Дон Антонио Уртадо де Мендоса. Знаменитый с Хетафе.
Don Antonio Hurtado de Mendoza. FAMOSO ENTREMÉS GETAFE
FAMOSO ENTREMÉS GETAFE
Compuesto por Don Antonio Hurtado de Mendoza
Personas que hablan en él:
•	Un CARRETERO
•	OTRO
•	Un MOZO
•	FRANCISCO
•	Don LUCAS
•	Doña CLARA
•	El MESONERO
•	Un MÚSICO
Desde adentro dice un CARRETERO a voces
CARRETERO:           Llama esas mulas, ten esas reatas,
                  bestia de un puto, ¡jo!  ¡Dale, Antoñuelo!
                  ¡Oh, pesia, voto, juro!  ¡Dale, muchacho!
OTRO:             ¡Ah, cochero hablador!
CARRETERO:                                ¡Mientes, borracho!
MOZO:                “A Madrid caminando
                  vengo de Illescas;
                  tengo el alma quedita,
                  ¡dale, morena!”
OTRO:             “Calle de Getafe,
                  gigante pardo,
                  galería de polvo,
                  golfo de barro”.
OTRO:                ¿Ahora canta, pesia a su gaznate?
MUSICO:           Aunque le pese, cuero fondo en tinto,
                  cantar quiero y reír y andar holgando,
                  porque ni tengo amor ni soy casado.
Sale el Carretero
CARRETERO:        ¡Oh Getafe, Aranjuez del mismo infierno,
                  jardín de tapias, selva de capotes,
                  sayago en talle, en pulidas manchego,
                  ribera de calor, campo de fuego!
                  ¡Maldiga Dios quien te fundó atalaya
                  de Toledo y la corte a ser antípoda,
                  de nubes socarronas,
                  que llueven polvo y que granizan ascuas!
                  ¡Hijo de treinta hombres de las pascuas,
                  saca cebada, pide luz al mozo!
                  ¡Voto a Cristo, que vienes hecho un cuero!
Sale Francisca
FRANCISCA:        Luego dirán que jura un carretero.
CARRETERO:        Si jura o no, ¿qué debe alcabala?
                  ¿Acaso es suya el alma?
FRANCISCA:                                Será mía
                  si yo quisiera toda el Almería.
CARRETERO:        Menos bravura.
FRANCISCA:                    No hay bravura menos,
                  que deste curioso palmo de lindura
                  no hay alma, si es de bien, que esté sigura,
                  todo lo rindo, todo; que si deja
                  de creerme algún tocho mentecato,
                  se lo doy a los otros de barato.
CARRETERO:        Tape, abrigue vucé la colerilla,
                  que es la flor de Getafe.
FRANCISCA:                                Y de Castilla,
                  ¡majadero!
CARRETERO:                    Echaré cebada y paja,
                  que luego, reina, se verá quién maja.
FRANCISCA:        Camine ya, vucé, señor buen ánima,
                  y no se atreva a mí, que a quien es necio
                  le pego dos moadas de desprecio.
Vase el CARRETERO. Sale DON LUCAS
LUCAS:            ¡Hola!  Saca esa ropa, Escobarrillo.
                  ¡Jesús, qué noche y qué calor!  Parece
                  que se ha soltado el mismo Purgatorio.
                  ¡Cual es el Getafillo!  ¡Es una perla!
                  De aquí fue natural la primer chinche,
                  patria de pulgas y solar de moscas,
                  de sólo verte estoy, a fe de hidalgo,
                  asado en tejas y en adobes frito.
                  ¡Oh maldito lugar!  No, ¡muy maldito!
Mira a FRANCISCA
                  ¿Este es Getafe?  Tápome esta boca,
                  doyme una bofetada por lo dicho.
                  ¡Oh príncipe del reino de Toledo,
                  que tal belleza y hermosura cría!
                  ¡Oh labradora de mayor cuantía!
                  ¿Tal perla en tan vil concha?  ¡Oh zurdo tiempo!
                  ¿En Getafe, en Getafe esta muchacha?
                  ¡Por Dios, que la fortuna está borracha!
                  ¡Oh qué pedazo tan airoso y lindo!
                  ¡Qué garbosa, qué alegre, qué bonita!
                  ¡Oh bendita ocasión!
FRANCISCA:                             No muy bendita.
                  Prosiga vuesasted el anatema,
                  que si teme las pulgas de Getafe,
                  todos participamos de esa tacha,
                  ¡que tiene muchas pulgas la muchacha!
LUCAS:            (Sazón tiene la pícara, ¡por Cristo!;
                  quiero quererla, casi amarla quiero).     [Aparte]
                  Estoy perdido, a fe de caballero.
FRANCISCA:        Perdido no, que a lo que yo he mirado,
                  antes me ha parecido muy hallado.
LUCAS:            ¡Extremado brinquiño villanesco!
                  Esto es lo que llamamos “esmeróse”,
                  y me gusta por la fe de caballero.
FRANCISCA:        ¿Más caballero?  Dios se lo reciba.
LUCAS:            Tengo Castros, Guzmanes y Velascos.
