES DE
SEVILLA Imp. de E. RASCO, Bustos Tavera, i
D. MARCOS JIMENEZ DE LA ESPADA
LIBRO UNDECIMO
CAPITULO PRIMERO
Que la Amйrica estaba poco poblada, y Po* 9Uї causas.
Y principio al tratado de la naturaleza y calida¬des de los indios habitadores de la Amйrica, por i el corto nъmero dйllos que hallaron los primeros espaсoles que acб pasaron, que, ciertamente, si toda esta cuarta parte del Universo que tan dilatada es, fuera tan po¬blada como cualquiera regiуn de las de Europa, no hubie¬ran visto los siglos pasados mбs poderoso monarca que nuestro rey de Espaсa que la seсorea; pues de ninguno consta por historias haber poseнdo tanta parte de la Tierra. Mas, por ser muy poca la gente que la habitaba, y menos la que tiene al presente, respeto de su espaciosa magnitud y extensiуn, no viene б ser tan grande su imperio como muestran sus inmensos lнmites, que corren del uno al otro polo. Porque si bien es verdad que se hallaron algunas pro¬vincias muy pobladas y llenas de hombres, como la de Mйxico en la Amйrica setentrional, y en esta austral la de S&nta Fe de Bogotб en el Nuevo Reino de Granada, las del Cuzco y Quito, en el Perъ, Chile y algunas otras; con todo eso, eran mucho mбs las poco pobladas y casi vacias
de moradores; lo cual no se puede atribuir б que hubiese pocos aсos que comenzу esta tierra б ser habitada de gen¬tes, antes, por las muestras й indicios que yo en ella he advertido y considerado, se puede colegir que fuй poblada antes del Diluvio general; porque algunos rastros y ruinas de poblaciones que hallamos tan raras y peregrinas, como constarб desta escritura, no prometen menor antigьedad; y despuйs del Diluvio se echa bien de ver que ha muchos siglos que se comenzу б poblar. Para satisfacer, pues, б la duda, que б cualquiera se le ofrecerб, de cуmo una tierra tan extendida, rica y fйrtil como йsta y de quien tantas grandezas y maravillas ha publicado la fama por todo el Mundo, fuese tan poco poblada, pondrй aquн las causas de su poca poblaciуn que б mн se me ofrecen y yo he notado en mбs de cincuenta aсos que he vivido en ella.
Y sea la primera y mбs general la falta de aguas de arriba y de abajo que grandes y extendidos pedazos de este Nuevo Mundo padecen; porque en unas partes no llue¬ve jamбs, en otras no lo bastante para ser cultivadas, y en las unas y en las otras, у no hay rнos, у nу los que bastan para poderlas regar. En estos Llanos del Perъ se prueba esto claramente, donde ni caen lluvias ni corren sino muy pocos rнos en comparaciуn de la mucha tierra fйrtil que, si hubiera copia de agua, se pudiera sembrar. Corren estos Llanos Norte Sur mбs de seiscientas leguas con latitud desde diez hasta cincuenta, y por falta de agua no es de pro¬vecho la vigйsima parte de tan gran pedazo de tierra; en el cual hay muchos despoblados de б veinte, б treinta y б cin¬cuenta leguas, en que ni aun para beber los caminantes nace agua, como vemos en las provincias de Piura y Ata-cama; y asн no tenнan los indios poblado en estos Llanos mбs que las orillas de los rнos, y lo demбs estaba yermo de hombres y animales. En las partes mediterrбneas desfe mismo reino del Perъ hallamos tambiйn grandes pedazos de tierna, aunque no del todo inъtil como la de los Llanos, pero casi tan poco habitable como ella. Йsta es donde llue¬ve algъn tiempo del aсo, mas no lo suficiente para los sem¬brados. Mucha dйlla no se habita, у por no haber rнos para regarla, у por ser muy doblada y de sierras fragosas, por las cuales no se pueden sacar acequias; con todo eso, crнa pastos y leсa con las pocas lluvias que recibe, por donde no es del todo desaprovechada.
La segunda causa y casi tan general como la primera, es la demasнa de aguas que otras tierras tienen, con que se hacen inhabitables. Repбrtense estas aguas en lagunas, rнos, esteros, ciйnegas y pantanos; ocupan grandes sitios las lagu¬nas, porque, allende de las que por su extraсa grandeza tienen fama, como las de Chucutto, Paria, Lipes, Maracay-bo y otras que hay en la Nueva Espaсa, se hallan б cada paso otras innumerables de menos grandeza y nombre, que tienen б ocho, б quince y б veinte leguas de circuito; el suelo de todas las cuales, si no estuviera cubierto de agua, era suficiente б mantener grandes ciudades y provincias. No cogen menos parte de tierra los muchos y caudalosos rнos que la baсan, algunos de los cuales, desde que empie¬zan б ir crecidos hasta vaciar en la mar, corren mбs de seis¬cientas y aun de mil leguas, y llevan de ancho por todo este tan largo trecho desde una hasta cuatro, diez, veinte, cua¬renta y cincuenta leguas. Fuera del mucho suelo que ocu* pan las madres destos rнos, es mucho mбs lo que inundan y anegan con sus crecientes y avenidas, vertiendo y expla¬yando sus aguas en las riberas por seis, doce, veinte y mбs leguas б cada banda, sin que se puedan habitar, por estar empantanadas todo el aсo. Allйgase al agua de las lagunas y rнos las de los esteros del mar, que tambiйn cogen su pedazo; por donde en partes marнtimas se deja de habitar mucha tierra, que, por ser muy baja y llana, se mete la mar por ella en sus crecientes, formando grandes esteros llenos de manglares y maleza, que ni aun caminar se puede por ellos.
Otros muchos charcos y esteros hacen las lluvias en tierras llanas, que duran la mayor parte del afto sin enju¬garse. Demбs dйstos, se ven muchas ciйnegas que se hacen у de fuentes, у de la gran humedad del suelo, que siempre estб manando agua, sin tener corriente para ninguna parte por donde se desagьen; y en tierras de muchas lluvias, grandes anegadizos y tremedales, que ni aun pisarse sufren, cuanto menos habitarse.
Desta abundancia de aguas nace otro no menor estorbo para la vivienda humana, que son los muchos bosques y arcabucos que crнan las tierras muy lluviosas y calientes, como las de temple y une a. Son estas montaсas tan altas y cerradas, con бrboles tan gruesos, con tanta espesura y maleza, de suelo tan empantanado, por no baсarlas jamбs el Sol, que nunca fueron habitadas de hombres, pues, no se ve rastro de haber habido poblaciуn en ellas. Los indios que vivнan en tierra de montaсa y boscaje, tenнan sus mo¬radas en las riberas altas de los rнos sobre sus barrancas, manteniйndose mбs de la pesca que de los frutos de la tie¬rra, por la dificultad que sentнan en haber de rozar los arca¬bucos para hacer sus sementeras, porque, cuanto este afto se roza vuelve б nacer el siguiente con tanta fuerza y pu¬janza, que vence el vicio de la tierra la industria y fuerzas de los hombres, y mбs de gentes que, por carecer de nues¬tras herramientas, les costaba increнble trabajo y afбn un palmo de tierra que hubiesen de rozar. Б la incomodidad que consigo traen estas tierras montuosas, se allega el ser de ordinario muy abundantes de fieras bravas, y saban¬dijas ponzoсosas, que no poco molestan y aun consumen б sus moradores, pues sabemos de provincias que la mu¬chedumbre y fiereza de los Tigres las tenнan casi yermas.
En otras partes que ni son faltas de agua ni йsta es con el exceso que acabamos de decir, sino la conveniente para poder ser cultivadas y pobladas, dejan de serlo muy grandes trechos, lo uno por el rigor del temple y lo otro por la disposiciуn y calidad del suelo. Por el rigor del tem¬ple y excesivo frнo es inhabitable toda la tierra del primer grado de Sierra, en que ningunos frutos ni legumbres nar cen, que todo lo abrasa el hielo. En este grado tan destem¬plado se incluyen las punas, pбramos y cordilleras nevadas del Perъ; y aun podemos reducir б йl buena parte de la tierra del segundo grado de Sierra, que tambiйn participa de pбramos inhabitables, si bien se crнa en ellos gran suma de ganados de la tierra y de Castilla, como son el ovejuno y el vacuno. Por la disposiciуn y calidades del suelo hay tierras que, dado caso que son de buen temple, todavнa no son aparejadas para cultivarse, por una destas tres causas: у porque son salitrales, como los que vemos en muchas partes del Perъ, у por ser arenales y pedregales, asн cam¬piсas como sierras, y dйstas, por ser algunas de riscos y breсas que se extienden muchas leguas. Otras sierras hay de buen terreno, mas, tan fragosas y empinadas, que no se pueden labrar. Todas estas causas hacen inculta й inhabi¬table la mayor parte destas Indias, como yo muchas veces he notado andando diversas provincias dйllas.
Las tierras fйrtiles y habitables no estaban igualmente
pobladas; unas lo eran mucho, y otras poco; en que se
vнa esta diferencia, que los reinos grandes y poderosos eran
mucho mбs poblados que las provincias cortas seсoreadas
de caciques y que las parcialidades y behetrнas, como par
rece de los reinos de Nueva Espaсa, Perъ, Nuevo Reino
de Granada y otros mбs populosos; la razуn de lo cual es,
porque se conservaban mejor los vasallos de los monarcas
y grandes prнncipes, no haciйndose guerra entre sн y de-
fendiйndose mбs fбcilmente de los extraсos. Pero las parcia-
lidades y behetrнas, como andaban en perpetua guerra unas
con otras, entre sн se destruнan y consumнan, andando los
indios de las unas б caza de los de las otras, sus vecinas,
para mantenerse dйllos. Porque se hallaron naciones dйstas
caribes y carniceras, que agotaron provincias enteras dejan-
Tono III 2
dolas yermas de sus moradores; y por no traer ejemplos mбs de lejos, bбstenos el de los indios Chiriguanos en el Perъ, que se han comido muchas naciones de indios cuyas tierras ellos ahora poseen; y hicieron tan grande estrago en los confines y fronteras deste reino en tiempo de los reyes Incas, que con ser de la tierra mбs poblada de Indias, esta¬ban sus fronteras despobladas y yermas, con ser las mejo¬res y mбs fйrtiles tierras del Perъ; adonde los espaсoles, retirando los Chiriguanos б lo бspero de las montaсas, han fundado ricas heredades, como vemos en toda la diуcesis de los Charcas, especialmente en las provincias de Tanja, Pazpaya, Tomina, Mizque y Cochabamba. Querer, pues, decir que todas estas tierras fйrtiles estaban muy pobladas cuando vinieron los espaсoles, si bien de muchas es verdad, de otras estб muy clara la prueba de lo contrario; y en el Perъ es mбs fбcil de probar esto, porque, como todo este reino se repartiу en sus conquistadores y pobladores, en las provincias muy pobladas les cupieron grandes y ricas encomiendas de indios, y en otras, aunque de buen temple y fйrtiles, no les fueron seсalados repartimientos, no por otra razуn que por haberse hallado vacнas de gente; en mu¬chas de las cuales, que despuйs acб estбn pobladas, no se ven rastros de poblaciones antiguas; y fuera imposible, si hubieran sido pobladas antes, dejar de saberse ahora, lo uno, por los rastros y ruinas que se hallaran de sus pobla¬ciones, como las vemos en otras partes, y lo otro y mбs cierto, porque en los repartimientos que al principio se die¬ron, si hubieran sido muchos, se hiciera menciуn dйllos, como se hace de los pocos que las habitaban.
Demбs destos argumentos hay otro muy fuerte, que son las relaciones й historias de los descubrimientos y con¬quistas de diversas provincias de Indias, en algunas de las cuales leemos cуmo acontecнa б nuestros espaсoles no ha¬llar gente en largos espacios de tierra, б cuya causa murie¬ron muchos de hambre, por acabбrseles las vituallas que llevaban y no hallar en tan grandes despoblados ningъn gйnero de mantenimientos. Y cuando todo lo dicho faltara, es muy suficiente prueba desta verdad la experiencia que tenemos de muchas entradas que en estos ъltimos tiempos se han hecho б tierras de gentiles desde este reino del Pe¬rъ, que por todo el lado oriental, por mбs de setecientas leguas, confina con varias naciones dйllos; los cuales todos, por vivir en behetrнas y sujetos б caciques de muy cortos seсorнos, fuera de los despoblados que hay de por medio entre los confines deste reino y sus primeras poblaciones y estancias,- es cosa que admira ver cuan poca gente se halla por cualquiera parte que se entre; pues en dos entra¬das que se hicieron por orden del Arzobispo desta ciudad de los Reyes D. Gonzalo de Ocampo, en que fueron reli¬giosos de la Compaснa de Jesъs, en muchнsimo espacio de tierra que anduvieron no hallaron sino muy pocos indios y los cacicazgos tan cortos, que no pasaba de quinientos subditos el mayor; y todos andaban entre sн envueltos en guerras, que fuй causa de que los religiosos no pudiesen hacer ningъn fruto en su conversiуn.
CAPНTULO II
De los nombres con que llamamos б los naturales de las Indias, y del color que todos ellos tienen.
N
O tuvieron los indios nombre general que compra-hendiese б todos los naturales de la Amйrica, como nombramos nosotros б los de Бfrica, africanos, б lo» da Asia, asнanos, y б los de Europa, europeos; y t»to no «ra porque no tenнan noticia de toda esta cuarta parta Los nombres que han puesto los espaсoles б todos los naturales deste Nuevo Mundo 9on tres: el de Indios, el de Naturales y el de Amйricos, todos modernos y postizos, inventados desde que se descubriу esta tierra. El nombre de Amйricos no estб tan recebido en uso; los otros dos san mбs comunes. Pusiйronles nombre de Indios por haber lla¬mado Indias б esta tierra los que la descubrieron; y de naturales, б diferencia de los europeos que acб vivimos en* tre ellos. Mas, puesto caso que tienen una misma significa¬ciуn estos dos nombres, usamos dйllos con distinciуn: del de indios, cuando los espaсoles hablamos unos con otros; y porque ya estб recebido como que dice algъn desprecio y desestima, no usamos del hablando con indios y com-prehendiйndolos б ellos, aunque sн cuando no los compre-hendemos en йl.- Pongo ejemplo: estoy yo hablando con indios; si les trato de otros de otra parte, podrй usar deste nombre y decir: «mirad, hermanos, que los indios de Nue¬va Espaсa, de Chile, etc.»; mas, si trato dйllos comprehen-diendo б los mismos con quien hablo, usarй del nombre de naturales, que estб recibido por mбs honroso, y dirй: «vos¬otros los naturales tenйis esta obligaciуn, etc.»
Una de las cosas que pone mayor admiraciуn de cuan¬tas hallamos en estas Indias, es, que siendo tierra tan gran¬de y extendida, con tanta variedad de climas y tempera¬mentos, habitada de infinitas gentes, diferentes en lenguas, costumbres y ritos, en lo que toca б su talle, disposiciуn y demбs propiedades naturales, seсaladamente en el color, se imiten tanto sus moradores y tengan tanta semejanza entre sн, como la tienen en Europa los hombres nacidos en una misma provincia y debajo de un mismo clima.
El color de los indios es algo moreno, el cual suelen explicar nuestros escritores con muchos nombres, como son: loro, aceitunado, leonado, bazo y con el color de membrillo cocido, castaсo claro, y el que mejor que todos lo explica, es el color amulatado; sуlo es de advertir, que como el color de un espaсol, siendo siempre de un mismo grado de blancura en sн, se varнa en las Indias con mбs у menos de colorado, segъn la calidad de la tierra en que vive, en la Sierra del Perъ conserva los mismos colores que tenнa en Espada, y anda con el rostro blanco y colorado, sonro¬seadas las mejillas; mas, si mora mucho tiempo en tierras yuncas, que son las muy calientes y hъmedas, viene б per¬der los buenos colores y se pone tal que parece estar en¬fermo con el color quebrado; y si vuelve otra vez б la Sie¬rra, recobra en breve sus colores; asн los indios serranos se distinguen de los yuncas, no en grado de blancura, que todos participan de uno mismo, sino en que aquйllos andan con el color mбs encendido y colorado, y los yuncas lo traen tan quebrado y amortiguado como de hombres difun¬tos, que parece color de membrillo cocido. Pero si los de tierra yunca se pasan б vivir de asiento б la Sierra, se po¬nen del mismo color que los serranos; y si йstos se mudan б tierra yunca, se vuelven del color de los yuncas.
Acerca deste color de los indios he oнdo muchas veces tratar б hombres sabios y poner en disputa si les es na¬tural y viene de casta у va en la constelaciуn de la tierra, cuya propiedad sea no producir hombres blancos como Europa, ni del todo negros como Guinea, sino de un color medio, cual es el destos indios. Cuestiуn tan general es йsta, cuanta es la variedad de colores que vemos en los habitadores de diferentes regiones del Mundo, que unos son muy blancos y otros negros atezados, y entre estos dos extremos se van unos diferenciando de otros por sus gra¬dos; lo que yo tengo por cierto es, que no causa esta va-riedad de colores el clima donde cada uno nace, sino que va en los hombres y que lo traemos de naturaleza, sin em¬bargo de que todos vengamos de un principio, de Adam y Eva; y que lo ordenу Dios asн para hermosura del Uni¬verso y para mostrar su infinita sabidurнa y omnipotencia en esta diversidad de colores. Dirй con brevedad las razo¬nes que me mueven para sentir esto asн; y sea la primera (volviendo б nuestros indios), que si el clima y tempero de la tierra fuera causa de su color, habнa de haber en la Amй¬rica hombres de cuantos colores se hallan en todo el Orbe, unos mбs blancos que alemanes y flamencos, y otros mбs negros que los etiopes de Guinea, otros de moderada blan¬cura, como los espaсoles, y otros de cuantas diferencias de colores nacen en diversas regiones. Porque en sola la Tуrri¬da zona, dentro de los Trуpicos, experimentamos en estas Indias cuantas diferencias de temples se conocen en el Mun¬do: tierras hay tan frнas y mucho mбs que Flandes y Ale-mania; tan calientes y abrasadas como Guinea; tan templa¬das como Italia y Espaсa, y de todas las maneras de tem¬ples que no sуlo se conocen en la tierra, mas cuantas puede imaginar el entendimiento humano; y fuera de los Trуpicos hay regiones en ambos hemisferios, setentrional y austral, de la misma altura polar, temple y calidades que las de Eu¬ropa; y con todo eso, los naturales de toda la Amйrica, asн los que habitan la Tуrrida zona, como los que viven fuera de los Trуpicos en las zonas templadas hasta subir б cincuenta y sesenta grados de altura de ambos polos, tienen un mis¬mo color y grado en blancura; de suerte, que aunque algu¬nos de diferentes provincias muy apartadas se distingan algo entre sн, no excede esta discrepancia la latitud deste grado; porque ni se halla gente que llegue б ser tan blanca como los espaсoles, ni tan morena como algunos indios, que yo he visto, de la India oriental, de naciуn Malavares.
Y no se puede atribuir el color de los Amйricos б su desnudez, porque ni todos andan desnudos, ni los que traen cubiertas sus carnes con vestiduras de lana y algodуn son mбs blancos que los otros; y vemos en el Perъ, que los caciques, que siempre anduvieron bien vestidos y gozaron de cuanto regalo llevaba la tierra, no se distinguen en йsto de los plebeyos y mitayos; y, lo que no poco hace por esta opiniуn, que los niсos nacen con el mismo color de sus padres, el cual, si fuera tan accidental y extrнnseco como contraнdo de las inclemencias del cielo, aguas, soles y aires, no se les pegara tan inseparablemente en el vientre de sus madres.
El mбs fuerte argumento es, б mi juicio, el ver que los espaсoles que acб moran no van dejando su color y to¬mando el de los indios, lo cual forzosamente se habнa de seguir, supuesto que la calidad de la tierra fuera causa del color de los naturales; porque como el clima tuvo virtud para imprimir en ellos el que tienen, tambiйn la tuviera para obrar el mismo efecto en los espaсoles que acб van naciendo; de manera, que por curso de tiempo vinieran todos, espaсoles й indios, б ser de un mismo color, y la experiencia de ciento y sesenta aсos que hб que se descu¬brieron y comenzaron б poblar las Indias, muestra lo con¬trario, porque tan blancos son los espaсoles acб nacidos como los que vienen de Espaсa; pues con haber muchнsi¬mos no sуlo nacidos en esta tierra sino que son hijos, nie¬tos y biznietos de criollos (nombre que damos comunmente б los espaсoles nacidos en Indias), no hay ninguna diferen¬cia entre ellos y los que vienen de Espaсa; tan lindos ni¬сos blancos y rubios salen acб los hijos de espaсoles, como allб; y aun no pocas veces he oнdo afirmar б muchos, y no me desplace su parecer, que б una mano se crнan mбs hermosos niсos en esta ciudad de Lima y en la de Mйxico, que en otras muchas de Espaсa.
Y no es de menor consideraciуn que, como los espaсo¬les nacen acб blancos, los hijos de negros venidos de Gui¬nea salen semejantes б sus padres en el color y cabello retorcido, y rubios los hijos de flamencos y de otras nacio¬nes setentrionales; en suma, echamos de ver, que los hijos de madre india y padre espaсol, sacan la mitad del color de sus padres, y cuanto mбs se van apartando por varias generaciones del uno de sus principios, tanto mбs van de¬jando del color que del participaban; todo lo cual es prueba bastante de que no causa el temple y clima de las regiones la diversidad de colores que vemos en diferentes naciones de hombres, ni la constelaciуn de esta tierra el que tienen sus naturales.
CAPНTULO ni
De la disposiciуn, talle y falciones de las indios. “\E la estatura de los indios no hay que decir cosa en
1 J particular mбs de que, como diversas regiones del Universo se diferencian en producir unas mбs crecidos y corpulentos hombres que otras,—pero no con notable exce¬so y desproporciуn, sino dentro de la medida de la esta¬tura ordinaria—ni mбs ni menos en distintas regiones de la Amйrica nacen comunmente los hombres con esta diversi¬dad: que unas los producen generalmente altos, como las de Tucumбn, Paraguay, Estrecho de Magallanes, y en la Amйrica setentrional, las mбs vecinas al polo de aquel He¬misferio; otras bajos, y otras de mediana estatura, sin que sea en ninguna parte tan notable la diferencia y desigual¬dad, que cause novedad, pues en todas hay hombres de estatura perfecta de dos varas, bien tallados y dispuestos; y si bien se hallan muchos que no llegan б esta medida, otros muchos hay que pasan della, que no todos han de ser cortados б una tijera; lo cual es comъn б esta tierra con las demбs del Mundo. Verdad es que en las tierras comprehendidas en la Tуrrida zona son muchos mбs los que no llegan б estatura perfecta que los que exceden de ella, como en otras provincias acaece ser la mayor parte la que pasa desta medida que la que no llega б ella.
Mбs variedad hallamos en que unas tierras, por ser re-
cias y fйrtiles, crian los hombres mбs robustos, membrudos
y consiguientemente de mбs fuerzas corporales que otras
que son flacas y estйriles; que lo mismo que pasa en las
plantas y animales experimentamos tambiйn en los cuerpos
humanos. El reino de Chile, como hace ventaja б las de-
Tono in 3
mбs provincias destas Indias en fertilidad y en producir mantenimientos de mбs sustancia y animales mбs fuertes, especialmente caballos, asн sus naturales se aventajan б los demбs indios en ser mбs robustos y fornidos, de mayores fuerzas y brнos; porque, si de la regiуn y clima en que cada uno nace toma particulares calidades, como enseсa la filosofнa y vemos por experiencia, mucho mбs se verifica esto en la disposiciуn й inclinaciones de los cuerpos.
Tienen grande uniformidad y semejanza los indios en las cosas siguientes, sin que haya excepciуn en ninguna provincia deste Nuevo Mundo: la primera similitud es en los ojos, que todos los tienen negros, sin que se halle indio alguno zarco, de ojos verdes у azules; con los pбrpados de arriba y de abajo tan cerrados por junto б la nariz, qute apenas descubren todo el blanco de los ojos, en que se dis¬tinguen tanto de los espaсoles, que tenemos los lagrimales rasgados, que para conocer si uno es mestizo у tiene parte de indio cuando las demбs seсales son dudosas (por haber algunos mestizos y cuarterones muy blancos), les miramos б los ojos y ellos nos sacan de duda; porque, cuanto uno tiene de sangre de indio, tanto mбs cerrados tiene los lagri¬males.
Convienen, lo segundo, en el cabello, en el cual hallamos cinco propiedades: es muy negro, grueso y liso, que cierto es mucho de considerar que no se halle indio de cabello crespo, blando, ni rubio; y no sуlo pasa esto en los varones y mujeres de crecida edad, sino que ni en las criaturas se halla alguna rubia ni crespa; todos tienen el cabello grueso y casi tan бspero como cerdas; y asн, los que se lo cortan б nuestro uso (que muchos se trasquilan ya), les queda le¬vantado y casi derecho, sin asentarse en la cabeza. Las otras dos propiedades que tienen los indios en el cabello son, que encanecen muy pocos, y esos muy tarde, cuando llegan б edad decrйpita; y nunca, у raras veces, se hacen calvos.
Imнtense tambiйn en ser lampiсos, porque casi no les nace pelo en todo ei cuerpo, como es fбcil de ver en los que andan desnudos; y en los que visten como los del Perъ, los vemos en las piernas y brazos, que traen defuera, con el cuero tan liso y limpio como carne de niсo. La barba les nace mбs tarde que б los espaсoles, poca y mal pobla¬da, con los pelos tan gruesos y recios como el cabello. Todos generalmente usan arrancбrsela, luego que apunta, con unas pinzas de cobre, sin consentir les nazca pelo en el rostro, excepto las cejas y pestaсas. Era costumbre tan universal йsta entre los indios, y el criar cabello largo, que no habнa naciуn que no la guardase; y asн todas se admi¬raron cuando vinieron acб los primeros espaсoles de verlos barbados. Algunos se dejan ya crecer la barba en este rei-no, б imitaciуn de los espaсoles, y afйales no poco el ros¬tro, porque mбs parece manojo de cerdas que barba de hombre.
Todo esto da copiosa materia б los filуsofos de rastrear los secretos de Naturaleza, que verdaderamente son grandes los que en la complexiуn y calidades de los indios experi¬mentamos; pues viviendo acб los espaсoles entre ellos y gozando de unos mismos aires, y usando de unas mismas aguas, y casi de unos mismos mantenimientos, vemos tan grande diferencia; porque los espaсoles comienzan б bar¬bar antes de los veinte aсos y б encanecer antes de los cuarenta; y muchos bien mozos se hacen calvos; otros sa¬can el cabello rubio y crespo, y todos muy delgado y blando, y finalmente, en lo que toca б esta variedad, les sucede lo mismo que б los que nacen en Espaсa; y que en los indios sea todo esto al contrario, causa grande ad¬miraciуn.
De lo dicho en este capнtulo se infiere ser fabulosas las relaciones que algunos han escrito de varнas formas de in¬dios que dicen hallarse en este Nuevo Mundo, de diferente gesto y compostura que la comъn de los hombres, como son los que el Padre Fray Pedro Simуn, de la Orden del Seraneo Padre San Francisco, en la Primera parte de las Noticias historiales de Ўas conquistas de Tierra Firme re¬fiere de escritos de otros y de relaciones que le lucieron personas plбticas de cosas de Indias, que diz que se han bar liado en diferentes partes, como los hombres que habitas hacia la California, de orejas tan largas, que les arrastras por el suelo; y otros que moran allн junto, que duermes debajo del agua; y que otra naciуn su vecina, por carecer de la vнa ordinaria para purgar el vientre, se sustйntameos oler flores, frutas y yerbas que sуlo para esto guisan; y que lo mismo se halla en ciertos indios de una de las pro¬vincias del Perъ; que el capitбn Pedro Sarmiento de Gam-boa, en d viaje que hizo б Espaсa desde el Perъ por el Estrecho de Magallanes el aсo de 1580, hallу gigantes de mбs de tres varas de alto; y finalmente, que en la estrada que hizo el gobernador Juan Бlvarez Maldonado desde la ciudad del Cuzco б las provincias de los Andes, se hallaron dos pigmeos no mбs altos que un codo, y un monstruoso gigante de mбs de cinco varas de alto.
Lo que yo siento es que todas estas historias que re¬fiere el dicho autor, son falsas como otras muchas patraсas que hombres amigos de novedades han inventado por cau¬sar admiraciуn en los oyentes; la verdad es, que todas las naciones de indios tienen la misma forma y composiciуn de miembros que nosotros; y toda la diferencia corporal que se halla en ellos, es la que he contado en este capнtulo, que viene б ser muy accidental. Porque, primeramente, los indios de la California y todos sus circunvecinos son del todo semejantes б los demбs de la Nueva Espaсa, como yo los vi en Mйxico, y demбs desto, ni de aquellos orejones tan prodigiosos, ni de los que duermen debajo del agua (tan contra la naturaleza del hombre), ni de los otros que se sustentan de flores, hace menciуn el Padre Fray Juan de Torquemodo, franciscano, en su Monarquнa Indiana, habiйndose hallado presente en Mйxico cuando por man¬dado del Virey se exploraron las provincias de California, cuya exploraciуn y jornada escribiу б la larga el mismo autor. Y hallбndome yo en Mйxico б tiempo que, con licen¬cia del Virey Marquйs de Cerralbo, se hizo jornada б la misma California y se trujeron de allб muchas perlas y relaciуn de cuanto pudieron ver y alcanzar de las propie¬dades de la tierra y de sus habitadores, lo cual supe yo de los mismos que allб fueron, tales naciones de indios no se hallaron; ni en provincia alguna del Perъ sй yo que haya indios que se sustenten de oler flores, teniendo, como tengo andado, casi todo este reino, y habiendo comunicado por cincuenta y seis aсos que ha que entrй en estas Indias, muchas personas que han corrido todas sus provincias.
Acerca de los gigantes que diz que hallу en el Estre¬cho de Magallanes el capitбn Pedro Sarmiento, digo que yo alcancй б Hernando Alonso, que era el piloto que metiу la nao capitana de Pedro Sarmiento por el dicho estrecho б la Mar del Norte; y al general Hernando Lamero, que iba entonces por piloto de la almiranta, y he comunicado otras muchas personas que han estado en aquellas provin¬cias del Estrecho de Magallanes y han visto sus habitado¬res; los cuales, aunque son corpulentos, no de tanta gran¬deza que se puedan llamar gigantes, pues no excede su estatura б la de los hombres mбs altos que se hallan en Europa. Y dos desto indios de hacia el Estrecho que yo vi en esta ciudad de Lima, los cuales, por su extraсa gran¬deza, enviу presentados al Virey Marquйs de Guadalcбzar su sobrino D. Luнs de Cуrdoba, Gobernador de Chile, no eran de mayor altura que he dicho, ni llegaban б tener dos varas y media.
Y Analmente, en lo que toca б los pigmeos y gigante monstruoso que diz que hallу en las provincias de los An¬des el gobernador Juan Бlvarez Maldonado, no sй yo cуmo esta fama se alargу tanto que llegase б noticia del autor que ta cuenta, estando tan lejos (i), y nу б la mнa, que alcancй y comuniquй en la ciudad del Cuzco al dicho gobernador Maldonado y б otras muchas personas que fueron б aque¬lla y б otras jornadas que despuйs se hicieron б la misma tierra, las cuales me dieron noticia de las cosas dйlla; y б ninguno oн que hubiese visto ni sabido haber en aquellas provincias aquellos hombres monstruosos.
CAPНTULO IV De la complexiуn natural de los Indios.
T
RATAMOS ya en los dos capнtulos antes dйste, de las calidades exteriores de los indios que percebimos con la vista; sigъese que digamos algo de las interiores y de su composiciуn de humores. Son todos naturalmente flemбticos de complexiуn; y como la flema natural hace blanda y hъmeda la sustancia de los miembros del cuerpo, tienen muy blandas y delicadas carnes, y asн, se cansan presto y no son para tanto trabajo como los hombres de Europa: hace mбs labor en el campo un hombre en Espa¬сa que cuatro indios acб. Son muy tardos y espaciosos en cuanto hacen, y si cuando trabajan los apuran y quieren sacar de su paso, no harбn nada; mas, dejбndolos б su sor¬na y espacio, salen con todo aquello en que ponen la ma¬no. Tienen una paciencia incansable en aprender nuestros oficios, que es causa de que salgan tan aventajados artнfi¬ces como salen, particularmente en aquellos oficios en que se requiere flema y reposo para aprenderse. Por esto hay
(i) Llegу con las Elegнas y Elogies de Juan de Castellanos, en don¬de el P. Simуn leyу la maravilla, que se apropiу, como casi toda la obra de Castellano».
ya tantos indios extremados oficiales de todas las artes y oficios, seсaladamente de los mбs dificultosos y de curiosi¬dad, pero nу de trabajo corporal, que б йstos son muy poco inclinados. Ejercitan con mucha destreza la mъsica de vo¬ces й instrumentos, la pintura, escultura y los oficios de bordadores, plateros y otros semejantes. Pero en lo que sobre todo descubren los del Perъ su extraсa paz y flema, es en sufrir el espacio y sorna de las llamas, que son sus bestias de carga; las cuales caminan tan espaciosamente, que no puede la cуlera de los espaсoles sufrir tan pesada tardanza, y ellos van б su paso, sin que los veamos jamбs impacientes por mбs veces que las llamas se les paren, cansen y echen con la carga, como lo hacen muchas veces.
Junto con ser flemбticos son en extremo grado sangui¬nos, de donde les nace ser excesivamente cбlidos, como se prueba en que en el tiempo de mayores frнos y hielos, si se les toca la mano, se les hallarб siempre calor notable; y en la poca ropa que visten, que no les sirve de ningъn abri¬go, mбs que de cubrir sus cuerpos. Cuando van camino, duermen, aunque sea en muy frнos pбramos, donde les to¬ma la noche, al cielo descubierto; y acontece caer sobre ellos un palmo de nieve y dormir entre ella con tanto repo¬so como si estuvieran en blandas y regaladas camas. Йcha¬se tambiйn de ver su excesivo calor, en que tienen unos estуmagos mбs recios que de Avestruz, segъn la cantidad y calidad de los manjares que gastan. Porque, dejado aparte que son muy groseros y recios sus mantenimientos, los co¬men ordinariamente casi crudos y sin sazуn, y con todo eso los digieren muy presto; y si bien cuando comen б su costa son muy parcos en la comida, con todo eso, comien¬do б costa ajena, son unos lobos. Muйstrannos bien esta verdad los Uros del Perъ, que son tan grandes tragones, que acaece hurtar un indio un puerco de cuatro б seis arro¬bas, y comйrselo entre dos todo crudo en una noche. Y lo que no menos admira es, que no han menester cuchillo ni otro instrumento para matarlo y despedazarlo mбs que las uftas de los dedos pulgares; con ellas le van sacando las rebanadas como si fueran cuchillos afilados. Pues estуma¬gos que se engullen tanta carne cruda, mбs calor han de tener que una fragua para poderla gastar.
Otro indicio hallo yo no menor del gran calor desta gente, y es, que los que nacen en pбramos y punas frнgidн¬simas del primero y segundo grado de Sierra, se crнan y logran mejor que los nacidos en tierras templadas y calien¬tes; antes vemos que donde mбs enteros estбn hoy los in¬dios en este reino y donde mбs multiplican, es en los dichos temples; sucediendo al contrarнo en los niсos hijos de espa¬сoles, que los mбs que nacen en las tales tierras no se lo¬gran; y que mueran del rigor del frнo se halla por experien¬cia en que, los que escapan, es por el gran cuidado que en su abrigo se pone. Ni vale alegar en contra dйsto que los indios estбn en su natural y que, por criarse desnudos y sin el regalo que los espaсoles, salen mбs duros y curtidos de las inclemencias del tiempo; porque б lo primero respondo que, supuesto que los hijos de espaсoles son engendrados y nacen en el mismo suelo y constelaciуn que los indios, ya para ellos es tan natural la tierra y clima, como para йs¬tos; y б lo segundo, que tambiйn los hijos de caciques й indios ricos se crнan con tanto y mбs regalo que muchos hijos de espaсoles pobres, y con todo eso se halla entre ellos esta diferencia. Pero donde mбs se descubre es en los mestizos y cuarterones y en cuantos tienen alguna mez¬cla de indio; porque, criбndose aquestos muchas veces con el mismo regalo que los puros espaсoles, se logran tanto mбs que ellos cuanto mбs participan de sangre de indios; de suerte que ya es dicho comъn tomado de la experiencia cuotidiana, que las criaturas que tienen algo de indio corren rnenos riesgo en las tierras frнas que las que carecen desta mezcla. De lo cual no sй yo quй otra razуn se pueda dar mбs congruente que la que tengo dicha, esto es, que la
complexiуn cбlida de los indios resiste al rigor del frнo ex-trнnseco; y como cnanto una criatura participa desta com¬plexiуn heredada con la sangre de sus padres, tenga tanto mis de calor, de ahн viene que los que se allegan mбs i la naturaleza de los indios, corren menos riesgo en su niftei de que los acabe el frнo, como acaba y quita la vida б los mбs de los niсos espaсoles de todos cuatro costados.
Desta complexiуn flemбtica y sanguнnea de los indios quieren decir algunos les nacen dos propiedades bien nota¬bles que no hallamos en los espaсoles indianos; la primera es que todos tienen muy buena dentadura y tan recia, que les dura toda la vida; y б la verdad ello pasa asн, que raras veces padecen dolor de muelas ni corrimientos en ellas, y es raro el indio viejo б quien нaka la dentadura. La otra propiedad es que apenas se halla indio que padezca mal de orina ni crнe piedra. Los efectos vemos claramente; si proceden у no de su natural complexiуn у de sus manteni¬mientos y bebidas, no me atrevo б determinarlo, cada uno haga el juicio que quisiere; lo que yo sй decir, es que to-maran de bonнsima gana los espaсoles gozar destas propie-dades, por ser innumerables los que en esta tierra vemos, aun en su mocedad, sujetos б estas pasiones y dolencias de orina, piedra, reumas, corrimientos y falta de dentadura.
CAPНTULO V De la gran ignorancia y barbaridad de los indios.
E
N tierras tan extendidas y apartadas como son estas
regiones que se incluyen en la Amйrica, claro estб que
las gentes que las habitan se han de diferenciar tanto mбs
unas de otras en ingenio, conversaciуn y costumbres, cuanto
Tomo III 4
el suelo y constelaciуn donde nacen fuere mбs desigual y distante; de donde consta ser cosa dificultosa querer medir por una regla y reducir б uniуn y conformidad tanta mu¬chedumbre de naciones y pueblos que entre sн no la tienen. Con todo eso, en tan diversa multitud de lenguas, incli¬naciones y usos como gentes tan apartadas y difusas tie¬nen, no dejamos de hallar algunas costumbres, ritos y vi¬cios generalmente recebidos de todas ellas у de la mayor parte; de los cuales solamente pretendo tratar aquн, no de-cendiendo б particularizar lo que es propio de cada naciуn (de la peruana y de otras se dirб harto adelante). Mas por¬que muchos pueblos destos Amйricos han recibido ya la luz del Santo Evangelio y con ella y con la comunicaciуn con nuestros espaсoles mucho de humanidad y policнa, quedбndose todavнa otros (que son los mбs) envueltos en las tinieblas de su gentilidad y bбrbara ignorancia, convie¬ne advertir que lo que aquн se dice de su rusticidad y cos¬tumbres bбrbaras, es lo que hallamos en los indios gentiles, y que lo que menos hay desto en los que se han hecho cristianos, se debe atribuir б la cultura, virtud y eficacia de nuestra sagrada religiуn, la cual, de hombres salvajes poco menos fieros й inhбbiles que unos brutos y toscos leсos, es poderosa para hacer hombres humanos que vivan segъn razуn y virtud.
Aunque algunas naciones dйstas se aventajan б otras en ingenio y habilidad, con todo eso, convienen generalmente todas en carecer de aquel бnimo y trato humano, polнtico y hidalgo que campea en las gentes nobles y corteses de Europa; por lo cual les alcanza de lleno y cuadra el nom¬bre de bбrbaros; porque, sн (como definen autores de cuen¬ta) bбrbaros son aquellos que sin seguir el dictamen de la recta razуn viven fuera de la comunicaciуn, uso y costum¬bres comunmente recebidas de los otros hombres, bien se ve cuan б pelo viene esta definiciуn б gente que por las tinieblas tan espesas de ignorancia y corrupciуn de costum-
brcs en que vive, abraza y tiene por Udtas muchas cosas que repugnan б la luz de la razуn y ley natural y de las gentes. Para poder abrir camino y dar paso por tan cerrada й inculta selva, tan cubierta de maleza de ignorancia y cos¬tumbres fieras й indignas de hombres que participan de ra¬zуn, como son las de estos bбrbaros, tratarй sуlo en este capнtulo de la extraordinaria ignorancia, rudeza y escuridad de ingenio que descubren en su manera de vivir, y en los cuatro siguientes, de la perversidad de sus costumbres, que inficionan y envilecen la ilustre facultad de la voluntad, nacida de su corta y aсublada razуn y connaturalizada con el uso largo de tantos aсos. Porque, siendo asн que la hu¬mana felicidad que naturalmente pueden alcanzar los hom¬bres en esta vida, consiste, como dice Aristуteles (Lib. I, EH. c. 7.), parte en la operaciуn de la voluntad nivelada con la virtud, y parte en la especulaciуn de la verdad, cuanto mбs uno se ejercitare y excediere en el uso destas nobles potencias que le dan la excelencia que por ser hombre tie¬ne, tanto mбs participarб de la perfecciуn accidental que su naturaleza pide y de que es capaz; y lo que deste ejer¬cicio tuviere menos, eso quedarб atrбs de hacer vida digna de hombre que usa como debe del libre albedrнo.
Por esta regla, pues, habernos de medir б los indios, para conocer lo que participan y alcanzan desta perfecciуn propia del hombre; y comenzando por la joya mбs rica que poseemos, que es la excelente facultad del entendi¬miento, no hay б quien no cause admiraciуn y espanto el ver cuan boto y escurecido le tiene esta gente, no tanto porque sea de tan corta y limitada razуn como han querido algunos tacharla, cuanto por el poco ejercicio y uso que de la virtud del alma tienen, lo uno, б causa de faltarles las letras, ciencias y buenas artes que la suelen cultivar, perficionar y hacer mбs prompta y despierta en sus ope¬raciones y discursos;—porque no tenнan generalmente cien¬cia alguna de las naturales ni obraban con arte las cosas que habнan menester para el uso de l^yida, excepto cual у cual naciуn de las mбs entendidas y llegadas б razуn, que en algunas obras de oficios mecбnicos mostraban artificio y primor, como adelante veremos;—y lo otro, por haberse casi convertido en naturaleza su envejecida costumbre en las ruindades y vicios bestiales б que comunmente son da¬dos, con que se les vino б embotar el ingenio y eclisar la luz de la razуn; y si esta tan desacostumbrada rudeza es efecto de sus vicios, el que б mi juicio en ella tiene mбs parte, es el de la embriaguez, como el mбs universal y ordinario, de que se dejan llevar tan frecuentemente y tan sin freno, que, echada la cuenta del tiempo questбn fuera de sн tomados del vino y sueсo, no vienen б gozar del uso de la razуn la tercera parte de la vida. Este solo mal, como fuente de otros innumerables, era causa bastante de la in¬habilidad y torpeza destas gentes. Porque, si hablando Pu¬niу en general de los daсos que acarrea б los hombres, sin hacer distinciуn entre sabios й ignorantes, lo llama muerte de la memoria, y San Basilio dice del que apaga y extin-gue la prudencia, б quien de lo uno y de lo otro tiene tan poco de su cosecha, y tanto de ignorancia, olvido y salva¬jez como estos miserables, їquй luz les podrб dejar sino tan escasa y tenue como la de un candil prуximo б apagarse en medio de una noche tenebrosa?
Б esto se allega la falta de instituciуn y crianza de los hijos; porque los crнan sin gйnero de doctrina ni enseсanza en virtud, policнa ni costumbres loables, dejбndolos sus pa¬dres ir creciendo, б guisa de unas bestezuelas, б beneficio de naturaleza, sin que les reprehendan el mal ni enderecen y exhorten б seguir el bien, porque tampoco ellos lo cono¬cen; ni menos les dan el buen ejemplo que debieran, pues de ninguna manera reparan ni se recatan en que los hijos estйn presentes para reprimirse й irse б la mano en sus desуrdenes y sensualidades; y asн se les imprimen desde la niсez las ruines costumbres de los padres tan fijamente, que salen bien semejantes б ellos y unos y otros casi inep¬tos й incapaces de toda buena diciplina. No saben quй cosa sea buen respeto y cortesнa; fбltales el consejo y prudencia para escoger lo que les ha de estar bien y apartarse de lo que les puede ser de perjuicio y daсo; muйstranse tan cor¬tos de discurso й insensatos, que parece andan abobados sin pensar en cosa. No pocas veces, por hacer yo experien¬cia dйsto, les suelo preguntar en su lengua, cuando los veo parados у sentados, quй es lo que estбn pensando? Б lo cual responden ordinariamente que no piensan nada. Pre¬guntando una vez un amigo mнo б un indio ladino y de razуn que yo conocнa, estando trabajando en su oficio, que era sastre, en quй pensaba mientras cosнa? le respondiу, que cуmo podнa pensar en nada estando trabajando? Б la verdad, йsta pienso es la causa de salir estos indios tan bien con cualquiera oficio mecбnico que se ponen б apren¬der, el no divertir y derramar la imaginaciуn б otra cosa, sino que todos los sentidos y potencias ocupan y emplean en sуlo aquello que tienen entre manos.
Ellos, finalmente, tienen tan aсublada y escurecida la luz de la razуn y usan tan poco de consideraciуn y discur¬so, que muestran poca mбs habilidad que los brutos, б quien imitan en cuidar de sуlo lo exterior y presente y carecer de todo gйnero de providencia, pues tan pegado tienen el pensamiento б la tierra, que no lo levantan dos dedos dйlla. Tal es su bestial rudeza, que dio motivo б una de las cosas mбs notables que han sucedido en el mundo, y fuй, que algunos espaсoles de los primeros que vinieron б Indias, pusieron duda en si eran verdaderamente hombres de la misma naturaleza que nosotros, y no faltу quien afir¬mase que no lo eran, y, por el consiguiente, que debнan ser tenidos por incapaces de libertad y del dominio de las cosas que poseнan y de recebir nuestra santa Fe y los Sa¬cramentos de la Iglesia. Para atajar este error en sus prin¬cipios y cerrar la puerta б innumerables males б que con йl se daba entrada, determinу el Sumo Pontнfice con auto¬ridad apostуlica, como cosa de fe, que todos los indios, como hombres racionales de la misma especie que los de¬mбs, eran capaces de los Divinos Sacramentos. Y por haber sido йste uno de los casos raros que han visto los hombres en esta materia, me pareciу insertar aquн la Bula de Su Santidad como la refiere el Padre Maestro fray Agustнn de Бvila Padilla, de la orden de Predicadores, en la histo¬ria que escribiу de la fundaciуn de la Provincia de Santiago de Mйxico de su sagrada religiуn, y es del tenor siguiente: c Paulo Papa tercero б todos los fieles cristianos que las presentes letras vieren, salud y bendiciуn apostуlica. La misma verdad, que ni puede engaсar ni ser engaсada, cuando enviaba los predicadores de su fe б ejercitar este oficio, sabemos que les dijo: id y enseсad б todas las gen¬tes, б todas dijo indiferentemente, porque todas son capa¬ces de recebir la enseсanza de nuestra fe. Viendo esto y envidiбndolo el comъn enemigo del linaje humano, que siempre se opone б las buenas obras, para que perezcan, inventу un modo, nunca antes oнdo, para estorbar que la pa¬labra de Dios no se predicase б las gentes ni ellas se salva¬sen. Para esto moviу algunos ministros suyos, que, deseo¬sos de satisfacer б sus codicias y deseos, presumen afirmar б cada paso que los indios de las partes occidentales y los del Mediodнa y las demбs gentes que en estos nuestros tiempos han llegado б nuestra noticia, han de ser tratados y reducidos б nuestro servicio como animales brutos, б tн¬tulo de que son inhбbiles para la fe catуlica, y so color de que son incapaces de recebirla, los ponen en dura servidum¬bre y los afligen y apremian tanto, que aun la servidumbre en que tienen б sus bestias apenas es tan grande como la con que afligen б esta gente. Nosotros, pues, que, aunque indignos, tenemos las veces de Dios en la tierra y procu¬ramos con todas fuerzas hallar sus ovejas que andan perdi¬das fuera de su rebaсo, para reducirlas б йl, pues es este nuestro oficio; conociendo que aquestos mismos indios, co¬mo verdaderos hombres, no solamente son capaces de la fe de Cristo, sino que acuden б ella corriendo con grandн¬sima promptitud, segъn nos consta, y queriendo proveer en estas cosas de remedio conveniente, con autoridad apos¬tуlica, por el tenor de las presentes determinamos y decla¬ramos que los dichos indios y todas las demбs gentes que de aquн adelante vinieren б noticia de los cristianos, aunque estйn fuera de la fe de Cristo, no estбn privados ni deben serlo de su libertad ni del dominio de sus bienes; y que no deben ser reducidos б servidumbre; declarando que los di¬chos indios y las demбs gentes han de ser atraнdos y con¬vidados б la dicha fe de Cristo con la predicaciуn de la palabra divina y con el ejemplo de la buena vida. Y todo lo que en contrarнo desta determinaciуn se hiciere, sea en sн de ningъn valor ni firmeza, no obstantes cualesquiera cosas en contrarнo, ni las dichas, ni otras en cualquiera manera. Dada en Roma afto de 1537 б los 9 de Junio, en el tercero de nuestro Pontificado.»
Cosa, por cierto, muy digna de consideraciуn, que sea tanta la ignorancia y rudeza de los mбs destos indios, que haya dado ocasiуn б semejante disputa. De donde podemos colegir lo mucho que han hecho y hacen en estas regiones los predicadores del Evangelio, plantбndole en gentes que tan inhбbiles parecнan.
CAPНTULO VI
De los usos que los indios tienen acerca del trata¬miento de sus personas en casas, vestidos y man¬tenimientos.
C> I bien no todas las naciones deste Nuevo Mundo habi-
tan pueblos formados, pues hay algunas tan salvajes que ni aun tienen casas, ni asiento сjo y. cierto, en las que para su vivienda labran casas, ora sea en poblado, ora en rancherнas hechas en sus heredades y chacras б modo de cortijos y alquerнas (de que usan los mбs de los indios), ha¬llamos esta diferencia comunmente: que las casas de los se¬сores y caciques son algo mбs suntuosas que las de los particulares, no tanto en la labor y traza, cuanto en el ta¬maсo y calidad de materiales; que en lo que es la forma y arte de la planta, todas guardan la misma, sin que de ordi¬nario lleve mбs piezas la del Seсor que la del vasallo. Excep¬to, pues, las casas de caciques, todas las de los otros son tan humildes y de tan ruin traza y fбbrica, que mбs se de¬ben llamar chozas y cabanas que casas; y asн, porque no las juzgamos por dignas de tal nombre, de ordinario las llamamos buhios (nombre de las casas pajizas que usaban los indios de la Isla Espaсola). Todas son sencillas y sin altos, de una sola pieza, la cual juntamente es zaguбn y sala, recбmara, despensa, bodega, cocina, y aun establo; pues no sуlo sirve de cuantos ministerios se hacen en las diferentes oсcinas de nuestras casas, pero aun de zahъrda donde duermen en compaснa de la gente los animales ca¬seros que crнan; y como no tienen diversidad de aposentos, es fuerza que vivan y duerman juntos padres y hijos, con todos los de la familia, sanos y enfermos, porque aunque quieran apartarse unos de otros, no les da lugar la estre¬chura del rancho y habitaciуn. De aquн nace el estar estos buhios siempre con no mбs aliсo y limpieza que piden sus moradores, tan negros del humo y hollнn en las tierras frнas, como una chimenea, y el suelo cubierto de basura, porque nunca toman trabajo en los desollinar y barrer. Buena prue¬ba es dйsto lo que he visto hacer б espaсoles baquianos, cuando, buscando algunos indios, los hallan bebiendo en sus casas, y por no dejar la borrachera, se suelen hacer sordos y rehacios б su llamada; y es, que con un palo gol¬pean y sacuden por defuera el techo del buhйo, con que luego cae tanta cantidad de hollнn y polvo sobre los indios y sus bebidas, que no pudiendo sufrir la polvareda, salen al punto fuera mбs que de paso. Las alhajas de casa no son otras que ollas, tinajas, cбntaros y tazas, instrumentos todos de barro. La mesa y cama el suelo, sin otro colchуn y re¬galo que una manta grosera, la mitad debajo y la mitad encima. (Esto es en tierras frнas), en las muy calientes duer¬men en hamacas у en otras camas semejantes.
No es de mбs costa y trabajo su vestido que la habi¬taciуn, porque la rnitad destas gentes bбrbaras andan des¬nudas como nacen, y las que visten, apenas cubren la mitad de sus cuerpos; pues las que con mбs abrigo y curiosidad andan, traen desnudos brazos y piernas. Usan de ropas sencillas, sin ponerse unas sobre otras, y son hechas con tan poca traza, que no se cortan б su medida y talle, ni tie¬nen necesidad de tijeras para arredondearlas y ajustarнas. Б solas dos piezas se reducen todas sus galas, que son, una camiseta ancha sin cuello ni mangas, y en lugar de capa, una manta de cuatro picos poco mбs larga que ancha. Ha¬cen esta ropa generalmente de algodуn, sacando los serra¬nos del Perъ, que la labran de lana de llamas, como en su lugar diremos. El vestido ordinario que una vez se ponen les sirve hasta que se rompe, sin que lo muden si no es cuando celebran algunas de sus fiestas y regocijos, que se
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visten de gala, diferenciando ropas, no de otro traje, sino de diversos colores y alguna mбs fineza. No usan desnu¬darse de noche; vestidos como andan se acuestan, con que ahorran de vestirse б la maсana. Ni guardan mбs limpieza en los vestidos que en sus casas; porque, у nunca, у muy raras veces los lavan; y como no tienen otros manteles y servilletas cuando comen, ni otras toallas ni paсizuelos con que limpiarse, ello se deja entender la inmundicia y espe¬sura que trairбn sobre sн.
Dй sustento les sirven cuantas cosas produce la tierra y el agua que se puedan comer sin daсo, porque no repa¬ran en otra cosa, ni son nada melindrosos. Verdad es que no cada naciуn de indios tiene tan general mantenimiento; mas, entre todos ellos no perdonan cosa viva de plantas y animales, comenzando por el mбs noble, que es el hombre, hasta las mбs asquerosas sabandijas y vascosidades ‘que tiene el mundo. Comen carne humana los que por esto llamamos caribes y canнbales; otros se mantienen de la caza y pesca; los mбs matan y comen cuantos animalejos й in¬mundicias topan, sin desechar culebras, sapos ni ningъn gй¬nero de gusanos. Tan bбrbaros, voraces y sucios son en йsto, que con ser los mexicanos y peruanos las naciones de mбs razуn y policнa que hallamos en estas Indias, los pri¬meros tenнan la carne humana por manjar sabroso y rega¬lado, y estos segundos comнan mil maneras de sabandijas asquerosas, hasta los piojos que criaban. Y йsto cuanto б sus viandas.
El pan no es tampoco uno mismo en todas partes; el mбs comъn y universal es el maнz; despuйs de йste usan muchas provincias de cazabi; otras de varias raices, como son yucas, papas, ocas y otras especies de legumbres. Fi¬nalmente, apenas hay naciуn que no tenga algъn manteni¬miento mбs ordinario y usado por pan. No son nada lim¬pios en guisar y preparar sus manjares; contйntanse los mбs regalados con comerlos medio crudos у mal asados у me¬dio cocidos con no mбs recaudo que agua y sal y algunas herbezuelas, sin reparar mucho en lavarlas antes; porque no buscan mбs limpieza en los manjares ni en las demбs cosas de que usan, que en sus personas; las cuales traen de ordinario tan sucias, que ponen asco; y como casi nunca mudan ni lavan el vestido, dan de sн mal olor; del cual ni de otro alguno se ofenden ellos, como ni tampoco estiman el buen olor y fragancia, porque ni sienten deleite de sua¬vidad en lo uno ni pena en lo otro, por ser todos ellos gen¬te inmunda. Ordinariamente comen poco, lo cual hacen mбs de lacerados y miserables que de abstinentes; porque, cuan¬do se les ofrece la ocasiуn, se dan unas ventregadas como lobos; que suele ser cuando comen б costa de espaсoles.
Mas, dado que en el comer fueran siempre tan parcos como dan muestras cuando comen de suyo, lo que por esta parte se abstienen, se desmandan y dejan llevar sin rienda de la embriaguez, porque beben tan sin medida, que cuanto trabajan y adquieren se les va por este desaguadero. Son inimicнsimos del agua; nunca la beben pura sino б falta de sus brevajes, y no hay para ellos mayor tormento que compelerlos б que la beban (castigo que les suelen dar б veces los espaсoles y siйntenlo ellos mбs que azotes). Com-prehendemos todas sus bebidas con nombre de chicha, las cuales hacen comunmente de maнz y de otras semillas y frutas, como el pulque, en la Nueva Espaсa, de maguey; en Tucumбn hacen chicha de algarrobas; en Chile de fresas; en Tierra Firme de pinas de la tierra. En este reino, fuera de la chicha de maнz, la hacen tambiйn de quinua, de ocas, de las uvillas del molle, y de otras cosas. Tambiйn en otras partes usan por vino cierto licuor que mana del cogollo de las palmas despuйs de cortadas; en otras del guarapo hecho de zumo de caсas dulces. En suma, no hay ninguna naciуn de indios que no tenga sus vinos y brebajes con que em¬briagarse, aunque no tuvieron antiguamente conocimiento del verdadero vino de uvas. Todas estas chichas embriagan y sacan de acuerdo unas mбs que otras, y algunas con tanta y mбs fuerza que el vino; y son tan perdidos por ellas los indios, que tienen puesta toda su felicidad en beber, sin tener por afrenta el emborracharse. Suйlenseles pasar los dнas y las noches bebiendo y bailando al son de sus roncos atambores y cantos, tristes б nuestro oнdo, aunque alegres al suyo. No celebran suceso alguno alegre у triste que no sea con bailes y borracheras; por donde no es menos fies¬ta para ellos el mortuorio y entierro de sus padres y deu¬dos, que los nacimientos y bodas de sus hijos, pues en lo uno y en lo otro es lo principal el beber hasta caer en tie¬rra. Tan apoderado estб dйllos este vicio, que no hay en¬carecimiento que llegue б lo que pasa; basta decir que tie¬nen por suma dicha salir de juicio bebiendo, pues para este efecto buscan y estiman las chichas que mбs embriagan, y en su confecciуn les suelen echar cosas fuertes, para que mбs presto los derriben.
CAPНTULO VII
De las costumbres mбs generales en que se confor¬man todos los indios.
ENTES que tan sujetas y rendidas tenнa el padre de
\JЈ la mentira y enemigo cruel del linaje humano, que ha¬da le diesen la honra y adoraciуn debida б sуlo el Criador, no es difнcil de entender quй tal serнa la enseсanza й institu¬ciуn en errores, crueldades y todo gйnero de vicios, que de tan perverso maestro habrнan aprendido. Eran todos idуla¬tras, dados б infinitas supersticiones y agьeros, excepto cual у cual naciуn de hombres tan groseros y salvajes, que de puro bestiales no reconocнan deidad en el cielo ni en la tierra, ni tenнan algъn gйnero de adoraciуn; y puesto caso que muchas gentes deste Nuevo Mundo han recebido ya el Santo Bautismo, todavнa son muchas mбs las que hasta ahora se estбn en las tinieblas de su infidelidad. Pues de pestilencia tan contagiosa como es la idolatrнa, б quien la Divina Escritura llama principio y fin de todos los males, їquй podнa brotar sino la corrupciуn de costumbres y ave¬nida de vicios y miserias en que estaban sumidos estos desventurados? Б los cuales, faltбndoles la luz de la verdad y conocimiento de su Hacedor, les (alta con ella el estudio y ejercicio de la virtud, el amor de la honestidad, el aprecio y estima de la justicia, de la clemencia, de la piedad, con¬tinencia y de los demбs atavнos y ornamentos del alma.
Comenzando, pues, por la parte que, como mбs flaca en el hombre, suele desportillar primero el enemigo de toda pureza, mayormente en gente seсoreada por йl y dada al vicio de la embriaguez, no se puede bien explicar (ni con¬viene detenernos en hacerlo, sino pasar de corrida por tan hediondo cenagal) el albaсal de torpezas y deshonestidades en que, como animales inmundos, se revolcaban y recrea¬ban estos idуlatras. Nunca conocieron el resplandor y her¬mosura de la castidad, para hacer estima dйlla, antes les era muy ofensiva la virginidad en sus mujeres, porque de¬cнan que las que estaban doncellas no habнan sido de nadie queridas; si bien pienso eran raras las que conservaban su integridad hasta tomar estado, lo uno, por criarse desde niсas con toda libertad, sin que los padres cuidasen de su recogimiento, recato y honestidad, ni les prohibiesen el sa¬lir de casa cada y cuando querнan й irse solas б donde se les antojaba, aunque fuese б otros pueblos apartados, sin obligaciуn de dar б nadie cuenta de sus vidas cuando vol-vнan, y por llevarlas ellos mismos б las borracheras y б la labor del campo, donde comunmente hay concurso de hom¬bres, deudos y extraсos; y lo otro, porque por librarse de la infamia en que las castas solнan incurrir sуlo porque lo eran, ellas mismas fбcilmente se dejaban desflorar. Tan lejos estaba de tenerse por delito ni aun para reprehenderse nin¬gъn exceso que en esto hubiese.
Conforme б esta depravada costumbre, cuando el indio pone los ojos en alguna para tomarla por mujer, no escu¬driсa ni se informa de si ha vivido honesta у disolutamente, porque no es negocio йste (para entre ellos) que le aсade у quita calidad; lo que ante todas cosas miran, es quй bienes tiene la esposa, y lo segundo si es hacendosa y que lo sa¬brб bien servir y regalar. Mas, como esto segundo es difi¬cultoso de averiguar, si no es con la experiencia, para ha¬cerla, se suele amancebar con ella primero y tenerla en prueba algunos meses, y aun aсos; y si le contenta, se casa con ella, y si no, la despide y escoge otra. Sirven las mujeres б sus maridos como unas esclavas: ellas llevan todo el peso del trabajo, porque, demбs de criar los hijos, guisan la comida, hacen la chicha, labran toda la ropa que visten asн ellas como sus maridos y hijos, y en la labor del campo trabajan mбs que ellos; los cuales no saben poner mano en cosa en que no le hagan compaснa y ayuden sus mujeres, pues hasta cuando caminan, yйndose ellos va¬cнos, las llevan cargadas como б jumentos. Б esta causa era en su gentilidad grandeza, y aun no pequeсa riqueza, el tener muchas mujeres; contentбbanse con una solos los plebeyos, pero los nobles y caciques tenнan cuantas que¬rнan, dado que una era la principal, б quien las otras reco-nocнan. No las celan mucho, ni ponen cuidado en guardar¬las y menos en serles leales. Aunque se les huya la mujer, no por eso la dejan de recibir cuando vuelve, aunque haya sido la ausencia larga, antes la suelen buscar con diligen¬cia, encomendando б los amigos se la ayuden б buscar, y cuando parece, la reciben con muestras de alegrнa y cele¬bran el haberla hallado, con borrachera.
Porque mejor se vea lo que en esto suele pasar, me pareciу contar aquн el caso siguiente: Huyуsele б un indio su mujer, la cual volviу б cabo de mucho tiempo y pidiу б un religioso conocido mнo que la reconciliase con su ma¬rido; йl venнa ya en ello, mas reparу en que venнa embara¬zada, y como respondiese al Padre, que cуmo querнa que la recibiese viniendo de aquella manera, el religioso con¬venciу al marido con esta razуn: «Vйn acб, hermano, їsi tu perra se saliese de casa, la habнas de dejar de recibir si volviese preсada?» Б lo cual respondiу el indio: «Tienes razуn, Padre»; y recibiу б su mujer sin mбs darle en cara con lo que habнa hecho. Asн en los matrimonios como en sus desordenadas sensualidades, tenнan poca cuenta con grados de parentesco, sacando madres y hijos, y aun б ve¬ces faltaban en йstos, por ser gente dada muy desenfrena¬damente al vicio de la lujuria, б que no poco les incitaba la desenvoltura й inmodestia en su modo de vivir sin gй¬nero de recato ni empacho unos de otros.
Costumbre universal ha sido de todas estas naciones de bбrbaros tener mбs cuenta y cuidado del lugar en que los han de poner despuйs de muertos, que de la morada en que vivнan. La forma de sus sepulturas y esto de ente¬rrarse es muy vario, porque en cada provincia habнa dife¬rentes ritos; pero todos convenнan en enterrar sus difuntos aderezados y compuestos de las vestiduras mбs preciosas, de todas las joyas y arreos con que solнan engalanarse cuando vivian, con las armas que usaban en la guerra, y en muchas partes con los instrumentos del oficio que ha¬bнan ejercitado en vida, como, si era pescador, con las re¬des y demбs adherentes; y б este modo de los otros oficios. Ponнan sobre el cuerpo difunto de sus comidas y bebidas; y con los caciques y Seсores enterraban parte de sus criados y de las mujeres mбs queridas; dйstos, unos ahogaban antes y los echaban muertos, y б otros, habiйndolos primero em¬borrachado, los metнan vivos en la sepultura, б que muchos de su voluntad se ofrecнan. Celebraban las obsequias acom¬paсando al muerto sus parientes y amigos hasta la sepul¬tura con cantares lъgubres, bailes y borracheras, que dura¬ban tanto mбs tiempo cuanto era mayor la calidad del di¬funto. En los cantares repetнan y traнan б la memoria las hazaсas y cosas mбs memorables que sabнan del; contaban los lugares donde habнa vivido, las buenas obras que les habнa hecho, con cuanto podнa ser motivo de compasiуn y llanto.
Son todos los indios por extremo inconstantes, fбciles, mudables y faltos de toda buena presunciуn; dйjanse llevar inmoderadamente de cualquiera pasiуn y afecto desorde¬nado, sin saberse refrenar й ir б la mano en cosa; el temor de la adversidad y desastre los acobarda y sujeta de ma¬nera, que, como flacos y pusilбnimes, luego se pierden de бnimo, y por librarse de un mal menor, suelen escoger otro mayor y aun el mбs horrible de todos, que es la muerte; y asн, no pocos con desesperaciуn se ahorcan y despeсan por leves causas. En sus trabajos se muestran impacientes y poco sufridos, y en sus comercios, tratos y pretensiones tan desconfiados, que no se fнan unos de otros, ni aun los hijos de los padres. Con un pequeсo soplo de prosperidad se envanecen y engrнen y desprecian б los demбs. Mienten sueltamente, sin que se avergьencen y confundan de que los cojan en mentira, antes, viйndose convencidos, confie¬san llanamente que mintieron. No guardan lealtad ni pala¬bra mбs que en cuanto les estб б cuenta, y viendo la suya, atropellan y rompen la fe dada y todo buen respeto, no haciendo caso de ser tachados de traidores. En su modo de proceder son notablemente amuchachados: triscan y juegan los hombres con los muchachos aniсadamente, como suelen en nuestra repъblica espaсola jugar y burlarse unos mu¬chachos con otros. Inclнnalos vehementemente su natural al ocio y vida haragana; y asн, teniendo que comer y beber esta semana, no trabajaban de su voluntad en toda ella, hasta beber primero cuanto tienen, si no es apremiados con temor, que por la mayor parte no entienden de otra manera ni saben hacer por bien y amor; porque no les mue¬ve y espolea el motivo de honra ni otro respeto honesto. Cuando niсos, son agradables y amorosos, prometen habili¬dad y que saldrбn con virtud y crianza, y en pasando de los quince aсos, que comienzan б beber, se tornan como los demбs. Olvнdanse presto de lo que aprendieron, porque nunca hacen estudio ni repiten lo que les enseсan, sino cuando les obligan б recorrerlo. En suma, ella es gente de бnimos tan terrestres, viles y apocados, que no hace aprecio de mбs que esto visible y exterior que entra por los senti¬dos; йsto solamente los lleva y tras йsto corren sin conocer ni estimar otro bien ni felicidad que curar y servir al vien» tre y б la sensualidad y deleite.
CAPНTULO VIII En que prosigue lo mismo.
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ODAVНA resta por decir de las costumbres y vicios
que los indios tienen contra la virtud de la justicia, de
que tratarб este capнtulo. Caciques y seсores de los pueblos
eran aquellos que no con otro derecho que el de la fuerza
y poder los sojuzgaban; y como la adquisiciуn era tirбnica
y cruel, lo era tambiйn su gobierno. Porque no ponнan la
mira en el bien y utilidad de los vasallos, sino en satisfacer
su ambiciуn y codicia, reduciйndolos б una tan pesada ser-
vidumbre, que dйlla б esclavitud no habнa diferencia. Tan
oprimidos vivнan los pobres subditos, encogidos y amedren-
tados con los tremendos espectбculos que por sus ojos vнan
ejecutar en los que delinquнan en Vlguna inobediencia y des-
acato contra sus caciques, que no los respetaban, sino ado-
raban con tan extraordinaria sumisiуn y temblor, que, es-
Tono III 6
tando en su presencia no osaban levantar los ojos del suelo ni mirarlos б la cara. Ni eran dueсos y seсores de sus casas y haciendas, ni aun de sus propios hijos, que todo es¬taba б disposiciуn de los tiranos, sin que fuese permitido б los subditos abrir la boca para quejarse dйllos por ninguna injuria y agravio que dellos recibiesen, aunque fuese quitar¬les sus propias hijas y mujeres. No habнa ni se guardaban otras leyes y fueros que la voluntad y antojo de los caci¬ques; los cuales hacнan y deshacнan б su albedrio y conde¬naban y absolvнan como les parecнa, sin guardar igualdad y proporciуn en el castigar у premiar; y asн, daban unas veces castigos atroces por leves culpas y otras disimula¬ban y pasaban por graves delitos, como no fuesen cometidos contra sus propias personas, que en tal caso, eran impla¬cables й inhumanos. Extendнan comunmente la pena б los inocentes, castigando juntamente con los reos б sus deudos mбs cercanos, aunque no hubiesen tenido parte en las cul¬pas. En ninguna cosa eran estos caciques mбs varios й in¬constantes que en establecer leyes y estatutos, mudбndolos б cada paso, y no guardar en la ejecuciуn dйllos un tenor y uniformidad con todos, sin excepciуn de personas; y co¬mo la obediencia de los vasallos era por sуlo miedo, en tanto miraban por el bien pъblico y de sus seсores, en cuanto no podнan escapar de su saсa y crueldad; que si б su salvo y sin testigos se les ofrecнa oportunidad de come¬ter cualquier crimen, aunque fuese de traiciуn, no dudaban de perpetrarlo, llevados de su mala inclinaciуn.
Las injusticias que unos pueblos y naciones cometнan contra otros no eran menores, maquinando siempre cada cual la destrucciуn de su vecino, haciйndose perpetua gue¬rra con ocasiуn y sin ella, ya sobre los lнmites y mojones de sus distritos, ya sobre las dehesas, pastos, rнos y pes¬querнas. Otras veces, por fiaber sido agraviado alguno de la una parte de algъn particular de la otra, sobre tomar ven¬ganza, se revolvнan y trababan los unos con los otros. Ro¬bбbanse y matбbanse sin lastima ni piedad; y lo que mбs descubre su bбrbara fiereza, es que ellos mismos amaban estas discordias y guerras y buscaban ocasiуn de trabarlas, por tenerla siempre de haber en ellas presa de sus contra¬rios, de cuyas carnes se mantuviesen.
Sus tratos y contratos no eran muchos, por contentarse ellos con poco; sembrando y cogiendo cada uno lo que habнa menester, para sustentar su casa, у haciйndolo de la caza y pesca, de que muchos pueblos se mantenнan. Raras veces habнa comercio de unas naciones con otras, que su gran rudeza y crueldad era causa de que se fiasen muy poco unos de otros. Aunque conocieron y estimaron el oro, plata y otros metales y se aprovechaban dйllos en va¬rios usos, de ninguno hicieron moneda ni hubo uso dйlla en toda la Amйrica hasta que lo introdujeron los espaсo¬les. En lugar de compras y ventas trocaban unas cosas por otras, y la paga de los alquileres se hacнa en especie. (Fuera destos dos no se conocнa en ellos otra manera de contratos.) Verdad es que algunas cosas eran mбs genera¬les para este menester, las cuales servнan de dinero con que se compraban todas las que eran necesarias para la provi-siуn de la vida. Йstas eran ordinariamente las comidas que usaban por pan; excepto en la Nueva Espaсa, donde corrнa como moneda el cacao. En este reino del Perъ valнa para esto el maнzy y aun hasta hoy usan del los indios para com¬prar otras viandas; de donde se ha introducido la costum¬bre que vemos en los pueblos de espaсoles, que las indias (que son las que venden comunmente en las plazas y mer¬cados la hortaliza, frutas y otras cosas deste gйnero) las suelen dar б trueco de pan, y asн se suelen comprar con pan estas menudencias. No habнa puesto valor ni tasa por auto¬ridad pъblica en estos rescates (asн llaman en esta tierra б estas suertes de trueques у compras): esto se dejaba б sa-tisfaciуn de las partes, como vemos el dнa de hoy casi en todos los pueblos de indios deste reino, que los dнas de ya tantos indios extremados oficiales de todas las artes y oficios, seсaladamente de los mбs dificultosos y de curiosi¬dad, pero nу de trabajo corporal, que б йstos son muy poco inclinados. Ejercitan con mucha destreza la mъsica de vo¬ces й instrumentos, la pintura, escultura y los oficios de bordadores, plateros y otros semejantes. Pero en lo que sobre todo descubren los del Perъ su extraсa paz y flema, es en sufrir el espacio y sorna de las llamas, que son sus bestias de carga; las cuales caminan tan espaciosamente, que no puede la cуlera de los espaсoles sufrir tan pesada tardanza, y ellos van б su paso, sin que los veamos jamбs impacientes por mбs veces que las llamas se les paren, cansen y echen con la carga, como lo hacen muchas veces.
Junto con ser flemбticos son en extremo grado sangui¬nos, de donde les nace ser excesivamente cбlidos, como se prueba en que en el tiempo de mayores frнos y hielos, si se les toca la mano, se les hallarб siempre calor notable; y en la poca ropa que visten, que no les sirve de ningъn abri¬go, mбs que de cubrir sus cuerpos. Cuando van camino, duermen, aunque sea en muy frнos pбramos, donde les to¬ma la noche, al cielo descubierto; y acontece caer sobre ellos un palmo de nieve y dormir entre ella con tanto repo¬so como si estuvieran en blandas y regaladas camas. Йcha¬se tambiйn de ver su excesivo calor, en que tienen unos estуmagos mбs recios que de Avestruz, segъn la cantidad y calidad de los manjares que gastan. Porque, dejado aparte que son muy groseros y recios sus mantenimientos, los co¬men ordinariamente casi crudos y sin sazуn, y con todo eso los digieren muy presto; y si bien cuando comen б su costa son muy parcos en la comida, con todo eso, comien¬do б costa ajena, son unos lobos. Muйstrennos bien esta verdad los Uros del Perъ, que son tan grandes tragones, que acaece hurtar un indio un puerco de cuatro б seis arro¬bas, y comйrselo entre dos todo crudo en una noche. Y lo que no menos admira es, que no han menester cuchillo ni otro instrumento para matarlo y despedazarlo mбs que las uftas de los dedos pulgares; con ellas le van sacando las rebanadas como si fueran cuchillos afilados. Pues estуma¬gos que se engullen tanta carne cruda» mбs calor han de tener que una fragua para poderla gastar.
Otro indicio hallo yo no menor del gran calor desta gente, y es, que los que nacen en pбramos y punas frнgidн¬simas del primero y segundo grado de Sierra, se crнan y logran mejor que los nacidos en tierras templadas y calien¬tes; antes vemos que donde mбs enteros estбn hoy los in¬dios en este reino y donde mбs multiplican, es en los dichos temples; sucediendo al contrarнo en los niсos hijos de espa¬сoles, que los mбs que nacen en las tales tierras no se lo¬gran; y que mueran del rigor del frнo se halla por experien¬cia en que, los que escapan, es por el gran cuidado que en su abrigo se pone. Ni vale alegar en contra dйsto que los indios estбn en su natural y que, por criarse desnudos y sin el regalo que los espaсoles, salen mбs duros y curtidos de las inclemencias del tiempo; porque б lo primero respondo que, supuesto que los hijos de espaсoles son engendrados y nacen en el mismo suelo y constelaciуn que los indios, ya para ellos es tan natural la tierra y clima, como para йs¬tos; y б lo segundo, que tambiйn los hijos de caciques й indios ricos se crнan con tanto y mбs regalo que muchos hijos de espaсoles pobres, y con todo eso se halla entre ellos esta diferencia. Pero donde mбs se descubre es en los mestizos y cuarterones y en cuantos tienen alguna mez-cla de indio; porque, criбndose aquestos muchas veces con el mismo regalo que los puros espaсoles, se logran tanto mбs que ellos cuanto mбs participan de sangre de indios; de suerte que ya es dicho comъn tomado de la experiencia cuotidiana, que las criaturas que tienen algo de indio corren menos riesgo en las tierras frнas que las que carecen desta mezcla. De lo cual no sй yo quй otra razуn se pueda dar mбs congruente que la que tengo dicha, esto es, que la
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complexiуn cбlida de los indios resiste al rigor del frнo ex¬trнnseco; y como cnanto una criatura participa desta com¬plexiуn heredada con la sangre de sus padres, tenga tanto mбs de calor, de ahн viene que los que se allegan mбs i la naturaleza de los indios, corren menos riesgo en su niсez de que los acabe el frнo, como acaba y quita la vida б los mбs de los niсos espaсoles de todos cuatro costados.
Desta complexiуn flemбtica y sanguнnea de los indios quieren decir algunos les nacen dos propiedades bien nota¬bles que no hallamos en los espaсoles indianos; la primera es que todos tienen muy buena dentadura y tan recia, que les dura toda la vida; y б la verdad ello pasa asн, que raras veces padecen dolor de muelas ni corrimientos en ellas, y es raro el indio viejo б quien нaka la dentadura. La otra propiedad es que apenas se halla indio que padezca mal de orina ni crнe piedra. Los efectos vemos claramente; si proceden у no de su natural complexiуn у de sus manteni¬mientos y bebidas, no me atrevo б determinarlo, cada uno haga el juicio que quisiere; lo que yo sй decir, es que to¬maran de bonнsima gana los espaсoles gozar destas propie¬dades, por ser innumerables los que en esta tierra vemos, aun en su mocedad, sujetos б estas pasiones y dolencias de orina, piedra, reumas, corrimientos y falta de dentadura.
CAPНTULO V De la gran ignorancia y barbaridad de los indios.
E
N tierras tan extendidas y apartadas como son estas
regiones que se incluyen en la Amйrica, claro estб que
las gentes que las habitan se han de diferenciar tanto mбs
unas de otras en ingenio, conversaciуn y costumbres, cuanto
TOMO III 4
el suelo y constelaciуn donde nacen fuere mбs desigual y distante; de donde consta ser cosa dificultosa querer medir por una regla y reducir б uniуn y conformidad tanta mu¬chedumbre de naciones y pueblos que entre sн no la tienen. Con todo eso, en tan diversa multitud de lenguas, incli¬naciones y usos como gentes tan apartadas y difusas tie¬nen, no dejamos de hallar algunas costumbres, ritos y vi-cios generalmente recebidos de todas ellas у de la mayor parte; de los cuales solamente pretendo tratar aquн, no de-cendiendo б particularizar lo que es propio de cada naciуn (de la peruana y de otras se dirб harto adelante). Mas por¬que muchos pueblos destos Amйricos han recibido ya la luz del Santo Evangelio y con ella y con la comunicaciуn con nuestros espaсoles mucho de humanidad y policнa, quedбndose todavнa otros (que son los mбs) envueltos en las tinieblas de su gentilidad y bбrbara ignorancia, convie¬ne advertir que lo que aquн se dice de su rusticidad y cos¬tumbres bбrbaras, es lo que hallamos en los indios gentiles, y que lo que menos hay desto en los que se han hecho cristianos, se debe atribuir б la cultura, virtud y eficacia de nuestra sagrada religiуn, la cual, de hombres salvajes poco menos fieros й inhбbiles que unos brutos y toscos leсos, es poderosa para hacer hombres humanos que vivan segъn razуn y virtud.
Aunque algunas naciones dйstas se aventajan б otras en ingenio y habilidad, con todo eso, convienen generalmente todas en carecer de aquel бnimo y trato humano, polнtico y hidalgo que campea en las gentes nobles y corteses de Europa; por lo cual les alcanza de lleno y cuadra el nom¬bre de bбrbaros; porque, sн (como definen autores de cuen¬ta) bбrbaros son aquellos que sin seguir el dictamen de la recta razуn viven fuera de la comunicaciуn, uso y costum¬bres comunmente recebidas de los otros hombres, bien se ve cuan б pelo viene esta definiciуn б gente que por las tinieblas tan espesas de ignorancia y corrupciуn de costum¬brcs en que vive, abraza y tiene por botas muchas cosas que repugnan б la luz de la ras» y ley natural y de las gentes. Para poder abrir camino y dar paso por tan cerrada й inculta selva, tan cubierta de maleza de ignorancia y cos¬tumbres fieras й indignas de hombres que participan de ra¬zуn, como son las de estos bбrbaros, tratarй sуlo en este capнtulo de la extraordinaria ignorancia, rudeza y escundad de ingenio que descubren en su manera de vivir, y en los cuatro siguientes, de la perversidad de sus costumbres, que inficionan y envilecen la ilustre facultad de la voluntad, nacida de su corta y aсublada razуn y connaturalizada ooo el uso largo de tantos aсos. Porque, siendo asн que la hu¬mana felicidad que naturalmente pueden alcanzar los hom¬bres en esta vida, consiste, como dice Aristуteles (Lib. I, EH. c. 7.), parte en la operaciуn de la voluntad nivelada con la virtud, y parte en la especulaciуn de la verdad, cuanto mбs uno se ejercitare y excediere en el uso destas nobles potencias que le dan la excelencia que por ser hombre tie¬ne, tanto mбs participarб de la perfecciуn accidental que su naturaleza pide y de que es capaz; y lo que destc ejer¬cicio tuviere menos, eso quedarб atrбs de hacer vida digna de hombre que usa como debe del libre albedrнo.
Por esta regla, pues, habernos de medir б los indios, para conocer lo que participan y alcanzan desta perfecciуn propia del hombre; y comenzando por la joya mбs rica que poseemos, que es la excelente facultad del entendi¬miento, no hay б quien no cause admiraciуn y espanto el ver cuan boto y escurecido le tiene esta gente, no tanto porque sea de tan corta y limitada razуn como han querido algunos tacharla, cuanto por el poco ejercicio y uso que de la virtud del alma tienen, lo uno, б causa de faltarles las letras, ciencias y buenas artes que la suelen cultivar, perficionar y hacer mбs prompta y despierta en sus ope¬raciones y discursos;—porque no tenнan generalmente cien¬cia alguna de las naturales ni obraban con arte las cosas que habнan menester para el uso de lнvida, excepto cual у cual naciуn de las mбs entendidas y llegadas б razуn, que en algunas obras de oficios mecбnicos mostraban artificio y primor, como adelante veremos;—y lo otro, por haberse casi convertido en naturaleza su envejecida costumbre en las ruindades y vicios bestiales б que comunmente son da¬dos, con que se les vino б embotar el ingenio y eclisar la luz de la razуn; y si esta tan desacostumbrada rudeza es efecto de sus vicios, el que б mi juicio en ella tiene mбs parte, es el de la embriaguez, como el mбs universal y ordinario, de que se dejan llevar tan frecuentemente y tan sin freno, que, echada la cuenta del tiempo questбn fuera de sн tomados del vino y sueсo, no vienen б gozar del uso de la razуn la tercera parte de la vida. Este solo mal, como fuente de otros innumerables, era causa bastante de la in¬habilidad y torpeza destas gentes. Porque, si hablando Pu¬niу en general de los daсos que acarrea б los hombres, sin hacer distinciуn entre sabios й ignorantes, lo llama muerte de la memoria, y San Basilio dice del que apaga y extin¬gue la prudencia, б quien de lo uno y de lo otro tiene tan poco de su cosecha, y tanto de ignorancia, olvido y salva¬jez como estos miserables, їquй luz les podrб dejar sino tan escasa y tenue como la de un candil prуximo б apagarse en medio de una noche tenebrosa?
Б esto se allega la falta de instituciуn y crianza de los hijos; porque los crнan sin gйnero de doctrina ni enseсanza en virtud, policнa ni costumbres loables, dejбndolos sus pa¬dres ir creciendo, б guisa de unas bestezuelas, б beneficio de naturaleza, sin que les reprehendan el mal ni enderecen y exhorten б seguir el bien, porque tampoco ellos lo cono¬cen; ni menos les dan el buen ejemplo que debieran, pues de ninguna manera reparan ni se recatan en que los hijos estйn presentes para reprimirse й irse б la mano en sus desуrdenes y sensualidades; y asн se les imprimen desde la niсez las ruines costumbres de los padres tan fijamente, que salen bien semejantes б ellos y unos y otros casi inep¬tos й incapaces de toda buena diciplina. No saben quй cosa sea buen respeto y cortesнa; fбltales el consejo y prudencia para escoger lo que les ha de estar bien y apartarse de lo que les puede ser de perjuicio y daсo; muйstranse tan cor¬tos de discurso й insensatos, que parece andan abobados sin pensar en cosa. No pocas veces, por hacer yo experien-cia dйsto, les suelo preguntar en su lengua, cuando los veo parados у sentados, quй es lo que estбn pensando? Б lo cual responden ordinariamente que no piensan nada. Pre¬guntando una vez un amigo mнo б un indio ladino y de razуn que yo conocнa, estando trabajando en su oficio, que era sastre, en quй pensaba mientras cosнa? le respondiу, que cуmo podнa pensar en nada estando trabajando? Б la verdad, йsta pienso es la causa de salir estos indios tan bien con cualquiera oficio mecбnico que se ponen б apren¬der, el no divertir y derramar la imaginaciуn б otra cosa, sino que todos los sentidos y potencias ocupan y emplean en sуlo aquello que tienen entre manos.
Ellos, finalmente, tienen tan aсublada y escurecida la luz de la razуn y usan tan poco de consideraciуn y discur¬so, que muestran poca mбs habilidad que los brutos, б quien imitan en cuidar de sуlo lo exterior y presente y carecer de todo gйnero de providencia, pues tan pegado tienen el pensamiento б la tierra, que no lo levantan dos dedos dйlla. Tal es su bestial rudeza, que dio motivo б una de las cosas mбs notables que han sucedido en el mundo, y fuй, que algunos espaсoles de los primeros que vinieron б Indias, pusieron duda en si eran verdaderamente hombres de la misma naturaleza que nosotros, y no faltу quien afir¬mase que no lo eran, y, por el consiguiente, que debнan ser tenidos por incapaces de libertad y del dominio de las cosas que poseнan y de recebir nuestra santa Fe y los Sa¬cramentos de la Iglesia. Para atajar este error en sus prin¬cipios y cerrar la puerta б innumerables males б que con йl se daba entrada, determinу el Sumo Pontнfice con auto¬ridad apostуlica, como cosa de fe, que todos los indios, como hombres racionales de la misma especie que los de¬mбs, eran capaces de los Divinos Sacramentos. Y por haber sido йste uno de los casos raros que han visto los hombres en esta materia, me pareciу insertar aquн la Bula de Su Santidad como la refiere el Padre Maestro fray Agustнn de Бvila Padilla, de la orden de Predicadores, en la histo¬ria que escribiу de la fundaciуn de la Provincia de Santiago de Mйxico de su sagrada religiуn, y es del tenor siguiente: c Paulo Papa tercero б todos los fieles cristianos que las presentes letras vieren, salud y bendiciуn apostуlica. La misma verdad, que ni puede engaсar ni ser engaсada, cuando enviaba los predicadores de su fe б ejercitar este oficio, sabemos que les dijo: id y enseсad б todas las gen¬tes, б todas dijo indiferentemente, porque todas son capa¬ces de recebir la enseсanza de nuestra fe. Viendo esto y envidiбndolo el comъn enemigo del linaje humano, que siempre se opone б las buenas obras, para que perezcan, inventу un modo, nunca antes oнdo, para estorbar que la pa¬labra de Dios no se predicase б las gentes ni ellas se salva¬sen. Para esto moviу algunos ministros suyos, que, deseo¬sos de satisfacer б sus codicias y deseos, presumen afirmar б cada paso que los indios de las partes occidentales y los del Mediodнa y las demбs gentes que en estos nuestros tiempos han llegado б nuestra noticia, han de ser tratados y reducidos б nuestro servicio como animales brutos, б tн¬tulo de que son inhбbiles para la fe catуlica, y so color de que son incapaces de recebirla, los ponen en dura servidum¬bre y los afligen y apremian tanto, que aun la servidumbre en que tienen б sus bestias apenas es tan grande como la con que afligen б esta gente. Nosotros, pues, que, aunque indignos, tenemos las veces de Dios en la tierra y procu-ramos con todas fuerzas hallar sus ovejas que andan perdi¬das fuera de su rebaсo, para reducirlas б йl, pues es este
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nuestro oficio; conociendo que aquestos mismos indios, co¬mo verdaderos hombres, no solamente son capaces de la fe de Cristo, sino que acuden б ella corriendo con grandн¬sima promptitud, segъn nos consta, y queriendo proveer en estas cosas de remedio conveniente, con autoridad apos¬tуlica, por el tenor de las presentes determinamos y decla¬ramos que los dichos indios y todas las demбs gentes que de aquн adelante vinieren б noticia de los cristianos, aunque estйn fuera de la fe de Cristo, no estбn privados ni deben serlo de su libertad ni del dominio de sus bienes; y que no deben ser reducidos б servidumbre; declarando que los di¬chos indios y las demбs gentes han de ser atraнdos y con¬vidados б la dicha fe de Cristo con la predicaciуn de la palabra divina y con el ejemplo de la buena vida. Y todo lo que en contrarнo desta determinaciуn se hiciere, sea en sн de ningъn valor ni firmeza, no obstantes cualesquiera cosas en contrarнo, ni las dichas, ni otras en cualquiera manera. Dada en Roma aсo de 1537 б los 9 de Junio, en el tercero de nuestro Pontificado.»
Cosa, por cierto, muy digna de consideraciуn, que sea tanta la ignorancia y rudeza de los mбs destos indios, que haya dado ocasiуn б semejante disputa. De donde podemos colegir lo mucho que han hecho y hacen en estas regiones los predicadores del Evangelio, plantбndole en gentes que tan inhбbiles parecнan.
CAPНTULO VI
De los usos que los indios tienen acerca del trata¬miento de sus personas en casas, vestidos y man¬tenimientos.
C> I bien no todas las naciones deste Nuevo Mundo habi-
tan pueblos formados, pues hay algunas tan salvajes que ni aun tienen casas, ni asiento сjo y. cierto, en las que para su vivienda labran casas, ora sea en poblado, ora en rancherнas hechas en sus heredades y chacras б modo de cortijos y alquerнas (de que usan los mбs de los indios), ha¬llamos esta diferencia comunmente: que las casas de los se¬сores y caciques son algo mбs suntuosas que las de los particulares, no tanto en la labor y traza, cuanto en el ta¬maсo y calidad de materiales; que en lo que es la forma y arte de la planta, todas guardan la misma, sin que de ordi¬nario lleve mбs piezas la del Seсor que la del vasallo. Excep¬to, pues, las casas de caciques, todas las de los otros son tan humildes y de tan ruin traza y fбbrica, que mбs se de¬ben llamar chozas y cabanas que casas; y asн, porque no las juzgamos por dignas de tal nombre, de ordinario las llamamos buhios (nombre de las casas pajizas que usaban los indios de la Isla Espaсola). Todas son sencillas y sin altos, de una sola pieza, la cual juntamente es zaguбn y sala, recбmara, despensa, bodega, cocina, y aun establo; pues no sуlo sirve de cuantos ministerios se hacen en las diferentes oсcinas de nuestras casas, pero aun de zahъrda donde duermen en compaснa de la gente los animales ca¬seros que crнan; y como no tienen diversidad de aposentos, es fuerza que vivan y duerman juntos padres y hijos, con todos los de la familia, sanos y enfermos, porque aunque quieran apartarse unos de otros, no les da lugar la estre¬chura del rancho y habitaciуn. De aquн nace el estar estos buhios siempre con no mбs aliсo y limpieza que piden sus moradores, tan negros del humo y hollнn en las tierras frнas, como una chimenea, y el suelo cubierto de basura, porque nunca toman trabajo en los desollinar y barrer. Buena prue¬ba es dйsto lo que he visto hacer б espaсoles baquianos, cuando, buscando algunos indios, los hallan bebiendo en sus casas, y por no dejar la borrachera, se suelen hacer sordos y rehacios б su llamada; y es, que con un palo gol¬pean y sacuden por defuera el techo del buhio, con que luego cae tanta cantidad de hollнn y polvo sobre los indios y sus bebidas, que no pudiendo sufrir la polvareda, salen al punto fuera mбs que de paso. Las alhajas de casa no son otras que ollas, tinajas, cбntaros y tazas, instrumentos todos de barro. La mesa y cama el suelo, sin otro colchуn y re¬galo que una manta grosera, la mitad debajo y la mitad encima. (Esto es en tierras frнas), en las muy calientes duer¬men en hamacas у en otras camas semejantes.
No es de mбs costa y trabajo su vestido que la habi¬taciуn, porque la piitad destas gentes bбrbaras andan des¬nudas como nacen, y las que visten, apenas cubren la mitad de sus cuerpos; pues las que con mбs abrigo y curiosidad andan, traen desnudos brazos y piernas. Usan de ropas sencillas, sin ponerse unas sobre otras, y son hechas con tan poca traza, que no se cortan б su medida y talle, ni tie¬nen necesidad de tijeras para arredondearlas y ajustarнas. Б solas dos piezas se reducen todas sus galas, que son, una camiseta ancha sin cuello ni mangas, y en lugar de capa, una manta de cuatro picos poco mбs larga que ancha. Ha¬cen esta ropa generalmente de algodуn, sacando los serra¬nos del Perъ, que la labran de lana de llamas, como en su lugar diremos. El vestido ordinario que una vez se ponen les sirve hasta que se rompe, sin que lo muden si no es cuando celebran algunas de sus fiestas y regocijos, que se
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visten de gala, diferenciando ropas, no de otro traje, sino de diversos colores y alguna mбs fineza. No usan desnu¬darse de noche; vestidos como andan se acuestan, con que ahorran de vestirse б la maсana. Ni guardan mбs limpieza en los vestidos que en sus casas; porque, у nunca, у muy raras veces los lavan; y como no tienen otros manteles y servilletas cuando comen, ni otras toallas ni paсizuelos con que limpiarse, ello se deja entender la inmundicia y espe¬sura que trairбn sobre sн.
Dй sustento les sirven cuantas cosas produce la tierra y el agua que se puedan comer sin daсo, porque no repa¬ran en otra cosa, ni son nada melindrosos. Verdad es que no cada naciуn de indios tiene tan general mantenimiento; mas, entre todos ellos no perdonan cosa viva de plantas y animales, comenzando por el mбs noble, que es el hombre, hasta las mбs asquerosas sabandijas y vascosidades ‘que tiene el mundo. Comen carne humana los que por esto llamamos caribes y canнbales; otros se mantienen de la caza y pesca; los mбs matan y comen cuantos animalejos й in¬mundicias topan, sin desechar culebras, sapos ni ningъn gй¬nero de gusanos. Tan bбrbaros, voraces y sucios son en йsto, que con ser los mexicanos y peruanos las naciones de mбs razуn y policнa que hallamos en estas Indias, los pri¬meros tenнan la carne humana por manjar sabroso y rega¬lado, y estos segundos comнan mil maneras de sabandijas asquerosas, hasta los piojos que criaban. Y йsto cuanto б sus viandas.
El pan no es tampoco uno mismo en todas partes; el mбs comъn y universal es el maнz; despuйs de йste usan muchas provincias de cazabi; otras de varias raнces, como son yucas, papas, ocas y otras especies de legumbres. Fi¬nalmente, apenas hay naciуn que no tenga algъn manteni¬miento mбs ordinario y usado por pan. No son nada lim¬pios en guisar y preparar sus manjares; contйntanse los mбs regalados con comerlos medio crudos у mal asados у me¬dio cocidos con no mбs recaudo que agua y sal y algunas herbezuelas, sin reparar mucho en lavarlas antes; porque no buscan mбs limpieza en los manjares ni en las demбs cosas de que usan, que en sus personas; las cuales traen de ordinario tan sucias, que ponen asco; y como casi nunca mudan ni lavan el vestido, dan de sн mal olor; del cual ni de otro alguno se ofenden ellos, como ni tampoco estiman el buen olor y fragancia, porque ni sienten deleite de sua¬vidad en lo uno ni pena en lo otro, por ser todos ellos gen¬te inmunda. Ordinariamente comen poco, lo cual hacen mбs de lacerados y miserables que de abstinentes; porque, cuan¬do se les ofrece la ocasiуn, se dan unas ventregadas como lobos; que suele ser cuando comen б costa de espaсoles.
Mas, dado que en el comer fueran siempre tan parcos como dan muestras cuando comen de suyo, lo que por esta parte se abstienen, se desmandan y dejan llevar sin rienda de la embriaguez, porque beben tan sin medida, que cuanto trabajan y adquieren se les va por este desaguadero. Son inimicнsimos del agua; nunca la beben pura sino б falta de sus brevajes, y no hay para ellos mayor tormento que compelerlos б que la beban (castigo que les suelen dar б veces los espaсoles y siйntenlo ellos mбs que azotes). Com-prehendemos todas sus bebidas con nombre de chicha, las cuales hacen comunmente de maнz y de otras semillas y frutas, como el pulque, en la Nueva Espaсa, de maguey; en Tucumбn hacen chicha de algarrobas; en Chile de fresas; en Tierra Firme de pinas de la tierra. En este reino, fuera de la chicha de maнz, la hacen tambiйn de quinua, de ocas, de las uvillas del molle, y de otras cosas. Tambiйn en otras partes usan por vino cierto licuor que mana del cogollo de las palmas despuйs de cortadas; en otras del guarapo hecho de zumo de caсas dulces. En suma, no hay ninguna naciуn de indios que no tenga sus vinos y brebajes con que em¬briagarse, aunque no tuvieron antiguamente conocimiento del verdadero vino de uvas. Todas estas chichas embriagan y sacan de acuerdo unas mбs que otras, y algunas con tanta y mбs fuerza que el vino; y son tan perdidos por ellas los indios, que tienen puesta toda su felicidad en beber, sin tener por afrenta el emborracharse. Suйlenseles pasar los dнas y las noches bebiendo y bailando al son de sus roncos atambores y cantos, tristes б nuestro oнdo, aunque alegres al suyo. No celebran suceso alguno alegre у triste que no sea con bailes y borracheras; por donde no es menos fies¬ta para ellos el mortuorio y entierro de sus padres y deu¬dos, que los nacimientos y bodas de sus hijos, pues en lo uno y en lo otro es lo principal el beber hasta caer en tie¬rra. Tan apoderado estб dйllos este vicio, que no hay en¬carecimiento que llegue б lo que pasa; basta decir que tie¬nen por suma dicha salir de juicio bebiendo, pues para este efecto buscan y estiman las chichas que mбs embriagan, y en su confecciуn les suelen echar cosas fuertes, para que mбs presto los derriben.
CAPНTULO VII
De las costumbres mбs generales en que se confor¬man todos los indios.
ENTES que tan sujetas y rendidas tenнa el padre de
\JЈ la mentira y enemigo cruel del linaje humano, que ha¬da le diesen la honra y adoraciуn debida б sуlo el Criador, no es difнcil de entender quй tal serнa la enseсanza й institu¬ciуn en errores, crueldades y todo gйnero de vicios, que de tan perverso maestro habrнan aprendido. Eran todos idуla¬tras, dados б infinitas supersticiones y agьeros, excepto cual у cual naciуn de hombres tan groseros y salvajes, que de puro bestiales no reconocнan deidad en el cielo ni en la tierra, ni tenнan algъn gйnero de adoraciуn; y puesto caso que muchas gentes deste Nuevo Mundo han recebido ya el Santo Bautismo, todavнa son muchas mбs las que hasta ahora se estбn en las tinieblas de su infidelidad. Pues de pestilencia tan contagiosa como es la idolatrнa, б quien la Divina Escritura llama principio y fin de todos los males, їquй podнa brotar sino la corrupciуn de costumbres y ave¬nida de vicios y miserias en que estaban sumidos estos desventurados? Б los cuales, faltбndoles la luz de la verdad y conocimiento de su Hacedor, les (alta con ella el estudio y ejercicio de la virtud, el amor de la honestidad, el aprecio y estima de la justicia, de la clemencia, de la piedad, con¬tinencia y de los demбs atavнos y ornamentos del alma.
Comenzando, pues, por la parte que, como mбs flaca en el hombre, suele desportillar primero el enemigo de toda pureza, mayormente en gente seсoreada por йl y dada al vicio de la embriaguez, no se puede bien explicar (ni con¬viene detenernos en hacerlo, sino pasar de corrida por tan hediondo cenagal) el albafнal de torpezas y deshonestidades en que, como animales inmundos, se revolcaban y recrea¬ban estos idуlatras. Nunca conocieron el resplandor y her¬mosura de la castidad, para hacer estima dйlla, antes les era muy ofensiva la virginidad en sus mujeres, porque de¬cнan que las que estaban doncellas no habнan sido de nadie queridas; si bien pienso eran raras las que conservaban su integridad hasta tomar estado, lo uno, por criarse desde niсas con toda libertad, sin que los padres cuidasen de su recogimiento, recato y honestidad, ni les prohibiesen el sa¬lir de casa cada y cuando querнan й irse solas б donde se les antojaba, aunque fuese б otros pueblos apartados, sin obligaciуn de dar б nadie cuenta de sus vidas cuando vol-vнan, y por llevarlas ellos mismos б las borracheras y б la labor del campo, donde comunmente hay concurso de hom¬bres, deudos y extraсos; y lo otro, porque por librarse de la infamia en que las castas solнan incurrir sуlo porque lo eran, ellas mismas fбcilmente se dejaban desflorar. Tan lejos estaba de tenerse por delito ni aun para reprehenderse nin¬gъn exceso que en esto hubiese.
Conforme б esta depravada costumbre, cuando el indio pone los ojos en alguna para tomarla por mujer, no escu¬driсa ni se informa de si ha vivido honesta у disolutamente, porque no es negocio йste (para entre ellos) que le aсade у quita calidad; lo que ante todas cosas miran, es quй bienes tiene la esposa, y lo segundo si es hacendosa y que lo sa¬brб bien servir y regalar. Mas, como esto segundo es difi¬cultoso de averiguar, si no es con la experiencia, para ha¬cerla, se suele amancebar con ella primero y tenerla en prueba algunos meses, y aun aсos; y si le contenta, se casa con ella, y si no, la despide y escoge otra. Sirven las mujeres б sus maridos como unas esclavas: ellas llevan todo el peso del trabajo, porque, demбs de criar los hijos, guisan la comida, hacen la chicha, labran toda la ropa que visten asн ellas como sus maridos y hijos, y en la labor del campo trabajan mбs que ellos; los cuales no saben poner mano en cosa en que no le hagan compaснa y ayuden sus mujeres, pues hasta cuando caminan, yйndose ellos va¬cнos, las llevan cargadas como б jumentos. Б esta causa era en su gentilidad grandeza, y aun no pequeсa riqueza, el tener muchas mujeres; contentбbanse con una solos los plebeyos, pero los nobles y caciques tenнan cuantas que¬rнan, dado que una era la principal, б quien las otras reco-nocнan. No las celan mucho, ni ponen cuidado en guardar¬las y menos en serles leales. Aunque se les huya la mujer, no por eso la dejan de recibir cuando vuelve, aunque haya sido la ausencia larga, antes la suelen buscar con diligen¬cia, encomendando б los amigos se la ayuden б buscar, y cuando parece, la reciben con muestras de alegrнa y cele¬bran el haberla hallado, con borrachera.
Porque mejor se vea lo que en esto suele pasar, me pareciу contar aquн el caso siguiente: Huyуsele б un indio su mujer, la cual volviу б cabo de mucho tiempo y pidiу б un religioso conocido mнo que la reconciliase con su ma¬rido; йl venнa ya en ello, mas reparу en que venнa embara¬zada, y como respondiese al Padre, que cуmo querнa que la recibiese viniendo de aquella manera, el religioso con¬venciу al marido con esta razуn: «Vйn acб, hermano, їsi tu perra se saliese de casa, la habнas de dejar de recibir si volviese preсada?» Б lo cual respondiу el indio: «Tienes razуn, Padre»; y recibiу б su mujer sin mбs darle en cara con lo que habнa hecho. Asн en los matrimonios como en sus desordenadas sensualidades, tenнan poca cuenta con grados de parentesco, sacando madres y hijos, y aun б ve¬ces faltaban en йstos, por ser gente dada muy desenfrena¬damente al vicio de la lujuria, б que no poco les incitaba la desenvoltura й inmodestia en su modo de vivir sin gй¬nero de recato ni empacho unos de otros.
Costumbre universal ha sido de todas estas naciones de bбrbaros tener mбs cuenta y cuidado del lugar en que los han de poner despuйs de muertos, que de la morada en que vivнan. La forma de sus sepulturas y esto de ente¬rrarse es muy vario, porque en cada provincia habнa dife¬rentes ritos; pero todos convenнan en enterrar sus difuntos aderezados y compuestos de las vestiduras mбs preciosas, de todas las joyas y arreos con que solнan engalanarse cuando vivian, con las armas que usaban en la guerra, y en muchas partes con los instrumentos del oficio que ha¬bнan ejercitado en vida, como, si era pescador, con las re¬des y demбs adherentes; y б este modo de los otros oficios. Ponнan sobre el cuerpo difunto de sus comidas y bebidas; y con los caciques y Seсores enterraban parte de sus criados y de las mujeres mбs queridas; dйstos, unos ahogaban antes y los echaban muertos, y б otros, habiйndolos primero em¬borrachado, los metнan vivos en la sepultura, б que muchos de su voluntad se ofrecнan. Celebraban las obsequias acom¬paсando al muerto sus parientes y amigos hasta la sepul¬tura con cantares lъgubres, bailes y borracheras, que dura¬ban tanto mбs tiempo cuanto era mayor la calidad del di¬funto. En los cantares repetнan y traнan б la memoria las hazaсas y cosas mбs memorables que sabнan del; contaban los lugares donde habнa vivido, las buenas obras que les habнa hecho, con cuanto podнa ser motivo de compasiуn y llanto.
Son todos los indios por extremo inconstantes, fбciles, mudables y faltos de toda buena presunciуn; dйjanse llevar inmoderadamente de cualquiera pasiуn y afecto desorde¬nado, sin saberse refrenar й ir б la mano en cosa; el temor de la adversidad y desastre los acobarda y sujeta de ma¬nera, que, como flacos y pusilбnimes, luego se pierden de бnimo, y por librarse de un mal menor, suelen escoger otro mayor y aun el mбs horrible de todos, que es la muerte; y asн, no pocos con desesperaciуn se ahorcan y despeсan por leves causas. En sus trabajos se muestran impacientes y poco sufridos, y en sus comercios, tratos y pretensiones tan desconfiados, que no se fнan unos de otros, ni aun los hijos de los padres. Con un pequeсo soplo de prosperidad se envanecen y engrнen y desprecian б los demбs. Mienten sueltamente, sin que se avergьencen y confundan de que los cojan en mentira, antes, viйndose convencidos, confie¬san llanamente que mintieron. No guardan lealtad ni pala¬bra mбs que en cuanto les estб б cuenta, y viendo la suya, atropellan y rompen la fe dada y todo buen respeto, no haciendo caso de ser tachados de traidores. En su modo de proceder son notablemente amuchachados: triscan y juegan los hombres con los muchachos aniсadamente, como suelen en nuestra repъblica espaсola jugar y burlarse unos mu¬chachos con otros. Inclнnalos vehementemente su natural al ocio y vida haragana; y asн, teniendo que comer y beber esta semana, no trabajaban de su voluntad en toda ella, hasta beber primero cuanto tienen, si no es apremiados con temor, que por la mayor parte no entienden de otra manera ni saben hacer por bien y amor; porque no les mue¬ve y espolea el motivo de honra ni otro respeto honesto. Cuando niсos, son agradables y amorosos, prometen habili¬dad y que saldrбn con virtud y crianza, y en pasando de los quince aсos, que comienzan б beber, se tornan como los demбs. Olvнdanse presto de lo que aprendieron, porque nunca hacen estudio ni repiten lo que les enseсan, sino cuando les obligan б recorrerlo. En suma, ella es gente de бnimos tan terrestres, viles y apocados, que no hace aprecio de mбs que esto visible y exterior que entra por los sentн-dos; йsto solamente los lleva y tras йsto corren sin conocer ni estimar otro bien ni felicidad que curar y servir al vien» tre y б la sensualidad y deleite.
CAPНTULO VIII En que prosigue lo mismo.
T
ODAVНA resta por decir de las costumbres y vicios
que los indios tienen contra la virtud de la justicia, de
que tratarб este capнtulo. Caciques y seсores de los pueblos
eran aquellos que no con otro derecho que el de la fuerza
y poder los sojuzgaban; y como la adquisiciуn era tirбnica
y cruel, lo era tambiйn su gobierno. Porque no ponнan la
mira en el bien y utilidad de los vasallos, sino en satisfacer
su ambiciуn y codicia, reduciйndolos б una tan pesada ser-
vidumbre, que dйlla б esclavitud no habнa diferencia. Tan
oprimidos vivнan los pobres subditos, encogidos y amedren-
tados con los tremendos espectбculos que por sus ojos vнan
ejecutar en los que delinquнan en Vlguna inobediencia y des-
acato contra sus caciques, que no los respetaban, sino ado-
raban con tan extraordinaria sumisiуn y temblor, que, es-
Tono III 6
tando en su presencia no osaban levantar los ojos del suelo ni mirarlos б la cara. Ni eran dueсos y seсores de sus casas y haciendas, ni aun de sus propios hijos, que todo es¬taba б disposiciуn de los tiranos, sin que fuese permitido б los subditos abrir la boca para quejarse dйllos por ninguna injuria y agravio que dellos recibiesen, aunque fuese quitar¬les sus propias hijas y mujeres. No habнa ni se guardaban otras leyes y fueros que la voluntad y antojo de los caci¬ques; los cuales hacнan y deshacнan б su albedrio y conde¬naban y absolvнan como les parecнa, sin guardar igualdad y proporciуn en el castigar у premiar; y asн, daban unas veces castigos atroces por leves culpas y otras disimula¬ban y pasaban por graves delitos, como no fuesen cometidos contra sus propias personas, que en tal caso, eran impla¬cables й inhumanos. Extendнan comunmente la pena б los inocentes, castigando juntamente con los reos б sus deudos mбs cercanos, aunque no hubiesen tenido parte en las cul¬pas. En ninguna cosa eran estos caciques mбs varios й in¬constantes que en establecer leyes y estatutos, mudбndolos б cada paso, y no guardar en la ejecuciуn dйllos un tenor y uniformidad con todos, sin excepciуn de personas; y co¬mo la obediencia de los vasallos era por sуlo miedo, en tanto miraban por el bien pъblico y de sus seсores, en cuanto no podнan escapar de su saсa y crueldad; que si б su salvo y sin testigos se les ofrecнa oportunidad de come¬ter cualquier crimen, aunque fuese de traiciуn, no dudaban de perpetrarlo, llevados de su mala inclinaciуn.
Las injusticias que unos pueblos y naciones cometнan contra otros no eran menores, maquinando siempre cada cual la destrucciуn de su vecino, haciйndose perpetua gue¬rra con ocasiуn y sin ella, ya sobre los lнmites y mojones de sus distritos, ya sobre las dehesas, pastos, rнos y pes¬querнas. Otras veces, por fiaber sido agraviado alguno de la una parte de algъn particular de la otra, sobre tomar ven¬ganza, se revolvнan y trababan los unos con los otros. Ro¬bбbanse y matбbanse sin lastima ni piedad; y lo que mбs descubre su bбrbara fiereza, es que ellos mismos amaban estas discordias y guerras y buscaban ocasiуn de trabarlas, por tenerla siempre de haber en ellas presa de sus contra¬rios, de cuyas carnes se mantuviesen.
Sus tratos y contratos no eran muchos, por contentarse ellos con poco; sembrando y cogiendo cada uno lo que habнa menester, para sustentar su casa, у haciйndolo de la caza y pesca, de que muchos pueblos se mantenнan. Raras veces habнa comercio de unas naciones con otras, que su gran rudeza y crueldad era causa de que se fiasen muy poco unos de otros. Aunque conocieron y estimaron el oro, plata y otros metales y se aprovechaban dйllos en va¬rios usos, de ninguno hicieron moneda ni hubo uso dйlla en toda la Amйrica hasta que lo introdujeron los espaсo¬les. En lugar de compras y ventas trocaban unas cosas por otras, y la paga de los alquileres se hacнa en especie. (Fuera destos dos no se conocнa en ellos otra manera de contratos.) Verdad es que algunas cosas eran mбs genera¬les para este menester, las cuales servнan de dinero con que se compraban todas las que eran necesarias para la provi-siуn de la vida. Йstas eran ordinariamente las comidas que usaban por pan; excepto en la Nueva Espaсa, donde corrнa como moneda el cacao. En este reino del Perъ valнa para esto el maнzy y aun hasta hoy usan del los indios para com¬prar otras viandas; de donde se ha introducido la costum¬bre que vemos en los pueblos de espaсoles, que las indias (que son las que venden comunmente en las plazas y mer¬cados la hortaliza, frutas y otras cosas deste gйnero) las suelen dar б trueco de pan, y asн se suelen comprar con pan estas menudencias. No habнa puesto valor ni tasa por auto¬ridad pъblica en estos rescates (asн llaman en esta tierra б estas suertes de trueques у compras): esto se dejaba б sa-tisfaciуn de las partes, como vemos el dнa de hoy casi en todos los pueblos de indios deste reino» que los dнas de fiesta salen las mujeres б rescatar б las plazas, trayendo cada una la mercaderнa que tiene: unas sacan fruta, otras maнz, otras carne guisada, otras pescado, carne cruda par¬tida en piezas, sal, coca, ajн, y deste tono las otras cosas en que contratan; y hacen sus rescates, dando una un plato de fruta por otro de guisado; cuбl con ajн, compra sal; cuбl con maнz carne, y asн en lo demбs; con que todos se pro¬veen de lo que han menester б trueque de lo que tenнan de sobra. Y en verdad que no es mal rato de entretenimiento para los espaсoles que se hallan presentes, ponerse б mirar cуmo se conciertan estos contratos y trueques, en que obser¬va esta gente un modo bien particular, como yo lo he visto hacer algunas veces; es desta forma: ponen las indias toda su mercaderнa у parte dйlla, si es fruta у cosa deste gйnero, hecha montoncitos pequeсos en ringlera, de valor de me¬dio у de un real cada montoncillo, si es carne, partida en trozos del mismo valor, y por este orden las demбs cosas. La india que llega б comprar con su maнz en lugar de di¬nero, se asienta muy despacio junto la vendedera y hace un montoncito del maнz que piensa dar por precio de lo que compra, sin hablarse palabra la una б la otra; la que vende pone los ojos en el maнz, y si le parece poco, no dice nada ni hace seсal alguna mбs que estбrselo mirando, y mientras estб desta suerte, es dar б entender que no se contenta del precio; la que compra tiene puestos los ojos eft la vendedera, y todo el tiempo que la ve estarse asf sesga, va aсadiendo б su montoncillo algunos granos mбs de maнz, que no son muchos; y si todavнa se estб rehacнa, aсade otra^y otras muchas veces, pero siempre muy poca cosa, hasta que la que vende se contenta del precio y de¬clara su beneplбcito no de palabra, que desde el principio al cabo no se dicen ninguna, aunque dure el conformarse media hora, sino de hecho, extendiendo la mano y reco¬giendo para sн el maнz. De ninguna manera reparan en estos trueques si guardan у no la proporciуn aritmйtica que pide la justicia conmutativa, ni jamбs hacen escrъpulo de haber llevado mбs del justo precio, ni se quedan obligados б restituir el exceso; ni menos lo que por cualquiera vнa usurparon al prуjimo, aunque haya sido manifiesto logro, hurto у robo, б que poderosamente los lleva su natural in-clinaciуn; porque una vez apoderados de lo ajeno, no les pasa por la imaginaciуn poner en plбtica el descargar la conciencia.
Es muy poca у ninguna la obediencia y respeto que guardan б sus padres, lo cual es con tanto exceso, que no parece que la fundan en otro derecho que en el poder y fuerzas corporales; porque, sуlo mientras en йsto son inferio¬res б ellos, los sirven y obedecen con alguna sujeciуn y rendimiento, sin mбs crianza ni acatamiento (que nunca la supieron tener); pero, en creciendo y llegando con la edad б igualarles en fuerzas, se acabу la sujeciуn, que tan bueno es Pedro como su amo (como acб decimos); antes, asн como empiezan los desventurados padres б ir decaeciendo y de¬clinando con la vejez, olvidados los ingratos hijos de la deuda natural que les obligaba б servirlos y respetarlos con mayor cuidado, amor y piedad, cuanto mбs van prevale¬ciendo sobre ellos en vigor y esfuerzo, tanto se van trocan¬do las suertes; porque, enseсoreбndose de los pobres viejos-, los sujetan б su obediencia y servicio, y no sуlo se sirven dйllos como de viles esclavos, sino que les hacen tan cruel й inhumano tratamiento como si fueran perros у otro ani¬mal peor; cosa en que muestran enteramente su barbaridad y brutal ignorancia; pues sobre servirse dйllos desta suerte, los castigan pesadamente por culpas muy livianas, como de no servirles б su gusto, y otras semejantes. Y cuando estбn borrachos, quiebran toda su furia en sus padres; y como esta costumbre tan bestial estaba en ellos casi connaturali¬zada, aun no la han acabado de dejar del todo con la ense¬сanza cristiana, pues vemos cada dнa ejemplos tan bбrba¬ros en esta parte de hijos que ponen las manos en sii6 pa-dres y los maltratan, que nos muestran bien la barbaridad y desorden del tiempo de su infidelidad; y asн, el uso y frecuencia destos desacatos de hijos con sus padres, nos ha quitado ya el horror que al principio nos solнa causar. Pues, aun al tiempo que esto escribo, no ha muchos dнas llegу un indio, estando yo presente, б quejarse б un religioso, que era su cura, de un hermano suyo que habнa maltratado б su madre, y preguntбndole yo quй daсo le habнa hecho, me respondiу que le habнa quebrado las muelas; delito que en¬tre gente de razуn fuera abominable y digno de no dejallo pasar sin severo castigo, y no nos inmutу mucho б los pre¬sentes, por estar ya hechos б ver semejantes excesos.
Pues gentes que б sus propios padres no guardaban respeto y cortesнa, їcуmo la guardarнan unos con otros? Nunca usaron de reverencia y comedimiento mбs de la su¬misiуn, humildad y temor con que hablaban б sus caciques; de donde vemos hasta hoy, que, cuando en un camino se encuentran dos indios, pasan adelante sin hablarse palabra el uno al otro ni saludarse; y si paran juntos en un puesto б hacer noche, cada cual se pone б comer de lo que lleva, sin convidar ni hacer ningъn cumplimiento el uno al otro, aunque coma el uno y el otro se le estй mirando. No tienen los menores respeto б los mayores, ni los plebeyos б los nobles, si no son caciques suyos; б solos йstos hacen reve¬rencia y de los demбs no hacen caso. Con los pobres, nece¬sitados y enfermos no sabнan quй era caridad y misericor-dia; carecнan de compasiуn con los afligidos, sin moverse б socorrerlos, aunque estuviera en su mano el remediarlos. Tanta era su inhumanidad, que aunque los viesen perecer, no eran para darles la mano y sacarlos de aprieto. Estando yo una vez tratando con ciertos amigos de la dureza й in¬humanidad de los indios, me contaron este caso en el mismo pueblo que sucediу: Acertу б caer en el suelo un niсo б vista del cura del lugar, que era un religioso conocido mнo, el cual, por estar algo apartado, no pudo acudir б levantar¬lo; y como de la caнda se lastнmase y no pudiese, por su fla¬queza, levantarse, estбbase echado en tierra llorando. Pasу en esta coyuntura por junto б йl una india, la cual, aunque vio caнdo el niсo, lleno de polvo y llorando, se pasу de largo tan sesga, sin moverse б levantallo y socorrello, como si pasara una bestia; y como al emparejar con el cura йl la reprehendiese de cruel, pues no se habнa compadecido de aquel angelito para levantarlo del suelo, la respuesta que la india le dio fueron estas palabras: «їParнlo yo?» Respues¬ta, por cierto, en que se echa de ver la bбrbara inhumani¬dad desta gente.
No usan con los enfermos de ningъn regalo ni los me¬joran de cama y manjares. Cuando los de su casa que estбn sanos se asientan б comer, le ponen al doliente de lo mis¬mo que ellos comen, junto б la cabecera, y allн se lo dejan, si quiera lo coma si quiera no, que por desganado y debi¬litado que estй, no hay que tratar de que lo animen y es¬fuercen con palabras amorosas б que coma, ni le den un bocado por su mano; y asн, muchos de los que mueren en¬tre estas gentes, perecen mбs por este extraсo desamparo, que consumidos de la enfermedad.
Padecen extrema necesidad los pobres, por la poca ca¬ridad que usan con ellos los que los podнan favorecer; todos son verdaderamente desapiadados, mezquinos, sin rastro de liberalidad para repartir de sus bienes con los necesita¬dos. Pero, los que mayor necesidad y miseria experimentan son los viejos; lo uno, porque, como por su poca providen¬cia viven piй con bola (como dicen) y no mбs de para hoy, sin guardar para adelante, en faltбndoles las fuerzas para trabajar, les falta con ellas el sustento; y lo otro, por no ha¬ber entre estos bбrbaros cosa mбs vil y desechada que los viejos: Ўtan poco respetada es dйllos la senectud venerable! Asн, los burlan y ultrajan los mozos como б hombres indig¬nos de vivir en el mundo; tan lejos estбn de usar con ellos, de misericordia y piedad, en que descubren su ignorancia y falta de razуn, pues cuando no consideraran mбs que la natural y que la necesidad, despuйs de viejos б todos habнa de ser comъn, hubieran atinado б entender el gran bien que resultaba de introducir el socorro de la necesidad de los pobres que con su trabajo no se podнan mantener. Igno¬raron del todo las leyes de la amistad, pues no la guardan mбs de en cuanto interesan algo del amigo, y en cesando el interйs, espira la amistad; y de la misma suerte las del agradecimiento б los beneficios recebidos, porque no saben reconocer el bien que se les hace, para recompensallo si¬quiera con la memoria del.
CAPНTULO IX
De las muchas lenguas que usaban las diversas na¬ciones de indios, y que todos ellos muestran des¬cender de una sola cepa y linaje.
bernos dicho del ingenio, condiciуn y costumbres de
^”XUIEN atentamente considera lo que hasta aquн ha-
las naciones de este Nuevo Mundo, habrб sin duda notado ser muy grande la uniformidad y semejanza que en ellas se halla, como en hecho de verdad lo es; en que poniйndome yo б pensar no pocas veces, investigando quй pueda ser la causa de que no sуlo en el color, aspecto, talle y complexiуn, sino, lo que mбs es, en el natural, inclina¬ciones y usos se imiten tan conformes, con estar algunas de otras mбs apartadas y distantes que lo estбn de Europa, Бfrica y Asia las regiones mбs vecinas б ellas desta Amй¬rica, no puedo hallar otra que mбs cuadre y satisfaga, que persuadirme haber procedido todas estas gentes de un solo principio y origen» que sin duda fuй alguna naciуn у farai¬lia de hombres que pasaron б poblar esta tierra; y al paso que fueron creciendo y multiplicбndose, fueron extendiйn¬dose y derramбndose por todas sus partes y regiones, hasta ocuparla y henchirla con la multitud y frecuencia de pue¬blos que la hallamos; en lo cual forzosamente debieron de pasar muchos siglos.
La objecciуn que sуlo se me podнa poner para desapo¬yar esta opiniуn, es la increнble multitud de lenguas que usan estas gentes; las cuales son en tanto nъmero, que aun¬que nadie hasta ahora (que yo sepa) se ha puesto б con¬tarlas, por las muchas de que yo tengo noticia en las tierras descubiertas, y sacando por ahн las innumerables que habrб entre los bбrbaros que habitan las regiones mediterrбneas desta inmensa longura de tierra y se incluyen dentro de las marнtimas que nosotros poseemos, tengo por muy verosн¬mil que deben de pasar de dos mil. Porque, apenas se halla valle un poco ancho, cuyos moradores no difieran en len¬gua de sus vecinos. Mas, їquй digo valle? pueblo hay en este arzobispado de Lima, que tiene siete ayllos у parciali-dades cada una de su lengua distinta. Algo dйsto se verб en la descripciуn general de las provincias que pongo ade¬lante (i). Pero este argumento, que б juicio quizб de algu¬nos habнa de probar lo contrario, es tan en mi favor, que cuando faltaran los otros que б sentir esto me mueven, fue¬ra йl sуlo bastante б inclinarme б esta opiniуn. Porque, si de la muchedumbre de lenguas que hablan estos indios qui¬siйramos inferir haber sido muchas las naciones que pobla¬ron estas Indias, cada una de su lengua diversa, era fuerza que diйsemos para cada lengua su naciуn, lo cual їquiйn no ve cuan fuera va de camino? Porque, їde quй partes del Mundo podнan haber venido dos mil naciones diferentes? Y dado caso que concediйramos este imposible (regularmente
(i) Se refiere indudablemente б la comprendida en los libros VI б XIV de la segunda parte de esta Historia, la cual, asн como la tercera, no conocemos. (V. Prуlogo.)
TOMO III 7
hablando), їcуmo, habiendo conservado no mбs que su dis¬tinciуn de lenguas, se vinieron б unir y conformar en lo demбs con tanta semejanza que admira?
Б lo que se me podнa responder, que, aunque concediй¬semos haberse poblado esta tierra de diferentes hombres, no habнa necesidad de poner tantas naciones distintas cuan¬tas son las lenguas que al presente las dividen, sino muchas menos con la suya propia cada una; y que de aquellas po¬cas, mezclбndose y trastrocбndose los vocablos de las unas con los de las otras, se hayan con el tiempo multiplicado y crecido hasta venir б tan excesivo nъmero; digo, que, si bien es verdad que, para lo que toca б la introduciуn desta muchedumbre de lenguas es razуn suficiente, pero que ni para eso es necesaria ni ha lugar en lo demбs; lo uno, por¬que repugna б la uniformidad y similitud que guardan estas gentes en propiedades y costumbres, la cual tiene conmigo mбs fuerza para persuadirme б que todos decienden de un origen, que sus muchas y varias lenguas para que sienta lo contrario; y lo otro, porque no hallo ser necesaria esta di¬versidad de naciones para establecer la que tienen de len¬guas; pues de la manera que de pocas mezcladas entre sн diferentemente se pudieran multiplicar tan innumerables, ni mas ni menos de sola una naciуn y lengua pueden ha¬berse propagado las que ahora vemos, con irse poco б poco diferenciando en lenguaje las familias y pueblos que de aquella cepa iban saliendo y derramбndose por varias re¬giones.
Ni pienso faltarбn razones que nos persuadan haber sido asн mбs fбcil y conforme al natural y modo de vivir destas gentes el haberse introducido en ellas tan extraсa diversi¬dad de lenguas; y sea la primera, la falta que tuvieron siem¬pre de letras, sin las cuales no sуlo padecen detrimento y menoscabo todas las ciencias y buenas artes, sino que ni el lenguaje comъn y vulgar se puede conservar mucho tiem¬po puro й invariable, por la natural inclinaciуn de los hom¬bres, que somos tan inconstantes, varios y mudables, que siempre andamos en busca de novedades en cuantas cosas nos sirven para el uso de la vida; y como nos cansa y da fastidio el traje antiguo, y nos alivia y recrea el que de nue-vo inventamos, no quiere ser en esta parte de peor condi¬ciуn el sentido del oнr que el de la vista y los demбs; que tambiйn le enfadan y dan en rostro los vocablos viejos y estilo antiguo, y se alegra y deleita con el lenguaje б lo mo¬derno, compuesto de palabras nuevas й insуlitas. De donde ha nacido la notable mudanza y variedad que experimen¬tamos ha tenido nuestra lengua espaсola en pocos siglos, cuando conferimos las escrituras modernas con las antiguas. Pues si tal mudanza pasa en los que usamos de letras y tenemos continuo y frecuente trato y comunicaciуn con todos los pueblos de nuestra naciуn y repъblica, їquй hay que espantarnos hayan venido б tener tantas y tan diferen¬tes lenguas estas naciones, siendo por extremo bбrbaras y faltas de cuanto las podнa conservar unidas en su primer lenguaje? Porque no han tenido libros en que conservarlo como lo recibieron de sus mayores, y con cuya liciуn se amoldaran y ajustaran б йl, y consiguientemente se confor-maran entre sн, conforme aquel principio de filosofнa, que muchas cosas reguladas y amoldadas б otra tercera, que es como regla y molde dйllas, lo quedan tambiйn entre sн. їQuiйn no sabe que leyendo muchos hombres en un mismo libro, se les imprime y empapa aquel estilo y modo de ha¬blar que el libro tiene?
Pues sobre carecer deste apoyo, que б mi ver es el mбs eficaz para conservar invariable una lengua, faltу tambiйn б estos indios el comercio de unos con otros, que, para el efecto de que tratamos, es medio poco menos poderoso que el primero. Contentбbase cada naciуn dйstas con las cosas que dentro de sus lнmites cogнa para pasar la vida, sin apetecer y buscar las que nacнan en las de sus vecinos. Ni tampoco tenнan necesidad de mбs para su manera de vivir, bien poco desemejante б la de los animales, que, en tanto que abundan de pasto las dehesas en que se apacien¬tan, no se mudan б otras; y asн, su poca curiosidad y re¬galo en la comida y vestido (andando los mбs desnudos) era causa de no haberse menester unos б otros.
Aumentбbales no poco esta esquivez y extraсeza su natural rusticidad y fiereza, ajena del trato humano y be¬nigno que resplandece tanto mбs en gentes de razуn y po¬licнa, cuanto mбs participan dйlla. Esto presupuesto, y que б la medida que fueron creciendo al principio se fueron dividiendo y acomodando en las tierras que hallaban vacнas y aparejadas б su habitaciуn, habiйndose quedado cada co¬munidad у familia recogida dentro de sus tйrminos y cerra¬da la puerta б la comunicaciуn de los que no eran de su parcialidad, cierta cosa es que б pocas edades habrнan de¬clinado mucho del lenguaje de sus progenitores, y como en esta declinaciуn y mudanza tirasen unos por una parte y otros por otra, б pocos siglos se hallarнan tan discrepantes en el hablar, que apenas se entenderнan los pueblos mбs cercanos. Pues habiйndose continuado en ellos esta causa de divisiуn y variedad de lenguas desde que comenzaron б habitar esta tierra hasta nuestra edad, no hay por que nos maravillemos que de una sola hayan procedido tantas. En confirmaciуn deste discurso no quiero valerme de otros argumentos que de la experiencia que tenemos delante de los ojos, y es, que si bien las naciones muy distantes y apar¬tadas hablaban tan distintas lenguas que parecнan diver¬sas, con todo eso, las inmediatas y que habitaban unos confines, usaban de lenguas tan semejantes y parecidas en-tre sн, que denotan bien tener no menos afinidad y paren¬tesco que las gentes vecinas y confinantes que las hablan; y por evitar prolijidad, no trairй (sic) mбs ejemplos que de las dos lenguas quichua y aymarбs que son las mбs gene¬rales del Perъ, las cuales, por ser de dos naciones vecinas y contйrminas, tienen tanta similitud en los vocablos y cons¬tracciуn, que cualquiera que supiese lo poco que yo dйllas, no podrб negar haberse originado ambas de un principio, al modo que la espaсola й italiana nacieron de la latina.
CAPНTULO X
En que se dividen en tres clases todas las naciones de indios.
Q
UEDA asentado arriba, que todos estos indios na¬turales de la Amйrica son bбrbaros, por convenirles ^cuanto distingue б hombres que en su proceder no guardan concierto, humanidad y policнa, de los que obser¬van estas cosas y regulan su vida y costumbres por leyes de razуn y justicia. Puesto caso que esto es asн, todavнa, porque aun entre bбrbaros hay gran diferencia y desigual¬dad, aventajбndose un bбrbaro б otro en muchas cosas (que no todos son cortados por una tijera), pondremos una ge-neral divisiуn que los abrace б todos y servirб para mayor distinciуn y claridad de lo que en el proceso de esta escri¬tura se dijere. Б tres уrdenes у clases podemos reducir estas gentes, tomando por razуn constitutiva de cada clase la manera de gobierno y repъblica que guardan entre sн, por esta forma: en la primera clase de bбrbaros pongo aquellos que pasan la vida en behetrнas, sin pueblos, reyes, ni seсores: йstos son los mбs rudos y salvajes de todos, de los cuales, unos andan por los campos y desiertos б ban¬dadas como brutos, sin reconocer superioridad б ninguno, otros viven en pequeсas comunidades, que constan cada una de solos los hombres de un linaje y familia, los cuales obedecen en lo que quieren al padre de la familia, que suele bбbanse y matбbanse sin lastima ni piedad; y lo que mбs descubre su bбrbara fiereza, es que ellos mismos amaban estas discordias y guerras y buscaban ocasiуn de trabarlas, por tenerla siempre de haber en ellas presa de sus contra¬rios, de cuyas carnes se mantuviesen.
Sus tratos y contratos no eran muchos, por contentarse ellos con poco; sembrando y cogiendo cada uno lo que habнa menester, para sustentar su casa, у haciйndolo de la caza y pesca, de que muchos pueblos se mantenнan. Raras veces habнa comercio de unas naciones con otras, que su gran rudeza y crueldad era causa de que se fiasen muy poco unos de otros. Aunque conocieron y estimaron el oro, plata y otros metales y se aprovechaban dйllos en va¬rios usos, de ninguno hicieron moneda ni hubo uso dйlla en toda la Amйrica hasta que lo introdujeron los espaсo¬les. En lugar de compras y ventas trocaban unas cosas por otras, y la paga de los alquileres se hacнa en especie. (Fuera destos dos no se conocнa en ellos otra manera de contratos.) Verdad es que algunas cosas eran mбs genera¬les para este menester, las cuales servнan de dinero con que se compraban todas las que eran necesarias para la provi-siуn de la vida. Йstas eran ordinariamente las comidas que usaban por pan; excepto en la Nueva Espaсa, donde corrнa como moneda el cacao. En este reino del Perъ valнa para esto el maнzy y aun hasta hoy usan del los indios para com¬prar otras viandas; de donde se ha introducido la costum¬bre que vemos en los pueblos de espaсoles, que las indias (que son las que venden comunmente en las plazas y mer¬cados la hortaliza, frutas y otras cosas deste gйnero) las suelen dar б trueco de pan, y asн se suelen comprar con pan estas menudencias. No habнa puesto valor ni tasa por auto¬ridad pъblica en estos rescates (asн llaman en esta tierra б estas suertes de trueques у compras): esto se dejaba б sa-tisfaciуn de las partes, como vemos el dнa de hoy casi en todos los pueblos de indios deste reino» que los dнas de fiesta salen las mujeres б rescatar б las plazas, trayendo cada una la mercaderнa que tiene: unas sacan fruta, otras maнz, otras carne guisada, otras pescado, carne cruda par¬tida en piezas, sal, coca, ajн, y deste tono las otras cosas en que contratan; y hacen sus rescates, dando una un plato de fruta por otro de guisado; cuбl con ajн, compra sal; cuбl con maнz carne, y asн en lo demбs; con que todos se pro¬veen de lo que han menester б trueque de lo que tenнan de sobra. Y en verdad que no es mal rato de entretenimiento para los espaсoles que se hallan presentes, ponerse б mirar cуmo se conciertan estos contratos y trueques, en que obser¬va esta gente un modo bien particular, como yo lo he visto hacer algunas veces; es des ta forma: ponen las indias toda su mercaderнa у parte dйlla, si es fruta у cosa deste gйnero, hecha montoncitos pequeсos en ringlera, de valor de me¬dio у de un real cada montoncillo, si es carne, partida en trozos del mismo valor, y por este orden las demбs cosas. La india que llega б comprar con su maнz en lugar de di¬nero, se asienta muy despacio junto la vendedera y hace un montoncito del maнz que piensa dar por precio de lo que compra, sin hablarse palabra la una б la otra; la que vende pone los ojos en el maнz, y si le parece poco, no dice nada ni hace seсal alguna mбs que estбrselo mirando, y mientras estб desta suerte, es dar б entender que no se contenta del precio; la que compra tiene puestos los ojos eft la vendedera, y todo el tiempo que la ve estarse asн sesga, va aсadiendo б su montoncillo algunos granos mбs de maнz, que no son muchos; y si todavнa se estб rehacнa, aсade otra^y otras muchas veces, pero siempre muy poca cosa, hasta que la que vende se contenta del precio y de¬clara su beneplбcito no de palabra, que desde el principio al cabo no se dicen ninguna, aunque dure el conformarse media hora, sino de hecho, extendiendo la mano y reco¬giendo para sн el maнz. De ninguna manera reparan en estos trueques si guardan у no la proporciуn aritmйtica que pide la justicia conmutativa, ni jamбs hacen escrъpulo de haber llevado mбs del justo precio, ni se quedan obligados б restituir el exceso; ni menos lo que por cualquiera vнa usurparon al prуjimo, aunque haya sido manifiesto logro, hurto у robo, б que poderosamente los lleva su natural in-clinaciуn; porque una vez apoderados de lo ajeno, no les pasa por la imaginaciуn poner en plбtica el descargar la conciencia.
Es muy poca у ninguna la obediencia y respeto que guardan б sus padres, lo cual es con tanto exceso, que no parece que la fundan en otro derecho que en el poder y fuerzas corporales; porque, sуlo mientras en йsto son inferio¬res б ellos, los sirven y obedecen con alguna sujeciуn y rendimiento, sin mбs crianza ni acatamiento (que nunca la supieron tener); pero, en creciendo y llegando con la edad б igualarles en fuerzas, se acabу la sujeciуn, que tan bueno es Pedro como su amo (como acб decimos); antes, asн como empiezan los desventurados padres б ir decaeciendo y de¬clinando con la vejez, olvidados los ingratos hijos de la deuda natural que les obligaba б servirlos y respetarlos con mayor cuidado, amor y piedad, cuanto mбs van prevale¬ciendo sobre ellos en vigor y esfuerzo, tanto se van trocan¬do las suertes; porque, enseсoreбndose de los pobres viejos-, los sujetan б su obediencia y servicio, y no sуlo se sirven dйllos como de viles esclavos, sino que les hacen tan cruel й inhumano tratamiento como si fueran perros у otro ani¬mal peor; cosa en que muestran enteramente su barbaridad y brutal ignorancia; pues sobre servirse dйllos desta suerte, los castigan pesadamente por culpas muy livianas, como de no servirles б su gusto, y otras semejantes. Y cuando estбn borrachos, quiebran toda su furia en sus padres; y como esta costumbre tan bestial estaba en ellos casi connaturali¬zada, aun no la han acabado de dejar del todo con la ense¬сanza cristiana, pues vemos cada dнa ejemplos tan bбrba¬ros en esta parte de hijos que ponen las manos en sii6 pa-dres y los maltratan, que nos muestran bien la barbaridad y desorden del tiempo de su infidelidad; y asн, el uso y frecuencia destos desacatos de hijos con sus padres, nos ha quitado ya el horror que al principio nos solнa causar. Pues, aun al tiempo que esto escribo, no ha muchos dнas llegу un indio, estando yo presente, б quejarse б un religioso, que era su cura, de un hermano suyo que habнa maltratado б su madre, y preguntбndole yo quй daсo le habнa hecho, me respondiу que le habнa quebrado las muelas; delito que en¬tre gente de razуn fuera abominable y digno de no dejallo pasar sin severo castigo, y no nos inmutу mucho б los pre¬sentes, por estar ya hechos б ver semejantes excesos.
Pues gentes que б sus propios padres no guardaban respeto y cortesнa, їcуmo la guardarнan unos con otros? Nunca usaron de reverencia y comedimiento mбs de la su¬misiуn, humildad y temor con que hablaban б sus caciques; de donde vemos hasta hoy, que, cuando en un camino se encuentran dos indios, pasan adelante sin hablarse palabra el uno al otro ni saludarse; y si paran juntos en un puesto б hacer noche, cada cual se pone б comer de lo que lleva, sin convidar ni hacer ningъn cumplimiento el uno al otro, aunque coma el uno y el otro se le estй mirando. No tienen los menores respeto б los mayores, ni los plebeyos б los nobles, si no son caciques suyos; б solos йstos hacen reve¬rencia y de los demбs no hacen caso. Con los pobres, nece¬sitados y enfermos no sabнan quй era caridad y misericor-dia; carecнan de compasiуn con los afligidos, sin moverse б socorrerlos, aunque estuviera en su mano el remediarlos. Tanta era su inhumanidad, que aunque los viesen perecer, no eran para darles la mano y sacarlos de aprieto. Estando yo una vez tratando con ciertos amigos de la dureza й in¬humanidad de los indios, me contaron este caso en el mismo pueblo que sucediу: Acertу б caer en el suelo un niсo б vista del cura del lugar, que era un religioso conocido mнo, el cual, por estar algo apartado, no pudo acudir б levantar¬lo; y como de la caнda se lastнmase y no pudiese, por su fla¬queza, levantarse, estбbase echado en tierra llorando. Pasу en esta coyuntura por junto б йl una india, la cual, aunque vio caнdo el niсo, lleno de polvo y llorando, se pasу de largo tan sesga, sin moverse б levantallo y socorrello, como si pasara una bestia; y como al emparejar con el cura йl la reprehendiese de cruel, pues no se habнa compadecido de aquel angelito para levantarlo del suelo, la respuesta que la india le dio fueron estas palabras: «їParнlo yo?» Respues¬ta, por cierto, en que se echa de ver la bбrbara inhumani¬dad desta gente.
No usan con los enfermos de ningъn regalo ni los me¬joran de cama y manjares. Cuando los de su casa que estбn sanos se asientan б comer, le ponen al doliente de lo mis¬mo que ellos comen, junto б la cabecera, y allн se lo dejan, si quiera lo coma si quiera no, que por desganado y debi¬litado que estй, no hay que tratar de que lo animen y es¬fuercen con palabras amorosas б que coma, ni le den un bocado por su mano; y asн, muchos de los que mueren en¬tre estas gentes, perecen mбs por este extraсo desamparo, que consumidos de la enfermedad.
