JERÓNIMO ROMÁN Y ZAMORA. REPÚBLICAS DE INDIAS IDOLATRÍAS Y GOBIERNO EN MÉXICO Y PERÚ ANTES DE LA CONQUISTA. Херонимо Роман-и-Самора. Государства Индий, Язычество и Правление в Мексике и Перу до конкисты

Херонимо Роман-и-Самора. Государства Индий, Язычество и Правление в Мексике и Перу до конкисты
JERÓNIMO ROMÁN Y ZAMORA. REPÚBLICAS DE INDIAS IDOLATRÍAS Y GOBIERNO EN MÉXICO Y PERÚ ANTES DE LA CONQUISTA.

REPÚBLICAS DE INDIAS
IDOLATRÍAS Y GOBIERNO
EN MÉXICO Y PERÚ
ANTES DE LA CONQUISTA
. . ORDENADAS POB
FR. JERÓNIMO ROMÁN Y ZAMORA
Cronista de la arden de San Agustín.
Fielmente reimpresas, según la edición de 1576
con una ADDEHDA de las noticias
que hay en la CBÓNICA, del mismo autor,
impresa en 1669.
TOMO I.

MADRID: 1897
Victoriano Suárez, Editor.
Preciados, 48.

CARTA-DEDICATORIA
Á LOS SEÑORES
D. RICARDO PALMA
Y
D. JOSÉ T. MEDINA
sabios investigadores de las antigüedades de
Indias.

Muy distinguidos señores míos: Pongo sus
¿lustres nombres en la primera página del
tomo XIV de LIBKOS QUE TBATAN DE AMÉ-
BICA, porque creo que esto bastará para que,
por los eruditos y aficionados á las antigüeda –
des del Nuevo Mundo, sean bien recibidas las
REPÚBLICAS DE INDIAS, que hacia 1573 orde
nó el famoso cronista Agustino Fr. Jerónimo
Román y Zamora, que lo componen, y que tam-
bién formarán todo el tomo XV, < ¿ue seguirá inmediatamente á este, 8 CABTA-DEDICATOBIA El motivo que me ha llevado á sacar nueva- mente á la luz esta obra tan añeja y de sabor tan clásico, ha sido el hallar en ella, después de leída muy atentamente, cosas, á mi humilde entender, muy poco sabidas, ó quizá del todo ignoradas por la mayoría de los escritores que se han ocupado de los ritos, idolatrías y go- bierno de los antiguos pobladores del conti- nente americano. Tendré gran satisfacción si sé que ustedes, después de haberla examinado escrupulosamen- te, coinciden en opinión conmigo, y hallan nue- vos datos que allegar para la prehistoria de los países que constituyen las regiones de am- bas Américas. El autor, como se ve, dice leyó las Décadas Oceánicas, de Pedro Mártir, las Historias, de Oviedo y Gomara, y declara, pág. 355 de la edición original: «Todo aquello que toca á vna república mof- earemos, y efto con mucha fidelidad y certe- ra, porque eftas cofas quanto menos auctores »ay dellas tanto con mayor obligación eftoy •obligado á darlas limpias de fofpecha: y por- »q^-eUector fepa donde faque tantas cofas, »en vna palabra referiré las diligencia! que »hize para cofa tan particular. PBIMERAMEN- CABTA-DEDICATOBIA 9 •TE VUE A LAS MANOS LAS MÁS BELAOIONES • QUE SE EMBIABON A LOS CATHOLICOS BEYES, • Y AL EMPEBADOB DON ÜABLOS V DE FELICE * BECOBD ACIO N, VI MUCHAS CASTAS DE FEB- •NANDO CÓBTES Y DE LOS PlCABBOS, COMU- NIQUE CON HOMBRES DOCTOS EN LAS COSAS • DE AQUELLAS INDIAS, VUE PAPELES DEL • SANCTO VABON DON FBAY...., OBISPO BE •CHIAPA; SIN ESTO HE LEÍDO TODAS LAS HIS- .TOBÍAS QUE ANDAN ESCRIPTAS O IMPBESSAS, •y con efta diligencia me parece que puede an- •dar fegura efta república de los muy diligen- cies, y los que quifieren añadir podran lo ha- • zer y reprehender tan bien, ñ fueren mejores »fus teftimonios, y lo que fe dice de Indias fe •entiende del Pira, porque de donde yo co- •mienco mi república tuuo principio todo.» Y en la hoja 367 añade: «Bien fe que me he de do- »tener, pero entiendo que de no lo hazer fe fe- •guirian dos inconuenientes: el vno es que no »cumpliría bien fino lo hizieffe afsi, pues ef- > crino los ritus de todas las gentes. Lo otro
»que las COSAS DE LOS INDIOS QUEDABIAN Á
•LOS VENIDEBOS ESCUBAS Y MUY PALTAS, SI
• YO AGOBA NO ME ALABGASSE, POBQUE TEN-
• GOPOBCOSSA DUDOSA QUE ALGUNO PABTI-
CULAB TENGA EN EL MUNDO TANTOS MEMO-

10

CARTA-DEDICATORIA

» RÍALES COMO YO DE AQUELLA GENTE. Y afsi
♦quiero como el primero alargarme y dar ente-
rra luz á los venideros de las cosas más nota-
bles que vuo en el mundo.»
Por el catálogo de autores que también va
reimpreso al fin del tomo XV (II y último de
esta obra) pueden ustedes ver que no engañó al
decir esto que se acaba de leer, mas es muy ne
cesario tener presente que aquel catálogo se re-
fiere á escritores que consultó para la composi-
ción de todas sus Bepúblicas, y no sólo para
esta de Indias.
A más de la garantía que nos ofrece con sus
datos por la veracidad con que escribe á causa
de las fuentes puras en que bebió este cronista,
es de inapreciable valer esta obra por la impor-
tancia política y religiosa que tuvo su autor
durante el reinado de Felipe II. Fr. Jerónimo
Román, que, según vemos por los Mecenas á
quienes dirigió sus libros, estuvo siempre al
lado de Reyes y magnates, nos dejó en sus
obras estampadas ideas tan avanzadas al siglo
en que vivió, que, por ellas, con todos sus es-
critos, excitó de manera feroz las iras de los in-
quisidores, quienes no dejaron una sola obra de
este sabio sin mutilar horriblemente, cosa que
hemos comprobado al examinar los rarísimos

OABTA-DEDIOATORIA

11

ejemplares que aun quedan de las diversas edi-
ciones que imprimió.
Nos explicamos diga que tenia por cosa du-
dosa que ningún particular tuviese en el mun-
do tantas historias, escritas é impresas, rela-
ciones y Memoriales como él, porque es inda-
ble que la privanza de que gozaba y la catego-
ría en su orden, le permitiría manejar docu-
mentos privados que á cualquiera otro le esta-
ría prohibido, bajo penas las más rigurosas, y
aquellas fuentes es casi seguro que las más de
ellas á estas fechas se han perdido por completo
y que jamás ningún investigador de antigüeda-
des americanas logrará verlas.
De todos modos, si la obra que les envío no
es de su agrado, me tomo la libertad de rogar
á ustedes que al menos agradezcan la buena
intención que ha guiado á su afectísimo amigo
y servidor
D. L, D’ORVENIPE.

Madrid 19 de Marzo de 1897.

1

/ ■ \
r

NOTICIAS
DE
FR. JERÓNIMO ROMÁN
sacadas principalmente de sus obras
POR
FR. BONIFACIO MORAL
(Agustino).

«Fr. Jerónimo Román, nació en Logroño por
los años de 1536, siendo sus padres Martín Ro-
mán é Inés Zamora. Tomó el hábito deSan Agus-
tín en el convento de Haro, y trasladado al de
Dueñas para continuar su carrera, como allí
procediese con alguna tibieza en el cumpli-
miento de sus obligaciones, recibió de un Pre-
lado tan oportuna y eficaz reprensión, que des-
de entonces no estuvo un momento ocioso, y
todo el tiempo dio al ejercicio de la virtud y á
las letras con aplicación y constancia extraor-

NOTIOUS

diñarías, como se deduce de sus escritos y de
la confesión ingenua y franca que él hace de
sí mismo.
Hizo muchos viajes dentro y fuera de Espa-
ña con el fin de recoger noticias para la histo-
ria, asi eclesiástica como profana, en que se
ocupó la mayor parte de su vida. El Reveren-
dísimo Tadeo Perusino le nombró croAista cte
la Orden en 1573, y en 1578 escribía, al Pro-
vincial de Castilla encargándole recogiera los
manuscritos del P. Jerónimo. En 1583 fué
honrado con el Magisterio, y en 1597 pasó á
mejor vida en el convento de Medina del
Campo.»
Dejó escritas las obras siguientes:
1. Crónica de la Orden de los Ermitaños
del Glorioso Padre Sanoto Agustín. Salaman-
ca, en casa de Joan Baptista de lerranoua,
1569. (Poseo ejemplar magnífico).
2. Primera parte de la historia de la Orden
de los frailes hermitaños de Sant Augustino
Obispo Hyponense y doctor de la Sancta ygle-
sia. Alcalá de Henares, en casa de Andrés
de Ángulo, 1572. Un tomo en folio de xvi-365
páginas.
3. Repúblicas del Mundo. Medina del
Campo, por Francisco del Canto, 1575. 2 to-

DE FE. J. BOMAÁN

15

mos en folio. Primera edición, de extremada
rareza y de la cual no se conoce ningún ejem-
plar sin estar mutilado por los censores del San-
to Oficio de la Inquisición. (Poseo ejemplar).
Repúblicas… Segunda impresión, corregida
y censurada por el Expurgatorio del Sancto
Officio. Salamanca, por Juan Fernández,
1595. 3 tomos folio.
4. Historia de la vida del muy religioso
Varón Fray Luys de Montoya, de la Orden de
Sant Augustín. | Lisboa \ por Antonio Alvo-
res, 1588. Un tomo 12° de 110 hojas.
5. Historia de los dos religiosos Infantes
de Portugal. Medina del Campo, por Santia-
go del Canto, 1595. 4.°, 12 hojas de prelimi-
nares y 205 de texto.
6. Vida de San Nicolás de Tolentino. Zara-
goza, 1000.
7. El Defensorio por la antigüedad de la
Orden,
8. Memoriales notados para responder con-
tra todas las heregias que ha habido desde que
Simón Mago comenzó á ser falso cristiano, has-
ta nuestros tiempos.
9. Memoriales de las Monarquías del
mundo.
10. Vidaa de los Santos de la Iglesia. –

16

NOTICIAS

11. El decreto de Graciano, corregido.
12. Católica historia de los Santos de Es-
paña.
18. Píos Sanctorum Bomanum.
14 Historia eclesiástica, la cual contiene
todo lo que en España ha habido desde el año
primero de la venida del Salvador al mundo,
hasta el de 1474.
15. Historia de la predicación del Santo
Evangelio.
16. De las tres Ordenes militares de Por-
tugal.
17. Historia de la Real Casa y Monasterio
de Santa Cruz de Coimbra.
18. Historia de Braga.
19. Historia da Serenissima Casa de Bra-
ganza.
20. Historia do Convento de Alcobaza.
A título de curiosidad, reproducimos lo que
Fr. Jorónimo Román dice acerca de librerías
en el capítulo XVII (por XV) de la Repúbli-
ca Cristiana, hoja 253 (vuelta):
Del veo de las librerías entre los Christia-
nos} trdense cosas curiosas al propósito.
«Entre las cosas ilustres que la Iglesia tiene,

DE FE. J. EOMÍN

17

es el uso de las librerías que hay adonde están
recogidos muchos y diversos libros para utili-
dad y enseñamiento de los cristianos, porque
allí se recogen las armas espirituales contra
los herejes y contra los malos y pecadores; pues
con los libros y doctrinas de los santos y hom-
bres letrados se hace guerra á los malos y per-
turbadores desta paz eclesiástica, y ansí cual-
quiera que recoge libros y hace librería se hace
más inmortal que con otra cosa alguna que haga
en la República, y nunca acabo de loar á los
príncipes que han gastado sus tesoros en cosa
de tanta importancia y provecho.
•Desde la primitiva Iglesia comenzó á haber
librerías de los libros santos y tratados para
pro y defensa de la cristiana religión, porque
como no se habia de defender con armas y po-
der, mas con sabiduría, fué cosa necesaria que
hubiese doctrina y libros, y porque también los
príncipes que perseguían la Iglesia, entre las
penas que daban, era mandar que los cristianos
no leyesen públicamente ni fuesen maestros de
las ciencias, convino que quedasen libros por
donde aprendiesen los católicos, de manera que
los libros sirvieron á los principios de dos co-
sas: de armas contra los herejes y falsos cris-
tianos, y de maestros para que por ellos apren-
OoL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 2

18

NOTICIAS

diesen los que no tenían maestros cristianos en
las escuelas.
•Juntaron los santos prelados en los princi-
pios todos los libros que escribían los hombres
doctos y píos, así los que escribían en defensa
de la fé santa, como los que trataban de la ex-
posición de los libros de la Biblia.
•También hubo curiosidad de escribir todas
las persecuciones que padeció la Iglesia.
•Estos libros siempre se guardaban en las
iglesias, porque como de ordinario era aquel
lugar muy frecuentado de los fíeles, iban á leer
la lección sagrada, así los ministros del templo
santo, como los otros hombres doctos, ó por no
tener en qué leer, ó quizá por miedo de la per-
secución, se iban allí y aprendían á tener es-
fuerzo para padecer y llevar la adversidad y á
confirmarse de nuevo en la fé.
•El primero que hizo librería publica y fa-
mosa para en común, según yo he podido leer
fue el Santo mártir Alejandro Obispo Ierosoly-
mitano, del cual dice Eusebio en su Eclesiástica
historia que junto infinitos libros de diversos
doctores Eclesiásticos, de los quales se ayudo
para escribir su Eclesiástica historia. Antes del
muchos fueron los que tubieron librerías par-
ticulares y muy curiosas y grandes.

DE FE. J. ROMÁN

19

»La Iglesia romana no comenco a tener libre-
rías luego que hubo pontífices: parte porque en
Boma no había cosa segura en tiempo de la per-
secución, y también que los Pontífices Roma-
nos ocupados en negocios arduos no dieron en
esto: pero adelante vuo cuydado que se hicie-
sen librerías, y el primero que dio en cosa tan
importante fué el papa S. Hilario.
•Este hizo en San Juan de Letran dos sun-
tuosas librerías, y de allí adelante se tuvo cuy-
dado grande de aumentarlas hizieron otras de
nuevo.
•De manera que el hacerse librerías para las
yglesias no es cosa nueva, antes muy antigua
y asi lo vemos que las más principales librerías
del mundo se hazian en yglesias Cathedrales,
o en monasterios.
•En dos maneras podemos aqui traer exem-
plos de librerías famosas, digo Eclesiásticas, o
en común, o en particular, las que hallamos
puestas en común y fundadas por príncipes
Christianos para utilidad publica, son muchas
y de tantas porne algunas que me parecen ha-
ver sido mas famosas.
•El gran Constantino como en todas las co-
sas de la religión fue diligentísimo siendo in-
formado que muchos de los Emperadores pasa-

20

NOTICIAS

dos havian hecho quemar los libros sagrados,
procuro de restaurar las librerías antiguas de
las yglesias, y gastando con mano liberal mu-
cha suma de dinero hizo juntar muchos libros,
como lo dice Sócrates en su historia Eclesiás-
tica.
•En Alejandría desde los sucesores de San
Marcos comenco á hazerse librería sagrada, y
siempre fué aumentándose con diversos Docto-
res: porque haviendo puesto los libros de Arrio
fueron echados de ella como pestilencia: y des-
pués quemados como lo afirma San Atanasio en
el tractado de la persecución enviada a los Or-
thodoxos.
»En Oonstantinopla dos fueron las librerías
sunptuosas y grandes, en la vna vuo ciento
veinte mil volumines: y tuvo escripturas tan
delicadas que en cosas pequeñas” cabía un libro
grande: y en un pergamino labrado del quero
de un dragón, o en una tripa como dicen otros
se escribieron subtilisimamente con letras de
oro la Biada y la Odisea de Homero.
•También el Emperador Theodosio el Iunior
hizo gran ayuntamiento de libros, tanto que
fue ávido por famoso hombre por ello: y decían
que se avia levantado otro Ptolomeo Philadel-
pho.

\

DE FE. J. EOMÁN

21

•El papa Nicolao V. siendo aficionado a to-
do genero de letras procuro hacer una libreria
riquisima en Roma: y congregados infinitos li-
bros con gran diligencia y costa los puso en el
Vaticano, de donde vino después a llamarse la
libreria Batí cana.
•Querría que rairassen macho los que nos
alegan los libros de la libreria Baticana que no
esta la fe dellos en ser del Baticano mas porque
son tan antiguos, porque ya sabemos que aque-
lla obra tan celebre no ha mas que ciento y
veinte años que se hizo, de manera que miran-
do a esto no serán de despreciar los originales
de las librerías de San Isidro de León Parra-
ees, Guadalupe, y otras, que hay en nuestra
España que tienen mucha antigüedad.
•Vino esta libreria después a ser entregada y
destruyda por el papa Calixto III Español Va-
lenciano, sucesor del dicho Nicolao V.
•También el Cardenal Besarion Griego varón
de muchas letras juntó una gran libreria en
Venecia y la puso en San Marcos, de donde
vino á ser llamada la libreria Marciana, y por-
que cosa tan rica se conservase con toda aucto-
ridad dio cargo della al diligentísimo y muy
curioso Antonio Sabellico, como lo dice Joan
Trítemio en sus claros varones,

NOTICIAS

•El Rey Don Alonso el magnánimo de Ara-
gón y Ñapóles fue también gran inquiridor de
libros y los hizo buscar con gran diligencia y
para esto escojio hombres doctos y curiosos como
cosa que engrandecía sobre manera su nombre
y de su mucha diligencia y amor en este punto
trae varios exemplos Antonio Panormitano.
^También Matías Corbino, Rey de Hungría,
allegó infinidad de libros é hizo una libreria en
Buda, que es la ciudad real de aquel reino, pero
después, siendo por los turcos entrada la ciu-
dad, fué destruida una riqueza tan grande por
no ser reconocida de aquellos bárbaros.
•Después, casi en tiempo nuestro, Francisco
Valois, Rey de Francia, hizo dos librerías con-
forme al ánimo y grandeza suya, que en todo
fué Real.
•La primera fué en el excelente monasterio
de San Víctor de París, que es de canónigos
reglares.
•Y la otra es una fortaleza famosa de su rei-
no llamada Fontanableo.
•Estos libros que se recogieron en estas dos
librerías, no fueron buscados á caso por Euro-
pa, mas enviando diversos hombres curiosos
por toda Grecia y Arabia, con su mucha dili-
gencia hallaron libros llenos de antigüedad y

\

DE FR. J. ROMÁN

29

verdad, que son dos partes con que se hace una
libreria famosa y perpetua.
>En nuestra España la que nuestro señor el
Rey D. Felipe II deste nombre ha comenzado
á juntar en San Lorenzo del Escorial lleva
muestra de ser cosa excelente y podrá perfec-
cionarse, cosa que trae tanta gloria á un rey
poderoso, si señalare hombres curiosos que por
diversas partes de la cristiandad busquen con
deseo de aprovechar diversos lugares adonde
hay rastro antiguo de haber habido libros.
»No podemos negar que en España no hay
una libreria famosa que es la que parece hoy
en la santa iglesia de Sevilla, porque tiene
veinte mil volúmenes.
»Esta fué ayuntada por diligencia é indus-
tria de D. Fernando Colón, hijo de aquel Cris-
tóbal Colón hallador y descubridor de un nue-
vo mundo, que fué el de nuestras Indias Occi-
dentales.
•Este no pudo perfeccionarla, porque vivió
poco, empero sabemos que la diligencia suya
fué grande, por cuanto por su persona anduvo
diversas partes del mundo buscando libros, y
ya que no pudo dar fin á cosa que tanto iba,
dejó renta señalada para que se conservasen y
fuesen bien tratados los libros de ella.

24

NOTICIAS

•Esto es lo que hallo en cuanto á las libre-
rías en común. Pero si quisiera hacer mención
de otras que han hecho personas particulares
para su estudio y lección, temíase por cosa mi-
lagrosa ver la curiosidad y afición de saber de
muchos, pues siendo personas de menos que
mediano estado, allegaron muchos libros.
•Testigo sea de esto Pamphilo, Laodiceno
Preste, éste, siendo discípulo de San Eusebio
Cesariense, encendido de la sabiduría, allegó
para ejercitarla treinta mil volúmenes, y con
ellos edificó después la libreria de Cesárea, y
porque en aquel tiempo las obras de Orígenes
eran habidas en gran precio, el mismo Pam-
philo las trasladó de su mano para autorizar su
libreria, y no sólo tenia infinitos libros, pero
aun los doblaba porque si ocurriese la necesidad
proveyese á otros.
•Hacen mención de esta libreria Eusebio en
su tercero libro de la Eclesiástica historia, y
San Jerónimo en sus claros varones.
•Esta libreria, habiéndose extragado con los
tiempos, acaeció que fué renovada por Esioio,
discípulo de Gregorio Nacianceno, y ayuntóse
á ella la de Orígenes, que debió de ser muy
grande, pues dice San Jerónimo que él por sí
escribió seis mil libros.

DE FB. J. BOMÁN

25

•San Agustín también tuvo librería grandí-
sima, y así él la encomienda que se guarde por
la riqueza que hay en ella, y asi Posidonio, su
discípulo, en su vida da testimonio como en su
muerte la dejó como por herencia a la Iglesia*
»En Ynglaterra también vuo un gran varón
que hizo y tuvo libreria famosa, como lo afirma
Beda en su historia eclesiástica, y este fue
Accan obispo Augustaldense: el cual ayunto
infinitos libros sagrados y de historia sa-
grada.
•Podríanse traer muchos hombres doctos que
han tenido ricas librerías aun en nuestros tiem-
pos: pero de los muchos diré dos que yo he co-
nocido, el vno fue el Doctor Juan Paez de Cas-
tro chronista de la Majestad del rey don Phili-
ppe nuestro señor.
•Este tuvo libreria grande de mano y libros
muy escojidos con que ilustro la libreria de
Sant Laurencio del Escorial, porque después de
muerto se llevo lo mejor á aquel monasterio,
sin estos tenia diversos y peregrinos libros im-
presos.
•El otro es maestro fray Alonso de la Vera
Cruz, frayle Augustino, varón de vida muy
religiosa y adornado de doctrina: este también
ha llegado a tener siete mil ducados de libros y

26

NOTICIAS

aun mas si supiera guardarlos. Esta libreria es-
ta oy (1575) en Sant Augustin de México por-
que gobernó en aquel reyno muchos años los
monasterios de esta orden.
«Quiero avisar aqui dos cosas para fin deste
capítulo, la primera sea que aunque es berdad
que todas las librerías de las quales aqui se
hace mención eran sagradas y eclesiásticas no
por eso carecían de libros gentílicos; porque
siempre fueron necessarios para la utilidad de
la yglesia y de la manera quel santuario fue
labrado y adornado con las riquezas de los
Egypcios, asi nuestras escripturas se hermo-
sean con los dichos de los antiguos porque un
mesmo Dios dio entendimiento a los unos y a
los otros y bien se vee quan necessarios son los
libros de los Gentiles, pues Augustino, Lactan-
cio Firmiano, Clemente Alexandrino, Eusebio,
y otros muchos traen los testimonios suyos
para prueva de lo que allí tratan, no porque
nuestra ley no este muy bien confirmada, mas
para redarguyr a los sabios de aquel tiempo
con los testimonios de sus maestros y Doc-
tores.
•También es justo que se mire aqui como
para conservar estas librerías siempre vuo va-
rones doctos y enseñados, que tuvieron cargo

DE ÍB. J. BOMÁN 27

dellas, asi consta que Alvino o Alcuyno gran-
de doctor fue Bibliothecario de la libreria Ebo-
racense en Inglaterra, el quai después fué fun-
dador de la universidad de París en tiempo de
Carlos Magno.
»La sancta sede Apostólica luego que tuvo
librerías proveyó de hombres doctos y diligen-
tes que las guardasen y ampliassen, y aunque
de sus principios no tengo exemplos todavia
me consta que en lr>s años de mil y quarenta y
nueve rigiendo la silla Apostólica León Nono,
avia Bibliothecarios Apostólicos y eran de
tanta auctoridad que eran Cardenales, asi ha-
llamos un Petro diachono Cardenal que era
Bibliothecario, y Cancelario Apostólico, y a el
sucedió otro Cardenal de Lotoringia llamado
Frederico y en tiempo de Pascual Segundo uvo
otro monge Benito y Cardenal llamado Joan-
nes Cayetano, y en tiempo de Gelasio Segundo
tuvo este officio Chrisostomo Pisano diachono
Cardenal del titulo de Sant Nicolás en la cár-
cel Tuliana, y asi uvo otros que llegaron á ser
summos Pontífices como Gerardo, Caccianimi-
co Bononiense que de Cardenal Presbytero
vino a ser Pontífice y llamóse en su coronación
Lucio Segundo, y después se comunico este of-
fioio a los fray les Augustinos por casi docien-

28

NOTICIAS

tos años, y en fin sabemos que Baptista Plati-
na varón excelente tuvo cargo de la libreria del
Papa por mandado de Sixto IIII y el Carde-
nal Besarion dio cargo de su libreria que fun-
do en Venecia a Antonio Sabelico, y assi po-
dríamos traer otros muchos exemplos al propo-
sito.
»Y porque diga en un punto lo que se pue-
de saber en este negacio digo que en los años
de ochozientos y sesenta sabemos que tenia
particular Bibliothecario la libreria Apostóli-
ca, porque consta que Anastasio, por sobre-
nombre Bibliothecario, lo fue de Nicolao I.
>Pero quiero avisar que lean con cureosidad
este nombre de Bibliothecario, porque parece
muy ageno de lo que oy vemos: pero si quisie-
ren saber lo que ay en este punto lean el se-
gundo libro de nuestra historia de la orden y
verán que es propriamente Bibliothecario,
guarda de los libros Apostólicos.»

r

\

T

LIBRO PRIMERO

I. \____\

ARGUMENTO DEL PRIMERO LIBRO

Este pimero libro de la República de las In-
dias contiene ¡a religión supersticiosa de
esta gente; cuanto á lo primero se trata
de los diversos dioses del nuevo mundo,
asi de México como del Perú. De los
templos suntuosos que tenían, qué sacer-
dotes y ministros servían en ellos, con
toda la diferencia de ellos y de sus mon-
jas, ó mujeres religiosas. Qué rentas
tenían los templos y ministros, cómo di-
vidían las personas reliqiosas sus fiestas
y año. Qué sacrificios hacían á los de-
monios, cómo sacrificaban sangre huma-
na, con otras cosas horrendas y crueles.
También se sabrá aquí la penitencia
que hacían estas gentes para tener pro-
C30L. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 3

34

píelos á sus dioses. No solamente esto
que he dicho se verá en lo principal de
México y Perú; pero trdense cosas parti-
culares en este propósito que pasaban en
otras provincias del nuevo mundo; no
quedará ayuno, no ceremonia ó cosa que
parezca pía que aquí no se halle con toda
curiosidad.

CAPITULO PRIMERO
Del descubrimiento de las Indias Occidenta-
les, de las cuales trata esta República.

No escribiré yo aquí á la larga ni con parti-
cular orden las cosas de las Indias y Perú, por
que el argumento de esta obra no camina á
ésto: mi intento es sólo y con toda brevedad
mostrar el tiempo cuando se halló este nuevo
mundo, de quien tengo de tratar tantas y tan
varias cosas, porque para lo demás ya hay mu-
chos hombres que han escrito largamente, así

REPÚBLICAS DE INDIAS 35

como Pedro Mártir que hizo las Décadas Ocea-
nas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco
López de Gomara, y otros cuyas historias andan
en público. De manera que si aqui no soy lar-
go, no soy obligado á serlo, y cuando lo fuera
era salir de los límites de lo que promete mi
obra.
Dos valerosos capitanes produjo Europa para
gloria de nuestra España, por medio de los cua-
les se halló y conquistó un nuevo mundo, cuya
grandeza ni fué hallada de los antiguos, ni los
que cada día van descubriendo no la saben cuan-
do terna fin.
El principio de tan gran empresa tuvo prin-
cipio de Cristóbal Colón y de Fernando Cortés,
el uno italiano y el otro español: pero diremos
del Cristóbal Colón que parece que Dios lo
guardó con especial cuidado para que él lleva-
se el premio de su fortuna próspera y los espa-
ñoles hallasen adonde extender sus ánimos y
codicia.
Fué Cristóbal Colón natural de los pueblos
Ligures, que hoy se llama la Costa de Genova,
unos dicen que fué de una aldea llamada Cu-
gureo, ó de Nervi aldea de Genova, pero la
verdad es que era de un lugar llamado Arbize-
lo, lugar áspero y olvidado, junto á Saona. No

36

ROMÁN

fué ilustre ni famoso en letras, mas tuvo natu-
ral inclinación á seguir la navegación, y con
esta hambre y codicia anduvo por diversas par-
tes de Levante con los tratantes de Genova,
que andaban todo el mundo, y dándose desde
su mocedad á ésto, anduvo todos los puertos é
islas y riberas del mar Mediterráneo, y como
fuese muy dado á la Geografía, todo su inge-
nio empleó en contemplar todas las tierras y
provincias que se contienen en el globo de la
tierra con hervor y fatiga tan perpetua, que
por Astrología aprendió maravillosamente la
medida de los Trópicos, y de la Equinocial, y
de los climas, y todo el uso de la carta del nave-
gar y de la aguja: por lo cual fué gran maestro
de hacer cartas, y ampliábalas y extendíalas
mucho más que los antiguos y siempre hacía en
ellas mayor la tierra, dando manifiestas prue-
bas de que había tierras escondidas y que por
pereza de los hombres no se descubrían, y así
daba un nuevo mundo á los codiciosos de saber
y de riquezas.
Esto alcanzó él con la lección de Platón y Sé-
neca y otros muchos griegos y latinos, los cua-
les dejaron rastros ó indicios para considerar
semejantes cosas, acrecentaba mucho su espe-
ranza el ver que poco antes un francés llamado

REPÚBLICAS DE INDIAS 37

Bentacor ó Betancuyt había conquistado las
Canarias, y qne los portugueses hallaron* las
Hisperides adelante del Cabo Verde y que la
armada del Infante D. Enrique de Portugal
había pasado el último cabo de Ethiopía, lla-
mado Cabo de Buena Esperanza (puerto debajo
del Polo Antartico, adelante del círculo de Ca-
pricornio) había envidia este genovés osado, y
pesábale que los genoveses (que en antigua re-
putación de disciplina naval excedían á todas
las naciones) perdiesen una ocasión tan grande,
por la cual podían hacerse íamosos en todos los
siglos y más ricos que ningún Rey por coger-
les la empresa otras naciones.
Mirando, pues, todas las cosas con diferentes
imaginaciones, aunque con constante espíritu,
procuró de poner en efecto lo que tantas espe-
ranzas le daba, y vacilando adonde iba hallaba
muchas dificultades en parte por ser hombre
pobre y poco conocido, y también porque que-
ría persuadir una cosa tan grande, que aun
después de hallada y salido con ella, había de
parecer increíble aun á los que la viesen; mas
con todo eso quiso probar ventura, y llegando
al Rey de Portugal para pedirle favor, hallólo
tan ocupado en la guerra de África y en la em-
presa que trazaba en Oriente, que le parecía

38

ROMÁN

cosa demasiada. Al Rey de Castilla no se atre-
vió acometerle semejante hecho, porque andaba
muy encendido en la guerra de Granada y
pretendía destruir de todo punto la secta de
Mahoma de toda España, pues era señor de ca-
si toda ella.
Tenía Cristóbal Colón un hermano llamado
Bartolomé, que aunque no era tan industrioso,
todavía le era compañero en aquel deseo y obe-
decíale porque traía creído que no iba Cristo-
bal Colón fuera de camino, y así el Cristóbal le
enviaba al Rey de Inglaterra, que era Henrico
séptimo, Rey el más rico de todos los de Euro-
pa en dinero, pero aunque le prometía el Bar-
tolomé muchos provechos no le quiso dar algún
favor el rey.
Viéndose, pues, desamparado, fuese al Rey
don Alonso V de Portugal, pero no halló el re-
cado que esperaba, porque había en aquel reino
un obispo de Viseo á la sazón gran hombre en
el arte del marear, y puso tantas dificultades
en el hecho y tan poca certeza en lo que Colón
prometía, que se hubo de volver á Castilla á los
Reyes Católicos para quienes había de ser esta
empresa tan grande.
Estaba á la sazón el Rey con su corte y ejér-
cito sobre Granada y tratando con unos y otros

EEPTJTBLIOAS DB INDIAS 89

aconsejábanle que hablase á los Duques de Me-
dina Sidonia, y de Medinaceli, para que el uno
con dineros, el otro con el puerto le ayudasen:
pero sus ánimos no caminaban á cosas que
traían tanta ventura, y asi guiado por Dios
divinalmente determinó de poner las esperan-
zas de este hecho en los Reyes Católicos, y
dando y tomando, y hallando mil dificultades é
inconvenientes, pidió con ánimo confiado que
se le diese aquella empresa prometiendo aun no
tanto como lo que después dio, y los Reyes Ca-
tólicos, principalmente la Reina doña Isabel
que tenia un ánimo excelso y real, le dio gran-
des esperanzas, y mirándose todas las cosas con
mucho acuerdo después de haber entendido una
perseverancia tan grande, le proveyeron de
gente, naos, y provisión, y poder sobre todo
como el que llevaba la empresa á su cargo.
Muchos murmuraron deste hecho parecién-
doles que no sólo era este negocio peligroso,
mas cosa desatinada, y por gran pecado arris-
car á las inconstantes ondas del mar Océano
las naos y Españoles por satisfacer la voluntad
de un hombre no conocido, y que daba espe –
ranzas mayores de lo que podían creer los hom-
bres y de cosas que de todo parecían inciertas.
Llevaría consigo ciento y veinte hombres en-

40 BOMÁN

tre soldados y marineros, y encomendando á
Dios este negocio se arrojó en la mar, muchos
días anduvo navegando sin hallar rastro de lo
que deseaba, y había prometido, y aunque él
iba muy confiado, los compañeros iban deses-
perados, porque no solamente no veían tierra,
mas tampoco hallaban señales de ella, y lo que
más sentían era que les iba faltando el mante-
nimiento.
Miraba aquel valeroso hombre los ánimos da
todos enflaquecidos y que en ninguno veía co-
razón codicioso de gloria, y ansí andaba su es-
píritu inquieto y en ondas más crueles que las
del mar, porque allende de que no los podía
animar con alguna cierta esperanza veíales in-
quietos y obedecíanle mal y queríanlo matar:
pero él les habló con ánimo osado y les amena-
zó con la ira del Rey, porque si hacían cosa
contra el mandado del Príncipe, habían de ser
castigados severamente.
Esto hizo detener los ánimos de los Españo-
les y aun le tenían gran respecto de allí ade-
lante. No pasaron después de este alboro y mo-
tín muchos días en que vieron tierra, con lo
cual se alegraron sus ánimos en gran manera
y comenzaron á dar gracias á Dios, y al terce-
ro día tomaron tierra, que fué á los trece de Oc-

REPÚBLICAS DE INDIAS 41

tabre del año de mil y cuatrocientos y noven-
ta y dos.
Fué la primera tierra una isla de los Luca-
yos llamada Guanahani, que cae entre la Flo-
rida y Cuba, y allí se tomó posesión de las
Indias por los Beyes Católicos, y de ahí fueron
costeando las demás islas.
Gran espanto recibieron aquellas gentes bár-
baras de ver nuestra gente con tan diverso
traje del suyo, y así admirados huían á los
montes: pero los nuestros queriendo tomar tien-
to y rastro á la tierra fueron en su seguimien-
to y no pudiendo alcanzar hombres prendieron
una mujer, á la cual comenzaron á halagar con
dádivas, porque le dieron pan y vino, y otras
cosas de comer y vistiéronla, porque venía des-
nuda, y mostrándole por señas que no le harían
mal á ella ni á nadie, le pidieron que llamase á
los que huían. Ella habiendo recibido aquel
género de humanidad fué á llamar á los que
huían y dicióndoles lo que con ella hicieron los
hizo venir ánodos á la costa.
Y Colón viéndolos tan bárbaros comenzó á
los acariciar y traer con mucho amor, y pidió-
les mantenimientos por sus dineros y viendo
como le traían pan, gallipavos, y otros mante-
nimientos de la tierra atrájolos con amorosos

42

ROMÁN

meneos, porque este fué el primero intérprete
que tuvieron aquellas dos gentes tan diferentes
en ley y costumbres. Y ellos conociendo el buen
tratamiento que se les hacía comenzaron á per-
der el miedo y á servirlos.
Conoció Colón que aquella gente tenía oro,
porque para su ornamento y gala usaban de
zarcillos de oro y de otras joyas que aunque
mal labradas ellos las tenían por cosa grande.
También conoció de qué cosas carecían y
viéndolos idólatras persuadiólos, en pago de
los mantenimientos que le traían á que creye-
sen en Cristo y adoraron la cruz, y viendo tan
buenos principios determinó volver á España
con la nuera del mundo nuevo y dejados en
aquellas islas treinta y ocho Españoles con su
capitán, dio la vuelta con el resto trayendo
para testimonio de cosa tan grande diez indios,
cuarenta papagayos, muchos gallipavos, cone-
jos muy distintos de los nuestros, que ellos lla-
man Vtias, trajo el pan de aquella gente, que
era de unas raíces dichas batatas, también
trajo de las especies que ellos usaban, que
se llamaba Axi, y nosotros la llamamos pi-
mienta todos de las Indias, y algún maíz
que es su trigo. También trajo oro para que
así viesen el cebo que había de pescar á mu-

REPÚBLICAS DE INDIAS 48

chos, y llevarlos á ver nuevas tierras. Con
este presente no muy grande (pero de gran-
des esperanzas) llegó en España y fué á be*
sar las manos de los Reyes Católicos que á la
sazón estaban en Barcelona; fué grande el re-
gocijo que aquellos Principes recibieron por
ver oosas tan particulares y estaban atentos á
las relaciones que daba Cristóbal Colón, y por-
que en todo eran Cristianísimos hiceron bauti-
zar los indios y fueron ellos los padrinos, y
porque supieron que aquellas gentes se comían
unas á otras hicieron voto de quitar la idola-
tría y aquellas costumbres tan crueles.
Al Colón mandáronlo asentar delante de sí
contra la costumbre de los Beyes de España,
que no permiten que nadie esté asentado en
presencia del Bey.
Y luego dándole título de Almirante de las
nuevas Indias, lo mandaron volver á la empre-
sa llevando más gente y aparato, y porque era
aquel negocio grande y arduo, y no podían los
Beyes apoderarse de ninguna tierra agena si
no se les daba la investidura con derecho legí-
timo, pidieroD al Papa Alejandro VI que á la
sazón gobernaba la Iglesia, que atento que se
habían hallado ciertas gentes idólatras y que
se comían unas á otras, su Santidad les conce-

44

BOMÁN

diese el conquistarlas porque recibiesen la fé
y dejasen los ídolos y aquella ferocidad.
El Papa, vista la sancta demanda concedió
una Bula llena de mucha doctrina ysanctidad,
en la cual da la instrucción de cómo se ha
de haber con aquellas gentes, y así fueron con-
quistando con las armas espirituales y tempo-
rales aquel nuevo mundo, siendo Cristóbal Co-
lón el principio de tan gran empresa.
Después salidos de las islas hallaron tierra
llana y tendida, adonde hallaron los que iban
en esta demanda grandes y tendidas provin-
cias, potentísimos Beyes, grandes riquezas de
oro, plata y piedras preciosas.
A quien se debe dar después de Cristóbal
Colón gracias de tanta cosa es á Fernando Cor-
tés, cristianísimo varón, capitán fortunado, sol-
dado valiente, liberal señor, el cual ganó á Mé-
xico, hizo predicar con gran celo la palabra del
Evangelio, sin tener ambición ni codicia de las
riquezas ni de mandar, contentándose con sólo
que el nombre de Cristo fuese pregonado: y con
hacer hechos dignos de inmortal gloria (1), «del

(1) Las palabras puestas aquí entre comi-
llas no se hallan en la primera edición, y sí en
la de 1594, impresa en Salamanca.

