Хуан Руис де Аларкон и Мендоса. Немой симулянт. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. EL DESDICHADO EN FINGIR

Хуан Руис де Аларкон и Мендоса. Немой симулянт.
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. EL DESDICHADO EN FINGIR

Хуан Руис де Аларкон и Мендоса. Немой симулянт.
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. EL DESDICHADO EN FINGIR

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza fue un dramaturgo novohispano (por lo que se le considera tanto español como mexicano) nacido el año de 1581 en la ciudad de Taxco (actualmente en Guerrero, México), y fallecido en Madrid, el 4 de agosto de 1639.

Tabla de contenidos
1 Biografía
2 Obra
3 Artículos relacionados
4 Bibliografía
5 Enlaces externos

Biografía
Sus padres fueron Pedro Ruiz de Alarcón, oriundo de la nobleza de Cuenca, y Leonor de Mendoza, emparentada con la poderosa familia de los Mendoza. Cursó estudios de abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Trabajó un tiempo como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608, en el mismo barco en que iba Mateo Alemán. Se graduó en México y opositó sin fruto a varias cátedras.

En 1614 volvió de nuevo a España donde trabajó como relator interino del Consejo de Indias y se dedicó a la producción literaria. Fue amigo, y tal vez colaborador, de Tirso de Molina. Era una persona deforme (contrahecho, jorobado de pecho y espalada y pelirrojo y barbitaheño, lo que era un baldón en una época en que se suponía que Judas lo había sido, aparte de ser de muy baja estatura) lo cual le hizo blanco de numerosas burlas y críticas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que le llamó “corcovilla”, Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca. Al morir gozaba de una posición económica desahogada.

Obra
Publicó veinte comedias en dos volúmenes; el primero, con ocho, en 1628 (Los favores del mundo o Ganar perdiendo, La industria y la suerte, Las paredes oyen, El semejante a sí mismo, La cueva de Salamanca, Mudarse por mejorarse, Todo es ventura y El desdichado en fingir); el segundo, con doce, en 1634 (Los empeños de un engaño, El dueño de las estrellas, La amistad castigada, La manganilla de Melilla, Ganar amigos, La verdad sospechosa, El anticristo, El tejedor de Segovia, La prueba de las promesas, Los pechos privilegiados, La crueldad por el honor y El examen de maridos). Otras obras, que se publicaron en distintas colecciones, son Quien mal anda mal acaba, No hay mal que por bien no venga y La culpa busca la pena y el agravio la venganza.

Las obras de Juan Ruiz de Alarcón se caracterizan por su carácter moralizador y el ataque a las costumbres y vicios sociales de la época, en lo que se distinguió notablemente del teatro de Lope de Vega, con el que no llegó a simpatizar, originalidad que le valió las críticas de los autores de su escuela e incluso intentos de “reventar” el estreno de algunas de sus comedias, como por ejemplo El anticristo. Es el más psicólogo y cortés de los dramaturgos barrocos y sus obras se mueven siempre en ámbitos urbanos. Son sus obras maestras, La verdad sospechosa, que inspiró Le menteur de Pierre Corneille y El mentiroso de Goldoni, y Las paredes oyen. Ambas comedias atacan los vicios de la mentira patológica o mitomanía y de la maledicencia; en el personaje del feo, sabio y virtuoso don Juan de Mendoza de esta última se ha querido ver al propio autor. Su obra, escasa en cantidad si se compara con la de otros ingenios de su época, posee empero una gran calidad y unidad de conjunto y fue muy influyente e imitada en el teatro extranjero, particularmente en el francés.

Los temas para sus comedias los extrajo de muy distintas fuentes. En La prueba de las promesas se repite un cuentecillo de El Conde Lucanor de don Juan Manuel. El examen de maridos tiene concomitancias con El mercader de Venecia de William Shakespeare, porque se inspiran ambas en una fuente común italiana. De los Evangelios apócrifos viene El anticristo. La crueldad por el honor deriva de un episodio de la historia de Aragón. El tejedor de Segovia resulta una extraña anticipación del drama romántico. Quien mal anda mal acaba, que versa sobre el pacto con el diablo de un morisco, se inspira en la tradición popular de un proceso inquisitorial en Cuenca.

Artículos relacionados
Teatro
Cultura de México

Bibliografía
Diccionario de literatura española, Madrid: Revista de Occidente, 1964, 3.ª ed.

EL DESDICHADO EN FINGIR

Personas que hablan en ella:
• ARSENO, galán
• PERSIO, galán
• EL PRÍNCIPE DE BOHEMIA, galán
• JUSTINO, viejo
• CLAUDIO, criado del Príncipe
• ROBERTO, criado del Príncipe
• ARNESTO, hijo de Justino
• TRISTÁN, criado de Persio
• SANCHO, criado de Arseno
• PEREA, escudero de Celia
• ARDENIA, dama
• CELIA, dama
• INÉS, criada de Ardenia
• CRIADOS
• GUARDA
• UN PAJE
• UN CORREO
________________________________________
ACTO PRIMERO
________________________________________
ARSENO, con botas y espuelas; ARDENIA, teniéndolo

ARDENIA: ¿Por qué te quieres partir,
y que yo sin alma quede?
ARSENO: Con un príncipe, ¿quién puede,
Bella Ardenia, competir?
ARDENIA: El príncipe para mí
Tú solamente lo eres.
ARSENO: Bien conozco las mujeres.
ARDENIA: Y yo, fementido, a ti;
Que por partirte condenas
Sin culpa mi firme pecho.
ARSENO: ¡Qué dellas en vano han hecho
juramento de ser buenas!
ARDENIA: No habrán arresgado el bien
que yo, Arseno, al quebrantallo.
ARSENO: Al que más merece, hallo
que lo quebranten más bien.
ARDENIA: Pues dime, ¿qué puede haber
que te dé satisfacción?
ARSENO: Tener de ti posesión.
ARDENIA: Será en siendo tu mujer.
ARSENO: ¿Cuándo tanto bien aguardo?
ARDENIA: Estorbos deja pasar.
ARSENO: No sufre tanto aguardar
el vivo fuego en que ardo.
ARDENIA: Mi fe que vivas pretende
si alarga la conyutura,
porque no estará segura
vida que a un príncipe ofende.
ARSENO: Si tú quieres, lo ha de estar.
ARDENIA: Si él me quiere, no lo está.
ARSENO: ¿Pues cuándo no te querrá?
¿Eres tú para olvidar?
ARDENIA: El tiempo es bastante medio
para apagar mayor llama.
ARSENO: Al fin de la que me inflama
el aguardar no es remedio.
ARDENIA: Pues mira tú lo que quieres.
ARSENO: Sal de tu tierra conmigo.
ARDENIA: Perderé mucho contigo;
que es de livianas mujeres.
ARSENO: Lo que alcanza mi porfía,
¿puede conmigo infamarte?
ARDENIA: Puede al menos avisarte
de que con otro lo haría.
ARSENO: No siendo tu amor menor,
no culpará tu fineza.
ARDENIA: Si la fineza es bajeza,
no la disculpa el amor.
ARSENO: Si cuando tanto me ama
tu pecho, al honor te mides,
¿cómo al Príncipe no impides
que te destruya tu fama?
ARDENIA: ¿Qué ofende su pretensión
A quien bien su honor defiende?
ARSENO: Al príncipe que pretende
da el mundo la posesión.
ARDENIA: Si solo su intento daría,
¿Quién podrá impedir su intento?
ARSENO: ¿Ves cómo mi pensamiento,
enemiga, no se engaña?
ARDENIA: ¿Por qué no se engaña?
ARSENO: Es llano;
que al fin ha de ser vencida
la mujer que es pretendida.
ARDENIA: ¿Luego nadie espera en vano?
ARSENO: Nadie, si intentar le dejan.
ARDENIA: ¿Y mil mujeres diamantes,
de quien sus firmes amantes
en,las historias se quejan?
ARSENO: Vencieron porque no dieron
a los intentos lugar,
y a recebir y escuchar
sin manos y sordas fueron.
ARDENIA: Si en eso no más consiste,
vencedora me verás.
ARSENO: Contradiciéndote vas.
ARDENIA: ¿Cómo?
ARSENO: ¿Agora no dijiste
que quién le podrá estorbar
al Príncipe tal intento?
ARDENIA: Llamo intento al pensamiento,
no a la obra de intentar.
ARSENO: Si entra el Príncipe en tu casa,
mal puedes no darle oído.
ARDENIA: Sí yo tuviera marido,
no pasara como pasa.
ARSENO: Si merecerte pensara,
presto marido tuvieras.
ARDENIA: Seráslo como tú quieras.
ARSENO: Quiero, aunque el vivir costara.
ARDENIA: Pues mientras a eso los cielos
muestran ocasión y día,
aun darse traza podría
para asegurar tus celos.
ARSENO: Dime cuál.
ARDENIA: Pensarla quiero,
Arseno mío, más bien.
Con la, noche oscura ven;
que a la ventana te espero,
y pensada la tendré.
Vete agora; que vendrá
Mi padre de fuera ya.
ARSENO: Queda a Dios.
ARDENIA: ¿Vendrás?
ARSENO: Vendré.

Vanse y salen PERSIO y TRISTÁN, de noche,
con una linterna encendida

TRISTÁN: ¿Tan enamorado estás,
y en verla te estrenas hoy?
PERSIO: Tan enamorado estoy,
y una vez la vi no más.
TRISTÁN: A purgar pienso que vienes
aquel delito pasado.

PERSIO: ¿Cuál delito?
TRISTÁN: Haber burlado
a Celia.
PERSIO: Donaire tienes.
¿De qué sacas que a pagar
delitos pasados vengo,
si sabes, Tristán, que tengo
Dichosa estrella en amar?
TRISTÁN: Es verdad–mas eso ha sido
cuando rico; hoy no lo estás,
y así dorar no podrás
vos virotes a Cupido.
PERSIO: En la conquista presente
dinero no es menester,
que es muy rica esta mujer,
sino dicha solamente.
TRISTÁN: ¿Que es muy rica?
PERSIO: Un su vecino
largo de eso me ha informado
y que es de linaje honrado.
TRISTÁN: ¿Y dura tu desatino?
PERSIO: Y aun se aumenta mi esperanza.
TRISTÁN: ¿Y aun se aumenta? ¡Ay de ti triste!
Parece que ayer naciste,
pues tu experiencia no alcanza
que para vencer la rica
es menester más tesoro;
que es como pimienta el oro,
que al que más come más pica.
PERSIO: Poco se pierde en probar.
TRISTÁN: Dios lo haga.
PERSIO: ésta es la casa.
Alumbra, a ver lo que pasa.
TRISTÁN: Déjate de enamorar,
y intenta, si te parece,
una plaza de criado.
PERSIO: Calla, necio; que al osado
la Fortuna favorece.
TRISTÁN: También de empresas como éstas
he visto, y tú habrás oído,
que algún osado ha salido
con muchos palos a cuestas.
PERSIO: Eso suele suceder
al vil que alturas pretende,
que a la calidad ofende
solamente en pretender;
mas siendo yo caballero,
mi amor a Ardenia no ultraja,
pues sabes que más ventaja
no me lleva que el dinero.
TRISTÁN: Como de ser a no ser
es la ventaja, y lo fundo
en que sólo tiene el mundo
un linaje, que es tener.
PERSIO: La ventana abren, Tristán.
TRISTÁN: ¿Quieres llegar?
PERSIO: No; que quiero
espiar y ver primero
por dónde estas cosas van.
Pongámonos en espía,
veremos qué amantes tiene.
Quien a sí no se previene,
inciertos sus pasos guía.
Nunca el médico ordenó
el remedio sin tomar
el pulso.
TRISTÁN: Bien puedo dar
testimonio de eso yo.
PERSIO: ¿Cómo?
TRISTÁN: Fui a llamar un día
para un enfermo un doctor,
y él, sin saber el dolor
o enfermedad que tenía,
me dijo, “Mientras se ensilla
mi mula, mancebo, id,
y que le sangren decid;
Que yo voy luego.”
PERSIO: La silla
De su mula merecía
tal doctor.

Salen ARDENIA, a la ventana con un papel, e
INÉS. PERSIO y TRISTÁN, en la calle

ARDENIA: Con este enredo
Pienso, Inés, que guardar puedo
del Príncipe la honra mía,
y asegurar a mi bien.
INÉS: A mucho te obliga amor.
TRISTÁN: Ya hay penitentes, señor:
cubre esa linterna bien.
PERSIO: No temas que vernos pueda.

Salen ARSENO y SANCHO, de noche. ARSENIA e INÉS, a la
ventana; PERSIO y TRISTÁN, retirados

ARSENO: Solitaria noche mía,
dejadme ver a mi día.
Sancho,. en esa esquina queda,
y avisa en viniendo gente;
que es un príncipe el contrario.
SANCHO: El es caso temerario,
que un pobre soldado intente
a un gran príncipe oponerse.

Apártase SANCHO, y llégase a la
ventana ARSENO

ARSENO: Ardenia…

ARDENIA: Arseno…
ARSENO:
Señora,
aquí un alma que os adora
en su gloria llega a verse.
ARDENIA: Escucha.

Hablan en secreto y habla TRISTÁN aparte a
su amo

TRISTÁN: Ve lo que pasa.
Llega a enamorar, señor.
Por dicha hallará tu amor
desocupada la casa.
PERSIO: ¡Bien lo entiendes!
TRISTÁN: Bien lo entiendo.
PERSIO: Agora empieza a crecer
la esperanza de tener
el dulce fin que pretendo.
Su liviandad y mudanza
han de admitir mi cuidado,
y esta liviandad me ha dado
de que otras hará, esperanza.
TRISTÁN: No es una mujer liviana
por un amor.
PERSIO: Es verdad;
mas, doncella, ¿es liviandad
que a tal hora dé ventana?
ARDENIA: Con esta traza, señor,
Tu recelo se asegura.
ARSENO: Es sin igual mi ventura,
Y muestras, mi bien, tu amor.
PERSIO: (Yo quiero pasar, Tristán, Aparte
y tanta gloria estorbarle,
y ver de camino el talle
de este dichoso galán.)
TRISTÁN: ¿Pues piensas dalle en la cara
con la luz?
PERSIO: Sí; que ése ha sido
el fin de habella tenido
encendida.
TRISTÁN: Pues prepara
la espada; que sucedió
alguna vez–yo lo vi–,
por dar con la luz así,
gran pesadumbre
PERSIO: Ya yo,
Desde que me enamoré,
la espada, el pecho, la vida,
tengo a todo apercibida.
TRISTÁN: Ya yo mi espada tenté.
ARDENIA: Gente viene. Ese papel

échale un papel y cae al suelo, y no lo
levanta ARSENO

toma, y sí algo se te olvida
de la traza referida,
escrita va toda en él.
Estima el renglón postrero,
que es la firma de mi amor.
SANCHO: Que viene gente, señor.
ARSENO: Adiós.
ARDENIA: Mañana te espero.