Padecen extrema necesidad los pobres, por la poca ca¬ridad que usan con ellos los que los podнan favorecer; todos son verdaderamente desapiadados, mezquinos, sin rastro de liberalidad para repartir de sus bienes con los necesita¬dos. Pero, los que mayor necesidad y miseria experimentan son los viejos; lo uno, porque, como por su poca providen¬cia viven piй con bola (como dicen) y no mбs de para hoy, sin guardar para adelante, en faltбndoles las fuerzas para trabajar, les falta con ellas el sustento; y lo otro, por no ha¬ber entre estos bбrbaros cosa mбs vil y desechada que los viejos: Ўtan poco respetada es dйllos la senectud venerable! Asн, los burlan y ultrajan los mozos como б hombres indig¬nos de vivir en el mundo; tan lejos estбn de usar con ellos, de misericordia y piedad, en que descubren su ignorancia y falta de razуn, pues cuando no consideraran mбs que la natural y que la necesidad, despuйs de viejos б todos habнa de ser comъn, hubieran atinado б entender el gran bien que resultaba de introducir el socorro de la necesidad de los pobres que con su trabajo no se podнan mantener. Igno¬raron del todo las leyes de la amistad, pues no la guardan mбs de en cuanto interesan algo del amigo, y en cesando el interйs, espira la amistad; y de la misma suerte las del agradecimiento б los beneficios recebidos, porque no saben reconocer el bien que se les hace, para recompensallo si¬quiera con la memoria del.
CAPНTULO IX
De las muchas lenguas que usaban las diversas na¬ciones de indios, y que todos ellos muestran des¬cender de una sola cepa y linaje.
bernos dicho del ingenio, condiciуn y costumbres de
^”XUIEN atentamente considera lo que hasta aquн ha-
las naciones de este Nuevo Mundo, habrб sin duda notado ser muy grande la uniformidad y semejanza que en ellas se halla, como en hecho de verdad lo es; en que poniйndome yo б pensar no pocas veces, investigando quй pueda ser la causa de que no sуlo en el color, aspecto, talle y complexiуn, sino, lo que mбs es, en el natural, inclina¬ciones y usos se imiten tan conformes, con estar algunas de otras mбs apartadas y distantes que lo estбn de Europa, Бfrica y Asia las regiones mбs vecinas б ellas desta Amй¬rica, no puedo hallar otra que mбs cuadre y satisfaga, que persuadirme haber procedido todas estas gentes de un solo principio y origen» que sin duda fuй alguna naciуn у farai¬lia de hombres que pasaron б poblar esta tierra; y al paso que fueron creciendo y multiplicбndose, fueron extendiйn¬dose y derramбndose por todas sus partes y regiones, hasta ocuparla y henchirla con la multitud y frecuencia de pue¬blos que la hallamos; en lo cual forzosamente debieron de pasar muchos siglos.
La objecciуn que sуlo se me podнa poner para desapo¬yar esta opiniуn, es la increнble multitud de lenguas que usan estas gentes; las cuales son en tanto nъmero, que aun¬que nadie hasta ahora (que yo sepa) se ha puesto б con¬tarlas, por las muchas de que yo tengo noticia en las tierras descubiertas, y sacando por ahн las innumerables que habrб entre los bбrbaros que habitan las regiones mediterrбneas desta inmensa longura de tierra y se incluyen dentro de las marнtimas que nosotros poseemos, tengo por muy verosн¬mil que deben de pasar de dos mil. Porque, apenas se halla valle un poco ancho, cuyos moradores no difieran en len¬gua de sus vecinos. Mas, їquй digo valle? pueblo hay en este arzobispado de Lima, que tiene siete ayllos у parciali-dades cada una de su lengua distinta. Algo dйsto se verб en la descripciуn general de las provincias que pongo ade¬lante (i). Pero este argumento, que б juicio quizб de algu¬nos habнa de probar lo contrario, es tan en mi favor, que cuando faltaran los otros que б sentir esto me mueven, fue¬ra йl sуlo bastante б inclinarme б esta opiniуn. Porque, si de la muchedumbre de lenguas que hablan estos indios qui¬siйramos inferir haber sido muchas las naciones que pobla¬ron estas Indias, cada una de su lengua diversa, era fuerza que diйsemos para cada lengua su naciуn, lo cual їquiйn no ve cuan fuera va de camino? Porque, їde quй partes del Mundo podнan haber venido dos mil naciones diferentes? Y dado caso que concediйramos este imposible (regularmente
(i) Se refiere indudablemente б la comprendida en los libros VI б XIV de la segunda parte de esta Historia, la cual, asн como la tercera, no conocemos. (V. Prуlogo.)
TOMO III 7
hablando), їcуmo, habiendo conservado no mбs que su dis¬tinciуn de lenguas, se vinieron б unir y conformar en lo demбs con tanta semejanza que admira?
Б lo que se me podнa responder, que, aunque concediй¬semos haberse poblado esta tierra de diferentes hombres, no habнa necesidad de poner tantas naciones distintas cuan¬tas son las lenguas que al presente las dividen, sino muchas menos con la suya propia cada una; y que de aquellas po¬cas, mezclбndose y trastrocбndose los vocablos de las unas con los de las otras, se hayan con el tiempo multiplicado y crecido hasta venir б tan excesivo nъmero; digo, que, si bien es verdad que, para lo que toca б la introduciуn desta muchedumbre de lenguas es razуn suficiente, pero que ni para eso es necesaria ni ha lugar en lo demбs; lo uno, por¬que repugna б la uniformidad y similitud que guardan estas gentes en propiedades y costumbres, la cual tiene conmigo mбs fuerza para persuadirme б que todos decienden de un origen, que sus muchas y varias lenguas para que sienta lo contrario; y lo otro, porque no hallo ser necesaria esta di¬versidad de naciones para establecer la que tienen de len¬guas; pues de la manera que de pocas mezcladas entre sн diferentemente se pudieran multiplicar tan innumerables, ni mas ni menos de sola una naciуn y lengua pueden ha¬berse propagado las que ahora vemos, con irse poco б poco diferenciando en lenguaje las familias y pueblos que de aquella cepa iban saliendo y derramбndose por varias re¬giones.
Ni pienso faltarбn razones que nos persuadan haber sido asн mбs fбcil y conforme al natural y modo de vivir destas gentes el haberse introducido en ellas tan extraсa diversi¬dad de lenguas; y sea la primera, la falta que tuvieron siem¬pre de letras, sin las cuales no sуlo padecen detrimento y menoscabo todas las ciencias y buenas artes, sino que ni el lenguaje comъn y vulgar se puede conservar mucho tiem¬po puro й invariable, por la natural inclinaciуn de los hom¬bres, que somos tan inconstantes, varios y mudables, que siempre andamos en busca de novedades en cuantas cosas nos sirven para el uso de la vida; y como nos cansa y da fastidio el traje antiguo, y nos alivia y recrea el que de nue-vo inventamos, no quiere ser en esta parte de peor condi¬ciуn el sentido del oнr que el de la vista y los demбs; que tambiйn le enfadan y dan en rostro los vocablos viejos y estilo antiguo, y se alegra y deleita con el lenguaje б lo mo¬derno, compuesto de palabras nuevas й insуlitas. De donde ha nacido la notable mudanza y variedad que experimen¬tamos ha tenido nuestra lengua espaсola en pocos siglos, cuando conferimos las escrituras modernas con las antiguas. Pues si tal mudanza pasa en los que usamos de letras y tenemos continuo y frecuente trato y comunicaciуn con todos los pueblos de nuestra naciуn y repъblica, їquй hay que espantarnos hayan venido б tener tantas y tan diferen¬tes lenguas estas naciones, siendo por extremo bбrbaras y faltas de cuanto las podнa conservar unidas en su primer lenguaje? Porque no han tenido libros en que conservarlo como lo recibieron de sus mayores, y con cuya liciуn se amoldaran y ajustaran б йl, y consiguientemente se confor-maran entre sн, conforme aquel principio de filosofнa, que muchas cosas reguladas y amoldadas б otra tercera, que es como regla y molde dйllas, lo quedan tambiйn entre sн. їQuiйn no sabe que leyendo muchos hombres en un mismo libro, se les imprime y empapa aquel estilo y modo de ha¬blar que el libro tiene?
Pues sobre carecer deste apoyo, que б mi ver es el mбs eficaz para conservar invariable una lengua, faltу tambiйn б estos indios el comercio de unos con otros, que, para el efecto de que tratamos, es medio poco menos poderoso que el primero. Contentбbase cada naciуn dйstas con las cosas que dentro de sus lнmites cogнa para pasar la vida, sin apetecer y buscar las que nacнan en las de sus vecinos. Ni tampoco tenнan necesidad de mбs para su manera de vivir, bien poco desemejante б la de los animales, que, en tanto que abundan de pasto las dehesas en que se apacien¬tan, no se mudan б otras; y asн, su poca curiosidad y re¬galo en la comida y vestido (andando los mбs desnudos) era causa de no haberse menester unos б otros.
Aumentбbales no poco esta esquivez y extraсeza su natural rusticidad y fiereza, ajena del trato humano y be¬nigno que resplandece tanto mбs en gentes de razуn y po¬licнa, cuanto mбs participan dйlla. Esto presupuesto, y que б la medida que fueron creciendo al principio se fueron dividiendo y acomodando en las tierras que hallaban vacнas y aparejadas б su habitaciуn, habiйndose quedado cada co¬munidad у familia recogida dentro de sus tйrminos y cerra¬da la puerta б la comunicaciуn de los que no eran de su parcialidad, cierta cosa es que б pocas edades habrнan de¬clinado mucho del lenguaje de sus progenitores, y como en esta declinaciуn y mudanza tirasen unos por una parte y otros por otra, б pocos siglos se hallarнan tan discrepantes en el hablar, que apenas se entenderнan los pueblos mбs cercanos. Pues habiйndose continuado en ellos esta causa de divisiуn y variedad de lenguas desde que comenzaron б habitar esta tierra hasta nuestra edad, no hay por que nos maravillemos que de una sola hayan procedido tantas. En confirmaciуn deste discurso no quiero valerme de otros argumentos que de la experiencia que tenemos delante de los ojos, y es, que si bien las naciones muy distantes y apar¬tadas hablaban tan distintas lenguas que parecнan diver¬sas, con todo eso, las inmediatas y que habitaban unos confines, usaban de lenguas tan semejantes y parecidas en-tre sн, que denotan bien tener no menos afinidad y paren¬tesco que las gentes vecinas y confinantes que las hablan; y por evitar prolijidad, no trairй (sic) mбs ejemplos que de las dos lenguas quichua y aymarбs que son las mбs gene¬rales del Perъ, las cuales, por ser de dos naciones vecinas y contйrminas, tienen tanta similitud en los vocablos y cons¬trucciуn, que cualquiera que supiese lo poco que yo dйllas, no podrб negar haberse originado ambas de un principio, al modo que la espaсola й italiana nacieron de la latina.
CAPНTULO X
En que se dividen en tres clases todas las naciones de indios.
Q
UEDA asentado arriba, que todos estos indios na¬turales de la Amйrica son bбrbaros, por convenirles ^cuanto distingue б hombres que en su proceder no guardan concierto, humanidad y policнa, de los que obser¬van estas cosas y regulan su vida y costumbres por leyes de razуn y justicia. Puesto caso que esto es asн, todavнa, porque aun entre bбrbaros hay gran diferencia y desigual¬dad, aventajбndose un bбrbaro б otro en muchas cosas (que no todos son cortados por una tijera), pondremos una ge-neral divisiуn que los abrace б todos y servirб para mayor distinciуn y claridad de lo que en el proceso de esta escri¬tura se dijere. Б tres уrdenes у clases podemos reducir estas gentes, tomando por razуn constitutiva de cada clase la manera de gobierno y repъblica que guardan entre sн, por esta forma: en la primera clase de bбrbaros pongo aquellos que pasan la vida en behetrнas, sin pueblos, reyes, ni seсores: йstos son los mбs rudos y salvajes de todos, de los cuales, unos andan por los campos y desiertos б ban¬dadas como brutos, sin reconocer superioridad б ninguno, otros viven en pequeсas comunidades, que constan cada una de solos los hombres de un linaje y familia, los cuales obedecen en lo que quieren al padre de la familia, que suele ser el pariente mayor, у al que entre ellos se aventaja б los demбs en razуn y habilidad.
El segundo grado tiene ya mбs semejanza de repъblica, porque incluye todos los bбrbaros que viven en comunida¬des compuestas de diferentes familias, reconocen una ca¬beza y cacique б quien dan obediencia, el cual no tiene debajo de su dominio ningъn seсor de vasallos. El tercero grado contiene los indios de mбs orden y razуn polнtica, que son los que se juntan en comunidades у repъblicas grandes, cuyo principado poseen reyes poderosos, que tie¬nen por subditos otros caciques y seсores de vasallos.
En lo que difieren conmunmente los indios destas tres clases, allende de lo dicho, es en que muchos de la pri¬mera no tienen casas ni asiento fijo para su morada, sino que hoy estбn aquн y maсana allн, mudбndose de unas par¬tes б otras en busca de su sustento, б guisa de animales que se pasan de unos pastos б otros, por cuanto se mantie¬nen de frutas silvestres y de la caza y pesca, sin cultivar ni sembrar la tierra. Los de la segunda y tercera siembran y cogen sus semillas y legumbres y tienen uso de casas y pueblos, viviendo aquйllos en rancherнas de poco mъnero de casas, divididos de ordinario por sus linajes y parciali¬dades, y йstos en pueblos grandes y ordenados con mu-chas aldeas de corta vecindad al rededor, cada una de su ayllo у linaje. Otrosн se diferencian en que muchas naciones de las dos primeras clases andan del todo desnudas, pero de las de la tercera ninguna. нtem, cuanto mбs se apartan de la primera, tanto mбs tienen de religiуn y superticiones; porque casi todos los indios del primer grado y orden de barbaridad, asн como en serlo se adelantan б los demбs, asн se les quedan atrбs en idolatrнas, porque casi todos ellos no usan de ningъn gйnero de adoraciуn. Los de la segunda clase reconocen y hacen reverencia б algunos dioses falsos, mas con muy pocas ceremonias y ofrendas. Los que mбs dioses adoraban y con mayor orden, culto y celebridad de templos, sacerdotes y sacrificios, eran los de la tercera. Fuera de lo dicho, era muy poca la desigualdad que entre todas las gentes destos tres grados de barbaridad se vнa; porque, si miramos su rudeza, inhumanidad y fiereza, en todas tres clases habнa harto de todo; pues en la mбs noble y polнtica se hallaban naciones de caribes comedores de carne humana y que ofrecнan al Demonio sacrificios de hom¬bres. En lo que mбs excedнan los de la tercera б los de las otras dos era en ser mбs domйsticos y mansos, por estar mбs acostumbrados б obedecer б sus reyes, y en curiosi¬dad y primor en algunos oficios que sabнan, y en que los grandes reyes habнan con el uso de gobernar adquirido mu¬cha experiencia y destreza para la buena administraciуn y conservaciуn de sus reinos, como parece por el gobierno que tenнan los reyes mexicanos y peruanos.
La primera clase de bбrbaros es la mбs extendida y difusa, en que entran los chichimecas de la Nueva Espaсa, los de la Florida, de la California y otras innumerables gentes que hay en aquella parte setentrнonal de la Amйri¬ca. En esta meridional pertenecen б la misma clase todos los indios que habitan las provincias del Estrecho de Maga¬llanes, los mбs de Tucumбn y Paraguay, los brasiles, y casi todos los de las costas de la Mar del Norte, con los que co¬rren desde allн la tierra adentro por las riberas del gran rнo Maraсуn hasta los confines deste reino del Perъ; y en luen¬go deste reino son innumerables las gentes que habitan las provincias de los Andes y tierras yuncas que le caen al Oriente desdel distrito de los Charcas, corriendo la vuelta del Norte hasta las que confinan con las provincias de Quito y del Nuevo Reino de Granada.
En la segunda clase se comprehenden los valientes chi¬lenos, los de Popayбn, algunas naciones de Tucumбn y Pa¬raguay. Muchas de las gentes que se han acabado despuйs que los espaсoles entraron en la tierra, pertenecнan tambiйn б este grado, como eran los naturales de la Isla Espaсola y otros cacicazgos de las islas sus comarcanas, los habitado¬res del reino de Tierra Firme, y otras muchas naciones de las costas del Norte.
En el tercero grado y orden ponemos las repъblicas populosas que mбs guardaban de humanidad y razуn, go-bernadas por reyes poderosos; las cuales eran muy pocas en comparaciуn de las innumerables behetrнas y estados y seсorнos cortos que habнa, cuales eran el reino de Bogotб en el Nuevo Reino de Granada; el imperio mexicano, y el de los reyes Incas del Perъ, con algunos otros reinos de menos cuenta y nombre que habнa en la Nueva Espaсa, con los cuales se puede contar el de Tlascala, que era re¬pъblica libre al modo de la Seсorнa de Venecia.
Lo que del principio destas tres clases de bбrbaros y cуmo y cuбndo se vinieron б diferenciar en las cosas suso¬dichas se puede averiguar (tomando la carrera de lo mбs lejos que la memoria y tradiciуn dйllos alcanza, que apenas llega б quinientos aсos), es que todas las gentes deste Nuevo Mundo eran muy bбrbaros y salvajes antiguamente, cuales son el dнa de hoy los chichimecas, chunckos, mojos, chirigua-сas, con los demбs que todavнa se estбn en su inсdelidad y pertenecen б la primera clase de bбrbaros; y que de pocos siglos б esta parte comenzaron б levantarse de entre ellos algunos hombres de mбs habilidad y valor que los demбs, y con maсa y violencia de armas ocuparon la libertad de los suyos y de sus vecinos; los cuales, dado que al princi¬pio, como hombres fieros й indуmitos, no hechos б sufrir tal carga, sintieron notablemente el yugo de la sujeciуn y procuraron sacudirlo de sн, al fin, б poder de castigos rigu¬rosos que los tiranos ejecutaban en los que les resistнan, vinieron б domesticarse y rendir al mando tan cruel y tirб¬nico; y fundados ya estos seсorнos y cacicazgos, los fueron heredando los decendientes de los que los establecieron, los cuales, con el discurso del tiempo, los fueron asegurando mбs y ampiбndolos. Y este fuй el camino por donde de la primera suerte y clase de bбrbaros tuvo principio la se¬gunda, y dйsta vino б salir la tercera, creciendo tanto en potencia y vasallos algunos caciques, que pudieron sojuzgar б sus comarcanos y tener por subditos otros caciques infe¬riores y seсores de vasallos.
He referido tan б la larga cuanto en comъn se puede decir de la naturaleza y costumbres de los indios, movido solamente con deseo de que conste la verdad de lo que eran en su gentilidad, y no para que sus ignorancias y desventuras sean ocasiуn de que los despreciemos y ten¬gamos en menos, mбs antes para que, compadeciйndonos de su necesidad, nos esforcemos con caridad cristiana б ayudarlos con tanto mбs celo de ganarlos para Cristo y en¬caminarlos б su salvaciуn, cuanto mбs ciegos y sujetos б su tirбnico dominio los tenнa el Demonio y tiene todavнa б los que no han salido de las tinieblas de su infidelidad, y para que los que vieren el copioso fruto que ha obrado la palabra divina en estas gentes, que tan desviadas andaban del camino de la vida, conozcan su admirable virtud y efi¬cacia, y tambiйn se descubra la hacienda tan grande que en su cultura y enseсanza han hecho en pocos aсos los ministros evangйlicos, y б imitaciуn suya se animen los que adelante vinieren, para llevar adelante tan gloriosa empresa.
CAPНTULO XI Del origen destas gentes de la Amйrica.
Б
temeraria osadнa tuviera yo б el que sin mбs proban-
za que estribando en la sutileza de su ingenio y dis-
curso, se arrojara б determinar por cierto lo que del origen
de los indios imaginase; porque es negocio tan oculto y di-
Tono III 8
ficil, que ninguno hasta hoy, de cuantos dйt han escrito, se ha adelantado б mбs que б proponernos su parecer, sin de¬mandar le demos mбs fe de la que su probabilidad sacare. Pues temiendo yo incurrir en la misma censura, mef conten¬tarй con sуlo manifestar llanamente lo que de esta cuestiуn tan intricada siento; y con referir las conjeturas y motivos que б ello me inclinan, remitiendo la determinaciуn de la verdad б quien hallare otras razones y fundamentos mбs sу¬lidos con que apoyarla; que, б mi ver, ello serб muy difi¬cultoso averiguarla concluyentcmente, б causa de que, fal¬tando aquн la luz y guнa que en semejantes disputas suelen abrir camino б la razуn, mбs habremos de colegir lo que juzgaremos ser conforme б ella por discreciуn y buen dis¬curso, que de autoridades ajenas y argumentos evidentes; pues ni en escrituras antiguas, asн profanas como sagradas, hallamos rastro de aqueste punto, ni menos entre los mis¬mos indios memoria y tradiciуn de donde procedan; si bien es verdad que los deste reino del Perъ cuentan algunas ficciones fabulosas acerca de su origen, que no hacen al propуsito, de las cuales harй menciуn cuando llegue б escri¬bir sus cosas.
Presupongamos ante todas cosas la verdad catуlica que nos enseсa la Divina Escritura, esto es, que todos los hom¬bres del Mundo procedemos de un primer hombre, y que en el Diluvio universal perecieron todos, sin escapar con vida mбs que el patriarca Noй y sus hijos y mujeres, de los cuales se tornу б poblar la Tierra. Deste principio se sigue haber venido los primeros hombres que poblaron las Indias de alguna de las regiones del Mundo Viejo, por donde comenzу la restauraciуn del Universo. El segundo presupuesto sea que no nos habernos de acoger б milagros donde se pueden excusar, pues no investigamos agora lo que Dios pudo hacer para poblar todo el Mundo, sino lo que es mбs conforme al curso de las cosas humanas. Asen¬tados estos fundamentos, que cuantos tratan este argumen¬to suponen como infalibles, resta inquiramos el camino que pudieron traer los primeros pobladores que acб pasaron. El ser este negocio tan escuro y dudoso, ha dado ocasiуn б los que del han escrito б echar cada cual por su vereda. Unos dicen que vinieron los pobladores desta cuarta parte del Mundo por tierra, extendiйndose poco б poco de unas regiones en otras; para lo cual quieren que esta Amйrica por alguna parte se continъe con la Asia; otros, que hicie¬ron su camino por mar, у acaso arrojados de tempestad, у en navegaciуn hecha de propуsito; y no faltan escritores que seсalen las naciones y provincias de donde salieron, afirmando unos haberse propagado todos estos indios de una sola naciуn, y que esa fue gente venida de Fenicia y Cartago, la cual, por ser muy diestra en la arte de navegar, pasу de intento en flota б esta tierra, de la cual tuvo antes alguna noticia. Otros, que estos indios decienden de aque¬llas diez tribus de los hebreos que (como se dice en Esdras) fueron trasladados б una regiуn muy remota de esotra parte del rнo Eufrates, donde jamбs habнan vivido gentes, y que de allн, por la Tartaria, pasaron б la Amйrica setcntrional, de adonde se fueron extendiendo por las demбs partes de las Indias. Otros, que de los habitadores de aquella isla fa¬bulosa llamada en Platуn Atlбntica. Otros son de parecer que los naturales de este Nuevo Mundo son descendientes de los espaсoles, porque dйllos dicen fueron .pobladas las islas de Canaria, y que dйllas pasaron acб. Tambiйn sien¬ten otros que poblaron esta tierra los romanos al tiempo que mбs pujante y dilatado estaba su imperio. Б otros pa-rece que deciendpn los indios de los tбrtaros y chinos; y б otros, finalmente, que no vienen de sola una naciуn, sino de todas las referidas, ni vinieron por sola una, sino por muchas y diversas vнas, parte por tierra y parte por mar, unos acaso, y otros de propуsito.
En conclusiуn, de la incertidumbre y obscuridad del tiempo se ha tomado cada uno la licencia que ha querido, para seguir las conjeturas que su pensamiento ha rastrea¬do; y como todas ellas no tengan otra firmeza que la que intentan darle los que sobre ellas fabrican sus discursos, es tan dйbil el apoyo y estabilidad de las opiniones que en ellas van fundadas, que no han menester ser opugnadas de otras mбs poderosas, para desfallecer y caerse. Pero, como es cosa muy fбcil deshacer lo que juzgo ser falso del prin¬cipio y origen de los indios, asн tengo por negocio muy ar¬duo y dificultoso dar con el blanco de la verdad. Y cierta¬mente, si el proceso y orden desta historia no me obligara б decir lo que siento desta cuestiуn, y la descripciуn que atrбs queda hecha de la condiciуn y calidades de la tierra y de sus habitadores no me prometiera alguna luz y rastro de atinar con lo mбs verisнmil, de bonнsima gana me abs¬tuviera de tratarla y manifestar mi sentimiento, pues no se me esconde que por mбs que trabaje en apoyarlo y esta¬blecerlo, al fin ha de quedar expuesto al contraste de las otras opiniones que pretendo rechazar.
Empezando, pues, б desenvolver esta dificultad, digo lo primero, que con lo que dejo probado en el capнtulo IX deste libro, conviene б saber, que todas estas gentes de-cienden de un linaje, queda deshecha la opiniуn que lleva* ba proceder de muchas naciones del Viejo Mundo. Ni obsta alegar en contrario la dificultad, que б prima faz se ofrece, de haberse poblado tantas y tan extendidas tierras de un solo linaje de hombres, pues de no mбs de uno solo se ha venido б henchir todo el Mundo de las innumerables gen¬tes que hoy lo habitan; y muy bien, y sin dificultad alguna, pudieron los primeros que pusieron sus pies en esta tierra, por muy pocos que fuesen en nъmero, irse ellos y sus des¬cendientes derramando y ocupбndola toda con el discurso del tiempo; que si nuestros espaсoles en poco mбs de cien¬to y cincuenta aсos que ha que la descubrieron, con hallarla tan llena de gentes fieras y belicosas, que les hicieron y todavнa hacen en algunas partes porfiada resistencia, la han penetrado toda y ocupado gran parte dйlla, en que tienen ya fundadas tantas ciudades y provincias, їquй hay que maravillarnos que hallбndola vacнa y yerma los primeros pobladores, sin que hubiese quien les resistiese y atajase el paso, la ocupasen en algunos siglos? Que no debieron de ser tan pocos que no haya habido tiempo suficiente, no sуlo para que se llenase de los primeros poseedores, sino para que, multiplicбndose algunas naciones excesivamente y no cabiendo por su multitud en los lнmites de su patria, moviesen guerra б sus comarcanas, y consumiйndolas con el rigor dйlla y de su bбrbara crueldad, les ocupasen y po¬blasen sus provincias. De lo cual tenemos ejemplos no muy antiguos en los indios chiriguanos, que siendo, como son, valientes y guerreros, casi al mismo tiempo, у pocos aсos antes que los espaсoles entrasen en este reino del Perъ, sa¬lieron ellos en cuadrillas de su patria, el Paraguay, y co¬rriendo mбs de cuatrocientas leguas por las provincias que hay en medio, haciendo gran destrozo en los naturales de¬ltas, llegaron б las tierras que al presente poseen confinan¬tes con la provincia de los Charcas, las cuales quitaron б sus moradores, y usurpбndolas para sн, las tienen agora bien pobladas de los de su naciуn; y en los indios brasiles, que aportaron б la provincia de Chachapoyas en tiempo del presidente Pedro de la Gasea, los cuales habнan cami¬nado desde su tierra hasta el fin de su peregrinaciуn mбs de mil leguas. Pues pregunto yo ahora, si en tan pocos aсos, obra de diez у doce mil chiriguanos han corrido y ocupado tan extendidas provincias, peleando y destruyendo б sus habitadores, y las han llenado de colonias suyas, y aъn se hubieran extendido y seсoreado de mбs tierras, si los espaсoles no se lo hubieran estorbado, reprimiendo su orgullo, їcuan apriesa se irнan aumentando y dilatando los primeros pobladores, mayormente por la brutal incontinen¬cia destas gentes bбrbaras, que en su gentilidad se multi¬plicaban poco menos apriesa que la especie de ganado mas fecundo? De donde concluyo este primer punto, el cual pongo por fundamento para la resoluciуn desta cuestiуn, haber sido una sola naciуn de hombres la que pasу б po¬blar estas Indias, de quien descienden las innumerables que la poseen el dнa de hoy; las cuales ha sido muy fбcil haber¬se propagado de aquйlla, por los muchos siglos que han pasado de por medio. Que si bien no hay prueba clara del tiempo en que acб vinieron hombres, todavнa la antigьedad de edificios arruinados que hallamos, y lo que arriba queda dicho de la divisiуn en tres clases de gentes bбrbaras y su infinidad de lenguas, todo es argumento de haber comen¬zado la poblaciуn de este Nuevo Mundo no muchos siglos despuйs de haber pasado el universal Diluvio.
Sea el segunde presupuesto, que los hombres que po¬blaron esta tierra eran ya, cuando б ella vinieron, gente ignorante, ruda y salvaje, sin letras, ciencia, ni rastro de policнa; lo cual me persuado vista y considerada la natu¬raleza y propiedades de la tierra y condiciуn de sus mora¬dores, tan diversos en todo de las gentes de Europa y sus vecinas; es bien verdad, que puesto caso que hubieran los primeros habitadores venido de alguna naciуn republicana y de letras, pudieran sus decendientes con el largo tiempo y falta de comercio con otras gentes haber degenerado del ser y lustre de sus progenitores y venido б la inculta bar-baridad en que los hallamos; mas, no da lugar б pensar esto la extraсeza y discrepancia tan rara que de sus calidades y costumbres queda explicada; porque, si hubiera pasado asн, algunos rastros quedaran por indicios del mбs valor y ex¬celencia de sus antepasados, y lo que hallamos cuanto mбs de atrбs inquirimos й investigamos sus principios, es mayor rudeza y salvajez. Pero porque adelante he de seguir mбs б la larga este argumento, no me quiero detener ahora en йl. Con este segundo presupuesto se rechaza la opiniуn de los que tienen decender estos indios de la naciуn de loa judнos y de otra cualquiera de las de Europa; y consiguien¬temente se concluye que no vinieron sus progenitores en navegaciуn larga por el Ocйano hecha de proposito, asн por lo que queda dicho, como porque jamбs se tuvo allб noticia destas Indias, como adelante probaremos.
CAPНTULO XII En que se prosigue їo mismo.
ONFORME б los fundamentos que dejamos echados
\^ en el capнtulo pasado, pasaremos adelante con nues¬tra pesquisa, inquiriendo de quй parte del Mundo Viejo pa¬saron б este Nuevo los primeros hombres que lo poblaron, jrde quй modo pudieron hacer tan largo viaje. Para cuya averiguaciуn, si bien es verdad que no tenemos camino abierto ni aun huella y rastro conocido que podamos segu¬ramente llevar, el por donde voy guiando mi discurso ima¬gino es el mбs cierto y seguro, como lo mostrarбn las con¬jeturas que me mueven б echar por йl. En primer lugar, demos vuelta con el бnimo б toda esta cuarta parte del Mundo que llamamos Amйrica, rodeбndola por sus costas y orillas, y vamos de camino advirtiendo y notando, como desde atalaya, quй tierra del Mundo Viejo es la que le cae mбs vecina, y hallada, pongamos luego los ojos en sus mo¬radores y miremos si ellos y estos indios se imitan en inge¬nio y propiedades. En consecuencia de lo cual se nos ofrece luego la duda que no han acabado de aclarar los cosmу¬grafos y geуgrafos, conviene б saber, si por la parte seten-trional se continъa esta tierra con alguna regiуn de la Asia de las que mбs se allegan al Norte.
Y verdaderamente que la razуn de dudar es muy gran¬de, tomada de la relaciуn que han traнdo los que sуlo por explorar los tйrminos y lнmites desta tierra, han navegado sus costas setentrнonales por ambos mares del Norte y del Sur; los cuales, aunque siguiendo y costeando su orilla, se han puesto lo mбs cerca del Polo que han podido, subien¬do mбs de sesenta grados de la Equinocial, de la cual al¬tura no les ha dejado pasar el excesivo frнo que sienten en aquel paraje por los meses de Junio y Julio, ni han des¬cubierto el cabo de la tierra, ni se han acabado de resolver en si corre у no hasta juntarse con la Asia; y asн han de¬jado en piй la duda. Y puesto caso que haya estrecho de mar entre Asia y la Amйrica, como lo ponen los cosmу¬grafos en sus tablas y lo nombran de Aniбn, no debe de ser muy ancho, por lo mucho que se avecinan al Setentrion los tйrminos desta tierra. De donde consta que por aquella parte se acerca mбs al Mundo Viejo que por otra ninguna.
Esto es hablando en la opiniуn comъn que hasta aquн ha seguido el torrente de los geуgrafos; mas, en la mнa ha cesado ya esta duda, supuesto lo que dejo dicho en el ca¬pнtulo XIV del libro I de la Primera parte, y es, que tengo por mбs probable que se continъa esta tierra con la parte mбs setentrional de la Asia; y conforme б esta opiniуn, siento que de aquella ъltima regiуn de Asia en que cae la China, la Tartaria y el Archipiйlago de San Lбzaro, en que se incluyen las Islas Filipinas, pasaron* б esta tierra sus primeros pobladores. Y hace mucho en confirmaciуn dйsto, hallarse tambiйn por esta vнa el segundo indicio que investigбbamos de “la similitud destos indios con las gentes que habitan aquellas costas de la Asia, la cual no se puede negar sino que es muy grande, no sуlo en el color y ser naturalmente aquellos hombres de la China y de las islas sus adyacentes naturalmente lampiсos como estos indios, sino tambiйn en el ingenio, inclinaciуn y costumbres; por¬que, asн estas gentes de la Amйrica como aquellas de la China y Filipinas son pusilбnimes, inconstantes y fбciles; y de las mismas calidades deben de participar por la vecin¬dad los tбrtaros finнtimos de la China. Allйgase б lo dicho, que me certificу el que me dio la primera noticia de con¬tinuarse la Amйrica con la Asia, que los tбrtaros confinan, tes con la China usan del mismo gйnero de libros que te¬nнan los mexicanos, en que por figuras contaban sus his¬torias.
Y lo que no poco hace en apoyo de lo que vamos di¬ciendo, es el ver la semejanza grande que tienen con estos indios de la Amйrica todas las naciones de gentes que se han descubierto navegando desde esta tierra hacia el Po¬niente y Setentriуn, asн enmarados como costa б costa; porque los que han hecho esta navegaciуn desde el Perъ б las Islas de Salomуn enmarados, han ido topando por todo el camino muchas islas bien pobladas de indios hasta las Islas de Salomуn, y desde allн hasta las Filipinas y costa de la Asia. Y de la misma manera, los que han ido б des-cubrir el fin desta tierra costa б costa, asн por la mar del Sur como por la del Norte, cuantas gentes hallaron en to¬das las partes б donde arribaban б reconocer la tierra, son en todo muy parecidas б estos nuestros indios de la Amйrica.
El modo como hicieron este camino aquellos primeros que lo anduvieron, podrнa causar dificultad; pero yo, cierto, no la hallo, considerando que no era necesario fuesen unos mismos hombres los que partieron de Asia y trujeron este viaje tan largo hasta lo ъltimo destas tierras, sino que debiу de suceder en esto lo mismo que en la poblaciуn de las otras partes del Mundo, y es, que como se iban propagan¬do y multiplicando los hombres, se iban extendiendo y di¬vidiendo por sus familias y parcialidades y ocupando las provincias cercanas б su naturaleza que hallaban yermas. Asн pues, los primeros que salieron de Asia ocuparнan la primera tierra desta Amйrica, que por aquella parte les caнa mбs cercana, y б la proporciуn que se iban multiplicando, irнan extendiйndose y ocupando nuevas tierras, sin hacer trбnsito largo de unas б otras, mas que por huir la estre-
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chura de las muy pobladas, procurarнan sуlo extenderse por las que hallaban vacнas y aparejadas para poderse mante¬ner en ellas. Y en hinchбndose aquйllas de mбs gentes que cуmodamente pudiesen mantener, se irнan alargando por las contйrminas б ellas las familias que, como enjambres, se iban procreando, sin emprender jornadas largas para divi¬dirse los unos de los otros, supuesto que todo el camino que habernos descubierto por esta derrota es continuado. Y asн, sucediйndose unos б otros en continuar este viaje por esta forma, que habiйndolo comenzado los primeros y llevбndolo adelante sus descendientes, al cabo de algunas generaciones lo acabarнan los postreros.
Ocupando, pues, todas las provincias desta gran tierra firme (en que no dejarнan de pasar algunos centenares de aсos), y no cabiendo ya en ella por su gran muchedumbre de moradores, pasarнan б las islas mбs cercanas del gran archipiйlago de la Amйrica, que por correr tan juntas y es: labonadas desde la costa desta Amйrica austral б la seten-trional, no hallarнan dificultad que les impidiese el pasaje б todas ellas, hasta venir б parar y poner fin y tйrmino al largo curso de la peregrinaciуn comenzada por sus proge¬nitores en las islas ъltimas y mбs orientales del dicho ar¬chipiйlago. Y verdaderamente, que si el ancho golfo del Mar Ocйano, que atravesado entre la costa oriental desta Amйrica y la occidental de Бfrica, no dividiera estas dos partes del Mundo, llevaban talle estos indios de llegar б comunicarse con los africanos, si hallaran como hasta aquн paso continuado por tierra, у sin que la perdieran de vista.
De haber sido este el viaje y discurso de los pobladores de estas Indias y de los que poblaron las demбs regiones del Mundo, y no con navegaciones largas hechas de inten¬to, es para mн muy fuerte argumento el haberse hallado en nuestros tiempos muchas islas despobladas y yermas, no por otra razуn que por estar apartadas de tierra firme, de las cuales nunca se habнa tenido noticia, como son las islas de Cabo Verde, la Isla de la Madera, la de San Juan, y las Islas Terceras у de los Azores, que los portugueses han descubierto y poblado; las cuales, si hubieran sido halladas de los antiguos, no dudo sino que las hubieran poblado como lo han hecho los portugueses; y en esta Mar del Sur, todas las islas que estбn vecinas y б vista de la tierra сrme hallaron los castellanos bien pobladas de indios y despo¬bladas y yermas las que estбn muy desviadas, como son las Islas de Juan Fernбndez en la costa de Chile, por dis¬tar dйlla sesenta leguas; y las Islas de los Galбpagos, en¬frente de la provincia del Guayaquil, como cien leguas la mar adentro.
CAPНTULO XIII
Cуmo hayan pasado б esta tierra los animales y aves que hallamos en ella.
NORQUE hallamos estas Indias bien pobladas, no sуlo
de hombres sino tambiйn de muchos y varios anima¬les, parte de diferentes, y parte de las propias especies que hay en el otro Orbe, particularmente en Espaсa, no se con¬tentan los curiosos con que seсalemos el camino que truje-ron los primeros hombres que las poblaron, sino que tam¬biйn quieren abramos paso б las aves y animales, presupo¬niendo ser cuestiуn йsta у dependiente у anexa б la pasa¬da; y aunque, б mi juicio, no tiene alguna conexiуn la una con la otra, todavнa, por satisfacer б los que no acaban de entender si esta tierra estuviera discontinuada de las tres primeras partes del Mundo Europa, Asia y Бfrica, cуmo hubieran podido pasar acб animales de tierra y aire, y aun hombres. Si bien no faltan otros que, admitiendo y confe¬sando la discontinuaciуn, se fatigan no menos en buscar el camino de las сeras y pбjaros, que el que trujeron los primeros pobladores. Ora hayan traнdo uno mismo los unos y los otros, ora distinto, ella es disputa no tan propia y singular de los de esta tierra, cuanto comъn y general de todos los animales monteses y aves que se crнan en partes remotas й islas apartadas de tierra firme.
Dejando, pues, aparte las opiniones varias que sobre ella hallo, dirй con brevedad lo que juzgo por mбs proba¬ble, fundбndolo en argumentos muy conformes б razуn y al contexto y sentido de las Divinas Letras. Y sea el pri¬mero, haber criado Dios al principio del Mundo los anima¬les, nу en sola una parte, sino en diversas, cada linaje en el lugar y clima que para su conservaciуn y aumento era mбs acomodado, y persuбdome haber pasado esto asн (to¬mando el negocio mбs de raнz), porque la producciуn de las plantas parece no haber duda sino que fuй desta manera: que en el mismo dнa que vistiу dйllas la Tierra el Criador, todas sus partes y regiones aparecieron adornadas desta nueva y alegre librea; lo uno porque mandбndole Dios que brotase yerbas y бrboles, no consta haber limitado este concepto б una sola regiуn, provincia у comarca, antes se colige de las palabras con que lo refiere Moisйs, que lo inti¬mу generalmente б toda la redondez de la tierra, y lo otro, porque la experiencia no da lugar б que creamos otra cosa, pues en diferentes partes del Universo hallamos notable di¬versidad de plantas de tan distintas y contrarias propieda¬des, que no es posible poder nacer y frutificar sino en dis¬tintos y contrarios temples, cada gйnero en aquel que con¬forma y dice con su naturaleza.
Deste principio y fundamento, en que no pienso hay contradicciуn, demos un paso adelante y subamos otro es¬calуn, inquiriendo si se guardу el mismo tenor en la gene¬raciуn milagrosa de las criaturas que salieron б luz el quin¬to dнa; y б la verdad, yo no hallo argumento ni rastro de ha¬ber pasadode otra suerte; porque, contбndonosla el Sagrado
Texto, no muda estilo ni forma de palabras de las con que nos dice la creaciуn de las plantas. De donde infiero, asн por esto como por la razуn dicha y comъn б estos gйneros de criaturas de las calidades diversas de los peces y aves, que no menos piden diferentes temperamentos y climas para su conservaciуn que las plantas; y por la experiencia que nos descubre diversas especies de las unas y otras cria¬turas en distintas regiones, temples y mares, especialmente en lagos muy capaces y anchurosos, que por ningъn cabo se comunican con la mar, que proporcionadamente hinchу Dios de aves y peces al quinto dнa todas las partes y cli¬mas del Agua y Tierra, como habнa poblado йsta de plantas en el tercero.
Agora vengamos б nuestro intento, el cual, por conse¬cuencia clara imagino se infiere de las dos premisas que habernos puesto, por concurrir aquн las mismas razones que en ellas: la uniformidad de palabras con que la Sagra¬da Escritura cuenta la producciуn de los animales que dio б la tierra el sexto dнa, y las de las plantas, peces y aves de que le habнa poblado el tercero y el quinto. Pues la varie¬dad de cualidades de que dotу distintos gйneros de anima¬les terrestres, no es menos maravillosa y ampia que la que puso en las plantas y animales del Agua y Aire. Por lo cual, asн como para que йstos se propagasen y perpetuasen en el Mundo, los constituyу Dios en los sitios y temples que la condiciуn de cada especie demandaba, para que en ellos como en su naturaleza y propia patria mejor se arraigasen y conservasen, la misma providencia hemos de confesar que guardarнa con aquйllos. Allйgase б esto la experiencia patente, que nos muestra en distintas partes de la Tierra igual diversidad de animales que de plantas, peces y aves.
Ultra de lo dicho, tiene esta opiniуn de su parte la au-toridad de los doctores que la defienden, como son el pa¬dre Benito de Pereyra (Coment. in Gen., lib. I) y otros ex¬positores del Gйnesis; y la hace muy probable aquello que se refiere en el capнtulo segundo del mismo Gйnesis, que, acabada la creaciуn de todos los animales, se los trujo Dios al Paraнso б Adбn, para que pusiese б cada especie el nombre que habнa de tener, lo cual pasу el mismo dнa que habнan sido criados los animales terrestres y el mismo Adбn. Y declarando los sagrados expositores la manera cуmo fue¬ron traнdos б donde estaba Adбn, convienen los mбs en que se efectuу esto milagrosamente por ministerio de Бngeles; presuponiendo que ya estaban divididos por todo el бmbito del Universo; y si pasу de este modo, como yo tengo por mбs verosнmil, claro estб que si hubieran sido criados juntos en una parte y no en todas las de la Tierra, no pudieron ellos por sн haberse derramado y extendido por toda ella en tan pocas horas; ni fuera menester que interviniera mi¬lagro para que fuesen presentados б la presencia de Adбn.
Por donde concluyo, que no sуlo las plantas, sino tam¬biйn los animales, asн de la Tierra como del Agua y del Aire, produjo Dios en diversas partes del Mundo, poniendo cada gйnero en el clima y temperamento que mбs conve¬niente y connatural le era para su conservaciуn. De forma que no dio б cada regiуn todas las especies de vivientes de que su temple y constelaciуn era capaz, sino б cada es¬pecie el clima que mбs simbolizaba y decнa con su natura¬leza y propiedades, repartiendo sus riquezas por tal orden, que ningъn rincуn de todo el Orbe, por apartado que estu¬viese, dejase de participar dйllas; y si no comunicу б cada regiуn todas aquellas que por su calidad y tempero podнa producir y conservar, no lo dejу de hacer de escaso y menos liberal, sino porque quiso con soberano consejo dejar come¬tido esto al cuidado de los hombres, principalmente para que la necesidad con que unas tierras quedaban de suplir sus menguas con las sobras de otras, les obligase б ellos б comunicarse con hermanable confederaciуn, siquiera por el interйs que se les habнa de seguir del comercio y permuta¬ciуn de los bienes de que abundasen unos y careciesen otros.
Acabado habrнamos con la dificultad, sн no nos obligara б pasar adelante la ruina y destrozo que lьzo en el Mundo el Diluvio universal, por salvar del б los animales, confe¬sando juntamente lo que sabemos por la Divina Escritura, esto es, que todos los de la Tierra y Aire perecieron, ex¬cepto los que fueron reservados en el arca de Noй, de que se han propagado todos los que ahora habitan los dichos elementos: en consecuencia de lo cual nos hallamos obli¬gados б abrirles camino desde aquel lugar en que varу el arca y Noй desembarcу sus animales, hasta estas regiones tan apartadas del, que es en lo que consiste todo el punto desta dificultad. Mas, antes de embarazarnos en soltarla, tengo por necesario averiguar el modo cуmo Xoc recogiу y juntу los mismos animales para salvarlos en su bajel de las aguas del Diluvio; y por ahorrar de referir varias opi-niones, bбstenos saber lo que llevan los mбs de los sagra¬dos doctores y expositores de las Divinas Letras, y es, que fueron recogidos y encerrados en el arca por ministerio de Angeles.
Admitida, pues, esta opiniуn como verdadera y cierta, no hallo ya salida mejor, mбs fбcil y conforme б buena razуn б la dificultad propuesta, que decir y afirmar que la misma providencia del Criador que trazу por aquella vнa salvar las especies de todos los animales perfectos, como en nada de lo necesario falte б sus efectos, tuvo tambiйn cuidado, en acabando de pasar el Diluvio, de mandar б los mismos Бngeles los volviesen б las tierras y lugares de donde los habнan traнdo; en la cual soluciуn no juzgo se me debe imputar que, por evadirme y zafarme de las an¬gosturas en que se ven los que echan por otros caminos, me acojo б milagros; porque, no siento haber intervenido en esto nuevo milagro, ni que fuй mбs de continuarse el primero, que casi todos ponen; y si esta soluciуn no agra¬dara, no sй yo quй otra se pueda dar sin admitirse en ella у especial y milagroso concurso y disposiciуn del Seсor, у muy grandes inconvenientes y absurdos; y siendo esto asн, no faltan dotores de cuenta que, por no admitir lo pri¬mero, aunque no sea mбs que la continuaciуn de aquel pri¬mer milagro, se meten y enredan en un laberinto tan intrin¬cado y ciego de nuevas tinieblas y dificultades, que por mбs que se desvelan y fatigan en atinar б salir del, al cabo se ven forzados б conceder efectos que van muy fuera del estilo y curso que comunmente llevan las cosas, y que mo-ralmente no se pueden salvar sin especial auxilio divino.
CAPНTULO XIV En que se prosigue la misma materia.
N prueba de mi opiniуn, trairй no mбs de un ejemplo
“J en caso semejante, y apuntarй algunos de los inconve¬nientes y absurdos que forzosamente han de admitir los que echaren por cualquiera otro camino. El ejemplo es el milagro que usу Dios con Adбn en hacer trajesen los Бn¬geles б su presencia todos los animales б quien puso nom¬bres. Acerca del cual deseo yo saber si puestos aquellos animales en el Paraнso, los dejaron allн los Бngeles para que por su piй se volvieran ellos б sus patrias, у si fueron vueltos б ellas por los mismos Бngeles. Lo primero no parece verisнmil, pues aun haber habido animales en el Pa-raнso lo niegan no pocos de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia (no obstante que los mбs llevan lo contrario); y asн, por mбs conforme б razуn, siento que para el cumpli¬miento de aquella obra milagrosa, ordenу Dios б los mis¬mos Бngeles los tornasen б poner en los mismos lugares de donde eran naturales, por haber sido criados en ellos. De donde podemos sacar, que, habiendo pasado este mila¬gro del modo dicho, no es difнcil de creer haber sucedido esotro de la misma manera, por hallarse en ambos unas mismas razones de conveniencia.
Los que no abrazaren esta opiniуn, consiguientemente
habrбn de decir que desembarcaron juntos en un lugar to-
dos los animales, y que desde allн cada casta y linaje tirу
por su parte; los cuales, como se fueron multiplicando, su-
cesivamente se fueron extendiendo y dilatando hasta los
ъltimos tйrminos de la Tierra, por la misma forma que la
poblaron los hombres. Refutando este discurso, digo, que
para haberlo de salvar y llevar al cabo, primeramente han
de admitir sus autores un absurdo incomportable y que,
regularmente hablando, podemos dalle nombre de imposi-
ble; como es, que aquel lugar y clima que primero ocu-
paron en tomando tierra, fuese б propуsito y conforme б
las varнas propiedades y naturalezas de todos los animales,
siendo tan en contrario de lo que nos enseсa la experien-
cia; pues hasta hoy se ha hallado tierra alguna de temple
proporcionado y conveniente б toda suerte de animales,
por nacer unos sуlo en climas calientes y morirse en pasбn-
dolos б frнos y templados; otros en pбramos muy helados;
en tierras templadas otros, y б este tono cada especie en
su temperamento; y si por dalles, en teniendo ser y vida,
sitios y moradas conforme б lo que pedнa la naturaleza de
cada gйnero, no los criу el Hacedor en una sola parte de
la Tierra, como queda probado, sino en diferentes, cada
linaje en la que su natural requerнa para su conservaciуn,
excusada y en vano hubiera sido aquella providencia del
que los formу, si producidos en un solo lugar pudieran na-
turalmente conservarse y multiplicarse en йl й irse desde
allн extendiendo por el Mundo, como han de confesar, aun-
que no quieran, los que llevan este parecer; si no es que
recurran al particular cuidado que pudo tener Dios de con-
servarlos fuera de su naturaleza. Lo cual, їquй otra cosa
fuera que, por huir de conceder la continuaciуn de aquel
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bбbanse y matбbanse sin lastima ni piedad; y lo que mбs descubre su bбrbara fiereza, es que ellos mismos amaban estas discordias y guerras y buscaban ocasiуn de trabarlas, por tenerla siempre de haber en ellas presa de sus contra-rios, de cuyas carnes se mantuviesen.
Sus tratos y contratos no eran muchos, por contentarse ellos con poco; sembrando y cogiendo cada uno lo que habнa menester, para sustentar su casa, у haciйndolo de la caza y pesca, de que muchos pueblos se mantenнan. Raras veces habнa comercio de unas naciones con otras, que su gran rudeza y crueldad era causa de que se fiasen muy poco unos de otros. Aunque conocieron y estimaron el oro, plata y otros metales y se aprovechaban dйllos en va¬rios usos, de ninguno hicieron moneda ni hubo uso dйlla en toda la Amйrica hasta que lo introdujeron los espaсo¬les. En lugar de compras y ventas trocaban unas cosas por otras, y la paga de los alquileres se hacнa en especie. (Fuera destos dos no se conocнa en ellos otra manera de contratos.) Verdad es que algunas cosas eran mбs genera¬les para este menester, las cuales servнan de dinero con que se compraban todas las que eran necesarias para la provi¬siуn de la vida. Йstas eran ordinariamente las comidas que usaban por pan; excepto en la Nueva Espaсa, donde corrнa como moneda el cacao. En este reino del Perъ valнa para esto el maнzy y aun hasta hoy usan del los indios para com-prar otras viandas; de donde se ha introducido la costum-bre que vemos en los pueblos de espaсoles, que las indias (que son las que venden comunmente en las plazas y mer-cados la hortaliza, frutas y otras cosas deste gйnero) las suelen dar б trueco de pan, y asн se suelen comprar con pan estas menudencias. No habнa puesto valor ni tasa por auto¬ridad pъblica en estos rescates (asн llaman en esta tierra б estas suertes de trueques у compras): esto se dejaba б sa-tisfaciуn de las partes, como vemos el dнa de hoy casi en todos los pueblos de indios deste reino» que los dнas de fiesta salen las mujeres б rescatar б las plazas, trayendo cada una la mercaderнa que tiene: unas sacan fruta, otras maнz, otras carne guisada, otras pescado, carne cruda par-tida en piezas, sal, coca, ajн, y deste tono las otras cosas en que contratan; y hacen sus rescates, dando una un plato de fruta por otro de guisado; cuбl con ajн, compra sal; cuбl con maнz carne, y asн en lo demбs; con que todos se pro¬veen de lo que han menester б trueque de lo que tenнan de sobra. Y en verdad que no es mal rato de entretenimiento para los espaсoles que se hallan presentes, ponerse б mirar cуmo se conciertan estos contratos y trueques, en que obser¬va esta gente un modo bien particular, como yo lo he visto hacer algunas veces; es des ta forma: ponen las indias toda su mercaderнa у parte dйlla, si es fruta у cosa deste gйnero, hecha montoncitos pequeсos en ringlera, de valor de me¬dio у de un real cada montoncillo, si es carne, partida en trozos del mismo valor, y por este orden las demбs cosas. La india que llega б comprar con su maнz en lugar de di-nero, se asienta muy despacio junto la vendedera y hace un montoncito del maнz que piensa dar por precio de lo que compra, sin hablarse palabra la una б la otra; la que vende pone los ojos en el maнz, y si le parece poco, no dice nada ni hace seсal alguna mбs que estбrselo mirando, y mientras estб desta suerte, es dar б entender que no se contenta del precio; la que compra tiene puestos los ojos eft la vendedera, y todo el tiempo que la ve estarse asн sesga, va aсadiendo б su montoncillo algunos granos mбs de maнz, que no son muchos; y si todavнa se estб rehacнa, aсade otra^y otras muchas veces, pero siempre muy poca cosa, hasta que la que vende se contenta del precio y de¬clara su beneplбcito no de palabra, que desde el principio al cabo no se dicen ninguna, aunque dure el conformarse media hora, sino de hecho, extendiendo la mano y reco¬giendo para sн el maнz. De ninguna manera reparan en estos trueques si guardan у no la proporciуn aritmйtica que pide la justicia conmutativa, ni jamбs hacen escrъpulo de haber llevado mбs del justo precio, ni se quedan obligados б restituir el exceso; ni menos lo que por cualquiera vнa usurparon al prуjimo, aunque haya sido manifiesto logro, hurto у robo, б que poderosamente los lleva su natural in¬clinaciуn; porque una vez apoderados de lo ajeno, no les pasa por la imaginaciуn poner en plбtica el descargar la conciencia.
Es muy poca у ninguna la obediencia y respeto que guardan б sus padres, lo cual es con tanto exceso, que no parece que la fundan en otro derecho que en el poder y fuerzas corporales; porque, sуlo mientras en йsto son inferio¬res б ellos, los sirven y obedecen con alguna sujeciуn y rendimiento, sin mбs crianza ni acatamiento (que nunca la supieron tener); pero, en creciendo y llegando con la edad б igualarles en fuerzas, se acabу la sujeciуn, que tan bueno es Pedro como su amo (como acб decimos); antes, asн como empiezan los desventurados padres б ir decaeciendo y de¬clinando con la vejez, olvidados los ingratos hijos de la deuda natural que les obligaba б servirlos y respetarlos con mayor cuidado, amor y piedad, cuanto mбs van prevale¬ciendo sobre ellos en vigor y esfuerzo, tanto se van trocan¬do las suertes; porque, enseсoreбndose de los pobres viejos-, los sujetan б su obediencia y servicio, y no sуlo se sirven dйllos como de viles esclavos, sino que les hacen tan cruel й inhumano tratamiento como si fueran perros у otro ani¬mal peor; cosa en que muestran enteramente su barbaridad y brutal ignorancia; pues sobre servirse dйllos desta suerte, los castigan pesadamente por culpas muy livianas, como de no servirles б su gusto, y otras semejantes. Y cuando estбn borrachos, quiebran toda su furia en sus padres; y como esta costumbre tan bestial estaba en ellos casi connaturali-zada, aun no la han acabado de dejar del todo con la ense-сanza cristiana, pues vemos cada dнa ejemplos tan bбrba-ros en esta parte de hijos que ponen las manos en sii6 pa-dres y los maltratan, que nos muestran bien la barbaridad y desorden del tiempo de su infidelidad; y asн, el uso y frecuencia destos desacatos de hijos con sus padres, nos ha quitado ya el horror que al principio nos solнa causar. Pues, aun al tiempo que esto escribo, no ha muchos dнas llegу un indio, estando yo presente, б quejarse б un religioso, que era su cura, de un hermano suyo que habнa maltratado б su madre, y preguntбndole yo quй daсo le habнa hecho, me respondiу que le habнa quebrado las muelas; delito que en¬tre gente de razуn fuera abominable y digno de no dejallo pasar sin severo castigo, y no nos inmutу mucho б los pre¬sentes, por estar ya hechos б ver semejantes excesos.
Pues gentes que б sus propios padres no guardaban respeto y cortesнa, їcуmo la guardarнan unos con otros? Nunca usaron de reverencia y comedimiento mбs de la su-misiуn, humildad y temor con que hablaban б sus caciques; de donde vemos hasta hoy, que, cuando en un camino se encuentran dos indios, pasan adelante sin hablarse palabra el uno al otro ni saludarse; y si paran juntos en un puesto б hacer noche, cada cual se pone б comer de lo que lleva, sin convidar ni hacer ningъn cumplimiento el uno al otro, aunque coma el uno y el otro se le estй mirando. No tienen los menores respeto б los mayores, ni los plebeyos б los nobles, si no son caciques suyos; б solos йstos hacen reve¬rencia y de los demбs no hacen caso. Con los pobres, nece¬sitados y enfermos no sabнan quй era caridad y misericor¬dia; carecнan de compasiуn con los afligidos, sin moverse б socorrerlos, aunque estuviera en su mano el remediarlos. Tanta era su inhumanidad, que aunque los viesen perecer, no eran para darles la mano y sacarlos de aprieto. Estando yo una vez tratando con ciertos amigos de la dureza й in¬humanidad de los indios, me contaron este caso en el mismo pueblo que sucediу: Acertу б caer en el suelo un niсo б vista del cura del lugar, que era un religioso conocido mнo, el cual, por estar algo apartado, no pudo acudir б levantar¬lo; y como de la caнda se lastнmase y no pudiese, por su fla¬queza, levantarse, estбbase echado en tierra llorando. Pasу en esta coyuntura por junto б йl una india, la cual, aunque vio caнdo el niсo, lleno de polvo y llorando, se pasу de largo tan sesga, sin moverse б levantallo y socorrello, como si pasara una bestia; y como al emparejar con el cura йl la reprehendiese de cruel, pues no se habнa compadecido de aquel angelito para levantarlo del suelo, la respuesta que la india le dio fueron estas palabras: «їParнlo yo?» Respues¬ta, por cierto, en que se echa de ver la bбrbara inhumani¬dad desta gente.
No usan con los enfermos de ningъn regalo ni los me-joran de cama y manjares. Cuando los de su casa que estбn sanos se asientan б comer, le ponen al doliente de lo mis-mo que ellos comen, junto б la cabecera, y allн se lo dejan, si quiera lo coma si quiera no, que por desganado y debi-litado que estй, no hay que tratar de que lo animen y es-fuercen con palabras amorosas б que coma, ni le den un bocado por su mano; y asн, muchos de los que mueren en-tre estas gentes, perecen mбs por este extraсo desamparo, que consumidos de la enfermedad.
Padecen extrema necesidad los pobres, por la poca ca-ridad que usan con ellos los que los podнan favorecer; todos son verdaderamente desapiadados, mezquinos, sin rastro de liberalidad para repartir de sus bienes con los necesita¬dos. Pero, los que mayor necesidad y miseria experimentan son los viejos; lo uno, porque, como por su poca providen¬cia viven piй con bola (como dicen) y no mбs de para hoy, sin guardar para adelante, en faltбndoles las fuerzas para trabajar, les falta con ellas el sustento; y lo otro, por no ha¬ber entre estos bбrbaros cosa mбs vil y desechada que los viejos: Ўtan poco respetada es dйllos la senectud venerable! Asн, los burlan y ultrajan los mozos como б hombres indig¬nos de vivir en el mundo; tan lejos estбn de usar con ellos, de misericordia y piedad, en que descubren su ignorancia y falta de razуn, pues cuando no consideraran mбs que la natural y que la necesidad, despuйs de viejos б todos habнa de ser comъn, hubieran atinado б entender el gran bien que resultaba de introducir el socorro de la necesidad de los pobres que con su trabajo no se podнan mantener. Igno¬raron del todo las leyes de la amistad, pues no la guardan mбs de en cuanto interesan algo del amigo, y en cesando el interйs, espira la amistad; y de la misma suerte las del agradecimiento б los beneficios recebidos, porque no saben reconocer el bien que se les hace, para recompensallo si¬quiera con la memoria del.
CAPНTULO IX
De las muchas lenguas que usaban las diversas na¬ciones de indios, y que todos ellos muestran des¬cender de una sola cepa y linaje.
bernos dicho del ingenio, condiciуn y costumbres de
^”XUIEN atentamente considera lo que hasta aquн ha-
las naciones de este Nuevo Mundo, habrб sin duda notado ser muy grande la uniformidad y semejanza que en ellas se halla, como en hecho de verdad lo es; en que poniйndome yo б pensar no pocas veces, investigando quй pueda ser la causa de que no sуlo en el color, aspecto, talle y complexiуn, sino, lo que mбs es, en el natural, inclina-ciones y usos se imiten tan conformes, con estar algunas de otras mбs apartadas y distantes que lo estбn de Europa, Бfrica y Asia las regiones mбs vecinas б ellas desta Amй-rica, no puedo hallar otra que mбs cuadre y satisfaga, que persuadirme haber procedido todas estas gentes de un solo principio y origen» que sin duda fuй alguna naciуn у farai-lia de hombres que pasaron б poblar esta tierra; y al paso que fueron creciendo y multiplicбndose, fueron extendiйn-dose y derramбndose por todas sus partes y regiones, hasta ocuparla y henchirla con la multitud y frecuencia de pue-blos que la hallamos; en lo cual forzosamente debieron de pasar muchos siglos.
La objecciуn que sуlo se me podнa poner para desapo-yar esta opiniуn, es la increнble multitud de lenguas que usan estas gentes; las cuales son en tanto nъmero, que aun-que nadie hasta ahora (que yo sepa) se ha puesto б con-tarlas, por las muchas de que yo tengo noticia en las tierras descubiertas, y sacando por ahн las innumerables que habrб entre los bбrbaros que habitan las regiones mediterrбneas desta inmensa longura de tierra y se incluyen dentro de las marнtimas que nosotros poseemos, tengo por muy verosн¬mil que deben de pasar de dos mil. Porque, apenas se halla valle un poco ancho, cuyos moradores no difieran en len¬gua de sus vecinos. Mas, їquй digo valle? pueblo hay en este arzobispado de Lima, que tiene siete ayllos у parciali¬dades cada una de su lengua distinta. Algo dйsto se verб en la descripciуn general de las provincias que pongo ade¬lante (i). Pero este argumento, que б juicio quizб de algu¬nos habнa de probar lo contrario, es tan en mi favor, que cuando faltaran los otros que б sentir esto me mueven, fue¬ra йl sуlo bastante б inclinarme б esta opiniуn. Porque, si de la muchedumbre de lenguas que hablan estos indios qui¬siйramos inferir haber sido muchas las naciones que pobla¬ron estas Indias, cada una de su lengua diversa, era fuerza que diйsemos para cada lengua su naciуn, lo cual їquiйn no ve cuan fuera va de camino? Porque, їde quй partes del Mundo podнan haber venido dos mil naciones diferentes? Y dado caso que concediйramos este imposible (regularmente
(i) Se refiere indudablemente б la comprendida en los libros VI б XIV de la segunda parte de esta Historia, la cual, asн como la tercera, no conocemos. (V. Prуlogo.)
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hablando), їcуmo, habiendo conservado no mбs que su dis-tinciуn de lenguas, se vinieron б unir y conformar en lo demбs con tanta semejanza que admira?
Б lo que se me podнa responder, que, aunque concediй-semos haberse poblado esta tierra de diferentes hombres, no habнa necesidad de poner tantas naciones distintas cuan¬tas son las lenguas que al presente las dividen, sino muchas menos con la suya propia cada una; y que de aquellas po¬cas, mezclбndose y trastrocбndose los vocablos de las unas con los de las otras, se hayan con el tiempo multiplicado y crecido hasta venir б tan excesivo nъmero; digo, que, si bien es verdad que, para lo que toca б la introduciуn desta muchedumbre de lenguas es razуn suficiente, pero que ni para eso es necesaria ni ha lugar en lo demбs; lo uno, por¬que repugna б la uniformidad y similitud que guardan estas gentes en propiedades y costumbres, la cual tiene conmigo mбs fuerza para persuadirme б que todos decienden de un origen, que sus muchas y varias lenguas para que sienta lo contrario; y lo otro, porque no hallo ser necesaria esta di¬versidad de naciones para establecer la que tienen de len¬guas; pues de la manera que de pocas mezcladas entre sн diferentemente se pudieran multiplicar tan innumerables, ni mas ni menos de sola una naciуn y lengua pueden ha¬berse propagado las que ahora vemos, con irse poco б poco diferenciando en lenguaje las familias y pueblos que de aquella cepa iban saliendo y derramбndose por varias re¬giones.
Ni pienso faltarбn razones que nos persuadan haber sido asн mбs fбcil y conforme al natural y modo de vivir destas gentes el haberse introducido en ellas tan extraсa diversi¬dad de lenguas; y sea la primera, la falta que tuvieron siem¬pre de letras, sin las cuales no sуlo padecen detrimento y menoscabo todas las ciencias y buenas artes, sino que ni el lenguaje comъn y vulgar se puede conservar mucho tiem¬po puro й invariable, por la natural inclinaciуn de los hom¬bres, que somos tan inconstantes, varios y mudables, que siempre andamos en busca de novedades en cuantas cosas nos sirven para el uso de la vida; y como nos cansa y da fastidio el traje antiguo, y nos alivia y recrea el que de nue¬vo inventamos, no quiere ser en esta parte de peor condi¬ciуn el sentido del oнr que el de la vista y los demбs; que tambiйn le enfadan y dan en rostro los vocablos viejos y estilo antiguo, y se alegra y deleita con el lenguaje б lo mo¬derno, compuesto de palabras nuevas й insуlitas. De donde ha nacido la notable mudanza y variedad que experimen¬tamos ha tenido nuestra lengua espaсola en pocos siglos, cuando conferimos las escrituras modernas con las antiguas. Pues si tal mudanza pasa en los que usamos de letras y tenemos continuo y frecuente trato y comunicaciуn con todos los pueblos de nuestra naciуn y repъblica, їquй hay que espantarnos hayan venido б tener tantas y tan diferen¬tes lenguas estas naciones, siendo por extremo bбrbaras y faltas de cuanto las podнa conservar unidas en su primer lenguaje? Porque no han tenido libros en que conservarlo como lo recibieron de sus mayores, y con cuya liciуn se amoldaran y ajustaran б йl, y consiguientemente se confor¬maran entre sн, conforme aquel principio de filosofнa, que muchas cosas reguladas y amoldadas б otra tercera, que es como regla y molde dйllas, lo quedan tambiйn entre sн. їQuiйn no sabe que leyendo muchos hombres en un mismo libro, se les imprime y empapa aquel estilo y modo de ha¬blar que el libro tiene?
Pues sobre carecer deste apoyo, que б mi ver es el mбs eficaz para conservar invariable una lengua, faltу tambiйn б estos indios el comercio de unos con otros, que, para el efecto de que tratamos, es medio poco menos poderoso que el primero. Contentбbase cada naciуn dйstas con las cosas que dentro de sus lнmites cogнa para pasar la vida, sin apetecer y buscar las que nacнan en las de sus vecinos. Ni tampoco tenнan necesidad de mбs para su manera de vivir, bien poco desemejante б la de los animales, que, en tanto que abundan de pasto las dehesas en que se apacien¬tan, no se mudan б otras; y asн, su poca curiosidad y re¬galo en la comida y vestido (andando los mбs desnudos) era causa de no haberse menester unos б otros.
Aumentбbales no poco esta esquivez y extraсeza su natural rusticidad y fiereza, ajena del trato humano y be-nigno que resplandece tanto mбs en gentes de razуn y po-licнa, cuanto mбs participan dйlla. Esto presupuesto, y que б la medida que fueron creciendo al principio se fueron dividiendo y acomodando en las tierras que hallaban vacнas y aparejadas б su habitaciуn, habiйndose quedado cada co¬munidad у familia recogida dentro de sus tйrminos y cerra¬da la puerta б la comunicaciуn de los que no eran de su parcialidad, cierta cosa es que б pocas edades habrнan de¬clinado mucho del lenguaje de sus progenitores, y como en esta declinaciуn y mudanza tirasen unos por una parte y otros por otra, б pocos siglos se hallarнan tan discrepantes en el hablar, que apenas se entenderнan los pueblos mбs cercanos. Pues habiйndose continuado en ellos esta causa de divisiуn y variedad de lenguas desde que comenzaron б habitar esta tierra hasta nuestra edad, no hay por que nos maravillemos que de una sola hayan procedido tantas. En confirmaciуn deste discurso no quiero valerme de otros argumentos que de la experiencia que tenemos delante de los ojos, y es, que si bien las naciones muy distantes y apar-tadas hablaban tan distintas lenguas que parecнan diver-sas, con todo eso, las inmediatas y que habitaban unos confines, usaban de lenguas tan semejantes y parecidas en-tre sн, que denotan bien tener no menos afinidad y paren-tesco que las gentes vecinas y confinantes que las hablan; y por evitar prolijidad, no trairй (sic) mбs ejemplos que de las dos lenguas quichua y aymarбs que son las mбs gene¬rales del Perъ, las cuales, por ser de dos naciones vecinas y contйrminas, tienen tanta similitud en los vocablos y cons-trucciуn, que cualquiera que supiese lo poco que yo dйllas, no podrб negar haberse originado ambas de un principio, al modo que la espaсola й italiana nacieron de la latina.
CAPНTULO X
En que se dividen en tres clases todas las naciones de indios.
Q
UEDA asentado arriba, que todos estos indios na¬turales de la Amйrica son bбrbaros, por convenirles ^cuanto distingue б hombres que en su proceder no guardan concierto, humanidad y policнa, de los que obser¬van estas cosas y regulan su vida y costumbres por leyes de razуn y justicia. Puesto caso que esto es asн, todavнa, porque aun entre bбrbaros hay gran diferencia y desigual¬dad, aventajбndose un bбrbaro б otro en muchas cosas (que no todos son cortados por una tijera), pondremos una ge¬neral divisiуn que los abrace б todos y servirб para mayor distinciуn y claridad de lo que en el proceso de esta escri-tura se dijere. Б tres уrdenes у clases podemos reducir estas gentes, tomando por razуn constitutiva de cada clase la manera de gobierno y repъblica que guardan entre sн, por esta forma: en la primera clase de bбrbaros pongo aquellos que pasan la vida en behetrнas, sin pueblos, reyes, ni seсores: йstos son los mбs rudos y salvajes de todos, de los cuales, unos andan por los campos y desiertos б ban¬dadas como brutos, sin reconocer superioridad б ninguno, otros viven en pequeсas comunidades, que constan cada una de solos los hombres de un linaje y familia, los cuales obedecen en lo que quieren al padre de la familia, que suele ser el pariente mayor, у al que entre ellos se aventaja б los demбs en razуn y habilidad.
El segundo grado tiene ya mбs semejanza de repъblica, porque incluye todos los bбrbaros que viven en comunida-des compuestas de diferentes familias, reconocen una ca-beza y cacique б quien dan obediencia, el cual no tiene debajo de su dominio ningъn seсor de vasallos. El tercero grado contiene los indios de mбs orden y razуn polнtica, que son los que se juntan en comunidades у repъblicas grandes, cuyo principado poseen reyes poderosos, que tie-nen por subditos otros caciques y seсores de vasallos.
En lo que difieren conmunmente los indios destas tres clases, allende de lo dicho, es en que muchos de la pri¬mera no tienen casas ni asiento fijo para su morada, sino que hoy estбn aquн y maсana allн, mudбndose de unas par¬tes б otras en busca de su sustento, б guisa de animales que se pasan de unos pastos б otros, por cuanto se mantie¬nen de frutas silvestres y de la caza y pesca, sin cultivar ni sembrar la tierra. Los de la segunda y tercera siembran y cogen sus semillas y legumbres y tienen uso de casas y pueblos, viviendo aquйllos en rancherнas de poco mъnero de casas, divididos de ordinario por sus linajes y parciali-dades, y йstos en pueblos grandes y ordenados con mu¬chas aldeas de corta vecindad al rededor, cada una de su ayllo у linaje. Otrosн se diferencian en que muchas naciones de las dos primeras clases andan del todo desnudas, pero de las de la tercera ninguna. нtem, cuanto mбs se apartan de la primera, tanto mбs tienen de religiуn y superticiones; porque casi todos los indios del primer grado y orden de barbaridad, asн como en serlo se adelantan б los demбs, asн se les quedan atrбs en idolatrнas, porque casi todos ellos no usan de ningъn gйnero de adoraciуn. Los de la segunda clase reconocen y hacen reverencia б algunos dioses falsos, mas con muy pocas ceremonias y ofrendas. Los que mбs dioses adoraban y con mayor orden, culto y celebridad de templos, sacerdotes y sacrificios, eran los de la tercera. Fuera de lo dicho, era muy poca la desigualdad que entre todas las gentes destos tres grados de barbaridad se vнa; porque, si miramos su rudeza, inhumanidad y fiereza, en todas tres clases habнa harto de todo; pues en la mбs noble y polнtica se hallaban naciones de caribes comedores de carne humana y que ofrecнan al Demonio sacrificios de hom¬bres. En lo que mбs excedнan los de la tercera б los de las otras dos era en ser mбs domйsticos y mansos, por estar mбs acostumbrados б obedecer б sus reyes, y en curiosi¬dad y primor en algunos oficios que sabнan, y en que los grandes reyes habнan con el uso de gobernar adquirido mu¬cha experiencia y destreza para la buena administraciуn y conservaciуn de sus reinos, como parece por el gobierno que tenнan los reyes mexicanos y peruanos.
La primera clase de bбrbaros es la mбs extendida y difusa, en que entran los chichimecas de la Nueva Espaсa, los de la Florida, de la California y otras innumerables gentes que hay en aquella parte setentrнonal de la Amйri¬ca. En esta meridional pertenecen б la misma clase todos los indios que habitan las provincias del Estrecho de Maga-llanes, los mбs de Tucumбn y Paraguay, los brasiles, y casi todos los de las costas de la Mar del Norte, con los que co-rren desde allн la tierra adentro por las riberas del gran rнo Maraсуn hasta los confines deste reino del Perъ; y en luen¬go deste reino son innumerables las gentes que habitan las provincias de los Andes y tierras yuncas que le caen al Oriente desdel distrito de los Charcas, corriendo la vuelta del Norte hasta las que confinan con las provincias de Quito y del Nuevo Reino de Granada.
En la segunda clase se comprehenden los valientes chi-lenos, los de Popayбn, algunas naciones de Tucumбn y Pa-raguay. Muchas de las gentes que se han acabado despuйs que los espaсoles entraron en la tierra, pertenecнan tambiйn б este grado, como eran los naturales de la Isla Espaсola y otros cacicazgos de las islas sus comarcanas, los habitado¬res del reino de Tierra Firme, y otras muchas naciones de las costas del Norte.
En el tercero grado y orden ponemos las repъblicas populosas que mбs guardaban de humanidad y razуn, go-bernadas por reyes poderosos; las cuales eran muy pocas en comparaciуn de las innumerables behetrнas y estados y seсorнos cortos que habнa, cuales eran el reino de Bogotб en el Nuevo Reino de Granada; el imperio mexicano, y el de los reyes Incas del Perъ, con algunos otros reinos de menos cuenta y nombre que habнa en la Nueva Espaсa, con los cuales se puede contar el de Tlascala, que era re¬pъblica libre al modo de la Seсorнa de Venecia.
Lo que del principio destas tres clases de bбrbaros y cуmo y cuбndo se vinieron б diferenciar en las cosas suso-dichas se puede averiguar (tomando la carrera de lo mбs lejos que la memoria y tradiciуn dйllos alcanza, que apenas llega б quinientos aсos), es que todas las gentes deste Nuevo Mundo eran muy bбrbaros y salvajes antiguamente, cuales son el dнa de hoy los chichimecas, chunckos, mojos, chirigua-сas, con los demбs que todavнa se estбn en su inсdelidad y pertenecen б la primera clase de bбrbaros; y que de pocos siglos б esta parte comenzaron б levantarse de entre ellos algunos hombres de mбs habilidad y valor que los demбs, y con maсa y violencia de armas ocuparon la libertad de los suyos y de sus vecinos; los cuales, dado que al princi¬pio, como hombres fieros й indуmitos, no hechos б sufrir tal carga, sintieron notablemente el yugo de la sujeciуn y procuraron sacudirlo de sн, al fin, б poder de castigos rigu-rosos que los tiranos ejecutaban en los que les resistнan, vinieron б domesticarse y rendir al mando tan cruel y tirб-nico; y fundados ya estos seсorнos y cacicazgos, los fueron heredando los decendientes de los que los establecieron, los cuales, con el discurso del tiempo, los fueron asegurando mбs y ampiбndolos. Y este fuй el camino por donde de la primera suerte y clase de bбrbaros tuvo principio la se¬gunda, y dйsta vino б salir la tercera, creciendo tanto en potencia y vasallos algunos caciques, que pudieron sojuzgar б sus comarcanos y tener por subditos otros caciques infe¬riores y seсores de vasallos.
He referido tan б la larga cuanto en comъn se puede decir de la naturaleza y costumbres de los indios, movido solamente con deseo de que conste la verdad de lo que eran en su gentilidad, y no para que sus ignorancias y desventuras sean ocasiуn de que los despreciemos y ten-gamos en menos, mбs antes para que, compadeciйndonos de su necesidad, nos esforcemos con caridad cristiana б ayudarlos con tanto mбs celo de ganarlos para Cristo y en-caminarlos б su salvaciуn, cuanto mбs ciegos y sujetos б su tirбnico dominio los tenнa el Demonio y tiene todavнa б los que no han salido de las tinieblas de su infidelidad, y para que los que vieren el copioso fruto que ha obrado la palabra divina en estas gentes, que tan desviadas andaban del camino de la vida, conozcan su admirable virtud y efi¬cacia, y tambiйn se descubra la hacienda tan grande que en su cultura y enseсanza han hecho en pocos aсos los ministros evangйlicos, y б imitaciуn suya se animen los que adelante vinieren, para llevar adelante tan gloriosa empresa.
CAPНTULO XI Del origen destas gentes de la Amйrica.
Б
temeraria osadнa tuviera yo б el que sin mбs proban-
za que estribando en la sutileza de su ingenio y dis-
curso, se arrojara б determinar por cierto lo que del origen
de los indios imaginase; porque es negocio tan oculto y di-
Tono III 8
ficil, que ninguno hasta hoy, de cuantos dйt han escrito, se ha adelantado б mбs que б proponernos su parecer, sin de-mandar le demos mбs fe de la que su probabilidad sacare. Pues temiendo yo incurrir en la misma censura, mef conten¬tarй con sуlo manifestar llanamente lo que de esta cuestiуn tan intricada siento; y con referir las conjeturas y motivos que б ello me inclinan, remitiendo la determinaciуn de la verdad б quien hallare otras razones y fundamentos mбs sу¬lidos con que apoyarla; que, б mi ver, ello serб muy difi¬cultoso averiguarla concluyentcmente, б causa de que, fal¬tando aquн la luz y guнa que en semejantes disputas suelen abrir camino б la razуn, mбs habremos de colegir lo que juzgaremos ser conforme б ella por discreciуn y buen dis¬curso, que de autoridades ajenas y argumentos evidentes; pues ni en escrituras antiguas, asн profanas como sagradas, hallamos rastro de aqueste punto, ni menos entre los mis¬mos indios memoria y tradiciуn de donde procedan; si bien es verdad que los deste reino del Perъ cuentan algunas ficciones fabulosas acerca de su origen, que no hacen al propуsito, de las cuales harй menciуn cuando llegue б escri¬bir sus cosas.
Presupongamos ante todas cosas la verdad catуlica que nos enseсa la Divina Escritura, esto es, que todos los hom-bres del Mundo procedemos de un primer hombre, y que en el Diluvio universal perecieron todos, sin escapar con vida mбs que el patriarca Noй y sus hijos y mujeres, de los cuales se tornу б poblar la Tierra. Deste principio se sigue haber venido los primeros hombres que poblaron las Indias de alguna de las regiones del Mundo Viejo, por donde comenzу la restauraciуn del Universo. El segundo presupuesto sea que no nos habernos de acoger б milagros donde se pueden excusar, pues no investigamos agora lo que Dios pudo hacer para poblar todo el Mundo, sino lo que es mбs conforme al curso de las cosas humanas. Asen¬tados estos fundamentos, que cuantos tratan este argumen¬to suponen como infalibles, resta inquiramos el camino que pudieron traer los primeros pobladores que acб pasaron. El ser este negocio tan escuro y dudoso, ha dado ocasiуn б los que del han escrito б echar cada cual por su vereda. Unos dicen que vinieron los pobladores desta cuarta parte del Mundo por tierra, extendiйndose poco б poco de unas regiones en otras; para lo cual quieren que esta Amйrica por alguna parte se continъe con la Asia; otros, que hicie-ron su camino por mar, у acaso arrojados de tempestad, у en navegaciуn hecha de propуsito; y no faltan escritores que seсalen las naciones y provincias de donde salieron, afirmando unos haberse propagado todos estos indios de una sola naciуn, y que esa fue gente venida de Fenicia y Cartago, la cual, por ser muy diestra en la arte de navegar, pasу de intento en flota б esta tierra, de la cual tuvo antes alguna noticia. Otros, que estos indios decienden de aque-llas diez tribus de los hebreos que (como se dice en Esdras) fueron trasladados б una regiуn muy remota de esotra parte del rнo Eufrates, donde jamбs habнan vivido gentes, y que de allн, por la Tartaria, pasaron б la Amйrica setcntrional, de adonde se fueron extendiendo por las demбs partes de las Indias. Otros, que de los habitadores de aquella isla fa¬bulosa llamada en Platуn Atlбntica. Otros son de parecer que los naturales de este Nuevo Mundo son descendientes de los espaсoles, porque dйllos dicen fueron .pobladas las islas de Canaria, y que dйllas pasaron acб. Tambiйn sien¬ten otros que poblaron esta tierra los romanos al tiempo que mбs pujante y dilatado estaba su imperio. Б otros pa¬rece que deciendpn los indios de los tбrtaros y chinos; y б otros, finalmente, que no vienen de sola una naciуn, sino de todas las referidas, ni vinieron por sola una, sino por muchas y diversas vнas, parte por tierra y parte por mar, unos acaso, y otros de propуsito.
En conclusiуn, de la incertidumbre y obscuridad del tiempo se ha tomado cada uno la licencia que ha querido, para seguir las conjeturas que su pensamiento ha rastrea-do; y como todas ellas no tengan otra firmeza que la que intentan darle los que sobre ellas fabrican sus discursos, es tan dйbil el apoyo y estabilidad de las opiniones que en ellas van fundadas, que no han menester ser opugnadas de otras mбs poderosas, para desfallecer y caerse. Pero, como es cosa muy fбcil deshacer lo que juzgo ser falso del prin-cipio y origen de los indios, asн tengo por negocio muy ar-duo y dificultoso dar con el blanco de la verdad. Y cierta-mente, si el proceso y orden desta historia no me obligara б decir lo que siento desta cuestiуn, y la descripciуn que atrбs queda hecha de la condiciуn y calidades de la tierra y de sus habitadores no me prometiera alguna luz y rastro de atinar con lo mбs verisнmil, de bonнsima gana me abs¬tuviera de tratarla y manifestar mi sentimiento, pues no se me esconde que por mбs que trabaje en apoyarlo y esta-blecerlo, al fin ha de quedar expuesto al contraste de las otras opiniones que pretendo rechazar.
Empezando, pues, б desenvolver esta dificultad, digo lo primero, que con lo que dejo probado en el capнtulo IX deste libro, conviene б saber, que todas estas gentes de-cienden de un linaje, queda deshecha la opiniуn que lleva* ba proceder de muchas naciones del Viejo Mundo. Ni obsta alegar en contrario la dificultad, que б prima faz se ofrece, de haberse poblado tantas y tan extendidas tierras de un solo linaje de hombres, pues de no mбs de uno solo se ha venido б henchir todo el Mundo de las innumerables gen¬tes que hoy lo habitan; y muy bien, y sin dificultad alguna, pudieron los primeros que pusieron sus pies en esta tierra, por muy pocos que fuesen en nъmero, irse ellos y sus des-cendientes derramando y ocupбndola toda con el discurso del tiempo; que si nuestros espaсoles en poco mбs de cien¬to y cincuenta aсos que ha que la descubrieron, con hallarla tan llena de gentes fieras y belicosas, que les hicieron y todavнa hacen en algunas partes porfiada resistencia, la han penetrado toda y ocupado gran parte dйlla, en que tienen ya fundadas tantas ciudades y provincias, їquй hay que maravillarnos que hallбndola vacнa y yerma los primeros pobladores, sin que hubiese quien les resistiese y atajase el paso, la ocupasen en algunos siglos? Que no debieron de ser tan pocos que no haya habido tiempo suficiente, no sуlo para que se llenase de los primeros poseedores, sino para que, multiplicбndose algunas naciones excesivamente y no cabiendo por su multitud en los lнmites de su patria, moviesen guerra б sus comarcanas, y consumiйndolas con el rigor dйlla y de su bбrbara crueldad, les ocupasen y po¬blasen sus provincias. De lo cual tenemos ejemplos no muy antiguos en los indios chiriguanos, que siendo, como son, valientes y guerreros, casi al mismo tiempo, у pocos aсos antes que los espaсoles entrasen en este reino del Perъ, sa¬lieron ellos en cuadrillas de su patria, el Paraguay, y co¬rriendo mбs de cuatrocientas leguas por las provincias que hay en medio, haciendo gran destrozo en los naturales de¬ltas, llegaron б las tierras que al presente poseen confinan¬tes con la provincia de los Charcas, las cuales quitaron б sus moradores, y usurpбndolas para sн, las tienen agora bien pobladas de los de su naciуn; y en los indios brasiles, que aportaron б la provincia de Chachapoyas en tiempo del presidente Pedro de la Gasea, los cuales habнan cami¬nado desde su tierra hasta el fin de su peregrinaciуn mбs de mil leguas. Pues pregunto yo ahora, si en tan pocos aсos, obra de diez у doce mil chiriguanos han corrido y ocupado tan extendidas provincias, peleando y destruyendo б sus habitadores, y las han llenado de colonias suyas, y aъn se hubieran extendido y seсoreado de mбs tierras, si los espaсoles no se lo hubieran estorbado, reprimiendo su orgullo, їcuan apriesa se irнan aumentando y dilatando los primeros pobladores, mayormente por la brutal incontinen¬cia destas gentes bбrbaras, que en su gentilidad se multi¬plicaban poco menos apriesa que la especie de ganado mas fecundo? De donde concluyo este primer punto, el cual pongo por fundamento para la resoluciуn desta cuestiуn, haber sido una sola naciуn de hombres la que pasу б po¬blar estas Indias, de quien descienden las innumerables que la poseen el dнa de hoy; las cuales ha sido muy fбcil haber¬se propagado de aquйlla, por los muchos siglos que han pasado de por medio. Que si bien no hay prueba clara del tiempo en que acб vinieron hombres, todavнa la antigьedad de edificios arruinados que hallamos, y lo que arriba queda dicho de la divisiуn en tres clases de gentes bбrbaras y su infinidad de lenguas, todo es argumento de haber comen-zado la poblaciуn de este Nuevo Mundo no muchos siglos despuйs de haber pasado el universal Diluvio.
Sea el segunde presupuesto, que los hombres que po-blaron esta tierra eran ya, cuando б ella vinieron, gente ignorante, ruda y salvaje, sin letras, ciencia, ni rastro de policнa; lo cual me persuado vista y considerada la natu-raleza y propiedades de la tierra y condiciуn de sus mora-dores, tan diversos en todo de las gentes de Europa y sus vecinas; es bien verdad, que puesto caso que hubieran los primeros habitadores venido de alguna naciуn republicana y de letras, pudieran sus decendientes con el largo tiempo y falta de comercio con otras gentes haber degenerado del ser y lustre de sus progenitores y venido б la inculta bar¬baridad en que los hallamos; mas, no da lugar б pensar esto la extraсeza y discrepancia tan rara que de sus calidades y costumbres queda explicada; porque, si hubiera pasado asн, algunos rastros quedaran por indicios del mбs valor y ex¬celencia de sus antepasados, y lo que hallamos cuanto mбs de atrбs inquirimos й investigamos sus principios, es mayor rudeza y salvajez. Pero porque adelante he de seguir mбs б la larga este argumento, no me quiero detener ahora en йl. Con este segundo presupuesto se rechaza la opiniуn de los que tienen decender estos indios de la naciуn de loa judнos y de otra cualquiera de las de Europa; y consiguien-temente se concluye que no vinieron sus progenitores en navegaciуn larga por el Ocйano hecha de proposito, asн por lo que queda dicho, como porque jamбs se tuvo allб noticia destas Indias, como adelante probaremos.
CAPНTULO XII En que se prosigue їo mismo.
ONFORME б los fundamentos que dejamos echados
\^ en el capнtulo pasado, pasaremos adelante con nues¬tra pesquisa, inquiriendo de quй parte del Mundo Viejo pa-saron б este Nuevo los primeros hombres que lo poblaron, jrde quй modo pudieron hacer tan largo viaje. Para cuya averiguaciуn, si bien es verdad que no tenemos camino abierto ni aun huella y rastro conocido que podamos segu-ramente llevar, el por donde voy guiando mi discurso ima-gino es el mбs cierto y seguro, como lo mostrarбn las con-jeturas que me mueven б echar por йl. En primer lugar, demos vuelta con el бnimo б toda esta cuarta parte del Mundo que llamamos Amйrica, rodeбndola por sus costas y orillas, y vamos de camino advirtiendo y notando, como desde atalaya, quй tierra del Mundo Viejo es la que le cae mбs vecina, y hallada, pongamos luego los ojos en sus mo-radores y miremos si ellos y estos indios se imitan en inge-nio y propiedades. En consecuencia de lo cual se nos ofrece luego la duda que no han acabado de aclarar los cosmу-grafos y geуgrafos, conviene б saber, si por la parte seten-trional se continъa esta tierra con alguna regiуn de la Asia de las que mбs se allegan al Norte.
Y verdaderamente que la razуn de dudar es muy gran-de, tomada de la relaciуn que han traнdo los que sуlo por explorar los tйrminos y lнmites desta tierra, han navegado sus costas setentrнonales por ambos mares del Norte y del Sur; los cuales, aunque siguiendo y costeando su orilla, se han puesto lo mбs cerca del Polo que han podido, subien¬do mбs de sesenta grados de la Equinocial, de la cual al¬tura no les ha dejado pasar el excesivo frнo que sienten en aquel paraje por los meses de Junio y Julio, ni han des¬cubierto el cabo de la tierra, ni se han acabado de resolver en si corre у no hasta juntarse con la Asia; y asн han de¬jado en piй la duda. Y puesto caso que haya estrecho de mar entre Asia y la Amйrica, como lo ponen los cosmу¬grafos en sus tablas y lo nombran de Aniбn, no debe de ser muy ancho, por lo mucho que se avecinan al Setentrion los tйrminos desta tierra. De donde consta que por aquella parte se acerca mбs al Mundo Viejo que por otra ninguna.
Esto es hablando en la opiniуn comъn que hasta aquн ha seguido el torrente de los geуgrafos; mas, en la mнa ha cesado ya esta duda, supuesto lo que dejo dicho en el ca-pнtulo XIV del libro I de la Primera parte, y es, que tengo por mбs probable que se continъa esta tierra con la parte mбs setentrional de la Asia; y conforme б esta opiniуn, siento que de aquella ъltima regiуn de Asia en que cae la China, la Tartaria y el Archipiйlago de San Lбzaro, en que se incluyen las Islas Filipinas, pasaron* б esta tierra sus primeros pobladores. Y hace mucho en confirmaciуn dйsto, hallarse tambiйn por esta vнa el segundo indicio que investigбbamos de “la similitud destos indios con las gentes que habitan aquellas costas de la Asia, la cual no se puede negar sino que es muy grande, no sуlo en el color y ser naturalmente aquellos hombres de la China y de las islas sus adyacentes naturalmente lampiсos como estos indios, sino tambiйn en el ingenio, inclinaciуn y costumbres; por-que, asн estas gentes de la Amйrica como aquellas de la China y Filipinas son pusilбnimes, inconstantes y fбciles; y de las mismas calidades deben de participar por la vecin-dad los tбrtaros finнtimos de la China. Allйgase б lo dicho, que me certificу el que me dio la primera noticia de con-tinuarse la Amйrica con la Asia, que los tбrtaros confinan, tes con la China usan del mismo gйnero de libros que te-nнan los mexicanos, en que por figuras contaban sus his-torias.
Y lo que no poco hace en apoyo de lo que vamos di-ciendo, es el ver la semejanza grande que tienen con estos indios de la Amйrica todas las naciones de gentes que se han descubierto navegando desde esta tierra hacia el Po-niente y Setentriуn, asн enmarados como costa б costa; porque los que han hecho esta navegaciуn desde el Perъ б las Islas de Salomуn enmarados, han ido topando por todo el camino muchas islas bien pobladas de indios hasta las Islas de Salomуn, y desde allн hasta las Filipinas y costa de la Asia. Y de la misma manera, los que han ido б des¬cubrir el fin desta tierra costa б costa, asн por la mar del Sur como por la del Norte, cuantas gentes hallaron en to¬das las partes б donde arribaban б reconocer la tierra, son en todo muy parecidas б estos nuestros indios de la Amйrica.
El modo como hicieron este camino aquellos primeros que lo anduvieron, podrнa causar dificultad; pero yo, cierto, no la hallo, considerando que no era necesario fuesen unos mismos hombres los que partieron de Asia y trujeron este viaje tan largo hasta lo ъltimo destas tierras, sino que debiу de suceder en esto lo mismo que en la poblaciуn de las otras partes del Mundo, y es, que como se iban propagan¬do y multiplicando los hombres, se iban extendiendo y di¬vidiendo por sus familias y parcialidades y ocupando las provincias cercanas б su naturaleza que hallaban yermas. Asн pues, los primeros que salieron de Asia ocuparнan la primera tierra desta Amйrica, que por aquella parte les caнa mбs cercana, y б la proporciуn que se iban multiplicando, irнan extendiйndose y ocupando nuevas tierras, sin hacer trбnsito largo de unas б otras, mas que por huir la estre-
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chura de las muy pobladas, procurarнan sуlo extenderse por las que hallaban vacнas y aparejadas para poderse mante¬ner en ellas. Y en hinchбndose aquйllas de mбs gentes que cуmodamente pudiesen mantener, se irнan alargando por las contйrminas б ellas las familias que, como enjambres, se iban procreando, sin emprender jornadas largas para divi¬dirse los unos de los otros, supuesto que todo el camino que habernos descubierto por esta derrota es continuado. Y asн, sucediйndose unos б otros en continuar este viaje por esta forma, que habiйndolo comenzado los primeros y llevбndolo adelante sus descendientes, al cabo de algunas generaciones lo acabarнan los postreros.
Ocupando, pues, todas las provincias desta gran tierra firme (en que no dejarнan de pasar algunos centenares de aсos), y no cabiendo ya en ella por su gran muchedumbre de moradores, pasarнan б las islas mбs cercanas del gran archipiйlago de la Amйrica, que por correr tan juntas y es: labonadas desde la costa desta Amйrica austral б la seten-trional, no hallarнan dificultad que les impidiese el pasaje б todas ellas, hasta venir б parar y poner fin y tйrmino al largo curso de la peregrinaciуn comenzada por sus proge-nitores en las islas ъltimas y mбs orientales del dicho ar-chipiйlago. Y verdaderamente, que si el ancho golfo del Mar Ocйano, que atravesado entre la costa oriental desta Amйrica y la occidental de Бfrica, no dividiera estas dos partes del Mundo, llevaban talle estos indios de llegar б comunicarse con los africanos, si hallaran como hasta aquн paso continuado por tierra, у sin que la perdieran de vista.
De haber sido este el viaje y discurso de los pobladores de estas Indias y de los que poblaron las demбs regiones del Mundo, y no con navegaciones largas hechas de inten¬to, es para mн muy fuerte argumento el haberse hallado en nuestros tiempos muchas islas despobladas y yermas, no por otra razуn que por estar apartadas de tierra firme, de las cuales nunca se habнa tenido noticia, como son las islas de Cabo Verde, la Isla de la Madera, la de San Juan, y las Islas Terceras у de los Azores, que los portugueses han descubierto y poblado; las cuales, si hubieran sido halladas de los antiguos, no dudo sino que las hubieran poblado como lo han hecho los portugueses; y en esta Mar del Sur, todas las islas que estбn vecinas y б vista de la tierra сrme hallaron los castellanos bien pobladas de indios y despo-bladas y yermas las que estбn muy desviadas, como son las Islas de Juan Fernбndez en la costa de Chile, por dis¬tar dйlla sesenta leguas; y las Islas de los Galбpagos, en¬frente de la provincia del Guayaquil, como cien leguas la mar adentro.
CAPНTULO XIII
Cуmo hayan pasado б esta tierra los animales y aves que hallamos en ella.
NORQUE hallamos estas Indias bien pobladas, no sуlo
de hombres sino tambiйn de muchos y varios anima-les, parte de diferentes, y parte de las propias especies que hay en el otro Orbe, particularmente en Espaсa, no se con-tentan los curiosos con que seсalemos el camino que truje-ron los primeros hombres que las poblaron, sino que tam-biйn quieren abramos paso б las aves y animales, presupo-niendo ser cuestiуn йsta у dependiente у anexa б la pasa¬da; y aunque, б mi juicio, no tiene alguna conexiуn la una con la otra, todavнa, por satisfacer б los que no acaban de entender si esta tierra estuviera discontinuada de las tres primeras partes del Mundo Europa, Asia y Бfrica, cуmo hubieran podido pasar acб animales de tierra y aire, y aun hombres. Si bien no faltan otros que, admitiendo y confe-sando la discontinuaciуn, se fatigan no menos en buscar el camino de las сeras y pбjaros, que el que trujeron los primeros pobladores. Ora hayan traнdo uno mismo los unos y los otros, ora distinto, ella es disputa no tan propia y singular de los de esta tierra, cuanto comъn y general de todos los animales monteses y aves que se crнan en partes remotas й islas apartadas de tierra firme.
Dejando, pues, aparte las opiniones varias que sobre ella hallo, dirй con brevedad lo que juzgo por mбs proba-ble, fundбndolo en argumentos muy conformes б razуn y al contexto y sentido de las Divinas Letras. Y sea el pri¬mero, haber criado Dios al principio del Mundo los anima¬les, nу en sola una parte, sino en diversas, cada linaje en el lugar y clima que para su conservaciуn y aumento era mбs acomodado, y persuбdome haber pasado esto asн (to-mando el negocio mбs de raнz), porque la producciуn de las plantas parece no haber duda sino que fuй desta manera: que en el mismo dнa que vistiу dйllas la Tierra el Criador, todas sus partes y regiones aparecieron adornadas desta nueva y alegre librea; lo uno porque mandбndole Dios que brotase yerbas y бrboles, no consta haber limitado este concepto б una sola regiуn, provincia у comarca, antes se colige de las palabras con que lo refiere Moisйs, que lo inti¬mу generalmente б toda la redondez de la tierra, y lo otro, porque la experiencia no da lugar б que creamos otra cosa, pues en diferentes partes del Universo hallamos notable di¬versidad de plantas de tan distintas y contrarias propieda¬des, que no es posible poder nacer y frutificar sino en dis¬tintos y contrarios temples, cada gйnero en aquel que con¬forma y dice con su naturaleza.
Deste principio y fundamento, en que no pienso hay contradicciуn, demos un paso adelante y subamos otro es-calуn, inquiriendo si se guardу el mismo tenor en la gene-raciуn milagrosa de las criaturas que salieron б luz el quin-to dнa; y б la verdad, yo no hallo argumento ni rastro de ha¬ber pasadode otra suerte; porque, contбndonosla el Sagrado
Texto, no muda estilo ni forma de palabras de las con que nos dice la creaciуn de las plantas. De donde infiero, asн por esto como por la razуn dicha y comъn б estos gйneros de criaturas de las calidades diversas de los peces y aves, que no menos piden diferentes temperamentos y climas para su conservaciуn que las plantas; y por la experiencia que nos descubre diversas especies de las unas y otras cria-turas en distintas regiones, temples y mares, especialmente en lagos muy capaces y anchurosos, que por ningъn cabo se comunican con la mar, que proporcionadamente hinchу Dios de aves y peces al quinto dнa todas las partes y cli¬mas del Agua y Tierra, como habнa poblado йsta de plantas en el tercero.
Agora vengamos б nuestro intento, el cual, por conse-cuencia clara imagino se infiere de las dos premisas que habernos puesto, por concurrir aquн las mismas razones que en ellas: la uniformidad de palabras con que la Sagra¬da Escritura cuenta la producciуn de los animales que dio б la tierra el sexto dнa, y las de las plantas, peces y aves de que le habнa poblado el tercero y el quinto. Pues la varie¬dad de cualidades de que dotу distintos gйneros de anima¬les terrestres, no es menos maravillosa y ampia que la que puso en las plantas y animales del Agua y Aire. Por lo cual, asн como para que йstos se propagasen y perpetuasen en el Mundo, los constituyу Dios en los sitios y temples que la condiciуn de cada especie demandaba, para que en ellos como en su naturaleza y propia patria mejor se arraigasen y conservasen, la misma providencia hemos de confesar que guardarнa con aquйllos. Allйgase б esto la experiencia patente, que nos muestra en distintas partes de la Tierra igual diversidad de animales que de plantas, peces y aves.
Ultra de lo dicho, tiene esta opiniуn de su parte la au-toridad de los doctores que la defienden, como son el pa¬dre Benito de Pereyra (Coment. in Gen., lib. I) y otros ex¬positores del Gйnesis; y la hace muy probable aquello que se refiere en el capнtulo segundo del mismo Gйnesis, que, acabada la creaciуn de todos los animales, se los trujo Dios al Paraнso б Adбn, para que pusiese б cada especie el nombre que habнa de tener, lo cual pasу el mismo dнa que habнan sido criados los animales terrestres y el mismo Adбn. Y declarando los sagrados expositores la manera cуmo fue-ron traнdos б donde estaba Adбn, convienen los mбs en que se efectuу esto milagrosamente por ministerio de Бngeles; presuponiendo que ya estaban divididos por todo el бmbito del Universo; y si pasу de este modo, como yo tengo por mбs verosнmil, claro estб que si hubieran sido criados juntos en una parte y no en todas las de la Tierra, no pudieron ellos por sн haberse derramado y extendido por toda ella en tan pocas horas; ni fuera menester que interviniera mi¬lagro para que fuesen presentados б la presencia de Adбn.
Por donde concluyo, que no sуlo las plantas, sino tam-biйn los animales, asн de la Tierra como del Agua y del Aire, produjo Dios en diversas partes del Mundo, poniendo cada gйnero en el clima y temperamento que mбs conve-niente y connatural le era para su conservaciуn. De forma que no dio б cada regiуn todas las especies de vivientes de que su temple y constelaciуn era capaz, sino б cada es¬pecie el clima que mбs simbolizaba y decнa con su natura¬leza y propiedades, repartiendo sus riquezas por tal orden, que ningъn rincуn de todo el Orbe, por apartado que estu¬viese, dejase de participar dйllas; y si no comunicу б cada regiуn todas aquellas que por su calidad y tempero podнa producir y conservar, no lo dejу de hacer de escaso y menos liberal, sino porque quiso con soberano consejo dejar come¬tido esto al cuidado de los hombres, principalmente para que la necesidad con que unas tierras quedaban de suplir sus menguas con las sobras de otras, les obligase б ellos б comunicarse con hermanable confederaciуn, siquiera por el interйs que se les habнa de seguir del comercio y permuta¬ciуn de los bienes de que abundasen unos y careciesen otros.
Acabado habrнamos con la dificultad, sн no nos obligara б pasar adelante la ruina y destrozo que lьzo en el Mundo el Diluvio universal, por salvar del б los animales, confe¬sando juntamente lo que sabemos por la Divina Escritura, esto es, que todos los de la Tierra y Aire perecieron, ex¬cepto los que fueron reservados en el arca de Noй, de que se han propagado todos los que ahora habitan los dichos elementos: en consecuencia de lo cual nos hallamos obli¬gados б abrirles camino desde aquel lugar en que varу el arca y Noй desembarcу sus animales, hasta estas regiones tan apartadas del, que es en lo que consiste todo el punto desta dificultad. Mas, antes de embarazarnos en soltarla, tengo por necesario averiguar el modo cуmo Xoc recogiу y juntу los mismos animales para salvarlos en su bajel de las aguas del Diluvio; y por ahorrar de referir varias opi¬niones, bбstenos saber lo que llevan los mбs de los sagra¬dos doctores y expositores de las Divinas Letras, y es, que fueron recogidos y encerrados en el arca por ministerio de Angeles.
Admitida, pues, esta opiniуn como verdadera y cierta, no hallo ya salida mejor, mбs fбcil y conforme б buena razуn б la dificultad propuesta, que decir y afirmar que la misma providencia del Criador que trazу por aquella vнa salvar las especies de todos los animales perfectos, como en nada de lo necesario falte б sus efectos, tuvo tambiйn cuidado, en acabando de pasar el Diluvio, de mandar б los mismos Бngeles los volviesen б las tierras y lugares de donde los habнan traнdo; en la cual soluciуn no juzgo se me debe imputar que, por evadirme y zafarme de las an-gosturas en que se ven los que echan por otros caminos, me acojo б milagros; porque, no siento haber intervenido en esto nuevo milagro, ni que fuй mбs de continuarse el primero, que casi todos ponen; y si esta soluciуn no agra-dara, no sй yo quй otra se pueda dar sin admitirse en ella у especial y milagroso concurso y disposiciуn del Seсor, у muy grandes inconvenientes y absurdos; y siendo esto asн, no faltan dotores de cuenta que, por no admitir lo pri¬mero, aunque no sea mбs que la continuaciуn de aquel pri¬mer milagro, se meten y enredan en un laberinto tan intrin¬cado y ciego de nuevas tinieblas y dificultades, que por mбs que se desvelan y fatigan en atinar б salir del, al cabo se ven forzados б conceder efectos que van muy fuera del estilo y curso que comunmente llevan las cosas, y que mo-ralmente no se pueden salvar sin especial auxilio divino.
CAPНTULO XIV En que se prosigue la misma materia.
N prueba de mi opiniуn, trairй no mбs de un ejemplo
“J en caso semejante, y apuntarй algunos de los inconve-nientes y absurdos que forzosamente han de admitir los que echaren por cualquiera otro camino. El ejemplo es el milagro que usу Dios con Adбn en hacer trajesen los Бn-geles б su presencia todos los animales б quien puso nom-bres. Acerca del cual deseo yo saber si puestos aquellos animales en el Paraнso, los dejaron allн los Бngeles para que por su piй se volvieran ellos б sus patrias, у si fueron vueltos б ellas por los mismos Бngeles. Lo primero no parece verisнmil, pues aun haber habido animales en el Pa¬raнso lo niegan no pocos de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia (no obstante que los mбs llevan lo contrario); y asн, por mбs conforme б razуn, siento que para el cumpli¬miento de aquella obra milagrosa, ordenу Dios б los mis¬mos Бngeles los tornasen б poner en los mismos lugares de donde eran naturales, por haber sido criados en ellos. De donde podemos sacar, que, habiendo pasado este mila¬gro del modo dicho, no es difнcil de creer haber sucedido esotro de la misma manera, por hallarse en ambos unas mismas razones de conveniencia.
Los que no abrazaren esta opiniуn, consiguientemente
habrбn de decir que desembarcaron juntos en un lugar to-
dos los animales, y que desde allн cada casta y linaje tirу
por su parte; los cuales, como se fueron multiplicando, su-
cesivamente se fueron extendiendo y dilatando hasta los
ъltimos tйrminos de la Tierra, por la misma forma que la
poblaron los hombres. Refutando este discurso, digo, que
para haberlo de salvar y llevar al cabo, primeramente han
de admitir sus autores un absurdo incomportable y que,
regularmente hablando, podemos dalle nombre de imposi-
ble; como es, que aquel lugar y clima que primero ocu-
paron en tomando tierra, fuese б propуsito y conforme б
las varнas propiedades y naturalezas de todos los animales,
siendo tan en contrario de lo que nos enseсa la experien-
cia; pues hasta hoy se ha hallado tierra alguna de temple
proporcionado y conveniente б toda suerte de animales,
por nacer unos sуlo en climas calientes y morirse en pasбn-
dolos б frнos y templados; otros en pбramos muy helados;
en tierras templadas otros, y б este tono cada especie en
su temperamento; y si por dalles, en teniendo ser y vida,
sitios y moradas conforme б lo que pedнa la naturaleza de
cada gйnero, no los criу el Hacedor en una sola parte de
la Tierra, como queda probado, sino en diferentes, cada
linaje en la que su natural requerнa para su conservaciуn,
excusada y en vano hubiera sido aquella providencia del
que los formу, si producidos en un solo lugar pudieran na-
turalmente conservarse y multiplicarse en йl й irse desde
allн extendiendo por el Mundo, como han de confesar, aun-
que no quieran, los que llevan este parecer; si no es que
recurran al particular cuidado que pudo tener Dios de con-
servarlos fuera de su naturaleza. Lo cual, їquй otra cosa
fuera que, por huir de conceder la continuaciуn de aquel
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primer milagro que yo admito, venir б poner otros de nue-vo? Aquн vamos debajo deste presupuesto: que el curso de las cosas naturales es en todas edades uno mismo й invariable; porque la Naturaleza (como es principio en Filo¬sofнa) siempre va ordenada б un mismo fin; y conforme б esto principio habernos de confesar, que si naturalmente no se pueden ahora criar y conservar todas las especies de animales en una misma constelaciуn y temple, que fuй lo propio en todos tiempos, y que jamбs estuvieron natu¬ralmente juntos en un lugar y territorio.
El segundo inconveniente que han de admitir los que van por este camino, es contra el natural de los mismos animales; porque, їquiйn se persuadirб que sуlo llevados de su inclinaciуn habнan de hacer tan largo viaje, pasar tantas y tan extendidas regiones, tan grande diversidad de tem¬ples, muchos dellos contrarios б su complexiуn, innumera¬bles rнos caudalosos, y en no pocas partes ciйnegas, esteros y cerrados й impenetrables bosques y selvas? Y si llevados de su natural anduvieron tantas tierras hasta llegar б las en que hicieron alto, avecindбndose en ellas, їcуmo, no ha¬biendo mudado de condiciуn, se han cansado tantos siglos ha y no son tan andariegos ahora como antes, sino que, contentos los de cada gйnero con la provincia y comarca en que nacen y se crнan, no traspasan los lнmites dйlla y entran y discurren por otras? Con innumerables instancias, ejemplos y experiencias podнamos confirmar este argumen¬to, que es no menos antiguo que los mismos animales; del cual se admira sobre manera Plinio (Nat. Hist., lib, VIH, cap. LVIII), confesando con su admiraciуn no alcanzar el secreto deste misterio. No quiero hacer menciуn de las Vi¬cuсas, especie de animales propios deste reino del Perъ, los cuales jamбs decienden de las sierras altas y pбramos frнgidнsimos б donde se crнan; callo los animales de tierras yuncas, como los monos y otros, que nunca los vemos sa¬lir de sus montaсas calientes y pasar al temple frнo de la
Sierra; dejo los que son naturales de la Nueva Espaсa, co-mo son los Coyotes, Lobos, Vacas de Cнbola, y otros, que con ser aquella tierra continuada con la de este reino, no han pasado acб animales de aquellos gйneros; como ni des¬ta tierra han ido allб las Vicuсas, Guanacos, y otros de que carece aquella regiуn; lo cual tambiйn experimentamos en muchos linajes de aves, y baste por ejemplo los Cuervos, que con estar llena dellos la Amйrica Setentrional, nunca pasan б esta Austral ni se ven en todo el Perъ; y aunque llegan hasta la provincia de Nicaragua, no traspasan los tйrminos dйlla; como ni tampoco los Avestruces y Cуndo¬res del Perъ pasan б la Nueva Espaсa.
Pues quй si hubiйramos de hablar de los animales, asн de tierra como del aire, raros y singulares, que crнan estas Indias, los cuales jamбs fueron vistos antes en otras regio-nes del Mundo ni los historiadores antiguos de Europa ha-cen menciуn dйllos, por no haberlos conocido ni de vista ni de oнdas? Si al paso que se iban multiplicando iban ex-tendiйndose poco б poco hasta llegar acб, їcуmo no queda-ron otros de sus castas en las tierras de donde vinieron y por donde pasaron? Y їcуmo pudieron venir estos que acб se crнan? їPor quй no hicieron el mismo camino algunos de los otros gйneros de que carecнa esta tierra? Mayormente habiendo en sus extendidas regiones temples acomodados para cuantas especies de fieras, ganados y aves crнan todas las otras del Universo, como se ha probado por experien¬cia despuйs que nuestros espaсoles trajeron de todos los ganados y animales mansos de Espaсa. їQuiйn repartiу y seсalу los linajes de fieras, bestias y aves que habнan de pasar б estas Indias, prohibiendo б los demбs el venir б ellas? No sй quй soluciуn puedan dar б las muchas dificul¬tades que por esta vнa se ofrecen, si no es que respondan que con impulso interior fueron movidos unos animales б hacer este viaje y otros nу, que fuera venir б dar en el lazo que pretenden salvar de no conceder haberse obrado milagrosamente el pasaje de los animales б este Nuevo Mundo.
El tercero inconveniente no tiene menor dificultad que los referidos en los animales que hallamos en islas muy enmaradas; porque, у han de decir que pasaron la mar б nado, у que fueron llevados en naves por industria hu-mana. Lo primero no lleva camino, porque, si pudiendo б su salvo y б piй enjuto, no acostumbran pasar de unas regiones б otras, como queda visto, menos se arrojarнan б las ondas del mar con riesgo de ahogarse; cuanto mбs que se pueden repetir aquн todas las dudas arriba propuestas; conviene б saber: їpor quй unos se atrevieron б emprender este viaje y otros no? Y finalmente, їpor quй no se inclinan los de agora б atravesar nadando la mar siendo de la mis-ma naturaleza y condiciуn que aquellos primeros progeni-tores suyos que la pasaron? Quizб les agrada б los aserto-res de la sentencia contraria responder lo segundo. Mas, їquiйn no echa de ver cuan ridнculo fuera, y aun hecho digno de tenerse б locura, ocuparse hombres en embarcar y llevar consigo fieras, que no sуlo no les habнan de ser de provecho, sino de mucho perjuicio, dejando do cargar de los ganados y animales mansos y provechosos, como lo han hecho los espaсoles en este Nuevo Mundo?
Antes, uno de los mayores indicios que yo hallo en mi favor, es ver que los animales que hallamos en estas Indias y Orbe Nuevo de las mismas castas de los del otro, son silvestres y muchos fieros y daсosos; y los domйsticos y mansos que tenнan los indios, son singulares y propios des¬ta tierra, no conocidos antes en Europa ni en las otras partes del Mundo Viejo. Dejando, pues, otras muchas ra-zones, que en confirmaciуn de mi intento se me ofrecнan, por evitar prolijidad, concluyo esta cuestiуn con lo que apuntй al principio dйlla; que no tiene que ver esta contro-versia y disputa con la que dejamos tratada del camino que trujeron los primeros hombres que ocuparon esta tie¬rra, por haber sido traнdos б ella los animales de la forma que aquн queda probado.
CAPНTULO XV
En que se refiere la opiniуn de los que ponen en es-tas Indias occidentales la regiуn llamada en las Divinas letras Ophir> б donde navegaban las flotas de Salomуn.
P
OR fin de este libro hemos de averiguar, si en los tiem¬pos pasados tuvieron alguna comunicaciуn y comercio las gentes de Europa у las de su contorno de Asia y Бfrica con las de este Nuevo Mundo; у si por escrituras europeas conste siquiera que los de allб tuviesen noticias desta cuar-ta parte del Universo llamada Amйrica, que en nuestro siglo han descubierto y poblado nuestros espaсoles. Y por-que algunos escritores modernos han puesto en disputa y opinado que aquella regiуn llamada Ophir, tan celebrada por su riqueza de las Letras sagradas, б donde navegaban las flotas del rey Salomуn y volvнan cargadas de oro y otras riquezas, era este reino del Perъ, у alguna otra de las mбs ricas y afamadas provincias de la Amйrica, iremos exami-nando en este capнtulo y en los que restan deste libro la probabilidad desta opiniуn, y de la resoluciуn dйlla se po-drб colegir la de la propuesta en general.
El primero que concibiу y echу por la boca este pare¬cer, y con publicarlo en escrito despertу y moviу б otros б que б su imitaciуn lo abrazasen y defendiesen, haciendo todo esfuerzo en introducirlo en crйdito de opiniуn, fuй Francisco Vatablo, el cual, en los Escholios que escribiу sobre los caps. IX y XXII del tercero libro de los Re¬yes (i), afirma que la regiуn de Ophir es la isla Espaсola, primera colonia fundada por los espaсoles en estas Indias; aunque, por comprehender toda la Amйrica, sobre el capн¬tulo III del segundo libro del Paralipotnenon (2) hace Ophir б sus dos partes austral y setentrional. Tras Vatablo se han ido muchos hombres doctos, intentando promover y apo¬yar esta opiniуn, como son, Guillermo Portillo; Goropio, en las Cosas de Espaсa (3); Arias Montano en su Aparato б la Biblia, y en el libro que intitulу Phalec (4). El primero lleva que Ophir es el Perъ, y los otros dos que toda la Amйrica. Б йstos siguen Genebrardo (5), Marino Brixia-no (6) en su Arca, en la voz Ophira et Parvaijm, Bocio Eugubino (7), David de Pomisi (8), y los Padres Manuel de Sб, sobre el cap. IX del III de los Reyes, aunque se inclina б la India oriental del dominio lusitano; Pedro Posevino, lib. III, Bibliot. c. V, y fray Rodrigo de Yepes en la Histo¬ria del niсo inocente crucificado; todos los cuales y algunos otros cita el Padre Juan de Pineda (De Reb. Salom. Reg.9 lib. IV, cap. XVI) (9), б quien no desagrada del todo esta opiniуn.
Los fundamentos y conjeturas con que la procuran es-tablecer son йstos: el primero, la autoridad del Almirante D. Cristуbal Colуn, descubridor deste Nuevo Mundo, de quien cuenta Pedro Mбrtir, lib. I suce Occean. decadis, que solнa decir que habнa descubierto la tierra Ophir; el segun-do es la afinidad y parentesco destos nombres Ophir y
(1) Franciscus Vatablus.—Regum, 3: 9, 28 et 3: 22, 63.
(2) Vera. 7, anot. 16.
(3) Goropius.—Hispanicis.
(4) Phateg.
(5) Chronologia; anuo mondi 1820, 3150, 5572.
(6) Marcus Mari сus Brixianus.—Arca Noe.
(7) De Signis EccUs.; lib. XX, cap. III.
(8) Im voce Ophir.
(9) § III. Qtti Ophir constitmant in Indijs Occidentalibus, ut sit
Piruama regia.
Perъ; los cuales suelen explicar de dos maneras; porque unos afirman que esta provincia del Perъ, y aun toda la Amйrica, se llamу Ophir del poblador que ellos le dan; porque dicen (i) que dos hermanos, por nombre Hevila y Ophir, hijos de Yeclan y nietos de Heber, ocuparon des¬puйs del Diluvio la India oriental, y que desde allн pasу Ophir б esta occidental, y ella tomу el nombre de su fun¬dador, como es muy comъn en las otras partes del Mundo, que suelen denominarse de sus pobladores.
Otros, aunque se aprovechan deste argumento de la semejanza y afinidad destas voces, lo varнan tanto, que parece muy distinto; porque para deducir la de Perъ de la de Ophir, van dando б йsta tantas transformaciones como canta Ovidio, hasta que venga б sonar Perъ, como б ellos les viene б cuento, sacбndola, como dicen ellos mismos, de su original por estos arcaduces: afirman que donde nues¬tra Vulgata latina trasladу: Porro aurum erat probatissi-mum (2), estб en el hebreo б la letra: aunan erat de loco Paruaim, la cual voz retuvieron en su translaciуn los Se¬tenta intйrpretes, y que, Paruaim, es nъmero dual deste nombre Ophir, cuyo singular es Paru у Perъ; y que usу el texto sagrado deste nombre en dual, para significar y com-prchender ambas partes de la Amйrica, la austral y la se-sentrional, de las cuales en sola la primera se conserva has¬ta agora el dicho nombre de Perъ. Y para confirmar este argumento, refieren otros muchos de provincias y sitios desta tierra, como son Paria, Paraguay, Piura, Pariacaca y otros deste jaez; los cuales, por la conveniencia y semejan¬za que guardan en el sonido con aquella palabra, Paruaim, sienten que se hayan derivado dйlla.
La tercera conjetura por que se mueven б llevar esta opiniуn, es la gran copia de oro, de maderas preciosas y
(1) Entre otros Arias Montano, lib. ri/., § IV.
(2) 2. Paralip., cap. III.
exquisitas, las muchas monas, pavos y otras cosas raras y de mucha estima que de Ophir llevaban las flotas de Salo-mуn; de todas las cuales juzgan los dichos autores ser mбs abundante esta tierra de Indias que ninguna otra del Mundo, y por eso que sola ella enviaba б Salomуn aquellas riquezas.
La cuarta y ъltima, el mucho tiempo que aquellas flotas gastaban en el viaje, que era de tres aсos; porque navega-ciуn tan larga no les parece que era posible hacerse sino б las regiones mбs remotas y apartadas que hacia el Oriente у el Poniente se podнan comunicar por el Ocйano; pues con ser tan prolija la que hoy hacen los portugueses б la India oriental, no gastan en llegar б ella mбs de un aсo, y cuando mucho, aсo y medio.
CAPНTULO XVI En que se refuta la opiniуn propuesta.
A
los que por experiencia larga hemos alcanzado me¬diano conocimiento y prбctica de la naturaleza y dis¬posiciуn de la tierra de este Orbe Nuevo y penetrado con la especulaciуn de muchos aсos los secretos dйlla y la con¬diciуn y costumbres de sus moradores, nos admira sobre manera el ver б muchos hombres graves й insignes en le¬tras tan empeсados en llevar adelante porfiadamente su pre¬tensiуn de reforzar y querer hacer probable lo que imagi¬naron fundados en su parecer, sin otros indicios ciertos ni aun conjeturas dignas de que hombres prudentes hicieran caso dйllas: particularmente que se arrojen б hacer juicio tan de lejos de lo que ni por experiencia ni aun de vista supieron; pues casi ninguno de los que siguen tal parecer ha puesto sus pies en esta tierra; en lo cual no dejan de darnos algъn motivo de sospechar intentan menoscavar por esta vнa la felicidad de nuestro siglo y apocar la glorнa que de empresa y hazaсa tan singular y heroica, como es haber descubierto un mundo nuevo y dilatado en йl su dominio temporal y el espiritual de la Iglesia de Cristo, nuestro Re¬dentor, se le sigue б nuestra naciуn. Bien puede ser que en los бnimos de los que ignoran las cosas destas Indias hagan algъn peso sus agudos й ingeniosos discursos, tan adorna¬dos de sutiles interpretaciones, etimologнas y versiones; mas van tan fuera de persuadirnos su intento б los mбs plбticos de acб, que la comъn soluciуn que solemos dar б todas sus razones y argumentos, es decir que muestran bien en dнas tener poco conocimiento de cosas desta tierra, y que si hubieran venido б ella y explorбdola con diligencia, mu-daran sin duda de opiniуn.
Porque, їcуmo es posible hubieran dejado de quedar algunos rastros hasta agora en alguna parte destas Indias, de haber contratado en ellas asн la naciуn de los hebreos como cualquiera otra de las de esotro Orbe, si, como ellos defienden, hubieran tenido tan asentado comercio? Y porque no pienso hay mayor argumento con que refutar la opiniуn contrarнa que la falta y negaciуn omnнmoda de cualquier indicio de los que pudieran alentar su partido, con sуlo йl, un poco dilatado, espero concluir mi intento; presuponiendo antes el principio que en semejantes controversias desta obra siempre que se ofrece ocasiуn tengo por necesario se suponga, como es haber sido uno mismo en todos tiempos el curso y orden de las cosas humanas y conforme б йl, no habiendo por donde conste lo contrarнo, habernos de juz¬gar que la condiciуn й ingenio de los hombres en los siglos pasados fuй la misma que en el presente, y que no era me¬nos vehemente entonces que agora el apetito de gloria que ardнa en ellos, del cual vemos nace la solicitud y cuidado que ponen todas las naciones, cada cual por los medios
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mбs idуneos que alcanza, en divulgar y procurar eternizar sus honrosos hechos.
Esto presupuesto, tengo por argumento fuerte (y sea el primero para opugnar esta opiniуn) el no haberse conti-nuado hasta nuestros tiempos aquella navegaciуn y comer-cio. Porque, si en espacio de ciento y sesenta aсos que ha que nuestros espaсoles hallaron esta tierra, no han dejado de navegar б ella con tanta frecuencia, que no se debe de pasar mes en todo el aсo que dejen de sulcar el Ocйano nuestras naos. Porque dado que las flotas gruesas no hacen este viaje sino б tiempos determinados, todavнa por ser tres у cuatro las principales que acuden en cada aсo una vez б puertos de distintos reinos, como son la Nueva Es-paсa, Islas de Barlovento, Tierra Firme y Brasil, y partir de Espaсa en diferentes tiempos y no tornar б ella juntas todas, se verifica mi proposiciуn; particularmente si aсadi-mos б las dichas flotas otras innumerables naos sueltas, asн merchantes que de Espaсa navegan al puerto de Buenos Aires, de las Canarias llevan vino б la Nueva Espaсa, y de Guinea traen negros б todos los principales puertos desta tierra; como bajeles de avisos ordinarios y extraordinarios, que б cualquiera tiempo atraviesan el ancho mar que nos divide de Espaсa; con que se ha venido б hacer no menos andadero y cursado este camino de agua que el que hay por tierra desde Sevilla б Madrid. Siendo, pues, como digo, tan frecuentada esta navegaciуn, y no descubriйndose causa por donde lo deje de ser en el porvenir; pues cuando nues¬tra naciуn la quisiese dejar (que no harб) la llevaran ade¬lante las otras de Europa, que de todas es ya mбs sabida de lo que quisiйramos, por los muchos cosarios que corren й infestan estos mares, їpor quй habernos de creer, que si se hubiera usado en los siglos atrбs, se hubiera interrum¬pido y dejado de tal manera, que ni memoria ni rastro quedara dйlla? їEran por ventura de otra condiciуn los hombres de entonces que los de agora? Si no es que diga¬mos no haber pasado adelante aquel comercio y navega¬ciуn, у porque se acabу la riqueza desta tierra, у cesу la codicia de los hombres, que lo uno y lo otro fuera gentil desatino.
Lo segundo, como desde luego que D. Cristуbal Colуn descubriу este Nuevo Mundo, por la extraordinaria admi-raciуn que causу б todas las gentes tan rara y nueva em-presa, se derramу y extendiу de tal manera la fama della, que no tardу mucho en salir escrita con la estampa y figura de las tierras nuevamente halladas (con que echу tan hon-das raнces su memoria, que cuando cesara desde hoy la comunicaciуn de los de Europa con los que acб estamos, era imposible, moralmente hablando, que viniera con el tiempo б sepultarse en tan grande olvido, como lo estaba antes del dicho descubrimiento), їcуmo en aquellos siglos no se extendiу por las naciones finнtimas б Palestina la tama de aquellas navegaciones tan cйlebres de los judнos, si hubieran sido hechas б regiones tan apartadas, ricas, y peregrinas? У si cundiу tanto como agora, їquй pudo ser la causa de extinguirse con tan universal olvido, que ni por historias ni tradiciуn de gente alguna llegу б nosotros? Pues no creo eran entonces los hombres mбs descuidados que agora ni menos ambiciosos de honra, para no publicar sus hechos y procurar por ellos se perpetuase su memoria. Lo cierto es, que ni menciуn de tales tierras ni de haberse navegado б ellas hallamos en historias antiguas.
Porque, lo que pretenden probar los de la opiniуn con-traria, que muchos de los antiguos escribieron deste Nuevo Orbe, como fueron Platуn, Sйneca, Luciano, Clemente Ro-mano, Orнgenes con otros no sй cuбntos que citan, es total¬mente contrario б lo que los mбs aventajados filуsofos y geуgrafos sintieron de la naturaleza, forma y situaciуn de la Tierra; pues aun los que anduvieron mбs acertados en afirmar ser de figura esfйrica y cercarla el cielo por todas partes, no pudieron acabar de persuadirse que fuesen todas sus regiones y climas habitables; ni aun que hubiese hombres en el Hemisferio austral contrarнo al setentrional, que ellos habitaban; ni el inferior opuesto al superior de los mismos; sobre que hallamos notable variedad de opinio¬nes, las cuales hubieran cesado con la experiencia, si la hubieran alcanzado tan patente como nosotros. Antes se saca dйllos lo contrario manifiestamente; pues describiйn¬donos el бmbito de la Tierra asi en relaciуn como en di¬bujo y pintura, no sуlo dejan de hacer menciуn desta tan grande y principal parte suya, sino que aun de las tres pri¬meras que conocieron, confiesan con el hecho y dicho no haber tenido entero conocimiento de sus orillas y tйrminos; y asн, pusieron por lнmites de lo que conocнan de ellas б la ciudad de Meroe hacia el Mediodнa, ignorando lo demбs adelante para la Equinocial; б Borнstenes al Setentriуn, sin saber lo que habнa desde allн hasta el Polo; por el Poniente se acababa su noticia en las Islas Fortunadas; y por el Orien¬te en Catigara: que estos eran los lindes del mundo habita¬ble conocido de los historiadores, poetas y geуgrafos; el cual dividнan en siete climas. De donde se puede colegir, que si hubieran tenido la noticia deste Nuevo Mundo que les dan los contrarнos, no pusieran el fin y tйrminos de la Tierra en las partes susodichas, ni estuvieran tan constan¬tes en su opiniуn, que tuvieran por innavegable la Mar Occidental, pasadas las sobredichas Islas Fortunadas.
Б lo que se trae de aquella menciуn obscura que se ha¬lla en los autores arriba citados, soy de parecer que no ha-blaron allн de tierras ciertas y determinadas por ellos cono¬cidas, sino que, por ser hombres sabios, conociendo la grandeza, disposiciуn y figura del globo de la Tierra, y que no llegaba б la mitad de su бmbito cuanto dйlla tenнan des¬cubierto, juzgaban por muy verosнmil y puesto en razуn que no ocuparнa el agua de la mar lo restante que ignora-ban de su superficie, sino que en partes se descubrirнan grandes tierras cuales eran las de aquel hemisferio en que ellos vivнan; al modo que ahora sospechamos nosotros que en lo que estб por descubrir del Universo hacia los dos Po-los, no se dejaran de hallar otras tierras no menos dilatadas que las hasta aquн descubiertas.
CAPНTULO XVII
De otro argumento con que se prueba lo mismo que en el antecedente.
‘ O tercero que hace contra la dicha opiniуn, es que por
I j ninguna parte se puede navegar б este Nuevo Mundo desde el otro, que no se haya de atravesar el Ocйano engol-fбndose en йl, sin que se vea mбs que agua y cielo por muchos dнas, si no es haciendo este camino tierra б tierra por la costa del Asia; lo cual bien se echa de ver cuan incуmodo, y aun imposible serнa para los que lo intentasen. Porque, allende de las innumerables incomodidades que se pasaran costeando regiones tan extendidas y de tan varios climas y temples, la dilaciуn fuera tan excesiva, que no bastaran los tres aсos que presumen algunos gastaban las Sotas de Salomуn; ni se hallaran bastimentos que pudie¬ran conservarse tanto tiempo, especialmente habiendo de hacerse buena parte de la navegaciуn por la Tуrrida zona, donde es el temple de tal calidad, que si mucho se detie¬nen las naos en йl, se podrecen y corrompen las vituallas. Y asн, de dos vнas que desde Europa se pueden traer б es¬tas Indias occidentales, las que traen las navegaciones ordi¬narias es la vuelta del Poniente, sulcando el ancho mar que estб de por medio; en que por lo menos se gastan de vein¬te б treinta dнas hasta dar vista б sus primeras islas; por la cual, que es la comъn y usada, es evidente no poderse venir sin engolfarse en el Ocйano.
La segunda es al contrarнo, navegando desde Europa hacia el Oriente hasta tomar puerto en la costa de Asia у en alguna de las islas sus adyacentes. Tal es la navega¬ciуn que hacen los portugueses por su demarcaciуn y He¬misferio oriental б los puertos de la India; desde donde hay tambiйn camino por la demarcaciуn de Castilla para estas Indias occidentales, que es el que traen las armadas de la Nueva Espaсa de vuelta de las Islas Filipinas. Dis¬curriendo ahora por este viaje tan inmenso, es cierto que, aunque la primera parte, que toca б los portugueses, se pu¬diera hacer б vista de tierra y costa б costa, con todo eso, no se hace sino enmarбndose б trechos muchas leguas, que lo otro fuera de infinita prolijidad y grandes peligros; y la segunda, que pertenece б los castellanos y corre desde el fin y tйrmino de la primera hasta la Amйrica, es tambiйn por alta mar y no con menos trabajo y afбn que la otra; la cual navegaciуn de ningъn modo se puede hacer tierra б tierra; porque, puesto caso que navegando dentro de la Tу¬rrida zona soplan ordinariamente brisas y vientos favorables para el Poniente, pero estos mismos son tan contrarios б los que navegan del Poniente al Levante, que no pueden dar paso por la misma derrota, hasta salir de los Trуpicos, para cualquiera lado hada los Polos en busca de vientos б propуsito de su viaje. Pues conforme б йsto, por dos causas no se puede hacer la dicha navegaciуn desde las ъltimas costas del Asia б estas Indias б vista de la tierra, que arriba dijimos se extendнa desde allн hasta acб de costa continua-da: la primera, porque lo impide por la banda del Sur la costa de la Nueva Guinea, que estando dentro de la Tуrri¬da zona y tan cercana б la Lнnea equinocial, corren en ella los vientos contrarios que dijimos para la vuelta del Orien-te; y la segunda, porque haciйndose este viaje por el rumbo que ha enseсado la experiencia б los que cursan aquella carrera de las Filipinas б la Nueva Espaсa, saliendo del Trуpico de Cбncer y subiendo б altura de treinta grados y mбs, como la ъltima orilla de Asia, que es la costa de la Tartaria, se va recogiendo tanto hacia el Polo бrtico, no es posible costearla hasta llegar б la Amйrica, cuya costa se-tentrional tambiйn se va metiendo mucho hacia el dicho Polo; y б esta causa, los que por allн navegan se engolfan de manera, que se les pasan tres у cuatro meses sin ver tierra.
Lo que saco deste discurso es, lo primero, que no se puede navegar desde Europa ni desde el Mar Bermejo б estas Indias occidentales, sin enmararse de suerte que por mucho tiempo se pierda la tierra de vista; y lo segundo (y se infiere de lo primero), que no es posible poder hacerse este viaje sin el principal instrumento nбutico, llamado agu¬ja de marear, el cual como no conocieron los antiguos, asн nunca usaron navegar por el Ocйano enmarбndose como ahora. En conformidad de lo cual, digo que no pudieron pasar acб las flotas de Salomуn desde el Mar Bermejo, de donde partнan en demanda de su Ophir, bojeando toda la India oriental y engolfбndose en el anchuroso Mar del Sur hasta arribar б las costas de Nueva Espaсa y Perъ, que es la derrota por donde las guнan los autores desta navegaciуn.
Dos cosas dejamos asentadas como ciertas й indubita-bles, que pedнan mбs larga prueba de lo que permite la brevedad que deseo guardar: la primera, que no se puede navegar en alta mar sin aguja de marear, y la segunda, que carecieron dйlla los antiguos. De aquйlla es tan sufi¬ciente prueba la experiencia, que no es menester otra. Por¬que pensar que entrada una nao en alta mar tan desviada de tierra que por ninguna parte se descubra, podrб ser go-bernada y hacer viajes sin aguja por otras guнas, va tan descaminado como pedir que un ciego apunte y muestre con el dedo lo que estб en torno del. No niego yo que por algъn breve espacio y mientras se goza de serenidad, no puedan servir de guнa la Luna y estrellas de noche, y de dнa el Sol, y tambiйn algunos vientos mбs fijos y comunes, que en varios mares suelen correr б tiempos seсalados; pero estas guнas, como digo, no son para fiarse mucho dйllas, mбs que para atravesar alguna bahнa у brazo de mar, у en otro viaje corto y б vista de tierra; y eso en tiempo tran¬quilo y de bonanza, que en alta mar y carrera larga no hay hombre tan atrevido que se arroje б semejante temeridad. Porque, їcуmo aprovecharбn los astros en una noche tene¬brosa, ni de dнa cuando se cubre de nubes el cielo, у se es¬clarece el aire con nieblas tan espesas que no pueden por la cerrazуn los de popa ver б los que andan en la proa? їQuiйn no perderб el tino por muy diestro y cursado piloto que sea, cuando se levanta un huracбn tan furioso, que en un instan¬te da vuelta en torno б todos los vientos y rumbos? їQuй fuera dй los atribulados navegantes, si en tal conflito y aprie¬to les faltara el consuelo y guнa de la aguja? La cual, por mбs que el mar se alborote, los vientos se muden, embra¬vezcan y encuentren unos con otros, y estremeciendo la tur¬bada nave la traigan al rededor como veleta de tejado, ella se estб sosegada y quieta, mirando siempre al Polo con tanta serenidad y fijeza, que por ella sacamos el desasosie-go y turbaciуn del mar y vientos. Por lo cual, soy de pare¬cer que no sуlo no osaron los antiguos, por carecer deste instrumento, tentar lo interior del Ocйano, mas que ni se atreverбn hoy los hombres б discurrir por sus orillas sin йl, por el riesgo manifiesto de ser echados de mar en fuera por algъn temporal у por las corrientes del mar, donde, faltбn¬doles esta guнa, no atinaran fбcilmente con la costa que perdieron; y hace no poco en favor de nuestro parecer, el haberse hallado en nuestros tiempos las islas despobladas referidas arriba en el cap. XII deste libro; de las cuales tengo para mн no tuvieron noticia los antiguos, б causa de que nunca navegaron en alta mar apartados de tierra, y porque, si hubieran sabido dйllas, no dejaran de poblarlas entonces, como las poblaron los portugueses luego que las hallaron.
El segundo presupuesto (y es en que se funda lo que acabo de decir), afirman muchos escritores modernos, como son Francisco Lуpez de Gomara (t. I de la Historia de las Indias, cap. X), los Padres Joseph de Acosta (lib. I de la Historia de Indias, caps. XVI y XVII), Juan de Mariana (lib. I de las Cosas de Espaсa, cap. XXII) con otros mu¬chos que trae el padre Juan de Pineda (lib. IV De rebus Salomonis, cap. XV), conviene б saber, que la aguja de ma¬rear es invenciуn moderna, que no ha mбs de trescientos afios, poco mбs у menos, que se hallу; y se colige muy claramente haber pasado asн, de los escritores antiguos; porque, ni tratando de los instrumentos de la navegaciуn, ni de las propiedades de la piedra imбn, hacen menciуn de la aguja ni de la maravillosa virtud y eficacia que la dicha piedra imбn tiene de hacer que mire al polo el hierro toca¬do б ella.
Con lo que mбs instan contra este argumento los de la opiniуn contraria, es con algunas navegaciones largas que cuentan historiadores antiguos haberse hecho en los tiem-pos pasados; de donde coligen haberse navegado el Ocйano entonces como agora, y consiguientemente, que no seria tan imposible, como la hacemos, la navegaciуn de las flotas de Salomуn б esta tierra. Tres destas navegaciones cйlebres refiere Herуdoto (lib. IV in Бfrica; descript.J: la primera es la que mandу hacer Сeco, rey de Egipto; el cual diz que enviу desde aquel reino ciertos hombres de Fenicia en na¬vios б explorar las costas de Бfrica, y que йstos, partiendo del Mar Bermejo, bojearon todo el lado austral de Бfrica, doblando el cabo de Buena Esperanza, hasta llegar al Es¬trecho de Gibraltar, hasta donde tardaron dos aсos, y que, dando la vuelta por el propio camino, aportaron al lugar de donde se hicieron б la vela, б cabo de tres aсos que del partieron; y que esta vez fuй la primera que se reconociу la costa y orilla de Бfrica.
La segunda, dice, hizo Sataspes, aunque al contrario,
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porque, saliendo de Egipto por el Mar Mediterrбneo, llegу al Estrecho de Gibraltar, y dando vuelta por el Mar Atlбn¬tico, hizo el mismo rodeo que los primeros, dando fin б su peregrinaciуn en el Mar Bermejo de la costa de Egipto.
La tercera navegaciуn cuentan que es la que mandу hacer el rey Darнo, costeando las riberas de la India orien-tal desde la boca del rнo Indo hasta la dicha costa de Egip-to. Tambiйn citan los sobredichos autores б Plinio (lib. II, cap. LXVII), que hace menciуn de otras navegaciones como las pasadas: una es la que hizo Hanуn, valeroso capitбn de los cartagineses, en el tiempo que florecнa aquella repъbli-ca; el cual navegу desde Cбdiz por la misma costa de Бfri¬ca hasta lo ъltimo de Arabia. Otra refiere el mismo Plinio y la trae Cornelio Nepote, autor grave, que cuenta haber navegado en su tiempo el mismo espacio otro hombre lla-mado Eudoxo; el cual, huyendo del rey de los latyros, se embarcу en el Seno de Arabia, y saliendo al Ocйano, dio vuelta б la sobredicha costa de Бfrica hasta parar en el Es-trecho de Gibraltar; y Suidas, tratando de las hazaсas de Semнramis, cuenta como hizo navegar el Ocйano y costear б Бfrica.
Pero estas historias que por su parte alegan los contra-rios, van (б mi ver) tan lejos de confirmar su opiniуn, que antes vienen de molde para apoyar la mнa. Porque, prime-ramente (si ellas son verdaderas), nos descubren una muy grande contradiciуn en los mismos historiadores antiguos, como es fбcil de ver por esta razуn. No pudieron dejar los que anduvieron aquel camino desde Espaсa al Mar Berme-jo, y al contrario, costeando el lado austral de Бfrica, de atravesar dos veces la Tуrrida zona y Lнnea equinocial; y asн, los que contaron sus exploraciones, darнan tambiйn cuenta de los sitios y climas por donde pasaron; y siendo tenida de toda la antigьedad por inhabitable у inaccesi¬ble la Tуrrida zona, debieran salir con el testimonio de aquellos hombres del error en que hasta entonces habнan estado, y se divulgara por todas las naciones б cuya noti¬cia llegaron las dichas navegaciones, cуmo ya la experien¬cia habнa mostrado que la Tуrrida zona era navegable y habitada de muchas gentes, que en aquellos viajes hallaron los que costearon б Бfrica; que es lo propio que en nues¬tros tiempos ha sucedido por la noticia que nos han dado las navegaciones modernas.