REPÚBLICAS DE INDIAS 45

•cual se podría hacer una historia tal como
¡►cualquiera de las que leemos en Plutarco de
»los capitanes griegos y latinos».
Destas gentes que se hallaron tan bárbaras,
tan sin Dios y tan poseídas del demonio, quie-
ro escribir y mostrar á los venideros su religión
y sus sacriñcios, que quien quisiere leer atenta-
mente podrá conocer cuan poderoso fué el de-
monio entre aquellas gentes.
Aquí verá sus costumbres en los matrimo-
nios y mortuorn s, no quedará ceremonia que
toque á la religión que no se halle aquí.
También verán el gobierno y leyes por don-
de juzgaban sus causas, muchas costumbres que
serán para avergonzarnos, la potencia de sus
Reyes y su magostad.
En fin, todo aquello que toca á una república
mostraremos, y esto con mucha fidelidad y cer-
teza, porque estas cosas cuantos menos autores
hay dellas, tanto con mayor obligación estoy
obligado á darlas limpias de sospecha, y por-
que el lector sepa de dónde saqué tantas cosas,
en una palabra referiré las diligencias que hice
para cosa tan particular.
Primeramente, hube á las manos las más Re-
laciones que se enviaron á los Católicos Reyes
y al Emperador Don Carlos V., de feliz recor-

46

ROMÁN

dación; vi muchas Cartas de Fernando Cortés y
de los Pizarros, comuniqué con hombres doctos
en las cosas de aquellas Indias, huba papeles
del santo varón don fray (1)
Obispo de Chiapa: sin esto he leído todas las
Historias que andan escritas ó impresas, y con
esta diligencia me parece que puede andar se-
gura esta república delante de los muy diligen-
tes, y los que quisieren añadir podránlo hacer y
reprender también, si fueren mejores sus testi-
* monios, y lo que se dice de Indias se entiende
del Perú, porque de donde yo comienzo mi re-
pública tuvo principio todo, como se verá á la
clara.

(1) En blanco en las dos ediciones. Se refie-
re al obispo D. Fr. Bartolomé de las Casas, de
la Orden de Santo Domingo.

CAPITULO II.

De la religión y dioses de las Indias de la
Nueva España. Tócanse cosas de mucha
erudición.

Todas las repúblicas comienzan en Dios, ó
sea verdadero ó sea falso, y asi hemos comenza-
do en El en las cosas de la religión, como se ha
visto en lo que queda dicho atrás, y así agora
en este propósito de la religión de los Indios
Occidentales trataré de sus dioses y sacrificios
muy despacio, porque entiendo que ha de ser
cosa grata y digna de ser sabida.
Y pues yo soy el primero que trato esta ma-
teria, bien será que me alargue un poco.
Ya queda visto cómo todas las gentes tuvie-

48

ROMÁN

ron sus dioses y sacrificios, y cómo naturalmen-
te los hombres nos inclinamos á reverenciar á
Dios, aunque no sepamos cuál sea.
De la manera que las otras naciones tenían
esto, así los Indios tenían sus dioses, sus sacri-
ficios y templos con las demás cosas tocantes á
la religión.
Es verdad que unas eran en esto más dili-
gentes que otras, y algunos por no saber más
quedaban cortos, mas con todo eso conocían á
Dios y le reverenciaban, aunque no conocían
cuál fuese.
Algunas Provincias y Reinos pequeños, así
como eran poco Repúblicas, así tenían menos
conocimiento de Dios.
Estos eran los de Cuba, Jamaica, las islas de
los Lucayos, y todas las otras gentes que esta-
ban en ringlera de la tierra firme, que es desde
la Florida hasta la punta de Panamá, todos te-
nían una religión que era por espacio de qui-
nientas leguas.
Estas no tenían templos señalados ni dioses
conocidos á quien adorasen de propósito.
Es verdad, que tenían unas casas pajizas que
en nada se diferenciaban de las otras, sino en
estar apartadas un poco del pueblo.
Tenian algunos ídolos, no para adorarlos,

REPÚBLICAS t>E INDIAS 49

mas porque ciertos sacerdotes y hechiceros les
decían no sé qué desatinos, los ponían allí y les
pedían que los ayudasen en sus necesidades,
como era de los temporales y la salud, porque
el demonio les persuadía á esto; pero sacrificio,
ni ceremonias, ni otras cosas que usaba el resto
de las otras gentes, no lo había.
Tenían estas gentes el conocimiento de Dios
en la mente y allí conocían un Dios verdadero
que era inmortal é invisible y que reinaba en el
cielo; á este llamaban Yocahvnaguamaorocoti,
tenían entendido que este dios tenía madre y
llamábanla Atabex, y un hermano que se decía
Guaca, y así mezclaban otros errores que la fal-
ta de la luz los traía ciegos.
:Tenían estatuas, pero no de dioses, mas para
meter los huesos de sus muertos, y á cada uno
llamaban conforme al que dentro de sí tenían.
También hubo algunos ídolos, como dije, los
cuales eran dichos Lemi.
Estos creían que les daban el agua, sol y
viento.
Cuando labraban estos ídolos, si eran de ma-
dera, hacían esto.
Acaecía que un indio iba camino, y pasando
por una selva veía, que los árboles se menea-
ban con el aire, y no entendiendo aquella gen*
GOL. MB, AMÉRICA.—TOM. XIV. 4

50

EOMÁN

te que el viento hacía aquello comenzaba á te-
mer y al árbol que veía que hacía más ruido
allegábase á él con mucha reverencia y pregun-
tábale que qué quería, y quién era.
Y respondía el árbol, ó el demonio que estaba
dentro y decía:
Yo te lo diré, llámame primero un Bohique,
que era un sacerdote y ministro (como adelan-
te se verá) y él te dirá quien yo soy.
Venido aquel Bohique ó ministro, llegábase
al árbol, y hecha cierta reverencia y ceremo-
nia, decía el sacerdote al árbol:
¿Para qué me mandaste llamar? ¿qué me quie-
res? si quieres que te corte harélo, y. si quieres
ir conmigo llevaréte, y avísame cómo quieres
ir, que yo te prometo de hacerte una casa y una
heredad.
Y entonces respondía el demonio que estaba
en el árbol, y decía lo que que quería, y decía
que lo cortase y que le hiciese su estatua de
cierta manera y la casa y capilla de tal hechu –
ra, y cada año y en qué tiempo le había de ha-
cer los sacrificios y ceremonias.
Mandado esto, luego venía el hombre que ha-
bía topado con el árbol, y obedeciendo al minis-
tro y sacerdote cortaba el árbol y hacía del una
estatua ó ídolo de mala hechura, así como de

EEPÚBLIOAS DE INDIAS 61

demonio, ó de otra figura fea; hacíale luego la
casa y una heredad alrededor, y de allí adelan-
te cada año le celebraba la dedicación de su
templo y le reverenciaba, y desde entonces, si
padecía alguna adversidad aquel su devoto, así
como de enfermedad, falta de agua, ú otras co-
sas, luego acudía á su oráculo.
Tenían otros ídolos, ó imágenes de piedras>
las cuales también eran tenidas y reverencia-
das, porque el demonio por medio de sus minis-
tros engañaba al pueblo rústico á que creyese
que allí había divinidad y poder para dar la sa-
lud, y remediar las necesidades, y no pasaba de
aquí la religión destas gentes.
Algunas veces porfiaban unas provincias con
otras sobre quien tenía mejores Cemies que
eran los ídolos. •
Adonde estaba la idolatría en su punto era
en la tierra firme y en lo más poderoso de las
Indias, así como en México, que era la más
principal población de todas las Indias.
En estas partes, aunque tenían muchos dio-
ses, el principal era el Sol; á éste tenían por
más señalado y más poderoso, y así sus tem-
plos eran los más suntuosos y soberbios del
mundo, como adelante se dirá.
Querer sumar y recoger el número délos dio-

52

ROMÁN

ses que estas gentes tenían, sería cosa dificultosa,
con todo eso, procuraré de darme á entender en
tanta confusión.
Cuanto á lo primero ellos hacían sus dioses
de diversas materias, porque unos eran de oro
y otros de plata, ya los hacían de cobre, ya de
barro y también de piedras preciosas, como yo
he visto algunos de ellos.
También eran de piedras grandes y de diver-
sas maneras, y aun de masa y de mezcla de se-
millas, como se dirá á su tiempo.
La labor también era diferente, como lo eran
las materias de que se hacían; porque unos te-
nían hechuras de Obispos con sus mitras, que
debían de ser como corozas, otros tenían en las
cabezas unos como embudos ó morteros adonde
jes echaban en sus días y fiestas vino del que
ellos usaban, que sin duda debía de ser el Dios
del vino aquel, como entre los gentiles el Dios
Baco,
A unos pintaban como hombres simples y
también como mujeres; de manera que tenían
Dioses y Deas, y también tenían Dioses en figu-
ra de bestias, como de leones, tigres, perros,
venados.
Otros estaban cómo culebras enroscadas y
largas y tendidas y con posturas horribles y

REPÚBLICAS DE INDIAS 63

espantosas; hallóse ídolo hecho culebra con el
rostro de mujer, como acá pintamos á la ser-
piente que tentó á nuestra madre Eva, que cier-
to no carece de misterio.
También tenían dioses en forma de aves, así
como de águilas y buhos, á otros daban figura
de Sol, y á otros de Luna y estrellas.
También tenían dioses en forma de ranas y
sapos y peces, que eran dioses de los pesca-
dores.
Tenían por Dios al fuego, al aire, á la
tierra, al agua, y todos estos dioses eran pinta-
dos de bulto y de pincel, con maravillosa cu-
riosidad.
Tenían dios mayor y éste era el Sol, cuyo
oficio era guardar al cielo y la tierra, y otros
dioses había inferiores que guardaban á los
hombres, los cuales servían de intercesores de-
lante del Sol por los de la tierra.
Tenían dios para la tierra, otro del mar, otro
de las aguas, otro para guarda del vino, otro
para las sementeras, y para cada una de ellas
había particular dios. De manera que el dios
de las habas era diferente del de las lentejas y
garbanzos, y lo que había para las simientes
había también para los árboles y frutales.
Tenían dioses de todas aquellas cosas que les

54

ROMÁN

podían empecer y dañar, y también de las que
les traían provecho, así como de las mariposas,
pulgas, langostas y otras sabandijas.
Tenían dios de la guerra, y dios de la victo-
ria y dios del matrimonio.
Tenían para cada día su dios y había calen-
dario adonde por sus días estaban puestos los
dioses de la manera que la Iglesia tiene sus
fiestas.
Los Reyes ya de ley estaban obligados a tra-
tar las cosas de la religión con mayor rigor, y
así tenían en sus palacios capillas y oratorios,
y en ellas por lo menos seis dioses.
Los caballeros tenían cuatro y los demás cada
dos; de manera que ninguna casa había que no
tuviese dioses particulares, allende de los que
estaban en común en los templos.
En tres maneras dividían los indios sus dio-
ses: unos eran comunes, porque en cada cosa
que los habían menester los llamaban, y esta-
ban apropiados á cosas particulares, como eran
los de los panes y frutas, otros eran dioses in-
ventados de ellos, que por ser hombres famosos
los reverenciaban y tenían por divinos, de la
manera que lo hizo el resto de la gentilidad,
como queda visto atrás.
Otros dioses tenían más famosos y que eran

REPÚBLICAS DE INDIAS 65

tenidos de todo punto por divinos, á los cuales
reverenciaban y tenían asi como era al Sol y á
la Luna y á otros que les parecía ser cosa
grande.
En lo tocante á los primeros hay poco que
decir, y por eso pasaré á los dioses que ellos
hallaron, y después diré algo de los demás que
ellos tenían por supremos y grandes.
Tenían los de México por uno de los mayores
dioses á uno llamado Vchihibuchitl, que co-
rrupto el nombre, fué dicho después Vchilobos.
Este tuvo dos hijos, ó según otros quieren, dos
hermanos, los cuales gobernaron dos provincias
ó reinos; al uno llamado Teacate Pocatl, el Cual
fué señor y dios de la ciudad de Tezouco; el
otro se llamó Camaohtl, éste reinó en la provin-
cia de Taxcala, y en ella lo tuvieron por dios;
estos tres hermanos, ó sean dos hijos, tuvieron
á México, y aquellas regiones del Poniente, y
venían de linaje de los Chichimecas, gente fa-
mosa y noble. Estos fueron valerosos en las
armas y fueron capitanes entre aquellas gentes,
los cuales se hubieron tan valerosamente, así
en lo que tocaba á la guerra, como en lo de la
gobernación, que de su voluntad los moradores
los tomaron por señores.
Ellos ennoblecieron la tierra, hicieron leyesj

56

ROMÁN

guardaron mucha justicia, con todos fueron muy
llanos.
El Vchilobos, que debía de ser el mayor, go-
bernó la ciudad de México y la amplió ó ilus-
tró; él dio orden como se hiciesen las calzadas
por la laguna, porque México está edificada so-
bre agua, y porque antes salían con canoas ó
barcas y era gran inconveniente; hizo aquellas
calzadas terraplenes por donde anduviesen se-
guros y sin embarazo.
Este fué el que puso la religión en gran or-
den y que hubiese ceremonias en los templos y
sacrificios.
El halló el sacrificar carne humana, que es
la mayor crueldad de todas las que se pueden
pensar, principalmente como ellos lo hacían;
así hizo otras cosas con que dejó á los pueblos
muy obligados, y viendo cuánto respeto y re-
verencia le tenían, quiso introducir que lo ado-
rasen por dios, como lo hicieron Calígula y
Domiciano, y tanto pudo que salió con ello, y
así fué tenido entre ellos por gran dios, de ma-
nera que este fué reverenciado en México por
sus obras memorables* los otros dos hermanos
hicieron lo mesmo, porque enseñaron muchas
cosas provechosas á los pueblos, y después fue-
ron adorados por dioses.

REPÚBLICAS DE INDIAS 57

Sin estos tres dioses tuvieron otro famoso y
aun más principal que ninguno de los dichos;
éste fué Quecalcoatl.
Este era reverenciado en la ciudad de Cho-
baula, que está dos leguas de la ciudad de la
Puebla de los Angeles.
Era (según sus historias y memorias) este
extranjero y blanco, de gran cuerpo, ancha la
frente, los ojos grandes, los cabellos largos y
negros, la barba grande y redonda.
A este lo canonizaron por supremo dios y le
tuvieron excesivo amor y devoción y le ofrecían
grandes y ricos sacrificios, y la causa fué por-
que les enseñó el arte de la platería, porque
antes toda aquella nación la ignoraba. También
fué muy amado, porque nunca quiso que le hi-
ciesen sacrificios de hombres ni de animales,
mas contentábase con que le ofreciesen ofrendas
de pan, rosas y olores; así mesmo enseñó cómo
había de ser aborrecida la guerra, los robos, las
muertes y el derramamiento de sangre.
Era tan piadoso, que cuando oía hablar de
crueldades y robos y muertes de hombres, ce-
rraba los ojos y orejas por no ver á los que ha-
blaban ni oír lo que decían.
Fué casto y muy honesto, y por estas y otras
virtudes morales que tuvo, fué tan amado de

58

ROMÁN

todos, que le fueron hechos templos y estatuas,
y así era venerado no sólo de sus vecinos, mas
aun los de tierras muy apartadas le venían á
ofrecer dones, y los enemigos y contrarios le
prometían de venir en romería y en aquello
había seguro para todos, porque iban á obra
piadosa, y todos los más principales señores de
aquella gente le tenían hecho templo, ó capilla,
ú oratorio, y tanta era la autoridad de este dios,
que por excelencia era llamado señor, y así
cuando juraban, ó decían: por nuestro Señor
que esto acaeció así ó así, era entendido por
Quecalcoatl.
Este hombre tan virtuoso, que ellos tenían
for dios, después que los gobernó veinte años,
se partió de ellos y se volvió por donde vino, y
les dijo que vernían tiempos en los cuales ver-
nía una gente blanca y con grandes barbas y
que los señorearían, y aun cuando los nuestros
españoles llegaron, entendieron que se había
cumplido todo lo que les dijo su dios.
Cruz adorada de los indios.
También tuvieron por dios á la sancta cruz
aunque no sabían qué representase, porque en
el Reino de Yucatán en una isla dicha Cozu-
mel había en un patio una cruz grande de pie-

REPÚBLICAS DE INDIAS 59

dra y cercada con machas almenas: á la cual
reverenciaban y tenían en mucho y venían á
visitar de muchas y diversas partes.
Tenían esta figura para se encomendar á ella
en tiempo de gran seca: de manera que le pe-
dían agua cuando tenían necesidad, ofrecían-
le por sacrificio codornices, como adelante se
dirá.
Tenían por memorias antiguas que pasando
por aquella tierra un hombre muy hermoso, les
dejó aquella señal, para que se acordasen per-
petuamente dól.
Otros dicen que les fué dicho que había
muerto en ella uno, más resplandeciente que
el Sol. Y así lo refiere Pedro Mártir en sus
Décadas.
También tuvieron noticia de la Sanotísima
Trinidad, porque en el obispado de Chiapa se
halló cierta gente que tenían por Dios al Padre
y al Hijo y Espíritu Sancto, y que el Padre se
llamaba leona, el cual había criado los hom-
bres y todas las cosas, el Hijo tenía por nombre
Bacab: el cual nació de una doncella siempre
virgen, llamada Chibirías, que está en el cielo
con Dios.
Al Espíritu Sancto nombraban Estruac leo-
na, dicen que quiere decir, el gran padre.

60

ROMÁN

De Bacab, que es el hijo, dicen qne lo mató
Eopuco, y lo hizo azotar y puso una corona de
espinas, y que le puso tendidos los brazos en un
palo, no entendiendo que estaba enclavado, sino
atado, y así para lo significar tendía los brazos
donde finalmente murió.
Estuvo tres días muerto, y al tercero que
tornó á vivir, y se subió al cielo y que está allá
con su padre, y después desto que vino luego
el Espíritu Sancto, que se llamaba Estruac y
hartó la tierra de todo lo que hubo menester.
Todo esto dice el obispo de Chiapa, que supo
de informaciones que tuvo en su obispado. Y
siendo preguntados, que de donde tenían aque-
lla noticia respondían que los Zachicas y seño-
res lo habían enseñado, y que de mano en mano
había venido de padres á hijos.
Así mesmo se halló memoria que vinieron
veinte hombres, y el principal se llamaba Co –
colean, y que éste era tenido por Dios de
las fiebres, ó calenturas: dos de los otros eran
dioses contra el pecado: otros dos de los cam-
pos y heredades, y otro que tenía cargo de
enviar los truenos, estos dicen que traían las
ropas largas, y por calzado sandalias, las bar-
bas eran grandes y descubiertas las cabezas.
Estos .dicen que enseñaban á los hombres,

\

REPÚBLICAS DE INDIAS 61

que se confesasen y ayunasen, y qne ayunaban
algunos pueblos el día del viernes señalada-
mente: lo cual hacían porque aquel día murió
Bacab, y aquel día tiene por nombre Himis al
cual honraban y reverenciaban por haber muer-
to en él Bacab.
Destas cosas tan particulares no tenían noti-
cia los pueblos en común, mas los señores y la
gente principal tenían inteligencia, y lo comu-
nicaban con los demás, todavía el pueblo reve-
renciaba las tres personas, conviene á saber,
leona y Bacab y Estruac y á Chibirías madre
de Bacab, y así mesmo reverenciaban á la
madre de Chibirías, que se nombraba Ischen,
de manera que al padre, hijo y Espíritu Sanc-
to, y á Sanota María nuestra Señora, y á su
bendicta madre Sancta Anna conocían, aunque
confusamente.
Si esto es verdad, sin duda nuestra sancta fe
y religión fué publicada y predicada por aque-
lla gente, algo hace esto ser verdad por hallar-
se en esta provincia y reino algunos edificios y
letras, ó caracteres más particulares que en
otras partes.
Dios Exbalaquem.
Tuvieron otro dios los indios, muy lamoso,

62

BOMÁN

principalmente en la provincia de Guatimala,
ó treinta leguas adonde se llama la vera Paz,
que entonces se decía Vltlatlan.
De este dios cuentan una cosa digna de admi-
ración, y si supiéramos que acaeció después de
la encarnación y pasión de Cristo, todavía de
cosa fabulosa la con vertiéramos en verdad: pe-
ro sea lo que fuere, ellos tienen que este dios
fué á hacer guerra al infierno y peleó con
aquella infinidad de diablos y los venció, y
prendió al rey del infierno y á otros muchos
de los suyos, y que volvió al mundo victorioso:
pero llegando acerca de la tierra, el rey del in-
fierno pidió que no lo sacase de su lugar, y
Exbalaquem le dio un empellón y le volvió á
su propio reino, y le dijo: Sea tuyo todo lo
malo, sucio y feo; y que viniendo vencedor Ex-
balaquem los de Guatimala, ó de la vera Paz
no lo quisieron recibir, con la honra que era
razón, y se fué á otra provincia, adonde fué
recibido con muchas cerimonias, y que de este
vencedor del diablo tuvo origen el sacrificar
hombres.
Sola la Florida carecía de ídolos, templos y sa-
crificios, y siendo preguntados los moradores,
que á quien pedían ayuda en sus necesidades,
respondían que á un hombre que estaba en el

REPÚBLICAS DE INDIAS 63

cielo. Este sin duda á lo que se cree era el Sol,
porque éste era tenido por principalísimo Dios
y á éste edificaban mas templos y más sober-
bios, y á él hacían más costosos sacrificios.
Tenía este Sol mujer, que sin duda era la
Luna, ésta tenía el segundo lugar acerca de
los indios, y llamábanla la gran diosa de les
cielos, y tenían su templo en una sierra muy
alta, cercado de muchos árboles y flores, todo
puesto por industria humana, y teníanla en
gran veneración, y creían que les hablaba y
les respondía cuando la hablaban, todo el amor
que’le tenían era, porque no se pagaba de que
le sacrificasen hombres; porque esto era la cosa
que más sentían estas gentes, y tenían razón.
No quería que le sacrificasen sino tórtolas, pá-
jaros y conejos. Teníanla por abogada delante
del gran Dios que era el Sol.
Tenían gran esperanza que por medio della
alcanzaban todo lo que pedían y deseaban, y
sobre lo que estribaba era, con que ella había
de ser gran medio en que no fuesen obligados á
sacrificar á los otros dioses sus hijos é hijas, y
asi no había cosa que no diesen por bien em-
pleada, por tener grata á su diosa.
Esto es lo que hallo acerca de los ídolos de
los nuestros indios de la Nueva España.

CAPITULO III

De la idolatría de los reinos que llaman del
Perú. Qué Dioses tenían con otras cosas
al propósito.

Así como era diferente la gente del Perú de
la Nueva España, asi también en todas sus co-
sas se diferenciaba, y en las cosas de la reli-
gión tenía sus diversas y varias costumbres,
porque tenían particulares ídolos á quien ado-
raban, tenían sus dioses de piedras y de made-
ra labrados de diversa labor, los templos co-
munmente eran edificados en las sierras, y en
los mas altos peñascos que hallaban.
Era la mayor frecuentación de sus sacrificios
en las sierras, ó en las costas del mar, y ribe-
ras de los ríos, por respecto de que los dioses.

REPÚBLICAS DE INDIAS

65

á quien ellos se encomendaban, principalmente
presiden á sus panes y mantenimiento común,
y á los peces y pesquerías, porque esto era lo
que más les importaba en común.
Eran más supersticiosos los del Perú, que
los de Nueva España, porque si veían alguna
peña, 6 roca, ó un gran guijarro que se dife-
renciaba en algo de los otros, estaban persua-
didos que era cosa divina, y que los dioses ha-
bían puesto en él algo de su deidad.
Tuvieron los del Perú entre otros dioses muy
famosos una Esmeralda, la cual era grandísima
y de precio inestimable, ésta no estaba puesta
en público, como los demás ídolos, mas tenían-
la guardada como reliquia y sacábanla en cier-
tos días señalados, y el pueblo la adoraba, y si
alguno estaba enfermo lo llevaban delante de
la piedra, y los ministros persuadían á los sim-
ples que le ofreciesen dones de otras piedras
preciosas y que alcanzarían salud.
Usaron reverenciar poco á poco á los señores
y Reyes que les trajeron algunos cómodos y
provechosos y fueron justos y virtuosos, y así
por tiempos les vinieron á hacer templos y &
ofrecer sacrificios.
Después que en aquella gente reinaron los
Ingas, todavía hubo más conocimiento de Dios,
COL. LIB. AMÚRTOA.—TOM, XIV, 5

66

ROMÁN

porque se entendió que había Dios, que hizo e.
cielo y la tierra, y el Sol y Luna y estrellas, y
todo el mundo, al cual llamaban Conditi Bara-
chocha, que en la lengua del Cuzco quiere de-
cir hacedor del mundo.
Decían que este Dios estaba en los términos
postreros de la tierra, y que desde allí miraba y
gobernaba todas las cosas y proveía al linage
humano; á este comenzaron á ofrecer los prin-
cipales sacrificios.
Dícese que tenían por opinión que aquel Dios
había tenido un hijo muy malo, antes que cria-
se el mundo, y que en todo contradecía al pa-
dre, porque el padrehacía los hombres buenos
y el hijo malos; el padre hacía montes y él los
hacía llanos y los llanos convertía en montes;
en fin, ninguna cosa había buena que el dicho
hijo no la estragase; por lo cual el padre lo lan-
zó con enojo en el mar, porque allí muriese
mala muerte, pero nunca murió.
Decían que el Sol era el principal criado que
Dios tenía, y que por medio del hablaba á los
hombres y hacía todas las cosas que acá hemos
menester, y en verdad que no iban muy lejos
en esto de la verdad, porque ninguna criatura,
(sacados los Angeles y los hombres} representa
así los atributos y excelencias de Dios como él,

REPÚBLICAS DE INDIAS 67

según lo dice San Dionisio Areopagita en el
Divinis nominibus; y así como produzca y ten-
ga tan excelentes efectos y tan diversos, por
cierto no es otra cosa sino manifestar y publi-
car las excelencias y operaciones que en es-
tas cosas criadas obra el criador y verdadero
Dios. Por ser el Sol de tanto provecho, le honra-
ban y ofrecían sacrificios diversos, pero la prin-
cipal reverencia se hacia al criador del mundo,
que era dicho, como queda visto, Conditi Bara-
chocha.
Aquel primero Rey de los Ingas llamado Pa-
chaouti como fuese hombre virtuoso y repúbli-
co, comenzó á introducir la religión en el Perú,
y para esto quiso informarse de todos los dio-
ses que cada pueblo y provincia tenia, y cuan-
do le venían á dar la obediencia los capitanes y
los otros señores y vasallos inquiría qué dioses
tenían y adoraban en las provincias donde vi-
vían y qué sacrificios les ofrecían, y á qué ne-
cesidades acudían á ellos y desta manera sien-
do informado de cada uno, supo muchas cosas:
unos le decían que tenían el mar por Dios, y
estos eran los pescadores, otros á las sierras y
riscos muy altos, así como los labradores.
Otros señalaban las aves y animales y árbo-
les que adoraban.

68

ROMÁN

Algunos había que adoraban las zorras, ti-
gres y leones, porque no les hiciesen mal, lo
cual acaecía así, porque el demonio domestica-
ba aquellos animales, porque desta manera tu-
viese cautivas las preciosas almas.
Otros decían que tenían por dioses á muchos
señores que los habían tratado blanda y amo-
rosamente.
Cuando este Rey veía tanta diversidad de
dioses, reíase mucho y dábales á entender que
muchos de aquellos no era justo que fuesen teni-
dos por dioses, y así les persuadió á que dejasen
muchos dellos, pero viéndolos ya muy persua-
didos en aquella burlería se los dejó, mandóles
que tuviesen por supremo Dios al Sol, porque
decía que el Sol era la mejor cosa de todas y la
que más bienes y provechos traía, y que por
esto los hombres eran más obligados á tenerlo
por su principal dios y porque el pueblo se per-
suadiese á reverenciar al Sol. Luego hizo sus
mesmas casas templo del Sol, el cual fué el más
solemne que hubo en el mundo, como se verá
luego aquí, puso una muy gran asta ó lanza de
oro y encima la figura del Sol, de bulto y muy
grande, toda de oro, con el rostro de hombre y
sus rayos, de la manera que nosotros le pin-
tamos.

V

REPÚBLICAS DE INDIAS 69

Esta figura sacaban algunas veces fuera del
templo y la ponían enfrente del Sol, porque de-
cían que el Sol verdadero le comunicaba su vir-
tud al de oro.
Era sobremanera reverenciado de todas aque-
llas gentes, y dudo yo si el Sol fué en alguna
parte tan estimado y servido desde que comen-
zó la idolatría.
Vóse esto entre otras muchas cosas en una, y
fué que hizo el Inga edicto público y universal
en todos sus reinos y señoríos, por el cual man-
daba á todos los señores sus sujetos, y á todos
los que de nuevo se venían á sujetar á él, por
la fama de sus obras, que cada uno hiciese en
los pueblos de su señorío, templo al Sol, y lo
adornase y proveyese de suficientes rentas para
servicio del Sol, y mantenimiento de los sacer-
dotes, y que esto fuese más á menos, según la
población y lugar, de manera que en todo pro-
curasen imitar al que él había edificado en el
Cuzco, y que, puesto que les dejaba los dioses
antiguos que cada uno tenía, esto no era por-
que aquellos fuesen dioses, sino por condescen-
der con ellos; por tanto, que ya que se queda-
sen con aquellos, tuviesen por principal dios y
señor al Sol, y como á tal le edificasen templos
y adorasen y sirviesen.

70

ROMÁN

Lo cual se puso así por obra por todas las
tierras de su señorío, que ni poco ni mucho era
sino unas mil y tantas leguas, y ansí aunque.
había en cada provincia templos dedicados á
particulares dioses, siempre el más principal y
más suntuoso era el del Sol.
Estos eran los dioses de los del Peni, pero
sin duda es bien considerar la diligencia qué
aquel Rey puso en las cosas de la religión, que
para hombre sin fe fué muy adelante, en cono-
cer cuan ruines dioses tenían aquellas gentes,
y aunque es verdad que él erró en adorar al
Sol, que en fin es criatura, todavía merece más
perdón, pues escogía la más excelente de las
criaturas, cuyos efectos sentimos, entendiendo
y confesando tácitamente que la cosa que en las
cosas es la mejor, aquella merecía y merece ser
dios, cuanto más que expresamente conocía que
el Sol era criatura del verdadero Dios, y por no
tener más noticia dio en aquel error.
Si otros dioses tuvo aquella gente, no lo ha-
llo aunque este rey primero Inga, también fué
tenido por hombre divino, por los hechos y có-
modos que trajo á toda aquella gente.

CAPITULO IV

Be los suntuosos templos que tuvieron los in-
dios de la Nueva España, con otras cosas
muy curiosas que vienen al propósito.
Entre las cosas notables de religión, que por
el mundo hallamos memoria, sea entre griegos,
ó latinos, ó bárbaros ó cualquiera otra nación,
sin hacer agravio, la de los indios excedió á to-
das, así en sacrificios, como en ministros, como
en las demás cosas que se tenían por de perfec-
ción para servir al culto divino, y pues hemos
tratado de los dioses que estas gentes tenían,
vengamos á mostrar qué lugares estaban dedi-
cados para servirlos y honrarlos, porque este
orden entiendo que es el mejor que se puede
tener en este sujeto, digo pues que adonde hu«

72

ROMÁN

bo en estas provincias pocos dioses y pocas ce-
remonias, en lo tocante á la religión, así tam-
poco hubo templos señalados adonde se les hi-
ciesen sacrificios; lo que se sabe de cierto es que
el demonio persuadía á algunos que le hiciesen
algunas ermitas en los campos, pero eran de
pajizas, y no tenían ninguna diferencia de las
comunes casas, si algo había más, era que en
casa de los señores de los pueblos había unos
ciertos apartados más decentes y más bien ador-
nados que el otro resto de la casa, y allí tenían
unos ciertos incensarios, ó braseritos de barro
con que incensaban y perfumaban algunos ído-
los de poco momento.
Esto es lo que se puede decir de^algunas na-
ciones que eran tenidas por menos poiidas y
repúblicas.
Pero dejemos la religión de aquellos, que era
muy poca, ó casi ninguna, y vengamos á lo de
veras, que cierto es cosa espantable ó increíble.
Porque los templos que tenían, en número y
grandeza excedieron á los que tuvo el resto de
la gentilidad, como aquí se podrá ver, y el cu-
rioso lector podrá hacer comparación de los
templos que hemos señalado, y de los que aquí
pintaremos.
Por espacio de cuatrocientas leguas en la

REPÚBLICAS DE INDIAS 73

Nueva España llamaban á sns templos Tenca-
lli, éste era vocablo compuesto de esta dicción
Tentl, que quiere decir Dios, y de Calli, que es
casa que quiere decir casa de Dios.
La forma de los edificios de los templos era
ésta: cuanto á lo primero adonde se había de
edificar el templo había de ser el lugar más
agradable y deleitoso que se hallase en el pue-
blo, fuese el pueblo grande ó pequeño; hacían
en él una plaza, ó ciminterio muy grande y.
capaz, si era en pueblos grandes, si en peque-
ños conforme al lugar y gente que habitaba
allí. Esta plaza era cercada toda de tapia muy
alta, dándole sus puertas que salían á las calles
y caminos; los cuales venían derechos á dar en
las dichas puertas, y en esto eran tan curiosos
que hacían los caminos de á legua y á dos de
largo, puestos por nivel, para que viniesen de-
rechos al templo, de manera que salían los pue-
blos y barrios que estaban lejos del templo, y
tan derechos venían que era cosa de maravilla
verlos de las torres y altos del templo.
Estos caminos tan ordenados se hacían, no
sólo para ornamento, mas también para que
todos los que caminasen de un barrio á otro
fuesen forzados á pasar por él para sacrificar á
los dioses y hacerles reverencia.

74

ROMÁN

Dentro de aquel patio, en el lugar más dis-
puesto, estaba edificada una torre grandísima,
y comenzaba por el cimiento muy ancha y su-
bía en alto estrechándose, porque tenía cierta
obra que sin echarse de ver por de fuera, en lo
de dentro se envolvía el edificio, tenía muchos
relexes, que es obra que se embebe dentro de
la mesma pared.
Esta torre hecha en punta, tenía por la par-
te Occidental una escalera desde el principio
hasta arriba con sus gradas proporcionadas.
Encima de toda esta torre, que propiamen-
te era el templo, había una plazuela y llano tan
grande como una sala, y allí estaban dos alta-
res muy grandes á la parte de Oriente; estos se
andaban alrededor y el uno estaba edificado á
la mano derecha, y el otro á la izquierda, estos
estaban cubiertos con sus chapiteles ó capillas.
De manera que aunque lloviese no se ensucia-
sen ni mojasen.
Esto de haber dos altares acaecía adonde ha-
bía templos grandes, y en los pequeños estaba
uno: sobre estos altares había tres sobrados,
uno sobre otro, y cada cual se andaba alrede-
dor, como hoy usamos, ciertas galerías y corre-
dorcitos en los túmulos de los muertos, ó mo-
numentos,

REPÚBLICAS DE INDIAS 75

En la última grada había gran espacio y an-
chura para que estuviesen los sacriñcios y las
demás cosas que servían para tal ministerio;
este todo era propio templo y todos eran de
esta hechura, aunque unos eran mayores que
otros así como el de México, que tenia ciento y
trece gradas. T aun en la ciudad de Tezcuco
tenía el templo ciento y diez y nueve gradas;
había dentro de los meemos patios otros tem-
plos menores, y acaecía haber quince, y diez y
seis templos juntos cabe el mayor, unos tenían
el rostro, ó gradas al Oriente, otros al Occiden-
te, cual al medio día, y otros al Septentrión; en
estos no había más de un altar y una capilla,
y en cada uno había sus salas y aposentos
adonde vivían yse acogían los ministros, sacer-
dotes y servidores de los dichos templos, unos
de los cuales tenían cargo de traer los anima-
les, otros la leña y agua, y cada uno tenía su
oficio diferente, eran muchos, y junto á cada
uno destos altares había braseros de cal y pie-
dra, y de adobes alzados cuatro palmos ó más,
y redondos como una rodela, en los cuales con-
tinuamente ardía el fuego, como adelante di-
remos.
Eran las paredes de aquellos edifi nos blan-
quísimas, porque tenían materia acomodada

BOMÁN

para esto, los patios estaban enlosados y empe-
drados con piedras y betún colorado, y con tan-
to lustre y lisura, que ningún baño se puede
dar á alguna vasija que tenga más perfec-
ción.
Tenían comunmente dentro de aquellos pa-
tios otro templo dedicado al aire, y era redondo
y seguido, de manera que se hacía en lo alto
un chapitel; llamaban á este dios Quecalcoatl,
y este era aquel dios que nombramos atrás, que
fué famoso en la ciudad de Cholola.
No sólo había en cada pueblo el templo prin-
cipal que hemos dicho, y otros junto con él,
mas en cada calle y barrio había otros muchos
y en los campos y sierras y montañas agrias, y
allí había templos adonde parecía que humana-
mente no se podía hacer edificio.
Tenían puestos por los caminos y entre los
sembrados unos pequeños oratorios de la mane-
ra que nosotros ponemos los humilladeros y
ermitas; había oficiales que continuamente an-
daban mirando por los reparos, y así no había
agujero, ni suelo estragado, que luego no se
aderezase.
Parecían los pueblos muy adornados con tan-
tas torres y chapiteles, y con la multitud de
los sumptuosos edificios; dentro estaba todo

i
\

REPÚBLICAS DE INDIAS 77

aquello que se podía desear, porque estaban lle-
nos de muchas riquezas.
Aunque en todas las poblaciones había gran
curiosidad en lo tocante á los templos, todavía
México y Tezcuco y Cholola excedieron á todo
el resto de aquella nación.
México tuvo cien templos principales, sin
otra infinidad de otros pequeños.
El principal fué el que tenían los Reyes de
México por magnificencia real. Este era llama-
do por sobrenombre el Grande, y tenían razón
de darle este título, porque le convenía.
Primeramente su hechura era de maravillosa
obra, porque el patio era tan grande como un
tiro de ballesta cada paredón, y era cuadrado y
las paredes de piedra de mampostería con mu-
cho primor; tenía cuatro puertas principales que
salían á las tres calles principales, que vienen
de la tierra firme por las tres calzadas por don-
de salían de la laguna á tierra, y la otra puer-
ta, que era la cuarta, salía á una calle á la cual
entraban con canoas ó barcas por el agua; en
medio deste cuadro está una torre con triángu-
lo, ó de tres esquinas hechas de piedra y tierra
maciza, y había de esquina á esquina ciento y
veinte pasos; cuanto más subía esta obra tanto
mis se iba estrechando el edificio y haciendo

78

ROMÁN

unos relexes por de fuera muy grandes, los cua-
les salían afuera, y así tenia otros pequeños.
Es el relex un asiento que queda en un vago
en la pared, ó edificio, como si comenzase una
pared desde abajo de diez ladrillos en ancho, y
subida la pared en alto hasta cierta cantidad
de altura, la pared fuese de allí adelante de
cinco ladrillos; aquel espacio que queda en vago
es dicho relex.
– Esta labor también se suele hacer por den-
tro del edificio, como por de fuera; pero en esta
obra era de fuera por respecto de qué el edificio
era macizo, fenecíase esta obra ó torre en una
plaza que tenía setenta pies de ancho, y era
cuadrada,.y sino fuera por los relexes llevara
forma de pirámide, pero como en lo más alto se
ensanchase, quedaba como torre cuadrada aun-
que al principio comenzó en triángulo.
Estaban en aquel llano, ó plaza, dos altares
muy grandes, apartados unos de otros, de ma-
nera que se podía andar alrededor holgada-
mente.
Tenían de altura estos altares cinco palmos,
tenían encima de sí unas capillas muy bien la-
bradas con sus entalladuras; tenía cada capilla
sobre sí tres sobrados con sus corredores y ba-
randas, como los demás templos que hemos di-

REPÚBLICAS BE INDIAS 79

cho, salvo que aquí había mayor primor por ser
obra de gran magnificencia y que los Reyes
habían querido mostrar su grandeza.
Era esta obra tan alta, que se veía de lo alto
della toda la laguna con las ciudades y pobla-
ciones que en ella hay, que era cosa notable la
vista tan grande.
Tenía al Occidente las gradas para subir á
los altares, y eran ciento y trece, y cada grada
tenia de alto un muy buen palmo.
Desde la última grada hasta donde estaban
los altares, había lugar capaz para poner los
sacrificios y estar los ministros y sacrificantes.
Cada uno. destos altares tenía su ídolo de
piedra tan grande y mayor que un gigante.
Tenía este templo cabe si más de cuarenta
templos menores, y cada uno era dedicado á su
dios particular.
Como había tantas torres, adornábase mucho
el “edificio principal.
Tenía aquí, como dije, el aire su templo y
redondo, y la razón que daban para que fuese
de aquella hechura era, que nsí como el aire
anda por la redondez del cielo, así también ha-
bía de ser su templo redondo; tenía la entrada
y puerta este templo de hechura de una boca
de serpiente rabiosa, con los colmillos espanta-

80

ROMÁN

bles, servían aquellas capillas que estaban So-
bre los altares de sepultura de los Reyes y se-
ñores. De manera que siempre se tuvo por cosa
principal el dar las sepulturas en lugares más
honrados á los mayores.
Junto á los mesmos templos estaban grandes
edificios, para donde estuviesen los ministros,
y sin estos palacios había otros muy grandes y
soberbios adonde ponían las armas, porque como
los templos eran como Alcázares de los pueblos,
tenían en ellos su munición.
Tenían sin estos aposentos otras tres salas
con sus azoteas y muy pintadas, en las cuales
había gran infinidad de ídolos de diversas ma-
neras, de piedra, y madera, y cobre, y de diver-
sos metales; para entrar en estas cámaras ó apo-
sentos había unas puertas muy pequeñas y
bajas y dentro muy obscuro.
En este patio adonde estaba tan suntuoso
templo, tenían para magnificencia en él muchas
aves de diversas maneras, y tenían grandes
vergeles llenos de muchas flores y yerbas odo-
ríferas.
Tenían los templos grandes fábricas y rentas
para conservar el edificio, porque tenían pue-
blos, heredades y otras ofertas, con que había
bastantemente con que proveer á todo.

