Carta de Ricardo Hauqhines (Hawkins). 6 de agosto de 1594. Письмо Рикардо Хоукинса из порта Перико, 6 августа 1594г.

Письмо англичанина Рикардо Хоукинса из порта Перико своему отцу в Лондон, 6 августа 1594г.
Carta de Ricardo Hauqhines (Hawkins). 6 de agosto de 1594.

Traslado de una carta de Ricardo Hauqhlnes (Hawkms) escrlpta en ni
puerto de Perico en 6 de agosto de 1594, para enviar á su padre ilioa ‘
(Jnanis. John) Hauquines á Londres.—Traducida de lengua inglesa en
la nuestra i: invlada del dicho puerto al cardenal de Sevilla 0. Rodrigo
de Castro (i).

IlLustre y muy amado padre: el debido acatamiento per-
petuo! Si me pusiese á contar por menudo los travajos y
miserias que me han subcedido en este desventurado
viaje, parecería cosa increíble y sería mas largo el dis-
curso de lo que me da luarar el tiempo y salud, y para mí
renovación de pena y para Vmd. gran disgusto. Con
todo, me pareció en breve tocar lo mas importante, que
es lo siguiente.
Después de nuestra partida de Plemua (Plymouth) con
viento prospero alcanzamos ya dentro de siete grados de
la linea, donde nos dieron vientos contrarios que duraron
cuatro meses y causo entre la gente una enfermedad como
sarna, de la cual murieron antes de alcanzar el Brasil casi
40 personas, y entre todos no había 20 sanos.—En una
isla llamada Santa Ana, donde estuvimos un mes, sana-
ron buena parte de la compañía, y de allí fuimos en de-
manda del Estrecho de Magallanes, donde llegamos por
fin de Enero, habiéndose perdido la ñau Fantassia en

(l) Hermano de) vencedor de Hawkins y do dono Teresa de Castro, mujer de
virrey; hilo de D. Alvaro Ossorlo, conde de Trastitmara y t^emus, y de dona
Beatriz de C«3tro. Cardonal de I Dcfúé A/iótinlrt en 167S. Preconizado arzo-
bispo de Sevillii en 1581. Murió en esta ciudad en IS de Setiembre de 1600.

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37 grados, la cual se apartó” de nuestra compañía volun-
tariamente, según presumimos.—En el estrecho y su pa-
saje estuvimos seis semanas con infinitas tempestades y
borrascas y pérdidas de tres cables, tres anclas y otra
quebrada, y tres horas estuvo mi pobre nao encima de
las peñas cargada fasta el tope y cada momento de ellas
aguardando la muerte con naufragio. Pero quiso e1 Señor
librarnos de allí y nos sacó á la mar del Sur con sola un
an> la y media, donde pasamos la costa de Chile, entré un
puerto llamado Santiago (1), donde tomé ciñen navios en
los cuales hallé lo que había menester de bastimento;
llévelos mejores conmigo, y los demás resgaté. También
hube en ellos una poca cantidad de oro hasta el valor de
seis ó siete mili libras esterlinas, que serán 25 mil duca-
dos.—Desde alli vine costeando el Pirú y saqueando al-
gunos puertos.
Y en un domingo, dia de la Santísima Trinidad, en 13″
y 20′ descubrí seis velas de armada, que el virrey don
Garda Hurtado de Mendoza, marques de Cañete (un muy
prudente gobernador y de gran valor), teniendo noticia
que yo andaba por aquella costa, había en seis dias ade-
rezado; por cuyo capitán y gobernador iba un. my noble
y valeroso soldado, llamado D. Beltran de Castro. Cuan-
do primero descubrí esta armada, hálleme dos leguas
en el viento (2), por lo cual tuve bastante tiempo y
lugar de prepararme ¡í la batalla y de armar la nao bien
para la pelea, lo cual hecho, nos pusimos en oración A
Nuestro Señor, encomendándonos en sus manos; el cual,
por su misericordia, nos libró milagrosamente de las de
los enemigos por entonces. Mas, porque no le fuimos
agradecidos ni le devimos de rendir dignas gracias y loo-
res, pues luego de á poco tiempo, con menos fuerza nos
rindieron y vencieron, como abajo se verá.