Siendo, pues, esto asн, їcуmo se compadece con ello la opiniуn, tan recibida y asentada, en que antes y despuйs estuvieron todos los antiguos, de que la Tуrrida zona era inaccesible й inhabitable, como consta de sus historias, la cual de mano en mano fueron con universal crйdito reci-biendo unos de otros, hasta que en nuestros tiempos mani-festу la experiencia su falsedad? Entre los autores de mбs fe que nos la dejaron en sus escritos, son el Prнncipe de la Filosofнa, Aristуteles (cap. V del segundo libro de los Me-teoros), y el de la Elocuencia, Cicerуn, en el fragmento li¬bro VI de Repub., Plinio (lib. II, cap. LXVIII), Macrobio, y otros muchos de los mбs graves que celebrу la antigьedad. De todos los cuales, quien mбs me admira es Plinio, por¬que contando йl mismo por una parte aquellas navegacio¬nes hechas debajo la Tуrrida zona, de que confiesa tuvo noticia, por otra parte afirme que esa misma Tуrrida zona es inhabitable й inaccesible. Porque, describiйndonos las cin¬co zonas у regiones en que se divide la superficie de la tie¬rra y agua, dice que las tres son inhabitables: las dos ex-tremas, por estar siempre heladas, y la de enmedio, por el calor excesivo que le imprimen los rayos del Sol que sobre ella caen derechos y la tienen continuamente abrasada; y asн, que sуlo se pueden habitar las dos zonas restantes, que por caer entre las heladas y la tуrrida, son templadas; de donde concluye habernos quitado el cielo las tres partes de la tierra, y aun de las dos que nos concediу para nuestra habitaciуn, niega que haya paso de la setentrional б la me-ridional, por impedirlo el incendio de la de enmedio. Cier-tamente nos da este autor ocasiуn bastante con su discurso б pensar, у que no dio entero crйdito б los historiadores de aquellas navegaciones, у si lo dio, de poner en duda su fe y reputaciуn, por la variedad й inconstancia que muestra en su parecer. Porque, si tuvo creнdo haberse navegado el lado austral de Бfrica, їcуmo sintiу que la Tуrrida zona era in¬habitable, y por serlo no podнan comunicarse las dos tem¬pladas contйrminas dйlla; debiendo saber lo contrario de aquellas navegaciones, por no se poder hacer de otra ma¬nera que atravesando todo el ancho de la Tуrrida zona y pasando de la Zona templada setentrional б la que le co-rresponde al Mediodнa, para poder bojear el dicho lado de Бfrica, que por el Cabo de Buena Esperanza entra б buen trecho en la Zona templada deste Hemisferio antartico? En la misma duda que nos dejу el testimonio de Plinio, nos pone tambiйn el de los otros escritores antiguos que he cita¬do, con los demбs que siguen su parecer. Por lo cual, ha¬bernos de confesar que no tuvieron noticia de las dichas navegaciones, у que, si la tuvieron, no las creyeron tanto como los modernos que las alegan por su parte. Bien se ve la dificultad que hay en concordar testimonios y pareceres tan encontrados. Por donde, como con menos repugnancia me parece los podremos conformar, es diciendo que la opi-niуn de toda la antigьedad en sentir era inhabitable la Tу-rrida zona, estaba tan universalmente recebida y arraigada en Jos бnimos de los hombres mбs sabios de aquellos tiem-pos, que no la mudarнan con menor certidumbre y expe-n”«lcia de lo contrario que la que tenemos ahora nosotros; y asн, que dado caso tuviesen alguna noticia de los que ^^bfan navegado aquellos mares, por haber sido las tales * ^vegaciones muy pocas, no acostumbradas y sucedidas ^Nsorno acaso у por infortunios de los que las emprendieron, dieron tan entero crйdito б los autores dйlla que bastase
ї desencajarlos de su parecer.
Agora quiero yo valerme de la historia de las dichas navegaciones, para confirmar mi opiniуn, que, bien mirada, mбs estб por ella que por la contraria. Lo primero, porque si con tanta diligencia y admiraciуn hicieron memoria de¬ltas los escritores antiguos, tambiйn la hubieran hecho del viaje mucho mбs arduo y admirable de los hebreos б este Nuevo Mundo, si hubieran navegado б йl en tiempo de Sa¬lomуn, у antes у despuйs. Lo segundo, pruebo de la dicha historia, que no se navegу entonces el Ocйano con tanta frecuencia que se tuviese por camino tan cursado el de las costas de Бfrica, como los que al presente se andan para cualquiera regiуn de allendel mar, por la admiraciуn y cir¬cunstancias con que los dichos autores refieren aquellas na¬vegaciones, dando б entender en su modo de hablar que fueron raras y desacostumbradas; porque si no, їб quй pro¬pуsito hicieran menciуn tan por menudo del nъmero dйllas, de los nombres de los que las acometieron y de las causas por que se movieron б tan ardua resoluciуn? Muy de otro modo contamos hoy las navegaciones trilladas que por la carrera de Indias hacen nuestros espaсoles, con intento de mostrar cuan frecuente y usado es este viaje. Finalmente, juzgo que no se prueba de las dichas navegaciones poderse navegar en alta mar sin aguja de marear; pues los que las escriben nos muestran tambiйn el camino por donde se hi¬cieron, que fuй tierra б tierra por las orillas del Ocйano, sin engolfarse en йl.
CAPНTULO XVIII Pruйbase lo mismo con otros indicios.
H
ASTA aquн no hemos hecho mбs que atajar el paso б las flotas de Salomуn por la derrota que intenta¬ban guiarlas б esta tierra los contrarios; ya es tiempo co¬pudieran las judнos asentar y conservar el comercio con los indios de otra forma que lo han asentado y continъan los espaсoles; y asн, hubieran hecho algunas poblaciones, for¬talezas y presidios de los de su naciуn, y en todo lo demбs hubieran procedido como nosotros.
Siendo, pues, asн, no dejбramos de hallar grandes seсa¬les en esta tierra de su estada en ella, si hubiera sido ver¬dadera, pues no era posible venirse б borrar tan de raнz su memoria, que siquiera de los nombres y ruinas de sus co¬lonias y estancias no quedara algъn rastro; como no puede ser (humanamente hablando) que de las nuestras se venga б acabar la noticia de todo punto, en caso que desde ahdra nos volviйsemos б Espaсa cuantos acб estamos de nuestra naciуn. Porque, aun la de los nombres solos de las provin¬cias y pueblos que en este Nuevo Mundo hemos fundado, soy de parecer que no se podrб extinguir ni borrar de aquн б la сn del Mundo; los cuales han ido poniendo sus con¬quistadores y pobladores en honra de nuestra naciуn y memoria de sus patrias, у por otros respetos y motivos, todo б fin de perpetuar su memoria y eternizar la fama de nuestra gente en estas nuevas tierras.
Con este fin, casi no hay reino en nuestra Espaсa cuyo nombre no se haya trasladado ya б esta tierra y puesto б las provincias dйlla que se han pacificado y poblado; en gracia de nuestra Naciуn, pusieron por nombre la Isla Es¬paсola б la que sus moradores llamaban Haytн, los que la conquistaron y poblaron; y en memoria de nuestra patria nombraron Nueva Espaсa al imperio Mexicano los que la pacificaron; y si vamos discurriendo por lo restante destas Indias, hallaremos que en memoria de distintas provincias de Espaсa tienen acб sus mismos nombres otras muchas, para que.en todo corresponda el dibujo desta gran colonia espaсola con su ejemplar; al reino de Tierra Firme le pu-sieron Castilla del Oro en memoria del reino de Castilla; y por respeto del mismo nombre, el marquйs D. Francisco
Pizarro б la mitad deste reino del Perъ la Nueva Castilla; y б la otra mitad en que entra-la ciudad del Cuzco, mandу Su Majestad que se llamase el reino de la Nueva Toledo; pues¬to que ambas partes se comprehenden ahora con nombre •de la Nueva Castilla. Tambiйn hay provincias llamadas la Nueva Andalucнa, el Nuevo Reino de Granada, Nueva Viz-caya, Nueva Galicia y Nuevo Reino de Leуn. Б otras tie¬rras han nombrado de otros modos, у por tener alguna se-mejanza con aquellas cuyos nombres les dieron, у por de-vociуn de algъn misterio de Nuestra Santa Fe у de los San-tos, debajo de cuya advocaciуn y patrocinio estбn; у en memoria у con el apellido de sus fundadores; y б otras han puesto otros nombres significativos en nuestra lengua, por alguna propiedad de la tal provincia у en memoria del dнa de su descubrimiento y fundaciуn, у por otras razones se-mejantes.
Б imitaciуn de Venecia pusieron Venezuela б la provin-cia de Caracas; en reverencia de la Santнsima Trinidad die-ron este tнtulo б la isla asн llamada; por devociуn de los Santos intitularon la Isla de Boriquen con el de San Juan, que es la que vulgarmente llaman Puerto-Rico; б la de Ja-maica, con el de Santiago, y б otras innumerables islas con los de otros Santos. Por devociуn de la Santa Cruz, nom-braron la provincia de Santa Cruz de la Sierra, que es una de las del Perъ (i); y en honra y memoria de la gloriosa Resurrecciуn de Cristo nuestro Redentor y de la Pascua flo-rida йn que se celebra, dieron el nombre que tiene б la provincia de la Florida. Han dado tambiйn nombres signi-ficativos, como son el de la provincia de Honduras, el de Tierra Firme, Buenos Aires y la Verapaz.
El mismo estilo han guardado en denominar las pobla-
(i) No es cierto: la provincia y ciudad de Santa Cruz de la Sierra llamуse asн del pueblo de igual nombre, б tres leguas de Trujillo de Ex¬tremadura, donde Nuflo ъ Onofre de Chaves, fundador de aquella ciudad, se criу.
dones que de nuevo han fundado; por donde son ya tan¬tos los nombres de lugares de Espaсa que hallamos en esta tierra, que parece haberse trasladado б ella todo aquel reino. De los mбs que me ocurrieren harй aquн menciуn, y pienso serбn muy pocos los que se me pasaren de la me-moria; y comenzando por mi patria la Andalucнa, como mбs vecina б estas Indias, de los pueblos dйlla tienen acб los nombres estas nuevas poblaciones: dos de el de Grana-da, tres con el de Cуrdoba, otras tres llamadas Sevilla, dos con el de Jerez, otras dos con el de El Villar, y de los si-guientes de su nombre cada una, que son Jaйn, Baeza, Йcija, Loja, Alcalб la Real, Antequera, Archidona, Vйlez, La Palma, Medina, Gibraltar, Puerto-Real y Guadalcбzar. De lugares de las otras provincias de Espaсa tienen los nombres: tres el de Trujillo, dos Guadalajaras, dos Mйridas, dos Oropesas, Cuenca, Ciudad-Real, Cбceres, Llerena, La Serena, Ocaсa, Guadalupe, Cartagena, Caсete, Valverde, Agreda, Aranjuez, Talavera, Бvila, Portillo, Carriуn, Bece-rril, Arnedo, Salinas, La Rioja, Nieva, Almaguer, Madrigal; cuatro pueblos con nombre de Valladolid; dos (i) con el de Zamora, tres con el de Leуn; dos Segovias, y otros dos Salamancas; y Villa de Mancera.
Fuera destos nombres de lugares castellanos, hay tam-biйn de otros que caen en otras provincias de Espaсa, como digamos Compostela, Durango, Lagos, Pamplona, Za-ragoza, Valencia; y hasta de pueblos de fuera de Espaсa han dado nombres б otros: tales son el de Antioquнa, Car-tago, Londres, Esquilache y Tenerife (2).
Ni son menos los que se intitulan con algunos de los misterios de Nuestra Santa Fe y con nombres de Бngeles y Santos y de otros compuestos de dicciones castellanas. En honra de la Fe divina en que se funda nuestra sagrada
(1) Tres: una en la Nueva Espaсa, otra en Quito y IR tercera en Maracaibo.
(2) Y Brusela*, Nueva Lombardнa y otro* varios.
TOMO II I -13
Religiуn, hay tres pueblos con el tнtulo de Santa Fe (i); dos con el nombre soberano de Nuestro Seсor Dios, como son Gracias б Dios y Nombre de Dios; cuatro con advo¬caciуn de la Santнsima Trinidad; cinco con la del Espнritu Santo; uno llamado Altagracia; diez y seis con tнtulo de Cristo Salvador nuestro, tomados de los varios misterios que en memoria suya celebra Nuestra Madre la Iglesia en el discurso del aсo; los cinco son con nombre de San Sal-vador, con el de Cristo uno, dicho Monte-Cristo; por devo-ciуn de su Santнsimo nacimiento se le dio el nombre que tiene al Puerto de Navidad; y en memoria del Santнsimo nombre de Jesъs, se nombra asн una ciudad; del misterio de la Epifanнa y adoraciуn de los Reyes Magos toman nombre tres pueblos, llamados Los Reyes; por memoria de su Santнsima Pasiуn y muerte de Cruz toman cuatro el tнtulo de la Santa Cruz; y uno el de la Ascensiуn.
No han sido menores en esta parte las muestras de de-vociуn que con su Santнsima Madre la Virgen Marнa ha dado nuestra naciуn, pues en honra suya ha puesto б diez y seis pueblos los tнtulos de sus sagrados misterios: de su dulcнsimo Nombre se intitulan tres; del mismo, con otros atributos, como son de los Remedios, de la Paz, de la Vi-toria, de las Nieves y de la Guarda, cinco; por devociуn de su inmaculada Concepciуn se nombran dйlla seis, uno con el de su Purificaciуn Santнsima y otro con el de su gloriosa Asunciуn.
En honra de los Santos Бngeles dieron nombre б la Puebla de los Бngeles; y por ser grande la devociуn de los espaсoles con el arcбngel San Miguel, han dado su nombre б diez pueblos; del de San Rafael se intitula una isla. Mas, para que se eche de ver la ventaja, estima y amor filial que б nuestro glorioso Patrуn de Espaсa las na-
10 UDO por lo menos, el fondado por Jimйnez de Quesada, tomу su ‘■ilniueuto del Real asentado por D. Fernando y L).a Isabel junto
dones delia lenemr-Sw es bien se sepa que oocubratoc^ a diez y nueve pie&cs ce escбs lacias con ad\vcjecioQ de Santiago; en acara ce San Juan intitulamos diez y de so nombre: eos con ei de San Fedro* y uno con el de Son Pabk>. cuatro coa el de San Felipe: dos con el de Son R*r toiome: y de ios demбs Apostуles hay un pueblo cada uno de los siguientes: San Andrйs, Santo Tome. San LUCAS San Marcos y San Felipe y Santiago. Con nombre de San Sebastian hay cuatro pueblos: coq el de San Cristуbal tres; siete con el de San Francisco; dos con el de San Martin, y otros dos con el de San Luis. Otros muchos hay cada uno con el nombre de los Santos siguientes: San Joseph. San Lorenzo, San Esteban, San Vicente, San Jorge. San Anto-nio, San Agustнn, San Gerуnimo, San Gregorio, San Ber-nardo, Santo Domingo, Santo Tonns, San Amaro, San Ignacio, Santa Ana, Santa Marta, Santa Catalina, Santa Bбrbara, Las Virgines; y con nombre de Todos Santos, dos. Del apellido de sus fundadores lo toman los pueblos de Mendoza, Castro, Leyva, Pedraza, Salazar, Garcimcndo/a, Arias, Castro-Vireina, Loyola, Ibarra y Montesclaros. En memoria de los Reyes en cuyo tiempo so pacificaron y poblaron, tienen tambiйn sus nombres algunas provincias y pueblos: en gracia del rey D. Fernando, por cuyo man¬dado descubriу Colуn este Nuevo Mundo, se intitula Fer-nandina la Isla de Cuba; y б contemplaciуn de su mujer la reina D.a Isabel, llamaron la Villa de la Isabela al primer pueblo de espaсoles que se fundу en este Nuevo Mundo en la Isla Espaсola, que poco despuйs se trasladу a otro sitio y se llama agora la ciudad de Santo Domingo. Kn memoria del emperador y rey de Espaсa D. Carlos V, pu¬sieron la Villa Imperial б Potosн; en gracia del rey D. Fe¬lipe II, se nombraron las Islas Filipinas, y por respeto del rey D. Felipe III, se puso nombre de San Felipe de Aus¬tria б la Villa de Oruro; y б este modo han sido intitulado* otros lugares.
De vocablos castellanos significativos de alguna cosa, se nombran Villa Hermosa, La Frontera, Villareal, Puerto Viejo, Puerto del Prнncipe, Puerto Seguro, Realejo, Monte de Plata, La Grita, Pueblo Nuevo, la Buena Ventura y la ciudad de la Plata. Fuera de los dichos, que todos son re-ciйn fundados, y colonias espaсolas, casi б todas las pobla-ciones de indios del dominio espaсol habernos bautizado con nombres cristianos, poniendo б las mбs tнtulos de San-tos; y б otras muchas los de pueblos nuestros de Espaсa, como son Toledo, Cуrdoba, Oropesa, Salamanca y otros muchos б este modo; б cuya causa hay muchнsimos pue¬blos de indios que no tienen otros nombres sino los que les habernos puesto; de los cuales usan no sуlo los espaсoles, sino tambiйn los mismos indios. Callo los innumerables nombres de nuestra lengua que nuestros espaсoles han dado б montes, valles, sierras, rнos, lagos, islas, puertos, bahнas y б otras innumerables cosas que fuera proceder en infinito el referirlas.
CAPНTULO XIX Prosigue la materia del pasado.
traнdo б propуsito de probar que estб la memoria de nuestra naciуn tan arraigada en esta .Liando ahora la desamparбramos, no era posi¬ble borrarse de los бnimos de los naturales dйlla que en ■ venideros sucedieren б los que hoy viven, ni multitud de vocablos dejase de haber perpe-muy notorios; y la memoria de los nom-tengo por imposible se extinguiese; y que :hь mб& imposible que se viniesen б borrar y
cegar las seсales y reliquias que de las cosas por ellos sig-nificadas quedaran; porque la de tantos pueblos edificados б nuestra traza, de tantos edificios suntuosos de cal y can¬to, de las muchas piedras labradas con el primor y arte que se labran en Europa en forma de columnas, basas y todo gйnero de labores y molduras; de tantos sepulcros majestuo¬sos, de tantas bуvedas, acequias y puentes de cal y canto, y de los ladrillos, tejas, loza vedriada y vidrio, de lo cual nada conocнan antes los indios; y finalmente, de los hondos cimientos de los templos, castillos, murallas, tajamares y otras fбbricas fuertes; їy de los rйtulos, inscripciones y epi¬tafios esculpidos en losas de mбrmol y tablas de bronce que adornan muchos edificios, con innumerables escudos de armas de piedra y de metal, quй razуn puede haber para que su duraciуn no corra pareja con la del mismo tiempo?
Aсadamos б estas seсales las que dieran perpetuamen¬te los animales y plantas traнdos б estas Indias por los es-paсoles, de los cuales ellos carecнan, de que tratamos en el libro antes dйste; y las de las cosas deste genero que de acб se han trasplantado б Europa. Otrosн, todas nuestras artes con los instrumentos y herramientas dйllas, que los indios han aprendido y ejercitan con no menor perfecciуn que los espaсoles que se las enseсaron; los usos que acerca de su vestir y manera de vivir han tomado de nosotros; los vocablos de nuestra lengua que han ingerido en la suya; y aun hay no pocos pueblos que tienen ya por tan propia la nuestra, que se han olvidado de todo punto de la suya materna y sуlo hablan nuestro lenguaje castellano. Final-mente, el uso de las letras y escrituras ha entrado en mu-chas destas gentes de tal forma, que por la estimaciуn que dйllas hacen y codicia con que las aprenden, jamбs las de-jarбn olvidar. Asн que, destas razones infiero por conclu-siуn manifiesta, que ni los hebreos tuvieron jamбs comer-cio en esta tierra, ni pusieron sus pies en ella. Porque, dado te molido; ni obra de yeso, ni de ladrillos, pues ni un canto de ladrillo ni un tiesto de teja se ha hallado ni memoria entre estas gentes de haber habido acб uso destas cosas.
Donde ordinariamente suelen hallarse rastros de mбs antigьedad, es en los sepulcros; pero todos los que hemos descubierto en esta tierra son de una misma forma en cada provincia, y el uso de enterrar sus difuntos el mismo. En ninguna parte vemos diferencia notable, ni en los materia-les de los tales sepulcros, ni en su disposiciуn y traza, ni en las cosas que dellуs se suelen sacar, que son las que acostumbraban los indios enterrar con sus muertos. Las joyas y armas que se desentierran destas sepulturas son de un mismo jaez; no se ha descubierto gйnero de armas ni de otro instrumento de hierro ni memoria deste metal en¬tre estas gentes. Pues si las dichas flotas de Salomуn hu¬bieran frecuentado el navegar б esta tierra y contratar en ella, їno hubieran dejado los hebreos algъn rastro destas cosas? Siquiera para enterrarse los que durante su contra¬taciуn acб murieron, їno hubieran labrado sepulcros б su usanza, de que no pudieran dejar de quedar reliquias y rastros, ya que de las moradas que usarнan en vida no los hallamos? їY tan descuidados habнan de ser de su propia comodidad, que, siquiera por tenerla mayor, no trajeran bestias para caminar y con que mбs fбcilmente trajinasen desde las minas б los puertos los ricos metales que de tan lejanas tierras venнan б buscar, ya que de las otras cosas no se curasen?
Ni es conforme б razуn el intentar satisfacer б todas estas dificultades con decir que durante aquel comercio y navegaciуn trajeron б esta tierra las mismas cosas que han traнdo los espaсoles, mas que, andando el tiempo, vinieron б extinguirse y acabarse. Porque las plantas y animales traнdos por los nuestros han cundido tanto por este Nuevo Mundo, que en muchas partes nacen tan copiosamente sin industria ni beneficio humano, que cuando en quererlas teniente nos da este autor ocasiуn bastante con su discurso б pensar, у que no dio entero crйdito б los historiadores de aquellas navegaciones, у si lo dio, de poner en duda su fe y reputaciуn, por la variedad й inconstancia que -muestra en su parecer. Porque, si tuvo creнdo haberse navegado el lado austral de Бfrica, їcуmo sintiу que la Tуrrida zona era in-habitable, y por serlo no podнan comunicarse las dos tem-pladas contйrminas dйlla; debiendo saber lo contrario de aquellas navegaciones, por no se poder hacer de otra ma-nera que atravesando todo el ancho de la Tуrrida zona y pasando de la Zona templada setentrional б la que le co-rresponde al Mediodнa, para poder bojear el dicho lado de Бfrica, que por el Cabo de Buena Esperanza entra б buen trecho en la Zona templada deste Hemisferio antartico? En la misma duda que nos dejу el testimonio de Plinio, nos pone tambiйn el de los otros escritores antiguos que he cita-do, con los demбs que siguen su parecer. Por lo cual, ha-bernos de confesar que no tuvieron noticia de las dichas navegaciones, у que, si la tuvieron, no las creyeron tanto como los modernos que las alegan por su parte. Bien se ve la dificultad que hay en concordar testimonios y pareceres tan encontrados. Por donde, como con menos repugnancia me parece los podremos conformar, es diciendo que la opi-niуn de toda la antigьedad en sentir era inhabitable la Tу-rrida zona, estaba tan universalmente recebida y arraigada en los бnimos de los hombres mбs sabios de aquellos tiem-pos, que no la mudarнan con menor certidumbre y expe-riencia de lo contrario que la que tenemos ahora nosotros; y asн, que dado caso tuviesen alguna noticia de los que habнan navegado aquellos mares, por haber sido las tales navegaciones muy pocas, no acostumbradas y sucedidas como acaso у por infortunios de los que las emprendieron, no dieron tan entero crйdito б ios autores dйlla que bastase б desencajarlos de su parecer.
Agora quiero yo valerme de la historia de las dichas navegaciones, para confirmar mi opiniуn, que, bien mirada, mбs estб por ella que por la contraria. Lo primero, porque si con tanta diligencia y admiraciуn hicieron memoria de¬ltas los escritores antiguos, tambiйn la hubieran hecho del viaje mucho mбs arduo y admirable de los hebreos б este Nuevo Mundo, si hubieran navegado б йl en tiempo de Sa¬lomуn, у antes у despuйs. Lo segundo, pruebo de la dicha historia, que no se navegу entonces el Ocйano con tanta frecuencia que se tuviese por camino tan cursado el de las costas de Бfrica, como los que al presente se andan para cualquiera regiуn de allendel mar, por la admiraciуn y cir¬cunstancias con que los dichos autores refieren aquellas na¬vegaciones, dando б entender en su modo de hablar que fueron raras y desacostumbradas; porque si no, їб quй pro¬pуsito hicieran menciуn tan por menudo del nъmero dйllas, de los nombres de los que las acometieron y de las causas por que se movieron б tan ardua resoluciуn? Muy de otro modo contamos hoy las navegaciones trilladas que por la carrera de Indias hacen nuestros espaсoles, con intento de mostrar cuan frecuente y usado es este viaje. Finalmente, juzgo que no se prueba de las dichas navegaciones poderse navegar en alta mar sin aguja de marear; pues los que las escriben nos muestran tambiйn el camino por donde se hi¬cieron, que fuй tierra б tierra por las orillas del Ocйano, sin engolfarse en йl.
CAPНTULO XVIII Pruйbase lo mismo con otros indicios.
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ASTA aquн no hemos hecho mбs que atajar el paso б las flotas de Salomуn por la derrota que intenta¬ban guiarlas б esta tierra los contrarios; ya es tiempo co¬meneemos б discurrir por ella buscando y recogiendo otros indicios que mбs refuercen nuestro partido y debiliten el suyo. Presupuesta, cuanto б lo primero, la grande barbari¬dad y rudeza de las gentes deste Nuevo Mundo, que en todos tiempos entiendo ha sido la misma, se nos pone lue¬go por delante la dificultad que dйlla nace, y es, dado caso que sin estorbo ni contrastes pudieran aportar acб las di¬chas flotas, їcуmo se hubieran los hebreos en su negocia¬ciуn y comercio con estos indios? Puesto en razуn parece que procederнan ni mбs ni menos que nosotros, fundando algunas colonias de su gente entre ellos, y aun sojuzgando alguna parte desta tierra, para mejor conservarse y tener б raya el furor bбrbaro de sus moradores; que por otra vнa no fuera capaz de contrataciуn gente tan salvaje y nada menesterosa de peregrinas mercancнas, que ni habнan me-nester mбs para su sustento que los frutos de su tierra, ni para su vestir y adorno apetecнan nuestras preciosas sedas, paсos y lienzos delicados, contentбndose los mбs con el traje y librea con que nacieron. Porque, por experiencia vemos que el mбs grueso trato que con los indios que estбn por pacificar suelen tener nuestros espaсoles, y el que tu¬vieron al principio con los que ya estбn pacнficos antes que fueran amigos, eran muy tenues trueques y rescates, cam¬biando por oro las bujerнas y menudencias б que son mбs aficionados, como son cascabeles, espejos, agujas, cuchillos, tijeras y otras cosillas deste jaez. Y todo el oro que con este gйnero de contrataciуn sacaban dйllos los espaсoles, era cosa muy poca en comparaciуn de la gran riqueza des-te metal y de plata que ellos mismos van ahora sacando de las minas, despuйs que apoderados dellas las labran por su cuenta. Lo uno, porque con muy corto empleo destos juguetes quedaban abastados los indios, y lo otro, por ser en poca cantidad el oro y plata que ellos acostumbraban sacar de las dichas minas. De lo cual se infiere, que si na-toaran б estas Indias las dichas flotas de Salomуn, no pudieran las judнos asentar y conservar el comercio con los indios de otra forma que lo han asentado y continъan los espaсoles; y asн, hubieran hecho algunas poblaciones, for¬talezas y presidios de los de su naciуn, y en todo lo demбs hubieran procedido como nosotros.
Siendo, pues, asн, no dejбramos de hallar grandes seсa¬les en esta tierra de su estada en ella, si hubiera sido ver¬dadera, pues no era posible venirse б borrar tan de raнz su memoria, que siquiera de los nombres y ruinas de sus co-lonias y estancias no quedara algъn rastro; como no puede ser (humanamente hablando) que de las nuestras se venga б acabar la noticia de todo punto, en caso que desde ahora nos volviйsemos б Espaсa cuantos acб estamos de nuestra naciуn. Porque, aun la de los nombres solos de las provin-cias y pueblos que en este Nuevo Mundo hemos fundado, soy de parecer que no se podrб extinguir ni borrar de aquн б la сn del Mundo; los cuales han ido poniendo sus con-quistadores y pobladores en honra de nuestra naciуn y memoria de sus patrias, у por otros respetos y motivos, todo б fin de perpetuar su memoria y eternizar la fama de nuestra gente en estas nuevas tierras.
Con este fin, casi no hay reino en nuestra Espaсa cuyo nombre no se haya trasladado ya б esta tierra y puesto б las provincias dйlla que se han pacificado y poblado; en gracia de nuestra Naciуn, pusieron por nombre la Isla Es¬paсola б la que sus moradores llamaban Haytн, los que la conquistaron y poblaron; y en memoria de nuestra patria nombraron Nueva Espaсa al imperio Mexicano los que la pacificaron; y si vamos discurriendo por lo restante destas Indias, hallaremos que en memoria de distintas provincias de Espaсa tienen acб sus mismos nombres otras muchas, para que.en todo corresponda el dibujo desta gran colonia espaсola con su ejemplar; al reino de Tierra Firme le pu-sieron Castilla del Oro en memoria del reino de Castilla; y por respeto del mismo nombre, el marquйs D. Francisco
Pizarro б la mitad deste reino del Perъ la Nueva Castilla; y б la otra mitad en que entra-la ciudad del Cuzco, mandу Su Majestad que se llamase el reino de la Nueva Toledo; pues¬to que ambas partes se comprehenden ahora con nombre • de la Nueva Castilla. Tambiйn hay provincias llamadas la Nueva Andalucнa, el Nuevo Reino de Granada, Nueva Viz-caya, Nueva Galicia y Nuevo Reino de Leуn. Б otras tie¬rras han nombrado de otros modos, у por tener alguna se-mejanza con aquellas cuyos nombres les dieron, у por de-vociуn de algъn misterio de Nuestra Santa Fe у de los San-tos, debajo de cuya advocaciуn y patrocinio estбn; у en memoria у con el apellido de sus fundadores; y б otras han puesto otros nombres significativos en nuestra lengua, por alguna propiedad de la tal provincia у en memoria del dнa de su descubrimiento y fundaciуn, у por otras razones se-mejantes.
Б imitaciуn de Venecia pusieron Venezuela б la provin-cia de Caracas; en reverencia de la Santнsima Trinidad die-ron este tнtulo б la isla asн llamada; por devociуn de los Santos intitularon la Isla de Boriquen con el de San Juan, que es la que vulgarmente llaman Puerto-Rico; б la de Ja-maica, con el de Santiago, y б otras innumerables islas con los de otros Santos. Por devociуn de la Santa Cruz, nom-braron la provincia de Santa Cruz de la Sierra, que es una de las del Perъ (i); y en honra y memoria de la gloriosa Resurrecciуn de Cristo nuestro Redentor y de la Pascua flo-rida йn que se celebra, dieron el nombre que tiene б la provincia de la Florida. Han dado tambiйn nombres signi-ficativos, como son el de la provincia de Honduras, el de Tierra Firme, Buenos Aires y la Verapaz.
(1) No es cierto: la provincia y ciudad de Santa Cruz de la Sierra llamуse asн del pueblo de igual nombre, б tres leguas de Trujillo de Ex-**diiim( donde Nuflo ъ Onofre de Chaves, fundador de aquella ciudad,
El mismo estilo han guardado en denominar las pobla-dones que de nuevo han fundado; por donde son ya tan¬tos los nombres de lugares de Espaсa que hallamos en esta tierra, que parece haberse trasladado б ella todo aquel reino. De los mбs que me ocurrieren harй aquн menciуn, y pienso serбn muy pocos los que se me pasaren de la roe-‘ morнa; y comenzando por mi patria la Andalucнa, como mбs vecina б estas Indias, de los pueblos dйlla tienen acб los nombres estas nuevas poblaciones: dos de el de Grana¬da, tres con el de Cуrdoba, otras tres llamadas Sevilla, dos con el de Jerez, otras dos con el de El Villar, y de los si¬guientes de su nombre cada una, que son Jaйn, Baeza, Йcija, Loja, Alcalб la Real, Antequera, Archidona, Vйlez, La Palma, Medina, Gibraltar, Puerto-Real y Guadalcбzar. De lugares de las otras provincias de Espaсa tienen los nombres: tres el de Trujillo, dos Guadalajaras, dos Mйridas, dos Oropesas, Cuenca, Ciudad-Real, Cбceres, Llerena, La Serena, Ocaсa, Guadalupe, Cartagena, Caсete, Valverde, Agreda, Aranjuez, Talavera, Бvila, Portillo, Carriуn, Bece-rril, Arnedo, Salinas, La Rioja, Nieva, Almaguer, Madrigal; cuatro pueblos con nombre de Valladolid; dos (i) con el de Zamora, tres con el de Leуn; dos Segovias, y otros dos Salamancas; y Villa de Mancera.
Fuera destos nombres de lugares castellanos, hay tam-biйn de otros que caen en otras provincias de Espaсa, como digamos Compostela, Durango, Lagos, Pamplona, Za-ragoza, Valencia; y hasta de pueblos de fuera de Espaсa han dado nombres б otros: tales son el de Antioquнa, Car-tago, Londres, Esquilache y Tenerife (2).
Ni son menos los que se intitulan con algunos de los misterios de Nuestra Santa Fe y con nombres de Бngeles y Santos y de otros compuestos de dicciones castellanas. En honra de la Fe divina en que se funda nuestra sagrada
(1) Tres: una en la Nueva Espaсa, otra en Quito y la tercera en Maracaibo.
(2) Y Bruselas, Nueva Lombardнa y otros varios.
TOMO III 13
Religiуn, hay tres pueblos con el tнtulo de Santa Fe (i); dos con el nombre soberano de Nuestro Seсor Dios, como son Gracias б Dios y Nombre de Dios; cuatro con advo¬caciуn de la Santнsima Trinidad; cinco con la del Espнritu Santo; uno llamado Altagracia; diez y seis con tнtulo de Cristo Salvador nuestro, tomados de los varios misterios que en memoria suya celebra Nuestra Madre la Iglesia en el discurso del aсo; los cinco son con nombre de San Sal-vador, con el de Cristo uno, dicho Monte-Cristo; por devo-ciуn de su Santнsimo nacimiento se le dio el nombre que tiene al Puerto de Navidad; y en memoria del Santнsimo nombre de Jesъs, se nombra asн una ciudad; del misterio de la Epifanнa y adoraciуn de los Reyes Magos toman nombre tres pueblos, llamados Los Reyes; por memoria de su Santнsima Pasiуn y muerte de Cruz toman cuatro el tнtulo de la Santa Cruz; y uno el de la Ascensiуn.
No han sido menores en esta parte las muestras de de-vociуn que con su Santнsima Madre la Virgen Marнa ha dado nuestra naciуn, pues en honra suya ha puesto б diez y seis pueblos los tнtulos de sus sagrados misterios: de su dulcнsimo Nombre se intitulan tres; del mismo, con otros atributos, como son de los Remedios, de la Paz, de la Vi-toria, de las Nieves y de la Guarda, cinco; por devociуn de su inmaculada Concepciуn se nombran dйlla seis, uno con el de su Purificaciуn Santнsima y otro con el de su gloriosa Asunciуn.
En honra de los Santos Бngeles dieron nombre б la Puebla de los Бngeles; y por ser grande la devociуn de los espaсoles con el arcбngel San Miguel, han dado su nombre б diez pueblos; del de San Rafael se intitula una isla. Mas, para que se eche de ver la ventaja, estima y amor filial que б nuestro glorioso Patrуn de Espaсa las na-
(i) Uno por lo meуos, el fondado por Jimйnez de Quesada, tomу su nombre directamente del Real asentado por D. Fernando y D.a Isabel junto б Granada.
dones della tenemos, es bien se sepa que nombramos б diez y nueve pueblos de estas Indias con advocaciуn de Santiago; en honra de San Juan intitulamos diez y seis de su nombre; dos con el de San Pedro, y uno con el de San Pablo; cuatro con el de San Felipe; dos con el de San Bar¬tolomй; y de los demбs Apуstoles hay un pueblo cada uno de los siguientes: San Andrйs, Santo Tomй, San Lucas, San Marcos y San Felipe y Santiago. Con nombre de San Sebastiбn hay cuatro pueblos; coi) el de San Cristуbal tres; siete con el de San Francisco; dos con el de San Martin, y otros dos con el de San Luнs. Otros muchos hay cada uno con el nombre de los Santos siguientes: San Joseph, San Lorenzo, San Esteban, San Vicente, San Jorge, San Anto¬nio, San Agustнn, San Gerуnimo, San Gregorio, San Ber¬nardo, Santo Domingo, Santo Tomбs, San Amaro, San Ignacio, Santa Ana, Santa Marta, Santa Catalina, Santa Bбrbara, Las Vнrgines; y con nombre de Todos Santos, dos.
Del apellido de sus fundadores lo toman los pueblos de Mendoza, Castro, Leyva, Pedraza, Salazar, Garcimendoza, Arias, Castro-Vireina, Loyola, Ibarra y Montesclaros. En memoria de los Reyes en cuyo tiempo se pacificaron y poblaron, tienen tambiйn sus nombres algunas provincias y pueblos: en gracia del rey D. Fernando, por cuyo man¬dado descubriу Colуn este Nuevo Mundo, se intitula Fer-nandina la Isla de Cuba; y б contemplaciуn de su mujer la reina D.a Isabel, llamaron la Villa de la Isabela al primer pueblo de espaсoles que se fundу en este Nuevo Mundo en la Isla Espaсola, que poco despuйs se trasladу б otro sitio y se llama agora la ciudad de Santo Domingo. En memoria del emperador y rey de Espaсa D. Carlos V, pu¬sieron la Villa Imperial б Potosн; en gracia del rey D. Fe¬lipe II, se nombraron las Islas Filipinas, y por respeto del rey D. Felipe III, se puso nombre de San Felipe de Aus¬tria б la Villa de Oruro; y б este modo han sido intitulados otros lugares.
De vocablos castellanos significativos de alguna cosa, se nombran Villa Hermosa, La Frontera, Villareal, Puerto Viejo, Puerto del Prнncipe, Puerto Seguro, Realejo, Monte de Plata, La Grita, Pueblo Nuevo, la Buena Ventura y la ciudad de la Plata. Fuera de los dichos, que todos son re-ciйn fundados, y colonias espaсolas, casi б todas las pobla-ciones de indios del dominio espaсol habernos bautizado con nombres cristianos, poniendo б las mбs tнtulos de San-tos; y б otras muchas los de pueblos nuestros de Espaсa, como son Toledo, Cуrdoba, Oropesa, Salamanca y otros muchos б este modo; б cuya causa hay muchнsimos pue¬blos de indios que no tienen otros nombres sino los que les habernos puesto; de los cuales usan no sуlo los espaсoles, sino tambiйn los mismos indios. Callo los innumerables nombres de nuestra lengua que nuestros espaсoles han dado б montes, valles, sierras, rнos, lagos, islas, puertos, bahнas y б otras innumerables cosas que fuera proceder en infinito el referirlas.
CAPНTULO XIX Prosigue la materia del pasado.
IODO esto he traнdo б propуsito de probar que estб
la memoria de nuestra naciуn tan arraigada en esta tierra, que cuando ahora la desamparбramos, no era posi-ble borrarse de los бnimos de los naturales dйlla que en los tiempos venideros sucedieren б los que hoy viven, ni que de tanta multitud de vocablos dejase de haber perpe¬tuamente rastros muy notorios; y la memoria de los nom¬bres susodichos tengo por imposible se extinguiese; y que tengo por mucho mбs imposible que se viniesen б borrar y cegar las seсales y reliquias que de las cosas por ellos sig¬nificadas quedaran; porque la de tantos pueblos edificados б nuestra traza, de tantos edificios suntuosos de cal y can¬to, de las muchas piedras labradas con el primor y arte que se labran en Europa en forma de columnas, basas y todo gйnero de labores y molduras; de tantos sepulcros majestuo¬sos, de tantas bуvedas, acequias y puentes de cal y canto, y de los ladrillos, tejas, loza vedriada y vidrio, de lo cual nada conocнan antes los indios; y finalmente, de los hondos cimientos de los templos, castillos, murallas, tajamares y otras fбbricas fuertes; їy de los rйtulos, inscripciones y epi-tafios esculpidos en losas de mбrmol y tablas de bronce que adornan muchos edificios, con innumerables escudos de armas de piedra y de metal, quй razуn puede haber para que su duraciуn no corra pareja con la del mismo tiempo?
Aсadamos б estas seсales las que dieran perpetuamen¬te los animales y plantas traнdos б estas Indias por los es-paсoles, de los cuales ellos carecнan, de que tratamos en el libro antes dйste; y las de las cosas deste gйnero que de acб se han trasplantado б Europa. Otrosн, todas nuestras artes con los instrumentos y herramientas dйllas, que los indios han aprendido y ejercitan con no menor perfecciуn que los espaсoles que se las enseсaron; los usos que acerca de su vestir y manera de vivir han tomado de nosotros; los vocablos de nuestra lengua que han ingerido en la suya; y aun hay no pocos pueblos que tienen ya por tan propia la nuestra, que se han olvidado de todo punto de la suya materna y sуlo hablan nuestro lenguaje castellano. Final-mente, el uso de las letras y escrituras ha entrado en mu-chas destas gentes de tal forma, que por la estimaciуn que dйllas hacen y codicia con que las aprenden, jamбs las de-jarбn olvidar. Asн que, destas razones infiero por conclu-siуn manifiesta, que ni los hebreos tuvieron jamбs comer-cio en esta tierra, ni pusieron sus pies en ella. Porque, dado te molido; ni obra de yeso, ni de ladrillos, pues ni un canto de ladrillo ni un tiesto de teja se ha hallado ni memoria entre estas gentes de haber habido acб uso destas cosas.
Donde ordinariamente suelen hallarse rastros de mбs antigьedad, es en los sepulcros; pero todos los que hemos descubierto en esta tierra son de una misma forma en cada provincia, y el uso de enterrar sus difuntos el mismo. En ninguna parte vemos diferencia notable, ni en los materia-les de los tales sepulcros, ni en su disposiciуn y traza, ni en las cosas que dellуs se suelen sacar, que son las que acostumbraban los indios enterrar con sus muertos. Las joyas y armas que se desentierran destas sepulturas son de un mismo jaez; no se ha descubierto gйnero de armas ni de otro instrumento de hierro ni memoria deste metal en¬tre estas gentes. Pues si las dichas flotas de Salomуn hu¬bieran frecuentado el navegar б esta tierra y contratar en ella, їno hubieran dejado los hebreos algъn rastro destas cosas? Siquiera para enterrarse los que durante su contra¬taciуn acб murieron, їno hubieran labrado sepulcros б su usanza, de que no pudieran dejar de quedar reliquias y rastros, ya que de las moradas que usarнan en vida no los hallamos? їY tan descuidados habнan de ser de su propia comodidad, que, siquiera por tenerla mayor, no trajeran bestias para caminar y con que mбs fбcilmente trajinasen desde las minas б los puertos los ricos metales que de tan lejanas tierras venнan б buscar, ya que de las otras cosas no se curasen?
Ni es conforme б razуn el intentar satisfacer б todas estas dificultades con decir que durante aquel comercio y navegaciуn trujeron б esta tierra las mismas cosas que han traнdo los espaсoles, mas que, andando el tiempo, vinieron б extinguirse y acabarse. Porque las plantas y animales traнdos por los nuestros han cundido tanto por este Nuevo Mundo, que en muchas partes nacen tan copiosamente sin industria ni beneficio humano, que cuando en quererlas acabar y consumir pusieran los hombres toda su inteligencia y conato, no salieran con ello; cuanto mбs que no la ponen sino en conservarlas y aumentarlas, llevados del interйs y utilidad que de las tales cosas les resulta. En conclusiуn, no vemos alguna diferencia de una regiуn б otra en care¬cer de todos estos indicios, que es otro argumento bien fuerte; porque no hay duda sino que en las partes que aque¬llas flotas mбs frecuentaron con su contrataciуn, hubieran quedado algunas seсales y memorias que en las otras; por¬que no pudiera dejar de pegбrseles algo б los naturales dй¬llas de la comunicaciуn y trato con los hebreos, y no pasa asн, sino que todos son unos, asн los de tierras ricas como los de poblaciones; y los marнtimos como los que habitan la tierra adentro. Y la misma fuerza tienen estos argumen¬tos contra los que presumen responder que cuando las flo¬tas de Salomуn navegaban б esta tierra, no estaba ella po¬blada de otras gentes, sino que entonces la comenzaron б poblar los hebreos, que si conceden que ya de antes estaba poblada de indios.
CAPНTULO XX
En que se responde б los argumentos de la opiniуn contraria y se declara dуnde caнa Ophir.
B
IEN miradas las razones y argumentos en que fundan su opiniуn los contrarнos, juzgo ser de muy poca sus¬tancia para determinar por ellos cosas tan grandes. Porque, al primero que traen del dicho del Almirante D. Cristуbal Colуn, digo que no se debe hacer mucho caso de los nom-bres con que publican y celebran las nuevas tierras sus descubridores, para sacar dellos el hilo de la verdad que se busca у investigaciуn de algъn misterio. Porque ordina-сбmente les dan esos nombres acaso, tomados de la oca¬siуn que se les ofrece, y aun llevados del comъn aparato que los hombres tienen de levantar y engrandecer sus he¬chos; y particularmente se veriсca esto en materia dй des-cubrimientos y conquistas de tierras incуgnitas, como nos lo muestra la experiencia, pues casi no hay hombre que, volviendo de algъn descubrimiento, no exagere y levante hasta el cielo con desmedidos hipйrboles la bondad y exce-lencia de la tierra por йl hallada, prefiriйndola en bondad y riqueza б todas las otras del Mundo, aunque notoriamen¬te sea la mбs pobre y desventurada del; y para introducir¬las en mayor reputaciуn y crйdito con las gentes, suelen darles ilustres tнtulos y apellidos que sean pregoneros de la excelencia que no tienen. Buen ejemplo tenemos dйsto (de-jando otros muchos) en las Islas de la Tierra Austral, б quien nombraron sus descubridores Islas de Salomуn, sin otro motivo que por acreditarlas en el mundo con nombre tan honroso y noble; y en las provincias que baсa el rнo Maraсуn, nombradas de los que las hallaron El Dorado, por el mismo intento, aunque son tan miserables, como б su pesar y costa muchos han experimentado.
Al segundo argumento tan ingeniosamente compuesto, se responde, que hubieran ahorrado el trabajo de inquirir y averiguar tantas deduciones del original hebreo los que dieron en йl, con sуlo saber el nombre propio deste reino del Perъ, que ni es el de Perъ, como ellos piensan, ni parte alguna destas Indias tal nombre tuvo antiguamente. Porque б este reino de la Nueva Castilla, que ahora llamamos Pe¬rъ, nombraban sus naturales Tahuantitisuyu, y el nombre de Perъ es nuevo, puesto por los primeros espaсoles que intentaron su pacificaciуn y conquista y no sabido ni usado jamбs de los indios; que los que de hecho lo conquistaron y ganaron, le pusieron la Nueva Castilla, dado que ha pre-valecido el nombre de Perъ, que usamos mбs frecuente; y bien considerado, es conjetura muy ligera en la que estri-
TOMO III 14
ban de semejanza de nombres que hallamos en esta tierra con aquel de Parvaim, como son los del Paraguay, Paria y los otros referidos en el cap. XIV. Porque si por la conve-niencia y afinidad de las voces y sonido material de los vocablos nos hubiйramos de guiar, cada una de las nacio-nes de Europa, y aun de las otras de lo restante del Mun¬do, pudiera alegar el mismo derecho de haber procedido dйllas las naturales desta tierra; pues hallando en sus len¬guas muchas voces que convienen con las de todas aquellas gentes en lo material, como si dijйsemos en la semejanza de letras y nъmeros y cantidad de sнlabas, puesto que en lo formal, que es el sentido y alma de las dichas voces, e$ muy diverso de lo que significan en otras lenguas. Б lo menos en las de los indios deste reino del Perъ hallamos no pocos vocablos cuyo sonido es el mismo que el de otros de nuestra lengua castellana, y aun de la latina, y creo que hallara la misma conformidad con nombres y voces de su lengua, cualquiera otra naciуn de las de Europa.
Ni el tercero argumento me parece de alguna fuerza; porque, si bien es verdad que son abundantes de oro estas Indias, todavнa no es tanta la cantidad que dan, que haga poner en olvido la fama de la riqueza de otras regiones del Mundo celebradas por aurнferas de los escritores antiguos; y que antes que las naves de Salomуn contrataran en Ophir, celebran las Divinas letras la mucha abundancia de oro que participaba la provincia de Palestina de las otras sus comarcanas. En el primer capнtulo del Deuteronomio se cuenta que en tiempos de Moisйs habнa muy grande co¬pia de oro de la otra parte del rнo Jordбn, en los tйrminos del Mohab, entre Jophel y Hasercht; y en otros muchos lugares de la Divina escritura se hace menciуn de otras tie¬rras comarcanas б Palestina que abundaban de oro, y en especial del mucho que juntу el rey David de los despojos de los Syros, Idumeos y Amonitas que venciу por armas, como consta del cap. XXII del primer libro del Paralipу-
DEL NUEVO MUNDO
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menon. їQuiйn no sabe cuan encarecida fuй la riqueza de aquella tierra de Hevilat, fйrtilнsima deste metal; la cual, se-gъn opiniуn de muchos hombres doctos, estб no lejos de Judea, sin embargo de que otros la ponen en la India Orien¬tal en las riberas del rнo Ganges?
Pues las copiosas minas de oro y plata tan afamadas de nuestra Espaсa, bien notorias son б cualquiera hombre versado en antigьedad. Asн que, no es esta buena conse-cuencia: en el Perъ se saca abundancia de oro, luego de allн era el que’ se llevaba б Salomуn, como quiera que lo haya tambiйn en otras muchas partes del Universo. Б esto se allega otra razуn muy fuerte para impugnar la dicha opi¬niуn, y es, que muchas de las cosas que de Ophir cargaban las flotas de Salomуn, no las hubo jamбs en estas Indias ni conocimiento deltas, como son marfil, pavos y monas; porque no se crнan acб elefantes, y los pavos que hay no son de aquellos vistosos y de hermosas plumas б quien propiamente se les da este nombre, sino otras aves muy distintas que llamamos Gallinas de la tierra, б las cuales, por alguna semejanza que con los pavos tienen, las nom¬bramos asн. De Micos es verdad que hay muchas castas, pero todos son diferentes de las monas de Бfrica, porque йstas carecen de cola y los Micos desta tierra las tienen muy largas. Ni tampoco pienso que las maderas de tanto valor y estima que se llevaban de Ophir las hay en esta tierra; porque, puesto que nacen muchos бrboles de ma¬dera recia, olorosa y medicinal, no son, con todo eso, dig¬nos de aquel encarecimiento con que habla la Escritura sagrada de las maderas llevadas de Ophir. Ni es acб tanta la copia y fineza de piedras preciosas como en la India Oriental.
Б la cuarta conjetura del mucho tiempo que tardaban las flotas de Salomуn en aquella navegaciуn de Ophir, res¬pondo, que no afirma el Texto sagrado que gastasen tres aсos en ellas, sino que una vez cada tres aсos hacнan viaje, y dado caso que tardaran en йl todo aquel tiempo, no se infiere de ahн que navegaban б este Nuevo Mundo, sino que iban lejos б tierras muy remotas; y harto lo eran para en aquellos tiempos y aun para йstos, cualesquiera de las marнtimas de la India Oriental, en la cual soy de parecer caнa la regiуn de Ophir, como afirma Josepho (lib. VIII de las Antigьedades, cap. II), y San Jerуnimo, Teodoreto, Pro-copio, Rбbano, el Abulense y otros muchos que refiere el Padre Juan de Pineda (lib. IV de rebus Salonwnis, capнtulo XVI); y porque, cayendo, como cae, en el Mar Bermejo el puerto de Asiongaver, de donde partнan las dichas flotas de Salomуn, como se escribe en el cap. IX del tercer Li¬bro de los Reyes y en el segundo del Paralip., cap. VIII, era cosa fбcil navegar desde allн б la India Oriental, cos-teando las riberas de la Arabia y Persia, sin apartarse de tierra; en la cual navegaciуn no tienen lugar las dificulta¬des y contradiciones que opusimos arriba al viaje que por aquella derrota pretendнan los contrarнos poder traer las dichas flotas б estas regiones de la Amйrica; antes en to¬dos los siglos pasados ha sido muy frecuentada aquella na¬vegaciуn de las costas del Mar Bermejo al Oriente, trayйn¬dose por allн la especerнa, drogas y todas las riquezas orien¬tales б los puertos de Egipto; por donde ha sido siempre tan rica y famosa la ciudad de Alejandrнa, como emporio y plaza abundantнsima de que se proveнan las regiones de Europa y las otras vecinas al Mar Mediterrбneo, de los preciosos efectos y riquezas que la India Oriental lleva.
LIBRO DUODЙCIMO
CAPНTULO PRIMERO
De los habitadores antiguos del Perъ antes que reinasen los Incas.
[OR haber carecido de letras los indios, es muy corta la noticia de sus antigьedades que halla¬mos entre ellos; y si bien los peruanos usaban de ciertos hilos y cordones para conservar la memoria de sus hechos (como adelante veremos), no constaba por esta manera de registros mбs que lo sucedido desde el tiempo que comenzу el imperio de los Incas con las conquistas que emprendieron y provincias que durante su imperio su¬jetaron; y aun eso con tan poca distinciуn y claridad, que ni aun los aсos que cada rey tuvo el cetro se ha podido colegir de su cuenta.
Del estado que la tierra tenнa cuando la empezaron б seсorear los Incas, que habrб como cuatrocientos aсos, dan alguna razуn; pero en subiendo de ahн para arriba, todo es confusiуn y tinieblas, en las cuales apenas se divisa huella y rastro que nos guнe б inquirir mayor antigьedad. Una cosa no se puede negar, asн por la tradiciуn que los indios tienen, como por los indicios y reliquias que hasta el tiem¬
po presente duran, y es, haber habido gigantes en esta tierra. De quй parte y cуmo hayan venido y cuбnto tiem¬po vivieron en ella, no hay cosa cierta. Hбnse topado ras¬tros de ellos, asн en las partes mediterrбneas, como en las marнtimas. Los primeros espaсoles conquistadores deste reino hallaron en la punta y puerto de Santa Elena, diу¬cesis de Quito, huesos humanos de tan diforme grandeza, que conocidamente eran de gigantes, y entre otros unas canillas de mбs de cuatro palmos de largo. Otros muchos huesos de la misma proporciуn se han descubierto despuйs acб en otras partes de aquella misma provincia y de la de Trujillo; tambiйn se han visto huesos no menores la tierra dentro, como es la provincia de Tucumбn y Tanja; en esta segunda se descubriу un cuerpo entero debajo de una barranca, orilla de un rнo, que el agua, robando la tierra, lo habнa desenterrado; era tan diforme, que ocupaba su se¬pultura muy grande espacio, y la calavera de tan extraсa grandeza, que algunos espaсoles, metiendo la espada por la cuenca de un ojo, apenas llegaban con la punta al colo¬drillo. En la provincia de Santa Cruz de la Sierra fuй go¬bernador un caballero cristiano y de mucha verdad, llama¬do D. Lorenzo Suбrez de Figueroa, que poblу la ciudad de San Lorenzo, cabeza de aquella provincia, y se habнa hallado en la conquista de Tucumбn; este caballero solнa contar que, andando en aquella conquista, descubrieron un osario, que al parecer serнa de mбs de cien cuerpos hu¬manos, y todos de huesos de gigantes de excesiva gran¬deza, y que йl mismo metiу su espada en una calavera, y se escondiу toda en su concavidad. Esto me reсriу б mн un religioso viejo de nuestra Compaснa, б quien, estando en la dicha provincia de Santa Cruz, se lo habнa contado el mis¬mo D. Lorenzo.
No pude averiguar si aquel cuerpo de tan gran cabeza era el mismo que se hallу en Tanja, у otro distinto, que como estas dos provincias de Tucumбn y Tarifa son con¬terminas, podrнa ser hubiese sido uno mismo (i). De hacia aquella misma parte de Tucumбn y Tarifa se trujo aсos ha б la villa de Potosн una gran cantidad de huesos de gi¬gantes: todos eran pedazos, que no habнa hueso entero mбs que algunas muelas; pero su extraсa grandeza mostraba ser de cuerpos diformes. Las muelas eran no menores que un puсo cada una; pesуse una de ellas y tenнa once onzas, lo cual supe del mismo que la pesу, que era hombre fide¬digno. No sй si eran destos mismos huesos unos que б mн me mostraron en esta ciudad de Lima, entre los cuales habнa una muela, y era de la grandeza que he dicho; si bien es verdad, que aunque tenнa forma muy perfecta de muela, por la mucha antigьedad parecнa mбs piedra que hueso.
(1) Lo era.
(2) Sobre este misterioso monumento escribe Llano y Zapata en sus Memorias k.f. c. ap., 1761, ms. (rol. I, art. XX, § 32), lo siguiente:
«Por los afios de 1637, en el pueblo de Quнnua, que dista dos leguas de Guamanga, se descubriу casualmente un palacio subterrбneo con gran1 des portadas de piedra y sumptuosos edificios. Hallaron en йl una lбpida con una inscripciуn que no se pudo leer. Habнa varias estatuas de piedra con figuras de hombres que, i manera de peregrinos, traen б las espaldas colgados los sombreros. Entrellos se vio uno montado б caballo con una lanza en ristre y escudo en el braco izquierdo, y otros bultos con vestiduras talares. Se registraron estos monumentos con luces, habiendo los que des¬cendieron al subterrбneo dejado un hilo б la entrada que les sirviese de norte б su salida. Fiador del lo es el Sr. Pinelo, que lo asegura en nota mar¬ginal б la obra tantas veces citada en estas Memorias [Parayso en el Nue-vo-mundo]. Si este autor no vio lo que refiere у le engaсaron en la noticia, fбcil es su examen en la poblaciуn de Qufnua, donde debe existir monu¬mento tan famoso y que servirб de luz en la confusa obscuridad que nos presenta la antigua poblaciуn de aquellas tierras.»
Despuйs de leнda la anterior noticia, no puedo por menos de recordar
No hace poco en confirmaciуn dйsto, la antigualla de algunos edificios arruinados que vemos en este reino, de piedras grandнsimas y bien labradas, como son el de Tнa-guanaco, el que estб debajo de tierra dos leguas de Gua-tnanga (2), y otros; y mбs con las estatuas de piedra que se han desenterrado en el de Tiaguanaco, las cuales son tan grandes que yo mismo medн la cabeza de una por la frente y sienes, y tenнa de ruedo doce palmos; y no sola¬mente en su grandeza, talle y facciones de rostro muestran ser figuras de gigantes, sino que, teniendo el traje, tocado y cabello de muy diferente compostura que el de los indios, es no pequeсo indicio de haber sido labradas por otras gentes; que si fueran obradas de indios, las hubieran for¬mado de su estatura y traje, como son otras muchas que en otras partes hallamos.
U que Cieza de Leуn DOS da en la Primera parte de sn Crуnica del Perъ (cap. LXXXVII) acerca de los antiquнsimos edificios de Vinaque [fнui-сacj, no lejos asimismo de Huamanca, «donde tambiйn hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa…; lo cual ni lo afirmo ni dejo de tener para mн que en los tiempos pasados hubiese llegado aquн alguna gente de tal juicio y razуn, que hiciese estas cosas y otras que no vemos.»
Es admirable el clarнsimo juicio con que el prнncipe de los cronistas del Peni distinguнa las obras de los Incas de las anteriores al imperio y civilizaciуn de estos soberanos. Antes del pasaje citado ha dicho: «Y desto y de otros edificios antiguos que hay en este reino, me parece que no son la traza dellos como los que los ingas hicieron у mandaron hacer.» Y en efecto, desde Cuйlap, en Chapoyas, hasta Itao, en las fronteras de los Chi¬chas y Mizque, incluyendo los palacios, fortalezas у templos de Huama-chuco. Huanaco viejo, Chavнn, Quнnua, Huillcas, Chucahua у Tiahuana-co, etc., resguardando los bordes orientales у andinos de la Cordillera, se extendнa una serie de monumentos anteriores con muchos siglos a los tiem¬pos de los incas y muy superiores en arte y grandeza б los que dichos mo¬narcas erigieron.
Mr. George Squier (Perъ incidents of travel and cxploration in tke latid of the Incas; pбg. 561) traduce con exactitud el pasaje citado de las Memorias de Llano y Zapata, sin citar el autor; y es que probablemente lo tomarнa de la parte de esas Memorias que existe anуnima y ms. en el Museo Britбnico con el tнtulo de Inscripciones del Perъ (Catбlogo del Sr. Gayangos).
Б esto se allega la relaciуn que dan los mismos indios, particularmente los de la costa de Puerto Viejo, que dicen haber venido б ella gigantes por mar en grandes balsas de hacia la parte del Sur, y que por no haber traнdo consigo mujeres, se acabaron. Puйdese presumir que viniesen del Estrecho de Magallanes, pues hasta el dнa de hoy viven en aquella tierra hombres de mayor estatura que la ordinaria. No sуlo en el Perъ hay estos rastros de gigantes, sino que tambiйn en la Nueva Espaсa, que es argumento de haberlos habido en toda la Amйrica; y puesto que no podemos de-terminar el tiempo en que vivieron, es cierto que no llega¬ron б el de los Incas, antes pienso que desde que ellos se acabaron hasta que йstos comenzaron б reinar, pasaron al¬gunos siglos. Y esto cuanto б la fama y rastros que halla-mos de haber habido en estas Indias gigantes en tiempos pasados (1).
Las gentes que poseнan este reino del Perъ cuando los Incas lo empezaron б seсorear, son las mismas que lo ha-bitan ahora; y si bien conservan todavнa las particulares lenguas que hablaban diversas provincias, en lo demбs se alterу y mudу mucho su modo de vivir con la sujeciуn y mando de los Incas; porque, segъn cuentan los indios del Cuzco, eran antiguamente los moradores deste reino por extremo bбrbaros y salvajes, cuales son los que pusimos arriba en la primera clase de barbaridad. Vivнan sin cabeza, orden ni policнa, derramados en pequeсas poblaciones y rancherнas, con pocas mбs muestras de razуn y entendi¬miento que unos brutos, б los cuales eran muy parecidos en sus costumbres fieras, pues los mбs comнan carne hu¬mana y no pocos tomaban por mujeres б sus propias hijas y madres; y todos tenнan gran cuenta con 5I Demonio, б quien veneraban y servнan con diligencia.
(1) Una de las cosas que han contribuido al prestigio de la fбbula de los gigantes americanos, es la notabilнsima costumbre de algunas de las na¬ciones antiguas del Perъ de enterrar sus difuntos en los depуsitos de huesos fуsiles de mastodonte, elefante y otros de igual tamaсo, creyendo eran de sus progenitores, y el lugar donde yacнan sagrada paccaiina de su linaje.
TOMO III 15
Hacнanse continua guerra unos pueblos б otros por cau¬sas muy livianas, cautivбndose y matбndose con extraordi¬nana crueldad. Las ocasiones mбs frecuentes de sus con¬tiendas y riсas, eran el quitarse unos б otros el agua y campo. Para defenderse de sus contrarios hadan los menos poderosos sus habitaciones y pueblos en lugares altos y fuertes б manera de castillos y fortalezas, donde se guare¬cнan cuando eran acometidos dйllos; de los cuales fuertes vemos hoy muchas ruinas por los cerros y collados. Con vi¬vir tan bestialmente, no faltaron algunos que se dieron mu¬cho б la religiуn de sus falsos dioses, adorando tantos como adelante veremos; lo cual fuй causa de edificarse muchos templos, б donde acudнan б hacer oraciуn y ofrecer sus sa¬crificios.
Viviendo, pues, las gentes deste reino en esta barbari-dad, comenzaron en varias partes б levantarse con el domi-nio de sus pueblos los que en habilidad y esfuerzo se aven-tajaban б los otros. Estos son los que nombramos caciques, los cuales con maсa y fuerza vinieron б tiranizar las pro-vincias, procurando cada cual ampliar su seсorнo por los medios que su fortuna le ofrecнa. Esta ambiciуn y deseo de mandar les acarreу grandes calamidades; porque unos caci-ques б otros se daban sangrientas guazavaras, y hacнan continuos saltos, robos y muertes; y asн, con la ruina y des-trucciуn de unos, vinieron otros б crecer en poder grande-mente y dilataron los tйrminos de sus estados; como fue¬ron algunos caciques del Collae y otros de la costa de la mar, que por ser muy poderosos, resistieron mucho tiempo б los Incas, que al mismo tiempo empezaban б fundar su imperio.
CAPНTULO II
De las diligencias que varias veces se han hecho pa¬ra averiguar la verdadera historia de los Incas y de los ritos y costumbres de su repъblica.
H
ABIENDO de escribir en йste y en los dos libros si¬guientes y ъltimos desta primera parte lo tocante б la repъblica, gobierno, religiуn y costumbres de los Incas, reyes antiguos del Perъ, me pareciу conveniente, para ma¬yor crйdito y autoridad de lo que se dijere, poner en este capнtulo los fundamentos en que la verdad desta historia estriba; para que, si alguno intentase contradecirla, movido por el dicho de algъn indio viejo у por no hallar agora tan viva la memoria de muchas de las cosas que aquн se tratan, у por otro cualquier respeto, sepa que б cuanto se escribe en ella precediу muy diligente pesquisa y examen en tiem¬po y con personas que no se pudo dejar de alcanzar la ver¬dad. Lo que me mueve б prevenir esto, es el haber venido б mis manos algunas relaciones y papeles de hombres cu¬riosos y en opiniуn de versados en las antigьedades de los indios, que acerca destas materias sienten diferentemente que los autores que dйllas han impreso y de lo que de todos estб recebido; los cuales, б lo que principalmente tiran es б persuadirnos, lo primero, que los reyes Incas comenza¬ron mucho tiempo antes del que los historiadores ponen y que fueron muchos mбs en nъmero; y lo segundo, que no adoraron tanta diversidad de dioses como les seсalamos.
Ante todas cosas conviene advertir una muy sustancial en este negocio, y es, que no todos los indios supieron ni pudieron al principio, y mucho menos agora, dar razуn des-tas materias, porque, pedir б la gente vulgar, como son mitayos y yanaconas nos informen dйllas, serнa como si en Sayago (i) quisiese alguno preguntar por las leyes y fueros de Espaсa, у se tratase en una ciudad de los estatutos dй¬lla con la mayor parte de la gente popular, que muy pocos sabrнan dar cuenta ni razуn sino de aquello en que tratan; y de diez con quien se hablase sobre ello, se sacarнan otras tantas opiniones. Por lo cual, como en sola la ciudad del Cuzco residнan todos los que trataban del gobierno y reli-giуn, solos ellos pudieron entender y dar razуn de lo que acerca desto se les preguntaba, y los demбs, para este efec-to, son de todo punto incapaces, porque tenнan muy poca cuenta con mбs de lo que se les mandaba; y aun aсrman que muy pocos dйllos entendнan el propуsito de aquello en que los ocupaban ni aun tenнan licencia de preguntarlo. Lo cual es en tanto grado verdad, que yo mismo he hecho ex-periencia dello hartas veces, y cualquiera que la hiciere ha-llarб ser asн: que si preguntamos agora cualquiera cosa deste gйnero б un indio de los hatunrunas, que son, como si dijйsemos, los rъsticos, no saben responder ni aun si hubo reyes Incas en esta tierra; y preguntando lo mismo б cual-quiera de los que del linaje de los Incas moran en el Cuz¬co, al punto da muy cumplida razуn de todo, del nъmero de reyes que hubo, de su decendencia y conquistas, y de las familias y linajes que dйllos han quedado; y asн, no hay qne hacer caso mбs que de las informaciones que desta materia se han hecho en la dicha ciudad del Cusco; de lasv cuales no me apartarй yo en toda esta escritura, en espe¬cial de la que por mandado del Virey D. Andrйs Hurtado de Mendoza, Marquйs de Caсete, y del primer Arzobispo de Lima, D. Fr. Jerуnimo de Loaysa, hizo el licenciado Polo Ondegardo el aсo de 1559 siendo Corregidor de aque¬lla ciudad, haciendo junta para ella de todos los indios vie-
(1) Los sayagtteses conservan todavнa la fama de ser los mбs nidos, incnltos, ignorantes 7 zafios de todos los espaсoles.
jos que habнan quedado del tiempo de su gentilidad, asн de los Incas principales, como de los sacerdotes y quipocama-yos у historiadores de los Incas. Los cuales no podнan igno-rar lo tocante al gobierno, ritos y costumbres de los suyos, por haber alcanzado el tiempo de los reyes Incas y ejerci-tado en йl todo aquello sobre que fueron examinados, y por los memoriales de sus quipos y pinturas que aъn esta¬ban en piй.
Particularmente la que tenнan en un templo del Sol, junto б la ciudad del Cuzco, de la cual historia tengo para mн se debiу de sacar una que yo vi en aquella ciudad dibu¬jada en una tapicerнa de cumbe, no menos curiosa y bien pintada que si fuera de muy finos paсos de corte (1). Por lo cual, ha tenido siempre tanta autoridad la relaciуn que por la averiguaciуn de aquella junta hizo el sobredicho li¬cenciado Polo, que en los concilios provinciales que se han celebrado en este reino, se abrazу cuanto ella contiene, asн para la instrucciуn que se da б los curas de indios de sus ritos y supersticiones antiguas en orden б que pongan toda diligencia y cuidado en extirparlas, como para resolver las dudas y dificultades que б cada paso se ofrecнan б los prin-cipios sobre los matrimonios de los que se convertнan б nuestra Santa Fe; y esta relaciуn tengo yo en mi poder, la misma que, firmada de su nombre, enviу el licenciado Polo al arzobispo D. Jerуnimo Loaysa (2).
(1) En mi concepto, los originales de estos paсos у tapices se labra¬ron en tiempo de la risita del virey D. Francisco de Toledo б las sierras del Perъ. Sn historia es muy interesante, y el que quiera conocerla, puede consultar mi Dedicatoria de las Tres relaciones de antigьedades peruanas (pбgs. xvili-xxviii) y la ъltima Informaciуn de las publicadas i conti¬nuaciуn de las Memorias antiguas hist. y polft. del Perъ, por el licenciado D. Fernando Montesinos (Col. de lia. espaсoles raros у curiosos, t. XVI.)
(2) Polo de Ondegardo escribiу ademбs dos informes sobre el sistema tributario de los Incas, llenos de interesantes noticias histуricas acerca de estos soberanos y de sus pueblos. Uno, respondiendo i una real instrucciуn por capнtulos muy semejante б la que precede y motiva la relaciуn del
Algunos aсos despuйs, el virey D. Francisco de Tole¬do puso gran diligencia en sacar una verdadera historia del origen y manera de gobierno de los reyes Incas, y para este efecto, hallбndose en la ciudad del Cuzco, mandу jun¬tar todos los viejos Incas que quedaban del tiempo de sus reyes Incas; y para que se procediese con menos riesgo de engaсo en negocio cuya averiguaciуn tanto se deseaba, fueron examinados cada uno de por sн, sin darles lugar б que se comunicasen; y la persona б quien encargу el Virey hiciese esta informaciуn, que era uno de los que en la visi¬ta general iba en su servicio, hizo esta misma diligencia y examen con cuantos Incas viejos hallу en las provincias de los Charcas y de Arequipa, y con los espaсoles antiguos conquistadores que habнa en la tierra, que no eran pocos los que vivнan en aquel tiempo (i).
Y poco despuйs, en otra junta general de los indios viejos que habнan alcanzado el reinado del Inca Guayna Ca-
ldo. Fernando de Santillбn (V. Tres relaciones de antigьedades peruanas, pag. 6), dirigido al primer comisario de la perpetuidad de las encomien¬das Ldo. Briviesca de Mufiatones, con fecha de Lima 12 de Diciembre de 1561; otro, redactado de orden del virey D. Francisco de Toledo y con¬cluido (en el Cuzco?) б 26 de Junio de 1571.—El primero permanece inй¬dito; el segundo padeciу su publicaciуn en el t. XVII de la Colecciуn del Sr. Torres de Mendoza, quedando tan anуnimo como antes de publicarse.
El tratado de los matrimonios entre indios, sus ritos, supersticiones, etc., creo que anda impreso con el primogйnito de la prensa peruana, libro que no he logrado ver. Brunet lo trae como impreso aparte en Lima el afio 1585.
Debo advertir, que con anterioridad al Marquйs de Caсete el viejo, mandу el gobernador Cristуbal Vaca de Castro hacer averiguaciones й in¬formaciones sobre los Incas, su origen, gobierno, etc.; de las cuales resultу una interesante Relaciуn de que tengo copia.
Tambiйn me extraсa que el P. Cobo se olvide de _ la grande obra de Cieza de Leуn sobre los Incas.
(1) Estas Informaciones mandadas hacer por el virey Toledo, se han publicado casi todas: parte, con errores verdaderamente escandalosos, en el t. XXI de la Colecciуn del Sr. Torres de Mendoza; parte, нntegras у ex¬tractadas, en el tomo antes citado de la Col. de lib. esp. raros у curiosos.
pac, que hizo en la misma ciudad del Cuzco Cristуbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra Seсora de los Re-medios del Hospital de los naturales, por mandado del obispo D. Sebastiбn de Lartaum, se averiguу lo mismo, resultando della una copiosa relaciуn de los ritos y fбbulas que en su gentilidad tenнan los indios peruanos. La cual conforma en todo lo sustancial con la del licenciado Polo y con la que se hizo por orden de D. Francisco Toledo, que ambas vinieron б mi poder y parece haberlas seguido el padre Joseph de Acosta en lo que escribiу del gobierno de los Incas y de sus idolatrнas, en los libros V y VI de su Historia de Indias. Ъltimamente, Garcilaso de la Vega Inca, en la primera parte que sacу б luz de la repъblica de los Incas, no se aparta casi en nada de las sobredichas rela¬ciones.
Bien pudiera irme yo por los pasos de autores tan gra¬ves y dignos de toda fe, sin tratar de hacer nueva pesquisa sobre esta materia; mas, por haber residido en la ciudad del Cuzco algъn tiempo, y йste tan cercano б el de los reyes Incas, que alcancй no pocos indios que gozaron de su go¬bierno, y muchos dйllos decendientes suyos, en quienes hallй muy fresca la memoria de sus cosas; aprovechбndome de la ocasiуn, me informй dйllos cuanto deseй saber en este particular, y no hallй cosa en contra de lo averiguado por el licenciado Polo. Porque, primeramente, conocн y comu-niquй mucho б un indio principal de la sangre real de los Incas, que para cierta pretensiуn que con el Virey tenнa, hizo informaciуn de su ascendencia, la cual me leyу йl mis-mo y hallй la misma lнnea y nъmero de Incas reyes que pone en su relaciуn el licenciado Polo.
Demбs dйsto, como durante mi residencia en el Cuzco celebrase aquella ciudad con pъblicas y extraordinarias fiestas la beatificaciуn de nuestro Padre San Ignacio el aсo de 1610, entre otras invenciones y muestras de regocijo que los indios sacaron, una fuй la representaciуn de sus reyes antiguos en un muy grande y lucido alarde, en que venнan los once reyes Incas del Cuzco sentados, con mues¬tras de gran majestad, en sus andas muy adornadas de plu¬mas de diversos colores y en hombros de indios, con el mismo traje y aderezo que solнan usar los mismos reyes, vestidos de rico cumie, que era un brocado y telas ricas, con cetro en las manos, cada uno con sus insignias reales y gente de guarda vestida б su usanza, y con un principal al lado que llevaba un quitasol de vistosas plumas. Repre¬sentaban б cada rey sus descendientes y deudos mбs cer¬canos; venнan entre la infanterнa, que serнa de mбs de mil indios, б trechos y por su orden y antigьedad, siendo el ъltimo el primer rey Inca y el delantero Guayna Cбpac. Capitaneaba todo el escuadrуn y suiza, D. Alonso Topa Atau, nieto paterno de Guayna Cбpac y tнo de D. Melchor Inca, que muriу en Espaсa. Llevбbanle en medio cuatro capitanes principales, y aventajуse б todos en salir mбs galбn y bizarro. Con el nъmero de reyes que sacaron los indios en este espectбculo, queda bastantemente confirma¬do no haber sido mбs de once los que seсorearon el Perъ; los cuales me contу б mн despuйs el dicho D. Alonso por su orden y decendencia, con las familias y linajes que de cada rey procedнan.
El otro punto perteneciente б la religiуn y ritos anti¬guos de los indios, que han pretendido improbar los que arriba dije, queda no menos probado que el pasado del nъmero de los Incas, pues la autoridad de los que averi¬guaron el uno y el otro es una misma, y no es justo les de¬mos menos crйdito en lo uno que en lo otro. Cuanto mбs que, cuando nada hubieran escrito dйllo, es negocio que estб en la memoria de los mismos indios mбs fresco de lo que quisiйramos los que deseamos se acaben de desarraigar de sus бnimos las reliquias de su gentilidad. Porque, claro estб que los que, como nuevos en la fe cristiana, suelen to¬davнa reincidir en las supersticiones y ritos del culto de sus falsos dioses (que no son pocos), que no han de inventar nuevas idolatrнas, sino que vuelven б las de sus progenito¬res, que son las que los viejos supersticiosos y hechiceros (que aъn duran entre ellos algunos) les enseсan y persua¬den; y siendo en las que ahora suelen caer las mismas que consta por las relaciones sobredichas haber tenido ellos an¬tiguamente, no hay para quй poner tacha de falsedad en las dichas relaciones, que con tanto trabajo, diligencia y puntualidad fueron hechas.
CAPНTULO III
Del origen fabuloso de los Incas, antiguos reyes
del Perъ.
1 J origen y principio de los Incas sus reyes, envolvien¬do tan gran confusiуn y variedad de desatinos, que por su relaciуn no es posible averiguar cosa cierta. Unos confun-den su origen con el del linaje de los hombres, atribuyendo б los Incas haber sido ellos los primeros pobladores del Mundo. Otros cuentan, que habiendo en el Diluvio univer-sal perecido todos los hombres, solos los Incas se salvaron y restauraron el Universo; y б este tono refieren un mundo de disparates y los apoyan con tan flacas razones, como lo son las mismas opiniones. Pero, dejando por agora para su propio lugar la que acerca del Diluvio y poblaciуn de la Tierra tenнan, referirй aquн no mбs de tres у cuatro fбbulas y ficciones las mбs recebidas de casi todas, de donde pro cedieron los reyes Incas.
La primera es desta suerte: que desde la laguna de Ti-
ticaca vinieron hasta Pacarictambo, lugar distante del CUS-
TOMO III 16
co siete leguas, ciertos indios llamados Incas, hombres de prudencia y valor, vestidos de muy diferente traje del que usaban los de la comarca del Cuzco, con las orejas horada-das y puestos pedazos de oro en los agujeros; y que el prin-cipal dйllos, que se decнa Manco-Cбpac, haciendo estirar dos planchas de plata muy delgadas y bruсidas, se puso la una en los pechos y otra en las espaldas y una diadema de lo mismo en la cabeza, y partiendo con este adorno para el valle del Cuzco, enviу delante sus mensajeros que hiciesen saber б los moradores del cуmo era hijo del Sol, y que si querнan certificarse dйllo, lo saliesen б ver, que йl se les mostrarнa en un alto cerro de los que cercan aquel valle del Cuzco. Allн fuй visto de los naturales en la cumbre de un monte, y como los rayos del Sol reverberaban en las lбmi-nas de plata y diadema que le cubrнa la cabeza, se mostrу tan resplandeciente, que no fuй menester otro argumento para que los indios, como gente simple, lo tuviesen desde luego por lo que йl de sн publicaba, y como б hijo del Sol y cosa divina lo reverenciasen y obedeciesen. Con este em-beleco se vino б seсorear de aquel valle, desde donde co-menzу б conquistar los pueblos de su contorno.
Otra fбbula no menos ridicula que йsta cuentan: que despuйs del Diluvio universal, en que perecieron todos los hombres, salieron de una cueva que estб en el sobredicho asiento de Tampu, у Tambo, llamada Pacarictampu, por una ventana de piedra, que es la boca у respiradero de la dicha cueva, cuatro hermanos llamados Manco-Cбpac, Ayar-Cuche (i), Ayar-[/che, y Ayar-Manco; y con ellos cua¬tro hermanas suyas, que se decнan Mama-Huaco, Mama-Odio, Mama-Ragua, y Mama-Cura. Acerca de su origen no concuerdan, fingiendo unos que procedieron de sн mis¬mos, y otros que desde la laguna de Titicaca, donde esca¬paron del Diluvio, los trujo el Hacedor del Mundo por las
(i) \ Ayar-Cachi j Ayar- Uchъ. Cachi significa sal; uchъ, pimiento.
cavernas de la tierra hasta salir por aquella cueva de Paca-rictampu, los cuales, con las semillas de maнz y de otros sus mantenimientos que les dio el Hacedor, se pusieron en ca-mino para el valle del Cuzco, guiando el uno б los demбs, y habiendo acordado que donde йl parase, hiciesen su asiento y habitaciуn. Llegaron б un cerro alto, llamado Huanacauri (al cual despuйs por ocasiуn desta fбbula tu-vieron los indios por adoratorio cйlebre), y desde allн marcу la tierra el hermano mayor, y tirando con una honda cua¬tro piedras hacia las cuatro partes del Mundo, tomу pose¬siуn dйlla. Aquн discrepan los indios con mil consejas, afir¬mando unos que el uno de los hermanos se volviу б Paca-rictampu, y entrando en la cueva de donde habнan salido, se quedу allб dentro sin que jamбs pareciese; y que de los tres que quedaron se convirtieron los dos en piedras, el uno en el mismo cerro de Huanacauri, y el otro no lejos de allн; y asн no llegу mбs que Manco-Cбpac con sus cuatro hermanas al asiento donde ahora estб la ciudad del Cuzco; donde fuй entrando en amistad con los naturales, que eran pocos y vivнan derramados por aquel valle como salvajes, sin orden ni concierto; y con la industria y ayuda de sus hermanas, que lo llamaban Hijo del Sol y le hablaban con gran respeto y reverencia, y lo principal por ser йl hombre pacнfico, muy prudente y humano, llegу б ser respetado y obedecido dйllos.
Otros refieren de otra manera este cuento y dicen que todos ocho hermanos llegaron al sitio del Cuzco, y el que iba delante por guнa de los otros, en llegando al lugar don¬de edificaron despuйs el gran templo del Sol, se asentу y quedу convertido en piedra. Por lo cual los demбs herma¬nos, porque asн lo traнan concertado, pararon allн y hicieron su habitaciуn en aquel propio asiento; y que este fuй el principio de la ciudad del Cuzco.
Otro desvarнo es, que cuando el Criador del Mundo (que en su lengua llaman de dos maneras, conviene б sa-ber, Ticciviracocha y Pachayachachic) formу todas las co¬sas en Tiaguanaco, donde fingen que residнa, mandу al Sol, Luna y Estrellas irse б la isla de Titicaca, que estб en la laguna deste nombre, y que desde allн se subiesen al cielo; y que al tiempo que se querнa partir el Sol en figura de un hombre muy resplandeciente, llamу б los Incas, y б Man¬co-Cбpac, como б hermano mayor, hablу desta manera: cTъ y tus descendientes habйis de sujetar muchas tierras y gentes y ser grandes Seсores; siempre me tened por pa¬dre, preciбndoos de ser hijos mнos, sin jamбs olvidaros de reverenciarme como б tal»; y que acabando de decir esto, le dio las insignias de rey, que desde entonces usу йl y sus sucesores, y se subiу luego al cielo con la Luna y Es¬trellas б ponerse cada cual en el lugar que tienen; y que luego incontinenti, por mandado del Hacedor, se sumieron debajo de tierra los hermanos Incas, y fueron б salir б la dicha cueva de Pacarictatnpu.
Esta misma ficciуn cuentan otros deste modo: dicen que apiadado el Sol del estado miserable que tenнa el Mun¬do, enviу б йl un hijo y una hija de los suyos, para que instruyesen y doctrinasen б los hombres en el conocimien-to del Sol, persuadiйndoles lo venerasen por Dios y le die-sen la adoraciуn que como б tal le era debida, y tambiйn para que los enseсasen б vivir como hombres de razуn en policнa y orden, estableciйndoles leyes con que fuesen man¬tenidos en paz y justicia; y que fueron puestos por su pa¬dre el Sol en la dicha laguna de Titicaca, mandбndoles tomasen la vнa y derrota que gustasen, con que donde quie-ra que parasen para comer y tomar descanso y reposo, hin-casen en el suelo una barreta de oro que les dio de un codo de largo; y que donde al primer golpe que con ella diesen en tierra se les hundiese, allн era su voluntad que parasen y hiciesen su asiento y morada, y procurasen reducir б su servicio las gentes de aquel contorno, y reducidas, las go-bernasen conforme б razуn y justicia, con amor y piedad de padres, б imitaciуn suya; que йl los constituнa por reyeб y seftores de cuanto por su industria y esfuerzo conquis¬tasen.
Y que, despedido con esto el Sol, su padre, camina¬ron la vuelta del Cuzco, probando б hincar en tierra la ba¬rreta de oro donde quiera que paraban; y que aportando al valle de Yucay y bajando un poco mбs por la ribera del rнo que por йl corre, hicieron alto en Pacarictampu (sig¬nifica lo mismo que venta, у dormida que amanece), de donde partieron al salir el Sol, por cuya causa dieron ese nombre б aquel lugar, encaminбndose al valle del Cuzco, el cual entonces estaba inculto y cubierto de montaсa y maleza, mal poblado de pocos indios bбrbaros; y llegando al cerro de Huanacauri, tentaron hincar en tierra la barreta de oro, y al primer golpe se les hundiу que no la vieron mбs; por donde conocieron haber llegado al tйrmino de su peregrinaciуn y ser aquel el lugar que el Sol, su padre, que¬rнa habitasen. Dividiйronse por aquel valle el prнncipe por una parte, y la princesa por otra, para convocar los mo¬radores del y con razones y beneficios atraerlos б su vo luntad, haciйndoles entender que eran hijos del Sol envia¬dos para su enseсanza y beneficio. Los bбrbaros que los vieron tan bien vestidos y aderezados y de tan diferente traje del suyo, los empezaron б respetar, y por su consejo y mandado se convocaron unos б otros; y con la industria que los Incas les dieron, labraron casas en el sitio que hoy tiene la ciudad, con divisiуn de dos barrios, el uno de la gente que atrajo el prнncipe, y el otro de la que juntу la prin¬cesa; aquйl se llamу Hanan Cuzco y йste Hurin Cuzco; que quiere decir Cuzco el alto, y Cuzco el bajo, у el barrio supe¬rior y el barrio inferior; y que estos tan flacos principios fue¬ron los de la ciudad del Cuzco y del Imperio de los Incas.
Otra fбbula del origen de los Incas es muy semejante б йsta, salvo que afirma que los primeros nacieron en la sobredicha isla de una mujer llamada Titicaca, de quien tomу el nombre que hoy tiene la isla y laguna, y en me¬moria de aquella mujer, madre de los Incas, tenнan sus des-cendientes en un solemne templo que en aquella isla edifi-caron, una estatua у нdolo de figura de mujer, de oro y plata.
Б este talle cuentan otros mil desvarios y novelas, que fuera nunca acabar quererlas escribir aquн todas; bastan las referidas para que se vea por ellas cuan incierto y obs-curo es el principio y origen de los Incas. Pero como sea cosa usada el andar historias verdaderas rebozadas con semejantes ficciones; por lo que apuntan todas las que des-ta materia andan en bocas de indios, como es, convenir en el nombre del primer Inca dicho Manco-Cбpac y hacer menciуn de Pacarictampu, y por otras conjeturas й indicios que he podido rastrear, me persuado que aquel primer Inca Manco-Cбpac por quien comienza la memoria que hallamos destos reyes del Perъ, debiу ser natural del valle de Tam-pu, у de por allн cerca, el cual, у solo у acompaсado de algunos deudos suyos, se pasarнa б vivir al valle del Cuzco; y aventajбndose б los habitadores del en habilidad, indus¬tria y valentнa, se debiу dar tan buena maсa en granjear su amistad y entrar con ellos en reputaciуn y estima, fin¬giendo para este fin alguna quimera en que los indios de- ” bieron de fundar despuйs las fбbulas referidas, que le vinie¬ron б dar la obediencia y dejarse gobernar del.
Porque, demбs de lo que contienen las dichas fбbulas, tengo por no pequeсo indicio en apoyo de mi opiniуn el haber los Incas fundado un pueblo en aquel asiento de Pa-carictampu y labrado en йl, para ilustrarle, un grandioso y real palacio con un templo suntuosнsimo que aъn duran hoy dнa sus ruinas y se ven en ellas algunos нdolos y estatuas de piedra, y en la entrada de aquella famosa cueva de Pa¬carictampu, labrada curiosamente una ventana de piedra en memoria de que saliу dйlla Manco-Cбpac. Allйgase б esto, que fuera de la lengua del Cuzco, que es la general que introdujeron los Incas en todo su imperio y era la que ha-blaban con sus vasallos, sabнan ellos otra distinta, de que usaban solamente entre sн cuando trataban y conversaban con los de su linaje; y esta lengua propia de los Incas me certificу D. Alonso Topa Atau, nieto de Guayna-Cбpac, ser la misma que hablaban los indios del valle de Tampu; y que con la mudanza que han tenido las cosas deste reino con el nuevo mando de los espaсoles, la han ya olvidado los decendientes de los Incas, aunque todavнa se acordaba йl de algunos vocablos dйlla; y este ъltimo es para mн el mayor argumento de haber sido el primer Inca natural del dicho valle de Tampu.
CAPНTULO IV De Manco-Cбpac, primer rey de los Incas.
PODERADO el Inca Manco-Cбpac del mando de
aquella corta comunidad y repъblica de hombres bбr¬baros, se portу con ellos mбs con humanidad y llaneza de hermano, que con autoridad de superior. Empleaba toda su industria en procurar el bien y acrecentamiento de los suyos.
Ante todas cosas, dividiу la nueva poblaciуn del Cuzco en las dos parcialidades de Hanan-Cuzco y Hurin-Cuzco arriba dichas; ordenу las cosas de la religiуn, seсalando los dioses que habнan de adorar y enseсando el modo cуmo habнan de ser reverenciados, particularmente su padre el Sol. Edificу los templos y diputу para su servicio y culto ministros y sacerdotes; estableciу las ceremonias, ritos y sacrificios con que fuesen venerados. Hizo juntar todos los principales que habitaban en el valle del Cuzco desde Car-menga hasta la angostura que llamaban Ancoyacpuncu, que eran los tйrminos de su seсorнo, y para repartirse las tie-rras del mismo valle, seсalу en primer lugar las que apli-caba para sн y para todas las guacas, templos y adoratorios, -asн para servicio dйllos, como para el sustento de los que en su ministerio se ocupasen; y las demбs las distribuyу entre ellos, con que los dejу muy contentos.
Pъsose el rey б enseсar б los hombres todos los oficios que son propios del varуn, como la labor de los campos, sacar acequias de los rнos, para regarlos, los tiempos aco-modados para sembrar y coger sus frutos; impъsolos en an¬dar vestidos y calzados al uso que despuйs guardaron y hoy dнa conservan los mбs. La Coya, у reina, puso diligen-cia en que las mujeres deprendiesen б hilar y tejer lana y algodуn, con los otros ministerios y ocupaciones de su pro-fesiуn.
Con tan buenas obras como el Inca hacнa б sus sub-ditos, se le iban ellos aficionando de cada dнa mбs, y los extraсos, por gozar del mismo beneficio, se le sujetaban de su voluntad; con que vino б seсorearse de todo el valle del Cuzco y de las sierras que lo cercan; en el cual distrito fun¬dу muchos pueblos, si bien al principio pequeсos, despuйs fueron en crecimiento con el tiempo. Hizo leyes ъtiles para enseсanza de sus vasallos en costumbres loables, y para el aumento y felicidad de su Estado.
Antes de entrar el Inca en el Cuzco, le habнa nacido un hijo de su mujer Matna-Huaco, en un pueblo llamado Matagua, que distaba una legua del Cuzco, б quien puso Cinchi-Roca y criу con mucho cuidado, como al que le ha¬bнa de suceder en el reino que fundaba; y para que los su¬yos lo reconociesen por su heredero y respetasen, ordenу que en cierto dнa se juntasen en el mismo pueblo de Mata¬gua los principales y que allн se celebrase el Rutuchico, ceremonia nueva nunca usada antes, la cual inventу en esta ocasiуn el Inca, para cortar el primer cabello б su hijo, y desde entonces quedу introducida.
Hнzose esta fiesta con mucho concurso y aparato, lle-gando cada uno de los nobles por su orden y grados de nobleza б cortar parte del cabello del Prнncipe, ofreciйndole juntamente ricos dones de ropas finas y joyas de oro y plata, y reverenciбndolo como б nieto del mismo Sol, б quien ellos adoraban por Dios. Inventбronse para mбs so¬lemnizar esta fiesta nuevas mъsicas, cantares y danzas, en lo cual y en comer y beber de banquete gastaron diez dнas.
No fuй de menor majestad y aparato la solemnidad con que se celebrу el dнa en que el Inca mozo Cinchi-Roca se armу de caballero y recibiу las insignias de nobleza. Para cuya fiesta se juntу en el sobredicho pueblo de Macagua mucho mayor nъmero de gente que en la fiesta pasada; aderezуse el camino que va del Cuzco б йl con curiosos ar-cos de flores, y sacбronse para este dнa diversas invencio-nes de bailes y regocijos; iban en este acompaсamiento el Inca mozo ricamente vestido, y los reyes, sus padres, y el sacerdote que le habнa de armar caballero junto б ellos, to-dos cuatro en andas y los demбs б piй. Llegados al lugar seсalado, el sacerdote, haciendo primero al Prнncipe un bre¬ve razonamiento que llevaba estudiado, le vistiу las ropas reales y dio las demбs insignias que desde entonces comen¬zaron б usar los que habнan de suceder en el reino. Cuando llegу б tener el Principe edad competente para que fuera adelante la generaciуn de los Incas, hijos del Sol, tratу su padre de casarle. Vivнa en el mismo valle del Cuzco un ca¬ballero de mucha calidad y valor, llamado Suticguarna^ el cual era Seсor de un pueblo que se decнa Sбсoc y tenнa una hija por nombre Mama-Chura (1); con йsta concertу el Inca de casar б su hijo, y el padre de la novia vino en ello de buena gana. Celebrбronse las bodas con gran fieбte y contento de todos los vasallos.
Viviу despuйs desto Manco-Cбpac muchos aсos en gran-
(1) Mama Cura y Mama Cara, de unos; Mama Coca у Cuca, dй otro*.
TOMO 111 17
de paz y quietud, sin que nadie lo molestase, porque era muy amado de los suyos y reputado por mбs que hombre, conforme б la persuasiуn que se les asentу б aquellos bбrba¬ros de que era hijo del Sol, enviado del Cielo al Mundo para que lo gobernase; y para mбs establecer este embeleco, tu¬vo el Inca especial cuidado de edificar templo б su padre el Sol. Escogiу para esto un muy capaz y principal sitio, y en йl comenzу б labrar el gran templo de Coricancha, no de tan suntuoso edificio como tuvo adelante, sino de humil¬de y tosca labor de tapias y adobes de tierra; porque en aquellos rъsticos tiempos no se habнa visto ni usado la ma¬nera de labrar piedra que alcanzaron despuйs sus sucesores. Asн que, sуlo dio principio este Inca al soberbio templo de Coricancha (suena casa de oro), que los otros reyes que le fueron sucediendo levantaron б la grandeza y majestad en que lo hallaron los espaсoles. Finalmente, este primer Inca estableciу el reino con ganar las voluntades de los que se le llegaban y б mostrбrseles humano, afable y muy religioso y entendido en las cosas del culto divino y conocimiento de los dioses, seсaladamente de su padre el Sol, cuya ado¬raciуn йl y sus sucesores establecieron en todo su reino.
Llegado ya б mucha vejez, cuando conociу se acerca¬ba su muerte, mandу llamar ante sн los principales de su estado, y dнjoles cуmo ya era tiempo de volverse al cielo, para donde le llamaba su padre el Sol; que lo que mбs les encargaba en aquella hora, por el amor que les habнa te-nido, era que guardasen paz y conformidad entre sн, y la obediencia y fidelidad que б su persona habнan tenido la continuasen con el sucesor que les dejaba, que era su hijo mayor Cinchi-Roca. Dicho esto, muriу con notable senti-miento y lбgrimas de los suyos, que lo amaban como б pa-dre; los cuales, para solemnizar las obsequias de su rey, in-ventaron las maneras de lloros y ceremonias que desde aquel tiempo usaron en los enterramientos de los otros reyes.
Llamбronse todos los reyes del Perъ descendientes de Manca- Cбpac, Incas, como el primero, al modo que los em-peradores romanos tuvieron nombre de Cйsares, y gozaban deste apellido no sуlo los que tenнan el cetro y corona real, sino tambiйn cuantos eran de su casta y sangre real, ora decendiesen dйllos por vнa de varуn, ora por vнa de mujer, y el dнa de hoy, aunque se acabу ya su reinado, se pre¬cian deste nombre y alcuсa, y lo conservan con particular estima los decendientes que dellos han quedado; y los de¬mбs indios lo tienen por tan honroso, que cuando uno llama б otro, le suele dar este tнtulo, como honorнfico, diciйndole inca, en lugar de el de seсor у caballero que nosotros usa¬mos. Todos los Incas, desde el primero, para ser obedeci¬dos y respetados de sus vasallos, y para mбs autorizar sus leyes y mandatos й introducir cuanto querнan, les hacнan entender que cuanto mandaban y ordenaban lo mandaba su padre el Sol, б quien ellos frecuentemente comunicaban y consultaban todas las cosas que disponнan en su reino; y por este camino, allende de ser tenidos y venerados del pueblo por hijos del Sol y mбs que hombres, no habнa con¬tradicciуn en ninguna cosa que ordenasen, porque todos sus mandatos eran tenidos por orбculos divinos.
Deste Manco-Cбpac se tiene por tradiciуn que proce¬dieron las dos parcialidades de Hanan-Cuzco y Hurin-Cuz¬co, en que estaban divididos todos los Incas. Usaron todos estos reyes fundar cada uno su linaje y familia, por esta forma: que sacado el prнncipe que sucedнa en el reino б su padre, los otros sus hermanos se reputaban por de un lina¬je, cuya cepa era el rey su padre; no entrando en esta cuen¬ta y familia el prнncipe heredero, porque como rey futuro, habнa de ser cabeza y principio de otra nueva familia, y cada linaje dйstos tenнa su propio nombre. Otro sн, muerto el rey, no heredaba su casa y tesoro el Prнncipe, sino que se entregaba con el cuerpo del difunto al linaje que dejaba fundado, dedicбndolo todo para el culto del dicho cuerpo y sustento de su familia; la cual, embalsamado el cuerpo del rey su padre, lo guardaba con toda su vajilla y alhajas, adorбndolo por dios ellos y todos sus descendientes; de los cuales se iba entregando de mano en mano б los mбs prin¬cipales, y йstos no se servнan de la vajilla del rey muerto, sino cuando se hacнa fiesta muy general del pueblo у lugar donde estaba depositado; y el sucesor en el reino ponнa de nuevo casa, juntando para ella tesoro que dejar б los de su ayllo y linaje. Por tener por cierto los Incas que proce¬dнan todos deste Manco-Cбpac, era su cuerpo й нdolo ado¬rado de todas las familias y ayllos, y con muy mayor vene¬raciуn que los otros, como guaca universal б quien recono¬cнan por la segunda causa de su generaciуn y nacimiento.
Deste primer rey procediу el ayllo y familia llamada Chima-panaca, la cual no adoraba otro cuerpo humano mбs que el de Manco-Cбpac; adorando las otras familias y lina¬jes б йste y б los de sus fundadores. Cuando el licenciado Polo Ondegardo, con extraсa diligencia y maсa, hallу los cuerpos de los reyes Incas y sus нdolos y los sacу de poder de sus familias el aсo de 1559 (que fuй gran parte para que se quitasen muchas idolatrнas y supersticiones), no pudo descubrir el cuerpo de Manco Cбpac, porque (б lo que pa-reciу) nunca le tuvieron sus descendientes, antes tenнan creнdo que se convirtiу en piedra, y decнan ser una que hallу el mismo licenciado Polo vestida y bien aderezada en un pueblo cerca del Cuzco que se decнa Mcmbilla; i la cual su parcialidad de Chima-panaca hacнa muy grandes y ordinarias fiestas con muchas ceremonias y sacrificios. Las insignias y divisa deste primer rey y de que usaba su par¬cialidad y linaje, son unos plumajes redondos llamados de los indios purupuru, representando el globo del mundo y que este primer Inca lo habнa conquistado.
CAPНTULO V Del segundo Inca, llamado Cinchi-Roca.
M
UERTO Manco-Cбpac, fuй obedecido por rey su hijo mayor Cinchi-Roca, el cual era ya hombre de mбs de veinte aсos. Quedу tan bien industriado por su pa¬dre en las cosas del gobierno y repъblica, y procedнa con tan gran prudencia, que alcanzу ser amado de todos no menos que su padre, por el buen tratamiento que les hacнa. Por principio de su reinado visitу los lugares y pueblos del valle del Cuzco, que estaban ya muy ensanchados y en¬grandecidos de edificios y gente; y en la visita mandу que todos cultivasen las tierras que hubiesen menester para sembrar papas; y asн se extendieron hasta el lugar de Cin-ga, que es un cerro que estб frontero del Cuzco, porque hasta este tiempo no se* habнan querido entrar en tierras apartadas; y por esta orden se ensancharon al rededor del Cuzco por todos los altos; y dio licencia para que todos cuantos quisiesen se avecindasen en las tierras sobredichas, asн los indios naturales como los forasteros; porque ya le pareciу que convenнa dilatar los tйrminos de su reino y pa¬sar adelante; particularmente despuйs que le naciу el pri¬mer hijo, б quien puso por nombre Lloque- Yupanqui; y asн lo tratу con su madre la Coya Manta Huaco que estaba muy vieja; mas ella le aconsejу que no convenнa que tratase por entonces de aumentar su estado, respeto de que todos sus vecinos que estaban poblados al rededor del Cuzco, eran sus amigos y lo habнan sido tambiйn de su padre; y que hasta que sus hijos tuviesen mбs edad, no intentase nove¬dad alguna.
Llegуse la muerte de Mama-Huaco y fuй muy llorada,
HISTORIA DEL NUEVO MUNDO
SOCIEDAD DE BIBLIУFILOS ANDALUCES
HISTORIA
DEL NUEVO MUNDO
POR
EL P. BERNABЙ COBO
DX LA COMPAСНA DX JESЪS PUBLICADA POR PRIMERA VEZ
CON NOTAS Y OTRAS ILUSTRACIONES DX
D. MARCOS JIMЙNEZ DE LA ESPADA
*tto, y .vr^4
LIBRO UNDЙCIMO
CAPITULO PRIMERO
Que la Amйrica estaba poco poblada, y Po* 9Uї causas.
Y principio al tratado de la naturaleza y calida¬des de los indios habitadores de la Amйrica, por i el corto nъmero dйllos que hallaron los primeros espaсoles que acб pasaron, que, ciertamente, si toda esta cuarta parte del Universo que tan dilatada es, fuera tan po¬blada como cualquiera regiуn de las de Europa, no hubie¬ran visto los siglos pasados mбs poderoso monarca que nuestro rey de Espaсa que la seсorea; pues de ninguno consta por historias haber poseнdo tanta parte de la Tierra. Mas, por ser muy poca la gente que la habitaba, y menos la que tiene al presente, respeto de su espaciosa magnitud y extensiуn, no viene б ser tan grande su imperio como muestran sus inmensos lнmites, que corren del uno al otro polo. Porque si bien es verdad que se hallaron algunas pro¬vincias muy pobladas y llenas de hombres, como la de Mйxico en la Amйrica setentrional, y en esta austral la de S&nta Fe de Bogotб en el Nuevo Reino de Granada, las del Cuzco y Quito, en el Perъ, Chile y algunas otras; con todo eso, eran mucho mбs las poco pobladas y casi vacias
de moradores; lo cual no se puede atribuir б que hubiese pocos aсos que comenzу esta tierra б ser habitada de gen-tes, antes, por las muestras й indicios que yo en ella he advertido y considerado, se puede colegir que fuй poblada antes del Diluvio general; porque algunos rastros y ruinas de poblaciones que hallamos tan raras y peregrinas, como constarб desta escritura, no prometen menor antigьedad; y despuйs del Diluvio se echa bien de ver que ha muchos siglos que se comenzу б poblar. Para satisfacer, pues, б la duda, que б cualquiera se le ofrecerб, de cуmo una tierra tan extendida, rica y fйrtil como йsta y de quien tantas grandezas y maravillas ha publicado la fama por todo el Mundo, fuese tan poco poblada, pondrй aquн las causas de su poca poblaciуn que б mн se me ofrecen y yo he notado en mбs de cincuenta aсos que he vivido en ella.
Y sea la primera y mбs general la falta de aguas de arriba y de abajo que grandes y extendidos pedazos de este Nuevo Mundo padecen; porque en unas partes no llue¬ve jamбs, en otras no lo bastante para ser cultivadas, y en las unas y en las otras, у no hay rнos, у nу los que bastan para poderlas regar. En estos Llanos del Perъ se prueba esto claramente, donde ni caen lluvias ni corren sino muy pocos rнos en comparaciуn de la mucha tierra fйrtil que, si hubiera copia de agua, se pudiera sembrar. Corren estos Llanos Norte Sur mбs de seiscientas leguas con latitud desde diez hasta cincuenta, y por falta de agua no es de pro¬vecho la vigйsima parte de tan gran pedazo de tierra; en el cual hay muchos despoblados de б veinte, б treinta y б cin¬cuenta leguas, en que ni aun para beber los caminantes nace agua, como vemos en las provincias de Piura y Ata-cama; y asн no tenнan los indios poblado en estos Llanos mбs que las orillas de los rнos, y lo demбs estaba yermo de hombres y animales. En las partes mediterrбneas desfe mismo reino del Perъ hallamos tambiйn grandes pedazos de tierna, aunque no del todo inъtil como la de los Llanos, pero casi tan poco habitable como ella. Йsta es donde llue¬ve algъn tiempo del aсo, mas no lo suficiente para los sem¬brados. Mucha dйlla no se habita, у por no haber rнos para regarla, у por ser muy doblada y de sierras fragosas, por las cuales no se pueden sacar acequias; con todo eso, crнa pastos y leсa con las pocas lluvias que recibe, por donde no es del todo desaprovechada.
La segunda causa y casi tan general como la primera, es la demasнa de aguas que otras tierras tienen, con que se hacen inhabitables. Repбrtense estas aguas en lagunas, rнos, esteros, ciйnegas y pantanos; ocupan grandes sitios las lagu¬nas, porque, allende de las que por su extraсa grandeza tienen fama, como las de Chucutto, Paria, Lipes, Maracay-bo y otras que hay en la Nueva Espaсa, se hallan б cada paso otras innumerables de menos grandeza y nombre, que tienen б ocho, б quince y б veinte leguas de circuito; el suelo de todas las cuales, si no estuviera cubierto de agua, era suficiente б mantener grandes ciudades y provincias. No cogen menos parte de tierra los muchos y caudalosos rнos que la baсan, algunos de los cuales, desde que empie¬zan б ir crecidos hasta vaciar en la mar, corren mбs de seis¬cientas y aun de mil leguas, y llevan de ancho por todo este tan largo trecho desde una hasta cuatro, diez, veinte, cua¬renta y cincuenta leguas. Fuera del mucho suelo que ocu* pan las madres destos rнos, es mucho mбs lo que inundan y anegan con sus crecientes y avenidas, vertiendo y expla¬yando sus aguas en las riberas por seis, doce, veinte y mбs leguas б cada banda, sin que se puedan habitar, por estar empantanadas todo el aсo. Allйgase al agua de las lagunas y rнos las de los esteros del mar, que tambiйn cogen su pedazo; por donde en partes marнtimas se deja de habitar mucha tierra, que, por ser muy baja y llana, se mete la mar por ella en sus crecientes, formando grandes esteros llenos de manglares y maleza, que ni aun caminar se puede por ellos.
Otros muchos charcos y esteros hacen las lluvias en tierras llanas, que duran la mayor parte del afto sin enju-garse. Demбs dйstos, se ven muchas ciйnegas que se hacen у de fuentes, у de la gran humedad del suelo, que siempre estб manando agua, sin tener corriente para ninguna parte por donde se desagьen; y en tierras de muchas lluvias, grandes anegadizos y tremedales, que ni aun pisarse sufren, cuanto menos habitarse.
Desta abundancia de aguas nace otro no menor estorbo para la vivienda humana, que son los muchos bosques y arcabucos que crнan las tierras muy lluviosas y calientes, como las de temple y une a. Son estas montaсas tan altas y cerradas, con бrboles tan gruesos, con tanta espesura y maleza, de suelo tan empantanado, por no baсarlas jamбs el Sol, que nunca fueron habitadas de hombres, pues, no se ve rastro de haber habido poblaciуn en ellas. Los indios que vivнan en tierra de montaсa y boscaje, tenнan sus mo¬radas en las riberas altas de los rнos sobre sus barrancas, manteniйndose mбs de la pesca que de los frutos de la tie¬rra, por la dificultad que sentнan en haber de rozar los arca¬bucos para hacer sus sementeras, porque, cuanto este afto se roza vuelve б nacer el siguiente con tanta fuerza y pu¬janza, que vence el vicio de la tierra la industria y fuerzas de los hombres, y mбs de gentes que, por carecer de nues¬tras herramientas, les costaba increнble trabajo y afбn un palmo de tierra que hubiesen de rozar. Б la incomodidad que consigo traen estas tierras montuosas, se allega el ser de ordinario muy abundantes de fieras bravas, y saban¬dijas ponzoсosas, que no poco molestan y aun consumen б sus moradores, pues sabemos de provincias que la mu¬chedumbre y fiereza de los Tigres las tenнan casi yermas.
En otras partes que ni son faltas de agua ni йsta es con el exceso que acabamos de decir, sino la conveniente para poder ser cultivadas y pobladas, dejan de serlo muy grandes trechos, lo uno por el rigor del temple y lo otro por la disposiciуn y calidad del suelo. Por el rigor del tem¬ple y excesivo frнo es inhabitable toda la tierra del primer grado de Sierra, en que ningunos frutos ni legumbres nar cen, que todo lo abrasa el hielo. En este grado tan destem¬plado se incluyen las punas, pбramos y cordilleras nevadas del Perъ; y aun podemos reducir б йl buena parte de la tierra del segundo grado de Sierra, que tambiйn participa de pбramos inhabitables, si bien se crнa en ellos gran suma de ganados de la tierra y de Castilla, como son el ovejuno y el vacuno. Por la disposiciуn y calidades del suelo hay tierras que, dado caso que son de buen temple, todavнa no son aparejadas para cultivarse, por una destas tres causas: у porque son salitrales, como los que vemos en muchas partes del Perъ, у por ser arenales y pedregales, asн cam¬piсas como sierras, y dйstas, por ser algunas de riscos y breсas que se extienden muchas leguas. Otras sierras hay de buen terreno, mas, tan fragosas y empinadas, que no se pueden labrar. Todas estas causas hacen inculta й inhabi¬table la mayor parte destas Indias, como yo muchas veces he notado andando diversas provincias dйllas.
Las tierras fйrtiles y habitables no estaban igualmente
pobladas; unas lo eran mucho, y otras poco; en que se
vнa esta diferencia, que los reinos grandes y poderosos eran
mucho mбs poblados que las provincias cortas seсoreadas
de caciques y que las parcialidades y behetrнas, como par
rece de los reinos de Nueva Espaсa, Perъ, Nuevo Reino
de Granada y otros mбs populosos; la razуn de lo cual es,
porque se conservaban mejor los vasallos de los monarcas
y grandes prнncipes, no haciйndose guerra entre sн y de-
fendiйndose mбs fбcilmente de los extraсos. Pero las parcia-
lidades y behetrнas, como andaban en perpetua guerra unas
con otras, entre sн se destruнan y consumнan, andando los
indios de las unas б caza de los de las otras, sus vecinas,
para mantenerse dйllos. Porque se hallaron naciones dйstas
caribes y carniceras, que agotaron provincias entera3 dejan-
Tono III 2
dolas yermas de sus moradores; y por no traer ejemplos mбs de lejos, bбstenos el de los indios Chiriguanos en el Perъ, que se han comido muchas naciones de indios cuyas tierras ellos ahora poseen; y hicieron tan grande estrago en los confines y fronteras deste reino en tiempo de los reyes Incas, que con ser de la tierra mбs poblada de Indias, esta¬ban sus fronteras despobladas y yermas, con ser las mejo¬res y mбs fйrtiles tierras del Perъ; adonde los espaсoles, retirando los Chiriguanos б lo бspero de las montaсas, han fundado ricas heredades, como vemos en toda la diуcesis de los Charcas, especialmente en las provincias de Tanja, Pazpaya, Tomina, Mizque y Cochabamba. Querer, pues, decir que todas estas tierras fйrtiles estaban muy pobladas cuando vinieron los espaсoles, si bien de muchas es verdad, de otras estб muy clara la prueba de lo contrario; y en el Perъ es mбs fбcil de probar esto, porque, como todo este reino se repartiу en sus conquistadores y pobladores, en las provincias muy pobladas les cupieron grandes y ricas encomiendas de indios, y en otras, aunque de buen temple y fйrtiles, no les fueron seсalados repartimientos, no por otra razуn que por haberse hallado vacнas de gente; en mu¬chas de las cuales, que despuйs acб estбn pobladas, no se ven rastros de poblaciones antiguas; y fuera imposible, si hubieran sido pobladas antes, dejar de saberse ahora, lo uno, por los rastros y ruinas que se hallaran de sus pobla¬ciones, como las vemos en otras partes, y lo otro y mбs cierto, porque en los repartimientos que al principio se die¬ron, si hubieran sido muchos, se hiciera menciуn dйllos, como se hace de los pocos que las habitaban.
Demбs destos argumentos hay otro muy fuerte, que son las relaciones й historias de los descubrimientos y con-quistas de diversas provincias de Indias, en algunas de las cuales leemos cуmo acontecнa б nuestros espaсoles no ha-llar gente en largos espacios de tierra, б cuya causa murie-ron muchos de hambre, por acabбrseles las vituallas que llevaban y no hallar en tan grandes despoblados ningъn gйnero de mantenimientos. Y cuando todo lo dicho faltara, es muy suficiente prueba desta verdad la experiencia que tenemos de muchas entradas que en estos ъltimos tiempos se han hecho б tierras de gentiles desde este reino del Pe-rъ, que por todo el lado oriental, por mбs de setecientas leguas, confina con varias naciones dйllos; los cuales todos, por vivir en behetrнas y sujetos б caciques de muy cortos seсorнos, fuera de los despoblados que hay de por medio entre los confines deste reino y sus primeras poblaciones y estancias,- es cosa que admira ver cuan poca gente se halla por cualquiera parte que se entre; pues en dos entra¬das que se hicieron por orden del Arzobispo desta ciudad de los Reyes D. Gonzalo de Ocampo, en que fueron reli¬giosos de la Compaснa de Jesъs, en muchнsimo espacio de tierra que anduvieron no hallaron sino muy pocos indios y los cacicazgos tan cortos, que no pasaba de quinientos subditos el mayor; y todos andaban entre sн envueltos en guerras, que fuй causa de que los religiosos no pudiesen hacer ningъn fruto en su conversiуn.
CAPНTULO II
De los nombres con que llamamos б los naturales de las Indias, y del color que todos ellos tienen.
N
O tuvieron los indios nombre general que compra-hendiese б todos los naturales de la Amйrica, como nombramos nosotros б los de Бfrica, africanos, б lo» da Asia, asнanos, y б los de Europa, europeos; y t»to no «ra porque no tenнan noticia de toda esta cuarta parta Los nombres que han puesto los espaсoles б todos los naturales deste Nuevo Mundo 9on tres: el de Indios, el de Naturales y el de Amйricos, todos modernos y postizos, inventados desde que se descubriу esta tierra. El nombre de Amйricos no estб tan recebido en uso; los otros dos san mбs comunes. Pusiйronles nombre de Indios por haber lla¬mado Indias б esta tierra los que la descubrieron; y de naturales, б diferencia de los europeos que acб vivimos en* tre ellos. Mas, puesto caso que tienen una misma significa-ciуn estos dos nombres, usamos dйllos con distinciуn: del de indios, cuando los espaсoles hablamos unos con otros; y porque ya estб recebido como que dice algъn desprecio y desestima, no usamos del hablando con indios y com-prehendiйndolos б ellos, aunque sн cuando no los compre» hendemos en йl.- Pongo ejemplo: estoy yo hablando con indios; si les trato de otros de otra parte, podrй usar deste nombre y decir: «mirad, hermanos, que los indios de Nue¬va Espaсa, de Chile, etc.»; mas, si trato dйllos comprehen-diendo б los mismos con quien hablo, usarй del nombre de naturales, que estб recibido por mбs honroso, y dirй: «vos¬otros los naturales tenйis esta obligaciуn, etc.»
Una de las cosas que pone mayor admiraciуn de cuan-tas hallamos en estas Indias, es, que siendo tierra tan gran¬de y extendida, con tanta variedad de climas y tempera¬mentos, habitada de infinitas gentes, diferentes en lenguas, costumbres y ritos, en lo que toca б su talle, disposiciуn y demбs propiedades naturales, seсaladamente en el color, se imiten tanto sus moradores y tengan tanta semejanza entre sн, como la tienen en Europa los hombres nacidos en una misma provincia y debajo de un mismo clima.
El color de los indios es algo moreno, el cual suelen explicar nuestros escritores con muchos nombres, como son: loro, aceitunado, leonado, bazo y con el color de membrillo cocido, castaсo claro, y el que mejor que todos lo explica, es el color amulatado; sуlo es de advertir, que como el color de un espaсol, siendo siempre de un mismo grado de blancura en sн, se varнa en las Indias con mбs у menos de colorado, segъn la calidad de la tierra en que vive, en la Sierra del Perъ conserva los mismos colores que tenнa en Espada, y anda con el rostro blanco y colorado, sonro¬seadas las mejillas; mas, si mora mucho tiempo en tierras yuncas, que son las muy calientes y hъmedas, viene б per¬der los buenos colores y se pone tal que parece estar en¬fermo con el color quebrado; y si vuelve otra vez б la Sie¬rra, recobra en breve sus colores; asн los indios serranos se distinguen de los yuncas, no en grado de blancura, que todos participan de uno mismo, sino en que aquйllos andan con el color mбs encendido y colorado, y los yuncas lo traen tan quebrado y amortiguado como de hombres difun¬tos, que parece color de membrillo cocido. Pero si los de tierra yunca se pasan б vivir de asiento б la Sierra, se po¬nen del mismo color que los serranos; y si йstos se mudan б tierra yunca, se vuelven del color de los yuncas.
Acerca deste color de los indios he oнdo muchas veces tratar б hombres sabios y poner en disputa si les es na-tural y viene de casta у va en la constelaciуn de la tierra, cuya propiedad sea no producir hombres blancos como Europa, ni del todo negros como Guinea, sino de un color medio, cual es el destos indios. Cuestiуn tan general es йsta, cuanta es la variedad de colores que vemos en los habitadores de diferentes regiones del Mundo, que unos son muy blancos y otros negros atezados, y entre estos dos extremos se van unos diferenciando de otros por sus gra-dos; lo que yo tengo por cierto es, que no causa esta va-riedad de colores el clima donde cada uno nace, sino que va en los hombres y que lo traemos de naturaleza, sin em-bargo de que todos vengamos de un principio, de Adam y Eva; y que lo ordenу Dios asн para hermosura del Uni-verso y para mostrar su infinita sabidurнa y omnipotencia en esta diversidad de colores. Dirй con brevedad las razo-nes que me mueven para sentir esto asн; y sea la primera (volviendo б nuestros indios), que si el clima y tempero de la tierra fuera causa de su color, habнa de haber en la Amй¬rica hombres de cuantos colores se hallan en todo el Orbe, unos mбs blancos que alemanes y flamencos, y otros mбs negros que los etiopes de Guinea, otros de moderada blan¬cura, como los espaсoles, y otros de cuantas diferencias de colores nacen en diversas regiones. Porque en sola la Tуrri¬da zona, dentro de los Trуpicos, experimentamos en estas Indias cuantas diferencias de temples se conocen en el Mun¬do: tierras hay tan frнas y mucho mбs que Flandes y Ale¬mania; tan calientes y abrasadas como Guinea; tan templa¬das como Italia y Espaсa, y de todas las maneras de tem¬ples que no sуlo se conocen en la tierra, mas cuantas puede imaginar el entendimiento humano; y fuera de los Trуpicos hay regiones en ambos hemisferios, setentrional y austral, de la misma altura polar, temple y calidades que las de Eu-ropa; y con todo eso, los naturales de toda la Amйrica, asн los que habitan la Tуrrida zona, como los que viven fuera de los Trуpicos en las zonas templadas hasta subir б cincuenta y sesenta grados de altura de ambos polos, tienen un mis¬mo color y grado en blancura; de suerte, que aunque algu¬nos de diferentes provincias muy apartadas se distingan algo entre sн, no excede esta discrepancia la latitud deste grado; porque ni se halla gente que llegue б ser tan blanca como los espaсoles, ni tan morena como algunos indios, que yo he visto, de la India oriental, de naciуn Malavares.
Y no se puede atribuir el color de los Amйricos б su desnudez, porque ni todos andan desnudos, ni los que traen cubiertas sus carnes con vestiduras de lana y algodуn son mбs blancos que los otros; y vemos en el Perъ, que los caciques, que siempre anduvieron bien vestidos y gozaron de cuanto regalo llevaba la tierra, no se distinguen en йsto de los plebeyos y mitayos; y, lo que no poco hace por esta opiniуn, que los niсos nacen con el mismo color de sus padres, el cual, si fuera tan accidental y extrнnseco como contraнdo de las inclemencias del cielo, aguas, soles y aires, no se les pegara tan inseparablemente en el vientre de sus madres.
El mбs fuerte argumento es, б mi juicio, el ver que los espaсoles que acб moran no van dejando su color y to-mando el de los indios, lo cual forzosamente se habнa de seguir, supuesto que la calidad de la tierra fuera causa del color de los naturales; porque como el clima tuvo virtud para imprimir en ellos el que tienen, tambiйn la tuviera para obrar el mismo efecto en los espaсoles que acб van naciendo; de manera, que por curso de tiempo vinieran todos, espaсoles й indios, б ser de un mismo color, y la experiencia de ciento y sesenta aсos que hб que se descu-brieron y comenzaron б poblar las Indias, muestra lo con-trario, porque tan blancos son los espaсoles acб nacidos como los que vienen de Espaсa; pues con haber muchнsi-mos no sуlo nacidos en esta tierra sino que son hijos, nie-tos y biznietos de criollos (nombre que damos comunmente б los espaсoles nacidos en Indias), no hay ninguna diferen¬cia entre ellos y los que vienen de Espaсa; tan lindos ni¬сos blancos y rubios salen acб los hijos de espaсoles, como allб; y aun no pocas veces he oнdo afirmar б muchos, y no me desplace su parecer, que б una mano se crнan mбs hermosos niсos en esta ciudad de Lima y en la de Mйxico, que en otras muchas de Espaсa.
Y no es de menor consideraciуn que, como los espaсo-les nacen acб blancos, los hijos de negros venidos de Gui-nea salen semejantes б sus padres en el color y cabello retorcido, y rubios los hijos de flamencos y de otras nacio-nes setentrionales; en suma, echamos de ver, que los hijos de madre india y padre espaсol, sacan la mitad del color de sus padres, y cuanto mбs se van apartando por varias generaciones del uno de sus principios, tanto mбs van de-jando del color que del participaban; todo lo cual es prueba bastante de que no causa el temple y clima de las regiones la diversidad de colores que vemos en diferentes naciones de hombres, ni la constelaciуn de esta tierra el que tienen sus naturales.
CAPНTULO ni
De la disposiciуn, talle y falciones de las indios. “\E la estatura de los indios no hay que decir cosa en
1 J particular mбs de que, como diversas regiones del Universo se diferencian en producir unas mбs crecidos y corpulentos hombres que otras,—pero no con notable exce¬so y desproporciуn, sino dentro de la medida de la esta¬tura ordinaria—ni mбs ni menos en distintas regiones de la Amйrica nacen comunmente los hombres con esta diversi¬dad: que unas los producen generalmente altos, como las de Tucumбn, Paraguay, Estrecho de Magallanes, y en la Amйrica setentrional, las mбs vecinas al polo de aquel He¬misferio; otras bajos, y otras de mediana estatura, sin que sea en ninguna parte tan notable la diferencia y desigual¬dad, que cause novedad, pues en todas hay hombres de estatura perfecta de dos varas, bien tallados y dispuestos; y si bien se hallan muchos que no llegan б esta medida, otros muchos hay que pasan della, que no todos han de ser cortados б una tijera; lo cual es comъn б esta tierra con las demбs del Mundo. Verdad es que en las tierras comprehendidas en la Tуrrida zona son muchos mбs los que no llegan б estatura perfecta que los que exceden de ella, como en otras provincias acaece ser la mayor parte la que pasa desta medida que la que no llega б ella.
Mбs variedad hallamos en que unas tierras, por ser re-
cias y fйrtiles, crian los hombres mбs robustos, membrudos
y consiguientemente de mбs fuerzas corporales que otras
que son flacas y estйriles; que lo mismo que pasa en las
plantas y animales experimentamos tambiйn en los cuerpos
humanos. El reino de Chile, como hace ventaja б las de-
Tono in 3
mбs provincias destas Indias en fertilidad y en producir mantenimientos de mбs sustancia y animales mбs fuertes, especialmente caballos, asн sus naturales se aventajan б los demбs indios en ser mбs robustos y fornidos, de mayores fuerzas y brнos; porque, si de la regiуn y clima en que cada uno nace toma particulares calidades, como enseсa la filosofнa y vemos por experiencia, mucho mбs se verifica esto en la disposiciуn й inclinaciones de los cuerpos.
Tienen grande uniformidad y semejanza los indios en las cosas siguientes, sin que haya excepciуn en ninguna provincia deste Nuevo Mundo: la primera similitud es en los ojos, que todos los tienen negros, sin que se halle indio alguno zarco, de ojos verdes у azules; con los pбrpados de arriba y de abajo tan cerrados por junto б la nariz, qute apenas descubren todo el blanco de los ojos, en que se dis-tinguen tanto de los espaсoles, que tenemos los lagrimales rasgados, que para conocer si uno es mestizo у tiene parte de indio cuando las demбs seсales son dudosas (por haber algunos mestizos y cuarterones muy blancos), les miramos б los ojos y ellos nos sacan de duda; porque, cuanto uno tiene de sangre de indio, tanto mбs cerrados tiene los lagri¬males.
Convienen, lo segundo, en el cabello, en el cual hallamos cinco propiedades: es muy negro, grueso y liso, que cierto es mucho de considerar que no se halle indio de cabello crespo, blando, ni rubio; y no sуlo pasa esto en los varones y mujeres de crecida edad, sino que ni en las criaturas se halla alguna rubia ni crespa; todos tienen el cabello grueso y casi tan бspero como cerdas; y asн, los que se lo cortan б nuestro uso (que muchos se trasquilan ya), les queda le¬vantado y casi derecho, sin asentarse en la cabeza. Las otras dos propiedades que tienen los indios en el cabello son, que encanecen muy pocos, y esos muy tarde, cuando llegan б edad decrйpita; y nunca, у raras veces, se hacen calvos.
Imнtense tambiйn en ser lampiсos, porque casi no les nace pelo en todo ei cuerpo, como es fбcil de ver en los que andan desnudos; y en los que visten como los del Perъ, los vemos en las piernas y brazos, que traen defuera, con el cuero tan liso y limpio como carne de niсo. La barba les nace mбs tarde que б los espaсoles, poca y mal pobla¬da, con los pelos tan gruesos y recios como el cabello. Todos generalmente usan arrancбrsela, luego que apunta, con unas pinzas de cobre, sin consentir les nazca pelo en el rostro, excepto las cejas y pestaсas. Era costumbre tan universal йsta entre los indios, y el criar cabello largo, que no habнa naciуn que no la guardase; y asн todas se admi-raron cuando vinieron acб los primeros espaсoles de verlos barbados. Algunos se dejan ya crecer la barba en este rei¬no, б imitaciуn de los espaсoles, y afйales no poco el ros¬tro, porque mбs parece manojo de cerdas que barba de hombre.
Todo esto da copiosa materia б los filуsofos de rastrear los secretos de Naturaleza, que verdaderamente son grandes los que en la complexiуn y calidades de los indios experi¬mentamos; pues viviendo acб los espaсoles entre ellos y gozando de unos mismos aires, y usando de unas mismas aguas, y casi de unos mismos mantenimientos, vemos tan grande diferencia; porque los espaсoles comienzan б bar¬bar antes de los veinte aсos y б encanecer antes de los cuarenta; y muchos bien mozos se hacen calvos; otros sa¬can el cabello rubio y crespo, y todos muy delgado y blando, y finalmente, en lo que toca б esta variedad, les sucede lo mismo que б los que nacen en Espaсa; y que en los indios sea todo esto al contrario, causa grande ad¬miraciуn.
De lo dicho en este capнtulo se infiere ser fabulosas las relaciones que algunos han escrito de varнas formas de in-dios que dicen hallarse en este Nuevo Mundo, de diferente gesto y compostura que la comъn de los hombres, como son los que el Padre Fray Pedro Simуn, de la Orden del Seraneo Padre San Francisco, en la Primera parte de las Noticias historiales de Ўas conquistas de Tierra Firme re¬fiere de escritos de otros y de relaciones que le lucieron personas plбticas de cosas de Indias, que diz que se han bar liado en diferentes partes, como los hombres que habitas hacia la California, de orejas tan largas, que les arrastras por el suelo; y otros que moran allн junto, que duermes debajo del agua; y que otra naciуn su vecina, por carecer de la vнa ordinaria para purgar el vientre, se sustйntameos oler flores, frutas y yerbas que sуlo para esto guisan; y que lo mismo se halla en ciertos indios de una de las pro¬vincias del Perъ; que el capitбn Pedro Sarmiento de Gam¬boa, en d viaje que hizo б Espaсa desde el Perъ por el Estrecho de Magallanes el aсo de 1580, hallу gigantes de mбs de tres varas de alto; y finalmente, que en la estrada que hizo el gobernador Juan Бlvarez Maldonado desde la ciudad del Cuzco б las provincias de los Andes, se hallaron dos pigmeos no mбs altos que un codo, y un monstruoso gigante de mбs de cinco varas de alto.
Lo que yo siento es que todas estas historias que re¬fiere el dicho autor, son falsas como otras muchas patraсas que hombres amigos de novedades han inventado por cau¬sar admiraciуn en los oyentes; la verdad es, que todas las naciones de indios tienen la misma forma y composiciуn de miembros que nosotros; y toda la diferencia corporal que se halla en ellos, es la que he contado en este capнtulo, que viene б ser muy accidental. Porque, primeramente, los indios de la California y todos sus circunvecinos son del todo semejantes б los demбs de la Nueva Espaсa, como yo los vi en Mйxico, y demбs desto, ni de aquellos orejones tan prodigioso*, ni de los que duermen debajo del agua (tan contra la naturaleza del hombre), ni de los otros que se sustentan de flores, hace menciуn el Padre Fray Juan de Torquemodo, franciscano, en su Monarquнa Indiana, habiйndose hallado presente en Mйxico cuando por man-dado del Virey se exploraron las provincias de California, cuya exploraciуn y jornada escribiу б la larga el mismo autor. Y hallбndome yo en Mйxico б tiempo que, con licen-cia del Virey Marquйs de Cerralbo, se hizo jornada б la misma California y se trujeron de allб muchas perlas y relaciуn de cuanto pudieron ver y alcanzar de las propie-dades de la tierra y de sus habitadores, lo cual supe yo de los mismos que allб fueron, tales naciones de indios no se hallaron; ni en provincia alguna del Perъ sй yo que haya indios que se sustenten de oler flores, teniendo, como tengo andado, casi todo este reino, y habiendo comunicado por cincuenta y seis aсos que ha que entrй en estas Indias, muchas personas que han corrido todas sus provincias.
Acerca de los gigantes que diz que hallу en el Estre¬cho de Magallanes el capitбn Pedro Sarmiento, digo que yo alcancй б Hernando Alonso, que era el piloto que metiу la nao capitana de Pedro Sarmiento por el dicho estrecho б la Mar del Norte; y al general Hernando Lamero, que iba entonces por piloto de la almiranta, y he comunicado otras muchas personas que han estado en aquellas provin¬cias del Estrecho de Magallanes y han visto sus habitado¬res; los cuales, aunque son corpulentos, no de tanta gran¬deza que se puedan llamar gigantes, pues no excede su estatura б la de los hombres mбs altos que se hallan en Europa. Y dos desto indios de hacia el Estrecho que yo vi en esta ciudad de Lima, los cuales, por su extraсa gran¬deza, enviу presentados al Virey Marquйs de Guadalcбzar su sobrino D. Luнs de Cуrdoba, Gobernador de Chile, no eran de mayor altura que he dicho, ni llegaban б tener dos varas y media.
Y Analmente, en lo que toca б los pigmeos y gigante monstruoso que diz que hallу en las provincias de los An-des el gobernador Juan Бlvarez Maldonado, no sй yo cуmo esta fama se alargу tanto que llegase б noticia del autor que ta cuenta, estando tan lejos (i), y nу б la mнa, que alcancй y comuniquй en la ciudad del Cuzco al dicho gobernador Maldonado y б otras muchas personas que fueron б aque-lla y б otras jornadas que despuйs se hicieron б la misma tierra, las cuales me dieron noticia de las cosas dйlla; y б ninguno oн que hubiese visto ni sabido haber en aquellas provincias aquellos hombres monstruosos.
CAPНTULO IV De la complexiуn natural de los Indios.
T
RATAMOS ya en los dos capнtulos antes dйste, de las calidades exteriores de los indios que percebimos con la vista; sigъese que digamos algo de las interiores y de su composiciуn de humores. Son todos naturalmente flemбticos de complexiуn; y como la flema natural hace blanda y hъmeda la sustancia de los miembros del cuerpo, tienen muy blandas y delicadas carnes, y asн, se cansan presto y no son para tanto trabajo como los hombres de Europa: hace mбs labor en el campo un hombre en Espa¬сa que cuatro indios acб. Son muy tardos y espaciosos en cuanto hacen, y si cuando trabajan los apuran y quieren sacar de su paso, no harбn nada; mas, dejбndolos б su sor¬na y espacio, salen con todo aquello en que ponen la ma¬no. Tienen una paciencia incansable en aprender nuestros oficios, que es causa de que salgan tan aventajados artнfi¬ces como salen, particularmente en aquellos oficios en que se requiere flema y reposo para aprenderse. Por esto hay
(i) Llegу con las Elegнas y Elogies de Juan de Castellanos, en don¬de el P. Simуn leyу la maravilla, que se apropiу, como casi toda la obra de Castellano».
ya tantos indios extremados oficiales de todas las artes y oficios, seсaladamente de los mбs dificultosos y de curiosi-dad, pero nу de trabajo corporal, que б йstos son muy poco inclinados. Ejercitan con mucha destreza la mъsica de vo-ces й instrumentos, la pintura, escultura y los oficios de bordadores, plateros y otros semejantes. Pero en lo que sobre todo descubren los del Perъ su extraсa paz y flema, es en sufrir el espacio y sorna de las llamas, que son sus bestias de carga; las cuales caminan tan espaciosamente, que no puede la cуlera de los espaсoles sufrir tan pesada tardanza, y ellos van б su paso, sin que los veamos jamбs impacientes por mбs veces que las llamas se les paren, cansen y echen con la carga, como lo hacen muchas veces.
Junto con ser flemбticos son en extremo grado sangui-nos, de donde les nace ser excesivamente cбlidos, como se prueba en que en el tiempo de mayores frнos y hielos, si se les toca la mano, se les hallarб siempre calor notable; y en la poca ropa que visten, que no les sirve de ningъn abri¬go, mбs que de cubrir sus cuerpos. Cuando van camino, duermen, aunque sea en muy frнos pбramos, donde les to-ma la noche, al cielo descubierto; y acontece caer sobre ellos un palmo de nieve y dormir entre ella con tanto repo-so como si estuvieran en blandas y regaladas camas. Йcha¬se tambiйn de ver su excesivo calor, en que tienen unos estуmagos mбs recios que de Avestruz, segъn la cantidad y calidad de los manjares que gastan. Porque, dejado aparte que son muy groseros y recios sus mantenimientos, los co¬men ordinariamente casi crudos y sin sazуn, y con todo eso los digieren muy presto; y si bien cuando comen б su costa son muy parcos en la comida, con todo eso, comien¬do б costa ajena, son unos lobos. Muйstrannos bien esta verdad los Uros del Perъ, que son tan grandes tragones, que acaece hurtar un indio un puerco de cuatro б seis arro¬bas, y comйrselo entre dos todo crudo en una noche. Y lo que no menos admira es, que no han menester cuchillo ni otro instrumento para matarlo y despedazarlo mбs que las uftas de los dedos pulgares; con ellas le van sacando las rebanadas como si fueran cuchillos afilados. Pues estуma¬gos que se engullen tanta carne cruda, mбs calor han de tener que una fragua para poderla gastar.
Otro indicio hallo yo no menor del gran calor desta gente, y es, que los que nacen en pбramos y punas frнgidн-simas del primero y segundo grado de Sierra, se crнan y logran mejor que los nacidos en tierras templadas y calien¬tes; antes vemos que donde mбs enteros estбn hoy los in¬dios en este reino y donde mбs multiplican, es en los dichos temples; sucediendo al contrarнo en los niсos hijos de espa¬сoles, que los mбs que nacen en las tales tierras no se lo¬gran; y que mueran del rigor del frнo se halla por experien¬cia en que, los que escapan, es por el gran cuidado que en su abrigo se pone. Ni vale alegar en contra dйsto que los indios estбn en su natural y que, por criarse desnudos y sin el regalo que los espaсoles, salen mбs duros y curtidos de las inclemencias del tiempo; porque б lo primero respondo que, supuesto que los hijos de espaсoles son engendrados y nacen en el mismo suelo y constelaciуn que los indios, ya para ellos es tan natural la tierra y clima, como para йs¬tos; y б lo segundo, que tambiйn los hijos de caciques й indios ricos se crнan con tanto y mбs regalo que muchos hijos de espaсoles pobres, y con todo eso se halla entre ellos esta diferencia. Pero donde mбs se descubre es en los mestizos y cuarterones y en cuantos tienen alguna mez¬cla de indio; porque, criбndose aquestos muchas veces con el mismo regalo que los puros espaсoles, se logran tanto mбs que ellos cuanto mбs participan de sangre de indios; de suerte que ya es dicho comъn tomado de la experiencia cuotidiana, que las criaturas que tienen algo de indio corren rnenos riesgo en las tierras frнas que las que carecen desta mezcla. De lo cual no sй yo quй otra razуn se pueda dar mбs congruente que la que tengo dicha, esto es, que la
DEL 3НCEYO BflCXDO
*5
complexiуn cбlida de los indios resiste al rigor del frнo ex-trнnseco; y como cnanto una criatura participa desta com-plexiуn heredada con la sangre de sus padres, tenga tanto mis de calor, de ahн viene que los que se allegan mбs i la naturaleza de los indios, corren menos riesgo en su niftei de que los acabe el frk>, como acaba y quita la vida б los mбs de los nifios espaсoles de todos cuatro costados*
Desta complexiуn flemбtica y sanguнnea de los indios quieren decir algunos les nacen dos propiedades bien nota¬bles que no hallamos en los espaсoles indianos; la primera es que todos tienen muy buena dentadura y tan recia, que les dura toda la vida; y б la verdad ello pasa asн, que raras veces padecen dolor de muelas ni corrimientos en ellas, y es raro el indio viejo б quien falta la dentadura. La otra propiedad es que apenas se halla indio que padezca mal de orina ni crнe piedra. Los efectos vemos claramente; si proceden у no de su natural complexiуn у de sus manteni¬mientos y bebidas, no me atrevo б determinarlo, cada uno haga el juicio que quisiere; lo que yo sй decir, es que to¬maran de bonнsima gana los espaсoles gozar destas propie¬dades, por ser innumerables los que en esta tierra vemos, aun en su mocedad, sujetos б estas pasiones y dolencias de orina, piedra, reumas, corrimientos y falta de dentadura.
CAPНTULO V De la gran ignorancia y barbaridad de los indios.
E
N tierras tan extendidas y apartadas como son estas
regiones que se incluyen en la Amйrica, claro estб que
las gentes que las habitan se han de diferenciar tanto mбs
unas de otras en ingenio, conversaciуn y costumbres, cuanto
TOMO III 4
el suelo y constelaciуn donde nacen fuere mбs desigual y distante; de donde consta ser cosa dificultosa querer medir por una regla y reducir б uniуn y conformidad tanta mu¬chedumbre de naciones y pueblos que entre sн no la tienen. Con todo eso, en tan diversa multitud de lenguas, incli¬naciones y usos como gentes tan apartadas y difusas tie¬nen, no dejamos de hallar algunas costumbres, ritos y vi¬cios generalmente recebidos de todas ellas у de la mayor parte; de los cuales solamente pretendo tratar aquн, no de-cendiendo б particularizar lo que es propio de cada naciуn (de la peruana y de otras se dirб harto adelante). Mas por¬que muchos pueblos destos Amйricos han recibido ya la luz del Santo Evangelio y con ella y con la comunicaciуn con nuestros espaсoles mucho de humanidad y policнa, quedбndose todavнa otros (que son los mбs) envueltos en las tinieblas de su gentilidad y bбrbara ignorancia, convie¬ne advertir que lo que aquн se dice de su rusticidad y cos¬tumbres bбrbaras, es lo que hallamos en los indios gentiles, y que lo que menos hay desto en los que se han hecho cristianos, se debe atribuir б la cultura, virtud y eficacia de nuestra sagrada religiуn, la cual, de hombres salvajes poco menos fieros й inhбbiles que unos brutos y toscos leсos, es poderosa para hacer hombres humanos que vivan segъn razуn y virtud.