REPÚBLICAS DE INDIAS 81

Cierto ninguna iglesia tienen, ni tuvieron
los cristianos, en la cual hubiese tanto aparato
y magnificencia.
También los de Colóla fueron diligentísimos
en edificar templos á sus dioses, y en tanto que
en una ciudad tenían tantos templos como días
hay en el año.
Y templo tuvieron que tuvo no pasos y pies
en número de grandeza, mas aun leguas mu-
chas.
En Colóla estaba la Metrópoli, ó cabeza de
toda su religión, y así todos los grandes seño-
res tenían allí sus capillas y casas particulares,
porque venían como en romería á visitar aquel
templo por ser el de más reverencia.
Poco antes que llegase la predicación del
santo Evangelio á aquellas gentes, comenzaron
los Cholutecas, ó los de Colóla un templo que
si lo acabaran por ventura fuera el más famoso
del mundo, porque sólo el pió de la torre, que
es cuadrado, tenía de esquina á esquina de lar-
go un tiro de ballesta, y no habiendo subido
más que los cimientos, estaba tan alto, que la
más ligera ballesta no alcanzara al edificio, y
como digo, eran aquellos los oimientos.
Afirman los viejos que aun había subido más
la obra de lo qu5 parecía al presente; porque
COL. LIB. AMÉBICA.—TOM. XIV. 6

82

ROMÁN

había sido derribado y caído por no haber pro-
seguido la obra, y según se tiene por cierto, de-
terminaban de subir la obra tan alta, ó más que
sobrepujase á la más alta sierra y monte de
toda aquella tierra, de manera que por lo menos
fuera una legua de alto. Pero cesó la obra por
respecto de que vino una muy gran tempestad,
y echó dentro del edificio una gran piedra en
figura de sapo, de lo cual quedaron tan espan-
tados que no se atrevieron á proseguir la obra
comenzada.

Milagro notable.
Este edificio sirvió después de edificar otro
templo pequeño, el cual deshicieron los Padres
de San Francisco, cuando pasaron en aquellas
partes á plantar la fé católica, y pusieron sobre
la obra antigua una gran Cruz, y acaeció una
cosa notable, que es bien que se ponga aquí
para memoria de los cristianos, y fué ésta: que
como el demonio viese destruidos los lugares
adonde él era reverenciado, y que ponían las
armas con que él fué vencido, por permisión de
Dios, cayó un rayo y quebró la Cruz, y los frai-
les volvieron á poner otra, y de la mesma ma-

\

REPÚBLICAS DE INDIAS 83

ñera fué hecha pedazos; pusieron otra tercera
y acaeció como al principio.
Los religiosos, admirados de tal cosa, imagi-
naron lo que era, y cavando tres estados ó más
en aquel edificio, hallaron ciertos ídolos y algu-
nas ofrendas y sacrificios que habían hecho al
demonio, y sacadas aquellas cosas inmundas,
luego pusieron otra Cruz y permaneció.
Cierto si yo quisiese contar por menudo los
templos de las Indias nunca acabaría, porque
el número fué infinito, y la labor de ellos extre-
mada en grandeza y en riqueza; pero paróceme
que basta lo dicho, y es buen testimonio desto
ver que en Táscala se aposentaron dentro de un
templo cuatrocientos españoles con sus caballos,
munición y sirvientes.

CAPITULO V

De los templos y lugares sagrados que tuvie-
ron los del reino del Perú.

Dos maneras hubo de templos acerca de la
gente del Perú, así como también hubo dos ma-
neras de dioses.
Los antiguos templos fueron muy diferentes
de los que adelante labraron los Reyes Ingas,
porque eran edificados dentro de poblado, en
lugares llanos, eran obscuros y bajos en los edi-
ficios, sus piezas y aposentos eran muy peque-
ños y estrechos, de manera que cualquiera que
entraba dentro, se le entristecía el corazón, y
no era maravilla, pues vivía en él el príncipe
de las tinieblas.
La causa de edificar estos templos desta ma-

REPÚBLICAS DE INDIAS

85

ñera, fué porque sus dioses lo pedían así, y eran
tan sujetos aquellos pueblos á estos dioses, que
si no hacían lo que les era mandado, creían que
todos los males habían de venir sobre ellos.
Todo esto hubiera quitado aquel gran Rey
Pachaquiti Inga, mas viendo que de ello se
causaría inquietud y alteración, tuvo por bien
de que se quedasen con sus antiguos dioses y
templos, mandando que sobre todos los dioses
fuese adorado el Sol, y á él le fuesen hechos los
más suntuosos templos, y así los templos que
fueron hallados famosos y dignos de ser nota-
dos por obra maravillosa de nuestros españoles
fueron los dedicados al Sol.
La manera de edificar estos templos era muy
diferente del antiguo que usaban, así en el
asiento como en la arquitectura y riquezas.
Cuanto á lo primero, el sitio era en lugares muy
anchos y altos, así como en cerros y cuestas,
porque señorease la ciudad y el lugar adonde
se edificaban, y si eran las ciudades en tierra
llana, hacían unos promontorios de tierra altí-
simos, y sobre aquello edificaban el templo.
La obra de estos templos era de esta manera:
primeramente se hacía un gran cercado redon-
do de cuatro ó más estados en alto, dentro de
este muro se labraba otro de la mesma hechu-

86

ROMÁN

ra, y acaecía hacerse dentro del segundo cerco
otro tercero, y en el tercero otro cuarto, el cual
quedaba llano sin levantar tapia que sobrepu-
jase al suelo.
En aquel último cerco edificaban cuatro cuar-
tos en cuadra, á manera de cuatro dormitorios,
ó ángulos de monasterio, las paredes tenían
muchas ventanas, á la manera de las antiguas
iglesias de España, como se ve en Santa Leo-
cadia de Toledo fuera de los muros, de manera
que todo el edificio pudiese estar muy claro,
dentro de aquel cuadro ó cuartos estaban los
altares, y allí estaba en el lugar más preemi-
nente la figura del Sol puesta con gran majes-
tad y aparato.
Estaban estas piezas cubiertas de ciertas la-
bores y artesones de madera muy curiosa-
mente.
Este templo tenía dos portadas muy grandes
por donde entraban en él, subíase á estas puer-
tas por dos escaleras que tenían treinta gra-
das.
La riqueza de los templos era grande en lo
interior, porque todo era comunmente oro y
plata y otros metales riquísimos.
Tenían labrados en los metales carneros y
corderos y otros animales de oro tan al vivo,

REPÚBLICAS DE INDIAS 87

que ninguno de los antiguos fué mejor maestro
que los del Perú.
Todos los templos en común eran ricos, unos
más que otros, según la posibilidad de los seño-
res y pueblos que los labraban.
Ponían colgados en las paredes animales de
oro, que eran ofrendas que daban al dios.
Tenían los templos á la una parte como ora-
torio, ai lado oriental, adonde sale el Sol, con
una muralla grande, y della salía un terrado de
anchura de seis pies, ó en la pared se hacía un
hueco ó encaje adonde estaba la imagen del Sol,
de la manera que nosotros la pintamos, figura-
da la cara con rayos también de oro; esta po-
nían cuando el sol salía en aquel altar, de ma-
nera que mirase al nacimiento, porque desde
que salía el sol hasta que venía mediodía, se
miraban el sol verdadero y el fingido, y des-
pués volvíanlo á poner en otro altar ó encaje,
de suerte que el resto que quedaba del sol se r
viesen como á la mañana.
Dentro de las dos cercas primeras que diji-
mos del templo, estaban edificados los aposen-
tos de todos los ministros que servían en el
templo ansí como sacerdotes y sacerdotisas.
Allí había aposentos adonde labraban ornamen-
tos para el templo, tenían bodegas y despensas

88

ROMÁN

adonde se ponían todos los vinos y aves y ani-
males vivos y muertos, que se habían de sa-
crificar.
Había sacristías adonde había ornamentos de
lana y algodón de colores finísimos, y de tal
manera estaba el edificio, que estaba muy claro
todo, y se dejaba ver cada cosa fácil ísima-
mente. Muchos templos tenían los del Perú,
famosos, pero dos fueron los más ilustres.
El uno fué el de Pachacama y el del Cuzco.
El de Pachacama era todo labrado de oro
por dentro, aunque cuando los nuestos españo-
les fueron, ya hallaron muchas planchas quita-
das, pero con todo eso hubo grandes riquezas
en él; de manera que bastara á hartar la ham-
bre de cualquiera gente, salvo la de los españo-
les, que fué la mayor que se lee en las his-
torias.
El del Cuzco, que hoy decimos ciudad de los
Reyes, fué también excelentísimo, así en la ar-
quitectura como en las riquezas, porque las pa-
redes eran de piedra muy bien labrada, y entre
piedra y piedra, por mezcla y cal, echaban es-
•..¿ño y plata, cosa nunca oída; toda la obra de
dentro estaba aforrada y cubierta de chapas de
oro, no sólo las paredes mas el cielo ó bóveda y
el mesmo suelo.

REPÚBLICAS DE INDIAS

89

Estas chapas no eran delgadas ni pequeñas,
mas grandes, como grandes espaldares de sillas,
y gruesas como un dedo; pesaban unas con
otras á quinientos castellanos.
Destas quitaron algunas los primeros espa-
ñoles que entraron en la tierra, que fueron en
número de setecientos, las cuales se entregaron
á Pizarro.
Desguarnecieron este templo con ciertas ha-
chetas, ó^barras de cobre, que solían servir
desto.
Tenía este templo infinidad de tinajas y cán-
taros y piezas y vasijas, para el servicio del
templo, todos de plata y oro: y para esto había
innumerables maestros que no entendían en otra
cosa toda la vida, era famosísimo, porque era
como Metrópoli y cabeza de otros muchos tem-
plos. Otras cosas notables se cuentan de los lu-
gares sagrados que ellos tenían: pero porque no
pasaba de aquí lo que había’ rico, me parece que
es supérfluo hablar deste propósito más.
Solo diré que los otros templos que había de
diversos dioses, eran también principales, por-
que aunque el Rey Pachaquiti Inga, quiso que
principalmente fuese aquel Sol reverenciado,
todavía quedó algún rastro de su idolatría an-
tigua: esto pareció bien cuando nuestros espa-

90

ROMÁN

fióles pasaron en aquellas partes, prinoipalmen*
te en la ciudad de Pachamaoha, adonde halla-
ron en el templo famoso del dios Pachamacha,
(que según parece se nombra la ciudad del
Nombre de Dios, como hoy lo hacemos los cris-
tianos, que llamamos la ciudad de Santo Domin-
go de la Calzada, por el santo que allí hay, y á
Santiago, por el Santo Apóstol que allí hay,
aunque se llama Compostela de antiguo); este
templo, como los demás, era muy curioso, aun-
que olía mal.
Aquí tenían un ídolo hecho de madera y de
mala facción, sucio, y en este tenían singular
devoción muchas gentes de la provincia, y de
la manera que nosotros visitamos al Apóstol
Santiago ó Nuestra Señora de Monserrate ó
Guadalupe, ansí frecuentaban los del Perú este
templo, y era tan frecuentada esta romería, que
de trescientas leguas le visitaban y le ofrecían
muchos dones.
En este ídolo respondía el demonio muchas
veces, y le vieron muchos de nuestros españo-
les, y ansí tenía persuadido á la gente, que él
era el verdadero dios, que tenían por cosa muy
averiguada que él dio principio á todas las co-
sas, y él les daba los mantenimientos y todo lo
que habían menester en esta vida.

REPÚBLICAS BE INDIAS 91

Pero cuando se comenzó la predicación del
Evangelio, luego cesó de dar respuestas, y aun-
que algunos de los indios le llamaban, no res-
pondía, porque haciendo del enojado se fué á
los montes, aquel demonio que allí hablaba, vien-
do que se convertían muchos, pero como crecie-
se la religión verdadera, y que iba perdiendo
tieira, determinó engañar la gente con decilles
que ya habían tratado de paces el Dios de los
cristianos y él, y que ya tenían determinado
que fuesen reverenciados los dioses, y que de
allí adelante le sirviesen como solían, y que él
los ayudaría.
Pero como esto fuese mayor mal y error, no
dio lugar Dios que el siervo malo tuviese asien-
to tan principal en la casa del Señor.
Esto es lo que se puede decir de los templos
del Perú, en los cuales lo más que había que
notar eran las riquezas grandes que dentro te-
nían, con que se hicieron riquísimos los prime-
ros que conquistaron la tierra.

CAPITULO VI

Be los sacerdotes que había en las Indias de
la Nueva España, de sus grados y órde-
nes, cómo tenían su Sumo Pontífice, y
otros que eran menores como Obispos, de
sus nombres y hábitos, costumbres y reli-
gión, de su castidad y penitencia, de la
manera cómo eran elegidos para aquellos
oficios.
Pespués de haber tratado de los sacerdotes y
ministros de aquellas gentes que tan repúbli-
cas se mostraron entre los Griegos y Latinos,
vengamos agora á mostrar qué ministros y sa-
cerdotes tuvieron los indios que nosotros hemos
tenido por bárbaros; y sin duda que si han sido
notables las cosas que atrás quedan dichas, que

REPÚBLICAS DE INDIAS

93

no parezcan las que dijéremos en este propósito
dignas de ser despreciadas.
Cuanto á lo primero, los Indios tenían mu-
chos grados de sacerdotes, según los ministe-
rios y oficios que administraban.
Había Sumo Pontífice, ó Sumo sacerdote, y
este era el supremo; después había otro inferior
á él, y este era como digamos entre nosotros
obispo, y al obispo había otros subordinados
que le reconocían, y estos eran los sacerdotes.
Había ansí mesmo otros ministros del templo
como dignidades de las iglesias catedrales en el
pueblo cristiano; ansí como tesoreros, maestre
escuelas, sacristanes y mozos de coro, como to-
do se dirá por orden.
Sumo Pontífice.
El sumo sacerdote, en la lengua mexicana, se
llamaba Ihehuatecotl, que era tanto como el su-
premo de los consagrados á Dios, y que tenía
jurisdicción sobre todos los demás; pero una
cosa me pone admiración, que dice el obispo de
Chiapa en aquella su Apología que en cierta
lengua, llamada Totona, llamaban al sumo sa-
cerdote Papa; en la lengua mexicana no quería
decir esto, mas cabellera que criaba el sacerdo-

94

ROMÁN

te, y de aquí es que nuestros españoles como no
entendían bien la lengua, llamaban á I03 sacer-
dotes Papas, porque veían llamar Papas á los
cabellos de aquellos ministros.
En fin, este nombre Papa fué tenido como
suprema dignidad entre muchos de Los indios,
por lo cual el primero obispo de México, mandó
que en las oraciones adonde añadimos Papa,
no se dijese Papa, mas sumo Pontífice, porque
no pareciese á los indios que en nuestros sacri-
ficios se hacía mención de sus sacerdotes, idóla-
tras y ministros del demonio.
El hábito más señalado de los sacerdotes, era
traer cabellos muy crecidos, que llegaban has-
ta debajo de las rodillas á manera de los antr
guos Nazareos, y traíanlos muy negros y he-
chos trenzas, como lo usan algunas mujeres.
Traíanlos muy sucios y así parecían feos,
porque nunca los lavaban ni peinaban.
Allende de esto acostumbraban tiznarse y
ennegrecerse, y cubríanse con unas mantas ne-
gras de grandor y anchura de dos varas, he-
chas en cuadra.
El sumo sacerdote traía una borla que le
colgaba por el cuello á manera de joyel y en
esto solo se diferenciaba de los demás sacer-
dotes,

REPÚBLICAS DE INDIAS

95

El obispo que era menor que el sumo sa-
cerdote, se llamaba Hupixe, que quiere decir
gran ministro de Dios.
A los sacerdotes menores llamaban Tetuy-
pixque, que significa cuasi oficial de Dios,
derivándolo de esta dicción Tetuy, que es Dios,
y de Pixque, que es oficial: las demás dignida-
des tenían sus nombres, que se derivaban de
los oficios que administraban; al que nosotros
llamamos tesorero, decían ellos Tlaquimilolt-
cotl, que significaba administrador de la ha-
cienda de los dioses.
Al maestre-escuela decían Tlamacaxcatecotl,
que significaba tanto como maestro, ú oficial de
los ángeles, ó mozo de Dios, porque Tlamacax
quiere decir mozo, y Catecotl, maestro ó enso-
ñador.
Al sacristán llamaban Tlilancacalcatl, que es
el que trataba los ornamentos sagrados.
A los mozos de coro decían Thehutlacas-
caha, que significa mozos de la casa de los dioses.
Así tenían otros oficios en sus templos que
eran entre ellos muy honrados.
Algunas provincias había en la Nueva Espa-
ña que tenían seis sacerdotes principalísimos,
que serían como Arzobispos y Patriarcas; pero
sobre todos era el gran sacerdote; éstos todos

96

ROMÁN

eran en gran manera honestísimos y muy cas-
tos; en viendo mujeres, bajaban los ojos hasta
el suelo.
Nunca bebían vino ni cosa que les sacase de
su juicio emborrachándose; nunca llegaban á
mujer, porque la castidad era lo que estimaban
en más; en sus movimientos guardaban mucha
mortificación, gravedad y mesura, por lo cual
eran muy estimados y roverenciados como san-
tos, y tanta autoridad tenían sus palabras, que
en hablando uno una cosa, por increíble y du-
dosa que fuese, la creían.
Gobernábase la tierra mediatamente por
ellos, por cuanto recibían las respuestas de sus
dioses, y decían á los Reyes y señores lo que
había, y después según aquello proveían.
De manera que si se había de dar guerra, ó
hacer otra cosa de pro y utilidad para la repú-
blica, primero se había Nde consultar con los
sacerdotes, y ellos respondían lo que se había
de hacer.
Cuando ordenaban á sus sacerdotes.
Acerca de ordenarse los sacerdotes, y cuá-
les habían de gozar de esta dignidad, hallo
esto:

REPÚBLICAS DE INDIAS

97

Que el mayorazgo, hijo de señor, sacedla en
el estado y hacienda, y si tenia dos hijos, el
segando era sacerdote, pero el pontífice mayor
siempre era hijo del Rey, ó del mayor señor de
la tierra adonde se habían de criar y ordenar
los tales ministros.
En otras provincias todos los sacerdotes eran
criados por elección: asi lo usaban los Totona-
ques.
Los sacerdotes de tanta auctoridad eran cada
uno de ellos, cuanto se allegaba más en el nú-
mero al supremo; de manera que el primero era
más principal que J segundo, y el segundo que
el tercero; en fin, que no eran todos iguales.
Cuando moría el sumo sacerdote, sucedíale
el segundo de los que quedaban, ó el más anti-
guo, digamos, al cual los demás sacerdotes un-
gían con gran solemnidad; el óleo era ungüento
hecho de un licor que se llama en su lengua
Olei, el cual era mezclado con la sangre de los
niños que circuncidaban; con esto ungían la
cabeza del nuevo electo, y esto era de tanta
fuerza que luego tomaba la potestad y jurisdic-
ción de su oficio, y hecho esto por los sacerdo-
tes luego venía el pueblo y le hacía reverencia
y le consaludaba como á su pastor, y dábanle
las gracias porque se encargaba de aquel oficio.
COT, T/fP. * MÍ”. Tí TOA,–ToY, XTY. 7

98

EOMÁN

Eran tan estimados los sacerdotes entre los
indios, que no sabría yo decir con palabras en-
carecidas lo mucho que eran y el crédito que
tenían.
Es verdad que en algunas partes tenían más
auctoridad que en otras, así como los que ad-
ministraban en templos famosos y dioses seña-
lados, de la manera que hoy lo vemos en las
iglesias principales que son de mayor reputa-
ción que los de las iglesias y parroquias co-
munes.
Muchas gentes venían á visitar á estos sa-
cerdotes de muy lejos por devoción, y enco-
mendaban en sus oraciones todos sus negocios.
Estos, ansí como eran más principales, ansí
también se aventajaban en la vida más religio-
sa, porque eran como monjes, y ansí el mesmo
sumo sacerdote consultaba con ellos ios nego-
cios más arduos, y tan encerrados vivían y tan
apartados de conversación, que jamás hablaban
sino con los que venían á tratar de cosas espi-
rituales, ó venían á encomendarles sus necesi-
dades; todo lo demás, estaban en cuclillas, las
cabezas bajas con semblantes muy tristes.
Sus hábitos eran unas pieles de ciertos ani-
males, con los cabellos muy largos, encordona-
dos y hechos trenzas; no comían carne, y en el

REPÚBLICAS DE INDIAS 99

lugar adonde se dedicaban, allí vivían y mo-
rían sin elegir otro lugar.
Cuando alguno destos sacerdotes más reli-
giosos moría, elegían otro que fuese en vida y
conversación más conocido; no había de ser
mozo, mas viejo, y que pasase de setenta años,
que h ibiese ya probado todas las cosas, y
tuviese experiencia de todo; había de haber
sido casado, pero entonces había de estar viudo
si había de ser elegido.
Estos allende del principal cargo que tenían
en las cosas de la religión, tenían por oficio es-
crebir en sus figuras y caracteres las historias
y hechos notables de sus Reyes y gente, y dá-
banlas á los pontífices mayores, y después estos
pontífices, predicando al pueblo, referían los
hechos notables de sus mayores.
En la provincia de Tenacan, que es treinta
ó cuarenta leguas de México, tenían en los
templos capellanes perpetuos, que siempre ve-
laban y se ocupaban en oraciones, ayunos y sa-
crificios.
Este perpetuo servicio se repartía de cuatro
en cuatro años, y los capellanes ansí mismo
eran cuatro, y estos se llamaban Monauhxihu-
zauque, el cual vocablo es compuesto de tres dic-
ciones, conviene á saber de cuatro, y año y ayu-

100

ROMÁN

nar; estos sacerdotes entraban en los templos
como nosotros en los treintanarios cerrados,
por sus veces: uno un mes ó treinta días ó más
cada uno de los cuales por todo el tiempo que
allí estaba, no tenía más que una manta de al-
godón y un maxtil, que es como un almaizal de
algodón delgado, con el cual cubrían sus ver-
güenzas con cierta manera que no afeaba los
muslos. No tenía más ropa de día ni de noche,
ni en verano ni en invierno; tenían por camas el
suelo y por cabecera una piedra, ayunaban to-
dos aquellos cuatro años. Su ayuno era no co-
mer carne, ni pescado, ni sal, ni Axi, que es la
pimienta que nosotros llamamos de Indias, sin
la eual aquellas gentes viven dificultosamen-
te; no comían, cada día, más de una vez á
medio día; y su comida era una tortilla de
maíz, que ternía cómodos onzas de pan, y la bebi-
da era una escudilla de atulli, que es como unas
puchas ó comida rala; fruta, ni miel, ni cosa dul-
ce, no la podían comer sino de veinte en vein-
te días, que eran sus días festivales y solemnes,
en los cuales podían comer y beber cuanto qui-
siesen, y de todo lo que hallasen.
En cada uno de los cuatro años les daban una
vestidura, y uno de aquellos velos ó almaizal,
para cubrir sus vergüenzas.

REPÚBLICAS DE INDIAS

10Í

Este ayuno era común á todos aquellos cua-
tro sacerdotes; su ejercicio y ocupación en todo
este tiempo, era estar siempre velando; de no-
che cantaban á sus dioses diversos cantares
muy devotos que tenían ordenados; para velar
las noches, repartíanse de dos en dos, y así vela-
ban una noche dos, y dormían los otros, y ansí
pasaban todos aquellos cuatro años;’en toda la
noche no dormían, y de rato en rato hacían sa-
crificios á sus dioses de sí mismos, como ade-
lante veremos.
Estos por esta penitencia tan áspera so ha-
cían dignos y merecedores que el demonio les
apareciese ó ellos lo Ungían, y decían al pue-
blo lo que les había revelado; de manera que lo
que ellos mandaban que se hiciese ó prometían
que acaecería, tenían por cosa muy aprobada,
porque decían que los dioses lo mandaban.
Guando eran preguntados qué figura era la
que veían, ó en qué forma les aparecía su dios,
respondían que veían comunmente una cabeza
con cabellos largos y este les hablaba.
Estos, después de acabado su tiempo, conta-
ban á los que les hablaban y venían á ver, ma-
ravillas, ansí de las visiones como de la perse-
verancia de la penitencia y ayunos, y los reyes
holgaban mucho de aquello, porque tenían por

102

ROMÁN

gran pnnto que fuesen estimados y venerados
sus dioses.
Si acaso se hallaba alguno destos cuatro sa-
cerdotes haber llegado en el tiempo de su peni-
tencia á alguna mujer, juntábanse muchos sa-
cerdotes de los otros, y otro mucho pueblo y
examinada la causa y convencido, sentenciá-
banlo á muerte y ejecutábanla de noche, y ma-
tábanlo con darle muchos golpes en la cabeza y
después lo quemaban, y quemado y hecho ce-
niza aventaban los polvos por el aire, porque
no quedase memoria de tan mal hombre, por-
que tenian aquel pecado cometido en tal tiem-
po, por abominable sacrilegio.
Si moría de su enfermedad, estando en aque-
lla penitencia, luego ponian otro que supliese
aquel oficio, y teníase por mala señal y juzga-
ban por cosa cierta que morirían algunos seño-
res aquel año y habría mortandad de personas
señaladas, y ansí todo aquel año era triste para
todos, creyendo que los dioses habían de tomar
venganza de ellos.

CAPITULO VII

De otros muchos ministros que servían en
los templos de los Indios, los cuales ser-
vían como sacristanes, con otras cosas cu-
riosas. Trátase así mesmo de los sacerdo-
tes del Reino del Perú.

Allende de los sacerdotes que hemos dicho,
tenian los indios otros ministros de menor gra-
do y autoridad, los cuales ayudaban y servian
á los otros sacerdotes; en el número no había
cuenta, porque según era el pueblo así habia
más ó menos; á reces habia treinta y cuarenta
sacristanes y á veces menos. ‘
De estos habia dos géneros de ministros, los
unos eran hijos de señores y caballeros, como
acá decimos hijos dalgo, los cuales tenían cargo

104

HOMÁN

de servir á los dioses en las cosas más princi-
pales, como gente más digna y escogida.
Los demás eran hijos de ciudadanos honra-
dos; estos, como los que no eran de tanta cuen-
ta, servían en lo exterior del templo y en las
cosas comunes.
Los primeros tenían cargo de barrer y regar
el templo y tener muy limpias todas las cosas
tocantes al culto de los dioses; limpiaban los va-
sos, cuchillos y los demás instrumentos con que
y en que sacrificaban, y en esto se desvelaban
y no se ocupaban en otra cosa.
Estos de cinco en cinco años subían de un
cargo menor á otro mayor.
Allende de éstos que eran ordinarios minis-
tros, se ofrecían y dedicaban muchos hijos de
señores al servicio de los ídolos y permanecían
en los templos hasta que era tiempo de casarse,
según las leyes y costumbres del templo.
Todo el tiempo que allí vivían eran llamados
Tehutlamacax, era este nombre compuesto de
dos dicciones, de Tehu, que es Dios, y Tlama-
cax que es mancebo ó doncel.
Estos eran enseñados en todas las cosas de la
religión por el maestre-escuela, y en las demás
cosas morales y en las leyes con que se gober-
naba la república.

\

REPÚBLICAS DE INDIAS 105

Mandábanles que en todas maneras, mien-
tras sirviesen en los templos, fuesen continen-
tísimos y ansi cuando veían mujeres bajaban los
ojos; y por ley les estaba prohibido llegar á ellas
hasta que se casasen.
El otro género de gente que servia al templo
era de los ciudadanos y gente honrada del pue-
blo; estos servían en el templo de cosas más ba-
jas, ansí como de traer leña para los braseros,
y atizar el fuego, que continuamente perseve-
raba sin apagarse.
Si labraban algo en el templo, ó reparaban,
ellos tenian cargo de dar cal, tierra, madera y
agua y lo demás que era menester á la obra.
Estos tenian su estancia y vivienda cerca del
templo y tenian particular maestro que les en-
señaba lo que habían de hacer, y llamábase
Telpuchitlato, que quiere decir guarda ó capi-
tán de los mancebos.
Ya tenían rentas diputadas los unos y los
otros, de que comían y vestían; todavía guar-
daban todos cierto género de penitencia mien-
tra servían á sus dioses, porque ayunaban y
hacían sacrificios señalados de sí mesmos, ofre-
ciendo á los demonios su sangre.
Eran estos mancebos tan bien doctrinados y
enseñados que ninguna cosa que les fuese man-

106

BOMÁN

dada rehusaban, mas con gran presteza y dili-

gencia facían lo que convenia.

LWados á la edad cuando se habían de ca-

veintidós años, de-

mandaban á los sacerdotes y á su maestro licen-
cia para buscar mujer, y luego se la daban.
En algunas provincias, el sumo sacerdote te-
nia mucho cuidado en mandarlos casar, y si no
querían casarse cuando se lo mandaban los sa-
cerdotes, eran obligados de allí adelante á ser
continentes todos los días de su vida, y el que
esto hacia era habido por hombre infame y por
tal lo publicaban con pregón; de manera que
después ninguno le quería dar su hija.
En la provincia de Tlascala se acostumbraba
que si se pasaba el tiempo de casarse, y alguno
lo disimulaba, ó se descuidaba, ó no quería ca*
sarse, en pena de su pecado lo tresquilaban, que
era gran infamia entre ellos, y echábanlo de la
compañía de los mancebos.
Pocas veces acaecía esto, porque eran pocos
los que dejaban de casarse.
También había pena para el ministro que se
casaba sin licencia, y ansí allende de las penas
contenidas en sus leyes y constituciones, era
habido por mozo liviano y de poca vergüenza.
Guando se despedían de aquellos colegios y

REPÚBLICAS DE INDIAS 107
templos adonde se habían criado, el maestro
que habían tenido les persuadía á la virtud, y
que no olvidasen lo que habían aprendido, y
fuesen muy devotos de los dioses, y que pues
tomaba casa y mujer se diesen al trabajo y á
vivir como hombres de razón y cordura, y ansí
les decía en este propósito otras muchas cosas
muy provechosas.
Avisábales también que fuesen animosos en
las guerras, y prometíales que los dioses les ha-
rían ricos y honrados si hiciesen como va-
lientes.
Aconsejábanlos que tuviesen reverencia á
los padres y madres, y que reverenciasen á los
viejos.
Luego, en siendo casados eran empadrona-
dos y puestos en el número de los casados, y
tenian con ellos cuenta unos como jurados á
quien estos en ciertas cosas eran como sujetos.
Era costumbre entre estas gentes, que todos
los niños desde seis años hasta los nueve, eran
llevados á los templos, y sus padres eran obli-
gados á llevarlos, y en aquellos aposentos ó es-
cuelas oían su doctrina, y eran enseñados en
buena crianza y costumbres y en las cosas
de la religión, según en aquella edad podían
aprender.

108

BOMÁN

Otras cosas había dignas de recomendable
memoria; pero de lo dicho me parece que se
puede sacar en limpio cuan Re públicos eran es-
toa indios y cuan gran orden tenian en las co-
sas de su religión, aunque vana y ciega.
Y pues hemos hablado de las Indias, diga-
mos algo de lo que se puede sacar en limpio de
los sacerdotes del Perú.
Sacerdotes del Perú.
Del sacerdocio y ministros de los templos y
dioses del Perú, no se ha podido apurar y sacar
on limpio, de la manera que en la Nueva Espa-
ña: porque no hubo quien tuviese tanto cuida-
do y curiosidad.
Sabemos, empero, que tenian sumo sacerdote
que se decia Vilaoraa y otros sacerdotes meno-
res que le eran sujetos, y que no eran casados
sus sacerdotes.
Otra cosa no hallo para que con verdad se
pueda tratar aquí; muchas monjas y vírgenes
tuvieron para servicio del templo, pero por ser
ministerio particular lo dejo para el capítulo si-
guiente.
La causa de no saber nada de los sacerdotes
del Perú, sin duda fué el estrago que nuestros
españoles hicieron en ellos, porque como roba-

REPÚBLICAS DE INDIAS

109

sen aquellos templos, que eran todos de oro y
plata, robaban todo lo que podían, y como ha-
llaron alguna resistencia en los ministros, ma-
tábanlos y también que los mismos sacerdotes
escarmentados en cabeza agena, viendo el mal
que padecían los otros pueblos, tomaban todas
aquellas riquezas y subíanse á los montes y es-
condíanlas, y después los conquistadores ha-
llando rastro los buscaban, y codiciosos del di-
nero, no curaban de saber cosa alguna de sus
ritos, y desta manera, cuando vino á estar la
tierra segura, no se halló quien diese entera luz
de cosa, que fuera bueno saberla, aunque yo
creo que esto fué porque ninguno fué tan cu-
rioso que antepusiese estas cosas al oro é inte-
rés, y esto fué sin duda ello.

CAPITULO VIII

Le las sacerdotisas y vírgenes que había
entre los indios de la Nueva España y
reino del Perú.

Cosa digna de ser notada es ver que en gen-
te tan apartada de la policía que tuvieron los
griegos y romanos, pudiese haber cosas tan
conformes á buena gobernación, y que gente
tan lejos de Dios, por la lumbre natural cami-
nase á tantas virtudes, y juzgasen por malo lo
que nuestra sancta ley reprueba y condena, y
estimasen por cosa principal lo que nosotros
reverenciamos por sancto y sagrado, porque si
se mira la continencia y penitencia que hacían
los ministros de aquellos templos, cualquiera

REPÚBLICAS DE INDIAS 111

de bueno y sano juicio verá cuan allegados an-
daban á lo que nosotros profesamos.
Pero si lo dicho ha dado testimonio de las
virtudes naturales en aquellos sacerdotes, lo
que agora diré creo que ha de ser causa de ma-
yor admiración.
Tenian, pues, estos nuestros indios para ser-
vicio de sus dioses mujeres diputadas, las cua-
les eran como nuestras monjas y como entre
los romanos vírgenes vestales.
Estas, según parece, vivían á las espaldas
de los templos en una plaza muy grande y ca-
paz; no tenía puerta, porque los indios nunca
las tenian en sus casas ni en los edificios pú-
blicos. En este género de gente había diferentes
maneras de religiosas, porque parece que las
que asistían al templo eran Jas que hacían voto
por su devoción de servir tanto tiempo en el
templo; unas prometían de estar un año; otras
dos, y ansí como cada una quería.
Estos votos hacían ellas por diversos respec-
tos, ó por la salud, ó buenos temporales, ó le
diese Dios buenos maridos ó hijos.
Comunmente todas éstas que hacían votos
eran vírgenes,^aunque también habia viejas
que por devoción querían servir á sus dioses lo
que les quedaba de vida.

112

ROMÁN

Entre todas había algunas más ancianas que
guardaban y tenían cuidado de la honestidad
de las otras, y de éstas había dos ordenes: unas
que estaban íuera del aposento para que no sa-
liesen, y otras dentro para que las tuviesen
quietas y las enseñasen lo que habían de hacer
allí. Este estado de mujeres que servían en el
templo era muy estimado, porque estaban en
servicio de los dioses y por la vida religiosa y
honesta que hacían.
Tenían por madre y mayor una vieja venera-
ble, ya por el mucho tiempo que allí había es-
tado, famosa por la honestidad y religión.
Esta las enseñaba y corregía y les tomaba
cuenta de lo que hacían, y las hacía pláticas
espirituales, exhortándolas á la perfección.
Si alguna se reía mirando á algún hombre,
era durísimamente castigada.
En entrando en aquella religión le cortaban
los cabellos, casi en señal de que profesaban
nueva vida.
Dormían siempre vestidas por mayor hones-
tidad y por hallarse más libres y desembara-
zadas en el servicio de sus dioses.
Su dormitorio era una sala adonde todas dor-
mían en común, de manera que se veían unas
á otras.