FRANCISCA:        ¡Qué probemente que le va de cascos!
LUCAS:            ¿Socarronismo?  Pláceme el gracejo.
                  Ea, desvanecerse es lo que me importa,
                  y pienso, niña, que has de solazarme.
FRANCISCA:        Mía fe, que está borracho; no lo crea.
LUCAS:            ¡Jesús!, no hay qué pensar; que no eres fea.
                  Quiero hacerte un favor; daca esa mano.
FRANCISCA:        Señor, cien veces tonto cortesano:
                  esas caballerescas presunciones
                  las tengo yo rendidas en la suela
                  deste breve distrito de chinela.
                  Sazón, sazón no más, gusto me fecit.
                  Afuera todo amante picardía,
                  que soy, que soy no más que [solo] mía.
LUCAS:            ¿Cómo ignorante, bárbara mozuela,
                  al Alejandro de Madrid no admites?
                  ¡En tu vida tendrás para confites!
                  Apetece, apetece un dinerante;
                  llevaréte a Madrid, traeréte en coche,
                  dirán a cuatro días:
                  “Allí va la metresa de don Lucas”,
                  que yo procuraré lo sepan todos;
                  que los príncipes, niña, en publicaros
                  en Madrid, somos todos Condes Claros.
                  Daréte el diamantón como este puño,
                  y tanto que en tu mano azúcar-nieve
                  brillen más que tus manos y ojos bellos:
                  (¡bonitamente llegó a encarecellos!)             [Aparte]
                  Desde San Salvador a San Felipe,
                  tendrás horca y cuchillo, en cualquier tienda
                  en joyas, en vestidos, en tocados,
                  bien [recibidos], pero mal pagados.
FRANCISCA:        ¿Ve cuanto ha dicho en fabla tan ridícula?
                  Pues no valen ni montan sus despojos
                  un solo cintarazo destos ojos,
                  que ofrecidos sus rayos soberanos
                  antes llega a mis pies que no a mis manos;
                  que mi cara, ansí Dios le dé ventura,
                  en la calle Mayor de la hermosura.
LUCAS:            ¡Ta, ta!  Si el interés, niña, baldonas,
                  ¿requiebros finos pides?  Pues, atendite,
                  que en blandas quejas y en melosos quiebros
                  llegaste al mismo Adán de los requiebros.
                  Don Fulano de Azúcar es mi nombre;
                  va de dulzura; empiezo a derretirme:
                  “Mi bien, mi cielo y todo el calendario
                  de finezas; después que vi tus ojos,
                  escuela de morir puso mi vida.
                  ¡Oh más dura que el mármol!, parodije;
                  desmáyome, suspiro, pataleo:
                  ¡piedad, favor, oh ninfa getafeña!
                  que creo que me muero, que me abraso.”
                  (No lo dijo más tierno Garcilaso)         [Aparte]
FRANCISCA:        Aun eso de amorido, seor compadre,
                  me cosquillea todos los sentidos
                  y me trabuca lo mejor dellánima.
                  (¡Qué bien lo ha dicho!  En viéndole tan necio,   [Aparte]
                  tan pesado, prolijo y enfadoso,
                  al punto le marqué por venturoso).
                  Cese lamentación, don Jeremías,
                  que ese entendimientazo me ha dejado
                  blanda como un guijarro de Torote.
LUCAS:            (¡Qué de bien aire le tiré el virote!     [Aparte]
                  Yo le parezco bien; ella me agrada.
                  ¡Oh, cómo es la picaña afortunada!)
FRANCISCA:        ¿Y no habrá cualque abrazo?
LUCAS:                                      (¡Derrengóse!)   [Aparte]
                  Sí, sí, abrazo.  ¡Pues no!, ya le recibo.
                  ¿Vesme de par en par?
FRANCISCA:                             ¡Tome!
Dale una bofetada
LUCAS:                                        ¡Ah taimada!
                  Esto solía llamarse bofetada;
                  más baja es la región de los abrazos.
                  (¡Jesús, que escupo muelas por pedazos!)   [Aparte]
Sale DOñA CLARA
CLARA:            ¡Oh, qué bien por mi amor!
LUCAS:                                      ¿Es doña Clara?
                  Perdidos somos, que es desconfiadilla:
                  cosas tiene de dama de la villa.
FRANCISCA:        Lindo es el sombrerete y capotejo.
CLARA:            ¿Cansado de gallinas, abadejo?
                     Pase adelante la historia,
                  haya retozo y placer,
                  habrá hecho de las suyas
                  cualque poco de interés.
                  El tomillito salsero
                  habráse dejado oler.
                  ¡Oh, qué fácil serranía!
                  ¡Oh qué blanda rustiquez!
                  Buen gusto, señor don Lucas;
                  ya no podrá parecer
                  al lado de ningún conde
                  ni delante de un marqués.
                  Más asco tengo que celos,
                  seor don Lucas, quédese
                  con la villana y sin mí.
FRANCISCA:        ¡Mirad con quien y sin quien!
                  Pero escuche, no se vaya
                  señora cara de ayer,
                  que hoy bien se ve que le falta
                  el socorro de la tez.