Quítanse de la ventana ARDENIA e INéS

ARSENO: (Si me han visto aquí parado, Aparte
y es del Príncipe esta gente,
tengo la muerte presente…
pero ya el remedio he hallado.)
Caballeros…
PERSIO: ¿Qué mandáis?
TRISTÁN: (¿No lo dije yo?) Aparte
ARSENO: Querría
que me deis, por cortesía,
si muy de priesa no vais,
esa luz para buscar
cierto papel que he perdido,
y ha rato que en vano ha sido
sin ella el quererlo hallar.
Saquélo revuelto a un lienzo,
y aunque sé que aquí cayó,
no sé dónde lo llevó
el viento.
PERSIO: (A enredar comienzo. Aparte
De Ardenia es este papel,
y que he de cogerlo fío
en mi industria; que este mío
haré que lleve por él.)

Saca un papel y finge que lo levanta del suelo, y
dalo a ARSENO

En una ocasión tan buena
me huelgo de haber llegado,
y de haberos aliviado,
hallando el papel, la pena.
Veislo aquí.
ARSENO: Dios haga bien
a vuestras cosas y a vos.
PERSIO: Dios os guarde.
ARSENO: Guárdeos Dios.
PERSIO: Trístán, vamos.
ARSENO: Sancho, ven.
SANCHO: Vamos, y lleva estudiado
lo que a Celia has de decir;
que es tarde y ha de reñir.
ARSENO: Diré que jugando he estado.

Vanse ARSENO y SANCHO
TRISTÁN: ¿No nos vamos, pese a mí?
PERSIO: ¿Dio la vuelta?
TRISTÁN: Ya la dio,
Y las diera mejor yo
En la cama ya que aquí.
Advierte que canta el gallo,
y te tengo que negar
si otra vez vuelve a cantar
y acostado no me hallo.
¿No ves que no tengo amor,
y me hiela el menor frío?
PERSIO: El fuego del amor mío
puede a entrambos dar calor,
escucha un cuento gracioso.
TRISTÁN: ¿Qué buscas?
PERSIO: Este papel;

Levanta el papel que le echó ARDENIA

que uno mío di por él
a aquel galán venturoso.
TRISTÁN: ¿Para qué?
PERSIO: Ya lo verás.
Ten y alumbra.

Da la linterna a TRISTÁN, y él
alumbra, y PERSIO abre el papel y lee

TRISTÁN: ¿Pues aquí
quieres leer?
PERSIO: Tristán, sí;
no sufre el deseo más.
ésta es letra de mujer,
y Ardenia dice la firma.
Lo que sospeché confirma.
Oye.
TRISTÁN: Comienza a leer.

Lee

PERSIO: “Yo tengo un hermano en Roma veinte
años ha, llamado Arnesto, a quien de edad
de cinco llevó Roberto, hermano de mi
Padre, yendo a servir al cardenal Coloma
de mayordomo. Este hermano dirás que eres,
y que te vienes por haber muerto nuestro
tío; que los muchos años de ausencia,
la mudanza de niño a hombre, y la corta
vista de mi viejo padre aseguran el no
ser conocido; y con esto viviremos seguros
del Príncipe, dándome primero palabra de
esposo, que desde luego te doy de esposa.
Tu Ardenia.”

TRISTÁN: ¿Qué le dices al papel?
PERSIO: Digo, Tristán, que mañana
cumpliré de buena gana
lo que ordena Ardenia en él.
TRISTÁN: ¿Cómo?
PERSIO: Mañana he de ser
hermano de la que adoro,
y ella, su casa y tesoro
han de estar en mi poder.
Yo ¿no soy recién venido
A esta corte? Pues di, ¿quién
fingir puede esto más bien,
o ser menos conocido?
¡Vive Dios, que he de engañalla,
Tristán, con su mismo engaño
TRISTÁN: Es atrevimiento extraño.
PERSIO: Sígueme, ayúdame y calla.
TRISTÁN: él es mucho aventurar.
PERSIO: ¿Yo no tengo este papel
della firmado? Pues él
de todo me ha de sacar.
Tres mil ducados tendré
de renta desde mañana;
y de mi querida hermana,
si puedo, al fin gozaré.
TRISTÁN ¿De modo que, a buena cuenta,
este papel te ha valido
gozar de la que has querido,
y gastar tres mil de renta?
¡Oh más que santo papel,
que escribió un ángel hermoso!
¿Cuál fue el papel venturoso
Que diste al galán por él?
PERSIO: Verélo; pero seguro
puedes tener confïanza
de que no ha sido libranza.

Recorre los papeles de la faltriquera

TRISTÁN: Ni privilegio de juro.
PERSIO: ¿Sabes cuál era? Un romance
en que a Montano escribía
la historia de Celia y mía.
TRISTÁN: Suma el recibo y alcance.
El poeta eres primero
que por coplas enriquece.
Mas ¿sabes qué me parece?
PERSIO: ¿Qué?
TRISTÁN: Que llevas mal agüero
en que principio haya dado
a este caso la poesía.
PERSIO: Calla, necio: ¿en la porfía
del vulgo ignorante has dado?
TRISTÁN: Llegado nos ha al mesón
La plática sin sentir.
PERSIO: Esta noche no hay dormir.
TRISTÁN: ¿Pues qué?
PERSIO: Estudiar la lición.
TRISTÁN: ¿Qué lición?
PERSIO: Este papel
de memoria has de tomar;
que mañana se ha de dar
a mi padre cuenta dél.
TRISTÁN: ¿Ya es tu padre?
PERSIO: Ya lo es,
Y ya soy Arnesto yo.
TRISTÁN: ¿No Persío ni Julio?
PERSIO: No.
TRISTÁN: Con éste en seis meses, tres
nombres ya mudado habrás.
El uno, de Celia huyendo;
el otro, a Ardenia siguiendo.
PERSIO: Dudo en cuál acierto más.

Vanse. Salen ARSENO, SANCHO, y CELIA, con una
luz

ARSENO: Para venir descontento
de perder lo que tenía,
¿es bueno, por vida mía,
Celia, este recebimiento?
CELIA: ¡Y dar, es bueno también,
amargos días con celos,
Negras noches con desvelos
y con sospechas, a quien
con su hacienda os ha entregado
la libertad, como veis!
ARSENO: No muy de balde lo hacéis
con quien palabra os ha dado
de marido.
CELIA: ¿Y qué diez mil
ducados de renta gano
con alcanzar vuestra mano,
sino ese cuerpo gentil?
ARSENO: Pues si tan poco ganáis
en que yo la mano os dé,
la palabra os soltaré,
si también me la soltáis.
CELIA: Cuando veis que me he empeñado
¡eso de vos a oír vengo!
¿Conocéis que amor os tengo,
y arrojáisos confïado?
ARSENO: Pues si me tenéis amor,
sufridme, así Dios os guarde;
que venir un poco tarde
no es agora tanto error
para levantar tal fuego.
Idos, señora, a acostar;
que yo tengo que rezar,
y a veros entraré luego.
CELIA: (En celos mi pecho arde.) Aparte

Vase CELIA

ARSENO: ¿Entróse ya?
SANCHO: Ya se ha entrado;
Pero por Dios que has andado
–Y perdóname–cobarde. . .
Si has de ir mañana a vivir
con la que adorando estás,
¿Por qué, di, perdido has
esta ocasión de reñir
y descompadrar del todo?
ARSENO: Por Dios, que me ha acobardado
ver que me tiene obligado
Celia por tan noble modo.
Tú sabes la gran pobreza
con que a esta corte llegué;
de Celia me enamoré,
pagó mi fe con firmeza,
dile de esposo palabra,
y sólo sobre esa prenda
me da su casa y hacienda:
esto ¿en qué piedra no labra?
SANCHO: Pues ¿y Ardenia?
ARSENO: Ardenia, amigo,
es el bien de mi memoria,
es el centro de mi gloria
y el claro norte que sigo.
SANCHO: ¿Ha de ser tu esposa?
ARSENO: Sí,
aunque muriese por ella.
SANCHO: Pues, ¿y Celia?
ARSENO: Entretenella
como lo hice hasta aquí.
¿Sabes ya lo que has de hacer
Mañana?
SANCHO: Que he de alquilar
dos mulas y he de buscar
dos maletas, y has de ser
Arnesto, y vienes de Roma;
que eres hijo de Justino,
y de Roberto sobrino,
que del cardenal Coloma
en el servicio murió.
ARSENO: Diestro estás; mas por ver muero
deste papel lo postrero
que mi Ardenia me mandó
que estimase, por ser firma

Desdobla el papel

de su amor. ¡En verso viene!
¿Esta gracia también tiene
mi bien?
SANCHO: Su ingenio confirma.

Lee

ARSENO: “Oid, amigo Montano,
Los sucesos de un poeta. . .”

Sale CELIA, que se asoma a la puerta a espiar. Se quedan
ARSENO y SANCHO, sín verla

CELIA: (No sosiega el alma inquieta. Aparte
Ved si me recelo en vano.
Un papel está leyendo.)
ARSENO: Ni estilo ni letra, amigo,
son de mujer.
SANCHO: Yo tal digo.
ARSENO: ¿Qué puede ser?
SANCHO: No lo entiendo.
CELIA: (Celos me dan cruda guerra.) Aparte
SANCHO: Lee algunos versos más.

Lee

ARSENO: “En seis meses que ha no más
que Dios me trajo a esta tierra. . .”
SANCHO: Señor, el caso he entendido.
allá dejaste el papel.
Y éste tomaste por él.
ARSENO: Eso lo cierto habrá sido.
SANCHO: No importa, pues diestro estás
en la traza que traía.
ARSENO: Lo postrero no sabía,
que es lo que estimaba más.
CELIA: (¡Qué consultas! ¡Qué debates!) Aparte
ARSENO: Amigo Sancho, ¿qué haremos
para que el papel hallemos?
SANCHO: ¿Es hora que de eso trates?
CELIA: (Ya no lo puedo sufrir.) Aparte

Sale CELIA y se dirige a Arseno

Traidor, ¿son éstas las horas
en que rezas y en que adoras?

Quítale el papel

ARSENO: ¿Vuélvesme ya a perseguir?
CELIA: He de leer el papel,
o la vida ha de costarme.
ARSENO: Si con eso has de dejarme,
toma y abrásate en él.
¿Pensabas que era billete
de dama?
CELIA: Yo lo veré.
SANCHO: Sin razón tu enojo fue.
CELIA: ¿Osaís hablarme, alcahuete?

Lee

“Oid, amigo Montano,
los sucesos de un poeta.
En seis meses que ha no más
que Dios me trajo a esta tierra.
Libre y descuidado andaba,
Cuando en Dios y en hora buena
Con una dama encontré. . .”
Arseno, ¿qué dama es ésta?
ARSENO: El papel lo dirá. Lee.

Lee

CELIA: “De buen talle, cara y prendas.
Al fin, toda me agradó.”
Y tú, di, ¿agradaste a ella?
ARSENO: El papel lo dirá. Lee.

Lee

CELIA: “Informéme de quién era. . .”
Yo juro que no te quede,
Arseno, por diligencia.
“Y que era doncella supe. . .”
¿Qué se te da que lo sea?
Dále, como a mí, palabra.
ARSENO: Celia, por Dios, que estás necia.
¿Cómo sabes que soy yo
de quien este papel reza?
CELIA: El papel lo dirá. Leo.
“Y que era su nombre Celia.”
ARSENO: ¿Cómo?
CELIA: ¡Pues ya anda mi nombre
en coplas, señor! ¿No vieras
que habiendo de ser tu esposa,
es bien que buen nombre tenga?
ARSENO: ¿No hay más Celias que tú?
CELIA: No,
para Arseno no hay más Celias;
y concurren muchas cosas
para que negar no puedas.

Habla SANCHO aparte a ARSENO

SANCHO: Señor, ¿qué puede ser esto?
ARSENO: Un confuso mar me anega.

Lee

CELIA: “Sabe Dios que temblé todo
a la palabra doncella;
mas al fin acometí,
que mi antigua maña es ésta.”

Habla ARSENO aparte a SANCHO

ARSENO: Sancho amigo, vive Dios,
que este papel es de Ardenia,
que ha sabido ya esta historia,
y así la venganza ordena.

Lee

CELIA: “Fui admitido, entré en su casa,
rica, adornada y compuesta.
ra su guarda una tía,
Julia en nombre, en años vieja.”
¿Hay más Celias que yo, Arseno?
¿Cómo agora no lo niegas?
¿No reza de ti el papel?
ARSENO: (¡Que así me castigue Ardenia!) Aparte

Lee

CELIA: “Era una vieja Creusa
lo que llaman de honor dueña,
criadas Celia y Dorísta,
y el escudero Perea,
un gato manso de Roma
y una perrilla faldera.”
¿También era fuerza darle
cuenta de estas menudencias?
ARSENO: (¿Quién tan por menor habrá Aparte
informado de esto a Ardenia?)

Lee

CELIA: “A pocos días y lances
Amor a los dos concierta
a futuro casamiento:
¿Qué no hará quien desea?”
¿De manera que el deseo
de gozarme os hizo fuerza,
y no el merecerlo yo?
ARSENO: (¡Que Ardenia esto también sepa!) Aparte

Lee

CELIA: “Dímonos los dos palabras,
que son no costosas prendas,
y para engañar las bobas,
industriosas alcahuetas.”
¡Bien descubrís vuestro pecho!
¿Y vos me vendéis nobleza?
Al fin, ¿que habéis de engañarme?
No ha de ser de esa manera;
que hay Dios, leyes y justicia.
ARSENO: (¿Quién no pierde la paciencia?) Aparte
CELIA: ¿Este pago dan los hombres
Tras de tantas obras buenas?
¿De esto sirve el regalaros
con mi casa y con mi hacienda?
Si mi honor os entregara,
¡buena quedara de necia!
ARSENO: ¿No dice más el papel?
CELIA: Sí dice; pero ¿qué enmienda
puede tener lo que ha dicho?

Quítale el papel ARSENO y lee

ARSENO: Deja que todo lo lea;
Que estoy loco, y quiero ver
Qué es lo que en el fin se encierra. . .
(Que por firma de su amor Aparte
Estimar me mandó Ardenia.)

Lee

“Al fin, sobre mi palabra
me dio, lo que llaman ellas
su honra, y lo que solemos
llamar la flor los poetas.”
¡Yo, Celia, no te he gozado!
Esto de otro dueño reza.
CELIA: En lo que mi queja fundo
¿quieres fundar tu defensa?
Si te alabas sin gozarme,
si me gozaras, ¿qué hicieras?
ARSENO: Bien lo riñes. Mas aguarda;
que va adelante la letra.

Lee

“En habiéndole gozado,
conocí la diferencia
que hay del dudoso deseo
a la posesión quieta.
Canseme, y a pocos días
;a dejé burlada y necia.”
¡Yo, Celia, no te he dejado!
CELIA: Escribes lo que hacer piensas.

Lee

ARSENO: “Y para vivir seguro
de que me siga y me prenda,
me he mudado el propio nombre.”
¿Yo he mudado el nombre, Celia?
Esto otras historias toca.
Ya cobro nuevas sospechas.
CELIA: En mi casa eres, Arseno,
y no sé si fuera de ella
te lo has mudado.
ARSENO: Bien dices.