REPÚBLICAS DE INDIAS 113

Su ejercicio y ocupaciones ordinarias ó fue-
sen corporales ó espirituales, eran éstas: hilar,
ó tejer mantas de labores y diversos colores
para el servicio de los templos; esto hacían
ellas con mucho silencio y recogimiento.
De manera que en todo eran ejemplo de mu-
cha santidad.
Las ocupaciones espirituales eran: levantar-
se á media noche para poner leña en los brase-
ros de los dioses y atizar el fuego porque no se
muriese, y echaban entonces incienso y otros
olores, lo cual servía como de sacrificio.
Cuando esto hacían iba la maestra con ellas
y todas en gran orden y procesión, y ellas so-
las hacían un coro y los sacerdotes otro, y así
iban con gran recogimiento teniendo cuenta
las ancianas y los sacerdotes antiguos que no
hubiese cosa que causase alguna desmesura.
Echado el incienso en los braseros y hechas
otras oraciones y algunos sacrificios, tornában-
se por el mesmo camino y orden que fueron á
sus aposentos.
Tenían estas vírgenes cuidado que en ama-
neciendo estuviese cocido el pan y otras mu-
chas viandas, y todo caliente lo llevaban á los
ídolos y ofrecíanles aquel vaho y calor de las
* viandas, porque se persuadían que los dioses
COL. LIB. AMÉKICA.—TOM. XIV. 8

114

ROMÁN

recibían aquella ofrenda de muy buena gana,
y aquello después se quedaba para manteni-
miento de los sacerdotes.
Vivían estas mujeres en mucha pobreza, lo
que comían todo era dado de los parientes, y
lo que labraban para el templo también se lo
daban personas amigas y deudas.
Todo el tiempo que allí estaban ayunaban y
no comían más de una vez al día, y esto era á
medio día, y á la noche comían cierta cosa po-
ca para colación.
Las fiestas no ayunaban, y comían por eso
carne, de donde parece que también como nos-
otros, se abstenían de los manjares carnales en
sus ayunos.
Tenían cargo de barrer las piezas bajas del
templo, como los patios, portales y principios
de escaleras, porque lo alto y adonde estaban
los altares, como dije, pertenecía á los sacrista-
nes, que eran de la gente noble y generosa.
Cuando iban barriendo, siempre andaban
hacia atrás, por no volver á los dioses las es-
paldas; en algunos días solemnes bailaban y
hacían grandes y muchos regocijos delante de
los dioses.
Pretendían estas mujeres en recogerse y ha-
cer penitencia diversos fines, como dije al prin- *

REPÚBLICAS DE INDIAS 115

cipio, pero con todo eso eran tenidas por gente
santa y que era muy allegada a Dios.
Si alguna cometía algún pecado contra la
castidad, si era secreto, tanto tenían haberlo
cometido, que creían que se le habían de po-
drecer las partes secretas de su honestidad, por
lo cual hacían gran penitencia, porque los dio-
ses les encubrí ¿sen su pecado, y no fuesen dis-
famadas.
Pero si era público, averiguada la verdad,
mataban á ella y al adúltero.
Esto es lo que he hallado en este propósito,
que pasaba en las Indias en común, y aunque
en diversas provincias de aquel nuevo mundo
hubiese otras menudencias, yo no las quise
poner aquí por no ssr prolijo y porque aquí no
se pretende dar luz, sino de aquella que trae
toda verdad y autoridad.
Monjas del Perú.
En el Perú hubo mayor primor en este ne-
gocio de vírgenes que servían á los templos, y
era cosa muy antigua, porque desde que se co-
menzó á adorar el Sol, y hacerle templos, el
primero rey de los Ingas, llamado Pachaquíti
Inga ordenó, que entre los otros sacerdotes hu-

116

ROMÁN

biese mujeres doncellas, hijas de grandes seño-
res de las cuales unas servían de mujeres del
Sol; otras de criadas y sirvientas suyas; otras
para criadas de sus mujeres; otras para criadas
de sus criadas.
Servían estas mujeres de hacer ropas al Sol
muy delicadas, con muchas labores y de diver-
sos colores, de manera que eran ricas y her-
mosas á la vista de los ojos de todos los que
las veían.
Hacían también los más delicados vinos que
en aquella tierra se usaban; para ofrecer sacri-
ficios á su Dios servían de día y de noche en
los templos del Sol con gran cuidado.
Tenian cargo de ayudar en los sacrificios, y
que los templos estuviesen muy aderezados;
templo habia que tenia más de doscientas don-
cellas.
De tres en tres años se renovaban estas vír-
genes desta manera: que el Rey, si estaba pre-
sente, ó su visorey ó gobernador, que se llama-
ba Toerico, hacía llamar todas las vírgenes, y
puestas delante del y vistas las que estaban de
edad para casar, escogía cuatro ó cinco de las
más hermosas y más nobles para mujeres del
Sol, y estas siempre permanecían en la virgi-
nidad.

REPÚBLICAS DE INDIAS 117

Hecho esto, apartaba otras tres 6 cuatro, que
eran también más hermosas y nobles, y éstas
tomaba para si, si estaba presente, ó sino, el
Visorey tenia este cargo.
Las demás casaban con los hijos de los gran-
des señores, y algunas daba el Rey a algunos
grandes señores sus vasallos, aunque tuviesen
otras mujeres, lo cual ellos tenian por muy
gran favor y merced.
Las demás que no eran tan hermosas ni tan
nobles podían sus padres casarlas con quien
quisiesen, pero con licencia del Rey.
Casadas todas las que había para ello, man-
daba el señor á los oficiales que dello tenían
cargo que tornasen á henchir el número de las
vírgenes que faltaban, las cuales habían de ser
de diez años arriba é hijas de gente muy noble,
para que se criasen y sirviesen en el templo,
como las que habían salido.
Llamábanse estas vírgenes Mamaconas, que
quiere decir en lengua del Perú, señoras ma-
dres, guardaban gran castidad exterior mente,
tanto que en todo el tiempo que hubo estas mu-
jeres en los templos, nunca fué hallada alguna
culpada, y los nuestros cuando pasaron á aque-
lla conquista, inquirieron la verdad de los muy
viejos, y decían y afirmaban que nunca se ha-

118

ROMÁN

lió alguna de las Mamaconas que hubiese que-
brado la castidad. De manera que si miráremos
á estas mujeres y á las vírgenes vestales de los
romanos, hallaremos que aunque Roma se te-
nia por República política, y á éstos, nosotros
los teníamos por bárbaros, en este punto los
igualaron, y por mejor decir, les pasaron con
mil quilates.

CAPITULO IX

De las rentas que tenían los templos de los
indios, así de la Nueva España como los
del Perú, y de la provisión y hacienda de
que eran mantenidos los sacerdotes y
otros ministros que servían á los ídolos,
y de los lugares que tenían dedicados
para acogerse cuando habían hecho al-
gún mal recado.
No me parece que es fuera del propósito
tratar aquí de las rentas y fábricas que tenian
estas gentes para que se conservase la religión,
así en lo tocante á los reparos de los templos,
como para el mantenimiento de los sacerdotes,
lo que en este propósito se puede decir es que,
cuanto á lo primero, tenian ellos sus mesas ca-

120

ROMÁN

pitulares, como nuestros canónigos, porque te-
nian ciertas rentas y heredades dedicadas por
los Reyes y señores de los pueblos para propios
de los templos.
En estas heredades habia muchos vecinos,
que eran como cortijos y alquerías, los cuales
eran vasallos de los templos, que cultivando la
tierra pagaban rentas y tributos, ansí de pan
y maíz, como de ropas de algodón y cosas con
que se hacían los vinos, y ansí proveían de ga-
llinas y otras carnes con que se mantenían los
sacerdotes.
Y allende de lo que estos vasallos y renteros
daban, los pueblos realengos hacían en común
grandes sementeras para lo mesmo.
Habia mujeres ancianas y honestas que ama-
saban y hacían el pan y guisaban los manja-
res, porque las vírgenes no podían ocuparse en
esto.
Los sacerdotes iban de tiempo á tiempo (se-
gún estaba ordenado por ley) á visitar sus va-
sallos y ver cómo se regían y gobernaban, y si
recibían algunos agravios, ó habían menester
administrarles justicia, y ansí miraban todas
las cosas que habían menester; habia junto á
los templos unas grandes trojes y graneros
adonde se recogía el trigo y los demás basti-

REPÚBLICAS BE INDIAS

121

montos que pertenecían al templo, y de allí.
sacado lo necesario para los ministros y otros
gastos que se hacían en reparar los edificios
del templo, todo lo demás se repartía en limos-
nas y se daba á personas enfermas y de gran
edad y á los más necesitados.
En las grandes poblaciones, ansí como en
México, Tlaschala y Colóla, y otras grandes
ciudades habia hospitales, adonde se recogían
]os enfermos y eran curados, y para esto habia
grandes dotaciones y rentas.
En el reino del Perú también había rentas y
bienes de donde se mantenían los ministros,
y sin duda, mirados los templos y los sacerdo-
tes que allí servían, debían de tener grandes
heredades y propios; lo que se sabe de cierto
es que los templos dedicados al Sol, tenían los
más íértiles campos que había en todo el reino,
y esto proveyeron los Reyes con gran cuidado,
porque ya que hubiese años trabajosos, á lo
menos los templos y ministros sintiesen menos
el trabajo y necesidad.
Estas heredades eran labradas en común de
todo el pueblo, y primero que las del Rey y se-
ñores.
Después al Agosto y cosecha, todo el pueblo
cogía los frutos y los ponían en los graneros

122 ROMÁN

del templo; y de allí se mantenían todos los sa-
cerdotes.
Tenian también grandes hatos de ganados,
de carneros y ovejas y otros animales de diver-
sas maneras, y era el número de los carneros y
ovejas que estaban consagrados al Sol pasados
de un millón, y estos hatos tenian grandes de-
hesas, que llamaban Moyas, que eran dedicadas
al Sol, allí pacían los ganados, y como los pas-
tos eran grandes, los ganados estaban muy
gruesos.
Los pastores que en su lengua eran dichos
Michi, guardaban sus ganados con gran cuida-
do y fidelidad, y de tanta reverencia era este
ganado, que aunque no trajera pastores estaba
seguro de los hombres, porque si acaso uno to-
cara en la oveja, aunque estuviera muerta cre-
yera que el Sol lo habia de hundir debajo de la
tierra.
De estos animales sacrificaban los sacerdotes
y se mantenían, y habia para otros dos tantos
ministros y aun sobraba.
Todos los ganados y pastores se llamaban
criados y criaturas del Sol, porque estaban de-
dicados para su servicio.
Tenian los del reino de Nueva España y los
del Perú los templos por auxilio y refugio de

REPÚBLICAS DE INDIAS 123

los malhechores, porque ninguno que se acogía
á sus ídolos ó templos era molestado ni preso,
y porque esto se guardaba con todo rigor, y
nuestros españoles no querían que á los indios
les valiesen las iglesias; en una junta que hubo
de los Obispos de Indias en México, se pidió al
Emperador D. Carlos que mandase proveer en
ello y que valiesen las iglesias á todos los in-
dios, pues era privilegio á todo cristiano por
todo el mundo, adonde la fé estaba publi-
cada.
Si tenian particulares leyes, ó lugares más
sagrados que otros, como los tenian los griegos
y romanos, no lo sé, ni lo he podido descubrir,
y así me contentaré, en lo que toca á este pun-
to, con lo dicho.

CAPITULO X

De los Astrólogos de las Indias; cómo con-
certaban su año, cuántos días tenía la
semana, cuántos meses él año, cómo adi-
vinaban por los animales, con otras co-
sas al propósito.
No me parece ir fuera del propósito después
de haber tratado de los ministros y templos de
los nuestros indios, hacer mención de otras co-
sas que tocaban á su religión, que también son
dignas de ser sabidas. Digo, pues, que allende
de los sacerdotes habia otros como profetas ó
agoreros, los cuales trataban de la Astrología,
y se preciaban de muy filósofos, teniendo cuen-
ta grande con las estrellas y cuerpos celestia-
les, de los cuales colegían sus juicios é inferían

REPÚBLICAS DE INDIAS 125

sus hados, buenos ó malos. De aquí era que te-
nian su calendario del año, días y meses. Tenia
el año trescientos setenta y cinco dias, tenian
dieciocho meses, y el mes era de veinte dias, y
la semana de trece, sobraban los cinco dias, los
cuales no supieron embeber como nosotros el
bisiesto, porque no caían que sobraban seis ho-
ras en el año nuestro, y en cualquiera otro más
ó menos, de donde procede hallarse más dias
en el año en diversos tiempos, pero no era ma-
ravilla que los antiguos tuvieron este error, y
pues no ha dos años que no andaba entre nos-
otros el ciclo y Cómputo perfecto.
Cada dia de la semana tenia sus nombres,
los cuales tomaban de los animales, peces, y de
dioses, hombres y mujeres.
Al primero dia de la semana llamaban Ceci-
pactli, que quiere decir Espadarte, que es un
pez del mar; al segundo Omehecatl, que signi-
fica dos vientos; al tercero Ocicali, que quiere
decir tres cosas; al cuarto Navicuezpali, que se
interpreta cuatro lagartos de agua, que son los
verdaderos cocodrilos; al quinto, cinco cule-
bras; al sexto, seis muertos; al séptimo, siete
ciervos; al octavo, ocho conejos, y así iban los
demás; y pintaban los meses conforme los ani-
males á quien los dedicaban.

126

ROMÁN

Estos dias tenian sus ñestas cada uno y su
propio ídolo.
Tenian sus fiestas y días feriados entre año,
principalmente aquellos cinco días que sobra-
ban del año, que ellos llamaban baldíos, eran
de gran solemnidad, y en cada uno dellos ce-
lebraban grandes sacrificios, y todos estos días
hasta que entraba el año, que era por Marzo,
eran solemnes, sin estos cinco días cada último
del mes era fiesta general y muy solemne para
toda la tierra.
Tenian fiestas de tiempos & tiempos, como
los hebreos el jubileo, porque de cincuenta en
cincuenta y dos años, el día último de la pos-
trera semana era día grande en México y en
todas las provincias, en el cual se hacia esta
ceremonia.
Mandaban los Pontífices y sacerdotes que
matasen todos los fuegos de los templos que
ardían perpetuamente y los de todas las casas,
y para e3to salían ciertos ministros del gran
templo de México é iban dos leguas de la ciu-
dad, por una de las calzadas, á una villa lla-
mada Iztapalapan, y subíanse en un coliado
que llamaban Vixathtla, adonde habia un tem-
plo, en quien los Reyes tenian gran devo-
ción.

REPÚBLICAS DE INDIAS 127

Subidos allí llegaban de noche, y á la media
noche del primero día del año de cincuenta y
dos, y día de la primera hebdómada ó semana,
sacaban nueva lumbre de ciertos palos y luego
la llevaban á gran priesa, sin que nadie encen-
diese della al templo mayor de México, y ofre-
cíanla delante de los ídolos, como nueva ofren-
da, y luego a punto tenian un cautivo, y matá-
banlo y ofrecían el corazón, y con la sangre del
rociaba el fuego el sacerdote mayor, y luego
tenian licencia todos de tomar fuego de allí, y
los que habían venido á la solemnidad de muy
lejos, tomaban con gran devoción de la lumbre
y llevábanla á sus pueblos, y esto mesmo ha-
cían en los otros pueblos en este día.
De lo demás que en este punto se hacia, di-
rémoslo cuando tratemos de los sacrificios.
Otras muchas fiestas y días señalados habia,
como Pascuas, que de necesidad se hará ade-
lante mención.
Volviendo al cuento del año, ya los astrólo-
gos tenian gran cuenta con el lucero que ve-
mos á la tarde, después de puesto el Sol.
Este se comienza á ver en la Nueva España
en el otoño, á las tardes hacia el Poniente; pero
en el verano y estío, que sube el Sol hacia la
cabeza, pénese con él este lucero.

128

BOMÁN

Desde que aquesta estrella ó lucero aparece
y se puede ver, hasta que se encubre, pasan
doscientos y setenta días, y estos filósofos po-
nían en cada uno un signo ó planeta, y así dis-
tinguían los hados y fortunas buenas ó malas
de los que nacían, de donde sacaban después
la Astrología judiciaria, porque según su opi-
nión, dentro de alguno de aquellos signos na-
cían todos los cuerpos humanos.
Estos tenian cuenta con mirar los buenos ó
malos agüeros y lo que sucedería en las cosas
prósperas y adversas.
Miraban mucho en las aves nocturnas, ansí
como en el buho, lechuza y mochuelos, con. los
cuales adivinaban lo que querían, y si alguna
destas aves se sentaba en alguna casa, agora-
ban que moriría presto alguno della; también
si oían graznar un animalejo que se llamaba
Cuzatli, denunciaban que quería morirse algu-
na persona.
ítem si encontraban alguna culebra ó ala-
crán y lagartos, tenian por señal que aquél
que estaba enfermo en la casa del que entraban
estas sabandijas, habia de morir.
Si la mujer paría dos hijos de una vez (que
en las Indias es común cosa) creían que había
de morir el padre ó la madre, y para huir este

REPÚBLICAS DE INDIAS 129

peligro, los habia enseñado este remedio el de-
monio, y era: que matase elunodellos.
A los que ansí nacían de un vientre, llamá-
banlos Cocoua, que quiere decir culebras, por-
que decían que la primera mujer que ansí pa-
rió dos juntos, se llamó Coatí, que quiere decir
culebra, y tenian por opinión, que si no mata-
ban al uno de los hijos, el uno habia de comer
al padre ó la madre.
Cuando temblaba la tierra donde habia mu-
jer preñada, cubrían las ollas de presto ó las
quebraban, porque de otra manera creían que
moriría la tal mujer.
Decían también que el temblar de la tierra,
era señal que se había de acabar presto el maíz
ó trigo de los trojes.
Si alguna persona enfermaba de calenturas
recias, tomaban por remedio hacer un perrillo
de masa de maíz, y poníanlo en un asiento ó
cuna de árbol, llamado Maguei, y sacaban el
enfermo al camino y decían que el primero que
por allí pasase llevaría la enfermedad en los
pies ó piernas.
Muchas cosas dejaban de hacer por los sue-
ños, porque miraban mucho en esto, y ansí te-
nian desto libros y memorias, por donde se re-
gian, y los sacerdotes examinaban cuáles eran
COL. LTB. AITÉBICA.—TOM. XIV. 9

130

ROMÁN

buenos y cuáles malos. Para el tiempo de ca-
sarse también tenían señales buenas y malas.
para saber qué vida harían los nuevos casa-
dos.
Si perdían alguna cosa, así como animal, ave
ó persona, hacían ciertas ceremonias ó hechice-
rías con ciertos granos de maíz, en un lebrillo
ó vaso hondo lleno de agua, y allí veían el que
lo tenia ó la casa adonde estaba, ó si la cosa es-
taba viva ó muerta.
Para saber si los enfermos habían de vivir
ó sanar de la enfermedad en que estaban, to-
maban un par de granos de maíz, de los más
gruesos, y lanzábanlos de la manera que se lan-
zan de la mano los dados, y esto hacían siete ú
ocho veces, y si algún grano quedaba derecho
ó hiniesto, afirmaban ser señal de muerte.
ítem tomaban estos hechiceros ó sacerdotes,
unos cordeles como llavero de donde las muje-
res cuelgan las llaves, las cuales arrojadas en
el suelo, si quedaban revueltas, interpretaban
ser señal de muerte; pero si salían extendidas,
interpretaban que era de vida.
Ofcros infinitos modos de agorerías y supers-
ticiosas señales tenían con que declaraban los
sucesos de la guerra ó paz, y del bien de la re-
pública ó mal suceso, porque el demonio esta-

REPÚBLICAS DE INDIAS 131

ba tan apoderado de aquella gente, que los ha-
cia creer esto y otras mas abominables cosas
que se verán en el suceso desta historia.

CAPITULO XI

Aquí se comienza á tratar de los sacrificios
que usaban los nuestros indios; tráense
grandes cosas y dignas de ser sabidas
de los hombres sabios y doctos.
Pues¿tratamos muy á la larga los sacrificios
y cosas de la religión gentílica, y quedamos
admirados de ver tantas y diversas cosas y tan
ajenas de buena razón, justo es que tratemos
agora desta República de las Indias, que tam-
bién era sujeta á la idolatría por tener la pose-
sión de sus almas el demonio.
Bien sé que me he de detener, pero entiendo
que de no lo hacer, se seguirían dos inconve-
nientes: el uno es que no cumpliría bien si no
lo hiciese así, pues escribo los ritos de todas
las gentes.

REPÚBLICAS DE INDIAS 133

Lo otro que las cosas de los indios quedarían
á los venideros oscuras y muy faltas, si yo
agora no me alargase, porque tengo por cosa
dudosa que algún particular tenga en el mun-
do tantos Memoriales como yo de aquella gen-
te. Y asi quiero como el primero alargarme y
dar entera luz á los venideros de las cosas más
notables que hubo en el mundo en los tiempos
antiguos.
Cierto si atentamente quisieren leer lo que
yo aquí diré de los sacrificios de los indios, no
dudo sino que porná horror y espanto, porque
fueron los más bravos y terribles que se pue-
den imaginar; aunque mirando lo que queda
atrás, yo creo que no porná tanta admiración;
sólo esto se puede decir con verdad, que la
gente más devota y servidora de sus ídolos va-
nos fué esta, y ninguna otra fué tan sujeta al
demonio, ni á sus mandamientos; esto se podrá
ver de los sacrificios que tenían tan grandes y
muchos. Cuanto á lo primero, esto es cierto que
ninguna cosa hubo Janimada ni sensible que
ellos no la sacrificasen, ni tampoco faltaron para
los dioses las demás que carecían de vida.
A ninguna tuvieron por inmunda, todo les
parecía que era de los dioses, y así les ofrecían
todas las cosas.

134

ROMÁN

De las animadas les sacrificaban leones, ti-
gres, onzas, que son como gatos grandes, rapo-
sos y otros que llamaban Cointles, que son
como entre lobos y raposos, venados, liebres,
conejos y perrillos de los naturales de la tierra,
que gruñen y no ladran, aves de todas cuantas
maneras podían tomar, principalmente codor-
nices, culebras, lagartos y lagartijas, langostas
y mariposas. Ofrecíanle flores de cuantas ma-
neras hallaban, é incienso, y todo género de
cosas aromáticas; pero el sacrificio principal y
que en más era tenido, era el de sacrificar hom-
bres, y el ofrecer su propia sangre, no perdo-
nando los hijos, que es la cosa más cara de
todas.
De las sementeras y frutas, no hay que ha-
blar, porque todo lo daban á sus dioses, hasta
empeñar lo que tenían, y venderse á sí mesmos
y darse por esclavos; cierto ninguna nación
estuvo más sujeta al demonio que esta gente lo
estuvo, ni en otra alguna pudo tanto, como en
las nuestras Indias; esto parecerá bien claro en
lo que aquí se escribirá.
Ya dije, hablando de las fiestas de aquesta
gente y de sus días solemnes, que la mayor era
aquella que se celebraba de cincuenta en cin-
cuenta y dos años, y toqué de pasada como ma-

REPÚBLICAS BE INDIAS 135

taban un esclavo la mañana que sacaban el nue-
vo fuego; agora diré el aparejo que se hacía
para la fiesta, y era este:
En la ciudad de México, como cabeza del
reino, tenian muchos hombres cautivos gana-
dos en guerra, y estos guardaban para las fies-
tas grandes, y según era la solemnidad, así ma-
taban más ó menos; en esta fiesta, como era so-
lemne, traían muchos cautivos v estaban á pun-
to para cuando se celebrase la fiesta, esto es-
taba aparejado de muchos días, porque cuando
no había carne humana, no era fiesta verdadera
para ellos.
Antes desto, un año entraban por su devo-
ción ciertos hombres en el templo á hacer peni-
tencia, y solía llegar el número á ciento, poco
más ó menos, estos ayunaban allí todo el año,
y algunas mujeres hacían lo mesmo y tenian
cuidado de guisarles lo que habían de comer.
El resto de los ministros que servían en el tem-
plo, ayunaban antes de la fiesta ochenta días,
dentro del cual tiempo hacia sacrificios á sus
dioses, así de día como de noche, dando ofren-
das de yerbas, olores y flores.
El pueblo en común también ayunaba, pero
no con tanto rigor. Los señores y principales
ayunaban ocho días antes.

136 ROMÁN

Llegado el día festival, antes que amanecie-
se, los sacerdotes y ministros del templo se
ayuntaban y lo mesmo hacia la nobleza y le
común pueblo, que era infinito, porque venia
de muy lejos á ver la fiesta; todos estos estaban
en el patio del templo por su orden, y estando
con gran silencio, luego salía su gran sacerdote
acompañado de las demás ministros mayores, y
vestidos con particulares ornamentos apropia-
dos para aquello.
Mostraba el gran ídolo llamado Veylobos, y
tomándolo á cuestas iban en procesión con mu-
cha pompa é iban delante muchos que incensa-
ban con sus olores muy varios, y así iban por
una gran calle y barrio llamado Tlatelulco, y
por él salían de la ciudad é iban á un pueblo
llamado Arcapuzalco que estaba una legua;
aquí venían porque estaba un oratorio junto al
pueblo que llamaban Culman, en quien tenian
mucha devoción, y así lo mostraban, porque ce-
lebraban sacrificios de hombres cautivos y pre-
sos en la guerra y hacían otras ceremonias con
que se movían á devoción las gentes.
Hecho esto, pasaban adelante por el pueblo,
ó iban á otra villa llamada Tlacobán, que hoy
se dice Tacuba, y estaba una legua más ade-
lante, y de ahí sin parar iban á otro lugar lia-

\

REPÚBLICAS DE INDIAS 137

mado Yicilopuclico, y fuera del pueblo había
otro templo, y allí sacrificaban cuatro hombres,
y de allí daban la vuelta para la ciudad, des-
pués de andado cuatro ó cinco leguas.
Esta mesma ceremonia hacían los indios de
Tezcuco al mesmo tiempo y por el mesmo efec-
to, que era para sacar el nuevo fuego.

CAPITULO XII

Le cómo los Indios de la Nueva España
ofrecían á sus ídolos mucha sangre hu-
mana, cómo y de qué manera sacrificaban
á los hombres y después los comían, y
cómo al dios del agua lo aplacaban con la
muerte de los niños inocentes; tócanse co-
sas horrendas y espantables.

Sólo porque el lector entienda bien y se le
quede en la memoria lo que aquí vamos con-
tando, determino hacer pequeños capítulos y
repartir en muchos lo que es bien que vaya
muy digesto.
Ya yo he comenzado á tratar de los sacrifi-
cios crueles de los indios, y aunque de lo poco

REPÚBLICAS DE INDIAS 139

que queda visto en el capítulo pasado, se puede
colegir cuan caro se vendía el demonio.
En lo que agora tenemos entre manos, cono-
cerá ouán apoderado estaba en esta mísera
gente.
En un dia señalado del mes llamado Pan-
quecalizli, que era el catorceno dellos, en el
cual se celebraba gran fiesta á sus dioses meji-
canos, llamados Tezcatlipuca y Vicilopuchtli,
se hacían nuevos y muy señalados sacrificios,
porque era este día como pascua.
, El común sacrificio para todos los dioses, era
éste:
Primeramente se sajaban las orejas y las
lenguas, y esto era común á chicos y grandes;
otros se rompían los molledos ó morcillos de
los brazos y los pechos, punzándose con nava-
jas de piedra, de donde les salía infinidad de
sangre.
Y otras veces se punzaban con unas púas ó
espinas del árbol Maguey, que son como lesnas,
otros se sajaban los muslos, y este era el más
común sacrificio.
Esta sangre que les salía no la perdían, mas
recogíanla en ciertas hojas y papel suyo, y con
los dedos rociaban los ídolos, como quien echa
agua bendita.

140 BOMÁN

Otras provincias usaban derramar su san-
gre, pero no generalmente de todas las partes
del cuerpo, mas una gente se sangraba de los
brazos, otra de los muslos, otra de las pantorri-
llas y en esto se conocían unos á otros de don-
de eran.
Allende desto sacrificaban hombres.
La manera de hacer esta ceremonia, era
esta:
Tenían en los templos una piedra cuadrada
como mojón, de una vara en alto y gruesa en
proporción; ésta estaba en lo alto de las gradas
del templo en la placetica que dijimos que ha-
bía en lo alto junto á los dos altares; en ésta
tendían el hombre de espaldas, que habia de
ser sacrificado, de manera que el pecho queda-
ba firme y atábanle los pies y manos, y enton-
ces uno de los sacerdotes y ministros principa-
les tomaba una piedra de pedernal muy aguda,
á manera de hierro, y abríale el pecho á la par-
te del corazón, y con mucha presteza le sacaba
el corazón y daba con él en el umbral ó entra-
da del altar, y allí dejaba hecha una mancha
de sangre y de allí caía el corazón en tierra y
luego los otros ministros le ponían en una es-
cudilla delante del altar.
Algunas veces los sacerdotes ancianos co-

REPÚBLICA8 DE INDIAS 141

mían estos corazones, y otros los enterraban.
Hecho aquel sacrificio daban con el cuerpo
sacrificado de las gradas abajo, y si era de los
presos en guerra, el que lo prendió con sus pa-
rientes y amigos lo llevaban y lo hacían gui-
sar, y á vueltas de los otros manjares comían
aquel hombre, y éste era el más solemne ban-
quete que se podía hacer.
Si este que hacia el convite era persona
principa], daba á los convidados mantas de al-
godón y otras joyas por fiesta.
Si el hombre sacrificado no era habido en
guerra, mas habia sido comprado ó en defecto
de quien muriese lo sacrificaban, no lo echaban
de las gradas abajo, mas desde el altar en bra-
zos lo llevaban á sus casas y celebraban el con-
vite, aunque no con tanta solemnidad.
En otras solemnidades tomaba el sacerdote
el corazón en la mano y levantábalo hacia el
Sol y á la parte adonde estaba el ídolo, y po-
níaselo delante en una escudilla, hecha de ca-
labaza muy pintada, y en otra cogían la san-
gre y daban della como á beber al ídolo á quien
ofrecían el sacrificio y untábanle los hocicos, y
lo mesmo hacían á los otros dioses; en esta fies-
ta se ofrecían muchos hombres, pero no habia
número señalado, porque unos pueblos podían

142 EOMAN
menos y otros más. Otro día, que se llama-
ba Tlacaxipevalizlitli, se sacrificaban algunos
hombres en la fiesta que se celebraba, y de
aquellos sacrificados desollaban algunos en
unas partes dos ó tres, y en otras cinco ó seis,
y en otras diez.
En México, como más principal ciudad, lle-
gaban á doce y quince los que eran muertos y
desollados; estos cueros salían enteros, como
los de los cabrones, para hacer cueros de vino,
de manera que salía cuero y cabeza todo ente-
ro, y después vestíanselos los más principales,
de manera que metían los pies y brazos por
donde los tenía el muerto, y la cabeza asimes-
mo, y vestido y puesto el cuero muy justo bai-
laban todo el día con gran alegría de aquella
manera.
Teníase cuenta que si alguno de los desolla-
dos era principal señor de los que habían sido
presos en la guerra, que aquel cuero se le vis-
tiese el Rey de México y vestido bailaba con
gran majestad, y entonces por ruin se tenia el
que no venia á ver tan grave espectáculo.
Llamaban á esta fiesta Tftlacaxipevaliztli,
que quería decir, fiesta ó día de los desollados.

REPÚBLICAS DE INDIAS 143

Dios del agua.
Había día y fiesta dedioado al dios del agua,
que llamaban Ecalcoaliztli; este día era también
muy solemne entre ellos, antes que viniese esta
fiesta veinte y treinta días, compraban un es-
clavo y una esclava, y hacíanlos vivir juntos
como á casados.
Llegado el infelice dia para ellos, vestían al
esclavo de las vestiduras 6 insignias de cierto
dios llamado Tlaluc, y á la esclava de las ves-
tiduras de la mujer de este dios, que también
tenian por diosa y llamaban la Clalchihuc-
cueueye. Y ansí vestidos bailaban todo aquel
dia hasta la media noche, que llegaba la hora
de ser sacrificados, y en aquel punto los sacri-
ficaban; pero no comían su carne, mas echában-
los en un silo ú hoya que tenian para esto se-
ñalado, y allí los enterraban.
Cuando los panes habían crecido un palmo,
cada año en el tiempo sacrificaban en el palacio
del señor un niño y una niña de edad de tres
ó cuatro años, y estos eran hijos de personas
nobles y principales.
Este sacrificio hacían á honra de un dios lla-
mado Tlaluc, que tenian por abogado de las
lluvias, porque creían que él enviaba la agua

144

ROMÁN

al tiempo necesario, y ansí cuando habia seca
pedían á este dios agua.
Era tenido este ídolo en toda la tierra por
dios muy principal, y tenia su templo muy fa-
moso en la ciudad de Tezcuco; á estos niños no
los comían, mas poníanlos en una caja de pie-
dra por reverencia de Tlaluc, dios del agua.
Hacían otro sacrificio á este dios, y era po-
ner muchos papeles pintados, y llevándolos á
los templos, ponían en ellos Vlli, que es una
goma de que hacen unas pelotas, y quemában-
los por reverencia del dios del agua, y ofrecían
de aquella goma para untar los hocicos y carri-
llos de aquellos demonios.
En este dia cada parentela por sí, iba á los
patios de los templos, y llevaba gran comida,
y allí comían y bebían de aquel vino que ha-
cían.
Después salían de México y metían en una
canoa, que es un barco pequeño, á un niño y
una niña, y andando con gran fiesta, hundían
la canoa con aquellos inocentes y ahogábanlos,
y con esto creían tener ganado al demonio del
agua para sus necesidades.
En otro mes llamado Tozoztli, cuando los
panes habían crecido hasta la rodilla, hacían
otra manera de sacrificios al mesmo ídolo del

REPÚBLICAS DE INDIAS 145

agua, y era que echaban cierto pecho por el
pueblo, recogiendo tanto interés que bastase
para comprar cuatro niños esclavos de edad de
cinco ó seis años; comprados, poníanlos en una
cueva y cerrábanlos hasta otro año, que hacían
otro tanto; el dejarlos ailí morir, era sacrifi-
carlos.
Tuvo principio este sacrificar al dios del
agua, por necesidades y grandes secas, y el de-
monio persuadiólos á que hiciesen estas cruel-
dades, prometiéndoles que les daría agua.
Dícese que tuvo principio este sacrificio de
una gran seca que duró cuatro años, en el cual
tiempo jamás llovió y vino toda la tierra á es-
tar inhabitable.
Cuando ya los panes estaban crecidos, que
llegaban á la ointa, hacían otro sacrificio á otro
diferente dios, llamado Hueytozoztli, al cual
tenian para que les conservase sus sementeras,
la ofrenda era esta: Cada uno tomaba de su he-
redad y sembrado unas pocas de cañas de maíz
y con ellas llenaban sus comidas y ollas de
Atol, que es la harina del maíz, y resina muy
aromática, y con esto se iban al templo á la
tarde con gran devoción, y allí ofrecían todo
aquello; y toda la noche no hacían otro sino
bailar y pedir al dicho dios que les creciese
COL. LIB. AMÉBICA.—TOM. XIV. 10

146 itofcÁN
más los panes y se los dejase coger con paz y
sosiego; y de allí adelante no habia dias seña-
lados para el maíz ni para el demonio del agua,
que tanto les costaba.

CAPITULO XIII

De las fiestas y sacrificios que los indios de
la Nueva España hacían al fuego, al cual
sacrificaban muchos hombres, vistiendo
sus cueros, con los cuales hadan varias
representaciones.
Eran crueles los sacrificios que hacian estas
gentes en sus fiestas, y muy apoderados esta-
ban los demonios de ellos; pero si lo pasado
pone admiración, no será menor la que causará
lo que queda.
Tenian por dios al fuego, como lo tuvieron
los nuestros antiguos gentiles, y celebraban su
fiesta en un dia llamado Xocotlhueci; esta fies-
ta más solemnemente se celebraba en unos pue-
blos que en otros, ansí como en Tlacaba, Cuyo-
bacan y Aucapucalco.

148

ROMÁN

La solemnidad se comenzaba desta manera:
Levantaban un palo rollizo de diez brazos en
alto y hacían un ídolo de semillas, y envolvían-
lo, y atábanlo con papeles, y poníanlo encima
de aquel palo; en la vigilia de la fiesta levan-
taban el ídolo, y otro dia todo bailaban sin ce-
sar alrededor del.
Este dia por la mañana tomaban algunos
esclavos y btros de los cautivos en guerra, y
traíanlos atados de pies y de manos, los cuales
echaban en un grande fuego que para este sa-
crificio tenian aparejado.
Echados en el fuego, antes que fuesen medio
quemados, los volvían á sacar y poníanlos de
espaldas en aquella piedra que dije que estaba
junto al altar y sacábanles los corazones, y con
esto se remataba el sacrificio.
A la tarde desta fiesta, derribaban el palo en
tierra, y todos los que podían trabajaban de
haber una poquita de masa de las semillas de
que se habia formado el ídolo; porque tenian
por cierto que los haría en las guerras muy es-
forzados.
Otro dia adelante, llamado Izcalli (el cual
también era dedicado al dios del fuego), toma-
ban uno de los cautivos habidos en la guerra,
y vestíanlo de las ropas del dios del fuego (por-

REPÚBLICAS DE INDIAS 149

que todos aquellos ídolos andaban vestidos) y
luego todo el pueblo bailaba delante del ídolo
con el mismo esclavo, y después de hartos de
bailar le sacrificaban, y luego mataban otros
hombres que estaban diputados para esto.
En un pueblo cerca de México llamado
Quaulititlan, se hacia un sacrificio al fuego
muy espantable, y era desta manera:
La vigilia de aquella fiesta levantaban seis
grandes árboles, como mástiles de navios, con
sus escaleras, y en esta vigilia degollaban dos
mujeres en lo alto de las gradas delante del
altar, y allí las desollaban con el rostro y lo
demás, y sacábanles las canillas de los muslos.
El otro dia dos indios principales por la maña-
na se vestían aquellos cueros; de manera que el
rostro de la mujer servia de máscara; vestidos
ansí, tomaba cada uno la canilla del muslo de
la mujer, y muy paso á paso se bajaban por las
gradas bramando que parecían bestias encar-
nizadas.
Estaba abajo infinito pueblo todo temblando,
y como asombrado, y decían á voces: «¡Ya ba-
jan nuestros dioses! ¡Ya vienen nuestros dio-
ses!»
Llegados aquellos dos con sus libreas, co-
menzaban luego á tañer sus atabales, y ponían

160

BOMÁN

en las espaldas de aquellos mucho papel cosido
en forma de alas, y pegábanles sendas codorni-
ces muertas á los brazos, y desta manera co-
menzaban á bailar, y luego el pueblo ofrecia
delante dellos sus ofrendas, que eran codorni-
ces, y destas eran tantas, que muchos años lle-
gaban á más de ocho mil, y ansí estaban los
suelos llenos dellas; pero ninguno tocaba en
ellas, porque era mantenimiento de los sacer-
dotes y ministros del templo y de los señores
principales.
Estas codornices eran cogidas después de
medio dia, porque no se podia hacer antes
esto.
Aquellos que andaban vestidos con los cue-
ros de las mujeres gastaban el resto del dia en
bailar.
En Tlaxcalla, por reverencia del fuego, cada
dia del primero del mes desollaban dos mujeres
después de sacrificadas, y vestíanse los cueros
dellas dos mancebos sacerdotes, que fuesen bue-
nos corredores, y ansí vestidos andaban por el
patio del templo y por el pueblo corriendo tras
los señores para quitarles las ropas ricas que
aquel dia por fiesta se vestían, y si alcanzaban
al señor, quitábanle el vestido, porque era pri-
vilegio de ellos en aquella fiesta.

