Хорхе Луис Борхес. “История Вечности”.
Jorge Luis Borges. HISTORIA DE LA ETERNIDAD.
…Supplementum Livii; Historia infinita temporis atque aeternitatis.. .
QUEVEDO: Perinola, 1632.
. .. nor promise that they would become in general, by learning criticism, more useful, happier, or wiser.
JOHNSON: Preface to Shakespeare, 1765.
PROLOGO
Poco dire de la singular “historia de la eternidad” que da nombre a estas paginas. En el principio hablo de la filosofia platonica; en un trabajo que aspiraba al rigor cronologico, mas razonable hubiera sido partir de los hexametros de Parmenides (“no ha sido nunca ni sera, porque ahora es”). No se como pude comparar a “inmoviles piezas de museo” las formas de Platon y como no senti, leyendo a Escoto Erigena y a Schopenhauer, que estas son vivas, poderosas y organicas. Entendi que sin tiempo no hay movimiento (ocupacion de lugares distintos en momentos distintos); no entendi que tampoco puede haber inmovilidad (ocupacion de un mismo lugar en momentos distintos).
Dos articulos he agregado que complementan o rectifican el texto: La metafora, de 1952; El tiempo circular, de 1943.
El improbable y acaso inexistente lector a quien le interesen Las kenningar puede interrogar el breviario Antiguas literaturas germanicas, que publique en Mejico en 1951, con la colaboracion de Delia Ingenieros.
El merito o la culpa de la resurreccion de estas paginas no tocara por cierto a mi karma, sino al de mi generoso y tenaz amigo Jose Edmundo Clemente.
J. L. B.
Buenos Aires, 24 de mayo de 1953.
HISTORIA DE LA ETERNIDAD
I
En aquel pasaje de las Eneadas que quiere interrogar y definir la naturaleza del tiempo, se afirma que es indispensable conocer previamente la eternidad, que -segun todos saben- es el modelo y arquetipo de aquel. Esa advertencia liminar, tanto mas grave si la creemos sincera, parece aniquilar toda esperanza de entendernos con el hombre que la escribio. El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el mas vital de la metafisica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza. Leemos en el Timeo de Platon que el tiempo es una imagen movil de la eternidad; y ello es apenas un acorde que a ninguno distrae de la conviccion de que la eternidad es una imagen hecha con sustancia de tiempo. Esa imagen, esa burda palabra enriquecida por los desacuerdos humanos, es lo que me propongo historiar.
Invirtiendo el metodo de Plotino (unica manera de aprovecharlo) empezare por recordar las oscuridades inherentes al tiempo: misterio metafisico, natural, que debe preceder a la eternidad, que es hija de los hombres. Una de esas oscuridades, no la mas ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la direccion del tiempo. Que fluye del pasado hacia el porvenir es la creencia comun, pero no es mas ilogica la contraria, la fijada en verso espanol por Miguel de Unamuno:
Nocturno el rio de las horas fluye
desde su manantial que es el manana
eterno…
Ambas son igualmente verosimiles -e igualmente inverificables. Bradley niega las dos y adelanta una hipotesis personal: excluir el porvenir, que es una mera construccion de nuestra esperanza, y reducir lo “actual” a la agonia del momento presente desintegrandose en el pasado. Esa regresion temporal suele corresponder a los estados decrecientes o insipidos, en tanto que cualquier intensidad nos parece marchar sobre el porvenir… Bradley niega el futuro; una de las escuelas filosoficas de la India niega el presente, por considerarlo inasible. La naranja esta por caer de la rama, o ya esta en el suelo, afirman esos simplificadores extranos. Nadie la ve caer.
Otras dificultades propone el tiempo. Una, acaso la mayor, la de sincronizar el tiempo individual de cada persona con el tiempo general de las matematicas, ha sido harto voceada por la reciente alarma relativista, y todos la recuerdan -o recuerdan haberla recordado hasta hace muy poco. (Yo la recobro asi, deformandola: Si el tiempo es un proceso mental, їcomo lo pueden compartir miles de hombres, o aun dos hombres distintos?) Otra es la destinada por los eleatas a refutar el movimiento. Puede caber en estas palabras: Es imposible que en ochocientos anos de tiempo transcurra un plazo de catorce minutos, porque antes es obligatorio que hayan pasado siete, y antes de siete, tres minutos y medio, y antes de tres y medio, un minuto y tres cuartos, y asi infinitamente, de manera que los catorce minutos nunca se cumplen. Russell rebate ese argumento, afirmando la realidad y aun vulgaridad de numeros infinitos, pero que se dan de una vez, por definicion, no como termino “final” de un proceso enumerativo sin fin. Esos guarismos anormales de Russell son un buen anticipo de la eternidad, que tampoco se deja definir por enumeracion de sus partes.
Ninguna de las varias eternidades que planearon los hombres -la del nominalismo, la de Ireneo, la de Platon- es una agregacion mecanica del pasado, del presente y del porvenir. Es una cosa mas sencilla y mas magica: es la simultaneidad de esos tiempos. El idioma comun y aquel diccionario asombroso dont chaque edition fait regretter la precedente, parecen ignorarlo, pero asi la pensaron los metafisicos. Los objetos del alma son sucesivos, ahora Socrates y despues un caballo -leo en el quinto libro de las Eneadas-, siempre una cosa aislada que se concibe y miles que se pierden; pero la Inteligencia Divina abarca juntamente todas las cosas. El pasado esta en su presente, asi como tambien el porvenir. Nada transcurre en ese mundo, en el que persisten todas las cosas, quietas en la felicidad de su condicion. Paso a considerar esa eternidad, de la que derivaron las subsiguientes. Es verdad que Platon no la inaugura -en un libro especial, habla de los “antiguos y sagrados filosofos” que lo precedieron- pero amplia y resume con esplendor cuanto imaginaron los anteriores. Deussen lo compara con el ocaso: luz apasionada y final. Todas las concepciones griegas de eternidad convergen en sus libros ya rechazadas, ya exornadas tragicamente. Por eso lo hago preceder a Ireneo, que ordena la segunda eternidad: la coronada por las tres diversas pero inextricables personas.
Dice Plotino con notorio fervor: Toda, cosa en el cielo inteligible tambien es cielo, y alli la tierra es cielo, como tambien lo son los animales, las plantas, los varones y el mar. Tienen por espectaculo el de un mundo que no ha sido engendrado. Cada cual se mira en los otros. No hay cosa en ese reino que no sea diafana. Nada es impenetrable, nada es opaco y la luz encuentra la luz. Todos estan en todas partes, y todo es todo. Cada cosa es todas las cosas. El sol es todas las estrellas, y cada estrella es todas las estrellas y el sol. Nadie camina alli como sobre una tierra extranjera. Ese universo unanime, esa apoteosis de la asimilacion y del intercambio, no es todavia la eternidad; es un cielo limitrofe, no emancipado enteramente del numero y del espacio. A la contemplacion de la eternidad, al mundo de las formas universales quiere exhortar este pasaje del quinto libro: Que los hombres a quienes maravilla este mundo -su capacidad, su hermosura, el orden de su movimiento continuo, los dioses manifiestos o invisibles que lo recorren, los demonios, arboles y animales- eleven el pensamiento a esa Realidad, de la que todo esto es la copia. Veran ahi las formas inteligibles, no con prestada eternidad sino eternas, y veran tambien a su capitan, la Inteligencia pura, y la Sabiduria inalcanzable, y la edad genuina de Cronos, cuyo nombre es la Plenitud. Todas las cosas inmortales estan en el. cada intelecto, cada dios y cada alma. Todos los lugares le son presentes, їadonde ira? Esta en la dicha, їa que probar mudanza y vicisitud? No carecio al principio de ese estado y lo gano despues. En una sola eternidad las cosas son suyas: esa eternidad que el tiempo remeda al girar en torno del alma, siempre desertor de un pasado, siempre codicioso de un porvenir. Las repetidas afirmaciones de pluralidad que dispensan los parrafos anteriores, pueden inducirnos a error. El universo ideal a que nos convida Plotino es menos estudioso de variedad que de plenitud; es un repertorio selecto, que no tolera la repeticion y el pleonasmo. Es el inmovil y terrible museo de los arquetipos platonicos. No se si lo miraron ojos mortales (fuera de la intuicion visionaria o la pesadilla) o si el griego remoto que lo ideo, se lo represento alguna vez, pero algo de museo presiento en el: quieto, monstruoso y clasificado. . . Se trata de una imaginacion personal de la que puede prescindir el lector; de lo que no conviene que prescinda es de alguna noticia general de esos arquetipos platonicos, o causas primordiales o ideas, que pueblan y componen la eternidad.
Una prolija discusion del sistema platonico es imposible aqui, pero no ciertas advertencias de intencion propedeutica. Para nosotros, la ultima y firme realidad de las cosas es la materia- los electrones giratorios que recorren distancias estelares en la soledad de los atomos-; para los capaces de platonizar, la especie, la forma. En el libro tercero de las Eneadas, leemos que la materia es irreal: es una mera y hueca pasividad que recibe las formas universales como las recibiria un espejo; estas la agitan y la pueblan sin alterarla. Su plenitud es precisamente la de un espejo, que simula estar lleno y esta vacio; es un fantasma que ni siquiera desaparece, porque no tiene ni la capacidad de cesar. Lo fundamental son las formas. De ellas, repitiendo a Plotino, dijo Pedro Malon de Chaide mucho despues: Hace Dios como si vos tuviesedes un sello ochavado de oro que en una parte tuviese un leon esculpido; en la otra, un caballo; en otra, un aguila, y asi de las demas; y en un pedazo de cera imprimiesedes el leon; en otro, el aguila; en otro, el caballo; cierto esta que todo lo que esta en la cera esta en el oro, y no podeis vos imprimir sino lo que alli teneis esculpido. Mas hay una diferencia, que en la cera al fin es cera, y vale poco; mas en el oro es oro, y vale mucho. En las criaturas estan estas perfecciones finitas y de poco valor: en Dios son de oro, son el mismo Dios. De ahi podemos inferir que la materia es nada.
Damos por malo ese criterio y aun por inconcebible, y sin embargo lo aplicamos continuamente. Un capitulo de Schopenhauer no es el papel en las oficinas de Leipzig ni la impresion, ni las delicadezas y perfiles de la escritura gotica, ni la enumeracion de los sonidos que lo componen ni siquiera la opinion que tenemos de el; Miriam Hopkins esta hecha de Miriam Hopkins, no de los principios nitrogenados o minerales, hidratos de carbono, alcaloides y grasas neutras, que forman la sustancia transitoria de ese fino espectro de plata o esencia inteligible de Hollywood. Esas ilustraciones o sofismas de buena voluntad pueden exhortarnos a tolerar la tesis platonica. La formularemos asi: Los individuos y las cosas existen en cuanto participan de la especie que los incluye, que es su realidad permanente. Busco el ejemplo mas favorable: el de un pajaro. El habito de las bandadas, la pequenez, la identidad de rasgos, la antigua conexion con los dos crepusculos, el del principio de los dias y el de su termino, la circunstancia de que son mas frecuentes al oido que a la vision -todo ello nos mueve a admitir la primacia de la especie y la casi perfecta nulidad de los individuos. Keats, ajeno de error, puede pensar que el ruisenor que lo encanta es aquel mismo que oyo Ruth en los trigales de Belen de Juda; Stevenson erige un solo pajaro que consume los siglos: el ruisenor devorador del tiempo. Schopenhauer, el apasionado y lucido Schopenhauer, aporta una razon: la pura actualidad corporal en que viven los animales, su desconocimiento de la muerte y de los recuerdos. Anade luego, no sin una sonrisa: Quien me oiga asegurar que el gato gris que ahora juega, en el patio, es aquel mismo que brincaba y que traveseaba hace quinientos anos, pensara de mi lo que quiera, pero locura mas extrana es imaginar que fundamentalmente es otro. Y despues: Destino y vida de leones quiere la leonidad que, considerada en el tiempo, es un leon inmortal que se mantiene mediante la infinita reposicion de los individuos, cuya, generacion y cuya muerte forman el pulso de esa imperecedera figura. Y antes: Una infinita duracion ha precedido a mi nacimiento, їque fui yo mientras tanto? Metafisicamente podria quiza contestarme: “Yo siempre he sido yo; es decir, cuantos dijeron yo durante ese tiempo, no eran otros que yo.”
Presumo que la eterna Leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentira un alivio majestuoso ante ese unico Leon, multiplicado en los espejos del tiempo. Del concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo: se que nuestro yo lo rechaza, y que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. Mal signo; formas universales mucho mas arduas nos propone Platon. Por ejemplo, la Mesidad, o Mesa Inteligible que esta en los cielos: arquetipo cuadrupedo que persiguen, condenados a ensueno y a frustracion, todos los ebanistas del mundo. (No puedo negarla del todo: sin una mesa ideal, no hubieramos llegado a mesas concretas.) Por ejemplo, la Triangularidad: eminente poligono de tres lados que no esta en el espacio y que no quiere denigrarse a equilatero, escaleno o isosceles. (Tampoco lo repudio; es el de las cartillas de geometria.) Por ejemplo: la Necesidad, la Razon, la Postergacion, la Relacion, la Consideracion, el Tamano, el Orden, la Lentitud, la Posicion, la Declaracion, el Desorden. De esas comodidades del pensamiento elevadas a formas ya no se que opinar; pienso que ningun hombre las podra intuir sin el auxilio de la muerte, de la fiebre, o de la locura. Me olvidaba de otro arquetipo que los comprende a todos y los exalta: la eternidad, cuya despedazada copia es el tiempo.
Ignoro si mi lector precisa argumentos para descreer de la doctrina platonica. Puedo suministrarle muchos: uno, la incompatible agregacion de voces genericas y de voces abstractas que cohabitan sans gene en la dotacion del mundo arquetipo; otro, la reserva de su inventor sobre el procedimiento que usan las cosas para participar de las formas universales; otro, la conjetura de que esos mismos arquetipos asepticos adolecen de mezcla y de variedad. No son irresolubles: son tan confusos como las criaturas del tiempo. Fabricados a imagen de las criaturas, repiten esas mismas anomalias que quieren resolver. La Leonidad, digamos, їcomo prescindira de la Soberbia y de la Rojez, de la Melenidad y la Zarpidad? A esa pregunta no hay contestacion y no puede haberla: no esperemos del termino leonidad una virtud muy superior a la que tiene esa palabra sin el sufijo.
Vuelvo a la eternidad de Plotino. El quinto libro de las Eneadas incluye un inventario muy general de las piezas que la componen. La Justicia esta ahi, asi como los Numeros (їhasta cual?) y las Virtudes y los Actos y el Movimiento, pero no los errores y las injurias, que son enfermedades de una materia en que se ha maleado una Forma. No en cuanto es melodia, pero si en cuanto es Armonia y es Ritmo, la Musica esta ahi. De la patologia y la agricultura no hay arquetipos, porque no se precisan. Quedan excluidas igualmente la hacienda, la estrategia, la retorica y el arte de gobernar -aunque, en el tiempo, algo deriven de la Belleza y del Numero. No hay individuos, no hay una forma primordial de Socrates ni siquiera de Hombre Alto o de Emperador; hay, generalmente, el Hombre. En cambio, todas las figuras geometricas estan ahi. De los colores solo estan los primarios: no hay Ceniciento ni Purpureo ni Verde en esa eternidad. En orden ascendente, sus mas antiguos arquetipos son estos: la Diferencia, la Igualdad, la Mocion, la Quietud y el Ser.
Hemos examinado una eternidad que es mas pobre que el mundo. Queda por ver como la adopto nuestra iglesia y le confio un caudal que es superior a cuanto los anos transportan.
II
El mejor documento de la primera eternidad es el quinto libro de las Eneadas; el de la segunda o cristiana, el onceno libro de las Confesiones de San Agustin. La primera no se concibe fuera de la tesis platonica; la segunda, sin el misterio profesional de la Trinidad y sin las discusiones levantadas por predestinacion y reprobacion. Quinientas paginas en folio no agotarian el tema: espero que estas dos o tres en octavo no pareceran excesivas.
Puede afirmarse, con un suficiente margen de error, que “nuestra” eternidad fue decretada a los pocos anos de la dolencia cronica intestinal que mato a Marco Aurelio, y que el lugar de ese vertiginoso mandato fue la barranca de Fourviere, que antes se nombro Forum vetus, celebre ahora por el funicular y por la basilica. Pese a la autoridad de quien la ordeno -el obispo Ireneo-, esa eternidad coercitiva fue mucho mas que un vano paramento sacerdotal o un lujo eclesiastico: fue una resolucion y fue un arma. El Verbo es engendrado por el Padre, el Espiritu Santo es producido por el Padre y el Verbo, los gnosticos solian inferir de esas dos innegables operaciones que el Padre era anterior al Verbo, y los dos al Espiritu. Esa inferencia disolvia la Trinidad. Ireneo aclaro que el doble proceso -generacion del Hijo por el Padre, emision del Espiritu por los dos- no acontecio en el tiempo, sino que agota de una vez el pasado, el presente y el porvenir. La aclaracion prevalecio y ahora es dogma. Asi fue promulgada la eternidad, antes apenas consentida en la sombra de algun desautorizado texto platonico. La buena conexion y distincion de las tres hipostasis del Senor, es un problema inverosimil ahora, y esa futilidad parece contaminar la respuesta; pero no cabe duda de la grandeza del resultado, siquiera para alimentar la esperanza: Aeternitas est merum hodie, est immediata et lucida fruitio rerum infinitarum. Tampoco, de la importancia emocional y polemica de la Trinidad.
Ahora, los catolicos laicos la consideran un cuerpo colegiado infinitamente correcto, pero tambien infinitamente aburrido; los liberales, un vano cancerbero teologico, una supersticion que los muchos adelantos de la Republica ya se encargaran de abolir. La trinidad, claro es, excede esas formulas. Imaginada de golpe, su concepcion de un padre, un hijo y un espectro, articulados en un solo organismo, parece un caso de teratologia intelectual, una deformacion que solo el horror de una pesadilla pudo parir. El infierno es una mera violencia fisica, pero las tres inextricables Personas importan un horror intelectual, una infinitud ahogada, especiosa, como de contrarios espejos. Dante las quiso denotar con el signo de una superposicion de circulos diafanos, de diverso color; Donne, por el de complicadas serpientes, ricas e indisolubles. Toto coruscat trinitas mysterio, escribio San Paulino; Fulge en pleno misterio la Trinidad.
Desligada del concepto de redencion, la distincion de las tres personas en una, tiene que parecer arbitraria. Considerada como una necesidad de la fe, su misterio fundamental no se alivia, pero despuntan su intencion y su empleo. Entendemos que renunciar a la Trinidad -a la Dualidad, por lo menos- es hacer de Jesus un delegado ocasional del Senor, un incidente de la historia, no el auditor imperecedero, continuo, de nuestra devocion. Si el Hijo no es tambien el Padre, la redencion no es obra directa divina; si no es eterno, tampoco lo sera el sacrificio de haberse denigrado a hombre y haber muerto en la cruz. Nada menos que una infinita excelencia pudo satisfacer por un alma perdida para infinitas edades, insto Jeremias Taylor. Asi puede justificarse el dogma, si bien los conceptos de la generacion del Hijo por el Padre y de la procesion del Espiritu por los dos, siguen insinuando una prioridad, sin contar su culpable condicion de meras metaforas. La teologia, empenada en diferenciarlas, resuelve que no hay motivo de confusion, puesto que el resultado de una es el Hijo, el de la otra el Espiritu. Generacion eterna del Hijo, procesion eterna del Espiritu, es la soberbia decision de Ireneo: invencion de un acto sin tiempo, de un mutilado zeitloses Zeitwort, que podemos tirar o venerar, pero no discutir. Asi Ireneo se propuso salvar el monstruo, y lo consiguio. Sabemos que era enemigo de los filosofos; apoderarse de una de sus armas y volverla contra ellos, debio causarle un belicoso placer.
Para el cristiano, el primer segundo del tiempo coincide con el primer segundo de la Creacion -hecho que nos ahorra el espectaculo (reconstruido hace poco por Valery) de un Dios vacante que devana siglos baldios en la eternidad “anterior”. Manuel Swedenborg (Vera christiana religio, 1771) vio en un confin del orbe espiritual una estatua alucinatoria por la que se imaginan devorados todos aquellos que deliberan insensata y esterilmente sobre la condicion del Senor antes de hacer el mundo.