Lee

“Y el que antes Persio era. . .”

CELIA: (¡Ay Dios!) Aparte
ARSENO: Pues ¿qué Persio es éste
que colores diferencias?
CELIA: Si. . .
ARSENO: No tienes que alegar;
que ésta no es la vez primera
que de este Persio he oído
murmurar algo en tu ofensa.
Quien esto de sí sabía,
¿Con tan animosa lengua
me ofendía y agraviaba,
como si razón tuviera?
CELIA: Tú, falso, tú por dejarme
estos engaños ordenas.
ARSENO: ¿Que aún animas tus enredos?
Una mujer ¿qué no intenta?
Sale PEREA

PEREA: ¡Cuando ya los gallos cantan,
anda esta casa en pendencias!
¿Qué es esto, Sancho? ¿Qué es esto?
SANCHO: Es el demonio, Perea.
Oíd y ved y callad.
PEREA: Eso me mandó mi abuela.

Lee

ARSENO: “Agora me llamo Julio.
Éstas son, señor, las nuevas
que os puede dar este amigo
de esta corte de Bohemia.”
CELIA: (¡Ah Persio! ¿No te bastara Aparte
hacerme sola una ofensa?)
ARSENO: Celia, quédate con Dios,
y haga el cielo que te veas
desde tu Persio vengada.
Yo no trato de mi afrenta;
yo te perdono mi agravio,
y sólo en su recompensa
te pido que desde aquí
ni me sigas ni me quieras.
Donde acaso me encontrares,
cual sí no me conocieras,
ni me mires con tus ojos,
ni me nombres con tu lengua.
CELIA: ¿Dónde te vas a estas horas,
Arseno? Señor, espera.
Hola, Perea, tenedlo:
No dejéis que abra las puertas.
SANCHO: En eso no se pondrá,
si quiere vivir Perea.
PEREA: Pues ve; que quiero vivir
Como si agora naciera.

Vanse. Salen PERSIO y TRISTÁN, de camino, y
JUSTINO. Después, ARDENIA e INéS

JUSTINO: Vengáis muy enhorabuena,
hijo de mi corazón;
que llegáis con ocasión
que aliviáis mucho mi pena.
La muerte de vuestro tío,
mi hermano, en el alma siento;
pero vuélvela en contento
el gozaros, hijo mío.

Sale ARDENIA

ARDENIA: ¿Que vino mi hermano Arnesto?
Al cielo mil gracias doy.
PERSIO: (¡Cuán otro que piensa, soy!) Aparte
TRISTÁN: (¡Aquí es Troya!) Aparte
ARDENIA: Mas ¿qué es esto?
JUSTINO: Dale a tu hermana los brazos.
PERSIO: Hermana del alma mía,
¿posible es que llegó el día
de gozar de estos abrazos?
ARDENIA: (¡Cuán otros los esperaba!) Aparte

Sale INÉS

INÉS: ¿Que vino ya mi señor?
TRISTÁN: (Ya yo también tengo amor.) Aparte
INéS: (Mas no es el que yo pensaba.)
¿Qué es esto, señora?
ARDENIA: Es
lo que mi suerte ha ordenado.
Mí hermano, que hoy ha llegado
porque hoy me dañaba, Inés,
menester es dar aviso
a Arseno de lo que pasa.
INÉS: ¿Cómo o dónde, si su casa
jamás declararnos quiso?
TRISTÁN: (Todo el mundo se entristece.) Aparte
INÉS: Si él tardara más de un día
otro hospedaje hallaría.
ARDENIA: Dios lo quiere así.
PERSIO: Parece
que os habéis entristecido.
Si es porque mal talle tengo,
a ser vuestro hermano vengo,
que no vengo a ser marido.
Hasta aquí mí condición,
hermana, no la sabéis,
en sabiéndola, veréis
que alegraros es razón.
En mí no es de esa manera;
que tal me habéis parecido,
que mejor a ser marido
que a ser hermano viniera.
JUSTINO: No te espantes, hijo Arnesto
de lo que en tu hermana ves;
que es condición, y en un mes
no le veo alegre el gesto.
Entra agora a descansar,
y mientras otra se aliña,
mi cama o la de esa niña
reposo te pueden dar.
PERSIO: En vuestra cama será;
que si no me da mi hermana
la vista de buena gana,
menos la cama dará.

Vase JJUSTINO

INÉS: Háblale; que algún indicio
cobrará contra tu fama.
ARDENIA: Ardenia, su vista y cama
están a vuestro servicio;
y no os espante si así,
con ser mi hermano, me extraño;
porque para mí es extraño
lo que en mi vida no vi.

Vase

PERSIO: Bien lo entiendo.
TRISTÁN: ¡Bueno va!
¡Vive Dios que la han tragado!
PERSIO: ¿Ves como el haber hallado
ventura en buscarla está?

Vase

TRISTÁN: ¿Oye, señora doncella?
en mi amo a su señora
le vino un hermano agora;
en mí, ¿ qué le viene a ella?
INÉS: Paréceme que me viene. . .
TRISTÁN: ¿Qué le viene?
INÉS: Un majadero.
TRISTÁN: Por ser eso lo primero
que me habla, perdón tiene,
porque de los desposados
la primera es necedad.
INÉS: ¡Desposados! En verdad
que estábamos remediados.
¿No ven qué honrado marido?
TRISTÁN: ¿Oye? En tocándome en eso,
saldré de medida y seso.
mas yo la culpa he tenido;
que si yo no me abatiera
y a una vil mozuela hablara,
ni se me desvergonzara,
ni el respeto me perdiera.
Mas no sabe quién yo soy.
INÉS: ¿Qué más que un crïado eres?
TRISTÁN: Poco sabéis las mujeres.
Mas por ser crïado, ¿estoy
de la estimación privado?
INÉS: ¿Qué la quita si es o no?
TRISTÁN: Y el que a todos honra dio,
que fue Adán, ¿no fue crïado?
INÉS: ¡Qué gracioso desvarío!
TRISTÁN: Pero dejando esto, dama,
¿tenéis aliñada cama
al cansado cuerpo mío?
INÉS: Una os tengo acomodada.
TRISTÁN: Si es la vuestra, sí será.
INÉS: A tal señor mal vendrá
la cama de una crïada;
mas yo por fiadora salgo
de que os ha de venir bien
ésta que os prevengo.
TRISTÁN: ¿Quién
dormir suele en ella?
INÉS: Un galgo.

Vanse. Salen ARSENO y SANCHO, de camino

SANCHO: Al fin ello se ha de hacer.
ARSENO: Echada la suerte está.
SANCHO: A la puerta estamos ya.
Alto; toco a acometer.
ARSENO: ¡Nombre de Dios! Imagino,
por las señas, que es aquí.

Sale TRISTÁN

TRISTÁN: ¿Quién llama? ¿Quién está ahí?
ARSENO: ¿Vive aquí el señr Justino?
TRISTÁN: Aquí vive.
ARSENO: ¡Gloria a Dios!
¡Oh casa, que lego a verte!
TRISTÁN: ¿Quién sois, que entráis de esa suerte?
SANCHO: Quien os puede echar a vos.
TRISTÁN: ¿Echar a mí?

Sale JUSTINO

JUSTINO: Pues, ¿qué es esto?
ARSENO: ¡Padre y señor de mi vida!
Dadme es mano querida.
JUSTINO: ¿Quién sois vos?
ARSENO: Vuestro hijo Arnesto.
JUSTINO: ¿Cómo?
TRISTÁN: (Trístán, ¿qué aguardáis? Aparte
Quiero avisar a mi amo.)

Vase

ARSENO: ¿Cómo, cuando padre os llamo,
de esta suerte os extrañáis?
Si os enojáis, padre mío,
porque sin licencia vengo,
llana la disculpa tengo
con la muerte de mi tío.
Murió Roberto, y por eso. . .
JUSTINO: ¿Estáis loco?
ARSENO: ¿Ya debiera
un hijo de esta manera
recebido. . .
JUSTINO: Pierdo el seso.

Salen PERSIO y TRISTÁN

PERSIO: ¿Sois vos, señor, por ventura,
Arnesto el recién venido?
ARSENO: Yo soy.
PERSIO: ¿Y qué os ha movido
a emprender tan gran locura?
ARSENO: ¿Quién sois vos, que de esa suerte
me habláis en mí casa a mí?
PERSIO: Arnesto soy, que nací,
traidor, para daros muerte.
ARSENO: Vos mentís, y en este acero
veréis qué sangre lo mueve.

Sacan las espadas y
acuchíllanse

JUSTINO: Hijo, tente.
PERSIO: ¡A tal se atreve
un embaidor embustero!

Salen ARDENIA e INéS

ARDENIA: ¡Ay triste de mí! ¿Que es esto?
ARSENO: Si mi padre no estuviera
de por medio, yo os dijera
si soy embaidor o Arnesto.
JUSTINO: ¡Es el Príncipe!

Salen el PRÍNCIPE, CLAUDIO, y
criados

PRÍNCIPE: El rüido,
pasando yo por ahí,
me llamó. ¡Espadas aquí!
¡Desvergonzado! ¡Atrevido!
Ya que a ésta cana cabeza
el decoro le perdéis,
viles, ¿no respetaréis
esta divina belleza?
Dad las armas. Viejo honrado,
¿esto pasa en vuestra casa?
JUSTINO: Esto, gran príncipe, pasa
en casa de un desdichado.
Oye y el cuento sabrás.

Habla el PRÍNCIPE aparte a [JUSTINO]

SANCHO: Señor, ¿qué habemos de hacer?
ARSENO: Ya se erró, no hay que escoger.
Lo que el caso enseñe harás.
ARDENIA: Llégate a mí Arseno, Inés,
Y con recato le di
que ya que sucedió así,
sufra y no diga quién es;
que todo cuanto suceda,
como él con vida quede,
al fin remediarse puede
si a mí la vida que queda.
PERSIO: Tristán, hoy has de mostrar
cuánto por amarme pones.
TRISTÁN: Aunque muera, serán nones.
PRÍNCIPE: Caso digno de admirar.
JUSTINO: Veinte años que han pasado
sin vello, cosa es bien clara
que la imagen de su cara
en mi memoria han borrado;
y también como ha crecido
de niño a hombre en la ausencia,
de los dos la competencia
determinar no he podido.
PRÍNCIPE: Es atrevimiento extraño
de uno de los dos.

CLAUDIO habla aparte con el PRÍNCIPE

CLAUDIO: Señor,
este hombre tiene amor
a Ardenia, si no me engaño;
que mil veces lo he encontrado
paseando por aquí;
y aunque antes nunca entendí
esto que te he declarado,
con lo que hemos visto agora
mi cierta sospecha crece.
PRÍNCIPE: Y pues ella me aborrece,
¿quién duda que a éste adora?
Eso, Claudio, que has pensado
es muy fácil de creer,
que es galán, ella mujer,
ciego amor, yo desdichado.
¿Qué haré, que estoy sin seso?
Estoy por darle la muerte.
CLAUDIO: Yo temo que desa suerte
se empeore este suceso;
Que obligarás de este modo
a Ardenia, si lo ha querido,
a decir que es su marido,
y perderásla del todo.
PRÍNCIPE: Claudio, aconséjame pues.
CLAUDIO: Escucha mí pensamiento.

A INéS

ARSENO: Que haré su mandamiento
Responde a mi Ardenia, Inés.
SANCHO: Inés, por ti me he perdido.
PRÍNCIPE: Cuádrame tu parecer.

Vase CLAUDIO

JUSTINO: Fácil es, señor, saber
duál de los dos ha mentido.
PRÍNCIPE: Eso está ya declarado;
que el que esta noche llegó
he visto otras veces yo
en corte, y me han informado
de que es un loco de atar.
Y así del remedio dél
trato.

Sale CLAUDIO con un cordel

CLAUDIO: Aquí tienes cordel.
TRISTÁN: Tormento nos quieren dar.
PRÍNCIPE: Atad a ese loco presto.
ARSENO: ¡A mí! ¿Por qué tal rigor?
Advertid, padre y señor,
Que soy vuestro hijo Arnesto.
PRÍNCIPE: ¡Mirad si su tema dura!
SANCHO: ¡Arnesto, de esta manera

Atan a ARSENO

nunca de Roma viniera
para tanta desventura!
PRÍNCIPE: ¿Quién es éste?
TRISTÁN: Su crïado.
PRÍNCIPE: ¡Triste dél! Ataldo presto.
CLAUDIO: De su amo, según esto,
la enfermedad le ha tocado.
TRISTÁN: Señor, pues ves lo que pasa,
pon tu barba a remojar.
PRÍNCIPE: Estos dos has de llevar
y entregarlos en la casa
de los locos. El cuidado
encarga de su salud.
TRISTÁN: ¡Qué cristiandad! ¡Qué virtud!

A CLAUDIO

PRÍNCIPE: Escucha.
ARDENIA: (Aún me he consolado Aparte
Pues va donde le veré
y hacerle podré regalo.
PRÍNCIPE: Un saco muy roto y malo
haz que a éste se le dé,
y que lo pongan en parte
que todo el mundo lo vea,
porque esto en Ardenia sea
a que lo aborrezca parte.
CLAUDIO: Haré tu mandado. Andad.
ARSENO: Príncipe, un agravio tal
no es de tu pecho real;
mas valdrá al fin la verdad.

CLAUDIO y algunos criados del PRÍNCIPE se
llevan a ARSENO y SANCHO

PRÍNCIPE: Arnesto, vedme mañana;
que esta noche pensaré
algo que daros, con que
regaléis a vuestra hermana.
PERSIO: El cielo guarde, señor,
vuestra mano liberal.
JUSTINO: Es al fin mano real.
PERSIO: (El a Ardenia tiene amor.) Aparte
PRÍNCIPE: Quedad, Ardenia, con Dios,
y del hermano gocéis
los años que merecéis.

Vase

ARDENIA: Para serviros a vos.
PERSIO: (En celos quedo abrasado.) Aparte
JUSTINO: Entraos, Arnesto, a acostar,.

ARDENIA: Inés, venme a desnudar.
TRISTÁN: (De buena hemos escapado. Aparte

Vanse

FIN DEL ACTO PRIMERO
________________________________________
ACTO SEGUNDO
________________________________________

Sale PEREA, y luego, CELIA

PEREA: ¡Jesús! ¿Quién creyera tal?
¡Ah pobres enamorados!
¡Cuán ciegos y despeñados
buscan el último mal!