BEPÚBLIOAS DE INDIAS 161

Otro sacrificio se celebraba ese mesmo dia al
dicho fuego, cruelísimo, y era este:
En aquellos seis palos que dije que se ponían
la vigilia de la fiesta, ponían seis cautivos ha-
bidos en guerra, y estaban á la mira pasados
de dos mil hombres y muchachos, todos con sus
arcos y flechas, los cuales, luego que se bajaban
los ministros que los habían aspado y atado, les
comenzaban á tirar tantas saetas que los deja-
ban hechos unos erizos, y medio muertos dejá-
banlos caer de aquella altura en el suelo, y del
gran golpe que daban se quebrantaban los
huesos.
Después desto, sacábanles los corazones y sa-
crificábanlos, y arrastrándolos, los sacaban del
templo, y al cabo los degollaban, y eran las ca-
bezas de los sacerdotes y los cuerpos de los se-
ñores principales.
Miremos, pues, los cristianos cuan cruel ene-
migo del linaje humano es el demonio, que te-
nía por regocijo y alegría que los hombres he-
chos á semejanza de Dios, fuesen tan maltrata-
dos; ninguno otro, salvo el demonio, pudo in-
ventar tan crueles tormentos.
Celebrábase esta fiesta del fuego en aquella
ciudad de Quahutitlan, de cuatro en cuatro
años.

152

ROMÁN

En otras partes se hacían al fuego grandes
fiestas y muy solemnes, sacrificando hombres y
otras cosas; de manera que ningún pueblo de-
jaba de hacer fiesta al fuego, aunque unos por
no ser tan ricos como otros, no podían hacer
tan suntuosos sacrificios.

CAPITULO XIV

Le los sacrificios, penitencia y fiestas que
hacían los indios de Tlascala á sus dio-
ses; del sacrificio que hacían en partirse
sus jyropias lenguas.

Entre las otras provincias de la Nueva Es-
paña, hay una que llaman de Tlascala, el cual
nombre toma de una ciudad qup se llama ansí;
esta provincia, aunque en lo general correspon-
día con todo el resto de aquel extendido reino,
todavía en cosas particulares tenia alguna di-
ferencia, principalmente en las cosas de la reli-
gión y sacrificios, y porque son notables y dig-

154

ROMÁN

ñas de memoria, quiero particularmente hablar
dellas.
Digo, pues, que los de Tlascala, entre otras
fiestas que tenían, era una, en el principio del
mes de Marzo, la cual se hacía á su mayor
dios, llamado Camaxtl, y esta era de cuatro en
cuatro años, y la más solemne fiesta de todas.
Llamábase este día en su lengua Teuxiuitl,
que quiere decir, año de Dios.
Para disposición desta gran pascua, hacían
una áspera é inaudita penitencia, y era desta
manera:
Llegado el principio del cuarto año que se
habia de celebrar la fiesta, entraban los sacer-
dotes en capítulo, y tratábase del aparejo que-
se habia de hacer, y cómo convenía que se pu-
blicase al pueblo, y que todos, como ministros,
procurasen de dar ejemplo á los demás, y ansí
tocaban otras cosas tocantes á este punto.
Hecho esto entre sí, un día que se juntaba
todo el pueblo, levantábase el más viejo de los
sacerdotes, y puesto en lugar adonde pudiese
ser oido de la multitud, comenzaba á exhortar
á todos á que se aparejasen para la fiesta que
esperaban, y decia á los sacerdotes y ministros
del templo:
—Hijos míos, ya es llegado el año de nuestro

REPÚBLICAS BE INDIAS 166

dios y señor, esforzaos á le servir y haced pe-
nitencia, y el que se hallare flaco y sin espíri-
tu sálgase de aquí dentro de cinco días, y si se
saliere á los diez días después de comenzada la
penitencia, este tal era tenido por malo y no
de la casa de dios y de la compañía de los que
le sirven, y será privado del oficio, y tomarle
han cuanto tuviere en su casa.
Y llegado el quinto día levantábase el mes-
mo viejo, que se ib.»-naba Achacahutli (que en
nuestra lengua quiere decir hermano mayor) y
decía:—¿Están aquí todos?
Y respondían los que estaban por los ausen-
tes, aunque pocas veces faltaban.
Y volviéndolos á exhortar luego, sin hablar
más, se iban á una grande y encumbrada sierra
que está cuatro leguas de la ciudad, y antes
que llegasen á lo alto, quedábanse todos orando
y el viejo, que debía de ser como obispo, subía
á lo alto del monte, adonde había un templo de
la diosa que llamaban Matlalcueye, y allí ofre-
cía ciertas piedras de linaje de esmeraldas, que
ellos tenían por muy preciosas, llamadas en su
lengua Chalchiuitl; ofrecían también plumas
verdes muy grandes, que llamaban Quecalli,
las cuales son tenidas en mucho por todos los
de la tierra.

156

ROMÁN

También ofrecían muchas plegarias y ora-
ciones á su dios Oamaxtle, que era el señor y
dios principal de Tlascala, y á la diosa Matlal-
cueye, que les diese fuerzas y ánimo para co-
menzar el tiempo de su ayuno, y acabarlo con
salud, hecha verdadera penitencia.
Cumplida aquel sacerdote su oración, bajaba
al lugar adonde dejó sus compañeros y después
volvíanse juntos á la ciudad.
Hecha esta primera ceremonia, luego venían
los menores sacerdotes, que servían los templos
de la provincia, los cuales traían muchos haces
de palos, tan largos como el brazo y tan grue-
sos como la muñeca, y poníanlos en el princi-
pal templo del dios Camaxtle, á los cuales da-
ban después muy bien de comer.
Venían después los maestros que labran y
sacan las navajas é iban á las venas de las pie-
dras donde las sacan y cortaban muchas y
traíanlas al mesmo templo, y porque eran de
mayor reverencia, no las ponían en el suelo
desnudo, mas tendida una manta las echaban
sobre ella.
Puesto el sol aquel día, comenzaban cuatro
sacerdotes á cantar loores á las navajas, las
cuales ya ellos tenían ordenadas para aquel
menester,

REPÚBLICAS DE INDIAS 157

Tañían también atabales, y desde á poco ce-
saban los atabales y volvían á entrar otros
‘cantos muy tristes, y lloraban.
Hecho esto, venia un gran maestro y muy
diestro, y tomaba de aquellas navajas y abría
la lengua de cada uno de aquellos sacerdotes y
hacíale un grandísimo agujero; después de su-
frido este tormento, tomaban ellos otro mayor
con sus propias manos, y era: que aquellos pa
los que traían los sacerdotes forasteros, ciertos
carpinteros los adelgazaban pulidamente, y esto
después de ayunado cinco días y puestos por
orden aquellos palos, aquel sacerdote anciano
tomaba cuatrocientos y cinco palos y metíalos
y sacábalos por aquel agujero que le habían
hecho en la lengua, porque veáis el tormento
cruel é invención del diablo, que no podia ima-
ginar tal cosa otro que él.
Después, los demás, según su vejez, hacían lo
mesmo, pero ninguno llegaba á sacar y meter
tantos palos como aquel mayoral, pero sacaban
trescientos, y otros más mozos doscientos, y
ansí cada uno hacia según el esfuerzo y ánimo
que tenía.
Eran estos palos tan gordos como el dedo
pulgar; este tormento padecían aquellos des-
venturados para aparejarse para el ayuno que

158

ROMÁN

habían de hacer, y en la noche que comenzaba
su cuaresma, digamos, hacían este sacrificio.
Tenían después de esto el ayuno, que era’
disposición de la gran pascua que llamaban
Teuxihuit, que se interpreta del gran dios; du-
raba este ayuno ciento y setenta días.
Acabado el sacrificio de las lenguas, aquel
sacerdote anciano comenzaba un canto á los
dioses, y ansí con aquel cantar comenzaba el
ayuno, y de veinte en V9inte días volvían á
sacar los palos por los agujeros de las len-
guas.
Esto acaecía en los ochenta días del ayuno;
después de llegado este tiempo, ponían en me-
dio del patio del templo un pequeño ramo, por
el. cual denotaban que todos habían de comen-
zar el ayuno del dios Maotle, y duraba en co-
mún otros ochenta días antes de la pascua que
con tan extraña devoción la esperaban; enton-
ces llevaban todos los palos que habían metido
y sacado por las lenguas, ansí ensangrentados
como estaban, y ofrecíanlos al ídolo é hincaban
diez ó doce varales de á cinco ó seis brazas de
largo, de manera que pudiesen ser vistos los
palos ensangrentados que colgaban en medio
dellos.
Estos postreros ochenta días, todos los ayu-

REPÚBLICAS DE INDIAS

159

naban, señores y vasallos, nobles y plebeyos, y
hombres y mujeres, porque era común ayuno.
EJn este ayuno era grande la abstinencia que
se guardaba, porque no comian sino unas tor-
tillas de maíz, que no eran mayores que una
hostia con que decimos misa, y de grueso un
dedo; no les era permitido comer Chilli ó Axi,
que es esta pimienta que nosotros decimos de
Indias.
No se bañaban en todo el tiempo del ayuno,
lo cual les era mayor tormento que el no
comer.
Absteníanse con gran rigor de llegar á sus
mujeres todo el tiempo que duraba esta cua-
resma.
No habia de faltar fuego encendido en las
casas de los señores y personas principales, ni
de dia ni de noche; y si acaso se moría el fue-
go, luego el señor de la casa mataba un escla-
vo y echábale la sangre sobre el brasero donde
hacia el fuego.
En estos ochenta días, también de veinte en
veinte días, metían unos palillos más delgados
por las lenguas.
Cantaban los sacerdotes cuando desta mane-
ra se sacrificaban; ya en los últimos días de
esta tan terrible penitencia, tornaba aquel sa«

160

ROMÁN

cerdote más viejo á la sierra adonde fueron
cuando comenzaron á se aparejar, y comenzaba
á sacrificar papel, incienso y codornices, y no
lo acompañaban más de cuatro ó cinco sacer-
dotes, los demás quedábanse en lo bajo.
También iba este sacerdote por todos los
pueblos de la provincia, y entraba en casa de
los señores poderosos y ricos, y pedíales agui-
naldo, y en señal desto llevaban un ramo en la
mano, y todos le daban muchas cosas de comer
y mantas, y otras cosas ricas, pero no tomaba
las cosas de comer por no quebrar el ayuno y
lo demás se llevaba.
Cuatro ó cinco dias antes de la pascua, ade-
rezaban los templos y las salas, y otros edifi-
cios, y emblanqueaban las paredes, y tres días
antes pintábanse los sacerdotes, unos de negro
y otros de blanco; también había quien se pin-
taba de azul, y de verde, y cada uno del color
que quería; y detrás del templo bailaban de
aquella manera todo el día.
Vestían la estatua del dios Camaztle, la cual
era de tres estados en alto, y tenían un ídolo
pequeño, que decían haber venido con los vie-
jos primeros que poblaron aquella tierra.
Este ponían junto á la gran estatua, y te-
níanle tanta reverencia y temor, que aunque

REPÚBLICAS DE INDIAS

161

delante del sacrificaban codornices, no osaban
delante del levantar los ojos á mirarlo; las ves-
tiduras con que adornaban la estatua eran los
ornamentos é insignias del dios de Cholola, que
era gran dios en toda la tierra, y la causa era
porque traían las tales vestiduras de alia.
Esto hacían porque aquel dios era hijo deste
Camaxtle.
Esto mesmo hacían los de Tlascala, que lle-
vaban los vestidos de Camaxtle para su dios,
cuando celebraban en Cholola su fiesta.
Estas vestiduras eran de muchas piezas, y
cuando los ídolos se ataviaban era con muchas
ceremonias, como cuando los obispos se visten
de Pontifical.
Poníanle también una mascara labrada á la
mosaica, con muchas diferencias de piedras.
Después de vestido el ídolo, decían:
– Hoy sale Camaxtle como su hijo Quecal-
couetl.
En la vigilia de la pascua comenzaban la
ofrenda desta manera.
Lo primero le ponían al ídolo en el brazo iz-
quierdo una rodela muy rica y hermosa, hecha
de oro y pluma, y en la mano derecha una lar-
ga saeta, cuyo casquillo era de piedra de pe-
dernal, de la grandeza de un hierro de lanza.
COL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 11

162

ROMÁN

Ofrecíanle mucha ropa de mantas muy ricas,
y capas, que se llamaban en su lengua Xicoles,
que no tenían capillas, que debían de ser como
mantos de frailes Agustinos ó Franciscos.
También le daban unas ropas llamadas Tecu-
xicolli; eran grandes, á manera de lobas, sino
que eran abiertas por delante, y el ruedo muy
labrado de algodón y Tochomitl, que es pelo
de conejos, el cual hilado y tejido y teñido, era
como seda.
Luego venia el sacrificio de las codornices,
y conejos, culebras, langostas y mariposas.
También le daban flores diversas, y todo
aquello que podía haber; toda la caza le ofre-
cían viva, y allí se la sacrificaban.
A la media noche venia uno de los ministros
del templo vestido con las vestiduras del ídolo,
y sacábales lumbre nueva, y luego sacrificaban
uno de los hombres principales que estaban se-
ñalados para el sacrificio.
Este que mataban, decían ser hijo del Sol;
después de haber sacrificado éste, comenzaba
la ofrenda de los esclavos y presos en guerra,
y allí los mataban como á bestias sin hablar
palabra.
Mucho era el número de los que eran sacrifi-
cados en esta fiesta por respeto de que en cada

REPÚBLICAS DE INDIAS 163

pueblo se hacia fiesta y no se hacia cumplida-
mente si no sacrificaban hombres.
Después de acabada la fiesta volvía cada
uno á llevarse los esclavos muertos, para con
ellos hacer banquetes y convites, porque tenían
esta carne por tan consagrada, que comiendo
della creían quedar santificados.
Acabado esto se acababa también la pascua,
y su abstinencia y ayuno, y érales permitido
comer de todo lo que tuviesen.

CAPITULO XV

De la Pascua que celebraban los de la pro-
vincia de Cholola, y de su gran peniten-
cia, con otras cosas que hacían otras pro-
vincias de Indias.

Entre los mayores dioses que tenian en la
Nueva España, y que era como patrón de to-
dos, fué el.Ídolo de la ciudad de Cholola; á éste
hacían una pascua cada año en el primero día
de Mayo, en la cual le ofrecían flores y rosas y
los sacerdotes se vestían de unas ropas largas
hasta los pies, blancas, sembradas de flores y
rosas, y los sacerdotes se vestían de unas dia-
demas en las cabezas, y esta era fiesta suave y
no costosa, porque no había sacrificios de hom-
bres, ni derramamiento de sangre humana,

REPÚBLICAS DE INDIAS 165

pero tenían otra de cuatro en cuatro años, muy
más solemne que imitaba á las pasadas.
Llamaban este año, año de su dios Quecal-
couatl.
Por ser esta fiesta muy grande, se hacía en-
tre los sacerdotes otro ayuno muy áspero y te-
rrible, y era desta manera:
El sacerdote mayor ayunaba ochenta días,
antes de la fiesta; los cuatro días primeros no
comía ni bebía más que una tortilla de maíz,
que no pesaba una onza y un poquillo de agua,
en aquellos cuatro días oraba con gran devo-
ción pidiendo á los dioses ayuda para poder
llevar aquella penitencia, porque ansí pudiese
mejor aparejarse á celebrar la fiesta que espe-
raban.
Este ayuno era muy extremado y diferente
de los otros; el día que se comenzaba, iban to-
dos los ministros y oficiales de los templos, que
eran muchos, á las salas y aposentos que tenían
en el templo, y á cada uno se le daba un in-
censario de barro y cierta cantidad de incienso
y tizne y ciertas puntas agudas del árbol Ma-
guey, y sentábanse por orden arrimados á la
pared en aquellas salas, y nunca se levantaban
si no era para proveer las necesidades natu-
rales,

136

ROMÁN

Sentados ansí habían de velar continuamen-
te, y no podían en los setenta días dormir más
que dos horas á la noche, y después, salido el
sol, una, y esto era en la primera noche, en las
demás no se les permitía dormir.
Todo el resto del día y noche gastaban en
ofrecer incienso y perfumar á los dioses.
A la media noche se bañaban todos y lava-
ban, y después se tiznaban todos con el tizne
continuamente, y por aquel espacio de días se
sajaban y punzaban con aquellas puntas, y sa-
cábanse mucha sangre, y aquella ofrecían á sus
dioses.
Y la mayor provisión que tenían eran estas
puntas, y ansí cuando se dormían, para quitar-
se el sueño, luego se punzaban, y era de tanta
esencia el no dormirse, que los colaterales le
punzaban, de manera que á su pesar desperta-
ba; y el que era oprimido del sueño y no escar-
mentaba con las puntas, teníanle por tan infa-
me, que todas las injurias y vituperios que sa-
bían, le hacían, y ansí era habido como por in-
fame; y á tanto llegaba la superstición destoa
que creían que habia de venir algún mal por
su causa aquel año si se dormía y hacía con ti-
bieza la penitencia.
No salían en aquellos sesenta días del tem-

REPÚBLICAS DE INDIAS 167

plof ni iban á su casa, y absteníanse de llegar
á sus mujeres.
Pasados los sesenta dias de aquel rigor y pe-
nitencia, los veinte que quedaban no eran de
tanto rigor, porque no derramaban tanta san-
gre, y dábanles lugar de dormir más, porque
este era el supremo tormento que allí los ator-
mentaba, y ansí salían después con los gestos
malos y feos del trabajo del sueño.
Venida la fiesta, hacían grandes aparatos,
porque vestían y componían al ídolo de Que-
calcoatl; poníanle ricas mantas y muchas joyas,
piedras preciosas, y ofrecíanle muchas codorni-
ces, conejos y papel, y muchos sartales de ma-
zorcas de maíz, que son las propias espigas de
aquel trigo.
Tenía esta fiesta una cosa buena, y era: que
no había sacrificios de hombres, ni derramaban
tanta sangre humana matándolos; la causa era
porque el dios Quecalcouatl, no lo permitía y él
gobernando la tierra mandó que no sacrificasen
hombres.
En otras ciudades acostumbraban otras nue-
vas maneras de religión y sacrificios, ansí
como en Tehucán, Cuzcatán y Tentitlán; en es-
tas ciudades usaban derramar mucha sangre y
martirizarse con diversos tormentos.

168

EOMÁN

En los días de fiesta se hacían unos agujeros
en las orejas con unas navajas, y por ellos me-
tían y sacaban una caña tan gruesa como un
dedo y tan larga como una vara; y en las len-
guas hacían otros agujeros, y por ellos metían
ciertas pajas.
Otros, con las puntas del Maguey agudísi-
mas, se agujereaban las orejas y lenguas, y
toda esta sangre que derramaban era dedicada
á sus dioses, y entendían hacer una grande
ofrenda.
En estas ciudades se sacrificaban muchos
más hombres que en otras partes, y la causa
era que como eran fronteras de enemigos, en
escaramuzas, y en refriegas, y celadas, toma-
ban muchos enemigos, y aquellos ya eran dedi-
cados á sus dioses.
Allende desta inhumanidad de que usaban
con los enemigos. y extraños, hacían otra, la
más cruel y nunca oída que se podría imagi-
nar, y la que pone más horror humanamente,
y era esta:
Cortaban y hendían su miembro genital por
entre cuero y carne, y hacían tal abertura que
por ella pasaba un grueso cordel, y largo cuan-
to quería ó tenia sufrimiento el penitente; al-
gunas veces era de más de treinta varas, y á

REPÚBLICAS DE INDIAS 169

veces llegaba á cincuenta; y si alguno desma-
yaba con el horrible dolor y mucha sangre, de-
cían que prooedia por haberse llegado á alguna
mujer; porque según parece, eran vírgenes y
mancebos los que hacían sacrificio de aquellas
partes.
Este entiendo que fué el más cruel tormento
que tomaban con sus manos estos bárbaros.
La otra gente popular destos pueblos hacían
sacrificio de la sangre que salía de sus orejas y
del pico de la lengua y brazos; y los que pre-
sumían de muy católicos, comunmente traían
las lenguas harpadas de las sajaduras y las ore-
jas muy acuchilladas.
Ayunaban también estos como las otras gen-
tes ochenta dias, y algunos hacían ayunos par-
ticulares por su devoción, unos diez dias y
otros veinte, y ansí cada uno como podia y te-
nia la devoción.
En estos ayunos no comían más que pan, sal
y agua; esto sólo pertenecía á los sacerdotes y
ministros del templo.
Al pueblo común, y á las veces á los mucha-
chos, mandaban los sacerdotes que ayunasen á
dos y á cuatro y cinco dias.
Estos ayunos no eran de una manera en toda
la tierra, mas cada provincia tenia su modo y

170

ROMÁN

costumbre, y ceremonias, y más y menos ri-
gor.
Estos destas provincias, después del sol á
quien tenian por dios principal, y honraban
con más reverencia, era una estrella;, la razón
porque hacian esto, era porque tenian por me-
morias que se habia convertido en aquella es-
trella su dios y señor Quecalcouatl, cuando
murió, y ansi aquellos astrólogos que atrás que-
dan nombrados, tenian muy gran cuenta con
esta estrella, y tan gran cuenta tenian con el
dia que aparecía y cuando se escondía, que
nunca erraban.
El dia que aparecía comenzaba la solemnidad
con matar un hombre, porque el señor de la
tierra era obligado á darlo, y después crecían
los sacrificios, y á la hora que salía, cada dia le
ofrecían los sacerdotes incienso, y estaba á pun-
to para que en viéndola asomar sacasen sangre
de sus cuerpos para ofrecerle.
El más costoso y general sacrificio era cuan-
do habia eclipse del sol, porque entonces hom-
bres y mujeres temían bravamente, y por esto
hasta los niños se sacaban sangre y arrojábanla
hacia adonde el sol estaba.
Tenian los mercaderes y tratantes sus fies –
tas, cada cual en su provincia, y aquel dia Ha-

REPÚBLICAS DE INDIAS 171

maban Micoaylhuytli, y cuando no se hallaban
en sus casas, en cualquiera parte tenian por so-
lemne el dia.
La manera de celebrar esta solemnidad era
que todo lo que ganaban y ahorraban dos y
tres años los gastaban en este dia; y no sólo
expendían lo que tenian, pero de tal manera
gastaban para hacer más solemne la fiesta, que
se adeudaban de tal suerte, que en dos ó tres
años no acababan de pagar sus deudas, y algu-
nos se vendían por esclavos por no caer en
falta.
Los convites que hacían para festej alia, era
de muchas gallinas y perrillos, que eran muy
preciados entre ellos; bebían desaforadamente
de sus vinos, de manera que no era valeroso
caballero el que no caía de borracho.
Compraban muchas rosas y flores y cañutos
de perfumes muy olorosos; en fin, todo aquello
que entre ellos era de regalo se daba allí abun-
dantísimamente, sólo porque fuesen los convi-
dados muy contentos y pagados.
Los que eran más ricos daban á los convida-
dos algunas mantas, que era su traje, y com-
praban esclavos por grandes precios y matá-
banlos cruelmente, y esto era lo supremo de la
fiesta.

CAPITULO XVI

De la religión y sacrificios de los Jolones,
con muchas cosas dignas de ser sa-
bidas.

Ya queda tratado atrás de los dioses y sa-
cerdocio de los Totonacas; agora, pues, vamos
tratando de los sacrificios; será bien que parti-
cularmente tratemos de los que ellos hacían, y
otras cosas religiosas que ellos trataban cre-
yendo acertar.
Cuanto á lo primero, el ordinario y común
sacrificio que estas gentes hacían, era que lue-
go que el sol salía por la mañana, el Sumo Pon-
tífice que dije que se llamaba en su lengua
papa, salía de su aposento, y en pos del todos
los demás ministros en ringlera, uuos en pos de

BEPÚBLIOAé DE INDIAS 173

otros, porque esta fué su costumbre aunque
fuesen cien mil, si no era en la guerra, y por
este orden iban al templo, y llegados, hacian su
reverencia y mesura abajadas las cabezas é in-
clinados los cuerpos; allí se encomendaban á
sus dioses.
Luego el segundo sacerdote en dignidad por
el orden y número de los seis, traía un incensa-
rio de barro, el cual era hecho á manera de sar-
tén, lleno de ascuas, y el Sumo Pontifico sacaba
con su propia mano de un calabazuelo que ser-
via de naveta, olores muy aromáticos, y ponía-
los en el incensario, y aquel sacerdote segundo
alzaba tres veces hacia el cielo aquel humo,
como incensando al sol y hacia el cielo, porque
de allá decían que habían venido los otros
dioses.
Acabada esta ceremonia, y reverencia, y sa-
crificio nuevo, luego el mesmo Pontífice toma-
ba el incensario é íbase al dios principal é in-
censábalo tres veces, y de allí por su orden iba
á los otros, á cada uno de los cuales no incen-
saba más que una vez.
Después volvía el incensario al dicho sacer-
dote, que parecía hacer oficio de diácono, é in-
censaba al Sumo Pontífice y después á los otros
sacerdotes.

174

ROMÁN

Este incienso iba echado de mano del Pontí-
fice, y tocaba con su mano el fuego, como san-
tificándolo.
Hecho esto, aquellas ascuas y lumbre que
estaba en los incensarios se repartía en cuatro
partes y poníase en los altares.
Los demás sacerdotes todos tenian incensa-
rios y derramaban la lumbre ansí mesmo por
los altares, que eran redondos.
Asentábanse luego el Pontífice y los otros
ministros, y llegada la hora de las ocho ó nue-
ve, venia el Rey ó señor principal del pueblo
muy acompañado de toda la nobleza, y entra-
ban en el templo; pero primero se descalzaban
á la entrada, y llamaban estos calzados Cotaras,
y Cacles, en lengua de México. Hecho esto, en
entrando en el templo decían estas palabras:
Sálvete Dios; Ayúdanos y consérvanos en tu
servicio.
Y después desto gastaban un poco de tiempo
en rezar sus oraciones, las cuales acabadas,
íbanse para el Pontífice y para los otros sacer-
dotes, y bajaban sus cabezas y decíanles:
—«El gran sol y sus dioses te conserven la
vida por muchos años.» Y con esto se despe-
dían.
Esto que hacían los señores no era. de obli-

REPÚBLICAS DE INDIAS 175

gaoión, más hacíanlo de voluntad y por devo-
ción, y ansí no era cada dia si no querían, pero
como estaban tan bien acostumbrados, jamás
faltaban unos ú otros á la dicha hora.
El Pontífice y sus ministros hacíanlo porque
eran obligados á ello, y en ninguna otra cosa
se ocupaban todo el dia, y sólo esto era su ofi-
cio; la otra gente común y del pueblo no era-
obligada á venir á esta ordinaria devoción si
no querían; solamente los sábados ó último dja
de la semana, que era el treceno, eran obligados
á venir al templo grandes y menores á la ma-
ñana, y presentábanse en los patios á una hora,
y luego comenzaban los señores y caballeros á
hacer reverencia al mayor ídolo, y cada uno
por sí se sacrificaba desta manera:
Traía veinticinco pajas juntas, como una es-
coba, y en la mano una navaja, y con sus ma-
nos se hería delicadamente la punta ó pico de
la lengua, y hacia un agujero, y por allí metía
las veinticinco pajas, y salíale mucha sangre
por el movimiento que hacia con las pajas.
Otro sábado, que era de allí á trece dias, vol-
vían al templo y heríanse los muslos; y otro
sábado de los pechos, otro de los brazos, otro
de las manos, en fin, de todos los miembros se
sangraban.

176

EOMÁN

Al cabo del año los sacerdotes, después que
habían celebrado sus ceremonias y sacrificios,
traíales un sacristán ó ministro del templo unas
escudillas llenas de cierto betumen negro, con
el cual se untaban y tiznaban, de manera que
ningún negro de Guinea podría serlo tanto
como ellos lo parecían, y á obra de las diez del
dia se recogían en sus aposentos y salas, y allí
asentados en sus sillas por su antigüedad, ve-
nían también los ministros menores tiznados y
traían la comida de los sacerdotes.
Comían algunas veces carne, otras legum-
bres y otras veces variaban la comida; acabado
de comer comenzaba el Pontífice mayor á con-
tar historias y las memorias de sus antiguos
primogenitores, loaban al Sol, y decia los pro-
vechos que traía al linaje humano.
Otras veces sobre mesa trataban de la gober-
nación de los pueblos, y ordenaban algunas le-
yes, en fin, siempre se trataba allí del provecho
común.
Llegada la hora que nosotros decimos de vís-
peras, salíanse los sacerdotes fuera del pueblo ó
íbanse á pasear por unos montes arriba, por
donde se recreaban y espaciaban y luego se
volvían á recoger en sus aposentos.
Después de esto el segundo sacerdote acudía

REPÚBLICAS DE INDIAS 177

al templo y avisaba á los sacristanes que tuvie-
sen cuenta con guardar bien los dioses y que
estuviese todo el templo y el demás aparato
muy limpio.
Tenian sus semaneros los oficios, porque ansí
hubiese mayor cuidado.
Nunca faltaba fuego en el templo, continua-
mente ardía y lo proveían de leña.
Estos sacerdotes comían de limosna que da-
ban los grandes señores, y ansí nunca les falta-
ba lo necesario.
Tenian tres mujeras que los servían y estas
eran de grande edad.
Tenían por ley religiosa circuncidarse, y ansí
á los veintiocho días llevaban los padres el ni-
ño ó niña al templo y lo entregaban al mayor
sacerdote y á los demás, y tendían sobre una
piedra que servia desto, á la criatura, y con un
cuchillo de piedra circuncidaban al’ niño, cor-
tándole el capullito del miembro viril, y aque-
llo que cortaban quemábanlo y hacíanlo ceniza.
A las niñas también, en lugar de circuncisión,
las hacían cierta ceremonia, y era que el gran
sacerdote y el segundo corrompían la niña con
sus propios dedos y mandaban á la madre que
llegada á los seis años, ella mesma, con sus
dedos renovasen el corrompimiento.
COL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 12

178

ROMÁN

Tenían un género de comulgar abominable y
cruel, y era que de tres en tres años mataban
tres niños y sacábanles los corazones, y de la
sangre que de allí salía, y con una goma que
llamaban Ylli, que sale de un árbol que se cría
en tierra muy caliente, con este licor ó goma, y
con la sangre de aquellos niños, y mezclando
cierta semilla, que nacía dentro de los huertos
de los templos, hacía una cierta confección.
Esta tenian por cosa santísima y llamábase
en la lengua mexicana Yoliaymtlaqualoz, que
quiere decir manjar del ánima.
Deste manjar usaban á semejanza de comu-
nión, y tenian este precepto, que de seis en seis
meses los hombres de veinticinco años habían
de comulgar y las mujeres de dieciseis.
Era espantosa la reverencia y veneración y
humildad con que los sacerdotes administraban
esta comunión, dando á cada uno un poquito,
poniéndoselo en los labios, y la persona que lo
recibía lo tomaba con extremado temor y tem-
blor, cuando aquella masa se secaba desleíanla
con otra sangre de corazones de los que sacrifi-
caban.
Esta mesma comunión ó superstición usaban
los de las provincias de Chiapa, y otras de
Nueva España.

REPÚBLICAS DE INDIAS 179

De aquella goma llamada Vlli usaban en
aquella nación ofrecer sacrificio á sus dioses,
ansi envuelta en papeles, como untando á los
ídolos por los bezos y carrillos, y tan embadur-
nados estaban algunas veces, que tenían más de
un dedo de costra, y aquello denotaba gran de-
voción en los naturales.
Mudaban entonces á los ídolos los vestidos
cada mes, y estaba un día desnudo y este día le
ponían muchos manjares delante y cacao, que
es cierta fruta principal, allí le ponían gallinas
y conejos, y todo género de caza.
Después otro dia le vestían otras ropas nue-
vas, teníanle gran reverencia al tiempo que le
vestían y desnudaban.
Y hecho esto volvíanlo al lugar en donde es-
taba de asiento, porque el día que estaba des-
nudo, quitábanlo del altar grande y principal,
y puesto allí, comían los sacerdotes todo lo que
le habían puesto el día antes delante.
Cada año en ciertos días llevaban los vecinos
sus ídolos que tenían en casa al templo, y po-
níanlos juntos al dios grande, y allí los tenian
cinco días. Después cada uno tomaba los suyos
y se volvía á casa; pero llevábanlos en proce-
sión y cantando muchos cantares que para esto
tenían ordenados.

180

ROMÁN

Tenian estos Totones tres fiestas principales
en el año las cuales celebraban con gran reve-
rencia y solemnidad, la una era casi por la
nuestra Pascua de Navidad, en la cual se ves-
tían los sacerdotes de sus vestiduras sacerdota-
les y los caballeros y señores se aderezaban
también ricamente.
Los templos en esta fiesta eran ricamente
aderezados y enramados, y todo el suelo estaba
cubierto de muchas diferencias de flores, y ho-
jas de árboles.
Los señores principales cantaban muchas di-
ferencias de coplas y endechas en loa y honra
de los dioses, dándoles gracias por las mercedes
que les hacían.
En esta fiesta no faltaba nadie en los templos,
desde el más viejo hasta el niño que mamaba,
y puestos por su orden se sentaban en los pa-
tios en cuclillas, como siempre lo usan; teniau
los ojos muy bajos y estaban con gran silencio,
de manera que siendo grande la multitud no
parecía estar nadie, entonces estaban rezando
mentalmente, y en lo interior, y esto hacían con
gran devoción, y veíase esto ser ansí, en que
gemían y suspiraban y lloraban amenudo, lue-
go venían los sacerdotes y se asentaban en unos
respaldos de juncos y desde ellos, en diversas

REPÚBLICAS DE INDIAS 181

partes del patio, comenzaban á predicar, y allí
representaban, como nosotros en nuestros ser-
mones, la solemnidad y fiesta, y lo que persua-
día aquel día tan solemne, duraba el sermón
dos horas y nadie se desayunaba hasta aquella
hora ni se meneaba del lugar á donde se ponía
al principio.
Acabados los sermones, levantábase el terce-
ro sacerdote y poníase delante del sumo sacer-
dote y pedíale licencia para hablar, y esto ha-
cía teniendo inclinada la cabeza, ó como el diá-
cono cuando toma la bendición para decir el
Evangelio, y dada la licencia poníase en lugar
adonde fuese oído y visto de todos, y comenza-
ba á pregonar y á decir que supiesen todos que
se habia criado el cielo y la tierra y todas las
alturas, y toda la universidad de las criaturas,
por el gran Dios, que era el Sol, que en su len-
gua nombraban Chichibi.
ítem que habia de venir el hijo del Sol al
mundo, para renovallo y producirlo de mejores
cosas, las cuales ellos ignoraban, para que con
menos trabajo pudiesen pasar la vida.
Daban por ello á entender que los panes ha-
bían de ser más purificados y sustanciales, y
las frutas más sabrosas.
ítem que las vidas de los hombres habían de

182

ROMÁN

ser más largas y durar más tiempo, y que de
allí adelante no habia de haber lacería ni dolor,
y ansí les prometía otras mayores cosas.
Y acabado esto convidaba á todos que estu-
viesen presentes á la solemnidad del gran sa-
crificio que se habia de ofrecer aquella noche.
Acabado su pregón y amonestación, todos se
iban á sus casas muy pagados y contentos, con
intención de volver á la hora señalada, unos
según que tenian más devoción venían á prima
noche y otros algo más tarde; empero á media
noche todos se hallaban presentes, vestidos lo
mejor que cada uno podia.
El pueblo común sentábase por el patio, los
señores tenian sus bancos alrededor del tem-
plo.
Estaban en medio del patio una piedra de
pedernal muy aguda y cuando todos estaban ya
sollegados salían los sacerdotes y el pontífice
Máximo, vestidos todos con sus hábitos sacer-
dotales y muy tiznados, y llegando á sus asien-
tos se sentaban por orden, puestos todos los es-
tados de gentes por sus grados, mandaba el
pontífice sacar de una mazmorra ó cueva que-
estaba debajo del templo, dieciocho hombres y
mujeres, tantos hombres como mujeres, los cua-
les salían empapelados y tiznados, de la mane*

REPÚBLICAS DE INDIAS 183

ra que salían los sacerdotes; traían en las ma-
nos unos bastones gruesos y labradas en ellos
figuras de culebras, pájaros y otras sabandijas.
Estos se iban á sentar junto á la piedra de
pedernal que estaba derecha, asentados y estan-
do todo el pueblo en gran silencio, el gran pon-
tífice les comenzaba á hacer una ordenada plá-
tica, la cual dirigía á los que habían de morir,
y decíales que eran bienaventurados, porque
habían sido escogidos para ir delante del gran
dios el Sol, y suplicarle en nombre de aquel
pueblo que les enviase á su hijo, para que los
librase de tantas miserias y trabajos, mayor-
mente de aquel que tenían de sacrificar hom-
bres, porque lo tenian por terrible carga y les
era gran tormento y dolor. Y que si lo permi-
tía por sus pecados por no haberle servido, y
que quería dar á otras gentes la tierra, que ellos
prometían de allí adelante ser mejores y servir-
le fielmente.
Entonces los tristes que habían de ser sacri-
ficados respondían: Que así lo harían con dili-
gencia y hablarían al gran dios, y le rogarían
que enviase su hijo.
jaecEo esto, luego se levantaba el Sumo Pon-
tífice y los sacerdotes, y los demás señores y
caballeros y los otros ministros, y comenzaban

184

ROMÁN

& tañer unos atambores muy roncos y tristes,
y otros cantaban con voces bajas y llorosas en
. alabanza del gran dios y de los otros menores.
Fenecido el canto y música dolorosa vol-
víanse á sentar todos, y el sumo sacerdote arri-
mábase á la piedra muy arremangado y los sa-
cerdotes traían uno á uno á los desventurados
hombres y mujeres y poníanlos de espaldas so-
bre el pico y punta de la piedra, y animando al
paciente, el Pontífice y sacerdotes, el uno dellos
le tomaba el un brazo y el otro otro, y otros dos
de los pies, y los otros dos por los costados, y
ansí tendido y atado, tomaba el Pontífice un
cuchillo de piedra pedernal y dábale una cu-
chillada en la tetilla izquierda tan larga como
dos palmos entre costilla y costilla, sin que el
sacrificado hablase ni se quejase, antes con gran
esfuerzo, como el que creia que iba enviado de-
lante de Dios para bien y utilidad de todo el
pueblo, sufría aquella crueldad.
Hecho esto, sacábale el corazón dando saltos
y abierto, daba con él en los hocicos del mayor
ídolo del templo y desta manera pasaban todos
los cuerpos de los sacrificados; después de muer-
tos echábanlos de las gradas abajo y de allí los
ministros los llevaban á las cocinas adonde los
hacían pedazos, y enviaban después piezas de

REPÚBLICAS DE INDIAS 185

ellos á los señores y personas de cuenta, y cual-
quiera que podía alcanzar un bocado pensaba
quedar santificado.
Este mesmo orden se guardaba en las otras
dos fiestas que celebraba esta gente.
Esta provincia ni las demás de Indias no
acostumbraban á sacrificar hombres antigua-
mente, mas después que los mexicanos vinieron
á la tierra, introdujeron esta cruel y abomina-
ble religión; de antes sus sacrificios eran unos
animalejos y frutas y flores; ni tampoco tenian
tantos dioses, mas solamente al Sol.
De lo que aquí se ha tocado en este capítulo,
parece como no hacían de su veluntad el sacri-
ficio de los hombres, pues enviaban mensajeros
al Sol, que los librase de tan grave yugo y ser-
vidumbre.
Y si por algún buen título nuestros españo-
les comenzaron á conquistar la tierra, fué por
desarraigar cosa tan contra Dios y natura-
leza.
Allende de aquellos sacrificios que se hacían
• en las grandes fiestas, cada semana por vía de
sacrificio ordinario, convidaban á los dioses,
dándoles diversos manjares por comida, y esto
tan guisado y aderezado como si realmente lo
hubieran de comer.

i

186

ROMÁN

Daban por via de religión, y entendiendo
que servían en ello á Dios, limosna á los po-
bres, y ésto muy liberalmente, y por este res-
pecto había en los templos trojes grandes lle-
nas de maíz, y despensas adonde habia otras
muchas cosas que daban de limosna.
Así mesmo los vecinos de los pueblos que
eran cojos, tullidos ó no podían trabajar, los
mantenían de aquello que allí estaba deposi-
tado.
También tenian hospitales en esta provincia,
como en otras, según que atrás queda apuntado,
adonde recibían y curaban los enfermos.
Tenian una notable ceremonia y obra y acto
de religión, en que parecían y mostraban su fé
y opinión que tenian del dios grande y de los
otros dioses, y esta era una confesión vocal, y
hacíanla desta manera:
Confesión vocal.
Cada uno se apartaba á un rincón de su casa
y ponía las manos á manera de quien mucho
se cuita y acongoja, á veces torciéndolas, y en-
clavando unos dedos con otros y llorando, y los
que no podían derramar lágrimas, cuitábanse
y gemían, otros se iban á los montes, otros á

REPÚBLICAS DE INDIAS 187

las fuentes, otros á los ríos, otros á los templos,
en los cuales lugares cada uno confesaba á sus
dioses todos los pecados y obras malas que ha-
bia hecho.
Esto hacían con todas las señales de contri-
ción que se podían esperar de cualquiera devo-
to cristiano.
Túvose por cierto que en Chiapa confesaban
al verdadero Dios sus pecados, y aun cuenta el
obispo de Chiapa en su Apología (Cap. 167),
que algunos se acusaban de haber adorado ído-
los, y daban por causa, el gran miedo qne te-
nian del demonio y porque sus padres lo acos-
tumbraban.
Esta confesión hacían dos veces en el año, á
ciertos tiempos, y los días en que se ejercita-
ban en aquella obra religiosa, nunca se reían,
ni tomaban algún pasatiempo, más solamente
se daban á llorar y dolerse de sus pecados, lla-
mábase en la lengua mexicana esta confesión
Mayolcuita.
Esto es lo que toca á la religión de los Toto-
nes ó Totonacas.