Desde que Ireneo la inauguro, la eternidad cristiana empezo a diferir de la alejandrina. De ser un mundo aparte, se acomodo a ser uno de los diecinueve atributos de la mente de Dios. Librados a la veneracion popular, los arquetipos ofrecian el peligro de convertirse en divinidades o en angeles; no se nego por consiguiente su realidad -siempre mayor que la de las meras criaturas- pero se los redujo a ideas eternas en el Verbo hacedor. A ese concepto de los universalia ante res viene a parar Alberto Magno: los considera eternos y anteriores a las cosas de la Creacion, pero solo a manera de inspiraciones o formas. Cuida muy bien de separarlos de los universalia in rebus, que son las mismas concepciones divinas ya concretadas variamente en el tiempo, y -sobre todo- de los universalia post res, que son las concepciones redescubiertas por el pensamiento inductivo. Las temporales se distinguen de las divinas en que carecen de eficacia creadora, pero no en otra cosa; la sospecha de que las categorias de Dios pueden no ser precisamente las del latin, no cabe en la escolastica… Pero advierto que me adelanto.
Los manuales de teologia no se demoran con dedicacion especial en la eternidad. Se reducen a prevenir que es la intuicion contemporanea y total de todas las fracciones del tiempo, y a fatigar las Escrituras hebreas en pos de fraudulentas confirmaciones, donde parece que el Espiritu Santo dijo muy mal lo que dice bien el comentador. Suelen agitar con ese proposito esta declaracion de ilustre desden o de mera longevidad: Un dia delante del Senor es como mil anos, y mil anos son como un dia, o las grandes palabras que oyo Moises y que son el nombre de Dios: Soy El Que Soy, o las que oyo San Juan el Teologo en Patmos, antes y despues del mar de cristal y de la bestia de color escarlata y de los pajaros que comen carne de capitanes: Yo soy la A y la Z, el principio y el fin. Suelen copiar tambien esta definicion de Boecio (concebida en la carcel, acaso en visperas de morir por la espada): Aeternitas est interminabilis vitae tota et perfecta possessio, y que me agrada mas en la casi voluptuosa repeticion de Hans Lassen Martensen: Aeternitas est merum hodie, est immediata et lucida fruitio rerum infinitarum. Parecen desdenar, en cambio, aquel oscuro juramento del angel que estaba de pie sobre el mar y sobre la tierra (Revelacion, X, 6): y juro por Aquel que vivira para siempre, que ha creado el cielo y las cosas que en el estan, y la tierra y las cosas que en ella estan, y la mar y las cosas que en ella estan, que el tiempo dejara de ser. Es verdad que tiempo en ese versiculo, debe equivaler a demora.
La eternidad quedo como atributo de la ilimitada mente de Dios, y es muy sabido que generaciones de teologos han ido trabajando esa mente, a su imagen y semejanza. Ningun estimulo tan vivo como el debate de la predestinacion ab aeterno. A los cuatrocientos anos de la Cruz, el monje ingles Pelagio incurrio en el escandalo de pensar que los inocentes que mueren sin el bautismo alcanzan la gloria. Agustin, obispo de Hipona, lo refuto con una indignacion que sus editores aclaman. Noto las herejias de esa doctrina, aborrecida de los justos y de los martires: su negacion de que en el hombre Adan ya hemos pecado y perecido todos los hombres, su olvido abominable de que esa muerte se trasmite de padre a hijo por la generacion carnal, su menosprecio del sangriento sudor, de la agonia sobrenatural y del grito de Quien murio en la cruz, su repulsion de los secretos favores del Espiritu Santo, su restriccion de la libertad del Senor. El britano habia tenido el atrevimiento de invocar la justicia; el Santo -siempre sensacional y forense- concede que segun la justicia, todos los hombres merecemos el fuego sin perdon, pero que Dios ha determinado salvar algunos, segun su inescrutable arbitrio, o, como diria Calvino mucho despues, no sin brutalidad: porque si (quia voluit). Ellos son los predestinados. La hipocresia o el pudor de los teologos ha reservado el uso de esa palabra para los predestinados al cielo. Predestinados al tormento no puede haber: es verdad que los no favorecidos pasan al fuego eterno, pero se trata de una pretericion del Senor, no de un acto especial. . . Ese recurso renovo la concepcion de la eternidad.
Generaciones de hombres idolatricos habian habitado la tierra, sin ocasion de rechazar o abrazar la palabra de Dios; era tan insolente imaginar, que pudieran salvarse sin ese medio, como negar que algunos de sus varones, de famosa virtud, serian excluidos de la gloria. (Zwingli, 1523, declaro su esperanza personal de compartir el cielo con Hercules, con Teseo, con Socrates, con Aristides, con Aristoteles y con Seneca.) Una amplificacion del noveno atributo del Senor (que es el de omnisciencia) basto para conjurar la dificultad. Se promulgo que esta importaba el conocimiento de todas las cosas: vale decir, no solo de las reales, sino de las posibles tambien. Se rebusco un lugar en las Escrituras que permitiera ese complemento infinito, y se encontraron dos: uno, aquel del primer Libro de los Reyes en que el Senor le dice a David que los hombres de Keilah van a entregarlo si no se va de la ciudad, y el se va; otro, aquel del Evangelio segun Mateo, que impreca a dos ciudades: ЎAy de ti, Korazin! ЎAy de ti, Bethsaida! porque si en Tiro y en Sidon se hubieran hecho las maravillas que en vosotras se han hecho, ha tiempo que se hubieran arrepentido en saco y en ceniza. Con ese repetido apoyo, los modos potenciales del verbo pudieron ingresar en la eternidad: Hercules convive en el cielo con Ulrich Zwingli porque Dios sabe que hubiera observado el ano eclesiastico, la Hidra de Lerna queda relegada a las tinieblas exteriores porque le consta que hubiera rechazado el bautismo. Nosotros percibimos los hechos reales e imaginamos los posibles (y los futuros); en el Senor no cabe esa distincion, que pertenece al desconocimiento y al tiempo. Su eternidad registra de una vez (uno intelligendi actu) no solamente todos los instantes de este repleto mundo sino los que tendrian su lugar si el mas evanescente de ellos cambiara -y los imposibles, tambien. Su eternidad combinatoria y puntual es mucho mas copiosa que el universo.
A diferencia de las eternidades platonicas, cuyo riesgo mayor es la insipidez, esta corre peligro de asemejarse a las ultimas paginas de Ulises, y aun al capitulo anterior, al del enorme interrogatorio. Un majestuoso escrupulo de Agustin modero esa prolijidad. Su doctrina, siquiera verbalmente, rechaza la condenacion; el Senor se fija en los elegidos y pasa por alto a los reprobos. Todo lo sabe, pero prefiere demorar su atencion en las vidas virtuosas. Juan Escoto Erigena, maestro palatino de Carlos el Calvo, deformo gloriosamente esa idea. Predico un Dios indeterminable; enseno un orbe de arquetipos platonicos; enseno un Dios que no percibe el pecado ni las formas del mal; enseno la deificacion, la reversion final de las criaturas (incluso el tiempo y el demonio) a la unidad primera de Dios. Divina bonitas consummabit malitiam, aeterna vita absorbebit mortem, beatitudo miseriam. Esa mezclada eternidad (que a diferencia de las eternidades platonicas, incluye los destinos individuales; que a diferencia de la institucion ortodoxa, rechaza toda imperfeccion y miseria) fue condenada por el sinodo de Valencia y por el de Langres. De divisione naturae libri V, la obra controversial que la predicaba, ardio en la hoguera publica. Acertada medida que desperto el favor de los bibliofilos y permitio que el libro de Erigena llegara a nuestros anos.
El universo requiere la eternidad. Los teologos no ignoran que si la atencion del Senor se desviara un solo segundo de mi derecha mano que escribe, esta recaeria en la nada, como si la fulminara un fuego sin luz. Por eso afirman que la conservacion de este mundo es una perpetua creacion y que los verbos conservar y crear, tan enemistados aqui, son sinonimos en el Cielo.
III
Hasta aqui, en su orden cronologico, la historia general de la eternidad. De las eternidades, mejor, ya que el deseo humano sono dos suenos sucesivos y hostiles con ese nombre: uno, el realista, que anhela con extrano amor los quietos arquetipos de las criaturas; otro, el nominalista, que niega la verdad de los arquetipos y quiere congregar en un segundo los detalles del universo. Aquel se basa en el realismo, doctrina tan apartada de nuestro ser que descreo de todas las interpretaciones, incluso de la mia; este en su contendor el nominalismo, que afirma la verdad de los individuos y lo convencional de los generos. Ahora, semejantes al espontaneo y alelado prosista de la comedia, todos hacemos nominalismo sans le savoir: es como una premisa general de nuestro pensamiento, un axioma adquirido. De ahi, lo inutil de comentarlo. Hasta aqui, en su orden cronologico, el desarrollo debatido y curial de la eternidad. Hombres remotos, hombres barbados y mitrados la concibieron, publicamente para confundir herejias y para vindicar la distincion de las tres personas en una, secretamente para restanar de algun modo el curso de las horas. Vivir es perder tiempo: nada podemos recobrar o guardar sino bajo forma de eternidad, leo en el espanol emersonizado Jorge Santayana. A lo cual basta yuxtaponer aquel terrible pasaje de Lucrecio, sobre la falacia del coito: Como el sediento que en el sueno quiere beber y agota formas de agua que no lo sacian y perece abrasado por la sed en el medio de un rio: asi Venus engana a los amantes con simulacros, y la vista de un cuerpo no les da hartura, y nada pueden desprender o guardar, aunque las manos indecisas y mutuas recorran todo el cuerpo. Al fin, cuando en los cuerpos hay presagio de dichas y Venus esta a punto de sembrar los campos de la mujer, los amantes se aprietan con ansiedad, diente amoroso contra diente; del todo en vano, ya que no alcanzan a perderse en el otro ni a ser un mismo ser. Los arquetipos y la eternidad -dos palabras- prometen posesiones mas firmes. Lo cierto es que la sucesion es una intolerable miseria y que los apetitos magnanimos codician todos los minutos del tiempo y toda la variedad del espacio.
Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulacion de esa facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lo mismo del universo. Sin una eternidad, sin un espejo delicado y secreto de lo que paso por las almas, la historia universal es tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal -lo cual nos afantasma incomodamente. No basta con el disco gramofonico de Berliner o con el perspicuo cinematografo, meras imagenes de imagenes, idolos de otros idolos. La eternidad es una mas copiosa invencion. Es verdad que no es concebible, pero el humilde tiempo sucesivo tampoco lo es. Negar la eternidad, suponer la vasta aniquilacion de los anos cargados de ciudades, de rios y de jubilos, no es menos increible que imaginar su total salvamento.
їComo fue incoada la eternidad? San Agustin ignora el problema, pero senala un hecho que parece permitir una solucion: los elementos de pasado y de porvenir que hay en todo presente. Alega un caso determinado: la rememoracion de un poema. Antes de comenzar, el poema esta en mi anticipacion; apenas lo acabe, en mi memoria; pero mientras lo digo, esta distendiendose en la memoria, por lo que llevo dicho; en la anticipacion, por lo que me falta decir. Lo que sucede con la totalidad del poema, sucede con cada verso y con cada silaba. Digo lo mismo, de la accion mas larga de la que forma parte el poema, y del destino individual, que se compone de una serie de acciones, y de la humanidad, que es una serie de destinos individuales. Esa comprobacion del intimo enlace de los diversos tiempos del tiempo incluye, sin embargo, la sucesion, hecho que no condice con un modelo de la unanime eternidad.
Pienso que la nostalgia fue ese modelo. El hombre enternecido y desterrado que rememora posibilidades felices, las ve sub specie aeternitatis, con olvido total de que la ejecucion de una de ellas excluia o postergaba las otras. En la pasion, el recuerdo se inclina a lo intemporal. Congregamos las dichas de un pasado en una sola imagen; los ponientes diversamente rojos que miro cada tarde, seran en el recuerdo un solo poniente. Con la prevision pasa igual: las mas incompatibles esperanzas pueden convivir sin estorbo. Dicho sea con otras palabras: el estilo del deseo es la eternidad. (Es verosimil que en la insinuacion de lo eterno -de la immediata et lucida fruitio rerum infinitarum- este la causa del agrado especial que las enumeraciones procuran.)
IV
Solo me resta senalar al lector mi teoria personal de la eternidad. Es una pobre eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedor y sin arquetipos. La formule en el libro El idioma de los argentinos, en 1928. Trascribo lo que entonces publique; la pagina se titulaba Sentirse en muerte.
“Deseo registrar aqui una experiencia que tuve hace unas noches: frusleria demasiado evanescente y extatica para que la llame aventura; demasiado irrazonable y sentimental para pensamiento. Se trata de una escena y de su palabra: palabra ya antedicha por mi, pero no vivida hasta entonces con entera dedicacion de mi yo. Paso a historiarla, con los accidentes de tiempo y de lugar que la declararon.
“La rememoro asi. La tarde que precedio a esa noche, estuve en Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuya distancia de las que despues recorri, ya dio un extrano sabor a ese dia. Su noche no tenia destino alguno; como era serena, sali a caminar y recordar, despues de comer. No quise determinarle rumbo a esa caminata; procure una maxima latitud de probabilidades para no cansar la expectativa con la obligatoria antevision de una sola de ellas. Realice en la mala medida de lo posible, eso que llaman caminar al azar; acepte, sin otro consciente prejuicio que el de soslayar las avenidas o calles anchas, las mas oscuras invitaciones de la casualidad. Con todo, una suerte de gravitacion familiar me alejo hacia unos barrios, de cuyo nombre quiero siempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quiero significar asi el barrio mio, el preciso ambito de la infancia, sino sus todavia misteriosas inmediaciones: confin que he poseido entero en palabras y poco en realidad, vecino y mitologico a un tiempo. El reves de lo conocido, su espalda, son para mi esas calles penultimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterrado cimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marcha me dejo en una esquina. Aspire noche, en asueto serenisimo de pensar. La vision, nada complicada por cierto, parecia simplificada por mi cansancio. La irrealizaba su misma tipicidad. La calle era de casas bajas, y aunque su primera significacion fuera de pobreza, la segunda era ciertamente de dicha. Era de lo mas pobre y de lo mas lindo. Ninguna casa se animaba a la calle; la higuera oscurecia sobre la ochava; los portoncitos -mas altos que las lineas estiradas de las paredes- parecian obrados en la misma sustancia infinita de la noche. La vereda era escarpada sobre la calle; la calle era de barro elemental, barro de America no conquistado aun. Al fondo, el callejon, ya campeano, se desmoronaba hacia el Maldonado. Sobre la tierra turbia y caotica, una tapia rosada parecia no hospedar luz de luna, sino efundir luz intima. No habra manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado.
“Me quede mirando esa sencillez. Pense, con seguridad en voz alta: Esto es lo mismo de hace treinta anos… Conjeture esa fecha: epoca reciente en otros paises, pero ya remota en este cambiadizo lado del mundo. Tal vez cantaba un pajaro y senti por el un carino chico, y de tamano de pajaro; pero lo mas seguro es que en ese ya vertiginoso silencio no hubo mas ruido que el tambien intemporal de los grillos. El facil pensamiento Estoy en mil ochocientos y tantos dejo de ser unas cuantas aproximativas palabras y se profundizo a realidad. Me senti muerto, me senti percibidor abstracto del mundo: indefinido temor imbuido de ciencia que es la mejor claridad de la metafisica. No crei, no, haber remontado las presuntivas aguas del Tiempo; mas bien me sospeche poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebible palabra eternidad. Solo despues alcance a definir esa imaginacion.
“La escribo, ahora, asi: Esa pura representacion de hechos homogeneos -noche en serenidad, parecita limpida, olor provinciano de la madreselva, barro fundamental- no es meramente identica a la que hubo en esa esquina hace tantos anos; es, sin parecidos ni repeticiones, la misma. El tiempo, si podemos intuir esa identidad, es una delusion: la indiferencia e inseparabilidad de un momento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastan para desintegrarlo.
“Es evidente que el numero de tales momentos humanos no es infinito. Los elementales -los de sufrimiento fisico y goce fisico, los de acercamiento del sueno, los de la audicion de una musica, los de mucha intensidad o mucho desgano- son mas impersonales aun. Derivo de antemano esta conclusion: la vida es demasiado pobre para no ser tambien inmortal. Pero ni siquiera tenemos la seguridad de nuestra pobreza, puesto que el tiempo, facilmente refutable en lo sensitivo, no lo es tambien en lo intelectual, de cuya esencia parece inseparable el concepto de sucesion. Quede, pues, en anecdota emocional la vislumbrada idea y en la confesa irresolucion de esta hoja el momento verdadero de extasis y la insinuacion posible de eternidad de que esa noche no me fue avara.”
*
El proposito de dar interes dramatico a esta biografia de la eternidad, me ha obligado a ciertas deformaciones: verbigracia, a resumir en cinco o seis nombres una gestacion secular.
He trabajado al azar de mi biblioteca. Entre las obras que mas serviciales me fueron, debo mencionar las siguientes :
Die Philosophie der Griechen, von Dr. Paul Deussen. Leipzig, 1919.
Select works of Plotinus. Translated by Thomas Taylor. London, 1817.
Passages illustrating Neoplatonism. Translated with an introduction by E. R. Dodds. London, 1932.
La philosophie de Platon, par Alfred Fouillee. Paris, 1869.
Die Welt als Wille und Vorstellung, von Arthur Schopenhauer. Herausgegeben von Eduard Grisebach. Leipzig, 1892.
Die PhiLosophie des Mittelalters, von Dr. Paul Deussen. Leipzig, 1920.
Las confesiones de San Agustin. Version literal por el P. Angel C. Vega. Madrid, 1932.
A monument to Saint Augustine. London, 1930.
Dogmatik, von Dr. R. Rothe. Heidelberg, 1870.
Ensayos de critica filosofica, de Menendez y Pelayo. Madrid, 1892.
LAS KENNINGAR
Una de las mas frias aberraciones que las historias literarias registran, son las menciones enigmaticas o kenningar de la poesia de Islandia. Cundieron hacia el ano 100: tiempo en que los thulir o rapsodas repetidores anonimos fueron desposeidos por los escaldos, poetas de intencion personal. Es comun atribuirlas a decadencia; pero ese depresivo dictamen, valido o no, corresponde a la solucion del problema, no a su planteo. Bastenos reconocer por ahora que fueron el primer deliberado goce verbal de una literatura instintiva.
Empiezo por el mas insidioso de los ejemplos: un verso de los muchos interpolados en la Saga de Grettir.
El heroe mato al hijo de Mak;
Hubo tempestad de espadas y alimento de cuervos.
En tan ilustre linea, la buena contraposicion de las dos metaforas -tumultuosa la una, cruel y detenida la otra- engana ventajosamente al lector, permitiendole suponer que se trata de una sola fuerte intuicion de un combate y su resto. Otra es la desairada verdad. Alimento de cuervos -confesemoslo de una vez- es uno de los prefijados sinonimos de cadaver, asi. como tempestad de espadas lo es de batalla. Esas equivalencias eran precisamente las kenningar. Retenerlas y aplicarlas sin repetirse, era el ansioso ideal de esos primitivos hombres de letras. En buena cantidad, permitian salvar las dificultades de una metrica rigurosa, muy exigente de aliteracion y rima interior. Su empleo disponible, incoherente, puede observarse en estas lineas:
El aniquilador de la prole de los gigantes
Quebro al fuerte bisonte de la pradera de la gaviota.
Asi los dioses, mientras el guardian de la campana se lamentaba,
Destrozaron el halcon de la ribera.
De poco le valio el rey de los griegos
Al caballo que corre por arrecifes.