Aunque algunas naciones dйstas se aventajan б otras en ingenio y habilidad, con todo eso, convienen generalmente todas en carecer de aquel бnimo y trato humano, polнtico y hidalgo que campea en las gentes nobles y corteses de Europa; por lo cual les alcanza de lleno y cuadra el nom¬bre de bбrbaros; porque, sн (como definen autores de cuen¬ta) bбrbaros son aquellos que sin seguir el dictamen de la recta razуn viven fuera de la comunicaciуn, uso y costum¬bres comunmente recebidas de los otros hombres, bien se ve cuan б pelo viene esta definiciуn б gente que por las tinieblas tan espesas de ignorancia y corrupciуn de costum¬brcs en que vive, abraza y tiene por Udtas muchas cosas que repugnan б la luz de la razуn y ley natural y de las gentes. Para poder abrir camino y dar paso por tan cerrada й inculta selva, tan cubierta de maleza de ignorancia y cos¬tumbres fieras й indignas de hombres que participan de ra¬zуn, como son las de estos bбrbaros, tratarй sуlo en este capнtulo de la extraordinaria ignorancia, rudeza y escuridad de ingenio que descubren en su manera de vivir, y en los cuatro siguientes, de la perversidad de sus costumbres, que inficionan y envilecen la ilustre facultad de la voluntad, nacida de su corta y aсublada razуn y connaturalizada con el uso largo de tantos aсos. Porque, siendo asн que la hu¬mana felicidad que naturalmente pueden alcanzar los hom¬bres en esta vida, consiste, como dice Aristуteles (Lib. I, EH. c. 7.), parte en la operaciуn de la voluntad nivelada con la virtud, y parte en la especulaciуn de la verdad, cuanto mбs uno se ejercitare y excediere en el uso destas nobles potencias que le dan la excelencia que por ser hombre tie¬ne, tanto mбs participarб de la perfecciуn accidental que su naturaleza pide y de que es capaz; y lo que deste ejer¬cicio tuviere menos, eso quedarб atrбs de hacer vida digna de hombre que usa como debe del libre albedrнo.
Por esta regla, pues, habernos de medir б los indios, para conocer lo que participan y alcanzan desta perfecciуn propia del hombre; y comenzando por la joya mбs rica que poseemos, que es la excelente facultad del entendi¬miento, no hay б quien no cause admiraciуn y espanto el ver cuan boto y escurecido le tiene esta gente, no tanto porque sea de tan corta y limitada razуn como han querido algunos tacharla, cuanto por el poco ejercicio y uso que de la virtud del alma tienen, lo uno, б causa de faltarles las letras, ciencias y buenas artes que la suelen cultivar, perficionar y hacer mбs prompta y despierta en sus ope¬raciones y discursos;—porque no tenнan generalmente cien¬cia alguna de las naturales ni obraban con arte las cosas que habнan menester para el uso de l^yida, excepto cual у cual naciуn de las mбs entendidas y llegadas б razуn, que en algunas obras de oficios mecбnicos mostraban artificio y primor, como adelante veremos;—y lo otro, por haberse casi convertido en naturaleza su envejecida costumbre en las ruindades y vicios bestiales б que comunmente son da¬dos, con que se les vino б embotar el ingenio y eclisar la luz de la razуn; y si esta tan desacostumbrada rudeza es efecto de sus vicios, el que б mi juicio en ella tiene mбs parte, es el de la embriaguez, como el mбs universal y ordinario, de que se dejan llevar tan frecuentemente y tan sin freno, que, echada la cuenta del tiempo questбn fuera de sн tomados del vino y sueсo, no vienen б gozar del uso de la razуn la tercera parte de la vida. Este solo mal, como fuente de otros innumerables, era causa bastante de la in¬habilidad y torpeza destas gentes. Porque, si hablando Pu-niу en general de los daсos que acarrea б los hombres, sin hacer distinciуn entre sabios й ignorantes, lo llama muerte de la memoria, y San Basilio dice del que apaga y extin¬gue la prudencia, б quien de lo uno y de lo otro tiene tan poco de su cosecha, y tanto de ignorancia, olvido y salva¬jez como estos miserables, їquй luz les podrб dejar sino tan escasa y tenue como la de un candil prуximo б apagarse en medio de una noche tenebrosa?
Б esto se allega la falta de instituciуn y crianza de los hijos; porque los crнan sin gйnero de doctrina ni enseсanza en virtud, policнa ni costumbres loables, dejбndolos sus pa¬dres ir creciendo, б guisa de unas bestezuelas, б beneficio de naturaleza, sin que les reprehendan el mal ni enderecen y exhorten б seguir el bien, porque tampoco ellos lo cono¬cen; ni menos les dan el buen ejemplo que debieran, pues de ninguna manera reparan ni se recatan en que los hijos estйn presentes para reprimirse й irse б la mano en sus desуrdenes y sensualidades; y asн se les imprimen desde la niсez las ruines costumbres de los padres tan fijamente, que salen bien semejantes б ellos y unos y otros casi inep¬tos й incapaces de toda buena diciplina. No saben quй cosa sea buen respeto y cortesнa; fбltales el consejo y prudencia para escoger lo que les ha de estar bien y apartarse de lo que les puede ser de perjuicio y daсo; muйstranse tan cor¬tos de discurso й insensatos, que parece andan abobados sin pensar en cosa. No pocas veces, por hacer yo experien¬cia dйsto, les suelo preguntar en su lengua, cuando los veo parados у sentados, quй es lo que estбn pensando? Б lo cual responden ordinariamente que no piensan nada. Pre¬guntando una vez un amigo mнo б un indio ladino y de razуn que yo conocнa, estando trabajando en su oficio, que era sastre, en quй pensaba mientras cosнa? le respondiу, que cуmo podнa pensar en nada estando trabajando? Б la verdad, йsta pienso es la causa de salir estos indios tan bien con cualquiera oficio mecбnico que se ponen б apren¬der, el no divertir y derramar la imaginaciуn б otra cosa, sino que todos los sentidos y potencias ocupan y emplean en sуlo aquello que tienen entre manos.
Ellos, finalmente, tienen tan aсublada y escurecida la luz de la razуn y usan tan poco de consideraciуn y discur¬so, que muestran poca mбs habilidad que los brutos, б quien imitan en cuidar de sуlo lo exterior y presente y carecer de todo gйnero de providencia, pues tan pegado tienen el pensamiento б la tierra, que no lo levantan dos dedos dйlla. Tal es su bestial rudeza, que dio motivo б una de las cosas mбs notables que han sucedido en el mundo, y fuй, que algunos espaсoles de los primeros que vinieron б Indias, pusieron duda en si eran verdaderamente hombres de la misma naturaleza que nosotros, y no faltу quien afir¬mase que no lo eran, y, por el consiguiente, que debнan ser tenidos por incapaces de libertad y del dominio de las cosas que poseнan y de recebir nuestra santa Fe y los Sa¬cramentos de la Iglesia. Para atajar este error en sus prin¬cipios y cerrar la puerta б innumerables males б que con йl se daba entrada, determinу el Sumo Pontнfice con auto¬ridad apostуlica, como cosa de fe, que todos los indios, como hombres racionales de la misma especie que los de¬mбs, eran capaces de los Divinos Sacramentos. Y por haber sido йste uno de los casos raros que han visto los hombres en esta materia, me pareciу insertar aquн la Bula de Su Santidad como la refiere el Padre Maestro fray Agustнn de Бvila Padilla, de la orden de Predicadores, en la histo¬ria que escribiу de la fundaciуn de la Provincia de Santiago de Mйxico de su sagrada religiуn, y es del tenor siguiente: c Paulo Papa tercero б todos los fieles cristianos que las presentes letras vieren, salud y bendiciуn apostуlica. La misma verdad, que ni puede engaсar ni ser engaсada, cuando enviaba los predicadores de su fe б ejercitar este oficio, sabemos que les dijo: id y enseсad б todas las gen¬tes, б todas dijo indiferentemente, porque todas son capa¬ces de recebir la enseсanza de nuestra fe. Viendo esto y envidiбndolo el comъn enemigo del linaje humano, que siempre se opone б las buenas obras, para que perezcan, inventу un modo, nunca antes oнdo, para estorbar que la pa-labra de Dios no se predicase б las gentes ni ellas se salva¬sen. Para esto moviу algunos ministros suyos, que, deseo¬sos de satisfacer б sus codicias y deseos, presumen afirmar б cada paso que los indios de las partes occidentales y los del Mediodнa y las demбs gentes que en estos nuestros tiempos han llegado б nuestra noticia, han de ser tratados y reducidos б nuestro servicio como animales brutos, б tн¬tulo de que son inhбbiles para la fe catуlica, y so color de que son incapaces de recebirla, los ponen en dura servidum¬bre y los afligen y apremian tanto, que aun la servidumbre en que tienen б sus bestias apenas es tan grande como la con que afligen б esta gente. Nosotros, pues, que, aunque indignos, tenemos las veces de Dios en la tierra y procu¬ramos con todas fuerzas hallar sus ovejas que andan perdi¬das fuera de su rebaсo, para reducirlas б йl, pues es este
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nuestro oficio; conociendo que aquestos mismos indios, co-mo verdaderos hombres, no solamente son capaces de la fe de Cristo, sino que acuden б ella corriendo con grandн-sima promptitud, segъn nos consta, y queriendo proveer en estas cosas de remedio conveniente, con autoridad apos-tуlica, por el tenor de las presentes determinamos y decla-ramos que los dichos indios y todas las demбs gentes que de aquн adelante vinieren б noticia de los cristianos, aunque estйn fuera de la fe de Cristo, no estбn privados ni deben serlo de su libertad ni del dominio de sus bienes; y que no deben ser reducidos б servidumbre; declarando que los di¬chos indios y las demбs gentes han de ser atraнdos y con¬vidados б la dicha fe de Cristo con la predicaciуn de la palabra divina y con el ejemplo de la buena vida. Y todo lo que en contrarнo desta determinaciуn se hiciere, sea en sн de ningъn valor ni firmeza, no obstantes cualesquiera cosas en contrarнo, ni las dichas, ni otras en cualquiera manera. Dada en Roma afto de 1537 б los 9 de Junio, en el tercero de nuestro Pontificado.»
Cosa, por cierto, muy digna de consideraciуn, que sea tanta la ignorancia y rudeza de los mбs destos indios, que haya dado ocasiуn б semejante disputa. De donde podemos colegir lo mucho que han hecho y hacen en estas regiones los predicadores del Evangelio, plantбndole en gentes que tan inhбbiles parecнan.
CAPНTULO VI
De los usos que los indios tienen acerca del trata¬miento de sus personas en casas, vestidos y man¬tenimientos.
C> I bien no todas las naciones deste Nuevo Mundo habi-
tan pueblos formados, pues hay algunas tan salvajes que ni aun tienen casas, ni asiento сjo y. cierto, en las que para su vivienda labran casas, ora sea en poblado, ora en rancherнas hechas en sus heredades y chacras б modo de cortijos y alquerнas (de que usan los mбs de los indios), ha¬llamos esta diferencia comunmente: que las casas de los se¬сores y caciques son algo mбs suntuosas que las de los particulares, no tanto en la labor y traza, cuanto en el ta-maсo y calidad de materiales; que en lo que es la forma y arte de la planta, todas guardan la misma, sin que de ordi-nario lleve mбs piezas la del Seсor que la del vasallo. Excep¬to, pues, las casas de caciques, todas las de los otros son tan humildes y de tan ruin traza y fбbrica, que mбs se de¬ben llamar chozas y cabanas que casas; y asн, porque no las juzgamos por dignas de tal nombre, de ordinario las llamamos buhios (nombre de las casas pajizas que usaban los indios de la Isla Espaсola). Todas son sencillas y sin altos, de una sola pieza, la cual juntamente es zaguбn y sala, recбmara, despensa, bodega, cocina, y aun establo; pues no sуlo sirve de cuantos ministerios se hacen en las diferentes oсcinas de nuestras casas, pero aun de zahъrda donde duermen en compaснa de la gente los animales ca-seros que crнan; y como no tienen diversidad de aposentos, es fuerza que vivan y duerman juntos padres y hijos, con todos los de la familia, sanos y enfermos, porque aunque
quieran apartarse unos de otros, no les da lugar la estre-chura del rancho y habitaciуn. De aquн nace el estar estos buhios siempre con no mбs aliсo y limpieza que piden sus moradores, tan negros del humo y hollнn en las tierras frнas, como una chimenea, y el suelo cubierto de basura, porque nunca toman trabajo en los desollinar y barrer. Buena prue¬ba es dйsto lo que he visto hacer б espaсoles baquianos, cuando, buscando algunos indios, los hallan bebiendo en sus casas, y por no dejar la borrachera, se suelen hacer sordos y rehacios б su llamada; y es, que con un palo gol¬pean y sacuden por defuera el techo del buhйo, con que luego cae tanta cantidad de hollнn y polvo sobre los indios y sus bebidas, que no pudiendo sufrir la polvareda, salen al punto fuera mбs que de paso. Las alhajas de casa no son otras que ollas, tinajas, cбntaros y tazas, instrumentos todos de barro. La mesa y cama el suelo, sin otro colchуn y re¬galo que una manta grosera, la mitad debajo y la mitad encima. (Esto es en tierras frнas), en las muy calientes duer¬men en hamacas у en otras camas semejantes.
No es de mбs costa y trabajo su vestido que la habi-taciуn, porque la rnitad destas gentes bбrbaras andan des-nudas como nacen, y las que visten, apenas cubren la mitad de sus cuerpos; pues las que con mбs abrigo y curiosidad andan, traen desnudos brazos y piernas. Usan de ropas sencillas, sin ponerse unas sobre otras, y son hechas con tan poca traza, que no se cortan б su medida y talle, ni tie-nen necesidad de tijeras para arredondearlas y ajustarнas. Б solas dos piezas se reducen todas sus galas, que son, una camiseta ancha sin cuello ni mangas, y en lugar de capa, una manta de cuatro picos poco mбs larga que ancha. Ha-cen esta ropa generalmente de algodуn, sacando los serra-nos del Perъ, que la labran de lana de llamas, como en su lugar diremos. El vestido ordinario que una vez se ponen les sirve hasta que se rompe, sin que lo muden si no es cuando celebran algunas de sus fiestas y regocijos, que se
TOMO III 5
visten de gala, diferenciando ropas, no de otro traje, sino de diversos colores y alguna mбs fineza. No usan desnu-darse de noche; vestidos como andan se acuestan, con que ahorran de vestirse б la maсana. Ni guardan mбs limpieza en los vestidos que en sus casas; porque, у nunca, у muy raras veces los lavan; y como no tienen otros manteles y servilletas cuando comen, ni otras toallas ni paсizuelos con que limpiarse, ello se deja entender la inmundicia y espe-sura que trairбn sobre sн.
Dй sustento les sirven cuantas cosas produce la tierra y el agua que se puedan comer sin daсo, porque no repa¬ran en otra cosa, ni son nada melindrosos. Verdad es que no cada naciуn de indios tiene tan general mantenimiento; mas, entre todos ellos no perdonan cosa viva de plantas y animales, comenzando por el mбs noble, que es el hombre, hasta las mбs asquerosas sabandijas y vascosidades ‘que tiene el mundo. Comen carne humana los que por esto llamamos caribes y canнbales; otros se mantienen de la caza y pesca; los mбs matan y comen cuantos animalejos й in-mundicias topan, sin desechar culebras, sapos ni ningъn gй¬nero de gusanos. Tan bбrbaros, voraces y sucios son en йsto, que con ser los mexicanos y peruanos las naciones de mбs razуn y policнa que hallamos en estas Indias, los pri-meros tenнan la carne humana por manjar sabroso y rega-lado, y estos segundos comнan mil maneras de sabandijas asquerosas, hasta los piojos que criaban. Y йsto cuanto б sus viandas.
El pan no es tampoco uno mismo en todas partes; el mбs comъn y universal es el maнz; despuйs de йste usan muchas provincias de cazabi; otras de varias raices, como son yucas, papas, ocas y otras especies de legumbres. Fi-nalmente, apenas hay naciуn que no tenga algъn manteni-miento mбs ordinario y usado por pan. No son nada lim-pios en guisar y preparar sus manjares; contйntanse los mбs regalados con comerlos medio crudos у mal asados у me¬dio cocidos con no mбs recaudo que agua y sal y algunas herbezuelas, sin reparar mucho en lavarlas antes; porque no buscan mбs limpieza en los manjares ni en las demбs cosas de que usan, que en sus personas; las cuales traen de ordinario tan sucias, que ponen asco; y como casi nunca mudan ni lavan el vestido, dan de sн mal olor; del cual ni de otro alguno se ofenden ellos, como ni tampoco estiman el buen olor y fragancia, porque ni sienten deleite de sua¬vidad en lo uno ni pena en lo otro, por ser todos ellos gen¬te inmunda. Ordinariamente comen poco, lo cual hacen mбs de lacerados y miserables que de abstinentes; porque, cuan-do se les ofrece la ocasiуn, se dan unas ventregadas como lobos; que suele ser cuando comen б costa de espaсoles.
Mas, dado que en el comer fueran siempre tan parcos como dan muestras cuando comen de suyo, lo que por esta parte se abstienen, se desmandan y dejan llevar sin rienda de la embriaguez, porque beben tan sin medida, que cuanto trabajan y adquieren se les va por este desaguadero. Son inimicнsimos del agua; nunca la beben pura sino б falta de sus brevajes, y no hay para ellos mayor tormento que compelerlos б que la beban (castigo que les suelen dar б veces los espaсoles y siйntenlo ellos mбs que azotes). Com-prehendemos todas sus bebidas con nombre de chicha, las cuales hacen comunmente de maнz y de otras semillas y frutas, como el pulque, en la Nueva Espaсa, de maguey; en Tucumбn hacen chicha de algarrobas; en Chile de fresas; en Tierra Firme de pinas de la tierra. En este reino, fuera de la chicha de maнz, la hacen tambiйn de quinua, de ocas, de las uvillas del molle, y de otras cosas. Tambiйn en otras partes usan por vino cierto licuor que mana del cogollo de las palmas despuйs de cortadas; en otras del guarapo hecho de zumo de caсas dulces. En suma, no hay ninguna naciуn de indios que no tenga sus vinos y brebajes con que em-briagarse, aunque no tuvieron antiguamente conocimiento del verdadero vino de uvas. Todas estas chichas embriagan y sacan de acuerdo unas mбs que otras, y algunas con tanta y mбs fuerza que el vino; y son tan perdidos por ellas los indios, que tienen puesta toda su felicidad en beber, sin tener por afrenta el emborracharse. Suйlenseles pasar los dнas y las noches bebiendo y bailando al son de sus roncos atambores y cantos, tristes б nuestro oнdo, aunque alegres al suyo. No celebran suceso alguno alegre у triste que no sea con bailes y borracheras; por donde no es menos fies¬ta para ellos el mortuorio y entierro de sus padres y deu¬dos, que los nacimientos y bodas de sus hijos, pues en lo uno y en lo otro es lo principal el beber hasta caer en tie¬rra. Tan apoderado estб dйllos este vicio, que no hay en¬carecimiento que llegue б lo que pasa; basta decir que tie¬nen por suma dicha salir de juicio bebiendo, pues para este efecto buscan y estiman las chichas que mбs embriagan, y en su confecciуn les suelen echar cosas fuertes, para que mбs presto los derriben.
CAPНTULO VII
De las costumbres mбs generales en que se confor¬man todos los indios.
ENTES que tan sujetas y rendidas tenнa el padre de
\JЈ la mentira y enemigo cruel del linaje humano, que ha¬da le diesen la honra y adoraciуn debida б sуlo el Criador, no es difнcil de entender quй tal serнa la enseсanza й institu-ciуn en errores, crueldades y todo gйnero de vicios, que de tan perverso maestro habrнan aprendido. Eran todos idуla¬tras, dados б infinitas supersticiones y agьeros, excepto cual у cual naciуn de hombres tan groseros y salvajes, que de puro bestiales no reconocнan deidad en el cielo ni en la tierra, ni tenнan algъn gйnero de adoraciуn; y puesto caso que muchas gentes deste Nuevo Mundo han recebido ya el Santo Bautismo, todavнa son muchas mбs las que hasta ahora se estбn en las tinieblas de su infidelidad. Pues de pestilencia tan contagiosa como es la idolatrнa, б quien la Divina Escritura llama principio y fin de todos los males, їquй podнa brotar sino la corrupciуn de costumbres y ave¬nida de vicios y miserias en que estaban sumidos estos desventurados? Б los cuales, faltбndoles la luz de la verdad y conocimiento de su Hacedor, les (alta con ella el estudio y ejercicio de la virtud, el amor de la honestidad, el aprecio y estima de la justicia, de la clemencia, de la piedad, con¬tinencia y de los demбs atavнos y ornamentos del alma.
Comenzando, pues, por la parte que, como mбs flaca en el hombre, suele desportillar primero el enemigo de toda pureza, mayormente en gente seсoreada por йl y dada al vicio de la embriaguez, no se puede bien explicar (ni con-viene detenernos en hacerlo, sino pasar de corrida por tan hediondo cenagal) el albaсal de torpezas y deshonestidades en que, como animales inmundos, se revolcaban y recrea-ban estos idуlatras. Nunca conocieron el resplandor y her-mosura de la castidad, para hacer estima dйlla, antes les era muy ofensiva la virginidad en sus mujeres, porque de-cнan que las que estaban doncellas no habнan sido de nadie queridas; si bien pienso eran raras las que conservaban su integridad hasta tomar estado, lo uno, por criarse desde niсas con toda libertad, sin que los padres cuidasen de su recogimiento, recato y honestidad, ni les prohibiesen el sa¬lir de casa cada y cuando querнan й irse solas б donde se les antojaba, aunque fuese б otros pueblos apartados, sin obligaciуn de dar б nadie cuenta de sus vidas cuando vol¬vнan, y por llevarlas ellos mismos б las borracheras y б la labor del campo, donde comunmente hay concurso de hom¬bres, deudos y extraсos; y lo otro, porque por librarse de la infamia en que las castas solнan incurrir sуlo porque lo eran, ellas mismas fбcilmente se dejaban desflorar. Tan lejos estaba de tenerse por delito ni aun para reprehenderse nin¬gъn exceso que en esto hubiese.
Conforme б esta depravada costumbre, cuando el indio pone los ojos en alguna para tomarla por mujer, no escu-driсa ni se informa de si ha vivido honesta у disolutamente, porque no es negocio йste (para entre ellos) que le aсade у quita calidad; lo que ante todas cosas miran, es quй bienes tiene la esposa, y lo segundo si es hacendosa y que lo sa¬brб bien servir y regalar. Mas, como esto segundo es difi¬cultoso de averiguar, si no es con la experiencia, para ha¬cerla, se suele amancebar con ella primero y tenerla en prueba algunos meses, y aun aсos; y si le contenta, se casa con ella, y si no, la despide y escoge otra. Sirven las mujeres б sus maridos como unas esclavas: ellas llevan todo el peso del trabajo, porque, demбs de criar los hijos, guisan la comida, hacen la chicha, labran toda la ropa que visten asн ellas como sus maridos y hijos, y en la labor del campo trabajan mбs que ellos; los cuales no saben poner mano en cosa en que no le hagan compaснa y ayuden sus mujeres, pues hasta cuando caminan, yйndose ellos va¬cнos, las llevan cargadas como б jumentos. Б esta causa era en su gentilidad grandeza, y aun no pequeсa riqueza, el tener muchas mujeres; contentбbanse con una solos los plebeyos, pero los nobles y caciques tenнan cuantas que-rнan, dado que una era la principal, б quien las otras reco-nocнan. No las celan mucho, ni ponen cuidado en guardar-las y menos en serles leales. Aunque se les huya la mujer, no por eso la dejan de recibir cuando vuelve, aunque haya sido la ausencia larga, antes la suelen buscar con diligen-cia, encomendando б los amigos se la ayuden б buscar, y cuando parece, la reciben con muestras de alegrнa y cele-bran el haberla hallado, con borrachera.
Porque mejor se vea lo que en esto suele pasar, me pareciу contar aquн el caso siguiente: Huyуsele б un indio su mujer, la cual volviу б cabo de mucho tiempo y pidiу б un religioso conocido mнo que la reconciliase con su ma¬rido; йl venнa ya en ello, mas reparу en que venнa embara¬zada, y como respondiese al Padre, que cуmo querнa que la recibiese viniendo de aquella manera, el religioso con-venciу al marido con esta razуn: «Vйn acб, hermano, їsi tu perra se saliese de casa, la habнas de dejar de recibir si volviese preсada?» Б lo cual respondiу el indio: «Tienes razуn, Padre»; y recibiу б su mujer sin mбs darle en cara con lo que habнa hecho. Asн en los matrimonios como en sus desordenadas sensualidades, tenнan poca cuenta con grados de parentesco, sacando madres y hijos, y aun б ve-ces faltaban en йstos, por ser gente dada muy desenfrena-damente al vicio de la lujuria, б que no poco les incitaba la desenvoltura й inmodestia en su modo de vivir sin gй¬nero de recato ni empacho unos de otros.
Costumbre universal ha sido de todas estas naciones de bбrbaros tener mбs cuenta y cuidado del lugar en que los han de poner despuйs de muertos, que de la morada en que vivнan. La forma de sus sepulturas y esto de ente¬rrarse es muy vario, porque en cada provincia habнa dife¬rentes ritos; pero todos convenнan en enterrar sus difuntos aderezados y compuestos de las vestiduras mбs preciosas, de todas las joyas y arreos con que solнan engalanarse cuando vivian, con las armas que usaban en la guerra, y en muchas partes con los instrumentos del oficio que ha¬bнan ejercitado en vida, como, si era pescador, con las re¬des y demбs adherentes; y б este modo de los otros oficios. Ponнan sobre el cuerpo difunto de sus comidas y bebidas; y con los caciques y Seсores enterraban parte de sus criados y de las mujeres mбs queridas; dйstos, unos ahogaban antes y los echaban muertos, y б otros, habiйndolos primero em-borrachado, los metнan vivos en la sepultura, б que muchos de su voluntad se ofrecнan. Celebraban las obsequias acom¬paсando al muerto sus parientes y amigos hasta la sepul¬tura con cantares lъgubres, bailes y borracheras, que dura¬ban tanto mбs tiempo cuanto era mayor la calidad del di¬funto. En los cantares repetнan y traнan б la memoria las hazaсas y cosas mбs memorables que sabнan del; contaban los lugares donde habнa vivido, las buenas obras que les habнa hecho, con cuanto podнa ser motivo de compasiуn y llanto.
Son todos los indios por extremo inconstantes, fбciles, mudables y faltos de toda buena presunciуn; dйjanse llevar inmoderadamente de cualquiera pasiуn y afecto desorde-nado, sin saberse refrenar й ir б la mano en cosa; el temor de la adversidad y desastre los acobarda y sujeta de ma-nera, que, como flacos y pusilбnimes, luego se pierden de бnimo, y por librarse de un mal menor, suelen escoger otro mayor y aun el mбs horrible de todos, que es la muerte; y asн, no pocos con desesperaciуn se ahorcan y despeсan por leves causas. En sus trabajos se muestran impacientes y poco sufridos, y en sus comercios, tratos y pretensiones tan desconfiados, que no se fнan unos de otros, ni aun los hijos de los padres. Con un pequeсo soplo de prosperidad se envanecen y engrнen y desprecian б los demбs. Mienten sueltamente, sin que se avergьencen y confundan de que los cojan en mentira, antes, viйndose convencidos, confie¬san llanamente que mintieron. No guardan lealtad ni pala¬bra mбs que en cuanto les estб б cuenta, y viendo la suya, atropellan y rompen la fe dada y todo buen respeto, no haciendo caso de ser tachados de traidores. En su modo de proceder son notablemente amuchachados: triscan y juegan los hombres con los muchachos aniсadamente, como suelen en nuestra repъblica espaсola jugar y burlarse unos mu¬chachos con otros. Inclнnalos vehementemente su natural al ocio y vida haragana; y asн, teniendo que comer y beber esta semana, no trabajaban de su voluntad en toda ella, hasta beber primero cuanto tienen, si no es apremiados con temor, que por la mayor parte no entienden de otra manera ni saben hacer por bien y amor; porque no les mue¬ve y espolea el motivo de honra ni otro respeto honesto. Cuando niсos, son agradables y amorosos, prometen habili¬dad y que saldrбn con virtud y crianza, y en pasando de los quince aсos, que comienzan б beber, se tornan como los demбs. Olvнdanse presto de lo que aprendieron, porque nunca hacen estudio ni repiten lo que les enseсan, sino cuando les obligan б recorrerlo. En suma, ella es gente de бnimos tan terrestres, viles y apocados, que no hace aprecio de mбs que esto visible y exterior que entra por los senti¬dos; йsto solamente los lleva y tras йsto corren sin conocer ni estimar otro bien ni felicidad que curar y servir al vien» tre y б la sensualidad y deleite.
CAPНTULO VIII En que prosigue lo mismo.
T
ODAVНA resta por decir de las costumbres y vicios
que los indios tienen contra la virtud de la justicia, de
que tratarб este capнtulo. Caciques y seсores de los pueblos
eran aquellos que no con otro derecho que el de la fuerza
y poder los sojuzgaban; y como la adquisiciуn era tirбnica
y cruel, lo era tambiйn su gobierno. Porque no ponнan la
mira en el bien y utilidad de los vasallos, sino en satisfacer
su ambiciуn y codicia, reduciйndolos б una tan pesada ser-
vidumbre, que dйlla б esclavitud no habнa diferencia. Tan
oprimidos vivнan los pobres subditos, encogidos y amedren-
tados con los tremendos espectбculos que por sus ojos vнan
ejecutar en los que delinquнan en Vlguna inobediencia y des-
acato contra sus caciques, que no los respetaban, sino ado-
raban con tan extraordinaria sumisiуn y temblor, que, es-
Tono III 6
tando en su presencia no osaban levantar los ojos del suelo ni mirarlos б la cara. Ni eran dueсos y seсores de sus casas y haciendas, ni aun de sus propios hijos, que todo es¬taba б disposiciуn de los tiranos, sin que fuese permitido б los subditos abrir la boca para quejarse dйllos por ninguna injuria y agravio que dellos recibiesen, aunque fuese quitar-les sus propias hijas y mujeres. No habнa ni se guardaban otras leyes y fueros que la voluntad y antojo de los caci¬ques; los cuales hacнan y deshacнan б su albedrio y conde¬naban y absolvнan como les parecнa, sin guardar igualdad y proporciуn en el castigar у premiar; y asн, daban unas veces castigos atroces por leves culpas y otras disimula¬ban y pasaban por graves delitos, como no fuesen cometidos contra sus propias personas, que en tal caso, eran impla-cables й inhumanos. Extendнan comunmente la pena б los inocentes, castigando juntamente con los reos б sus deudos mбs cercanos, aunque no hubiesen tenido parte en las cul-pas. En ninguna cosa eran estos caciques mбs varios й in-constantes que en establecer leyes y estatutos, mudбndolos б cada paso, y no guardar en la ejecuciуn dйllos un tenor y uniformidad con todos, sin excepciуn de personas; y co¬mo la obediencia de los vasallos era por sуlo miedo, en tanto miraban por el bien pъblico y de sus seсores, en cuanto no podнan escapar de su saсa y crueldad; que si б su salvo y sin testigos se les ofrecнa oportunidad de come¬ter cualquier crimen, aunque fuese de traiciуn, no dudaban de perpetrarlo, llevados de su mala inclinaciуn.
Las injusticias que unos pueblos y naciones cometнan contra otros no eran menores, maquinando siempre cada cual la destrucciуn de su vecino, haciйndose perpetua gue-rra con ocasiуn y sin ella, ya sobre los lнmites y mojones de sus distritos, ya sobre las dehesas, pastos, rнos y pes-querнas. Otras veces, por fiaber sido agraviado alguno de la una parte de algъn particular de la otra, sobre tomar ven-ganza, se revolvнan y trababan los unos con los otros. Ro-bбbanse y matбbanse sin lastima ni piedad; y lo que mбs descubre su bбrbara fiereza, es que ellos mismos amaban estas discordias y guerras y buscaban ocasiуn de trabarlas, por tenerla siempre de haber en ellas presa de sus contra-rios, de cuyas carnes se mantuviesen.
Sus tratos y contratos no eran muchos, por contentarse ellos con poco; sembrando y cogiendo cada uno lo que habнa menester, para sustentar su casa, у haciйndolo de la caza y pesca, de que muchos pueblos se mantenнan. Raras veces habнa comercio de unas naciones con otras, que su gran rudeza y crueldad era causa de que se fiasen muy poco unos de otros. Aunque conocieron y estimaron el oro, plata y otros metales y se aprovechaban dйllos en va¬rios usos, de ninguno hicieron moneda ni hubo uso dйlla en toda la Amйrica hasta que lo introdujeron los espaсo¬les. En lugar de compras y ventas trocaban unas cosas por otras, y la paga de los alquileres se hacнa en especie. (Fuera destos dos no se conocнa en ellos otra manera de contratos.) Verdad es que algunas cosas eran mбs genera¬les para este menester, las cuales servнan de dinero con que se compraban todas las que eran necesarias para la provi¬siуn de la vida. Йstas eran ordinariamente las comidas que usaban por pan; excepto en la Nueva Espaсa, donde corrнa como moneda el cacao. En este reino del Perъ valнa para esto el maнzy y aun hasta hoy usan del los indios para com-prar otras viandas; de donde se ha introducido la costum-bre que vemos en los pueblos de espaсoles, que las indias (que son las que venden comunmente en las plazas y mer-cados la hortaliza, frutas y otras cosas deste gйnero) las suelen dar б trueco de pan, y asн se suelen comprar con pan estas menudencias. No habнa puesto valor ni tasa por auto¬ridad pъblica en estos rescates (asн llaman en esta tierra б estas suertes de trueques у compras): esto se dejaba б sa-tisfaciуn de las partes, como vemos el dнa de hoy casi en todos los pueblos de indios deste reino, que los dнas de fiesta salen las mujeres б rescatar б las plazas, trayendo cada una la mercaderнa que tiene: unas sacan fruta, otras maнz, otras carne guisada, otras pescado, carne cruda par-tida en piezas, sal, coca, ajн, y deste tono las otras cosas en que contratan; y hacen sus rescates, dando una un plato de fruta por otro de guisado; cuбl con ajн, compra sal; cuбl con maнz carne, y asн en lo demбs; con que todos se pro¬veen de lo que han menester б trueque de lo que tenнan de sobra. Y en verdad que no es mal rato de entretenimiento para los espaсoles que se hallan presentes, ponerse б mirar cуmo se conciertan estos contratos y trueques, en que obser¬va esta gente un modo bien particular, como yo lo he visto hacer algunas veces; es desta forma: ponen las indias toda su mercaderнa у parte dйlla, si es fruta у cosa deste gйnero, hecha montoncitos pequeсos en ringlera, de valor de me¬dio у de un real cada montoncillo, si es carne, partida en trozos del mismo valor, y por este orden las demбs cosas. La india que llega б comprar con su maнz en lugar de di¬nero, se asienta muy despacio junto la vendedera y hace un montoncito del maнz que piensa dar por precio de lo que compra, sin hablarse palabra la una б la otra; la que vende pone los ojos en el maнz, y si le parece poco, no dice nada ni hace seсal alguna mбs que estбrselo mirando, y mientras estб desta suerte, es dar б entender que no se contenta del precio; la que compra tiene puestos los ojos eft la vendedera, y todo el tiempo que la ve estarse asн sesga, va aсadiendo б su montoncillo algunos granos mбs de maнz, que no son muchos; y si todavнa se estб rehacia, aсade otra^y otras muchas veces, pero siempre muy poca cosa, hasta que la que vende se contenta del precio y de¬clara su beneplбcito no de palabra, que desde el principio al cabo no se dicen ninguna, aunque dure el conformarse media hora, sino de hecho, extendiendo la mano y reco¬giendo para sн el maнz. De ninguna manera reparan en estos trueques si guardan у no la proporciуn aritmйtica que pide la justicia conmutativa, ni jamбs hacen escrъpulo de haber llevado mбs del justo precio, ni se quedan obligados б restituir el exceso; ni menos lo que por cualquiera vнa usurparon al prуjimo, aunque haya sido manifiesto logro, hurto у robo, б que poderosamente los lleva su natural in¬clinaciуn; porque una vez apoderados de lo ajeno, no les pasa por la imaginaciуn poner en plбtica el descargar la conciencia.
Es muy poca у ninguna la obediencia y respeto que guardan б sus padres, lo cual es con tanto exceso, que no parece que la fundan en otro derecho que en el poder y fuerzas corporales; porque, sуlo mientras en йsto son inferio¬res б ellos, los sirven y obedecen con alguna sujeciуn y rendimiento, sin mбs crianza ni acatamiento (que nunca la supieron tener); pero, en creciendo y llegando con la edad б igualarles en fuerzas, se acabу la sujeciуn, que tan bueno es Pedro como su amo (como acб decimos); antes, asн como empiezan los desventurados padres б ir decaeciendo y de¬clinando con la vejez, olvidados los ingratos hijos de la deuda natural que les obligaba б servirlos y respetarlos con mayor cuidado, amor y piedad, cuanto mбs van prevale¬ciendo sobre ellos en vigor y esfuerzo, tanto se van trocan¬do las suertes; porque, enseсoreбndose de los pobres viejos-, los sujetan б su obediencia y servicio, y no sуlo se sirven dйllos como de viles esclavos, sino que les hacen tan cruel й inhumano tratamiento como si fueran perros у otro ani¬mal peor; cosa en que muestran enteramente su barbaridad y brutal ignorancia; pues sobre servirse dйllos desta suerte, los castigan pesadamente por culpas muy livianas, como de no servirles б su gusto, y otras semejantes. Y cuando estбn borrachos, quiebran toda su furia en sus padres; y como esta costumbre tan bestial estaba en ellos casi connaturali-zada, aun no la han acabado de dejar del todo con la ense-сanza cristiana, pues vemos cada dнa ejemplos tan bбrba-ros en esta parte de hijos que ponen las manos en sus pa-dres y los maltratan, que nos muestran bien la barbaridad y desorden del tiempo de su infidelidad; y asн, el uso y frecuencia destos desacatos de hijos con sus padres, nos ha quitado ya el horror que al principio nos solнa causar. Pues, aun al tiempo que esto escribo, no ha muchos dнas llegу un indio, estando yo presente, б quejarse б un religioso, que era su cura, de un hermano suyo que habнa maltratado б su madre, y preguntбndole yo quй daсo le habнa hecho, me respondiу que le habнa quebrado las muelas; delito que en¬tre gente de razуn fuera abominable y digno de no dejallo pasar sin severo castigo, y no nos inmutу mucho б los pre¬sentes, por estar ya hechos б ver semejantes excesos.
Pues gentes que б sus propios padres no guardaban respeto y cortesнa, їcуmo la guardarнan unos con otros? Nunca usaron de reverencia y comedimiento mбs de la su-misiуn, humildad y temor con que hablaban б sus caciques; de donde vemos hasta hoy, que, cuando en un camino se encuentran dos indios, pasan adelante sin hablarse palabra el uno al otro ni saludarse; y si paran juntos en un puesto б hacer noche, cada cual se pone б comer de lo que lleva, sin convidar ni hacer ningъn cumplimiento el uno al otro, aunque coma el uno y el otro se le estй mirando. No tienen los menores respeto б los mayores, ni los plebeyos б los nobles, si no son caciques suyos; б solos йstos hacen reve¬rencia y de los demбs no hacen caso. Con los pobres, nece¬sitados y enfermos no sabнan quй era caridad y misericor¬dia; carecнan de compasiуn con los afligidos, sin moverse б socorrerlos, aunque estuviera en su mano el remediarlos. Tanta era su inhumanidad, que aunque los viesen perecer, no eran para darles la mano y sacarlos de aprieto. Estando yo una vez tratando con ciertos amigos de la dureza й in¬humanidad de los indios, me contaron este caso en el mismo pueblo que sucediу: Acertу б caer en el suelo un niсo б vista del cura del lugar, que era un religioso conocido mнo, el cual, por estar algo apartado, no pudo acudir б levantar¬lo; y como de la caнda se lastнmase y no pudiese, por su fla¬queza, levantarse, estбbase echado en tierra llorando. Pasу en esta coyuntura por junto б йl una india, la cual, aunque vio caнdo el niсo, lleno de polvo y llorando, se pasу de largo tan sesga, sin moverse б levantallo y socorrello, como si pasara una bestia; y como al emparejar con el cura йl la reprehendiese de cruel, pues no se habнa compadecido de aquel angelito para levantarlo del suelo, la respuesta que la india le dio fueron estas palabras: «їParнlo yo?» Respues¬ta, por cierto, en que se echa de ver la bбrbara inhumani¬dad desta gente.
No usan con los enfermos de ningъn regalo ni los me-joran de cama y manjares. Cuando los de su casa que estбn sanos se asientan б comer, le ponen al doliente de lo mis¬mo que ellos comen, junto б la cabecera, y allн se lo dejan, si quiera lo coma si quiera no, que por desganado y debi¬litado que estй, no hay que tratar de que lo animen y es¬fuercen con palabras amorosas б que coma, ni le den un bocado por su mano; y asн, muchos de los que mueren en¬tre estas gentes, perecen mбs por este extraсo desamparo, que consumidos de la enfermedad.
Padecen extrema necesidad los pobres, por la poca ca-ridad que usan con ellos los que los podнan favorecer; todos son verdaderamente desapiadados, mezquinos, sin rastro de liberalidad para repartir de sus bienes con los necesita¬dos. Pero, los que mayor necesidad y miseria experimentan son los viejos; lo uno, porque, como por su poca providen¬cia viven piй con bola (como dicen) y no mбs de para hoy, sin guardar para adelante, en faltбndoles las fuerzas para trabajar, les falta con ellas el sustento; y lo otro, por no ha¬ber entre estos bбrbaros cosa mбs vil y desechada que los viejos: Ўtan poco respetada es dйllos la senectud venerable! Asн, los burlan y ultrajan los mozos como б hombres indig¬nos de vivir en el mundo; tan lejos estбn de usar con ellos, de misericordia y piedad, en que descubren su ignorancia y falta de razуn, pues cuando no consideraran mбs que la natural y que la necesidad, despuйs de viejos б todos habнa de ser comъn, hubieran atinado б entender el gran bien que resultaba de introducir el socorro de la necesidad de los pobres que con su trabajo no se podнan mantener. Igno¬raron del todo las leyes de la amistad, pues no la guardan mбs de en cuanto interesan algo del amigo, y en cesando el interйs, espira la amistad; y de la misma suerte las del agradecimiento б los beneficios recebidos, porque no saben reconocer el bien que se les hace, para recompensallo si¬quiera con la memoria del.
CAPНTULO IX
De las muchas lenguas que usaban las diversas na¬ciones de indios, y que todos ellos muestran des¬cender de una sola cepa y linaje.
bernos dicho del ingenio, condiciуn y costumbres de
^”XUIEN atentamente considera lo que hasta aquн ha-
las naciones de este Nuevo Mundo, habrб sin duda notado ser muy grande la uniformidad y semejanza que en ellas se halla, como en hecho de verdad lo es; en que poniйndome yo б pensar no pocas veces, investigando quй pueda ser la causa de que no sуlo en el color, aspecto, talle y complexiуn, sino, lo que mбs es, en el natural, inclina-ciones y usos se imiten tan conformes, con estar algunas de otras mбs apartadas y distantes que lo estбn de Europa, Бfrica y Asia las regiones mбs vecinas б ellas desta Amй-rica, no puedo hallar otra que mбs cuadre y satisfaga, que persuadirme haber procedido todas estas gentes de un solo principio y origen» que sin duda fuй alguna naciуn у farai-lia de hombres que pasaron б poblar esta tierra; y al paso que fueron creciendo y multiplicбndose, fueron extendiйn-dose y derramбndose por todas sus partes y regiones, hasta ocuparla y henchirla con la multitud y frecuencia de pue-blos que la hallamos; en lo cual forzosamente debieron de pasar muchos siglos.
La objecciуn que sуlo se me podнa poner para desapo-yar esta opiniуn, es la increнble multitud de lenguas que usan estas gentes; las cuales son en tanto nъmero, que aun-que nadie hasta ahora (que yo sepa) se ha puesto б con-tarlas, por las muchas de que yo tengo noticia en las tierras descubiertas, y sacando por ahн las innumerables que habrб entre los bбrbaros que habitan las regiones mediterrбneas desta inmensa longura de tierra y se incluyen dentro de las marнtimas que nosotros poseemos, tengo por muy verosн¬mil que deben de pasar de dos mil. Porque, apenas se halla valle un poco ancho, cuyos moradores no difieran en len¬gua de sus vecinos. Mas, їquй digo valle? pueblo hay en este arzobispado de Lima, que tiene siete ayllos у parciali¬dades cada una de su lengua distinta. Algo dйsto se verб en la descripciуn general de las provincias que pongo ade¬lante (i). Pero este argumento, que б juicio quizб de algu¬nos habнa de probar lo contrario, es tan en mi favor, que cuando faltaran los otros que б sentir esto me mueven, fue¬ra йl sуlo bastante б inclinarme б esta opiniуn. Porque, si de la muchedumbre de lenguas que hablan estos indios qui¬siйramos inferir haber sido muchas las naciones que pobla¬ron estas Indias, cada una de su lengua diversa, era fuerza que diйsemos para cada lengua su naciуn, lo cual їquiйn no ve cuan fuera va de camino? Porque, їde quй partes del Mundo podнan haber venido dos mil naciones diferentes? Y dado caso que concediйramos este imposible (regularmente
(i) Se refiere indudablemente б la comprendida en los libros VI б XIV de la segunda parte de esta Historia, la cual, asн como la tercera, no conocemos. (V. Prуlogo.)
TOMO III 7
hablando), їcуmo, habiendo conservado no mбs que su dis-tinciуn de lenguas, se vinieron б unir y conformar en lo demбs con tanta semejanza que admira?
Б lo que se me podнa responder, que, aunque concediй-semos haberse poblado esta tierra de diferentes hombres, no habнa necesidad de poner tantas naciones distintas cuan¬tas son las lenguas que al presente las dividen, sino muchas menos con la suya propia cada una; y que de aquellas po¬cas, mezclбndose y trastrocбndose los vocablos de las unas con los de las otras, se hayan con el tiempo multiplicado y crecido hasta venir б tan excesivo nъmero; digo, que, si bien es verdad que, para lo que toca б la introduciуn desta muchedumbre de lenguas es razуn suficiente, pero que ni para eso es necesaria ni ha lugar en lo demбs; lo uno, por¬que repugna б la uniformidad y similitud que guardan estas gentes en propiedades y costumbres, la cual tiene conmigo mбs fuerza para persuadirme б que todos decienden de un origen, que sus muchas y varias lenguas para que sienta lo contrario; y lo otro, porque no hallo ser necesaria esta di¬versidad de naciones para establecer la que tienen de len¬guas; pues de la manera que de pocas mezcladas entre sн diferentemente se pudieran multiplicar tan innumerables, ni mas ni menos de sola una naciуn y lengua pueden ha¬berse propagado las que ahora vemos, con irse poco б poco diferenciando en lenguaje las familias y pueblos que de aquella cepa iban saliendo y derramбndose por varias re¬giones.
Ni pienso faltarбn razones que nos persuadan haber sido asн mбs fбcil y conforme al natural y modo de vivir destas gentes el haberse introducido en ellas tan extraсa diversi¬dad de lenguas; y sea la primera, la falta que tuvieron siem¬pre de letras, sin las cuales no sуlo padecen detrimento y menoscabo todas las ciencias y buenas artes, sino que ni el lenguaje comъn y vulgar se puede conservar mucho tiem¬po puro й invariable, por la natural inclinaciуn de los hom¬bres, que somos tan inconstantes, varios y mudables, que siempre andamos en busca de novedades en cuantas cosas nos sirven para el uso de la vida; y como nos cansa y da fastidio el traje antiguo, y nos alivia y recrea el que de nue¬vo inventamos, no quiere ser en esta parte de peor condi¬ciуn el sentido del oнr que el de la vista y los demбs; que tambiйn le enfadan y dan en rostro los vocablos viejos y estilo antiguo, y se alegra y deleita con el lenguaje б lo mo¬derno, compuesto de palabras nuevas й insуlitas. De donde ha nacido la notable mudanza y variedad que experimen¬tamos ha tenido nuestra lengua espaсola en pocos siglos, cuando conferimos las escrituras modernas con las antiguas. Pues si tal mudanza pasa en los que usamos de letras y tenemos continuo y frecuente trato y comunicaciуn con todos los pueblos de nuestra naciуn y repъblica, їquй hay que espantamos hayan venido б tener tantas y tan diferen¬tes lenguas estas naciones, siendo por extremo bбrbaras y faltas de cuanto las podнa conservar unidas en su primer lenguaje? Porque no han tenido libros en que conservarlo como lo recibieron de sus mayores, y con cuya liciуn se amoldaran y ajustaran б йl, y consiguientemente se confor¬maran entre sн, conforme aquel principio de filosofнa, que muchas cosas reguladas y amoldadas б otra tercera, que es como regla y molde dйllas, lo quedan tambiйn entre sн. їQuiйn no sabe que leyendo muchos hombres en un mismo libro, se les imprime y empapa aquel estilo y modo de ha¬blar que el libro tiene?
Pues sobre carecer deste apoyo, que б mi ver es el mбs eficaz para conservar invariable una lengua, faltу tambiйn б estos indios el comercio de unos con otros, que, para el efecto de que tratamos, es medio poco menos poderoso que el primero. Contentбbase cada naciуn dйstas con las cosas que dentro de sus lнmites cogнa para pasar la vida, sin apetecer y buscar las que nacнan en las de sus vecinos. Ni tampoco tenнan necesidad de mбs para su manera de vivir, bien poco desemejante б la de los animales, que, en tanto que abundan de pasto las dehesas en que se apacien¬tan, no se mudan б otras; y asн, su poca curiosidad y re¬galo en la comida y vestido (andando los mбs desnudos) era causa de no haberse menester unos б otros.
Aumentбbales no poco esta esquivez y extraсeza su natural rusticidad y fiereza, ajena del trato humano y be-nigno que resplandece tanto mбs en gentes de razуn y po-licнa, cuanto mбs participan dйlla. Esto presupuesto, y que б la medida que fueron creciendo al principio se fueron dividiendo y acomodando en las tierras que hallaban vacнas y aparejadas б su habitaciуn, habiйndose quedado cada co¬munidad у familia recogida dentro de sus tйrminos y cerra¬da la puerta б la comunicaciуn de los que no eran de su parcialidad, cierta cosa es que б pocas edades habrнan de¬clinado mucho del lenguaje de sus progenitores, y como en esta declinaciуn y mudanza tirasen unos por una parte y otros por otra, б pocos siglos se hallarнan tan discrepantes en el hablar, que apenas se entenderнan los pueblos mбs cercanos. Pues habiйndose continuado en ellos esta causa de divisiуn y variedad de lenguas desde que comenzaron б habitar esta tierra hasta nuestra edad, no hay por que nos maravillemos que de una sola hayan procedido tantas. En confirmaciуn deste discurso no quiero valerme de otros argumentos que de la experiencia que tenemos delante de los ojos, y es, que si bien las naciones muy distantes y apar-tadas hablaban tan distintas lenguas que parecнan diver-sas, con todo eso, las inmediatas y que habitaban unos confines, usaban de lenguas tan semejantes y parecidas en-tre sн, que denotan bien tener no menos afinidad y paren-tesco que las gentes vecinas y confinantes que las hablan; y por evitar prolijidad, no trairй (sic) mбs ejemplos que de las dos lenguas quichua y aymarбs que son las mбs gene¬rales del Peni, las cuales, por ser de dos naciones vecinas y contйrminas, tienen tanta similitud en los vocablos y cons-tracciуn, que cualquiera que supiese lo poco que yo dйllas, no podrб negar haberse originado ambas de un principio, al modo que la espaсola й italiana nacieron de la latina.
CAPНTULO X
En que se dividen en tres clases todas las naciones de indios.
Q
UEDA asentado arriba, que todos estos indios na¬turales de la Amйrica son bбrbaros, por convenirles ^cuanto distingue б hombres que en su proceder no guardan concierto, humanidad y policнa, de los que obser¬van estas cosas y regulan su vida y costumbres por leyes de razуn y justicia. Puesto caso que esto es asн, todavнa, porque aun entre bбrbaros hay gran diferencia y desigual¬dad, aventajбndose un bбrbaro б otro en muchas cosas (que no todos son cortados por una tijera), pondremos una ge¬neral divisiуn que los abrace б todos y servirб para mayor distinciуn y claridad de lo que en el proceso de esta escri-tura se dijere. Б tres уrdenes у clases podemos reducir estas gentes, tomando por razуn constitutiva de cada clase la manera de gobierno y repъblica que guardan entre sн, por esta forma: en la primera clase de bбrbaros pongo aquellos que pasan la vida en behetrнas, sin pueblos, reyes, ni seсores: йstos son los mбs rudos y salvajes de todos, de los cuales, unos andan por los campos y desiertos б ban¬dadas como brutos, sin reconocer superioridad б ninguno, otros viven en pequeсas comunidades, que constan cada una de solos los hombres de un linaje y familia, los cuales obedecen en lo que quieren al padre de la familia, que suele ser el pariente mayor, у al que entre ellos se aventaja б los demбs en razуn y habilidad.
El segundo grado tiene ya mбs semejanza de repъblica, porque incluye todos los bбrbaros que viven en comunida-des compuestas de diferentes familias, reconocen una ca-beza y cacique б quien dan obediencia, el cual no tiene debajo de su dominio ningъn seсor de vasallos. El tercero grado contiene los indios de mбs orden y razуn polнtica, que son los que se juntan en comunidades у repъblicas grandes, cuyo principado poseen reyes poderosos, que tie-nen por subditos otros caciques y seсores de vasallos.
En lo que difieren conmunmente los indios destas tres clases, allende de lo dicho, es en que muchos de la pri¬mera no tienen casas ni asiento fijo para su morada, sino que hoy estбn aquн y maсana allн, mudбndose de unas par¬tes б otras en busca de su sustento, б guisa de animales que se pasan de unos pastos б otros, por cuanto se mantie¬nen de frutas silvestres y de la caza y pesca, sin cultivar ni sembrar la tierra. Los de la segunda y tercera siembran y cogen sus semillas y legumbres y tienen uso de casas y pueblos, viviendo aquйllos en rancherнas de poco mъnero de casas, divididos de ordinario por sus linajes y parciali-dades, y йstos en pueblos grandes y ordenados con mu¬chas aldeas de corta vecindad al rededor, cada una de su ayllo у linaje. Otrosн se diferencian en que muchas naciones de las dos primeras clases andan del todo desnudas, pero de las de la tercera ninguna. нtem, cuanto mбs se apartan de la primera, tanto mбs tienen de religiуn y superticiones; porque casi todos los indios del primer grado y orden de barbaridad, asн como en serlo se adelantan б los demбs, asн se les quedan atrбs en idolatrнas, porque casi todos ellos no usan de ningъn gйnero de adoraciуn. Los de la segunda clase reconocen y hacen reverencia б algunos dioses falsos, mas con muy pocas ceremonias y ofrendas. Los que mбs dioses adoraban y con mayor orden, culto y celebridad de templos, sacerdotes y sacrificios, eran los de la tercera. Fuera de lo dicho, era muy poca la desigualdad que entre todas las gentes destos tres grados de barbaridad se vнa; porque, si miramos su rudeza, inhumanidad y fiereza, en todas tres clases habнa harto de todo; pues en la mбs noble y polнtica se hallaban naciones de caribes comedores de carne humana y que ofrecнan al Demonio sacrificios de hom¬bres. En lo que mбs excedнan los de la tercera б los de las otras dos era en ser mбs domйsticos y mansos, por estar mбs acostumbrados б obedecer б sus reyes, y en curiosi¬dad y primor en algunos oficios que sabнan, y en que los grandes reyes habнan con el uso de gobernar adquirido mu¬cha experiencia y destreza para la buena administraciуn y conservaciуn de sus reinos, como parece por el gobierno que tenнan los reyes mexicanos y peruanos.
La primera clase de bбrbaros es la mбs extendida y difusa, en que entran los chichimecas de la Nueva Espaсa, los de la Florida, de la California y otras innumerables gentes que hay en aquella parte setentrнonal de la Amйri¬ca. En esta meridional pertenecen б la misma clase todos los indios que habitan las provincias del Estrecho de Maga-llanes, los mбs de Tucumбn y Paraguay, los brasiles, y casi todos los de las costas de la Mar del Norte, con los que co-rren desde allн la tierra adentro por las riberas del gran rнo Maraсуn hasta los confines deste reino del Perъ; y en luen¬go deste reino son innumerables las gentes que habitan las provincias de los Andes y tierras yuncas que le caen al Oriente desdel distrito de los Charcas, corriendo la vuelta del Norte hasta las que confinan con las provincias de Quito y del Nuevo Reino de Granada.
En la segunda clase se comprehenden los valientes chi-lenos, los de Popayбn, algunas naciones de Tucumбn y Pa-raguay. Muchas de las gentes que se han acabado despuйs que los espaсoles entraron en la tierra, pertenecнan tambiйn б este grado, como eran los naturales de la Isla Espaсola y otros cacicazgos de las islas sus comarcanas, los habitado¬res del reino de Tierra Firme, y otras muchas naciones de las costas del Norte.
En el tercero grado y orden ponemos las repъblicas populosas que mбs guardaban de humanidad y razуn, go-bernadas por reyes poderosos; las cuales eran muy pocas en comparaciуn de las innumerables behetrнas y estados y seсorнos cortos que habнa, cuales eran el reino de Bogotб en el Nuevo Reino de Granada; el imperio mexicano, y el de los reyes Incas del Perъ, con algunos otros reinos de menos cuenta y nombre que habнa en la Nueva Espaсa, con los cuales se puede contar el de Tlascala, que era re¬pъblica libre al modo de la Seсorнa de Venecia.
Lo que del principio destas tres clases de bбrbaros y cуmo y cuбndo se vinieron б diferenciar en las cosas suso-dichas se puede averiguar (tomando la carrera de lo mбs lejos que la memoria y tradiciуn dйllos alcanza, que apenas llega б quinientos aсos), es que todas las gentes deste Nuevo Mundo eran muy bбrbaros y salvajes antiguamente, cuales son el dнa de hoy los chichimecas, chъсenos, mojos, chirigua¬nos, con los demбs que todavнa se estбn en su inсdelidad y pertenecen б la primera clase de bбrbaros; y que de pocos siglos б esta parte comenzaron б levantarse de entre ellos algunos hombres de mбs habilidad y valor que los demбs, y con maсa y violencia de armas ocuparon la libertad de los suyos y de sus vecinos; los cuales, dado que al princi¬pio, como hombres fieros й indуmitos, no hechos б sufrir tal carga, sintieron notablemente el yugo de la sujeciуn y procuraron sacudirlo de sн, al fin, б poder de castigos rigu-rosos que los tiranos ejecutaban en los que les resistнan, vinieron б domesticarse y rendir al mando tan cruel y tirб-nico; y fundados ya estos seсorнos y cacicazgos, los fueron heredando los decendientes de los que los establecieron, los cuales, con el discurso del tiempo, los fueron asegurando mбs y ampliбndolos. Y este fuй el camino por donde de la primera suerte y clase de bбrbaros tuvo principio la se¬gunda, y dйsta vino б salir la tercera, creciendo tanto en potencia y vasallos algunos caciques, que pudieron sojuzgar б sus comarcanos y tener por subditos otros caciques infe¬riores y seсores de vasallos.
He referido tan б la larga cuanto en comъn se puede decir de la naturaleza y costumbres de los indios, movido solamente con deseo de que conste la verdad de lo que eran en su gentilidad, y no para que sus ignorancias y desventuras sean ocasiуn de que los despreciemos y ten-gamos en menos, mбs antes para que, compadeciйndonos de su necesidad, nos esforcemos con caridad cristiana б ayudarlos con tanto mбs celo de ganarlos para Cristo y en-caminarlos б su salvaciуn, cuanto mбs ciegos y sujetos б su tirбnico dominio los tenнa el Demonio y tiene todavнa б los que no han salido de las tinieblas de su infidelidad, y para que los que vieren el copioso fruto que ha obrado la palabra divina en estas gentes, que tan desviadas andaban del camino de la vida, conozcan su admirable virtud y efi¬cacia, y tambiйn se descubra la hacienda tan grande que en su cultura y enseсanza han hecho en pocos aсos los ministros evangйlicos, y б imitaciуn suya se animen los que adelante vinieren, para llevar adelante tan gloriosa empresa.
CAPНTULO XI Del origen destas gentes de їa Amйrica.
Б
temeraria osadнa tuviera yo б el que sin mбs proban-
za que estribando en la sutileza de su ingenio y dis-
curso, se arrojara б determinar por cierto lo que del origen
de los indios imaginase; porque es negocio tan oculto y di-
Tono III 8
ficil, que ninguno hasta hoy, de cuantos dйt han escrito, se ha adelantado б mбs que б proponernos su parecer, sin de-mandar le demos mбs fe de la que su probabilidad sacare. Pues temiendo yo incurrir en la misma censura, mef conten¬tarй con sуlo manifestar llanamente lo que de esta cuestiуn tan intrнcada siento; y con referir las conjeturas y motivos que б ello me inclinan, remitiendo la determinaciуn de la verdad б quien hallare otras razones y fundamentos mбs sу¬lidos con que apoyarla; que, б mi ver, ello serб muy difi¬cultoso averiguarla concluyentcmente, б causa de que, fal¬tando aquн la luz y guнa que en semejantes disputas suelen abrir camino б la razуn, mбs habremos de colegir lo que juzgaremos ser conforme б ella por discreciуn y buen dis¬curso, que de autoridades ajenas y argumentos evidentes; pues ni en escrituras antiguas, asн profanas como sagradas, hallamos rastro de aqueste punto, ni menos entre los mis¬mos indios memoria y tradiciуn de donde procedan; si bien es verdad que los deste reino del Perъ cuentan algunas ficciones fabulosas acerca de su origen, que no hacen al propуsito, de las cuales harй menciуn cuando llegue б escri¬bir sus cosas.
Presupongamos ante todas cosas la verdad catуlica que nos enseсa la Divina Escritura, esto es, que todos los hom-bres del Mundo procedemos de un primer hombre, y que en el Diluvio universal perecieron todos, sin escapar con vida mбs que el patriarca Noй y sus hijos y mujeres, de los cuales se tornу б poblar la Tierra. Deste principio se sigue haber venido los primeros hombres que poblaron las Indias de alguna de las regiones del Mundo Viejo, por donde comenzу la restauraciуn del Universo. El segundo presupuesto sea que no nos habernos de acoger б milagros donde se pueden excusar, pues no investigamos agora lo que Dios pudo hacer para poblar todo el Mundo, sino lo que es mбs conforme al curso de las cosas humanas. Asen¬tados estos fundamentos, que cuantos tratan este argumen¬to suponen como infalibles, resta inquiramos el camino que pudieron traer los primeros pobladores que acб pasaron. El ser este negocio tan escuro y dudoso, ha dado ocasiуn б los que del han escrito б echar cada cual por su vereda. Unos dicen que vinieron los pobladores desta cuarta parte del Mundo por tierra, extendiйndose poco б poco de unas regiones en otras; para lo cual quieren que esta Amйrica por alguna parte se continъe con la Asia; otros, que hicie-ron su camino por mar, у acaso arrojados de tempestad, у en navegaciуn hecha de propуsito; y no faltan escritores que seсalen las naciones y provincias de donde salieron, afirmando unos haberse propagado todos estos indios de una sola naciуn, y que esa fue gente venida de Fenicia y Cartago, la cual, por ser muy diestra en la arte de navegar, pasу de intento en flota б esta tierra, de la cual tuvo antes alguna noticia. Otros, que estos indios decienden de aque-llas diez tribus de los hebreos que (como se dice en Esdras) fueron trasladados б una regiуn muy remota de esotra parte del rнo Eufrates, donde jamбs habнan vivido gentes, y que de allн, por la Tartaria, pasaron б la Amйrica setcntrional, de adonde se fueron extendiendo por las demбs partes de las Indias. Otros, que de los habitadores de aquella isla fa¬bulosa llamada en Platуn Atlбntica. Otros son de parecer que los naturales de este Nuevo Mundo son descendientes de los espaсoles, porque dйllos dicen fueron pobladas las islas de Canaria, y que dйllas pasaron acб. Tambiйn sien¬ten otros que poblaron esta tierra los romanos al tiempo que mбs pujante y dilatado estaba su imperio. Б otros pa¬rece que deciendpn los indios de los tбrtaros y chinos; y б otros, finalmente, que no vienen de sola una naciуn, sino de todas las referidas, ni vinieron por sola una, sino por muchas y diversas vнas, parte por tierra y parte por mar, unos acaso, y otros de propуsito.
En conclusiуn, de la incertidumbre y obscuridad del tiempo se ha tomado cada uno la licencia que ha querido, para seguir las conjeturas que su pensamiento ha rastrea-do; y como todas ellas no tengan otra firmeza que la que intentan darle los que sobre ellas fabrican sus discursos, es tan dйbil el apoyo y estabilidad de las opiniones que en ellas van fundadas, que no han menester ser opugnadas de otras mбs poderosas, para desfallecer y caerse. Pero, como es cosa muy fбcil deshacer lo que juzgo ser falso del prin-cipio y origen de los indios, asн tengo por negocio muy ar-duo y dificultoso dar con el blanco de la verdad. Y cierta-mente, si el proceso y orden desta historia no me obligara б decir lo que siento desta cuestiуn, y la descripciуn que atrбs queda hecha de la condiciуn y calidades de la tierra y de sus habitadores no me prometiera alguna luz y rastro de atinar con lo mбs verisнmil, de bonнsima gana me abs¬tuviera de tratarla y manifestar mi sentimiento, pues no se me esconde que por mбs que trabaje en apoyarlo y esta-blecerlo, al fin ha de quedar expuesto al contraste de las otras opiniones que pretendo rechazar.
Empezando, pues, б desenvolver esta dificultad, digo lo primero, que con lo que dejo probado en el capнtulo IX deste libro, conviene б saber, que todas estas gentes de-tienden de un linaje, queda deshecha la opiniуn que lleva* ba proceder de muchas naciones del Viejo Mundo. Ni obsta alegar en contrario la dificultad, que б prima faz se ofrece, de haberse poblado tantas y tan extendidas tierras de un solo linaje de hombres, pues de no mбs de uno solo se ha venido б henchir todo el Mundo de las innumerables gen¬tes que hoy lo habitan; y muy bien, y sin dificultad alguna, pudieron los primeros que pusieron sus pies en esta tierra, por muy pocos que fuesen en nъmero, irse ellos y sus des-cendientes derramando y ocupбndola toda con el discurso del tiempo; que si nuestros espaсoles en poco mбs de cien¬to y cincuenta aсos que ha que la descubrieron, con hallarla tan llena de gentes fieras y belicosas, que les hicieron y todavнa hacen en algunas partes porfiada resistencia, la han penetrado toda y ocupado gran parte dйlla, en que tienen ya fundadas tantas ciudades y provincias, їquй hay que maravillarnos que hallбndola vacнa y yerma los primeros pobladores, sin que hubiese quien les resistiese y atajase el paso, la ocupasen en algunos siglos? Que no debieron de ser tan pocos que no haya habido tiempo suficiente, no sуlo para que se llenase de los primeros poseedores, sino para que, multiplicбndose algunas naciones excesivamente y no cabiendo por su multitud en los lнmites de su patria, moviesen guerra б sus comarcanas, y consumiйndolas con el rigor dйlla y de su bбrbara crueldad, les ocupasen y po¬blasen sus provincias. De lo cual tenemos ejemplos no muy antiguos en los indios chiriguanos, que siendo, como son, valientes y guerreros, casi al mismo tiempo, у pocos aсos antes que los espaсoles entrasen en este reino del Perъ, sa¬lieron ellos en cuadrillas de su patria, el Paraguay, y co¬rriendo mбs de cuatrocientas leguas por las provincias que hay en medio, haciendo gran destrozo en los naturales de¬ltas, llegaron б las tierras que al presente poseen confinan¬tes con la provincia de los Charcas, las cuales quitaron б sus moradores, y usurpбndolas para sн, las tienen agora bien pobladas de los de su naciуn; y en los indios brasiles, que aportaron б la provincia de Chachapoyas en tiempo del presidente Pedro de la Gasea, los cuales habнan cami¬nado desde su tierra hasta el fin de su peregrinaciуn mбs de mil leguas. Pues pregunto yo ahora, si en tan pocos aсos, obra de diez у doce mil chiriguanos han corrido y ocupado tan extendidas provincias, peleando y destruyendo б sus habitadores, y las han llenado de colonias suyas, y aъn se hubieran extendido y seсoreado de mбs tierras, si los espaсoles no se lo hubieran estorbado, reprimiendo su orgullo, їcuan apriesa se irнan aumentando y dilatando los primeros pobladores, mayormente por la brutal incontinen¬cia destas gentes bбrbaras, que en su gentilidad se multi¬plicaban poco menos apriesa que la especie de ganado mas fecundo? De donde concluyo este primer punto, el cual pongo por fundamento para la resoluciуn desta cuestiуn, haber sido una sola naciуn de hombres la que pasу б po¬blar estas Indias, de quien descienden las innumerables que la poseen el dнa de hoy; las cuales ha sido muy fбcil haber¬se propagado de aquйlla, por los muchos siglos que han pasado de por medio. Que si bien no hay prueba clara del tiempo en que acб vinieron hombres, todavнa la antigьedad de edificios arruinados que hallamos, y lo que arriba queda dicho de la divisiуn en tres clases de gentes bбrbaras y su infinidad de lenguas, todo es argumento de haber comen-zado la poblaciуn de este Nuevo Mundo no muchos siglos despuйs de haber pasado el universal Diluvio.
Sea el segunde presupuesto, que los hombres que po-blaron esta tierra eran ya, cuando б ella vinieron, gente ignorante, ruda y salvaje, sin letras, ciencia, ni rastro de policнa; lo cual me persuado vista y considerada la natu-raleza y propiedades de la tierra y condiciуn de sus mora-dores, tan diversos en todo de las gentes de Europa y sus vecinas; es bien verdad, que puesto caso que hubieran los primeros habitadores venido de alguna naciуn republicana y de letras, pudieran sus decendientes con el largo tiempo y falta de comercio con otras gentes haber degenerado del ser y lustre de sus progenitores y venido б la inculta bar¬baridad en que los hallamos; mas, no da lugar б pensar esto la extrafieza y discrepancia tan rara que de sus calidades y costumbres queda explicada; porque, si hubiera pasado asн, algunos rastros quedaran por indicios del mбs valor y ex¬celencia de sus antepasados, y lo que hallamos cuanto mбs de atrбs inquirimos й investigamos sus principios, es mayor rudeza y salvajez. Pero porque adelante he de seguir mбs б la larga este argumento, no me quiero detener ahora en йl. Con este segundo presupuesto se rechaza la opiniуn de los que tienen decender estos indios de la naciуn de loa judнos y de otra cualquiera de las de Europa; y consiguien-temente se concluye que no vinieron sus progenitores en navegaciуn larga por el Ocйano hecha de proposito, asн por lo que queda dicho, como porque jamбs se tuvo allб noticia destas Indias, como adelante probaremos.
CAPНTULO XII En que se prosigue їo mismo.
ONFORME б los fundamentos que dejamos echados
\^ en el capнtulo pasado, pasaremos adelante con nues¬tra pesquisa, inquiriendo de quй parte del Mundo Viejo pa-saron б este Nuevo los primeros hombres que lo poblaron, jrde quй modo pudieron hacer tan largo viaje. Para cuya averiguaciуn, si bien es verdad que no tenemos camino abierto ni aun huella y rastro conocido que podamos segu-ramente llevar, el por donde voy guiando mi discurso ima-gino es el mбs cierto y seguro, como lo mostrarбn las con-jeturas que me mueven б echar por йl. En primer lugar, demos vuelta con el бnimo б toda esta cuarta parte del Mundo que llamamos Amйrica, rodeбndola por sus costas y orillas, y vamos de camino advirtiendo y notando, como desde atalaya, quй tierra del Mundo Viejo es la que le cae mбs vecina, y hallada, pongamos luego los ojos en sus mo-radores y miremos si ellos y estos indios se imitan en inge-nio y propiedades. En consecuencia de lo cual se nos ofrece luego la duda que no han acabado de aclarar los cosmу-grafos y geуgrafos, conviene б saber, si por la parte seten-trнonal se continъa esta tierra con alguna regiуn de la Asia de las que mбs se allegan al Norte.
Y verdaderamente que la razуn de dudar es muy gran-de, tomada de la relaciуn que han traнdo los que sуlo por explorar los tйrminos y lнmites desta tierra, han navegado sus costas setentrнonales por ambos mares del Norte y del Sur; los cuales, aunque siguiendo y costeando su orilla, se han puesto lo mбs cerca del Polo que han podido, subien¬do mбs de sesenta grados de la Equinocial, de la cual al¬tura no les ha dejado pasar el excesivo frнo que sienten en aquel paraje por los meses de Junio y Julio, ni han des¬cubierto el cabo de la tierra, ni se han acabado de resolver en si corre у no hasta juntarse con la Asia; y asн han de¬jado en piй la duda. Y puesto caso que haya estrecho de mar entre Asia y la Amйrica, como lo ponen los cosmу¬grafos en sus tablas y lo nombran de Aniбn, no debe de ser muy ancho, por lo mucho que se avecinan al Setentrion los tйrminos desta tierra. De donde consta que por aquella parte se acerca mбs al Mundo Viejo que por otra ninguna.
Esto es hablando en la opiniуn comъn que hasta aquн ha seguido el torrente de los geуgrafos; mas, en la mнa ha cesado ya esta duda, supuesto lo que dejo dicho en el ca-pнtulo XIV del libro I de la Primera parte, y es, que tengo por mбs probable que se continъa esta tierra con la parte mбs setentrional de la Asia; y conforme б esta opiniуn, siento que de aquella ъltima regiуn de Asia en que cae la China, la Tartaria y el Archipiйlago de San Lбzaro, en que se incluyen las Islas Filipinas, pasaron* б esta tierra sus primeros pobladores. Y hace mucho en confirmaciуn dйsto, hallarse tambiйn por esta vнa el segundo indicio que investigбbamos de “la similitud destos indios con las gentes que habitan aquellas costas de la Asia, la cual no se puede negar sino que es muy grande, no sуlo en el color y ser naturalmente aquellos hombres de la China y de las islas sus adyacentes naturalmente lampiсos como estos indios, sino tambiйn en el ingenio, inclinaciуn y costumbres; por-que, asн estas gentes de la Amйrica como aquellas de la China y Filipinas son pusilбnimes, inconstantes y fбciles; y de las mismas calidades deben de participar por la vecin-dad los tбrtaros finнtimos de la China. Allйgase б lo dicho, que me certificу el que me dio la primera noticia de con-tinuarse la Amйrica con la Asia, que los tбrtaros confinan, tes con la China usan del mismo gйnero de libros que te-nнan los mexicanos, en que por figuras contaban sus his-torias.
Y lo que no poco hace en apoyo de lo que vamos di-ciendo, es el ver la semejanza grande que tienen con estos indios de la Amйrica todas las naciones de gentes que se han descubierto navegando desde esta tierra hacia el Po-niente y Setentriуn, asн enmarados como costa б costa; porque los que han hecho esta navegaciуn desde el Perъ б las Islas de Salomуn enmarados, han ido topando por todo el camino muchas islas bien pobladas de indios hasta las Islas de Salomуn, y desde allн hasta las Filipinas y costa de la Asia. Y de la misma manera, los que han ido б des¬cubrir el fin desta tierra costa б costa, asн por la mar del Sur como por la del Norte, cuantas gentes hallaron en to¬das las partes б donde arribaban б reconocer la tierra, son en todo muy parecidas б estos nuestros indios de la Amйrica.
El modo como hicieron este camino aquellos primeros que lo anduvieron, podrнa causar dificultad; pero yo, cierto, no la hallo, considerando que no era necesario fuesen unos mismos hombres los que partieron de Asia y trujeron este viaje tan largo hasta lo ъltimo destas tierras, sino que debiу de suceder en esto lo mismo que en la poblaciуn de las otras partes del Mundo, y es, que como se iban propagan¬do y multiplicando los hombres, se iban extendiendo y di¬vidiendo por sus familias y parcialidades y ocupando las provincias cercanas б su naturaleza que hallaban yermas. Asн pues, los primeros que salieron de Asia ocuparнan la primera tierra desta Amйrica, que por aquella parte les caнa mбs cercana, y б la proporciуn que se iban multiplicando, irнan extendiйndose y ocupando nuevas tierras, sin hacer trбnsito largo de unas б otras, mas que por huir la estre-
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chura de las muy pobladas, procurarнan sуlo extenderse por las que hallaban vacнas y aparejadas para poderse mante¬ner en ellas. Y en hinchбndose aquйllas de mбs gentes que cуmodamente pudiesen mantener, se irнan alargando por las contйrminas б ellas las familias que, como enjambres, se iban procreando, sin emprender jornadas largas para divi¬dirse los unos de los otros, supuesto que todo el camino que habernos descubierto por esta derrota es continuado. Y asн, sucediйndose unos б otros en continuar este viaje por esta forma, que habiйndolo comenzado los primeros y llevбndolo adelante sus descendientes, al cabo de algunas generaciones lo acabarнan los postreros.
Ocupando, pues, todas las provincias desta gran tierra firme (en que no dejarнan de pasar algunos centenares de aсos), y no cabiendo ya en ella por su gran muchedumbre de moradores, pasarнan б las islas mбs cercanas del gran archipiйlago de la Amйrica, que por correr tan juntas y es: labonadas desde la costa desta Amйrica austral б la seten-trional, no hallarнan dificultad que les impidiese el pasaje б todas ellas, hasta venir б parar y poner fin y tйrmino al largo curso de la peregrinaciуn comenzada por sus proge-nitores en las islas ъltimas y mбs orientales del dicho ar-chipiйlago. Y verdaderamente, que si el ancho golfo del Mar Ocйano, que atravesado entre la costa oriental desta Amйrica y la occidental de Бfrica, no dividiera estas dos partes del Mundo, llevaban talle estos indios de llegar б comunicarse con los africanos, si hallaran como hasta aquн paso continuado por tierra, у sin que la perdieran de vista.
De haber sido este el viaje y discurso de los pobladores de estas Indias y de los que poblaron las demбs regiones del Mundo, y no con navegaciones largas hechas de inten¬to, es para mн muy fuerte argumento el haberse hallado en nuestros tiempos muchas islas despobladas y yermas, no por otra razуn que por estar apartadas de tierra firme, de las cuales nunca se habнa tenido noticia, como son las islas de Cabo Verde, la Isla de la Madera, la de San Juan, y las Islas Terceras у de los Azores, que los portugueses han descubierto y poblado; las cuales, si hubieran sido halladas de los antiguos, no dudo sino que las hubieran poblado como lo han hecho los portugueses; y en esta Mar del Sur, todas las islas que estбn vecinas y б vista de la tierra сrme hallaron los castellanos bien pobladas de indios y despo-bladas y yermas las que estбn muy desviadas, como son las Islas de Juan Fernбndez en la costa de Chile, por dis¬tar dйlla sesenta leguas; y las Islas de los Galбpagos, en¬frente de la provincia del Guayaquil, como cien leguas la mar adentro.
CAPНTULO XIII
Cуmo hayan pasado б esta tierra los animales y aves que hallamos en ella.
NORQUE hallamos estas Indias bien pobladas, no sуlo
de hombres sino tambiйn de muchos y varios anima-les, parte de diferentes, y parte de las propias especies que hay en el otro Orbe, particularmente en Espaсa, no se con-tentan los curiosos con que seсalemos el camino que truje-ron los primeros hombres que las poblaron, sino que tam-biйn quieren abramos paso б las aves y animales, presupo-niendo ser cuestiуn йsta у dependiente у anexa б la pasa¬da; y aunque, б mi juicio, no tiene alguna conexiуn la una con la otra, todavнa, por satisfacer б los que no acaban de entender si esta tierra estuviera discontinuada de las tres primeras partes del Mundo Europa, Asia y Бfrica, cуmo hubieran podido pasar acб animales de tierra y aire, y aun hombres. Si bien no faltan otros que, admitiendo y confe-sando la discontinuaciуn, se fatigan no menos en buscar el camino de las сeras y pбjaros, que el que trujeron los primeros pobladores. Ora hayan traнdo uno mismo los unos y los otros, ora distinto, ella es disputa no tan propia y singular de los de esta tierra, cuanto comъn y general de todos los animales monteses y aves que se crнan en partes remotas й islas apartadas de tierra firme.
Dejando, pues, aparte las opiniones varias que sobre ella hallo, dirй con brevedad lo que juzgo por mбs proba-ble, fundбndolo en argumentos muy conformes б razуn y al contexto y sentido de las Divinas Letras. Y sea el pri¬mero, haber criado Dios al principio del Mundo los anima¬les, nу en sola una parte, sino en diversas, cada linaje en el lugar y clima que para su conservaciуn y aumento era mбs acomodado, y persuбdome haber pasado esto asн (to-mando el negocio mбs de raнz), porque la producciуn de las plantas parece no haber duda sino que fuй desta manera: que en el mismo dнa que vistiу dйllas la Tierra el Criador, todas sus partes y regiones aparecieron adornadas desta nueva y alegre librea; lo uno porque mandбndole Dios que brotase yerbas y бrboles, no consta haber limitado este concepto б una sola regiуn, provincia у comarca, antes se colige de las palabras con que lo refiere Moisйs, que lo inti¬mу generalmente б toda la redondez de la tierra, y lo otro, porque la experiencia no da lugar б que creamos otra cosa, pues en diferentes partes del Universo hallamos notable di¬versidad de plantas de tan distintas y contrarias propieda¬des, que no es posible poder nacer y frutificar sino en dis¬tintos y contrarios temples, cada gйnero en aquel que con¬forma y dice con su naturaleza.
Deste principio y fundamento, en que no pienso hay contradicciуn, demos un paso adelante y subamos otro es-calуn, inquiriendo si se guardу el mismo tenor en la gene-raciуn milagrosa de las criaturas que salieron б luz el quin-to dнa; y б la verdad, yo no hallo argumento ni rastro de ha¬ber pasadode otra suerte; porque, contбndonosla el Sagrado
Texto, no muda estilo ni forma de palabras de las con que nos dice la creaciуn de las plantas. De donde infiero, asн por esto como por la razуn dicha y comъn б estos gйneros de criaturas de las calidades diversas de los peces y aves, que no menos piden diferentes temperamentos y climas para su conservaciуn que las plantas; y por la experiencia que nos descubre diversas especies de las unas y otras cria-turas en distintas regiones, temples y mares, especialmente en lagos muy capaces y anchurosos, que por ningъn cabo se comunican con la mar, que proporcionadamente hinchу Dios de aves y peces al quinto dнa todas las partes y cli¬mas del Agua y Tierra, como habнa poblado йsta de plantas en el tercero.
Agora vengamos б nuestro intento, el cual, por conse-cuencia clara imagino se infiere de las dos premisas que habernos puesto, por concurrir aquн las mismas razones que en ellas: la uniformidad de palabras con que la Sagra¬da Escritura cuenta la producciуn de los animales que dio б la tierra el sexto dнa, y las de las plantas, peces y aves de que le habнa poblado el tercero y el quinto. Pues la varie¬dad de cualidades de que dotу distintos gйneros de anima¬les terrestres, no es menos maravillosa y ampia que la que puso en las plantas y animales del Agua y Aire. Por lo cual, asн como para que йstos se propagasen y perpetuasen en el Mundo, los constituyу Dios en los sitios y temples que la condiciуn de cada especie demandaba, para que en ellos como en su naturaleza y propia patria mejor se arraigasen y conservasen, la misma providencia hemos de confesar que guardarнa con aquйllos. Allйgase б esto la experiencia patente, que nos muestra en distintas partes de la Tierra igual diversidad de animales que de plantas, peces y aves.
Ultra de lo dicho, tiene esta opiniуn de su parte la au-toridad de los doctores que la defienden, como son el pa¬dre Benito de Pereyra (Coment. in Gen., lib. I) y otros ex¬positores del Gйnesis; y la hace muy probable aquello que se refiere en el capнtulo segundo del mismo Gйnesis, que, acabada la creaciуn de todos los animales, se los trujo Dios al Paraнso б Adбn, para que pusiese б cada especie el nombre que habнa de tener, lo cual pasу el mismo dнa que habнan sido criados los animales terrestres y el mismo Adбn. Y declarando los sagrados expositores la manera cуmo fue-ron traнdos б donde estaba Adбn, convienen los mбs en que se efectuу esto milagrosamente por ministerio de Бngeles; presuponiendo que ya estaban divididos por todo el бmbito del Universo; y si pasу de este modo, como yo tengo por mбs verosнmil, claro estб que si hubieran sido criados juntos en una parte y no en todas las de la Tierra, no pudieron ellos por sн haberse derramado y extendido por toda ella en tan pocas horas; ni fuera menester que interviniera mi¬lagro para que fuesen presentados б la presencia de Adбn.
Por donde concluyo, que no sуlo las plantas, sino tam-biйn los animales, asн de la Tierra como del Agua y del Aire, produjo Dios en diversas partes del Mundo, poniendo cada gйnero en el clima y temperamento que mбs conve-niente y connatural le era para su conservaciуn. De forma que no dio б cada regiуn todas las especies de vivientes de que su temple y constelaciуn era capaz, sino б cada es¬pecie el clima que mбs simbolizaba y decнa con su natura¬leza y propiedades, repartiendo sus riquezas por tal orden, que ningъn rincуn de todo el Orbe, por apartado que estu¬viese, dejase de participar dйllas; y si no comunicу б cada regiуn todas aquellas que por su calidad y tempero podнa producir y conservar, no lo dejу de hacer de escaso y menos liberal, sino porque quiso con soberano consejo dejar come¬tido esto al cuidado de los hombres, principalmente para que la necesidad con que unas tierras quedaban de suplir sus menguas con las sobras de otras, les obligase б ellos б comunicarse con hermanable confederaciуn, siquiera por el interйs que se les habнa de seguir del comercio y permuta¬ciуn de los bienes de que abundasen unos y careciesen otros.
Acabado habrнamos con la dificultad, si no nos obligara б pasar adelante la ruina y destrozo que lьzo en el Mundo el Diluvio universal, por salvar del б los animales, confe¬sando juntamente lo que sabemos por la Divina Escritura, esto es, que todos los de la Tierra y Aire perecieron, ex¬cepto los que fueron reservados en el arca de Noй, de que se han propagado todos los que ahora habitan los dichos elementos: en consecuencia de lo cual nos hallamos obli¬gados б abrirles camino desde aquel lugar en que varу el arca y Noй desembarcу sus animales, hasta estas regiones tan apartadas del, que es en lo que consiste todo el punto desta dificultad. Mas, antes de embarazarnos en soltarla, tengo por necesario averiguar el modo cуmo Xoc recogiу y juntу los mismos animales para salvarlos en su bajel de las aguas del Diluvio; y por ahorrar de referir varias opi¬niones, bбstenos saber lo que llevan los mбs de los sagra¬dos doctores y expositores de las Divinas Letras, y es, que fueron recogidos y encerrados en el arca por ministerio de Angeles.
Admitida, pues, esta opiniуn como verdadera y cierta, no hallo ya salida mejor, mбs fбcil y conforme б buena razуn б la dificultad propuesta, que decir y afirmar que la misma providencia del Criador que trazу por aquella vнa salvar las especies de todos los animales perfectos, como en nada de lo necesario falte б sus efectos, tuvo tambiйn cuidado, en acabando de pasar el Diluvio, de mandar б los mismos Бngeles los volviesen б las tierras y lugares de donde los habнan traнdo; en la cual soluciуn no juzgo se me debe imputar que, por evadirme y zafarme de las an-gosturas en que se ven los que echan por otros caminos, me acojo б milagros; porque, no siento haber intervenido en esto nuevo milagro, ni que fuй mбs de continuarse el primero, que casi todos ponen; y si esta soluciуn no agra-dara, no sй yo quй otra se pueda dar sin admitirse en ella у especial y milagroso concurso y disposiciуn del Seсor, у muy grandes inconvenientes y absurdos; y siendo esto asн, no faltan dotores de cuenta que, por no admitir lo pri¬mero, aunque no sea mбs que la continuaciуn de aquel pri¬mer milagro, se meten y enredan en un laberinto tan intrin¬cado y ciego de nuevas tinieblas y dificultades, que por mбs que se desvelan y fatigan en atinar б salir del, al cabo se ven forzados б conceder efectos que van muy fuera del estilo y curso que comunmente llevan las cosas, y que mo-ralmente no se pueden salvar sin especial auxilio divino.
CAPНTULO XIV En que se prosigue la misma materia.
N prueba de mi opiniуn, trairй no mбs de un ejemplo
“J en caso semejante, y apuntarй algunos de los inconve-nientes y absurdos que forzosamente han de admitir los que echaren por cualquiera otro camino. El ejemplo es el milagro que usу Dios con Adбn en hacer trajesen los Бn-geles б su presencia todos los animales б quien puso nom-bres. Acerca del cual deseo yo saber si puestos aquellos animales en el Paraнso, los dejaron allн los Бngeles para que por su piй se volvieran ellos б sus patrias, у si fueron vueltos б ellas por los mismos Бngeles. Lo primero no parece verisнmil, pues aun haber habido animales en el Pa¬raнso lo niegan no pocos de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia (no obstante que los mбs llevan lo contrario); y asн, por mбs conforme б razуn, siento que para el cumpli¬miento de aquella obra milagrosa, ordenу Dios б los mis¬mos Бngeles los tornasen б poner en los mismos lugares de donde eran naturales, por haber sido criados en ellos. De donde podemos sacar, que, habiendo pasado este mila¬gro del modo dicho, no es difнcil de creer haber sucedido esotro de la misma manera, por hallarse en ambos unas mismas razones de conveniencia.
Los que no abrazaren esta opiniуn, consiguientemente
habrбn de decir que desembarcaron juntos en un lugar to-
dos los animales, y que desde allн cada casta y linaje tirу
por su parte; los cuales, como se fueron multiplicando, su-
cesivamente se fueron extendiendo y dilatando hasta los
ъltimos tйrminos de la Tierra, por la misma forma que la
poblaron los hombres. Refutando este discurso, digo, que
para haberlo de salvar y llevar al cabo, primeramente han
de admitir sus autores un absurdo incomportable y que,
regularmente hablando, podemos dalle nombre de imposi-
ble; como es, que aquel lugar y clima que primero ocu-
paron en tomando tierra, fuese б propуsito y conforme б
las varнas propiedades y naturalezas de todos los animales,
siendo tan en contrario de lo que nos enseсa la experien-
cia; pues hasta hoy se ha hallado tierra alguna de temple
proporcionado y conveniente б toda suerte de animales,
por nacer unos sуlo en climas calientes y morirse en pasбn-
dolos б frнos y templados; otros en pбramos muy helados;
en tierras templadas otros, y б este tono cada especie en
su temperamento; y si por dalles, en teniendo ser y vida,
sitios y moradas conforme б lo que pedнa la naturaleza de
cada gйnero, no los criу el Hacedor en una sola parte de
la Tierra, como queda probado, sino en diferentes, cada
linaje en la que su natural requerнa para su conservaciуn,
excusada y en vano hubiera sido aquella providencia del
que los formу, si producidos en un solo lugar pudieran na-
turalmente conservarse y multiplicarse en йl й irse desde
allн extendiendo por el Mundo, como han de confesar, aun-
que no quieran, los que llevan este parecer; si no es que
recurran al particular cuidado que pudo tener Dios de con-
servarlos fuera de su naturaleza. Lo cual, їquй otra cosa
fuera que, por huir de conceder la continuaciуn de aquel
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primer milagro que yo admito, venir б poner otros de nue-vo? Aquн vamos debajo deste presupuesto: que el curso de las cosas naturales es en todas edades uno mismo й invariable; porque la Naturaleza (como es principio en Filo¬sofнa) siempre va ordenada б un mismo fin; y conforme б esto principio habernos de confesar, que si naturalmente no se pueden ahora criar y conservar todas las especies de animales en una misma constelaciуn y temple, que fuй lo propio en todos tiempos, y que jamбs estuvieron natu¬ralmente juntos en un lugar y territorio.
El segundo inconveniente que han de admitir los que van por este camino, es contra el natural de los mismos animales; porque, їquiйn se persuadirб que sуlo llevados de su inclinaciуn habнan de hacer tan largo viaje, pasar tantas y tan extendidas regiones, tan grande diversidad de tem¬ples, muchos dellos contrarios б su complexiуn, innumera¬bles rнos caudalosos, y en no pocas partes ciйnegas, esteros y cerrados й impenetrables bosques y selvas? Y si llevados de su natural anduvieron tantas tierras hasta llegar б las en que hicieron alto, avecindбndose en ellas, їcуmo, no ha¬biendo mudado de condiciуn, se han cansado tantos siglos ha y no son tan andariegos ahora como antes, sino que, contentos los de cada gйnero con la provincia y comarca en que nacen y se crнan, no traspasan los lнmites dйlla y entran y discurren por otras? Con innumerables instancias, ejemplos y experiencias podнamos confirmar este argumen¬to, que es no menos antiguo que los mismos animales; del cual se admira sobre manera Plinio (Nat. Hist., lib, VIH, cap. LVIII), confesando con su admiraciуn no alcanzar el secreto deste misterio. No quiero hacer menciуn de las Vi¬cuсas, especie de animales propios deste reino del Perъ, los cuales jamбs decienden de las sierras altas y pбramos frнgidнsimos б donde se crнan; callo los animales de tierras yuncas, como los monos y otros, que nunca los vemos sa¬lir de sus montaсas calientes y pasar al temple frнo de la
Sierra; dejo los que son naturales de la Nueva Espaсa, co-mo son los Coyotes, Lobos, Vacas de Cнbola, y otros, que con ser aquella tierra continuada con la de este reino, no han pasado acб animales de aquellos gйneros; como ni des¬ta tierra han ido allб las Vicuсas, Guanacos, y otros de que carece aquella regiуn; lo cual tambiйn experimentamos en muchos linajes de aves, y baste por ejemplo los Cru-tros, que con estar llena dellos la Amйrica Setentrional, nunca pasan б esta Austral ni se ven en todo el Perъ; y aunque llegan hasta la provincia de Nicaragua, no traspasan los tйrminos dйlla; como ni tampoco los Avestruces y Cуndo¬res del Perъ pasan б la Nueva Espaсa.
Pues quй si hubiйramos de hablar de los animales, asн de tierra como del aire, raros y singulares, que crнan estas Indias, los cuales jamбs fueron vistos antes en otras regio-nes del Mundo ni los historiadores antiguos de Europa ha-cen menciуn dйllos, por no haberlos conocido ni de vista ni de oнdas? Si al paso que se iban multiplicando iban ex-tendiйndose poco б poco hasta llegar acб, їcуmo no queda-ron otros de sus castas en las tierras de donde vinieron y por donde pasaron? Y їcуmo pudieron venir estos que acб se crнan? їPor quй no hicieron el mismo camino algunos de los otros gйneros de que carecнa esta tierra? Mayormente habiendo en sus extendidas regiones temples acomodados para cuantas especies de fieras, ganados y aves crнan todas las otras del Universo, como se ha probado por experien¬cia despuйs que nuestros espaсoles trajeron de todos los ganados y animales mansos de Espaсa. їQuiйn repartiу y seсalу los linajes de fieras, bestias y aves que habнan de pasar б estas Indias, prohibiendo б los demбs el venir б ellas? No sй quй soluciуn puedan dar б las muchas dificul¬tades que por esta vнa se ofrecen, si no es que respondan que con impulso interior fueron movidos unos animales б hacer este viaje y otros nу, que fuera venir б dar en el lazo que pretenden salvar de no conceder haberse obrado milagrosamente el pasaje de los animales б este Nuevo Mundo.
El tercero inconveniente no tiene menor dificultad que los referidos en los animales que hallamos en islas muy enmaradas; porque, у han de decir que pasaron la mar б nado, у que fueron llevados en naves por industria hu-mana. Lo primero no lleva camino, porque, si pudiendo б su salvo y б piй enjuto, no acostumbran pasar de unas regiones б otras, como queda visto, menos se arrojarнan б las ondas del mar con riesgo de ahogarse; cuanto mбs que se pueden repetir aquн todas las dudas arriba propuestas; conviene б saber: їpor quй unos se atrevieron б emprender este viaje y otros no? Y finalmente, їpor quй no se inclinan los de agora б atravesar nadando la mar siendo de la mis-ma naturaleza y condiciуn que aquellos primeros progeni-tores suyos que la pasaron? Quizб les agrada б los aserto-res de la sentencia contraria responder lo segundo. Mas, їquiйn no echa de ver cuan ridнculo fuera, y aun hecho digno de tenerse б locura, ocuparse hombres en embarcar y llevar consigo fieras, que no sуlo no les habнan de ser de provecho, sino de mucho perjuicio, dejando do cargar de los ganados y animales mansos y provechosos, como lo han hecho los espaсoles en este Nuevo Mundo?
Antes, uno de los mayores indicios que yo hallo en mi favor, es ver que los animales que hallamos en estas Indias y Orbe Nuevo de las mismas castas de los del otro, son silvestres y muchos fieros y daсosos; y los domйsticos y mansos que tenнan los indios, son singulares y propios des¬ta tierra, no conocidos antes en Europa ni en las otras partes del Mundo Viejo. Dejando, pues, otras muchas ra-zones, que en confirmaciуn de mi intento se me ofrecнan, por evitar prolijidad, concluyo esta cuestiуn con lo que apuntй al principio dйlla; que no tiene que ver esta contro-versia y disputa con la que dejamos tratada del camino que trujeron los primeros hombres que ocuparon esta tie¬rra, por haber sido traнdos б ella los animales de la forma que aquн queda probado.
CAPНTULO XV
En que se refiere la opiniуn de los que ponen en es-ios Indias occidentales la regiуn llamada en las Divinas letras Ophir> б donde navegaban las flotas de Salomуn.
P
OR fin de este libro hemos de averiguar, si en los tiem¬pos pasados tuvieron alguna comunicaciуn y comercio las gentes de Europa у las de su contorno de Asia y Бfrica con las de este Nuevo Mundo; у si por escrituras europeas conste siquiera que los de allб tuviesen noticias desta cuar-ta parte del Universo llamada Amйrica, que en nuestro siglo han descubierto y poblado nuestros espaсoles. Y por-que algunos escritores modernos han puesto en disputa y opinado que aquella regiуn llamada Ophir, tan celebrada por su riqueza de las Letras sagradas, б donde navegaban las flotas del rey Salomуn y volvнan cargadas de oro y otras riquezas, era este reino del Perъ, у alguna otra de las mбs ricas y afamadas provincias de la Amйrica, iremos exami-nando en este capнtulo y en los que restan deste libro la probabilidad desta opiniуn, y de la resoluciуn dйlla se po-drб colegir la de la propuesta en general.
El primero que concibiу y echу por la boca este pare¬cer, y con publicarlo en escrito despertу y moviу б otros б que б su imitaciуn lo abrazasen y defendiesen, haciendo todo esfuerzo en introducirlo en crйdito de opiniуn, fuй Francisco Vatablo, el cual, en los Escholios que escribiу sobre los caps. IX y XXII del tercero libro de los Re¬yes (i), afirma que la regiуn de Ophir es la isla Espaсola, primera colonia fundada por los espaсoles en estas Indias; aunque, por comprehender toda la Amйrica, sobre el capн¬tulo III del segundo libro del Paralipotnenon (2) hace Ophir б sus dos partes austral y setentrional. Tras Vatablo se han ido muchos hombres doctos, intentando promover y apo¬yar esta opiniуn, como son, Guillermo Portillo; Goropio, en las Cosas de Espaсa (3); Arias Montano en su Aparato б la Biblia, y en el libro que intitulу Phalec (4). El primero lleva que Ophir es el Perъ, y los otros dos que toda la Amйrica. Б йstos siguen Genebrardo (5), Marino Brixia-no (6) en su Arca, en la voz Ophira et Parvaijm, Bocio Eugubino (7), David de Pomisi (8), y los Padres Manuel de Sб, sobre el cap. IX del III de los Reyes, aunque se inclina б la India oriental del dominio lusitano; Pedro Posevino, lib. III, Bibliot. c. V, y fray Rodrigo de Yepes en la Histo¬ria del niсo inocettte crucificado; todos los cuales y algunos otros cita el Padre Juan de Pineda (De Reb. Salom. Reg., lib. IV, cap. XVI) (9), б quien no desagrada del todo esta opiniуn.
(1) Franciscus Vatablus.—Regum, 3: 9, 28 et 3: 22, 63.
(2) Vera. 7, anot. 16.
(3) Goropius.—Hispanicis.
(4) Phateg.
(5) Chronologia; anuo mondi 1820, 3150, 5572.
(6) Marcas Mari сus Brixianus.—Arca Noe.
(7) De SignU EccUs.; lib. XX, cap. III.
(8) Im voce Ophir,
(9) § III. Qtti Ophir constitmant in Indijs Occidentalibus, ut sit
Piruama regia.
Los fundamentos y conjeturas con que la procuran es-tablecer son йstos: el primero, la autoridad del Almirante D. Cristуbal Colуn, descubridor deste Nuevo Mundo, de quien cuenta Pedro Mбrtir, lib. I sua? Occean. decadis, que solнa decir que habнa descubierto la tierra Ophir; el segun-do es la afinidad y parentesco destos nombres Ophir y
Perъ; los cuales suelen explicar de dos maneras; porque unos afirman que esta provincia del Perъ, y aun toda la Amйrica, se llamу Ophir del poblador que ellos le dan; porque dicen (i) que dos hermanos, por nombre Hevila y Ophir, hijos de Yeclan y nietos de Heber, ocuparon des¬puйs del Diluvio la India oriental, y que desde allн pasу Ophir б esta occidental, y ella tomу el nombre de su fun¬dador, como es muy comъn en las otras partes del Mundo, que suelen denominarse de sus pobladores.
Otros, aunque se aprovechan deste argumento de la semejanza y afinidad destas voces, lo varнan tanto, que parece muy distinto; porque para deducir la de Perъ de la de Ophir, van dando б йsta tantas transformaciones como canta Ovidio, hasta que venga б sonar Perъ, como б ellos les viene б cuento, sacбndola, como dicen ellos mismos, de su original por estos arcaduces: afirman que donde nues¬tra Vulgata latina trasladу: Porro aurum erat probatissi-mum (2), estб en el hebreo б la letra: aunan erat de loco Paruaim, la cual voz retuvieron en su translaciуn los Se¬tenta intйrpretes, y que, Paruaim, es nъmero dual deste nombre Ophir, cuyo singular es Paru у Perъ; y que usу el texto sagrado deste nombre en dual, para significar y com-prchender ambas partes de la Amйrica, la austral y la se-sentrional, de las cuales en sola la primera se conserva has¬ta agora el dicho nombre de Perъ. Y para confirmar este argumento, refieren otros muchos de provincias y sitios desta tierra, como son Paria, Paraguay, Piura, Pariacaca y otros deste jaez; los cuales, por la conveniencia y semejan¬za que guardan en el sonido con aquella palabra, Paruaim, sienten que se hayan derivado dйlla.
(1) Entre otros Arias Montano, lib. r#7., § IV.
(2) 2. Paralip., cap. III.
La tercera conjetura por que se mueven б llevar esta opiniуn, es la gran copia de oro, de maderas preciosas y exquisitas, las muchas monas, pavos y otras cosas raras y de mucha estima que de Ophir llevaban las flotas de Salo-mуn; de todas las cuales juzgan los dichos autores ser mбs abundante esta tierra de Indias que ninguna otra del Mundo, y por eso que sola ella enviaba б Salomуn aquellas riquezas.
La cuarta y ъltima, el mucho tiempo que aquellas flotas gastaban en el viaje, que era de tres aсos; porque navega-ciуn tan larga no les parece que era posible hacerse sino б las regiones mбs remotas y apartadas que hacia el Oriente у el Poniente se podнan comunicar por el Ocйano; pues con ser tan prolija la que hoy hacen los portugueses б la India oriental, no gastan en llegar б ella mбs de un aсo, y cuando mucho, aсo y medio.
CAPНTULO XVI En que se refuta la opiniуn propuesta.
A
los que por experiencia larga hemos alcanzado me¬diano conocimiento y prбctica de la naturaleza y dis¬posiciуn de la tierra de este Orbe Nuevo y penetrado con la especulaciуn de muchos aсos los secretos dйlla y la con¬diciуn y costumbres de sus moradores, nos admira sobre manera el ver б muchos hombres graves й insignes en le¬tras tan empeсados en llevar adelante porfiadamente su pre¬tensiуn de reforzar y querer hacer probable lo que imagi¬naron fundados en su parecer, sin otros indicios ciertos ni aun conjeturas dignas de que hombres prudentes hicieran caso dйllas: particularmente que se arrojen б hacer juicio tan de lejos de lo que ni por experiencia ni aun de vista supieron; pues casi ninguno de los que siguen tal parecer ha puesto sus pies en esta tierra; en lo cual no dejan de darnos algъn motivo de sospechar intentan menoscavar por esta vнa la felicidad de nuestro siglo y apocar la glorнa que de empresa y hazaсa tan singular y heroica, como es haber descubierto un mundo nuevo y dilatado en йl su dominio temporal y el espiritual de la Iglesia de Cristo, nuestro Re¬dentor, se le sigue б nuestra naciуn. Bien puede ser que en los бnimos de los que ignoran las cosas destas Indias hagan algъn peso sus agudos й ingeniosos discursos, tan adorna¬dos de sutiles interpretaciones, etimologнas y versiones; mas yan tan fuera de persuadirnos su intento б los mбs plбticos de acб, que la comъn soluciуn que solemos dar б todas sus razones y argumentos, es decir que muestran bien en dнas tener poco conocimiento de cosas desta tierra, y que ai hubieran venido б ella y explorбdola con diligencia, mu-daran sin duda de opiniуn.
Porque, їcуmo es posible hubieran dejado de quedar algunos rastros hasta agora en alguna parte destas Indias, de haber contratado en ellas asн la naciуn de los hebreos como cualquiera otra de las de esotro Orbe, si, como ellos defienden, hubieran tenido tan asentado comercio? Y porque no pienso hay mayor argumento con que refutar la opiniуn contrarнa que la falta y negaciуn omnнmoda de cualquier indicio de los que pudieran alentar su partido, con sуlo йl, un poco dilatado, espero concluir mi intento; presuponiendo antes el principio que en semejantes controversias desta obra siempre que se ofrece ocasiуn tengo por necesario se suponga, como es haber sido uno mismo en todos tiempos el curso y orden de las cosas humanas y conforme б йl, no habiendo por donde conste lo contrarнo, habernos de juz¬gar que la condiciуn й ingenio de los hombres en los siglos pasados fuй la misma que en el presente, y que no era me¬nos vehemente entonces que agora el apetito de gloria que ardнa en ellos, del cual vemos nace la solicitud y cuidado que ponen todas las naciones, cada cual por los medios
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mбs idуneos que alcanza, en divulgar y procurar eternizar sus honrosos hechos.
Esto presupuesto, tengo por argumento fuerte (y sea el primero para opugnar esta opiniуn) el no haberse conti-nuado hasta nuestros tiempos aquella navegaciуn y comer-cio. Porque, si en espacio de ciento y sesenta aсos que ha que nuestros espaсoles hallaron esta tierra, no han dejado de navegar б ella con tanta frecuencia, que no se debe de pasar mes en todo el aсo que dejen de sulcar el Ocйano nuestras naos. Porque dado que las flotas gruesas no hacen este viaje sino б tiempos determinados, todavнa por ser tres у cuatro las principales que acuden en cada aсo una vez б puertos de distintos reinos, como son la Nueva Es-paсa, Islas de Barlovento, Tierra Firme y Brasil, y partir de Espaсa en diferentes tiempos y no tornar б ella juntas todas, se verifica mi proposiciуn; particularmente si aсadi-mos б las dichas flotas otras innumerables naos sueltas, asн merchantes que de Espaсa navegan al puerto de Buenos Aires, de las Canarias llevan vino б la Nueva Espaсa, y de Guinea traen negros б todos los principales puertos desta tierra; como bajeles de avisos ordinarios y extraordinarios, que б cualquiera tiempo atraviesan el ancho mar que nos divide de Espaсa; con que se ha venido б hacer no menos andadero y cursado este camino de agua que el que hay por tierra desde Sevilla б Madrid. Siendo, pues, como digo, tan frecuentada esta navegaciуn, y no descubriйndose causa por donde lo deje de ser en el porvenir; pues cuando nues¬tra naciуn la quisiese dejar (que no harб) la llevaran ade¬lante las otras de Europa, que de todas es ya mбs sabida de lo que quisiйramos, por los muchos cosarios que corren й infestan estos mares, їpor quй habernos de creer, que si se hubiera usado en los siglos atrбs, se hubiera interrum¬pido y dejado de tal manera, que ni memoria ni rastro quedara dйlla? їEran por ventura de otra condiciуn los hombres de entonces que los de agora? Si no es que diga¬mos no haber pasado adelante aquel comercio y navega¬ciуn, у porque se acabу la riqueza desta tierra, у cesу la codicia de los hombres, que lo uno y lo otro fuera gentil desatino.
Lo segundo, como desde luego que D. Cristуbal Colуn descubriу este Nuevo Mundo, por la extraordinaria admi-raciуn que causу б todas las gentes tan rara y nueva em-presa, se derramу y extendiу de tal manera la fama della, que no tardу mucho en salir escrita con la estampa y figura de las tierras nuevamente halladas (con que echу tan hon-das raнces su memoria, que cuando cesara desde hoy la comunicaciуn de los de Europa con los que acб estamos, era imposible, moralmente hablando, que viniera con el tiempo б sepultarse en tan grande olvido, como lo estaba antes del dicho descubrimiento), їcуmo en aquellos siglos no se extendiу por las naciones finнtimas б Palestina la fama de aquellas navegaciones tan cйlebres de los judнos, si hubieran sido hechas б regiones tan apartadas, ricas, y peregrinas? У si cundiу tanto como agora, їquй pudo ser la causa de extinguirse con tan universal olvido, que ni por historias ni tradiciуn de gente alguna llegу б nosotros? Pues no creo eran entonces los hombres mбs descuidados que agora ni menos ambiciosos de honra, para no publicar sus hechos y procurar por ellos se perpetuase su memoria. Lo cierto es, que ni menciуn de tales tierras ni de haberse navegado б ellas hallamos en historias antiguas.
Porque, lo que pretenden probar los de la opiniуn con-traria, que muchos de los antiguos escribieron deste Nuevo Orbe, como fueron Platуn, Sйneca, Luciano, Clemente Ro-mano, Orнgenes con otros no sй cuбntos que citan, es total¬mente contrario б lo que los mбs aventajados filуsofos y geуgrafos sintieron de la naturaleza, forma y situaciуn de la Tierra; pues aun los que anduvieron mбs acertados en afirmar ser de figura esfйrica y cercarla el cielo por todas partes, no pudieron acabar de persuadirse que fuesen todas sus regiones y climas habitables; ni aun que hubiese hombres en el Hemisferio austral contrarнo al setentrional, que ellos habitaban; ni el inferior opuesto al superior de los mismos; sobre que hallamos notable variedad de opinio¬nes, las cuales hubieran cesado con la experiencia, si la hubieran alcanzado tan patente como nosotros. Antes se saca dйllos lo contrario manifiestamente; pues describiйn¬donos el бmbito de la Tierra asi en relaciуn como en di¬bujo y pintura, no sуlo dejan de hacer menciуn desta tan grande y principal parte suya, sino que aun de las tres pri¬meras que conocieron, confiesan con el hecho y dicho no haber tenido entero conocimiento de sus orillas y tйrminos; y asн, pusieron por lнmites de lo que conocнan de ellas б la ciudad de Meroe hacia el Mediodнa, ignorando lo demбs adelante para la Equinocial; б Borнstenes al Setentriуn, sin saber lo que habнa desde allн hasta el Polo; por el Poniente se acababa su noticia en las Islas Fortunadas; y por el Orien¬te en Catigara: que estos eran los lindes del mundo habita¬ble conocido de los historiadores, poetas y geуgrafos; el cual dividнan en siete climas. De donde se puede colegir, que si hubieran tenido la noticia deste Nuevo Mundo que les dan los contrarнos, no pusieran el fin y tйrminos de la Tierra en las partes susodichas, ni estuvieran tan constan¬tes en su opiniуn, que tuvieran por innavegable la Mar Occidental, pasadas las sobredichas Islas Fortunadas.
Б lo que se trae de aquella menciуn obscura que se ha¬lla en los autores arriba citados, soy de parecer que no ha-blaron allн de tierras ciertas y determinadas por ellos cono¬cidas, sino que, por ser hombres sabios, conociendo la grandeza, disposiciуn y figura del globo de la Tierra, y que no llegaba б la mitad de su бmbito cuanto dйlla tenнan des¬cubierto, juzgaban por muy verosнmil y puesto en razуn que no ocuparнa el agua de la mar lo restante que ignora-ban de su superficie, sino que en partes se descubrirнan glandes tierras cuales eran las de aquel hemisferio en que ellos vivнan; al modo que ahora sospechamos nosotros que en lo que estб por descubrir del Universo hacia los dos Po-los, no se dejaran de hallar otras tierras no menos dilatadas que las hasta aquн descubiertas.
CAPНTULO XVII
De otro argumento con que se prueba lo mismo que en el antecedente.
‘ O tercero que hace contra la dicha opiniуn, es que por
I j ninguna parte se puede navegar б este Nuevo Mundo desde el otro, que no se haya de atravesar el Ocйano engol-fбndose en йl, sin que se vea mбs que agua y cielo por muchos dнas, si no es haciendo este camino tierra б tierra por la costa del Asia; lo cual bien se echa de ver cuan incуmodo, y aun imposible serнa para los que lo intentasen. Porque, allende de las innumerables incomodidades que se pasaran costeando regiones tan extendidas y de tan varios climas y temples, la dilaciуn fuera tan excesiva, que no bastaran los tres aсos que presumen algunos gastaban las Sotas de Salomуn; ni se hallaran bastimentos que pudie¬ran conservarse tanto tiempo, especialmente habiendo de hacerse buena parte de la navegaciуn por la Tуrrida zona, donde es el temple de tal calidad, que si mucho se detie¬nen las naos en йl, se podrecen y corrompen las vituallas. Y asн, de dos vнas que desde Europa se pueden traer б es¬tas Indias occidentales, las que traen las navegaciones ordi¬narias es la vuelta del Poniente, sulcando el ancho mar que estб de por medio; en que por lo menos se gastan de vein¬te б treinta dнas hasta dar vista б sus primeras islas; por la cual, que es la comъn y usada, es evidente no poderse venir sin engolfarse en el Ocйano.
La segunda es al contrarнo, navegando desde Europa hacia el Oriente hasta tomar puerto en la costa de Asia у en alguna de las islas sus adyacentes. Tal es la navega¬ciуn que hacen los portugueses por su demarcaciуn y He¬misferio oriental б los puertos de la India; desde donde hay tambiйn camino por la demarcaciуn de Castilla para estas Indias occidentales, que es el que traen las armadas de la Nueva Espaсa de vuelta de las Islas Filipinas. Dis¬curriendo ahora por este viaje tan inmenso, es cierto que, aunque la primera parte, que toca б los portugueses, se pu¬diera hacer б vista de tierra y costa б costa, con todo eso, no se hace sino enmarбndose б trechos muchas leguas, que lo otro fuera de infinita prolijidad y grandes peligros; y la segunda, que pertenece б los castellanos y corre desde el fin y tйrmino de la primera hasta la Amйrica, es tambiйn por alta mar y no con menos trabajo y afбn que la otra; la cual navegaciуn de ningъn modo se puede hacer tierra б tierra; porque, puesto caso que navegando dentro de la Tу¬rrida zona soplan ordinariamente brisas y vientos favorables para el Poniente, pero estos mismos son tan contrarios б los que navegan del Poniente al Levante, que no pueden dar paso por la misma derrota, hasta salir de los Trуpicos, para cualquiera lado hada los Polos en busca de vientos б propуsito de su viaje. Pues conforme б йsto, por dos causas no se puede hacer la dicha navegaciуn desde las ъltimas costas del Asia б estas Indias б vista de la tierra, que arriba dijimos se extendнa desde allн hasta acб de costa continua-da: la primera, porque lo impide por la banda del Sur la costa de la Nueva Guinea, que estando dentro de la Tуrri¬da zona y tan cercana б la Lнnea equinocial, corren en ella los vientos contrarios que dijimos para la vuelta del Orien-te; y la segunda, porque haciйndose este viaje por el rumbo que ha enseсado la experiencia б los que cursan aquella carrera de las Filipinas б la Nueva Espaсa, saliendo del Trуpico de Cбncer y subiendo б altura de treinta grados y mбs, como la ъltima orilla de Asia, que es la costa de la Tartaria, se va recogiendo tanto hacia el Polo бrtico, no es posible costearla hasta llegar б la Amйrica, cuya costa se-tentrional tambiйn se va metiendo mucho hacia el dicho Polo; y б esta causa, los que por allн navegan se engolfan de manera, que se les pasan tres у cuatro meses sin ver tierra.
Lo que saco deste discurso es, lo primero, que no se puede navegar desde Europa ni desde el Mar Bermejo б estas Indias occidentales, sin enmararse de suerte que por mucho tiempo se pierda la tierra de vista; y lo segundo (y se infiere de lo primero), que no es posible poder hacerse este viaje sin el principal instrumento nбutico, llamado agu¬ja de marear, el cual como no conocieron los antiguos, asн nunca usaron navegar por el Ocйano enmarбndose como ahora. En conformidad de lo cual, digo que no pudieron pasar acб las flotas de Salomуn desde el Mar Bermejo, de donde partнan en demanda de su Ophir, bojeando toda la India oriental y engolfбndose en el anchuroso Mar del Sur hasta arribar б las costas de Nueva Espaсa y Perъ, que es la derrota por donde las guнan los autores desta navegaciуn.
Dos cosas dejamos asentadas como ciertas й indubita-bles, que pedнan mбs larga prueba de lo que permite la brevedad que deseo guardar: la primera, que no se puede navegar en alta mar sin aguja de marear, y la segunda, que carecieron dйlla los antiguos. De aquйlla es tan sufi¬ciente prueba la experiencia, que no es menester otra. Por¬que pensar que entrada una nao en alta mar tan desviada de tierra que por ninguna parte se descubra, podrб ser go-bernada y hacer viajes sin aguja por otras guнas, va tan descaminado como pedir que un ciego apunte y muestre con el dedo lo que estб en torno del. No niego yo que por algъn breve espacio y mientras se goza de serenidad, no puedan servir de guнa la Luna y estrellas de noche, y de dнa el Sol, y tambiйn algunos vientos mбs fijos y comunes, que en varios mares suelen correr б tiempos seсalados; pero estas guнas, como digo, no son para fiarse mucho dйllas, mбs que para atravesar alguna bahнa у brazo de mar, у en otro viaje corto y б vista de tierra; y eso en tiempo tran¬quilo y de bonanza, que en alta mar y carrera larga no hay hombre tan atrevido que se arroje б semejante temeridad. Porque, їcуmo aprovecharбn los astros en una noche tene¬brosa, ni de dнa cuando se cubre de nubes el cielo, у se es¬clarece el aire con nieblas tan espesas que no pueden por la cerrazуn los de popa ver б los que andan en la proa? їQuiйn no perderб el tino por muy diestro y cursado piloto que sea, cuando se levanta un huracбn tan furioso, que en un instan¬te da vuelta en torno б todos los vientos y rumbos? їQuй fuera dй los atribulados navegantes, si en tal confuto y aprie¬to les faltara el consuelo y guнa de la aguja? La cual, por mбs que el mar se alborote, los vientos se muden, embra¬vezcan y encuentren unos con otros, y estremeciendo la tur¬bada nave la traigan al rededor como veleta de tejado, ella se estб sosegada y quieta, mirando siempre al Polo con tanta serenidad y fijeza, que por ella sacamos el desasosie-go y turbaciуn del mar y vientos. Por lo cual, soy de pare¬cer que no sуlo no osaron los antiguos, por carecer deste instrumento, tentar lo interior del Ocйano, mas que ni se atreverбn hoy los hombres б discurrir por sus orillas sin йl, por el riesgo manifiesto de ser echados de mar en fuera por algъn temporal у por las corrientes del mar, donde, faltбn¬doles esta guнa, no atinaran fбcilmente con la costa que perdieron; y hace no poco en favor de nuestro parecer, el haberse hallado en nuestros tiempos las islas despobladas referidas arriba en el cap. XII deste libro; de las cuales tengo para mн no tuvieron noticia los antiguos, б causa de que nunca navegaron en alta mar apartados de tierra, y porque, si hubieran sabido dйllas, no dejaran de poblarlas entonces, como las poblaron los portugueses luego que las hallaron.
El segundo presupuesto (y es en que se funda lo que acabo de decir), afirman muchos escritores modernos, como son Francisco Lуpez de Gomara (t. I de la Historia de las Indias, cap. X), los Padres Joseph de Acosta (lib. I de la Historia de Indias, caps. XVI y XVII), Juan de Mariana (lib. I de las Cosas de Espaсa, cap. XXII) con otros mu¬chos que trae el padre Juan de Pineda (lib. IV De rebus Salomonis, cap. XV), conviene б saber, que la aguja de ma¬rear es invenciуn moderna, que no ha mбs de trescientos afios, poco mбs у menos, que se hallу; y se colige muy claramente haber pasado asн, de los escritores antiguos; porque, ni tratando de los instrumentos de la navegaciуn, ni de las propiedades de la piedra imбn, hacen menciуn de la aguja ni de la maravillosa virtud y eficacia que la dicha piedra imбn tiene de hacer que mire al polo el hierro toca¬do б ella.
Con lo que mбs instan contra este argumento los de la opiniуn contraria, es con algunas navegaciones largas que cuentan historiadores antiguos haberse hecho en los tiem-pos pasados; de donde coligen haberse navegado el Ocйano entonces como agora, y consiguientemente, que no seria tan imposible, como la hacemos, la navegaciуn de las flotas de Salomуn б esta tierra. Tres destas navegaciones cйlebres refiere Herуdoto (lib. IV in Бfrica; descript.J: la primera es la que mandу hacer Сeco, rey de Egipto; el cual diz que enviу desde aquel reino ciertos hombres de Fenicia en na¬vios б explorar las costas de Бfrica, y que йstos, partiendo del Mar Bermejo, bojearon todo el lado austral de Бfrica, doblando el cabo de Buena Esperanza, hasta llegar al Es¬trecho de Gibraltar, hasta donde tardaron dos afios, y que, dando la vuelta por el propio camino, aportaron al lugar de donde se hicieron б la vela, б cabo de tres afios que del partieron; y que esta vez fuй la primera que se reconociу la costa y orilla de Бfrica.
La segunda, dice, hizo Sataspes, aunque al contrario,
TOMO III 12
porque, saliendo de Egipto por el Mar Mediterrбneo, llegу al Estrecho de Gibraltar, y dando vuelta por el Mar Atlбn¬tico, hizo el mismo rodeo que los primeros, dando fin б su peregrinaciуn en el Mar Bermejo de la costa de Egipto.
La tercera navegaciуn cuentan que es la que mandу hacer el rey Darнo, costeando las riberas de la India orien-tal desde la boca del rнo Indo hasta la dicha costa de Egip-to. Tambiйn citan los sobredichos autores б Plinio (lib. II, cap. LXVII), que hace menciуn de otras navegaciones como las pasadas: una es la que hizo Hanуn, valeroso capitбn de los cartagineses, en el tiempo que florecнa aquella repъbli-ca; el cual navegу desde Cбdiz por la misma costa de Бfri¬ca hasta lo ъltimo de Arabia. Otra refiere el mismo Plinio y la trae Cornelio Nepote, autor grave, que cuenta haber navegado en su tiempo el mismo espacio otro hombre lla-mado Eudoxo; el cual, huyendo del rey de los latyros, se embarcу en el Seno de Arabia, y saliendo al Ocйano, dio vuelta б la sobredicha costa de Бfrica hasta parar en el Es-trecho de Gibraltar; y Suidas, tratando de las hazaсas de Semнramis, cuenta como hizo navegar el Ocйano y costear б Бfrica.
Pero estas historias que por su parte alegan los contra-rios, van (б mi ver) tan lejos de confirmar su opiniуn, que antes vienen de molde para apoyar la mнa. Porque, prime-ramente (si ellas son verdaderas), nos descubren una muy grande contradiciуn en los mismos historiadores antiguos, como es fбcil de ver por esta razуn. No pudieron dejar los que anduvieron aquel camino desde Espaсa al Mar Berme-jo, y al contrario, costeando el lado austral de Бfrica, de atravesar dos veces la Tуrrida zona y Lнnea equinocial; y asн, los que contaron sus exploraciones, darнan tambiйn cuenta de los sitios y cb’mas por donde pasaron; y siendo tenida de toda la antigьedad por inhabitable у inaccesi¬ble la Tуrrida zona, debieran salir con el testimonio de aquellos hombres del error en que hasta entonces habнan estado, y se divulgara por todas las naciones б cuya noti¬cia llegaron las dichas navegaciones, cуmo ya la experien¬cia habнa mostrado que la Tуrrida zona era navegable y habitada de muchas gentes, que en aquellos viajes hallaron los que costearon б Бfrica; que es lo propio que en nues¬tros tiempos ha sucedido por la noticia que nos han dado las navegaciones modernas.
Siendo, pues, esto asн, їcуmo se compadece con ello la opiniуn, tan recibida y asentada, en que antes y despuйs estuvieron todos los antiguos, de que la Tуrrida zona era inaccesible й inhabitable, como consta de sus historias, la cual de mano en mano fueron con universal crйdito reci-biendo unos de otros, hasta que en nuestros tiempos mani-festу la experiencia su falsedad? Entre los autores de mбs fe que nos la dejaron en sus escritos, son el Prнncipe de la Filosofнa, Aristуteles (cap. V del segundo libro de los Me-teoros), y el de la Elocuencia, Cicerуn, en el fragmento li¬bro VI de Rt-pub., Plinio (lib. II, cap. LXVIII), Macrobio, y otros muchos de los mбs graves que celebrу la antigьedad. De todos los cuales, quien mбs me admira es Plinio, por¬que contando йl mismo por una parte aquellas navegacio¬nes hechas debajo la Tуrrida zona, de que confiesa tuvo noticia, por otra parte afirme que esa misma Tуrrida zona es inhabitable й inaccesible. Porque, describiйndonos las cin¬co zonas у regiones en que se divide la superficie de la tie¬rra y agua, dice que las tres son inhabitables: las dos ex-tremas, por estar siempre heladas, y la de enmedio, por el calor excesivo que le imprimen los rayos del Sol que sobre ella caen derechos y la tienen continuamente abrasada; y asн, que sуlo se pueden habitar las dos zonas restantes, que por caer entre las heladas y la tуrrida, son templadas; de donde concluye habernos quitado el cielo las tres partes de la tierra, y aun de las dos que nos concediу para nuestra habitaciуn, niega que haya paso de la setentrional б la me-ridional, por impedirlo el incendio de la de enmedio. Cier-tamente nos da este autor ocasiуn bastante con su discurso б pensar, у que no dio entero crйdito б los historiadores de aquellas navegaciones, у si lo dio, de poner en duda su fe y reputaciуn, por la variedad й inconstancia que -muestra en su parecer. Porque, si tuvo creнdo haberse navegado el lado austral de Бfrica, їcуmo sintiу que la Tуrrida zona era in¬habitable, y por serlo no podнan comunicarse las dos tem¬pladas contйrminas dйlla; debiendo saber lo contrario de aquellas navegaciones, por no se poder hacer de otra ma¬nera que atravesando todo el ancho de la Tуrrida zona y pasando de la Zona templada setentrional б la que le co-rresponde al Mediodнa, para poder bojear el dicho lado de Бfrica, que por el Cabo de Buena Esperanza entra б buen trecho en la Zona templada deste Hemisferio antartico? En la misma duda que nos dejу el testimonio de Plinio, nos pone tambiйn el de los otros escritores antiguos que he cita¬do, con los demбs que siguen su parecer. Por lo cual, ha¬bernos de confesar que no tuvieron noticia de las dichas navegaciones, у que, si la tuvieron, no las creyeron tanto como los modernos que las alegan por su parte. Bien se ve la dificultad que hay en concordar testimonios y pareceres tan encontrados. Por donde, como con menos repugnancia me parece los podremos conformar, es diciendo que la opi-niуn de toda la antigьedad en sentir era inhabitable la Tу-rrida zona, estaba tan universalmente recebida y arraigada en Jos бnimos de los hombres mбs sabios de aquellos tiem-pos, que no la mudarнan con menor certidumbre y expe-n”«lcia de lo contrario que la que tenemos ahora nosotros; y asн, que dado caso tuviesen alguna noticia de los que ^^bfan navegado aquellos mares, por haber sido las tales * ^vegaciones muy pocas, no acostumbradas y sucedidas ^Nsorno acaso у por infortunios de los que las emprendieron, dieron tan entero crйdito б los autores dйlla que bastase
ї desencajarlos de su parecer.
Agora quiero yo valerme de la historia de las dichas
navegaciones, para confirmar mi opiniуn, que, bien mirada, mбs estб por ella que por la contraria. Lo primero, porque si con tanta diligencia y admiraciуn hicieron memoria de¬ltas los escritores antiguos, tambiйn la hubieran hecho del viaje mucho mбs arduo y admirable de los hebreos б este Nuevo Mundo, si hubieran navegado б йl en tiempo de Sa¬lomуn, у antes у despuйs. Lo segundo, pruebo de la dicha historia, que no se navegу entonces el Ocйano con tanta frecuencia que se tuviese por camino tan cursado el de las costas de Бfrica, como los que al presente se andan para cualquiera regiуn de allendel mar, por la admiraciуn y cir¬cunstancias con que los dichos autores refieren aquellas na¬vegaciones, dando б entender en su modo de hablar que fueron raras y desacostumbradas; porque si no, їб quй pro¬pуsito hicieran menciуn tan por menudo del nъmero dйllas, de los nombres de los que las acometieron y de las causas por que se movieron б tan ardua resoluciуn? Muy de otro modo contamos hoy las navegaciones trilladas que por la carrera de Indias hacen nuestros espaсoles, con intento de mostrar cuan frecuente y usado es este viaje. Finalmente, juzgo que no se prueba de las dichas navegaciones poderse navegar en alta mar sin aguja de marear; pues los que las escriben nos muestran tambiйn el camino por donde se hi¬cieron, que fuй tierra б tierra por las orillas del Ocйano, sin engolfarse en йl.
CAPНTULO XVIII Pruйbase lo mismo con otros indicios.
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ASTA aquн no hemos hecho mбs que atajar el paso б las flotas de Salomуn por la derrota que intenta¬ban guiarlas б esta tierra los contrarios; ya es tiempo co¬pudieran las judнos asentar y conservar el comercio con los indios de otra forma que lo han asentado y continъan los espaсoles; y asн, hubieran hecho algunas poblaciones, for¬talezas y presidios de los de su naciуn, y en todo lo demбs hubieran procedido como nosotros.
Siendo, pues, asн, no dejбramos de hallar grandes seсa¬les en esta tierra de su estada en ella, si hubiera sido ver¬dadera, pues no era posible venirse б borrar tan de raнz su memoria, que siquiera de los nombres y ruinas de sus co¬lonias y estancias no quedara algъn rastro; como no puede ser (humanamente hablando) que de las nuestras se venga б acabar la noticia de todo punto, en caso que desde ahdra nos volviйsemos б Espaсa cuantos acб estamos de nuestra naciуn. Porque, aun la de los nombres solos de las provin¬cias y pueblos que en este Nuevo Mundo hemos fundado, soy de parecer que no se podrб extinguir ni borrar de aquн б la сn del Mundo; los cuales han ido poniendo sus con¬quistadores y pobladores en honra de nuestra naciуn y memoria de sus patrias, у por otros respetos y motivos, todo б fin de perpetuar su memoria y eternizar la fama de nuestra gente en estas nuevas tierras.
Con este fin, casi no hay reino en nuestra Espaсa cuyo nombre no se haya trasladado ya б esta tierra y puesto б las provincias dйlla que se han pacificado y poblado; en gracia de nuestra Naciуn, pusieron por nombre la Isla Es¬paсola б la que sus moradores llamaban Haytн, los que la conquistaron y poblaron; y en memoria de nuestra patria nombraron Nueva Espaсa al imperio Mexicano los que la pacificaron; y si vamos discurriendo por lo restante destas Indias, hallaremos que en memoria de distintas provincias de Espaсa tienen acб sus mismos nombres otras muchas, para que.en todo corresponda el dibujo desta gran colonia espaсola con su ejemplar; al reino de Tierra Firme le pu-sieron Castilla del Oro en memoria del reino de Castilla; y por respeto del mismo nombre, el marquйs D. Francisco
Pizarro б la mitad deste reino del Perъ la Nueva Castilla; y б la otra mitad en que entra-la ciudad del Cuzco, mandу Su Majestad que se llamase el reino de la Nueva Toledo; pues¬to que ambas partes se comprehenden ahora con nombre •de la Nueva Castilla. Tambiйn hay provincias llamadas la Nueva Andalucнa, el Nuevo Reino de Granada, Nueva Viz-caya, Nueva Galicia y Nuevo Reino de Leуn. Б otras tie¬rras han nombrado de otros modos, у por tener alguna se-mejanza con aquellas cuyos nombres les dieron, у por de-vociуn de algъn misterio de Nuestra Santa Fe у de los San-tos, debajo de cuya advocaciуn y patrocinio estбn; у en memoria у con el apellido de sus fundadores; y б otras han puesto otros nombres significativos en nuestra lengua, por alguna propiedad de la tal provincia у en memoria del dнa de su descubrimiento y fundaciуn, у por otras razones se-mejantes.
Б imitaciуn de Venecia pusieron Venezuela б la provin-cia de Caracas; en reverencia de la Santнsima Trinidad die-ron este tнtulo б la isla asн llamada; por devociуn de los Santos intitularon la Isla de Boriquen con el de San Juan, que es la que vulgarmente llaman Puerto-Rico; б la de Ja-maica, con el de Santiago, y б otras innumerables islas con los de otros Santos. Por devociуn de la Santa Cruz, nom-braron la provincia de Santa Cruz de la Sierra, que es una de las del Perъ (i); y en honra y memoria de la gloriosa Resurrecciуn de Cristo nuestro Redentor y de la Pascua flo-rida йn que se celebra, dieron el nombre que tiene б la provincia de la Florida. Han dado tambiйn nombres signi-ficativos, como son el de la provincia de Honduras, el de Tierra Firme, Buenos Aires y la Verapaz.
(i) No es cierto: la provincia y ciudad de Santa Cruz de la Sierra llamуse asн del pueblo de igual nombre, б tres leguas de Trujillo de Ex¬tremadura, donde Nuflo ъ Onofre de Chaves, fundador de aquella ciudad, se criу.
El mismo estilo han guardado en denominar las pobla¬dones que de nuevo han fundado; por donde son ya tan¬tos los nombres de lugares de Espaсa que hallamos en esta tierra, que parece haberse trasladado б ella todo aquel reino. De los mбs que me ocurrieren harй aquн menciуn, y pienso serбn muy pocos los que se me pasaren de la me¬moria; y comenzando por mi patria la Andalucнa, como mбs vecina б estas Indias, de los pueblos dйlla tienen acб los nombres estas nuevas poblaciones: dos de el de Grana¬da, tres con el de Cуrdoba, otras tres llamadas Sevilla, dos con el de Jerez, otras dos con el de El Villar, y de los si¬guientes de su nombre cada una, que son Jaйn, Baeza, Йcija, Loja, Alcalб la Real, Antequera, Archidona, Vйlez, La Palma, Medina, Gibraltar, Puerto-Real y Guadalcбzar. De lugares de las otras provincias de Espaсa tienen los nombres: tres el de Trujillo, dos Guadalajaras, dos Mйridas, dos Oropesas, Cuenca, Ciudad-Real, Cбceres, Llerena, La Serena, Ocaсa, Guadalupe, Cartagena, Caсete, Valverde, Agreda, Aranjuez, Talavera, Бvila, Portillo, Carriуn, Bece-rril, Arnedo, Salinas, La Rioja, Nieva, Almaguer, Madrigal; cuatro pueblos con nombre de Valladolid; dos (i) con el de Zamora, tres con el de Leуn; dos Segovias, y otros dos Salamancas; y Villa de Mancera.
Fuera destos nombres de lugares castellanos, hay tam-biйn de otros que caen en otras provincias de Espaсa, como digamos Compostela, Durango, Lagos, Pamplona, Za¬ragoza, Valencia; y hasta de pueblos de fuera de Espaсa han dado nombres б otros: tales son el de Antioquнa, Car-tago, Londres, Esquilache y Tenerife (2).
(1) Tres: una en la Nueva Espaсa, otra en Quito y IR tercera en Maracaibo.
(2) Y Brusela*, Nueva Lombardнa y otro* varios.
TOMO II I -13
Ni son menos los que se intitulan con algunos de los misterios de Nuestra Santa Fe y con nombres de Бngeles y Santos y de otros compuestos de dicciones castellanas. En honra de la Fe divina en que se funda nuestra sagrada
Religiуn, hay tres pueblos con el tнtulo de Santa Fe (i); dos con el nombre soberano de Nuestro Seсor Dios, como son Gracias б Dios y Nombre de Dios; cuatro con advo¬caciуn de la Santнsima Trinidad; cinco con la del Espнritu Santo; uno llamado Altagracia; diez y seis con tнtulo de Cristo Salvador nuestro, tomados de los varios misterios que en memoria suya celebra Nuestra Madre la Iglesia en el discurso del aсo; los cinco son con nombre de San Sal-vador, con el de Cristo uno, dicho Monte-Cristo; por devo-ciуn de su Santнsimo nacimiento se le dio el nombre que tiene al Puerto de Navidad; y en memoria del Santнsimo nombre de Jesъs, se nombra asн una ciudad; del misterio de la Epifanнa y adoraciуn de los Reyes Magos toman nombre tres pueblos, llamados Los Reyes; por memoria de su Santнsima Pasiуn y muerte de Cruz toman cuatro el tнtulo de la Santa Cruz; y uno el de la Ascensiуn.
No han sido menores en esta parte las muestras de de-vociуn que con su Santнsima Madre la Virgen Marнa ha dado nuestra naciуn, pues en honra suya ha puesto б diez y seis pueblos los tнtulos de sus sagrados misterios: de su dulcнsimo Nombre se intitulan tres; del mismo, con otros atributos, como son de los Remedios, de la Paz, de la Vi-toria, de las Nieves y de la Guarda, cinco; por devociуn de su inmaculada Concepciуn se nombran dйlla seis, uno con el de su Purificaciуn Santнsima y otro con el de su gloriosa Asunciуn.
10 UDO por lo menos, el fondado por Jimйnez de Quesada, tomу su ‘■ilniueuto del Real asentado por D. Fernando y L).a Isabel junto
En honra de los Santos Бngeles dieron nombre б la Puebla de los Бngeles; y por ser grande la devociуn de loa espaсoles con el arcбngel San Miguel, han dado su nombre б diez pueblos; del de San Rafael se intitula una isla. Mas, para que se eche de ver la ventaja, estima y amor filial que б nuestro glorioso Patrуn de Espaсa las na-
De vocablos castellanos significativos de alguna cosa, se nombran Villa Hermosa, La Frontera, Villareal, Puerto Viejo, Puerto del Prнncipe, Puerto Seguro, Realejo, Monte de Plata, La Grita, Pueblo Nuevo, la Buena Ventura y la ciudad de la Plata. Fuera de los dichos, que todos son re-ciйn fundados, y colonias espaсolas, casi б todas las pobla-ciones de indios del dominio espaсol habernos bautizado con nombres cristianos, poniendo б las mбs tнtulos de San-tos; y б otras muchas los de pueblos nuestros de Espaсa, como son Toledo, Cуrdoba, Oropesa, Salamanca y otros muchos б este modo; б cuya causa hay muchнsimos pue¬blos de indios que no tienen otros nombres sino los que les habernos puesto; de los cuales usan no sуlo los espaсoles, sino tambiйn los mismos indios. Callo los innumerables nombres de nuestra lengua que nuestros espaсoles han dado б montes, valles, sierras, rнos, lagos, islas, puertos, bahнas y б otras innumerables cosas que fuera proceder en infinito el referirlas.
CAPНTULO XIX Prosigue la materia del pasado.
traнdo б propуsito de probar que estб la memoria de nuestra naciуn tan arraigada en esta .Liando ahora la desamparбramos, no era posi¬ble borrarse de los бnimos de los naturales dйlla que en ■ venideros sucedieren б los que hoy viven, ni multitud de vocablos dejase de haber perpe-muy notorios; y la memoria de los nom-tengo por imposible se extinguiese; y que :hь mб& imposible que se viniesen б borrar y
cegar las seсales y reliquias que de las cosas por ellos sig-nificadas quedaran; porque la de tantos pueblos edificados б nuestra traza, de tantos edificios suntuosos de cal y can¬to, de las muchas piedras labradas con el primor y arte que se labran en Europa en forma de columnas, basas y todo gйnero de labores y molduras; de tantos sepulcros majestuo¬sos, de tantas bуvedas, acequias y puentes de cal y canto, y de los ladrillos, tejas, loza vedriada y vidrio, de lo cual nada conocнan antes los indios; y finalmente, de los hondos cimientos de los templos, castillos, murallas, tajamares y otras fбbricas fuertes; їy de los rйtulos, inscripciones y epi¬tafios esculpidos en losas de mбrmol y tablas de bronce que adornan muchos edificios, con innumerables escudos de armas de piedra y de metal, quй razуn puede haber para que su duraciуn no corra pareja con la del mismo tiempo?
Aсadamos б estas seсales las que dieran perpetuamen¬te los animales y plantas traнdos б estas Indias por los es-paсoles, de los cuales ellos carecнan, de que tratamos en el libro antes dйste; y las de las cosas deste genero que de acб se han trasplantado б Europa. Otrosн, todas nuestras artes con los instrumentos y herramientas dйllas, que los indios han aprendido y ejercitan con no menor perfecciуn que los espaсoles que se las enseсaron; los usos que acerca de su vestir y manera de vivir han tomado de nosotros; los vocablos de nuestra lengua que han ingerido en la suya; y aun hay no pocos pueblos que tienen ya por tan propia la nuestra, que se han olvidado de todo punto de la suya materna y sуlo hablan nuestro lenguaje castellano. Final-mente, el uso de las letras y escrituras ha entrado en mu-chas destas gentes de tal forma, que por la estimaciуn que dйllas hacen y codicia con que las aprenden, jamбs las de-jarбn olvidar. Asн que, destas razones infiero por conclu-siуn manifiesta, que ni los hebreos tuvieron jamбs comer-cio en esta tierra, ni pusieron sus pies en ella. Porque, dado te molido; ni obra de yeso, ni de ladrillos, pues ni un canto de ladrillo ni un tiesto de teja se ha hallado ni memoria entre estas gentes de haber habido acб uso destas cosas.
Donde ordinariamente suelen hallarse rastros de mбs antigьedad, es en los sepulcros; pero todos los que hemos descubierto en esta tierra son de una misma forma en cada provincia, y el uso de enterrar sus difuntos el mismo. En ninguna parte vemos diferencia notable, ni en los materia-les de los tales sepulcros, ni en su disposiciуn y traza, ni en las cosas que dellуs se suelen sacar, que son las que acostumbraban los indios enterrar con sus muertos. Las joyas y armas que se desentierran destas sepulturas son de un mismo jaez; no se ha descubierto gйnero de armas ni de otro instrumento de hierro ni memoria deste metal en¬tre estas gentes. Pues si las dichas flotas de Salomуn hu¬bieran frecuentado el navegar б esta tierra y contratar en ella, їno hubieran dejado los hebreos algъn rastro destas cosas? Siquiera para enterrarse los que durante su contra¬taciуn acб murieron, їno hubieran labrado sepulcros б su usanza, de que no pudieran dejar de quedar reliquias y rastros, ya que de las moradas que usarнan en vida no los hallamos? їY tan descuidados habнan de ser de su propia comodidad, que, siquiera por tenerla mayor, no trajeran bestias para caminar y con que mбs fбcilmente trajinasen desde las minas б los puertos los ricos metales que de tan lejanas tierras venнan б buscar, ya que de las otras cosas no se curasen?