CAPITULO XVII

De la religión y sacrificios, con otras co-
sas curiosas de la provincia de Guate-
mala.

Dos maneras ó diferencias tenian estas gen-”
tes de Guatemala, de sacrificios; unos genera-
les, que todo el pueblo y comunidad ofrecían
en las fiestas que celebraban, y otros particula-
res que cada vecino y persona particular ofre-
cía, según su devoción y la necesidad que tenía.
Los universales sacrificios ó se ofrecían or-
dinariamente cuando venían las fiestas, las cua-
les habia en unas provincias cinco, y en otras
seis, ó se ofrecían por necesidad particular por
cualquiera destos dos respectos, una vez por
una habían de entrar en consejo el señor de la

REPÚBLICAS DE INDIAS 189

provincia 6 pueblo con todos los señores
principales, y trataban oon el sumo pontí-
fice y los demás sacerdotes de la fiesta que
venia ó de la necesidad que ocurría.
Allí se determinaba que se Hiciesen sacrifi-
cios, y de qué se habían de hacer.
Cuanto al tiempo y hora de hacer el sacrifi-
cio, no lo determinaban ellos, ni se atrevían,
mas echaban suertes y aquello que salía hacían
y no más ni menos.
Para echar estas suertes hacían esto:
Llamaban á su astrólogo ó adivino y hechi-
cero y comunicábanle la fiesta y la necesidad
y el sacrificio, y pedíanle que echase suertes é
hiciese sus diligencias para saber cuál día se-
ría dichoso y mejor, para ofrecer su sacrificio
y cumplir con su devoción.
El, luego sin detenerse, comenzaba á poner
por obra sus hechicerías y embustes, y decla-
raba cuál día era felice y próspero, y pronun-
ciábalo, y daba sus razones para ello, y de tan-
ta fuerza era lo que decía, que no habia que
mudar un punto de lo que él determinaba. Sa-
bido el día echaban los sacerdotes la fiesta con
su vigilia,
Y ésta era: que todos, chicos y grandes, ha-
bían de apartarse de dormir con mujeres, aun-

190

ROMÁN

que fuesen casados, y duraba la vigilia sesenta i
y ocho dias, y á veces llegaba á ciento, según
la ; i esta y necesidad lo pedía.
En todos estos días se había de sacrificar,
derramando todos sangre de sus brazos, pies,
muslos, narices, orejas, lengua y de Lodos los
miembros del cuerpo, y esto se hacia dos veces
al día, y á la noche ponían incienso a sus
dioses.
Después lavábanse los sacerdotes y ansí iban
continuando su penitencia y aparejo para en-
trar en la fiesta, pero cada vez que sacrificaban,
se entiznaban.
Los hombres en común, no se bañaban, mas
tiznábanse, y aquello era como un cilicio y or-
namento de penitencia.
Ninguno dormía en su casa en todo este
tiempo, mas en ciertos portales y casas que ha-
bía cerca del templo hechos para este propósi-
to, todos guardaban con gran rigor todas las
cosas que se mandaban, porque allende de que
si se quebraba alguna y pasaba por la pena se-
E alada; tenían también gran temor que habían
de ser muertos por mano de los dioses, ó ha-
líian de padecer alguna infelicidad, y ansí
acaecía muchas veces, ó porque el demonio
(permitiéndolo Dios) les causaba la muerte con

REPÚBLICAS DE INDIAS 191

obras que para ello hacía, para tenerlos más
devotos y ligados en aquella penitencia y cere-
monias de su servicio, ó porque la imaginación
de haber cometido pecado, solía ser tan vehe-
mente, que de pura tristeza se morían.
Componían sus ídolos para estas fiestas con
mucho oro y piedras, y envolvíanlos en infini-
tas mantas, ricamente labradas, poníanlos en
unas andas y traíanlos en procesión con mucha
reverencia, acompañándolos con gran música
de atabales y otros instrumentos musicales, de
que ellos usaban, y después de andado por el
el pueblo, poníanlos en las plazas mayores, las
cuales servían en los pueblos para el juego de
pelota, y allí delante de los dioses jugaban los
señores y principales á la pelota, por hacerles
fiesta.
En algunas partes sacaban los ídolos de los
templos adonde habían estado desde el princi-
pio de la penitencia, y allí les ofrecían sacrifi-
cios de poca costa, ansí como de pájaros é in-
cienso.
En otros pueblos no les sacrificaban sino en
ciertas cuevas adonde los tenían escondidos y
allí les hacían sacrificios.
En algunas partes también acostumbraban
tener y guardar los ídolos en lugares muy es-

192

ROMÁN

oondidos, porque así fuesen tenidos en reveren-
cia mayor, porque tenian entendido que de ver-
los muchas veces, sucedía no reverenciarlos ni
estimarlos.
Lo otro, porque los comprovinciales no se los
hurtasen, porque esta gente teníanse gran en-
vidia, cuando entendían que habia mejores ído-
los en unas tierras que en otras y morían por
hurtarlos, y á esta causa los escondían.
Tenian por coadjutores los hijos de los no-
bles y los parientes de los señores cuando eran
mancebos y sin casarse, éstos solo sabían adon-
de estaban los ídolos y tenian cargo de guar-
darlos, y llevaban las cosas que ofrecían los de-
votos á los ídolos para ofrenda.
Cuando se determinaba que sacasen los dio-
ses de aquellas honduras y cuevas para traer
por el pueblo, estos mancebos nobles los traían
á cuestas, y parando de trecho en trecho, le ha-
cían sacrificio de las cosas que les daban, te-
níanles aquellos dias enramados los aposentos y
muy llenos de flores, de manera que todo lo
bueno era para aquel punto.
£1 sumo sacerdote, que en algunas provin-
cias lo era el Bey y sumo señor en tiempo de
necesidades solía estar cuatro y ocho meses y
un año apartado y recogido y allí no comía más

REPÚBLICAS DE INDIAS 193

que grano de maíz seco por tostar, y añadíanle
algunas frutas, de manera que de todo punto
le era prohibido comer cosa que llegase al fue-
go, tampoco volyia á su casa desde el día que
comenzaba la penitencia hasta que la acababa,
ni menos conversaba con nadie; el lugar de su
aposento era una chozuela muy chica cubierta
de hojas verdes, las cuales se las mudaban en
marchitándose, y era llamada la casa verde.
Esta choza la hacían en el monte junto al
lugar adonde estaban los ídolos.
Aquí hacia penitencia muy áspera y tan
cruel que parece cosa increíble.
No se hacia esta áspera vida más de una vez
mientras vivía:
Todo el tiempo que estaba recogido hacía sa-
crificio de todas las cosas que podían ser habi-
das, salvo de hombres.
Derramaba cada día sangre de las orejas, y
otras veces de la lengua, y de los demás miem-
bros del cuerpo, hasta sangrarse del miembro
viril.
Esta ofrenda y sacrificio ofrecía á los ídolos
por todo el pueblo, como pastor que tomaba so-
bre sí todos los pecados de los subditos, cuando
se publicaba, como dije, la vigilia, aunque loj
casados y sacerdotes se tiznaban, los mancebos
COL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 13

194

ROMÁN

se untaban de un almagre colorado, y porque
eran diferentes de los casados dábanles todo
aquel tiempo por maestro y guía al hijo del se-
ñor de la tierra, y si no tenía hijo, el deudo
más cercano, con que fuese mancebo.
Este tenía cargo de llamar á los muchachos
de siete años arriba y repartíalos en cuadrillas
y cada uno tenía su guía y adalid.
Juntábalos á estos para que trajesen leña,
porque en este tiempo se gastaba mucha en el
templo.
Dormían en los portales, no sólo cuando ha-
cían su ayuno, más aun casi todo el año, por-
que no les era permitido tratar ni saber de los
negocios de los casados, ñi aun sabían cuando
habían de casarse, hasta el tiempo que les pre-
sentaban las mujeres, porque eran muy subje-
tos y obedientes á sus padres y mayores.
Cuando estos mancebos iban á sus casas á ver
á sus padres y madres, teníase cuenta que no
hablasen los padres cosa que fuese menos ho-
nesta, porque los mozos y doncellas no oyesen
cosa de mal ejemplo y fuesen conmovidos á pe-
car ó á deseo malo.

CAPITULO XVIII

De la cuaresma que tenia la gente de Gua-
temala y de sus ayunos, de los sacrifi-
cios que hadan de hombres, y cómo ma-
taban á sus padres cuando eran viejos.

Ya que los desta provincia sabian el dia y
tiempo cuando comenzaba su pascua y cuando
se bacía el aparejo de ella, comenzaban su ayu-
no, llamado Cuaresma, porque así entendemos
nosotros el ayuno mayor que ellos hacían como
nosotros el Cuadragesimal, y esto se hacia con
gran recogimiento de parte de todos, así hom-
bres como mujeres.
Los hombres iban al templo & orar, las mu-

196

BOHÁN

jeras quedaban en casa para mirar por la fa-
milia.
Cuando volvían del templó las mujeres los
recibían con gran extrañeza, porque ni les ha-
blaban ni les saludaban, y así, no hacían más
que comer y volverse al templo.
Llegada la noche ya, cuando eran las nueve
ó poco más, venían á casa, no á dormir, mas á
llamar á la mujer é hijos; si los niños ya eran
grandeoillos íbanse juntos á las faldas de los
montes, y si no los habia á las encrucijadas de
los caminos, y allí comenzaban los padres á sa-
crificarse y sacar sangre de muchas partes de
su cuerpo con sus piedras y navajas y enseña-
ban á los hijos á hacer lo mismo y decíanles que
pidiesen á los dioses salud, buenos temporales
y lluvias y las demás cosas necesarias para la
vida humana; pero si los muchachos rehusaban
con el miedo de herirse y sacar sangre, los pa-
dres los sajaban y herían por fuerza, y esto ha-
cía hasta hacerlos perder el miedo.
Hecho esto, todos en común pedían á sus
dioses les favoreciesen y remediasen y ofrecían
de lo que tenian, así como pájaros y flores ó in-
cienso.
Este ejercicio tenían cada noche mientras
duraba su ayuno y penitencia, y el resto que

REPÚBLICAS DE INDIAS 197

quedaba de la noche iban á sus estaciones bus-
cando lugares más acomodados, para pedir á los
dioses de nuevo lo que tenían necesidad.
Hechas estas sus estaciones despedían á sus
mujeres y mandábanlas que se volviesen á sus
casas, y con ellas los hijos; pero si no los te-
nian, ellos las acompañaban, y llegados á la
puerta se volvían al templo.
Guardábase otra ceremonia al principio de la
cuaresma, y era que soltaban todos los esclavos,
que después habían de ser sacrificados, á los
cuales daban libertad de esta manera.
Que á cada uno le echaban una argolla de
oro ó plata ó cobre al pescuezo, y pasábanle un
palo por 9lla, como chaveta, y dábanle cuatro
hombres de guarda.
Este andaba por todo el pueblo, y en cada
casa que quería entraba, y si quería comer con
el Rey y con el grande y chico lo podía hacer,
y no se lo prohibían, solamente tenia de pre-
mia, que no podía salir del pueblo, y tener la
argolla y la guarda de los hombres.
Y todos tenian cuenta de hacerle muy buen
tratamiento y lo mismo hacían á los que lo
guardaban.
Llegados los últimos días, que eran siete, an-
tes de la Pascua, juntaban á todos los que ha-

198

BOMÍK

bían de ser sacrificados en una casa, que para
ellos era diputada, la cual estaba junto al tem-
plo, y allí todo aquel tiempo les daban de co-
mer y beber hasta emborracharlos.
Ya, cuando no faltaban más que tres días,
todo el pueblo se ejercitaba en barrer y adere-
zar los caminos y adornarlos, de manera que
todo aquello que podía servir de representación
de fiesta le aparejaba.
Los capitanes y maestros que dijimos tener
cargo de los muchachos y mancebos, mandaban
traer á unos ramos, á otros hojas de pino, para
echar por el suelo, como echamos en España la
juncia y espadañas.
El postrero día, que era la víspera, barrían
todos los aposentos del templo, y los fuegos ó
braseros quedaban muy limpios, porque lleva-
ban las cenizas á unos purificatorios ó consumi-
deros diputados para esto, todo el mundo se
quitaba aquel tizne y lavábanse, de manera que
quedaban muy limpios, y vestíanse de sus man-
tas nuevas y limpias y muy galanas.
Si era tiempo de que estaban los trigos ó
maíces granados, traían de aquellas mazorcas,
y poníanlas alrededor de los altares é ídolos; y
si estaban secos los panes también traían es-
pigas.

REPÚBLICAS DE INDIAS 199

Traían muchos instrumentos musicales, de
manera que no faltaba nada la víspera y todo
lo necesario estaba á punto.
A la noche los hijos del Rey y de los otros
señores iban por los ídolos adonde los tenian
escondidos y traíanlos con gran procesión por
* odas las calles y caminos y de trecho á trecho
les ofrecían aves y animales, flores y frutas, in-
cienso y cosas olorosas; como iban allegándose
al pueblo los dioses, venían algunos de aque-
llos mancebos á gran priesa, y decían al Rey y
á los demás señores y sacerdotes que ya venían
los dioses, y cuanto más venían acercándose,
tanto más priesa se daban á avisar.
Cuando ya venían junto á la ciudad ó arra-
bales, salia el gran sacerdote á los recibir muy
acompañado de los otros sacerdotes y ministros
del culto divino, y en llegando á ellos les
ofrecía sacrificio; en entrando en el pueblo, en-
traban callando y con mucho silencio, y así
iban al templo, y en entrando, hádasele al pue-
blo cierta señal para que supiese que ya el gran
dios estaba en su propio lugar. *
Todo lo que quedaba de la noche se gastaba
en andar estaciones y visitar el templo, de ma-
nera que no se dormía nada della.
Ya que habían asentado los ídolos en sus al-

200

ROMÁN

tares, comenzaban á tañer los atambores y á
sonar las otras músicas, y allí se hacían bailes
y cantos y otros infinitos regocijos, y en estos
ejercicios les tomaba el alba; en amaneciendo
todo el mundo iba á casa, y se lavaba, y cada
uno traia aves ó incienso para sacrificar, y dá-
banlo á los sacerdotes para que ellos lo ofrecie-
sen, y en tanto cada uno pedia al dios con hu-
mildad lo que más tenia necesidad.
Llegada la hora del gran sacrificio, el sumo
sacerdote se vestía de Pontifical, que era una
capa cuya hechura yo no sabría describir; po-
níase una corona de oro, ó plata, ó de otro me-
tal, la cual estaba adornada de piedras precio-
sas, y ansí se ponia otras cosas el Pontífice que
le hacían muy autorizado y vistoso.
Tenian aparejadas unas andas muy ricas con
muchas joyas de oro, plata y pedrería, y entre
estas riquezas ponían rosas de varios colores y
muy aderezadas; componían el ídolo y poníanlo
asentado en ellas, y luego comenzaban la pro-
cesión por de dentro del patio del templo, adon-
de habia muchas invenciones de cantos, danzas,
bailes y muchos atabales y músicas, y teníase
tanto orden en que fuese con gran concierto,
que con ir infinidad de gente, no habia confu-
sión, mas todos iban puestos en sus lugares,

REPÚBLICAS DE INDIAS 201

Acabada la procesión, el ídolo paraba en un
altar junto á la piedra adonde habían de sacri-
ficar á los hombres, poníanse junto á él los ata-
bales y ministriles.
Cantábanse aquí por gran pieza do tiempo
las cosas antiguas que esta gente habia* hecho
en tiempo de paz y guerra.
En tanto que cantaban, iba el Rey y los otros
señores al lugar adonde estaban los esclavos, y
sacábanlos de uno en uno, y cada uno tomaba
el suyo de los cabellos y lo traia delante del sa-
cerdote supremo y del dios, y venían diciendo
á grandes voces:
—«Señor, acuérdate de nosotros, que somos
tuyos, danos salud, danos hijos y prosperidad,
para que tu pueblo se acreciente, danos agua y
buenos temporales para nos mantener y que
vivamos. Óyenos nuestras peticiones, recibe
nuestras plegarias, ayúdanos contra nuestros
enemigos, dándonos holganza y descanso
Todas estas peticiones y palabras iban di-
ciendo, de manera que todo el pueblo lo oia.
Llegando al altar del sacrifioio, estaba el sa-
cerdote carnicero aparejado, y el señor le ponia
la víctima en las manos, y él con sus ministros,
guardando el orden que en otras provincias se
guardaba, sacaban el corazón y lo ofrecían al

202

ROMÁN

Ídolo, y el sacerdote con tres dedos tomaba de
aquella sangre y rociaba el ídolo, y luego echa-
ba de aquella sangre contra el Sol, haciendo
primero algunas ceremonias de no mucha im-
portancia, y desta manera andaba de ídolo en
ídolo y de altar en altar, untándolos con aque-
lla sangre.
Ponían las cabezas de los sacrificados sobre
unos palos en un cierto altar, para esto sola-
mente dedicado, adonde se quedaban por algún
tiempo, el cual pasado los enterraban.
Daban estas gentes dos razones porque los
empicotaban: La una era porque estando ansí á
vista de todos los dioses, se acordasen de lo que
les habían pedido, y mirasen cómo les habían
ofrecido gran sacrificio. La otra era porque los
hombres viendo aquellas cabezas considerasen
cómo habían sido cortadas por los pecados de
todos, y también las dejaban allí para que el
Rey de la tierra viendo tan gran sacrificio, se
conmoviese á aumentar la religión, porque los
enemigos que les quisiesen hacer mal y guerra
los temiesen, cuando entendiesen que si eran
presos habían de pasar por la mesma ley.
Los cuerpos de los sacrificados eran cocidos,
y comíanse como carne santificada; las manos
y los pies y otras cosas delicadas presentábanse

REPÚBLICAS DE INDIAS 203

al gran sacerdote y al Bey, como eosa más sa-
brosa; todo lo demás se distribuía por los otros
sacerdotes y ministros del altar, porque á los
del pueblo no les alcanzaba bocado; aquel dia
era libertado para hacer grandes banquetes y
borracheras, así se mataban inñnitas aves, mu-
cha caza, de manera que todo género de comida
que ellos tuviesen allá en uso, la tenian presen-
te; vinos tenian muy diferentes, porque aunque
no eran de uvas, ellos tenian semillas y cosas
de que los hacían de diversas maneras, que te-
nian sus nombres de mejoría, como acá los de
Medina, Illana, Bibadavia, Toro y San Martín.
Estos banquetes tanto mayores eran cuanto lo
eran las personas que los hacían.
Hacían muchas danzas y bailes y otros jue-
gos en presencia de sus ídolos, y dábanles á
beber del vino más precioso que tenian, remo-
jándoles las bocas y las caras.
Si se emborrachaban y bebían con exceso
estas gentes, no lo hacían tanto por vicio cuan-
to porque en esto creían que hacían un gran
servicio á Dios, y así el principal que se embo-
rrachaba más, era el Bey y los señores princi-
pales.
Otros no se emborrachaban, pero no era por
que por ello fuesen de menos valer, sino porque

204

ROMÁN

habían de gobernar la tierra y proveer á loa
negocios del reino mientras el Rey estaba ocu-
pado en aquella religión y se emborrachaba.
Duraban aquellas fiestas tres y cinco y siete
dias, según lo que ordenaban los ministros y lo
decían cuándo se habían de comenzar.
En estos dias cada tarde andaban en proce-
sión con grandes cantos y músicas, llevando el
ídolo é ídolos por las calles y plazas, y adonde
habia lugar preeminente hacían altares y po-
nían mesas y allí paraban, y como nosotros re-
presentamos farsas y autos, ansí ellos jugaban
á la pelota delante de sus dioses.
El último dia, cuando llegaba la noche, cesa-
ba de todo punto la fiesta, y cada uno se iba á
su casa, salvo los ministros que asistían en el
templo, éstos volvían á esconder los ídolos y á
servirlos como solían de ordinario.
Esto es cuanto á las fiestas y sacrificios, pero
otras cosas particulares tenian los desta pro-
vincia en lo tocante á la religión, que de nece-
sidad es bien que se sepan, y así en el capítu-
lo siguiente lo trataremos, porque el lector no
se canse tanto.

CAPITULO XIX

De los lugares adonde sacrificaban los de
Guatemala, así como en fuentes, cerros,
cuevas y debajo de los árboles. Tráense
otras cosas curiosas.

Como esta nación tenia gran cuidado de las
cosas de Dios* procuraban de tener las estatuas
de los ídolos, que ellos llaman dioses, con gran
reverencia y en diversos lugares, para irse á
á encomendar á ellos en sus necesidades.
Así cuando labraban casas de nuevo, la me-
dian, consagraban y dedicaban al dios de las
casas, que se llamaba Chahalhuc, y en aquella
parte le tenian hecho su altar y su lugar de ha-
cerle sacrificio, en el cual ponían incienso y

206

ROMÁN

mataban aves y otros animales, ponian por las
paredes la sangre que se sacaba, y pegaban plu-
mas alrededor (digo plumas ricas destas que
nosptros usamos para las gorras y sombreros) y
en la puerta de la casa hacian lo mesmo, por-
que con aquello se aseguraban que no entraría
en casa cosa mala.
Cuando cortaban la madera para hacer las
casas, hacian sacrificio al dios de casa por ella,
suplicándole que la casa para donde se cortaba
aquella madera fuese dichosa, y que en ella vi-
viesen muchos dias y con felicidad.
Tenian así mesmo sus oratorios particulares
adonde acudían en los mayores trabajos que les
sucedían, por la mayor parte los tenian en ar-
boledas muy espesas, que la escritura sagrada
llama Lucos.
También sacrificaban debajo de árboles muy
espesos y acopados, debajo de los cuales se acos-
tumbraba á dogollar y derramar sangre de va-
rias partes de sus cuerpos.
También sacrificaban en las fuentes, en espe-
cial cuando pedían hijos; y si hallaban algún
árbol muy espeso que tuviese debajo alguna
fuente, tenian por lugar divino aquel tal, por-
que concurrían dos divinidades, ansí en el ár-
bol como en las fuentes.

REPÚBLICAS DE INDIAS 207

Hacían sacrificios en las cuevas y en los lu-
gares oscuros, y en las encrucijadas de los ca-
minos, y en las puntas délos cerros, y conforme
á las peticiones que habían de hacer, ansí esco-
gían los lugares.
Tenian humilladeros antes de entrar en los
rugares, adonde tenian hechas unas capillas, y
allí habia altares é ídolos.
Estos oratorios se decían Mumuz, y destos
habia de trecho á trecho en los caminos, adon-
de hacian sus oraciones y ofrecían sus sacrifi-
cios. En llegando al humilladero tomaban unas
yerbas y dábanse con ellas en las piernas y es-
cupían en ellas y poníanlas en el humilladero
con una piedra encima.
Esto decían ellos que era cosa saludable para
desechar el cansancio, y luego sentían fortale-
za en las piernas; ofrecían allí algodón ó caza
ó sal ó pimientos ó de las otras cosas que lle-
vaban, y de aquello como de cosa sagrada, no
habia nadie que osase tomar nada, y ansí se
quedaba allí y se perdía.
Cuando quiera que caminándoles acaecía ad-
versidad y peligro, luego acudían á se enco-
mendar á Dios, y se dolían de sus pecados, y
se confesaban á solas, y se llamaban peca-
dores.

ROMÁN

Si topaban algún tigre (de los cuales abunda
aquella tierra) luego le confesaban sus pecados,
diciendo:
—Tantos pecados he cometido, no me mates.
Si caminaban muchos juntos, sentábanse y
decían: que aquel tigre era el pecado de algu-
no, y que el que allí iba culpado que aquel ma-
taría.
Acaeció cuando se comenzó la predicación
del Santo Evangelio, en la provincia de la Ve-
ra Paz, que iba por el camino un hombre con
su mujer, y vieron un tigre, y la mujer como
ya estaba enseñada en la fe, comenzó á santi-
guarse, y á decir la doctrina cristiana, que en
su lengua llaman Tih, y como la mujer iba re-
zando siempre, díjole el marido:
—Da voces y deja el Tih; mas ella no curó
de lo que decía su marido, mas perseveraba en
rezar, y en fin, huyó el tigre, de lo cual queda-
ron muy contentos, y fueron luego á los Padres
Dominicos, que predicaban por allí, y diéronles
de sus presentes pobres, y contáronles el caso
como había pasado, de lo cual dieron gracias á
Dios, porque por la doctrina de la verdad, el
demonio perdió la fuerza que habia puesto en
aquel tigre.
Tenian los demonios tan encarnizados á es-

REPÚBLICAS DE INDIAS 209

tos terribles animales, que luego que no les
confesaban sus pecados los mataban.
Y ansí aquellos nuevamente convertidos á la
fé, con la flaqueza algunas veces, si veían al-
gún tigre, olvidados de la señal de la cruz, se
volvían á su antiguo error y costumbre, por lo
cual los castigaba Dios.
Ansí tenemos ejemplo de que en el mesmo lu-
gar á do acaeció lo que poco ha conté; como un
tigre llegase á la puerta de una india y la tu-
viese cerrada, y haciendo ruido el tigre, ella
abrió pensando que fuese otro, y olvidándose
de lo que le habían enseñado los religiosos,
cuando vio el tigre, dijo:
—Señor, no me mates, que no tengo más de
tres pecados;—y permitiéndolo Dios, porque
no creyese que el animal tenia poder de librar-
* la, arremetió el tigre á ella y la despedazó.
Cuando quiera que habían de comenzar al-
guna obra, luego antemano hacian sacrificios;
y ansí cuando iban á cazar plumas, ó á los pá-
jaros que las tienen, la liga con que los habían
de tomar incensaban y la santificaban, creyen-
do que con aquello ternia más fuerza.
Al tiempo que habían de sembrar cualquiera
simiente, lo primero que hacian era hacer sa-
crificios, y mataban algunas gallinas y la san-
COL, LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV, 14,

210

ROMÁN

gre esparcían por los cantones de la heredad
adonde se habían de sembrar.
Estaban también ciertos días antes que sem-
brasen apartados de sus mujeres, porque tenian
por cosa escrupulosa dormir con la mujer é ir
á sembrar; y ansí tenían otras supersticiones y
niñerías.
En las huertas y arboledas, tenian en medio
algún ídolo, al cual sacrificaban, porque guar-
dase aquellas frutas.
Cuando querían escardar los trigos, ponían
fuego é incienso á las cuatro partes de la here-
dad y en medio, y pedían con mucha humildad
que les guardasen aquellos panes hasta que los
cogiesen.
Cuando granaba, daban las primicias á los
sacerdotes ó molíanlo, y de la harina hacian un
engrudo y untaban al ídolo y piedra que esta-
ba puesto en la heredad ó dábanlo para que lo
comiesen algunos pobres, viejos y enfermos.
Hecho el Agosto daban engrano sus diezmos.
Cuatro cosas pedían comunmente los de esta
provincia á sus dioses.
La una era la vida larga y la salud; hijos y
mantenimiento para pasar la vida.
Para la primera se enderezaban los sacrifi-
cios comunes y sus penitencias.

REPÚBLICAS DE INDIAS 211

Para la salud, lo primero que hacian era
hacer sacrificio, ó enviar codornices, ú otras
aves de ciertos colores que ya eran aplicadas
para la enfermedad, y el sacerdote las tomaba
y sacrificaba.
Si era señor el que demandaba la salud,
siempre tenia el médico delante, el otro pueblo
no; pero luego la mujer tomaba, si el marido
era el enfermo, una manta ú otra cosa de va-
lor, é iba con ello al médico y decíale:
—Fulano, vuestro hijo está malo, ruégaos
mucho que lo visitéis;—y sin esperarlo que
respondiese algo, le ponía delante lo que traía
para darle, y ansí se despedía.
El médico entonces desembarazándose de lo
que tenía entre manos, iba á ver al enfermo, y
si la enfermedad era liviana, poníale algunas
yerbas y otras cosas y de que él usaba para en-
fermedades comunes; pero si era aguda y peli-
grosa, decíale:
—Tú algún pecado has cometido;—y tanto
le apretaba en esto, que forzado venía á decir
lo que quizá habia diez y veinte años que ha-
bia hecho; y esto se tenia por medicina princi-
pal en las enfermedades peligrosas, porque
creían que echado el pecado fuera del alma,
quedaba el cuerpo aliviado.

212

EOMÁN

Y ansí de aquella antigua costumbre ba que-
dado en la tierra muy más santa y,provechosa.
y es: que estando uno enfermo, luego se escuda
con la confesión, en tanto que muchas veces
van cuarenta leguas á buscar sacerdote.
Confesando, pues, su pecado al médico, echa-
ba el físico suertes sobre qué sacrificio se haría,
ó de qué cosa por la salud, y aquello que allí de-
terminaba, aquello hacían, porque sobre manera
eran obedientísimos á los médicos.
Muchos, viéndose en gran necesidad, hacían
votos que si ganaban ó eran librados del tra-
bajo en que estaban, sacrificarían un esclavo, y
á veces un hijo ó hija; y lo mesmo hacian
cuando se veían cautivos y en semejantes
aprietos.
Tenian por gran pecado no cumplir los votos
y ansí los cumplían ó morían por cumplirlos.
Para conseguir y alcanzar hijos cuando no los
tenian, ofrecían muchos géneros de sacrificios:
sacábanse mucha sangre de diversas partes de
sus cuerpos, sacrificaban muchas aves, hacian
muchas promesas, Uamabaná losmédicosy álos
sortílegos y hechiceros, para que les diesen con-
sejo para poder tener hijos; y estos diabólicos
hombres luego acudían con decir que por sus
pecados no permitían los dioses que tuviesen

REPÚBLICAS DE INDIAS 213

hijos ni hijas, y á tiento les mandaban hacer
penitencia; y lo qne más acostumbraban á
mandar era: que apartasen cama marido y mu-
jer, por espacio de cuarenta ó cincuenta días,
que no comiesen cosa con sal, que comiesen pan
seco ó sólo maíz, y que estuviesen tantos días
en el campo metidos en alguna cueva que les
señalaban, ó que durmiesen sobre la tierra
desnuda.*
Todo esto hacian porque sus dioses se apla-
casen y les diesen hijos; y hechas todas estas
cosas, les daban licencia que volviesen á con-
versar con sus mujeres.
Tanto era el deseo de tener hijos, que ningu-
na cosa que les mandaban los médicos, por gra-
ve que fuese, les parecía dificultosa.
Y ansí el primer hijo que les nacía, le nom-
braban del ídolo que era dedicado al día del
nacimiento, y no querían darle nombre de pa-
dre ó madre.
En naciéndoles el hijo ó hija, luego mataban
una gallina y la sacrificaban ó la enviabau al
sacerdote para que la sacrificase, dando gracias
á los dioses por la criatura que les daban.
Hacian en el nacimiento de los hijos muchos
convites y fiestas á los parientes.
Cuando lavaban la criatura, ofrecían sacrifi-

214

BOMÁN

ció de incienso y papagayos, y este lavatorio se
hacia en alguna fuente fresca y muy clara, y si
no habia fuente, en el río adonde llevaba mayor
corriente.
Ofrecían á aquella fuente ó río, aquel día to-
dos los vasos y cosas que habían servido á la
mujer parida en el parto.
Echaban suertes para qué día sería bueno
cortar el ombligo, y hallado el día, ponían la
tripula sobre una espiga ó mazorca de maíz, y
con una navaja nueva que no hubiese servido,
la cortaban, y la navaja $ra echada en una
fuente como cosa bendita.
La mazorca de maíz desgranábanla y sembrá-
banla si era tiempo, y si no, guardaban el gra-
no para su tiempo y sembrado, cultivábanlo
como cosa sagrada,- y espigado y molido, hacían
de aquella harina las primeras papas que daban
al niño; lo demás que había producido de aque-
llos granos, era para el sacerdote; y aún eran
tan supersticiosos que guardaban de aquel tri-
go para cuando el muchacho fuese grande y lo
sembrase.
Cuando la criatura estaba para destetar, ha-
cian gran fiesta los padres, convidando á sus
deudos y vecinos, y hacían sacrificio, porque lo
habían señalado para este efecto.

REPÚBLICAS DE INDIAS 215

Hacían también sacrificio cnando la criatura
andaba á gatas, y cuando comenzaba á hablar:
cuando la primera vez lo trasquilaban y le cor-
taban los primeros cabellos, hacian fiesta, y to-
maban los cabellos y quemábanlos á vueltas
con el incienso.
El día en que nacía el niño ó niña, era habi-
do por toda la vida en gran solemnidad, y fes-
tejábanlo con convites.
La primera obra que hacían sus hijos con sus
manos la ofrecían á los dioses; las mujeres da-
ban mantas tejidas de sus manos, y los mucha-
chos arcos ó ballestas; estas cosas las misma s
criaturas las llevaban y las daban á los sacer-
dotes; llegados á ocho años, eran puestos en los
templos.
Las niñas vivían en gran recogimiento hasta
el tiempo de casarlas.
Estas, pues, son las costumbres y ritos que
tenian los de Guatemala, acerca de los sacrifi-
cios y su religión.

CAPITULO XX

De los sacrificios que hacían los Indios de
Honduras, provincia de la Nueva Espa-
ña, y de la provincia de Paria, isla de la
Irinidad.

Parecióme después de haber tratado de la re-
ligión que tenían los indios por casi todas las
provincias, que no^había de cansarme en pro-
seguir lo que quedaba, pues puedo decir que es
poco á respecto de lo que está dicho.
Los de la provincia dé Honduras tenian di-
ferentes ritos y costumbres en su religión, de
las demás gentes.
Los templos, comunmente, tenían una hechu-

REPÚBLICAS DE INDIAS 217

ra y grandeza, pero en lo tocante á los ídolos
había diferencia.
Cuanto á lo primero, tenian. en el templo una
arca de madera y dentro ponían su dios 6 ído-
lo, el cual era poco mayor de una mano, y á este
le tenían tan bien fajado y envuelto que acae-
cía tener setecientas ú ochocientas vueltas de
mantas de algodón.
Este dios era muy estimado y reverenciado
de toda la tierra, y era como cabeza de todos, y
en quien tenían puesta su devoción de muy an-
tiguo; y por eso, cuando nuestros españoles lle-
garon, viendo aquella vanidad la echaron por
ahí á mal, pero los indios, viendo desempañar y
desenvolver al dios con tan poca reverencia,
lloraban y daban gritos por ver cosa que ellos
tenian por gravísimo pecado; y ansí suplicaban
á nuestra gente que les diesen su dios, y tan
creído tenían que había de caer el templo y
matar á todos aquellos nuestros, que no se osa-
ban llegar mucho, porque no muriesen con los
sacrilegos que les tomaban su ídolo; pero los
españoles, por honrar tan buena pieza, llevaron
al arca y al ídolo á la caballeriza.
Al cabo, por muchos ruegos y lágrimas, les
dieron el ídolo y al tiempo que lo tuvieron en
su poder hicieron gran procesión para volver á

218

ROMÁN

su dios á lugar decente, y ansí tomaron setenta
y más braseros llenos de olores, y los sacerdo-
tes tomaron la arca é iban andando hacia atrás,
y porque no tenían cosa con que aderezar las
calles por do pasaban, ni con qué entapizarlas,
determinaron sacarse infinita sangre, y con ella
bañaron el camino, de lo cual quedaron atóni-
tos los españoles.
No se hallaron otros sacrificios, ni otras ce-
remonias por toda aquella tierra.
Es verdad que en caso de convites y comidas
en los templos, y el ofrecer animales y cosas
menudas, en común era una toda aquella na-
ción.
En las provincias de Paria, Trinidad, y del
nuevo reino de Granada, comunmente tenían
pocos ídolos, y no habia templos de faición ni
famosos, ni tampoco ministros con las riquezas
y autoridad de los pasados, y á esta causa ha-
bia pocos sacrificios.
Dícese que todavía en algunas partes destas
provincias se hallaron sacrificar hombres, pero
eran pocos, y como cosa que habia poco, que la
habia introducido el demonio, ansí había tenido
poca fuerza cosa tan perniciosa.
Los más comunes sacrificios eran incienso y
olores, y mezclando ciertas yerbas menudas con

REPÚBLICAS DE INDIAS 219

resina, entendían que hacian gran oferta; estas
quemadas en sus braseros é incensarios, daban
por reverencia á dios, y con ellas pedían lo que
tenian necesidad.
Los de las islas de Santo Domingo, como no
tenían templos ni ídolos, sino como de burla*
ansí tenían pocos sacrificios; con todo eso, te-
nian algunos, principalmente para agradar á su
dios.
Tenían cierta yerba muy seca y muy molida,
que tiraba el color á la canela, y estos polvos
ponían en ciertos platos de madera labrados ri-
camente y tomaban una como flauta ó cañón y
ponían la una boca en el plato y la otra en las
ventanas de las narices y sorbían hacia arriba,
y tomaban de aquellos polvos, con los cuales
salían de seso y hablaban como beodos: y tenian
entendido que entonces hablaban los dioses con
ellos, y conocían si les veraía alguna cosa ad-
versa ó próspera.
Llamaban este sacrificio en su lengua Coho-
ba. Cuando tomaban aquellos polvos, no luego
hacian efecto, mas de allí á un rato, y el que
los tomaba sentábase en unos banquillos peque-
ños y ponía las manos en las rodillas y la cabe-
za vuelta á un lado, y ansí se iba transpor-
tando*

220

ROMÁN

Cuando el sacerdote mayor ó el señor, toma-
ba estos polvos, hacia oración, y respondíanle
todos, como si dijésemos amén, y después que
volvía en su seso, todo el mundo preguntaba
qué habían revelado los dioses, y ellos decían
de una hasta ciento, engañando k los igno-
rantes.
Tenian estos de estas islas muchos ayunos y
muy rigurosos; principalmente solían estarse
siete días sin comer, salvo un zumo de una yer-
ba que les daba alguna virtud, para que no des-
falleciesen durante aquel ayuno.
Como tenían mucha flaqueza veníanles ima-
ginaciones y fantasías, y el demonio les prome-
tía mil vanidades.
En la isla de Cuba, los Boyques, que eran
como sacerdotes, hacían grandes ayunos, por-
que ayunaban algunas veces cuatro meses sin
comer pan ni carne, ni frutas, sino solo cierto
zumo tque les conservaba la vida con mucho
trabajo.
De esto dá relación el Obispo de Chiapa en
su Apología.
Enflaquecidos de esta manera, decían que en-
tonces estaban dispuestos para ver la cara de
su dios, que era Cerní.
Allí recibían las revelaciones, y les contaban

REPÚBLICAS DE INDIAS 221

lo que liarían los dioses con ellos, si los sir-
viesen.
Prometían bienes, y apercibíalos el demonio
que habían de venir muchos males y trabajos
por toda la tierra.
No hallo otras penitencias ni otros sacrifi-
cios acerca destas gentes, y la causa entiendo
que era porque tenian pocos templos, y no se
trataba con curiosidad la idolatría.
Solo en esto de los ayunos parece que habia
algún ejercicio, y en esto los habia impuesto el
demonio; y esto entiendo que lo hacía él por
introducir en lo de adelante todos los males que
inventó en las otras partes del mundo, porque
viendo que entraba por virtudes y penitencia y
abstinencia, creyesen que todo era bueno y
santo lo que iba introduciendo, pero no lo per-
mitió Dios, porque cuando nuestra gente llegó
no habia cundido la idolatría.