Sale CELIA

CELIA: Perea, ¿de dónde bueno?
¿Qué hay de nuevo? ¿Habéis corrido
la ciudad? ¿Habéis tenido
rastro del traidor Arseno?
PEREA: Con razón lo habéis llamado
rastro, porque aunque lo hallé
a él mismo, de lo que fue
el rastro sólo ha quedado.
CELIA: Hablad claro.
PEREA: Ya me aclaro.
Digo que sé donde está
Arseno.
CELIA: Decildo ya.
PEREA: No sin causa me reparo,
Porque no son muy sabrosas
las nuevas que dél he hallado.
CELIA: Pues ¿qué son? ¿Hase casado?
PEREA: No más que con dos esposas.
CELIA: ¿Dos?
PEREA: Y está con ellas preso.
CELIA: ¿Luego no soy sola yo
a la que Arseno engañó?
PEREA: ¡Qué bien lo entendéis! No es eso.
CELIA: Pues ¿qué? No lo dilatéis.
PEREA: Sosegad el pecho inquieto;
que donde está, yo os prometo
que seguro lo tenéis.
CELIA: ¿Está muerto?
PEREA: Vivo y fuerte
Está; no es ése su mal,
mas otro tan general
a todos como la muerte.
CELIA: ¡Qué flema, viejo, tenéis,
cuando cólera rebozo!
¡Oh, muera yo con un mozo!
PEREA: Y aún con él vivir querréis.
CELIA: No quiero saberlo ya.
Idos de aquí. ¡Qué pesado!
PEREA: Ya lo digo, aunque forzado.
Arseno, señora, está
adonde cuantos nacieron
son llamados con razón,
y los escogidos son
los que menos merecieron;
y estos escogidos pocos
son en serlo desdichados,
Porque viven encerrados
en la casa de los locos.
CELIA: ¿Agora estamos en eso?
PEREA: Y en eso está Arseno agora.
CELIA: ¿Estáis sin seso?
PEREA: Señora,
bien pudiera estar sin seso,
pues que vi sin él a Arseno,
de tosco sayal vestido,
tras una reja oprimido,
todo de prisiones lleno.
CELIA: ¿Qué decís?
PEREA: La verdad digo.
CELIA: ¿Burlaisos?
PEREA: No, por San Pablo.
Cuando en cosas graves hablo,
¿suelo burlarme contigo?
CELIA: ¡Oh mal haya el que escribió,
Arseno, el papel que ha sido
la causa de haber perdido
vos el seso, y a vos yo!
Salió de mi casa Arseno
lleno de rabia y pesar;
debióse el triste de andar
toda la noche al sereno;
y de celos del suceso
del papel, de no dormir,
de imaginar y sentir,
perdió el desdichado el seso.
¡Mal haya tanto celar!
¡Ay de ti y ay de mí triste!
Mas mira bien si lo viste;
que te pudiste engañar.
PEREA: En vano remedios pones.
No me engañé; porque allí
también a Sanchillo vi
con su saco y sus prisiones.
CELIA: ¿Qué hay en mi mal que no crea?
¿Puedo yo velle y hablalle?
PEREA: Tan cerca está de la calle,
que nadie sin que lo vea
por ella podrá pasar;
que yo por eso lo vi,
que pasando por allí,
acaso volví a mirar.
CELIA: ¿Cómo me detengo tanto?
Vamos, dadme el manto luego.
PEREA: ¡Ved si tiene tasa el fuego!
CELIA: ¡Hola! Acabad. Ese manto.

Vanse. Sale ARSENO, a una reja, con saco de loco.
Después SANCHO, [tambié con saco de loco]

ARSENO: Bien se echa de ver, fortuna,
Cuán ciega tus dones das,
pues al que merece más
te muestras más importuna.
Bien se echa de ver, Amor,
tu niñez y seso poco,
pues que castigas por loco
a quien te sirve mejor.
SANCHO: Triste vida es la de un loco,
que está todo el día holgando,
solamente imaginando.
ARSENO: ¿Trabájase en eso poco?
SANCHO: Solamente revolver
pensamientos en su oficio,
que al que tenga más jüicio
bastarán a enloquecer.
Y tú ¿qué piensas, señor?
Mas puesto que loco estás,
mis locuras pensarás.
ARSENO: Sí; que pienso en el amor.
SANCHO: Lleve el diablo el cieguecillo,
hijo de vil ramera.
¿Tiénete de esta manera,
y porfías en seguirlo?
Al demonio es parecido
el que vive enamorado,
más perdido y más penado,
y menos arrepentido.
ARSENO: ¿Qué me importa ya olvidar
la causa, si el daño siento?
SANCHO: No dar a la causa aumento;
que crece de imaginar.
Da en pensar en otra cosa;
y pues que locos estamos,
una locura escojamos
más útil y más gustosa.
¿Sabes qué tema sospecho
que hará olvidar cualquier mal?
ARSENO: ¿Qué tema? Di.
SANCHO: Decir mal
de todo cristiano a hecho;
que puede un discreto dar
mil jüicios, por tener
licencia para poder
hartarse de murmurar.
Por el Príncipe empecemos;
que, pues por locos nos dio,
de su mano nos firmó
la licencia que tenemos.
Tras él su padre ha de ir,
luego todos los humanos;
sólo de los escríbanos
no me atreveré a decir.
ARSENO: ¡Ay, Sancho, que de mi mal
divertirme en vano quieres!
SANCHO: ¡Lleve el diablo a las mujeres. . .
y aun a quien las quiere mal!

Salen ARDENIA e INÉS, con manto

INÉS: ¿Veslo?
ARDENIA: Sí, y no me está bien
tan presto, Inés, encontrase;
que es muy cerca de la calle,
y cuantos pasan lo ven.
INÉS: Fácil lo remediarás
con el administrador.
SANCHO: Pues yo también tuve amor
a Inés. . .
INÉS: (¿Tuve amor no más?) Aparte
SANCHO: Y vive Dios, que después
que padezco esta mancilla,
si no es para maldecilla,
no me he acordado de Inés.
INÉS: (¿Así, traidor? Pues callad, Aparte
que vos me la pagaréis.)
ARSENO: Ojos, ¿qué es esto que veis?
Alma, decid la verdad.
ARDENIA: ¿Tan poco en mi fe te fías,
que dudas de esta fineza?
ARSENO: No dudo por tu firmeza,
mas por las desdichas mías.
ARDENIA: Todas las puedes creer,
y no que te falte yo,
ARSENO: Pues para mí, si esa no,
¿qué desdicha hay que temer?
ARDENIA: Ésta que pasando estás.
ARSENO: Ésta es gloria para mí;
que los tormentos por ti
deseo, mi bien, no más.
ARDENIA: ¡Ay, señor! que desta suerte
causártelos no querría;
mas es tal la dicha mía…
ARSENO: Di que es el no merecerte.
ARDENIA: El no haberme ya alcanzado
prueba tu merecimiento.
ARSENO: Con ese mismo argumento
no merecerte he probado,
pues alcanzo el bien de verte;
y es llano, porque ¿quién fuera
tan dichoso que te viera,
habiendo de merecerte?
ARDENIA: Tú, que para más pesar,
a ambas cosas has llegado,
porque de esta suerte el hado
te tiene más que quitar.ARSENO: Atormente, alargue, impida,
quite, condéneme a loco;
que todo, mi Ardenia, es poco
si duran tu fe y tu vida.
ARDENIA: Infórmente mis intentos
de mi fe, mas no los casos;
que mi desdicha los pasos
impide a mis pensamientos.
Mi vida no es muy segura;
que como solo el morir
de ti me ha de dividir,
témolo de mi ventura.
Demás de que el verte así
es insufrible tormento.
ARSENO: Mi bien, si así estoy contento,
¿Por qué te dueles de mí?
ARDENIA: ¿Cómo no ha de atormentarme
El caso de Arnesto?
ARSENO: En eso
no te quejes del suceso,
pues que pudiste avisarme.
ARDENIA: ¿Cómo, si yo no sabía
tu casa, que por tu mal
me has callado desleal?
ARSENO: Estar pudiera en espía
a tu puerta o tu ventana
quien me diera aviso de ello.
ARDENIA: Inés sola pudo hacello,
y ésa desde la mañana
hasta que entraste aguardó;
llamóla entonces Arnesto,
y aunque quiso volver presto,
antes el mal sucedió.
Al fin la desdicha mía
todo lo supo ordenar,
pues que pudo hacer llegar
a Arnesto en tan fuerte día.
ARSENO: No te aflijas; que no mucho,
Pues te veo, se ha perdido.
ARDENIA: En eso mi fe ha podido
más que el hado con quien lucho.
ARSENO: ¿Cómo aquí a venir te atreves
estando tan fresco el caso?
¿De tu hermano no haces caso?
ARDENIA: Eso y más e mi fe debes.
Mi padre a misa salió,
tras él a besar la mano
al príncipe fue mi hermano,
y tras él a verte yo;
Aunque el tormento que saco
de verte así es de tal suerte,
que más quisiera no verte.
¡Tantos hierros, tanto saco!
SANCHO: Pues, Inés, ¿no nos hablamos?
¿De qué nace la hinchazón?
¿No te ha dado comezón
el oír a nuestros amos?
Que yo te juro que a mí
me la ha dado de manera,
que a un loco amores dijera,
si no te tuviera aquí.
Inés, ¿qué es esto? Después
que de este modo me tienes,
¡Me lo pagas con desdenes
y con berrinches, Inés!
¿No te dueles de este saco
que me han vestido por ti?
¿Todavía estás así?
¡Oh, lleve el diablo al bellaco
que por tu amor se arresgó,
y de esta suerte se ve!
También yo enojarme sé.
Aguarde que la hable yo.
ARDENIA: Con el administrador
alcanzallo todo espero;
que si algo puede el dinero,
yo lo tengo, y tengo amor.
Saldrás con la noche oscura
a verme; pero de día
tu vida importa y la mía
que prosigas tu locura.
Aquí estarás regalado. . .
¿No lo has sido estos dos días?
Y en cuenta dos joyas mías
al mayordomo he envïado.
ARSENO: Bien se ha portado conmigo.
ARDENIA: Así te habrás de pasar
aasta que a más dé lugar
el Príncipe mi enemigo.
SANCHO: Pues ¿no me ruegas? ¿Qué es esto?
mas ya, Inés, ya te entendí.
El mozo anda por ahí
del recién venido Amesto.

CELIA, con manto, tapada; y PEREA

PEREA: ¿Veislo ya, señora?
CELIA: Sí,
¡y ojalá que no lo viera!
¡Ah traidor!
PEREA: Mas ¿si no fuera
esta locura de ti?

A INÉS

ARDENIA: Cúbrete; que tiende el paso
hacia acá esta rebozada.

A ARSENO

SANCHO: Celía es ésta.
ARSENO: Importa nada;
que ya sabe Ardenia el caso.
CELIA: Lleguemos; que no hay cordura
para poder sufrir esto.
SANCHO: (Acá viene. Ello habrá presto
en todos harta locura.
CELIA: Dios guarde a vuesasmercedes.
ARDENIA: Y a vuesamerced.
CELIA: No pocos,
según veo, son los locos
a quien prenden estas redes.
¡A un furioso aprisionado
tan en seso se visita!
0 no es cuerda la visita,
o no es loco el visitado.
Dél lo visto me da indicio
que fue fuerza enloquecer;
porque, ¿a quién tanta mujer
no le quitará el jüicio?

A ARDENIA

INÉS: Celos son éstos.
ARDENIA: Yo rabio.
INÉS: ¿Por qué callas?
ARDENIA: ¿Soy mujer
baja para responder?
INÉS: Yo, si quieres. . .
ARDENIA: Cierra el labio.
CELIA: Mas lo que en este suceso
me causa admiración, es
que quieran dél más, después
de haberle quitado el seso.
Aunque si las ha engañado,
como a alguna que yo sé. . .
ARSENO: Parad; que hasta aquí callé
porque habéis de fuera hablado;
mas ya decís que sabéis;
y antes que lleguéis a erraros,
será justo refrenaros;
que temo que os despeñéis.

A ARSENO

SANCHO: Perdidos somos: gran tiento
has menester en hablar;
que Ardenia se ha de enojar.
ARSENO: ¿De qué, sí sabe este cuento?
Celía, yo estoy admirado
de ver que cara tengáis
para hablar como me habláis
tras el suceso pasado;
mas vuestro proceder loco
a darme a entender comienza,
o que no tenéis vergüenza,
o que me tenéis en poco.
Y ¡ojalá que el no estimarme
os mueva a que así me habléis,
pues si en poco me tenéis
estáis cerca de dejarme!
Haceldo; que os está mal
seguir a un loco, ¡por Dios!
Válgame, Celia, con vos
este estado, este sayal.
Dejadme: ¿qué pretendéis?
¿Déboos algo? Y si os debiera,
sólo estar preso pudiera;
ya lo estoy: ¿qué más queréis?
Dejadme: a Persio seguid;
que os es más cierto deudor.
ARDENIA: (Celos le pide. ¡Ah traidor!) Aparte
SANCHO: Has hablado como el Cid.
CELIA: Ni engaños ni fingimientos,
ni del papel la invención
han de impedir mi razón,
ni han de mudar mis intentos.
Y si por cumplir acaso
con las que os han escuchado,
de ese modo habéis hablado,
yo os sabré atajar el paso;
CELIA: Ni engaños ni fingimientos,
ni del papel la invención
han de impedir mi razón,
ni han de mudar mis intentos.
Y si por cumplir acaso
con las que os han escuchado,
de ese modo habéis hablado,
yo os sabré atajar el paso;
que pues vos tan claro hablastes,
yo también claro he de hablar;
que a otra no habéis de engañar
del modo que me engañastes;
que sabrán las que han oído
las culpas que me ponéis,
que palabra me tenéis
dada de ser mi marido.
ARDENIA: ¿Qué tengo que esperar más?
Vamos.
ARSENO: ¡Señora!. . .
ARDENIA: No creas
ni que ya jamás me veas,
ni que me verás jamás.
ARSENO: Vuelve, escucha. . .
ARDENIA: Indicio fuera
de quererte perdonar.

Vanse ARDENIA e INÉS

ARSENO: ¿Por qué me quieres matar
Sin oírme? –Vuelve, espera.–
Celía, demonio, mujer
vete, déjame. –Señora,
vuelve.– Vete, engañadora.
¿Qué esperas? ¿Qué hay más que hacer?
Vete; que ya, fiera arpía,
de la boca me has quitado
el más sabroso bocado.
¡Ay, perdida gloria mía!

Vase

CELIA: Voyme, traidor, desleal,
voyme, y os prometo a Dios
de no acordarme de vos
sino para haceros mal.
Vamos.
SANCHO: Para no volver.
CELIA: En San Juan me dejaréis,
Perea, y os volveréis
a seguir esa mujer.
Procurad velle la cara,
y sabed su casa y nombre.

Vanse CELIA y PEREA

SANCHO: Si empieza a caer un hombre,
hasta el postrer mal no para.

¡Buenos, Celia, nos dejáis!
¡Buenos quedamos por vos!
Presos, sin blanca y ajenos
De todo humano favor.
Pensaba yo que durara
la prisión como empezó,
al comer, cualque gallina,
al cenar, cualque capón.
Espantástenos la caza.
Perdió por vos mi señor
a Ardenia, y a vos por ella,
y a Inés por entrambas yo;
y ya nos será forzoso
comer la endeble porción
de un loco, que quien la vea
dirá que otra vez sirvió.
Comeremos hormiguillo,
mar donde nunca alcanzó
sólo un grano de avellana
el loco más nadador.
¡Luego habrá mudar camisa!
Ya me considero yo
hecho de aquestos ejidos
el ganadero mayor.
De todas estas desdichas
vos, Celia, la causa sois.
¡Plega a Dios, fiera celosa,
que no os lo perdone Dios.

