Описания путешествий к Зачарованному городу, или к городу Цезарей. DERROTEROS Y VIAGES A LA Ciudad Encantada, ó de los Césares

Описания путешествий к Зачарованному городу, или к городу Цезарей.
DERROTEROS Y VIAGES A LA Ciudad Encantada, ó de los Césares. QUE SE CREIA EXISTIESE EN LA CORDILLERA, AL SUD DE VALDIVIA.

Primera Edicion.

BUENOS-AIRES.

IMPRENTA DEL ESTADO, 1836.

DISCURSO PRELIMINAR

A LAS

NOTICIAS Y DERROTEROS

DE LA

CIUDAD DE LOS CESARES.

Pocas páginas ofrece la história, de un carácter tan singular como las
que le preparamos en las noticias relativas á la _Ciudad de los
Césares_. Sin mas datos que los que engendraba la ignorancia en unas
pocas cabezas exaltadas, se exploraron con una afanosa diligencia los
puntos mas inaccesibles de la gran Cordillera, para descubrir los
vestigios de una poblacion misteriosa, que todos describian, y nadie
habia podido alcanzar.

En aquel siglo de ilusiones, en que muchas se habian realizado, la
imaginacion vagaba sin freno en el campo interminable de las quimeras, y
entre las privaciones y los peligros, se alimentaban los hombres de lo
que mas simpatizaba con sus ideas, ó halagaba sus esperanzas. El
espectáculo inesperado de tantas riquezas, amontonadas en los templos y
palacios de los Incas, avivó los deseos y pervirtió el juicio de esos
felices aventureros, que no contentos con los frutos opimos de sus
victorias, se prometian multiplicarlos, ensanchando la esfera de sus
conquistas.

El contraste entre la abundancia de los metales preciosos en América, y
su escasez, tan comun en aquel tiempo en Europa, y mas especialmente en
España, explica esta sed inextinguible de oro en los que marchaban bajo
los pendones de Cortes y Pizarro. La disciplina militar no era entonces
tan severa que enfrenase la licencia del soldado, y escarmentase la
prevaricacion de los gefes. Nervio principal del poder de los reyes, y
ciegos instrumentos de sus venganzas, los egércitos disfrutaban de la
impunidad con que suele recompensarse esta clase de servicios, y ninguna
barrera era capaz de contener el brazo de esos indómitos satélites del
despotismo. Si hay quien lo dude, contemple la suerte de Roma, profanada
por los soldados de un general de Carlos V, casi en la misma época en
que sus demas caudillos anegaban en sangre á regiones enteras del Nuevo
Mundo.

Ninguna de las pasiones nobles, que suelen agitar el corazon de un
guerrero, templó esa sórdida ambicion de riquezas, que cegaba los
hombres, y los hacia insensibles á los mismos males que sufrian. Los
planes que se frustraban eran facilmente reemplazados por otros no menos
efímeros y fantásticos; y las últimas empresas sobrepujaban casi siempre
en temeridad á las que las habian precedido. No contentos con lo mucho
que habian disipado, buscaban nuevos recursos para fomentar su natural
propension á los gustos frívolos, cuando no era á los vicios ruinosos.

Bajo el imperio de estas ilusiones, acogian todas las esperanzas,
prestaban el oido á todas las sugestiones, y estaban siempre dispuestos
á arrostrar los mayores peligros, cuando se les presentaban en un camino
que podia conducirlos á la fortuna. Es opinion general de los escritores
que han tratado del descubrimiento del Rio de la Plata, que lo que mas
influyó en atraerle un número considerable y escogido de conquistadores,
fué el nombre. Ni el fin trágico de Solis, ni el número y la ferocidad
de los indígenas, ni el hambre que habia diezmado á una porcion de sus
propios compatriotas, fueron bastantes á retraerlos de un país que los
brindaba con fáciles adquisiciones. Pero pronto reconocian su error, y
el vácio que dejaba este desengaño hubiera sido abrumante, si no
hubiesen tenido á su disposicion un _Dorado_ y los _Césares_ para
llenarlo.

Estas dos voces, que son ahora sin sentido para nosotros, fueron
entonces el alma de muchas y ruinosas empresas. Los gobiernos de Lima,
Buenos Aires y Chile, distrayéndose de las atenciones que los rodeaban,
tendian la vista hácia estas poblaciones misteriosas, reiterando sus
conatos para alcanzarlas; y las noticias que circulaban sobre su
existencia, eran tan circunstanciadas y concordes, que arrancaban el
convencimiento. Se empezó por repetir lo que otros decian, y se acabó
por hablar como testigos oculares.

De los Césares sobre todo se discurria con la mayor precision y
evidencia. Eran ciudades opulentas, fundadas, segun opinaban algunos,
por los españoles que se salvaron de Osorno y de los demas pueblos que
destruyeron los Araucanos en 1599; ó segun otros, por los restos de las
tripulaciones de los buques naufragados en el estrecho de Magallanes.
“La ciudad principal, (puesto que se contaban hasta tres) estaba en
medio de la laguna de _Payegué_, cerca de un estero llamado _Llanquecó_,
muy correntoso y profundo. Tenia murallas con fosos, rebellines y una
sola entrada, protegida por un puente levadizo y artilleria. Sus
edificios eran suntuosos, casi todos de piedra labrada, y bien techados
al modo de España. Nada igualaba la magnificencia de sus templos,
cubiertos de plata maciza; y de este mismo metal eran sus ollas,
cuchillos, y hasta las rejas de arado. Para formarse una idea de sus
riquezas, baste saber que los habitantes se sentaban en sus casas en
asientos de oro! Gastaban casaca de paño azul, chupa amarilla, calzones
de _buché_, ó bombachos, con zapatos grandes, y un sombrero chico de
tres picos. Eran blancos y rubios, con ojos azules y barba cerrada.
Hablaban, un idioma ininteligible á los españoles y á los indios; pero
las marcas de que se servian para herrar su ganado eran como las de
España, y sus rodeos considerables. Se ocupaban en la labranza, y lo que
mas sembraban era _ají_, de que hacian un _vasto comercio_ con sus
vecinos. Acostumbran tener un sentinela en un cerro inmediato para
impedir el paso á los extraños; poniendo todo su cuidado en ocultar su
paradero, y en mantenerse en un completo aislamiento. A pesar de todas
estas precauciones, no habian podido lograr su objeto, y algunos indios
y españoles se habian acercado á la ciudad hasta oir el tañido de las
campanas!”

Estas y otras declaraciones que hacian, _bajo de juramento_, los
individuos llamados á ilustrar á los gobiernos sobre la _Gran Noticia_,
(tal era entonces el nombre que se daba á este pretendido
descubrimiento) excitaron el celo de las autoridades, y la mas viva
curiosidad del público. Este fervor, y los proyectos de expediciones que
le fueron consiguientes, empezaron con el siglo XVII, y continuaron
hasta el año de 1781, en que la Corte de España encargó al Gobierno de
Chile de tomar en consideracion las propuestas del capitan D. Manuel
Josef de Orejuela, que solicitaba auxilios de tropa y dinero para
emprender la conquista de los _Césares_. Con este motivo se pasaron al
Fiscal de aquel reino nueve volúmenes de autos, que se conservaban en
los archivos, para que aconsejase las medidas que le pareciesen mas
conducentes á llenar los objetos consultados. Este magistrado procedió
en su exámen con los principios del criterio legal, que no duda de lo
que se apoya en declaraciones _juradas, explícitas, concordes_ y
_terminantes_. Las objeciones que se hacian contra estos asertos le
parecieron cavilaciones de hombres acostumbrados á dudar de las cosas
mas evidentes. Puso en cotejo la incredulidad con que se oyeron los
vaticinios de Colon sobre la existencia de un nuevo mundo; los muchos é
importantes descubrimientos debidos á las solas indicaciones de los
indios, y buscó en la historia de los naufrágios célebres una
explicacion fácil al orígen de estas poblaciones ocultas.

Hay errores que merecen ser escusados, y en los que pueden incidir los
espíritus mas rectos y juiciosos: tal nos parece el del Fiscal de Chile.
Su convencimiento es completo: no solo creia en los Césares, sino que se
esforzaba á que todos les creyesen.–_Con semejantes atestaciones_,
exclamaba en su entusiasmo, _parece que ya no debe dudarse de la
existencia de aquellas poblaciones_. Y realmente ¡cuan peligroso seria
en un juez un sistema de investigacion llevado hasta la incredulidad y
el escepticismo! ¡Cuan insuperables serian las trabas que opondria al
curso de la justicia una conciencia _incontentable_, que desconfiase de
la razon, y protestase contra sus fallos!…

No eran hombres vulgares los PP. Mascardi, Cardiel y Lozano, y todos
ellos participaron de este engaño, trabajando con ahinco para
generalizarlo. Uno de ellos fué víctima de su celo apostólico:–los
otros estaban dispuestos á imitarle, por la persuasion en que estaban
de hallar un pueblo, falto de los auxilios de la religion, aunque
viviese en la comodidad y la abundancia.

Sin embargo, esta justificacion de un error que ya no es posible
disfrazar, debo esparcir dudas sobre muchos hechos históricos, por mas
auténticos y calificados que sean. Hay épocas en que la razon se ofusca
al contemplar objetos nuevos é inusitados; y expuesto el hombre mas
juicioso á una serie continua de impresiones violentas, deja de
analizarlas, y baja insensiblemente al nivel de las inteligencias
vulgares, que todo lo ponderan y admiran. Para cumplir con el precepto
del sábio, _nil admirari_, se necesita estar en el pleno egercicio de
sus facultades, y haber contraido cierto hábito de dominar sus sentidos,
siempre propensos á fascinar, y á engañarse. ¡Cuan distantes estaban los
conquistadores de América de este estado de sosiego! Para ellos todo era
motivo de arrebato. El espectáculo de un nuevo mundo, de pueblos nuevos,
de nuevas costumbres, y mas que todo, esas fuentes inagotables de
riquezas, que brotaban por todas partes con mas prontitud que el mismo
deseo de poseerlas, mantenian á los hombres en una dulce y perpetua
extasis. Sin tomar el opio como los musulmanes, probaban las mismas
sensaciones, y les costaba trabajo arrancarse de ellas.

Con estas disposiciones se forjaron tantas mentiras, y se formaron
espedientes para acreditarlas. Los casos mas inverósimiles, los sucesos
mas extraños, las declaraciones evidentemente falsas y absurdas,
encontraban siempre testigos, y un _escribano_ para certificarlas. El
que quisiera recopilar estos embustes, formaria una obra voluminosa, y
talvez divertida. Garcilaso, el menos crédulo de sus contemporáneos, no
ha podido sustraerse de este embeleso; ya exagerando la sabiduria de las
antiguas instituciones del Perú; ya sus tesoros, ya la fecundidad de su
territorio. Le habian quedado algunas dudas sobre la magnitud
extraordinaria de un _rábano_ del valle de Cuçapá, del que habia oido
hablar vagamente, y se encontró en Córdoba con un caballero español, que
acompañaba al Gobernador de Chile cuando se trató de reconocer y
_probar_ este hecho. Este español le dijo, “_á fé de caballero
hijodalgo_, no solo ví cinco caballos atados á las ramas del rábano,
sino que comí de él, y lo hallé muy tierno.”

Con este motivo le habló tambien de un _melon_ del mismo valle de Ica,
que pesaba cuatro arrobas y tres libras, y del que se tomó fé y
testimonio _ante escribano_!–De este modo cundia el fraude por obra de
aquellos mismos que debian atajarlo, y se sorprendia la conciencia
pública hasta en los documentos auténticos.

La poca instruccion que reinaba en las clases privilegiadas, favorecia
estas imposturas, y hacia mas dificil su manifestacion. La geografia,
que debió haber adelantado en proporcion de los descubrimientos, quedaba
estacionaria; y solo al cabo de muchos años se pensó en reconocer lo que
habia sido ocupado. De conformidad á los primeros informes sobre la
localidad de los Césares, los geógrafos los habian colocado en una abra
de la Cordillera Nevada, entre los 45 y 50 grados de latitud austral: y
no obstante, habia gefes que preguntaban por la _Gran Noticia_ á los
indios Chiquitos, y otros que la buscaban en las riberas del Atlantico!
La gravedad con que el Fiscal de Chile funda su dictámen en 1782, prueba
que hasta entonces conservó todo su crédito esta patraña.

La solicitud del capitan Orejuela, que dió mérito á este informe, puede
haber sido dictada por un exceso de candor, ó por un cálculo de malicia.
En ambos casos tiene el mérito de haber dejado concentrado en un solo
foco las varias opiniones que se han vertido sobre este asunto, y cuya
lectura es mas que suficiente para clasificarlas.

De los distintos papeles á que se refiere el Fiscal de Chile, hemos
extractado lo que nos ha parecido mas conducente á formar el juicio del
público, relegando al olvido muchos pequeños detalles que nada hubieran
añadido á su convencimiento.–Estos documentos nos han sido franqueados,
parte por el Sr. Coronel D. José Maria Cabrer, y parte por el Sr. Dr. D.
Saturnino Segurola, cuya liberalidad y benevolencia solo podemos
retribuir con este testimonio estéril de nuestro agradecimiento.

_Buenos Aires, 28 de Enero de 1336_.

PEDRO DE ANGELIS

DERROTERO

_De un viage desde Buenos Aires á los Césares, por el Tandil y el
Volcan, rumbo de sud-oeste, comunicado á la corte de Madrid, en 1707,
por Silvestre Antonio de Roxas, que vivió muchos años entre los indios
Peguenches_.

Los Indios de esta tierra se diferencian algo en la lengua de los Pampas
del Tandil ó del Volcan. Dirigiéndose al sud-oeste hasta la sierra
Guamini, que dista de Buenos Aires ciento y sesenta leguas, se
atraviesan sesenta leguas de bosques, en que habitan los indios
Mayuluches, gente muy belicosa, y crecida, pero amiga de los españoles.

Al salir de dichos bosques se siguen treinta leguas de travesía, sin
pasto ni agua, y se lleva desde el Guamini el rumbo del poniente. Al fin
de dicha travesía se llega á un rio muy caudaloso y hondo, llamado de
las Barrancas: tiene pasos conocidos por donde se puede vadear.

De dicho rio se siguen cincuenta leguas al poniente, de tierras
estériles y medanosas, hasta el rio Tunuyan. Entre los dos rios habitan
los indios Picunches, que son muchos, y no se extienden sino entre ambos
rios.

De dicho rio Tunuyan, que es muy grande, se siguen treinta leguas de
travesía, por médanos ásperos, hasta descubrir un cerro muy alto,
llamado Payen. Aquí habitan los indios Chiquillanes. Dicho cerro es
nevado, y tiene al rededor otros cerrillos colorados de vetas de oro muy
fino; y al pié del cerro grande uno pequeño, con panizos como de azogue,
y es de minerales de cristal fino. Por lo dicho resultan, hasta el pié
de la Cordillera, 330 leguas de camino: y las habrá á causa de los
rodeos precisos para hallar las aguadas y pasos de los rios. Pero por un
camino directo no puede haber tantas, si se considera que desde Buenos
Aires á Mendoza hay menos de 300 leguas, abriendo algo mas el rumbo
desde aquí casi al poniente con muchas sinuosidades; y el Payen, segun
el rumbo de la Cordillera, queda al sur de Mendoza.

_Prosigue el derrotero al sur, costeando la Cordillera hasta el valle de
los Césares_.

Caminando diez leguas, se llega al rio llamado San Pedro, y en medio de
este camino, á las cinco leguas, está otro rio y cerro, llamado
Diamantino, que tiene metales de plata y muchos diamantes. Aquí habitan
los indios llamados Diamantinos, que son en corto número.

Cuatro leguas mas al sur, hácia el rio llamado de los Ciegos, por unos
indios que cegaron allí en un temporal de nieve, habita multitud de
indios, llamados Peguenches. Usan lanza y alfange, y suelen ir á
comerciar con los Césares españoles.

Por el mismo rumbo del sur, á las treinta leguas, se llega á los indios
Puelches, que son hombres corpulentos, con ojos pequeños. Estos Puelches
son pocos, parciales de los españoles, y cristianos reducidos en
doctrina, pertenecientes al Obispo de Chile.[1]

[Nota 1: _Pocos años despues que anduvo el autor en aquella tierra, los
indios Puelches se amotinaron, y mataron al doctrinero Jesuita. No se
sabe si fueron muchos los culpados, pero sabiendo que entraba gente de
Chiloé á castigarlos, desampararon su reduccion, y se huyeron: de modo
que la expedicion de Chiloé no tuvo mas efecto que haber averiguado
dicha huida_.]

En la tierra de estos Puelches hay un rio hondo y grande, que tiene
lavadero de oro. Caminando otras cuatro leguas hay un rio llamado de
Azufre, porque sale de un cerro ó volcan, y contiene azufre.

Por el mismo rumbo, á las treinta leguas, se halla un rio muy grande y
manso, que sale á un valle muy espacioso y alegre, en que habitan los
indios Césares. Son muy corpulentos, y estos son los verdaderos Césares.

Es gente mansa y pacífica; usa flechas, ó arpones grandes, y hondas,
que disparan con mucha violencia: hay en su tierra muchedumbre de
guanacos que cazan para comer. Tienen muchos metales de plata, y solo
usan del plomo romo, por lo suave y fácil de fundir. En dicho valle hay
un cerro que tiene mucha piedra iman.

Desde dicho valle, costeando el rio, á las seis leguas se llega á un
pontezuelo, á donde vienen los Césares españoles que habitan de la otra
banda, con sus embarcaciones pequeñas (por no tener otras), á comerciar
con los indios. Tres leguas mas abajo está el paso, por donde se vadea
el rio á caballo en tiempo de cuaresma, que lo demas del año viene muy
crecido.

En la otra banda de este rio grande está la ciudad de los Césares
españoles, en un llano poblado, mas á lo largo que al cuadro, al modo de
la planta de Buenos Aires. Tiene hermosos edificios de templos, y casas
de piedra labrada y bien techadas al modo de España: en las mas de ellas
tienen indios para su servicio y de sus haciendas. Los indios son
cristianos, que han sido reducidos por los dichos españoles. A las
partes del norte y poniente, tienen la Cordillera Nevada, donde trabajan
muchos minerales de oro y plata, y tambien cobre: por el sud-oeste y
poniente, hácia la Cordillera, sus campos, con estancias de muchos
ganados mayores y menores, y muchas chácaras, donde recogen con
abundancia granos y hortalizas; adornadas de cedros, álamos, naranjos,
robles y palmas, con muchedumbre de frutas muy sabrosas. Carecen de vino
y aceite, porque no han tenido plantas para viñas y olivares. A la parte
de sur, como á dos leguas está la mar, que los provéen de pescado y
marisco. El temperamento es el mejor de todas las Indias; tan sano y
fresco, que la gente muere de pura vejez. No se conocen allí las mas de
las enfermedades que hay en otras partes; solo faltan españoles para
poblar y desentrañar tanta riqueza. Nadie debe creer exageracion lo que
se refiere, por ser la pura verdad, como que lo anduve y toqué con mis
manos.

(Firmado.)–_Silvestre Antonio de Roxas._

Dicho Silvestre se embarcó para Buenos Aires en los navios de D. José
Ibarra, el año de 1714. La copia de su carta ó memorial está autorizada
por D. Francisco Castejon, secretario de Su Magestad en la Junta de
guerra del Perú, con fecha de 18 de Mayo de 1716, para remitirla al
Presidente de Chile, de órden del Rey.

Los mas tienen por falso lo que contiene dicho informe. No me empeño en
justificarlo; pero me inclino á que es cierto lo principal, de haber
tal ciudad de españoles, mas hácia Buenos Aires, ó el estrecho de
Magallanes, y lo fundo en las razones siguientes.

La primera es, que el autor, despues de referir al Rey su historia,
asegurando que los Peguenches lo cautivaron en la campaña de Buenos
Aires, yendo á una vaqueria con un D. Francisco Ladron de Guevara, á
quien y á su comitiva mataron dichos indios, añade, que el haber salido
de entre ellos, estimulado de su conciencia para morir entre cristianos,
y restituirse á su patria, dejando las delicias del cacicazgo, fué
tambien para informar de dicha ciudad al Rey Nuestro Señor, lastimándose
mucho de la poca diligencia que para su descubrimiento hicieron en los
tiempos pasados los Ministros, á quienes los Reyes, sus antecesores, le
habian encargado.

Silvestre Antonio de Roxas no es nombre supuesto; porque D. Gaspar
Izquierdo afirma que lo conoció en Cadiz, en tiempo que le comunicó en
substancia lo mismo; y se lamentaba del poco caso que se habia hecho de
materia tan importante. Que el dicho Roxas, aunque fué pobre de Buenos
Aires, con dinero que heredó de un hijo suyo en Sevilla, habia comprado
armas con que armar una compañía de soldados de á caballo para el dicho
descubrimiento, y las volvió á vender.

Que no era imaginario dicho informe, se deduce de que su copia simple me
la prestó en Chile D. Nicolas del Puerto, general que fué de Chiloé:
quien me afirmó, que, en virtud de este informe, se escribió á los
Césares, el año de 1719, por un Sr. Oidor, de quien era amanuense dicho
D. Nicolas, y por órden de aquella Real Audiencia, una carta que un
indio ofreció levar, y volver con la respuesta. Esta carta yo la ví,
cuando el tal indio estuvo en esta ciudad de Buenos Aires á pedir á su
Señoria algun socorro de caballos, que no se les dieron, y solo se le
ofreció regalarle si conseguia carta de los Césares, y la traia á su
Señoria antes de llevarla á Chile.

Que el dicho indio fuese embustero, es posible; pero D. Nicolas del
Puerto cree que lo mataron los indios Puelches, ú otros; porque en la
entrada que se hizo de Chiloé por el alzamiento de dichos Puelches,
pareció en poder de un indio no conocido, la carta referida, que él
reconoció en Chiloé por ser de su letra. Tambien me informó dicho D.
Nicolas del Puerto, que en ocasion de hallarse en Chiloé, y en el
estrecho de Magallanes, en un brazo de mar que entra tierra adentro,
sacando los españoles de un navio que se le perdió, un indio de aquella
tierra, á quien tomó aficion, le comunicó, con gran encargo del secreto,
que por esta parte de la Cordillera habia un pueblo de españoles; pero
que los indios no querian que se supiera, y que si sabian que él lo
habia descubierto á algun español, lo matarian sin duda.

Dicho D. Nicolas del Puerto me hizo relacion de que este indio
aseguraba, que aquel brazo de mar se juntaba á otro, que cree ser el
estrecho de Magallanes, por donde facilmente se podia navegar á dicho
pueblo de españoles.

Añade el mismo D. Nicolas, que los vecinos de Chiloé desean hacer el
descubrimiento, sin embargo de lo necesario que seria rodear en la
Cordillera para hallar un camino; pero que solo lo impide su mucha
pobreza; y que le parece que se empeñarian en 2 ó 3000 pesos, si se les
anticipáran para los avios del viage.

Las tradiciones que hay en Chile, de lo que declararon allí dos hombres
que salieron de dicho pueblo, á los 30 años de fundado, acreditan que no
es fábula, y se conforman con el derrotero de Silvestre Antonio de
Roxas. Porque dicen, que habiéndose perdido el navío en la altura de 50
grados, salieron á tierra con lo que pudieron salvar y cargar; y
caminaron seis ú ocho dias al nord-este, hasta un parage, donde se
asentaron y poblaron, por haber sugetado allí, y rendídoseles mas de
tres mil indios con sus familias.