CAPITULO XXI

De los sacrificios del Reino del Perú y délas
cosas que sacrificaban.—Tacanee cosas
buenas. .

Ta parece que lia rato que no hablamos de
los reinos del Perú, y que lo poníamos en olvi-
do; pero no será ansí porque un mismo cuidado
y diligencia tenemos desta gente que de la
Nueva España, aunque no tenemos tan larga
relación; mas con todo eso haré mi diligencia y
deber, y con esto cumplo.
, Para principio de lo que aquí se ha de tra-
tar, es menester que consideremos dos estados
que tuvieron estos reinos: el uno fué antes que

REPÚBLICAS DE INDIAS 223

los Beyes Ingas viniesen á reinar en aquel rei-
no, y el otro después.
En el primero, como la gente era algo rústi-
ca y poco pulida, no llegó en lo tocante á la re-
ligión á lo que después, porque, según parece
y queda dicho, los señores que habian sido
buenos para con ellos, eran los dioses á quien
adoraban, y ansi no ofrecían sino cosas menu-
das y de los frutos de la tierra.
Dábanles plumas de varios colores, ovejas,
vino de maíz y alguna ropa labrada de lana.
Cosa de sangre humana no la hallamos, ni
tampoco hay que decir otra cosa de aquel siglo
simple, y por eso bueno.
^ El otro estado y tiempo fué después que vi-
nieron á reinar los Ingas, los cuales en lo espi-
ritual y temporal fueron muy diligentes. .
Desde esta coyuntura comenzó á tratarse COR
más primor la religión, y por eso crecieron los
sacrificios.
Cuáles fuesen estos sacrificios y de qué ma-
nera, también me parece que es bien se declare,
de manera que el lector lo entienda distinta-
mente.
Fueron, pues, los sacrificios de aquestos tiem-
pos en dos maneras:
Unos generales, que se ofrecían por toda la

224

ROMÁN

república y en su nombre. Otros particulares,
que cada uno ofrecía por su devoción é in-
tento.
Los generales fueron entres maneras: porque
unos eran cuotidianos y de ordinario.
Otros en ciertos tiempos del año; otros cuan*
do habia alguna adversidad y tribulación.
Los comunes eran los que se hacian dando
gracias á los dioses, ó al sol principalmente, por
las mercedes ordinarias de cada dia, y estos
eran de cosas comunes, como de unos anímale-
jos que parecen gazapos, de conejos, y sebo de
animales, ovejas, ó carneros, ó una de las dos
cosas.
Estos sacriñcios se hacian en los templos
principales del sol y cada dia, y la forma del
sacrificio era ser quemado por mano de los sa-
cerdotes.
También en estos cuotidianos sacrificios ofre-
cían de sus bienes en mucha cantidad, y era
desta manera, que estaban en los templos unas
piletas con su agujero, y allí lo echaban, y se
iba consumiendo como el agua del Baptisterio.
Otros sacrificios se ofrecían en ciertos tiem-
pos.
Unos cada mes, al principio que parecía la
luna.

REPÚBLICAS DE INDIAS 225

Estos eran de las mismas cosas, aunque era
la cantidad mayor; otros eran más grandes y
copiosos, y eran dos veces en el año: La una
cuando sembraban, y esto hacian porque tuvie-
sen buen suceso y saliesen bien los panes, y la
otra cuando hacian el Agosto, dando gracias de
la oosecha.
Todos estos sacrificios eran de una mesma
cosa, salvo que eran en mucha cantidad.
Anadian vestidos de lana muy bien labrada,
para que el ídolo se vistiese.
Si era dios en forma de hombre, hacíanle ro-
pas de varón, y si era diosa, de mujer.
Los sacrificios generales eran hechos en
tiempo de necesidad, de hambre, de mortandad
y otras tribulaciones que suelen venir, el cual,
si era grande, sacrificaban niños y niñas ino-
centes, que no tuviesen pecado alguno, y estos
sin los animales y las otras cosas ordinarias,
porque en todo sacrificio habia esto: que si era
grande, no por eso cesaban las cosas comunes,
mas aquellas añadían la sangre humana y el
sacrificar hombres.
Estas ofrendas no se gastaban de la hacienda
particular, mas de la comunidad y depósito del
templo, adonde habia ganados, maíz, vinos, y
ropas, y todas las demás cosas para este efecto.
COL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 1

226

ROMÁN

Sacrificaban cada luna nueva cuatro ó cinco
hombres ó mujeres y mancebos todos vírgenes,
que no tuviesen pecados, á lo menos que fuese
gente de opinión y virtuosa; á estos sacrifica-
ban en dos isletas que habia en dos lagunas: la
una en Collao, cuyo templo se llamó Titacaca;
la otra laguna es en la provincia de los Ca-
rangas.
Al sol, que era el principal criado de dios,
honraban y sacrificaban grandes sacrificios,
quemando ovejas, carneros, y sebo, y Coca, que
es una cosa preciadísima, y ansí quemaban
todo aquello que podia quemarse en sacrificio;
ofrecíanle vino del más fino y mejor que se po-
dia haber, ofrecíanle también unas cuentas muy
menudas como aljófar muy menudo, y eran de
oro, y era la cosa de más estima que tenian, y
algunas veces le ofrecían hombres, pero era cosa
muy rara.
La fiesta que ellos hacian por la cosecha de
los panes era famosa, y ansí es bien que haga-
mos mención della.
Habia un gran llano á la salida del Cuzco, á
la parte Occidental, al cual sacaban todos los
bultos de los Reyes y señores pasados que es-
taban en los templos de la ciudad, los más dig-
nos y famosos; ponían debajo de muy ricos tol-

\

REPÚBLICAS DE INDIAS 227

dos, hechos de pluma con gran artificio; hacía-
se desta toldería y empabelionado una calle por
gran orden muy grande y ancha.
Puesto esto por el orden necesario, salía el
Rey Inga con más de trescientos caballeros
grandes, que se llamaban los caballeros Orejo-
nes, que eran como Comendadores, ó caballeros
de espuela dorada, como adelante lo mostra-
remos cuando hablemos de la caballería mi-
litar.
A estos ninguno se allegaba por ser ilustres;
estos también hacian otra calle por que iban de
dos en dos, por muy buen orden.
El Rey Inga iba detrás, y llegados al llano,
cada uno tenia su asiento conocido; el Rey te-
nia hecho un palenque ó cerca, y allí estaba su
asiento, el cual era de oro fino.
Salían aquellos caballeros aquel dia ricamen-
te aderezados, con mantas y camisetas ricas,
llenas de argentería, y brazaletes, y patenas en
las cabezas, todo lo cual era de oro fino y muy
relumbrante; el Rey siempre salia más rico que
todos.
Puestos en este orden, todos estaban en gran
silencio esperando que saliese el sol, porque se
hacia al alba; salido el sol, luego desde el Rey
hasta el último caballero comenzaban un oanto

228

ROMÁN

por grande orden, y meneaban al compás un
pió, y como el sol iba creciendo y subiendo,
ansí también ellos alzaban más la voz, y enton-
ces el Rey levantábase de su silla y poníase en
el principio de la procesión, y él entonaba el
canto y los demás respondían; después que el
Rey babia estado cantando y en pié un poco,
volvíase á sentar en su estrado, y allí negocia-
ba y despachaba negocios que importaban al
reino.
El canto por los caballeros crecía, ansí en la
fuerza de las voces como en el regocijo, porque
iba subiendo el sol muy alto, de manera que el
sol era su compás.
Cuando el sol habia llegado á medio dia, ellos
también iban abajando el canto, y este orden
se guardaba desde que salia el sol hasta que se
ponia.
En todo este tiempo se hacian grandes ofren-
das y sacrificios.
Habia en aquel campo un árbol grande, y
allí hacian un terrapleno, y encendían gran
fuego, y echaban muchas carnes de ovejas y
otros animales, y no las sacaban hasta que eran
quemadas.
A otra parte mandaba el Rey echar á la re-
batiña muchas ovejas para la gente pobre que

REPÚBLICAS DE INDIAS 229

allí se allegaba, y esto cansaba gran alegría y
regocijo.
s k las ocho del mesmo dia salían pasadas de
doscientas mujeres mozas, cada una con su cán-
taro nuevo, que cabia más de arroba y media.
Estos venían llenos de vino de lo que acostum-
braban, que se llamaba Chicha; venían estas
mujeres de cinco en cinco, por gran orden, y
de trecho á trecho paraban y ofrecían aquel
vino al sol, y con él unos cestos llenos de la
yerba coca, que es para ellos mantenimiento
principal.
Cuando llegaba la tarde, todos mostraban
semblantes tristes, porque se les iba el sol, y
ansí cantaban con voces muy flacas y lastime-
ras, y cuando ya de todo se entraba el sol, al-
zaban las manos y hacían una grande admira-
ción, y hacíanle una profunda reverencia, y
ansí se acababa la fiesta.
Hecho esto, luego quitaban los toldos y pa-
bellones y cada cual llevaba sus dioses á sus
casas, y los ponían en el lugar de donde los sa-
caron.
Duraba esta solemnidad ocho dias arreo, con
la mesma representación que el primero.
Tenian estas estatuas de los antiguos Beyes
sus sirvientes y guardas, á los cuales servían

230

ROMÁN

con gran reverencia, y las mosqueaban con
unos ventallos muy ricos, que ellos hacian, y
tenian sus Mamaconas, que eran como monjas,
según que ya atrás queda declarado, y allí es-
taban con gran honestidad todos aquellos ocho
dias, al cabo de los cuales todos los ministros
se-Yban á sus propios templos adonde servían.
Hacían otra cosa este último día de la fiesta
y era que traían al mesmo campo muchos ara-
dos para arar que eran de oro, y el rey tornaba
uno y comenzaba á romper la tierra, y lo mesmo
hacían los otros señores.
En aquello daban á entender que de aquel
día en adelante todos los labradores podían co-
menzar á sembrar y á cultivar la tierra para.
que diese fruto otro año.
Y tan puestos estaban en esto, que creían que
la tierra no daría sus frutos si no se hacía esta
fiesta y ceremonia.
Hacían al sol otra reverencia, y era que te-
nían su imagen de bulto y muy grande y todos
los que pasaban por delante della se descalza-
ban por hacerle más reverencia y acatamiento,
esto es en lo tocante al sacrificar en general.
Cuanto á los sacrificios particulares que cada
uno hacía de su voluntad, ó fuese por alguna
neeesidad ó por devoción, el sacrificio que ha-

REPÚBLICAS DE INDIAS 231

cían era sacarse los pelos de las cejas, y soplar-
los hacia el cielo ó al sol 6 hacia el templo.
También echaban plumas pintadas y la yer-
ba Coca y quemaban sebo.
Este no era sacrificio de los más ricos más
del pueblo común, porque los más poderosos sa-
crificaban ovejas y echaban vino de lo que ellos
tenían, y también ofrecían algunos pedacillos
de oro y plata y cobre, en esto la cantidad era
voluntaria.
Ansí mesmo los pueblos y comunidades cuan-
do hacian algún voto enviaban muchas rique-
zas, según el caudal de los vecinos.
Todas las veces que comían la yerba Coca,
ofrecían sacrificio al sol de la misma Coca, y si
se hallaban junto á donde había fuego la echa-
ban allí.
Cuando subían por algún puerto que tuviese
nieve 6 hiciese en él frío, ofrecían sacrificio de
lo que llevaban en un altar que tenían hecho
de piedras amontonadas, y muchas veces deja-
ban saetas ensangrentadas de su sangre.
También ofrecían allí oro, plata y pelos de
las cejas y de los cabellos.
Cuando caminaban por allí iban en gran si-
lencio y no hablaban, y esto hacian porque
creían que los vientos se enojarían y echa-

2R2

ROMÁN

rian tanta nieve ‘que con ella los abogarían.
La cansa de venerar al sol con tantos sacri-
ficios y ceremonias es, porque criaba todas las
cosas.
Daban al vino por madre al vinagre, y que
el mar tenia madre y lo mesmo atribuían al
fuego y á otras cosas insensibles.
Cuando habían cometido algún pecado, acos-
tumbraban para limpiarse del, ir á un río, y
allí se lavaban todos; porque creían que las
aguas tenían virtud de limpiar los pecados.
Si alguno sentía que su pecado era muy
grande y le remordía su conciencia, quemaba
los vestidos con que lo cometió.
Para hacer sacrificios como dije arriba, te-
nían infinidad de ganados, y de trigo y cazas,
porque los primeros reyes tuvieron gran cuenta
con esto, y no se desvelaban sino en el culto de
los dioses.
Esto es lo que he podido hallar de la religión
de los Indios Occidentales.
Y pues quedan vistos los ritos y costumbres
de todas las principales gentes del mundo, que-
rría mucho que los doctos y curiosos mirasen
cuan más crueles y torpes sacrificios hicieron
los antiguos que éstos, que son llamados bárba-
ros, y que mirasen cómo sus dioses no eran tan

REPÚBLICAS DE INDIAS 233

torpes como los de los Romanos, ni sus fiestas
tan deshonestas como las que aquella república
tenía, y con esto demos fin á este libro.

Fin del libro primero.

}
I

LIBRO SEGUNDO

4

I

ARGUMENTO DEL SEGUNDO LIBRO

Trátase en este libro el gobierno de los In-
dios y cómo hacian justicia. Primera-
mente se verá cómo elegían su Rey en
México, con todas las particularidades *
necesarias al propósito. Después mostra-
remos qué audiencias y Oidores tenían
para conocer de las cosas civiles y crimi-
nales, y por qué leyes juzgaban, no sólo
en México, mas aun en otros Reinos de
la Nueva España. De manera que aqui
se verá otro género de justicia y gobierno
diferente de todas las otras gentes. Ansí
mesmo diremos del Reino del Perú, su
principio é incremento: Cuántos Reyes
reinaron, y qué cosas proveyeron para
pro de la tierra. Aquí se verán sus leyes

238 BOMÁN

y otras costumbres al propósito: de ma-
nera que no falte nada de lo que se desea
saber.

CAPITULO PRIMERO

De la manera de elegir los Beyes de la Nue-
va España, con sus ceremonias, y de la
gran magestad con que se trataban.
Después de haber tratado tan á la larga de
las cosas de la religión de los indios, siguiendo
el orden de las más Repúblicas, determiné para
que todo viniese á propósito, tratar de la Re-
pública y manera de gobernarse esta gente,
con las demás buenas y notables costumbres,
porque yo sé cierto que agradará, por haber en
todo’grandes cosas y dignas de ser sabidas.
Cuanto á lo primero, para que esta Repúbli-
ca vaya bien ordenada, paréceme que es bien,
comencemos por la Magestad real, debajo de la
cual se comprende toda república bien ooncer-

REPÚBLICAS DE INDIAS 239

tada, porque como ya queda dicho de los tres
géneros de repúblicas, que son, monarquía, de-
mocracia y oligarquía, la monarquía, que es go-
bierno de un Principe, es la más principal, y la
que se conserva más seguramente, y sin menos
revueltas del pueblo, y ansí estos indios tuvie-
ron la monarquía, porque eran gobernados por
Rey y monarquía muy poderosa; pero porque
se vea qué orden y manera tenían de criar su
Rey, y por qué cosas era reprendido y depues-
to, quiero ante todo mostrar cómo eran electos
estos Reyes.
Digo, pues, que muerto el Rey de México,
que era el mayor príncipe de las Indias, que
llamamos de Nueva España, y hechas las cere-
monias (cuales contaremos adelante) en su se-
pultura, luego se hacia saber su muerte á los
Reyes sus vasallos, que eran el de Tezcuco y
el de Tlacopán, y después enviaban á avisar á
los demás señores y ricos hombres de toda la
tierra sujeta al Rey de México, éstos luego que
sabían la muerte de su Rey, venían á gran
priesa, y no habia escusa para esto, y traían
grandes y ricos presentes para presentar al –
nuevo Rey que habia de gobernar y suceder al
muerto. Comunmente la manera de suceder y
heredar aquellos reinos era esta;

240

ROMÁN

Que muerto el Jley, sucedían los hermanos,
si los tenia,”y á los hermanos el hijo del mayor,
y ansí de los demás; en algunos reinos destos
indios heredaban los reinos los hijos, y otros se-
ñalaban quién les sucedería, pero la costumbre
más usada y que se tenia por más lícita, era la
de los hermanos.
Juntos, pues, los Reyes y señores á quienes
pertenecía venir, según sus leyes, que era como
juntar cortes, lo primero de que se trataba era
de quien tenia derecho al reiuo, y determinado
allí por todos, luego lo nombraban y lo desnu-
daban en carnes, de manera que no llevaba sino
unos paños con que cubría las partes de la ho-
nestidad, y ansí iba al templo principal, llama-
do Vicilo Puchtli, con gran silencio, sin músi-
ca ni otro aparato real.
Llegado al patio, y puesto delante de las
gradas del templo, subíanle de los brazos dos
caballeros de los más principales de la ciudad,
que eran como regidores; delante del iban los
dos Reyes y la demás caballería.
Estaban en lo alto del templo, adonde se dijo
que estaban los altares y los lugares de sacrifi-
car el sumo sacerdote con los demás ministros,
vestidos con sus ornamentos religiosos, y allí
estaban los ornamentos reales y otros ricos ves-

REPÚBLICAS DE INDIAS 241

tidos para cuando lo coronaban. Cada uno de
aquellos señores llevaba delante de sí las insig-
nias y armas de sus títulos en ciertas tablas
como escudos, y subidos en lo alto, desde el
Rey hasta el último caballero, hacian al ídolo
cierta reverencia, y era con bajarse á la tierra
y tocar con el dedo en ella, y después besarlo.
La primera ceremonia que el Pontífice hacia
en la coronación, era untar de negro todo el
cuerpo del nuevo Rey con cierta tinta muy ne-
gra, y después de esto, con un hisopo hecho de
ramos de cedro, sauce y caña, rociaba el cuerpo
del Rey, bañándolo en cierta agua que ellos te-
nian como bendita, y esto hacia cuatro veces, y
decía ciertas palabras que tenian por santas.
Hecho esto, luego le vestían una manta pintada
de muchas cabezas de muertos, y de muchos
huesos; poníanle dos mantas en la cabeza con
las mesmas pinturas, la una era negra y la otra
azul.
Después desto colgábanle del pescuezo unas
correas coloradas, largas de los cabos, de las
cuales caían ciertas insignias, y á las espaldas
le colgaban una calabacita llena de unos pol-
vos, que decían tener virtud para que no le
empeciese alguna enfermedad, ni el demonio le
engañase.
COL. LIB. AMÍRICA.—TOM. XIV, 16

242

ROMÁN

Tenia esta gente por demonios á los hechi-
ceros, y encantadores, ó brujas, y otras perso-
nas que tenian pacto con el demonio, también le
ponian aquellos polvos para que no enfermase.
En la fiesta llamada Temoua, que quiere decir
descendimiento de los dioses, en la cual tenian
por opinión y muy creído que si enfermaba, no
sanaría jamás.
Poníale el sumo sacerdote en el brazo una
taleguilla á manera de manípulo, en la cual iba
incienso, y luego iba con mucha rever encia al
ídolo é incensábalo, para lo cual le te nian apa-
rejado un brasero con lumbre, y él con su pro-
pia mano ponía el incienso.
Hechas estas ceremonias, sentábase el sumo
sacerdote, y vuelto al Rey, le decia ansí:
—«Señor mío, mira cómo te han honrado tus
vasallos y caballeros, pues ya eres Rey y señor
confirmado, debes tener mucho cuidado dellos
y amarlos como á hijos; debes mirar en cómo
no sean agraviados, ni permitas que los meno –
res sean oprimidos de los mayores; ya ves cómo
todos los altos hombres están aquí presentes
con todos sus caballeros, cuyo padre y madre
eres, y ansí los has de defender, y amparar, y
mantener en justicia, porque ellos tienen pues-
tos los ojos en tí sólo; tú los has de regir y go-

REPÚBLICAS DE INDIAS * 243

bernar, has de tener gran cuenta en las cosas
de la guerra, has de tener cuenta que el sol
ande, y que la tierra dé sus frutos, y que veles
mucho en castigar y matar á los malos, ansí
señores como regidores, á los desobedientes y
á todos los demás que cometieren pecados.»
Acabado este razonamiento por el Pontífice,
el Rey prometía de cumplir todo lo que se le
mandaba, y esto no hablando, mas con meneos
y señales de humildad.
Entonces bajábanlo de aquel lugar y ponían-
lo entre todos los grandes señores que le aguar-
daban, los cuales le dadan la obediencia y le
hacian homenaje, y en señal desto le ofrecían
algunas joyas de oro y otras cosas ricas.
Desde allí lo acompañaban todos hasta un
aposento que estaba en el mismo patio, y allí
tenia puesto su sitial y estrado, que ellos lla-
maban Tlacateco, y allí se quedaba después por
espacio de cuatro dias, en los cuales no salia
del patio, y en todo este tiempo oraba y daba
gracias á los dioses, por haberle dado el reino,
y hacia alguna penitencia ayunando, y no co-
mía más de una vez al dia, pero comía carne y
todos los demás manjares que se acostumbraban
á poner en las mesas de los Reyes.*
Bañábase cada dia de aquellos cuatro dos

244

ROMÁN

veces, ana á la noche y otra de dia, en una al-
borea que estaba detrás del templo, diputada
para sólo ésto.
Sacábase sangre de las orejas, ponía incienso
y ofrecía á los dioses ofrendas reales.
Pasados los cuatro dias, venían todos los se-
ñores al templo, muy acompañados, y hecho su
acatamiento á los dioses, llevaban al Bey con
gran fiesta y regocijo á palacio, y desde aquel
dia comenzaba á mandar y señorear.
Los señores de las provincias y pueblos que
inmediatamente eran sujetos á México, venían
allí 4 ser confirmados en sus señoríos y ofi-
cien.
Esto hacian los dos Beyes, juntamente con
los otros caballeros, y de la manera que pasaba
con el Bey de México, ansí se hacia con los
Beyes de Tezcuco y Tlacopáu, ansí en la coro-
nación como en las demás cosas que se han di-
cho; pero habia una cosa más, que muerto al-
guno destos Beyes, luego lo avisaban al Bey
de México, como á Emperador, y él aprobaba
la elección.
En la sucesión de los grandes señores había
también gran orden, y era que aunque fuese
hijo legítimo ó primogénito, primero tenian
ciertos respetos, y eran: si el señor que moría

REPÚBLICAS DE INDIAS 245

tenia hijo de mujer, señora de la casa de Méxi-
co, ó hijo del señor y Rey de aquella ciudad, ó
de la de Tezcuco, en las tierras sujetas á ese
reino, y á aquel hacian señor, aunque hubiese
otros primeros.
Y esto se vio ai tiempo que la nación espa-
ñola llegó en Tezcuco, porque muerto el Rey
Nezaual Cuyocin, no heredó el reino el herma-
no ni el primogénito, sino Nezaual Pileintli,
por ser hijo de una de las mujeres del Rey
Nezaual Cuyocin, que era del linaje y casa de
los Reyes de México.
Tenian otra consideración entre los hijos, y
era: que si el mayor y primero no era para go-
bernar, ni era guerrero, elegían auno de los otros
que se habia mostrado en la guerra más vale-
roso, y aunque el señor fuese confirmado, si en
las armas no habia hecho algún hecho nota-
ble, no por eso quedaba por Rey, y si acaso
quedaba con el reino, no traía las mesmas in-
signias de los otros Rayes ni traía tan notables
ornamentos.
También acaecía elegir en señor y Rey el pa-
dre al hijo que más amaba, y en vida le nom-
braba y hacía á los caballeros que le obedecie-
sen, por principal heredero, y aunque para la
dicha elección y aprobación se juntaban todos

246

ROMÁN

los grandes señores y caballeros, no tenian en
la aprobación igual autoridad.
Lo que en esto había era que si los caballe-
ros hallaban por sus leyes que aquel tal seña-
lado tenia las partes que mandaban, luego obe-
decían donde no quedaba la determinación al
Bey á quien pertenecía la aprobación.
Si al votar y dar sus pareceres los altos hom-
bres no se conformaban.
También tenian otra consideración los del
reino, que si veían alguno de los hijos del Bey
ser brioso y ganoso del reino, y andaba preten-
diéndolo, por el mesmo caso era privado del, y
si se trataba con aparato real y pompa, tampo-
co era digno del reino, y ansí el que lo confir-
maba hacía información de sus costumbres y de
las demás cosas tocantes á lo que pertenecía á un
buen rey; si algún gran señor cometía algún
crimen lesíss maiestatis, allende de morir por
ello, no heredaban los hijos el estado, mas dá-
base al pariente más lejos de su linaje; pero á
los hijos dábanles algunas gobernaciones de
por vida.
Todos los caballeros que tenian vasallos re-
cibían sus estados de manos del Bey, y enton-
ces eran obedecidos alegremente; donde no, no
eran señores hasta este punto.

REPÚBLICAS DE INDIAS 247

Los Reyes de México tenian sus apellidos de
grandes monarcas, de la manera que los Césa-
res y Ptolomeos, porque se decian Aculhuaque,
que es tanto como llamar Faraones.
Y ansi el último Rey se decia Aculhuaque
Montezuma.
La majestad y autoridad con que se servían
y trataban excedía á la de los turcos y á la del
Preste Juan ó emperador de la Trapisonda, y
á otro cualquier monarca, y ansí los otros Re-
yes antes habían representado gran magnifi-
cencia.
El último resplandeció más, como lo suele
hacer la candela cuando se acaba.
Esto se puede ver por lo que aquí diré bre-
vemente.
Cuanto á lo primero, en amaneciendo, entra-
ban en palacio quinientos y seiscientos caballe-
ros, que los más eran principales señores, y
allí se andaban paseando por los patios, corre-
dores y salas, que excedían á todas las obras
de los romanos y nuestras; y allí de dos en dos
ó en corrillos, gastaban su tiempo sin entrar
adonde el Rey estaba.
La multitud de los criados, lacayos y pajes
de estos no tenian número.
Todo este número de señores y criados es-

248

BOMÍN

taban allí desde la mañana hasta la noche.
Ninguno entraba en palacio que primero no
se descalzase, y si iba á negociar alguno ó el
Bey lo llamaba, vestíase de groseras mantas y
muy viles, de manera que aunque anduviese
muy galán y aseado, en este punto de hablar
con el Bey, no se permitía que pareciese rica-
mente aderezado; cuando entraban á hablar
al Bey, llevaban las cabezas muy bajas y los
cuerpos humillados ó corvados, mostrando
gran sujeción y obediencia.
Ninguno le miraba al rostro, sino cinco se-
ñores, que luego nombraremos.
Cuando el Bey hablaba era muy bajo, que
apenas parecía mover los labios, y esto aun era
muy pocas veces, porque las más respondía
por internuncios, como lo hicieron los Asi-
rios.
Estos eran como secretarios ó del su con-
sejo.
Cuando el Bey salía de su palacio (lo cual
hacía pocas veces) iba un oficial delante con
tres varas en las manos, que era como macero,
que demostraba que allí iba el Bey.
Llevábanlo en unas andas de oro ciertos se-
ñores á cuestas, y otros oficiales iban delante
quitando las pajas y chinas del camino.

REPÚBLICAS DE INDIAS 249

Todos los que iban con él, ó fuesen cerca ó
lejos, no lo habían de mirar al rostro, todos lle-
vaban los ojos puestos en el suelo, y lo mesmo
hacian los que estaban en las calles por donde
pasaba, y tanta reverencia le tenian, que en el
mesmo lugar adonde topaban al Rey, se para-
ban, y no osaban hacer otra cosa, y hasta que
pasase inclinaban el cuerpo.
Las ceremonias que se guardaban cuando él
él comía, también eran notables y de admira-
ción.
Cuando quiera que comía, entraban trescien-
tos pajes, cada uno con su vasija de barro de
diversas hechuras, en lugar de escudillas y
platos, muy bien hechos y pintados, en los
cuales venia un manjar sólo y poníanlos por
orden en el aparador que tenian en la misma
sala adonde acostumbraba á comer.
Esta pieza estaba toda esterada de esteras
muy delgadas y pintadas de palma, y porque
el manjar estuviese caliente, tenian muchos
braseros, sobre los cuales ponían los platos y
escudillas, como lo usan los catalanes en nues-
tra España.
El asiento real era un cogín ó almohada de
cuero de venado, ó de otro animal muy ado-
bado.

250

ROMÁN

Luego que se asentaba el Rey, se asentaban
seis viejos muy venerables en otra mesa, algo
apartada.
El maestresala luego comenzaba á tpmar de
aquellos manjares y poníalos á la mesa, que
era el mesmo suelo, y de aquello que agradaba
al Rey comía más ó menos, aunque siempre
comía poco de cada cosa, por ser aquella gente
más templada que nosotros.
De aquello que el Rey comía, daban á los
seis viejos.
Comido aquel plato, tomaban los mesmos
pajes el servicio primero y pasaban á otra sala
adonde habia otra mesa en la cual se asentaban
cien señores, que eran como duques y condes,
y comían de aquel servicio.
Comido lo que les bastaba, pasaban á otra
pieza, adonde habia otra mesa, en la cual se
asentaban doscientos señores de no tanta
cuenta y también comían del mesmo plato,
aun sobraba para otra mesa, adonde habia
otros caballeros y continos del Rey, y allí se
remataba el primer plato.
Era tan grande el orden en el servir, que to-
dos comían á un punto, y se les daba lo nece-
sario, sin hacer falta alguna.
Dábanse de dos en dos platos, pañizuelos de

REPÚBLICAS DE INDIAS 251

algodón blanquísimos, y desto eran también los
manteles.
Hecho e3te primer servicio, entraba el se-
gundo de diferentes manjares, y por el mesmo
orden que se dio el primero, se distribuía el
segundo y el tercero y los demás.
Para beber, guardaban el mesmo punto,
porque entraban trescientos pajes con otros
tantos vasos llenos de su vino, que en cada
uno cabía media azumbre ó tres cuartillos, y el
maestresala servia el vaso, y bebido el Rey,
sacaban los demás para los que comían á
fuera.
Eran estos vasos, que ellos llaman jicaras,
de cierta especie de calabazas diferentes de las
de Castilla, y mucho mejores, y son tan pinta-
das por de dentro y por de fuera que se pue-
den poner delante de cualquiera gran señor.
En aquellos tres servicios ó más que ponían,
se servían todos los géneros de animales, aves
y pescados que se podían descubrir en todo el
reino.
El mesmo orden se tenia en la cena; lavába-
se al principio el Rey y al cabo y sobremesa,
y lo mesmo hacian los otros señores.
La tohalla ó vestido ú otra cosa que se po-
nía el Rey una vez, nunca jamás servía según-

252

ROMÁN

da vez, y lo mesmo se hacia en lo tocante á la
vajilla y vasos.
Había otra magnificencia en casa de estos
Beyes, que en las despensas adonde estaba la
comida, y en las botillerías adonde estaban los
vinos, siempre estaban abiertas para cuantos
quisiesen comer y beber.
Esta grandeza, con lo que queda dicho, aun-
que en los otros Beyes se guardó, todavía Mon-
tezuma excedió, porque ninguna cosa halló ni
pensó, que fuese digna de Bey, que no la usase
y pusiese por obra.
De todo esto hizo larga mención Hernando
Cortés, valeroso capitán que ganó á México, en
la relación que envió en escrito al emperador
nuestro señor Don Carlos V.
De cinco Beyes que habia en la Nueva Es-
paña, el de México precedía á todos los demás,
y era como monarca ó emperador.
El primero en dignidad, después del mexica-
no, era el de la ciudad de Tezcuco, que está
enfrente de la laguna de México; señoreaba
quince provincias, y allí tenia su corte y ma-
jestad.
Una legua de México estaba otro Bey, que
se intiaulaba de Tlacupan, que hoy decimos de
Tacuba; reinaba sobre diez provincias.

REPÚBLICAS DE INDIAS 253

A cuatro leguas de México, reinaba el cuar-
to Rey, que era de Quahotitlan.
Y el quinto era de Coyohuacan, que era dos
leguas de México; todos estos reconocían al de
México, y comunmente estaban de asiento en
la corle del Rey de México, y cada uno destos
en sus reinos se trataba con casi la magnifi-
cencia y majestad que el de México, y si no
con tanta multitud, á lo menos con la cere-
monia.

CAPITULO II

De las audiencias, jueces y otras cosas que
tocan á la justicia y administración de
estas gentes.
Después de haber contado y hablado del
Príncipe y Rey y de su elección y majestad,
con otras cosas dignas de ser sabidas, paróce-
me que vendrá á propósito tratar de la justicia
que en aquellos reinos se guardaba, pues para
administrarla y mantenerla, puso Dios los Re-
yes en la tierra.
Bien sé que en todas las Indias como había
diferentes provincias, también habia en alguna
manera diversa administración, pero esto es en
las cosas pequeñas, que en las arduas y de mu-
cho valor, comunmente se regían por unos jue-

REPÚBLICAS DE INDIAS

255

eos y leyes, y ansí debajo de lo que aquí se di-
jere, se puede entender por lo que se usaba en
México lo demás de todas las provincias.
Habia pues, jueces y audiencias en aquellos
reinos, en los cuales se trataban todas las cau-
sas criminales y civiles, habia presidentes y
otros magistrados, de manera que todo el mun-
do era sujeto al Rey, y á las leyes de los
jueces.
El supremo en el Imperio Mexicano, después
del Rey era, uno que era como presidente ó juez
mayor, cuyo nombre era Cihuacoatl, proveía
este oficio el mesmo Rey de México por sí sólo;
si otro alguno lo proveyera 6 lo usurpara para
sí ó para tercera persona, habia de morir por
ello, y sus padres y parientes eran desterrados,
y perdía la naturaleza del pueblo adonde acae-
cía y esto hasta la cuarta generación, y sus bie-
nes eran aplicados al fisco real.
No se provela este juez para toda la tierra,
mas solamente para las grandes ciudades y po-
blaciones poderosas.
La autoridad y cargo de éste, se extendía
para las cosas criminales, porque otro no sen-
tenciaba en cosa de sangre, á él apelaban todos
los condenados, aunque en las cosas civiles no
había apelaciones, todos se consumían en la au-

256

ROMÁN

diencia adonde de prima instancia se trataban.
El proveía los gobernadores y oficiales de
justicia, y tenía cargo de la casa y hacienda
Real.
De este presidente no se apelaba para el Rey,
ni para otro juez alguno ni podía tener algún
teniente ni substituto porque todo lo habia de
ver él y pasar por su mano.
Otro juez habia inferior al presidente, que
era de mucha autoridad, y este se llamaba jus-
ticia mayor, y en su lengua se decía Tacatecotl,
el oficio de este era conocer de todas las causas
civiles y criminales.
Tenía por acompañados y asesores otros dos;
uno de los cuales se decía Acohaunotl, que era
como alguacil mayor y al otro llamaban Tlay-
lotlac, que quiere decir regidor.
Estos tenían cada cual su teniente que jun-
tamente oían y libraban las causas, pero en el
pronunciar de las sentencias solo el Tacatecotl,
que era la justicia mayor, se nombraba.
De este se apelaba en las cosas criminales
para el Cihuacoatl, que era el presidente en las
cosas de crimen, siempre á la mañana y á la
tarde oían en su sala y asiento.
Tenían hábitos distintos, por donde eran co-
nocidos.

REPÚBLICAS DE INDIAS 257

Tenían casas de audiencia para esto.
Tenían porteros y otros emplazadores.
Oían con mucha autoridad y atención las
causas.
Llamaban á la audiencia Tlacontecoya, la
sentencia se decía Tlaconteliftle, tenian sus
cárceles ásperas y terribles, principalmente
adonde ponían los de crimen y á los presos en
guerra.
Esta cárcel para los tales era una casa oscu-
ra y muy pequeña, y en ella hacian tantas jau-
las, cuantos eran los malhechores, y allí los
metían; la puerta era muy estrecha y baja, ce-
rrábanla con tablas y porque no usaban cerra-
duras, arrimaban grandes y pesadas piedras, y
con todo eso ponían guardas, y como las cárce-
les eran tristes y á los presos les daban mal de
comer, dentro de poco tiempo se consumían y
empezaban á padecer tormentos más crueles
que la muerte que esperaban.
La justicia ejecutaba el alguacil, que como
dije, se llamaba Coahunocti, y por sus propias
manos.
El que la manifestaba era el pregonero, que
se llamaba Tecpojotl, era este oficio de gran
honra y autoridad, porque declaraba al pueblo
la voluntad del Rey.
COL. LIB. AMÍIRICA.—TOM. XIV. 17

258

ROMÁN

En cada ciudad de las grandes, como la de
México, Tezcuco y Tlacopan, había ordinarias
audiencias ó cnancillerías, con sus ordinarios
jueces.
La más noble después de la de México era la
de Tezcuco, porque un Rey muy justo que hu-
bo allí, como ordenó buenas leyes, quiso, con
consentimiento del Rey de México, que hubie-
se audiencia”, y ansí por ser tan recta la justi-
cia que allí se guardaba, el Rey de México re-
mitía muchas causas y pleitos para que allí se
determinasen.
Empero siempre se guardó la preeminencia
suprema en las cosas de la guerra á la audien-
cia de México, y aunque muchas provincias es-
taban sujetas al señorío de Tezcuco, y á los
otros Reyes, tenian en diversas ciudades sus
chancillerías, adonde se acudía á los pleitos,
y estaban los recaudadores de las rentas y pe-
chos reales.
En cada una de aquellas audiencias había
dos jueoes muy sabios y de fama, y solían ser
muchas veces deudos de los mesmes Reyes.
El salario y quitación que á estos jueces se
les daba, era que el Rey les tenía señaladas tie-.
rras competentes, donde sembraban y cogían
sus mantenimientos para vivir honradamente.