Vase. Salen PERSIO y TRISTÁN

TRISTÁN: ¿Ya eres justicia, señor?
PERSIO: Ya soy justicia, Tristán.
TRISTÁN: Y según las cosas van,
presto serás la mayor.
¡Plega a Dios que años sin cuento
te dure tanta ventura!
que yo no juzgo segura
dicha con tal fundamento.
PERSIO: Calla. Atrévete a acabar.
Ya que a emprender te atreviste,
pues la mayor parte hiciste
de la obra en comenzar.
TRISTÁN: Bien me atrevo; mas recelo
cuando alzas torres al viento,
como no es firme el cimiento,
verlas todas en el suelo;
que de tu parte en engaño
se fundan, pues descubierto
quien eres, mira si es cierto
que fabricas por tu daño;
pues el Príncipe, bien ves,
si tanta merced te hace,
que de amor de Ardenia nace,
y mudable el amor es.
PERSIO: Todo puede prevenirlo
buen ingenio y buen cuidado:
mi engaño va bien fundado,
nada puede descubrillo.
Cartas de Arnesto a Justino
no pueden llegar jamás,
pues tú siempre en casa estás
a impedilles el camino.
TRISTÁN: Sí; mas si Arnesto viniera
por ser ya muerto su tío,
como escribe. . .
PERSIO: Al poder mío
pienso que no se opusiera,
porque ¿de dónde tendría
el dinero que conviene
para el pleito, si el que tiene
su padre está a cuenta mía?
pues no teniéndolo, ¿cúya,
Tristán, la vitoria fuera?
TRISTÁN: ¿Y si él dineros trujera
de Roma?
PERSIO: Aun no fuera suya;
que estoy informado y cierto,
por las cartas que he leído,
de los negocios que ha habido
entre Justino y Roberto;
y la letra contrahago
de Arnesto, que es un buen modo
de asegurarme.
TRISTÁN: Con todo,
Señor, no me satisfago;
que es la verdad enemigo
muy fuerte. Y si a eso vinieras,
sospecho que no tuvieras
al Príncipe por amigo;
que mal gusto le ha de hacer
el cuidado con que miras
por Ardenia, y la retiras
de donde la pueda ver.
PERSIO: Ya, Tristán, a Arnesto escrito
tengo, en nombre de su padre,
que estarse en Roma le cuadre;
con que esos lances evito:
demás de que pienso dar
muy presto fin a este enredo,
Porque ya sufrir no puedo
tanto mudo desear.
no puedo abstenerme ya
del agua estando sediento;
que es tanto más el tormento
cuando el bien más cerca está.
Mil veces he acometido,
con la licencia de hermano,
sólo a tocarle la mano
y ninguna me he atrevido.
Así mis glorias limita,
Tristán, el amor crüel,
y aquella licencia que él
me debiera dar, me quita.
Así estoy de amor y miedo
como al que soñar sucede
con el toro, que ni puede
moverse ni estarse quedo.
Pues descubrirle quien soy
y mi afición, es perderme;
que es forzoso aborrecerme,
pues causa a sus penas doy.
TRISTÁN: Tiempo, lugar y ventura
muchos hay que la han tenido,
pero pocos han sabido
gozar de la coyuntura.

Quien el dolor que padece
ha dicho a su dama bella,
si una Ocasión se le ofrece
y no se atreve a cogella,
no tener otra merece;
mas quien, como tú, procura
mover una peña dura
que ha de extrañar tu intención,
aguarde con la Ocasión
tiempo, lugar y ventura.
Regálala francamente;
que con la más rica es
el dar un medio valiente,
en requebrarla cortés,
en servilla diligente;
y después que le hayas sido
amante, galán, marido
mejor que hermano, has de usar
de una traza que en amar
muchos hay que la han tenido.
Cuéntale una y otra historia
de Amor, que lleve encubierta
su dulzura, gusto y gloria;
que el apetito despierta
de estos bienes la memoria.
De este modo entra Cupido;
a esta traza has de ir asido.
Muchos alcanzar pudieran,
si el orden guardar supieran;
pero pocos han sabido.
Tras de la historia de amor
meterás la deshonesta,
que le dé un lascivo ardor;
que en la materia dispuesta
entra la forma mejor.
Y si en la plática dura,
detenida en su dulzura,
por más que a lo honesto excedes,
¡allí es Troya! Entonces puedes
gozar de la coyuntura.

PERSIO: Diestro estás: por Dios, que invidio
Lo que de arte de amar sabes.
TRISTÁN: Ni me invidies ni me alabes,
Sino al ingenioso Ovidio,
de quien lo dicho aprendí;
que, aunque en servir he parado,
mi latincillo he estudiado.
Mas Ardenia viene aquí.
PERSIO: Escóndete donde veas
si sigo bien tu lición;
que hoy tendrá fin mi pasión.
TRISTÁN: Mira que prudente seas;
que entrar su padre podría,
y fuere un trance crüel.
PERSIO: Si entrare, en este papel

Muéstrale uno

fundo la disculpa mía.

Vanse y escóndanse detrás de una
cortina. Sale ARDENIA

ARDENIA: (Quien tiene amor mal sosiega, Aparte
y menos quien da en celar,
y menos quien a tocar,
cual yo, un desengaño llega.)
PERSIO: Señora. . . Ardenia. . . ¿Qué es esto?

Háblala turbado sin llegar a ella

(¿Qué dudo? ¿Qué hay que temer? Aparte
¿No soy hombre? ¿No es mujer?
¿No me tiene por Arnesto?
¿Qué hay que esperar?)
ARDENIA: ( Ay, Arseno, Aparte
cuán injusta pena llevo!)

A TRISTÁN

PERSIO: ¿No es bueno que no me atrevo
a llegar, Tristán?
TRISTÁN: No es bueno.
¿Eres potro de Gaeta
más cobarde cada día?
PERSIO: Crece más la cobardía
cuanto más amor me inquieta.

A ella

Hermosa hermana, ¿qué hacéis?
ARDENIA: ¿Yo? Nada.
PERSIO: ¿En que imagináis?

ARDENIA: En nada.
PERSIO: Pienso que estáis
triste, hermana.
ARDENIA: ¿En qué lo veis?
PERSIO: En esas cortas respuestas
y ese semblante severo;
y aunque os doy lugar primero
entre las damas honestas,
casi llego a sospechar
que os da pena este tirano
de Amor.
ARDENIA: ¿Es celarme, hermano?
PERSIO: Es sentir vuestro pesar,
bella Ardenia, hermana mía,
porque no sé qué otra cosa
a una dama tan hermosa
puede dar melancolía;
porque si cosas queréis
que el dinero alcanzar pueda
nada en gozallas os veda,
pues por vuestro me tenéis.
pues de sangre, de belleza,
de gracia y de discreción,
cosas que debidas son
sólo a la naturaleza,
no sois tan pobre, que en nada
invidiosa de otra estéis;
antes pienso que podéis
ser de todas invidiada.
Y así saco, Ardenia hermosa,
por forzosa consecuencia
que es de amor esa dolencia.
ARDENIA: No me faltaba otra cosa.
PERSIO: Si ésa te falta, imagina
que serás discreta mal;
que es fuego Amor, que el metal
dél entendimiento afina.
Conmigo es el argumento
que tiene fuerza mayor,
que quien tiene mucho amor
tiene mucho entendimiento.
¿Qué sutilezas no enseña
el Amor, qué discreciones,
qué agudezas, qué invenciones,
a un rudo, a un bruto, a una peña?
¿Quién en fiestas y torneos
entre todos se señala,
sino el amante que iguala
las obras con los deseos?
En los brutos animales,
si en ello adviertes, verás
de lo que oyéndome estás
mil evidentes señales.
TRISTÁN: (¡Qué bien sigue mis licíones!) Aparte
PERSIO: ¿Dónde hay más dulces despojos
que un mirarse, y por los ojos
leerse los corazones?
¿Dónde hay el bien de un favor
en recibirse y en darse?
¿Un celar, un enojarse,
un reñir de puro amor?

Tómale la mano

¿Un juntar palma con palma
y los dedos entre sí
trabados, decirse así
dos mil requiebros del alma?
¡Dulce bien, grata alegría!
¡Oh! ¡Quién con términos claros
pudiera significaros
lo que siente el alma mía!
Que como esta mano veis
que está en vuestra mano bella,
viérades mi alma en ella,
pues en ella la tenéis,
viérades cómo en el pecho
secreto me martiriza
tanto fuego, que en ceniza
me tiene todo deshecho.
Pues no será sinrazón
que con la nieve que toco
tiemble por la boca un poco
el fuego del corazón.

Bésale la mano

ARDENIA: ¡Jesús! ¿Son veras?
PERSIO: ¿Por qué
no lo han de ser? Veras hablo.
ARDENIA: ¡Ay, Dios!, ¿si le tienta el diablo?
TRISTÁN: (Más sabe que le enseñé.) Aparte
ARDENIA: Suelta la mano.
PERSIO: Sería
de jüicio poco sano,
teniendo el bien en la mano,
soltarlo, señora mía.
ARDENIA: ¿Estás loco?
PERSIO: Loco estoy.
ARDENIA: ¿Qué intentas?
PERSIO: Dame esos brazos.
ARDENIA: Primero me harás pedazos.
¿Sabes que tu hermana soy?

Suelta la mano

PERSIO: No entiendes el fin que llevo.
Sé que eres hermana mía;
mas ser mi dama fingía.
(A aclararme no me atrevo.) Aparte
ARDENIA: A fe que estuve turbada.
PERSIO: Haz, Ardenia, lo que hicieras
si tú la que adoro fueras
o esquiva o enamorada,
lo que tú escogieres.
ARDENIA: Bien,
deja eso.
PERSIO: ¿El esquivo modo
tomas? Pésame; que todo
se irá en vencer tu desdén.
Mas vaya.
ARDENIA: No hay que cansarte;
que no quiero ser tu dama.
PERSIO: ¿A quien como yo te ama,
tan dura podrás mostrarte?
¿No conoces, gloria mía,
que a un amor tan excesivo
no es bien mostrar pecho esquivo,
siquiera por cortesía?
ARDENIA: Digo que no quiero ser
tu dama.
PERSIO: El amor ofendes
más leal.
ARDENIA: ¡Si no me entiendes!
TRISTÁN: (Si no te quiere entender.) Aparte
PERSIO: La fe más firme desechas
que vio jamás el Amor
y el más constante amador
que empozoñaron sus flechas
si la afición que te muestro
pagaras, señora mía,
¿qué bien el mundo tendría
que igualase con el nuestro?
Si te esquivas de esa suerte
por mi poco merecer,
sabe que está por nacer
quien haya de merecerte.
Y si alguno ha de alcanzarte
de cuantos por ti padecen,
entre los que no merecen,
nadie me iguala en amarte.
Mas de amor tan excesivo,
hermosa esquiva, confieso

Bésale la mano

Que en esta mano que beso,
sobrado premio recibo.
¡Pues qué si con lazo estrecho
juntando a tu pecho el mío,
venciese tu hielo frío
con el fuego de mi pecho!

Vala a abrazar

ARDENIA: Arnesto, aparta. ¿Qué intentas?
¿Son veras éstas? Desvía.
PERSIO: ¡Oh qué bien, hermana mía,
una esquiva representas!
Resiste, Ardenia querida,
no con muy firme desdén;
mas resiste como quien
se huelga de ser vencida.
ARDENIA: Deja ya ese antojo vano.
PERSIO: Que no es vano, mi bien fío,
puesto que es del amor mío
el objeto soberano.
ARDENIA: (El hilo vuelve a tomar. Aparte
No hay quien lo saque de amor.)
PERSIO: Al paso de tu rigor
va creciendo en mí el amar.
ARDENIA: (¿Cómo le podré decir Aparte
que el disgusto que le enseño
no es fingir que le desdeño,
mas no querello fingir?)
Digo, Arnesto, que no quiero
tratar de esto.
PERSIO: ¡Tal rigor!
ARDENIA: Que no quiero ser tu amor
fingido ni verdadero.
PERSIO: Bien excedes en dureza
a las más duras mujeres,
pues ni aun fingiendo me quieres
pagar mi extraña firmeza.
ARDENIA: ¿No me entiendes?
PERSIO: Bien te entiendo. . .
(Mas no te quiero entender.) Aparte
Dices que no quieres ser
amor mío, ni aun fingiendo;
y no sé tan bella dama
por qué ha de ser tan crüel,
ni en la boca de la miel
nacer la amarga retama.
Mas un abrazo, mi bien.
ARDENIA: Aparta. Mal me conoces.
Mira que daré mil voces.
PERSIO: Eso es muy propio también;
mas fuera bien que dijeras
“daré mil voces,” sin dallas,
porque pueden escucharlas
y pensar que son de veras.
ARDENIA: Y pensarán lo que es;
que de estas cosas no gusto,
ni siendo mí hermano, es justo
que estas liciones me des.
PERSIO: Y si no fuese tu hermano
yo sino un firme galán
que por ti muero, ¿serán
estas liciones en vano?
Si hubiera fingido yo
ser tu hermano, y no lo fuera,
Ardenia, ¿esperar pudiera
que me quisieras, o no?
Dime, ¿parézcote bien?
¿Mi modo te satisface?
¿Mi talle y rostro te aplace,
y mí condición también?
ARDENIA: (¡Válgame el cielo! ¿Qué es esto? Aparte
Casi por creer estoy
que no es Arnesto; mas hoy
sabré si es galán o Arnesto.)
PERSIO: Habla.
ARDENIA: (Yo lo he de engañar.) Aparte
Digo que si tú no fueras
mihermano, señor, pudieras
que yo te amase esperar;
que esa gentileza y cara,
ese talle y discreción
y apacible condición
¿a qué peña no obligara?
Yo te confieso, señor,
que mil veces te he mirado
y dicho, “¡Ojalá que el hado
así me diese el amor! ”
PERSIO: Pues si quiso conformar
el cielo nuestros intentos,
vayan fuera fingimientos.
¿Qué tengo más que esperar?
Señora, no soy tu hermano;
que aunque a gran dicha tuviera
serlo, gran desdicha fuera
perder lo que agora gano.
Mi gloria, tu amante soy.
Ya pongo en tus manos bellas
mi vida y honor. Por ellas
he de ser o no ser hoy.
No porque soy forastero
te estará mi sangre mal;
que donde soy natural
soy notorio caballero.
Deeto te satisfarás,
Ardenia, cuando tú quieras.
Dame esos brazos: ¿qué esperas?
Dentro de casa tendrás
entre tanto a tu galán,
con que de tu edad florida
goces, Ardenia querida,
sin temer el qué dirán.
Dame, vida por quien muero,
las primicias de mi amor.
ARDENIA: Detente. Aparta, traidor.
PERSIO: Acaba.
ARDENIA: Tente, embustero.
PERSIO: ¿Para qué fingiendo vas
contra lo que has confesado?
Ya, mi bien, me he declarado
y tú declarada estás.
No tengo ya que temer;
aguardar fuera ignorancia.
ARDENIA: Es muy larga la distancia
desde el decir al hacer.
PERSIO: La lengua siempre interpreta
lo que siente el corazón.
ARDENIA: Tal vez declara intención
contraria de la secreta.
Por saber si eras Arnesto,
Aquello fingí, traidor.