Y suponiéndose, por via de argumento, que declinaron uno y medio grados
del polo, quedaron en 48-1/2 de la equinoccial. Buenos Aires está en 34
grados, 36′ y 39″, la diferencia es 13 grados 53′ y 21″, que por ser el
rumbo de nord-este al sud-oeste, con poca diferencia, viene como un
tercio, y habria de distancia 31 grados, leguas poco mas ó menos. Si se
atiende á las 48 leguas que Silvestre Antonio de Roxas pone desde el

Payen hasta los Césares, caminando de norte á sur, con los 33 grados que
refiere hay de Buenos Aires al Payen, no se diferencia mucho de lo que
tendrá la mitad del camino, y de lo que aumenta el rumbo del poniente:
porque lo demas que cae en las pampas, alejándose del sud-oeste, que es
como quien endereza al mismo estrecho, queda del camino de dicho
derrotero cerca de la mar, otro tanto cuanto hay por el cabo de San
Antonio en la boca del Rio de la Plata.

Tambien se ignora si despues mudaron dichos dos hombres su poblacion mas
al nordeste, porque entonces quedarian mas cerca de Buenos Aires de lo
que estaban al principio.

Tambien se conforma la distancia que hay desde Mendoza hasta el cerro
de Payen, con el viage que hizo al descubrimiento de dicho cerro, el año
de 1701, D. Nicolas Francisco de Retoña; siendo corregidor de Mendoza;
que los que fueron con él regulaban en menos de 150 leguas algunos, y
otros en mas; estando cono está Mendoza al norte de los Césares, distaré
250 leguas de ellos.

En dicho año de 1701, entrando D. Juan de Mayorga á recoger ganado desde
la Punta del sur, estando muy tierra adentro, se infiere llegaria hasta
cerca de 100 leguas de los Césares. Aseguran en Mendoza, que fué á
buscarle un indio de aquellas cercanias, trayéndole dos caballos
ensillados á la gineta, y dijo eran de dos caballeros que habian salido
de los Césares en busca de españoles, y que los indios de la faccion, de
que era cacique, inadvertidamente los habian muerto.

Fuera de otras noticias confusas, que mal explicadas de unos en otros
indios, han llegado en varios tiempos á Buenos Aires, este año de 1740,
examiné con industria á un indio de los de la Cordillera de Chile,
llamado Francisco, á quien los indios, que acá llamamos Césares, habian
traido muy muchacho por esclavo. Preguntándole si era de las naciones
Peguenches ó Puelches, ó de qué nacion; contestó, que lo sacaron de su
tierra tan niño, que no se acuerda; sino que es muy tierra adentro, mas
allá de los Peguenches y Puelches, haciendo la seña, como que es á la
parte del sueste de los Puelches, y adentro de la Cordillera, que mira á
Chiloé, aunque no sabe dar razon de dicho Chiloé.

Pero, preguntado si cerca de su tierra está la de los indios que llaman
Césares; respondió, que estaban cerca de allí; pero mas cerca de Buenos
Aires. Y preguntado, si en su tierra oyó decir que cerca de los indios
Césares habia una poblacion de españoles; contestó, en propios términos,
que era cierto que habia españoles, pero que estaban mas acá de los
indios Césares, hácia la mar, y que la gente de aquellos parages,
inmediatos á los Césares, tienen vacas y caballos, como los españoles de
por acá. Añadió dicho indio, que los indios de aquellas partes no
quieren que se oiga que hay tales españoles.

Esto indio lo conocí mucho, por haberme servido en el viage á Chile, á
fines del año de 1738. Es de natural silencioso y sencillo, verídico en
su proceder, y cuando diese tales respuestas de invencion suya, mal
podria acaso acertar en circunstancias concordantes con la relacion del
dicho Silvestre Antonio de Roxas; ni este, si fuese tan embustero, que
hubiese en su fantasia fabricado su relacion tan adecuada á las
tradiciones y á la razon que dá el dicho indio Francisco.

Se ha reparado en que Silvestre Antonio de Roxas no expresa en su
informe qué modo de cristiandad, uso de sacramentos, y gobierno
eclesiástico tienen los españoles Césares, ni qué república y leyes
civiles observan; el vestuario y las armas que usan; obrages y otras
circunstancias que calla; ni lo que discurren de los otros españoles de
estas partes, de que talvez tendrán noticias tan dudosas y confusas como
nosotros de ellos. Pero este reparo no me hace fuerza, considerando que
dicho Roxas entraria por algun acaso á la tierra y ciudad de los
Césares, como indio Peguenche, disimulado de los otros indios, y atendió
solo á lo visible, sin detenerse en tales particularidades; y por la
relacion tan sencilla que hace en su informe, se advierte que su cuidado
se redujo á informar á Su Magestad ser cierto que habia tal ciudad de
los Césares españoles.

Muchos, ó los mas creen imposible que sea cierta dicha relacion,
arguyendo que de serlo hubieran salido dichos Césares en busca de otros
españoles; pero se les responde que no es de maravillar esta omision en
ellos, cuando la nuestra es mayor en no haberlos procurado buscar,
sabiendo que hay distancia cierta hasta la costa del mar, que corre
desde el estrecho de Magallanes hasta la Bahia de San Julian, en cuyo
intermedio es preciso que estén, si no es fabulosa su existencia: y que
es de persuadirse que los indios sus comarcanos les ponderarian que es
imposible llegar por entre naciones bárbaras, y caminos inaccesibles, á
abrir comunicaciones con los demas españoles de estos reynos: porque la
política de los indios, aunque bárbaros, será engañarlos, para que no
haya motivo de que los españoles los conquisten, y descubran las
riquezas de que no quieren usar; lo que observan rigurosamente, solo por
ocultarlas á los españoles: por conocer que ni dominacion, ni comercio
han sido la epidemia de infinidad de indios que habitaban antes las
tierras, que al presente tienen pobladas los españoles.

Tambien puede haber entre los tales Césares españoles la política
natural de no descubrirse á quienes los domine, para que no alteren el
modo de gobierno, y leyes municipales entre si acordadas, con que puede
ser esten bien hallados: pues la parcialidad entre ellos dominante, mas
querrá carecer de las útilidades que les podia proporcionar la sugecion
al Rey de España, que decaer de la autoridad, que pueden pensar
establecida en su descendencia.

Ni fuera temerario creer, que como lo hicieron los pocos que empezaron á
restaurar de los moros el reyno de Aragon, hayan dichos españoles
Césares fundado alguna, aunque muy pequeña monarquia, con tales fueros y
libertades de los subditos, y limitaciones de la soberania, que
aborrescan absolutamente en comun la novedad del gobierno, y de las
leyes á que no estan acostumbrados.

Y suponiendo que aunque haya 350 leguas por mar de aquí al paraje que
señala dicho derrotero, se podria á poca costa descubrir con un navio, y
una falua en menos de tres meses de ida y vuelta, y salir de tantas
dudas, no deja de ser notable el descuido que hay en esto: y aun cuando
no fuese cierta la noticia de dichos Césares, podrian á la venida
descubrir con una buena chalupa, las ensenadas y puertos que hay desde
el Cabo de San Antonio al estrecho de Magallanes, y sí los dos grandes
rios de las Barrancas y Tonuyan son navegables tierra adentro, con otras
circunstancias que pueden ser muy importantes al servicio del Rey, y
seguridad de esta parte de América: porque sin duda Su Magestad enviaria
providencias para asegurar que en ningun tiempo cayesen en poder de
extrangeros los puertos de San Julian, y otros que se descubriesen &a.

CARTA

_Del Padre Jesuita José Cardiel, escrita al Señor Gobernador y Capitan
General de Buenos Aires, sobre los descubrimientos de las tierras
patagónicas, en lo que toca á los Césares_ (11 de Agosto de 1746.)

SEÑOR GOBERNADOR Y CAPITAN GENERAL,

Me alegraré que V.S. se halle con la cabal salud que mi deseo le
solicita para universal bien de estas provincias.

Estando en esta nuestra estancia de Areco, retirado de la mision de
españoles, que no pude proseguir mas que por 15 dias, á causa de la
defensa ó guerra contra los indios, be recibido respuesta de mi
Provincial á la carta que le escribí recien llegado del viage del mar,
enviándole el diario del viage, y pidiéndole que informase al Consejo
Real sobre el celoso y eficaz porte de V.S. acerca de dicho viage.
Contiene la respuesta tres puntos: en el primero me dice estas formales
palabras:–“Haré lo que dice el Sr. Gobernador, de escribir al Consejo,
como Su Señoria lo merece, por su celo y eficacia en servicio de Dios, y
del Rey; que quizá si no hubiese sido por él, nada se hubiera hecho. Yo
me alegrára mucho de poder servir á V.S. en cosas de mayor monta; pues
ademas de otros títulos milita en mi el de paisano.”

En el segundo me pide, que ruegue á V.S. me dé una certificacion firmada
de los gastos que los tres Padres hemos hecho en el viage, porque así
conviene. Ruego á V.S., me haga este favor, como de su benevolencia lo
espero: podrá venir esta certificacion con él que lleva esta carta,
enviándola para eso al Colegio.

En el tercero me dice, atendiendo á mis deseos, que, “luego que halle
coyuntura emprenderá el viage del Volcan, que es sierra distante de
Buenos Aires como cien leguas al sud-oeste; para ver si allí hay forma y
parage á propósito para formar un pueblo de indios serranos, que los
Padres del de los Pampas tienen apalabrados; y penetrar desde allí á los
célebres Patagones y Césares, hasta el estrecho de Magallanes. Porque
habiéndose frustrado esta empresa por mar, por lo inhabitable de sus
costas, como hemos visto, dice que no halla otro modo para esta tan
famosa mision, por tantos años pretendida por el ánimo real, y del
nuestro, sino principiando por dichos serranos, y prosiguiendo por sus
inmediaciones á los inmediatos.” Larga y tarda empresa, por cierto, si
así se toma: mas pronta y eficáz la espero yo por la actividad, y celo
cristiano y real de V.S., especialmente si V.S. considera bien lo que
aquí dice.

Sabido es que el Papa, como Vicario de Cristo en la tierra, entregó al
Rey Católico la América con sus islas, haciéndole tutor de todos sus
habitadores, para que como tal procurase su reduccion al cristianismo,
con su poder, y con el egemplo de sus vasallos. Penetrado Su Magestad de
esta obligacion, no cesa, por espacio de tres siglos, de hacer lo
posible en cumplirla, ya despachando continuas cédulas á los Vireyes y
Gobernadores, exhortándoles á lo mismo, y prometiéndoles favores á los
que se esmerasen en este tan cristiano celo; ya premiando colmadamente á
los que en este punto se han adelantado, como se puede ver en las
historias de este Nuevo Mundo; ya enviando continuamente ministros
evangélicos á su costa, y señalando en casi todas las provincias buen
número de soldados que les sirvan de escolta en sus ministerios. Pues
ademas de los muchos que tiene pagados para esto en Filipinas, Marianas
y Mégico, en solo la provincia del Nuevo Reino, que comprende solamente
desde Panamá hasta el reino de Quito, tiene pagados exclusivamente para
este intento cuatrocientos soldados, con sus cabos respectivos, y con
sueldo mayor que el de Buenos Aires: y en Buenos Aires tiene pagados
para lo mismo cincuenta con su capitan; especificando que hayan de ser
para escolta de los Padres Jesuitas de la mision de Magallanes y
Patagones, que es de aquí al Estrecho. Todos estos soldados, de todas
estas provincias, son para solos los misioneros Jesuitas, y no de otra
religion. Los cincuenta de esta ciudad de Buenos Aires los señaló Su
Magestad desde el año de 1684, de que no dejará de haber cédula en ese
archivo; y manda Su Magestad que vayan siempre á obediencia de los
misioneros. Así lo refiere D. Francisco Xavier Xarque, Dean de
Albarracin, en la historia que escribió de los misioneros del Paraguay,
y lo mismo manda que se efectúe en las demas provincias.

Acerca de estas tierras de Magallanes, ha puesto Su Magestad especial
empeño; pues habrá poco mas de cuarenta años, que envio una mision
entera para estas tierras, y en ella venian padres escogidos, de tierras
frias, para que mejor pudiesen aguantar los frios de hácia el Estrecho.
Una Condesa se hizo protectora especial de esta mision, dió varias
alhajas para ella, que estan todavia depositadas; y el altar portátil,
que en este viage marítimo hemos llevado, es uno de estos dones.
Comenzóse á disponer el viage, señaláronse soldados, buscábanse viveres,
y cuando no faltaba mas que caminar, lo deshizo todo el enemigo comun,
por intereses particulares de algunos. No era vizcaino el Gobernador,
ni tenia brios, eficacia, ni empeño de tal; que si los tuviera, poco
hubiera podido Satanás.

Hasta ahora han estado todas esas miserables naciones en manos del
demonio, cayendo cada dia al infierno. ¿Qué corazon cristiano lo podria
sufrir, y siendo próximos nuestros redimidos con la sangre de un mismo
Rey y Señor? Basta un rastro de cristiandad, sin ser necesario ser
recoleto, para mover á compasion á cualquiera, haciéndole poner los
medios posibles para ello; especialmente á los que tienen autoridad y
poder para hacerlo. Nuestros padres, así de Chile, que es otra
provincia, como de aquí, han empleado varios arbitrios; pero como para
ello es menester el brazo seglar, y este ha faltado, tambien han faltado
ellos.

Acerca de estas tierras hay mas especiales motivos, que acerca de otras,
para procurar su conquista, así espiritual como temporal: porque ademas
de haber, tierra adentro, naciones de indios labradores, segun se tiene
noticia de los de á caballo comarcanos, y tambien de á pié; estas dos
calidades de ser labradores, y de á pié, son, segun nos muestra la
experiencia, mas favorables para recibir el Evangelio, que si fuesen de
á caballo, ó vagabundos sin sementeras, que es casi imposible el
convertirlos.

Ademas de esto digo, que hay graves fundamentos para creer que hay
tambien poblaciones de españolea, y quizas con algunas minas de oro y
plata, lo cual ha dudo motivo á la decantada ciudad de los Césares.

Los fundamentos son estos: el suplemento á la historia de España por
Mariana, y los mapas modernos dicen, que el año de 1523, entraron por el
estrecho de Magallanes, cuatro navios españoles: los tres se perdieron
en el Estrecho, y el cuarto pasó á Lima. En 1526, fué la flota de
Molucas: pereció en el Estrecho la capitana, y las demas pasaron á
dichas islas. En 1535, entraron en dicho estrecho algunos navios,
amotinóse allí el equipage, y los hicieron naufragar. En 1539, entraron
otros tres navios: el primero naufragó, el otro volvió de arribada, y el
tercero pasó. Despues, (no dicen en que año) D. Pedro Sarmiento llegó al
Estrecho con cuatro navios para poblar, y hacer escala de los demas,
como ahora pretendiamos nosotros. Antes del Estrecho, á la entrada,
formó una poblacion con el nombre de Jesus; y en ella dejó 150 hombres
de guarnicion. Mas adelante, en el centro del Estrecho, echó los
fundamentos para una ciudad, con el nombre de San Felipe. Todos dicen,
que en varios parages del Estrecho hay leña y agua dulce, y por eso
haria allí esas dos poblaciones; las cuales cosas no se encontraron en
las costas, antes del Estrecho en los puertos que hay: que si se
encontraron con pastos y tierra de sembrar, yo juzgo que hubieran
sembrado los españoles.

Pobló, pues, Sarmiento estos dos parages, y á poco tiempo, por las
muchas calamidades, frio, hambre, y no venirle socorro, se volvió á
España. Esto dice dicho suplemento y los mapas. ¿Qué se hizo, pues, de
toda esta gente, que en tantos navios se perdió? Se ahogó toda? No por
cierto, porque el Estrecho es muy angosto en partes: dicen aun los
modernos que es de sola media legua, y por esto es cosa fácil el
salvarse los naufragantes. Cuentan que de tres navios, habiéndose
perdido los dos, y volviendo el uno, vió este á toda la gente en la
orilla; que aunque le pedian que los llevase, no se atrevió á ello por
falta de víveres y de buque, y con toda la gente de los demas navios
perdidos sucederia lo mismo. Presúmese, pues, que toda esta gente habrá
emparentado con los indios, y tendrán sus poblaciones á trescientas ó
cuatrocientas leguas de aquí.

El que no se haya descubierto en tanto tiempo, no me hace fuerza; pues
las Batuecas, en medio de España tan poblada por todas partes, estuvo
tantos centenares de años, ó sin descubrirse ó con muy poca ó dudosa
noticia de que hubiese tal gente. Y pocos años ha, en medio del reyno de
Mégico, mucho mas poblado de cristianos que estas partes, se descubrió
una nacion hasta política, de quien existian varias dudas de si la
habria ó no. Y mas arriba de la Nueva Viscaya y del Nuevo Mégico, en
donde los mapas antiguos ponen la gran ciudad de Quiriza, de quien se
decian tantas ó mas ponderaciones que las que se hacen de los Césares, y
á cuya empresa ó conquista fueron tropas españolas, y se volvian
cansados de la dificultad, diciendo que estaba encantada (vulgaridad que
dicen luego para cohonestar su falta de empeño y constancia), se
descubrió la nacion de los Pitos, gente efectiva, que vive en ciudades
con edificios altos de suelos, y este es el encanto. Con que habiendo
aquí mas dificultades que en lo dicho, no debe hacer fuerza el que hasta
ahora no se haya descubierto. Ni tampoco me hace fuerza lo que dicen
algunos, que si hubiera tales Césares ó poblaciones, era imposible que
alguno de ellos no hubiera venido acá: porque si ninguno de estas partes
ha penetrado mas que doscientas leguas de aquí hasta el rio del Sauce,
por las dificultades que se han ofrecido ¿qué estraño es que ellos,
teniendo menos medios, y quizás sin caballos, no hayan podido penetrar
hasta nosotros?

Pero vamos adelante, mostrando mas fundamentos. En la vida del santo
Padre Nicolas Mascardi se dice, que siendo Rector del Colegio de Chiloé,
ahora 60 ó 70 años, viendo que en el archivo de una ciudad de Chile
habia una relacion de dos españoles, en que decian que habian salido
huyendo del Estrecho por un homicidio que habia sucedido en una
poblacion de españoles que en dicho parage habia, formada de la gente
que se perdió en no navío que naufragó, y cotejando con esta relacion
las noticias que daban los indios, se determinó á ir en busca de ellos.
Encontró en el camino una nacion de indios, harto docil, que le pidió el
bautismo. Pasó hácia el oriente. Salió al camino un cacique, que le dió
una ropilla de grana, un peso de fierro, y un cuchillo con especiales
labores en el puño, y le dijo: has de saber, que tantas dormidas de aquí
(así cuentan las jornadas), hay una ciudad de españoles. Yo soy amigo de
los de esta ciudad. Por la voz que corre de indios á indios, han sabido,
que un sacerdote de los cristianos, anda por estas tierras: desean mucho
que vayas allá; y para que creas que es verdad, me han dado estas señas.
El padre no pudo penetrar allá, ni ellos pudieron juntarse con el padre
por los indios enemigos. Envió dichas señas á Chile, y allí conocieron
el cuchillo por su especial cabo, y dijeron que era del hijo del capitan
tal (que no me acuerdo del nombre), que años habia te habia perdido con
su navio en el Estrecho. Pasó adelante, donde le dijeron otros indios,
que de otra ciudad habian salido en su busca dos españoles vestidos de
blanco, que era el trage que allí todos usaban; y que llegando á una
gran laguna, no pudieron pasar, y se volvieron. Tampoco pudo penetrar
acá el padre. Dijeronle que mas adelante habia un muchacho, que habia
estado algun tiempo en una de esas ciudades, y que sabia la lengua de
los cristianos: llegó allá el padre, dió con el muchacho, y vió que
sabia español, aunque pronunciaba mal. Prosiguió en busca de esta
ciudad, y otros indios mas bárbaros lo mataron: aunque otros dicen que
los mismos que lo guiaban por codicia de los abalorios que llevaba para
ganar la voluntad de los que encontraba. Eran su escolta y su guia unos
pobres indios traidores, como lo son de génio. Despues de la muerte de
este padre, por las noticias que de él se adquirieron, resultó el venir
la mision de que hablo arriba.

Hay mas: un cristiano español ó mixto, hizo una relacion, que anda por
Buenos Aires, en que dice en suma, que llevándole cautivo, ó de otra
forma, llegó á una de estas ciudades, de que cuenta grandezas, y que en
cierto parage antes de llegar, habia un cerro de diamantes, y otro en
otro parage de oro. Un corregidor del Perú, llamado Quiros ó Quiroga,
cuenta en suma en su relacion, que siendo de diez años, estando en
Amberes, se embarcó en un navio, y que caminando por las costas de
Magallanes, mucho antes del Estrecho, y metiéndose con la lancha por un
riacho, saltando á tierra, dieron con él, el piloto, y todos los de la
lancha, unos hombres que los llevaron por tierra, y que llegaron á una
gran laguna; que allí los metieron en una embarcacion, y aportaron á una
isla en medio de ella, en donde habia una gran ciudad é iglesia, donde
estuvieron tres dias; que no entendian la lengua; y que al partir les
dieron dos cajoncitos de perlas, que se cogian en aquella laguna. Que
por señas, y por nombrar Rey y Papa, entendieron que les decian que era
para ellos: que el piloto como herege se las llevó para sí: que
cresciendo, y siendo ya mozo, dió cuenta de todo al consejo, prometiendo
señalar la costa del riacho, por donde entraron: que le señalaron cuatro
navios; y que suscitándose en este tiempo la guerra del Emperador y
Felipe V., se deshizo el viage, por lo cual pretendió un corregimiento,
que consiguió en el Perú. Estas y otras muchas cosas dice en su
relacion; y se asegura que murió poco há.