Ni es conforme б razуn el intentar satisfacer б todas estas dificultades con decir que durante aquel comercio y navegaciуn trujeron б esta tierra las mismas cosas que han traнdo los espaсoles, mas que, andando el tiempo, vinieron б extinguirse y acabarse. Porque las plantas y animales traнdos por los nuestros han cundido tanto por este Nuevo Mundo, que en muchas partes nacen tan copiosamente sin industria ni beneficio humano, que cuando en quererlas teniente nos da este autor ocasiуn bastante con su discurso б pensar, у que no dio entero crйdito б los historiadores de aquellas navegaciones, у si lo dio, de poner en duda su fe y reputaciуn, por la variedad й inconstancia que -muestra en su parecer. Porque, si tuvo creнdo haberse navegado el lado austral de Бfrica, їcуmo sintiу que la Tуrrida zona era in-habitable, y por serlo no podнan comunicarse las dos tem-pladas contйrminas dйlla; debiendo saber lo contrario de aquellas navegaciones, por no se poder hacer de otra ma-nera que atravesando todo el ancho de la Tуrrida zona y pasando de la Zona templada setentrional б la que le co-rresponde al Mediodнa, para poder bojear el dicho lado de Бfrica, que por el Cabo de Buena Esperanza entra б buen trecho en la Zona templada deste Hemisferio antartico? En la misma duda que nos dejу el testimonio de Plinio, nos pone tambiйn el de los otros escritores antiguos que he cita-do, con los demбs que siguen su parecer. Por lo cual, ha-bernos de confesar que no tuvieron noticia de las dichas navegaciones, у que, si la tuvieron, no las creyeron tanto como los modernos que las alegan por su parte. Bien se ve la dificultad que hay en concordar testimonios y pareceres tan encontrados. Por donde, como con menos repugnancia me parece los podremos conformar, es diciendo que la opi-niуn de toda la antigьedad en sentir era inhabitable la Tу-rrida zona, estaba tan universalmente recebida y arraigada en los бnimos de los hombres mбs sabios de aquellos tiem-pos, que no la mudarнan con menor certidumbre y expe-riencia de lo contrario que la que tenemos ahora nosotros; y asн, que dado caso tuviesen alguna noticia de los que habнan navegado aquellos mares, por haber sido las tales navegaciones muy pocas, no acostumbradas y sucedidas como acaso у por infortunios de los que las emprendieron, no dieron tan entero crйdito б ios autores dйlla que bastase б desencajarlos de su parecer.
Agora quiero yo valerme de la historia de las dichas
navegaciones, para confirmar mi opiniуn, que, bien mirada, mбs estб por ella que por la contraria. Lo primero, porque si con tanta diligencia y admiraciуn hicieron memoria de¬ltas los escritores antiguos, tambiйn la hubieran hecho del viaje mucho mбs arduo y admirable de los hebreos б este Nuevo Mundo, si hubieran navegado б йl en tiempo de Sa¬lomуn, у antes у despuйs. Lo segundo, pruebo de la dicha historia, que no se navegу entonces el Ocйano con tanta frecuencia que se tuviese por camino tan cursado el de las costas de Бfrica, como los que al presente se andan para cualquiera regiуn de allendel mar, por la admiraciуn y cir¬cunstancias con que los dichos autores refieren aquellas na¬vegaciones, dando б entender en su modo de hablar que fueron raras y desacostumbradas; porque si no, їб quй pro¬pуsito hicieran menciуn tan por menudo del nъmero dйllas, de los nombres de los que las acometieron y de las causas por que se movieron б tan ardua resoluciуn? Muy de otro modo contamos hoy las navegaciones trilladas que por la carrera de Indias hacen nuestros espaсoles, con intento de mostrar cuan frecuente y usado es este viaje. Finalmente, juzgo que no se prueba de las dichas navegaciones poderse navegar en alta mar sin aguja de marear; pues los que las escriben nos muestran tambiйn el camino por donde se hi¬cieron, que fuй tierra б tierra por las orillas del Ocйano, sin engolfarse en йl.
CAPНTULO XVIII Pruйbase lo mismo con otros indicios.
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ASTA aquн no hemos hecho mбs que atajar el paso б las flotas de Salomуn por la derrota que intenta¬ban guiarlas б esta tierra los contrarios; ya es tiempo co¬meneemos б discurrir por ella buscando y recogiendo otros indicios que mбs refuercen nuestro partido y debiliten el suyo. Presupuesta, cuanto б lo primero, la grande barbari¬dad y rudeza de las gentes deste Nuevo Mundo, que en todos tiempos entiendo ha sido la misma, se nos pone lue¬go por delante la dificultad que dйlla nace, y es, dado caso que sin estorbo ni contrastes pudieran aportar acб las di¬chas flotas, їcуmo se hubieran los hebreos en su negocia¬ciуn y comercio con estos indios? Puesto en razуn parece que procederнan ni mбs ni menos que nosotros, fundando algunas colonias de su gente entre ellos, y aun sojuzgando alguna parte desta tierra, para mejor conservarse y tener б raya el furor bбrbaro de sus moradores; que por otra vнa no fuera capaz de contrataciуn gente tan salvaje y nada menesterosa de peregrinas mercancнas, que ni habнan me-nester mбs para su sustento que los frutos de su tierra, ni para su vestir y adorno apetecнan nuestras preciosas sedas, paсos y lienzos delicados, contentбndose los mбs con el traje y librea con que nacieron. Porque, por experiencia vemos que el mбs grueso trato que con los indios que estбn por pacificar suelen tener nuestros espaсoles, y el que tu¬vieron al principio con los que ya estбn pacнficos antes que fueran amigos, eran muy tenues trueques y rescates, cam¬biando por oro las bujerнas y menudencias б que son mбs aficionados, como son cascabeles, espejos, agujas, cuchillos, tijeras y otras cosillas deste jaez. Y todo el oro que con este gйnero de contrataciуn sacaban dйllos los espaсoles, era cosa muy poca en comparaciуn de la gran riqueza des-te metal y de plata que ellos mismos van ahora sacando de las minas, despuйs que apoderados dellas las labran por su cuenta. Lo uno, porque con muy corto empleo destos juguetes quedaban abastados los indios, y lo otro, por ser en poca cantidad el oro y plata que ellos acostumbraban sacar de las dichas minas. De lo cual se infiere, que si na-toaran б estas Indias las dichas flotas de Salomуn, no pudieran las judнos asentar y conservar el comercio con los indios de otra forma que lo han asentado y continъan los espaсoles; y asн, hubieran hecho algunas poblaciones, for¬talezas y presidios de los de su naciуn, y en todo lo demбs hubieran procedido como nosotros.
Siendo, pues, asн, no dejбramos de hallar grandes seсa¬les en esta tierra de su estada en ella, si hubiera sido ver¬dadera, pues no era posible venirse б borrar tan de raнz su memoria, que siquiera de los nombres y ruinas de sus co¬lonias y estancias no quedara algъn rastro; como no puede ser (humanamente hablando) que de las nuestras se venga б acabar la noticia de todo punto, en caso que desde ahora nos volviйsemos б Espaсa cuantos acб estamos de nuestra naciуn. Porque, aun la de los nombres solos de las provin¬cias y pueblos que en este Nuevo Mundo hemos fundado, soy de parecer que no se podrб extinguir ni borrar de aquн б la сn del Mundo; los cuales han ido poniendo sus con¬quistadores y pobladores en honra de nuestra naciуn y memoria de sus patrias, у por otros respetos y motivos, todo б fin de perpetuar su memoria y eternizar la fama de nuestra gente en estas nuevas tierras.
Con este fin, casi no hay reino en nuestra Espaсa cuyo nombre no se haya trasladado ya б esta tierra y puesto б las provincias dйlla que se han pacificado y poblado; en gracia de nuestra Naciуn, pusieron por nombre la Isla Es¬paсola б la que sus moradores llamaban Haytн, los que la conquistaron y poblaron; y en memoria de nuestra patria nombraron Nueva Espaсa al imperio Mexicano los que la pacificaron; y si vamos discurriendo por lo restante destas Indias, hallaremos que en memoria de distintas provincias de Espaсa tienen acб sus mismos nombres otras muchas, para que.en todo corresponda el dibujo desta gran colonia espaсola con su ejemplar; al reino de Tierra Firme le pu-sieron Castilla del Oro en memoria del reino de Castilla; y por respeto del mismo nombre, el marquйs D. Francisco
Pizarro б la mitad deste reino del Perъ la Nueva Castilla; y б la otra mitad en que entra-la ciudad del Cuzco, mandу Su Majestad que se llamase el reino de la Nueva Toledo; pues¬to que ambas partes se comprehenden ahora con nombre • de la Nueva Castilla. Tambiйn hay provincias llamadas la Nueva Andalucнa, el Nuevo Reino de Granada, Nueva Viz-caya, Nueva Galicia y Nuevo Reino de Leуn. Б otras tie¬rras han nombrado de otros modos, у por tener alguna se-mejanza con aquellas cuyos nombres les dieron, у por de-vociуn de algъn misterio de Nuestra Santa Fe у de los San-tos, debajo de cuya advocaciуn y patrocinio estбn; у en memoria у con el apellido de sus fundadores; y б otras han puesto otros nombres significativos en nuestra lengua, por alguna propiedad de la tal provincia у en memoria del dнa de su descubrimiento y fundaciуn, у por otras razones se-mejantes.
Б imitaciуn de Venecia pusieron Venezuela б la provin-cia de Caracas; en reverencia de la Santнsima Trinidad die-ron este tнtulo б la isla asн llamada; por devociуn de los Santos intitularon la Isla de Boriquen con el de San Juan, que es la que vulgarmente llaman Puerto-Rico; б la de Ja-maica, con el de Santiago, y б otras innumerables islas con los de otros Santos. Por devociуn de la Santa Cruz, nom-braron la provincia de Santa Cruz de la Sierra, que es una de las del Perъ (i); y en honra y memoria de la gloriosa Resurrecciуn de Cristo nuestro Redentor y de la Pascua flo-rida йn que se celebra, dieron el nombre que tiene б la provincia de la Florida. Han dado tambiйn nombres signi-ficativos, como son el de la provincia de Honduras, el de Tierra Firme, Buenos Aires y la Verapaz.
(1) No es cierto: la provincia y ciudad de Santa Cruz de la Sierra llamуse asн del pueblo de igual nombre, б tres leguas de Trujillo de Ex-**diiim( donde Nuflo ъ Onofre de Chaves, fundador de aquella ciudad,
El mismo estilo han guardado en denominar las pobla-dones que de nuevo han fundado; por donde son ya tan¬tos los nombres de lugares de Espaсa que hallamos en esta tierra, que parece haberse trasladado б ella todo aquel reino. De los mбs que me ocurrieren harй aquн menciуn, y pienso serбn muy pocos los que se me pasaren de la roe-‘ morнa; y comenzando por mi patria la Andalucнa, como mбs vecina б estas Indias, de los pueblos dйlla tienen acб los nombres estas nuevas poblaciones: dos de el de Grana¬da, tres con el de Cуrdoba, otras tres llamadas Sevilla, dos con el de Jerez, otras dos con el de El Villar, y de los si¬guientes de su nombre cada una, que son Jaйn, Baeza, Йcija, Loja, Alcalб la Real, Antequera, Archidona, Vйlez, La Palma, Medina, Gibraltar, Puerto-Real y Guadalcбzar. De lugares de las otras provincias de Espaсa tienen los nombres: tres el de Trujillo, dos Guadalajaras, dos Mйridas, dos Oropesas, Cuenca, Ciudad-Real, Cбceres, Llerena, La Serena, Ocaсa, Guadalupe, Cartagena, Caсete, Valverde, Agreda, Aranjuez, Talavera, Бvila, Portillo, Camуn, Bece-rril, Arnedo, Salinas, La Rioja, Nieva, Almaguer, Madrigal; cuatro pueblos con nombre de Valladolid; dos (i) con el de Zamora, tres con el de Leуn; dos Segovias, y otros dos Salamancas; y Villa de Mancera.
Fuera destos nombres de lugares castellanos, hay tam-biйn de otros que caen en otras provincias de Espaсa, como digamos Compostela, Durango, Lagos, Pamplona, Za-ragoza, Valencia; y hasta de pueblos de fuera de Espaсa han dado nombres б otros: tales son el de Antioquнa, Car-tago, Londres, Esquilache y Tenerife (2).
(1) Tres: una en la Nueva Espaсa, otra en Quito y la tercera en Maracaibo.
(2) Y Bruselas, Nueva Lombardнa y otros varios.
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Ni son menos los que se intitulan con algunos de los misterios de Nuestra Santa Fe y con nombres de Бngeles y Santos y de otros compuestos de dicciones castellanas. En honra de la Fe divina en que se funda nuestra sagrada
Religiуn, hay tres pueblos con el tнtulo de Santa Fe (i); dos con el nombre soberano de Nuestro Seсor Dios, como son Gracias б Dios y Nombre de Dios; cuatro con advo¬caciуn de la Santнsima Trinidad; cinco con la del Espнritu Santo; uno llamado Altagracia; diez y seis con tнtulo de Cristo Salvador nuestro, tomados de los varios misterios que en memoria suya celebra Nuestra Madre la Iglesia en el discurso del afto; los cinco son con nombre de San Sal-vador, con el de Cristo uno, dicho Monte-Cristo; por devo-ciуn de su Santнsimo nacimiento se le dio el nombre que tiene al Puerto de Navidad; y en memoria del Santнsimo nombre de Jesъs, se nombra asн una ciudad; del misterio de la Epifanнa y adoraciуn de los Reyes Magos toman nombre tres pueblos, llamados Los Reyes; por memoria de su Santнsima Pasiуn y muerte de Cruz toman cuatro el tнtulo de la Santa Cruz; y uno el de la Ascensiуn.
No han sido menores en esta parte las muestras de de-vociуn que con su Santнsima Madre la Virgen Marнa ha dado nuestra naciуn, pues en honra suya ha puesto б diez y seis pueblos los tнtulos de sus sagrados misterios: de su dulcнsimo Nombre se intitulan tres; del mismo, con otros atributos, como son de los Remedios, de la Paz, de la Vi-toria, de las Nieves y de la Guarda, cinco; por devociуn de su inmaculada Concepciуn se nombran dйlla seis, uno con el de su Purificaciуn Santнsima y otro con el de su gloriosa Asunciуn.
(i) Uno por lo meуos, el fondado por Jimйnez de Quesada, tomу su nombre directamente del Real asentado por D. Fernando y D.a Isabel junto б Granada.
En honra de los Santos Бngeles dieron nombre б la Puebla de los Бngeles; y por ser grande la devociуn de los espaсoles con el arcбngel San Miguel, han dado su nombre б diez pueblos; del de San Rafael se intitula una isla. Mas, para que se eche de ver la ventaja, estima y amor filial que б nuestro glorioso Patrуn de Espaсa las na-
De vocablos castellanos significativos de alguna cosa, se nombran Villa Hermosa, La Frontera, Villareal, Puerto Viejo, Puerto del Prнncipe, Puerto Seguro, Realejo, Monte de Plata, La Grita, Pueblo Nuevo, la Buena Ventura y la ciudad de la Plata. Fuera de los dichos, que todos son re-ciйn fundados, y colonias espaсolas, casi б todas las pobla-ciones de indios del dominio espaсol habernos bautizado con nombres cristianos, poniendo б las mбs tнtulos de San¬tos; y б otras muchas los de pueblos nuestros de Espaсa, como son Toledo, Cуrdoba, Oropesa, Salamanca y otros muchos б este modo; б cuya causa hay muchнsimos pue¬blos de indios que no tienen otros nombres sino los que les habernos puesto; de los cuales usan no sуlo los espaсoles, sino tambiйn los mismos indios. Callo los innumerables nombres de nuestra lengua que nuestros espaсoles han dado б montes, valles, sierras, rнos, lagos, islas, puertos, bahнas y б otras innumerables cosas que fuera proceder en infinito el referirlas.
CAPНTULO XIX Prosigue la materia del pasado.
IODO esto he traнdo б propуsito de probar que estб
la memoria de nuestra naciуn tan arraigada en esta tierra, que cuando ahora la desamparбramos, no era posi-ble borrarse de los бnimos de los naturales dйlla que en los tiempos venideros sucedieren б los que hoy viven, ni que de tanta multitud de vocablos dejase de haber perpe¬tuamente rastros muy notorios; y la memoria de los nom¬bres susodichos tengo por imposible se extinguiese; y que tengo por mucho mбs imposible que se viniesen б borrar y cegar las seсales y reliquias que de las cosas por ellos sig-nificadas quedaran; porque la de tantos pueblos edificados б nuestra traza, de tantos edificios suntuosos de cal y can-to, de las muchas piedras labradas con el primor y arte que se labran en Europa en forma de columnas, basas y todo gйnero de labores y molduras; de tantos sepulcros majestuo¬sos, de tantas bуvedas, acequias y puentes de cal y canto, y de los ladrillos, tejas, loza vedriada y vidrio, de lo cual nada conocнan antes los indios; y finalmente, de los hondos cimientos de los templos, castillos, murallas, tajamares y otras fбbricas fuertes; їy de los rйtulos, inscripciones y epi¬tafios esculpidos en losas de mбrmol y tablas de bronce que adornan muchos edificios, con innumerables escudos de armas de piedra y de metal, quй razуn puede haber para que su duraciуn no corra pareja con la del mismo tiempo?
Aсadamos б estas seсales las que dieran perpetuamen¬te los animales y plantas traнdos б estas Indias por los es-paсoles, de los cuales ellos carecнan, de que tratamos en el libro antes dйste; y las de las cosas deste gйnero que de acб se han trasplantado б Europa. Otrosн, todas nuestras artes con los instrumentos y herramientas dйllas, que los indios han aprendido y ejercitan con no menor perfecciуn que los espaсoles que se las enseсaron; los usos que acerca de su vestir y manera de vivir han tomado de nosotros; los vocablos de nuestra lengua que han ingerido en la suya; y aun hay no pocos pueblos que tienen ya por tan propia la nuestra, que se han olvidado de todo punto de la suya materna y sуlo hablan nuestro lenguaje castellano. Final-mente, el uso de las letras y escrituras ha entrado en mu-chas destas gentes de tal forma, que por la estimaciуn que dйllas hacen y codicia con que las aprenden, jamбs las de-jarбn olvidar. Asн que, destas razones infiero por conclu-siуn manifiesta, que ni los hebreos tuvieron jamбs comer-cio en esta tierra, ni pusieron sus pies en ella. Porque, dado
te molido; ni obra de yeso, ni de ladrillos, pues ni un canto de ladrillo ni un tiesto de teja se ha hallado ni memoria entre estas gentes de haber habido acб uso destas cosas.
Donde ordinariamente suelen hallarse rastros de mбs antigьedad, es en los sepulcros; pero todos los que hemos descubierto en esta tierra son de una misma forma en cada provincia, y el uso de enterrar sus difuntos el mismo. En ninguna parte vemos diferencia notable, ni en los materia-les de los tales sepulcros, ni en su disposiciуn y traza, ni en las cosas que dellуs se suelen sacar, que son las que acostumbraban los indios enterrar con sus muertos. Las joyas y armas que se desentierran destas sepulturas son de un mismo jaez; no se ha descubierto gйnero de armas ni de otro instrumento de hierro ni memoria deste metal en¬tre estas gentes. Pues si las dichas flotas de Salomуn hu¬bieran frecuentado el navegar б esta tierra y contratar en ella, їno hubieran dejado los hebreos algъn rastro destas cosas? Siquiera para enterrarse los que durante su contra¬taciуn acб murieron, їno hubieran labrado sepulcros б su usanza, de que no pudieran dejar de quedar reliquias y rastros, ya que de las moradas que usarнan en vida no los hallamos? їY tan descuidados habнan de ser de su propia comodidad, que, siquiera por tenerla mayor, no trajeran bestias para caminar y con que mбs fбcilmente trajinasen desde las minas б los puertos los ricos metales que de tan lejanas tierras venнan б buscar, ya que de las otras cosas no se curasen?
Ni es conforme б razуn el intentar satisfacer б todas estas dificultades con decir que durante aquel comercio y navegaciуn trujeron б esta tierra las mismas cosas que han traнdo los espaсoles, mas que, andando el tiempo, vinieron б extinguirse y acabarse. Porque las plantas y animales traнdos por los nuestros han cundido tanto por este Nuevo Mundo, que en muchas partes nacen tan copiosamente sin industria ni beneficio humano, que cuando en quererlas acabar y consumir pusieran los hombres toda su inteligencia y conato, no salieran con ello; cuanto mбs que no la ponen sino en conservarlas y aumentarlas, llevados del interйs y utilidad que de las tales cosas les resulta. En conclusiуn, no vemos alguna diferencia de una regiуn б otra en care¬cer de todos estos indicios, que es otro argumento bien fuerte; porque no hay duda sino que en las partes que aque¬llas flotas mбs frecuentaron con su contrataciуn, hubieran quedado algunas seсales y memorias que en las otras; por¬que no pudiera dejar de pegбrseles algo б los naturales dй¬llas de la comunicaciуn y trato con los hebreos, y no pasa asн, sino que todos son unos, asн los de tierras ricas como los de poblaciones; y los marнtimos como los que habitan la tierra adentro. Y la misma fuerza tienen estos argumen¬tos contra los que presumen responder que cuando las flo¬tas de Salomуn navegaban б esta tierra, no estaba ella po¬blada de otras gentes, sino que entonces la comenzaron б poblar los hebreos, que si conceden que ya de antes estaba poblada de indios.
CAPНTULO XX
En que se responde б los argumentos de la opiniуn contraria y se declara dуnde caнa Ophir.
B
IEN miradas las razones y argumentos en que fundan su opiniуn los contrarнos, juzgo ser de muy poca sus¬tancia para determinar por ellos cosas tan grandes. Porque, al primero que traen del dicho del Almirante D. Cristуbal Colуn, digo que no se debe hacer mucho caso de los nom-bres con que publican y celebran las nuevas tierras sus descubridores, para sacar dellos el hilo de la verdad que se busca у investigaciуn de algъn misterio. Porque ordina-сбmente les dan esos nombres acaso, tomados de la oca¬siуn que se les ofrece, y aun llevados del comъn aparato que los hombres tienen de levantar y engrandecer sus he¬chos; y particularmente se veriсca esto en materia dй des-cubrimientos y conquistas de tierras incуgnitas, como nos lo muestra la experiencia, pues casi no hay hombre que, volviendo de algъn descubrimiento, no exagere y levante hasta el cielo con desmedidos hipйrboles la bondad y exce-lencia de la tierra por йl hallada, prefiriйndola en bondad y riqueza б todas las otras del Mundo, aunque notoriamen¬te sea la mбs pobre y desventurada del; y para introducir¬las en mayor reputaciуn y crйdito con las gentes, suelen darles ilustres tнtulos y apellidos que sean pregoneros de la excelencia que no tienen. Buen ejemplo tenemos dйsto (de-jando otros muchos) en las Islas de la Tierra Austral, б quien nombraron sus descubridores Islas de Salomуn, sin otro motivo que por acreditarlas en el mundo con nombre tan honroso y noble; y en las provincias que baсa el rнo Maraсуn, nombradas de los que las hallaron El Dorado, por el mismo intento, aunque son tan miserables, como б su pesar y costa muchos han experimentado.
Al segundo argumento tan ingeniosamente compuesto, se responde, que hubieran ahorrado el trabajo de inquirir y averiguar tantas deduciones del original hebreo los que dieron en йl, con sуlo saber el nombre propio deste reino del Perъ, que ni es el de Perъ, como ellos piensan, ni parte alguna destas Indias tal nombre tuvo antiguamente. Porque б este reino de la Nueva Castilla, que ahora llamamos Pe¬rъ, nombraban sus naturales Tahuantitisuyu, y el nombre de Perъ es nuevo, puesto por los primeros espaсoles que intentaron su pacificaciуn y conquista y no sabido ni usado jamбs de los indios; que los que de hecho lo conquistaron y ganaron, le pusieron la Nueva Castilla, dado que ha pre-valecido el nombre de Perъ, que usamos mбs frecuente; y bien considerado, es conjetura muy ligera en la que estri-
TOMO III 14
ban de semejanza de nombres que hallamos en esta tierra con aquel de Parvaim, como son los del Paraguay, Paria y los otros referidos en el cap. XIV. Porque si por la conve-niencia y afinidad de las voces y sonido material de los vocablos nos hubiйramos de guiar, cada una de las nacio-nes de Europa, y aun de las otras de lo restante del Mun¬do, pudiera alegar el mismo derecho de haber procedido dйllas las naturales desta tierra; pues hallando en sus len¬guas muchas voces que convienen con las de todas aquellas gentes en lo material, como si dijйsemos en la semejanza de letras y nъmeros y cantidad de sнlabas, puesto que en lo formal, que es el sentido y alma de las dichas voces, es, muy diverso de lo que significan en otras lenguas. Б lo menos en las de los indios deste reino del Perъ hallamos no pocos vocablos cuyo sonido es el mismo que el de otros de nuestra lengua castellana, y aun de la latina, y creo que hallara la misma conformidad con nombres y voces de su lengua, cualquiera otra naciуn de las de Europa.
Ni el tercero argumento me parece de alguna fuerza; porque, si bien es verdad que son abundantes de oro estas Indias, todavнa no es tanta la cantidad que dan, que haga poner en olvido la fama de la riqueza de otras regiones del Mundo celebradas por aurнferas de los escritores antiguos; y que antes que las naves de Salomуn contrataran en Ophir, celebran las Divinas letras la mucha abundancia de oro que participaba la provincia de Palestina de las otras sus comarcanas. En el primer capнtulo del Deuteronomio se cuenta que en tiempos de Moisйs habнa muy grande co¬pia de oro de la otra parte del rнo Jordбn, en los tйrminos del Mohab, entre Jophel y Hasercht; y en otros muchos lugares de la Divina escritura se hace menciуn de otras tie¬rras comarcanas б Palestina que abundaban de oro, y en especial del mucho que juntу el rey David de los despojos de los Syros, Idumeos y Amonitas que venciу por armas, como consta del cap. XXII del primer libro del Paralipу-
DEL NUEVO MUNDO
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menon. їQuiйn no sabe cuan encarecida fuй la riqueza de aquella tierra de Hevilat, fйrtilнsima deste metal; la cual, se-gъn opiniуn de muchos hombres doctos, estб no lejos de Judea, sin embargo de que otros la ponen en la India Orien¬tal en las riberas del rнo Ganges?
Pues las copiosas minas de oro y plata tan afamadas de nuestra Espaсa, bien notorias son б cualquiera hombre versado en antigьedad. Asн que, no es esta buena conse-cuencia: en el Perъ se saca abundancia de oro, luego de allн era el que’ se llevaba б Salomуn, como quiera que lo haya tambiйn en otras muchas partes del Universo. Б esto se allega otra razуn muy fuerte para impugnar la dicha opi¬niуn, y es, que muchas de las cosas que de Ophir cargaban las flotas de Salomуn, no las hubo jamбs en estas Indias ni conocimiento deltas, como son marfil, pavos y monas; porque no se crнan acб elefantes, y los pavos que hay no son de aquellos vistosos y de hermosas plumas б quien propiamente se les da este nombre, sino otras aves muy distintas que llamamos Gallinas de la tierra, б las cuales, por alguna semejanza que con los pavos tienen, las nom¬bramos asн. De Micos es verdad que hay muchas castas, pero todos son diferentes de las monas de Бfrica, porque йstas carecen de cola y los Micos desta tierra las tienen muy largas. Ni tampoco pienso que las maderas de tanto valor y estima que se llevaban de Ophir las hay en esta tierra; porque, puesto que nacen muchos бrboles de ma¬dera recia, olorosa y medicinal, no son, con todo eso, dig¬nos de aquel encarecimiento con que habla la Escritura sagrada de las maderas llevadas de Ophir. Ni es acб tanta la copia y fineza de piedras preciosas como en la India Oriental.
Б la cuarta conjetura del mucho tiempo que tardaban las flotas de Salomуn en aquella navegaciуn de Ophir, res¬pondo, que no afirma el Texto sagrado que gastasen tres aсos en ellas, sino que una vez cada tres aсos hacнan viaje, io8 HISTORIA DEL NUEVO MUNDO
y dado caso que tardaran en йl todo aquel tiempo, no se infiere de ahн que navegaban б este Nuevo Mundo, sino que iban lejos б tierras muy remotas; y harto lo eran para en aquellos tiempos y aun para йstos, cualesquiera de las marнtimas de la India Oriental, en la cual soy de parecer caнa la regiуn de Ophir, como afirma Josepho (lib. VIII de las Antigьedades, cap. II), y San Jerуnimo, Teodoreto, Pro-copio, Rбbano, el Abulense y otros muchos que refiere el Padre Juan de Pineda (lib. IV de rebus Salomonis, capнtulo XVI); y porque, cayendo, como cae, en el Mar Bermejo el puerto de Asiongaver, de donde partнan las dichas flotas de Salomуn, como se escribe en el cap. IX del tercer Li¬bro de los Reyes y en el segundo del Paralip., cap. VIII, era cosa fбcil navegar desde allн б la India Oriental, cos¬teando las riberas de la Arabia y Persia, sin apartarse de tierra; en la cual navegaciуn no tienen lugar las dificulta¬des y contradiciones que opusimos arriba al viaje que por aquella derrota pretendнan los contrarнos poder traer las dichas flotas б estas regiones de la Amйrica; antes en to¬dos los siglos pasados ha sido muy frecuentada aquella na¬vegaciуn de las costas del Mar Bermejo al Oriente, trayйn¬dose por allн la especerнa, drogas y todas las riquezas orien¬tales б los puertos de Egipto; por donde ha sido siempre tan rica y famosa la ciudad de Alejandrнa, como emporio y plaza abundantнsima de que se proveнan las regiones de Europa y las otras vecinas al Mar Mediterrбneo, de los preciosos efectos y riquezas que la India Oriental lleva.
LIBRO DUODЙCIMO
CAPНTULO PRIMERO
De los habitadores antiguos del Perъ antes que reinasen los Incas.
[OR haber carecido de letras los indios, es muy corta la noticia de sus antigьedades que halla¬mos entre ellos; y si bien los peruanos usaban de ciertos hilos y cordones para conservar la memoria de sus hechos (como adelante veremos), no constaba por esta manera de registros mбs que lo sucedido desde el tiempo que comenzу el imperio de los Incas con las conquistas que emprendieron y provincias que durante su imperio su¬jetaron; y aun eso con tan poca distinciуn y claridad, que ni aun los afios que cada rey tuvo el cetro se ha podido colegir de su cuenta.
Del estado que la tierra tenнa cuando la empezaron б seсorear los Incas, que habrб como cuatrocientos aсos, dan alguna razуn; pero en subiendo de ahн para arriba, todo es confusiуn y tinieblas, en las cuales apenas se divisa huella y rastro que nos guie б inquirir mayor antigьedad. Una cosa no se puede negar, asн por la tradiciуn que los indios tienen, como por los indicios y reliquias que hasta el tiem¬
po presente duran, y es, haber habido gigantes en esta tierra. De quй parte y cуmo hayan venido y cuбnto tiem¬po vivieron en ella, no hay cosa cierta. Hбnse topado ras¬tros de ellos, asн en las partes mediterrбneas, como en las marнtimas. Los primeros espaсoles conquistadores deste reino hallaron en la punta y puerto de Santa Elena, diу¬cesis de Quito, huesos humanos de tan diforme grandeza, que conocidamente eran de gigantes, y entre otros unas canillas de mбs de cuatro palmos de largo. Otros muchos huesos de la misma proporciуn se han descubierto despuйs acб en otras partes de aquella misma provincia y de la de Trujillo; tambiйn se han visto huesos no menores la tierra dentro, como es la provincia de Tucumбn y Tanja; en esta segunda se descubriу un cuerpo entero debajo de una barranca, orilla de un rнo, que el agua, robando la tierra, lo habнa desenterrado; era tan diforme, que ocupaba su se¬pultura muy grande espacio, y la calavera de tan extraсa grandeza, que algunos espaсoles, metiendo la espada por la cuenca de un ojo, apenas llegaban con la punta al colo¬drillo. En la provincia de Santa Cruz de la Sierra fuй go¬bernador un caballero cristiano y de mucha verdad, llama¬do D. Lorenzo Suбrez de Figueroa, que poblу la ciudad de San Lorenzo, cabeza de aquella provincia, y se habнa hallado en la conquista de Tucumбn; este caballero solнa contar que, andando en aquella conquista, descubrieron un osario, que al parecer serнa de mбs de cien cuerpos hu¬manos, y todos de huesos de gigantes de excesiva gran¬deza, y que йl mismo metiу su espada en una calavera, y se escondiу toda en su concavidad. Esto me reсriу б mн un religioso viejo de nuestra Compaснa, б quien, estando en la dicha provincia de Santa Cruz, se lo habнa contado el mis¬mo D. Lorenzo.
No pude averiguar si aquel cuerpo de tan gran cabeza era el mismo que se hallу en Tanja, у otro distinto, que como estas dos provincias de Tucumбn y Tarifa son con¬terminas, podrнa ser hubiese sido uno mismo (i). De hacia aquella misma parte de Tucumбn y Tarifa se trujo aсos ha б la villa de Potosi una gran cantidad de huesos de gi¬gantes: todos eran pedazos, que no habнa hueso entero mбs que algunas muelas; pero su extraсa grandeza mostraba ser de cuerpos diformes. Las muelas eran no menores que un puсo cada una; pesуse una de ellas y tenнa once onzas, lo cual supe del mismo que la pesу, que era hombre fide¬digno. No sй si eran destos mismos huesos unos que б mн me mostraron en esta ciudad de Lima, entre los cuales habнa una muela, y era de la grandeza que he dicho; si bien es verdad, que aunque tenнa forma muy perfecta de muela, por la mucha antigьedad parecнa mбs piedra que hueso.
(1) Lo era.
(2) Sobre este misterioso monumento escribe Llano y Zapata en sus Memorias k.f. c. ap., 1761, ms. (rol. I, art. XX, § 32), lo siguiente:
«Por los afios de 1637, en el pueblo de Quнnua, que dista dos leguas de Guamanga, se descubriу casualmente un palacio subterrбneo con gran1 des portadas de piedra y sumptuosos edificios. Hallaron en йl una lбpida con una inscripciуn que no se pudo leer. Habнa varias estatuas de piedra con figuras de hombres que, i manera de peregrinos, traen б las espaldas colgados los sombreros. Entrellos se vio uno montado б caballo con una lanza en ristre y escudo en el braco izquierdo, y otros bultos con vestiduras talares. Se registraron estos monumentos con luces, habiendo los que des¬cendieron al subterrбneo dejado un hilo б la entrada que les sirviese de norte б su salida. Fiador del lo es el Sr. Pinelo, que lo asegura en nota mar¬ginal б la obra tantas veces citada en estas Memorias [Parayso en el Nue-vo-mundo]. Si este autor no vio lo que refiere у le engaсaron en la noticia, fбcil es su examen en la poblaciуn de Qufnua, donde debe existir monu¬mento tan famoso y que servirб de luz en la confusa obscuridad que nos presenta la antigua poblaciуn de aquellas tierras.»
Despuйs de leнda la anterior noticia, no puedo por menos de recordar
No hace poco en confirmaciуn dйsto, la antigualla de algunos edificios arruinados que vemos en este reino, de piedras grandнsimas y bien labradas, como son el de Tнa-guanaco, el que estб debajo de tierra dos leguas de Gua-tnanga (2), y otros; y mбs con las estatuas de piedra que se han desenterrado en el de Tiaguanaco, las cuales son tan grandes que yo mismo medн la cabeza de una por la frente y sienes, y tenнa de ruedo doce palmos; y no sola¬mente en su grandeza, talle y facciones de rostro muestran ser figuras de gigantes, sino que, teniendo el traje, tocado y cabello de muy diferente compostura que el de los indios, es no pequeсo indicio de haber sido labradas por otras gentes; que si fueran obradas de indios, las hubieran for¬mado de su estatura y traje, como son otras muchas que en otras partes hallamos.
U que Cieza de Leуn DOS da en la Primera parte de sn Crуnica del Perъ (cap. LXXXVII) acerca de los antiquнsimos edificios de Vinaque [fнui-сacj, no lejos asimismo de Huamanca, «donde tambiйn hay fama que se hallaron ciertas letras en una losa…; lo cual ni lo afirmo ni dejo de tener para mн que en los tiempos pasados hubiese llegado aquн alguna gente de tal juicio y razуn, que hiciese estas cosas y otras que no vemos.»
Es admirable el clarнsimo juicio con que el prнncipe de los cronistas del Peni distinguнa las obras de los Incas de las anteriores al imperio y civilizaciуn de estos soberanos. Antes del pasaje citado ha dicho: «Y desto y de otros edificios antiguos que hay en este reino, me parece que no son la traza dellos como los que los ingas hicieron у mandaron hacer.» Y en efecto, desde Cuйlap, en Chapoyas, hasta Itao, en las fronteras de los Chi¬chas y Mizque, incluyendo los palacios, fortalezas у templos de Huama-chuco. Huanaco viejo, Chavнn, Quнnua, Huillcas, Chucahua у Tiahuana-co, etc., resguardando los bordes orientales у andinos de la Cordillera, se extendнa una serie de monumentos anteriores con muchos siglos a los tiem¬pos de los incas y muy superiores en arte y grandeza б los que dichos mo¬narcas erigieron.
Mr. George Squier (Perъ incidents of travel and explora/ion in tke latid of the Incas; pбg. 561) traduce con exactitud el pasaje citado de las Memorias de Llano y Zapata, sin citar el autor; y es que probablemente lo tomarнa de la parte de esas Memorias que existe anуnima y ms. en el Museo Britбnico con el tнtulo de Inscripciones del Perъ (Catбlogo del Sr. Gayangos).
Б esto se allega la relaciуn que dan los mismos indios, particularmente los de la costa de Puerto Viejo, que dicen haber venido б ella gigantes por mar en grandes balsas de hacia la parte del Sur, y que por no haber traнdo consigo mujeres, se acabaron. Puйdese presumir que viniesen del Estrecho de Magallanes, pues hasta el dнa de hoy viven en aquella tierra hombres de mayor estatura que la ordinaria. No sуlo en el Perъ hay estos rastros de gigantes, sino que tambiйn en la Nueva Espaсa, que es argumento de haberlos habido en toda la Amйrica; y puesto que no podemos de-terminar el tiempo en que vivieron, es cierto que no llega¬ron б el de los Incas, antes pienso que desde que ellos se acabaron hasta que йstos comenzaron б reinar, pasaron al¬gunos siglos. Y esto cuanto б la fama y rastros que halla-mos de haber habido en estas Indias gigantes en tiempos pasados (1).
Las gentes que poseнan este reino del Perъ cuando los Incas lo empezaron б seсorear, son las mismas que lo ha-bitan ahora; y si bien conservan todavнa las particulares lenguas que hablaban diversas provincias, en lo demбs se alterу y mudу mucho su modo de vivir con la sujeciуn y mando de los Incas; porque, segъn cuentan los indios del Cuzco, eran antiguamente los moradores deste reino por extremo bбrbaros y salvajes, cuales son los que pusimos arriba en la primera clase de barbaridad. Vivнan sin cabeza, orden ni policнa, derramados en pequeсas poblaciones y rancherнas, con pocas mбs muestras de razуn y entendi¬miento que unos brutos, б los cuales eran muy parecidos en sus costumbres fieras, pues los mбs comнan carne hu¬mana y no pocos tomaban por mujeres б sus propias hijas y madres; y todos tenнan gran cuenta con ej Demonio, б quien veneraban y servнan con diligencia.
(1) Una de las cosas que han contribuido al prestigio de la fбbula de los gigantes americanos, es la notabilнsima costumbre de algunas de las na¬ciones antiguas del Perъ de enterrar sus difuntos en los depуsitos de huesos fуsiles de mastodonte, elefante y otros de igual tamaсo, creyendo eran de sus progenitores, y el lugar donde yacнan sagrada paccaiina de su linaje.
TOMO III 15
Hacнanse continua guerra unos pueblos б otros por cau¬sas muy livianas, cautivбndose y matбndose con extraordi¬nana crueldad. Las ocasiones mбs frecuentes de sus con¬tiendas y riсas, eran el quitarse unos б otros el agua y campo. Para defenderse de sus contrarios hadan los menos poderosos sus habitaciones y pueblos en lugares altos y fuertes б manera de castillos y fortalezas, donde se guare¬cнan cuando eran acometidos dйllos; de los cuales fuertes vemos hoy muchas ruinas por los cerros y collados. Con vi¬vir tan bestialmente, no faltaron algunos que se dieron mu¬cho б la religiуn de sus falsos dioses, adorando tantos como adelante veremos; lo cual fuй causa de edificarse muchos templos, б donde acudнan б hacer oraciуn y ofrecer sus sa¬crificios.
Viviendo, pues, las gentes deste reino en esta barbari-dad, comenzaron en varias partes б levantarse con el domi-nio de sus pueblos los que en habilidad y esfuerzo se aven-tajaban б los otros. Estos son los que nombramos caciques, los cuales con maсa y fuerza vinieron б tiranizar las pro-vincias, procurando cada cual ampliar su seсorнo por los medios que su fortuna le ofrecнa. Esta ambiciуn y deseo de mandar les acarreу grandes calamidades; porque unos caci-ques б otros se daban sangrientas guazavaras, y hacнan continuos saltos, robos y muertes; y asн, con la ruina y des-trucciуn de unos, vinieron otros б crecer en poder grande-mente y dilataron los tйrminos de sus estados; como fue¬ron algunos caciques del Collae y otros de la costa de la mar, que por ser muy poderosos, resistieron mucho tiempo б los Incas, que al mismo tiempo empezaban б fundar su imperio.
CAPНTULO II
De las diligencias que varias veces se han hecho pa¬ra averiguar la verdadera historia de los Incas y de los ritos y costumbres de su repъblica.
H
ABIENDO de escribir en йste y en los dos libros si¬guientes y ъltimos desta primera parte lo tocante б la repъblica, gobierno, religiуn y costumbres de los Incas, reyes antiguos del Perъ, me pareciу conveniente, para ma¬yor crйdito y autoridad de lo que se dijere, poner en este capнtulo los fundamentos en que la verdad desta historia estriba; para que, si alguno intentase contradecirla, movido por el dicho de algъn indio viejo у por no hallar agora tan viva la memoria de muchas de las cosas que aquн se tratan, у por otro cualquier respeto, sepa que б cuanto se escribe en ella precediу muy diligente pesquisa y examen en tiem¬po y con personas que no se pudo dejar de alcanzar la ver¬dad. Lo que me mueve б prevenir esto, es el haber venido б mis manos algunas relaciones y papeles de hombres cu¬riosos y en opiniуn de versados en las antigьedades de los indios, que acerca destas materias sienten diferentemente que los autores que dйllas han impreso y de lo que de todos estб recebido; los cuales, б lo que principalmente tiran es б persuadirnos, lo primero, que los reyes Incas comenza¬ron mucho tiempo antes del que los historiadores ponen y que fueron muchos mбs en nъmero; y lo segundo, que no adoraron tanta diversidad de dioses como les seсalamos.
Ante todas cosas conviene advertir una muy sustancial en este negocio, y es, que no todos los indios supieron ni pudieron al principio, y mucho menos agora, dar razуn des-tas materias, porque, pedir б la gente vulgar, como son mitayos y yanaconas nos informen dйllas, serнa como si en Sayago (i) quisiese alguno preguntar por las leyes y fueros de Espaсa, у se tratase en una ciudad de los estatutos dй¬lla con la mayor parte de la gente popular, que muy pocos sabrнan dar cuenta ni razуn sino de aquello en que tratan; y de diez con quien se hablase sobre ello, se sacarнan otras tantas opiniones. Por lo cual, como en sola la ciudad del Cuzco residнan todos los que trataban del gobierno y reli-giуn, solos ellos pudieron entender y dar razуn de lo que acerca desto se les preguntaba, y los demбs, para este efec-to, son de todo punto incapaces, porque tenнan muy poca cuenta con mбs de lo que se les mandaba; y aun aсrman que muy pocos dйllos entendнan el propуsito de aquello en que los ocupaban ni aun tenнan licencia de preguntarlo. Lo cual es en tanto grado verdad, que yo mismo he hecho ex-periencia dello hartas veces, y cualquiera que la hiciere ha-llarб ser asн: que si preguntamos agora cualquiera cosa deste gйnero б un indio de los hatunrunas, que son, como si dijйsemos, los rъsticos, no saben responder ni aun si hubo reyes Incas en esta tierra; y preguntando lo mismo б cual-quiera de los que del linaje de los Incas moran en el Cuz¬co, al punto da muy cumplida razуn de todo, del nъmero de reyes que hubo, de su decendencia y conquistas, y de las familias y linajes que dйllos han quedado; y asн, no hay que hacer caso mбs que de las informaciones que desta materia se han hecho en la dicha ciudad del Cuzco; de lasv cuales no me apartarй yo en toda esta escritura, en espe¬cial de la que por mandado del Virey D. Andrйs Hurtado de Mendoza, Marquйs de Caсete, y del primer Arzobispo de Lima, D. Fr. Jerуnimo de Loaysa, hizo el licenciado Polo Ondegardo el afto de 1559 siendo Corregidor de aque¬lla ciudad, haciendo junta para ella de todos los indios vie-
(1) Los sayagtteses conservan todavнa la fama de ser los mбs nidos, incnltos, ignorantes 7 zafios de todos los espaсoles.
jos que habнan quedado del tiempo de su gentilidad, asн de los Incas principales, como de los sacerdotes y quipocama-yos у historiadores de los Incas. Los cuales no podнan igno-rar lo tocante al gobierno, ritos y costumbres de los suyos, por haber alcanzado el tiempo de los reyes Incas y ejerci-tado en йl todo aquello sobre que fueron examinados, y por los memoriales de sus quipos y pinturas que aъn esta¬ban en piй.
(1) En mi concepto, los originales de estos paсos у tapices se labra¬ron en tiempo de la risita del virey D. Francisco de Toledo б las sierras del Perъ. Sn historia es mny interesante, y el que quiera conocerla, puede consultar mi Dedicatoria de las Tres relaciones de antigьedades peruanas (pбgs. xvili-xxviii) y la ъltima Informaciуn de las publicadas i conti¬nuaciуn de las Memorias antiguas hist. y polft. del Perъ, por el licenciado D. Fernando Montesinos (Col. de lia. espaсoles raros у curiosos, t. XVI.)
(2) Polo de Ondegardo escribiу ademбs dos informes sobre el sistema tributario de los Incas, llenos de interesantes noticias histуricas acerca de estos soberanos y de sus pueblos. Uno, respondiendo i una real instrucciуn por capнtulos muy semejante б la que precede y motiva la relaciуn del
Particularmente la que tenнan en un templo del Sol, junto б la ciudad del Cuzco, de la cual historia tengo para mн se debiу de sacar una que yo vi en aquella ciudad dibu¬jada en una tapicerнa de cumbe, no menos curiosa y bien pintada que si fuera de muy finos paсos de corte (1). Por lo cual, ha tenido siempre tanta autoridad la relaciуn que por la averiguaciуn de aquella junta hizo el sobredicho li¬cenciado Polo, que en los concilios provinciales que se han celebrado en este reino, se abrazу cuanto ella contiene, asн para la instrucciуn que se da б los curas de indios de sus ritos y supersticiones antiguas en orden б que pongan toda diligencia y cuidado en extirparlas, como para resolver las dudas y dificultades que б cada paso se ofrecнan б los prin-cipios sobre los matrimonios de los que se convertнan б nuestra Santa Fe; y esta relaciуn tengo yo en mi poder, la misma que, firmada de su nombre, enviу el licenciado Polo al arzobispo D. Jerуnimo Loaysa (2).
Algunos aсos despuйs, el virey D. Francisco de Tole¬do puso gran diligencia en sacar una verdadera historia del origen y manera de gobierno de los reyes Incas, y para este efecto, hallбndose en la ciudad del Cuzco, mandу jun¬tar todos los viejos Incas que quedaban del tiempo de sus reyes Incas; y para que se procediese con menos riesgo de engaсo en negocio cuya averiguaciуn tanto se deseaba, fueron examinados cada uno de por sн, sin darles lugar б que se comunicasen; y la persona б quien encargу el Virey hiciese esta informaciуn, que era uno de los que en la visi¬ta general iba en su servicio, hizo esta misma diligencia y examen con cuantos Incas viejos hallу en las provincias de los Charcas y de Arequipa, y con los espaсoles antiguos conquistadores que habнa en la tierra, que no eran pocos los que vivнan en aquel tiempo (i).
Y poco despuйs, en otra junta general de los indios viejos que habнan alcanzado el reinado del Inca Guayna Ca-
ldo. Fernando de Santillбn (V. Tres relaciones de antigьedades peruanas, pag. 6), dirigido al primer comisario de la perpetuidad de las encomien¬das Ldo. Briviesca de Mufiatones, con fecha de Lima 12 de Diciembre de 1561; otro, redactado de orden del virey D. Francisco de Toledo y con¬cluido (en el Cuzco?) б 26 de Junio de 1571.—El primero permanece inй¬dito; el segundo padeciу su publicaciуn en el t. XVII de la Colecciуn del Sr. Torres de Mendoza, quedando tan anуnimo como antes de publicarse.
El tratado de los matrimonios entre indios, sus ritos, supersticiones, etc., creo que anda impreso con el primogйnito de la prensa peruana, libro que no he logrado ver. Brunet lo trae como impreso aparte en Lima el afio 1585.
Debo advertir, que con anterioridad al Marquйs de Caсete el viejo, mandу el gobernador Cristуbal Vaca de Castro hacer averiguaciones й in¬formaciones sobre los Incas, su origen, gobierno, etc.; de las cuales resultу una interesante Relaciуn de que tengo copia.
Tambiйn me extraсa que el P. Cobo se olvide de _ la grande obra de Cieza de Leуn sobre los Incas.
(1) Estas Informaciones mandadas hacer por el virey Toledo, se han publicado casi todas: parte, con errores verdaderamente escandalosos, en el t. XXI de la Colecciуn del Sr. Torres de Mendoza; parte, нntegras у ex¬tractadas, en el tomo antes citado de la Col. de lib. esp. raros у curiosos.
pac, que hizo en la misma ciudad del Cuzco Cristуbal de Molina, cura de la parroquia de Nuestra Seсora de los Re-medios del Hospital de los naturales, por mandado del obispo D. Sebastiбn de Lartaum, se averiguу lo mismo, resultando della una copiosa relaciуn de los ritos y fбbulas que en su gentilidad tenнan los indios peruanos. La cual conforma en todo lo sustancial con la del licenciado Polo y con la que se hizo por orden de D. Francisco Toledo, que ambas vinieron б mi poder y parece haberlas seguido el padre Joseph de Acosta en lo que escribiу del gobierno de los Incas y de sus idolatrнas, en los libros V y VI de su Historia de Indias. Ъltimamente, Garcilaso de la Vega Inca, en la primera parte que sacу б luz de la repъblica de los Incas, no se aparta casi en nada de las sobredichas rela¬ciones.
Bien pudiera irme yo por los pasos de autores tan gra¬ves y dignos de toda fe, sin tratar de hacer nueva pesquisa sobre esta materia; mas, por haber residido en la ciudad del Cuzco algъn tiempo, y йste tan cercano б el de los reyes Incas, que alcancй no pocos indios que gozaron de su go¬bierno, y muchos dйllos decendientes suyos, en quienes hallй muy fresca la memoria de sus cosas; aprovechбndome de la ocasiуn, me informй dйllos cuanto deseй saber en este particular, y no hallй cosa en contra de lo averiguado por el licenciado Polo. Porque, primeramente, conocн y comu-niquй mucho б un indio principal de la sangre real de los Incas, que para cierta pretensiуn que con el Virey tenнa, hizo informaciуn de su ascendencia, la cual me leyу йl mis-mo y hallй la misma lнnea y nъmero de Incas reyes que pone en su relaciуn el licenciado Polo.
Demбs dйsto, como durante mi residencia en el Cuzco celebrase aquella ciudad con pъblicas y extraordinarias fiestas la beatificaciуn de nuestro Padre San Ignacio el aсo de 1610, entre otras invenciones y muestras de regocijo que los indios sacaron, una fuй la representaciуn de sus reyes antiguos en un muy grande y lucido alarde, en que venнan los once reyes Incas del Cuzco sentados, con mues¬tras de gran majestad, en sus andas muy adornadas de plu¬mas de diversos colores y en hombros de indios, con el mismo traje y aderezo que solнan usar los mismos reyes, vestidos de rico cumie, que era un brocado y telas ricas, con cetro en las manos, cada uno con sus insignias reales y gente de guarda vestida б su usanza, y con un principal al lado que llevaba un quitasol de vistosas plumas. Repre¬sentaban б cada rey sus descendientes y deudos mбs cer¬canos; venнan entre la infanterнa, que serнa de mбs de mil indios, б trechos y por su orden y antigьedad, siendo el ъltimo el primer rey Inca y el delantero Guayna Cбpac. Capitaneaba todo el escuadrуn y suiza, D. Alonso Topa Atau, nieto paterno de Guayna Cбpac y tнo de D. Melchor Inca, que muriу en Espaсa. Llevбbanle en medio cuatro capitanes principales, y aventajуse б todos en salir mбs galбn y bizarro. Con el nъmero de reyes que sacaron los indios en este espectбculo, queda bastantemente confirma¬do no haber sido mбs de once los que seсorearon el Perъ; los cuales me contу б mн despuйs el dicho D. Alonso por su orden y decendencia, con las familias y linajes que de cada rey procedнan.
El otro punto perteneciente б la religiуn y ritos anti¬guos de los indios, que han pretendido improbar los que arriba dije, queda no menos probado que el pasado del nъmero de los Incas, pues la autoridad de los que averi¬guaron el uno y el otro es una misma, y no es justo les de¬mos menos crйdito en lo uno que en lo otro. Cuanto mбs que, cuando nada hubieran escrito dйllo, es negocio que estб en la memoria de los mismos indios mбs fresco de lo que quisiйramos los que deseamos se acaben de desarraigar de sus бnimos las reliquias de su gentilidad. Porque, claro estб que los que, como nuevos en la fe cristiana, suelen to¬davнa reincidir en las supersticiones y ritos del culto de sus falsos dioses (que no son pocos), que no han de inventar nuevas idolatrнas, sino que vuelven б las de sus progenito¬res, que son las que los viejos supersticiosos y hechiceros (que aъn duran entre ellos algunos) les enseсan y persua¬den; y siendo en las que ahora suelen caer las mismas que consta por las relaciones sobredichas haber tenido ellos an¬tiguamente, no hay para quй poner tacha de falsedad en las dichas relaciones, que con tanto trabajo, diligencia y puntualidad fueron hechas.
CAPНTULO III
Del origen fabuloso de los Incas, antiguos reyes
del Perъ.
1 J origen y principio de los Incas sus reyes, envolvien-do tan gran confusiуn y variedad de desatinos, que por su relaciуn no es posible averiguar cosa cierta. Unos confun-den su origen con el del linaje de los hombres, atribuyendo б los Incas haber sido ellos los primeros pobladores del Mundo. Otros cuentan, que habiendo en el Diluvio univer-sal perecido todos los hombres, solos los Incas se salvaron y restauraron el Universo; y б este tono refieren un mundo de disparates y los apoyan con tan flacas razones, como lo son las mismas opiniones. Pero, dejando por agora para su propio lugar la que acerca del Diluvio y poblaciуn de la Tierra tenнan, referirй aquн no mбs de tres у cuatro fбbulas y ficciones las mбs recebidas de casi todas, de donde pro¬cedieron los reyes Incas.
La primera es desta suerte: que desde la laguna de Ti-
ticaca vinieron hasta Pacarictambo, lugar distante del Cuz-
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co siete leguas, ciertos indios llamados Incas, hombres de prudencia y valor, vestidos de muy diferente traje del que usaban los de la comarca del Cuzco, con las orejas horada-das y puestos pedazos de oro en los agujeros; y que el prin-cipal dйllos, que se decнa Manco-Cбpac, haciendo estirar dos planchas de plata muy delgadas y bruсidas, se puso la una en los pechos y otra en las espaldas y una diadema de lo mismo en la cabeza, y partiendo con este adorno para el valle del Cuzco, enviу delante sus mensajeros que hiciesen saber б los moradores del cуmo era hijo del Sol, y que si querнan certificarse dйllo, lo saliesen б ver, que йl se les mostrarнa en un alto cerro de los que cercan aquel valle del Cuzco. Allн fuй visto de los naturales en la cumbre de un monte, y como los rayos del Sol reverberaban en las lбmi-nas de plata y diadema que le cubrнa la cabeza, se mostrу tan resplandeciente, que no fuй menester otro argumento para que los indios, como gente simple, lo tuviesen desde luego por lo que йl de sн publicaba, y como б hijo del Sol y cosa divina lo reverenciasen y obedeciesen. Con este em-beleco se vino б seсorear de aquel valle, desde donde co-menzу б conquistar los pueblos de su contorno.
Otra fбbula no menos ridicula que йsta cuentan: que despuйs del Diluvio universal, en que perecieron todos los hombres, salieron de una cueva que estб en el sobredicho asiento de Tampu, у Tambo, llamada Pacarictampu, por una ventana de piedra, que es la boca у respiradero de la dicha cueva, cuatro hermanos llamados Manco-Cбpac, Ayar-Cuche (i), Ayar-[/che, y Ayar-Manco; y con ellos cua¬tro hermanas suyas, que se decнan Mama-Huaeo, Mama-Odio, Mama-Ragua, y Mama-Cura. Acerca de su origen no concuerdan, fingiendo unos que procedieron de sн mis¬mos, y otros que desde la laguna de Titicaca, donde esca¬paron del Diluvio, los trujo el Hacedor del Mundo por las
(i) \ Ayar-Cachi j Ayar- Uchъ. Cachi significa sal; uchъ, pimiento.
cavernas de la tierra hasta salir por aquella cueva de Paca-rictampu, los cuales, con las semillas de maнz y de otros sus mantenimientos que les dio el Hacedor, se pusieron en ca-mino para el valle del Cuzco, guiando el uno б los demбs, y habiendo acordado que donde йl parase, hiciesen su asiento y habitaciуn. Llegaron б un cerro alto, llamado Huanacauri (al cual despuйs por ocasiуn desta fбbula tu-vieron los indios por adoratorio cйlebre), y desde allн marcу la tierra el hermano mayor, y tirando con una honda cua¬tro piedras hacia las cuatro partes del Mundo, tomу pose¬siуn dйlla. Aquн discrepan los indios con mil consejas, afir¬mando unos que el uno de los hermanos se volviу б Paca-rictampu, y entrando en la cueva de donde habнan salido, se quedу allб dentro sin que jamбs pareciese; y que de los tres que quedaron se convirtieron los dos en piedras, el uno en el mismo cerro de Huanacauri, y el otro no lejos de allн; y asн no llegу mбs que Manco-Cбpac con sus cuatro hermanas al asiento donde ahora estб la ciudad del Cuzco; donde fuй entrando en amistad con los naturales, que eran pocos y vivнan derramados por aquel valle como salvajes, sin orden ni concierto; y con la industria y ayuda de sus hermanas, que lo llamaban Hijo del Sol y le hablaban con gran respeto y reverencia, y lo principal por ser йl hombre pacнfico, muy prudente y humano, llegу б ser respetado y obedecido dйllos.
Otros refieren de otra manera este cuento y dicen que todos ocho hermanos llegaron al sitio del Cuzco, y el que iba delante por guнa de los otros, en llegando al lugar don¬de edificaron despuйs el gran templo del Sol, se asentу y quedу convertido en piedra. Por lo cual los demбs herma¬nos, porque asн lo traнan concertado, pararon allн y hicieron su habitaciуn en aquel propio asiento; y que este fuй el principio de la ciudad del Cuzco.
Otro desvarнo es, que cuando el Criador del Mundo (que en su lengua llaman de dos maneras, conviene б sa-ber, Ticciviracocha y Pachayachachic) formу todas las co¬sas en Tiaguanaco, donde fingen que residнa, mandу al Sol, Luna y Estrellas irse б la isla de Titicaca, que estб en la laguna deste nombre, y que desde allн se subiesen al cielo; y que al tiempo que se querнa partir el Sol en figura de un hombre muy resplandeciente, llamу б los Incas, y б Man¬co-Cбpac, como б hermano mayor, hablу desta manera: cTъ y tus descendientes habйis de sujetar muchas tierras y gentes y ser grandes Seсores; siempre me tened por pa¬dre, preciбndoos de ser hijos mнos, sin jamбs olvidaros de reverenciarme como б tal»; y que acabando de decir esto, le dio las insignias de rey, que desde entonces usу йl y sus sucesores, y se subiу luego al cielo con la Luna y Es¬trellas б ponerse cada cual en el lugar que tienen; y que luego incontinenti, por mandado del Hacedor, se sumieron debajo de tierra los hermanos Incas, y fueron б salir б la dicha cueva de Pacarictampu.
Esta misma ficciуn cuentan otros deste modo: dicen que apiadado el Sol del estado miserable que tenнa el Mun¬do, enviу б йl un hijo y una hija de los suyos, para que instruyesen y doctrinasen б los hombres en el conocimien-to del Sol, persuadiйndoles lo venerasen por Dios y le die-sen la adoraciуn que como б tal le era debida, y tambiйn para que los enseсasen б vivir como hombres de razуn en policнa y orden, estableciйndoles leyes con que fuesen man¬tenidos en paz y justicia; y que fueron puestos por su pa¬dre el Sol en la dicha laguna de Titicaca, mandбndoles tomasen la vнa y derrota que gustasen, con que donde quie-ra que parasen para comer y tomar descanso y reposo, hin-casen en el suelo una barreta de oro que les dio de un codo de largo; y que donde al primer golpe que con ella diesen en tierra se les hundiese, allн era su voluntad que parasen y hiciesen su asiento y morada, y procurasen reducir б su servicio las gentes de aquel contorno, y reducidas, las go-bernasen conforme б razуn y justicia, con amor y piedad de padres, б imitaciуn suya; que йl los constituнa por reyes y seftores de cuanto por su industria y esfuerzo conquis¬tasen.
Y que, despedido con esto el Sol, su padre, camina¬ron la vuelta del Cuzco, probando б hincar en tierra la ba¬rreta de oro donde quiera que paraban; y que aportando al valle de Yucay y bajando un poco mбs por la ribera del rнo que por йl corre, hicieron alto en Pacarictampu (sig¬nifica lo mismo que venta, у dormida que amanece), de donde partieron al salir el Sol, por cuya causa dieron ese nombre б aquel lugar, encaminбndose al valle del Cuzco, el cual entonces estaba inculto y cubierto de montaсa y maleza, mal poblado de pocos indios bбrbaros; y llegando al cerro de Huanacauri, tentaron hincar en tierra la barreta de oro, y al primer golpe se les hundiу que no la vieron mбs; por donde conocieron haber llegado al tйrmino de su peregrinaciуn y ser aquel el lugar que el Sol, su padre, que¬rнa habitasen. Dividiйronse por aquel valle el prнncipe por una parte, y la princesa por otra, para convocar los mo¬radores del y con razones y beneficios atraerlos б su vcї luntad, haciйndoles entender que eran hijos del Sol envia¬dos para su enseсanza y beneficio. Los bбrbaros que los vieron tan bien vestidos y aderezados y de tan diferente traje del suyo, los empezaron б respetar, y por su consejo y mandado se convocaron unos б otros; y con la industria que los Incas les dieron, labraron casas en el sitio que hoy tiene la ciudad, con divisiуn de dos barrios, el uno de la gente que atrajo el prнncipe, y el otro de la que juntу la prin¬cesa; aquйl se llamу Hanan Cuzco y йste Hurin Cuzco; que quiere decir Cuzco el alto, y Cuzco el bajo, у el barrio supe¬rior y el barrio inferior; y que estos tan flacos principios fue¬ron los de la ciudad del Cuzco y del Imperio de los Incas.
Otra fбbula del origen de los Incas es muy semejante б йsta, salvo que afirma que los primeros nacieron en la sobredicha isla de una mujer llamada Titicaca, de quien tomу el nombre que hoy tiene la isla y laguna, y en me¬moria de aquella mujer, madre de los Incas, tenнan sus des-cendientes en un solemne templo que en aquella isla edifi-caron, una estatua у нdolo de figura de mujer, de oro y plata.
Б este talle cuentan otros mil desvarios y novelas, que fuera nunca acabar quererlas escribir aquн todas; bastan las referidas para que se vea por ellas cuan incierto y obs-curo es el principio y origen de los Incas. Pero como sea cosa usada el andar historias verdaderas rebozadas con semejantes ficciones; por lo que apuntan todas las que des-ta materia andan en bocas de indios, como es, convenir en el nombre del primer Inca dicho Manco-Cбpac y hacer menciуn de Pacarictampu, y por otras conjeturas й indicios que he podido rastrear, me persuado que aquel primer Inca Manco-Cбpac por quien comienza la memoria que hallamos destos reyes del Perъ, debiу ser natural del valle de Tant-pu, у de por allн cerca, el cual, у solo у acompaсado de algunos deudos suyos, se pasarнa б vivir al valle del Cuzco; y aventajбndose б los habitadores del en habilidad, indus¬tria y valentнa, se debiу dar tan buena maсa en granjear su amistad y entrar con ellos en reputaciуn y estima, fin¬giendo para este fin alguna quimera en que los indios de- ” bieron de fundar despuйs las fбbulas referidas, que le vinie¬ron б dar la obediencia y dejarse gobernar del.
Porque, demбs de lo que contienen las dichas fбbulas, tengo por no pequeсo indicio en apoyo de mi opiniуn el haber los Incas fundado un pueblo en aquel asiento de Pa-carictampu y labrado en йl, para ilustrarle, un grandioso y real palacio con un templo suntuosнsimo que aъn duran hoy dнa sus ruinas y se ven en ellas algunos нdolos y estatuas de piedra, y en la entrada de aquella famosa cueva de Pa¬carictampu, labrada curiosamente una ventana de piedra en memoria de que saliу dйlla Manco-Cбpac. Allйgase б esto, que fuera de la lengua del Cuzco, que es la general que introdujeron los Incas en todo su imperio y era la que ha-blaban con sus vasallos, sabнan ellos otra distinta, de que usaban solamente entre sн cuando trataban y conversaban con los de su linaje; y esta lengua propia de los Incas me certificу D. Alonso Topa Atau, nieto de Guayna-Cбpac, ser la misma que hablaban los indios del valle de Tampu; y que con la mudanza que han tenido las cosas deste reino con el nuevo mando de los espaсoles, la han ya olvidado los decendientes de los Incas, aunque todavнa se acordaba йl de algunos vocablos dйlla; y este ъltimo es para mн el mayor argumento de haber sido el primer Inca natural del dicho valle de Tampu.
CAPНTULO IV De Manco-Cбpac, primer rey de los Incas.
PODERADO el Inca Manco-Cбpac del mando de
aquella corta comunidad y repъblica de hombres bбr¬baros, se portу con ellos mбs con humanidad y llaneza de hermano, que con autoridad de superior. Empleaba toda su industria en procurar el bien y acrecentamiento de los suyos.
Ante todas cosas, dividiу la nueva poblaciуn del Cuzco en las dos parcialidades de Hanan-Cuzco y Hurin-Cuzco arriba dichas; ordenу las cosas de la religiуn, seсalando los dioses que habнan de adorar y enseсando el modo cуmo habнan de ser reverenciados, particularmente su padre el Sol. Edificу los templos y diputу para su servicio y culto ministros y sacerdotes; estableciу las ceremonias, ritos y sacrificios con que fuesen venerados. Hizo juntar todos los principales que habitaban en el valle del Cuzco desde Car-menga hasta la angostura que llamaban Ancoyacpuncu, que eran los tйrminos de su seсorнo, y para repartirse las tie-rras del mismo valle, seсalу en primer lugar las que apli-caba para sн y para todas las guacas, templos y adoratorios, -asн para servicio dйllos, como para el sustento de los que en su ministerio se ocupasen; y las demбs las distribuyу entre ellos, con que los dejу muy contentos.
Pъsose el rey б enseсar б los hombres todos los oficios que son propios del varуn, como la labor de los campos, sacar acequias de los rнos, para regarlos, los tiempos aco-modados para sembrar y coger sus frutos; impъsolos en an¬dar vestidos y calzados al uso que despuйs guardaron y hoy dнa conservan los mбs. La Coya, у reina, puso diligen-cia en que las mujeres deprendiesen б hilar y tejer lana y algodуn, con los otros ministerios y ocupaciones de su pro-fesiуn.
Con tan buenas obras como el Inca hacнa б sus sub-ditos, se le iban ellos aficionando de cada dнa mбs, y los extraсos, por gozar del mismo beneficio, se le sujetaban de su voluntad; con que vino б seсorearse de todo el valle del Cuzco y de las sierras que lo cercan; en el cual distrito fun¬dу muchos pueblos, si bien al principio pequeсos, despuйs fueron en crecimiento con el tiempo. Hizo leyes ъtiles para enseсanza de sus vasallos en costumbres loables, y para el aumento y felicidad de su Estado.
Antes de entrar el Inca en el Cuzco, le habнa nacido un hijo de su mujer Matna-Huaco, en un pueblo llamado Matagua, que distaba una legua del Cuzco, б quien puso Cinchi-Roca y criу con mucho cuidado, como al que le ha¬bнa de suceder en el reino que fundaba; y para que los su¬yos lo reconociesen por su heredero y respetasen, ordenу que en cierto dнa se juntasen en el mismo pueblo de Mata¬gua los principales y que allн se celebrase el Rutuchico, ceremonia nueva nunca usada antes, la cual inventу en esta ocasiуn el Inca, para cortar el primer cabello б su hijo, y desde entonces quedу introducida.
Hнzose esta fiesta con mucho concurso y aparato, lle-gando cada uno de los nobles por su orden y grados de nobleza б cortar parte del cabello del Prнncipe, ofreciйndole juntamente ricos dones de ropas finas y joyas de oro y plata, y reverenciбndolo como б nieto del mismo Sol, б quien ellos adoraban por Dios. Inventбronse para mбs so¬lemnizar esta fiesta nuevas mъsicas, cantares y danzas, en lo cual y en comer y beber de banquete gastaron diez dнas.
No fuй de menor majestad y aparato la solemnidad con que se celebrу el dнa en que el Inca mozo Cinchi-Roca se armу de caballero y recibiу las insignias de nobleza. Para cuya fiesta se juntу en el sobredicho pueblo de Matagua mucho mayor nъmero de gente que en la fiesta pasada; aderezуse el camino que va del Cuzco б йl con curiosos ar-cos de flores, y sacбronse para este dнa diversas invencio-nes de bailes y regocijos; iban en este acompaсamiento el Inca mozo ricamente vestido, y los reyes, sus padres, y el sacerdote que le habнa de armar caballero junto б ellos, to-dos cuatro en andas y los demбs б piй. Llegados al lugar seсalado, el sacerdote, haciendo primero al Prнncipe un bre¬ve razonamiento que llevaba estudiado, le vistiу las ropas reales y dio las demбs insignias que desde entonces comen¬zaron б usar los que habнan de suceder en el reino. Cuando llegу б tener el Principe edad competente para que fuera adelante la generaciуn de los Incas, hijos del Sol, tratу su padre de casarle. Vivнa en el mismo valle del Cuzco un ca¬ballero de mucha calidad y valor, llamado Suticguaman^ el cual era Seсor de un pueblo que se decнa Sбсoc y tenнa una hija por nombre Afama-Chura (1); con йsta concertу el Inca de casar б su hijo, y el padre de la novia vino tс ello de buena gana. Celebrбronse las bodas con gran fiesU y contento de todos los vasallos.
Viviу despuйs desto Manco-Cбpac muchos aсos en gran-
(1) Mama Cura y Mama Cara, de unos; Mama Coca у Cuca, dй otro*.
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de paz y quietud, sin que nadie lo molestase, porque era muy amado de los suyos y reputado por mбs que hombre, conforme б la persuasiуn que se les asentу б aquellos bбrba¬ros de que era hijo del Sol, enviado del Cielo al Mundo para que lo gobernase; y para mбs establecer este embeleco, tu¬vo el Inca especial cuidado de edificar templo б su padre el Sol. Escogiу para esto un muy capaz y principal sitio, y en йl comenzу б labrar el gran templo de Coricancha, no de tan suntuoso edificio como tuvo adelante, sino de humil¬de y tosca labor de tapias y adobes de tierra; porque en aquellos rъsticos tiempos no se habнa visto ni usado la ma¬nera de labrar piedra que alcanzaron despuйs sus sucesores. Asн que, sуlo dio principio este Inca al soberbio templo de Coricancha (suena casa de oro), que los otros reyes que le fueron sucediendo levantaron б la grandeza y majestad en que lo hallaron los espaсoles. Finalmente, este primer Inca estableciу el reino con ganar las voluntades de los que se le llegaban y б mostrбrseles humano, afable y muy religioso y entendido en las cosas del culto divino y conocimiento de los dioses, seсaladamente de su padre el Sol, cuya ado¬raciуn йl y sus sucesores establecieron en todo su reino.
Llegado ya б mucha vejez, cuando conociу se acerca¬ba su muerte, mandу llamar ante sн los principales de su estado, y dнjoles cуmo ya era tiempo de volverse al cielo, para donde le llamaba su padre el Sol; que lo que mбs les encargaba en aquella hora, por el amor que les habнa te-nido, era que guardasen paz y conformidad entre sн, y la obediencia y fidelidad que б su persona habнan tenido la continuasen con el sucesor que les dejaba, que era su hijo mayor Cinchi-Roca. Dicho esto, muriу con notable senti-miento y lбgrimas de los suyos, que lo amaban como б pa-dre; los cuales, para solemnizar las obsequias de su rey, in-ventaron las maneras de lloros y ceremonias que desde aquel tiempo usaron en los enterramientos de los otros reyes.
Llamбronse todos los reyes del Perъ descendientes de Manca- Cбpac, Incas, como el primero, al modo que los em-peradores romanos tuvieron nombre de Cйsares, y gozaban deste apellido no sуlo los que tenнan el cetro y corona real, sino tambiйn cuantos eran de su casta y sangre real, ora decendiesen dйllos por vнa de varуn, ora por vнa de mujer, y el dнa de hoy, aunque se acabу ya su reinado, se pre¬cian deste nombre y alcuсa, y lo conservan con particular estima los decendientes que dellos han quedado; y los de¬mбs indios lo tienen por tan honroso, que cuando uno llama б otro, le suele dar este tнtulo, como honorнfico, diciйndole inca, en lugar de el de seсor у caballero que nosotros usa¬mos. Todos los Incas, desde el primero, para ser obedeci¬dos y respetados de sus vasallos, y para mбs autorizar sus leyes y mandatos й introducir cuanto querнan, les hacнan entender que cuanto mandaban y ordenaban lo mandaba su padre el Sol, б quien ellos frecuentemente comunicaban y consultaban todas las cosas que disponнan en su reino; y por este camino, allende de ser tenidos y venerados del pueblo por hijos del Sol y mбs que hombres, no habнa con¬tradicciуn en ninguna cosa que ordenasen, porque todos sus mandatos eran tenidos por orбculos divinos.
Deste Manco-Cбpac se tiene por tradiciуn que proce¬dieron las dos parcialidades de Hanan-Cuzco y Hurin-Cuz¬co, en que estaban divididos todos los Incas. Usaron todos estos reyes fundar cada uno su linaje y familia, por esta forma: que sacado el prнncipe que sucedнa en el reino б su padre, los otros sus hermanos se reputaban por de un lina¬je, cuya cepa era el rey su padre; no entrando en esta cuen¬ta y familia el prнncipe heredero, porque como rey futuro, habнa de ser cabeza y principio de otra nueva familia, y cada linaje dйstos tenнa su propio nombre. Otro sн, muerto el rey, no heredaba su casa y tesoro el Prнncipe, sino que se entregaba con el cuerpo del difunto al linaje que dejaba fundado, dedicбndolo todo para el culto del dicho cuerpo y sustento de su familia; la cual, embalsamado el cuerpo del rey su padre, lo guardaba con toda su vajilla y alhajas, adorбndolo por dios ellos y todos sus descendientes; de los cuales se iba entregando de mano en mano б los mбs prin¬cipales, y йstos no se servнan de la vajilla del rey muerto, sino cuando se hacнa fiesta muy general del pueblo у lugar donde estaba depositado; y el sucesor en el reino ponнa de nuevo casa, juntando para ella tesoro que dejar б los de su ayllo y linaje. Por tener por cierto los Incas que proce¬dнan todos deste Manco-Cбpac, era su cuerpo й нdolo ado¬rado de todas las familias y ayllos, y con muy mayor vene¬raciуn que los otros, como guaca universal б quien recono¬cнan por la segunda causa de su generaciуn y nacimiento.
Deste primer rey procediу el ayllo y familia llamada Chima-panaca, la cual no adoraba otro cuerpo humano mбs que el de Manco-Cбpac; adorando las otras familias y lina¬jes б йste y б los de sus fundadores. Cuando el licenciado Polo Ondegardo, con extraсa diligencia y maсa, hallу los cuerpos de los reyes Incas y sus нdolos y los sacу de poder de sus familias el aсo de 1559 (que fuй gran parte para que se quitasen muchas idolatrнas y supersticiones), no pudo descubrir el cuerpo de Manco Cбpac, porque (б lo que pa-reciу) nunca le tuvieron sus descendientes, antes tenнan creнdo que se convirtiу en piedra, y decнan ser una que hallу el mismo licenciado Polo vestida y bien aderezada en un pueblo cerca del Cuzco que se decнa Membilla; i la cual su parcialidad de Chima-panaca hacнa muy grandes y ordinarias fiestas con muchas ceremonias y sacrificios. Las insignias y divisa deste primer rey y de que usaba su par¬cialidad y linaje, son unos plumajes redondos llamados de los indios purupuru, representando el globo del mundo y que este primer Inca lo habнa conquistado.
CAPНTULO V Del segundo Inca, llamado Cinchi-Roca.
M
UERTO Manco-Cбpac, fuй obedecido por rey su hijo mayor Cinchi-Roca, el cual era ya hombre de mбs de veinte aсos. Quedу tan bien industriado por su pa¬dre en las cosas del gobierno y repъblica, y procedнa con tan gran prudencia, que alcanzу ser amado de todos no menos que su padre, por el buen tratamiento que les hacнa. Por principio de su reinado visitу los lugares y pueblos del valle del Cuzco, que estaban ya muy ensanchados y en¬grandecidos de edificios y gente; y en la visita mandу que todos cultivasen las tierras que hubiesen menester para sembrar papas; y asн se extendieron hasta el lugar de Cin-ga, que es un cerro que estб frontero del Cuzco, porque hasta este tiempo no se* habнan querido entrar en tierras apartadas; y por esta orden se ensancharon al rededor del Cuzco por todos los altos; y dio licencia para que todos cuantos quisiesen se avecindasen en las tierras sobredichas, asн los indios naturales como los forasteros; porque ya le pareciу que convenнa dilatar los tйrminos de su reino y pa¬sar adelante; particularmente despuйs que le naciу el pri¬mer hijo, б quien puso por nombre Lloque- Yupanqui; y asн lo tratу con su madre la Coya Manta Huaco que estaba muy vieja; mas ella le aconsejу que no convenнa que tratase por entonces de aumentar su estado, respeto de que todos sus vecinos que estaban poblados al rededor del Cuzco, eran sus amigos y lo habнan sido tambiйn de su padre; y que hasta que sus hijos tuviesen mбs edad, no intentase nove¬dad alguna.
Llegуse la muerte de Mama-Huaco y fuй muy llorada,
porque duraron sus obsequias mбs de dos meses. Hiriй-ronlas primero en el Cuzco por espacio de diez dнas, y des-puйs fuй el rey con su corte б cada pueblo y lugar por to¬do el valle del Cuzco, haciйndole en cada uno sus llantos. No tratу el Inca por muchos aсos de otra cosa que de en¬seсar б su hijo Lloque- Yupanqui de la manera que habнa de gobernar sus vasallos. Industriбbalo tambiйn en las ar¬mas y en el modo que habнa de tener para ampliar su se¬сorнo. Era Cinchi-Roca hombre de tanto valor y consejo, que consiguiу viniesen б ver б su hijo de algunas provincias apartadas del Cuzco, y б todos los seсores y principales les daba joyas y ropas de mucho valor, de que estaban muy contentos; y asн mismo tuvo manera como nombrar en algunos pueblos caciques que los gobernasen, cuando sabнa que no tenнan seсor natural у no tal que pudiese ad-ministrarlos; y para esto decнa que el Sol, su padre, le ha-bнa dado poder б йl y б todos sus descendientes; y visto йsto, algunos principales venнan б pedirle el seсorнo del pueblo donde eran naturales, у por vнa de merced у de confirmaciуn del cacicazgo que yб poseнan.
Habнa por este tiempo publicado la fama en todas par-tes el nombre de los Incas, cуmo eran hijos del Sol y el poder y valor que tenнan, y barruntando por estas cosas que habнan de venir б seсorearse de toda la tierra, procu-raban muchas provincias su amistad y alianza, y para con-seguirla, les enviaban muchos presentes de oro, plata y ro-pa; y Cinchi-Roca procuraba con ardiz y maсa granjear la amistad de todos, y les enviaba para este fin presentes de joyas y otras cosas de estima. Inventу este Inca el Suntur-paulcar (sic) de plumerнa de colores. Procurу casar б su hijo y que quedase con mujer legнtima, para que hubiese hijos legнtimos segъn sus leyes; mas el mozo no gustу de casar¬se por mano de su padre; de lo cual Cinchi-Roca tenнa pe¬na; y siendo ya viejo y estando en mucha honra, se llegу el fin de sus dнas. Fuй su muerte muy sentida y llorada con algunas nuevas maneras de ceremonias, porque su gran bondad lo habнa hecho muy amado de los suyos.
Procediу de este Inca el ayllo y familia llamada Raura-hua-panaca. Dejу un нdolo de piedra con figura de pescado, que se decнa Huana-chiri-amaro, y en йl era adorado como lo usaron los demбs Incas desde el primero, que fueron te-nidos y venerados por dioses. El cuerpo de Cinchi-Roca se hallу en el pueblo de Membilla cuando fueron descu¬biertos los de los otros Incas. Estaba entre unas barretas de cobre y tejido con cabuya, pero ya consumido. Junto con el cuerpo estaba su нdolo, que era muy venerado y te¬nнa servicio y chбcara.
CAPНTULO VI De Lluqui- Yupanqui, tercero Inca.
ABIENDO el Inca Lluqui Yupanqui, tercero rey del
Perъ, luego que entrу б gobernar, puesto en plбtica la manera como habнa de ser seсor de todos los pueblos del contorno del Cuzco, y seсalado algunos hombres prin¬cipales para que en esto le ayudasen como capitanes y ofi¬ciales de los ejйrcitos que tuviese, cuentan los indios en sus fбbulas, que estando en sus sacrificios y oraciones, como lo acostumbraban los Incas sus padres, se le apareciу el Sol en figura del Inca Manco-Cбpac, su abuelo, y le dijo que le habнa parecido muy bien lo que tenнa tratado con los suyos, y que йl le ayudarнa en cuanto emprendiese como padre; que no temiese, sino que desde luego pusie¬se por obra lo comenzado; y que, dichas estas y otras cosas, desapareciу; de que el Inca quedу con mбs бnimo y esfuerzo que hasta allн, y luego dio parte desta visiуn б los de su casa.
Procurу con maсa y artificio que le viniesen б ver y б dar la obediencia como б Seсor mayor de toda aquella tierra, y en efeto, le vinieron б visitar de muchas provin¬cias y naciones nunca vistas en tiempo de su padre y abue¬lo. Los primeros que hicieron esto fueron los del valle de Guaro, seis leguas del Cusco, el cual tenнa mucha gente y los seсores del eran poderosos para en aquel tiempo. Lla¬mбbanse los mбs principales Guamasano (sic) y Pachachu-lia Viracocha. Б йstos siguieron los Ayarmacas de Tam-bocunca, y los Quilliscaches, con sus caciques; los cuales, habiendo visto la grandeza del Inca y de su corte, y cуmo se servнa con tanta autoridad, le dieron la obediencia y ju¬raron por Seсor en el templo de Coricancha delante del Sol y de la Luna y del sacerdote que allн estaba y por su autoridad representaba el poder del Sol y de los Incas, y prometieron que serнan obedientes б sus mandamientos para siempre jamбs. Teniendo ya en su obediencia el valle de Guaro con sola su buena traza y consejo, sin que le hu¬biese costado nada,, estuvo en paz y quietud muchos aсos, no embargante que en muchas partes de la tierra habнa guerras de unos caciques con otros; б los cuales para poner en paz solнa enviar sus embajadores, avisбndoles no tuvie¬sen guerra, porque el Sol su padre estaba muy enojado, y que si no dejaban las armas, que los irнa йl б guerrear y quitarles los dos estados. Los seсores, por el respeto que como б hijo del Sol le tenнan, tomaban su consejo de buena gana y procuraban componer sus diferencias y tener paz.
Visto los de su consejo que no tenнa mujer legнtima ni hijo que, conforme б sus fueros, quedase por heredero, le suplicaron que, aunque estaba ya viejo, tratase de casarse, para que les dejase seсor legнtimo, porque aunque tenнa muchas mujeres, б ninguna dйllas tenнa por legнtima. Per-suadido el Inca de los suyos, se resolviу de casarse, y para esto hizo llamar б Pachachulla Viracocha, que era uno de los seсores de Guaro que vinieron б su obediencia, al cual mandу que fuese al pueblo de Orna, poco mбs de dos leguas distante del Cuzco, y pidiese para mujer suya б una hija del seсor del; el cual, recebida esta embajada, holgу mucho dйllo; y con parecer de los demбs seсores, se la dieron.
Llamбbase esta seсora Mama-Cбchua (1), la cual dicen era tan hermosa, que no habнa querido su padre casarla con persona alguna, por juzgar que no habнa quien la me-reciese. Mas, visto por los principales de Orna que la pedнa el Inca, hijo del Sol, tuvieron б gran dicha este matrimo¬nio. Enviбronla al Cuzco muy acompaсada, y por todo el camino por donde habнa de pasar derramaron muchas flo¬res, pusieron arcos y colgaron ricos paсos. Tardу en llegar al Cuzco cuatro dнas, porque habнa mandado el Inca des-cansase б cada media legua y la festejasen y banqueteasen. Cuando ya se acercaba, la salieron б recibir el rey cotн toda la nobleza de su corte y con muchas invenciones de danzas y cantares.
Las fiestas de las bodas fueron muy grandes, porque asistieron б ellas todos los seсores sujetos al Inca. Al cual dentro de un aсo le naciу un hijo, б quien puso por nom¬bre May ta-Cбpac, cuyo nacimiento celebrу con todas mues¬tras de alegrнa y gozo de todos los de su reino, que se holgaron sobre manera de ver sucesor en йl. Mandу el Inca que se repartiesen muchos vestidos ricos, y hizo mu¬chas mercedes б los seсores que concurrieron б las fiestas. De ahн б pocos dнas muriу; pero antes de su muerte, por quedar muy niсo Mayta-Cбpac, hizo llamar dos indios hijos de Cinchi-Roca, su padre, que se decнan Apu- Conde-May ta y Tacac-Huittcay, i los cuales encargу que gobernasen el rei¬no y criasen al Inca niсo hasta que tuviese edad. Ellos lo hicieron con tanto cuidado como si fueran padres del prнn-
(1) Afama-Cakua? Tan quichua es Cachua como Cahua. Estas recti¬ficaciones no son del todo seguras, pues hay inextricable confusiуn en los nombres de las coyas y de los Incas con quien casaron.
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cipe. Fundу Lluqui-Yupanqui el linaje llamado Akucani ayllu (i), el cual estaba derramado en los pueblos de Ca-yucache, Membilla, y alrededor de Cбcra. Tuvo un нdolo que fuй descubierto con su cuerpo en la forma que los de¬mбs, y era muy venerado de los de este ayllu y le hacнan las fiestas y sacrificios que б los otros.
CAPНTULO VII
De Mayta-Cбpac, cuarto rey de los Incas. RIARON los gobernadores al prнncipe con mбs re-
V_> Ba’° y «bertad que solнan criarse los otros hijos de los reyes antes del; por lo cual saliу Mayta-Cбpac mozo travieso y atrevido, demбs de que de su natural era va¬liente y animoso. Antes que saliese de tutela, estando un dнa jugando con otros mozos de su edad, no faltу quien le dijese que mirase por sн y se enmendase, porque, si no lo hacнa, habнan sus travesuras de ser causa de su perdiciуn; porque los hijos de algunos principales del pueblo estaban injuriados y afrentados porque no los trataba conforme б su calidad. Estando en estas razones, vio el Inca que venнan para donde йl estaba muchos indios con armas y determi¬naciуn de emprender algъn mal. Saliу б ellos sin temor, y conociу que eran los Alcayviczas, hijos de un linaje prin¬cipal del Cuzco, que mostraban querer reсir con йl. Tomу sus armas, que luego le trujeron sus criados, y eran un dardo y rodela, y acometiendo con denuedo б sus contra¬rios, matу algunos con tanta presteza, que no quiso oir dй-IIOH HUH razones. Al ruido saliу gente de casa del Inca, para
(i) AHI ami у Anca ayllu?
ver lo que era, y entendiendo que habнan querido matar б su seсor, le ayudaron contra los traidores, hasta que los pusieron en huida.
Visto por algunos principales de la corte que el Inca se habнa enojado en tanta manera que habнa muerto б sus hijos, trataron de rebelarse contra йl y hacerse б una con los Alcayviczas para darle la muerte, pensando que por ser mozo no se sabrнa defender. Sabida esta rebeliуn por May ta-Cбpac y sus dos tнos, se aparejaron lo mejor que pudieron y estuvieron alerta para saber lo que pretendнan hacer los Alcayviczas y sus confederados; cuya intenciуn era matar б todos los Incas y que no quedase memoria dй¬llos. Eran estos Alcayviczas naturales del Cuzco, de cuyos antepasados se habнa apoderado el Inca Manco-Cбpac, co¬mo atrбs queda dicho, los cuales, con sus amigos y alle¬gados, trataron en sus juntas del modo cуmo guiarнan su negocio para conseguir su intento, que era, como se ha dicho, de matar al Inca y б sus tнos con todos los de su linaje; y en efecto, de acuerdo de todos, se resolvieron б esta traiciуn.
No se le ocultу esta consulta al Inca May ta-Cбpac, por¬que un principal que supo dйlla se la descubriу y le dijo cуmo los de la parcialidad de los Alcayviczas estaban reti¬rados en sus casas, donde juntaban armas y los amigos con quien tenнan sus comunicaciones.
El Inca, sin mostrar alterarse con esta nueva, antes con rostro alegre y sereno, dijo б quien se la dio: «pues amigo, tъ que sabes eso, vй б los Alcayviczas y diles que mando yo que luego vengan б acompaсarme, que quiero ir б caza, y vuelve al punto con la respuesta. 1 Entretanto que aquel criado del prнncipe fuй con el recaudo, dio el aviso de lo que pasaba б sus dos tнos y б los de su consejo, los cuales al punto se apercibieron lo mejor que pudieron, y con disimulaciуn aguardaron б que volviese el mensajero. La respuesta que trujo fuй, que decнan los Alcayviczas que ellos no conocнan seсor ni Inca, que ellos se estaban en sus tierras y casas, y que el Inca se estuviese en la suya. Oнda esta respuesta por el Inca, juzgу con acuerdo de los demбs que no era bien disimular mбs con los que tan atre¬vidamente se le desvergonzaban y negaban la obediencia; y asн, con sus tнos y hasta cincuenta hombres que con йl se hallaban, acometiу б la casa de los contrarios, que esta¬ban todos juntos, tan de repente, que no les dio lugar б prevenciуn alguna; los cuales en breve fueron rotos con muerte de muchos dйllos, y los que escaparon, vista su per¬diciуn, se rindieron al Inca. Este fuй el primer rompimiento y mortandad que hicieron los Incas, el cual fuй de muy gran momento para su reputaciуn y para las guerras que despuйs sucedieron. Celebrу esta vitoria el Inca con muchos sacriсcios que ofreciу б su padre el Sol en el templo de Co-ricancha.
En teniendo edad el prнncipe, tomу la borla y el gobier-no del reino y se casу con una seсora llamada Manta-Tan-caray- Yacchi, hija del cacique de los Col Ўaguas; y por este respeto, los indios de aquella provincia hicieron en servicio destos reyes una casa toda de cobre en que aposentarlos cuando fueron б visitar б los deudos de la reina. Parte deste cobre se hallу con diligencia que pusieron los frailes de San Francisco que tienen la doctrina de aquella provincia, del cual hicieron cuatro campanas grandes, y lo demбs que faltaba, dijeron los indios que lo habнan dado б Gonzalo Pi-zarro y б su ejйrcito, en tiempo de las guerras civiles.
Volviendo б May ta-Cбpac, comenzу б ser mayor seсor que sus predecesores, asн en el aparato real de su casa, sir-viйndose con vasijas de plata y oro, como en el poder y mando. Porque estaba ya en este tiempo el seсorнo del Cus* co tan poblado de diversas naciones, que su nombre ponнa espanto б toda la tierra, б causa de que se persuadнan las gentes que el dios Sol y la diosa Luna comunicaban con los Incas, cuyos hijos y nietos eran ya muchos y se seсalar ban en valor y saber entre las demбs naciones. Enviaron al Inca May ta-Cбpac de muchas provincias de la tierra los seсores б sus hijos, para que asistiesen en su corte y le sir¬viesen, preciбndose cada cual de tener un hijo en servicio del Inca. Tuvo este rey en su mujer legнtima dos hijos, lla¬mados Cбpac- Yupanqui y Tarco-Huantan; y en otras que tenнa fuera de la legнtima, otros muchos, б los cuales daba cargos y oсcios de gobernadores que rigiesen las parciali¬dades y lugares sujetos al Cusco. Viviу muchos aсos y dejу el ayllo y familia dicha Uscamayta, gran parte de la cual vivнa en Cayucach*. Sacуse de su poder el cuerpo deste Inca y el нdolo que de sн dejу, al cual se le hacнa, la veneraciуn y sacrificios que б los demбs.
CAPНTULO VIII Del Inca Cбpac- Yupanqui, quinto rey del Perъ.
E
L Inca Cбpac- Yupanqui sucediу en el reino б su padre Mayta-Cбpac; tuvo del otros hermanos naturales y bastardos, б los cuales habнa puesto su padre por gober¬nadores de los pueblos de la comarca del Cuzco. Estos, despuйs de la muerte de su padre, trataron de pedir al rey su hermano algunas exenciones para mandar con mбs au¬toridad y seсorнo que antes en los cargos y oficios que te¬nнan; mas, el Inca Cбpac- Yupanqui era tan prudente y sa¬gaz, que penetraba los pensamientos de los que venнan б negociar y pretender con йl, y en esta ocasiуn alcanzу б entender los designios de sus hermanos; los cuales habнan tratado entre sн con gran secreto de quitarle б йl la corona y darla б su hermano Tarco-Huantan, i quien juzgaban por mбs valiente, discreto y hombre de buen consejo. Oнda por el Inca la demanda de sus hermanos, y trasluciйndose б dуnde se enderezaban, por algunos indicios que tenнa de los tratos en que andaban, para poner remedio y atajar los daсos que se le podнan seguir, tomу este expediente, y fuй, mandar que para un dнa seсalado se juntasen todos los caballeros y seсores de su corte, porque tenнa que comu¬nicarles un negocio grave tocante al servicio de su Inca y Seсor. Llegado el dнa, se juntaron todos sus hermanos con los demбs seсores y principales, б los cuales el Inca hizo un razonamiento con tanto artificio y prudencia en loor y honra de sus hermanos, que los trocу de manera, que con-virtieron el aborrecimiento que le tenнan en amor, y que-daron tan contentos y pagados, que para mostrar la obliga-ciуn en que los habнa puesto con tan grande honra como les habнa hecho, se levantaron en presencia de todos y vol-vieron б jurar por su rey y seсor б su hermano Cбpac-Yu-panqui, y persuadieron б los demбs hiciesen lo mismo. Por este camino ganу el Inca las voluntades de sus hermanos, y de allн adelante los tuvo tan de su parte, que le ayuda¬ron mucho en las ocasiones de importancia que se le ofre¬cieron, asн de paz como de guerra. Rematуse esta junta con grandes fiestas y regocijos que mandу hacer el Inca, por haberlo jurado por rey segunda vez.
Ofreciуse despuйs de algъn tiempo que, enviando el Inca б pedir al Seсor de la provincia de los Cuyos, en los Andes, que le enviase ciertos pбjaros de los que se crнan en aquella tierra, para tener en jaulas, йl, no haciendo caso del recaudo del Inca, le enviу por respuesta que en su tierra no se criaban pбjaros ni otros animales para que otros se sirviesen dйllos. Determinу el Inca de castigar el desacato de aquel cacique, y para esto mandу б sus hermanos levan-tasen gente y nombrar capitanes, y en breve se juntу un buen ejйrcito. Con йl partiу el mismo Inca para la provin¬cia de los Cuyos, hallу б sus moradores descuidados, y dio sobre ellos tan de improviso, que no fueron seсores de to¬mar las armas para resistir. Apoderуse el Inca de aquellos pueblos, y presos los caciques y principales con sus mujeres y hijos, fueron llevados al Cuzco, donde se hizo justicia del cacique principal y de los demбs culpados en la respuesta que dieron al mensajero del Inca que fuй por los pбjaros. Puso en el gobierno de aquella provincia б su hermano Tarco-Huaman, el cual, en agradecimiento desta merced, le enviу mil jaulas de pбjaros de los Andes y de la puna, y muchos animales extraсos, de que se holgу el Inca y presentу б su hermano cantidad de ropas ricas y muchas mujeres demбs de las que habнa llevado del Cuzco cuando fuй al gobierno. Sujetу tambiйn este Inca por armas la pro¬vincia de Condesnyo, *б cuya conquista fuй en persona y tuvo una reсida batalla con los Condesuyos, en que murie* ron muchos dйllos y el Inca saliу con vitoria.
Casу Cбpac- Yupanqui con una seсora llamada por su extremada hermosura Cori-Ilpay-Cбkua, que quiere decir «joya de oro» (?), la cual era hija de un caballero natural del Cuzco, de quien los Incas pasados hadan mucha cuenta. Tuvo en ella dos hijos, Inca-Roca-Inca, que le sucediу en el reino, y Apo-Mayta, que saliу muy valiente; sin otros que tuvo en sus mujeres que no eran legнtimos; porque los reyes Incas tenнan ordinariamente б cincuenta y б cien mujeres; y los mбs poderosos, que fueron los ъltimos, б doscientas y б trescientas. Era la coya tan amada del Inca su mari¬do, que en muchos aсos que vivieron, siempre era feste¬jada y cada dнa habнa fiesta con nuevas invenciones y ma¬nera de regocijos. Hacнan bosques en la plaza de muchas arboledas, y ponнan en ellos leones, tigres, osos, venados y otros animales monteses y pбjaros de mil maneras. Ha-biendo gobernado Cбpac- Yupanqui muchos aсos con pros-peridad, muriу dejando por heredero б su hijo mayor Inca-Roca. Fuй su muerte muy sentida y llorada; y su mujer la coya, para mayor demostraciуn de tristeza, mandу quitar el bosque y arboleda que habнa en la plaza, mucha de la cual plantaron en el lugar de Pumachupan, abajo de donde ahora es el convento de Santo Domingo, y durу hasta la venida de los espaсoles.
Deste Inca deciende la parcialidad y ayllo de Apu-Marta: y el нdolo que dejу tenнa el mismo nombre del ayllo. Hallуse su cuerpo й нdolo en un pueblo de los que habнa, antes de la reduciуn general, junto al Cuzco. Sa¬cando б Manco-Cбpac. que como cabeza y tronco de am¬bas parcialidades de Hanan-Cuzco y Hurin-Cusco, no en¬traba en la divisiуn dйllas. los demбs reyes unos fueron de la de Hanan-Cuzco y otros de la de Hurin-Cuzco. A los cuatro primeros sucesores del dicho Manco-Cбpac, que ha¬bernos referido, cuentan los indios por de la parcialidad de Hurin-Cuzco. En tiempo dйllos se extendiу su seсorнo muy poco de suerte que habнa entonces en el Perъ caci¬ques tan poderosos como los Incas, cuales eran los de Cku-tuito. HatoK-Cel.’a. Ckir.cka y otros de las provincias ma¬rнtimas de los Llanos. No hallo memoria entre los indios por que causa los reyes que se siguen se cuentan por de la parcialidad de HanaK-Cuzco, y los cuatro antecedentes por de la otra de Hurin-Cuzco: porque si bien tienen mu¬cha noticia y cuenta los incas que hoy viven en el Cuzco de los reyes que fueron de cada parcialidad, con todo eso, no saben dar razуn desta distinciуn: ni me supo satisfacer б mi a esta duda D. Alonso, nieto de Guarna-Cбpac y hijo de Pju*Yu-fn.:i. con quien comuniquй mucho acerca de las co>as de los Inca? y de otras antigьedades. Lo que tienen por cierto es. que Ўos seis ъltimos reyes fueron de la parcialidad de Ha fi^t-Cu eco. la cual quedу muy ilustrada y ennoblecida, por haber salido de!нa los mas poderosos Incas que dilataron y p^teron e! imperio en la grandeza que 😮 hallaron ios espaсo’es.
CAPНTULO IX
Del sexto rey del Perъ, llamado Inca-Roca. L sexto rey desta tierra fuй Inca-Roca, de quien dicen
IJ los indios haber comenzado la parcialidad de Hanan-Cuzco. Mas como quiera que desde Manco-Cбpac fuй hecha aquella divisiуn de la ciudad del Cuzco en las dos parcia-lidades referidas de Hanan-Cuzco y Hurin-Cuzco, no pudo tener principio en este Inca la de Hanan-Cuzco. La razуn de hacerlo cabeza y origen dйlla, quizб fuй por haber sido el primero de los Incas reyes que se cuentan por de la di¬cha parcialidad y no haber salido la corona de su linaje. Casу Inca-Roca con una seflora por nombre Mama-Michay [у Micay], cacica del pueblo de Guayilacan; y antes de casarse, precediу que el sacerdote del templo del Sol le dijo que convenia que se casase, porque el Sol su padre le habнa mandado que se lo dijese, porque asн convenнa; y que muy presto tendrнa muchas batallas y serнa seсor de muchas provincias. Cuentan los indios que acabadas las fiestas deste casamiento, echando de ver la Coya que el valle del Cuzco carecнa de suficiente agua para regar las chбcaras de maнz, hizo traer б йl la mayor parte de la que hoy tiene; y en memoria deste beneficio que hizo б la co¬marca, quedу б cargo de la familia y linaje que dйlla pro¬cediу, el repartir el agua con que se riega el valle. Naciй¬ronle б este Inca tres hijos legнtimos: el primero fuй Ya-huar-Huacac, que le sucediу en el reino, y los otros dos, que salieron muy valerosos, se llamaron Vica-Quirao y Apo-Mayta.
Sujetу este rey muchas provincias, б unas conquistando
por armas, y б otras por medio de paz. Enviу con ejйrcito
TOMO III 19
б sus hijos б que conquistasen los pueblos del camino de Collasuyo. Comenzaron su conquista por el valle de Moi¬na. que dista cuatro leguas del Cuzco y no estaba sujeto al Inca. Vinieron б batalla con los seсores del, y aunque hicieron ellos el deber, salieron victoriosos los hijos del Inca. Prendieron al cacique llamado Moina y б otro seсor de un lugar que se decнa Caytomarca. Huyуse de la bata¬lla otro cacique por nombre Guarnan- Tupa, y no pareciу mбs vivo ni muerto. Entendiуse que por no venir б manos de los Incas se metiу en la laguna que hay en aquel valle. Conquistaron desta vez los infantes Incas hasta Quiquija-na, otras seis leguas mбs adelante de Moina, y desde allн se volvieron victoriosos al Cuzco, de que se holgу mucho el rey su padre. El cual poco despuйs moviу guerra б la naciуn de los Chancas, naturales del valle de Andaguaylas, treinta y cuatro leguas distante del Cuzco. Eran estos Chan¬cas tan valientes, que por su esfuerzo habнan ganado mu¬chas tierras y seсorнos; pero acometiйndoles el Inca de re¬pente con un grueso ejйrcito, no tuvieron lugar de juntar sus fuerzas para resistirle; y asн, con gran despecho y б mбs no poder se le rindieron, no sin esperanza de sacudir presto de sus cervices tan pesado yugo. Hallуse en esta guerra el mismo rey en persona; y demбs de las gentes que para ella levantу en los pueblos de su seсorнo, pidiу ayuda б sus vecinos los Canas y Canches, que aъn no le eran sujetos, de los cuales llevу б sueldo algunas compaснas.
Habida esta victoria, enviу б su hijo el prнncipe Ya-huar-IIuacac para que hiciese guerra б las provincias de los Andes, el cual conquistу б Paucar- Tambo con los pue¬blos circunvecinos, y no pasу adelante por la gran espe¬sura y maleza de aquellas montaсas y arcabucos. Con es¬tas nuevas conquistas dejу Inca-Roca muy extendido su reino y puso бnimo б sus sucesores para que no desistiesen de procurar su acrecentamiento. Fundу la familia de Vica-Quirao. Su cuerpo se hallу bien aderezado y con mucha autoridad en un pueblezuelo de la comarca del Cuzco, lla¬mado Rarapa, junto con un нdolo de piedra que lo repre¬sentaba, del nombre de su ayllo Vica-Quirao, y era muy honrado de los del dicho ayllo y familia; la cual, allende de la adoraciуn y sacrificios ordinarios que le hacнa, cuando habнa necesidad de agua para los sembrados, lo solнa sacar en procesiуn vestido ricamente y cubierto el rostro, y lle¬varlo por los campos y punas; y tenнan creнdo que era gran parte para que lloviera.
CAPНTULO X De Yahuar-Huacac-Inca-Yupanqui, sйtimo rey.
A
Inca-Roca sucediу en el reino su hijo mayor Yahuar-Huacac-Inca-Yupanqui. Quiere decir Yahuar-Hua-cac, «el que llora sangre»; y cuentan haberle sido dado este nombre, porque una vez, siendo vencido y preso de sus enemigos, de puro dolor y pena de verse en tan miserable estado, llorу sangre. No tenнan sus vasallos mucha opiniуn del, por estar en reputaciуn de cobarde, y se confirmaban en su opiniуn con los pronуsticos que de su nombre saca¬ban los agoreros, de que habнa de ser infeliz y desdichado; y el mismo Inca, temeroso destos presagios, no osaba ir б la guerra en persona; y asн en la memoria que del hacen las historias y cantares de los indios, no se halla que despuйs que se coronу por rey saliese del Cuzco б conquista alguna. Tratando de tomar mujer legнtima, le aconsejaban sus pri-vados que se casase con alguna de sus concubinas en quien ya tenнa hijos: mas йl no vino en ello; y como supiese que en el pueblo Ayarmaca estaba una seftora principal que por su valor y hermosura merecнa ser su mujer, mandу f jijc luego se la trujesen. Vista por los grandes y principa¬les la determinaciуn del rey, enviaron embajada б la seсo¬ra, que se decнa Mama-Choque-Chidla-Yupay, haciйndole Haber la voluntad del Inca. Hila, estimando tan gran favor y merced, se dispuso al punto para ir al Cuzco, donde fuй recchida como reina y se celebraron las bodas con mucho rom urso de seсores y alegrнas pъblicas. Tuvo en ella el Inca сui< lнos hijos, el mayor, que despuйs, como diremos, tomу nombre de Viracocha, le sucediу en el reino.
Vinillo Yahuar-IIuacac que su hijo mayor era бspero Y altivo, Y ijuc degeneraba de la blandura y mansedumbre ilr los Inca*, mis progenitores, con temor de que no destru¬YEN- rl niсo, SI lomaba el cetro, no dejу medio que no intentase para corregirlo; y como no viese en йl enmienda, lo a paitу de SН enviaiulolo como desterrado б un pбramo llamado Chita, dos leguas del Cuzco, y le mandу viviese en ( muн|i.inнa de los pastores que allн guardaban el ganado del Sol, Y para mostrarle mбs disfavor, tomу por compaсero en rl gobierno a otro hijo menor, con autoridad y mando igual al suyo. Durante el destierro del prнncipe, se rebelaron los indios ( bancas, porque no se hablan rendido antes al Inca, sino a la necesidad, por acomodarse al tiempo. Mataron loq gobernadores puestos por el Inca, y con un ejйrcito de treinta mil hombres, marcharon la vuelta del Cuzco, coa animo y resoluciуn de asolarlo. lil rey, considerando su peligro Y cuan desapercibido le tomaba aquella rebeliуn, no se atreviу a hacer rostro a los enemigos, sino que, en teniendo nueva que llegaban cerca do la ciudad, la desam-parу, saliйndose dclla con la mayor parte de sus mora¬dores, que, a imitaciуn de su rey, se acogieron б lugares seguros.
1.0 cual, luego que llego a oнdos del principe desterra¬do, se resolviу en salir a esta demanda y oponerse al ene¬migo. Metiуse en la ciudad para dcfcndcьa con lo* pocos vecinos que habнan quedado, y acaudillando los que pudo
dirlc gente de los pueblos comarcanos, con que por mo-mentos se le iban acrecentando las fuerzas. Llegaron al mismo paraje los Chancas, que venнan resueltos de apode-rarse del Cuzco у morir en la demanda. Encontrбronse los dos ejйrcitos con gran furia y vocerнa; la batalla fuй muy reсida y porfiada; pero como entre tanto que se peleaba acudiesen en favor del Inca tropas de indios de los lugares cercanos, comenzaron б desmayar los Chancas, y el ejйrcito de Viracocha quedу victorioso, con gran matanza y destro¬zo de los enemigos. Por ia mucha sangre que se derramу en esta batalla, se le puso б aquel campo nombre de Ya-huarpampa, que es lo mismo que vega, у llano de sangre.
En este vencimiento de los Chancas fundу el Inca Vira¬cocha una fбbula, que fuй decir que no habнa sido tanta parte para alcanzar la vitoria lo que la gente de su ejйrcito peleу, como la ayuda y socorro del dios Viracocha, el cual le habнa enviado buen nъmero de hombres barbados con arcos y flechas, que habнan peleado tanto, que degollaron б los mбs de los Chancas que fueron muertos en la pelea; y que estos hombres йl mismo los habнa visto, y que б sola ni persona estaba reservado el verlos. Saliуle muy б pro¬pуsito esta novela para sus fines; porque, si bien al princi¬pio no debiу de pasar tan adelante con la imaginaciуn, tomу gran opiniуn para sus designios y mucha reputaciуn con su ejercito; y ayudбronle no poco sus enemigos con su facilidad y poco fundamento; y tambiйn con una cosa que es natural y comъn б todos, esto es, buscar algo con que desculparnos cuando somos vencidos y cuando nos sucede alguna cosa menos bien de lo que quisiйramos de que nos parece nos pueden poner culpa; y fuй desta manera: que comenzando esta fama б divulgarse por las provincias del reino, como llegase a oнdos de los Chancas, se holgaron de oirio y dieron fuerza a la opiniуn, afirmando que sin esta ayuda no pudieran ser vencidos del Inca, fortaleciйn¬dola con razones que enseсa nuestra misma inclinaciуn en semejantes casos; y ellos mismos pusieron nombre de Pu-ruraucas (que quiere decir ladrones escondidos) б esta gen¬te de socorro enviada por el dios Viracocha. Y visto por el Inca la operaciуn que hacнa este disparate, acordу de dalle mбs fundamento, diciendo que los Pururaucas se habнan convertido en piedras que йl conocнa. Seсalуlas y mandу que fuesen adoradas y se le ofreciesen sacrificios. Alcanzada esta victoria, sin mucha contradiciуn se apoderу del reino, desposeyendo del б su padre y hermano; y asн se acabу aquel reinado de Yahuar-ffuacac, cuyo cuerpo con el нdolo que йl habнa seсalado en vida, fuй hallado en un pueblo llamado Paullu, hacia Calca; y era muy respe¬tado y adorado del linaje y ayllo que del procediу, que es el que llaman Aucayllo Panaca. [Auca ayllu Panaca].
CAPНTULO XI De Viracocha-Inca, octavo rey.
L Inca Viracocha, octavo rey del Cuzco, en poniйndose
IJ la borla, que era lo mismo que coronarse por rey, dio grandes muestras de valeroso prнncipe, asн en la paz como en la guerra; por lo cual fuй muy amado y respetado de sus vasallos y temido de sus enemigos; porque la fama de su saber y valor llegу en breve б las provincias mбs apartadas. Como su padre no habнa sido guerrero ni tratado de con¬quistar nuestras tierras, hallу muy caнda y desestimada la milicia; y asн, lo primero que procurу fuй levantarla, ofre¬ciendo grandes honras y premios б los que la quisiesen se¬guir; y como es ordinario en todas las naciones que aquello abrazan de gana los subditos б que ven inclinado б su prнn¬cipe, en comenzando Viracocha i levantar gente y nom¬brar capitanes y oficiales de guerra, era de ver el contento y alborozo con que todos tomaban las armas; por donde muy en breve se juntу en la ciudad del Cuzco un lucido ejйrcito. Viйndole los grandes y seсores de su corte tan animado y resuelto б emprender nuevas conquistas, y que publicaba que querнa ir en persona б ellas, le aconsejaron que antes de comenzarlas tuviese por bien de casarse, para asegurar la sucesiуn del reino. Respondiу el Inca б esta pro-posiciуn, que no gustaba de hacerlo, dando por razуn que ningъn hombre de reputaciуn habнa de tratar de tomar mu-jer hasta haber alcanzado en la guerra ilustres hechos; por-que echaba de ver, que los que se daban б mujeres, se ha-cнan cobardes y afeminados y no hacнan estima de cosas de honra. Mostrуse Viracocha-Inca desde sus tiernos aсos tan belicoso, que cuando estaba desterrado y en desgracia de su padre, solнa platicar б menudo de las cosas de la gue¬rra, mostrando con palabras de desestima el sentimiento que tenнa de ver б su padre tan poco soldado que no tra¬tase de emprender cosas dignas de memoria; y aсadнa en estas plбticas, que no recibiera pesar de que faltara su pa¬dre, porque tenнa esperanzas que, viйndose con el cetro del reino, habнa de conquistar medio mundo.
Los seсores y caciques de los pueblos vecinos al Cuzco no estaban sujetos б los Incas, pero tenнan paz y confedera-ciуn con ellos de tiempos muy antiguos; y б esta causa, los predecesores de Viracocha, por no faltar б la lealtad y fe con que estaban unidos, no sй habнan atrevido б moverles guerra para sojuzgarlos; mayormente por no dar ellos oca-siуn para ello. Por donde, puesto caso que el seсorнo de los Incas se extendнa ya б provincias distantes del Cuzco mu-chas leguas, todavнa no les reconocнan vasallaje los sobre-dichos caciques sus vecinos. Mas agora, Viracocha-Inca, у porque ellos hubiesen dado alguna causa de romper la paz, у porque la buscase el mismo Inca, llevado de la ambiciуn de sujetarlos йl, les hizo tan cruda guerra, que б todos los metiу debajo de su obediencia. Entre los indios hay me-moria que Viracocha guerreу б estos Seсores, porque no sentнan bien de lo que йl con su padre habнa hecho en qui-tarle el reino, y de que intentase alterar las cosas de la re-ligiуn, mandando que el dios Viracocha fuese preferido al Sol y б los demбs dioses, y que murmuraban dello. Como quiera que haya sido, lo cierto es que el Inca los sujetу por armas, comenzando por el Seсor del valle de Calca, cuatro leguas del Cuzco, y los otros sus comarcanos, que habita¬ban las riberas del rнo de Yucay y todo lo que hoy es el Marquesado (i).
Habidas estas Vitorias, volvieron los grandes б suplicar¬le que se casase, y йl condecendiу con su voluntad. Busca¬ron en todo el reino una doncella en quien concurriesen las calidades y dotes de nobleza, honestidad y hermosura que la hiciesen digna de la honra y tнtulo de Coya, у rei¬na. Cupo esta suerte б una hija del Seсor de Anta, pueblo
(i) De Oropesa.
Entre los llamados Papeles de Sal atar, que guarda la Real Academia
de la Historia, hay uno (M 2 fol. 310) rotulado: Tнtulo de Marquesa de Oropesa б doсa Ana Marta de Layуla Coya—De Madrid /.• de MOTEO de 1614, que dice: cEl Rey=:Por cnanto habiйndose tratado pleito en mi Con¬sejo Real de las Indias entre vos, dofia Ana Marнa de Loyola Coya, hija legнtima y universal heredera de dofia Beatriz Coya, muger que fuй de Mar. tin Garcнa de Loyola, caballero del hбbito de Calatrava, y nieta legнtima de don Diego Saire Topa [Sayri Tdpac] Inga y visnieta de Mango Inga, que fueron seсores de las provincias del Pirъ, y don Juan Enrнquez de Borja, vuestro marido, con el mi fiscal del dicho mi consejo, sobre la restituciуn que pedistes de 418 indios, que el Doctor Pedro Gutierre* Florez, que fuй del mi consejo de las Indias, residiendo en las dichas provincias, por comi¬siуn del virey don Francisco de Toledo, sacу del valle de Yucay por indios yanaconas que no estaban encomendados, y dellos fundу los cuatro luga¬res nombrados S. Benito de Alcбntara, y Santiago de Oropesa, y S. Ber¬nardo, y S. Francisco, en el dicho valle de Vucay etc. instituyo el marque¬sado de Oropesa sobre esos cuatro pueblos con la renta en ellos y de to¬dos ellos de 10.000 ducados, etc.*
TOMO III 20
distante tres leguas del Cuzco, llamada Mama-Roncay (i), la cual fuй llevada en anclas б la corte con grande acompaсa-miento de los mayores seсores dйlla y aparatos de arcos que se pusieron por todo el camino cubiertos de flores y paсos сnos, danzas, cantares y todas muestras de alegrнa No contento Viracocha con haber puesto en sujeciуn los caciques referidos, tratу, en casбndose, de continuar la gue¬rra, cosa que grandemente deseaban los soldados, por lo mucho que medraban en ella con los sacos y despojos de los pueblos. Apercibiу su ejйrcito, y sin descubrir б los capita¬nes la jornada que emprendнa (que fuй estilo que guardу este Inca, mandando salir el ejйrcito б una у dos leguas de la ciudad y allн publicaba la empresa). Б йsta partiу йl mis¬mo en persona, como lo habнa hecho en las pasadas, y se encaminу para las provincias de los Canas y Canchas [Cбn-chis]; los cuales, aunque al principio se defendieron bien, al fin quedaron vencidos y puestos debajo de su obediencia. Fueron siempre estas dos naciones de Canas y Canchas te-nidas en mucha estimaciуn del Inca Viracocha y de sus su-cesores, que les concedieron particulares insignias de honra; porque desde que dieron la obediencia б este Inca, ayuda¬ron y sirvieron con notable esfuefco.y fidelidad en todas las guerras y conquistas que hicieron R» Incas. En la provincia de los Canas, cabe el pueblo de Cacha, distante diez y ocho leguas del Cuzco, edificу el Inca Viracocha un suntuoso templo, y colocу en йl una estatua del Ticci- Viracocha, cu¬yas ruinas y paredones se ven hoy dнa. Es una casa de ex-traordinaria grandeza, con las paredes altнsimas, hechas de muy grandes adobes, porque en tiempo deste rey aъn no se edificaba de piedra.
Corrнa la fama de las hazana0.de Viracocha por todas partes, y movidas dйlla muchas provincias, y lo principal de temor de ser asoladas si las guerrease el Inca, le envia-
(l) Mama-Kuniu Cay 6 Cбyan.
ban sus embajadores y presentes pidiйndole su amistad y ofreciйndole obediencia, con que vino б dilatar grandemente su reino y ser mucho mбs rico que sus mayores. Tuvo grandes vajillas de oro y plata; y desde su tiempo comenzу el nombre de los Incas б ser mucho mбs famoso y esti¬mado por las provincias extraсas que antes. Fundу el ayllo y parcialidad llamada Socsoc-Panaca, y dejу un нdolo que se decнa Inca-Amaro, al cual seсalу por hermano suyo y era muy reverenciado de su parcialidad. Estuvo depositado el cuerpo deste rey en Jaquijaguana, y teniendo noticia y rastro del Gonzalo Pizarro, anduvo mucho tiempo bus¬cбndolo, por haber el gran tesoro que habнa fama estaba enterrado con йl; y por descubrirle, quemу algunos indios, hombres y mujeres. Al cabo lo hallу y gran suma de ha¬cienda suya que le dieron los que lo guardaban. Hizo el dicho Pizarro quemar su cuerpo, mas los indios de su ayllo recogieron las cenizas, y con cierta confecciуn las metieron en una tinajuela pequeсa junto con el нdolo, que, como era de piedra, se lo dejaron los de Gonzalo Pizarro sin reparar en йl. Despuйs, al tiempo que el licenciado Polo andaba descubriendo los cuerpos й нdolos de los Incas, en teniendo noticia de las cenizas й нdolo dйste, lo mudaron los indios de donde antes estaba, escondiйndolo en muchas partes; porque, despuйs que lo quemу Gonzalo Pizarro, le tuvie¬ron en mayor veneraciуn que antes.
Ъltimamente se puso tan buena diligencia, que fuй ha-llado y sacado de poder de sus descendientes.
CAPНTULO XII De Pachacъtic-Inca- Yupanqui, noveno rey.
D
EJУ Viracocha-Inca de su mujer principal cuatro hi¬jos, llamados Pachacъtic-Inca-Yupanqui, Inca-Roca, Topa- Yupanqui y Cбpac- Yupanqui. Sucediуle en el reino el primero, y de los demбs, aunque fueron Seсores y gran¬des, no se trata.
Casу Pachacъtic con una seсora por nombre Mama-Anahuarquc, natural del pueblo de Choco, cerca del Cusco, y fundу la familia que se dice Yсaca-Panaca. Fuй este rey el mбs valiente y guerrero, sabio y republicano de todos los Incas; porque йl ordenу la repъblica con el concierto, leyes y estatutos que guardу todo el tiempo que durу de entonces hasta la venida de los espaсoles. Puso cuenta y razуn en todas las cosas; quitу y aсadiу ritos y ceremo¬nias; acrecentу el culto de su religiуn; estableciу los sacri¬ficios y solemnidad con que sus dioses fuesen venerados; ilustrу los templos con edificios magnнficos, rentas y nъme¬ro grande de sacerdotes y ministros; reformу el cуmputo del tiempo; dividiу el aсo en doce meses y poniendo su nombre a cada uno. y seсalando las fiestas y sacrificios solemnes que en ellos se habнan de hacer. Compuso mu¬chas oraciones elegantes con que fuesen invocados los dio¬ses, y mando que las recitasen Ўos sacerdotes al tiempo que ofreciesen sus sacrificios. No puso menos cuidado y dili¬gencia en lo tocante al bien temporal ce su repъblica, y asi. dio tr.ua a sus vasallos como labrasen los campos y aprovechasen la< tierras q-.:e por бsperas y doblados eran inut’.les e mн; ulceras; :na:%.Jo hacer anderas en las laderas aїnas Je los cerros y sacar acequias Je los :::s con que regarlos; en suma, no se le pasу cosa por alto en que no pusiese todo buen orden y concierto; por lo cual le die¬ron el nombre de Pachacъtic, que quiere decir «vuelta del Tiempo у del Mundo;» porque, por su gobierno tan acer¬tado, se mejoraron las cosas de tal manera, que parecнa ha¬berse trocado los tiempos y dado una vuelta el Mundo; y asн, fuй muy celebrada su memoria entre los indios, dбn¬dole mбs honor en sus cantares y poesнas que б ninguno de los demбs reyes que le precedieron ni de los que vinie¬ron despuйs del.
Cuentan deste Inca, que antes de ser rey, como fuese una vez б visitar б su padre Viracocha, que estaba en Ja-quijaguana, cinco leguas del Cuzco, al tiempo que llegу б una fuente llamada Susurpьquiu, vio caer en ella una tabla de cristal, dentro de la cual se le apareciу una figura de indio con este traje: en la cabeza tenнa un llбutu como el tocado de los Incas, y de la parte alta del celebro le salнan tres rayos muy resplandecientes, semejantes б los del Sol; en los encuentros de los brazos unas culebras en¬roscadas; las orejas horadadas y puestas en ellas unas gran¬des orejeras; el vestido era de la misma traza que el de los Incas; salнale la cabeza de un Leуn por entre las piernas, y en las espaldas tenнa otro cuyos brazos abrazaban los hom¬bros de la estatua, y una manera de culebra que le toma¬ba las espaldas de alto б bajo; y que vista esta imagen, en¬trу tal pavor en Pachacъtic, que echу б huir; pero que ella le hablу y llamу por su nombre desde dentro de la fuente, diciйndole: «ven acб, hijo, no tengas temor; yo soy el Sol, tu padre; sй que has de sujetar puchas naciones y tener muy gran cuenta con honrarme y hacer memoria de mн en tus sacrificios;» y que, dichas estas palabras, des¬apareciу la visiуn, quedбndose la tabla de cristal en la fuente, la cual tomу y guardу el Inca, y dice que le ser¬vнa despuйs de espejo en que veнa todas las cosas que que¬rнa; y que en memoria desta visiуn, en siendo rey, man¬dу hacer una estatua del Sol ni mбs ni menos que la que habнa visto en el cristal; y edificу el templo del Sol llamado Coricancha, con la suntuosidad y riquezas que tenia al tiempo que vinieron los espaсoles, porque antes era peque¬сo y de humilde fбbrica. нtem, mandу en todas las tierras que sujetу б su Imperio edificar al Sol solemnes templos, y los dotу de grandes rentas, mandando б todos sus subdi¬tos lo adorasen y reverenciasen.
Despuйs de haberse mostrado tan devoto del Sol y puesto el cuidado dicho en que todos lo adorasen como sus antepasados lo habнan hecho, se puso un dнa б considerar cуmo era posible que una cosa tan sujeta б movimiento co-mo el Sol, que nunca para ni descansa un momento, pues todos los dнas da vuelta al Mundo, fuese Dios; й infiriу des-te discurso que no debнa ser sino mensajero enviado por el Hacedor б visitar el Universo; demбs de que, si fuera Dios, no fuera parte un pequeсo nublado que se le pone delante para impedirle su resplandor y rayos para que no alumbrase; y que si fuera йl el Criador Universal de todas las cosas, algъn dнa descansara y desde un lugar alum-brara toda la tierra y mandara lo que quisiera; y asн, no era posible sino que habнa otro Seсor mбs poderoso que lo mandase y rigiese, el cual era sin duda el Pacftayachбchic. Comunicу este su pensamiento con los de su consejo, y con acuerdo dйllos determinу que fuese preferido al Sol el Pachayachбchic, б quien dentro de la ciudad del Cuzco edi¬ficу templo particular que se llamу Quishuar-Cancha; y en йl puso el simulacro del Criador del Mundo, Viracocha Pa¬chayachбchic, de oro, del tamaсo de un muchacho de diez aсos, con figura de hombre, muy resplandeciente, puesto en piй, con el brazo derecho levantado, la mano casi cerrada y altos los dos dedos pulgar y segundo, como de persona que estaba mandando. No embargante que desdel principio tuvieron los Incas noticias de un Hacedor de todas las cosas y le hacнan reverencia y ofrecнan sacrificios, con todo eso, no habнa sido tan venerado como desde el tiempo del Inca Viracocha y dйste su hijo.
Acompaсу Pachacъtic su gran saber con un gran co¬razуn y бnimo esforzado, con que alcanzу ilustres victorias; de suerte que fuй igualmente bien afortunado en la guerra y en la paz. Extendiу mucho su reino con muchas y gran¬des provincias que conquistу por sн y por medio de sus capitanes. Dio principio б sus conquistas por las provincias de Viticos y de Vilcabamba, tierra muy dificultosa de su¬jetar por su gran aspereza y muchos arcabucos y cerrados de selvas. Partiу el Inca del Cuzco con la gente mбs valiente y escogida que tenнa; entrу por el valle de Yucay y caminу rнo abajo hasta Tambo; llegу al valle de Amaybamba, y tuvo allн noticias que no habнa puente en el rнo para pasar adelante, porque habнan quitado sus contrarios la de Chu-quichaca (quiere decir puente de oro); los cuales, confiados en que no podrнa el Inca pasar el rнo, se habнan puesto en quererle resistir. Mas, fuй tanto el poder del Inca, que no solamente hizo aquella puente en la parte que solнa estar, sino otras muchas en pasos que los de Vilcabamba que¬daron admirados y temerosos, confesando que sola la po¬tencia del hijo del Sol pudiera acabar aquellas grandezas.
En teniendo el Inca acabadas las puentes, mandу mar-char el campo con mucha orden, porque los enemigos no tuviesen lugar de ofenderlo, y llegado б Cocospata, como veinticinco leguas del Cuzco, le vinieron embajadores de los caciques de Viticos y Vilcabamba, que le dijeron cу¬mo aquйlla era una tierra бspera de breсas y bosques y muy enferma, que podrнa ser que adoleciese su Alteza si insistiese en pasar adelante; y asн, que viese lo que querнa de los Seсores dйlla, que harнan cuanto les enviase б man¬dar. No quizo el Inca admitir este ofrecimiento, y la respues¬ta con que los despachу, fuй, dijesen б sus caciques que ju¬raba por el Sol, su padre, que si no le tenнan los caminos aderezados y llanos, que los habнa de sacrificar al mismo
Sol. Volvieron muy tristes los embajadores con esta amena-za y avisaron б la gente de guerra de sus caciques, que es¬taba por los caminos en puestos convenientes, se retirasen la tierra adentro, porque el poder del Inca era tan grande, que destruirнa de aquella vez toda la provincia.
Estaban los caciques de Vilcabamba, cuando volvieron sus embajadores, en los llanos de Pampacona, que es antes de entrar en la montaсa, й informados del gran poder dd Inca y teniendo aviso de sus espнas cуmo ya iba marchan¬do con su ejйrcito, abriйndoles el camino los gastadores que llevaba consigo, se perdieron de бnimo, juzgando que si el Inca los acometiese habнan de ser destruidos; y para obviar el daсo que temнan, usaron de un ardid cruel, y fuй, que con disimulaciуn hicieron venir ante sн sus capitanes y б su presencia les cortaron las cabezas, y otro dнa se fue¬ron con ellas para el Inca y le dijeron que ellos venнan de paz, y que su voluntad no habнa sido otra que obede¬cerle; pero que sus capitanes habнan contra su voluntad tomado las armas y adelantadose para impedirle el paso; por lo cual, en castigo de su desobediencia y desacato co¬metido contra su Alteza, les habнan cortado las cabezas, las cuales le traнan б ofrecer juntamente con las suyas pro¬pias, para que, si en algo fuesen culpados, su Alteza hicie¬re de ellos lo que fuese servido. Vistas por el Inca las ca¬bezas de los capitanes muertos y la buena intenciуn y fide¬lidad que mostraban tenerle los caciques, los recibiу con agrado, alabу lo que habнan hecho, y dijoles que el Sol, so padre, y el los perdonaban y los recibнan debajo de su pro¬tecciуn y obediencia. No pasу el Inca de los llanos de Fawp ico na: allн vinieron los demбs Seсores de la tierra б hacerle el homenaje, trayuнdole gran refuerzo de vitualla y regalos para el ejercito.
Los caciques, para mas contentar al Inca y ganar su gracia, le dijeron que tenнan que darle una sierra toda de plata riсa y unas muy ricas minas de oro. El Inca se holgу mucho deste ofrecimiento; enviу algunos de los suyos б que viesen si esto era asн y trujesen por muestra algъn oro y plata. Fueron con presteza y hallaron que la riqueza de las minas era mucho mayor de lo que se lo habнan pin¬tado al Inca, б quien trujeron muchas cargas de oro y pla¬ta, de que йl se alegrу sobremanera. Detъvose allн mбs tiempo, haciendo que le sacasen cantidad de oro y plata. (Comenzбronse entonces б labrar estas minas de Vilcabam¬ba por orden de Pachacъtic y continuaron la labor sus suce¬sores; y con la plata y oro que sacaron dйllas, juntaron e« el Cuzco la riqueza que hallaron los espaсoles.) Saliу el Inca de Vilcabamba por el mismo camino que habнa en¬trado, y llegando al Cuzco, mandу celebrar esta jornada y descubrimiento de las minas con fiestas pъblicas, que du-raron dos meses.
Las cuales acabadas, le dieron aviso que un hermano suyo bastardo, llamado Inca-Urco, trataba de secreto de rebelбrsele y tiranizar el reino. El Inca, sin averiguar mбs el caso, hizo llamar б su hermano, y so color de honrarlo, le encargу cierta guerra, y secretamente mandу б otro ca-pitбn suyo que en el fervor de la batalla lo matase; lo cual se ejecutу asн; y cuando le llegу al rey la nueva de la muerte del hermano, fingiу tener grande sentimiento dйlla, y ordenу se celebrase con obsequias solemnes y llantos pъblicos.
Hizo otra jornada en que acabу de pacificar los Chot¬eas, que todavнa andaban inquietos y no cesaban de inten¬tar novedades y revueltas por librarse de la sujeciуn de los Incas; porque, como hombres hechos б mandar, sentнan mucho el ser mandados de otros. Al cabo de haber hecho lo ъltimo que pudieron para cobrar su libertad, y no ha-biйndola conseguido, perdieron del todo las esperanzas de verse Seсores como antes, y con extraсa rabia y deses-peraciуn, tomando por caudillo б un valeroso indio por nombre Aneo-Alio, se ausentaron de su patria muchos, y
TOMO III 21
embarcбndose en balsas en un brazo del rio Maraсan, se metieron por las montaсas de los Andes, que caen al Orien¬te de aquella provincia, sin que se supiese mбs dйllos.
CAPНTULO XIII De їas demбs victorias de Pachacъtic.
T^v ASУ adelante con sus banderas Pachacъtic por el ca-
mino de Chinchaysuyo, y sujetу las provincias de Vilcas, de los Soras y Lucanas con poco trabajo, por el poderoso ejйrcito que llevaba, al cual no habнa naciуn que tuviese fuerzas para resistir. Mas, llegado б Guamanga, ha¬llу б sus naturales puestos en armas con resoluciуn de de¬fenderse, porque era gente muy belicosa й indуmita y con¬fiaban, no tanto en el nъmero de combatientes en que eran muy inferiores al Inca, cuanto en la fortaleza de un peсol bien defendido por naturaleza, en que se habнan encastilla¬do. Sitiуles el Inca y tъvoles en grande aprieto mucho tiem¬po, codicioso del seсorнo de tan rica y fйrtil provincia; y lo principal, por no perder punto de la reputaciуn ganada en las empresas pasadas.
Grandes trances pasaron en esta guerra; los cercados, por no perder su libertad, sufrieron constantemente cruel hambre y otras mil desventuras; en fin, no pudiendo hacer otra cosa, se hubieron de rendir y dar la obediencia al Inca; el cual, sojuzgada esta provincia, no hallу resistencia en los otros pueblos vecinos б ella, como son los Ckocorbos, Angaracs y Parinacochas. Mas, la naciуn de los Huancas, naturales del valle de Xauxa, se defendieron al principio valientemente, los cuales eran mбs de treinta mil, aunque al fin fueron vencidos y sujetados. Con tan feliz curso de
Vitorias no dejу Pachacъtic las armas de las manos ni parу hasta la provincia de Tumi bamba, que fueron los ъltimos tйrminos y fronteras de su Imperio, habiendo encorporado en йl todas las que estбn antes por el camino de la Sierra como son Guarochiri, Canta, Taranta, Chinchacocha, Ca-jatantbo, Botnbуn, Conchucos, Caxamarca y otras.
No dejу pasar mucho tiempo el Inca que no hiciese otra jornada por el camino de Condesuyo, para conquistar las provincias marнtimas confinantes con las que habнa ga-nado en la Sierra. Fuй йl en persona hasta la raya de Los Llanos, y sin bajar de la Sierra б la tierra caliente de la costa de la mar, enviу por capitбn general б un hermano suyo con treinta mil hombres, y dejу consigo otros treinta mil de respeto, para remudarlos cada dos meses, б causa de ser tierra malsana la marнtima para los serranos.
Muchos valles de la costa se dieron de paz y otros fue¬ron guerreados; conquistу en breve todas las provincias marнtimas que hoy se comprehenden en la diуcesis de Are-quipa desde Tarapacб hasta Hacarн, que son cerca de dos-cientas leguas de costa. Entrando por lo que al presente es distrito deste arzobispado de Lima, le ofrecieron la paz los valles de La Nasca, lea y Pisco, con los indios de Chun-changa y Humay; mas, los de Chincha tomaron las armas, que eran muchos, y pelearon muchas veces con la gente del Inca, de la cual quedaron vencidos. No anduvieron me¬nos valientes en su defensa los del Huarco y Lunaguana que los de Chincha, sus vecinos, porque mantuvieron la guerra con notable esfuerzo y constancia muchos meses, en los cuales pasaron cosas notables entre los unos y los otros. Finalmente, los redujo el Inca б tal estado, que se le hubieron de sujetar. Alcanzada esta victoria por el Inca, le dieron la obediencia pacнficamente los valles de Mala, Chilca, Pachacanta, Lima, Chancay, Guaura, y la Barran¬ca, con todos los demбs que hay antes del de Chimo. El cacique deste postrero era muy poderoso, y no quiso ren¬dirse al Inca antes de venir con йl б las manos y quedar vencido, como quedу. Habidas tantas y tan insignes vito-rнas, en que pasaron algunos aсos, dio vuelta el rey para su corte rico de despojos y mucho mбs de honra y crйdito, dejando en los puestos convenientes edificadas fortalezas y en ellas los presidios y guarniciones competentes para conservar lo adquirido.
Apenas eran acabadas las fiestas que se le hicieron en el Cuzco por los trofeos de la expediciуn pasada, cuando tratу de hacer otra por el camino de Collasuyo; porque no tenнa quietud ni sosiego su espнritu mientras no se ocupaba en ampliar su Imperio. Enviу delante con parte del ejйrcito б un capitбn de mucho valor y experiencia llamado Apu-Conde-May ta % y mandуle hiciese alto y le esperase en Lu-rucache, que era la raya de su seсorнo y frontera de las provincias del Callao, cuyo cacique era muy poderoso, y comenzaba su Estado desde la sierra de Vilcanota, desde adonde, hasta el pueblo de Hatuncolla, donde residнa, hay mбs de veinte y cinco leguas. Puestas en orden las cosas del Cuzco, partiу el Inca con el resto del ejйrcito, y llegado б Lnrucache, sin detenerse allн, pasу б alojar su cuerpo al piй de Vilcanota. dentro de los tйrminos de Col/ana. Sabi¬da por el cacique у rey del Callao la llegada del Inca, le saliу al encuentro con todo su poder, resuelto de darle ba¬talla, y lo esperу en el pueblo de Ayavire. diez leguas del alojamiento del Inca; el cual, alegre con la nueva de que se le hubiese puesto tan cerca su enemigo, moviу sus escua¬drones y comenzу б entrar por aquellas tendidas vegas y •/abanas que se descubren pasada la sierra de Vilcanota; y acercбndose б Ayazt’re. les saliу al encuentro el Colla en ordenanza de guerra, provocбndole б la batalla. Embistiй¬ronse los dos cuerpos con igual бnimo, y peleуse de am¬bas partes con mucho coraje y porfнa. Los del Inca, sin-tiendo flaqueza en sus contrarios, por la poca experiencia que tenнan de la guerra, comenzaron б cantar vitoria. El
Colla, perdido de бnimo, viendo muerta la mayor parte de los suyos, se retirу con los que pudo y reparу en Pucarб. Asolу el Inca el pueblo de Ayavire, haciendo degollar б cuantos se pudieron haber б las manos, y sin detenerse б descansar de la batalla, caminу en busca de Colla-Cбpac, que asн se llamaba el rey del Collao. Peleу con йl segunda vez en Pucarб, y tambiйn lo venciу. Murieron muchнsimos Collas en ambas batallas; los que escaparon se pusieron en huida y despuйs volvieron rendidos y se pusieron en manos del Inca. El cacique de la naciуn de los Lupacas, que residнa en Chucuito y no era menos poderoso que el Colla, tomу mбs sano consejo, porque recibiу de paz al Inca y puso, en sus manos su Estado; al cual hizo mucha honra el Inca, y para mostrarle mбs favor, se detuvo algu¬nos dнas en Chucuito.
Quedaron en esta jornada puestos en obediencia del Inca todos los pueblos y naciones del contorno de la gran laguna de Titicaca, que de una parte la ciсen las provin¬cias de los “Lupacas y Pacasas, y de la otra las de Paucar-colla, Asбngaro y Omбsuyo, con las islas que tiene la di¬cha laguna, las cuales en aquel tiempo estaban muy po¬bladas. Algunos de los pueblos referidos se defendieron valientemente y tuvieron muchos rencuentros con el Inca antes de sujetбrsele; porque б no pocos se les puso apre¬tado cerco y ellos hicieron fortalezas en que defenderse, como son las de Caquingora y la que vemos en un alto cerro del pueblo de Juli, que es de cinco murallas de pie¬dra seca unas dentro de otras, б donde los naturales se acogieron y pelearon mucho tiempo defendiйndose, y mбs con maсa y engaсo que por fuerzas de armas los rindiу el Inca. Tambiйn lo? Pacasas defendieron algunos dнas la puente del desaguadero de la laguna de Titicaca у de Chucuito, y para ganбrsela, enviу el Inca parte de su ejйr¬cito б buscar vado ocho leguas mбs abajo.
Llegу Pachacъtic i ver los soberbios edificios de Tнa¬guanaco, de cuya fбbrica de piedra labrada quedу muy ad¬mirado, por no haber visto jamбs tal modo de edificios, y mandу б los suyos que advirtiesen y notasen bien aquella manera de edificar, porque querнa que las obras que se labrasen en el Cuzco fuesen de aquel gйnero de labor. De allн pasу б Copacavana y б ver el santuario de la isla de Titicaca; y ъltimamente, pasando en balsas el estrecho de Tiqtiina, dio la vuelta por Otnasuyu б la ciudad del Cuzco, donde entrу como triunfador con grande autoridad y acom¬paсamiento.
Habiendo este rey acrecentado su Imperio con tantas y tan dilatadas provincias, se dio en lo que le quedу de vida б ilustrarlas con edificar en los principales pueblos dйllas magnнficos templos y palacios y algunos fuertes castillos al modelo de los edificios que habнa visto en Tiaguanaco, como son los edificios de Vi/cas, del Huarco, de Lima-tambo y la gran fortaleza del Cuzco; en suma, las mбs sun¬tuosas fбbricas que hubo en este reino, cuyas ruinas duran todavнa, hay tradiciуn entre los indios que fueron edifica¬das por el rey Pachacъtic (i); el cual tuvo un нdolo grande todo de oro, llamado Inticllapa, que por todo el tiempo que viviу, y despuйs hasta la venida de los espaсoles, fuй tenido en gran veneraciуn. Tenнanle puesto en unas andas de oro de mucho valor, y consta por fama, que нdolo y an¬das hechos pedazos se llevу б Caxamarca, para el rescate del Inca Atahualpa, con otra mucha de la hacienda que dejу este Inca. Su cuerpo sepultaron los de su parcialidad en Patallacta, de adonde le mudaron despuйs б Totocache, y allн fuй hallado por el licenciado Polo muy б recaudo, y tan bien curado con cierto betъn y confecciуn, que parecнa estar vivo. Tenнa hechos los ojos de una telilla de oro; el cabello cano, y con todo йl entero, como si hubiera muerto aquel mismo dнa. Tenнanle muy bien vestido con cuatro у
(i) ЎQuй absurda tradiciуn!
cinco mantas ricas, la borla de rey y otros llautos bien labrados. Fuй traнdo б Lima este cuerpo por mandado del virey D. Andrйs Hurtado de Mendoza, Marquйs de Caсe¬te, con otros de los que se hallaron enteros y mбs bien curados.