(11 Por «rio de U capital de Chile. Hoy Viilparalso.
tJ) A barlovento,

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Por la mañana calmó el tiempo, pero dentro de dos
horas refrescó el viento de suerte que la capitana de lus
contrarios rompió el mástil mayor,y la almiranta las ve-
las, y otro navio de los seis la verga mayor, a cuya causa
la noche siguiente les dimos capada (1), aunque en la ve-
locidad de los navios nos llevaban tanta ventaja, que con
el trinquete y mesana nos acompañaban con todo nuestro
trapo arriba, y esto con viento en popa y con la escota
tirada.
III dia siguiente, habiéndonos ya perdido de vista, se
fueron á Lima, donde el general en dos dias reparó las
velas de la almiranta y con ella y con otro navio que
halló allí del rey (y porque fue tanta la grita y vaya que
las mujeres de aquella ciudad le dieron, según yo supe de
buena maiioj, que arrojó la vuelta á la mar tras mi; & yo
con toda la posible priesa que el tiempo me dio lugar, fui
en demanda de la baia de Atacantes, ques 4 leguas del
cabo de Sant Francisco, pretendiendo allí tomar agua
é lo demás necesario para proseguir mi viaje adelante;
donde al cabo de cuatro dias, habiéndome ya proveído de
agua y queriendo dar la vela, á 4 de Junio descubrí dos
velas que venían doblando el cabo y eran las dos que me
venían ;í buscar, y cuando me vieron surto en la bahía,
enderezaron las proas é venían á mas andar. Yo hice
luego vela é procuré ganarles el viento; pero fué en vano,
porque la capitana arrojóse sobre mí y dióme una carga
muy brava, y en acabando, se deslizo é volvió a cargar
la artillería, y la segunda vez volvió con su almiranta, y
dándome con toda ta artillería de arabas, abordaron y
entraron como leones con mucha furia, y cansándose un
rato, volvieron otra vez afuera, y cargando la artillería,
volvieron á embestirme tercera y cuarta vez hasta que
la noche nos apartó; pero nunca por eso nos dejaron re-
posar en toda la noche; hasta dos horas antes del dia no

Quiíá debió decl r eieapada y entenderse ten tKn¡¡amo;

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cesó la artillería, y siempre por no ir azidos (sic) con nos-
otros, nos daban las balas.
En esta pelea fué muerto un caballero principal, llama-
do Quirron, con otros diez de la compañía de los más
hombres; yo pasado un brazo y el pescuezo con balas, y
tan mal ferido, que no hacían caso de mi vida la compañía
(sic); el maestre herido mal en el rostro con una bala de
la artillería, la mayor parte de todos mal feridos y los de-
mas desmayados; los mástiles y bombas hechos hastillas,
y con el cansancio quería mi gente tratar de darse á buen
partido. Yo les hice un breve parlamento, rogándoles se
mostrasen en valor de qué nación eran y que por la honra
de ella y de sus libertades no pensasen rendirse mientras
quedase hombre vivo, Y asi con gran coraje mantuvieron
la pelea tres días y noches, reparando de noche lo mejor
que podíamos los daños del día; hasta que me hirieron
con una pieza de artillería en el muslo, que fué forzoso
tenderme; y entonces llamé al capitán Ellis y le enco-
mendé mi cargo. Ya no quedaba hombre de cuenta sin
herida, la nao con más de un brazo de agua y para luego
ir á pique, todos importunándome de consentir nos ofre-
ciésemos á partido, y viendo yo sus voluntades y sin es-
peranza de remedio, consentí en ello y de mejor gana,
porque de un español que yo traia á bordo fui certilicado
de la gran nobleza ó inviolable fe del general D. Beltran
de Castro que cumpliría su palabra, y asi fué, que el dicho
D. Beltran me invió su guante con promesa y palabra de
caballero que después de rendido no se haría mal á hom-
bre alguno y que nos daría á todos las vidas, y con esta
promesa y condición nos dimos, concertándonos entre
todos my secretamente que si á la entrada de nuestra nao
los españoles hacían ó usaban alguna crueldad ó rigor,
sigun suele acontecer en tal caso, uno que estaba puesto
para el efecto, habia de dar fuego á la pólvora y soplar
(sic) á ellos y á nosotros y acabar nuestra miseria con
este triste y funesto ñn.