Añádese á esto lo que cuenta una cautiva, que llevada á muy distantes
tierras, hácia el sud-oeste, encontró unas casas, y en ellas gente
blanca y rubia; y que estando ella muy alegre, juzgando ser gente
española, se le ahogó todo el contento, viendo que no les entendia
palabra. Ademas de esto los indios estan continuamente diciendo, que hay
tales poblaciones, y muchos de ellos convienen en que, en medio de una
gran laguna hay una gran isla, y en ella desde la orilla se vé una gran
poblacion, en la cual descuella mucho una casa muy grande, que piensan
ser iglesia; y que otra pequeña está siempre echando humo, y que desde
la orilla se oyen tocar campanas: y dicen que desde el volcan (de que
hablé arriba) á donde dice, mi Provincial “que yo vaya” hay solamente
seis dias de camino, al andar de ellos, que es lijero. Estos y otros
fundamentos hay para creer que haya dichas poblaciones en este vasto
espacio de 400 leguas. Creo que estas noticias estan mezcladas con
muchas fabulas, mas habiéndose perdido tantos navios, no puede menos de
haber algo de lo que se dice, y que por algo se dijo, pues que _no hay
mentira que no sea hija de algo_. Lo de no entenderse la lengua es muy
factible; siendo aquella poblacion del español corregidor, y la otra de
la cautiva, de gente olandesa, ó inglesa; que tambien dicen que se han
perdido en el Estrecho navios olandeses. La historia de Chile por el
padre Ovalle trae algunos naufragios de ellos; y tambien puede ser que
algunos españoles con el mucho tiempo, hayan perdido la lengua española,
usando la que aprendieron de sus madres indias, con quienes se casaron
los primeros. ¿Cuantos hay en el Paraguay, que no saben la lengua
española? Y si se conserváran los primeros españoles que se casaron con
las indias, sin que ningun europeo fuera allá, no se usára, ni se sabria
ya otra lengua que la del indio, y aun con tanta mezcla de europeos, que
cada dia van allá, la lengua que comunmente se usa, es la de los indios
Guaranís, como en Viscaya la vascongada? ¡Oh cuanto me alegrára que
V.S., sin hacer caso de algunos que quieren pasar por críticos y
discretos, haciéndose incrédulos á todo, pusiese todo empeño en
averiguar este punto, consiguiendo con su eficacia lo que otros no han
podido! ¡Cuan deveras le serviria á V.S. en cosa que puede ser de tanto
servicio de Dios, y del Rey! De Dios, pues si encontráramos españoles,
estos, sin sacerdotes tantos años, estarán con muchos errores en la Fé y
las costumbres, como el pueblo de las 400 casas, que dice el clerigo
agradecido Ordoñez, que encontró hácia Filipinas, de un navio que habia
naufragado 70 años antes, que tenian su cabildo é iglesia, á donde iban
á rezar todos los dias de fiesta en lugar de misa, por no tener
sacerdotes. Pero cada uno estaba casado con tres ó cuatro indias,
diciendo que para multiplicarse, y poderse así defender de los indios
enemigos, les era aquello lícito (¡qué de teólogos hace la depravada
naturaleza!), y tenian otros varios errores. Sin hablar de la docilidad
de los indios para el cristianismo, que en tanta variedad de naciones
puede encontrar.

Este descubrimiento se podrá hacer con 300 paisanos de esta gente
estanciera, sin gastos reales; llevando cada uno 5 ó 6 caballos, y otras
tantas vacas, pues esta gente no gasta pan ni biscocho. Con caballos y
vacas todo tienen, y con solo darles pólvora y bala, de 6 á 7 libras de
cada cosa, (pues muchos usan lanza) estaba hecho el gasto. Porque acha,
barretas, azadas, palas para hacer pozos á falta de agua, empalizadas
para defensa de enemigos, &c; todos llevarian de sus casas, y cueros
para pasar rios. Si yo, que soy conocido por estas partes, viniera á
cada partido, y juntándome cada sargento mayor su gente, les hiciera una
exhortacion, animándolos á la empresa, poniéndoles delante los grandes
bienes que de ella se seguirian al servicio de Dios, del Rey, y aun el
suyo propio, por lo que se podria hallar de preciosidades á trueque de
cuentas de vidrio y otros abalorios, como las lograron los que
descubrieron á Mégico y al Perú, y en caso de no hallarse esto, que los
tendria V.S. muy en la memoria para sus aumentos; y mas si con esto se
les leyese un papel en que V.S. les hiciese estas debidas promesas: si
esto se hiciese, es factible, que sin mas aparato ni gastos, se
conseguiria el intento. El viage deberia hacerse por Setiembre, porque
de aquí hasta el rio del Sauce, por el verano, suele haber falta de
agua, y aun de pastos. Desde ahí hasta el Estrecho, dicen les indios que
en todas partes hay agua y pastos. Habria de durar seis á ocho meses, si
se registrára bien todo: y para tantos meses eran menester cinco reses
para cada uno, y con cabos que fuesen de empeño (que si no son
escogidos, luego se cansarian), todo se conseguiria, y V.S., ademas del
prémio que se le guardaria para la otra vida, lo tendria grande del Rey
Nuestro Sr. Nosotros acá no buscamos sino la honra y servicio de Dios,
de aquel gran Señor, á quien no correspondemos, sino haciendo mucho por
Su Magestad, y con solo su honra y gloria estamos contentos.

Si á V.S. no le agrada este proyecto, ó si no tuviere efecto el juntar
la gente de este modo, puede V.S. discurrir otro con gastos reales, ó á
costa de particulares, que quieran entrar en la empresa. En todo estoy á
las órdenes de V.S., que Dios guarde los años de mi deseo.–Estancia de
Areco, y Agosto 11 de 1746.–B.L.M. de V.S. su mas afecto servidor y
Capellan–

JOSE CARDIEL.

CAPITULO

_De una carta del P. Pedro Lozano al P. Juan Alzola, sobre los Césares,
que dicen están poblados en el estrecho de Magallanes_.

Bien sé que en esta materia no faltan fundamentos que absolverian mi
juicio de la nota de temerario; pues aquí me ha dicho el Sr. Rector, que
en tu tiempo pasó por Córdoba un flamenco que habia salido de los
Césares para Chile, porque habiéndose perdido su navio, fué á dar á
aquella tierra, de donde lo llevó D. José Garro á Europa. Otros mozos se
perdieron en la vaqueria, y fueron á dar á aquella laguna, en cuya
orilla oyeron campanas. El año de 512, salieron, segun creo, por la
Concepcion, algunos de dichos Césares, de los cuales uno entró en Chile
en la Compañia; y aun en Chile parece se ha tenido por muy cierto que
hay dichos Césares; pues aun el venerable padre Antonio Ruiz de Montoya,
en un memorial que presentó á Felipe IV, despues de haber estado cuatro
años en Madrid, y en el que responde á nueve calumnias contra esta
provincia, rebatiendo la segunda, de que los padres ponen mal á los
españoles con los indios, en uno de los párrafos en favor de los Padres,
dice así:–_A los Césares pretendieron conquistar los españoles.
Entraron con grandioso aparato por sus tierras; pero escarmentados en
los indios de Chile sus vecinos, no quisieron recibir el yugo. Y no hubo
allí religioso de la Compañia, que les hablase mal é indujese á no
recibir á los que pretendian conquistarles_. Tengo en mi poder dicho
memorial, que es de 11 hojas de á folio. Y el año de 1673, entró desde
Chiloé el venerable padre Nicolas Mascardi, en busca de ellos; pero le
martirizaron en el camino, y un papel que habrá 6 años me dió el padre
Rillo, dice así:–“El año de 1711, por invierno, cuando está cerrada la
Cordillera, salió á la ciudad de Chiloé, que cae de la otra parte de la
Cordillera hácia el estrecho de Magallanes, uno de los Césares
españoles, quien hizo relacion, de como en un ángulo de la Cordillera,
que cae de esta banda, están situadas tres ciudades de españoles, de los
navios que se perdieron en dicho estrecho de Magallanes, viniendo á
poblar estas Indias en tiempo de Carlos V; que por eso los llaman
_Césares_;” (relacion que dió un español antiguado), las cuales tres
ciudades quiso llamar á una, y la mas populosa, los Hoyos, la otra el
Muelle, y la tercera los Sauces. Distan segun los cosmógrafos, y por
relacion del dicho, 160 leguas de la ciudad de Mendoza, 140 de la de San
Juan Luis de Loyola, 190 de la de San Juan, 286 de Buenos Aires. De
Chillan ciudad de la otra banda, de la Cordillera 130 leguas, y 10 de
Calbuco, lugar de los Aucaes Chilenos. De manera que dichos Césares,
segun esta nueva relacion, caen tierra adentro, en el centro de la
serrania, distante de la costa de Magallanes lo que dichas ciudades, de
la provincia de Cuyo, poco mas ó menos, segun ellas distan de la dicha
costa. Por la parte del norte, donde está Mendoza, circunda á dichos
Césares una laguna de muchas leguas, la que les sirve de fortificacion y
muro contra las invasiones de los indios caribes, como son los Puelches,
Muyuluques y otras naciones. Con algunas tienen contratadas
embarcaciones, cambiando á los indios mieses, trigos, legumbres, y
ropas, por vacas que pasan embarcadas por la laguna. No tienen otro
metal que el de la plata, de que gozan en abundancia, y de él fabrican
rejas de arado, cuchillos, ollas, &a. Este hombre César salió á una
nacion de indios, que llaman, _Cumas de Chiloé_, y de allí lo dirigieron
á dicha ciudad. Salió á pié, que no usan caballos, como las demas
naciones de indios de aquellas serranias. Entróse en la compañia de
dichos, en la provincia de Chile, y hoy es coadyutor. En este mismo año
de 1711, el General D. Juan de Mayorga, vecino de Mendoza, sin tener
noticia de la salida de dicho César, por estar cerrada la Cordillera,
hizo y juntó gente en dichas tres ciudades de la provincia de Cuyo, por
mandado del Gobernador y Presidente de Chile, D. Juan Francisco Uztariz,
y entró por el mes de Setiembre de dicho año á descubrir dichos Césares,
con una guia española, que los indios habian cautivado en las vaquerias;
y habiendo este tenido noticia cierta de los Césares, por haberlos visto
de lejos (aunque no se comunicó con ellos, porque los indios lo
impedian), huido de su poder, dió esta noticia á dicho General Mayorga,
quien pidió licencia á su Presidente para esta entrada. Y habiendo
entrado, como llevo dicho, y dado la primera batalla á los indios, en el
camino (donde tomó 200 piezas de las familias de los indios, mató hasta
30 indios guerreros, y apresó algunos), se le amotinó la gente española,
diciendo, que los iba á entregar á la muerte, y hacerlos despojos de los
bárbaros, y con esto se volvió sin efecto. Y habiendo dado tormento á un
indio gandul de los apresados, para que confesase lo que sabia de los
Césares, dijo, que sabia eran españoles, y que así los llamaban ellos: y
por ser de esta parcialidad, que los habia visto, y que siete caciques
con siete parcialidades estaban esperando á dicho General y su gente,
mas acá de la sierra, para matarle con todos los suyos, debajo de
palabra de amistad. Hasta aquí dicho papel, que, como dije, me dió el
secretario Rillo, y que parece sea de letra del célebre padre Lezana.
Pero sea de quien se fuere, lo cierto es, que, aunque no tan menudo en
lo que refiere, discrepa poco en la substancia del de Villaruinas. Y que
no se hayan hallado en tanto tiempo los Césares, no es prueba de que no
los hay, como no lo fuera de que no habia Canárias, porque no se
hubiesen descubierto hasta los años de 1200; ni que no habia Indias, el
no haberse descubierto hasta los tiempos de Fernando el Católico; ni que
no habia Batuecos, el no haberse descubierto hasta el reynado de Felipe
II., y esto estando en el riñon de España. Con todo eso yo no lo creo,
solo envié dicho papel, como antes dije á Vuestra Señoria Reverendísima,
para que se entretuviese en el viage, para lo cual cualquier patraña
sirve; pero esta no deja de tener su apariencia de verdad.

PEDRO LOZANO.

DERROTERO

_Desde la ciudad de Buenos Aires hasta la de los Césares, que por otro
nombre llaman la_ Ciudad Encantada, _por el P. Tomas Falkner, jesuita_.
(1760.)

Llegando á la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa Maria de
Buenos Aires, y provincia del Rio de la Plata, se saldrá de ella, y se
caminará por el camino abierto que hay de las carretas, que es el que
traginan los de Buenos Aires á la sierra del Tandil. Hay de esta sierra
en adelante indios que llaman Pampas: es un gentio que corre todas las
campañas, los cuales suelen hacer algunas hostilidades en las gentes que
salen á los campos á vaquear, y hacer faenas de sebo y grasa.

Distante de esta sierra, como cosa de 80 leguas, tirando para el
poniente, se hallará otra sierra que llaman Guamini, que está por un
lado distante del mar cosa de dos leguas: tiene esta sierra por la parte
del norte una laguna de aguas permanentes muy grande, llamada _Guamini_,
de donde toma el nombre la misma sierra. En esta laguna se suelen juntar
hasta seiscientos, y ochocientos indios Pampas, de diferentes naciones,
y solamente en el tiempo de cosecha de la algarroba, para hacer sus
paces unos con otros, poniendo sus ranchos al rededor de la laguna, para
entrar con tiempo al monte, que dista de allí como cosa de cuatro leguas
poco mas; en cuyo monte hay mucha cantidad de algarroba, de donde se
proveen para su mantenimiento, y para hacer la chicha para todo el año,
que es la bebida usual que ellos estilan.

Desde esta laguna hasta pasar á la otra parte del monte, hay de
travesía, por una parte, setenta leguas, en parte mas, y en parte menos:
con la advertencia de que en medio de este monte habitan otros indios
llamados _Mayuluches_, y serán como cuatro ó cinco mil por todos; los
cuales salen á correr las campañas por la parte del poniente; y es gente
muy belicosa, doméstica y amigos de los españoles.

Saliendo de este monte, tirando siempre hácia el poniente, se pasa por
unas campañas dilatadas, cuya travesía es de treinta leguas, sin que se
halle una gota de agua, por ser la tierra muy arenosa y estéril de todo
pasto, donde apenas se encuentra tal cual árbol. Pasado dicha travesía,
se halla un rio muy grande y hondo, que sale de la Cordillera grande de
Chile, y vá dando vueltas, atravesando dichas campañas. Este rio es
profundo, y lleno de barrancas muy ásperas en algunas partes, y por esta
causa tiene sus pasos señalados, por donde se pueda vadear; que por eso
es llamado rio de las _Barrancas_.

Pasado este rio, prosiguiendo por las dichas campañas estériles, siempre
siguiendo el mismo rumbo, se encuentra otro rio llamado Tunuyán,
distante uno de otro cincuenta leguas por algunas partes. Entre estos
dos rios habitan otros indios llamados Picuncties; son en gran número,
los mas bravos que hay en todas las campañas, 7 no se extienden á mas
que entre los dos rios.

Saliendo de este rio, _y_ siguiendo siempre el rumbo del poniente, se
entra por una campaña llena de médanos muy fragosos y ásperos, tierra
muy seca _y_ estéril. Caminando por entre los médanos, como cosa de
treinta leguas, se descubre, mirando al poniente, un cerro grande
nevado, muy alto, en forma de columna, llamado el cerro de Payen. En
dicho cerro están los indios Chiquillanes; que son muy domésticos y
familiares con los españoles, y llegarán al número de dos ó tres mil
indios. Tiene este cerro grande muchos cerros colorados al rededor, los
cuales son todos de metales de oro muy rico, y al pié de este cerro
grande, hay otro pequeño, que es de azogue, el cual se presenta como de
un cristal muy fino.

Desde este cerro grande se dirige el rumbo al sur, y á cosa de cinco
leguas se encuentra un rio, llamado el Rio Diamante: dicho así porque
nace de un cerro negro, pasado de plata; y con muchos diamantes. Mas
adelante de este cerro negro, como cosa de cinco leguas, se encuentra
otro rio, llamado de San Pedro. Entre estos dos rios, esto es, entre el
Diamante y el de San Pedro, habitan unos indios llamados Diamantinos,
gente de que los mas de ellos son cristianos, que se huyeron de los
pueblos españoles, por las violencias de los encomenderos. Son estos
indios muy labradores, y serán en número de 400. Este rio de San Pedro
es muy temido de toda clase de indios, por lo fragoso que es, y porque
solo tiene unos pocos pasos, por cuanto lo mas del año está crecido.

Prosiguiendo siempre el mismo rumbo hácia el sur, á distancia de cuatro
leguas, se encuentra otro riachuelo, que llaman Estero: llámase tambien
el riachuelo de los Ciegos, por haber habitado allí en tiempos antiguos
unos indios que se cegaron de resultas de un temporal grande que huvo de
nieve. En este riachuelo ó estero habita una multitud de indios, que
llaman Peguenches, cuyas armas son lanzas y alfanjes, que usan tambien
todos los demas. Estos indios Peguenches corren hasta la Cordillera
Nevada, por la parte del poniente, y por la parte del sur comercian con
los Césares ó españoles.

Caminando siempre por el mismo rumbo, cosa de treinta leguas mas ó
menos, se encuentran otros indios, llamados Puelches. Estos indios son
muy altos y corpulentos, y tienen los ojos muy pequeños: son tan pocos,
que no llegan á seiscientos, y son tambien muy parciales y amigos de los
españoles, con quienes desean tener siempre trato. Esta gente está á la
boca de un valle muy grande, de donde sale un rio muy caudoloso, llamado
el rio Hondo, el cual es criadero. Dicho rio Hondo nace de la falda de
unos cerros colorados muy ricos, pasados de oro, y mucho cobre campanil,
que es la madre de dicho oro en grano. Estos indios tienen su Cura ó
Párroco, el cual depende del Obispo de Chile, siendo los mas de ellos
cristianos.

Prosiguiendo siempre al propio rumbo del sur, se encuentra, como á
distancia de tres leguas, otro rio que llaman el Rio del Azufre, por
tenerlo en abundancia; y este rio, nace de la raiz de un volcan.
Caminando el mismo rumbo, como cosa de treinta leguas ó algo mas, se
encuentra otro rio grande, muy ancho, y muy apacible en sus corrientes;
y este rio nace en la Cordillera de un valle grande espacioso, y muy
alegre, en donde están y habitan los indios Césares. Es una gente muy
crecida y agigantada, tanto, que por el tamaño del cuerpo no pueden
andar á caballo sino á pié. Estos indios son los verdaderos Césares; que
los que vulgarmente llaman así, no son sino españoles, que anduvieron
perdidos en aquella costa, y que habitan junto al rio que sale del
valle, en las inmediaciones de los indios Césares; y por la cercania que
tienen á esta nacion, les dan vulgarmente el mismo nombre, no porque en
la realidad lo sean. Estos indios Césares es gente mansa y apacible: las
armas que usan son flechas grandes, ó arpones, con que se guarecen y
matan la caza, que son los guanacos que hay abundantes en aquellas
tierras. Tambien usan estos indios de la honda con que tiran una piedra
con gran violencia; y estos indios son los que trabajan en los metales
de plomo romo, y lo funden á fuego; y el modo que tienen de fundir así
los metales como el plomo, es diferente del nuestro, porque nosotros
los españoles lo fundimos en hornillos, y ellos lo funden en otra
fábrica que llaman _guayras_.

En el dicho valle grande y espacioso, donde habitan estos indios
Césares, hay un cerro grande muy alto y derecho, y al pié de este cerro,
se encuentra un cerrillo negro muy relumbrante, que parece tener metal
de plata, y es de piedra iman muy fina, y hay piedras del tamaño de tres
cuartas; y si se buscase, se hallarian mas grandes; que es cosa de
admiracion. Estos indios no trabajan sino en este metal, por ser suave y
blando, y no explotan los otros metales ricos de plata: lo uno, porque
no los saben fabricar, y lo otro porque no hay azogue, y por esta causa
no hacen aprecio de metales mas ricos, aunque hay muchísimos.

Saliendo de adentro del dicho valle, por la orilla del rio grande, como
cosa de 6 leguas abajo, se halla el paso, ó portezuela por donde llegan
los españoles que habitan de la otra parte del rio, con sus
embarcaciones pequeñas, que no tienen otras; y como cosa de tres leguas
mas abajo, se halla el paso por donde vadean los de á caballo, por el
tiempo de cuaresma, como tengo referido, por estar lo mas del año muy
crecido el dicho rio.

* * * * *

_Descripcion de la ciudad de los Españoles._

Esta ciudad, que llaman la _Ciudad Encantada_, está en la otra parte de
dicho rio grande que he referido, poblada en un llano, y fabricada mas á
lo largo que en cuadro, casi en la misma planta que la de Buenos Aires.
Tiene esta ciudad muy hermosos edificios de templos, y casas de piedra
labrada, y bien tejadas al uso de nuestra España. En las mas de ellas
tienen los españoles indios cristianos para la asistencia de sus casas y
haciendas, á quienes los propios españoles, con su educacion han
reducido á nuestra Sta. Fé Católica. Tiene dicha ciudad, por la parte
del poniente y del norte, la Cordillera Nevada, en la cual han abierto
dichos españoles muchísimos minerales de oro y de cobre, y estan
continuamente explotando dichos metales.

Tambien tiene esta ciudad, por la parte del sur hasta el oriente,
dilatadas campañas, donde tienen los vecinos y habitadores sus estancias
de ganados mayores y menores, que son muchísimos; y heredades para su
recreo, con mucha abundancia de todo género de granos y hortaliza:
adornadas dichas heredades, con sus alamedas de diferentes árboles
frutales, que cada una de ellas es un paraiso. Solo carecen de viñas y
olivares, por no tener sarmiento para plantarlos.

Tambien tienen por la parte del sur los habitadores de esta ciudad, cosa
de dos leguas poco mas, la mar vecina, de donde se proveen de rico
pescado y marisco para el mantenimiento de todo el invierno. Y
finalmente, por no ser molesto en esta descripcion, digo que es el mejor
temperamento, y mas benévolo que se halla en toda la América, porque
parece un segundo paraiso terrenal, segun la abundancia de sus
arboledas, ya de cipreses, cedros, pinos de dos géneros; ya de naranjos,
robles y palmas, y abundancia de diferentes frutas muy sabrosa: y es
tierra tan sana que la gente muere de puro vieja, y no de enfermedades,
porque el clima de aquella tierra no consiente achaque ninguno, por ser
la tierra muy fresca, por la vecindad que tiene de las sierras nevadas.
Solo falta gente española para poblarla, y desentrañar tanta riqueza,
que está oculta en aquel país; por lo que ninguno se admire de cuantos á
sus manos llegase este manifiesto, porque todo lo que aquí vá referido,
no es ponderacion, ni exageracion alguna, sino la pura verdad de lo que
hay y es, como que yo mismo lo he andado, lo he visto y tocado por mis
manos. Tiene de jurisdiccion dicha ciudad 260 leguas, mas que menos &a.

RELACION

_De las noticias adquiridas sobre una ciudad grande de españoles, que
hay entre los indios, al sud de Valdivia, é incognita hasta el presente,
por el capitan D. Ignacio Pinuer._ (1774.)

Habiendo, desde mis primeros años, girado el poco comercio que ofrecen
los indios comarcanos, y las jurisdicciones de esta plaza, me fuí
internando, y haciendo capaz de los caminos y territorios de los indios,
y especialmente de sus efectos, como es constante á todos los de esta
plaza. Con este motivo tenia con ellos conversaciones públicas y
secretas, confiandome sus mas reconditos secretos, y contándome sus mas
antiguos monumentos y hechos inmemoriales. Mas entre las varias cosas
ocultas que me fiaban, procuré adquirir noticias, que ya, como sueño ó
imaginadas, oia en esta entre mis mayores; y haciéndome como que de
cierto lo sabia, procuraba introducirme en todas, para lograr lo que
deseaba. Tuve la suerte muchas ocasiones, que los sugetos de mayor
suposicion entre ellos, me revelasen un punto tan guardado y encargado
de todos sus ascendientes; porque aseguraban que de él pendia la
conservacion de su libertad.