CAPНTULO XIV De Tupa-Inca-Yupanqui, dйcimo rey.
k Pachacъtic sucediу su hijo mayor Tupa (1) -Inca-Yu-
JL\m panqui, el cual comenzу б gobernar en vida de su padre; porque hallбndose muy viejo Pachacъtic й impedido para administrar tan grande reino, con consentimiento de sus vasallos lo renunciу en su hijo Tupa-Inca-Yupanqui, de quien hay memoria tuvo dos hermanos, dichos Amaro-Tupa-Inca y Tupa-Inca, y que fueron Seсores ricos y esti¬mados. Este rey quebrantу la costumbre inviolable que ha¬bнa entre los Incas, confirmada con general y antiquнsima prohibiciуn, de no” contraer matrimonio en primer grado. Porque, sin embargo de la dicha costumbre y prohibiciуn, que sin contradiciуn habнa durado hasta su tiempo, tomу por mujer б Mama-Odio, hermana suya de padre y ma¬dre; y segъn pareciу por los quipos y registros del tiempo deste Inca y por el dicho de los viejos en cuyo poder esta, ban, hizo ley que solos los reyes se pudiesen casar con sus hermanas de padre y madre, como lo hizo йl; y al tiempo de su muerte dejу mandado que sus dos hijos Guayna-Cб¬pac y Coya-Cusi-Rimay, que eran hermanos de padre y madre, se casasen; fundando este mandato allб en ciertos
(1) Todos estos Tupa y Topa y los demбs deben leerse Tъpac.
sueсos que dijo haber tenido, y dando por razуn que con-venнa que el que hubiese de ser Inca no tuviese mezcla ninguna de otra sangre, y que la procreaciуn en las herma-nas era verdadera sucesiуn. Procediу deste rey el linaje y ayllo que se llama Cбpac-Ayllo. En coronбndose por rey, puso el pensamiento en proseguir las conquistas de su pa¬dre, y como hallу en tan buen punto la milicia, por los mu¬chos capitanes y soldados veteranos que б su padre habнan servido, no hubo menester mucho para ejecutar su deseo. Acordу comenzar la guerra por el camino de Antisuyu, que ahora decimos de los Andes, i causa de extenderse po¬cas leguas su reino por aquella parte. Fuй en persona б esta guerra con muy grueso ejйrcito, y venciendo las difi¬cultades de tan бsperos caminos como aquellos son, atra¬vesу la fragosa y nevada Cordillera, y las espesas selvas y arcabucos que dividen aquellas provincias yuncas de las de la Sierra. Peleу con los Chunchos y Mojos, gentes por extremo bбrbaras й inhumanas, y ganуles buena parte de sus tierras.
Andando en esta guerra, se le huyу della un capitбn natural del Collao, el cual, vuelto б su tierra, publicу que el Inca era muerto en los Andes. Oнda esta nueva por los Seсores y caciques del Collao, como estaban descontentos con la sujeciуn del Inca, no hubieron menester mбs para rebelarse. Mataron los gobernadores puestos por el Inca y juntaron sus fuerzas para cobrar su libertad. En entendiйn-dose este suceso en el Cuzco, el gobernador que habнa que-dado en el gobierno de la ciudad despachу por la posta quien diese cuenta al Inca; el cual, en recibiendo el aviso, acudiу con gran presteza al remedio. Compuso lo mejor que pudo las cosas de la conquista, y dejando en ella algu¬nos de sus capitanes, para que la continuasen, saliу por Paucartambo, y sin llegar al Cuzco, se encaminу al Collao por detrбs de las sierras de Vilcanota, y vino б salir б Chungarб, tomando por las espaldas al ejйrcito de los Co-
їfar.’Peleу con ellos por muchas veces, y saliendo victo¬rioso, hizo un gran destrozo en aquellos pueblos, castigando con extraсo rigor los culpados en la rebeliуn. Hizo deso¬llar б dos caciques los mбs principales, y de sus cueros mandу hacer dos atambores, con los cuales y con las cabe¬zas de los justiciados puestas en picas y muchos prisione¬ros para sacrificarlos al Sol, entrу triunfando en su corte, donde con grandes sacrificios y fiestas celebrу estas vic¬torias.
Otra jornada hizo poco despuйs б las provincias de Chinchaysuyu. Llevу б ella un poderoso ejйrcito con mu¬chos y muy diestros capitanes, y no parу hasta llegar б los limites del reino de Quito; y en cierto lugar del mandу hacer alto, para que se reformase su gente y proveerla de las cosas necesarias. Visto por el Seсor de Quito que el hijo del Sol con sus grandes capitanes iba б guerrearlo, estuvo en duda si le obedecerнa у se pondrнa en defensa, y para tomar consejo sobre ello, hicieron sus acostumbradas oraciones y sacrificios б sus dioses, pidiйndoles les dijesen lo que habнan de hacer para la salud de todos. Respondie¬ron los нdolos que no temiesen la potencia del Inca, sino que le saliesen al encuentro y peleasen con йl defendiendo su patria, que ellos los favorecerнan y ayudarнan para que no fuesen vencidos. Alegre con este orбculo el rey de Qui¬to, y para tener mбs propicios б sus dioses, mandу б los su¬yos que se apercibiesen para cierto dнa, porque tenнa deter-minado hacer un solemne sacrificio б sus dioses de sangre humana de niсos y niсas; y asн lo hicieron, en el cual un caballero principal, por mostrarse mбs religioso, sacrificу б sus propios hijos. Pero saliуles vana su confianza, porque en las batallas y rencuentros que tuvieron con el Inca, siem-pre llevaron lo peor, y ъltimamente quedaron vencidos y preso y muerto su rey.
Acordу el Inca volver al Cuzco por el camino de la
Sierra, por haber hecho su viaje б la ida por el de Los Lia-
Tono in 22
nos, y pacificar las naciones de indios que habнa en el me-dio, que eran muchos. En llegando б la provincia de los Caсares, le salieron muchos б recebir de paz y б darle la obediencia; y б otros que fueron rebeldes, hizo guerra y asolу sus tierras, enviando muchos millares dйllos con sus familias al Cuzco por mitimaes. Mandу edificar en aque¬lla provincia una gran fortaleza, en que puso sus goberna¬dores y presidio de soldados y muchos mitimaes. De allн tomу el camino para el Oriente y entrу en las provincias de los Giachapoyas, con los cuales tuvo reсidas batallas, porque se defendieron con valor; mas, siempre le era al Inca favorable la fortuna. Prendiу б los caciques y capita¬nes de aquella tierra y los mandу llevar con los demбs pri¬sioneros, para entrar, como entrу, triunfando dйllos en el Cuzco.
Pasados algunos aсos que gastу en ordenar las cosas del gobierno, se dispuso б hacer jornada б Collasuyu. An¬tes de partir hizo sus acostumbrados sacrificios al Sol, su padre, y б los demбs dioses, prometiйndoles que, si le fa¬vorecнan, no habнa de llegar б su corte antes de llegar б la Ticcicocha, que es tanto como al cabo del Mundo; porque estaba persuadido que no habнa mбs mundo que las tierras de que йl tenнa noticias. Hizo llamamiento de gentes, y con el mayor ejйrcito que pudo juntar, partiу del Cuzco. Entrando en la provincia de Chucuito, le hicieron un reci¬bimiento mбs solemne que б su padre Pachacъtic, y los Seсores y caciques de aquella provincia le suplicaron que no pasase adelante, sino que pusiese allн su corte y que ellos irнan б las conquistas y le ganarнan todas las tierras del Mundo. Agradeciуles el Inca la voluntad que mostra¬ban de servirle, con palabras amorosas, y prometiendo de hacerles mercedes, pasу adelante y quiso de camino visitar el templo de Titicaca. Tuviйronle los de la provincia pre¬venidas muchas balsas para el pasaje б aquella isla, en la cual se detuvo algunos dнas, mandando edificar un suntuoso palacio y otros edificios reales; y habiendo sacrificado al Sol, prosiguiу su viaje. Hizo alto en Tiaguanaco, para ver despacio aquel edificio maravilloso; quiso informarse de los naturales del pueblo de adonde se habнa traнdo la piedra para aquella fбbrica y quiйn habнa sido el autor dйlla. Res¬pondiйronle los indios que no lo sabнan ni habнan tenido noticia en quй tiempo se hubiese edificado.
Salido el Inca de Tьtguanaco, entrу conquistando las provincias de los Carangas, Paria, Cochabamba y Ampa¬raos, con las demбs que caen en los tйrminos de los Char¬cas, de las cuales se huyeron muchos indios, y buscando lugares fuertes donde poderse guarecer y defenderse del Inca, se entraron de comъn acuerdo por los valles de Oron-cota, б donde hallaron una fortaleza natural por la disposi¬ciуn del sitio; porque era un gran cerro de muchas leguas de box, cercado por todas partes de muy alta peсa tajada, y en lo alto tenнa muchas tierras de labor, agua y arboleda. Aquн se acogieron mбs de veinte mil indios con sus muje¬res y hijos, con бnimo de pasar su vida sin bajar mбs de aquellos riscos.
Teniendo aviso el Inca desta retirada y que era impo-sible poder conquistar aquellos indios, por la gran fortaleza del sitio y porque tenнan dentro del cuanto habнan menester para pasar la vida, dijo que йl darнa traza cуmo en muy breve tiempo viniesen б su obediencia. Mandу que le dibu¬jasen la fortaleza con la disposiciуn que tenнa; hiciйronlo asн, y echу de ver que la peсa que la ceснa hacнa un res¬quicio у portillo; y considerando que por allн se podrнa en¬trar, no embargante que en aquella parte tenнan los contra¬rнos sus centinelas, ordenу que luego frente del portillo hi¬ciesen un pueblo y pusiesen en йl alguna gente de guerra; lo cual concluido con extraordinaria brevedad, mandу que hombres y mujeres se juntasen todas las noches б cantar y bailar, y que cuantos entrasen en el baile pudiesen libre¬mente escoger las mujeres que quisiesen, y que tambiйn las’mujeres gozasen de la misma licencia en escoger hom¬bres б su gusto; de manera que con toda libertad pudiesen darse б sus deleites carnales, sin que nadie se lo estorbase. (Esta manera de baile inventу entonces el Inca, al cual lla¬maban los indios Cachua, y lo usaron despuйs durante su gentilidad.) En cumplimiento del mandato real, salнan todas las noches hombres y mujeres б hacer estos bailes б vista de los enemigos, y pasados en ellos no muchos dнas, las mujeres, instruidas por el Inca, comenzaron б llamar б las guardas y centinelas del fuerte con cantares y requiebros, convidбndoles б que bajasen y gozasen de aquel bien que para todos era comъn y permitido. Б pocos lances, los rin¬dieron y obligaron б que bajasen de su atalaya y entrasen en el baile; con que dieron lugar б que diez mil soldados del Inca, que estaban en celada, entrasen al fuerte y lo ga¬nasen con prisiуn de cuantos en йl se habнan encastillado.
La fama del poder y Vitorias maravillosas del Inca ha¬bнa ya penetrado las provincias mбs remotas y puesto tan gran terror y espanto б los caciques y Seсores dйllas, que los mбs le enviaban sus embajadores ofreciйndole paz y pidiendo ser admitidos por vasallos suyos; y йl recebнa con blandura y amor б los que voluntariamente se le sujetaban, y hacнa cruda guerra б los que le resistнan. Andando paci¬ficando la tierra de los Charcas, le vinieron mensajeros de las remotas provincias de Tucumбn, enviados de los Seсo¬res dйllas, que en nombre dйllos le dieron la obediencia; y el Inca enviу allб gobernadores y mitimaes que les ense¬сasen los usos y leyes de su reino.
Y teniendo noticia de las grandes provincias de Chile, hizo abrir camino para ellas por la provincia de los Lipes, que era la ъltima de su reino; y enviу para conquistarlas un ejйrcito de mбs de doscientosmil soldados; y йl se vol¬viу al Cuzco. Los indios Chilenos, si bien se aventajaban б los Peruanos en ser mбs fuertes y briosos, con todo eso, por vivir como vivнan en behetrнas, sin cabeza ni caudillo que los rigiese y confederase, no pudieron resistir б la mul¬titud de los del Inca, y asн, fueron vencidos dйllos los habi¬tadores del Guaseo y Coquimbo, con los otros valles marн¬timos hasta el de Mapocho, donde se habнan convocado muchos millares de Chilenos, entre los cuales se hallaban los valientes Araucanos, que llamados de los de Mapocho, habнan venido en su ayuda. Trabуse una muy sangrienta batalla entre los unos y los otros, y en lo mбs recio dйlla les llegу socorro б los del Inca, que fuй causa desmayasen los Chilenos y que los del Inca quedasen vitoriosos. Pusiй¬ronse en huida los Araucanos, y el ejйrcito peruano los fuй siguiendo y dando alcance y degollando б muchos dйllos. Entrando por su tierra, los Araucanos se fortificaron en una angostura, y siguiйndolos los capitanes del Inca, como no sabнan la tierra, se entraron sin advertir por el peligro. Ha¬llбndose ya con ventaja los Araucanos, revolvieron contra sus enemigos y encendiйndose la mбs reсida y brava bata¬lla que jamбs los Peruanos habнan tenido, los cuales fueron vencidos en ella con muerte de su capitбn general y la mayor parte del ejйrcito. Los demбs se retiraron destotra parte del rнo Maule, que dista cuarenta leguas de la ciu¬dad de Santiago y valle de Mapocho hacia el Mediodнa. Intentaron otras veces los capitanes del Inca plantar sus banderas de esotra parte del dicho rнo; mas, los valerosos Araucanos, unidos con sus vecinos los de Tucapel y Pu-ren, se lo estorbaron y no dieron lugar б que poseyesen los Incas un palmo de tierra de la otra parte de Maule. Sabido por el Inca lo que pasaba, y la multitud de indios que ha¬bitaban aquellas provincias que caen al Sur del rнo Mau¬le, y cuan valientemente se defendнan, enviу mandar б sus capitanes fortificasen la ribera setentrional del rнo Maule, y que por entonces fuese frontera contra los Araucanos y la raya de su Imperio; de la cual ni entonces ni despuйs pasу el Seсorнo de los Incas.
CAPНTULO XV De los demбs sucesos de Tupa-Inca Yupanqui.
“^NTRE las mujeres deste Inca habнa una de naciуn
gj Guayro, de extremada hermosura, б la cual йl amaba y favorecнa mбs que б su legнtima mujer, y tenнa en ella un hijo igualmente amado que su madre; y no habнa fies¬tas y regocijos б donde no llevase consigo б madre y hijo. Viendo, pues, sus vasallos que esta mujer era la que mбs preciaba y mбs cabida tenнa con el rey, la procuraban todos agradar y servir, por el contento y gusto que dello recebнa el rey. Sucediу una vez que estando el Inca holgбndose en el valle de Yucay, se puso б jugar con ciertos Seсores б la pichca, que es al modo de dados, y habiendo ya el Inca ganado casi todo el juego, sуlo le faltaba un punto, que era el as, y si no lo echaba, no ganaba nada, y echбndolo, ganaba y remataba el juego. Dijo entonces б la Seсora Guayro, que estaba presente: «Hermana, un punto me falta para ganar el juego; їquй haremos? Si quieres que se vuelva de principio, se volverб, y si no, vaya en tu nombre, si gus¬tas dйllo.» Ella, aunque vio que la presea que se jugaba era de mucho valor, le respondiу: «Ea, Seсor, echa el dado en mi nombre, y di Guayro, que Guayro serб el as.» Dijo el Inca: «Pues en tu nombre vaya, que se gane у se pier¬da. » Y echando el dado el rey, dijeron б voces todos los presentes: ^Guayro, Guayro.* Y cuando cayу la suerte, filй el as, que era todo lo que se pedнa. El Inca con todos los demбs quedaron muy contentos, y mucho mбs la Seсora, б quien dio luego el Inca la joya que ganу; y desde este juego mandу el Inca que el nъmero uno se llamase guayro en toda la tierra, en memoria de la suerte y ganancia que con йl hizo en nombre desta Seсora; y asн, hasta el dнa de hoy, en la mayor parte del reino llaman al nъmero uno guayro, al modo que entre nosotros se dice as.
El amor grande que tenнa el Inca б esta Seсora Guay¬ro, solicitaba su бnimo para que buscase trazas cуmo dejar б su hijo bien remediado. Pues con este fin, siendo ya el mozo de edad para ser armado caballero, introdujo entre los Seсores de su corte el juego de los ayllos (i), que antes era sуlo de las naciones del Collao; y asн, llegada la сesta del Guarachico, en que su hijo se habнa de armar caballero con otros hijos de grandes Seсores, pidiу el Inca б los de su consejo que, para mбs solemnizar la сesta, querнa jugar con su hijo algunos pueblos de su Seсorнo. Ellos, por com¬placerle, consintieron con lo que pedнa y le respondieron que jugase su Alteza en hora buena todo lo que fuese ser¬vido. Seсalбronse jueces y padrinos para los juegos, y para mбs autoridad de la fiesta, dio licencia el rey para que entrasen en ellos los Seсores que quisiesen; y era ley que se habнa de jugar joya у presea de mucho valor, у cierta cantidad de oro у plata. Llegado el dнa seсalado, dieron principio б los juegos los Seсores de la corte, y ъltima¬mente entraron en ellos el rey y su hijo. El rey, como vale¬roso y diestro en este juego, hacнa maravillas de sus ayllos, y el mozo no se descuidaba, antes jugaba con tanta des¬treza, que en muy breve tiempo ganу la apuesta б su pa¬dre y pidiу б los jueces se la diesen. Ellos, maravillados
(i) Este vocablo escrito exactamente como el que significa, «linaje, parcialidad, familia, genealogнa, etc.,» designa tambiйn un arma compuesta de bolas mбs у menos grandes esfйricas ъ ovaladas asidas de dos у mбs cnerdas у ramales, para trabar los pies en la guerra у para casar fieras у aves, tirando б enredбrselas en las piernas у en las alas.
Hoy las usan todavнa de dos cabos los araucanos y patagones para cazar huanacos y choiqucs (avestruces).—Llбmanse vulgarmente boleadoras.
En nuestro Museo Arqueolуgico tenemos una bellнsima bola de ayllu, de bronce, en forma de pesa, y representa en relieve dos cabezas de un ani¬mal parecido al oso. Lleva una anilla por donde pasaba el extremo de uno de los ramales.
desto y sospechando no fuese cautela el haber perdido el rey, fueron de parecer que volviesen al juego; pero el hijo lo rehusaba, si primero no le daban lo que habнa ganado. Viendo los jueces que tenнa razуn, le prometieron dar lo que pedнa con que prosiguiese el juego. Volvieron б jugar padre y hijo, y fuй tan venturoso el hijo, que tornу б ga¬nar por segunda vez. No consintieron los del consejo que pasase adelante el juego, porque llevaba el mozo talle de ganar б su padre todo el reino. Preguntбronle los jueces quй queria por la ganancia, y el mozo pidiу la provincia de Urcosuyu, y asн le fueron dados los cinco pueblos dйlla, Nufioa, Oruro, A sillo, Asбngaro y Pucarб; y estos son los pueblos que llaman Aylluscas, en memoria desta historia.
Mucho tiempo se le pasу al Inca sin salir de su corte, ocupado en ilustrarla con grandes edificios; porque por su orden se prosiguiу el soberbio edificio de la fortaleza, que su padre habнa dejado comenzado, y se edificaron los pa¬lacios de Tambo, cuyas ruinas duran todavнa, y otras casas de placer en la comarca del Cuzco; y juzgando que conve¬nнa salir б visitar sus vasallos, apercibiу su partida, y bien acompaсado de Seсores y gente de guerra, saliу del Cuzco por el camino de Ckinchaysuyu, llevando consigo б la Coya su mujer, que gustу de ver su reino en compaснa del rey su marido. Llegados б un lugar llamado Yanayacu, en los tйrminos de Vi/cas, nombrу el Inca por visitador de las provincias de la costa de la mar б un hermano suyo que se decнa Apu-Achoche, hombre de mucho valor y consejo; el cual se partiу delante б entender en su visita, por haber determinado el Inca hacer su camino por el valle de Xau-xa, б pedimento de los caciques del. Llegado el visitador al Guarco, la Seсora del, que era viuda, se puso б impe¬dirle la visita y que empadronase sus vasallos, diciendo que no habнa de consentir que el Inca seсorease su estado. Dio cuenta el visitador al Inca de lo que pasaba, pregun¬tбndole lo que habнa de hacer en aquel caso. El Inca, rece¬bida esta nueva, se riу y dijo que las mujeres le seguнan. Preguntуle la Coya que quй mujeres; y йl le respondiу: «Tъ y esta viuda, que si no fuera por tн, yo le hiciera que no tuviera tantos brнos.» La Coya entonces pidiу al Inca que le diese licencia, que ella se proferнa de sujetarle aque¬lla mujer sin que le costase un soldado; respondiуle el In¬ca, que hora buena, que hiciese lo que quisiese. Tomу б su cargo la Coya este negocio y despachу al visitador, dбn¬dole parte del camino donde pensaba guiarlo, y mandбn¬dole que dijesen б aquella cacica, cуmo йl tenнa aviso del Inca y de la Coya que querнan reservar toda aquella pro¬vincia para ella, y que en albricias le pidiese le mandase hacer una сesta solemne en la mar.
La viuda, creyendo ser verdad la nueva que le dio el visitador, concediу lo que le pedнa y mandу para cierto dнa que le seсalу el mismo visitador, que todos los del pueblo saliesen б la mar en sus balsas б festejarle; lo cual todo se efectuу; y estando los indios en la mar con sus instru¬mentos mъsicos y mucho regocijo bien seguros de la cau¬tela y engaсo del visitador, entraron en el pueblo dos capi¬tanes del Inca y se apoderaron del; lo cual visto desde la mar por la cacica y sus vasallos, no tuvieron otro medio que rendirse. Prendieron los capitanes б la cacica y llevб-ronsela б presentar б la Coya.
Gastу el rey en esta visita cuatro aсos. Mandу acabar de ediсcar las fortalezas y palacios que en muchas partes estaban comenzadas y en otras hizo labrar muchas de nue-vo. Llegу hasta la provincia de Quito, mбs de cuatrocientas leguas del Cuzco, desde donde se volviу б su corte, dejan¬do acrecentado su reino por aquella parte del Setentriуn mбs de veinte leguas, y por la costa y por la mar, conquis¬tando todos los valles hasta Tъmbez. Con tan ilustres vic¬torias alcanzу este Inca nombre de grande, llamбndole los suyos el Gran Tupa Inca y en hecho de verdad lo fuй. Mu¬riу en la ciudad del Cuzco, y su cuerpo embalsamado y
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bien curado se conservу entero hasta la prisiуn de Huбscar-Inca, su nieto. Entonces lo quemaron los capitanes de Atau-hualpa, Quisquнs y Charcochima (sic). Tuvo un нdolo que se llamу Cuxichuri, al cual hacнan los indios mucha honra, juntamente con sus cenizas, que tenнan guardadas en un cбntaro. Fuй muy rico este rey, y los sobredichos capita¬nes de Atauhualpa le tomaron mucha hacienda, y la de¬mбs quedу en poder de sus yanaconas.
CAPНTULO XVI De Guayna-Cбpac, ъltimo rey de los Incas.
A
Inca- Yupanqui sucediу su hijo primogйnito Guayna-Cбpac, nombre que alcanzу por sus ilustres hazaсas, el cual significa «mancebo rico y excelente,» porque desde su mocedad tuvo lo uno y lo otro con mбs ventaja que nin¬guno de sus predecesores. Fuй muy amado de sus vasallos y tenido por valiente y determinado. Alcanzу muchas й in-signes victorias; dilatу los lнmites de su imperio con mu-chas provincias que agregу б йl. Mostrуse igualmente pru-dente en el gobierno que esforzado en las armas, y asн puso grande orden en todas las partes de sus estados. Al principio de su gobierno tomу por coadjutor en йl, con tн-tulo de gobernador del Cusco, б un tнo suyo hermano de su padre, llamado Gualpaya, Йste, con la mucha mano que tenнa, intentу rebelarse y usurpar la corona para un hijo suyo. Comunicado su designio con sus amigos y alia¬dos, seсalaron dнa en que se debнan de juntar en el Cuzco y matar al rey, y para ponerlo en ejecuciуn, comenzaron б entrar en la ciudad los que eran de fuera dйlla, metiendo armas escondidas en cestos como de coca y ajн; y habнan ya los conjurados en el Cuzco mбs de mil destos cestos, cuando fuй descubierta la conjuraciуn desta manera. Hurta¬ron unos ladrones en Limatatnbo algunos cestos, pensando que eran de coca у ajн, y destapados, los hallaron llenos de armas y municiуn de guerra; lo cual sabido por algunos moradores de aquel pueblo, se fueron al Cuzco y en gran secreto dieron cuenta del caso б un tнo del rey, que se de¬cнa Apu-Achachi, que era gobernador de Ckinchaysuyu; el cual, por este aviso, embargу luego todos los cestos y ha¬llуlos llenos de armas. Puso gran diligencia en la averigua¬ciуn del caso, dio tormento б los dueсos de los cestos, los cuales de plano confesaron la conjuraciуn, declarando las personas que entraban en ella; con esta informaciуn, Apu-Achachi prendiу al gobernador Gualpaya, y comunicando el negocio con el Inca y los de su Consejo, fuй condenado б muerte con los demбs sus consortes.
Despuйs desto, muriу Mama-Ocllo, madre del rey, de cuya muerte recibiу йl gran pena, y mandу que por chas-ques y postas se avisase б todas las provincias de su reino cуmo su madre era muerta, para que en todas partes la llorasen y hiciesen las obsequias. Los llantos que hubieron en la corte fueron extraordinarios y lastimosos y duraron mбs tiempo y con mбs solemnidad que cuantos antes se habнan hecho. Era Mama-Ocllo seсora de gran suerte y muy discreta, por cuyos consejos se gobernу su hijo Guay-na-Cбpac mientras ella viviу.
Concluido con las obsequias de su madre, saliу el Inca en persona б visitar las provincias del Collao; y llegado б las fronteras donde por aquella parte se acababa su reino, hizo algunas conquistas de nuevo y castigу algunos de los caciques vasallos suyos que alteraban la paz y sosiego de la tierra con movimientos y rebeliones; fortificу los presi¬dios y basteciуlos de guarniciуn suficiente; con lo cual y con haber enviado socorro de gente б las provincias de Tucumбn y Chile, se volviу al Cuzco con propуsito de ha¬cer una gran jornada en las fronteras de Chinchaysuyo.
Dejу en el Cusco un hermano suyo bastardo, por nom¬bre Apu-Cinchi-Roca, que era muy valiente y ingenioso, y йl se partiу con buen ejйrcito para Chinchaysuyo, б la vuel¬ta del Setentriуn. Llegado б Jauja, mandу que se hiciesen las honras de su padre y madre, y luciйronlas los caciques y Seсores de aquella provincia con tanto aparato, que se holgу mucho el Inca y se admirу del valor de aquella gente, de las maneras y ceremonias con que lloraban y de la libe¬ralidad con que le ofrecieron mucha cantidad de oro, plata y ropa fina, tan bien labrada, que el mismo Inca se vistiу dйlla. Estando ocupado en estos lloros, lй llegaron nuevas que los Seсores de la provincia de Chachapoyas se hablan rebelado y negбdole la obediencia, de lo cual no mostrу recebir pena, antes dijo con altivez: «Mis capitanes tienen kvrtb*^ hombres-y en los Chachapoyas se han de hartar.»
Acabadas las fiestas, saliу el Inca de Jauja y caminу sin parar hasta Chachapoyas. Hallу rebelada toda la tierra y tan orgullosos y pertinaces б los Chachapoyas, que no hacнan caso del ni de sus escuadrones; pero Guayna-Cбpac se dio tan buena maсa, que en pocos dнas los sujetу y hizo en los culpados ejemplar castigo. Pasу б Cajatnarca, donde tambiйn se hicieron lloros y obsequias por sus padres. Fuй desde allн visitando las demбs provincias de la Sierra hasta Quito, y en todas partes mandaba hacer las mismas honras y llantos. Acordу desde allн volverse al Cusco, y mandу que se llevasen allб los prisioneros tomados en la guerra, con los cuales entrу con solemne triunfo. Habнa su her¬mano Apu-Cinchi-Roca durante su ausencia edificбdole el palacio llamado Casona, de obra costosa, de que se holgу tanto el rey, que se quiso aposentar luego en йl.
Poco despuйs de su llegada б la corte, se fuй б des¬cansar y tomar placer al valle de Yucay, que era como su Aranjuez, en otro palacio que al mismo tiempo se habнa labrado; y sin detenerse allн mucho tiempo, saliу segunda vez б visitar las provincias de Collasuyo, por componer al¬gunas diferencias que tenнan entre sн los Seсores dйllas so¬bre los tйrminos de las dehesas y pastos; y llegando б la provincia de Chucuito, se detuvo en ella algъn tiempo, por¬que tenнa voluntad б los Lupacas, sus moradores; y ellos, por ser muy leales б los Incas, eran dignos de todo favor. De allн pasу б Tiaguanaco sin querer entrar en Titicaca, reservando esta visita para la vuelta. Entrу en los Andes y en las provincias de los Mojos б sosegar б aquellos bбrba¬ros que andaban inquietos, maquinando rebeliones; enviу sus capitanes contra los Chiriguanos y otras naciones de aquellas cercanнas y cordilleras, que, nados en la aspereza de la tierra, llevaban mal la servidumbre del Inca. Saliу de los Andes por Cochabamba, y viendo cuan fйrtiles y abun¬dantes de mantenimiento eran los valles de aquella provin¬cia y que la gente que los habitaba era muy poca, mandу que de los pueblos del Collao fuesen algunas familias б avecindarse en ellos; y б esta causa son ahora casi todos sus habitadores mitimaes.
De Cochabamba pasу б Pocona, б visitar aquella fron¬tera. Mandу reparar una fortaleza que su padre habнa man¬dado edificar, y mudу los gobernadores, y dejando la orden de cуmo habнan de vivir y sustentar aquella tierra, mandу б sus capitanes que caminasen la vuelta del Collao. Visitу de camino el templo de Titicaca, adonde se detuvo mu¬chos dнas haciendo sus ayunos y oraciones. Mandу sacrifi¬car allн б su padre el Sol los que traнa en prisiуn de los que se habнan rebelado, los cuales no quiso llevar al Cuzco para el triunfo, por ser muy pocos. Acabados los sacrifi¬cios, saliу б la provincia de los Lupacas, y en la ciudad de Chucuito mandу hacer alarde y reseсa general de la gente que traнa en su ejйrcito; publicу la guerra y jornada que querнa hacer б las provincias de Quito, y hizo para ella leva de gente en todo el Collao, prometiendo grandes premios б los que fuesen б ella. Entrу en su casa con sola la gente de su casa, y el ejйrcito pasу adelante fuera de la ciudad,
Dejу en el Cusco un hermano suyo bastardo, por nom¬bre Apu-Cinchi-Roca, que era muy valiente y ingenioso, y йl se partiу con buen ejйrcito para Chinchaysuyo, б la vuel¬ta del Sctentriуn. Llegado б Jauja, mandу que se hiciesen las honras de su padre y madre, y hiciйronlas los caciques y Seсores de aquella provincia con tanto aparato, que se holgу mucho el Inca y se admirу del valor de aquella gente, de las maneras y ceremonias con que lloraban y de la libe¬ralidad con que le ofrecieron mucha cantidad de oro, plata y ropa fina, tan bien labrada, que el mismo Inca se vistiу dйlla. Estando ocupado en estos lloros, lй llegaron nuevas que los Seсores de la provincia de Chachapoyas se habнan rebelado y negбdole la obediencia, de lo cual no mostrу recebir pena, antes dijo con altivez: «Mis capitanes tienen hombres y en los Chachapoyas se han de hartar.»
Acabadas las fiestas, saliу el Inca de Jauja y caminу sin parar hasta Chachapoyas. Hallу rebelada toda la tierra y tan orgullosos y pertinaces б los Chachapoyas, que no hacнan caso del ni de sus escuadrones; pero Guayna-Cбpac se dio tan buena maсa, que en pocos dнas los sujetу y hizo en los culpados ejemplar castigo. Pasу б Cojatnarea, donde tambiйn se hicieron lloros y obsequias por sus padres. Fuй desde allн visitando las demбs provincias de la Sierra hasta Quito, y en todas partes mandaba hacer las mismas honras y llantos. Acordу desde allн volverse al Cusco, y mandу que se llevasen allб los prisioneros tomados en la guerra, con los cuales entrу con solemne triunfo. Habнa su her¬mano Apu-Cinchi Roca durante su ausencia edificбdole el palacio llamado Casona, de obra costosa, de que se holgу tanto el rey, que se quiso aposentar luego en йl.
Poco despuйs de su llegada б la corte, se fuй б des¬cansar y tomar placer al valle de Yucay. que era como su Aranjuez, en otro palacio que al mismo tiempo se habнa labrado; y sin detenerse allн mucho tiempo, saliу segunda vez б visitar las provincias de Collasuyo. por componer al¬gunas diferencias que tenнan entre sн los Seсores dйllas so¬bre los tйrminos de las dehesas y pastos; y llegando б la provincia de Chucuito, se detuvo en ella algъn tiempo, por¬que tenнa voluntad б los Lupacas, sus moradores; y ellos, por ser muy leales б los Incas, eran dignos de todo favor. De allн pasу б Tiaguanaco sin querer entrar en Titicaca, reservando esta visita para la vuelta. Entrу en los Andes y en las provincias de los Mojos б sosegar б aquellos bбrba¬ros que andaban inquietos, maquinando rebeliones; enviу sus capitanes contra los Chiriguanos y otras naciones de aquellas cercanнas y cordilleras, que, nados en la aspereza de la tierra, llevaban mal la servidumbre del Inca. Saliу de los Andes por Cochabamba, y viendo cuan fйrtiles y abun¬dantes de mantenimiento eran los valles de aquella provin¬cia y que la gente que los habitaba era muy poca, mandу que de los pueblos del Collao fuesen algunas familias б avecindarse en ellos; y б esta causa son ahora casi todos sus habitadores mitimaes.
De Cochabamba pasу б Pocona, б visitar aquella fron¬tera. Mandу reparar una fortaleza que su padre habнa man¬dado edificar, y mudу los gobernadores, y dejando la orden de cуmo habнan de vivir y sustentar aquella tierra, mandу б sus capitanes que caminasen la vuelta del Collao. Visitу de camino el templo de Titicaca, adonde se detuvo mu¬chos dнas haciendo sus ayunos y oraciones. Mandу sacrifi¬car allн б su padre el Sol los que traнa en prisiуn de los que se habнan rebelado, los cuales no quiso llevar al Cuzco para el triunfo, por ser muy pocos. Acabados los sacrifi¬cios, saliу б la provincia de los Lupacas, y en la ciudad de Chucuito mandу hacer alarde y reseсa general de la gente que traнa en su ejйrcito; publicу la guerra y jornada que querнa hacer б las provincias de Quito, y hizo para ella leva de gente en todo el Collao, prometiendo grandes premios б los que fuesen б ella. Entrу en su casa con sola la gente de su casa, y el ejйrcito pasу adelante fuera de la ciudad, y asentу el real en Cinga, esperando el orden que daba d Inca; el cual, despuйs que descansу algunos dнas, hizo jun¬tar todos los grandes Seсores, y les dijo cуmo querнa ir en persona б acabar de conquistar las tierras que quedaban del Mundo, que era adelante de Quito hasta la costa de la Mar del Norte, pues las costas de la Mar del Sur estaban ya bajo su imperio. Pidiу que le siguiesen los que volun¬tariamente quisiesen, porque no era su voluntad hacer i nadie fuerza ni apremio. Juntу desta suerte gran copia de gente lucida y principal; nombrу capitanes б algunos de sus hermanos, y estando ya todas las cosas б punto para la partida, mandу que marchase el camino de Chinchaysujo.
Caminу el Inca con su ejйrcito sin detenerse hasta Tumi-bamba; allн parу por algunos dнas, y porque le pareciу que aquella tierra de que йl estaba muy aficionado era apare-jada para hacerla cabeza de reino, mandу labrar un magnн-fico palacio para sн y templo para sus dioses, en el cual puso una estatua de su madre, toda de oro, gran cantidad de vajilla de plata y servicio de hombres y mujeres. Ser¬vнan los Caсares de buena gana б la estatua de Afamar Odio, porque habнa parido en aquel lugar al rey Guayna-Cбpac. El cual, por este tiempo, estaba tan poderoso Se* сor, que intentу fundar un reino en la provincia de Quito semejante al del Cuzco, cuya cabeza y corte fuese Tumi-bamba, y hacer que aquel pueblo fuese igual б la ciudad del Cuzco en lustre y riquezas; y en orden б esto mandу que se poblase su comarca de todas las naciones que lle¬vaba en su ejйrcito.
Antes de comenzar б conquistar nuevas tierras, con¬sultу con sus capitanes la parte por donde comenzarнan, sobre que hubo diferentes pareceres; pero la ъltima reso¬luciуn fuй que se emprendiese la conquista de Pasto y de¬mбs provincias que desde allн corren para el Nuevo Reino de Granada. Ofreciйronse luego para esta empresa muchos capitanes valerosos, con deseo de alcanzar honra, suplн¬cando al Inca no tomase trabajo de ir en persona, sino que se quedase holgando en Tumibantba, pues tenнa soldados tan valientes y experimentados en la guerra, que se podнa fiar dйllos muy bien aquella empresa y otras mayores. Fб¬cilmente vino el Inca en lo que sus capitanes le pedнan; y asн, encomendу esta jornada б cuatro de los de mбs valor, que fueron, Mollo-Cavana, lupaca de naciуn, natural del pueblo de Hilavi; Moliу-Pucarб, natural de Hatuncolla, y otros dos de la provincia de Condesuyo que se decнan Apu-Cavac-Cavana y Apu-Cumti-Mullu; y demбs de los solda¬dos de varias naciones que iban en йsta, dio dos mil caba¬lleros orejones del Cuzco, y por capitanes dйllos б Auqui-Tuma, hermano suyo, y б Coya-Tupa (1), valeroso capitбn del linaje de Viracocha-Inca.
Partieron estos capitanes б su conquista, y el Inca se quedу en Tutnibamba haciendo los ayunos y sacrificios acostumbrados con los sacerdotes del templo del Sol, por el buen suceso dйlla. Entrу el ejйrcito conquistando los pueblos de aquella provincia con tan prуspero suceso, que б los primeros rencuentros que tuvo con los enemigos, los desbaratу y venciу con prisiуn del cacique. Los capitanes del Inca, despuйs de alcanzada la vitoria, se descuidaron mбs de lo que deben los que andan entre sus enemigos; porque con su descuido dieron lugar б que el cacique se soltase una noche de la prisiуn; el cual, antes que lo echa¬sen menos, juntу muchos de los suyos y dio de repente so¬bre el ejйrcito del Inca, que en ninguna cosa pensaba me¬nos que en tal acometimiento; y asн, recibieron tan gran derrota, que desbaratados y muertos muchos, los que esca¬paron se pusieron en huida.
Sabida por el Inca la nueva deste desbarato, recibiу mucha pena, no tanto por la pйrdida de los que en йl mu-rieron, cuanto por el riesgo que corrнa su reputaciуn. Aper-
(1; Probablemente Colla Tupa 6 Tupoc.
cibiуse con toda brevedad para ir en persona б vengar esta injuria, y entrу poderosamente por las tierras de sus enemigos talando y abrasando cuanto topaba, y haciendo en ellas tan gran destrozo y matanza, que ellos mismos muy humildes le vinieron б rogar con la paz. Dejando la tierra pacнfica y con bastantes guardas, se volviу б Tumi-bamba, donde fuй recibido con triunfo y grandes fiestas.
CAPНTULO XVII En que se prosiguen los hechos de Guayna-Cбpac.
T”^v ESDE Tumibamba enviaba el Inca б sus capitanes б
1 J diversas jornadas, y б otras iba йl mismo, en que pasу muchas dificultades, porque los indios de aquellas provincias eran valientes y guerreros, y muchas veces ven-cieron y desbarataron los escuadrones del Inca, y no pocas pusieron en huida al mismo rey; particularmente los Car yatnbcs, por ser hombres de valor y бnimo, dieron tanto en quй entender al Inca Guayna-Cбpac y б sus capitanes, que les costу mucha sangre y tiempo el conquistarlos. Em¬prendiу el Inca en persona esta conquista con un ejйrcito muy poderoso, de que iba por capitбn general Apu-Cari, Seсor de Chucuito; entrу en tierra de los Cayambes, lle¬vбndolo todo б fuego y sangre; ellos, no hallбndose con fuerzas iguales para esperar al Inca en campaсa, se reco¬gieron y hicieron fuertes en una muy grande fortaleza que tenнan; mandуla sitiar el Inca y que le diesen continua ba¬terнa; mas, anduvieron tan esforzados los de dentro, que forzaron al Inca б levantar el cerco, por haber perdido mu¬cha gente en los asaltos. Los Cayambes, que sintieron fla¬queza en sus contrarios, salieron б ellos y los apretaron de manera, que los orejones, que eran el nervio del ejйrcito, dieron б huir, desamparando б su rey, el cual, con el tro¬pel de sus gentes que sin tino huнan, cayу en tierra, y si no acudieran б socorrerle y sacarle de peligro los capi¬tanes Cusi- Tupa- Yupanqui y Guayna-Achache, muriera б manos de sus enemigos. Mandу el Inca que antes que vol¬viesen б combatir el castillo, guerreasen los pueblos de su contorno, para que, destituidos los cercados del socorro que les venнa dйllos, se rindiesen; y dejando capitanes que ejecu¬tasen su orden, se volviу б Tumibamba, adonde no quiso entrar en andas como solнa, sino б piй, delante de su ejйr¬cito, con un dardo en la una mano y una rodela en la otra.
Enviу luego para que prosiguiese la conquista de los Cayambes, y de los Carangues sus vecinos, б su hermano Auqui-Toma, valeroso capitбn, con un ejйrcito numeroso de todas naciones, y mandуles que juntamente llevasen los soldados de guarniciуn que habнa en las fronteras, y con todos juntos combatiesen la fortaleza. Pusiйronle cerco en llegando, y diйronle recios combates, llevando siempre lo mejor los soldados orejones, que avergonzados y corridos de la huida pasada, procuraban cobrar la opiniуn allн per¬dida. Ganaron cuatro cercas con sus fuertes, y combatiendo la postrera, muriу el capitбn general Auqui- Toma peleando como valiente soldado. Fuй tan reсida esta guerra y mu-rieron en ella tantos hombres de ambas partes, que habнa grandes montones de cuerpos muertos arrimados б la mu-ralla. Viendo el ejйrcito del Inca muerto б su capitбn gene-ral, comenzу б retirarse, y no perdiendo esta ocasiуn los Cayambes, salieron tras йl, y siguiendo el alcance hasta un rнo caudaloso que no se podнa vadear, degollaban б cuantos habнan б las manos. Hallбndose los del Inca confusos, por impedirles el rнo la huida, se arrojaban б йl, por no caer en manos de sus enemigos, adonde muchos murieron aho¬gados. Los que por gran ventura escaparon, hicieron alto de la otra parte del rнo, y los Cayambes, vitoriosos, se volvie¬ron б su fortaleza con los despojos de los enemigos muertos.
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Aunque sintiу el Inca mucho esta pйrdida, dio б enten-der que no tenнa pesar della, diciendo que los hombres eran manjar de la guerra, y sуlo mandу llorasen la muerte de su hermano; y de ahн б pocos dfas ordenу aparejar lo nece-sario para ir el rey en persona б esta empresa. Habнale acudido mucha gente del Cuzco y de las demбs provincias de arriba, de la cual y de la que antes tenнa formу un po¬deroso ejйrcito y dividiуlo en tres partes por esta orden: el tercio de los soldados orejones encomendу al capitбn ge¬neral llamado Apo-Mihi, y mandуle que por un lado de la fortaleza de los Cayambes y el tercio de Chinchaysuyo por el otro, pasasen secretamente sin ser vistos de los enemi¬gos algunas leguas adelante della, y que desde allн, cada escuadrуn por su parte revolviese sobre la fortaleza cuando fuese tiempo, quemando y talando cuanto hallasen; y que se viniesen б juntar con йl, que con el cuerpo del ejйrcito quedу б ponerle cerco; lo cual se ejecutу con pronta habi¬lidad y presteza. Llegу, pues, el Inca б combatir la forta¬leza por la parte que mejor pudo; durу el combate algunos dнas, y en el que estaba concertado con sus capitanes, hizo seсal de retirarse el ejйrcito, fingiendo que huнa; lo cual visto por los cercados, salieron de la fortaleza, y cantando vitoria, fueron en seguimiento de sus contrarнos, pensando les sucederнa como otras veces; y cuando mбs empeсados estaban en el alcance, les hizo rostro el Inca, y los que estaban emboscados acometieron la fortaleza y la encon-traron sin resistencia y pusieron fuego; lo cual visto por los Cayambes, se perdieron de бnimo, y atrojando las armas, se acogieron huyendo б unos juncales que habнa б la ribe¬ra de una gran laguna que allн cerca estaba, pensando esca¬par en ellos las vidas. Cercуlos por todas partes la gente del Inca, y embistiendo en ellos con extraordinario furor, hicieron una cruel matanza, porque apenas se escapу hom¬bre. Mandу el Inca, que como los fuesen prendiendo, los fuesen degollando sin piedad y echando sus cuerpos en la laguna, cuyas aguas quedaron desta matanza tan teсidas en sangre, que se le dio б la laguna el nombre que hoy tiene de Yahuarcocha, que significa laguna de sangre.
Acabada esta guerra, bajу el Inca б la costa de la mar, y llegando al valle de Tъmbiz (que por aquella marina era el ъltimo de su Imperio), hallaron muy grandes dificultades en dilatarlo por allн, б causa de ser la tierra que adelante se seguнa muy fragosa y de cerrados bosques, rнos y ciйne¬gas; con todo eso, con su бnimo invencible, procurу pasar adelante. Moviу guerra б la isla de la Puna, cuyo Seсor se decнa Turnalб, y б la tierra firme frontera, que es la provincia de Guayaquil, y fuй muy reсida y porfiada; pero la multitud de los del Inca oprimiу б los isleсos por enton¬ces, si bien mucho despuйs les costу bien caro; porque, en volviйndose б Tъmbez el Inca, dieron los de la Puna sobre el presidio que les habнa dejado, y los mataron б todos.
Enojado el Inca del caso, volviу con extraсa furia б la isla y hizo en los della crueles castigos; mas, considerando que no ganaba nada por aquella parte, respeto de la aspe-reza y bбrbara crueldad de sus moradores, desistiу de aque-lla conquista y se volviу б la Sierra, donde continuу la gue-rra con mбs provecho y menos trabajo, por ser tierra sana, tiesa y rasa y sin las dificultades que habнa experimentado en las costas de la mar. Acabadas de pacificar las provin-cias de Quito, en que gastу diez aсos, hizo edificar en di-versas partes aposentos reales muy suntuosos, y se pagу tanto de la bondad de aquel paнs, que no quiso salir mбs del. Donde residнa mбs de ordinario era en Tumibamba, que es donde estб ahora la ciudad de Cuenca, tierra tan apacible, que en templanza de cielo, fertilidad y hermosu¬ra, ninguna le hace ventaja en todo este reino.
Estando, pues, Guayna-Cбpac en sus palacios de Tu-mibamba holgбndose, tuvo nueva de la llegada de los es-paсoles б las costas y pueblo de Tъmbez, que era cuando el capitбn Pizarro andaba con sus trece compaсeros des-cubriendo las costas deste reino. Hiriйronle, esta relaciуn al Inca los mensajeros muy espantados y temerosos, como de cosa nunca jamбs imaginada dйllos; diciйndole cуmo ha-bнan aportado б la playa de Tъmbez gentes extraсas y nun¬ca vistas, que predicaban nuevas doctrinas y leyes; que eran hombres tan animosos, que no temнan las cosas pe¬ligrosas; que andaban embutidos en ropas de piй б cabeza; que eran blancos, tenнan barbas y aspectos feroces; y otras muchas cosas de que el Inca quedу admirado; y pregun¬tando que de quй parte del Mundo habнan venido, le dije¬ron que no sabнan mбs que andaban por la mar en unas casas grandes de madera, en las cuales iban y venнan б donde querнan, moviйndolas ligeramente б una y otra par¬te, y que de noche se metнan en la mar y dormнan en sus casas, y de dнa salнan б tierra; y que por seсas habнan pre¬guntado por el Seсor de la tierra, y les habнan respondido que estaba lejos de allн. Quedу el Inca pasmado oyendo estas cosas, y entrу en йl tal temor y melancolнa, que se entrу solo en su aposento y no saliу del hasta cerca de la noche. Llegбronle despuйs otros chasques у correos envia¬dos por los gobernadores de la costa, haciйndole saber cу¬mo aquella gente habнan entrado en sus casas y palacios reales y las habнan robado, llevбndose todos sus tesoros; y que no habнa aprovechado para ponerles miedo, meterlos en la leonera donde tenнa el Inca sus bestias. Estaba pas¬mado Guayna-Cбpac y como fuera de sн oyendo cosas tan nuevas y extraordinarias, y mandу б los mensajeros le vol¬viesen б contar lo que pasaba. Ellos dijeron: «Seсor, no hay mбs que decir sino que los leones y сeros animales que tienes en tus palacios se abaten en tierra ante ellos y los halagan con las colas como si fueran animales mansos.» El Inca, muy alterado, se levantу de su asiento, y sacudien¬do su capa, dijo:—«Afuera, afuera, Seсores y agoreros; no querбis perturbar y inquietar mi Seсorнo y poder.» Y vol¬viйndose б sentar en otro asiento, dijo б los embajadores que le tornasen б contar el caso una y muchas veces, no acabando de creerlo por su novedad y extraсeza.
Poco despuйs desta primera llegada de los espaсoles б esta tierra, estбndose el Inca en la provincia de Quito, dio б los suyos una enfermedad de viruelas, de que murieron muchos. El Inca, de miedo, se encerrу б hacer sus ayunos como acostumbraban en semejantes necesidades. Durante este ayuno dicen que entraron б su aposento, no hallбndose nadie con йl, tres indios nunca vistos, muy pequeсos, como enanos, y le dijeron: «Inca, venнrnoste б llamar.» Йl, asom¬brado con esta visiуn, dio voces llamando б sus criados, y en entrando gente б su llamada, desaparecieron los enanos, sin que nadie los viese mбs que el rey; el cual dijo enton¬ces б los suyos: «їQuй es de esos enanos que me vinieron б llamar?» Respondiйronle que no los habнan visto. Enton¬ces dijo el Inca que se morirнa, y luego le dio el mal de las viruelas. Estando muy enfermo, despacharon sus criados dos postas al templo de Pachacama б preguntar quй ha¬rнan para la salud del Seсor. Los hechiceros, que hablaban con el Demonio, consultaron al нdolo, el cual les respondiу que sacasen al Sol al Inca y luego sanarнa. Hiciйronlo asн, y sucediу lo contrario, que en poniйndolo al Sol, al punto se muriу.
Su. muerte fuй muy sentida de todos sus vasallos. Ce-lebrбronle sus exequias con grandes llantos y solemnidades de sacrificios; matбronse para su entierro mil personas que le fuesen б servir б la otra vida (como ellos creнan), y afir-man que con la opiniуn que tenнan de su persona, recibie-ron la muerte con gran contentamiento, y que demбs de los diputados para ella, se ofrecieron otros muchos de su voluntad. Porque (segъn se pudo averiguar), este Inca fuй adorado por dios en vida, diferentemente que los otros, y nunca con ninguno de sus predecesores se hicieron las ce-remonias que con йl. Fuй casado con su propia hermana, llamada Mama-Cusi-Rimay. Fundу la familia dicha Tumi¬pampa. Tuvo un solo hijo en su hermana, que se llamу
Nina n-Cuy uchi, que muriу antes que su padre. En otras mujeres tuvo muchнsimos hijos; los mбs principales fueron dos: Huбscar el uno, cuya madre se decнa Rahua-Ocllo, y Antau (sic) Hualpa el otro, cuya madre tenнa por nombre Tocto-Odio. Enterraron en Quito el corazуn de Guayna-Cбpac, y su cuerpo llevбronlo al Cuzco. Estuvo al principio en el templo del Sol, y despuйs en Casana y otras partes. Cuentan los indios deste rey, que era muy amigo de los po¬bres y que mandaba que se tuviese muy gran cuidado dйllos en todo su reino, que era muy afable con los suyos y bebнa mбs que tres indios juntos, sin que jamбs lo viesen fuera de su acuerdo; y que, preguntado de sus privados їcуmo bebiendo tanto no se emborrachaba?, deda que porque be¬bнa por los pobres, de cuyo sustento йl mucho cuidaba.
Entrados los espaсoles en esta tierra, hicieron grandes diligencias para descubrir su cuerpo, y aun no pocas vio-lencias, por la fama de que tenнa gran tesoro y que habнa de estar enterrado con su cuerpo у en los lugares que en vida mбs frecuentaba, porque йsta era costumbre antigua entre ellos. Al сn, por gran solicitud que se puso, y no con poco trabajo, fuй hallado al tiempo que los cuerpos de los otros Incas. Hallуse en el camino de la fortaleza, en una casa donde pareciу haberle llevado la noche antes; que como los espaсoles iban ya por el rastro dбndole alcance, los indios que lo guardaban lo mudaron б muchas partes, y con traerlo con tanta priesa y sobresaltos de unos luga¬res б otros, siempre lo mudaban con cinco у seis нdolos en su compaснa, б quienes hacнan gran veneraciуn, porque es-taban persuadidos que entendнan en la guarda del cuerpo del Inca.
El нdolo principal que tuvo en vida se decнa Guara* quinga; era grande y de oro puro, mas no estaba con su cuerpo ni pareciу. Hicieron los indios grandes llantos en el descubrimiento, el cual se hallу envuelto en muchas man¬tas de las muy сnas y mucho algodуn. Estaba entero y bien curado y conservado. Trujуse б esta ciudad de Lima con los otros, y particularmente con el de su madre, que fuй descubierto al mismo tiempo; y era tenido de los indios en grande estima, porque su hijo lo habнa introducido en mucha veneraciуn y por su mandado se le hacнan frecuen-tes sacrificios y tenнa mucha gente de servicio. Estaba su cuerpo mбs bien curado que todos, porque no parecнa estar muerto, y solos los ojos tenнa postizos, tan bien hechos, que parecнan naturales. Cuйntase comъnmente Guayna-Cб¬pac por el ъltimo rey de los Incas; lo uno por haber sido el postrero que poseyу el reino entero y pacнfico; y lo otro, porque muy poco despuйs de su muerte entraron los espa-сoles conquistando esta tierra y apoderбndose dйlla, sin que los Incas, que por algъn tiempo sustentaron el tнtulo de reyes, lo fuesen mбs que de sуlo nombre.
CAPНTULO xvm De los Incas Huбscar y Atau-Hualpa, hermanos.
PL hijo mayor que dejу Guay na-Cбpac fuй Huбscar-
IJ Inca. Llamуse primero Tupa-Cusi-Gnalpa, y el nom¬bre de Huбscar le fuй puesto por esta ocasiуn. Para cele¬brar el dнa de su nacimiento, mandу hacer su padre Guay-na-Cбpac una cadena de oro muy gruesa y tan larga, que pudiesen bailar los indios asidos dйlla, en lugar de asirse de las manos; y cabнan en ella bailando doscientas perso¬nas puestas en ala. En memoria, pues, desta tan prodigio¬sa cadena у soga, (que en su lengua se dice Huбscar) die¬ron al prнncipe nombre de Huбscar. Al tiempo que Guay-na-Cбpac muriу en Quito, se hallaba Huascar-Inca en el Cuzco; el cual, llegбndole la nueva de la muerte de su pa¬dre, tomу la borla y fuй coronado por rey y Seflor de todas
las provincias del Imperio.
Aнau-Hualpa era hermano segundo de sуlo padre, man-cebo noble, muy prudente y avisado y bien quisto de los que lo trataban, en especial de los capitanes y soldados viejos. Naciу en la ciudad del Cuzco, de donde su padre lo habнa sacado de tierna edad y traнdo consigo en las gue¬rras; habнa sido ya, cuando muriу su padre, capitбn gene¬ral en cierta jornada, y estando su padre enfermo del mal que muriу, lo habнa nombrado por gobernador y capitбn general de unas fronteras, y no tuvo efecto el nombramien-to, por seguirse la muerte del rey, su padre, antes de par¬tirse б su oсcio; por lo cual habнa alcanzado mбs que me¬diana experiencia en las cosas de la guerra y le conocнan y amaban mucho los capitanes del Inca, su padre, de quien cuentan, que, viendo dejaba su reino tan dilatado y que por la parte del Norte y del Oriente habнa otras grandes tierras por conquistar, nombrу antes de morir б Atau-Hual-pa por Seсor de Quito y sus conquistas, con consentimien¬to del heredero Huбscar. Pero otros aсrman que no divi¬diу Guay na-Cбpac el Imperio, sino que sus capitanes Chat cochima, Quizquiz, Inca-Gualpa, Rumiсaviy otros del ejйr¬cito, tenidos por famosos entre ellos, hallбndose б la sazуn con Atan-Hualpa en Quito, fueron los inventores desta re¬beliуn, movidos por su particular interйs. Porque, como se hallaban bien en la provincia de Quito, y por sus muchas riquezas adquiridas en las guerras pasadas y grandes car¬gos que tenнan en el ejйrcito eran respetados y honrados de todos y muy favorecidos de Atau-Hualpa, juzgaron, que, si volviesen al Cuzco б servir б Huбscar, no tendrнan con йl tan buen lugar como con el que de presente se hallaban, respeto de que el Inca Huбscar tendrнa sus privados y ami¬gos б quien acomodar en los oficios de honra; y que si ellos aclamasen por rey de Quito б Atau-Hualpa, era cierto que de agradecido les habнa de dar mucha mano en el go¬bienio; y con estos motivos se resolvieron en hacer otro nuevo Cuzco en aquella ciudad y en las provincias de su contorno, para que fuese reino de por sн, distinto del Cuzco, y levantar por Sefior del б Atau-Hualpa, que de buena gana daba oнdos б estas plбticas. Ora haya pasado desta manera, ora de esotra, ellos lo pusieron por obra como lo habнan pensado, y Atau-Hualpa fuй aclamado por rey de Quito; de que nacieron entre los dos hermanos tan san¬grientas guerras, que acarrearon б entrambos su perdiciуn.
Antes que se declarase esta rebeliуn, hubo entre los dos hermanos sus demandas y respuestas; porque Huбscar, ad-vertido de los de su consejo que enviase б llamar б su her-mano y lo tuviese consigo, lo hizo asн; al cual recaudo res-pondiу Atau-Hualpa, que como habнa de tener en Quito por gobernador б un Inca, tuviese por bien que lo fuese йl. No vino Huбscar en esta demanda de su hermano, por¬que le decнan sus parientes y privados, que si dejaba allн б Atau-Hualpa, se le habнa de rebelar; por lo cual lo enviу б llamar segunda vez, б que dio el hermano la misma res¬puesta que primero. Enviуle Huбscar tercer recaudo, ame¬nazбndole que si no iba, enviarнa por йl. Entonces sus deu¬dos y capitanes aconsejaron б Atau-Hualpa que no fuese al Cuzco, porque lo matarнa su hermano, sino que se alzase y fuese Seсor, pues tambiйn era hijo de Guay na-Cбpac como su hermano Huбscar; que ellos le ayudarнan y man¬tendrнan en el tнtulo de rey, pues sabнan cuan valientes eran los indios de Quito. Persuadido Atau-Hualpa destas razo¬nes, y vista la voluntad que le tenнan los del ejйrcito, tomу el tнtulo de rey de Quito y de Tumibantba.
El primero que tomу las armas contra el otro fuй Huбs-car-Inca, dando por razуn que el Imperio le pertenecнa б йl entero y sin desmembrarlo, como lo habнan tenido sus pro-genitores. Por otra parte, como tenнa la voz de Atau-Hual¬pa toda la gente de milicia que su padre Guayna-Cбpac le habнa dejado, con nado en esto y en su propio valor y ex-
TOMO III 2$
perнencia militar, no sуlo esperaba poderse sustentar en el reino de Quito, mбs aun desposeer б su hermano y echarlo de todo su reino. Vinieron los dos campos б rompimiento en Tumibcnnba, donde fuй vencido y preso Atau-Hualpa por los soldados de Huбscar; y teniйndole metido en una casa con guardas, entretanto que los del Cusco celebraban su prisiуn con banquetes y borracheras, йl tuvo modo cуmo soltarse, horadando una pared con una barreta de plata que le dio una Seсora principal, б quien solamente era con¬cedido entrarlo б ver en la cбrcel. Huyу б Quito Atau-Hualpa, y convocando sus gentes, les hizo un prudente ra¬zonamiento, fingiendo que el Sol, su padre, habнa hecho con йl un extraсo milagro, porque lo habнa convertido en culebra y sacado de la prisiуn por un pequeсo agujero, prometiйndole juntamente su favor para alcanzar vitoria de ‘ su hermano, si salнa б pelear con йl. Pintуles vivamente las afrentas y mal tratamiento que le habнan hecho sus ene¬migos mientras le tuvieron preso, y hablуles con tanta de-mostraciуn de sentimiento y dolor, que todos, compade-ciйndose de sus trabajos, se conmovieron б ira y enojo, pro-poniendo de vengar las injurias hechas б su rey.
Juntу Atau-Hualpa un grueso ejйrcito y saliу en busca del enemigo. El capitбn Atoco, que regнa el de Huбscar, no rehusу la batalla. Embistiйronse los dos ejйrcitos en Am-bato, y quedу roto y deshecho el de Huбscar, con muerte de su capitбn general y gran parte de su gente. Partiу Atau-Hualpa de los tйrminos de Quito muy acrecentado en fuer¬zas y reputaciуn, y entrando por las tierras que obedecнan б su hermano, las procuraba sojuzgar, guerreando б unos y atrayendo de paz б otros; ejecutaba crueles muertes en los que le resistнan, con que, unos por miedo y otros gana¬dos con beneficios, se le iban entregando todos; porque б los que se le rendнan sin guerra, les hacнa muchos favores y les concedнa el despojo de los enemigos muertos. Enviу delante su ejйrcito con los capitanes Quisquнs y Chalcochi¬ma, y por tener en su devociуn los pueblos de Tumibamba y su contorno, y tambiйn porque, como ya tenнa mбs cier¬tas nuevas de los espaсoles que habнan llegado б la costa, para impedirles que no se confederasen con su enemigo, es¬cogiу el pueblo de Cajamarca para asistir en йl, como lo hizo con buena parte de su ejйrcito.
Sabido por Huбscar el desbarato de los suyos, enviу desde el Cuzco i un hermano suyo, llamado Guanca-Auqui, por capitбn de un grueso ejйrcito, para oponerse б el de Atau-Hualpa. Sacando las provincias de Quito, lo restante del reino estaba por Huбscar, y asн era innumerable la gente que de todas partes le acudнa; mas, como era bisoсa y б su llegada los capitanes y soldados de experiencia de¬fendнan el partido de Atau-Hualpa, iban йstos cada dнa adelantбndose y aquйllos perdiendo tierra. Aunque algunos dicen que fuй parte para que prevaleciese el bando de Atau-Hualpa, el haberse malquistado Huбscar con sus vasallos, porque los trataba con severidad y no con blandura y amor cual los otros reyes. Dejбbase ver pocas veces de los suyos; no salнa б comer en pъblico en la plaza, como lo tenнan de costumbre los Incas; hacнa poco favor y acatamiento б los cuerpos muertos de sus antepasados y б la nobleza que se ocupaba en guardallos y servillos; y que por esto sus capi-tanes se dejaban vencer de Atau-Hualpa y otros se le pa¬saban.
Muchos encuentros y batallas se dieron los dos ejйrci-tos, y de todas salнa con vitoria el de Atau-Hualpa. Los capitanes de Huбscar, reforzando muchas veces los escua-drones, esperaban б sus contrarios en sitios fuertes, para darles batallas con ventaja; y asн pelearon con ellos en Bombуn, Jauja, y en la cuesta de Vilcas hicieron lo posible por impedirles el paso, confiados en las muchas tropas de gente que les habнan venido de socorro y fortaleza del lugar de que estaban mejorados, por haber ocupado lo alto de aquella ladera y una fortaleza de canterнa que habнa en ella; pero, acometidos de los de Atau-Hualpa, fueron des-baratados y puestos en huida.
Tenнa Huбscar en el Cuzco frecuentes avisos de cuanto pasaba: del ejйrcito vitorioso que contra йl iba marchando; del nъmero y valor de los enemigos; de los sitios donde se alojaban y de las rotas y destrozos de su gente, y no de¬jaba de juntar apriesa y enviar nuevos socorros б los su¬yos; con los cuales, el capitбn Guanca-Auqui, reparando su ejйrcito de la derrota de Vilcas, dio otra batalla al contra¬rio en Piucos y Andaguaylas, y tambiйn fuй vencido; entre Curaguaci y Auancay, hacia la parte de los Aymaraes, tu¬vieron otro encuentro; fuй muy sangriento, en que murie¬ron muchos de ambas partes; mas como la fortuna favore¬cнa б Atau-Hualpa, salieron los suyos vitoriosos. Otra ba¬talla tuvieron junto б Limatambo, en la. sierra de Vilcas, como б siete leguas del Cuzco; durу mucho tiempo, y los de Huбscar se fueron retirando sin cesar de pelear mбs de dos leguas hasta Ichubamba, adonde, no pudiendo ya sufrir la carga que les daban los contrarios, volvieron las espaldas huyendo y les dieron entera vitoria.
CAPНTULO XIX De lo demбs que pasу en esta guerra.
T
ENНA Huбscar todavнa consigo un tan poderoso ejйr¬cito, que no era inferior en nъmero al de su hermano, dado que en experiencia y valor ni le igualaba. Saliу del Cuzco en persona echando el resto de su poder, y haciendo alto en el llano de Quipaypampa, como una legua de la ciudad. Habнan acudido б su llamada gentes de todas las provincias de los tres suyos que estaban en su devociуn, del Collao, Condesuyo y Antisuyo; y tambiйn de las provin¬cнas de los Chanchos y Mojos, que le eran sujetas, habнan venido algunas compaснas de flecheros con cantidad de yerbas ponzoсosas para untar las flechas. Era capitбn ge¬neral deste numeroso ejйrcito Huanca-Auqui, hermano de los dos competidores, y Pascar-Inca y Gualpa-Roca hacнan oficio de maese de campo y sargento mayor; los cuales, echando de ver el miedo grande que habнa en todo el cam¬po de venir б rompimiento con los de Atau-Hualpa, que eran valientes y estaban hechos б vencer, comenzaron б dudar del suceso que tendrнan, y tomaron que, por bien de paz, se diera algъn corte en aquellas diferencias.
El ejйrcito de Atau-Hualpa se iba acercando б mбs an¬dar, que por el esfuerzo y destreza de sus capitanes y osa¬dнas que le habнan dado las victorias pasadas, no hacнan caso de las grandes huestes del contrario, y con la codicia de apoderarse de las grandes riquezas del Cuzco, no veнan la hora de llegar б las manos. Animados, pues, con la me-moria destas cosas, se fueron acercando hasta dar vista б los escuadrones contrarнos. Los de Huбscar, por el contra-rнo, con la vista de sus enemigos, desmayaron mбs de lo que estaban, acordбndose de las muchas veces que de ellos habнan sido rotos y vencidos.
(1) Otros dicen que Quizquiz significa «barbero», y que este apodo lo ganу afeitando diestramente al padre de Atau-Huallpac, sin perjuicio de servirle al propio tiempo en el cargo de capitбn de los reales ejйrcitos.
Del ejйrcito de Atau-Hualpa era general Quizquiz, hom¬bre sabio, valiente y muy aficionado б su rey y Seсor; no era йste su propio nombre, pero habнaselo йl tomado en ocasiуn de las muchas Vitorias que habнa alcanzado; y asн, cuando marchaba б su campo, tenнa mandado que б los que preguntasen їquiйn viene allн?, respondiesen: el capitбn Quizquiz, que era tanto como si dijйsemos el Cйsar у el Cid, para que, por el miedo de su gran valor y fama por las Vi-torias alcanzadas, luego en oyendo los contrarios este nom-bre se rindiesen (1). Chalcochima era como maese de cam¬po, y sargento mayor un capitбn muy belicoso, б quien por su fiereza llamaban Rumi-Сahui, que quiere decir «ojos de piedra,» porque jamбs los abrнa para usar de mi¬sericordia (i).
Ordenados ya los escuadrones de ambas partes para embestirse, antes de dar la seсal de la batalla, hablу Huбs¬car б los suyos desta manera: tConfiado en la lealtad y va¬lor, amigos y parientes mнos, y en la justicia que clara estб de nuestra parte, espero que habernos de alcanzar hoy una gloriosa victoria de nuestros enemigos y les habernos de dar el castigo que merecen los traidores y rebeldes б su rey y Seсor natural; pues quitбndome б mн la obediencia, que soy el legнtimo heredero del Seсorнo de los Incas, mis progenitores, han tomado y mantenido la voz del tirano, que sуlo por fuerza y crueldad, sin otro tнtulo, pretende quitarme б mн el reino y б vosotros las haciendas, fueros y libertad. Ocasiуn es йsta en que debйis de mostrar el amor que б vuestro prнncipe tenйis y la fidelidad con que venнs б pelear por йl. Si desta batalla salimos con vitoria, como confio, no habrб quien de hoy mбs nos inquiete y turbe la paz; mas, si por vuestra culpa y flojedad la perdiйsemos, no habrб en todo el reino lugar de refugio donde salvar las vidas; por eso, mostrad con las armas la estima que tenйis de vuestra libertad y de la vida de vuestro rey, que hoy pende del esfuerzo de vuestros brazos.»
(i) Y oo falta quien afirme que ese mote le venнa de tener nubes у cataratas en los ojos. Sin embargo, todos convienen en que fuй hombre cruel й implacable ademбs de muy ambicioso.
Alentбronse algъn tanto los soldados con estas pala-bras, aunque no de manera que del todo despidiesen de sus corazones el miedo que habнan cobrado de sus contrarнos. Con pocas palabras que dijo Quizquiz б los suyos antes de romper, les criу el бnimo que traнan de suerte, que, sin ningъn temor del peligro presente, comenzaron б jugar las armas y herнan en sus enemigos tan valientemente, que i los primeros encuentros desbarataron al escuadrуn princi-pal, y rompiendo por medio dйllos el general Quнzquiz, no parу hasta toparse con el Inca, al cual sin mucho trabajo prendiу, y con su prisiуn empezaron б cantar vitoria sus soldados y los de Huбscar б huir por salvar las vidas.
Hizo Quнzquiz poner al Inca б buen recaudo, y con to¬dos sus escuadrones siguiу el alcance hasta llegar al Cuzco.
Metieron б saco б la ciudad sin acatar la veneraciуn en que era tenida de toda la gente de Tahuantinsuxtyoc (sic), (nombre del Imperio Peruano); sуlo reservaron el templo del Sol y la casa de las Mamaconas vнrgenes б йl dedica¬das. El despojo que hicieron fuй muy rico, por estar reco¬gidas en aquella ciudad, como en cabeza y corte del reino, Ўnumerables riquezas de oro y plata que habнan allegado los Incas, sin las que escondieron los vencidos, que no de¬biу de ser poco. En memoria desta batalla en que fuй preso el Inca Huбscar, pusieron nombre de Guzavara al campo en que se dio. Fueron presos con el Inca Tito-Atauchi y Tupa-Atan, sus hermanos, que en la batalla no se aparta¬ron de su lado, y otros muchos Seсores principales. Los capitanes de Atau-Hualpa hicieron matar en presencia de Huбscar, sacбndolo de la cбrcel en que estaba, para ver este cruel espectбculo, б todos sus hermanos, hijos y deudos que habнan sido presos, con todos los criados que servнan al Inca de las puertas adentro; con todo eso, se escaparon desta crueldad algunos hermanos de Huбscar, que en tra¬jes de plebeyos se huyeron, y algunas mujeres principales, hijas de grandes Seсores, que despuйs se hicieron cristia¬nas, como fueron D.a Elvira Quechonay, D.a Beatriz Ca-ruбymayba (i), D.a Juana Tocho (2), D.a Catalina Ursoca (3)1 madre de D. Carlos Inca, y otras muchas.
(1) Carhuay Mayhua у Carhua Ymayhua?
(2) Tiocto.
(3) Ussica.
Despachу Quнzquiz aviso por la posta б su Seсor Atau¬
este nombre para los que vinieron, por la causa referida, que es por la que los indios nos pusieron viracochas, dбn-donos el nombre mбs antiguo y venerado que tenнan. Y йste nos pusieron solos los vecinos del Cuzco y aficionados б Huбscar, que los del campo de Atau-Hualpa y los otros indios de la costa de la mar, nombraron barbudos (1) б los primeros espaсoles que vieron, hasta que del Cuzco se fuй extendiendo el nombre susodicho de viracochas.
Otra razуn dйsto dan tambiйn los indios, y es, que ellos tuvieron una fбbula de que el Viracocha enviу antiguamen¬te tres criados suyos, que llamaron Viracochas, y dicen que tenнan barbas como los espaсoles; y que el uno se convir¬tiу en piedra, al segundo quitaron la vida, por lo cual vino una gran pestilencia, y el tercero, que se decнa Ticcwira-cocha, se fuй por la mar al cabo del Mundo; y cuando los Incas del Cuzco fueron informados de nuestro traje y figu¬ra, entendieron que, mediante su sacrificio, aquel que se ausentу volvнa con gente б favorecer б Huascar-Inca.
(1) Zunccatapa. TOMO III
Preso Atau-Hualpa en Caxantarca por los espaсoles (como se dice en la segunda parte desta historia), al princi¬pio estuvo muy dudoso y perplejo de lo que harнa de su hermano, por la desconfianza que tenнa de salir libre de manos de los espaсoles; pero en comenzando D. Francisco Pizarro б tratar de su rescate con palabra que le dio de la vida y libertad, propuso en su бnimo de hacerlo matar, y en conformidad desta resoluciуn enviу б mandar б sus ca-pitanes que se lo trajesen ante sн. En llegando al Cuzco este mandamiento, al punto partieron con el preso, en cuyo acompaсamiento venнan algunos de sus mбs fieles criados cargados de la vajilla y alhajas que le habнan quedado al Inca, que por el amor grande que le tenнan, no quisieron dejarle ir solo en manos de sus enemigos. Los capitanes de Atau-Hualpa que lo llevaban preso, por orden que de su
Seсor tuvieron, le dieron la muerte saliendo del Tambo de Andamarca, treinta leguas antes de Caxamarca y tres mбs adelante de una laguna llamada Cochaconckucos. Muerto Huбscar, volvieron atrбs huyendo sus criados con la rique¬za que llevaban, y temerosos de ser alcanzados de la gente de Atau-Hualpa, y porque este Inca no se aprovechase para su rescate del tesoro que llevaban de su Seсor, lo echaron en la laguna dicha.
Fuй casado Huбscar con la Coya Ckoqueyupa (i), her¬mana suya; no quedaron del hijos, porque, aunque tuvo muchos, fueron muertos todos por los capitanes de Atau-Hualpa, los cuales quemaron el cuerpo de Huбscar, y los del Cuzco recogieron sus cenizas, y llevadas б aquella ciu¬dad, las tuvieron en gran veneraciуn con los otros cuerpos de los Incas. Las riquezas deste rey fueron muy grandes, aunque con su muerte se desparecieron. Dнcese, que al tiempo que estaba en el Cuzco el marquйs D. Francisco Pi¬zarro, se llegу un indio б un su criado que se decнa Maнdo-nado, y le dijo que en una cueva que estaba en el cerro de Vilcaconga habнan llevado б esconder los indios mil cargas de planchas de oro que Huбscar tenнa para chapear su pa¬lacio; y que luego se despareciу este indio sin que mбs lo pudiesen hallar.
(i) Choqu*Huipay у Chuqui-Huipay.
No mucho despuйs de la muerte de Huбscar, dieron los espaсoles garrote б Atau-Hualpa en el pueblo de Caxa¬marca, y despuйs lo enterraron con mucha honra y le pu¬sieron una cruz encima, por haberse hecho cristiano antes de morir. Pero sus indios le desenterraron secretamente y llevaron б enterrar б sus huacas. Dejу Atau-Hualpa suce¬siуn, cuyos nietos, llamados D. Diego Hilaquita, D. Fran¬cisco Hilaquita y D. Juan Ninancoro, vivнan ahora cuarenta aсos estando yo en la ciudad del Cuzco.
CAPНTULO XX
De los demбs Incas hijos de Guayna- Cбpac que tuvieron la borla de reyes.
T
UVO Guay na-Cбpac muchos hijos; mas, como procu¬rу Atau-Hualpa extinguir el linaje real, acabadas las guerras civiles de los dos hermanos Huбscar y Atau-Hual¬pa y muerte de entrambos, no quedaron mбs de once de quien tenemos noticia; cuatro mujeres y siete varones: las mujeres fueron D.a Inйs Guaylas, que casу con Francisco de Ampuero; D.a Beatriz Quispiqui, mujer que fuй de Diego Fernбndez; otra fuй la madre de Villacastнn, y la cuarta la abuela de D. Pedro de Soto, nieto de Hernando de Soto. Todos estos caballeros fueron vecinos del Cuzco, excepto los Ampueros y Pizarros descendientes de la primera. Los •varones se decнan Huaman-Tito, Mayta-Yupanqui, Tupa-Hualpa, Manco-Inca-Yupanqui, Paullu-Inca, y otros dos. Los tres primeros se hallaron en Caxamarca cuando fuй muerto Atau-Hualpa; б los dos mandу matar el mismo Atau-Hualpa; y el tercero, informado el Marquйs Pizarro que no quedaba otro Inca mбs legнtimo sucesor del reino que йl, le dio la borla y corona en nombre del rey de Cas¬tilla, de que todos los indios recibieron mucho contento; el cual poco despuйs muriу en Jauja.
Llegado al Cuzco el gobernador D. Francisco Pizarro, hallу allн б Manco-Inca, que le saliу б recebir de paz, al cual hizo dar la borla й insignias reales. Mostrуse al princi¬pio este Inca muy amigo de los espaсoles, aunque no durу mucho en su amistad. Б los postreros dos hermanos de Manco-Inca dicen que hizo matar en el Cuzco el adelanta¬do Diego de Almagro, por complacer al mismo Manco, que se lo pidiу; porque era su intento matar б todos sus hermanos, porque tenнa pensado lo que despuйs hizo, que fuй alzarse; y porque no quedase con vida ningъn hermano suyo que le hiciese oposiciуn, y б quien, despuйs del alza¬do, nombrasen los espaсoles por Inca, hizo diligencias con D. Diego de Almagro para que matase aquellos dos, que ya no habнan quedado otros si no era Paullu, que, por ser muchacho, no hizo caso del. El сn que Almagro tuvo en hacer matar б estos dos hijos de Guayna-Cбpac diz que fuй dar gusto б Manco-Inca y tenerlo de su parte para la intenciуn que tenнa de tomar la ciudad del Cusco con pre¬texto de que caнa en los tйrminos de su gobernaciуn la Nue¬va Toledo; porque ya tenнa nueva de que su Majestad le habнa hecho merced de la dicha gobernaciуn. Y la ocasiуn que Manco tomу para hacer matar al primero, fuй йsta. Ha¬bнa trabado amistad este Inca con un espaсol llamado Si¬mуn Suбrez, y dнjole un dнa que detrбs de la fortaleza dd Cuzco, en un llano, habнa una bуveda muy grande debajo de tierra, donde habнa mбs de cuatro mil cargas de oro y plata enterradas; dio cuenta desto el espaсol б D. Diego de Almagro, y Almagro lo dijo б Manco-Inca, el cual le respondiу: «Mata б ese mi hermano, que el tesoro yo te lo mostrarй.» Y despuйs de muerto por Almagro, Manco se hizo de nuevas y negу б Almagro lo que le habнa pro¬metido. El otro Inca que diz que tambiйn hizo matar Al¬magro, б ruego del mismo Manco, se decнa Octo-Xopa, al cual una noche dieron de puсaladas cuatro espaсoles que para ello enviу Almagro.
Manco-Inca, cuando vio divididos los espaсoles con la jornada que hizo б Chile D. Diego de Almagro, se alzу y les hizo guerra cruel con intento de acabarlos у echarlos de la tierra. Puso cerco б las ciudades del Cuzco y Lima, y hizo matar б cuantos pudo haber б las manos en todo d reino. Mas no le saliу su designio tan bien como lo habнa pensado, porque, vuelto de Chile Almagro, creciу mucho con la gente que traнa el poder de los espaсoles, con que luego echу de ver Manco-Cбpac la dificultad del negocio que habнa emprendido, y desconfiando de salir con йl, se retirу б la provincia de Vilcabamba con muchos millares de indios que le siguieron; adonde, por la aspereza de la tierra, que es de sierras muy fragosas y cerradas selvas, sustentу la guerra contra los espaсoles йl y tres hijos que le fueron sucediendo uno en pos de otro por espacio de treinta y cuatro aсos. De allн salнan frecuentemente tropas de indios por muchas partes б correr y robar la tierra que estaba en obediencia de los nuestros; los cuales en diferen¬tes tiempos les movieron guerra con sucesos varios.
El marquйs D. Francisco Pizarro enviу desde Lima con-tra el Inca cerca de doscientos espaсoles con muchos in¬dios amigos, que entraron por Ruparupa, y por caminos no usados llegaron б las provincias de los Andes. Sabido por Manco que iban contra йl espaсoles, enviу para resis¬tirles dos valientes capitanes, llamados Paucar-Huaman y Ytmco-Callo, б los cuales, por su gran valor, no habнa queri¬do apartar de sн. Estos esperaron б los cristianos en un paso dificultoso que se dice Yuramayo, i las espaldas del valle de Jauja, y allн les acometieron y se trabу una por¬fiada batalla, en la cual los nuestros fueron rotos y muertos casi todos, por ir cansados de los бsperos caminos y muer¬tos de hambre y casi sin municiуn, б causa de habйrseles mojado la pуlvora en la montaсa. Quedaron tan soberbios los indios con esta vitoria, que enviaron б decir б su Seсor el Inca, que habнan de entrar en la ciudad de los Reyes y llevarle preso al Marquйs Pizarro; y con esta determinaciуn salieron algunas jornadas fuera de las montaсas, y llegaron una noche б un cerrillo donde se habнan recogido diez y ocho espaсoles con algunos indios amigos, que se habнan escapado de la batalla; embistiйronles los indios; mas los espaсoles, animбndose los unos б los otros, viendo el trance en que se hallaban, pelearon con tanto esfuerzo, que rom¬pieron б los indios matando б muchos y al capitбn Yunco-Callo, por cuya muerte mandу el Inca hacer grandes llan¬tos; y quedу tan confuso y mohino por este desbarato de los suyos, que propuso no hacer mбs guerra б los espafio-les, sino defendiйndose cuando fuesen б buscarlo. Con todo eso, no dejaban sus gentes de infestar la tierra, saliendo en cuadrilla б los caminos. Adonde hadan mбs frecuentes co-rrerнas era б Limatambo, б Andaguaylas y б los tйrminos de Guamanga. Llegaron una noche б esta ciudad estando sus moradores descuidados, y habiendo de presto robado lo que pudieron, se volvieron sin recebir daсo; salieron los nuestros en su seguimiento y fueron dбndoles alcance y picбndoles hasta meterlos en sus montaсas que les servнan de guarida, de adonde no salieron mбs con ejйrcito forma-do todo el tiempo que viviу Manco-Inca, cuya muerte su¬cediу desta manera:
El capitбn Diego Mйndez era hombre principal y uno de los mбs estrechos amigos de los Almagros padre й hijo; habнa sido de los mбs culpados de la muerte del marquйs D. Francisco Pizarro; fuй preso en la batalla de Chupas, y estando para ser castigado, se soltу de la prisiуn y con otros cuatro soldados se huyу б Vilcabamba i valerse de Manco-Inca, el cual se holgу de ver los espaсoles y les agradeciу el haber querido ampararse del. Mandуles dar todo el servicio de indios que hubieron menester, y hбda¬les cada dнa grandes favores y regalos, sentбndolos б su mesa y conversando de ordinario con ellos. Con tan buena acogida estaban contentos los espaсoles, hasta que llegу aviso al Inca por sus chasques y espнas, cуmo el goberna¬dor Vaca de Castro bajaba del Cuzco б Lima por haber venido otro gobernador б la tierra; lo cual oнdo por Diego Mйndez, se holgaron, porque ya estaban hartos de vivir entre indios y deseaban salir de aquella provincia; pero aguardaban б que se ofreciese alguna buena ocasiуn para pedir licencia al Inca.
Sucediу en esta ocasiуn, que cierto cacique vasallo de Manco-Inca, por nombre Carbayayso (1), Seсor de Cota-marca, intentу matar al Inca y ocupar toda aquella provin¬cia. No se le encubriу al Inca aquella rebeliуn, de que re¬cibiу grande enojo, y enviу al punto б la gente de su guar¬niciуn, que eran mil soldados guerreros, para que prendie¬sen б Carbayayso y lo trujesen б buen recaudo. Tardaron los indios en esta jornada mбs tiempo que el que se les ha¬bнa seсalado, y durante esta ausencia se le ofreciу al Inca hacer un solemne banquete, en el cual con gran regocijo y muestras de amor brindaba б los espaсoles. Alzadas las mesas, se pusieron б jugar б los bolos de compaсeros; ganу Diego Mйndez al Inca una pieza de oro, y se la pagу lue¬go, y pasando adelante el juego, se desquitу el Inca, de que Diego Mйndez mostrу pesar, y advirtiйndolo el Inca, le dijo: que por quй se enojaba, que si querнa la pieza de oro y otras mбs se las mandarнa dar. Encendiуse mбs en cуlera Diego Mйndez, tanto que hubieron de dejar el juego. Apar¬tуse un poco el Inca con algunos indios de su guarda y Die¬go’Mйndez sй quedу paseando con un espaсol llamado Bar¬ba, los cuales se presumiу que urdнan matar al Inca por lo que luego sucediу. Llegу б este punto un correo con aviso de que los capitanes del Inca traнan preso б Carbayayso, y oyendo Diego Mйndez que otro dнa habнan de llegar, se re¬solviу en no diferir la ejecuciуn.
(1) Cmkmmj Ajн*?
Llegуse con sus compaсeros б preguntar al Inca las nuevas que habнa tenido de sus capitanes, el cual le res-pondiу con alguna tardanza, mostrando estar enojado con d juego. Los espaсoles, viendo al Inca triste y desabrido, para alegrarlo y hacerlo retr, comenzaron б burlar uno con otro, de que se mostrу el Inca risueсo, mas no con Diego MйnrW, porque lo miraba con ceсo, de que recibiу mayor indignaciуn el Mйndez. Pidiу d Inca de beber y trujуle una
porque era pequeсo, dejу nombrado por gobernador б un Seсor orejуn natural del Cuzco, que allн estaba presente, por nombre Ato-Supa (1), y dicho йsto, muriу. Embalsama¬ron su cuerpo los indios, y llevado б Vilcabamba, lo pusie* ron en el templo del Sol, adonde fuй hallado por los espa¬сoles en el tiempo del virey D. Francisco de Toledo, con¬quistada aquella provincia. Dejу Manco-Inca tres hijos, lla¬mados: Sayri-Tupa, Cusi-Tito-Yupanqui y Tupa-Amaro, y una hija que se decнa Cusi-Huarcay.
(1) AtocSupa у Xupa.
(2) D.a Marнa de Esqaivel. TOMO III
Despuйs que Manco-Inca se retirу б Vilcabamba, die¬ron los espaсoles acб fuera la borla y tнtulo de Inca б su hermano Paullu, hijo menor de Guayna-Cбpac, que haciйn¬dose cristiano en tiempo del gobernador Vaca de Castro, y por consejo y persuasiуn suya, tomу el nombre del go¬bernador y se llamу D. Cristуbal Paullu-Tupa. Fuй gran servidor de su Majestad, y favoreciу siempre al partido de los espaсoles contra su hermano Manco-Inca. Confirmу esta elecciуn el Rey y concediу al nuevo Inca escudo de armas con el бguila imperial, y en un cuartel del escudo la borla que usaban los reyes Incas por insignia y corona real, y en otro un бrbol con dos dragones у serpientes corona¬das, que eran las armas y divisa de sus mayores. Tuvo dos hijos legнtimos, llamados D. Carlos Inca y D. Felipe Man¬co- Tupa. D. Carlos casу con una seсora espaсola (2), y en ella tuvo б D. Melchor Inca, que muriу en Espaсa. Dejу tambiйn D. Cristуbal Paulhi-Tupa dos hijos naturales di¬chos D. Fernando Puma-Capi y D. Alonso Tupa-Atau; б este ъltimo conocн yo en el Cuzco y le comuniquй mucho; el cual, tratando de los descendientes que han quedado del linaje de los Incas, me certificу que habнa dentro del Cuzco como cuatrocientos varones. Aunque Paullu-Inca muriу cristiano y como tal fuй enterrado en la iglesia, con todo eso, los indios le hicieron una estatua pequeсa y le pusie¬ron algunas uсas y cabellos que secretamente le quitaron; la cual estatua se hallу tan venerada dйllos como cualquiera de los otros cuerpos de los reyes Incas.
CAPНTULO XXI
De los hijos de Manco-Inca que en Vilcabamba mantuvieron el titulo de reyes.
Sayri- Tupa-Inca, y como acб fuera se siguieron las
UEDУ en Vilcabamba con la borla y tнtulo de rey
guerras civiles de Gonzalo Pizarro, no se atendiу ni б reducirlo ni hacer la guerra, hasta que, sosegada la tierra con la vitoria que alcanzaron en Xaquijaguana los leales el aсo de 1548, el presidente Pedro de la Gasea, deseando dejar la tierra del todo quieta y pacнfica, consultу con las personas mбs plбticas del reino el orden y manera que se podrнa tener para traer de paz al Inca y sacarlo de aquella montaсa y manida de Vilcabamba donde estaba retraнdo con los demбs de sus hermanos y deudos; finalmente, se resolviу en que no habнa otro camino para concluir este negocio, que encomendarlo б D. Cristуbal Paullu-Inca, y en esta conformidad le dejу el Presidente, cuando se partiу del Cuzco para la ciudad de los Reyes, poderes muy bas¬tantes, y le encargу mucho hiciese todo lo posible para con¬seguirlo. Tomу tan б pecho este negocio D. Cristуbal, que no dejу medio que no intentase para salir con йl. Primera¬mente, acordу de enviar б los Incas sus sobrinos б Vilca¬bamba una solemne embajada y presente de cosas de va¬lor de mбs de cien mil pesos en preseas y joyas de oro y plata, sedas, y telas ricas, que llevaron algunos indios no¬bles parientes suyos. Recibieron esta embajada los indios de Vilcabamba con gran contento y admiraciуn, teniendo б mucho que su tнo Paullu y los otros Incas del Cuzco deudos suyos se acordasen dйllos. Detuvieron б los mensajeros mбs de sesenta dнas, haciйndoles grandes banquetes y fiestas, б сn de que contasen en el Cuzco lo mucho que se habнan hol-gado de que se hiciese acб fuera tanta cuenta dйllos. Des-pachбronla con otros presentes para D. Cristуbal Paullu de no menor valor, porque era de piezas ricas de oro y plata, de ropa finнsima de cumbi, de la que se solнa labrar antiguamente en tiempo de los Incas, sus antepasados, y diversos gйneros de aves y animales extraсos que se cria-ban en aquellas provincias, y por respuesta, que dijesen б su tнo Paullu-Tupa, que se habнan alegrado y recebido sin-gular gozo de saber la voluntad del Sr. Presidente D. Pe¬dro de la Gasea y de las muestras de amor y amistad con que sus tнos, hermanos y parientes les habнan pedido que saliesen al Cuzco, su patria, adonde serнan amados y ser-vidos de los suyos y tratados con mucha honra de los es-paсoles; que eran muy contentos de hacerlo asн, y que sin falta saldrнan el verano siguiente, que, por ser ya entrado el invierno, no podнan ponerlo por obra; y en prueba de que trataban verdad y cumplirнan su palabra, dieron б los mensajeros cierta seсal que los Seсores Incas solнan usar entre sн.
Recibiу mucho contento D. Cristуbal Paullu de la bue¬na respuesta que trujeron los embajadores, y estuvo con gran cuidado poniendo lo necesario para ir en persona, en-trando el verano, б traer y acompaсar б sus sobrinos; y en siendo tiempo, partiу del Cuzco con grande acompaсamien¬to de indios principales, y entrando por Limatambo, llegу al pueblo de Guaynacapaco; allн, despuйs de haber despa¬chado sus mensajeros б Vilcabamba, enfermу tan grave¬mente, que le fuй forzoso volver al Cuzco, adonde muriу dentro de pocos dнas.
Cuya muerte, y principalmente la rebeliуn de Francisco Hernбndez Girуn, que sucediу en aquella sazуn, fueron causa de que se pusiese silencio por mucho tiempo en la reduciуn de los Incas de Vilcabamba, hasta la venida por Virey del marquйs de Caсete D. Andrйs Hurtado de Men-doza, por cuya prudencia y acertado gobierno se asentaron las cosas deste reino de manera, que dieron lugar б que se despertase y pusiese calor en la empresa de reducir б los Incas. Enviу el Virey б Vilcabamba б un caballero llama¬do Diego Hernбndez, marido de la Coya D.a Beatriz Quis-piquipi, que era tнa del Inca Sayri-Tupa, juntamente con Juan Serra y Juan de Betanzos, todos tres vecinos del Cuz¬co y encomenderos de indios, y un fraile dominico, por nombre Fr. Melchor de los Reyes, para que persuadiesen al Inca Sayri- Tupa cumpliese la palabra que habнa dado б su tнo Paullu-Inca; lo cual tambiйn le enviaba б rogar el Virey, que estaba en la ciudad de los Reyes y era la se¬gunda persona del Rey de Espaсa, para que acб fuera entre los cristianos tuviese conocimiento de nuestra santa fe y se hiciese cristiano. Sabida por el Inca la entrada de los cris¬tianos en su tierra y la causa de su ida, se holgу mucho con todos los demбs sus orejones incas; y llegado б su pre¬sencia Diego Hernбndez con sus compaсeros, los recibiу con grandes muestras de amor y alegrнa, y les hizo muchas сestas y banquetes y presentу cantidad de oro en pepitas tan grandes, que algunas valнan б doscientos pesos, y gran suma de plata en barretones.
Determinуse el Inca Sayri-Tupa i salir de aquella tie¬rra en compaснa de aquellos caballeros, no embargante que lo disuadнan algunos principales, y presentarse ante el Virey, ofreciйndose por vasallo de su Majestad. Dejу allб б sus dos hermanos, por consolar con esto б los indios de aquellas provincias, con orden que en enviбndolos б llamar desde el Cusco, habнan de salir luego б su mandado. Salie¬ron por el valle de Anda guay las, desde adonde se adelantу
Juan Serra, porque gustу el Inca dйllo, para que viniese б Lima б dar cuenta al Virey cуmo ya el Inca estaba fuera de Vilcabamba; al cual, al entrar en esta ciudad, mandу el Virey que lo saliese б recibir el Cabildo dйlla; y entrando en palacio, б su presencia, se levantу de su silla el Virey y lo abrazу amorosamente y hizo sentar cabe de sн, estando presentes los oidores y todas las personas principales de la ciudad. Trujo el Inca consigo б su mujer y hermana Cusi-Huarcay, б quien tambiйn hizo el Virey mucha honra y asentar en el estrado donde la estaban esperando las seсo-ras de Lima muy aderezadas de sus mayores galas y jo¬yas. Mandу que se les diesen buenos aposentos y los sir¬viesen criados espaсoles.
Estuviйronse muchos dнas en Lima en fiestas y rego-cijos que se les hicieron. Holgбbanse todos los indios de ver al Inca, y venнan los caciques de todas partes б hacerle reverencia, y traнanle muchos presentes; con lo cual se re-frescaba la memoria del tiempo de los reyes Incas. Diуles el Virey en encomienda, en nombre de su Majestad, los in¬dios que habнan sido de Francisco Hernбndez Girуn; con que se partieron para el Cuzco, por el gran deseo que te¬nнan de ver б sus hermanos y parientes. En aquella ciudad se les hizo un solemne recebimiento, porque salieron los indios por sus ayllos y parcialidades con sus invenciones de regocijo, como solнan recebir б los Incas pasados; y el Inca y la Coya entraron en sus andas ricamente adereza¬das de brocado y pedrerнa. Representaba Sayri-Tupa muy al propio la persona de Guayna-Cбpac, su abuelo, б quien aсrmaban los indios -que se parecнa mucho. Luego que llegaron al Cuzco, recibieron el Santo Bautismo, y por or¬den del Virey, llamaron al Inca D. Diego de Mendoza, y б la Coya D.a Marнa Manrique. Enviу dispensaciуn el Arzobispo de Lima para que se pudiesen casar los dos hermanos. Muriу el Inca dentro de un aсo que se bautizу, y se tuvo sospecha que le habнa dado veneno el cacique de Yucay, llamado D. Francisco Chilche, el cual, por esta sospecha, estuvo preso un aсo, y no se probу nada contra йl. Dejу Sayri-Tupa una hija legнtima llamada D.a Beatriz Clara Coya, que casу con Martнn Garcнa de Loyola, que muriу gobernador de Chile. Dйllos quedу una sola hija, la cual casу con D. Juan Henrнquez, primer Marquйs del Valle de Yucay, y por otro nombre de Oropesa, por llamarse asн el principal pueblo de aquel valle que cae en su marquesado.
Por la ausencia de Sayri, gobernу en Vilcabamba su hermano segundo Cust-Tito-Yupanqui, el cual, mientras viviу acб fuera Sayri, se abstuvo de hacer correrнas y robos en nuestras tierras; pero luego que muriу, se dio б hacer cuanto daсo podнa б los cristianos, salteando el valle de Yucay y otros muchos lugares, llevбndose б Vilcabamba cuantos indios podнa prender y matando los caminantes; por manera que no habнa parte segura en las comarcas del Cuzco y Guamanga, ni se podнa caminar sin escolta de unas partes б otras; y pasaran estos daсos adelante, si no los atajara la temprana muerte del Inca; el cual dejу un hijo varуn y tres hijas. Al hijo, que se llamу en su bautismo D. Felipe, trujo б Lima el Virey D. Francisco de Toledo.
Б Cusi- Tito- Yupanqui sucediу en los estados de Vilca¬bamba su hermano menor Tupa-Amaro-Inca, con quien trabajaron mucho los espaсoles por atraerlo de paz, por el deseo grande que tenнan de apaciguar la tierra que la infes¬taban sus gentes con continuos saltos y robos. Estando en el Cuzco el virey D. Francisco de Toledo, enviу б Vilca¬bamba б un fraile de San Agustнn y en su compaснa tres у cuatro espaсoles, con muy amplios poderes para tratar con el Inca de asientos de paz, perdonбndole todos los da¬сos й insultos que йl y los suyos habнan hecho. Mas no quiso у (por mejor decir) los suyos no lo dejaron venir en ningъn concierto, antes mataron al fraile y б sus compa¬сeros.
Estas crueldades eran causa de que ya no se hallasen personas que quisiesen ir con embajada del Virey para el Inca. Ъltimamente se ofreciу б llevarla un vecino del Cusco, por nombre Tilano [Atilano] de A naya; el cual, llegando б la puente de Ckuquichaea, que era la raya de las tierras que poseнa el Inca, fuй muerto por los indios de presidio que guardaban aquel paso; y matбronlo, porque supieron que iba б tratar con su Seсor el Inca que saliese de paz al Cusco, cosa de que ellos no gustaban,’no embargante que el Inca lo deseaba mucho (segъn dicen). Los matadores se fueron б Vilcabamba y dijeron al Inca cуmo habнan ha¬llado б la puente de Ckuquichaea ciertos cristianos escon¬didos que estaban espiando el paso para entrar б matarlo, б los cuales habнan quitado la vida. El Inca se admirу de lo sucedido y mostrу pesar de que primero no le hubiesen dado б йl parte.
Llegada al Cusco la nueva destas muertes, causу mu¬cha pena y turbaciуn, y seсaladamente lo sintiу el Virey que los habнa enviado;, el cual, para mбs certificarse del caso, enviу otros mensajeros con mбs prevenciуn para su defensa; los cuales, llegados б Ckuquichaea, hallaron muer¬to al Anaya con dos criados suyos, la puente desbaratada, y de la otra parte del rнo muchos indios de guerra, б los cuales preguntaron los nuestros que por quй habнan muerto aquellos cristianos?, y ellos respondieron que por mandado del Inca, que no querнa salir de paz ni ser amigo de los espaсoles; todo lo cual era falso й invenciуn de la gente de guerra del Inca. Trujeron los mensajeros esta respuesta al Virey, el cual, considerando que no se hacнa nada por medios blandos, se resolviу en llevar este negocio por ar¬mas y rigor y no partirse del Cusco hasta quitar aquella ladronera, de donde tanto daсo recebнan los cristianos. Para esto hizo tocar cajas y levantar gente; nombrу por capitбn general б Martнn Hurtado de Arbieto, vecino del Curco, el cual hizo la guerra con tan buen suceso como se deseaba; porque, con muerte de sуlo tres espaсoles, alcanzу la vic¬toria, y los indios con su rey fueron rotos y puestos en huida; y en espacio de seis meses que durу esta guerra, fueron pacificadas las provincias de Vilcabamba que obe¬decнan al Inca; el cual no se pudo haber tan presto б las manos, porque cuando vio que en la batalla llevaban k» suyos lo peor, se huyу por lugares ocultos y fragosos.
Ofreciуse б ir en su seguimiento el capitбn Martin Gar-cнa de Loyola con sуlo veinte soldados escogidos, aunque fuese necesario entrarse por las tierras de guerra; y cum-pliуlo como prometiу; porque, sin perder el rastro del Inca, lo fuй siguiendo, y б pocas jornadas le dio alcance. Pren-diуlo y trбjolo al Cuzco con otros capitanes que se toma¬ron. Hнzose proceso contra el Inca y los otros culpados por mandado del Virey, y fueron sentenciados б muerte; cuya ejecuciуn no fueron bastantes б impedir los religiosos todos que por йl intercedieron con el Virey, ni el Obispo de Po< payan (i), que de rodillas se lo suplicу, ni las lamentacio-nes que hacнa el desdichado Inca, pidiendo le enviasen б Espaсa por criado del Rey. Hнzose esta justicia en la plaza del Cuzco, donde se habнa levantado un alto cadahalso y concurrido infinidad de indios, que lloraban y lamentaban la muerte de su rey. Estando ya el Inca en el tablado cer-cano б aquel riguroso trance, se mostrу tan temeroso y desalentado, que apenas podнa echar el habla. Por amones¬taciуn de los religiosos que asistнan б consolarlo, pidiу el agua del Santo Bautismo, y tomу por nombre D. Felipe Tupa-Amaro. Recibiу tanto бnimo y vigor con el sacra-mento del bautismo, que se levantу en piй, y haciendo con las manos cierta acciуn de cortesнa entre ellos, se volviу para adonde estaba la mayor parte de los indios nobles, y hablando en su lengua, dijo en alta voz: «Oнdme:» y al punto cesу el llanto y vocerнa de los indios, y quedу la plaza tan en silencio como si no hubiera gente en ella; don-
(i) Fr. Agustнn de Corulla.
de se echу bien de ver el gran respeto y obediencia que los indios solнan tener б sus Incas. Lo que aconsejado de los religiosos les dijo es lo siguiente: «Incas y caciques que aquн habйis concurrido de los cuatro suyus del reino, sabed que yo soy ya cristiano y me han bautizado y quiero mo¬rir en la ley de Dios, y sin falta tengo de morir agora. Hбgoos saber que cuanto hasta aquн os hemos dicho yo y los Incas mis antepasados, que adorбsedes al Sol, б las gua¬cas, нdolos, piedras, montes y rнos, es todo falsedad y men¬tira; y cuando os decнamos que entrбbamos б hablar al Sol y que nos hablaba йl y decнa que hiciйredes lo que nos¬otros os mandбbamos, tambiйn es mentira y engaсo; por¬que no hablaba el Sol, sino nosotros; que su сgura, un pedazo de oro, no puede hablar; y si yo os hacнa creyen¬tes en eso, es porque mi hermano Cusi- Tito me dijo, que cuando quisiere mandar alguna cosa, me entrase yo solo al нdolo Punchau, y no entrase nadie conmigo; y que no me habнa de hablar el нdolo, porque era una estatua sin vida ni sentido; y que saliese despuйs y os dijese que el Sol me habнa hablado y dicho aquello que yo os ordenaba, para que mejor me obedeciйsedes; y que lo que habнa de vene¬rar era lo que estaba dentro del нdolo Punchau, que eran los corazones de los Incas mis antepasados.» Dicho esto, les tornу б repetir que todo lo que les habнa enseсado era ficciуn y mentira; y aconsejуles creyesen en un solo Dios verdadero, Hacedor de todas las cosas (y enseсaba la ley de los cristianos); y que йl morнa por sus culpas y que¬rнa morir cristiano, que le perdonasen los engaсos en que los habнa traнdo hasta aquella hora, y que rogasen б Dios por йl. Todo lo cual dijo el Inca con autoridad y majestad real; que parecнa haberle dado Dios con el bautismo nue¬vas fuerzas para poderlo decir, estando antes temblando y desmayado.
Acabado su razonamiento, le fuй cortada la cabeza con
indecible dolor y gritos de los indios, de ver acabar con
TOMO III 28
tan desdichado fin al que tenнan ellos por su rey, y no me-nor compasiуn de todos los espaсoles presentes; que todos en general sintieron mucho aquel rigor de la justicia. Dejу D. Felipe Tupa-Amaro dos hijas niсas que con йl se tra¬jeron de Vilcabamba, las cuales, hechas cristianas, se lla¬maron D.a Juana Pilco-Huaco y D.a Magdalena, de quie¬nes ha quedado sucesiуn, y yo conozco б un hijo de una dйllas, llamado D. Felipe como su agьelo.
CAPНTULO XXII
Del nombre y distrito que tenia el reino de los In¬cas, y cуmo llegaron estos reyes б seсorear tan-tas gentes y provincias.
y^ONCLUНDO con la lнnea de los reyes del Perъ desde
V_> e* PrЎmero
(i) Mejor regiones, plagas, rumbos у partidas.
una dйllas. Por una provincia que hay al Oriente del Cuz¬co, llamada Anti, dieron nombre de Antisuyu б la parte del Oriente; б la del Poniente nombraron ConUsuyu, de otra provincia deste nombre que cae en aquel distrito; б la del Setentriуn, Chinchaysuyu, por la provincia de Chincha que estб en ella; y б la del Mediodнa, Collasuyu, por la gran provincia del Collao, que se incluye en ella; y entendнase por estos nombres toda la tierra sujeta б los Incas que cae hacia aquellas partes.
Enmedio de las cuales estaba la real ciudad del Cuzco como el corazуn enmedio del cuerpo, y dйlla salнan cuatro caminos principales para estos cuatro partidos. La longitud deste gran reino corrнa Norte Sur б lo largo de la costa de la mar de novecientas б mil leguas castellanas, desde la provincia de Popayбn inclusive hasta el rнo Maule, en el reino de Chile, cuarenta leguas al Austro de la ciudad de Santiago; si bien es verdad que aъn no habнan acabado los Incas de sujetar toda la provincia de Popayбn cuando vi-nieron nuestros espaсoles, pero estaban actualmente en su conquista y habнan reducido ya toda la provincia de Pasto, que hoy es parte de la gobernaciуn de Popayбn, y exten¬dido su Seсorнo algunas leguas adelante. Porque, puesto caso que por algъn tiempo fueron los tйrminos y mojones deste Imperio el rнo Maule por la parte del Sur y por la del Norte el rнo de Angasmayo, que corre por entre Pasto y Quito, el valeroso Guay na-Cбpac ampliу por esta parte del Norte su Seсorнo mбs de cincuenta leguas, Para tan largo distrito como tenнa este reino, era muy angosta su latitud, pues por donde mбs se ensanchaba, no pasaba de den leguas, desde la mar hasta las provincias de los An¬des, cuya fragosidad y aspereza, mбs que la multitud y es¬fuerzo de sus moradores, habнan refrenado la ambiciуn y codicia de los Incas, para que no dilatasen su reino por aquella parte, como deseaban y varias veces lo intentaron. Porque, dado que los habitadores de aquellas sierras y montaсas son pocos en nъmero, y esos muy bбrbaros, de naciones diferentes, divididos en cortas behetrнas y sin la industria y disciplina que los vasallos de los Incas, con todo eso, ayudados de la espesura y fragosidad de sus arcabucos y montaсas y de los muchos rнos y ciйnegas que en ellas hay, eran bastantes б resistir б los poderosos ejйrcitos de los Incas, б cuya causa ganaron muy poca tierra por aque¬lla parte.
Vinieron los reyes Incas б hacerse tan grandes Seсores y conquistar tantas provincias y naciones, lo primero, por-que nunca tuvieron contradiciуn universal, sino que cada provincia por sн trataba sуlo de defender sus lнmites, sin confederarse unas con otras para aumentar sus fuerzas; y como eran behetrнas у cacicazgos y Seсorнos pequeсos, la mayor dificultad que los Incas tuvieron fuй en sujetar las comarcas del Cuzco, porque los que ya les estaban Sujetos, iban con ellos б la guerra; y asн era siempre mayor la fuer-za dйstos que las de sus contrarios, y se daban mejor mafia por aventajarse б ellos en entendimiento, policнa, orden й industria en pelear, la cual les fuй creciendo siempre con el uso de la guerra. Por donde, pocas veces, у ninguna, aunque no saliesen con su intento, fueron desbaratados del todo, sin embargo de que algunas veces les mataron canti-dad de gente y tuvieron necesidad de reformarse y aun de dejar la guerra por algъn tiempo. Lo segundo, filй gran parte para su acrecentamiento el no haber pretendido nin-guna naciуn inquietarlos б ellos en su tierra, sino que se contentaban con que los dejasen quietos en las suyas; por-que dйsto no hay memoria en sus registros ni en los de los otros. Б lo cual, despuйs que ellos tuvieron pacнficas sus comarcas, le ayudaba tambiйn tener su tierra fortнsima y bien defendida; porque de cuatro caminos que del Cuzco salen б todo el reino, no hay ninguno que, antes de apar-tarse doce leguas de la ciudad, no tenga rнo caudaloso que en ningъn tiempo del aсo se vadea bien, у por maravilla, y la tierra es muy doblada, бspera y fuerte por naturaleza.
Otra razуn de mбs momento que las dichas es, porque desde que estos reyes del Cuzco se determinaron б con-quistar nuevas tierras y hacer que otros les fuesen sujetos, buscaron tнtulo para colorear sus designios, que es cosa na¬tural, y asн pienso lo han hecho todas las naciones del mun¬do por bбrbaras que fuesen.
Lo primero, pues, que estos Incas propusieron (aunque no fuй este el tнtulo con que acabaron y el que los hizo Se-сores) fuй una imaginaciуn que se les asentу y ellos fingie-ron б los principios; conviene б saber: que del Diluvio uni-versal escaparon solos el primer Inca y sus hermanos en la cueva de Pacarictampu, y que dйllos se poblу el Mundo; sobre lo cual traнan mil fбbulas y disparates; finalmente, como quiera que sea, ellos afirman que todas las gentes proceden dйllos y de su generaciуn, y que por esto les de¬bнan sujeciуn y servicio, y que lo habнan de dar.
De otra fбbula semejante б йsta tomaron tambiйn oca-siуn para apoyar sus intentos, diciendo que eran hijos del Sol enviados por йl al mundo para que enseсasen б los hombres cуmo le habнan de servir y honrar. En efecto, el tнtulo de religiуn fuй uno de los mбs principales con que guerreaban otras gentes, y conforme б esto, б todos los que metнan debajo de su dominio, no solamente pretendнan te-nerlos en sujeciуn y por subditos, sino tambiйn los compe-lнan б admitir sus нdolos y tener enteramente sus opiniones y desprenderse de sus ritos y ceremonias, y б guardar en todo la misma orden en las huacas y adoratorios que se tenнa en el Cuzco. Demбs desto, quitaban б los vencidos las huacas principales de sus provincias y las traнan al Cuz¬co, creyendo las tendrнan con esto favorables para mante¬ner aquellas tierras de donde eran; ni les faltaba buena di¬ligencia para poner en ejecuciуn todo lo dicho, ni castigo para los que no lo guardaban. Y es averiguado, que cuan¬do algunas provincias se rebelaban, no sуlo negaban la obediencia б los Incas, peto tambiйn contradecнan la reli¬giуn; y este era el principal tнtulo que despuйs llevaban los Incas para tornarlos б conquistar, y la ocasiуn con que hacнan los castigos tan rigurosos que los mismos indios cuentan.
CAPНTULO XXIII
Cуmo disponнan ios Incas ios tierras que de nuevo adquirнan, plantando en ellas indios extraсos, que llamaban Mitimaes, y las diferencias que habнa dйllos.
rT”!ODO el Imperio de los Incas, aunque tan extendido y
compuesto de tantas y tan diversas naciones, era una sola repъblica, regida por unas mismas leyes, fueros y cos-tumbres, y observantes de una misma religiуn, ritos y ce-remonias, puesto caso que cada una de sus provincias, an-tes de ser reducidas б su obediencia, tenнa sus fueros y modo de vivir y gobernarse diferente; y por esta uniуn y uniformidad que en todas partes se guardaba, se ha de en-tender que lo que aquн dijйremos que introducнan en las naciones que sujetaban, ese mismo modo de gobierno era el que se guardaba en su corte y en lo que de antes seсo-reaban.
Lo primero que hacнan estos Reyes en ganando una provincia, era sacar dйlla seis у siete mil familias (mбs у menos, como les parecнa, atento б la capacidad y disposi-ciуn que hallaban) y pasarlas б otras partes de las provin-cias quietas y pacнficas, repartiйndolas por diversos pue-blos; y en trueque dйllas, metнan otra tanta gente, que ha-cнan salir de los lugares adonde asentaban los primeros, у de la parte que les parecнa, y entre ellos muchos orejo¬nes de la sangre real. Estos tales que se avecindaban en las nuevas tierras, eran llamados mitimaes, que es tanto como decir hombres advenedizos y extraсos, б diferencia de los naturales (1); el cual nombre comprehendнa no me¬nos б los vasallos nuevos que б los antiguos que con ellos se trocaban, pues los unos y los otros pasaban de sus pro¬pias tierras б las extraсas; y el dнa de hoy lo entendemos desta suerte, llamando mitimaes б todos los advenedizos que estбn poblados en todas las provincias deste reino. Atendнase en esta transmigraciуn б que los que se traslada¬ban, asн de los reciйn conquistados como de los otros, no se mudasen б cualesquier tierras, asн б poco mбs у menos, sino б las que fuesen del mismo temple y calidades у muy conformes б las que dejaban y en que se habнan criado. Por manera, que б los que eran naturales de tierra frнa, los pasaban б tierras frнas, y б los de tierras calientes, б tie¬rras calientes; para que desta suerte sintiesen menos la mudanza de su naturaleza y se hallasen mбs sanos en las nuevas tierras, sin ser probados dйllas, como lo fueran si los llevaran б las de contrarнo temperamento que las su-yas. Б los que asн mudaba el Inca, los sacaba de la obe-diencia de sus caciques antiguos, mandбndoles estuviesen sujetos б los de las tierras donde los plantaba; en las cua¬les mandaba dar б los unos y б los otros mitimaes sitios para labrar sus casas y tierras en que hiciesen sus chбcaras y sementeras, y que quedasen por moradores perpetuos de los pueblos en que los ponнa, guardando los usos y mo¬do de vivir de los naturales dйllos, salvo que se quedaban con el traje, divisas y seсales de los de su naciуn y pro¬vincia; lo cual han conservado hasta el tiempo presente, en que por las .cosas dichas conocemos en cada pueblo I03 que son naturales del у mitimaes.
(1) Que llamaban Itactayos.— La definiciуn de mitayos que da el P. Cobo no es del todo exacta.
Introdujo el Inca esta mudanza de vecindad, para tener
Fuera dйstos, habнa, por orden del Inca, salida de cada pueblo cierta cantidad de indios con sus mujeres y casas, para residir de asiento con sus hijos y descendientes, como residнan, en los dichos valles, para entender en la guarda y beneficio de las chбcaras de sus caciques y comunidades. Йstos, aunque moraban en tierra ajena, eran sujetos б sus caciques y nу б los de la tierra donde residнan; pero entra-dos los espaсoles en este reino, al tiempo que la primera vez se visitу la tierra para repartirla y encomendarla en los pobladores, б estos indios que se hallaron en los valles dichos puestos en ellos por sus caciques para el efecto di-cho, los contaron y repartieron con los naturales del dis-trito en que estaban, sacбndolos de la obediencia de sus caciques antiguos y sujetбndolos б aquellos en cuya tierra y jurнsdiciуn habitaban; y consiguientemente los dieron en encomienda al mismo que repartieron el tal distrito y no al encomendero del cacicazgo de donde ellos eran natura¬les. Б todos йstos, pues, que por el modo dicho se habнan quedado en las tierras en que los hallamos, damos tambiйn agora nombre de mitimaes, sin diferencia de los primeros que sуlo lo solнan ser en tiempo de los Incas, y no esotros.
CAPНTULO XXIV
Que los Incas reducнan б pueblos las gentes que su* jetaban, y el orden qne en ellos ponнan.
“”\7″A queda dicho arriba cуmo los indios peruanos, antes
de ser gobernados por los reyes Incas, no tenнan pueblos concertados con traza y forma de nuestros pue¬blos, sino que vivнan en caserнos de poca vecindad, puertos k» mбs por los cerros y collados, para defenderse de los asaltos que unos б otros se daban. Digo ahora, que en po-niendo el Inca debajo de su dominio una provincia, obli-gaba б sus moradores б que dejasen sos habitaciones anti-guas y bajasen de los lugares altos y fragosos б otros mis б propуsito que les eran seсalados, y en dios hiciesen su asiento y viviesen en comunidad sujetos б los superiores que les ponнa. Verdad es, queT aunque damos nombre de pueblos б estos asientos у rancherнas en que eran reducidos los vasallos del Inca, sуlo merecen este nombre compara¬dos con los caserнos en que antes vivнan; que, б la verdad, ellos eran de ordinario tan pequeсos y mal trazados (sa¬cando las cabeceras de provincias, que solнan ser mayores y mбs bien formadas) que no tenнan que ver con las mбs humildes aldeas nuestras.
Luego, para saber el nъmero de gente que habнa en cada provincia, asн de los naturales como de los mitimaes, nobles y plebeyos, mandaba se contasen todos por sus eda-des, уrdenes y estados, haciendo catбlogo aparte de los tri-butarios y de los que no lo eran, de los niсos, mujeres y viejos. En el nъmero de tribъtanos entraban solamente los varones de la gente comъn desde veinticinco hasta cincuen-ta aсos, poco mбs у menos; porque, como entre ellos no se contaban por aсos las edades ni sabнa ninguno los que tenнa, sуlo por el sujeto y disposiciуn de cada uno se go-bernaban para este efecto, poniendo en la minuta tanto nъmero de muchachos, tanto de mancebos y tanto de va-rones; y por el mismo estilo las mujeres, que para todos estos grados tiene nombres propios su lengua, como los hay en la latina para nombrar niсos, muchachas, mancebos y varones, y todavнa guardan esta costumbre. Y asн, en la lengua general llaman б la muchacha que no ha llegado б edad de casarse, Tasque, y desde que entra en ella hasta que se casa, Sipas; y suelen llamar con este nombre б mu¬jeres de muy diferentes edades, como sean por casar, des¬de los quince aсos hasta que pasan de los treinta; mas, en casбndose, aunque sean de quince б veinte aсos, pierden el nombre de Sipas, y se llaman Huartni, que significa mujer, y este era el modo como se contaba la gente en tiempo de los Incas.
En la numeraciуn que se hacнa dйllos, en orden б dar-les superiores, como йstos se diferenciaban por el nъmero que tenнan de subditos (como se dirб en el capнtulo siguien¬te), no entraban en cuenta mбs que los pecheros, que eran los que se empadronaban por vecinos. Conferнanse cada aсo estos padrones en las visitas, para quitar y poner los que morнan y nadan y mudar de unos en otros los que ha¬bнan mudado estado.
Hicieron en todo su reino estos Incas la misma divisiуn en que estaba repartida la ciudad del Cuzco, de Hanan Cuzco y Hurin Cuzco; dividiendo cada pueblo y cacicazgo en dos partes у bandos dichos Hanansaya y Hurinsaya, que suena el barrio alto y el barrio bajo, у la parte y ban¬do superior y el bando inferior; y puesto caso que los nombres denotan desigualdad entre estos dos bandos, con todo eso, no la habнa mбs que en esta preeminencia y ven¬taja, que era ser preferido en asiento y lugar el bando de Hanansaya i el de Hurinsaya; al modo que en cortes unas ciudades preceden б otras en lugar y en hablar primero. En todo lo demбs eran iguales, y por tan buenos eran te¬nidos los de Hurinsayas como los Hanansayas. El intento de los Incas en tener asн divididos en bandos y parcialida¬des todos los pueblos y provincias de su Imperio, fuй para que con esta divisiуn de ayllos y parcialidades en alguna manera se dividiesen las voluntades de sus vasallos, para que no se hiciesen los unos con los otros para levantar se¬diciones, y si alguna rebeliуn у motнn acaeciese, no se con¬formasen ni uniesen los de la una parcialidad con los de la otra, como hombres de contrarios bandos y opiniones. De¬mбs dйsto, para que mediante esta divisiуn se pudiese tener mejor cuenta con la gente que habнa en cada parcialidad, para los casos que se ofreciesen en que los hubiesen menes¬ter, ora fuesen de guerra, ora de paz, como para obras pъ¬blicas, derrama de algъn tributo y otras cosas deste gйne¬ro; y tambiйn, para que teniendo su lugar y asiento seсala¬do los de cada bando, en los llamamientos y juntas gene¬rales se embarazasen menos. Otra razуn que les moviу б hacer esta divisiуn, fuй por dar б sus subditos ocasiуn de competencia y emulaciуn en los ministerios y trabajos en que por su mandado entendiesen; porque, presumiendo los de cada facciуn ser tan buenos como sus contrarнos, se es¬forzasen por pasarles adelante y se avergonzasen de que¬dar atrбs, y para que, estando hechos en las cosas de me¬nos importancia б ganar honra, cuando los hubiesen me¬nester para en tiempo de necesidad y de alguna empresa importante de donde se les habнa de seguir у glorнa у in¬famia, por seсalarse los de cada parcialidad y ganar nom¬bre y reputaciуn, hiciesen cosas grandes y seсaladas. нtem, conocнan por este medio quiйnes eran mбs diligentes en su servicio en las ocasiones que se ofrecнan de paz y guerra; porque б todo acudнan las dos parcialidades de por sн, sin entremeterse los de la una con los de la otra; y en las fies¬tas y regocijos pъblicos, cada cual hacнa lo posible por es¬merarse y echar el piй adelante б su competidor en las in¬venciones y galas que sacaban.
No les era permitido б los vasallos mudarse de unas provincias б otras б su albedrнo, sino que todos habнan de residir en sus pueblos sin poder salir dйllos ni andar va-gueando у hacer viajes por tierras extraсas sin licencia de sus caciques.
Tenнan los de cada naciуn y provincia, hombres y mu-jeres, sus seсales y divisas por donde eran conocidos, y no podнan andar sin ellas ni trocarlas con las de otra naciуn, so graves penas. Esta seсal traнan en el vestido con dife-rentes listas y colores; y los hombres otra en la cabeza mбs seсalada, diferenciбndose cada naciуn en el tocado; por-que, dado que todos andaban con cabello largo, unos lo traнan cortado por bajo de las orejas y otros muy largo; unos trenzado y otros suelto, y los mбs vendado у ceсido con diversas suertes de ligaduras. Los Caсares, que eran los naturales de Tumibamba, se ponнan en las cabezas una corona redonda de palo б manera de aro de cedazo у rue¬do de cajeta de conserva. Los de Caxamarca traнan cogido el cabello con una honda; y sus vecinos, con unos cordones delgados de lana colorada con muchas vueltas. Los de Guay las unos rodetes en las cabezas, que ellos llamaban pillos, y unas hondas muy blancas al rededor. Los de Bom¬bуn, unas toquillas pintadas de amarillo y colorado al rede¬dor de las cabezas. Los de Jauja, unas fajas coloradas del anchor de una mano. Los de Andaguaylas liaban la cabe¬za con unas cuerdas de lana que les venнan б caer por de¬bajo de la barba. Los del Cuzco y todos los del linaje de los Incas, usaban de cierta ligadura llamada llanto, que era una cinta de lana del anchor de un dedo con algunas vuel¬tas. Los Collas traнan unos bonetes de lana justos, pero ahusados, porque asн se amoldaban las cabezas; y sus mu¬jeres unos capillos puntiagudos al talle de capillas de frai¬les; sacando estos Collas, el tocado de todas las otras na¬ciones era en forma de guirnalda, y los mбs de cordones y ramales con muchas vueltas formados como una madeja de hilo del tamaсo de la cabeza; y se diferenciaban en que unos eran de lana, otros de cabuya (que es su cбсamo), unos mбs delgados que otros, y unos de un color y otros de otro; con otras diversidades que hacнan se diferenciasen los de cada provincia; las cuales divisas son pocos los que ya las usan, porque todos van entrando en el uso de nues¬tros sombreros.
Eran tan conocidos por estas seсales, que en viendo cualquiera indio, у viniendo б la presencia del Inca, echaba de ver de quй naciуn y provincia era; y no hay duda sino que fuй ingeniosa invenciуn йsta para distinguirse unos de otros, porque, siendo casi innumerables las naciones di ver. sas que se congregaban б cualquiera llamamiento general del rey, y siendo, como son, todos los indios desbarbados, de un color, aspecto y faiciones, y usando de una misma lengua y traje, fuera imposible poderse distinguir de otra suerte los de cada naciуn. Dejado aparte, que, cuando iban б la guerra era muy de ver un ejйrcito numeroso compues¬to de tanta variedad de gentes como marchaba, llevando su lugar distinto los de cada naciуn, repartidos en varios tercios y escuadrones, que con estas divisas campeaba de lejos la variedad; y eran fбcilmente conocidos de su gene¬ral y de los demбs oficiales del campo; y en la batalla no se podнa ocultar la naciуn que mбs valor mostraba.
CAPНTULO XXV
De los gobernadores, caciques y demбs superiores en quienes repartнan los Incas el gobierno de sus
estados.
y^X lo que toca б gobernadores, magistrados y toda
suerte de ministros de justicia, es muy poca la diver-sidad que hallamos en el gobierno de los Incas, porque, cuantos teman alguna jurisdicciуn conocнan en sus distritos de todo gйnero de causas y delitos que no excediesen su potestad; de manera, que no se diferenciaban los goberna¬dores y jueces por las materias de que les era concedido juzgar у calidad de su jurisdicciуn, sino por la cantidad y medida della, segъn б cada uno se la daba el rey. Unos la tenнan muy corta y limitada, y otros muy amplia y cumpli¬da; de modo, que para dar una regla general, basta decir, que como todos los vasallos se contaban y se les ponнan superiores б ciertos nъmeros, aquйllos tenнan mбs amplia potestad que regнan mayor nъmero de indios. Comenzando, pues, de los mбs moderados y de menos autoridad, digo, que б cada diez indios tributarios у vedaos tenia puesto el Inca un superior que cuidaba de los nueve; y en cada cinco decurias dйstas, otro que tenнa cuenta con cincuenta; otro gobernaba una centuria, que constaba de las dos decurias de б cincuenta; en cada cinco centurias, у cada quinientos, habнa otro; y dos superiores de б quinientos con sus sub¬ditos, reconocнan б un milenario, que mandaba б mil; diez dйstos estaban sujetos б otro mбs prindpal, que tenнa de¬bajo de su obediencia diez mil, que hacнan una goberna¬ciуn llamada Huuu. Tomaban el nombre estos superiores del nъmero de sus decurias: el que tenнa cuenta con diez, se decнa Chunca camayu; el de quinientos, Pichcapachac ca¬maya; el de mil, Huaranca; y el de diez mil, Hunu; y to¬dos los que gobernaban de ciento para arriba, se decнan comъnmente curacas. Sobre todos йstos ponнa el Inca en cada provincia un gobernador у virey, el cual era persona de autoridad y de ordinario deudo suyo cercano у muy pri¬vado; йste se llamaba Tocricuc [Tucuiricuc], que quiere de¬cir veedor. Tenнa debajo de su gobierno los Hunus de su distrito, que solнan ser tres у cuatro y mбs, segъn se exten¬dнan los tйrminos del, y era inmediato al Rey y б su Con¬sejo. Componнase el Consejo del Inca de cuatro jueces у consejeros, llamados Apucunas, que siempre residнan en el Cuzco, cada uno de los cuales atendнa б lo tocante б la parte del reino que le pertenecнa; porque, como estaba dividido en cuatro regiones у partidos, uno tenнa cargo del de Chin* chaysuyu, otro dd de Collasuyu, el tercero de Cuntisuyu, y el cuarto de Anнisuyu. Entre estos gobernadores y caciques habнa muy grande subordinaciуn; porque los cinco decurio¬nes de б diez subditos estaban sujetos al de cincuenta, y dos dйstos б el de ciento; y por este orden los menores б los mayores hasta el mбs prindpal й inmediato al Rey.
Los cuatro consejeros y los vireyes no se heredaban;
TOMO III 30
proveнalos el Inca en capitanes y Seftores nobles de su san-gre que lo merecнan por su prudencia, valor y servicios que hubiesen hecho б la Corona; verdad es que si los hijos dйstos tenнan caudal y suficiencia, eran preferidos i otros. En cada gobernaciуn habнa un pueblo principal ennoble-cido por los Reyes con nъmero de vecinos y suntuosidad de edificios, el cual era cabeza y metrуpoli de la provincia y Hunus que caнan en sus tйrminos. Habнa en йl palacios reales de rica fбbrica, fortaleza, templo magnнfico del Sol, que era como la iglesia metropolitana del distrito; monaste-rio de Mamaconas; los mayores depуsitos del partido, bien proveнdos de vituallas para sustento de los ministros y cria¬dos del Inca y de la gente de guerra que por allн pasase; Tambo Real y gran nъmero de indios de servicio, que por sus mitas enviaban los pueblos comarcanos; sin los muchos mitimaes que allн moraban. Tales eran los pueblos de Qui¬to, La Tacunga, Tumibamba, Caxamarca, Pauja, Pacha-cama, Chincha y Vilcas, con los demбs que habнa en los cuatro suyus у partidos del reino.
En estos pueblos cabeceras de provincias tenнa su asis-tencia el Tocricuc у delegado del Inca; el cual tenнa poder de administrar justicia y castigar los delitos conforme б su gravedad, hasta condenar б muerte; salvo si el culpado era noble у caballero, que en tal caso no determinaba la causa sin dar parte al Rey; y lo mismo guardaba en todos los negocios arduos y de importancia. Tambiйn tenнa facultad de levantar gente y formar ejйrcito, si se ofrecнa alguna guerra у se levantaba alguno contra el Rey. Salнa б visi¬tar el distrito б sus tiempos; hacнa recoger los tributos y rentas reales y ponerlos en los depуsitos, bastecer los tam¬bos y empadronar los que nacнan al aсo y los que entraban en edad de tributar, y alistar los que salнan desta obliga¬ciуn. De todo lo cual le daban cuenta los caciques muy por menudo y йl la llevaba al Rey cuando iba б la Corte, que era una vez al aсo para la fiesta del Raymi, con el tributo que de su gobernaciуn le mandaba llevar el Inca, y enton¬ces le informaba del estado de las cosas dйlla. En suma, este virey velaba sobre los Seсores y caciques inferiores y les iba б la mano en lo que solнan exceder, particular¬mente si hacнan malos tratamientos б sus subditos y otras cualesquieras demasнas, y procuraba saber cuanto sucedнa en su provincia, para proveer «de remedio donde fuese me¬nester.
Sacando estas dos suertes de magistrados y goberna-dores, los demбs, desde los Hunus para abajo, eran los Se-сores y caciques que los Incas hallaron en las provincias cuando las conquistaron. Б los cuales, por no caer en abo-rrecimiento de los naturales, no les quitaban los cacicaz-gos, sino que los dejaban en ellos, como no los hubiesen desmerecido. Bien es verdad que alteraban los Seсorнos, quitando б unos de lo que tenнan, y aсadiendo б otros; pero si alguno incurrнa en caso por donde mereciese ser privado del Seсorнo que poseнa, era echado del y encomen¬dбbanlo б otro de la misma provincia, deudo del primero, si lo habнa. En la sucesiуn de los cacicazgos y Seсorнos guardaba el Inca este orden: que si el hijo mayor era hбbil y capaz para el cacicazgo de su padre, lo nombraba en йl y le daba el duho, que era una silleta baja у banquillo en que los caciques se asentaban para tomar la posesiуn del cacicazgo, y despuйs solos ellos usaban este asiento; y si el mayor no era hбbil y lo era el segundo, se le daba б йste; y faltando hijos hбbiles y de edad sucedнa el hermano del muerto y tenнa el Seсorнo mientras vivнa; pero muerto йste, no le sucedнa hijo, sino el sobrino que dejу de heredar por falta de edad competente; y cuando en todos los hijos del tal cacique muerto no habнa ninguno suficiente para ello, ni dejaba el difunto hermanos, se nombraba por caci¬que la segunda persona del Seсorнo, teniendo las partes y requisitos para serlo. Esto se guardaba en el nombramiento y sucesiуn de todos los curacas y caciques; los cuales pro-proveнalos el Inca en capitanes y Seсores nobles de su san-gre que lo merecнan por su prudencia, valor y servicios que hubiesen hecho б la Corona; verdad es que si los hijos dйstos tenнan caudal y suficiencia, eran preferidos б otros. En cada gobernaciуn habнa un pueblo principal ennoble-cido por los Reyes con nъmero de vecinos y suntuosidad de edificios, el cual era cabeza y metrуpoli de la provincia y Hunus que caнan en sus tйrminos. Habнa en йl palacios reales de rica fбbrica, fortaleza, templo magnнfico del Sol, que era como la iglesia metropolitana del distrito; monaste-rio de Mamaconas; los mayores depуsitos del partido, bien proveнdos de vituallas para sustento de los ministros y cria¬dos del Inca y de la gente de guerra que por allн pasase; Tambo Real y gran nъmero de indios de servicio, que por sus mitas enviaban los pueblos comarcanos; sin los muchos mitimaes que allн moraban. Tales eran los pueblos de Qui¬to, La Tacunga, Tumibamba, Caxamarca, Pauja, Pacha-cama, Chincha y Vilcas, con los demбs que habнa en los cuatro suyus у partidos del reino.
En estos pueblos cabeceras de provincias tenнa su asis-tencia el Tocricuc у delegado del Inca; el cual tenнa poder de administrar justicia y castigar los delitos conforme б su gravedad, hasta condenar б muerte; salvo si el culpado era noble у caballero, que en tal caso no determinaba la causa sin dar parte al Rey; y lo mismo guardaba en todos los negocios arduos y de importancia. Tambiйn tenнa facultad de levantar gente y formar ejйrcito, si se ofrecнa alguna guerra у se levantaba alguno contra el Rey. Salнa б visi¬tar el distrito б sus tiempos; hacнa recoger los tributos y rentas reales y ponerlos en los depуsitos, bastecer los tam¬bos y empadronar los que nacнan al aсo y los que entraban en edad de tributar, y alistar los que salнan desta obliga¬ciуn. De todo lo cual le daban cuenta los caciques muy por menudo y йl la llevaba al Rey cuando iba б la Corte, que era una vez al aсo para la fiesta del Raymi, con el tributo que de su gobernaciуn le mandaba llevar el Inca, y enton¬ces le informaba del estado de las cosas dйlla. En suma, este virey velaba sobre los Seсores y caciques inferiores y les iba б la mano en lo que solнan exceder, particular¬mente si hacнan malos tratamientos б sus subditos y otras cualesquieras demasнas, y procuraba saber cuanto sucedнa en su provincia, para proveer *de remedio donde fuese me¬nester.
Sacando estas dos suertes de magistrados y goberna-dores, los demбs, desde los Hunus para abajo, eran los Se-сores y caciques que los Incas hallaron en las provincias cuando las conquistaron. Б los cuales, por no caer en abo-rrecimiento de los naturales, no les quitaban los cacicaz-gos, sino que los dejaban en ellos, como no los hubiesen desmerecido. Bien es verdad que alteraban los Seсorнos, quitando б unos de lo que tenнan, y aсadiendo б otros; pero si alguno incurrнa en caso por donde mereciese ser privado del Seсorнo que poseнa, era echado del y encomen¬dбbanlo б otro de la misma provincia, deudo del primero, si lo habнa. En la sucesiуn de los cacicazgos y Seсorнos guardaba el Inca este orden: que si el hijo mayor era hбbil y capaz para el cacicazgo de su padre, lo nombraba en йl y le daba el duho, que era una silleta baja у banquillo en que los caciques se asentaban para tomar la posesiуn del cacicazgo, y despuйs solos ellos usaban este asiento; y si el mayor no era hбbil y lo era el segundo, se le daba б йste; y faltando hijos hбbiles y de edad sucedнa el hermano del muerto y tenнa el Seсorнo mientras vivнa; pero muerto йste, no le sucedнa hijo, sino el sobrino que dejу de heredar por falta de edad competente; y cuando en todos los hijos del tal cacique muerto no habнa ninguno suficiente para ello, ni dejaba el difunto hermanos, se nombraba por caci¬que la segunda persona del Seсorнo, teniendo las partes y requisitos para serlo. Esto se guardaba en el nombramiento y sucesiуn de todos los curacas y caciques; los cuales pro¬veнa el Inca у el Tocricuc por especial misiуn saya; excepto los Pachaccamayos de б cien indios y los de б menos, por¬que б йstos nombraban los Guarancas у caciques de б mil subditos б quienes eran sujetos, con consentimiento y apro¬baciуn de los caciques mбs principales; y no les podнan qui¬tar el oficio mientras vivнan, si no era por delito grave, y entonces sucedнan sus hijos como los demбs. Los de б cin¬cuenta y de б diez elegнan los caciques y los quitaban cuan¬do hacнan mal su oficio, y no se heredaban.
Llamamos б estos Seсores caciques, porque con este nombre los comenzaron б llamar en la Isla Espaсola, que en las dos lenguas generales deste reino se nombran Cura-cas en la quichua, y Maycos en la aymarб. Tenнan todos estos superiores y mandones limitada jurisdicciуn, los me-nores mбs que los mayores, y los que mбs amplia la tenнan, que eran los Hunus, no podнan dar pena de muerte; sola¬mente conocнan de los agravios pequeсos y culpas livianas. Tenнan cuidado de repartir las tierras de labor б sus subdi¬tos, seсalando б cada indio la cantidad que les bastaba; y asimismo el agua que habнa de tomar para regar sus chбca¬ras y sementeras, si era tierra de regadнo. нtem, hadan sacar oro y plata los que tenнan minas en sus distritos; una vez al aсo juntar en la plaza los mancebos y mujeres casa¬deras, y daban asн б ellas como б ellos б escoger con quien querнan casarse, y la que el Hunu les daba recebнan los indios por mujeres. Los decuriones inferiores tenнan cuida¬do de ver cуmo vivнan los que estaban б su cargo, y de acusarlos cuando cometнan algъn delito. Otrosн, cuidaban de avisar de las necesidades que tenнan б quien habнa de remediarlas; de contar los que nadan y morнan; los man¬cebos y mujeres que llegaban б edad de casarse; los viejos y contrechos que se hallaban en sus decurias, para que en todo se diese orden como fuesen remediadas sus necesi¬dades. De todas estas cosas daban cuenta estos decurio¬nes б sus inmediatos superiores, y йstos la iban dando б sus mayores por sus grados hasta el Inca, que por esta forma sabнa cada aсo los indios de todas edades que habнa en cada provincia para las contribuciones y mitas con que podнan acudir para la guerra, obras pъblicas y demбs mi¬nisterios en que solнa ocuparlos.
CAPНTULO XXVI
De las leyes y castigos con que їos Incas gobernaban su reino.
OMO los indios carecнan de letras, no tenнan leyes es-
critas, mas conservaban las que habнan establecido
sus Reyes por tradiciуn y con el uso y observancia en que estaban. Las mбs principales y de que mбs memoria habнa entre ellos pondrй aquн.
Donde se hallaba presente el Inca, йl solo era el juez ante quien se pedнan todos los agravios hechos, y donde no, hacнan justicia sus gobernadores y caciques, segъn б quien tocaba conocer del caso, vista su calidad.
Cuando alguno cometнa delito que fuese digno de cas-tigo, lo prendнan y echaban en la cбrcel; y para averiguar su causa, lo sacaban dйlla y llevaban б la presencia del Inca у del juez y curaca ante quien pasaba; en la cual eran tambiйn presentados los testigos, y careados con el reo, le decнa cada uno lo que sobre el caso contra йl sabнa, y desta suerte le convencнan; lo cual visto por el Inca у juez, sin otros autos, tйrminos, ni dilaciones, pronunciaba la sen¬tencia y mandaba castigar al delincuente conforme su culpa.
El que mataba б otro por robarle, tenнa pena de muer¬te, y antes de ejecutarla, era atormentado en la cбrcel para mayor pena, y despuйs de atormentado, lo mataban.
Б el que mataba б traiciуn, luego incontinente le quita-ban la vida pъblica y afrentosamente, aunque fuese hom¬bre de calidad y el muerto de muy desigual fortuna.
El que mataba con hechizos, tenнa pena de muerte. Eje-cutбbase este castigo con gran publicidad, haciendo con-vocar los pueblos comarcanos, para que se hallasen al su-plicio; y asimismo mataban б toda la gente de su casa y familia, porque se presumнa que todos los dйlla sabнan aquel oficio.
Muerto alguno en pendencia, se averiguaba primera-mente quiйn habнa sido el que dio la causa; y si la dio el muerto, era castigado el matador ligeramente б la volun¬tad del Inca; y si el que dio la causa de la rнfta fuй el ho¬micida, tenнa pena de muerte, y б buen librar, lo desterra¬ban б la provincia de los Andes, tierra enferma y malsana para los indios serranos, para que allн sirviesen toda su vi¬da, como en galeras, en las chбcaras de coca del Inca.
El cacique que mataba algъn indio subdito suyo sin li-cencia del Inca, era castigado pъblicamente, dбndole con una piedra ciertos golpes en las espaldas (llamбbanlo casti-go de piedra, y era muy afrentoso), aunque hubiese tenido mucha culpa el indio en alguna desobediencia cometida contra el tal cacique; y si despuйs de haber sido reprehen-dido y castigado el dicho cacique, reincidнa, morнa por ello; y cuando por ruegos й intercesiones no se ejecutaba esta pena, lo privaba el Inca del cacicazgo y lo daba б otro.
El marido que mataba б su mujer por adulterio, era libre y sin pena; mas, si la mataba por enojo y pasiуn, te-nнa pena de muerte, si era hombre particular; pero si era caballero principal de quien se hacнa caso, no morнa, sino que le daban otra pena.