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Conforme á la palabra y promesa del general nos sub-
ceclió, que ni después de rendidos se ha hecho violencia
con nadie ni creo que jamas ingleses en esta tierra han
hallado tanta misericordia í.i tan buen tratamiento; con
el cual y con el ayuda de nuestros buenos cirujanos esca-
paron la mayor parte ó casi toda nuestra gente herida.
El capitán Ellis y el maestre están ya fuera de peligro y
casi sanos; por mi parte confieso y reconozco que, aun-
que fuera hermano del general, no pudiera tener mas cui-
dado de mi salud y contento de lo que tiene, y con su
consuelo y regalos estoy casi sano de mis heridas, que
parecían mortales, y confio que por su medio y merced
que se me ha de hacer, gozaré algún día de libertad.
Es este caballero D. Beltran de muy noble condición y
religioso y de gran linaje, cuarteando en sus armas las de
Castilla, de Inglaterra, de Portugal, de Aragón, de Cicilia,
fuera de otras. S. S. tiene un hermano de los grandes de
España, que es el conde de Lemos, de Andrada y Villalba
y marques de Sarria; su hermana es muger del virrey de!
Pirú, D. García Hurtado de Mendoza.—Estos Señores de
ja gran casa y familia de los Castros solían ser antes de
la guerra en España gratificados y empresentados por la
Reina y grandes de su corte cada año con muchas dife-
rencias de halcones, galgos y lebreles de Islanda y seme-
jantes cosas propias para tan grandes príncipes, y ellos
las recompensaban con regalos de grande estima y de los
mejores que los reinos de España producían y de que hay
falta y carestía en el de Ingalaterra, y desa misma dispo-
sición está todavía; y si mi rescate ó libertad estuviera solo
en manos de D. Beltran, sé muy bien que con halcones, ca-
ballos, lebreles de caga de Islanda se contentaría él pres-
to; y asi, si posible fuese que en algún barco de Islanda se
pudiese inviaral Ferrol ó A la Coruña se pudiesen inviar
algunas cosas destas para caga, que obligaría á esos Se-
ñores de hacer por mi todo lo posible; y de entender que
tengo amigos para gratificar la merced que se me ha he-

— fi-
cho, el Sr. Gualter Raule [Walter Ralegh] y por ay (sic)
puede ayudar mucho en esto, y también D. Jofre y Fren-
tón, que muchas veces me ha ofrescido amistades y mer-
cedes; estos señores pueden ayudar mucho á Vmd. para
pasar estas cosas de caca á la Coruña para el dicho con-
de de Lemos, que me dicen es aficionado a la caca y tam-
bién la condesa su esposa, y que corre un caballo como
el mejor ginete de España, y agora es el tiempo de pro-
bar amigos (1).
En cuanto á la honra de nuestra pendencia y razón en
rendirnos, me remito á nuestros contrarios que no dubdo
dejaran de publicarlo por la mayor parte de la cristian-
dad. Consuélome que fué tal, que ni mi reina fué deshon-
rada en tener tal vasallo, ni mi padre por tener tal hijo,
ni mis deudos tal pariente. En conclusión, tal es la fortu-
na de la guerra: hoy por ti, mañana por mí.
Después de rendido nuestro pobre navichuelo, llamado
elDaynti\2), nos pusimos mar en través por espacio de
treinta y seis horas para agotar el agua que habia entra-
do y poner un palo por el mástil mayor y enjerir el trinque-
te con otros palos para poder navegar. No creo que des-
pués que el mundo lo es se ha visto ñau tan maltratada ni
hecha un harnero y debajo del agua catorce ó quince ba-
lazos, de los cuales la mitad no pudimos adovar, pues la
desventaja con que peleamos es increíble y no creyeron
que habia nao en el mundo que tanto ganara al Dainti en
velar como estas que topamos, que certifico á Vmd. que
con solo el trinquete y mesana iban alrededor de nuestra
nao y nos dejaban y alcanzaban como y cuando querían.
Probábamos todo género de peleas y modo para nuestra
defensa, pero no aprovechaba ni invención alguna halla-
mos que prometia buen subceso, continuamente echadas