El aniquilador de las crias de los gigantes es el rojizo Thor. El guardian de la campana es un ministro de la nueva fe, segun su atributo. El rey de los griegos es Jesucristo, por la distraida razon de que ese es uno de los nombres del emperador de Constantinopla y de que Jesucristo no es menos. El bisonte del prado de la gaviota, el halcon de la ribera y el caballo que corre por arrecifes no son tres animales anomalos, sino una sola nave maltrecha. De esas penosas ecuaciones sintacticas la primera es de segundo grado, puesto que la pradera de la gaviota ya es un nombre del mar… Desatados esos nudos parciales, dejo al lector la clarificacion total de las lineas, un poco decevante por cierto. La Saga de Njal las pone en la boca plutonica de Steinvora, madre de Ref el Escaldo, que narra acto continuo en lucida prosa como el tremendo Thor lo quiso pelear a Jesus, y este no se animo. Niedner, el germanista, venera lo “humano-contradictorio” de esas figuras y las propone al interes “de nuestra moderna poesia, ansiosa de valores de realidad”.
Otro ejemplo, unos versos de Egil Skalagrimsson:
Los tenidores de los dientes del lobo
Prodigaron la carne del cisne rojo.
El halcon del rocio de la espada
Se alimento con heroes en la llanura.
Serpientes de la luna de los piratas
Cumplieron la voluntad de los Hierros.
Versos como el tercero y el quinto, deparan una satisfaccion casi organica. Lo que procuran trasmitir es indiferente, lo que sugieren nulo. No invitan a sonar, no provocan imagenes o pasiones; no son un punto de partida, son terminos. El agrado -el suficiente y minimo agrado- esta en su variedad, en el heterogeneo contacto de sus palabras. Es posible que asi lo comprendieran los inventores y que su caracter de simbolos fuera un mero soborno a la inteligencia. Los Hierros son los dioses; la luna de los piratas, el escudo; su serpiente, la lanza; rocio de la espada, la sangre; su halcon, el cuervo; cisne rojo, todo pajaro ensangrentado; carne del cisne rojo, los muertos; los tenidores de los dientes del lobo, los guerreros felices. La reflexion repudia esas conversiones. Luna de los piratas no es la definicion mas necesaria que reclama el escudo. Eso es indiscutible, pero no lo es menos el hecho de que luna de los piratas es una formula que no se deja reemplazar por escudo, sin perdida total. Reducir cada kenning a una palabra no es despejar incognitas: es anular el poema. Baltasar Gracian y Morales, de la Sociedad de Jesus, tiene en su contra unas laboriosas perifrasis, de mecanismo parecido o identico al de las kenningar. El tema era el estio o la aurora. En vez de proponerlas directamente las fue justificando y coordinando con recelo culpable. He aqui el producto melancolico de ese afan:
Despues que en el celeste Anfiteatro
El jinete del dia
Sobre Flegetonte toreo valiente
Al luminoso Toro
Vibrando por rejones rayos de oro,
Aplaudiendo sus suertes
El hermoso espectaculo de Estrellas
-Turba de damas bellas
Que a gozar de su talle, alegre mora
Encima los balcones de la Aurora-;
Despues que en singular metamorfosis
Con talones de pluma
Y con cresta de fuego
A la gran multitud de astros lucientes
(Gallinas de los campos celestiales)
Presidio Gallo el boquirrubio Febo
Entre los pollos del tindario Huevo,
Pues la gran Leda por traicion divina
Si empollo clueca concibio gallina…
El frenesi taurino-gallinaceo del reverendo Padre no es el mayor pecado de su rapsodia. Peor es el aparato logico: la aposicion de cada nombre y de su metafora atroz, la vindicacion imposible de los dislates. El pasaje de Egil Skalagrimsson es un problema, o siquiera una adivinanza; el del inverosimil espanol, una confusion. Lo admirable es que Gracian era un buen prosista; un escritor infinitamente capaz de artificios habiles. Pruebelo el desarrollo de esta sentencia, que es de su pluma: Pequeno cuerpo de Chrysologo, encierra espiritu gigante; breve panegirico de Plinio se mide con la eternidad.
Predomina el caracter funcional en las kenningar. Definen los objetos por su figura menos que por su empleo. Suelen animar lo que tocan, sin perjuicio de invertir el procedimiento cuando su tema es vivo. Fueron legion y estan suficientemente olvidadas: hecho que me ha instigado a recopilar esas desfallecidas flores retoricas. He aprovechado la primera compilacion, la de Snorri Sturluson -famoso como historiador, como arqueologo, como constructor de unas termas, como genealogista, como presidente de una asamblea, como poeta, como doble traidor, como decapitado y como fantasma. En los anos de 1230 la acometio, con fines preceptivos. Queria satisfacer dos pasiones de distinto orden: la moderacion y el culto de los mayores. Le agradaban las kenningar, siempre que no fueran harto intrincadas y que las autorizara un ejemplo clasico. Traslado su declaracion liminar: Esta clave se dirige a los principiantes que quieren adquirir destreza poetica y mejorar su provision de figuras con metaforas tradicionales o a quienes buscan la virtud de entender lo que se escribio con misterio. Conviene respetar esas historias que bastaron a los mayores, pero conviene que los hombres cristianos les retiren su fe. A siete siglos de distancia la discriminacion no es inutil: hay traductores alemanes de ese calmoso Gradus ad Parnassum boreal, que lo proponen como Ersatz de la Biblia y que juran que el uso repetido de anecdotas noruegas es el instrumento mas eficaz para alemanizar a Alemania. El doctor Karl Konrad -autor de una version mutiladisima del tratado de Snorri y de un folleto personal de 52 “extractos dominicales” que constituyen otras tantas “devociones germanicas”, muy corregidas en una segunda edicion- es quiza el ejemplo mas lugubre.
El tratado de Snorri se titula la Edda Prosaica. Consta de dos partes en prosa y una tercera en verso -la que inspiro sin duda el epiteto. La segunda refiere la aventura de Aegir o Hler, versadisimo en artes de hechiceria, que visito a los dioses en la fortaleza de Asgard que los mortales llaman Troya. Hacia el anochecer, Odin hizo traer unas espadas de tan brunido acero que no se precisaba otra luz. Hler se amisto con su vecino que era el dios Bragi, ejercitado en la elocuencia y la metrica. Un vasto cuerno de aguamiel iba de mano en mano y conversaron de poesia el hombre y el dios. Este le fue diciendo las metaforas que se deben emplear. Ese catalogo divino esta asesorandome ahora.
En el indice, no excluyo las kenningar que ya registre. Al compilarlo, he conocido un placer casi filatelico.
casa de los pajaros
casa de los vientos el aire.
flechas de mar: los arenques.
cerdo del oleaje: la ballena.
arbol de asiento: el banco.
bosque de la quijada: la barba.
asamblea de espadas
tempestad de espadas
encuentro de las fuentes
vuelo de lanzas
cancion de lanzas la batalla
fiesta de aguilas
lluvia de los escudos rojos
fiesta de vikings
fuerza del arco
pierna del omoplato el brazo.
cisne sangriento
gallo de los muertos el buitre
sacudidor del freno: el caballo.
poste del yelmo
penasco de los hombros la cabeza
castillo del cuerpo
fragua del canto: la cabeza del skald
ola del cuerno
marea de la copa la cerveza
yelmo del aire
tierra de las estrellas del cielo
camino de la luna el cielo
taza de los vientos
manzana del pecho
dura bellota del pensamiento el corazon
gaviota del odio
gaviota de las heridas
caballo de la bruja el cuervo
primo del cuervo
tierra de la espada
luna de la nave
luna de los piratas el escudo
techo del combate
nubarron del combate
hielo de la pelea
vara de la ira
fuego de yelmos
dragon de la espada
roedor de yelmos la espada
espina de la batalla
pez de la batalla
remo de la sangre
lobo de las heridas
rama de las heridas
riscos de las palabras: los dientes.
granizo de las cuerdas de los arcos
gansos de la batalla las flechas
sol de las casas
perdicion de los arboles el fuego
lobo de los templos
delicia de los cuervos
enrojecedor del pico del cuervo
alegrador del aguila
arbol del yelmo el guerrero
arbol de la espada
tenidor de espadas
ogra del yelmo
querido alimentador de los lobos el hacha
negro rocio del hogar: el hollin.
arbol de lobos
caballo de madera la horca
rocio de la pena: las lagrimas.
dragon de los cadaveres
serpiente del escudo la lanza
espada de la boca
remo de la boca la lengua
asiento del nebli
pais de los anillos de oro la mano
techo de la ballena
tierra del cisne
camino de las velas
campo del viking el mar
prado de la gaviota
cadena de las islas
arbol de los cuervos
avena de aguilas el muerto
trigo de los lobos
lobo de las mareas
caballo del pirata
reno de los reyes del mar
patin de viking la nave
padrillo de la ola
carro arador del mar
halcon de la ribera
piedras de la cara
lunas de la frente los ojos
fuego del mar
lecho de la serpiente
resplandor de la mano el oro
bronce de las discordias
reposo de las lanzas: la paz
casa del aliento
nave del corazon
base del alma el pecho
asiento de las carcajadas
nieve de la cartera
hielo de los crisoles la plata
rocio de la balanza
senor de anillos
distribuidor de tesoros el rey
distribuidor de espadas
sangre de los penascos
tierra de las redes el rio
riacho de los lobos
marea de la matanza
rocio del muerto
sudor de la guerra la sangre
cerveza de los cuervos
agua de la espada
ola de la espada
herrero de canciones: el skald.
hermana de la luna
fuego del aire el sol
mar de los animales
piso de las tormentas la tierra
caballo de la neblina
senor de los corrales: el toro.
crecimiento de hombres
animacion de las viboras el verano
hermano del fuego
dano de los bosques el viento
lobo de los cordajes
Omito las de segundo grado, las obtenidas por combinacion de un termino simple con una kenning -verbigracia, el agua de la vara de las heridas, la sangre, el hartador de las gaviotas del odio, el guerrero; el trigo de los cisnes de cuerpo rojo, el cadaver- y las de razon mitologica; la perdicion de los enanos, el sol; el hijo de nueve madres, el dios Heimdall. Omito las ocasionales tambien: el sosten del fuego del mar, una mujer con un dije de oro cualquiera. De las de potencia mas alta, de las que operan la fusion arbitraria de los enigmas, indicare una sola: los aborrecedores de la nieve del puesto del halcon. El puesto del halcon es la mano; la nieve de la mano es la plata; los aborrecedores de la plata son los varones que la alejan de si, los reyes dadivosos. El metodo, ya lo habra notado el lector, es el tradicional de los limosneros: el encomio de la remisa generosidad que se trata de estimular. De ahi los muchos sobrenombres de la plata y del oro, de ahi las avidas menciones del rey: senor de anillos, distribuidor de caudales, custodia de caudales. De ahi asimismo, sinceras conversiones como esta, que es del noruego Eyvind Skaldaspillir:
Quiero construir una alabanza
Estable y firme como un puente de piedra.
Pienso que no es avaro nuestro rey
De los carbones encendidos del codo.
Esa identificacion del oro y la llama -peligro y resplandor- no deja de ser eficaz. El ordenado Snorri la aclara: Decimos bien que el oro es fuego de los brazos o de las piernas, porque su color es el rojo, pero los nombres de la plata son hielo o nieve o piedra de granizo o escarcha, porque su color es el blanco. Y despues: Cuando los dioses devolvieron la visita a Aegir, este los hospedo en su casa (que esta en el mar) y los alumbro con laminas de oro, que daban luz como las espadas en el Valhala. Desde entonces al oro le dijeron fuego del mar y de todas las aguas y de los rios. Monedas de oro, anillos, escudos claveteados, espadas y hachas, eran la recompensa del skald; alguna extraordinaria vez, terrenos y naves.
Mi lista de kenningar no es completa. Los cantores tenian el pudor de la repeticion literal y preferian agotar las variantes. Basta reconocer las que registra el articulo nave -y las que una evidente permutacion, liviana industria del olvido o del arte, puede multiplicar. Abundan asimismo las de guerrero. Arbol de la espada le dijo un skald, acaso porque arbol y vencedor eran voces homonimas. Otro le dijo encina de la lanza; otro, baston del oro; otro, espantoso abeto de las tempestades de hierro; otro, boscaje de los peces de la batalla. Alguna vez la variacion acato una ley: demuestralo un pasaje de Markus, donde un barco parece agigantarse de cercania.
El fiero jabali de la inundacion
Salto sobre los techos de la ballena.
El oso del diluvio fatigo
El antiguo camino de los veleros
El toro de las marejadas quebro
La cadena que amarra nuestro castillo.
El culteranismo es un frenesi de la mente academica; el estilo codificado por Snorri es la exasperacion y casi la reductio ad absurdum de una preferencia comun a toda la literatura germanica: la de las palabras compuestas. Los mas antiguos monumentos de esa literatura son los anglosajones. En el Beowulf -cuya fecha es el 700-, el mar es el camino de las velas, el camino del cisne, la ponchera de las olas, el bano de la planga, la ruta de la ballena; el sol es la candela del mundo, la alegria del cielo, la piedra preciosa del cielo; el arpa es la madera del jubilo; la espada es el residuo de los martillos, el companero de pelea, la luz de la batalla, la batalla es el juego de las espadas, el chaparron de fierro; la nave es la atravesadora del mar; el dragon es la amenaza del anochecer, el guardian del tesoro; el cuerpo es la morada de los huesos; la reina es la tejedora de paz; el rey es el senor de los anillos, el aureo amigo de los hombres, el jefe de hombres, el distribuidor de caudales. Tambien las naves de la Iliada son atravesadoras del mar -casi trasatlanticos-, y el rey, rey de hombres. En las hagiografias del 800, el mar es asimismo el bano del pez, la ruta de las focas, el estanque de la ballena, el reino de la ballena; el sol es la candela de los hombres, la candela del dia; los ojos son las joyas de la cara; la nave es el caballo de las olas, el caballo del mar; el lobo es el morador de los bosques; la batalla es el juego de los escudos, el vuelo de las lanzas; la lanza es la serpiente de la guerra; Dios es la alegria de los guerreros. En el Bestiario, la ballena es el guardian del oceano. En la balada de Brunaburh -ya del 900-, la batalla es el trato de las lanzas, el crujido de las banderas, la comunion de las espadas, el encuentro de hombres. Los escaldos manejan puntualmente esas mismas figuras; su innovacion fue el orden torrencial en que las prodigaron y el combinarlas entre si como bases de mas complejos simbolos. Es de presumir que el tiempo colaboro. Solo cuando luna de viking fue una inmediata equivalencia de escudo, pudo el poeta formular la ecuacion serpiente de la luna de los vikings. Ese momento se produjo en Islandia, no en Inglaterra. El goce de componer palabras perduro en las letras britanicas, pero en diversa forma. Las Odiseas de Chapman (ano de 1614) abundan en extranos ejemplos. Algunos son hermosos (delicious-fingered Morning, through-swum the waves); otros, meramente visuales y tipograficos (Soon as the white-and-red-mixed-fingered Dame); otros, de curiosa torpeza, the circularly-witted queen. A tales aventuras pueden conducir la sangre germanica y la lectura griega. Aqui tambien de cierto germanizador total del ingles, que en un Word-book of the English Tongue, propone las enmiendas que copio: lichrest por cementerio, rede-craft por logica, fourwinkled por cuadrangular, outganger por emigrante, sweathole por poro, hair-bane por depilatorio, fearnought por guapo, bit-wise por gradualmente, kinlore por genealogia, bask-jaw por replica, wanhope por desesperacion. A tales aventuras pueden conducir el ingles y un conocimiento nostalgico del aleman… Recorrer el indice total de las kenningar es exponerse a la incomoda sensacion de que muy raras veces ha estado menos ocurrente el misterio -y mas inadecuado y verboso. Antes de condenarlas, conviene recordar que su trasposicion a un idioma que ignora las palabras compuestas tiene que agravar su inhabilidad. Espina de la batalla o aun espina de batalla o espina militar es una desairada perifrasis; Kampfdorn o battle-thorn lo son menos. Asi tambien, hasta que las exhortaciones gramaticales de nuestro Xul-Solar no encuentren obediencia, versos como el de Rudyard Kipling:
In the desert where the dung-fed camp-smoke curled
o aquel otro de Yeats:
That dolphin-torn, that gong-tormented sea
seran inimitables e impensables en espanol. . .
Otras apologias no faltan. Una evidente es que esas inexactas menciones eran estudiadas en fila por los aprendices de skald, pero no eran propuestas al auditorio de ese modo esquematico, sino entre la agitacion de los versos. (La descarnada formula
agua de la espada = sangre
es acaso ya una traicion.) Ignoramos sus leyes: desconocemos los precisos reparos que un juez de kenningar opondria a una buena metafora de Lugones. Apenas si unas palabras nos quedan. Imposible saber con que inflexion de voz eran dichas, desde que caras, individuales como una musica, con que admirable decision o modestia. Lo cierto es que ejercieron algun dia su profesion de asombro y que su gigantesca ineptitud embeleso a los rojos varones de los desiertos volcanicos y los fjords, igual que la profunda cerveza y que los duelos de padrillos. No es imposible que una misteriosa alegria las produjera. Su misma bastedad -peces de la batalla: espadas- puede responder a un antiguo humour, a chascos de hiperboreos hombrones. Asi, en esa metafora salvaje que he vuelto a destacar, los guerreros y la batalla se funden en un plano invisible, donde se agitan las espadas organicas y muerden y aborrecen. Esa imaginacion figura tambien en la Saga de Njal, en una de cuyas paginas esta escrito: Las espadas saltaron de las vainas, y hachas y lanzas volaron por el aire y pelearon. Las armas los persiguieron con tal ardor que debieron atajarse con los escudos, pero de nuevo muchos fueron heridos y un hombre murio en cada nave. Este signo se vio en las embarcaciones del apostata Brodir, antes de la batalla que lo deshizo.
En la noche 743 del Libro de las 1001 noches, leo esta admonicion: No digamos que ha muerto el rey feliz que deja un heredero como este: el comedido, el agraciado, el impar, el leon desgarrador y la clara luna. El simil, contemporaneo por ventura de los germanicos, no vale mucho mas, pero la raiz es distinta. El hombre asimilado a la luna, el hombre asimilado a la fiera, no son el resultado discutible de un proceso mental: son la correcta y momentanea verdad de dos intuiciones. Las kenningar se quedan en sofismas, en ejercicios embusteros y languidos. Aqui de cierta memorable excepcion, aqui del verso que refleja el incendio de una ciudad, el fuego delicado y terrible:
Arden los hombres; ahora se enfurece la Joya.
Una vindicacion final. El signo pierna del omoplato es raro, pero no es menos raro del brazo del hombre. Concebirlo como una vana pierna que proyectan las sisas de los chalecos y que se deshilacha en cinco dedos de penosa largura, es intuir su rareza fundamental. Las kenningar nos dictan ese asombro, nos extranan del mundo. Pueden motivar esa lucida perplejidad que es el unico honor de la metafisica, su remuneracion y su fuente.
Buenos Aires, 1933.
POSDATA. Morris, el minucioso y fuerte poeta ingles, intercalo muchas kenningar en su ultima epopeya, Sigurd the Volsung. Trascribo algunas, ignoro si adaptadas o personales o de las dos. Llama de la guerra, la bandera; marea de la matanza, viento de la guerra, el ataque; mundo de penascos, la montana; bosque de la guerra, bosque de picas, bosque de la batalla, el ejercito; tejido de la espada, la muerte; perdicion de Fafnir, tizon de la pelea, ira de Sigfrido, su espada.
Padre del perfume Ўoh jazmin! pregonan en El Cairo los vendedores. Mauthner observa que los arabes suelen derivar sus figuras de la relacion padre-hijo. Asi: padre de la manana, el gallo; padre del merodeo, el lobo; hijo del arco, la flecha; padre del fortin (patron de la cuevita), el zorro; padre de los pasos, una montana. Otro ejemplo de esa preocupacion: en el Quran, la prueba mas comun de que hay Dios, es el espanto de que el hombre sea generado por unas gotas de agua vil.
Es sabido que los primitivos nombres del tanque fueron landship, landcruiser, barco de tierra, acorazado de tierra. Mas tarde le pusieron tanque para despistar. La kenning original era demasiado evidente. Otra kenning es lechon largo, que era el eufemismo goloso que los canibales dieron al plato fundamental de su regimen.