                  Esta carita a la muerte
                  ha dado mucho que hacer
                  y a la fortuna de coces,
                  y al tiempo de puntapies.
                  Mi brío y mi bizarría
                  asombro del mundo es,
                  y quien lo negare miente.
Sale el CARRETERO
CARRETERO:        Eso yo lo juraré.
CLARA:            Si es carretero es muy fácil.
LUCAS:            ¡Pléguete Cristo con él!
                  No hables palabra, que el hombre
                  zaina descubre la sed;
                  echando lanzas de vino
                  viene el diablo: dejalé.
CARRETERO:        ¿Qué quiere esa gentecilla?
LUCAS:            Servir a vuesa merced.
CARRETERO:        A mí no me sirven ninfos.
                  Francisca, ¿qué es esto?  ¿Hay qué
                  rebane de un cintarazo
                  o cercene de un revés?
                  Porque si cojo al calcillas,
                  con un envión que le dé
                  le pagaré con las nubes.
LUCAS:            ¡Buen pulso habrá menester!
CLARA:            Yo pienso que no podrá.
LUCAS:            Sí podrá; vos no sabéis
                  la fuerza de estos señores,
                  desalumbrada mujer.
CARRETERO:        Pues aguarde la muy…
FRANCISCA:                              Paso,
                  mi querido Alonso Andrés.
CLARA:            En fin, quiere a un carretero.
CARRETERO:        Pues, ¿qué había de querer?
                  ¿Un marquesote en ayunas?
LUCAS:            Tiene razón.
CARRETERO:                    Yo tendré
                  lo que quisiere.
LUCAS:                           Es muy justo.
CLARA:            ¡Oh, qué labrador lebrel!
CARRETERO:        Señora galga, ¡por Cristo
                  que le he de dar…!
LUCAS:                               Hará bien;
                  que es muy grande bachillera,
                  y recibiré merced,
                  que el señor don Carretero…
CARRETERO:        No tengo don, ¡pesia [a] él!
LUCAS:            Pues yo sé, que es ya muy fácil.
CARRETERO:        Es cuitado.
Entra el MESONERO
MESONERO:                       Téngansé.
FRANCISCA:        No se tengan.
LUCAS:                          Sí se tengan;
                  por vuesa merced, esta vez
                  remito el enojo.
CARRETERO:                        ¡Cómo!
LUCAS:            ¡Qué torpe que anda!  ¿No ve
                  que no sabe meter paz?
MESONERO:         Quedo, las manos se den.
LUCAS:            Por el buen huésped, envaino
                  la cólera que tomé.
CARRETERO:        ¡Lindo bribón!
LUCAS:                          En mi casa
                  soy alcalde y soy juez:
                  Senténcioles a que bailen.
                  ¿Hablo a sordos?  ¡Qué cruel
                  está el señor maese Alonso!
FRANCISCA:        ¡Ea, bobo!  ¡Báilese!,
                  que este par de castañetas
                  por ti tengo que romper.
                  ¡Manto afuera!  ¡Arroje el son!
MUSICOS:          ¿Qué cosa?
LUCAS:                        No sé, pardiez;
                  vaya un bailecillo al uso
                  que por mí bailará Inés,
                  Francisca o cómo se llama.
FRANCISCA:        Canten, que yo bailaré.                              
Bailan
                     “Afuera, afuera, que salen
                  dos mozuelas getafeñas,
                  hermosura de los cielos,
                  travesura de la tierra,
                  sombrerito a lo valiente,
                  juboncito a la francesa,
                  avantal a lo celoso,
                  donairito a lo de ¡mueran!
                  Un mozo las acompaña,
                  honra de las castañetas,
                  el primero que las toma
                  y el postrero que las deja.
                  Airosamente lo bailan,
                  donoso lo menudean
                  cuando Belisa, cantando,
                  les dice desta manera:
                     Quien quisiere del mundo gozar
                  ha de acudir, tener y pagar;
                  no hay que dudar;
                  que se ha de acudir, tener y pagar;
                  no hay que dudar.
                  Excusar requiebros,
                  no hay que dudar,
                  y acudir con tiempo
                  no hay que dudar;
                  poco de embeleso
                  no hay que dudar;
                  mucho de dinero,
                  no hay que dudar.
                  Esto los mozuelos
                  mandan pregonar:
                  quien quisiere del mundo gozar
                  ha de acudir, tener y pagar.
                  Otra mocita en el baile
                  mostrar quiere su destreza,
                  cantando al uso de corte
                  en demandas y respuestas:
                  ¿Cuántos hombres le bastan
                  a una muchacha?
                  No le bastan todos,
                  si los engaña.
                  ¿Y si bien ama?
                  Uno solo, mozuela,
                  cabe en el alma.
                  Quien se vende, ¿qué nombre
                  tendrá más suyo?
                  Regatona del cuerpo,
                  Judas del gusto.
                  Este es el mundo;
                  yo apetezco lo bueno,
                  que no lo mucho.
[FIN DEL ENTREMÉS GETAFE]