Esta es la existencia de una ciudad grande de españoles: mas no
satisfecho con solo lo que estos me decian, seguia el empeño de indagar
la verdad. Para ello cotejaba el dicho de los unos con los informes de
los otros, y hallándolos iguales, se me aumentaba el deseo de saber á
punto fijo el estado de aquella ciudad ó reino (como ellos lo nombran),
y tomé el medio de contarles lo mismo que ellos sabian, fingiéndoles que
aquellas noticias las tenia yo y todos los españoles por la ciudad de
Buenos Aires, comunicadas por los indios Pampas, picados de haber tenido
una sangrienta guerra con los mismos Guilliches. Pero que los de
Valdivia nos desentendíamos de ellas, temiendo que el Rey intentase
sacar aquellos rebeldes, en cuyo caso experimentaríamos las
incomodidades que acarrea una guerra. Con oir estas y otras expresiones,
ya me aseguraban la existencia de los _Aucahuincas_ (así los nominan),
el modo y trato de ellos: bien que siempre les causaba novedad, como los
Peguenches, siendo tan acérrimos enemigos de los españoles, diesen una
noticia tan encargada entre ellos para el sigilo; y esto dorado con
algunas razones, producidas en lo inculto de sus ingenios: á lo que
regularmente les contestaba que de un enemigo vil mayores cosas se
podian esperar, aunque no era de las menores el tratarlos de traidores,
y de que como ladrones tenian sitiados y ocultos hasta entonces aquellos
españoles, privando á su Rey de aquel vasto dominio. Este es el arte con
que los he desentrañado, y asegurándome de las exquisitas noticias que
pueden desearse para la mayor empresa, sin que por medio de
gratificacion, ni embriaguez, ya medio rematados, ni otro alguno, jamas
lograse de ellos cosa á mi intento, antes sí una gran cautela en todas
las conferencias que sobre el particular tenia con ellos, cuidaba de
encargarles el secreto, que les convenia guardar, pues sus antepasados,
como hombres de experiencia y capacidad, sabian bien los motivos de
conservarlo. Y si sucedia, como acaeció muchas veces, llevar en mi
compañia alguno ó algunos españoles, me separaba de ellos para hablar de
estos asuntos, procurando salir al campo, ó á un rincon de la casa con
el indio, á quien le prevenia que callase, si llegaba algun conmpañero
mio, pues no convenia fiar á todos aquel asunto, porque como no eran
prácticos en los ritos de la tierra, saldrian hablando y alborotando.
Este régimen, y la cautela de no mostrar deseos de saber, sino solo
hablar como por pasatiempo de lo que ambos sabíamos, he usado con los
indios sobre treinta años, teniendo la ventaja de hablar su natural
lengua, por cuyo motivo egerzo hoy por este gobierno (despues de otros
empleos militares), el de lengua general de esta plaza, en donde á todos
les consta la estimacion que hacen de mi aquellos naturales. Así adquirí
las evidentes noticias que expongo al Monarca, ó á quien hace su
inmediata persona, diciendo:–

Que en aquel general alzamiento, en que fueron, (segun antiguas
noticias), perdidas ó desoladas siete ciudades, la de Osorno, una de las
mas principales y famosas de aquellos tiempos, no fué jamas rendida por
los indios; porque aunque es cierto, que la noche en que fueron atacadas
todas, segun estaba dispuesto, le acometieron innumerables indios con
ferocidad, hallaron mucha resistencia en aquellos valerosos españoles,
que llevaron el prémio de su atrevida osadia, quedando bastantes muertos
en el ataque, con poca pérdida de los nuestros. Pero sin embargo
determinaron los indios sitiar la ciudad, robando cuanto ganado habia en
los contornos de ella, y frecuentando sus asaltos, en los que siempre
quedaron con la peor parte. Pero, pasados seis ó mas meses, consiguieron
por medio de la hambre ponerlos en la última necesidad; tanto que por no
rendirse, llegaron á comerse unos á otros: y noticiosos los indios de
este aprieto, los contemplaron caidos de ánimo, por lo que resolvieron
atacarlos con la ayuda de los que acababan de llegar victoriosos de esta
plaza; y en efecto hicieron el último esfuerzo, envistiéndola con tanta
fiereza que fué asombro. Pero el valor de los españoles, con el auxilio
de Dios, logró vencerlos, matando cuantos osaron subir por los muros,
donde pelearon las mugeres con igual nobleza de ánimo que los hombres; y
aunque vencidos los indios, siempre permanecieron á la vista de la
ciudad, juzgando que precisamente los habia de rendir el hambre, como
tan cruel enemigo. Pero los españoles, cada vez con mas espíritu, se
abastecieron de cadáveres de indios, y reforzados con aquella carne
humana, y desesperados ya de otro recurso, determinaron abandonar la
ciudad, y ganar una península fuerte por naturaleza que distaba pocas
leguas al sur, (cuyo número fijo no he podido averiguar, pero sé que son
pocas) en donde tenian sus haciendas varias personas de la misma Osorno,
de muchas vacas, carneros, granos, &a. Salieron con sus familias, lo mas
precioso que pudieron cargar; con las armas en las manos marcharon,
defendiéndose de sus enemigos, y sin mayor daño llegaron á la península,
la que procuraron reforzarla, y despues de algunos dias de descanso,
hicieron una salida, vengaron en los enemigos su agravio, pues dejaron
el campo cubierto de cadáveres, volviendo á la isla no solo con porcion
de ganado, sino con cuanto los indios poseian, y continuaron
fortaleciéndola.

Consta la magnitud de esta península, segun la explicacion de los
indios, como de treinta leguas de longitud y seis á ocho de latitud. Su
situacion está en una hermosa laguna, que tiene su principio del volcan
de Osorno, y á quien igualmente dá agua otro volcan, que llaman de
Guancqué; pues aunque este está distante del otro, por el pié de la
Cordillera se desata en un rio pequeño que camina hácia el sur, y se
incorpora en esta laguna, con cuyo socorro se hace formidable. Ella está
al pié de la Cordillera, y dista del volcan de Osorno siete á ocho
leguas poco mas ó menos; y es madre del rio Bueno. Es tan grande, que
ninguno de los indios dá noticia de su término; es profunda, y muy
abundante de peces: en ella tienen los españoles muchas canoas para el
ejercicio de la pesca, y para la comunicacion de tres islas mas
pequeñas, que hay en medio de dicha laguna ó mar, como los indios le
llaman. Esta no abraza el contorno de la isla, si solo la mayor parte de
ella, sirviéndole de total muro, un lodazal tan grande y profundo, de
tal manera que un perro (como los indios se explican) que intenta
pasarlo, no es capaz de desprenderse de él. Tampoco este lodazal hace
total círculo á la isla; pues por el principal extremo, que es al norte,
hay de tierra firme entre la laguna y el pantano hasta veinte y mas
cuadras (segun dicen los indios), y es la entrada de esta grande
poblacion ó ciudad, siendo la parte por donde se halla fortificado de un
profundo foso de agua, y de un antemural rebellin; y ultimamente de una
muralla de piedra, pero baja. El foso tiene puente levadizo entre uno y
otro muro: grandes y fuertes puertas; y un baluarte, en donde hacen
centinela los soldados. Segun los indios, el puente se levanta todas las
noches.

Las armas que usan son, lanzas, espadas y puñales, pero no he podido
averiguar si son de fierro. Para defensa de la ciudad tienen artilleria,
lo que se sabe fijamente, porque á tiempos del año la disparan: no
tienen fusiles, para su personal defensa usan coletos. Tambien usan
otras armas, que los indios llaman laques, y son dos piedras amarradas
cada una en el extremo de un látigo, en cuyo manejo son diestrísimos, y
por esto muy temidos de los indios.

La forma ó construccion que tiene la ciudad no he podido indagarlo,
porque dicen los indios, que nunca les permiten entrar, pero que las mas
de las casas son de pared y teja, las que se ven de afuera por su
magnitud y grandeza.

Ignoro igualmente el comercio interior, y si usan de moneda ó no; pero
para el menage y adorno de sus casas, acostumbran plata labrada en
abundancia. No tienen añil, ni abalorios, por cuyo motivo dicen los
indios que son pobres. Hacen tambien el comercio de ganados de que
tienen grandísimas tropas fuera de la isla, al cuidado de mayordomos, y
aun de los mismos indios. Ponderando estos la grandeza de que usan,
dicen que solo se sientan en sus casas en asientos de oro y plata
(expresion de los españoles que salen fuera). Tambien han tenido
comercio de sal, esto es, hasta ahora poco la han comprado á los
Peguenches, que por aquella parte á menudo pasan la Cordillera, y son
muy amigos de estos; como así mismo lo han tenido con los indios
nuestros, que llamamos Guilliches, pero ya les ha dado Dios con
abundancia un cerro, y proveen á sus indios comarcanos.

Segun exponen los indios, usan sombrero, chapa larga, camisa, calzones
bombachos, y zapatos muy grandes. Los que andan entre los indios
regularmente estan vestidos de coletos, y siempre traen armas.

Los indios no saben si usan capa, porque solo los ven fuera del muro á
caballo; se visten de varios colores; son blancos, barba cerrada, y por
lo comun de estatura mas que regular.

Por lo que respecta al número de ellos claro está es muy dificil
saberlo, aun estando dentro de la ciudad: no por eso dejé de preguntar
repetidas veces á varios indios, los que respondieron, considerase si
serian muchos, cuando eran _inmortales_, pues en aquella tierra no
morian los españoles.

Con este motivo me informaron de que no cabiendo ya en la isla el mucho
gentio, se habian pasado muchas familias, de algunos años á esta parte,
al otro lado de la laguna, esto es, al este, donde han formado otra
nueva ciudad. Está á las orillas de la misma laguna, frente de la
capital; sírvele de muro por un lado la laguna, y por el otro está
rodeada de un gran foso, ignoro si es de agua, con su rebellin, y puerta
fuerte, y puente levadizo como la otra. La comunicacion de las dos está
por mar, por lo que tienen abundancia de embarcaciones. Tambien tienen
artilleria, y el que en esta manda, está sugeto al rey de la capital.
Nada puedo decir con respecto al órden interior de gobierno de aquel Rey
de la capital; pero sé por varias expresiones de los indios, que es muy
tirano: lo que confirma la noticia siguiente.

Habiendo salido de Chiloé un chilote en el mes de Octubre de 1773 (no sé
con que destino) llegó á avistar la principal ciudad de aquellos
españoles, pasando por medio de los indios, suplicándoles tuviesen
caridad de él, pues se veia allí sin saber á donde. Al llegar la noche
tocó las puertas de la ciudad (siempre las tienen cerradas) asomóse un
soldado, y haciéndole las regulares preguntas, de quien vive, &a.
respondió era chilote, y que allí habia llegado perdido, y que se
hallaba sin saber qué tierra era aquella. A lo que en lengua de indio
respondió el soldado, se admiraba de que los indios le hubiesen dejado
pasar vivo, pero ya que logró esa dicha se retirase prontamente antes
que algun otro le viese, (á todos se prohibia llegar allí) ó el se viese
precisado á dar parte á su Rey, quien si lo supiera (así lo relató el
chilote á los indios) mandaria buscarlo por cuantos caminos habia para
quitarle la vida, pues era hombre muy tirano, y que con su gobierno
ambicioso tenia á la plebe en la mayor consternacion, y esta es voz
comun de los indios. Volviendo al chilote que escapó del rigor de aquel
tirano, y ya entre los indios, algunos de ellos se ofrecieron á
acompañarle, pero en la primera montaña, le quitaron la vida: cuya
noticia se me trajo por indios de mucha verdad del fuerte de San
Fernando, á orillas del rio Bueno, luego que sucedió; y esto tiene á los
indios llenos de temor. Este suceso del chilote ha dado motivo entre
aquellos españoles (persuádome es la plebe) para el empeño de poner
señales en el cerro, que llaman de los Cochinos, que es donde se divisa
la ciudad principal y laguna, único y mas inmediato para llegar á
aquella tierra como lo expondré. En este sitio acaece, en lo que no hay
duda, que los españoles ponen una espada con zapatos; los indios la
quitan, y ponen un machete. Los españoles ponen una cruz; vienen los
indios quitan la cruz, y ponen una lanza, toda de palo. Los españoles
ponen redondas piedras como balas; y despues de estas amenazas de unos y
otros, estan constantemente hallando los indios en aquel propio sitio
del cerro, varios papeles, ó cartas puestas en una estaca, cosa que
tiene á los indios consternados, pues ni se atreven á quitarlos, ni se
apartan de allí, manteniéndose en continua vigilancia, temerosos que
algun papel de estos salga entra ellos, y dé en manos de nosotros. Esta
noticia y la del chilote, se han divulgado por toda la tierra adentro,
y, como digo, se hallan cuidadosos.

Para mas asegurarse de nosotros, aquel Rey tiene trato anualmente con
los indios de su jurisdiccion que son muchos, y para explicar su crecido
número dicen estos que parecen llovidos, aunque no muy valientes; á
quienes tiene tan gratos por estar precisamente á sus órdenes. Tiene
caciques al modo nuestro, y uno superior entre ellos con quien tiene mas
estrecha amistad. Con estos hace sus juntas, convocando tambien á los
Peguenches, con quien conserva gran familiaridad; y así suelen hallarse
multitud de vocales en las juntas que hace. El punto de que con mayor
esfuerzo se trata con todos aquellos indios, es sobre que no permitan
llegar ninguno de afuera por los caminos que tenemos para allá, ni por
la Cordillera inmediata á ellos, y que si alguno lo intentase, que lo
maten, sin la menor conmiseracion. Lo que hace creer se hallan contentos
en su retiro aquellos españoles, supongo serán los superiores, y que
aquellos signos de papeles, &a. serán de la plebe, que, oprimida, desea
sacudir el yugo.

Sin embargo cuando por órden de Nuestro Exmo. Señor Virey, D. Manuel de
Amat, Capitan General entonces de este reyno de Chile, se emprendió
aquella famosa salida para los llanos, que fué terror de los indios, sé
de cierto, por varios de estos que me lo aseguraron, fué público en esta
plaza, que estando disponiendose los nuestros para ella, llegó la
noticia á aquellos españoles, con la que ordenaron salir á encontrarse
con nosotros, no sé con que fin. Estando en estas disposiciones, llegó
nuestro campo á orillas de rio Bueno, en donde la noche de su llegada
tuvo aquel tan notorio ataque, que habiendo oido los españoles de la
laguna en el silencio de la noche, á la inmediacion de la ciudad, los
tiros de los pedreros y esmeriles, salieron á los dos ó tres dias con
300 hombres, segun los indios se explican y tiraron derechos para rio
Bueno. Al segundo dia de su marcha supieron la retirada de los nuestros
por los mismos indios, pero con todo no desistieron del empeño de
caminar; en cuya vista los indios aquella noche hicieron su consejo, y
resolvieron atacarlos á la mañana, y si posible fuese acabarlos: con
efecto presentaron la batalla en la que pelearon unos y otros con grande
valor, y que duró algunas horas, pues disputaban con iguales armas:
murieron un sin número de indios y bastantes españoles, pero quedó el
campo por estos, aunque con la muerte de su esforzado capitan. La
noticia de esta pelea procuraron obscurecerla, encomendando con pena de
la vida su sigilo, para que no llegára á nosotros.

El camino de menos rios, aunque mas dilatado, para aquellas dos
ciudades, es el que llamamos de los Llanos, por donde marchó nuestra
tropa hasta el rio Bueno. Este camino consta de una montaña como de
catorce leguas de largo, principia en el rio de Anquechilla, en donde
tenemos nuestra continua centinela para los indios, y termina en
Guequeciona: de ahí hasta el rio Bueno no se ofrece montaña ni loma, y
sí arroyos pequeños. De Anquechilla al rio Bueno, se regulan seis dias
de camino. Este rio es ancho, profundo y sin corriente: de ahí para la
ciudad de los españoles es todo llano, hasta llegar al cerro ya dicho de
los Cochinos. Este es un bajo, en el que hay muchos cochinos alzados, de
los que se aprovechan los españoles, y tambien los indios. Al pié de
este cerro, por la banda de la ciudad, hay dos riachuelos, ambos de
vado; el primero llamado Yoyelque, y el segundo Daulluco: este es el mas
cercano á la ciudad, que dista como cuatro leguas, tomando el camino de
un pedregal grande, siempre á orillas de la laguna, hasta llegar á la
primera fortaleza de foso.

El segundo camino es el que llamamos de Guinchilca, ó Ranco: este es mas
derecho, pero de muchos rios y arroyos, pues saliendo de la plaza hay el
Guaquelque, ó Cuicuitelfu, Collitelfu, Guinchilca (se pasan cuatro
veces, pero todos son de vado) y rio Bueno. Saliendo de Valdivia, hay
como veinte leguas de montaña, y termina esta en Guinchilca, en la que
hay tres rios de los dichos. El camino de la dicha montaña es ancho y
llano, con algunos malos pasos, fáciles de componer. Lo mas fragoso de
él se puede andar por el rio, hasta un lugar de indios, llamado
Calle-calle. Antes de llegar al rio Bueno se ofrece una montaña baja,
poco espesa, y de pocas leguas, al fin de la cual se dá con el Rio
Bueno. De ahí á poca distancia, siguiendo el camino de los españoles
hasta el fuerte de Osorno, caminando al sur, de allí al este, cosa de
una jornada, está la ciudad de Osorno, pero en seguida de dicho fuerte
al sur, á muy corto trecho, se dá con la gran laguna de Ranco que es el
asilo de los españoles, y sigue á orillas de ella por el pedregal. Este
camino es de carretas, y no hay la pension de trepar cerro alguno, desde
Guinchilca á la ciudad: por él se manejaban antiguamente los de Osorno.
En la distancia que hay de Guinchilca á aquel pueblo, se presentan
varias ruinas de fuertes pequeños, que segun la tradicion de los indios
eran escala ó jornadas, que hacian los que de esta plaza iban á aquella
ciudad. Esta es toda la serie de noticias, que de aquella incognita
ciudad he adquirido, á costa de incesantes trabajos, de cuya existencia
no me queda duda y en todo tiempo me obligo á mostrar el camino, ó
caminos que conducen á ella: lo que aseguro por Dios Nuestro Señor, y
esta señal de la cruz, y mi palabra de honor. Y para mayor prueba de la
verdad, expongo á continuacion los principales sugetos ó caciques,
despues de otros muchos de menos suposicion, que me han asegurado, con
algunas noticias mas que pongo, dadas por varios que no cito,
concordando unos con otros en el modo de decir y explicar lo que de
aquella ciudad saben.

El cacique Mariman me aseguró haber divisado la ciudad desde el cerro de
los Cochinos, que se halla en la laguna de Ranco, y que sabia eran los
españoles de Osorno, que nunca fueron vencidos, que son muchos, y muy
valientes. Sabe que por falta de viveres desampararon su tierra, despues
de haber comido gente muerta, y ganaron aquella isla, en donde
encontraron mucho ganado y grano de las haciendas que allí tenian varios
españoles acaudalados de la misma Osorno: que la causa de guardar tanto
sigilo era porque no los tuviesemos tributarios como en los tiempos
antiguos: que estan inmediatos á la Cordillera. Que la ciudad desierta
está próxima á los españoles, y aun se mantiene murada, que solo han
caido las puertas, y de las torres las medias naranjas; que hay otro
fuerte de la citada ciudad, mirado con pocas ruinas. Hasta hoy es una
isla que hace la misma gran laguna de Ranco al principio de ella, de
donde no divisan la poblacion de españoles. Que este fuerte nadie lo
habitaba: las armas que usan eran espadas y lanzas: que tienen
artilleria, porque hacen á tiempos las descargas.

Dos indios de las cercanias de aquellos españoles me exponen igualmente,
añadiendo tienen amistad con los indios inmediatos, con quienes hacen
sus juntas.

Por el indio Quaiquil supe igualmente, y añadió los habia visto: eran
corpulentos, blancos y rubios; que la entrada en la isla es por una
garganta corta de tierra, que tiene un foso, muralla, puente levadizo, y
muchas embarcaciones: que usan espada y lanza, tienen artilleria,
lienzos y plata, y mucho ganado mayor y menor. Segun compendí, su
vestuario es musgo, y á lo antiguo; que cuando la funcion de los Llanos,
habian salido á encontrarse con nosotros, pero que los indios les dieron
guerra, y que se mandó guardar secreto con pena de la vida.

El cacique Carriblanca, al año de la funcion de los Llanos, habiendo yo
pasado á su tierra, se valió de mí para que le consiguiese la entrada en
esta plaza (estaba privado á los de su jurisdiccion), para comunicar al
Sr. Gobernador ciertos asuntos; y haciéndole cargo del motivo que tenia
para no dar paso á la ciudad de los españoles alzados, y porque guardaba
secreto en una cosa tan sabida, me respondió, que desde sus antepasados
tenia obligacion de guardar sigilo, y de negar el camino como dueño de
él. Pero que si ya lo habian declarado otros, mal podia negarlo él, y me
dió las mismas señas que los otros, añadiendo que del rio Bueno á los
españoles hay dia y medio de caminos y que le dijese á mi Gobernador que
en el caso de querer reconocerlos, no fuesen tan pocos como el año
antecedente, sino que pasase de mil hombres la tropa, pues eran muchos
los indios que habia. Todo lo que hice presente al Gobernador D. Tomas
Carminate, quien respondió que nada creia de aquello, y que el comisario
le decia no convenia viniese á Valdivia dicho cacique; y con mi
respuesta que esperaba, dejó de venir.

En el mismo mes, conversando con Pascual, cacique del otro lado del rio
Bueno, delante de Tomas Silva, vecino de esta plaza, me dió las mismas
señas que los anteriores; y expuso que cerca de su casa hay un cerro
bajo ó loma, de donde no solo se divisa la ciudad, sino hasta la ropa
blanca que lavan, y bajado este cerro, habrá cuatro leguas de distancia
por el pedregal ó orilla de la laguna.

El mismo Pascual, á mediados de este año de 1773, hablando con Gregorio
Solis, vecino de esta plaza, le contó la serie de señales que he dicho,
mostrandole desde su casa el sitio donde las ponen, y añadió, como que
le consultaba, ¿qué prémio le pareceria que le daria nuestro Rey, en el
caso de descubrir el camino de la ciudad? Que ya consideraba lo harian
rico, y capitan de sus tierras, pero que aquello era conversacion. Esta
Solia era hombre de verdad, y muy conocido entre ellos.

El capitanejo Necultripay me comunicó haber estado en varias ocasiones á
lo de estos españoles, acompañado de los indios imediatos á los dichos.
Le supliqué me llevase una carta, y me respondió no podia, por los
motivos de brugeria, que ya dije; y tambien por ser costumbre entre
ellos ir acompañados entre aquellos indios, los que si lo entendieran,
le quitarian la vida. Pero que si el Gobernador resolvia reconocerlos,
iria de guia, y en su defecto á nadie se lo dijese, que él se ofrecia,
porque perderia la vida. Noticia que expuse á D. Felix Berroeta,
Gobernador de esta, quien la agradeció mucho, y me encargó continuase
con toda eficacia la correspondencia con estos indios, ofreciéndome para
el fin del descubrimiento, si era necesario, su caudal. Pero con su
muerte se frustraron nuestras ideas. Despues de algun tiempo la misma
noticia expuse á D. Juan Gartan Gobernador de esta, quien sin examinar
las circunstancias, me dijo que todo lo tenia por fábula. En cuanto á
las armas, situacion, caudales y vestimenta, coinciden las señales del
capitanejo con las precedentes. A los pocos dias me ví con el hijo del
citado capitanejo, que me expuso lo mismo que su padre, sin haber estado
presente cuando su declaracion.