Da voces

¡Padre! ¡Señor! ¡Ah Señor!
PERSIO: (En gran peligro estoy puesto.) Aparte
ARDENIA: ¡Así, traidor, embustero!. . .
TRISTÁN: (El viejo viene. Esta vez Aparte
nos han de apretar la nuez. . .
pero remediallo espero.)

Llégase a ellos

Famoso el picón ha estado.
ARDENIA: ¡Picón!
TRISTÁN: Yo digo, señora,
que eres sabia; mas agora,
vive Dios, que la has tragado.

Sale JUSTINO, quedándose a la puerte

JUSTINO: (A Ardenia escucho alterada.) Aparte
ARDENIA: Malas burlas son, Arnesto.
TRISTÁN: Mi señor viene.
JUSTINO: ¿Qué es esto,
muchachos?
PERSIO: Señor, no es nada.
De entre hermanos son pendencias.
JUSTINO: ¿Sobre qué?
PERSIO: Ahí fue una porfía. . .
¿Qué es cansarte? Es niñería.
Todas son impertinencias.
JUSTINO: Vete, niña, a tu labor.
ARDENIA: (Mi sospecha se ha aumentado.) Aparte

Vase

PERSIO: Si la causa te he callado
de esta pendencia, señor,
ha sido porque mi hermana
no se despeche, sabiendo
que no sólo yo lo entiendo;
mas te digo que es liviana.
Mas si palabra me das
de hacerte de ello ignorante
con ella, un caso importante
al honor nuestro sabrás.
JUSTINO: Di; que callar prometo.
PERSIO: éste en la manga tenía;
yo quitársela quería;

Saca el papel

resistióme, y en efeto
se lo quité. Mira en él
si nuestro honor ha ofendido,
porque noticia he tenido
que es de un galán el papel.

Lee

JUSTINO: “Con tu papel, gloria mía,
fue mi contento de suerte,
que como un pesar da muerte,
pensé morir de alegría.
Pase el casi eterno día;
llegue la noche, en que veo,
según en tu papel leo,
que para hablarte hay lugar;
que iré, si en, tanto esperar
no me mataré el deseo.

–Tuyo.”
PERSIO: ¿Qué dices señor?
JUSTINO: Que es mujer tu hermana, Arnesto,
y ¡ay de aquél que tiene puesto
en una mujer su honor!
PERSIO: Si tú me hubieras creído
no corriera a nuestra cuenta
esta liviandad y afrenta,
sino a la de su marido.
JUSTINO: Otra vez he dicho ya
que a nuestro Príncipe es justo
no dalle tan gran disgusto,
porque de amor ciego está.
Esto fue mientras creía
que mi honor no peligraba
y que tu hermana miraba
como yo por la honra mía;
mas ya, Arnesto, que la veo
tan cerca de ser perdida,
aunque se pierda la vida,
dar vida al honor deseo.

Salen ARDENIA e INéS, escondídas tras
una puerta

ARDENIA: Lo que entre los dos platican
escuchemos desde aquí;
que las sospechas en mí
por puntos se multiplican.

[TRISTÁN le habla a PERSIO al
oído

TRISTÁN: Señor, ¿en qué has de parar?
¿Dónde va tu pensamiento?
PERSIO: Presto verás lo que intento.
Conmigo la he de casar.
JUSTINO: Pues ¿quién te parece a ti,
de los mozos de la corte,
que para este caso importe?
PERSIO: Un forastero está aquí,
que es principal, es altivo
y es prudente, aunque es mancebo:
su nombre es Persio, y le debo
no menos que el estar vivo.
INÉS: Así se llamaba aquél
de quien Arseno pidió
celos a Celia.
PERSIO: Al fin yo
quisiera casar con él
a mi hermana. . .
ARDENIA: (Muerta soy.) Aparte
PERSIO: …porque sé que no le pago,
si lo que digo no hago,
la obligación en que estoy.
Demás de que es conveniente
al recato que tenemos;
que al Príncipe le diremos
que es un cercano pariente;
que no siendo conocido,
será fácil de creer,
lo que no pudiera ser
si fuera de aquí el marido.
¿Qué dices?
JUSTINO: Que es singular
en todo tu entendimiento.
Trátalo luego.
PERSIO: Al momento
a Persio voy a buscar.

Vase JUSTINO

TRISTÁN: Señor, yo no lo entiendo.
PERSIO: Oye la traza:
He de decir que Persio se ha partido
a su tierra, y que yo voy a alcanzarlo.
Iréme así a mi patria, donde en nombre
de Persio, pues lo soy, ante escribano
a Justíno enviaré poder bastante
para que con mi Ardenia me despose.
Vendré, descubriréme y gozaréla.
ARDENIA: (¿Qué hablarán en secreto?) Aparte
TRISTÁN: Mucho alcanza
quien ama.
PERSIO: Hoy salgo de un confuso abismo.
TRISTÁN: Hoy eres el tercero de ti mismo.

Vanse PERSIO y TRISTÁN. Salen ARDENIA e INÉS

INÉS: ¿De qué es el llanto, señora?
ARDENIA: Cuando tales cosas ves,
¿A quien tiene amor, Inés,
le preguntas de que llora?
INÉS: ¿Tienes amor todavía
a Arseno?
ARDENIA: ¡Qué necia estás!
INÉS: Juraste no verle más,
por lo de Celia, aquel día.
ARDENIA: Jurélo; mas en aumento
el amor va de hora en hora.
INÉS: Pues si crece amor, señora,
Da remedio a tu tormento.
Cásate con él: ¿qué esperas?
ARDENIA: ¿Cómo, Inés? ¡Con un traidor,
que a otra mujer tiene amor!
INÉS: Celosa lo consideras.
Si primero a Celia amó
que viniese a conocerte,
y luego que llegó a verte,
a Celia por ti olvidó;
si ella lo sigue amorosa,
y él desdeñoso resiste,
como tú misma lo viste,
sin razón estás quejosa.
ARDENIA: Bien has dicho. Ya revoco
mi sentencia. Quiero verlo.
INÉS: Es verdad que para hacerlo
habías menester muy poco.
ARDENIA: Para el administrador
quiero escribir un papel.
INÉS: ¿Y qué has de decir en él?
ARDENIA: Que al que causa mi dolor
deje esta noche venir
a verme, y le llevarás
un presente.
INÉS: Bien harás
en eso.
ARDENIA: Voy a escribir.

Vanse

FIN DEL ACTO SEGUNDO
________________________________________
ACTO TERCERO
________________________________________

Salen el PRÍNCIPE, CLAUDIO, y ROBERTO

CLAUDIO: Toda la noche, señor,
triste has andado. ¿Qué es esto?
Si deseas, ¿quién podrá
cumplir mejor sus deseos?
Si tienes sospechas, ¿quién
las puede aclarar más presto?
¿Quién dar muerte a quien le ofende,
si por dicha tienes celos?
PRÍNCIPE: Ya es tiempo de declararos,
amigos Claudio y Roberto,
la causa de mi tristeza
y de tantos sentimientos.
Ya sabéis que ha tiempo largo
que de amor de Ardenia muero,
y que cada día estoy
de ser querido más lejos;
pues tras esto ha dado agora
su hermano, ese ingrato Arnesto,
en quitarla de mis ojos
y en impedir mis deseos.
Después que él de Roma vino,
en vano a su casa vengo
mil veces, pues que ninguna
mi querida Ardenia veo.
CLAUDIO: No sé yo de qué te quejas,
teniendo la culpa de ello,
en no haber ejecutado
por fuerza ya tus deseos;
que anque Ardenia es principal,
mucho honor ganara en ello.
PRÍNCIPE: Que me quiera es mi intención,
del modo que yo la quiero.
Si la fuerzo, perderá
amor su mejor efeto;
y pues para enamorarla
el verla ha de ser el medio,
y éste me impide su hermano.
Esta noche muera Arnesto.
Los dos lo habéis de matar
en el oscuro silencio
de esta noche. Ved que os fío
un caso de tanto peso;
ya sabéis cuánto me va
de gusto y aun honra en ello.
Haceldo como debéis,
y quede a mi cargo el premio.
CLAUDIO: Para dar la muerte a un hombre,
¿has menester ofrecernos
premio? Dame que él parezca;
que yo te lo daré muerto.
PRÍNCIPE: Ya le dije que esta noche
viniese solo a este puesto
a esperarme hasta las doce,
y si dentro de este tiempo
al puesto yo no llegase,
no esperase más. Ya entiendo
que son las doce.
CLAUDIO: Ya cantan
maitines en los conventos.
PRÍNCIPE: Pues ya es forzoso que venga
a la calle: esperaréislo,
y haréis lo dicho; que yo
no me quiero hallar en ello;
que si sale por ventura
o llega gente al suceso,
no quiero ser conocido.
CLAUDIO: Los dos te le mataremos.

Vase el PRÍNCIPE

ROBERTO: ¡Ved en qué término va
esta privanza de Arnesto!
CLAUDIO: Es propio bajar más presto
quien más levantado está;
mas tratad de apercebir
la espada.

Salen ARSENO y SANCHO, de noche

ARSENO: Aquí has de quedar,
y si alguien viene, avisar.
SANCHO: Ya sé que me he de dormir;
pero si la puerta ves
abierta, avisarme has;
que una palabra no más
quiero entrar a hablar a Inés.
ARSENO: Di cuál, porque a ti te toca
velar esta noche fuera.
Yo se la diré.
SANCHO: Quisiera
ponérsela yo en la boca.
ARSENO: Quédate y haz lo que digo.
No me repliques.
SANCHO: Ya callo.

Vase

ARSENO: ¡Gracias a Dios que me hallo
a vista del bien que sigo!

A ROBERTO

CLAUDIO: A la puerta se ha parado
de Justino.

ROBERTO: él es. Lleguemos.
CLAUDIO: Tente, espera. No matemos
por yerro a algún desdichado.
Sepamos si es él. –¿Quién va?
ARSENO: (Del Príncipe es esta gente, Aparte
que celoso y diligente
la calle guardando está.
Con decir que soy Arnesto,
la sospecha perderán,
y la calle dejarán,
por no descubrirse, presto.
CLAUDIO: ¿No responde?
ARSENO: No me obligan
temores a responder;
que yo soy quien puedo hacer
que los dos quién son me digan.
Que soy Arnesto.
CLAUDIO: Y es él
a quien buscamos los dos.
¡Muera!
ROBERTO: ¡Muera!

Sacan las espadas y danle

ARSENO: ¡Aquí de Dios!
Muerto soy. ¡Traición crüel!

Cae

CLAUDIO: Gente viene.
ROBERTO: Bien se ha hecho.
Escapemos por aquí.

Vanse los dos. Sale SANCHO

SANCHO: Paz, hidalgos.
ARSENO: ¡Ay de mí!
SANCHO: Que éste es mi señor sospecho.
ARSENO: ¡Sancho!
SANCHO: ¡Señor!, ¿hante herido?
ARSENO: De una estocada a traición. . .
Pienso que hasta el corazón
cota y todo me han metido
y en el rostro siento sangre.
SANCHO: Un cirujano o barbero
buscaré.
ARSENO: Vamos, primero
que del todo me desangre.
SANCHO: ¿Estás tú para venir?
ARSENO: Probaré.

Levantándole

SANCHO: Esfuérzate y vamos.
¡Ved para qué trasnochamos!
Más nos valiera dormir.

Vanse. Salen CELIA, con manto y PEREA

PEREA: ésta es la casa.
CELIA: Ya pasa
de medida mi dolor;
que promete gran valor
Señora, de tan gran casa.
A Ardenia tengo de ver.
Sola entraré; que con vos
podrán conocerme.
PEREA: Adiós.

Vase. Salen PERSIO, de camino, y TRISTÁN

PERSIO: Ya sabes lo que has de hacer
en esta ausencia.
TRISTÁN: Señor,
no tienes que tener miedo,
pues que yo velando quedo.
CELIA: (éste ¿no es Persio? ¡Ah traidor! Aparte
¡Ved dónde vine a encontrase)
PERSIO: Mas ¿qué querrá esta mujer?
TRISTÁN: No tiene mal parecer.
CELIA: (Yo reviento: quiero hablalle.) Aparte
Persio vil, traidor, sin ley,
sin cristiandad, sin honor,
sin vergüenza, sin temor
ni respeto a Dios ni al Rey,
¿pensabas, te persuadías,
…………………[ -eras]
vivir sin que al fin vinieras
a pagar lo que debías?
Aunque el nombre te mudaras
¿qué importa, si el rostro no?
Aunque también se mudó,
pues que tiene ya dos caras.
¿pensabas toda tu vida
poderte de mí esconder?
¿No conoces el poder
de una mujer ofendida?
¿De eso pensabas valerte?
ingrato, ¿no consideras
que aunque de mí te escondieras,
al fin te ha de hallar la muerte?
PERSIO: Oye, Celia.
CELIA: No hay que oír
tras lo que he llegado a ver.
PERSIO: (Mucho grita esta mujer. Aparte
Quien soy ha de descubrir.)
No des voces.
CELIA: La razón
y verdad no tienen miedo,
y así nunca hablaron quedo.
PERSIO: Confieso mi obligación.
Yo pronuncio mi sentencia,
Celia, y te quiero pagar.

Sale JUSTINO, que se queda acechando desde la
puerta de su casa

JUSTINO: (¿Qué será este vocear?
Aparte
Con Arnesto es la pendencia.
PERSIO: ¿Quieres más?
CELIA: Sí quiero más;
que esa fácil confesión
me da clara presunción
de que engañándome estás.
PERSIO: Pues ¿qué quieres?
CELIA: Que me des
mano de esposo primero
que te partas.
PERSIO: Darla quiero;
mas cuando partirme ves,
ése es mucho apresurarte.
CELIA: ¿Qué menos priesa me dabas
cuando me solicitabas?
PERSIO: Nunca yo quise estorbarte
lo que te importase.
CELIA: Nada
te puede tanto importar
como casarte.
PERSIO: Lugar
habrá tras esta jornada,
que no se acaba hoy el mundo.
CELIA: Más que eso temiendo estoy;
que empiezas engaños hoy.
PERSIO: En sola verdad me fundo.
Luego mi esposa serás
que vuelva, Celia, con vida.
CELIA: ¿Qué sé yo si es la partida
para no volver jamás?
Que eres, Persio, forastero.
No me trates de partirte.