(1) Al margen de la cabeza de esto párrafo hay e&crito de la misma letra:
liran liáonja,
(2) Dainty, delicado, elegante. Loa marinos de la escuadrilla de D. Beltran
llamaron a esta nao La Linda.

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sobre nuestro transóme (1) y batiendo con trece ó ca-
torce piezas, y nosotros con solas dos ú tres cuando más
nos podíamos valer; y también nuestra Dintt (sic) tenia
una falta grandísima, que en refrescando el viento anisa-
ba [¿escoraba?] mucho, de suerte que no nos aprovecha
ha la artillería grande; y andando con viento en popa
no calmaban; y luego el navio nuestro ni acudía al timón
ni se dejaba gobernar. Y ultra desto, temíamos mucho de
caer sobre la Gorgona, que es un golfo my peligroso y
lleno de bajíos; y certifico á Vmd. que los contrarios eran
tortísimos; protesto que más quisiera haberme visto bar-
loado con Sant Felipe, el de España, ó con otro cualquie
ra de la Armada de ella, que con estas dos. El porte de la
mayor no lo sé, pero tiene noventa y tres pies de quilla y
treinta y nueve pies por el madero principal, y abajo diez
y siete pies. Tenia tres cubiertas, la una debajo del agua,
y siete pies de altura de la una á la otra; demanda tres
brazos y medio de agua; tiene treinta piezas de bronce de
tan buena artillería como vide en mi vida, la mayor parte
de ellas de 40, 50 , 60 y 65 quintales: mucho parece esta
nao á la Victoria de la Reina, de grande anchura y forta-
leza. La menor, que fué su almiranta, era poco más ó
menos del porte de nuestro navio, con doce piezas de
bronce my buenas. En el segundo dia de la pelea descu-
brimos el mástil mayor dcsta nao, y su capitana y ella se
pusieron con viento en popa algo lejuclos y creímos que
nos dejaban ya; pero el capitán della, llamado Juan Mar-
tin de Oliva, viendo que el general estaba resuelto en per-
seguirnos, no quiso buscar puerto adonde aderezarse
aunque el dicho general se lo habia mandado, sino con el
trinquete y mesana nos iba acompañando con su capitana
y haciendo el daño que pudo. Este capitán fué prisionero
de Francisco Draque y ha estado en Plemua y Londres;
es muy honrado y valiente y dice mucho bien de nues-

(1) Yugo.