Contra, indio de respeto entre ellos, me declaró igualmente que los
antecedentes, y que no los ha tratado, mas sabe que hay mucha gente, y
de valor, que nunca los han vencido, y sabe son los de Osorno.

Cumilaf, él del otro lado del rio Bueno, me aseguró vivia inmediato á
los españoles de la laguna, que son acaudalados de plata y ganado; pero
pobres en fierro y añil, y que tampoco tiene abalorios, dando las
propias señas en situacion, armas y caminos.

Guisieyau, expone lo mismo, y añade ha estado dos veces en aquella
ciudad: la una vez entró á comprarles agí con los indios inmediatos, y
me mostró un caballo que le habia vendido por un sable, y la marca que
tenia está en cifra.

Amotripay y sus hijos lo mismo declararon, sin temor alguno: son indios
de respeto entre ellos; viven de la otra parte del rio Bueno..

Lancopaguy, lo mismo, y muy por menor de la situacion, armas caudales y
caminos.

Gedacoy, igualmente, añadiendo era mejor camino el de Ranco por ser mas
llano, aunque, de mas rios, y todos convienen en esto. Tambien me dijo
que la causa de no dar paso los indios por aquel camino, ni admitir
conchabados es, porque no vean las ciudades, y tengan noticia por allí
de aquellos españoles.

Calfuy da noticia hasta del nombre de los caciques, amigos de los
españoles.

Rupayan dá cuenta de la situacion, armas, caudales, y de haber
encontrado sal.

Artillanca manifiesta lo mismo.

Antipan se esplaya mas sobre las circunstancias de la laguna y
fortaleza de la primera ciudad, y situacion de la segunda, y las islas
que hay dentro de la laguna.

Paqui dice que sabe estan los españoles en aquella isla, y dá muchos
detalles, los que concuerdan con las exposiciones precedentes.

Todos los citados son entre ellos personas de suposicion, para formar
total concepto de la verdad que expresan, especialmente combinandose sus
declaraciones, como tambien las de otros indios pobres, y de poca
autoridad. Y para que en todo tiempo conste esta informacion de la
incognita ciudad de Osorno, ademas del juramento que tengo hecho, me
sugeto á la pena que se me quiera imponer, en el caso de no ser cierta
la existencia de estos españoles, en el lugar que nomino. Y por ser así,
lo firmo en la plaza de Valdivia á tres dias del mes de Enero de 1774.

IGNACIO PINUER.

COPIA.

_De la carta escrita por D. Agustin de Jauregui, Presidente de Chile, al
Exmo. Sr. Virey del Perú._

EXMO. SEÑOR,–

D. Ignacio Pinuer, capitan graduado, y lengua general de la plaza y
ciudad de Valdivia, me remitió una relacion jurada y circunstanciada de
las noticias que tenia de personas que en ella cita, de existir á la
orilla de la laguna Ranco, madre del rio Bueno, distante poco mas ó
menos de cuarenta leguas de aquella plaza, y tres ó cuatro de la antigua
desolada ciudad de Osorno, hácia el sur, dos poblaciones de españoles,
cuyos causantes insinúa haber sido originados de la expresada ciudad, y
que en el alzamiento general del siglo pasado en que destruyeron los
indios siete ciudades, se mantuvo esta sitiada mucho tiempo de los
bárbaros; pero que al fin consiguieron salir libres, y ocultarse en
aquellas inmediaciones en donde se situaron, aprovechándose de las
proporciones que ofrece el parage en que se hallan, resguardados de la
misma laguna, y de un lodazal impenetrable; sin quedar mas que un
estrecho camino que sirve de entrada y salida, de muy fácil defensa; á
que han añadido fosos, y rebellines con puente levadizo, libres por esta
industria de ser invadidos de los infieles comarcanos, sobre quienes
parece que en la actualidad tienen adquirido dominio y subordinacion,
concurriendo á las juntas á que los citan con la obligacion de guardar
secreto de su permanencia en aquel oculto destino: que tienen murallas y
casas de juncos, alguna artilleria y buenas armas. Inmediatamente libré
providencia, para que el Gobernador de aquella plaza hiciese con toda
cautela y reserva informacion de los hechos expuestos, examinando con la
solemnidad del juramento al autor de las noticias referidas, y á los
demas que expresaban ser sabedores de ellas. Y supuesto su allanamiento
de acreditar la verdad por los medios que proponia, que lo auxiliase en
lo posible y preciso: advirtiéndole que para asegurar el asenso á su
informe, procurase traer algunas prendas de las particulares que tengan,
ó de que usen aquellos españoles. Antes de que llegase á manos del
referido Gobernador esta providencia, recibí las que habia dado sobre el
mismo asunto, en virtud del aviso de D. Juan Enriques, cadete de
aquella guarnicion, que concordaban en substancia con lo que dijo
Pinuer, acompañándolas con carta de 28 de Febrero de este año, en que se
incluye una copia que dirigió por el mismo cadete á los que tuviesen el
mando de las antedichas poblaciones, á efecto de que supiesen lo
inmediatos que estamos los de su nacion, y el deseo de descubrirlos y
sacarlos de aquel cautiverio, y la felicidad que les proporcionaba la
Divina Providencia para el mas claro conocimiento de nuestra sagrada
religion, incitándoles á la comunicacion. Igualmente se comprenden las
formalidades legalizadas, y las declaraciones del cadete Enriques y de
su ordenanza Baltazar Ramirez, soldado de aquella plaza, de haber
llegado á casa del cacique, nombrado Lipique, que vive en la entrada del
Rancon, á distancia de veinte y cuatro leguas de la plaza. Que allí
entregó la carta al soldado Ramírez; que éste pasó con ella disfrazado
de indio á la del cacique, llamado Limay, ocho leguas mas adentro, y que
de allí dió la carta al indio, nombrado Quaripangui, para entregarla á
los españoles que distan diez leguas hácia la Cordillera: obligandose,
en fuerza de lo que se le gratificaba, á volver con la respuesta dentro
de un mes, añadiendo el soldado haberse visto en grande peligro, á causa
de un grande trozo de indios que llegaron á lo del citado cacique Limay,
con el fin de quitarle la vida, porque sabian ser su solicitud el
descubrimiento de los españoles, segun lo que habia dicho otro soldado,
nombrado Marcelo Silva, al cacique Pallaturreo, y otros, y que todos
estaban alborotados con este motivo.–El Gobernador concluye diciendo,
que siempre será necesaria la fuerza, por el empeño con que los indios
los ocultan; y aunque por ahora no hay mayor fundamento para asentir á
dichas noticias, ni hacer por ellas novedad, llevaré adelante las
providencias que faciliten mejor, y dén una idea mas fundada de lo que
haya en realidad. Persuadiéndole desde luego que, á ser ciertas estas
poblaciones, serán de las que se solicitaban con el nombre de los
Césares, por conformarse las tradiciones de su ubicacion con las
noticias referidas, de cuya resulta daré puntual noticia á V.E. en la
primera ocasion que se presente.–Nuestro Señor guarde á V.E. muchos
años. Santiago 29 de Marzo de 1774. Exmo Señor: B.L.M. de V.E., su mas
rendido servidor.–

D. AGUSTÍN DE JAUREGUI.

Exmo. Señor, D. Manuel de Amat.

NUEVO

_Descubrimiento preparado por el Gobernador de Valdivia el año de 1777._

Salieron del fuerte de Rio Bueno dos cadetes, un sargento, el
condestable y seis soldados, acompañados de varios caciques de indios; y
dirigiéndose hácia el este, á cosa de 34 leguas dieron con la laguna de
Puyechué, donde formaron una canoa y pasaron algunos á la otra banda de
dicha laguna, que tendrá como 4 leguas de diametro, y 25 de
circunferencia, con nueve islas inhabitadas; la que reconocieron. De
este parage caminando al sur, á cosa de seis leguas de distancia,
hallaron otra laguna, llamada Llavequegue, donde fabricaron otra canoa,
en la cual se embarcaron siete para reconocerla, y costeándola por la
banda del este, al cabo de tres dias llegaron á su fin, al pié de la
Cordillera, donde descubrieron un volcan al est-nord-este, cuyo nombre
ignoran. Y no hallando mas que tremendos riscos y montañas, volvieron al
alojamiento de Llavequegue ó Llauquehue, y despues al Puyechué, á donde
llegaron siete dias despues que los demas.

En este parage, instando de nuevo á los indios que los guiasen al
descubrimiento, quedaron de acuerdo en que seguirian el viage dentro de
tres dias. Al cabo de este tiempo, salieron divididos en dos partidas;
siguieron viage por tierra á pié, con sus bastimentos y municiones á las
espaldas, ocho soldados con su sargento, y llegaron á la orilla de la
laguna de Llavequegue; y hallando la canoa en el mismo sitio en que la
habian dejado, pasaron al dia siguiente á una punta opuesta, y en el
otro navegaron cosa de dos leguas, hasta un arenal donde desembarcaron.
Los indios, acompañados de la otra partida, siguieron adelante, abriendo
camino por montañas y cordilleras en todo aquel dia, y al siguiente se
unieron, y todos juntos pasaron un fuerte temporal, que duró tres dias y
cuatro noches; y pasado este, siguieron el dos dias mas de camino, y en

el primero, hallándose en un alto de la Cordillera, descubrieron el
estremo de una laguna grande, y una tierra baja muy dilatada.

Caminando mas adelante, se echaron los indios en tierra, diciendo que
no podian mas, y viendo que ni por ruegos ni ofertas, pudieron
conseguir que prosiguiesen adelante, subieron á un árbol de mas de
treinta varas de alto, de donde descubrieron una laguna grande de tierra
llana y dilatada con una isla en medio, que despues dijeron los indios,
ser esta la laguna Puraya, y que la isla que tenia se llama Jolten,
habitada de indios y españoles. Habrian caminado en los tres dias como
doce leguas, segun su cómputo, desde la laguna Llauquehuc hasta este
parage, de donde marcaron la laguna de Puraya al sueste; y hallándose
sin guia, bastimentos, ni fuerza, determinaron volver al fuerte de Rio
Bueno.

En la última entrada, acompañados de varios indios, pasaron la laguna de
Puñechué, y la de Llauquehuc, donde hallaron sus canoas; y usando de
ellas como antes, por la misma derrota llegaron á las señales que les
dió el indio Turin, que fueron un pedregal y riachuelo, en cuyo arenal
quedaron cinco con cuatro indios por cansados, aburridos y escasos de
viveres. Pero siguiendo adelante los demas, declararon unánimes, que
despues de reconocido el pedregal y riachuelo, no habiendo ya montaña
que romper, subieron al volcan de Purarauque, que se forma de pampa de
piedra menuda, quemada como escória, y subiendo hasta la mitad de su
altura, ya tocando la nieve, hicieron alto para pasar la noche. Que al
dia siguiente oyeron tiros de artilleria, y saliendo de allí á reconocer
con la vista lo que alcanzasen, faldearon el cerro por la izquierda, y
guiados por la seña, descubrieron la pampa grande del otro lado con el
riachuelo, y una laguna que estaba entre riscos al pié del volcan; pero
desfallecidos, por no haber comido dos dias, y lastimados los pies de
tanto andar, pues juzgan que anduvieron mas de veinte leguas, en los
nueve dias, hasta Puñechué, y de allí todos juntos al Rio Bueno.

Generalmente convienen, segun las relaciones de los indios, en que hay
tales españoles, diciendo algunos que son ingleses, diferenciando
algunos en las poblaciones, pero concordes en que son muchos, y en que
se defenderán, porque son muy guapos: y los distinguen en dos naciones
diversas, expresando que los Morohuincas estan muy lejos ó retirados,
fortalecidos en sitio superior, y unidos con los Peguenches, á quienes
hacen sus parlamentos, y aun dicen que tienen noticia que les entran
embarcaciones. A otros llaman Aucahuincas, que dicen estan junto á la
laguna de Puraya: que estos son de Osorno, y que tienen guerra con los
Morohuincas.

DECLARACION _Del capitan D. Fermin Villagran, sobre la ciudad de los
Césares. (1781.)_

Yo el Capitan de dragones de este Real Ejército, y Comandante de dicha
plaza, D. José Maria Prieto: habiendo tenido órden verbal del Coronel de
caballeria, Maestro de Campo, General y Gobernador de esta frontera D.
Ambrosio de O’Higgins, para tomar declaracion al capitan de la reduccion
de Maguegua, D. Fermin Villagran, sobre noticias que ha adquirido en su
dicha reduccion, por un indio Guilliche, de un establecimiento de
españoles, situado en un parage llamado _Muileu_, le hice comparecer
ante mí, y le mandé hacer la señal de la cruz, bajo la cual prometió
decir verdad, y lo que sabe sobre este asunto, con toda individualidad
en cuanto fuese preguntado: y habiéndolo sido sobre qué es lo que sabe
del citado indio; dijo:–Que habiendo pasado á su reduccion á dejar al
cacique Loncomilla, de resultas de habar bajado éste á ver al Sr.
Maestre de Campo de esta plaza, deseoso de averiguar el paradero de
ciertas cautivas españolas que tenia noticia paraban entre los
Guilliches, habló con un indio de esta nacion, llamado Gechapague, á
quien preguntó por dichas cautivas, y le respondió, que allí en su lugar
no habia ninguna. Replicó el capitan que sabia haberlas allí ó en otro,
y respondió el Guilliche, que en otro lugar de mas adentro las habia, y
que éstas ya los españoles las estaban comprando. Y preguntándole á
dicho indio, ¿qué españoles las compraban? Respondió que eran unos que
estaban en un parage nombrado _Milecí_. Y preguntándole á dicho indio,
¿qué á donde era ese parage? Respondió, que á donde entra en el mar el
rio de _Meuquen_ ó _Neuquen_, á la otra parte de la Cordillera. Y
preguntándole, como habian llegado allí aquellos españoles? Respondió,
que en cuatro ó cinco embarcaciones. Y preguntándole, qué número de
gentes españolas habia en aquel lugar? Respondió, que habria mil
presonas. Mas tambien le preguntó dicho capitan al citado indio, que de
qué armas usaban aquellos españoles? Y respondió, que tenian cañones de
artilleria muy grandes, y que tenian bastantes. Y preguntándole asimismo
de qué vestuario usaban? Respondió, que de paño. Y preguntándole, que
como, ó de que se mantenian allí dichos españoles? Respondió, que luego
que llegaron, habian padecido muchas necesidades, y que en el dia se
bastimentaban por los indios con vacas y caballos que les llevaban á
vender; y que los dichos españoles, tambien salian de diez en diez á
tratar con ellos, y hacer este conchabo. Y añadió dicho indio, que los
dichos españoles decian, que aquel establecimiento distaba de su tierra
ocho dias de navegacion; y que lo que lleva declarado, no solo lo supo
por el indio referido, sino por otros tres mas, quienes le relacionaron
lo mismo. Y siéndolo leida esta declaracion, dijo: no tener mas que
decir, añadir ni quitar á lo que lleva declarado; y que esta es la
verdad, só cargo del juramento lo que lleva hecho. En el que se afirmó y
ratificó, y firmó junto con migo en dicha plaza, mes y año.

_Fermin Villagran.–José Maria Prieto._

INFORME

_Y dictámen del Fiscal de Chile sobre las ciudades de los Césares, y los
arbitrios que se deberian emplear para descubrirlas. (1782.)_

El Fiscal de Su Magestad en lo criminal, en consecuencia y cumplimiento
del superior decreto de V.S., de 16 de Abril último, ha reconocido los
nueve cuadernos de autos que se han formado sobre descubrir las
poblaciones de españoles y extrangeros, que se presume hay en las
alturas y parte meridional de este reyno; y así mismo el que se crió el
año de 1763, á instancia del Gobernador y vecinos de la provincia de
Chiloé, sobre la apertura del camino de Osorno y rio Bueno. Y en
inteligencia de cuanto de ellos resulta, dice:–Que, aunque enterado de
la arduidad del asunto, que comprende este espediente, ha procurado
despacharlo con la brevedad posible, le ha sido forzoso retardar su
respuesta hasta hoy, así porque le ha sido indispensable hacer detenidas
reflexiones en cada uno de los diez procesos á que está reducido, como
porque el despacho diario de los negocios concernientes á su ministerio
le han embarazado mucha parte del tiempo que ha corrido desde el citado
dia 16 de Abril hasta el presente. En esta atencion, y cumpliendo con la
superior órden de V.S. contenida en el enunciado decreto, espondrá lo
que le ocurra á cerca de las expediciones proyectadas en estos mismos
autos.

1.° El objeto que las ha motivado es descubrir si en las alturas que en
este reyno se miran, desde los 40 grados hasta el estrecho de Magallanes
y cabo de Hornos, hay alguna ó algunas poblaciones de españoles ó
colonias de extrangeros, como por tradicion de largos tiempos se nos ha
anunciado. Y en realidad, atendidas las actuaciones que formalizó el
coronel D. Joaquin de Espinosa, mientras tuvo á su cargo el gobierno de
la plaza; y presidio de Valdivia, parece no deba dudarse de la
existencia de tales poblaciones ó colonias, para cuyo esclarecimiento y
evidencia hasta reconocer el dicho uniforme, y la atestacion antigua y
moderna de los caciques y principales indios que han trabado amistad con
los españoles de la mencionada plaza.

2.º En el primer cuaderno de las enunciadas actuaciones se reconocen
cuatro declaraciones, tomadas al capitan graduado D. Ignacio Pinuer,
comisario de naciones de aquella jurisdiccion; y en todas ellas asegura
bajo de juramento, que con motivo de la amistad estrecha que de muchos
tiempos á esta parte ha profesado con los caciques é indios de aquellos
contornos, y de la relacion de parentezco con que les ha tratado, le han
comunicado, que de la antigua ciudad de Osorno, al tiempo que fué
invadida por los indios, se retiraron despues de un largo sitio algunas
familias tierra adentro, y se situaron en un parage que era hacienda de
los mimos españoles de Osorno. Que habiéndose defendido allí mucho
tiempo, dieron contra los indios, y juntaron muchos ganados de los suyos
que se llevaron á su fuerte: y que en ese mismo parage se mantienen
hasta hoy, el cual dista de Osorno como cinco ó seis leguas, porque hay
un pedregal grande que dar vuelta. Que se han mantenido en ese sitio á
fuerza de valor: que los indios les han hecho muchas entradas, y no los
han podido vencer: que para salir les impide ser una sola la entrada, en
la que hay un cerro donde tienen un sentinela los indios para avisar si
alguno sale, y atajarlo, como ha sucedido con algunos: que son muchos
los que lo han intentado, y han sido muertos por los indios, por lo que
solo se mantienen defendiendo las entradas. Que es cierto tienen dos
poblaciones; la principal en una isla en donde ya no cabian, por lo que
se han pasado á la tierra firme en frente, desde la que se comunican por
agua; porque donde está la ciudad principal, es en medio de una laguna,
y solo tiene entrada á la tierra por un _chapad_, ó pantano, en que
tienen puente levadizo. Que sabe tienen artilleria, aunque pequeña, y
usan de las armas de lanza y espada: que es mucho el número de gente, y
visten camisa, y segun explican los indios, calzon de buchí y chupan,
porque no saben explicarse. Que tienen casas de teja y paja, fosos y
revellines: que tienen siembras de agí, que es con lo que comercian con
los indios, quienes les llevan sal de la que sacan de Valdivia: que
tambien les llevan achas y cosas de fierro, por vacas y caballos que
tienen muchos. Que hablan lengua española, pero que, aunque los indios
les han llevado indio ladino, no les entienden bien. Que tambien hablan
lengua índica; y que usan marcas, yerros españoles en las vacas y
caballos las cuales ha visto el mismo Pinuer. Finalmente testifica que
tambien sabe, que estos no son los que llaman _Césares_, porque hay
otras poblaciones de españoles hácia el Estrecho, que segun dicen los
indios son de navios perdidos. Que su conocimiento y trato con ellos, de
40 años á esta parte, sus entradas á la tierra, y el llamarlos
parientes, y amigos con alguna sagacidad que ha puesto para saber este
asunto, le ha hecho noticioso de que es cierto lo expuesto, y de que
existen tales poblaciones, porque lo ha oido decir á indios principales
caciques de razon, y lo ha confrontado con lo mismo que ha oido á otros,
y todos concuerdan en una misma cosa. Que el haberlo ocultado los
indios es, porque de padres á hijos se han juramentado el callarlo, y es
rito ó ley ya entre ellos; y aun por esta razon se han mantenido
alzados, sin nuestra comunicacion, todos los de la otra banda. Que sabe
que este juramento y sigilo ha sido, porque tienen por abuso decirse
unos á otros, que si los descubrian los harian esclavos los españoles, y
los sugetarian á encomiendas: por cuya causa al que han sabido
formalmente que le ha descubierto le han quitado la vida. Que el saberlo
el declarante es porque, habiéndose dado muchos años há por pariente de
dos caciques de los alzados, del otro lado del rio Bueno, nombrados,
Amotipay y Necultipay, estos con gran secreto se lo contaban, y por
haber Amotipay venido á verle, á su regreso le dieron veneno los indios,
y que Necultipay ofreció al declarante llevarlo á la ciudad, pero que no
se verificó por haber fallecido, dejándolo por heredero de sus tierras.
Que hoy dia ya se habla de esto con menos reparo entre los indios,
porque dicen que se ha publicado; y que ahora tres años se hizo una gran
junta de los indios alzados, y en ella ofrecieron primero morir que
rendirse, ni desamparar sus tierras, porque tenian noticias de que los
españoles de Chiloé, salian en solicitud de estos otros españoles, y
poblar primero á Osorno. Y en otro lugar confirmando estas mismas
noticias, dice: que hácia el cabo de Hornos, hay otra poblacion, que
discurren los indios ha resultado, y aun aseguran que proceden, de
navios extrangeros perdidos, y que hay tres ciudades grandes y otras
pequeñas; lo que le ha asegurado el indio que las ha visto. Y mas
adelante, que será necesaria tropa para hacer este descubrimiento,
porque no duda que se ha de oponer mucha indiada, que es gente
aguerrida, y que conoce sus terrenos. Que hay muchos retazos de monte y
rio, y la distancia será de cerca de 40 leguas: y que todo se ha de
vencer á fuerza de armas; pues, aunque no hagan frente formal los
indios, harán emboscadas y avances de noche, ó la multitud puede
obligarles á presentar batalla formal: y así, que considera ser
convenientes mil hombres, atendiendo tambien á no saberse con
certidumbre si estos españoles querrán entregarse ó mantenerse allí con
el dominio que han establecido.