Aparte PERSIO y TRISTÁN

TRISTÁN: (Temo que ha de descubrirte
Celia.)
PERSIO: (Remediallo espero.)
Celia, forastero soy,
Y yo te lo dije así,
porque, aunque dentro nací
de la corte, donde estoy,
desde niño muy pequeño
siempre anduve fuera de ella;
mas vecino soy en ella.
De esta casa soy el dueño.
De Bohemia soy justicia
y del Príncipe privado.
CELIA: ¿Que ésta es tu casa? (En cuidado Aparte
me ha puesto cierta malicia.)
¿Casado estás?
PERSIO: Viendo voy
por dónde, Celia, caminas.
Apostaré que imaginas
que con mi hermana lo estoy.
CELIA: ¿Quién es tu hermana?
PERSIO: Es mí hermana
de quien tú celosa estás,
y un viejo que aquí verás,
mi padre. Ya la mañana
apriesa pasando va.
Queda a Dios.
CELIA: No hay que tratarme
de partirte ni engañarme.
PERSIO: Pesada estás, Celia, ya.
CELIA: Necía fuera si partir
te dejara.
PERSIO: ¡Bueno fuera
que por ti no me partiera!
CELIA: Yo te lo podré impedir
Que al Príncipe pediré
justicia.
PERSIO: Pide y verás
cuán tarde la alcanzarás,
cuando de tu parte esté.
CELIA: Sí el poder llevas contigo,
conmigo la razón llevo.
PERSIO: Ni lo que pides te debo,
ni para casar conmigo
Eres igual.

Vase

CELIA: Mal conoces,
Persio vil, a quien te habla.

Vase tras él

TRISTÁN: (Nuestra perdición entabla Aparte
con llamallo Persio a voces.)
JUSTINO: (La causa de la rencilla Aparte
no pude entender del todo;
mas con Tristán tendré modo
para poder descubrilla.
TRISTÁN: (El viejo es éste. él ha oído Aparte
todo cuanto aquí ha pasado.)
JUSTINO: ¿Oísme, mancebo honrado?
TRISTÁN: (Cierta mi sospecha ha sido. Aparte
JUSTINO: Llegaos acá.
TRISTÁN: Ya me llego.

Hácele entrar en casa y éntrase JUSTINO también

JUSTINO: Hoy es, galán, vuestro día.
¿Hay mayor bellaquería?
TRISTÁN: (Visto nos ha todo el juego.) Aparte
JUSTINO: ¡Hola!

Sale INéS

INÉS: ¿Señor?
JUSTINO: Al momento
vayan a traerme aquí
un verdugo.
INÉS: Harélo así.

Vase

TRISTAN: (Él me quiere dar tormento.) Aparte
Yo, señor, ¿en qué he pecado?

Sale ARDENIA

ARDENIA: Padre, ¿qué es esto?
JUSTINO: Hija mía,
una gran bellaquería
de que agora me he informado.
TRISTÁN: (él sabe ya todo el cuento
por lo que Celia habló aquí.)
Señor, si no hay culpa en mí,
¿Por qué me has de dar tormento?
Si Persio, mi señor, ciego
por tu hija, fingió ser
Arnesto para tener
modo de aplacar su fuego;
y a mí, que soy su crïado,
que callase me mandó;
siendo su crïado yo,
¿qué peco en haber callado?
JUSTINO: (¡Jesús, Jesús! ¡Qué maldad! Aparte
Más descubro que pensaba.)
ARDENIA: (La sospecha en que yo estaba Aparte
ha venido a ser verdad.)
JUSTINO: ¿Que éste es Persio?
TRISTÁN: Sí, señor.
Persio es su propio nombre.
JUSTINO: ¿Quién habrá que no se asombre?
¿Que a tal se atreva un traidor?
Pues ¿cómo Persio quería
con Persio, Ardenia, casarte
siendo él mismo?
TRISTÁN: Industria y arte
no falta al que el Amor guía.
Va a su tierra con intento
de envïarte su poder
para que puedas hacer
con tu hija el casamiento;
y en haciéndolo, venir
y descubrirse.
ARDENIA: ¡Oh engaños
de Amor!
JUSTINO: Enredos extraños
he venido a descubrir.
¡Ved de un engaño el rigor!
¡Que el hijo que yo engendré
preso entre locos esté,
y regalado un traidor!
TRISTÁN: Yo, señor, ¿en qué incurrí,
que me quieres castigar?
¿Puedes por dicha culpar
la fidelidad en mí?
Esta mujer que has oído
que con mi señor riñó,
era Celia, a quien gozó
con palabra de marido.
Burlóla, y ella, agravïada,
vino y habló lo que oíste;
mas yo, desdichado y triste,
no tengo culpa de nada.
ARDENIA: (¿Que Celia con él riñó Aparte
porque burlado la había?
ésta es la historia que un día
Arseno a Celia tocó.
JUSTINO: Este caso ha menester
prudencia y reportación.
ARDENIA: (Llegó, Arseno, tu ocasión. Aparte
JUSTINO: ¿Dónde vive esta mujer,
esta Celia?
TRISTÁN: Vive allá
junto a San Justo y Pastor
JUSTINO: ¿Cuánto ha que este traidor
de Persio en la corte está?
TRISTÁN: Siete meses puede haber.
JUSTINO: ¿Es noble?
TRISTÁN: Nadie imagino
que es mejor que él.
JUSTINO: ¿A qué vino
a Bohemia?
TRISTÁN: A pretender,
Señor, una compañía
en la jornada que ha hecho
a Hungría el Rey.
ARDENIA: (Mas sospecho Aparte
yo que a pretender la mía.
JUSTINO: Ahora bien, mancebo, entrad,
entrad en este aposento,
porque hasta el fin de este cuento
no habéis de ver claridad.
TRISTÁN: Pues, señor. . .
JUSTINO: No repliquéis.
TRISTÁN: No replico.

Vase

JUSTINO: Así procuro
vivir en paz, y seguro
de que otra vez me engañéis.

Le encierra

JUSTINO: ¿Que maldad tan insolente
pase en mi casa, y que vos,
Ardenia?
ARDENIA: Testigo es Dios
que de ella estoy inocente.
Es verdad que sospechar
estos engaños debía
por lo que intentó aquel día
que nos viste pelear;
pero tan grande insolencia
¿quién la pudiera creer?
JUSTINO: Pues ¿de qué vino a nacer
entonces vuestra pendencia?
ARDENIA: De que después de tratarme
gran rato en cosas de amor,
con engaños el traidor
quiso llegar a abrazarme.
Resistí, y me declaró
ser extremo de amor ciego.
Di voces y él dijo luego
que era burla, y creílo yo.
JUSTINO: ¡Jesús! ¡Qué engaños trazaba!
Pues díjome entonces él
que por quitarte un papel
de tu galán peleaba.
ARDENIA: ¡Yo papel, y yo galán!
JUSTINO: Y aun el papel me mostró,
que dijo que te quitó.
ARDENIA: Pienso que lo vio Tristán.
Él, padre, el testigo sea.
JUSTINO: No es menester; yo lo creo;
que supuesto lo que veo,
no hay engaño que no crea.
ARDENIA: No fue vana mi tristeza,
el día que en casa entró.
arece que me avisó
la misma Naturaleza.
JUSTINO: Ya me acuerdo que aquel día
melancólica estuviste.
ARDENIA: Y él lo notó, y le dijiste
que era ya costumbre mía;
y cuando mi hermano entró,
el triste preso inocente,
mi alma naturalmente
en viéndolo se alegró.
JUSTINO: Dijo el Príncipe que había
vístolo en esta ciudad
antes de allí, y en verdad
que yo también juraría
que lo encontré en esta calle
alguna vez.
ARDENIA: Pudo ser;
mas velo, señor, a ver;
que pudo acaso obligalle
alguna ocasión a estar
encubierto algunos días,
y por dicha te podrías
tú y el Príncipe engañar.
Ser dos hombres parecidos
no es suceso más extraño
que salir de un mismo paño
semejantes dos vestidos;
y al fin para cualquier caso
será el hablarle cordura.
JUSTINO: Voy a hacerlo.
ARDENIA: (A mi ventura Aparte
hoy abre Fortuna el paso.)

Vanse. Salen el PRÍNCIPE, CLAUDIO, y
ROBERTO

CLAUDIO: En diciendo “soy Arnesto,”
sin dejalle que la espada
sacase, de una estocada
di con él en tierra presto.
ROBERTO: Pues de un revés que le di
al tiempo que iba cayendo,
todos los sesos entiendo
que por tierra esparcí.
PRÍNCIPE: ¿Al fin murió?
CLAUDIO: Murió al fin,
y muriera el mundo todo,
si su muerte fuera modo
de dar a tus males fin.
PRÍNCIPE: (¡Oh loco Amor! ¡Oh deseos! Aparte
¿Dónde me habéis de llevar?
¡Que yo, que ejemplo he de dar,
cometa casos tan feos!)

PERSIO, con botas y espuelas

PERSIO: Déme, señor, vuestra alteza
los pies.
PRÍNCIPE: ¡Arnesto! ¿Qué es esto?
ROBERTO: (Claudio, por Dios que es Arnesto.)
CLAUDIO: (Sana tiene la cabeza.)
PERSIO: ¿Qué novedad es, señor,
que vos me hayáis recebido
demudado, enmudecido,
y perdida la color?
¿Qué es esto? ¿Qué confusión
es ésta?
PRÍNCIPE: (Disimular Aparte
importa.) Si os doy lugar
dentro de mi corazón,
Arnesto, cuando de mí
quereros partir mostráis,
decid, ¿por qué os espantáis
de ver que el color perdí?
PERSIO: Con favor tan excesivo,
casi me he llegado a holgar
de daros este pesar
por la gloria que recibo;
que tanto dais en subirme,
Que he venido a conseguir
Más bien con querer partir
Que alcanzara con partirme.
A un negocio me partía
que a mi padre le importaba;
pero el lugar que dejaba,
Príncipe, no lo sabía.
Ya lo sé: ya no me voy;
que nada puede importarme
tanto como no apartarme
de la presencia en que estoy.
PRÍNCIPE: No, Arnesto; partid, amigo,
partid. ¿Cuándo volveréis?
PERSIO: Con que licencia me deis,
que no he de partirme digo.
(No temo yo que la dé: Aparte
que ver sola a Ardenia quiere.)
PRÍNCIPE: ¿Y si licencia no os diere?
PERSIO: Lo que mandarais haré.
PRÍNCIPE: Partid; mas con condición
os mando partir, Arnesto,
que habéis de volveros presto.
PERSIO: (¡Qué bien fingida afición!) Aparte
PRÍNCIPE: Y mientras dura el camino,
ya os doy de la hacienda mía
cien escudos cada día.
(Con esta traza imagino Aparte
hacerle que por gozar
más la renta, más se tarde.)
PERSIO: Mil años el cielo os guarde.
PRÍNCIPE: Con eso os quiero obligar
A daros priesa a volver,
porque no me empobrezcáis.
PERSIO: Cuanto vos, Señor, me dais
Se queda en vuestro poder.

Vase

PRÍNCIPE: ¿Qué os parece? ¿Es éste el muerto?
¿Burlaisos de mí? Estoy loco.
¡Que me tengáis en tan poco,
que mintáis al descubierto!
CLAUDIO: Oye, señor.
PRÍNCIPE: ¡Vive Dios,
desleales!
CLAUDIO: De otra suerte
nos trata, y oye, o la muerte
nos da, Prínpice, a los dos.
Sé que lo que yo conté
es verdad. Eslo tan pura
Como ser la noche oscura;
Lo demás yo no lo sé.
Él, de cobarde y turbado,
se nos fingió muerto allí.
La herida que le di
lo cogió muy bien armado.
Por arte del demonio
tan presto de ella sanó,
o otro que ser él fingió
pagó el falso testimonio.
0 algún demonio tomó
cuerpo y nombre y voz de Arnesto
para hacerme que con esto
pierda la paciencia yo.
Pero no hay mucho perdido,
ni tú sin remedio estás
porque haya una noche más,
por yerro, Arnesto vivido.
PRÍNCIPE: Vuelve. ¿Dónde vas?
CLAUDIO: Librarme
de esta obligación querría
antes que se pase el día,
porque no pueda engañarme.
PRÍNCIPE: Bueno está: ya yo te creo.
Basta; que ya se pasó
la ocasión, y él se ausentó
que es lo mismo que deseo.

Sale JUSTINO

JUSTINO: Déme los pies vuestra alteza.
PRÍNCIPE: ¡Oh Justino amigo!, alzad.
¿Qué hay por acá? ¿Hay novedad?
JUSTINO: ¡Hay tanta!
PRÍNCIPE: ¿Qué es la tristeza?
¿Tiene salud vuestra hija?
JUSTINO: Tiénela al servicio vuestro.
PRÍNCIPE: Cuando tan vuestro me muestro,
¿cosa ha de haber que os aflija?
Hablad, Justíno, ¿qué es esto?
JUSTINO: Es, señor, mi desventura.
Oíd.

Háblale bajo

ROBERTO: (Cualque travesura Aparte
será de su hijo Arnesto.
PRÍNCIPE: ¿Qué decís?
JUSTINO: Información
tengo muy bastante de eso.
A su mozo tengo preso,
que hizo llana confesión;
y de Celia, una mujer
con quien él antes trató,
me informé muy largo yo
antes que os viniese a ver.
PRÍNCIPE: ¿Hay tan gran atrevimiento?
(Y más si acaso sabía Aparte
que yo a Ardenia pretendía.)
De ira y enojo reviento.
A Arnesto me has de prender,
Roberto: alcánzalo luego;
que me abraso en vivo fuego.
JUSTINO: Partid hacia Cutember,
donde él nació; que allá va.
PRÍNCIPE: Revienten por los ijares
los caballos que llevares.
ROBERTO: No temas que se me irá.

Vase

JUSTINO: Sólo resta que le deis
libertad a mi hijo preso,
a quien por falto de seso
entre los locos tenéis.
PRÍNCIPE: Justíno, yo no querría
que ése fuese otro traidor.
JUSTINO: ¡Jesús! Arnesto es, señor,
como es claro el sol y el día.
PRÍNCIPE: Hágase lo que queréis;
que cuando Arnesto no fuera,
quitaros yo no pudiera
que por hijo lo adoptéis.
Claudio, con Justino id,
y haced que a Arnesto le den
luego libertad.
JUSTINO: Con bien,
años sin cuento vivid.

Vanse JUSTINO y CLAUDIO. Sale un PAJE

PAJE: Licencia aguarda que des
un correo.
PRÍNCIPE: Siempre la tiene
el que con mensajes viene.

Sale un CORREO con un pliego

CORREO: Dadme, señor, vuestros pies.
Ésta os envía el cardenal
Julio Coloma, y conmigo
salud y paz.
PRÍNCIPE: Es mi amigo.
CORREO: Es vuestro siervo leal.

Lee

PRÍNCIPE: “La noticia que en todos los reinos
hay del justiciero valor de vuestra
alteza, me da confianza para suplicarle
me haga justicia. Arnesto, hijo de
Justino, cortesano de vuestra alteza,
dio muerte a un sobrino mío, de lo
cual lleva el portador los recados.
Prospere Dios los años de vuestra alteza,
etc.”