El ultraista muerto cuyo fantasma sigue siempre habitandome, goza con estos juegos. Los dedico a una clara companera de los heroicos dias. A Norah Lange, cuya sangre los reconocera por ventura.
POSDATA DE 1962. Yo escribi alguna vez, repitiendo a otros, que la aliteracion y la metafora eran los elementos fundamentales del antiguo verso germanico. Dos anos dedicados al estudio de los textos anglosajones me llevan, hoy, a modificar esa afirmacion.
De las aliteraciones entiendo que eran mas bien un medio que un fin. Su objeto era marcar las palabras que debian acentuarse. Una prueba de ello es que las vocales, que eran abiertas, es decir muy diversas una de otra, aliteraban entre si. Otra es que los textos antiguos no registran aliteraciones exageradas, del tipo afair field full of folk, que data del siglo xiv.
En cuanto a la metafora como elemento indispensable del verso, entiendo que la pompa y la gravedad que hay en las palabras compuestas eran lo que agradaba y que las kenningar, al principio, no fueron metaforicas. Asi, los dos versos iniciales del Beowulf incluyen tres kenningar (daneses de lanza, dias de antano o dias de anos, reyes del pueblo) que ciertamente no son metaforas y es preciso llegar al decimo verso para dar con una expresion como hronrad (ruta de la ballena, el mar). La metafora no habria sido pues lo fundamental sino, como la comparacion ulterior, un descubrimiento tardio de las literaturas.
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Entre los libros que mas serviciales me fueron, debo mencionar los siguientes:
The Prose Edda, by Snorri Sturlusson. Translated by Arthur Gilchrist Brodeur. New York, 1929.
Die Jangere Edda mit dem sogennanten ersten grammatischen Traktat. Uebertragen von Gustav Neckel und Felix Niedner. Jena, 1925.
Die Edda. Uebersetzt von Hugo Gering. Leipzig, 1892.
Eddalieder, mit Grammatik, Uebersetzung und Erlauterungen. Von Dr. Wilhelm Ranisch. Leipzig, 1920.
Volsunga Saga, with certain songs from the Elder Edda. Translated by Eirikr Magnusson and William Morris. London, 1870.
The Story of Burnt Njal. From the Icelandic of the Njals Saga, by George Webbe Dasent. Edinburgh, 1861.
The Grettir Saga. Translated by G. Ainslie Hight. London, 1913.
Die Geschichte von Goden Snorri. Uebertragen von Felix Niedner. Jena, 1920. Islands Kultur zur Wikingerzeit, von Felix Niedner. Jena, 1920.
Anglo-Saxon Poetry. Selected and translated by R. K. Gordon. London, 1931.
The Deeds of Beowulf. Done into modern prose by John Earle. Oxford, 1892.
LA METAFORA
El historiador Snorri Sturluson, que en su intrincada vida hizo tantas cosas, compilo a principios del siglo XIII un glosario de las figuras tradicionales de la poesia de Islandia en el que se lee, por ejemplo, que gaviota del odio, halcon de la sangre, cisne sangriento o cisne rojo, significan el cuervo; y techo de la ballena o cadena de las islas, el mar; y casa de los dientes, la boca. Entretejidas en el verso y llevadas por el, estas metaforas deparan (o depararon) un asombro agradable; luego sentimos que no hay una emocion que las justifique y las juzgamos laboriosas e inutiles. He comprobado que igual cosa ocurre con las figuras del simbolismo y del marinismo.
De “frialdad intima” y de “poco ingeniosa ingeniosidad” pudo acusar Benedetto Croce a los poetas y oradores barrocos del siglo XVII; en las perifrasis recogidas por Snorri veo algo asi como la reductio ad absurdum de cualquier proposito de elaborar metaforas nuevas. Lugones o Baudelaire, he sospechado, no fracasaron menos que los poetas cortesanos de Islandia.
En el libro tercero de la Retorica, Aristoteles observo que toda metafora surge de la intuicion de una analogia entre cosas disimiles; Middleton Murry exige que la analogia sea real y que hasta entonces no haya sido notada (Countries of the Mind, II, 4). Aristoteles, como se ve, funda la metafora sobre las cosas y no sobre el lenguaje; los tropos conservados por Snorri son (o parecen) resultados de un proceso mental, que no percibe analogias sino que combina palabras; alguno puede impresionar (cisne rojo, halcon de la sangre), pero nada revelan o comunican. Son, para de alguna manera decirlo, objetos verbales, puros e independientes como un cristal o como un anillo de plata. Parejamente, el gramatico Licofronte llamo leon de la triple noche al dios Hercules porque la noche en que fue engendrado por Zeus duro como tres; la frase es memorable, allende la interpretacion de los glosadores, pero no ejerce la funcion que prescribe Aristoteles.
En el I King, uno de los nombres del universo es los Diez Mil Seres. Hara treinta anos, mi generacion se maravillo de que los poetas desdenaran las muchas combinaciones de que esa coleccion es capaz y maniaticamente se limitaran a unos pocos grupos famosos: las estrellas y los ojos, la mujer y la flor, el tiempo y el agua, la vejez y el atardecer, el sueno y la muerte. Enunciados o despojados asi, estos grupos son meras trivialidades, pero veamos algunos ejemplos concretos.
En el Antiguo Testamento se lee (I Reyes 2:10): Y David durmio con sus padres, y fue enterrado en la ciudad de David. En los naufragios, al hundirse la nave, los marineros del Danubio rezaban: Duermo; luego vuelvo a remar. Hermano de la Muerte dijo del Sueno, Homero, en la Iliada; de esta hermandad diversos monumentos funerarios son testimonio, segun Lessing. Mono de la muerte (Affe des Todes) le dijo Wilhelm Klemm, que escribio asimismo: La muerte es la primera noche tranquila. Antes, Heine habia escrito: La muerte es la noche fresca; la vida, el dia tormentoso. . . Sueno de la tierra le dijo a la muerte, Vigny; viejo sillon de hamaca (old rocking-chair) le dicen en los blues a la muerte: esta viene a ser el ultimo sueno, la ultima siesta, de los negros. Schopenhauer, en su obra, repite la ecuacion muerte-sueno; basteme copiar estas lineas: Lo que el sueno es para el individuo, es para la especie la muerte (Welt als Wille, II, 41). El lector ya habra recordado las palabras de Hamlet: Morir, dormir, tal vez sonar, y su temor de que sean atroces los suenos del sueno de la muerte. Equiparar mujeres a flores es otra eternidad o trivialidad; he aqui algunos ejemplos. Yo soy la rosa de Saron y el lirio de los valles, dice en el Cantar de los Cantares la sulamita. En la historia de Math, que es la cuarta “rama” de los Mabinogion de Gales, un principe requiere una mujer que no sea de este mundo, y un hechicero, “por medio de conjuros y de ilusion, la hace con las flores del roble y con las flores de la retama y con las flores de la ulmaria”. En la quinta “aventura” del Nibelungenlied, Sigfrid ve a Kriemhild, para siempre, y lo primero que nos dice es que su tez brilla con el color de las rosas. Ariosto, inspirado por Catulo, compara la doncella a una flor secreta (Orlando, I, 42); en el jardin de Armida, un pajaro de pico purpureo exhorta a los amantes a no dejar que esa flor se marchite. (Gerusalemme, XVI, 13-15). A fines del siglo XVI, Malherbe quiere consolar a un amigo de la muerte de su hija y en su consuelo estan las famosas palabras: Et, rose, elle a vecu ce que vivent les roses. Shakespeare, en un jardin, admira el hondo bermellon de las rosas y la blancura de los lirios, pero estas galas no son, para el, sino sombras de su amor que esta ausente (Sonnets, XCVIII). Dios, haciendo rosas, hizo mi cara, dice la reina de Samotracia en una pagina de Swinburne. Este censo podria no tener fin; basteme recordar aquella escena de Weir of Hermiston -el ultimo libro de Stevenson- en que el heroe quiere saber si en Cristina hay un alma “o si no es otra cosa que un animal del color de las flores”.
Diez ejemplos del primer grupo y nueve del segundo he juntado; a veces la unidad esencial es menos aparente que los rasgos diferenciales. їQuien, a priori, sospecharia que “sillon de hamaca” y “David durmio con sus padres” proceden de una misma raiz?
El primer monumento de las literaturas occidentales, la lliada, fue compuesto hara tres mil anos; es verosimil conjeturar que en ese enorme plazo todas las afinidades intimas, necesarias (ensueno-vida, sueno-muerte, rios y vidas que trascurren, etcetera), fueron advertidas y escritas alguna vez. Ello no significa, naturalmente, que se haya agotado el numero de metaforas; los modos de indicar o insinuar estas secretas simpatias de los conceptos resultan, de hecho, ilimitados. Su virtud o flaqueza esta en las palabras, el curioso verso en que Dante (Purgatorio, I, 13), para definir el cielo oriental invoca una piedra oriental, una piedra limpida en cuyo nombre esta, por venturoso azar, el Oriente: Dolce color d’oriental zaffiro es, mas alla de cualquier duda, admirable; no asi el de Gongora (Soledad, I, 6): En campos de zafiros pace estrellas que es, si no me equivoco, una mera groseria, un mero enfasis.
Algun dia se escribira la historia de la metafora y sabremos la verdad y el error que estas conjeturas encierran.
LA DOCTRINA DE LOS CICLOS
Esa doctrina (que su mas reciente inventor llama del Eterno Retorno) es formulable asi:
El numero de todos los atomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y solo capaz como tal de un numero finito (aunque desmesurado tambien) de permutaciones. En un tiempo infinito, el numero de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse. De nuevo naceras de un vientre, de nuevo crecera tu esqueleto, de nuevo arribara esta misma pagina a tus manos iguales, de nuevo cursaras todas las horas hasta la de tu muerte increible. Tal es el orden habitual de aquel argumento, desde el preludio insipido hasta el enorme desenlace amenazador. Es comun atribuirlo a Nietzsche.
Antes de refutarlo -empresa de que ignoro si soy capaz- conviene concebir, siquiera de lejos, las sobrehumanas cifras que invoca. Empiezo por el atomo. El diametro de un atomo de hidrogeno ha sido calculado, salvo error, en un cien millonesimo de centimetro. Esa vertiginosa pequenez no quiere decir que sea indivisible: al contrario Rutherford lo define segun la imagen de un sistema solar, hecho por un nucleo central y por un electron giratorio, cien mil veces menor que el atomo entero. Dejemos ese nucleo y ese electron y concibamos un frugal universo, compuesto de diez atomos. (Se trata, claro esta, de un modesto universo experimental: invisible, ya que no lo sospechan los microscopios; imponderable ya que ninguna balanza lo apreciaria.) Postulemos tambien -siempre de acuerdo con la conjetura de Nietzsche- que el numero de cambios de ese universo es el de las maneras en que se pueden disponer los diez atomos, variando el orden en que esten colocados. їCuantos estados diferentes puede conocer ese mundo, antes de un eterno retorno? La indagacion es facil: basta multiplicar 1 x 2 x 3 x 4 x 5 x 6 x 7 x 8 x 9 x 10, prolija operacion que nos da la cifra de 3.628.800. Si un particula casi infinitesimal de universo es capaz de semejante variedad, poca o ninguna fe debemos prestar a una monotonia del cosmos. He considerado 10 atomos; para obtener dos gramos de hidrogeno, precisariamos bastante mas de un billon de billones. Hacer el computo de los cambios posibles en ese par de gramos -vale decir, multiplicar un billon de billones por cada uno de los numeros enteros que lo anteceden- es ya una operacion muy superior a la paciencia humana.
Ignoro si mi lector esta convencido; yo no lo estoy. El indoloro y casto despilfarro de numeros enormes obra sin duda ese placer peculiar de todos los excesos, pero la Regresion, sigue mas o menos Eterna, aunque a plazo remoto. Nietzsche podria replicar: “Los electrones giratorios de Rutherford son una novedad para mi, asi como la idea -tan escandalosa para un filologo- de que pueda partirse un atomo. Sin embargo, yo jamas desmenti que las vicisitudes de la materia fueran cuantiosas; yo he declarado solamente que no eran infinitas.” Esa verosimil contestacion de Friedrich Nietzsche me hace recurrir a Georg Cantor y a su heroica teoria de conjuntos.
Cantor destruye el fundamento de la tesis de Nietzsche. Afirma la perfecta infinitud del numero de puntos del universo, y hasta de un metro de universo, o de una fraccion de ese metro. La operacion de contar no es otra cosa para el que la de equiparar series. Por ejemplo, si los primogenitos de todas las casas de Egipto fueron matados por el Angel, salvo los que habitaban en casas que tenia en la puerta una senal roja, es evidente que tantos se salvaron como senales rojas habia, sin que esto importe enumerar cuantos fueron. Aqui es indefinida la cantidad; otras agrupaciones hay en que es infinita. El conjunto de los numeros naturales es infinito, pero es posible demostrar que son tantos los impares como los pares
Al 1 corresponde el 2
Al 3 corresponde el 4
Al 5 corresponde el 6, etcetera
La prueba es tan irrefutable como baladi, pero no difiere de la siguiente de que hay tantos multiplos de tres mil dieciocho como numeros hay -sin excluir de estos al tres mil dieciocho y sus multiplos
Al 1 corresponde el 3018
Al 2 corresponde el 6036
Al 3 corresponde el 9054
Al 4 corresponde el 12072, etcetera
Cabe afirmar lo mismo de sus potencias, por mas que estas se vayan ratificando a medida que progresemos
Al 1 corresponde el 3018
Al 2 corresponde el 30182 el 9.108.324
Al 3, etcetera
Una genial aceptacion de estos hechos ha inspirado la formula de que una coleccion infinita -verbigracia, la serie natural de numeros enteros- es una coleccion cuyos miembros pueden desdoblarse a su vez en series infinitas. (Mejor para eludir toda ambiguedad: conjunto infinito es aquel conjunto que puede equivaler a uno de sus conjuntos parciales.) La parte, en esas elevadas latitudes de la numeracion, no es menos copiosa que el todo: la cantidad precisa de puntos que hay en el universo es la que hay en un metro, o en un decimetro, o en la mas honda trayectoria estelar. La serie de los numeros naturales esta bien ordenada: vale decir, los terminos que la forman son consecutivos; el 28 precede al 29 y sigue al 27. La serie de los puntos del espacio (o de los instantes del tiempo) no es ordenable asi; ningun numero tiene un sucesor o un predecesor inmediato. Es como la serie de los quebrados segun la magnitud. їQue fraccion enumeraremos despues de 1/2? No 51/100 porque mas cerca esta 201/400; no 201/400 porque mas cerca… Igual sucede con los puntos, segun George Cantor. Podemos siempre intercalar otros mas, en numero infinito. Sin embargo, debemos procurar no concebir tamanos decrecientes. Cada punto “ya” es el final de una infinita subdivision.
El roce del hermoso juego de Cantor con el hermoso juego de Zarathustra es mortal para Zarathustra. Si el universo consta de un numero infinito de terminos, es rigurosamente capaz de un numero infinito de combinaciones -y la necesidad de un eterno retorno queda vencida. Queda su mera posibilidad, computable en cero
II
Escribe Nietzsche, hacia el otono de 1883: Esta lenta arana arrastrandose a la luz de la luna, y esta misma luz de la luna, y tu y yo cuchicheando en el porton, cuchicheando de eternas cosas, їno hemos coincidido ya en el pasado? їY no recurriremos otra vez el largo camino, en ese largo tembloroso camino, no recurriremos eternamente? Asi hablaba yo, y siempre con voz menos alta, porque me daban miedo mis pensamientos y mis traspensamientos. Escribe Eudemo parafraseador de Aristoteles, unos tres siglos antes de la Cruz: Si hemos de creer a los pitagoricos, las mismas cosas volveran puntualmente y estareis conmigo otra vez y yo repetire esta doctrina y mi mano jugara con este baston, y asi de lo demas. En la cosmogonia de los estoicos, Zeus se alimenta del mundo: el universo es consumido ciclicamente por el fuego que lo engendro, y resurge de la aniquilacion para repetir una identica historia. De nuevo se combinan las diversas particulas seminales, de nuevo informan piedras, arboles y hombres -y aun virtudes y dias, ya que para los griegos era imposible un nombre sustantivo sin alguna corporeidad. De nuevo cada espada y cada heroe, de nuevo cada minuciosa noche de insomnio.
Como las otras conjeturas de la escuela del Portico, esa de la repeticion general cundio por el tiempo, y su nombre tecnico, apokatastasis, entro en los Evangelios (Hechos de los Apostoles, III, 21), si bien con intencion indeterminada. El libro doce de la Civitas Dei de San Agustin dedica varios capitulos a rebatir tan abominable doctrina. Esos capitulos (que tengo a la vista) son harto enmaranados para el resumen, pero la furia episcopal de su autor parece preferir dos motivos; uno, la aparente inutilidad de esa rueda; otro, la irrision de que el Logos muera como un pruebista en la cruz, en funciones interminables. Las despedidas y el suicidio pierden su dignidad si los menudean; San Agustin debio pensar lo mismo de la Crucifixion. De ahi que rechazara con escandalo el parecer de los estoicos y pitagoricos. Estos arguian que la ciencia de Dios no puede comprender cosas infinitas y que esa eterna rotacion del proceso mundial sirve para que Dios lo vaya aprendiendo y se familiarice con el; San Agustin se burla de su vanas revoluciones y afirma que Jesus es la via recta que nos permite huir del laberinto circular de tales enganos.
En aquel capitulo de su Logica que trata de la ley de la causalidad, John Stuart Mill declara que es concebible -pero no verdadera- una repeticion periodica de la historia, y cita la “egloga mesianica” de Virgilio:
Jam redit et virgo, redeunt Saturnia regna…
Nietzsche, helenista, їpudo acaso ignorar a esos precursores? Nietzsche el autor de los fragmentos sobre los presocraticos, їpudo no conocer una doctrina que los discipulos de Pitagoras aprendieron? Es muy dificil creerlo -e inutil. Es verdad que Nietzsche ha indicado, en memorable pagina, el preciso lugar en que la idea de un eterno retorno lo visito: un sendero en los bosques de Silvaplana, cerca de un vasto bloque piramidal, un mediodia del agosto de 1881 – “a seis mil pies del hombre y del tiempo”. Es verdad que ese instante es uno de los honores de Nietzsche. Inmortal el instante, dejara escrito, en que yo engendre el eterno regreso. Por ese instante yo soporto el Regreso (Unschuld des Werdens, II, 1308). Opino, sin embargo, que no debemos postular una sorprendente ignorancia, ni tampoco una confusion humana harto humana, entre la inspiracion y el recuerdo, ni tampoco un delito de vanidad. Mi clave es de caracter gramatical, casi dire sintactico. Nietzsche sabia que el Eterno Retorno es de las fabulas o miedos o diversiones que recurren eternamente, pero tambien sabia que la mas eficaz de las personas gramaticales es la primera. Para un profeta, cabe asegurar que la unica. Derivar su revelacion de un epitome, o de la Historia philosophiae graeco-romanae de los profesores suplentes Ritter y Preller, era imposible a Zarathustra, por razones de voz y de anacronismo -cuando no tipograficas. El estilo profetico no permite el empleo de las comillas ni la erudita alegacion de libros y autores…
Si mi carne humana asimila carne brutal de ovejas, їquien impedira que la mente human asimile estados mentales humanos? De mucho repensarlo y de padecerlo, el eterno regreso de las cosas es ya de Nietzsche y no de un muerto que es apenas un nombre griego. No insistire: ya Miguel de Unamuno tiene su pagina sobre esa prohijacion de los pensamientos
Nietzsche queria hombres capaces de aguantar la inmortalidad. Lo digo con palabras que estan en sus cuadernos personales, en el Nachlass, donde grabo tambien estas otras: Si te figuras una larga paz antes de renacer, te juro que piensas mal. Entre el ultimo instante de la conciencia y el primer resplandor de una vida nueva hay “ningun tiempo” -el plazo dura lo que un rayo, aunque no basten a medirlo billones de anos. Si falta un yo, la infinitud puede equivaler a la sucesion.