3.º Lo mismo, aunque con menos puntualidad, testifican Gregorio Solis,
Marcelo Silva, el cadete D. Juan Henriques, Francisco Aguto capitan de
Amigos, de la reduccion de Calle-calle, el lengua general D. Juan de
Castro, Casimiro Mena, Baltazar Ramirez: y el Reverendo Padre lector Fr.
Buenaventura de Zarate, guardian del convento de D. Francisco de la Isla
de Macera, declara, que habiendo tenido en su servicio, por espacio de 6
años, á un indio cristiano, llamado Nicolas Confianza, muy ladino y
enterado de nuestra religion é idioma, siendo ya de edad de 60 años,
cayó enfermo, y estando desauciado, y disponiéndose para morir, le dijo:
que queria hacer por escrito una declaracion que hallaba por muy
conveniente al servicio de Dios, porque tenia mucho temor de ir á su
divina presencia, sin manifestar lo que sabia. Que habiéndole tomado
como pudo su dicho, declaró: que siendo moceton, hizo una muerte en
Calle-calle, jurisdiccion de Valdivia, con cuyo motivo se fué fugitivo á
los Llanos, y de allí al otro lado del rio Bueno, donde lo amparó un
cacique tio suyo; haciendo de él mucha confianza para sus tratos y
conchabos. Que con esta ocasion le enviaba hácia la ciudad de los
españoles que hay, procedidos de los de Osorno, junto á la Cordillera, á
que viese á otro cacique que servia de sentinela á dichos españoles. Que
era cierto que estaban allí fundados y establecidos con ciudades
fortificadas, y una noche oyó hablar dos de ellos con el cacique donde
estaba alojado, sobre un conchabo de lo que llevaba dicho indio, que
eran achas y sal: que los españoles traian agí, lienzo y bayeta, con lo
que cangeó, ó conchavó, y el lienzo era como el de Chiloé. Que es
verdadera la existencia de estos españoles, y que el castellano que
hablan no es muy claro: y por último que decia esto, estando ya para
morir, y conocia el trance en que se hallaba, y la cuenta que habia de
dar á Dios. Que este indio era muy racional y cristiano, por lo que el
padre declarante asegura, que no solo en esta ocasion, sino en otras
muchas conversaciones antes de este lance, siempre le habia referido lo
mismo, con cuyo respecto dice, que tiene satisfaccion de la verdad de
cuanto el indio le decia.

4.° A fojas 49 del mismo cuaderno 1.° se reconoce la declaracion que se
tomó al indio Santiago Pagniqué, morador y vecino de Ranco, y en ella se
vé que por el riesgo á que se exponia de que lo matasen sus
compatriotas, en caso de saber que él habia declarado lo que ellos tanto
ocultaban, expresó con lágrimas en los ojos, que sabe real y
verdaderamente que estan los españoles en la laguna de Puyequé, pasado
la que se repecha un risco, y hay un estero que llaman Llauqueco, muy
correntoso y profundo, y es en donde los indios tienen su sentinela,
para no dejar entrar ni salir á ningun español, de una parte ni otra.
Que para dar la vuelta á entrar donde están los españoles, hay mucha
risqueria, pero que del cerro de Llauqueco se divisa la poblacion, y
algunas colorean como tejas. Que hay muchos españoles, y que se visten
de lienzo, porque siembran mucho lino, y tienen paño muzgo y colorado
que tiñen con _relvun_. Que tienen iglesia, lo que sabe por otro que
estuvo allí seis dias en tiempo que hicieron una procesion, y que la
tienen cubierta de plata, que parece una ascua. Que á este indio lo
llevó á escondidas un cacique que mandaba el sentinela, y le encargó que
no le viesen, porque le quitarian la vida aquellos españoles. Que desde
que nació sabe que estan ahí esos españoles; y desde Valdivia allá hay
cinco dias de camino, con otras particularidades que refiere; entre las
que expresa los rios y esteros caudalosos que hay que pasar, y los
indios que guardan la entrada.

5.° El cacique nombrado Artillanca, que lo es de la reduccion de
Guinchilca, declara á fojas 50 que estan allí aquellos españoles, en la
laguna de Puyequé: que él tiene conocimiento de muchos años á esta
parte, y desde que tiene uso de razon, sabe que allí estan acimentados.
Que todos los indios con quienes ha comunicado, y particularmente sus
padres y abuelos, siempre le han contado lo mismo, adquirido de aquellos
indios que tratan con los españoles. Que estos son muchísimos, y tienen
su Rey, pero que segun sabe de cierto, ellos no han querido salir,
porque ahora años hicieron un parlamento, y digeron en él que tenian
todo lo que habia menester, y no querian sugetarse al Rey de España. Que
ahora tiempo tuvieron estos españoles una campaña con los indios
fronterizos, en la que mataron á seis caciques principales y á
muchísimos indios. Que despues acá no han tenido guerra, pero que tienen
muy cuidado el camino, para que no se salga, ni entre á su poblacion; y
que donde está el sentinela hay una angostura, en donde los españoles
suelen poner una cruz; pero los indios la quitan y les ponen una macana
con sangre. Que tienen iglesia grande en su poblacion, y mucha plata y
oro que allí sacan. Que visten de muzgo y colorado, son muy guerreros,
tienen ganados y siembran mucho. Que si los nuestros quisieran ir allá,
hallarian mucha oposicion, porque hay muchos indios alzados que lo
impiden. Que el camino mas derecho para ir á estas poblaciones es el de
los Llanos, mejor que por Guinchilca; y que aunque en tiempo del
Gobernador D. Juan Navarro, se le preguntó sobre este asunto, lo ocultó,
porque ha tenido miedo si decia algo, de que lo matasen sus contrarios.
Pero que ahora estaba tan agradecido del cortejo que le habia hecho D.
Joaquin de Espinosa, y tan satisfecho de su amistad, que no habia podido
callarle nada, y así le habia abierto su pecho, para decirle la verdad
de todo lo que sabe.

6.°. A fojas 89 declara el cacique Llancapichun, de la reduccion de
Ranco, con el indio Santiago Pagniqué, que es cierto y evidente que se
hallan allí aquellas gentes españolas en el otro lado de una laguna
grande, nombrada de Puyegué: que es mucha la gente que hay, toda blanca,
como nosotros: que usan de los mismos vestidos, que tienen casas,
murallas, y embarcaciones con que se manejan en la laguna, y salen á
pescar. Que tienen tambien armas de fuego; y que no solo hay esta
poblacion sino otra mas adentro: que ellos están prontos á guiar á los
nuestros, si quieren pasar allá, pues ya conocen que queremos buscar á
los de nuestra sangre. Que tenian parlado ellos sobre el asunto con los
indios Puelches, de las inmediaciones de sus tierras, y les habian
ofrecido ayudar á los españoles si entraban á sacar á los otros. Que se
oponen á esta entrada muchos indios que hay hasta llegar á la laguna,
que son los que siempre han defendido la entrada y salida de aquellas
gentes. Que desde la casa de Llancapichun, hasta llegar á la orilla de
la laguna, desde donde se divisan los españoles que se buscan, hay
veinte y cuatro horas de camino montuoso, con algunas angosturas y
cerrillos. Que hay dos rios que pasar, cuyo tránsito puede facilitarse
con armar embarcaciones, que es muy fácil á los nuestros: y que así
estaban ya prontos á guiarnos, esperando solo la determinacion del
Gobernador, á quien ocurririan siempre que sus contrarios les quisiesen
insultar, por haber declarado estas noticias.

7.º A fojas 26 del cuaderno segundo depusieron los caciques de Rio
Bueno, Queupul, Neyguir, Payllalao, Teuqueñen y Millagueir, que era
cierto que estaban allí tales españoles, obligándose á enseñar la
poblacion y á poner á los nuestros con el cacique Cañilef en parage
donde la divisasen, y lo mismo aseguraron á Francisco Agurto, Blas Soto,
Miguel Espino y Tomas Encinas, los caciques Antili, Guayquipagni,
Tagollanca, Leficura, Cariñancú, y otros seis mas, segun consta de la
carta de fojas 35 de este propio cuaderno segundo, cuyas noticias
confirmaron al cadete D. Manuel de la Guarda: añadiendo el apronto de
sus lanzas, y que era preciso para ir sin susto, que la marcha para el
descubrimiento debia ser por el mes de Setiembre, y antes de que se
abriese la Cordillera, para no tener así temor de que los Peguenches y
Puelches saliesen á impedirles el paso.

8.° Francisco Agurto declara nuevamente á fojas 49, que con motivo de
haber sido uno de los que fueron al otro lado del Rio Bueno en la
escolta que se dió al cacique Queupul, como parcial nuestro, consiguió
hablar sobre la existencia de los españoles, nominados _Césares_, con
varios indios, á quienes por haber hallado muy adictos al Gobernador y á
los españoles, pudo ya sin cautela tocarles este asunto de ellos,
siempre cautelosamente promovido. Que de estas conversaciones resultó
que el cacique Neucupangui, que tiene su habitacion y terreno adelante
de Rio Bueno hácia las cordilleras, le comunicase que los españoles que
buscábamos, estaban á este lado de la Cordillera; pero que fuera de
estos habia al otro lado, á orillas del mar, otros _Huincas_, ó
españoles muy blancos, que eran muchos, y se hallan allí poblados de
navíos perdidos; que eran muy valientes, tenian murallas, y no se darian
por bien. Que eran muy ricos, y tenian comercio, porque entraban
embarcaciones en su puerto. Que esta gente se comunicaba con otros
llamados _Césares_, por un camino de risqueria, que solo á pié se podia,
andar, en que tardaban dos dias. Que toda esta declaracion la oyó el
declarante, igualmente de otro cacique, llamado Imilguir, tambien de
tierra adentro, y que no duda de su certidumbre por la ingenuidad con
que le hablaban en este particular, pues diciéndoles el que
declara:–“esos serán los de Chiloé,” respondieron:–“esos están por ahí
abajo, que no ignoramos nosotros para dar esta noticia”: lo mismo que
repite este declarante á fojas 78, contando los pasages que le
ocurrieron al entrar á la laguna de Puyegué.

9.° A fojas 15 dice la india Maria, natural de Naguelguapí, que su madre
tenia amistad con unos españoles que se hallaban inmediatos á su tierra,
y que con el motivo de haber caido enferma, la llevó á una islita, en
donde habia un religioso y una señora de edad: que el religioso tenia
los hábitos como los de San Francisco, y la quizo bautizar, y ponerle
por nombre _Teresa_. Que dicho religioso estaba en la isla como
misionero, y á ella ocurrian á rezar algunos indios. Que inmediato á la
isla hay una poblacion, situada de la otra banda de la laguna de
Puyegué, en la cual hay algunos indios y muchos españoles, los que
habitan en unos altos, sin permitir entrar á los indios. Y á distancia
de un dia de camino, hay otra poblacion, cuyos dueños tienen muchas
armas de fuego, y hablan distinta lengua que los primeros, los cuales
tienen muy pocas armas de fuego, y sí muchas lanzas. Que mantienen
continua guerra con los de la segunda poblacion por causa de sus
ganados; y que los primeros, segun lo que la madre de la declarante le
tiene dicho, usan del vestuario como nosotros, y por zapatos, _sumeles_.
Que tienen comercio con los otros, de quienes se proveen de lienzos,
añil y chaquiras, y que tienen una especie de lana que se cria en
árboles, la que traen de la otra banda de la Cordillera, hacia el Cabo
de Hornos, conchavándola á los indios. Tambien que aquellos españoles
solicitan saber de nosotros, pero que los indios les infunden temor,
diciendo: _que somos muy temerarios y tiranos_, y que por un rio grande
que es de mares, se comunican los de una poblacion con otra, por unas
barcas grandes.

10. A presencia de semejantes atestaciones, parece que no debe ya
dudarse de la existencia de aquellas poblaciones, bien sean de
españoles, ó bien sean de extrangeros, que segun el uniforme dicho de
los indios, hay en la una y otra banda de la Cordillera hácia la parte
del sur, y en la altura del estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos:
porque aunque no puede negarse que han producido con alguna variedad sus
asertos y noticias, en cuanto á la situacion de tales poblaciones, esto
puede provenir de varias causas y motivos. El primero de la misma
naturaleza de los indios, que siendo sumamente recelosos del español,
muy tímidos y observantes de sus ritos como leyes inviolables, segun lo
advierte Francisco Agurto, á fojas 98 vuelta, y en su declaracion de
fojas 96, no es inverosimil persuadirse, que ya que descubren el
secreto, para ellos misterioso, y de la mayor gravedad, varien en una ú
otra circunstancia. El segundo, de que los intérpretes ó lenguaraces no
hayan entendido bien lo que ellos han querido decir, explicando los
lugares de la situacion. Y el tercero, de que los mismos indios por su
rudeza no hayan sabido explicar este punto. Y así debe atenderse
principalmente á la substancia de lo que declaran acerca de la efectiva
existencia de dichas poblaciones, mayormente estando todos contestes en
cuanto á este punto, sin que lo contrario arguya el éxito de las
expediciones hechas á costa del coronel D. Joaquin de Espinosa, de que
dá puntual razon el Reverendo Padre Fray Benito Delgado, en su carta de
fojas 99 del 5.º cuaderno, y á fojas 127 los cadetes D. Miguel, y D.
Manuel de la Guarda, D. Joaquin, y D. Juan Angel Cosio, el sargento
Gregorio Pinuer, el condestable Pedro Alvarez, los cabos Teodoro Negron,
y Feliciano Flores, y los soldados Francisco Agurto, Baltazar Ramirez,
Miguel Espino, Tomas Encinas, Andres Olguin, y Domingo Monte-alegre.
Pues, confesando que no pasaron á mucha distancia de las lagunas de
Poyequé y Llauquigue, ni llegaron á la otra laguna de Puraylla, que
divisaron desde un alto de la Cordillera, donde vieron algunos humos, y
que oyeron unos tiros, como de esmeril ó pedrero, los que pudieron ser
efecto de los volcanes inmediatos, no debe tenerse esto por documento
suficiente que califique absolutamente la falsedad del comun y general
aserto de los indios, y mucho menos cuando los caciques, en el acto
mismo de reconocer estos españoles las precitadas lagunas, ratificaron
las mismas noticias aseverando que los Moro-huincas de la segunda
poblacion son ingleses, y que son muy guapos, que estan muy lejos, y muy
fortificados, como se vé á fojas 35 y fojas 36 de dicho 5.º cuaderno.

11. Si V.S. recuerda las memorias de las épocas anteriores, hallará que
nuestra nacion española no tuvo mejores ni iguales fundamentos para
haber hecho los descubrimientos que admira todo el orbe. Despues que el
almirante D. Cristoval Colon, obtuvo las noticias que le comunicó el
Piloto Alonso Sanchez de Huelva, de la nueva tierra que habia visto,
juzgándolas por sueño los de su propia república, y las coronas de
Portugal, Francia é Inglaterra, á quienes convidó con ellas:–despues
que habiendo vencido inmensos trabajos, logró descubrir la isla nombrada
Guanani, que ultimamente se llamó de San Salvador, no tuvo otro
comprobante de la existencia de las demas que halló, que el dicho y
aserto de los indios. Cuando Barco Nuñez de Balboa descubrió la tierra,
en que se fundó la villa de Santa Maria, la antigua del Daryen, no tuvo
otro antecedente para saber de la situacion del mar del sur, y de las
tierras del Perú que el dicho de un hijo del cacique Careta, apuntándole
con el dedo hácia el medio dia. El marquez D. Francisco Pizarro,
habiendo navegado hasta la tierra del Tumbez, no tuvo otro fundamento
para creer la existencia del Cuzco, su riqueza y poderoso imperio, que
el dicho de los mismos indios Tumbezes. Y en fin el Adelantado D. Diego
de Almagro, para haber tomado á su cargo el descubrimiento y conquista
de este reyno de Chile, no tuvo mas fundamento que las noticias que le
comunicaron en el Cuzco los indios de aquella jurisdiccion, igualmente
que el Inca Mango sucesor de los dos hermanos Guacan y Atahualpa. Con
que se concluye, que el simple dicho y aserto de los indios, por los
efectos que en todos tiempos ha causado, no debe despreciarse
enteramente, y mucho menos cuando es uniforme y conteste entre los
mismos que lo producen.

12. Bien es, que el demasiado deseo de nuestros españoles por las
riquezas y metales preciosos, ha llegado á fabricar en sus ideas algunos
paises ó poblaciones imaginarias en estas Américas, cuya fantasía se ha
apoyado con el embuste de los indios, que por apartar de sí á los
nuestros, han procurado empeñarlos en el descubrimiento y conquista de
algun pais riquísimo, que fingian hácia tal ó tal parte: como sucede en
el Perú, donde corre la opinion de que entre aquel reyno, y el Brasil
hay un dilatado y poderoso imperio, á quien llaman el _Gran Paytití_,
donde dicen se retiró con inmensas riquezas el resto de los Incas,
cuando se conquistó el Perú por los españoles, sustituyendo el nuevo
imperio en lugar del que habian perdido: sobre cuyo descubrimiento y
hallazgo se han dedicado muchos con esmero, y gastado crecidas
cantidades, sin otro fruto que el desengaño. En la provincia de la
Guayana, que está al sur de Caracas, se dice así mismo que hay un
pueblo, á quien llaman _el Dorado_, por ser tan rico, que las tejas de
las casas son de oro; y al norte del nuevo Méjico, que hay un pais
denominado la _Gran Quivira_, reducido á un imperio floridísimo, que se
formó de las ruinas del Mejicano, retirándose allí cierto principe de la
sangre real de Montezuma. Y aunque sobre descubrir esta Gran Quivira, no
se han impendido gastos algunos, pero sí se han erogado muchos sobre el
Dorado, sin que se haya conseguido otro favorable efecto, que el que han
tenido las expediciones del _Gran Paytití_. Y teniendo presente estos
acaecimientos, algunos críticos han colocado las poblaciones de los
españoles, que llaman _Césares_, entre los paises imaginarios, fundando
su opinion en los antedichos egemplares, y en que no han podido ser
hallados, sin embargo de la solicitud con que muchas veces han sido
buscados: como entre otros sucedió con el Padre Nicolas Mascardi, de la
Compañia de Jesus, apostol de las Indias de Chiloé, que habiendo entrado
tierra adentro en demanda de estas poblaciones, el año de 1673, solo
consiguió morir á manos de los indios Poyas.

13. Mas aquí tenemos otros fundamentos sólidos, que hacen verosimil la
existencia de los españoles, á que el vulgo ha querido denominar los
_Césares_, porque los indios que la han declarado uniformemente, nada
han dicho de ponderacion que pueda mover la codicia, pues han asegurado
que tienen lino, que tienen casas de paja y totora, que tienen
artilleria menuda, pocas armas de fuego, y muchas lanzas, con otras
particularidades que no militan en el imperio del _Paytití_, y poblacion
del _Dorado y Gran Guivira_. Han expresado que semejantes poblaciones de
españoles proceden de los que se salvaron en el asedio de las siete
ciudades, acaecido en el año de 1599; y siendo todo esto muy verosímil,
como tambien que puedan ser de los que habitan la ciudad de las Infantas
que se desapareció en aquel tiempo, sin que se pudiere saber el fin que
tuvo, ni donde estuvo situada, no hay desde luego razon, para que,
inclinándonos á la opinion de los críticos, creamos que son fingidas é
imaginarias tales poblaciones. A lo que se agrega otra reflexion, que
nace del naufragio que han padecido algunas naves en el estrecho de
Magallanes. Segun nos cuentan las historias, entre las armadas que se
han perdido en ese estrecho, una fué la de cuatro navios que despachó el
Obispo de Placencia para poblar las islas Malucas; los cuales habiendo
llegado con buen tiempo al Estrecho, hallándose veinte leguas dentro de
él, se levantó por la proa un viento tan récio, que no pudiendo volver
atrás ni tener por donde correr, dieron los tres de ellos en tierra, y
se perdieron; pero no la gente, que esta se salvó. La cuarta nave tuvo
mejor suerte, porque corriendo fortuna, pudo desembocar otra vez al mar
del norte, y sosegada la tempestad, volvió á envestir al Estrecho, y
llegó al parage donde se habian perdido las compañeras, hallando en
aquellas riberas la gente que se habia salvado en tierra: los que viendo
la nave, comenzaron á hacerle señas, y á gritar á los que iban dentro,
pidiéndoles que los recibiesen: pero que no lo hicieron, porque los
bastimentos que habian quedado eran tan pocos, que temian no bastasen
aun para los del navio.

14. Ahora pues, como no se sabe con certidumbre qué se haya hecho de
estos hombres, y se dice, por otra parte, que en la realidad hay gente
de Europa poblada hácia el Estrecho de nuestro continente, no es dificil
persuadirnos que, viéndose perdidos, se entrasen tierra adentro, y
emparentando con alguna nacion de indios de los que allí existen, se
hayan ido multiplicando de manera, que se hayan dejado sentir de las
naciones mas vecinas, y de estas pasado á otras las noticias, que
siempre han corrido muy vivas, de que en efecto hay tales gentes en
aquel parage, á quienes llaman _Césares_: sin duda por la tradicion de
que, reinando el emperador Carlos V., salió un navio cargado de familias
para poblar este sitio, y varando en la costa el bajel, entraron ellos
tierra adentro, y formaron la citada poblacion. Consideraciones todas
por que los geógrafos la han situado en una abra de la Cordillera
Nevada, entre los 45 y 50 grados de latitud.

15. Cuando no hubiesen otras razones que fundasen la necesidad de
indagar la real y verdadera existencia de estas poblaciones, serian sin
disputa, en concepto del Fiscal, un poderoso motivo, para que por todos
los medios posibles se procurase salir de toda duda y equivocacion; pero
habiendo sospechas vehementísimas, que casi hacen evidente el
establecimiento de naciones extrangeras en los terrenos que hay del
estrecho de Magallanes para el norte, tampoco hay arbitrio para que
dejen de verificarse las expediciones que propuso el coronel D. Joaquin
de Espinosa, en su carta de 4 de Marzo de 1778, que se halla á fojas 143
del cuaderno 5.°

16. Sobre las noticias que de ellos han dado los indios, y quedan ya
apuntadas, concurre la notable circunstancia de haber sido siempre este
fertilísimo reyno el objeto de la envidia de las naciones, extrangeras,
especialmente de la inglesa. Prueba de ello es el continuo desvelo con
que esta potencia se ha dedicado á indagar la situacion de los puertos,
costas y ensenadas de nuestra América meridional, y los viages que
prácticaron al mar pacífico los piratas Francisco Drake, el año de 1579,
entrando al puerto de Valparaiso; Tomas Candish, ó Cavendish, el de
1587, dejándose ver en la isla de Santa Maria y Valparaiso; Ricardo
Achines en el de 1593; Oliver de Noort el de 1599; Jorge Spilberg en el
de 1615, con seis navios; Jacobo Lemaire, Guillermo Schouten y Guillermo
Fiten el de 1616; Henrique Beaut, que el de 1633 con una escuadra
considerable salió de Pernambuco, y entró en el mar del sur; por el
estrecho de Lemaire. Era su ánimo tomar el presidio de Valdivia, y
fundar allí una colonia: pero habiendo desembarcado su gente, y
empezádose á fortificar en aquel sitio, el Gobernador de la plaza y su
guarnicion, ayudados de los indios, los desalojaron á cuchilladas,
obligándoles á abandonar el puesto. Henrique Morgan, el de 1669, Carlos
Henrique Clarke, el de 1670; y el de 1680, Bartolomé Charps, Juan
Guarlen, y Eduardo Valmen saquearon los puertos y lugares abiertos de
las costas del Perú y Chile. Y en el presente siglo, Tomas Colb, el año
de 1708; Juan Chilperton el de 1720; Eduardo Wernon el de 1740; y el de
1741 el vice Almirante inglés, Jorge Anson; y en fin el viage del
comandante Byron, hecho al rededor del mundo, y la descripcion puntual
que de órden del almirantazgo egecutó del Estrecho, mencionando sus
bahias, puertos, rios y ensenadas, el año de 1764.