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ira nación, por el buen tratamiento que le hicieron.
El árbol mayor de la capitana pasamos en dos partes
con dos tiros; fué el Señor servido que no rompió, por
nuestro castigo, el cual confieso ha caido sobre nosotros
justamente por nuestros pecados; y cuando el sea servi-
do, podrá ponernos en nuestra libertad y hacer que todo
subceda para más bien y provecho de nuestras almas.
Y como he dicho antes, con el mucho tiempo que estu-
vimos mar en través y peleando, nos metimos tanto en la
bahia y nos pusimos tan al Norte, que nos fué forzoso
buscar algún puerto para aderezar el Daynti; y resuelto
el general que habia de ser en Panamá, dio cabo á nues-
tro navio y en cinco dias nos pusimos en Perico, que es
puerto de Panamá, donde hallamos otro galeón del rey
muy fuerte y bien armado, el cual tres meses antes habia
traido el Tesoro; y en acabando de poner en orden nues-
tro navio, iremos á Lima.
Hay algunos, que poco saben, que dirán que el rey de
España no tiene fuerza con que defender la mar del Sur;
al que le pareciere ser así, podrá venir á probarlas suyas
con D. Beltran de Castro; pero mi parecer es que nuestra
nación tome ejemplo en mi desventura y no sean tan atre-
vidos en estas partes si no fuere Armada real, y de cuan
poco efeto será, bien se deja entender.—En estas naos de
Armada habia mucha gente valerosa y prudente, y entre
las demás un caballero, famoso soldado, llamado Miguel
Ángel Filip.0 (1), que siempre tiene cargo de general
para el conducto del tesoro del Rey; del cual también he
recibido mucho consuelo y obras, aunque en cuanto á la
libertad, después de Dios, confio en la merced que me ha
de hacer el buen D. Beltran de Castro y la marquesa, su
hermana; y espero que será sin rescate, aunque no seria

(t) Miguel Ángel Filipan, expL-rLtsimo y valeroso marino al servicio de Ks-
pafia en el Peni. Va lenta hecha su reputación el ano de 1579, cuando fue de pi-
lólo mayor de la armada que el virrey D. Francisco de Toledo mandó Contra
Francisco Drake por el mismo rumbo que Ilev6 la de D« Beltran de Castro.

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mala diligencia si acaso tomaren por allá algún español
principal ó italiano de los que sirven al rey en Flandes,
detenello, porque si acaso algún rescate demandaren, pu-
diera ser en trueco libertarme; y en esto espero que
hará Vmd. como padre en ayudarme en este captiverio y
también en favorescer y consolar á mi mujer é hijos, de
quien tengo más lástima y pesar que de mí mismo, etc. A
bordo del galeón San Andrés, en Perico, á 6 de Agosto
de 1594.~Su mal afortunado, emp.° amado (sic) é obe-
diente hijo.=RICARDO HAUQUINES.
(Papeles de Jesuítas, en la Real Academia de la His-
toria.)
NOTA.—La derrota de Hawkins hállase referida con
bastantes pormenores en el libro, ya muy raro, titulado
Hechos de D. García Hurtado de Mendosa, cuarto mar-
qués de Cañete, escrito por el doctor Cristóbal Suárez de
Figueroa, é impreso en 1613; mas no por eso pierde en lo
más mínimo de su interés la carta del famoso corsario.
Por ella sabemos, entre otras curiosidades, que se rindió
bajo el seguro de la palabra y promesa de D. Beltran de
no hacerles mal alguno y conservarles la vida á él y á sus
compañeros de desgracia; sagrada garantía que hicieron
en gran parte ilusoria necesidades políticas y muy espe-
cialmente reiteradas y apremiantes exigencias del Santo
Oñcio limano. Llegaba por aquel entonces el inquisidor
Antonio Ordóñez y Flórez á tomar posesión de su cargo.
Era mozo. Mostrábase impaciente por celebrar un auto
lucido y solemne que le acreditara y al propio tiempo des-
vaneciera graves sospechas. Vio cumplido su deseo el 17 de
Diciembre de 1595. En el piadoso festejo salieron trece de
los vencidos con Hawkins, condenados á penas á cual
más dura é infamante, aunque la celosa intervención é
influencia de los jesuítas lograron atenuarlas y dulcifi-
carlas considerablemente, previa la conversión de los