Antes de Nietzsche la inmortalidad personal era una mera equivocacion de las esperanzas, un proyecto confuso. Nietzsche la propone como un deber y le confiere la lucidez atroz de un insomnio. El no dormir (leo en el antiguo tratado de Robert Burton) harto crucifica a los melancolicos, y nos consta que Nietzsche padecio esa crucifixion y tuvo que buscar salvamento en el amargo hidrato de cloral. Nietzsche queria ser Walt Whitman, queria minuciosamente enamorarse de su destino. Siguio un metodo heroico: desenterro la intolerable hipotesis griega de la eterna repeticion y procuro educir de esa pesadilla mental una ocasion de jubilo. Busco la idea mas horrible del universo y la propuso a la delectacion de los hombres. El optimista flojo suele imaginar que es nietzscheano; Nietzsche lo enfrenta con los circulos del eterno regreso y lo escupe asi de su boca.
Escribio Nietzsche: No anhelar distantes venturas y favores y bendiciones, sino vivir de modo que queramos volver a vivir, y asi por toda la eternidad. Mauthner objeta que atribuir la menor influencia moral, vale decir practica, a la tesis del eterno retorno, es negar la tesis -pues equivale a imaginar que algo puede acontecer de otro modo. Nietzsche responderia que la formulacion del regreso eterno y su dilatada influencia moral (vale decir practica) y las cavilaciones de Mauthner y su refutacion de las cavilaciones de Mauthner, son otros tantos necesarios momentos de la historia mundial, obra de las agitaciones atomicas. Con derecho podria repetir lo que ya dejo escrito: Basta que la doctrina de la repeticion circular sea probable o posible. La imagen de un mera posibilidad nos puede estremecer y rehacer. ЎCuanto no ha obrado la posibilidad de penas eternas! Y en otro lugar: En el instante en que se presenta esa idea, varian todos los colores- y hay otra historia.
III
Alguna vez nos deja pensativos la sensacion “de haber vivido ya ese momento”. Los partidarios del eterno retorno nos juran que asi es e indagan una corroboracion de su fe en esos perplejos estados. Olvidan que el recuerdo importaria una novedad que es la negacion de la tesis y que el tiempo lo iria perfeccionando -hasta el ciclo distante en que el individuo ya preve su destino y prefiere obrar de otro modo… Nietzsche, por lo demas, no hablo nunca de una confirmacion mnemonica del Regreso.
Tampoco hablo -y eso merece destacarse tambien- de la finitud de los atomos. Nietzsche niega los atomos; la atomistica no le parecia otra cosa que un modelo del mundo, hecho exclusivamente para los ojos y el entendimiento aritmetico… Para fundar su tesis, hablo de una fuerza limitada, desenvolviendose en el tiempo infinito, pero incapaz de un numero ilimitado de variaciones. Obro no sin perfidia: primero nos precave contra la idea de una fuerza infinita -“Ўcuidemos de tales orgias del pensamiento”- y luego generosamente concede que el tiempo es infinito. Asimismo le agrada recurrir a la Eternidad Anterior. Por ejemplo: un equilibrio de la fuerza cosmica es imposible, pues de no serlo, ya se habria operado en la Eternidad Anterior. O si no: la historia universal ha sucedido un numero infinito de veces -en la Eternidad Anterior. La invocacion parece valida, pero conviene repetir que esa Eternidad Anterior (o aeternitas a parte ante, segun le dijeron los teologos) no es otra cosa que nuestra incapacidad natural de concebirle principio al tiempo. Adolecemos de la misma incapacidad en lo referente al espacio, de suerte que invocar una Eternidad anterior es tan decisivo como invocar un Infinitud A Mano Derecha. Lo dire con otras palabras: si el tiempo es infinito para la intuicion, tambien lo es para el espacio. Nada tiene que ver esa Eternidad Anterior con el tiempo real discurrido; retrocedamos al primer segundo y notaremos que este requiere un predecesor, y ese predecesor otro mas, y asi infinitamente. Para restanar ese regressus in infinitum, San Agustin resuelve que el primer segundo del tiempo coincide con el primer segundo de la Creacion -non in tempore sed cum tempore incepit creatio.
Nietzsche recurre a la energia; la segunda ley de la termodinamica declara que hay procesos energeticos que son irreversibles. El calor y la luz no son mas que formas de la energia. Basta proyectar una luz sobre una superficie negra para que se convierta en calor. El calor, en cambio, ya no volvera a la forma de la luz. Esa comprobacion de aspecto inofensivo o insipido, anula el “laberinto circular” del Eterno Retorno.
La primera ley de la termodinamica declara que la energia del universo es constante; la segunda, que esa energia propende a la incomunicacion, al desorden, aunque la cantidad total no decrece. Esa gradual desintegracion de las fuerza que componen el universo, es la entropia. Una vez alcanzado el maximo de entropia, una vez igualas las diversas temperaturas, una vez excluida (o compensada) toda accion de un cuerpo sobre otro, el mundo sera un fortuito concurso de atomos. En el centro profundo de las estrellas, ese dificil y mortal equilibrio ha sido logrado. A fuerza de intercambios el universo entero lo alcanzara, y estara tibio y muerto.
La luz se va perdiendo en calor; el universo, minuto por minuto, se hace invisible. Se hace mas liviano tambien. Alguna vez, ya no sera mas que calor: calor equilibrado, inmovil, igual. Entonces habra muerto
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Una incertidumbre final, esta vez de orden metafisico. Aceptada la tesis de Zarathustra, no acabo de entender como dos procesos identicos dejan de aglomerarse en uno. їBasta la mera sucesion, no verificada por nadie? A falta de un arcangel especial que lleve la cuenta, їque significa el hecho de que atravesamos el ciclo trece mil quinientos catorce, y no el primero de la serie o el numero trescientos veintidos con el exponente en dos mil? Nada, para la practica -lo cual no dana al pensador. Nada para la inteligencia -lo cual ya es grave.
1934, Salto Oriental
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Entre los libros consultados para la noticia anterior, debo mencionar los siguientes:
Die Unschuld des Weindes, von Friedrich Nietzsche. Leipzig, 1931
Also sprach Zaarathustra, von Friedrich Nietzsche. Leipzig, 1892
Introduction to mathematical philosophy, by Bertrand Russel. London, 1919
The A B C of atoms, by Bertrand Russel. London, 1927
The nature of the physical world, by A. S. Eddington. London, 1928
Die Philosophie der Griechen, von Dr. Paul Deussen. Leipzig, 1919
Worterbuch der Philosopie, von Fritz Mauthner. Leipzig, 1923
La ciudad de Dios, por San Agustin. Version de Diaz de Beyral. Madrid, 1922.
EL TIEMPO CIRCULAR
Yo suelo regresar eternamente al Eterno Regreso; en estas lineas procurare (con el socorro de algunas ilustraciones historicas) definir sus tres modos fundamentales.
El primero ha sido imputado a Platon. Este, en el trigesimo noveno parrafo del Timeo, afirma que los siete planetas, equilibradas sus diversas velocidades, regresaran al punto inicial de partida: revolucion que constituye el ano perfecto. Ciceron (De la naturaleza de los dioses, libro segundo) admite que no es facil el computo de ese vasto periodo celestial, pero que ciertamente no se trata de un plazo ilimitado; en una de sus obras perdidas, le fija doce mil novecientos cincuenta y cuatro “de los que nosotros llamamos anos” (Tacito: Dialogo de los oradores, 16). Muerto Platon, la astrologia judiciaria cundio en Atenas. Esta ciencia, como nadie lo ignora, afirma que el destino de los hombres esta regido por la posicion de los astros. Algun astrologo que no habia examinado en vano el Timeo formulo este irreprochable argumento: si los periodos planetarios son ciclicos, tambien la historia universal lo sera; al cabo de cada ano platonico renaceran los mismos individuos y cumpliran el mismo destino. El tiempo atribuyo a Platon esa conjetura. El 1616 escribio Lucilio Vanini: “De nuevo Aquiles ira a Troya; renaceran las ceremonias y religiones; la historia humana se repite; nada hay ahora que no fue; lo que ha sido, sera; pero todo ello en general, no (como determina Platon) en particular” (De admirandis naturae arcanis, dialogo 52). En 1643 Thomas Browne declaro en una de las notas del primer libro de la Religio medici: “Ano de Platon -Plato’s year- es un curso de siglos despues del cual todas las cosas recuperaran su estado anterior y Platon, en su escuela, de nuevo explicara esta doctrina.” En este primer modo de concebir el eterno regreso, el argumento es astrologico.
El segundo esta vinculado a la gloria de Nietzsche, su mas patetico inventor o divulgador. Un principio algebraico lo justifica: la observacion de que un numero n de objetos -atomos en la hipotesis de Le Bon, fuerzas en la de Nietzsche, cuerpos simples en la del comunista Blanqui- es incapaz de un numero infinito de variaciones.
De las tres doctrinas que he enumerado, la mejor razonada y la mas compleja, es la de Blanqui. Este, como Democrito (Ciceron: Cuestiones academicas, libro segundo, 40), abarrota de mundos facsimilares y de mundos disimiles no solo el tiempo sino el interminable espacio tambien. Su libro hermosamente se titula L’eternite par les astres; es de 1872. Muy anterior es un laconico pero suficiente pasaje de David Hume; consta en los Dialogues concerning natural religion (1779) que se propuso traducir Schopenhauer; que yo sepa, nadie lo ha destacado hasta ahora. Lo traduzco literalmente: “No imaginemos la materia infinita, como lo hizo Epicuro; imaginemosla finita. Un numero finito de particulas no es susceptible de infinitas trasposiciones; en una duracion eterna, todos los ordenes y colocaciones posibles ocurriran un numero infinito de veces. Este mundo, con todos sus detalles, hasta los mas minusculos, ha sido elaborado y aniquilado, y sera elaborado y aniquilado: infinitamente” (Dialogues, VIII).
De esta serie perpetua de historias universales identicas observa Bertrand Russell: “Muchos escritores opinan que la historia es ciclica, que el presente estado del mundo, con sus pormenores mas infimos, tarde o temprano volvera. їComo formula esa hipotesis? Diremos que el estado posterior es numericamente identico al anterior; no podemos, decir que ese estado ocurre dos veces, pues ello postularia un sistema cronologico -since that would imply a system of dating- que la hipotesis nos prohibe. El caso equivaldria al de un hombre que da la vuelta al mundo: no dice que el punto de partida y el punto de llegada son dos lugares diferentes pero muy parecidos; dice que son el mismo lugar. La hipotesis de que la historia es ciclica puede enunciarse de esta manera: formemos el conjunto de todas las circunstancias contemporaneas de una circunstancia determinada; en ciertos casos todo el conjunto se precede a si mismo” (An inquiry into meaning and truth, 1940, pag. 102).
Arribo al tercer modo de interpretar las eternas repeticiones: el menos pavoroso y melodramatico, pero tambien el unico imaginable. Quiero decir la concepcion de ciclos similares, no identicos. Imposible formar el catalogo infinito de autoridades: pienso en los dias y las noches de Brahma; en los periodos cuyo inmovil reloj es una piramide, muy lentamente desgastada por el ala de un pajaro, que cada mil y un anos la roza; en los hombres de Hesiodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro; en el mundo de Heraclito, que es engendrado por el fuego y que ciclicamente devora el fuego; en el mundo de Seneca y de Crisipo, en su aniquilacion por el fuego, en su renovacion por el agua; en la cuarta bucolica de Virgilio y en el esplendido eco de Shelley; en el Eclesiastes; en los teosofos; en la historia decimal que ideo Condorcet, en Francis Bacon y en Uspenski; en Gerald Heard, en Spengler y en Vico; en Schopenhauer, en Emerson; en los First principles de Spencer y en Eureka de Poe. . . De tal profusion de testimonios bastame copiar uno, de Marco Aurelio: “Aunque los anos de tu vida fueren tres mil o diez veces tres mil, recuerda que ninguno pierde otra vida que la que vive ahora ni vive otra que la que pierde. El termino mas largo y el mas breve son, pues, iguales. El presente es de todos; morir es perder el presente, que es un lapso brevisimo. Nadie pierde el pasado ni el porvenir, pues a nadie pueden quitarle lo que no tiene. Recuerda que todas las cosas giran y vuelven a girar por las mismas orbitas y que para el espectador es igual verla un siglo o dos o infinitamente” (Reflexiones, 14).
Si leemos con alguna seriedad las lineas anteriores (id est, si nos resolvemos a no juzgarlas una mera exhortacion o moralidad), veremos que declaran, o presuponen, dos curiosas ideas. La primera: negar la realidad del pasado y del porvenir. La enuncia este pasaje de Schopenhauer: “La forma de aparicion de la voluntad es solo el presente, no el pasado ni el porvenir: estos no existen mas que para el concepto y por el encadenamiento de la conciencia, sometida al principio de razon. Nadie ha vivido en el pasado, nadie vivira en el futuro; el presente es la forma de toda vida” (El mundo como voluntad y representacion, primer tomo, 54). La segunda: negar, como el Eclesiastes, cualquier novedad. La conjetura de que todas las experiencias del hombre son (de algun modo) analogas, puede a primera vista parecer un mero empobrecimiento del mundo.
Si los destinos de Edgar Allan Poe, de los vikings, de Judas Iscariote y de mi lector secretamente son el mismo destino -el unico destino posible-, la historia universal es la de un solo hombre. En rigor, Marco Aurelio no nos impone esta simplificacion enigmatica. (Yo imagine hace tiempo un cuento fantastico, a la manera de Leon Bloy: un teologo consagra toda su vida a confutar a un heresiarca; lo vence en intrincadas polemicas, lo denuncia, lo hace quemar; en el Cielo descubre que para Dios el heresiarca y el forman una sola persona.) Marco Aurelio afirma la analogia, no la identidad, de los muchos destinos individuales. Afirma que cualquier lapso -un siglo, un ano, una sola noche, tal vez el inasible presente- contiene integramente la historia. En su forma extrema esa conjetura es de facil refutacion: un sabor difiere de otro sabor, diez minutos de dolor fisico no equivalen a diez minutos de algebra. Aplicada a grandes periodos, a los setenta anos de edad que el Libro de los Salmos nos adjudica, la conjetura es verosimil o tolerable. Se reduce a afirmar que el numero de percepciones, de emociones, de pensamientos, de vicisitudes humanas, es limitado, y que antes de la muerte lo agotaremos. Repite Marco Aurelio: “Quien ha mirado lo presente ha mirado todas las cosas: las que ocurrieron en el insondable pasado, las que ocurriran en el porvenir” (Reflexiones, libro sexto, 37).
En tiempos de auge la conjetura de que la existencia del hombre es una cantidad constante, invariable, puede entristecer o irritar; en tiempos que declinan (como estos), es la promesa de que ningun oprobio, ninguna calamidad, ningun dictador podra empobrecernos.
LOS TRADUCTORES DE LAS 1001 NOCHES
I. EL CAPITAN BURTON
En Trieste, en 1872, en un palacio con estatuas humedas y obras de salubridad deficientes, un caballero con la cara historiada por una cicatriz africana -el capitan Richard Francis Burton, consul ingles- emprendio una famosa traduccion del Quitab alif laila ua laila, libro que tambien los rumies llaman de las 1001 Noches. Uno de los secretos fines de su trabajo era la aniquilacion de otro caballero (tambien de barba tenebrosa de moro, tambien curtido) que estaba compilando en Inglaterra un vasto diccionario y que murio mucho antes de ser aniquilado por Burton. Ese era Eduardo Lane, el orientalista, autor de una version harto escrupulosa de las 1001 Noches, que habia suplantado a otra de Galland. Lane tradujo contra Galland, Burton contra Lane; para entender a Burton hay que entender esa dinastia enemiga.
Empiezo por el fundador. Es sabido que Jean Antoine Galland era un arabista frances que trajo de Estambul una paciente coleccion de monedas, una monografia sobre la difusion del cafe, un ejemplar arabigo de las Noches y un maronita suplementario, de memoria no menos inspirada que la de Shahrazad. A ese oscuro asesor -de cuyo nombre no quiero olvidarme, y dicen que es Hanna- debemos ciertos cuentos fundamentales, que el original no conoce: el de Aladino, el de los Cuarenta Ladrones, el del principe Ahmed y el hada Peri Banu, el de Abulhasan el dormido despierto, el de la aventura nocturna de Harun Arrashid, el de las dos hermanas envidiosas de la hermana menor. Basta la sola enumeracion de esos nombres para evidenciar que Galland establece un canon, incorporando historias que hara indispensables el tiempo y que los traductores venideros -sus enemigos- no se atreverian a omitir. Hay otro hecho innegable. Los mas famosos y felices elogios de las 1001 Noches -el de Coleridge, el de Tomas De Quincey, el de Stendhal, el de Tennyson, el de Edgar Allan Poe, el de Newman- son de lectores de la traduccion de Galland. Doscientos anos y diez traducciones mejores han trascurrido, pero el hombre de Europa o de las Americas que piensa en las 1001 Noches, piensa invariablemente en esa primer traduccion. El epiteto milyunanochesco (milyunanochero adolece de criollismo, milyunanocturno de divergencia) nada tiene que ver con las eruditas obscenidades de Burton o de Mardrus, y todo con las joyas y las magias de Antoine Galland.
Palabra por palabra, la version de Galland es la peor escrita de todas, la mas embustera y mas debil, pero fue la mejor leida. Quienes intimaron con ella, conocieron la felicidad y el asombro. Su orientalismo, que ahora nos parece frugal, encandilo a cuantos aspiraban rape y complotaban una tragedia en cinco actos. Doce primorosos volumenes aparecieron de 1707 a 1717, doce volumenes innumerablemente leidos y que pasaron a diversos idiomas, incluso el hindustani y el arabe. Nosotros, meros lectores anacronicos del siglo veinte, percibimos en ellos el sabor dulzarron del siglo dieciocho y no el desvanecido aroma oriental, que hace doscientos anos determino su innovacion y su gloria. Nadie tiene la culpa del desencuentro y menos que nadie, Galland. Alguna vez, los cambios del idioma lo perjudican. En el prefacio de una traduccion alemana de las 1001 Noches, el doctor Weil estampo que los mercaderes del imperdonable Galland se arman de una “valija con datiles”, cada vez que la historia los obliga a cruzar el desierto. Podria argumentarse que por 1710 la mencion de los datiles bastaba para borrar la imagen de la valija, pero es innecesario: valise, entonces, era una subclase de alforja.
Hay otras agresiones. En cierto panegirico atolondrado que sobrevive en los Morceaux choisis de 1921, Andre Gide vitupera las licencias de Antoine Galland, para mejor borrar (con un candor del todo superior a su reputacion) la literalidad de Mardrus, tan fin de siecle como aquel es siglo dieciocho, y mucho mas infiel.
Las reservas de Galland son mundanas; las inspira el decoro, no la moral. Copio unas lineas de la tercer pagina de sus Noches: II alia droit a l’appartement de cette princesse, qui, ne s’attendant pas a le revoir, avait recu dans son lit un des derniers officiers de sa maison. Burton concreta a ese nebuloso “officier”: un negro cocinero, rancio de grasa de cocina y de hollin. Ambos, diversamente, deforman: el original es menos ceremonioso que Galland y menos grasiento que Burton. (Efectos del decoro: en la mesurada prosa de aquel, la circunstancia recevoir dans son lit resulta brutal.)