La mujer que mataba б su marido tenнa pena de muer-te, y ejecutбbase deste modo: colgбbanla en alto de los pies en parte pъblica, y dejбbanla asн hasta que morнa, sin que nadie la osase quitar.
DEL NUEVO MUNDO 239
La mujer preсada que tomaba bebedizos para matar la criatura, tenia pena de muerte; y el mismo castigo se hada en quien le daba los bebedizos у le hada abortar malido-samente, dбndole golpes у otro mal tratamiento.
Al que forzaba mujer soltera, por la primera vez le da-ban castigo de piedra, y б la segunda, pena de muerte.
El que por fuerza corrompнa alguna doncella, si era mujer prindpal, tenia pena de muerte, y si no lo era, le daban por la primera vez derto tormento que ellos usaban, y б la segunda morнa.
El que adulteraba con mujer ajena, y ella no era prin-dpal, era atormentado; pero si lo era, tenнa pena de muer¬te y ella tambiйn morнa.
El que tomaba la hija б su padre contra la voluntad del, si la hija consentнa en ello y no fuй forzada, no tenнa pena ninguna, siendo entrambos de un pueblo; mas, po¬dнala el padre castigar, si quisiese, por haber tomado ma¬rido sin su licencia; pero el Inca los mandaba prender y castigar con piedra en las espaldas, y hada se apartasen, porque nadie podнa sin licencia suya tomar mujer.
Cuando alguno era tomado en casa de otro con su hija, si d padre se quejaba, era castigado el delincuente б volun-tad del Inca у de su gobernador.
El que escalaba la casa у el recogimiento de las Ma-maconas, le mataban colgбndolo de los pies y dejбndolo asi dentro de la misma casa donde hizo el delito; y si algu¬na de las Mamaconas lo metiу dentro y pecу con йl, se le daba la misma pena.
Tenнan en los matrimonios sus casos prohibidos y se castigaba con pena de muerte la fornicaciуn en los casos en que estaba prohibido el matrimonio; la cual se ejecuta¬ba sin remisiуn, si el culpado no era Seflor principal, por¬que б йste no daban mбs que una reprehensiуn pъblica.
El que robaba por vicio, demбs de que pagaba el hur¬to, si tenнa de quй, era desterrado б los Andes, sin que osase salir de allн sin mandato del Inca.
El que con necesidad hurtaba cosas de comer, era re-prehendido y no se le daba otra pena que apercebille que trabajase y que si otra vez lo hada serнa castigado con piedra en las espaldas pъblicamente.
El que yendo camino hurtaba de los sembrados у gьer-tas, con necesidad, alguna fruta, si la heredad era dd Inca, morнa por ello, y si de particular, era perdonado.
Cuando algъn indio de los que servнan en los tambas no entregaba б su duefto la carga que llevaba, la pagaba el pueblo de donde era el tal indio, porque estaba б su cargo el servicio de aquel tambo; y el indio era castigado.
El que hurtaba el agua con que se regaban las chбca¬ras y la llevaba б la suya antes que le cupiese, era casti¬gado con pena arbitrarнa.
El que afrentaba б otro, era la pena arbitrarнa; pero б el que habнa dado ocasiуn de las palabras, le acrecentaban la pena.
El que descalabraba б otro у hada otro daсo semejan¬te, era castigado con pena arbitrarнa; y si era hecho б trai-ciуn, le daban tormentos.
El que en pendencia mancaba б otro de manera que no pudiese trabajar en las cosas ordinarias, era obligado б sustentarle de su hacienda, demбs del castigo que se le daba por el delito; y si no tenнa hacienda, lo alimentaba d Inca de la suya y se le daba mayor castigo al delincuente.
El que maliciosamente quemaba alguna puente, tenнa pena de muerte, la cual se ejecutaba con rigor.
El indio que era inobediente б su cacique, por la pri¬mera vez le daban el castigo que al Inca parecнa, por la segunda tenнa pena de piedra, y por la tercera, de muerte.
El indio mitima que se iba de donde lo habнa puesto el Inca por tal mitima, le atormentaban por la primera vez y por la segunda lo mataban.
El que mudaba el traje y divisa de la provincia de don¬de era natural, cometнa muy grande delito contra d Inca, contra su naciуn y contra la provincia cuyo traje tomaba; y asi, era acusado de todos y castigado con rigor.
Al que quitaba los mojones y lindes у se entraba en tierra y heredad ajena, le daban castigo de piedra por la primera vez; y б la segunda, tenia pena de muerte.
El que sin licencia cazaba en cualquiera coto, era cas-tigado con piedra en las espaldas y tormentos.
Si algъn ganado hacia daсo en heredad ajena, el dueсo dйlla podнa tomar el dicho ganado hasta en tanta cantidad cuanto era el daсo, y tenнan tasado cuбntos pies de maнz era cierta medida por la cual estaba puesta pena determi-nada, que se cobraba en proporciуn del daсo hecho.
Cuando б los caminantes les hurtaban en el tambo al-guna cosa, era castigado en primer lugar el cacique que es-taba obligado al servicio del tambo; y йste castigaba des¬puйs б los demбs subditos suyos por el descuido y poca guarda que habнan tenido.
Al indio que no tenнa el debido respeto б los Incas y Seсores, metнan en la cбrcel, donde lo dejaban mucho tiem¬po; y si junto con esto le hallaban otra culpa, lo mataban.
Al que era mentiroso y perjuro le daban por pena tor-mentos, y si era muy vicioso y no se enmendaba con el castigo dicho, lo mataban pъblicamente.
Si algъn gobernador por cohechos у por aficiуn no guardaba justicia у disimulaba algo, lo castigaba el mismo Inca, privбndolo del cacicazgo y oficio й inhabilitбndolo para poder tener otros; y si la injusticia era en cosa grave, lo mandaba matar.
Tenнan los Incas dos cбrceles en el Cuzco, la una media legua de la ciudad, enfrente de la parroquia de San Sebas-tiбn, que se llamaba Aravaya (1), la cual estaba en un sitio dicho Umpillay (2), adonde eran castigados los ladrones y
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otros facinerosos con pena de muerte; y ejecutбbanla col-gando б los malhechores la cabeza para abajo, y dejбndo-los asн colgados hasta que morнan. La otra cбrcel estaba dentro de la ciudad debajo de tierra, en que tenнan ence-rrados leones, osos, tigres y serpientes: y eran echados б estas сeras y comidos dйllas los que cometнan delitos muy atroces, como de traiciуn contra su rey y otros semejantes.
Otras muchas leyes tenнan estos indios harto provecho¬sas para el buen gobierno de su repъblica. Verdad es que algunas eran demasiadamente rigurosas, como las que se¬сalaban pena de muerte y otros castigos exorbitantes б culpas ligeras. Tambiйn es de saber que no era entre ellos comъn y por igual la justicia; porque, aunque se preciaban de hacerla y castigar todos los delitos, siempre se daban diferentes penas б los nobles y ricos que б los humildes y pobres, por una imaginaciуn que tenнan, que era decir que harto mayor castigo era para un Inca de sangre real la re¬prehensiуn pъblica, que para un plebeyo la muerte; fundбn¬dose, por sus desatinos y elevaciones, en que eran hijos del Sol y los primeros fundadores de su religiуn y sacrificios; de suerte que en la guarda de sus leyes se atendнa mucho б estos respetos, y asн, los castigos eran diferentes conforme б la calidad de los que las quebrantaban; de donde acon¬tecнa que delitos que en la gente vulgar se castigaban con pena de muerte, cometidos por los nobles del linaje de los Incas, no se daba otra pena que una reprehensiуn pъblica; y era йsta tan temida, que afirman los indios haber acae¬cido pocas veces, y muy raras, el haber sido justiciado al¬gъn noble.
CAPНTULO XXVII
De la distinciуn de nobles y pecheros que habнa en este reino, y del modo que tenнan йstos de tribu¬tar y el Rey en pagar salarios б sus ministros y premiar los servicios que sus vasallos le hacнan.
“X /fUY diferente modo de pagar tributos se guardaba
J^Vx en ‘a repъblica de los Incas que en las nuestras de Europa; porque, primeramente, todos los vasallos de cual-quiera condiciуn y estado, como fuesen hбbiles y no estu-viesen lisiados й impedidos, se empleaban en servir б su Rey personalmente con extraсa sumisiуn y rendimiento, cada uno por su camino; si bien no por esto se llamaban todos tributarios y pecheros, sino aquellos solamente que en realidad de verdad lo eran y mostraban serlo en la ma-nera de pagar sus tributos; no faltando en йsta el orden que guardan todas las repъblicas bien ordenadas, de hacer dis-tinciуn de nobles y plebeyos. Del tнtulo y privilegio de no-bles gozaban, en primer lugar, todos los Incas de la sangre real, que nuestros espaсoles llaman Orejones, porque traнan las orejas horadadas de extraсa grandeza; йstos, con algu-nos otros caballeros de otros linajes, que por merced del Rey se horadaban tambiйn las orejas, componнan el orden de caballerнa, que podemos decir correspondнa б nuestros caballeros de las уrdenes militares, y profesaban la milicia como ellos.
Tras йstos, gozaban de las inmunidades y franquezas de hidalgos, en igual grado que los Orejones, los goberna-dores, capitanes, caciques y jueces del Inca con sus hijos; los cuales todos, no sуlo eran exentos de las contribucio¬nes que pagaba la gente comъn, mas antes tiraban gajes de su Rey y eran sustentados con el tributo de servicio per¬sonal que б ellos daban los mitayos y pecheros; puesto caso que no por eso se excusaban de mostrar el vasallaje y reconocimiento debido б su Rey con ricos dones y presen-tes que б tiempos le hacнan; mas, como йstos eran volun-tarios y sin tasa ni apremio, aunque puestos en uso y cos-tumbre, no entraban en cuenta de tributos; como no de-cimos que en Espaсa tributan los nobles y grandes por¬que sirven al Rey con sus personas y haciendas en las guerras y gobernaciones. Allende desto, el trabajo que йstos ponнan en servicio del Inca y administraciуn de sus oficios, que era bien pesado, equivalнa con ventajas al servicio y tributos de la gente vulgar.
Empadronбbanse por pecheros todos los demбs del rei-no, hasta los Hilacatas y mandones de cien indios para abajo; por manera, que los que tenнan mando sobre cien indios y de ahн para arriba, eran libres de pechar; y los que tenнan debajo de sн cincuenta y menos, eran contados con los pecheros, y como tales trabajaban corporalmente con sus manos en las obras y oficios que los otros. En el nъmero de tributarios entraban solos los Aucacamayos, que quiere decir gente hбbil para la guerra у hombre de armas tomar; que comъnmente eran desde veinticinco б cincuen¬ta aсos, poco mбs у menos, у en casбndose, aunque no llegasen б los veinticinco; y un vecino con su casa y hijo de menor edad se contaba por un tributario. Los nobles y principales que eran exentos de pecho, como queda dicho, nunca trabajaban corporalmente en obras mecбnicas; ser* vнan en oficios y cargos honrosos, por los cuales llevaban sus salarios competentes y se les seguнa mucha honra; y aunque no estuviesen ocupados en cargos pъblicos, eran honrados como pedнa su calidad. Con йstos entraban go-zando de la exenciуn de tributar las mujeres todas de cual-quiera edad, estado y calidad, aunque fuesen viudas; item todos los ciegos, cojos, mancos y enfermos que estaban impedidos para el trabajo; en suma, no se empadronaban por tributarios sino los varones de la gente comъn que pu-diesen actualmente trabajar en los ejercicios б que acudнan los pueblos por vнa de comunidad»
Todo el tributo que pagaban era servicio personal, tra-bajando corporalmente en las obras y ocupaciones que contarй en los capнtulos que se siguen. En lugar de tributo trabajaban los oficiales en servicio del Inca, de la religiуn у de sus caciques, cada uno en el oficio que sabнa, como en labrar ropa, oro y plata, en sacar estos metales de las minas y beneficiarlos; en hacer vasos de barro y de made-ra, y en los demбs oficios; en todo lo cual entendнan todo el tiempo que les cabнa. Mientras se ocupaban en cumplir sus tasas y tributos con estos oficios y trabajos, asн los ofi-ciales y artнfices, como las comunidades de los pueblos y mitayos, eran sustentados б costa del dueсo en cuya ha-eienda trabajaban у б quien servнan, aunque fuese la ha-cienda del Inca у de la Religiуn; y de la misma hacienda se les daban tambiйn las herramientas con los demбs ins-trumentos y aparejos necesarios; de suerte, que no ponнan ellos de su casa mбs que el trabajo de sus manos.
La paga y salarios que el Inca daba б sus ministros, gobernadores y caciques, por el trabajo de los oficios que servнan, no era en cantidad determinada y cierta de alguna cosa en especie, como en oro, plata, ecйtera, sino en servi-cio personal de los subditos que en sus distritos y debajo de su mando tenнan; seсalбndoles tanto nъmero de mitayos, cuanto bastase para el servicio de sus personas y de las puertas adentro de sus casas, б cada uno conforme б su calidad y para sustentar la autoridad de su oficio; y lo or-dinario era б razуn de uno por ciento de los sujetos que gobernaban. De forma, que al curaca de cien pecheros se le daba un criado у mitayo; al de quinientos, cinco; al de mil, diez, y en esta proporciуn б los demбs. Fuera des-tos criados que se les daban para su acompaсamiento y servicio de dentro de sus casas, las comunidades de sus pueblos acudнan б labrarles sus chбcaras, edificarles sus casas, guardarles el ganado, si lo tenнan, con lo demбs en que, por orden del Inca, estaban obligados б servirlos; y este servicio de «sus subditos era en lugar de salarios.
En lo que toca б gratificar mйritos, tampoco faltaba cuidado. Б quien mбs acostumbraban premiar los Incas, era б los capitanes que se habнan seсalado en la guerra, y б quien le hacнa algъn particular servicio: б йstos remune-raba el Rey con darles joyas de valor, vestidos preciosos, y lo mбs ordinario y que los vasallos mбs estimaban, con algunas doncellas de las que se recogнan de tributo, con ganado y tierras de labor que tuviesen en propiedad dйllos y sus herederos.
CAPНTULO XXVIII
De la particiуn que hacia el Inca de las tierras de labor, y de la hacienda y rentas que en ellas
tenнan йl y la Religiуn.
1 j obediencia, amojonaba sus tйrminos y dividнa los cam-pos y tierras de pan llevar de su distrito en tres partes, por esta forma: una parte aplicaba б la Religiуn y culto de sus falsos dioses; otra tomaba para sн, y la tercera dejaba para la comunidad del dicho pueblo. No se ha podido ave¬riguar si estas partes en cada pueblo y provincia eran Ўgua¬les; porque consta no haber sido hecha esta divisiуn por igual en muchas partes, sino en cada tierra conforme б su disposiciуn y cantidad de gente dйlla. En unas provincias era mayor la parte diputada б la Religiуn; en otras, la que pertenecнa al Inca, y en algunas la porciуn de la comunt* dad excedнa б cualquiera de las otras dos; porque siempre se tenнa consideraciуn б que los pueblos quedasen bien proveнdos de mantenimientos. Por donde, en algunas tie-rras, habнa pueblos enteros que con sus distritos y cuanto se cogнa en ellos eran del Sol y de los otros dioses, como eran Arepa, y otros; y en otras provincias (esto era lo mбs ordinario) era muy grande la parte del Rey. En estas tie-rras de la Religiуn y de la Corona Real tenнa el Inca pues-tos mayordomos y administradores, que con gran cuidado las hacнan cultivar y coger los frutos y ponerlos en los de-pуsitos; y el trabajo de sembrar y beneficiar estas tierras y recoger sus frutos, era gran parte del tributo que los pe-cheros daban al Rey. Estaba tan deslindado el amojona-miento de las tierras y campos de cada una destas partes, y tan celebrada por los indios de los pueblos la custodia y guarda destos mojones de las heredades del Inca y de la Religiуn, y el cuidado de beneficiarlas en primer lugar y б tiempo y sazуn, y la guarda de que en ello no hubiese da-fios ni diminuciуn, que era una de las principales religio-nes que tenнan; en tanto grado, que ninguno osaba pasar por estas sementeras sin hacelles algъn acatamiento con palabras de veneraciуn que tenнan seсaladas para ello.
Las tierras dedicadas б los dioses estaban repartidas entre el Sol, Rayo y los demбs нdolos, adoratorios y guacas generales y particulares de cada provincia y pueblo, seсa-lada la cantidad que б cada dios y guaca pertenecнa, y eran las que se beneficiaban primero que las otras del Inca y de la comunidad. Acudнan los pueblos б cultivarlas desta manera: que si acaso el mismo Inca se hallaba presente у su gobernador, у otro cualquiera Seсor principal, era el primero que ponнa mano en la labor con una taclla, у arado, de oro, que para ello le llevaban al Inca, y por su ejem¬plo hacнan lo mismo todos los Seсores y caballeros que le acompaсaban; mas, dejбbalo luego el Inca, y tras йl lo iban dejando los otros Seсores y principales; y se asentaban con el Rey б hacer sus banquetes y fiestas, que en aquellos dнas eran muy solemnes.
Quedaba en el trabajo la gente comъn, y con ella solos los curacas-pachacas, que trabajaban un rato mбs que los nobles; y despuйs entendнan en asistir al trabajo, mandando lo que convenнa. Pero los Hilacatas y decuriones de б diez subditos trabajaban todo el dнa, y los indios comunes que no tenнan cargo ni oficio. Estos repartнan entre sн por rayas las tareas que б cada uno cabнa trabajar, la cual tarea у medida llamaban suyu; y despuйs de asн partidas las ta¬reas, metнa cada uno en la suya sus hijos y mujeres y б toda la gente de su casa, para que le ayudasen; y el que mбs peones tenнa acababa mбs pronto su parte y suyu; y йste era tenido entre ellos por hombre rico, y por pobre el solo que no tenнa quien le ayudase б acabar su tarea, el cual estaba mбs tiempo trabajando. Este mismo orden guardaba cualquiera de los Seсores y curacas en su distri¬to, dando principio б la obra el mбs principal y dejбndola luego, y sucesivamente tras йl los caballeros por sus gra¬dos de calidad y nobleza.
En concluyendo con las chбcaras de la Religiуn, se sembraban inmediatamente las del Inca; y asн en el bene-ficiarlas como en coger los frutos, se guardaba el mismo orden, acudiendo todos ios del pueblo que se hallaban pre-sentes de comunidad, y con ellos ios Seсores y caballeros hasta los caciques mбs principales y gobernadores, vestidos con lo mejor que tenнan y cantando canciones apropiadas б la materia. Cuando beneficiaban las heredades de la Re-ligiуn, eran los cantares en loor de sus dioses, y cuando las del Rey, en alabanza suya.
La tercera parte de las tierras, conforme б la divisiуn dicha aplicadas para el pueblo, eran al modo de conceji¬les, dado que el dominio era del Inca y sуlo el usufruto de la comunidad del pueblo. Tampoco se puede averiguar si esta porciуn era igual б las otras у mayor, si bien es cosa cierta que б cada provincia y pueblo se daban las tierras que bastasen para el nъmero de vecinos que habнa; las cuales repartнan los caciques cada aсo entre sus subditos, nу por iguales partes, sino proporcionadamente, segъn los hijos y familia que cada uno tenнa; y al paso que crecнa у menguaba su familia, le acrecentaban у acortaban su parte. Porque б nadie se daba mбs de precisamente la cantidad que habнa menester para sustentarse, ora fuese noble, ora plebeyo, aunque hubiesen de sobrar muchas tierras y que¬darse yermas y baldнas; y este modo de particiуn se guarda hoy en dнa en las provincias del Collao y en otras partes, y yo me he hallado presente al hacerla en la provincia de Chucuito.
Al tiempo que se hacнan estas sementeras у beneficia-ban los campos, cesaban todas las demбs labores y oficios, de manera que todos los tributarios juntos, sin faltar nin-guno, entendнan en ellas; y si acaso era necesario hacer al¬gъn otro oficio por alguna ocasiуn repentina, como de gue¬rra у otra urgente, los mismos indios de la comunidad la¬braban las heredades de los ausentes, sin pedir ni llevar por ello cosa alguna mбs que la comida; y hecho йsto, cada uno labraba sus heredades. Esta comodidad y beneficio que б los ausentes hacнa el pueblo, era causa de que vol¬viesen б йl de buena gana en acabando con su ocupaciуn; porque acaecнa cuando volvнa el indio б su casa despuйs de una larga ausencia, hallar en ella recogida la cosecha que йl no habнa sembrado ni cogido; y aun conocн yo б un ca¬cique muy viejo en el pueblo de Mofw, que habнa alcanzado el tiempo de los Incas, que todavнa guardaba esta costum¬bre, mediante la cual estaba aquel pueblo el mбs entero del Collao, y admirбndome yo de verlo tan poblado, me respondieron que lo estaba por el buen gobierno de su ca-cique en hacer labrar las chбcaras de los ausentes.
Desta divisiуn de tierras consta cuan absoluto Seсor era el Inca de cuanto sus vasallos poseнan, pues б ninguno
TOMO III 32
era permitido tener chбcara у heredad, ni aun el dominio de un solo palmo de tierra en particular, sino por merced especial del Inca; y fuera deste tнtulo, no habнa otro para adquirir propiedad en bienes raнces; y solнa йl hacer esta merced б algunos capitanes й insignes benemйritos, en re-numeraciуn de sus servicios, como por haber hecho en la guerra alguna hazaсa, haber hallado industria para alguna cosa de gran utilidad de la repъblica, como para hacer al-guna puente, acequia у camino, у por ser hijos de caciques que le hubiesen servido mucho, у por otros respectos; y la tal tierra concedida б persona particular, pasaba б sus des-cendientes, mas, con tal condiciуn que ni el primer posee-dor ni los sucesores la podнan enajenar, trocar, partir ni disponer dйlla por ninguna vнa ni manera; salvo que uno que representaba siempre la persona del ayllo y linaje, co-mo pariente mayor, la tenнa en su cabeza y dividнa cada aсo entre los deudos conforme б sus costumbres, de suerte que todos gozasen de su fruto; y repartнase por cabezas desta manera: que si un hijo del Seсor primero tenнa seis hijos, y otro dos, cada uno, asн de los hijos como de los nietos, tenнa partes iguales, y tantas se hacнan cuantas per¬sonas habнa en el linaje; en lo cual se tenнa este orden, que llegado el tiempo, acudнan todos б sembrarla, y los mismos que se hallaban al sembrarla, se habнan de hallar al coger y repartir los frutos; y el que no se hallaba presente cuando se sembraba, no llevaba parte ni la podнa dar б otro que sustituyese por йl; mas, aunque estuviese ausente diez у veinte aсos, no perdнa su derecho cuando volvнa; y aunque fuesen tantos los dueсos que no les cupiese mбs que б ma¬zorca de maнz б cada uno, guardaban esta costumbre. De manera, que por lo dicho queda entendido cуmo las tierras que gozaban los indios eran de la comunidad de todo el pueblo, y las que en particular tenнan por suyas por mer¬ced del Rey, tambiйn los del linaje del primer dueсo las poseнan en comъn, y sin partidas, y el trabajo de benefi¬ciarlas tambiйn era de comunidad, y el que no trabajaba en sembrar, no llevaba parte de la cosecha.
CAPНTULO XXIX
Del orden cуmo se repartнa el ganado manso, y la renta que en йl y en la ropa de sus lanas tenнan el Inca y la Religiуn; y cуmo los cazaderos y montes eran realengos.
T A misma divisiуn tenia hecha el Inca de todo el gana-
I j do manso que de las tierras, aplicando una parte б la Religiуn, б sн otra y б la comunidad otra; y no sуlo dividiу y separу cada una destas partes, sino tambiйn las dehesas y pastos en que se apacentasen, de modo que anduviesen en dehesas distintas sin que se pudiesen mezclar; las cuales dividiу y hizo amojonar en cada provincia. Las dehesas de la Religiуn y del Inca se llamaban Moyas de la Religiуn y Moyas del Inca, y no era lнcito pasar el ganado de la Reli-giуn б las Moyas del Inca, ni al contrario; sino que cada estancia у hato tuviese su distrito propio y limitado. Tam-biйn estaban divididos los tйrminos entre una provincia y otra; porque no eran comunes los pastos de distintas pro-vincias, ni aun para el ganado de un mismo dueсo; como en las dehesas de la provincia de Chucuito en que se cria¬ba el ganado que tenнa el Inca en aquella provincia, no po¬dнa entrar б pacer el ganado que el mismo Inca tenнa en la provincia de los Pacages, su contйrmina. En la guarda des-tos ganados habнa gran cuenta en ponerles pastores y ma-yordomos que contasen el multiplico y rcscs que morнan; y en contribuir la gente que para este efecto era menester, pagaban los pueblos buena parte de su tributo. La parte
de ganado aplicada al comъn del pueblo era mucho menor que cualquiera de las otras dos, como se echa de ver por los nombres que б cada una tenнan puestos: porque б las estancias de la Religiуn y del Inca nombraban Capadla-tna, y б las de la comunidad y particulares Huacchaclla-ma, que quiere decir estancias ricas y estancias pobres. De la parte que pertenecнa б la comunidad iba el Rey haciendo mercedes б caciques y personas que le servнan, y mandaba repartir б los vecinos las cabezas que cada uno habнa me-nester para su servicio. Todo lo que daba por vнa de mer¬ced para criar y fundar estancias, no se podнa dividir ni enajenar, como las tierras; y asн, lo poseнan en comъn los herederos del primer dueсo.
Era este ganado manso de llamas una de las mayores riquezas que los indios tenнan, para cuya conservaciуn y que siempre fuese en aumento, habнa ordenado el Inca dos cosas importantнsimas: la primera, que б cualquiera res que diese caracha (es cierta enfermedad como sarna, у roсa, б que este ganado estб sujeto y de que muere mucho) la enterrasen luego viva y bien honda, y nadie se pusiese б curarla ni matase para comer, para que asн no pegase б las otras el mal, que es por extremo contagioso; la segunda, que no se matasen hembras ni en los sacrificios ni para otro ningъn efecto; con lo cual era increнble la multitud deste ganado que habнa en todo su reino.
Trasquilбbase б sus tiempos todo el ganado, de por si las estancias de la Religiуn, las del Inca y las de la co» munidad; y la lana se ponнa en sus depуsitos, que tambiйn estaban aparte; de la cual, esto es, de la del Inca y de la Religiуn, mandaban los gobernadores labrar cada afto la ropa necesaria de toda suerte, particularmente cumbi para el Inca y la Religiуn; y tenнan en cada pueblo obradores desta ropa rica, que se decнan Cumbicamayos. En lo que toca б la cantidad no habнa lнmite, sino que se les mandaba hacer en cada un aсo lo que parecнa al Inca у б sus gober-
Dadores, sin darles otra paga mбs que el sustento; y esto era otro gйnero de tributo con que acudнan б su Rey.
La lana del ganado de la comunidad se repartнa entre la gente del pueblo, dando б cada uno la cantidad que ha¬bнa menester tasadamente para sн y para su mujer y hi¬jos; y visitбbanlos los caciques para ver si la habнan hecho ropa, no dejando sin castigo al que se descuidaba; y con este orden y cuidado andaban todos vestidos. Al repartir esta lana de comunidad, no se atendнa б si la tal persona б quien se daba tensa lana de su ganado; porque йsta goza¬ban todos, sin que por tenerla alguno propia se le dejase de dar su parte como б los demбs, aunque algunas familias tuviesen gran cantidad de ganado propio.
Tambiйn estaban amojonados los cazaderos y cotos del ganado bravo y silvestre, como eran Guanacos, l ‘teuftas y Venados, que en lo demбs que suele ser daсoso no habнa prohibiciуn; salvo que no se dividнan estos cazaderos en partes, como se hacia en las tierras y ganado manso, sino los de cada provincia de por si, para que los moradores de las unas no entrasen б cazar en los tйrminos de las otras, hern hizo el Inca todos los cazaderos realengos y propios suyos, de manera que ninguno podнa cazar en ellos sin li-cencia suya у de sus gobernadores, la cual se les daba б tiempos para cantidad limitada, conforme б la necesidad que habнa; y tambiйn les estaba prohibido matar hembras, y segъn la orden que ellos teman en el cazar con chacos, podнan muy bien cumplir con lo uno y con lo otro.
Lo mismo estaba establecido acerca de los montes, ar-cabucos y selvas en las parte? y lugares» donde fueron de alguna importancia; pero donde es la tierra montuosa у hay cantidad de madera, no se hizo caso dйllos sуlo en las tierras rasas y faltas de arboleda los aplicу el Inca para sн, y los llamaban Mayas del Inca; pero el usufruto dйllos tambiйn era para el comъn de los pueblos en cuya comarca y distrito caнan lo§ dichos montes y bosques, excepto que
cortaban la madera con licencia y orden, conforme б la ne-cesidad que se ofrecнa б cada uno.
CAPНTULO XXX
De los depуsitos del Inca y de la Religiуn, la ha¬cienda que se recogнa en ellos, y cуmo se gastaba.
E
STABAN hechos por mandado del Inca grandes de¬pуsitos y graneros, que los indios llaman Coicas, en todas las provincias del Perъ, en que se encerraban y guar¬daban los tributos y hacienda del Rey, y de la Religiуn. En tres partes seсaladamente habнa estos depуsitos reales y sagrados: primeramente, en las tierras realengas y de la Religiуn de cada provincia, donde se encerraban inmedia¬tamente los frutos y tributos como se iban recogiendo; los segundos estaban en las cabeceras de las gobernaciones donde residнan los vireyes, y los terceros en la ciudad del Cuzco; porque por todos se repartнan unos mismos frutos y vituallas. Los depуsitos reales y los de la Religiуn eran distintos, aunque estaban siempre juntos, como lo eran los dueсos de lo que en ellos se encerraba y los efectos б que se aplicaba. Eran los del Inca mucho mayores y mбs lar¬gos que los de la Religiуn; de donde se colige haber sido mayor su parte de tierras y ganados que la que estaba consagrada б los dioses.
Edificaban de ordinario estos depуsitos у almacenes fuera de poblado, en lugares altos, frescos y airosos, cerca del camino real, cuyas ruinas vemos hoy al rededor de los pueblos en los collados y laderas de los cerros; eran mu-chas casas cuadradas y pequeсas como aposentos ordina-rios, б manera de torrecillas, desviadas unas de otras dos у tres pasos y puestas en hilera con mucho orden y pro-porciуn; en partes eran mбs, y en partes menos, segъn la necesidad lo pedнa; y donde habнa mбs destas torrecillas у buhios juntos, llamamos mayores y mбs largos depуsitos, y donde menos, menores. Б veces eran las hileras de vein¬te, treinta, cincuenta y mбs casas, y como estaban en sitios altos y por orden, parecнan bien, pues aъn lo parecen hoy las paredes que en algunas partes estбn en piй y tan ente-ras, que no les falta mбs que el techo. El asentar en luga¬res altos estos depуsitos, lo hacнan los indios para que lo que en ellos se guardaba estuviese defendido de las aguas y humedad y seguro de toda corrupciуn; y en dividir los buhios por el orden dicho, tiraban б prevenir el daсo de los incendios, para que si en alguno prendiese fuego (lo cual era fбcil por ser casas pajizas) ya que no se pudiese apagar, no se perdiese mбs de lo que habнa en el que se quemaba y el fuego no cundiese por los demбs.
Todo el grano, semillas y frutos que se recogнan de las tierras de la Religiуn y del Inca, con todo lo demбs que en especie contribuнan los pueblos, lo ponнan los mismos in-dios de la comunidad en los primeros depуsitos, para que el Inca y sus gobernadores lo distribuyesen б su volun¬tad. Destos depуsitos iban recogiendo б sus tiempos los cobradores de las rentas reales y de la Religiуn lo que se les ordenaba, y lo hacнan llevar, parte б los depуsitos de las cabeceras de provincias, y parte б la ciudad del Cuzco al tiempo seсalado, que era para la сesta del Raymi. Esta cantidad que al Cuzco se llevaba, asн de la hacienda del Rey como de la Religiуn, no era siempre una, sino conforme habнan sido las cosechas y la abundancia у escaseza que habнa en los depуsitos de las provincias; teniйndose consi-deraciуn б que siempre quedasen asн aquellos depуsitos co-mo los de las cabezas de provincias bastantemente proveн-dos para los gastos ordinarios y necesidades ocurrentes. En el beneficiar estos frutos despuйs de cogidos, se guardaba la misma regla que en sembrarlos y cultivarlos, esto es, que la gente que se ocupaba en este menester, comнa б costa del dueсo de los dichos frutos, y de la misma hacienda se les daba todo lo necesario para el trajнn de unas partes б otras; por manera que los frutos de la Religiуn se trajina-ban en ganado de la misma Religiуn, y los del Inca en ganado suyo; y la hacienda, asн de la Religiуn como del Inca, que para la sobredicha fiesta del Raymi se llevaba al Cuzco, iba en ganado propio de donde ella їra, y solнa ir en el mismo que б ese tiempo llevaban al Cuzco para los sacrificios de sus falsos dioses y para las fiestas reales; de modo que ios indios que en estas ocupaciones y minis¬terios pagaban su tributo, no hacнan en ellos ningъn gasto ni ponнan mбs que su trabajo.
La hacienda de la Religiуn no se consumнa en otra cosa que en el culto vano de sus нdolos, conviene б saber, en los gastos de los templos y guacas que se fabricaban de nuevo y en reparar los antiguos; en sustentar y vestir б los sacer-dotes, Mamaconas, ministros y guardas de los templos; en los sacrificios que hacнan por el discurso del aсo б las gua¬cas de las provincias y pueblos, conforme б lo estatuido. La mayor parte desta hacienda de la Religiуn se llevaba б la ciudad del Cuzco para el mismo efecto; porque lo que allн se hacнa y gastaba desto llevado de todo el reino, era en grandнsima cantidad, respeto de ser en aquella corte la fuerza de los sacrificios, por estar en ella los templos de todos los dioses principales del reino, donde residнa mucho nъmero de sacerdotes y personas dedicadas al culto de sus нdolos, que sуlo entendнan en su guarda y en ofrecer ordi¬narios sacrificios.
Distribuнa el Inca su hacienda y rentas reales por este orden: lo que le llevaban б su corte, entraba en ella para la fiesta del Raymi, y comъnmente le llevaban mayor can¬tidad de ganado, ropa y de lo demбs mбs de lo necesario, para que de todo hubiese abundancia y sobrase que repar¬tir б quien el Inca quisiese. Las cosas mбs ricas y de va¬lor, como eran oro, plata, piedras preciosas, pluma, ropa сna y otras deste gйnero, le solнa llevar el mismo cacique de cada provincia у alguno de sus hijos у deudos. En reci¬biendo el Inca estos tributos, que, como estб dicho, era ha¬cienda suya, por haberse labrado y beneficiado en su nom¬bre y para йl, mandaba dar б el que se los llevaba algunos vasos de oro, plata у madera preciosa, conforme б quien era; y de la ropa fina que llevaba у de otra como ella, le daba parte, por le hacer mбs favor y merced. Luego hacнa bastecer de toda provisiуn los depуsitos que habнa en el Cuzco, para ir gastando entre aсo en lo que fuese menes¬ter, particularmente en sacrificar y ofrecer б los dioses; porque en los sacrificios que йl hacнa en fiestas ordinarias y extraordinarias, quemaba y consumнa mucha parte de sus rentas y tributos.
Finalmente, cuanta hacienda real se recogнa y guardaba en todos sus depуsitos la distribuнa y gastaba el rey desta manera: de la ropa fina y de las otras cosas preciosas de cada provincia mandaba dar alguna cantidad б los Seсores, curacas y principales dйlla, segъn el estado y calidad de cada uno. Porque, aunque es verdad que las mujeres й in¬dios de servicio de los dichos Seсores labraban ropas para ellos, йsta era comъn y basta que sуlo servнa para vestir sus criados; mas la ropa rica de cumbi fino, que los caciques y Seсores vestнan, no la podнa hacer nadie sino para el Inca, y йl la repartнa б los tales Seсores. Demбs desto, en muchas fiestas que hacнa entre aсo, daba por vнa de merced б los Seсores, caciques y nobles camisetas y mantas ricas y vasos de oro y plata, collares, brazaletes y otras joyas de esmeraldas, turquesas y de otras piedras preciosas guar-necidas en oro. Sustentбbase, otrosн, de la hacienda del Inca todo el servicio de la casa real y el de los cuerpos de los Incas muertos, y daba de comer el Rey б sus parientes y Seсores que consigo tenнa, б todas sus guarniciones, pre-
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sidнos y gente de guerra, que no llevaban otro sueldo mбs que de comer y vestir, y con dos vestidos al aсo б cada soldado, les hacia pago. Asi mismo solнa conceder licencia б los caciques para que pudiesen repartir, aunque no hu¬biese necesidad, parte de la ropa y vituallas que habнa en ios depуsitos de sus distritos, para tener contentos б sus vasallos.
Por donde parece, que cuanto los indios trabajaban, se venнa б convertir en su provecho, en especial si tenнan ne-cesidad dйllo; y ya que no fuese en provecho de los mis¬mos la ropa que unos hacнan y frutos que cogнan, lo daba el Inca б otros, sin que saliese cosa de su reino para otros extraсos. Pues destos mismos depуsitos mandaba hacer li-mosnas б los pobres y necesitados; y despuйs de quedar la provincia abastada de lo que habнa menester, hada pro¬veer las necesidades de las otras comarcas; y asн eran lle¬vados los mantenimientos de unas provincias б otras, y no pocas veces se acarreaban de los depуsitos de Los Llanos б la Sierra, y al contrario. En lo cual se tenнa tanto cuida¬do, orden y presteza, que en ninguna parte faltaba ni se padecнa necesidad, aunque los aсos fuesen estйriles; porque iba el bastimento de mano en mano adonde era necesario, y lo que quedaba, у no siendo menester, se guardaba en los depуsitos para el tiempo de necesidad; los cuales esta¬ban siempre muy bastecidos, porque solнa б veces haber comida recogida de diez y doce aсos. Habнa en estos de¬pуsitos y almacenes sus veedores, mayordomos y contado¬res para la administraciуn de la real hacienda, que tenнan singular cuidado, cuenta y orden con el recibo y gasto y con todo lo que se expedнa.
Los bastimentos y provisiуn que se guardaban en es¬tos depуsitos, y de que en todos tiempos estaban llenos, eran todas las cosas que los pueblos tributaban, gran can¬tidad de mate, quinua, chuсo, frнsoles y otras legumbres; abundancia de charque у cecina de Llamas, Venadas y
Vicuсas, y ropa de diferentes maneras, de lana, algodуn y pluma; zapatos que ellos llaman ojotas; armas conforme б las que en las provincias se usaban, para proveer б la gente de guerra cuando pasaba de unas partes б otras; y gran copia de todas las demбs cosas que en todo el reino tribu-taban al Rey, hasta de conchas de la mar coloradas, que se llevaban al Cuzco desde Tъmbez, mбs de trescientas leguas, para hacer ckaquira, que eran unas cuentas muy delicadas que parecнan coral. De todas las cuales cosas hallaron nues¬tros espaсoles colmados estos depуsitos; porque, aun du¬rante el tiempo de las guerras que en la entrada en esta tierra tuvieron los nuestros con sus naturales hasta sojuz-garlos, continuaron los pueblos, б cuyo cargo estaban, en recoger en ellos, como solнan, los frutos de las tierras del Inca y de la Religiуn y demбs rentas reales; y parte con-sumнan y gastaban en sacrificios dбndolo б los que antes tenнan cuidado de hacerlo, y lo demбs guardaban en los depуsitos, creyendo que habнa de venir tiempo en que die-sen cuenta dйllo al Inca; y asн, cuando el Presidente Pedro de la Gasea pasу con el ejйrcito de su Magestad por el valle de Jauja en seguimiento de Gonzalo Pizarro, con de¬tenerse -allн siete meses, no faltaron vituallas para el campo en todo ese tiempo; porque se hallaron recogidas en los depуsitos de frutos de muchos afios mбs de quinientas mil hanegas de comidas; y se entendiу que si fueran menester muchas mбs, no faltaran en los muchos depуsitos que ha¬bнa en aquel valle.
CAPНTULO XXXI
Zjн їa: camino: auc hicieron los Jucas por todi* su reme i їa contribuciуn de gente que para ade-rezarw: їaoai. їai provincias.
T
L”*>xN irccno:- НOН- Inca1- rio* caminos reate que tD-nvdvm tocio C largo dt su remo desde la provincia ut Ўjitzii naiii. t reine ut Cuiii. que son novecientas le¬gua*, unн p-r JO- lнanos y costa de la mar, y el otro h tiem. acientri por ia> provincia*- de la Sierra, desviado de & costa per* unay uanet treinta teguas y por otras cincuen¬ta y sesentL ma± c menos, segъn ia disposiciуn de la tie¬rra, rъen, ьtrstt» caminos, que como lineas paralelas co¬mal: igualen ut un cabo a otro del reino, habнa en diferen¬te parte:- otro* cuatro o seis atravesados del un lado al otro ciйl. qut cerraban i OН- dos sobredichos, cuya longitnd igualaba cor ia iatitud del imperio peruano. Ј1 mбs priaci-pai dйstos atravesaba por medio de la ciudad del Cusco, cruzando por ia plaza dйlla el camino largo de la Sierra; y por una parte tiraba a la provincia de Cuntisiryu y comarca de Arequipa, y por otra a la de Antisuyu. que ahora llamar mos ‘Turra dt їos Andes.
Otro camino pasaba desde] puerto de Tъmbez н b Sierra; otro desdel valle de TrujiLlo б las provincias de Caxatnarca y Chachapoyas. Por el distrito deste arzobispa¬do de Lima atravesaban otros dos, uno por el valle de Pa-ramunga, y otro desdel valle desta ciudad de Los Reyes hasta el de Jauja; y por la provincia de Chuquiabo, otro desde la costa de la mar hasta las provincias de los Chъс¬enos. Sin йstos, que eran los mбs principales, subнan otros desde muchos valles marнtimos, que cortaban la Cordillera
nevada y llegaban hasta los pueblos mбs orientales y ъlti-mos del reino. Pero ninguno destos caminos atravesados era tan cйlebre ni de tanto nombre y fama como los dos primeros, que, verdaderamente, considerando el poco apa-rejo que esta gente tenнa de artнfices, instrumentos y he-rramientas, era obra grandiosa y que podia competir con las mбs soberbias de los Romanos.
Tratarй primero del camino de Los Llanos y despuйs de el de la Sierra. Su longitud queda ya dicha; la anchura no es igual por todas partes, б causa de la diversidad de tierras por donde pasa; que reducidas б reglas eft tres, con¬viene б saber, valles llanos y fйrtiles, y tierra yerma y es¬tйril, йsta б trechos es llana y б trechos doblada de sierras fragosas y бsperas; y asн en lo llano como en las cuestas, es lo mбs de arenales secos, si bien no faltan en algunas partes pedazos de suelo tieso, y en otras de sierras de ro¬cas, lajas y peсascos. Por toda la tierra llana, asн de valles y campos frutнferos como de desiertos, va este camino de¬recho, sacado б regla, mas con esta diferencia, que por los valles es tan estrecho, que no tiene mбs que de doce б quince pies de ancho y no pueden ir por йl juntos en ala mбs que dos у tres б caballo; y por los lados estaba cerca¬do de paredes gruesas de tierra de dos у tres estados de alto, que aun todavнa estбn en piй algunos pedazos, puesto caso que las mбs se han caнdo ya con el tiempo; y por ser tan angosto este camino por los dichos valles, б los pedazos del cercados que han quedado en piй los lla¬mamos callejones del Inca; como es б lo que del vemos que corre por lo largo deste valle de Lima desde el rнo de Ca-raguayllo hasta las lomas de junto б Surco y pasa pegado б las postreras casas desta ciudad de Los Reyes, que co¬mъnmente llamamos el Callejуn de Surco, por irse por este camino ai pueblo deste nombre. Del pedazo, pues, deste camino que corta este dicho valle, y de otros de la costa de la mar que yo he visto y andado, se saca lo que era gostos que duran todavнa, cercados de gruesas y altas pare¬des, y de tanta estrechura, que no pueden ir dos hombres б caballo juntos, sino uno en pos de otro.
La parte deste camino de Los Llanos que alcanza sie-rras y tierra doblada, era hecho б mano con mucho trabajo y curiosidad: si pasaba por laderas de riscos y lajas, estaba socavada en la misma peсa una senda angosta cuanto ca-bнa una persona con una Llama у carnero del diestro; y no corrнa mucho esta obra, mбs que cuanto se pasaba al¬gъn peсasco у laja, y en salvбndola, se volvнa б ensanchar. En algunas cuestas agrias por donde no podнa echarse el camino б media ladera, estaban hechas de losas unas es-caleras fuertes, que aъn duran todavнa. Por todas las de-mбs sierras y cuestas iba el camino como lo vemos hoy, bien desechadas las laderas y ancho diez у doce pies; y donde la cuesta era muy empinada, habнa por la parte de abajo sacada una pared de piedra seca, alta de uno б tres estados, y dentro terraplenado, con que se venнa б empa-rejar y poner б nivel los lados del dicho camino; y en otras partes tenнa por el lado alto hecha una pared asн mismo de piedra sin mezcla, de altor de medio estado, б modo de andйn, que detuviese la tierra y piedra que de arriba ro-daba, para que no cegase el camino. Por las partes destos cerros y laderas que habнa algъn barranco у quebrada an-gosta que atajaba el camino, se sacaban tambiйn paredes de piedra desde abajo, aunque fuese de tres у cuatro esta¬dos de hondo, hasta emparejar las dichas quebradas con lo restante del camino; por manera, que donde mбs indus¬tria y trabajo era menester para abrir y reparar este cami¬no, era en las sierras y lugares sujetos б derrumbarse, por donde, si se quebraba, no podнa caminarse hasta que lo aderezasen; y esto cuanto al camino de Los Llanos y costa de la mar.
El de la Sierra iba todo seguido y descubierto, porque, como nojpasaba por arenales como el de Los Llanos, no
se cegaba por ningъn cabo como aquйl. En cuanto i su dis-posiciуn, traza y anchura, era semejante al primero, solo que, como la Sierra es tierra de muchas lluvias, lagunas, fuentes y ciйnegas, era necesario reparar б menudo lo que las aguas robaban y desbarataban, y en los lugares muy llanos y anegadizos de ciйnegas y tremedales, habнa he-chas curiosas calzadas, largas, en partes, una, dos y tres le-guas, las cuales eran anchas de quince i veinte pies, de-rechas б regla y levantadas de la superficie de la tierra conforme era menester, en partes de dos б cuatro codos. La materia de que comъnmente eran hechas, eran cйspe¬des de la misma tierra de los lados dйllas; y como coa d tiempo se habнa apretado la tierra y nacido yerba por las orillas, estaban muy solidas y fuertes, como las vemos aho¬ra en muchas partes, seсaladamente en d valle de Xaqm-ja guana, junto al Cusuw y en la diуcesis de Ckuqxiabo, ca¬minando de Chucuito б Zcfita; que como va el camino real por la ribera de la laguna de Titicaca, cuando ella crece en tiempo de aguas, anega el contorno del camino, y sola la calzada queda descubierta y por ella se camina, cubriendo d agua la tierra por un Indo y otro, unas veces medio es¬tado y otras mas. Por debajo destas calzadas hay sus ca¬сos y desaguaderos con sus pontezudas hechas de grandes losas, por donde corre el agua de unas partes б otras sin detenerse ni rebosar. Por otras partes son hechas estas cal¬zadas de piedras y losas grandes y llanas; y generalmente, por donde hay lodazales y atolladeros, va d camino bien empedrado destas losas y piedras grandes por muchas le¬guas; tal es el que pasa par la provincia de los Comckmces y otros lugares de la Sierra. Al presente no estбn estas calzadas tan enteras como las hallamos, por nuestro des¬cuido y negligencia; porque en muchas partes las han rom¬pido y robado las aguas y como no se trata de lepaiar-S se van cada dнa arruinando y los tales lugares etnpan-idos imposibilitбndose de poderse andar sino en tiempo enjuto. Por la tierra llana y tiesa que no se sembraba de maнz, no habнa cosa trabajada mбs que bien abierto y se¬сalado el camino y limpio de piedras y yerba; y por entre chбcaras y heredades de maнz y de otras legumbres que nacen en temples blandos, iba cercado de un lado y otro, aunque no con tan grandes paredes como el de Los Lla¬nos, б lo menos no quedan dйllas tan grandes ruinas y cla¬ros rastros como en aquйl; pues en trescientas leguas que yo he andado por este camino de la Sierra, no lo he visto cercado por ninguna parte, y el de Los Llanos, por cual¬quiera valle que atraviesa tiene hartos pedazos de las pa¬redes antiguas; si bien pienso que es la razуn desto el llo¬ver mucho en la Sierra y haberse ido con las aguas desmo¬ronando y consumiendo estas cercas, por ser de tierra; y en Los Llanos, como jamбs llueve, no han tenido este con¬trarнo que las destruya.
El cuidado de reparar estos caminos y las puentes que habнa en ellos para pasar los rнos, estaba б cargo de los moradores de las provincias y pueblos por donde atravesa-ban; б lo cual acudнan de comunidad, conforme al nъmero de gente que б cada provincia cabнa en la distribuciуn que para este efecto hacнan los caciques y gobernadores; y el servi¬cio y trabajo que en esto ponнan, era un gйnero de tributo harto pesado; pues vemos que no basta agora el poder y mando de los vireyes y corregidores (aunque algunos sue¬len atender б ello con mбs cuidado) para que se aderecen y reparen estos caminos. Bien es verdad que no era de tanto trabajo el repararlos en tiempo de los Incas como en el presente, lo uno, porque la gente era entonces sin com¬paraciуn mucha mбs que ahora y los caminos menos, y lo otro, porque como en aquel tiempo no andaba por ellos sino gente de б piй y la mбs descalza, y ganado de la tie¬rra, no se gastaban tanto como ahora, que camina por ellos gente de б caballo, recuas de muнas, y por algunos dйllos, carros.
TOMO III 34
CAPНTULO XXXN
De los Tambos y Chasques, y el tributo que en ser¬virlos daban los indios.
T OS dos caminos reales de sierra y llanos que habernos
1 j dicho pasaban por las poblaciones mayores del reino, que eran cabezas de provincias, como Caxamarca, Jauja, Vilcas y otros lugares de la Sierra, y de los Llanos Tъm¬bez, Chimo, Pachaca ma, Chincha y otros pueblos grandes, estacionados dichos pueblos por el camino de la Sierra i veinte y б treinta leguas unos de otros, en partes mбs y en partes menos, y por el camino de Los Llanos en cada valle principal el suyo, habнa en ellos aposentos reales, tambos y depуsitos bastecidos con grande abundancia de todas las cosas que en los tales lugares se podнan haber, para poderse aposentar el Inca cuando pasase por allн y ser servido con no menos regalo, majestad y aparato que lo era en su corte, y se diese todo lo necesario б los solda¬dos de presidio y б los ejйrcitos cuando pasaban por ellos. Sin estos pueblos grandes y otros muchos pequeсos que caнan en estos caminos reales у no muy desviados dellos, habнa tambos y depуsitos bien provistos en cada jornada de cuatro y seis leguas, aunque fuese despoblado y desier¬to. Eran estos tambos lo mismo que nuestras ventas y me¬sones, sуlo que se servнan muy de otro modo, porque no los poseнa ningъn particular, edificбndolos la comunidad del pueblo y provincia, y tenнa obligaciуn de preservarlos ente¬ros, limpios y proveнdos de sirvientes. En ellos se alojaban LOS ejйrcitos, gobernadores y demбs ministros reales, y de los depуsitos que en ellos habнa del Inca se les daba de comer y de todo lo demбs que habнan menester; y los go¬bernadores que residнan en las cabezas de provincias tenнan especial cuidado de mandar б los pueblos tuviesen muy buen recaudo en ellos.
En lo que toca б su traza y forma, eran unas grandes casas у galpones de sola una pieza, larga de ciento hasta trescientos pies, y ancha treinta б lo menos y б lo mбs cin-cuenta, toda descombrada y escueta, sin divisiуn de apo-sentos, ni apartamientos, y con dos у tres puertas, todas en la una acera б iguales trechos. Muchos de los tambos antiguos duran enteros y sirven todavнa; y de los que se han caнdo, que son los mбs, se ven los rastros y ruinas; de los que estбn en piй son los mejores, mбs capaces y bien tratados que yo he visto el de Vilcas y el del pueblo de Mohot el primero en el obispado de Guamanga, y el se¬gundo en el de Chuquiabo.
Fuera de los tambos y depуsitos, habнa tambiйn en es¬tos dos caminos reales б cada cuarto de legua hechas unas chozas у casillas de dos en dos, arrimadas al camino, una. en frente de otra, y eran no mayores de lo que bastaba para caber en cada una dos personas. La materia y forma de que las hacнan era diferente en diferentes tierras: en las provincias del Collao eran hechas de piedra tosca sin mez-cla, del tamaсo y talle de un horno de cocer pan; de las cuales aъn hay algunas en piй, que por ser de piedra seca no las han gastado las aguas ni quemado los caminantes para calentarse. En cada una dйllas residнan siempre dos indios, y consiguientemente, en cada dos que estaban jun¬tas al trecho dicho, habнa cuatro ordinarios. Йstos hacнan oficio de correos y postas, que con incomparable presteza llevaban б los gobernadores y caciques de todo el reino las уrdenes y mandatos del Inca y le traнan б su corte, у adon¬de se hallaba, los avisos que ellos le enviaban; de suerte, que en muy breve tiempo sabнa lo que pasaba en todos sus estados y hacнa publicar en ellos cuanto ordenaba. Llб-manse estas postas y correos en la lengua peruana, chas-
JLїr ^li.im, iL^za r- uam z :nauniienL jra»iuLїa» у afi ^3e:jfD:c .e -esoaaccan 7 anaiu їrasos, ubcaaa alai
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memorra ь rcsLiitio. jama, jб aiinto am Ўmнa. fiнna. yr! ismr. -ьii-L juiueila nula, jasa, la їefunda posta, y afi ia .lejana srcx .ei-amsoa. la voz 7 deoa lu que He JL -ru Lunьiia rьнa TI jrm inu^tariu y reabra, el iGrrrentiu uno «i an letenerse, y en acabбndolo de dar D ir ra era. se /nina 1 puesto y ei otro lo llevaba coa b niїnia presteza їi re;cao ЇTASQUE: y desta suerte iba DE mane en mane 1 dumie % enviaba. Coman con tanta VE-lecriad estos JIASTNUS. que en diez o doce dнas tenia res¬puesta ei Inca en ei CUZCJ de Lo que enviaba б mjw>^ б QRIZ/O. cea distar la una ciudad de la otra aiatrocientas LE¬guas; y Lo comъn era correr en un dнa natural leguas.
Tambiйn usaban los Incas de los correos y postas < do se les antejaba alguna cosa de particular regalo «PIE se habнa de traer de lejos: como si estando en D Cuzco apetecнan pescado fresco de la mar; y ponнase en ejecodуa su voluntad con tanta presteza, que con estar aquella an¬dad mбs de setenta leguas de la mar, le traнan D PESCADO muy fresco en menos de dos dнas. Llevaban estos CHASQUES una *cfial para ser conocidos y que se diese crйdito al re¬caudo que llevaban. Basta por prueba de la presteza con que corrнan sus jornadas, el habйrseles mandado por los empanуles correr la posta como solнan, en casos que se han ofrecido de necesidad, como en tiempo de las guerras civi¬les; y como era costumbre antigua suya, luego los caciques ponнan indios chasques, cada uno en su jurisdicciуn; y con no poderse poner tan concertados que en algunas partes no faltasen, por no haber la diligencia y orden que en tiempo de los Incas, con todo eso, han llevado cartas desta ciudad de Unta i la del Cuzco en tres dнas, que son dentу y cuarenta leguas de muy mal camino de sierras muy do-bladas, en que tardan ahora los correos espaсoles de б ca-ballo de doce б trece dнas. Este servicio de chasques era tenido por una de las grandezas de los reyes Incas, si bien б no poco pesar de sus vasallos, que tenнan la contribuciуn de indios para este ministerio y servir y proveer los tam¬bos por un gйnero de tributo muy pesado, mayormente el dar mita para estos chasques y postas, por ser de tan exce¬sivo trabajo, aunque se mudaban por meses; y como tal lo han sentido harto las veces que los espaсoles se lo han mandado.
CAPНTULO XXXIII
Del demбs tributo que en servicio personal pagaban б su Rey los indios.
4 LLENDE del trabajo que en lugar de pecho у tribu-
to ponнan los pueblos en las labranzas y crianzas de las tierras y ganados del Inca y de la Religiуn y en los otros oficios y tareas que habernos contado, era grandнsi¬ma la contribuciуn que daban de gente y peones para cuantos ministerios y obras se hacнan en todo el reino, asн para servicio y utilidad del Rey, como de la repъblica. Б los cuales trabajos acudнan los pecheros por su turno у mi¬ta (como ellos dicen), cuando б cada uno le cabнa la vez;
todos los cuales entendнan en las ocupaciones y faenas que el Inca y sus gobernadores les seсalaban, que las mбs comunes y ordinarias eran las siguientes. En primer lugar, se proveнan las cosas de la guerra, y era grande el nъmero de hombres que continuamente andaban en ella, asн en los ejйrcitos que se formaban y rehacнan, como en las guar-niciones y presidios que habнa en las cabeceras de provin-cias y en las fronteras de los enemigos; y en las conquis¬tas ordinarias, guazбuaras que tenнan los Incas con mu¬chas naciones confinantes б su imperio, como con los in¬dios Pacamoros, Popayanes y otras naciones fronterizas de la provincia de Quito; y por la parte del Sur y de las pro¬vincias de los Charcas con los indios Chiriguanos, Arau¬canos de Chile, gentes bбrbaras y muy belicosas.
Otra parte de los mitayos se ocupaba en servir al Inca y б sus deudos y б todos los gobernadores y caciques de las provincias, en la guarda y ministerios de todas las gua¬cas y templos, asн de los que habнa en el Cuzco, como en lo restante del reino. нtem acudнan destas mitas б la labor de las minas de oro y plata y de los otros metales; porque eran muchas y muy ricas las minas que se labraban por cuenta del Inca, como eran las de Porco, de donde se saca¬ban metales tan ricos, que la mitad era plata; pero las mбs afamadas eran las de Tarapacб en la diуcesis de Arequi¬pa, las cuales estaban en unos arenales secos que en doce leguas del contorno no se hallaba agua. Eran tan ricas es¬tas minas, que la mayor parte del metal que se sacaba dйllas era plata blanca y acendrada, sin mezcla de escoria. No se ha hallado en ellas veta fija, sino bolsas у piedras sueltas de plata pura, que los indios llaman papas, y algu¬nas eran de peso de media arroba, de б una y б dos, y pie¬dra se hallу de cuatro arrobas. Hay noticia de una veta que los indios tienen tapada, y dicen ellos era del Sol, de anchor de dos pies, toda de plata pura; lo cual se vino б entender por este caso: uno de los primeros conquistado¬res deste reino y pobladores de Arequipa, llamado Lucas Martнnez, por ser encomendero de Tarapacб, labraba estas minas; sucediу, pues, que al mismo tiempo dijo б Pedro Pi¬zarro (1), vecino tambiйn de Arequipa, un indio de su re¬partimiento, que caнa allн cerca, que le mostrarнa otra mina mбs rica que la de Lucas Martнnez, y yendo en busca dйlla el dicho Pizarro, topу unas catas que los indios antigua¬mente labraban, y cavando en ellas, se hallaron unas pie¬dras б manera de adobes, de plata blanca que subнa de la ley; y no se hacнa mбs beneficio que, sacada la piedra, le daban encima con una almбdena y saltaba una costra del¬gada que tenнa encima, y lo demбs quedaba hecho una plancha de plata.
Lo cual sabido por Lucas Martнnez, y creyendo que aquella era la veta rica, amenazу б los caciques de su en-comienda que los habнa de matar, porque no le habнan descubierto aquella veta que hallу Pedro Pizarro. Los caci-ques le respondieron que no tuviese pena, que ellos le da-rнan la mina del Sol, la cual no habнan osado descubrir, porque les decнan sus hechiceros, que si la manifestaban б los espaсoles, se morirнan todos. Animуlos Lucas Martнnez, diciendo que los hechiceros no decнan verdad, y estando ya los indios para mostrarla, un dнa antes se eclisу (sic) el Sol, y creyendo los indios que se habнa enojado el Sol por¬que descubrнan su mina, dijeron б su encomendero que no se atrevнan б hacerlo, porque temнan que se habнan de mo¬rir si le mostraban la mina, porque el Sol se habнa enoja¬do y por eso se habнa parado de aquella manera. Volviу¬los б animar Lucas Martнnez, declarбndoles la causa del eclipse, y yendo ya por el camino б mostrбrsela, sucediу un recio terremoto, por lo cual dijeron los indios, que, aun-que los matase б todos, no descubrirнan la mina; y asн se quedу por descubrir. Esto sucediу gobernando este reino
(i) El autor de la interesante Relaciуn del descubrimiento y conquis¬ta de los reinos del Perъ, y del gobierno y orden que los naturales tenнan, etc. —Ano 1571; publicada en el t. V de la Col. de doc. de Salva.
Vaca de Castro, hacia los artos de 1543. Otras muchas mi-nas de plata y oro labraban los Incas, entre las cuales es muy nombrada la mina de oro que habla en los tйrminos de la ciudad de C/tuauiaуo.
En las fabricas de fortalezas y palacios reales era increн¬ble el nъmero de indios que trabajaba, pues en solo el edi¬ficio de la fortaleza del Cusco, cuando se labraba, afirman los indios que andaban de ordinario treinta mil personas. Y destas fabricas suntuosas eran muchas las que se edifica-ban por todo el reino.
Ninguno de los tributarios era reservado de los trabajos
y servicios personales, porque era general la contribuciуn
y derrama en todas partes, la cual se ejecutaba desta suer-
te: Acordado en el ( AAV por el Inca y los de su Consejo
la gente de mita que habнa de salir aquel aсo para las obras
y ministerios susodichos acudнa luego con ella todo el rei-
no, cada provincia con la cantidad que le cabнa, y para sa-
carla de sus pueblos y provincias juntaba cada Huno los
de su distrito, que eran diez mil tributarios, y entre ellos
repartнa el numero de gente que te pedнan; que comъn-
mente era el que al Inca y a sus gobernadores parecнa; y
la distribuciуn hacun los inferiores a rata por can-
tidad, como, si habun de sacar mil hombres, contribuнa cada cacique con el numero que te cabнa; de manera que, sabida la gente que habнa ce salir de mъam no podнan los pueblos recibir nir^jn agravio en la distribuбуa ni ser mas cargados unos ^ue otros: y aunque los ganados todos de que daban tributo eran del Inca y de Ўa Religiуn, tam¬biйn haoan de la misma suerte la distribuooe; porque si mandaban llevar al c*-\v cien nul cabezas, se repartнan conforme б la cant:cїd que cada uno tema a cargo», y se tota cuenta y orden en lo uno y en lo otn\ que ao lextos ni tardanza en acudir cada uno coa k> qae le jorque, para їacar Los dichos mil hombres los re» d cmaqm* dei їZ&JW entre los diez %*їъЎmes de б wm\
subditos que estaban debajo de su mando, y cada uno de los diez distribuнa los ciento que habнa de dar por los diez caciques de б cien subditos, que estaban б su obediencia; y йstos, por el mismo orden y subordinaciуn, hasta parar en los decuriones de diez indios, que al punto acudнan cada uno con su mitayo б su superior inmediato, y йste con sus cinco б d de ciento, y asн iban subiendo hasta entregar al Huno los mil que habнa repartido.
Y deste modo era igual en todas las provincias este tributo de mitas y servicio personal, como el de la labranza de las tierras y las otras contribuciones que hacнan al rey; salvo que en algunas partes que abundaban de cosas se-сaladas extraordinarias, у cuya gente era mбs б propуsito para algъn gйnero de ministerio, no entraban igualmente sus moradores en las distribuciones comunes y generales, sino que se ocupaban en lo que les mandaba el Inca; y para compensarles el trabajo que ponнan en aquel minis¬terio б que estaban diputados, los excusaban de otras mi¬tas y labores, como se puede poner ejemplo en la provincia de los Lucanas, que por ser gente acomodada para cargar las andas del Inca, por tener el paso (segъn ellos dicen) llano, todos los anderos del Inca eran de la dicha provin¬cia; y por ser los Chumbhnlcas grandes bailadores, tenнa muchos dйllos el Inca diputados para este oficio; y por ha¬ber en la provincia de los Chichas una leсa colorada y excelente para labrar, sin embargo que dista doscientas le¬guas del Cuzco, la llevaban de allн los mismos Chichas muy labrada y aderezada, para quemar en los sacrificios y en los ruegos que se hacнan en la plaza delante de la pre¬sencia del Inca y de los cuerpos de los Seсores embalsa¬mados.
Y lo mismo se guardaba en las provincias en que habнa y se labraban minas, que proveyendo de gente para la la¬bor dйllas, eran relevadas de otras contribuciones; de ma¬nera, que de todas partes se le traнa al Inca lo especial que
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ARTO trababas parces ANRIABAR JOS VASABOS DEL Inca con tamas vejazi cutes T tribuнas como SOBRE 1» pobres cargaban, pues cuaui:* NGWQAMN con SO SUDOR, sacado el sussexno ck sus personas, todo ERA para se JCJT, BНN que Jes нue*«e permutan ser seсares de COSA ALGOSA ai gozar УE se libertad. En tan aura servidunisrc lias LESO, puestos la ambician y INANIA de sus pemopes. y OERN LODO ESO. SI parara ahн LA opresiуn y imseria EN que TTTUHL, pa-DIERA tolerarse. Pero a ios tributos referidos se ANADIA EL DE BUS propios hijos, que, o de grado o por fuerza, en OCNA-ptьdos a contribuir para matar EN sos abaounsUes saccaV-ck*; crueldad TASTO mas ,W^*TIN*?Ttii? CAIMXSНD LA IM^RRIAR ti DE los de aquella edad menos la merece. Ya que б las cargas й imposiciones que hasta aquн hemos contado no obligaba el Inca б las mujeres ni muchachos (si bien no por eso les dejaba de caber buena parte de los trabajos de los tribu-tarios, porque en todos ellos les ayudaban б sus padres y maridos mientras andaban ocupados en sus mitas y tareas, excepto en la guerra), esta bбrbara contribuciуn cargaba sobre sola esta gente flaca, y б la verdad, ella sola era mu-cho mбs terrible й incomportable que ninguna de las pasa-das ni que todas juntas, no sуlo para los cuitados inocen¬tes, que como simples corderillos eran llevados al matade¬ro, sino tambiйn para sus afligidos padres, que por duros y bбrbaros que fuesen, en fin eran padres, y no dejaba de obrar en ellos la naturaleza el afecto paternal que ni aun б los brutos animales niega. La derrama deste tributo infan¬til que mandaba el rey hacer cada afto, era sin mбs limi¬taciуn que las demбs contribuciones, en la cantidad que le placнa. Habнan de ser todos estos niсos de nueve у diez afios para abajo, y cuantos varones asi se recogнan, eran sacrificados; y matбbanlos ahogбndolos con un lazo, у dбn-doles garrote, y luego los enterraban; y б veces los embria-gaban antes de hacerlos morir.
El nъmero de niсas que se juntaba era mucho mayor que el de los niсos, como se echa de ver por los ministe¬rios б que las destinaban. El modo que habнa en recoger¬las era йste: б cada provincia se despachaba un juez у co¬misario nombrado por el Inca, que sуlo entendнa en este negocio de recoger niсas, guardarlas y enviarlas al Cuzco cuando estaban de edad; y llamбbase Apupanaca; el cual, discurriendo por los pueblos de su jurisdicciуn, tenнa potes¬tad de seсalar todas las que б йl le pareciesen hermosas y de buena traza y disposiciуn, desde ocho у nueve afios para abajo, б las cuales llamaban Aellas, que es tanto co¬mo escogidas, y habнa en cada cabecera de gobernaciуn la suya. Criбbanse allн hasta los catorce aсos en compaснa de las Mamaconas, que eran las mujeres recogidas y dedica¬das al servicio de sus dioses al modo de monjas, у de las Vнrgenes Vestales de Roma; las cuales enseсaban i estas niсas todas las obras y ejercicios mujeriles, como hilar y tejer lana y algodуn, guisar de comer, hacer sus vinos у chichas, con los otros ministerios que pertenecen б muje¬res. Habнa, para sustentarlas, seсalada renta de las hereda¬des consagradas б la Religiуn, y mayordomos que enten¬diesen en proveerlas de lo necesario y en guardarlas con toda vigilancia, б сn de que se conservasen doncellas.
El comisario que escogнa este tributo, sacaba en cada un aсo para la fiesta del Raymi destas casas de recogi¬miento las que llegaban б trece у catorce aсos, y de ahн para arriba, y con no menos guarda que hasta allн habнan tenido las llevaba al Cuzco, conforme al nъmero que б cada provincia cabнa enviar aquel aсo. Juntas en aquella ciudad las que remitнan todas las provincias, que eran en nъmero excesivo, las ponнan en la presencia del Inca, el cual las re-partнa luego, conforme б la necesidad presente, por este or-den; unas aplicaba б los monasterios de Mamaconas para enterar el nъmero de las que morнan, y йstas profesaban aquel estado, viviendo perpetuamente en clausura y casti-dad, ocupadas en servicio de los templos del Sol, del True¬no y de los otros dioses que tenнan servicio de mujeres.
Otro buen nъmero apartaba y mandaba guardar para matar en los sacrificios que se hacнan en el discurso del aсo, que eran muchos y por diferentes respetos, como por la salud del Inca, cuando enfermaba у cuando iba en per¬sona б la guerra; y para, si muriese, matar las que habнan de enviar б la otra vida en su compaснa, у para muchas otras ocasiones que el Demonio les inducнa tener necesidad de este sacrificio; en el cual era requisito necesario que es-tuviesen vнrgenes. Las mбs nobles y hermosas seсalaba para criadas y mancebas suyas, y gran cantidad de ellas repartнa entre sus capitanes y parientes, remunerando con este gйnero de premio los servicios que le hadan; y con este intento daba tambiйn destas doncellas б otras personas б quienes tenнa Voluntad de hacer merced; y recibir una doncella dйstas de su mano, era tenido por favor singular; porque ninguna cosa estimaban tanto estos indios como tener muchas mujeres; los cuales, despuйs de la legнtima, no podнan tener otra sino por merced del rey, y solнala dar por diferentes respetos, como si dijйsemos, por ser alguno eminente en alguna arte, у haber dado alguna industria en cosas tocantes al bien pъblico, у por haber hecho alguna proeza en la guerra.
Б los gobernadores tambiйn solнa conceder facultad el Inca para repartir algunas entre los caciques y principales de cada provincia de donde se sacaban; finalmente, era muy grande el nъmero de mujeres que se mandaban reco¬ger para estos efectos, sin tenerse respeto б cuyas hijas eran, mбs que б la elecciуn y dispusiciуn del Apupanaca, ni poder reclamar sus padres por razуn alguna, ni mostrar tristeza porque se las llevasen. En este gйnero de contri¬buciуn no habнa tasa ni nъmero determinado, como ni en las demбs, y asн no era igual la cantidad de las que se re¬cogнan cada aсo.
Con ser un tributo йste tan duro y pesado, lo hacнa llevadero en parte el tener creнdo los indios que las don-cellas que mataban en los sacrificios hechos en honra de sus dioses, por la salud del rey у por otras necesidades de la repъblica, iban sus бnimas б tener grandнsimo descanso; y esto solнa ser ocasiуn de que las ofreciesen algunos pa¬dres de su voluntad, mayormente en el Cusco y su comar¬ca, cuando el Inca у algъn Seсor grande adolecнa; si bien es verdad que lo mбs ordinario era lo que de su cosecha lleva el amor de padres, esto es, recebir pena y dolor, co¬mo en hecho de verdad la recebнan muy grande de verse privar de prendas tan caras y conjuntas con sus propias entraсas, y que se les quitase el dominio de la patria po¬testad sobre sus hijos, y se los arrebatasen apesar suyo, y delante de sus ojos los entregasen б la muerte, cuando apenas habнan comenzado б gozar desta luz de vida; y esta era la principal razуn de la poca guarda que tenнan con sus hijas, antes afirman que holgaban de verlas corrompi¬das sin tiempo; porque, de esa suerte, estaban seguras del Apupanaca, por ser requisito sin el cual no las escogнa, el estar vнrgenes; y esto no con mбs intento que de servirse dйllas en tanto que tenнan edad para casarse; porque tam¬poco en esto tenнan los padres ni ellas libertad.
CAPНTULO XXXV
De la sujeciуn y dominio grande que los Incas ha¬bнan adquirido de sus vasallos, y del temor y reverencia con que ellos los obedecнan y servнan.
A UNQUE mirado el gobierno de los Incas segъn la
condiciуn y capacidad de los indios (que todos son gente servil y que mбs por miedo y rigor que por amor y blandura obedecen y acuden б las obligaciones que deben), parezca acertado y bueno, todavнa considerado en sн y para con gente libre y de razуn y policнa, era el mбs injusto y tirбnico que imaginar se puede, en que verdaderamente los Incas, con ser hombres de gran juicio, no dejaron de mostrar ser bбrbaros para con sus subditos. Porque asн como cuando los hombres mбs se allegan б razуn es su gobierno tanto mбs humano y benigno, asн por el contrario en lo que los bбrbaros descubren mбs su barbarismo, es en tratar б sus vasallos con extraordinario rigor, aspereza y crueldad, no mirбndolos como б iguales suyos en la con-diciуn y naturaleza, sino como si fueran de otra inferior,
haciйndose reverenciar dйllos por mas que hombres, y ha-ciйndoles no menos duro tratamiento que б unas bestias. El yugo que sobre sos cervices tenнan estos miserables in¬dios era tan pesado, que no dudo sino que si todos los hombres del mundo se juntasen б inventar un gйnero de sujecoуn y tiranнa tan grande como en la que ellos vivнan, no creo que podrнan inventar mбs de lo que habнan alcan¬zado estos Incas para tenerlos sujetos.
Y quien atentamente considerare la orden que guarda-ban en administrar y conservar su imperio, hallarб que todo iba enderezado б йsto, sin pretender otra cosa ningu-na. Bien pudiera yo, para probarlo, descender б contar en particular todas las cosas que ordenaban б esta opresiуn de sus subditos, pero baste decir que ni tenнan libertad los pobres de poseer cosa alguna en particular sin licencia del Inca у de sus gobernadores, aunque fuese no mбs que ma¬tar un carnero у tener dos vestidos; ni tenнan facultad de comer lo que cada uno querнa, sino lo que era voluntad dd Inca; ni de casarse con quien quisiesen, y menos de casar sus hijas; ni (lo que es mбs) eran seсores de sus pro¬pias mujeres y hijos, sino que les quitaban las mujeres б unos para darlas б otros, y sus hijos para matar en los sacrificios.
Recorrнan los caciques sus distritos entre aсo, mirando que los indios no tuviesen mбs que lo que ellos les seсala-ban; que no poseyesen oro ni plata ni vistiesen ropa pre-ciosa; ni tener ganado de diez cabezas arriba sin particular licencia, y йsta solнa dar el Inca б los caciques, pero para nъmero seсalado, que no pasasen de cincuenta у cien ca-bezas; ni los mismos caciques podнan vestir ropas precio¬sas si el Inca no se las daba en premio de algъn seсalado servicio. Las hijas estaban comъnmente en poder de sus padres no mбs de hasta los diez aсos, y de allн adelante estaban б disposiciуn del Inca. Todos, por nobles que fue-sen, cuando venнan de fuera de la corte para entrar б la
presencia del rey, se descalzaban y ponнan alguna carga sobre las espaldas en seсal de vasallaje y reverencia; ha-blбbanle con extraсa humildad y acatamiento, teniendo los ojos bajos sin mirarle б la cara, y йl estaba con notable gravedad y respondнa con pocas palabras, y tan bajo, que apenas era entendido. Delante de йl no se asentaban sino los grandes Seсores, por privilegio especial.
Y como quiera que los Incas no tenнan otro blanco en su modo de gobierno que poner б sus vasallos cada dнa en mayor sujecciуn y servidumbre, y sus gobernadores y ca-ciques principales y menores, por complacerles, cada uno en su oficio entendiese en la prosecuciуn de este intento, procuraban quebrarles del todo las fuerzas, para que no pudiesen levantar cabeza; y como los Incas eran muy vi¬vos de ingenio no les faltу maсa y arte para concluir obra tan dificultosa como era domar gentes tan bбrbaras й in-dуmitas. El medio principal que para esto tomaron, fuй hacer que sus subditos fuesen pobres y anduviesen conti-nuamente ocupados con excesivos trabajos, para que es-tando asн oprimidos y humillados, les faltase el brнo y бni-mo de aspirar б levantarse. Con este fin edificaron grandes fortalezas, abrieron caminos, hicieron andenes en los ce-rros, y les obligaban б llevar el tributo al Cuzco demбs de trescientas y cuatrocientas leguas. Con este mismo intento les introdujeron tantas idolatrнas, los obligaron y cargaron con tantos ritos y sacrificios, que cuando estuvieran muy desocupados de otras obras y ministerios, este solo trabajo bastara para no dejarlos tomar resuello ni descanso.
Hiriйronles recebir en sus pueblos la misma orden de adoratorios de diversas advocaciones que habнa en el Cuz-co, mostrбndoles el orden que habнan de tener en sacrificar б cada una y para quй efectos; y sobre esto inventaban cada dнa mбs gйneros de cultos y ceremonias; y obligaban б ellos б todos sus vasallos, tanto que sola esta sujecciуn б las idolatrнas era tan grande, que cuanto cogнan y criaban
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presencia del rey, se descalzaban y ponнan alguna carga sobre las espaldas en seсal de vasallaje y reverencia; ha¬blбbanle con extraсa humildad y acatamiento, teniendo los ojos bajos sin mirarle б la cara, y йl estaba con notable gravedad y respondнa con pocas palabras, y tan bajo, que apenas era entendido. Delante de йl no se asentaban sino los grandes Seсores, por privilegio especial.
Y como quiera que los Incas no tenнan otro blanco en su modo de gobierno que poner б sus vasallos cada dнa en mayor sujecciуn y servidumbre, y sus gobernadores y ca¬ciques principales y menores, por complacerles, cada uno en su oficio entendiese en la prosecuciуn de este intento, procuraban quebrarles del todo las fuerzas, para que no pudiesen levantar cabeza; y como los Incas eran muy vi¬vos de ingenio no les faltу maсa y arte para concluir obra tan dificultosa como era domar gentes tan bбrbaras й in¬dуmitas. El medio principal que para esto tomaron, fuй hacer que sus subditos fuesen pobres y anduviesen conti¬nuamente ocupados con excesivos trabajos, para que es¬tando asн oprimidos y humillados, les faltase el brнo y бni¬mo de aspirar б levantarse. Con este fin edificaron grandes fortalezas, abrieron caminos, hicieron andenes en los ce¬rros, y les obligaban б llevar el tributo al Cuzco demбs de trescientas y cuatrocientas leguas. Con este mismo intento les introdujeron tantas idolatrнas, los obligaron y cargaron con tantos ritos y sacrificios, que cuando estuvieran muy desocupados de otras obras y ministerios, este solo trabajo bastara para no dejarlos tomar resuello ni descanso.
Hiriйronles recebir en sus pueblos la misma orden de adoratorios de diversas advocaciones que habнa en el Cus¬co, mostrбndoles el orden que habнan de tener en sacrificar б cada una y para quй efectos; y sobre esto inventaban cada dнa mбs gйneros de cultos y ceremonias; y obligaban б ellos б todos sus vasallos, tanto que sola esta sujecciуn б las idolatrнas era tan grande, que cuanto cogнan y criaban y sos propios hijos, les hadan ooosnmir en dнas. Demбs desto, para que ni aun los pensamientos tuviesen libre*, cuando faltaban obras necesarias en que entender, los ha¬dan trabajar en todas partes en cosas que no eran menes¬ter para ninguna utilidad, de las cuales hallamos hechas muchas; de manera, que por la orden que estaba puesta, ninguno sabнa ni estaba en su mano entender en cosa nin¬guna, fuera de lo que se le mandaba. Verdad sea, que, puesto caso que de principal intento tiraban los Incas con estas continuas ocupaciones y trabajos б tenerlos sujetos y domados, todavнa era con grandнsimo cuidado de su salud y muy conveniente orden para que no padeciesen necesi-dad, y asн, el trabajo era con moderaciуn, salvo que era continuo, ocupбndolos asн en lo tocante б su servicio, como en cosas de su Religiуn y en la propia necesidad de los indios; porque no se tenнa en este particular menos cuida¬do de lo uno que de lo otro.
Otrosн, fuй de muy grande importancia б los Incas para sus designios, la reputaciуn y estima notable que dйllos concibieron los indios, mediante la cual se vino б fundar en esta gente ruda una opiniуn en que no solamente los tenнan por diferentes de los otros hombres en valor y fuerzas, mas creнan que tuviesen gran parentesco, familiaridad y conver-saciуn con el Sol y con las guacas, tomando por funda¬mento para este su error el testimonio de los mismo* In¬cas, que se jactaban de lo uno y de lo otro, y el tнtulo de la Religiуn que les vнan llevar siempre por delante en to¬das sus conquistas, de donde, y de haber introducido la ve-aeraciуn de todo ello con tanta diligencia, contumнendo en su honor tanta cantidad de hacienda y tanto nъmero de criaturas, que habнa venido б ser йsta la principal ocupa/»n de toda la tierra, inferнan el gran cargo y obUgacн Tono in y*
y que, con ser al principio tan pocos, habнan puesto todo este gran reino debajo de su dominio; y aumentбbales no poco el crйdito que dйllos tenнan, el orden y concierto ad¬mirable que vнan puesto por los mismos en todas las co¬sas, asн para la utilidad de la repъblica, como para el acre¬centamiento del culto de sus dioses; y los disparates que les hacнan entender cada dнa, juzgбndolos por aquн los pue¬blos simples por muy cercanos б los dioses y llenos de sa¬bidurнa mбs que humana; particularmente, viendo el ador¬no y majestad con que habнan ilustrado su corte, б la cual tenнan en grande veneraciуn.
Porque, dejado aparte que aquella ciudad del Cusco era cabeza del imperio, en que se daban las leyes que se habнan de guardar, asн en materia de Religiуn como de gobierno polнtico, y de donde salнan los gobernadores б regir todas las provincias y volvнan б ella los que habнan concluido sus oсcios б dar cuenta dйllos, habнa fraguado el Demonio en ella las costumbres, idolatrнas, сestas y sacrificios que le parecнan б propуsito para su pretensiуn, que no era otra que atraer б sн esta ciega gente; por donde tenнan creнdo ser casa y morada de los dioses y recбmara de las cosas del cielo, porque asн se lo daban б entender los Incas, por¬que con este medio hacнan grande operaciуn para sus fines y sujecciуn que pretendнan tener en todos estos reinos. Y fuй creciendo esta estimaciуn que de la dicha ciudad tenнan, con ver los extranjeros la veneraciуn en que se tenнan to¬das las cosas dйlla por sus moradores y naturales, y los misterios que йstos les hacнan creer que tenнa cada cerro, fuente, camino y quebrada, como se verб cuando tratemos en el libro siguiente de los templos, guacas y adoratorios que habнa en ella.
Con todo eso, me persuado que no fueran bastantes los medios dichos para entablar con tanto fundamento el dominio y sujecciуn destas gentes, si no se aprovecharan tambiйn de medios rigurosos con muertes y castigos ejem-
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CAPНTULO XXXVI
Del orden que se guardaba en la jura del Inca; las insignias reales, su grande majestad y riqueza.
TV JT UERTO el rey sucedнa en el reino el hijo primogй-
JLVJL nito de los legнtimos; y era tenido por tal el que habнa nacido de la reina y mujer principal del Inca, llamada Coya, que es tanto como reina. Los demбs hijos habidos en las otras muchas mujeres у mancebas suyas, eran ex¬cluidos de la sucesiуn y habidos por incapaces de la coro¬na. No se coronaba el prнncipe hasta haber concluido con las obsequias de su padre, y esto hecho se juntaban en la plaza del Cuzco para la jura y coronaciуn todos los gran¬des Seсores y caballeros que residнan en la corte, y cuantos de todo el reino podнan acudir cуmodamente. Celebrбbase este acto tan principal con particulares ceremonias, solem¬nes fiestas y multitud de sacrificios, como diremos en el siguiente libro, tratando de su Religiуn. Tomaba posesiуn del reino con ponerse la borla en la frente, que era como la corona real, y despuйs dйlla las demбs insignias que los reyes peruanos usaban, que demбs de la borla eran el sun¬turpaucar, el champн, el arco celeste y dos culebras, y las demбs que cada uno escogнa.
El modo de jurarle sus vasallos era йste. Juntos en la plaza del Cusco todos los Seсores, y puesto el rey enme-dk> sentado en su duho, se levantaban los Seсores uno б uno, comenzando los orejones, y tras ellos los caciques, y Seсores de mбs pueblos, y puestos delante del Inca descal¬zos y con unas plumas pequeсas en las manos, llamadas Tocto (i), de ciertos pбjaros que se crнan en los pбramos, volvнan las palmas de las manos hacia el rostro del Inca, haciйndole acatamiento, y le pasaban las plumas por de-lante de la cara, meneбndolas, y luego las daban б un ca-ballero que estaba junto б йl en piй, el cual las tomaba y recogнa todas y despuйs las quemaba. Juraban asimismo por el Sol, levantando el rostro para йl, y por la Tierra, de serle leales y servirle en lo que les mandase.
El vestido y ornamento de la persona real era del mis¬mo traje que el de los Incas y caballeros orejones, sуlo se diferenciaba el rey en tener mбs grandes los horados de las orejas y mayores y mбs ricos zarcillos; en andar tras¬quilado con no mбs de uno у dos dedos de cabello, y en que su llanto era de muchos colores y los de los otros del linaje de los Incas de uno solo. Vestнa manta y camiseta con ojotas en los pies, sin salir en esto del uso del comъn del pueblo; pero diferenciбbase del en que su vestido era de la mбs fina lana y tela que labraban en todo su reino, de colores mбs vivos y labores mбs primas. Labrбbanle esta ropa las Mamaconas, y la mбs era de lana de н ‘icuсa, que es poco menos delicada que seda. Unos vestidos eran llanos y sencillos, de sola la manta у tela, sin guarniciуn ni sobrepuestos; otros entretejidos con plumas de aves su¬tilнsimas y de colores varios y muy vistosos; y otros pobla¬dos de argenterнa de oro, esmeraldas y otras piedras pre-
(i) Ttucu, especie de buho.
ciosas; йstos eran ios ricos y de gala correspondientes б nuestros bordados, telas y brocados.
Mudaba los vestidos muy en breve, sin tornarse б po¬ner los que una vez desechaba, particularmente si le caнa en йl cualquiera mancha, por pequeсa que fuese. Sucediуle б Atauhualpa cuando estaba preso de los espaсoles en Ca-xamarca, estando un dнa comiendo delante los espaсoles que tenнa de guarda, que llevando un bocado de manjar б la boca, le cayу una gota en el vestido que tenнa puesto, y dando de mano б la criada que le tenнa el plato, se le¬vantу de la mesa y se fuй б su aposento б mudar vestido, y volviу б salir con una camiseta y manta parda oscura. Llegбndose un espaсol б йl, le tentу la manta, y viйndola mбs blanda que de seda, le preguntу que de quй era aquel vestido; el Inca le respondiу que de unos pбjaros que andan de noche en Puerto-Viejo y en Tъtnbez y muerden б la gente; que venido б averiguar dijo que era de pelos de murciйlagos; y preguntбndole el espaсol que dуnde se po¬dнan juntar tantos murciйlagos, respondiу estas palabras: c aquellos perros de Tumbes y Puerto-Viejo, їquй habнan de hacer sino tomar estos pбjaros para hacer ropa б mi padre Guaynacбpac?*
La borla (insignia real, que en lugar de corona у diade¬ma traнa siempre) se decнa Maxcapaycha; era colorada, de lana finнsima, ancha de cuatro dedos y gruesa uno; traнala cosida en el //auto y colgada enmedio de la frente, y lle¬gбbale hasta las cejas; estaba esta borla de la mitad para arriba metida muy sutilmente por unos caсutillos de oro, y la lana que entraba en ellos era hilada y torcida; y de los caсutillos abajo, que era lo que caнa en la frente, des¬torcida y por hilar. El Sunturpбucar, y el Champн eran otras dos insignias de rey, ultra del estandarte Real. El Sunturpбucar era una asta poco mбs corta que de pica, cubierta y vestida toda de alto б bajo de plumas cortas de colores varios asentadas con tal primor, que hacнan galanas labores; y por remate, en lo alto, salнan tres puntas de plu¬mas grandes. El champн era cierto gйnero de arma con que peleaban en la guerra. Delante del Inca, б los lados del estandarte real llevaban siempre dos champes en dos astas largas, y el mismo Inca, en lugar de cetro, traнa en la mano un champн corto como bastуn, con el hierro de oro. El guiуn у estandarte real era una banderilla cuadrada y pe¬queсa, de diez у doce palmos de ruedo, hecha de lienzo de algodуn у de lana; iba puesta en el remate de una asta larga, tendida y tiesa, sin que la ondease el aire, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas; porque cada uno las escogнa diferentes, aunque las generales del linaje de los Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas б lo lar¬go, paralelas con la borla que servнa de corona; б las cua¬les solнa aсadir por divisa y blasуn cada rey las que le pa¬recнa, como un leуn, una бguila y otras figuras. Tenнa por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas puestas б trechos.
Representaban los Incas muy grande majestad asн en el tratamiento y atavнo de sus personas, como en la pompa y aparato con que andaban y eran servidos dentro y fuera de casa. La multitud de criados que tenнan en su palacio era increнble; de los cuales muchos eran hijos de caciques y caballeros, que para que aprendiesen policнa se criaban en la casa real. Tenнan por magnificencia sustentar muchos criados, tener muchas mujeres, y concubinas; eran servidos con cuantas cosas exquisitas, preciosas y raras producнa la tierra, haciйndolas traer para su regalo de los ъltimos tйr¬minos de su Imperio. Comнa el rey asentado en un ban¬quillo poco mбs alto que un palmo, que era el asiento de los Seсores, llamado duho (1); era de madera colorada muy linda y tenнanle siempre tapado con una manta muy del-
(1) Nombre de la lengua de Haitн y otras islas. En quнcha se decнa tнa na.
Vaca de Castro, hacia los aсos de 1543. Otras muchas mi¬nas de plata y oro labraban los Incas, entre las cuales es muy nombrada la mina de oro que habнa en los tйrminos de la ciudad de Chuquiabo.
En las fбbricas de fortalezas y palacios reales era increн¬ble el nъmero de indios que trabajaba, pues en solo el edi¬ficio de la fortaleza del Cuzco, cuando se labraba, afirman los indios que andaban de ordinario treinta mil personas. Y destas fбbricas suntuosas eran muchas las que se edifica¬ban por todo el reino.
Ninguno de los tributarios era reservado de los trabajos y servicios personales, porque era general la contribuciуn y derrama en todas partes, la cual se ejecutaba desta suer¬te: Acordado en el Cuzco por el Inca y los de su Consejo la gente de mita que habнa de salir aquel aсo para las obras y ministerios susodichos, acudнa luego con ella todo el rei¬no, cada provincia con la cantidad que le cabнa, y para sa¬carla de sus pueblos y provincias, juntaba cada Huno los de su distrito, que eran diez mil tributarios, y entre ellos repartнa el nъmero de gente que le pedнan; que comъn¬mente era el que al Inca y б sus gobernadores parecнa; y la distribuciуn hacнan los caciques inferiores б rata por can¬tidad, como, si habнan de sacar mil hombres, contribuнa cada cacique con el nъmero que le cabнa; de manera que, sabida la gente que habнa de salir de mita, no podнan los pueblos recibir ningъn agravio en la distribuciуn ni ser mбs cargados unos que otros; y aunque los ganados todos de que daban tributo eran del Inca y de la Religiуn, tam¬biйn hacнan de la misma suerte la distribuciуn; porque si mandaban llevar al Cuzco cien mil cabezas, se repartнan conforme б la cantidad que cada uno tenнa б cargo, y se tenнa tanta cuenta y orden en lo uno y en lo otro, que no habнa pleitos ni tardanza en acudir cada uno con lo que le cabнa; porque, para sacar los dichos mil hombres, los re¬partнa el cacique del Huno entre los diez caciques de б mil subditos que estaban debajo de su mando, y cada uno de los diez distribuнa los ciento que habнa de dar por los diez caciques de б cien subditos, que estaban б su obediencia; y йstos, por el mismo orden y subordinaciуn, hasta parar en los decuriones de diez indios, que al punto acudнan cada uno con su mitayo б su superior inmediato, y йste con sus cinco б el de ciento, y asн iban subiendo hasta entregar al Huno los mil que habнa repartido.
Y deste modo era igual en todas las provincias este tributo de mitas y servicio personal, como el de la labranza de las tierras y las otras contribuciones que hacнan al rey; salvo que en algunas partes que abundaban de cosas se¬сaladas extraordinarias, у cuya gente era mбs б propуsito para algъn gйnero de ministerio, no entraban igualmente sus moradores en las distribuciones comunes y generales, sino que se ocupaban en lo que les mandaba el Inca; y para compensarles el trabajo que ponнan en aquel minis¬terio б que estaban diputados, los excusaban de otras mi¬tas y labores, como se puede poner ejemplo en la provincia de los Lucanas, que por ser gente acomodada para cargar las andas del Inca, por tener el paso (segъn ellos dicen) llano, todos los anderos del Inca eran de la dicha provin¬cia; y por ser los Chumbivilcas grandes bailadores, tenнa muchos dйllos el Inca diputados para este oficio; y por ha¬ber en la provincia de los Chichas una leсa colorada y excelente para labrar, sin embargo que dista doscientas le¬guas del Cusco, la llevaban de allн los mismos Chichas muy labrada y aderezada, para quemar en los sacrificios y en los fuegos que se hacнan en la plaza delante de la pre¬sencia del Inca y de los cuerpos de los Seсores embalsa¬mados.
Y lo mismo se guardaba en las provincias en que habнa y se labraban minas, que proveyendo de gente para la la¬bor dйllas, eran relevadas de otras contribuciones; de ma¬nera, que de todas partes se le traнa al Inca lo especial que
TOMO III 35
habнa en ellas, y mбs lo ordinario de frutos de sus hereda¬des, si bien desto con proporciуn, quiero decir, tanto me¬nos que otras, cuanto las excedнan en el trabajo de acudir б los ministerios particulares que en sus provincias les eran mandados. Una cosa conviene advertir acerca de la canti¬dad de tributos con que acudнan б su rey, y es, que no ha¬bнa mбs tasa ni limitaciуn, asн en la gente de mita que da¬ban las provincias como en las demбs imposiciones, que la voluntad del Inca; porque nunca se les pidiу cantidad limi¬tada de cosa ninguna, sino toda la gente que habнa de acu¬dir б los sobredichos oсcios, unas veces en mayor y otras en menor nъmero, como le parecнa al Inca, y lo que resul¬taba de aquellos trabajos, era el tributo y rentas reales; y desta manera sacaron todo el oro y plata que tenнan los Incas y las guacas.
CAPНTULO XXXIV
Del tributo de niсos y niсas que cobraba el Inca de sus vasallos, y para quй efectos los aplicaba.
T ARTO trabajados parece andaban los vasallos del
JLI Inca con tantas vejaciones y tributos como sobre los pobres cargaban, pues cuanto afanaban con su sudor, sacado el sustento de sus personas, todo era para su rey, sin que les fuese permitido ser seсores de cosa alguna ni gozar de su libertad. En tan dura servidumbre los tenнa puestos la ambiciуn y tiranнa de sus prнncipes, y con todo eso, si parara ahн la opresiуn y miseria en que vivнan, pu¬diera tolerarse. Pero б los tributos referidos se aсadнa el de sus propios hijos, que, у de grado у por fuerza, eran com¬petidos б contribuir para matar en sus abominables sacrifi¬cios; crueldad tanto mбs inhumana cuanto la inocencia de los de aquella edad menos la merece. Ya que б las cargas й imposiciones que hasta aquн hemos contado no obligaba el Inca б las mujeres ni muchachos (si bien no por eso les dejaba de caber buena parte de los trabajos de los tribu-tarios, porque en todos ellos les ayudaban б sus padres y maridos mientras andaban ocupados en sus mitas y tareas, excepto en la guerra), esta bбrbara contribuciуn cargaba sobre sola esta gente flaca, y б la verdad, ella sola era mu¬cho mбs terrible й incomportable que ninguna de las pasa¬das ni que todas juntas, no sуlo para los cuitados inocen¬tes, que como simples corderнllos eran llevados al matade¬ro, sino tambiйn para sus afligidos padres, que por duros y bбrbaros que fuesen, en fin eran padres, y no dejaba de obrar en ellos la naturaleza el afecto paternal que ni aun б los brutos animales niega. La derrama deste tributo infan¬til que mandaba el rey hacer cada aсo, era sin mбs limi¬taciуn que las demбs contribuciones, en la cantidad que le placнa. Habнan de ser todos estos niсos de nueve у diez aсos para abajo, y cuantos varones asн se recogнan, eran sacrificados; y matбbanlos ahogбndolos con un lazo, у dбn¬doles garrote, y luego los enterraban; y б veces los embria¬gaban antes de hacerlos morir.
El nъmero de niсas que se juntaba era mucho mayor que el de los niсos, como se echa de ver por los ministe¬rios б que las destinaban. El modo que habнa en recoger¬las era йste: б cada provincia se despachaba un juez у co¬misario nombrado por el Inca, que sуlo entendнa en este negocio de recoger niсas, guardarlas y enviarlas al Cuzco cuando estaban de edad; y llamбbase Apupanaca; el cual, discurriendo por los pueblos de su jurisdicciуn, tenнa potes¬tad de seсalar todas las que б йl le pareciesen hermosas y de buena traza y disposiciуn, desde ocho у nueve aсos para abajo, б las cuales llamaban Aellas, que es tanto co¬mo escogidas, y habнa en cada cabecera de gobernaciуn la suya. Criбbanse allн hasta los catorce aсos en compaснa de las Mamaconas, que eran las mujeres recogidas y dedica¬das al servicio de sus dioses al modo de monjas, у dй las Vнrgenes Vestales de Roma; las cuales enseсaban б estas niсas todas las obras y ejercicios mujeriles, como hilar y tejer lana y algodуn, guisar de comer, hacer sus vinos у chichas, con los otros ministerios que pertenecen б muje¬res. Habнa, para sustentarlas, seсalada renta de las hereda¬des consagradas б la Religiуn, y mayordomos que enten¬diesen en proveerlas de lo necesario y en guardarlas con toda vigilancia, б сn de que se conservasen doncellas.
El comisario que escogнa este tributo, sacaba en cada un aсo para la сesta del Raymi destas casas de recogi¬miento las que llegaban б trece у catorce aсos, y de ahн para arriba, y con no menos guarda que hasta allн habнan tenido las llevaba al Cuzco, conforme al nъmero que б cada provincia cabнa enviar aquel aсo. Juntas en aquella ciudad las que remitнan todas las provincias, que eran en nъmero excesivo, las ponнan en la presencia del Inca, el cual las re¬partнa luego, conforme б la necesidad presente, por este or¬den; unas aplicaba б los monasterios de Mamaconas para enterar el nъmero de las que morнan, y йstas profesaban aquel estado, viviendo perpetuamente en clausura y casti¬dad, ocupadas en servicio de los templos del Sol, del True¬no y de los otros dioses que tenнan servicio de mujeres.
Otro buen nъmero apartaba y mandaba guardar para matar en los sacrificios que se hacнan en el discurso del aсo, que eran muchos y por diferentes respetos, como por la salud del Inca, cuando enfermaba у cuando iba en per¬sona б la guerra; y para, si muriese, matar las que habнan de enviar б la otra vida en su compaснa, у para muchas otras ocasiones que el Demonio les inducнa tener necesidad de este sacrificio; en el cual era requisito necesario que es¬tuviesen vнrgenes. Las mбs nobles y hermosas seсalaba para criadas y mancebas suyas, y gran cantidad de ellas repartнa entre sus capitanes y parientes, remunerando con
este gйnero de premio ios servicios que le hacнan; y con este intento daba tambiйn destas doncellas б otras personas б quienes tenia voluntad de hacer merced; y recibir una doncella dйstas de su mano, era tenido por favor singular; porque ninguna cosa estimaban tanto estos indios como tener muchas mujeres; los cuales, despuйs de la legнtima, no podнan tener otra sino por merced del rey, y solнala dar por diferentes respetos, como si dijйsemos, por ser alguno eminente en alguna arte, у haber dado alguna industria en cosas tocantes al bien pъblico, у por haber hecho alguna proeza en la guerra.
Б los gobernadores tambiйn solнa conceder facultad el Inca para repartir algunas entre los caciques y principales de cada provincia de donde se sacaban; finalmente, era muy grande el nъmero de mujeres que se mandaban reco¬ger para estos efectos, sin tenerse respeto б cuyas hijas eran, mбs que б la elecciуn y dispusiciуn del Apufauaca* ni poder reclamar sus padres por razуn alguna, ni mostrar tristeza porque se las llevasen. En este gйnero de contri¬buciуn no habнa tasa ni nъmero determinado, como ni en las demбs, y asн no era igual la cantidad de las que se re¬cogнan cada aсo.
Con ser un tributo йste tan duro y pesado, lo hacнa llevadero en parte el tener creнdo los indios que las don¬cellas que mataban en los sacrificios hechos en honra de sus dioses, por la salud del rey у por otras necesidades de la repъblica, iban sus бnimas б tener grandнsimo descanso; y esto solнa ser ocasiуn de que las ofreciesen algunos pa¬dres de su voluntad, mayormente en el Cusco y su comar¬ca, cuando el Inca у algъn Seсor grande adolecнa; si bien es verdad que lo mбs ordinario era lo que de su cosecha lleva el amor de padres, esto es, recebir pena y dolor, co¬mo en hecho de verdad la recebнan muy grande de verse privar de prendas tan caras y conjuntas con sus propias entraсas, y que se les quitase el dominio de la patria po¬testad sobre sus hijos, y se los arrebatasen apesar suyo, y delante de sus ojos los entregasen б la muerte, cuando apenas habнan comenzado б gozar desta luz de vida; y esta era la principal razуn de la poca guarda que tenнan con sus hijas, antes aсrman que holgaban de verlas corrompi¬das sin tiempo; porque, de esa suerte, estaban seguras del Apupanaca, por ser requisito sin el cual no las escogнa, el estar vнrgenes; y esto no con mбs intento que de servirse dйllas en tanto que tenнan edad para casarse; porque tam¬poco en esto tenнan los padres ni ellas libertad.
CAPНTULO XXXV
De la sujeciуn y dominio grande que los Incas ha-bian adquirido de sus vasallos, y del temor y reverencia con que ellos los obedecнan y servнan.
A UNQUE mirado el gobierno de los Incas segъn la
J^\^ condiciуn y capacidad de los indios (que todos son gente servil y que mбs por miedo y rigor que por amor y blandura obedecen y acuden б las obligaciones que deben), parezca acertado y bueno, todavнa considerado en sн y para con gente libre y de razуn y policнa, era el mбs injusto y tirбnico que imaginar se puede, en que verdaderamente los Incas, con ser hombres de gran juicio, no dejaron de mostrar ser bбrbaros para con sus subditos. Porque asн como cuando los hombres mбs se allegan б razуn es su gobierno tanto mбs humano y benigno, asн por el contrario en lo que los bбrbaros descubren mбs su barbarismo, es en tratar б sus vasallos con extraordinario rigor, aspereza y crueldad, no mirбndolos como б iguales suyos en la con¬diciуn y naturaleza, sino como si fueran de otra inferior,
haciйndose reverenciar dйllos por mбs que hombres, y ha-ciйndoles no menos duro tratamiento que б unas bestias. El yugo que sobre sus cervices tenнan estos miserables in¬dios era tan pesado, que no dudo sino que si todos los hombres del mundo se juntasen б inventar un gйnero de sujecciуn y tiranнa tan grande como en la que ellos vivнan, no creo que podrнan inventar mбs de lo que habнan alcan¬zado estos Incas para tenerlos sujetos.
Y quien atentamente considerare la orden que guarda¬ban en administrar y conservar su imperio, hallarб que todo iba enderezado б йsto, sin pretender otra cosa ningu¬na. Bien pudiera yo, para probarlo, descender б contar en particular todas las cosas que ordenaban б esta opresiуn de sus subditos, pero baste decir que ni tenнan libertad los pobres de poseer cosa alguna en particular sin licencia del Inca у de sus gobernadores, aunque fuese no mбs que ma¬tar un carnero у tener dos vestidos; ni tenнan facultad de comer lo que cada uno querнa, sino lo que era voluntad del Inca; ni de casarse con quien quisiesen, y menos de casar sus hijas; ni (lo que es mбs) eran seсores de sus pro¬pias mujeres y hijos, sino que les quitaban las mujeres б unos para darlas б otros, y sus hijos para matar en los sacrificios.
Recorrнan los caciques sus distritos entre aсo, mirando que los indios no tuviesen mбs que lo que ellos les seсala¬ban; que no poseyesen oro ni plata ni vistiesen ropa pre¬ciosa; ni tener ganado de diez cabezas arriba sin particular licencia, y йsta solнa dar el Inca б los caciques, pero para nъmero seсalado, que no pasasen de cincuenta у cien ca¬bezas; ni los mismos caciques podнan vestir ropas precio¬sas si el Inca no se las daba en premio de algъn seсalado servicio. Las hijas estaban comъnmente en poder de sus padres no mбs de hasta los diez aсos, y de allн adelante estaban б disposiciуn del Inca. Todos, por nobles que fue¬sen, cuando venнan de fuera de la corte para entrar б la presencia del rey, se descalzaban y ponнan alguna carga sobre las espaldas en seсal de vasallaje y reverencia; ha¬blбbanle con extraсa humildad y acatamiento, teniendo los ojos bajos sin mirarle б la cara, y йl estaba con notable gravedad y respondнa con pocas palabras, y tan bajo, que apenas era entendido. Delante de йl no se asentaban sino los grandes Seсores, por privilegio especial.
Y como quiera que los Incas no tenнan otro blanco en su modo de gobierno que poner б sus vasallos cada dнa en mayor sujecciуn y servidumbre, y sus gobernadores y ca¬ciques principales y menores, por complacerles, cada uno en su oficio entendiese en la prosecuciуn de este intento, procuraban quebrarles del todo las fuerzas, para que no pudiesen levantar cabeza; y como los Incas eran muy vi¬vos de ingenio no les faltу maсa y arte para concluir obra tan dificultosa como era domar gentes tan bбrbaras й in¬dуmitas. El medio principal que para esto tomaron, fuй hacer que sus subditos fuesen pobres y anduviesen conti¬nuamente ocupados con excesivos trabajos, para que es¬tando asн oprimidos y humillados, les faltase el brнo y бni¬mo de aspirar б levantarse. Con este fin edificaron grandes fortalezas, abrieron caminos, hicieron andenes en los ce¬rros, y les obligaban б llevar el tributo al Cuzco demбs de trescientas y cuatrocientas leguas. Con este mismo intento les introdujeron tantas idolatrнas, los obligaron y cargaron con tantos ritos y sacrificios, que cuando estuvieran muy desocupados de otras obras y ministerios, este solo trabajo bastara para no dejarlos tomar resuello ni descanso.
Hiciйronles recebir en sus pueblos la misma orden de adoratorios de diversas advocaciones que habнa en el Cuz¬co, mostrбndoles el orden que habнan de tener en sacrificar б cada una y para quй efectos; y sobre esto inventaban cada dнa mбs gйneros de cultos y ceremonias; y obligaban б ellos б todos sus vasallos, tanto que sola esta sujecciуn б las idolatrнas era tan grande, que cuanto cogнan y criaban
y sus propios lujos, les hadan consumir en ellas. Demбs desto, para que ni aun los pensamientos tuviesen Ubres, cuando faltaban obras necesarias en que entender, los ha¬cнan trabajar en todas partes en cosas que no eran menes¬ter para ninguna utilidad, de las cuales hallamos hechas muchas; de manera, que por la orden que estaba puesta, ninguno sabнa ni estaba en su mano entender en cosa nin¬guna, fuera de lo que se le mandaba. Verdad sea, que, puesto caso que de principal intento tiraban los Incas con estas continuas ocupaciones y trabajos б tenerlos sujetos y domados, todavнa era con grandнsimo cuidado de su salud y muy conveniente orden para que no padeciesen necesi¬dad, y asн, el trabajo era con moderaciуn, salvo que era continuo, ocupбndolos asн en lo tocante б su servicio, como en cosas de su Religiуn y en la propia necesidad de los indios; porque no se tenнa en este particular menos cuida¬do de lo uno que de lo otro.
Otrosн, fuй de muy grande importancia б los Incas para sus designios, la reputaciуn y estima notable que dйllos concibieron los indios, mediante la cual se vino б fundar en esta gente ruda una opiniуn en que no solamente los tenнan por diferentes de los otros hombres en valor y fuerzas, mas creнan que tuviesen gran parentesco, familiaridad y conver-saciуn con el Sol y con las guacas, tomando por funda¬mento para este su error el testimonio de los mismos In¬cas, que se jactaban de lo uno y de lo otro, y el tнtulo de la Religiуn que les vнan llevar siempre por delante en to¬das sus conquistas, de donde, y de haber introducido la ve¬neraciуn de todo ello con tanta diligencia, consumiendo en su honor tanta cantidad de hacienda y tanto nъmero de criaturas, que habнa venido б ser йsta la principal ocupaciуn de toda la tierra, inferнan el gran cargo y obligaciуn en que les eran los dioses, para no dejar de favorecer sus intentos; en lo cual se iban confirmando cada dнa mбs con ver las muchas victorias que alcanzaban de toda suerte de gentes,
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y que, con ser al principio tan pocos, habнan puesto todo este gran reino debajo de su dominio; y aumentбbales no poco el crйdito que dйllos tenнan, el orden y concierto ad¬mirable que vнan puesto por los mismos en todas las co¬sas, asн para la utilidad de la repъblica, como para el acre¬centamiento del culto de sus dioses; y los disparates que les hacнan entender cada dнa, juzgбndolos por aquн los pue¬blos simples por muy cercanos б los dioses y llenos de sa¬bidurнa mбs que humana; particularmente, viendo el ador¬no y majestad con que habнan ilustrado su corte, б la cual tenнan en grande veneraciуn.
Porque, dejado aparte que aquella ciudad del Cuzco era cabeza del imperio, en que se daban las leyes que se habнan de guardar, asн en materia de Religiуn como de gobierno polнtico, y de donde salнan los gobernadores б regir todas las provincias y volvнan б ella los que habнan concluido sus oficios б dar cuenta dйllos, habнa fraguado el Demonio en ella las costumbres, idolatrнas, fiestas y sacrificios que le parecнan б propуsito para su pretensiуn, que no era otra que atraer б sн esta ciega gente; por donde tenнan creнdo ser casa y morada de los dioses y recбmara de las cosas del cielo, porque asн se lo daban б entender los Incas, por¬que con este medio hacнan grande operaciуn para sus fines y sujecciуn que pretendнan tener en todos estos reinos. Y fuй creciendo esta estimaciуn que de la dicha ciudad tenнan, con ver los extranjeros la veneraciуn en que se tenнan to¬das las cosas dйlla por sus moradores y naturales, y los misterios que йstos les hacнan creer que tenнa cada cerro, fuente, camino y quebrada, como se verб cuando tratemos en el libro siguiente de los templos, guacas y adoratorios que habнa en ella.
Con todo eso, me persuado que no fueran bastantes los medios dichos para entablar con tanto fundamento el dominio y sujecciуn destas gentes, si no se aprovecharan tambiйn de medios rigurosos con muertes y castigos ejem¬piares que ejecutaban en los que intentaban novedades, que, en efecto, no dejaron muchas veces de intentarlo por cobrar su libertad, como hombres cuya natural inclinaciуn los llevaba б buscarla, como б los demбs del mundo. Mu¬chos destos castigos espantables que hicieron los Incas es¬tбn muy frescos todavнa en la memoria de los que hoy viven; que como cosa notable lo han ido recibiendo por tradiciуn de padres б hijos; y yo pondrй aquн dos у tres dйllos. En un lugar junto б Payнa matу un Inca cinco mil hombres de una vez, y para poner б sus subditos mayor terror y espanto, les hizo sacar los corazones y cercar la fortaleza dйllos. Guayncuбpac hizo morir en los pueblos de Otavalo y Carangue б todos los varones (excepto los mu-chachos), y por este suceso llamaron por mucho tiempo б los moradores de los dichos pueblos Guambracutta, que quiere decir muchachos. Y en el valle de Jaquijaguana, cuatro leguas del Cuzco, matу otro Inca todos los varones que en йl habнa, hasta los que estaban en el vientre de sus madres, haciйndolas abrir para buscallos, por lo cual se lla¬maron aquellos pueblos, en memoria de este hecho, Pueblos de hembras; y fuera destos castigos grandes, en los mбs delitos atroces quitaban la vida no sуlo б los culpados, sino tambiйn б todos sus parientes.
Б esto se allega el mucho tiempo que tardaron estos reyes en poner ios indios en el estado que he dicho y nos¬otros los hallamos; en que fueron tantas las veces que se rebelaron, peleando por su libertad, tan crueles y horren¬dos los castigos que sobre ellos se hicieron, y tan largo el curso de buenos sucesos que los Incas tuvieron despuйs que empezaron б seсorear, que causara y pusiera miedo б la mбs brava y soberbia gente del mundo. Asн que, habien¬do pasado tantas edades, que son la continuaciуn y cos¬tumbre destar sujetos, pasando los hijos por lo que vieron б sus padres, es cosa natural acabarse el brнo y olvidarse la ira, que son las armas naturales que el hombre tiene para su defensa. Por donde concluyo, que por este camino de rigor y crueldad, mбs que por otros medios, vinieron los Incas б quebrantar los brнos б sus subditos y ponerlos en la estrecha servidumbre en que los tenнan y sujecciуn y rendimiento con que dйllos eran obedecidos y acatados, que era una esclavitud tan dura, que con dificultad se puede imaginar otra mayor, aunque discurramos por todos los gobiernos de las gentes de que hasta ahora tenemos no¬ticia.
CAPНTULO XXXVI
Del orden que se guardaba en la jura del Inca; las insignias reales, su grande majestad y riqueza.
Ti yr UERTO el rey sucedнa en el reino el hijo primogй-
JLVJL rбt0 ^e l°s legнtimos; y era tenido por tal el que habнa nacido de la reina y mujer principal del Inca, llamada Coya, que es tanto como reina. Los demбs hijos habidos en las otras muchas mujeres у mancebas suyas, eran ex¬cluidos de la sucesiуn y habidos por incapaces de la coro¬na. No se coronaba el prнncipe hasta haber concluido con las obsequias de su padre, y esto hecho se juntaban en la plaza del Cuzco para la jura y coronaciуn todos los gran¬des Seсores y caballeros que residнan en la corte, y cuantos de todo el reino podнan acudir cуmodamente. Celebrбbase este acto tan principal con particulares ceremonias, solem¬nes fiestas y multitud de sacrificios, como diremos en el siguiente libro, tratando de su Religiуn. Tomaba posesiуn del reino con ponerse la borla en la frente, que era como la corona real, y despuйs dйlla las demбs insignias que los reyes peruanos usaban, que demбs de la borla eran el sun-
turpaucar, el champн, el arco celeste y dos culebras, y las demбs que cada uno escogнa.
El modo de jurarle sus vasallos era йste. Juntos en la plaza del Cuzco todos los Seсores, y puesto el rey enme-dio sentado en su duho, se levantaban los Seсores uno б uno, comenzando los orejones, y tras ellos los caciques, y Seсores de mбs pueblos, y puestos delante del Inca descal¬zos y con unas plumas pequeсas en las manos, llamadas Tocto (1), de ciertos pбjaros que se crнan en los pбramos, volvнan las palmas de las manos hacнa el rostro del Inca, haciйndole acatamiento, y le pasaban las plumas por de¬lante de la cara, meneбndolas, y luego las daban б un ca¬ballero que estaba junto б йl en piй, el cual las tomaba y recogнa todas y despuйs las quemaba. Juraban asimismo por el Sol, levantando el rostro para йl, y por la Tierra, de serle leales y servirle en lo que les mandase.
El vestido y ornamento de la persona real era del mis¬mo traje que el de los Incas y caballeros orejones, sуlo se diferenciaba el rey en tener mбs grandes los horados de las orejas y mayores y mбs ricos zarcillos; en andar tras¬quilado con no mбs de uno у dos dedos de cabello, y en que su //auto era de muchos colores y los de los otros del linaje de los Incas de uno solo. Vestнa manta y camiseta con ojotas en los pies, sin salir en esto del uso del comъn del pueblo; pero diferenciбbase del en que su vestido era de la mбs сna lana y tela que labraban en todo su reino, de colores mбs vivos y labores mбs primas. Labrбbanle esta ropa las Mamaconas, y la mбs era de lana de Vicuсa, que es poco menos delicada que seda. Unos vestidos eran llanos y sencillos, de sola la manta у tela, sin guarniciуn ni sobrepuestos; otros entretejidos con plumas de aves su¬tilнsimas y de colores varios y muy vistosos; y otros pobla¬dos de argenterнa de oro, esmeraldas y otras piedras pre-
(1) Ttucu, especie de buho.
ciosas; йstos erad ios ricos y de gala correspondientes б nuestros bordados, telas y brocados.
Mudaba los vestidos muy en breve, sin tornarse б po¬ner los que una vez desechaba, particularmente si le caнa en йl cualquiera mancha, por pequeсa que fuese. Sucediуle б Ataukualpa cuando estaba preso de los espaсoles en Ca-xamarca, estando un dнa comiendo delante los espaсoles que tenнa de guarda, que llevando un bocado de manjar б la boca, le cayу una gota en el vestido que tenнa puesto, y dando de mano б la criada que le tenнa el plato, se le¬vantу de la mesa y se fuй б su aposento б mudar vestido, y volviу б salir con una camiseta y manta parda oscura. Llegбndose un espaсol б йl, le tentу la manta, y viйndola mбs blanda que de seda, le preguntу que de quй era aquel vestido; el Inca le respondiу que de unos pбjaros que andan de noche en Puerto-Viejo y en Tъmbez y muerden б la gente; que venido б averiguar dijo que era de pelos de murciйlagos; y preguntбndole el espaсol que dуnde se po¬dнan juntar tantos murciйlagos, respondiу estas palabras: «aquellos perros de Tъmbez y Puerto-Viejo, їquй habнan de hacer sino tomar estos pбjaros para hacer ropa б mi padre Guaynacбpac?*
La borla (insignia real, que en lugar de corona у diade¬ma traнa siempre) se decнa Maxcapaycha; era colorada, de lana finнsima, ancha de cuatro dedos y gruesa uno; traнala cosida en el //auto y colgada enmedio de la frente, y lle¬gбbale hasta las cejas; estaba esta borla de la mitad para arriba metida muy sutilmente por unos caсutillos de oro, y la lana que entraba en ellos era hilada y torcida; y de los caсutillos abajo, que era lo que caнa en la frente, des¬torcida y por hilar. El Sunturpбucar, y el Champн eran otras dos insignias de rey, ultra del estandarte Real. El Sunturpбucar era una asta poco mбs corta que de pica, cubierta y vestida toda de alto б bajo de plumas cortas de colores varios asentadas con tal primor, que hacнan galanas
labores; y por remate, en lo alto, salнan tres puntas de plu¬mas grandes. El champн era cierto gйnero de anua con que peleaban en la guerra. Delante del Inca, a los lado* dvl estandarte real llevaban siempre dos champas en don u*Us largas, y el mismo Inca, en lugar de cetro, traнa en la tuano un champн corto como bastуn, con el hierro de oto. Kl guiуn у estandarte real era una banderilla cuadrada y JH* quena, de diez у doce palmos de ruedo, hecha de lieiuo de algodуn у de lana; iba puesta en el remate de vina a* ta larga, tendida y tiesa, sin que la ondease el airo, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas; porque cada uno la» escogнa diferentes, aunque las generales del linaje de ION Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo lar go, paralelas con la borla que servнa do corona; б las i:ua les solнa aсadir por divisa y blasуn cada rey luн que le pa recia, como un leуn, una бguila y otras figura*. Tenнa por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y latean puestas б trechos.
Representaban los Incas muy grande majestad asн cu el tratamiento y atavнo de sus personas, corno cu la pompa y aparato con que andaban y eran servidos dentro y fuсa de casa. La multitud de criados que tenнan en su palacio era increнble; de los cuales muchos eran hijos de tanque* y caballeros, que para que aprendiesen polнda se criaban en la casa real. Tenнan por magnificencia sustentar murlio* diados, tener muchas mujeres, y concubinas; eran *< rvidos con cuantas cosas exquisitas, precisan y raras pr /,i la tiena, haciйndolas traer para su regalo de I//* ъltitM** l/r minos de su Imperio. Comнa el rey aienta/to er» Kan ^ьnlo poco mis alto que un palmo, que era el avr»?o /Je fes Scбorcs, Samado • н;; era de madera color vU fiviy fixtda y tйmanle «emprt upado con «їru manta r.v*y ‘VI¬gada, aunque estuviese el Inca sentado en йl. La mesa era el suelo, como los demбs indios, pero con grande ostenta¬ciуn y riqueza de vajilla de plata y oro, opulencia de man¬jares y regaladas chichas у vinos; aparato y bullicio de cria¬dos. Traнanle las Seсoras los manjares todos juntos en va¬sos de oro, plata y barro, y se los ponнan delante sobre unos juncos verdes muy delgados y pequeсos, y el que йl apetecнa, seсalaba se lo trujesen, y tomбndolo una de estas Seсoras que le asistнan, se lo tenнa en la mano mientras comнa. Algunas fiestas grandes salнa б comer б la plaza con ruidoso acompaсamiento. Todo lo que se levantaba de la mesa y cuantas cosas el Inca tocaba con sus manos, lo guardaban los indios en petacas; de manera que en una tenнan recogidos los junquillos que le echaban delante cuan¬do comнa; en otra los huesos de las aves y carne que alza¬ban de la mesa; en otra los vestidos que desechaba; final¬mente, todo cuanto el Inca habнa tocado, se guardaba en un dukio que tenнa б su cargo un indio principal, y en cierto dнa del aсo lo quemaban todo; porque decнan que lo que habнan tocado los Incas, que eran hijos del Sol, se habнa de quemar y hacer ceniza y echarla por el aire, que nadie habнa de tocar б ello. La cama del rey era de poco regalo, porque dormнa en el suelo sobre un colchуn grande de algodуn y tenнa sus frezadas de lana con que se cobijaba.
Siempre que caminaba, y muchas veces dentro de po¬blado, lo llevaban indios en hombros en unas ricas andas aforradas de oro; y era particular favor y honra cargarlas. Cuando hacнa camino, iba muy acompaсado de Orejones, que йstos eran los caballeros y gente de guerra para su guarda y autoridad. Delante de su litera у andas iban dos-‘ cientos у trescientos anderos Lucanas de naciуn, que tenнan por oficio propio cargarlo, vestidos de librea, que se remu¬daban en cansбndose, й iban limpiando el camino por don¬de habнa de pasar. Mostraba tambiйn su majestad en ca¬minar de espacio, de suerte que, cuando no importaba mu-
cha i so servicio, no andaba cada dнa mas de cuatro leguas, y doode quiera que paraba, le teman un repuesto tan cum¬plido como si estuviera en su corte.
Las riquezas destos reyes bбrbaros eran tan inmensas, que no se puede fбcilmente decir; jamбs se vieron alcan¬zados de caudal ni les desvelу el cuidado de buscar me¬dios para remediar su necesidad, porque nunca la tuvieron, sino tanto descanso y abundancia de todo, que mбs cuida¬ban en cуmo despenderнan lo que de sus crecidas rentas les sobraba, que en buscar nuevos modos para allegar y guar* dar tesoros. Porque, cuanto trabajaban y adquirнan sus vasa¬llos estaba б su voluntad y disposiciуn, y todas las cosas de precio y valor que sus estados llevaban, como oro, plata, piedras preciosas, maderas ricas, ropas, ganados con todo lo demбs, al cabo venнan б parar en ellos y en su nombre se beneficiaban y cogнan; en suma, toda su riqueza consis-tнa en la multitud de vasallos que tenнan, que no de otra suerte que si fueran esclavos andaban siempre ocupados y atentos б su servicio, sin otra paga у salario mбs que el sus¬tento mientras entendнan en lo que en pro y utilidad suya les mandaban.
Con tan buen aparejo de oficiales y peones, edificaron estos Incas muchos y muy suntuosos palacios para su mo¬rada, no sуlo en la ciudad del Cuzco, y en los campos y valles de su contorno casas de placer, sino que no habнa provincia en todo su reino donde no tuviesen casas y pala¬cios reales en que aposentarse cuando visitaban sus esta¬dos. Eran estas casas у alcбzares б su usanza, grandes, fuer¬tes y costosas, como echamos de ver por los paredones y rastros que en el Cuzco y en otras partes quedan todavнa; y tenнanlas todas alhajadas con el mismo aderezo y servicio que si vivieran siempre en ellas, con sus despensa» y boti¬llerнas bien proveнdas, ricas vajillas de plata y oro, las salas y aposentos adornados con riquezas extraсas. Vнanse por las paredes esculpidas diversas figuras de oro puro de anн-
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males, aves y de otras cosas б este modo; era todo el ser¬vicio y vasos de mesa y cocina de plata y oro, y sin estas vajillas habнa gran copia dйstos metales por labrar, guarda¬dos en tinajas, y gran cantidad de ropa сna de valor ines¬timable. Tenнase con todas estas cosas notable guarda y cuenta, y los mayordomos у alcaides tenнan cuidado de que hubiese oсciales y plateros en cada casa dйstas, que labra¬sen las cosas dichas.
La riqueza que en sola la ciudad del Cuzco estaba re¬cogida y junta, como en la cabeza y corte del Imperio, era increнble; porque habнa en ella muchas casas principales de los reyes muertos con todo el tesoro que cada uno juntу en vida; que como el que entraba б reinar no tocaba б la hacienda y riquezas de su predecesor, sino que, aplicado aquello б la guaca y servicio del difunto, el nuevo rey po¬nнa casa de nuevo y juntaba de por sн plata y oro con todo lo demбs, era inmenso el tesoro que en aquella ciudad ha¬bнa, respeto de haber procurado cada rey aventajar su casa en riqueza, lustre y aparato б las de sus antecesores. Asн, pues, por йsto, como por estar allн los mбs ricos y frecuen¬tados templos de todo el reino y las guacas y dioses prin¬cipales de las provincias con el insigne y tan venerado san¬tuario del Sol, llamado Coricancka, que quiere decir casa de oro, y era de los mбs ricos de oro y plata que ha habido en el mundo, adonde acudнan de todas partes con lo mбs precioso que tenнan б ofrecer sus votos y sacrificios, fuй aquella ciudad la mбs rica que se ha hallado en todo este Nuevo Mundo; y la razуn de haberse juntado en ella tan gran riqueza de plata y oro y piedras preciosas, fuй, por¬que de todas estas cosas hacнan presentes al Inca los caci¬ques y gobernadores cuando lo visitaban en su corte y cuando йl iba б las tierras dйllos visitando su reino. Й нbase acrecentando cada dнa mбs esta riqueza, por ser las pro¬vincias muchas й irse continuamente reduciendo otras б su obediencia, y tambiйn porque eran muy pocos los que
usaban destos metales, excepto los grandes Seсores y los caballeros, que en la guerra se adornaban con algunas joyas hechas de oro y plata; y asi, casi todo cuanto desto se sacaba de las muchas minas que habнa, y hoy en dнa hay por todo el reino, venнa б poder del Inca; las cuales minas unas se labraban б costa y por cuenta del mismo Inca, y otras, que eran las mбs, hacнan labrar б sus expensas los caciques de los distritos en que caнan, por tener de quй hacerle presentes. Allegбbase б esto la prohibiciуn que ha¬bнa de que nadie pudiese sacar plata ni oro del Cuzco; con que vinieron б ser incomparables los tesoros que de mucho tiempo estaban allн juntos y amontonados para grandeza y autoridad de los reyes; y no sуlo de la dicha ciudad no ha¬bнa saca para otras partes del reino, pero ni de todo йl se sacaba cosa deste gйnero para otros extraсos, ni se gas¬taba en cosas que se consumen con el uso, como gastamos nosotros, mбs que en нdolos, figuras, lбminas, vasos y pre¬seas para servicio y ornato de los templos y del rey y gran¬des Seсores; ni tampoco los reyes hacнan las pagas ordina¬rias б sus criados y ministros en estos metales preciosos, sino en la ropa y comidas que le contribuнan los pueblos. De todo lo cual se deja bien entender la incomparable ri¬queza que en tantos siglos habнan allegado y recogido los Incas, y que no fuй sino muy pequeсa parte lo que destos tesoros vino б poder de los espaсoles, con haber sido en tanta cantidad; porque lo mбs ocultaron y enterraron los in¬dios, viendo la ansia con que los espaсoles andaban en bus¬ca destos metales y la grande estima que dйllos hacнan.
Finalmente, servнa por su turno al Inca una de sus her-manas con mucho nъmero de hijas de Seсores, que eran damas destas Seсoras y se mudaban cada ocho dнas. Hutas Seсoras le asistнan siempre para servirle; porque los cria¬dos y gentiles-hombres no entraban dentro de la sala donde йl residнa, sino que se estaban fuera en los patнo*, y en lia-mando б alguno, entraba descalzo б su presencia.
CAPНTULO xxxvn
Del cуmputo del tiempo; de los quipos у memoriales y modo de contar que tenнan los indios peruanos.
OIENDO como es el movimiento de los cielos cosa tan
admirable, notoria y manifiesta б todas las gentes, no hay ninguna tan bбrbara y ruda que, siquiera cuando le¬vanta los ojos en alto, no repare en йl y con algъn cuida¬do y admiraciуn observe y note su continuo y uniforme curso; y como las revoluciones del Sol y Luna sean mбs claras y comunes б todos, dйllas, mбs que de los otros pla¬netas y orbes celestes, han echado mano todas las nacio¬nes para ordenar los tiempos. Asн lo hicieron estos indios del Perъ; los cuales, por el conocimiento que alcanzaron del curso destos dos bellos astros, aprendieron б contar su aсo y medir el tiempo aprovechбndose del movimiento у rapto con que el Sol da vuelta al Mundo en un dнa natural, para conocer y distinguir el dнa de la noche; y del propio de uno б otro Trуpico, para tener cuenta con los aсos; y deste mismo con el de la Luna, para contar los meses; que son las tres partes ciertas y determinadas en que dividieron el tiempo. Conocieron nuestro aсo solar por la observancia de los Solsticios, y empezбbanlo por el Solsticio estival deste hemisferio antartico, que es б los 23 dнas de Diciem¬bre, y se acababa en el mismo punto donde habнa comen¬zado, con que venнa б ser su aсo del mismo nъmero de dнas que nosotros le damos, excepto la cuenta de los bisiestos у dнas intercalares, que no alcanzaron.
Por lo cual, no se puede averiguar quй certidumbre y fijeza tenнan en su aсo, ni aun pienso yo que andaban en esto tan puntuales que dejasen de tener muchos yerros, no
embargante que pusieron los mejores medios que supieron para concertarlo y tener cuenta y razуn con los tiempos; y asн, para que fuese cierta y cabal su cuenta, usaban desta traza: que por los cerros y collados que estбn al rededor del Cuzco tenнan puestos dos padrones у pilares al Oriente y otros dos al Poniente de aquella ciudad, por donde salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los trуpicos de Cancro y Capricornio; y al tiempo que salнa y se ponнa en derecho de los pilares de la banda del Sur, mirado desde la dicha ciudad, tenнa por principio el aсo. Porque, estando como estб aquella ciudad en altura de catorce б quince grados australes, entonces era cuando el Sol mбs se le apartaba por aquella banda, desde donde, volviendo б la Equinocial, pasaba por su Cйnit; y cuando mбs se le alejaba por esotro lado del Setentrнуn, salнa y se ponнa por cima de aquellos pilares, que por aquella parte seсalaban su mayor aparta¬miento; y vuelto de allн al punto de donde partiу del trу¬pico de Capricornio y seсal de los primeros pilares, con¬cluнan el aсo; al cual llamaban Huata en la lengua quichua, y Marб en la aymarб.
Componнanlo de doce meses, y йstos estaban por lunas, y asн llaman con un mismo nombre al mes y б la Luna, que es en la lengua quichua у del Cuzco Quilla, y en la ayma¬rб Pacsi (1). Los dнas que sobraban cada aсo los consu¬mнan con las mismas lunas. Asн б la parte del Oriente como del Poniente, adonde tenнan puestos los padrones por don¬de salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los Trуpicos, entre el uno y el otro mojуn у padrуn tenнan puestos otros, cada uno en el paraje que llegaba el Sol aquel mes; los cuales pilares todos juntos se decнan Sucanca y eran ado-ratorнos principales б quien ofrecнan sacrificios al tiempo que б los demбs. Б los dos pilares que eran principio del Invierno, donde mediaba el aсo, llamaban Pucuy-Sucanca,
(1) PkakhsL
y б lot> otros dos que scfialafasn el poncrjBO Ckiruv Rucanea. Todos los meses cao iguales en dнas, y cada uno tenia su nombre propio: al primera, qne oom-pondia ї parte de Diciemfare, nombraban Reymб; d se¬gundo, que comenzaba б valer en 20 de Enero, se decнa Canta)”, el tercero, Hitum-pъcM}^ el cuarto, Pmckm pmrwy. d quinto, Ariguйquiz; el sexto, Hйъxm
Por estos doce meses tenнan regulados los tiempos para sembrar y barbechar y para lo demбs que hacнan de labor entre aсo, y tambiйn para sus fiestas y sacrificios, y no para otra cosa. Porque ni contaban por aсos sus edades ni la duraciуn de sus hechos, ni tenнan algъn tiempo de punto ьcftalado para medir por йl los sucesos, como contamos nosotros desde el Nacimiento de Nuestro Seсor Jesucristo, ni jamбs hubo indio, ni apenas se halla hoy, que sepa los aсo» que tiene, ni menos los que han pasado desde algъn memorable acaecimiento acб. Lo que suelen responder cuan-do he le* pregunta de cosas pasadas, como sean ya de mбs de cuatro у seis aсos, es, que aquello acaeciу сaupapacha, que quiere decir antiguamente; y la misma respuesta dan н\ Ion MICCSOH de veinte aсos atrбs que б los de ciento y de mil, HUIVO que cuando la cosa es muy antigua, lo dan б entender con cierto tonillo y ponderaciуn de palabras.
No dividнan el aсo en otras partes que meses y dнas. I .lumnbun al dнa en la lengua del Cuzco Punchau, y en la del Colino, que es la aymarб, Uru; y б la noche, Tuta en uqudlu, y en йsta Aroma. No tuvieron uso de semanas, ni dieron nombres propios б los dнas de cada mes, como nos-olio* los llamos їн los de la semana, llamбndolos Domingo, I unes, etc.; sуlo usaban del nombre comъn de dнa. Tam¬poco aceitaron ;i dividir el dнa por horas; ni tuvieron gй¬сero alguno de reloj para conocer la cantidad de tiempo que gastaban en lo que hacнan; si bien no les faltу cierto modo, aunque poco puntual, de dividir el dнa en partes para efecto de saber el tiempo que consumнan en las ocupacio¬nes en que entendнan. Este modo de cuenta era de dos ma¬neras: la una, que seсalaban con el dedo la parte del cielo en que andaba йl Sol cuando comenzaron su obra; como si al caminante le preguntaban б quй hora habнa salido de la posada, respondнa levantando ї1 dedo al cielo y apun¬tando el paraje donde estaba el Sol entonces, por donde sacaban poco mбs у menos el tiempo que habнa caminado; y lo mismo hacнan en las demбs faenas y ejercicios. La otra era muy casera, desta suerte: casi en todo este reino del Perъ cogen los indios ciertas raнces llamadas Papas, que les sirven de pan, las cuales se cuecen en una hora poco mбs у menos; este tiempo, pues, que se tardan en cocer las Papas, toman para medir la duraciуn de las cosas que se hacen en breve, respondiendo haber gastado en ha¬cer tal у tal cosa tanto tiempo cuanto basta б cocerse una olla de Papas; y esto es lo que alcanzу esta gente de los tiempos y la cuenta y orden que en ellos tenнan.
En lugar de escritura usaban de unos ramales у cordo¬nes de lana delgados, como en los que ensartamos rosa-rнos, б los cuales llaman Quippo, y por estos memoriales y registros conservaban la memoria de sus hechos y daban cuenta del recibo y gasto los mayordomos y contadores del Inca. Servнales de libro у cuaderno un manojo destos quipos, en que diversos hilos de colores diferentes y en cada uno dados varios сudos y lazadas, eran сguras y cifras que significaban diversas cosas. Hoy dнa se hallan muchos ma¬nojos destos quipos muy antiguos de diferentes colores y con infinidad de сudos, que declarбndolos los indios que los entienden, refieren muchas cosas de antigьedad conte¬nidas en ellos. Habнa personas diputadas para este oficio y cuentas, б quienes llamaban Quipocantayos, y eran como
«tiPt mt ffiJWM їMapmcamaym rmmriar m* unos ios le-gmvrvt t nenmraifi ot oen&. smi’ rara uno les goc «3 v&a v a, auн: i«r ou» k occaanat. Haba i
ggnes os oc cosas, cono paxa torait, terem’-mra i loca suene de negocios de paz y j ft* y m Qzaf’vzamaypz їan de generaran en i tndutftxsanуo a que уe nuevo nmabum ea di cacao, y уecїaratiуoнet k* sucedo* pasados que en ios f*?f*s anti¬guo* contentan y los que dios aсadнan en los fqfs juutrvo*; y devla suerte das razan de cuanto pasу en esta tierra todo el tiempo que gobernaron los Incas. Usan toda¬vнa evto* quipos en los tambos en apuntar lo que venden б io*, pasajero* en las mitas, en la guarda del ganado los pas¬tora, y en otro» negocios; y puesto que ya muchos saben l«r«rr y ev.ribнr y han trocado los quipos por la escritura, por cuanto e» cuenta sin comparaciуn mбs cierta y fнcfl, todavнa, para que se vea la gran sutileza deste modo de historia y cuenta fiara gente que carecнa de letras y lo mu-iJmi que por ella alcanzaba, quiero poner aquн un caso que pa*o en nuestro tiempo, y es como se sigue:
Do* c*paсole» salieron juntos de la villa de lea para ir 4 la ciudad de Cattro-Vireina, y llegando al Tambo de OttMtt, que dнnta una jornada de lea, se quedу allн el uno y c*l otro prosiguiу HU viaje; al cual en este tambo se le dio un indio ele gula l)Ura Muc fucsc con & hasta Castro-Viret-na, Malo en el camino este indio al espaсol y volviуse al Mmbfi, A cabo de algъn tiempo, habiendo echado menos rtl c*|mnol por *cr muy conocido, el gobernador de Castro-Vlielim, que en aquella saxуn era D. Pedro de Cуrdoba
Mcjнa, natural de Jaйn, hizo extraordinarias diligencias para saber quй se habнa hecho; y por si le habнan muerto, echу para buscar el cuerpo gran nъmero de indios que le busca¬sen en la puna y despoblado; mas no pudo hallar rastro ni saber quй hubiese sido del, hasta que б cabo de mбs de seis aсos que fuй muerto, se hallу acaso en una cueva del dicho despoblado otro cuerpo de otro espaсol, el cual man¬dу el gobernador traer б la plaza, para que le conociesen, y traнdo, se parecнa al que el indio habнa muerto; y enten¬diendo era йl, prosiguiу el gobernador en hacer pesquisa para descubrir el matador; y no hallando rastro ni indicio contra nadie, le aconsejaron que hiciese diligencia para sa¬ber el indio que le habнan dado de guнa en el Tambo de Cуrdoba, lo cual sabrнan los indios no obstante que habнa mбs de seis aсos que habнa pasado, porque por la cuenta de sus quipos lo tendrнan puesto en memoria. Con esto el go¬bernador enviу por los caciques y Quipocamayos, que, traн¬dos б su presencia y prosiguiendo en la averiguaciуn, halla¬ron los Quipocamayos por sus quipos el indio que era el que se habнa dado de guнa al dicho espaсol cuando partiу de aquel tambo; el cual fuй luego traнdo preso de su pueblo, llamado Guaytarб, y habiйndole tomado su declaraciуn y negado йl el delito, fuй puesto б cuestiуn de tormento, y al punto confesу haberlo muerto, pero que no era su cuerpo el que se habнa traнdo, que йl irнa б enseсar el lugar en que lo habнa muerto y estaba su cuerpo. Fueron con йl algua¬ciles б la puna, y hallбronlo donde lo habнa escondido, que era una cueva apartada del camino; el cual, con el gran frнo y sequedad del pбramo, no se habнa corrompido, sino que se habнa secado, y asн estaba entero. El primer cuerpo que se trujo antes no se supo de quiйn era, ni quiйn le matу. Por este caso tan notable se puede echar de ver б dуnde alcanzaba la cuenta y memoria destos quipos.
En su modo de contar tienen las mismas especies y diferencias de nъmeros que nosotros, contando hasta diez
TOMO III 3S
unidades, y desde ahн para arriba reduplicando sobre el nъ-mero denarнo, una, dos, tres unidades, etc., hasta llegar б veinte, el cual nъmero explican con dos denarios, el de treinta con tres, y desta suerte van aсadiendo denarios ni mбs ni menos que nosotros hasta llegar б ciento; y multi¬plican centenares hasta diez, que es un millar, al cual nъ¬mero llaman Huaranca; y es cosa muy digna de advertir, que siendo todas las cosas de los indios tan diferentes de las nuestras, en las especies de los nъmeros y manera de contar conformen tanto asн estos peruanos como los meji¬canos, que no haya entre nosotros y ellos ninguna diferen¬cia. Lo cual no sй yo б quй atribuirlo sino б que las gentes que б poblar este Nuevo Mundo vinieron, debieron de guar¬dar el modo de contar que aprendieron en el Mundo Viejo, de donde salieron, y ser aquйl el mismo que nosotros y ellos hemos conservado.
LIBRO DECIMOTERCIO
CAPНTULO PRIMERO
Z?ї /a Religiуn falsa que tenнan los indios del Perъ, y cuan dados eran d ella.
ЎRAN los indios del Perъ tan grandes idуlatras que adoraban por dioses casi cuantas especies hay de criaturas. Porque, como no tuvieron lum¬bre sobrenatural, decendieron en los mismos errores y de¬satinos que las otras naciones de gentiles, por concurrir en йstos las mismas causas que en aquйllos para no atinar con el verdadero Dios; conviene б saber, el abismo grande de vicios y pecados en que estaban sumergidos, con que se habнan hecho inhбbiles й indignos de que se les comuni¬case la luz pura del conocimiento de su Criador; y la mali¬cia y astucia del comъn enemigo del linaje humano, que por su antigua soberbia й invidia de nuestro bien, procurу usurpar en estas ciegas gentes la adoraciуn que debнan б sуlo el que los criу, para tenerlos aprisionados en su duro cautiverio y servidumbre y privarlos de la bienaventuranza de que йl no fuй merecedor; y hallando para conseguir sus designios bastante aparejo y disposiciуn en la simpleza й ignorancia destos bбrbaros, tuvo por tantos siglos puesto su trono entre ellos, hasta que la virtud de la Cruz le va males, aves y de otras cosas б este modo; era todo el ser¬vicio y vasos de mesa y cocina de plata y oro, y sin estas vajillas habнa gran copia dйstos metales por labrar, guarda¬dos en tinajas, y gran cantidad de ropa сna de valor ines¬timable. Tenнase con todas estas cosas notable guarda y cuenta, y los mayordomos у alcaides tenнan cuidado de que hubiese oficiales y plateros en cada casa dйstas, que labra¬sen las cosas dichas.