PRÍNCIPE: (La nueva que en esta leo Aparte
da gran fuerza a mi esperanza,
da principio a mi venganza,
y fin dará a mi deseo;
que hoy en Ardenia he de ver
mudanza de su rigor,
si a su hermano tiene amor.)
Ven, sabrás lo que has de hacer.

Vanse. Salen JUSTINO, ARSENO, con banda de
herído, y SANCHO

JUSTINO: Volvedme a abrazar, Arnesto.
ARSENO: Al cielo mil gracias doy.
JUSTINO: Llamad a Ardenia.

Salen ARDENIA e INÉS

ARDENIA: Aquí estoy,
dulce hermano… Mas ¿qué es esto?
¿Estáis herido?
ARSENO: No es nada.
ARDENIA: No me parece a mí poco.
SANCHO: Por tirar a otro, un loco
le dio acaso una pedrada.
ARSENO: Mas ya, hermana, que me toca
vuestra mano, en su virtud
Tengo cierta la salud.
SANCHO: (Si guardaremos la boca.) Aparte

Sale CLAUDIO, con guardas y un papel

CLAUDIO: Dios os guarde.
JUSTINO: Claudio amigo,
¿Qué hay pues?
CLAUDIO: A decirlo voy.
¿Sois vos Arnesto?
ARSENO: Yo soy.
CLAUDIO: Sed preso y venid conmigo.
ARSENO: ¡Preso! ¿Por qué?
CLAUDIO: No lo sé:
Mándalo el Príncipe así
por éste suyo.
ARDENIA: ¡Ay de mí!
¿Cuándo libre te veré?
ARSENO: Obedecer es razón.
Vamos. Padre, hermana mía,
quedaos a Dios.
JUSTINO: ¿No podría
saber por qué es la prisión?
CLAUDIO: No lo sé.
JUSTINO: ¿En qué habéis pecado,
hijo?
ARSENO: Pues que preso voy,
sin duda culpado soy.
JUSTINO: Sólo en nacer desdichado.

Vanse ARSENO, CLAUDIO y los guardas

ARDENIA: Pues, señor, ¿cómo os quedáis?
Id a saber la ocasión
de este rigor y prisión.
JUSTINO: Voy a saberlo.

Sale el CORREO

CORREO: No vais;
que yo la causa os diré,
y si el remedio queréis,
de mi mano lo tendréis.
JUSTINO: Yo vuestro esclavo seré.
CORREO: Yo, señor Justino, he sido
quien hasta aquí desde Roma
por el cardenal Coloma
a este negocio he venido.
y es el caso que tenía
el Cardenal un sobrino
y una sobrina, imagino
que más hermosa que el día.
Arnesto dio en requebrarla,
en oír la dama bella;
celoso el hermano de ella,
hablando una vez los halla.
El mozo, airado y crüel,
a Arnesto quiso dar muerte,,
pero trocóse la suerte,
y diósela Arnesto a él.
Arnesto huyendo escapó,
y sentido el Cardenal
de una desventura tal,
mil espías despachó.
Al fin vino a su noticia
que estaba en Bohemia Arnesto,
y con los recados de esto
me envió a pedir justicia.
Éste, pues, señor Justino,
es el caso.
JUSTINO: Y mi ventura.
CORREO: No es vuestra suerte muy dura,
puesta pena imagino
que ha de parar en contento.
JUSTINO: Lo que empezó con azar,
¿cómo en bien puede parar?
CORREO: Si parare en casamiento;
Que yo aquí traigo poder
de la hermana del difunto,
y con él lo traigo junto
del Cardenal, para hacer
el perdón, si da la mano
vuestro hijo a la doncella.
JUSTINO: Arnesto, amigo, en tenella
por mujer, gana y yo gano.
Vamos al punto a tratallo.
Hija, encomiéndalo a Dios.
ARDENIA: Dios vaya, padre, con vos.

Vanse JUSTINO y el CORREO

ARDENIA: Inés, confusa me hallo.
Ves aquí que es ya forzoso
descubrirse de esta suerte
Arseno, o sufrir la muerte,
o ser de esta dama esposo.
INÉS: Muchos engaños requiere
el sustentar un engaño.
SANCHO: De todos el menor daño
será si la mano diere.
Salga agora de prisión;
que después se tratará
del remedio.
ARDENIA: Bien está.
SANCHO: Hecho una vez el perdón
por parte del Cardenal,
se descubrirá tu hermano;
que estar escondido es llano,
y dará remedio al mal,
ratificando lo hecho
por Arseno mi señor,
pues a Julia tiene amor,
que con mi dueño sospecho
que es ninguno el casamiento.
ARDENIA: Vamos de rebozo presto,
Inés, a ver qué hay en esto;
que se acaba el sufrimiento.
SANCHO: Lástima tengo de ti.

Vanse. Sale ARNESTO, de peregrino

ARNESTO: Ya se cumplió mi deseo.
Gracias al cielo que veo
la casa donde nací.
Antes de entrar saber quiero
en qué estado están las cosas.

Sale SANCHO

SANCHO: ¡Ah mujeres perniciosas!
ARNESTO: Haced limosna a un romero.
SANCHO: Perdonad.
ARNESTO: Hanme informado
que el dueño de aquesta casa
no tiene la mano escasa,
y que es muy rico y honrado.
SANCHO: No está para eso agora.
ARNESTO: ¿Por qué no está para eso?
SANCHO: Lleváronle agora preso
su hijo Arnesto, y lo adora,
y allá fue loco por ver
si acaso puede librallo.
ARNESTO: (¿Qué es esto? ¿Otro Arnesto hallo?) Aparte
¿Y vísteislo vos prender?
SANCHO: Por mi desdicha lo vi.
Vos pudistes encontralle,
si venis por esa calle.
ARNESTO: ¿Y sabéis la causa?
SANCHO: Sí.
Dicen que porque allá en Roma
dio muerte a cierto sobrino
de un cardenal, que imagino
que se llama tal Coloma.
ARNESTO: Y al fin, decidme, ¿en qué punto
está el caso?
SANCHO: En remediallo,
dicen, que con desposado
con la hermana del difunto;
porque la moza ha envïado
poder aquí para ello.

Vanse. Salen ARNESTO, SANCHO, por un lado y por
otro, el PRÍNCIPE, JUSTINO, CLAUDIO y el CORREO

ARNESTO: Y el Arnesto ¿quiere hacello?
SANCHO: A palacio hemos llegado
donde lo sabremos presto;
mas claro está que querrá,
pues enamorado está.
ARNESTO: (Callaré, y veré el fin de esto; Aparte
que estoy confuso y perdido.)
SANCHO: A buen tiempo hemos llegado.
PRÍNCIPE: ¿Arnesto hase conformado
en eso?
JUSTINO: Señor, ha sido
grande su exceso en amar
a Julia, hermana del muerto.
Está loco del contento.

Hablan aparte CLAUDIO y el PRÍNCIPE

PRÍNCIPE: (¡Que no me pude vengar Aparte
de este honrado que celaba
tanto su hermana de mí!)
CLAUDIO: (Quizá se ocultaba así
hasta ver en qué paraba.)
PRÍNCIPE: (Crecerá de mi crüel
Ardenia la resistencia.)
Venga luego a mí presencia
Arnesto.
CLAUDIO: Yo voy por él.

Vase. Salen CELIA, con manto, y PEREA

CELIA: Gran príncipe de Bohemia,
poderoso, noble, sabio,
de agraviados vengador,
defensor de desdichados,
Celia soy, de ilustre sangre,
como de infelices hados;
que la desdicha y nobleza
nacen al mundo de un parto.
Quedé huérfana de padres,
doncella de aquellos años
que bastaran a obligar
a que procurase estado;
cuando un Arnesto, un traidor
fingido, engañoso y falso,
hijo de ese noble viejo
que atento me está escuchando
mudándose el propio nombre,
y fingiendo ser extraño
de esta corte, dio en hablarme.
Y yo, necia, en escuchallo.
Al fin, de ser mi marido
me dio palabra, y debajo
de ella, señor, le entregué
lo que de vergüenza callo
cansóse de mí, y dejóme
sin honor y sin amparo.
Justo castigo de quien
fió lo que vale tanto.
PRÍNCIPE: ¡Hay tal desvergüenza!
CELIA: Hoy
sé que a prenderle has mandado,
y por las causas que digo
vengo a ti, de ti me valgo.
PRÍNCIPE: ¿Qué dices de esto, Justíno?
JUSTINO: Que todo lo que ha contado
me consta a mí que es verdad,
y más se espera de un falso.
PRÍNCIPE: Pues si vos, que parte sois,
así lo habéis confesado,
no es menester más probanza.
JUSTINO: Yo en esto ¿qué parte alcanzo?
PRÍNCIPE: Mocedades son, Justino.
No os enojéis con él tanto.
JUSTINO: Ved, señor, que no es mi hijo
de quien está Celia hablando,
sino del que fingió serlo.
CELIA: Yo de vuestro hijo hablo.

Salen ARSENO, CLAUDIO, y ARDENIA e INÉS, con
mantos

CLAUDIO: Aquí está Arnesto.
ARSENO: Aquí estoy.
Sujeto a vuestro mandado.
CELIA: (¡Válgame Dios! Según esto Aparte
Persio es el Arnesto falso;
pero pues éste es Arnesto,
y también éste me ha dado
palabra, lo cierto escojo.)
ARDENIA: (Más mal hay del que pensamos.) Aparte
PRÍNCIPE: ¿Es éste, Celia, el mancebo
de quien habéis querellado?
CELIA: ¿Sois vos Arnesto?
ARSENO: Yo soy
Arnesto.

CELIA: Pues de vos hablo.
JUSTINO: ¡Hay mayor bellaquería!
por Dios, señor, que es engaño.
CELIA: Yo probaré lo que he dicho.
PRÍNCIPE: ¿Qué haremos en este caso,
Justino? Acá dio palabra,
allá dio muerte a un hermano;
allá no puede casarse
por estar acá obligado;
si acá se casa, a la muerte
de que allá le han hecho cargo
no hay remedio sin morir.
¿Qué tengo de hacer? Miraldo.
ARSENO: Señor, si me das licencia,
tengo fácil el descargo.
PRÍNCIPE: Di pues.
ARSENO: No puedo negar
que palabra a Celia he dado;
mas antes que yo la diese,
debajo del mismo trato
la gozó Persio, yo no;
y yo me ofrezco a probarlo.
ARDENIA: (¡Cielo!, ¿en qué ha de parar esto?) Aparte
JUSTINO: Ya, señor, Persio ha llegado.

Sale PERSIO

PERSIO: (¿Persio dijo? Ya se saben Aparte
Mis enredos: ¡triste caso!
¿Qué ha de ser de mí) Señor,
dadme los pies.
PRÍNCIPE: Oh villano!
Aparta. ¿Cómo te atreves,
tras los enredos pasados,
a llegarte a mí?
PERSIO: Señor. . .
PRÍNCIPE: No muevas, traidor, los labios.
PERSIO: Disculpa tengo si escuchas.
PRÍNCIPE: Moverás nuevos engaños.
PERSIO: En ese papel de Ardenia

Da un papel al PRÍNCIPE

fundo todo mi descargo;
que cuanto he fingido fue
por ella misma ordenado.
PRÍNCIPE: Llamad a Ardenia.
ARDENIA: (¿Qué es esto?) Aparte
Aquí estoy a tu mandado.
PRÍNCIPE: Mira si es tuya esa letra.
ARDENIA: No niego que es de mi mano.
PRÍNCIPE: Pues tú, Ardenia, según esto,
y no Persio, es el culpado.
Toma y lee ese papel.

Da un papel a ARDENIA

ARDENIA: (¡Vil hermano!) Aparte
JUSTINO: (¡Ah tristes años, Aparte
por una livïana hija
tan sin razón afrentados!)
PRÍNCIPE: ¿Qué respondes?
ARDENIA: Yo respondo
que aunque dije que mi mano
hizo esta letra, señor,
lo que dice Persio es falso;
porque, por el Dios que adoro,
a quien por testigo traigo,
que a Persio tal no escribí.
PRÍNCIPE: Pues ¿a quién, Ardenia?
ARDENIA: Es llano
que Persio me falseó
la letra y esto ha inventado.
JUSTINO: Y no es nuevo en él, señor;
que yo lo hallé peleando
con Ardenía cierto día
sobre pedirle un abrazo;
y fingió conmigo que era
por quitarle de la mano
un papel de su galán.
PERSIO: El amor doy por descargo.
PRÍNCIPE: Escucha, Persio. Ya ves
que estoy con causa enojado,
y si la verdad me niegas,
ha de costarte muy caro.
¿Conoces a esta mujer?
¿Sabes, Persio, que la has dado
la palabra de marido?
PERSIO: No puedo, señor, negarlo.
PRÍNCIPE: Escucha, Celia. Ya Persio
llanamente ha confesado
que te debe la palabra.
CELIA: Y lo demás es engaño.
PRÍNCIPE: Dad, Persio, la mano a Celia.
CELIA: Eres príncipe cristiano.

Danse las manos

PRÍNCIPE: El romano mensajero,
del poder que tiene usando,
la mano, por Julia ausente,
le dé a Arnesto.
ARDENIA: Dalda, hermano.
ARNESTO: Aguarda; que yo he de ser
quien tengo de dar la mano
a Julia, que soy Arnesto.
JUSTINO: ¡Otro Arnesto, cielo santo!
ARNESTO: Estos papeles de Julia
harán lo que digo claro.

Muestra unos papeles, y míralos el
CORREO

CORREO: Ésta es su letra y su firma.
ARSENO: Ya no es tiempo de negarlo.
PRÍNCIPE: ¿Qué decís de esto?
ARSENO: Señor,
Arseno soy castellano.
Pasé a Italia, donde supe
que tu padre, a quien aguardo
vitorioso, encaminaba
contra el húngaro su campo.
Vine a pretender servirle,
no pude alcanzar un cargo,
quedéme aquí, enamoréme
de Ardenia, y ella mostrando
corresponderme, trazó
que fingiese ser su hermano.
Fingílo, señor, y he sido
en fingir tan desdichado
como tú has visto; y de todo
doy el amor por descargo.
PRÍNCIPE: ¿Qué respondes a esto, Ardenia?
ARDENIA: Respondo que a tales casos
obliga a una mujer noble. . .
(un príncipe enamorado)
. . .y ese papel que tenía
Persio, escrito es de mi mano
para Arseno.
PERSIO: Y yo por él
otro le di por engaño.
ARDENIA: Y con la licencia tuya
y de mi padre y hermano,
Arseno es esposo mío.
PRÍNCIPE: (Arrojóse ya. Echó el fallo. Aparte
¡Ah!, mujer al fin. Por vida
de la corona que aguardo,
de no verte más la cara.)

Al CORREO

Dad vos por Julia la mano
a Arnesto.
ARNESTO: La mano doy.
JUSTINO: Hijo, dadme a mí los brazos,
y el desdichado en fingir
acabe aquí sus trabajos.

FIN DE LA COMEDIA

Хуан Руис де Аларкон и Мендоса. Немой симулянт.
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. EL DESDICHADO EN FINGIR

KUPRIENKO