A noventa anos de la muerte de Antoine Galland, nace un diverso traductor de las Noches: Eduardo Lane. Sus biografos no dejan de repetir que es hijo del doctor Theophilus Lane, prebendado de Hereford. Ese dato genesico (y la terrible Forma que evoca) es tal vez suficiente. Cinco estudiosos anos vivio el arabizado Lane en El Cairo, “casi exclusivamente entre musulmanes, hablando y escuchando su idioma, conformandose a sus costumbres con el mas perfecto cuidado y recibido por todos ellos como un igual”. Sin embargo, ni las altas noches egipcias, ni el opulento y negro cafe con semilla de cardamomo, ni la frecuente discusion literaria con los doctores de la ley, ni el venerado turbante de muselina, ni el comer con los dedos, le hicieron olvidar su pudor britanico, la delicada soledad central de los amos del mundo. De ahi que su version eruditisima de las Noches sea (o parezca ser) una mera enciclopedia de la evasion. El original no es profesionalmente obsceno; Galland corrige las torpezas ocasionales por creerlas de mal gusto. Lane las rebusca y las persigue como un inquisidor. Su probidad no pacta con el silencio: prefiere un alarmado coro de notas en un apretado cuerpo menor, que murmuran cosas como estas: Paso por alto un episodio de lo mas reprensible, Suprimo una explicacion repugnante, Aqui una linea demasiado grosera para la traduccion, Suprimo necesariamente otra anecdota, Desde aqui doy curso a las omisiones, Aqui la historia del esclavo Bujait, del todo inapta para ser traducida. La mutilacion no excluye la muerte: hay cuentos rechazados integramente “porque no pueden ser purificados sin destruccion”. Ese repudio responsable y total no me parece ilogico: el subterfugio puritano es lo que condeno. Lane es un virtuoso del subterfugio, un indudable precursor de los pudores mas extranos de Hollywood. Mis notas me suministran un par de ejemplos. En la noche 391, un pescador le presenta un pez al rey de los reyes y este quiere saber si es macho o hembra y le dicen que hermafrodita. Lane consigue aplacar ese improcedente coloquio, traduciendo que el rey ha preguntado de que especie es el animal y que el astuto pescador le responde que es de una especie mixta. En la noche 217, se habla de un rey con dos mujeres, que yacia una noche con la primera y la noche siguiente con la segunda, y asi fueron dichosos. Lane dilucida la ventura de ese monarca, diciendo que trataba a sus mujeres “con imparcialidad”… Una razon es que destinaba su obra “a la mesita de la sala”, centro de la lectura sin alarmas y de la recatada conversacion.
Basta la mas oblicua y pasajera alusion carnal para que Lane olvide su honor y abunde en torceduras y ocultaciones. No hay otra falta en el. Sin el contacto peculiar de esa tentacion, Lane es de una admirable veracidad. Carece de propositos, lo cual es una positiva ventaja. No se propone destacar el colorido barbaro de las Noches como el capitan Burton, ni tampoco olvidarlo y atenuarlo, como Galland. Este domesticaba a sus arabes, para que no desentonaran irreparablemente en Paris; Lane es minuciosamente agareno. Este ignoraba toda precision literal; Lane justifica su interpretacion de cada palabra dudosa. Este invocaba un manuscrito invisible y un maronita muerto; Lane suministra la edicion y la pagina. Este no se cuidaba de notas; Lane acumula un caos de aclaraciones que, organizadas, integran un volumen independiente. Diferir: tal es la norma que le impone su precursor. Lane cumplira con ella: le bastara no compendiar el original.
La hermosa discusion Newman-Arnold (1861-62), mas memorable que sus dos interlocutores, ha razonado extensamente las dos maneras generales de traducir. Newman vindico en ella el modo literal, la retencion de todas las singularidades verbales: Arnold, la severa eliminacion de los detalles que distraen o detienen. Esta conducta puede suministrar los agrados de la uniformidad y la gravedad; aquella, de los continuos y pequenos asombros. Ambas son menos importantes que el traductor y que sus habitos literarios. Traducir el espiritu es una intencion tan enorme y tan fantasmal que bien puede quedar como inofensiva; traducir la letra, una precision tan extravagante que no hay riesgo de que la ensayen. Mas grave que esos infinitos propositos es la conservacion o supresion de ciertos pormenores; mas grave que esas preferencias y olvidos, es el movimiento sintactico. El de Lane es ameno, segun conviene a la distinguida mesita. En su vocabulario es comun reprender una demasia de palabras latinas, no rescatadas por ningun artificio de brevedad. Es distraido: en la pagina liminar de su traduccion pone el adjetivo romantico, lo cual es una especie de futurismo, en una boca musulmana y barbada del siglo doce. Alguna vez la falta de sensibilidad le es propicia, pues le permite la interpolacion de voces muy llanas en un parrafo noble, con involuntario buen exito. El ejemplo mas rico de esa cooperacion de palabras heterogeneas, debe ser este que traslado: And in this palace is the last information respecting lords collected in the dust. Otro puede ser esta invocacion: Por el Viviente que no muere ni ha de morir, por el nombre de Aquel a quien pertenecen la gloria y la permanencia. En Burton -ocasional precursor del siempre fabuloso Mardrus- yo sospecharia de formulas tan satisfactoriamente orientales; en Lane escasean tanto que debo suponerlas involuntarias, vale decir genuinas.
El escandaloso decoro de las versiones de Galland y de Lane ha provocado un genero de burlas que es tradicional repetir. Yo mismo no he faltado a esa tradicion. Es muy sabido que no cumplieron con el desventurado que vio la Noche del Poder, con las imprecaciones de un basurero del siglo trece defraudado por un derviche y con los habitos de Sodoma. Es muy sabido que desinfectaron las Noches.
Los detractores argumentan que ese proceso aniquila o lastima la buena ingenuidad del original. Estan en un error: el libro de mil noches y una noche no es (moralmente) ingenuo; es una adaptacion de antiguas historias al gusto aplebeyado, o soez, de las clases medias de El Cairo. Salvo en los cuentos ejemplares del Sendebar, los impudores de las 1001 Noches nada tienen que ver con la libertad del estado paradisiaco. Son especulaciones del editor: su objeto es una risotada, sus heroes nunca pasan de changadores, de mendigos o eunucos. Las antiguas historias amorosas del repertorio, las que refieren casos del Desierto o de las ciudades de Arabia, no son obscenas, como no lo es ninguna produccion de la literatura preislamica. Son apasionadas y tristes, y uno de los motivos que prefieren es la muerte de amor, esa muerte que un juicio de los alemas ha declarado no menos santa que la del martir que atestigua la fe… Si aprobamos ese argumento las timideces de Galland y de Lane nos pueden parecer restituciones de una redaccion primitiva.
Se de otro alegato mejor. Eludir las oportunidades eroticas del original, no es una culpa de las que el Senor no perdona, cuando lo primordial es destacar el ambiente magico. Proponer a los hombres un nuevo Decameron es una operacion comercial como tantas otras; proponerles un Ancient mariner o un Bateau ivre, ya merece otro cielo. Littmann observa que las 1001 Noches es, mas que nada, un repertorio de maravillas. La imposicion universal de ese parecer en todas las mentes occidentales, es obra de Galland. Que ello no quede en duda. Menos felices que nosotros, los arabes dicen tener en poco el original: ya conocen los hombres, las costumbres, los talismanes, los desiertos y los demonios que esas historias nos revelan.
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En algun lugar de su obra, Rafael Cansinos Assens jura que puede saludar las estrellas en catorce idiomas clasicos y modernos. Burton sonaba en diecisiete idiomas y cuenta que domino treinta y cinco: semitas, dravidios, indoeuropeos, etiopicos. . . Ese caudal no agota su definicion: es un rasgo que concuerda con los demas, igualmente excesivos. Nadie menos expuesto a la repetida burla de Hudibras contra los doctores capaces de no decir absolutamente nada en varios idiomas: Burton era hombre que tenia muchisimo que decir, y los setenta y dos volumenes de su obra siguen diciendolo. Destaco algunos titulos al azar: Goa y las Montanas Azules, 1851; Sistema de ejercicios de bayoneta, 1853; Relato personal de una peregrinacion a Medina, 1855; Las regiones lacustres del Africa Ecuatorial, 1860; La Ciudad, de los Santos, 1861; Exploracion de las mesetas del Brasil, 1869; Sobre un hermafrodita de las islas del Cabo Verde, 1869; Cartas desde los campos de batalla del Paraguay, 1870; Ultima Thule o un verano en Islandia, 1875; A la Costa de Oro en pos de oro, 1883; El Libro de la Espada (primer volumen) 1884; El jardin fragante de Nafzaui -obra postuma, entregada al fuego por Lady Burton, asi como una Recopilacion de epigramas inspirados por Priapo. El escritor se deja traslucir en ese catalogo: el capitan ingles que tenia la pasion de la geografia y de las innumerables maneras de ser un hombre, que conocen los hombres. No difamare su memoria, comparandolo con Morand, caballero bilingue y sedentario que sube y baja infinitamente en los ascensores de un identico hotel internacional y que venera el espectaculo de un baul… Burton, disfrazado de afghan, habia peregrinado a las ciudades santas de Arabia: su voz habia pedido al Senor que negara sus huesos y su piel, su dolorosa carne y su sangre, al Fuego de la Ira y de la Justicia; su boca, resecada por el samun, habia dejado un beso en el aerolito que se adora en la Caaba. Esa aventura es celebre: el posible rumor de que un incircunciso, un nazrani, estaba profanando el santuario hubiera determinado su muerte. Antes, en habito de derviche, habia ejercido la medicina en El Cairo -no sin variarla con la prestidigitacion y la magia, para obtener la confianza de los enfermos. Hacia 1858, habia comandado una expedicion a las secretas fuentes del Nilo: cargo que lo llevo a descubrir el lago Tanganika. En esa empresa lo agredio una alta fiebre; en 1855 los somalies le atravesaron los carrillos con una lanza. (Burton venia de Harrar, que era ciudad vedada a los europeo, en el interior de Abisinia.) Nueve anos mas tarde, ensayo la terrible hospitalidad de los ceremoniosos canibales del Dahome; a su regreso no faltaron rumores (acaso propalados, y ciertamente fomentados, por el) de que habia “comido extranas carnes” -como el omnivoro proconsul de Shakespeare. Los judios, la democracia, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el cristianismo, eran sus odios preferidos; Lord Byron y el Islam, sus veneraciones. Del solitario oficio de escribir habia hecho algo valeroso y plural: lo acometia desde el alba, en un vasto salon multiplicado por once mesas, cada una de ellas con el material para un libro -y alguna con un claro jazmin en un vaso de agua. Inspiro ilustres amistades y amores: de las primeras basteme nombrar la de Swinburne, que le dedico la segunda serie de Poems and Ballads -in recognition of a friendship which I must always count among the highest honours of my life- y que deploro su deceso en muchas estrofas. Hombre de palabras y hazanas, bien pudo Burton asumir el alarde del Divan de Almotanabi:
El caballo, el desierto, la noche me conocen,
El huesped y la espada, el papel y la pluma.
Se advertira que desde el antropofago amateur hasta el poligloto durmiente, no he rechazado aquellos caracteres de Richard Burton que sin disminucion de fervor podemos apodar legendarios. La razon es clara: el Burton de la leyenda de Burton, es el traductor de las Noches. Yo he sospechado alguna vez que la distincion radical entre la poesia y la prosa esta en la muy diversa expectativa de quien las lee: la primera presupone una intensidad que no se tolera en la ultima. Algo parecido acontece con la obra de Burton: tiene un prestigio previo con el que no ha logrado competir ningun arabista. Las atracciones de lo prohibido le corresponden. Se trata de una sola edicion, limitada a mil ejemplares para mil suscritores del Burton Club, y que hay el compromiso judicial de no repetir. (La reedicion de Leonard C. Smithers “omite determinados pasajes de un gusto pesimo, cuya eliminacion no sera lamentada por nadie”; la seleccion representativa de Bennett Cerf -que simula ser integral- procede de aquel texto purificado.) Aventuro la hiperbole: recorrer las 1001 Noches en la traslacion de Sir Richard no es menos increible que recorrerlas “vertidas literalmente del arabe y comentadas” por Simbad el Marino.
Los problemas que Burton resolvio son innumerables, pero una conveniente ficcion puede reducirlos a tres: justificar y dilatar su reputacion de arabista; diferir ostensiblemente de Lane; interesar a caballeros britanicos del siglo diecinueve con la version escrita de cuentos musulmanes y orales del siglo trece. El primero de esos propositos era tal vez incompatible con el tercero; el segundo lo indujo a una grave falta, que paso a declarar. Centenares de disticos y canciones figuran en las Noches; Lane (incapaz de mentir salvo en lo referente a la carne) los habia trasladado con precision, en una prosa comoda. Burton era poeta: en 1880 habia hecho imprimir las Casidas, una rapsodia evolucionista que Lady Burton siempre juzgo muy superior a las Rubaiyat de FitzGerald… La solucion “prosaica” del rival no dejo de indignarlo, y opto por un traslado en versos ingleses -procedimiento de antemano infeliz, ya que contravenia a su propia norma de total literalidad. El oido, por lo demas, quedo casi tan agraviado como la logica. No es imposible que esta cuarteta sea de las mejores que armo:
A night whose stars refused to run their course,
A night of those which never seem outworn:
Like Resurrection-day, of longsome length
To him that watched and waited for the morn.
Es muy posible que la peor no sea esta:
A sun on wand in knoll of sand she showed,
Clad in her cramoisy-hued chemisette:
Of her lips’ honey-dew she gave me drink
And with her rosy cheeks quencht fire she set.
He mencionado la diferencia fundamental entre el primitivo auditorio de los relatos y el club de suscritores de Burton. Aquellos eran picaros, noveleros, analfabetos, infinitamente suspicaces de lo presente y credulos de la maravilla remota; estos eran senores del West End, aptos para el desden y la erudicion y no para el espanto o la risotada. Aquellos apreciaban que la ballena muriera al escuchar el grito del hombre; estos, que hubiera hombres que dieran credito a una capacidad mortal de ese grito. Los prodigios del texto -sin duda suficientes en el Kordofan o en Bulak, donde los proponian como verdades- corrian el albur de parecer muy pobres en Inglaterra. (Nadie requiere de la verdad que sea verosimil o inmediatamente ingeniosa: pocos lectores de la Vida y Correspondencia de Carlos Marx reclaman indignados la simetria de las Contrerimes de Toulet o la severa precision de un acrostico.) Para que los suscritores no se le fueran, Burton abundo en notas explicativas “de las costumbres de los hombres islamicos”. Cabe afirmar que Lane habia preocupado el terreno. Indumentaria, regimen cotidiano, practicas religiosas, arquitectura, referencias historicas o alcoranicas, juegos, artes, mitologia -eso ya estaba elucidado en los tres volumenes del incomodo precursor. Faltaba, previsiblemente, la erotica. Burton (cuyo primer ensayo estilistico habia sido un informe harto personal sobre los prostibulos de Bengala) era desaforadamente capaz de tal adicion. De las delectaciones morosas en que paro, es buen ejemplo cierta nota arbitraria del tomo septimo, graciosamente titulada en el indice capotes melancoliques. La Edinburgh Review lo acuso de escribir para el albanal; la Enciclopedia Britanica resolvio que una traslacion integral era inadmisible, y que la de Edward Lane “seguia insuperada para un empleo realmente serio”. No nos indigne demasiado esa oscura teoria de la superioridad cientifica y documental de la expurgacion: Burton cortejaba esas coleras. Por lo demas, las muy poco variadas variaciones del amor fisico no agotan la atencion de su comentario. Este es enciclopedico y montonero, y su interes esta en razon inversa de su necesidad. Asi el volumen 6 (que tengo a la vista) incluye unas trescientas notas, de las que cabe destacar las siguientes: una condenacion de las carceles y una defensa de los castigos corporales y de las multas; unos ejemplos del respeto islamico por el pan; una leyenda sobre la capilaridad de las piernas de la reina Belkis; una declaracion de los cuatro colores emblematicos de la muerte; una teoria y practica oriental de la ingratitud; el informe de que el pelaje overo es el que prefieren los angeles, asi como los genios el doradillo; un resumen de la mitologia de la secreta Noche del Poder o Noche de las Noches; una denuncia de la superficialidad de Andrew Lang; una diatriba contra el regimen democratico; un censo de los nombres de Mohamed, en la Tierra, en el Fuego y en el Jardin; una mencion del pueblo amalecita, de largos anos y de larga estatura; una noticia de las partes pudendas del musulman, que en el varon abarcan del ombligo hasta la rodilla, y en la mujer de pies a cabeza; una ponderacion del asa’o del gaucho argentino; un aviso de las molestias de la “equitacion” cuando tambien la cabalgadura es humana; un grandioso proyecto de encastar monos cinocefalos con mujeres y derivar asi una subraza de buenos proletarios. A los cincuenta anos, el hombre ha acumulado ternuras, ironias, obscenidades y copiosas anecdotas; Burton las descargo en sus notas. Queda el problema fundamental. їComo divertir a los caballeros del siglo diecinueve con las novelas por entregas del siglo trece? Es harto conocida la pobreza estilistica de las Noches. Burton, alguna vez, habla del “tono seco y comercial” de los prosistas arabes, en contraposicion al exceso retorico de los persas; Littmann, el novisimo traductor, se acusa de haber interpolado palabras como pregunto, pidio, contesto, en cinco mil paginas que ignoran otra formula que dijo -invocada invariablemente. Burton prodiga con amor las sustituciones de ese orden. Su vocabulario no es menos dispar que sus notas. El arcaismo convive con el argot, la jerga carcelaria o marinera con el termino tecnico. No se abochorna de la gloriosa hibridacion del ingles: ni el repertorio escandinavo de Morris ni el latino de Johnson tienen su beneplacito, sino el contacto y la repercusion de los dos. El neologismo y los extranjerismos abundan: castrato, inconsequence, hauteur, in gloria, bagnio, langue fourree, pundonor, vendetta, Wazir. Cada una de esas palabras debe ser justa, pero su intercalacion importa un falseo. Un buen falseo, ya que esas travesuras verbales -y otras sintacticas- distraen el curso a veces abrumador de las Noches. Burton las administra: al comienzo traduce gravemente Sulayman, Son of David (on the twain he peace!); luego -cuando nos es familiar esa majestad- lo rebaja a Salomon Davidson, Hace de un rey que para los demas traductores es “rey de Samarcanda en Persia”, a King of Samarcand in Barbarian-land; de un comprador que para los demas es “colerico”, a man of wrath. Ello no es todo: Burton reescribe integramente -con adicion de pormenores circunstanciales y rasgos fisiologicos- la historia liminar y el final. Inaugura asi, hacia 1885, un procedimiento cuya perfeccion (o cuya reductio ad absurdum) consideraremos luego en Mardrus. Siempre un ingles es mas intemporal que un frances: el heterogeneo estilo de Burton se ha anticuado menos que el de Mardrus, que es de fecha notoria.
2. EL DOCTOR MARDRUS
Destino paradojico el de Mardrus. Se le adjudica la virtud moral de ser el traductor mas veraz de las 1001 Noches, libro de admirable lascivia, antes escamoteada a los compradores por la buena educacion de Galland o los remilgos puritanos de Lane. Se venera su genial literalidad, muy demostrada por el inapelable subtitulo Version literal y completa del texto arabe y por la inspiracion de escribir Libro de las mil noches y una noche. La historia de ese nombre es edificante; podemos recordarla antes de revisar a Mardrus.
Las Praderas de oro y minas de piedras preciosas del Masudi describen una recopilacion titulada Hezar Afsane, palabras persas cuyo recto valor es Mil aventuras, pero que la gente apoda Mil noches. Otro documento del siglo diez, el Fihrist, narra la historia liminar de la serie: el juramento desolado del rey que cada noche se desposa con una virgen que hace decapitar en el alba, y la resolucion de Shahrazad que lo distrae con maravillosas historias, hasta que encima de los dos, han rodado mil noches y ella le muestra su hijo. Esa invencion -tan superior a las venideras y analogas de la piadosa cabalgata de Chaucer o la epidemia de Giovanni Boccacio- dicen que es posterior al titulo, y que se urdio con el fin de justificarlo… Sea lo que fuere, la primitiva cifra de 1000 pronto ascendio a 1001. їComo surgio esa noche adicional que ya es imprescindible, esa maquette de la irrision de Quevedo -y luego de Voltaire- contra Pico de la Mirandola: Libro de todas las cosas y otras muchas mas? Littmann sugiere una contaminacion de la frase turca bin bir, cuyo sentido literal es mil y uno y cuyo empleo es muchos. Lane, a principios de 1840, adujo una razon mas hermosa: el magico temor de las cifras pares. Lo cierto es que las aventuras del titulo no pararon ahi. Antoine Galland, desde 1704, elimino la repeticion del original y tradujo Mil y una noches: nombre que ahora es familiar en todas las naciones de Europa, salvo Inglaterra, que prefiere el de Noches arabes. En 1839 el editor de la impresion de Calcuta. W. H. Macnaghten, tuvo el singular escrupulo de traducir Quitab alif laila ua laila por Libro de las mil noches y una noche. Esa renovacion por deletreo no paso inadvertida. John Payne, desde 1882, comenzo a publicar su Book of the thousand nights and one night; el capitan Burton, desde 1885, su Book of the thousand nights and a night; J. C. Mardrus, desde 1899, su Livre des mille nuits et une nuit.