17. Estas consideraciones, unidas á las que con maduro acuerdo hace el
capitan D. Manuel Josef de Orejuela en las tres representaciones que ha
exhibido con fechas de 21 de Noviembre de 1781, 18 de Febrero, y 12 de
Abril del corriente año, califican en tanto grado la sospecha de que los
ingleses se hayan poblado y fortalecido en algunos de puertos que hay
desde la bahia de San Julian para el sur hasta el Cabo de Hornos, que
apenas habrá hombre prudente que, reflexionando con detenida meditacion
la materia, dude de semejantes establecimientos. Pero como es este un
punto de los mas graves é interesantes al Estado, es forzoso que el
distinguido celo de V.S. para remover todo escrúpulo de duda, no omita
diligencia, por leve que sea, á fin de esclarecer estas sospechas. Y
supuesto que el capitan Orejuela, en el capítulo 12 de su representacion
de fojas 5 del 9.º cuaderno, expresa haber reconocido cierta declaracion
tomada al Reverendo Padre Prior del convento de San Juan de Dios del
presidio de Valdivia, en que aseguraba que, habiendo salido de Cádiz el
año de 750, en el navío _el Amable Maria_, en la altura de 50 grados de
latitud al sur, descubrió en uno de los cerros de aquel estrecho, que
tenian á la vista, un hombre embozado en una capa azul, con sombrero
negro redondo; y una muger igualmente vestida de azul, que se reconocia
serlo por la ropa talar, acompañados de un perro grande blanco y negro;
á quien habiendo llamado á la voz con señas, no respondieron palabra: y
otra de los Reverendos Padres Misioneros venidos en el _Toscano_, en que
constaba, que á la altura de 37 grados de latitud, por la parte del sur,
encontraron una embarcacion inglesa de dos palos, que dijo se entretenia
en la pesca de ballena, y los obsequió con un barril de aceite de ella,
en correspondencia de otro de aguardiente, con que el capitan español
los cortejó; seria muy oportuno y conveniente, que una vez que no se
encuentran en estos autos semejantes declaraciones, se sirva mandar
V.S., que informe el citado Padre Prior del convento de San Juan de Dios
de Valdivia, y los religiosos misioneros venidos en el _Toscano_, sobre
los pasages mencionados; y que expresando el capitan Orejuela, cual es
la persona que le ha comunicado las noticias que refiere en los
capítulos 32, 33 y 36 de su representacion de fojas 5, se le tome
igualmente su declaracion jurada al tenor de los hechos relacionados en
los capítulos 33, 36 y 37.

18. Convendrá así mismo se tome igualmente declaracion al caballero
francés Mr. Romanet, que se dice hallarse hoy en Buenos Aires, empleado
en nuestra marina real, y destinado entre otros oficiales de este cuerpo
á la division de los límites con Portugal, para que exponga con la
debida claridad, si es cierto que cuando acompañó á Mr. de Bougainville
en el viage que hizo al rededor del mundo, al desembocar el estrecho de
Magallanes, por donde pasaron al mar del sur, vieron un _sloop_ á corta
distancia; el cual, sin embargo de hallarse bien cerca de tierra,
inmediatamente viró de bordo, y giró para ella; por lo que al instante
lo perdió de vista la fragata francesa. Y en esta atencion puede V.S.,
siendo servido, pasar el correspondiente oficio al Exmo Sr. Virey de
Buenos Aires, á efecto de que S.E. disponga lo que tenga á bien sobre
esta importante diligencia, y que remita dicha declaracion á V.S. para
que se agregue á los autos.

19. Y por lo que respecta á los medios y arbitrios que propone el
nominado capitan para la mejor defensa de este reino, especialmente en
cuanto á que la escuadra, que ha despachado Su Magestad para el seguro
de estos mares, se destine á guardar la plaza de Valdivia, dándose á su
Comandante la comision de inspeccionar aquella fortaleza y artilleria, y
á esta Capitanía General las facultades del Exmo. Sr. Virey, para que,
en el caso de ser preciso variar las órdenes que se comunican á los
comandantes, pueda resolver y mandar cuanto convenga al real servicio
puede V.S., siendo servido, consultarlo con S.E., remitiéndole
testimonio íntegro de este cuaderno 9, en que se incluyen las tres
representaciones hechas por el capitan D. Manuel de Orejuela, á fin de
que la consumada práctica y pericia de S.E. en el arte de la guerra
disponga lo que tuviere por conveniente; pues el Fiscal cree que el
único seguro medio de guardar este reino es el de que se acceda á las
propuestas que sobre este punto hace el precitado D. Manuel: por lo que
desde ahora pide y suplica á V.S. se sirva hacer formal instancia en
aquella superioridad, á efecto de que cuanto antes se dé este destino á
la escuadra real en la plaza mencionada.

20. Con lo expuesto hasta aquí, ha evacuado el Fiscal su respuesta en
órden á los puntos concernientes á poblaciones de españoles y
establecimientos de extrangeros en nuestro continente, y así concluirá
su discurso acerca de estos mismos puntos, con expresar á V.S. la
substancia y concepto que ha formado de lo que el indio guilliche
Guechapague y los caciques Curical, Guillapangui y Quiñaguirrí
comunicaron al capitan de la reduccion de Maquegua, D. Fermin Villagran,
y ha expuesto en las declaraciones que de órden del Maestre de Campo,
General de la ciudad de la Concepcion, se le recibieron, y constan á
fojas 99 y 102, del citado cuaderno 9.

21. En una y otra expresa Villagran haberle asegurado los antedichos
caciques é indios, que habia una poblacion de españoles, que estaban
comprando á las cautivas, los cuales se han situado á la orilla del rio
Miuleú, cuyo trage es de paño azul, y otros de amarillo; el sombrero
chico y apuntado de tres picos, y mantienen comercio con el cacique
Curihuentú, que dista de ellos dos leguas, y que en distancia de seis,
tierra adentro de la desembocadura de dicho rio en la mar, está la nueva
poblacion muy bien fortificada con su estacada, y mucha artilleria
gruesa. Y aunque D. Manuel de Orejuela, en vista de esta declaracion,
procura fundar que es de ingleses este nuevo establecimiento, el Fiscal
cree y conceptua que no es así, sino que esas son nuestras nuevas
poblaciones, que de órden de S.M. se han verificado en la Bahia sin
Fondo, como el Exmo. Señor Virey de Buenos Aires lo anuncia á V.S. en su
carta, fecha en Montevideo, á seis de Mayo de este año. Manifestará la
razon en que funda su dictámen, y quedará la materia tan clara como la
luz del dia.

22. Segun el mapa geográfico de la América Meridional, dispuesto y
grabado por D. Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, impreso en Madrid el
año de 1775, el rio Mianlú, Leubú ó Sanquel, que los indios llaman
Miuleú é Neuquen, es el mismo rio que nosotros le llamamos Negro, el
cual toma su orígen de las lagunas de Guanachi, desde donde corre norte
sur, hasta la altura de 38 ó 39 grados de latitud, y desde ahí sigue del
occidente al oriente con alguna oblicuidad, hasta desembocar en el mar,
donde se forma la Bahia sin Fondo. Con que si esto es así, y constante
que las nuevas poblaciones de españoles se hallan situadas en la
expresada bahia, en que el rio de Miuleú desemboca al mar, es evidente
la verdad con que hablaron los caciques é indios Guilliches al capitan
Villagran, y que no debe por esa parte recelarse establecimiento de
extrangeros, quedando así enteramente desvanecido el concepto que acerca
de este punto ha formado el capitan Orejuela.

23. Pero como subsisten vigorosas las demas razones y fundamentos que
forman una mas que semiplena probanza de la realidad del establecimiento
de nuestros enemigos en aquellos propios terrenos, por eso, con
justísima razon el poderoso invicto Monarca, que felizmente nos
gobierna, tuvo á bien expedir la real órden de 29 de Diciembre de 1778,
en que, á consecuencia de las actuaciones que promovió el distinguido y
ardiente celo del Coronel D. Joaquin de Espinosa, se sirvió adoptar las
oportunas y bien fundadas reflexiones que le hizo esta Capitanía
General, en apoyo de la propuesta que el Coronel D. Joaquin explicó en
su carta de fojas 143, del cuaderno 5, dejando á la discrecion de este
Superior Gobierno el arreglo de las expediciones que han de egecutarse,
con el importantísimo objeto de descubrir semejantes establecimientos, y
salir de una vez de dudas y equivocaciones: graduando el tiempo en que
convenga se verifiquen con la menos costa que sea posible: formando á
este efecto las instrucciones que hayan de observarse, y cuidando de
precaver en ellas todos los riesgos que las pueda empeñar en la pérdida
de gentes, sin una necesidad muy urgente, y que no pueda remediarse ó
alcanzarse, por razon de haber de hacer sus marchas por parages
desconocidos. En la inteligencia de que, el Señor Capitan General de
este reyno ha de entenderse en derechura con el Exmo. Señor Virey del
Perú, para cuanto le ocurra sobre este particular: á cuyo fin le ha
prevenido S.M. preste los auxilios de tropa y demas que sea conveniente
para la consecucion de esta empresa.

24. Esta real resolucion, y las que le contienen en las órdenes de 2 de
Diciembre de 1774, 10 de Agosto de 75, 18 de Julio de 78, y 29 de
Diciembre de 78, que se contienen en el 7.º cuaderno, manifiestan la
decidida real voluntad, acerca del efectivo envio de las expediciones
proyectadas por el Coronel D. Joaquin de Espinosa, en su citada carta de
fojas 143 del 5.° cuaderno. Y en esta virtud, lo que hoy únicamente
resta, y de que se debe tratar, es del tiempo en que convendrá
egecusarse estas expediciones, y del modo y circunstancias que deban
observarse antes, y en el acto de su verificativo.

25. El Exmo. Sr. D. Agustin de Jauregui, siendo Gobernador y Capitan
General de este reino, inteligenciado de la juiciosa conducta del
Coronel D. Joaquin, y del mérito que sobre este particular tenia
contraido, puso al cargo y mando de este oficial las operaciones
referidas, y le ordenó en carta de 20 de Agosto de 1779, que para
formalizar las correspondientes instrucciones, con total arreglo á las
soberanas intenciones de S.M., y al religioso espíritu que manifiesta la
misma real órden de 29 de Diciembre, le previno, que con la posible
anticipacion y reserva le expusiese cuanto considerase preciso y
necesario para habilitar dichas expediciones, de modo que, por falta de
víveres, bagages, armas, municiones y pertrechos no tengan que padecer
necesidades, peligros, ni atraso en las marchas á su destino: lo que
podria facilitarse de estos auxilios y provisiones en la plaza de
Valdivia y su jurisdiccion; y lo que habia de llevarse en el navío del
situado, así de esta capital como de la de Lima. En el concepto de que
habian de ser dos las expediciones: las que, á un tiempo determinado,
debian salir una por Chiloé, y otra por Valdivia. Le previno tambien que
le informase si le ocurria reparo, en que de las cuatro compañías que
habian de venir del Callao, se remitiesen dos á Chiloé, para que á su
abrigo puedan venir las milicias que destinare el Gobernador de aquella
provincia á reunirse con las que saliesen de esta otra plaza, y la tropa
que las habia de acompañar; y así mismo, si habria caballerías
bastantes, para las remontas que se consideran precisas, haciendo
atencion al número de que se hubiese de componer la expedicion.

26. Previno S.E. igualmente al coronel D. Joaquin, le informase, qué
tiempo le parecia el mas, á propósito para la salida, á efecto de
adelantar las órdenes correspondientes al mas breve apronto de las
provisiones de boca y guerra, y de todos los útiles que comprendiese
necesitarse, como el de los agasajos que mas apetézcan los naturales del
tránsito, dándole razon de unos y otros. Y considerando lo que importa
conferir tambien la materia con el Gobernador de Chiloé, antes de
ocurrir al Exmo. Sr. Virey del Perú, por los auxilios de tropa y demas
que fuese preciso, le dirigió un pliego rotulado á dicho Gobernador,
para que lo remitiese á Chiloé, en alguna piragua, ó embarcacion de
particulares; con órden de que la comprase de cuenta de Su Magestad, si
fuese capaz de poderse continuar en ella la correspondencia con aquella
provincia, y en él de que no la hubiese, que dispusiese la construccion
de una, adecuada al fin enunciado: haciéndole otras prevenciones
conducentes á procurar la mayor seguridad de la expedicion, y el acierto
de la ruta que se ha de elegir, y á facilitar el debido cumplimiento de
la real órden de Su Magestad, con la prontitud deseada. Y sin embargo de
ser necesarísima la decision de estos puntos, no se encuentra en los
autos razon ni carta alguna del coronel D. Joaquin, en que explique su
dictámen en cuanto á ellos; ni tampoco la respuesta que debió dar el
Gobernador de esta provincia de Chiloé, en consecuencia del pliego que
se le dirigió por la via de Valdivia.

27. En las cartas de fojas 83 y 84 del 7.° cuaderno, fechas á 12 de
Junio de 1780, expresa el Exmo. Sr. D. Agustin de Jauregui, siendo aun
Presidente de esta Real Audiencia, quedar en su poder la que en
contestacion de la suya de 14 de Febrero escribió al coronel D. Joaquin
el Gobernador de Chiloé D. Antonio Martinez y la Espada, con fecha de 27
de Marzo, la misma que con otra de 15 de Abril le dirigió dicho Coronel,
consultándole los medios que le ocurrian para facilitar la expedicion
por la parte sola de Valdivia, atendida la imposibilidad que ponia el
mencionado Gobernador, de no ser factible se hiciese salida de aquella
provincia para Osorno, por los motivos que expuso: añadiendo en la de
fojas 84, quedaba tambien en su poder la razon que con la citada carta
de 15 de Abril se incluyó, de lo que á D. Joaquin le habia parecido
añadir á la anterior, remitida para la expedicion proyectada, y que todo
se agregaria al expediente de la materia para tenerlo presente cuando
hubiesen de darse las últimas providencias, con arreglo á lo resuelto
por Su Magestad. Y segun lo que estas dos cartas ministran, se
comprende, que _de facto_ el coronel D. Joaquin de Espinosa evacuó el
informe de aquellos puntas que se le previnieron en la de 20 de Agosto
de 79, ó á lo menos que expuso su dictámen sobre algunos de ellos: y
pues conducen en gran manera para que V.S. pueda tomar sus medidas en
este grave y delicado asunto, parece corresponde se sirva mandar, que
así en la Secretaría de cámara de esta Capitanía General, como en la
escribanía de este Superior Gobierno, se busquen y soliciten esos
documentos, para que se agreguen á los autos de la materia. Y en el caso
de que no se encuentren, que se escriba una carta órden al teniente D.
Marcelo de Arteaga, albacea del coronel D. Joaquin, previniéndole
solicite entre los papeles de este oficial el borrador de la carta de
15 de Abril de 780, escrita á esta Capitanía General, y el de la razon
con que la acompañó; y sacando copia puntual de uno y otro, la remita á
manos de V.S., para los fines que convengan al real servicio.

28. Bien es que el capitan D. Manuel de Orejuela tiene absueltos todos
esos puntos en sus enunciadas representaciones, en que ha expuesto
parecerle conveniente, que se haga una sola salida por Chiloé con mil
hombres de tropa arreglada, y quinientos mas para allanar los caminos, y
conducir los bagages, pertrechos de guerra, y demas que ocurra en tan
vasta empresa: refiriendo el número y clase de armas, y los otros
preparativos de guerra y boca que conceptua indispensables. Y por el
mismo caso de estar opuestos los dictámenes, pues el coronel D. Joaquin
en su citada carta de fojas 149 del quinto cuaderno, propuso que era
suficiente el número de cuatrocientos hombres de armas, así para allanar
el antiguo camino de Osorno á Chiloé, como para verificar los
descubrimientos que se apetecen, haciéndose á un mismo tiempo dos
entradas por Valdivia y por Chiloé, es forzoso que V.S. reconozca todos
los papeles y cartas, que sobre esto hubiese escrito el coronel D.
Joaquin, mayormente estando tambien opuesto el dictámen del Gobernador
de Chiloé D. Antonio Martinez y la Espada, segun se enuncia en la citada
carta de fojas 83 del cuaderno septimo.

29. Entre los muchos y buenos arbitrios que propone D. Manuel Orejuela,
parece al Fiscal muy oportunos y convenientes dos. El primero, él de
llevar la expedicion las canoas de viento, necesarias para el tránsito
de los rios y lagunas que se ofrecen en el camino, fabricándose de
pieles de lobos marinos, á poca costa, en que pueden cargarse de 15 á 18
quintales, y conducirse cuatro hombres, á mas del que fuere á
regresarla. Y el segundo, el que se traslade toda la gente y guarnicion
que hoy existe en la isla de Juan Fernandez, y se reuna en la plaza de
Valdivia: pues siendo esta la llave de todo el reyno, á ella se debe
aplicar todo el cuidado, y la mayor fuerza, siendo escusada la del
presidio de Juan Fernandez, porque esta isla estará bastantemente
guardada, siempre que se dé órden á los navios de la carrera que la
reconozcan en los viages que hicieren de Valparaiso al Callao, y tengan
cuidado de avisar, lo que en ella notasen, á este Superior Gobierno y al
de Lima. Cuyo pensamiento, apoyado con el ejemplar de la traslacion
hecha de la poblacion que habia en las Islas Malvinas á la bahia de San
Julian, es un argumento eficaz de la conveniencia, y aun necesidad que
hay de que se verifique la traslacion que propone D. Manuel de Orejuela.
Sobre que V.S. con sus superiores luces resolverá lo que le parezca mas
acertado y conveniente al real servicio, graduando los demas arbitrios
que insinúa, segun lo exigieren las actuales circunstancias, y las que
puedan ocurrir, para el mejor acierto de las expediciones proyectadas.

30. Ya que con haber fallecido el coronel D. Joaquin Espinosa, no han
podido tener efecto todas las diligencias prevenidas por el Exmo. Sr. D.
Agustin de Jauregui, en su carta de 20 de Agosto de 1779, concernientes
no solo á conservar la amistad contraida con los caciques de
Quinlchilca, Ranco y Rio Bueno, sino á adelantarla, y adelantar tambien,
si fuere posible, las noticias de la verdadera situacion de los
establecimientos que se pretenden descubrir, y la de los caminos mas
cómodos para llegar á sus poblaciones, seria desde luego muy conveniente
que el notorio celo de V.S. confiriese esta comision al sargento mayor,
D. Lucas de Molina, ó á otro oficial de honor de la plaza de Valdivia,
que hubiere manifestado deseo positivo de lograr el hallazgo de tales
poblaciones: ordenando al Gobernador de la plaza, que lejos de poner
embarazo en la práctica de estas diligencias, tan interesantes al
estado, contribuya por su parte, cuanto le sea posible, dando al
comisionado los auxilios que pidiere y necesitare para el desempeño de
su comision.

31. En esta virtud puede V.S., siendo servido, mandar que el comisionado
haga presente á los caciques amigos, por medio de Francisco Agurto,
Baltazar Ramirez, ú otros emisarios de su confianza, el deseo de verles
y manifestarles el agrado que han causado al Rey, á V.S., y al
Gobernador de la plaza, las expresiones y operaciones, con que en el
tiempo del Gobierno de D. Joaquin de Espinosa, dieron pruebas de su
lealtad y verdadera amistad con los españoles; y que con este motivo
procuren adelantar las noticias de los parages en que realmente existen
los establecimientos de españoles y extrangeros, si los hubiere, y la de
los caminos mas cómodos para llegar á sus poblaciones: aprovechando las
ocasiones que se les presenten de contraer nuevas amistades, y de
ponerlos en estado de que ellos mismos rueguen por el descubrimiento de
dichas poblaciones, y ofreciéndoles que, mediante su generosidad, serán
bien regalados ellos, sus mugeres é hijos. Que persuadan tambien á los
caciques amigos que procuren convidar á los caciques vecinos, á que
hagan el mismo allanamiento y propuesta, y de este modo consigan irse
internando hasta donde puedan, y purificar las noticias que vayan
adquiriendo, haciéndose al propio tiempo capaces de los caminos y
parages por donde pueda seguir la expedicion con mayor comodidad y
seguridad, y arreglarle los alojamientos, encargando para ello á estos
emisarios que demarquen con cautela los sitios y distancias, y que se
informen por donde se iba antes á Chiloé, con respecto á ser uno de los
principales objetos de las expediciones proyectadas, franquear la
comunicacion con aquella provincia; y que importa muchísimo saber con
fijeza cual sea el antiguo camino, ó el parage por donde sea mas pronto
y seguro el tránsito á ella.

32. Del propio modo puede V.S. prevenir al comisionado, que en atencion
á haber declarado Domingo Monte-Alegre, natural de Chiloé, que el
cacique Tanarailla, distante tres leguas del fuerte de Rio Bueno, le
comunicó que un chilate se hallaba cautivo abajo de Osorno en los
Juncos, en un parage nombrado Poyigué, que este sabe donde están los
españoles, y que el cacique le ofreció lo llevaria, sí quisiese, á que
hablase con él, á cuya propuesta asintió, pero que no lo ha vuelto á
ver; proponga al mismo Monte-Alegre si se allana á reconvenir al
cacique, para que lo lleve á hablar con su paisano, procurando se
verifique la entrada de este español, si es que no se encuentra en ello
riesgo de su vida, pues si es cierta la relacion del cacique, no hay
duda que el cautivo, no solo dará razon del sitio en que existen los
españoles y extrangeros, sino tambien del camino de Chiloé, y si le
cautivaron los mismos indios Juncos, ó los de otras naciones mas
avanzadas á aquella provincia, como de lo demas que tenga visto ó
sabido, con motivo de haber vivido entre aquellos bárbaros.

33. Así mismo será conducente, qué él comisionado haga que Francisco
Agurto procure que el cacique Manquemilla le cumpla la oferta que le
hizo, de que haria llamar á su sobrino Antuala, que vive en las
inmediaciones de la laguna de Puraylla, para que hablase con él, segun
se expresa en las actuaciones remitidas por el coronel D. Joaquin de
Espinosa, de resultas de la expedicion que hizo á su costa, y corren
desde fojas 125, hasta fojas 140 del cuaderno 5.° Pues cuando no se
adelante la adquisicion de mas claras luces de la ubicacion de los
establecimientos que se buscan, se consiguirá que la expedicion pueda
seguir sin mayor riesgo, y por caminos rectos ó menos ásperos, hasta la
citada laguna de Puraylla, ó hasta donde alcance la correspondencia de
Antuala con los caciques é indios de mas adentro. Advirtiéndoles tambien
que tengan particular cuidado de averiguar, si los indios intermedios
son muchos ó no, para que V.S. en esa inteligencia, pueda determinar la
fuerza que parezca suficiente: y en fin, que el comisionado empeñe su
celo y capacidad, en que los emisarios ó exploradores, bien instruidos
de sus prevenciones, adelanten cuanto sea posible en esta importancia.