REPÚBLICAS DE INDIAS 259

Dentro de las mesmas tierras habia ciertas
casas como de vecinos renteros, que tenían car-
go de las heredades, los cuales pagaban renta
de lo que cogían.
Muriendo algún juez no se traspasaba la he-
redad á los hijos ni mujer, mas al juez que su-
cedía en lugar del muerto.
El orden que tenían estos jueces en tratar las
causas era, que en amaneciendo se asentaban
en sus sillas y estrados, y luego acudían los ne-
gociantes y después de buen rato que habían
oído pleitos, traíanles de comer del palacio real,
y comido y reposado una pieza de tiempo, vol-
vían á oir de nuevo y estaban allí hasta hora de
vísperas, y de allí se iban á sus casas.
De donde parece claramente que todo lo más
del día gastaban en administrar justicia.
De estos jueces, como ordinarios, se apelaba
para ante doce jueces, que presidían sobre to-
dos, y aquellos sentenciaban con acuerdo y pa-
recer del Rey.
El Rey tenía de diez en diez días acuerdo y
consulta con todos los jueces, sobre las cosas
arduas y de mucha importancia.
Todo lo que se proponía y trataba delante
del Rey ya iba examinado y probado.
Los testigos pocas veces eran hallados falsa-

260

ROMÁN

ríos, porque era la pena que se les daba grande,
si eran convencidos de falsedad.
La forma del juramento que hacían era, po-
ner la punta del dedo sobre la tierra, y luego
allegarlo á la lengua, en lo cual, callando, de-
cían: —Por la diosa tierra ó divina tierra que
nos sustenta y mantiene, que diré verdad.
No les era lícito á los jueces recibir presen-
tes, ni dones, porque si eran hallados en esto,
eran castigados ásperamente, y si alguna vez
se emborrachaban, la primera y segunda vez,
los jueces mayores los reprendían ásperamente
y aparte, y si los hallaban en la tercera los
trasquilaban y con gran infamia los privaban
del oficio que tenian, y ansí de allí adelante era
habido el tal juez como por infame.
Teníase tan gran cuidado y diligencia que
los jueces no fuesen parciales ni se acostasen á
parte alguna que como el Rey de Tezcuco su-
piese que un juez suyo había favorecido á un
litigante, contra justicia, porque era poderoso,
y con quien contendía era pobre; que hecha in-
formación mandó ahorcar al juez y que de nue-
vo se viese la causa, y hallada la maldad muy
á la clara en revista, sentenció por el pobre.
■ Estaba en cada sala con los jueces un escri-
bano, el cual hacia á su modo el oficio.

REPÚBLICAS BE INDIAS 261

No permitían los Beyes ni los otros señores
ni jueces, que hubiese dilaciones en los pleitos,
mas dentro del tiempo limitado, que las leyes
ordenan se concluyan; pero cuando el negocio
era arduo y tenía necesidad de más consulta y
tiempo, daban ochenta días de plazo y tér-
mino.
Era entonces una consulta general, que en su
lengua se llamaba Mappuallatulli.
Esta se tenia de cuatro en cuatro meses, que
eran de ochenta en ochenta días, porque, como
está visto, oada mes tenía veinte días.
En este término venían sin faltar, todos los
jueces de los reinos á la cabeza del reino, y allí
se juntaban todos delante del Bey que presidía,
y lo que allí se concluía, era ñnal determina-
ción; duraba diez ó doce días este consejo, y
concluido á lo que venían, el tiempo que les
quedaba gastaban en proveer de nuevo algo
para el pro del reino, y hacian algunas leyes y
sanciones, para que la república se rigiese con
toda justicia y equidad.
Los doce jueces que digimos, á quien se ape-
laba de los dos ordinarios, tenian otros doce
ministros, que eran como alguaciles mayores;
el oñcio de los cuales era prender á personas
principales, é iban á otros pueblos á llamar á

ROMÁN

cualesquiera que el señor ó jueces mandasen.
Eran estos conocidos porque traían en las
mantas ciertas señales y pinturas que les dife-
renciaban de los otros ministros de justicia;
eran muy estimados, y adonde quiera que los
topaban les hacían mucha mesura, como á mi-
nistros principales que llevaban mensajería del
Rey ó jueces.
Llamábanse Achcauhtli, y á los jueces Te-
cu itlatoque.
También tenian otros alguacilejos, como em-
p lazad ores, que en mandándoles una cosa iban
volando, fuese de día ó de noche, lloviendo ó
haciendo sol, porque eran obedientísimos.
En las otras provincias y pueblos sujetos á
la principal ciudad, estaban jueces ordinarios,
los cuales tenian limitada la autoridad; podían
empero prender á cualquier delincuente y exa-
minar los pleitos y causas arduas, las cuales
guardaban para los ayuntamientos generales
que dijimos.
Esto es lo que hallo en lo general de las au-
diencias y jueces que tenian los nuestros indios
occidentales.

CAPITULO III

De los castigos que se hacian en la Nueva
España á los delincuentes, trdense co-
sas muy particulares.

Cnanto a las penas y castigo que se hacía á
los que cometían delitos, no hay que hablar
sino que esta nación tenia gran orden, porque
no permitían malhechores, ansí como homicia-
nos, ladrones, adúlteros, y otros pecados que
suelen cometer hombres; para todas las cosas
tenian leyes, las cuales pornó adelante, no que-
daba cosa que no se castigase, porque ansí la
República viviese pacífica y quieta.
El que mataba á otro moría por ello.
La mujer preñada que tomaba algo para lan-

264

BOMAN

zar la criatura y matarla, por ello moría, y la
que le ayudaba también.
Si alguno hacia fuerza á alguna donce-
lla ó fuese en el campo ó en casa, moría por
ello.
También moria el que daba yerbas y ponzo-
ña á otro para matarlo, y el participante ó que
le daba la medicina.
Si el marido tomaba su mujer en adulterio
manifiesto y la mataba á ella ó al adúltero mo-
ría, y aunque entre nosotros no se guarda
este rigor, ellos daban razón por donde no ha-
bía de ser el juez el marido y era: que usurpa-
ba la justicia al Rey, y que no habían de ser
ellos los jueces, sino los que eran sin pasión.
A la mujer que cometía adulterio y al adúl-
tero, tomándolos en el delito ó habia violenta
sospecha, prendíanlos, y si no confesaban dá-
banles tormento, y confesando, matábanlos;
unas veces les quitaban las vidas atándoles
pies y manos, y tendidos en tierra, les daban
con una gran piedra redonda, como estas en
que aguzan cuchillos en las sienes, de manera
que del primer golpe le saltaban los sesos; á
otros achocaban con unas porras ó palos grue-
sos.
También era costumbre quemar al adúltero,

REPÚBLICAS BE INDIAS 265

y á ella ahorcaban, y á veces los ahorcaban
juntos.
Si eran principales hidalgos, después de
ahorcados les emplumaban las cabezas y po-
níanles ciertos penachuelos verdes, y ansí ade-
rezados, los quemaban, y esto hacían por un
género de misericordia.
Acerca de este crimen de adulterio acaeció
un notable ejemplo de justicia en la ciudad de
Tlascala, y fué éste:
Un cierto señor poderoso y de muchos vasa-
llos y hermano del mayor capitán de aquel rei-
no cometió adulterio, y sobre el caso se junta-
ron los cuatro gobernadores mayores de toda
aquella provincia de Tlascala, y visto su delito
sentenciaron en uno que muriese, y aunque pa-
reció cosa ardua, respondieron: que no conve-
nia quebrar las leyes y buenas costumbres por
ninguna persona, y ansí se ejecutó la jus-
ticia.
Algunas veces condenaban á los adúlteros á
que fuesen apedreados y llevábanlos á la plaza
adonde se ayuntaba infinita gente, y puestos
en medio de la plaza, ataban á él las manos, y
allí disparaban infinitas piedras, á ella no la
ataban.
Si el adultero estaba embriagado cuando co-

266

ROMÁN

metía el adulterio, también moría, porque no
lo libraba de la pena la emborrachez.
Si alguno era hallado que llegaba á su ma-
drastra deshonestamente, entrambos morían.
Un rey de Tezctlco mandó matar en veces
cuatro de sus hijos, porque fueron convencidos
de que llegaron á sus madrastras.
El hermano que llegaba á su hermana que
fuese de padre y madre, ó sólo de padre ó de
madre, también moría.
El padrastro que llegaba á su antenada mo-
ría con ella juntamente.
Todos los que cometían incesto en el prime-
ro grado de consanguinidad ó de afinidad, te-
nian pena de muerte, salvo cufiados y cufiadas,
y cuando alguno moría y dejaba mujeres, era
el hermano el obligado á tomar las tales muje-
res y podia casar con ellas libremente.
Los que conspiraban y trataban traición con-
tra el Rey y señor propio, y los que lo querían
privar del señorío, aunque fuesen sus deudos
los que conjuraban, morían por ello.
Si se hallaba alguno que cometiese el vicio
indecible y nefando moría por ello.
De tiempo á tiempo se hacia inquisición para
si habia alguno que fuese contaminado deste
vicio para castigarlo cruelmente,

REPÚBLICAS DE INDIAS 267

En dos ó tres provincias hubo este vicio y se
permitía públicamente, lo cual acaeció porque
los demonios les hicieron creer que los dioses
que adoraban lo habían hecho ansí, y que ansí
era lícito, pero con todo eso siempre se tuvo
acerca destas gentes por abominable y feo, y
aunque no se castigaba, era tenido por infame
el que lo cometía.
En México y en Tezcuco gran castigo se ha-
hacia de los sodométicos.
El pecado de bestialidad nunca fué visto ni
oído en aquellas gentes, y por esto no había
ley contra él.
Los ladrones eran muy castigados y perse-
guidos; el que cometía hurto notable, princi-
palmente si era cosa de los templos ó de la casa
del señor, por la primera vez lo hacían esclavo
y & la segunda lo ahorcaban.
El ladrón que hurtaba en la plaza ó mercado
cosa de precio, luego lo ahorcaban por la cir-
cunstancia del lugar, porque tenían por gran
delito el que se cometía en el mercado, por el
mal ejemplo que daba á toda la comunidad.
El hombre que andaba vestido como mujer,
ó la mujer como hombre, ahorcábanlo.
Por riñas y echar mano á las armas, ó andar
al pelo, jamás había que hacer, porque de su

268

ROMÁN

natural es gente pacífica y cuando se enojan
todo es palabras y no de deshonra, mas si uno
es tuerto, ó cojo, ó sin dientes, dícelo por inju-
ria el desdentado, el sin ojo, el manco, de
la manera que acá los muchachos cuando ri-
ñen/
Con todo eso, si la justicia los cogía, los lle-
vaba á la cárcel y teníalos algunos días presos,
y si riñendo venían á las manos y se rompían
las mantas que eran sus vestidos, mandaban
que las pagasen.
Si reñían en las plazas, castigábanlos con al-
gún más rigor.
Castigaban cruelmente á las alcahuetas, y la
pena era: que si era convencida que usaba
de aquel oficio, la sacaban á la vergüenza, y en
la plaza, delante de todos, le quemaban los ca-
bellos con tea encendida, hasta que se escalen-
taba lo vivo de la cabeza, y ansí afrentada y
pelada era conocida por mala mujer.
Y si á la persona- á quien alcahueteaba era
principal, añadían la pena hasta ahorcarla.
Acaeció que el señor de un pueblo llamado
Tecuyoacan, se enamoró de la hija del Rey de
Tezcuco, el cual puso por tercera á una cierta
mujer deste oficio, y después de muchos días
que trataron el negocio, la buena mujer salió

BEPÚBLIOAS DE INDIAS 269

con la empresa y señaló la hora al galán que
había de ir á verse con su señora.
La alcahueta buscó una invención muy do-
nosa, y fué que en aquella nación usan unas
cajas de caña muy liviana cubiertas de cuero
de venado, que llaman petacas, y tienen sus
cobertores y dentro llevan ropa y otras co-
sas.
¿Qué hizo la diabólica mujer? metió al caba-
llero dentro y ella echóselo á cuestas y metiólo
dentro adonde estaba la infanta.
La infanta quedó atónita del hecho, y no
quiso consentir en nada porque temía al Bey
que era muy severo.
En fin, el negocio se sintió por las guardas,
y vino á las orejas del Rey, é informado del
orden que se tuvo en la maldad, mandó pren-
der á la alcahueta y al caballero y mandólos
ahorcar á entrambos.
Teníase por cosa vil é infame el emborra-
charse, y ansí no todos usaban del beber vino,
mas pedíase licencia al señor y al juez, y no la
concedían si no era á los viejos y viejas, y la
razón que daban para esto era: porque los vie^
jos lo habían menester como por remedio de la
sangre que se les iba enfriando.
Estos bebían dos, tres y cuatro tazas peque-

270

ROMÁN

Has de su vino, que si no se bebe en cantidad
jio se pueden emborrachar.
La pena que se daba á los borrachos, era:
llevarlos al mercado y públicamente los tras-
quilaban, que era grandísima afrenta entre
ellos, y luego le iban á derribar la casa, dando
á entender que la persona que se emborracha-
ba, perdiendo el juicio de su propia voluntad,
no era digno de tener casa en el pueblo.
Esto es lo que hallo de las penas y castigos
que se daban á los malhechores en las Indias,
y sin duda que para bárbaros, que eran muy
políticos y que no era .República desordenada
ni como behetría, según algunos dicen, antes

dres enseñaban y exhortaban con mucha dili-
gencia á los hijos que honrasen al padre y ma-
dre, y á los Reyes y mayores de la tierra.
Y á los que se ensoberbecían contra los seño-
res, queriendo alzarles el homenaje y obedien-
cia y que no los pagasen sus tributos, ahorcá-
banlos.
Cuanto á lo que toca, que prohibe matar y
no hacer injuria al próximo, también lo guar-
daban, porque si alguno, mataba á otro los que
lo sabían luego lo denunciaban al señor, el cual
preguntaba con diligencia, quién era el muerto

REPÚBLICAS DE INDIAS 309

y el matador, y la causa y quien se lo habia
mandado, y si tuvo compañeros en ello; lo cual,
todo averiguado enviaba luego sus ministros de
justicia y dábanle garrote y así moría, porque
mataba. No se gastaba mucho tiempo en esto
porque no habia apelaciones, ni dilaciones, si-
no que convencido luego era castigado.
Si alguno vendía á otro por esclavo (que no
era cosa usada en esta provincia) era castigado
cruelmente: porque allende de que moría por
ello, le vendían I03 hijos y mujer, y del precio
que por ellos se daba, llevaba el fisco y cámara
del señor cierta parte, y todo lo demás se gas-
taba en comida y bebida concejeramente.
Cuando riñendo unos con otros se herían, lo
cual pocas vece3 acaecía, en siendo avisado el se-
ñor, por la queja que daban los parientes del he-
rido, enviaba un hueso, ó una hacha á denotar,
que él habia de ser herido con aquellos instru-
mentos pues habia hecho mal á otro.
Entonces el malhechor enviaba rogadores y
daba sus escusas para deshacer la culpa; pero
el juez, ó señor mostraba mucho rigor, de ma-
nera que hasta sentenciarlo, nunca respondía
bien, al cabo quedaba sentenciado á que diese
cierta suma de plumas, ricas, ó mantas, 6 cacao,
lo cual era para el fisco,

nio

BOMÁN

El que mataba ó hería esclavo, no tenía nin-
guna pena, porque decían que era hacienda
suya, y cualquiera que matase á otro, como
fuese esclavo, moría por ello.
Y si el marido mataba á su mujer, ó por el
contrario, la mujer al marido, moría.
En lo tocante al fornicar guardaban este or-
den: cuando uno decía á otro que habia peca-
do, ó si le decían que por qué le acaeció aque-
llo, si respondía por el pecado, era entendido
por el de la carne.
Si algún mancebo conocía alguna doncella,
la pena era hacerlo casar con ella.
Pero si la doncella estaba desposada, el es-
poso jamás volvía á ella, mas pedia su dote y
lo que trajo, y con eso se iban todos en paz.
Si fornicaba con viuda ó esclava, pagaba
cierta cantidad de plumas ú otras cosas.
El que adulteraba, por la primera vez, dá-
banle pena pecuniaria; pero si lo acostumbra-
ba, moría por ello.
El que llegaba á la señora, moría por ello.
La esclava que dormía con libre y dentro de
su casa, achochábanle la cabeza, con dos gran-
des piedras fuera del pueblo, ó la empalaban,
y lo mesmo hacian al hombre con quien pecó.
Si el casado pecaba con viuda ó con casada,

REPÚBLICAS DE INDIAS 311

castigábanlo una y dos veces con penas de plu-
mas ó mantas; pero si no se enmendaba, toma-
ban á él y á ella y atábanles las manos atrás y
colgábanlos de la cintura, y con cierta yerba
muy hedionda les daban humo á narices, y
después de muy bien chamuscados y afrenta-
dos los soltaban, persuadiéndolos á que se en-
mendasen; si no querían ser buenos, ahorcá-
banlos.
Habia en esto también una costumbre de
parte de los maridos, que si sentían que la mu –
jer les hacia traición y conocían quién era el
adúltero, no querían denunciar dellos, mas to-
maban un pájaro de los que eran para sacrifi-
car, y dábanlo á la mujer y al adúltero, y de-
cíanles, que fuesen á sacrificar al templo aque-
lla ave y que se confesasen al estilo suyo, y así
quedaba satisfecho el injuriado, y tenían por
persona santa al que se contentaba con aquella
venganza.
El codiciar la mujer agena, ni el hurto, tam-
poco se permitía, porque lo uno que era inte-
rior, los padres tenían gran cuidado en que los
mancebos fuesen muy templados y castos hasta
casarse.
En lo del hurto, si era poca cosa, con resti-
tuir lo tomado y darle cierta pena, pagaba.

312

ROMÁN

Si era cosa de mas cuantía, pagaba el doble
que hurtaba, y así multiplicaban la pena como
era el valor de lo hurtado, mas el que no tenía
con qué pagar, vendíanlo por esclavo.
Pocas veces mataban por ladrones; es ver-
dad que al que hurtaba en poblado dábanle
garrote.
El levantar falso testimonio era cosa abomi-
nable entre estas gentes, y lo mesmo la menti-
ra, y ansí á los niños los castigaban y amones-
taban á que no hiciesen semejantes pecados,
porque eran muy feos.
Si alguna mujer acusaba á algún hombre
que la habia forzado, no la creían si no traía
testigos ó alguna cosa de aquel hombre, así
como el paño de manos, las bragas, que ellos
llamaban Mastel, ó la manta, si esto traía era
creída y sentenciaban al culpado.
También cuando acusaban los adúlteros y lo
negaban, les daban tormento de cuerda, atándo-
les reciamente los brazos atrás por los molle-
dos y si no querían con todo eso confesar, dá-
banles humo á narices.
Esta mesma pena daban á los ladrones que
no querían confesar.
En todo lo demás eran estas gentes muy
bien enseñadas,

BEPÚBLICAS DE INDIAS 313

Persuadían mucho las virtudes morales á los
mozos y doncellas, y ansí parece que después
que vinieron á la fe Católica, como bien ense-
nados de sus padres, tomaron la doctrina santa
con gran voluntad, como gente que no despre-
ciaba la virtud.

CAPITULO IX

De las costumbres que tenían los indios del
reino de Yucatán.

El reino de Yucatán es una provincia al pre-
sente de la Nueva España; su propio nombre
de esta tierra, no lo sabemos ni nuestros espa-
ñoles lo alcanzaron, porque el que boy tiene es
cosa nueva, y los nuestros le dieron tal apellido,
porque llegando allí Francisco Hernández de
Córdoba, con otros conquistadores, queriendo
saber de los indios que como se llamaba una
gran población que estaba por allí cerca, res-
pondieron:—Tectetan tectetan, que quiere de-
cir: No os entendemos.
Los españoles creyendo que aquél era el pro-

REPÚBLICAS DE INDIAS 315

pió nombre, comenzaron á llamar aquella tie-
rra ansí, pero corrompiendo el vocablo poco á
poco llamaron á la provincia Yucatán, que es
grande y extendida tierra.
Poco se halla escrito por los nuestros, y ansí
yo también seré breve.
Tuvo Reyes y muy poderosos y grandes se-
ñores y muy ricos, á quien les eran sujetas es-
tas gentes; fueron más políticas que otras de
quien habernos contado, porque no permitían
más de una mujer, fuese Rey, ó señor, ó pobre
ó rico.
Andaban bien vestidos, porque traían cami-
setas de diversos colores y cubiertas con sus
mantas.
Estos no usaban el sacrificar hombres, ni
comían carne humana, aunque autor hay que
dice que sí, pero yo tengo original verdadero,
que salva á estas gentes de tres pecados, con-
viene á saber: de la sodomía, comer carne hu-
mana y matar hombres para sacrificar.
No habia ladrones, tenían mercados adonde
trocaban sus cosas, castigaban cruelmente los
delitos, y esto se prueba por lo que cuenta Pe-
dro Mártir en sus Décadas, que habia en un
pueblo grande un señor poderoso llamado
Campeche, el cual para castigar los malhecho-

316

ROMÁN

res tenia un tormento, el cual era desta he-
chura:
Su hechura era como un pie de cruz cuadra-
do de cuatro gradas en alto, hecho de piedra ó
cantería, y encima habia uno como pulpito,
no hueco, mas macizo, allí estaba esculpida
una imagen de hombre y junto á ella dos figu-
ras de animales de cuatro pies no conocidos; es-
tos parecía que con gran rabia acometían á la
figura para la hacer pedazos.
Estaba allí junto una serpiente de cal y can-
to bien labrada y era tan gruesa como un buey
y era larga como cuarenta y siete pies, la cual
tenía en la boca un león de mármol que pare-
cía quererlo tragar.
Junto á esto había tres vigas grandes, hin-
cadas en el suelo, y otras tres que las atrave-
saban y alrededor había muchas flechas teñi-
das en sangre.
Esta obra estaba puesta allí para poner ho-
rror y espanto á los malhechores, porque de la
mesma manera que aquellas pinturas represen-
taban las penas, padecían los que cometían cul-
pas y pecados públicos.
Circuncisión entre los indios.
Esta geute se circuncidaba por religión, co-
mo los indios, de donde parece que no solo los

REPÚBLICAS DE INDIAS 317

judíos se circuncidaban, mas aun los gentiles,
porque los egipcios se circuncidaban y antes
de Abraham, lo cual hicieron, como dice Ero-
doto (Libro 2), no por ceremonia mas por lim-
pieza, y más abajo dice el mesmo autor, que
los egipcios y cholcos, que son pueblos de Asia,
cerca de Ponto, y los etiopes fueron los prime-
ros entre todos los hombres del mundo que usa-
ron la circuncisión, y que los sirios y fenices,
que son en Palestina, que fué la tierra de pro-
misión, lo aprendieron de los egipcios.
Los otros sirios que moraban cerca del río
llamado Termodón y otro dicho Partenio, ríos
de Asia, entre Capadocia y Ponto, y los pue-
blos vecinos de aquellos dichos Macrones
aprendieron de los coicos la circuncisión pero
quien haya tomado la circuncisión de los
otros, los egipcios de los de Etiopía, ó los de
Etiopía de los egipcios, no sabe determi-
narlo.
Erodoto, concluye empero, con que solos
aquellos siete géneros de gentes, que dijo, que
son cholcos, egipcios, etiopes, fenices, sirios de
Palestina y sirios moradores de los ríos Ter-
modón y Parthenio, y sus vecinos los Macro-
nes, fueron los que usaron en el mundo la cir-
cuncisión; pero lo cierto se ha de tener que las

318

EOMÁN

gentes que allí nombra Erodoto, tomaron aque-
lla ceremonia religiosa de los hebreos, que es
la gente mas antigua en el mundo.
Algunas gentes de estas se circuncidaban
por estimar que todas las cosas feas del cuerpo
se apartaban del hombre circuncidándose.
Otros hacian esta ceremonia por distinguirse
de los pueblos sus vecinos.
Otros para dar á entender que ningún vicio
y fealdad puede estar mucho tiempo secreta
que no sea revelada, y esto parece á Alejandro
de Alejandro ser la causa del circuncidarse los
gentiles.
Esto de la circuncisión he querido yo aquí
tocar, por desengañar á algunos de que no
piensen que estas gentes de las Indias son ju-
díos, como alguno lo dijo y que por este res-
pecto se circuncidaban, porque esto no es ver-
dad, porque pues otras gentes se circuncida-
ron, que no fueron judíos, ansí pudo esta na-
ción circuncidarse sin ser gente hebrea, y ansí
no vale nada el fundamento que se hace para
probar que solos los judíos se circuncidaban,
ni menos tiene fuerza lo que dice aquel jurista,
que los indios son judíos, por algunos vocablos
que tienen semejantes á los de los hebreos,

REPÚBLICAS DE INDIAS 319

Vocablos que tenían los Indios, cuasi, seme-
jantes á los nuestros.
Sobre lo que se fundó este autor fué, porque
hubo una Reina en esta provincia llamada Ana-
caona, y porque Ana en la lengua hebrea quiere
decir graciosa, ó misericordiosa, ó que canta, ó
que responde, y otras significaciones que San
Jerónimo pone, pareció que venían estas gentes
de judíos, pero fué flaco fundamento, porque
también tenían los de Yucatán dicciones lati-
nas y de otras naciones, y por el mesmo respec-
to habíamos de decir que los indios vienen de
los Toscanos, franceses ó españoles.
Esto parece verosímil, porque estas gentes
tenían una dicción latina que es «ita», que en-
tre ellos quería decir «no sé»; pues digamos que
estos descendiesen de gentes de nuestra Euro-
pa, esto no se puede decir.
En lengua de Popayan decían Vmbra, por
cierta provincia; digamos que se llamaba ansí,
por otra que tenemos en Italia, dichos Vmbros
ó Vmbrios, Michi dicen al pastor en el Perú y
Homo por sacerdote.
En algunas partes decían Baeza, por no, y en

320

ROMÁN

lengua general de la española decían Barea,
por dornajo, y en Cataluña hay un lugar dicho
Barea.
En la lengua mexicana llaman á Dios Theot
ó Theus, ó lo semejante. Pues mírese como en
griego decimos Theos por Dios, quizás será por
ventura esta gente griega, y porque se vea esto
más á la clara, nótense que en la lengua del
Perú hay muchos vocablos propiamente espa-
ñoles, porque Moya quiere decir dehesa veda-
da, y en Castilla hay una villa, cabeza de Mar-
quesado, que se dice Moya. 1
Coca se dice una yerba de gran sustancia, y
es un lugar en tierra de Medina del Campo.
Caro, quiere decir lejos.
Ama, por no.
TÍO, por Anna.
Callo, por lengua.
Macho, por viejo.
Pipas, por cualquiera.
Mocho, por colodrillo.
Moro, por la peca de la cara.
Marco, por Artemisa, yerba conocida.
Marca, por la provincia.
Mama, por madre.
Tata, por padre.
Mayo, por río.

REPÚBLICAS DE INDIAS 321

Guante, por bubas.
Caja, por espina.
Como, por corcobado.
Comer, por color verde.
Acta, por garrapata.
Pinta, por anzuelo.
Pinto, por caña.
Piñata, por enojo, y en catalán, por olla.
Pata, por escalera.
Vña, por cordero.
Llama, por oveja.
Vno, por el agua.
Come, por mujer estéril.
Toma, por rodeo.
Allí, por bueno, y en arábigo, es propio nom-
bre de moros; pues digan que vienen de moros.
Ansí habia otros nombres de nuestras nacio-
nes, que parecían ser llevados allá de antiguo,
y no es ansí, ni tampoco lo que arriba se apun-
tó, y que por la cincuncisión eran gente he-
brea, ni tampoco por vocablos que correspon-
dían á aquella nación.
Y los que quieren hacer probanza de que esta
gente tuvo principio, de lo que hoy sabemos
ser poblado por los antiguos que vieren hacer
conjeturas, y hacernos creer uno por otro, y
ninguna cosa tiene la historia de menos verdad
, COL. LIB. AMÉRICA.—TOM. XIV. 21

322

ROMÁN

que es el conjeturar, si no tuviere alguna ver-
dad primero sobre que se funde.
Comenzóse á predicar el Evangelio por estas
provincias, en el año de mil y quinientos y diez
y siete; prosiguióse después por Francisco de
Montejo, natural de Salamanca, porque tuvo la
principal conquista, y el Emperador Don Car-
los V, lo hizo adelantado de aquella tierra.
No me ha parecido salir de propósito haber
tocado estos dos puntos de la circuncisión y
lenguaje, porque por lo dicho desengañaremos
á muchos que han andado, creyendo que esas
gentes fueron traspuestas de otras de nuestra
Europa, y no ha faltado quien diga que nues-
tros españoles pasaron á Indias cuando la des-
trucción de España, que es otro buen des-
atino.

CAPITULO X

De la república del Perú cómo se gobernó,
hasta que hubo en aquella gente un Mo-
narca y señor general de toda la tierra.

Después de haber tratado de las repúblicas
de la Nueva España, no solo de la de México,
que era más principal, más aún de otros reinos
que eran poderosos acerca de aquellas gentes,
determinó según el orden que se ha llevado
atrás proseguir, en lo tocante á este sujeto las
cosas del Perú.
Y pues agora vamos hablando de su gober-
nación, quiero declarar el nombre del Perú y
porqué se llamaron ansí, porque algunos pien-
san que antes que nuestros españoles oonquis

324

ROMÁN’

tasen aquella tierra se llamaba ansí, y es gran
error, porque nunca los naturales llamaron
aquella tierra Perú; pero tampoco sabemos có-
mo se llamasen aquellos reinos tan exten-
didos.
La causa de llamarse ansí hoy este reino, es
esta.
Gomo los nuestros anduviesen descubriendo
la tierra y buscasen adonde poblar, llegando á
un vallé llamado Piura edificaron la primera
villa en él, que fué la de San Miguel, por eso,
todo lo que después se fué descubriendo y po-
blando llamaron Perú, y no se ha de decir pro-
piamente Perú mas Piru, aunque ya está co-
rrupto; y no solo quedó este nombre en una
provincia, mas todo lo que luego se halló se lla-
mó deste nombre.
De manera que todo lo que se comprende
desde la provincia de Quito, donde se fundó
una villa llamada San Francisco, que parte li-
mites con la provincia de Pasto, hasta la villa
de la Plata, que es distancia de setecientas le-
guas á la larga y de ancho á lo más ciento y
quince, y á lo menos cincuenta, todo esto es di-
cho el Perú: dentro de lo cual había grandes
provincias, reinos y señoríos; los cuales deshi-
cieron los Pizarros matando á los mesmos B e –

REPÚBLICAS DE INDIAS 325

yes, por lo cual los trajo Dios á la mayor des-
ventura de todos los hombres, porque todo les
sucedió mal y hoy lo vemos con nuestros ojos,
pero dejemos esto y vengamos á tratar de la
gobernación que tuvieron estas gentes, qué Re-
yes, qué señores, cual fué su monarquía, que
sin duda no pudo ser menos sino que fué nota-
ble, por cuanto tuvo infinitos pueblos poderosos
y ricos y mucha gente de paz y guerra, lo>cual
no se puede hacer sin gran orden y concierto
de gente.
Digo, pues, que la manera de gobernarse es-
tas gentes siempre se halla que fué por Reyes.
Tuvo esta monarquía dos tiempos y dos su-
cesos distintos; uno al principio cuando era la
gente tan política, y cuando era menos, que
duró hasta casi seiscientos años atrás del tiem-
po presente; después habrá seiscientos que hubo
mudanzas en aquel reino, como lo ha habido
en otros muchos, y tuvo otra gobernación, como
se verá; pero tratando de la primera, cuyos
tiempos y principios no sabemos todavía de la
manera de su gobernación, se saca que duró
muchos siglos.
Los Reyes primeros eran pequeños y de no
mucho poder, por cuanto eran comunmente de
los más buenos y principales de los pueblos,

826

BOMÁN

heredando los parientes por sucesión el señorío
aunque su imperio más era conservar las vidas
y haciendas de I03 hombres, que no apoderarse
de nadie.
Sólo se sabe que trataban con rigor á los que
se hacian mal unos á otros, y castigaban y po-
nían, porque ellos se eran Reyes y jueces jun-
tamente, castigaban el hurto, la fuerza á las
mujeres y los adulterios.
Destos Reyes tan pequeños cada uno tenia
entre su gente distintas leyes y manera de go-
bernar, y con aquello vivían contentos y pa-
gados.
Entre ellos tenian sus tratos sus mercade-
rías, tenian peso y medida, no trataban muy
lejos de sus pueblos, porque habia distintas len-
guas y no tenian mucho ingenio ó industria
para aprender tanta diversidad de lenguajes.
Poco á poco creció la malicia á los principios,
porque también tenian guerras, y ansí la nece-
sidad los enseñó á edificar los pueblos en alto,
para defenderse mejor.
Hállase que tenian armas, y estas fueron las
hondas.
Aún no tenian flechas ni arcos, pero todavía
hallaron rodelas ú otra defensa que servia de
lo mesmo para defenderse de las piedras.

BEPÚBLICAS DE INDIAS 327

Los que vivían en los llanos eran más polí-
ticos ansí tenían flechas; pero sin yerba y en
otras partes usaban de dardos, hechos de unas
cañahejas y en lugar de hierro, ponían pun-
tas de palma ó de hueso y tirábanlos con
amiento.
En los llanos principalmente los señores ha-
cían sus casas fuertes en lo más alto que podían,
y si la tierra era tan llana que no tenia alguna
cuesta, traían tanta tierra, que hacían una gran
sierra y allí armaban el edificio, jamás se halló
en aquel tiempo el uso de comer carne humana,
aunque todavía se halla rastro acerca de Pa-
namá.
Andaban desnudos los de las montañas ,
pero en el resto de la tierra todos andaban
vestidos.
La costumbre y ley que tenían en suceder
en los estados y señoríos aquellos pequeños Re-
yes, era, que cuando se veía el Rey viejo y cer-
cano á la muerte, miraba entre sus hijos cuál
era más adornado de virtudes, y en quién ha-
bia más merecimientos, y si no hallaba hijo
merecedor de la sucesión, ponía los ojos en el
hermano, ó pn los sobrinos, y finalmente si aun
aquí veía falta, buscaba al mejor de todo su se-
ñorío, y habiéndolo llamado para propio here-

328

BOHÁN

dero, porque ni él quedase engañado ni la
tierra defraudada, luego le comenzaba á enco-
mendar cosas del gobierno, y que juzgase y
mandase y vedase.
Esto hacia él por dos respetos.
Lo uno para que tratando los pueblos con él
lo amasen y quisiesen, y él también conociese
los vasallos y los tratase con mucho amor.
Lo otro para que entendiese la plática de los
negocios y estuviese siempre muy desenvuelto
para cuando de todo punto tomase toda la carga
y peso del reino.
Y si erraba luego el señor lo corregía y ense-
ñaba todo lo que habia de hacer, de manera que
ningún Bey lo mandaba que ya no fuese muy
enseñado en el gobierno de toda su tierra.
Jamás se dio la gobernación á muchachos,
aunque fuesen hijos muy amados, porque en
todo procuraban el provecho común de todo el
reino.
Leído he que en algunas provincias de estas
no heredaban los reinos hombres, mas muje-
res.
Y llamábase la señora Capullana, que era
como Princesa.
También tuvo esta gente curiosidad en bus-
car como se mantener, y ansí fueron grandes

REPÚBLICAS DE INDIAS 329

labradores, y adonde veían que la tierra era re-
cia y que habia menester agua, ellos sacaban de
los caudalosos ríos acequias, y con ellas lo re-
gaban todo y esta era la principal riqueza que
tenían.
Los tributos que por aquellos tiempos paga-
ban eran estos, todo el pueblo se juntaba á edi-
ficar las casas y palacios grandes del Rey y se-
ñor, y á labrarles sus campos y se los-sembra-
ban y cogían y metían en las troxes.
Todas las cosas que tocaban al servicio del
señor se hacia en común, y ansí nunca los mo-
lestaban con imposiciones.
Hacíanles á tiempos algunos presentes de
poca importancia ansí como de frutas y otras
cosas muy semejantes.
Cuando la comunidad se juntaba á hacer al-
guna cosa en servicio del señor, él los man-
tenía.
Guardaban gran orden acerca de sus casa-
mientos, ninguno se casaba con su propia her-
mana, ni con prima hermana, ni tía, ni so-
brina.
Casábanse siempre con sus iguales, los seño-
res con los señores, y los plebeyos con los ple-
beyos. La edad en que todos en común se casa-
ban era de veinte años adelante,

DSO

BOtfÁN

Los señores principales cuando se casaban
con muchas mujeres, con la primera y princi-
pal se hacian ciertas ceremonias religiosas en
señal de que aquella era la principal y verda-
dera mujer, y ansí en este casamiento habia
muchos bailes, comidas y bebidas, y otras fies-
tas que no se hacian con todas las demás mu-
jeres.
Cuando la mujer era más noble que el mari-
do, siempre daba el marido á los padres de la
mujer algunos dones como en reconocimiento
ansí como cantidad de ovejas, carneros, vasos
de plata (porque especialmente esta tierra siem-
pre abundó de este metal y de oro) y también
les daban alguna vez alguna mujer que fuese
como segunda de el suegro, y con esto queda-
ban para siempre muy firmes las fuerzas del
matrimonio: permitíanse siempre dos y tres
mujeres, aunque siempre era una la mayor,
pero si alguna vez casaba con dos principales
mujeres y ambas eran iguales en nobleza, en-
tonces siempre precedía la que más regalaba al
marido ó era más hermosa, ó alegre, ó amoro-
sa, ó tenia dotes naturales, como si labraba me-
jor mantas, ó guisaba de comer con mejor gra-
cia y contento para su marido.
Esta tal tenia cierto señorío sobre todas la*

REPÚBLICAS DE INDIAS 331

otras mujeres, mandándolas lo que habían de
hacer, y ansí siempre tenia con esta el ma-
rido más frecuente comunicación en lo público
y secreto.
La gente vulgar comunmente no tenia más
que una mujer porque era pobre, pero si podía
mantener una y dos, lícito le era.
En los lugares de la sierra los hombres tra-
bajaban en los campos ó en la caza y pesca, y
las mujeres criaban los hijos y lavaban y te-
xían.
En algunos pueblos tenían también costum-
bre contraria, porque las mujeres labraban los
campos y los hombres texían ó hilaban.
No tenían moneda para contratar, sino solo
aquello que al principio enseñó la razón natu”
ral, que se llama y es, del derecho de las gen-
tes (conviene á saber) comutar y trocar unas
cosas con otras, como ropa por comida, carne
por pan, frutas por pescado, y ansí en las de-
más de que unos abundaban y otros care-
cían.
No amasaban el pan antiguamente mas tos-
taban ó cocían el maíz, y ansí lo comían.
Era grande el cuidado que tenían en ente-
rrar sus muertos, de cuyas ceremonias y cosas
notables haremos á su tiempo larga narra-

332 ROMÁN

ción. Esto es lo que hallo de la República de los
Indios del Perú, antes que se redujese aquella
gente al estilo de vivir más político, como lo
hicieron después que fueron gobernados por un
monarca y señor.

FIN DEL TOMO PRIMERO

KUPRIENKO