Busco el pasaje que me hizo definitivamente dudar de la veracidad de este ultimo. Pertenece a la historia doctrinal de la Ciudad de Laton, que abarca en todas las versiones el fin de la noche 566 y parte de la 578, pero que el doctor Mardrus ha remitido (el Angel de su Guarda sabra la causa) a las noches 338-346. No insisto; esa reforma inconcebible de un calendario ideal no debe agotar nuestro espanto. Refiere Shahrazad-Mardrus: El agua seguia cuatro canales trazados en el piso de la sala con desvios encantadores, y cada canal tenia un lecho de color especial: el primer canal tenia un lecho de porfido rosado; el segundo, de topacios; el tercero, de esmeraldas, y el cuarto, de turquesas; de modo que el agua se tenia segun el lecho, y herida por la atenuada luz que filtraban las sederias en la altura, proyectaba sobre los objetos ambientes y los muros de marmol una dulzura de paisaje marino.
Corno ensayo de prosa visual a la manera del Retrato de Dorian Grey, acepto (y aun venero) esa descripcion; come version “literal y completa” de un pasaje compuesto en el siglo trece, repito que me alarma infinitamente. Las razones son multiples. Una Shahrazad sin Mardrus describe por enumeracion de las partes, no por mutuas reacciones, y no alega detalles circunstanciales como el del agua que trasluce el color de su lecho, y no define la calidad de la luz filtrada por la seda, y no alude al Salon de Acuarelistas en la imagen final. Otra pequena grieta: desvios encantadores no es arabe, es notoriamente frances. Ignoro si las anteriores razones pueden satisfacer; a mi no me bastaron, y tuve el indolente agrado de compulsar las tres versiones alemanas de Weil, de Henning y de Littmann, y las dos inglesas de Lane y de Sir Richard Burton. En ellas comprobe que el original de las diez lineas de Mardrus era este: Las cuatro acequias desembocaban en una pila, que era de marmol de diversos colores.
Las interpolaciones de Mardrus no son uniformes. Alguna vez son descaradamente anacronicas -como si de golpe discutiera la retirada de la mision Marchand. Por ejemplo: Dominaban una ciudad de ensueno. . . Hasta donde abarcaba la vista fija en los horizontes ahogados en la noche, cupulas de palacios, terrazas de casas, serenos jardines, se escalonaban en aquel recinto de bronce, y canales iluminados por el astro se paseaban en mil circuitos claros a la sombra de los macizos, mientras que alla en el fondo, un mar de metal contenia en su frio seno los fuegos del cielo reflejado. O esta, cuyo galicismo no es menos publico: El magnifico tapiz de colores gloriosos, de diestra lana, abria sus flores sin olor en un prado sin savia, y vivia toda la vida artificial de sus florestas llenas de pajaros y animales, sorprendidos en su exacta belleza natural y sus lineas precisas. (Ahi las ediciones arabes rezan: A los lados habia tapices, con variedad de pajaros y de fieras, recamados en oro rojo y en plata blanca, pero con los ojos de perlas y de rubies. Quien los miro, no dejo de maravillarse.)
Mardrus no deja nunca de maravillarse de la pobreza de “color oriental” de las 1001 Noches. Con una persistencia no indigna de Cecil B. de Mille, prodiga los visires, los besos, las palmeras y las lunas. Le ocurre leer, en la noche 570: Arribaron a una columna de piedra negra, en la que un hombre estaba enterrado hasta las axilas. Tenia dos enormes alas y cuatro brazos: dos de los cuales eran como los brazos de los hijos de Adan y dos como las patas de los leones, con las unas de hierro. El pelo de su cabeza era semejante a las colas de los caballos y los ojos eran como ascuas y tenia en la frente un tercer ojo que era como el ojo del lince. Traduce lujosamente: Un atardecer, la caravana llego ante una columna de piedra negra, a la que estaba encadenado un ser extrano del que no se veia sobresalir mas que medio cuerpo, ya que el otro medio estaba enterrado en el suelo. Aquel busto que surgia de la tierra, parecia algun engendro monstruoso clavado ahi por la fuerza de las potencias infernales. Era negro y del tamano del tronco de una vieja palmera decaida, despojada de sus palmas. Tenia dos enormes alas negras y cuatro manos de las cuales dos eran semejantes a las patas unosas de los leones. Una erizada cabellera de crines asperas como cola de onagro se movia salvajemente sobre su craneo espantoso. Bajo los arcos orbitales llameaban dos pupilas rojas, en tanto que la frente de dobles cuernos estaba taladrada por un ojo unico, que se abria inmovil y fijo, lanzando resplandores verdes como la mirada de los tigres y las panteras.
Algo mas tarde escribe: El bronce de las murallas, las pedrerias encendidas de las cupulas, las terrazas candidas, los canales y todo el mar, asi como las sombras proyectadas hacia Occidente, se casaban bajo la brisa nocturna y la luna magica. Magica, para un hombre del siglo trece, debe haber sido una calificacion muy precisa, no el mero epiteto mundano del galante doctor… Yo sospecho que el arabe no es capaz de una version “literal y completa” del parrafo de Mardrus, asi como tampoco lo es el latin, o el castellano de Miguel de Cervantes.
En dos procedimientos abunda el libro de las 1001 Noches: uno, puramente formal, la prosa rimada; otro, las predicaciones morales. El primero, conservado por Burton y por Littmann, corresponde a las animaciones del narrador: personas agraciadas, palacios, jardines, operaciones magicas, menciones de la Divinidad, puestas de sol, batallas, auroras, principios y finales de cuentos. Mardrus, quiza misericordiosamente, lo omite. El segundo requiere dos facultades: la de combinar con majestad palabras abstractas y la de proponer sin bochorno un lugar comun. De las dos carece Mardrus. De aquel versiculo que Lane memorablemente tradujo: And in this palace is the last information respecting lords collected in the dust, nuestro doctor apenas extrae: Pasaron, todos aquellos! Tuvieron apenas tiempo de reposar a la sombra de mis torres. La confesion del angel: Estoy aprisionado por el Poder, confinado por el Esplendor, y castigado mientras el Eterno lo mande, de quien son la Fuerza y la Gloria, es para el lector de Mardrus: Aqui estoy encadenado por la Fuerza Invisible hasta la extincion de los siglos.
Tampoco la hechiceria tiene en Mardrus un coadjutor de buena voluntad. Es incapaz de mencionar lo sobrenatural sin alguna sonrisa. Finge traducir, por ejemplo: Un dia que el califa Abdelmelik, oyendo hablar de ciertas vasijas de cobre antiguo, cuyo contenido era una extrana humareda negra de forma diabolica, se maravillaba en extremo y parecia poner en duda la realidad de hechos tan notorios, hubo de intervenir el viajero Talib ben-Sahl. En ese parrafo (que pertenece, como los demas que alegue, a la Historia de la Ciudad de Laton, que es de imponente Bronce en Mardrus) el candor voluntario de tan notorios y la duda mas bien inverosimil del califa Abdelmelik, son dos obsequios personales del traductor.
Continuamente, Mardrus quiere completar el trabajo que los languidos arabes anonimos descuidaron. Anade paisajes art-nouveau, buenas obscenidades, breves interludios comicos, rasgos circunstanciales, simetrias, mucho orientalismo visual. Un ejemplo de tantos: en la noche 573, el guali Muza Bennuseir ordena a sus herreros y carpinteros la construccion de una escalera muy fuerte de madera y de hierro. Mardrus (en su noche 344) reforma ese episodio insipido, agregando que los hombres del campamento buscaron ramas secas, las mondaron con los alfanjes y los cuchillos, y las ataron con los turbantes, los cinturones, las cuerdas de los camellos, las cinchas y las guarniciones de cuero, hasta construir una escalera muy alta que arrimaron a la pared, sosteniendola con piedras por todos lados… En general, cabe decir que Mardrus no traduce las palabras sino las representaciones del libro: libertad negada a los traductores, pero tolerada en los dibujantes -a quienes les permiten la adicion de rasgos de ese orden… Ignoro si esas diversiones sonrientes son las que infunden a la obra ese aire tan feliz, ese aire de patrana personal, no de tarea de mover diccionarios. Solo me consta que la “traduccion” de Mardrus es la mas legible de todas -despues de la incomparable de Burton, que tampoco es veraz. (En esta, la falsificacion es de otro orden. Reside en el empleo gigantesco de un ingles charro, cargado de arcaismos y barbarismos.)
*
Deploraria (no por Mardrus, por mi) que en las comprobaciones anteriores se leyera un proposito policial. Mardrus es el unico arabista de cuya gloria se encargaron los literatos, con tan desaforado exito que ya los mismos arabistas saben quien es. Andre Gide fue de los primeros en elogiarlo, en agosto de 1899; no pienso que Cancela y Capdevila seran los ultimos. Mi fin no es demoler esa admiracion, es documentarla. Celebrar la fidelidad de Mardrus es omitir el alma de Mardrus, es no aludir siquiera a Mardrus. Su infidelidad, su infidelidad creadora y feliz, es lo que nos debe importar.
3. ENNO LITTMANN
Patria de una famosa edicion arabe de las 1001 Noches, Alemania se puede (vana) gloriar de cuatro versiones: la del “bibliotecario aunque israelita” Gustavo Weil -la adversativa esta en las paginas catalanas de cierta Enciclopedia-; la de Max Henning, traductor del Curan; la del hombre de letras Felix Paul Greve; la de Enno Littmann, descifrador de las inscripciones etiopicas de la fortaleza de Axum. Los cuatro volumenes de la primera (1839-1842) son los mas agradables, ya que su autor -desterrado del Africa y del Asia por la disenteria- cuida de mantener o de suplir el estilo oriental. Sus interpolaciones me merecen todo respeto. A unos intrusos en una reunion les hace decir: No queremos parecernos a la manana, que dispersa las fiestas. De un generoso rey asegura: El fuego que arde para sus huespedes trae a la memoria el Infierno y el rocio de su mano benigna es como el Diluvio; de otro nos dice que sus manos eran tan liberales como el mar. Esas buenas apocrifidades no son indignas de Burton o Mardrus, y el traductor las destino a las partes en verso -donde su bella animacion puede ser un Ersatz o sucedaneo de las rimas originales. En lo que se refiere a la prosa, entiendo que la tradujo tal cual, con ciertas omisiones justificadas, equidistantes de la hipocresia y del impudor. Burton elogia su trabajo- “todo lo fiel que puede ser una traslacion de indole popular”. No en vano era judio el doctor Weil “aunque bibliotecario”; en su lenguaje creo percibir algun sabor de las Escrituras.
La segunda version (1895-1897) prescinde de los encantos de la puntualidad, pero tambien de los del estilo. Hablo de la suministrada por Henning, arabista de Leipzig, a la Universalbibliothek de Philipp Reclam. Se trata de una version expurgada, aunque la casa editorial diga lo contrario. El estilo es insipido, tesonero. Su mas indiscutible virtud debe ser la extension. Las ediciones de Bulak y de Breslau estan representadas, amen de los manuscritos de Zotenberg y de las Noches Suplementales de Burton. Henning traductor de Sir Richard es literariamente superior a Henning traductor del arabe, lo cual es una mera confirmacion de la primacia de Sir Richard sobre los arabes
En el prefacio y en la terminacion de la obra abundan las alabanzas de Burton -casi desautorizadas por el informe de que este manejo “el lenguaje de Chaucer, equivalente al arabe medieval”. La indicacion de Chaucer como una de las fuentes del vocabulario de Burton hubiera sido mas razonable. (Otra es el Rabelais de Sir Thomas Urquhart.)
La tercer version, la de Greve, deriva de la inglesa de Burton y la repite, con exclusion de las enciclopedicas notas. La publico antes de la guerra el Insel-Verlag.
La cuarta (1923-1928) viene a suplantar la anterior. Abarca seis volumenes como aquella, y la firma Enno Littmann: descifrador de los monumentos de Axum, enumerador de los 283 manuscritos etiopicos que hay en Jerusalen, colaborador de la Zeitschrift fur Assyriologie. Sin las demoras complacientes de Burton, su traduccion es de una franqueza total. No lo retraen las obscenidades mas inefables: las vierte a su tranquilo aleman, alguna rara vez al latin. No omite una palabra, ni siquiera las que registran -1000 veces- el pasaje de cada noche a la subsiguiente. Desatiende o rehusa el color local; ha sido menester una indicacion de los editores para que conserve el nombre de Ala, y no lo sustituya por Dios. A semejanza de Burton y de John Payne, traduce en verso occidental el verso arabe. Anota ingenuamente que si despues de la advertencia ritual “Fulano pronuncio estos versos” viniera un parrafo de prosa alemana, sus lectores quedarian desconcertados. Suministra las notas necesarias para la buena inteligencia del texto: una veintena por volumen, todas laconicas. Es siempre lucido, legible, mediocre. Sigue (nos dicen) la respiracion misma del arabe. Si no hay error en la Enciclopedia Britanica, su traduccion es la mejor de cuantas circulan. Oigo que los arabistas estan de acuerdo; nada importa que un mero literato -y ese, de la Republica meramente Argentina- prefiera disentir.
Mi razon es esta: las versiones de Burton y de Mardrus, y aun la de Galland, solo se dejan concebir despues de una literatura. Cualesquiera sus lacras o sus meritos, esas obras caracteristicas presuponen un rico proceso anterior. En algun modo, el casi inagotable proceso ingles esta adumbrado en Burton -la dura obscenidad de John Donne, el gigantesco vocabulario de Shakespeare y de Cyril Tourneur, la aficion arcaica de Swinburne, la crasa erudicion de los tratadistas del mil seiscientos, la energia y la vaguedad, el amor de las tempestades y de la magia. En los risuenos parrafos de Mardrus conviven Salammbo y Lafontaine, el Manequi de Mimbre y el ballet ruso. En Littmann, incapaz como Washington de mentir, no hay otra cosa que la probidad de Alemania. Es tan poco, es poquisimo. El comercio de las Noches y de Alemania debio producir algo mas.
Ya en el terreno filosofico, ya en el de las novelas, Alemania posee una literatura fantastica -mejor dicho, solo posee una literatura fantastica. Hay maravillas en las Noches que me gustaria ver repensadas en aleman. Al formular ese deseo, pienso en los deliberados prodigios del repertorio -los todopoderosos esclavos de una lampara o de un anillo, la reina Lab que convierte a los musulmanes en pajaros, el barquero de cobre con talismanes y formulas en el pecho- y en aquellas mas generales que proceden de su indole colectiva, de la necesidad de completar mil y una secciones. Agotadas las magias, los copistas debieron recurrir a noticias historicas o piadosas, cuya inclusion parece acreditar la buena fe del resto. En un mismo tomo conviven el rubi que sube hasta el cielo y la primera descripcion de Sumatra, los rasgos de la corte de los Abbasidas y los angeles de plata cuyo alimento es la justificacion del Senor. Esa mezcla queda poetica; digo lo mismo de ciertas repeticiones. їNo es portentoso que en la noche 602 el rey Shahriar oiga de boca de la reina su propia historia? A imitacion del marco general, un cuento suele contener otros cuentos, de extension no menor: escenas dentro de la escena como en la tragedia de Hamlet, elevaciones a potencia del sueno. Un arduo y claro verso de Tennyson parece definirlos:
Laborious orient ivory, sphere in sphere.
Para mayor asombro, esas cabezas adventicias de la Hidra pueden ser mas concretas que el cuerpo: Shahriar, fabuloso rey “de las Islas de la China y del Indostan” recibe nuevas de Tarik Benzeyad, gobernador de Tanger y vencedor en la batalla del Guadalete… Las antesalas se confunden con los espejos, la mascara esta debajo del rostro, ya nadie sabe cual es el hombre verdadero y cuales sus idolos. Y nada de eso importa; ese desorden es trivial y aceptable como las invenciones del entresueno.
El azar ha jugado a las simetrias, al contraste, a la digresion. їQue no haria un hombre, un Kafka, que organizara y acentuara esos juegos, que los rehiciera segun la deformacion alemana, segun la Unheimlichkeit de Alemania?
Adrogue, 1935.
Entre los libros compulsados, debo enumerar los que siguen:
Les Mille et une Nuits. contes arabes traduits par Galland. Paris, s. d.
The Thousand and One Nights commonly called The Arabian Nights’ Entertainments A new translation from the Arabic, by E. W. Lane. London, 1839.
The Book of the Thousand Nights and a Night. A plain and literal translation by Richard F. Burton. London (?), n. d. Vols VI, VII, VIII.
The Arabian Nights. A complete (sic) and unabridged selection from the famous literal translation of R. F. Burton. New York, 1932.
Le Livre des Mille Nuits et Une Nuit. Traduction litterale et complete du texte arabe, par le Dr. J. C Mardrus. Paris, 1906.
Tausend und eme Nacht. Aus dem Arabischen ubertragen von Max Henning. Leipzig, 1897.
Die Erzahlungen aus den Tausendundein Nachten. Nach dem arabischen Urtext der Calcuttaer Ausgabe vom Jahre 1839 ubertragen von Enno Littmann. Leipzig, 1928.
DOS NOTAS
EL ACERCAMIENTO A ALMOTASIM
Philip Guedalla escribe que la novela The approach to Al-Mu’tasim del abogado Mir Bahadur Ali, de Bombay, “es una combinacion algo incomoda (a rather uncomfortabLe combination) de esos poemas alegoricos del Islam que raras veces dejan de interesar a su traductor y de aquellas novelas policiales que inevitablemente superan a John H. Watson y perfeccionan el horror de la vida humana en las pensiones mas irreprochables de Brighton”. Antes, Mr. Cecil Roberts habia denunciado en el libro de Bahadur “la doble, inverosimil tutela de Wilkie Collins y del ilustre persa del siglo doce, Ferid Eddin Attar” -tranquila observacion que Guedalla repite sin novedad, pero en un dialecto colerico. Esencialmente, ambos escritores concuerdan: los dos indican el mecanismo policial de la obra, y su undercurrent mistico. Esa hibridacion puede movernos a imaginar algun parecido con Chesterton; ya comprobaremos que no hay tal cosa.
La editio princeps del Acercamiento a Almotasim aparecio en Bombay, a fines de 1932. El papel era casi papel de diario; la cubierta anunciaba al comprador que se trataba de la primer novela policial escrita por un nativo de Bombay City. En pocos meses, el publico agoto cuatro impresiones de mil ejemplares cada una. La Bombay Quarterly Review, la Bombay Gazette, la Calcutta Review, la Hindustan Review (de Alahabad) y el Calcutta Englishman, dispensaron su ditirambo. Entonces Bahadur publico una edicion ilustrada que titulo The conversation with the man called Al-Mu’tasim y que subtitulo hermosamente: A game with shifting mirrors (Un juego con espejos que se desplazan). Esa edicion es la que acaba de reproducir en Londres Vitor Gollancz, con prologo de Dorothy L. Sayers y con omision -quiza misericordiosa- de las ilustraciones. La tengo a la vista; no he logrado juntarme con la primera, que presiento muy superior. A ello me autoriza un apendice, que resume la diferencia fundamental entre la version primitiva de 1932 y la de 1934. Antes de examinarla -y de discutirla- conviene que yo indique rapidamente el curso general de la obra.
Su protagonista visible -no se nos dice nunca su nombre -es estudiante de derecho en Bombay.