La riqueza que en sola la ciudad del Cuzco estaba re¬cogida y junta, como en la cabeza y corte del Imperio, era increнble; porque habнa en ella muchas casas principales de los reyes muertos con todo el tesoro que cada uno juntу en vida; que como el que entraba б reinar no tocaba б la hacienda y riquezas de su predecesor, sino que, aplicado aquello б la guaca y servicio del difunto, el nuevo rey po¬nнa casa de nuevo y juntaba de por sн plata y oro con todo lo demбs, era inmenso el tesoro que en aquella ciudad ha¬bнa, respeto de haber procurado cada rey aventajar su casa en riqueza, lustre y aparato б las de sus antecesores. Asi, pues, por йsto, como por estar allн los mбs ricos y frecuen¬tados templos de todo el reino y las guacas y dioses prin¬cipales de las provincias con el insigne y tan venerado san¬tuario del Sol, llamado Caricancha, que quiere decir casa de oro, y era de los mбs ricos de oro y plata que ha habido en el mundo, adonde acudнan de todas partes con lo mбs precioso que tenнan б ofrecer sus votos y sacrificios, fuй aquella ciudad la mбs rica que se ha hallado en todo este Nuevo Mundo; y la razуn de haberse juntado en ella tan gran riqueza de plata y oro y piedras preciosas, fuй, por¬que de todas estas cosas hacнan presentes al Inca los caci¬ques y gobernadores cuando lo visitaban en su corte y cuando йl iba б las tierras dйllos visitando su reino. Й нbase acrecentando cada dнa mбs esta riqueza, por ser las pro¬vincias muchas й irse continuamente reduciendo otras б su obediencia, y tambiйn porque eran muy pocos los que usaban destos metales, excepto los grandes Seсores y los caballeros, que en la guerra se adornaban con algunas joyas hechas de oro y plata; y asн, casi todo cuanto desto se sacaba de las muchas minas que habнa, y hoy en dнa hay por todo el reino, venнa б poder del Inca; las cuales minas unas se labraban б costa y por cuenta del mismo Inca, y otras, que eran las mбs, hacнan labrar б sus expensas los caciques de los distritos en que caнan, por tener de quй hacerle presentes. Allegбbase б esto la prohibiciуn que ha-bнa de que nadie pudiese sacar plata ni oro del Cuzco; con que vinieron б ser incomparables los tesoros que de mucho tiempo estaban allн juntos y amontonados para grandeza y autoridad de los reyes; y no sуlo de la dicha ciudad no ha¬bнa saca para otras partes del reino, pero ni de todo йl se sacaba cosa deste gйnero para otros extraсos, ni se gas¬taba en cosas que se consumen con el uso, como gastamos nosotros, mбs que en нdolos, figuras, lбminas, vasos y pre¬seas para servicio y ornato de los templos y del rey y gran¬des Seсores; ni tampoco los reyes hacнan las pagas ordina¬rias б sus criados y ministros en estos metales preciosos, sino en la ropa y comidas que le contribuнan los pueblos. De todo lo cual se deja bien entender la incomparable ri¬queza que en tantos siglos habнan allegado y recogido los Incas, y que no fuй sino muy pequeсa parte lo que destos tesoros vino б poder de los espaсoles, con haber sido en tanta cantidad; porque lo mбs ocultaron y enterraron los in¬dios, viendo la ansia con que los espaсoles andaban en bus¬ca destos metales y la grande estima que dйllos hacнan.
Finalmente, servнa por su turno al Inca una de sus her-manas con mucho nъmero de hijas de Seсores, que eran damas destas Seсoras y se mudaban cada ocho dнas. Estas Seсoras le asistнan siempre para servirle; porque los cria¬dos y gentiles-hombres no entraban dentro de la sala donde йl residнa, sino que se estaban fuera en los patios, y en lla¬mando б alguno, entraba descalzo б su presencia.
CAPНTULO xxxvn
Del cуmputo del tiempo; ele їos quipos у memoriales y modo de contar que tenнan los indios peruanas.
RIENDO como es el movimiento de los cielos cosa tan
admirable, notoria y manifiesta б todas las gentes, no hay ninguna tan bбrbara y ruda que, siquiera cuando le¬vanta los ojos en alto, no repare en йl y con algъn anda¬do y admiraciуn observe y note su continuo y uniforme curso; y como las revoluciones del Sol y Luna sean mбs claras y comunes б todos, dйllas, mбs que de los otros pla¬netas y orbes celestes, han echado mano todas las nacio¬nes para ordenar los tiempos. Asi lo hicieron estos indios del Perъ; los cuales, por el conocimiento que alcanzaron del curso destos dos bellos astros, aprendieron б contar su arto y medir el tiempo aprovechбndose del movimiento у rapto con que el Sol da vuelta al Mundo en un dнa natural, para conocer y distinguir el dнa de la noche; y del propio de uno б otro Trуpico, para tener cuenta con los aсos; y deste mismo con el de la Luna, para contar los meses; que son las tres partes ciertas y determinadas en que dividieron el tiempo. Conocieron nuestro aсo solar por la observancia de los Solsticios, y empezбbanlo por el Solsticio estival deste hemisferio antartico, que es б los 23 dнas de Diciem¬bre, y se acababa en el mismo punto donde habнa comen¬zado, con que venнa б ser su aсo del mismo nъmero de dнas que nosotros le damos, excepto la cuenta de los bisiestos у dнas intercalares, que no alcanzaron.
Por lo cual, no se puede averiguar quй certidumbre y fijeza tenнan en su aсo, ni aun pienso yo que andaban en esto tan puntuales que dejasen de tener muchos yerros, no embargante que pusieron los mejores medios que supieron para concertarlo y tener cuenta y razуn con los tiempos; y asн, para que fuese cierta y cabal su cuenta, usaban desta traza: que por los cerros y collados que estбn al rededor del Cuzco tenнan puestos dos padrones у pilares al Oriente y otros dos al Poniente de aquella ciudad, por donde salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los trуpicos de Cancro y Capricornio; y al tiempo que salнa y se ponнa en derecho de los pilares de la banda del Sur, mirado desde la dicha ciudad, tenнa por principio el aсo. Porque, estando como estб aquella ciudad en altura de catorce б quince grados australes, entonces era cuando el Sol mбs se le apartaba por aquella banda, desde donde, volviendo б la Equinocial, pasaba por su Cйnit; y cuando mбs se le alejaba por esotro lado del Setentriуn, salнa y se ponнa por cima de aquellos pilares, que por aquella parte seсalaban su mayor aparta¬miento; y vuelto de allн al punto de donde partiу del trу-pico de Capricornio y seсal de los primeros pilares, con¬cluнan el aсo; al cual llamaban Huata en la lengua quichua, y Marб en la aymarб.
Componнanlo de doce meses, y йstos estaban por lunas, y asн llaman con un mismo nombre al mes y б la Luna, que es en la lengua quichua у del Cuzco Quilla, y en la ayma¬rб Pacsi (1). Los dнas que sobraban cada aсo los consu¬mнan con las mismas lunas. Asн б la parte del Oriente como del Poniente, adonde tenнan puestos los padrones por don¬de salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los Trуpicos, entre el uno y el otro mojуn у padrуn tenнan puestos otros, cada uno en el paraje que llegaba el Sol aquel mes; los cuales pilares todos juntos se decнan Sucanca y eran ado-ratorios principales б quien ofrecнan sacriсcios al tiempo que б los demбs. Б los dos pilares que eran principio del Invierno, donde mediaba el aсo, llamaban Pucuy Sucanca,
(I) PhakhsL y б los otros dos que seсalaban el principio del Verano, Chira o-Sucanca. Todos los meses eran iguales en dнas, y cada uno tenнa su nombre propio: al primero, que corres¬pondнa б parte de Diciembre, nombraban Raymi; el se¬gundo, que comenzaba б valer en 20 de Enero, se decнa Camay; el tercero, Hбtun-pьcuy; el cuarto, Pacha-pьcuy; d quinto, Ariguбquiz; el sexto, Hбtun-cuzqui-aymoray; el sй¬timo, Aucay-cuzqui-Inti-Raymi; el octavo, Cftahuar-kuбy-quiz; el noveno, Yapбquiz; el dйcimo, Coya-Rayme; el un¬dйcimo, Homa-Raymi-Puchayquiz, y el duodйcimo, Aya-marca.
Por estos doce meses tenнan regulados los tiempos para sembrar y barbechar y para lo demбs que hacнan de labor entre aсo, y tambiйn para sus fiestas y sacrificios, y no para otra cosa. Porque ni contaban por aсos sus edades ni la duraciуn de sus hechos, ni tenнan algъn tiempo de punto seсalado para medir por йl los sucesos, como contamos nosotros desde el Nacimiento de Nuestro Seсor Jesucristo, ni jamбs hubo indio, ni apenas se halla hoy, que sepa los aсos que tiene, ni menos los que han pasado desde algъn memorable acaecimiento acб. Lo que suelen responder cuan-do se les pregunta de cosas pasadas, como sean ya de mбs de cuatro у seis aсos, es, que aquello acaeciу сaupapacha, que quiere decir antiguamente; y la misma respuesta dan б los sucesos de veinte aсos atrбs que б los de ciento y de mil, salvo que cuando la cosa es muy antigua, lo dan б entender con cierto tonillo y ponderaciуn de palabras.
No dividнan el aсo en otras partes que meses y dнas. Llamaban al dнa en la lengua del Cuzco Punchau, y en la del Collao, que es la aymarб, Uru; y б la noche, Tula en aquйlla, y en йsta Aroma. No tuvieron uso de semanas, ni dieron nombres propios б los dнas de cada mes, como nos¬otros los damos б los de la semana, llamбndolos Domingo, Lunes, etc.; sуlo usaban del nombre comъn de dнa. Tam¬poco acertaron б dividir el dнa por horas; ni tuvieron gй-
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сero alguno de reloj para conocer la cantidad de tiempo que gastaban en lo que hacнan; si bien no les faltу cierto modo, aunque poco puntual, de dividir el dнa en partes para efecto de saber el tiempo que consumнan en las ocupacio¬nes en que entendнan. Este modo de cuenta era de dos ma¬neras: la una, que seсalaban con el dedo la parte del cielo en que andaba el Sol cuando comenzaron su obra; como si al caminante le preguntaban б quй hora habнa salido de la posada, respondнa levantando el dedo al cielo y apun¬tando el paraje donde estaba el Sol entonces, por donde sacaban poco mбs у menos el tiempo que habнa caminado; y lo mismo hacнan en las demбs faenas y ejercicios. La otra era muy casera, desta suerte: casi en todo este reino del Perъ cogen los indios ciertas raнces llamadas Papas, que les sirven de pan, las cuales se cuecen en una hora poco mбs у menos; este tiempo, pues, que se tardan en cocer las Papas, toman para medir la duraciуn de las cosas que se hacen en breve, respondiendo haber gastado en ha¬cer tal у tal cosa tanto tiempo cuanto basta б cocerse una olla de Papas; y esto es lo que alcanzу esta gente de los tiempos y la cuenta y orden que en ellos tenнan.
En lugar de escritura usaban de unos ramales у cordo¬nes de lana delgados, como en los que ensartamos rosa¬rios, б los cuales llaman Quippo, y por йstos memoriales y registros conservaban la memoria de sus hechos y daban cuenta del recibo y gasto los mayordomos y contadores del Inca. Servнales de libro у cuaderno un manojo destos quipos, en que diversos hilos de colores diferentes y en cada uno dados varios сudos y lazadas, eran figuras y cifras que significaban diversas cosas. Hoy dнa se hallan muchos ma¬nojos destos quipos muy antiguos de diferentes colores y con infinidad de сudos, que declarбndolos los indios que los entienden, refieren muchas cosas de antigьedad conte-nidas en ellos. Habнa personas diputadas para este oficio y cuentas, б quienes llamaban Quipocantayos, y eran como
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gusta* j wnrнaflrr de k« otras. Ў luicaa y i^ /w* paia нMexentes gйneros de cosas, como para tierras* cerexnofъ» y toda ssaerte de negocios de paz y j ra; y los Qmpocawtajos iban de generaciуn en Ў industriando б los que de nuevo entraban en d 0600, y declarбndoles los sucesos pasados que en los quipos anti¬guos se contentan y los que dios aсadнan en los quipos nuevo*’, y desta suerte dan tazуn de cuanto pasу en esta tierra todo el tiempo que gobernaron los Incas. Usan toda-vнa estos quipos en los tambos en apuntar lo que venden i lo* pasajeros en las mitas, en la guarda dd ganado los pas¬tores, y en otros negocios; y puesto que ya muchos saben leer y escribir y han trocado los quipos por la escritura, por cuanto es cuenta sin comparaciуn mбs cierta y fбcil, todavнa, para que se vea la gran sutileza deste modo de historia y cuenta para gente que carecнa de letras y lo mu¬cho que por ella alcanzaba, quiero poner aquн un caso que pasу en nuestro tiempo, y es como se sigue:
Dos espaсoles salieron juntos de la villa de lea para ir б la ciudad de Castro-Vireina, y llegando al Tambo de Cуrdoba, que dista una jornada de lea, se quedу allн el uno y el otro prosiguiу su viaje; al cual en este tambo se le dio un indio de guнa para que fuese con йl hasta Castro-Virei¬na. Matу en el camino este indio al espaсol y volviуse al tambo, Б cabo de algъn tiempo, habiendo echado menos al espaсol por ser muy conocido, el gobernador de Castro-Vircina, que en aquella sazуn era D. Pedro de Cуrdoba
Mejнa, natural de Jaйn, hizo extraordinarias diligencias para saber quй se habнa hecho; y por si le habнan muerto, echу para buscar el cuerpo gran nъmero de indios que le busca¬sen en la puna y despoblado; mas no pudo hallar rastro ni saber quй hubiese sido del, hasta que б cabo de mбs de seis aсos que fuй muerto, se hallу acaso en una cueva del dicho despoblado otro cuerpo de otro espaсol, el cual man¬dу el gobernador traer б la plaza, para que le conociesen, y traнdo, se parecнa al que el indio habнa muerto; y enten¬diendo era йl, prosiguiу el gobernador en hacer pesquisa para descubrir el matador; y no hallando rastro ni indicio contra nadie, le aconsejaron que hiciese diligencia para sa¬ber el indio que le habнan dado de guнa en el Tambo de Cуrdoba, lo cual sabrнan los indios no obstante que habнa mбs de seis aсos que habнa pasado, porque por la cuenta de sus quipos lo tendrнan puesto en memoria. Con esto el go¬bernador enviу por los caciques y Quipocamayos, que, traн¬dos б su presencia y prosiguiendo en la averiguaciуn, halla¬ron los Quipocamayos por sus quipos el indio que era el que se habнa dado de guнa al dicho espaсol cuando partiу de aquel tambo; el cual fuй luego traнdo preso de su pueblo, llamado Guaytarб, y habiйndole tomado su declaraciуn y negado йl el delito, fuй puesto б cuestiуn de tormento, y al punto confesу haberlo muerto, pero que no era su cuerpo el que se habнa traнdo, que йl irнa б enseсar el lugar en que lo habнa muerto y estaba su cuerpo. Fueron con йl algua¬ciles б la puna, y hallбronlo donde lo habнa escondido, que era una cueva apartada del camino; el cual, con el gran frнo y sequedad del pбramo, no se habнa corrompido, sino que se habнa secado, y asн estaba entero. El primer cuerpo que se trujo antes no se supo de quiйn era, ni quiйn le matу. Por este caso tan notable se puede echar de ver б dуnde alcanzaba la cuenta y memoria destos quipos.
En su modo de contar tienen las mismas especies y
diferencias de nъmeros que nosotros, contando hasta diez
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unidades, y desde ahн para arriba reduplicando sobre el nъ-mero denario, una, dos, tres unidades, etc., hasta llegar б veinte, el cual nъmero explican con dos denarios, el de treinta con tres, y desta suerte van aсadiendo denarios ni mбs ni menos que nosotros hasta llegar б ciento; y multi¬plican centenares hasta diez, que es un millar, al cual nъ¬mero llaman Huaranca; y es cosa muy digna de advertir, que siendo todas las cosas de los indios tan diferentes de las nuestras, en las especies de los nъmeros y manera de contar conformen tanto asн estos peruanos como los meji¬canos, que no haya entre nosotros y ellos ninguna diferen¬cia. Lo cual no sй yo б quй atribuirlo sino б que las gentes que б poblar este Nuevo Mundo vinieron, debieron de guar¬dar el modo de contar que aprendieron en el Mundo Viejo, de donde salieron, y ser aquйl el mismo que nosotros y ellos hemos conservado.
LIBRO DECIMOTERCIO
CAPНTULO PRIMERO
Z?ї /a Religiуn falsa que tenнan los indios del Perъ, y cuan dados eran б ella.
)RAN los indios del Perъ tan grandes idуlatras que adoraban por dioses casi cuantas especies hay de criaturas. Porque, como no tuvieron lum¬bre sobrenatural, decendieron en los mismos errores y de¬satinos que las otras naciones de gentiles, por concurrir en йstos las mismas causas que en aquйllos para no atinar con el verdadero Dios; conviene б saber, el abismo grande de vicios y pecados en que estaban sumergidos, con que se habнan hecho inhбbiles й indignos de que se les comuni-case la luz pura del conocimiento de su Criador; y la mali¬cia y astucia del comъn enemigo del linaje humano, que por su antigua soberbia й invidia de nuestro bien, procurу usurpar en estas ciegas gentes la adoraciуn que debнan б sуlo el que los criу, para tenerlos aprisionados en su duro cautiverio y servidumbre y privarlos de la bienaventuranza de que йl no fuй merecedor; y hallando para conseguir sus designios bastante aparejo y disposiciуn en la simpleza й ignorancia destos bбrbaros, tuvo por tantos siglos puesto su trono entre ellos, hasta que la virtud de la Cruz le va desposeyendo y echando asн desta, como de las otras re¬giones deste Nuevo Mundo.
Y como las naciones dйsta, por ser tan extendida, eran muchas, lo eran tambiйn las maneras de religiуn й idola¬trнas que seguнan, no sуlo antes que fuesen sujetadas y redu¬cidas б un imperio, sino tambiйn despuйs. Porque si bien los Reyes peruanos compelнan б todos los que sojuzgaban б recibir su religiуn, no era de suerte que les hiciesen dejar del todo la que tenнan antes, mбs de aquello que pareda contradecir б la suya; y asн, no sуlo se quedaban con sus dioses antiguos, sino que los mismos Incas los admitнan y hacнan traer al Cuzco y colocarlos entre los suyos propios; б los cuales hacнan alguna veneraciуn, aunque mucho me¬nor que la que daban б sus dioses naturales; y echбbase bien de ver el poco caso que destos dioses extraсos hacнan y la poca estimaciуn en que los tenнan, por lo que aquн dirй: y es, que cuando se les rebelaba alguna provincia, mandaban sacar y poner en pъblico б los dioses naturales y protectores dйlla, y que los azotasen afrentosamente cada dнa hasta reducir б su servicio la dicha provincia; y en redu¬ciйndola, los hacнan restituir б sus lugares y festejarlos con sacrificios, diciendo que en virtud dellos y por no ser afren¬tados, se habнa reducido la tal provincia; y aun cuentan que los mбs de los rebelados se reducнan sуlo por oir que sus нdolos estaban en afrenta pъblica.
Por ser, pues, como queda dicho, tantas las diferendas de idolatrнas que tenнan las gentes deste imperio peruano, que si de todas se hubiera de tratar en particular, fuera oosa infinita, escribirй aquн no mбs que la que guardaba la na¬ciуn de los Incas, por haber venido б ser general en todo el reino, haciйndola recibir los Reyes del б todos sus vasa¬llos; los cuales Reyes se dieron tal maсa en introducirla, que no sуlo acabaron que la recibiesen todos los que po¬nнan debajo de su obediencia, sino tambiйn que la viniesen б estimar en tanto, que se preciasen y tuviesen por honra el profesarla, haciendo mбs caso della que de la suya pro¬pia. Esto consiguieron con encarecerles la seсalada merced que les hacнan en admitirlos б la veneraciуn de sus dioses; y para dбrselo б entender, puesto caso que su pretensiуn y deseo era que los vencidos abrazasen sus opiniones en ma¬teria de religiуn, no permitнan que desde luego gozasen todos deste favor, ni que sus сestas fuesen comunes, sino que en todo dejaban para sн reservadas algunas cosas que nadie mбs que los dichos Incas y los de su linaje las podнan usar, y en otras les prohibнan el hacerlas con la solemnidad y ceremonias que ellos acostumbraban; y con el tiempo y servicios que hacнan, los Reyes iban dispensando con algu¬nas provincias para que las pudiesen hacer; y desta suerte los vasallos tenнan esto por gran premio de sus servicios; y la dificultad con que se alcanzaba hacнa poner mayor cui¬dado y diligencia en la observancia dйllo; y el no ser gene¬ral б todos ni poder estar presentes los que no tenнan pri¬vilegio, hacнa crecer la estima y devociуn que con estos ritos y supersticiones tenнan; y los subditos extranjeros estima¬ban estas dispensaciones y privilegios en mбs que ninguna otra cosa de cuantas el Inca podнa darles; porque tenнan por cierto que ellas eran parte para alcanzar lo que pe¬dнan en sus necesidades y tribulaciones: y de todo esto se tenнan por remediados cuando tenнan licencia para usar de los sacrificios y ceremonias de los Incas; porque de todo los certificaban y aseguraban los mismos Incas cuando les concedнan esta merced. Todo lo cual fundaban ellos por sus imaginaciones, sueсos, revelaciones y mandatos que fin¬gнan tener de sus dioses, б fin de hacer entender al pueblo rudo, que б ellos solos y б quien ellos quisiesen era permi¬tida la veneraciуn del Viracocha, que era su principal dios, y de los otros sus нdolos con los ritos que estaban esta¬tuidos para ello. Lo cual todo era artificio de los Incas para que fuese estimada su religiуn y mediante ella tener б sus subditos mбs sujetos y obedientes.
Verdad es que no siempre los Incas desde que comenzу su imperio estuvieron firmes й invariables en su Religiуn ni tuvieron unas mismas opiniones ni adoraron unos mis-me* dioses sino que en varios tiempos fueron aсadiendo y quitando muchas cosas y perpetuamente cargando б los pueblos de mas cuho y ceremonias; moviйndose para va-riai cu esta materia par echar de ver que por este camino sr afirmaban mejor en el reino y lo tenнan mбs en obedien¬cia. Porque como todo tн fundamento de su gobierno polн¬tico estribaba en medios ordenados a tener los suyos suje¬tas y que perdiesen el tino de levantarse contra, ellos, б este mismo fin Ўhan tnmbien enderezadas las opiniones que fundaban entre ellos en JO twxamnr a su Religiуn, cuyo tнtulo llevaban por delante ce ї*u> ocmqjuistass con pretexto que diesen la honra y obediencia, debida al Vzracxhm como б Criador del Mundo, y al Sol. Trueno y demбs dioses suyos, que juzgaban ser cansa de la rois^rraoon de lo criado, mediante el poder que ks encaba daoo para esto, especial¬mente el parentesco qoe nucнan traer ron el Sai y las ayu¬das particulares que reseihuin de su mano en la guerra, y otras ficciones \>ue romo eras sebones tiranos tн tiempo y las ocasб«*es jes ensieнurvii: loaos jos aedios fw»qfffi para sustentar su tuanuн y chorear cea sus їcaridad. Y asн, por esta dhersбcac de roiho t rсos $ae «A ririi RENAA edades tuvieron, cceсone n5*«ir gue no se escribe aquн mбs de lo que cbserraoss ZL XSW gne jos cspadtofcs en¬traron en esta tierra y euros їsanenansat x rtcs&ar Ja jok de la doctrina del Cнelo: qoe sen ifc> їenmones a ^ae se KA-Uan venido б resumir y htbak anas їjskt*. ^omamdaб entre eiloi-
Anoнpe esta нocrsk de їdanena t їas* Sxugnm: de ks Ltkca* era la mas oGooertaiбa y monos ^osui « raaos cut нo* espirites y errores уe jas їesas nemne^ «seas Ind&v cor: to5c esc», escaba saz Itcnt ьe ncciнm^s. TFLBSA-fui* y desvбn:* cae pone admcnciox: ^nmr JinmK» de entendimiento se hubiesen persuadido б tenerla por verda¬dera, por la infinidad de cosas que adoraban por dioses, tiasta dar reverencia б las mбs viles y asquerosas que pro¬duce la Tierra, las boberнas que de sus dioses creнan y el caso que hadan de su culto y sacrificios, como constarб por este libro; si bien es verdad que esto no ha de ser mo¬tivo para que tengamos por bestias y faltos de discurso б los que tales cosas creнan y observaban; pues quien tuviere noticias de las vanidades y desatinos que tuvieron las mбs nobles y sabias naciones de Europa y de las otras dos par-tes del Mundo Viejo, como fueron los egipcios, caldeos, griegos y romanos, de cuya sabidurнa tanta cuenta se ha hecho en todas edades, no tendrб por cosa nueva y extraсa leer las fбbulas y desvarios destos indios, antes echarб de ver que muchos de aquellos antiguos filуsofos tuvieron al¬gunas opiniones mбs fбciles y de menos fundamento que йstos. Ni menos es argumento de la inhabilidad de estos indios adorar нdolos y cosas perecederas, antes arguye en ellos ingenio, careciendo de lumbre verdadera de fe, buscar algo б que tener respeto y en que tener confianza.
Y no es poco que ellos mismos se diesen б buscar la causa de cada cosa, como los gentiles, y si erraron en su investigaciуn, en el mismo error y por el mismo camino dieron los antiguos con ser tan dados б las ciencias y espe¬culaciуn de las cosas; los cuales, sin atinar con quiйn fuese el verdadero Artнfice de lo criado, vinieron б adorar pie¬dras, palos, figuras de animales y otras cosas hechas de mano de hombre, como йstos. Antes alcanzaron estos in¬dios algunas cosas guiados por razуn natural, en que pasa¬ron adelante б muchos de los otros gentiles, como es en haber alcanzado б conocer que el verdadero Dios y pri¬mera causa era uno solo, al cual, aunque confusamente, adoraban como б Criador de todo.
Y no parando aquн, se dieron б buscar las razones que habнa para cada cosa y las causas de donde procedнan, con
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sen inventar los sacerdotes у los Incas, para que su opiniуn recibiese fuerza y corroboraciуn; y aprovechбndose desta facilidad los sacerdotes y ministros de las Guacas, por ser tan interesados en las ofrendas y sacrificios que ofrecнa el pueblo, inventaban y fingнan cada dнa mil novelas y miste¬rios de visiones y milagros que sucedнan en sus Guacas, y las hadan creer ai simple vulgo, para que, creciendo la re-putadуn de sus dioses, se acrecentasen las ofrendas; y es¬taban recibidas y asentadas algunas cosas tan aparentes y sin fundamento, que no es posible que algunos dejasen de mirar en ellas y conociesen su falsedad y engaсo, siendo tan claras y demostrativas, sino que, cuando una cosa estб introdudda, aunque sea notoriamente mala, ninguno, aun¬que lo alcance, osa ser el primero que lo contradiga. Por¬que claro estб que muchos filуsofos alcanzaron ser burla la multitud de los dioses, y con todo eso no osaban hablar en ello, por no contradecir б la multitud de la gente. Lo cual especialmente hб mбs lugar entre estos indios, en quien la libertad era poca, los castigos grandes y mucha la gente que se mantenнa destos oficios.
Tenнa el Demonio б esta ciega gente tan edificada y
habituada en su errada seta, particularmente б los Incas
(que era la naciуn mбs dada б la religiуn que debe haber
habido en el mundo), que hacнan sus ritos y sacrificios con
tonta determinaciуn y en tanta cantidad, que casi cuanto
cogнan y cuanto trabajaban y hasta sus propios hijos consu-
mнan en ello; y asн, de tan profunda devociуn como mos-
traban y cuidado que cada uno ponнa en venerar y sacri-
ficar lo que estaba б su cargo de una religiуn tan arraigada
y umversalmente redbida y de una determinaciуn que pone
espanto’de ofrecer y sacrificar б sus propios hijos y hacien-
das, matбndolos y quemбndolos, conforme б sus costum-
bres, no se puede presumir que sus actos fuesen solamente
exteriores, pues no permite la Naturaleza que uno mate б
su mismo hijo y aventure su hacienda con бnimo y voluntad
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tan alegre, si no tuviese fines y pretensiones de galardуn por lo que hace, у pensase y tuviese creнdo enviaba su hijo б mejor lugar que el que acб tenнa; y para dar muestras exteriores de contento cuando lo hace, necesario es que in¬teriormente lo crea y que tenga por cierto que no se pierde el sacrificio. Y asн no hay duda sino que las obras dйstos pendнan de alguna esperanza, pues fuera bestialidad matar nadie sus hijos y consumir su hacienda si no creyese que le aprovechaba para algo.
Puesto caso que todas las naciones deste reino del Perъ tuvieron fines y cuenta con sus dioses y adoratorнos, nin¬guna hubo que llegase con mucho б preciarse de tan reli¬giosa como los Incas; y asн eran ellos los mбs cargados de ceremonias, supersticiones, нdolos y sacrificios, y guardaban con tanta observancia lo estatuido en orden б esto, que eran leyes y opiniones inviolables entre ellos; y aunque el delito que contra ellas se cometнa, y aun el descuido en la veneraciуn de lo estatuido, fuera castigado бsperamente, fuй tanta su religiуn, que por falta della dicen haberse casti¬gado muy pocos, aunque con gran diligencia se tuvo con ello cuenta; que cierto no es de pasar por esto fбcilmente, pues al que le cabнa sacrificar el hijo, aunque no tuviese otro, era delito notable el mostrar alguna tristeza, sino que lo hacнan con muestras de alegrнa y contentamiento, como si los llevaran б dar un estado de grande importancia.
Lo que en esta materia de Religiуn mбs admira, es la cuenta tan extraordinaria que tenнan estos indios en con¬servar la memoria de las cosas tocantes б ella. Porque dado que no las tenнan por escrito para sabellas y guardallas, suplнan esta falta con aprenderlas y guardarlas por tradiciуn tan exactamente, que parece las tenнan esculpidas en los huesos. Porque para sуlo este efecto tenнan los Incas pues¬tos en la ciudad del Cuzco mбs de mil hombres que no entendнan en otra cosa mбs que en la conservaciуn desta memoria; y con йstos se criaban otros desde mancebos, que
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eran instruidos dйllos, para que no se pudiese perder, que bien creo yo que semejante cuidado no se hallу en los gen¬tiles antiguos ni en otra ninguna gente para conservar su Religiуn y memoria de sus opiniones y adoratorios. Estos que entendнan en este ministerio eran comъnmente viejos y sacerdotes у ministros de sus templos, y hacнanlo con tanto cuidado, que cuando eran preguntados, cada uno por sн daba razуn y declaraba la virtud que decнa tener la Guaca que estaba б su cargo, las solemnidades y palabras con que se le habнa de hacer el sacrificio, y la ofrenda que se le habнa de dar, prometiendo gran esperanza del buen su-ceso con la relaciуn que hacнa de otros semejantes que para acreditar su adoratorio fingнa. Y si bien es verdad que todas las razones que apartan del camino verdadero de Dios son dйbiles y de ningъn fundamento, todavнa en muchas cosas las traнan estos indios mбs coloreadas para sus yerros que los gentiles filуsofos y poetas. Verdad es que no se les podнa pedir entera razуn de todo, porque no la alcanzaban, ni sa¬bнan los fundamentos en que estribaban para sus opiniones, pues de lo mбs tenнan por principal causa la costumbre de sus antepasados, la cual tuvieron por ley inviolable en mu¬chas cosas en tanto grado, que de algunas no sabнan dar otra razуn, y si daban alguna, puesto caso que en la forma, solemnidad y supersticiones estaban conformes, en ella di¬ferenciaban mucho; porque, como no tenнan escrituras, per¬dнase la razуn y motivo de los pasados, y despuйs tenнan las cosas en la opiniуn que las hallaron, y cada uno inventaba ‘lo que le parecнa; en lo cual los que reparaban eran los me¬nos y gente estimada y noble, que la comъn no se ponнa б particularizar razones, sino que seguнa en general б йstos y hacнa lo que le mandaban y vнa que se usaba. Y asн aun los mismos que no trataban de otra cosa que de lo tocante б su Religiуn, no tenнan memoria del principio de las mбs de sus opiniones y devaneos. Y sin duda debiу de ser muy de atrбs, porque tantas cosas no se podнan inventar en poco tiempo, ni juntas, ni carga tan pesada no se podнa admitir por el pueblo sino en muchas edades, aсadiendo en cada una un poco.
Fuera, pues, desta gente dedicada б su vano culto y б conservar los ritos y ceremonias del, de lo restante del pue¬blo eran muy pocos los que tenнan noticias destas cosas, ni entendнan las razones y motivos por donde se establecieron; sуlo hacнan lo que les estaba mandado y acudнan con los sacrificios б las Guacas y adoratorios, sin pasar adelante; salvo los principales del linaje de los Incas, que alcanzaban mбs razуn de sus opiniones y la daban por mбs orden que otros ningunos; y con todo eso no se podнa tratar dello sino con los menos.
Con dos nombres llamaban estos Indios б sus dioses, que son Vilca el uno y el otro Guaca, y cualquiera deilos significa en comъn, no sуlo cualquiera dios й нdolo, sino tambiйn todo lugar de adoraciуn, como templos, sepulturas y cualquiera otro de los que veneraban y en que ofrecнan sacrificios. Por lo cual usarй dellos en este tratado, particu¬larmente del de Guaca, que era el mбs universal y usado de los indios, en la misma significaciуn y con toda la am¬pliaciуn que lo usaban ellos.
CAPНTULO II
De las opiniones y fбbulas que acerca de su origen, principios del Mundo y Diluvio universal esta* ban recebidas desta gente, con las Guacas que desto resultaron.
C
OMO el total fundamento de toda Religiуn y culto di¬vino sea el conocimiento de la primera causa, ora sea la verdadera, ora falsa y fingida, de quien los hombres creen haber procedido y depender della en la conservaciуn de su ser, y tambiйn la noticia del сn y estado que despuйs desta vida espera tener; por esa razуn me pareciу dar principio б este tratado del conocimiento y creencia de esas dos cosas, en que iban fundados estos indios, escribiendo en este ca¬pнtulo las opiniones que tenнan acerca de lo primero, y en el siguiente, lo que de lo segundo sentнan. Conformaban todas las naciones deste reino del Perъ en confesar que tu¬vieron principio los hombres, y que hubo un Diluvio gene¬ral en que todos perecieron, excepto algunos pocos, que, por especial providencia del Criador, se salvaron, para res¬taurar el Mundo. En lo cual hablan muy confusamente, no distinguiendo la creaciуn del Mundo de su reparaciуn des¬puйs de pasado el Diluvio. Porque si bien algunos cuentan la Creaciуn primero que el Diluvio, los mбs la confunden con йl y con la reparaciуn que se le siguiу, y empiezan el origen y principio de los hombres por los que se salvaron de las aguas del Diluvio; y sobre quiйnes hayan sido aquйllos y en quй parte se escaparon de la general inundaciуn, disparan con mil patraсas y desvarios, atribuyйndose cada naciуn б sн la honra de haber sido ellos los primeros de quienes pro¬cedieron los otros.
Tres у cuatro fбbulas refieren los de varias provincias, que, por ser las mбs principales y las mбs umversalmente recebidas sobre este punto, las pondrй aquн. Unos, sin ha¬cer menciуn del Diluvio, dicen que hubo un Hacedor del Universo que criу el Cielo y la Tierra con las diversas na¬ciones de hombres que la habitan; que pasу esto en Tta-guanaco, y que, habiendo puesto en orden y concierto to¬das las cosas por йl criadas, dando б cada una el lugar que le tocaba, se subiу desde allн al Cielo. Otros niegan haber sucedido esto en Tiaguanaco, y cuentan que, puesto el Criador en un lugar alto, produjo allн los hombres y demбs criaturas corporales; mas, sobre quй lugar haya sido йste hay tantas opiniones cuantas son las provincias y naciones
CAPНTULO XXXVII
Del cуmputo del tiempo; de los quipos у memoriales y modo de contar que tenнan los indios peruanos.
C~> IENDO como es el movimiento de los cielos cosa tan
admirable, notoria y manifiesta б todas las gentes, no hay ninguna tan bбrbara y ruda que, siquiera cuando le¬vanta los ojos en alto, no repare en йl y con algъn cuida¬do y admiraciуn observe y note su continuo y uniforme curso; y como las revoluciones del Sol y Luna sean mбs claras y comunes б todos, dйllas, mбs que de los otros pla¬netas y orbes celestes, han echado mano todas las nacio¬nes para ordenar los tiempos. Asн lo hicieron estos indios del Perъ; los cuales, por el conocimiento que alcanzaron del curso destos dos bellos astros, aprendieron б contar su aсo y medir el tiempo aprovechбndose del movimiento у rapto con que el Sol da vuelta al Mundo en un dнa natural, para conocer y distinguir el dнa de la noche; y del propio de uno б otro Trуpico, para tener cuenta con los aсos; y deste mismo con el de la Luna, para contar los meses; que son las tres partes ciertas y determinadas en que dividieron el tiempo. Conocieron nuestro aсo solar por la observancia de los Solsticios, y empezбbanlo por el Solsticio estival deste hemisferio antartico, que es б los 23 dнas de Diciem¬bre, y se acababa en el mismo punto donde habнa comen¬zado, con que venнa б ser su aсo del mismo nъmero de dнas que nosotros le damos, excepto la cuenta de los bisiestos у dнas intercalares, que no alcanzaron.
Por lo cual, no se puede averiguar quй certidumbre y fijeza tenнan en su aсo, ni aun pienso yo que andaban en esto tan puntuales que dejasen de tener muchos yerros, no embargante que pusieron los mejores medios que supieron para concertarlo y tener cuenta y razуn con los tiempos; y asн, para que fuese cierta y cabal su cuenta, usaban desta traza: que por los cerros y collados que estбn al rededor del Cuzco tenнan puestos dos padrones у pilares al Oriente y otros dos al Poniente de aquella ciudad, por donde salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los trуpicos de Cancro y Capricornio; y al tiempo que salнa y se ponнa en derecho de los pilares de la banda del Sur, mirado desde la dicha ciudad, tenнa por principio el aсo. Porque, estando como estб aquella ciudad en altura de catorce б quince grados australes, entonces era cuando el Sol mбs se le apartaba por aquella banda, desde donde, volviendo б la Equinocial, pasaba por su Cйnit; y cuando mбs se le alejaba por esotro lado del Setentriуn, salнa y se ponнa por cima de aquellos pilares, que por aquella parte seсalaban su mayor aparta¬miento; y vuelto de allн al punto de donde partiу del trу¬pico de Capricornio y seсal de los primeros pilares, con¬cluнan el aсo; al cual llamaban Huata en la lengua quichua, y Marб en la aymarб.
Componнanlo de doce meses, y йstos estaban por lunas, y asн llaman con un mismo nombre al mes y б la Luna, que es en la lengua quichua у del Cuzco Quilla, y en la ayma¬rб Pacsi (1). Los dнas que sobraban cada aсo los consu¬mнan con las mismas lunas. Asн б la parte del Oriente como del Poniente, adonde tenнan puestos los padrones por don¬de salнa y se ponнa el Sol cuando llegaba б los Trуpicos, entre el uno y el otro mojуn у padrуn tenнan puestos otros, cada uno en el paraje que llegaba el Sol aquel mes; los cuales pilares todos juntos se decнan Sucanca y eran ado-ratorios principales б quien ofrecнan sacrificios al tiempo que б los demбs. Б los dos pilares que eran principio del Invierno, donde mediaba el aсo, llamaban PucuyStuanca,
(1) Phakhn.
tema su nombre prnpбsr aЈ ponera, QUE con» confita, i parte de Diciembre, rromfarjhyn Rdtpmkz CЈ SO» guiuio. que comenzaba a vaнer en jq de Ex»eroy se DEDA C^twutjz ei tercero. Hйtumfйarfz eЈ cuartos, Pmckmpmarfz D quinto, Anguйqmtzz d sr»ro, HйъmPor t*Xf& doce meses tenнan regulados los tiempos pon nembrar 7 barbechar 7 para Lo ciernas que badбn de labor entre aсo, y tambiйn para sus fiestas y sacrificios, Y no para otra CT/SSL Porque m contaban por aсos sos edades ai Ўa duraciуn de sos hechos, ni tenнan algъn tiempo de ponto seсalado para medir por d los sucesos, como contamos nosotros desde d Xadmiento de Nuestro Seсor Jesucristo^ ni jamбs bobo indio, ni apenas se halla hoy, que sepa LOS aсos que tiene, ni menos los que han pasado desde algъn memorable acaedmнento acб. Lo que suelen responder cuan-do se les pregunta de cosas pasadas, como sean ya de MБS de cuatro у sds aсos, es, que aquello acaeciу сaupapachm, que quiere decir antiguamente; y la misma respuesta dan б los sucesos de vdnte aсos atrбs que б los de dentу y de mil, salvo que cuando la cosa es muy antigua, lo dan б entender con derto tonillo y ponderaciуn de palabras.
No dividнan el aсo en otras partes que meses y dнas. Llamaban al dнa en la lengua del Cuzco Punchau, y en la del Collao, que es la aymarб, Uru; y б la noche, Tuto en aquйlla, y en йsta Aroma. No tuvieron uso de semanas, ni dieron nombres propios б los dнas de cada mes, como nos¬otros los damos б los de la semana, llamбndolos Domingo, Lunes, etc.; sуlo usaban del nombre comъn de dнa. Tam¬poco acertaron б dividir el dнa por horas; ni tuvieron gй¬сero alguno de reloj para conocer la cantidad de tiempo que gastaban en lo que hacнan; si bien no les faltу cierto modo, aunque poco puntual, de dividir el dнa en partes para efecto de saber el tiempo que consumнan en las ocupacio¬nes en que entendнan. Este modo de cuenta era de dos ma¬neras: la una, que seсalaban con el dedo la parte del cielo en que andaba el Sol cuando comenzaron su obra; como si al caminante le preguntaban б quй hora habнa salido de la posada, respondнa levantando йl dedo al cielo y apun¬tando el paraje donde estaba el Sol entonces, por donde sacaban poco mбs у menos el tiempo que habнa caminado; y lo mismo hacнan en las demбs faenas y ejercicios. La otra era muy casera, desta suerte: casi en todo este reino del Perъ cogen los indios ciertas raнces llamadas Papas, que les sirven de pan, las cuales se cuecen en una hora poco mбs у menos; este tiempo, pues, que se tardan en cocer las Papas, toman para medir la duraciуn de las cosas que se hacen en breve, respondiendo haber gastado en ha¬cer tal у tal cosa tanto tiempo cuanto basta б cocerse una olla de Papas; y esto es lo que alcanzу esta gente de los tiempos y la cuenta y orden que en ellos tenнan.
En lugar de escritura usaban de unos ramales у cordo¬nes de lana delgados, como en los que ensartamos rosa-rнos, б los cuales llaman Quippo, y por йstos memoriales y registros conservaban la memoria de sus hechos y daban cuenta del recibo y gasto los mayordomos y contadores del Inca. Servнales de libro у cuaderno un manojo destos quipos, en que diversos hilos de colores diferentes y en cada uno dados varios сudos y lazadas, eran сguras y cifras que significaban diversas cosas. Hoy dнa se hallan muchos ma¬nojos destos quipos muy antiguos de diferentes colores y con infinidad de сudos, que declarбndolos los indios que los entienden, refieren muchas cosas de antigьedad conte¬nidas en ellos. Habнa personas diputadas para este oficio y cuentas, б quienes llamaban Quipocatnayos, y eran como entre nosotros los historiadores, escrнbanos y nlaafcae^ б los cuales se les daba entero crйdito. Aprendan coa na¬cha diligencia esta manera de contar y poner las cosas ca historia; porque no todos los indios tenнan mtcЬgeoda de los quipos, sino solos aquellos que se aplicaban б ellos; y no sуlo los que no lo aprendнan no los enfriwHan» mas ai entre los mismos Quipocatnayos entendнan los naos los re-gistros y memoriales de los otros, sino cada uno los que йl hacнa y lo que los otros le declaraban. Habla diferentes fas-pos para, diferentes gйneros de cosas, como para tributas, tierras, ceremonias y toda suerte de negocios de paz y gue¬rra; y los Quipocamayos iban de generaciуn en generadas industriando б los que de nuevo entraban en el oficto^ y declarбndoles los sucesos pasados que en los quipos anti¬guos se contenнan y los que ellos aсadнan en los quipos nuevos; y desta suerte dan razуn de cuanto pasу en esta tierra todo el tiempo que gobernaron los Incas. Usan toda¬vнa estos quipos en los tambos en apuntar lo que venden б los pasajeros en las mitas, en la guarda dd ganado los pas¬tores, y en otros negodos; y puesto que ya muchos saben leer y escribir y han trocado los quipos por la escritura, por cuanto es cuenta sin comparaciуn mas cierta y Јk3, todavнa, para que se vea la gran sutileza deste modo de historia y cuenta para gente que carecнa de letras y lo an¬cho que por ella alcanzaba, quiero poner aquн un caso que pasу en nuestro tiempo, y es como se sigue:
Dos espaсoles salieron juntos de la villa de lea para ir б la dudad de Castro-Virdna, y llegando al Tambo de Cc-rdoba. que dista una jornada de lea, se quedу alh d uno y d otro prosiguiу su viaje; al cual en este tambo se le ciу un indio de guia para que frese con d hasta Castro-Vira-na. Matу en d camino este indio al espaсol y volviуse al tambo. A cabo ele algъn tiempo, habiendo echado menos al espadol por ser muy conocido, d gobernador de Castro-Vнreina. que en aquella sazуn era D. Pedro de Cуrdoba
Mejнa, natural de Jaйn, hizo extraordinarias diligencias para saber quй se habнa hecho; y por si le habнan muerto, echу para buscar el cuerpo gran nъmero de indios que le busca¬sen en la puna y despoblado; mas no pudo hallar rastro ni saber quй hubiese sido del, hasta que б cabo de mбs de seis aсos que fuй muerto, se hallу acaso en una cueva del dicho despoblado otro cuerpo de otro espaсol, el cual man¬dу el gobernador traer б la plaza, para que le conociesen, y traнdo, se parecнa al que el indio habнa muerto; y enten¬diendo era йl, prosiguiу el gobernador en hacer pesquisa para descubrir el matador; y no hallando rastro ni indicio contra nadie, le aconsejaron que hiciese diligencia para sa¬ber el indio que le habнan dado de guнa en el Tambo de Cуrdoba, lo cual sabrнan los indios no obstante que habнa mбs de seis aсos que habнa pasado, porque por la cuenta de sus quipos lo tendrнan puesto en memoria. Con esto el go¬bernador enviу por los caciques y Quipocatnayos, que, traн¬dos б su presencia y prosiguiendo en la averiguaciуn, halla¬ron los Quipocatnayos por sus quipos el indio que era el que se habнa dado de guнa al dicho espaсol cuando partiу de aquel tambo; el cual fuй luego traнdo preso de su pueblo, llamado Guaytarб, y habiйndole tomado su declaraciуn y negado йl el delito, fuй puesto б cuestiуn de tormento, y al punto confesу haberlo muerto, pero que no era su cuerpo el que se habнa traнdo, que йl irнa б enseсar el lugar en que lo habнa muerto y estaba su cuerpo. Fueron con йl algua¬ciles б la puna, y hallбronlo donde lo habнa escondido, que era una cueva apartada del camino; el cual, con el gran frнo y sequedad del pбramo, no se habнa corrompido, sino que se habнa secado, y asн estaba entero. El primer cuerpo que se trujo antes no se supo de quiйn era, ni quiйn le matу. Por este caso tan notable se puede echar de ver б dуnde alcanzaba la cuenta y memoria destos quipos.
En su modo de contar tienen las mismas especies y diferencias de nъmeros que nosotros, contando hasta diez
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unidades, y desde ahн para arriba reduplicando sobre el nъ-mero denarнo, una, dos, tres unidades, etc., hasta llegar б veinte, el cual nъmero explican con dos denarios, el de treinta con tres, y desta suerte van aсadiendo denarios ni mбs ni menos que nosotros hasta llegar б ciento; y multi¬plican centenares hasta diez, que es un millar, al cual nъ¬mero llaman Huaranca; y es cosa muy digna de advertir, que siendo todas las cosas de los indios tan diferentes de las nuestras, en las especies de los nъmeros y manera de contar conformen tanto asн estos peruanos como los meji¬canos, que no haya entre nosotros y ellos ninguna diferen¬cia. Lo cual no sй yo б quй atribuirlo sino б que las gentes que б poblar este Nuevo Mundo vinieron, debieron de guar¬dar el modo de contar que aprendieron en el Mundo Viejo, de donde salieron, y ser aquйl el mismo que nosotros y ellos hemos conservado.
LIBRO DECIMOTERCIO
CAPНTULO PRIMERO
De la Religiуn falsa que tenнan los indios del Perъ, y cuan dados eran б ella.
^
RAN los indios del Perъ tan grandes idуlatras que adoraban por dioses casi cuantas especies hay de criaturas. Porque, como no tuvieron lum¬bre sobrenatural, decendieron en los mismos errores y de¬satinos que las otras naciones de gentiles, por concurrir en йstos las mismas causas que en aquйllos para no atinar con el verdadero Dios; conviene б saber, el abismo grande de vicios y pecados en que estaban sumergidos, con que se habнan hecho inhбbiles й indignos de que se les comuni¬case la luz pura del conocimiento de su Criador; y la mali¬cia y astucia del comъn enemigo del linaje humano, que por su antigua soberbia й invidia de nuestro bien, procurу usurpar en estas ciegas gentes la adoraciуn que debнan б sуlo el que los criу, para tenerlos aprisionados en su duro cautiverio y servidumbre y privarlos de la bienaventuranza de que йl no fuй merecedor; y hallando para conseguir sus designios bastante aparejo y disposiciуn en la simpleza й ignorancia destos bбrbaros, tuvo por tantos siglos puesto su trono entre ellos, hasta que la virtud de la Cruz le va desposeyendo y echando asн desta, como de las otras re¬giones deste Nuevo Mundo.
Y como las naciones dйsta, por ser tan extendida, eran muchas, lo eran tambiйn las maneras de religiуn й idola¬trнas que seguнan, no sуlo antes que fuesen sujetadas y redu¬cidas б un imperio, sino tambiйn despuйs. Porque si bien los Reyes peruanos compelнan б todos los que sojuzgaban б recibir su religiуn, no era de suerte que les hiciesen dejar del todo la que tenнan antes, mбs de aquello que parecнa contradecir б la suya; y asн, no sуlo se quedaban con sus dioses antiguos, sino que los mismos Incas los admitнan y hacнan traer al Cuzco y colocarlos entre los suyos propios; б los cuales hacнan alguna veneraciуn, aunque mucho me¬nor que la que daban б sus dioses naturales; y echбbase bien de ver el poco caso que destos dioses extraсos hacнan y la poca estimaciуn en que los tenнan, por lo que aquн dirй: y es, que cuando se les rebelaba alguna provincia, mandaban sacar y poner en pъblico б los dioses naturales y protectores dйlla, y que los azotasen afrentosamente cada dнa hasta reducir б su servicio la dicha provincia; y en redu¬ciйndola, los hacнan restituir б sus lugares y festejarlos con sacrificios, diciendo que en virtud dellos y por no ser afren¬tados, se habнa reducido la tal provincia; y aun cuentan que los mбs de los rebelados se reducнan sуlo por oir que sus нdolos estaban en afrenta pъblica.
Por ser, pues, como queda dicho, tantas las diferencias de idolatrнas que tenнan las gentes deste imperio peruano, que si de todas se hubiera de tratar en particular, fuera oosa infinita, escribirй aquн no mбs que la que guardaba la na¬ciуn de los Incas, por haber venido б ser general en todo el reino, haciйndola recibir los Reyes del б todos sus vasa¬llos; los cuales Reyes se dieron tal maсa en introducirla, que no sуlo acabaron que la recibiesen todos los que po¬nнan debajo de su obediencia, sino tambiйn que la viniesen б estimar en tanto, que se preciasen y tuviesen por honra el profesarla, haciendo mбs caso della que de la suya pro¬pia. Esto consiguieron con encarecerles la seсalada merced que les hacнan en admitirlos б la veneraciуn de sus dioses; y para dбrselo б entender, puesto caso que su pretensiуn y deseo era que los vencidos abrazasen sus opiniones en ma¬teria de religiуn, no permitнan que desde luego gozasen todos deste favor, ni que sus сestas fuesen comunes, sino que en todo dejaban para sн reservadas algunas cosas que nadie mбs que los dichos Incas y los de su linaje las podнan usar, y en otras les prohibнan el hacerlas con la solemnidad y ceremonias que ellos acostumbraban; y con el tiempo y servicios que hacнan, los Reyes iban dispensando con algu¬nas provincias para que las pudiesen hacer; y desta suerte los vasallos tenнan esto por gran premio de sus servicios; y la dificultad con que se alcanzaba hacнa poner mayor cui-dado y diligencia en la observancia dйllo; y el no ser gene¬ral б todos ni poder estar presentes los que no tenнan pri¬vilegio, hacнa crecer la estima y devociуn que con estos ritos y supersticiones tenнan; y los subditos extranjeros estima¬ban estas dispensaciones y privilegios en mбs que ninguna otra cosa de cuantas el Inca podнa darles; porque tenнan por cierto que ellas eran parte para alcanzar lo que pe¬dнan en sus necesidades y tribulaciones: y de todo esto se tenнan por remediados cuando tenнan licencia para usar de los sacrificios y ceremonias de los Incas; porque de todo los certificaban y aseguraban los mismos Incas cuando les concedнan esta merced. Todo lo cual fundaban ellos por sus imaginaciones, sueсos, revelaciones y mandatos que fin¬gнan tener de sus dioses, б fin de hacer entender al pueblo rudo, que б ellos solos y б quien ellos quisiesen era permi¬tida la veneraciуn del Viracocha, que era su principal dios, y de los otros sus нdolos con los ritos que estaban esta¬tuidos para ello. Lo cual todo era artificio de los Incas para que fuese estimada su religiуn y mediante ella tener б sus subditos mбs sujetos y obedientes.
Verdad es que no siempre los Incas desde que comenzу su imperio estuvieron firmes й invariables en su Religiуn ni tuvieron unas mismas opiniones ni adoraron unos mis¬mos dioses, sino que en varios tiempos fueron aсadiendo y quitando muchas cosas y perpetuamente cargando б los pueblos de mбs culto y ceremonias; moviйndose para va¬riar en esta materia por echar de ver que por este camino se afirmaban mejor en el reino y lo tenнan mбs en obedien¬cia. Porque como todo el fundamento de su gobierno polн¬tico estribaba en medios ordenados б tener los suyos suje¬tos y que perdiesen el brнo de levantarse contra ellos, б este mismo fin iban tambiйn enderezadas las opiniones que fundaban entre ellos en lo tocante б su Religiуn, cuyo tнtulo llevaban por delante en sus conquistas, con pretexto que diesen la honra y obediencia debida al Viracocha como б Criador del Mundo, y al Sol, Trueno y demбs dioses suyos, que juzgaban ser causa de la conservaciуn de lo criado, mediante el poder que les estaba dado para esto, especial¬mente el parentesco que fingнan tener con el Sol y las ayu¬das particulares que recebнan de su mano en la guerra, y otras ficciones. Que como eran seсores tiranos, el tiempo y las ocasiones les enseсaron todos los medios necesarios para sustentar su tiranнa y seсorear con mбs seguridad Y asн, por esta diversidad de culto y ritos que en diferentes edades tuvieron, conviene advertir que no se escribe aquн mбs de lo que observaban al tiempo que los espaсoles en¬traron en esta tierra y ellos comenzaron б recebir la luz de la doctrina del Cielo; que son las opiniones en que se ha¬bнan venido ri resumir y habнa mбs general conformidad entre Hlo*,
Aunque esta forma de idolatrнa y falsa Religiуn de los hhtt* ctit la inris concertada y menos apartada de razуn que lim disparates y errores de las otras naciones destas Indias, con todo eso, estaba tan llena de ficciones, patra¬сas y desvarios, que pone admiraciуn cуmo hombres de entendimiento se hubiesen persuadido б tenerla por verda¬dera, por la infinidad de cosas que adoraban por dioses, hasta dar reverencia б las mбs viles y asquerosas que pro¬duce la Tierra, las boberнas que de sus dioses creнan y el caso que hadan de su culto y sacrificios, como constarб por este libro; si bien es verdad que esto no ha de ser mo¬tivo para que tengamos por bestias y faltos de discurso б los que tales cosas creнan y observaban; pues quien tuviere noticias de las vanidades y desatinos que tuvieron las mбs nobles y sabias naciones de Europa y de las otras dos par¬tes del Mundo Viejo, como fueron los egipcios, caldeos, griegos y romanos, de cuya sabidurнa tanta cuenta se ha hecho en todas edades, no tendrб por cosa nueva y extraсa leer las fбbulas y desvarios destos indios, antes echarб de ver que muchos de aquellos antiguos filуsofos tuvieron al¬gunas opiniones mбs fбciles y de menos fundamento que йstos. Ni menos es argumento de la inhabilidad de estos indios adorar нdolos y cosas perecederas, antes arguye en ellos ingenio, careciendo de lumbre verdadera de fe, buscar algo б que tener respeto y en que tener confianza.
Y no es poco que ellos mismos se diesen б buscar la causa de cada cosa, como los gentiles, y si erraron en su investigaciуn, en el mismo error y por el mismo camino dieron los antiguos con ser tan dados б las ciencias y espe¬culaciуn de las cosas; los cuales, sin atinar con quiйn fuese el verdadero Artнfice de lo criado, vinieron б adorar pie¬dras, palos, figuras de animales y otras cosas hechas de mano de hombre, como йstos. Antes alcanzaron estos in¬dios algunas cosas guiados por razуn natural, en que pasa¬ron adelante б muchos de los otros gentiles, como es en haber alcanzado б conocer que el verdadero Dios y pri¬mera causa era uno solo, al cual, aunque confusamente, adoraban como б Criador de todo.
Y no parando aquн, se dieron б buscar las razones que habнa para cada cosa y las causas de donde procedнan, con
iuc w mes un en cntsoуxnstato de ■nefas de fas negantes
iue нc godian ver por ios rirrtm; y pacato» cae» xue 2T3mn TiJUib*rMT*,|t1p gol qnCr creyendo ose en ■§ ^ok3 їi Crratinr universal de tocio y siempre dnigyaa adнas m^anvas* y ^aenneos. adoraban coa їgoal rereresacsa y cas uros .nismus jctds de cuito y suxxnsbбa б Das segundas cao-їamu u. Suь al Agua, a la Tierra y б otras nachas zis3& siue “wway por dramas* por cnrrndci tenнaa taitnd m xausr i monseсor lo necesario para Ea vida fc”»””” б o suri tuvieron sempre su principal intento y que por esto e^ -tema juoraenra oimo ai Cnaiior,. de donde resnfaron mhnKfis ‘.ъaiatnas y supersticiones; con todo eso, eь haber xuemrcr sqecuiar es argumento de ser gente de razуn y msius iioiiara. que las olнas de este Xuero Mondo. Adon¬is tallamos^ ^ue cnanto menos tiene una naciуn de ReS-nyjw, uutu :nas tiene cte rudeza y barborsfiad; y es mocho ott sainar ruй. Hinque tararon estos peruanos» al fin bus-zspm a. jrmea y segunda cuisa de las cosas; y si se en¬rularon su Jar caito x ias caus» «gjmsfey era por d Javier ;ue fresan es їstaba daiiu para. qrae fuesen parte en a cvaservmscir dei Universo. Lo que yo sбcate,, cooside-ramie jeentamente los ritos y opiniones desfias mitre, es que en las mas taсeron las mismas costumbres e invengo» mis que les remуnos, y no es de maravillar, paes los unos v les otros tuvieron un mismo maestro. Porque en la esti-ajueren y autoridad que pretendieron se tuviese la ciudad deн Culjco despuйs de sus victorias por todas tas gentes que ^нderearon. y en traer б ella los dioses principales de todas las provincias, los cuales pusieron al principio en el templo del Sol, como los romanos en aquel suntuoso edificio que llaman Panteуn, conformaron grandemente con ellos.
La gran facilidad destos indios fuй la principal causa de haberse introducido en ellos tan grandes desatinos y erro¬res; porque son tan fбciles, que despuйs de haber admitido un yerro, creнan luego cualquiera cosa que sobre йl quisie¬sen inventar los sacerdotes у los Incas, para que su opiniуn recibiese fuerza y corroboraciуn; y aprovechбndose desta facilidad los sacerdotes y ministros de las Guacas, por ser tan interesados en las ofrendas y sacrificios que ofrecнa el pueblo, inventaban y fingнan cada dнa mil novelas y miste-rнos de visiones y milagros que sucedнan en sus Guacas, y las hacнan creer al simple vulgo, para que, creciendo la re¬putaciуn de sus dioses, se acrecentasen las ofrendas; y es¬taban recibidas y asentadas algunas cosas tan aparentes y sin fundamento, que no es posible que algunos dejasen de mirar en ellas y conociesen su falsedad y engaсo, siendo tan claras y demostrativas, sino que, cuando una cosa estб introducida, aunque sea notoriamente mala, ninguno, aun¬que lo alcance, osa ser el primero que lo contradiga. Por¬que claro estб que muchos filуsofos alcanzaron ser burla la multitud de los dioses, y con todo eso no osaban hablar en ello, por no contradecir б la multitud de la gente. Lo cual especialmente hб mбs lugar entre estos indios, en quien la libertad era poca, los castigos grandes y mucha la gente que se mantenнa destos oficios.
Tenнa el Demonio б esta ciega gente tan edificada y
habituada en su errada seta, particularmente б los Incas
(que era la naciуn mбs dada б la religiуn que debe haber
habido en el mundo), que hacнan sus ritos y sacrificios con
,tanta determinaciуn y en tanta cantidad, que casi cuanto
cogнan y cuanto trabajaban y hasta sus propios hijos consu-
mнan en ello; y asн, de tan profunda devociуn como mos-
traban y cuidado que cada uno ponнa en venerar y sacri-
ficar lo que estaba б su cargo de una religiуn tan arraigada
y universalmente recibida y de una determinaciуn que pone
espantcde ofrecer y sacrificar б sus propios hijos y hacien-
das, matбndolos y quemбndolos, conforme б sus costum-
bres, no se puede presumir que sus actos fuesen solamente
exteriores, pues no permite la Naturaleza que uno mate б
su mismo hijo y aventure su hacienda con бnimo y voluntad
TOMO III 39
tan alegre, sн no tuviese fines y pretensiones de galardуn por lo que hace, у pensase y tuviese creнdo enviaba su hijo б mejor lugar que el que acб tenia; y para dar muestras exteriores de contento cuando lo hace, necesario es que in¬teriormente lo crea y que tenga por cierto que no se pierde el sacrificio. Y asн no hay duda sino que las obras dйstos pendнan de alguna esperanza, pues fuera bestialidad matar nadie sus hijos y consumir su hacienda si no creyese que le aprovechaba para algo.
Puesto caso que todas las naciones deste reino del Perъ tuvieron fines y cuenta con sus dioses y adoratorios, nin¬guna hubo que llegase con mucho б preciarse de tan reli¬giosa como los Incas; y asн eran ellos los mбs cargados de ceremonias, supersticiones, нdolos y sacrificios, y guardaban con tanta observancia lo estatuido en orden б esto, que eran leyes y opiniones inviolables entre ellos; y aunque el delito que contra ellas se cometнa, y aun el descuido en la veneraciуn de lo estatuido, fuera castigado бsperamente, fuй tanta su religiуn, que por falta della dicen haberse casti¬gado muy pocos, aunque con gran diligencia se tuvo con ello cuenta; que cierto no es de pasar por esto fбcilmente, pues al que le cabнa sacrificar el hijo, aunque no tuviese otro, era delito notable el mostrar alguna tristeza, sino que lo hacнan con muestras de alegrнa y contentamiento, como si los llevaran б dar un estado de grande importancia.
Lo que en esta materia de Religiуn mбs admira, es la cuenta tan extraordinaria que tenнan estos indios en con¬servar la memoria de las cosas tocantes б ella. Porque dado que no las tenнan por escrito para sabellas y guardallas, suplнan esta falta con aprenderlas y guardarlas por tradiciуn tan exactamente, que parece las tenнan esculpidas en los huesos. Porque para sуlo este efecto tenнan los Incas pues¬tos en la ciudad del Cuzco mбs de mil hombres que no entendнan en otra cosa mбs que en la conservaciуn desta memoria; y con йstos se criaban otros desde mancebos, que eran instruidos dйllos, para que no se pudiese perder, que bien creo yo que semejante cuidado no se hallу en los gen¬tiles antiguos ni en otra ninguna gente para conservar su Religiуn y memoria de sus opiniones y adoratorios. Estos que entendнan en este ministerio eran comъnmente viejos y sacerdotes у ministros de sus templos, y hacнanlo con tanto cuidado, que cuando eran preguntados, cada uno por sн daba razуn y declaraba la virtud que decнa tener la Guaca que estaba б su cargo, las solemnidades y palabras con que se le habнa de hacer el sacrificio, y la ofrenda que se le habнa de dar, prometiendo gran esperanza del buen su¬ceso con la relaciуn que hacнa de otros semejantes que para acreditar su adoratorio fingнa. Y si bien es verdad que todas las razones que apartan del camino verdadero de Dios son dйbiles y de ningъn fundamento, todavнa en muchas cosas las traнan estos indios mбs coloreadas para sus yerros que los gentiles filуsofos y poetas. Verdad es que no se les podнa pedir entera razуn de todo, porque no la alcanzaban, ni sa¬bнan los fundamentos en que estribaban para sus opiniones, pues de lo mбs tenнan por principal causa la costumbre de sus antepasados, la cual tuvieron por ley inviolable en mu¬chas cosas en tanto grado, que de algunas no sabнan dar otra razуn, y si daban alguna, puesto caso que en la forma, solemnidad y supersticiones estaban conformes, en ella di¬ferenciaban mucho; porque, como no tenнan escrituras, per¬dнase la razуn y motivo de los pasados, y despuйs tenнan las cosas en la opiniуn que las hallaron, y cada uno inventaba ‘lo que le parecнa; en lo cual tos que reparaban eran los me¬nos y gente estimada y noble, que la comъn no se ponнa б particularizar razones, sino que seguнa en general б йstos y hacнa lo que le mandaban y vнa que se usaba. Y asн aun los mismos que no trataban de otra cosa que de lo tocante б su Religiуn, no tenнan memoria del principio de las mбs de sus opiniones y devaneos. Y sin duda debiу de ser muy de atrбs, porque tantas cosas no se podнan inventar en poco
por (
los
y adot aь * “f, dea inane de JOS
daban por
otros mngraos; y coa todo eso no se podнa 1 con los menos.
Con dos nombres Jomaban estos Indios б sos dioses, que vxi Vtlca d uno y el otro Guaca, y cualquiera deflos significa en comъn, no sуlo cualquiera dios й нdolo, sino tambiйn todo lugar de adoraciуn, como templos, sepulturas y cualquiera otro de los que veneraban y en que ofrecнan sacrificios. Por k> cual usarй dellos en este tratado, particu¬larmente del de Guaca, que era el mбs universal y usado de los indios, en la misma significaciуn y con toda la am¬pliaciуn que lo usaban ellos.
CAPНTULO II
De las opiniones y fбbulas que acerca de su origen, principios del Mundo y Diluvio universal esta-ban recebidas desta gente, con las Guacas que desto resultaron.
C
OMO el total fundamento de toda Religiуn y culto di¬vino sea el conocimiento de la primera causa, ora sea la verdadera, ora falsa y fingida, de quien los hombres creen
DEL NUEVO MUNDO
haber procedido y depender della en la conservaciуn de su ser, y tambiйn la noticia del сn y estado que despuйs desta vida espera tener; por esa razуn me pareciу dar principio б este tratado del conocimiento y creencia de esas dos cosas, en que iban fundados estos indios, escribiendo en este ca¬pнtulo las opiniones que tenнan acerca de lo primero, y en el siguiente, lo que de lo segundo sentнan. Conformaban todas las naciones deste reino del Perъ en confesar que tu¬vieron principio los hombres, y que hubo un Diluvio gene¬ral en que todos perecieron, excepto algunos pocos, que, por especial providencia del Criador, se salvaron, para res¬taurar el Mundo. En lo cual hablan muy confusamente, no distinguiendo la creaciуn del Mundo de su reparaciуn des¬puйs de pasado el Diluvio. Porque si bien algunos cuentan la Creaciуn primero que el Diluvio, los mбs la confunden con йl y con la reparaciуn que se le siguiу, y empiezan el origen y principio de los hombres por los que se salvaron de las aguas del Diluvio; y sobre quiйnes hayan sido aquйllos y en quй parte se escaparon de la general inundaciуn, disparan con mil patraсas y desvarios, atribuyйndose cada naciуn б sн la honra de haber sido ellos los primeros de quienes pro¬cedieron los otros.
Tres у cuatro fбbulas reсeren los de varias provincias, que, por ser las mбs principales y las mбs umversalmente recebidas sobre este punto, las pondrй aquн. Unos, sin ha¬cer menciуn del Diluvio, dicen que hubo un Hacedor del Universo que criу el Cielo y la Tierra con las diversas na¬ciones de hombres que la habitan; que pasу esto en Tia-guanaco, y que, habiendo puesto en orden y concierto to¬das las cosas por йl criadas, dando б cada una el lugar que le tocaba, se subiу desde allн al Cielo. Otros niegan haber sucedido esto en Tiaguanaco, y cuentan que, puesto el Criador en un lugar alto, produjo allн los hombres y demбs criaturas corporales; mas, sobre quй lugar haya sido йste hay tantas opiniones cuantas son las provincias y naciones deste reino, queriendo cada naciуn que haya sido en su tierra. Los moradores del Collao estбn divididos en dos pareceres: los unos afirman haber sido hecha la Creaciуn en Tiaguanaco, y los otros en la isla de Titicaca, que estб en la gran laguna de Chucuito, y ambos puestos caen en la diуcesis de Chuquiabo.
Los habitadores de los llanos y tierras marнtimas tienen que en Pachacama, pueblo de Los Llanos cuatro leguas distante desta ciudad de Lima; y la gente comъn tiene esto por mбs verosнmil, fundada en la etimologнa deste nombre Pachacбmac, que hasta hoy dura, en el cual pueblo hubo un soberbio templo dedicado al Criador del Mundo, que eso quiere decir Pachacбmac. Otros creen ser este lugar un cerro alto que estб cerca del Cuzco, llamado Huana-cauri. Los de las provincias de Quito refieren que vino el Hacedor por la Mar del Norte y que atravesу toda esta tierra criando hombres, repartiendo provincias y distribu¬yendo lenguajes; y otras muchas naciones dicen otras mu¬chas cosas б este tono, que serнa largo el contarlas. Cuen¬tan, pues, que de un lugar de los sobredichos, у de los que otras gentes seсalan, comenzу el Criador б sacar б luz, y producir todas las cosas, unos creen que de nada, otros que de barro y otros que formу los hombres de piedra y los animales y aves de las hojas de los бrboles, y que dio industria б los hombres para cultivar la tierra; y fingen deste Criador mil disparates, como que no tenнa coyuntura en todo su cuerpo, que era ligerнsimo, que rompнa las tie¬rras con la punta de una vara y luego quedaban cultivadas y dispuestas para sembrarse, y que, con sola su palabra, hacнa nacer el maнz y las demбs legumbres; y otra infini¬dad de consejas y ficciones deste gйnero.
Las otras fбbulas que acerca deste particular tienen, comienzan el origen de los hombres por el Diluvio, del cual tuvieron todos estos indios muy gran noticia, salvo que no dan razуn de mбs de que fuй aquйlla la voluntad del
Viracocha; y aun estaban persuadidos, que como aquella vez se perdiу el Mundo por agua, se habнa de volver б perder otra vez por una destas tres causas: у por hambre, pestilencia, у fuego. En lo que muchos discrepan es en cuбl sea la tierra que primero fuй descubierta de las aguas y poblada de hombres, y quiйnes fuesen aquellos restaura¬dores del linaje humano. Pero como van en esto tan б cie¬gas y alucinados, sin mбs fundamento que el que dan en las otras cosas de su Religiуn, cada uno finge б su albedrнo lo que se le antoja; porque unos tienen que, cuando co¬menzaron б decrecer las aguas, la primera tierra que se descubriу fuй la isla de Titicaca, en la cual afirman haberse escondido el Sol mientras durу el Diluvio, y que, en pa¬sando, se vio allн primero que en otra parte; otras nacio¬nes seсalan otros lugares, novelando cada cual en infinitos desatinos. Casi todos concuerdan en que con el Diluvio perecieron las gentes con todas las cosas criadas, porque las aguas cubrieron los mбs altos montes del Mundo; de suerte que no quedу cosa viva, excepto un hombre y una mujer que se metieron en una caja de atambor, la cual anduvo sin hundirse sobre el agua; y que, al tiempo que menguaba, bajу y tomу tierra en Tiaguanaco.
Otros dicen que despuйs que cesу el Diluvio, en que perecieron todos, el Criador formу de barro en Tiaguanaco las naciones todas que hay en esta tierra, pintando б cada una el traje y vestido que habнa de tener; y que asimismo dio б cada naciуn la lengua que habнa de hablar, los can¬tares que habнa de cantar, y las comidas, semillas y legum¬bres con que habнa de sustentarse; y que, hecho esto, les mandу se sumiesen debajo de tierra, cada naciуn por sн, para que de allн fuesen б salir б las partes y lugares que йl les mandase; y que unos salieron de suelos, otros de cerros, otros de fuentes, de lagunas, de troncos de бrboles, y otros de otros diferentes lugares. Б los cuales comenzaron б ve¬nerar, cada provincia el suyo, como Guacas principales, por haber salido y empezado de allб sn estirpe y imaje, y б tener por dioses aquellos sus pi їmeros progenitores, po¬niendo sus imagines y estatuas en ios dichos lugares; y asi cada naciуn se vestнa con el traje que б su Guaca pintaba. Cuentan mбs» que aquellos primeros hombres en aquellos rrmmoft lugares, despuйs de haber dejado sucesiуn se con¬virtieron, unos en piedras, otros en halcones, cуndores y otras aves y animales; y asн son de diferentes figuras las Guacas й нdolos que adoraban.
Tenнan creнdo otras naciones que con las aguas del Di-luvio perecieron todos los hombres, sacando algunos que se pudieron escapar en cuevas, бrboles y cerros, y que йstos fueron muy pocos, de los cuales se volviу б poblar el Mun¬do; y que por haberse librado en aquellos lugares, los cons¬tituyeron por adoratorнos y pusieron en ellos нdolos de pie¬dra, de plata y de otros metales en memoria y nombre de ios que allн se escaparon, dando б cada нdolo el nombre que entendнan habнa tenido aquel de quien se jactaban pro¬ceder, б los cuales нdolos adoraban como б padres y protec¬tores de las provincias y ofrecнan sacrificios de las cosas que cada naciуn usaba.
Los naturales de la provincia de Caсaribamba, diуcesis de Quito, cuentan que se salvaron del Diluvio dos mance¬bos hermanos en un monte alto que hay en su tierra lla¬mado Huacaynan, y que despuйs de pasado el Diluvio y acabбdoseles la vitualla que allн habнan recogido, salнan por el contorno б buscar de comer, dejando sola su morada, que era una pequeсa choza que habнan hecho en que alber¬garse, y que, sustentбndose de raнces y yerbas, pasaron por algъn tiempo grandes necesidades y hambre; mas que, vol¬viendo un dнa б su choza de buscar de comer quebrantados de cansancio, la hallaron muy abastecida de diversos man¬jares y abundancia de chicha, sin saber de dуnde ni quiйn les hubiese hecho tan notable beneficio y regalo. Quedando muy admirados desto, buscaron con diligencia si parecнa por allн alguien, con deseo de saber de cuya mano eran
socorridos en tiempo de tanta apretura, y no hallando ras-
tro de gente, se asentaron б comer y mataron la hambre
por entonces; y que desta manera pasaron diez у doce dнas,
hallando siempre proveнdo de comidas el rancho como el
primer dнa. Б cabo deste tiempo, curiosos de ver y conocer
б quien les hacнa tanto bien, acordaron que el uno se que-
dase escondido en casa, y para esto, hicieron un hoyo en
la parte mбs oscura dйlla, en que se metiу el uno, y el otro
se filй б su ejercicio del campo. En este tiempo vio el que
estaba en centinela entrar por la puerta dos guacamayas
(son aves de gйnero de Papagayos), y que luego que estu-
vieron dentro se transformaron en dos hermosas mujeres
Pallas, que es tanto como nobles de sangre Real, ricamente
vestidas del traje que usan hoy las mujeres caсares, con el
cabello largo y tendido y ceсida por la frente una hermosa
cinta; y que, quitбndose las llicllas, que son sus mantos,
empezaron б aderezar de comer de lo que traнan. El man-
cebo saliу en esto de su escondrijo, y saludбndolas cortes-
mente, comenzу б trabar conversaciуn con ellas; las cuales,
entonces, alborotadas y turbadas de que las hubiesen visto,
sin responderle palabra se salieron б prisa de la casa, y
vueltas en su primera forma de guacamayas, se fueron vo-
lando sin hacer ni dejar este dнa quй comiesen. El mozo,
cuando se hallу solo, viendo que no le habнa salido el lance
como deseaba, se comenzу б afligir y lamentar, maldiciendo
su fortuna. Estando en esta congoja, llegу del campo el
otro hermano, y sabido el suceso, le riсу con enojo y cу-
lera, motejбndolo de cobarde y hombre -sin brнo ni valor,
pues habнa perdido tan grande ocasiуn; en сn, se determi-
naron de quedarse ambos escondidos en casa, para ver si
volvнan las guacamayas. Ellas, б cabo de tres dнas, volvieron
como solнan, y entrando por la puerta, tomaron forma hu-
mana, apareciendo dos bellas doncellas, y empezaron б po-
ner en orden la comida. Los mozos, que estaban en ace-
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chanza, habiйndolas dejado asegurar un rato, salieron de improviso, y cerrбndoles la puerta sin preceder cortesнa al¬guna, se abrazaron con ellas, б las cuales no dio lugar la turbaciуn б tomar su figura de aves. Comenzaron con enojo y despecho б dar gritos y hacer fuerzas para soltarse, pero los mancebos, al fin, con halagos y palabras amorosas las aplacaron y quietaron; y cuando las vieron sosegadas, les rogaron ahincadamente les contasen su progenie y linaje y la causa de venirles б hacer aquel beneficio. Ellas, ya pacн¬ficas y tratables, les respondieron que el Ticciviracocha les habнa mandado hacer aquel misterio, socorriйndoles en aquel conflicto, porque no pereciesen de hambre. En conclusiуn, ellas se quedaron por esposas de los dos mancebos, y de la sucesiуn que dejaron afirman haberse poblado aquella pro¬vincia de los Caсares; y asн tenнa esta naciуn por Guaca y adoratorio cйlebre al dicho cerro de Huaycaсan y por dio¬sas principales б las Guacamayas, con cuyas plumas se sue¬len engalanar en sus fiestas y regocijos, y adoraban нdolos en figura destas aves. Y yo vi no hб muchos aсos en esta ciudad de Lima, traнda de la dicha provincia de Caftari-bamba, una columna pequeсa de cobre con dos Guacamayas en su cumbre, obradas del mismo metal, б las cuales en su gentilidad adoraban por diosas los Caсares, efi memoria de la fбbula referida.
Los indios de la provincia de Ancasmarca, distrito del Cuzco, tenнan la fбbula siguiente: Refieren que cuando quiso venir el Diluvio, un mes antes las llamas у carneros de la tierra mostraron tan gran tristeza, que de dнa no comнan y las noches se les pasaban mirando б las estrellas, hasta tanto que, reparando en ello un pastor, les preguntу la causa de su tristeza; al cual respondieron, que mirase cierta junta de estrellas que le mostraron, las cuales estaban en ayun¬tamiento y consulta sobre que se habнa de acabar el Mundo con agua; lo cual oнdo por el pastor, lo tratу con sus hijos y hijas, que eran seis, y acordу con ellos que recogiesen
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Otros cuentan, que antes que comenzase d Diluvkx como tuviese d Criador intento de tornar a reparar el Mun¬do, proveyу que en cada provincia se avisasen tres o cuatro personas de lo que habнa de suceder, y que estos fuesen de los mбs buenos y mбs principales, para que tomasen luga¬res б propуsito en que salvarse y no pereciesen. Y asi tie¬nen por opiniуn que se hizo, y que de aqudlos procede la gente que hay agora.
La historia que los Incas tenнan de su origen y prosapia y cуmo escaparon del Diluvio, contй ya en el libro antece¬dente, capнtulo III, los cuales veneraban como adoratorio in¬signe la cueva de Pacaritampu, por haberse escapado alli de la destrucciуn del Mundo sus progenitores; de los cuales tenнan creнdo que se habнa poblado la Tierra y que todas las gentes descendнan dellos. Aunque tambiйn desconfor¬man, porque unos dicen que los Incas que salieron de aque¬lla cueva los criу Dios allн; otros que nу, sino que, cuando vino el Diluvio, se metieron en ella y taparon bien la puer¬ta, con que escaparon de las aguas. Estos y otros desatino» semejantes contaban, asн los Incas como las otras naciones deste reino, que por evitar prolijidad no los pongo uquн, pues para el intento bastan los referidos. Lo cual todo cntmу en estas ciegas gentes el no haber conocido al verdadero Dios y haberse dado sin rienda б toda suerte de vicio*; ri que ayudу su parte el haber carecido de letras, que *i lai hubieran tenido, pudiera ser no tuvieran tan circуn y tan torpes errores.
Lo que destas sus ficciones y novelas yo saco б propo¬sito deste discurso, es que dellas tuvieron origen muchнsi¬mos adoratorios y Guacas, cada provincia el suyo, que fuй el lugar donde entendнan haberse salvado aquellos que te¬nнan por principio y cepa de cada naciуn; y eran estos lu¬gares en cada provincia muy conocidos y venerados con toda suerte de sacrificios. El fin que en la adoraciуn deilos tenнan, era por la conservaciуn y propagaciуn de la gente de la dicha provincia. Asн mismo desta opiniуn tuvieron principio los dioses principales y patrones de las provin¬cias, que eran aquellos que contaban haber escapado del Diluvio en los lugares sobredichos; y aunque es verdad que en ninguna parte tuvieron los cuerpos dellos, mas como fueron imaginaciones, hallу tambiйn el Demonio camino para hacerles entender que, cumplido el tiempo de su vida, que dicen haber sido muy larga, se habнan convertido en piedras, y б йstas en lugar de sus cuerpos tenнan en vene¬raciуn y les ofrecнan sacrificios.
El fundamento de tantos disparates como vinieron б creer todas estas naciones del Perъ acerca de su origen fuй causado por la ambiciуn de los Incas, que fueron los pri¬meros que hicieron veneraciуn б la cueva de Pacaritampu como б principio de su generaciуn; y como afirmasen que della habнan procedido todas las gentes, y que por esta causa les debнan sujecciуn y vasallaje y se lo debнan dar, y llevasen por delante este tнtulo en sus conquistas, vino б resultar de aquн esta muchedumbre de adoratorios y dioses, en cada provincia el suyo, de la misma dedicaciуn que los Incas habнan dado al de Pacaritampu; y no negando el Di¬luvio, se procuraban excusar de sujetarse б los Incas, de¬fendiйndose con decir que no los debнan reconocer por esa razуn, de haber procedido dellos. Porque despuйs del Dilu¬vio habнa habido gente nueva en cada provincia, de donde se tornу б poblar la Tierra, en la cual opiniуn les pusieron sus viejos y hechiceros; y para darle fuerza y establecimien¬to, les seсalaron los lugares donde y como se habнan sal¬vado sus progenitores. Y como los Incas respetaban la cue¬va de Pacaritampu, tambiйn los otros hicieron veneraciуn al lugar que seсalaron para el efecto dicho, aunque nу con tanta orden ni con sacrificios tan principales; y asн, en cual-quiera provincia se halla este adoratorнo, cada uno con su imaginaciуn, contando el caso cada naciуn diferentemente.
CAPНTULO III
De las opiniones que tuvieron estos indios en lo que toca б las бnimas y otra vida despuйs desta.
A
CERCA deste punto tuvieron muchas opiniones dife¬rentes unas de otras; en lo que concordaban todos (б lo que se puede alcanzar) sin discrepar ninguno, es en dos cosas sustanciales: la primera, en conocer la inmortali¬dad del alma y que en el hombre hay mбs de lo que se ve con los ojos; y la otra, en que el bueno tiene glorнa y el malo pena despuйs desta vida. Mostraban lo primero en el cuidado grande que tenнan de prevenir y adornar sus se¬pulturas; en meter en ellas con el difunto todos sus haberes, mujeres y servicio y cantidad de comida y bebida; y lo se¬gundo, en la enseсanza, exhortaciones y reprehensiones que los sacerdotes y maestros suyos daban al comъn del pue¬blo, para apartarlos de lo malo й inclinarlos б lo bueno, unas veces amenazбndolos con el castigo y otras convidбn¬dolos con el premio de la otra vida; dado caso que en la forma que esta gloria y pena se da y recibe difieren y desa-tinan, en lo cual era imposible acertasen sin lumbre de fe.
Algunos creнan que, salida el alma del cuerpo, si habнa vivido bien, se hacнa estrella, y que de allн procedнan todas las del cielo, y que allн gozaban de glorнa. Y si la vida ha¬bнa sido mala, iba б cierto lugar donde tenнa pena perpe¬tua; la cual dуnde y cуmo se la daban tambiйn discrepaban, y cada uno fingнa lo que querнa; porque no tenнan en esto cosa fija ni asentada ni obligatoria, sino que, como gente sin lumbre, andaban vacilando й inventando cada dнa cosas nuevas, conforme б la flaqueza humana. Otros tenнan que las бnimas que salнan de los cuerpos de unas partes, venнan б nacer en otras, y que cuando del todo saliesen de esta vida (que fin afirmaban que ha de tener el Mundo) recibi¬rнan glorнa у pena, segъn sus mйritos. Otras naciones pen¬saban que las бnimas de los difuntos se quedaban en este mundo, y que unas veces tenнan gozo, y otras eran afligi¬das, y andaban vagas y solitarias, padeciendo hambre, sed, frнo, calor y cansancio; y que ellas у sus fantasmas solнan visitar б sus parientes y б otras personas, en seсal que ha¬bнan de morir у les habнa de venir algъn mal; y por esta razуn de creer que las бnimas tenнan hambre, sed y otros trabajos, ofrecнan en las sepulturas comidas, bebidas, ropa y otras cosas, para que aprovechasen б los difuntos; y por esto tenнan tan especial cuidado de hacer sus aniversarios.
Los Incas afirmaban que las бnimas de los que han sido buenos van al cielo y tienen perpetua glorнa, y йsta dicen que es estar con el Sol en partes de gran deleite que tie¬ne aparejadas el Viracocha para este fin. Unos creнan que en la glorнa no comen, ni beben, ni duermen, ni tienen mu¬jeres ni necesidad de lo uno ni de lo otro; pero los mбs te¬nнan lo contrarнo, creyendo que los que iban al cielo comen y beben esplйndidamente muy buenas y regaladas comidas que el Criador les tiene aparejadas y las que acб les ofre¬cen y queman en sus honras sus deudos y amigos; y asн te¬nнan tanto cuidado de ofrecer de comer y beber б sus muer¬tos, mayormente б los cuerpos embalsamados de los Seсo¬res, hablando con ellos como si estuvieran vivos y diciйn-doles: «cuando eras vivo solнas comer y beber destos man¬jares y bebidas; recнbalo ahora tu бnima y cуmalo doquiera que estuviere.» Y tenнan por cierto que asн pasaba, que donde quiera que las бnimas estaban recibнan y comнan los manjares que les ofrecнan, como hacнan antes que murie¬sen; y para que mбs se confirmasen en este error, б veces, y cuando por voluntad de Dios le era permitido, tomaba el Demonio la figura de algъn hombre principal de los ya muertos, y aparecнa con su propio traje y forma, como cuando era vivo, con su atavнo y acompaсamiento, б sus deudos y conocidos, y les hacнa entender que estaba en otro reino alegre y deleitoso de la manera que allн lo vнan. Por cuyo dicho й ilusiones, teniendo los deudos por ciertas aquellas apariencias falsas, ponнan mбs cuidado en el servi¬cio y regalo de sus difuntos; y esperando los vivos ir en compaснa dellos б gozar de aquella gloria despuйs desta vida, templaban la tristeza que les causaba el morir, y es-tando para ello, encomendaban б sus parientes sus casas y familias, pidiйndoles que hiciesen y cumpliesen lo que les dejaban encargado, que ellos los volverнan б ver desdel Cielo.
Asн mismo estaban persuadidos б que hay Infierno para los malos, y que allн los atormentan los demonios, б quienes pintaban muy feos y espantables. El lugar del Infierno de¬cнan estar debajo de tierra, y que es muy estrecho y apre¬tado; y que los que allб van padecen mucha hambre y sed; y que les hacen comer carbones, culebras, sapos y otras sabandijas asquerosas, y beber agua turbia y hedionda; y que de sуlo esto se mantienen las бnimas de los condena¬dos, cuya pena dicen ser perpetua.
Acerca de los mйritos que han de tener para alcanzar la glorнa, y las culpas por donde son condenados, tambiйn disparan; porque, dado que convenнan en que los malos se condenaban y los buenos se salvaban, no acertaban б se¬сalar y distinguir los buenos de los malos. Porque les per¬suadiу el Demonio que los nobles y gente de calidad, aun¬que fuesen de costumbres depravadas, eran siempre buenos y no era posible poderse condenar, porque el Inсerno sуlo era para los hombres bajos y sin calidad, como ladrones y gente pobre, para los hechiceros que mataban con yerbas y para otros deste gйnero, y seсaladamente para los que iban contra los mandatos del Rey у decнan mal del Sol y de las Guacas; en los cuales pecados no incurrнan los del linaje de los Incas, que eran los nobles; no haciendo caso de las otras especies de pecados.
No se hallу entre todos estos indios naciуn que tratase de la resurrecciуn de la carne, ni por alguna vнa creyese que los cuerpos han de venir б ser algo jamбs. Y no es de maravillar, siendo artнculo que no se puede comprehender por razуn natural; y como no entendнan que hubiese mбs que Cielo й Inсerno, no hacнan sacrificios y sufragios por las бnimas de los difuntos, dando por razуn, que si estaban en el Cielo, no lo habнan menester, y si en el Infierno, no les aprovechaba.
CAPНTULO IV
Del dios Viracocha, que era tenido de los indios por supremo Seсor y Hacedor de todo.
E
N medio de las tinieblas espesas de su ignorancia, no dejу la luz de la razуn de obrar algo en estos indios; porque, alumbrados dйlla, vinieron б alcanzar y creer que habнa un Dios Criador universal de todas las cosas y So¬berano Seсor, y Gobernador dellas; aunque fuй tan corta y obscura esta noticia, que ni aun vocablo propio con que nombrarlo tuvieron; porque todos los que le daban eran metafуricos, como luego dirй; por lo cual, en los Catecismos que estбn hechos para instruirlos en la doctrina cristiana, se pone nuestro nombre Dios y del usamos siempre que hablamos con ellos, б causa de no haber en su lengua pa-labra que con propiedad le corresponda: y los mismos in¬dios cristianos lo tienen y usan ya por tan propio como nosotros, dado que en la pronunciaciуn difieran algo Ion que no son ladinos y espaсolados; porque como no tuvie¬ron en su lengua D, sino que en lugar della usaban desta letra, T, asн, en lugar de decir Dios, suelen pronunciar Tнoh.
нtem, mezclaban y envolvнan en esta flaca noticia que de Dios tenнan una infinidad de vanidades y errores, ima¬ginando y atribuyйndole cosas muy ajenas й indignas de su nobilнsima naturaleza. Admitнan asн mismo con la ado¬raciуn del Supremo Seсor la de otras innumerables cosan, que veneraban con igual respeto y reverencia, si bien con¬fesaban ser los otros dioses criados y ministros del Ha¬cedor й intercesores para con йl. Y asн, cuando hablaban con el Criador, diferнan en las palabras, atribuyйndole el poder y mando de todo; teniendo б los otros dioses Kola-mente por Seсores particulares cada uno en su jurisdicciуn, conforme б la advocaciуn y patrocinio que tenнan. Daban б la primera causa tнtulos y nombres de gran excelencia: los mбs honrosos y usados eran dos, ambos translaticio* y de grande йnfasis: Viracocha el uno, y el otro Pachaya-chбchic; al primero solнan anteponer у posponer alguna» palabras, diciendo unas veces Ticciviracocha, y otras Vi-racochayachбchic. El de Ticciviracocha era tenido por mis¬terioso, el cual, interpretado, significa «fundamento divi¬no»; el nombre de Pachayachбchic quiere decir «Crнad^/r del Mundo»; y la misma significaciуn tiene el de Viraio chayachбchic.
Desde que se acuerdan estos indios viene la menv/ru
del Viracocha de mano en mano, y tuvieron wempr veneraciуn б este nombre, en tanto grado, que MJ \/4Ar+
de Incaypanqui se llamу Viracocha-Inca, y ningъn k>//
antes ni despuйs usу ponerse tal nombre; y н tн i*K’ї dicen) no se lo tuvieron б bien que se lo hubiese puesto, aunque dio por razуn que el mismo Viracocha se lo habнa mandado. Pero dado caso que este dios Viracocha fuй te¬nido en mucha veneraciуn antes del tiempo del dicho Inca, y le solнan hacer sacrificios, con todo eso, no le tenнan en mбs que al Sol hasta su tiempo. Y la causa de haber orde¬nado el dicho Rey que el dios Viracocha fuese preferido б todos los demбs y adorado como Dios universal y Supremo Seftor, fuй la victoria que alcanzу este Inca de los Chancas, como queda dicho en el libro precedente, capнtulo V. Lo mismo decretу despuйs su hijo Pachacьtic, asн por ser man¬dato de su padre, como por otras razones que para ello tuvo, de que hicimos menciуn en el libro citado, capнtulo VI. Pues como desde el tiempo de los dichos dos Reyes, y por decreto de ambos, fuese tenido el Viracocha por dios uni¬versal, en todas las fiestas solemnes, en que sacaban en pъblico las estatuas de los dioses, las del Sol, Luna y estre¬llas, hacнan acatamiento y reverencia б la del Viracocha; y desde entonces la imagen del Viracocha que estaba colo¬cada en el templo del Sol fuй puesta en mбs alto y preemi¬nente lugar, y se le ofrecнan particulares sacrificios. Y es de notar, que aunque Pachacьtic, noveno Rey de los Incas, seсalу chбcaras y ganados al Sol, al Trueno, y б las demбs Guacas, no aplicу ninguna hacienda al Viracocha; y dan la razуn desto, que lo dejу de hacer porque, siendo el dios Vi-racocha Criador y Seсor universal de todo, no lo habнa me¬nester; pues б los demбs dioses, si se les repartieron bienes, fuй para que dellos hiciesen sacrificios б йste como inter¬cesores y medianeros entre йl y los hombres.
Habнa en la ciudad del Cuzco un templo llamado Quis-huarcancha, dedicado al dios Viracocha, el cual le edificу Pachacьtic, y por su mandado se puso en йl una imagen de bulto deste dios, la cual era de figura humana, del ta¬maсo de un muchacho de diez aсos, toda maciza de muy fino oro. Fuera dйsta habнa otra estatua del Viracocha en el templo de Coricancha, que era dedicado al Sol, entre las otras de los demбs dioses; y йsta era hecha de mantas de lana, y sacбbanla en pъblico las fiestas principales, cuando sacaban los demбs нdolos. Era muy entraсable la devociуn que tenнan los indios con el dios Viracocha; y la razуn de habйrseles arraigado tanto, fuй por haberles dicho el Inca antes de la batalla de los Chancas, que le habнa prome¬tido la victoria, la cual serнa en seсal de su poder; y como sucediу asн, estando el dicho Inca casi solo cuando lo certi¬ficу, pareciуles cosa de gran misterio; lo cual, junto con los muchos sacrificios y veneraciуn que los Incas le empezaron б hacer, fuй causa de que quedara entre ellos tan fundada esta opiniуn.
CAPНTULO V De la adoraciуn que hacнan al Sol.
OBRE este presupuesto de tener al Viracocha por dios
universal, creyeron que para todas las cosas criadas tenнa deputada una causa segunda que entendнa en el au¬mento y conservaciуn de los de cada especie; y desta opi¬niуn resultу y tuvo origen tanto nъmero de dioses cuantas son, no sуlo las cosas que para el sustento y conservaciуn de la vida humana son menester, sino tambiйn las que nos pueden ser de daсo. Porque no contento el Demonio con hacerles adorar las causas universales, cuyas operaciones sensiblemente experimentamos en estas cosas criadas, los trajo б tal rotura en esta parte, que los sujetу б cuantas cosas particulares les acarreaban algъn provecho у amena¬zaban daсo y ruina: como б la fuente que les daba el agua que bebнan y con que regaban sus heredades; б la mar que los proveнa de pescado; hasta б las bestias fieras y saban¬dijas viles, que tambiйn reverenciaban porque no les em¬peciesen.
El dios mбs respetado dellos, despuйs del Viracocha, era el que mбs campea y se seсala entre todas las criaturas corporales, que es el Sol; cuya veneraciуn creciу mucho por la diligencia de los Incas, que como se jactaban de hijos suyos, pusieron todo su conato en autorizarla y levantarla de punto con mбs lucido culto, nъmero de sacerdotes y fre¬cuencia de ofrendas y sacrificios. Si bien no era menester mucho para que el Sol tuviera reputaciуn entre esta gente, pues moviйndose ella para respetar estas segundas causas por los provechos que dellas recebнan, siendo tan manifies¬tos y excelentes los efectos que en beneficio del gйnero hu¬mano produce este planeta, ellos mismos le tenнan bastan¬temente acreditado. Sуlo sirviу la autoridad y ejemplo de los Incas para que las demostraciones exteriores de vene¬raciуn fuesen mбs costosas y de mayor aparato. Tenнan creнdo que el Pachayachбchic habнa dado al Sol virtud para criar todas las comidas juntamente con la Tierra, de donde naciу tenerlo por la mayor Guaca de todas despuйs del Vi¬racocha; y asн le llamaban Apu-Inti, que quiere decir «el Seсor Sol»: pintбbanlo en su imaginaciуn como si fuera hombre, y consiguientemente decнan que la Luna era su mujer y las estrellas hijas de emtrambos.
Era tan reverenciado en todo este imperio de los Incas, que dudo yo haya sido en ninguna parte donde reinу la idolatrнa tan respetado y servido. Esto se hecha bien de ver en que б ningъn otro dios estaban dedicados tantos y tan magnнficos templos; porque no habнa pueblo principal donde no tuviese el suyo con mucho servicio de sacerdotes y Mamaconas y gruesas rentas para su sustento. Y sobre todos era el de mayor suntuosidad y riquezas el que los Reyes Incas le habнan edificado en su corte, llamado Co¬ricancha, en el cual estaba su principal simulacro y de ma¬yor devociуn. Era una imagen de bulto, dicha Punchan, que significa «ei dнa», obrada toda de oro finнsimo con ex¬quisita riqueza de pedrerнa, su figura de rostro humano, rodeado de rayos, como nosotros lo solemos pintar, tenнanla puesta con tal disposiciуn, que miraba al Oriente, y en sa¬liendo el Sol, herнa en ella; y como era una plancha de metal finнsimo, reverberaban y volvнan los rayos con tanta claridad, que parecнa el Sol. Decнan los indios que junta¬mente con su luz le comunicaba el Sol su virtud. En los despojos que hubieron los espaсoles de aquel riquнsimo tem¬plo de Coricancha, cupo б un soldado aquella hermosa plan¬cha de oro; y como por aquel tiempo andaba largo el juego, la perdiу una noche jugando; de donde tuvo origen el refrбn que en el Perъ anda de grandes tahъres, diciendo: «Juega el Sol antes que salga». Llamбbase aquel soldado Manso Serra (1); que fuй despuйs uno de los principales vecinos del Cuzco, adonde conocн yo б un hijo suyo, llamado Juan Serra.
Dentro del mismo templo de Coricancha tenнan colo¬cada otra estatua del Sol, de figura humana, hecha de oro; excepto el vientre, que estaba lleno de una pasta de oro molido y amasado con las cenizas у polvos de los cora¬zones de los Reyes Incas. Tenнa este нdolo una silla tambiйn de oro, que pesaba mбs que йl: esta estatua se llevу consigo Manco Inca cuando se retirу б Bilcabamba, y fuй hallada por los espaсoles cuando conquistaron aquella provincia y prendieron б Tъpac-Amaro-Inca.
нtem, habнa en el mismo templo otras tres estatuas del Sol, las cuales eran hechas de unas mantas muy gruesas y tupidas, de manera que se tenнan sin artificio. Tenнa cada una en la cabeza un llanto hecho de trenzas de lana grue¬sas y muy tejidas, en forma de mitra, salvo que todo era cerrado, y unas orejeras muy grandes como las traнan los
(1) Mando Serra у Sierra de Legnнzamo. Le hizo cйlebre esta ju¬gada, verdadera у supuesta, y ademбs su testamento, que corre por las his¬torias del Perъ.
Incas. Unos cuentan que se hicieron estas tres figuras, por¬que una vez se vieron en el cielo tres soles; otros, que la una era por el mismo Sol, la otra por el Dнa, y la tercera por la Virtud de criar. Tambiйn habнa opiniуn entre ellos que la principal estatua representaba al Sol, y las otras dos eran guardas suyas. Tenнa su nombre distinto cada una: la primera se decнa Apu-Inti, la segunda Churi-Inti y la ter¬cera Inti-Guauqui; y б cada una le tenнan puesto servicio aparte, y se le hacнan particulares sacrificios, en que estaba ocupada mucha gente. En las fiestas y sacrificios genera¬les las sacaban todas tres sus sacerdotes y las ponнan en la plaza junto б la imagen del Viracocha. La estatua del Sol sacaba un sacerdote vestido de una tъnica larga sobre sus vestiduras comunes, que le llegaba б los tobillos, guarne¬cida toda alrededor con unos fluecos б manera de rapacejos del anchor de una mano. Las otras estatuas tenнan cada una una asta en la mano, mayor que de alabarda, y en ellas engastadas unas hachas de oro б manera de porras, que estaban cubiertas con una funda como manga, que las tapaba todas y caнa hasta abajo. нtem, estaban guarnecidas estas astas alrededor con unas cintas de oro; las cuales astas, con el adorno dicho, decнan los indios que eran las armas del Sol. Asentaban la estatua del Sol en mitad de la plaza, en un escaсo pequeсo todo guarnecido con man¬tas de plumas muy pintadas y delicadas, y las otras dos es¬tatuas, con sus astas levantadas, б los lados.
Tenнan por cosa grave el eclipse del Sol, y cuando su¬cedнa consultaban б los agoreros sobre la significaciуn del; y certificados de los efectos que denotaba, hacнan grandes y costosos sacrificios, ofreciendo en ellos varias figuras de plata y oro y matando cantidad de ganado y de mucha¬chos y muchachas. Fingнan comъnmente los hechiceros que el eclipse pronosticaba la muerte de algъn Prнncipe, y que el Sol se ponнa luto por la falta que habнa de hacer en el mundo; y cuando esto sucedнa, todas las mujeres dedi-
rcL Xrrro Slrsro
cadas al Sol kacna grandes ayanca vestнan ropas de triste¬za y ofictiaa fi»utiHr.s sacrificial El Inca se retiraba a un tugar secreta, y aBн, apartado de toda oanwrsacion* ayu* naba mochos dнas; en los cuales no se encendнa tuc^o en toda la ciudad.
De la adoraciуn que hacнan al Sol resultaron catorce adoratorios umversalmente venerados: estos eran los padro-oes у pilares llamados Sucauca, que seсalaban los meses dd aсo. Los cuales eran tenidos en mucho, y hacнan seles sacrificios cuando б las demбs Guacas y lugares seсalado* para este efecto. La forma de sacrificar en estos adorato¬rios era, que despuйs de llevados los sacrificios б las otras Guacas por el orden que corrнan los Ceques, como se dirб en su lugar, lo que sobraba se ofrecнa en estos padrones, porque no estaban en el orden que los demбs adoratorios, por seguir el que el Sol lleva en su curso; y cada uno acu¬dнa con el sacrificio al adoratorio dйstos que caнa mбs cerca del Ceque que tenнa б cargo.
CAPНTULO VI
Como atribuнan divinidad б la Luna y estrellan, y la veneraciуn que les hacнan.
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ESPUЙS del Sol se seguнan la Luna y catrclla*, lie vando el orden que guardan entre sн cuta* co*a*, y no el que los indios tenнan en la veneraciуn que le* daban; porque si б йste hubiйsemos de atender, pedнa c*tc lu^ir el Trueno, б quien en autoridad y honra daban el »ef{ij nd’i lugar despuйs del Sol, como presto veremo*, Kconfнan en la Luna divinidad, guiados por la mioma rux/m q«w Ir4 movнa б respetar al Sol; esto es, por »u admiraba Wnw* sura y belleza y por las grandes utilidades que causa en el Mundo. Imaginбbanla con forma de mujer, y tal era la estatua que della tenнan en el templo del Sol: la cual es¬taba б cargo de mujeres que hacнan oсcio de sacerdotisas; y cuando se sacaba fuera, la llevaban ellas mismas en hom¬bros. Acerca del eclipse de la Luna tenнan tantas boberнas como del del Sol: decнan, cuando se eclipsaba, que un leуn у serpiente la embestнa para despedazarla; y por esto, cuan¬do comenzaba б eclipsarse, daban grandes voces y gritos y azotaban los perros para que las diesen y aullasen. Po¬nнanse los varones б punto de guerra, taсendo sus bocinas, tocando atambores, y dando grandes alaridos, tirabap fle¬chas y varas hacнa la Luna, y hacнan grandes ademanes con las lanzas, como si hubiesen de herir al leуn y sierpe; por¬que decнan que desta manera los asombraban y ponнan es¬panto para que no despedazasen la Luna.
Lo cual hacнan, porque tenнan aprehendido que si el leуn hiciese su efecto, quedarнan en obscuridad y tinieblas; y estaba esta costumbre tan arraigada en sus бnimos, que con haber tantos aсos que son cristianos y predicarles siem¬pre contra ella, aun no la han dejado del todo, sino que to¬davнa gritan y vocean cuando se eclipsa la luna; si bien hacen hoy esto sуlo por la costumbre que tienen tan de antiguo y nу por el rito й imaginaciуn en que ella se fundу. Suelen algunos de sus curas, para apartallos deste su des¬varнo, prevenirles los eclipses, avisбndoles antes que suce¬dan, para que acaben de persuadirse que es efecto de Na¬turaleza y no misterioso y sobrenatural, como ellos creнan; y han hecho por este medio muy gran fruto. Con el cual tambiйn han cobrado para con ellos muy grande opiniуn de sabios los espaсoles, porque es notable la admiraciуn que les causa ver que podemos nosotros alcanzar б saber los eclipses antes que vengan, con tanta puntualidad que les avisamos antes, no sуlo de la noche en que suceden, sino hasta de la hora en que han de comenzar, la cantidad
tarde y los mбs notables signos y planetas; y aunque las que he referido eran las causas generales, para cada cosa dйstas contaban los desventurados fнbulas y acaecimientos inventados por aquellos б cuyo cargo estaban estos sacrifi¬cios, que como comнan y se sustentaban dellos, la necesi¬dad y pretensiуn de que se conservase con ellos la devo¬ciуn, hadan fingir cosas milagrosas, las cuales venнan entre ellos de mano en mano.
CAPНTULO VII
De la adoraciуn que hadan al Trueno, б la Mar y б la Tierra.
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USCANDO estos indios, conforme al presupuesto arri¬ba dicho, la causa segunda del agua que cae del dйlo, tuvieron por opiniуn comъn que lo era del Trueno, y que йl tenнa б su cargo el proveer delta cuando le pareda. Des¬puйs del Viracocha y del Sol daban б este su dios el tercer lugar en veneraciуn. Imaginaron que era un hombre que estaba en el cielo formado de estrellas, con una maza en la mano izquierda y una honda en la derecha, vestido de luci¬das ropas, las cuales daban aquel resplandor del relбmpago cuando se revolvнa para tirar la honda; y que el estallido della causaba los truenos, los cuales daba cuando querнa que cayese el agua. Dedan mбs, que por medio del cielo atravesaba un rнo muy grande, el cual seсalaban ser aque¬lla cinta blanca que vemos desde acб abajo, llamada Vнa lбctea; sobre lo cual fingнan un mundo de disparates que serнan largos de contar. Deste rнo, pues, tenнan creнdo to¬maba el agua que derramaba sobre la tierra. Como atri¬buнan al Trueno la potestad de llover y granizar con todo lo demбs que toca б las nubes y regiуn del aire, donde se fraguan estos mixtos imperfectos, asi debajo del nombre de Trueno, у como adherentes б йl, adoraban al Rayo, al Re¬lбmpago, al Arco del cielo, las lluvias, el Granizo, y hasta las tempestades, torbellinos, y remolinos de vientos.
Llamaban al Trueno con tres nombres: el primero y principal era Chuquilla, que significa resplandor de oro; el segundo Catuilla, y el tercero Intiillapa. De cada nombre destos hicieron una estatua de mantas de la misma forma que las del Sol, porque decнan que el Trueno tenнa hijo y hermano, y para esto daban razones como б cada uno le parecнa. Estaban colocadas estas estatuas en el templo del Sol, cada una en su altar, y en las fiestas principales las ponнan todas tres cerca del Viracocha junto б las del Sol.
Б cada una por sн se le dio chбcara, ganado y servicio de Mamaconas, ministros y sacerdotes, que en su nombre hiciesen sacrificio al Viracocha, cuando lo hacнan al Sol y al Inca. Tenнa tambiйn el Trueno templo aparte en el barrio de Totocacha, en el cual estaba una estatua suya de oro en unas andas de lo mismo, que hizo el Inca Pachacьtic en honor del Trueno, y la llamу Intiillapa; б la cual tomу por hermano, y mientras viviу la trajo consigo en la guerra. Fuй tenido este нdolo en gran veneraciуn y servido con grande majestad y aparato.
Como este dios era general, tenнa en todas partes imб-genes y Guacas y adoratorios; y cuando en una parte se anticipaban las lluvias y venнan primero que en otras, tenнan luego por mбs acepta la Guaca de aquel pueblo. Cuando faltaba el agua у empezaba б helar temprano, echaban suerte los agoreros, y determinado el sacrificio que se habнa de hacer al Trueno, luego contribuнa todo el pueblo, cada uno con su parte, conforme б la cantidad que se repartнa; y entregado б sus sacerdotes y ministros, ellos lo dividнan entre sн, й iban cada uno por su parte б la puna y pбramo, б lo mбs alto que hallaban, y allн lo ofrecнan y sacrificaban, diciendo ciertas palabras б propуsito de lo que se pretendнa alcanzar; lo cual hecho, se volvнan y declan al pueblo lo que el Trueno les habнa respondido, asн en lo que tocaba б su determinaciуn y lo que harнa en lo que se le habнa pe¬dido, como la causa por quй estaba enojado, y si quedaba contento con aquel sacrificio у querнa que le ofreciesen mбs; б lo cual se daba entero crйdito y al punto se ponнa por obra. Pasaban en esto gran suma de borracheras y bailes de dнa y de noche, y otras ceremonias y supersticiones. Usa¬ban, cuando parнa alguna mujer en el campo en dнa que tronaba, ofrecer al Trueno el hijo que nada; el cual, des¬puйs de crecido, quedaba dedicado por sacerdote suyo. Desta idolatrнa se originaron muchas Guacas y adorato¬rios; porque es asн, que si alguna cosa se descubrнa con el agua cuando llovнa, que fuese diferente de las otras de su gйnero, como piedra у metal, tenнan por averiguado que se la enviaba el Trueno para que la adorasen.
Llamaban б la Mar Mamacocha, como si dijйsemos «Madre de los lagos у del agua»; hacнanle generalmente veneraciуn, en especial los moradores de Los Llanos, que es tierra marнtima; de los cuales la mayor parte eran pes¬cadores; pedнanle que no se embraveciese y que les diese abundancia de pescados; y los indios serranos, cuando baja¬ban б Los Llanos, en descubriendo la Mar, aunque fuese de muy lejos, le hacнan reverencia.
Todos tambiйn adoraban б la Tierra, б la cual nombra¬ban Pachamama, que quiere dedr «La Madre Tierra»: y solнan poner en medio de sus heredades y chбcaras, en honra desta diosa y como ara у estatua della, una piedra luenga, para hacerle allн oraciуn й invocarla, pidiйndole les guardase y fertilizase sus chбcaras; y cuanto una heredad era mбs fйrtil, tanto era mayor el respeto que le tenнan.
CAPНTULO VIII De los dioses Pururducas.
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ESCENDIENDO por el orden que traemos б las co¬sas que nos son mбs vecinas y familiares, cuales son las compuestas de los elementos que llamamos mixtos per¬fectos, asн animados como inanimados, es de saber que no hay gйnero ni especie en todo este predicamento y matrн¬cula de que no tuviesen estos indios particulares dioses, desde la mбs noble destas criaturas, que es el hombre, hasta 1a mбs vil y baja que [hallar]se puede. Y comenzando por el hombre, digo, que ultra de aquellos que escaparon del Diluvio, segъn creyу esta gente, que eran tenidos y respe¬tados por dioses, fueron casi innumerables б los que die-ron esta honra y tнtulo, asн de los que en realidad de verdad fueron en el mundo, como de los que no tuvieron otro ser que el que les dio su imaginaciуn. Desta segunda clase son los Pururducas, de los cuales sуlo tratarб este capнtulo. Significa este nombre Pururducas «traidores escondidos», cuyo origen queda dicho ya en el capнtulo V del libro an¬tes dйste cуmo fuй invenciуn del Inca Viracocha. El nъ¬mero destos dioses era muy grande, como lo pedнa la fic¬ciуn en que se fundу el Inca para introducillos. El cual hizo creer б los suyos que, no embargante que, acabada la gue¬rra con los Chancas, habнan convertido en piedras, toda¬vнa en todas las guerras que de allн adelante hacнa, torna¬ban estos Pururducas en su propia figura humana, y arma¬dos como los vio la primera vez, le acompaсaban y eran los que rompнan y desbarataban б sus enemigos. Hizo esta quimera y ficciуn tanto efecto en los indios, que empezaron todos б cobrar miedo б los Incas; y asн acaeciу despuйs en todos sus buenos sucesos, que hacia mбs operaciуn el miedo que tenнan destos Pururducas, que lo que peleaban los es¬cuadrones del Inca, porque muchas veces huнan casi sin llegar б las manos.
Y no hay duda sino que el mismo efecto obrarнa esta opiniуn en la gente del Inca, que tomarнa бnimo creyendo habнa quien le ayudase; y asн, en los aprietos invocaban б estos dioses los capitanes, y animбbase la gente, segъn di¬cen, en gran manera. El modo como estos Pururducas fue¬ron consagrados por dioses й introducida su veneraciуn, fuй desta manera: que viendo el Inca Viracocha la opera¬ciуn que este disparate hacнa, para dalle mбs fundamento, propuso б su gente que en sueсos se le habнan quejado los Pururducas de que, habiendo ellos hecho tanto en su favor, se hiciese tan poco caso dellos; que si bien acabada la ba¬talla de los Chancas se habнan vuelto piedras, de allн salнan б ayudarles cuando era necesario, y que estaban por esos campos y caminos mal tratados, lo cual no era justo pa¬sase asн, pues tanto convenнa б los Incas para sus empre¬sas tenerlos contentos y propicios. Todos aprobaron el pa¬recer del Inca, el cual mandу prevenir grande acompaсa¬miento y aparato, con el cual se hizo llevar en andas por los campos y despoblados, diciendo que йl conocнa las pie¬dras en que se habнan convertido los Pururducas, y asн iba seсalando las que le parecнa, lejos unas de otras, y poniendo nombre б cada una. Las cuales hizo traer con gran solem¬nidad al Cuzco y poner algunas en el templo del Sol y otras en otros lugares que les seсalу, y б todas dio quien las sirviese y tuviese cuidado de sus sacrificios; y desde entonces fueron las dichas piedras tenidas por нdolos y muy veneradas. Las cuales mostraban б los forasteros que ve¬nнan al Cuzco, б quienes referнan sus hazaсas y persuadнan las adorasen; y tenнan los Incas diputadas personas para sуlo esto. Ofrecнanles grande suma de sacrificios, especial¬mente cuando iban б la guerra y volvнan della, en las coro¬naciones de los Reyes y en las demбs fiestas universales que hacнan. Aunque daban nombre de Pururducas б todos estos нdolos juntos, cada uno por sн tenнa su nombre parti¬cular, como de muchos parecerб adelante en la relaciуn de las Guacas y adoratorios de la ciudad del Cuzco.
CAPНTULO IX De las estatuas й нdolos llamados Guбuques.
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SABAN en vida todos los Reyes y Seсores de la casta de los Incas hacer cada uno su estatua que representase su misma persona, y con cierta solemnidad y ceremonias la tomaba por hermano, llamбndola Guбugue, que significa eso. Йsta la hacнan unos mayor, otros menor, y otros al propio de su tamaсo y semejanza: unas eran la¬bradas de oro, otras de plata, de palo, piedra у de otra materia. Los Reyes ponнan б sus Guбuques casa y servicio, y aplicaban alguna hacienda para sustentaciуn de los que los tenнan б cargo; y mandaban al pueblo, y seсaladamente б los de su linaje y parcialidad, que les hiciesen la misma reverencia, desde el dнa que los constituнan por hermanos suyos, que б sus propias personas. Eran estos нdolos teni¬dos en gran veneraciуn mientras vivнan los Seсores que se representaban, y despuйs de muertos se guardaban con sus cuerpos, y cuerpos й нdolos eran siempre igualmente respetados y servidos. Tenнanlos vestidos ricamente, y en las fiestas que, por no ser muy solemnes, no sacaban en pъblico los cuerpos muertos de los Seсores, sacaban йstos sus Guбuques у retratos. Era esta costumbre tan antigua, que si no fuй entre ellos ficciуn, parece que venнa desde que tienen memoria de sus cosas; y aunque comenzу por solos
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neceskfades se cnootnendiaban a elk* U» p^^totosH** vjm> descendнan oe cuyos eran, y k» llevaban k** qctvrtwt con toda la autoridad que podнan* porque tenнan vf**k* qwv eran gran ayuda para sus victorias, y ponнan |pr*n б los enemigos. A lo menos no hay duda uno qvw> t* de guerra iba muy confiada en su patrocinio* y que \s*\Vk en ellas la imaginaciуn gran operaciуn, segъn loa vtojua *fU-man. Б estas estatuas у Guбuques hacнan «acri(Uvio* \\\\\y notables y en mucha cantidad, y la opiniуn que tU>ll«* *t tenнa, era que en tanto durasen, tenнan la mUma t\M*tt qw los cuerpos cuyos eran cuando estaban vivo». Kl tiempo que las tenнan en la ciudad las ponнan en compaснa de lo* cuerpos, y б donde quiera que las parcialldade» y IkmlIlM las llevaban, les hacнan tanta honra como cuando vlvln mi original; y asн les contribuнan ofrenda» para la (jente que las tenнa б cargo.
TOMO III
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CAPНTULO X
De la idolatrнa que tenнan con sus difuntos. UNQUE estos indios daban algъn color de las otras
sus idolatrнas y errores, no lo pudo tener una bestia-
lidad como resultaba de hacer tanto caso como hacнan de los cuerpos muertos, que por ser tan principal negocio entre ellos y la costumbre mбs perjudicial para su conversiуn que otra ninguna de las que tenнan gentнlicas, es necesario hacer della particular relaciуn.
Lo que en esto grandemente condena su desvarнo, es que creyendo, como creyeron, que en ningъn tiempo ha¬bнan de vivir los cuerpos y que para ninguna cosa podнan ser de utilidad, con todo eso los adorasen; porque parece que si repararan en ello y tomaran por fundamento sola¬mente lo que veнan y tenнan por cierto, por clara razуn habнan de dejar de hacerles veneraciуn, conociendo lo poco que hacнa al caso el servicio y cuidado que ponнan en su culto. Pero como no se puede tratar entre ellos tan delica¬damente esta materia ni apurallos en examinar las razones y fundamentos en que estribaban, dejada esta cuestiуn, pa¬semos б ver lo que en hecho de verdad usaban con sus muertos.
Primeramente, es mucho de notar una barbaridad ex¬traсa desta gente, y es, que por hombre principal y esti¬mado que uno fuese mientras le duraba el vigor y fuerzas de varуn, en siendo viejo, hacнan del muy poco caso lo que le restaba de vida; y en muriendo, ponнan muy particular cuidado en respetar su cuerpo, tanto que lo adoraban por dios y como б tal le ofrecнan sacrificios. Para esto, en sa¬liendo el бnima del cuerpo, lo tomaban los de su ayllo y parcialidad, y si era Rey у gran Seсor, lo embalsamaban y curaban con gran artificio, de suerte que se pudiese con¬servar entero sin oler mal ni corromperse por muchos aсos; y duraban algunos deste modo mбs de doscientos. Toma¬ban asн mismo todos sus bienes muebles, vajillas y servicio de oro y plata, y sin dar desto cosa б los herederos, parte ponнan con el difunto y parte enterraban en los lugares donde solнa recibir recreaciуn cuando vivнa.
Guardaban estos cuerpos muertos los de la parentela, y tenнanlos bien vestidos y aderezados, envueltos en gran can-tidad de algodуn, tapado el rostro, y no los mostraban sino por gran fiesta, ni los vнan otros, de ordinario, mбs que aquellos б cuyo cargo estaba el aderezallos, guardallos y entender en su conservaciуn; los cuales se sustentaban de la hacienda que para este efecto aplicaban los descendien¬tes del difunto. Eran tenidos en gran veneraciуn estos cuer¬pos embalsamados, y se les hacнan sacrificios, б cada uno segъn su posibilidad; algunos guardaban sus deudos en sus propias casas, pero los de los Reyes se colocaron al prin¬cipio en el templo del Sol, cada uno en su capilla y altar, y despuйs acordaron que para que se conservasen con mбs autoridad, se encargasen dellos los de su parcialidad, como se hizo; los cuales pusieron б cada uno con su Guбuque en casa de por sн con el nъmero de ministros y sirvientes com¬petente, segъn su calidad, cuidando dellos siempre los Se¬сores y cabezas de las parcialidades, y dedicбndose toda la familia al culto de los suyos. Sacбbanlos de allн muy acompaсados б todas sus fiestas solemnes, y si no lo eran tanto, sacaban en su lugar sus Guбuques, y en la plaza los asentaban todos en ringlera conforme su antigьedad, y allн comнan y bebнan los criados que los guardaban; y para los muertos encendнan lumbre delante dellos de cierta leсa que tenнan labrada y cortada muy pareja, y en ella quemaban la comida que б los cuerpos muertos habнan puesto para que comiesen, que era de lo que ellos mismos comнan. Te¬nнan tambiйn delante de los muertos unos vasos grandes como cangilones, llamados Vilques, hechos de oro y de plata, y en ellos echaban la chicha con que brindaban б los muertos, mostrбndosela primero; y solнan brindarse unos muertos б otros, y los muertos б los vivos, y al contrarнo; lo cual hacнan en nombre dellos sus ministros. En estando llenos estos Vilques, los derramaban en una piedra redonda que tenнan por нdolo en mitad de la plaza, al rededor de la cual estaba hecha una alberca pequeсa, donde se resolvнa la chicha por ciertos sumideros y caсos ocultos que tenнa. Estaba de ordinario esta piedra cubierta con una funda de oro que encajaba en ella y la tapaba toda; y asн mismo le tenнan hecha una manera de buhнo redondo de esteras tejidas, con que de noche la cubrнan.
Cada uno destos cuerpos muertos tenнa seсalado un in¬dio principal y una india, y lo que йstos querнan decнan ellos mismos que era la voluntad de los muertos, y cuando te-jiнan gana de comer y beber, decнan que los muertos lo pedнan; y si querнan irse б holgar б casa de otros muertos, dedan lo mismo; porque tenнan de costumbre irse б visitar unos muertos б otros; y en estas visitas se hacнan grandes bailes y borracheras; y algunas veces iban tambiйn de visita б casa de los vivos, y al trocado. Y era muy grande el nъ¬mero de gente que se aplicaba б servir б estos muertos, asн hombres como mujeres, y solнan ser los mбs principa¬les de la tierra, por la libertad que tenнan de vivir viciosa¬mente y entregarse б banquetes y borracheras. Era tanta la gente noble que se ocupaba en servicio destos muertos, y la vida que hacнan tan licenciosa, que enojбndose una vez con ellos Huascar-Inca, dijo que habнa de mandar ente¬rrar б todos los muertos y quitalles toda la riqueza que tenнan, y que no habнa de haber en su corte muertos, sino vivos, porque tenнan tomado lo mejor de su reino.
Fuera de las rentas que estaban aplicadas para la con-servaciуn destos cuerpos y sustento de sus criados y minis-
tros, era mocho lo que oootaiuainente Нes ofrecнan sus de** cendientes, mo sok> es los frecuentes sacrifica» que les ba¬cбn de todas las cosas que ofreaan a sus dioses* sino en las ofrendas que daban de mantenimientos ordinarios paro sustento de los dichos cuerpos y que comiesen sus ani* mas; no embargante ser cosa averiguada que no habla nin¬guno de aquellos б cuyo cargo estaba la enseAanta y fun¬damento de sus opiniones, que creyese que los tales cucr* pos difuntos comнan, ni bebнan, ni sintiesen alguna pasiуn despuйs que las бnimas salen dellos; de los cuales y de lo que dicen se ha de hacer caso en esta materia, y nу de loa demбs de la gente comъn que residнan en la guarda y ser* vicio destos cuerpos; porque йstos no hay duda sino que, como se sustentaban de las ofrendas y bastimentos que les daban, fingнan grandes disparates para que no cesasen ni fuesen б menos, como que los cuerpos se quejaban cuando habнa descuido. De lo cual los sucesores antes recebнan con* tentу y se lo agradecнan, que tratar fuesen castigados por estos embustes; y asн, aunque toda su parentela les proveнa de comidas y de otras cosas, no era porque creyesen quo los cuerpos padeciesen hambre ni tuviesen necesidad do comida, antes se reнan de los que decнan esto; por donde en proveer б sus muertos de comida sуlo tenнan respeto б la sustentaciуn de los que tenнan б cargo, dado caso quo los simples entre ellos creнan otras cosas.
Pero es de notar que no todos los vivos hacнan venera* ciуn generalmente б todos los cuerpos muerto*, ni todo* sus parientes, mбs de aquellos que decendнan dello» por lнnea recta. De manera que cada uno tenнa cuenta con mi padre, abuelo y bisabuelo hasta donde alcanzaba con U noticia; pero no la tenнa con el hermano de *u padre ni d* su abuelo, ni se tenнa ninguna con los que habнan muerto sin dejar sucesiуn. Y sacando de raнz la cau*a dc*Ui u*-tumbre, hallo yo que tambiйn tuvieron en coto cuenta um la segunda causa, como en todas las otras cota», por Ut cual reverenciaban б todos aquellos que habнan sido causa de su ser, haciendo la cuenta desta suerte: si aquйl no fuera, no fuera yo; y asн, en la veneraciуn de los cuerpos tenнan su distribuciуn, lнneas y orden; que era carga bastante para que estuviesen bien ocupados cuando no tuviesen otra.
Verdad es que, puesto caso que este era el intento, to¬davнa no duraba la veneraciуn con todos, sino con los Se¬сores, que la de los demбs luego se acababa con la muerte de sus hijos у nietos y se perdнa la memoria; y tambiйn se acabara la de los otros, porque la carga era pesada, sino que, como tenнan hacienda aplicada para su conservaciуn, siempre habнa quien tuviese cuenta con ellos por su inte¬rйs; y tambiйn, como los Incas tenнan esta misma obliga¬ciуn, conforme б sus costumbres, ellos por esta razуn y los * demбs por contentarlos, tenнan grande cuidado de la ve¬neraciуn de los cuerpos de los Seсores, especialmente los que dellos procedнan, que los miraban como б raнz de su nacimiento. Allegбbase б esto, que tenнan por opiniуn (y es la segunda razуn porque los veneraban) que con estar conservados y respetados se multiplicaba la generaciуn; y asн, se habнa continuado esta costumbre hasta nuestro tiem¬po, y bien pocos aсos hб que vi yo un cuerpo destos que quitaron б ciertos idуlatras, tan bien curado y aderezado, que parecнa estar vivo; porque tenнa el rostro tan lleno, con tan buen color y tez, que no parecнa estar muerto, con ha¬ber muchнsimos aсos que lo estaba. Conservбbase el rostro de aquella manera, porque debajo del cuero tenнa metido un casco de calabazo en cada carrillo, sobre el cual, secбn¬dose la carne, habнa quedado muy estirada y con buen lus¬tre, con los ojos postizos y abiertos, que parecнa nos estaba mirando б los presentes. Б solos los cuerpos de los Reyes y Seсores hacнa reverencia lo restante del pueblo, demбs de sus descendientes, porque estaban persuadidos que б los que Dios habнa hecho personas seсaladas y dado bue¬nos y prуsperos sucesos en esta vida, sin ninguna duda
iban al Cielo, y sus бnimas allб eran mucha parte para ayu-darles y favorecerles en sus necesidades; y asн, cuando iban б la guerra y cuando los mancebos se hacнan orejones y armaban caballeros, se encomendaban б ellos.
De la veneraciуn que hacнan б estos cuerpos naciу otro daсo y gйnero de adoraciуn, que fuй tener por adoratorios las sepulturas y algunos lugares donde los Seсores, cuando eran vivos, solнan sentarse y frecuentar mбs; y eran en gran nъmero los adoratorios y Guacas que por esta razуn se acrecentaron; en todos los cuales, allende de adorarlos, echa¬ban ofrendas ordinariamente.
CAPНTULO XI
De las demбs cosas que adoraban estos indios
del Perъ.
y tenнan por divinas estos indios, y asi no fбcilmente se pueden reducir б suma. Con todo eso, reduciйndolas б dos gйneros, digo que pueden entrar en el primero las obras de Naturaleza, y en el segundo todas las figuras й нdolos que carecнan de otra significaciуn y ser mбs que la materia de que eran compuestas y la forma que les dio el artнfice que las hizo. Para declarar las primeras, es de saber que tuvo esta gente costumbre de reverenciar y ofrecer sa¬crificios б cuantas cosas naturales se hallaban que se dife¬renciasen algo de las otras de su gйnero por alguna extra-сeza у extremo que en ellas se descubriese; б lo cual se movнan por creer que todo aquello que Dios habнa criado con alguna diversidad de lo otro habнa sido con misterio, porque no б caso lo seсalaba y extremaba de lo comъn.
Yendo, pues, sobre este fundamento, llamaban y tenнan por Guaca б cualquiera hombre que nada seсalado de Natura¬leza, como si dos у tres nacнan juntos de un vientre у con otra nota y particularidad. Tenнan con йstos especial cuenta para respetarlos y procurar su sustento, proveyйndoles de lo que habнan menester у de oficio con que lo ganasen, en que no fuese menester trabajar, diciendo, que pues la Na¬turaleza los seсalу, que no fuй sin algъn misterio, el cual fingнan ellos por la imaginaciуn de cada uno, y dejбbanse tan fбcilmente engaсar, que si alguna mujer afirmaba que se hizo preсada del Trueno, sin haber tocado varуn б ello, le daban crйdito y б lo que parнa tenнan en gran veneraciуn, y desde mozo lo dedicaban al culto de sus dioses; y cual¬quiera cosa que б йstos les acaecнa en sus personas у ha¬ciendas que fuese diferente que б los otros, lo atribuнan б este misterio; especialmente si hallaban alguna piedra у concha у cualquiera cosa seсalada, la tenнan en mбs que si otro la hallara.
нtem, adoraban бrboles de extraсa grandeza, raнces y otros frutos de la tierra. En tiempo de la cosecha, viendo las Papas llamadas Llallahuas, que son de diferente forma que las demбs, mazorcas de maнz, у otras legumbres de diversa hechura que las otras, las solнan adorar besбndolas, bebiendo y bailando y haciendo otras ceremonias particu¬lares de veneraciуn. Adoraban tambiйn las fuentes, manan¬tiales, rнos y lagos; los cerros que se distinguнan en algo de los otros sus vecinos у en la hechura у en la sustancia, como si eran de tierra у arena, siendo los otros de peсas¬cos, у al contrario; la Cordillera nevada, y cualquiera otra sierra у monte alto que tuviese nieve; las peсas у piedras grandes, los riscos y quebradas hondas, los altos y cumbres de los cerros y collados, que llamaban Apachetas: adoraban estos lugares, diciendo que cuando acababan de subir la cuesta arriba y llegaban б lo alto, descansaban allн de la subida. Tenнan (fechos grandes montones de piedras, asн en las dichas Apachitas como en las llanadas y encrucijadas de caminos, б los cuales tambiйn hacнan reverencia y ofren¬daban. Los que iban б minas adoraban los cerros dellas y las propias minas, que llaman Coya, pidiendo les diesen de su metal; y para alcanzar lo que pedнan, velaban de noche, bebiendo y bailando en reverencia de los dichos cerros. Asн mismo adoraban los metales, que llaman Mama, y las pie dras de los dichos metales, llamadas Corpas, besбbanlas y hacнan con ellas otras ceremonias; el metal que dicen So¬roche; la misma plata y las Guairas у braseros donde se funde; item, las pepitas y granos de oro y el oro en polvo; el Bermellуn, que ellos llaman Llimpi, y era muy preciado para diversas supersticiones; finalmente, cualquiera cosa de naturaleza que les pareciese notable y diferenciada de las demбs, la adoraban, reconociendo en ella alguna particular deidad; y esto hacнan hasta con las pedrezuelas que halla¬ban relumbrantes y de colores, las cuales guardaban muy bruсidas y tenнan en grande estimaciуn. Los habitadores de tierras montuosas y de selvas adoraban tambiйn muchos animales, porque no les hiciesen mal, como Leones, Osos, Tigres y Culebras.
Al segundo gйnero pertenece una infinidad que tenнan de imagines y estatuas, que todas eran нdolos muy vene¬rados por sн mismos, sin que pasase esta simple gente ade¬lante con la imaginaciуn б buscar lo que representaban. Dйstas, unas eran pintadas y otras entalladas de diferentes materias, formas y grandeza; unas eran de plata, otras de oro, palo, piedra, barro y de otras cosas; unas tenнan forma humana y otras de diversos animales, peces, aves y legum¬bres, como de Carneros, Culebras, Sapos, Guacamayas; de mazorca de maнz, y otras semillas y legumbres, muy bien contrahechas. De las figuras de animales las mбs eran de menor tamaсo que sus ejemplares, porque tenнan estatuas de hombres no mayores que un dedo de la mano. En esta tan grande diversidad de нdolos he notado una cosa parti-
TOMO III 44
cular, y es, que los que tenнan forma de animales y legum¬bres eran comъnmente mбs bien obrados й imitaban con mбs propiedad lo que significaban; pero los de figura hu¬mana tenнan de ordinario tan feos y disformes gestos, que mostraban bien en su mala catadura ser retratos de aquel en cuya honra los hacнan, que era el Demonio; el cual debнa de gustar de hacerse adorar en figuras mal agestadas, pues en las que dйstas solнa dar respuestas, eran las mбs fieras y espantosas.
FIN DEL TOMO TERCERO.
Нndice
LIBRO UNDЙCIMO
Capнtulos. Pбginas.
I Que la Amйrica estaba poco poblada, y por quй
causas 6
II De los nombres con que llamamos б los naturales de
las Indias, y del color que todos ellos tienen. . 11
III De la disposiciуn, talle y faiciones de los indios. . 17
IV De la complexiуn natural de los indios 22
V De la gran ignorancia y barbaridad de los indios. . 25
VI De los usos que los indios tienen acerca del trata-
miento de sus personas en oasas, vestidos y mante-
nimientos 32
VII De las costumbres mбs generales en que se confor-
man todos los indios 36
VIII En que prosigue lo mismo 41
IX De las muchas lenguas que usaban las diversas nacio-
nes de indios, y que todos ellos muestran descen-
der de una sola cepa y linaje 4H
X En que se dividen en tres clases todas las naciones
de indios 68
XI Del origen destas gentes de la Amйrica….. 67
XII En que se prosigue lo mismo. 63
XIII Cуmo hayan pasado б esta tierra los animales y aves
que hallamos en ella. 67
XIV En que se prosigue la misma materia. …. 72
XV En que se refiere la opiniуn de los que ponen en es-
tas Indias occidentales la regiуn llamada en las
Divinas letras Ophir, б donde navegaban las flo-
tas de Salomуn 77
XVI En que se refuta la opiniуn propuesta 80
XVII De otro argumento con que se prueba lo mismo que
en el antecedente 85
XVIII Pruйbase lo mismo con otros indicios 93
XIX Prosigue la materia del pasado 100
XX En que se responde б los argumentos de la opiniуn
contraria y se declara dуnde caнa Ophir. … 104
LIBRO DUODЙCIMO
I De los habitadores antiguos del Perъ antes que reina-
sen los Incas 109
II De las diligencias que varias veces se han hecho para
averiguar la verdadera historia de los Incas y de
los ritos y costumbres de su repъblica. . . . 115
III Del origen fabuloso de los Incas, antiguos reyes del
Perъ 121
IV De Manco-Cбpac, primer rey de los Incas. … 127
V Del segundo Inca, llamado Cinchi-Roca. … 133
VI De Lluqui-Yupanqui, tercero Inca 135
VII De Mayta-Cбpac, cuarto rey de los Incas. … 138
VIH Del Inca Cбpac-Yupanqui, quinto rey del Perъ. . 141
IX Del sexto rey del Perъ, llamado Inca-Roca. … 145
X De Yahuar-Huacac-Inca-Yupanqui, sйtimo rey. . 147
XI De Viracocha-Inca, octavo rey 151
XII De Pachacъtic-Inca-Yupanqui, noveno rey. … 156
XIII De las demбs victorias de Pachacъtic 162
XIV De Tupa-Inca-Yupanqui, dйcimo rey 167
XV De los demбs sucesos de Tupa-Inca-Yupanqui.. . 174
XVI De Guayna-Cбpac, ъltimo rey de los Incas. . . . 178
XVII En que se prosiguen los hechos de Guayna-Cбpac. . 184
XVIII Dйlos Incas Huбscar y Atau-Hualpa, hermanos. . 191
XIX De lo demбs que pasу en esta guerra 196
XX De los demбs Incas hijos de Guayna-Cбpac que tu-
vieron la borla de reyes 203
XXI De los hijos de Manco-Inca que en Vilcabamba man-
tuvieron el tнtulo de reyes 210
XXII Del nombre y distrito que tenнa el reino de los In-
cas, y cуmo llegaron estos reyes б seсorear tantas
gentes y provincias 218
XXIII Cуmo disponнan los Incas las tierras que de nuevo
adquirнan, plantando en ellas indios extraсos, que .
llamaban Mitimaes, y las diferencias que habнa
dellos 222
XXIV Que los Incas reducнan б pueblos las gentes que su-
jetaban, y el orden que en ellos ponнan.. . . 227
XXV De los gobernadores, caciques y demбs superiores en
quienes repartнan los Incas el gobierno de sus es-
tados 232
XXVI De las leyes y castigos con que los Incas gobernaban
su reino 237
XXVII De la distinciуn de nobles y pecheros que habнa en
este reino, y del modo que tenнan estos de tributar y el Rey en pagar salarios б sus ministros y pre¬miar los servicios que sus vasallos le hacнan. . . 243
XXVIII De la particiуn que hacнa el Inca de las tierras de
labor, y de la hacienda y rentas que en ellas te-
nнan йl y la Religiуn 246
XXIX Del orden cуmo se repartнa el ganado manso, y la
renta que en йl y en la ropa de sus lanas tenнan
el Inca y la Religiуn; y cуmo los cazaderos y mon-
tes eran realengos 251
XXX De los depуsitos del Inca y de la Religiуn, la ha-
cienda que se recogнa en ellos, y cуmo se gastaba. 254
XXXI De los caminos que hicieron los Incas por todo su
reino, y la contribuciуn de gente que para adere-
zarlos daban las provincias 260
XXXНI De los Tambos y Chasques, y el tributo que en ser-
virlos daban los indios. 266
XXXIII Del demбs tributo que en servicio personal pagaban
б su Rey los indios 269
XXXIV Del tributo de niсos y сiflas que cobraba el Inca de
sus vasallos, y para quй efectos los aplicaba.. 274
XXXV De la sujeciуn y dominio grande que los Incas ha-
bнan adquirido de sus vasallos, y del temor y reve¬rencia con que ellos los obedecнan y servнan. . . 278
XXXVI Del orden que se guardaba en la jura del Inca; las
insignias reales, su grande majestad y riqueza. 284
XXXVII Del cуmputo del tiempo; de los quipos у memoriales
y modo de contar que tenнan los indios peruanos. 292
LIBRO DECIMOTERCIO
I De la Religiуn falsa que tenнan los indios del Perъ,
y cuan dados eran б ella. 299
II De las opiniones y fбbulas que acerca de su origen,
principios del Mundo y Diluvio universal estaban
recebidas desta gente, con las Guacas que desto
resultaron 308
III De las opiniones que tuvieron estos indios en lo que
toca б las бnimas y otra vida despuйs dйsta. • 317
IV Del dios Viracocha, que era tenido de los indios por
supremo Sefior y Hacedor de todo 320
V De la adoraciуn que hacнan al Sol 823
VI Cуmo atribuнan divinidad б la Luna y estrellas, y la
veneraciуn que les hacнan 327
VII De la adoraciуn que hacнan al Trueno, б la Mar y
б la Tierra 331
VIII De los dioses Pururбucas 334
IX De las estatuas й нdolos llamados Guбuques. . . 386
X De la idolatrнa que tenнan con sus difuntos. . 838
XI De las demбs cosas que adoraban estos indios del
Perъ 343
ERRATAS PRINCIPALES'”
Pбgs. Lins. Dice. Lйase.
73 18
81 2
84 iS
94 3i
101 11
101 14
134 28
161 26
180 iS
234 17
262 32
270 13
278 1
283 32
285 1
286 3i
287 2,6
287 4
287 17
293 21
296 19
321 34
325 24
336 21
hoy se raenoscavar б Borнstenes Lo uno
if
quй
ardiz
Charcas
hombres
Pauja
sino que
Chiriguanos,
apesor
que son
Champн
Champн
Champн
ChampU
borla
estaban
pasajeros
Incaypanqui
Bilcabamba
que se
hoy no se menoscabar al Borнstenes ; lo uno
y
їquй
ardid
Chancas
hambre
Jauja
sino
Chiriguanos y б pesar con
Champн Champн Champн Champis orla
contaban
pasajeros,
Incayupбnqui
Vilcabamba
que
) No se hace cuenta con las de puntuaciуn…