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reos al catolicismo, por los procedimientos que en trances
tales se usaban. Entre los trece se encontraba John Ellis,
á quien Hawkins entregó el mando de la Dainty poco an-
tes de rendirla. Era cristiano bautizado y oyó misa hasta
la edad de doce años; pero nunca confesó ni comulgó, y
el caudal de sus oraciones se limitaba al Paler noster y
al Avemaria, caso grave y de mucha teología que impi-
dió extender la rebaja de su condena á menos de diez
años de clausura en un convento, con la obligación de
asistir á todas las procesiones y misas mayores que se
celebraran, con más una romería eremítica y sabatina.
Así, pues, el seguro de D. Beltran se guardó en cuanto á
las vidas de los prisioneros; pero en ¡o de no hacerles mal
algUHO, es indudable que falló; bien es verdad que para
estos trece el mal redundó en bien de sus almas. Del resto
de los prisioneros no pnede decirse otro tanto, porque
fueron enviados á las galeras de Cartagena sin pasar por
la Inquisición.
El rango y calidad del general de estos pobres herejes
obligaban á D, Beltran A más firmeza y tesón en el em-
peño de honrar su palabra de caballero; y con ayuda Je
su hermana, de su cuñado, y probablemente de la Com-
pañía de Jesús, logró sortear con maña durante unos me-
ses los apremios del Santo Oficio; por lo menos así resul-
ta del siguiente capitulo de carta del rey, fecha en Madrid
á 17 de Diciembre de 1595, que traslada en su libro el doc-
tor Suárez y es contestación á la en que el virrey le par-
ticipaba la victoria de Atacámez:
“En cuanto al castigo del general ingles y los demás
que se tomaron en el dicho navio, que decis los pidió la
Inquisición y que por no tener orden allá de lo que es mi
voluntad se haga de ellos, procuraríades con el Santo
Oficio que se fuese dilatando el sacar al dicho general al
auto, por haber entendido que es persona de calidad, lo
que en esto ha parecido es que se haga justicia conforme
á>la calidad de las personas.,,

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Pero, según otra carta del inquisidor Ordófiez de 4 de
Noviembre de 1595, ya en 17 de Julio anterior estaba con-
cluso el proceso de Hawkins, después de haberse conver-
tido á la fe católica.
A esta sazón, hallándose muy enfermo el neófito, fué
trasladado á una celda del colegio de la Compañía, de
donde le sacaron para ponerlo á disposición del Virrey,
que desde un principio, dice Ordóñez, había manifestado
interés por él.
Presumo que con estas atenciones y finezas y su cari-
tativa intervención en los procesos de los herejes, agra-
decían los jesuítas la fundación de su colegio de Monfor-
te, obra del hermano de D. Beltran y de la virreina, el
Cardenal Arzobispo de Sevilla.
D- Luis de Velasco, inmediato sucesor del marqués de
Cañete, quiso enviar á España á los penitenciados; pero
los inquisidores se opusieron, alegando que no habían
acabado de cumplir sus penitencias. Dispúsose entonces
que también se quedase con ellos Ricardo Hawkins, por-
que podría aquí hacer daño, dando avisos de la navega-
ción de aquellos mares.
Tomo estos datos de la Historia de la Inquisición
de Lima, publicada por mi amigo el Sr. D. J. T. Me-
dina.
Peralta, en su Lima fundada, dice que Hawkins se
rindió á D. Beltran debajo de la palabra real, y que ha-
biéndole, no obstante ella, sentenciado A muerte la Au-
diencia de Lima, apeló al Consejo Supremo, donde llevó
la causa, y habiéndola vencido, lo envió libre á Ingla-
terra.
Ignoro en qué año le fué posible restituirse en su pa-
tria, donde murió en 1622.
Suárez de Figueroa, y aun el mismo Hawkins, en su
carta, mencionan los capitanes y cabos que se distinguie-
ron en el combate de Atacámez; pero no veo entre sus
nombres el de Juan Gómez Peinero, á quien, por cédula

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de 5 de Agosto de 1595, gue registra en sus Apuntes
el relator y cronista del Consejo de Indias licenciado
León Pinelo, se le hace merced de 200 escudos, atento á.
que por su industria y cuidado fué preso el inglés Bichar-
te A quines.

M. J. DE LA E.

KUPRIENKO