Blasfematoriamente, descree de la fe islamica de sus padres, pero al declinar la decima noche de la luna de muharram, se halla en el centro de un tumulto civil entre musulmanes e hindues. Es noche de tambores e invocaciones: entre la muchedumbre adversa, los grandes palios de papel de la procesion musulmana se abren camino. Un ladrillazo hindu vuela de una azotea; alguien hunde un punal en un vientre; alguien їmusulman, hindu? muere y es pisoteado. Tres mil hombres pelean: baston contra revolver, obscenidad contra imprecacion, Dios el Indivisible contra los Dioses. Atonito, el estudiante librepensador entra en el motin. Con las desesperadas manos, mata (o piensa haber matado) a un hindu. Atronadora, ecuestre, semidormida, la policia del Sirkar interviene con rebencazos imparciales. Huye el estudiante, casi bajo las patas de los caballos. Busca los arrabales ultimos. Atraviesa dos vias ferroviarias, o dos veces la misma via. Escala el muro de un desordenado jardin, con una torre circular en el fondo. Una chusma de perros color de luna (a lean and evil mob of mooncoloured hounds) emerge de los rosales negros. Acosado, busca amparo en la torre. Sube por una escalera de fierro -faltan algunos tramos- y en la azotea, que tiene un pozo renegrido en el centro, da con un hombre escualido, que esta orinando vigorosamente en cuclillas, a la luz de la luna. Ese hombre le confia que su profesion es robar los dientes de oro de los cadaveres trajeados de blanco que los parsis dejan en esa torre. Dice otras cosas viles y menciona que hace catorce noches que no se purifica con bosta de bufalo. Habla con evidente rencor de ciertos ladrones de caballos de Guzerat, “comedores de perros y de lagartos, hombres al cabo tan infames como nosotros dos”. Esta clareando: en el aire hay un vuelo bajo de buitres gordos. El estudiante, aniquilado, se duerme; cuando despierta, ya con el sol bien alto, ha desaparecido el ladron. Han desaparecido tambien un par de cigarros de Trichinopolis y unas rupias de plata. Ante las amenazas proyectadas por la noche anterior, el estudiante resuelve perderse en la India. Piensa que se ha mostrado capaz de matar un idolatra, pero no de saber con certidumbre si el musulman tiene mas razon que el idolatra. El nombre de Guzerat no lo deja, y el de una malka-sansi (mujer de casta de ladrones) de Palanpur, muy preferida por las imprecaciones y el odio del despojador de cadaveres. Arguye que el rencor de un hombre tan minuciosamente vil importa un elogio. Resuelve -sin mayor esperanza- buscarla. Reza, y emprende con segura lentitud el largo camino. Asi acaba el segundo capitulo de la obra.
Imposible trazar las peripecias de los diecinueve restantes. Hay una vertiginosa pululacion de dramatis personae -para no hablar de una biografia que parece agotar los movimientos del espiritu humano (desde la infamia hasta la especulacion matematica) y de una peregrinacion que comprende la vasta geografia del Indostan. La historia comenzada en Bombay sigue en las tierras bajas de Palanpur, se demora una tarde y una noche en la puerta de piedra de Bikanir, narra la muerte de un astrologo ciego en un albanal de Benares, conspira en el palacio multiforme de Katmandu, reza y fornica en el hedor pestilencial de Calcuta, en el Machua Bazar, mira nacer los dias en el mar desde una escribania de Madras, mira morir las tardes en el mar desde un balcon en el estado de Travancor, vacila y mata en Indapur y cierra su orbita de leguas y de anos en el mismo Bombay, a pocos pasos del jardin de los perros color de luna. El argumento es este: un hombre, el estudiante incredulo y fugitivo que conocemos, cae entre gente de la clase mas vil y se acomoda a ellos, en una especie de certamen de infamias. De golpe -con el milagroso espanto de Robinson ante la huella de un pie humano en arena- percibe alguna mitigacion de infamia: una ternura, una exaltacion, un silencio, en uno de los hombres aborrecibles. “Fue como si hubiera terciado en el dialogo un interlocutor mas complejo.” Sabe que el hombre vil que esta conversando con el es incapaz de ese momentaneo decoro; de ahi postula que este ha reflejado a un amigo, o amigo de un amigo. Repensando el problema, llega a una conviccion misteriosa: En algun punto de la tierra hay un hombre de quien procede esa claridad; en algun punto de la tierra esta el hombre que es igual a esa claridad. El estudiante resuelve dedicar su vida a encontrarlo.
Ya el argumento general se entreve: La insaciable busca de un alma a traves de los delicados reflejos que esta ha dejado en otras: en el principio, el tenue rastro de una sonrisa o de una palabra; en el fin, esplendores diversos y crecientes de la razon, de la imaginacion y del bien. A medida que los hombres interrogados han conocido mas de cerca a Almotasim, su porcion divina es mayor, pero se entiende que son meros espejos. El tecnicismo matematico es aplicable: la cargada novela le Bahadur es una progresion ascendente, cuyo termino final es el presentido “hombre que se lama Almotasim”. El inmediato antecesor de Almotasim es un librero persa de suma cortesia y felicidad; el que precede a ese librero es un santo… Al cabo de los anos, el estudiante llega a una galeria “en cuyo fondo hay una puerta y una estera barata con muchas cuentas y atras un resplandor”. El estudiante golpea las manos una y dos veces y pregunta por Almotasim. Una voz de hombre -la increible voz de Almotasim- lo insta a pasar. El estudiante descorre la cortina y avanza. En ese punto la novela concluye.
Si no me engano, la buena ejecucion de tal argumento impone dos obligaciones al escritor: una, la variada invencion de rasgos profeticos; otra, la de que el heroe prefigurado por esos rasgos no sea una mera convencion o fantasma. Bahadur satisface la primera; no se hasta donde la segunda. Dicho sea con otras palabras: el inaudito y no mirado Almotasim deberia dejarnos la impresion de un caracter real, no de un desorden de superlativos insipidos. En la version de 1932, las notas sobrenaturales ralean: “el hombre llamado Almotasim” tiene su algo de simbolo, pero no carece de rasgos idiosincrasicos, personales. Desgraciadamente, esa buena conducta literaria no perduro. En la version de 1934 -la que tengo a la vista- la novela decae en alegoria: Almotasim es emblema de Dios y los puntuales itinerarios del heroe son de algun modo los progresos del alma en el ascenso mistico. Hay pormenores afligentes: un judio negro de Kochin que habla de Almotasim, dice que su piel es oscura; un cristiano lo describe sobre una torre con los brazos abiertos; un lama rojo lo recuerda sentado “como esa imagen de manteca de yak que yo modele y adore en el monasterio de Tashilhunpo”. Esas declaraciones quieren insinuar un Dios unitario que se acomoda a las desigualdades humanas. La idea es poco estimulante, a mi ver. No dire lo mismo de esta otra: la conjetura de que tambien el Todopoderoso esta en busca de Alguien, y ese Alguien de Alguien superior (o simplemente imprescindible e igual) y asi hasta el Fin -o mejor, el Sinfin- del Tiempo, o en forma ciclica. Almotasim (el nombre de aquel octavo Abbasida que fue vencedor en ocho batallas, engendro ocho varones y ocho mujeres, dejo ocho mil esclavos y reino durante un espacio de ocho anos, de ocho lunas y de ocho dias) quiere decir etimologicamente El buscador de amparo. En la version de 1932, el hecho de que el objeto de la peregrinacion fuera un peregrino, justificaba de oportuna manera la dificultad de encontrarlo; en la de 1934, da lugar a la teologia extravagante que declare. Mir Bahadur Ali, lo hemos visto, es incapaz de soslayar la mas burda de las tentaciones del arte: la de ser un genio.
Releo lo anterior y temo no haber destacado bastante las virtudes del libro. Hay rasgos muy civilizados: por ejemplo, cierta disputa del capitulo diecinueve en la que se presiente que es amigo de Almotasim un contendor que no rebate los sofismas del otro, “para no tener razon de un modo triunfal”.
*
Se entiende que es honroso que un libro actual derive de uno antiguo; ya que a nadie le gusta (como dijo Johnson) deber nada a sus contemporaneos. Los repetidos pero insignificantes contactos del Ulises de Joyce con la Odisea homerica, siguen escuchando -nunca sabre por que- la atolondrada admiracion de la critica; los de la novela de Bahadur con el venerado Coloquio de los pajaros de Farid al-Din Attar, conocen el no menos misterioso aplauso de Londres, y aun de Alahabad y Calcuta. Otras derivaciones no faltan. Algun inquisidor ha enumerado ciertas analogias de la primer escena de la novela con el relato de Kipling On the City Wall; Bahadur las admite, pero alega que seria muy anormal que dos pinturas de la decima noche de muharram no coincidieran…
Eliot, con mas justicia, recuerda los setenta cantos de la incompleta alegoria The Faerie Queene en los que no aparece una sola vez la heroina, Gloriana -como lo hace notar una censura de Richard William Church. Yo, con toda humildad, senalo un precursor lejano y posible: el cabalista de Jerusalen, Isaac Luria, que en el siglo XVI propalo que el alma de un antepasado o maestro puede entrar en el alma de un desdichado, para confortarlo o instruirlo. Ibbur se llama esa variedad de la metempsicosis.
ARTE DE INJURIAR
Un estudio preciso y fervoroso de los otros generos literarios, me dejo creer que la vituperacion y la burla valdrian necesariamente algo mas. El agresor (me dije) sabe que el agredido sera el, y que “cualquier palabra que pronuncie podra ser invocada en su contra”, segun la honesta prevencion de los vigilantes de Scotland Yard. Ese temor lo obligara a especiales desvelos, de los que suele prescindir en otras ocasiones mas comodas. Se querra invulnerable, y en determinadas paginas lo sera. El cotejo de las buenas indignaciones de Paul Groussac y de sus panegiricos turbios -para no citar los casos analogos de Swift, de Johnson y de Voltaire- inspiro o ayudo esa imaginacion. Ella se disipo cuando deje la complacida lectura de esos escarnios por la investigacion de su metodo.
Adverti en seguida una cosa: la justicia fundamental y el delicado error de mi conjetura. El burlador procede con desvelo, efectivamente, pero con un desvelo de tahur que admite las ficciones de la baraja, su corruptible cielo constelado de personas bicefalas. Tres reyes mandan en el poker y no significan nada en el truco. El polemista no es menos convencional. Por lo demas, ya las recetas callejeras de oprobio ofrecen una ilustrativa maquette de lo que puede ser la polemica. El hombre de Corrientes y Esmeralda adivina la misma profesion en las madres de todos, o quiere que se muden en seguida a una localidad muy general que tiene varios nombres, o remeda un tosco sonido -y una insensata convencion ha resuelto que el afrentado por esas aventuras no es el, sino el atento y silencioso auditorio. Ni siquiera un lenguaje se necesita. Morderse el pulgar o tomar el lado de la pared (Sampson: I will take the wall of any man or maid of Montague’s. Abram: Do you bite your thumb at us, sir?) fueron, hacia 1592, la moneda legal del provocador, en la Verona fraudulenta de Shakespeare y en las cervecerias y lupanares y renideros de osos en Londres. En las escuelas del Estado, el pito catalan y la exhibicion de la lengua rinden ese servicio.
Otra denigracion muy general es el termino perro. En la noche 146 del Libro de las mil noches y una, pueden aprender los discretos que el hijo del leon fue encerrado en un cofre sin salida por el hijo de Adan, que lo reprendio de este modo: El destino te ha derribado y no te pondra de pie la cautela, oh perro del desierto.
Un alfabeto convencional del oprobio define tambien a los polemistas. El titulo senor, de omision imprudente o irregular en el comercio oral de los hombres, es denigrativo cuando lo estampan. Doctor es otra aniquilacion. Mencionar los sonetos cometidos por el doctor Lugones, equivale a medirlos mal para siempre, a refutar cada una de sus metaforas. A la primer aplicacion de doctor, muere el semidios y queda un vano caballero argentino que usa cuellos postizos de papel y se hace rasurar dia por medio y puede fallecer de una interrupcion en las vias respiratorias. Queda la central e incurable futilidad de todo ser humano. Pero los sonetos quedan tambien, con musica que espera. (Un italiano, para despejarse de Goethe, emitio un breve articulo donde no se cansaba de apodarlo il signore Wolfgang. Esto era casi una adulacion, pues equivalia a desconocer que no faltan argumentos autenticos contra Goethe.)
Cometer un soneto, emitir articulos. El lenguaje es un repertorio de esos convenientes desaires, que hacen el gasto principal en las controversias. Decir que un literato ha expelido un libro o lo ha cocinado o grunido, es una tentacion harto facil; quedan mejor los verbos burocraticos o tenderos: despachar, dar curso, expender. Esas palabras aridas se combinan con otras efusivas, y la verguenza del contrario es eterna. A una interrogacion sobre un martillero que era, sin embargo, declamador, alguien inevitablemente comunico que estaba rematando con energia la Divina Comedia. El epigrama no es abrumadoramente ingenioso, pero su mecanismo es tipico. Se trata (como en todos los epigramas) de una mera falacia de confusion. El verbo rematar (redoblado por el adverbio con energia) deja entender que el acriminado senor es un irreparable y sordido martillero, y que su diligencia dantesca es un disparate. El auditor acepta el argumento sin vacilar, porque no se lo proponen como argumento. Bien formulado, tendria que negarle su fe. Primero, declamar y subastar son actividades afines. Segundo, la antigua vocacion de declamador pudo aconsejar las tareas del martillero, por el buen ejercicio de hablar en publico.
Una de las tradiciones satiricas (no despreciada ni por Macedonio Fernandez ni por Quevedo ni por George Bernard Shaw) es la inversion incondicional de los terminos. Segun esa receta famosa, el medico es inevitablemente acusado de profesar la contaminacion y la muerte; el escribano, de robar; el verdugo, de fomentar la longevidad; los libros de invencion, de adormecer o petrificar al lector; los judios errantes, de paralisis; el sastre, de nudismo; el tigre y el canibal, de no perdonar el ruibarbo. Una variedad de esa tradicion es el dicho inocente, que finge a ratos admitir lo que esta aniquilando. Por ejemplo: El festejado catre de campana debajo del cual el general gano la batalla. O: Un encanto el ultimo film del ingenioso director Rene Clair. Cuando nos despertaron…
Otro metodo servicial es el cambio brusco. Verbigracia: Un joven sacerdote de la Belleza, una mente adoctrinada de luz helenica, un exquisito, un verdadero hombre de gusto (a raton). Asimismo esta copla de Andalucia, que en un segundo pasa de la informacion al asalto:
Veinticinco palillos
Tiene una silla.
їQuieres que te la rompa
En las costillas?
Repito lo formal de ese juego, su contrabando pertinaz de argumentos necesariamente confusos. Vindicar realmente una causa y prodigar las exageraciones burlescas, las falsas caridades, las concesiones traicioneras y el paciente desden, no son actividades incompatibles, pero si tan diversas que nadie las ha conjugado hasta ahora. Busco ejemplos ilustres. Empenado en la demolicion de Ricardo Rojas, їque hace Groussac? Esto que copio y que todos los literatos de Buenos Aires han paladeado. Es asi como, verbigracia, despues de oidos con resignacion, dos o tres fragmentos en prosa gerundiana de cierto mamotreto publicamente aplaudido por los que apenas lo han abierto, me considero autorizado para no seguir adelante, ateniendome, por ahora, a los sumarios o indices de aquella copiosa historia de lo que organicamente nunca existio. Me refiero especialmente a la primera y mas indigesta parte de la mole (ocupa tres tomos de los cuatro): balbuceos de indigenas o mestizos… Groussac, en ese buen malhumor, cumple con el mas ansioso ritual del juego satirico. Simula que lo apenan los errores del adversario (despues de oidos con resignacion); deja entrever el espectaculo de una colera brusca (primero la palabra mamotreto, despues la mole); se vale de terminos laudatorios para agredir (esa historia copiosa) en fin, juega como quien es. No comete pecados en la sintaxis, que es eficaz, pero si en el argumento que indica. Reprobar un libro por el tamano, insinuar que quien va a animarsele a ese ladrillo y acabar profesando indiferencia por las zonceras de unos chinos y unos mulatos, parece una respuesta de compadrito, no de Groussac.
Copio otra celebrada severidad del mismo escritor: Sentiriamos que la circunstancia de haberse puesto en venta el alegato del doctor Pinero, fuera un obstaculo serio para su difusion, y que este sazonado fruto de un ano y medio de vagar diplomatico se limitara a causar ”impresion” en la casa de Coni. Tal no sucedera, Dios mediante, y al menos en cuanto penda de nosotros, no se cumplira tan melancolico destino. Otra vez el aparato de la piedad; otra vez la diablura de la sintaxis. Otra vez, tambien, la banalidad portentosa de la censura: reirse de los pocos interesados que puede congregar un escrito y de su pausada elaboracion. Una vindicacion elegante de esas miserias puede invocar la tenebrosa raiz de la satira. Esta (segun la mas reciente seguridad) se derivo de las maldiciones magicas de la ira, no de razonamientos. Es la reliquia de un inverosimil estado, en que las lesiones hechas al nombre caen sobre el poseedor.
Al angel Satanail, rebelde primogenito del Dios que adoraron los bogomiles, le cercenaron la particula il, que aseguraba su corona, su esplendor y su prevision. Su morada actual es el fuego, y su huesped la ira del Poderoso. Inversamente narran los cabalistas, que la simiente del remoto Abram era esteril hasta que interpolaron en su nombre la letra he, que lo hizo capaz de engendrar.
Swift, hombre de amargura esencial, se propuso en la cronica de los viajes del capitan Lemuel Gulliver la difamacion del genero humano. Los primeros -el viaje a la diminuta republica de Liliput y a la desmesurada de Brobdingnag- son lo que Leslie Stephen admite: un sueno antropometrico, que en nada roza las complejidades de nuestro ser, su fuego y su algebra. El tercero, el mas divertido, se burla de la ciencia experimental mediante el consabido procedimiento de la inversion: los gabinetes destartalados de Swift quieren propagar ovejas sin lana, usar el hielo para la fabricacion de la polvora, ablandar marmol para almohadas, batir en laminas sutiles el fuego y aprovechar la parte nutritiva que encierra la materia fecal. (Ese libro incluye tambien una fuerte pagina sobre los inconvenientes de la decrepitud.) El cuarto viaje, el ultimo, quiere demostrar que las bestias valen mas que los hombres. Exhibe una virtuosa republica de caballos conversadores, monogamos, vale decir, humanos, con un proletariado de hombres cuadrupedos, que habitan en monton, escarban la tierra, se prenden de la ubre de las vacas para robar la leche, descargan su excremento sobre los otros, devoran carne corrompida y apestan. La fabula es contraproducente, como se ve. Lo demas es literatura, sintaxis. En la conclusion dice: No me fastidia el espectaculo de un abogado, de un ratero, de un coronel, de un tonto, de un lord, de un tahur, de un politico, de un rufian. Ciertas palabras, en esa buena enumeracion, estan contaminadas por las vecinas.
Dos ejemplos finales. Uno es la celebre parodia de insulto que nos refieren improviso el doctor Johnson. Su esposa, caballero, con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende generos de contrabando. Otro es la injuria mas esplendida que conozco: injuria tanto mas singular si consideramos que es el unico roce de su autor con la literatura. Los dioses no consintieron que Santos Chocano deshonrara el patibulo, muriendo en el. Ahi esta vivo, despues de haber fatigado la infamia. Deshonrar el patibulo. Fatigar la infamia. A fuerza de abstracciones ilustres, la fulminacion descargada por Vargas Vila rehusa cualquier trato con el paciente, y lo deja ileso, inverosimil, muy secundario y posiblemente inmoral. Basta la mencion mas fugaz del nombre de Chocano para que alguno reconstruya la imprecacion, oscureciendo con maligno esplendor todo cuanto a el se refiere -hasta los pormenores y los sintomas de esa infamia.
Procuro resumir lo anterior. La satira no es menos convencional que un dialogo entre novios o que un soneto distinguido con la flor natural por Jose Maria Monner Sans. Su metodo es la intromision de sofismas, su unica ley la simultanea invencion de buenas travesuras. Me olvidaba: tiene ademas la obligacion de ser memorable.
Aqui de cierta replica varonil que refiere De Quincey (Writings, onceno tomo, pagina 226). A un caballero, en una discusion teologica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmuto y dijo al ofensor: Esto, senor, es una digresion; espero su argumento. (El protagonista de esa replica, un doctor Henderson, fallecio en Oxford hacia 1787, sin dejarnos otra memoria que esas justas palabras: suficiente y hermosa inmortalidad.)
Una tradicion oral que recogi en Ginebra durante los ultimos anos de la primera guerra mundial, refiere que Miguel Servet dijo a los jueces que lo habian condenado a la hoguera: Ardere, pero ello no es otra cosa que un hecho. Ya seguiremos discutiendo en la eternidad.
1933, Adrogue.