34. Las mismas reales órdenes están respirando la suavidad con qué S.M.
quiere se verifiquen estas expediciones, y por eso el principal cuidado
qué en ellas se ha de tener, es y debe ser, evitar el recelo y
desagrado de los indios, y de todo punto el uso de las armas, á menos
que no haya otro recurso para defender las vidas, repeliendo la fuerza
con una defensa natural; y conseguir por medios suaves la internacion,
hasta que no quede duda de sí hay ó no los establecimientos que se
solicita descubrir: asegurándoles de la buena fé con que se camina, y
captándoles la voluntad, para que espontáneamente se reduzcan á nuestra
amistad y pidan el establecimiento de misiones en sus tierras; y lograr
con este antecedente la oportunidad de proponerles, ser para ello
preciso que queden españoles que acompañen á los misioneros, y los
defiendan de los rebeldes ó enemigos de los mismos indios.

Para consolidar la amistad con ellos, se les puede hacer presente la que
los de la frontera de la Concepcion tienen trababa con nosotros: el amor
y caridad con que les mira nuestro Soberano, la misma que profesa á
todos los indios en general. Que no quiere, ni apetece otra cosa que el
bien espiritual y temporal de todos ellos; que á este fin ha destinado
en esta capital un hermoso colegio, en que sus hijos sean doctrinados y
enseñados, costeando la real hacienda los maestros necesarios, para que
se hagan tan sábios é instruidos como los mismos españoles; y que en esa
atencion se les proponga deliberen enviar los suyos á este colegio,
asegurándoles que serán bien tratados, queridos y regalados; cuyas
insinuaciones no solo convendrá que las expresen á los caciques de
aquella jurisdiccion los emisarios ó exploradores sobredichos, sino
tambien el comisionado, el Gobernador de plaza, y aun el oficial ú
oficiales á quienes se hubiere de encomendar el mando de las
expediciones, el tiempo y cuando hubiese de llegar y pasar por sus
terrenos.

35. Y ya que ha llegado el caso de hablar del modo y arbitrios que
pueden presentarse para el logro de que estos naturales, abdicando de sí
aquella ferocidad que les acompaña, y aquel odio y rencor implacable que
han concebido contra la nacion española, no dejara el Fiscal de apuntar
uno que le ocurre, y le parece concerniente y oportuno. Las mismas
actuaciones, que comprenden estos autos, estan acreditando que los
indios de la jurisdiccion de Valdivia, y todos los de esta nacion en
general, lo que aborrecen entrañablemente es considerar que puede llegar
el caso de que los españoles los reduzcan á servidumbre, ó sugeten á
encomiendas, como lo practicaban y practicaron luego que fundaron las
ciudades de Osorno, Imperial, Villa Rica, Angól, Valdivia, Infantas y
Loyola, cuya total destruccion provino del deseo que asistia á los
subyugados de verse libres de esta especie de esclavitud. En las propias
actuaciones habrá notado V.S. que aun subsiste en el ánimo de los
indios, muy vivo el recelo de caer en ese infortunio, y que por eso han
soltado una que otra expresion relativa á estos puntos, ya diciendo que
los españoles son muy temerarios y tiranos, y ya que los han de hacer
esclavos, ó sugetarlos á encomiendas, si se juntan con los Aucahuincas
que se salvaron del asedio de la ciudad de Osorno.

36. No es este tema nuevo en los indios de Chile, sino muy antiguo, y
viene de muy atras. Prueba de ello son los pasages ocurridos al Padre
Luis de Valdivia, el año de 1613, con los caciques é indios de la
frontera de la Concepcion. Viendo la Magestad de nuestro Católico Rey D.
Felipe III., lo poco que aprovechaban los medios de la fuerza y del
rigor para sugetar á los indios chilenos, que tan soberbios é insolentes
se hallaban con las victorias que habian tenido, y con la toma y ruina
de las ciudades que nos destruyeron, se dignó resolver, que totalmente
se mudase de estilo en esta conquista, y que dejando del todo la guerra
ofensiva, se redujese solo á la ofensiva: considerando que por este
medio se reducirian los indios mas facilmente á la Fé, y la recibirian
con mas amor y aplicacion, viéndose libres del tumulto, y ruido de las
armas, para lo cual se valió de la prudencia, celo y eficacia del citado
Padre Luis de Valdivia, religioso de la extinguida compañia de Jesus,
eligiendo por Gobernador á D. Alonso de Rivera, que á la sazón lo era
del Tucuman, y antes lo habia sido de Chile. Luego que este religioso
llegó á la Concepcion, empezó á tratar con los indios de guerra, de los
medios de la paz que de parte del Rey les ofrecia, dando principio por
las naciones cercanas, que eran las de Arauco, Tucapel y Catiray, á
quienes envió los mensageros que tuvo por convenientes. Noticiosos los
indios de esta novedad, resolvieron se hiciese una junta con el Padre
Luis en Nancú, lugar que está en medio de todo Catiray, para que allí se
tratase del negocio propuesto, y de los conciertos de paz y amistad que
deseaban; á cuyo fin se habian congregado diez parcialidades.

37. Habiendo el Padre resuelto su salida, y llegado al lugar en que le
esperaban los caciques, se echaron sobre sus brazos, mostrando gran
contento de su llegada á aquellas tierras, y tomándole de la mano
Guayquimilla, que era el mas principal de ellos, se la besó en nombre de
todos los demas, y le hizo un elegante razonamiento, diciendo que “de su
alegre venida no solamente estaba regocijada la gente á quien llevaba
tan grande bien, pero que los mismos brutos animales, las yerbas, las
flores, las fuentes y los arroyos saltaban de placer y contento.”
Despues de estas primeras cortesias, se sentaron á razonar y discurrir
sobre las materias de las paces; y entre otras razones, dijo uno de los
tres caciques:–Padre, todos los indios principales desean la paz,
aunque el pueblo y los soldados no se pueden persuadir de que los
españoles la quieren y la desean. A que replicándole el Padre: como
podia ser eso, cuando el Rey lo habia enviado solo á ese fin, por el
cual se habia arrojado á los peligros de tantos males, hasta llegar á
sus tierras; y que eso mismo, y no otra cosa, pretendian el Sr.
Gobernador, los Maestres de campo y capitanes? Respondió el
cacique:–“No dudo de eso que dices; lo que se duda es que los españoles
quieran paz, que sea paz. Bien sabemos que gustarán de la que llaman
ellos paz, y yo no la tengo por tal, que es que nosotros nos rindamos, y
nos sugetemos á ellos, y les sirvamos como á nuestros amos y señores; y
esto no es paz, sino ocasion de las inquietudes, perturbaciones y
guerras, que hemos tenido hasta aquí. Paz es la que tienen los españoles
entre si, y la que tienen los indios entre nosotros, gozando cada uno de
su libertad, y de lo que tiene, sin que ninguno se lo quite, ni quiera
mandarle, ni tenerlo debajo. Esto llamamos paz, y esta la abrazarémos
muy de corazon. Pero si no tratas de esta paz, y quieres la que los
españoles llaman paz, no verás que la admitamos mientras el sol gire por
el cielo.”

38. Vea ahora V.S. si es nuevo en los indios el sistema de resistir toda
especie de servidumbre y sugecion al español. Ninguna otra cosa
aborrecen mas, que el hecho de privarles de la natural libertad con que
todos nacemos, y así quieren gozar de la misma que disfrutan los
españoles entre sí, y los mismos indios unos con otros. Por lo que
parece al Fiscal que el remedio eficaz, de que los naturales de la
jurisdiccion de Valdivia, y demas que residen tierra adentro hasta el
estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos, se reduzcan, será proponerles
que gozarán de una total libertad, sin que jamas llegue el caso de que
se les reduzca á esclavitud ó encomiendas; y que tampoco se les
pensionará con tributos, ni otros pechos, aunque sea dispensado la
disposicion de la ley 9, tít. 4, lib. 4 de las Recopiladas de estos
reynos: previniéndoseles que serán tratados como los mismos españoles,
sin diferencia alguna, pues son vasallos de un propio soberano, cuya
real benignidad ha tenido á bien adoptarlos por tales, y recibirlos bajo
de su poderosa proteccion y amparo.

39. Ni este pensamiento puede oponerse en manera alguna á la política
que hasta aquí se ha observado con esta nacion, porque atendiendo á que
los del reyno del Perú reconocian á los Incas por sus soberanos y reyes,
y les pagaban sus contribuciones en prueba del vasallage que les
rendian, como no ha sucedido esto así con los del reyno de Chile que
residen tierra adentro, no parece disconforme que, aunque á aquellos se
le pensionase con el tributo que señala la ley, se dispense con esta
semejante contribucion, una vez que, segun nos cuentan las historias,
los emperadores peruanos, no llegaron, ni pudieron pasar con su
conquista, de la tierra de los Promocaes, y rio caudaloso de Maule, que
divide la provincia de este nombre de la de Cauquenes, por la ferocidad
y braveza de los que habitan en esa parte hácia el sur; quedando el rio
señalado por términos del imperio, de órden de Yupanqui, décimo Inca de
aquella dinastía. Con que, si es constante que los indios no reducidos,
que son los que hay desde el caudaloso rio Bio-bio, para el sur, hasta
el estrecho y costas patagónicas, no reconocen otro soberano ni rey (á
excepcion de algunos amigos de la frontera), que á sus caciques
particulares, sin retribuirles pension alguna en señal de vasallage, no
sería desde luego extraño que se les tratase de la paz y amistad con los
españoles, con el pacto de las insinuadas excepciones; practicándose lo
mismo con los de la frontera de este reyno, á fin de que se vayan
domesticando, y viendo que nuestras ofertas son ciertas, y nuestra
amistad sincera, se procuren españolizar, casándose indios con
españolas, y españoles con indias, á cuyo propósito sería oportuno
autorizar á los de una y otra nacion.

40. Los felices principios, que por efecto de la Providencia,
facilitaron la adquisicion del terreno en que hoy se halla situado el
fuerte de Rio Bueno, y establecida la mision que con instancia pidieron
sus caciques, en la cual se han percibido ya los frutos que manifiesta
el plano de fojas 47 del octavo cuaderno, dan sin duda fundada esperanza
de que no acaso se han logrado estas ventajas en cerca de siglo y medio
que no se oia la voz del evangelio en aquellas tierras, y de que el
Altísimo quiere ya dispensar los arbitrios de que nuestra sagrada
religion se plantifique en un terreno, cuyos habitadores se han mostrado
hasta aquí contrarios nuestros; y prometen al mismo tiempo unos
agigantados progresos en la importante empresa de descubrir las
poblaciones que han motivado la resolucion de las expediciones de que se
trata; y así seria desde luego reprensible delante de Dios y del mundo,
sacar del seno de la barbarie la semilla de la verdadera doctrina que
acaba de sembrarse con arreglo á los dogmas de la religion, y á las
soberanas y muy piadosas intenciones de nuestros Católicos Monarcas, que
solo han anhelado con religioso celo las conquistas espirituales; lo que
forzosamente sucederia si se adhiriese á las repetidas instancias que ha
hecho el actual Gobernador D. Pedro Gregorio de Echenique, sobre que se
quite y destruya el mencionado fuerte, sin mas fundamento que los
recelos y desconfianzas que le asisten de la infidelidad de los indios
que le pidieron, haciendo con esto retroceder el estandarte de la fé,
cuando todos estamos constituidos en la gloriosa obligacion de llevarlo,
y propender á que se conduzca hasta las extremidades de la tierra. Por
estas justas consideraciones que trascienden á las utilidades del
estado, no debe mirarse con indiferencia lo que se ha ganado sin
violencia, por lo que es indispensable aplicar el hombro á mantener
aquel puesto, y sin perjuicio de una prudente economia, sostener, aunque
sea á mas costa, la guarnicion que en él se halla, y aun aumentarla,
segun se reconozca por los informes del comandante y del Padre
Misionero, de la disposicion de ánimo de los caciques; previniéndoseles
con anticipacion y sagacidad, que en prueba del aprecio que ha hecho Su
Magestad de la voluntaria oblacion que le hicieron de aquel terreno, se
ha dispuesto remitir algun número mas de hombres que los defiendan de
sus contrarios.

41. El actual Gobernador, no acomodándose á lo que su antecesor practicó
en desempeño de su cargo, funda su instancia para la destruccion del
fuerte antedicho, no solo en sus recelos y desconfianza de los indios,
sino tambien que estos continuan en su idolatria y vicio de poligamia,
igualmente que en los pocos ó ningunos progresos que ha hecho la mision
allí establecida. Y aunque acerca de esto último nada tiene que decir el
Fiscal, sino poner á la vista de V.S. el plan presentado á fojas 47, por
el Reverendo Padre procurador general de estas misiones: pero en cuanto
á lo demas, no puede menos que recordarle la memoria de lo que dispone
la ley 2, título 4, libro 4 de las Recopiladas de estos reinos. En ella
verá V.S. cuanta es la prudencia que se previene para semejantes casos,
y cuanto conviene la suavidad, y el que no se quiten á los indios las
mugeres, ni los ídolos, á fin de que no se escandalicen.

42. Y no solo convendrá que se mantenga este fuerte en Rio Bueno, sino
tambien que se construyan otros dos ó tres, con cuyo respeto se sostenga
el que existe fabricado á instancia de los mismos caciques, bien sea en
la inmediaciones de Osorno, ó no muy lejos de la provincia de Chiloé,
como lo propone el sargento mayor D. Lucas de Molina, en el informe que
dió con fecha de 30 de Marzo de 79, y consta á fojas 10 del octavo
cuaderno, ó en los parages que se consideren á propósito: reencargándose
muy particularmente al actual Gobernador la subsistencia, amparo y
refaccion del que se halla construido en Rio Bueno, por las ventajas que
promete igual avanzado establecimiento de nuestros españoles.

43. Y descendiendo al punto del allanamiento del antiguo camino de
Osorno, para facilitar la comunicacion de la plaza de Valdivia con la
provincia de Chiloé, y de la reedificacion de la ciudad perdida del
mismo nombre de Osorno, á que tambien se dirigen las expediciones
proyectadas, halla el Fiscal, que lejos de perjudicar en lo mas leve á
los indios, les traen, por el contrario, evidentes ventajas y
utilidades. Ellas son bastantemente visibles, y no pueden esconderse aun
al mas intonso, porque no es posible haya prudente á quien se ofresca el
pensamiento de que conviene á estos infieles continuar en su
infidelidad, y vivir despojados de todos los beneficios que trae consigo
la sociedad, y la vida civil y cristiana. Si se mantienen en el estado
mismo que ahora se vé, á mas de no gozar de los benéficos efectos de una
instruccion política, pierden de contado aun la esperanza de la vida
eterna, que es lo mas precioso y apetecible. Con que debe concluirse,
que si alguna razon de conveniencia hay en la apertura del mencionado
camino, y reedificacion de la antigua ciudad de Osorno, es muy
principalmente aplicable á los indios que residen en aquella
jurisdiccion.

44. Bien ve el Fiscal que nada de esto podrá verificarse, sin una
vigorosa oposicion de los mismos indios, que, llevados de aquel rencor
que profesan á nuestra nacion, y del concepto que han formado de que los
españoles, si vuelven á poblar sus tierras, los han de reducir á
servidumbre ó encomiendas, como antes lo hacian, lo resistan. Pero si
con anticipacion se les advierte que iguales resoluciones y
establecimientos se dirigen á su propio bien, por guardarlos de que les
insulten los enemigos de la corona de España; y que quedarán gozando de
su propia libertad, sin que español alguno les pueda obligar á servir,
ni impedirles su libre albedrio, con las otras insinuaciones que quedan
referidas en los párrafos 35, 39 y 40, le parece que no será tanta la
oposicion, pues al cabo tienen alguna luz de razon, con que no pueden
dejar de distinguir la realidad de su propia conveniencia.

45. Y cuando estas insinuaciones no les moviesen al voluntario
allanamiento, siempre seria justo se verificase la apertura del camino y
reedificacion de la ciudad, porque nuestros católicos monarcas tienen
legítimamente fundado su supremo dominio, aun en las tierras que se
hallan ocupadas y pobladas por los indios; pues siendo ellos tan
bárbaros, incultos y agrestes, que apenas merecen el nombre de hombres;
y necesitando por lo mismo de quien, tomando su gobierno, amparo y
enseñanza á su cargo, los reduzca á vida humana, civil, sociable y
política, para que con esto se hagan capaces de poder recibir la fé y
religion cristiana, una vez que nuestros mismos soberanos han tomado
sobre sí este cargo, no debe dudarse de la legitimidad con que se
intenta la sobredicha reedificacion, con ese laudable objeto, aun
prescindiendo de los otros muchos títulos que legalizan aquel supremo
dominio, y no refiere ahora el Fiscal, por ser constantes á V.S., y
notorio á todo el mundo, á pesar de la envidia de los extrangeros y
hereges que han querido disputarlos.

46. Y si la egecucion de uno y otro proyecto es útil y ventajosa á los
indios, segun va fundado, no lo es menos para la nacion española, y para
el estado todo, pues sus resortes son necesariamente la mayor seguridad
del reyno, sus plazas y fortificaciones, y el remedio de que las de
Valdivia y Chiloé se provean de cuanto necesitan para subsistir,
siguiéndose de aquí los ahorros de la real hacienda, y el aumento de
ella, con adelantarse los comercios.

47. Sobre estos dos puntos tiene ya V.S. mucho avanzado, porque en el
expediente formado sobre la apertura del antedicho camino de Osorno,
aparece la empeñosa instancia que el año de 763 hizo el vecindario de la
provincia de Chiloé, ofreciéndose allanarlo y romperlo á su costa, con
tal que se les diese el auxilio de la tropa necesaria. Con esto hay ya
un principio de mucha consideracion, para verificar el proyecto, que
siendo tan importante y útil al estado, igualmente que á la poblacion de
Chiloé, debe llevarse á puro y debido efecto, teniéndose presente el
informe que el Gobernador y Cabildo hizo sobre este asunto en 6 de
Febrero de 1753, y corre desde fojas 26 hasta fojas 33 del precitado
cuaderno, señalado con el número 98.

48. Allí se asienta, que será mejor y muy ventajoso se reedifique la
ciudad en la costa, con el fin de que, en el caso de ser insultada por
los enemigos de tierra, pueda, con facilidad ser socorrida de la
provincia de Chiloé en piraguas, y de la plaza de Valdivia en sus
lanchas: y desde luego este pensamiento está conforme con lo que dispone
la ley 2, título 5, libro 4 de las Recopiladas de estos reynos, en que
se previene, que las tierras que se hubieren de poblar, tengan buenas
entradas y salidas, por mar y tierra, de buenos caminos y navegacion,
para que se pueda entrar y salir facilmente, comerciar y gobernar,
socorrer y defender; pues estando tierra adentro, se haria mas difícil,
por ser mas forzoso á los socorros abrir camino con las armas, y mucho
aumento de estas para la seguridad de las escoltas y bageles que
quedasen en el puerto aguardando las resultas. Y sobre el reparo que
pudiera hacerse, de que estando la poblacion en la costa se expondria á
los insultos del enemigo de Europa, responde muy bien el Cabildo: esto
es, si donde hubiere de hacerse hay puerto capaz de fondear navíos, por
la misma razon conviene que allí esté la ciudad, para guardarlo y
defenderlo, y no dar lugar á que el enemigo se apodere de él: y si no lo
hay, está desde luego libre la poblacion de este recelo, pues eso mismo
será causa de que no se arrime á la costa; mayormente reinando en ella
en los mejores tiempos del año la travesía que les obligará hacerse á la
mar, ó á perder sus embarcaciones. Por cuyas razones contempla, y con
bastante fundamento, que la poblacion se haga y verifique en la costa,
en que ademas sus vecinos podrán disfrutar del beneficio del pege y
marisco.

49. Del mismo modo parece oportuna la construccion de un fuerte á la
entrada del camino por la parte de los indios Juncos, el cual ha de ser
la puerta y seguridad del de aquella provincia, por donde todos han de
pasar, y los socorros y escoltas; y hacer mansion segura para seguir
jornada, así los que salgan de la provincia para la ciudad, como los que
vayan de ella á la provincia. Y tambien es indispensable que se fabrique
otro fuerte en el parage donde se fundase la ciudad, para que á su
abrigo esté y duerma el vecindario con el correspondiente seguro, é
igualmente otros que se consideren precisos, conforme á lo dispuesto por
la ley 7.ª del precitado título y libro, segun el conocimiento que se
adquiera de aquellos terrenos, con la idea de que sea perpetua la
poblacion, y el camino expresado. A cuyo propósito deberán los fuertes
proveerse de la correspondiente tropa y armas; á que podrá contribuir en
gran manera la guarnicion destinada á la isla de Juan Fernandez, en el
caso de que se disponga su translacion, como oportunamente lo ha
propuesto el capitan D. Manuel de Orejuela, cuyas producciones en cuanto
á estos puntos, reproduce el Fiscal enteramente, para que V.S. haga de
ellas el uso que su perspicaz penetracion y consumada pericia militar
tuviese, por mas acertado y conveniente. Añadiendo que desde ahora
contradice una y muchas veces el que los españoles, que hubiesen de
entrar á abrir el camino y poblar la ciudad de Osorno, hagan á los
indios el mas leve daño, ni les tomen cosa ninguna de sus bienes,
haciendas, ganados ni frutos, sin que primero se les pague, y dé
satisfaccion equivalente: procurando que las compras y rescates sean á
su voluntad y entera libertad; y pide que sean castigados aquellos que
les hicieren mal tratamiento ó daño, como expresamente lo previene la
ley 8.ª del antedicho título y libro de las Recopiladas de estos reinos.

50. Conoce el Fiscal que las circunstancias actuales de la presente
guerra con la nacion británica, lo exhausto del real erario, la
necesidad de mantener reforzadas las plazas y presidios de este reino, y
las inquietudes de él del Perú, de donde deben venir los
correspondientes auxilios, pueden entorpecer la ejecucion de las
expediciones proyectadas: pero si V.S. reflexiona, que aun despues de
declarada la guerra se expidió el real órden, fecho en San Ildefonso, á
6 de Setiembre de 1779, que se halla á fojas 3 del expediente seguido
por el capitan D. Manuel de Orejuela, sobre la asignacion y goce de su
sueldo, en que se le mandó saliese inmediatamente de la corte, y se
pusiese en marcha para esta ciudad á cumplir la comision conferida á
esta Capitanía General, verá que la real voluntad es, que se verifiquen
dichas expediciones, aun en estas propias circunstancias, aunque sin
noticias de las citadas revoluciones del Perú, que han inferido tan
crecidos gastos á la real hacienda. Sin embargo de lo cual, como sobre
este asunto debe V.S. entenderse con el Exmo. Sr. Virey, en conformidad
de la enunciada real órden de 29 de Diciembre de 1779, puede, siendo
servido, hacerle la correspondiente consulta, y proceder de acuerdo con
S.E. en la deliberacion de este importante y grave negocio; que, en
sentir del Fiscal, seria mas fácil y expedible si pudiesen verificarse
las reales intenciones, y la solicitud de los establecimientos que se
desean descubrir, por medio de algunas embarcaciones pequeñas que
navegasen por alguno de los rios que desembocan en el mar y costas de
Chiloé. Sobre todo, V.S. con sus acendradas luces, resolverá lo que le
parezca mas acertado y conforme á las soberanas intenciones de Su
Magestad. Santiago, 31 de Julio de 1782.

DR. PEREZ DE URIONDO.

KUPRIENKO